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LA SUCESION PRESIDENCIAL DE 1934 Y LA FAMILIA REVOLUCIONARIA B eatriz R ojas El Colegio de Michoacán Institrit d’Etudes Mexicaines (Persignan) Variadas y varias son las versiones que surgieron pa- ra explicar el proceso por el cual e|l general Cárdenas fue designado candidato del Partido, así como también varias personas y grupos se endilgan el derecho a decir que ellos tuvieron que ver con tal designación. Aun hoy a la luz de los años, no es posibfe explicar certera y lógicamente, sin temor a equivocaciones o a parcialismos cual fue el acto o momento decisivo de esta sucesión. Portes Gil se precia de haber sido él quien desde 1931, encontrándose en Roma, pensó en presentar a Cár- denas como candidato en 1934, contra las ya entonces cla- ras intenciones del general Calles de imponer a uno de sus fieles amigos —Pérez Treviño o Riva Palacio—, y así se lo hizo saber al Lic. Ezequiel Padilla (Portes Gil, 1954: 474-5). El senador Ramón Ramos como cabeza de un grupo de Sonora, que incluía al entonces gobernador e hijo del Gral. Calles, Rodolfo, también se preció de haber sido ellos los que presentaron a la opinión nacional la persona- lidad de Cárdenas como la más adecuada para ocupar la presidencia. En igual posición se colocó un grupo de políticos agraristas, formado por el propio Portes Gil, Sa- turnino Cedillo, Graciano Sánchez, Enrique Flores Ma- gón, León García y otros ( Revista Política, 1—X—1963: XXV y XXVIII).

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LA SUCESION PRESIDENCIAL DE 1934 Y LA FAMILIA REVOLUCIONARIA

B e a t r iz R ojas

El Colegio de Michoacán Institrit d’Etudes Mexicaines (Persignan)

Variadas y varias son las versiones que surgieron pa­ra explicar el proceso por el cual e|l general Cárdenas fue designado candidato del Partido, así como también varias personas y grupos se endilgan el derecho a decir que ellos tuvieron que ver con tal designación. Aun hoy a la luz de los años, no es posibfe explicar certera y lógicamente, sin temor a equivocaciones o a parcialismos cual fue el acto o momento decisivo de esta sucesión.

Portes Gil se precia de haber sido él quien desde 1931, encontrándose en Roma, pensó en presentar a Cár­denas como candidato en 1934, contra las ya entonces cla­ras intenciones del general Calles de imponer a uno de sus fieles amigos —Pérez Treviño o Riva Palacio—, y así se lo hizo saber al Lic. Ezequiel Padilla (Portes Gil, 1954: 474-5).

El senador Ramón Ramos como cabeza de un grupo de Sonora, que incluía al entonces gobernador e hijo del Gral. Calles, Rodolfo, también se preció de haber sido ellos los que presentaron a la opinión nacional la persona­lidad de Cárdenas como la más adecuada para ocupar la presidencia. En igual posición se colocó un grupo de políticos agraristas, formado por el propio Portes Gil, Sa­turnino Cedillo, Graciano Sánchez, Enrique Flores Ma- gón, León García y otros ( Revista Política, 1—X—1963: XXV y XXVIII).

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Pero lo más explicativo a nuestro modo de ver es que todos y cada uno en su momento cooperaron, posiblemen­te sin quererlo, a que la balanza se inclinara en favor del divisionario michoacano. Aunque sí hay que reconocer que el grupo de agraristas1 tuvo una especial actuación, prin­cipalmente la del Gral. Saturino Cedillo, de quien el Lic. Luis I. Rodríguez, en uno de los discursos que pronunció durante la campaña electoral dijo 'aparte del candidato presidencial existe otro destacado campeón de la causa del campesino: el Gral. Saturino Cedillo”,2 a quien llamó “el nuevo Zapata” ( El Nacional, 23-V-1934).

El grupo agrarista estuvo durante algún tiempo inde­ciso sobre cúal sería el candidato indicado, o, más propia­mente, cual de los interesados ganaría la partida: Lázaro Cárdenas, Saturnino Cedillo o Adalberto Tejeda.

Adalberto Tejeda se había ganado la enemistad de un sector del ejército, encabezado por el Gral. Amaro, además de contar con la manifiesta antipatía de un importante nú­cleo de la opinión pública —la iniciativa privada— que veía en don Adalberto el bolchevismo en persona, y que había hecho eco de su voz al periódico Excélsior. Cedillo, identificado durante a-lgún tiempo con Tejeda, atrajo la mirada recelosa del Gral. Amaro. En cambio Cárdenas había procurado permanecer neutral en las luchas- políti­cas de la élite, lo que lo hizo salir librado de particulares enemistades (Cárdenas, 1972: 184-185, 204).

Llegado el momento de la selección, Cárdenas pudo contar con el apoyo del grupo agrarista, de cuyo ejército en estos momentos era el jefe, y de un importante grupo de políticos que veían en él una oportunidad para frenar Ja intervención del Gral. Calles en todos los asuntos polí­ticos del país (Gaxiola, 1938: 119).

Por otro lado ya desde 1932, en el mes de agosto, Ce­dillo, Almazán y Amaro se habían encargado de hacer saber al Gral. Calles su rotunda negativa a aceptar como

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candidato a la presidencia al Gral. Manuel Pérez Trevi- ño (Fowler, 1970: 256-257).

Portes Gil indica que desde principios de 1933, León García, Graciano Sánchez, Enrique Flores Magón y él procedieron a organizar la C.C.M., consultando e invitan­do a Saturnino Cedillo y a Lázaro Cárdenas (Portes Gil: 475).

Iniciada la campaña y “en vista” —dice Portes Gil— “de que tanto el Gral. Pérez Treviño como el señor Riva Palacio se sentían muy seguros de ser los elegidos, creí conveniente platicar con el Presidente Rodríguez, ex­presando con toda franqueza que, en mi concepto, era ya tiempo de que se lanzara la candidatura del Gral. Cárde­nas. . . El Gral. Rodríguez aprobó mi idea. Al día siguien­te, previa consulta con el candidato, le leí un proyecto del manifiesto que, redactado por el señor Ing. Marte R. Gó­mez, lanzarían las Ligas de Comunidades Agrarias... Ese mismo día comisioné al señor Enrique Flores Magón para que se trasladara a Palomas, S.L.P., a fin de ponerlo en conocimiento del Gral. Cedillo, que aprobó con entusiasmo dicho manifiesto, el cual —en la prensa del 3 de mayo de 1933— se publicó íntegro” (Portes Gil: 477).

Todo lo que cuenta Portes Gil es muy probablemen­te cierto, con la única anotación de que se convierte él en el hacedor de la candidatura de Cárdenas, hecho con él que si no puede estarse totalmente de acuerdo, sí al menos, concuerdan muchos de los actos sucedidos, que nos ayudan a explicarnos el cómo de la selección de Cár­denas.

El Partido Nacional Revolucionario, constituido con el fin principal de evitar los enfrentamientos armados entre la élite político-militar, tenía que demostrar su capacidad co­mo mediador, cada vez que una sucesión presidencial tocaba a la puerta. Gracias a él la rebelión de marzo de 1929, no

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había logrado culminar en un golpe de estado. “La elec­ción de 1934 sería Ja nueva prueba que este naciente “Ins­tituto” tendría que presentar para dejar asentado un pre­cedente, que afirmase cada vez más su posición de apara­to electoral.

La campaña de 1934 era ávidamente esperada, no nada más como la renovación del Poder Ejecutivo, sino como la prueba definitiva de los beneficios logrados con la formación del Partido, magna obra del Jefe de la Revo­lución: el Gral. Plutarco Elias Calles.

Era especialmente esperada por la élite en el poder que, dividida internamente, quería desalojar del campo político al contrario sin tener que llegar a 'las armas; utili­zando los servicios que el Partido y las elecciones le po­drían prestar.

Además de las pugnas políticas futuristas, podríamos hacer mención de los hombres que, en diferentes momen­tos, fueron calificados de posibles candidatos para las elec­ciones de 1934. Al Coronel Adalberto Tejeda, la prensa lo incriminaba constantemente de utilizar a los agraristas, ar­mados del estaco de Veracruz en ‘complicadas tendencias futuristas' (Excclsior, 27-XII-1930). Y esto sucedía ya a finales de 1930.

Muchos sucesos de trascendental importancia, para el tema que tratamos, habrían de realidarse todavía: los cambios continuos en el gabinete del Ing. Ortiz Rubio; su resistencia inesperada al Gral. Calleja, su renuncia a la presidencia; el nombramiento del Gral. Rodríguez como sucesor. Irían trazando poco a poco los acontecimientos que determinarían la selección del candidato del P.N.R. Pero la primera muestra concreta de los trabajos políticos se presentó en la Convención de Aguascalientes a princi­pios de octubre de 1932, citada para discutir si era nece­sario implantar el principio del antirreeleccionismo como un precepto constitucional a todos los niveles de la repre­sentación nacional.

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Retardar la contienda

Esta convención se realizó en octubre de 1932 con cierta renuencia del Partido, que temía que la reunión fue­se utilizada más como plataforma política que como foro de discusión. Las debidas precauciones no impidieron que tanto los partidarios de Tejeda como los del Gral. Pérez Treviño fuesen preparados para lanzar la candidatura de sus elegidos (Excélsior, 31-X-1932.).

