La Virgen María en la vida y la obra de Cristóbal Colón · LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA...

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON P. ISMAEL BENGOECHEA IZAGUIRRE, O.C.D. Introducción Razón de este estudz"o A más de uno puede extrañar la inclusión del tema Crtóbal Colón y Vgen en el elenco de estudios de un Anuario Marioló- gico. No se trata de un teó logo ni de un experto en mario logía. No e Colón un l i turgista, ni un escritor mariano, n i n d ador de una Orden o co adía mariana; no se le reconoce como autor de algún movimiento mariológico, ni como inspirador de una insti- tución piadosa, ni como promotor o apóstol de una determinada devoción o plegaria. ¿No estará era de lugar su nombre entre la pléyade de santos, teólogos, ndadores y apóstoles ilustres y f ervientes que constelaron con su doctrina y actividad marianas las tres largas centurias de la Edad Media? Eso poda parecer a una primera vista super cia l. Sin embargo, será rzoso admitir que en Cristóbal Co l ón se dan tan singulares circunstancias personales e históricas, es de tal relieve universa l la obra llevada a cabo por él que todo cuanto se rel acione con su per- sona y su empresa tiene trascendencia y merece tenerse en cuenta en toda expresión humana, así sea de carácter simp l emente cultural como religioso. En e f ecto, se ha escrito que Colón es «el hombre, después de Crto, más famoso de la Htoria> > 1 1 LucA DE TENA, Torcuato, L raíces de América (en colaboración), Madrid, 1968, p. 19. 427

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

P. ISMAEL BENGOECHEA IZAGUIRRE, O.C.D.

Introducción

Razón de este estudz"o

A más de uno puede extrañar la inclusión del tema Cristóbal Colón y la Vz"rgen en el elenco de estudios de un Anuario Marioló­gico. No se trata de un teólogo ni de un experto en mariología. No fue Colón un liturgista, ni un escritor mariano, ni fundador de una Orden o cofradía mariana; no se le reconoce como autor de algún movimiento mariológico, ni como inspirador de una insti­tución piadosa, ni como promotor o apóstol de una determinada devoción o plegaria.

¿No estará fuera de lugar su nombre entre la pléyade de santos, teólogos, fundadores y apóstoles ilustres y fervientes que constelaron con su doctrina y actividad marianas las tres largas centurias de la Edad Media?

Eso podría parecer a una primera vista superficial. Sin embargo, será forzoso admitir que en Cristóbal Colón se dan tan singulares circunstancias personales e históricas, es de tal relieve universal la obra llevada a cabo por él que todo cuanto se relacione con su per­sona y su empresa tiene trascendencia y merece tenerse en cuenta en toda expresión humana, así sea de carácter simplemente cultural como religioso.

En efecto, se ha escrito que Colón es «el hombre, después de Crz''sto, más famoso de la Hz"storia>>1•

1 LucA DE TENA, Torcuato, Las raíces de América (en colaboración), Madrid, 1968, p. 19.

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Y de su obra descubridora no cabe mayor ponderad.ón en len­guaje humano que la conocida frase de López de Gomara, en que la calificó como «la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y la muerte del que lo crió»2•

Se comprende así que cualquier vinculación que pueda darse en todo orden de cosas con tan extraordinario persona je, por mínima que sea, merece la pena de exponerla y resaltarla en la seguridad de que nunca desmerecerá al lado de otras cuestiones de relevancia histórica humana.

Queda, pues, justificado el empeño de exponer aquí, en su propia dimensión, el grado de presencia de la Virgen Nuestra Señora en la persona y la obra de _Cristóbal Colón.

Y no se crea que es demasiado exiguo el caudal de información que se puede dar sobre el binomio Colón-María. Hay materia suficiente para un estudio a fondo, aunque no tan abundante como fuera de desear.

Además, el presente trabajo ofrece la singularidad de ser el pri­mero que se realiza en forma sistemática y de propósito, ya que el marianismo de Colón sigue siendo una de las facetas menos conocidas del hombre más bibliografiado de la Historia. ·

Se ha escrito bastante sobre A rnérica mariana, pero poco y eso superficial, sobre el marianismo del Almirante. He aquí una relativa laguna en la exhaustiva historiografía del polifacético Descubridor.

Añádase que en este punto el ejemplo de Colón confirió al hecho valor intrínseco de testimonio y abrió pauta al pujante desarrollo del culto mariano en el Nuevo Continente. Su ejemplo dio pauta a los nuevos descubridores y evangelizadores para seguir sus huellas, no sólo en abrir inexploradas rutas, sino en dejar en ellas su im­pronta religiosa, como se ha hecho notar respecto a la costumbre colombina de designar las tierras que descubría preferentemente con nombres religiosos, entre los que sobresalían los de significación mariana3•

A fin de no dar a este ensayo desmesurada extensión, intencio­nadamente nos limitamos en él a la persona y a la obra descubridora de Cristóbal Colón en relación con la Virgen María. No queremos desorbitamos de la· esfera estrictamente colombina.

2 LóPEZ DE GoMARA, Francisco, Historia general de Indias (1551), Edic. Obras Maestras, Barcelona, 1954, p. 5 .

3 En otros viajes de descubridores españoles entre los años 1 498- 1 526 hallamos estos nom­bres: Santa María de la Consolaáón, Santa María de la Granada, Nuestra Señora de la Can­delaria, Santa María de los Remedios, Bahía de la Concepción. ·-Noticia histórica, Navarrete, ed. 1829, III, pp. 3-7. La impronta primigenia colombina derivará con el tiempo en la con­solidación católica y mariana del derecho en el mundo americano. Cfr GARCÍA y GARCÍA , To­más de Aquino, María Santísima y la Legislación de Indias, Sevilla, 1930, 38 pp.

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Autógrafo �e do� C:r�stóbal Colón �<Memor�a� de agravios», cuyo original se conserva en el Archivo H1stonco del Palacio de Lma de los Duques de Alba en Madrid.

Obsérvese en el encabezamiento repetida por tres veces la jaculatoria colombina «Jhs cü m. a sit nobis r via».

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Problemática de la cuest'ión

El tema mariano-colombino, como todo lo que se relaciona con el Almirante, no deja de ofrecer sus lados oscuros y hasta enigmáticos y de plantear también sus problemas, con lo que su estudio adquiere mayor interés y da pie para intentar a veces nuevas pistas de solución.

Fuentes· de estudio

Al ceñirnos en este trab�.io a la estricta personalidad de Colón nos limitaremos asimismo como fuentes legitimas de información a los documentos auténticos, sin concesiones a la leyenda ni a afirmaciones gratuitas o arbitrarias que no dejan de abundar en la materia.

Nos ajustaremos a los datos ciertos y escuetos, sirviéndonos de tres clases de documentación:

1 . autógrafos de Colón o copias legitimadas de escritos suyos; 2. testimonios directos de personas relacionadas con él; 3 . primeras historias o relaciones contemporáneas.

Todas estas obras corresponden a la época colombina, aunque a veces las citemos por ediciones modernas críticamente más de-puradas.

·

Todo cuanto aquí se diga será tomado directamente de Colón o de testigos coetáneos de Colón.

Todo lo que se ha escrito después depende de estas fuentes fe­hacientes o es pura invención.

En el lugar correspondiente señalaremos cada documento en concreto.

Ser.n"lla, dudad colombina

Escribimos este trabajo en Sevilla , «la ciudad adoptiva de Colón» . Sevilla fue preferente morada del Almirante, aquí vivieron sus

hijos, aquí tuvo sus mejores amigos; a Sevilla volvió año tras año en sus múltiples viajes y azares; de Sevilla salió para Palos; a Sevilla, antes que a Barcelona, otorgó las primicias del Descubrimiento. En Sevilla instituyó su segundo Mayorazgo y aquí escribió sus últimas cartas. Santa María de las Cuevas fue su refugio y archivo y allá fueron a parar sus escritos y pergaminos y allí mismo sería enterrado en 1509 . Sevilla es la ciudad que atesora mayor cantidad de re­cuerdos, autógrafos y documentos de Colón, aparte de sus restos mortales que, después de su odisea por tierras americanas, volvieron, al parecer, a hallar definitivo reposo bajo las bóvedas de la catedral hispalense.

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Además, para todo estudio de tema colombino, Sevilla ofrece tres instituciones de inigualada categoría:

1 . la Biblioteca Colombina (creación de Hernando Colón, hijo de don Cristóbal), donde todavía se conserva el mayor acopio de autógrafos, códices y libros colombinos;

2 . el A rchivo de Indias, santuario de la historia de América, arsenal asimismo de autógrafos y documentos de Colón;

3 . la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, con una biblioteca copiosísima sobre la compleja temática americana4•

Religiosidad de Colón

Apenas hay aspecto de la personalidad y de la vida de Colón que no haya sido discutido con signo contradictorio. «A pesar de que parece la gloria más incontestable de los humanos anales, ha sido una de las más contestadas»5• Sin embargo, la religiosidad del nave­gante genovés parece uno de los datos más universalmente reco­nocidos.

Su fe de cristiano viejo aflora en todas sus manifestaciones y ges­tos, en sus cartas y escritos, en su «Dfa.rio» , en su testamento.

Naturalmente, su espíritu cristiano se reaviva y agudiza cuando se refiere a la empresa descubridora. Entonces el motivo religioso prevalece sobre los demás motivos de orden humano.

Lo recuerda él bien en su «Diario» :

«Y digo que Vuestras Altezas no deben consentir que aquí (Indias) trate ni faga pie ningún extranjero, salvo católicos cristianos, pues esto fue el fin y el comienzo del propósito, que fuese por acrecentamiento y gloria de la religión cristiana; ni venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano»6 •

Así lo manifestó también el propio Colón al Papa Alejandro VI, cuando, dándole cuenta de sus viajes y descubrimientos y manifes­tándole sus deseos de postrarse a los pies de Su Santidad, le pide que en su nuevo viaje le acompañasen seis religiosos para predicar el Evangelio a los indios y darles a conocer la verdadera fe7 •

4 MoNTOTO , Santiago, Biografía de Sevilla, Sevilla, 1970, p. 170; CUARTERO HUERTA, Baltasar, Historia de la Cartuja de Santa Maria de las Cuevas, Madrid, 1950, 2 vols.; GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Manuel, Los restos de Colón en Sevilla, Sevilla, 1954 RosA y LóPEZ, Simón de la, Libros y autógrafos de D. CriStóbal Colón, «Catálogo de la Bib ·.oteca Colombina», t . 2, Sevilla, 1891; AsTRANA MARÍN , Luis, Cristóbal Colón, edit. Voluntad, Ifadrid, 1929, pp.285-290.

5 CASTELAR , Emilio, Historia del descubrimiento de A mérica, Madrid, 1892, p . 83. 6 Diario de Colón, Biblioteca Americana Vetustissima, Ed. Carlos Sauz, 1962, fol. 30. 7 Archivo de Indias, Sevilla, Patronato leg. 295, doc. n.0 44.

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La misma idea religiosa presidió a los Reyes Católicos al favorecer la obra descubridora de Colón.

Aunque tal propósito evangélico no existiera explícitamente en las Capitulaciones de Santa Fe8 consta evidentemente por otros docu­mentos fehacientes: ·

«Desde los primeros viajes colomb'inos quedó evz·dendado el des­velo apostólico de los reyes»9•

Tratando del primer viaje escribió Bernáldez: «El rey y la reina .. . lo enviaron en nombre de Dios y de Nuestra Señora a descubrir>>10•

El primer fruto de su celo misionero lo recogió Colón con gozo cuando vio bautizados en Barcelona a los seis primeros hombres que trajo consigo desde el Nuevo Mundo11 •

«El triunfo de Colón es el triunfo de la fe, es el triunfo del cris­tianismo, Colón sin fe no hubiera descubierto el Nuevo Mundo» 12•

Así lo intuyó el propio Colón al cerrar su «Diario» con estas ilu­minadas palabras:

El Descubrimiento «espero en Nuestro Señor que será la mayor honra de la cristiandad que así ligeramente haya jamás aparecido» 13•

Con razón el Papa León XIII reivindicará para la Iglesia Católica esta gloria inmarcesible cuando proclamó solemnemente: «Columbus noster est».

Por todo ello no sorprende que alguna vez la Iglesia haya pensado en elevar al Descubridor al honor de los altares14•

Devoción mariana

Dada la profunda religiosidad de Colón y la configuración cató­lica de su espíritu no pudo menos de ser influido por las corrientes

8 GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Manuel, Nuevas consz"deraáones sobre la historia, sentido y valor de las Bulas A lejandrz"nas de 1493 referente a las Indias, Sevilla, 1944.

9 MORALES PADRÓN , Francisco, Historia del descubrz.miento y conquista de A mérz·ca, Ed. Nacional, Madrid, 1973, p. 19. Citamos a este autor por condensar los copiosos testimo­nios de la época.

10 BERNÁLDEZ, Andrés, Memorias del reinado de los Reyes Católz"cos, Ed. Manuel Gómez Moreno, Madrid, 1962, pp. 270-271; BoRGES, Pedro, El sentido trascendente del descubrz·­mz"ento y conversión de Indias, «Missional Hispana», n. 0 37, Madrid, 1956.

1 1 SANTA CRUZ, Alonso de, Crónicas de los Reyes Católicos, E d . Juan d e Mata Carriazo, Sevilla, 1951, t. 1, p. 90.

12 RosA y LóPEZ, Simón de la, Catálogo de la Biblz"oteca Colombina, Sevilla, 1891, t . 2, p. X.

13 Dzarz·o de Colón, fol. 67. 14 Acerca del proyecto de canonización de Colón y la cñtica de la campaña promovida

en tal sentido por Roselly puede consultarse a Diego BARROS ARANA en El proyecto de canonz·­zaáón de Cristóbal Colón, Obras Completas, Santiago de Chile, 1909, t. IV, pp. 59-97; V1GNAUD , Henry, L'ancz"enne et la nouvelle campagne fwur la canonisatz·on de Christophe Colomb, París, 1909, «journal de la Societé des Americanistes».

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espirituales del concreto momento histórico que le tocó vivir. En la segunda mitad del siglo X V llegó a concentrarse al tope y remansarse el inmenso caudal mariano que venía empujando en torrentera a lo largo de los siglos medios de la Iglesia Católica.

Colón bebió desde la cuna lo que ya se había asimilado en el espíritu católico como herencia de la doctrina de los grandes santos y apóstoles marianos, cuyas exhortaciones se plasmaron en múltiples instituciones: órdenes, cofradías, devociones, santuarios marianos, etcétera, y proliferaron en infinidad de formas de piedad: la «Salve» , el Rosario, el Angelus, las letanías, Acordaos, el Carmen, la Merced, etcétera.

Nada tiene, pues, de extraño que Colón fuera tan sinceramente mariano como era profundamente católico. Entonces no se concebía ser de otra manera. La Virgen entraba de lleno y con la mayor connaturalidad e intensidad en su alma y en su vida. Y como era una llama que ardía perennemente por dentro, su resplandor se dejó ver en múltiples ocasiones por fuera. No podía ser de otro modo, si había de ser leal a su fe y a su sentimiento. Simple ley de historia.

Si a esto se añade que esta misma vivencia y esta íntima convic­ción mariana se respiraba en trnmo suyo y en las personas con las que hubo de relacionarse a lo largo de su existencia, es evidente que su amor y su veneración por Nuestra Señora fuera en aumento cons­tante con el correr de los años.

