La Vision Mediatica

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, La visión mediática Patrick Champagne En Bourdieu, Pierre. La miseria del mundo. FCE, Buenos Aires, 2000. Gentileza de Natalio Stecconi. Los malestares sociales sólo tienen existencia visible cuando los medios hablan de ellos, es decir, cuando los periodistas los reconocen como tales. Ahora bien, no se reducen a los meros malestares mediáticamente constituidos ni, sobre todo, a la imagen que los medios dan de ellos cuando los perciben. No hay duda de que los periodistas no inventan en su totalidad los problemas de que hablan; incluso pueden llegar a pensar, no sin razón, que contribuyen a hacerlos conocer y a incorporarlos, como suele decirse, al "debate público". Lo cierto es que sería ingenuo quedarse en esa constatación. No todos los malestares son igualmente "mediáticos", y los que lo son sufren inevitablemente una cierta cantidad de deformaciones desde el momento en que los medios los abordan, puesto que, lejos de limitarse a registrarlos, el trabajo periodístico los somete a un verdadero trabajo de construcción que depende en gran medida de los intereses propios de ese sector de actividad. Casi podría decirse que la enumeración de los "malestares" que surgen con el paso de las semanas en la prensa es sobre todo la lista de los que podrían llamarse "malestares para periodistas", vale decir, aquellos cuya representación pública se fabricó explícitamente para interesar a los periodistas, o los que por sí solos atraen a éstos porque son "fuera de lo común", dramáticos o conmovedores, y por esa razón comercialmente rentables, por lo tanto conformes a la definición social del acontecimiento digno de aparecer en "primera plana". La manera en que los medios escogen y abordan esos malestares, en definitiva, dice al menos tanto sobre el medio periodístico y su modo de trabajar como sobre los grupos sociales en cuestión. [ 1 ] La fabricación del "acontecimiento" Aunque no sea nuestro objetivo aquí, habría que analizar la diversidad de puntos de vista periodísticos sobre los acontecimientos, que remite a la diversidad de formas del periodismo. Lo cierto es que los periodistas, sea cual fuere el medio en que trabajan, se leen, se escuchan y se observan mucho entre sí. La "revista de prensa" es para ellos una necesidad profesional: les indica los temas que deben tratar porque "los otros" hablan de ellos, puede darles ideas de notas o les permite, al menos, situarse y definir ángulos originales para distinguirse de los competidores. Por otra parte, no todas las visiones periodísticas tienen el mismo peso dentro de la profesión y particularmente afuera, en el proceso de constitución de las representaciones sociales. Cuando se relee o revé, en frío, todo lo que pudo escribirse o mostrarse sobre acontecimientos tales como "la guerra del Golfo", "el movimiento liceísta" de noviembre de 1990 o "los disturbios de Vaulx-en-Velin", por ejemplo, seguramente es posible encontrar aquí o allá un artículo o un reportaje Patrick Champagne. La visión mediática - Página 1/13

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PATRICK. Champagne

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    La visin meditica

    Patrick Champagne

    En Bourdieu, Pierre. La miseria del mundo. FCE, Buenos Aires, 2000. Gentileza de Natalio Stecconi.

    Los malestares sociales slo tienen existencia visible cuando los medios hablan de ellos, es decir, cuandolos periodistas los reconocen como tales. Ahora bien, no se reducen a los meros malestares mediticamenteconstituidos ni, sobre todo, a la imagen que los medios dan de ellos cuando los perciben. No hay duda deque los periodistas no inventan en su totalidad los problemas de que hablan; incluso pueden llegar a pensar,no sin razn, que contribuyen a hacerlos conocer y a incorporarlos, como suele decirse, al "debate pblico".Lo cierto es que sera ingenuo quedarse en esa constatacin. No todos los malestares son igualmente"mediticos", y los que lo son sufren inevitablemente una cierta cantidad de deformaciones desde elmomento en que los medios los abordan, puesto que, lejos de limitarse a registrarlos, el trabajo periodsticolos somete a un verdadero trabajo de construccin que depende en gran medida de los intereses propios deese sector de actividad.

    Casi podra decirse que la enumeracin de los "malestares" que surgen con el paso de las semanas en laprensa es sobre todo la lista de los que podran llamarse "malestares para periodistas", vale decir, aquelloscuya representacin pblica se fabric explcitamente para interesar a los periodistas, o los que por s solosatraen a stos porque son "fuera de lo comn", dramticos o conmovedores, y por esa razncomercialmente rentables, por lo tanto conformes a la definicin social del acontecimiento digno de apareceren "primera plana". La manera en que los medios escogen y abordan esos malestares, en definitiva, dice almenos tanto sobre el medio periodstico y su modo de trabajar como sobre los grupos sociales en cuestin. [1]

    La fabricacin del "acontecimiento"

    Aunque no sea nuestro objetivo aqu, habra que analizar la diversidad de puntos de vista periodsticos sobrelos acontecimientos, que remite a la diversidad de formas del periodismo. Lo cierto es que los periodistas,sea cual fuere el medio en que trabajan, se leen, se escuchan y se observan mucho entre s. La "revista deprensa" es para ellos una necesidad profesional: les indica los temas que deben tratar porque "los otros"hablan de ellos, puede darles ideas de notas o les permite, al menos, situarse y definir ngulos originalespara distinguirse de los competidores. Por otra parte, no todas las visiones periodsticas tienen el mismopeso dentro de la profesin y particularmente afuera, en el proceso de constitucin de las representacionessociales. Cuando se relee o rev, en fro, todo lo que pudo escribirse o mostrarse sobre acontecimientostales como "la guerra del Golfo", "el movimiento licesta" de noviembre de 1990 o "los disturbios deVaulx-en-Velin", por ejemplo, seguramente es posible encontrar aqu o all un artculo o un reportaje

