La Ventana Indiscreta y Otros Relatos Cornell Woolrich

535

description

Textos de Cornell Wooldrich

Transcript of La Ventana Indiscreta y Otros Relatos Cornell Woolrich

  • El derroche sin lmites de talento, ingenio ytcnica narrativa de que hace gala CornellWoolrich (tambin conocido por su seudnimoWilliam Irish) en los ocho relatos quecomponen el presente volumen, convierten aeste autor norteamericano en uno de losmaestros indiscutibles del gnero policial. Elmayor hallazgo de Woolrich (1903-1968)consiste en plantear una serie de problemascotidianos y cercanos al lector y llevar susolucin al extremo con la misma naturalidadcon la que se propondra otra salida msplausible. As encontramos relatos comoProyecto de asesinato, Cocana, o el famosoLa ventana indiscreta llevado al cine por elgenial Alfred Hitchcock, que son verdaderasjoyas del suspense, adems de tres muestrasdefinitivas de cmo a partir de un sucesoaparentemente sin importancia se llega a unasolucin dramtica marcada por la muerte y elcrimen.

    La maestra en la utilizacin del dilogo, lainspirada eleccin de los escenarios y lameticulosa descripcin psicolgica de lospersonajes convierten esta seleccin de relatos

  • en una obra imprescindible no slo para losamantes del gnero policial, sino para todosaquellos lectores dispuestos a dejarse atraparpor la buena literatura.

  • Cornell Woolrich

    La ventana indiscreta

    y otros relatos

  • Ttulo original: Rear Window (1942),Intent to Kill (1967), The Ear Ring (1943),Through a Dead Mans Eye (1939), Cocaine(1940), If the Dead could talk (1943), Eyes thatWatch you (1952), The Corpse in the Statue ofLiberty (1935)

    Cornell Woolrich, 1935

    Traduccin: Jacinto Len

  • INTRODUCCIN

    Cien aos del rey del suspense

    Jos Mara Guelbenzu

    Cornell Woolrich, tambin conocido comoWilliam Irish, es considerado como el mejorescritor de un gnero en el que confluyen lanovela policiaca y el thriller. Uno de losaciertos del escritor neoyorquino fue el decontar la historia desde el punto de vista de lavctima, de alguien corriente en manos del azar.Una prueba? La ventana indiscreta.

    Cornell Woolrich comenz a publicar susnovelas y relatos de misterio en 1934, perohasta el ao 1942 no utiliz el nombre deWilliam Irish: fue con su legendaria La mujerfantasma. Se le conoci con el sobrenombre deEl Rey del Suspense y ciertamente lo fue, elmejor escritor de suspense que ha habido

  • nunca. Es autor de relatos y novelas maestrastales como No quisiera estar en sus zapatos,Lo que la noche revela. La novia vesta denegro, Marihuana o Me cas con un muerto,entre otras muchas. Era un hombre retrado,solitario, afectado de una relacin amor-odiocon su madre, que acab viviendo en un hotelsus ltimos aos, alcoholizado, clebre yhurao. Naci en 1903 y muri en 1968.

    Bien podramos decir que el punto deinterseccin entre la novela policiaca y elthriller es la obra de William Irish. En ellaencontramos la clsica tradicin de lo que seconoce como novela-problema perfectamenteintegrada en los espacios cotidianos, srdidos ycrueles de las calles de la ciudad. El modo deoperar de Irish se apoya en unos puntos biendefinidos. El primero de ellos fue la ingeniosadecisin de colocarse en el lugar de la vctima;buena parte de sus narraciones estn contadasdesde el punto de vista de la victima y ah esdonde sustenta la eficiencia de la intriga. Elsegundo es el tiempo, empleado de dosmaneras diferentes: de acuerdo con la ansiedadinterna de la vctima, de una parte, y comoelemento exterior a ella en forma de amenaza

  • (el tiempo se acaba), de la otra. El tercer puntode apoyo es decisivo: el uso del azar comomotor de la historia. Los personajes de Irish,personajes corrientes, gente de la masaannima de la ciudad, son vctimas de un azar;nada en su vida les hace merecedores de lo queles ocurre sino que se encuentran a merced deuna situacin azarosa que da un vuelco a suexistencia y la amenaza decisivamente; sonvctimas vulgares y annimas, vctimas de unasituacin lmite cuya linde traspasan porobnubilacin, credulidad, ingenuidad,inconsciencia o necesidad imperiosa. No songente importante, a veces son policas, otrasprofesionales de medio pelo, otras parados ogente reducida a la miseria por la GranDepresin, hay corruptos, tipos codiciosos,gnsteres y traficantes, pero en su mayor parteson buena gente alcanzada por el temblor de ladesgracia, por estar en el peor momento dondeno tenan que haber estado, por pasar por allo permanecer desvelados mientras los demsduermen

    Tras el azar hay una concepcin fatdica delmundo que pertenece al propio Irish y a susangustias y dolores terrenos. Es la concepcin

  • de la existencia como un Absoluto, donde vivirconsiste en no ser visto por el ojo de laDesgracia, que destruye absolutamente. Ese ojoselecciona caprichosa y desapasionadamente asus vctimas; la pasin aparece cuando lavctima es alcanzada y trata de escapar a sudestino. Se dira que el mundo es una caravanade pequeos hombres y mujeres que atraviesaun territorio llamado la vida y que, de cuandoen cuando, son agredidos por una amenazaexterior que, como un monstruo surgido de lanada, atrapa a uno de ellos y se lo lleva con lpara devorarlo en su guarida, lejos de losdems. Probablemente, la neurosis, la soledad,el amor malamente correspondido, el peso dela madre estn detrs de este escenario, perotambin lo est la Amrica de la GranDepresin y sus secuelas, pues en los relatos deIrish no hay slo una intriga impactante sinounas historias perfectamente encajadas en lasociedad de la que surgen.

    Pero cul es el secreto de esa increbletensin que es capaz de generar en el lector?Antes lo he insinuado; en primer lugar, labsqueda de la complicidad con la vctima, quealcanza al lector invariablemente. La segunda

  • la segunda es una escritura prodigiosa en suemocionalidad expresiva, emocin que sesustenta en el transcurso del tiempo, lo mide elritmo de esa escritura y el tiempo es el tiempoque se agota, la espada que pende sobre lascabezas de sus desdichados o afortunadoshroes annimos.

    La ventana indiscreta es el ms famoso yperfecto de los relatos que contiene estevolumen. En conjunto es una seleccin correctay equilibrada que, al ser volumen nico, debibuscar piezas mejores, porque no es fcilencontrar hoy sus obras maestras. Pero estIrish en estado puro: desde el suspenseadmirable de La ventana comparen conHitchcock y vern dos personalidades hastael azar de El pendiente, la ansiedad deProyecto de asesinato, el tiempo enemigo deCocana o la intriga jovial y bien medida de LaLibertad iluminando a la muerte.

  • NOTA DEL EDITOR

    Cornell Woolrich naci en 1903 en NuevaYork, ciudad en la que residi la mayor parte desu vida. Desde muy temprano mostr untalento especial para la escritura, lo que hizoque abandonara sus estudios superiores paradedicarse de lleno a su gran pasin, la literaturade suspense. Durante cierto tiempo trabaj enHollywood realizando adaptaciones de guiones,pero pronto regres a Nueva York, dondesigui escribiendo cuentos y novelas. En pocoms de diez aos, de 1934 a 1946, Woolrichpublic ms de trescientos cincuenta relatos endiferentes peridicos y revistasestadounidenses, sin renunciar a escribir obrasms largas como La novia iba de negro (1940)o El plazo expira al amanecer (1944). Estaltima apareci bajo el seudnimo de WilliamIrish, nombre que utiliz para firmar una parteimportante de su obra. Alcanz granpopularidad en Estados Unidos, donde se lelleg a considerar el Allan Poe moderno, y fueuna fuente inagotable para guionistas ydirectores de cine de primera fila como AlfredHithcock, que llev al cine, con gran xito, el

  • relato titulado La ventana indiscreta,Jacques Tourneur, Franois Truffaut y otros.Desde 1957 hasta su muerte, once aosdespus, vivi recluido en una habitacin de unhotel neoyorquino. Acab sus das enfermo yalcohlico, amputado de una piernagangrenada, en una silla de ruedas y negndosea ver a sus pocos amigos. Falleci enseptiembre de 1968.

    Cornell Woolrich fue el verdadero creadordel suspense en literatura e introdujo unanueva vertiente en la novela negranorteamericana. Conocedor como pocos delritmo narrativo y de los entresijos psicolgicosdel individuo, Woolrich consigue crear unatensin incomparable en la narracin. Losrelatos que componen el presente volumenmuestran un derroche ilimitado de imaginaciny una tcnica narrativa impecable. Lameticulosa descripcin de los mecanismosinternos de los personajes, la inspirada eleccinde los escenarios y la maestra en la utilizacinde los dilogos, los convierten en ocho joyas dela literatura policaca de todos los tiempos.Quiz el mayor hallazgo de Woolrich consisteen plantear una serie de problemas cotidianos,

  • fcilmente comprensibles para el lector (laruptura de un matrimonio, la falta deexpectativas profesionales de un polica, elaburrimiento de un hombre que intentaentretenerse observando desde una ventana losmovimientos de sus vecinos), y llevar susolucin al extremo casi siempre el asesinato con la misma naturalidad con la que sepropondra una salida ms plausible. Todos susrelatos se caracterizan por la atmsferaasfixiante que se apodera de los personajes, queacaban siendo presas de un mecanismo deirremediable fatalidad del que no logranescapar ms que en ltimo momento. En estaseleccin hemos reunido aquellos cuentos que,a nuestro entender, constituyen algunas de laspiezas ms emocionantes de la literaturapolicial; clsicos del suspense como Laventana indiscreta o Proyecto de asesinatose combinan con narraciones donde laperipecia argumental va salpicada de unasdosis de humor y de irona verdaderamenteinteligentes, como ocurre en Cocana, Elpendiente o La libertad iluminando a lamuerte.

    Los relatos de Cornell Woolrich llevaban

  • aos agotados en nuestro pas y era imposibleencontrar una seleccin de los mismos en unaedicin asequible que respondiera a lasexpectativas del lector. Por ello, en la coleccinLnea de sombra nos hemos propuesto devolvera este autor imprescindible al lugar de honorque le corresponde dentro del gnero policial.Hemos utilizado la traduccin que realizJacinto Len en 1961 para la editorial Acervo,que public sus Obras escogidas en diferentesvolmenes, si bien hemos efectuado algunasmodificaciones y actualizaciones con el fin deacercar al lector contemporneo estas ochopiezas clave de la literatura de suspense.

  • LA VENTANA INDISCRETA

    No saba sus nombres. Jams o sus voces.A decir verdad, no los conoca siquiera de vista,puesto que con la distancia que nos separabame era imposible distinguir sus facciones de unmodo preciso. Y, sin embargo, hubiese podidoestablecer un horario exacto de sus idas yvenidas, registrar sus actividades cotidianas yrepetir cualquiera de sus hbitos. Me refiero alos inquilinos que vea en torno al patio.