Entre las personas que más directamente debieron influir en el acrecentamiento de su devoción a María, nosotros señalaríamos en particular a las siguientes:

1 . Religiosos franciscanos de Santa María de la Rábida. De su vinculación franciscana (pertenecía a su Orden Tercera, según su hijo Hernando) debió heredar la profunda devoción al misterio de la Concepción Inmaculada, de la que dio clara muestra en actos y gestos15•

2. Los Reyes Católicos, especialmente la reina Isabel, que le enviaron a descubrir «en el nombre del Señor y de Nuestra Señora»1 6. Conocida es la piedad mariana de los monarcas españoles, de la que ha quedado testimonio en innumerables santuarios de la Virgen, en particular Guadalupe17 •

15 Cfr ORTEGA, P. Angel, C . F . M . , La Rábida; Sevilla, 1925, t. 2, p. 358, etc. Sobre la posible influencia de Raimundo Lulio, vid. BALLESTEROS BERETTA, Antonio, Historia de A mérica. Cristóbal Colón, t. IV, pp . 118-119.

16 BERNÁLDEZ, Andrés, Memorias del reinado de los Reyes Católicos, Edic. Manuel Gómez Moreno, Madrid, 1962, pp. 270-271.

17 Declaración solemne de la piedad mariana de. los Reyes la encontramos en la Real Cédula confirmatoria del Mayorazgo instituido por Colón, fechada en Granada a 28 de sep-

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3. Pedro A lliaco, Colón fue asiduo lector de su libro /mago Mundz� que manejó y anotó de su mano. Ahora bien, Alliaco escribió también otros tratados, hasta de carácter mariano (que bien pudo conocer el Almirante) , entre ellos sobre el Magnift·cat y el Avemaría, de 1490 y que figuran entre los libros que Remando Colón recibió de su padre y forman el fondo de la Colombina18•

4. Padr_e Gaspar Gorricio, del monasterio de Santa María de las Cuevas, de Sevilla. En julio de 1495 se publicó en Sevilla la traducción de las Contemplaciones sobre el Rosario, obra escrita en latín por Gorricio. Es de suponer que Colón leyó este libro de su gran amigo el cartujo de las Cuevas. De donde se colige que el Almirante estaría al tanto del rezo del Rosario en su grado más alto, el contemplativo19 •

5 . Los monjes del monasterio de Guadalupe, cuyo santuario visitó Colón con anterioridad al primer viaje transoceánico, como sugiere el voto hecho a la Virgen de Guadalupe y cuyo cumplimiento correspondió al propio Almirante. Gesto que se corrobora en el segundo viaje al bautizar con el nombre de Guadalupe a una de las islas nuevamente descubiertas20•

Aparte de éstos, pudieron influir beneficiosamente en él en este sentido los muchos sacerdotes y religiosos que conoció y trató, las gentes de Andalucía, tan fervientes devotos de la Virgen y otros ambientes religiosos. Cabe incluso mencionar al Papa Alejandro VI, cuya devoción mariana ha sido puesta de relieve por su eficaz inter­vención en la restauración de la basílica de Santa María la Mayor, de Roma.

tiembre de 1501 y que comienza: «En el nombre de Dios Padre, Fijo e Espiritu Santo . . . e de la Bienaventurada Virgen gloriosa nuestra Señora Santa María, su madre, a quien Nos tenemos por Señora e por Abogada en todos nuestros fechos . . . »; FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Colección de Viajes, Ed. Madrid 1825, I, p. 57. Cfr l>ÉREZ, P. Nazario, S. J., Historia mariana de España, Valladolid, 1945, t. 1, v. II, pp. 148-165.

1 8 «Catálogo de la Biblioteca Colombina», Sevilla, 1881, t. 1, pp. 49-72; Raccolta, v. 2, p. 411.

19 El libro del P. Gaspar GoRRICIO , Contemplaciones sobre el Rosan·o, escrito por él en latín, se imprimió, traducido al castellano por J. A. de Logroño, en julio de 1495, en Sevilla, por la prensa de Meynart Ungut. Cfr BALLESTEROS BERETTA , Antonio, Historia de A mén"ca, IV, Barcelona, 1945, p. 684. No figura este libro de Go1uuc10 en el Registro de la Biblioteca Colombina de Sevilla, si bien pudo ser uno de los miles cle ejemplares desaparecidos, ya que parece evidente que poseería el libro de su amigo con el que- convivía en tiempo y lugar quien se procuraba de todas partes y de toda clase de autores. De hecho, Gallardo lo describió a base de un ejemplar de la Colombina.

2º CoLóN Remando, Historia del A lmz"rante, Edic. Victoriano Suárez, Madrid, 1932, t. 1, p. 323; RUBIO , P. Germán, O.F.M., Historia de Nuestra Señora de Guadalupe, Barcelona, 1926, pp. 118-119.

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En la Biblioteca Corsiniana de Roma se conserva el libro de Horas, que el Papa Alejandro VI se dice regaló al Almirante después del descubrimiento:

Officium B. Marzae Virginis donodatum ab A lexandro Papa VI Christophoro Columbo cum codz"cz"lo eiusdem Co­lumbi21.

Y a es hora de que pasemos a exponer algunas de las peculiares manifestaciones marianas de Colón que sirvan para revelar de hecho la verdad de su devoción y a corroborar en concreto la profundidad de sus sentimientos marianos.

La invocación: <<Jesus cum Maria sit nobis in via»

Comencemos por registrar el testimonio de Remando Colón acerca de esta fórmula pía usada por don Cristóbal:

«Fue tan observante de las cosas de la religión. . . que si alguna vez tenía que escribir, no probaba la pluma sin escribir estas palabras: <1esus cum Maria sit nobz"s in via>>: y con tan buena letra que sólo con aquello podía ganarse el pan»22•

Con análoga expresión confirma Las Casas la misma noticia:

«En cualquiera carta o otra cosa que escribía, ponía en la cabeza: <1esus cum Marza sit nobis in vza», y de estos escritos suyos y de su propia mano tengo yo en mi poder al presente hartoS>>23 •

A pesar de tan categórica afirmación de don Remando y de Las Casas hay quienes no dan crédito a ese doble testimonio.

José María Asensio es tajante en su exploración negativa:

«En ninguno de los escritos autógrafos que se conservan, ora cartas oficiales y familiares, ora documentos públicos y rela-

21 Biblioteca Corsiniana, Colonna, 55 Palcho K, n. 28 códice 1219. Cfr LETURIA, Pedro de, S. J., Ideales polítz"co-relz"giosos de Colón en su Carta instz"tucz"�nal del «Mayo

_razgo»�-

1498, «Revista de Indias», 11, 1951, p. 682. Nava rrete rechaza como mfundada la mvenc10n del Devocz"onario de Alejandro VI regalado a Colón, NAVARRETE, M. F., Coleccz"ón, II, pp. 306-311. Por su parte añade Cuartero y Huerta: «Aunque el hist?ri�dor La Fuente. �filma que el Papa Alejandro VI regaló a Colón el libro de horas o brev1ano, no hay noticia documental que demuestre que tal regalo tuvo efecto». CuARTERO y HUERTA , Baltasar, Historz"a de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla, MadTid, 1950, t. 1, p. 278.

22 CoLóN , don Hernando, Historia del Almirante don Cristóbal Colón, Edic. Librería Ge­neral Victoriano Suárez, Madrid, 1932, t. 1, p. 28.

23 LAS CASAS , fr. Bartolomé de, Historia de las Indias, Edic. «Biblioteca de Autores Espa­ñoleS>>, Madrid, 1957, t. 1, p. 22.

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dones de sus viajes , encontramos esas palabras que el obispo de Chiapa y también Don Femando Colón presentan como costumbre seguida constantemente»24•

Más adelante, en el mismo lugar, reconoce Asensio que la Jacu­latoria mariana aparece al principio del Libro de las Profecías.

Tanta es la convicción de Asensio en este sentido negativo que se pregunta si tal fórmula mística no estaba contenida en aquellas letras misteriosas que Colón anteponía a su firma. Erróneamente este autor hace decir a Las Casas que el Almirante empleaba su frase mística para firmar sus escritos.

Y a hemos visto que Las Casas dice que esa frase la ponía el Almirante en el encabezamiento de sus escritos, no al final de ellos. Así que cae por su base la insinuada suposición de que se ocultara en la cabalística antefirma del Descubridor.

Rumeu de Armas se sirve precisamente de la ausencia de esta fórmula pía en los escritos colombinos para negar la autenticidad de los primeros capítulos de la Historia del A lmirante atribuida a Hernando Colón:

«En el mismo párrafo hace otra afirmación, si no total­mente gratuita, por lo menos muy exagerada en torno al estpí­ritu devoto del Descubridor:

Si alguna vez tenía que escribir, no probaba la pluma sin escribir estas palabras : <1esus cum Maria sit nobis in via>>.

Ahora viene lo sorprendente. Se conservan en la actualidad una serie muy numerosa e importante de cartas, relaciones, memorias, etc . , salidas todas de la pluma del Almirante. Pues bien, en sólo cuatro de sus escritos se comprueba el dato seña­lado con tanto relieve como énfasis»25 •

Por el mismo motivo tacha de falaz a Las Casas en este caso:

«Queremos insistir en el testimonio de Las Casas cuando se reafirma en que era práctica inveterada del Almirante iniciar los escritos con la invocación: j esus cum Maria sit nobis in vz"a>>. El caso resulta más sorprendente aún, porque el fraile dominico se permite a renglón seguido remachar la afirmación en estos términos: «Déstos escrz"tos suyos tengo yo en. mi· poder al presente hartos». Lo que induce a sospechar que el apóstol de los indios hace una afirmación de pasada,

24 AsENSIO , José Maña, Cristóbal Colón, Edic. Espasa y Compañía, Barcelona, s/a, t . 1, p. CXXIX.

25 RuMEU DE ARMAS, Antonio, Hernando Colón, historiador del Descubnºmiento de Amé­rica, Edic. Cultura Hispánica, 1973, p. 103.

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un tanto a la ligera (para presumir de bien informado), sin relación alguna con las líneas que le preceden. Es cierto que Las Casas tuvo a su alcance una importantísima colección de documentos colombinos, pero tan sólo uno de ellos, el Libro de las Profecías, estaba encabezado con la invocación: <<jesus cum Maria sit no bis in via». El párrafo transcrito resume superchería»26 •

A pesar de la aseverada inexistencia de la invocación mariana en los escritos colombinos que aduce Asensio y de su relativa ausencia que asegura Rumeu de Armas pensamos que pesan más las razones positivas para sostener la tesis afirmativa. No veo razón para inva­lidar en este punto intrascendente el doble testimonio explícito de Hemando Colón y de Bartolomé de Las Casas .

Providencialmente, para corroborar la afirmación mariana, nos ha llegado la declaración hecha en documento oficial (Inf ormadón testifical) de cinco testigos calificados. Todos ellos declararon que es auténtica esa frase piadosa pu.esta por Colón al frente del docu­mento de que se trata, que él lo hacía así, que conservan cartas suyas de tal tenor y que la letra de esa invocación es una de las señales para reconocer autógrafos del Almirante.

Parece como si este documento se hubiera redactado para rebatir la teoría negativa de Asensio y Rumeu y para deshacer sus escrú­pulos en torno al testimonio de Hernando y de Las Casas.

Efectivamente, un documento de Diego Colón, publicado por Gestoso en 1 902, aduce primero el testimonio de Luis Femández de Soria, canónigo de Sevilla (a quien don Diego había delegado en su testamento del 1 6 de marzo de 1509 para cumplir todo aquello que todavía no se había cumplido del testamento de su padre) . Dicho señor Femández de Soria declara que conoció a Cristóbal Colón die­cisiete o dieciocho años antes, es decir, alrededor de 1492 y que muchas veces le vio escribir y que reconoce ser del Almirante las siglas de la firma y la fórmula mística puesta al frente de la escri­tura: <<]hesus cum Marza sü nobi's 'in vz"a>>, que tiene en su poder muchas cartas escritas de su mano y firmadas por su puño. Otro tes­tigo repite idéntica declaración en el mismo documento: el hermano Francisco, maestro en sagrada teología, domiciliado en Sevilla, que también conoció al Almirante dieciocho años antes, que vio muchas cartas suyas y en cuanto a aquella fórmula mística dice:

«es sabido ser del dicho don Cristóbal porque él la posee en muchas memorias e cuentas de cosas de cosmografía suyas» .

26 RoMEU DE ARMAS, Antonio, l .c . , pp. 103- 396.

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Lo mismo declaran en idénticos términos Petite Juan Francés, Américo Vespucio, el florentino piloto mayor de Castilla y Bernardo Grimaldo, genovés. Cinco testigos que en documento oficial reco­nocen como letra auténtica y habitual de Cristóbal Colón la fórmula mística:

«]esus cum Marza S'it nobi's z'n vza»27•

Ese documento a que se refiere es el Tratado de l,as tierras e aguas e montes, que publicó la duquesa de Alba en Nuevos autó­grafos. Se trata de un autógrafo del Almirante, en cuyo encabe­zamiento y la firma reconocen los testigos que se trata de un verda­dero autógrafo del Descubridor. Testimonio de gran valor en la cuestión presente.

Pero todavía hay más y es que no son tan escasos los escritos de Colón que ha llegado hasta nosotros en los que figura la repetida jaculatoria mariana.

Asensio dice que «en ninguno de los escritos autógrafos que se conservan. . . encontramos esas palabiraS>>28.

Rumeu de Armas admite que se comprueba su existencia «en sólo cuatro de sus escritoS>>29.

El padre Ortega afirma que dicha jaculatoria no figura «en nin­guno de sus documentos oficiales ni particulares y sólo aparece autó­grafo en la última hoja en blanco del libro de Plinio y de mano del padre Gorricio al principio del Libro de l,as Prof ecías30 • Pues bien, nosotros podemos señalar, por lo menos, diez casos (que han llegado hasta nosotros) en los que Colón dejó consignada para la posteridad su invocación predilecta. Reseñaremos y verificaremos documen­talmente cada uno de· estos casos:

1 . «Rol o Rel,ación de l,a gente que fue con Cri'stóbal Colón en el primer viaje», 1498. Al frente de este «Rol» , de mano de Colón, se lee:

«]hesus cum Marza sit nobz's z'n vz"a>>s1 .

«La autenticidad de este documento es indiscutible», afirma el padre Ortega refiriéndose a este «Rol»s2 .

27 GESTOSO y l>É:REZ, José, Nuevos Documentos Colombinos, Sevilla, 1902, 21 pp. «Infor­mación testifical que hizo en Sevilla en 9 de julio de 1510, a petición de fray Gaspar Gorricio para probar la autenticidad de un documento expedido por Cristóbal Colón», Sevilla, 1510».

28 AsENSIO, José María, Le., p. CXXIX. 29 RuMEU DE ARMAS , Antonio, Le., p. 103. 30 ÜRTEGA , P. Angel, La firma ofidal de Colón, Sevilla, 1928, p. 8. 31 BERWICK Y DE ALBA, la Duquesa de, Nuevos autógrafos de Cristóbal Colón y reladones

de Ultramar, Madrid, 1902, p. 7. 32 ÜRTEGA , P. Angel, La Rábz.da, Sevilla, 1925, t. 2, p. 183. Precisamente la única línea

autógrafa de Colón en este «Rol» es la que transcribe la pía invocación; el resto, en cursiva, no

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

2 . «lnformadón de los Privüegz'os y Mercedes del Almz'rante». Toda ella autógrafa y a la cabeza esta frase abreviada:

tjhs cü mª s.t no;�· v Qehsus cum Maria sit nobis in via)33.

3 . «Autógrafo facsimilado de Colón con su firma original rema­tada con «Virey» y el sello del Almirante:

«]hs cfi mª sü nobis i vz°a>>34•

4 . «Historzá naturale dz· C. Plz"nio». En la guarda final, por la parte superior del anverso de este libro, que se conserva en la «Biblioteca Colombina» de Sevilla, con letra diminuta de Colón, apa;rece precedida por una cruz la consabida invo­cación:

+jhs cu mª st nobz' z· vza35.