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    especialmente pertinentes. Pero esta lectura, a la vez exhaustiva y a posteriori, olvida que a menudo esosartculos pasan desapercibidos para la mayor parte de la gente y se hunden en un conjunto cuya tonalidades en general muy diferente. [2] Ahora bien, los medios actan en un principio y fabrican colectivamente unarepresentacin social que, aun cuando est bastante alejada de la realidad, perdura pese a los desmentidoso las rectificaciones posteriores porque, con mucha frecuencia, no hace ms que fortalecer lasinterpretaciones espontneas y por lo tanto moviliza en primer lugar los prejuicios y tiende, con ello, aredoblarlos. Hay que tomar en cuenta, adems, el hecho de que la televisin ejerce un efecto de dominacinmuy fuerte en el interior mismo del campo periodstico debido a que su amplia difusin -sobre todo en lo quese refiere a los noticiarios- le da un peso particularmente grande en la constitucin de la representacindominante de los acontecimientos. Por otra parte, la informacin "puesta en imgenes" produce un efecto dedramatizacin idneo para suscitar muy directamente emociones colectivas. Por ltimo, las imgenesejercen un efecto de evidencia muy poderoso: parecen designar, sin duda ms que el discurso, una realidadindiscutible aunque sean igualmente el producto de un trabajo ms o menos explcito de seleccin yconstruccin. Por ms que la televisin se alimente en gran parte de la prensa escrita o de las mismasfuentes que sta (esencialmente, los despachos de agencias), tiene una lgica de trabajo y restriccionesespecficas con mucho peso sobre la fabricacin de los acontecimientos. Acta sobre los telespectadorescorrientes pero tambin sobre los otros medios, y los periodistas de la prensa escrita ya no pueden ignorarhoy lo que ayer constituy "la primera plana" de los noticiarios televisivos de las 20:00.

    Por ejemplo, cuando esos noticiarios decidieron cubrir las primeras manifestaciones de licestas de octubrede 1999 -en su origen se trataba de un simple movimiento, limitado a algunos colegios de los suburbios delnorte de Pars, que agrupaba a unos pocos cientos de licestas que protestaban contra la falta de profesoresy las agresiones de que haban sido vctimas ciertos alumnos-, numerosos especialistas educativos de laprensa escrita parisiense juzgaron irresponsable semejante tratamiento meditico porque amenazaba congenerar un efecto de arrastre ("Deliran!", "Deben de estar locos para abrir el noticiario de las 20:00 con esetema!", "Daba la impresin de que todo el mundo licesta estaba en la calle, cuando a lo sumo no eran msde tres mil", etctera). [3] Sin embargo, es indudable que los periodistas de televisin decidieron con todabuena fe mostrar, en el horario de "las 20:00", una secuencia de esos movimientos. Tenan en stos un temae imgenes muy televisivas ("Los periodistas de televisin -explica un integrante de la prensa escritaparisiense- nunca saben cmo ilustrar los problemas de la educacin y a menudo nos piden ideas para esailustracin"). Por otra parte, probablemente tenan presente el recuerdo de las manifestaciones licestas yestudiantiles de noviembre de 1986, que tambin haban comenzado, hacia la misma poca escolar, conuna huelga limitada a un solo establecimiento. La lgica del precedente, muy presente en la mayora de losperiodistas, la preocupacin de no demorarse en la cobertura de una revolucin y la conviccin sincera deque volvan a asistir a las primicias de un vasto movimiento de impugnacin probablemente basten paraexplicar el tratamiento privilegiado que otorgaron de entrada a esas protestas localizadas. De hecho, amedida que las huelgas licestas se multiplicaron, en gran parte bajo el efecto de su mediatizacin televisiva-"la televisin era algo as como el barmetro del movimiento; como en los noticiarios se hablaba de l, erapreciso que todo el mundo se incorporara", dijo por ejemplo un periodista parisiense que cubra los sucesos-,la presin de los jefes de redaccin de los diarios de Pars sobre sus "especialistas" de la seccin educacinse hizo ms fuerte y los incit a redactar "artculos de fondo" sobre el tema. Si cierto nmero de periodistasespecializados en problemas educacionales manifestaron entonces algunas reticencias a escribir sobre esosacontecimientos, no fue solo porque su competencia apenas los predispone a asombrarse con facilidad, [4]sino tambin porque ese movimiento, fabricado en gran medida por la televisin, era inasible: no lograbancomprenderlo ni identificar a sus dirigentes y sus objetivos. Si embargo, obligados a su vez a hablar de l,

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    contribuyeron, aunque involuntariamente, a dar importancia a lo que entre tanto se haba convertidomediticamente en un verdadero problema de la sociedad, el del "malestar de los licestas" y, ms engeneral, "de la juventud". Los jvenes responsables de las coordinaciones de los liceos que surgieronoportunamente del movimiento y que, en sus estrategias mediticas, reciban el consejo de adultos msexperimentados (dirigentes del Partido Comunista, de SOS-Racismo, del Partido Socialista, etctera), nopodan sino tomarse muy en serio al hablar en las "Asambleas Generales Licestas" como lo hacen lospolticos en las tribunas de la Asamblea Nacional durante las transmisiones en directo de los mircoles a latarde. Un periodista de un gran diario parisiense que estuvo cerca de ellos durante los acontecimientosrelata: "Los responsables de la coordinacin se creyeron vedettes. Se los tom demasiado en serio. Slo sedirigan a la televisin. Hubo una estelarizacin' excesiva. Crean que todo les estaba permitido; habanestado en el Elseo, haban desayunado con Jospin..." Se comprende al mismo tiempo que esosmovimientos -producidos en gran parte por los medios-, a menudo desaparezcan con mucha rapidez cuandoestos ltimos dejan de hablar de ellos. En consecuencia, no habra que preguntarse nicamente, como suelehacerse, qu es lo que interesa a la prensa, sino tambin sobre el proceso que conduce progresivamente atodos los periodistas a desinteresarse de los acontecimientos que antes contribuyeron a producir. Conhumor, un joven periodista que conoce bien las redacciones de las radios perifricas, relata: "En la reuninde redaccin de una radio siempre va a haber un redactor que diga: Ya basta de eso, la gente se fastidia.Los suburbios empiezan a aburrirnos, estamos hartos. Pasemos a otra cosa'. Y en la actualidad siempre hayalgo que toma el relevo. Le Monde tranquilizar. Lib buscar interpretaciones, analizar, reconocer elterreno. Quienes se ocupan de lo fctico, de lo sensacionalista, tal vez repliquen, pero nadie los seguir".

    Un falso objeto

    En definitiva, lo que se denomina "acontecimiento" nunca es ms que el resultado de la movilizacin -quepuede ser espontnea o provocada- de los medios alrededor de algo que, durante un cierto tiempo, stosconvienen en considerar como tal. Cuando las que atraen la atencin periodstica son poblacionesmarginales o desfavorecidas, los efectos de la mediatizacin distan de ser los que estos grupos socialespodran esperar, porque los periodistas disponen en ese caso de un poder de constitucin particularmenteimportante, y la fabricacin del acontecimiento escapa casi ntegramente a esas poblaciones.

