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T LA VERDADERA ALEGRÍA Carta con ocasión de la Fiesta de San Francisco de Asís Se alegrarán los que se acogen a ti, gritarán alborozados por siempre; tú los protegerás, en ti disfrutarán los que aman tu nombre” (Sal 5,12). Queridos hermanos: F rancisco de Asís buscó a Dios durante toda su vida y esta búsqueda le proporcionó muchas alegrías día tras día, paso a paso, en su historia personal con Dios y con la fraternidad. En el Testamento de Francisco, se narra el encuentro con el leproso en 1205, cuando inicia el tiempo de su conversión, éste es el escrito más personal y autobiográfico, un escrito clave y señala la cumbre de los escritos de Francisco, donde se muestra que el pobrecillo de Asís fue asaltado por Dios en los distintos momentos de su vida para lanzarlo y, a la vez, centrarlo en Él. Dice al respecto: “El Señor me dio a mí, el hermano Francisco, el comenzar de este modo a hacer penitencia: pues, como estaba en pecado, me parecía extremadamente amargo ver leprosos; pero el Señor mismo me llevó entre ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de ellos, lo que me parecía amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo” (Test 1-3). Francisco experimentó la alegría, la satisfacción en la convivencia y ayuda a los leprosos porque pudo compartir con ellos la misericordia de Dios, porque Él es bueno y tierno con todas las criaturas (cf. Sal 145,9). Otro acontecimiento significativo en la vida de Francisco es la escucha del Evangelio sobre la misión, de ir confiado sin alforja, ni dinero; sino confiado en la providencia de Dios (cfr. Lc 10, 1-16). Esto sucedió en la capilla de la Porciúncula, en 1208. Al instante, Francisco, saltando de gozo, exclamó: “Esto es lo que quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica” (1C 4). El santo descubrió lo que quería, lo esencial de su vida: el amor de Dios para anunciar y compartir con los demás; y esto llenó de alegría su corazón. Al punto que, instituyó una forma de vida y desde aquel entonces, mucha gente, de la mano de

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LA VERDADERA ALEGRÍA

Carta con ocasión de la Fiesta de San Francisco de Asís

“Se alegrarán los que se acogen a ti, gritarán alborozados

por siempre; tú los protegerás, en ti disfrutarán los que aman tu nombre” (Sal 5,12).

Queridos hermanos:

Francisco de Asís buscó a Dios durante toda su vida y esta búsqueda le proporcionó muchas alegrías día tras día, paso a paso, en su historia personal con Dios y con la fraternidad.

En el Testamento de Francisco, se narra el encuentro con el leproso en

1205, cuando inicia el tiempo de su conversión, éste es el escrito más personal y autobiográfico, un escrito clave y señala la cumbre de los escritos de Francisco, donde se muestra que el pobrecillo de Asís fue asaltado por Dios en los distintos momentos de su vida para lanzarlo y, a la vez, centrarlo en Él. Dice al respecto: “El Señor me dio a mí, el hermano Francisco, el comenzar de este modo a hacer penitencia: pues, como estaba en pecado, me parecía extremadamente amargo ver leprosos; pero el Señor mismo me llevó entre ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de ellos, lo que me parecía amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo” (Test 1-3). Francisco experimentó la alegría, la satisfacción en la convivencia y ayuda a los leprosos porque pudo compartir con ellos la misericordia de Dios, porque Él es bueno y tierno con todas las criaturas (cf. Sal 145,9).