    Evidentemente, no resultaba muy discretopor mi parte, e incluso hubieran podidoacusarme de espionaje. Pero yo no era del todoresponsable, no poda comportarme de otromodo por la sencilla razn de que en aquellapoca estaba inmovilizado. Trasladarme dellecho a la ventana y de la ventana al lecho eracasi lo nico que poda hacer. Y, a causa delcalor que entonces reinaba, lo que ms meatraa de la habitacin era, sin la menor duda,su amplio ventanal. Por la noche, como notena persianas, deba quedarme a oscuras paraescapar a los ataques de los insectos. No habani que pensar en dormir, porque,

  • acostumbrado a hacer mucho ejercicio, miforzada inactividad me priv del sueo. Encuanto a buscar un refugio a mi tedio en lalectura, me hubiese resultado muy difcil,puesto que jams me sent atrado por estaclase de entretenimientos. Por tanto, quhacer en esta situacin? Poda quedarme all,inmvil, con los ojos siempre cerrados?

    He aqu por qu, con el nico fin de matarel tiempo, me entretena observando a misvecinos. Justo enfrente de m, en un edificio deventanas cuadradas que se hallaba al otro ladodel patio se alojaba una joven pareja de recincasados: creo que ambos habran preferidomorir antes que quedarse en casa una vezanochecido. Adnde iban? Lo ignoraba, perotenan tanta prisa por salir que invariablementeolvidaban apagar la luz antes de marcharse. Niuna sola vez, estoy bien seguro, ocurri de otromodo. A decir verdad, no es que lo olvidaranpor completo. Era tan slo que no lorecordaban hasta al cabo de un momento e,invariablemente tambin, vea al maridoregresar a todo correr cuando deban de estarya en el extremo de la calle, y precipitarse haciasu casa para apagar las luces. Tras lo cual,

  • siempre tropezaba en la oscuridad al salir.Desde luego, aquella pareja resultaba muydivertida.

    A causa de la perspectiva, las ventanas deledificio contiguo me resultaban algo estrechas.Haba all una luz que cada noche vea apagarseregularmente. Y siempre esto me inspiraba unavaga sensacin de tristeza. Se alojaba all unamujer, supongo que viuda, joven, que viva solacon su hijo. Yo la vea acostar al nio, tras locual se inclinaba hacia l con gran ternura paradarle un beso. Luego, ella se sentaba algo mslejos para maquillarse y, cuando habaconcluido su toilette, se iba a pasar la nochefuera, pues no regresaba hasta poco antes delalba. En las ocasiones en que mi insomnio seagudizaba, la vea a esas horas, abatida sobre lamesa, con la cabeza apoyada en los brazos.Haba en su actitud algo que me entristeca.

    El tercer edificio lo vea muy mal a causa desu emplazamiento, apenas distingua nada delo que pasaba entre sus muros, pues lasventanas me daban la impresin de ser tanestrechas como aspilleras de una fortalezamedieval. Por el contrario, el que le segua sehallaba situado en ngulo recto en relacin a

  • los precedentes y al mo, ya que cerraba el otrolado del cuadrado que formaban el total de lascasas vistas por detrs y se ofreca a mi vistaigual que el que se alzaba a continuacin delmo. A travs de mi ventana, vea lo que ocurraen el interior con tanta claridad como siestuviera contemplando una casa de muecasde la que hubiesen retirado una de las paredes,y ms o menos del mismo tamao.

    Era un edificio totalmente alquilado porapartamentos. Pero, a diferencia de los otros,fue construido ya con este propsito, y nodividido despus para formarlos. Tena,adems, dos pisos ms que los otros y, tambin,escalera de incendio. Pero se trataba de unedificio antiguo que no deba rentar mucho yque iban a modernizar. No obstante, elpropietario estaba decidido a perder lo menosposible en el curso de esta operacin, puestoque realizaban las obras piso por piso,comenzando por los ms altos, con lo que seevitaba el inconveniente de tener que despedira todos los inquilinos del bloque. Haban yaconcluido las obras en el sexto piso, pero esteapartamento an no se haba alquilado. En elquinto comenzaban entonces, con lo cual volva

  • a interrumpirse la paz de del vecindario por elruido que hacan los obreros. Yo compadecasinceramente al desgraciado matrimonio que sealojaba debajo, preguntndome cmo esapobre gente poda soportar el escndalo de losmartillos y de las sierras que constantemente semovan sobre sus cabezas, y sobre todoteniendo en cuenta que la mujer deba de estarenferma, a juzgar por su deambular de unahabitacin a otra, vestida tan slo con un saltode cama. Y pronto les iba a llegar el turno decederle su sitio a los operarios.

    Con frecuencia, vea a la mujer ante laventana con la cabeza apoyada en una mano, yme preguntaba por qu no llamaban a unmdico. Pero quiz no dispusieran de mediospara pagar la visita; tena la impresin de queel marido estaba sin trabajo. Con frecuencia laluz de la habitacin permaneca encendidadetrs de la persiana bajada, y yo pensaba queella se encontrara mal y l la velaba.

    Una vez, debi de permanecer a su lado,velndola hasta el alba, pues la luz estuvoencendida toda la noche. No es que mededicara a espiar lo que hacan, pero cuandodecid acostarme, hacia las tres de la

  • madrugada, para ver si consegua dormir unpoco, continuaba brillando, y cuando melevant al amanecer, pues me fue imposiblepegar ojo, pude an distinguirla, a travs de lapersiana, pese a la claridad que iba enaumento. Tras un largo intervalo se apag, perola persiana no fue alzada. A los pocos minutosvi elevarse la de la otra habitacin.

    Al fin el hombre se acerc para mirar alexterior. Estaba fumando, pues si bien no podadistinguir el cigarrillo que sostena entre losdedos, me fue fcil adivinarlo porque, decuando en cuando, se llevaba la mano a la boca,y tambin por la nubecilla de humo que se ibaformando en torno a su cabeza. Sin duda, seatormentaba a causa de su esposa, lo cual eramuy natural, pues a cualquier marido le habrasucedido lo mismo. Probablemente ellaacababa de adormercerse despus de unanoche de sufrimientos y, en el plazo de unahora, los obreros comenzaran de nuevo elhorrible estruendo. Evidentemente, esto no meataa en lo ms mnimo, pero pens que ldebera evitar aquella situacin. Por lo que a mrespecta, si hubiera tenido a una mujerenferma a mi cuidado

  • El hombre en cuestin se hallaba inclinadohacia fuera de su ventana e inspeccionaba conatencin las casas alineadas en torno al espaciorectangular que ante l se abra. Incluso delejos, se puede saber si una persona estmirando fijamente una cosa slo por su modode colocar la cabeza.

    Era evidente que no fijaba su atencin enun nico punto, sino que iba pasando revista alas ventanas de los edificios que tena enfrente.Y yo saba que cuando hubiera llegado al final,dirigira su mirada sobre la hilera en la quefiguraba la ma. Por tanto, tom la precaucinde retirarme un poco, porque, al descubrirme,imaginara que intentaba espiar lo que estabahaciendo. La penumbra azul que extenda pormi habitacin la lamparilla de noche leimpedira advertir mi presencia.

    Cuando, minutos despus, volv al puestoque ocupaba antes, l ya no se encontraba all.Haba alzado las persianas de las otras dosventanas, pero la del dormitorio permanecabajada. No poda explicarme por qu raznrealiz aquella inspeccin a las casas vecinas,puesto que a tal hora de la maana no iba aencontrar en las ventanas a nadie que le

  • interesara. Pero despus de todo, esto no tenaninguna importancia. Unicamente result unpoco extrao, porque no concordaba con lapreocupacin que pareca tener por su esposa.

    Cuando algo nos ofusca o nos obsesiona, lamirada se pierde en el vaco. Si, por elcontrario, nuestros ojos examinan con atencinlo que nos rodea, es seal de que nos interesanlos dems y de que tenemos preocupacionesexteriores. Ambas cosas no pueden ir juntas.Pero era preciso estar reducido a unainactividad tan completa como la ma parafijarse en esos nimios detalles.

    A partir de aquel momento, y a juzgar porlas ventanas, en el apartamento en cuestin nohubo movimiento. Sin duda, el hombre habasalido o acab por irse a dormir a su vez. Tresde las persianas estaban alzadas; tan slo la deldormitorio permaneca cerrada.

    Poco despus, mi criado, Sam, me trajo eldesayuno y el peridico y, disponiendo as dematerial para matar el tiempo durante muchorato, dejaron de interesarme por completo lasventanas de mis vecinos.

  • El sol baaba durante toda la maana unode los costados del vasto rectngulo queconstitua el patio, pasaba despus al otro ladoy hasta ltima hora de la tarde ibareducindose al rincn. La noche estabacayendo, ya haba pasado otro da Una auna las luces se encendan en torno mo. Deaqu y de all, los muros me enviaban el eco deemisiones de radio por un momento demasiadointensas, y, prestando atencin, perciba aveces, a lo lejos, algn ruido de vajilla. Todoesto se repeta a diario y me haca pensar queaquellas personas, creyendo que secomportaban libremente, eran en realidadprisioneras de sus hbitos, observados por ellascon ms rigor de lo que pudiera hacerlo el peorde los carceleros. Todas las noches, mis dostortolitos ansiosos de diversiones salanolvidando apagar las luces; el marido regresabaa paso gimnstico para reparar la omisin y yano los volva a ver hasta la maana siguiente.Por su parte, tambin todas las noches la mujersolitaria acostaba tristemente a su hijo en lacunita y luego se sentaba con aire abatido, en elmismo sitio, para maquillarse.

    Aquel da, cuando lleg la noche, tres de las

  • persianas del apartamento del quinto piso,situado en ngulo recto con relacin al mo,seguan alzadas, mientras que la cuarta habapermanecido echada durante toda la jornada.No me di cuenta hasta entonces porque antesno les haba prestado atencin. Sin duda, mirhacia all alguna vez, pero deba de estarpensando en otra cosa y me pas por alto estaalteracin del programa acostumbrado.

    Slo me di cuenta cuando se encendi la luzen la habitacin donde estaba situada la cocina.Esto me hizo pensar en otra cosa en la quetampoco haba reparado hasta entonces: nohaba visto a la enferma en todo el da.

    En aquel instante, el marido, a quien novea desde la maana, hizo su aparicin. Leobserv, en efecto, mientras franqueaba lapuerta del apartamento situada al otro extremode la cocina, frente a la ventana, y, comollevaba puesto el sombrero, deduje que volvade la calle. Por otra parte, me sorprendi queno se tomara el trabajo de descubrirse. Como siya no tuviera necesidad de hacerlo por estarsolo, se limit a echrselo hacia atrs con lamano, pero de un modo que no indicaba quequisiera quitrselo, puesto que lo alz

  • verticalmente. Era, por tanto, un ademn quems bien indicaba laxitud o perplejidad.

    La mujer no sali a recibirlo. Por primeravez, la cadena de esta rutina diaria, de la quehablaba hace poco, acababa de romperse.