Era clara la posición del Comité Ejecutivo Nacional del Partido, respecto a la campaña presidencial: obtuvo de los concurrentes el que se anexase dentro de los puntos resolutivos, el aplazamiento de los trabajos preliminares de la campaña, en tanto no fuese aprobado en Convención Nacional! el nuevo Programa del Partido.3

Después de esta Convención parecía que los ánimos se habían calmado, y las suposiciones de que la candida­tura de Manuel Pérez Treviño sería lanzada por la dele­gación de Coahuila, y la de Tejeda por la de Veracruz apo­yada por la de San Luis Potosí, por el momento, habían resultado falsas alarmas. Pero la prensa privada, encabe­zada por Excélsior, no desaprovechaba ocasión para de­latar movimientos futuristas.4

Al parecer, todos habían aceptado esperar, y en todos los círculos políticos se hablaba de retardar la lucha lo más posible. El mismo presidente Rodríguez, en su men­saje de año nuevo al pueblo de México, invitaba a sus conciudadanos a dedicarse de lleno al trabajo, olvidándo­se por el momento de agitaciones políticas que, lejos de ayudar al país lo perjudicaban, provocando una recesión en la economía nacional.

En este mismo sentido se había pronunciado, unos pocos días antes, el Gral. Saturnino Cedillo, uno de los po­sibles precandidatos, poniendo como modelo a su estado San Luis Potosí, el cual a pesar de ser netamente agraris- ta había logrado una justa relación con hacendados y pe­

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queños propietarios, una tranquilidad que en ninguna for­ma debería perturbarse. En San Luis, por lo tanto, no se pensaba en hacer política, y que por su parte no pensaba en ningún momento postularse como posible candidato; que ejl país había sufrido y derramado bastante sangre por las ambiciones de poder; el tiempo de reflexionar había llegado para lograr conservar esa paz que tanto había cos­tado y que tanta falta hacía (Excélsior, 4-1-1933).

Las declaraciones del Gral. Cedillo eran importantes, ya que además de aparecer como uno de líos posibles can­didatos, era una de las personalidades que más peso tenían entre los agraristas.

La Comisión Permanente se definía también en los mismos términos: no realizar ni permitir agitaciones políti­cas prematuras, sino mantener un equilibrio que permitie­se a la nación enfrentarse oportunamente y con acierto a los problemas políticos que se le fuesen presentando.

En realidad trataba de retardar una contienda ya pre­parada y esperada con ansia por ía clase política. Cual­quier movimiento, inmediatamente era calificado de prác­tica futurista'. El nombramiento del Gral. Lázaro Cárde­nas como Secretario de Guerra —30 de diciembre de 1932— fue tomado como un paso para designársele candidato a la presidencia de la República.5

Otro acto que fue tomado como señal fue el desarme de los agraristas de Veracraz, esperado desde hacía tanto tiempo por parte de la opinión pública y por allgunos sec­tores del Ejército Nacional. Este desarme beneficiaba a Cárdenas, borrando en cierta medida esa imagen que ha­bía presentado, al creérsele unido a Tejeda y a sus agra­ristas.

Fuera de estos acontecimientos, todo parecía realizar­se dentro del ambiente reglamentario; solamente Excélúor seguía lanzando voces alarmistas contra los agraristas arma­dos de los estados de Michoacán, Ouerétaro, Zacatecas y Jalisco.6 Llamadas vanas pues el gobierno parecía confor­

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marse con poner a los agraristas —defensas sociales— bajo las órdenes de los Jefes de Operaciones Militares corres­pondientes.

Pero si en el centro parecía no estar pasando nada, en cambio en algunos estados ios enfrentamientos entre los grupos estallaban: en Puebla una larga contienda en torno a las elecciones gubernamentales finalmente termi­naba con la derrota y renuncia del Dr. Leónides A. Alma- zán. La intervención de(l C.E.N. del Partido había dado el triunfo a la oposición.7 En Tlaxcala otro enfrentamiento entre el gobierno local y el C.E.N. del Partido dio como resultado que el gobernador y la legislatura (local fuesen expulsados del partido. Y en Guerrero sucedía algo pareci­do: el gobernador Guevara se quejaba al P.N.R. por intro­misión que en política local trataba de efectuar el Gral. y ex-gobernador Adrián Castrejón.8 Estas pugnas tenían co­mo fondo real la definición que en cada uno de los estados se estaba llevando a cabo respecto a las elecciones presi­denciales.

En vano

Finalmente, fue imposible disimular la división exis­tente dentro del círculo político; en una reunión que tu­vieron los miembros de la Comisión Permanente, aparecie­ron las tendencias que marcarían la contienda; un grupo se proclamó fiel a los designios del C.E.N. del P.N.R. y otro se inclinó en favor de las tendencias proclamadas por al­gunos prominentes elementos del Parlamento (Excélsior, 27-1-1933).

Era obvio ahora que la contienda se había iniciado, aunque el Presidente de la Comisión Permanente se ne­gaba a reconocer la división del Congreso de la Unión. Según él, la opinión del Partido continuaba siendo la pre­sentada en la Convención de Aguascalientes; el asunto de la sucesión no sería tratado sino hasta la próxima Con­vención, la cual sería convocada en julio o agosto; a partir

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de esta fecha, los estados podrían empezar a trabajar en favor de sus precandidatos, pero no sería sino hasta enton­ces que se iniciaría la campaña. La señal de partida la da­ría el lanzamiento de la convocatoria ( Excélsior} 10-11- 1933).

Los nombres de los posibles candidatos volvían a cir­cular. Lázaro Cárdenas, Carlos Riva Palacio y Manuel Pé­rez Treviño parecían tener más posibilidades por contar con la simpatía del Graíl. Calles (Pañi, 1950:168). N in­guna autoridad confirmaba estos rumores, y los posibles precandidatos realizaban normalmente las labores pertinen­tes a sus cargos. Lázaro Cárdenas contestaba a los ataques que Excélsior lanzaba a los agraristas y los desarmaba en Veracruz, atendía el Ministerio de Guerra y de vez en cuando iba a Cuernavaca a visitar al Gral. Calles. Manuel Pérez Treviño, en la presidencia del Partido, solucionaba los problemas que estaban surgiendo en los estados, y Car­los Riva Palacio desempeñaba su función de Senador por el Estado de México.

En el mes de marzo, la división en las Cámaras se acen­tuó. Gonzalo N. Santos atacó a Luis L. León. El día 14 se publicó la noticia de que la Comisión Permanente se había dividido sobre la designación de la Mesa Directiva, pero algunos diputados decían que la causa de f.a agitación era más honda y más lejana*. La intervención del diputa­do Manuel Riva Palacio zanjaba por esta vez las diferen­cias; una Mesa designada al azar y un apretón de manos entre Santos y León evitaba la división del Bloque del Partido ( Excélsior, 11/14-III-1933).

Cinco días después se anunciaba Ja partida del Gral. Calles rumbo a Baja California. Cárdenas lo acompañaba durante el viaje. A despedirlo en los andenes de la esta­ción estuvo el gabinete en pleno, el C.E.N. del P.N.R., jefes de departamento, jefes del ejército, diputados, sena­dores y muchos otros amigos. Eli Dr. Puig Casauranc fue

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comisionado para que formulase un mensaje de despedida al Jefe Máximo. En grandes líneas, expresaba lo siguiente: la función administrativa del gobierno es íntegramente ejercida por el Presidente y la función propiamente polí­tica —que comprende la actividad parlamentaria— es di­rigida y controlada por efl P.N.R. el cual reconoce al Gral. Calles como orientador y guía en las situaciones más difí­ciles; constante moderador de apetitos; armonizador de vo­luntades; intérprete de aspiraciones y de necesidades po­líticas del país; lazo de unión definitiva entre los revolu­cionarios de México. Puig prometió a Calles que a su re­greso encontraría “firme, unido y coherente” al Partido (El Nacional y Excelsior, 10-111-1933).

Unos días después, al llegar de su viaje con el Gral. Calles, en una entrevista de prensa Cárdenas dijo que no había aceptado figurar como candidato a la presiden­cia “porque no había habido grupo o partido político que haya tratado tan delicada cuestión y su propósito por aho­ra, no es otro que el de ceñirse estrictamente all cumpli­miento de su deber” (Excelsior, 26-111-1933).

En algunos estados los jefes de operaciones procedían a desarmar a los agraristas. En Jalisco el Gral. Alejandro Mange iniciaba la recolecta, el J.O.M. de Guanajuato hacía la suya y el de Puebla igualmente (Excclsior, 27-III-1933).0 El Ing. Alberto J. Pañi rechazaba la postulación, que le ofrecía un partido denominado Civilista Renovador. Se ha­blaba de la candidatura de Pañi desde hacía bastante tiem­po, añadiéndose que Excélsior le hacía propaganda a su obra pasada.. Los tejedistas habían hecho notar que una posible candidatura de Pañi sería una aberración de la re­volución, alegando sus ligas con el imperialismo norteame­ricano. 10

Los Cardenistas se lanzan

En abril, días después de sus declaraciones, el Gral. Cárdenas acompañaba al presidente en un viaje por Jalis­co y Michoacán superar la enemistad que existía en­

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tre el gobernador de Michoacán, el Gral. Benigno Se­rrato, y e)l Secretario de Guerra. Pero los resultados no fueron los esperados y los ataques que sufrían los carde- nistas en Michoacán se acentuaron.11 En cambio en Gua­dalajara, se daba una acogida calurosa al Secretario de Guerra y el Partido Agrarista de Jalisco ofrecía a Cárde­nas sostener su candidatura a la presidencia de la Repú­blica, acto con el cual posiblemente estaba ligado el Gral. Cedillo ( Excélsior, 12-IV-1933).12

El presidente Rodríguez, en el regreso a México a bordo del tren presidencial, interrogó a Cárdenas acerca de sus propósitos; éste (le contestó que por el momento no tenía más planes que seguir desempeñando su trabajo al frente de la Secretaría. Rodríguez le sugirió que no re­chazase definitivamente los ofrecimientos pues, a su mo­do de ver, él era uno de los más indicados para ocupar la presidencia (Gaxiola, 1938).