5. «Traslado de las tz"erras e aguas e montes... quel almz'rante don Cristóbal colón ... para su fijo don dzºego colon ... ». Este indiscutih!e autógrafo colombino encabeza con la frase <1hesus cum Marza sz"t nobz"s zn via>>. Está firmado por el Almirante, en mayo, en La Concepción36•

6, 7, 8 . «Memorial del Almirante sobre agravz"os que redbz"ó». Este documento autógrafo tiene la particularidad de que en él Cristóbal Colón escribió tres veces seguidas su jaculatoria mística:

jhs CÜ m a sz"t no bis Z vza37•

9. Carta de Colón al Papa Alejandro VI en febrero de 1 502. Esta carta, copiada por don Hernando Colón, pertenece al Archivo de Veragua y se conserva en el de Indias de Sevilla . Al dorso, de puño y letra del Almirante, está la conocida frase colombina: Jhs cum Marza sz"t ·nobis zn vzºa38.

es de mano del Almirante. Cfr RuMEU DE ARMAS , Antonio, Colón en Barcelona, Sevilla, 1944, p. 86.

33 BERWICK y DE ALBA, la Duquesa de, Autógrafos de Cristóbal Colón y Papeles de Amé­rzºca, Madrid, 1892. Hoja entre las páginas 16 y 17, con la fotocopia del documento íntegro. Libro de los Privilegios del Almirante don Cristóbal Colón, 1498, Ed. Real Academia de la Historia, Madrid, 1951.

34 BERWICK y DE ALBA, la Duquesa de, Autógrafos . . ., ibid., hoja entre las páginas 38 y 39 (fotocopia en facsímil del autógrafo colombino). Procede del cierre de una carta, hoy perdida. Cfr Duquesa de BERWICK Y DE ALBA. Catálogo de las colecciones expuestas en las vitrinas del Palacio de Liria, Madrid, 1898, p. 222.

35 «Catálogo d� la Biblioteca Colombina,,., Sevilla, 1891, t. 2, p. XXXIX. (Fotocopia del autógrafo colombino).

36 BERWICK y DE ALBA, la Duquesa de, Nuevos autógrafos . . ., ibid., p. 24. 37 BERWICK Y DE ALBA. La duquesa de, Nuevos autógrafos . . . , ibid., p. 29. 38 Archivo General de Indias, Sevilla, Patronato, leg. 295, doc. n. 0 44.

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10 . «Lz"bro de las ProfecíaS>>. Célebre manuscrito, que se conserva en la Biblioteca Colombina de Sevilla, compuesto por Cristó­bal Colón, en el que hay textos y autógrafos del almirante.

Se abre el códice con la carta que Colón escribió al padre Gorricio desde Granada, el 1 3 de septiembre de 1501 . Hay aquí dos copias de esta carta colombina, una de 1 502 por Gorricio y otra del siglo X VII.

En ambas comienza la epístola con el consabido encabe­zamiento:

l.ª jhs. cü Maria sz't nobz"s z bz"a. Amen 2. ª JHS. cum Maria sit nobis in via. Amen39•

Estos reiterados testimonios autógrafos de Colón (menos el del Lz"bro de las Profecías) más la paralela afirmación de don Hernando y de Bartolomé de Las Casas y la confirmación hecha en el mismo sentido en escritura pública por cinco testigos cualificados, son prueba suficiente y fehaciente de la fe cristiana y piedad mariana de don Cristóbal puestas de manifiesto por el hábito de encabezar sus es­critos con la pía invocación: <if esus cum Maria sz"t nobis ·in vz"a>> .

O bservacz"ones

Permítasenos hacer algunas observaciones acerca de estos datos constatados, que no agotan, naturalmente, todos los casos reales de tal inscripción devota por parte de Colón en sus escritos pero que sí dan pie para suponer un hábito en su modo de comportarse en idéntica forma.

Ello viene a confirmar, una vez más, como en otras muchas cues­tiones, la -Veracidad del testimonio uniforme de Hernando y de Las Casas.

Dados estos casos y su posible trayectoria personal, es presumible que también figuraba esa invocación en otros escritos colombinos cuyos autógrafos no conocemos sino por simples copias en las que, por innecesaria, se habría omitido esa fóµnula de encabezamiento, no por depravada intención sino por abreviación y sin dar al hecho ninguna trascendencia histórica. Podrían estimarla como simple epí­grafe fuera de texto.

Por otra parte, a juzgar por los originales autógrafos, se advierte que Colón redactaba esa fórmula de manera tan abreviada que parece en sigla, hasta el punto de que casi pasa como imperceptible. Es fácil que en algún documento haya pasado desapercibida.

3 9 Códice en l a Biblioteca Colombina, Sevilla (en vitrina). Cfr . RosA y LóPEZ, Simón de la, Lz"bros y autógrafos de D. Cristóbal Colón, «Catálogo de la Biblioteca Colombina», Sevilla, 1891, t. 2, p. XIV.

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

Acerca de la fórmula pía que hemos aducido en cuarto lugar y que se nos ha transmitido en la guarda final del libro usado y ano­tado por Cristóbal Colón, Historia natural de Plinio, es interesante el estudio realizado

-sobre su indiscutible autenticidad colombina por

don Simón de la Rosa y López4º. Del más alto interés a nuestro propósito es la versión quinta de

nuestra relación, aquella en la que Colón estampó la jaculatoria mariana al frente del documento Traslado de las tierras . . . , por el que dejaba constancia de sus posesiones en favor de su hijo don Diego, cuyo autógrafo se publicó en 1 902.

La particular relevancia de este hallazgo radica en que en ese mismo año el investigador sevillano José Gestoso y Pérez dio a cono­cer otro documento que vino a completar de manera oficial la infor­mación acerca de ese mismo autógrafo, con la particularidad de que en buena parte se refiere a la pía invocación mariana que aquí nos ocupa41 •

En cuanto podíamos desear en relación con este sintomático deta­lle religioso mariano del descubridor del Nuevo Mundo.

No cabe duda que esa invocación devota cuadra perfectamente con el espíritu piadoso y el temperamento andariego e itinerante de don Cristóbal Colón, para cuya andadura se hacían cortos los caminos y las rutas conocidas de su tiempo. Jesús y María fueron con él en la peregrina aventura de descubrir nuevos mundos.

María en la firma de Colón

La firma de Cristóbal Colón es puro deleite para los amantes de misterios. Estamos en plena cábala.

Colón, que es todo enigma para la historia, hizo un laberinto hasta con su propio nombre. Su firma, original como todo lo suyo, parece estar hecha, más que para identificar, para ocultar su verda­dera personalidad. Sobre todo, su antefirma es más bien un ana­grama, un jeroglífico, un crucigrama.

Véase cómo firmaba sus escritos, cartas y documentos, a partir de 1493, don Cristóbal Colón:

. s. X Xpo

.s. A .S . M y FERENS

40 Libros y autógrafos de D. Cristóbal Colón, «Catálogo de la Biblioteca Colombina», Sevilla, 1891, t. 2, pp. VII-XLIV.

41 CESTOSO y PÉREZ , José, Nuevos documentos colombinos, Sevilla, 1902, pp. 21.

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El propio Colón describió esa signatura suya en la escritura de Mayorazgo (1498) con estas palabras:

«Don Diego, mi hijo, o cualquier otro que heredase este Mayorazgo, después de haber heredado y estado en posesión de ello, firma de mi firma, la cual agora acostumbro, que es una X .con una S encima y una M con una A romana encima, y encima de ella una S y después una Y griega con una S encima con sus rayas y vírgulas, como agora fago, y se pare­recerá por mis firmas, de las cuales se hallarán muchas, y por esta parecerá» 42 �

Después de esta descripción nos quedamos tan a oscuras como antes del verdadero significado de esa sigla . Colón ha querido ocultar algo en su firma y se guardó su secreto tan bien guardado que ni él, ni su hijo Hernando, ni Las Casas, han dejado escrita ni una palabra sobre el particular. Ni ellos ni ningún otro contemporáneo se preo­cupó por describirlo . La curiosidad por conocer lo que se encerraba en esas letras llegó bastante más tarde.

¿ Por qué adoptó Colón tan extraño procedimiento para cosa tan sencilla como es la firma de uno?

No es nada raro hacer rara la finna. Aun ahora la inmensa mayo­ña de las personas hacen ilegible su firma, hasta el punto de haberse adoptado la costumbre de reproducirla en letras de molde = fir­mado: X.

Pero el caso de Colón es un caso aparte. Algo más ocultaba que su nombre, ya que el misterio está precisamente en la antefirma.

¿Es una velada señal de algo que se quiere insinuar a la vez que esconder?

Hay interpretaciones para todos los gustos, algunas tan arbitrarias y forzadas como las que pretenden deducir de ahí la oriundez extre­meña, catalana y portuguesa, o su apellido corso, o bien el origen judío de Cristóbal Colón43.

Streicher y después de él otros como Stagliero y Lejarza, proponen como la interpretación «más digna de crédito» aquella en que las letras se leeñan por este orden: XAMYSSS, y significañan: Xristobal Almirante Mayor Indias SubScrzpS'i. Desde luego, para entenderlo así hay que alterar mucho el orden de iniciales que Colón mantuvo

42 Escritura de Mayorazgo instituido el 22 de febrero de 1498, Navarrete, II, 229 p. Edic. 1825.

43 BALLESTEROS BERETTA , Antonio, Cristóbal Colón, Salvat Edic., Barcelona, 1945, v. IV, pp. 99-120; BAYLE, P. Constantino, S. J., Santa María en Indias, Apostolado de la Prensa, Madrid, 1928, p. 21; BERNARDINO-SJOESTEDT, Armand, Cristóbal Colón (traducción), Edic. Castilla, S. A., Madrid, 1965, pp. 84-87; MADARIAGA , Salvador, Vida del Muy Magnífico Señor Don Cristóbal Colón, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1944, 3�ª edic., pp. 560-561.

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

siempre invariable44• Lo mismo se diga de la complicada y violenta lectura sugerida por el P. Ortega45.

Prescindiendo de estas versiones, que par�cen más ingeniosas que convincentes y que patrocinan muy pocos seguidores, pasemos a las interpretaciones que, a falta de clave, ofrecen alguna pista de solución más verosímil.

Tenemos delante una serie de autores y versiones, todos los cuales dan a la antefirma de Colón un sentido religioso católico y todos ellos (lo que hace más a nuestro propósito) interpretan la M como re­ferente a la Virgen María.

Ciñéndonos a las letras finales XMY, que hacen más a nuestro caso, he aquí la escala de interpretaciones:

X X pistos Christus

M Mapias Marza e

que patrocina Lago y González46 .

y Yios Fz1-ius,

Sanguinetti, Harrisse, Lobero, Dogneé, A. Boscassi, Defauconpret, Jal, White, Desimoni, Asensio, Duff, Charcot, Thacer, Morison, coin­ciden en leer con Juan B. Spotorno:

X M Christus, Ma:ría,

y Josephus,

disintiendo sólo en la lectura interpretativa de las demás letras de la antefirma colombina. Harrisse y Sanguinetti dan cinco variantes de interpretación, pero en todas ellas la M se traduce por María.

La fórmula completa más seguida y aceptada es ésta de Antonio Lobero:

.s. -Suppl�x s. A .s. -Servus Altissimi

Salvatoris X M y -Christus, Maria,

Josephus47 .

44 STREICHER, Fritz, «Investigación y Progreso», Madrid, 3, n. 0 5, 1 mayo 1929, pp. 36-37; LEJARZA , fr. Fidel de, 0.F.M. en «Archivo ibero-Americano», 1930, pp. 453-454. STAGLIERO, Marcelo, Colón estuvo en América quince años antes del Descubrz"miºento, «Algo», Revista de Divulgación Científica, Barcelona, 12, 1974, pp. 652-665.

45 ÜRTEGA, P. Angel, O.F.M., La ffrma oficial de Colón, Ed. San Antonio, Sevilla, 1928, p. 14.

46 LAGO y GoNZÁLEZ , Manuel, obispo de Tuy, La ffrma de Cristóbal Colón, en «Boletín de la Real Academia de la Historia», 82, 1923, pp: 297-299. Astrana Marín considera esta interpretación como «la más lógica», Cristóbal Colón, ibid, pp. 238, 301.

47 Cfr AsENSIO , José María, Cristóbal Colón, Barcelona, t. 1, pp. CXXIX, CXXX y CXXXI; SANGUINETTI, A . , Delle sigle usate da . Colombo nella sua ffrma, Genova, 1881. DoGNÉE, Eugéne M. O., La signature de Christophe Colomb, e� «Boletín de la Real Academia

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También Washington Yrving acepta la significación mariana de la M, si bien difiere en la lectura del resto, que hace así:

XMX =Jesús, María, Jesús4S

Por su parte, M. Charton, que leyó la A como sinónimo de A ve, entiende por S-M = Sancta María49•

Esta interpretación integral ha adquirido como un marchamo de valor al ser incluida en fecha posterior nada menos que en el Libro de las Profe cías, que se conserva en la Biblioteca Colombina. Efec­tivamente, al final de este códice se ha añadido copiada a mano la carta de Colón al Oficio de San Jorge de Génova. Al término de la carta y como firma seguida pone: «S .S .A .S .X.M.Y.» y una nota adi­cional que dice tajantemente: «Estas iniciales significan:

Supplex Servus Altissimi .Salvatoris Xristi, Mariae, Josephi» 5º.

Como se ve, coincide esta lectura con la dada ·por el archivero ge­

novés Lobero. Aun en otras interpretaciones allejadas de este módulo casi ofi­

cial se ha salvado el fondo mariano de la citada firma colombina. Así, Vicente Paredes, autor de la hipótesis extremeña y hebraica de la oriundez de Colón, lee esto:

«Xproferens ex Elisabet soro matris Sanctae Mariae»51.

Por su parte, e\Jpromotor de la teoría Colón catalán traduce de esta manera la sigla cqlombina:

«San Cristóbal - Santa Ave María - Sant Yago»52

Según A. Sánchez, en conferencia dada en Madrid, 1 927, la ante­firma colombina sería un laberinto que vendría a revelar el verdadero nombre de Colón, que sería nada menos que éste: «Cristóbal Hen­ríquez Sánchez V. A lmirante de Castz"lla. Siervo de Santa Marí(J,>>53.

Sirvan estos ejemplos a título de curiosidad y para comprobar

de la Historia», 18, 1891, pp. 303-329; �REZ, N'azario, Historia mariana de España, . ibid., p. 163; DuFF, Charles, La verdad acerca de Cristóbal Colón, Madrid, 1938, p. 208; CHARCOT, J. B., Christophe Colomb, París, 1928, p. 84. THACER, John Boyd, The Continent of Amerz"ca, N. Y. 1896, pp. 5-6; MoRISON, Samuel Eliot, El Almirante de la Mar Oceáno, Buenos Aires, 1945, p. 437; In ., Cristóbal Colón marino, México, 1966, p. 98.

48 Cfr AsENSIO, ibid , t. 1, v. II, p. cxxx. 49 DoGNÉE, ibid, p. 322; DuFF, Charles, La verdad sobre Cristóbal Colón, p. 208. 50 Códice en la Biblioteca Colombina, Sevilla. Astrana Marín rechaza la lectura de

josephus en la Y, porque dice que el nombre de José siempre se ha escrito con I latina no con Y griega. Además afirma que en aquella época no se usaba esa trilogía de nombres; Cristóbal Colón, ibid, pp. 239-240.

51 BALLESTEROS BERETTA, Antonio, l.c., pp. 101-102. 52 BALLESTEROS BERETTA, A. , l.c., p. 120. 53 ÜRTEGA, P; Angel, La ffrma . . . , p. 10.

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

que aún en las soluciones más inverosímiles se _ha salvado el alcance mariano de la famosa antefirma colombina.

