La Tartamudez. O.curacion

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Espero os guste este libro. Pero recuerda que está protegido por derechos de autor. Si te ha gustado, te recomiendo que te lo compres en tu librería favorita o en la red. Es la mejor manera de premiar a su autor y a la editorial que en él ha confiado. Aquí tienes algunos posibles puntos de venta a través de la red: http://www.elsevier.es/pt/libros/la-tartamudez-9788445809822 http://www.muchoslibros.com/libros-isbn-9788445809822/libro/1/1/Libros/ http://www.espaciologopedico.com/tienda/detalle?Id_articulo=360 http://www.casadellibro.com/libro-la-tartamudez-opcion- curacion/727521/2900000735041 http://www.libreriaolejnik.com/ventana.php?codig=90084 http://www.popularlibros.com/libros/la-tartamudez-opcion-curacion/157577/978- 84-458-0982-2 Dr François Le Huche (1995)

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Espero os guste este libro. Pero recuerda que está protegido por derechos de autor. Si te ha gustado, te recomiendo que te lo compres en tu librería favorita o en la red. Es la mejor manera de premiar a su autor y a la editorial que en él ha confiado. Aquí tienes algunos posibles puntos de venta a través de la red: http://www.elsevier.es/pt/libros/la-tartamudez-9788445809822 http://www.muchoslibros.com/libros-isbn-9788445809822/libro/1/1/Libros/ http://www.espaciologopedico.com/tienda/detalle?Id_articulo=360 http://www.casadellibro.com/libro-la-tartamudez-opcion-curacion/727521/2900000735041 http://www.libreriaolejnik.com/ventana.php?codig=90084 http://www.popularlibros.com/libros/la-tartamudez-opcion-curacion/157577/978-84-458-0982-2

Dr François Le Huche (1995)

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LA TARTAMUDEZOPCIÓN CURACIÓN

François Le Huche

Barcelona - Madrid - Paris - Milano - Asunción - Bogotá - Buenos Aires - CaracasLima - Lisboa - México - Montevideo - Panamá - Quito - Rio de JaneiroSan José de Costa Rica - San Juan de Puerto Rico - Santiago de Chile

MASSON

MASSON, S.A.

Ronda General Mitre, 149 - 08022 BarcelonaTeléfono: (34) 93 253 02 00

MASSON, S.A.

120, Bd. Saint-Germain - 75280 París Cedex 06

MASSON S.P.A.Via F.lli Bressan, 2 - 20126 Milano

TraducciónMercé Calvo i Graells

Revisión científica

Miguel Puyuelo SanclcmenteProfesor Titular de Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad de Zaragoza;Presidente de la Asociación Española de Logopedia, Foniatría y Audiología

Reservados todos los derechos.No puede reproducirse, almacenarse en un sistema de recuperacióno transmitirse en forma alguna por medio de cualquier procedimiento,sea éste mecánico, electrónico, de fotocopia, grabación o cualquier otro,sin el previo permiso escrito del editor.

©2000. MASSON, S.A.Ronda General Mitre, 149 - Barcelona (España)

ISBN 84-458-0982-2 Edición españolaVersión española de la obra original en lengua francesaLe bégaiement: Option gttérison de François Le Huche,publicada por Albin Michel S.A. de París

©AlbinMichel S.A., 1998ISBN 2-226-10558-1 Edición original

Depósito Legal: B. 24.328 - 2000Composición y compaginación: Fotoletra - Aragón, 208-210 - Barcelona (2000)Impresión: Liberdúplex, S.L. - Constitució, 19 - Barcelona (2000)Printed in Spain

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Prefacio a la edición española

Curar la tartamudez es posible, tanto en el adulto como en elniño, con la condición de que se deje de creer que el origen de estetrastorno es misterioso. En lugar de buscar los medios para evitaro para controlar los accidentes del habla (la tartamudez) debemostratar de recuperar las desviaciones infligidas a los mecanismosnormales del habla por la lucha llevada a cabo desde la infanciacontra la tartamudez, olvidando que en el habla normal se tarta-mudea.

Gracias a la orientación de los padres, esto es más fácil en elniño menor de 5 años que en el adulto, en quien las alteracionestísicas (respiratorias, articulatorias, etc.), psicológicas y lingüísticasestán más instauradas. El camino hacia la curación se proponerestablecer parcialmente los reflejos que están en la base del hablaespontánea normal, que no requiere ninguna precaución ni aten-ción particular en el momen to en que se produce.

Este libro describe los medios empleados en 40 años de ejerciciode la reeducación foniátrica para llegar a este resultado, inclusoaunque un buen número de pacientes adultos se conforman —estánen su derecho— con una simple mejoría y detienen su tratamiento.intes de la curación completa.

Estoy muy orgulloso de la traducción al español y de la publica-ción de este libro por la editorial Masson, después de la apariciónde los tres volúmenes sobre La voz en colaboración con A. Allali.Siguiendo esta línea, espero que más adelante se editen variasobras más, una referida también a la voz, pero destinada en estaocasión al público en general, y las otras referidas al aprendizajedel lenguaje escrito.

Finalmente, deseo expresar mi enorme agradecimiento a MiguelPuyuelo, amigo desde hace mucho tiempo, que me ha hecho el ho-nor de interesarse personalmente por las técnicas de reeducaciónque he puesto a punto y por las que él ha hecho tanto para difun-dirlas en España.

Boulevard Saint-Germain-des-Prés, París.

FRANÇOIS LE H U C H E

Vil

Prólogo a la edición española

Los orígenes del tratamiento de la tartamudez se remontan si-glos atrás a la época de la Grecia clásica. Desde entonces se hansucedido los intentos para corregirla. Como en otros problemas dela comunicación y el lenguaje, esto se ha producido de forma espe-cialmente intensa durante el siglo xx. Son numerosas las asociacio-nes, grupos de investigación, libros, teorías, etc., tanto sobre el ori-gen como sobre el tratamiento de la tartamudez. Sin embargo, a diferencia de otros problemas del lenguaje y la comunicación,sigue habiendo muchas incógnitas.

El libro que presentamos es fruto de una muy larga experienciade François Le Huche, a quien conocí por primera vez en marzode 1980, en el Laboratoire de Recherche sur le Langage, Service dePsychopathologie de l'Enfant et de l'Adolescent, del conocidoHospital de La Salpétriére en París. En aquel momento, el profesorLe Huche colaboraba con la Dra. Claude Chevrie-Muller, del cita-do Servicio, en una investigación sobre las alteraciones de la vozen pacientes neurológicos. Posteriormente, durante aquel mismoaño y en los posteriores tuve ocasión de conocer con él su famosoMétodo de Tratamiento de la Voz.

En 1981, el viejo editor Maloine, en el Boulevard Saint-Germain-des-Prés, conocedor de mi interés por los temas de la voz me rega-ló un libro impagable: Le cant, sa construction, sa destruction, de J.Tharneaud, publicado en París en 1946. También revisamos el librode F. Le Huche La voix satis larynx, objeto de numerosas reedicionesen Francia y que en 1982 publicamos en España con el título La voz sin laringe, uno de los pocos manuales prácticos para la reeduca-ción de la voz en laringectomizados. En 1994 publicamos en espa-ñol los tres volúmenes de La voz, ya clásicos, cuya primera ediciónse realizó en 1978 en París. Posteriormente, F. Le Huche participóen un congreso organizado en la Universidad Ramón Llull (Barce-lona) en 1997, explicando su método de tratamiento de la voz. En1999 volvió a exponerlo en la Universidad de La Coruña. Reciente-mente, en el año 2000 presentó su Taller sobre la Tartamudez du-rante el Congreso de AELFA en la Universidad de La Coruña.

Aunque lo pueda parecer, el tratamiento de la tartamudez noconstituye una nueva faceta del profesor Le Huche. Tal como indi-

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X Prólogo a la edición española

ca en el Prefacio a la edición española, su método para el trata-miento de la tartamudez tiene más de 40 años de experiencia. Enla década de los setenta su método ya era muy conocido en Fran-cia, así como los cursos que impartía junto con su mujer en la RuéSontay de París.

La presente obra es fruto de esta experiencia en un método re-conocido, y para los que nos apasiona el tratamiento de la disfe-mia constituye la exposición de un método que compartimos engran medida. El libro contiene conocimientos útiles para el logo-peda o el foniatra, pero también, muy especialmente, para los dis-fémicos y sus familiares, muy a menudo desorientados.

Hoy, en julio del año 2000, desde el mismo Boulevard Saint-Germain-des-Prés, en el que se editó aquel libro de Tharneaud(publicado en 1946), el profesor Le Huche nos obsequia con unnuevo libro sobre la tartamudez.

Representa una gran satisfacción presentar este libro de mi anti-guo profesor y amigo, en la seguridad de que será útil para mu-chas personas.

MIGUEL PUYUELO SANCLEMENTE

Profesor Titular de Psicología Evolutiva

y de la Educación, Universidad de Zaragoza;

Presidente de AELFA

Prefacio a la edición francesa

Hace ya más de 40 años, mi primer paciente y quien, de hecho,inauguró mi gabinete de foniatría fue un tartamudo, protagonistade la anécdota que, sin duda, aclarará al lector la teoría de la tarta-mudez que sii-ve de telón de fondo a esta obra de una manera mu-cho más gráfica que un largo discurso basado en mi experienciapráctica sobre el tema. Este primer paciente tenía una cita concer-tada a las 14:30 h. Se trataba del único paciente previsto para latarde de aquel primer día, por lo que cuando vi que no se presen-taba, pensé: «¡Empezamos bien!». Hacia las 6 de la tarde, no obs-tante, apareció en la consulta y, con un aspecto más bien alegre y jovial, me explicó: «Disculpe si-si-si llego con algún retraso, pe-pe-pero es que mi m-m-mujer acaba d-d-de intentar suicidarse». Lodijo como si se tratara de algo completamente banal, lo cual re-cuerdo que me confirmó firmemente la idea de que, contrariamen-te a lo que se cree muchas veces, no es la hiperemotividad lo queestá detrás de la tartamudez, aunque una cierta tensión y sobre-voltaje debidos al esfuerzo del habla pueden causar esa impresión.Ahora bien, las técnicas empleadas en aquella época, y aún hoyampliamente extendidas, se basaban y se continúan basando en laejecución voluntaria del acto del habla por medio de lo que po-drían denominarse «trucos para no tartamudear», excluyendotoda participación emocional, ya que la emoción se considerabauna perturbación del «ritmo normal» del habla. Sin embargo, eneste punto cabría preguntarse si el ritmo normal del habla es el delas palabras o el de la emoción, lo cual requeriría una cierta refle-xión al respecto.

Aquella misma mañana, en el hospital donde ocupaba un pues-to de asesor clínico en otorrinolaringología, había pedido, precisa-mente, algunos consejos a la logopeda encargada de la consulta defoniatría. Su respuesta fue: «La técnica para el control de la tarta-mudez es muy simple. Sólo hay que enseñar al paciente a soplarligeramente al inicio de cada frase. Verá cómo este sistema da muybuenos resultados». De hecho, no he seguido nunca este consejo.Empecé, por el contrario, a aplicar a mi paciente una técnica de re-lajación (relajación denominada «de ojos abiertos») que habíaaprendido en un curso de arte dramático que seguía desde hacía

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XII La tartamudez: opción curación

varios años, como alumno primero y más tarde como asistente, enel teatro-escuela Perceval, dirigido por Charles Antonetti. Sabíaque este método de relajación permitía poner orden en la mecáni-ca vocal sin menoscabo de la naturalidad y la expresividad, por loque pensé que podía actuar del mismo modo en los trastornos delhabla.

Así fue como empecé a elaborar una teoría sobre la tartamudezy como presenté una publicación inicial sobre el tema en el primercongreso latino de Logopedia y Foniatría, celebrado en Lovaina en1967. El título del trabajo era Mil y una teorías explicativas de la tarta-mudez patológica, con el subtítulo Dos alteraciones fundamentales en elhabla del tartamudo. Este título resultaba, quizás, algo redundante,puesto que toda teoría es siempre explicativa, pero, en este caso, laidea de la explicación tenía su especial importancia. Tal comocomprobé más adelante, muchas de las hipótesis sobre el origende la tartamudez habían sido enunciadas con la pretensión de daruna respuesta a la pregunta ¿por qué?, mientras que no existía nin-guna teoría que intentara describir cómo aparece y se instala esteproblema. Estas dos alteraciones que presentaba yo en mi ponen-cia, y que se convirtieron años después en cuatro y más tarde enseis, tenían, por el contrario, este propósito concreto. La teoría es-taba verdaderamente tomando forma y servía de base a propues-tas terapéuticas cada vez más precisas.

Pensé entonces que sería una buena idea compartir lo que habíapodido aprender de la práctica educativa y de la reflexión teóricacon otros profesionales, y ello me llevó a la creación de un semina-rio anual para logopedas. Son muchos los que conocen ahora estateoría y se basan en ella al hacerse cargo de pacientes tartamudos,teniendo como principal objetivo ya no, como hace algunas déca-das, controlar u ocultar la tartamudez, sino promover la recupera-ción del habla normal, cosa completamente distinta, y, lo que esmás importante, impedir que este problema se instale de manerapermanente en el niño.

Sin embargo, sería falso creer que esta teoría es aceptada actual-mente por todos los profesionales dedicados a la tartamudez, tan-to en Francia como en el extranjero. Por el contrario, en el seno dela Association Parole-Bégaiement (Asociación Habla-Tartamudez),creada en 1992 con varios colegas y un cierto número de personasdirectamente afectadas por este problema, las discusiones teóricasy prácticas siguen aún abiertas. Ello no impide, no obstante, queesta asociación haya llevado a cabo varias campañas de preven-

Prefacio a la edición francesa XIII

ción de la tartamudez basadas ampliamente en esta teoría, campa-nas cuya eficacia ha sido unánimemente reconocida. El desarrollode esta asociación nos permite esperar que, en el futuro, este dolo-roso problema dejará de envenenar la vida de tantas y tantas per-simas tartamudas.

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Introducción

La tartamudez es un problema muy frecuente del que todo elmundo ha oído hablar. Afecta aproximadamente al 1 % de la po-blación mundial, lo cual supone, ciertamente, un número impor-lante de personas. Sin embargo, se trata de un fenómeno extraño y que nos causa un cierto sentimiento de incomodidad cuando lodescubrimos en alguien. Parece tan simple hablar «normalmente»que nos resulta difícil comprender esta lucha con las palabras,esos esfuerzos, trágicos y cómicos a la vez, para conseguir que sal-gan, para expulsarlas. La tartamudez puede ser, a veces, realmenteespectacular, con repeticiones de sílabas o bloqueos al principio decada frase, acompañados de crispaciones de la cara y esfuerzos detodo el cuerpo. Puede presentarse, por el contrario, de una maneramuy discreta y aparecer sólo como una cierta impresión de males-tar interior que, muy a su pesar, se trasluce en la cara del indivi-duo y se transforma en pánico cuando éste se da cuenta de que suinterlocutor ha notado su tartamudez; como si fuera algo de lo quetuviera que sentirse culpable o avergonzado.

Curioso, desconcertante. ¿Cuál es la causa de esta lucha? Mu-chas veces no nos atrevemos ni a creer que existe realmente. De-searíamos que se tratara de una broma, de un truco fácil de resol-ver. Querríamos creer que es un falso problema que tiene unasolución sencilla. Cuando se trata de un miembro de la familia, y en particular de un niño, se tiende incluso a pensar que no hayningún tipo de problema, que se trata simplemente de un poco denerviosismo que va a arreglarse solo. La gente acostumbra a tenerdificultades para sentir y reconocer todo el sufrimiento que, fre-cuentemente, se esconde detrás de eso tan inaceptable que es latartamudez. Inaceptable y que, además, se presta a resultar có-mico.

Clásicamente, la tartamudez se definía como un problema delritmo del habla. De una manera más moderna, se dice ahora quese trata de una alteración de la fluencia verbal. La palabra fluencia viene del latín fluere, que significa «fluir». En inglés, fluere ha evo-lucionado a flueney, término muy empleado por los especialistasanglófonos en tartamudez, que indica que «algo» discurre de ma-nera fluida, es decir, fácil y continua. La palabra fluencia, que nos

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XVI La tartamudez: opción curación

vuelve así después de dar un rodeo por América, es un términocurioso que podría llevarnos a pensar que el habla normal discu-rre sin accidentes ni tropiezos, lo que, a menudo, resulta totalmen-te inexacto. Una palabra viva, una palabra que se busca, que se vaconstruyendo durante una conversación —o una exposición— si-gue, más o menos bien, no solamente el ritmo del pensamiento delque habla, sino también la evolución de los sentimientos que vaexperimentando acerca de lo que dice y la manera con la que per-cibe que se le está escuchando. El habla que denominamos normales mucho más compleja de lo que podríamos creer en un princi-pio. Afortunadamente, lo más frecuente es que el habla funcionepor sí sola, sin que haya necesidad de ocuparnos mucho de ella,del mismo modo que ocurre con nuestros pies cuando caminamos.Es perfectamente normal que dudemos al hablar, que volvamosatrás, que nos interrumpamos ligeramente incorporando silenciosy algún «pues...» en el discurso, incluso si todo ello disgusta a losprofesores de dicción.

El problema de la tartamudez no se limita en modo alguno a una dificultad en el ritmo del habla, sino que lo esencial en él esprecisamente lo que llama la atención desde un primer momento.Se trata de la batalla, de la lucha contra las sílabas y las palabras y el perjuicio para la comunicación que esto conlleva. Es el combateque el individuo parece mantener contra sí mismo o, más bien,contra una parte de sí mismo, como si, durante la lucha con suspalabras, se hallara además en una situación de guerra civil con lanecesidad de disimular, de ocultar su dificultad, empujado por eltemor a que los demás puedan intervenir de manera poco afortu-nada en el conflicto. Para la persona tartamuda, el núcleo del pro-blema se halla más bien en la incertidumbre del desenlace de estecombate: «¿Conseguiré pronunciar esta palabra?, y, si lo hago, ¿acosta de cuántos esfuerzos, de qué procedimiento artificial?», o bien «¿debo buscar otra palabra que signifique lo mismo?, llegaréa decir lo que quiero decir realmente... y no otra cosa?, ¿no seríamejor callar, tragarme estas palabras que no quieren salir y refu-giarme en una actitud de recogimiento?», y, en definitiva, «¿poi-qué tengo que padecer este incomprensible problema?, ¿cuál es larazón de esta injusticia?».

La tartamudez implica a menudo mucho sufrimiento, por loque tenemos derecho a plantear muchas preguntas sobre ella. Paraempezar, ¿cómo se origina?, ¿se han descubierto sus causas?, ¿esla consecuencia de un trauma en algún momento de la infancia o

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Introducción XVII

se trata más bien de una enfermedad hereditaria?, ¿consiste en unfallo particular del cerebro o de los órganos del habla, o bien es unproblema puramente psicológico? Podemos continuar con máspreguntas, como ¿cuál es su relación con la personalidad, el nivelintelectual, la emotividad o el desarrollo del lenguaje? Y aún,¿cómo actuar ante una persona tartamuda?, ¿debemos ayudarle a expresarse, proponerle un final para la frase en la que se ha blo-queado, prestarle palabras? o ¿debemos mejor esperar a que aca-be? Y, sobre todo, ¿puede curarse la tartamudez?, ¿a cualquieredad? o ¿debe una persona tartamuda resignarse a vivir con elproblema lo mejor que pueda?, ¿qué método debe seguir?, ¿exis-ten métodos infalibles que sean aplicables a cualquier persona tar-tamuda o tiene que hallarse un método particular para cada caso?Por último, y lo más importante, ¿puede prevenirse la tartamudezo evitar, al menos, que se cronifique?, ¿pueden los padres de unniño que empieza a tartamudear esperar que, gracias a los conse-jos adecuados o a una actuación profesional apropiada, este pro-blema desaparezca rápida y definitivamente?, ¿pueden esperar, ensuma, que este niño no se convierta para toda su vida y para todoel mundo en un tartamudo?

En este libro intentaremos responder a todas estas preguntas,pero, en una primera etapa, vamos a tratar de disipar ese halo demisterio que envuelve generalmente a la tartamudez, debido so-bre todo al desconocimiento de la causa. En el capítulo 2, examina-remos la mayor parte de las principales hipótesis que han sidopropuestas para explicar el origen de la tartamudez. Personalmen-te, opinamos que para llegar a alguna conclusión es necesario pen-sar más en términos de factores y mecanismos que en términos decausas. Se trata de un sistema menos simple, pero más realista, yaque va a desembocar en aplicaciones terapéuticas más eficaces. Loque sí sabemos actualmente de este problema es que, en efecto,podemos esperar alcanzar una solución al mismo.

Ciertamente, hoy en día es posible acabar con la tartamudez y,por otro lado, somos también capaces de evitar su «cronificación»,es decir, de impedir que se fije y se convierta en permanente. Estopuede conseguirse sobre todo en los casos en que se puede inter-venir antes de la edad de 5 años, o bien, cuando el niño es mayor,antes de que hayan pasado varios meses desde la primera apari-ción del problema. Si se cumplen estas condiciones, la tasa de éxi-to supera el 95 %. No obstante, para lograr estos resultados debeabandonarse la idea de que, en el caso de un niño tartamudo, es

XVIII La tartamudez: opción curación

suficiente con esperar a que «el problema desaparezca por sí solocon la edad». Es cierto que esto ocurre muchas veces, pero comono siempre es así, es mejor ocuparse de todos los niños que tarta-mudeen. Veremos que el tratamiento es muchas veces extremada-mente sencillo; en la mayoría de casos, se limita a algunas sesionesde terapia —incluso a veces una sola— que, de todos modos, re-sultan siempre beneficiosas. Las sesiones se dirigen, de hecho, tan-to al niño como a su entorno y a su manera de reaccionar frente a la tartamudez.

Si se presenta en un adulto, la tartamudez puede tambiéncurarse en la mitad de los casos. Curar significa aquí dejar de sertartamudo, es decir, en primer lugar, no ser ya reconocido comotartamudo por otras personas, y en segundo lugar, no sentir yamás la incertidumbre sobre el desarrollo satisfactorio de la propiahabla, sin tener que someterla para ello a una vigilancia constante.Cuando no se llega a una curación completa, conseguiremos almenos casi siempre hacer que la tartamudez sea menos molesta y que la conducta de la persona afectada deje de depender de ella.Esto no es siempre fácil de lograr y requiere una gran dosis de vo-luntad y constancia (las personas tartamudas, en general, no acos-tumbran a estar faltas de ninguna de las dos). Sin embargo, tieneque reconocerse que en el adulto el tratamiento de la tartamudezpuede convertirse en una larga aventura y, personalmente, nocreo en las recetas milagrosas ni en los procedimientos rápidoscuyos resultados son raramente satisfactorios y fiables a largo plazo.

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índice de capítulos

Capítulo 1 La tartamudez: cómo se entiende y cómo se vive 1

Aparición. Evolución 1 Aparece con mayor frecuencia en los niños 2

Accidentes del habla («tartamudeos») 3 Repeticiones de sílabas 3 Bloqueos 3 Prolongaciones 5 Estupefacción 6 Palabras de soporte 6

Problemas asociados 7 Los tres controladores del habla 8

Controlador de la conformidad con las normas 8 Controlador del contenido del mensaje 9 Controlador de la interacción lingüística 9 Triple control y casos particulares 10Tentación de simplificar el control 12

Habla espontánea. Habla voluntaria 14Lectura en voz al ta 15Habla pública. Habla privada 16Temor a la tartamudez 17

Teléfono 18La tartamudez como limitación social y tendencia

a encerrarse en sí mismo 19Falsas creencias sobre la tartamudez 19

La tartamudez está causada por una alteraciónde los órganos del habla 19

«Tartamudear... es de débiles» 20La forma del discurso tiene más importancia que

el contenido 1 20Un habla dubitativa resulta inadmisible 21Hablar bien es lo más importante para tener éxito

en la vida 21El habla necesita una vigilancia constante 22Resulta vergonzoso verse obligado a repetir lo que hemos

dicho 22

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XX La tartamudez: opción curación

Capítulo 2 ¿Cuál es el origen de la tartamudez? 25Búsqueda de la causa 25

Lengua 26Laringospasmo 26Respiración 29Perturbación de la autoescucha 33Insuficiencia linguoespeculativa 36Origen psíquico de la tartamudez 37Deficiencia del sistema nervioso 40

Del habla normal a la tartamudez 44Tartamudeos del habla normal 44Primera alteración en el habla de la persona tartamuda . . . 46Factores predisponentes. Factores desencadenantes 49El esfuerzo del habla agrava la tartamudez instalada 52La eliminación del esfuerzo del habla previene

la «cronificación» de la tartamudez en el niño 53Insuficiencia linguoespeculativa de É. Pichón

y S. Borel-Maisonny 53La primera alteración del habla varía y se atenúa

con la edad 54Reacciones en cadena 55

Capítulo 3

Esto se complica 57Tartamudeos. Tartamudez 57

Segunda alteración: pérdida del carácter automáticoy espontáneo del habla 58Objeto referencial del intercambio verbal (ORIV) 60

Tercera alteración: pérdida del comportamientotranquilizador 62Gesto tranquilizador 62«Cuanto más señalo mis accidentes del habla, menos

los advierten los demás» 64Otros mensajes tranquilizadores 64Salir de la negación 65

Cuarta alteración: pérdida de la aceptación de ayuda 66Quinta alteración: pérdida de la autoescucha 68

Autoescucha y señal de error 70Sexta alteración: afectación de la expresividad 71

Emoción y habla 72

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índice de capítulos XXI

Capítulo 4 Tartamudez, comicidad y burlas 73Personas tartamudas de las que nadie se ríe 73Zanahorias y puerros 74Más prejuicios que se desprenden de la negación

de la tartamudez 74La suprema indiferencia 75El burlador burlado 76

Capítulo 5 Acerca de la tartamudez 77Accidentes del habla normal 77Palilalias de la disartria parkinsoniana 78La tartamudez denominada neurológica 80Farfulleo 80

¿Cómo actuar frente a los farfúlleos? 83

Capítulo 6 Evaluación 85Cuatro grados de gravedad 85¿Contabilizar los accidentes del habla? 86Escalas subjetivas 88Escalas APB 88Evaluación de la tartamudez. Panel APB: alteraciones

del habla 90Asociación Había-Tartamudez.

Panel de autoevaluación (APB) 103

Capítulo 7 Prevención y tratamiento en el niño 109Tres posibles situaciones 109¿Cómo actuar? 110Tres actitudes nocivas 111

Reproches, burlas, apelar a la voluntad del niño 111Consejos 112Falsa indiferencia 113

Actitud idónea: la del interlocutor activo 114Apuntar la palabra 115¿Qué hacer si no sabemos cuál es la palabra que el niño

quiere decir? 115

XXII La tartamudez: opción curación

Hacer preguntas... y proponer tranquilamenterespuestas... sin esperar 116

No debemos colaborar con el habla tartamuda 116Evitar no mencionar el problema 117

Cinco minutos al día de lectura de imágenes 118¿Disminuir la velocidad del habla? 118Lectura comentada 119Crear una atmósfera lúdica y distendida 119

Guía parental 120Cuando el niño tiene más de 6 años 121

Reeducación 121Relajación 122Control de la respiración 123Lectura guiada y comentada 124El acceso de fiebre que anuncia la curación 126

Capítulo 8 Tratamiento en el adulto 127El tratamiento de la tartamudez no puede ser uniforme 127Dos deseos ilusorios de la persona tartamuda 128Tres tipos de proyectos terapéuticos 128

Erradicar. Controlar 128Paliar las supuestas deficiencias 129Curar 129

Opción curación 130Principio del tratamiento 134Información 134Separar el entrenamiento del habla normal 135Adquisición de dominio sobre la tensión psicomotriz 136Dominio de la respiración y de la actitud corporal 139Dominio de la emisión vocal 142Dominio de la mecánica articulatoria 142Reencarnación del habla y la fonética 143Ejercicio de la lectura en voz alta 150Impulso respiratorio y anticipación articulatoria

de las vocales 150Las palabras en la boca 153Lectura expresiva 155Lectura ante un auditorio ficticio 156El juego de los significantes 156Texto con subtexto 157

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índice de capítulos XXIII

Ejercicio del dibujo dictado 158Elaboración de la imagen 159Escucharse hablar. Oírse decir 160Cómo actuar durante el uso normal del habla, fuera

de las sesiones de entrenamiento 160Aceptación de ayuda 161Pérdida del comportamiento tranquilizador 164Varios ciclos sucesivos 167El futuro de la opción curación 168¿Es la opción curación la única solución posible? 168

Eliminación de la tartamudez 169Colombat 172Manejar la propia tartamudez 173

Transferencia y mantenimiento 175Desen sib i 1 i zación 176Hipnosis. Sofrología 177Aparatos 179Tratamientos medicamentosos 180Tratamientos psicológicos 183

Expresión escénica. Escenoterapia 184

Epílogo 187

Anexo 189Documento 1. La tartamudez, según la teoría de las seis

alteraciones del habla 190Documento 2. Cómo reaccionar cuando el niño tiene

dificultades con el habla 192Documento 3. Lectura de imágenes 193Documento 4. El habla demasiado rápida. Farfulleo 194

Asociación Habla-Tartamudez (APB) 197

Bibliografía 199

Capítulo 1

La tartamudez:cómo se entiende

y cómo se vive

Aparición. Evolución

La tartamudez suele presentarse de manera muy precoz en elniño; puede darse a partir de los 2 años y medio, si bien la edadmás frecuente de presentación es entre los 3 y 4 años. En algunoscasos aparece más tardíamente, alrededor de los 6 años o inclusohacia los 10 u 11, pero rara vez más tarde. Excepcionalmente, sedeclara también en el adulto, en caso, por ejemplo, de un trauma-tismo craneoencefálico. Hablamos entonces de tartamudez neuro-lógica (v. pág. 80).

En el niño, la presentación de la tartamudez puede ser progresi-va o súbita. Se manifiesta en forma de problemas en el habla queaparecen durante algunos días, para después desaparecer y volvera manifestarse más adelante de manera periódica y cada vez conmayor intensidad, o bien para instalarse de manera permanente.En la mayoría de los casos, la tartamudez precoz desaparece hacialos 5 o 6 años sin necesidad de tratamiento alguno.

Esto es lo que ocurre en la mayoría de los casos... ¡pero no en to-dos! En tres de cada cuatro casos, en efecto, la tartamudez desapa-rece espontáneamente, por lo general antes de que el niño alcancelos 6 años de edad, y siempre antes de la pubertad. Eslo significa,pues, que si no hacemos nada, el cuarto niño seguirá siendo tarta-mudo. Puesto que no existe actualmente sistema alguno paraprever cuál de los cuatro niños va a ser el que continuará con elproblema, el riesgo de no iniciar tratamiento alguno resulta total-mente inaceptable.

Para este cuarto niño, que si no ha recibido tratamiento conti-núa tartamudeando después de los 6 años, la tartamudez se fija demanera más o menos estable hasta la adolescencia, si bien puedentambién sucederse algunos períodos de remisión completa. El pro-

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2 La tartamudez: opción curación

blema puede desaparecer, por ejemplo, durante las vacaciones es-colares, o, por el contrario, acentuarse, si bien esta segunda posibi-lidad resulta más inesperada al hallarse el niño en un entorno fa-miliar. Posteriormente, entre los 18 y los 25 años, la tartamudezllegará a su punto máximo de presentación e intensidad, para ate-nuarse después progresivamente, aunque seguirá siendo muchasveces difícil de conllevar. Suele desaparecer —al menos aparente-mente— después de los 50 años, tras haber marcado toda una vidacon su huella. Incluso aunque esta larga lucha puede tener algu-nos aspectos positivos, como el de suponer una escuela de tenaci-dad en el esfuerzo y el favorecer una mejor aceptación de la debili-dad humana, ¡cuánta energía desperdiciada en batallar con laspalabras! ¡Cuántos proyectos a los que uno se ha visto o se ha creí-do obligado a renunciar! ¡Cuántas ocasiones perdidas!

Al margen de esta evolución global, podemos notar también ensu presentación ciertas variaciones cíclicas de una semana a otra,de un mes a otro o de un año a otro, aunque los períodos de mejo-ría y exacerbación siguen normalmente unas pautas bastante ca-prichosas. En ocasiones (pero no siempre), estas variaciones pue-den tener relación con períodos de estrés causado por algúnacontecimiento especial o algún cambio en la vida del individuo.

Aparece con mayor frecuencia en los niños

La tartamudez afecta a los niños con una frecuencia tres o cua-tro veces mayor que a las niñas. Este hecho ha generado muchasdiscusiones, especialmente porque los retrasos en lenguaje y hablay las dislexias aparecen aproximadamente en la misma propor-ción. Algunos investigadores han sugerido que se trata de unacuestión de diferente organización de las células cerebrales en losprimeros meses de vida. En efecto, durante este período, las célu-las se desarrollan y migran para ocupar su ubicación definitiva,proceso que se lleva a cabo de manera distinta en los niños que enlas niñas, debido a la hormona masculina presente en los prime-ros. Otra teoría para explicar la posible causa de esta distinta pro-porción es, según otros investigadores, que la relación afectiva en-tre una madre y su hijo no es la misma si se trata de un niño o deuna niña. He aquí una prueba de lo diferentes que pueden ser dospuntos de vista. De todos modos, quizás haya algo de razón enambas hipótesis.

La tartamudez: cómo se entiende y cómo se vive 3

• ACCIDENTES DEL HABLA («TARTAMUDEOS»)

Clásicamente se describen varios tipos de accidentes del habla,que pueden presentarse en proporciones variables en el discursode distintas personas tartamudas.

Repeticiones de sílabas

Las repeticiones de sílabas son los accidentes más conocidos delhabla y son los que podríamos decir que caracterizan la caricaturade la tartamudez, es decir, lo que se imita fácilmente y lo que sueleser el centro de las bromas. Normalmente, lo que se repite es laprimera sílaba de la primera palabra de una frase, si bien la repeti-ción puede afectar también a otras palabras o presentarse en las sí-labas centrales o finales de las mismas. Se ha descrito una formaparticular de tartamudez en la que la última sílaba de las palabrases, precisamente, la única que se repite. En ocasiones, la repeticiónno recae solamente en una sílaba, sino en una palabra completa o incluso en toda una parte de la frase. Estas repeticiones de sílabas,de palabras o de fragmentos de frase pueden limitarse a tres o cuatro emisiones sucesivas, en un contexto de precipitación, o, enalgún caso, puede llegarse hasta una veintena de emisiones repeti-tivas estrictamente idénticas, como si la persona afectada, sin po-nerse demasiado nerviosa, esperara pacientemente a que el restode la frase acabara de salir. En este caso, sería más bien el interlo-cutor quien tendría tendencia a impacientarse, a no ser que apro-vechara el tiempo para reflexionar sobre el problema de la tarta-mudez y a preguntarse acerca de la mejor manera de reaccionar.

Cuando la tartamudez se caracteriza esencialmente por repeti-ciones de sílabas, de palabras o de fragmentos de frases, se diceque se trata de una tartamudez clónica.

Bloqueos

El segundo tipo de accidente del habla es el bloqueo. En estecaso, el discurso queda encallado «en una palabra —o sílaba—que no sale». El paciente, completamente concentrado duranteuno, dos, tres o más segundos en el esfuerzo que está haciendo,con la mirada baja o ladeada, ayudándose a menudo de ligeros

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4 La tartamudez: opción curación

movimientos de flexión de la cabeza o del tórax en su intento desuperar la presión del aire pulmonar, parece decidido a mantenersu empuje hasta que el obstáculo ceda. En un grado superior, pue-den producirse crispaciones de la cara y el cuello, temblor de loslabios y el mentón, un lento movimiento de rotación de la cabezahacia un lado, que, eventualmente, reemprende varias veces. Des-pués, bruscamente, se produce el desbloqueo y toda la frase, o desgraciadamente a veces sólo una parte de la misma, puede seremitida sin dificultad. La frecuencia de los bloqueos es muy varia-ble; pueden presentarse sólo dos o tres veces en una larga conver-sación o sucederse casi a cada palabra. A menudo, se producensolamente en algunas palabras que la persona afectada teme parti-cularmente. Resulta especialmente enojoso cuando, entre estaspalabras, se encuentran justamente el propio nombre, el de laprofesión que practica o el de la calle donde vive. En ocasiones, setrata de una letra concreta que, colocada al principio de una pala-bra, hace a ésta totalmente impronunciable... siempre que no sea,destaquémoslo, dicha por sorpresa.

Decimos una letra, pero deberíamos decir un fonema. La nociónde fonema no está suficientemente difundida, lo cual resulta lamen-table ya que su uso permitiría evitar muchos malentendidos. Enefecto, si la letra es el elemento básico del lenguaje escrito, el fone-ma es el elemento básico del lenguaje oral, y no existe una corres-pondencia absoluta y regular entre letras y fonemas, tal como vere-mos cuando abordemos el problema de la articulación y la fonética(v. pág. 143). Es particularmente importante para las personas tar-tamudas comprender bien la diferencia entre las letras y los fone-mas a fin de evitar así cualquier confusión entre ambos conceptos.La persona tartamuda, enfrentada con su dificultad de palabra, seaferra a la imagen de la palabra escrita representando visualmenteen su cabeza una serie de letras, sin tener en cuenta que en el ha-bla no se trata de producir letras, sino sonidos. La importancia deesta noción queda perfectamente ilustrada con esta anécdota con-tada por la mundialmente famosa Suzanne Borel-Maisonny, crea-dora de la logopedia francesa, quien, nacida a principios del sigloxx, nos ha dejado recientemente. Al final de una sesión de reeduca-ción, un paciente tartamudo le dijo: «Excusez-moi, Madame si, si, sije ne vous dis pas au revoir, mais mais c'est l'a qui ne passe pas»

(Perdóneme, señora, si-si-si no le digo adiós, pero pero es que nopuedo pronunciar la a). Esta poqueña historia resulta doblementeinstructiva. Por un lado, nos muestra cómo el paciente ha pronun-ciado de manera espontánea (¿por sorpresa, quizás?) las palabras

La tartamudez: cómo se entiende y cómo se vive 5

«au revoir» (adiós) que, según declaraba, le resultaban totalmenteimpronunciables. Pone, por otro lado, en evidencia que esta expre-sión, cuya primera letra es efectivamente una a, comienza oralmen-te con el fonema [o] (en francés las vocales au se pronuncian [o]).¡Puede entenderse que el paciente crea que le va a resultar difícilpronunciar au revoir si imagina que debe empezar para ello por laletra a!

A menudo, las personas tartamudas señalan que existen algu-nas letras que les hacen las palabras difíciles de pronunciar. Paraalgunos son las p, las t y las c; para otros son las l y las r; para unosterceros son las vocales situadas a principio de palabra. La fonéti-ca permite comprender que se trata muchas veces de toda una cla-se de fonemas cuya articulación —y, en particular, su articulaciónvoluntaria— se ha convertido para aquella persona en concreto enincierta y, por tanto, en una fuente de dificultad. No sería, sin em-bargo, necesario atribuir al problema fonético y articulatorio másimportancia de la que realmente tiene; importancia que varía con-siderablemente de un individuo a otro.

No hay, en efecto, dos tartamudeos parecidos. Se trata de unproblema que presenta múltiples facetas y cada una de ellas pue-de, según el caso, pasar a un primer plano. El acto del habla se or-ganiza siguiendo unas leyes complejas que son, naturalmente,idénticas para todo el mundo. Por el contrario, las desviacionesrespecto a estas leyes que causa la tartamudez pueden variar hastael infinito, lo cual se traduce en una infinidad de variedades dis-tintas de tartamudeos.

Prolongaciones

Un tercer tipo de accidentes del habla son las prolongaciones desonidos. Se trata más frecuentemente de vocales que se alargandesmesuradamente, a veces varios segundos, acompañadas a me-nudo de una elevación de la voz. Estas prolongaciones puedenafectar a otros fonemas aparte de las vocales. Es el caso de las con-sonantes denominadas continuas, por ejemplo, tales como la [s],[ch], [v] o incluso [j] o [1], pero también de las consonantes deno-minadas oclusivas sonoras, tales como la [b] o la [d], en las que esposible alargar la parte sonora (vocal) que precede a la «explo-sión» de estos fonemas.

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6 La tartamudez: opción curación

Cuando la tartamudez se caracteriza esencialmente por blo-queos o prolongaciones, se dice que se trata de una tartamudez tónica.

Estupefacción

En ocasiones —más raramente— el accidente del habla se pre-senta como una pausa de algunos segundos en los que la articula-ción, la voz, el aliento y el gesto parecen como suspendidos poruna especie de estupefacción motriz general. El cuerpo entero pareceparalizado, pero el ligero temblor de los labios entreabiertos y lasdiscretas oscilaciones del tronco dejan traslucir una gran tensióninterior. Estas pausas trágicas hacen pensar en ciertos estados depánico, tales como los que pueden experimentarse al topar con unjabalí en un sendero forestal mientras damos un paseo... o al verun ratón junto a la pata de nuestra silla mientras tomamos un café.Su frecuencia, del mismo modo que ocurre con los bloqueos, esmuy variable y, entre pausa y pausa, el habla puede ser en aparien-cia estrictamente normal.

Cuando la tartamudez se caracteriza esencialmente por estetipo de accidentes, se dice que se trata de una tartamudez por inhibi-ción. Este tipo de tartamudez puede entenderse como una reacciónfrente a la tartamudez tónica, la cual, a su vez, aparecería comouna reacción frente a la tartamudez clónica. Para evitar las repeti-ciones, se pasaría inconscientemente a los bloqueos; mientras que,para evitar los bloqueos, se pasaría —siempre de manera incons-ciente— a esta estupefacción motriz que caracteriza a la tartamu-dez por inhibición. Se trata de una teoría de reacción en cadenaque puede, sin duda, aproximarse a lo que ocurre realmente. En-contramos, sin embargo, otras formas de tartamudez en las que seempieza directamente por los bloqueos.

Palabras de soporte

A los cuatro tipos de accidentes del habla (de tartamudeos) queacabamos de describir, podemos aún añadir lo que llamamos pala-bras de soporte. Se trata de la introducción en el discurso de determi-nadas personas tartamudas de palabras, en general monosilábicas,o expresiones que no tienen relación alguna con el sentido de la fra-se. Algunos ejemplos serían las palabras «bueno», «pero», «que», o

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las expresiones «entonces», «pues», «ah sí, pero bueno». Estas pala-bras y expresiones, siempre las mismas para cada persona en parti-cular, pueden salpicar el discurso de manera no muy frecuente enalgunos casos, o bien de manera extremadamente continuada y re-petitiva, que, en ocasiones, llega a aparecer varias veces en una mis-ma frase. Se tiene la impresión de que son utilizadas como las pie-dras de un vado en las que se apoyaría el individuo para atravesarel río; como si hablar fuera un acto peligroso en el que no se pudieratolerar un solo paso en falso. En realidad, este recurso permite a lapersona que lo utiliza evitar las pausas que suponen para ella unverdadero riesgo. En efecto, una pausa, para una persona tartamu-da, supone, por una parte, el temor a tener problemas para conti-nuar y, por otra parte, el temor a tener que enfrentarse al interlocu-tor y a sus preguntas. Volveremos a esto más adelante.

• P R O B L E M A S A S O C I A D O S

Quedándonos todavía en la superficie de este fenómeno, esdecir, limitándonos a lo que oímos, a lo que vemos y a lo que ex-perimentamos, se describen también en la tartamudez algunosproblemas que acompañan a los accidentes del habla y que deno-minamos problemas asociados. Hemos señalado ya que el extravíode la mirada, las crispaciones de la cara, de la mandíbula y delcuello, así como los discretos movimientos de apoyo del alientomediante oscilaciones del tórax hacia delante, pueden acompañara los bloqueos y la inhibición. No obstante, el problema puede irmucho más lejos, con aparición de espasmos respiratorios, rojecessúbitas, sudor en las sienes, fruncimientos de cejas, muecas quedeforman la cara, parpadeos exagerados o cierre forzado de losojos. En casos extremos, pero afortunadamente bastante raros,puede incluso llegarse a comportamientos terriblemente impresio-nantes, con revulsión de los globos oculares (de manera que sólopuede verse el blanco de los ojos), tirones bruscos y entrecortadosde la cabeza hacia atrás y hacia los lados, convulsiones del tórax,pataleos y hasta saltos.

Sin embargo, debemos subrayar que la importancia de estas ma-nifestaciones exteriores de la tartamudez no tiene una relación di-recta con su gravedad. El tratamiento de una tartamudez que com-porta impresionantes problemas asociados no es necesariamentemás difícil que el de otra que no los tenga. En el mismo orden de co-

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8 La tartamudez: opción curación

sas, tampoco la molestia experimentada por la persona afectada y elsufrimiento que le inflige su tartamudez se hallan relacionadas ne-cesariamente con estas manifestaciones externas. Una persona queprovoca estupefacción por una tartamudez particularmente demos-trativa puede declarar, si osamos hablar del asunto con ella, que lamolestia que sufre es moderada, l'or el contrario, otra persona queno presenta más que algunas dudas apenas perceptibles al hablarafirma que esto le es absolutamente insoportable y que la idea delsuicidio cruza algunas veces por su mente. La tartamudez es verda-deramente un fenómeno paradójico y desconcertante.

• LOS TRES C O N T R O L A D O R E S DEL H A B L A

Otra paradoja, más conocida en este caso, es que la tartamudezdesaparece en el canto, de tal manera que podríamos estar tenta-dos a indicar una solución radical del problema: «Ya que no puedeusted decirlo hablando, ¡cántelo!». Esto parece suficientementesimple y lógico, pero alguna cosa nos retiene de hacer una propo-sición semejante; nos da la impresión de que podría ser tomadocomo un insulto, y no estaríamos equivocados en modo alguno.Sin embargo, es cierto que, efectivamente, la tartamudez, salvo enalguna rarísima excepción, desaparece en el canto. Desaparecetambién en escena, en el teatro y en el habla solitaria. Esto resultarealmente sorprendente y tenemos verdaderas dificultades paracomprender la razón de esta desaparición.

La explicación no es ciertamente simple, ya que exige, en pri-mer lugar, la admisión de que el habla en estos tres casos —canto,teatro y habla solitaria— es un habla particular, que difiere engran medida del habla ordinaria. Es necesario, a continuación, ob-servar que el habla ordinaria, la de la conversación corriente, sehalla sometida normalmente a un triple control. Como si el habla—que es un acto decididamente bastante complicado— debierasatisfacer al mismo tiempo las exigencias de tres controladoresque cohabitaran juntos en el espíritu de la persona que habla.

Controlador de la conformidad con las normas

El primer controlador está encargado de velar por la forma delhabla en tanto que fenómeno acústico sometido a las leyes del len-

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guaje. El habla «son sonidos» y «es lenguaje». Este controladorexige —en principio— que la articulación, la voz y el ritmo haganel habla audible, que el vocabulario empleado sea suficientementepreciso y que las reglas de la gramática del lenguaje hablado seanrespetadas. Esta gramática no es, evidentemente, la de la escuela(que concierne al lenguaje escrito) y varía según el lugar donde sehable. Este controlador técnico de la conformidad con las normas trabajahabitualmente en la sombra, ya que, normalmente, cuando habla-mos no nos ocupamos más que por un momento y de pasada deldetalle de la ejecución del habla. A este nivel mecánico y lingüísti-co, el habla funciona de manera básicamente automática y sub-consciente. Ocurre, de hecho, lo mismo cuando andamos: no nosocupamos de nuestros pies más que en algún momento excepcio-nal; normalmente los pies se las arreglan solos para llevarnos don-de queremos. Cuando alguien al hablar se interesa demasiadoconscientemente por su propio modo de expresarse y parece ocu-parse en apreciar su voz, su articulación y los giros de sus frases,decimos que se escucha al hablar y resulta difícil interesarse en loque dice.

Controlador del contenido del mensaje

El segundo controlador es el encargado de velar por el conteni-do del discurso. Se ocupa de verificar que lo que decimos y la ma-nera de decirlo se correspondan del mejor modo posible con loque realmente queremos expresar. Este segundo controlador seasegura, en suma, de que el habla esté correctamente adaptada in-telectual y emocionalmente a lo que se ha dicho. Funciona a un ni-vel mucho más consciente que el controlador precedente y tieneun papel de censor. Cuando hablamos, velamos por el contenidode lo que estamos diciendo y somos relativamente conscientes deeste control.

Controlador de la interacción l ingüística

El tercer controlador está encargado de apreciar el efecto que loque decimos ejerce sobre nuestro interlocutor o auditorio, asícomo de captar las reacciones intelectuales y afectivas que hemosprovocado. Dicho de otra manera, cuando hablamos, esto tiene un

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impacto sobre nuestro interlocutor, el cual puede reaccionar de laforma que habíamos previsto, o de manera inesperada, o bien noreaccionar en absoluto. Normalmente, tenemos en cuenta estasreacciones y actuamos en consecuencia. Este tercer controlador seocupa, pues, de las relaciones con el exterior. Se interesa por todo loque concierne a la manera en que se desarrollan los intercambiosentre quien habla y su interlocutor o auditorio. En otros términos,podríamos decir que es el especialista en la interacción lingüística. Funciona al mismo nivel de consciencia que el controlador ante-rior, pero de una manera variable. En efecto, normalmente, cuan-do hablamos, en ciertos momentos nos ocupamos más de lo quetenemos que decir, y en otros, más de la manera como el interlocu-tor o interlocutores están reaccionando o podrían reaccionar a loque les estamos diciendo.

Triple control y casos particulares

La existencia de este triple control permite darnos perfectacuenta de que el habla habitual no consiste solamente en alinearlas sílabas y las palabras en el orden correcto, ni incluso en tradu-cir en palabras el pensamiento. Hablar, en su modo más corriente,es comunicar a partir de lo que nos viene a la mente (espontánea-mente o por reflexión) en el marco de una situación de intercam-bio (con uno o varios interlocutores). La tartamudez puede apare-cer entonces como un desorden que se produce cuando la personaque habla no consigue armonizar las exigencias de los tres contro-ladores del habla que acabamos de describir.

Los compromisos entre los con trotadores son, evidentemente,más simples de establecer cuando no es necesario que intervengauno u otro de ellos. La armonización entre los otros dos resulta en-tonces más fácil de asegurar. Es lo que ocurre en el canto, en la es-cena o en el habla solitaria.

En el canto —al menos cuando está dirigido a un público— exis-te un intercambio, pero se trata de un intercambio algo particular.Las reacciones del público están, ciertamente, bajo vigilancia; elcantante les presta atención, pero, salvo en caso de catástrofe, nohay nada imprevisto que temer por este lado mientras esté cantan-do. El público, en principio, no se manifiesta hasta el final de lacanción, por lo que el tercer controlador no tiene que intervenir demanera constante. Respecto a las palabras, éstas han sido fijadas de

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antemano; no se le ocurren en el momento de su ejecución y, porotra parte, si el cantante está perturbado por una emoción mal ca-nalizada, es su voz la que se altera más que su articulación. Por lotanto, el segundo controlador interviene también de una maneramuy limitada. Por el contrario, el primero, es decir, el controladortécnico de la conformidad con las normas, que cuida, entre otrascosas, de la voz y la calidad de la articulación, es el que domina porencima de todos, y puede incluso hacerse más consciente y volun-tario que en el habla ordinaria. Añadiríamos también que el ritmo,por una parte, y la prolongación vocal de las notas, por otra, creanuna dinámica particular que sostiene y anima favorablemente laarticulación de las palabras.

La misma explicación puede extenderse también al teatro y, dehecho, sabemos de ciertos grandes actores que no tartamudeabanen absoluto en escena (pensamos enseguida en Louis Jouvet), peroque eran grandes tartamudos en su vida normal. Jouvet, sin em-bargo, había adoptado prolongaciones en su declamación (sólo enlas vocales), lo cual le daba un estilo muy particular. Además, enescena el actor está protegido por el personaje que está interpre-tando. En caso de dificultad, es al personaje a quien traspasará laresponsabilidad. Esto le da unos márgenes de seguridad y el cen-sor está tranquilo.

Respecto al habla solitaria, ésta corresponde seguramente a unacto de expresión personal auténtica. Se trata de un acto perfecta-mente natural: es normal hablar con uno mismo y mantener espon-táneamente monólogos en voz alta... cuando uno está solo. Lo in-quietante es hablar solo en presencia de otras personas, olvidandosu presencia. A pesar de la autenticidad emocional de este monólo-go solitario, la tartamudez no puede producirse porque no hay in-tercambio. El tercer controlador —el censor— no interviene y la ar-monía es más fácil de negociar entre el primero y el segundo.