    A principios de los aos ochenta, a raz de incidentes ocurridos en las Minguettes -un barrio de Vnissieux,en los suburbios de Lyon, de fuerte concentracin de poblacin inmigrante-, se desarroll en la prensa unnuevo discurso sobre los "suburbios problemticos". Esos incidentes, bastante espectaculares (quema deautos, barricadas, lanzamiento de proyectiles diversos y ccteles Molotov contra las fuerzas policiales,etctera), recibieron una amplia cobertura del conjunto de la prensa, que de tal modo atrajo brutalmente laatencin sobre una nueva categora de poblacin, la de los jvenes nacidos en las familias inmigrantes ("losbeurs"), en situacin de fracaso escolar, sin calificacin ni trabajo. Se descubra igualmente el estado ruinosode ciertos suburbios y la degradacin de los edificios, asolados por el vandalismo y dejados en el abandonopor los organismos de HLM. Esos incidentes, que haban estallado apenas dos meses despus de la llegadade los socialistas al poder, se consideraron como un verdadero desafo poltico lanzado al gobierno deizquierda. Se tomaron diversas medidas a fin de rehabilitar esas villas de emergencia de un nuevo tipo quese haban reconstituido progresivamente en ciertas HLM. Por otra parte, se haban erigido estructuras

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    orientadas a encuadrar a los jvenes desocupados en situacin de fracaso escolar, con el objeto de propiciarsu formacin profesional y su insercin en el mercado laboral. Todas estas acciones se coordinaron en elmarco de los DSQ. En 1990, este accionar abarcaba alrededor de cuatrocientas zonas.

    Pero los medios volvieron a plantear el problema de los suburbios en relacin con los incidentes ocurridos enoctubre de 1990 en Vaulx-en-Velin, un municipio tambin ubicado en los suburbios lioneses y clasificadocomo DSQ en 1987. A fines de septiembre de ese ao, se hizo una fiesta en Mas-du-Taureau, un barrio dela comuna recin rehabilitado, frente al nuevo centro comercial erigido un ao antes en plena zona deviviendas sociales. En presencia de personalidades polticas de primer nivel, se inaugur un muro deescalada y se celebr el xito de los operativos de rehabilitacin. Una semana despus, durante un controlpolicial, vuelca una moto y el pasajero de atrs, un joven de 18 aos de origen italiano, afectado depoliomielitis, muere como consecuencia de la cada. Se agrupan entonces un centenar de jvenes paralanzar insultos a la polica, a quien consideran responsable del drama.

    Se sospecha que sta procura mostrar como un simple accidente lo que los jvenes creen un ejemplo de"brutalidad". La situacin es tensa: esa misma noche se arrojan piedras y se queman tres autos (cosa que,en ese barrio, no es una prctica excepcional). La prensa local, que escucha permanentemente lasconversaciones de la polica con scanners (receptores de alta frecuencia), difunde rpidamente lainformacin y da la versin oficial del drama, que pasa esa misma noche a los medios nacionales. Al dasiguiente a la maana, jvenes de 14 a 20 aos vuelven a arrojar piedras contra la comisara deVaulx-en-Velin (para hacer salir a los policas, atrincherados en su interior); luego, hacia el medioda, selanza un coche robado contra el supermercado de Mas-du-Taureau, que arde, lo mismo que unos cuantosnegocios de la plaza. Los jvenes rechazan a la polica, los bomberos y los periodistas, mientras quenumerosos habitantes del barrio y de otros lugares, en una atmsfera festiva, procuran sacar partido de lasituacin y se llevan diversas mercaderas que, de todas maneras, el incendio habra destruido. Uno de lospocos periodistas de la prensa local que estn presentes en el lugar cuenta que ve salir a chicos de loscomercios, con las manos repletas de golosinas, paquetes de cigarrillos y calzado deportivo. Una ancianasostiene la puerta del supermercado para facilitar la salida de carritos atiborrados de mercaderas,empujados a toda prisa hacia los bales de los autos. En sntesis, si bien es indiscutible que hubo un saqueodel centro comercial, probablemente premeditado, [5] lo cierto es que resulta por lo menos excesivo hablarde "motn", como lo hicieron los periodistas de la prensa parisiense y, sobre todo, de la televisin.

    Los dominados son los menos aptos para controlar la representacin de s mismos. Para los periodistas, elespectculo de su vida cotidiana no puede sino ser chato y carente de inters. Como culturalmente estndesamparados, son adems incapaces de expresarse en las formas requeridas por los grandes medios. Talcomo lo declara un dirigente poltico que pretende divulgar la opinin de los profesionales de la televisin,"uno no tiene que ir a un programa a contar su estado de nimo o a dar su opinin; hay que aprender aexpresarse con claridad". Algunos das antes de los sucesos, una agencia de prensa lionesa especializadaen urbanismo haba propuesto espontneamente -sin xito en ese momento- hacer una investigacin sobrela situacin en los suburbios ("No es interesante, no pasa nada...", le haban contestado a la sazn). Lalgica de la competencia impulsa a los periodistas a trabajar "en caliente" y acudir "a donde pasa algo". Losdramticos incidentes de Vaulx-en-Velin tuvieron por efecto suscitar en poco tiempo una multitud de notas,todas las cuales procuraban mencionar y explicar lo que no funcionaba en ese lugar. Aun cuando laobservacin atenta de la vida corriente en esos suburbios, con sus problemas cotidianos, es ms ilustrativa,la mayora de los periodistas tiende a concentrarse en la violencia ms espectacular y, por ello, ms

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    excepcional. [6] Los medios fabrican as para el gran pblico, que no est directamente comprometido, unapresentacin y una representacin de los problemas que ponen el acento sobre lo extraordinario. Con ello setiende a exhibir nicamente las acciones violentas, los enfrentamientos con la polica, los actos devandalismo, un supermercado en llamas o autos que arden, y a presentar en un revoltijo, como causa deesos desrdenes, las explicaciones recogidas por la prensa, los excesos policiales, la desocupacin de losjvenes, la delincuencia, la "penuria de vivir" en esos suburbios, las condiciones habitacionales, el marcosiniestro de vida, la ausencia de estructuras deportivas y de tiempo libre, la concentracin excesiva depoblaciones extranjeras, etctera.

    Un crculo vicioso

    Si esta representacin deja poco lugar al discurso de los dominados, es porque stos son particularmentedifciles de escuchar. Se habla de ellos ms de los que ellos mismos hablan, y cuando se dirigen a losdominantes, tienden a emplear un discurso prestado, el que stos remiten a su respecto. Esto esespecialmente cierto cuando hablan en televisin: se los ve repetir los discursos que escucharon la vsperaen los noticiarios televisivos o los programas especiales sobre las penurias de los suburbios, y a veceshablan de s mismos en tercera persona ("Lo que quieren los jvenes es un lugar para reunirse", dice porejemplo uno de ellos en un reportaje). Ms exactamente, los periodistas tienden sin saberlo a recoger supropio discurso sobre los suburbios y siempre encuentran, vagabundeando en las urbanizaciones y alacecho de los medios, personas dispuestas, "con tal de aparecer en televisin", a decirles lo que tienenganas de escuchar.

