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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Jacques JOSET. La trayectoria novelística de Emilio Díaz Valcárcel - La trayectoria novelística de Emilio Díaz Valcárcel Jacques Joset UNIVERSITÉ DE LIEGE AHORA QUE LA LITERA TURA puertorriqueña parece salir del ghetto en el que las circunstancias históricas y su situación periférica en un Imperio que no habla su lengua la habían arrinconado; ahora que, gracias a escritores de la segunda, tercera o cuarta generación de emigrados, ha logrado que su voz empiece a oírse dentro del territorio de la potencia colonial a costa de expresarse y expresar su idiosincrasia en la lengua del colonizador o en la híbrida que los propios puertorriqueños afincados en Estados Unidos han forjado; 1 ahora que algunos narradores y narradoras de la Isla aprovechan olas de modas culturales muy fines de siglo deslizándose sobre ellas a veces con talento enorme (que modas y talentos no van necesariamente reñidos), no puedo sino repetir aquí el lamento que iba entonando ya en 1998 al echar de menos el semiolvido en el que parecía descansar la obra narrativa de Emilio Díaz Valcárcel, por lo menos en cuanto a su recepción internacional tanto dentro del ancho mundo hispanohablante como en las demás esferas socioculturales. 2 Lo que escribía en aquel entonces sigue desgraciadamente vigente: desde el lado europeo del Atlántico, uno podría imaginarse con facilidad que Emilio Díaz Valcárcel sigue siendo «víctima de una ocultación ideológica convergente y de unos scholars acosados por las urgencias sucesivas de una así llamada posmoderni- dad que engulle a sus hijos e hijas apenas nacidos.» 3 Sin embargo, desde la Isla, una señal de feliz recuperación de esa obra bien podría ser el homenaje que se le brindó con ocasión de la «Fiesta de la lengua», inaugurada el 20 de abril de 1999 en la Universidad de Puerto Rico, de la que el autor de Mi mama me ama fue personalidad invitada. Emilio Díaz Valcárcel, nacido en 1929, pertenece, pues, a la generación del boom de la literatura hispanoamericana, circunstancia que ya al final del estallido pareció 1 cfr. Efraín Barradas, Partes de un todo. Ensayos y notas sobre literatura puertorriqueña en los Efados Unidos, San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998. La referencia a traducciones al «inglés, portugués, francés, holandés y polaco» que figura en la contratapa de La visión del mundo en la novela (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1982) ha de remitir a la publicación en estas lenguas de cuentos sueltos de Emilio Díaz :JI alcárcel. Jacques Joset, « <Figuraciones> del novelista sofocado», in Revista de Estudios Hispánicos (Puerto Rico), XXV, 1998, 135-144 (cita de la página 135). 285 -1 t- Centro Virtual Cervantes

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La trayectoria novelística de Emilio Díaz Valcárcel

Jacques Joset UNIVERSITÉ DE LIEGE

AHORA QUE LA LITERA TURA puertorriqueña parece salir del ghetto en el que las circunstancias históricas y su situación periférica en un Imperio que no habla su lengua la habían arrinconado; ahora que, gracias a escritores de la segunda, tercera o cuarta generación de emigrados, ha logrado que su voz empiece a oírse dentro del territorio de la potencia colonial a costa de expresarse y expresar su idiosincrasia en la lengua del colonizador o en la híbrida que los propios puertorriqueños afincados en Estados Unidos han forjado; 1 ahora que algunos narradores y narradoras de la Isla aprovechan olas de modas culturales muy fines de siglo deslizándose sobre ellas a veces con talento enorme (que modas y talentos no van necesariamente reñidos), no puedo sino repetir aquí el lamento que iba entonando ya en 1998 al echar de menos el semiolvido en el que parecía descansar la obra narrativa de Emilio Díaz Valcárcel, por lo menos en cuanto a su recepción internacional tanto dentro del ancho mundo hispanohablante como en las demás esferas socioculturales. 2 Lo que escribía en aquel entonces sigue desgraciadamente vigente: desde el lado europeo del Atlántico, uno podría imaginarse con facilidad que Emilio Díaz Valcárcel sigue siendo «víctima de una ocultación ideológica convergente y de unos scholars acosados por las urgencias sucesivas de una así llamada posmoderni-dad que engulle a sus hijos e hijas apenas nacidos.»3