Al día siguiente, ya en la ciudad de México —19 de abril— el presidente mandó llamar a Cárdenas diciéndole que Aarón Sáenz le acababa de informar que los estados de Sonora, Sinaloa y Nuevo León estaban ya decididos a iniciar trabajos en su favor, que habían visitado al Gral. Calles, quien se había negado a tomar ninguna posición (Cárdenas: 219-20).

Y efectivamente, un grupo de políticos del norte, en­tre los cuales destacaban tos hijos del Gral. Calles, habían iniciado, —previa visita a su padre— una serie de recorri­dos por diferentes estados, invitando a los grupos locales a unirse a los trabajos en favor de la precandidatura del Gral. Lázaro Cárdenas (Gaxiola: 177-78).

Aarón Sáenz, unido a los hijos de Calles, pugnaba también por Üa precandidatura de Cárdenas. El día 20 se dieron cita ambos políticos para comer juntos, expo­niendo Sáenz la situación política del momento e inci­tando a que aceptase su precandidatura, que era el mo­mento oportuno ya que los trabajos de Pérez Treviño y

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de Riva Palacio estaban a punto de iniciarse (Cárdenas: 220-21).

El día 22 Cárdenas recibió la visita de la diputación de Sonora que le ponía al tanto del inicio de ios trabajos en su favor. Nayarit, Colima y Sinaloa ya habían dado su apoyo y el estado de Jalisco había quedado de resolver en unos días Qlbídeni).

Finalmente, en la Cámara de Diputados se definían las posiciones. La prensa decía —20 de abril— que un movimiento que iba de la periferia al centro había culmi­nado en la Cámara Baja que se afiliaba en dos bandos: el del Gral. Lázaro Cárdenas y el otro del Gral. Pérez Treviño. Un grupo considerable —el de los “indecisos”— ya se dejaba identificar como partidario de Riva Palacio y de Adalberto Tejeda (E xcélsior, 28-IV-1933). Se decía que la mayoría estaba con el Secretario de Guerra que contaba ya con el apoyo de 16 estados. El resto de los estados se dividían entre los demás precandidatos; la ma­yoría en favor del Gral. Pérez Treviño.

Mayo se iniciaba con gran actividad por parte de los cardenistas. El día lo. se reunía un numeroso gru­po de diputados y senadores con políticos de los estados que venían como delegados de organizaciones obreras y campesinas para coordinar los trabajos en favor de su can­didato. Este mismo día las Ligas de Comunidades Agra­rias de San Luis Potosí, Tamaulipas, Tlaxcala, Estado de México y Chihuahua, lanzaban la candidatura del gene­ral michoacano, invitando al grueso de la Liga Nacional Campesina ‘LTrsulo Galván’ ( Excélsior} 3-IV-1933).

Para el día 2 de mayo, las alineaciones de los estados ya eran diferentes: con Pérez Treviño estaban los estados de Coahuila, Guanajuato e Hidalgo; con Riva Palacio, More/los, Estado de México y Oaxaca; indecisos Jalisco, Guerrero, Michoacán, Veracruz y Chiapas; el resto con Lázaro Cárdenas. . ...

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Pero tal alineación era relativa pues la división exis­tente en los estados impedía delimitar en forma certera su posición (EZ Nacional, 4-V-1933).

En él Congreso, los cardenistas, tratando de acelerar los trabajos de ía selección, abrían una lista en la cual los partidarios de la candidatura de Cárdenas tenían que re­gistrarse. Los representantes de Sonora, Guerrero y Si­naloa y elementos sueltos de otros estados se anotaban, otros esperaban su turno para hacerlo (Excelsior, 4-V- 1933).

El Gral. Cárdenas escribía una carta al Gral. Ca­lles consultándole sobre el caso político que se le presen­taba y sobre el cual no podría resolver “sin antes cono­cer su opinión, que yo pido a Ud. como amigo y jefe” (Cárdenas: 222-23). Y al mismo tiempo guardaba una actitud sumamente cautelosa, se negaba a recibir a casi todas las personalidades que al conocer el lanzamiento de su candidatura intentaban verlo, allegando exceso de trabajo (Excelsior, 4-V-1933). Pérez Treviño se dedicaba a las labores pertinentes de su puesto; asistía a una con­vención política que celebraban las organizaciones locales del Estado de Coahuila (EZ Nacional, 6-V-1933).

La actividad deíl grupo cardenista contrastaba nota­blemente con la labor de los péreztreviñistas y de las gen­tes que apegadas al Partido se negaban a realizar ninguna actividad. La Liga Central de Comunidades Agrarias ad- hérida al P.N.R. estimaba que aún no era tiempo de que los campesinos participaran en política, considerando per­tinente el aplazamiento de la campaña presidencial para principios del año siguiente (EZ Nacional, 4-V-1933). En el Congreso, el presidente del Bloque de la Cámara Baja, Wilfrido C. Cruz, criticaba la agitación política que in­terrumpía ía actividad reconstructiva del gobierno tan ne­cesaria para el país. Agregando que la agitación existen­te contravenía los estatutos del Partido, los cuales decían que para lanzar una candidatura tenía que recurrirse pri-

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mero a una convención nacional, pero que además se ac­tuaba contra lo expresado por el Gral. Calles, cuyo crite­rio era que toda actividad pdlítica debía aplazarse ([Excél- sior, 5-V-1933).

La anterior moción, presentada por Cruz, era al día siguiente apoyada por el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del P.N.R., Manuel Pérez Treviño, quien reco­mendaba a todos los miembros del instituto político “pro­curar serenar y concientemente encauzar sus opiniones dentro de los lincamientos señalados” (EZ Nacional9 7-V- 1933).

Las tácticas, a la vista, eran sumamente diferentes. Mientras que los unos aceleraban y daban a la luz públi­ca todos sus movimientos; los otros trataban a toda costa de retardar la campaña alegando problemas de disciplina al partido.

El día 6, la Cámara de Senadores firmaba un pacto de solidaridad para presentar un solo frente cardenista en la ya iniciada campaña política. Cincuenta represen­tantes firmaban el pacto que, en cierto modo, era una res­puesta a lo expresado por Wilfrido C. Cruz y el propio Pérez Treviño, quienes fueron juzgados de arbitrarios y superficiales, ya que la designación de un candidato a la presidencia necesita de trabajo y que por lo tanto las ac­tividades preelectorales que se estaban realizando dista­ban mucho de ser extemporáneas ( Excélsior, 7-V-1933).

La prensa opinaba que la candidatura de Cárdenas tenía como característica diferente a lo acostumbrado, el que no se generaba en las esferas políticas de la capital, sino que surgía d&\ seno mismo de los grupos responsa­bles en los estados.

Las declaraciones de Pérez Treviño habían molesta­do a los cardenistas al grado de que el presidente del C.E.N. tuvo que aclarar y rectificar sus palabras, dicien­do que él nunca había pretendido impedir la actividad po­lítica, (lo único que pedía era mantenerla dentro de los

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estatutos del partido, pues era absurdo que los comités es­tales se declarasen en favor de un candidato si aún no se pronunciaban los comités municipales.

Pero en la atmósfera política se sentía la falta de un guía. Las declaraciones iban y ias declaraciones venían, y el Gral. Calles aún en el Sauzal, Baja California, no ex­presaba su opinión. Esto impedía la libre acción de mu­chos políticos, temerosos de no interpretar correctamente el silencio deí Jefe Máximo. Ezequiel Padilla, uno de ellos, había recurrido como acostumbraba hacerlo a entre­vistar al jefe.

Habló Calles y no se aclaró nada

El día 10 de mayo, para satisfacción de todos, la pren­sa publicaba las declaraciones. Disculpaba Calles —y aceptaba— el que se hubiese empezado la agitación, en torno a la campaña política, en los estados. Aclaró que la agitación en el Partido comenzaría en la Convención, es decir, seis meses después de lanzada la convocatoria, la cuaí para estas fechas todavía no era lanzada. Disculpa­ba, también, el hecho de que en el Partido se estuviesen gestando diferentes grupos, actitud lógica en un órgano democrático, que ya vendría el momento de unificarse y formar un solo frente compacto y disciplinado. Testifica­ba además que la actitud del ejército se ceñiría estricta­mente a su función institucional, manteniéndose al mar­gen de la campaña (El Nacional, 10-V-1933).