    La "investigacin"de tipo periodstico, y esto vale tanto para el gran periodista parisiense como para elmodesto encargado de seccin de la prensa de provincia, est en general ms cerca de la pesquisa policialque de lo que recibe aquel nombre en las ciencias sociales. Ms que el socilogo, es el periodista "deinvestigacin" quien logra a veces "doblar" a la polica en un caso, que sirve de modelo. Por otra parte, lapreocupacin (en gran medida comercial), vigente sobre todo en los grandes medios nacionales (televisinpero tambin agencias de prensa), por no tomar partido o por no disgustar a auditorios socialmente muyheterogneos lleva a una presentacin artificial y neutralizante de todos los puntos de vista presentes. Lainvestigacin periodstica se emparienta con la judicial: como en un proceso, la objetividad consiste en dar lapalabra a todas las partes interesadas, y en cada caso los periodistas procuran explcitamente tenerrepresentantes de la defensa y de la acusacin, el "pro" y el "contra", la versin oficial de un incidente y la delos testigos. Por la fuerza de las cosas, el trabajo de campo propiamente dicho se limita a algunos das,cuando no a algunas horas pasadas en el lugar, "para dar un poco de color" a las notas, en general con unguin -previamente construido en las reuniones de redaccin-, que se trata de ilustrar. [7]

    Los mismos periodistas pueden suscitar a veces una realidad a medida para los medios. Un periodista de laAgence France Presse (AFP) de Lyon informa por ejemplo que, tras las caldeadas jornadas deVaulx-en-Velin, toda la prensa vigilaba la comuna a la espera de nuevos incidentes, y que esa presencia delos periodistas en el lugar poda desencadenar los sucesos esperados. [8] Aun cuando no pase nada, lamquina periodstica tiende a girar por s sola.

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    Fue as como, por ejemplo, el jefe de redaccin de un medio parisiense intim a cierto reportero de televisinenviado a un suburbio para cubrir unos incidentes a hacer una intervencin en directo de dos minutos en elnoticiario de la noche aunque no pasara nada, a fin de hacer entables los costosos medios tcnicosdispuestos en el lugar. Aunque muchos periodistas procuren ir ms all del acontecimiento ("La crnicamenuda [faits divers] es reveladora de verdaderos problemas, habra que profundizar pero no hay tiempo, yadems un acontecimiento desplaza a otro", dice por ejemplo un periodista de la prensa regional de Lyon),todo los reduce a l. Acuciados por la competencia, deben ir adonde ests sus cofrades.

    "Si aparece en otro canal -cuenta un periodista de televisin-, el jefe de redaccin te dice: Pero qu carajoest haciendo, hay que ir all'." "Nos concentramos en Vaulx-en-Velin -informa tambin un periodista de laAFP de Lyon-. Cuando pasaba algo all, se lo mencionaba no porque fuera importante sino porque ocurraen Vaulx. Pero no sabamos que pasaban cosas peores en los suburbios de Marsella. Pars [las redaccionesparisienses] empujaba el carro. La competencia incita a la sobrepuja, a la falta. Cuesta resistirse porquetenemos clientes que son exigentes y quieren Vaulx-en-Velin'. A veces nos preguntbamos si era necesariohacer un despacho por dos autos quemados. [...] Un mes despus se hizo un gran artculo pero, una vezpasado el acontecimiento, la cosa ya no interesa a nadie, se lo lee menos y la puesta a punto que puedehacerse en ese momento tiene menos impacto."

    Si los incidentes de Vaulx-en-Velin dieron lugar a una intensa cobertura periodstica, fue tambin porqueresonaban en ellos numerosos problemas sociales mediticamente constituidos como la desocupacin, lossuburbios tristes, los inmigrantes, la inseguridad, la droga, las bandas, los jvenes, Le Pen, el integrismo,etctera. Pero, lejos de permitir comprender, esta "cobertura meditica" brind sobre todo la oportunidad dever el resurgimiento de los estereotipos sobre los suburbios y los grandes conjuntos urbansticos,estereotipos constituidos desde unos treinta aos atrs alrededor de anteriores noticias miscelneas yaplicadas en Vaulx-en-Velin, aunque esos esquemas fueran manifiestamente inapropiados para dar cuentade lo que haba pasado. Algunos periodistas denunciaron el problema de las "urbanizaciones dormitorio"mientras el nmero de empresas creadas en la comuna estaba en aumento; otros retomaron el discursosobre la enfermedad de los suburbios con sus zonas sin alma ni coherencia, la grisura cotidiana y ladeshumanizacin de las ciudades, cuando este municipio, precisamente, haba emprendido desde haca tresaos un importante operativo de rehabilitacin de la vivienda social y reinstalado un centro comercial muyactivo. Lejos de molestarse por esas contradicciones, los medios hablaban, al contrario, del "gran naufragiode las ideas aceptadas" que consistan en creer que se poda "volver a dar vida a los grandes conjuntosurbansticos a fuerza de millones, repintando las cajas de las escaleras y plantando bancales de clorofila". Lamayora se hizo eco de quienes cuestionaban el urbanismo y denunciaban a los arquitectos que habanconstruido esas ciudades del rechazo, la desesperacin y la ausencia de dilogo. Por ltimo, y habidacuenta de que sin duda era necesario explicar lo que estaba en el origen de los acontecimientos -a saber, elmal resultado del control policial-, casi todos evocaban el abismo que se habra creado entre los jvenes y lapolica; el remedio a esos problemas estaba entonces en el restablecimiento del dilogo y la confianza.

