La Sombra Del Torturador

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    LA SOMBRA DEL

    TORTURADOR

    El libro del Sol nuevo/1

    Gene Wolfe

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    Ttulo original: The Shadow of ihe TorturerVolume One of The Book of the New SunTraduccin: Rubn Masera y Luis Domenech

    1980 by Gene Wolfe 1989 Ediciones MinotauroISBN: 84-450-7096-7Edicin digital de ElfowarR5 11/02

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    Mil edades ante tu miradason como una tarde que termina;

    breves como la vigilia que acaba la nocheantes de que el sol se eleve.

    I - Resurreccin y muerte

    Es posible que yo ya tuviera entonces cierto presentimiento de mi futuro.El portal cerrado y herrumbrado que se levantaba ante nosotros con hilos de niebla

    riberea enhebrando las puntas de hierro como senderos de montaa, ha quedado ahoraen mi memoria como el smbolo de mi exilio. sa es la razn por la que he empezado aescribir esta crnica describiendo el portal, y cmo luego tuvimos que echarnos al agua, ycomo yo, Severian, aprendiz de torturador, estuve a punto de morir ahogado.

    El guardin se ha ido. As le habl mi amigo Roche a Drotte, que ya se haba dadocuenta.

    Dudando, el muchacho Eata sugiri que diramos un rodeo. Levant el delgado brazopecoso y seal los mil pasos de muralla que se extendan entre las casas bajas yascendan por la loma hasta que finalmente se unan a los muros altos de la Ciudadela.Era un camino que yo tomara, mucho ms tarde.

    E intentar atravesar la barbacana sin salvoconducto? Llamaran al maestro Gurloes.Pero por qu se ira el guardin?No interesa. Drotte sacudi el portal. Eata, ve si puedes escurrirte entre las

    barras.Drotte era nuestro capitn, y Eata introdujo un brazo y una pierna entre las estacadas

    de hierro, pero pronto fue evidente que el cuerpo no podra seguirlos.Alguien se acerca susurr Roche. Drotte tir bruscamente de Eata.Mir calle abajo. Una luz de linternas se meca en la niebla entre un ruido de voces y

    pasos apagados. Yo habra querido esconderme, pero Roche me detuvo diciendo: Espera, veo picas.

    Crees que es el guardin que vuelve?Son muchos coment sacudiendo la cabeza.Una docena de hombres cuando menos dijo Drotte.Todava mojados por el Gyoll, aguardamos. En los recodos de mi mente an

    estbamos all, temblando de pies a cabeza. As como todo lo supuestamenteimperecedero tiende a su propia destruccin, los instantes que en un momento nosparecen ms fugaces se recrean a s mismos..., no slo en mi memoria (que en ltima

    instancia no pierde nada) sino tambin en mi corazn palpitante y en mis cabelloserizados, que se renuevan una y otra vez, as como nuestra comunidad se reconstituyecada maana con las agudas notas de sus propios clarines.

    Los hombres no tenan armadura, como no tard en ver a la plida luz amarilla de laslinternas; pero traan lanzas, como haba dicho Drotte, y garrotes y machetes. El jefellevaba un largo cuchillo de doble filo sujeto a la cintura. Lo que ms me interes fue lallave maciza que le colgaba del cuello sujeta a una cuerda; pareca que pudiera encajaren la cerradura del portal.

    El pequeo Eata se mova nervioso y el jefe nos vio y alz la linterna sobre su cabeza.Estamos esperando para entrar, seor exclam Drotte. Era el ms alto de los dos,

    pero tena una expresin humilde y respetuosa en el rostro oscuro.

    No hasta que amanezca dijo el jefe con brusquedad. Vosotros, los jvenes, sermejor que os vayis a casa.Seor, se supona que el guardin nos dejara entrar, pero no est aqu.

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    No entraris esta noche. El jefe llev la mano a la empuadura del cuchillo antesde dar un paso adelante. Por un instante tuve miedo de que supiera quines ramos.

    Drotte se alej y los dems nos quedamos detrs.Quines sois, seor? No parecis soldados.Somos los voluntarios dijo uno de los otros. Venimos a proteger a nuestros

    muertos.