Sin embargo, desde la Isla, una señal de feliz recuperación de esa obra bien podría ser el homenaje que se le brindó con ocasión de la «Fiesta de la lengua», inaugurada el 20 de abril de 1999 en la Universidad de Puerto Rico, de la que el autor de Mi mama me ama fue personalidad invitada.

Emilio Díaz Valcárcel, nacido en 1929, pertenece, pues, a la generación del boom de la literatura hispanoamericana, circunstancia que ya al final del estallido pareció

1 cfr. Efraín Barradas, Partes de un todo. Ensayos y notas sobre literatura puertorriqueña en los Efados Unidos, San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998.

La referencia a traducciones al «inglés, portugués, francés, holandés y polaco» que figura en la contratapa de La visión del mundo en la novela (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1982) ha de remitir a la publicación en estas lenguas de cuentos sueltos de Emilio Díaz :JI alcárcel.

Jacques Joset, « <Figuraciones> del novelista sofocado», in Revista de Estudios Hispánicos (Puerto Rico), XXV, 1998, 135-144 (cita de la página 135).

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favorecerle: su novela Figuraciones en el mes de marzo, finalista del premio Biblioteca Breve 1971, fue publicada al año siguiente por la editorial Seix Barral de Barcelona, cuyo papel de revelación y difusión de los entonces flamantes narradores latinoamericanos es ahora historia. Pero tras una doble reimpresión ( 1972 y 1982), esta novela pasó a integrar las publicaciones de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico (1988), de vuelo más modesto que las colecciones de la prestigiosa casa catalana. Sin embargo, ésta siguió promoviendo la obra del puertorriqueño al encargarse de las dos primeras ediciones de Mi mamá me ama ( 1981 y 1982), novela que volvió a cruzar el Atlántico a partir de 1985 cuando la publica por tercera vez la Editorial Cultural, más discreta también en el mercado internacional.

La repatriación de las dos novelas que hubieran podido dar una fama más sonada a la obra narrativa de nuestro escritor nos parece emblemática de un itinerario que dejó de seducir al mercado del libro tras los éxitos de la oleada latina y la selección «natural» (que, por supuesto, no es ni natural ni espontánea, sino económica y sociocultural) de los más fuertes del así llamado boom.

Dicen que de noche tú no duermes (1985), Taller de invenciones (1993) y Laguna y aso©iados (1995), o sea las novelas publicadas después de 1985 serán todas acogidas por editoriales puertorriqueñas, con el déficit de difusión que esto supone por dirigirse las tiradas esencialmente al público local con extensión eventual a la emigración puertorriqueña en Estados Unidos.4 Desde un principio, ésta hubiera tenido que sentirse interesada también por Harlem todos los días, novela publicada en 1978, entre las dos de Seix Barral, por Ediciones Huracán de San Juan probablemente por razones de proximidad entre la geografia cultural, la diégesis y el público potencial de la Isla y del Barrio.5

Pero antes de darse a conocer como novelista, Emilio Díaz Valcárcel fue «narrador ya experimentado a través de una amplia y valiosa obra previa como cuentista», en palabras de Josefina Rivera de Álvarez, historiadora de la literatura puertorriqueña,6

quien comenta elogiosamente El asedio y otros cuentos (1958), Proceso en diciembre ( 1963 ), los cuatro cuentos aparecidos a continuación de la primera edición de El hombre que trabajó el lunes (1966), Napalm (1971) y el tomo antológico Panorama (Narracio-nes 1955-1967) ~1971), que cierra hasta la fecha la producción de ficciones breves de nuestro escritor. A pesar de la importancia de la obra cuentística de Emilio Díaz Valcárcel, en sí y en diálogo con las narraciones más largas, dejaremos para otra ocasión la presentación y análisis de la misma. También nos contentaremos con señalar su ensayo académico La visión del mundo en la novela (fiempo de silencio de Luis Martín-Santos)

4 Que sepamos la próxima novela de Emilio Díaz Valcárcel, La alegre primavera de Jorgito Espa1a, habría de publicarse también en Puerto Rico.

