LA VALIDEZ DE LAS CONSAGRACIONES DE MONS....

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R.P. Anthony Cekada LA VALIDEZ DE LAS CONSAGRACIONES DE MONS. NGO-DINH-THUC Ediciones Revista Integrismo

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R.P. Anthony Cekada

LA VALIDEZDE LAS

CONSAGRACIONESDE MONS.

NGO-DINH-THUC

Ediciones Revista Integrismo

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SumarioSumarioSumarioSumarioSumario

Introducción.................................................................................................................................2I. Algunas aclaraciones................................................................................................................4II. El hecho de las consagraciones..............................................................................................6III. La validez de las consagraciones................................................................................................10IV. Objeciones dudosas........................................................................................................................13Conclusiones.......................................................................................................................19Bibliografía...................................................................................................................20

IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducción

Durante una conversación con Monse-ñor Marcel Lefebvre, en 1980, di aentender que me preocupaba encon-

trar algún obispo luego de su muerte que pu-diera ordenar sacerdotes católicos tradiciona-listas y confirmar a nuestros niños.

El Arzobispo -que hasta entonces no ha-bía dado indicios de que consagraría obisposalgún día- me respondió, con tacto, que eseproblema también a él le preocupaba y que«Deus providebit» (Dios proveería). Y agregó-con una de sus típicas humoradas francesas-que cada vez que se resfriaba o estornudabaen el interior de la capilla del Seminario deEcône, casi le parecía oír a los 80 seminaristasque dejaban de rezar para hacer en silenciouna sola petición ferviente: «Señor, ¡que viva,al menos, hasta mi ordenación!».

Esta anécdota graciosa pone de relieveun tema grave. Para nosotros, católicos tradi-cionalistas, los sacramentos constituyen elcentro de nuestra vida espiritual y la clave denuestra salvación. Sabemos que si deseamosoír Misa, recibir la Santa Comunión, recibir

la absolución de nuestros pecados y ser for-talecidos con la Extremaunción, necesitamossacerdotes, y es bien sabido que solo los obis-pos pueden ordenar sacerdotes.

Pues bien, ¿dónde podemos ir a buscar unobispo que ordene sacerdotes católicos tradi-cionalistas, y garantizar así que la Misa latinatradicional siga celebrándose en nuestros al-tares?

El laicado y el clero ligados a la Fraterni-dad San Pío X (especialmente los seminaristasansiosos) ya no tienen de qué preocuparse. El30 de junio de 1988, Mons. Lefebvre y elObispo emérito de Campos, Brasil, Antoniode Castro Mayer, consagraron cuatro obispospara la Fraternidad San Pío X; desde enton-ces, estos obispos han ordenado nuevos sa-cerdotes para la Sociedad y hace poco [en1991, año de este trabajo, n.d.r.] consagraronun obispo para suceder a Mons. de CastroMayer en Campos.

Los obispos de Lefebvre restringen susdeberes ministeriales meramente a las capi-llas y el clero que admiten todas las opinionesteológicas de la Fraternidad sin cuestionarlas,y que le rinden el control legal de sus bienes.

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Asimismo, estos obispos ordenarán sacerdo-tes solo a los seminaristas que juren fidelidada las posturas de la Fraternidad.

Muchos sacerdotes tradicionalistas estánen desacuerdo con las posturas y las políticasde la Fraternidad. Así que difícilmente poda-mos pensar en un obispo de Lefebvre si que-remos que los niños de nuestras capillas reci-ban el Sacramento de la Confirmación. Me-nos todavía podremos hallar un seminariodonde formar al clero que nos sucederá al-gún día, y suponer tan luego que los obisposde Lefebvre fuesen a ordenar sacerdotes a losseminaristas que formáramos.

Pero los obispos de Lefebvre no son laúnica opción. En los EE.UU. existen actual-mente seis clérigos católicos tradicionalistas co-múnmente conocidos como obispos «Thuc»,que a diferencia de los obispos de Lefebvre,no pertenecen a una única organización. Tra-bajan con total independencia unos de otros(como la mayoría de los sacerdotes tradicio-nalistas), aunque algunos de ellos se ayudanmutuamente para realizar determinadas tareasapostólicas.

A semejanza de los sacerdotes católicostradicionalistas, estos seis obispos Thuc tam-bién son un grupo aparte. Cinco de ellos sonhombres de más edad, formados y ordenadossacerdotes antes que los desastrosos cambiosposconciliares hicieran sentir su impacto; u-no (más joven) recibió una formación tradi-cional y fue ordenado según el antiguo ritobastante después de concluido el ConcilioVaticano II. Tres, eran sacerdotes diocesanos;tres, pertenecían a diferentes órdenes religio-sas. Cuatro de los obispos colaboran gentil-mente con distintas capillas y clero católicosfuera de su propio entorno particular; dos delos obispos están completamente fuera, en

órbitas distintas. De estos seis obispos, uno deellos tiene fama de buscapleitos notorio, otrono es demasiado conocido en ningún sentido,y los otros cuatro (dos de ellos consagrados ha-ce poco) están muy bien considerados en losámbitos donde desempeñan su apostolado, yasea por vía de sus escritos o de su ministeriosacerdotal.

Los obispos Thuc norteamericanos pue-den remontar sus consagraciones episcopaleshasta uno de estos dos hombres:

- Monseñor M.L. Guérard des LauriersO.P., ex profesor de la Pontificia Universi-dad Lateranense de Roma y del Seminario dela Fraternidad San Pío X en Ecône, Suiza(él fue uno de mis profesores) y autor de lafamosa Intervención Ottaviani [El Breve Exa-men Crítico del Novus Ordo Missae, n.d.r.].

- Monseñor Moisés Carmona Rivera, sacer-dote diocesano procedente de Acapulco, quedurante años dijo la Misa tradicional para nu-merosos grupos de fieles de distintas partes deMéxico.

En 1981 Mons. Guérard y Mons. Carmo-na fueron consagrados obispos por una mis-ma persona: Monseñor Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc (†1984), Arzobispo emérito deHué, Vietnam.

Mons. Thuc -nombrado por Pío XI y con-sagrado obispo en 1938- fundó la Diócesis deVinh-long y fue nombrado Arzobispo de Huéen 1960. En 1963, mientras estaba en Romapara asistir al Concilio Vaticano II, su herma-no, Ngo-dinh-Diem, Presidente de Vietnamdel Sur, fue derrocado y asesinado duranteun golpe de estado. Al no poder volver a Viet-nam y ser marginado por el Vaticano, Mons.Thuc sobrevivió a duras penas como sacerdo-te asistente en distintas parroquias de los alre-dedores de Roma.

Aparentemente, su interés por el movi-miento tradicionalista habría comenzado aprincipios de 1975, cuando visitó el Semina-rio de Mons. Lefebvre en Ecône, Suiza. Elepisodio resultó ser una bendición y no ser-lo, pues es allí donde Mons. Thuc entablaamistad con el Padre M. Revaz, antiguo can-ciller de la Diócesis suiza de Sión y profe-sor de derecho canónico en el Seminario deEcône. Más tarde, en 1975, el Padre Revazconvenció a Mons. Thuc de que la soluciónde los problemas de la Iglesia se hallaba enunas supuestas «apariciones marianas» en el

El R.P.AnthonyCekada

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Palmar de Troya, España, e insistió al Arzo-bispo para que consagrara obispos destinadosa los seguidores del Palmar que deseaban con-servar la Misa tradicional. Mons. Thuc aceptóy realizó las consagraciones en diciembre, pe-ro al año siguiente repudió su vinculación conel grupo del Palmar (1).

Los católicos tradicionalistas que arguyensobre las acciones posteriores de Mons. Thucdentro del movimiento tradicionalista perte-necerían a dos campos contrarios. El primergrupo lo canoniza, retratándolo como un va-leroso héroe que invariablemente rechazótodos los errores de la Iglesia Conciliar. Elsegundo grupo lo injuria, pintándolo comoun pobre viejo tonto que carecía del estadomental necesario para conferir válidamenteun sacramento.

Ambos grupos están equivocados. Por unlado, si bien Mons. Thuc decía la Misa tradi-cional, difícilmente era otro Atanasio. Sus ac-ciones y sus declaraciones sobre la situaciónde la Iglesia a menudo eran, como las deMons. Lefebvre, contradictorias y mistifica-doras. Y también a semejanza de Mons. Lefe-bvre, aparentemente aceptó un acuerdo conel Vaticano para luego cambiar de opinión.Por otro lado, los vaivenes teológicos y loserrores de juicio práctico simplemente de-muestran que determinado arzobispo (cadauno elija el que desee) es humano y falible.Eso no prueba que haya perdido la capaci-dad mental mínima que la Iglesia requierepara administrar un sacramento válidamente.

Bueno, hemos hecho alguna digresión.Nuestro propósito aquí no es repasar las idasy venidas de la trayectoria de Mons. Thucsino determinar si los seis obispos Thuc de

los EE.UU. fueron válidamente consagrados;es decir, si tienen o no el poder sacramentalque todos los obispos católicos poseen paraadministrar el Sacramento de la Confirmación,ordenar sacerdotes que sean realmente sacer-dotes, y consagrar a otros obispos que seanrealmente obispos.

Este poder sacramental, denominado Su-cesión Apostólica, es transmitido por un obis-po católico a todos los obispos que él consa-gra. A su vez, ellos [los obispos] transmitiráneste poder sacramental a todos los obispos queellos consagren, y así sucesivamente.

Por lo tanto, para realizar nuestra averi-guación debemos examinar las consagracio-nes episcopales de los dos prelados hasta loscuales se remontan los seis obispos de losEE.UU., y que son Mons. Guérard y Mons.Carmona. Si las consagraciones episcopales delos dos últimos pueden considerarse válidas,entonces toda la línea de órdenes que proce-den de ellas es asimismo válida.

Como demostraremos a continuación, to-dos los hechos importantes, los pronuncia-mientos de los Papas, los canonistas (expertosen derecho canónico) y los teólogos moralis-tas católicos llevan a una sola e inevitable con-clusión: estamos obligados a considerar comoválidas las consagraciones episcopales confe-ridas por Mons. P.M. Ngo-dinh-Thuc a M.L.Guérard des Lauriers y a Moisés CarmonaRivera.

Dado que las consagraciones de los Obis-pos Guérard y Carmona fueron válidas, esta-mos asimismo obligados a considerar comoválida toda la línea de órdenes que procedede ellos, y entonces, también a sostener quelos sacerdotes ordenados en esta línea son ver-daderamente sacerdotes y que los obisposconsagrados en esta línea son verdaderamen-te obispos.

I. ALGUNAS ACLARACIONESSOBRE LA INVESTIGACIÓN

En 1982 dos norteamericanos hicieronsu presentación en los EE.UU. como obis-pos Thuc. Las circunstancias que rodearon su

Mons.Marcel

Lefebvre

1) Einsicht nº 11 (marzo, 1982), pág. 12: «Je n’ai plus derelations avec Palmar depuis leur chef se proclame Pape. Jedésapprouve tout ce qu’ils font» («No tengo más relacionescon el Palmar desde que su jefe se proclamó Papa. De-sapruebo todo lo que hacen»).