El triple control simultáneo es, en cambio, indispensable en el ha-bla normal en su forma más viva, la que se elabora al instante, queparte a la aventura, que se arriesga a cometer equivocaciones, a en-frentarse a malentendidos y dificultades. Normalmente, al hablar,todos asumimos, más o menos conscientemente y sin aprensión,este triple control, a pesar del riesgo de encontrarnos, en cada unode los tres dominios, con problemas inesperados que tendremosque afrontar como lo más natural del mundo. Al hablar debemosenfrentarnos a lo inesperado de nuestras propias emociones y denuestros pensamientos, que pueden surgir o tomar otra dirección

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según cuál sea el desarrollo del intercambio; a lo inesperado de lasreacciones de los demás, que pueden ser completamente imprevisi-bles; a lo inesperado, por último, de la mecánica articulatoria o de laconstrucción de frases, que pueden siempre topar con dificultadesdebidas a la aceleración, a las contrariedades o a los hábitos articu-latorios defectuosos. Creemos, pues, que la tartamudez no puedeinstalarse de manera permanente en un individuo que siempre hapodido afrontar, simultáneamente y sin demasiadas dificultades,estos tres tipos posibles de problemas inesperados.

Puede parecer muy complicado estar pendiente al mismo tiem-po de estos tres tipos de factores tan diferentes y orientar, de ma-nera instantánea, la mente hacia uno u otro a fin de reaccionaradecuadamente, según las necesidades del momento. De hecho,nada resulta más natural, tanto en éste como en otros dominios.Así, mientras una persona conduce un coche, está pendiente, enprimer lugar, e incluso si no está prestando directamente atencióna ello, de la manera en que responde el coche y del ruido delmotor; en segundo lugar, se está ocupando, de una manera ya másconsciente, de lo que hay delante de ella, en la carretera; y, porúltimo, al mismo tiempo, está atenta a la conversación que estámanteniendo con su pasajero. No obstante, en el momento en quellegue a un desvío o cruce difícil, o si tiene la impresión de oír unruido mecánico anormal, su atención se desviará momentá-neamente hacia la circulación o hacia el ruido, movilizando laconciencia. Ello le obligará a interrumpir su conversación, la cualvolverá a reemprender en el mismo punto donde la había dejadouna vez que el problema le parezca solucionado.

Tentación de simplificar el control

Asegurar el triple control necesario para un habla espontánea y viva puede, sin embargo, por una razón u otra y en particular enlos casos de tartamudez, convertirse en algo extraordinariamentedifícil. Resulta entonces especialmente tentador intentar que uno u otro de los tres controles no tenga que intervenir. Un primer me-dio para lograrlo es desatender de manera sistemática las reaccio-nes del interlocutor. Para que esto sea más fácil, el individuo tieneque conseguir que el interlocutor no intervenga en la conversacióno, al menos, mientras no haya acabado de hablar. Muchas perso-nas tartamudas funcionan de este modo y su deseo es que el inter-

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locutor simplemente «desaparezca» para que así no interrumpa sudiscurso. Se aferran para lograrlo al falso principio según el cualno se debe jamás interrumpir a una persona que está hablando.

Afirmando que este principio de buena educación tan bien cono-cido es un falso principio, el autor sabe que chocará con mucha gen-te que considera esta regla como absoluta. No obstante, cuando ob-servamos desde el exterior a varias personas que están discutiendode una forma animada, podemos ver una transgresión constante deesta regla y que la mayor parte de las veces, aquel a quien se le hacortado la palabra no se lo toma a mal. De hecho, puede inclusoapoyarse en esta interrupción para reemprender de manera más efi-caz lo que estaba diciendo: «¡Eso mismo! ¡Es exactamente lo que túdices!». A veces, sin embargo, el que ha sido interrumpido protesta:«¡Déjame acabar, por favor!...». Así pues, podemos decir que esperfectamente normal cortar la palabra a alguien —y que esto puederesultarle incluso útil—, pero al hacerlo corremos un riesgo, ya quees también perfectamente normal que a alguien le resulte insoporta-ble que le interrumpan. Esto forma parte de las curiosas contradic-ciones de la interacción lingüística corriente.

Un segundo sistema para intentar suprimir alguno de los trescontroles consiste en eliminar cualquier emoción en el momentoen que vamos a hablar. Algunos métodos de reeducación partendel principio de que la persona tartamuda debe luchar contra suemoción, ya que ésta perturbaría el ritmo normal de las palabras.Esto supone olvidar que normalmente no hablamos tanto siguien-do el ritmo de las palabras como siguiendo más bien el ritmo delas imágenes mentales y de los sentimientos sugeridos por el con-tenido de la conversación y por la manera en que se vive el inter-cambio verbal en curso.

La tartamudez varía mucho según los sentimientos que experi-menta la persona tartamuda y las circunstancias que rodean su dis-curso. Esto es debido sobre todo a que ésta cree que el habla debe-ría poder resistir victoriosamente a la influencia de los sentimientos y a la situación vivida. Tal como hemos podido comprobar muchas ve-ces en entrevistas con numerosos pacientes en tratamiento, la per-sona tartamuda enfrentada con su problema de habla llega a decirsede manera más o menos consciente: «Mis sentimientos no atañen a nadie más que a mí mismo; ¿por qué tengo que arriesgar la fluidezde mi discurso para expresarlos?»; o «A mí no me importan paranada mis interlocutores: digo lo que quiero decir y lo que ellos ten-

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gan que indicar al respecto no me interesa»; o «Poco importa lo quesiento respecto a lo que tengo que decir o a quien lo digo, con talque diga lo que quiero decir»; o «Ya tengo bastantes problemaspara articular las palabras, así que sólo me faltaría, además, tenerque ocuparme de las personas a quien hablo». Esto, trasladado alejemplo de la conducción automovilística, equivaldría a que el con-ductor se dijera: «No tengo bastante trabajo en controlar el volante,los pedales y los intermitentes, que además pretendéis que vigiletambién la carretera que se encuentra "detrás" del parabrisas». Elproblema es que ni los sentimientos ni el interlocutor dejan de exis-tir, están bien presentes en el intercambio y no se pueden dejar delado indefinidamente sin hacer subir peligrosamente la presión de laenergía psicomotriz (carburante especial del que volveremos a ha-blar), lo cual aumentará el riesgo de accidentes.

Al eliminar el interlocutor o los sentimientos, o los dos a la vez,la persona tartamuda puede naturalmente consagrarse con uncierto éxito al control directo de la mecánica del habla, lograndodar así, durante un cierto tiempo al menos, una impresión de ha-bla normal. El inconveniente es que se limita de este modo a undiscurso laborioso y artificial, falto de manejabilidad y que nopuede adaptarse fácilmente a lo imprevisto. Tal como indica la lo-gopeda belga Lucie Goldsmith (1979), el individuo tartamudopuede hablar así de una manera bastante correcta casi todo eltiempo, excepto cuando tiene realmente algo que decir.

Otra falsa solución para intentar eludir la dificultad del triplecontrol natural, consiste en recurrir a la velocidad para superar to-dos los obstáculos mecánicos: así, podemos decir, que el individuocorre por delante de la tartamudez con la esperanza de que ésta nologre alcanzar este discurso super speed (a alta velocidad). Esto pue-de, efectivamente, funcionar durante un tiempo, pero cuando la tar-tamudez alcanza al habla, ¡qué catástrofe! Se venga cruelmente y causa un bloqueo implacable. La cólera produce el mismo efecto, yaque puede provocar, si está bien motivada, un discurso sin inciden-tes, que fluirá como un torrente arrastrando todo a su paso. Sin em-bargo, en otros casos puede causar un bloqueo absoluto.

• H A B L A ESPONTÁNEA. H A B L A VOLUNTARIA

Todas las fluctuaciones, los altibajos de la tartamudez, puedenexplicarse si tenemos en cuenta esta complejidad del acto de ha-

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blar, con sus tres sistemas de control que intervendrán en mayor o menor medida y que entrarán en mayor o menor rivalidad entreellos según las circunstancias. Recordemos que estos controlesfuncionan —lo cual no simplifica precisamente la situación— tan-to de manera inconsciente o subconsciente y automática como demanera consciente y voluntaria. Ahora bien, entre lo voluntario y lo automático existe una diferencia de escala considerable. Allídonde un movimiento automático es del orden de 1 mm, el movi-miento voluntario que quiere imitarlo es tal vez, al principio, delorden de 3 cm, es decir, 30 veces mayor o 30 veces más lento. Delmismo modo, allí donde la percepción subconsciente es del ordende una décima de segundo (0,1 seg) —el tiempo de un guiño—, latoma de conciencia clara requiere al menos 3 seg, y muchas veces,incluso más. En el caso del habla, aun cuando el habla espontáneafunciona de manera básicamente automática, puede también po-nerse, más o menos y de manera momentánea, bajo el control de lavoluntad. Muchas aparentes extravagancias podrían explicarse a partir de este fenómeno.

• LECTURA EN VOZ ALTA

Muchas personas tartamudas declaran que no tienen problemaalguno con la lectura en voz alta. Efectivamente, si se les proponeun texto, podemos comprobar que, muchas veces, pueden leerlosin la menor dificultad. No obstante, esta lectura la llevan a cabo,en general, en un tono de voz totalmente estereotipado. Se trata deuno de esos «ronroneos monótonos» —existen en varias espe-cies— como los que se pueden oír alguna vez en la radio, cuandoel locutor, al mismo tiempo que recita su texto, tiene su mente cla-ramente ocupada pensando en lo que hará una hora después o enalguna otra cosa por el estilo. Cuando lee en voz alta, la personatartamuda no hace más que una lectura de las palabras, es decir,una lectura reducida a traducir simplemente en sonidos las pala-bras leídas. Los sentimientos y las imágenes mentales que surgennormalmente en la mente del lector no aparecen en esta lectura, locual no tiene por qué impedir, en general, a la persona que lee lacomprensión del sentido del texto. Sin embargo, puede darse elcaso algunas veces de que esta persona nos diga, al final del texto,que no sabe qué es lo que ha leído, que su lectura ha sido comple-tamente automática, lo cual puede observarse también, de hecho,

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16 La tartamudez: opción curación

eri las personas no tartamudas. Sea como sea, si en una segundalectura intervenimos de vez en cuando para expresar alguna opi-nión sobre lo que está leyendo, perturbaremos de manera conside-rable al lector, el cual empezará a tartamudear igual o incluso másque en su habla ordinaria.

En otras ocasiones, es precisamente en la lectura en voz altacuando la persona tartamuda halla más dificultades, ya que al leerle resulta imposible ocultar su problema seleccionando las palabras.En efecto, en la lectura tiene que pronunciar obligatoriamente laspalabras que están escritas y no puede, por tanto, reemplazarlas porotras que le resulten más fácilmente pronunciables. En este caso, setrataría más bien de una tartamudez en la que el problema articula-torio (dominio del primer controlador) se hallaría en primer plano,y en la que los problemas de expresividad y de relación con el inter-locutor quedan relegados a un plano secundario.

• H A B L A PÚBLICA. H A B L A PRIVADA

En algunos casos, el individuo tartamudea mucho en familia,mientras que puede tener un habla aparentemente normal en susrelaciones profesionales. Esto indica que, gracias a un cierto es-fuerzo, esta persona es capaz de controlar mecánicamente su dis-curso en el contexto profesional, en el que los sentimientos tie-nen una intervención limitada, mientras que, en privado, suesfuerzo se relaja y la espontaneidad le devuelve a su tartamu-dez. Esto significa que la tartamudez se halla instalada en pro-fundidad en los automatismos psicomotores del habla, que vie-nen condicionados desde la infancia, del mismo modo que unaantigua mala costumbre —y todos sabemos lo tenaces que pue-den ser estas últimas—. Si queremos eliminarla completamente,será necesario recolocar en su lugar estos automatismos que sedesviaron en la infancia y la adolescencia, durante la evoluciónde la tartamudez y a consecuencia de los esfuerzos que el indivi-duo puso en práctica para luchar contra ella. Una persona coneste tipo de tartamudez acostumbra a tener a menudo grandesdificultades para leer en voz alta. Seguimos aquí en el dominiodel primer controlador, el de la conformidad con las normas,cuyo error principal, en este caso, es el de funcionar a un niveldemasiado consciente en lugar de permanecer, como debería, enun segundo plano.

La tartamudez: cómo se entiende y cómo se vive 17

Sin embargo, la situación inversa se presenta con igual o mayorfrecuencia. En estos casos, en familia, el habla es prácticamentenormal y es en el ámbito profesional o en los momentos de tensióncuando el individuo se enfrenta con mayores dificultades. Esto esdebido a que estas personas se ven especialmente afectadas por elestrés, lo cual conlleva una elevación de la tensión psicomotriz (denuevo este famoso carburante) que a partir de un determinadoumbral desencadena la aparición de accidentes del habla. Es preci-samente en estos casos en los que el temor a la tartamudez inter-viene de una manera más nefasta.

• TEMOR A LA TARTAMUDEZ

El temor a la tartamudez es algo perfectamente comprensible,ya que este problema, cuando se presenta, entraña muchos e im-portantes inconvenientes. En el plano personal, se traduce en unsentimiento de injusticia que se vive a menudo como desvalori-zante. Socialmente y, en particular, en el terreno profesional, creauna molestia que puede ser considerable en las relaciones directascon otras personas, clientes o, especialmente, superiores. A este ni-vel puede incluso suponer, por ejemplo, un grave obstáculo parala promoción profesional. Desgraciadamente, el miedo a tartamu-dear favorece justamente los accidentes del habla: el temor a tarta-mudear favorece el tartamudeo, y aquí entramos en un círculovicioso infernal. ¿Cómo podríamos quitarnos este temor de lacabeza? Esforzarse en no pensar en la tartamudez implica ya evo-carla y, por tanto, temerla, e incluso cuando no pensamos en ellapuede presentarse de manera completamente inesperada. Esto noes, pues, ninguna solución. Afortunadamente, existen otras solu-ciones más eficaces.

Alguna vez se había llegado a creer que la única causa de la tar-tamudez era el temor a la misma y que bastaría sólo con borraresta palabra de nuestro vocabulario para hacer desaparecer la tar-tamudez de la faz de la tierra. La realidad es, lamentablemente,mucho más complicada, pero, no obstante, esta teoría del miedo a tartamudear como causa de la tartamudez comporta al menos unaparte de verdad. Así se explica, por ejemplo, que cuando la tarta-mudez es deseada no se presente... o lo haga de manera muchomás ligera. Es lo que ocurre frecuentemente en la consulta foniátri-ca cuando un paciente tartamudo acude para ser tratado y consta-

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ta, muy perturbado, que su tartamudez parece no haber acudido a la cita. ¡Cómo podrá el médico diagnosticar!, piensa simplemente.Sucede lo mismo cuando, por ejemplo, un joven piensa que graciasa su tartamudez logrará escapar al servicio militar: totalmente des-pechado, se encuentra con que su tartamudez le ha fallado.

Teléfono

Es la bestia negra para la mayoría de personas tartamudas, y podemos comprender fácilmente por qué. Por teléfono, el habla sehalla sin recurso alguno y debe, por tanto, arreglárselas sola. Encuanto a la persona que está al otro lado de la línea telefónica, exis-te siempre el riesgo de que cuelgue el auricular si la tartamudezenlentece excesivamente la comunicación. Sin embargo, hay tam-bién excepciones. Algunas personas que sufren este problema vencómo desaparece su tartamudez como por encantamiento cuandoestán hablando por teléfono. Resulta difícil de explicar. Puede serque en su interior consideren al interlocutor despersonalizado porla distancia y por la tecnicidad telefónica, pero esta explicaciónestá aún por demostrar. Sea cual sea la razón, estas excepcionesson más bien raras y lo más frecuente es que el teléfono se confir-me como el enemigo número uno de las personas tartamudas. Porotra parte, la dificultad es mucho mayor cuando se trata de llamara alguien que cuando se responde a una llamada; esto es sencillode justificar. Cuando llamamos por teléfono, no sabemos exacta-mente cuándo nuestro interlocutor descolgará el auricular. Porello, la persona tartamuda corre el riesgo de que su habla se blo-quee justo en el temido momento de iniciar la comunicación, yaque el estrés va aumentando con la idea de tener que presentarse.Por el contrario, la angustia es menor para quien recibe una llama-da, ya que puede descolgar el teléfono en el momento que le pa-rezca oportuno y sólo tiene que decir «diga» o «sí». Después tieneun respiro ya que le toca el turno de hablar a su interlocutor. Poresta razón, el autor cree que las personas tartamudas deberían pe-dir a sus allegados o compañeros de trabajo que llamaran por ellosa sus interlocutores y les pasaran luego la comunicación. Algunosespecialistas pueden considerar esto, sin duda, un comportamien-to de evitación que se debe rechazar, si bien el autor lo consideramás bien una petición de ayuda realista y meritoria. La discusiónsobre este asunto queda, pues, abierta .

La tartamudez: cómo se entiende y cómo se vive 19

• LA TARTAMUDEZ C O M O LIMITACIÓN SOCIALY TENDENCIA A E N C E R R A R S E EN SÍ MISMO

El hecho de que hacer una simple llamada telefónica se convier-ta en un problema angustioso constituye una desventaja socialbastante más grave de lo que podríamos creer en un principio. Elteléfono ha entrado de tal modo en nuestras vidas, que nos resultadifícil darnos cuenta de las consecuencias que puede conllevar eltener problemas para usarlo. Pero la tartamudez implica otras difi-cultades: cosas tan simples como pedir un café o una barra de panpueden causar a una persona tartamuda una angustia insoporta-ble. No poder tomar parte en una discusión animada para defen-der el propio punto de vista puede generar una frustración muypenosa, y no hablemos ya del calvario en que pueden transformar-se un simple examen oral o una entrevista de trabajo.

Existe, pues, para la persona tartamuda una fuerte tentación a encerrarse en sí misma, con lo cual favorece la rumia interior, queno mejora en modo alguno la situación.

• FALSAS CREENCIAS SOBR E LA TARTAMUDEZ

Esta tendencia de las personas tartamudas a encerrarse en símismas facilita que discurran e imaginen explicaciones y conse-cuencias de su tartamudez que están frecuentemente muy alejadasde la realidad. De estas falsas creencias, el autor ha destacado sie-te, si bien son probablemente algunas más, y presenta a continua-ción su opinión acerca de cada una de ellas, consciente no obstantede que hace falta mucho más que estas explicaciones para hacerabandonar definitivamente certezas que, en algunos casos, llevanmucho tiempo sólidamente fijadas.

La tartamudez está causada por una alteraciónde los órganos del habla

Esta primera creencia se basa en la idea de un origen orgánicode la tartamudez. Así, este problema sería la consecuencia de unaenfermedad de los órganos del habla o de una debilidad particulardel cerebro. Tal como veremos en el capítulo siguiente, se ha in-vestigado mucho en este sentido, intentando encontrar la causa de

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la tartamudez. Es cierto que algunas afecciones (p. ej., parálisis ce-rebral) o ciertas perturbaciones psicológicas (p. ej., tendencia para-noide) predisponen a la tartamudez, pero, por el contrario, la pre-sentación de una tartamudez no presupone nada en sentidoinverso.

«Tartamudear... es de débiles»

Segunda creencia: la tartamudez desvaloriza a la persona que lasufre porque la hace aparecer a los ojos de todo el mundo como un«débil de espíritu» o un enfermo mental. A esto el autor simple-mente responde que la tartamudez muestra a la persona tartamu-da sencillamente como un tartamudo. En esto nadie, o casi nadie,puede equivocarse... salvo si se trata de una tartamudez tan biencompensada que resulta difícil de reconocer. Estos casos son másbien enojosos, ya que el interlocutor tiene problemas para inter-pretar la impresión de malestar que percibe a causa de la sobreten-sión psicomotriz debida al trabajo de compensación. Si, por casua-lidad, descubre de repente tras esta sobretensión la tartamudezque todo el mundo conoce, puede, finalmente, hacerse cargo de loque ocurre (la moral de la historia radica en que no es nada buenoocultar la tartamudez). Naturalmente, la tartamudez es una des-ventaja y provoca sufrimiento; a pesar de ello, aún se presta a ori-ginar sonrisas e incluso risas. ¡Realmente intolerable! Sin embargo,no existe solamente la parte negativa. Detrás de una tartamudezencontramos siempre fuerza de voluntad y tenacidad. Aparte delas personas tartamudas, que al vivir el problema interiormente nodisponen de un punto de comparación, todo el mundo puede sen-tir esta fuerza.

La forma del discurso tiene más importancia que el contenido

Esta tercera falsa creencia se comprende en la medida en queuna persona tartamuda se preocupa, a menudo y de manera espe-cial, en el detalle de la ejecución de su discurso, mientras que, sal-vo alguna excepción, no ocurre lo mismo en modo alguno parauna persona no tartamuda, para la cual la calidad formal del hablaes algo más bien secundario. Naturalmente, el interlocutor queestá hablando con una persona tartamuda puede sentirse algo in-

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cómodo, pero, de hecho, lo que le importa por encima de todo eslo que ésta tiene que decirle. Un interlocutor es, en primer lugar,uno de los participantes en un intercambio y no un juez. Al cabode unos momentos de conversación, el interlocutor es capaz de ol-vidar completamente la tartamudez, siempre y cuando ésta no seademasiado importante.

Un habla dubitativa resulta inadmisible

¡Afortunadamente no! Esta cuarta creencia subestima grave-mente la capacidad del interlocutor, el cual, gracias al sofisticadoordenador que funciona bajo su bóveda craneal, puede compren-der no sólo unas cuantas frases aisladas, sino también la conversa-ción de una persona que habla. Más allá de las palabras, a travésde las dudas, los retrocesos en el discurso, las rectificaciones, etc.,percibe cómo se ha elaborado el pensamiento que se está intentan-do expresar. Esto le permite afinar sus propias hipótesis y evitarmejor los errores de interpretación. El punto de vista de la personaque tartamudea será comprendido mejor si ésta deja aparecer losesbozos previos que le han servido para expresarlo.

Hablar bien es lo más importante para tener éxito en la vida

De acuerdo con esta quinta falsa creencia, sería imposible hacercosas importantes en la vida con un habla defectuosa. Es ciertoque la habilidad de hablar bien es una cualidad y una baza impor-tante en la vicia, pero es, sin duda, menos esencial que la habilidadde comunicar bien, y se puede ser muy mal comunicador a pesarde hablar de una manera magistral. Seguramente todos hemos co-nocido a alguna de esas personas capaces de disertar elocuente-mente sobre todo y al mismo tiempo nada durante horas, pero queno se molestan en escuchar ni en plantearse siquiera cuál es la opi-nión de quienes están escuchando. Y ahí permanece su interlocu-tor, incapaz de hacer una sola réplica —que por otro lado no es enabsoluto deseada—, esperando a que este molino acabe finalmentede hacer girar sus aspas. No. La facilidad de palabra no es un donsupremo y hay muchos ejemplos de personas que han logrado éxi-to en la vida a pesar de tener un discurso mediocre; sin contar lospersonajes famosos que eran tartamudos. Olvidemos a Moisés y

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Demóstenes, quienes probablemente no sufrían este problema,pero pensemos en Esopo, Newton, Jean-Jacques Rousseau, LewisCarol, Darwin, Churchill, Louis Jouvet... La lista completa sería in-creíblemente larga.

El habla necesita una vigilancia constante

Esta sexta creencia demuestra una trágica desconfianza del ha-bla frente a frente, que es vivida como algo peligroso, como si per-mitiera que se supiera todo acerca de nosotros, como si nos hicieratransparentes para nuestro interlocutor, lo cual nos obligaría a controlar atentamente todo lo que quisiéramos decir. Esto implicaatribuir al interlocutor una extraña intención de rebuscar en nues-tro psiquismo, como si éste fuera su principal centro de atención,como si no tuviera nada más en qué pensar. Por otra parte, lo quepiensa sobre nosotros una persona con la que hablamos concierneseguramente más a ella misma y a sus propias proyecciones parti-culares que a nosotros mismos.

Resulta vergonzoso verse obligado a repetirlo que hemos dicho

Esta séptima y provisionalmente última falsa creencia proviene,al parecer, de la idea de que el interlocutor no soportaría no com-prender inmediatamente lo que queremos decir. Sería necesario,pues, que nuestro mensaje fuera dicho de manera perfectamente cla-ra y usando el menor número de palabras posible para que fuera asímás fácil de captar. Sería un desagradable fracaso por nuestra partesi no se nos comprendiera al primer intento (casi como un insulto) o si nos viéramos obligados a dar explicaciones complementarias.

Nada más falso. Hacerse comprender es siempre una empresaincierta, ya que no podemos prever los malentendidos que pue-den surgir. El interlocutor no está siempre preparado para enten-dernos; puede no estar al corriente de los términos de los mismossectores que dominamos nosotros; no tiene los mismos conoci-mientos, ni las mismas preocupaciones habituales, ni las mismasexperiencias anteriores, ni los mismos gustos. Como dice la can-ción: «Y cuando lo has dicho todo, te das cuenta de que no hasdicho nada, ya que no todos tenemos los mismos delirios».

La tartamudez: cómo se entiende y cómo se vive 23

En uno de los próximos capítulos (v. pág. 60) introduciremos lanoción del objeto referencial del intercambio verbal (ORIV), que seconstruye conjuntamente con el interlocutor. Esta noción, que elautor considera esencial, permite acabar con la idea, muy extendi-da, de que hablar no es nada más que traducir en palabras el pen-samiento.

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Capítulo 2

¿Cuál es el origende la tartamudez?

En el caso de la tartamudez, del mismo modo que ocurre con laprosperidad, la delincuencia, la dislexia y, por qué no, la Revolu-ción Francesa o la caída del muro de Berlín, buscar la causa no tie-ne, en realidad, mucho sentido. Estos fenómenos y acontecimien-tos no responden a una sola causa, sino más bien a un conjunto defactores múltiples: factores predisponentes, que preparan el terre-no, y factores desencadenantes, que precipitan su aparición. A esto se añade la implicación de las reacciones individuales y colec-tivas cuando aquello ocurre o cuando amenaza con ocurrir. Todoesto constituye una concatenación de mecanismos complicadosque podemos tener dificultades en analizar.

Sin embargo, una de las tendencias del espíritu humano es es-forzarse en imaginar una causa simple para explicar un fenómenocomplejo. Esto permite, especialmente cuando se trata de algo mo-lesto o negativo, llegar a una cómoda conclusión: «esto es culpade...», que desembocará después, de manera natural, en una solu-ción radical del tipo «y no hay más que...».

• BÚSQUEDA DE LA CAUSA

En este sentido, se lia propuesto y previsto toda una serie deposibles causas de la tartamudez, cada una de las cuales suscitó laesperanza de hallar una terapéutica infalible para este fenómenosingular y extraño que tiene el mal gusto de mofarse de la huma-nidad desde la noche de los tiempos y que pretendemos hacer en-trar en razón y solucionar de una vez por todas.

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26 La tartamudez: opción curación

Lengua

La primera idea fue, naturalmente, buscar esta causa en una al-teración de los órganos del habla (fig. 2-1). En el siglo xix, la tarta-mudez se atribuyó, en primer lugar, al frenillo de la lengua, ese re-pliegue que aparece como un pequeño tabique vertical cuandolevantamos la lengua hacia el paladar. Se creía que si este tabiqueera excesivamente corto, podía limitar la libertad de la lengua, queera considerada el principal órgano del habla. Se cortaron enton-ces numerosos frenillos de la lengua y es probable que con ello seobtuvieran algunos resultados. Sin embargo, no eran más que me-jorías transitorias que pueden explicarse perfectamente por el he-cho de que, mientras persistía el dolor de la intervención, el pa-ciente tendía automáticamente a disminuir la velocidad del habla,lo cual constituye en sí un medio eficaz para reducir la tartamu-dez. Si bien resulta difícil disminuir a propósito la velocidad delhabla sin desnaturalizarla, el dolor en este caso, sí que permitíahacerlo de una manera, podríamos decir, natural.

Ante la reaparición, más o menos rápida, de la tartamudez des-pués de la intervención, algunos cirujanos pensaron que era necesa-rio llegar más lejos. Siempre con la intención de liberar la lengua,seccionaron entonces la inserción anterior del principal músculo delsuelo de la boca, el músculo milohioideo. Se trata de una operaciónsimple: basta con deslizar verticalmente un bisturí tras los incisivosinferiores y seccionar el tendón de este músculo que se inserta en lacara posterior del hueso maxilar inferior, justo en el lugar dondeapoyamos el pulgar cuando cogemos a alguien por la barbilla. El músculo, privado de su fijación anterior, se repliega hacia la nuezde Adán, y la mecánica de la mandíbula y de la lengua quedan evi-dentemente modificadas. La historia no nos dice por qué se abando-nó este tipo de operación, pero probablemente dejó de practicarse alcomprobar que no se evitaban las recidivas más eficazmente quecon el método anterior. Y aquí se detuvo la escalada quirúrgica, sibien debemos permanecer vigilantes, puesto que las soluciones sim-ples pueden tentar siempre a alguna buena alma bienintencionada.

Laringospasmo

Se sugirió también que la tartamudez fuera consecuencia, no ya deuna patología de la lengua, sino de las cuerdas vocales (figs. 2-2 y 2-3).

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¿Cuál es el o r igen de la ta r tamudez? 27

Las cuerdas vocales no son, evidentemente, unas cuerdas, sinounos labios situados casi en el extremo de la t ráquea, es decir, delconducto que sube verticalmente bajo la piel del cuello, desde los pul-mones y los bronquios, y que desemboca justo detrás de la base de lalengua. El extremo superior de la tráquea, situado tras la nuez de

Fig. 2-1. Órganos de la voz y del habla.Gracias a una figura humana dispuesta con la cabeza de perfil y el cuerpo de

frente, como en las pinturas egipcias, podemos visualizar de una manera bastantecompleta los órganos que intervienen en la producción de la voz.

1. A nivel respiratorio, obsérvense el músculo diafragma (descrito en el texto),los pulmones, los bronquios y la tráquea.

2. A nivel laríngeo, véanse el emplazamiento de la glotis (espacio comprendidoentre los pliegues vocales) y la epiglotis, esa pequeña válvula que se pliegahacia atrás en el momento de la deglución para evitar que los alimentos y lasaliva penetren en la tráquea (cuando esto ocurre, a pesar del cierre de la epi-glotis, decimos que nos hemos atragantado y ello nos hace toser).

3. A nivel superior, nótese el paladar duro (óseo) prolongado hacia atrás por elvelo del paladar (muscular). El velo puede tomar una posición baja (trazadacon una línea de puntos en el diagrama), lo cual permite la respiración nasal.Puede también elevarse en su parte central para cerrar el paso entre las fosasnasales y la faringe. Es lo que ocurre en el habla, salvo cuando pronunciamosvocales o consonantes nasales (an, in, on, m, n):

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Adán, se continúa con la laringe, al inicio de la cual se halla la glotis,dispuesta en forma de media boca horizontal dirigida de delante haciaatrás. Son los labios de esta «media boca» los que reciben impropia-mente el nombre de cuerdas vocales, aunque su nombre oficial, acor-dado en 1976 por la comisión internacional de nomenclatura de térmi-nos anatómicos, es el de pliegues vocales — e l autor hubiera con-siderado, no obstante, más adecuado el de «labios vocales».

Los labios de esta «media boca», cuya longitud es de 1 a 2 cm,pueden separarse o aproximarse hacia atrás para abrir o cerrar latráquea. Para producir un sonido hemos de aspirar algo de aire ha-cia los pulmones a través de la tráquea, abriendo la «media boca»

Fig. 2-2. Corte frontal de la laringe.

Epiglotis(desplazada haciadolante por latracción de la lengua)

Falsa cuerda vocal(pliegue vestibular)

Cuerda vocal(pliegue vocal)

Glotis

Cartílago aritenoides

La alternancia rápida de estas dosposiciones por la acción de la espiración

pulmonar origina la vibración de lospliegues vocales

Bordes de lascuerdas vocalesen posición deabortura

Bordes de lascuerdas vocalesen posición decierro

Fig. 2-3. Laringe vista desde arriba durante la respiración (A) y la fonación (B).Obsérvese, delante de los pliegues vocales, la epiglotis desplazada por la trac-

ción de la lengua. También destacan los pliegues vestibulares, repliegues algo pa-recidos a los «labios» vocales y que Intervienen en ocasiones para bloquear la la-ringe (p. ej., en caso de estrés).

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¿Cuál es el origen de la tartamudez? 29

que forma la glotis. Después, tras haber aproximado los plieguesvocales, los hacemos vibrar mientras expulsamos un poco de aire a través de la hendidura que los separa, exactamente del mismomodo que hace un trompetista con los labios en la embocadura desu instrumento. Naturalmente, hacemos todo esto sin saberlo y demanera automática. Si en el momento en que expulsamos el alientoestos labios están separados, el aire pasa a través de ellos sin nin-gún ruido. Si se han aproximado, sin llegar a cerrarse demasiado,el aire, al pasar, los hace vibrar. SI están aún más cerrados, el aireno puede pasar y este bloqueo resulta extraordinariamente útil. Nospermite, por ejemplo, apoyarnos mejor en el tórax cuando vamos a realizar un esfuerzo importante e inhabitual, como levantar una cajao empujar un mueble para desplazarlo.

En la tartamudez, se ha constatado desde hace mucho tiempo y por medio de exámenes particulares (electroglotográficos) la pre-sencia de espasmos de la glotis que provocan que ésta se bloqueebrevemente justo antes de la emisión de la palabra o durante lamisma. La mayor parte de los autores considera estos espasmoscomo crispaciones análogas a los movimientos asociados que he-mos descrito en el capítulo anterior. Sin embargo, otros, comoMartin Schwartz (1977), creen que estos espasmos de la laringeson la anisa de la tartamudez. En este caso, conseguir la desapari-ción de los laringospasmos sería el único, o al menos el principal,objetivo del tratamiento. La experiencia nos muestra que este pun-to de vista resulta algo ligero: la tartamudez no puede reducirse a una simple disfunción de la laringe.

Respiración

El habla necesita de una cierta participación de la respiración.Para hablar, tomamos primero, normalmente, un poco de aire: ins-piramos. Efectivamente, la mayor parte de las veces, antes de cadafrase, de cada fragmento de frase o incluso antes de cada interjec-ción, el habla toma su propio impulso en una inspiración breve o larga, viva o comedida, según cual sea el caso.

En ocasiones, este impulso puede faltar. El habla se inicia en-tonces directamente sobre la espiración, después de una paradarespiratoria que puede durar, en ocasiones, varios segundos. Estaparada seguida del inicio directo del habla sobre la espiración se

30 La tartamudez: opción curación

produce habitualmente cuando lo que se va a decir no resulta espe-cialmente evidente y necesita, por ejemplo, de una cierta prudenciaantes de soltarlo, como se suele decir. En la tartamudez, estosarranques directos del habla sin inspiración previa son mucho másfrecuentes, y a veces incluso sistemáticos, lo cual llega a ser pato-lógico. Por regla general, la emisión del habla se encadena inme-diatamente después del impulso inspiratorio, del mismo modo que,cuando vamos a clavar un clavo empezamos por levantar bien elmartillo por encima del clavo, para hacerlo caer acto seguido sobrela cabeza del mismo. No sería, en modo alguno, una buena técnicadetener el martillo en el aire, en lo más alto de su trayectoria, antesde golpear el clavo. Aún resultaría menos eficaz empezar poniendola cabeza del martillo sobre el clavo para empujarlo y hundirlo asíen la pared. Esta última técnica sólo sería eficaz si el clavo fueraextraordinariamente puntiagudo, si la pared fuera muy blanda o situviéramos una fuerza muscular considerable. Es muy útil recordaresto en una discusión especialmente difícil en la que tenemos que«hundir un clavo»: ¡un impulso inspiratorio bien ajustado resulta lamejor técnica!

El impulso inspiratorio del habla está formado, pues, en gene-ral, por una inspiración moderada que se encadena sin interrup-ción con la emisión del habla. El habla se alimenta de la espira-ción, que se alarga más o menos a fin de sostenerla. La inspiraciónse lleva a cabo gracias a la acción de los músculos inspiradores y,en particular, de la del diafragma, que es el músculo inspiradorprincipal que todo el mundo conoce.

En efecto, todo el mundo ha oído hablar del diafragma, pero,dado que la idea que se tiene de él acostumbra a ser más o menosdiscutible, le dedicaremos unas líneas. El diafragma (v. fig. 2-1) esuna gruesa lámina muscular que se presenta como un tabique enforma de bóveda y separa las visceras abdominales situadas pordebajo de él (estómago, hígado, bazo, intestinos, etc.) de las visce-ras del tórax (corazón, pulmones, etc.), situadas por encima. Cuan-do se contrae, este tabique muscular desciende desplazando haciaabajo las visceras del abdomen, que buscan entonces espacioy empuja ligeramente la pared abdominal hacia delante y hacialos lados. El descenso del diafragma provoca la entrada de aireen los pulmones, aproximadamente del mismo modo que el movi-miento del émbolo de una jeringuilla cuando aspiramos líquidohacia su interior, con la diferencia, no obstante, de que el cuerpo dela jeringuilla no varía de diámetro al aspirar, mientras que la acción

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¿Cuál es el origen de la tartamudez? 31

del diafragma se traduce en el ensanchamiento de la cintura abdo-minal. Es este ensanchamiento de la cintura lo que justifica el nom-bre de respiración abdominal, a pesar de que el aire inspirado no penetra, en modo alguno, en el interior del abdomen, sino que, na-turalmente, lo hace solamente en los pulmones.

Ahora bien, no respiramos solamente ni siempre con el diafrag-ma, sino que podemos tomar aire también elevando la parte supe-rior del pecho. De manera natural, cuando estamos en reposo,nuestra respiración es abdominal, torácica superior o, simultánea-mente, torácica y abdominal en proporción variable según lo queestamos pensando o experimentando. Si estamos en un estado deensoñación vaga, de contemplación tranquila, nuestra respiraciónserá estrictamente abdominal. Si estamos interesados, estimuladoso excitados, nuestra respiración es tanto más torácica cuanto másanimados estamos. Toda emoción viva eleva el tórax. La sorpresay el asombro se traducen en una rápida toma de aire por elevacióntorácica. Obsérvese que la palabra inspiración tiene dos sentidos:un sentido propio que designa la entrada de aire en los pulmonesy un sentido figurado que significa el nacimiento o, más bien, elsurgimiento de una idea en la cabeza. Una idea viva desencadena,normalmente, un gesto inspiratorio vivo; una idea moderada, unainspiración moderada; mientras que una violenta emoción puededesorganizar el habla como consecuencia de una inspiración exce-siva.

Así, podemos ver que la inspiración es muy importante en elhabla. Podemos decir que el habla empieza desde la inspiraciónque la precede, del mismo modo que el acto de clavar un clavoempieza en el momento en que levantamos el martillo. Fónica-mente, en cambio, la emisión del habla no comienza hasta el mo-mento de la espiración, del mismo modo que el clavo no empiezaa hundirse hasta que ha sido golpeado. Se trata de algo que com-prendemos si nos detenemos a reflexionar sobre ello, pero que noadvertimos en el momento en que hablamos. Al hablar, en efecto,tenemos la impresión de emitir informaciones, ideas, indicacionesy, en definitiva, de estar comunicando algo; no tenemos la impre-sión de estar emitiendo aire. El aire que sale de nuestra boca cuan-do hablamos no es más que un subproducto que ha liberado suenergía en nuestros órganos del habla para permitirles crear las vi-braciones que van a ser transmitidas hacia nuestros interlocutores.El habla no es transportada por una corriente de aire y no es, en

32 La tartamudez: opción curación

absoluto, el aire de nuestros pulmones el que va hasta los oídos dequienes nos escuchan para contarles lo que tenemos que decirles,siiio que la encargada de hacerlo es la vibración del aire que nossepara de ellos. Por otra parte, no siempre notamos cuando al-guien nos está echando el aliento a la cara al hablarnos.

Normalmente, es el aire espirado más o menos lentamente — e lsoplo fonatorio— el que hace vibrar nuestros pliegues vocales, semodula en los órganos de la articulación (labios, lengua, encías,paladar) y resuena en las cavidades de resonancia (boca, parteposterior de la cavidad bucal, cavidad nasal) para producir las vo-cales y las consonantes del habla, es decir, los fonemas.

En el momento de la emisión de un discurso algo dinámico, esdecir, cuando queremos realmente hacemos oír pero sin elevar lavoz, nos enderezamos y, sin darnos cuenta, utilizamos la energíade los músculos de la pared abdominal para producir la espiraciónnecesaria. Estos músculos ejercen una ligera presión sobre el con-tenido abdominal, que, en consecuencia, tiende a subir hacia el tó-rax. El diafragma se opone entonces, en mayor o menor medida, a esta elevación al mismo tiempo que controla la presión del aire enlos pulmones y dosifica así el soplo fonatorio.

Cuando, por el contrario, nuestro discurso es menos dinámico y decimos las cosas sin preocuparnos demasiado de si se nos com-prende, el soplo fonatorio ya no es producido por la acción sinérgi-ca de los músculos abdominales y del diafragma, sino por el des-censo de las costillas. Decimos entonces que la respiraciónabdominal se sustituye por una respiración torácica superior, queconstituye un mecanismo menos preciso.

Por último, cuando tenemos dificultades para hacernos entendery nos sentimos algo desbordados porque la comunicación no estáfuncionando como deseamos, utilizamos además la flexión de laparte superior de la columna vertebral torácica; esto provoca la cur-vatura de la espalda y la proyección de la cara hacia delante, en uncontexto de esfuerzo evidente. Es el mecanismo de la voz de in-sistencia o de angustia, que resulta adecuada y muy eficaz enciertas situaciones más o menos dramáticas, pero cuyo uso no po-dría mantenerse durante mucho tiempo sin provocar la fatiga.

Todo esto resulta muy complicado, pero, si pensamos en ello, esperfectamente natural que lo sea. Efectivamente, la primera respi-ración tuvo lugar sobre la tierra hace aproximadamente unos 380millones de años, es decir, 3.800.000 siglos (es realmente difícilimaginar un período de tiempo semejante). Fue en esta época tanlejana cuando algunos peces «inventaron», para conseguir sobrevi-vir en los pantanos que a veces se desecaban, la acción de guar-

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dar una pequeña burbuja de aire en una pequeña bolsa situada enel suelo de su boca. A partir de entonces, todo este proceso se hacomplicado enormemente y, como más tarde la respiración pasó a servir de motor a la fonación (a partir de los cocodrilos) y luego alhabla (en el hombre), puede comprenderse que la mecánica respi-ratoria pueda afectarse cuando el habla se altera.

Podemos comprender que la mecánica respiratoria se afectecuando el habla se altera, pero podríamos imaginar perfectamenteel proceso inverso, es decir, que la perturbación respiratoria existaantes que la tartamudez y que sea su causa. En este caso, si esta hi-pótesis fuera cierta, el tratamiento de la tartamudez podría limi-tarse a una reeducación respiratoria. Sin embargo, podemos obser-var que en la mayor parte de las personas tartamudas, lasperturbaciones respiratorias no existen más que durante el actodel habla. El origen respiratorio de la tartamudez parece, en estascondiciones, bastante dudoso, y hace más de medio siglo que to-dos los especialistas en el tema se han puesto de acuerdo sobreeste punto. ¡Esto no quiere decir que la respiración no intervengaen modo alguno en la tartamudez! Ocurre lo mismo que con lalaringe y la lengua.

Perturbación de la autoescucha

Es posible hacer que una persona escuche su propia habla conun ligero retraso respecto al momento de su emisión. Basta paraello con disponer de un magnetófono al que se hayan conectadounos auriculares que nos devolverán, a partir de la cabeza de gra-bación, el sonido de las palabras enviadas al micrófono. La cintamagnética pasará primero por la cabeza de grabación y un mo-mento después llegará a los auriculares; esto nos permitirá oír in-mediatamente lo que acabamos de registrar, con un retraso entreuna fracción y algo más de un segundo, según la velocidad detransmisión. Estos aparatos con cintas magnetofónicas son ya bas-tante raros, pero existen algunos dispositivos electrónicos llama-dos multiefecto que permiten registrar fácilmente sonidos con estaligera demora. En estas condiciones, podemos constatar que la es-cucha retardada provoca, a menudo, en la persona no tartamuda,en primer lugar, un enlentecimiento del habla y después, la apari-ción de tropiezos muy parecidos a los que se producen en la tarta-

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mudez. Fue un norteamericano, John Lee, quien, en 1941 y porpura casualidad, descubrió en su misma persona este fenómeno,al que denominó «tartamudez artificial». Más curioso todavía re-sulta que si una persona tartamuda se somete a esta escucha retar-dada —llamada más tarde DAF (Delayed Auditory Feedback)—, sutartamudez desaparece momentáneamente en la mayoría de loscasos. Recientemente, Andró Allali, un logopeda con quien el au-tor ha colaborado en varias obras, ha observado la misma desapa-rición de la tartamudez mediante un procedimiento de autoescu-cha en el que el habla del paciente le es enviada electrónicamenteno con un ligero retraso, sino después de la transformación deltimbre de su voz. Esta desaparición se acompaña de un sentimien-to de euforia muy particular, corno si el paciente estuviera conten-to de no reconocer su voz.

El descubrimiento de este efecto de la escucha retardada sobreel habla de las personas tartamudas y de las personas que no loson suscitó una gran cantidad de trabajos y ensayos terapéuticosbasados en la idea de que el problema fundamental que provoca-ba la tartamudez era un trastorno de la autoescucha.

Alfred Tomatis (1963), en particular, sostuvo esta opinión queencajaba perfectamente con su teoría del oído dominante. Este au-tor pensaba que la escucha difería en su significación según se diri-gía, de manera preferente, al oído derecho o al oído izquierdo. Esnecesario precisar que el término oído debe entenderse aquí en susentido más amplio, es decir, incluyendo las zonas cerebrales quele corresponden. De acuerdo con Alfred Tomatis, existía un oídodominante — e n general el derecho—, del mismo modo que tene-mos una mano y un ojo dominantes.

Por lo que respecta a la tartamudez, Alfred Tomatis pensó pri-mero que en la persona tartamuda, debido a un trastorno en el oídodominante, la señal acústica estaba obligada a pasar por el otrooído. Esta señal debía ser transferida secundariamente de unhemisferio cerebral al otro, alargándose por esta razón el caminoque debía seguir y, en consecuencia, produciendo una demora (de0,15 seg según precisaba el autor) que desencadenaba la tarta-mudez observada por John Lee. Esta teoría resulta algo difícil desostener cuando se sabe que las fibras nerviosas procedentes decada oído tienen terminaciones en ambos hemisferios cerebrales.El 55 % de estas fibras se dirigen, efectivamente, hacia el mismolado que el oído: son homolaterales; mientras que el 45 % restante(fibras heterolaterales) terminan en el lado opuesto. Alfred Tomatisabandonó finalmente su teoría reconociendo que este fenómeno no

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era tan simple, pero siguió pensando que la clave del origen de latartamudez residía en una perturbación de la autoescucha; ampliómás tarde su teoría a las sensaciones táctiles producidas por el ha-bla sobre el cuerpo del sujeto cuando habla, al observar en las per-sonas tartamudas una deficiencia en este sentido. Si la conscien-cia, o más bien la subconsciencia del cuerpo, está implicada en elhabla, es un asunto que el autor no rebatirá en absoluto. De hecho,la experiencia de la reeducación de las personas tartamudas nosincita a pensar que la tartamudez se acompaña de una conscienciadel cuerpo a menudo bastante perturbada. Sin embargo, el autor seinclina por considerar esta perturbación, ya sea reducida a la auto-escucha propiamente dicha o extendida a la percepción táctil com-pleta no como una causa de la tartamudez, sino más bien comouna consecuencia de ésta que, a continuación y una vez estableci-da, contribuiría a su mantenimiento.

Tiene que reconocerse, no obstante, que el efecto Lee constituyeun fenómeno sorprendente. Esta diferencia de reacción a la auto-escucha en las personas tartamudas y no tartamudas no puede de-jarse a un lado y podemos estar seguros de que no hemos acabadode comprender el mecanismo de estas reacciones opuestas.

Sin embargo, si nos remitimos a la noción de los tres controla-dores introducidos en el capítulo anterior, podemos pensar que laautoescucha retardada facilita el habla de las personas tartamudasporque las separa de su interlocutor. Efectivamente, como su aten-ción está dirigida hacia su propio eco, el sujeto no corre el riesgode percibir, cuando habla, el eco de sus palabras en la concienciade los que le escuchan. Así pues, tiene una fuente de dificultadmenos, ya que está ahora obligado a funcionar escuchándose ha-blar, en circuito cerrado, consigo mismo. Del mismo modo queocurre en el canto y en el habla solitaria, el tercer controlador —elespecialista en las relaciones exteriores y en la interacción lingüís-tica— no interviene en este caso y, por lo tanto, resulta más fácil elacuerdo entre los dos primeros. Por otra parte, con este sistema, elhabla se enlentece necesariamente, y ya hemos comentado que latartamudez desaparece cuando el habla es más lenta.

En el caso de la persona no tartamuda, podemos considerar quela escucha retardada funciona como un elemento perturbador, jus-tamente porque lo separa del interlocutor e impide así que el ter-cer controlador pueda evaluar la interacción con el mismo. Obli-gado a escucharse hablar, el sujeto no puede oírse como hacenormalmente. Así, es precisamente lo que sirve de ayuda a la per-

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sona tartamuda lo que le obstaculiza el habla normal. Dejar de es-cucharse hablar para poder oírse: he aquí una fórmula clave sobrela que insistiremos cuando hablemos del tratamiento.

Insuficiencia linguoespeculativa

En los años treinta, Suzanne Borel-Maisonny (1937), fundadorade la logopedia en Francia, y Édouard Pichón, psiquiatra infantil,atribuyeron la tartamudez a lo que ellos denominaron insuficien-cia linguoespeculativa. La idea de partida de esta teoría era que elpensamiento humano funciona de dos modos distintos: el modosensoactorial, en el que «la figuración mental se efectúa con lasimágenes dejadas por los recuerdos sensoriales y las representa-ciones de movimientos», y el modo linguoespeculativo, en el que«esta figuración se realiza con palabras». Sólo este último modo,que permite la abstracción es, de acuerdo con los autores, específi-camente humano. Suzanne Borel-Maisonny y Édouard Pichón nose plantean cuáles son los mecanismos por los que esta figuraciónpuede hacerse con palabras; pero, ¿podemos imaginar que estacuestión pueda ser explicada algún día? Ello significaría que ha-bríamos comprendido qué es el espíritu humano, qué es la con-ciencia y de qué están hechas las representaciones mentales. Per-sonalmente, el autor cree que estos fenómenos, sobre los quepodríamos disertar hasta el infinito, seguirán siendo siempre, delmismo modo que el origen del universo o el carácter infinito deltiempo, parte de los misterios insondables cuya existencia no nosimpide seguir pensando y viviendo.

A falta de una explicación más satisfactoria, aquellos autoressuponen la existencia de un mecanismo cerebral cuyo funciona-miento sería aún desconocido, una «caja negra» de algún tipo quepermitiría la traducción del pensamiento en palabras en las perso-nas dotadas de lo que ellos denominan inmediatez lingüística. Porel contrario, en las personas que padecen insuficiencia linguoespe-culativa, «el pensamiento ha de ser —dicen— revestido secunda-riamente con el hábito lingüístico en lugar de nacer ya provisto deél» (¡una bella manera de expresarlo!). Según esta teoría, las perso-nas que presentan problemas del lenguaje y del habla y, en par-ticular, los tartamudos se encontrarían entre las que sufren estainsuficiencia linguoespeculativa, la cual explicaría «todos lossíntomas de la tartamudez».

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Un argumento a favor de esta concepción del problema es el he-cho de que la tartamudez aparece más frecuentemente en los ni-ños que presentan un cierto retraso en aprender a hablar. Se hacomprobado que el aprendizaje del habla ha sido, efectivamente,problemático en aproximadamente el 40 % de los niños que se venafectados más tarde por la tartamudez. Sin embargo, una ciertaproporción de niños tartamudos habían sido muy precoces en estesentido y, antes de empezar a tartamudear, hablaban rápidamentey bien, lo cual, si bien no encaja con esta teoría, supone un hechointeresante que tener en cuenta. Por otra parte, hoy en día no pue-de sostenerse ya la idea de que hablar sería tan sólo traducir enpalabras el propio pensamiento, ya sea de manera inmediata o se-cundaria. Como es bien sabido, hablar, salvo en algunos casos par-ticulares, consiste, en primer lugar y ante todo, en vivir una rela-ción de intercambio.