    Entonces podis dejarnos entrar.El jefe se haba vuelto de espaldas.No dejamos entrar a nadie, salvo a nosotros mismos. La llave chirri en la

    cerradura y el portal cruji. Antes que nadie pudiera detenerlo, Eata se precipit haciadelante y cruz el portal. Alguien ech una maldicin, y el jefe y otros dos ms selanzaron detrs a toda carrera, pero el muchacho era demasiado rpido para ellos. Vimoscmo el pelo rojizo y la camisa de retazos zigzagueaban entre las tumbas hundidas de lospobres para luego desaparecer entre la espesura de estatuas, algo ms arriba. Drotteintent seguirlo, pero dos hombres lo tomaron por los brazos.

    Tenemos que encontrarlo dijo Drotte. No os robaremos vuestros muertos.Por qu queris entrar entonces? pregunt uno de los voluntarios.

    Para recoger hierbas respondi Drotte. Somos ayudantes de mdicos. Noqueris que los enfermos curen?

    El voluntario se qued mirndolo. El hombre de la llave haba dejado caer la linternacuando echaba a correr tras Eata, y slo quedaban dos. A la dbil luz de estas linternas elvoluntario pareca estpido e inocente; supongo que sera un trabajador de alguna clase.

    Drotte continu: Tiene que saber que para que ciertos simples alcancen un mximode eficacia, es preciso arrancarlos del polvo de las tumbas a la luz de la luna. Prontollegar el hielo y lo matar todo; y nuestros amos necesitan abastecerse para el invierno.

    Los tres dispusieron que entrramos esta noche, y el padre de ese muchacho me locedi para que me ayudara.

    No tienes nada donde guardar los simples.Todava sigo admirando a Drotte por lo que hizo despus. Dijo: Tenemos que atarlos

    en haces para que se sequen y sin la menor vacilacin, sac del bolsillo un trozo decordel comn.

    Ya entiendo dijo el voluntario. Era evidente que no entenda. Roche y yo nosacercamos al portal.

    Drotte en cambio dio un paso atrs.Si no nos dejis recoger las hierbas, mejor nos vamos. No creo que ahora podamos

    encontrar al muchacho ah dentro.No, no os vais. Tenemos que sacarlo.Est bien dijo Drotte de mala gana, y entr por el portal con los voluntarios tras l.

    Ciertos msticos aseveran que el mundo real ha sido construido por la mente humana,puesto que las categoras artificiales en las que incluimos cosas en esenciaindiferenciadas, cosas ms dbiles que las palabras con las que las designamos,gobiernan nuestras distintas modalidades. Entend el principio intuitivamente esa nochecuando o que el ltimo voluntario cerraba el portal detrs de nosotros.

    Un hombre que no haba hablado antes, dijo: Ir a vigilar junto a mi madre. Hemosperdido demasiado tiempo. Ya podran habrsela llevado a una legua de distancia.

    Varios de los dems musitaron su asentimiento, y el grupo empez a dispersarse,movindose una linterna hacia la izquierda y la otra hacia la derecha. Nosotrosascendimos por el sendero central (el que tombamos siempre al volver a la seccinderrumbada del muro de la ciudadela) con el resto de los voluntarios.

    Es mi naturaleza, mi alegra y mi maldicin, no olvidar nada. Cualquier chirrido decadenas, cualquier susurro del viento, cualquier visin, olor o sabor, permaneceninalterados en mi mente, y aunque s que no es as para todos, no me imagino qu puede

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    significar ser de otra manera. Los pocos pasos que dimos por el sendero blanqueado seme presentan de nuevo ahora; haca fro, cada vez ms; no tenamos luz, y la nieblahaba empezado a levantarse espesa desde el Gyoll. Unos pocos pjaros haban anidadoen los pinos y cipreses, y revoloteaban inquietos de un rbol a otro. Recuerdo lasensacin de mis manos mientras me frotaba los brazos, la linterna que se balanceabaentre las plantas a cierta distancia, la niebla que me quitaba de la camisa el olor a agua

    de ro, y la acritud de la tierra recin removida. Casi haba muerto esa vez, ahogado entrelas races entrelazadas; la noche iba a sealar el comienzo de mi virilidad.Hubo un disparo, algo que yo jams haba visto antes, una centella de energa violeta