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aparición, dicho suavemente, no fueron debuen augurio.

Uno de ellos era un sacerdote relativa-mente nuevo dentro del movimiento tradicio-nalista, y nunca se conocieron del todo bienlos detalles de cómo o por qué se lo eligiópara consagrarlo obispo. El otro vino saltandoobstáculos para lograr su mitra. Como sacer-dote, en febrero de 1982, se ufanó de apoyara Juan Pablo II. Poco después, el discurso delos obispos Thuc y su línea dura contra JuanPablo II comenzó a difundirse. En junio a-brazó la posición sedevacantista y en agosto,el otro norteamericano lo consagró obispo.

De allí en más, los dos obispos se lanza-ron denuncias, dividieron capillas, pronuncia-ron «excomuniones», pretendieron crear dió-cesis, y por otro lado, iniciaron una campañade «sígueme o muérete», de ésas tan endémi-cas dentro del clero tradicionalista.

En enero de 1983 publiqué un extensoartículo en el que exponía estos entretelones,junto con una semblanza de Mons. Thuc, condefectos y todo. Allí no examinaba si las con-sagraciones eran válidas, pero comenté que«haría falta investigar un poco a fin de ave-riguar lo que los teólogos y canonistas consi-deran prueba suficiente de la validez en talcaso» (2).

Ante la falta de tal investigación, yo mis-mo me incliné a ver a las consagraciones co-mo dudosas. Así también pensaron mis com-pañeros sacerdotes del Noreste. Incluso des-pués que nos expulsaran de la FraternidadSan Pío X en abril de 1983, las actividadesde los dos obispos Thuc norteamericanosnos dejaron ver que la idea de cooperar conellos era moralmente imposible. Y el asuntodurmió durante dos años.

En 1985 uno de mis colegas, el Padre Do-nald J. Sanborn, sugirió que nuestro grupotomara contacto con Dom Antonio de CastroMayer, el Obispo emérito de Campos, Brasil,para ver si estaría dispuesto a ordenar sacer-dotes para nosotros, o al menos a darnos al-gún consejo. Este prelado había adoptado unapostura fuerte contra la Nueva Misa y se decíaque su posición respecto de Juan Pablo II eramucho más dura que la de Mons. Lefebvre.

El Padre Sanborn visitó Campos en abrilde 1985 y conversó largamente con Mons. deCastro Mayer. Quedó claro que el obispo li-mitaba su apostolado exclusivamente a Brasil.

Cuando el Padre Sanborn mencionó eltema de quien ordenaría a nuestros sacerdotes,Monseñor de Castro Mayer dijo: «¡Recurran aGuérard!».

El Padre Sanborn le respondió que du-daba de la validez de la consagración episcopalde Mons. Guérard. Monseñor le respondió:«Si es válida para Guérard, es válida para mí».El Padre Sanborn le explicó algunas de susdudas, pero Mons. de Castro Mayer le res-pondió: «Guérard es la persona más calificadadel mundo para determinar si la consagraciónfue válida».

A su regreso, el Padre Sanborn propusoque algunos de nosotros investigáramos losprincipios que aplican los teólogos moralis-tas para determinar si una consagración epis-copal es válida. Dado que yo era escéptico so-bre las consagraciones, me ofrecí para hacerel trabajo con él.

La investigación resultó ser una labor for-midable. Con el Padre Sanborn pasamos, apartir de 1985, por lo menos unas mil horasen bibliotecas de universidades y seminarioscatólicos de todo EE.UU., estudiando princi-palmente teología y secciones completas dederecho canónico (3).

La conclusión que comenzó a surgir fue -debo admitirlo- contraria a mis expectativas deun principio. No existen pruebas «especiales»

2) The Roman Catholic nº 5 (enero, 1983), nº 8.3) Entre ellas: Catholic University, St. John’s, Fordham,

Xavier, Marquette, Detroit, Dunwoodie, Douglaston, St.Francis y el Josephinum.

Mons. Antonio de Castro Mayer

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o «extra» que a uno le permitan decir que de-terminada consagración episcopal es válida.Los canonistas y los teólogos consideran unaconsagración como harían respecto de cual-quier otro sacramento. Una vez que se reali-zó, se la considera válida y el «peso de la prue-ba» (si correspondiera) es responsabilidad dequienes cuestionan su validez.

En septiembre de 1988 el Padre Sanborndistribuyó un breve informe interno, en unencuentro sacerdotal, sobre los principios teo-lógicos que deben aplicarse. El Padre conclu-yó que tenemos que considerar a las consa-graciones como válidas.

En general, el informe me pareció con-vincente. En particular, los comentarios he-chos por el Padre coincidían con lo que ha-bía develado de la Bula Apostolicae Curae deLeón XIII.

Hubo una discusión acalorada. Más tar-de, ese mismo día, conversé con el Padre Cla-rence Kelly, que estaba al frente de nuestrogrupo. Mencioné que el pronunciamiento deLeón XIII parecía echar por tierra mis obje-ciones en contra de la validez de las consa-graciones (incluida la suya propia). Él me res-pondió: «Nosotros no podemos decir que lasconsagraciones [de los obispos Thuc] son vá-lidas, o algunos de nuestros sacerdotes que-rrán asociarse a ellos».

En ese punto llegué a la conclusión deque los argumentos contra la validez de las

consagraciones podrían basarse en alguna o-tra cosa que no fueran las normas objetivas dela teología sacramental.

Después que dejé la Sociedad San Pío Ven julio de 1989, el Padre Sanborn y yo se-guimos comparando los apuntes de nuestrasinvestigaciones. Lo que sigue es el resultadode nuestros esfuerzos compartidos, pero lamayor parte del crédito le corresponde al Pa-dre Sanborn, que rastreó las fuentes teológi-cas y los decretos papales con tenaz determina-ción.

II. EL HECHO DE LASCONSAGRACIONES

Comenzamos nuestra investigación plan-teándonos estas dos simples preguntas:

- El 7 de mayo de 1981 en Toulon, Fran-cia, ¿realizó Monseñor Thuc el rito de consa-gración episcopal de Guérard des Lauriers si-guiendo el rito católico tradicional?

- El 17 de octubre de 1981 en Toulon, Fran-cia, ¿realizó Monseñor Thuc el rito de consa-gración episcopal de Moisés Carmona siguien-do el rito católico tradicional?

La respuesta a ambas preguntas es afir-mativa.

Pero hay que observar que empleamosuna frase torpe. Preguntamos si Mons. Thucrealizó el rito de consagración episcopal parados personas, en vez de preguntar si las con-sagró. ¿Porqué?

Para dirigir la atención hacia una distin-ción importante entre dos cosas:

- El hecho de un sacramento, i.e., ¿hubouna ceremonia? y

- La validez de un sacramento, i.e., ¿sirvióla ceremonia?

Los canonistas y moralistas, como los Pa-dres Cappello (4), Davis (5), Noldin (6), Wanen-macher (7) y Ayrinhac (8) dan por descontadaesta distinción. De igual modo, los tribunalesde la Iglesia convinieron en legislar sobre la

El Padre Donald J. Sanborn

4) F. CAPPELLO, Tractatus Canonico-Moralis De Sacramentis (Roma, Marietti 1961), 1, 21: «Quoties rationabile seu prudensadest dubium de collato sacramento necne aut de collati sacramenti valore». El énfasis es mío.

5) H. DAVIS, Moral and Pastoral Theology (New York, Sheed and Ward 1943), 3, 25: La «validez de un sacramento se dapor sentada». El énfasis es mío.

6) H. NOLDIN Y A. SCHMITT, Summa Theologiæ Moralis (Innsbruck, Rauch 1940), 3, 27: «In sacramentis... dubium factihabetur, si dubitatur, an sacramentum reipsa collatum sit vel quomodo collatum sit, nempe cum debita materia, forma etintentione». El énfasis es del autor.

7) F. WANENMACHER, Canonical Evidence in Marriage Cases (Filadelfia, Dolphin 1935), 500: «...cuando el hecho delbautismo se ha establecido, pero la validez permanece dudosa...». El énfasis es mío.

8) H. AYRINHAC, Legislation on the Sacraments (New York, Longmans 1928), 6: «Si existiera una duda prudente sobre elhecho de su administración o de su validez...». El énfasis es mío.

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validez de un matrimonio (9) o de una orde-nación (10). Primero los hechos, después la va-lidez.

En este capítulo, por lo tanto, no tratare-mos el tema de la validez (¿Sirvieron las con-sagraciones?), sino tan solo la cuestión delhecho (¿Hubo una ceremonia?; ¿realizó el ritoMons. Thuc?).

No hay duda de que las consagracionesThuc se realizaron. Pero como algunos sacer-dotes tradicionalistas han protestado por elhecho de que las consagraciones no han sido«probadas» o «seguras», o que no pueden ser«reconocidas», nos detendremos unos mo-mentos para probar lo que es obvio.

A. Un Limbo jur íd icoA. Un Limbo jur íd icoA. Un Limbo jur íd icoA. Un Limbo jur íd icoA. Un Limbo jur íd ico

Cuando las cosas eran normales en la Igle-sia, era sencillo comprobar el hecho de si unaconsagración episcopal se había realizado.Uno se dirigía a alguna autoridad que mirabael detalle en un registro oficial. Si un funcio-nario eclesiástico autorizado había asentado laconsagración en el registro correctamente, elderecho eclesiástico la consideraba un hecho«probado» a los ojos del derecho canónico.Lo mismo se aplica a los bautismos, las con-firmaciones y las ordenaciones sacerdotales.

Si los registros oficiales se extraviaban ose destruían accidentalmente, se podía tomarotra vía. Se llevaban las pruebas a alguien conautoridad -un obispo diocesano o un juez deun tribunal del Vaticano-, que examinaba laevidencia y emitía un decreto declarando quefulano de tal había recibido el sacramento.

Estos funcionarios gozaban de un poderlegal denominado jurisdicción ordinaria, unaautoridad que en última instancia provenía delPapa, a los fines de ordenar, legislar, castigar yjuzgar. Parte de esa autoridad consistía en elpoder de establecer a los ojos del derecho ecle-siástico que un determinado acto sacramentalhabía sido realizado, para funcionar como con-trapartida sacramental en el Registro de actos.

En ambos casos -se trate de los registros o-ficiales o de los decretos de la jerarquía- alguiencon jurisdicción ordinaria estaba ejerciendo

su poder. Juzgaba que tenía las evidencias le-gales suficientes de que una ordenación enparticular, por ejemplo, se había realizado. Laingresaba en el registro oficial o emitía un de-creto. El hecho de la ordenación quedaba, así,establecido ante la ley.