Gracias a la proyección internacional de Borel-Maisonny, estateoría de la insuficiencia linguoespeculativa ha dado lugar a algu-nas prácticas terapéuticas especialmente centradas en la construc-ción del lenguaje, que se añadieron a las basadas en la regulaciónrítmica del habla, preconizadas también por esta prestigiosareeducadora. Estos procedimientos han marcado más de mediosiglo de logopedia.

Origen psíquico de la tartamudez

Para algunos autores, la tartamudez sería de origen puramenteafectivo y correspondería al deseo de decir, contrarrestado poruna incapacidad de hacerlo. Tendría la significación de una prohi-bición (inconsciente) contra el deseo de decir precisamente lo queno es posible decir sin correr el riesgo de destruir a la persona queescucha o la relación que tenemos con alguien cercano cuyo amorqueremos conservar.

Es cierto que en la tartamudez puede encontrarse de manerasubyacente una dificultad psicológica de este tipo y que no hayninguna razón para poner en duda los trabajos de los psicoanalis-tas que la destacan en los tratamientos que practican. ¿Tenemosque pensar, entonces, que debe haber siempre una dificultad deeste tipo en el origen de todos los tartamudeos? ¿Hemos de creerincluso, como se ha sugerido algunas veces, que cada tartamudeoes el signo de que aquello de lo que estamos hablando es objeto de

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una prohibición inconsciente, o que, en suma, cuando alguien tar-tamudea al hablar de un tema concreto, esto significa que, al mis-mo tiempo que quiere expresar algo, se ve imposibilitado para ha-cerlo realmente por miedo a destruir a su interlocutor... o a símismo? Una generalización semejante nos parece un poco carica-turesca. Efectivamente, el hecho de que la tartamudez se manifies-te especialmente cuando una persona tartamuda habla de algoque le afecta de algún modo puede ser debido, nos parece, a quetoda emoción, por banal que sea, eleva de manera natural el nivelde la tensión psicomotriz. No es necesario imaginar, en este caso,un mecanismo más particular. ¡La emoción hace tartamudear tam-bién a las personas no tartamudas! Freud, que en su obra hace al-gunas alusiones a la tartamudez, deja entender que este problema,«del mismo modo que el asma y los lies», podría incluirse en elmarco de las organizaciones neuróticas variadas.

Pero, ¿resultaría realmente acertado considerar la tartamudezcomo una neurosis?, o ¿pensamos más bien que tiene algo que vercon la psicosis? Los especialistas discuten desde hace ya muchotiempo acerca de este asunto y no podemos decir que haya unacuerdo general en perspectiva. Es necesario admitir que resultadifícil discernir si los problemas psicológicos que pueden presentarlas personas tartamudas son anteriores a su tartamudez o si, por elcontrario, son su consecuencia. La tartamudez es a menudo unproblema destructor, que puede obstaculizar o desviar considera-blemente el desarrollo psicológico normal del individuo. Existe,además, la reacción de la persona afectada enfrentada a su propioproblema; reacción que es olvidada sistemáticamente por los queapoyan el origen afectivo de la tartamudez (del mismo modoque tampoco es tenida en cuenta por la neurología, como veremosmás adelante). ¡Cómo si uno pudiera permanecer insensible e inac-tivo respecto a su propia tartamudez! Hemos hablado del bloqueoresultante del temor a decir lo que, para una persona en particular,parece imposible decir, pero el bloqueo que resulta del temor a tar-tamudear puede presentarse exactamente del mismo modo y preci-pitar al individuo en lo que más teme, es decir, en la tartamudez.Sabemos que el miedo a tartamudear aumenta la tartamudez. Latartamudez no es en modo alguno un fenómeno simple.

Tras estas afirmaciones, el lector podría caer en el error de clasi-ficarnos en la categoría de los llamados «antipsiquiatras». El autores solamente de la opinión de que, antes de considerar la aproxi-

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mación de la tartamudez a un problema psíquico o antes de expli-carla por tal o cual deficiencia afectiva, resulta conveniente com-prender mejor el mecanismo de su fijación, de la manera más con-creta posible. Creemos que, a partir del conocimiento de estemecanismo, seremos capaces de determinar si existen no unascausas psicológicas de la tartamudez, sino una serie de factoresque favorecen su aparición o incluso que resultan ser indispensa-bles para su presentación. El autor cree difícil el desarrollo de unatartamudez en una persona que no haya presentado algunas difi-cultades importantes durante las dos primeras fases del desarrollopsicológico, denominadas fase oral y fase anal por los psicoanalis-tas, y sobre las cuales nos parece importante aportar unos comen-tarios.

La fase oral corresponde, entre otras cosas, al aprendizaje delacto de recibir. Sin duda, el bebé recibe por la boca la leche de lamadre, pero recibe también el contacto, las caricias, los cuidados,la voz, las atenciones... Sin embargo, en este momento puede ex-perimentar de forma negativa el hecho de recibir, como si al hacerlopudiera dejarse poseer por aquel de quien recibe. Es así como mástarde a algunas personas les resultará molesto, por ejemplo, recibirregalos o temerán por encima de todo que alguien meta la nariz ensus asuntos.

La fase anal corresponde, de acuerdo con un punto de vista si-milar, al aprendizaje del acto de dar. Esto incluye no sólo «el pe-queño regalo en el orinal», como podríamos pensar por el nombrede esta fase, sino también las sonrisas, los arrebatos, la confianza,«ser agradable cuando quiero...», pero, en esta ocasión, el niñopuede sufrir la experiencia dolorosa de que al dar puede hacersedesposeer por aquel a quien da. De este modo, algunas personasserán luego avaras o tendrán, ante todo, miedo a ser desposeídas.

La fase fálica, bastante posterior, corresponde, de acuerdo conesta misma óptica, a la conquista de la afirmación de su poder.Aquí también, el niño puede sufrir la experiencia negativa de que, alquerer que se reconozca su poder, consiga sólo que se le eche portierra. Como consecuencia, este niño podría orientar luego su vidaentera siguiendo el empeño de hacer reconocer su valor y su po-der. Muchas de las personas que nos gobiernan están, sin duda, eneste caso. Esperemos que, a pesar de ello, sean capaces de escu-char los consejos de quienes consiguieron llegar más plenamenteal estadio siguiente.

La fase siguiente es la fase genital, a la que accedemos graciasal papel fundamentalmente organizador del complejo de Edipo quese abre en la triangulación: papá existe en la mente de mamá y vi-ceversa. Papá y mamá tienen otros objetos de amor además de mí.En esta fase es posible manejar nuestra vida según nuestros pro-

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pios deseos, en una justa apreciación de los propios intereses pro-fundos y las obligaciones que condicionan su mejor realización, enuna relativa independencia respecto al juicio ajeno. La sabiduría, ensuma, que estaremos construyendo indefinidamente.

Si volvemos ahora a los dos primeros estadios, considerandoque el primero, que se extiende hasta los 2 años, corresponde, en-tre otras cosas, al aprendizaje del acto de recibir, y que el segundo,que se extiende hasta los 4 años, corresponde al aprendizaje delacto de dar, podemos comprender que el desarrollo del habla pue-da sufrir en el caso de que uno u otro de estos aprendizajes hayasido perturbado.

Dar y recibir son acciones que afectan al habla. Es posible, in-cluso, que la tartamudez sea diferente si la experiencia negativa hatenido lugar durante la fase oral o durante la fase anal, y que tenga-mos una tartamudez clónica en el primer caso y una tartamudeztónica, en el segundo.

La Asociación Habla-Tartamudez (Association Parole-Bégaie-ment, APB) ha emprendido una investigación conjunta con el Ins-tituto de Psicosomática (IPSO)1 con el objeto de estudiar los aspec-tos psicosomáticos de la tartamudez. Confiamos en que esteestudio nos aporte alguna aclaración en esta cuestión tan complejade las relaciones entre la tartamudez y los problemas psicológicos.

Mientras tanto, la convicción del autor como reeducador es que,en un principio, la persona tartamuda tiene necesidad de recibirayuda en la práctica cotidiana de su habla, práctica que implicatanto al cuerpo como al espíritu. Si esta ayuda respeta lo que esrealmente el habla en toda su complejidad, el eventual tratamientopsicoterapéutico o psicoanalítico que se lleve a cabo simultánea-mente o en un segundo tiempo resultará claramente más eficaz. Laexperiencia nos muestra que este tratamiento a nivel psicológicoresulta, a veces, muy necesario.

Deficiencia del sistema nervioso

Durante mucho tiempo se pensó —y muchos especialistas si-guen haciéndolo— que la tartamudez era consecuencia de una al-

' El Institut de Psychosomatique (IPSO), creado en Francia por P. Marty en 1978, estudia elaspecto psicosomático de tas enfermedades y propone, para algunos tipos de pacientes, trata-mientos psicoterapéuticos adaptados.

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teración del sistema nervioso central. El profesor Seeman de Pra-gues, que puede ser considerado el creador mundial de la fonia-tría, sostuvo, desde la década de los años treinta hasta los años se-senta, que este problema era debido, del mismo modo que laenfermedad de Parkinson, a una disfunción de los núcleos grisescentrales. Estos núcleos son formaciones cerebrales profundas(subcorticales) que intervienen en la realización de los movimien-tos automáticos. Por su parte, algunos autores, desde su calidadde personas tartamudas, tales como Frederick Murray (1990) o Bernard Wemague (1988), piensan que la tartamudez se debea una debilidad particular del sistema nervioso, a una falta deenergía.

Actualmente, la teoría de Seeman ha sido descartada, si bien esperfectamente posible que un día se descubran quizá no forzosa-mente lesiones, pero sí características específicas del sistema ner-vioso de las personas tartamudas. Puede ser, por ejemplo, quesean necesarias unas ciertas particularidades del sistema nerviosopara que pueda instaurarse una tartamudez. Estas particularida-des no bastarían para hablar de «causa», sino que, como ocurrecon los factores psicológicos, también en este caso podría tratarsede factores predisponentes. En cuanto a la idea de la falta de ener-gía propuesta por Murray y Wemague, podría sugerirnos másbien un trastorno provocado por fenómenos de sobreinervación,de un «sobrevoltaje» que afectaría a los órganos de articulacióndel habla. Esto se corresponde mejor con la idea de que una perso-na no se vuelve tartamuda sin disponer de un importante capitalde energía «psicomotriz».

Existe evidentemente, en la tartamudez, un trastorno en la ordenmotriz del acto del habla, lo cual es suficiente para considerar la tar-tamudez como un problema relevante en el dominio de la neurolo-gía, al menos en la misma medida en que lo es en los dominios de lapsicología o de la lingüística, incluso cuando es aún de mayor rele-vancia en los campos de la foniatría y la logopedia. La tartamudezse sitúa, pues, en una fenomenal encrucijada, por lo que no resultasorprendente que en ocasiones sea difícil entenderse cuando habla-mos de ella. Si nos situamos ahora en el ángulo de la neurología, latartamudez se inscribiría —según la opinión del autor y aun cuandono todos los neurólogos están de acuerdo a este respecto— en el ca-pítulo de las distonías focalizadas, junto al calambre de los escribientes, que les bloquea el acto de escribir; del calambre de los trompetistas, que bloquea sus labios en la embocadura de los instrumentos de

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viento; del blefarospasmo, que provoca la abertura de los ojos; del tor-

tícolis espasmódico, que afecta a los músculos de rotación de la cabe-za; de la distonía oromandibular, que bloquea el cierre de la boca, y ladisfonía espasmódica, llamada a veces «tartamudez vocal», que se tra-duce en espasmos vocales y respiratorios.

La distonía es un problema motor caracterizado por contraccio-nes musculares parásitas, sostenidas y prolongadas, desencadena-das por la estimulación motriz voluntaria y que cesan, en principio,en reposo.

La distonía puede ser generalizada y afectar a todo el cuerpo,como ocurre en el espasmo de torsión. Esta rara afección de ori-gen genético se manifiesta con impresionantes movimientos de in-curvación de la columna vertebral, con la cabeza echada haciaatrás, oscilaciones de la espalda a cada paso al caminar y crispa-ción de los pies en hiperextensión. La distonía puede ser tambiénlocalizada, y afectar sólo a la mitad del cuerpo o a una parte de unmiembro, o focalizada, en cuyo caso afecta a todos los músculosimplicados en una misma función; por ejemplo, a los músculos queintervienen en el acto de escribir: calambre de los escribientes;en la práctica de un instrumento de viento: calambre de los trom-petistas; en la mirada: blefarospasmo; en la orientación de la ca-beza: tortícolis espasmódico; en la mímica facial: distonía oro-mandibular, en la voz: disfonía espasmódica. Existen tambiéndistonías focalizadas que afectan a la deglución y a la respiración,o al uso de diversos instrumentos relacionados con la práctica mu-sical, artesanal o deportiva.

Las distonías generalizadas o localizadas tienen orígenes muy diversos: infecciosos, tóxicos, degenerativos, etc. En cuanto a lasdistonías focalizadas, no se ha llegado aún a ningún consensoacerca de su posible origen y existen, de hecho, dos tendenciasprincipales enfrentadas al respecto. La primera de ellas defiende unorigen orgánico aún por descubrir, y la segunda, un origen psicoló-gico. Los partidarios de un origen orgánico sitúan la localizaciónprobable de las lesiones en los núcleos grises centrales, en la me-dida en que estos ejercen un papel en la motricidad automática.Los defensores del origen psicológico señalan, por el contrario, quelos problemas distónicos aparecen frecuentemente en un contextode estrés y afectan a personas que presentan una cierta rigidez psi-cológica, así como una tendencia a resolver los problemas cotidia-nos de una manera voluntarista.

Todas las distonías focalizadas se caracterizan (hasta que se de-muestre lo contrario) por el hecho de que hasta el momento no ha

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podido constatarse, en ninguno de los pacientes que las padecen,lesión anatómica alguna en el sistema nervioso que pueda expli-carlas. Podríamos decir, pues, que pertenecen más bien a una neu-rología que podríamos calificar de «disfuncional», dado que losproblemas motores que engloba afectan no a un órgano o a unmiembro, sino a una función en particular: la escritura, la prácticade un instrumento musical concreto, la vista, el sostenimiento dela cabeza, la fonación, etc. Los problemas de articulación del hablaque se observan en la tartamudez son, de hecho, del mismo tipo y,de acuerdo con el autor, se desarrollan asimismo de manera muysimilar. En general, aun cuando mínimos y reversibles en el mo-mento de su presentación, todos estos problemas evolucionan (secronifican) en la medida en que el individuo actúa sobre ellos poruna reacción de esfuerzo voluntario poco consciente, ciego inclusose podría decir, y en consecuencia profundamente inadaptado.Esta reacción de esfuerzo se condiciona poco a poco, aumentandode intensidad, y acaba por provocar fallos y bloqueos del movi-miento que se presentan de improviso. Ya sea que afecten a la es-critura, a la práctica de la trompeta, a la orientación de la cabeza, a la voz o al habla, todos estos problemas presentan un parentescoclínico indiscutible, y pueden incluso asociarse y presentarse si-multáneamente en un mismo paciente. Así, podemos encontrar-nos a veces con que un paciente afectado de disfonía espasmódicahabía presentado también episodios de tartamudez en su infancia;o podemos descubrir uno de estos problemas en los antecedentesfamiliares de un paciente que sufra de otro de ellos: un calambrede los escribientes en el abuelo de un paciente tartamudo, porejemplo.

En cuanto a las discusiones acerca del origen de las distonías fo-calizadas, son exactamente las mismas que tienen lugar en el casode la tartamudez.

¿Qué es preciso retener de todas estas causas propuestas?

Razonablemente, no puede considerarse que la lengua esté im-plicada en el origen de la tartamudez, aun cuando este órgano ten-ga un papel importante en el habla. El aparato respiratorio y la larin-ge, si bien ciertamente intervienen en el problema, no pueden sertampoco considerados los responsables del mismo. Por el contra-rio, la perturbación de la autoescucha puede ser, en algunos casos, la

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causa del mantenimiento de la tartamudez, y podría incluirse, enopinión del autor, en el marco del «quinto defecto fundamental»,del que hablaremos en el próximo capítulo. La insuficiencia linguo-especulativa desempeña también, a menudo, un papel importanteen la tartamudez, si bien se trata de un papel indirecto encuadra-do en la «primera alteración», que será abordada más adelante. Encuanto a las perturbaciones psicológicas, se trata de elementos a ve-ces muy importantes, pero que se incluirían más bien entre los fac-tores predisponentes y desencadenantes, o bien entre las compli-caciones secundarias. Finalmente, y por lo que respecta al sistema nervioso, su papel en la tartamudez habitual resulta mucho másclaro si integramos este problema, tal como hemos propuesto an-teriormente, en el grupo de las distonías, donde la noción de insu-ficiencia deja lugar a la noción de trastorno inducido por la reac-ción del individuo a su propio problema.

• DEL H A B L A N O R M A L A LA TARTAMUDEZ

La idea de que la tartamudez sea producida por la misma per-sona que la padece puede parecer, en un principio, escandalosa.No obstante, si comprendemos mejor cómo se instala este desor-den en los mecanismos del habla de la persona tartamuda, vemosque no hay nada de culpabilizante en esta afirmación. Fara expli-car este trastorno es necesario, sin embargo, comparar más atenta-mente el habla de una persona tartamuda con el de una personaque no lo sea, y buscar más de cerca qué es lo que las distinguefundamentalmente. Esta distinción no resulta en absoluto algoevidente, especialmente cuando constatamos que la tartamudezno es, en modo alguno, exclusividad de las personas tartamudas,sino que puede afectar a todo el mundo.

Tartamudeos del habla normal

Como ya hemos comentado en la introducción de esta obra, elhabla de una persona no tartamuda no fluye siempre de una ma-nera uniforme: presenta dudas, pasos en falso, retrocesos, etc. A pesar de que sean juzgadas a menudo como algo negativo, estasirregularidades en la producción del habla, estas disfluencias nor-males, constituyen un buen indicio de un habla auténtica, de un

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habla que se busca, que corresponde a un intercambio vivo en elque el pensamiento discurre al mismo tiempo que se expresa, enel que la persona que habla está atenta a las reacciones de su inter-locutor, y en el que las emociones tienen también algo que decir(un discurso demasiado perfecto nos da la impresión de ser prefa-bricado y tenemos razones para desconfiar de él). Sin embargo,bajo la influencia de una emoción imprevista o ante el giro «dra-mático» que a veces puede tomar un intercambio verbal, podemosponernos nerviosos y empezar a tartamudear, con repeticiones desílabas o de palabras y con prolongaciones, del mismo modo queocurre en un tartamudeo auténtico. No obstante, incluso si el nú-mero de repeticiones sobrepasa las tres unidades (clásicamente, enlos casos de tres o menos de tres repeticiones se estima que no setrata de tartamudez verdadera), sabemos a ciencia cierta que, a pe-sar de estos accidentes del habla (estos tartamudeos), no estamosante una persona tartamuda, sino solamente ante una personaexaltada. Y lo sabemos de manera intuitiva porque podemos per-cibir que a cada sílaba repetida la tensión que sostiene el habla deesta persona exaltada disminuye. Notamos, en primer lugar, estadisminución de la tensión porque la voz baja un tono entre una sí-laba y la siguiente, se hace menos intensa y articulada más suave-mente. Pero observamos también esta disminución de la tensión enla mímica de esta persona: su mirada parpadea y se dirige haciaabajo, su cabeza se inclina ligeramente hacia delante acompañán-dose a veces de pequeñas oscilaciones laterales (como si dijera que«no») mientras duran las repeticiones de sílabas o de palabras, o las prolongaciones. Podemos observar también un gesto eventualde la mano, con la palma dirigida hacia delante, hacia el interlocu-tor, cuya significación es expresar el deseo de mantener el contac-to y la comunicación, a pesar de esta dificultad momentánea delhabla.

En general, no prestamos ninguna atención a todos estos fenó-menos auditivos y visuales que señalan esta disminución de ten-sión porque, gracias a «Su Excelencia el Córtex Cerebral» —esepotente ordenador que funciona bajo la bóveda de nuestro cráneoy del que ya hemos hablado anteriormente—, integramos directa-mente su significación. Simplemente, podemos sentir, sin sabercómo, que la tensión disminuye en el habla de esta persona que estánerviosa... ¡lo cual no impide, por otra parte, que su nerviosismocontinúe! Ahora, una vez que estos fenómenos le han sido señala-dos, el lector podrá sin duda observarlos antes de que transcurra

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mucho tiempo, ya que se trata de situaciones muy frecuentes. Seproducen, de hecho, continuamente en las discusiones, pero natu-ralmente no lo notamos porque estamos inmersos en la discusión.

Obsérvese que la persona que se pone nerviosa tampoco lospercibe, ya que, alguien que se exalta es, normalmente, incons-ciente de su excitación: «¡Cómo que me exalto! ¡No, yo no me exal-to en absoluto! Digo las cosas como tienen que decirse, ¡y punto!».Así pues, del mismo modo que ocurre con el nerviosismo y conlos accidentes del habla, también la disminución de la tensión in-voluntaria resulta totalmente inconsciente. Se trata de un compor-tamiento reflejo inconsciente.

¡Un reflejo, en efecto! Podemos decir, pues, que en la personano tartamuda existe, para sus órganos de fonación, un reflejo de re-lajación que se activa en el momento en que aparecen accidentes del habla. Y es una suerte que así sea. Esta disminución de tensión enla musculatura de los labios, de la lengua, de la laringe, de la man-díbula... y de la nuca (el enderezamiento de la cabeza manifiesta eldinamismo de la proyección vocal) facilita de manera evidente lareanudación normal del habla y permite al individuo restablecermejor su puesto en la discusión.

Primera alteración en el habla de la persona tartamuda

¿Qué es lo que ocurre con el habla de una persona tartamudacuando empieza a presentar tales tartamudeos—incluso en ausen-cia de cualquier exaltación o nerviosismo—? En este caso, se pro-duce el proceso inverso: podemos percibir —de manera siempreintuitiva— un aumento progresivo de tensión en los órganos delhabla de esta persona; un aumento tan reflejo e involuntario comolo es la disminución de la tensión en la persona no tartamuda alexaltarse. Este incremento de la tensión puede percibirse de variasmaneras, como por ejemplo a través de la elevación de la tonali-dad o de la intensidad de la voz a cada sílaba, o bien a lo largo dela prolongación (la voz se eleva). Podemos notarlo asimismo en elcarácter cada vez más tenso y explosivo de su articulación, o adi-vinarlo tras la impresión de esfuerzo creciente empleado por el su-jeto para hacer ceder un bloqueo. Podemos incluso, a veces, con-firmarlo violentamente ante el espectáculo de uno u otro de losproblemas asociados descritos en el capítulo anterior. Aun cuandola persona tartamuda intente disimularlo al máximo, podemos

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darnos cuenta fácilmente de la lucha que mantiene contra las síla-bas y las palabras; y, en el caso de que esta lucha desemboque enel comportamiento de estupefacción que caracteriza la tartamudezpor inhibición, nos es imposible confundirlo con una relajacióndada la impresionante evidencia de malestar y desasosiego quepodemos observar.

Esta evidente elevación de la tensión fue confirmada y precisa-da por la experimentación electromiográfica y, en particular, porla desarrollada por el investigador norteamericano W. Starkweat-her (v. bibliografía, pág. 199). Colocando unos electrodos en losmúsculos orbiculares de los labios, este investigador registró unaumento de la actividad eléctrica no solamente en el momento delbloqueo, sino también justo antes del mismo, en el momento enque el bloqueo era sentido por el individuo como algo inevitable.

En relación con lo que ocurre en el sujeto no tartamudo, pode-mos constatar en suma, en la persona tartamuda, la existencia deuna inversión del reflejo normal de relajación de los órganos fonatorios en el momento de los accidente del habla..., inversión que se presentaya en el momento en que estos accidentes son temidos más o me-nos conscientemente. Este aumento de la tensión es involuntario,ya que se trata de un reflejo, pero, contrariamente a lo que ocurrecon el reflejo de relajación en el sujeto no tartamudo, es general-mente consciente. Cuando se les expone esta noción de inversióndel reflejo de relajación, las personas tartamudas declaran normal-mente, salvo en algunas excepciones, que esto se correspondeexactamente con lo que experimentan. La única novedad paraellas es, a veces, la existencia de accidentes en el habla normal, yaque no se habían dado cuenta de que estos accidentes se presentantambién —naturalmente en menor grado— en el habla no tarta-muda. Creían que eran las únicas personas del mundo que tarta-mudeaban. Así pues, toda persona que habla es una persona quetartamudea... de vez en cuando, y lo que caracteriza realmente a latartamudez no es la presencia de accidentes del habla, ya que seencuentran en el habla de todo el mundo, sino el hecho de reaccio-nar frente a ellos con un aumento de tensión, cuando la reacciónnormal es disminuirla de manera automática. Este aumento de latensión en la persona tartamuda favorece, evidentemente, la pre-sentación de nuevos accidentes del habla, que se sucederán, así,cada vez con mayor intensidad y con mayor frecuencia. Hemos deprecisar que en las personas tartamudas esta inversión no se pro-duce frente a cada accidente del habla. Dicho de otro modo, el re-

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flejo de relajación se conserva en mayor o menor medida en la ma-yoría de ellas, en muchas circunstancias en las que su habla pareceno generar problema alguno. Solamente en algunos momentos, y en particular cuando se teme tartamudear, es como si se conectaraun interruptor y el reflejo normal de relajación se invierte, provo-cando «la catástrofe» a consecuencia del incremento de la pertur-bación del habla. Así se explica el carácter, a menudo caprichoso e imprevisible, de la tartamudez que señalábamos ya en el capítuloanterior.

La inversión del reflejo de relajación en el momento de los acci-dentes del habla (al principio, a menudo, banales) constituye, enopinión del autor, la primera alteración seria del acto del habla. Latoma de consciencia de esta primera alteración no permite, desgra-ciadamente, a las personas tartamudas su corrección inmediata.Podríamos pensar, en efecto, que para solucionar el problema bas-taría tan sólo con esforzarse en disminuir la tensión en los mo-mentos en que, hasta ahora, se incrementaba. ¡Esforzarse en relajar-se! A primera vista, puede resultar ligeramente paradójico, peropuede aprenderse. Sin embargo, el hecho de que se trate de un re-flejo significa que se trata de un fenómeno involuntario y rápidoque se desencadena, quizás, en una décima de segundo. Sustituiresta distensión rápida e involuntaria por la voluntad de distender-se, que requiere al menos 2 o 3 segundos (¡...si no 10!), aparece,desde luego, como algo completamente imposible. Recordemosque entre un movimiento automático y un movimiento voluntarioexiste una diferencia de escala de 1 a 30 aproximadamente (allídonde un gesto automático es del orden de 1 mm, el movimientovoluntario que quiere copiarlo es, sin duda, del orden de 3 cm). Deeste modo, en el momento en que empezamos a querer poner or-den en un comportamiento automático, como la marcha, la respi-ración o el habla, estamos, al principio, en la desmesura y causare-mos más bien un desorden. Es inevitable. Es como cuandodecidimos ordenar los armarios: en un primer momento, nuestraacción provoca un desorden descomunal en la habitación.

El hecho de invertir su retlejo de relajación en el momento desus accidentes del habla (de sus tartamudeos) favorece el caminodel niño hacia la tartamudez crónica.

Imposible, pues, solucionarlo diciéndose: «Bueno, ya lo entien-do, voy a intentar ahora relajarme en el momento en que sienta

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que mi habla se atasca». La voluntad de relajarnos, incluso cuandosabemos cómo hacerlo, no puede introducirse en el curso del dis-curso sin desnaturalizarlo gravemente, y ahí está precisamentetoda la dificultad del tratamiento de la tartamudez. Sin embargo,incluso cuando el conocimiento de esta primera alteración funda-mental no permite la curación instantánea de la tartamudez, per-mite al menos comprender cómo empezó el problema, o más biencómo llegó a fijarse hasta hacerse crónico. Puede comprenderse fá-cilmente que cuando la voluntad interviene en los accidentes delhabla debidos a dificultades, a veces banales en un principio, estaintervención puede provocar y fijar poco a poco la inversión delreflejo de relajación del modo que acabamos de explicar: en lugarde disminuir la tensión como todo el mundo cuando el habla seatasca, el sujeto que tiende a desarrollar la tartamudez empieza a «empujar» las sílabas y las palabras para que salgan. Si tiene lapersonalidad adecuada y las circunstancias son las idóneas, el in-dividuo puede empezar a actuar de este modo a partir de los2 años y medio. Al principio, el método funciona (es decir, laspalabras consiguen salir); después, se convierte en una costumbrey poco a poco cada vez va siendo necesario dar un mayor impulsoporque este mismo esfuerzo provoca aún mayor desorden en elhabla. Así, el habla se trastorna, y cuanto más se trastorna, más di-fícil es hacer que fluya. Se inicia de este modo una escalada quelleva a que las repeticiones de sílabas, bloqueos y prolongacionesse multipliquen y se intensifiquen en respuesta al esfuerzo, que,aun siendo en un principio voluntario, se ha vuelto automático y empieza a escapar a todo control. Es así como se instaura la tarta-mudez; como se «cronifica». Así pues, la tartamudez puede generarse

realmente a partir de los esfuerzos que el individuo hace para hablar me-

jor, para superar una dificultad que, de otro modo, hubiera podido ser pa-

sajera.

Factores predisponentes. Factores desencadenantes

Tenemos de destacar que todos los niños que se esfuerzan pormejorar su habla no desarrollan una tartamudez, sino que sola-mente lo hacen aquellos que continúan haciendo estos esfuerzos o los incrementan a pesar de los accidentes que se van haciendo másfrecuentes en su habla (a pesar de los tartamudeos); de lo contra-rio, la mitad o más de la población sería tartamuda. Queda, pues,

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preguntarse por qué ciertos niños continúan aumentando sus es-fuerzos a pesar de los tartamudeos cuando otros, en la misma si-tuación, acaban por disminuir la tensión. Esta cuestión nos lleva a la noción de factores predisponentes y factores desencadenantes.

Algunos factores predisponentes están relacionados con el mis-mo niño. El primero —y consideramos que esencial— de estos fac-tores es que el niño disponga de un potencial de energía impor-tante. No todo el inundo puede volverse tartamudo. Podríadecirse, incluso, que es preciso estar dotado para ello. No es unniño cualquiera el que a los tres años se obstina en vencer sus acci-dentes del habla a fuerza de proponérselo. Es necesaria una ciertafuerza de voluntad —que no todo el mundo posee— y algo de ri-gidez mental: es el niño que tolera mal tener que dar su brazo a torcer cuando él ha decidido su propia manera de hacer algo. Estafuerza de voluntad, no obstante, está aquí mal aplicada, ya que elmecanismo del habla es algo fino y delicado, que no respondebien al trato forzado. Una vez el problema de la tartamudez hayasido resuelto, esta particularidad del temperamento del niño po-drá, seguramente, emplearse de manera más afortunada en algunaotra actividad. Siempre resulta algo positivo disponer de un capi-tal semejante de energía, aunque en el caso concreto de) habla nosea de ninguna utilidad. Del mismo modo, puede considerarsetambién positivo disponer de un coche potente; pero si chocamoscon él contra un obstáculo, los destrozos, evidentemente, seránmayores que si lo hacemos con un triciclo. El resto de factores pre-disponentes de esta primera categoría, es decir, que dependen delniño en sí mismo, son menos ventajosos que el de la fuerza de vo-luntad. Así, todo lo que es capaz de engendrar dificultades psico-motrices puede, de hecho, incluirse en el grupo de factores predis-ponentes, desde la enfermedad motriz cerebral a los problemas deaprendizaje, pasando por los temperamentos perfeccionistas, latendencia obsesiva y, en especial, por todas las causas de sufri-miento psicológico de la primera infancia. Algunos de estos facto-res pueden incluso tener un origen genético. Se trata de un mundocomplejo en el que podemos perdemos fácilmente si en lugar deconsiderar estos factores predisponentes como tales, esperamosencontrar entre ellos la causa universal de la tartamudez.

Existen otros factores predisponentes ligados, esta vez, al entor-no del niño. Uno de los más comunes es una exigencia excesiva encuanto a la corrección del habla. Hay muchos padres que no tole-ran que el aprendizaje del habla se lleve a cabo en un cierto desor-

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den aparente, siguiendo el proceso de aproximaciones sucesivas.Algunos creen, equivocadamente, que los errores del lenguaje de-ben ser corregidos tan pronto como sea posible para que el niñono adopte malas costumbres (!). Asimismo, otras exigencias pue-den, del mismo modo, pesar sobre el niño de una manera nefasta.En este sentido, por ejemplo, la expresión temporal: «Date prisa,que aún llegaremos tarde», en el contexto de un empleo sobrecar-gado del tiempo, o bien, de una manera más general, todas lascausas de apresuramiento o estrés crónico en el seno familiar o es-colar pueden hacer que el niño viva en tensión. Esta excesiva ten-sión puede desestabilizar la mecánica del habla del niño y provo-car a continuación, por su parte, esa reacción de esfuerzo queconducirá a la cronificación de la tartamudez.

Respecto a los factores desencadenantes, se trata normalmentede acontecimientos concretos, a veces completamente ordinarios,pero susceptibles de ser vividos por el niño de una manera trau-mática: el nacimiento de otro niño en la familia, una mudanza, uncambio de escuela, el alejamiento del medio familiar debido a unahospitalización o a unas vacaciones. En ocasiones puede tratarsede acontecimientos más evidentemente traumáticos, que han asus-tado al niño y le han causado un shock emocional: un accidente decoche, la muerte de alguien cercano, un incendio, una agresión,etc. Acontecimientos que resultarán tanto más traumáticos cuandosean minimizados o cuando el niño no consiga reconocerlos y ex-presarlos.

Estos factores predisponentes y desencadenantes merecen serevaluados atentamente, pero sin precipitación. Efectivamente, re-sulta muy fácil quedarse con una primera explicación, sin ir másallá, y no llegar a una comprensión real de lo que le ocurre al niñoque empieza a tartamudear. Cuando en el entorno del niño se daun factor desencadenante, podemos tener tendencia a sobrevalo-rar su importancia: «¡Qué desgracia que este perro haya asustadoa mi hijo!», pueden pensar unos padres, temiendo los daños irre-parables que esta experiencia traumática puede haber causado alniño. Es esencial que estos padres sepan que un acontecimiento deeste tipo no bastará nunca por sí solo; que este trauma podrá de-sencadenar la aparición de la tartamudez solamente cuando existaun terreno propicio constituido por los factores predisponentes. Espreciso tener presente que si la tartamudez aparece y persiste esporque estos factores predisponentes y desencadenantes han sus-citado y mantienen en el niño esta reacción particular de lucha soli-

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taria contra su propio problema. La tartamudez es un fenómenomultifactorial y complejo, pero en el capítulo 7 veremos cómo, a pesar de todo, es posible evitar su arraigamiento.

Ei esfuerzo del habla agrava la tartamudez instalada

El esfuerzo, más o menos consciente, de hablar mejor a pesar delas dificultades, no se produce solamente en la infancia, es decir, alinicio de la tartamudez, sino que puede, en ocasiones, estar pre-sente a lo largo de toda la vida. Frecuentemente, la persona tarta-muda enfrentada a un bloqueo parece no querer hacer otra cosaque obstinarse en sus esfuerzos por hacer «salir las palabras», conla esperanza de que sea cuestión de sólo medio segundo, a pesarde que sus intentos duren ya cuatro o cinco segundos. Inclusocuando el individuo está convencido de que de este modo estáagravando su tartamudez no puede evitar empeñarse en lo que élcree su interés más inmediato, «hacer salir la palabra que se resis-te», por delante de su interés general, que es evitar el esfuerzo des-tructor. Cada vez que la persona tartamuda «empuja para que elhabla fluya» está exacerbando de hecho su tartamudez, grabandoen su subconsciente que la fuerza pura y dura es la única solución.Esto es claramente evidente en casos como el de Paul.

Paul es una persona brillante, investigador de alto nivel en elcampo de la física. Tiene alrededor de 30 años y presenta desde suinfancia una tartamudez tónica muy marcada. Tras numerosos in-tentos terapéuticos cuyos resultados fueron meramente transi-torios, empezó un tratamiento bien adaptado que, en un año, lepermitió conseguir una mejoría importante. Su tartamudezciertamente persistía, pero en un grado menor. Desgraciadamente,llegó un día en que tuvo que presentar la tesis de su doctorado y se preparó para ello... insuficientemente, sin duda, con un optimis-mo un poco ingenuo: «Sí, sí, saldrá bien. ¡Seguro que me saldrábien!». Pero cometió un error: Paul creyó oportuno redactar conantelación, por escrito, los comentarios que debería hacer «espon-táneamente» en el momento de la proyección de las diapositivasque ilustraban su trabajo, y estos comentarios aparecieron, natu-ralmente, mal adaptados en el momento de la exposición ante eljurado. Paul se dejó llevar entonces por el nerviosismo y el pánico,y empezó, «porque no podía hacer otra cosa», un combate encar-nizado con las palabras «para hacer que salieran». Esta lucha aca-

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bó con las felicitaciones del jurado por su tesis y con un agrava-miento de su tartamudez equivalente a un retroceso de, por lo me-nos, seis meses de tratamiento.

Frederick P. Murray, en su libro —que ya hemos citado y cuyalectura recomendamos vivamente—, explica también el efecto de-sastroso de sus propios esfuerzos en varias ocasiones en las quetuvo que hablar en público. De estas experiencias, la que resultómás desastrosa para él tuvo lugar en un importante congreso en losaños cincuenta, al que había sido invitado para hablar sobre variastécnicas empleadas en Japón para el tratamiento de la tartamudez.Resulta muy gráfico leer la descripción de la nebulosa que se formóen su mente en el momento de tomar la palabra, de su lucha contralos bloqueos y de su vergüenza una vez la batalla hubo acabado:«Aquello representó una derrota humillante que repercutió en misactitudes reaccionales durante varias semanas», escribe.

La eliminación del esfuerzo del habla previenela «cronificación» de la tartamudez en el niño

Otra prueba —si resultara necesario añadir alguna—, del papeldel esfuerzo voluntario en la fijación de la tartamudez por la in-versión del reflejo normal de relajación que provoca, viene dadapor la eficacia de la prevención cuando ésta consiste, prioritaria-mente, en tratar de eliminar dicho esfuerzo. En resumen, podemosdecir que la tartamudez del niño de menos de 5 años desaparece(no se cronifica) si conseguimos que el niño cese de hacer esfuer-zos en el momento en que su habla se atasca. El problema es obte-ner, por parte del entorno familiar y escolar, en el momento de losaccidentes del habla, una actitud tal que el niño sienta que este es-fuerzo no es en modo alguno necesario. Y esto no es precisamentefácil de conseguir. No se consigue ni por la autoridad ni por lapersuasión. En el capítulo 7 hablaremos más a fondo de este pro-blema fundamental.

Insuficiencia l inguoespeculativa de É. Pichóny S. Borel-Maisonny

Si aceptamos como cierta la primera alteración del habla quehemos descrito como el primer paso hacia la fijación de la tarta-

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mudez, podemos entonces comprender que no es exactamente lainsuficiencia linguoespeculativa la que desencadena la cronifica-ción de la tartamudez, sino más bien el sentimiento de esta insu-ficiencia en el niño, ya sea real o simplemente figurada. Resultacomprensible que un sentimiento más o menos consciente de in-suficiencia del habla pueda, de una manera natural, conducir a un esfuerzo voluntario para mejorar la calidad de la misma. Pue-de tratarse, por supuesto, de un niño realmente retardado o vícti-ma de una deficiencia de origen orgánico, que, enfrentado a suentorno o a sí mismo, cree ser consciente de pronto de su necesi-dad de esforzarse por recuperar el terreno perdido o de paliaresta deficiencia. Pero puede tratarse, por el contrario, de un niñoparticularmente precoz y bien dotado, que se ha valorizado a símismo o que su entorno lo ha valorizado por la excelencia de suhabla. Al creerse obligado a mantener este nivel alto, puede lle-gar a sentirse atrapado por esta exigencia de calidad que acabapor sobrepasar los medios de los que dispone. Se trata, no obs-tante, de casos particulares que no deben ser generalizados. F.lesfuerzo por hablar mejor no vendrá siempre sostenido por unsentimiento de insuficiencia en el manejo de la lengua, ya seaesta insuficiencia real o no. El esfuerzo por expresarse cueste loque cueste y a pesar de cualquier obstáculo imprevisto —ya seaobstáculo físico (los tartamudeos) o psicológico (el temor a des-truir)— es suficiente. Como ya hemos dicho, la tartamudez estodo un mundo.

La primera alteración del habla varía y se atenúa con la edad

La inversión del reflejo de relajación pasa por distintos períodosalternos de agravación y de atenuación durante la infancia y laadolescencia. La inversión se hace más constante y más intensacuando el individuo se enfrenta a la obligación (real o supuesta)de tener que hablar pase lo que pase, o también cuando el sujetovive situaciones o acontecimientos más o menos estresantes. Seatenúa, en cambio, si el habla presenta para él una menor impor-tancia o si su vida pasa por un período de desarrollo más armo-nioso. Del mismo modo, el problema se atenúa, en general, con laedad, de decenio en decenio, incluso en ausencia total de trata-miento, en la medida en que la persona tartamuda toma una acti-tud menos agresiva frente a su tartamudez y aprende a vivir me-

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jor con ella. Sin embargo, al final de esta evolución espontánea nose encuentra, realmente la curación completa.

Reacciones en cadena

La recuperación eventual del reflejo de relajación frente a las di-ficultades del habla no basta para asegurar la curación completade la tartamudez. El desorden subyacente a la tartamudez no se li-mita, en efecto, a esta primera alteración, sino que la inversión delreflejo de relajación es solamente el primero de los atentados con-tra la fisiología normal del habla, que se continúa generalmente, y como veremos en el próximo capítulo, con otros problemas que sesuceden siguiendo una reacción en cadena. Podemos entender fá-cilmente que esta primera alteración conduce generalmente a uncallejón sin salida. A base de aumentar el sobrevoltaje de la me-cánica fonatoria y articulatoria, el individuo se arriesga a llegara situaciones insoportables: inacabables repeticiones de sílabas,prolongaciones interminables, bloqueos absolutos, problemas aso-ciados inaceptables. Para evitarlo, el sujeto tartamudo, enfrentadoa esta sobretensión que se desencadena a pesar de sus intentos porimpedirlo, se sirve ahora de estrategias que le permiten triunfarsobre los obstáculos de otro modo que por la fuerza pura y dura.¡Incluso cuando se dispone de mucha energía, esto acaba por seragotador!

Una primera estrategia consiste en intervenir voluntariamente enla articulación de las sílabas, en la composición de las frases, en laelección de las palabras; es decir, en el detalle de ejecución del ha-bla, lo cual pertenece normalmente al dominio de los movimientosautomáticos. Esta nueva distorsión del acto del habla, esta segunda alteración, permite ciertamente al individuo salir del callejón sinsalida en el que se había introducido (o incluso evita que entre enél), pero se traduce en una pérdida, más o menos marcada, del ca-rácter espontáneo del habla, que se aleja así de su funcionamientonatural. Esta pérdida de espontaneidad del habla conduce, la ma-yor parte de las veces, a nuevos atolladeros, de los que el indivi-duo saldrá gracias a una tercera alteración (la pérdida del compor-tamiento tranquilizador), que irá seguida de una cuarta (pérdidade la aceptación de ayuda), y después de una quinta (pérdida dela autoescucha). Incluso en el caso de que la primera alteración seatenúe con el tiempo, la persistencia de las siguientes mantienen el

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habla dentro de un estado patológico (v. Documento 1 del Anexo,pág. 190). Esto significa que cuando la primera alteración se arrai-ga en el comportamiento del habla de la persona tartamuda y sehace aparentemente irreversible, el problema se complica.

Insistimos en que la tartamudez no es un fenómeno simple y que curarla una vez fijada aunque es posible, resulta extremada-mente difícil. De ahí que sea necesario hacer todo lo posible parasu prevención.

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Capítulo 3

Esto se complica

Tartamudeos. Tartamudez

Repeticiones de sílabas (incluso más allá de las tres unidades),prolongaciones, bloqueos, etc. son elementos que aparecen en elhabla de todo el mundo: en el momento en que el tono se eleva,cuando la discusión se hace acalorada, cuando las objeciones se ha-cen embarazosas, cuando empezamos a exaltarnos verdaderamen-te. No hay nada de anormal en todo ello, incluso si esto no ocurrejamás a algunas personas que no se exaltan nunca y que tienen ten-dencia a considerar anormal que otras personas puedan hacerlo devez en cuando. Quizá tengan razón. De acuerdo con la opinión delautor, sin embargo, la patología empieza realmente cuando, de ma-nera involuntaria, el esfuerzo para conseguir hacer fluir las pala-bras se mantiene o se incrementa, a pesar de la aparición de uno u otro de los tres tipos de tartamudeos clásicos que ya hemos citado.

Imaginemos un conductor que no puede evitar acelerar cuandoen su coche se enciende la luz roja que indica que el motor se estárecalentando. Naturalmente, puede darse un caso de extrema ur-gencia. Si está siendo perseguido por enemigos amenazadores, elconductor acelerará de manera voluntaria a pesar de ver la luzroja, aun corriendo el riesgo de romper el motor. El error empiezasi, después de semejante aventura, adopta la costumbre de noprestar atención a la luz roja.

En el habla, los accidentes (los tartamudeos) son la luz roja.Normalmente, desencadenan de manera automática —es una me-cánica bien dispuesta— el reflejo de relajación que hemos descritoen el capítulo anterior, lo cual provoca que se apague. Esta relaja-ción puede percibirse a nivel auditivo: la voz desciende, la pro-ducción disminuye (el habla se enlentece), la articulación se suavi-za; pero, también a nivel visual: la mirada parpadea o se baja, lacabeza se flexiona y, a veces, oscila.

En el niño que se encamina hacia la tartamudez, los tartamu-deos han perdido su significación de luz roja. Por razones muy di-versas (fuerza de voluntad, circunstancias particulares, predispo-

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sición genética, etc.), este niño mantiene la presión, e incluso la au-menta, a fin de hacer ceder por la fuerza los obstáculos constitui-dos por los tartamudeos que ataca de frente. Esta estrategia le fun-ciona perfectamente al principio, lo cual le incita a continuar«valerosamente» por esta vía. Desgraciadamente, la intensifica-ción de la lucha contra los tartamudeos aumenta el nivel generalde la tensión psicomotriz empleada durante el habla, de tal mane-ra que para el niño se convierte en una costumbre movilizar siste-máticamente, al hablar, una gran cantidad de esta energía. Natu-ralmente, la consecuencia es una progresiva intensificación de lostartamudeos, a la cual el niño responde, por supuesto, con unanueva exacerbación de la lucha. Esta escalada acaba, la mayor par-te de las veces, por hacer la situación totalmente insostenible; lequedan al niño, entonces, dos soluciones. La primera es la del re-pliegue, la retirada: «Cuando, por suerte, mi habla funciona, ha-blo, y cuando no funciona, me callo». Podemos imaginar las con-secuencias psicológicas para el niño: frustración, resentimiento,cólera, depresión, etc. El niño se encuentra en la situación de unanimal salvaje encerrado en una jaula. Privado de la libertad delhabla, su desarrollo psicoafectivo amenaza con resultar distorsio-nado y su adaptación al mundo corre el riesgo de ser refrenada.

La segunda solución —a la que hemos hecho referencia al finaldel segundo capítulo— consiste en alterar voluntariamente el deta-lle de ejecución de su habla y actuar directamente sobre su mecáni-ca de base. En esto consiste precisamente la segunda alteración.

• SEGUNDA ALTERACIÓN: PÉRDIDA DEL CARÁCTERAUTOMÁTICO Y ESPON TÁN EO DEL H A B L A

El lector recordará los tres controladores del habla y, en particu-lar, el primero, que se ocupa de la conformidad a las normas y quehabitualmente actúa en la sombra. Este controlador se las arreglapor sí solo en su misión de verificación mecánica y lingüística delhabla, y no nos tiene constantemente al corriente de sus proble-mas. Solamente se remite a nosotros cuando un problema es sufi-cientemente grave. Se comporta así del mismo modo que unbuen contable que no está molestando continuamente al empresa-rio con los detalles de la contabilidad habitual, pero que no dudaen concertar con él rápidamente una entrevista cuando surge unacuestión delicada de resolver. En esta segunda alteración ocurre

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como si el empresario, incapaz de sanear la empresa permanecien-do en su puesto, descendiera sistemáticamente al nivel inferiorpara imponer al contable unos recursos dudosos y acabar por to-mar él mismo en sus manos, a pesar de su incompetencia, unaparte o la totalidad de la contabilidad, corriendo el riesgo de per-der de vista la marcha general de la empresa. La conciencia (el em-presario en nuestro ejemplo) no es, en efecto, competente más queen el campo de la motricidad voluntaria. Sus procedimientos re-sultan más bien groseros y mal adaptados cuando intenta inmis-cuirse en los delicados automatismos de la articulación del habla.

El niño, sumido en el sobrevoltaje creado por la primera altera-ción del habla, empieza, pues, a recurrir, espontáneamente o poraprendizaje, a recursos o trucos que le permiten hablar, a pesar dela sobretensión que por momentos se acumula en sus órganos arti-culatorios y fonatorios, y que invade incluso, a veces, todo sucuerpo (y también su mente). Estos recursos son múltiples y varia-dos: cambiar de palabra, recalcar las sílabas, preparar su frase conantelación, imponerse un ritmo regular, hacer una profunda inspi-ración, vaciar primero del todo los pulmones, dar golpecitos con elpie, dar un cabezazo hacia un lado, etc. No importa lo que hagacon tal de que consiga hacer bajar la tensión. Efectivamente, si yano debe decir una palabra difícil porque ha encontrado otra másfácil, se siente aliviado. Recalcando las sílabas, consigue movilizary liberar una cierta cantidad de energía sobrante. Preparar su frasecon antelación supone distanciarse y organizar tranquilamente lascosas, darse el tiempo necesario para el ajuste voluntario de la me-cánica del habla (¡algunas personas pueden pensar que ésta es unabuena solución!). Imponerse un ritmo permite contener la sobre-tensión. Hacer una profunda inspiración o vaciar primero los pul-mones equivale a accionar las válvulas de descompresión deemergencia de una caldera. Dar golpecitos con el pie o un cabeza-zo latera] es crear un cortocircuito que descarga momentáneamen-te los condensadores. Estos métodos pueden funcionar por uncierto tiempo, o incluso por mucho tiempo; durante toda la vida,en ocasiones. Con la edad pueden ajustarse mejor, y se procura,aunque no siempre, ponerlos en práctica de una manera más dis-creta. Sin embargo, al no haber solucionado la primera alteracióndel habla, el individuo está continuamente obligado a intervenir, a prestar atención, a desconfiar, a calcular sus acciones verbales.

Esta segunda alteración permite, en algunos casos, evitar com-pletamente los tartamudeos y la persona presenta entonces una

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tartamudez inaparente. No obstante, la mayor parte de las veceslos tartamudeos persisten o, al menos, lo hacen en determinadascircunstancias. Lo más grave, en estos casos, no es la persistenciade los accidentes del habla, atenuados o no. Lo más perjudicial, dehecho, es la pérdida, más o menos marcada, del carácter automáti-co y espontáneo del habla, lo cual resulta, como veremos a conti-nuación, de la pérdida de la capacidad de centrar el acto del hablaen la elaboración del objeto referencial del intercambio verbal(ORIV). 01 lector no debe preocuparse por esta formulación apa-rentemente tan complicada, ya que pronto comprenderá de unamanera clara qué es el ORIV.

Objeto referencial del intercambio verbal (ORIV)

Normalmente, ¿de qué nos ocupamos cuando hablamos? Laprimera respuesta que nos pasa por la cabeza es: «De lo que tene-mos que decir». Como ya sabemos, esta respuesta no es en modoalguno suficiente, ya que hablar no consiste solamente en traduciren palabras nuestros pensamientos (lo que sería sólo dominio delsegundo controlador, es decir, el censor). Cuando hablamos, nosocupamos simultáneamente (o en alternancia), por una parte, dela actitud del interlocutor (o del auditorio) con respecto a lo queestamos diciendo y, por otra parte, del contacto que se establececon los participantes en el intercambio verbal (es decir, de los dosdominios del tercer controlador, especialista en las relaciones conel exterior y en la interacción lingüística).