    La pobre enferma, tendida en su lecho dedolor, que envolva las sombras del dormitorio,deba de sentirse incapaz de levantarse. Sinembargo, pude comprobar que el marido, enlugar de ir a su encuentro, se quedaba en lacocina, cuando tan slo dos habitaciones loseparaban de aquella en la que su esposareposaba; y fui pasando de la espera a lasorpresa y de la sorpresa al estupor ms vivo.Por qu no iba a su lado? Por qu ni siquieraentreabra la puerta de su dormitorio para veren qu estado se encontraba?

    Quiz duerme y teme despertarla?,pens. Pero enseguida me dije: No, esimposible. Acaba de llegar. Cmo puede sabersi duerme o no?.

    Cruz la cocina para asomarse a la ventana,como lo hiciera por la maana antes de salir.Sam se haba llevado la bandeja unos minutos

  • antes y an no se haba encendido la luz de micasa. Me qued donde estaba, sabiendo que nome podra ver en la oscuridad de mi ventana.

    Durante mucho tiempo sigui inmvil, conlos ojos bajos, en una actitud que, esta vez,denotaba hallarse sumergido en pensamientosde orden personal.

    Se atormenta a causa de ella me dije, yes muy natural. A quin no le ocurrira lomismo en su lugar? A pesar de todo, es curiosoque la deje sola en la oscuridad, sin procuraratenderla. Si est preocupado por su salud,por qu no ha ido a verla al llegar?.

    Una vez ms, no llegaba a conciliar elinters que por la maana pareci demostraracerca de lo que ocurra en el exterior con elaire absorto y ensimismado que ahoramostraba.

    De pronto, mientras procuraba buscarleuna explicacin a esta anomala, se repiti laescena que vi desarrollarse al amanecer.

    Como obedeciendo a un impulso repentino,alz vivamente la cabeza y, de nuevo, tal comolo hiciera al comenzar el da, fue examinando

  • con atencin las fachadas de todas las casas queante l se encontraban. Aunque en aquelmomento tena la cara en sombras, por hallarsede espaldas a la luz, yo lo vea con la suficienteclaridad para darme cuenta de que ibavolvindose imperceptiblemente para poderseguir la inspeccin circular de los alrededores.Por tanto, me guard mucho de hacer el menormovimiento, comprendiendo que si cambiabade sitio en el instante en que fijara la miradasobre mi casa atraera su atencin.

    Por qu le interesan tanto las ventanas delos vecinos?, me dije. Y, mientras dejaba estapregunta en busca de otras, me hice la siguientereflexin: Cuidado que tiene gracia que tdigas eso. Qu es lo que ests haciendoahora?.

    Era cierto y, sin embargo, exista unadiferencia capital entre los dos: yo no tenaninguna razn para inquietarme, mientras lpareca extraordinariamente preocupado.

    A los pocos minutos, empez a bajar laspersianas, dejando, sin embargo, filtrar elnecesario resplandor para indicarme que la luzsegua encendida tras ellas. Por el contrario, la

  • oscuridad ms completa reinaba en lahabitacin que durante todo el dapermaneciera cerrada.

    Transcurri un cuarto de hora o tal vezveinticinco minutos. Un grillo comenz acantar en alguna parte del patio. Sam vino apreguntarme si quera algo y si se podamarchar. Le respond que no necesitaba nada, yle di permiso para que se fuera. Pero en lugarde irse, sigui all, con expresin meditabunda,al tiempo que mova la cabeza con airepreocupado.

    Bueno, Sam, qu le pasa? indagu.

    Sabe usted lo que quiere decir eso? repuso. Mi vieja madre me lo explic y nuncame ha mentido. Todo lo que afirma es tanseguro como que uno y uno son dos, y siempreacaba por cumplirse.

    A qu se refiere? Al grillo?

    Cada vez que uno canta, alguien muere enlas cercanas.

    Se cerr la puerta tras l, y qued solo en lastinieblas.

  • La noche era sofocante, mucho ms que laanterior. Incluso cerca de la ventana meresultaba difcil respirar y me pregunt cmoaquel hombre poda resistir las persianasbajadas.

    De sbito, en el momento preciso en que lasvagas hiptesis que estuve concibiendo acercade todo aquello iban a cristalizar de algnmodo en mi nimo y a convertirse, poco a poco,en una especie de sospecha, las persianas sealzaron y mis elucubraciones, todavainconsistentes, se volatilizaron antes de tenertiempo de tomar cuerpo.

    Aquel hombre se encontraba entonces en laventana del centro, la correspondiente a la salade estar. Se haba quitado la chaqueta y lacamisa; no le cubra ms que una camiseta depunto que dejaba los brazos al aire. Por lo visto,ocurra tal como yo imagin: tampoco l podasoportarlo: el calor era excesivo.

    De momento, no vi muy bien lo que estabahaciendo. Pareca moverseperpendicularmente, de arriba abajo, siempreen el mismo lugar, ocultndose a mi vista alagacharse hacia delante y reapareciendo a

  • intervalos irregulares al ponerse en pie denuevo. De no ser por la falta de ritmo, hubieracredo que realizaba ejercicios gimnsticos. Aveces, permaneca mucho rato doblado sobre smismo; otras, se alzaba bruscamente, y otrasdescenda hasta el suelo en dos o tres tiempos.

    De la ventana le separaba algo negro,abierto en forma de V. No tena la menor ideade lo que poda ser, porque tan slo una partese destacaba por encima del marco de maderaque limitaba mi campo visual. Seguro de nohaberlo visto antes, no consegua comprenderde qu se trataba.

    De pronto, aquel hombre rode el objetodesconocido y, retrocediendo unos pasos, seagach una vez ms para levantarse despuscon una brazada de retales multicolores. Por lomenos, esa impresin daba desde lejos. Luegovolvi a la V y los fue dejando caer en ella; traslo cual se inclin otra vez hacia delante y,permaneciendo largo tiempo en esta posicin,se ocult a mi vista.

    Los retales que iba metiendo en la Vcambiaban de color a cada momento. Tengouna vista excelente y pude comprobar que

  • primero eran blancos, luego rojos y despusazules.

    Al fin, a fuerza de fijarme, comprend dequ se trataba. Aquellos retales coloreados eranropas de mujer. Cuando hubo cogido el ltimo,aquel hombre, cerrando las manos en losextremos de la V, con un esfuerzo, la sacudi.El objeto, plegndose bruscamente, tom laforma de un cubo. Un instante despus vi alhombre moverse a derecha e izquierdamientras empujaba el cubo, hasta desaparecerde mi vista.

    Estaba claro como el da: haba colocado lasprendas de su esposa en un enorme bal.

    Minutos despus volv a verle por laventana de la cocina. Primero estaba inmvil, yluego se pas varias veces el brazo por la frente,como hacen los operarios para librarse delsudor. Sin duda, deba de ser una tarea muypenosa en una noche como aquella. Acontinuacin, se alz sobre la punta de los piespara tomar algo situado en la pared; no mecost un gran esfuerzo de imaginacincomprender que era una botella colocada en unestante.

  • Cuando despus le vi pasarse dos o tresveces la mano por la boca, me dije, indulgente:

    S, un buen trago se impone tras untrabajo como se: slo uno entre diez hombresse abstendran de imitarle despus de realizarsemejante esfuerzo; y de no hacerlo el dcimo,sera seguramente porque no tena nada quebeber.

    Regres a la ventana, pero qued a un lado,de modo que slo presentaba al exterior unamnima parte de la cabeza y de un hombro.Volvi a examinar las hileras de ventanas quese alineaban ante l, la mayor parte de lascuales estaban a oscuras. Su inspeccincomenzaba invariablemente por la izquierda ycontinuaba en forma circular hacia la derecha.

    Era la segunda vez que se lo vea hacer en lamisma noche, y contando la de la maanasumaban un total de tres. Incluso poda creerseque no tena la conciencia tranquila. Pero, loms probable es que estuviera excedindomeen mis suposiciones. Podra ser una mana?No tenemos cada uno las nuestras?

    Sali de la cocina despus de apagar la luz,

  • pas a la sala, donde hizo lo mismo, y debi dedirigirse al dormitorio, si bien no mesorprendi que no encendiese la luz. Nodeseaba molestar a su esposa, lo que, endefinitiva, era natural, puesto que en su estadode salud la obligaba a emprender un largo viajeal da siguiente. As lo demostraba el hecho deque l le hiciera el equipaje. La mujer deba denecesitar mucho reposo, puesto que iba asoportar una gran fatiga. No era lgico que lse metiera en la cama a oscuras?

    Cul no sera mi sorpresa al ver, pocodespus, que se encenda una cerilla, no en eldormitorio, sino en la sala. Sin duda, midesconocido amigo se limit a tenderse en undivn para pasar la noche en vela. En cualquiercaso, resultaba que no haba entrado en eldormitorio y que se desinteresaba totalmentepor lo que all ocurriera. Esto me intrigmucho. No era llevar la solicitud demasiadolejos.

    Diez minutos despus, nuevo resplandor deuna cerilla en la sala. Por lo visto, mi vecino noconsegua dormir.

    Y la noche transcurri lentamente para

  • ambos, para m, el curioso de la ventana, y paral, el fumador empedernido del cuarto piso;pero sin proporcionarme la solucin delenigma.

    El nico ruido que rompa el silencio era lainterminable y montona cancin del grillo

    * * *

    Al primer rayo de sol volv junto a laventana. No fue, desde luego, por su causa, nimucho menos, sino porque no poda seguir enla cama, donde pareca hallarme sobrecarbones encendidos. All me encontr Sam alentrar en la habitacin.

    Vaya, est usted mucho mejor, seor Jeffme dijo simplemente.

    Pas algn tiempo antes de que mi vecinodiera seales de vida. De pronto, vi surgir sucabeza de algo que no distingua, en el fondo dela sala, confirmndose con esto mi creencia:haba pasado la noche en un divn o en unsilln. Y ahora, sin duda, iba a ocuparse de ella,a ver cmo estaba, a preguntarle si se senta

  • bien. Aunque no fuera ms que por caridad,deba hacerlo. Ya era hora. Por lo que pudededucir, haba pasado dos noches separado desu esposa.

    Pero, contra toda previsin, no lo hizo. Lovi levantarse, vestirse, pasar a la cocina y comeralgo, ignoro qu, siempre de pie y sirvindosede sus dos manos. De pronto, bruscamente,igual que si respondiera a un timbrazo, seprecipit en la direccin donde yo saba que seencontraba la entrada.

    Tampoco me equivoqu esta vez. Unmomento despus regres, seguido de doshombres con delantales de cuero. Sin duda,empleados de una empresa de mudanzas. Y,mientras maniobraban laboriosamente con elenorme bal negro para sacarlo delapartamento, advert que l no cesaba devigilarlos con la mxima atencin, inclinndoseahora a la derecha, ahora a la izquierda, comopara asegurarse de que todo se efectuaba aconciencia.

    Cuando concluyeron, volvi solo y lo vi, conun ademn que ya me resultaba familiar,pasarse el brazo por la frente como si hubiera

  • sido l quien hubiera llevado a cabo el trabajoen lugar de los dos operarios.