Otro acontecimiento significativo en la vida de Francisco es la escucha

del Evangelio sobre la misión, de ir confiado sin alforja, ni dinero; sino confiado en la providencia de Dios (cfr. Lc 10, 1-16). Esto sucedió en la capilla de la Porciúncula, en 1208. Al instante, Francisco, saltando de gozo, exclamó: “Esto es lo que quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica” (1C 4). El santo descubrió lo que quería, lo esencial de su vida: el amor de Dios para anunciar y compartir con los demás; y esto llenó de alegría su corazón. Al punto que, instituyó una forma de vida y desde aquel entonces, mucha gente, de la mano de

Francisco, ha encontrado la alegría en esta vocación, en la forma franciscana de vivir el Evangelio, comenzando por Bernardo de Quintavalle, su primer compañero. También esta escucha del Evangelio de la misión le llevó a Francisco a usar el hábito en forma de cruz.

Un lugar especial para la primera comunidad franciscana fue Rivo

Torto (1209), cerca de Asís. Rivo Torto representa el primer amor de la vivencia del Evangelio, la gran aventura de la fraternidad y la pobreza; el espacio especial para el silencio y la oración de los primeros compañeros de Francisco (cfr. 1C 16). Parece que Rivo Torto era una leprosería abandonada o propiedad de alguno de los frailes. Sin lugar a duda, en este hermoso lugar, los hermanos se sentían a gusto con la forma de vida concentrada en el silencio y la oración, así como también, espacios complementarios: pedir limosna, algún trabajo doméstico y una que otra predicación en un lugar poblado. La melodía espiritual del Pater noster les alegraba el espíritu; esto nos remite a la primera comunidad cristiana, cuando los apóstoles vivían juntos practicando la oración, la fracción del pan y todo ponían en común (cfr. Hch 2, 42-47). Probablemente, en Rivo Torto los frailes vivían como una vida monástica, una vida ascética de penitencia, pero concluyó este tiempo con el episodio de un hermano que a media noche se moría de hambre y Francisco mandó preparar comida y cenaron todos los hermanos (cfr. LP 1). Francisco vio que ese no era el camino y salieron de aquel caluroso hogar para ir hacia la Porciúncula (cfr. LP 8) . Pues el Abad benedictino donó la mencionada capilla para los frailes. Así pues, Rivo Torto representa para los frailes una de las grandes alegrías de la vocación franciscana.

Luego de una vida de silencio y oración, la fraternidad se expandió y

prosperó abundantemente que, en el Capítulo de las Esteras de 1217, la Orden contaba con 5000 frailes y en aquel momento, se organizó en Provincias, siendo gran motivo de alegría para todos los hermanos que crecían rápidamente y abrazaban esta forma de vida evangélica. Además, varios hermanos fueron enviados al norte de África como misioneros.

Posteriormente, en 1219, Francisco marcha a Oriente, donde el ejército

de los cruzados combate contra los musulmanes por la conquista de Tierra Santa. En su misión de pacificación se encuentra con el sultán Melek-el-kamel. Francisco realizó, en nombre de Dios, una hazaña heroica con la finalidad de sembrar la paz en medio de la guerra. La paz es siempre motivo de alegría; mientras que la guerra trae siempre dolor, miseria, muerte y roba la esperanza.

Pero al regresar de Oriente a Italia (1220), Francisco se encontró con la

amarga decepción de que los frailes ya no vivían la pobreza evangélica con radicalidad y muchas cosas habían cambiado, ya la vida de los frailes era diferente a la sencillez evangélica de los inicios. Entonces, Francisco entró en una gran crisis; tal fue la crisis que renunció al oficio de Ministro general y se dedicó a la contemplación alejándose a los montes de Italia: Greccio, Fonte Colombo y Alvernia. Greccio nos muestra las lágrimas de Francisco por la no vivencia evangélica de los hermanos, pero también, la comprensión de Francisco sobre el misterio de la encarnación, la muerte y resurrección de Cristo en el sacramento de la Eucaristía. Fonte Colombo, en cambio, revela la ceguera del pobrecillo de Asís, pero también los ojos de la misericordia del santo para escribir la Regla para la Orden. Finalmente, Alvernia representa la unión mística de Francisco con Cristo en el dolor y el amor por la redención del mundo.