El localismo temático de Inventario (1975) también explica probablemente la publicación de la6egunda novela escritf! por Emilio Díaz Valcárcel por Editorial Cultural de Río Piedras.

Josefina Rivera de Alvarez, Literatura puertorriqueña. Su proceso en el tiempo, Madrid: Ediciones Partenón, 1983, 528. Todavía en 1977, una reimpresión de la Historia de la literatura puertorriqueña de Francisco Manrique Cabrera tan sólo mencionaba a Emilio Díaz Valcárcel (cuyo apellipo venía ~educido al.de la madre) entre los cuentistas aún prometedores ( 326).

cfr. J. Rivera, op. cit., 501-503.

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(1982) y un primer volumen de memorias titulado En el mejor de los mundos (1991).8

Preferimos dedicar el poco espacio que nos queda a un recorrido forzosamente rápido por las ocho novelas de Emilio Díaz Valcárcel publicadas hasta el día de hoy (diciembre del 2000) aunque una entre ella, El hombre que trabajó el lunes, se adscribiría quizá mejor en la categoría de novela corta o relato.9

De hecho su dimensión hace que El hombre que trabajó el lunes funcione como gozne entre los cuentos de la primera época de nuestro autor y las novelas más abultadas, aunque nunca demasiado, 10 posteriores a 1971. El relato fue escrito, según el colofón, en San Juan y Nueva York entre 1963 y 1964, es decir en los años finales del muñocismo que corresponden también a la cronología de la diégesis. Esta norma de la actualidad de la historia contada correspondiente a la época de redacción de una obra, el escritor la mantendrá vigente hasta la última novela publicada (Laguna y aso©iados). Más que de fidelidad al realismo de su etapa inicial, pensamos que se trata de construir una saga puertorriqueña pegada a la evolución histórica y social de la Isla. La de Gustavo Méndez, El hombre que trabajó el lunes, es la vida de un puertorriqueño común («Yo soy un hombre vulgar y corriente», p. 59) que no tendría mayores problemas si un lunes no se le hubieran acumulado una serie de pequeños percances, frustraciones irritantes, contrariedades más o menos graves, que le irritan progresivamente. Sin embargo, a pesar del agotamiento, se acostará dispuesto a resarcirse, a olvidar los malos ratos y a levantarse el martes con el optimismo beatífico del día anterior. A pesar de que se oiga todavía la voz ideologizada del autor detrás de la máscara del omnisciente, ya dominan en este relato los «recursos de lenguaje fi~urado» para explicar la realidad que el mismo novelista reconoce como don suyo. 1 En efecto, los mejores logros de la ficción se alcanzan cuando el esquematismo de una construcción binaria se abre, sin desaparecer del todo, al «lenguaje figurado»:

Mientras oteaba el horizonte rayado por los mástiles de las goletas, donde se veían dos acorazados norteamericanos, recordó una de las frases predilectas de Marta: «Las cosas son según el color del cristal con que se miran, un cristal oscuro hace que las cosas se vean sombrías ... » (pp. 74-75)

La permanencia de los dos acorazados norteamericanos que contrasta con la ligereza de las goletas basta para evocar el estatus político de la Isla y lo que podría ser si fuera

8 Para completar el «inventario» de la obra literaria de Emilio Díaz Valcárcel, señalemos que en la contratapa de La visión del mundo en la novela figuran cuatro títulos más de novelas «inécijtas»: Emigrantes, Cualquier domingo, Muere Salcedo y La península de las ocho calles.