A diferencia de esto, consideremos mipropia ordenación. Es un hecho que Monse-ñor Lefebvre me ordenó sacerdote en Ecône,Suiza, el 29 de junio de 1977. Pero el hechono ha sido establecido legalmente. No estáasentado en el registro de ordenaciones de laDiócesis de Sión, como exigiría el derecho e-clesiástico. Si durante mi vida la Iglesia retor-nara a la normalidad, tendría que ver a alguiencon jurisdicción ordinaria que entonces se ex-pediría sobre la evidencia, y emitiría un de-creto que establecería legalmente el hecho demi ordenación.

¿Esto, en donde coloca el hecho de las con-sagraciones Thuc? En el mismo plano en quequedan mi ordenación, las consagraciones deLefebvre y todos los sacramentos que el clerotradicionalista confiere: en una especie de lim-bo jurídico. Dado que nadie dentro del mo-vimiento tradicionalista tiene jurisdicción or-dinaria, nadie tiene poder para expedirse so-bre la prueba legal de que determinado sacra-mento fue realizado, y entonces establecerlocomo un hecho ante el derecho eclesiástico.Esa es una prerrogativa de los funcionarios e-clesiásticos que recibieron su autoridad deun Papa.

No obstante, los católicos tradicionalistaspodemos y efectivamente establecemos el he-cho de que hemos conferido o recibido sa-cramentos. Nos valemos de la certeza moral,un concepto sencillo que aplicaremos a lasconsagraciones Thuc y también a los demássacramentos.

9) Código de Derecho Canónico, canon 1014: «In dubiostandum est pro valore matrimonii, donec contrarium pro-betur...».

10) Véase S.C. de Sacramentos, Decreto del 9 de juniode 1931, Acta Apostolicae Sedis 23 (1931), 457ff.

Monseñor Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc

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B. DocumentosB. DocumentosB. DocumentosB. DocumentosB. Documentos

A diferencia de las consagraciones deMons. Lefebvre de 1988, las efectuadas porMons. Thuc tuvieron una difusión pública es-casa o nula en los EE.UU. Sin embargo, esfácil documentar el hecho que las ceremoniasse realizaron. Estas son algunas fuentes:

- Fotografías publicadas de la consagraciónde Mons. Guérard, el 7 de mayo de 1981 (11).

- Fotografías publicadas de la consagraciónde Mons. Carmona y de Mons. Adolfo Za-mora, el 17 octubre de 1981 (12).

- Las leyendas que acompañan a estas fo-tos y afirman que Mons. Thuc efectuó las con-sagraciones según el Pontifical Romano (edi-ción de 1908) (13).

- Una entrevista de febrero de 1988, efec-tuada bajo juramento, al Dr. Kurt Hiller, queestuvo presente en ambas consagraciones y quesostuvo el libro del ritual (el Pontifical Roma-no) para Mons. Thuc mientras éste realizabael rito de consagración (14).

- Una declaración jurada del Dr. EberhardHeller, que también estuvo presente en am-bas consagraciones y en la que atestigua quelos Monss. Guérard, Carmona y Zamora fue-ron consagrados obispos por Mons. Thuc yque «Las consagraciones se hicieron según elPontifical Romano (Roma, 1908)» (15).

- Una carta de Joseph Cardenal Ratzingerdirigida a Mons. Thuc, que habla de una «in-dagación bien sustentada» hecha por el Vati-cano sobre las consagraciones y en la cual aclaraespecíficamente que Mons. Thuc consagró aGuérard, Carmona y Zamora (16).

- Una declaración del Vaticano de 1983que menciona por el nombre a los que fue-ron consagrados, y además -como es previsi-ble- denuncia las consagraciones (17).

- La publicación de una carta de Mons.Thuc, fechada el 11 de julio de 1984, en laque reconoce que en 1981 confirió el episco-pado a «varios sacerdotes, a saber, a los Pa-dres M.L. Guérard des Lauriers O.P., MoisésCarmona y Adolfo Zamora» (18).

- La publicación de una entrevista a Mons.Guérard en la que él atestigua que Mons. Thuclo consagró el 7 de mayo de 1981, que «la con-sagración fue válida», que «se siguió íntegra-mente el rito tradicional (exceptuando la lec-tura del mandato romano)», y que «Mons.Thuc y yo tuvimos la intención de hacer loque hace la Iglesia» (19).

11) Einsicht nº 12 (mayo, 1982), págs. 4-6.12) Einsicht nº 11 (marzo, 1982), págs. 14-19.13) Einsicht nº 11 (marzo, 1982), pág. 14: «Bischofsweihe S.E. Mgr. M.L. Guérard des Lauriers, o.p.: in Toulon am 7.Mai

1981; Konsekrator: S.E. Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc: nach dem ‘Pontificale Romanum summorum pontificum jussueditum a Benedicto XIV et Leone XIII. Pont. Max.’ (Ratisbonae, Romae, etc. 1908)». «Bischofsweihe S.E. Mgr. Moises Carmonaund S.E. Mgr. Adolfo Zamora in Toulon am 17 Oktober 1981; Konsekrator: S.E. Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc: nach dem‘Pontificale Romanum’ (Ratisbonae, Romae, etc. 1908, S. 520 ff).

14) CLARENCE KELLY, ET AL., Entrevista al Dr. Kurt Hiller, Munich, febrero de 1988, passim.15) EBERHARD HELLER: «Eidesstattliche Erklärung zu den Bischofsweihen von I.E. Mgr. M.L. Guérard des Lauriers, Mgr.

Moises Carmona und Mgr. Adolfo Zamora», Einsicht nº 21 (julio, 1991), pág. 47. «Um noch bestehende Zweifel an den von S.E.Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc gespendeten Bischofsweihen. die z.B. von bestimmten Personen und Gruppen in denU.S.A. geäußert werden, und weil seine Excellenz inzwischen verstorben ist, er sich also dazu selbst nicht mehr äußern kann,erkläre ich an Eides statt, da ich den betreffenden Konsekrationen durch Mgr. Ngo-dinh-Thuc persönlich beiwohnte: Ichbezeuge, daß S.E. Mgr. M.L. Guérard des Lauriers O.P. am 7.Mai 1981, I.E. Mgr. Moises Carmona und Mgr. Adolfo Zamoraam 17 Oktober 1981 in Toulon/ Frankreich von S.E. Mgr. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc zu Bischöfen der hl. katholischenKirche geweiht wurden. Die Konsekrationen erfolgten nach dem ‘Pontificale Romanum’ (Rom 1908). Mgr. Ngo-dinh-Thucspendete die Weihen im Vollbesitz seiner geistigen Kräfte und in der Absicht, der Kirche aus ihrer Notsituation herauszuhelfen,die er in seiner ‘Declaratio’ über die Sedisvakanz vom 25. Februar 1982 präzisierte. München, den 10. Juli 1991. E. Heller».

16) Ratzinger a Thuc, Carta del 1º de febrero de 1983: «Après le délai nécessaire à une enquête fondée, la S. Congrégationpour la Doctrine de la Foi a pu s’assurer qu’au moins depuis 1981... vous avez également conféré... l’ordination épiscopale aureligieux français M.L. Guérard des Lauriers, OP, ainsi qu’aux prêtres mexicains Moises Carmona et Adolfo Zamora» («Luegode un plazo necesario para hacer una investigación fundada, la S. Congregación para la Doctrina de la Fe pudo asegurarse deque al menos desde 1981... usted ha conferido igualmente... la ordenación episcopal al religioso francés M.L. Guérard desLauriers OP, así como a los sacerdotes mexicanos Moisés Carmona y Adolfo Zamora»).

17) S.C. Pro Doctrina Fidei, Notificatio, 12 de marzo de 1983, Acta Apostolicae Sedis (abril, 1983).18) L’Osservatore Romano, edición inglesa, 24 de diciembre de 1984.19) Sodalitium nº 4 (mayo, 1987), pág. 24: «Affermo che questa Consecrazione è valida... Atteso che: 1) il rito tradizionale

è stato integralmente osservato (fatto eccezione della lettura del ‘mandato romano’!): 2) Mons. Thuc ed io avevamo l’intenzionedi fare ciò che fa la Chiesa». Énfasis del autor.

Logo de tapa de la revista alemana

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Integrismo

- Una entrevista a Mons. Guérard en laque nuevamente afirma haber sido consagra-do el 7 de mayo de 1981, y que se siguió el ritoíntegramente (20).

- Una entrevista al RP. Noel Barbara, he-cha bajo juramento, en la que el Padre Barba-ra declara que visitó a Mons. Thuc en 1982,y que Mons. Thuc reconoció que, de hecho,consagró a Mons. Guérard y a Mons. Carmo-na (21).

Todas estas fuentes, por supuesto, coinci-den en la cuestión fundamental: el hecho deque Mons. Thuc realizó el rito de consagra-ción episcopal para M.L. Guérard des Lauriersel 7 de mayo de 1981, y nuevamente paraMoisés Carmona y Adolfo Zamora el 17 deoctubre de 1981.

Las declaraciones de los doctores Heller yHiller, y de Mons. Guérard, y las leyendas delas fotografías (escritas por el Dr. Heller),además, concuerdan en otra cuestión funda-mental: el hecho de que Mons. Thuc utilizóel rito tradicional para realizar las consagra-ciones.

C. Un hecho establecidoC. Un hecho establecidoC. Un hecho establecidoC. Un hecho establecidoC. Un hecho establecido

Ante esta documentación, el lector razo-nablemente concluye que es un hecho queMons. Thuc realizó estas consagraciones y quees un hecho que usó el rito católico tradicio-nal. ¿Porqué? Todos los documentos apun-tan a los mismos hechos fundamentales. Laspartes involucradas nunca cambiaron su rela-to de los hechos. «Suena cierto».

Ese «suena cierto» que pensamos al con-siderar todos los hechos sobre esta cuestión ocualquier otra, es resultado de la certeza mo-ral, una norma de sentido común que aplica-mos permanentemente.

Los teólogos moralistas católicos dicen quela certeza moral se produce cuando nos da-mos cuenta que es imposible que estemosequivocados sobre un hecho particular, ya quelo opuesto a este hecho es tan improbable quesabemos que creerlo sería imprudente (22).Esto implica, por lo tanto, considerar el opues-to de algo para ver su grado de probabilidad.

Un ejemplo (*) puede servir: Yo no vi mo-rir a Elvis Presley. Pero su esposa, el médico,el comisario y el enterrador afirman que mu-rió. Entonces pienso lo opuesto: que Elvis vi-ve y anda acechando entre las góndolas delsupermercado de mi barrio. Pero eso signifi-caría que las cuatro personas que vieron sucadáver y que dicen que está muerto son to-dos unos mentirosos y forman parte de unaconspiración en masa. Esto es tan improbableque no podría creerlo. Por lo tanto, he llega-do a tener certeza moral sobre un hecho: Elvis-«El Rey»- está verdaderamente muerto.