Recordemos una vez más que, contrariamente a lo que ocurrecon el primero (encargado de la conformidad con las normas), elsegundo y el tercer controlador funcionan a nivel de consciencia.El primer controlador trabaja en el nivel inferior (¡en el nivel deldepartamento de contabilidad!), mientras que los dos restantes selocalizan en el nivel superior (dentro del despacho del patrón). Y es la ayuda de estos dos controladores —con tal de que no descen-damos demasiado a menudo «al piso inferior»— la que nos permi-te construir, con nuestros interlocutores, el objeto referencial delintercambio verbal (ORI V) que describiremos ahora.

El ORIV es un «objeto inmaterial»: no se ve, no se oye, no setoca, pero se imagina y se percibe. Se instala en el espacio que se-para a las personas que están hablando, ya sean dos, tres, cinco o seis, decenas, centenas o más.

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El ORIV está formado por el recuerdo de todo lo que ya se hadicho desde que empezó la conversación; por lo que cada uno creesaber de lo que el otro sabe y no sabe acerca de tema del que seestá hablando; por lo que se desea poder decir y por lo que se sabeque no se podrá decir.

Este «objeto» se construye no solamente a partir de las palabrasde cada uno, sino también a partir de las reacciones que tiene cadapersona al escuchar lo que se le está diciendo: miradas, mímica,actitudes, suspiros o aplausos o silbidos cuando se trata de hablaren público. Todas estas reacciones son señales que informan a lapersona que habla sobre cómo está siendo recibido su discursopor quienes lo escuchan.

El ORIV evoluciona constantemente, de manera paralela a loscambios de pensamiento que resultan de los intercambios verbales, y está teñido del clima afectivo que reina entre los que hablan y/o es-cuchan: simpático u hostil, amigable o solemne, amoroso o distante.

Es común a todos, pero es diferente para cada uno, ya que cadapersona tiene su punto de vista particular sobre él. Sin embargo, eldeseo general es que, al final del intercambio verbal, el ORIV seael mismo para todos, lo cual es totalmente ilusorio... ¡si bien incitaa seguir hablando!

Ocupa el espacio que separa a los participantes del intercambioverbal, pero los agrupa alrededor de este espacio donde se estáconstruyendo.

Presenta, además, un carácter de permanencia: cuando no hablanadie, sigue estando allí.

Por último y por encima de todo, cada persona, cuando toma o recupera la palabra, lo hace en referencia al ORIV y continúaasí su construcción. Si no es así, lo que acaba de decirse pareceinmediatamente incongruente y fuera de lugar. Nos arriesgamosentonces a que se nos diga: «No veo dónde está la relación», loque puede resultar extremadamente vejatorio. ¿La relación conqué? ¡La relación con el ORIV precisamente!

Cuando la persona tartamuda está luchando con los tartamu-deos y buscando recursos para hacer salir las palabras, le resultamuy pronto imposible ocuparse en construir con sus interlocuto-res un objeto de intercambio semejante. El habla toma entoncesun carácter artificial y laborioso e incluso amenaza con llegar a unpunto muerto.

El habla no puede ser natural y fácil más que cuando el indivi-duo está realmente dedicado a construir un ORIV con su interlo-

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cutor o auditorio. Así, resulta indispensable para la verdadera cu-ración de la tartamudez conseguir centrar el habla en la elabora-ción de este objeto referencial del intercambio verbal. La segundaalteración del habla podría, de hecho, definirse como la pérdida dela capacidad de centrar el habla en el ORIV.

La pérdida del carácter espontáneo de este discurso que ya nose ocupa de la construcción del ORIV da a la persona tartamudaun trabajo adicional tal que, la mayor parle de las veces, la condu-ce a una tercera deterioración del acto del habla. Esta nueva dete-rioración consiste en la pérdida del comportamiento tranquiliza-dor, y constituye, de acuerdo con el autor, la tercera alteración delhabla de la persona tartamuda.

• TERCERA ALTERACIÓN: PÉRDIDADEL COMPORTAMIENTO TRANQUIL IZADOR

Repitámoslo todavía una vez más: el habla normal también pre-senta accidentes. Tartamudeos, ciertamente, pero antes de eso,dudas, interrupciones (pausas, silencios), sin contar los farfúlleos,la confusión de una palabra por otra, las palabras contrapuestas,por citar sólo algunos. Cada vez —y decimos bien, cada vez— quetopamos con un accidente —salvo si nos pasa desapercibido, locual resulta francamente lamentable— dirigimos de manera auto-mática un mensaje a nuestro interlocutor. Sin ser conscientes deello, «lo tranquilizamos» asegurándole que, aun cuando nuestralengua vacile un poco, controlamos la situación y sabremos hacerlo necesario para que esta vacilación no derive en consecuenciasmolestas. Pero ni nosotros, tras habérsenos trabado la lengua, ninuestro interlocutor recordaremos más tarde el incidente. Se trata,en efecto, de mensajes que se transmiten esencialmente de manerasubconsciente y su recuerdo no dura más que unos segundos: eltiempo de duración de la memoria inmediata, de la que hablare-mos más adelante.

Gesto tranquilizador

Cuando, al hablar, dudamos o nos interrumpimos durante unoo dos segundos —el tiempo, por ejemplo, de encontrar la palabraque tenemos en la punta de la lengua— hacemos al mismo tiempo

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un gesto particular con la mano que indica que somos, en ciertamedida, conscientes del problema. Con la palma de la mano algoahuecada, ligeramente girada hacia arriba, y los dedos más bienseparados y no extendidos, hacemos una serie de pequeñas oscila-ciones, bastante rápidas, de derecha a izquierda dibujando peque-ños molinillos en el aire. Este «teatro» que hacemos con la mano esun comportamiento tranquilizador dirigido a nuestro interlocutor.Este gesto —que él percibe, no obstante, sin reparar realmente enello—basta para que la interrupción de nuestro discurso no suscitepreocupación alguna. L.a situación será, efectivamente, catalogadade inmediato. Nuestro interlocutor percibe subconscientemente,en primer lugar, que nos hemos atascado en nuestro discurso, y ensegundo lugar, que le estamos indicando que nos hemos encalla-do. Estas dos informaciones se anulan entre sí en nuestro subcons-ciente, ya que lo que le interesa a nuestro interlocutor 110 es sabercómo hablamos y si nos atascamos o 110, sino —esperémoslo almenos— lo que tenemos que decir. De este modo, lo que hacenuestro interlocutor, automáticamente y siempre sin ser conscien-te de ello, es depositar estas dos informaciones juntas en el mismo«cesto» de su ordenador cerebral, y no volverá a recordarlas enabsoluto: estas informaciones no serán, pues, introducidas en lamemoria (110 se inscribirán en el disco duro), sino que habrán tran-sitado, tan sólo algunos segundos, por la memoria inmediata.

Todo lo que es recibido por nuestros sentidos es registrado ennuestra mente aunque no haya atraído nuestra atención. Sin em-bargo, este registro llevado a cabo por la memoria inmediata es decorta duración: sóio algunos segundos (una «memoria viva» muycorta). Si, al cabo de estos pocos segundos, nuestra atención no haresultado atraída hacia el acontecimiento que acaban de percibirnuestros sentidos, éste será definitivamente olvidado. ¡Afortunada-mente! De lo contrario, nuestra mente estaría colapsada por una colección monstruosa de recuerdos sin interés alguno. Pero si du-rante estos segundos prestamos atención a lo que hemos percibidoinconscientemente, podremos guardarlo en la memoria durante al-gún tiempo: unas horas, unos días, unos meses, unos años o inclu-so la vida entera, si nos interesamos por ello durante un tiempomás o menos largo, o bien con mayor o menor frecuencia.

De este modo, si paseamos con otra persona por la acera deuna avenida, nos cruzamos con otros paseantes que caminan ensentido inverso. Los vemos cuando pasan cerca de nosotros, perolos olvidamos muy pronto. No obstante, si la persona que nosacompaña nos dice, de repente: «Mira, el hombre que acaba de pa-

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sar con el impermeable verde es precisamente el Sr. X del que tehablé el otro día», constatamos que, efectivamente, tenemos un im-permeable verde en la mente; y, si nos giramos, lo veremos allí,alejándose, cuatro o cinco metros más allá. Pero si en lugar de ha-cernos el comentario sobre el Sr. X inmediatamente tras haberlovisto, lo hace diez metros más lejos, lo habremos olvidado comple-tamente. Si nos giramos, podremos ver tal vez, a lo lejos, un imper-meable verde, ¡pero no podremos recordar habernos cruzado conla persona que lo lleva!

«Cuanto más señalo mis accidentes del habla,menos los advierten los demás»

Naturalmente, todos notamos las irregularidades, las dudas, lasincorrecciones gramaticales, los tropiezos y, ciertamente, los tarta-mudeos notorios de nuestros interlocutores, pero la mayor partede las veces los olvidamos de inmediato. Lo que resulta curioso y parece, de hecho, contradictorio es que solamente olvidamos estosaccidentes del habla cuando nuestro interlocutor los señala. Así,cuando nos atascamos, si nos abstenemos de enviar esa señal tran-quilizadora de nuestra mano esbozando pequeños molinetes, lla-maremos de manera especial la atención de nuestro interlocutorhacia la interrupción en cuestión. Se da cuenta de que nos hemosatascado, pero al constatar que no lo señalamos, esto le produceuna sensación extraña: no comprende qué significa esta interrup-ción. Se lo pregunta y busca una razón: ¿Qué pasa?, ¿he hecho al-guna cosa que le ha sentado mal?, piensa. En cambio, si la señala-mos como tal, es como si la interrupción no hubiera ocurrido.Dicho de otro modo, cuanto más señalamos a nuestro interlocutornuestras irregularidades del habla, menos atención les presta. Re-sulta extraño, pero es así. Si el lector reflexiona un instante sobreello, refiriéndose a su experiencia personal, estará sin duda com-pletamente de acuerdo.

Otros mensajes tranquilizadores

Estos mensajes tranquilizadores pueden presentar muchos as-pectos. Un gesto de la mano, como comentábamos en el ejemploanterior, pero también un fruncimiento de los labios, una sonrisacómplice, un cierre de los ojos mientras giramos a un lado la cabe-

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za, un «no» de la cabeza, una manera particular de «sobrearticu-lar» una palabra marcando más o menos las sílabas, un gesto decólera ante una palabra recalcitrante. Podría tratarse también deun gruñido, de un «¡he...!», o incluso de algunas palabras: «Unaa...¡Ah!, ¿cómo se dice?». Podríamos utilizar asimismo una explica-ción más completa: «No sé qué me pasa hoy, pero me explico fa-tal». Sin embargo, en este caso, nos salimos del comportamientotranquilizador ordinario, que consiste más bien en mímica y ges-tos y que, por encima de todo, es automático y poco consciente.

En la mayoría de los casos, todos estos mensajes tranquilizado-res han desaparecido en el habla de las personas tartamudas.

Según un estudio comparativo llevado a cabo por D. Piette en1978 sobre un grupo de 26 personas tartamudas y 28 no tartamu-das, esta pérdida del comportamiento tranquilizador se presenta,de manera más o menos marcada, en aproximadamente el 10 % de las personas no tartamudas, mientras que afecta a cerca del90 % de las personas tartamudas.

Salir de la negación

Frecuentemente, la persona tartamuda se comporta como si sutartamudez —vivida como algo vergonzoso— no la afectara másque a ella y no tuviera ninguna importancia para su interlocutor.Olvida que este último es el consumidor de su discurso y que nopuede, verdaderamente, permanecer indiferente a la calidad deéste, incluso cuando, a menudo, se esfuerza por dar esa impresión.

Efectivamente, esta actitud de no admitirla, de. negación de unatartamudez, por otra parte evidente, obliga en general al interlocu-tor a adoptar una actitud similar, a comportarse también él comosi la tartamudez no existiera. La situación de la comunicación es,de este modo, extremadamente complicada. Tenemos, por unlado, a la persona tartamuda que se enzarza en sus tartamudeosempeñándose, mal que bien, en encontrar una salida, mientras in-tenta que sus esfuerzos se noten lo menos posible; y por otro lado,un interlocutor que desea ardientemente que aquella frase se aca-be al fin. Dicho de otro modo, la tartamudez está ocupando un lu-gar destacado en la mente de cada uno de ellos, obstruyendo el ca-nal de una comunicación que ha dejado de ser el principal centrode atención.

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Esta pérdida del comportamiento tranquilizador es, natural-mente, la continuación lógica de la segunda alteración. Al reducir-se el habla a una simple labor de traducción del pensamiento enpalabras, la situación de intercambio deja de ocupar el primer lu-gar. El deseo de la persona tartamuda es que su interlocutor existalo menos posible, a fin de que no altere su discurso, por lo que eltercer controlador, el encargado de la interacción lingüística, pasaa no tener ni voz ni voto. Y la persona tartamuda aún enviará me-nos a su interlocutor mensajes destinados a mejorar la calidad delintercambio.

Tal como podemos imaginar, este problema no se solucionasiempre de una manera sencilla. La recuperación del comporta-miento tranquilizador natural se produce incluso, en general, bas-tante avanzado el tratamiento. Su recuperación es, a menudo, unacontecimiento que suele anunciar la curación de la tartamudez y acostumbra a preservar eficazmente al individuo contra toda reci-diva.

• CUARTA ALTERACIÓN:PÉRDIDA DE LA ACEPTACIÓN DE AYUDA

En la evolución de una tartamudez que se agrava, la pérdidadel comportamiento tranquilizador suele entrañar, a continuación,la pérdida de la aceptación de ayuda. Esta nueva pérdida constitu-ye el cuarto defecto del habla.

Normalmente, si cuando estamos hablando con alguien tene-mos un problema con una palabra que no acabamos de encontrar,nuestro interlocutor no duda en apuntárnosla si cree saber de cuálse trata, y nosotros le estaremos más bien agradecidos por el rega-lo. Del mismo modo, si nos enzarzamos en una larga frase muyelaborada que no sabemos cómo terminar, pero cuyo sentido hasido ya captado por nuestro interlocutor, será a menudo este mis-mo quien acabe de expresar lo que cree que estamos intentandodecir. Nosotros, simplemente, daremos nuestra aquiescencia y selo agradeceremos: «¡Sí, eso mismo! ¡Es exactamente lo que queríadecir!». Si, por el contrario, nuestro interlocutor nos demuestra, alacabar la frase, que ha malinterpretado nuestra idea, tampoco nosmolestaremos. Sencillamente, le informaremos de que no era preci-samente aquello lo que queríamos decir. De todos modos, esta per-sona nos habrá favorecido al intentar ayudarnos, ya que su ínter-

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vención nos mostrará cómo está interpretando nuestro discurso.Los intentos de ayuda, acertados o no, forman parte de la interac-ción lingüística normal. Señalamos, no obstante, que, de acuerdocon el estudio realizado por D. Piette y que ya habíamos mencio-nado (v. pág. 65), esta intervención del interlocutor es mal acepta-da por el 15 % de las personas no tartamudas aproximadamente;en este porcentaje se incluyen probablemente las personas que noaceptan jamás que se les corte la palabra. En cambio, resulta per-fectamente, e incluso a veces inconscientemente, aceptado por el85 % restante (a no ser, en casos en que pueda resultar molesto sise juzga que el interlocutor está interrumpiendo a propósito).

Ahora bien, cortar la palabra a una persona tartamuda o, sim-plemente, proponerle una palabra que parece que no acaba de po-der pronunciar es algo que no nos atrevemos siempre a hacer, es-pecialmente si se trata de una persona tartamuda desconocida.Efectivamente, no tenemos manera de saber cómo será recibidaesta ayuda que querríamos prestar. Aproximadamente en el 60 % de los casos, siempre según el estudio de D. Piette, esta ayuda se-ría experimentada por la persona tartamuda como una afrenta hu-millante, como un juicio de incapacidad vergonzosa.

Comúnmente, en las conversaciones con personas tartamudas,aparece siempre una gran cantidad de malentendidos por lo querespecta a la intervención del interlocutor, ya que éste es vividopor la persona tartamuda no como la pareja de un intercambio,sino más bien como un juez de su manera de hablar. El préstamode una palabra es sentido, a menudo, como un robo de pensa-miento. El aspecto activo de la escucha del interlocutor resulta malrecibido. La persona tartamuda olvida que, normalmente, el inter-locutor trata de comprender con antelación, trata de anticipar loque queremos decirle. Resulta aún peor cuando el interlocutor«mete la pata» y propone una palabra que no viene al caso, lo cualproduce, en general, en la persona tartamuda un grado de deso-rientación importante, ya que tiene dificultades para apoyarse enel error del interlocutor para restablecer su propio punto de vista.En el niño, esta anticipación errónea del interlocutor puede, enocasiones, desencadenar reacciones muy violentas: llanto, cólera,mutismo o marcha precipitada hacia su habitación.

A pesar de todo, la aceptación de ayuda resulta, no obstante,menos difícil de restablecer que la pérdida del comportamientotranquilizador. La persona tartamuda suele admitir bastante rápi-damente que lo que realmente importa no es hablar bien, sino ha-

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cerse comprender. ¿Para qué va a continuar, entonces, articulandolaboriosamente una frase hasta el final si el interlocutor ya la hacomprendido?

Esta cuarta alteración no se presenta en un 40 %, aproximada-mente, de las personas tartamudas, quienes, a la inversa del 60 % restante, aceptan de buen grado la ayuda de su interlocutor por-que les evita un esfuerzo inútil. En estos casos, sin embargo, elproblema se mantiene, en general, ya que la persona tartamudatiene dificultades en hacer sentir a su interlocutor que su ayudaserá aceptada y es incluso deseada. En el curso del tratamiento,aprenderá a pasar de la ayuda aceptada a la ayuda solicitada. Seránecesario para ello haber admitido previamente que la ayuda aje-na no tiene nada de humillante y que aceptarla es más bien un re-galo para la persona que la ofrece.

• QUINTA ALTERACIÓN:PÉRDIDA DE LA AUTOESCUCHA

No podemos estar completamente seguros de que esta quintaalteración derive solamente de la precedente, sino que es más po-sible que derive tal vez de todo el conjunto de alteraciones previasy, sin lugar a dudas, especialmente de la primera. Por otra parte,se presenta sólo en el 20 % de las personas tartamudas.

Esta quinta alteración le fue revelada al autor por un paciente alque trató en los años sesenta cuya historia merece la pena expli-car. Este paciente, con dificultades de habla, acababa de entrar enla Escuela Nacional de Administración francesa (ENA), lo cual, sise está al corriente de la importancia que tiene la expresión oral enesta honorable institución, podemos interpretar como un verdaderodesafío. Este paciente no acudía a la consulta por una tartamudez,a la que ni se refirió siquiera y que resultaba prácticamente ¡napa-rente — a l menos para el foniatra principiante que el autor era enaquel entonces—, sino que se lamentaba tan sólo de una alteraciónen la articulación de la consonante «r»: «Como podrá usted verciertamente —dec ía— , tengo un problema con la "r". Habrá notadojustamente ahora cómo acabo de pronunciar esta letra en la pala-bra ciertamente».

Sin embargo, por más que el autor se esforzaba no percibíanada anormal salvo un habla algo afectada, tensa y reprimida; unhabla sometida a un control de vigilancia de algún tipo. La conso-nante «r» parecía pronunciada con bastante normalidad, aunque tal

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vez algo excesivamente remarcada, si tenemos en cuenta que enfrancés esta consonante está, en la actualidad, más o menos envías de desaparición.

Se emprendió un tratamiento de relajación con el objetivo desuavizar esta habla ligeramente tensa y, al cabo de algún tiempo,resultó evidente que toda tensión y vigilancia era de hecho una de-fensa contra una tartamudez que, gracias a la práctica de la relaja-ción, iba desvelándose poco a poco. Resultó una dura pruebaaceptar esta tartamudez así camuflada bajo una tensión articulato-ria algo particular. Pero, ¿cómo neutralizar a la bestia sin que aca-bara antes de asomar la cabeza?

El tratamiento duró tres años, es decir, el tiempo que duraron losestudios de este paciente en la ENA, por lo que es fácil imaginarlas dificultades con que topó en los exámenes orales y en las expo-siciones en clase. De hecho, este paciente llegó a curarse comple-tamente gracias a que tuvo que cumplir el servicio militar y descu-brió al hacerlo que sus problemas de elocución, tan molestos en laENA, le resultaban mucho menos en el trato con sus camaradasdel ejército.

Algunos años más tarde, en 1971 exactamente, el autor decidióenviar una encuesta a sus ex pacientes para preguntarles, por unaparte, cómo seguían y, por otra, qué opinión les merecía la teoríade las alteraciones fundamentales del habla de la persona tar-tamuda, que había empezado ya a elaborar. Este paciente respon-dió a la encuesta aportando su apreciación favorable a esta teoría,pero añadiendo dos puntualizaciones. En primer lugar, la conve-niencia de que el autor instalara en su consulta unas pequeñas ca-binas individuales que los pacientes pudieran usar para practicarsolos los ejercicios aprendidos durante el tratamiento, ya que esto— d e c í a — era difícil de hacer en casa. Tal vez tuviera razón; sinembargo, y por diferentes motivos, el autor no ha llegado a satisfa-cer por el momento, esta petición. En segundo lugar, y con respec-to a la teoría de las alteraciones del habla (cuatro en aquella épo-ca), el ex paciente se mostraba completamente de acuerdo, peroopinaba que había olvidado una quinta alteración que considerabafundamental: la imposibilidad de que la persona tartamuda escuchesu propia habla.

Muy interesado por esta idea, el autor constató que para aproxi-madamente el 20 % de las personas tartamudas resultaba efectiva-mente imposible escuchar a posteriori los 4 o 5 últimos segundosdel discurso que acababan de pronunciar.

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Autoescucha y señal de error

Normalmente, como sabemos, no nos escuchamos al hablar. Si lohacemos, perdemos el contacto con nuestro interlocutor, que en estecaso dejará, en general, de interesarse por lo que estamos diciendo.Sin embargo, lo que sí que hacemos es oírnos, de manera que si pa-ramos de hablar, podemos oír lo que acabamos de decir gracias altiempo de la memoria inmediata. Es esta posibilidad la que nos per-mite rectificar cuando hemos cometido algún error al hablar. Así,por ejemplo, al despedirnos de un amigo decimos: «Bueno, nos ve-mos entonces el martes, como siempre...» y, tras decirlo, nos inmovi-lizamos de repente mirando ligeramente hacia arriba o hacia un lado«porque alguna cosa nos dice que algo no va bien». Durante estebreve intervalo de tiempo, nos reescuchamos y nos damos cuenta deque acabamos de decir «martes», lo cual nos permite rectificar: «¡No,perdona, el martes no! Esta semana no me va bien el martes, mejor elmiércoles». Tal como hemos dicho a propósito de la memoria inme-diata, todo lo que ha chocado a nuestros sentidos, incluso sin serconscientes de ello, tiene unos segundos para llamar nuestra aten-ción antes de ser completamente olvidado. Ahora bien, para el 20 % de las personas tartamudas, esta «reescucha» mental, esta posibili-dad de «rebobinar y hacer pasar de nuevo en nuestra cabeza la gra-bación de lo que acabamos de decir», es totalmente imposible.

Podemos decir, en suma, que estas personas tartamudas presen-tan un cierto tipo de sordera. Una sordera selectiva que afecta exclu-sivamente al habla: al habla propia, en primer lugar, pero también,aunque normalmente en menor medida, al habla ajena. Natural-mente, el sentido de lo que se ha dicho permanece accesible en la memoria inmediata, pero no ocurre lo mismo con la integridad delmensaje en su forma acústica: modulación vocal, ritmo de las pala-bras, dudas articulatorias, etc. «Sí, sé lo que acabo de decir, pero nopuedo volver a oír mis palabras». En otras ocasiones, la persona tar-tamuda puede volver a oír el habla de los demás y la suya propia,pero esta reescucha ha sido, de algún modo, filtrada previamente:los tartamudeos han sido eliminados. «Sí, puedo volver a escucharmi voz y mis palabras, pero no mi tartamudez».

Esta sordera selectiva tan singular puede explicarse fácilmente:cuando una persona ha perdido la capacidad de manejar de mane-ra satisfactoria sus accidentes del habla, no le resulta de ningunautilidad tomar conciencia de ellos —de hecho, hacerlo le puede re-sultar más bien perturbador—. En estas condiciones, se acaba por

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desconectar la «señal de error» (la sensación de que alguna cosano va bien), que es normalmente lo que desencadena la reescuchamental que permite hacer las rectificaciones oportunas. Por eso, al-gunas personas tartamudas pierden la noción de la importancia desu tartamudez y se quedan completamente estupefactas cuando seles deja oír la grabación de su discurso.

Algunos métodos de reeducación están basados en la autoescuchadel habla, dominio en el que seguramente habrá alguna alteraciónimportante que corregir en las personas tartamudas. Por otra parte,no se trata solamente de la autoescucha, sino que encontramos tam-bién alterada la escucha en general y la escucha del interlocutor enparticular; sin olvidar la escucha de los silencios. Es especialmenteen los silencios, en las pausas, donde se construye el ORIV.

• SEXTA ALTERACIÓN:AFECTACIÓN DE LA EXPRESIVIDAD

Cuando hablamos, estamos expresando muchas más cosas delas que nuestras palabras dicen por sí solas. Estamos comunican-do, además, cuáles son nuestros sentimientos con respecto alasunto del que estamos hablando y, por otra parte, qué sentimosrespecto a la situación en la que nos encontramos. Para ello nosservimos no solamente de las modulaciones de nuestra voz y delritmo de la articulación, sino también de la expresión de la cara,la actitud corporal y los gestos que acompañan al habla y que,podríamos decir, forman parte de ella.

Estos dos tipos de sentimientos son, prácticamente siempre,percibidos por nuestro interlocutor desde el momento mismo enque empezamos a hablar. En otras palabras, cuando alguien tomala palabra, podemos saber generalmente, incluso antes de conocerde qué está hablando, si aquello de lo que va a tratar su discurso leentusiasma, le repugna, le divierte, le interesa, le aburre, le dejaperplejo, etc. Por el contrario, con una persona tartamuda, estamosa menudo obligados a esperar hasta que acabe la frase completapara comprender si está a favor de lo que dice, en contra, o bien sile resulta totalmente indiferente.

Lo que se percibe fundamentalmente cuando una persona tarta-muda habla es la molestia o el sufrimiento que le produce su tar-tamudez, y esto altera, más o menos (o incluso puede enmascararcompletamente), la expresión de cualquier otro sentimiento.

72 La tartamudez: opción curación

Del mismo modo, al hablar con alguien vemos inmediatamentecómo está reaccionando a lo que le decimos y cómo esta reacciónvaría de segundo en segundo. A través de la sonrisa, de los frunci-mientos de cejas, los movimientos de cabeza, las miradas de nuestrointerlocutor mientras hablamos, podemos hacernos una idea clarade su posición respecto a lo que estamos diciendo y los sentimientosque esto le provoca. Cuando hablamos con una persona tartamuda,a menudo no podemos percibir nada de todo esto, y esta falta dereacción nos lleva, de vez en cuando, a tener que requerir informa-ción adicional, es decir, a tener que preguntarle si entiende loque decimos, si está de acuerdo o no, si le interesa el asunto, si leaburre. La respuesta acostumbra a ser «¡pues claro que sí!» o «¡puesclaro que no!» en tono ligeramente impaciente, como queriendo sig-nificar que nos tendría que haber resultado evidente.

Esta afectación de la expresividad es resultado de la segunda al-teración, es decir, del hecho de que la persona tartamuda se ocupede manera consciente y voluntaria del detalle de ejecución del ha-bla. Así pues, las personas tartamudas intentarán, siempre que lessea posible, eliminar todas las emociones que podrían surgir a lolargo de su discurso y que vendrían a desorganizar su disposiciónartificial.

Emoción y habla

El tratamiento de esta alteración consiste en restituir a la emo-ción su papel de soporte dinámico del habla. Normalmente no ha-blamos al ritmo de las palabras (¡y mucho menos al ritmo de las sí-labas!), sino al ritmo de las representaciones mentales y de lossentimientos sugeridos por aquello de lo que hablamos y por la si-tuación que estamos viviendo en aquel momento. Si se consiguevivirla plenamente al hablar, la emoción no supone una dificultad,sino más bien todo lo contrario.

De hecho, la emoción es como un caballo. Si sabemos montar,nos puede llevar muy lejos, pero ¡cuidado!, si no sabemos montaro tenemos miedo de hacerlo, nos tirará al suelo y tendremos quecontinuar a pie... ¡si no estamos demasiado maltrechos para ello!

Aprender de nuevo a dejar que la emoción anime nuestra ha-bla, la active, la conduzca, la sostenga, dándole así una mayor cre-dibilidad, es un paso fundamental en la adquisición o el retorno a un habla normal.

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Capítulo 4

Tartamudez, comicidady burlas

La tartamudez hace reír. Un personaje tartamudo en el teatro esnecesariamente un personaje cómico y es difícil imaginar un héroetrágico tartamudo. Pero, ¿qué es lo que resulta tan divertido de latartamudez? Representa un sufrimiento importante para la perso-na que la padece. Un sufrimiento no siempre evidente, es cierto,pero, incluso cuando lo es claramente, esta evidencia no hace per-der en modo alguno a la tartamudez ninguna de sus virtudes có-micas.

• PERSONAS TARTAMUDASDE LAS QUE NADIE SE RÍE

Podemos observar, no obstante, que hay personas tartamudasde las que nadie se ríe, que no son nunca objeto de bromas y cuyatartamudez evidente no provoca ni tan sólo una sonrisa. ¿Cómo seconsigue esto? Comprenderlo resulta realmente esclarecedor. Elmejor sistema para defenderse contra los bromistas, contra las per-sonas malintencionadas que no tienen nada mejor que hacer quereírse de la fatalidad de la tartamudez, es saber evitar dar pie a larisa. ¿Qué es lo que caracteriza a esas personas tartamudas de lasque no sólo nadie se burla, sino a las que se trata siempre de ayu-dar en sus dificultades para expresarse? Pues bien, se trata simple-mente de personas que, lejos de esforzarse en ocultar al máximosu problema, admiten su evidencia sin dudarlo. Son personas quehan aprendido a vivir abiertamente su tartamudez de la mejor ma-nera posible; que luchan directamente contra ella, sin duda —locual es de lamentar— y que tratan de controlarla, pero sin intentardisimularla en ningún momento.

Efectivamente, lo que da un aspecto cómico a la tartamudez noes la tartamudez en sí misma, ya que se trata evidentemente de unfenómeno penoso, sino la impresión que da la persona tartamuda

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74 La tartamudez: opción curación

de no querer admitir la existencia de esta dificultad. Es su preten-sión de querer actuar como si la tartamudez no existiera lo queprovoca la risa. Es lo que llamamos actitud de negación.

Nótese que ocurre exactamente lo mismo con algunas desgra-cias físicas. Si, por ejemplo, tenemos una verruga antiestética en lapunta de la nariz, siempre será mejor que nos mostremos cons-cientes de ello y que seamos los primeros dispuestos a verle ellado divertido. Si los demás se dan cuenta de que la existencia dela verruga nos atormenta, estaremos dando aún más pie a las alu-siones burlonas que nos pueden hacer sufrir.

• Z A N A H O R I A S Y PUERROS

Imaginemos las dos escenas siguientes. Una persona que vuel-ve de hacer sus compras tropieza en la calle con un obstáculo im-previsto y cae de bruces. En su caída, deja caer la bolsa que llevabaen la mano y de ella sale un paquete de zanahorias. Algo aturdida,se levanta, con cuidado, y se sacude manos y rodillas. Una perso-na que pasaba por allí le pregunta si se encuentra bien y si no seha roto nada; mientras, otra recoge la bolsa y las zanahorias... y lahistoria acaba aquí. Otra persona tiene, después, la misma desgra-cia y cae también, del mismo modo, de bruces en la calle, soltandosu bolsa, de la que se sale un manojo de puerros. Sin embargo,esta persona, enormemente vejada por su caída, se levanta rápida-mente, recoge con presteza la bolsa y los puerros y se va apretan-do los dientes, mientras que las dos amables personas que hanpresenciado la escena la miran sin ocultar su risa. El ridículo noviene, pues, del hecho de haberse caído en la calle, sino del hechode no querer admitirlo.

• M Á S PREJUICIOS QUE SE DESPRENDENDE LA NEGACIÓN DE LA TARTAMUDEZ

Naturalmente, puede comprenderse este deseo de negar la tar-tamudez que se apoya en la idea de que si se deja a un lado suexistencia, si no se le presta atención, acabará por desaparecer.Desgraciadamente, no se trata más que de una ilusión que condu-ce, como sabemos, más bien al resultado contrario. El desacuerdoque existe entre la evidencia de la tartamudez y su negación por

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Tartamudez, comicidad y burlas 75

parte de la persona que la sufre produce inevitablemente en el in-terlocutor un malestar que va aumentando progresivamente y quepuede llevarle, muy a pesar suyo, a enrojecer, a sonreír y a sufrirexplosiones de risa difíciles de reprimir.

En una sociedad que pretende ser civilizada, un adulto que seburla de una persona tartamuda en su presencia es consideradoun personaje grosero y dará una idea más bien negativa de su de-sarrollo psicológico. Sin embargo, la situación es distinta por loque respecta a los niños. Los niños no acostumbran a hacerse rega-los. Un niño tartamudo estará, pues, fuertemente expuesto a lasbromas y no podemos hacer mucho por evitar que sus compañe-ros —especialmente si tienen menos de doce o trece años— se bur-len de él imitando, por ejemplo, sus tartamudeos. Por supuesto,podemos prohibir las bromas de manera autoritaria, pero ésta noes necesariamente la mejor solución. Sería preferible que el maes-tro explicara a la clase en qué consiste la tartamudez y les informa-ra del daño que pueden causar sus bromas. Pero, a la espera deque este comportamiento se generalice, ¿qué podemos hacer?

• LA SUPREMA INDIFERENCIA

En general, el niño tartamudo reacciona a las burlas con una ac-titud de «suprema indiferencia». Hace como si no oyera al burlóno al imitador, y lo hace bien, ya que no está precisamente falto devoluntad y energía. Esta actitud incita al bromista a aumentar supresión burlona. Es inevitable. Si un niño se burla de la tartamu-

dez es porque esta tartamudez le molesta de algún modo, tal como parecen opinar los psiquiatras, o bien lo hace porque tiene alguna cuenta que saldar con el niño tartamudo y se aprovecha de su punto débil para conseguir vengarse. ¡Puede tratarse incluso de que quiera molestarlo simplemente porque es mejor alumno que él! La presión, se eleva, el niño tartamudo mantiene aún esta acti- tud soberbiamente indiferente, hasta que llega un momento en que estalla la tormenta y entonces se lanza con toda la violencia que ha acumulado sobre el bromista, al que pilla totalmente por

sorpresa.

Naturalmente, ésta es una manera de solucionar —provisional- mente— el problema, si bien, en opinión del autor, no es en modo alguno la mejor. Es mejor aconsejar al niño tartamudo que respon- da a las burlas haciendo comprender a los bromistas que ya está al

76 La tartamudez: opción curación

corriente de su tartamudez, que es perfectamente consciente deella: «Cuando alguien se burle de ti o cuando imite tu tartamudeo,dile sencillamente: "Sí, sí, tartamudeo. Ya lo ves, pero yo ya lo sé". Re-sultará difícil burlarse luego de ti. La gente sólo se burlará de tutartamudez si das la impresión de no querer reconocer que existe.Pero, si, a pesar de esto, el otro continúa, puedes decirle entonces:"Cuidado, si, si, si me imitas, puede ser porque esto es, es, es contagioso a veces". Si llegas a decirle esto, provocarás risas. Pero ya no se rei-rán de ti, sino del que te ha imitado y las bromas cesarán.»

• EL B U R L A D O R B U R L A D O

Podemos encontrar casos de tartamudez que se han desencade-nado en niños que se burlaban de un compañero tartamudo. Po-demos comprender fácilmente por qué mecanismo puede suceder.Se trataba, en primer lugar, de un niño ciertamente predispuesto.Si adopta la costumbre de burlarse imitando al niño tartamudoque no contesta y que reacciona justamente con su habitual actitudde suprema indiferencia, puede darse cuenta, de repente, de que es-tos tartamudeos, en un principio voluntarios, se condicionan y empiezan a escapársele en mayor o menor medida. ¡Pánico! Es-fuerzos por tratar de evitarlo y aparición de la inversión del reflejode relajación. Confiemos en que se instaure un tratamiento rápidoy que la cronificación de esta tartamudez verdadera incipientepueda ser desactivada. ¡Volverse tartamudo de por vida, siendoniño, por haberse burlado de un compañero tartamudo es, tal vez,un precio demasiado caro para pagar!

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Capítulo 5

Acerca de la tartamudez

L,a tartamudez es un problema de fácil diagnóstico, incluso paralas personas no especialistas en el tema. Cualquiera puede, instin-tivamente, reparar en que una persona es tartamuda, incluso si sutartamudez es inconstante o particular. El elemento más importan-te que percibimos en los casos de tartamudez no evidente es, talcomo ya hemos explicado al principio de este libro, la impresiónde incertidumbre en la que se halla la persona tartamuda respectoa su propia habla.

A pesar de esta aparente facilidad para su diagnóstico, puedenaparecer, no obstante, discusiones acerca de determinadas pertur-baciones del habla que presentan una cierta similitud con la tarta-mudez. Un primer tipo de estas perturbaciones correspondería a los accidentes del habla normal y lo que se denomina aún en oca-siones, en el niño pequeño, tartamudez fisiológica. Un segundotipo reuniría, por una parte, las repeticiones de sílabas o de pala-bras (palilalias), que pueden observarse a veces en la enfermedadde Parkinson y en afecciones similares; y, por otra parte, la tarta-mudez, llamada neurológica que puede presentarse en un adultotras un traumatismo. Por último, un tercer tipo estaría constituidopor los farfúlleos. Vamos a considerar a continuación cada uno deestos casos.

• ACCIDENTES DEL HABLA NORMAL

Haremos sólo un breve comentario sobre esta cuestión, ya quehemos insistido suficientemente en los capítulos anteriores en quelo que caracteriza a la tartamudez no es la existencia de accidentesdel habla, sino la manera de reaccionar ante ellos con un aumentode la tensión, mientras que en la misma situación una persona notartamuda reacciona de manera refleja con una disminución de lamisma. Así, cuando un niño de cuatro años repite tranquilamentetres o cuatro veces el artículo antes de decir una palabra («la la lala pelota», por ejemplo, para pedir la pelota), no podemos hablar

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78 La tartamudez: opción curación

ya de tartamudez. La verdadera tartamudez sólo empieza en elcaso de que, en el momento de estas repeticiones, la tensión psico-motriz aumente. En algunos casos, el nivel de tensión no aumenta,pero permanece constante, como si en el momento de los tartamu-deos el sujeto (tartamudo o no) no quisiera rebajarla. En opinióndel autor, incluso en estos casos no podemos hablar de tartamu-dez, sino solamente de tartamudeos.

En cualquier caso, lo que debemos observar por encima de todoes que en la persona no tartamuda, niño o adulto, los tartamudeos,incluso si son importantes, no generan ninguna incertidumbre encuanto al devenir inmediato del habla. La persona no tartamudaestá segura de llegar, sin demasiados problemas, al final de su fra-se a pesar de sus tartamudeos, y es libre, además, de interrumpirsu discurso si lo desea. Al mismo tiempo, el interlocutor percibeque, a pesar de los tartamudeos, no existe realmente un problemasusceptible de comprometer la continuación de la conversación.Es, pues, esta ausencia de incertidumbre, tanto en la misma perso-na que tartamudea como en el interlocutor, lo que marca toda ladiferencia entre habla normal y habla tartamuda.

• PAL ILALIAS DE LA DISARTRIA PARKINSONIANA

Vamos a explicar en seguida el significado de estos términos ex-traídos de la jerga médica. La enfermedad de Parkinson resulta dela degeneración progresiva de las formaciones cerebrales encarga-das de controlar la motricidad automática e involuntaria del orga-nismo. La enfermedad se manifiesta, por tanto, en forma de difi-cultades motrices importantes, contra las cuales existe desde hacealgunas décadas un tratamiento médico que, sin curar la enferme-dad, corrige, en mayor o menor grado, sus efectos durante mu-chos años. A pesar de este tratamiento, en las personas afectadasde esta enfermedad pueden observarse problemas de articulacióndel habla, lo que en lenguaje médico se denomina disartria; estapalabra procede de artria, que en griego significa articulación, a laque se ha añadido el prefijo dis, que significa dificultad, desorden,imperfección.

La disartria parkinsoniana se caracteriza por una voz monótona(una pérdida de la entonación del lenguaje como diría Brissaut, cé-lebre neurólogo del siglo xix, a lo que hay que añadir una impreci-sión articulatoria, una aceleración de la fluencia del habla y, por

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Acerca de la tartamudez 79

ultimo, la presencia de repeticiones de sílabas o, más frecuente-mente, de palabras. En términos técnicos, estas repeticiones se de-nominan palilalias, palabra compuesta de lali, que significa hablar,y pali, que significa repetir. Estas múltiples alteraciones llegan a veces a dar al habla el aspecto de un murmullo incomprensible.Naturalmente, podríamos pensar que las palilalias presentan unacierta similitud con la tartamudez. Sin embargo, la diferencia esen-cial entre ambas alteraciones es que las palilalias no se acompañanjamás de un aumento de tensión. El paciente parece asistir pasiva-mente a estas repeticiones, hasta que acaba por desatascarse y pro-nunciar el final de la frase o de la expresión deseada.

La disartria parkinsoniana puede ser reversible gracias a la apli-cación de un tratamiento reeducativo basado en la voluntad delpaciente, que debe aprender a detener primero las repeticionespara hacer a continuación una ligera inspiración voluntaria y arti-cular, finalmente, su discurso de una manera más amplia. Comopodemos ver, las consignas susceptibles de ayudar a los enfermosde Parkinson son completamente opuestas a las que pueden resul-tar de utilidad para las personas tartamudas, ya que, en el caso delos primeros, la obtención de resultados pasa por la aplicación deun esfuerzo de voluntad por parte del afectado. Desgraciadamen-te, y tal como señalaba uno de mis pacientes: «Sí, pero debo debodebo recordar hacerlo». Efectivamente, éste es el problema, y aquílas personas allegadas al enfermo pueden desempeñar un papelfundamental indicándole primero, cuando su habla se hace difícilde comprender, que debe detenerse y tomar un impulso respirato-rio moderado para articular después de una manera más clara. Lasolución para el enfermo de Parkinson consiste, de hecho, en apli-car la mecánica del movimiento voluntario, que en su caso se con-serva bastante bien, a fin de dar un nuevo impulso a sus automa-tismos más o menos perturbados. Todo lo contrario, en suma, delo que conviene a la persona tartamuda, tal como podrá compro-barse tras la lectura del capítulo 8.

Aun cuando, a primera vista, la disartria parkinsoniana puedaparecer semejante a la tartamudez, no se trata en realidad del mis-mo problema. En cualquier caso, la enfermedad de Parkinson estálejos de poder considerarse una distonía focalizada (v. págs. 41 y 42).

80 La tartamudez: opción curación

• LA TARTAMUDEZ DENOMINADA NEUROLÓGICA

La tartamudez que denominamos neurológica es una afecciónpoco frecuente que se presenta, en la mayoría de los casos, tras untraumatismo craneal o bien incluso, en ocasiones, a consecuenciade un traumatismo psicológico violento, como el producido porun accidente de automóvil, por ejemplo, que haya supuesto lamuerte de alguien cercano o en el que la misma persona afectadahaya estado a punto de morir. Tanto en este último caso como enel de la pérdida de conciencia por un traumatismo craneal, puedeobservarse la aparición de una perturbación del habla muy similara la de la tartamudez normal, que puede persistir durante algunashoras y días —semanas, en algunos casos— antes de desaparecer,en general, sin secuelas de ningún tipo. Lo que distingue, no obs-tante, esta tartamudez llamada neurológica de la tartamudez habi-tual es la reacción del individuo frente a su propio problema, yaque, al constatar su dificultad, suele tener tendencia a detener sudiscurso, sorprendido por esta rara anomalía, para continuar lue-go algo más lentamente y con pausas más o menos prolongadas.Sin embargo, en algunas ocasiones puede ocurrir que el sujeto seimpaciente ante la dificultad que presenta ahora al hablar y em-piece a intentar vencerla por la fuerza, lo cual puede llevarle a de-sarrollar una tartamudez verdadera. Esperamos que una informa-ción correcta llegue a interrumpir esta evolución lamentable y queun tratamiento adecuado permitirá la recuperación del habla nor-mal, ya que, de lo contrario, con el tiempo, el problema puede ha-cerse irreversible.

• FARFULLEO

El farfulleo se manifiesta como un discurso particularmente rá-pido y desordenado, hasta el punto de resultar a veces práctica-mente incomprensible. Esta velocidad irreprimible lleva, de hecho,a que las palabras se superpongan y se omitan entonces algunassílabas. La fluencia puede ser muy irregular, con emisiones en sal-vas, entrecortadas por prolongaciones más o menos bien coloca-das, pero, en principio, sin repeticiones ni bloqueos, lo que suponeuna clara distinción respecto a la tartamudez. Otra diferencia, quede hecho consideramos de mayor importancia, entre farfulleo y tartamudez es que la persona que farfullea es muy poco conscien-

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Acerca de la tartamudez 81

te de su problema. Es consciente de que habla deprisa, pero no seda cuenta, en general, de la dificultad que tienen sus interlocuto-res para comprenderlo. Completamente inmerso en lo que piensaque tiene que decir, el sujeto no percibe que entre la intención y larealización de su discurso haya problema alguno. En algunos ca-sos, es como si cada idea que se presentara en su cabeza reclamaraser traducida en palabras, independientemente del interés quepueda o no presentar para el interlocutor. Así, en el mismo mo-mento en que una primera idea surge en su mente, el sujeto em-pieza a expresarla en palabras, pero antes de que esta expresiónhay tenido tiempo de llegar a término, una nueva idea que surgeen su cabeza empieza a tomar el lugar de la precedente en el dis-curso, antes de ser también pronto desbancada por una terceraidea, y así sucesivamente; de tal modo que a los cinco minutos yano sabemos de qué nos está hablando exactamente esta persona niadonde quiere ir a parar.

El farfulleo no tiene siempre un aspecto tan caricaturesco comoel que acabamos de describir, pero resulta claro para el autor quese trata de la consecuencia de un fallo en el triple control del hablaexpuesto en el capítulo 1. El tercer controlador en particular, es de-cir, el que se ocupa de las relaciones con el exterior y de la interac-ción lingüística, se halla completamente ausente en estos indivi-duos, los cuales no llegan ni a sospechar esta ausencia, puesto que,según su filosofía: «Yo digo lo que tengo que decir. Como piensodeprisa, tengo que hablar deprisa y las personas que me escuchanno tienen más que adaptarse a este hecho. Si les resulta difícil, noes mi problema».

En realidad, es probable que en estas personas se den algunosfactores predisponentes de origen neurológico y, sin duda, tam-bién fisiológicos que obstaculicen el control de la velocidad del ha-bla. En un principio, podemos pensar, no obstante, que esta perso-na dispone de una aptitud especial para la velocidad articulatoriaque ha venido cultivando desde el momento mismo de su apren-dizaje del habla; pero esta velocidad provoca secundariamente laaparición de accidentes del habla, a los cuales el individuo respon-de de manera inadecuada y desordenada —actúa, de hecho, delmismo modo en que lo haría un mal conductor al volante de uncoche demasiado potente para él.

El tratamiento del farfulleo es especialmente difícil por el hechode que, salvo alguna excepción, la persona que sufre este proble-ma no llega a plantearse que necesita ser tratada. Piensa, por lo ge-

82 La tartamudez: opción curación

neral, muy sinceramente, que son los demás quienes tienen queadaptarse, ya que esta habla a alta velocidad le resulta perfectamen-te satisfactoria.

Existen, pues, pocas probabilidades de éxito a no ser que seconsigan introducir, en primer lugar, algunos ajustes en las reac-ciones de las personas del entorno (v. Documento 4 en el Anexo,pág. 194), las cuales acostumbran a reaccionar espontáneamentecon quejas y exigencias. La queja suele ser: «No se te entiendenada», mientras que la exigencia consistiría en una exhortación a disminuir la velocidad del habla: «Trata de hablar más despacio».Se trata de reacciones perfectamente comprensibles, ya que el he-cho de no entender a alguien porque habla rápidamente y mal re-sulta realmente desagradable y es normal que se intente hacerque el sujeto sea consciente de ello. Parece más conveniente, noobstante, afinar la queja de manera que se aproxime más a la rea-lidad. La fórmula «no se te entiende nada» resulta, en efecto, ex-cesiva, ya que raras veces no se puede entender absolutamentenada del discurso de estas personas. Partiendo, pues, de esta evi-dencia, será posible, como vamos a ver, mejorar la situación. Encuanto a la exigencia de disminuir la velocidad del habla, que porotra parte parece tan lógica, resultará completamente ineficaz y no conducirá más que a la aparición de bloqueos. Tal como ya he-mos comentado,anterior mente, es imposible pensar, mientras ha-blamos, en el detalle de ejecución de nuestro discurso sin perjudi-car gravemente la calidad de la comunicación. Recordemos quecuando hablamos nos ocupamos normalmente, por una parte, delo que tenemos que decir, y por otra, de la manera en que nuestrointerlocutor nos está —más o menos— comprendiendo. La ordende disminuir la velocidad de su habla orienta la atención del indi-viduo hacia el detalle de ejecución de la misma; es decir, hace querequiera la intervención consciente del primer controlador, el en-cargado de la conformidad a la norma. Ahora bien —repitámoslouna vez más—, este primer controlador trabaja habitualmente enla sombra, en el subconsciente, por tanto. Su irrupción en el pisosuperior, en el de la conciencia, hace todavía más improbable laintervención del tercer controlador, el de la interacción lingüísti-ca, que es la que ya está fallando en el individuo que farfullea.Cuanto más piensa en hablar más despacio, más pierde de vistaal interlocutor. Así pues, la orden de disminuir la velocidad —sies que alguna vez es obedecida— no hace más que empeorar losfarfúlleos.

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Acerca de la tartamudez 83

¿Cómo actuar frente a los farfúlleos?

Tal como hemos recogido en el Documento 4, titulado Habla rá-pida: farfulleo, que aparece en el Anexo de esta obra, la reacciónidónea del interlocutor que se enfrenta a una persona que farfulleaes la siguiente: Cuando no comprendamos realmente lo que esta persona nos está diciendo, debemos hacerle preguntas acerca de lo que creemos ha-ber entendido. Con esta actuación habremos logrado existir en lamente del que habla como un interlocutor auténtico y no como unjuez de este discurso demasiado rápido. Conseguiremos así man-tener una atmósfera de comunicación real, lo cual hará que el far-fulleo evolucione hacia un habla más inteligible.

Sin embargo, con frecuencia estos ajustes de la reacción del en-torno no son suficientes y será necesario proponer a la personaque sufre este problema un entrenamiento adecuado basado —delmismo modo que en el caso de la tartamudez— en técnicas de re-lajación, de inspiración y proyección vocal, fonética y, sobre todo,en un aprendizaje de cómo tener en cuenta el impacto del discursoen el interlocutor. No obstante, es importante tener en cuenta queninguna de estas técnicas tendrá resultado positivo alguno si nodisponemos de una motivación suficiente por parte del paciente.

En ocasiones, el niño cuyas aptitudes para el habla rápida evo-lucionan negativamente hacia el farfulleo toma más o menos con-ciencia de las dificultades articulatorias que se le presentan y em-pieza a luchar contra ellas, lo cual puede llevarle entonces aldesarrollo de una tartamudez verdadera. Algunos autores consi-deran que hasta un 30 % de los casos de tartamudez han tenido suorigen en un farfulleo subyacente. Esta evolución hacia la tarta-mudez es, por supuesto, lamentable y puede engendrar un gransufrimiento; si bien puede suponer, también, que el sujeto se hagacargo de su problema e inicie una terapia adecuada, reeducativa,medicamentosa y/o psicológica que puede traducirse en una cu-ración total del mismo.

Capítulo 6

Evaluación

• CUATRO GRADOS DE GRAVEDAD

La gravedad de la tartamudez es evaluada, a menudo, deacuerdo con cuatro grados de severidad de presentación de lossíntomas:

1. Corresponde a una tartamudez ligera, en la que pueden ob-servarse algunos accidentes del habla que no perjudican notable-mente la comunicación, ya que, después de cada uno de ellos, elsujeto es capaz de reemprender un intercambio normal sin dema-siadas dificultades. En este grado, la tartamudez puede ser perfec-tamente olvidada por el interlocutor.

2. Se trata de una tartamudez más marcada, con accidentesmás frecuentes y más prolongados, acompañados eventualmentede algunos problemas asociados (temblores, extravío de la mira-da) que provocarán ya interrupciones de la comunicación, con laconsiguiente confusión por parte del interlocutor.