    No hay duda de que los diferentes diarios desarrollaron estas temticas de acuerdo con las opcionesideolgicas que les son propias. Por ejemplo, Libration insisti sobre todo en los excesos de la polica,recordando la larga lista de vctimas de los controles policiales (una decena en diez aos) que, segn eldiario, aliment la clera de los jvenes amotinados contra ella. Al tomar partido por los jvenes sublevados,evoca el "hartazgo de las ZUP" que se construyeron en una generacin y hoy plantean el problema de suintegracin, anhelando que "el Estado ofrezca otra cosa que gases lacrimgenos a esos muchachos que

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    queman todo". Una semana despus de los "motines", Serge July, director del diario, en un editorial saturadode analogas salvajes capaces de despertar los fantasmas colectivos, reubica a Vaulx-en-Velin en unahistoria periodstica del planeta: "En esta historia todo es ejemplar. [...] Hemos vuelto al casillero inicial: elapartheid que un paisaje urbano desarticulado subraya en negro. [...] Verdadera metrpoli de un margensocial sin identidad [...], Vaulx-en-Velin es la expresin desesperada de una irremediable desintegracinsocial. El espectro de la tercermundizacin se cierne sobre esos suburbios: los motines y pillajes de estosltimos das tenan similitudes tanto con la intifada palestina como con el levantamiento en busca dealimentos de Caracas". En una visin opuesta, pero que hace pareja con la precedente, Le Figaro, encambio, no quiere ver otra cosa que el accionar de un puado de agitadores profesionales que, a travs dela violencia, procuraran hacer la revolucin (islmica), y describe con complacencia las escenas de pillaje yla agresividad de los jvenes manifestantes. Recuerda que en esa zona la delincuencia cotidiana esimportante y considera ampliamente desmesurada la revuelta, a la vez que denuncia el desfase que, en suopinin, existira entre lo que llama "la verborrea de los iniciados" (es decir, el discurso de los hombres deizquierda y de cierto nmero de trabajadores sociales que hablan de la penuria de vivir en los suburbios) y laprdica de los residentes, que no plantearon el problema de las condiciones de vida de su barrio. Los diariosregionales (Lyon Matin y Le Progrs de Lyon) se mantienen ms cerca de los acontecimientos y echanmano, al pasar, de ciertas aproximaciones de los periodistas parisienses, haciendo notar, por ejemplo, quems all de palabras convencionales como "guetos, ciudades dormitorio, inmigrantes maltratados, policasalvaje, violencia de los suburbios, etctera" hay una realidad ms trivial: "Un accidente, una emocin, suexplotacin por una pequea delincuencia organizada en una zona ejemplar por su esfuerzo (rehabilitacin,deporte, asociaciones, etctera)".

    El desfase entre la representacin de la realidad y la realidad tal como pueden mostrarla investigacionesms pacientes es an ms importante en el tratamiento televisivo de los incidentes. [9] La atencin de losperiodistas se concentra en los enfrentamientos ms que en la situacin objetiva que los provoca. stos seconvierten en sntomas de una crisis ms general de la sociedad que tiende a abordarseindependientemente de las situaciones concretas. [10] Paradjicamente, los periodistas, en susinvestigaciones locales, prestan poca atencin a los datos del lugar; por eso el acontecimiento meditico quefabrican puede funcionar como una especie de test proyectivo ante los diferentes actores sociales a los queinterrogan, cada uno de los cuales puede ver en l la confirmacin de lo que piensa desde hace tiempo.

    La estigmatizacin

    Si bien la mayora de los periodistas rechazan y condenan las prcticas ms dudosas de la profesin yreconocen de buen grado la existencia inevitable de actitudes parciales, aun en un tratamiento de lainformacin que se pretende honesto, creen que, pese a todas estas dificultades y deformaciones, nada espeor que el silencio. Aun cuando los medios, dicen, no hayan abordado como habra sido preciso elproblema de los suburbios, aun cuando admitan haber privilegiado ciertos aspectos marginales o menores acausa de su espectacularidad, en detrimento de la realidad corriente y cotidiana, lo cierto es que consideranhaber sido tiles por el simple hecho de que, al menos, contribuyeron a plantear pblicamente esosproblemas. Semejante optimismo parece como mnimo excesivo porque no tiene en cuenta, especialmente,los efectos de orden simblico que son particularmente poderosos cuando de ejercen sobre poblaciones

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    culturalmente indigentes. En la alcalda de Vaulx-en-Velin se concede que los acontecimientos crearon unasituacin de urgencia que permiti el desbloqueo un poco ms rpido de los crditos destinados a losoperativos de rehabilitacin y a la accin social. Pero sin duda es la nica repercusin positiva (con todo,habra que saber a quin benefician principalmente esas medidas). En cambio, esa ventaja materialmomentnea se paga muy caro en el plano simblico. Los habitantes de esos barrios no se equivocancuando se ve la recepcin cada vez ms negativa que, desde los acontecimientos, algunos de ellos reservana los periodistas, lo que expresa la rebelin impotente de quienes se sienten traicionados. Desde luego, losperiodistas son rechazados por los jvenes delincuentes que no quieren que la polica los reconozca y fiche.Pero tambin lo son por la poblacin de esas urbanizaciones, que con la sucesin de notas televisivas yartculos en los diarios ve cmo se fabrica una imagen particularmente negativa del suburbio. Lejos deayudar a los habitantes de ste, los medios contribuyen paradjicamente a su estigmatizacin.

    Estos barrios se muestran como insalubres y siniestros, y sus habitantes, como delincuentes. Los jvenesque buscan trabajo ya no se atreven a decir que viven en esas urbanizaciones, que tienen mala fama, porhaberse convertido en noticias de "primera plana" de los medios. Un periodista de televisin informa, porejemplo, que equipos de reporteros del mundo entero visitan el barrio de Chamards, cerca de Dreux, porqueesta zona se convirti en el smbolo del ascenso del Frente Nacional. Esta estigmatizacin, sin dudainvoluntaria y resultante del funcionamiento mismo del campo periodstico, se extiende mucho ms all delos acontecimientos que la provocan y marca a esas poblaciones aun cuando estn fuera de sus barrios. Detal modo, toda la prensa publicar cierto despacho de agencia que informa sobre unos incidentes en unalbergue de la juventud del Gard, en los que participaron jvenes de Vaulx-en-Velin que estaban devacaciones. Tambin es as como jvenes del Val-Fourr, de vacaciones en el Jura, debern sufrir durantesu estada diversas agresiones y vejaciones por parte de la poblacin local, que se torn desconfiada desdeque los medios (sobre todo la televisin) cubrieron extensamente los incidentes de aquellos barrios; la muytensa situacin as generada es, por s sola, capaz de desencadenar nuevos incidentes que, de maneracircular, terminan por confirmar los estereotipos mediticos iniciales.