Las declaraciones de Calles desconcertaron a los car- denistas. Esperar hasta principios del año siguiente no les daba ninguna seguridad, teniendo en cuenta que su candidato no había dado muestras de aceptar su partici­pación en la contienda. No obstante, los trabajos conti­nuaban. Rafael Melgar los encabezaba con gran brío en la Cámara de Diputados ( Excélsior, ll-V-1933).

El plazo para que los presuntos precandidatos dejasen de ocupar los cargos que desempeñaban estaba por cum­

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plirse, haciéndose necesaria la presentación de sus renun­cias. Abelardo Rodríguez preocupado porque Cárdenas no presentaba la suya, decidió consultar con el Gral. Calles pa­ra que le indicase si era pertinente que el Secretario de Guerra dejara su cargo, a fin de llenar los requisitos indis­pensables para poder presentar su postulación. Calles le contestó afirmativamente.

Para estas fechas, Pérez Treviño había decidido pre­sentar su renuncia a la presidencia del Partido. El día 12 la prensa publicó su dimisión, anunciándose que Mel­chor Ortega, hasta el momento gobernador de Guanajua- to, pasaría a hacerse cargo de la presidencia del Partido.13

La designación de Ortega, a los ojos de los especta­dores, era una clara muestra de que Pérez Treviño iba ganando puntos, ya que hasta el momento el guanajuateñ- se había sido uno de sus más fuertes sostenedores (Gaxio- la: 180).

Los cardenistas—inseguros— se afanaban en contar y recontar a los partidarios de su candidato. El día 12 se reunían en un restaurant con el fin de hacer un recuen­to de los francamente definidos en favor de Cárdenas. Va­rios fueron los concurrentes, pero destacaba sobre todo la presencia de algunos diputados y senadores cuyos estados apoyaban la candidatura de Pérez Treviño o la de Riva Palacio. Margarito Ramírez de Jalisco, en donde el go­bernador Sebastián Allende no era partidario de Cárde­nas pero no había manifestado públicamente su posición; Silvestre Guerrero y Dámaso Cárdenas de Michoacán en donde la oposición de£ Gral. Serrato al precandidato era por todos conocida; Miguel Andrew Almazán de Puebla, cuyo gobernador Mijares Palencia opoyaba a Pérez Tre­viño; César Alayola quien en estos momentos estaba pug­nando por lograr la candidatura de l Partido para goberna­dor de Yucatán, pero que en su contra tenía la oposición del gobernador García Correa y del mismo partido íocal apoyado por el C'.E.N.; Abel S, Rodríguez de Veracruz,

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estado dividido en tres: un sector apoyaba a Tejeda, uno a Pérez Treviño y otro a Cárdenas (Excélsior, 13-V-1933).

Melchor Ortega, al tomar posesión del C.E.N., ex­plicó que hasta el momento no existían precandidaturas definidas, pero que las que se formasen de allí en adeían- te serían reconocidas, respetadas y garantizadas, para que pudiesen llegar libremente a la Convención Nacional. Por tanto el Partido se seguía dirigiendo con el criterio de que no sería sino hasta la convención cuando se podría hablar de un candidato del Partido (El Nacional, 13-V- 1933).

A partir del día 15, la campaña tomó nuevo impulso; de todas partes del país llegaban comunicados de adhesión, se recibía noticia de la celebración de grandes manifes­taciones. Ese día presentó Cárdenas su renuncia a la Se­cretaría de Guerra.

El desconcierto se hacía general; nadie sabía cual iba ser eí rumbo de los hechos, al grado que un importante grupo de políticos decidió ir a entrevistarse con el Gral. Calles para que “fijase rumbos”. Melchor Ortega, Sebas­tián Allende, Estrada Cajigal, Beningo Serrato, los sena­dores Corella y Ramos y el Lic. Gonzáilez Gallo encabe­zaban el grupo. Lo sucedido en esta entrevista no se sabe con certeza por lo que cuenta el Lic. Anguiano Equihua. Calles les indicó claramente que Cárdenas era el desig­nado y que, pese a las objeciones que habían presentado Ortega y Estrada Cajigal, recordándole al Jefe Máximo la opinión que una vez el mismo había expresado sobre Cárdenas, en la cual lo había tildado de impreparado, muy inquieto y con ideas extremistas, Calles había respondido “que no negaba eso pero que era un verdadero revolucio­nario, joven y honesto y que había que darle una oportu­nidad, que bien dirigido podría hacer un buen gobierno” (Anguiano Equihua, 1951: 95-96).

En Jalisco la aceptación de la candidatura de Carde- ñas se reaíizó a regañadientes por el gobernador, quien

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lanzó una premonición por tal hecho, ojalá y no lo resintie­se la economía del estado.14

Estas adhesiones forzosas o espontáneas dieron nuevos impulsos a los cardenistas. Se creyó conveniente organizar formalmete los grupos cardenistas de las Cámaras. Los senadores procedieron a designas una mesa directiva, re­sultando electos los representantes de Sonora para ocu­par (la presidencia y la viceprecidencia, pero como el se­nador Corella declinó el nombramiento, el senador Anto­nio Gutiérrez, representante por Durango, ocupó la vice­presidencia y Ramón Ramos la presidencia. Hasta el mo­mento contaban con 14 estados (Excelsior, 16-V-1933).

En la Cámara de Diputados, el Comité Directivo era encabezado por Rafael Melgar, José Santos Aflonso, Gonzalo Bautista, Francisco L. Terminel, Alberto Bre- mauntz, Samuel Villarreal y Leopoldo Reynoso, este gru­po era menos optimista que el anterior (Excélsiory 17-V- 1933).

Este mismo día —17 de mayo— para consuelo y goce de todos los cardenistas, su precandidato anunciaba que estaba decidido a ponerse al frente de su campaña, en fe­cha próxima.

Pese a los avances claros del cardenismo, el péreztre- viñismo no cejaba fExcelsior, 18-V-1933).

Guanajuato, Hidalgo, Coahuila, Distrito Federal, ca­si en su totalidad se pronunciaban en favor de Pérez Tre- viño; miembros sueltos de diferentes estados se adherían paulatinamente. De Veracruz, el diputado Sostenes Bían- co, antiguo líder de la L.N.C. “Ursulo Galván”; Octavio Trigo y Cipriano Arreola, diputados por Chihuahua; y, de la legislatura de Jalisco, Juan Aviña, Florencio Topete; Ezequie(l Padilla por Guerrero; Samuel Mendoza por Tlax- cala y Refugio Bustamante por Morelos (El Nacional, 19-V-1933; Excelsior. 18/19-V-1933).

El grupo cardenista pretendió adoptar una actitud conciliadora hacia los péreztreviñistas y en general para

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todos aquellos que no hubiesen tomado una posición con­creta, invitándolos a que se uniesen a 3a candidatura de Cárdenas (El Nacional, 20-V-1933).

Para el 20 de mayo, la situación numérica de los gru­pos en el Congreso de la Unión era la siguiente:

C. de Diputados C. de Senadores C. Permanente

Cardenistas 88 34 16Péreztreviñistas 33 11 3Tejedistas 9 1 1Indefinidos. 32 13 9

Asombraba a todos el hecho de que en estos momen­tos de la contienda se encontrase aún un numero tan grande de indefinidos, lo que hizo suponer en algún mo­mento, que un gallo tapado existía y se estaba esperan­do a que diese color (Excélsior, 21-V-1933).

En el Congreso, las disputas se vuelven cada vez más enconadas, al grado de que se rumora la desintegra­ción de la Comisión Permanente. Algunos políticos ya están pensando que lia presencia del Gral. Calles en la ca­pital se hace necesaria, a fin de calmar los ánimos. El senador Ramón Ramos tiene que desmentir tales versiones; por el momento, el Gral. Calles no tiene planes para regre­sar, todo ha sido falsa versión de los contrincantes que no esperaban una reacción tan favorable al Gral. Cárde­nas (Excélsioim, 22-V-1933).

Pero, en veradad, la lucha era enconada y el peligro de que se disolviese la permanente real. El presidente Rodrí­guez, temeroso, mandó llamar al secretario de la Comi­sión exponiéndote lo peligroso que sería el que se desinte­grase uno de los órganos de gobierno de la nación (Ga- xiola: 181-182).

Las incursiones de los políticos hacia el Sauzal, Baja California, en donde se encontraba el Gral. Calles, se su­cedían con harta frecuencia. Melchor Ortega, Filiberto Gómez, Eduardo Vasconcelos y Juan de Dios Bajórquez

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estuvieron con él, pero los resultados de tales visitas pocas veces eran dados a conocer. En esta ocasión, al regresar, Melchoir Ortega dio la noticia de que el Partido elabora­ría un flan de acción o plataforma de gobierno, donde se consignen las sioluciones concretas a los problemas de Mé­xico (El Nacional, 24-V-1933).

La prensa seguía registrando adhesiones para los pre­candidatos. Los trabajos a favor de Cárdenas, a decir de sus partidarios, se encontraban sumamente avanzados pero la falta de una respuesta concreta del general impa­cientaba un poco a us seguidores ([Excélsior, 26-V-1933). Los senadores decidieron presentarse ante su precandidato y pedirle una resolución, alegándole que el contrincante se aprovechaba de su inactividad para ganar terreno. A ta­les requerimientos Cárdenas contestó, que en vista del apoyo que había recibido y creyendo que era un deber por cumplir, se pondría al frente de sus simpatizantes, pero que no sería antes del 1? de junio cuando públicamente aceptaría su precandidatura.15

El Estado de Puebla, luego el de México se definie_ ron por Cárdenas.