3. Agrupa los tartamudeos severos con accidentes prolonga-dos y problemas asociados más impresionantes (revulsión de losglobos oculares, espasmos respiratorios, etc.) que hacen imposiblemantener una conversación.

4. Corresponde a accidentes de tal severidad que impiden,prácticamente, toda comunicación, ya que cualquier intento de ha-bla está normalmente abocado al fracaso debido a la importanciade los tartamudeos y los problemas asociados.

Una clasificación de este tipo plantea a primera vista un proble-ma, y es que la tartamudez varía considerablemente de una situa-ción a otra, de acuerdo con un gran número de factores que afec-tan a la persona tartamuda que habla: ¿de qué está hablando?, ¿aquién?, ¿en qué circunstancias?, ¿con qué finalidad?, ¿con quéemociones?, ¿en qué estado anímico y físico se halla? De estemodo, y en función de estos factores, una persona que se sitúa enel tercer grado de tartamudez en unas circunstancias determina-

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das puede colocarse en un primer grado, o incluso en un nivel «0»,en unas circunstancias completamente distintas. En la práctica, sinembargo, vemos por ejemplo que una persona determinada llegasólo raramente más allá del nivel 1; otra, más allá del nivel 2, o bien que una tercera llegará pocas veces más allá del nivel 3. Po-dremos decir, entonces, que la primera tartamudea ligeramente;que la segunda lo hace de una manera más clara; que la tercerapresenta ya una tartamudez grave, mientras que la de una perso-na en el cuarto nivel será una tartamudez totalmente invalidante.Se trata, no obstante, de apreciaciones que no dejan de ser aproxi-mativas, sumarias y bastante subjetivas, ya que, en efecto, nuestraclasificación dependerá de lo que entendamos por el término «ra-ramente».

• ¿CONTABIL IZAR LOS ACCIDENTES DEL H A B L A ?

Con la finalidad de evaluar de una manera más precisa el pro-blema y poder así, por ejemplo, analizar los progresos consegui-dos en el curso de un tratamiento, los investigadores se han incli-nado por el análisis de los accidentes del habla considerando, enprimer lugar, su naturaleza, y en segundo lugar, su frecuencia.

De acuerdo con Hugo Gregory1, las prolongaciones, el temblorde los labios antes de la emisión y las repeticiones de palabras sonun indicador de gravedad en comparación con las simples repeti-ciones de sílabas que no sobrepasan las tres unidades. En cuanto a la frecuencia, suele evaluarse a menudo en forma de porcentaje depalabras tartamudeadas en relación con el número de palabras notartamudeadas. Sobre este punto, no obstante, los investigadoresestán lejos de ponerse de acuerdo. Algunos consideran que la tar-tamudez empieza cuando contabilizamos el 1 % de palabras tarta-mudeadas; otros consideran que empezaría en el 3 %, mientrasque otros se inclinan por el 5 %. La mayoría de investigadores es-tán, sin embargo, de acuerdo en considerar que cuando este por-centaje supera el 20 % podemos hablar, a ciencia cierta, de un casode tartamudez severa.

A decir verdad, el recuento de accidentes del habla, que parece

1 Gregory H., profesor retirado del Departamento de Problemas de la Comunicación de laUniversidad de North-Western, Evanston, Illinois.

Evaluación 87

tan cómodo a primera vista, resulta extremadamente discutible enel momento de su aplicación. Por una parte, cuando estamos ana-lizando el habla de una persona registrada en una cinta magneto-fónica, no siempre es fácil distinguir entre un accidente del hablaverdaderamente patológico, de las irregularidades comunes en elhabla normal. Durante el primer congreso internacional sobre tar-tamudez, celebrado en Saulx-les-Chartreux (Francia) en agosto de1991, el profesor Einer Boberg, especialista canadiense en esta ma-teria y presidente, en aquella época, de la International FluencyAssociation (IFA), declaró que el recuento de los accidentes delhabla era un arte difícil, y que eran necesarios varios meses depráctica para llegar a hacerlo de una manera correcta y fiable.Añadía, además, que, aun contando con buenos especialistas, po-dían darse diferencias importantes en el resultado según el re-cuento fuera hecho por uno u otro clínico.

Por otra parte, tal como indicamos ya en el primer capítulo, laimportancia de los tartamudeos no se corresponde necesariamente—más bien está lejos de hacerlo— con la gravedad real de la tarta-mudez, medida en términos de la molestia funcional y el sufri-miento que inflige a la persona tartamuda. Una tartamudez parti-cularmente demostrativa puede ser relativamente bien soportadapor la persona que la sufre, mientras que otra que se reduzca a al-gunas dudas y a unos pocos tartamudeos aislados puede suponerpor otra persona la certeza de no poder decir lo que se desearía o la vergüenza de ser señalada como tartamuda, y se hundirá porello en el sufrimiento más insoportable.

A pesar de que este método de recuento de accidentes del hablapretende ser lo más objetivo y científico posible, el autor lo ha con-siderado siempre algo superficial y secundario. ¿Qué sentido tienecalcular tan laboriosamente unos datos que no tienen realmenteuna significación fiable? Resulta mucho más significativo tener encuenta y evaluar los fenómenos subyacentes y que constituyen losmecanismos profundos de la tartamudez, que las manifestacionesexteriores de la misma. La rubéola se manifiesta, evidentemente,por la presencia de manchas rojas por todo el cuerpo, pero a nadiese le ocurriría evaluar la gravedad de esta enfermedad de acuerdocon el número de manchas. En el caso de la tartamudez, podría-mos decir que los accidentes del habla son aproximadamentecomo las manchas para la rubéola. Las manifestaciones externasde ambos procesos no son, en modo alguno, lo más importante delos mismos.

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88 La tartamudez: opción curación

• ESCALAS SUBJETIVAS

Fue precisamente esta reflexión la que condujo a la elaboraciónde escalas denominadas «subjetivas» de evaluación de la grave-dad de la tartamudez, basadas en la apreciación de las dificultadesdel habla según la situación en la que se halle el individuo. En es-tas escalas se pasa revista a todo tipo de situaciones, tales comodecir su nombre, repetir una frase, responder al teléfono, compraruna barra de pan, leer, hablar en familia, hablar en el trabajo, etc.Para cada uno de estos casos, se pide al individuo que indique siel habla le resulta, en general, fácil, no demasiado dificultosa, difí-cil o muy difícil. Se elaboraron unas cuantas escalas de este tipo,que, a decir verdad, son de mayor utilidad para controlar la evolu-ción de la tartamudez a lo largo del tratamiento que para evaluarsu verdadera gravedad.

C ESCALAS APB

Como ya hemos dicho, la Asociación Habla-Tartamudez (APB)ha emprendido, conjuntamente con el Instituto de Psicosomática(IPSO, v. pág. 40), una investigación cuyo principal objetivo es es-tablecer los fundamentos psicosomáticos de la tartamudez. Conesta finalidad, la APB ha elaborado dos paneles de evaluación deeste problema. El primero de ellos, titulado Panel APB-alteracio-nes del habla, se centra —como su nombre indica— en la evalua-ción de cada una de las seis alteraciones del habla. Permite, de estemodo, apreciar no las manifestaciones externas de la tartamudezen el habla y en la vida del individuo, sino sus mecanismos subya-centes. En el caso de la primera alteración, por ejemplo, se consi-dera, gracias al análisis de un registro magnetoscopio), no el nú-mero y la importancia de los accidentes del habla, sino la maneraen que el individuo reacciona ante ellos, con aumento o disminu-ción de su tensión psicomotriz.

Tal como el lector podrá constatar al examinar este panel, estaevaluación se basa en criterios lo más objetivos posible, si bien tie-ne en cuenta también algunos datos subjetivos. En el panel de lasegunda alteración, por ejemplo, se pide al individuo que indiquesi suele cambiar la palabra inicial que había pensado decir cuandoconsidera que le será imposible pronunciarla sin problemas. En es-tos cuestionarios confiamos, pues, en que las respuestas del indivi-

Evaluación 89

duo serán sinceras. ¿Por qué razón tendría que falsear la realidad?Los datos objetivos procedentes de la observación exterior llevadaa cabo por un examinador se yuxtaponen así con los datos subjeti-vos aportados por la persona examinada. Como resultado de laaplicación de este panel, el evaluador puede conocer la importan-cia relativa de cada una de las diferentes alteraciones del habla delpaciente y, este último puede llegar a una mejor comprensión desu problema, lo cual le servirá como preparación para el segui-miento de un tratamiento posterior.

El segundo panel, aún no acabado de perfilar, está basado en laautoevaluación. Ha sido elaborado por un grupo de personas ensu mayoría tartamudas, lo cual le da una cierta pertinencia. Su ob-jetivo es poner de relieve las impresiones experimentadas antes,durante y después de tomar la palabra. Este cuestionario no secentra en una evaluación cuantitativa de la tartamudez, como sue-le ocurrir en los tests psicológicos propuestos frecuentemente enalgunas revistas, sino que permite al individuo una mejor toma deconciencia de sus dificultades. Estos dos primeros paneles están,de hecho, más orientados hacia un análisis cualitativo (qué tipo dedificultades) que cuantitativo.

Los resultados de estos dos paneles, asociados a los de un terce-ro más clásico, basado en analizar el tipo y la frecuencia de losaccidentes del habla, que no podemos tampoco pasar completa-mente por alto, constituyen un nuevo instrumento de evaluaciónde la tartamudez, cuyo uso será ciertamente muy interesante enun futuro.

Page 55: La Tartamudez. O.curacion

90 La tartamudez: opción curación

E V A L U A C I Ó N D E L A T A R T A M U D E Z

Panel A P B - Al teraciones del habla

(Guía para el evaluador)

Para cada una de las preguntas pueden admitirse varias res-

puestas.

El evaluador puede añadir comentarios.

La realización de este test será registrada en vídeo en su tota-

lidad.

1.a alteración (Inversión del reflejo normal de relajación en el

momento de aparición de las dificultades del habla)

• El material, registrado en vídeo, sobre el que se basará la

evaluación estará constituido por:

1. La respuesta a las cuatro siguientes preguntas:

— ¿Cómo se llama?

— ¿Cuál es su fecha de nacimiento?

— ¿Qué edad tiene?

— ¿Cuál es su número de teléfono?

2. La lectura del siguiente párrafo:

«Este pionero lleno de gran coraje y empujado por un extra-

ño presentimiento se desprende de los hermosos recuerdos de

su juventud, se aparta de los encantos de su hogar, abandona el

círculo familiar y deja su patria para venir, por los más insospe-

chados senderos, a arrojarse en el país de las aventuras y los

peligros.»

(Extracto de Blaise Cendrars, L'or. Éd. Denoél)

3. El texto oral improvisado por el paciente a partir de una

historieta sin palabras (v. págs. 92 y 93). El evaluador dará las si-

guientes instrucciones:

Evaluación 108

«Aquí tiene una historieta muda. ¿Podría hacer hablar a los

personajes traduciendo en palabras la imagen que aparece en

el bocadillo de cada una de las viñetas? Puede hacer además to-

dos los comentarios que desee, en particular acerca de las difi-

cultades que se le presenten.»

• A partir de la grabación en vídeo de las pruebas 1, 2 y 3 de-

berá observarse, para cada accidente del habla: existencia de

reacciones de relajación, existencia de reacciones de aumento

de la tensión, y existencia de reacciones de sideración (v. nota a

continuación).

— En la prueba 1, las reacciones se anotarán en la columna A

de la Ficha de resultados.

— En la prueba 2, las reacciones se anotan en la columna B.

— En la prueba 3, las reacciones se anotarán en la columna C,

por lo que respecta al texto de los bocadillos, y en la columna D

en el caso de los comentarios.

En cada caso, anotaremos: + si la reacción es rara, ++ si es

frecuente, +++ si es muy frecuente y — si no aparece.

Preguntaremos además al paciente si ha utilizado procedimien-

tos facilitadores (respiratorios, rítmicos, etc.) en alguna de las

tres pruebas. En caso afirmativo, lo indicaremos en la casilla

correspondiente.

Nota

• La disminución de la tensión puede percibirse:

1. Subjetivamente: incluso si el paciente «se pone nervioso»,

podemos notar que se produce una «relajación» en sus órganos

de fonación.

2. Auditivamente, de manera variable según los casos: el

tono de la voz desciende, la articulación de la palabra se suaviza,

el r i tmo se hace más lento.

Page 56: La Tartamudez. O.curacion

94 La tartamudez: opción curación

3. Visualmente: la mirada parpadea y se baja ligeramente, lacabeza se flexiona ligeramente hacia delante.

• El aumento de tensión se percibe:

1. Subjetivamente: sentimos que la tensión aumenta en losórganos de fonación de la persona examinada.

2. Este aumento de la tensión se manifiesta de forma muy variable según los individuos: elevación del tono de la voz, acele-ración espasmódica o bloqueo de la articulación, rigidez de lanuca, tensión torácica, mirada fija o desviada, etc.

• La estupefacción puede percibirse:

1. Subjetivamente: como una detención dramática del habladurante uno o varios segundos.

2. Objetivamente: en forma de respiración contenida, bocaentreabierta (a veces con un ligero temblor de los labios o de losorificios de la nariz), mirada fija y, a veces, ligeras oscilaciones an-teroposteriores del cuerpo.

Page 57: La Tartamudez. O.curacion

Evaluación 95

2.a alteración (Pérdida del carácter espontáneo del habla)

Esta alteración podrá apreciarse:

• Según las respuestas del sujeto cuando le preguntamos:

¿Alguna vez cambia la palabra que iba a utilizar, da un ro-

deo para evitar una palabra, utiliza una perífrasis, prepara sus

frases, se preocupa por el detalle de articulación de su habla?

Para cada pregunta anotaremos: - si la respuesta es nunca, +

si es raramente, ++ si es a veces o en determinadas circunstan-

cias, +++ si es mucho, sistemáticamente o de manera permanen-

te o casi permanente.

Precisiones. Anotaremos, por ejemplo: - si la respuesta es -

para todas las preguntas, y +++ si la respuesta es +++ para una

sola de las preguntas, Lo que nos interesa no es la modalidad de

la pérdida de la espontaneidad, sino su intensidad.

96 La tartamudez: opción curación

3.a alteración (Pérdida del comportamiento tranquilizador)

• Según las respuestas del sujeto a las siguientes preguntas:

¿Le es posible hablar acerca de su tartamudez con su padre,

con su madre, con su pareja, con un amigo, con un compañero

de trabajo, con un grupo de personas?

• Según la apreciación del evaluador, que anotará y valorará la

presencia o la ausencia de comportamiento tranquilizador, mien-

tras recoge este bloque de información.

Page 58: La Tartamudez. O.curacion

Evaluación 97

4.a alteración (Pérdida de la aceptación de ayuda)

Esta alteración podrá observarse:

• Según las respuestas del paciente a las siguientes preguntas:

1. ¿Acepta usted que se le proponga una palabra cuando

se bloquea?

— Sí/a veces. En este caso, pediremos al paciente que

precise si acepta la palabra propuesta: sin problemas, con ali-

vio, con reticencia o con cólera.

— Jamás. En este caso, le pediremos que precise si

aceptar la palabra que se le propone le parece: ¿posible en

un futuro?, ¿impensable?

2. ¿Cómo reacciona si alguien le interrupe mientras está

usted hablando: se enfada, se desanima, se desestabiliza, le con-

traria, no le molesta demasiado, le ayuda, le alivia?

• Según las apreciaciones del evaluador, que anotará las reac-

ciones del sujeto a sus proposiciones de ayuda.

98 La tartamudez: opción curación

5.a alteración (Alteración de la autoescucha)

• Según las respuestas del paciente a las siguientes preguntas:

1. ¿Puede usted volver o escuchar mentalmente el final de

la frase que acabo de pronunciar?

— Si la respuesta es afirmativa, pediremos al paciente

que especifique: ¿la ha eschuchado íntegramente, incluyendo

ritmo, tono y dudas eventuales?, o bien, ¿consigue sólo reescu-

char la idea?

2. ¿Podría volver a escuchar del mismo modo una frase

que acabara de pronunciar usted mismo?

— Si la respuesta es afirmativa, le pediremos que espe-

cifique: ¿la reescucharía íntegramente, incluyendo ritmo, tono y

accidentes del habla habituales?, o bien, ¿conseguiría sólo rees-

cuchar la idea?

3. Eventualmente, ¿qué resulta más fácil para usted: rees-

cucharme a mí o reescucharse a sí mismo, o bien, no hay nin-

guna diferencia?

Nota. Estas preguntas algo difíciles pueden requerir a veces algunas

explicaciones al paciente acerca de la noción de memoria inmediata.

Page 59: La Tartamudez. O.curacion

Evaluación 99

6." alteración (Alteración de la expresividad)

• Se valorará de acuerdo con la apreciación del evaluador

(que no debe dejarse influir por su percepción personal de la tar-

tamudez del individuo), tras plantearle las siguientes preguntas:

1. ¿Pueden percibirse las emociones experimentadas por el

paciente con respecto al tema del que está hablando?: en abso-

luto, difícilmente, normalmente, por su voz, por su mímica,

por sus ademanes.

2. ¿Pueden percibirse las emociones experimentadas por el

paciente con respecto al tema del que nosotros le estamos ha-

blando?: en absoluto, difícilmente, normalmente, por su mí-

mica, por sus onomatopeyas, por su actitud.

100 La tartamudez: opción curación

E V A L U A C I Ó N D E L A T A R T A M U D E ZPanel A P B - A l t e r a c i o n e s de l h a b l a

( F i c h a de re su l t a d o s )

Nombre: Evaluador:Fecha:

La apreciación global se valorará de - a +++, según la altera-ción se considere ausente (- ) o muy marcada (+++).

La conclusión general será sólo un elemento para apreciar lagravedad del problema.

Page 60: La Tartamudez. O.curacion

Evaluación 101 102 La tartamudez: opción curación

Conclusión general (según el balance global):

Page 61: La Tartamudez. O.curacion

Evaluación 103

A S O C I A C I Ó N H A B L A - T A R T A M U D E ZPanel de autoevaluación (APB)

Elaborado por:

Nadira Anacleto, Armelle Aubln (logopedas)

Yannlck Delpuech, Jean-Franfols Perrotin, Érlc Robín,

(personas tartamudas)

Rellene el siguiente cuestionario utilizando una escala crecien-

te de 0 a 2:

0: nunca, en absoluto

I: algunas veces, un poco

2: muy a menudo, mucho

Antes de tomar la palabra1. ¿Tiene el sentimiento de que haga lo que

haga no llegará a decir bien lo que desea?

2. ¿Percibe usted físicamente este

sentimiento de imposibilidad?

3. ¿Tiene la impresión de que tartamu-

deará haga lo que haga?

• Explique si tiene usted la impresión de:

4. Estar ansioso

5. Tener calor, sudar, enrojecer

6. Tener espasmos

7. Sufrir una opresión respiratoria

8. Aceleración del r i tmo cardíaco

9. Estar fijando la mirada

10. Presentar tensión muscular

generalizada

11. Presentar tensión muscular localizada

12. Estar bloqueado

13. Tener sus percepciones modificadas

14. Tener una percepción auditiva disminuida

15. Tener un campo visual disminuido

• ¿Siente usted estas impresiones de manera

distinta según la situación?:

16. Cuando habla con una sola persona

17. Cuando está en un pequeño grupo

104 La tartamudez: opción curación

18. Cuando está ante un grupo importantede gente

19. Cuando está en familia20. Cuando está entre amigos21. Cuando quiere seducir22. Cuando está en su medio escolar

o profesional23. Cuando tiene algo en juego en su

medio escolar o profesional24. En una situación de la vida cotidiana

(una tienda...)25. ¿Cuenta usted el número de personas

presentes?26. ¿Siente usted estas impresiones más

fuertemente si lo que tiene que decirle preocupa?

27. ¿Evita las situaciones que le parecenarriesgadas para su habla?

28. ¿Se abstiene a veces de tomar la palabraa pesar de que desea hacerlo?

29. ¿Prepara sus frases con antelación?30. ¿Cuenta el tiempo que falta para

que tenga que tomar la palabra?31. ¿Le molestan los silencios que

genera su habla?32. ¿Le molestan los silencios creados

por los demás?33. Cuando desea hablar, ¿necesita

tomar la palabra en seguida?34. ¿Hay alguna situación en la que

no tartamudee?

Cuando está hablando:35. ¿Tiene siempre conciencia

de tartamudear?36. ¿Tiene dificultad para construir

sus frases?37. ¿Evita usted determinadas palabras?

Page 62: La Tartamudez. O.curacion

Evaluación 105

38. En el curso de una frase, ¿tiene a veces

la impresión de no encontrar la palabra

que desearía utilizar?

39. ¿Tiene dificultades para escoger

entre 2 palabras?

40. ¿Tiene dificultades para escoger

entre 2 ideas?

41. ¿Tiene imágenes que vienen a parasitar

el curso de sus pensamientos?

42. ¿Evita de manera general la mirada

de su interlocutor?

43. ¿Evita la mirada de su interlocutor

cuando tartamudea?

44. ¿Presta atención a la calidad del habla

de su interlocutor?

45. ¿Toma en consideración la calidad

del habla de su interlocutor para

reajustar su propia habla?

46. ¿Acepta la ayuda de su interlocutor

cuando éste le propone la palabra

que usted no acaba de pronunciar?

47. ¿Esto le frustra?

48. ¿Esto le hace sentir desvalorizado?

49. ¿Acuerda usted pausas en su discurso?

50. ¿Tiene la impresión de que le van

a quitar la palabra?

51. ¿Tiene la necesidad de terminar deprisa

de decir lo que tenía que decir?

52. ¿Tiene la sensación de hablar

demasiado deprisa?

53. ¿Le da la impresión de que el tiempo

se acelera?

54. ¿Le da la impresión de que el tiempo

se enlentece?

• Explique si tiene usted la impresión de:

55. Sentir opresión respiratoria

56. Sentir que se le acelera el r itmo cardíaco

57. Estar fijando la mirada

106 La tartamudez: opción curación

58. Estar muscularmente tenso

59. Estar físicamente encogido

60. Tener una percepción auditiva

disminuida

61. Tener un campo visual disminuido

62. Liberar su tensión al hablar

63. ¿Se ayuda de gestos para apoyar

su discurso?

• En los momentos en que experimenta

dificultades de habla:

64. ¿Tiene la impresión de ser ridículo?

65. ¿Tiene la impresión de no ser

usted mismo?

66. ¿Tiene la Impresión de que la gente

piensa que es una persona que no

sabe expresarse?

67. ¿Tiene la impresión de dar una mala

imagen de usted?

68. ¿Utiliza «trucos» para no tartamudear?

Después de haber tomado la palabra:69. ¿Tiene una percepción aumentada

de lo que se dice a su alrededor?

70. ¿Piensa haber dicho todo lo que

quería decir?

71. ¿Tiene la impresión de haber sido

bien comprendido?

72. ¿Tiene miedo de ser juzgado

por su habla?

73. ¿Tiene una mala imagen de sí mismo?

74. ¿Revive mentalmente y varias veces

algunas conversaciones?

• Para encontrarse a sí mismo, tiene

necesidad de:

75. Descansar

76. Mantener una conversación amigable

77. Practicar una actividad que le guste

particularmente

Page 63: La Tartamudez. O.curacion

Evaluación 107

En definitiva:78. De manera general, ¿su tartamudez le

molesta?

79. ¿Piensa que su tartamudez es su principal

problema?

80. ¿Piensa que su tartamudez se agrava

por la manera en que algunas personas

reaccionan frente a ella?

81. ¿Siente placer en estar callado?

82. ¿Siente placer al hablar?

Para terminar, escriba el número de tres de las preguntas

anteriores que le hayan llamado especialmente la atención y

coméntelas:

¿Hay alguna pregunta que no se encuentre en el cuestionario

que acaba de rellenar y a la que le hubiera gustado responder?

Capítulo 4

Prevención y tratamientoen el niño

• TRES POSIBLES SITUACIONES

1. Su hijo tiene 4 años y medio. Empezó a hablar temprano y muybien. Usted se sentía particularmente orgulloso de su precocidad. Undía, de repente, cuando tenía alrededor de los 3 años, el niño empezóa tropezar con las palabras. Al principio, usted pensó que se trataríade un problema pasajero, pero, a pesar de algunos períodos durantelos cuales las dificultades parecían haber desaparecido, el niño si-guió tartamudeando cada vez más. Ha recibido algunos consejos alrespecto, pero resultan bastante contradictorios: no hacer caso delproblema; emprender urgentemente una reeducación logopédica;consultar un psicólogo, etc. No sabe qué hacer y empieza a sentirseseriamente preocupado por el futuro del niño, sobre todo conside-rando que uno de sus tíos por lado paterno es tartamudo.

2. Su hijo tiene 10 años y tartamudea de manera variable desdeque tenía alrededor de 5, especialmente cuando quiere contar unahistoria o el argumento de una película. Cuando tenía 6 años si-guió un tratamiento de reeducación, pero los resultados fueron in-completos, de tal manera que ahora consigue hablar sin tartamu-dear siempre y cuando no hable demasiado deprisa. Sin embargo,cuando no presta atención a controlar la velocidad del habla, rea-nuda los tartamudeos y usted empieza a estar harto de tener quepedirle continuamente que hable más despacio. En cuanto a reem-prender la reeducación, usted sabe que al niño no le gusta la ideay, por otra parte, ve que se defiende bastante bien de las burlas desus compañeros de clase.

3. Su hijo tiene 12 años y medio y su tartamudez se hace cadavez más penosa. Algunas veces se bloquea al principio de una pa-labra y se enfada terriblemente si su interlocutor le ayuda dicién-dole, cuando la intuye, la palabra que no acaba de pronunciar.

109

Page 64: La Tartamudez. O.curacion

110 La tartamudez: opción curación

Tartamudea desde los 3 años y ha intentado ya muchos tratamien-tos diferentes: fármacos, reeducación, psicoterapia, con los cualesno se han obtenido más que resultados temporales. Ahora, notaque su hijo se encierra cada vez más en sí mismo y eso le inquieta.El abuelo del niño, que había tartamudeado de pequeño, dice que,con voluntad, el problema siempre se supera, pero usted ya noestá tan seguro de que esto sea cierto.

• ¿ C Ó M O ACTUAR?

Tal vez algún lector habrá reconocido en una de estas tres situa-ciones un caso similar al de su hijo. Si es así, y tras haber leído loscapítulos anteriores, el lector tendrá ya, sin duda, la perspectivanecesaria para presentir que es posible superar el problema, auncuando la tartamudez sea verdaderamente un fenómeno compli-cado en el que puede resultar difícil decidir cuál es el mejor cami-no a seguir. Sea cual sea la orientación que se dé a la tartamudez,lo más importante es establecer qué debe hacerse cuando el niñotiene dificultades. Frecuentemente, los padres adoptan sucesiva-mente actitudes contradictorias esperando cada vez haber dadocon la idónea, que permitirá la desaparición rápida y definitiva dela tartamudez. De manera instintiva, los padres perciben que suactitud tendrá una influencia importante sobre la evolución de latartamudez, por lo cual se muestran ansiosos por descubrir el me-jor comportamiento que seguir.

La mayor parte de los especialistas se muestran igualmenteconvencidos de la importancia de la actitud de los padres frente a la tartamudez, pero lo más común es que se centren solamente ensu actitud general con el niño, de manera que si se les preguntaqué es lo mejor que pueden hacer en el momento en que el niñotiene problemas con su habla, no obtendremos frecuentementemás que respuestas vagas o falsamente tranquilizadoras.

En lo que concierne al autor, el lector podrá constatar que eneste asunto sus respuestas no serán en absoluto vagas. Creemos,en efecto, que la influencia del entorno sobre los accidentes del ha-bla del niño resulta primordial, y lo que es más, de acuerdo con laexperiencia del autor, se ha podido observar que la adopción deuna actitud adecuada frente a estos accidentes puede ser suficien-te, en el niño menor de 6 años, para hacer desaparecer la tartamu-dez en la casi totalidad de los casos, incluso cuando se presenta en

Prevención y tratamiento en el niño 111

un grado importante o cuando hace ya más de un año de su pre-sentación. Por ello creemos que merece la pena tomarse este as-pecto de la terapia muy en serio.

• TRES ACTITUDES NOCIVAS1

Describiremos primero las tres actitudes que conviene evitar enel momento de presentación de los accidentes del habla del niño.Los padres de niños tartamudos que lean este libro constatarán,tal vez, que han probado sucesivamente las tres; sin embargo, nodeben culpabilizarse por ello, ya que se trata, sin duda, de actitu-des naturales que se adoptan con la mejor intención del mundo.Ahora que el lector conoce mejor los mecanismos de la tartamu-dez, comprenderá de inmediato cuál es la razón de que se trate deactitudes nocivas. Esto le ayudará a adoptar la única actitud ade-cuada: la del interlocutor activo que describiremos más adelante.

Reproches, burlas, apelar a la voluntad del niño

La primera de las actitudes nocivas que se debe evitar es la delos reproches, a la que pueden añadirse otras actitudes similarestales como las burlas o apelar a la voluntad del niño, cuyos resul-tados serán igualmente perjudiciales. Esta actitud de reprochepuede expresarse verbalmente: «¡Presta un poco de atención cuan-do hablas y deja de tartamudear de ese modo!», o bien puede ma-nifestarse también mediante un fruncimiento del entrecejo o unsuspiro de exasperación. Las burlas más o menos amables toman,a menudo, la forma de imitaciones caricaturescas. En cuanto a apelar a la voluntad del niño, darían lugar a demandas del tipo:«¡Repite eso correctamente, por favor. Cuando quieres, sabes ha-blar perfectamente!». Todas estas observaciones pueden hacersecon la mejor de las intenciones, en la certeza de que con voluntad—y el niño tartamudo, en general, no está falto de ella— se conse-guirá siempre superar cualquier dificultad.

Si partimos de que la tartamudez se origina a partir de los es-fuerzos que una persona hace (o ha hecho) por hablar mejor, po-demos concebir fácilmente que una actitud semejante agravará la

' Véase el Documento 2 del Anexo.

Page 65: La Tartamudez. O.curacion

112 La tartamudez: opción curación

tartamudez, si no superficialmente, sí en profundidad. El temor detener que afrontar nuevos reproches hará, efectivamente, que elniño reanude e incremente sus esfuerzos, con lo cual aumentarásu tensión psicomotriz en lugar de rebajarla, como todo el mundo.Se instalará así en la primera alteración del habla descrita en el ca-pítulo 2: El reflejo de relajación en el momento de los tartamudeos se in-vierte cada vez más.

La mayor parte de los padres abandonan espontáneamente estaactitud después de haberla practicado durante un tiempo y com-probado su ineficacia. No obstante, no siempre es así. A algunospadres les resulta, en ocasiones, tan difícil soportar la tartamudezde su hijo, especialmente si hay más tartamudos en la familia, quenecesitan creer que si el niño «quisiera hacer un pequeño esfuerzo,el problema se solucionaría sin más».

Consejos

La segunda actitud nociva es la de los consejos, que incluiría ex-presiones del tipo: «Para de hablar. Habla menos deprisa. Articu-la. Respira. Piensa en lo que quieres decir. Para y empieza de nue-vo con tranquilidad. Reflexiona y cuando tengas bien claro en lacabeza lo que quieres decir, ven y díselo a mamá. Por favor, tratade hacer un pequeño esfuerzo por hablar normalmente, estaría-mos tan contentos».

Se trata de una actitud llena de buenas intenciones y perfecta-mente natural, ya que resulta evidente que bastaría con que elniño se relajara para acabar con la tartamudez. Sin embargo, lospadres pueden pensar simplemente que basta con decir al niñoque se relaje para obtener verdaderamente el resultado deseado, y olvidan que no hay nada que resulte más irritante que a uno se leinterrumpa continuamente.

Se nos puede replicar a este respecto que, de hecho, podemoscomprobar que con un pequeño esfuerzo de concentración el niñopuede repetir su frase sin tartamudear. Esto puede ser a menudocierto, pero no siempre. Sin embargo, lo que se ignora en este casoes que existe una diferencia importante entre el habla espontáneay un habla voluntaria, vigilada, controlada. ¡Es lo mismo que reco-mendar a alguien que mire y controle constantemente sus piespara caminar normalmente! Vigilar de manera permanente la pro-pia habla resulta una empresa imposible de mantener mucho

Prevención y tratamiento en el niño 113

tiempo sin infligir graves daños a la calidad de la comunicación.Debe darse siempre prioridad a la calidad de la comunicación porencima de la calidad del aspecto externo del habla, es decir,por encima de su forma auditiva.

Así pues, esta actitud de aconsejar continuamente al niño debedesestimarse completamente, ya que conduce directamente a lainstauración de la segunda alteración del habla, que, como el lec-tor recordará, consiste en la pérdida del carácter automático y espontá-neo de la misma. Aun cuando a fuerza de voluntad podamos conse-guir pronunciar frases perfectas, resulta necesario renunciar alhabla voluntaria. El habla debe ser espontánea. El primer controla-dor —responsable de la conformidad con las normas y que se ocu-pa del detalle de ejecución del habla— debe permanecer en el ni-vel inferior, es decir, en el del subconsciente, tal como hemosexplicado en los capítulos 1 y 3.

Falsa indiferencia

La tercera actitud nociva que se debe evitar es la de la falsa indi-ferencia. Aunque perjudicial, esta actitud es aconsejada frecuente-mente, incluso por personas que se ocupan habitualmente del tra-tamiento de la tartamudez (reeducadores, psicólogos, médicos).Consiste en pedir a las personas del entorno del niño que no ha-gan caso de su tartamudez y actúen como si ésta no existiera: «Se-ñora, cuando su hijo tartamudee —dirá el médico desgraciada-mente mal informado—, espere pacientemente a que acabe sufrase; déjele que se las arregle solo, y cuando haya acabado, conti-núe usted la conversación como si nada hubiera pasado. Sobretodo no hable jamás con él de su tartamudez. Evite incluso pro-nunciar esta palabra, ya que ello podría vejarlo y producirle unbloqueo psicológico».

La experiencia nos muestra que, por médica que sea, esta reco-mendación resulta absolutamente desastrosa, como puede versede manera sencilla sólo con que reflexionemos en la situación talcomo la percibirá el niño. Este niño que se bloquea en una palabracomprende (¡no es idiota!) que su madre sólo simula no notar quese ha bloqueado y que tiene que ser duro para ella permanecer deeste modo sin reaccionar. Lo que le queda por hacer en estas con-diciones es acabar con esta situación difícil, tanto para su mamácomo para él mismo, lo más rápidamente posible, ya sea haciendo

Page 66: La Tartamudez. O.curacion

114 La tartamudez: opción curación

un esfuerzo para hablar mejor o bien «calculando» una frase dis-tinta. Sumamos así los inconvenientes de las dos actitudes nocivasprecedentes: por un lado, forzamos al niño a recurrir a mayoresesfuerzos, y por otro, lo orientamos hacia un habla artificial y con-trolada. Estos inconvenientes se agravan aún más por el hecho deque «mamá tiene mérito por adoptar esta actitud que no es fácilpara ella», y que, por tanto, no se le puede reprochar.

Por otra parte, fingir que no se nota el problema no tiene nadade tranquilizador para el niño. De manera general, algo desagra-dable que resulta evidente pero de lo que no se habla (lo no-dicho) toma pronto una importancia desmesurada: «Si mamá prefiere nohacer caso de este problema que me causa tantas dificultades—piensa el niño—, es que debe de ser algo verdaderamente mo-lesto. Es necesario, pues, que me esfuerce mucho en eliminarlo o,al menos, en ocultarlo».

• ACTITUD IDÓNEA: LA DEL INTERLOCUTOR ACTIVO

Podría parecer pretencioso afirmar que no existe más que unasola actitud correcta que adoptar en el momento en que el habladel niño se encalla. El lector podrá, no obstante, comprobar queesta actitud de interlocutor activo es la única que resulta lógicacuando se admite la nocividad de las tres posturas precedentes.Sin embargo, la prueba que resulta más convincente de su efectivi-dad es que, cuando esta actitud es adoptada sin desfallecimientopor los padres, la tartamudez del niño desaparece, en la casi totali-dad de los casos, en algunas semanas o meses. La única condiciónes que el niño no haya alcanzado aún los 6 años de edad, ya queposteriormente la tartamudez tiene tendencia a fijarse y se hace re-versible más difícilmente.

El interlocutor activo debe ser ante todo una persona que per-manezca en su papel de interlocutor, que se interese primordial-mente por lo que el niño tiene que decir y que evite actuar comojuez de su habla. Debe dar prioridad, en suma, a la calidad de lacomunicación. Lo esencial debe ser, para él, comprender lo que sele está diciendo. La calidad «formal» del habla le interesa menos y,por esta misma razón, evita actuar también como consejero. Seabstiene, pues, de adoptar la segunda de las actitudes nocivas, yaque alguien que actúe como consejero del habla no puede ser almismo tiempo un verdadero interlocutor. Resulta imposible ha-

Prevención y tratamiento en el niño 115

blar normalmente a alguien que está examinando continuamentenuestra manera de hablar y diciéndonos cómo debemos hacerlo.

Apuntar la palabra

El interlocutor activo no duda en intervenir en el momento delos accidentes del habla, pero no para corregir el habla del niño,sino para dar un nuevo impulso a la comunicación y hacerla másfácil. Para ser un interlocutor activo es necesario apuntar al niño,siempre que creamos saberla, la palabra en la que se ha atascado,sin dejarse impresionar por todos los que aseguran que es mejordejar que el niño se las arregle solo, ya que ello nos lleva a adoptarla actitud de falsa indiferencia. Le propondremos un final para sufrase cuando veamos que está esforzándose por terminarla, siem-pre que pensemos haber comprendido bien lo que nos quiere decir.

Semejante recomendación será catalogada de escandalosa, sinduda, por muchos psicólogos, médicos e incluso logopedas. Efectiva-mente, resulta habitual pensar que las madres tienden a no dejar quesus hijos se desenvuelvan solos, que los protegen demasiado y queello les impide madurar normalmente. El autor comparte este puntode vista en lo que respecta a aprender a ponerse los calcetines o a comer solo. En tales aspectos, no es perjudicial dejar que el niñohaga un pequeño esfuerzo para aumentaras! su autonomía. Sin em-bargo, en lo concerniente al habla, el esfuerzo no aporta nada positi-vo. El habla se adquiere normalmente sin esfuerzo, en el placer decomunicarse con la madre. La única regla posible, cuando el hablano se desarrolla bien, consiste en ayudar al niño a fin de que dejede esforzarse. La tartamudez nace del esfuerzo: ¡no lo olvidemos!

¿Qué hacer si no sabemos cuál es la palabra que el niñoquiere decir?

Ésta es una objeción frecuente a esta proposición de apuntar lapalabra y, evidentemente, es normal que no sepamos siempre conantelación lo que el niño quiere decir. Si fuera de otro modo, el ha-bla sería inútil. Cuando veamos, pues, que el niño se ha atascadoen una palabra que no logramos intuir, podemos, simplemente y sin apresurarnos, expresar nuestra ignorancia: «No sé qué palabraquieres decir» o «Ésta debe de ser una palabra difícil». Se trata,

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pues, de decir en qué punto estamos de lo que creemos que el niño quiere

decir, tal y como aparece en el Documento 2, página 192. Esto nosiempre funciona, pero es mejor que la falsa indiferencia.

Hacer preguntas... y proponer tranquilamente respuestas...SIN ESPERAR

Si vemos que el niño está en dificultades y no somos capaces deintuir lo que intenta comunicar, no dudaremos, si actuamos comoun interlocutor activo, en interrumpirlo haciéndole preguntasacerca de lo que quiere decir... con la condición, no obstante, de propo-nerle de inmediato —y esto es esencial-— alguna respuesta posible: «Es-pera, no acabo de entenderlo; ¿qué quieres decir?, ¿quieres deciresto?, ¿o tal vez es esto otro?». Incluso cuando no tengamos ningu-na idea acerca de lo que el niño quiere hablarnos, podemos siem-pre ayudarlo a través de nuestras preguntas y propuestas de res-puesta. «¿Necesitas decirme algo?, ¿qué quieres decirme?, ¿se tratade algo de la casa?, ¿es algo de la escuela?». En resumen, haremoscomo si jugáramos a las adivinanzas. Esto proporciona al niño lacertidumbre de que tenemos realmente necesidad de comprender-lo y, normalmente, es suficiente para desbloquear su habla. Resul-ta muy difícil hacer un discurso, pero, en cambio, es muy fácil res-ponder a una encuesta, ser entrevistado. Con este sistema depreguntas/proposición de respuestas estamos permitiendo al niño queevite el discurso para pasar a la entrevista. Tan pronto como acep-ta este sistema, el niño siente tal alivio que lo adopta encantado y abandona la voluntad de hablar sin aceptar ayuda que caracterizaa tantas personas tartamudas, niños o adultos, y que los mantieneen su tartamudez.

No debemos colaborar con el habla tartamuda

En ocasiones, nuestra ayuda puede ser fallida y podemos suge-rir una palabra que no es en modo alguno la que el niño intentabadecir. Puede ocurrir incluso que el niño se enfade y proteste di-ciendo que le molestamos y no le dejamos hablar. En el peor.de loscasos, dejará de hablar y correrá a llorar a su habitación. Estasreacciones no deben en ninguna ocasión, hacer desfallecer a lospadres, ya que son perfectamente comprensibles: el niño está es-

Prevención y tratamiento en el niño 117

forzándose por construir una frase y nuestra intervención le mues-tra que este esfuerzo es inútil, lo cual le resulta realmente frustran-te y doloroso. Sin embargo, si no actuamos de este modo, estamosanimándole a que continúe haciendo esfuerzos inútiles; le estamosorientando hacia un habla laboriosa, hacia el habla tartamuda, ensuma, lo cual resulta inadmisible. El deseo pernicioso del niño derechazar la interacción lingüística —como dicen los especialistas—,la voluntad, frecuentemente observada, de decir por sí solo lo quequiere comunicar, negando a su interlocutor, es fácil de compren-der, pero no debe ser en ningún caso respetado. Este deseo orientala evolución de su habla hacia un modo patológico inaceptableque, más adelante, le resultará difícil de corregir. Del mismo modoque no toleramos el deseo del niño de bajar a la carretera sin pres-tar atención al tráfico, tampoco debemos admitir su actitud en estecaso, ya que con ella no es su vida la que pone en peligro, sino quees la actividad más humana que existe, —el habla—, la que estáamenazada. No podemos permitirnos tolerarla más.

Evitar no mencionar el problema

Naturalmente, no debemos dudar en hacer alusión a la tarta-mudez y en hablar de ella. Es absolutamente necesario evitar nomencionarla. «Vaya, creo que últimamente tartamudeas algo me-nos. Dime, ¿te resulta difícil el habla en este momento? Espera, teayudaré, ¿qué quieres decir? No lo pasas muy bien con tu tarta-mudez, ¿verdad? También a mí me molesta. ¿Sabes por qué tar-tamudeas? Porque, sin quererlo, te pones nervioso cuando unapalabra no te quiere salir. Sería mucho mejor que dejaras salir laspalabras solas, pero has cogido la costumbre de hacer esfuerzoscada vez que te encallas y esto causa los tartamudeos. Sin hacerloa propósito, luchas con las palabras que se atascan. Pero, no tepreocupes, podemos ayudarte a arreglarlo poco a poco». He aquítoda una serie de observaciones que la experiencia demuestra queson perfectamente beneficiosas para el niño. Debemos tener bienpresente la frase: «Una persona tartamudea porque ha adoptadola costumbre de ponerse nerviosa y luchar contra las palabras queno quieren salir». Esta fórmula expresa exactamente, y pone al al-cance de la comprensión del niño, la noción de inversión del refle-jo de relajación en el momento de las dificultades del habla, lo cualda lugar a la instauración de la primera alteración.

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• CINCO MINUTOS AL DÍA DE LECTURADE IMÁGENES 1

La eliminación de las actitudes nocivas y la adopción de la acti-tud de interlocutor activo constituyen, de acuerdo con el autor, laparte más esencial del tratamiento del niño tartamudo menor de6 años. Existe un elemento complementario que da a los padres laposibilidad de ejercer una acción aún más positiva sobre la rehabi-litación del habla de su hijo. Se trata de la práctica denominadalectura de imágenes, cuyo modo de puesta en práctica (resumido enel Documento 3 del Anexo, pág. 193) es el siguiente:

Cada día la madre (o el padre) propondrá al niño: «Ven, vamosa leer un cuento». Si el niño se niega, lo pospondremos hasta el díasiguiente. No le obligaremos, pero no lo dejaremos para cuando élquiera. Se trata de que escoja entre ahora o mañana. En estas con-diciones, incluso si, desconfiado, empieza por rechazar la pro-puesta, el niño acaba siempre por avenirse a ello.

El niño escogerá un libro entre cuatro o cinco que le propondre-mos. Hemos de seleccionar libros ampliamente ilustrados conimágenes ricas y vivas que cuenten una historia interesante. Lamadre aceptará la elección del niño, incluso si se trata siempre delmismo libro, no sin señalarle eventualmente que ha cogido denuevo el mismo que en ocasiones anteriores. «¿Éste otra vez?...¡De acuerdo!» La madre narra ahora lo que ocurre en las imáge-nes, utilizando un tono de voz melodioso y alegre, sin caer, sinembargo, en la sobrecarga expresiva o en el afán de maravillar. Nohay ninguna razón para actuar como si todo fuera maravilloso enlas ilustraciones que estamos mostrando, bajo pretexto de forzar elinterés del niño, ya que este procedimiento no funciona por mu-cho tiempo. Se trata, simplemente, de guiar al niño en la compren-sión de la historia.

¿Disminuir la velocidad del habla?

La madre adoptará, para la lectura de las imágenes, un ritmo dehabla más lento, que se ajuste no tanto a las posibilidades de com-prensión del niño, como a sus posibilidades de realización. El hablade la madre debe poder servir de modelo para el habla del niño.

' Véase el Documento 3 del Anexo.

Prevención y tratamiento en el niño 119

Se aconseja frecuentemente a los padres de niños tartamudos o que presentan un retraso en el habla, que deben esforzarse por ha-blar más lentamente. Esto resulta difícil de poner en práctica parael conjunto global del habla con el niño, y en particular por lo querespecta al habla utilitaria («Quítate los zapatos y ve a buscar tuszapatillas»), sin perturbar gravemente la naturalidad de la comuni-cación. Sin embargo, este enlentecimiento del habla resulta indica-do cuando se trata de llevar a cabo un intercambio íntimo con elniño, en cuyo caso es perfectamente natural. Cuando un niño tieneocho años, vemos que adopta automáticamente un ritmo más lentode palabra cuando se dirige «amablemente» a su hermano o her-mana de 2 años y medio o 3 años de edad. La lectura de imágeneses la mejor ocasión posible para iniciarse en esta habla más lenta,que es la más conveniente para el intercambio íntimo.

Lectura comentada

En el caso de que la lectura de imágenes resulte dificultosa paralos padres, éstos pueden hacer más sencillo el proceso practicandola lectura comentada, que consiste en leer el texto palabra por pala-bra, explicando luego, en lenguaje oral y familiar, lo que han leídopreviamente y añadiendo sus propios comentarios.

Crear una atmósfera lúdica y distendida

Sea cual sea el método empleado, debemos procurar adoptar laregla de la redundancia, según la cual repetiremos las mismas co-sas, pero de una manera diferente, prestando atención a la com-prensión del niño. El niño no está obligado a nada. Se trata sólo decaptar su interés y de pasear con él a través de la historia. Natural-mente, podrá hablar si lo desea, pero no debe, en modo alguno,sentirse obligado a ello. Debemos, incluso, evitar que adopte la di-rección de la actividad. Hemos de ser nosotros quienes conduzca-mos el juego; de lo contrario, nos arriesgamos a que el niño se ins-tale en una situación de demostración de habla que estaría aquícompletamente fuera de lugar. La lectura de imágenes no consisteen una actividad pedagógica en la que se exigen al niño ejerciciosde habla, sino que consiste tan sólo en un simple paseo. Lo cual,de hecho, resulta aquí mucho más eficaz.

Por supuesto, en el momento en que el niño hable, debemos

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respetar las mismas reglas del interlocutor activo que hemos seña-lado anteriormente. No dudaremos, cuando se encalle, en propo-ner, sin prisas pero sin demora, una palabra para concluir su frase,así como en decirle qué hemos entendido de lo que nos está inten-tando comunicar. Recordemos que tenemos que hacer preguntas,pero proponiendo respuestas posibles de inmediato. No daremosmayor importancia a los errores del lenguaje, a las frases imperfec-tas ni a las expresiones inadecuadas, pero repetiremos luego lafrase correctamente, como para demostrar que la hemos compren-dido perfectamente, si bien ¡sin pedir nunca que el niño la repita!Ha de quedarnos muy clara la idea de que toda demanda de es-fuerzo del habla comporta un riesgo importante de agravamientode la tartamudez.

• GUÍA PARENTAL

Estas prácticas de lectura de imágenes o de lectura comentada,lo mismo que la eliminación de las actitudes nocivas, pueden noresultar tan sencillas de aplicar, de manera que a menudo los pa-dres han de recibir el soporte de un terapeuta, logopeda, foniatra o psicólogo, habituados a ocuparse de casos de tartamudez. Estasentrevistas de guía parental pueden ser necesarias en un númeroque oscilará entre una sola sesión —suficiente en ocasiones— has-ta un número de diez; raramente más. En estas sesiones se infor-ma, se discute, se rectifica y, de este modo, se consigue disipar, deuna manera más o menos rápida, la inquietud, tan nociva por otraparte, de hacer las cosas mal. Resultan asimismo de utilidad paraque los padres tomen conciencia de ciertas anomalías que puedenpesar de manera penosa en la vida del niño: exigencias educativasexcesivas, presión temporal elevada, problema familiar o escolar,cuya importancia es a menudo primordial ya que actúan comofactores predisponentes.

En el procedimiento habitual que practica personalmente el au-tor, el niño se halla presente durante las sesiones, ocupado con unlibro de ilustraciones o con una caja de juguetes. Sin embargo, susoídos no están en modo alguno ociosos, e incluso, si tiene menosde 3 años, ello le permite comprender muchas cosas y, en particu-lar, darse cuenta de que no se enfrenta solo a su problema. No sele pide nada, pero se habla de su dificultad en su presencia, lo cuales verdaderamente importante. Eventualmente, hablaremos con

Prevención y tratamiento en el niño 121

él, pero, sobre todo, sin presionarlo. ¡Él también tiene derecho alsilencio!

• CUANDO EL NIÑO TIENE M Á S DE 6 A Ñ O S

Cuando el niño tiene más de 6 años, el abandono de las tres ac-titudes nocivas y la adopción de la actitud de interlocutor activosiguen siendo estrategias perfectamente válidas, pero, tal como yahemos comentado con anterioridad, no resultan siempre suficien-tes para hacer desaparecer la tartamudez. Efectivamente, despuésde los 6 años, los mecanismos del habla se fijan, con lo que la in-versión del reflejo de relajación y la pérdida del carácter espontá-neo del habla no pueden ya repararse tan fácilmente sólo con lamodificación de la actitud del entorno del niño. En cuanto a la lec-tura de imágenes, está ya fuera de toda cuestión. I'odrá conside-rarse entonces una reeducación logopédica, pero, será necesario,en primer lugar, asegurarse de que el niño esté realmente motiva-do para emprenderla. Algunos niños tartamudos viven relativa-mente bien con su tartamudez, que no les impide ser brillantes enclase, tener muchos amigos y, en suma, encontrarse bastante có-modos en su propia piel. Naturalmente, son conscientes de que sutartamudez es algo muy molesto, pero están seguros de que elproblema se arreglará por sí solo cuando crezcan. En ocasiones,estos niños necesitan que no nos ocupemos más de su tartamudezy que les dejemos tranquilos con ella. Dan la impresión de no que-rer tratar en absoluto esta cuestión y muestran una actitud de re-chazo categórico. En estos casos, ni la reeducación ni cualquierotro tipo de tratamiento tienen casi ninguna posibilidad de éxito.Lo único que puede hacerse es consultar de vez en cuando con elfoniatra o el logopeda para evaluar la situación y tratar que tantoel niño como sus padres sufran lo menos posible afrontándola.

Reeducación

En otros casos, sin embargo, el niño sufre con su tartamudez y,al hacer esfuerzos por reprimirla, lo único que consigue es agra-varla. Es entonces cuando la intervención resulta de utilidad. Lamotivación sigue siendo necesaria, pero si se orienta de la maneraadecuada y se muestra al niño cómo podemos ayudarle, acabará

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por ser suficiente para que podamos emprender la reeducacióncon ciertas garantías de éxito.