De «novela corta o cuento largo» la tilda J. Rivera de Alvarez, op. cit., 502 y 528, aunque la analiza en el capítulo reservado a la producción novelística. Las ediciones que sólo contienen el texto de El hombre que trabajó el lunes (Río Piedras: Ediciones Puerto, 1973 [con una errata en el título de esta edición: falta el artículo el delante de lunes]; San Juan: Editorial Cultural, 1987, 3ª ed. ), sin los cuatro cuentos agregados a la primera (México: Era, 1966), no pasan de 114 páginas. Citar~¡par la ed. de 1987.

Figuraciones en el mes de marzo en la reedición puertorriqueña (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1988) tiene 329 páginas. Es la más larga de las publicadas hasta

hoy. 11 Emilio Díaz Valcárcel, En el mejor de los mundos, Río Piedras: Editorial Cultural, 1991, 59.

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realmente libre. La novela titulada Inventario fue redactada, se~ún el colofón, en San Juan y Madrid

entre diciembre de 1968 y noviembre de 1969.1 Pero en el orden cronológico de publicación apareció tan sólo en 1975, tres años después de Figuraciones en el mes de marzo lo que, como escribe con razón Josefina Rivera de Álvarez, coloca la primera novela larga de Emilio Díaz Valcárcel «en desventaja al vérsele fuera del lugar que verdaderamente le corresponde en el proceso ascendente que va marcando en el tiempo la actividad creadora de su autor.» 13

De hecho, si la ambición de la nueva novela supera los límites de El hombre que trabajó el lunes por su mayor complejidad estructural y un juego más elaborado de la temporalidad, la realización final da una obra quizá más densa pero con una imposición ideológica de parte del autor que nos hace echar de menos la relativa discreción en este aspecto de la novela anterior y su escritura llana. Los méritos de Inventario no hay que buscarlos en los «sermones» antiimperialistas de los personajes que han tomado conciencia de la situación colonial de Puerto Rico, ni tampoco en el caminar esperado del protagonista hacia el independentismo, ni en el fondo sociohistórico de más de medio siglo de vida política con sus hitos consabidos: la pobreza rural, la masacre de Ponce del 21 de marzo de 193 7, la lucha de Albizu Campos, el muñocismo, la burguesía anexionista del PNP triunfante en las elecciones del 5 de noviembre de 1968.14 Estriban más bien en los resquicios de la trama que son portadores de futuro y anuncian los logros de Figuraciones en el mes de marzo; están en los elementos más innovadores, todavía en ciernes, de un Inventario que rompen con la visión del mundo del relato publicado en 1966. Pero tales «prefiguraciones» quedan todavía aisladas y son esporádicas en un discurso ficcional que no alcanza a desembarazarse aún del realismo ideológico de la llamada «generación puertorriqueña del cuarenta y cinco», como si el novelista siguiera temiendo los experimentos formales de sus colegas hispanoamericanos a veces mayores que él, en particular de Juan Rulfo cuya huella puede percibirse en algún que otro d. 'l 15 ta ogo.

Una página de En el mejor de los mundos nos obliga a reconsiderar el colofón de Figuraciones en el mes de marzo «Madrid, marzo-diciembre, 1970» 16 y el conjunto de la génesis de la novela:

Volvamos al año 1968, después de La Habana y Madrid. 17

:; Emilio Díaz Valcárc;el, Inventario, Río Piedras: Editorial Cultural, 1975, 208. 14 Josefina Rívera de Alvarez, op. cit., 528.

En sus memorias, Emilio Díaz Valcárcel describe su estado de ánimo en noviembre de 1968, cuando está haciendo su inventario personal: «Ganó el Partido Nuevo Progresista, defensor de la estadidad; terminaba así el monopolio de poder detentado por el Partido Popular Democrático por casi tres décadas. El Partido Independentista obtuvo un desastroso seis por ciento de los votos. [ ... ] Pensé: «Al carajo, voy a perder la poca cordura que me queda si sigo en este país», y me dije nuevamente que tendría que salir de Puerto Ríco y que no me interesaría regresar en buen tiempo.» (En e{f!.efor de los mundos, 231-232)

16 Léase por ejemplo el de las páginas 83-85. Emilio Díaz Valcárcel, Figuraciones en el mes de marzo, Río Piedras: Editorial de la

Univyi¡sidad de Puerto Ríco, 1988 (1ª ed. en Puerto Rico), 329. El memorialista alude aquí a una primera y muy breve estancia madrileña.