Por fin Cárdenas. . .

Pero para poder llevar los trabajos adelánte, hacía falta aún que ell Partido lanzara la convocatoria a la Con­vención, y esto se hizo finalmente el 30 de mayo. Al día siguiente, la prensa publicaba la convocatoria, estable­ciendo la agenda que se debería obedecer y las bases sobre las cuales se realizaría: primeramente se llevarían a cabo una serie de plebiscitos por medio de los cuales designa­rían los delegados a la convención: el domingo 6 de agos­to se efectuarían las convocatorias municipales, el 13 las distritales y el 20 las estatales. Para culminar el proceso de selección el día 3 de diciembre, con la Convención Nacional que se concentraría en la ciudad de Querétaro (.El Nacional, 31AM933).

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El lo. de junio se anunciaba tácitamente que Cárde­nas había aceptado su precandidatura. Pero este mismo día se hacía necesario que el senador R. Ramos desmintiese la versión que seguía propalándose, de que Cárdenas tan sólo sería la figura central del momento y que ya se pen­saba en un candidato de transacción ( Excélsior, 1-VI- 1933).

Por su parte, los péreztreviñistas seguían realizando trabajos, en Yucatán se decía que 35 000 hombres apoya­ban la precandidatura del coahuilense; en Chiapas los delegados de la Liga Nacional Campesina adherida al P.N.R. se disponían a recorrer los municipios del estado para atraer adictos a su precandidato.

En contra los cardenistas realizaban un acto de gran significado político en favor de su candidato. En San Luis Potosí se llevaba a cabo un magno Congreso Agrá- rista, en el cual participaban veintidós organizaciones es­tatales, que en forma conjunta decidían constituir una organización nacional bajo el rubro de Confederación Cam­pesina Mexicana.16 Se designaba al Gral. Lázaro Cárde­nas como el hombre a quien “los trabajadores del campo necesitan y desean contemplar rigiendo en fecha próxi­ma los destinos del país y continuando desde la alta ma­gistratura la obra de los regímenes revolucionarios” (EZ Nacional} 4-VI-1933). Detrás de esta confederación, se veía la presencia de varios antiguos líderes agraristas y de algunos importantes políticos, que desde hacía bastante tiempo —posiblemente principios de 1931— venían pre­parando su conformación. Saturnino Cedillo, Emilio Por­tes Gil, Marte R. Gómez, Enrique Flores Magón, León García, Graciano Sánchez y Angel Posada entre otros.

El día cinco de junio, finalmente, el Gral. Cárdenas aceptaba su precandidatura, poniéndose al frente de ías actividades políticas de sus partidarios. La directiva de la campaña quedaba a cargo del senador Ramón Ramos, como se había previsto, ocupando los cargos restantes: Lic.

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Ignacio García Tellez, Secretario de Organizaciones Polí­ticas; Francisco Termine!, Secretario de Prensa; Ernesto Soto Reyes, Oficial Mayor; y Secretario Particular, Lic. Gabino Vázquez (El Nacional, 6-VI-1933).

Al día siguiente de que Cárdenas aceptó figurar co­mo precandidato, el presidente Rodríguez mandó llamar­lo, pidiendo lo mismo a Pérez Treviño. Y, en una jun­ta que se llevó a cabo en Palacio Nacional, el diputado Flores Muñoz, miembro del C-E.N. del Partido, expuso a los precandidatos un mensaje del Gral. Calles. Señaló que éste, después de darse por enterado que la opinión nacional se inclinaba en favor del michoacano y creía con­veniente que el senador Pérez Treviño reflexionara ante tal situación y que si se convencía de que la mayoría es­taba con Cárdenas, él creía conveniente se tomase una determinación pertinente, a fin de evitar una lucha entre los miembros del Partido. Pérez Treviño presentó su re­nuncia a la precandidatura, pidiendo a sus partidarios que como miembros disciplinados del Partido se sumasen sin reservas a las filas del cardenismo (Cárdenas: 227-228).

Pérez Treviño se volvía a hacer cargo de la presiden­cia del Partido, pensando que se lograría así una más rá­pida asimilación de los péreztreviñistas a las filas del car­denismo. Melchor Ortega regresaba a Guanajuato para hacerse cargo de la gubematura (Excélsior, 8/9-V-1933).

A partir de la renuncia de Pérez Treviño, se inició lo que desde entonces se denomina “la cargada”. En los estados se recapitula y se ofrece apoyo a la precandidatu- ra del que hasta el día anterior era su enemigo. La dis­ciplina del partido rinde frutos.

Con el regreso de Pérez Treviño al Partido y la desig­nación de un nuevo comité, un sector del cardenismo no se mostró enteramente de acuerdo, ya que se les hizo iló­gico que sus contrincantes se hicieran cargo de la cam­paña y del Plan de Gobierno. Gonzalo N. Santos preten- te boicotear la reunión del P,N.R. de la cual surgió la

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designación del Comité, tratando de impedir la reunión de quorum a fin de tener tiempo de introducir gente de su confianza (El Nacional 10-VI-1933).

El Plan Sexenal

Unos días después, el propio general Calles daba a conocer su opinión sobre el Plan que se iba a formular. “Soy de la opinión de que ya es hora de formar un pro­grama minucioso de acción que cubra los seis años del pró­ximo período presidencial; programa que debe estar ba­sado en el cálculo, en la estadística, en las elecciones de la experiencia. Debemos estudiar lo que podemos alcan­zar dadas las posibilidades de nuestros presupuestos y las realidades nuestras” (El Nacional 16-VI-1933). Los pun­tos señalados a tratar serían: el agrario por medio del re­parto y del fraccionamiento de la gran propiedad; irriga­ción dentro de las posibilidades del país; establecimiento de cooperativas; en fin cada secretaría se encargaría de redactar un programa mínimo de acción.

Tomada esta decisión en los precisos momentos en que la pugna entre péreztreviñistas y cardenistas era más enco­nada se inició una discusión para definir quiénes serían los encargados de illevar a cabo la formulación del pro­grama de gobierno que posteriormente sería conocido co­mo plan sexenal. Los cardenistas creían ser los indicados, pero lo mismo pensaban los péreztreviñistas que, habien­do perdido la posibilidad de llevar a la presidencia a su precandidato, veían en la elaboración del! proyecto la opor­tunidad de imponer al cardenismo una cartilla.

El grupo cardenista de la Cámara de Diputados, tra­tando de llevar la delantera, organizó una Gran Comisión de Programa que se “abocaría al estudio de los problemas nacionales, sugiriendo la mejor forma de resolverlos y pro­yectando la gestión del Gobierno de la República en el próximo sexenio constitucional” (El Nacional, 18-VI- 1933).

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A la iniciativa de los diputados se unió el grupo car- denista del senado. Y ambos coincidieron en que reco­nocían “la autoridad directa del Gral. Cárdenas, además de la del P.N.R. (Excélsior, 21-VI-1933).

Los trabajos realizados serían la aportación que el Congreso Federal daría al Instituto Político de la Revolu­ción “en el delicado problema de la elaboración de una plataforma de gobierno para el próximo período legaiT, plataforma que por otro lado surgiría definitivamente de la Convención Nacional del Partido.

Pero para el Partido, y a sugerencia del Gral. Calles, se pensaba que da integración del personal que llevaría a cabo los trabajos de estudio, recopilación y coordinación dé datos, quedaría bajo el cuidado del presidente del C.E.N. —que para estas fechas estaba nuevamente a car­go del Gral. Pérez Treviño—, se utilizarían las dependen­cias técnicas y los conocimientos de los secretarios del go­bierno, que en la elaboración del programa desempeña­rían el papel de consejeros técnicos (E l Nacional, 25-VI- 1933).

Los enfrentamientos no hacían posible la designa­ción de la Comisión de Programa. En la junta que tuvo el C.E.N. del Partido el día 2 de julio, e\ Gral. Pérez Tre­viño, contrariamente a lo que él mismo había anunciado, se negaba a participar en la Comisión alegando diversas razones. En esta misma junta se opuso a que los compo­nentes de la comisión no cobrasen emolumentos, ya que en ninguna forma debería considerarse como un nombra­miento honorífico.

Dos días después, el 4 de julio, se anunciaba que ía Comisión del Programa quedaba finalmente instalada y que la componían: Manuel Pérez Treviño, asuntos de guerra y marina; Juan de Dios Bátiz, finanzas y crédito público; Enrique Romero Curtade, gobierno; Gabino Váz­quez, relaciones exteriores y establecimientos gubernamen­tales; José Santos Alonso, comunicaciones y obras públi­

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cas; Guillermo Zárraga, economía nacional; y Juan de Dios Robledo, agricultura. Más dos representantes del Congre­so, que aún no habían sido nombrados.