En consecuencia, para llegar a tener certe-za moral sobre las consagraciones Thuc, tene-mos que considerar si lo opuesto a las prue-bas que poseemos es suficientemente proba-ble como para ser creíble: i.e., que Mons.Thuc no realizó la consagración de Mons.Guérard ni de Mons. Carmona, o que si lohizo no siguió el rito tradicional.

20) JOSEPH F. COLLINS, Notas sobre la entrevista a Guérard, La Charité (Francia), agosto de 1987.21) CLARENCE KELLY, ET AL., Entrevista a Noël Barbara, Greenwich CT, mayo de 1990.22) Véase J. MCHUGH & C. CALLAN, Moral Theology, New York, Wagner 1929, 1, 643: «Los juicios son moralmente ciertos,

cuando el error es imposible según lo que es habitual entre los hombres, lo opuesto de lo que sostiene la inteligencia es tanimprobable que sería imprudente moverse a ello».

(*) Adnotatio editoris: Ne quid a devotis etiam rudis lectoribus celeretur, auctor reverendus planum facit se dicerefabulam, latius in Statibus Foederatis Americae ab ephemeridibus aliis sordidis diffusam, quod E. Presley, citharoedum acdivum populo gratissimum (qui «Rex» appellabatur et obiit circa idibus Augusti, anno MCMLXXVII), non vero obiisse, sedvivit jam, quasi in occulto, interdum tamen se videndum praestans, praesertim uxoribus tabernas aromatarias frequentibus- exemplum immo vividum, etiamsi nimirum ab auctoribus probatis haud hucusque citatum [Sacerdotium].

El Padre Guérard des Lauriers O.P.

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Integrismo

Esto presupone las siguientes situaciones:1) Que Mons. Thuc, Mons. Guérard, Mons.Carmona, Mons. Zamora (ya fallecidos) y doslaicos archisedevacantistas mintieron, falsifica-ron fotografías dos veces, incurrieron en per-jurio en dos ocasiones y se involucraron en u-na conspiración complicadísima y muy bienorquestada. 2) Que las seis personas más direc-tamente involucradas estaban completamenteequivocadas al creer que habían ocurrido dosconsagraciones episcopales. 3) Que Guérard,Carmona y Zamora después confirieron orde-naciones y consagraciones episcopales que e-llos sabían que eran nulas e inválidas. 4) QueGuérard, Carmona y Zamora, ayudados e ins-tigados por los doctores Hiller y Heller, per-mitieron que Mons. Thuc los consagrara obis-pos con un rito distinto del rito católico tradi-cional. 5) Que las personas que intervinieronen las consagraciones también engañaron a losfuncionarios del Vaticano sobre los aconteci-mientos, o bien hicieron que el Vaticano par-ticipara de la conspiración.

Estas situaciones indudablemente son ri-dículas y absurdas, y no hay pruebas en abso-luto para sustentarlas. Pero son la única clasede teorías que alguien podría postular si quisie-ra decir que no tenemos certeza moral algunasobre el hecho de las consagraciones Thuc. Ysi acaso alguien piensa que estas alternativasson creíbles o probables, lo único que puedodecirle es: Mantén tus ojos bien abiertos cuan-do estés en el supermercado...

Esto nos deja con la certeza moral sobreel hecho de las consagraciones Thuc; certeza«que excluye todo temor de error y toda dudaseria o prudente» (23). Esto es todo lo que losteólogos exigen para cualquier sacramento. Yaque no tenemos ningún fundamento serio niprudente como para poner en duda la realiza-ción de las consagraciones, o que se empleóel antiguo rito, debemos tomar a ambos acon-tecimientos como hechos establecidos.

III. LA VALIDEZ DE LASCONSAGRACIONES

Ahora, retomemos la cuestión que dieralugar a este estudio:

- ¿Estamos obligados a considerar que lasconsagraciones Thuc son válidas, i.e., que sir-vieron?

Fundándonos en principios de derecho e-clesiástico y teología moral aplicables a todoslos sacramentos, estamos obligados a respon-der afirmativamente.

Para entender porqué, simplemente tene-mos que repasar los requisitos mínimos exigi-dos para que una consagración se realice váli-damente, y de qué manera el derecho ecle-siástico y los moralistas consideran que talesrequisitos se han satisfecho en un caso dado,a menos que exista evidencia positiva en con-trario.

A. Una receta para la val idezA. Una receta para la val idezA. Una receta para la val idezA. Una receta para la val idezA. Una receta para la val idez

Dentro de las numerosas ceremonias be-llísimas de la Iglesia Católica, el Rito de Con-sagración Episcopal es sin duda la más esplén-dida y compleja. Se lleva a cabo en la festivi-dad de un Apóstol, generalmente ante una granconcurrencia de fieles. En su forma más solem-ne, el obispo consagrante es asistido por otrosdos obispos (denominados «co-consa-grantes»),11 sacerdotes, 20 acólitos y 3 ceremonieros (24).Realizar una consagración episcopal tal comolo prescriben todas las elaboradas directivasdel ceremonial demanda aproximadamentecuatro horas.

Por otro lado, realizar una consagraciónepiscopal válidamente demanda aproximada-mente 15 segundos. O sea, más o menos eltiempo que le toma a un obispo imponer susmanos sobre la cabeza del sacerdote y recitarlas 16 palabras de la fórmula que exige la Igle-sia para la validez.

Lo que acabamos de decir podría dejarpasmado al lector lego, pero este caso es se-mejante a algo que todos hemos aprendidoen el catecismo. Todo lo que se necesita parabautizar válidamente a alguien es agua comúny la fórmula breve (Yo te bautizo, etc.). Es tan

Escudo episcopal de Mons. Ngo-dinh-Thuc

23) McHugh & Callan, 1, 645.24) J. NABUCO, Pontificalis Romani Expositio Juridico-

Practica (New York, Benziger 1945), 1, 218.

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Integrismo

simple que hasta un musulmán o un judío po-drían hacerlo bien, en caso de que alguien ne-cesitara ser bautizado verdaderamente. Y unavez que el agua fue derramada y se recitó lafórmula breve, estará tan válidamente bautiza-do y será tan cristiano como si el Papa en per-sona lo hubiera hecho en la Basílica de SanPedro.

La receta que la Iglesia da para que unaconsagración episcopal sea válida es tambiénasí de simple. Además del obispo válidamen-te consagrado que realice el rito y un sacerdo-te válidamente ordenado que tenga la inten-ción de recibir la consagración, hay solo tresingredientes esenciales para la validez:

1) La imposición de manos por el obispoconsagrante (denominada técnicamente mate-ria del sacramento).

2) La fórmula esencial de 16 palabras reci-tada por el obispo consagrante (denominadatécnicamente forma del sacramento) (25).

3) Una intención mínima de parte delobispo consagrante «de hacer lo que hace laIglesia» (denominada intención ministerial).

Aunque se deben observar todas las cere-monias que prescribe el rito, los tres elemen-tos precedentes son todo lo que se requierepara que una consagración episcopal sea vá-lida.

B. El peso de la pruebaB. El peso de la pruebaB. El peso de la pruebaB. El peso de la pruebaB. El peso de la prueba

Luego de asegurarse del hecho que un ver-dadero obispo realizó una consagración em-pleando un rito católico, ¿es necesario pro-bar en forma positiva que el obispo no omi-tió alguno de estos elementos esenciales du-rante la ceremonia?

No. El mero hecho de que un obispo em-plee un rito católico es por sí prueba suficien-te de la validez, y a partir de entonces no serequiere ninguna evidencia extra. La validezse «da por sentada», y solo puede ser refuta-da. Y esto solo puede lograrse si se demuestra

que uno de los elementos esenciales para lavalidez faltó (o probablemente faltó) cuandose realizó la ceremonia.

Esto se aplica a todos los sacramentos y semanifiesta por:

1. La práctica pastoral ordinaria:1. La práctica pastoral ordinaria:1. La práctica pastoral ordinaria:1. La práctica pastoral ordinaria:1. La práctica pastoral ordinaria: Elregistro diario de los sacramentos da por su-puesto que el ministro del sacramento cum-plió con los requisitos esenciales para la vali-dez. Las actas oficiales de bautismo y ordena-ción no mencionan en absoluto términos téc-nicos como «materia», «forma» o «intenciónministerial». Además, los certificados de lossacramentos simplemente declaran que fula-no recibió un sacramento «con todas las cere-monias y solemnidades necesarias y oportu-nas», o sencillamente «según el rito de la San-ta Iglesia Romana». No dicen nada más, por-que la ley de la Iglesia no requiere nada más.Dichos sacramentos se consideran válidos sinnecesidad de pruebas adicionales.

2. Los canonistas: 2. Los canonistas: 2. Los canonistas: 2. Los canonistas: 2. Los canonistas: Los canonistas ha-blan de «la reina de las presunciones, que tie-ne por válido el acto o el contrato mientrasno se pruebe su invalidez» (26). Y se aplica alos sacramentos de la siguiente forma: si al-guien se presenta ante un tribunal eclesiás-tico para cuestionar la validez de un bautis-mo católico (27), un matrimonio (28) o una or-denación (29), la responsabilidad de probarlo

Mons. Mark Pivarunas, Obispoconsagrado por Mons. Carmona

25) Para la validez ni siquiera se requiere que el obispo pronuncie todas las palabras en perfecta exactitud, siempre que nocambie el significado sustancialmente. Véase E. Regatillo, Jus Sacramentarium (Santander, Sal Terræ 1949), 873.

26) Wanenmacher, 408.27) Wanenmacher, 500: «De modo semejante, cuando se ha establecido el hecho del bautismo, pero la validez permanece

dudosa, hay una presunción general en favor de la validez. Esto es verdadero sobre todo para el bautismo católico y la pre-sunción es anulada solamente por una prueba rigurosa en contrario».

28) Wanenmacher, 411: «Para el código el matrimonio tiene el favor del derecho: de aquí que cuando hay una duda,debemos sostener la validez del matrimonio hasta que se pruebe lo contrario» (c. 1014).

29) S. WOYWOOD, Practical Commentary on the Code of Canon Law (New York, Wagner 1952), 1905: «Se presume la validezde una orden sagrada mientras no se establezca su invalidez por prueba al efecto de que se la recibió con falta de intención porparte del peticionante».

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Integrismo

[el peso de la prueba] le compete a él. Él de-be demostrar que faltó un elemento esencialcuando se confirió el sacramento.

3. El Derecho Canónico y la Teolo-3. El Derecho Canónico y la Teolo-3. El Derecho Canónico y la Teolo-3. El Derecho Canónico y la Teolo-3. El Derecho Canónico y la Teolo-gía Moral:gía Moral:gía Moral:gía Moral:gía Moral: Estas fuentes prohíben volver aadministrar un sacramento en forma condicio-nal, a menos que exista una duda «positiva»o «prudente» sobre la validez (véase el puntoIV.A más adelante). Como ejemplo de unaduda que no caería en esta categoría, el teólo-go moralista dominico Fanfani habla de un sa-cerdote que no recuerda si recitó la fórmu-la sacramental esencial. «No debería repetirnada», dice Fanfani. «Sin duda pecaría si lohace -puesto que todo lo que se hace se pre-supone hecho correctamente, a menos quese demuestre positivamente lo contrario» (30).Que las partes esenciales del rito fueron rea-lizadas es otra vez simplemente tomado porgarantizado.