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Tan pronto tuve la oportunidad me senté a escribir una extensa novela; no tenía claro lo que quería, pero era obvio que la breve y agitada y novedosa experiencia del viaje a La Habana y a Madrid, y el conocer gentes que vivían fuera de sus países dedicadas a realizar sus obras contra viento y marea, era algo que por alguna razón me impulsaba al experimento, a la ruptura con las severas reglas narrativas que había seguido hasta el momento, de donde había desterrado todo posible rasgo de humor; de modo que mandé al infierno la gravedad aprendida de miembros de mi generación y seguí elaborando una obra abierta con monólogos, diálogos sueltos, simultaneidad de planos, etc. De esa obra publiqué un capítulo; varios otros los integré más tarde en una novela escrita en forma de collage en España: Figuraciones en el mes de marzo.18

Sin querer enmendar la plana a nadie y menos al propio novelista, parece que el colofón de Figuraciones entrase más bien dentro de la ilusión realista al hacer corresponder el principio de la redacción en el mes de marzo y en Madrid con la cronotopía de la obra. Si los primeros borradores de la nueva novela son fechables en 1968, esto significa que Emilio Díaz Valcárcel los elaboró todavía en San Juan de Puerto Rico y en el mismo año en que estaba escribiendo Inventario antes de su salida a Madrid en febrero de 1969. En tal caso, la despedida a la gravedad del realismo ideológico, la apertura a los experimentos estructurales y al humor, los cuales configuran de hecho innovaciones que desembocarán en el colla ge de Figuraciones, no resultan de una ruptura radical sino de un proceso más extendido en el tiempo de casi tres años. De rebote, la timidez de las «prefiguraciones» formales de Inventario se explicaría por la simultaneidad de su redacción con los primeros pasos en la de Figuraciones. Los colofones de sendas ficciones corresponderían más bien a sus versiones definitivas.

En todo rigor, habría que rectificar también el colofón de la cuarta novela de Emilio Díaz Valcárcel, Harlem todos los días, «Nueva York, Madrid, San Juan de Puerto Rico. 1973-1977»19

, a la luz de las precisiones de las memorias. Una primera versión, descartada, la habría elaborado probablemente en 1964-1965 tras escribir El hombre que trabajó el lunes: la constituiría la selección de unos capítulos de «una extensa novela que tenía como eje la experiencia de Morales, [un] bracero acusado de asesinato en Nueva York» 20

. A lo cual se añadirían unas treinta páginas rescatadas de un largo relato de trescientas cuartillas que contenían la narración de las aventuras de braceros junto con parte de la experiencia del reo. 21 Otra vez los lugares y fechas del colofón corresponden a la fase terminal de la redacción de Harlem todos los días que sigue las nuevas normas de composición, estilo y visión del mundo ideadas en Figuraciones en el mes de marzo.

Los epígrafes de Harlem todos los días sirven de guía de lectura de la novela: el primero, cita del prólogo de la Segunda Parte del Quijote, instala el texto dentro de la literatura de imaginación al relacionar la anécdota jocosa del perro hinchado de aire por el trasero y el trabajo que cuesta escribir un libro; el segundo, como aplicación seguida

:~En el mejor de los mundos, 229. Emilio Díaz Valcárcel, Harlem todos los días, Río Piedras: Editorial Cultural, 1987 (2ª ed.),

215. 20

21 4n el mejor de los mundos, 227. Id., 156.