    abrindose paso en la oscuridad como una cua y terminando en un ruido atronador. Enalgn sitio un monumento se derrumb con estrpito. Luego un silencio, en el que todo loque me rodeaba pareci disolverse. Echamos a correr. A lo lejos unos hombres gritaban.O un ruido de acero sobre piedra, como si algo hubiera golpeado una de las lpidas delas tumbas con un badelaire. Me precipit por un sendero que me era (o al menos as mepareci entonces) completamente desconocido, una cinta cubierta de huesos rotos delancho de dos hombres, que descenda serpenteando hasta un pequeo valle. En mediode la niebla no me era posible ver nada, salvo el bulto de los monumentos recordatorios

    que se levantaban a un lado y a otro. Luego, tan repentinamente como si alguien lohubiera quitado de un tirn, el sendero ya no estaba bajo mis pies... quizs yo habapasado por alto alguna curva. Gir para esquivar un oblesque que pareci alzarse delantede m y embest violentamente a un hombre de chaqueta negra.

    Era slido como un rbol; el impacto me hizo perder el equilibrio y me dej sin aliento.O que el hombre mascullaba unas maldiciones, y luego un sonido susurrado de no squ tipo de arma. Otra voz exclam: Qu fue eso?

    Alguien me atropello. Desapareci, quienquiera que fuese.Yo permanec tendido y en silencio.Encended la lmpara dijo una mujer con una voz que era como el arrullo de una

    paloma, pero en un tono perentorio.El hombre con que haba chocado, respondi: Se precipitaran sobre nosotros como

    una jaura de perros salvajes, seora.Pronto lo harn de cualquier modo... Vodalus dispar. Tienen que haberlo odo.Lo ms probable es que los mantenga alejados.En un tono que no reconoc como exultante porque yo era demasiado inexperto, el

    hombre que haba hablado primero replic: Ojal no la hubiera trado. No la hubiramosnecesitado contra esta clase de gente.

    Estaba mucho ms cerca ahora, y en un instante pude verlo a travs de la niebla, muyalto, esbelto y sin sombrero, junto al hombre ms corpulento con el que yo chocara.Embozada de negro, una tercera figura era, aparentemente, la mujer. Al perder el aliento,

    yo haba perdido tambin la fuerza de mis piernas y brazos, pero me las compuse pararodar sobre m mismo y ocultarme tras la base de una estatua, y una vez seguro all,espi otra vez.

    Mis ojos se haban acostumbrado a la oscuridad. Pude distinguir la cara en forma decorazn de la mujer, y advert que era casi tan alta como el hombre esbelto que ella haballamado Vodalus. El hombre corpulento haba desaparecido como agua vertida en unpozo, pero le o decir muy cerca de m: Ms cuerda. Entonces vi algo oscuro (tieneque haber sido la copa del sombrero) que se acercaba a los pies del otro hombre, ycomprend que eso era casi precisamente lo que le haba sucedido... Haba un boqueteall, y el hombre estaba dentro.

    La mujer pregunt: Cmo se encuentra?

    Fresca como una rosa, seora. Apenas hiede y no hay por qu preocuparse. Conuna agilidad que me sorprendi, abandon el boquete de un salto. Ahora deme unextremo y yo tomar el otro, seor, y la sacaremos como una zanahoria.

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    La mujer dijo algo que no pude or, y el hombre esbelto replic: No tenas por quvenir, Thea. Qu pensaran los dems si yo eludiera todos los riesgos? l y el hombrecorpulento jadeaban mientras tiraban de la cuerda. De pronto vi que algo blanco aparecadebajo de ellos. Se inclinaron para levantarlo. Como si un amschaspand los hubierarozado con una varilla radiante, la niebla gir y se apart dejando caer un rayo verde deluna. Haban sacado el cadver de una mujer. Los cabellos, que haban sido oscuros,

    estaban ahora desordenados alrededor de la cara lvida; tena puesta una tnica larga decolor plido.Ya ven explic el hombre corpulento, como le dije antes, seor, seora, en

    diecinueve veces de cada veinte no hay ningn riesgo. Slo tenemos que llevarla fuera dela muralla.

    El hombre call y o que alguien gritaba. Tres de los voluntarios bajaban por el senderodel borde del valle.