El canonista Gasparri (que luego fuera Car-denal y compilador del Código de DerechoCanónico de 1917) proporciona un principiogeneral: «...un acto, en particular uno tan so-lemne como una ordenación, debe conside-rarse válido mientras no se demuestre clara-mente su invalidez» (31).

4. Incluso4. Incluso4. Incluso4. Incluso4. Incluso en los casos raros:en los casos raros:en los casos raros:en los casos raros:en los casos raros: Loscanonistas y los moralistas incluso amplían laaplicación de estos principios a los casos don-de alguien que no es el ministro católico nor-mal emplea un rito católico para conferir unsacramento. Si una partera que afirma haberhecho un bautismo de urgencia es una perso-na seria, confiable e instruida en la manera derealizar el bautismo -dice el teólogo Merkel-bach-, «no hay razón para dudar seriamentede la validez de un bautismo» (32).

Por último, la Iglesia sostiene tan firme-mente la validez de un sacramento adminis-trado según un rito católico que extiende el

principio no solamente a los clérigos católi-cos, sino que incluso lo aplica a los cismáti-cos. Así, las ordenaciones y las consagracio-nes episcopales recibidas de obispos orto-doxos, de obispos viejo-católicos de Holan-da, Alemania o Suiza «deben considerarse vá-lidas, a menos que en un caso particular debareconocerse un defecto esencial» (33).

Lo que antecede refleja ciertamente la sa-biduría de la Iglesia. Ella no nos pide que re-futemos acusaciones negativas intrincadas:«Pruébame positivamente que no omitiste loque se suponía que tenías que hacer para queel sacramento fuera válido». De lo contrario,habría que capacitar a hordas de testigos espe-cialmente calificados para que comprobaranen forma independiente la validez cada vezque un sacerdote confiere un sacramento.

Por lo tanto, es fácil ver porqué un sacra-mento administrado según un rito católicodebe considerarse válido mientras no se de-muestre positivamente lo contrario.

C. ValidezC. ValidezC. ValidezC. ValidezC. Validez

Los requisitos para que una consagraciónepiscopal sea válida son, entonces, mínimos.

30) L. FANFANI, Manuale Theorico-practicum Theologiæ Moralis (Roma, Ferrari 1949), 4, 50: «E contra minister qui levitertantum aut negative tantum, dubitat, de bona administratione alicuius sacramenti, e.g. non recordatur se verba formaepronuntiasse, nil repetere debet, quinimmo peccat si facit: omne enim factum, supponendum est rite factum, nisi positiveconstet contrarium». El énfasis es mío.

31) P. GASPARRI, Tractatus de Sacra Ordinatione (París, Delhomme 1893), 1, 970: «...tum quia actus, praesertim adeosolemnis qualis est ordinatio, habendus est ut validus, donec invaliditas non evincatur».

32) B. MERKELBACH, Summa Theologiae Moralis (Brujas, Desclée 1962) 3, 165: «Ubi ergo persona omnino seria, etiam meraobstetrix, quae sit fide digna, circumspecta, et in ritu baptizandi instructa, assereret infantem a se rite baptizatum esse, non essetcur de valore Baptismi serio dubitaretur;.....»

33) U. BESTE, Introductio In Codicem (Collegeville MN: St. John’s 1946), 951: «Hinc ordines collati ab episcopis schismaticisecclesiae orientalis, iansenistis in Batavia (Hollandia), veterum catholicorum in Germania et Helvetia, validi habendi sunt, nisiin casu particulari vitium essentiale admissum fuerit».

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Integrismo

Y cuando se emplea un rito católico para esteo para cualquier otro sacramento, la prácticapastoral ordinaria, los canonistas, el derechoeclesiástico y los moralistas no requieren nin-guna prueba adicional para la validez del sa-cramento, incluso cuando lo administre unapartera o un cismático. La validez más biendebe ser refutada.

Cuando volvemos a considerar las consa-graciones de Mons. Guérard y de Mons. Car-mona, tres hechos clave son absolutamenteciertos:

1) Mons. Thuc era un obispo válidamen-te consagrado.

2) Mons. Thuc realizó el rito de consagra-ción episcopal para Mons. Guérard el 7 demayo de 1981 y para Mons. Carmona el 17 deoctubre de 1981.

3) Mons. Thuc empleó el rito católico enambas consagraciones.

Tenemos un obispo válidamente consa-grado, que realiza el rito de consagración e-piscopal y que utilizó el rito católico. No ha-cen falta más pruebas.

Por consiguiente, estamos obligados a con-siderar que las consagraciones episcopales queMons. P.M. Ngo-dinh-Thuc confirió a M.L.Guérard des Lauriers y a Moisés Carmona Ri-vera son válidas.

IV. OBJECIONES DUDOSAS

Como señaláramos antes, Monseñor An-tonio de Castro Mayer admitió la validez de laconsagración de Mons. Guérard, y el NuncioApostólico en Estados Unidos, Mons. Pío La-ghi, también lo consideró así, pues al conde-nar la consagración de Guérard como «ilícita»,también reconocía que era «valida» (34). Pode-mos suponer que si se planteara a cualquierade los dos prelados una cuestión sobre la con-sagración de Mons. Carmona, habrían dadorespuestas similares a aquellas.

Aunque eclesiásticos tan distantes teoló-gicamente como el prelado tradicionalista deCampos y el representante oficial de Juan Pa-blo II en los EE.UU. puedan coincidir al ad-mitir la validez de las consagraciones, algunossacerdotes católicos tradicionalistas se hanmantenido cautelosos al respecto. Algunos deellos hallaron honestamente ciertas cuestio-nes que les resultaban desconcertantes. Otrosdenunciaron agresivamente como «dudosa»la validez de las consagraciones.

Aquí nos ocuparemos del último grupo.Cada una de sus objeciones se ha basado enuna de estas dos cosas: A) Una aseveracióngratuita que los teólogos definirían como«duda negativa», que como tal no puede utili-zarse para impugnar la validez de un sacra-mento. B) Un supuesto «requisito» del dere-cho eclesiástico o de la teología moral queresultó ser un invento de los objetores.

A. Dudas «negativas»A. Dudas «negativas»A. Dudas «negativas»A. Dudas «negativas»A. Dudas «negativas»

La única manera de decir verdaderamen-te que un sacramento es dudoso es presentaruna duda positiva (o prudente) sobre su vali-dez. La duda es positiva cuando tiene un fun-damento claramente objetivo y firmementebasado en la realidad. En el caso de un sacra-mento, debe fundarse en pruebas sólidas deque probablemente se omitió un elementoesencial para la validez.

Por lo tanto, para plantear una duda posi-tiva sobre la validez de las consagraciones Thucdebe demostrarse que cuando se realizó la

34) P. Laghi [dirigida a E. Berry], Carta del 28 de sep-tiembre de 1988: «En respuesta a su consulta del 23 de sep-tiembre de 1988, la ordenación episcopal de Guérard desLauriers, si bien es válida, fue gravemente ilícita».

Mons. Robert F. McKenna OP, Obispoconsagrado por Mons. Guérard des Lauriers

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Integrismo

ceremonia hubo, o probablemente hubo, undefecto sustancial en alguno de los siguienteselementos esenciales:

- La imposición de manos.- La fórmula esencial de 16 palabras.- La intención mínima del obispo de «ha-

cer lo que hace la Iglesia».Ahora bien, nadie entre los presentes en

las consagraciones de Mons. Thuc afirmó ja-más que hubieran ocurrido alguno de estosdefectos.

Al no haber ningún tipo de prueba sobredefecto semejante, los objetores promuevenespeculaciones, cavilaciones, conjeturas, teo-rías personales y -un recurso favorito- cuestio-nes retóricas acerca de lo que puede haber ono puede haber, o de lo que posiblementepodría o no podría haber ocurrido durantelos «15 segundos esenciales» de la consagra-ción.

Pero la característica principal de tales ob-jeciones es que son subjetivas, i.e., que no sesustentan en un conocimiento de lo que ocu-rrió durante el rito, sino de la falta de conoci-miento personal en el objetor de lo que ocu-rrió. Estas objeciones son lo que los teólogosmoralistas denominan dudas negativas (o im-prudentes). Y las dudas negativas no hacen queun sacramento se vuelva «dudoso».

Nos limitaremos a algunas de las dudas ne-gativas más repetidas:

1ª Objeción: ¿Qué pasaría si se hubiera omiti-do un elemento esencial y no lo sabemos? ¿Nosería terrible? ¿No debemos acaso querer es-tar bien seguros? ¿No es prudente desear sa-ber? ¿No es prudente dudar? ¿No necesitamosmayores pruebas? etc.

Tenemos aquí toda una manada de dudasnegativas atronando a todo galope. Observencómo funciona el procedimiento: Montonesde dudas. Montones y montones de rastrososcuros. Pero ningún hecho pertinente y ve-rificable. Y ningún principio tomado del de-recho canónico o la teología moral.

La respuesta es simple: Los canonistas ca-tólicos, los teólogos moralistas y los Papas noshan dicho qué es lo que da la certeza moralde la validez de un sacramento. Estas son lasreglas que debemos seguir. Si nos ponemos ainventar nuestra propia religión cuando que-ramos podemos exigir más y más.

2ª Objeción: Me pregunto si Mons. Thuc «qui-so hacer lo que hace la Iglesia», así que lasconsagraciones deben considerarse dudosas.

- Un sacerdote o un obispo que confiereun sacramento no tiene que «probar» quequiere hacer lo que hace la Iglesia. Se presu-me automáticamente que tiene la intenciónimplícita en el rito. Esta es doctrina teológicacierta enseñada por la Iglesia. Y negarla es«teológicamente erróneo» (35). León XIII con-firmó específicamente el principio con respec-to a las Órdenes Sagradas cuando dijo que al-guien que aplica seria y correctamente la ma-teria y la forma, «debe juzgarse por esa mismarazón que tuvo la intención de hacer lo quehace la Iglesia» (36).

Antes citamos la declaración del canonistaGasparri afirmando que una ordenación debeconsiderarse válida mientras no se demuestresu invalidez. También dice que nunca debepresumirse que un obispo que confiere Ór-denes Sagradas no tiene la intención de or-denar a alguien, mientras no se demuestre locontrario. Porque no debe presumirse que

35) B. LEEMING, Principles of Sacramental Theology (Westminster md: Newman 1956), 482: «Este principio se afirma comodoctrina teológicamente cierta enseñada por la Iglesia, negarla sería teológicamente erróneo... se presume que el ministro tienela intención implícita en el rito...». Énfasis del autor.