La logopedia clásica utiliza aún frecuentemente las técnicas deregulación rítmica del habla por medio de un gesto de la mano o de un dedo trazando una línea sinusoide o un círculo. El niñodebe emitir las sílabas respetando el ritmo marcado por la mano o el dedo. Estas técnicas permiten obtener resultados inmediatosque pueden ser incluso espectaculares, pero, personalmente, el au-tor tiende a desaconsejarlas formalmente, ya que tienen el graveinconveniente de orientar el habla del niño hacia una regularidadartificial. El habla regular es un habla muerta. El único ritmo con-veniente para el habla es el de las emociones experimentadas porel sujeto, o bien el de las representaciones mentales correspon-dientes al tema del que está hablando. El tener que ocuparse delritmo de las palabras aparta la mente del niño de sus propias emo-ciones y de sus representaciones mentales, y le hace perder, ade-más, el contacto con el interlocutor. Estas técnicas conducen, endefinitiva, a la pérdida del carácter espontáneo del habla, es decir,al agravamiento de la segunda alteración de la misma. El autor hatenido ocasión de atender a numerosos adultos tartamudos quehabían sido tratados en su infancia con este método, y puede ase-gurar que es una dura labor la que debe emprenderse entoncespara permitirles recuperar un habla espontánea y viva.

Relajación

En su práctica personal, cuando el niño ha alcanzado los 6 añosde edad, y con la condición de que esté más o menos motivado, elautor empieza, la mayor parte de las veces, con técnicas de relaja-ción o, más exactamente, con técnicas para enseñar al niño cómocontrolar su tensión psicomotriz, su respiración y su soplo fonato-rio. Este entrenamiento no tiene, naturalmente, por objetivo el es-tablecimiento de un manejo y control totales en el momento deluso del habla, sino lograr que el niño adquiera una mayor habili-dad en el uso espontáneo de su habla. Se trata del principio que de-sarrollaremos en el próximo capítulo, cuando abordemos el trata-miento en el adulto consistente en la separación del entrenamientoy del uso del habla. La atención dirigida a los mecanismos delhabla en el momento de su utilización desnaturaliza el habla porel solo hecho de la diferencia de escala (de 1 a 30) entre el movi-

Prevención y tratamiento en el niño 123

miento natural y el movimiento voluntario. Un entrenamientobien entendido permite escapar a esta desnaturalización.

Las técnicas empleadas para adquirir esta habilidad y este con-trol son las mismas, si bien ligeramente simplificadas, que las quese aplican en el adulto y de las cuales se muestran algunos ejem-plos en el capítulo siguiente. Para la relajación, no obstante, el au-tor utiliza sobre todo el ejercicio de la «muñeca de trapo», si biense trata de una técnica limitada a niños menores de 10 años. Eneste ejercicio, se pide al niño que se tienda boca arriba, con los ojoscerrados (en principio), y se le indica que permanezca completa-mente pasivo y distendido. El reeducador mueve entonces, uno a uno, los miembros del niño de una manera suave y discontinua. Elejercicio debe conservar un carácter lúdico. Mientras manipula elbrazo o la pierna del niño, el reeducador expresará, como hablan-do consigo mismo, lo que va constatando: «Vaya, casi podría de-cirse que esta pierna de trapo se mueve sola».

Si se trata de un niño mayor de 8 años, se pasa luego progresi-vamente a la relajación con los ojos abiertos (véase el capítulo si-guiente), con la respiración en forma de suspiros entrecortadoscon pausas y maniobras de crispación/relajación, miembro pormiembro, del mismo modo que se hace en el adulto.

Control de la respiración

Para practicar el control de la respiración, el autor utiliza unejercicio denominado «la bomba de petróleo». En este ejercicio, elniño, tumbado boca arriba, debe respirar en 4 tiempos. Duranteel primer tiempo, levanta los brazos, de manera rápida y ligera (almenos al principio), hasta dejarlos en posición perpendicular conrespecto al techo, inspirando al mismo tiempo, como si los brazosfueran las palancas de una bomba. En el segundo tiempo (pasivo),debe contener el aliento durante algunos segundos (sin bloquearla glotis) manteniendo sin esfuerzo los brazos levantados. En el ter-cer tiempo, baja tranquilamente los brazos mientras espira simul-táneamente. Por último, en el cuarto tiempo, permanece algunossegundos sin respirar, relajado y con los brazos extendidos a am-bos lados del cuerpo. Poco a poco debe llegar a familiarizarse concada uno de estos cuatro tiempos. Para ello, el niño jugará con laduración de cada uno de ellos, haciéndolos oscilar libremente en-tre los 2 y los 8 o 10 segundos. Debe aprender a percibir la canti-

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dad de energía que emplea en cada movimiento y reducirla al má-ximo, de modo que la coordinación entre el movimiento y la respi-ración se irá haciendo cada vez más precisa. El reeducador estaráallí para guiarlo y apoyarlo; así como para detenerlo después dealgunos ciclos respiratorios y permitirle así descansar de sus es-fuerzos inútiles y tomar conciencia de su actuación antes de repe-tir aún el ejercicio, dos o tres veces más, de manera cada vez másarmoniosa y ligera. A decir verdad, este ejercicio interviene tantosobre la relajación como sobre la respiración.

A continuación, con el niño sentado o de pie, el autor utiliza,entre otros y del mismo modo que en el adulto, el ejercicio delSoplo del Sagitario, seguido de ejercicios vocales de numeración o de texto cantado recto tono. Estos ejercicios están descritos en elcapítulo siguiente (v. págs. 130 y sig.)

Lectura guiada y comentada

A partir del momento en que el niño empieza a saber leercorrectamente, podemos practicar con él la lectura guiada 1/ comen-tada, que resulta también de gran utilidad con los niños disléxicos.El reeducador se sienta junto al niño con el texto y pone, duranteun breve instante, un dedo sobre la primera palabra del mismo.Después, tranquilamente y mientras inspira un poco de aire, nopor la nariz, sino por la boca, dibuja con el dedo un pequeño bucleen el aire, en sentido inverso a las agujas del reloj, para depositarloluego de nuevo sobre la misma palabra, al tiempo que empieza a leer, en voz alta y siguiendo el texto con el dedo, el primer seg-mento de frase con significado.

Un segmento de frase que tiene sentido por sí mismo, segmentoque será además variable según la interpretación que se dé a lafrase, se denomina enunciado. Esta palabra designa lo que sedesprende de cada uno de estos segmentos, llamados tambiénunidades de pulsión de significado, término más largo pero, cier-tamente, más exacto. Efectivamente, el habla no fluye pasivamen-te, de una manera continua, sino que funciona siguiendo una seriede pulsiones o impulsos sucesivos.

Se pide al niño que lea en voz alta junto con el reeducador, tra-tando de empezar y parar exactamente al mismo tiempo que él. Lautilización del dedo para seguir la lectura (algo frecuentemente

Prevención y tratamiento en el niño 125

prohibido en la escuela) le facilita ciertamente el ejercicio. El niñodebe también, por supuesto, hacer una inspiración (moderada)mientras el reeducador traza el bucle en el aire con el dedo al prin-cipio de cada enunciado. Esta inspiración debe hacerse obligato-riamente por la boca y mientras ésta se coloca ya en posición paraarticular la primera vocal de la palabra —incluso cuando la pala-bra empiece con consonante—. El niño debe respetar en suma elprincipio de precesión articulatoria de las vocales, que expondremoscon más detalle cuando hablemos del adulto. No dudaremos eninterrumpir de vez en cuando la lectura para practicar los impul-sos respiratorios delante de un espejo —con movimientos más len-tos para poder analizarlos correctamente— o bien para volver a los ejercicios de control de la respiración.

Después de leer conjuntamente un cierto número de unidadesde pulsión de significado, el niño y el reeducador hablarán de loque acaban de leer, harán comentarios al respecto, se plantearánpreguntas acerca de la posible continuación del texto, etc. Este pe-ríodo de «conversación amigable» resulta fundamental, y omitirlosería realmente perjudicial para la evolución positiva del caso. Suobjeto es hacer más viva la historia en el espíritu del niño, insta-lando así imágenes o, más exactamente, representaciones mentalesestables, condición indispensable para la fijación sólida del habla,ya que coloca al niño en una situación de intercambio tranquili-zador.

Naturalmente, el reeducador practica también en esta ocasión laactitud de interlocutor activo, y si los padres —ambos o uno de losdos— están presentes durante la sesión, su ejemplo resulta paraellos extraordinariamente instructivo, ya que se les está recordan-do así la necesidad de adoptar esta actitud. En efecto, la eficacia dela reeducación puede quedar comprometida si los padres conti-núan practicando en casa cualquiera de las tres actitudes nocivas:reproches, consejos o falsa indiferencia. En este punto, el trabajode guía parental sigue siendo fundamental.

En un principio, indudablemente, el niño tartamudeará muchoy tendrá problemas para empezar la frase justo en el momentooportuno, ni demasiado pronto, ni demasiado tarde, y para parar-se justo al final de los enunciados, esperando a que el dedo dé laseñal de reanudación. La habilidad del reeducador está en adaptarsu ritmo a las dificultades del niño. Poco a poco, se consigue queel niño se relaje y empiece entonces a pasear agradablemente porla historia que está leyendo.

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El autor ha intentado muchas veces iniciar a los padres en lapráctica de este ejercicio, pero no ha conseguido nunca que se apli-cara correctamente, ya que para obtener buenos resultados es ne-cesario distanciarse de la tartamudez y no ponerse nervioso. Natu-ralmente, esto resulta mucho más fácil para el reeducador quepara los padres y, por otra parte, también para el niño es más sen-cillo trabajar con aquél que con su padre o su madre.

Esta práctica puede aplicarse hasta la edad de 12 años y, si bienrequiere una cierta habilidad, resulta de una eficacia notable. A partir de los 10 años, es posible utilizar además un ejercicio de di-bujo dictado e incluso la técnica de elaboración de imagen quedescribiremos en el capítulo siguiente (v. págs. 158 y 159).

El acceso de fiebre que anuncia la curación

Para terminar este capítulo, hemos de señalar finalmente que elinicio del tratamiento en el niño, tal como lo concibe el autor, vaacompañado muchas veces de un empeoramiento de la tartamu-dez, lo cual puede ser interpretado de manera negativa contra elreeducador: «Desde que usted lo trata, el niño tartamudea cadavez más». Si no hemos prevenido a los padres de que esto iba a pasar, resultará difícil responder a estas críticas alegando que setrata de un buen signo de curación, sin arriesgarnos a parecemos a los médicos de Moliere. Sin embargo, si examinamos estos casos,vemos que es cierto que el niño tartamudea más que antes, peroque, al mismo tiempo, aparece mucho más cómodo y relajadocuando habla. Esto significa que lucha menos contra su tartamu-dez, lo cual le lleva por el buen camino.

Capítulo 8

Tratamiento en el adulto

• EL TRATAMIENTO DE LA TARTAMUDEZ NO PUEDESER UNIFORME

El tratamiento de la tartamudez debe, en primer lugar, adaptar-se a la edad de la persona tartamuda.

Recordemos que, cuando se presenta antes de los 5 o 6 años deedad, la tartamudez puede ser reversible y que, en efecto, en tres(y sólo en tres) de cada cuatro casos remitirá por sí sola. El trata-miento consiste entonces en prevenir la posible cronificación encada uno de los niños que empiezan a tartamudear, ya que, de locontrario, uno de cada cuatro de los mismos desarrollará una tar-tamudez crónica que puede llegar a conservar toda su vida. El tra-tamiento en estos casos se dirigirá, como ya sabemos, más al en-torno que al niño mismo. Entre los 6 y los 13 o 14 años tenemosque enfrentarnos, tal como hemos dicho en el capítulo anterior, alproblema de la motivación del niño. El tratamiento deberá, pues,adaptarse tanto a esta situación como a las reacciones del entorno,incluso aunque el niño no esté preparado, por el momento, parauna intervención directa.

Más adelante, en el adolescente y en el adulto, la actitud del en-torno tiene menor importancia —lo cual no significa que seanula—, pero el problema se halla entonces profundamente fijadoen la manera de ser del paciente. Recuperar un comportamientode habla normal o, cuando esto no es posible, modificarlo, al me-nos, para hacerlo más aceptable, se hace mucho más difícil de con-seguir.

Ser tartamudo a los 4, a los 10 o a los 30 años no es, evidente-mente, lo mismo, y el tratamiento, por lo tanto, no puede ser tam-poco el mismo para todas las edades. Sin embargo, este tratamien-to depende también de lo que el paciente quiera obtener y de lamanera en que esta demanda pueda articularse con lo que el tera-peuta puede ofrecerle. A este respecto, deben evitarse los malen-tendidos que puedan presentarse desde el mismo principio deltratamiento, especialmente por lo que respecta al adulto.

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• DOS DESEOS ILUSORIOS DE LA PERSONATARTAMUDA

Lo que desea el paciente podría, de hecho, expresarse con fre-cuencia simplemente como: «Líbreme de esta tartamudez que memolesta y me avergüenza tanto». Desgraciadamente, la tartamu-dez no se presenta como un cuerpo extraño que pueda extirparsey erradicarse de un modo sencillo. La tartamudez resulta de unaconstrucción anormal del habla que da lugar a alteraciones más o menos profundas en la misma. Más que eliminarla, lo que tieneque hacerse es repararla o, a falta de algo mejor, paliarla al menos.

Otro de los deseos del paciente suele ser: «Haga que mi hablaesté libre de accidentes y que sea totalmente irreprochable». Sinembargo, suprimir los accidentes del habla no permitirá al sujeto,en modo alguno, recuperar un habla normal. Desgraciadamente—y éste es un malentendido básico—•, muchas personas tartamu-das, y hemos de decir que también muchos terapeutas, están con-vencidas de que un habla normal y un habla sin accidentes sonexactamente la misma cosa (!!!). Olvidan con ello que el habla nor-mal presenta precisamente accidentes similares muchas veces a losdel habla patológica, lo cual, y siempre de acuerdo con el contexto,es paradójicamente la prueba de su carácter vivo y natural. ¡Unhabla demasiado perfecta es más bien una anomalía!

• TR ES TIPOS DE PROYECTOS TERAPÉUTICOS

Si consideramos los tratamientos que proponen los diferentestipos de especialistas que se hacen cargo habitualmente de casosde tartamudez, ya se trate de logopedas, médicos (foniatras, psi-quiatras, neurólogos, generalistas), psicoterapeutas, psicoanalistas,pedagogos (profesores de dicción o incluso de canto) o personasque habían sido tartamudas, constatamos que pueden clasificarseen tres categorías de proyectos distintos, si bien puede pasarse fá-cilmente de uno al otro.

Erradicar. Controlar

Un primer proyecto terapéutico —tal vez el que nos viene deinmediato a la cabeza— considera el control de los tartamudeos,

Tratamiento en el adulto 129

para lo cual se presentan dos posibilidades. La primera consiste,pura y simplemente, en tratar de eliminarlos. Para ello deberáadoptarse, de manera permanente, un habla voluntariamente mo-dificada —más lenta o siguiendo un ritmo, por ejemplo—, con-fiando en que esta habla modificada se convierta, poco a poco, enautomática. Un habla ciertamente artificial, pero sin alteraciones.La segunda solución consiste en aprender métodos que permitancontrolar los tartamudeos cuando sea necesario, de manera que latartamudez sea siempre lo más discreta posible, pero especialmen-te inaparente cuando el momento así lo requiera. Se trata de con-seguir, pues, una tartamudez atenuada, que persiste, sin duda,pero que el paciente ya no teme porque ha aprendido a convivircon ella y ha dejado de ser un obstáculo para sus proyectos.

Paliar las supuestas deficiencias

Un segundo proyecto, totalmente diferente, es el propuesto porlos terapeutas que consideran la tartamudez únicamente como elsíntoma de una deficiencia concreta, ya sea física o lingüística, o bien psicológica. En el primer caso, el tratamiento recurrirá a losfármacos, a aparatos para la modificación de la autoescucha, al en-trenamiento de la mecánica de la laringe, de la respiración o de lacompetencia lingüística. En el segundo caso, el tratamiento se cen-trará en la significación psicológica de la tartamudez y en la mane-ra en que el individuo reacciona a este problema en la vida coti-diana.

Curar

Un tercer tipo de proyecto —sin duda el preferido por el au-tor— consiste en considerar de entrada la posibilidad de una cura-ción completa, que llegue a conseguir un habla realmente normalno solamente en su apariencia externa, sino también en sus meca-nismos profundos. Se trata de volver a poner estos mecanismos encondiciones, reparándolos y modificándolos hasta obtener las ca-racterísticas del habla normal.

Es esta opción la que describiremos a continuación, siendoconscientes, no obstante, de que se trata de una opción ambiciosaque no siempre resulta posible llevar a cabo en todas las personas

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tartamudas, ya que requiere, a menudo y especialmente en eladulto, mucho trabajo y esfuerzo. Es necesario tener siempre pre-sente que el sentido común nos obliga a determinar la terapéuti-ca no en función de la normalización a cualquier precio, sino enfunción del alivio óptimo del sufrimiento. Expondremos a con-tinuación la postura del autor acerca de otros métodos de abordajedel tratamiento de la tartamudez en el adulto.

• OPCIÓN CURACIÓN

La posibilidad de que una persona adulta pueda curarse de sutartamudez es puesta en duda por la mayor parte de los terapeu-tas, quienes prefieren mantenerse en la idea de una tartamudez,de algún modo, domesticada; de una tartamudez con la que el in-dividuo ha aprendido a vivir y que se presenta, pues, de una ma-nera atenuada. A modo personal, el autor preconiza siempre espe-rar la curación, es decir, el acceso a un habla verdaderamentenormal. Un habla que no precise de un control permanente ni deun entrenamiento indefinido. Un habla que dé al individuo la se-guridad de que no corre el riesgo de comprometer el intercambioverbal que ha emprendido por un accidente del habla. Un hablaconsiderada normal, tanto por el interlocutor, los interlocutores o el auditorio como por el individuo mismo.

De acuerdo con un trabajo llevado a cabo por dos logopedas,D. Hoff y D. Rovella-Flon, que lo presentaron como proyecto definal de carrera, esta curación puede obtenerse en más de la mitadde los casos.

Este trabajo, cuya seriedad resulta realmente digna de mención,consistió, en primer lugar, en la elaboración de un cuestionario muysimple, que se incluye en la página 132, y que se limitaba a cuatropreguntas con cinco propuestas de respuesta para cada una. Lasimplicidad del cuestionario permitía esperar la obtención del máxi-mo número de respuestas posible, y así hacerse uria idea másaproximada de la evolución de la tartamudez después del trata-miento. Se envió la encuesta a 101 pacientes que, en los años pre-cedentes, habían seguido un tratamiento practicado, siguiendo losmismos principios en todos los casos, por logopedas del equipo delautor y por este mismo. Del total de cartas, 47 fueron devueltas alremitente por cambio de domicilio, lo cual redujo a 54 el número depersonas sobre las que se llevó a cabo el estudio; de éstas 54 per-sonas, 36 eran mayores de 14 años al principio del tratamiento.

Tratamiento en el adulto 131

Los autores del trabajo se pusieron en contacto de nuevo, porcarta y por teléfono, con estas mismas 54 personas y finalmente— l o que resulta realmente excepcional— todos contestaron a la en-cuesta, ya sea devolviendo el cuestionario cumplimentado con res-puestas sucintas (11 pacientes), enviando un cuestionario conrespuestas más detalladas (5 pacientes), accediendo a una entre-vista telefónica (10 pacientes) o bien, accediendo a una entrevistapersonal (28 pacientes).

Los resultados globales, detallados en la tabla de la página 133,fueron los siguientes:

De los 36 casos en los que el tratamiento se inició después delos 14 años, se consideró curados a 21 pacientes, mientras que a los 15 restantes se les consideró no curados.

De los 18 pacientes menores de 14 años, a 12 se les considerócurados y a 6 no curados.

Los criterios de curación que se siguieron fueron, principalmen-te, que el sujeto ya no se considere a sí mismo una persona tarta-muda, y que nadie de su entorno lo considere como tal.

Gracias a las entrevistas, los autores comprobaron que de los26 pacientes que se consideraban curados, 20 no presentaban nin-gún rastro de tartamudez en el habla, mientras que los otros 6 con-servaban ocasionalmente alguna ligera secuela de la misma. Losautores observaron también que 3 pacientes que se considerabanno curados, no presentaban señal alguna de tartamudez. Creye-ron, no obstante, y para ser justos, que estas 3 personas debíanser contabilizadas como fracasos.

Si el autor ha creído oportuno aportar tantos detalles acerca decómo se llevó a cabo esta memoria es porque la idea de curaciónde la tartamudez ha sido tan frecuente y categóricamente negada,que se hacía realmente necesario el aporte de elementos de credi-bilidad al respecto.

En el número de diciembre de 1995 de la publicación Lettre Paro-

le-Bégaiement (carta n.° 7), órgano de difusión de la Asociación Ha-bla-Tartamudez (APB, v. pág. 197), encontramos el testimonio deMario Scrofani, un estudiante de psiquiatría, tartamudo, que escri-be: «Todos los métodos terapéuticos dan lugar a algunos resulta-dos positivos, siempre parciales, y a numerosos fracasos. En defini-tiva, no son más que una ayuda, un sostén que se presta a laspersonas tartamudas». Añade, además: «En ningún caso se trata deun verdadero tratamiento, sino que es la persona tartamuda por símisma la que, apoyada con un método (¡de los que existen más de200!), debe hacer el esfuerzo de aprender a dominar su habla, ya

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132 La tartamudez: opción curación

C U E S T I O N A R I O DE LA ENCUESTA(llevada a cabo por D. Hoff y D. Rovella-Flon en 54 personas

tartamudas tratadas siguiendo la opción curación)

I . Después de su t r a t a m i e n t o , c o n s i d e r a us ted q ue

sus d i f i cu l tades de habla:

• Se han agravado

• Permanecen inalteradas• Persisten solamente en circunstancias especiales• Son algo menos frecuentes• Son mucho menos frecuentes• Han desaparecido totalmente

I I . Las pe rsonas de su e n t o r n o , ¿son de la m i s m aop in ión?

• Sí• No• No lo he preguntado

I I I . ¿Hab la u s t e d g u s t o s a m e n t e en púb l ico?

• J a m á s• Con cierta dificultad• Sin problemas

IV. ¿ C ó m o r e a c c i o n a u s t e d s i se a t a s c a m i e n t r a ses tá hab lando?

• Me concentro en lo que estoy intentando decir• Cambio de palabra

• Controlo mi articulación• Me excuso con mi interlocutor• Me detengo un momento para relajarme• Otros procedimientos

Tratamiento en el adulto 133

Edad al pr incipio

del t ra tamien to Personas Curados No curados

Mayores de 25 años 9 5 4

De 18 a 25 años 18 9 9

De 14 a 18 años 9 7 2

SubtotalMayores de 14 años 36 21 15

De 7 a 13 años 10 5 5

De 3 a 6 años 8 7 1

Subtota l

Menores de 14 años 18 12 6

Tota l general 54 33 21

que todos los tartamudos, incluso si han seguido un tratamiento dereeducación y se consideran curados, deben hacer siempre un es-fuerzo para mantenerse dentro de una norma de elocución. El tra-tamiento no es más que un método paliativo. La fluidez natural nose recupera jamás». El autor quiere dedicar el resto de este capítuloa Mario Scrofani para luchar contra este pesimismo que expresacon simplicidad y que nos gustaría permitir atemperar, si bien re-conociendo siempre que, en un adulto, llegar a la curación de latartamudez no es en modo alguno una empresa sencilla. Esta cura-ción requiere a menudo, como ya hemos dicho, una gran inversiónde tiempo y trabajo, así como tener muy claro que es imposible ob-tener un resultado semejante si nos contentamos con conseguir un«dominio del habla». Curar la tartamudez es algo completamentedistinto que controlarla de manera voluntaria.

E N C U E S T A D . H O F F y D . R O V E L L A - F L O N

D e t a l l e s d e los r e s u l t a d o s o b t e n i d o ss e g ú n las e d a d e s de los p a c i e n t e s

(basado en 54 casos, de los que 36 eran pacientes mayoresde 14 años)

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134 La tartamudez: opción curación

Pr inc ip io del t ra tamien to

La recuperación de un habla normal exige trabajar a tres nivelesdistintos. El primero concierne a la misma persona tartamuda, esdecir, al locutor. A este nivel, debemos ocuparnos del funciona-miento de los órganos del habla y, en particular, de cómo reaccio-nan ante la emoción y la voluntad. Se trata, pues, del dominio delprimer controlador que hemos introducido en el capítulo 1 y quefunciona, normalmente, de manera automática y subconsciente. Essobre todo en este primer nivel en el que funcionan los métodos a los que hacía alusión Mario Scrofani, y que tiene razón en califi-carlos simplemente como métodos que aportan una simple ayu-da... ¡lo que no está nada mal! El segundo nivel es el de la relaciónque se establece con el interlocutor, es decir, que se trata del domi-nio del tercer controlador. Naturalmente, los métodos a los que serefiere Mario Scrofani se preocupan de dotar a la persona tartamu-da de sistemas para luchar contra el temor a tartamudear, temorque se funda en el miedo a ser juzgadas por los demás y, en parti-cular, por el interlocutor. Superar este miedo es ya de por sí fun-damental, pero no basta, no obstante, para establecer una relaciónnormal con el interlocutor y considerarlo una parte activa vital delintercambio verbal. Por último, el tercer nivel es el de la construc-ción del ORIV, en el que los tres controladores estarán funcionan-do conjuntamente, cada uno en su justa medida. La consecuciónde esto último supone la verdadera curación.

En la práctica, el hilo conductor para llegar a este objetivo ideal—incluso en los casos en los que nos detenemos antes de llegar has-ta él porque, o bien nosotros o bien el paciente, consideramos que,después de todo, «ya está bien así»— pasa por la voluntad de repa-rar este habla más o menos desnaturalizada, mediante la correcciónde las seis alteraciones fundamentales del habla descritas en el capí-tulo 3, sin olvidar, no obstante, que puedan descubrirse otras.

I n fo rmac ión

La primera etapa es la información, que debe, además, fluir enlas dos direcciones. Por una parte, el terapeuta, logopeda o fonia-tra, deberá tomar contacto con este caso de tartamudez en particu-lar, conocer su historia, las tentativas terapéuticas llevadas a cabocon anterioridad, los deseos de su paciente, lo que éste piensa de

Tratamiento en el adulto 135

su problema, cómo lo explica, cuáles son sus interrogantes sobre eltema, etc.

Por su parte, el paciente deberá ser informado a fin de conse-guir que se haga una idea más precisa de lo que es la tartamudezen general, y de cuáles son las particularidades de su caso en con-creto. Deberá tomar conciencia de la manera en que el habla pue-de sufrir alteraciones, no sólo superficiales (concretar tipos de ac-cidentes del habla, tipos de problemas asociados), sino también enprofundidad (importancia relativa en su caso particular de las seisalteraciones fundamentales del habla). Se trata también de que lle-gue a imaginar el factor o factores que han podido desencadenarsu tartamudez, así como a comprender los mecanismos que expli-can su evolución y sus variantes.

Podemos considerar que hemos cruzado una barrera importan-te cuando el paciente se da cuenta, finalmente, de que en su tarta-mudez no hay, de hecho, nada misterioso. Puede tratarse de unproblema complicado a veces, incluso algo desconcertante, pero¡misterioso, no! Este primer resultado se obtiene, a menudo, en laprimera entrevista, aunque algunas veces sólo a título provisional.Las verdades desconcertantes, que tenemos naturalmente el dere-cho de poner en duda, resultan normalmente difíciles de integrar,de entrada, de una manera permanente.

En cuanto a la molestia producida por la tartamudez en los ac-tos de la vida cotidiana, nos servirá como balance global de la si-tuación, si bien, en la opción curación, este tipo de balance no es elmás importante para evaluarla.

Separar el entrenamiento del habla normal

Antes de emprender el tratamiento, el paciente debe ser infor-mado de cómo va a desarrollarse y de cuáles son los principios enque se basa. El tratamiento comporta, siempre que sea posible, se-siones semanales con el terapeuta, y su duración media es de 18meses. A lo largo de las sesiones, se explorarán detalladamente losmecanismos, tanto físicos como psicológicos, del habla y, a partirde este estudio, se preparará un programa de ejercicios que seránpracticados, tan regularmente como sea posible, durante algunosminutos cada día. Los ejercicios están pensados para ir introdu-ciendo cambios en el uso del habla corriente, sin que el pacientetenga que preocuparse directamente de ello. Como estos cambios

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136 La tartamudez: opción curación

se irán produciendo de una manera espontánea y no por decisiónvoluntaria, el entrenamiento y el uso normal del habla quedan asícompletamente separados. Durante el entrenamiento se requiereuna atención constante sobre los mecanismos del habla, mientrasque durante su uso normal, en cambio, no se trata de ocuparse deldetalle de ejecución de la misma. Es lo mismo que ocurre, porejemplo, con un coche: su funcionamiento es completamente dife-rente cuando estamos usándolo que cuando estamos haciendo re-paraciones o ajustes en sus mecanismos. En el primer caso, loesencial es llegar a nuestro destino. En el peor de los casos, reque-riremos ser remolcados, pero no es cuestión de manipular el mo-tor mientras está funcionando. En el segundo caso, se trata de vol-ver a poner en condiciones la mecánica del vehículo y, si esposible, sin tener que hacer grandes reparaciones.

Este modo de enfocar el tratamiento se distingue de otros —queel autor no desea en modo alguno condenar a priori— en los que,en las sesiones se ponen en práctica métodos que permiten evitarla tartamudez; métodos que luego intentarán emplearse de mane-ra voluntaria en el uso normal del habla. Sin embargo, resulta fácildarse cuenta de que, al estar tan pendiente de la ejecución del ha-bla en el momento de su uso habitual, nos arriesgamos a que elpaciente desarrolle un habla artificial y controlada; se instale, endefinitiva, en la segunda alteración del habla. Equivaldría, si-guiendo con el ejemplo planteado en el capítulo 3, a incitar al «pa-trón» (la conciencia) a instalarse permanentemente en el despachodel primer controlador (el que se ocupa del detalle de ejecucióndel habla y de la conformidad a las normas), en lugar de dejarlopermanecer en su verdadera posición, es decir, en el piso superior,junto con el segundo y el tercer controlador, para ocuparse de laconstrucción del ORIV. En la opción curación preferimos evitareste riesgo. Se introducirán, naturalmente, algunos pasos que se-guir en el momento del uso normal del habla, pero harán referen-cia solamente al comportamiento tranquilizador y a la aceptaciónde ayuda, es decir, que apuntarán a corregir la tercera y la cuartaalteración del habla. Volveremos a esta cuestión.

Adquisición de dominio sobre la tensión psicomotriz

Tras la primera etapa de información, la segunda consistirá,para el paciente, en la adquisición de dominio sobre su tensión

Tratamiento en el adulto 137

psicomotriz, que es la energía que actúa tanto sobre sus músculoscomo sobre su mente (sin que se sepa cómo se comunica entre am-bos). Para lograr recuperar el reflejo normal de relajación en elmomento de presentación de los tartamudeos es necesario, en pri-mer lugar, aprender a distenderse, y este aprendizaje se llevará a cabo gracias a la práctica de ejercicios especiales de relajación. Elautor ha ideado en este sentido un ejercicio que recibe el nombrede Relajación con los ojos abiertos, muy conocido actualmente pormuchos logopedas, y que no requiere más que entre 5 y 10 minu-tos de práctica al día.

En la práctica del ejercicio de Relajación con los ojos abiertos, el

paciente debe respirar con suspiros entrecortados con pausas dealgunos segundos, durante las cuales debe aprender a sentirsetranquilo a pesar de la falta de respiración. Se trata de descubrir la«apnea confortable», lo cual no es posible a no ser que el suspirohaya sido ejecutado de una manera armoniosa y económica. Du-rante algunas de estas pausas, debe ejecutar también ciertas ma-niobras de crispación/distensión, consistentes en tensar progresiva-mente todos los músculos de un miembro —s in provocar, noobstante, movimiento alguno, lo cual se logra bloqueando las arti-culaciones de este miembro— y relajarlos luego de manera brusca,tratando siempre de evitar que la tensión se difunda al resto delcuerpo.

Este ejercicio es muy útil en estos casos, ya que su objetivo no esla relajación en sí misma, sino aprender a dominar la energía psi-comotriz, que es realmente esencial. La iniciación a esta prácticapuede costar un cierto tiempo a las personas tartamudas. Normal-mente, algunas semanas, pero en ocasiones hasta varios meses. Sinque sean siempre conscientes de ello, las personas tartamudas fun-cionan a menudo a un nivel de tensión increíblemente alto, blo-queando el tórax, la cara y todo el cuerpo. La familiarización conel cuerpo relajado conscientemente en este ejercicio cotidiano, esuna fase esencial del tratamiento. Muchas veces es, incluso, y deacuerdo con los pacientes curados, la etapa más importante; a con-dición, sin embargo, de no detenerse aquí.

Tenemos que señalar de nuevo que, de hecho, el dominio del ni-vel de tensión psicomotriz, no permite resolver directamente elproblema planteado por la inversión del reflejo de relajación en elmomento de los tartamudeos (primera alteración del habla). Comoya hemos dicho, entre el movimiento automático y el movimiento

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138 La tartamudez: opción curación

voluntario existe una diferencia de escala considerable. La volun-tad de distenderse es una acción demasiado compleja para poderreemplazar de manera válida el reflejo de relajación. Esto justificala regla a la que nos hemos referido antes, según la cual, no debe-mos ocuparnos de los detalles del mecanismo físico del habla en elmomento mismo de su uso cotidiano. Efectivamente, a menudoatribuimos a la voluntad un poder superior al que realmente tiene.

Muchas veces oímos decir la típica frase de que «querer es po-der», o como decía el patriota francés de principios de siglo: «Paraun corazón francés no hay nada imposible». Sin embargo, a estafrase respondía un humorista de moda: «¡Pues que intente encen-der una cerilla frotando sobre un queso fresco!». El automatismoestá, por el contrario, completamente desvalorizado. Así, por ejem-plo, el aprendizaje automático, cantando, de las tablas de multipli-car o de las provincias de cada región, que puede aportar, sin em-bargo, una base sólida a posteriores operaciones mentales, hacaído en desuso, siendo su «grave defecto» no recurrir a la inteli-gencia. En estas condiciones, resulta difícil de reconocer la superio-ridad, tan importante en determinadas tareas, del simple automa-tismo sobre la voluntad inteligente. En lo que respecta a laarticulación del habla, esta humillante inferioridad de la orden mo-triz voluntaria con respecto a la orden motriz automática explica, talvez, buena parte de la dificultad del tratamiento de la tartamudez.

La práctica regular de ejercicios de relajación tiene, naturalmen-te, una acción benéfica general que llevará a una mejoría del habla,si bien, muchas veces y de manera paradójica, después de superarun período pasajero de agravamiento debido a la relajación de lavigilancia estricta que se ejercía sobre el habla. Sea como sea, el ob-jetivo rea) de esta práctica no es en modo alguno la obtención de ladistensión en sí misma, sino el dominio de la tensión psicomotriz.Se trata, en suma, de acceder al control que regula el nivel de ener-gía que domina tanto el cuerpo como la mente. Se trata de apren-der a manipular este control de una manera eficiente, tanto paraincrementar como para disminuir la potencia.

Esta capacidad es, en efecto, indispensable para la adquisicióndel control sobre muchos otros elementos que intervienen en elacto del habla: la respiración (o, más exactamente, el soplo fonato-rio), la actitud corporal, la mirada y la voz, la articulación, la veloci-dad y el ritmo, lodos estos elementos tienen que ser controlados a voluntad, pero no para intervenir en el curso del habla en el mo-

Tratamiento en el adulto 139

monto de su uso normal, sino para preparar la etapa siguiente. Con-firmamos de nuevo el principio de la separación del entrenamientoy del uso real del habla, que, como ya hemos dicho, es efectivamen-te fundamental en esta opción de curación de la tartamudez.

Dominio de la respiración y de la actitud corporal

Hl dominio de la respiración y del soplo está muy ligado al de latensión psicomotriz. Durante el ejercicio de Relajación con los ojos abiertos, el paciente aprende a respirar mediante suspiros, separa-dos por pausas variables de algunos segundos en los que contienela respiración. En este ejercicio, el movimiento respiratorio delsuspiro debe, poco a poco, hacerse ligero, fácil, agradable. Aunquecontrolado y voluntario, es preciso que este suspiro sea lo más na-tural posible, que sea relativamente discreto y que recurra tanto a la respiración torácica superior como a la respiración abdominal.Se producirá, además, al cabo de unos minutos, una sensación debienestar, de confort, de abandono. Resulta, sin embargo, difícilque las personas tartamudas consigan llevar a cabo este ejerci-cio correctamente por sí solas, por lo que necesitarán la ayuda dereeducadores competentes y experimentados.

D. Hoff y D. Rovella-Flon constataron en su estudio (v. pág. 130)que cuando el paciente consigue practicar a voluntad los suspirosen que consiste este ejercicio de una manera satisfactoria, se hallaa medio camino de su recorrido hacia la curación. Esto no tiene porqué resultar sorprendente. La ejecución correcta de estos suspirosexige que el sujeto sepa combinar en un mismo movimiento el con-trol voluntario del gesto con su desarrollo automático: «No provocovoluntariamente este suspiro, sino que lo dejo salir como quiere». Elhabla normal necesita este tipo de funcionamiento.

El dominio del soplo y, más exactamente, del abdominal, indis-pensable para una proyección vocal eficaz, se conseguirá másfácilmente cuando el aprendizaje de la relajación haya dotado yaal sujeto de una cierta habilidad para controlar su tensión psico-motriz. La adquisición de este dominio podrá lograrse medíanleuna serie de ejercicios que el paciente realizará tanto acostado, delmismo modo que los ejercicios de relajación, como, sentado y de pie. Estos ejercicios están orientados, como los suspiros, a

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140 La tartamudez: opción curación

lograr la naturalidad del gesto, el ahorro de energía, la autentici-dad del comportamiento. Algunos de ellos, como el ejercicio Soplo

del Sagitario, implican simultáneamente al soplo, a la verticalidady a la mirada. Se trata, pues, de las características del comporta-miento de proyección vocal que intervienen cuando el habla tomaun carácter dinámico, tal como hemos explicado en el capítulo 2 al hablar de la respiración. Estos ejercicios no sólo deben ser ejecu-tados correctamente, sino que tienen que vivirse además de unamanera auténtica. Para ello, también aquí resulta imprescindibledisponer de un buen guía.

El sagitario es un centauro —cabeza y torso de persona y cuer-po de caballo— que dispara Hechas a las estrellas. En este caso,nuestro sagitario no se sirve de flechas, sino de los rayos mágicosproyectados por su mirada.

El ejercicio del Soplo del Sagitario tiene como finalidad permitiruna toma de conciencia del mecanismo de la voz proyectada, aquellaque utilizamos cuando la voz se convierte en un instrumento de ac-ción, cuando nos sirve para llamar a alguien, dar una orden, afirmar,informar, interrogar, hablar en público. En todas estas circunstancias,esta voz se utiliza normalmente de una manera automática —esta-mos genéticamente programados para ello—, lo cual supone uncomportamiento especial constituido por cuatro elementos:

1. Tener la certeza de ser eficaz: cuando decidimos llamar a alguien, estamos seguros, en principio, de que nos oirá, incluso siluego nos damos cuenta de que no ha sido así. Este primer ele-mento, que demuestra nuestra confianza en el poder que tenemos,es primordial, ya que es el que desencadena los tres elementos si-guientes.

2. La orientación de la mirada hacia «la otra persona» quequeremos alcanzar.

3. Enderezamiento del cuerpo.4. Recurso a la acción de los músculos abdominales para pro-

ducir una espiración que toma entonces el nombre de soplo abdo-minal y cuya ventaja es que resulta controlable por la acción anta-gonista del diafragma, tal como hemos explicado en el capítulo 2.

Patológicamente, el comportamiento de proyección vocal puede,en las mismas circunstancias, verse reemplazado por un comporta-miento más forzado, que es el de la voz de insistencia o de angus-tia, caracterizada por basarse en un soplo vertebral que se sirvede la flexión de la parte superior de la columna vertebral torácica,con proyección del rostro hacia delante (v. cap. 2).

Tratamiento en el adulto 141

Para ejecutar el ejercicio del Soplo del Sagitario, el sujeto, quepermanecerá de pie o sentado pero sin apoyar la espalda, debeimaginar que el mar se extiende ante él y que a lo lejos puede verun barco. Su cuerpo estará erguido y su mirada, fija sobre el barcoimaginario. Emitirá entonces, sin prisas y sin violencia, pero conuna cierta firmeza, tres soplidos sucesivos bastante breves (¡chch!),producidos mediante una ligera contracción de los músculos abdo-minales. Después de cada una de estas tres emisiones, el sujetohará una ligera inspiración, suavemente y sin sonido alguno. El tó-rax no debe hundirse en el momento de los soplidos, sino que, porel contrario, dará la impresión de levantarse ligeramente debido a lapresión de la respiración abdominal. El sonido de cada emisión em-pezará de una manera suave y acabará con algo de brusquedad,como una flecha que se clava. La boca permanecerá entreabiertadurante todo el tiempo que dure el ejercicio y no intervendrá en nin-gún movimiento articulatorio. El conjunto debe dar la impresión deun gesto natural, discreto, fácil y dinámico.

El fundamento de este ejercicio está en la idea de que haceravanzar un barco imaginario sobre una mar imaginaria es lo mismoque hacer avanzar nuestras palabras por la conciencia de nuestrointerlocutor. Cuando nos dirigimos a alguien, trabajamos siemprecon la imaginación: le hablamos a partir de lo que imaginamos quepiensa a propósito de lo que tenemos que decirle.

Si hemos descrito aquí el ejercicio del Soplo del Sagitario deuna manera tan detallada no es para instar al lector a que lo prac-tique correctamente (lo que no resultaría imposible, pero sí difícil-mente efectivo sin alguien que lo guíe), sino para poner de mani-fiesto la importancia de la autenticidad de la actitud psicológicadel paciente al realizarlo. El movimiento abdominal, la mirada y laverticalidad del cuerpo tomarán un carácter convincente tan sólosi el barco imaginario existe realmente en la conciencia del pa-ciente. Sólo en este caso, el movimiento adoptará toda la discre-ción y la naturalidad de un movimiento automático. Recordémoslouna vez más: entre el movimiento automático y el voluntario exis-te una diferencia de escala de 1 a 30, es decir, que cuando elmovimiento automático es del orden de 1 mm, el movimientovoluntario que quiere reproducirlo será del orden de 3 cm. En latartamudez, no es siempre la amplitud del movimiento respiratorioo articulatorio lo que resulta desmesurado, sino que lo realmenteexcesivo es la movilización de energía, el aporte de tensión psico-motriz. La práctica de este ejercicio y de otros del mismo estilosupone un método excelente para controlar esta tendencia a lasobretensión, ya que en el contexto del contacto con el interlocu-tor —«e l otro» u «otros» que estarán representados por el barcoimaginario—, el sujeto se sentirá ahora bien situado sobre las

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142 La tartamudez: opción curación

cuatro patas de centauro, y estará seguro de alcanzarlo gracias alláser de su mirada.

El Soplo del Sagitario es sólo uno de los muchos ejercicios (to-dos con nombres igualmente evocadores: «Dragón», «Erizo», «Sa-murai», «Cobra», etc. y cada uno con una función concreta) idea-dos para la adquisición del dominio del soplo fonatorio (Le Huche y Alloli, 1999).

Dominio de la emisión vocal

Para muchas personas tartamudas, los ejercicios vocales no pre-sentan ninguna dificultad. Sin embargo, su práctica puede teneralgunos efectos beneficiosos, especialmente, la de la lectura llama-da recto tono, consistente en salmodiar un texto, cantándolo en unasola nota.

Antiguamente, este ejercicio se utilizaba en ciertas escuelas, y aún está en uso actualmente en algunos conventos en los que du-rante las comidas se está en silencio mientras se escucha a la per-sona que lee en voz alta aquel día, que articula el texto en una solanota (recto tono) con un ritmo, en ocasiones, metronómico y estere-otipado, pero en otras equilibrado más armoniosamente, a la vezimpulsivo y moderado. Normalmente, casi todas las personas tar-tamudas practican con agrado este ejercicio, ya que les permite lafrecuentación agradable de palabras que son ahora inofensivas, alestar encerradas en esta especie de caja musical salmódica. Estopuede permitirles dar un paso más hacia la relajación, ¡siempreque no se irriten al ver que sin esta «monotonía» su habla siguepresentando problemas!

Para algunas personas tartamudas, los ejercicios vocales pue-den presentar, no obstante, unas dificultades considerables. En es-tos casos, el hecho de producir progresivamente sonidos cantados,primero, y hablados, después, cada vez con una mayor facilidadpuede constituir una etapa importante del tratamiento. El reedu-cador debe tener muy en cuenta el hecho de que en la práctica vo-cal interviene la totalidad de la persona.

Dominio de la mecánica articulatoria

En la siguiente etapa —y éste es, en general, el orden que resul-ta más eficaz— actuaremos sobre la articulación del habla. ¡Por

Tratamiento en el adulto 143

fin!, dirán muchos. El único problema de la persona tartamuda¿no es acaso llegar a articular correctamente el habla? Tal vez, éstees, de hecho, el problema central en la tartamudez, si bien puedetomar a veces un carácter bastante desconcertante. Así, vemos quela mayor parte de las personas tartamudas presenta un movimien-to articulatorio completamente normal —al menos aparentemen-te— en determinadas circunstancias en las que el habla ha surgidode una manera espontánea y como por sorpresa. Pero, ¿podemoscontar siempre con este efecto de la sorpresa? Vemos que en otrasocasiones ocurre precisamente todo lo contrario: el habla marchaperfectamente, con la euforia de una fluencia verbal magnífica, y es entonces, de repente y de manera inesperada, cuando surge latartamudez que creíamos ya tan lejos. ¿No resulta algo completa-mente enojoso?

Para comprender todos estos casos aparentemente extraños, de-bemos admitir que en el curso del desarrollo de su tartamudez, lapersona tartamuda, al luchar contra sus tartamudeos, ha infligidoa la mecánica de articulación del habla toda serie de tensiones, eli-minaciones, distorsiones, que se han automatizado y que se mani-fiestan en forma de deslices o de atolladeros; aparecen como obs-táculos para la continuación del desarrollo del habla, y superarlosparece difícil e incluso imposible. Será necesario desmantelar, res-taurar, reconstruir, etc.

Reencarnación del habla y la fonética

Rectificar estas distorsiones articulatorias en el funcionamientoautomático del habla se inscribe en lo que denominamos labor dereencarnación del habla, y consiste en que el paciente tome concien-cia del hecho de que su habla se fabrica con su propia carne: suslabios, su lengua, su mandíbula, su velo del paladar, su laringe,sus pulmones. El sujeto debe aprender el funcionamiento de todossus órganos y producir, sirviéndose de ellos, todos los ruidos posi-bles con precisión, facilidad y naturalidad.

Este aprendizaje resulta, en ocasiones, mucho más laborioso delo que podríamos creer debido a la sobretensión local que resultade la tartamudez. Naturalmente, la práctica previa de la relajacióntacilita enormemente esta labor, pero en la mayoría de los casos esnecesario un entrenamiento más específico para aumentar la habili-

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144 La tartamudez: opción curación

dad de los movimientos de la lengua, de la mandíbula y de los la-bios, y para adquirir independencia de movimientos de cada uno deestos tres órganos en relación con los dos restantes.

A título de ejemplo, describiremos sucintamente dos ejerciciosbien conocidos por los logopedas que se ocupan de problemas vo-cales:

1. Sacudidas de lengua. Consiste en sacar la lengua y hacercon ella tres rápidos movimientos a derecha e izquierda, para inmo-vilizarla luego a un lado un breve instante antes de reemprendertres nuevos movimientos. Este proceso se repetirá, al principio másbien lentamente, unas diez veces. Es importante que el paciente seesfuerce en sacar bien la lengua, en no tocar los labios mientrasduran los desplazamientos de la lengua y, sobre todo, en evitar mo-ver la mandíbula, fijándola de manera que el mentón permanezcatotalmente inmóvil. El lector puede intentar hacer él mismo el ejerci-cio y comprobará que no es nada sencillo. Esta dificultad, no obs-tante, cede tras un entrenamiento diario de dos minutos durante al-gunas semanas.

2. Lengua de gato/lengua de rata. Consiste en sacar y meter,alternativamente y a un ritmo de un movimiento por segundo apro-ximadamente, la lengua, plana y blanda primero (como la lenguadel gato) y redonda y puntiaguda después (como la lengua de larata; no se debe confundir con la lengua en forma de canalón quese obtiene cuando se elevan sus bordes). Debemos tener en cuen-ta, sin embargo, que no todo el mundo sabe cómo es la lengua dela rata, que tiene la forma de un dedo afilado. En este ejercicio, elpaciente debe esforzarse en abrir la boca de manera idéntica cadavez que saque la lengua, ya se trate de hacerlo con la forma de len-gua de gato o de rata, lo cual significa que debe evitar redondearlos labios alrededor de la lengua de rata. En realidad, este ejerciciono es más fácil que el de los movimientos de lengua.

Estos ejercicios, y otros por el estilo, deben ejecutarse con el pa-ciente sentado frente a un espejo de mesa. Creados hace más de30 años para las personas operadas de laringe, siguen demostran-do su eficacia, ya que mejoran considerablemente la manejabilidadde estos tres importantes órganos del habla que son la lengua, lamandíbula y los labios.

Para esta labor de reencarnación del habla es importante que elpaciente practique la producción, atenta y controlada, no sólo delos sonidos que utilizamos para hablar y que tienen ya una signifi-cación lingüística porque se han convertido en fonemas, sino mu-chos otros. Antes de convertirse en fonemas, los sonidos del len-

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guaje eran tan sólo sonidos: una [p] es el sonido de un balón decaucho rebotando sobre el asfalto; una [k] es el sonido de dos con-chas que chocan una contra otra; una [s] es el sonido de la válvulade la cámara de aire de una bicicleta que estamos desinflando, etc.Tomar conciencia de todo esto permite dominar los fonemas, enti-dades elementales del lenguaje oral, distinguiéndolos de las letras,que son las entidades elementales del lenguaje escrito. Recorde-mos, por ejemplo, a este respecto, la historia del paciente tartamu-do que expl icaba a Viada me Borel-Maisonny, su reeducadora, queno le decía au revoir (hasta la vista) porque sabía que no podríapronunciar la a (en francés au se pronuncia [o] y no [a]).

La iniciación a la fonética resulta, naturalmente, indispensablepara esta práctica. Sin embargo, la fonética deberá considerarseaquí no desde el punto de vista acústico habitual, sino desde elpunto de vista mecánico. Deberemos ocuparnos, pues, más de lamanera en que se producen los sonidos del lenguaje que de la ma-nera en que el oído distingue entre unos y otros. Lo que nos inte-resa es, en suma, cómo funciona esta máquina de producir soni-dos con la que hablamos.

La figura 8-1 A (v. pág. 147) representa un corte de perfil de estamáquina de producir sonidos con la que hablamos gracias al soplofonatorio. A lo largo de su trayecto desde los pulmones hasta el ex-terior, el soplo fonatorio puede producir sonidos en seis puntos dife-rentes, que denominamos puntos de articulación. En cada uno deestos puntos, los órganos articulatorios, que son las cuerdas voca-les, la lengua, el velo del paladar, los labios y la mandíbula, puedenactuar a modo de grifo o llave de paso, poniendo obstáculos alpaso del aire, de tres modos diferentes: bloqueando su paso paraliberarlo después bruscamente, lo que producirá sonidos de explo-sión; reduciendo su paso mediante la formación de un canal más o menos estrecho, que dará lugar a los sonidos de constricción; o bien, vibrando bajo la acción del flujo de aire, lo que origina los so-nidos de vibración.

En la figura 8-1 B (v. pág. 147) aparecen los principales sonidosque es posible producir en cada uno de estos puntos de articula-ción. Cada columna vertical corresponde a uno de los seis «grifos o llaves de paso del habla», mientras que cada línea horizontal co-rresponde a las distintas modalidades de funcionamiento de estas«llaves de paso». Las tres primeras corresponden a las tres modali-dades: explosión, constricción y vibración. Las dos siguientes, a modalidades especiales que dan lugar a las consonantes nasales,las consonantes líquidas y las vocales y semiconsonantes. Por últi-

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mo, la sexta línea incluye los «clics», sonidos producidos por unmecanismo de aspiración bucal.

