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  • La Torre del Virrey Revista de Estudios Culturales

    Serie

    6.a

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    Libros

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    La filosofa de Richard Rorty. Entre pragma-tismo y relativismo, edicin de Juan Jos Co-lomina y Vicente Raga, Biblioteca Nueva, Ma-drid, 200, 267 pp. ISBN 978-84-9742-960-3.

    Ajuicio de Cornel West, Rorty ilumina y estimula al lector, pero tambin deja una curiosa sensacin de que, en vez de usar la persuasin, ha seduci-do; da la impresin de que Rorty nos ha atrado hacia su perspectiva en vez de disuadirnos de la nuestra. West doctorado en Princeton bajo la tutela de Rorty descri-be con tino los corolarios que desata la obra de su lcido mentor entre quienes, en virtud de diferentes razones, la valoramos y reivindicamos. La curiosa sensacin que menciona autntica grieta en la lnea de flotacin de la propuesta; el profeta de la persuasin no persuade ni a los afines, los seduce canaliza, sin ir ms lejos, el grueso de los excelentes trabajos que componen La filosofa de Richard Rorty. Entre pragmatismo y relativismo, volu-men colectivo editado por Juan Jos Colomina y Vicen-te Raga que dispensa un homenaje pstumo al pensador neoyorquino. Ello no quiere decir leemos en la intro-duccin que los autores... estn siempre de acuerdo con sus planteamientos (5). La contraportada, por su parte, advierte de las dificultades que plantean sus argumen-tos. Resulta difcil imaginar matizaciones tales en la in-troduccin y la contraportada de un libro que se presen-tara, con el descargo vyase a saber de qu aniversario o efemride, a modo de homenaje de la filosofa, pongamos por caso, de Rawls o Gadamer. Pero con Rorty las cosas funcionan de otro modo. Hasta quienes tienen (o hemos

    tenido en otros sitios) el gesto de homenajearle anticipan en pri-mera plana que no les convence del todo. Dado que, integrismos al margen, es sabido que ningn filsofo lo hace, para qu y por qu decirlo?

    . La filosofa de Richard Rorty (primer libro de su naturaleza publicado por estos lares, si no me equivoco) ofrece una muy re-comendable panormica de la compleja y enciclopdica indaga-cin rortiana, una de las menos ortodoxas de los ltimos cuarenta aos. Pocos, ciertamente, la recibieron con beneplcito, mxime tras la publicacin de Liberalismo burgus posmoderno (983), La prioridad de la democracia sobre la filosofa (1988) y Contin-gencia, irona y solidaridad (1989), escritos donde la deflacin de la filosofa presentada en la tercera parte de La filosofa y el espejo de la naturaleza (979), as como en los ensayos de los setenta re-copilados en Consecuencias del pragmatismo (982), cosech, si cabe, mayores cotas de repulsa al adquirir, valga la expresin, un corpus tico-poltico merced la distincin pblico-privado. A los pensadores analticos que venan combatiendo las intervenciones antiesencialistas, antirrepresentacionalistas y coherentistas del personaje en los mbitos de la epistemologa, la filosofa del len-guaje y la filosofa de la mente se unieron bandadas de pensadores marxistas, comunitaristas y liberales dispuestos a combatirlo en los mbitos de la filosofa poltica, la tica y la teora de la cultura. Subyaciendo a la cruzada, la indicada deflacin debilitacin, en argot de su no menos vituperado amigo Vattimo de la filosofa, el dictamen segn el cual la filosofa es un gnero literario me-

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    nor que debe sanarse el logocentrismo, privatizar sus arranques de sublimidad y supeditarse, cual sirvienta, a los intereses de la democracia. Semejante exhortacin encarnaba un sinfn de apues-tas epistemolgicas y polticas deudoras del desmantelamiento de la metafsica, entre ellas la homologacin de verdad y utilidad, el reconocimiento de la contingencia, la indisolubilidad del etnocen-trismo y el rechazo del marxismo. Desmantelamiento, huelga de-cirlo, naturalista y romntico al unsono, enraizado, a partes igua-les, en Wittgenstein y Nietzsche, Sellars y Heidegger, Davidson y Derrida, Quine y Gadamer, Darwin y Kuhn. Emprendido, para ser ms exactos, con la vocacin de desencadenar una segunda olea-da secularizadora que, cambio de lxico y literalizacin de nuevas metforas mediante, disuelva los fetiches a los que la modernidad rinde pleitesa (Realidad Intrnseca, Historia, Leyes de la Natu-raleza; sublimaciones de la divinidad) y contribuya, de la forma tangencial propia de la filosofa, al advenimiento de una utopa socialdemcrata plenamente desencantada ergo desmetafisica-lizada donde el deseo liberal de solidaridad prime sobre el deseo racionalista de objetividad, la fe en el futuro sobre el afn de co-nocimiento y la imaginacin del poeta sobre la sistematicidad del filsofo o el cientfico.

