Laderas Periodisticas de César Vallejo
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LA PRODUCCIÓN PERIODÍSTICA DE CÉSAR VALLEJO
Por: Javier Silva C.
César Vallejo goza del bien ganado prestigio de poeta universal; también, es
reconocido como un gran narrador y escritor de valiosas incursiones en el teatro. Sin
embargo faltaba mostrar su hondo quehacer periodístico, entendido éste como medio
económico que Vallejo siempre necesitó. Los menesteres periodísticos de César
Vallejo, se inician en Trujillo, a través de la publicación escolar “Cultura Infantil”, vocero
del Centro Escolar de Varones N°241 de aquella ciudad, en el que publicara sus
poemas iniciales, con marcada intención didáctica; siguen luego sus colaboraciones
para “El Norte”; y después la etapa en la que colaboró en “El Comercio” de Lima,
“Amauta” -fecunda revista de José Carlos Mariátegui-, “Variedades” y “Mundial”.
La actividad periodística de César Vallejo, es una de las facetas más notables de
suproducción intelectual; pero, no es un periodista como se entiende en la mayoría de
nuestros diarios limeños y provincianos. Fue llanamente un periodista investigador
minucioso, con amplia formación artística y humanista, atento siempre a las más
íntimas vibraciones de los múltiples sucesos culturales. Así lo evidencian los artículos
periodísticos recogidos de entre el polvo del silencio. Son ellos testimonio fehaciente
de su amplia colaboración en la revista limeña “Mundial”, a partir del 17 de julio de
1925, vale decir con la interesante crónica: “La exposición de artes decorativas de
París”, con la cual inició su notable función, enviando interesantes artículos desde
París, y se prolongan hasta el 3 de junio de 1927.
La temática de los artículos escritos por Vallejoes muy variada, oscila entre asuntos
relativos a filosofía política, económica y social; pormenores literarios y
artísticos,investigación científica, armamentismo, hechos policiales, sucesos históricos,
crónicas, esoterismo, modas, deportes. Todas las variantes del artículo fueron
abordadas por el escritor y en todo ponía su visión del mundo, su perspectiva, su
crítica, su defensa del hombre, suamor incoercible a la criatura humana.
En el artículo titulado “Tendencias de laescultura moderna. El escultor Fioravanti”
Vallejo emite juicios estéticos que revelanuna madurez crítica excepcional:
Me parece que la naturaleza del arte escultórico exigedel escultor un sentido de
la plástica más inocenteque el requerido del pintor por el lienzo.
La Músicaes otro de los campos preferidos por Vallejopara sus artículos y crónicas
que demuestran el autodidactismo del escritor, considerando la magra educación
estética del mediodel que provenía. Además de documentadas y sutiles,estas notas de
arte musical revelan un profundo dominio deaspectos que no es fácil conocer sin una
larga y avezada frecuentación de salas de concierto. Citaremos como ejemplo “Falla y
la música de escena”:
Falla –no visto sino oído como deben serlo todos losmúsicos– produce una
evidente impresión de grandeza, Arte primitivo, terráqueo, bárbaro. Tiene
frialdad de piedra y monotonías de salvaje, toda unatarde, un palo con otro
palo.
Tiene cosas negras,como Satie, como Stravinsky; Schönberg manejatambién
sus cocos de Darwin, sólo que en él setransforman en los botones del ‘Pierrot
Lunar.
Por otro lado, la crónica policialle sirveal escritor para develar algunas de las miserias
de la sociedad, y aun desmitificar, con buidoanálisis, el papel del periodismo que alza
“cortinas de humo” ante la crisis políticas para favorecer a los gobiernos de turno.
Como ejemplo tomemos el texto “Gaston Guyot, el nuevo Landru”:
Aun los criminales pueden ser útiles al Gobierno, enciertos momentos. Clement
Vautel manifiesta estarenterado del interés que pone, asimismo, el
señorPoincaré en que el caso del asesinato de Mlle.Madelaine Beulagette, por
manos de su amante Guyot,continúe acaparando la atención del país entero, a
finde que la gente siga muriéndose de hambre, sinsentirlo, o al menos siga
comiendo carne crudade caballos apestados, sin darse cuenta de ello.
El crimen de Guyot está, pues, convirtiéndose, porinterés del Gobierno, en
crimen de granenvergadura...
Pero no hay que olvidar, por lo demás, que losmomentos difíciles por los que
actualmente atraviesa Francia, facultan al Gobierno a echar manode todos los
medios –frívolos como el de lasmodas y de los crímenes, o de peso como el
delas contribuciones– para restablecer el bienestarnacional.