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del primero, da la palabra al ficticio «Aleluya, boricua políglota de Harlem», protagonista de la novela que estamos abriendo. Por primera vez en su novelística-la segunda surgirá en Laguna y aso©iados-, Emilio Díaz Valcárcel se vale de un proceso paratextual que confiere la misma autoridad-autoría a un personaje inventado que a un escritor canonizado. Aleluya se ha alzado a la categoría referencial de Cervantes. La criatura imaginada vale tanto como el escritor español por antonomasia.

Entre los epígrafes circula la isotopía del lenguaje: elaborar un libro, para Cervantes, es juntar palabras cuyo orden discursivo produce sorpresa y divertimiento; en la Babel norteamericana del siglo XX, escribir ficciones cuesta más trabajo todavía por el mestizaje cultural y desde luego, lingüístico que el libro ha de integrar a la fuerza si quiere seguir cumpliendo con su papel de representación sin renunciar a los derechos ineludibles de la imaginación.

Por otra parte, al seleccionar el paratexto, el autor cita una frase que enfrenta de repente al lector con los cambios de códigos lingüísticos del sefardí paródico de Ale (N ew York est la nuova Babel, mais aqueste adren peregrino nos debemoss embertir, p. 11) que dan cuenta a la vez del poliglotismo del personaje de referencia autoría! y del multicultu-ralismo de la nueva Babel. Éstos, en efecto, son los ejes estructurales de las andanzas por Nueva York del neorrican Aleluya (Ale) Pérez Peterson y del recién llegado de un pueblo del centro de la Isla, Gerardo (Gerald) Sánchez. Topan, como Leopold Bloom en la Dublin de James Joyce, con las más diversas realizaciones lingüísticas.

«De más está decir que de madrugada me despierto imaginando situaciones deprimentes» :22 esta frase incipit del segundo párrafo de la siguiente obra novelística de Emilio Díaz Valcárcel invierte rigurosamente los términos del principio de El hombre que trabajó el lunes. Al despertar alegre de éste se opone el desanimado abrir de ojos del lamentable «héroe» de Mi mamá me ama. Pero tienen por lo menos dos rasgos en común: la docilidad conformista y el puerilismo que les ciegan sobre su propia situación de colonizados. A partir de estos datos convergentes y divergentes, Emilio Díaz Valcárcel construye Mi mamá me ama, probablemente su mayor éxito de librería, que no oculta su objetivo satírico y sus fines de denuncia filtrados por la ironía, el humor y la burla.

El blanco de la crítica es otra vez el american way of lije y el partido anexionista puertorriqueño, como si el autor, tras el ataque de desánimo de 1968-1969 plasmado en la derrota del novelista protagonista de Figuraciones en el mes de marzo, hubiera vuelto a afilar su estilete para hundirlo más profundo en las lacras de Puerto Rico, pero también realzando finamente las virtudes ocultas de las partes más sanas de su pueblo.

Toda la gracia de la obra así como su núcleo semántico se declara en el título Mi mamá me ama. La intertextualidad inmediata para cualquier hispanohablante remite a las cartillas de lectura y se aplica al caso del narrador, Javier (Yunito o Harvey) Durán, un «niño» bien de la alta burguesía puertorriqueña que a sus veinte años sigue teniendo la mentalidad de los niños de primer grado escolar. Una lectura alegórica se impone: detrás de la madre incestuosa, quien emblemáticamente no lleva nombre, se vislumbran los

22 Emilio Díaz Valcárcel, Mi mamá me ama, Barcelona-Caracas-México: Seix Barral, 1981, 11.

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puertorriqueños anexionistas, los que quieren arrimarse definitivamente al continente con el título de Estado 51. Pero el texto ficticio introduce contrafiguras jóvenes cuyas personalidades dejan alguna esperanza a la autenticidad puertorriqueña. En ellas se encama el futuro fijado en el epígrafe de Bertold Brecht: «Cuando hayan hablado los que dominan, hablarán los dominados.» (p. 7) Con tal de que les dejen hablar ... y que ellos escuchen la voz popular que toma la palabra en el último capítulo.