    As que enviaba con anticipacin elequipaje al lugar donde deba ir su esposa.

    Como la vspera, se alz sobre las puntas delos pies ante el muro para tomar algo y se sirviun vaso, luego otro y despus un tercero.

    Vaya, hombre, coment, algodesconcertado, pues en esta ocasin no tuvoque hacer ningn esfuerzo. El bal qued listola noche anterior. Qu hizo desde entonces?Nada en absoluto que yo supiera. Pues, a quvena aquel sudor y por qu tena necesidad debeber?

    Esta vez, al cabo de varias horas, decidi ira verla. Segu su sombra mientras cruzaba lasala para entrar en el dormitorio. Alz lapersiana que haba echado durante tantotiempo. Luego, se volvi para mirar a suespalda, hacia la habitacin. Pero lo hizo de unmodo especial, de cierta manera que no podaengaarme, por muy lejos que estuviera mipuesto de observacin. No fijaba la vista en unadireccin precisa, como cuando contemplamos

  • a alguien, sino a un lado y a otro, de arribaabajo, hacia todas partes, como cuandocontemplamos una habitacin vaca.

    Avanz un paso o dos, se inclinligeramente, luego abri los brazos y, sujetandoa la vez colchn y sbanas, los alz paraamontonarlos a los pies de la cama. Unsegundo despus hizo lo mismo con el lechogemelo que se hallaba al otro lado.

    Por tanto, nadie ocupaba las camas: sumujer no estaba all.

    Hay gente que emplea la expresin efectoretardado. Comprend entonces lo que estosignifica. Desde haca dos das, una especie deinquietud mal definida, de sospecha imprecisa,algo que no podra explicar, estaba dandovueltas en torno mo como un insecto quebusca un lugar donde posarse.

    Varias veces, cuando las vagas ideas quebullan en mi cerebro parecan a punto detomar forma, algo sin importancia, algunanimiedad ligeramente tranquilizadora como,por ejemplo, las persianas anormalmentebajadas durante demasiado tiempo que

  • acababan por alzarse, intervena deimproviso para dispersarlas y ponerlas en fuga.

    Pero mi inquietud continuaba latente, ycualquier cosa poda aclarar las ideasimprecisas que se me ocurran; y esta cualquiercosa se produjo de pronto en el mismo instanteen que aquel hombre recoga la ropa de cama.Con la celeridad de un rayo, las sospechasinconsistentes se convirtieron en una certeza:se trataba de un asesinato.

    En otras palabras: la lucidez delrazonamiento haba sucedido a los impulsosinstintivas de mi subconsciente. Lo impalpablese haba convertido en algo tangible. Yo saba,estaba seguro ahora, de que haba hechodesaparecer a su esposa.

    Pero lo ms importante de momento era nodejarme llevar por la justa indignacin que sehaba apoderado de m; tena que conservartoda mi calma y toda mi sangre fra.

    Espera me dije. No te apresures.Nada has visto. Nada sabes. Tan slo tienes laprueba negativa de que esa mujer no estah.

  • Sam se encontraba inmvil en el umbral,dirigindome una mirada de reproche.

    No ha probado ni un bocado dijo.Est usted plido como un muerto.

    S, era cierto; me daba cuenta porque sentaen las mejillas los picotazos que seexperimentan cuando la sangre se retira deimproviso.

    Sam le respond, para desembarazarmede l y poder reflexionar a mi gusto, aqueledificio de all No, no saque la cabeza paramirarlo Sabe usted la direccin exacta?

    Pues por delante debe de dar a BenedictAvenue contest, rascndose el cogote conaire perplejo.

    S, de eso no tengo la menor duda. Peroquisiera saber el nmero. No puede ir all aaveriguarlo?

    Me pregunto por qu le interesa eso gru, mientras apoyaba la mano en el pomode la puerta.

    No se preocupe le amonest con firmezay amabilidad al mismo tiempo, como convena

  • para predisponerle bien. Y cuando est all le grit mientras se alejaba, procure echarleuna ojeada a los buzones de correos para vercmo se llama el inquilino del cuarto de laparte que da al patio. Pero, sobre todo, no seequivoque de buzn y procure que no le veanadie.

    Se fue murmurando en voz baja:

    Cuando uno pasa los das sin nada quehacer, qu no llega a imaginar?

    * * *

    Una vez solo, decid anotar punto por puntolo que haba observado y poda servirme paradescifrar el enigma.

    1. La primera noche estuvieron encendidastodas las luces. 2. La segunda, l regres mstarde que de costumbre. 3. No se quit elsombrero. 4. La mujer no sali a recibirlo; aella no se la haba visto desde la noche en queestuvieron encendidas todas las luces. 5. lbebi despus de guardar los vestidos en elbal; pero tambin se trag tres vasos cuando

  • se lo llevaron. 6. Se le vea francamentepreocupado y, a pesar de eso, pareca tener uninters inexplicable por las ventanas de losvecinos. 7. Durante la noche anterior al da enque se llevaron el bal, durmi en la sala y nisiquiera puso los pies en el dormitorio.

    Bien. Por tanto, si el estado de salud de sumujer se haba agravado la primera noche ytuvo necesidad de marcharse al campo,debamos prescindir de los puntos 1,2,3 y 4. Noquedaban ms que los puntos 5 y 6 que,careciendo de importancia, no constituiranprueba alguna. En cuanto al punto 7, era unverdadero enigma.

    Si su mujer se sinti peor la primera noche,por qu no quiso l acostarse en el dormitorioen aquella ocasin? Por razones decomodidad? Poco probable. Haba dos buenascamas gemelas en el dormitorio y, en cambio,en la sala slo un divn o un silln. Adems,por qu no iba l a acostarse en el dormitorioaunque su mujer se hubiera marchado?Porque la echaba de menos? Porque se sentamuy solo? Bueno, esto quiz le pasara a unnio. Pero no era lgico en un hombre.Conclusin: su mujer estaba an all.

  • El regreso de Sam me oblig a hacer unparntesis en mis razonamientos.

    El edificio en cuestin me anunci esel 525 de Benedict Avenue y los inquilinos delcuarto piso, en la parte del patio, son el seor yla seora Lars Thorwald.

    Silencio advert, al tiempo que, con unasea, le indicaba que se marchara.

    Decididamente, no sabe lo que quiere rezong, mientras regresaba a su trabajo.Hace un momento se empeaba en que loaveriguase y ahora ni me permite que le hablede eso.

    Volv a pensar intensamente en miproblema.

    Pero de haber pasado la noche en suhabitacin, hoy la hubiera visto salir. Ciertoque pudo marcharse ayer por la maana,cuando yo consegu dormir durante algunashoras; pero hoy, yo me haba levantandomucho antes que l y me encontraba en laventana desde haca un buen rato cuando le viabandonar el divn.

  • Por tanto, ella slo hubiera podido irse ayerpor la maana. Entonces, por qu esper ahoy para levantar la persiana y deshacer lacama? Y an ms: por qu no se acost en eldormitorio? Esto demostraba que su esposa nose haba marchado. Muy bien. Tan slo hoy,apenas se llevaron el bal, entr en el cuartopara subir la persiana y deshacer las camas,dndome as la prueba de que su esposa ya nose encontraba all. Decididamente, era unautntico rompecabezas chino

    No, no, en absoluto, teniendo en cuentaque apenas se llevaron el bal

    El bal.

    S, diablos, s. Ah estaba la clave delenigma.

    Me volv para comprobar que la puertaestaba bien cerrada y que Sam no podasorprenderme. No del todo decidido, extend lamano hacia el marcador del aparato telefnico.Boyne, sin duda alguna, era la persona a la quedeba dirigirme. Formaba parte delDepartamento de Homicidios. Por lo menos,as era la ltima vez que nos vimos. No me

  • seduca la perspectiva de que una turba depolicas invadieran mi casa. Tampoco meseduca verme mezclado en este asunto. Desdeluego, cuanto menos, mejor.

    Tras dos o tres tentativas infructuosas,acab por obtener comunicacin.

    Oye, Boyne? Aqu Hal Jeffries

    Vaya, hombre. Qu te ha ocurrido? Haceuna eternidad que no te veo comenz a decir.

    Ya hablaremos ms tarde de todo eso leinterrump. De momento, lo nico que quieroes que anotes un nombre y una direccin.Preparado? Bien: Lars Thorwald, 525,Benedict Avenue, cuarto piso, apartamentotrasero. Lo anotaste?

    Cuarto piso, apartamento trasero. S, yaest. A qu viene eso?

    Para que investigues. Tengo la firmeconviccin de que si metes un poco la nariz porese lugar descubrirs un crimen. Es intil quevengas a mi casa para hacerme preguntas; nadams puedo decirte. Es tan slo una conviccinque tengo. En ese apartamento haba un

  • hombre y una mujer. Ahora, no hay ms que unhombre. El equipaje de la mujer lo expidieronesta maana a primera hora. Por tanto, amenos de que puedas encontrar a alguien queviera marcharse a esa mujer

    Referido en voz alta, comunicado a unatercera persona que, adems, era teniente de lapolica, todo esto pareca ahora, incluso a mmismo, de muy poca consistencia.

    Boyne comenz a decir:

    Est bien, pero

    Luego, cambi de parecer para aceptarlo talcomo se lo expona, por ser yo quien hablaba.No tuve siquiera necesidad de explicarle loreferente a mi ventana. Con l no era preciso,pues, conocindome desde varios aos atrs,no poda poner en duda mi palabra. Y, repito,no deseaba que una bandada de agentes meinvadiesen la casa para comprobar por smismos todo lo que se vea desde la ventana.Era cien veces preferible dejarlos desenvolversepor s mismos.

    En fin, ya veremos qu se puede hacer concluy. Te tendr al corriente.

  • Colgu, y me dispuse a esperar el desarrollode los acontecimientos. En aquellascircunstancias, poda jactarme de estar enprimera fila. Aunque, en realidad, la accin ibaa desarrollarse entre bastidores. No vera aBoyne trabajando. No me enterara ms que delresultado, si es que llegaban a obtener alguno.

    * * *

    Nada pas durante las horas que siguieron.No dudaba de que la polica ya habacomenzado su trabajo, pero tambin meconstaba que no acostumbraba a dejar queobserven sus movimientos. El hombre delcuarto piso segua solo, sin que nadie leimportunase. Se le vea intranquilo, pues ibasin cesar de una habitacin a otra, sinconseguir quedarse quieto. Una vez le vi comer(no de pie, sino sentado); otra, afeitarse, y unatercera, intentando leer el peridico, sinconseguirlo durante mucho tiempo.

    En torno a l, los engranajes de la polica sehaban puesto en marcha. Pequeosengranajes, inofensivos hasta aquel momento,

  • pues no eran ms que preliminares. Desospecharlo, habra seguido all sin hacer nadao, por el contrario, se hubiese apresurado ahuir? Esta era la pregunta que entonces mehaca. Su decisin quiz dependiese menos desu sentimiento de culpabilidad que de lo seguroque pudiera considerarse. De que era culpableyo tena una conviccin absoluta, pues de otromodo no me hubiera comportado como lo hice.