36) Bula Apostolicae Curae, del 13 de septiembre de 1896: «Iamvero quum quis ad sacramentum conficiendum etconferendum materiam formamque debitam serio ac rite adhibuit, eo ipso censetur id nimirum facere intendisse quod facitEcclesia».

El Papa León XIII

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alguien es malo -agrega- a menos que se prue-be que lo es (37).

Por lo tanto, es inadmisible atacar la in-tención ministerial de Mons. Thuc.

- Además, el solo intento de hacerlo, dejatraslucir un aguerrido espíritu de presunción.La investigación y prueba en casos en los quese impugnan ordenaciones por falta de inten-ción, era tarea de un tribunal del Vaticano lla-mado Santo Oficio. Entonces, el Papa mismoconfirmaba específicamente la decisión del tri-bunal.

Un clero tradicionalista «flotante» no tie-ne, por lo tanto, ni el derecho ni la autoridadde atacar la intención ministerial de un arzo-bispo católico válidamente consagrado. La solaidea es una necedad.

3ª Objeción: Creo que Mons. Thuc estaba de-mente o senil, de modo que las consagracio-nes deben considerarse dudosas.

Esta es una variante de la 2ª Objeción, yaque ataca la intención ministerial de Mons.Thuc. Como ya mencionamos, esto es igual-mente inadmisible.

Rogamos a los objetores que se den cuen-ta que, del mismo modo, no han presentadoningún testigo o documento que apoye el cargode que Mons. Thuc estaba «demente» o «se-nil» cuando realizó las consagraciones. Ellossuponen que por el simple hecho de plantearesta cuestión, ella tendría un fundamento real:Pruebe que él no estaba demente o senil. Escomo decir: Pruebe que usted no le pega a sumujer.

- El «nivel» mínimo de intención requeri-do para conferir un sacramento válidamentees la intención virtual. No podemos extender-nos aquí en la exposición de este conceptotécnico. Todo lo que necesitamos saber es quela intención virtual garantiza la validez de un

sacramento, incluso si el sacerdote o el obis-po están interiormente distraídos antes o du-rante todo el rito sacramental.

La intención virtual, dice el teólogo Co-ronata, «ciertamente está presente en alguienque realiza habitualmente acciones sacra-mentales» (38). El solo hecho de revestirse conlos ornamentos e ir al altar se considera prue-ba suficiente de intención virtual.

Mons. Thuc celebró la Misa tradicionalregularmente antes y después de las consagra-ciones, y muy devotamente, dijo uno de misamigos laicos que una vez dio testimonio deque así lo hacía. Es ridículo pretender quecuando se revestía y celebraba consagracionesepiscopales de tres horas de duración, Mons.Thuc repentinamente no podía siquiera lo-grar el mínimo de intención virtual.

- Por otra parte, quienes lo conocieronrealmente descartan esas acusaciones. El Dr.Eberhard Heller, que estuvo presente en lasdos consagraciones, atestiguó bajo juramentoque Mons. Thuc «confirió las consagracionesen completa posesión de sus facultades men-tales» (39). Mons. Guérard declaró asimismoque Mons. Thuc era de «buen juicio», estaba«perfectamente lúcido» (40), y que «tenía la in-tención de hacer lo que hace la Iglesia» (41). ElR.P. Thomas Fouhy, un sacerdote tradiciona-lista de Nueva Zelanda que pasó dos días con

37) Tractatus de Sacra Ordinatione, 1, 970: «Proinde numquam praesumitur ministrum talem intentionem non ordinandihabuisse in ordinatione peragenda, donec contrarium non probetur; tum quia nemo praesumitur malus, nisi probetur...».Énfasis del autor. Los principios anteriores igualmente rebaten los argumentos de quienes creen que el consagrante deLefebvre, Liénart, era masón (una acusación engañosa) y entonces que las ordenaciones de Lefebvre son «dudosas».

38) M. CONTE A CORONATA, De Sacramentis: Tractatus Canonicus (Turín, Marietti 1943) 1, 56: «Virtualis enim intentio, utiam vidimus, est intentio ipsa actualis quae cum distractione operatur. Talis intentio certe habetur in eo qui de more ponitactiones sacramentales».

39) «Eidesstattliche Erklärung...,» loc. cit., «Mgr. Ngo-dinh-Thuc spendete die Weihen im Vollbesitz seiner geistigenKräfte».

40) Collins, Notas sobre la entrevista a Guérard.41) Sodalitium nº 4 (mayo, 1987), pág. 24: «Atteso che... Mons. Thuc ed io avevamo l’intenzione di fare ciò che fa

la Chiesa».

El Padre Noel Barbara

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Integrismo

Mons. Thuc en 1983, en Toulon, Francia, re-lata que el arzobispo «no tenía un pelo de ton-to» y que discutió con competencia distintascuestiones teológicas y canónicas. Incluso ob-sequió al Padre Fouhy con detalles de su viajea Nueva Zelanda en 1963. El Padre Fouhy agre-gó que no quedaba ninguna duda de queMons. Thuc era competente (42).

Así también, incluso los enemigos que te-nía el arzobispo dentro del movimiento tradi-cionalista. Los RR.PP. Noel Barbara y GustaveDalmasure visitaron a Mons. Thuc por sepa-rado en enero de 1982. Ambos se oponían alas consagraciones y todavía son críticos deMons. Thuc, pero ambos también atestiguanque estaba en perfecta posesión de sus facul-tades.

El Padre Barbara dice que la validez delas consagraciones está fuera de toda duda. Élcree que la Iglesia Conciliar fue la que inicióel rumor contra el discernimiento de Mons.Thuc (43).

- He recibido fotocopias de cuatro docu-mentos escritos por Mons. Thuc, de puño yletra. Todos ellos fueron escritos después delas consagraciones. Su caligrafía es clara, firmey más legible que la mía. Los documentos sonindudablemente la obra de un hombre cohe-rente, cuya capacidad para conferir sacramen-tos válidos es inatacable.

Uno de los documentos es una carta del30 de julio de 1982 a Mons. Guérard para en-viarle cierta correspondencia. Dos son decla-raciones; una de ellas, de que rompe relacio-nes con el grupo del Palmar de Troya (44); enla otra, declara su posición sobre la vacanciade la Santa Sede (45).

El último documento es una carta de 1982(en latín) en respuesta a una pregunta de Mons.

Guérard. Varios meses después de su consa-gración, Mons. Guérard escuchó que Mons.Thuc había concelebrado previamente una vezel Novus Ordo, el Jueves Santo de 1981, conel obispo de Toulon. El arzobispo admite queera verdad, pero cierra con esta conmovedorafrase: «Tengo la esperanza de que Dios no mejuzgue con tal crueldad, pues erré de buenafe» (46).

Es indudable que un hombre que puedeescribir semejante declaración es totalmentedueño de su mente.

- Por consiguiente, extraemos la conclu-sión correcta: La enseñanza católica prohíbeatacar la intención sacramental de Mons. Thucy, a la luz de las declaraciones del arzobispo yde quienes lo conocieron, los principios de lamoral católica dictaminan que se deje de re-petir la calumnia infundada de que él era in-capaz de conferir un sacramento válido.

B. «Requisitos» inexistentesB. «Requisitos» inexistentesB. «Requisitos» inexistentesB. «Requisitos» inexistentesB. «Requisitos» inexistentes

Muchas veces mientras realizábamos nues-tra investigación, quienes objetaban las consa-graciones Thuc nos decían al Padre Sanborny a mi que «la Iglesia exige» esto o aquello pa-ra considerar válida una consagración episco-pal, que en las consagraciones no se hallaba elrequisito y que entonces eran «dudosas».

La mayoría de estas objeciones estaba dealgún modo ligada al hecho de que, además deMons. Thuc y los futuros obispos, solo esta-ban presentes dos laicos en las ceremonias.

Casualmente, descubríamos en cada casoque el supuesto «requisito» no provenía de laIglesia sino únicamente de los objetores. Ci-tamos aquí ejemplos:

1ª Objeción: Si no existe un certificado firma-do, la consagración episcopal es dudosa.

- No existe ninguna ley eclesiástica que di-ga que no emitir un certificado vuelve dudosaautomáticamente una consagración episcopal.

42) Conferencia, Cincinnati, 13 de diciembre de 1991.43) JOSEPH COLLINS, Notas sobre la entrevista a Noël Barbara, noviembre de 1989.44) Declaración del 19 de diciembre de 1981, reimpresa en Einsicht (marzo de 1982).45) Declaración del 25 de febrero de 1982. El texto fue transcripto y reimpreso en Einsicht (marzo de 1982).46) Thuc a Guérard, carta no fechada [a comienzos de 1982]: «Excellentissime Domine: Recepi litteras tuas tantum his

diebus, quia non sum in urbe Toulon jam ab uno mense. In illa epistola, voluisti cognoscere utrum concelebravi, anno prae-terito, in die quinta Sanctae hebdomadae cum Episcopo hujus diocesis. Utique, cum illo Episcopo celebravi, quia illa die nonpotui celebravi in meo domo secundum legem Ecclesiae. Tu dixisti quod ego commisi peccatum, quia secundum te, Missaillius episcopi erat invalida. Spero quod Deus non me judicavit ita crudeliter, quia erravi in bona fide. † P.M. Ngo-dinh-Thuc».

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Integrismo

La certeza moral sobre el hecho de que un sa-cramento tuvo lugar es todo lo que se requie-re para considerarlo válido (véase más arribaII.A, C).

- De todos modos, es el registro diocesanode ordenaciones, y no el certificado del obis-po consagrante, el acta oficial de una consa-gración episcopal.

2ª Objeción: Las consagraciones fueron unhecho «secreto», más que un hecho «notorio».La responsabilidad de probar un hecho secretocorresponde a quienes lo sostienen, y dado queno se han presentado pruebas, las consagra-ciones son dudosas.

Esta objeción es puro cuento chino.- El derecho eclesiástico no dice en nin-

guna parte que una consagración episcopal rea-lizada con solo dos laicos presentes es un he-cho «secreto», o que tal consagración sea du-dosa. Esta norma la inventaron los objetores.

- De todos modos, para el derecho ecle-siástico son suficientes dos testigos para queun acto se convierta legalmente en «público».El Matrimonio, por su propia naturaleza, porejemplo, siempre se considera un sacramen-to público. Pero puede ser contraído a puer-tas cerradas (para no escandalizar, por ejem-plo), frente a dos testigos. La presencia de loscuales lo convierte legalmente en «público»,aunque el hecho de que el sacramento tuvolugar no se difunda por aquí y por allá.

- Las referencias sobre actos «secretos» y«notorios» se toman de las normas de eviden-cia que el derecho canónico aplica solamentecuando dos partes adversarias litigan, al estilo«Perry Mason», ante un juez eclesiástico enun juicio eclesiástico.