«Esta es una obra de ficción. Tanto los personajes como las situaciones en que se ven involucrados son producto de la imaginación del autor y no se basan en hechos ni personas reales.»23 La advertencia de Dicen que de noche tú no duermes, no tiene equivalente, hasta el presente, en la obra de Emilio Díaz Valcárcel y desempeña una función paratextual que dista mucho de reflejar la banalidad aparente del enunciado. El sentido literal sería aceptable, pero cabe también una lectura irónica que arrancando de éste, contraste las imaginaciones del autor y de sus personajes con un referente puertorriqueño libremente elaborado en la escritura novelística. A decir verdad, la advertencia sustituye a los epígrafes en su papel de guía de lectura de una novela en la cual la imaginación se esfuerza por desplazar las circunstancias de la vida borinqueña del primer lustro de los años 80 que corresponde a las fechas de redacción de la narración: 1980-1984.

De otra parte, el título remite a la canción de Héctor Urdaneta «Simplemente una ilusión» y se reproduce, levemente alargado, en el epígrafe («Dicen que de noche tú no duermes, cuando no te mimo ni te beso ... », p. 7). El bolero, como otros productos de la cultura popularizada, integrará la trama narrativa en tanto signo de referencia de la visión del mundo de la protagonista, cuyos modelos culturales manifiestan el saber recuperado por las capas inferiores de la sociedad.

Dicha trama refiere la progresiva atracción entre el narrador principal, Jaime, un intelectual cuarentón, y Marisa, secretaria y compañera de trabajo, de treinta y dos años. Una mutación cualitativa acompaña el cambio de relaciones: el intento de seducción sexual del principio se convierte en complicidad basada en el respecto mutuo. Se da también en esta ficción un curioso cruce de las líneas de fuerza ideológicas que habían organizado los relatos de Emilio Díaz Valcárcel hasta la fecha: mientras las soluciones colectivas parecen alejarse y derrumbarse, seguirían posibles las salvaciones individuales.

A pesar de que entre el final de la redacción de Dicen que de noche tú no duermes (1984) y el de la novela siguiente (octubre de 1992), Taller de invenciones, mediaron ocho años, los núcleos estructurales de ambas narraciones son muy semejantes. La narración en tercera persona de la nueva novela publicada en 1993 destaca como protagonista principal a Alfredo, director de un taller de escritura cuentística que se celebra semanalmente en un local de un Banco. En el ecuador de la cuarentena--edad clave también para Jaime de Dicen que de noche tú no duermes-, Alfredo repite la figura del escritor desencantado y desplazado por la moda que ya había aparecido con Eduardo Leiseca, el novelista derrotado de Figuraciones en el mes de marzo. Pero a la

23 Emilio Díaz Valcárcel, Dicen que de noche tú no duermes, Río Piedras: Ed. Cultural, 1987 (2ª ed.), 8.

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vez anuncia a Greg, el poeta suicida de Laguna y aso©iados. Con el protagonista de la novela publicada en 1985, comparte el cinismo, la soledad y la depresión sexual.

Pero las semejanzas con Dicen que de noche tú no duermes no se reducen a rasgos caracterológicos de sus «héroes» en declive. Dos de sus procedimientos fundamentales, el pastiche y la parodia vuelven a encontrarse en Taller de invenciones. En efecto, el centro organizador del relato es el comentario de cuentos escritos por los alumnos del taller, lo que da al texto la andadura de una serie de ejercicios de estilo con correcciones. El relato termina con una auténtica salvación por la escritura que permite a Alfredo superarse redactando una novela cuyo texto debería coincidir con el que estamos acabando de leer: «Antes de finalizar el año, Alfredo empezó a escribir frenéticamente una novela sobre un taller de narrativa.»24

Estas dos últimas líneas de Taller de invenciones suenan como un remanso esperanzador entre dos destinos de escritores fracasados, Eduardo y Greg. Cualquiera que sea la opinión de cada uno sobre la felicidad, si no mediocre cuanto menos fugaz de Alfredo, se ha vuelto a cumplir la reflexión del epígrafe de Mario Benedetti aplicada a los escritores: «Para bien o para mal no es imposible que los veteranos del naufragio sobrevivamos como tantas veces y como tantas veces empecemos desde cero o desde menos cuatro.»