    A las tres, son el telfono. Era Boyne quienme llamaba.

    Oiga, Jeffries? Mira, es muy vago esoque me has dicho. No puedes proporcionarmems datos?

    Por qu? pregunt, ponindome a ladefensiva. Me parece que no estoy obligado.

    Es que, vers, envi a uno de mishombres a hacer una investigacin all y me haentregado ahora su informe. Tanto eladministrador del edificio como varios vecinosestn de acuerdo en afirmar que la mujer semarch al campo a primera hora de la maanade ayer, por motivos de salud.

    Espera, espera, te han dicho si la vieron

  • con sus propios ojos? indiqu.

    No.

    Por tanto, te fas tan slo de lo que sedice. No tienes ningn testigo presencial.

    Vieron al hombre cuando volva deacompaar a su mujer a la estacin.

    Eso tampoco es una prueba.

    He enviado un agente a la estacin paraque intente localizar al empleado que a esahora taladra los billetes. Creo que asaveriguaremos algo. En los trenes matinales novan muchos viajeros. Por otra parte, no esnecesario que te diga que lo tenemos vigilado yque estamos al corriente de lo que hace. A laprimera oportunidad, entraremos en su casapara practicar un registro.

    Tena la impresin de que, aunque lograranhacerlo, nada iban a encontrar.

    Sea como sea, de m no esperes nada ms.Te he denunciado el caso y te he dado cuantosdatos posea: el nombre, la direccin y miopinin personal.

  • Hasta ahora he tenido siempre en granestima tus opiniones, Jeff

    Pero ahora ya no tanta, verdad?

    Oh, no, no lo creas. Slo que los datos quehemos reunido no concuerdan demasiado contus puntos de vista personales. Eso es todo.

    Quiz, pero debes reconocer que hastaahora no os habis esforzado mucho.

    Volvi a su anterior postura.

    Bueno, ya veremos qu se puede hacer.Adis.

    Pasaron un par de horas. La nochecomenzaba a caer. Vi cmo mi desconocidoamigo se dispona a salir. Se puso el sombrero,meti la mano en el bolsillo y la estuvocontemplando al volverla a sacar. Sin duda,contaba el dinero de que dispona.Constndome que la polica estaba esperandoque se fuera para entrar en su casa, me sentapalpitante de emocin.

    Tunante me dije, mientras le vea daruna ltima ojeada en torno suyo, si algotienes que ocultar, an ests a tiempo. Luego

  • ser demasiado tarde.

    Lo vi marcharse y durante algunos minutosrein una calma absoluta en el apartamento. Nipor todo el oro del mundo habra abandonadoen aquellos momentos mi puesto deobservacin De pronto, la puerta por la que lacababa de salir se entreabri un poco y, unotras otro, dos hombres entraron furtivamente.Una vez cerrada la puerta, se separaronenseguida y empezaron a trabajar: uno seencarg del dormitorio y el otro de la cocina,para converger ambos hacia el mismo punto.Procedieron con mtodo y decisin,examinndolo todo con gran cuidado, desde eltecho a la alfombra. Juntos abordaron la sala,el primero por la derecha y el segundo por laizquierda.

    Haban ya concluido su trabajo cuandorecibieron la seal que deba prevenirles. Me dicuenta por el modo como se incorporaban y porla mirada que cambiaron.

    Dos segundos despus desaparecieron.

    Sus investigaciones no parecan haber dadoresultado, pero a m esto no me decepcion,

  • puesto que desde el principio estuvepersuadido de que nada interesante iban adescubrir, ya que el bal no se encontraba all.

    El hombre entr en su casa, cargado conuna enorme bolsa de papel marrn. Lo observtratando de descubrir si se daba cuenta de quehaban entrado en el piso durante su ausencia,pero los dos agentes haban actuado con tantahabilidad, que no pareci advertir nadaanormal.

    Fue a sentarse junto a la ventana, bastantetranquilo, bebiendo algo de cuando en cuando,pero siempre a pequeos sorbos y sin exceso.Desde que el bal haba salido de all, parecaque iba tranquilizndose poco a poco.

    Mientras lo observaba, me pregunt: Porqu no se marchar? Si he adivinado lo que hahecho, y estoy seguro de no equivocarme, porqu sigue ah despus de lo que hizo?. Pero,enseguida, me vino la respuesta: Porqueignora que sospechamos de l. Porque no creeque sea urgente. Y tambin porque sera msarriesgado irse enseguida, apenas desaparecidaella, que quedarse todava algn tiempo.

  • * * *

    La noche transcurra lentamente. Tambinla pasaba en un silln, esperando la llamada deBoyne. Me telefone ms tarde de lo queimagin. Tend la mano en la oscuridad paraagarrar el aparato. En aquel momento, elhombre a quien estaba vigilando hasta en losmenores gestos, se dispona a acostarse. Salide la cocina despus de apagar la luz. Lo vientrar en la sala, que previamente habaalumbrado. Comenz a sacarse la camisa de lospantalones. Y yo segu observndole mientrasescuchaba la voz de Boyne. Los tresformbamos un tringulo, aunque solamenteyo lo saba.

    Hola, Jeff; no hemos encontrado nada.Estuvimos registrando su apartamento cuandol se fue

    Lo s muy bien. He asistido al registro,estuve a punto de decirle; pero me contuve atiempo.

    y nada sospechoso hemos descubierto.Pero Hizo una pausa como si se dispusiera

  • a anunciarme algo importante. Yo esperaba quecontinuase con verdadera impaciencia en elbuzn de la calle haba una tarjeta postal. Larecogimos con unas pinzas curvadas

    Y?

    Pues bien, la enviaba su mujer. Vena deuna granja, del campo. Hemos copiado el texto.Es ste: He llegado bien. Me siento algomejor. Besos, Ana.

    Un tanto desconcertado, insist, sinembargo:

    Anotasteis tambin las indicaciones delmatasellos y la fecha?

    O un gruido de irritacin, un gruido quese diriga directamente a m:

    El matasellos estaba algo borrado.Debieron de sumergir en agua el extremo de lapostal y se extendi la tinta.

    Ilegible por completo?

    No. nicamente el ao. La hora y el messe ven bien. Mes de agosto, hora de recogida,las diecinueve treinta.

  • Fui yo quien gru ahora.

    Las diecinueve treinta Pero el ao,diablos, el ao. Encontrasteis esta postal en elbuzn, pero cmo sabes si la ech el cartero osi la sac l de un cajn de su casa?

    Eso no, Jeff. Esta vez, renuncio. Meparece que vas un poco lejos.

    No s lo que habra respondido si, en aquelmomento, no hubiese mantenido la miradasobre la ventana de la sala de Thorwald.Probablemente, muy poca cosa. Aunque noquisiera reconocerlo, aquella postal me habadesorientado mucho. Pero, repito, tena fija lamirada en las ventanas del cuarto piso. La luzse apag en cuanto el hombre se hubo quitadola camisa. Advert el resplandor de una cerilla,muy baja, como si se encontrase a la altura deun divn o de un silln. Por tanto, a pesar deque dispona de dos camas en el dormitorio,continuaba acostndose all.

    Escucha, Boyne respond. Olvidemosesa cuestin de la postal. No me apeo de miidea. Ese tipo ha asesinado a su mujer!Ingniatelas para dar con el bal, hazlo abrir y

  • me sorprendera mucho si no descubres uncadver.

    Colgu sin esperar su respuesta. Pero, comono volvi a llamarme, supuse que, a pesar de suescepticismo, iba a seguir mi consejo.

    Toda la noche estuve de guardia ante miventana. Me daba la sensacin de encontrarmeen un velatorio. Otros dos resplandores decerilla haban seguido al primero, con unintervalo de media hora cada uno. Luego, nada.Ignoraba si se habra dormido. Por mi parte,comenzaba a sentirme fatigado y acab porsucumbir al sueo cuando sala el sol. De todosmodos, si aquel hombre tena algn proyectoaprovechara la noche para llevarlo a cabo, enlugar de esperar al da. Por tanto, era intilvigilarlo de momento. Adems, qu proyecto?Tan slo poda hacer una cosa: esperar a que eltiempo pasara, eso era todo.

    Cuando Sam me toc el brazo paradespertarme, me pareci que haca tan slocinco minutos que reposaba, pero, en realidad,era ya medioda.

    No ha encontrado la nota que le dej

  • para advertirle que no me despertara? dije,de mal humor.

    S me contest, pero su amigo elteniente Boyne est aqu, y como supuse quequerra verle

    Esta vez vino directamente a casa. Sinesperar, entr pisndole los talones a Sam, yme di cuenta rpidamente de que su actitud noera demasiado cordial.

    Vaya enseguida a prepararme dos huevosle dije a mi criado, para desembarazarme del.

    Boyne comenz con voz dura:

    Oye, Jeff, por qu me has gastado esabroma? Gracias a ti, me he convertido en elhazmerrer de todos mis compaeros. Te dascuenta de la cara que se me pone cuando mishombres me dicen que los molesto por nada?Por fortuna no he ido ms lejos y no detuve aese tipo para interrogarle.

    Entonces opinas que no debepreguntrsele nada? repliqu en tono seco.

    No hago todo lo que quieres, sabes?

  • me contest con una mirada atravesada.Debo rendir cuentas a mis superiores. Piensa sihar muy buen efecto que uno de mis mejoresagentes, tras medio da de ferrocarril, sedetenga en una diminuta estacin rural, y todoesto a cuenta del gobierno

    Entonces, has encontrado el bal?

    Lo localizamos por medio de la empresade transportes.

    Lo habis abierto?

    Hemos hecho algo mejor. Mi agente visittodas las granjas de los alrededores del puebloen cuestin, encontr al fin a la seoraThorwald, que se hizo conducir en unacamioneta hasta la estacin, y all ella mismaabri el bal ante l, con sus propias llaves.

    Pocos hombres han recibido de un viejoamigo una mirada como la que l me dirigi.Cuando ya se marchaba, se volvi y me dijo conaspereza:

    No hablemos nunca ms de esta historia,quieres? Ser preferible, tanto para ti comopara m. T no te encuentras en estado normal

  • y a m ya me ha costado bastante caro, pues heperdido tiempo, dinero y la tranquilidad. Msvale que dejemos las cosas como estn. Y en elfuturo, si tienes ganas de telefonearme, teagradecer que lo hagas a mi casa.

    Se fue dando un portazo.

    Este brusco giro de las cosas, que yo estabamuy lejos de esperar, me conturb de tal modo,que tard unos diez minutos en recobrar todasmis facultades. Pero, apenas repuesto, merevolv furioso.

    Al diablo los policas me dije. Nopuedo proporcionarles pruebas, de acuerdo,pero vamos a ver si puedo proporcionrmelas am mismo, de un modo u otro. Una de dos: oestoy equivocado o tengo razn, y quiero salirde dudas de una vez para siempre. Tiene unabuena defensa que oponer a la polica, pero am, qu me puede oponer?.

    Llam a Sam.

    Qu se ha hecho de aquellos prismticosque empleamos en el crucero que hicimos elao pasado, y que a usted tanto le gustaban?