Tomemos, por ejemplo, la columna n.° 4, que conocemos yadado que se trata de la correspondiente a los sonidos articuladosen la laringe. Sabemos que es posible hacer vibrar las cuerdas vo-cales bajo la acción de la corriente del aire espiratorio, que es laforma como producimos la voz. La que denominamos voz alta apa-rece en la tabla en la casilla correspondiente al sonido de vibraciónaplicado a la «llave de paso» n.° 4. Sin embargo, si tensamos lascuerdas vocales de un modo diferente, podemos evitar hacerlas vi-brar, lo que dará lugar a la producción de un sonido sibilante de sa-lida de aire, que no es otra cosa que la voz en forma de cuchicheo.Este sonido figura en la tabla en la casilla inmediatamente superiora la de la voz normal, representado por el sonido de un hornillo a gas, ya que, efectivamente, la emisión no articulada de la voz cu-chicheada se asemeja a dicho sonido. Por último, las cuerdas voca-les nos permiten también producir sonidos de explosión que llama-mos «golpes de glotis», representados en la tabla con el signo «2»,en la primera casilla de esta misma columna. El golpe de glotis co-rresponde a un bloqueo total del flujo de aire espiratorio producidopor un cierre de las cuerdas vocales seguido de su relajación brus-ca. Para comprender fácilmente lo que es un golpe de glotis, no te-nemos más que toser silenciosamente.

Fig. 8-1. Producciones fónicas y fonéticas.

A. Los 6 «grifos o llaves de paso» del habla. En cada uno de los 6 puntos quefiguran en este esquema pueden emitirse numerosos sonidos (produccionesfónicas). Algunos de ellos corresponden a los fonemas (producciones fonéti-cas). Los fonemas son los elementos del lenguaje oral, del mismo modo quolas letras son los elementos del lenguaje escrito (producciones fonéticas).

B. Tabla de las producciones fónicas y fonéticas (en francés). En cada co-lumna figuran los principales sonidos que pueden producirse en cada uno delos puntos que aparecen en el esquema A. Los sonorizados por la voz (soni-dos y consonantes denominados sonoros) aparecen en tono gris.

C. Clasificación de las vocales (francesas). Las vocales pueden clasificarse,por una parte, según el grado de abertura de la boca y, por otra, según la si-tuación más o menos anterior o posterior de la frontera entre las cavidades deresonancia bucal (anterior) y faríngea (posterior), lo cual depende de si lamasa muscular de la lengua se desplaza hacia delante o hacia atrás.En el esquema, una palabra monosilábica ¡lustra cada vocal francesa. Las vo-cales nasales se indican con una tilde (~) y aparecen unidas con un trazo dis-continuo a la vocal de la que proceden.

A

B

C

Fig. 8-1 (V. explicación en pág. 146).

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Seguramente, el lector conocerá, al menos de manera aproxima-da, estos 6 puntos de articulación del habla, si bien puede ser quede una manera más superficial de lo que creería en un principio. Sinos ayudamos de la tabla y tratamos de reproducir nosotros mis-mos los distintos sonidos, para comprender así el funcionamientode cada una de las seis «llaves de paso» del habla, haremos segu-ramente algunos descubrimientos sorprendentes:

1. Está formada por los dos labios, si bien en su variante n.° 1 bis el labio superior es sustituido por los incisivos superiores.

2. Resulta del contacto del extremo de la lengua o, más exac-tamente, de la cara superior del extremo de la lengua, cerca de lapunta, contra la encía superior.

3. Proviene del contacto de la base de la lengua contra el velodel paladar.

4. Está constituida por las cuerdas vocales en la laringe, órga-no que el lector empieza a conocer muy bien.

5. Resulta del contacto del velo del paladar contra el techo dela parte posterior de la nariz.

6. Corresponde a los orificios de la nariz. De hecho, ningunode los ruidos que pueden producir se utilizan en el habla normal,pero intervienen en algunos casos patológicos.

Obsérvese que en esta tabla hemos incorporado algunos soni-dos que no son fonemas. La razón de su inclusión es que, a pesarde no tener — a l menos en francés— significación lingüística, sonsonidos mecánica y acústicamente de la misma naturaleza que losfonemas. Estos sonidos tienen, además, una cierta importancia enla labor de la reeducación.

En este proceso de descubrimiento de los sonidos que somoscapaces de emitir es importante que distingamos claramente entreel nombre de las letras y el sonido al que corresponden. Así, porejemplo, el sonido de la letra no es «efe», sino «fff», sonido queevoca el viento entre las hojas de los árboles.

Nótese asimismo que los sonidos cuyo signo figura en primer lu-gar, dentro de cada una de las tres primeras casillas, correspondenal funcionamiento de una sola llave de paso. Por el contrario, losque aparecen en gris, en la parte inferior de cada una de estas ca-sillas, corresponde a los sonidos resultantes de combinar este mis-mo funcionamiento de una llave de paso concreta, con la vibraciónde la llave de paso n.° 4, que no es otra cosa que la emisión devoz. En este caso, y por lo que respecta a las consonantes, deci-mos entonces que son consonantes sonoras.

Figuran también en la tabla las semivocales, que son fonemasalgo especiales, y los «clics», que son sonidos de aspiración.

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La columna n.° 5 nos planteará tal vez algunos problemas. Ellector identificará fácilmente los sonidos de ronquido y de resoplido(éste no se limita al sonido que hace simplemente zumbar los orifi-cios de la nariz, sino al que parece más bien un gruñido y que lasmadres consideran realmente inadmisible). En la casilla inmediata-mente superior, el sonido del agua que corre por una tubería puedeser más difícil de descubrir. En cuanto al pato, hemos de precisarque se trata de un pato que emite sonidos con el pico cerrado, y que lo hace con voz sonora por lo que respecta al registrado en laparte inferior de la casilla, y con voz sorda el de la parte superior dela misma. Respecto a la columna n.° 6, el «sonido de sonarse simu-lando una trompeta», resulta imposible de emitir si no se tienen loscornetes nasales congestivos; en cuanto al banjo y la bomba debicicleta, han de pinzarse los orificios de la nariz con los dedosmientras se intenta emitir aire a través de ellos, y luego, soltar brus-camente.

Finalmente, las vocales son el resultado de la modificación delas dos cavidades de resonancia principales, que son la boca y laparte posterior de la boca. Las vocales se denominan anteriores o posteriores según si la frontera entre las dos cavidades está avan-zada o retrasada, debido al desplazamiento de la lengua. Puedenser también cerradas o abiertas, de acuerdo con el grado de des-censo de la lengua, que vendrá marcado (en principio), por eldescenso de la mandíbula. En la figura 8-1 C aparecen palabrasmonosilábicas que contienen cada una de las vocales existentesen la lengua francesa, a fin de facilitar su identificación. Algunas deellas dan lugar a sonidos nasales producidos por el descensodel velo del paladar, lo cual pone en comunicación la parte poste-rior de la boca y la nariz.

Resulta verdaderamente increíble todo lo que podemos llegar a hacer con esta mecánica, ¡y no hemos hecho más que dar una vi-sión general de la misma! No es, pues, de extrañar que nos perda-mos en su utilización si no contamos con un guía para trabajar conella.

La vuelta a una articulación automática normal, eliminandotodo artificio y todo truco para no tartamudear, se ve enormemen-te facilitada por esta iniciación a la fonética que, tras unas cuantassesiones, permitirá al paciente el descubrimiento de gran númerode hechos tan evidentes como ignorados. Este proceso de normali-zación se logrará mediante una serie de ejercicios de lectura envoz alta, ya no cantada como hacíamos en los ejercicios recto tono,

sino hablada.

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Ejerc ic io de la lectura en voz alta

Cuando pedimos a una persona tartamuda que lea un texto envoz alta, lo que más desea, por regla general, es que la lecturatranscurra, desde la primera a la última letra, sin accidente alguno.A veces, la lectura fluye perfectamente y el sujeto sabe con antela-ción que será así, ya que es consciente de que si mantiene una cier-ta velocidad y dinamismo, no tendrá ningún problema. Otras ve-ces, esta seguridad de leer sin atascarse no se presentará hasta quehaya logrado arrancar la primera palabra. Finalmente, en ocasio-nes el sujeto sabrá que, si puede «arrancar» la lectura sin proble-mas, el resto del texto fluirá sin dificultades, mientras que si el ini-cio ha sido laborioso, los accidentes serán después frecuentes.

Mientras el paciente mantenga esta actitud y siga con la espe-ranza de no sufrir ningún accidente del habla durante la lectura, elejercicio de leer en voz alta no resultará demasiado útil. La actituddeseable consiste, por el contrario, en localizar los puntos del textoen los que podría presentarse un accidente del habla, e inclusodónde podría haberse producido, aunque no lo haya hecho. Sinembargo, la persona tartamuda tiene frecuentemente dificultadespara adoptar este estado de ánimo, y tiende a continuar con su de-seo de que toda la lectura fluya sin accidentes. De hecho, si pensa-mos en ello, es una actitud bastante extraña. Imaginemos a un au-tomovilista que tiene problemas en el motor de su coche, quedeseara que estos problemas no se manifestaran en presencia desu mecánico. liste comportamiento dice mucho acerca de la ver-güenza que, desgraciadamente, aparece ligada a la tartamudez y que tanto contribuye a su mantenimiento.

Desde el mismo momento en que esta primera dificultad em-pieza a desvanecerse, podremos intentar comprender qué es loque origina que en un punto concreto de una frase haya una posi-bilidad de dificultad mecánica. Daremos a continuación algunosejemplos de estas dificultades.

Impulso respiratorio y anticipación articulatoriade las vocales

El bloqueo en una palabra, una frase o un texto es debido, lamayor parte de las veces, a una alteración del impulso del soplofonatorio. Hemos insistido largamente en el tema del impulso res-

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piratorio en el capítulo 2, del cual el lector recordará, seguramen-te, la comparación con el gesto de clavar un clavo con un martillo.En las personas tartamudas, muchas veces, este impulso está per-turbado, o incluso ausente, aun cuando su habla puede parecernormal. De hecho, estará tanto más perturbado o ausente cuantomás se esfuerce el sujeto en su articulación, luchando frontalmentecon los tartamudeos.

La mecánica normal del impulso inspiratorio que precede a laemisión del habla es bastante sutil. En primer lugar, la inspiraciónes, en general, rápida, discreta y de amplitud moderada. Por otraparte, en el mismo momento en que tiene lugar, los órganos delhabla se colocan ya en la posición de articulación de la primera vo-cal de la palabra que se quiere pronunciar, siendo así inclusocuando esta vocal no es el primer fonema de la palabra.

Para demostrarlo, vamos a servirnos del principio de un textode Blaise Cendrars, conocido por muchos reeducadores:

«De la vallée du Mississippi jusqu'au-delá des montagnes géan-tcs...» (Del valle del Mississippi hasta más allá de las montañasgigantes...).

La traducción fonética de esta frase en el alfabeto adaptado a lalengua francesa de Madame Borel-Maisonny, sería la siguiente:

[ d c l a v a l é d ü m i s i s i p i j i i s k ó d e l í i d é m ó t a ñ y g é a t ] .

Cuando el principio de la frase es articulado por una personano tartamuda, podemos ver que la [e] de la palabra De está ya pre-sente en sus labios cuando la [d] no ha empezado a ser aún emiti-da. Notaremos, además, que esta puesta en situación de los labiosse inicia con el impulso inspiratorio y acaba con él.

Son dos, pues, los fenómenos que se dan al principio de losenunciados en toda habla normal y que la persona tartamuda tien-de a eliminar de su habla: a) la anticipación articulatoria de la pri-mera vocal, y b) la simultaneidad de esta situación articulatoria delos labios y del impulso inspiratorio.

Nótese que la anticipación articulatoria de las vocales estarápresente en cada una de las sílabas siguientes. Esto resulta particu-larmente evidente para la [ti] de du, la fi] de mi, la [ii] de ju, la [e]de des y la [o] de mon, pero es igualmente cierto para el resto devocales.

La persona tartamuda que se bloquea especialmente en algunaspalabras puede comprobar ahora la importancia de esta noción de

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anticipación articulatoria de las vocales. Si el sujeto se llama, porejemplo, Pablo, puede ser que tenga problemas para articular estapalabra. (Es bastante frecuente que la persona tartamudee al decirsu nombre, hecho que da lugar a gran número de interpretacionesdistintas, cada una de las cuales tendrá, sin duda, una parte de ra-zón.) Así pues, cuando trate de pronunciar este nombre, el sujetoconstatará, una vez más y no sin despecho y rabia interiores, quesus labios permanecen obstinadamente cerrados en una especie desonrisa crispada, como si quisiera decir el nombre de la letra (pe), al mismo tiempo que la mandíbula «lira» desesperadamente haciaabajo, temblando e incluso agitándose a veces, para estallar final-mente en la pronunciación del primer fonema de la palabra Pablo.

Para evitarlo, el paciente puede practicar el modo de tomar,para pronunciar esta palabra, un impulso inspiratorio moderado y algo lento, preparando simultáneamente los labios para la [a] queseguirá. Debe intentarse primero en voz baja para pasar progresi-vamente a hacerlo en voz alta, resistiendo la tendencia, que se ha-bía hecho habitual, de los labios a colocarse, por error, en la situa-ción articulatoria de la [e], probablemente debido a que esta vocal[c] es la que aparece en el nombre de la letra p. Este error no es, sinembargo, casual. Son los esfuerzos por hablar a pesar de los tarta-mudeos lo que ha llevado al sujeto a esta desviación articulatoria.

Veamos una comparación para comprender mejor el problema.Imaginemos que tenemos que ajusfar dos gruesas chapas metáli-cas perforadas colocando unos pernos que las sujeten. La mejortécnica consiste en poner correctamente las dos chapas, encarando perfectamente los agujeros de una y otra, de manera que bastarácon pasar los pernos por ellos y colocar después las tuercas. Otromodo de hacerlo —menos recomendable, pero podemos tener pri-sa— consiste en colocar las planchas de manera que encajen apro-ximadamente, sin tomarnos el tiempo de hacer que los agujeros deambas estén encarados, pasar los pernos por los agujeros de la pri-mera plancha y sacudir entonces el conjunto hasta conseguir quepasen a través de los de la segunda. Este sería el método que seasemeja al utilizado por la persona tartamuda cuando omite laprevisión anticipada del segundo fonema.

Ha de tenerse en cuenta que para las personas tartamudas pue-de ser muy difícil la realización simultánea del impulso inspiratorio y la articulación de la primera vocal, ya que tienen tendencia a desfa-sar ambas acciones: «Inspiro primero y coloco después la vocal en

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mis labios» o, a la inversa, «articulo primero la vocal y luego inspi-ro». Pero llevar a cabo las dos acciones al mismo tiempo les resultaextrañamente difícil. Esta vocal, que se sitúa en la boca con la ins-piración para ser expulsada con la voz tras la primera consonante(como en la palabra Pablo), les supone a menudo una particular di-ficultad. Sin embargo, resulta algo perfectamente natural de efec-tuar cuando no se piensa en ello. Existe, sin duda, una relación en-tre este fenómeno y la dinámica del interior/exterior, tal comodicen los psiquiatras. ¿Qué es lo que entra en mí? ¿Qué es lo quesale de mí? Todo esto no es en modo alguno anodino y se regulamás fácilmente cuando el paciente ha sido iniciado en la técnicade los suspiros, en la que interviene esta misma dinámica. Unavez más resulta indispensable que el paciente sea correctamenteguiado.

Las palabras en la boca

Esta evicción del impulso y el olvido de la articulación previade las vocales son dos de las distorsiones más frecuentes y másgraves que aparecen en el habla tartamuda. Existen, sin embargo,otras que no haremos más que citar, tales como: la ausencia depausas de relajación, la ausencia de conexión entre las palabras (sepronuncia cada una individualmente y sin transición entre ellas),la ausencia de disminución de la velocidad antes de los pasajes di-fíciles, la presencia de golpes de glotis, el estereotipo rítmico, lasaceleraciones súbitas, etc.

Todas estas anomalías pueden ser analizadas y rectificadas tra-bajando delante de un espejo junto a un reeducador, comparandocada uno su comportamiento articulatorio con el del otro. Debeconseguirse, en suma, experimentar el movimiento articulatoriohaciéndolo más lento, apropiándoselo. El paciente debe colocar las palabras en la boca a velocidades variables, no dudando en exagerarlos movimientos o en variar el ritmo para poseerlas desde todoslos ángulos.

Con esta técnica podemos localizar y reparar, además, los efec-tos de ciertas estrategias que desgraciadamente se han venido po-niendo en práctica desde el principio de la lucha contra los acciden-tes del habla que caracterizan a la tartamudez. Por ejemplo, laestrategia de la articulación inversa, que consiste en producir cier-tas consonantes al revés, es decir, mediante una breve aspiración.

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O la estrategia, más molesta aún, de hacer el esfuerzo de presionarla lengua contra las encías superiores para producir una [i], cuan-do, por el contrario, tras la oclusión, la lengua debería retirarse lige-ramente para permitir la «miniexplosión» que da lugar a la produc-ción de esta consonante.

Podemos restaurar también algunas sutilezas de la articulaciónnormal que han sido destruidas por el bulldozer del esfuerzo en elcurso de la evolución de la tartamudez, y cuya ausencia provoca ti-rones discordantes entre los movimientos de la lengua o de los la-bios y el movimiento hacia abajo de la mandíbula. El paciente to-rnará conciencia, por ejemplo, de que para pronunciar la sílaba pa, es el movimiento de la mandíbula el que, al bajar, da lugar a la mi-niexplosión del fonema [p] que se extiende sobre la vocal [a], quees una vocal abierta; mientras que para las sílabas pi o pu, son loslabios los que deben entreabrirse para dar salida, también por mi-niexplosión, a las vocales [i] o [u], que son vocales cerradas. Deeste modo, el paciente aprende poco a poco a evitar el bloqueoproducido al bajar la mandíbula mientras que los labios, firmementecerrados, no se deciden a liberar la [a]. Podrá evitarlo con sólo ba-jar la mandíbula, en una acción en la que los labios sólo tendránque dejarse separar por este movimiento descendente. Por el con-trario, tendrá que aprender que son los labios los que deben entre-abrirse activamente y de una manera suave para dar salida a lasvocales cerradas [i] o [u], para las cuales el esfuerzo de bajar lamandíbula es totalmente inapropiado. Del mismo modo, ajustes si-milares pueden ser necesarios para otras sílabas, en particularpara las que incluyen una consonante explosiva como la [i] o la [k],en cuyo caso se entrenará al paciente a pronunciarlas muy lenta-mente y seguidas de las tres vocales fundamentales: [a], [i], [u].

Estas acciones musculares alteradas son características de unproceso distónico y constituyen un argumento más a favor de la in-tegración de la tartamudez en el grupo de las distonías focalizadasde las que hemos hablado en el capítulo 2.

Esta labor de análisis y rectificación lleva progresivamente alpaciente a poder leer sin dificultad un texto cualquiera en presen-cia de una tercera persona, para que emprenda así, consciente-mente, los verdaderos caminos de la articulación normal. La articu-

lación voluntaria aprende, en suma, a doblegarse ante las leyes de la

articulación automática, que es la que tiene lugar en el individuo notartamudo e incluso a menudo en el tartamudo cuando está pen-sando en otra cosa.

Esta normalización de la articulación no resulta siempre evi-dente, ya que los tartamudeos tienen a veces la significación de

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un sistema de freno al que el sujeto se ha habituado y con el quese ha acostumbrado a contar. Cuando el habla se libera de todoslos obstáculos físicos creados por la tartamudez y cuando estahabla pasa, como la de todo el mundo, por el umbral de las puer-tas sin golpear en los marcos, puede dar al sujeto la impresión deque se le escapa de entre los dedos —del mismo modo que unapastilla de jabón húmeda—, y esto puede constituir un nuevoproblema.

Lectura expresiva

Una vez que el paciente consigue leer en voz alta con facilidad—esto se logra hacia el sexto o décimo mes de tratamiento— vere-mos que su confianza aumenta, que empieza a pensar que puede,de veras, corregir su problema, si bien aún queda mucho trabajopor hacer. De hecho, leer correctamente las palabras de un textoequivale, aproximadamente, a conducir camiones vacíos. Saberconducir camiones vacíos no es algo que no tenga su mérito, perosi no podemos hacer algo mejor, difícilmente seremos contratadoscomo chóferes de camión.

En la vida corriente no hablamos al ritmo de las palabras, sinoal ritmo de las imágenes mentales y de los sentimientos que nossugiere aquello de lo que estamos hablando. De este modo, des-pués de haber practicado la lectura mecánica, será necesario ensa-yar ahora la lectura expresiva. No se trata de dar a la lectura unaentonación cualquiera —del mismo modo que recitamos en claseuna fábula de La Fontaine o una poesía para niños—, sino que elpaciente debe trasladar realmente a la lectura las emociones deri-vadas de las representaciones mentales y los sentimientos sugeri-dos por el texto. Estará trabajando así la rectificación de la sexta al-teración del habla. A menudo, cuando una persona tartamuda leeun texto en voz alta, incluso cuando comprende lo que está leyen-do —que, como ya hemos visto, no es siempre el caso—, elaboraen general pocas representaciones mentales al respecto. La razónes tal vez, en primer lugar, que su única preocupación es leer co-rrectamente y sin atascarse, lo cual le impide leer verdaderamente.Observamos el mismo problema en las personas disléxicas. Otrarazón podría ser también que la costumbre de luchar con las pala-bras retiene la imaginación e impide apoyarse en ellas para volar,metafóricamente, a la lejanía, en la ensoñación.

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Lectura ante un auditorio ficticio

En el caso de los adolescentes, y sobre todo en el de los adultos,sería muy difícil practicar la lectura guiada tal como hacíamos enel niño, ya que podría ser interpretado como un tratamiento infan-til. Aunque podría, sin embargo, intentarse ponerlo en práctica,existen otros métodos, tal vez mejor adaptados, para favorecer larecuperación de una expresividad natural y auténtica en la lecturaen voz alta en los adultos.

Podemos empezar por pedir al sujeto que lea un texto de unapágina aproximadamente, colocándose de perfil al reeducador. Elpaciente puede permanecer de pie o sentado, si bien en este últi-mo caso deberá sentarse en la mitad anterior de la silla y sin apo-yarse en el respaldo, a fin de mantener la espalda derecha. Le su-geriremos, además, que debe hacer oír y comprender este texto a un auditorio ficticio de algunas personas colocadas ante él, en unespíritu de voluntad de compartir la lectura con ellas. Grabaremosla lectura completa, y una vez el sujeto haya acabado, le haremosescuchar algunos pasajes —con preferencia aquellos en los que noha tartamudeado—. En un primer momento, la principal emociónque experimentará será la satisfacción por no haber tartamudeado.Sin embargo, muy pronto, nuestro paciente irá tomando concien-cia de su falta de expresividad en la lectura, lo cual constituirá unprimer paso fundamental para corregir el problema.

El juego de los significantes

Un procedimiento complementario, denominado juego ele los significantes, consiste en pedir al paciente —que se habrá colocadodel mismo modo que en el ejercicio anterior— que escoja una uni-dad pulsional de significado (un enunciado de algunas palabras)en el texto que acaba de leer. Deberá leer entonces, de nuevo y va-rias veces seguidas (unas 10 veces), este enunciado marcando, en-tre cada una de las repeticiones, una corta pausa que le permitiráoír lo que ha dicho, como si fuera otra persona quien lo hubieraexpresado. Al principio, el paciente tiende a intentar pronunciarestas palabras de ima manera distinta cada vez, como si tuvieraque cambiar el tono en cada lectura. Otras veces, por el contrario,repite cada vez el texto con una entonación muy parecida. Des-pués, llega un momento en que deja de escuchar la manera en que

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lo ha dicho para pasar realmente a escuchar lo que ha dicho. La ex-presión se enriquece entonces de una repetición a la siguiente, locual puede llegar a ser muy emotivo. El reeducador puede favore-cer esta emoción expresando, durante las pausas y como si hablaraconsigo mismo, qué siente acerca de lo que se está leyendo, ya searepitiéndolo, ya sea haciendo comentarios propios, para resituareste enunciado en el conjunto del texto. Se trata de una técnica querequiere un cierto tacto, así como un buen conocimiento del texto,pero resulta considerablemente eficaz.

Texto con subtexto

Otra posibilidad es la práctica denominada del texto con subtexto, en la que el reeducador va repitiendo el texto como uneco o bien expresa sus emociones igual que en el ejercicio anterior,pero a lo largo de toda la lectura, aprovechando las pausas entrelas fiases. El paciente habrá recibido la consigna de interrumpirmomentáneamente su lectura cada vez que el reeducador haga uncomentario, si bien conservando siempre el contacto visual con suauditorio ficticio. En un principio, el sujeto tiene problemas pararespetar esta consigna y se esfuerza incluso por no oír al reeduca-dor, por protegerse de él. Sin embargo, poco a poco, acaba por es-cucharlo y la lectura se enriquece entonces considerablemente,cada vez se hace más auténtica y expresiva.

Con esta práctica podremos observar que este resurgimientode la expresividad se acompaña, a menudo, sobre todo en unaprimera fase, de un recrudecimiento de la tartamudez. Tendre-mos que volver entonces, puntualmente, a un trabajo más mecá-nico, aplicando de nuevo la técnica de colocarse las palabras en laboca. Lentamente, no obstante, esta expresividad recuperada, le-jos de provocar los tartamudeos, los hará desaparecer. Se trata dela verdadera habla que empieza a fluir sin temor, a despegar sinmás trabas.

Sin embargo, con la recuperación de la expresividad en la lectu-ra en voz alta no hemos solucionado en modo alguno todos losproblemas del habla tartamuda. Efectivamente, es cierto que el ha-bla debe acomodarse en primer lugar a las reglas de la mecánicafonatoria y adaptarse a continuación a las emociones causadas porel significado del contenido de la lectura, pero debe también teneren cuenta las supuestas reacciones de los interlocutores.

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Si volvemos a la comparación con los camiones, podemos decirque leer al ritmo cié las palabras equivale a conducir camiones va-cíos; leer al ritmo de las representaciones mentales y de los senti-mientos sugeridos por el texto equivale a conducir camiones lle-nos; finalmente, tener en cuenta, además, las supuestas reaccionesdel interlocutor equivale a conducir camiones llenos con la mismahabilidad en el llano que en la montaña y, si es necesario, en terre-no arenoso o pantanoso.

Obsérvese que, en la práctica del texto con subtexto, las inter-venciones del reeducador hacen que éste venga a actuar comoportavoz de los miembros del auditorio ficticio. Así pues, este ejer-cicio interviene tanto sobre la adaptación al interlocutor como so-bre la autenticidad expresiva. Existen, no obstante, otros dos ejer-cicios que actúan más directamente sobre la gestión del contactocon el interlocutor. Se trata del ejercicio del dibujo dictado y del ejer-cicio de elaboración de la imagen.

Ejercicio del dibujo dictado

Para la realización de este ejercicio, el sujeto debe hacer en pri-mer lugar, en una hoja de papel, un dibujo relativamente simple,bastante esquemático, pero preferentemente que represente algu-na cosa concreta (objeto, paisaje, animal). A continuación, el pa-ciente, situado detrás del reeducador, deberá dar indicacionespara que éste, sin haber visto el dibujo, lo reproduzca lo más exac-tamente posible. Para ello, el sujeto podrá decir lo que quiera: re-currir a expresiones geométricas, proponer comparaciones; puedeincluso decir lo que representa el dibujo (antes se prohibía dar estainformación, ya que se creía, equivocadamente, que hacía el ejerci-cio demasiado fácil).

El único objetivo es conseguir que el dibujo elaborado por el re-educador sea una copia exacta del que había hecho el paciente; tie-ne que esforzarse en no emplear en ello más que de 5 a 15 minu-tos. El reeducador debe respetar la consigna de dibujar sólocuando comprenda las instrucciones que se le dan, y detenerse, sindecir nada —es esencial—, cuando no sea así. El paciente deberáesforzarse entonces en situarse mentalmente en el lugar del reedu-cador para tratar de comprender qué es lo que no funciona con lasinstrucciones que ha dado. Naturalmente, si la situación está ver-daderamente bloqueada, se debe interrumpir el ejercicio y escu-

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char la grabación para intentar comprender por qué no ha funcio-nado.

En este ejercicio, el sujeto tiene tendencia a estar convencido dela excelencia de su descripción, pensando que si ha producido unadescripción clara, lógica y precisa, el resultado tendrá que ser for-zosamente bueno. La experiencia le demostrará, no obstante, queésta no es una buena táctica. Para lograr el objetivo final del ejerci-cio, tendrá que preocuparse a cada instante de los problemas quese le pueden presentar al reeducador para dibujar siguiendo susinstrucciones. Estamos aquí, pues, en el dominio del tercer contro-lador (¿cómo interpreta el interlocutor lo que le estoy diciendo?), y no en el del segundo (lo que estoy diciendo, ¿se corresponde conel dibujo que estoy viendo?) ni mucho menos en el del primero(¿es correcta mi articulación?, ¿mis frases están bien construidas?,etc.). Para que todo esto quede claro, invertiremos, de ver en cuan-do, los papeles, de manera que, por ejemplo, una de cada dos ve-ces, será el reeducador quien dicte, lo cual resulta también instruc-tivo para la persona tartamuda.

Elaboración de la imagen

En este ejercicio, el paciente elige, primero, una fotografía deuna revista. La mirará atentamente y debe luego tratar de comuni-car esta imagen a la mente del reeducador, que estará situadofrente a él y quien, por supuesto, no la habrá visto previamente. Elsujeto podrá mirar la fotografía tantas veces como desee, pero nopodrá hablar más que cuando no la esté mirando. El reeducadorpuede, por su parte, hacer preguntas acerca de los problemas quetiene para imaginar, pero la iniciativa del diálogo tiene que sersiempre del paciente. Llegará un momento en que el reeducadortendrá la impresión de haber formado en su mente una imagen si-milar a la que el sujeto está describiendo y, recíprocamente, el pa-ciente sentirá, a su vez, que la imagen mental del reeducador secorresponde bastante con la fotografía de la revista. El reeducadormirará entonces la fotografía e indicará las diferencias inevitablesque existen entre su imagen mental y la imagen real; diferenciasque serán, en ocasiones, considerables. También en este ejerciciocambiaremos, de manera sistemática y alternativamente, los pape-les de reeducador y paciente, ya que los resultados serán de am-bos modos interesantes. Cuando le corresponda a la persona tarta-

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muda el turno de elaborar la imagen mental, deberá procurar queésta no se desvanezca de su cabeza en el momento de confrontarlacon la imagen real. Saber mantener la permanencia de las repre-sentaciones mentales es una actividad indispensable para la crea-ción del ORIV.

Escucharse hablar. Oírse decir

Cuando decimos de alguien que se escucha cuando habla, no setrata precisamente de un elogio, sino que significa que esta perso-na se complace en una consideración lisonjera de su propia habla.En estos casos, aun cuando el habla puede ser realmente brillante,la autocomplacencia se nos hace pronto insoportable y sentimosmás bien la necesidad de que este «río melifluo» se detenga de unavez. Tenemos la sensación de que alguna cosa no acaba de funcio-nar, y ello es debido a que un habla que no se hace valer pierderápidamente su interés.

Para una persona tartamuda, sin embargo, escucharse hablartiene una significación totalmente distinta. Se trata, en este caso,de una actitud que resulta del deseo de vigilar su propia habla a fin de que no pueda ser objeto de un juicio negativo o del temora que «se le escape» algo que el sujeto no desearía que oyera su in-terlocutor.

Oírnos decir es oír nuestra voz y nuestra habla como algo que,al mismo tiempo que es oído, se pierde en la mente de quien la re-cibe... ¡ya que no podemos estar nunca seguros de qué hace el in-terlocutor con el mensaje que recibe! Sin embargo, es solamente alaceptar esta pérdida cuando puede construirse el ORIV, por lo quela curación de la tartamudez pasa forzosamente por la necesidadde escucharse menos hablar para oírse más decir. La elaboraciónde la imagen, el dibujo dictado, el texto con subtexto, el juego delos significantes, etc., son prácticas adaptadas perfectamente a esteobjetivo.

Cómo actuar durante el uso normal del habla, fuera de lassesiones de entrenamiento

Todo lo que hemos dicho hasta ahora acerca del tratamiento dela tartamudez según la opción curación, concierne tan sólo al en-

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frenamiento, ya que, tal como hemos dicho anteriormente, en estaopción no se actúa transfiriendo voluntariamente al uso normaldel habla lo que se ha estado practicando en las sesiones. Los pro-gresos en el habla normal se consiguen, como demuestra la expe-riencia, de manera espontánea, en la medida en que no se ha bus-cado reducir la tartamudez, sino ante todo restaurar los auto-matismos normales del habla. Este principio tolera, sin embargo,algunas excepciones en lo que respecta a resolver más rápidamen-te algunos problemas que afectan al habla que podríamos llamarutilitaria, es decir, la que sirve para comprar una barra de pan o unos sellos, para decir el propio nombre, la dirección o el nombrede la empresa para la que trabajamos. En estos casos, el pacientepuede recurrir a colocar voluntariamente en su boca la primeravocal de la palabra durante el impulso inspiratorio, del mismomodo que hemos aconsejado para decir «Pablo» cuando se hahablado de la colocación articular previa de las vocales. Se trata,naturalmente, de uno de los «trucos para no tartamudear». Aun-que el autor no recomienda el abuso de éstos, pueden ser tolera-bles siempre y cuando su uso se limite al habla utilitaria, puestoque, dejando a un lado su carácter voluntario, reproducen fiel-mente el mecanismo automático.

Del mismo modo, pueden llevarse a la práctica también dos ti-pos de acciones diferentes que conciernen, respectivamente, a latercera y cuarta alteración del habla, es decir, al comportamientotranquilizador y a la aceptación de ayuda.

Aceptación de ayuda

Imaginemos que hemos creado una empresa de fabricación demaquinaria, por ejemplo, y queremos que nuestra producción seade la máxima excelencia. Memos invertido mucho dinero para ob-tener productos de muy buena calidad y, por este lado, la empresamarcha perfectamente. Sin embargo, cuando tenemos que organi-zar el servicio de entrega de la maquinaria y de las piezas de re-puesto, los banqueros se muestran reticentes a seguir financiándo-nos, por lo que hemos tenido que contentarnos con un material detransporte de ocasión. Por esta razón, los camiones se nos averianfrecuentemente con las consiguientes molestias para nosotros y para el cliente. En estas condiciones, si el cliente se ofrece a venir a recoger el material a la fábrica, el problema estará solucionado.

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Después de todo, poco importa quién transporte el material contal de que llegue a su destino sin retrasos y sin sufrir daños. Porsupuesto, nosotros preferiríamos disponer de una flota de nuevosy flamantes camiones que recorrieran el territorio luciendo el logo-tipo de nuestra empresa en ambos flancos. A pesar de todo, la pre-servación de la calidad del producto resulta, sin duda, preferible a esta imagen externa ideal.

A partir de este ejemplo, podemos decir que las palabras sonlos camiones cuya función es la de llevar a la conciencia de nues-tro interlocutor el mensaje que deseamos comunicarle. Así pues,cuando el interlocutor nos hace entender que ha comprendido loque queremos decirle antes de que hayamos terminado nuestrafrase, ¿de qué nos va a servir empeñarnos en acabarla? ¿Por quéobstinarse en seguir queriendo enviar un mensaje que ya ha sidorecibido? Si el interlocutor propone a la persona tartamuda la pa-labra que le ha quedado bloqueada en la boca, lo mejor que aque-lla persona puede hacer es, simplemente, aceptarla. Esta acepta-ción tiene además, muchas veces, el poder casi mágico de romperlas trabas que mantenían esta palabra atorada en su boca y haceposible que salga, de repente, con facilidad. Sin embargo, el pa-ciente preferiría a menudo demostrar a su interlocutor, y a sí mis-mo, que puede pronunciar por sí solo esta palabra. Suele pensarque el hecho de aceptar la ayuda significa que capitula ante su tar-tamudez; que muestra su incapacidad para vencerla, de disimu-larla al menos; de presentar ante su interlocutor un habla normal.Considera, además, que su tartamudez es un asunto personal y que no puede molestar a otras personas con él.

Todos estos sentimientos resultan perfectamente comprensi-bles, pero desgraciadamente contribuyen a encerrar a la personatartamuda en el problema que tanto la tortura. Para convencernos,no tenemos más que recordar que hablar no consiste solamente entraducir el pensamiento en palabras, sino que es, en primer lugar,una situación de intercambio que no puede ser en modo algunoefectiva si excluimos al interlocutor de los problemas que puedatener nuestra habla. Debemos respetar el principio de dar prioridad a la calidad de la comunicación sobre la calidad formal del discurso. Éstees el precio de la curación. Cuando la persona tartamuda acepta lapalabra que le propone su interlocutor, la calidad de la comunica-ción mejora. Su interlocutor le indica que ya ha comprendido y lapersona tartamuda le hace ver, a su vez, que todo marcha bien. Enesta situación, la información fluye entre ambos. Cuando, en cam-

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bio, esta persona sigue esforzándose por decir la palabra que no lesale, como si no hubiera oído que su interlocutor se la acaba deproponer, la calidad formal de su habla le parece tal vez mejor, yaque consigue finalmente, mal que bien, decir la palabra en cues-tión. Sin embargo, la calidad de la comunicación habrá salido per-judicada, puesto que, como ya había adivinado previamente cuálera la palabra, el interlocutor no ha recibido ninguna informaciónnueva. Por otra parte, una comunicación de este tipo estará parasi-tada por la sensación desagradable producida por el rechazo y losesfuerzos del sujeto tartamudo. Su interlocutor no aprecia en abso-luto los esfuerzos que aquél hace para decir la palabra por sí soloy sin ayuda; lo único que desea es comprender lo que se le está di-ciendo. Los esfuerzos que hace la persona tartamuda por decirle loque ya ha comprendido le resultan simplemente penosos; por su-puesto, menos penosos que a ella misma, pero penosos de todosmodos. La situación resultará especialmente molesta si el interlo-cutor, por miedo a molestar o vejar al sujeto tartamudo, no se atre-ve a ayudarlo porque se cree obligado a respetar el falso principiode que no es correcto cortar la palabra a la persona que está ha-blando. De todos modos, repetimos una vez más que, normalmen-te, todo el mundo corta con frecuencia la palabra a otras personasy éstas no tienen por qué tomarlo a mal, si bien, por supuesto, alhacerlo se corre el riesgo de que se nos diga que hemos hecho algoincorrecto.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la palabra propuesta no es lacorrecta, es decir, la que la persona tartamuda intentaba decir?Naturalmente, en este caso, no debe ser nunca aceptada como co-rrecta, pero, al menos, a partir del error que comete el interlocutor,la persona tartamuda está recibiendo una información valiosa, yaque puede así ver qué es lo que éste comprende mal. El habla, nor-malmente, no se ajusta sólo a lo que tenemos que decir, sino tam-bién a lo que imaginamos que el interlocutor comprende. Se tratadel dominio del tercer controlador —el que se ocupa de las rela-ciones con el exterior y de la interacción lingüística—, que en elcaso de las personas tartamudas no funciona correctamente. Sifuncionara con normalidad, al escuchar la palabra errónea que sele propone, el sujeto tartamudo diría simplemente, como todo elmundo: «No, no es eso lo que quiero decir, sino todo lo contrario,que......

La pérdida de la aceptación de ayuda que caracteriza a más dela mitad de las personas tartamudas es, salvo excepciones, relati-

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vamente fácil de rectificar. Este orgullo, bastante discutible, queconsiste en no querer deber nada a nadie más que a sí mismo de-saparece a menudo rápidamente ante el bienestar que deriva deeste regalo que hacemos al interlocutor al aceptar su ayuda. Estaayuda, de hecho, no cuesta ningún esfuerzo al interlocutor y no esen modo alguno por caridad que éste presta a la persona tartamu-da la palabra que le está causando problemas. Para el no tartamu-do, el habla —¡qué escándalo!— es algo fácil que no requiere casinunca esfuerzo alguno. De ahí que veamos tan a menudo que losmayores perezosos son también los más tremendos charlatanes.¡Si el habla requiriera siempre un esfuerzo, los grandes holgazanesse callarían! No; si el interlocutor siente la necesidad (aunque noose siempre hacerlo) de prestar su habla a la persona tartamuda espara evitar soportar el espectáculo del esfuerzo que ésta hace parahablar a pesar de su tartamudez. Es necesario que la persona tarta-muda reflexione sobre ello, y si su habla se halla afectada de estapérdida de la aceptación de ayuda, no debe tardar en tratar de ex-perimentar lo contrario, ya que verá entonces cómo se siente mu-cho mejor.

Pérdida del comportamiento tranquilizador

La recuperación del comportamiento tranquilizador constituyeun problema, en general, mucho más difícil de resolver y puedepercibirse frecuentemente ya desde la primera entrevista. El pa-ciente declara que no menciona jamás a nadie su problema de ha-bla y que intenta disimularlo lo mejor que puede. A menudo, elpaciente ha adoptado desde hace años una actitud de seudocamu-flaje: es consciente (aunque no siempre) de que su interlocutorpercibe su tartamudez, pero adopta la actitud de comportarsecomo si no existiera. Va a resultarle difícil, pues, aceptar que enadelante tendrá que vivir esta tartamudez al descubierto. A esterespecto, vemos que la idea de hacer una referencia cualquiera a su problema es rechazada frecuentemente con firmeza por el pa-ciente con unas objeciones del tipo: «La tartamudez es una taravergonzosa; no voy encima a jactarme de ella. Con la de años quellevo haciendo lo imposible por ocultarla, no voy ahora a prego-narla en público. De todos modos, ya resulta bastante evidentepor sí sola, no sé para qué voy encima a referirme a ella. Pero si a veces tartamudeo a cada palabra, cómo voy a pararme cada vez

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para hacer un discurso sobre este asunto que, además, no interesaa nadie más que a mí».

Resulta, pues, extremadamente difícil cuestionar todas estasconvicciones desde un principio. Es mucho más sencillo hacerlodespués de algunos meses de tratamiento con el reeducador;cuando se habrán logrado ya algunos resultados en la adquisiciónde las habilidades elementales de las que hemos hablado con ante-rioridad. Naturalmente, seguirá suponiendo siempre una dificul-tad, porque implica un giro de 180° en la actitud del paciente res-pecto a su problema: tendrá que dejar ver en adelante lo que habíaestado esforzándose por ocultar hasta ese momento. Sin embargo,llegará a hacerse posible con el tiempo, ya que el sujeto compren-derá que reconocer su tartamudez no tiene por objeto informar a su interlocutor de su existencia, que en general resulta ya bastanteevidente, sino hacerle saber que no se trata de un tema tabú y queno se espera de él que actúe como si no existiera. El comporta-miento tranquilizador autoriza al interlocutor a dejar de actuarcomo si ignorara el problema y a osar intervenir en caso de blo-queo permitiéndose así intervenir normalmente, del mismo modoque haría con una persona no tartamuda en dificultades constru-yendo activamente el ORIV con ella. Por otra parte, el comporta-miento tranquilizador no consiste en hacer un discurso a cada ac-cidente del habla, sino que, tal como ya hemos comentado,consiste tan sólo en una serie de señales discretas: una pequeña se-ñal con la mano, una mirada o una sonrisa cómplice que invita a compartir, a vivir conjuntamente las dificultades creadas por latartamudez, fenómeno que intriga y que nos gustaría conocer mása fondo. Finalmente, hay que tener también en cuenta que el com-portamiento tranquilizador normal es un comportamiento auto-mático y subconsciente. No consiste, salvo alguna excepción con-creta, en instalarlo en la conversación por decisión voluntaria. Sepresentará en la práctica de una manera espontánea.

Para obtener este resultado, una de las prácticas que hemos en-sayado consiste en que, una vez llegado el momento —raramenteantes del tercer mes de tratamiento—, se le pida al paciente quehable de su tartamudez a una persona concreta, que se habrá esco-gido después de una discusión con el reeducador. Tomar esta de-cisión no significa esperar a que la ocasión se presente, ya que si seprocede de este modo —la experiencia lo confirma— regularmen-te no se hace nunca. Es necesario que el paciente cree la ocasión.Para ello, un buen procedimiento es utilizar como pretexto el tra-

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tamiento que acaba de emprender recientemente pretendiendoque se desea juzgar su eficacia: «Hace unos meses que he empeza-do un tratamiento para mis problemas de habla; querría saber tuopinión sobre si se nota o no algún cambio». El sujeto escogeráprimero una persona próxima, pareja, padre o madre, amigo ínti-mo, etc., para proceder más adelante del mismo modo con otraspersonas con las que tenga una relación más superficial. Una vezsacado el tema de conversación, puede fácilmente seguir hablandodel mismo: la persona tartamuda en tratamiento sabe más delasunto que nadie.

Este paso no resulta siempre fácil. A menudo, cada semana, enel curso de la sesión se toma la resolución de llevarlo a cabo paracomprobar, la semana siguiente, que el paciente no ha sido capazde hacerlo. Pero un día logra lanzarse a hablar con alguien deltema y se da cuenta de que esta persona a la que se ha dirigido te-nía algo que decir al respecto. Es enriquecedor y alentador para elpaciente, que se atreverá entonces a repetir la experiencia. Sabre-mos que hemos dado un gran paso para vencer la tartamudezcuando el paciente sea capaz de decir en caso de bloqueo: «¡Ah!Esta tartamudez todavía me sigue molestando!» o «¡Vaya, es miantigua tartamudez que aún da problemas!», o incluso, «Perdonamis dificultades al hablar...¡pero acuérdate de que antes era peor!».

Excusarse por la propia tartamudez resulta algo, a priori, bastan-te difícil de aceptar: «No voy a tener que excusarme por este pro-blema del que no sólo no soy culpable, sino del que, de hecho, ¡soyla víctima!». Naturalmente, esta reflexión está parcialmente justifi-cada, pero hay que tener en cuenta que el interlocutor se sentirátambién incómodo, y su incomodidad —aunque menor que la de lapersona tartamuda— debe ser tenida también en cuenta. Cuandoestando en una aglomeración de gente, somos zarandeados por lamultitud y, a consecuencia de ello, pisamos a la persona que está a nuestro lado, le pedimos excusas igualmente, aunque la culpa nohaya sido directamente nuestra. Sea como sea, el hecho de reco-nocer abiertamente la existencia de su tartamudez no aportará alpaciente más que ventajas de todo tipo. Esta conducta de reconoci-miento tiene en primer lugar, salvo alguna excepción, el poder derelajar la situación y liberar, al menos momentáneamente, el habladel sujeto. Le permite demostrar, además, que es capaz de domi-nar su problema y que no se avergüenza de él. ¿Por qué tendríaque sentir vergüenza de haber tenido que arrastrar durante su in-fancia este problema tenaz que resulta, de hecho, de una tendenciaa querer solucionar los problemas sin demora y por la fuerza antesque con distanciamiento y transigencia? ¿Son las personas tarta-

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mudas responsables de que los problemas de habla no se solven-ten más que con distensión?

Podremos estar seguros de alcanzar un nuevo progreso en elproceso de curación cuando el paciente sea capaz de echar pes-tes contra la palabra que no le sale, ya que éste es un verdaderoprecursor del comportamiento tranquilizador natural. Consiste enenfurecerse abiertamente contra esta palabra que no acaba de sa-lir, protestando de alguna manera contra ella con un «¡ahí» deexasperación, para articularla a continuación, sílaba a sílaba, deuna manera un poco agresiva y artificial.

Efectivamente, sólo cuando el paciente haya adoptado la cos-tumbre de hablar voluntariamente de su tartamudez con palabras,acabará por poder hablar de ella con todo el mundo pero sin pala-bras; ésta es la actitud normal, ya que, recordémoslo, la tartamudez afecta también a sus interlocutores. Evocar sus dificultades de hablade una manera involuntaria con gestos, mímica, suspiros, silencios,acentuaciones articulatorias, etc., es todo lo que constituye el com-portamiento tranquilizador normal. Cuando consigamos que seatotalmente automático, estaremos, pues, próximos a la curación dela tartamudez y protegidos, además, contra cualquier recidiva.

Varios ciclos sucesivos

Como hemos visto hasta ahora, esta opción de curación com-porta unas fases bien definidas, que abordan, uno tras otro, losámbitos de la mecánica y la dinámica de los órganos del habla(especialmente, en relación con la emoción y la voluntad), el ámbi-to de la relación que se establece con el interlocutor y, finalmente,el de la construcción del ORIV. Para cada uno de estos ámbitos seproporciona información, se llevan a cabo discusiones y se ponenen práctica ejercicios, algunos de los cuales, como la relajación o los ejercicios de respiración, son objeto de un entrenamiento per-sonal cotidiano a lo largo de todo el tratamiento y son, asimismo,repetidos periódicamente en alguna de las sesiones con el reedu-cador. Otros ejercicios no se ponen en práctica más que en perío-dos sucesivos, durante las sesiones. En general, el primer ciclo deltratamiento se da por finalizado hacia los seis u ocho meses de suinicio; se pasa entonces al segundo ciclo, que, habitualmente, sueleser algo más corto. Eventual mente, estos ciclos pueden seguirse deotros que insistirán, según los casos, más en la relajación y la res-

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pi ración, en la articulación, la fonética, el texto con subtexto, el di-bujo dictado o la elaboración de imagen. Bastante a menudo, eltratamiento se interrumpe durante algunos meses —que puedenllegar a convertirse en años— para retomarlo después de nuevo.

El futuro de la opción curación

Actualmente, esta opción curación se lleva a cabo a través de se-siones individuales de reeducación logopédica o foniátrica, que secelebran todas las semanas o cada dos semanas, y que, en Franciaal menos, corren en parte a cargo de la Seguridad Social. Es ciertoque este mismo tratamiento resultaría mucho más eficaz si pudie-ra completarse con sesiones intensivas de algunos días consecuti-vos. Información, confrontación de puntos de vista, intercambiode experiencias, entrenamiento colectivo a tiempo completo, etc.;todo ello permitiría dar un potente impulso a las reeducaciones in-dividuales que empiezan a mostrar pérdida de motivación y can-sancio. Esta combinación de trabajo individual y colectivo ha de-mostrado ya su eficacia en otros campos, como el de las personaslaringectomizadas, por ejemplo, y se trata del tratamiento demoda contra la tartamudez en Estados Unidos. Creemos, además,que en el futuro éste será el tratamiento de elección de la tartamu-dez. Será preciso, no obstante, disponer de unas instalaciones tera-péuticas adecuadas, que podrían denominarse por ejemplo centros de ¡a tartamudez, o mejor aún, centros de los problemas de la voz y del habla, que tendrían que ser a la vez lugares de tratamiento, deinvestigación y de encuentro. Uno de los objetivos de la Asocia-ción Habla-Tartamudez es la creación de este tipo de locales, paralo cual está ya buscando patrocinadores que podrían colaborar a su financiación, conjuntamente con los organismos oficiales.

¿Es la opción curación la única solución posible?

Tendríamos que admitir que, en un principio, existen otros méto-dos para curar la tartamudez que el que acabamos de describir aquí.Sin embargo, tendríamos que añadir también que curarla en el adul-to puede revelarse a menudo como una empresa demasiado difícil.La reparación completa de este instrumento tan sofisticado de inter-cambio y de acción requiere frecuentemente una cantidad conside-

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rabie de tiempo y trabajo. Por ello resulta totalmente aceptable sermenos exigente y contentarse con reparaciones parciales. Podemos,incluso, recurrir al bricolaje basado en lo que el autor denomina«trucos para no tartamudear», procedimientos que, aun desnaturali-zando en cierta medida el acto del habla, pueden permitir algunosresultados positivos al actuar a modo de pasarelas o prótesis tempo-rales antes del restablecimiento de un habla más satisfactoria. Algu-nos métodos, no obstante, constituyen arreglos tan sumarios, queestá justificado detenerse a considerar si los resultados obtenidoscompensan realmente los esfuerzos y sacrificios requeridos.

• ELIMINACIÓN DE LA TARTAMUDEZ

En el programa de televisión Envoyé spécial (Enviado especial), emitido en la cadena France 2 el 29 de septiembre de 1994, apare-ció un reportaje sobre un método de eliminación de la tartamudezque tuvo un cierto impacto social y, por ello, querríamos hacer al-gunos comentarios. Este método, creado por Jvan Impoco, funda-dor de la UIBEB (Union Internationale des Bégues Éliminant leurBégaiement) (Unión Internacional de Tartamudos en Tratamiento),parte del principio de que la tartamudez es el resultado de la «an-gustia silábica frente a la presión del auditorio». Afirma tambiénque lo más importante en la tartamudez es la «incertidumbre de lapersona tartamuda acerca de si será capaz de decir todo lo que de-sea por el simple hecho de sentirse observada y escuchada».