Mientras tanto, en los Estados Unidos ponían cuida­do a lo que sucedía en México en su dichoso plan sexe­nal que tanta discusión estaba provocando. El periódico neoyorkino Herald Tribune comentaba tal hecho como una decisión del Gral. Calles “que sigue siendo el principal sostén del nuevo régimen”. Este plan —opinaba el H e­rald— a pesar de estar de acuerdo con los principios so­cialistas de la revolución condenaba los planes radicaíles utopistas. Pero, sobre todo, no había nada que temer pues­to que las “declaraciones bien templadas por quien está más capacitado para hablar a su pueblo fueron hechas si­guiendo los dictámenes de un juicio claro y maduro por la ¡larga observación de los errores de sus compatriotas. Aun para aquellos que no pueden estar de acuerdo con las as­piraciones básicas y los métodos de la revolución mexica­na, una hegemonía —Calles— tan fuerte y persistente de­be ser tranquilizadora” (E l Nacional, 6-VII-1933).

Anticipándonos a los acontecimientos vemos que *!a escisión provocada por la elaboración del plan era más profunda de lo que parecía. El enfrentamiento de Nar­ciso Bassols y Arturo Pañi había provocado una crisis en el seno del gabinete. Bassols. auspiciado por Calles, que­ría dejar en el contenido del proyecto elementos suficien­tes para recalentar la cuestión religiosa a través de la im­plantación de la educación socialista y la educación sexual. Pero tanto Pañi como Rodríguez se opusieron, lo que tra­jo como consecuencia que Bassols renunciara a su parti­cipación como consejero en la elaboración del proyecto (Gaxiola: 107). Pero, a los pocos días, también Pañi pre­sentaba su renuncia, tanto en el proyecto como a la Se­cretaría de Hacienda.

Las dificultades no habían parado allí. La división entre péreztreviñistas y cardenjstas, que ahora se deno*

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minaban conservadores y radicales, continuaba, y se obli­gaba a Pérez Treviño a renunciar con el resto de su gru­po: Juan de Dios Bátiz, Guillermo Zárraga y Juan de Dios Robledo (Excélsior, 27-IX-1933).

El ambiente político no era propicio para elaborar un proyecto: después de cuatro crisis en la comisión del programa y de cuatro reorganizaciones, Jos resultados no fueron del todo satisfactorios. La opinión del encargado de negocios norteamericanos en México era que “El plan es como una amiba... puede tomar cualquier forma”. 17

Sigue el pleito

Pese a que se hacían intentos para borrar las dife­rencias, el recelo era más fuerte y los cardenistas de vie­jo cuño procuraban guardar cierta independencia de los hasta ahora péreztreviñistas. Encuna comida cuyo fin era dejar constancia de la unión existente en las filas del P.N.R., el diputado poblano — Manjarrez—dijo que j.os grupos que desde un principio habían postulado al Gral. Cárdenas recibían con júbilo sincero la incorporación de los péreztreviñistas y de los elementos ajenos hasta el mo­mento al Partido, pero los elementos cardenistas manifesta­ban categóricamente "su voluntad de no disolverse sino hasta el momento mismo en que el señor Gral. Cárdenas surgiera de la 2^ Convención Nacional del P.N.R., como candidato” (El Nacional, 15-VI-1933). Curiosamente en este banquete estuvieron únicamente presentes los gober­nadores que en un principio se habían afiliado a otra:: candidaturas, pero no a la de Cárdenas; los que habían sido abiertamente cardenistas ahora mandaban un representan­te en su lugar como si temieran mezclarse. Asistieron: Se-, bastián Allende (Jalisco), Vicente Estrada Cajigal (More- los); Rodrigo M. Quevedo (Chihuahua); Benjamín Ro­mero Esquivel (Campeche); José Mijares Palencia (Pue­bla); Bartolomé García Correa (Yucatán) y Filiberto Gó­mez (Estado de México).

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El Comité Director Cardenista (C.D.C.) no estaba dispuesto a dejar en mano del partido la dirección de la campaña ni la elaboración del Plan Sexenal, dando mo­tivos para que la división existente se hiciera cada vez más aguda. El Comité, bastante desconfiado, pedía que en el plebiscito que se iba a celebrar para designar los delegados a la convención, se pidiese a los votantes que especificaran de una buena vez, en favor de quién debe­ría ser depositado su voto, de tal modo que los. delegados no pudiesen alterar ni modificar el voto de la asamblea al llegar a la convención (Excélsior} 21-VI-1933).

La directiva del Partido tampoco estaba dispuesta a transigir con el C.D.C., y apoyados por el Gral. Calles declararon que la directiva del Comité de Programa de gobierno sería encabezada por el presidente del C.E.N. del Partido, en este caso el senador Manuel Pérez Tre- viño (El Nacional, 26-VI-1933).

Llegó un momento en que los enfrentamientos re­basaban las esferas políticas y los ataques verbales, para convertirse en enfrentamientos o ataques armados entre bases mismas de los grupos. En Hidalgo se asesinó a seis cardenistas, que se dedicaban a hacer propaganda entre los campesinos de la localidad. Y como no era el primer enfrentamiento de este tipo, causó gran alarma entre los cardenistas (Excélsior, 26-VI-1933).

En Puebla se decidió designar a un representante del C.D.C., haciendo caso omiso al P-N.R. local. Lo mismo sucedía en Yucatán, en donde el enfrentamiento parecía ser más profundo debido al apoyo que el C.E.N. del Par­tido daba al candidato de la oposición, relegando al can­didato cardenista.

Julio se iniciaba con gran actividad. Las Cámaras se dedicaban a preparar la Convención Nacional, intentan­do el grupo cardenista llevar como presidente de la mis­ma al gobernador del estado de Sonora e hijo del Gral. Calles, Rodolfo, quien se había distinguido como uno de

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los principales promotores de la candidatura cardenista y al cual se le reconQdan las cualidades necesarias para llevar al P.N.R. la armonía y confianza que hacía tanta falta (Excélisor, 3-VII-1933).

Cárdenas se encontraba en el Sauzal departiendo amigablemente con el Gral. Calles y tratando de hablaríe sobre la situación que prevalecía entre el PNR y el C. D.C. Pero Calles decidió que el *C.E.N. del Partido siguiese funcionando con los mismos miembros que has­ta el momento, y no sería sino hasta diciembre, como lo indicaban los estatutos, en que se reorganizaría (Cárde­nas: 272). Pocos días después de lo dicho, sorpresivamen­te se publicaba en la prensa la petición de varios partidos poblanos para que Pérez Treviño presentara su renuncia a la directiva del partido: “dejar el partido en las manos de usted es poner la iglesia en manos de Lutero'. . . el cardenismo tiene razón en oponerse a que bajo su presi­dencia se formule un programa de administración” (Ex- célsior, ll-VII-1933).

La división se acentuaba cada vez más en el Con­greso, no solamente entre cardenistas y péreztreviñistas, sino también entre los que en algún momento formaron las filas cerradas del cardenismo. En la Cámara de Sena­dores se dejó ver esta escisión: en el momento de desig­nar a su representante ante la Comisión de Programa, Ge­naro Vázquez y José Campero pretenden ocupar el cargo. Una votación de 14 contra 9 favorece a Vázquez.

Algunos estados como Hidalgo, Jalisco, Yucatán se­guían resistiéndose veladameníe, alegando conflictos polí­ticos locales, y mantenían vigente la división sin exponer abiertamente su inconformidad el cardenismo.

El tiempo pasaba lentamente, y la posición del car­denismo no se veía firmemente asentada. Los rumores se convertían en temores de que la candidatura de Cárde­nas fuese tan sólo una trastada; el mismo coronel Tejeda

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había prevenido a Cárdenas de que los perdedores —Pé­rez Treviño, Luis L. León, Melchor Ortega,. Caorlos Riva Palacio y socios— 'están buscando una nueva posición” (Cárdenas: 229-230).

Calles, a mediados de julio, regresaba del Sauzal acompañado del Gral. Cárdenas, un viaje tranquilo y con escala visitando diferentes puntos (El N a c io n a l20-VII- 1933).

Con el regreso de Calles y Cárdenas a la capital, se pensó que los ánimos iban a serenarse. Los congresistas acudieron presurosos a darle la bienvenida al Jefe Máxi­mo. Aprovechando la visita, se expuso al Jefe Máximo algu­nos de los problemas existentes, a lo que él respondió con un claro señalamiento de los errores cometidos “ofre­ciendo que las dificultades existentes serían examinadas serenamente y resueltas en su oportunidad (El Nacional,3-VIII-1933).

Para estas fechas, en los estados se iniciaba ya el pro­ceso de selección de los delegados a la Convención deo

Querétaro. El domingo 6 de agosto se celebraban los ple­biscitos municipales, sin mayor gloria ni trascendencia (Excélsior, 6-VIII-1933).

Y como había dicho el Gral. Calles, a los pocos días daba solución a los problemas. Se desintegraba en la Cá­mara de Diputados el Grupo Cardenista, reconociendo desde ese momento la supremacía del Bloque Nacional Revolucionario corno director de la actividad política que se llevaría a cabo en la Cámara Baja. Así lo señaló el diputado Rafael Melgar, hasta entonces director del Gru­po Cardenista (El Nacional, 9-VIII-1933).

Al día siguiente sucedió lo propio con el Grupo Car­denista de la Cámara de Senadores. Pero los antiguos constituyentes de estos grupos aclaraban que continuarían sosteniendo la precandidatura de Cárdenas en el Bloque del Senado, e incluían dentro de sus planes pugnar por­que la siguiente directiva del Bloque se formase de acuer­

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do con sus tendencias y fines políticos (Excélsior 10-VIII- 1933).