  • Baj al stano, me los trajo y me los entregdespus de soplarles el polvo y limpiarlos con lamanga. Los puse sobre mis rodillas, y luegoescrib en un pedazo de papel estas palabras:Qu ha hecho usted con ella?.

    Met la nota en un sobre, sin direccin, y ledije a Sam:

    Tengo una misin que encargarle y confoen que la desempear usted bien. Aqu tieneesta carta. Debe llevarla al 525 de BenedictAvenue. Suba al cuarto piso y chela por debajode la puerta del apartamento que da al patio. Esusted gil o por lo menos lo era. Por tanto,muvase ligero para que no puedansorprenderle. Una vez haya bajado de nuevo,llame al timbre de la calle para avisar alinquilino. Luego, al verle a punto de hacerpreguntas, aad: Y sin preguntas, estamos?Me ha comprendido? No se trata de unabroma.

    En cuanto sali, cog los prismticos. Unsegundo despus, los enfocaba sobre suventana para graduarlos, y por primera vezpude verle con claridad. Aunque tena elcabello negro, pareca de ascendencia

  • escandinava; aunque no muy alto, era lo quepoda llamarse un tipo fornido.

    Pasaron cinco minutos y de pronto lo vivolver la cabeza bruscamente. Acababa de or eltimbre de la calle. El sobre deba deencontrarse ya bajo la puerta.

    Me dio la espalda para ir a abrir y, gracias alos prismticos, pude en esta ocasin seguirlehasta el fondo del apartamento.

    Primero abri la puerta, mirando ante s,sin advertir el sobre, luego cerr y,agachndose, lo recogi; vi cmo le dabavueltas entre las manos.

    Cruz el apartamento, alejndose de lapuerta y aproximndose a la ventana. Deba deimaginarse que el peligro provena de fuera yque cuanto ms se internase en su casa msseguro iba a estar, cuando en realidad era todolo contrario.

    Haba rasgado el sobre y se dispona a leerel mensaje: Con qu ansiedad iba yoobservando su fisonoma! Con qu atencin lomiraba! De improviso, la piel del rostro lequed tensa, como si le tirasen de las orejas,

  • hasta el punto de que los ojos se hicieronoblicuos como los de un mongol. El golpe fuetan brutal que le domin el pnico. Tuvo queapoyar una mano en el muro para sostenerse, ytard un rato en serenarse un poco.

    Al fin, se encamin hacia la puerta condecisin, aunque lentamente, como si avanzaraal encuentro de un enemigo de carne y hueso.Luego, entreabri con tanto cuidado que yo casino pude apreciarlo, para mirar por la rendija.Enseguida, despus de cerrar, regrestambalendose como un borracho, tropez conuna silla y fue a coger la botella de coac.Mientras beba, continuaba mirando haciaatrs, en direccin a aquella puerta queacababa de echarle en cara su secreto.

    Apoy los prismticos en las rodillas.

    Culpable! S, era culpable! Tena entoncesla prueba formal, a pesar de lo que creyera lapolica.

    Tend la mano hacia el telfono, pero mecontuve. De qu iba a servirme? Tampocoahora me creeran Si le hubieras visto lacara. Imaginaba ya la respuesta de Boyne:

  • Aunque no tenga nada que ocultar, siempre sesobresalta quien recibe una carta annima. Treaccionaras del mismo modo. La policatiene a mano una seora Thorwald viva paramostrrmela. Hasta que yo no pueda mostrar laotra seora Thorwald, la que l asesin, losagentes no querran creerme. S, por paradjicoque esto resulte, era yo quien, encerrado en mihabitacin, deba poner el cadver ante sus ojospara convencerles.

    En tales condiciones, no poda contar connadie ms que con el mismo asesino paradescubrir dnde se encontraba.

    Invert varias horas en la bsqueda de lasolucin. Durante toda la tarde estuvemeditando intensamente, sin ningn resultado.Y mi hombre, mientras tanto, no haca ms queir y venir como una pantera enjaulada. Doscerebros obsesionados por el mismopensamiento. Uno trabajaba para guardar susecreto, el otro para descubrirlo.

    Tan slo tema una cosa: que intentara huir.Pero de tener esa intencin debera esperar a lanoche, y esto me dejaba un largo margen detiempo. Pero quiz no fuera se su propsito y

  • juzgara que le resultara menos peligrosoquedarse all. Aquella tarde se me pas por altotodo lo que sola ver y or los dems das. Minica y constante preocupacin era descorrer elvelo que me ocultaba la verdad, hacerme de unmedio que forzase a aquel hombre arevelrmela a pesar suyo, para que yo, a mi vez,pudiera comunicarla a la polica.

    Aparte de eso, solamente una cosaconsigui, segn recuerdo, distraer miatencin: alguien (el propietario o eladministrador del piso) vino para ensear a unposible inquilino el apartamento del sexto piso,donde haban concluido ya las obras. Aquelapartamento, como ya he explicado, seencontraba dos pisos ms arriba del deThorwald y era en el quinto donde continuabanlas reformas. De pronto, me choc unacoincidencia, puramente accidental, desdeluego. El propietario y el posible inquilino seencontraban ante la ventana de la sala del sextopiso en el preciso instante en que Thorwald sehallaba ante la del cuarto y, simultneamente,desaparecieron todos detrs de la pared de lacasa para reaparecer, siempresimultneamente, en las ventanas superpuestas

  • de las dos cocinas. La impresin que estoproduca era bastante curiosa; pens en dosmarionetas movidas por el mismo hilo. Unacoincidencia semejante no iba a repetirse, conseguridad, en cincuenta aos.

    Y, lo que an era ms extrao, aquel hechosin importancia haba alterado mi espritu. Enlo que acababa de ver hubo un no s qu deanormal, de discordante, que me sorprendi.Me esforc por un momento en averiguar qupoda ser, pero en vano. Cuando el propietarioy el que le acompaaba se hubieron marchadoy slo qued Thorwald, el recuerdo queconservaba de aquella breve visin erainsuficiente para poder reconstruirlamentalmente. Quiz lo hubiera conseguido derepetirse ante mis ojos, pero no haba ni quepensarlo.

    Por tanto, esta impresin fue a perderse enmi subconsciente mientras volva aobsesionarme con el problema principal.

    Al fin acab por encontrar lo que buscaba,cuando la noche haba cado ya haca tiempo.Para ser sincero, nada me garantizaba quefuera a dar resultado. En efecto, era un medio

  • difcil de poner en prctica, pero no tenaopcin, pues no vea ningn otro. Se trataba deprovocar en l un miedo que le hiciese volver lacabeza hacia un punto determinado o dar unpaso en una direccin que no habra queridoindicarme; esto era todo lo que yo deseaba.Para eso, para obtener esa confesin tcita,debera recurrir a dos llamadas telefnicas ylograr que, entre una y otra, se ausentaradurante una media hora.

    A la luz de unas cerillas, fui hojeando elanuario telefnico hasta encontrar la direccinque necesitaba: Thorwald, Lars, 525Benedict Swansea 52114.

    Apagu mi ltima cerilla y marqu elnmero en la oscuridad. Aquello se pareca a latelevisin, pues poda ver directamente a miinterlocutor con slo mirar por la ventanamientras hablbamos.

    Diga? pregunt en tono brusco.

    Es curioso reflexion. Hace tres dasque lo acuso de asesinato, pero hoy es laprimera vez que oigo su voz.

    No hice esfuerzo para disfrazar la ma Al

  • fin y al cabo, no bamos a vernos nunca.

    Recibi mi nota? le pregunt.

    Quin est al aparato? quiso saber,prudentemente.

    Alguien que sabe le dije, sin otraexplicacin.

    Que sabe qu? pregunt, siempre a ladefensiva.

    Que sabe lo que usted sabe. Usted y yosomos los nicos que lo saben.

    Se dominaba admirablemente. Nada dijoque pudiera traicionarle. Pero, cosa que lignoraba, se traicionaba de otro modo, puestuve la precaucin de equilibrar misprismticos sobre el borde de la ventana conayuda de dos gruesos libros. As, comprob quese haba soltado el cuello de la camisa, como siestuviese a punto de ahogarse, y que secolocaba la mano ante los ojos como si unrelmpago le hubiera cegado.

    De palabra segua intentando engaarme.

    No s de qu me habla afirm, en tono

  • seguro.

    Que de qu hablo? Pues hablo denegocios. Es un asunto que podra resultarmebeneficioso si, a cambio, me comprometo a nodecir una palabra a nadie, no le parece? Y,deseando que continuara ignorando que lodescubr por la ventana, puesto que an tendranecesidad de espiarle de aquel modo, meapresur a aadir: Se confi usted demasiadola otra noche. La puerta no la dej bien cerrada,o la entreabri una corriente de aire.

    Esta vez el golpe dio en el blanco, y no tuvotiempo de contener algo parecido a un hipo quese le escap de la garganta.

    No pudo ver nada exclam. No habanada que pudiera ver.

    Eso usted lo sabr respond. Pero encualquier caso (tos ligeramente), para qu ibaa buscar a la polica si tuviera ms inters encallarme?

    Ah! respondi, a mi juicio con unsuspiro de alivio. Entonces, entoncesquera usted verme? Es eso lo que desea?

  • Sera preferible, no cree? Cunto puededarme de momento?

    No tengo aqu ms que setenta dlares.

    Bueno, concretemos una cita. Sabednde se encuentra Lakeside Park? Pues bien,ahora estoy al lado. Quiere que nos veamos?(El parque en cuestin se encontraba a uncuarto de hora de donde nosotros vivamos.Quince minutos de ida, quince minutos devuelta. Era lo que me haca falta). Hay unpequeo pabelln junto a la entrada aad.

    Cuntos sern ustedes? quisoinformarse, con desconfianza.

    Oh!, tranquilcese, ir solo. No me gustacompartir las cosas.

    Me dio la impresin de que estabaencantado de saberlo.

    Voy a ir me dijo, para averiguar dequ se trata.

    Lo observ con ms atencin una vez hubocolgado, y vi cmo se encaminaba enseguidahacia el dormitorio, donde ahora no entrabanunca. Desapareci en el interior de una

  • especie de armario, del que volvi a salir alcabo de un minuto. Sin duda, haba ido enbusca de algo que ni la polica misma consiguidescubrir. Slo por el gesto brusco que hizopara guardarse el objeto en el interior de lachaqueta, adivin de qu se trataba. No podaser ms que un revlver.

    Por fortuna me dije, no tengo que ir aLakeside Park para recibir los setenta dlares.

    Apag las luces. Luego, se encamin allugar de nuestra cita.

    Entonces, sin perder un minuto, llame aSam.

    Voy a pedirle que haga una cosa algoarriesgada le expliqu. En realidad, esbastante peligrosa. Puede romperse una pierna,a lo mejor le pegan un tiro y es posible queincluso deje la piel. Pero antes esccheme bien:har unos diez aos que nos conocemos y ledoy mi palabra de que si pudiera hacerlo porm mismo no se lo pedira. Y a usted le constaque no puedo, pero es preciso que se haga,cueste lo que cueste

    Entonces, comenc a explicrselo: Salga

  • por la puerta del stano, salte las tapias quedividen el patio y procure llegar a eseapartamento del cuarto piso, empleando laescalera de incendios. Han dejado una de lasventanas entreabierta.