    Esta visin periodstica de los suburbios es vigorosamente rechazada por una pequea parte de la poblacinde esos barrios, generalmente la ms politizada o militante, y suscita su indignacin: "Si el suburbio en quevivo fuera verdaderamente como dicen los diarios, jams querra vivir en l", "Mi familia no quiere venir averme aqu, creen que es un verdadero degolladero y que te violan en todas las esquinas!", "A esos tiposque no cuentan ms que imbecilidades los llamo periodistuchos. Que digan lo que quieran, pero que en esemomento nos pongan frente a ellos para que podamos decir si estamos de acuerdo o no. No vamos a llegara la violencia porque yo no soy violento y s hablar". Incluso se constituy una asociacin de locatarios paraluchar contra la imagen estigmatizante que los medios daban de Vaulx-en-Velin y hacer saber pblicamenteque esta ciudad distaba de ser peor que las dems. Lo cierto es que la mayora, principalmente porquecarece de recursos culturales, hace suya esta visin de s mismos que producen esos espectadoresinteresados y un poco voyeurs que son necesariamente los periodistas ("Esto es un gueto", "No somosconsiderados", etctera).

    Muchos habitantes de Vaulx fueron los primeros sorprendidos por los acontecimientos, y algunos casi seavergonzaron de lo que ocurri en su comuna. Ciertos comerciantes explican que en general tenan buenasrelaciones con los jvenes; los docentes, si bien experimentan grandes dificultades en los colegios,consideran excesivo que se hable de "explosin social". Ms prosaicamente, algunos residentes sealanque los disturbios, en realidad, son obra de minoras -un puado de jvenes, en su mayor parte conocidos

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    por la polica-, y que el saqueo del centro comercial no es ms que la explotacin de un incidente penoso (elcontrol policial) por parte de delincuentes adultos ajenos a Vaulx. Aunque los periodistas locales sientan latentacin de asignar importancia a esos acontecimientos, no se engaan y tienen una visin bastantecercana a la de los residentes: "Cuando me paseo por Vaulx, no se me ocurre decir que es un gueto. Hevisto zonas peores. Hay que saber qu se pone detrs de las palabras. Los suburbios han sido un pocosatanizados" (periodista de la prensa regional de Lyon); "Los peores tal vez sean los periodistas cow-boys,los que se toman por estrellas, que estuvieron en el Golfo; poco despus se ocupan de los suburbios, mstarde de los licestas" (periodista parisiense de la prensa escrita).

    Algunos remedios "meditico-polticos"

    Lo cierto es que en lo sucesivo los medios son parte integrante de la realidad o, si se prefiere, producenefectos de realidad al fabricar una visin meditica de aqulla que contribuye a crear la realidad quepretende describir. En particular, las desdichas y reivindicaciones deben expresarse de aqu e msmediticamente si quieren tener una existencia pblicamente reconocida y que el poder poltico, de una uotra manera, las "tome en cuenta". La lgica de las relaciones que se instauraron entre los actores polticos,los periodistas y los especialistas de la "opinin pblica" lleg a tal punto que, polticamente, es muy difcilactuar al margen de los medios o, a fortiori, contra ellos. Es por ello que la prensa nunca dej indiferente alpoder poltico, que trata de controlar lo que se denomina "la actualidad", cuando no contribuye, con la ayudade sus agregados de prensa, a fabricarla por s mismo. A los dirigentes polticos no les gusta sersorprendidos e incluso superados por los acontecimientos, y procuran evitar que otros, en la urgencia y bajopresin, les impongan la definicin y el tratamiento de los problemas sociales a la orden del da. En sntesis,quieren seguir siendo los dueos de su agenda y temen particularmente los acontecimientos que surgen demanera imprevisible (un incidente local que adquiere mayores dimensiones), y se ubican en el primer planode la actualidad poltica porque la prensa escrita y los noticiarios televisivos se apoderan de ellos. [11] Essabido, por ejemplo, que algunas grandes empresas tratan de manejar lo imprevisto efectuandosimulaciones a fin de que, llegado el caso, su personal sepa cmo comportarse ante los periodistas (de talmodo, EDF previ escenarios de grandes incidentes nucleares, en especial para preparar las "respuestasadecuadas" para dar a los medios). El poder teme particularmente que los medios produzcan (ocoproduzcan) este tipo de acontecimientos, a veces alimentados por los periodistas cuando quedanexclusivamente librados a las leyes que rigen el funcionamiento de su campo (desbocamiento meditico,acoso periodstico, dramatizacin, etctera), puesto que, aunque sea momentneamente, pueden asumiruna dimensin poltica considerable que amenaza con desconcertar a los dirigentes.

    Fue precisamente lo que sucedi durante los acontecimientos de Vaulx-en-Velin en octubre de 1990, ytambin en el momento de las manifestaciones licestas del mes siguiente, que, a medida que los mediosinformaban sobre ellas, se multiplicaban sin que los dirigentes polticos supieran verdaderamente ququeran esos jvenes manifestantes, quienes, por otra parte, no siempre lo saban ellos mismos.

    Cuando se producen tales acontecimientos, la situacin beneficia a los ms desamparados, sobre quienesrecae tan brutalmente la atencin pblica? El poder no se vio obligado, por ejemplo, a abordar el problemade los suburbios y el de los licestas? Nada es menos seguro. De hecho, la lucha principal opone a la prensa

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    y el poder poltico. Todo sucede como si los periodistas quisieran probarse a s mismos su autonomaprofesional en relacin con el poder, tratando de ponerlo en aprietos, mientras que los polticos, por su lado,se esfuerzan por controlar los medios como pueden (hoy, slo indirectamente). En otros trminos, la luchase localiza principalmente en el terreno meditico y tiende a permanecer en l, en tanto el poder, con laayuda de especialistas en comunicacin, inventa estrategias orientadas a poner fin a la agitacin mediticay, con ella, a la agitacin a secas. Fue as como, para intentar detener las manifestaciones licestas de 1990-de las que se tema que degeneraran y desembocaran en un "drama", como ocurri en 1986-, losespecialistas comunicacionales del Ministerio de Educacin inventaron la "Seora Plan de Urgencia", unamujer de aspecto tranquilizador, maternal y comprensiva, que presuntamente encontrara en lo sucesivosoluciones rpidas a todos los problemas de los liceos y colegios y a quien se hizo recorrer todos los mediosaudiovisuales.

    La creacin, algunas semanas despus de los sucesos de Vaulx-en-Velin, de un "Ministerio de la Ciudad"responde quizs a la necesidad burocrtica de coordinar localmente las acciones de los diversos ministerioscon jurisdiccin sobre esas poblaciones en aprietos. Pero todo lleva a creer que tambin se inspir en granparte en el inters de controlar a la prensa que se ocupaba de esos problemas, proponindole un interlocutoroficial encargado de tomar medidas dirigidas a los medios y de dar vida, por encima de las tomas deposicin anrquicas y privadas, al punto de vista del Estado.