Es muy creíble que Colón, tan mariano como cristiano, quiso aso­ciar los nombres de Jesús y María a su propio nombre. Avalan tal hipótesis una serie de consideraciones en cadena:

1) Ya hemos visto que Colón encabezaba sus escritos con la in­vocación: <<jesus cum Marzll>>; nada más lógico que quisiera terminarlos con los mismos títulos, presentados en otra forma;

2) Da la coincidencia de ·que al explicar el Almirante las letras A

de su cifra dice que se ponga la M y encima de ésta la A = M; exactamente así abreviaba el Almirante el nombre de María, como se puede comprobar en todos los autógrafos que cono-

ª cernos de su invocación piadosa= Jhesus cu m = Jesus cum Maria;

3) Está acorde con su espíritu religioso ese tinte espiritual de su firma, que ya se vislumbra en lo único claro de su signatura: Christo Ferens, traducción religiosa latina de su nombre: Cristóbal;

4) Todo ello viene a reforzarse por el hecho de ser la interpreta­ción mariana la adoptada por la inmensa mayoría de los in­térpretes;

5) Por último, eso mismo se deduce por la repulsa que merecen las otras interpretaciones ideadas al margen de su impreg­nación religiosa 54•

Colón y Santa María de la Rábida

Colón y la Rábida son dos nombres recíprocos e inmortalmente enlazados para la historia. Desde la Rábida, bajo el signo de María, arranca la parte más noble y encumbrada de la vida y de la obra del Almirante. Pero la Rábida es Santa María, venerada en aquel san­tuario desde siglos medievales en la imagen alabastrina de Nuestra Señora de los Milagros.

El hecho es absolutamente cierto e indiscutido. Cristóbal Colón llegó repetidas veces al monasterio franciscano de Santa María de la

54 BAYLE, c., l. c. , p. 21 ; STAGLIERO , M. , l. c. , pp. 652-665 ; MADARIAGA , S . , l. c. , pp. 560-561 .

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Rábida, allí permaneció prolongadas temporadas, allí recibió benévola acogida por parte de los religiosos, allí aceptaron y defendieron su causa, de allí salió el padre Juan Pérez para gestionar ante los Reyes Católicos a su favor, allí consiguieron los frailes convencer a las

gentes de Palos y procuraron a Colón personal y medios para su em­presa y, en fin, los custodios de Santa María de la Rábida fueron hasta el último momento fieles y eficaces colaboradores de la increíble aventura colombina55 .

Con razón se llama a la Rábida «Cuna de América» , porque en el monasterio de Santa María «había alumbrado un Nuevo Mundo»56 .

A la hora de concretar fechas y datos acerca de los contactos de Colón con la Rábida hay división de opiniones entre los autores.

Todos concuerdan en admitir que estuvo en distintas ocasiones y determinadamente en los años 1491 , 1492 y 1493 .

En cambio, se duda si también estuvo con anterioridad, expre­samente en 1484- 1485 . Lo niega rotundamente Rumeu de Armas, quien lo juzga un error histón:co achacable a Hemando Colón57 .

Sin embargo, son más los que lo afirman: P. Ortega, Ybot, Vig­naud58.

Sea de ello lo que fuere, no hace mucho a nuestro caso, ya que basta y sobra con lo que sabemos ciertamente de la estrecha y pro­longada vinculación del descubridor con el convento de Santa María de la Rábida en el período decisivo de los años 1491 y 1492 .

Tampoco es de nuestra incumbencia extendemos en exponer todas las vicisitudes del Almirante en las gestiones preparatorias de su empresa descubridora, pues ello nos llevaría muy lejos.

Baste saber que su contacto con el mundo de la Rábida fue deci­sivo para llevar a cabo lo que con tanto tesón se proponía.

Nuestro punto de vista es el aspecto mariano de la relación Colón­La Rábida.

Aquí hemos de contentamos con el juegQ de los supuestos, ya que los historiadores, ocupados en narrar la magna hazaña del Descu­bridor, descuidaron otros detalles de puro sabor humano y religioso.

En las fuentes primitivas no encontramos ninguna referencia acerca de alguna manifestación exterior por parte del Almirante de devoción hacia la Virgen de la Rábida. Lo que no significa que no las hubiera de hecho, sino que eso entonces era tan obvio y espontáneo que no se

55 ÜRTEGA, P. Angel, 0.F.M., La Rábzºda, Sevilla, 1 925, 4 t. 56 RuMEU DE ARMAS, Antonio, La Rábida y el descubn:miento de Amérzºca, Madrid,

1 968, p. 1 29. 57 RuMEU DE ARMAS, A., l.c., pp. 33-36 . 58 ORTEGA, P. Angel, l. c. , p. t. 2 , p. 1 2 ; lBOT LEóN , Antonio, l. c. , p. 9; VIGNAUD , Henry,

Histozre Crzti·que de Christophe Colomb, París, 1 9 1 1 , t. 1, p. 493; DuFF, Charles, La verdad acerca de Cristóbal Colón, Madrid , 1 938, p. 50.

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

creyó co�o noticia merecedora de ser señalada por su misma absoluta normalidad.

Además, dado el . profundo sentido religioso y la sincera piedad mariana de Colón, no hay que esforzarse mucho para suponer �l Descubridor orando devotamente a Mana en aquel su santuario donde providencialmente se hospedaba e invocando su intercesión para ayuda y guía en las inminentes rutas hada lo desconocido. Todo le hablaba allí de María y él, tan ferviente devoto suyo, no podía quedar indi­ferente. Está esto en la lógica de lla razón histórica.

El hecho mismo de que las carabelas históricas se hicieran a la mar el día 3 de agosto, después de haber celebrado el día anterior la festividad de Nuestra Señora de los Angeles o Porciúncula, patrona del convento franciscano de Palos , es decir, el día de la Virgen de la Rábida, denota la intencionalidad habida de emparejar a esa fecha rabidense «la más importante navegación de cuantas registra la His­toria a través de los sigloS>>59.

Aparte de esta lógica evocación mariana del singular aconteci­miento, historiadores antiguos no dejaron de consignar, aunque sea a posteriori, las disposiciones espirituales de Colón en aquellos últimos momentos vividos en la Rábida.

«Estuvo (Colón) con Fr. Juan Pérez comunicando su viaje e ordenando su alma e vida y apercibiéndose primeramente con Dios y poniendo como buen católico en sus manos e misericor­dia aquella empresa»6º.

La arribada de Colón a la Rábida después del descubrimiento ha dejado «huellas más débiles» , como escribe Rumeu de Armas, pero es también incuestionable .

El 15 de marzo de 1493 retornó gloriosamente la expedición a Palos. La subida a la Rábida era obligada.

El P. Ortega supone muy justamente que aquel mismo día 15 de marzo Colón irla a la Rábida y que «ante aquella imagen de la Vir­gen protectora, debió cantarse el Te Deum», acción de gracias de España, primer grito de alegria «de la resucitada América»61 •

No obstante la trascendencia que la Rábida tuvo en la obra de Colón, si del Almirante sólo dependiera la historia , hoy apenas po­drlamos saber nada sobre la concomitancia de aquel cenobio-santuario con la magna empresa del descubrimiento.

59 RuMEU DE ARMAS, A., l.c., p. 1 1 7 . 6 0 Fernández d e OvIEDO, Gonzalo, Historia General, Edic. Biblioteca Autores Cristianos,

Madrid, 1959, I, lib. II, cap. V, p. 23. 61 ÜRTEGA , P. Angel, l. c. , p. 247.

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Aunque parezca increíble, Colón no hizo jamás mención de la Rábida.

Es difícil excusarle ante tan gran desvío, diríase «il gran rifiuto» . No sabemos por qué .

Siendo así que a nadie debió tanto como a la Rábida, Colón no se acuerda nunca de la Rábida en sus escritos, ni puso su nombre a ninguna de las islas descubiertas, ni en momentos de apuro hizo promesa alguna a la Virgen de la Rábida (sí , empero, a otras advo­caciones marianas) , no le trajo un recuerdo (cuando tantos prodigó en otras partes) ni se acordó más del monasterio. El padre Ortega afea a Colón tanto olvido e ingratitud lamentándolo amargamente62•

Esto no quita que sobre las debilidades del hombre se yerga la razón histórica y ésta proclame que hay tres nombres indisolubles para la inmortalidad: Cristóbal Colón, América y Santa María de la Rábida.

La Virgen María en el Diario de Colón

El Diario de Colón es, junto a lla Carta de Colón anunciando la llegada a las Indias, el primero y principal documento histórico refe­rente al descubrimiento de América.

También es fuente de primer orden para conocer de inmediato muchas facetas personales del Almirante. Entre esos aspectos indivi­duales descuella el hondo sentido religioso y mariano de su alma.

Ciento cuarenta veces aparece el nombre de Dios o de Jesucristo en ese Di'arz"o y unas cuarenta veces aflora la referencia a María.

Las referencias marianas del Dzarz"o se reducen a estos puntos:

1) la Salve y el Ave María; 2) los nombres · marianos que pone a algunas islas descubiertas; 3) la celebración de la festividad de Santa María de la O ; 4) votos y promesas que hacen a la Virgen en momentos de

peligro . . .

Para todas las citas de esta obra nos servimos del siguiente acre-ditado texto, críticamentre solvente:

Diario de Colón Biblioteca Americana Vetustissima Edición Carlos Sanz Madrid, 1 962

62 ÜRTEGA , P. Angel, La Rábida, t. 2, p. 345.

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LA V I RGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

Respecto al autógrafo del Dz;ario y a las copias autorizadas que conocieron y utilizaron Remando Colón y Bartolomé de Las Casas, nos remitimos a los estudios concernientes y a la Nota Bibliográfz"ca del editor Carlos Sanz.

1) La «Salve» y el A ve María

La antífona mariana medieval «Salve Regina» pasó del coto litúr­gico a la plaza del Pueblo de Dios y en la época colombina ya se había convertido en una oración popular y común de toda la cris­tiandad.

Era la fórmula habitual para cantar a María y para invocar su intercesión. Así se comprende que los hombres de mar de las tres carabelas, entre los que no había ningún sacerdote, entonasen y cantasen, todas las tardes, cada uno a su manera, esta oración a la Virgen.

El padre Ortega ya describió a la expedición despidiésdose de Palos con la «Salve» :

«Cuando la flotilla con velas a medio desplegar, pasaba por frente a la Rábida, en el momento de virar a la confluen­cia de Odiel, Colón en la Santa María, los Pinzón de la Pinta y los Niño de la Nz.ña, de pie, descubiertos, debieron rezar con la marinería de a bordo una Salve a la estrella de los mares, la bendita Virgen de la Rábida, siempre invocada, con título de los Milagros, por los hijos de aquellos esteros»63 •

Ybot León refrenda en este caso la costumbre española marinera.

«Las referencias de su primer viaje están esmaltadas por los destellos de su llama interior - de fe y esperanza - que ante sus tripulaciones postradas se elevada cada tarde a los cielos invocando al modo español la protección de la Reina de los Mares con la «Salve Regina» , según la vieja costum­bre que durante siglos se vino practicando en los navíoS>>64•

Todo esto viene a confirmarse por el testimonio explícito del propio Colón.

A esta oración de la Salve se refiere en efecto la primera ano­tación mariana que se registró en el Diario. Precisamente el día 1 1 de octubre de 1492 , apenas los euronautas atisbaron en lontananza las primeras señales de tierra.

63 La Rábida, ibid, t. 2, pp. 1 94 - 1 95 . 64 L a Iglesia y los Ecleszasticos Españoles . . . , ibid, p. 5 7 .

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Dice así:

«Después que el Almirante lo dijo, se vio una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicios de tierra. Por lo cual, cuando dijeron la Salve, que acostumbraban decir e cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos, rogó y amo­nestóles el Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de proa, y mirasen bien por la tierra. Y que al que le dijese pri­mero que veía tierra le daría luego un jubón de seda»65.

Nuevamente menciona Colón la Salve, pero esta vez une a ella la oración del Ave María, ambas oraciones que por lo visto los cristianos navegantes se apresuraron a enseñar a las gentes que hallaban en las tierras descubiertas.

Anota así de propia mano el Almirante el día 1 de noviembre:

«Esta ge])te es de la misma calidad y costumbre de los otros hallados, sin ninguna secta que yo conozca: que hasta hoy aquestos que traigo no he visto hacer ninguna oración, antes dicen la Salve y el A ve María, con las manos al Cielo como le amuestran, y hacen la señal de la cruz»66.

El testimonio piadoso de los primeros cristianos en el Nuevo Mundo causaba el mejor impacto en los indígenas, con su matiz mariano también esta vez. Dice el doctor Chanca en el relato del segundo viaje :

«Lo que parece desta gente es que si lengua toviésemos que todos se convertirían porque cuanto nos veen facer tanto facen, en hincar las rodillas a los altares e al A ve María e a las otras devociones e santiguarse»67 •

Hernando Colón resumió en su Historia del Almirante la evoca­ción que éste hizo de la Salve en su Diarz·o el día en que advirtieron la proximidad de tierra. Como si se hubiera querido asegurar que Colón fue siempre fiel a esta inveterada costumbre piadosa nos ha llegado constancia de que exactamente igual sucedió en los demás viajes transoceánicos del Almirante.

Véase cómo se expresaba el propio Almirante en la relación de su tercer viaje a los Reyes:

«Martes 31 de julio a medio dia nos amostró tierra. . . y como su alta Majestad haya siempre usado de misericordia

------65 Diario, fol. 8. 66 Dzºari·o, fol. 20. 67 «Carta del Doctor Chanca», Segundo viaje, NAVARRETE, M. F. , 1, p. 221 , Edic. 1 825.

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

conmigo, por acertamiento subió un marinero a la gavia, y vido al Poniente tres montañas juntas: dijimos la Salve Regina y otras prosas, y dimos todos muchas gracias a nuestro Señor»68•

Refiriéndose al segundo v1a Je de Colón y con fecha 12 de no­viembre de 1493 , en que el Almirante se libró de un temporal, en confirmación de lo dicho escribe su hijo Hernando:

«Por esta gracia que Dios les había hecho, reuniéndose toda la gente de las naves en las popas, y dijeron la Salve con otras oraciones e himnos, cantados con mucha devoción»69 .

Por lo que se refiere al tercer viaje tenemos el testimonio con­firmatorio también de Bartolomé de Las Casas en el mismo sentido:

«Dio infinitas gracias a Dios, como tenía de costumbre, y todos alabaron a la bondad divina, y con gran regocijo y alegría dijeron cantada la Salve Regina, con otras coplas y prosas devotas que contienen alabanzas de Dios y de Nuestra Señora, según la costumbre de los marineros al menos los nuestros de España, que con tribulaciones y alegrías suelen decilla» 70•

2) Nombres marianos

U na de las señales más claras de los verdaderos y más íntimos sen­timientos de Colón se revela en la designación de los nombres con que bautizó las tierras recién descubiertas. Es su primera providencia y la va cumpliendo cuidadosamente, guardando además la jerarquía de valores.

Primero, Dios, dador de todo bien; luego, su Madre Santísima, cuya protección ha sido patente en todo momento; despÚés los Reyes Católicos que fueron, en lo humano, . quienes hicieron toda la empresa descubridora. Por eso, el Almirante va bautizando esca­lonadamente isla tras isla . A la primera llama San Salvador; a la segunda, isla de Santa María de la Concepción.

Después vendrían la Fernand,ina y la Isabela71• Pero no acabó ahí el nomenclátor mariano del Nuevo Mundo.

Lo enriqueció tanto que dedicaremos más adelante un apartado es­pecial a este sugestivo terna.

68 Historia del Almirante, ibid, p. 1 70 , Tercer Viaje, NAVARRETE , 1, p. 247 , Edic. 1825. 69 L.c., p. 321 . 70 Historia de las Indias, Edic. Biblioteca de Autores Españoles, t . 1 , Madrid, 1957, p . 352. 71 Diario, fol. 1 1 .