    Mantngalos apartados, seor gru el hombre corpulento echndose el cadveral hombro. Yo me har cargo y llevar a la seora a lugar seguro.

    Tmala replic Vodalus. La pistola que le alcanz reflej la luz de la luna como unespejo.

    El hombre corpulento la mir asombrado.Nunca he usado ninguna, seor...Tmala, puede que la necesites. Vodalus se agach, y se levant sosteniendo lo

    que pareca un bastn oscuro. Hubo un golpeteo de metal sobre madera, y en el lugar delbastn, una hoja estrecha y brillante. Guardaos! exclam.

    Como si una paloma hubiera comandado de pronto un arcttero, la mujer tom lapistola brillante de manos del hombre corpulento, y juntos retrocedieron en la niebla.

    Los tres voluntarios haban vacilado. Uno de ellos se apart hacia la derecha y otrohacia la izquierda para atacar desde tres lados. El hombre del centro (todava en elsendero blanco de huesos rotos) sostena una pica, y uno de los otros un hacha.

    El tercero era el conductor con el que haba hablado Drotte fuera del portal.Quin es usted? le pregunt a Vodalus. Y qu poder del Erebus le da derecho

    a venir aqu y hacer algo semejante?Vodalus no contest, pero la punta de su espada miraba a uno por uno, como un ojo.El conductor dijo con un rechinar de dientes: Todos juntos ahora y lo tenemos.

    Pero avanzaron titubeando, y antes de que lo cercaran, Vodalus salt hacia delante. Vique la hoja relampagueaba en la penumbra y o que chirriaba contra la cabeza de la pica,un resbaln metlico, como si una serpiente de acero se deslizara por un leo de hierro.El hombre que esgrima la pica chill y retrocedi de un salto; Vodalus tambin salt haciaatrs (creo que temiendo que los otros dos lo atacaran por la espalda), pareci que perdael equilibrio, y cay.

    Todo esto ocurri en la oscuridad y la niebla. Yo lo vi, aunque los hombres eran apenasunas sombras circundantes, como lo haba sido la mujer con cara de corazn. Pero algome conmova. Quiz fuera la decisin de Vodalus, dispuesto a morir para protegerla, loque haca que la mujer fuese tan preciosa para m; al menos eso fue lo que encendi miadmiracin por Vodalus. Muchas veces desde entonces, cuando me he encontrado sobreuna estremecida plataforma de la plaza de alguna ciudad mercantil con Trminus Est enreposo ante m y algn miserable vagabundo arrodillado a mis pies, cuando he escuchadoen siseantes susurros el odio de la multitud, y he sentido lo que es mucho ms difcil deaceptar, la admiracin de los que experimentan una sucia alegra en el dolor y la muertede los otros, he recordado a Vodalus junto a la tumba, y he levantado mi propia hoja,creyendo a medias que cuando la hoja cayera yo estara luchando por l.

    Perdi el equilibrio, como dije. En ese instante creo que mi vida entera oscil en labalanza junto con la suya.

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    Los voluntarios de los flancos se le echaron encima, pero l haba conservado el arma.Vi relampaguear la hoja brillante, aunque su dueo estaba todava en tierra. Recuerdohaber pensado qu maravilloso hubiera sido tener una espada semejante el da en queDrotte fuera designado capitn de aprendices, e identificarme de esa forma con Vodalus.

    El hachero, contra el que Vodalus haba lanzado el golpe, se ech hacia atrs; el otroavanz con un largo cuchillo. Yo estaba de pie entonces observando la lucha por sobre el

    hombro de un ngel de calcedonia, y vi que el cuchillo bajaba, erraba por un pelo aVodalus, que rod de lado, y se hunda hasta la empuadura en la tierra. Vodalus atacluego al conductor, pero estaba muy cerca y la hoja era demasiado larga. El conductor, enlugar de apartarse, solt el arma y aferr a Vodalus como un luchador. Se encontraban alborde mismo de la tumba... supongo que Vodalus haba tropezado con los terronesexcavados fuera.