Esta llamada a volver a empezar la tarea de escritura cuantas veces sea necesario contrasta con la representación trágica del intelectual puertorriqueño de finales del siglo XX que se da otra vez en Laguna y aso©iados, novela publicada en 1995. Greg, el poeta de esta ficción, parece ser le figura repetida de Eddy Leiseca, el novelista ficticio de Figuraciones en el mes de marzo. Ambos achacan su sequía creativa al trabajo mercenario en el que las circunstancias sociales les han arrinconado: Eduardo es traductor y Gregorio copywriter en una agencia de publicidad. Pero mientras aquél había tratado de escapar de la atmósfera asfixiante de Puerto Rico exiliándose a Madrid, éste ya comprado por la ley del mercado, ni siquiera intenta huir aunque la fuga sea inútil. El desarraigo existencial del intelectual descastado ya no tiene salida por muy ilusoria que ésta sea. Entre 1970, fecha de redacción de Figuraciones, y 1995, fecha de publicación de Laguna,25 la representación del escritor no hizo sino cobrar un color más negro. La máquina de recuperación cultural que moldea la figura del artista posmodemo viene encamada en Laguna por Stavros Nikkolas, modelo del advenedizo en el mundo de la publicidad, en realidad un impostor, un farsante grotesco, quien jactándose de la amistad de escritores y pintores famosos, los reduce junto con sus obras, a bienes consumibles o instrumentos de publicidad. Dalí, Paul Eluard, Juan Ramón Jiménez, Max Hemíquez Ureña, Pablo Neruda, manipulados, banalizados y cómicamente tergiversados por los códigos superficiales del publicitario, se mencionan no por la calidad de sus obras, ni por el lugar que ocupan en la historia literaria o artística del siglo XX, sino por la celebridad

~~Emilio Díaz Valcárcel, Taller de invenciones, Río Piedras: Editorial Cultural, 1992, 155. Es de notar la ausencia de colofón en Laguna y aso©iados. Este texto, pues, no lleva fecha

de redacción como las ficciones anteriores de Emilio Díaz Valcárcel.

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de sus nombres asociados al de Nik:kolas en una operación descarada de autoalabanza.26

Retomado un proceso ya utilizado enHarlem todos los días, Emilio Díaz Valcárcel da más autoridad aún a este «genio de Ja publicidad internacional» confiándole la autoría de un epígrafe bastante ambiguo: «En el futuro la publicidad deberá mercadear no sólo bienes de consumo y servicios, sino los sueños de felicidad de las masas, porque también son necesarios» (p. 9) Al equiparar bienes materiales (bienes de consumo y servicios) y bienes simbólicos (sueños de felicidad) , la sentencia publicitaria desvaloriza lo que la tradición clásica y moderna había separado otorgando a la esfera cultural un lugar privilegiado. En ese futuro, que es el presente de la posmodernidad, todo es reducible al estatuto de mercancía.

El epígrafe de Laguna y aso©iados, atribuido a un personaje ficticio, es único; no viene contrabalanceado por ninguna cita de un escritor histórico; a Stavros Nik:kolas no le contesta un Cervantes como lo hiciera al Aleluya de Harlem todos los días. Esta unicidad del falso epígrafe es emblemática, para nosotros, del desplazamiento progresivo del realismo objetivista (para no decir socialista) o ideológico de las dos primeras novelas de Emilio Díaz Valcárcel por una escritura que sin renunciar a la denuncia, hace dialogar la sátira y la amargura, el humor y el desencanto.

26 Emilio Díaz Valcárcel, Laguna y aso©iados, Río Piedras: Editorial Plaza Mayor, 1995, 3 1-35.

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