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3) Fiesta de Santa María de la O

La festividad de Nuestra Señora del 1 8 de diciembre, la más antigua fiesta mariana de la Iglesia de España, había ya arraigado profundamente en el pueblo, especialmente en las tierras de la Baja Andalucía, de donde eran oriundos la mayoría de los navegantes de Indias.

Aún ahora se conserva esa devoción con los nombres de Nuestra Señora de Ia Esperanza o de la O, que en la época colombina tam­bién se denominaba de la Anunciación.

Por la descripción que hizo Colón de esta fiesta mariana por parte de ios de a bordo se echa de ver que la celebración nada tenía que envidiar a toda una gran solemnidad en tierra firme. Véase lo que dice en la crónica del 1 8 de diciembre.

«Luego en amaneciendo mandó ataviar la nao y la cara­bela de armas y banderas por la fiesta que era este día de Santa Maria de la O, o conmemoración de la Anunciación. Tiráronse muchos tiros de lombardas» 72 •

Obsérvese que la celebración fue dispuesta por el Almirante y que fue él quien ordenó ataviar a la «Santa María>>, la «nao» . Es un detalle, pero un detalle significativo, por el día, por la situación, en pleno már, por hombres de brega, sin un clérigo a bordo. Además es la única celebración religiosa de la que se hace comentario ex­preso, pues ni siquiera el 25 de diciembre, fiesta de la Navidad, tuvo el Diarz·o commemoración explícita en cuanto a peculiar solemnización.

4) Promesas y votos a Nuestra Señora

En Colón era espontáneo y habitual el recurso a la intercesión de Maria, especialmente en momentos de necesidad o de peligro. Tenemos a este respecto testimonio reiterado y excepcionalmente sig­nificativo en el mismo Diario en su última fase, ya de regreso a Es­paña. La expedición colombina se vio en trance de ver malograda su arriesgada empresa cuando ya faltaban pocos días para darle glo­riosa cima. En tan apurada situación y en ocasión repetida, Colón y los suyos apelaron confiados al patrocinio de María y en las dos ocasiones la Virgen les asistió con poderoso valimiento. Pero a este episodio, que constituye el testimonio más directo y elocuente de la devoción de Cristóbal Colón a la Virgen y de la confianza y asidui­dad con que acudía a su protección, es justo que le dediquemos especial atención y demos la debida extensión en estudio aparte.

72 Diario, fol. 39.

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LA VI RGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

La Nao «Santa María»

Por el nombre que llevó la nave más famosa de la historia des­pués del Arca de Noé es justo que le dediquemos un breve comen­tario, máxime cuando ha habido confusión en torno a ella.

Juan de la Cosa, marino del Cantábrico avecindado en el Puerto de Santa �aría, ofreció a Colón para el gran viaje un navío de su propiedad, en el que iría de maestre.

A esta nave se le han dado varios nombres, algunos equivocados, como el de Marzgalante (confundiéndola con la capitana del segundo viaje, que se llamó así, y también Santa María) .

Oviedo dice que se llamaba La Gallega. Herrera afirma que Colón le cambió el nombre de Gallega por Santa María73• Hernando Colón la llama también Santa María, que es el título que ha prevalecido.

Sin embargo, hay que reconocer que Cristóbal Colón no la llama nunca «Santa María» ni carabela, cosa que sí hace cuando se refiere a «La Pinta» y «La Niña» . Colón a su nave la llama simplemente «la nao» o «la capitana» .

Es curioso que los cuatro barcos en que Colón viajó a América siempre se llamaban Santa María, como observa Morales Padrón74•

Independientemente del nombre, la carabela descubridora llevaba otros detalles de significación mariana que, siendo comunes a los na­víos españoles de aquella época, no podían faltar en la «capitana» de esta expedición: dos estatuas de la Virgen, una en el cuadro de popa y otra, mas pequeña, frente a la cámara del Almirante. Además, en las fajas de lona del velamen figuraban las letras: A .V.M. G. P. , que significaban: «Ave Virgo Maña Gratia Plena» .

«De esta forma, comenta Charcot, durante la operación siem­pre grave en un buque de vela, los marineros, al trabajar, mvo­caban a la Santísima Virgen y se coJocaban ha jo su amparo» 75 amparo»75•

Julio Guillén afirma que en la Santa María había, presidiendo todo a popa, una pintura sobre tabla de Nuestra Señora de Guada­lupe, por ser entonces la de Guadalupe advocación popular en España y por haber acudido primeramente Colón a ella al echar romeros en el trance del naufragio76 .

73 Historia General, vol. 1, l. 11 , c.v. , p. 2 1 ; Historia General de los hechos de los caste­llanos en las Islas . . . , l. I , c. I X .

74 V1GNAUD, Henry, Historia Critique d e Christophe Colomb, París, 1 9 1 1 , t . 1 , pp. 1 56-157; MADARIAGA , Salvador de, Vi.da . . . , p . 273; MORALES PADRÓN, Francisco, Historia del Descu­brimiento, Madrid, 1 971 , pp. 86, 87 y 1 06, MARTÍNEZ-HIDALGO , J. M . , dice que se desconoce el nombre del barco del cuarto viaje: Las naves de Colón, Barcelona, 1 969, p. 1 95 .

7 5 CHARCOT, J. B . , Christophe Colomb vu. par u n marz'n, París, 1 928, pp. 64, 7 1 . 76 GUILLÉN y TATO , Julio, F. , L a carabela Santa María, Madrid, 1927, pp. 1 39, 145;

MARTÍNEZ-HIDALGO , J. M., ibid, pp. 1 07, 1 3 1 .

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Nombres marianos colombinos

U no de los signos externos más claros de sincera y vivida devoción por parte de Colón es el de la adjudicación de nombres a las nuevas tierras que descubría . Las nuevas islas es como si fueran sus hijas, a las que va nombrando una a una, según van apareciendo y en los nombres que les da va revelando sus predilecciones y marcando al paso la jerarquía de valores. Esa señalización nominal de cada lugar tiene para él una gran importancia y un valor simbólico y jurí­dico. Es como si al nombrarlas entrara en posesión de las mismas por delegación de los Reyes Católicos. Era una función que se reservaba como derecho de descubridor.

Felizmente, en este quehacer de la formación del primer nomen­clátor americano, la Virgen María se llevó la mayor parte, incluso con mayoría sobre los nombres dedicados a Nuestro Señor. Y aunque esos primitivos nombres colombinos no hayan prevalecido siempre a lo largo del tiempo nadie les puede privar de la gloria histórica de haberse anticipado con título auténticamente mariano a cualquier otra designación.

Los móviles de Colón .al poner nombres de Nuestra Señora no los manifestó él expresamente, pero no era necesario.

No pueden ser otros que los de veneración y amor a la Madre de Dios .

Así lo han reflejado quienes tenían motivos suficientes para estar perfectamente enterados: Hernando Colón y Bartolomé de Las Casas.

Dice el primero a propósito del primer nombre:

«A· 1a segunda isla , por la devoción que tenía a la Concep­

dón de Nuestra Señora y porque su amparo es el mayor que tienen los cristianos, llamó 'Santa María de la Concepáón '»í7 .

Las Casas, por su parte, puntualiza en el mismo sentido:

«A la segunda, porque después de Dios a nadie se debe tanto como a la Madre de Dios, y él tenía devodón con su

fi"esta de la Concepdón, nornbróla 'Santa María de la Con­cepción'» 78.

Lo mismo vino a certificar el cronista Bernáldez:

«A la segunda isla que hallaron puso nombre isla de Santa María, a onra de Nuestra Señora>> 79 •

77 Historia del Almirante, ibid, p. 1 9 1 . 78 Historia d e las Indias, ibid, t. 1 , p. 1 55. 79 BERNÁLDEZ, Andrés, Memorias del reinado de los Reyes CatóHcos, Ed. M . Gómez-Mo-

reno, Madrid, 1962, p. 272.

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

Daremos aquí una relación completa de todos los topónimos de significación mariana de los que consta que fueron puestos personal­mente por el propio Cristóbal Colón, aduciendo en cada caso la comprobación documental y los datos concernientes. Procederemos por el orden cronológico en que fueron señalándose durante los cuatro viajes del Almirante:

1 ) Isla Santa María de la Concepción, descubierta y bautizada así el 15 de octubre de 1492 .

Fue la segunda isla descubierta en el Nuevo Mundo. Se la designa frecuentemente como Isla de Santa María80•

2) Mar de Nuestra Señora, hallado y titulado de esta manera el 1 3 de noviembre de 149281 •

Son muy significativas las ponderaciones que hace Colón de esta zona descubierta y que resumidas por Las Casas son de este cariz :

«Maravillóse en gran manera ver tantas islas y tan altas y certifica a los Reyes que las montañas que desde antier ha visto por estas costas y las de estas islas que le parece que no las hay más altas en el mundo ni tan hermosas y claras, sin niebla ni nieve, y al pie de ellas grandísimo fondo. Y dijo que creía que había grandísimas riquezas y piedras preciosas y especería en ellas , y que duran muy mucho al Sur y se ensan­chan a toda parte. Púsoles nombre la mar de Nuestra Señor0>>82•

Parece evidente la intención del Descubridor de ofrecer la más grandioso y hermoso de sus hallazgos a la Virgen Nuestra Señora.

3) Cabo de la Estrella (día 5 de diciembre 1492) .

N o consta que tuviera propiamente significación mariana, aunque sí pudiera ser dada la ancestral devoción a esa advocación de la Virgen en tierras de Andalucía, de donde partieron y de donde eran la mayoría de los navegantes exploradores83 .

4) Puerto María, el mismo día 6 de diciembre de 1492 , al amane­cer se halló ante un puerto y «púsole nombre Puerto MarÍ0>>84•

80 Diario, fols. 1 1 , 1 2, 1 3 . 81 Diario, fols. 24, 26, 30. 82 Diario, fol. 24. 83 Dzarz·o, fol. 33. 84 Diarzºo, fol. 33.

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5) Puerto de la Concepción

Dos motivos parece que fueron determinantes para este apelativo concepcionista. Uno, que hubieron de acudir a la protección de la Inmaculada por un peligro que les amenazaba en aquella sazón. Dice así:

«Y puesto que fuese aun muy temprano, como la una des­pués del mediodía, y el viento era de popa y recio, pero porque el cielo mostraba querer llover mucho y había gran cerrazón, que es peligrosa aun para la tierra que se sabe cuanto más en la que no se sabe, acordó de entrar en el puerto, al cual llamó Puerto de la Concepcz"ón y salió a tierra»s5 •

El otro motivo que induciría a Colón a escoger precisamente ese nombre es que eso aconteció el 7 de diciembre de 1492 , víspera de la fiesta, de la Inmaculada Concepción86 •

Remando Colón anota: «Llegó a un puerto que llamó la Con­cepdón, que está al mediodía de una isla pequeña, a la que puso nombre de Tortuga»s7 .

6) Santa María de Guadalupe

Remando Colón, refiriéndose al segundo viaje de su padre, con­signa este dato correspondiente al añ.o 1493 :

«Lunes, a 4 de noviembre, el Almirante salió de dicha isla Marigalante, con rumbo al Norte, hacia una isla grande, que llamó Santa María de Guadalupe, por devoción y a ruegos de los monjes de aquella advocación, a los que había prome­tido dar a una isla el nombre de su monasterio»88•

7) Santa María de Montserrat

Añade el mismo Rernando Colón:

«Domingo, a 1 0 de noviembre (1493), el Almirante fue por la costa de la isla de Guadalupe, hacia Noroeste, con rumbo a la Española, y llegó a la isla de Montserrat, a la que, por su altura, dió este nombre»89•

85 Diario, fol. 34. 86 FERNÁNDEZ DE NAVARRETE , M. F. , Colección de los Viajes, I, Edic. Guarania, Buenos

Aires, 1 945, p. 223: 87 HistOria del Almirante, ibid, t . 1, p. 220. 88 Historia del Almirante, ibid, p . 323. Sobre Colón y Guadalupe hay copiosa bibliografía:

Rus10 Germán, Guadalupe, Barcelona , 1 926 , p . 294; ÜRTEGA Miguel, l. c. , t. 2 , p . 288; V1LLACAMPA, Carlos, La Virgen de la Hispanidad, Sevilla, 1942 ; ALVAREZ , Arturo, Guadalupe, Madrid, 1864, pp. 76-85; CALLEJO SERRANO , Carlos, Guadalupe y la Hispanidad, Madrid, 1965.

89 Historia del A lmirante, ibid . , p . 333.

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

Pedro Mártir de Anglería, en su primera Década (29 abril 1494) matiza la misma noticia : «Diéronle el nombre de Montserrat, por los grandes montes que en ella hay»9º .

Es muy probable que Colón visitara el monasterio de Montserrat durante su estancia en Barcelona, - a donde llegó en abril de 1493 para dar cuenta a los Reyes del éxito de su primer viaje a Indias . Eso parece indicar que hubiera escogido ese nombre de Montserrat y lo aplicara a esta isla por su parecido con la montaña montserra­tina. También pudo influir en este apelativo el ex-benedictino fray Bernardo Boyl, que había sido monje de aquella abadía y en esta ocasión acompañaba a colón en su segundo viaje9 1 .

8) Santa María de la Redonda o Rotonda

Prosigue escribiendo don Hernando:

«De allí pasó luego ( 1493) a Santa María la Rotonda, llamada así por ser redonda y lisa, que parece no se puede entrar en ella sin escala; era llamada por los indios, Oca­miro»92 .

9) Santa María de la A ntigua

Concluye así esta información el mismo don Hernando:

«Después llegó a Santa María de la A ntzgua, que los indios llamaban Giamaica, y es una isla de más de 18 leguas de cos­ta»93 . Más adelante se tratará sobre esta advocación mariano­colombina.

10) Asunción

El 1 5 de agosto de 1498 , durante el tercer viaJe de Colón a las Indias, regaló a Nuestra Señora en su fiesta una nueva isla , a la que llamó La Asunáón94.

A éstas se refirió Las Casas cuando tratando de la navegación por la costa septentrional de Paria, dice que a una isla que vio al paso llamó la Asunción y a otra la Concepción; a otras isletas juntas apellidó los Testzgos95.

90 Décadas del Nuevo Mundo, Edic. México, 1 964, t . 1 , p. 1 1 7 . 9 1 «Anacleta Monserratensia» , vol . I l , p. 361 ; cfr VARGAS UGARTE , Rubén. Histiria del

culto de María en Ibero-América, Buenos Aires, 1 947 , 2 . ª ed. p. 26. 92 Historia del Almirante, ibid, p. 333. 93 Historia del A lmirante, p. 333. 94 FERNÁNDEZ DE NAVARRETE , Martín, Colección de los viajes y descubrz"mientos, Reed.

Buenos Aires, 1 945, 1, p. 383. 95 Cfr BALLESTEROS BERETTA , Antonio, Cristóbal Colón, Edic. Barcelona, 1 945 , t. v. ,

p. 391 .

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1 1 ) Santa María de Belén

Después de la isla Navidad del primer VIaJe (diciembre de 1492) , en el «Alto Viaje» ( 1 502 - 1 504) , el 6 de enero de 1 503 echan anclas en la boca de un río que llamaron río Belén, donde el Almirante intentó hacer la primera población de tierra firme, que llamó Santa María de Belén96• Este río Belén-Santa María de Belén desembocaba en el Atlántico a 68 millas de la actual ciudad de Colón, en el pri­mer simulacro de población «Santa 1\ifaría de Belén>>97•

12) Fortaleza de la Concepci'ón

Hallamos esta denominación en la Relación de Fray Ramón, que Hernando Colón incluyó en la HiStorza del A lmirante: «la fortaleza que es llamada de la Concepción»98•

Más adelante la llama: «Pueblo y fortaleza de la Concepción>>99•

1 3) Nueva isla Concepción

Las Casas menciona otra isla que Colón en 1498 llamó de la Concepdón, en la costa septentrional de Paria100•

Algunos autores añaden los nombres de Santa Máría la Galante y de Santa María de la Ni:eve, puestos por Colón a nuevas islas en su segundo viaje ( 1493)lOObis.

