LA VERDAD DE LA SINCERIDAD

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LA VERDAD DE LA SINCERIDAD MIS HISTORIAS, CUENTOS Y VIVENCIAS Página 1

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Esta historia es una de mi pequeño block de escritura, la cual escribo de forma cotidiana, pues, en esta historia se habla de cuanto sirve la sinceridad de uno hacia la otra persona y que ésta sepa como seguir adelante sin meditar el por que de no decirle que si.

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VIVENCIAS

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“La definición de locura es hacer lo mismo una y otra vez, y

esperar un resultado diferente, pues, cuando hablas con parejas

mayores que llevan enamorados más de 30, 40, 50 años siempre es

el hombre el que dice: Lo sabía, yo lo sabía, y lo supe desde el

principio Liz”.

Han pasado desde entonces más de tres años desde que la

conocí en aquella florería de la avenida 1° de abril, dónde era fácil

conseguir una rosa roja o blanca, o un arreglo floral con sus

diferenciales a otras florerías. No era el simple hecho de estar con

ella sino el de querer estar con ella, pues, por las noches no he

podido dormir desde que me regaló una sonrisa, y se ensanchó mi

corazón de una locura inmensa, de ese latido tan fuerte, o el hecho

de acelerarse cada segundo más, pues, ese toque de sus labios y la

manera de mover los veintitrés músculos del rostro al hacer ese

movimiento me dejaron sin palabras desde ese entonces. ¿Qué

hago para que se dé cuenta que la quiero?

Sé que dirán que es tonto quedar flechado con una sonrisa

coqueta, o no dejar de pensar en ella cuando sé que tal vez no la

volveré a ver, pero he comenzado la búsqueda, sí, la búsqueda en

el olvido, pero no he podido desde ese entonces, porque cada vez

que cruzo la avenida dónde queda dicha florería he imaginado que

está allí, donde la conocí. Sé que es tonto preguntarse desde una

ventana por tantas cosas incomprendidas, o la búsqueda en

palabras de consuelo que me ofrece cada mañana Carlos mi

compañero de habitación de la universidad y gran amigo desde la

infancia, o las caricias de mi hermana Sandra quién siempre me

escuchó desde la adolescencia, y el beso en la frente de mi madre

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para decirme hasta mañana y apagar las luces después de haberte

deseado buenas noches.

Día tras día, tarde tras tarde sumido en ésta soledad, aquella

triste soledad porque no sé cómo encontrarla y con el temor de

volver a entrar a la florería y qué ella no esté allí, es difícil, pues te

provocas una ausencia veloz que cuenta kilómetros y que devora

números cada vez más rápido.

Al caminar por las calles agrietadas, muecas grises con

asfaltos que marcan nuestros pasos y aun así no poder

encontrarnos nuevamente es tan complicado que no basta con un

cruce de miradas y una sonrisa que no he vuelto a ver. A veces no

basta con lisonjearme, pero he tomado la decisión de volver a

aquella florería de la avenida 1° de abril, sí, donde la conocí.

Tomé el autobús de la Calle Central del barrio dónde vivo,

este se detuvo, abrió las puertas el chofer y cobró el pasaje. Metí

la mano al bolsillo saqué un billete de diez, lo cogió, buscó en la

sencillera y me otorgó mi vuelto, entonces me senté a lado de la

ventana y comenzó el recorrido, sabía que para llegar hasta la

Avenida 1° de abril eran cuarenta minutos y cinco a pie hacia la

florería, entonces me quedé dormido a los cinco minutos después

de sentarme…

“Joven, joven, ¡Despierte! Este es el último paradero y usted

el último pasajero”. Desperté y le pregunté al conductor: ¿Señor,

dónde estoy? Éste respondió que había llegado a la calle rosas y

jazmines, no lo podía creer, pero mientras bajada del autobús

pensaba en que tal vez esto debió pasar para dejar de estar loco

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por ella, pero a su vez sabía que el destino no quería que la vuelva

a ver, algo muy remoto pues no creía en este destino.

Toda la noche caminé a casa bajo la lluvia intensa y un

fuerte aire de demasiado frío, no negaré que en el trascurso del

camino pensaba en ella, pero al menos si hubiese sabido como se

llama, donde vive, en qué trabaja o cómo es ella realmente como

persona y ser humano, bueno tal vez eso nunca lo sepa.

Al llegar a casa todo empapado y con estornudos, me

preparé un café caliente mientras me quitaba la ropa húmeda,

luego de cambiarme la vestimenta me fui a mi habitación con la

taza de café en la mano, abrí la puerta luego la cerré y puse la taza

en la mesa de noche, de allí me acosté en la cama, hasta quedarme

dormido.

La luz del alba de la mañana abrió los ojos cayendo en mi

ventana, tenía que ir a la universidad, y para colmo de males

tenía examen de psicología y no había estudiado nada durante el

fin de semana en casa. Me levanté de la cama, me duché y salí

corriendo de casa para ir a la universidad, tomé el autobús y a

medio camino la vi, sí, la vi en un grupo de chicas de ocho,

“alguien dice que cuando estás enamorado al único que observas es

a esa persona que tanto quieres”, la verdad no supe qué hacer pues

el examen era muy importante en cambio ella tenía mi corazón

completamente loco.

Llegué a la universidad y con la misma rápidamente me fui

al salón de psicología, empuje la puerta y me senté. A los pocos

segundos la profesora comenzó a repartir los exámenes, y dentro

de dicho test encontré dos preguntas muy curiosas: ¿Qué hacer

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cuando no eres correspondido? ¿En verdad el amor existe, si la

persona que amas no te ha mirado? Interpelaciones muy

interesantes a las cuales no tenía respuesta.