    El segundo voluntario levant el hacha y titube. El conductor era el que estaba mscerca: traz un crculo para asestar un golpe certero hasta que estuvo a menos de unpaso de donde yo me esconda. Mientras as preparaba el terreno, vi que Vodalusarrancaba el cuchillo clavado en la tierra y lo volva hacia la garganta del conductor. Elhacha se alz para asestar el golpe; agarr el mango justo por debajo de la cabeza casi

    sin darme cuenta, y me encontr en seguida en la lucha, pateando, y despus golpeando.Sbitamente, todo haba terminado. El voluntario cuya arma ensangrentada yo

    sostena, haba muerto. El conductor de los voluntarios se retorca a nuestros pies. Elhombre de la pica haba desaparecido; la pica estaba tirada en el sendero. Vodalusrecuper una banda negra cada en la hierba y envain en ella la espada.

    Quin eres?Severian. Soy un torturador. O, mejor dicho, soy un aprendiz de torturador, seor. De

    la Orden de los Buscadores de la Verdad y la Penitencia. Tom aliento. Soy unVodalarius. Uno de los miles de Vodalarii de cuya existencia no sabe usted nada. Erauna palabra que yo mismo apenas haba escuchado.

    Ten. Puso algo en la palma de mi mano: una pequea moneda tan pulida quepareca engrasada. Me qued apretndola junto a la tumba abierta y mir cmo el hombrese iba. La niebla lo devor mucho antes de que llegara al borde, y unos instantes despusun volador afilado como un dardo chill en el aire.

    El cuchillo, de algn modo, haba cado del cuello del hombre muerto. Quiz l mismose lo haba quitado en la agona. Cuando me inclin a recogerlo, descubr que an tenala moneda en la mano. Me la met en el bolsillo.

    Creemos que inventamos los smbolos, pero en realidad ellos son los que nos inventana nosotros; somos sus criaturas, conformados por sus contornos duros y definidos.Cuando los soldados juran, se les da una moneda, un asimi sellado con el perfil delAutarca. Aceptar esa moneda es aceptar los deberes y los trabajos especiales de la vida

    militar; desde ese momento son soldados, aunque no sepan nada del manejo de lasarmas. Yo saba eso por entonces, pero es un profundo error creer que hay que saberesas cosas para que ellas influyan en nosotros; creerlo en verdad es creer en la msnfima y supersticiosa especie de magia. Slo el pretendido hechicero tiene fe en laeficacia del puro conocimiento; cualquiera que razone un poco sabe que las cosas actanpor s mismas o no actan en absoluto.

    As, pues, yo nada saba, cuando dej caer la moneda en mi bolsillo, de los dogmas delmovimiento que conduca Vodalus, pero pronto los aprend todos, porque estaban en elaire. Junto con l odi la Autarqua, aunque no tena idea de qu podra reemplazarla.Junto con l despreci a los exultantes que no se levantaban contra el Autarca y le cedanlas hijas ms bellas en concubinato ceremonial. Junto con l detest a la gente por su

    falta de disciplina y de un objetivo comn. De los valores que el maestro Malrubius (quefuera maestro de aprendices cuando yo era muchacho) haba intentado ensearme, y queel maestro Palaemon todava intentaba inculcar, slo acept uno: lealtad al gremio. En

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    esto no me equivocaba; era, tal como me haba parecido, perfectamente factible servir aVodalus y seguir siendo torturador. Fue de este modo que emprend la larga jornada porla que fui retrocediendo hacia el trono.

    II - Severian

    La memoria me oprime. Habiendo sido criado entre los torturadores, nunca conoc amis padres. Mis hermanos aprendices tampoco conocan a los suyos. A veces, pero sobretodo cuando el invierno se acerca, unos pobres desdichados vienen a suplicar a la Puertadel Cadver, con la esperanza de ser admitidos en nuestro antiguo gremio. A menudoentretienen al hermano portero narrndole los tormentos que estn dispuestos a infligir enpago de abrigo y comida; a veces traen animales como muestra de lo que hacen.

    Se los rechaza a todos. Las tradiciones de nuestros das de gloria, anteriores a ladegeneracin actual, y a la anterior, y aun a la ms anterior, una edad cuyo nombreapenas recuerdan hoy los eruditos, prohben el reclutamiento de esa gente. Aun en eltiempo del que escribo, cuando el gremio haba quedado reducido a dos maestros ymenos de una veintena de oficiales, se respetaban esas tradiciones.