    Para intentar comprender, habra que interrogar a la gente comn sobre su vida cotidiana, y tomarse eltiempo, por ejemplo, de reconstruir la historia de Vaulx-en-Velin, comuna que a principios de siglo eratodava una pequea aldea con slo 1.588 habitantes en 1921 y que, con la instalacin en 1925 de la fbricade de fibras artificiales, experimentara un aumento importante de su poblacin. [12] Habra que mencionarlas primeras viviendas sociales, construidas entre 1953 y 1959, que se destinaron a recibir a familiasnumerosas en situacin difcil; el crecimiento rpido que la ciudad experimentara en los aos sesenta, conla creacin en 1964 de una Zona de Urbanizacin Prioritaria. Sobre todo, habra que medir los efectos de laconstruccin, entre 1971 y 1983, de ms de nueve mil viviendas y el enorme aumento de la poblacin, queen 1982 lleg a casi 45.000 habitantes. Por ltimo, sera necesario analizar el deterioro brutal de la situacinen la ZUP tras la multiplicacin de viviendas vacas en 1979, en especial en el sector del Mas-du-Taureau,cuyo supermercado tuvo que cerrar en 1985. Se vera as que Vaulx-en-Velin comparte con muchas otrasurbanizaciones difciles ciertas propiedades estructurales: construccin reciente, hbitat esencialmentecolectivo, poblacin muy joven, ndice elevado de familias numerosas, presencia de una fuerte proporcin depoblacin de origen extranjero, movilidad residencial intensa, alto ndice de desocupacin que perturbagravemente la vida cotidiana, etctera.

    Los inmigrantes de primera generacin que llegaron a Francia a menudo aceptan, con relativa resignacin,la desocupacin que hoy los afecta, en gran parte porque aun se sienten extranjeros en el pas (sonparticularmente numerosas las mujeres que no hablan francs). No ocurre lo mismo con sus hijos, que sloconocen este pas y reclaman que se los trate como a cualquier francs. Como se sienten integrados, vivenmal su no integracin objetiva. Padecen como una injusticia la desocupacin que los afecta msvigorosamente que a los dems franceses: subcalificados porque, por razones culturales, se encuentran ensituacin de fracaso escolar, denuncian a los empleadores que -es lo menos que puede decirse- distan hoyde estar dispuestos a dar preferencia a la contratacin de jvenes de origen extranjero. Por otra parte, y atravs de sus relaciones, estos jvenes contribuyen involuntariamente a alimentar el crculo vicioso que losmargina. Como se sienten excluidos, se inclinan a adoptar comportamientos que los excluyen aun ms, lo

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    que al mismo tiempo desalienta la escasa buena voluntad que se les manifiesta: los locales que se ponen asu disposicin a menudo son saqueados, y los empleadores que los contratan tienen que hacer frente aveces a problemas especficos (robos, violencia, etctera).

    La situacin de esos suburbios es el resultado de procesos cuya lgica no est en las urbanizacionesmismas sino en los mecanismos ms globales, por ejemplo, la poltica habitacional o la crisis econmica. Espor eso que quienes tienen la misin de actuar localmente -en especial los trabajadores sociales y losdocentes- estn condenados a gastar mucha energa para obtener resultados a menudo irrisorios, ya que losmecanismos generales deshacen sin cesar lo que ellos tratan de hacer. Es por eso, tambin, que la creacinde un Ministerio de la Ciudad es sin duda una solucin ms meditico-poltica que real. Lo cierto es que lasituacin de esos suburbios debe su forma particular (abundancia de la pequea delincuencia, actos devandalismo, droga, autos robados, pillaje de centros comerciales, etctera) a la superposicin en un mismoespacio de todos esos mecanismos negativos. Las apariencias siempre dan razn a las apariencias. Uncomisario de polica del norte de Francia haca responsable de la delincuencia de los suburbios a la viviendavertical (las torres) en oposicin a la horizontal (los chalets). Ahora bien, no es la "concentracin vertical" delos habitantes la que produce esos problemas, sino que stos son el resultado de la concentracin verticalde las dificultades. El funcionamiento del mercado inmobiliario y la lgica de los trmites de adjudicacin delas viviendas sociales tuvieron como efecto, entre otras cosas, el reagrupamiento espacial de laspoblaciones en aprietos, que eran principalmente familias inmigrantes., y su concentracin geogrficagener reacciones de connotacin racista. A esto se agrega el hecho de que las autoridades de prefectura ylos servicios sociales concentran en esos barrios a las familias llamadas "pesadas" (es decir, delincuentes, oal menos personas fichadas por la polica). Estas familias, en nmero relativamente limitado (probablementealgunos centenares en todo este suburbio popular de Lyon), que, sin recursos, viven al margen de la ley,hicieron de las ZUP su territorio; por otra parte, la arquitectura de esos conjuntos urbansticos se prestabastante bien a ello, porque se los concibi explcitamente para que estuvieran alejados de las vas decirculacin y constituyen aqu -consecuencia no deseada- verdaderos islotes apartados del centro de laciudad. Una parte de los jvenes de estas familias extraen sus recursos de una economa subterrnea quese basa principalmente en el robo y, ms recientemente, el trfico de drogas.

    Por ltimo, hay que aadir el hecho de que la desocupacin resulta hoy ms difcil de soportar que antes. Eldesarrollo econmico y la generalizacin de las cadenas de distribucin desde hace unos veinte aostuvieron como efecto poner al alcance de la mano una cantidad considerable de bienes de consumo. Essabido que en las grandes superficies comerciales el robo dista de ser la obra exclusiva de jvenesdesocupados sin recursos. Se entiende que, a fortiori, pueda aparecer como una solucin habitual paraestos ltimos, que consideran cada vez ms normal "servirse" en los supermercados. El robo es incluso unaespecie de deporte que ritma el tiempo vaco de esos adolescentes ociosos, cuando no se trata de laoportunidad de entregarse a verdaderas actuaciones que son a menudo un principio interno dejerarquizacin de esos grupos. No hay duda de que el desfase que tiende a producirse en los jvenesdesocupados entre las ganas de consumir y los ingresos disponibles nunca fue tan grande como hoy. Porello se explica, tal vez, que los centros comerciales, de acuerdo con la lgica del doble golpe, sean uno delos blancos privilegiados del accionar violento de los jvenes de estas urbanizaciones: verdaderos smbolosde una sociedad de consumo que los excluye, los destruye y saquea, y al mismo tiempo hacen grandesincursiones que no dejan de reportarles beneficios materiales. As se explica tambin el hecho de que losautos sufran robos, hurtos o incendios constantes: en efecto, para esos jvenes el automvil representa elbien de consumo por excelencia, objeto de numerosas inversiones (econmica, pero tambin afectiva,

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    social, en tiempo dedicado a l, etctera) e instrumento indispensable de locomocin y placer. Simboliza elxito y la integracin al mercado laboral, y en general es su primera compra cuando encuentran un trabajoestable y logran "instalarse" (casarse).