Obviamente, el tribunal no está sesionan-do. Y no estará sesionando hasta que la jerar-quía de la Iglesia sea restaurada. Mientras tan-to, el poder judicial para dictaminar sobre la

evidencia no ha pasado, por defecto, a los ob-jetores.

E incluso si el tribunal estuviera sesionan-do, los objetores serían arrojados fuera delrecinto del juzgado, pues según el derecho ca-nónico solo tres clases de personas puedencuestionar la validez de una ordenación o con-sagración (47). Ninguna otra persona -dice elcanonista Cappello- tiene derecho a formularacusaciones (48).

3ª Objeción: Una consagración episcopal sin«testigos calificados» es dudosa.

- No existe ninguna ley eclesiástica queprescriba que los testigos -sean calificados ono- deben estar presentes en una consagraciónepiscopal, y menos todavía que una consagra-ción es dudosa sin ellos. Nuevamente, los ob-jetores inventaron un requisito de la nada.

4ª Objeción: Sin la presencia de al menos dossacerdotes para atestiguar que una consagra-ción episcopal se realizó válidamente, la con-sagración es dudosa.

Este «requisito» no existe, y lo contradi-cen directamente las actas autorizadas por laSanta Sede.

- La función de los sacerdotes asistentesno es -como parecen creer los objetores- ates-tiguar la validez de una consagración. El PapaBenedicto XIV dice claramente que la razónde los sacerdotes asistentes es la de agregarsolemnidad al acto litúrgico y llevar a cabo lasprescripciones de los ritos (49).

- En los países de misión, las consagracionesepiscopales a menudo se efectuaban sin sacer-dotes asistentes (50). La práctica fue sancionada

47) El que recibe el sacramento, su ordinario diocesano y el ordinario de la diócesis donde se confirió el sacramento. Véaseel Canon 1994, 1: «Validitatem sacrae ordinationis accusare valet clericus peraeque ac Ordinarius cui clericus subsit vel in cuiusdiocesi ordinatus sit».

48) Véase Cappello 4, 683: «Aliae personae extraneae procul dubio jure accusandi carent».49) De Synodo Diocesana 13, 13, 7: «Et utroque casu aliquid desideratur, quod ad ejusdem actus solemnitatem, et

praescriptorum rituum observantiam pertinet; quandoquidem in prima facti specie deest duorum Antistitum praesentia a sacriscanonibus statuta; in altera vero desideratur praesentia duorum Sacerdotum, quos Pontifex adhibendos voluit».

50) Z. ZITELLI, Apparatus Juris Ecclesiastici (Roma, 1888), 23: «Siquando necessitas postulet vel impossibilitas adsit treshabendi Episcopos, Romani Pontificis erit indulgere ut consecratio ab uno fiat Episcopo cum assistentia duorum Sacerdotum,qui in dignitate ecclesiastica constituti sint, vel etiam a solo Episcopo absque ulla assistentia, ut saepe usuvenit in locis sacrarummissionum».

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por los Papas Alejandro VII (51), Clemente X(52) y Pío VI (53). De hecho, el breve de Pío VIestaba dirigido a los obispos de lo que era en-tonces llamado Tonkin y Cochinchina, la par-te de Vietnam donde estaba ubicada la dióce-sis de Mons. Thuc.

- La Iglesia no solamente permite que serealicen consagraciones episcopales sin dossacerdotes asistentes, sino que en algunos ca-sos específicamente lo ha ordenado así. Enun caso, Roma ordenó que una consagraciónepiscopal no solamente se efectuara en secre-to y sin asistentes, sino incluso bajo sigilo sa-cramental (54).

En un caso más reciente, el Papa Pío XIordenó en 1926 que el Nuncio Apostólico deAlemania efectuara una consagración episco-pal secreta sin que hubiera nadie presente. ElNuncio era el Cardenal Eugenio Pacelli, mástarde, por supuesto, el Papa Pío XII. Pacellisolicitó a Roma que se permitiera la presen-cia de al menos un sacerdote. Por favor, tó-mese en cuenta que no fue para servir de «tes-tigo», sino que simplemente así el Cardenalpodría tener alguien que sostuviera el Misalsobre los hombros del nuevo obispo, comoestá prescripto efectuar mientras se recita elPrefacio (55).

- Pío XI envió al obispo que Pacelli habíaconsagrado, Mons. d’Herbigny, a Rusia, paraque consagrase obispos en secreto. Realizó laprimera de estas consagraciones el 21 de abrilde 1926 para un cierto Padre Neveu. La con-sagración tuvo lugar sin sacerdotes asistentes ycon la presencia de dos laicos; circunstanciasidénticas a las de las consagraciones Thuc.Mons. d’Herbigny no expidió ningún certifi-cado (56).

Obviamente, la Iglesia no permitiría -y me-nos aún ordenaría- que un obispo realizase u-na consagración episcopal sin sacerdotes asis-tentes, si esta fuera «dudosa». Por consiguien-te, es imposible sostener que las consagracio-nes Thuc son «dudosas» fundándose en se-mejante cosa.

5ª Objeción: Sin dispensa papal, una consa-gración episcopal realizada sin dos sacerdotesasistentes es dudosa.

- Una vez más, ninguna ley ni canonistasustenta esta afirmación.

- Las enseñanzas de los canonistas contra-dicen esto directamente. Bouix dice llanamen-te: «Incluso si hubiera una consagración sinningún asistente y sin una dispensa pontificia,aún sería válida» (57). Regatillo, escribiendo enun trabajo del año 1953, va incluso más allá.Dice que una consagración realizada sin unadispensa sería válida incluso si el obispo «es laúnica persona presente en la consagración» (58).

51) S. MANY, Praelectiones de Sacra Ordinatione (París, Letouzey 1905), 519: «Alexander VII, brevi Onerosa, 4 Feb. 1664,concessit ut aliqua episcopalis ordinatio, apud Sinas, fieret ab uno tantum episcopo, cum assistentia duorum presbyterorum,et etiam, si opus esset, sine illorum assistentia».

52) Breve Decet Romanum, del 23 de diciembre de 1673, 3. El Pontífice confirmaba específicamente los privilegiosconcedidos por Alejandro VII, entre ellos, realizar la «...munus consecrationis cum assistentia aliorum duorum presbyterorum,etiamsi non essent episcopi, nec in ecclesiastica dignitate constituti, si adessent, sin minus, etiam sine illorum assistentia...».

53) Breve Exigit Pastoralis, del 22 de julio de 1798: «...munus consecrationis cum adsistentia aliorum duorum presbyterorum,etiamsi non sint Episcopi, nec in ecclesiastica dignitate constituti, si adfuerint, sin minus etiam sine illorum assistentia...».

54) J. MCHUGH, The Casuist (New York, Wagner 1917), 5, 24l.55) P. LESOURDE, Le Jésuite Clandestine: Mgr. Michel d’Herbigny (París, Lethielleux), 70. En la relación sobre su consagra-

ción en secreto, Mons. d’Herbigny escribe: «Le Nonce expliqua que Rome lui avait d’abord prescrit d’être seul avec le Pèred’Herbigny. Il avait fait valoir que, sans la présence d’au moins un assistant, la céremonie lui semblait irréalisable, ne serait-ceque pour maintenir le Missel sur les épaules du consacré».

56) Véase Lesourde, 76ff.57) D. BOUIX, Tractatus de Episcopo (París, Ruffet 1873), 1, 243: «Sed etiamsi fiat consecratio absque ullis assistentibus, et

absque obtenta Pontificia dispensatione, adhuc valida erit».58) E. REGATILLO, Interpretatio et Jurisprudentia Codicis J.C. (Santander, Sal Terrae 1953), 465: «Unus episcopus sufficit ad

validitatem consecrationis, dummodo ritum essentialem cum debita intentione ponat. Idque etsi sine pontificia dispensationeunicus sit qui consecrationi intersit». El énfasis es mío.

Mons. Michel d’Herbigny

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- Los Papas Alejandro VII (59), ClementeXI y Benedicto XIV declararon que las con-sagraciones realizadas sin tal dispensa son váli-das (60).

CONCLUSIONES

Los católicos tradicionalistas, acostumbra-dos desde hace mucho a las controversias don-de la virtud o la malicia de las personas u or-ganizaciones ocupa el lugar central, puedenhallar todo lo que antecede seco y blando.No perdimos tiempo en discutir sobre las cua-lidades personales de las partes involucradas,si Thuc, Guérard o Carmona eran o no vir-tuosos, sabios, prudentes, lógicos, coherenteso teológicamente perspicaces.

Tales discusiones no tienen asidero de nin-guna manera sobre el tema de si un sacramen-to es válido o no. Conciernen a lo que losteólogos llaman probidad del ministro. Y esuna verdad de Fe Católica que la válida admi-nistración de un sacramento no depende dela probidad del sacerdote o del obispo (61).

Por consiguiente, la cuestión de si las con-sagraciones Thuc eran válidas hierve hastaquedar unos principios secos y un puñado dehechos:

1) Todo lo que se requiere para realizaruna consagración episcopal válidamente es laimposición de manos, la fórmula de 16 pala-bras y la intención mínima de «hacer lo quehace la Iglesia».

2) Una vez establecido el hecho de queun obispo válidamente consagrado realizó unaconsagración episcopal siguiendo un rito ca-tólico, los elementos esenciales se dan por des-contados. La validez de la consagración no re-quiere pruebas adicionales, sino que más biensolo puede ser refutada y el peso de la prueba

corresponde al acusador. Esto es evidente porla práctica pastoral ordinaria, los canonistas, elderecho canónico y la teología moral. El prin-cipio se extiende incluso a las consagracionesepiscopales efectuadas por cismáticos.

3) Existen tres hechos esenciales que es-tán fuera de toda discusión:

a) Mons. Thuc era un obispo válidamenteconsagrado.

b) Él realizó el rito de consagración epis-copal para Mons. Guérard el 7 de mayo de1981 y para Mons. Carmona el 17 de octubrede 1981.

c) Mons. Thuc utilizó un rito católico enambas consagraciones.

Tenemos un obispo válidamente consa-grado, que realizó consagraciones episcopalesy que empleó un rito católico. En consecuen-cia, estamos obligados a considerar que las con-sagraciones episcopales que Mons. P.M. Ngo-dinh-Thuc confirió a M.L. Guérard des Lau-riers y a Moisés Carmona Rivera son váli-das [**].

Puesto que estas consagraciones fueronválidas, estamos del mismo modo obligados aconsiderar a los obispos Thuc de los EE.UU.como obispos válidamente consagrados, queposeen el poder sacramental para confirmar,ordenar y consagrar obispos.

7 de diciembre de 1991(Sacerdotium nº 3, primavera 1992).