Compartimos la opinión de que esta incertidumbre es, en efec-to, mucho más importante que el problema de la fluencia y la pre-sencia de los tartamudeos en el habla. Los tartamudeos puedenafectar a todo el mundo.

En cuanto a la angustia silábica —de la cual Ivan Impoco decla-ra que «se ignora la causa cronológica de este estado mental»—, escierto que aparece efectivamente con gran frecuencia y que está re-lacionada, en forma de círculo vicioso, con la inversión del reflejode relajación en el momento de los tartamudeos, que constituye laprimera alteración del habla. El aumento de tensión en los órganosdel habla provoca problemas con las sílabas que pueden, natural-mente, resultar angustiosos, ya que son considerados por el indi-viduo como algo inadmisible.

A este respecto, Ivan Impoco propone no el restablecimientodel reflejo normal de relajación, sino, por el contrario, aumentar

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lún más la tensión mediante una maniobra de fuerza en el mo-llento de cada sílaba. Podríamos decir que lo que propone es, enlefinitiva, la tartamudez llevada a su grado máximo.

Con un tratamiento semejante, las sílabas saldrán, por supues-o (¡literalmente expulsadas!), pero a un precio muy elevado. Serata, de hecho, de instalar un sistema de producción voluntariale sílabas que se aleja en gran medida del habla normal, la cualonsiste no en expulsar las sílabas, sino en construir un intercam->io con el interlocutor. III mismo Ivan Impoco reconoce este he-lio declarando que, en adelante, no se tratará de hablar (lo que>ara él corresponde a articular), sino de «generar sílabas» gracias

la contracción de los músculos de un brazo (bíceps-tríceps):tna contracción por sílaba. «Cuando tomemos a partir de ahoraa palabra no será para hablar, sino para producir sílabas segúnste sistema».

Para ello, será necesario, sobre todo al principio y en caso de di-icultad, inspirar largamente y con ruido por la boca a intervalosegulares, en cada palabra o cada tres a seis sílabas, reduciendo lavelocidad, esforzándose por articular lo menos posible, adoptandoina voz especial, y ayudándose eventualmente con un movimien-0 brusco de extensión de los dos brazos, dirigiendo brutalmenteas dos puños cerrados hacia abajo.

Tendrá que adquirirse asimismo un estado de ánimo determína-lo, que dotará al individuo de una fuerza mayor que el peso deluditorio. Para lograrlo, el sujeto deberá identificarse con un mo-ldo de carácter tipo Johnny Halliday, por ejemplo, tratando deaspirarse en su modo de ser. La inspiración ruidosa previa a lamisión de cada grupo de sílabas será vivida además como un re-ordatorio para adoptar este estado de ánimo.

Ivan Impoco afirma también que el hecho de ser tartamudo esrreversible, de forma que cierra así la puerta a toda idea de cura-ión: «Cuando uno es tartamudo, sigue siendo tartamudo paraiempre. El tartamudo curado no existe. Yo soy tartamudo, peroé qué debo hacer para no tartamudear». En estas condiciones, laucha contra la tartamudez se convierte en un combate perpetuo:La tartamudez es el enemigo que tengo que combatir todos loslías». En realidad, no es la tartamudez lo que se está combatiendoon este sistema, sino los tartamudeos. Sin embargo, sea como sea,1 hecho de pertenecer a la UIBEB será una ayuda para mantenerste combate. Será necesario aplicar las reglas morales que hacenle los miembros de esta asociación «un caballero de los tiempos

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modernos, orgulloso de pertenecer a ella, fiel, respetuoso, discipli-nado, valiente, leal, perfeccionista de su habilidad, deseoso deconvertirse en un modelo para sus camaradas». Estos son los tér-minos que figuran en la documentación de difusión de la UIBEBque se distribuye entre los futuros miembros. En esta presentaciónse percibe una voluntad de situarse como un grupo aparte, lo cualpuede parecemos agresivo, pero satisface realmente a algunaspersonas tartamudas. Esto está reforzado por la idea de que las per-sonas no tartamudas no pueden comprender nada acerca de la tar-tamudez: «Sólo los que la viven pueden definir exactamente quées la tartamudez», declara Ivan Impoco, lo cual constituye unamanera de evitar toda discusión con el «exterior».

Tras esta emisión, muchos telespectadores pensaron que, enadelante, el problema de la tartamudez estaría definitivamente re-suelto en Francia; que bastaría con pasar cuatro días en el IEB, (Ins-titut d'Élimination du Bégaiement) (Instituto de Eliminación de laTartamudez), para acabar con el problema. Cuando leemos Le Lien, órgano de difusión de la UIBEB (que tomó el relevo del IEB), ve-mos que no es, evidentemente, cuestión de cuatro días (cosa queIvan Impoco no pretende tampoco). El trabajo, indispensable,que sigue a estos cuatro primeros días, no aparece como algo ligeroo despreciable y, después de un período de euforia que acompañaa esta labor de atención constante para manteher esta habla artifi-cialmente silabizada, llega el cansancio, se instala la duda y se pro-ducen numerosos abandonos: el método sólo funciona en el casode aquellos que «tienen el suficiente temple» (Le Lien). No obstante,hay que decir que hay personas que continúan y que están aparen-temente satisfechas con los resultados.

Lo que la UIBEB propone, de hecho, es un habla de superviven-cia, lo que resulta por supuesto algo más satisfactorio que la au-sencia total de habla. Esto puede funcionar perfectamente por loque respecta al habla utilitaria, la que nos sirve para comprar unabarra de pan o para pedir un guiso de ternera en un restaurante.Pero, ¿es verdaderamente necesario construir una frase para pedirestas cosas cuando nos basta con un gesto? ¿Para qué complicarsela vida para hacer frases para tan poca cosa? En cambio, expresarlos propios sentimientos, dar un consejo sobre un problema cual-quiera o narrar una anécdota qtie nos haya ocurrido, por ejemplo,es algo completamente distinto. En estos casos el sistema «sílaba a sílaba» corre el riesgo de resultar muy limitado. Sin embargo, cadauno es libre de hacer sus propias elecciones.

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Reconozcamos lo que puede haber de positivo en la propuestade Ivan Impoco. En primer lugar, en el plano teórico, el hecho dedar una importancia primordial al problema de la angustia silábi-ca, por encima de la importancia que puedan tener las disfluen-cias. En el plano práctico, la insistencia en que el individuo tarta-mudo debe afirmarse a sí mismo, rechazando la vergüenza y laocultación del problema: «Yo no tartamudeo, pero soy tartamu-do»; actitud que favorece la recuperación del comportamientotranquilizador que el autor propone en la opción curación.

Otro punto positivo es que el aspecto espectacular de este méto-do ha provocado el interés masivo de los medios de comunica-ción, lo cual ha permitido que varios millones de telespectadorescomprendan que, aunque pueda parecer un asunto cómico, detrásdel problema de la tartamudez se esconde mucho sufrimiento. Porúltimo, la empresa de esta asociación nos lleva a los terapeutas a reflexionar acerca de nuestro propio modo de enfocar la ayudaque como profesionales debemos prestar a las personas tartamu-das, y a tener en cuenta que tenemos aún muchos progresos porrealizar en este campo, por lo que debemos esforzarnos tambiénen conocer otros modos distintos de concebir la salida de la tarta-mudez. Hemos cié admitir que siempre habrá personas que prefie-ran no tartamudear aunque sea a costa de seguir siendo tartamu-das, ¡incluso si ello les supone un esfuerzo de control constante!

• COLOMBAT

La articulación voluntaria de las sílabas fue ya preconizada porun célebre cirujano, el doctor Colombat de l'Isére, en su obra titu-lada Du bégaiement et de tous les autres vices de la parole (De la tarta-mudez y los otros vicios del habla), que fue publicada en 1830. Esteautor promueve la práctica del habla rítmica y, en el caso de la tar-tamudez que él denomina guturotetánica y que se corresponde pro-bablemente con la tartamudez tónica, recomienda inspirar confuerza antes de cada frase, retirando la lengua hacia la parte poste-rior de la boca, con la punta elevada hacia el paladar, para articu-lar después de una manera rítmica, marcando el ritmo a cada síla-ba con un chasquido con los dedos pulgar e índice. Colombatrecomienda practicar esta manera de hablar durante 20 min todoslos días y promete: «... ya desde el día siguiente a la primera lec-ción (el paciente) podrá expresarse sin dubitaciones y sin que que-

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de ni rastro de esta enfermedad, siempre y cuando tenga cuidadode no perder de vista la manera de hablar que se le ha indicado y,especialmente, si hace una inspiración en lugar de hacer esfuerzoscuando una sílaba difícil encadena su lengua». Añade además:«Un tartamudo se equivocaría si cree que está curado por el hechode que, después de algunos días de practicar este ejercicio, sea ca-paz. de expresarse sin tartamudear. Cuando esto ocurre, esta per-sona no ha dejado de ser tartamuda, sino que ha dejado de tarta-mudear, lo cual es muy diferente... Hasta pasado un cierto tiempoesta persona no dejará de ser tartamuda; entonces, sin ser cons-ciente de ello, se expresará con facilidad y habrá contraído la cos-tumbre de hablar siempre siguiendo este método». Si damos cré-dito a algunos contemporáneos, esta costumbre no se adquiere entodos los casos.

Estas prácticas se llevaban a cabo en un sanatorio y duraban al-rededor de un mes. Se recurría además a un segundo tipo de ejer-cicio, que consistía en leer una frase marcando las sílabas, para re-petir a continuación la misma idea, pero expresada mediante otrafrase que, por supuesto, tenía que ser también silabeada. De estemodo, el paciente se aproximaba progresivamente a una maneramás natural de hablar, pero evitando siempre «dejarse llevar porlas pasiones». ¡La expresión espontánea de los sentimientos no en-traba en el programa!

En su obra, Colombat cita numerosos métodos y recomienda,en particular, el del doctor Serres d'Alais, quien «aconseja la pro-nunciación brusca de las sílabas acompañada de movimientos delos brazos». Comprobamos que las ideas antiguas pueden siempreresurgir.

• MANEJAR LA PROPIA TARTAMUDEZ

Partiendo de que la adopción de un habla voluntaria integralresulta difícilmente aceptable, al menos para la mayoría, casi to-dos los terapeutas optan, como hemos dicho, por un control relati-vo del habla. No se trata ya de eliminar la tartamudez, sino de de-limitarla y desactivarla al máximo.

Francoise Estienne (1996), conocida logopeda belga, propone,por ejemplo, adquirir en primer lugar dominio sobre los bloqueosmediante algunas técnicas corporales y la toma de conciencia delas tensiones que favorecen la tartamudez, de manera que resulte

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así posible detenerse momentáneamente a voluntad. De estemodo, el sujeto es capaz de detener su tartamudez cuando lo de-sea, aceptando que se manifestará libremente en otros momentos.El paciente se entrenará así a «tartamudear/no tartamudear», demanera que podrá finalmente manejar su tartamudez en lugarde sufrirla, sin pretender, no obstante, hacerla desaparecer com-pletamente.

Otro ejemplo de esta opción es el método puesto en práctica porHugo Gregory en Estados Unidos.

Este método combina las dos aproximaciones practicadas alotro lado del Atlántico, que tienen como objetivo promover, una,un habla más fluida, y la otra, la tartamudez más fluida. HugoGregory señala el carácter contradictorio y paradójico de estos dosmétodos.

El método de Hugo Gregory consta de cuatro partes. La prime-ra, consiste en guiar al paciente en el análisis de su propia tartamu-dez: ¿qué tipos de accidentes del habla presenta?, ¿cuáles son lassituaciones que teme?, ¿qué es lo que evita?, ¿qué cree al respec-to?, etc. La segunda parte se denomina práctica negativa o tartamu-dez inversa, y consiste en aprender a reproducir su propia tartamu-dez y lograr dosificarla a voluntad: tartamudear al 100 %, despuésal 50 %, después al 25 %, etc. Es una manera de apropiarse la pro-pia tartamudez. «Es la persona tartamuda quien produce su tarta-mudez», dice Hugo Gregory, que tiempo atrás había sido tambiéntartamudo. La tercera parte del método supone una introducciónal ERASM (Easy Relax Approach and Smooth Movement, que podríatraducirse como «aproximación dulce y movimiento suave»). Estatécnica consiste en enlentecer y suavizar el paso de la articulacióndel primer al segundo fonema de una palabra, algo así como sinos deslizáramos suavemente del mío al otro. Corno puede verse,este procedimiento toma una dirección diametralmente opuesta a la de los métodos propuestos por Ivan Impoco. Al disminuir latensión al principio de una frase, se hace posible decir de unasola vez si no toda la frase, al menos un enunciado completo.

El ERASM resulta, en suma, de una ligera prolongación de latransición fonética entre los dos primeros fonemas de una palabra.Esto confiere a la palabra así pronunciada un aspecto algo particu-lar, que da la impresión de una ligera dificultad controlada: «Reco-nozco que tengo alguna dificultad en pronunciar esta palabra, perocontrolo la situación bastante bien». Es esto lo que ha llevado a Anne-Marie Simón, logopeda de París que ha seguido las enseñan-

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zas de Hugo Gregory en Estados Unidos, a considerar que elERASM tiene, entre otras, una significación de comportamientotranquilizador.

Obsérvese, además, que el ERASM no tendría que ser confundi-do con la articulación previa de las vocales que hemos descrito an-tes en este mismo capítulo, pues ésta implica una articulación nor-mal del habla y, por consiguiente, no puede tener esta significaciónde comportamiento tranquilizador. Por el contrario, la práctica delERASM se asemeja considerablemente al ejercicio de colocaciónde las palabras en la boca.

El ERASM puede ser utilizado de manera diferente según losterapeutas y los pacientes. Puede ser considerado como un simplesistema antibloqueo que habrá que recordar constantemente depor vida. Para estar seguros de recordarlo, se recomienda escribirsus cinco letras por toda la casa, en el trabajo y sobre el teléfono enparticular. En este caso, la situación puede llegar a hacerse unpoco molesta y constituir un obstáculo para la recuperación o laadquisición del carácter automático y espontáneo del habla y laautenticidad expresiva. Puede considerarse, por el contrario, uninstrumento de entrenamiento sólo durante las sesiones, más queun procedimiento utilizable en la vida normal.

La cuarta parte del método de Hugo Gregory se refiere al entre-namiento de la respuesta diferida. Durante la sesión, el reeducadorhará una pregunta y el paciente deberá contar mentalmente «uno,dos» antes de empezar a responder. Adquirirá de este modo lacostumbre de tomarse algo de tiempo y no precipitarse antes decontestar. Este «uno, dos» crea, de hecho, un espacio de separa-ción entre el locutor y el interlocutor, y podemos imaginar fácil-mente que, a la larga, será sustituido por la creación del ORIV.

Transferencia y mantenimiento

El método de Hugo Gregory y todos los del mismo estilo pre-sentan un doble problema en lo referente a la transferencia y almantenimiento. Necesitan en efecto, en primer lugar, una serie detécnicas que permitan la aplicación en la vida real de los procedi-mientos aprendidos en la clínica o en las sesiones.

Un primer procedimiento consiste en pedir al paciente quevaya anotando sus proyectos en un cuaderno (por ejemplo, practi-car el ERASM tal día para pedir una hamburguesa) y, junto a

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ellos, los resultados obtenidos: éxito, fracaso, problemas, etc. Unsegundo procedimiento implica que el terapeuta acompañe a supaciente al exterior y lo ayude a abordar, por ejemplo, a un tran-seúnte para pedirle una información cualquiera. Podemos tambiénproponer al paciente que telefonee a un hotel para reservar unahabitación y que vuelva a telefonear diez minutos más larde paracancelar la reserva; lodo ello mientras el reeducador se mantienejunto a él prestándole activamente su apoyo. Aun reconociendoque pueden resultar muy eficaces, tenemos algunas reservas en re-comendar este tipo de prácticas que, destaquémoslo, se dirigentan sólo al habla utilitaria. Por una parte, consideramos molestotener que pedir la contribución de personas que no tienen nadaque ver con el problema del paciente, y por otra, estas prácticas nodejan de poner al paciente en una situación falsa; una situación enla que el paciente permanece en la ficción, mientras que su interlo-cutor está en el ámbito de la realidad. El autor se inclina preferen-temente por las situaciones reales del dibujo dictado y de la creati-vidad de la imagen, o bien por la situación totalmente ficticia deltexto con subtexto, en la que no se embauca a nadie.

En cuanto al mantenimiento, éste implica efectuar una nuevaestancia en la clínica, o bien realizar unas cuantas sesiones periódi-camente, en la medida en que las buenas costumbres tienen quecuidarse. Cuando la tartamudez está solamente bajo control, co-rremos el riesgo de que reaparezca en cualquier momento, por loque debemos estar siempre alerta.

• DESENSIBILIZACIÓN

El temor a tartamudear aumenta el nivel de tensión psicomotrizy favorece lo que tanto tememos, es decir, la aparición de los tarta-mudeos.

El miedo a tartamudear puede combatirse en primer lugar conun mejor conocimiento de lo que es realmente la tartamudez,con una mejor habilidad para maniobrar la mecánica del habla, conuna visión más realista de la manera en la que la tartamudez esvivida por los interlocutores, con la eliminación de la actitud deseudocamuflaje y, especialmente, con la adquisición del comporta-miento tranquilizador.

Puede combatirse además mediante dos procedimientos de de-sensibilización progresiva y, para ello, podemos utilizar, como

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propone Françoise Estienne, una técnica que se aproxima a la delsueño despierto dirigido.

El sueño despierto dirigido es una técnica psicoterapéutica ela-borada por Robert Desoille en los años treinta. Esta técnica opera a partir de las imágenes que se presentan en la mente del sujeto enestado de relajación. El sujeto describe estas imágenes y el tera-peuta va pidiendo precisiones y hace proposiciones de accionesimaginarias o de desplazamientos (subir, bajar, avanzar, retroce-der) en el universo de estas imágenes.

El aspecto psicoterapéutico desaparece en una cierta medidacuando aplicamos esta técnica a la desensibilización frente a la tar-tamudez. Se trata en efecto, para la persona tartamuda, de imagi-nar escenas en las que debe tomar la palabra para pedir, por ejem-plo, una barra de pan en una panadería; para ello tiene querepresentarse todos los detalles de la escena y de su desarrollo, in-cluyendo el decorado. En una segunda etapa, pasaremos al juegode rol en el que la escena será interpretada y repetida varias vecescon otra persona. Después, el paciente podrá llevar esta escena a lavida real, acompañado o no por el terapeuta.

Los juegos de rol constituyen una parte importante del trata-miento propuesto por algunos terapeutas. Puede interpretarsetodo tipo de escenas, graduando la dificultad y haciendo interve-nir eventualmente a varios participantes, en el caso de las sesionesde grupos terapéuticos.

• HIPNOSIS. SOFROLOGÍA

Aun cuando no son sinónimos, estos dos términos pertenecen almismo ámbito. En ambos casos, se trata de inducir un estado de con-ciencia especial en el que el individuo se hace vulnerable a la suges-tión, sin que llegue a recordar nada de esta sugestión cuando vuelvaal estado de vigilia habitual. En la hipnosis se recurre a procedimien-tos espectaculares y a una puesta en escena que evoca las prácticasmágicas. En la sofrología, por el contrario, todo está racionalizado y la búsqueda del efecto espectacular está excluida completamente.

En los años setenta, el autor siguió un curso de iniciación a lapráctica de la sofrología e intentó luego rápidamente utilizar losconocimientos adquiridos para el tratamiento de la tartamudez.

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Los resultados fueron, en todos los casos, un rotundo fracaso. Vea-mos, por ejemplo, el caso de un joven de 18 años, aprendiz de pas-telero, que presentaba una tartamudez importante. Tras unascuantas sesiones de tratamiento, cuando el paciente ya sabía rela-jarse, el autor intentó inducir un estado hipnótico mediante las su-gestiones clásicas del tipo «le pesan los párpados; intenta abrir losojos pero le resulta totalmente imposible», pronunciadas con vozgrave e insistente. Acto seguido, refiriéndose a la primera altera-ción del habla, que era de hecho algo nuevo en aquella época, elautor sugirió al paciente que en el momento en que su habla se en-callara, se le produciría una relajación en la boca, tras lo cual laspalabras saldrían con facilidad.

En la sesión siguiente el chico se mostró extremadamente ner-vioso e irritable y expresó su descontento con el tratamiento, por-que consideraba que no avanzaba lo bastante rápidamente, y acu-só al autor de alargarlo intencionadamente para obtener un mayorbeneficio económico a su costa. El autor quedó, por supuesto,enormemente sorprendido por esta actitud, pero más adelantecomprendió que el paciente había sufrido algo parecido a un shock

cuando se había oído a sí mismo, por primera vez, pedir su billetede tren habitual sin ningún tipo de tartamudeo. Aquélla fue la úl-tima sesión. El paciente anuló todas las citas concertadas y no vol-vió a la consulta. El autor comprendió entonces que su acción enla última sesión había sido demasiado brutal, demasiado intrusi-va, ya que el joven no estaba preparado para separarse tan rápiday abruptamente de su tartamudez. Una revolución semejante ha-bía sido imposible de asumir de una manera tan brusca.

Diez años más tarde, el autor contó esta historia en un progra-ma de televisión. La esposa de su antiguo paciente reconoció a sumarido en el protagonista de la historia y, a partir de ello, se reem-prendió el tratamiento interrumpido tantos años antes de una ma-nera tan desgraciada.

Explicaremos aún otro caso de un paciente al que su dentistapracticaba la anestesia bajo hipnosis. Un día que tenía que practi-carle la extracción de un diente, el dentista, viendo que su pacienteera tartamudo, le sugirió que podría aprovechar la hipnosis paralibrarle también de su tartamudez gracias a la sugestión. El dentis-ta cumplió su promesa y el paciente se encontró con una tartamu-dez ciertamente muy atenuada, pero al precio de una opresiónrespiratoria aún más molesta. La sugestión, en este caso, no habíaservido más que para prohibir la tartamudez.

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Estas dos experiencias negativas, junto con algunas más, lleva-ron al autor a preferir otros métodos más lentos pero más seguros.Puede ser que la tartamudez sea un problema demasiado comple-jo para ser tratado de este modo, o bien que quizá sea necesariohacerlo mejor de lo que consiguió el autor, tal vez procediendo deuna manera más progresiva, más matizada, manejando mejor lasdefensas del paciente.

• APARATOS

El lector recordará seguramente el efecto Lee, al que nos he-mos referido en el capítulo 2 y que concierne a la acción que ejer-ce la autoescucha retardada, conocida como DAF (Delayed Audi-tory Feedback), sobre la tartamudez. Efectivamente, podemoscomprobar que, cuando repercutimos en los oídos de una perso-na tartamuda su propia habla con un retraso de una décima y media de segundo, aproximadamente, la tartamudez desaparececompletamente o se atenúa en gran medida en la mayoría de loscasos. Esto dio lugar a algunos ensayos de tratamiento de la tar-tamudez por sesiones repetidas de autoescucha. Desgraciada-mente, se comprobó que la tartamudez reaparecía no muchotiempo después de que los auriculares fueran retirados, lo cualcontribuyó a atemperar el entusiasmo que había despertado estemétodo en un principio. Se intentó aumentar la duración de laautoescucha retardada con la aplicación de protocolos variados,lectura, conversación, descripciones de imágenes, etc., durantesesiones prolongadas y repetidas hasta varias veces por día,pero, a falta de la obtención de unos resultados duraderos, estapráctica casi ha dejado de ser aplicada en la actualidad. Se pro-puso, a continuación, la utilización de aparatos portátiles quepermitieran esta escucha retardada de una manera permanente.Los resultados fueron sin duda mejores, pero tampoco resulta-ban totalmente satisfactorios a largo plazo.

Se han llevado a cabo otras tentativas del mismo estilo, basadasen el efecto de enmascaramiento producido por un «ruido blan-co». El ruido blanco es un sonido en el que no se reconoce ningunafrecuencia sonora particular. Se trata de un sonido que evoca elruido de una corriente de aire o de un salto de agua. Un aparatodenominado máscara de Edimburgo, compuesto de un cajetín queel individuo lleva en un bolsillo y que va conectado a unos auricu-

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lares, sirve para enviar a sus oídos, en el momento en que habla,un ruido blanco de este tipo, lo cual hace detener los tartamudeos.Se comprobó, además, que el resultado es el mismo si el rui-do blanco se administra no en el mismo momento del habla, sino,por el contrario, durante las pausas. ¡Resulta sorprendente, perocierto!

Muy recientemente, y siempre siguiendo con la misma idea, sepropuso otro aparato, el DSA (Digital Speech Aid), que envía a losoídos del sujeto su propia habla modificada por una serie de fil-tros. Los inventores de este aparato, M. Roland-Mieszkowski,A. Czyzewski y B. Kostek, declararon en el congreso de la IFA(International Fluency Association), en agosto de 1994, que esteaparato constituía para las personas tartamudas lo que las gafaspara las personas con defectos visuales. Resultaría francamentemaravilloso que esto fuera cierto, ya que solucionaría definitiva-mente el problema de la tartamudez. ¡Siempre ha de mantenersela esperanza!

Desgraciadamente, parece ser que los resultados de todos estosmétodos no son en modo alguno satisfactorios. En efecto, auncuando suprimen más o menos los accidentes del habla, no permi-ten nunca la recuperación de un habla verdaderamente normal. Escierto que permiten una corrección temporal de la mecánica delhabla, pero de una manera demasiado artificia] para poder tolerar-lo indefinidamente. Sería necesaria la creación de un aparato ca-paz de recentrar el habla en la construcción del ORIV, y a primeravista esto parece totalmente utópico.

• TRATAMIENTOS MEDICAMENTOSOS

En la medida en que la tartamudez aparecía como un problemanervioso, en el sentido familiar del término, era algo natural pen-sar que una medicación calmante podría ser de utilidad. A princi-pios del siglo xx se administraban sedantes como el bromuro, el fe-nobarbital, la passiflora, la aubepina, etc. A partir de los añoscincuenta aparecieron algunos productos más activos, los ansiolí-ticos (tranquilizantes), por una parte, y los neurolépticos, por otra,que han suscitado una cierta esperanza como tratamiento radical.

Los ansiolíticos presentan sin duda un cierto interés. Se trata demedicamentos que pueden prescribirse, por ejemplo, cuando elsujeto se angustia ante la idea de tener que hacer una gestión im-

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portante en la que se corre el riesgo de que la tartamudez sea par-ticularmente difícil de manejar. Son, pues, medicamentos de crisis,cuyo efecto se agota rápidamente y que, por tanto, no nos resulta-rán de utilidad para ser utilizados a largo plazo. El meprobamatofue el primer tranquilizante menor empleado. Actualmente seprescriben más bien el bromacepam o el diacepam.

Los neurolépticos tienen una acción cierta sobre la tartamudez,comprobada mediante estudios sistemáticos en los que se compa-raban los resultados de su administración con los obtenidos conun producto placebo.

El placebo es un falso medicamento que se administra a la mitadde los sujetos que participan en un estudio (los cuales están al co-rriente y de acuerdo con participar en la prueba). El estudio se lle-vará a cabo de manera que ningún paciente — n i tampoco los exa-minadores— sepa con anterioridad si va a recibir el medicamento o el placebo. Este tipo de pruebas se denominan doble ciego.

En estas condiciones se comprobó que el haloperidol consigueuna reducción segura del número y la gravedad de los accidentesdel habla durante su administración, si bien el paciente vuelve a su estado anterior tan pronto como el tratamiento se suprime.Desgraciadamente, este producto tiene algunos efectos secunda-rios desagradables, tales como temblores, rigidez muscular, nece-sidad de mover continuamente las piernas, etc.; a pesar de todoello, algunos pacientes desean continuar con el tratamiento.

Un cierto número de otros medicamentos han sido tambiénpropuestos con resultados variables: productos psicoestimulantes,como el pirisudanol o la minaprina; antidepresivos serotoninérgicos, como la fluvoxamina, y antihipertensores, como la clonidina. Se haintentado también la infiltración de algunos músculos, en particu-lar los de la laringe, con toxina botulínica, tal como se hace con bue-nos resultados en las distonías focalizadas.

En el capítulo 2 hacemos referencia al blefarospasmo, el tortícolisespasmódico, la rampa de los escribientes, la disfonía espasmódicay algunas otras distonías focalizadas, entre las cuales, en nuestraopinión, podría encuadrarse perfectamente la tartamudez. En estasdistonías, se recurre cuando es posible a las infiltraciones de toxinabotulínica en los músculos que están sobreinervados. La toxina bo-tulínica es, de hecho, una sustancia que provoca parálisis al impedirla transmisión nerviosa que desencadena la contracción muscular.

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La inyección de algunas millonésimas de gramo (nanogramos) en elmúsculo permite la desaparición del espasmo y el retorno a un fun-cionamiento normal o casi normal de la función afectada: los ojos seabren de nuevo con facilidad, la cabeza recupera su posición, la es-critura se suaviza, la voz se normaliza, etc. Desgraciadamente, elefecto de esta toxina es limitado en el tiempo y, al cabo de algunassemanas o algunos meses, los espasmos reaparecen, y con ellos, lalucha inadaptada del sujeto contra ellos, lucha que tiene como efec-to que se hagan cada vez más fuertes. Serán, pues, necesarias,más inyecciones de la toxina, si bien la frecuencia de administraciónpodrá disminuirse si, entre inyección e inyección, el paciente apren-de a relajarse. Sin embargo, del mismo modo que ocurre con laspersonas tartamudas, esto no es siempre fácil.

La idea de inyectar la toxina botulínica en los músculos de la la-ringe se comprende si consideramos que lo esencial del problemade la tartamudez se encuentra en el laringospasmo. Sin embargo,se ha recurrido también a inyectar la toxina en los labios e inclusoen la lengua —si bien, en algunos casos, es mejor evitar estas in-yecciones linguales—, y en la mayoría de los casos se ha obtenidoasimismo una reducción, aunque temporal, de la tartamudez. Sehan descrito también algunos casos en los que se ha producido unagravamiento de los síntomas, si bien, afortunadamente, tambiénde manera transitoria.

A decir verdad, si la tartamudez es una distonía, en ella se venafectados numerosos elementos anatómicos, por lo que sería nece-sario infiltrar muchos músculos situados en regiones del cuerpoalejadas las unas de las otras. Pero, ¿cómo llevar a cabo estas infil-traciones sin dañar el diafragma, los músculos abdominales y tan-tos otros músculos que intervienen en el esfuerzo masivo e ina-daptado —podríamos decir que ciego— que el individuo realizapara poder expulsar las palabras?

El uso de productos medicamentosos resulta, como vemos,también muy limitado. Estamos muy lejos de haber encontrado elmedicamento específico contra la tartamudez que se esperabahace algunos decenios. ¿Lo encontraremos algún día? Personal-mente, lo dudamos mucho, en la medida en que el núcleo de latartamudez no se encuentra ni en el ámbito de las lesiones orgáni-cas del sistema nervioso, ni en el ámbito de la psiquiatría, sino enalgún punto entre ambos, en el ámbito de los problemas disfun-cionales, en el que los desórdenes dependen esencialmente de lasreacciones inadaptadas del sujeto frente a sus dificultades, las cua-

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les, sin esta respuesta exagerada, hubieran podido desaparecer o ser mucho menores. Tenemos dificultades en comprender de quémodo los comportamientos reaccionales defectuosos podrían serrectificados mediante fármacos. Sin embargo, es cierto que éstospueden ser útiles para actuar sobre algunas particularidades indi-viduales del sistema nervioso o del psiquismo que, sin ser real-mente patológicas, pueden actuar como factores predisponentes.Es en este campo, sin duda, en el que han de hacerse aún progre-sos importantes, ya que estos factores son ciertamente muy varia-dos. La prueba está en que un medicamento determinado puedeproducir una mejoría en una persona tartamuda, mientras quecausa un agravamiento en otra. Sería necesario llegar a entender larazón de este fenómeno y disponer de criterios clínicos o paraclí-nicos que permitan saber qué medicamento es susceptible de ayu-dar a cada persona tartamuda.

• TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS

En la práctica foniátrica, encontramos muchas personas tarta-mudas que siguen o han seguido un tratamiento de psicoterapia o de psicoanálisis que, tal como hemos podido comprobar, les hadado muy buenos resultados, aun cuando la persistencia de la tar-tamudez les haga emprender luego un tratamiento reeducativo.Por el contrario, vemos también pacientes que, después de haberobtenido unos resultados muy positivos con la reeducación, de-sean entonces ir más lejos desde el punto de vista psicológico. Estotiene una explicación muy sencilla. Tal como hemos dicho en elcapítulo 2, existen a menudo —tal vez siempre— factores psicoló-gicos que favorecen la aparición de la tartamudez. Estos factoresestán relacionados frecuentemente con algún tipo de problema su-frido en alguna de las dos primeras fases del desarrollo psicológi-co, de manera que si se produjo en la fase oral, se desencadenaráuna tartamudez clónica (con predominancia de repeticiones desílabas), cuya significación es la de defensa contra el temor a laintrusión; mientras que si se produjo en la fase anal, se dará unatartamudez tónica (con predominancia de bloqueos), cuya sig nifi-cación será, en este caso, la de defensa contra el temor a la pérdidade la propia sustancia.

Por otra parte, la tartamudez afecta a la función de comunica-ción y la relación con las otras personas. Podemos comprender

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que cuando esta función está perturbada, el sujeto siente la necesi-dad de expresar su resentimiento, de desahogarse en un lugar enel que no tiene por qué temer su tartamudez, puesto que, al menosen un principio, se encuentra allí precisamente a causa de ella.

En cuanto a la modalidad del tratamiento psicológico, las posi-bilidades son muy amplias. Puede aplicarse el psicoanálisis clási-co, consistente en dos o tres sesiones por semana durante algunosaños, o bien puede optarse por una psicoterapia más superficial.

Puede recurrirse también a las psicoterapias denominadas me-diatizadas, como la relajación psicoanalítica, el sueño despiertodel que ya hemos hablado o la esceno terapia, que resulta especial-mente recomendable en el tratamiento de la tartamudez. Este tipode terapia permite pasar de una manera natural de la lectura ex-presiva y de las técnicas que influyen sobre la mecánica del hablaen relación con las emociones suscitadas por el texto, a trabajar a partir de las emociones mismas en relación con las pulsiones in-conscientes.

Expresión escénica. Escenoterapia

La expresión escénica, denominada aún escenoterapia, es unaaproximación terapéutica que fue puesta en práctica por primeravez a finales de los años cincuenta por Émile Dars, un actor quetrabajó también como escenógrafo, profesor de arte dramático, lo-gopeda y psicoterapeuta.

Émile Dars se dio cuenta de que el ensayo del texto de una obrapara su representación, podía producir, a veces, cambios psicológi-cos importantes y duraderos en el comportamiento de algunos jóve-nes actores. Se le ocurrió entonces que podría utilizarse la lecturade textos en voz alta para el tratamiento de los enfermos mentales.Con la ayuda de los doctores Benoít et Solié, del Hópital Sainte-Anne de París, esta técnica fue experimentada con una serie detextos que, de acuerdo con algunos actores, tenían un fuerte conte-nido emotivo. Ante los resultados positivos obtenidos con algunospacientes, Émile Dars recopiló de la literatura un centenar de textosde aproximadamente una página dactilografiada y experimentó conellos. Más adelante estos textos fueron clasificados y catalogadossegún los estados afectivos y las actitudes que ilustraban.

La escenografía funciona en sesiones individuales o colectivas.Las sesiones individuales funcionan del siguiente modo: se pide al

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paciente que escoja un texto de entre un cierto número de ellos y que lo lea en voz alta, al ritmo de las imágenes interiores, de las re-presentaciones mentales suscitadas por la lectura. Esto resulta mu-chas veces imposible al principio, pero poco a poco el sujeto se im-plicará en esta lectura en voz alta y aceptará ser escuchado por elterapeuta. A continuación, el paciente es invitado a expresar lo queha sentido con la lectura, para lo cual puede ser ayudado por el te-rapeuta, quien habrá podido apreciar el estado de armonía o de di-sarmonía emocional de su voz. Mientras habla del texto, el pacientepodrá ser llevado a hablar de sí mismo de una manera mucho másfácil que si se hubiera intentado hacerlo directamente. El papel del«escenoterapeuta» consiste después en proponer al paciente otrostextos en relación con lo que se ha dicho. Se efectúa así una espe-cie de viaje de texto en texto que da al paciente la posibilidad deexpresar, a partir de su lectura, estados afectivos y situaciones quele conciernen personalmente. Gracias al perfecto conocimiento delos textos y al trabajo que ha efectuado a partir de ellos en el cursode su formación, el escenoterapeuta será capaz de proponer a cada paciente el texto idóneo para cada momento. Es esencialmen-te este arte del pasaje de textos escogidos en función de lo que vaoyendo el escenoterapeuta, lo que hace que la escenoterapia seauna verdadera psicoterapia.

Incluso fuera de todo proyecto psicoterapéutico, este trabajorealizado a partir de textos leídos en voz alta resulta muy intere-sante en la reeducación del habla, ya que permite al sujeto apren-der a dejar traslucir sus emociones en la lectura. Los textos selec-cionados por Émile Dars y, más adelante, por sus seguidores enel seno de la Sociedad Francesa de Expresión Escénica han sidoperfectamente elegidos para este objetivo, por lo que puedenservir de base, por ejemplo, a la técnica del texto con subtexto quehemos descrito más arriba.

Sin haber llegado a seguir ningún curso completo que les per-mita recibir el nombre de escenoterapeutas, un cierto número delogopedas han adquirido, sin embargo, una formación suficienteen este campo para permitirles utilizar así ciertos textos en el trata-miento de la tartamudez.

Existen también tratamientos de escenoterapia en grupo espe-cialmente eficaces. Funcionan en general en grupos cerrados, de4 a 6 personas, que se reúnen, junto con 2 animadores, normalmenteuna vez por semana. Están dirigidos en especial a personas tarta-mudas que han seguido ya el tratamiento individual. Los partici-pantes deben comprometerse a continuar con el grupo durante un

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período de tres meses, tras los cuales el grupo se abre a eventualesnuevos integrantes. El interés del grupo es múltiple: confrontarsecon personas que presentan los mismos problemas constituye unaexperiencia que puede resultar difícil en un primer momento, peroque se revela irreemplazable. Permite descubrir también que, in-cluso cuando los problemas son los mismos, la manera de reaccio-nar ante ellos depende de cada persona. Por otra parte, el hechode ser alternativamente el que lee y el que escucha permite supe-rar bastante rápidamente la atención a los accidentes del habla,que van pasando, poco a poco, a un segundo plano. Los intercam-bios entre los miembros del grupo dependen aquí de la manera enque tanto el lector como el auditorio viven los textos. Cada unotoma conciencia del impacto de la lectura sobre los otros, impactoimprevisible, enriquecedor, que le permite ver más claramente suspropias emociones. Cada individuo aprende de este modo a per-manecer atento a lo que él mismo y los otros desean decir, másallá de la molestia eventual producida por la tartamudez.

El grupo es, para concluir, un excelente medio para entrenarse a construir conjuntamente el objeto referencial del intercambio ver-bal. Se aprende a acordar con el interlocutor el tiempo necesariopara esta creación común, gracias a lo cual, y de una manera pro-gresiva, la tartamudez se va viendo excluida.

Epílogo

Para finalizar este libro deseo expresar tres deseos.

1. Que se deje de proclamar que la tartamudez es un fenóme-no misterioso. Sólo puede considerarse como tal si olvidamos te-ner en cuenta que el acto del habla presenta aspectos múltiples: bio-lógicos (hablamos sirviéndonos de nuestro cuerpo), fisiológicos(hablamos también con nuestra mente), lingüísticos (hablamos si-guiendo las leyes del lenguaje) y sociológicos (hablamos para co-municarnos con otras personas). En estas condiciones, podemoscomprender que la tartamudez que perturba este acto sea, a suvez, algo complejo. Esperamos, sin embargo, haber demostradoque, a pesar de esta complejidad, es posible descifrarla. La teoríade las alteraciones del habla, siempre susceptible de ser revisada y perfeccionada, explica perfectamente el paso de los tartamudeosdel habla normal a la tartamudez patológica, de manera que, hastael momento, ningún aspecto de la tartamudez queda por ser expli-cado según esta teoría.

2. Que quede claro que la tartamudez tiene también soluciónen el adulto, y para ello nada mejor que escuchar el testimonio delas personas tartamudas que han sido curadas que quieran haceroír su voz, a pesar de su deseo de distanciarse definitivamente deeste problema tan penoso.

3. Finalmente, que por encima de todo se tome conciencia deque la tartamudez no siempre desaparece por sí sola en el niño y que no basta con fingir que no existe para eliminarla.

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Anexo

Bn las páginas siguientes, el lector encontrará algunos docu-mentos redactados originariamente para la información de las per-sonas tartamudas en tratamiento o para sus padres, en el caso delos niños. Hemos creído oportuno adjuntarlos al final de este libropara permitir una primera aproximación a su contenido, así comopara retener fácilmente los puntos fundamentales.

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190 La tartamudez: opción curación

D O C U M E N T O I .L A TAR TAMU D EZ, SEGÚN L A TEORÍA

DE LAS SEIS ALTERACIONES DEL H A B L A

A nivel superficial

Uno o varios de los siguientes tipos de accidentes del habla:

— Repeticiones de sílabas.

— Movimientos involuntarios.

— Bloqueos.

— Extravío de la mirada.

— Prolongación de sonidos.

— Jadeos respiratorios.

En profundidad

Seis alteraciones fundamentales del habla

1. Inversión o ausencia del reflejo normal de relajación en el

momento de los tartamudeos:

En los momentos en que normalmente tendría que ceder y re-

lajarse, el sujeto tartamudo «empuja» aumentando la tensión para

forzar la salida de las palabras. La tartamudez nace de los esfuer-

zos que esta persona hace o ha hecho para hablar mejor a pesar

de los tartamudeos (los tartamudeos existen en el habla normal,

cuando nos ponemos nerviosos, por ejemplo).

2. Pérdida del carácter espontáneo del habla:

Normalmente, la persona no tartamuda no piensa en las pala-

bras que utiliza, ni en las frases, ni en su articulación, sino:

— En lo que tiene que decir.

— En cómo está reaccionando el interlocutor a lo que

está diciendo.

La persona tartamuda que presenta esta alteración piensa fre-

cuentemente en el detalle de ejecución de su habla, cambia las

palabras, compone su frase con antelación, etc.

Hablar no consiste tan sólo en traducir el pensamiento en palabras,

sino que, salvo algún caso particular, consiste en vivir una situación de

intercambio.

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Anexo 191

3. Pérdida del comportamiento tranquilizador:

Normalmente, cuando su habla presenta alguna dificultad, la

persona no tartamuda dirige, de manera automática e inconscien-

te, un mensaje — e n general, un g e s t o — a su interlocutor, cuyo

significado básico es que «no pasa nada». El comportamiento

tranquilizador esta ausente en aproximadamente el 90 % de las

personas tartamudas.

4. Pérdida de la aceptación de ayuda:

Cerca del 60 % de las personas tartamudas no aceptan con

agrado que su interlocutor les sugiera la palabra que no les sale o

que intervenga antes de que hayan acabado su frase. Solamente el

10 % de personas no tartamudas tienen este problema.

5. Pérdida de la autoescucha:

Aproximadamente el 20 % de las personas tartamudas no son

capaces de reescuchar mentalmente los 4 o 5 últimos segundos

de las palabras que acaban de pronunciar.

6. Alteración de la expresividad:

En las personas tartamudas resulta a menudo más o menos di-

fícil percibir, por su tono de voz o por su mímica facial, cuáles

son los sentimientos que experimentan acerca de lo que hablan o

se les está diciendo.

Observaciones

• Cada alteración del habla resulta de los esfuerzos que el sujeto

realiza inconscientemente para paliar el o los defectos prece-

dentes.

• Todas las personas tartamudas presentan todas o sólo algunas

de estas seis alteraciones en proporción variable. La primera

está siempre presente.

• Todas estas alteraciones pueden atenuarse o desaparecer es-

pontáneamente o gracias a un tratamiento adecuado. Su desa-

parición total y completa es lo que corresponde a la curación.

• La desaparición de la tercera alteración del habla protege efi-

cazmente contra toda agravación o recaída.

192 La tartamudez: opción curación

D O C U M E N T O 2.C Ó M O R E A C C I O N A R C U A N D O E L N I Ñ O

TIEN E DIFICULTADES C O N EL H A B L A

Un gran principio: dar prioridad a la calidad de la comunicación por

encima de la calidad formal del habla.

Tres actitudes nocivas cuando el niño se atasca

1. Reproches, burlas o apelar a su voluntad.

— Esta actitud refuerza la primera alteración del habla.

2. Consejos: «Relájate», «Habla más despacio», «Respira»,

«Articula», «Piensa primero lo que vas a decir», etc.

— Esta actitud refuerza la segunda alteración del habla.

3. Falsa indiferencia: Actuar como si no pasara nada en parti-

cular. Dejar que el niño acabe (laboriosamente) su frase.

— Esta actitud refuerza la primera y la segunda alteracio-

nes dei habla.

Adoptar la actitud del interlocutor activo

— Que se interesa ante todo por lo que el niño tiene que decir.

— Proponiendo la palabra en la que el niño se ha atascado o un

final para su frase.

— Haciendo preguntas sobre lo que cree que el niño quiere de-

cir, pero proponiendo inmediatamente algunas respuestas po-

sibles.

— Diciéndole al niño qué es lo que ha entendido hasta aquel

momento (o eventualmente, qué es lo que no ha entendido).

— No actuando como si la tartamudez fuera algo misterioso.

Evitar toda demanda de esfuerzo para hablar

La tartamudez nace de los esfuerzos que la persona hace o ha

hecho anteriormente para hablar mejor a pesar de los tartamu-

deos (que, insistimos, existen también en el habla normal).

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Anexo 193

D O C U M E N T O 3.L E C T U R A DE IMÁGENES

Cinco minutos al día

«¡Ven, vamos a leer unos dibujos!». Sin embargo, si el niño seniega, lo dejaremos para el día siguiente. Sin insistir: «¡Bueno, ma-ñana entonces!» (¡pero no cuando tú quieras!).

— El niño escoge un libro de entre los 4 o 5 que le propone-mos. Puede incluso que sea el mismo cada vez durante uncierto tiempo. Tiene que ser un libro que narre una historia,con muchas ilustraciones vivas y ricas.

— La madre o el padre irán contando al niño «lo que hay» y «loque pasa» en los dibujos, mientras lo van mostrando cor eldedo.

— Deben emplear un lenguaje familiar, un tono natural pero másbien melodioso y un ritmo lento, que se adapte no a las posi-bilidades de comprensión del niño, sino a sus posibilidades dearticulación.

— Deben ir haciendo preguntas pero proponiendo, ellos mis-mos, las respuestas SIN DEMORA. ES esencial que el niño no sesienta obligado a hablar en ningún momento.

— Dejarán que el niño se exprese si siente la necesidad de ha-cerlo, pero recuperarán enseguida la iniciativa. Son los padreslos que «llevan al niño de paseo a través de los dibujos», sibien siguiendo el interés de éste.

— Deberán aprobar las propuestas del niño aunque estén malarticuladas o sean frases imperfectas, pero sin hacerle sentirla corrección ni pedir ningún tipo de repetición.

Lectura comentada

Eventualmente, alguno de los padres puede leer el texto pero,después de cada frase, deberá repetir lo que ha leído en un lenguajefamiliar, comentándolo y haciendo referencia a las experienciasdel niño: «¡Mira esto, es como en casa de la abuela! ¿Te acuerdas?».

206 La tartamudez: opción curación

D O C U M E N T O 4.EL H A B L A D E M A S I A D O RÁPIDA.

FARFULLEO

Consejos para ¡as personas del entorno de un niño (o de un adoles-

cente) cuya habla es difícil de comprender por su excesiva rapidez:

Mejorar un habla que fluye desenfrenada a un r i tmo precipita-

do de sílabas que se deforman y de palabras que se superponen

es una empresa difícil.

Para que las cosas evolucionen

— Es necesario evitar pedir al niño que hable más lentamente o

que repita lo que ha dicho articulando mejor. Esta manera de

actuar sólo sirve para romper la atmósfera de comunicación

viva y transforma el intercambio verbal en un ejercicio moles-

to e ineficaz.

— Incluso cuando el niño sea capaz de llevar a cabo correcta-

mente la repetición, ello no cambiaría nada de su elocución

posterior.

— El i n t e r l o c u t o r debe p e r m a n e c e r en su papel c o m o

t a l y no pasar a actuar como un consejero del habla. No se

puede hablar normalmente a alguien que se presenta como

un juez del habla que se le dirige. El habla no evoluciona co-

rrectamente más que si, durante el intercambio, se preserva

la calidad de la comunicación.

— Las personas del entorno del niño deben t o m a r una act i -

t u d a b i e r t a y no dudar, después del intercambio verbal, en

comunicarle el esfuerzo que les supone la comprensión de

esta habla tan rápida e inadaptada y lo difícil que resulta so-

portarlo.

— C u a n d o el i n t e r l o c u t o r no c o m p r e n d a lo que el niño ha

dicho, debe plantearle preguntas acerca de lo que crea haber

comprendido. Sin embargo, es importante prestar atención a

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Anexo 195

que estas preguntas no sean interpretadas como un reproche.Debe evitarse también la actitud de fingir no haber compren-dido a causa de la mala expresión del niño.

Prioridad a la calidad de la comunicaciónpor encima de la calidad formal del habla

— A menudo se hace el razonamiento siguiente: la comu-nicación es muy importante y el habla es el instrumento esen-cial de la comunicación. Perfeccionemos entonces el hablapara que la comunicación salga beneficiada. Esta manera depensar lleva al fracaso.

— Mejorando la calidad de la comunicación puede lograr-se que, de manera secundaria, el habla progrese. Esto es cier-to desde el principio mismo del habla (desde los primerosbalbuceos) hasta el habla más adulta.

Entrenamiento eventual

— En algunos casos, puede ser útil que el niño emprenda un en-trenamiento especial a base de ejercicios de relajación, segui-dos de práctica de lectura expresiva, con el objetivo de orien-tar su mente, en el momento de hablar, hacia el deseo de oíra su interlocutor.

— Un entrenamiento de este tipo no es indispensable, ya que elproblema puede regresar perfectamente de una manera es-pontánea al madurar el niño con el curso de los años o alprogresar en sus estudios, siempre y cuando la actitud de suentorno lo haya favorecido.

Asociación Habla-Tartamudez

Association Parole-Bégaiement (APB)Laboratoire de Recherche du Langage INSERMBátiment Pharmacie - Hópital de la Salpétriére75013 - PARIS

Creada en 1992, la Asociación Habla-Tartamudez agrupa, a par-tes iguales, a personas tartamudas o familiares de personas tarta-mudas, por un lado, y terapeutas (logopedas, foniatras, psicólo-gos) e investigadores en el campo de la tartamudez, por otro.Todo este colectivo de personas está decid ido a luchar por el avan-ce de la investigación y para mejorar la ayuda de que disponen laspersonas tartamudas a fin de evitar el problema de la exclusión,así como para la organización de la prevención. Sus principalesobjetivos son:

— Sensibilizar al público en general y a los responsables políticos,administrativos y universitarios del sufrimiento que comportala tartamudez.

— Informar, favorecer encuentros, recoger testimonios.— Promover acciones de investigación, de prevención y de forma-

ción en el campo de la tartamudez.—Crear en un futuro una fundación a favor de las personas tarta-

mudas.

La APB, que edita la revista trimestral Lettre Parole-Bégaiement, organizó un congreso en 1995 y ha llevado a cabo diversas accio-nes de prevención dirigidas al colectivo de logopedas (12.000 en-víos) —campaña llevada a cabo con la ayuda de la DirecciónGeneral de Salud y el grupo Pasteur Mutualité— y a los colectivosde pediatras, psicólogos escolares (10.000 envíos) y guarderías(23.000 envíos).

Para recibir más información sobre la asociación, puede consul-tarse en el servidor Minitel 36 15 BEG la lista de delegados regio-nales.

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Nota: Esta obra no pretende en modo alguno representar unadoctrina propia de esta asociación, ya que ésta se encuentra abier-ta a todas las discusiones y a todas las corrientes de pensamiento.El autor desea simplemente que su obra se inscriba positivamenteen el programa de prevención y de ayuda a las personas tartamu-das de la asociación.

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