Vallejo nos presenta en un cuadro expresionista de la miseria, el violento contraste
entre aquella y la presencia de las mascotas sacadas a pasear en loscoches –
seguramente con calefacción– mientras seres humanos se arraciman en los
mingitorios, ateridos.
Las oficinas meteorológicas anuncian un invierno desastroso... Pasan los
perros en automóvil. Los hombres hacen cola en torno de los urinarios
públicos.
Algunos de ellos orinan dos veces... Se siente, en verdad, mucho frío.
El amor a los animales tiene un cuestionamiento por parte del escritor en el artículo
titulado “Los animales en la sociedad moderna”, al comentar el libro del Paul
Eluard“Los animales y sus hombres”; habla de cierta sociedad que seprecia de
civilizada y muy moderna, para concluir con un aserto muy característico de su estilo
desmitificador.
... se ha podido observar que las gentes que son rencorosas para las otras
gentes son las más inclinadasal amor a los animales. No es posible imaginar
unaverdadera matronaque, después de reprender y arrojar justa o injustamente
de su casa a un criado, nopenetre a sus salones y se deshaga en caricias y
ternura con su perro favorito.
En el plano económico, Vallejo maneja una información impresionante al comparar los
estados económicos–en crisis– de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos, encontraste
con la sui generis “bonanza” de Francia que:
…continúa explotando tranquilamente sus dominios coloniales, atrae y
centraliza en París todo el oro delmundo, mantiene en equilibrio más o menos
favorablesus importaciones o exportaciones, y por último ostenta un signo
concluyente y, en estos momentos,raro, de holgura industrial y de salud social;
no tienedesocupados o casi no los tiene. Su situación es, pues,envidiable.
Ello obedece principalmente a dos factores específicos de Francia: la baratura
de las materias primas,que este país extrae casi gratuitamente de sus colonias,
y la abundancia de fondos provenientes de lasreparaciones de guerra...
En la crónica deportiva, como en casi todo, Vallejo siempre es elescritor profundo y
esclarecedor. En “Los hombres de la época”,al comentar sobre el famoso (entonces)
escritor francés Henride Montherland, nos plantea una suerte de filosofía del deporte:
Válgame esta tesis del multánime escritor francés(se refiere a H. de M.) para
apoyar lo que yo he sostenido al respecto en varias ocasiones: la existencia
delespíritu deportivo, meramente óptico, de las muchedumbres que asisten a
los matchs, el espíritu profesional e inútil –para referirme al calificativo textual
deMontherland– de los campeones y en fin, la necesidad de dar al sport un
sentido más profundo ymás justo, haciéndole pasar del cerebro o de laretina
del espectador, a sus propios músculos, yde la esfera de los especialistas a
todos los hombres.
Luego, desde “El salón del automóvil de París” nos advierte de la frivolidad de las
personas de su época, siempre tentadas por el lujo:
Hoy son los automóviles los que mandan y no loscuadros ni las estatuas,
como sucedía en las sociedades del Renacimiento.
En una nota periodística titulada “La fiesta de las novias enParís” además de la
descripción frívola, Vallejo hace propicia la ocasión para dilucidar lascontradicciones
sociales:
La fiesta muestra su mejor encanto, su gracia y su gestión más románticas y
humanas, en las personasde las novias pobres, de las “midi-nettes”, de las
pálidasobreritas de la urbe tempestuosa. Las otras, las “jeunesfilles” de los
palacios y del lujo, han acabado por renunciar a la celebración de Santa
Catalina y mirantranscurrir esta fiesta como una cosa extraña a ellas,como algo
que únicamente concierne a las clases populares...
Esta fiesta de las novias de París es, en medio de sujolgorio excesivo y
epiléptico,una cosa sin dudaemocionante y dolorosa. Hay entre las niñas que
buscan novios de ilusión, príncipes encantadores o siquiera un Rodolfo
Valentino, con un poco de “gigoló” yun mucho de Apolo anacrónico.
Vallejo mira más allá de los fuegos deartificio, y encuentra, en estas reuniones de
muchachaspobres, el crisantemo de la soledad, del abandono. Así, realizauna suerte
de desplazamiento de su cámara imaginaria, desdeel plano generalde una reunión de
amigas –“catherinettes”–que se hallan “en una larga mesa llena de flores”. Son
diezamigas. El poeta reconoce –en closep up– a una, la que élllama “La rubia del
Colbert” (el nombre del restorán donde,cotidianamente, la ve almorzar y comer,
siempre sola, a unahora fija):
De súbito una de las amigas la ha tomado en brazostierna y fraternalmente. La
rubia del ‘Colbert’ hainclinado el rostro hermoso.