St. Gertrude the GreatRoman Catholic Church4900 Rialto RoadWest Chester, Ohio 45069513.645.4212www.sgg.orgwww.traditionalmass.org

59) Breve Alias, del 27 de febrero de 1660: «Quantum spectat ad sacramentum et impressionem characteris fuisse validam».60) De Synodo Diocesana 13, 13, 9-10: «...consecrationem hujusmodi validam, licet illicitam, esse censuerunt... ratam

firmamque, sed illicitam Consecrationem pronuntiavit». El énfasis es de Benedicto, citando el decreto de Clemente del 26 denoviembre de 1718.

61) Cappello, 1, 36: «In ministro non requiritur nec status gratiae, nec vitae probitas, imo nec ipsa fides, ad validamsacramentorum confectionem vel administrationem. Haec est veritas catholica de fide». Énfasis del autor.

[**] Nos ha parecido conveniente agregar aquí las notas 90 y 91 de un trabajo del Padre Francesco Ricossa del año 2003(Sodalitium nº 56, edición italiana; nº 55, edición francesa) en respuesta a objeciones que planteara la Fraternidad San Pío X elmismo año (La Tradizione Cattolica -TC- nº 52) en un «Dossier sobre el Sedevacantismo» (n.d.r.):

Nota 90: «Aunque me salga del tema, me parece oportuno responder de alguna manera, al menos en una nota, a cuantoescribe la TC a propósito de las consagraciones sin mandato romano realizadas por Mons. Thuc. La TC publica en páginas 40-45 una lista no exhaustiva de las consagraciones que tienen origen (en ocasiones bien lejano) en Mons. Thuc, lista que incluyecasi 43 mencionados, atribuyendo a Mons. Thuc la consagración directa de 10 obispos. Creo, al respecto, que las consagracio-nes atribuibles a Mons. Thuc corresponden solo a tres actos efectuados por él: la consagración del 12 de enero de 1976 en elPalmar de Troya (5 obispos), la de Toulon del 7 de mayo de 1981 (Mons. Guérard des Lauriers), y la de Toulon del 17 de

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octubre de 1981 (Monss. Zamora y Carmona). En cambio,hay que excluir las supuestas y para nada demostradas deLaborie y de Datassen (no obstante, aviesamente señaladopor la TC en la pág. 47, como jefe de la Unión de las PetitesEglises); Mons. Thuc jamás habría reconocido oficialmentedichas consagraciones, las que, en todo caso, habrían sidosolamente consagraciones «sub conditione» de personas yaconsagradas, y por lo tanto, que no han recibido verdadera-mente el episcopado de él. Si así son las cosas, de la listapublicada por la TC hay que quitar 21 «obispos» que enrealidad nunca tuvieron nada que ver con Mons. Thuc.Ulteriormente, hay que quitar los cinco obispos del Palmarcon su dudosa descendencia, ya que nada tienen que vercon el sedevacantismo: en el Palmar, como en Ecône, secreía en la legitimidad de Pablo VI (y quien convenció aMons. Thuc de trasladarse al Palmar fue un profesor deEcône, el canónigo Rivaz). Las consagraciones de Guérarddes Lauriers, Zamora y Carmona, en cambio, se efectuaronfundadas en la vacancia (por lo menos formal) de la SedeApostólica, como se declaró públicamente en 1982, y comolo entendieron perfectamente Juan Pablo II y el card.Ratzinger, uniendo en actos oficiales dichas consagracionesy la declaración sobre la Sede vacante».

Nota 91: «Sodalitium no niega los defectos de Mons.Thuc y en parte puede compartir el juicio sostenido acercade él por la TC. No obstante, recordamos a quienes nosrefutan la palabra evangélica sobre la paja y la viga. La TCreprocha a Mons. Thuc, entre otras cosas: a) las consagra-ciones del Palmar de Troya; b) la consagración de dos «vie-jo-católicos»; c) el hecho de que entre los descendientes dedichos obispos haya incluso gnósticos; d) «la variabilidad delas posturas de Thuc»; e) la «heterogeneidad de los consagra-dos»; f) las dudas de algunos sobre la validez de sus consagra-ciones. Respondemos: medice, cura te ipsum (médico, cúra-te a ti mismo). Examinemos brevemente los puntos señala-dos: A) La consagración episcopal en el Palmar de Troya(con el rito tradicional y para la Misa tradicional) acontece,por ejemplo, en un contexto «aparicionista», que no puede

sino desacreditar la persona de Mons. Thuc: ¿cómo es posi-ble que haya creído en falsos videntes? Sin embargo, estotambién le pasó a Mons. Lefebvre, e incluso a Mons. deCastro Mayer. No quiero ciertamente negar la fe y la serie-dad de estos dos magníficos prelados, pero también elloshan tenido sus debilidades. Mons. de Castro Mayer, porejemplo, siguió por muchísimos años al Prof. Plinio Corrêade Oliveira, fundador de la T.F.P., hombre de vasta culturay una profunda preparación doctrinal, pero también idola-trado «gurú» de sus seguidores, en un clima de verdadera«secta», como el mismo prelado más tarde denunció. Mons.Lefebvre, si bien escéptico respecto de las «apariciones», nodejó de confiar en los videntes, incluso para decisionesimportantísimas; sobre la influencia de Claire Ferchaud,Marthe Robin y de las «apariciones» de San Damiano, escri-be incluso su biógrafo Tissier (B. Tissier de Mallerais, MarcelLefebvre, une vie, Clovis, Etampes 2002, págs. 455, 433, 479).El grupo de los valesanos propietarios de Ecône, sumamen-te fieles, seguía las apariciones de San Damiano y a la viden-te de Friburgo, Eliane Gaille (recientemente, el distrito ita-liano percibía entre otros, los fondos provenientes de SanDamiano). En Italia, la TC y el autor del artículo deberíanestar perfectamente enterados de cuanto ocurre con Rímini,donde el priorato de la Fraternidad fue fundado en arreglocon los fieles de la «Mamma Elvira», una falsa vidente a laque, no obstante, Mons. Lefebvre le concedió pleno apoyo.En este caso, ¿podría afirmarse que el bien llevado acabo por el priorato de Rímini (incluidas varias vocaciones sa-cerdotales), no puede venir de Dios porque la mamma Elvirano era una «Mujer de la Providencia»? El aparicionismo enla Fraternidad no pertenece solo a los orígenes: Mons. Fellay,superior general de la Fraternidad San Pío X, ha reconocidoen la obra de una vidente, una tal Germaine Rossinière(pseudónimo), «un don del Cielo» y «un tesoro de gracia»,que ha presentado oficialmente en el boletín interno de laFraternidad, Cor Unum (suplemento del nº 60, de junio de1998). Son algunos de los ejemplos, entre los muchos quepodrían citarse…

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Integrismo

B) Se acusa a Mons. Thuc de contactos con los «viejo-católicos»; yo mismo he visto en Ecône a un obispo «viejo-católico» reaceptado en la Iglesia por Mons. Lefebvre (co-mo a su vez hiciera Mons. Thuc); a un sacerdote y religiosoque había abandonado el ministerio (a causa de la ActionFrançaise), que estaba casado y se había vuelto sacerdotegriego cismático, para volver al estado laical, que enseñó enEcône, etc.

C) Mons. Thuc no es ciertamente responsable de lasconsagraciones de algunos guenonianos, que han recibidoel episcopado (?) de los obispos (?) que pretenden haberrecibido el episcopado de él. Mons. Lefebvre, en cambio, esciertamente responsable de la ordenación de más de unsacerdote guenoniano (por lo tanto, gnóstico), ordenadosdirectamente por él, después de haber sido puesto en guar-dia, antes de la ordenación, precisamente sobre el hecho.Estoy convencido de que Mons. Lefebvre nunca tuvo nadaque ver con estas doctrinas, pero ciertamente fue impruden-te con estas ordenaciones.

D) En cuanto a la «variabilidad de las posturas de Thuc(oscilantes entre el sedevacantismo y la reconciliación con elVaticano)» (TC, pág. 47), se pasan por alto las de Mons. Le-febvre entre un posible sedevacantismo, el tradicionalismo yla reconciliación con el Vaticano: hasta el punto que firmó yse retractó del protocolo de acuerdo.

E) Pasemos a la «heterogeneidad de los consagrados»(TC, pág. 47). Mons. Lefebvre ordenó magníficos sacerdotes,pero desdichadamente también sacerdotes escandalosos;estando al tanto en algunos casos, desgraciadamente, de de-fectos morales decisivos como para no ordenar a semejantescandidatos. No se podía prever, en cambio, el triste caso deun sacerdote que primero atentó contra la vida de Juan Pa-blo II y después abandonó el sacerdocio (para otros detallestristes, véase su autobiografía). Si este pobre sacerdote hu-biera sido ordenado por Mons. Thuc, ¿qué no habrían escri-to (o todavía peor, dicho) los sacerdotes de la Fraternidad?

¿No habría constituido la prueba de la insania de Mons.Thuc? Desdichadamente, el Obispo que ordenó a ese pobredesgraciado fue Mons. Lefebvre (y no le hago un cargoporque no podía prever el futuro).

F) En fin, la TC insinúa la duda acerca de la saludmental de Mons. Thuc y sobre la validez de sus consagracio-nes. La «duda fundada» (pág. 47) se basa en las oscilacionesde Mons. Thuc, en la «heterogeneidad» de sus consagracio-nes, en dudas presentadas por terceras personas… Hemosvisto que las mismas acusaciones (si bien, en forma distinta)podrían haberse promovido también contra Mons. Lefebvre,y de hecho hay quien ha negado la validez de sus ordenacionesy consagraciones. Desde Sodalitium he negado rotundamenteesta tesis insostenible. La TC debería negar del mismo modola tesis insostenible que pretende dudar de la validez de lasconsagraciones y ordenaciones de Mons. Thuc, al menospor coherencia con lo que la propia Fraternidad ha hecho alaceptar la validez del sacerdocio del abbé Schaeffer, ordena-do por Mons. Thuc en 1981. Cuando se trata de tener un sa-cerdote más, las órdenes de Mons. Thuc son válidas; cuan-do se trata de disuadir a los fieles de recibir la confirmaciónde parte de un Obispo que ha recibido el episcopado deMons. Thuc, entonces esas órdenes son inválidas o dudo-sas… ¿Dónde está la coherencia y la buena fe?

Para terminar. No pretendo ciertamente ser mejor quelos demás ni que nuestro Instituto esté inmune de culpas oreproches. Ni siquiera pretendo hacer un parangón entreMons. Lefebvre y Mons. Thuc; es evidente el rol preponde-rante, la mayor importancia del prelado francés. Sin embar-go, la Fraternidad no puede sacar a relucir solo lo que honraa su fundador y esconder sistemáticamente cuanto puede serde menor dignidad y que podría perjudicar su figura de«Hombre de la Providencia». Invitamos a la TC a una mayorsinceridad, o bien a renunciar a fundar sus argumentacionessobre la presunta santidad de sus miembros y la presunta ocierta indignidad de sus adversarios».

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Buenos Aires, Septiembre del 2006A.M.D.G.