    Qu debo buscar?

    Nada. (De qu iba a servirnos, puestoque la polica haba hecho un registro sinresultado alguno?). Hay tres habitaciones en elapartamento. Deseo simplemente que pongaun poco de desorden en cada una para dar laimpresin de que alguien ha estado all. Vuelvaun poco el extremo de las alfombras; cambie desitio las mesas y las sillas; deje abiertas laspuertas de los armarios. No olvide nada. Mequit el reloj de pulsera para colocrselo en lamueca. Y, sobre todo, est alerta. Disponede veinticinco minutos a partir de estemomento. Si no se entretiene en el patio, nadaocurrir. Pero en cuanto vea que es la hora,mrchese enseguida.

    Debo regresar por el mismo camino?

    Era intil, puesto que, en su agitacin, mihombre no recordara si haba dejado o no las

  • ventanas abiertas, y me interesaba que creyeseque el peligro le vena de la calle y no del patio.Mi ventana deba quedar al margen.

    No le dije a Sam, cierre con cuidado laventana, salga por la puerta y regrese por lacalle.

    Usted no tiene ninguna consideracinconmigo coment, con aire triste.

    Pero, a pesar de todo, se fue enseguida,sali al patio por la puerta del stano y sedispuso a saltar las tapias. De interponersealguien, yo hubiera salido en su defensa paraexplicar que lo haba enviado en busca de algoque se me haba cado, pero nadie se fij en l.Sam, pese a no ser ya muy joven, sedesenvolvi bastante bien, aunque tuvo queencaramarse sobre una caja para alcanzar laescalera de incendios, cuyos ltimos peldaosquedaban un poco altos. Al fin, entr en elapartamento y encendi las luces, volvindosedespus para mirarme. Le hice una sea paraanimarle a que continuara.

    Mi propsito era velar por l tanto como mefuese posible, aunque me constaba que no

  • dispona de ningn medio para protegerle.Thorwald tena derecho a pegarle un tiro, pueshaba entrado subrepticiamente en su casa. Debuen o mal grado, deba resignarme apermanecer entre bastidores, como hastaentonces. Los policas, cuando fueron aregistrar, dejaron a uno de sus compaeroscomo centinela, pero yo no poda descenderhasta la calle para prestarle el mismo servicio.

    Sam deba de tener los nervios en tensinpor culpa de aquel encargo, pero los mos, acausa de mi impotencia para secundarlo, loestaban an ms, y aquellos veinticincominutos me parecieron interminables. Al fin, levi acercarse a la ventana para cerrarla, tal comose lo haba encargado. Las luces se apagaron yse march. Haba llevado a cabo su misin ynada poda aliviarme tanto como saber queregresaba.

    Al poco rato, le o entrar de nuevo y, encuanto se acerc a m, le dije:

    No encienda las luces. Vaya enseguida aprepararse un grog bien cargado; est blancocomo un muerto.

  • Thorwald regres exactamente veintinueveminutos despus de su marcha a Lakeside Park.Fue un margen muy escaso, pues la vida de unhombre estuvo en peligro.

    Iba a comenzar el ltimo acto. Tenamuchas esperanzas. En cuanto entr, lo llampor telfono sin darle tiempo siquiera a queadvirtiese el cambio operado en su casa.Necesit echar mano de toda mi paciencia yponer mucha atencin, pues tena el receptoren la mano e iba marcando su nmero sincesar. Thorwald apareci cuando estaba en el 2del 52114 y as gan tiempo. Son el telfono asu lado cuando ni siquiera haba encendido laluz.

    Esta vez la llamada iba a ser decisiva:

    Era dinero lo que tena que traerme. Noun revlver. Por eso no me acerqu a usted.

    Vi cmo se sobresaltaba. Pero debamantener la ventana al margen de aquello.

    Cuando sali usted a la calle continu,le vi palparse el bolsillo interior de la chaqueta,donde lo haba guardado.

  • En realidad, quiz no hubiese hecho nadade eso, pero importaba poco. Es un ademnhabitual entre todos aquellos que no tienencostumbre de llevar un arma encima.

    Es una lstima que haya perdido eltiempo en ir hasta all para nada continu,pero, en lo que a m concierne, puedoasegurarle que no he perdido el mo durante suausencia y que ahora estoy mucho mejordocumentado que antes. (Llegaba al puntocrucial de mis explicaciones y lo observabafijamente a travs de los prismticos). Hedescubierto en qu lugar se encuentra.Comprende lo que quiero decir, verdad? Sdnde la ha puesto. Entr en su casa cuandousted sali.

    No hubo respuesta. Tan slo percib eljadear de una respiracin entrecortada.

    No me cree? Entonces, eche un vistazo.Estoy bien enterado, crame.

    Me obedeci; se fue a la sala para conectarel interruptor. Sus pupilas erraron en tornosuyo, abarcando toda la habitacin, sin fijarseen un punto determinado.

  • Cuando volvi al telfono, en sus labioshaba una sonrisa feroz.

    Es falso se limit a decirme entredientes, con tono a la vez irritado y satisfecho.

    Colg, y yo le imit.

    Mi tentativa result un fracaso. Pero no, nopoda considerarse as, pues, si bien no medescubri hacia qu lado debamos dirigirnos,su afirmacin de que era falso probaba que allhaba algo oculto, algo muy prximo a l, quese poda descubrir, pero tan bien situado queno le inquietaba, y que ni siquiera tuvonecesidad de acercarse para comprobarlo.

    Mi intento, por tanto, significaba unaespecie de victoria estril. Nada habaadelantado.

    En aquel momento, mi hombre se hallabade pie, vuelto de espaldas. Ignoraba qu podaestar haciendo. Se encontraba ante el telfonoy, como tena la cabeza inclinada, supuse queestara reflexionando. No mova el brazo, pero,de extenderlo para marcar un nmero,tampoco lo hubiese advertido.

  • Despus de permanecer un buen rato enesta posicin, se alej. Luego, se apagaron lasluces y ya no vi nada. Sin duda desconfiaba,pues advert que ni siquiera encenda cerillascomo haca con frecuencia cuando seencontraba a oscuras.

    Puesto que no poda vigilarle en sus idas yvenidas, mis pensamientos tomaron otrocamino, y comenc a reflexionar sobre aquellaextraa coincidencia que se haba producido amedia tarde, cuando pas de su sala a su cocinaal mismo tiempo que el propietario lo haca enel piso superior.

    La anomala que entonces tanto mesorprendi, me recordaba lo que ocurre cuandomiramos a alguien a travs de un vidrioimperfecto. Basta un defecto en el cristal paraque la imagen de la persona resultetemporalmente deformada mientras seencuentra detrs. Y, sin embargo, no era este elcaso, puesto que las ventanas estaban abiertasy no se interpona ningn vidrio. Adems, enaquel momento ni siquiera me serva de losprismticos.

    Estaba sumido en mis reflexiones cuando

  • son el timbre del telfono. Boyne, sin duda. Aaquella hora, no poda tratarse de otra persona.Despus de conducirse conmigo tal como lohizo, habra reflexionado.

    Diga? respond, sin desconfianza, ycon mi voz normal.

    No hubo respuesta.

    Diga? Diga? Diga? repet, dando,adems, distintas muestras de mi modo dehablar.

    Segu sin respuesta.

    Entonces, cansado ya, colgu.

    Fuera, todo segua envuelto en la oscuridad.

    * * *

    Sam, que conclua entonces su jornada detrabajo, vino a darme las buenas noches.

    El grog bien cargado que le anim atomarse haba entorpecido un poco su lengua;de modo confuso o cmo, segn su costumbre,me preguntaba si se poda marchar. Le autoric

  • distradamente, ocupado como estaba enencontrar otro medio para hacer caer aThorwald en una nueva trampa. Me habajurado arrancarle su secreto.

    Sam baj la escalera con paso inseguro y,segundos despus, o cmo cerraba la puerta dela calle. El pobre Sam probaba el alcohol tanraramente

    Qued solo en mi cuarto, con el silln en elque me sentaba como nico radio de accin.

    De pronto, en la ventana apareci una luz,que se apag enseguida. Sin duda, Thorwaldnecesit algo y, como no lo encontraba en laoscuridad, no tuvo ms remedio que encender,aunque por poco tiempo. No obstante, debi dehallar enseguida lo que buscaba, puesretrocedi al instante para apagar. Al mismotiempo, lanz una mirada por la ventanamientras pasaba ante ella, pero sin acercarse.

    Aunque fue muy rpida, aquella mirada meimpresion. Era muy distinta de las que lehaba visto antes. Aunque tan breve, dira quefue una mirada a algo determinado. Tenaespecial fijeza. No era una mirada distrada o

  • superficial, ni como aquellas de precaucin queotras veces le vi dirigir. No recorri en formacircular las hileras de ventanas que sealineaban ante l. Se mantuvo fija, en el breveespacio que dur, sobre mi puesto deobservacin.

    Ocurre con frecuencia que registramosactos sin que nuestra mente les atribuya suverdadero sentido. Mis ojos descubrieron estamirada, pero mi cerebro se neg a darle unsignificado.

    Bah!, no tiene importancia pens.Debe de ser un efecto ptico producido por elreflejo inopinado de la luz, cuando se encendipor un breve instante.

    Efecto retardado. Una llamada telefnica ala que no sigue una pregunta. Por qu?

    Para comprobar el timbre de una voz?Luego, un largo tiempo de tinieblas durante elque dos hombres, dos enemigos, invisibles unopara el otro, podan disponerse a actuar unocontra el otro. Una luz que aparece en el ltimoinstante, por fallo de estrategia, pero tambinporque resulta inevitable. Una ltima mirada

  • cargada de odio; todo esto, como ya he dicho, loregistraron mis ojos, pero no mi mente, que nose detuvo a pensarlo o que por lo menostardaba mucho en darse cuenta.

    Pasaron dos minutos. Una calma profundareinaba en el rectngulo formado por losedificios. Una calma demasiado profunda paraque no resultara inquietante. Y, de pronto, larompi un ruido que llegaba de no s dnde: laintermitente y obsesionante cancin del grillo.Pens en el comentario supersticioso de Sam,segn el cual siempre se cumpla su fatalpresagio. De ser cierto lo que dijo, era un malsigno para alguno de los habitantes de aquellosgrandes edificios dormidos

    Haban pasado escasamente diez minutosdesde que se fuera mi criado. Y ya estaba deregreso. Deba de haber olvidado algo. Con eltrago que llevaba a cuestas no me extraaba.Quiz fuera el sombrero, o tal vez la llave de sudomicilio. Saba que no poda ir a abrirle y seesforzaba en entrar sin hacer ruido, pensandoque quiz me haba dormido ya. Apenas le omoverse en la planta.