Terminó el examen, luego me fui a mi cuarto y encontré a

Carlos en cosas muy libidinosas con su dizque enamorada, cuando

no era ella a la que me presento una noche, pero bueno cerré la

puerta e hice como si no hubiese visto nada y salí al campus.

Entonces la volví a ver, con Raquel la chica que siempre me

ayudaba a hacer las tareas de historia, pero esta vez no hice nada,

sólo la dejé pasar aun cuando Raquel me había saludado.

La tarde del mismo día y en la clase de historia, me acerqué

a Raquel y le pregunté: ¿Cómo se llama tu amiga de la mañana? –

Ella respondió “Se llama Liz. ¿Por qué ah? – Curiosidad nada más

le dije, entonces le pregunté nuevamente ¿Qué le gusta hacer? –

Ella respondió: ¿Tanto interés por Liz, Raúl? – Dime pues Raquel

–Le gusta ir a una florería todos los fines de semana. ¿Verdad? Me

contó que conoció a un chico un día en aquella florería y no ha

dejado de pensar en él.

Al menos sabía que existía, que aquella sonrisa no había sido

en vano y tenía un significado tanto para ella como para mí.

Pasaron los días y ya era viernes por la noche, mayormente

algunos alumnos se van a casa, y entre ellos estaba yo.

El día sábado por la tarde volví a tomar el bus y está vez no

me quedé dormido, al llegar y bajar del bus me dirigí hacia la

florería de allí abrí la puerta y me acerqué a la vendedora, luego le

di la descripción de una chica y ésta me dijo que ella venía por las

mañanas y que se llamaba Liz, y que también era la hija del

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dueño de la tienda de flores, entonces le dejé un encargo con ella,

que le entregara rosas rojas entrelazadas con blancas, y una nota

que decía: “A la próxima te la entrego en las manos”. Al día

siguiente Liz llegó por la mañana a la florería y se encontró con

Andrea la vendedora y ésta le dijo: “Señorita Liz ayer un chico

muy simpático le dejó esto” ella las recibió muy gustosa y al leer

la nota se quedó pasmada por saber quién era éste chico.

Pasaron los días, los meses e incluso pasó un año desde

aquella entrega de rosas, pues ella ya había dejado de sentir algo

por ese chico que se las regaló, pues conoció a alguien más y

comenzó a salir con éste. Raúl había sido destacado a otra sede de

la universidad, muy lejos de su barrio, de los amigos, de su

hermana que lo escuchaba siempre y extrañaba las buenas noches

de su madre por la noche.

Una mañana del 1° de abril fue a la tienda de flores, llegó

muy temprano y se encontró con Andrea la vendedora, y ésta lo

reconoció – ¿Joven usted por aquí nuevamente? – Sí, ¿Dígame le

entregó las rosas a Liz? – Sí, a la señorita le encantó pero usted

nunca más regresó, pues ella lo quería conocer y siempre se

quedaba hasta cerrar la tienda.

Quería buscar culpables, pero no las había, pero bueno –

Andrea, dígale a la señorita Liz que mañana volveré, y espero

encontrarla. – Está bien joven.

Liz por la tarde llegó a la florería – ¿Señorita Liz, se acuerda

de la persona que una vez le entrego rosas rojas y blancas? – Así es

¿Qué con ella? – Me dijo que mañana volvería y que espera verla –

Ok, no habrá problema.

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Al día siguiente y por la mañana Raúl llegó como a las diez –

Andrea. ¿Vendrá Liz? – Sí joven ella vendrá – Gracias Andrea.

Como a eso de las doce del mediodía llegó Liz y se asomó a la

vitrina – Andrea ¿Dónde está ese chico que iba a venir? – Está

sentado en el otro ambiente señorita – Gracias Andrea.

Liz camino dirigiéndose al otro ambiente y se encontró con

Raúl.

-Así es que eres tú quién me dejó las rosas rojas y blancas

hace un año atrás - ¿Cómo sabes que era yo? Dijo Raúl – Pues,

Raquel reconoció tu letra y me dijo quién eras – Al menos déjame

cumplir con la promesa que te hice por favor.

Le entregué las rosas sin miedo a nada y ella las aceptó muy

gustosamente, entonces, le pedí una oportunidad.

Ambos nos levantamos de los asientos, y entonces la agarré

del brazo, luego la besé, pero ella respondió al beso apartándose de

mí.

-No, no hagas esto, me dijo – Sólo te pido una oportunidad –

Es que no lo haces para protegerme, sino para protegerte –

¿Protegerme de qué? – De mí, porque no soy como tú, con un

corazón abierto, sólo soy la hija del dueño de la florería - ¿Qué? –

Raúl tú mismo lo dijiste: La definición de locura es hacer lo

mismo una y otra vez, y esperar un resultado diferente – Sí lo sé,

además cuando hablas con parejas mayores que llevan

enamorados más de 30, 40, 50 años siempre es el hombre el que

dice: Lo sabía, yo lo sabía, y lo supe desde el principio Liz – Por

favor Raúl continuemos como lo fuimos antes dos desconocidos

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que a partir de hoy serán los mejores amigos. ¿No te pongas tan

triste? – Esta bien, pero necesito de alguien de quiera estar

conmigo 30, 40, 50 años a mi lado, así es que seguiré esperando

entonces.

Aquella tarde entendí que a veces es tan importante ser

sincero con la otra persona, y también comprendí que Liz me

quería demasiado, y que sobre todo no quería perderme, pero

como hubiese sido si ella me hubiese otorgado esa oportunidad

que le pedí aquella tarde. Sólo sé que esa tarde nos fuimos juntos a

caminar mientras ella cruzaba su brazo izquierdo dentro del mío y

puso su cabeza sobre mi hombro…