El día 11 se daban los primeros resultados de los ple­biscitos celebrados el día 6 y eran tan halagadores los re­sultados que el Comité Director Cardenista decía “la pre- candidatura se ha convertido ya de hecho en la candida­tura oficial e inmodificable del propio partido, toda vez que las masas populares, en una proporción no conocida hasta la fecha, la respaldan en su voto y en su voluntad” (El Naconial, 1 l-VIII-1933).

Sometidos los cardenistas a las disposiciones de los bloques del Partido, reconocieron que hasta el momento la organización interna del Partido era antidemocrática, imponiéndose el predominio de las directivas al resto de los miembros de la Cámara. Inconformes con este régi­men, decidieron establecer una organización democrática y justa. Creyeron conveniente suprimir: las juntas de grupos minoritarios; los jefes de diputación; l o s interme­diarios entre la Cámara o el Bloque, el Presidente, el Je­fe Máximo, el presidente del Partido y el Precandidato, debiéndose tratar cualquier asunto con la Mesa Directiva del Bloque o de la Cámara. Este mismo grupo ( G o n z a l o

Bautista, José Santos Alonso, Froylan C. Manjarrez, Jo­sé María Dávila, Ezequiel Padilla etc.) decidió al mismo tiempo pugnar porque en el próximo mes de septiembre fuesen Bautista y Padilla los que ocuparan las presidencias del Bloque y de la Cámara, respectivamente (El Nacional, 12-VIII-1933).

Los grupos continuaban distanciándose. Así como el anterior grupo de diputados había celebrado acuerdos pa­ra llevar a Padilla y a Bautista a las directivas, otro grupo hablaba de diputados buenos y de diputados malos. Este se hallaba encabezado nada menos que por Alejandro Lacy, Manuel Riva Palacio y David Ayala, quienes trabajaban en juntas y reuniones para atraerse al mayor número de adeptos posible.

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Ambos grupos coincidían en que la unificación era necesaria, pero al mismo tiempo, ambos permanecían re­nuentes a renunciar a la supremacía (Excélsior, 15-VIII- 1933).

En la Cámara de Senadores la situación no era di­ferente: existía una tendencia encabezada pou el senador Genaro Vázquez contra la del senador Ramón Ramos (Excélsior, 16-VIII-1933).

Finalmente, se llegó a un acuerdo en las Cámaras; en la de diputados, el grupo que era conocido como pu­ros cardenistas’ transiguió debido en parte a la superio­ridad numérica del grupo encabezado por Alejandro La- cy Jr.; en la de senadores, en donde la división era menos profunda, se convocó a una nueva reunión para designar una nueva planilla (Excélsior, 17-VIII-1933).

Superadas las diferencias en el Congreso, se decidió que no tenía ya razón de ser la existencia del Comité Di­rector Cardenista y que por lo tanto y a sugerencia del Gral. Cárdenas se creía pertinente su disolución (El Na­cionall, 21 -VIII-1933). Dos días después de tomada esta resolución, el senador Pérez Treviño presentaba su renun­cia, con carácter de irrevocable a la presidencia del C.E.N. del Partido y el día 25 de agosto se designaba a Riva Pa­lacio. Después de una larga lucha en que todos los gru­pos pretendían ir a la cabeza, se llegaba a un acuerdo: el Partido se haría cargo de la dirección de la Campaña Cardenista (Excélsior, l-IX-1933).

Querétaro

Los rumores de que la candidatura del Gral. Cárde­nas sería substituida, seguían corriendo. El 8 de septiem­bre se hacía necesaria una declaración pública del dipu­tado Lacy, desmintiendo esos absurdos rumores, afirman­do que el P.N.R. ya no podría tener más candidato que el Gral. Cárdenas ( Excélsior, 9-1X-1933).

Cárdenas, retirado por algún tiempo de las activída-

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des políticas, se dedicó a estudiar los diferentes proble­mas que en su calidad de precandidato y posible presi­dente debía conocer. Al mismo tiempo visita, no en for­ma oficial, algunos de los estados que aceptaron su can­didatura hasta el final de la contienda. El Gral. Calles, por su parte, se había retirado a Tehuacán, Pue., para cuidar de su saíud (Cárdenas: 238-240).

A mediados de noviembre, el P.N.R. reinició un mo­vimiento propagandístico en favor de su precandidato. Di­vidió la República en diez zonas, que comprendían tres estados cada una, destinándose brigadas de senadores y diputados para que recorriesen las diferentes zonas (Ex- célsior, 14-XI-1933).

El día tres de diciembre se reunieron Jas delegacio­nes en la ciudad de Ouerétaro. Mil ciento sesenta y dos hacían acto de presencia, esperando el momento de desig­nar al candidato presidencial que sostendría el P.N.R. (El Universal, 5-XÍI-1933). La agenda de la convención comprendía cinco puntos a tratar. Discusión y aproba­ción de credenciales, discusión del Plan Sexenal, desig­nación del candidato a la presidencia de la República, estudio de las reformas a los estatutos del P.N.R., período extraordinario al Congreso de la Unión.

Iniciados los trabajos de la Convención, se designó la Mesa Directiva que dirigiría las sesiones. Sebastián Allende fungió como presidente, Melchor Ortega y Gon­zalo Vázquez Ve"a como vicepresidentes.

El día cuatro era aclamada por todos los concurren­tes la designación del Gral. Cárdenas. El senador Riva Palacio decía a los delegados: “Hace unos momentos, al tratar sobre la candidatura del Gral. Lázaro Cárdenas, terminamos de una vez por todas con nubarrones que el elemento reaccionario y los enemigos del partido querían hacer flotar sobre el ambiente nacional”.19 Al otro día Cár­denas, ya candidato, asistía al acto de clausura de la Con­vención.

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El día 5 ©1 Plan era aprobado en todos sus puntos, solamente se habían hecho objeciones a dos puntos: edu­cación y cuestión agraria (El Universal, 6-XII-1933). Al día siguiente, el Gral. Cárdenas presentaba su juramento como candidato del Partido, comprometiéndose a llevar a cabo el programa que representaba los anhelos de la Re­volución.

El Gral. Calles, quien no hizo acto de presencia, envió un mensaje en el que reconocía que se podían “pre­sentar otros planes más radicales. Hacer experimentos so­ciales a costa del hambre de i!as multitudes, es un crimen” (El Nacional, 5-XII-1933). Así terminaba la historia de la elaboración del Plan Sexenal que tantas controversias acarrearía y la historia de la candidatura presidencial del Gral. Cárdenas.

Tantas dificultades, tantos pleitos preparaban la cri­sis de 1935 y la ruptura entre callistas y cardenistas. Los “nubarrones” no se habían disipado.

ConchisionesDespués de este largo teje maneje para designar can­

didato del PNR a ua presidencia de la República, trata­remos de destacar algunas de las características de esta re­elección.

¿Cuáles fueron las fuerzas presentes y qué impor­tancia y peso tuvieron en la reelección de Lázaro Cárde­nas y no de otro? Nosotros nos concentramos en esta oca­sión en analizar el enfrentamiento tan sólo a nivel de las Cámaras y sus repercusiones en el seno del Partido; pero ya en otro momento estudiamos la situación política en algunos de los estados más representativos como eran: Veracruz, San Luis Potosí, Michoacán y Puebla, y nos pu­dimos percatar de que la lucha electoral se había iniciado desde principios de 1930, y especialmente en 1931 y 1932, cuando hubo cambio de poderes legislativos y ejecutivos en dichos estados. Desde entonces la constitución de los diferentes grupos ya se podía señalar. Lo que sucede en

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1933 en las Cámaras ya no es sino un claro reflejo de lo sucedido a nivel local. No es raro así que uno de los en­cargados de negocios de Estados Unidos señalara que en la reelección de Cárdenas se notaba un claro movimiento de opiniones que “iba de la periferia al centro”.

¿Quiere indicar esto que el poder político no se en­contraba aún tan centralizado y que todavía —por lo me­nos en el seno de la familia revolucionaria— los políticos locales tomaban parte en los procesos de selección?

Claro que esta forma de selección se podía aún rea­lizar pues el Partido apenas empezaba a vivir y, aunque había Logrado servir de intermediario, todavía no lograba controlar bien a sus miembros. Será necesario esperar a la reorganización efectuada durante el gobierno del Gral. Cárdenas, en que el Partido se organizó por sectores, fa­cilitando así el control de los grupos en contienda. La disciplina del Partido no se había aún institucionalizado plenamente.

Otro aspecto que tiene que destacarse es la ausencia casi total en la contienda del sector obrero, situación que no es de asombrar dado el estado de desintegración en que se encontraba dicho sector.

Un último punto importante sería precisar el papel de Calles en todo el proceso de selección. Posiblemente haya sido el de mediador pero su injerencia real, de he­cho, no ha sido posible delimitarla con toda certeza.

N O T A S

1 Para ver la actitud del grupo agrarista en las elecciones de 1933, véase Lorenzo Meyer et al (1978) Historia de la Revolución Mexicana 1928-1934, El Colegio de México, Vol. 12 y 13.

2 La figura de Cedillo, desvirtuada totalmente por su levanta­miento, tendría que ser revalorizada tomando en cuenta toda su carrera revolucionaria y no sólo la imagen proyectada por un hecho que obscurece todo su pasado. Véase Beatriz Rojas Chro- nique rt Sociolaiie de la Rextoluiion Mexicaine: le groupe Ca­rrera Torres-Cedillo 1910-1920 Universidad de Montpellier, 1978, (tesis de doctorado).