    La casa en la que yo viva era uno de esos

  • edificios bajos y pasados de moda, con unapuerta exterior, a la que nunca echbamos elcerrojo, que conduca a un vestbulo cerradopor una puerta provista de un pestillo. Y elpobre diablo que, en circunstancias normales,deba ya encontrar dificultades para meter lallave en la cerradura, tena aquella noche lamano todava menos segura. Con cerillas lehubiera resultado bastante ms sencillo. PeroSam no era fumador y, con toda seguridad, nolas llevaba nunca encima.

    El ruido ces. El pobre Sam debi de darsepor vencido y marcharse por donde habavenido. Desde luego no pudo entrar, puesconoca muy bien su modo de dejar que lapuerta se cerrase por s sola y no o aquel ruidocon el que tan familiarizado estaba.

    Y, de pronto, comprend. Fue como laexplosin brutal que se produce en un trencuando una chispa de la locomotora alcanza alltimo vagn cargado de plvora. Ignoro porqu razn no se me ocurri hasta entonces. Elcerebro tiene caprichos que escapan a todaexplicacin. La verdad es que, de improviso,Sam, la puerta de la calle y todo lo demsquedaron borrados de mi mente, y,

  • repentinamente, encontr la explicacin de laanomala que se produjo en el curso de la tarde.Efecto retardado. Siempre aquel maldito efectoretardado.

    Uno sobre el otro, el propietario del 525 yThorwald haban abandonado las salas delsexto y del cuarto y, simultneamente,desaparecieron detrs de la porcin de muroque separaba las dos ventanas para reaparecer,siempre uno sobre el otro, en la cocina. Pero,mientras tanto, ocurri algo anormal que nopude definir, pero que me haba sorprendido.No obstante, la retina es un registroescrupuloso del que se puede uno fiar y estabaseguro de que la anormalidad que advert, laseparacin que haba apreciado, se produjovertical y no horizontalmente; la dislocacin notuvo lugar a lo largo sino de arriba abajo.

    Ahora, saba; ahora, haba comprendido;tena por fin la solucin. Necesitaban uncadver? Pues bien, iba a ofrecerles uno.

    De buen o mal grado, Boyne deberaescucharme. Sin perder un minuto, marqu atientas el nmero de la delegacin de policasosteniendo el telfono sobre mis rodillas.

  • Haca poco ruido: un imperceptible chasquidometlico. El grillo era mucho ms escandaloso.

    Hace mucho que se fue a casa mecontest el sargento de guardia.

    Y, sin embargo, me urga hablar con l.

    Bien, pues deme el nmero de sudomicilio particular, quiere?

    No se retire.

    Se alej, y volvi a los pocos segundos paradecir:

    Trafalgar

    Luego, nada.

    Oiga, oiga grit al aparato. Seorita,no corte, por favor. No hemos terminado.

    Pero tampoco de la centralita merespondieron.

    No haban cortado la comunicacin. Habanarrancado el cable. La interrupcin fuedemasiado brutal. Y, si arrancaron el cable,tuvo que suceder en el interior de la casa, puesfuera estaba enterrado.

  • Efecto retardado. Esta vez, era el fin. Venademasiado tarde. Nadie contestaba a misllamadas. Aquella mirada desde arriba, enbusca de un punto de referencia. Y Sam, quehaca poco intentaba entrar en casa.

    La muerte se hallaba en mi casa y, adems,se iba acercando. Y yo estaba inmovilizado,clavado en el silln. Aunque existiera laposibilidad de telefonear a Boyne, era yademasiado tarde. No se podan esperar golpesteatrales. Desde luego, poda pedir socorro porla ventana y los vecinos se asomaran para verqu estaba ocurriendo; pero no llegaran atiempo para ayudarme. Incluso antes de quepudieran darse cuenta de dnde venan losgritos, stos habran cesado y sera el fin detodo. Por tanto, no intent pedir auxilio. No fuepor valenta, sino porque saba muy bien queiba a ser un esfuerzo intil.

    En breves instantes estara all. Ahora,aunque ningn sonido me lo advirti, deba deencontrarse cerca. Y en torno mo nada msque el silencio. Ni siquiera un crujido. Uncrujido me hubiese aliviado, pues podaindicarme dnde estaba el enemigo. Era igualque si me hubieran encerrado en una

  • habitacin a oscuras con una cobra.

    No tena armas. Junto a la puerta, a lo largode la pared, se encontraban hileras de libros.Yo no lea jams. Eran libros pertenecientes alantiguo inquilino. Tambin haba un busto deyeso; Jean Jacques Rousseau o Montesquieu,nunca pude saber cul de los dos. Era horrible,y tambin lo dej el que antes ocupaba elapartamento.

    Me alc tanto como pude en mi asiento yextend la mano para sujetarlo. Por dos vecesmis dedos rozaron el pedestal sin conseguircogerlo. A la tercera vez, logr moverlo. A lacuarta me cay pesadamente encima y meoblig a sentarme de nuevo.

    En el silln tena una manta de viaje que noempleaba en aquella estacin pero que habadoblado y puesto en mi asiento para queestuviera ms blando. La saqu como pude,extendindola ante m un poco a la manera deun escudo indio. Luego, retorcindome comoun gusano, me inclin hacia fuera sacando lacabeza y el tronco por encima del brazo delsilln, del lado del muro. Por ltimo, alc elbusto de yeso sobre el otro hombro procurando

  • mantenerlo pegado al respaldo, para simularotra cabeza, cubierta hasta las orejas por lamanta. A cierta distancia, en la oscuridad,parecera Por lo menos, as lo esperaba.

    Una vez concluidos estos rpidospreparativos, comenc a roncarestrepitosamente, como quien duerme con unsueo pesado, lo que no me result difcil, puestanta emocin me impeda respirar connormalidad.

    No hizo ruido al forzar la cerradura con unaganza, y su entrada fue tan silenciosa que nome hubiese dado cuenta de que se abra lapuerta a mi espalda de no advertir una ligeracorriente de aire. La not ms porque tena lacabeza, la autntica, empapada en sudor.

    Si su propsito era descalabrarme de ungolpe o apualarme, quiz tuviera anposibilidades de evitar el primer ataque, graciasa mi subterfugio. Era lo ms que poda esperar;as podra enzarzarme con l en un cuerpo acuerpo y romperle el cuello o la columnavertebral estrechndole contra m.

    Si, por el contrario, empleaba un revlver,

  • fatalmente acabara por alcanzarme. En suma,no iba a ser ms que cuestin de segundos. Y ltena un revlver, como bien me constaba,puesto que con l se propona matarme cuandocrey que me encontrara en Lakeside Park. Minica esperanza era que, en esta ocasin, alhallarse en el interior de una casa y queriendoevitar el peligro de ser detenido

    Haba llegado el instante fatal.

    La oscuridad era tan intensa que lahabitacin se ilumin por un momento con elresplandor de un fogonazo.

    El busto desapareci de mi hombro parasaltar hecho pedazos.

    Por el ruido que luego sigui cre que mienemigo pateaba de rabia al frustrarse suvenganza, pero al verle pasar como una flechapor mi lado y asomarse a la ventana buscandoel medio de evadirse, comprend que el ruidoprovena de abajo y que se trataba de violentosgolpes asestados a la puerta principal deledificio. Contra toda esperanza, el golpe teatralera posible. Pero, antes de que llegaran,Thorwald an tena tiempo de matarme cinco

  • veces.

    Dej deslizar el cuerpo en el estrechoespacio comprendido entre la pared y el silln;pero las piernas, los hombros y la cabezaseguan an visibles.

    El hombre se volvi para disparar sobre m,desde tan cerca que qued deslumbrado. Sinembargo, no me sent herido. No consiguialcanzarme.

    Usted comenz a decir rechinando losdientes.

    Creo poder afirmar que no dijo nada ms,pues estaba demasiado ocupado para perderseen vanas invectivas.

    Apoyndose con las dos manos en el bordede la ventana, salt al patio. Dos pisos. Saliindemne porque en lugar de estrellarse en elcemento, fue a caer sobre el csped que allcreca.

    Consegu, bien que mal, alzarme por detrsdel brazo del silln y me lanc hacia la ventanacon tanta fuerza que por poco me rompo labarbilla.

  • El fugitivo, aunque aturdido por la cada, sehaba recuperado enseguida. As ocurresiempre que la vida est en peligro. De un salto,salv la primera tapia. De otro, salv lasegunda apoyndose con los pies y las manos alestilo de los gatos y con idntica ligereza.Luego, cuando lleg a su casa, subi por laescalera de incendios que haba empleado Sam.

    Fue trepando por los peldaos de metal,dando pequeos y bruscos giros en cadadescansillo. Sam haba cerrado las ventanas aconciencia antes de marcharse, pero, por suertepara Thorwald, l mismo abri una a su regresopara ventilar el piso. Digo por suerte, porque suvida dependa ahora de esa medida tomada casimaquinalmente.

    Dos pisos, tres pisos, cuatro pisos. Al finhaba llegado a su casa. Pero entonces debi deocurrir algo; le vi apartarse de la ventana ycontinuar corriendo hacia el quinto piso. Se oyun restallido seco en una de las ventanas de suapartamento y una bala atraves el patio paraclavarse en el muro de enfrente.

    Del quinto, pas al sexto y, un segundodespus, se hallaba en el tejado. Haba

  • conseguido llegar sano y salvo. Cmo seaferraba aquel hombre a la vida!

    Los policas que estaban asomados a lasventanas de su casa no podan dispararle ya,pues se hallaba justo encima de ellos y, adems,les molestaban los peldaos de la escalera deincendios.

    Tan interesado estaba en seguirle con lavista que no prest atencin a lo que ocurra entorno mo. De pronto, me di cuenta de queBoyne se encontraba a mi lado intentandoapuntarle.

    Casi me duele tumbarle en este momento.Caer desde muy alto.

    El fugitivo se mantena en equilibrio sobreel muro del tejado y una estrella le brillabasobre la cabeza. Seguramente, una malaestrella. Se entretena all mucho, porquedeseaba matar antes que dejarse matar amenos que se sintiera ya herido de muerte.

    Una detonacin, venida de muy alto,rompi el momentneo silencio. Un cristal demi ventana, justo encima de Boyne, salt, y unode los libros que estaban a mi espalda fue

  • atravesado de parte a parte.

    Boyne, ante el disparo, no dud ni uninstante y, como me encontraba entoncesdetrs de l, su codo, por efecto del retrocesodel arma, me golpe en la mandbula. Como noquera perderme nada de lo que estabaocurriendo, apart el humo con la mano.

    Fue algo horrible. De pie sobre el parapeto,Thorwald pareci, de momento, que no semova. Luego, arroj el arma, como diciendo deesa forma que en adelante no iba a necesitarla,y se lanz al vaco. Su cuerpo se proyect haciafuera de tal forma que no roz siquiera laescalera de incendios, pero golpe, algo msabajo, uno de los andamios que dejaron losobreros y, rebotando como un trampoln, fue acaer tan lejos que no le vi cuando al fin seestrell en el suelo.

    Me volv hacia Boyne.

    Bien, sabes?, ya lo he encontrado. Alfinal lo he encont