Estos 1 3 nombres marianos puestos por Colón a otros tantos nue­vos lugares descubiertos por él, que son sólo aquellos de los que han llegado hasta nosotros constatación expresa y que ciertamente no agotan toda la toponimia mariana colombina, son por sí solos argu­mento fehaciente de lo arraigado que estaba en él y en su época la presencia y la intervención de la Madre de Dios en todos los avatares humanos.

La cantidad, la reiteración y la pri<?ridad que da a los títulos marianos dejan bien de relieve que la Virgen María ocupaba lugar privilegiado en su mente y en su corazón. Una estela de nomencla­tura mariana es la huella que deja a su paso por mar y tierra .

Por los títulos que da a islas y mares deja adivinar que esos nom­bres estaban previamente grabados en su pecho cristiano. Muchos

96 Cuarto viaje, Navarrete, Edic. 1 825. Colección 1, p. 286; cfr MORALES PADRÓN , Fran­cisco, Historia del Descubrz"miento, Madrid, 1 973 , p. 146 .

97 SEVERINO DE SANTA TERESA , Historia Documentada de la Iglesia en Urabá y el Darién, Bogotá, 1 956, vol. 1 , p. 349.

98 Historia del Almirante, t. 2, p. 82. 99 I bid , p. 1 73 . 100 Cfr BALLESTEROS BERETTA , A . , l. c. , t . 5 , p. 391 . 100 bis MoRISON , Samuel Eliot, Cristóbal Colón, marino, México, 1 966, pp. 1 1 5 , 1 19 ;

MARTÍNEZ-HIDALGO, J. M . , Las naves de Colón, Barcelona, 1 969, p. 191 .

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de los nombres marianos impuestos por Colón han llegado hasta nosotros, si bien en forma sincopada: Guadaloupe; Montserrat, A ntigua, Redonda.

Permítasenos ·aquí hacer una observación acerca de dos advoca­ciones de la Virgen que, al menos aparentemente, sorprenden por su ausencia en la memoria de Colón; La Rábida y el Pilar.

Ya hemos dicho que es inexplicable el desdén del Descubridor, tan detallista en tantas cosas, respecto a Santa María de la Rábida, a la sombra de cuyo santuario se gestionó favorablemente la más gloriosa de sus proezas.

En cambio, en lo que respecta al título del Pilar, no extraña nada la actitud negativa del Almirante. El Pilar era entonces una advocación menos extendida que otras por la península y más bien reducida al ámbito de Aragón.

Son muchos los historiadores modernos que para acentuar el ca­rácter mariano del Descubrimiento suelen resaltar con énfasis la coin­cidencia de que éste tuviera efecto precisamente el 12 de octubre de 1492 , festividad de la Virgen del Pilar. Sin embargo, nada tuvo que ver esa fiesta con el singular evento, porque ni entonces ni un siglo más tarde se celebraba la fiesta del Pilar el 12 de octubre. Esta festividad del Pilar se estableció para el 12 de octubre en el año 1613 . Por consiguiente, es un error histórico vincular por razón de efemérides ambos acontecimientos101 •

Romero y peregrino de Santa María

La más explícita, intensa y extensa manifestación de piedad mariana por parte de Colón y sus compañeros de navegación la hallamos en la última etapa de su periplo, cuando ya estaban próxi­mos a coronar su obra y que d mar embravecido parecía que iba a echar a pique toda su ilusión en su postrera y decisiva fase.

Fueron momentos tan dramáticos que, a punto de perecer naves y navegantes, acudieron como supremo recurso al poderoso auxilio de María. Por iniciativa y a propuesta del Almirante multiplicaron las oraciones y las promesas a Nuestra Señora a medida que arre­ciaba la tempestad.

101 De antiguo arrastra este emparejamiento de la fiesta del Pilar con el Descubrimiento de América . Lo señala Antonio de SANTA MARÍA en España Triunfante (p . 358 ) , lo repiten CEPEDA , A mérica Mariana, 1 905, 1, p. 2 1 ; VARGAS UGARTE, Historia del Culto a María en Iberoamérzºca, 1 967, p. 26, y lo que es más sorprendente, BAYLE, l. c. , p. 24. El equívoco ha tenido repercusión histórica ya que ha servido para vincular la advocación del Pilar con la gesta de la Hispanidad.

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En tres ocasiones, en menos de un mes, febrero-marzo de 1493, hicieron votos y promesas a Santa María de Guadalupe, a la Virgen de Loreto, a la primera iglesia de Nuestra Señora que topasen en tierra y a la Virgen de la Cinta.

Veamos el impresionante relato de Colón en su Diario, confir­mado por su hijo Hernando en su Historia del A lmirante.

1. Guadalupe y Loreto

<<jueves, 14 de febrero (1493). Esta noche creció el viento y las olas eran espantables,

contraria una de la otra, que cruzaban y embarazaban el navío, que no podía pasar adelante ni salir de entremedias y quebraban en él. . . Crecía mucho la mar y el viento; y vien­do el peligro grande, comenzó a correr a popa donde el viento le llevase, porque no había otro remedio.

Entonces comenzó a correr también la carabela Pinta en que iba Martin Alonso, y desapareció, aunque toda la noche hizo faroles el Almirante y el otro le respondía, hasta que parece no pudo más por la fuerza de la tormenta y porque se hallaba muy fuera del camino del Almirante.

Salido el sol, fue mayor ell viento, y la mar cruzando más terrible; llevaba el papahigo solo y bajo, para que el navío saliese de entre las ondas que cruzaban, porque no lo hun­diesen.

El ordenó que se echase un romero que fuese a Santa María de Guadalupe y llevase un cirio de cinco libras de cera y que hiciesen votos todos que al que cayese la suerte cum­pliese la romería, para lo cual mandó traer tantos garbanzos cuantas personas en el navío venían y señalar uno con un cuchillo haciendo una cruz y metellos en su bonete bien re­vueltos. El primero que metió la mano fue el Almirante y sacó el garbanzo de la cruz, y así cayó sobre él la suerte y desde luego se tuvo por romero y deudor de ir a cumplir el voto. Echóse otra ves la suerte para enviar romero a Santa María de Loreto, que está en la marca de Ancona, tierra del Papa, que es casa donde Nuestra Señora ha hecho y hace muchos milagros, y cayó la suerte a un marinero del Puerto de Santa María, que se llamaba Pablo de Villa, y el Almirante le prometió de le dar dinero para las costaS>> i o2 .

Hernando Colón resume sustancialmente este relato con la única

102 Diario; fol. 6 1 .

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

particularidad de que del romero de Loreto dice que era «un mari­nero de puerto de Santa María de Santoña, Pedro de la Villa»1º3 .

El relato colombino es bien claro y suficientemente expresivo. Caben hacer unas breves observaciones:

1) Adviértase que la inicativa y orden de esos votos y promesas a la Virgen partieron de Colón mismo.

2) Que él escogió en primer lugar a Guadalupe, lo que indica que conocía y veneraba especialmente aquel santuario, al que debió visitar junto con los Reyes en 1485 . Además, recuérdese que reforzó su peregrinación con la ofrenda de un cirio de «cinco libras de cera» , detalle que no indicó en los demás casos. Es de notar también cómo recalca su propósito de cum­plir la promesa en todas sus partes.

3) Se ve clara la razón originaria del señalamiento en favor de Loreto, donde se ve casi en exclusiva su intervención, ya que revela conocimientos tan especiales que no es fácil que cono­cieran los otros marineros españoles. También aquí aparece un rasgo peculiar de Colón: aunque no le toca en suerte ir en peregrinación a la Santa Casa se compromete a sufragar los gastos del viaje, que entonces habían de ser de consideración.

4) No deja de ser sorprendente que, en éste como en otros casos siguientes, tocara la suerte con preferencia al mismo Almi­rante. La minuciosidad con que describe Colón estas escenas, vividas en trágicas circunstancias, demuestra que él veía algo providencial en ese señalamiento de la suerte.

2) La primera iglesia de Nuestra Señora

Como la tempestad seguía con ímpetu creciente y todos los ma­rineros querían tener su parte en algún voto o promesa, ya que el Almirante copaba la suerte, decidieron, siguiendo la misma línea de invocación mariana, hacer un voto especial que obligase a todos. Escribe Colón:

«Después de esto, el Almirante y toda la gente hicieron voto de, llegando a la primera t�erra, ir todos en camisa en procesión a hacer oración en una iglesia que fuese de la invo­cación de Nuestra Señora» 1º4 •

La situación debió ser cada vez más dramática, ya que el capítulo de votos prosiguió al ritmo de la devoción de cada cual. Se trataba de forzar un milagro al cielo , especialmente por intercesión de María:

103 Historia del A lmz"rante, ibid, pp. 261 -262. 1 04 Diario, fol. 6 1 .

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«Allende de los votos generales o comunes cada uno hacía en especial su voto, porque ninguno pensaba escapar, tenién­dose todos por perdidos, según la terrible tormenta que pa­decían» 1 05

Por fin, se hizo el milagro. La mar amainó y el 1 6 de febrero, «al decir la Salve, que es a boca de noche» , avistaron la isla de Santa María en las Azores. «Esta noche reparó el Almirante algo, porque desde el miércoles no había dormido ni podido dormir>> 1º6 •

3) A Santa María de la Cinta

Como si algún ser maligno se obstinara en poner trabas al des­enlace feliz de la gran aventura oceánica , impidiendo a todo trance el retorno a su punto de destino , las frágiles carabelas se vieron sor­prendidas con otra embestida marítima. Nuevo apuro Y . nuevas suer­tes de romero, esta vez a Santa María de la Cinta en Huelva . Apunta Así el trance:

«Domingo 3 de marzo. Después del sol puesto navegó a su camino al Leste; vínole una turbiada que le rompió todas las velas y vídose en gran peligro mas Dios los quiso librar. Echó suertes para enviar un peregrino diz que a Santa María de la Cinta en Huelva, que fuese en camisa, y cayó la suerte al Almirante. Hicieron todos también voto de ayunar el primer sábado que llegasen a pan y agua» 1 07 .

También se operó la protección de lo alto y arribaron a la Roca de Cintra, quedando todos a salvo.

Obsérvese el detalle mariano en la promesa de ayunar a pan y agua el sábado, día de muy antiguo consagrado por la liturgia y por la piedad a la Virgen Santísima. Siempre aflora el matiz mariano de la religiosidad marinera y española.

En relación a este voto de la Cinta, recaído en Colón, su hijo Remando añade unos matices que vale la pena dejar aquí con­signados:

«A 3 de marzo tuvieron tan gran tempestad que, pasada la ínedia noche les desgarró las velas, de modo que · estando en gran peligro de la vida, hicieron voto de enviar un peregrino a la Virgen de la Cinta, cuya venerada casa está en Huelva, donde aquél debía ir descalzo y en camisa. Tocó también la suerte al Almirante, como si con tantos votos como le tocaban,

105 Diario, fol. 6 1 . 106 Dzari·o, fol. 62. 107 Dzari·o, fol. 65 .

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

Dios glorioso quisiera demostrar serle más gratas las promesas de él, que las de los otros» 1 08 •

Las pequeñas variantes que se advierten en este texto hernandino hacen sospechar que la fuente original de que se sirve Hernando es algo distinta de la empleada por Las Casas o que hizo de ella mayor uso qu� el obispo de Chiapa.

Cumplimiento de las promesas

Aquellos hombres cristianos de recia fe no hicieron sus votos en instantes aciagos para luego, tras el peligro, olvidarse de ellos, sino que lo pactado con convicción lo cumplían con fidelidad.

Así lo hicieron en este caso con sus promesas a la Virgen, to­mando también en el cumplimiento Colón la delantera. Tanto es así que, apenas vislumbraron en la proximidad de las Azores una casa como ermita procuraron acercarse a tierra con la única pre­ocupación de cumplir de inmediato y antes que nada la promesa hecha a la Virgen de ir en procesión a la primera iglesia de su advo­cación que encontrasen al llegar a tierra. El 1 8 de febrero llegaron a la isla de Santa María y trabaron conversación con sus habitantes recibiendo a bordo a tres de ellos ..

a) Erm'ita de Santa María

Por cierto, que esta precipitación suya por cumplir su voto les acarreó tal serie de peripecias e incidentes que puso a prueba su seguridad.

Dejemos el relato del pintoresco suceso al propio autor del Diario de a bordo:

«Martes, 19 de febrero. Y porque el jueves pasado, cuando se vio en la angustia de la tormenta, hicieron el voto y votos susodichos y el de que en · la primera tierra donde hubiese casa de Nuestra Señora saliesen en camisas , etc . , acordó que la mitad della gente fuesen a cumplirla a una casita que estaba junto con la mar como ermita, y él iría después con la otra mitad . Los cuales, idos en camisa, en cumplimiento de su romería, y estando en su oración saltó con ellos todo el pueblo a caballo y a pie con el capitán y prendiéronlos a todos.

Después, estando el Almirante sin sospecha esperando la barca para salir él a cumplir su romería con la otra gente hasta las once del día , viendo que no venían, sospechó que los detenían o que la barca se había quebrado.

108 Historz"a del A lmirante, ibid, p. 282 .

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P. ISMAEL BENGOECHEA IZAGUIRRE, o.e.o.

Esto no podía ver el Almirante porque la ermita estaba detrás de una punta. Levantó el ancla y dió la vela hasta en derecho de la ermita, y vido muchos de caballo que se apea� ron y entraron en la barca con armas, y vinieron a la carabela para prender al Almirante» 1º9•

Prosigue Colón narrando los contratiempos que les ocasionaron los portugueses, hasta que el 24 de febrero, recuperada su gente y la barca, reemprendieron la navegación, rumbo a Castilla , ansioso de llegar, «agora que estaba a la puerta de casa» .

También en este caso Hernando Colón agrega unos pormenores significativos que nos limitamos aquí a resumir:

1 ) Los habitantes de la isla Santa María les informaron que la ermita que tenían a la vista era de la Advocación de la Vir­gen, lo que recordó al Almirante el voto que habían hecho, por lo que procuró enseguida ponerlo en práctica.

2) El Almirante pidió a aquellos hombres que fuesen a la po­blación e hiciesen venir al capellán que tenía la llave de la ermita, para que dijese allí una misa» 1 10 •

b) Santa María de la Cznta

De la visita de Colón como romero a Santa María de la Cinta no ha quedado documento testifical de la época, pero no cabe duda de que lo llevaría a efecto con toda exactitud apenas llegó sano y salvo al puerto de Palos el 15 de marzo de 1493 . Por aquí perma­neció hasta el 29 de marzo, en que parte para Sevilla . En este lapso de tiempo hubo de cumplir su promesa obligada a la Virgen de la Cinta. Y a hemos visto que era cumplidor escrupuloso de estas pro­mesas, máxime cuando el romero señalado por la suerte fue él per­sonalmente. En el Santuario de la Cinta hay un azulejo que evoca a Colón como peregrino de aquella Santa Casa 1 1 1 •

c) Guadalupe

Son varias las veces que Colón visitó el santuario extremeño de Guadalupe. Se supone que estuvo siguiendo a la Corte en 1486 o 1488, acompañando a los Reyes , que frecuentaban aquel mo-

109 Diario, fol. 64. 1 10 Historia del Almirante, t. 1 , pp. 269-271 l l l ÜRTEGA , P. Angel, La Rábida, t . 3 , p . 360; RuMEU D E ARMAS, Antonio, La Rábida,

ibid, p. 125; DíAZ HIERRO , Diego, Historia de la devoción y culto a Nuestra Señora de la Cinta, Huelva, 1 967 , pp. 106 , 1 83-185; DíAZ HIERRO , Diego, La devoción de Cristóbal Colón a Nuestra Señora de la Cinta, «ABC», Sevilla , 1 de agosto de 1 945 .