    Pese al nervio progresista, experimental y antiautoritario que lo impulsaba, numerosos tericos progresistas percibieron (y perci-ben) en el deflacionismo rortiano una iniciativa que alienta, poco importa si involuntariamente, una visin conservadora del mun-do y de la accin poltica. Al abdicar, entendieron McCarthy, No-rris y Eagleton, de la filosofa y de los supuestos elementales de la epistemologa, Rorty nos deja sin mecanismos para discriminar la tergiversacin interesada del relato fehaciente, la manipula-cin propagandstica de la informacin veraz, entrampndonos en un provinciano crculo hermenutico donde, cancelada cualquier aspiracin de verdad y racionalidad, la tradicin y la comunidad oriundas quedan a salvo del cuestionamiento. Mouffe, Laclau y Critchley apuntaron, por su parte, que expulsar a la filosofa ra-dical (a la deconstruccin, en este caso) de la deliberacin pblica y reconvertirla en alimento del ironista implica cerrar las puertas a la comprensin y estimulacin del disenso (evento nuclear de la sociedad plural), sabotear el ejercicio de tantear y/o poner en prctica alternativas a lo dado y dejar a la poltica a merced del discurso oficial.

    La filosofa de Richard Rorty reproduce desde ngulos comple-mentarios los entresijos de este (revisable, pienso a da de hoy) diagnstico. En Un ironista moderno: Richard Rorty, irnico pri-vado y cnico pblico, Vicente Raga elabora un penetrante estudio acerca de las (supuestas) implicaciones cnico-conservadoras del ironismo prctico-poltico de Rorty. Despus de pasar revista a la tensin pblico-privado y tributar una brillante acotacin de la censura hegeliana a la concepcin schlegeliana de la irona, Raga discute la privatizacin que sta sufre a manos de Rorty, maniobra adjunta al rechazo de la verdad y a la idealizacin suma del acuerdo que estimula, escribe, cierta complacencia consensual por la pro-pia cultura (93). La aportacin de Joan David Mateu (Los usos de la antropologa. Para una crtica del papel de las humanidades en la filosofa de Rorty) bosqueja idntico reproche a la luz, ahora, del empeo rortiano por transformar las humanidades y las cien-cias sociales en herramientas de redescripcin pblica y privada ajenas a la filosofa. Segn estima, esta posicin socava el impulso transformador de las mentadas, incidencia palpable en las funcio-nes que Rorty asigna a la etnografa; ampliar la receptividad del ciudadano medio ante la pluralidad cultural y persuadir a los otros de que ingresen en nuestro modelo social previa privatizacin de sus creencias ltimas. Al igual que Raga, Mateu recela de la pri-vatizacin de marras, e imputa a Rorty el cargo de personificar la retrica auto-complaciente del liberalismo (67). De contrape-

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    so, sugiere, a la mutacin etnocntrica del etngrafo en misione-ro de Occidente, el anti-etnocentrismo de Geertz, consagrado a la empresa de conocer la alteridad (antropolgica o histrica) para cuestionar las prcticas de la propia cultura (165). Pedro J. Prez Zafrilla (Ms all de todo prejuicio. El debate entre Wolterstorff y Rorty sobre la religin en la esfera pblica) comparte con Raga y Mateu la certidumbre de que la distincin pblico-privado trazada por Rorty parte de una entronizacin del consenso que, amn de equivocada y simplista, provoca efectos polticamente contrapro-ducentes. Su ensayo, emplazado en la polmica dispensada por re-ligiosos y seculares que el llamado retorno de la religin parece haber acentuado, preconiza la articulacin de una esfera pblica inclusiva... en la que las razones religiosas no sean percibidas como un freno de la deliberacin (192). A fin de revocar las premisas lockeanas e ilustradas de los filsofos que abogan por privatizar la religin (Rawls, Nagel, Austin), Zafrilla reproduce los conside-randos lanzados por Wolterstorff contra Rorty a raz de Religion as conversation stopper (999), jugada que le permite problema-tizar el quid del proyecto rortiano (la secularizacin), revisar de-terminados prejuicios consensualistas y justificar la idoneidad de un escenario en el que las razones no compartidas (entre ellas las religiosas) no estn excluidas del debate civil.

    2. Repitmoslo con otras palabras; la deflacin rortiana de la filosofa responde al anhelo de disear una filosofa consecuente con el proceso de secularizacin desplegado en el seno de las so-ciedades democrticas, esto es, una filosofa mundanizada, desa-cralizada, laica, higienizada de reliquias metafsicas, abierta a la conversacin horizontal. Juan Jos Colomina firma Eliminativis-mo, Materialismo y Teora de la Identidad. La filosofa de la mente de Richard Rorty, trabajo que rastrea con holgada competencia las primeras (y bastante desconocidas) manifestaciones del citado anhelo, vinculado, por entonces (segunda mitad de los aos sesen-ta), al ms escrupuloso materialismo eliminacionista. Las figuras de Place, Feigl, Smart, Armstrong, Feyerabend y Brentano sirven a Colomina para contextualizar y explicar los reparos de Rorty respecto a la Teora de la Identidad clsica, reparos donde ya se manifestaba, circunscrita al programa d