Podríamos decir que, Francisco se alejó de los hermanos, pero se

acercó más a Dios y eso dio más firmeza y solidez a la Orden. En este tiempo, cuando Francisco superaba la crisis, dictó al hermano León el pasaje de “la verdadera alegría” (VerAl), el mismo que se ubica en los escritos del pobrecillo, en el apartado de los avisos espirituales, luego de las admoniciones. En este pasaje, podemos darnos cuenta de que, para Francisco, la verdadera alegría, no consiste en éxitos humanos o la ausencia del sufrimiento, sino en la práctica de la paciencia, la paz; en abrazar la cruz, frente a la dureza de los hombres y a la naturaleza que sigue su ritmo. En efecto, en nuestra lógica hay grandes satisfacciones en el logro de los éxitos humanos, pero esa no es la verdadera alegría. También, cuando hay ausencia de dolor y sufrimiento, no nos quejamos o no hacemos berrinches, parece que en eso consiste la alegría de la vida, pero esa no es la verdadera alegría.

Según el santo y sabio de Asís, la verdadera alegría no está en la

sabiduría de los maestros de París que se integran a la Orden, ni en la llegada de los obispos, arzobispos, rey de Francia, rey de Inglaterra, ni en la conversión de los infieles a la fe, ni en los milagros para sanar enfermos. Si no que, la verdadera alegría está en practicar las virtudes, como son: la paciencia y la humildad, frente a las adversidades de la vida y la dureza de los otros, porque como dice Francisco, en el fondo de todo está una razón: “por amor de Dios” (VerAl). Éste es el camino que nos enseña las Sagradas Escrituras, según menciona Tobías, en medio del sufrimiento y el llanto por la muerte de su padre y la deportación de Israel, no perdió la esperanza,

sino que tenía la certeza de que: “los que aman sinceramente a Dios se alegrarán” (Tb 14,7).

En este mismo sentido, la Biblia nos instruye sobre el tema de la

alegría y felicidad del ser humano. En efecto, la Palabra de Dios fue la fuente de la cual bebió Francisco, durante toda su vida, luego del inicio de su conversión. La palabra “felicidad” (en hebreo ashur) es muy frecuente en el salterio (Sal 17,5.11; 37,31; 40,3; 44,19; 73,2); quiere decir hacer un paso, es decir, la felicidad es un paso hacia adelante, es caminar buscando la alegría de la vida. Se trata de progresar, mas no de llegar hacia un punto como si fuera un objetivo o meta.

Podemos decir que la felicidad o mejor dicho la bienaventuranza está en Dios. Es decir, en alabarlo, en confiar en Él, en adquirir su fuerza y la alegría de trabajar, de estudiar, de orar, de cantar; en definitiva, la Palabra de Dios proclama que la alegría de vivir está en Dios.

Entonces, queridos hermanos, como hijo de Francisco de Asís y como hermano suyo, quiero concluir diciéndoles que: La felicidad es una forma de caminar, una manera de trabajar y de vivir, como lo vivió Jesús de Nazaret y lo repitió Francisco de Asís. Por amor a Dios, “abracemos la cruz”, no podemos rechazarla; pues, hacerlo sería, no aceptar la vida, no asumir los designios de Dios. Pues, cada persona tiene su historia y va avanzando; así como la naturaleza sigue su ritmo, hoy es invierno y hace frío, después será verano y hará calor. Pues, nosotros por amor a Dios, trabajamos en la pastoral, oramos juntos, celebramos la Eucaristía con el pueblo de Dios, hacemos obras sociales, cumplimos nuestras obligaciones con la Iglesia y con el Gobierno. Lo que hagamos, hagámoslo con alegría, con entusiasmo; abracemos la cruz con paciencia, con humildad y permitamos que Dios haga su obra a través de nosotros.

¡Felices Fiestas!

Quito, 04 de octubre de 2017

Fray Jesús G. Barahona Vega, OFM

MINISTRO PROVINCIAL