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

nasterio. El 30 de abril de 1488 despacharon allí mismo los Reyes la cédula para que Colón llevase a cabo su plan de navegación.

Arturo Alvarez admite también una estancia de Colón en Guada­lupe en jun�o de 1492 , en que los Reyes acudieron una vez más al célebre monasterio, fecha en la que los soberanos de Castilla firma­ron dos reales sobrecartas ordenando les fueran entregadas a Colón las carabelas convenidas y los tripulantes1 12•

En 1496 volvió Colón a Guadalupe. De esta visita ha quedado constancia documental en el mismo monasterio, ya que consta en el libro 1 , fol. 1 . 0 vto. de los libros bautismales, una partida (fecha 29 de julio de 1496) del bautizo de dos indios criados de Cristóbal Colón, a uno de los cuales impusieron el nombre del Almirante. Noticia que queda confirmada por el registro de bienhechores del monasterio. En el legajo con escritura del siglo XVIII, al folio 34 vto. , figura en 1496 como ofrenda de Cristóbal Colón una lámpara de plata para la Virgen 1 1 3.

Es de advertir, sin embargo, contra lo que afirma Arturo Alvarez, que los indios bautizados en Guadalupe en 1496 no fueron los pri­meros indios bautizados en España, como él pretende para justificar en favor de Guadalupe el título de «pila bautismal de América» 1 14•

Gratuitamente supone que a los primeros indios que trajo Colón en su primer viaje los bautizaría de urgencia durante la travesía ante el peligro de la tempestad que se abatió contra la expedición.

Llega a decir que en ninguna parte consta que tales primeros indios hubieran sido bautizados en otro lugar.

Sin embargo, consta que estos primeros americanos fueron bau­tizados en Barcelona. Lo asegura taxativamente el cronista Alonso de Santa Cruz:

«Y porque los seis hombres que el almirante avía traído pidieron que querían ser cristianos, los mandaron los Reyes bautizar, y ellos con el príncipe Don Juan, su hijo, fueron sus padrinos» 1 1 5 •

El afán de acumular méritos históricos en favor de Guadalupe ha obnubilado un poco la visión de la realidad al tenaz escritor guadalupense.

1 12 RUBIO , P. Germán, O . F. M . , Historia de Nuestra Señora de Guadalupe, Barcelona, 1 926, pp. 1 1 8- 1 19 , 294; PÉREZ , P. Nazario, Historia Mariana de España, ibid, t. 1 , v. 1 , pp. 1 6 1 - 1 66 ; ALVAREZ , Arturo, Guadalupe, ibid, pp. 79-8 1 .

1 1 3 ALVAREZ , Arturo, l. c . , pp. 83-84. 1 14 ALVAREZ , Arturo, l. c. , pp. 82-85 , Guadalupe, Pila Bautismal del Nuevo Mundo,

«Revista de Indias» , 20, 1 960 , pp. 1 1 7 - 1 24 . ·

1 15 Crónica de los Reyes Católicos, Edic. Crítica , Sevilla , 1951 , t. l ; pp. 90-91 . Los pri­meros indios fueron bautizados en la Seo de Barcelona. Cfr RuMEU DE ARMAS, Antonio, Colón en Barcelona, Sevilla, 1 944, p. 42.

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Dos títulos colombinos: Inmaculada y Antigua

Colón y la Inmaculada Concepción

Entre las evidencias históricas de la personalidad de Cristóbal Colón debe citarse su profundo sentt:ido religioso y dentro de éste su acendrada piedad mariana. Y entre las peculiaridades de su ve­neración a la Virgen Maria hay que destacar, porque no lo disimuló el mismo Almirante, su honda y sentida devoción a la Concepción Inmaculada de María.

Hernando Colón y Las Casas testimoniaron expresamente esta predilección concepcionista del gran navegante1 16 •

Ante el hecho · manifiesto del fervor inmaculista de Colón se ha procurado indagar sobre las causas que influyeron en tal sentido.

En general, se atribuye esta influencia a su trato tan frecuente y familiar con religiosos franciscanos, especialmente a partir de sus relaciones con fray Juan Pérez en la Rábida. Su hijo Diego afirma que su padre era terciario franciscano117 •

Don Luis Ulloa, defensor de la hipótesis catalanista de Colón, cree adivinar cierta influencia de Raimundo Lulio en el Descubridor y uno de los polos a los que apunta es la devoción de ambos por la Concepción Inmaculada i 1s .

Por otra parte, se sabe que Colón tuvo en gran estima y usó mucho el libro de Pedro de Alliaco !mago Mundi. Pues bien, Pedro de Alliaco fue un ultraescotista y defensor de la Inmaculada Con­cepción. Escribió además libros de argumentos marianos que figuran entre los fondos de la Biblioteca Colombina. Por aquí pudo venirle su fervoroso entusiasmo por el singular misterio de María.

Lo cierto es que ningún otro atributo de la Virgen puso el Des­cubridor más en evidencia que el misterio de la limpia Concepción de Nuestra Señora.

Por eso, a la segunda isla que descubre la llama La Concepción (nombre que ha conservado hasta nuestros tiempos) , luego repite, caso único, el mismo título para otras denominaciones: Puerto Con­cepción, Fortaleza Concepdón, Vz"lla Concepdón, otra Isla Con­cepdón119 .

Por fuente independiente consta que con ocasión de la fiesta de la Inmaculada, el 8 de diciembre del año del Descubrimiento, 1492 ,

1 16 Historia del Almirante, ibid, p. 1 9 1 ; Historia de las Indias; ibid, t. 1 , p. 1 55 . 1 1 7 ÜRTEGA , P. Angel, La Rábz"da, t. 2, p. 358. 1 18 BALLESTEROS BERETTA, Antonio, Cristóbal Colón, t. IV, pp. 1 18- 1 1 9 . Astrana Marín

niega el pretendido lulismo de Colón aun admitiendo la predilección de éste por la Inmaculada, Cristóbal Colón, ibid, pp. 1 5 , 19 , 330-336.

1 19 Diario, fols. 1 1 , 24, 33 , 34: «Carta del Almirante» a Luis de Santángel. Colección Navarrete, Edic. 1945; ibid, pp. 297-298; Ht"storia del Almfrante, ibid, t. 2, pp. 82 y 1 73 .

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

después de fundar y bautizar . la ciudad de la Concepción de la Vega quiso Colón celebrar djgnamente la solemnidad del día y por honra de la fiesta de la Concepción mandó aderezar los navíos, sacando las armas y banderas y disparar la artillería 12º. Recogemos con re­serva esta indicación del padre Severino por la imprecisión de la refe­rencia (correspondiente a la moderna signatura Indiferente 418) y porque parece confundirla con la celebración de la fiesta de Santa María, del 18 de diciembre, consignada por Colón en su Dian,'o, fol. 39.

Colón fue fiel a su gran amor hasta la muerte y así , en sus suce­sivos testamentos a partir de la escritura de constitución de Mayo­razgo, el 22 de febrero de 1498, hasta el codicilo del 1 9 de mayo de 1 506, víspera de su muerte, reitera su deseo de establecer en la isla Española una capellanía y de erigir en ella una iglesia bajo la advocación de Santa María de la Concepción 121 •

En el mismo Mayorazgo de 1498 ordena se haga la iglesia de la Concepción con su capilla, «en la que se digan misas por mi ánima y de nuestros antecesores y sucesores con mucha devoción» 122 •

Del testamento que Colón redactó en Segovia y legalizó en Valla­dolid, su auténtica «Última voluntad» , se deduce que conservó el amor a la Inmaculada hasta el último aliento de su vida 123 •

Colón y Santa María de la Antigua

Entre las advocaciones marianas concretas vinculadas a Colón figura también con pleno derecho Nuestra Señora de la Antigua. Aparece ese título con reiteración en escritos e iniciativas colombinas y es justo que quede asimismo registrado en estos apuntes.

El 1 0 de noviembre de 1493 , durante su segundo viaje, Colón no se cansa de descubrir y de bautizar nuevas islas , y al cabo de la jornada llama a la más extensa de ellas «Santa María de la A n­tzgua>>124.

¿Por qué? A don Cristób:il no le era desconocida esta advocación de Nuestra Señora. Colón estaba íntimamente relacionado con Se­villa . En esta ciudad permaneció largas temporadas, aquí trató a mucha gente y encontró buenos amigos. Desde luego, Sevilla es la ciudad más colombina de España. Y en Sevilla la Virgen de la Anti­gua era la gran devoción universal en aquellos tiempos. Su efigie mural en la catedral hispalense era centro de atracción de la piedad

120 Archivo de Indias, Indiferente general, Libros de Reales Ordenes, 1 39-1 -4. Cfr SEVERINO DE SANTA TERESA, Vírgenes conquistadoras, Vitoria, 1951 , p. 99.

121 G!MÉNEZ FERNÁNDEZ , Manuel, Los restos de Cristóbal Colón en Sevilla, Sevilla, 1 954, p. 1 5 .

122 LETURIA , Pedro de, S. J. , Ideales político-religiosos de Colón . . . , ibid, p. 697 . 123 Archivo del Duque de Veragua, Colección, II, p. 3 1 5 ; Navarrete, ed. 1 825. 124 CoLóN , Hernando, Historia del Almirante, ibid, p. 333.

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de aquellas gentes. Nada más lógico que Colón, devoto de Nuestra Señora, se sintiera atraído también por el hechizo sobrenatural de la Virgen de la Antigua. Con razón los historiadores cuentan al Descu­bridor del Nuevo Mundo entre el cortejo de los grandes devotos de Santa María de la Antigua de Sevilla 125 •

Pedro Mártir de Anglería indica que entre las bocas de Urabá está la población de Santa María de la Antigua126•

Sin embargo, es de advertir que la ciudad de Santa María de la Antigua del Darién no surgió hasta la segunda mitad del año 15 10127 •

Sin fundamento histórico se ha afirmado que Colón dedicó a la Virgen de la Antigua la primera capilla que erígió en la isla

"de

Santo Domingo128 • Sí , es cierto que «muerto Colón el 2 1 de mayo de 1 506, sus exe­

quias se celebraron en la iglesia de Santa María de la Antigua, de Valladolid» 129, aunque este título vallisoletano nada tenía que ver con la homónima advocación mariana hispalense. .

Y para completar la referencia recordaremos que los supuestos restos de Colón reposan actualmente en su mausoleo de la catedral hispalense, el cual se halla cabalmente instalado en la nave más próxima a la capilla de Santa María de la Antigua Coronada de Sevilla 130 •

Cuestiones menores

1 ) La bandera o estandarte de Colón

Hay autores que mencionan cierta «bandera o estandarte de Colón» que no deja de tener su característica significación mariana.

125 BALLESTEROS BERETTA , Antonio, Cristóbal Colón, ibid, t. IV, p. 200; SEBASTIÁN Y BAN­DARÁN, José, Pbro . , La Virgen de la Antigua, « Boletín de la Academia Sevillana de Buenas Letras» , Sevilla, 69, 1 944, pp. 7 1 - 73 .

126 MÁRTIR DE ANGLERÍA, Pedro, Segunda Década, Edic. º México, 1 964, t. 1 , l . 10 , p . 280. LAS CASAS , Bartolomé, Historia de las Indias, II, cap. 63; FERNÁNDEZ DE ÜVIEDO , Gonzalo, His­toria general . . . , 27 , cap. 4.

127 Cfr SEVERINO DE SANTA TERESA , O .C .D. , Historia documentada de la Iglesia en Urabá y el Darién, Bogotá, 1 956, vol. II , p. 53 .

128 �REZ, Nazario, Historia mariana de España, ibid, t. 1 , 1 , p. 1 64; SEBASTIÁN y BAN­DARÁN, José, l. c. , p. 72 .

l 29 BALLESTEROS BERETTA , Antonio, l. c. , t. IV, p. 737 , NAVARRETE, Colección de docu­mentos.

130 CuNEO VrnAL , R. , Los restos de Colón, «Boletín de la Real Academia de la Historia», 88, 1 923, pp. 478-486; DuFF, Charles, La verdad acerca de Cristóbal Colón, p. 239 (los dos afirman que los restos de Colón reposan en la catedral hispalense); GIMÉNEZ FERNÁNDEZ , Manuel, Los restos de Cristóbal Colón en Sevilla, Sevilla, 1 954, 1 70 pp. (Sostiene que los restos de Colón continúan enterrados en Santa María de las Cuevas de Sevilla, de donde nunca fueron sacados para ningún traslado).

468

LA VIRl 1 L N .\! ARIA EN LA V IDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

Escribe Vargas Ugarte: «Su bandera de raso grana llevaba en una y otra cara, bordadas en oro, las imágenes <;le Jesús y de María» 131 .

No conocemos fehacientemente tal «bandera de Colón» . En cam­bio, el propio Almirante hace expresa mención de otra enseña, la de los Reyes. Decía así . en su célebre «Carta» del Descubrimiento:

«Y o fallé muy · muchas islas pobladas con gente sin número, y dellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho»132 .

Llevaban también el banderín de mando, un cuadradito de seda de Damasco, encarnado, montado en una asta, en cuyas caras figu­raban en el anverso Jesús crucificado y en el reverso la Santísima Virgen, ricamente bordados con hilos de seda y oro. Ese banderín se guardaba en el camarote del Almirantel33.

2) La primera m'Ísa

También la primera misa celebrada en el Nuevo Continente se ha querido vincular con la Virgen María, a veces con sospechosas con­cretizaciones.

Mientras el mercedario Salmerón atribuye la primera misa al , también mercedario fray Juan Infante, el benedictino Honorio Phili­pone la adjudica al benedictino fray Bernardo Boil. Así, por parte de uno se evoca a la Virgen de la Merced y por el otro a la de Montserrat134.

Parece lógico que la primera misa americana la celebrara Ber­nardo Boil, ya que él fue al frente de la primera misión religiosa de sacerdotes y religiosos, en el segundo viaje (1493) , con amplias facultades apostólicas.

3) Primeras zºmágenes de la Virgen

Según testimonio del historiador Garcilaso de la Vega, recogido por Antonio de Santa María y Alejandro Cepeda, Colón dejaba una imagen de la Virgen en cada pueblo que ganaba 135 .

Aparte la manifiesta exageración, la especie tiene refrendo en otros testimonios históricos , por lo que consta que los descubridores

131 VARGAS UGARTE, Rubén, S. J. , Historia del culto de María en Ibero-América, Buenos Aires, 1 947, 2. ª edic. , pp. 24 y 26.

132 Carta a Luis de Santángel, 14 de marzo de 1493. Innumerables veces editada, Edición crítica, Carlos Sanz, Madrid, 1 96 1 .

l33 CH:ARCOT , J. B . , Christophe Colom vu par u n marín, París, 1 928, p . 7 1 ; MARTÍNEZ HIDALGO, J. M . , Las naves de Colón, 1 969, p. 122.

134 BARROS ARANA , Diego, Obras completas, 1 909, t . VI, pp. 17 -33. ! 35 SANTA MARÍA , Antonio de, España Triunfante, M adrid, 1 68 2 , p. 363; CEPEDA , Félix

Alejandro, C .M.F. , A mén.ca mariana, Barcelona, 1 905, t. l , p. 22.

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P. ISMAEL BENGOECHEA IZAGUI RRE, 0.C.D.

llevaban imágenes consigo a las que los indígenas hacían reverenci<J, imitando lo que veían h.acer a los españoles .

El dato histórico no precisa la identificación de esas imágenes, si bien es más que presumible que prevalecieran las de Nuestra Señora.