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3 Esto implicaba que se retrasaría por lo menos seis meses más el tratamiento abierto de la campaña, ya que los estatutos del Partido establecían que no se podía citar a una convención na ­cional sino con este tiempo mínimo de antelación.

4 Excélsior se encargó de delatar constantemente la unión de va­rios. gobiernos de los estados con fines futuristas que estable­cían alianzas. Sus editoriales de 1932 están plagadas de este ti­po de información.

5 N .A .W . 8 L2.00/29822 Clark al Departamento de Estado (2M-19S3).

6 Excélsior, 14/10-1-1933.7 Excélsior, 6-1-1933. El gobernador Almazán se había distingui­

do por sus tendencias agraristas y por su amistad con el gober­nador de Veracruz, coronel Adalberto Tejeda. A principios de 1932, en que faltaba un año tan sólo para que terminase su período de gobierno, el Partido local apoyó la candidatura del Dr. Lauro (¿amarillo, íntimo amigo del Dr. Almazán, pero el C .E .N . del Partido se había negado a aceptar esta candidatu­ra imponiendo la de Mijarez Palencia. Almazán tuvo que pre­sentar su renuncia a la gubernatura, cuando apenas le faltaban escasos quince días para que terminase su período de gestión. Expuso claramente que prefería retirarse que aceptar la impo­sición del gobierno central.

8 Excélsior. 15/16-1-1933. Un estudio detallado de lo sucedido en estos estados durante los primeros meses de 1933 nos darían un índice claro de la disputa entre Pérez Trevifío y Lázaro Cárdenas.

9 En Jalisco el desarme de las defensas sociales se llevó hasta el fi­nal. Los agraristas de 56 municipios se desarmaron, recogiéndose 1 200 armas.

10 La candidatura de Pañi no fue tomada como una verdadera po­sibilidad entre la opinión nacional, pero aparentemente a Esta­dos Unidos no le desagradaba la idea.

11 A fines de marzo en un congreso agrarista convocado por el go­bierno del estado se expulsó a los antiguos líderes cardenistns: Mayés Navarro, José Solóvzano, Mora Tovar y algunos diputados federales, entre los que destacan Alberto Bremauntz, Gabino Váz­quez y Alberto Coria.

12 Excélsior, 12-IV-1933. Archivo Palomar y Vizcarra (A.P.V.V car­ta enviada por el gobernador Sebastián Allende al senador Carlos Riva Palacio, fechada en Guadalajara, Jal., el ll-VTI-1933.

13 Melchor Ortega había llegado a la gubernatura de Guanajuato por el desconocimiento que la federación hizo del gobierno del Dr. Enrique Fernández Alvarez. Este acto fue un triunfo político del grupo de Ortega contra el ex-gobernador Arroyo Chico (Cár­denas: 200). 1 !

14 Excélsior, 18-V-1933. N .A .W . 812.00/29681 Charles Gidney vi­cecónsul en Guadalajara al Departamento de Estado, 23-V-1933.

15 Excélsior, 27-V-1933. Resalta la contestación que dio Cárdenas, respecto a la fecha: no será ha^ta después del l 1? de iunio cuan­do daría lina respuesta. Coincide con la realización del Congreso Agrarista que se iba a celebrar en San Luis y del cual ya estaba

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enterado. Podría parecer que esperaba ese impulso para asegu­rar su posición, sobre todo si se considera que de San Luis sur­gió definitivamente como candidato y no como hasta el momen­to se le había estado presentando, posible precandidato.

16 Emilio Portes Gil en su libro México, quince años de política, en donde narra como a partir de enero de 1933 se apresuró el pro­ceso pasa formular la C .C .M ., cuyo fin inmediato sería prestar el apoyo del campesinado organizado a la candidatura del Gral. Lázaro Cárdenas.

17 N .A .W . 8 L 2.00/30046 R . Henry Nerweb a Departamento de Estado, 8-V-1934. j

18 N .A .W . 812-00/29955 Daniels al Departamento de Estado 24 X1-35. | j

19 Historia del Partido Oficial, Revista Política, l-XII-1963.

B I B L I O G R A F I A

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DOCUM ENTO

LAS INVESTIGACIONES DE CRESCENCIO GARCIA SOBRE MEDICINA POPULAR

A l v a r o O c h o a

El Colegio de Michoacán

Estos “Fragmentos para la Materia Médica Mexica­na”, pese a la intención de su autor, no tuvieron la suer­te de ser impresos en 1859. Hasta hoy se publican en le­tras de molde, y habrá que resaltar en los “Fragmentos” dos aspectos que lo justifican: como una muestra de apro­ximación científica a la medicina popular, pues el autor asegura que “de entre los remedios populares puede sa­car la ciencia de curar mayores ventajas”; y, como un in­tento nacionalista que pide “sacudamos ese yugo servil que nos obliga a seguir la práctica extranjera”, pero que no reñía con las teorías francesas e inglesas de esos años.

El documento, obtenido gracias a la gentileza del mé­dico Gonzalo Torres Oseguera, contiene, además del pró­logo, el estudio de doce plantas medicinales (marihuana, tomatillo, floripundio, toloache, jazmincillo, jaltomate, yerbamora, chicalote, bembéricua, rosa laurel, espuela de caballero y cebadilla [texto trunco]). Desgraciadamente gran parte del original corrió con mala fortuna;1 creemos que lo perdido fue mucho, dada “esa infinidad vasta [de plantas] que pueblan nuestros campos”, y que debió tra­tarla Crescencio García.

1 Los “Fragmentos” que aquí se ofrecen fueron rescatados “de una letrina en Cotí ja”. Información del donador, Dr. Gonzalo T o ­rres.

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El autor de estos “Fragmentos” cursó estudios en la Escuela de Medicina de Guadalajara. Durante sus años de estudiante hizo expediciones por los estados de Jalis­co, Colima, Nayarit y Michoacán en busca y observación de plantas medicinales. Hacia 1840 obtuvo el título de farmacéutico; en 1842, lo encontramos en Jiquilpan de donde, en 1851, pasó a Cotija. Allí permaneció algunos años y escribió su primer trabajo.

Durante los años de 1860-1863 vivió en Zapodán el Grande, y al inicio de la intervención francesa en Jalis­co se incorporó a las fuerzas republicanas de Ramón Co­rona como médico militar. Al terminarse la guerra, vol­vió a Cotija. En 1872-1873 fue prefecto del Distrito de Jiquilpan.

Dedicado a los estudios de botánica y mineralogía, radicó definitivamente en Cotija desde 1874. Por sus ideas liberales v masónicas los cotijenses “fanáticos” le ha­cían el feo; pero más que político, el doctor García era sin duda un inquieto y curioso científico. Su vida de encierro y de investigación en lias montañas vecinas die­ron ocasión para que muchos lo tuvieran por “hechicero”.

Fue socio corresponsal de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; y bien valdría mencionar su obra:

1. “Fragmentos para la Materia Médica Mexicana”. Inédito. Cotija, 1859.

2. “Memoria sobre la curación de la lepra y de las afecciones del corazón”. Se da información en La Restauración, Morelia, 12 de diciembre de 1867, p. 4.

3. “Impresiones de un Viaje a Chapala”, El Constitu- cionalista, Morelia, junio-julio de 1868.

4. “Noticias Geográficas y Mineralógicas del Esta­do de Michoacán”, El Siglo XIX, México, sep­tiembre de 1869, núm. 270.

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5. “Tratado sobre el valor alimenticio del camote del cerro”, Boletín de la Sociedad Mexicana de Geo-

. grafía y Estadística, 3 ̂ época, Vol. I, México, 1873.

6. “Noticias Históricas, Geográficas y Estadísticas del Distrito de Xiquilpan”, publicadas también en el Boletín citado, y reeditadas en el Boletín del Cen­tro de Estudios de la Revolución Mexicana “Lá­zaro Cárdenas”, Jiquilpan, octubre de 1978, núm.2. Se incluye “plano del Distrito de Jiquilpan levantado en enero de 1873 por el actual Prefec­to C. Crescendo García, quien lo dedica al C. Gobernador del Estado, Lic. Rafael Carrillo”.

7. Dio a conocer el Lienzo de Jucutacato en la pri­mera exposición de Michoacán (Morelia, 1877). Crescencio García “en calidad de préstamo lo ob­tuvo de su hermano D. Pablo García Abarca. Es­te señor a su vez lo adquirió en pago de una cuen­ta de honorarios médicos, de una india cacique del pueblo de Jicalán llamada Doña Luisa Maga­ña” . . . / Y es presumible que por estos años fun­dara además El Atomo, semanario de Cotija, pe­ro de corta vida.

La última imagen de nuestro científico lugareño la recogió José Rubén Romero, hacia 1895, y la estampó en su “Anticipación a la Muerte”: “Entra en las casas y sa­le de ellas como si todas fuesen suyas, un viejecito seco y narigudo, tocado con una montera bordada y llevando pantunflas de casimir. Es el doctor Crescencio García, mi padrino...”.

Nacido en La Barca, Jalisco, hacia el año de 1817, murió en Cotija el 14 de marzo de 1897.