    Las violencias espectaculares que constituyen la "primera plana" de los medios ocultan las pequeasviolencias corrientes que se ejercen permanentemente sobre todos los habitantes de esos barrios, incluidoslos delincuentes juveniles que tambin son vctimas; las violencias que stos ejercen no es ms que unarespuesta a las violencias ms invisibles que sufren desde su primera infancia, en la escuela, el mercadolaboral, el mercado sexual, etctera. Pero se comprende tambin que los "pobres blancos" de esossuburbios, que reivindican su condicin de "franceses de estirpe" y se consideran "en su casa", se veanparticularmente superados por los constantes trastornos de vecindad provocados por esos hijos de lainmigracin. Cmo no habran de suscitar indignaciones fciles de explotar esos conflictos incesantes quedesembocan a veces en dramas y terminan por alimentar la crnica de las noticias miscelneas?

    Notas

    [1] Estos malestares mediticamente puestos en escena pueden dar a veces una imagen bastantecaprichosa de la realidad, como lo muestra, por ejemplo, una retrospectiva televisiva reciente que reduce lahistoria de la juventud de estos ltimos veinte aos a una sucesin de cromos de un nuevo tipo, en la quevemos aparecer unos tras otros a los hippies, los recitales de Bob Dylan y la comedia musical Hair,usurpadores pop de viviendas, el hard rock, los conciertos de SOS-Racismo, jvenes de los suburbios quequeman autos, skinheads y otros vndalos, raperos, taggers y, para terminar en la actualidad ms reciente,jvenes que prenden sus encendedores durante el recital del cantante Patrick Bruel.

    [2] Slo pueden verse los artculos "pertinentes" cuando ya se sabe lo suficiente sobre la problemticaplanteada. En un principio, y sobre los temas que se conocen mal o no se conocen en absoluto, no se puedesino remitirse a quienes dicen algo de ellos.

    [3] Estas observaciones deben mucho a las entrevistas a periodistas realizadas por Dominique Marchetti enel marco de la investigacin que dirig sobre los movimientos licestas. Ulteriormente se har un informe mscompleto de este trabajo.

    [4] El jefe de reaccin de un diario parisiense me explicaba que, buenos conocedores de su mbito, losespecialistas se sienten en general poco inclinados a ver lo extraordinario; como ocupan modestamente laspginas interiores de los diarios, tienden ms bien a trivializarlo todo y es difcil que se asombren. A menudoson los jefes de redaccin, ms sensibles, en especial, a la situacin creada por los noticiarios televisivos,quienes deben incitarlos a tomar posicin.

    [5] Algunos residentes de Vaulx-en-Velin nos dijeron que haban odo a jvenes que planeaban un operativosemejante, mucho antes del drama que sin duda sirvi de pretexto o detonador. En el mismo sentido, unperiodista presente poco antes del saqueo del centro comercial nos dijo que algunos jvenes le habanaconsejado que se quedara en el lugar porque iban a ocurrir cosas...

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    [6] Fue as como un canal de televisin pidi a una agencia de video de Lyon, al da siguiente del incendiodel centro comercial, una nota sobre los "destructores y traficantes de Vaulx, incluso enmascarados". Losencargados de realizar esta investigacin, tambin ellos de origen magreb (argelino), dieron otro sentido alpedido y asumieron la postura de intentar que se comprendiera la vida de los jvenes en esas grandesurbanizaciones, en vez de ceder ante una espectacularidad ms o menos fabricada. Hasta el da de hoy, sureportaje, referido a tres jvenes beurs -ni destructores ni traficantes, sino nicamente desocupados yactivistas-, no se ha difundido.

    [7] Hace falta precisas que estas observaciones no constituyen una "crtica" (en el sentido trivial yperiodstico de la palabra) de la profesin de periodista? Es sabido que este oficio no carece de riesgosfsicos y que son numerosos los que perdieron la vida en su ejercicio. Slo queremos recordar aqu lasdiversas coacciones que pesan sobre el trabajo periodstico y los efectos intelectuales que ejercen.

    [8] Se sabe que es cada vez ms frecuente que algunos periodistas de televisin paguen "reconstrucciones"a las que no se llama por su nombre (jvenes que queman autos, pintan inscripciones en las paredes, seentregan a agresiones, etctera), con el pretexto de que esas prcticas existen de todas formas y que por lotanto no se est trampeando con la informacin, sin ver que la informacin ms pertinente debe buscarse enotra parte.

    [9] As, el centro comercial en llamas se filmar desde todos los ngulos, lo que da la impresin de que loque arde es toda la zona. Poco tiempo despus, se consagra a los acontecimientos un programa de FR3,dramticamente titulado "Por qu tanto odio?"; en una emisin espectculo ("Cielos, qu martes!"), apenasdos das despus de "los motines", TF1 organiza un debate al que invita especialmente a algunos"destructores" (o supuestos destructores) que, con el rostro enmascarado, van a emitir el discursoestereotipado del marginal tal como, en gran medida, lo suscita la televisin. Algunos habitantes deVaulx-en-Velin nos dirn que las imgenes de la televisin haban despertado una gran inquietud entre susfamiliares residentes en otros lugares.

    [10] En un contexto de esas caractersticas, los periodistas, que descubren en toda noticia miscelnea unhilo del que tirar o un buen filn para explotar, tienden a leerla a partir de los esquemas del racismo y el malde los suburbios. Un comisario de polica del norte de Francia, por ejemplo, me informaba que un trivialasunto de venganza privada se haba convertido, en una prensa "que ve Vaulx-en-Velins en todas partes",en un crimen racista "que expresaba" el mal de los suburbios, y esto nicamente porque los protagonistaseran yugoslavos y los acontecimientos se haban producido en una zona de vivienda social.

    [11] Pinsese, por ejemplo, en el asunto del "velo islmico", que se desencaden en septiembre de 1990,poco antes de los acontecimientos de Vaulx-en-Velin.

    [12] Las informaciones sumarias que proporcionamos aqu se extraen de Vaulx-en-Velin: un centre pour undemain, documento realizado por los servicios de la Comunidad Urbana de Lyon en colaboracin con losservicios municipales de Vaulx-en-Velin y los de la Agencia de Urbanismo de la Courly, con la direccin dePierre Suchet y Jean-Pierre Charbonneau.

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