Salmerón y tomándolo de él también Antonio de Santa María, relata una victoria de los españoles contra los indios en marzo de 1495, alcanzada gracias al favor de Nuestra Señora de las Mercedes, cuya imagen, regalo de la reina Isabel la Católica, llevaba en aquella ocasión el

_ mercedario fray Juan Infante136 •

La primera iglesia o capüla

La primera iglesia en América se ha querido que estuviese rela­cionada con el propio Colón y también vinculada nominalmente a la Madre de Dios.

Los testimonios explícitos se refieren a pequeñas chozas formadas con palos y hojas que servían como de improvisados oratorios, pero que se hacían y deshacían con gran facilidad, · a las que difícilmente se pueden aplicar títulos de capillas o iglesias.

Además, para obras tan provisionales y frágiles no cabe sañalar con seriedad nombres dedicados y consagrados.

A lo sumo, podría decirse que levantaron desde el principio pe­queños oratorios en honor de Jesucristo y de su Madre Santísima.

Por eso, es manifestamente exagerado afirmar que ya en 1495 «nació» el primer santuario mariano de América, que se alza sobre una colina «cerca de la ciudad de Concepción» y está dedicado «a la Virgen de las Mercedes» .

Lo mismo había publicado Vargas Ugarte, el cual precisa. que Colón, «próximo a la isla de Concepción, hizo construir una iglesia a la Virgen de las Mercedes que aún perdura» 137 .

Lo único cierto que consta auténticamente es que Colón dispuso en su testamento de 1 506 , que en la Vega de la Concepción se esta­blecieran tres capellanías, donde se dijeran tres misas cada día, una de ellas «a la Concepción de Nuestra Señora» , y todo ello «en una Capilla, que se haya de facer>> 1 38 .

En el testamento anterior, de 1498 , la referencia a la iglesia de la Inmaculada es más directa:

«Que el tiempo que se hallare en disposición manda (a su hijo don Diego) facer una iglesi� que se intitule Santa María

1 36 L. c. , pp. 362-363. Provienen estas especies de Salmerón y Solórzano, a quienes cita PIZARRO Y ÜRELLANO , Colección de libros raros o curiosos que tratan de A mérica, ed. V, Suárez, Madrid, t. 1 , p. 32; SANTA MARÍA , Antonio de, España Triunfante, p. 3 6 1 .

137 FLORES DE LEMUS , Isabel, l. c. , pp. 1 2 - 1 3 ; VARGAS UGARTE, Rubén, (c. , p. 2 7 . 1 38 Testamento de Colón, NAVARRETE, Colección, U, p. 3 1 5 , Edic. 1 825.

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

de la Concepción, en la isla Española, en el lugar más idó­neo . . . e se ordene una capilla en que se digan misas por mi ánima e de nuestros antecesores e subcesores con mucha de­voción» 139 .

Antonio de Santa María, en su España trzºunfante, escribe sobre la primera iglesia de América (en el segundo viaje de Colón) :

«La primera iglesia fue dedicada a Nuestra Señora de Montserrat, por haber salido de aquella Casa en Cataluña Fr. Juan Boil» 140 .

Puestos a adjudicar primicias religioso-eclesiásticas en el Nuevo Mundo parece justo, mientras no conste lo contrario , que las reser­vemos a los expedicionarios eclesiásticos del segundo viaje (24 de sep­tiembre de 1493), ya que en el primero no embarcó ningún clérigo. Y en esta segunda expedición colombina los honores de las primeras actuaciones e iniciativas corresponden a fray Bernardo Boil, ya que fue comisionado por los Reyes y por el Papa con esta misión, con poderes para fundar y erigir iglesias, capillas, santuarios, etc .

Ciertamente no pudo realizar obras de cierto empeño, ya que sólo permaneció en Indias por espacio de un año, pero sí lo suficiente para dar los primeros pasos y erigir las primeras capillas, que es lo que aquí se trata.

Sin duda, que los mercedarios Juan Solorzano, Juan Infante y Jorge de Sevilla, que acompañaron a Boil en su expedición a Indias , no estarían nada ociosos en sus correrías apostólicas, en las que la Virgen de la Merced madrugó maternalmente para hacer suyo, en parte, aquel continente.

Pero no les fueron a la zaga los franciscanos, quienes llegaron en tal número en repetidas expediciones que, en 1 505, ya se pudo erigir la provincia de las Indias Occidentales141 .

Entre unos y otros, muy pronto, apremiados por su celo religioso, trataron de levantar iglesias y capillas . En 1501 se ordenó al gober­nador de la Española que congregara a los indios en poblados, en cada uno de los cuales habría una iglesia y capellanía para el adoc­trinamiento de los habitantes142 .

139 NAVARRETE, 11 , p. 234, Edic. 1825 . 140 L. c. , p. 360. 141 Cfr Historia de /,a Iglesia, R . AuBENAS , Robert RicARD, Edi. Cep. Valencia, 1 974,

vol. XVII, pp. 487 , 493 . 142 Historia de /,a Iglesia, ibid, p. 496; La Instrucdón, KoNETZKE , Colección, 1, p. 9 .

47 1

P. ISMAEL BENGOECHEA IZAGUIRR E, o . e . o .

La Virgen María en el Libro de las Profecías

En la Biblioteca Colombina de Sevilla se conserva el célebre códice titulado : «Profecías que juntó el A lmirante D. Cristóbal Colón de la Recuperación de la Santa Ciudad de Hierusal�m y del Descu­brimiento de las Indias, dirigidas a los Reyes CatólicoS>>.

Es un manuscrito de 70 hojas compuesto a base de escritos y pa­peles varios de Cristóbal Colón, recogidos y copiados en varios cua­dernos, después del año 1 502 . Hay letras de varios copistas y ama­nuenses y son numerosas las anotaciones autógrafas del propio Al­mirante.

Comienza el volumen con la doble copia de la carta de Colón al Padre Gorricio (fecha 1 3 de septiembre de 1501 ) , y en ambas apa­rece, como ya lo hemos indicado, el detalle de la invocación colom­bina: Jesus cum Maria sit nob'is in vza que, sin duda ninguna, figu­raba en el autógrafo de don Crisóbal, ya que nos consta por testi­monio de su hijo don Hernando, que tal era la costumbre del Al­mirante. Costumbre piadosa que tiene su confirmación en esta carta transcrita al frente del Libro de las Profecías, ya que, si no autógrafa en sí misma, es copia del original colombino que tenía ante sí el amanuense.

Desde el punto de vista mariano no ofrece especial interés el Lzºbro de las Profecías, ya que, en su gran parte, no es más que un centón de textos escriturísticos y patrísticos que más o menos podrían hacer al caso sobre una providencial misión de este hombre vidente en orden a la liberación de Jerusalén.

Esto, no obstante, cabe recoger aquí alguno de esos textos en el que se hace mención de la Virgen María y que, de paso, demuestra la erudición religiosa del compilador.

El caso más significativo en este sentido quizá sea el siguiente pasaje del Libro de las Profecías sobre las «profecías» de María. Dice

-así:

Nota in Alchorano

472

«lucas , cap. 1 Ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes gene­

rationes. Idest Judei et gentiles, ex omnibus genera­tionibus aliqui sunt conversi ad fidem, qui confidentur istam virginem beatam.

Hoc etiam patet in Saracenis ; unde in Alcorano Machometi di-citur: De Maria virgine dixerunt angeli: O Maria , Deus annumtiat tibi verbum ex ipso, et erit nomen eius Jesus , filius Marie. Et alibí, in eoden libro , dixerunt Angeli : O Maria, Deus utique elegit

LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

te, purificavit te , et elegit te claram super mulieres seculum, etc .» 1 43 •

Colón, testigo y participante de la gloria universal de María en el mundo cristiano, contempla el cumplimiento efectivo del vaucm10 de la Virgen a Través de gentes y edades . Concretamente señala a judíos, gentiles y musulmanes.

En comprobación del último dato cita un poco libremente co­nocidos suras del Corán, en los que se enaltece la memoria y la misión de María. Es certero el Almirante en esta evocación coránica, que será luego muy estudiada y ponderada por muchos autores posteriores 144•

El testamento de Colón

Cristóbal Colón realizó tres veces disposiciones testamentarias:

1 ) al instituir el Mayorazgo, el 22 de febrero de 1498; 2) antes de su cuarto viaje, el 1 de abril de 1 502 ; 3) el codicilo que añadió en la víspera de su muerte en Valla­

dolid, 1 9 de mayo de 1 506 .

No ha llegado a nosotros el texto del segundo testamento, que el Almirante consignó al Padre Gorricio, su amigo de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla . Pero sustancialmente debió ser idéntico al primero, salvo leves enmiendas o adiciones. El codicilo de Valladolid vino a confirmar sus disposiciones anteriores añadiendo algunas particularidades y matices.

En lo que respecta a la Virgen, hay entre el primero y el último testamento una cláusula complementaria con pequeñas variantes.

Decía así Colón en la «Institución de Mayorazgo» ( 1498) :

«ltem: que al tiempo que se hallare en disposición, que mande hacer una Iglesia , que se intitule Santa María de la Concepción, en la Isla Española en el lugar más idóneo. . . y se ordene una capilla en que se digan misas por mi ánima y de nuestros antecesores y sucesores con mucha devoción . . . » «y en conmemoración de lo que yo digo y de todo lo sobrescrito hará un bulto de piedra de mármol en la dicha iglesia de la Concepción en el lugar más público, porque traiga de contino memoria esto que yo digo al dicho D . Diego» 145 •

143 Libro de las Profecías, c. 60 A, Códice en la Biblioteca Colombina, Sevilla; Raccolta, vol. 2 , p. 142.

144 GEAGEA , N. María ne! Messagio Coranico, Edic. Teresianum, Roma, 1973, 1 88 pp. 145 NAVARRETE , M . F. , Colección (ed. 1 825), I I , p. 2 34 .

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En el testamento de Valladolid ( 1 506) añadió Colón lo siguiente:

«Digo a D. Diego, mi hijo, e cuando que tanto que él tenga renta del dicho Mayorazgo y herencia, que pueda sos­tener una en una Capilla , que se haya de facer, tres Cape­llanes que digan cada día, tres Misas, una a honra de la Santa Trinidad e otra a la Concepción de nuestra Señora e la otra por anima de todos los difuntos, e por mi ánima e de mi padre e madre e mujer. E que si su facultad abastare que haga la dicha Capilla honrosa y la. acreciente las oraciones e preces por el honor de la Santa Trinidad, e si esto puede ser en la Isla Española que Dios me dió milagrosamente, hol­garía que fuese allí donde yo la invoqué, que es en la Vega que se dice de la Concepción» 146•

De estas repetidas manifestaciones de su última voluntad se des­prende claramente que en los momentos solemnes de su vida se agu­dizaba el espíritu católico de Colón y, lógicamente, también afloraba su profunda piedad mariana. La diferencia entre una y otra dispo­sición estriba en que, mientras en 1498 manda hacer una iglesia dedicada a Santa María de la Concepción y se ordene una capilla donde se digan misas, en 1 506 precisa que en esa capilla , «que se haya de facer>> , se digan tres misas cada día: a la Trinidad, a la Concepción de Nuestra Señora y a los difuntos.

La Virgen está presente en su postrer pensamiento y concre­tamente a través del misterio de su Inmaculada Concepción: iglesia de la Concepción, misa a la Concepción y todo en la isla La Espa­ñola, que es en «la Vega de la Concepción» .

Lógica de vida en una existencia de paradojas. En relación con la Virgen María el Descubridor del Nuevo Mundo mantuvo una fide­lidad absoluta. Por eso terminó todos sus testamentos con sus últimas disposiciones «a onra de Nuestra Señ9ra» . Ex abundantia cordis . . .

Los restos de Colón

En contra de lo que se afirma comúnmente Colón no señaló el lugar de su enterramiento. Quizá se interpretó en ese sentido la orde­nación de su testamento de erigir iglesia en la isla de Santo Domingo y establecer en ella una capellanía en que se dijesen misas en sufragio de su alma y de sus familiares. Parece que estaría sugiriendo que esa iglesia y esa capellanía en la mente del Almirante estaban vincu-

146 NAVARRETE, ibid, pp. 314-315 .

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LA VIRGEN MARIA EN LA VIDA Y LA OBRA DE CRISTOBAL COLON

ladas al título mariano de la Inmaculada Concepción y no a la advo­cación de Santa María de la Antigua, como también se ha asegurado erróneamente147 •

Sin embargo, a sus despojos mortales ha seguido de alguna ma­nera el signo exterior mariano. Parece ser que a su muerte en Valla­dolid ( 1506) , se celebraron sus funerales en la iglesia de Santa María de la Antigua, siendo enterrado provisionalmente en la iglesia de los Franciscanos.

En 1509 sus restos fueron trasladados a Sevilla , donde quedaron inhumados en la capilla de Santa Ana de la Cartuja de Santa María de las Cuevas. De aquí se asegura que fueron exhumados de nuevo y transportados a La Española (Santo Domingo) , entre los años de 1536 a 1544, en cuya catedral habrían quedado instalados. Pero en 1 795 , al sobrevenir la pérdida de Santo Domingo por parte de España, de nuevo fueron sacados de la catedral los despojos mortales del Almirante, siendo trasladados esta vez a La Habana (Cuba) , to­davía posesión española. Pero tampoco permanecieron aquí definiti­vamente, ya que en 1898, al perder la Corona de España la isla de Cuba, se tomó la providencia de reintegrar los restos de Colón a la ciudad de Sevilla .

De esta suerte Colón volvió a la ciudad que más amó, donde más tiempo vivió y que mejor le quiso y le honró. Hoy yacen sus restos mortales en la catedral hispalense, en un mausoleo majestuoso levan­tado muy cerca de la capilla de Nuestra Señora de la Antigua148 •

Conclusión

Conforme a lo que llevamos expuesto y comprobado en este estu­dio, a base de datos escuetos de la más auténtica y primitiva docu­mentación, se deduce palmariamente que:

Don Cristóbal Colón fue un cristiano consciente, de continuo recurso a la apelación divina, leído en Biblias, terciario franciscano y devoto sincero de Nuestra Señora.

Es el navegante nato que emprende aventuras en nombre del Señor e invocando el auxilio de Jesús y de María.

147 SEBASTIÁN y BANDARÁN , José , Breve noticia de las Imágenes . . . , «Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras», Sevilla, 1944, 69, p. 72.

1 48 AsTRANA MARÍN , Luis, Cristóbal Colón, Edit . Voluntad , Madrid. 1 92 9 . Los restos de Colón, pp. 449 -49 9 ; CUARTERO Y HlºERTA , Baltasar, La Prueba plena, Documentos inéditos demostrativos de la autenticidad de los restos de Crisóbal Colón . Consejo Superior de Investi­gaciones Ciemtíficas, M adrid 1 963, 308 p.p . ; PEÑA y CÁM ARA , José María de la. Los restos de Cristóbal Colón, «Boletín de la Real Academia Sevillana dé Buenas Letras» . vol . I I . n. 0 2 , 1 974, 2 . ª época, pp. 7 9 - 95 .

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El descubridor religioso que ofrece a Dios y a la Virgen las pri­micias de sus descubrimientos.

Es el católico de su época que exterioriza su religiosidad prefe­rentemente con claras manifestaciones de piedad mariana: rezo diario del Ave María y la Salve, celebración de sus festividades, guarda de los sábados, ofrenda y cumplimiento de promesas, visita de santua­rios y, a título más original, el que asocia el nombre de María a su propia firma, que erige por testamento una iglesia en honor de la Virgen y manda celebrar diariamente una misa en honra de la In­maculada Concepción.

Así tenemos que el genio más audaz de la historia, el primer hombre de dos mundos anclado entre dos edades, gran servidor de la humanidad e hijo sumiso de la Iglesia Católica, se sintió y se condujo siempre y por doquier como Caballero de Nuestra Señora, vasallo jl:el de Santa María.

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