Está llorando su perenne soledad, sin duda, sus días de trabajo inútil,sus
estériles esperanzas. Está llorando suscuarenta años futuros, sin hogar, sin
hijos, sin amor¡ay! Sin eternidad.
PICASSO O LA CUCAÑA DEL HÉROE
París, abril de 1927
Antes de conocer personalmente a Picasso, se me había noticiado tratarse de un traficante en Camelot, seductor de incautos, habilidad miriápoda para todas las cucañas. Jean Cocteau me había dicho, persignándose:
-Un ruso apareció un día ahorcado en su atelier de Montmartre...
Decrefft me refería, en tanto cincelaba en granito mi cabeza:
-Picasso debe muchas muertes.
Hace pocas semanas Francisco Carco:
-Picasso antes que todo, se trata de sobremesa con los más ilustres apaches de mis novelas. M. Fortunat Strowski, Profesor de Literatura Polaca en la Sorbona, puede atestiguarlo...
Por otro lado, conocía yo dos o tres fotografías del hombre, tales como las que aparecen en los estudios que sobre el jefe del cubismo han publicado Pierre Reverdy, Maurice Raynal y Jean Cocteau, donde el ala insultante del cabello, venida de su cuenta sobre la frente, no es ala buena: por Maurice Barrés y por la mecha del testuz del toro sirio. Ya don Ramón María del Valle Inclán, Marqués de Bradomín y coronel general de los ejércitos de tierras calientes, al salir de casa de Barrés, exclamaba: “Parece un cuervo mojado...” Y todo, por esa ala insultante de cabello.
Decrefft me ha presentado luego a Picasso, a la salida de la galería Rosenberg, donde el artista acaba de hacer una pequeña exposición de sus telas. Picasso iba con su mujer, una rusa fatal y monoplana, bailarina que baila todavía, con quien casó en Italia, a raíz de la primera representación de Parade, obra decorada por Picasso y jugada por el grupo de artistas de que formaba parte la fina danzarina. Picasso, cuando le vi, llevaba hongo y su cara, un poco cínica y otro poco apretada en pascalianas fricciones de domador de circo, pulcramente rasurada, me hizo doler el corazón. ¿Por qué? ¿Por su estriado gesto de saltimbanqui trágico? ¿Por sus pómulos de héroe, que han tenido que ver de costado el sueño de sus vastas retinas? Al descubrirse, apareció el ala de cabello, como pegada a la frente. Se alejó de nosotros la pareja, el pintor y la bailarina, sonriendo, haciendo cortesía, medianas ambas tallas, acaso pequeñas, ella de azul y adarme al ristre y él muy de prisa, con su andar de negociante en leña, que olvidó su cartera en el telégrafo.
Pero Picasso ha sacado de la nada, como en la creación católica del mundo, los mejores dibujos que artista alguno haya trazado en el mundo. El valor de ellos, su encanto inmarcesible, vienen de su simplicidad calofriante. Picasso dibuja con un pulso tan torpe y tan trémulo de candor, que sus curvas parecen líneas hechas por un absurdo niño, en perfectos ejercicios escolares. Hasta Picasso no existió la línea curva. Él quebrantó la recta, por la vez primera. Y en ese quebranto reposa el gozne funcional y arlequinesco de su estética.
Múltiple, clásico, soviético, romántico, pagano, “primitivo, moderno, sencillo y complicado”. Picasso decía allá en sus años de hipos en la cuerda, en sus match sudorosos de incipiente: “Respetable público, cuando una tela no alcanza para el trazo de un retrato, hay que pintar las piernas aparte, al lado del cuerpo... He dicho, señores”.
Quien ha creado obra tan multánime e imperecedera, está en libertad de vivir, si le place, sentado en la propia nariz de Minerva, haciéndola chillar en ágoras y mercados. El genio tuvo siempre cogida por el rabo a la moral.
(Variedades, N° 1.003, 21 de mayo de 1927)
Bibliografía:
Ángeles Caballero, César (1993). César Vallejo su obra. San Marcos. Lima – Perú.
Puccinelli, Jorge (1987). Desde Europa. Fuente de la Cultura Peruana. Lima.
Orrillo, Wiston (1998). César Vallejo Los Géneros Periodísticos. Editorial San Marcos.
http://sisbib.unmsm.edu.pe/BibVirtualData/libros/Comunicaci%C3%B3n/perparadigmatico/pdf/per_par_03.pdf