    Desde nio lo recuerdo todo. Lo primero es haber apilado piedras en el Patio Viejo. Seencuentra al sur y al este del Torren de las Brujas, y est separado del Patio Grande. Elmuro que nuestro gremio tena que ayudar a defender estaba en ruinas ya entonces, conuna gran abertura entre la Torre Roja y la del Oso, por cuyas derrumbadas placas demetal refractario sola yo trepar para mirar desde lo alto la necrpolis que desciende porese lado de la colina.

    Cuando fui mayor, la necrpolis se convirti en mi campo de juegos. Los senderosserpenteantes eran patrullados durante las horas del da, pero los centinelas seinteresaban mucho ms en las tumbas recientes del terreno ms bajo, y sabiendo queramos torturadores, rara vez se atrevan a expulsarnos de nuestros escondites en losbosquecillos de cipreses.

    Se dice que nuestra necrpolis es la ms antigua de Nessus. Eso es por cierto falso,pero el error mismo es testimonio de verdadera antigedad, aunque los autarcas no eransepultados all, ni siquiera cuando la Ciudadela era una fortaleza, y las grandes familias entonces como ahora preferan disponer de sus muertos de largos miembros enbvedas privadas. Pero los armgeros y los optimates de la ciudad preferan las cuestasms elevadas, cerca del muro de la Ciudadela; y los comunes, ms pobres, yacan debajohasta los ltimos extremos de las tierras llanas, apretados contra las viviendas quellegaron a bordear el Gyoll, cuyas orillas ocupaban los alfareros. De nio rara vez iba solohasta tan lejos; ni siquiera recorra la mitad del camino.

    ramos siempre tres: Drotte, Roche y yo. Ms tarde intervino Eata, el mayor de losdems aprendices. Ninguno de nosotros haba nacido entre los torturadores, pues nadienace entre ellos. Se dice que en tiempos antiguos haba en el gremio hombres y mujeres,y que tenan hijos e hijas que eran iniciados en los misterios, como se hace ahora entrelos fabricantes de lmparas y los herreros y muchos otros. Pero Ymar el Casi Justo, alobservar lo crueles que eran las mujeres, y cuan a menudo se excedan en los castigosque l haba decretado, orden que ya no hubiera mujeres entre los torturadores.

    Desde entonces nuestro nmero se mantiene slo con los hijos de los que caen ennuestras manos. En nuestra Torre Matachina una cierta barra sale de un tabique a laaltura de la ingle de un hombre. Los nios bastante pequeos como para mantenerseerguidos debajo de ella, son criados como propios; y cuando nos envan una mujer

    encinta, la abrimos, y si el beb respira, y si se trata de un nio, contratamos una nodriza.As ha sido desde los tiempos de Ymar, y esos das se han perdido en el olvido hace yacentenares de aos.

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    De modo que ninguno de nosotros conoce a sus ancestros. Cualquiera de nosotroshubiera elegido un exultante, si pudiera, y es un hecho que nos entregan a muchaspersonas de alto linaje. Cuando ramos nios cada cual haca sus conjeturas, e intentabainterrogar a los hermanos mayores entre los oficiales, aunque stos se encerraban en supropia amargura y decan poco. En el ao de que hablo, Eata, que se crea descendientede esa familia, dibuj en el techo y sobre su camastro las armas de uno de los grandes

    clanes del Norte.Yo, por mi parte, haba adoptado como propio el emblema grabado en bronce sobre laentrada de cierto mausoleo. Era una fuente que se levantaba sobre las aguas con unanave volant, y debajo una rosa. La puerta haba sido arrancada haca mucho; en el suelohaba dos atades vacos. Tres ms, demasiado pesados para que yo pudiera moverlos ytodava intactos, aguardaban en los salientes a lo largo de una pared. Ni los atadescerrados ni los abiertos eran el atractivo del lugar, aunque a veces yo me echaba adescansar en lo que quedaba del relleno de estos ltimos. Lo que quiz ms me atraaera la pequeez del recinto, las gruesas paredes de mampostera y la estrecha y nicaventana enrejada, junto con la puerta falsa (macizamente pesada) que estaba siempreabierta.

    A travs de la ventana y la puerta poda mirar sin ser visto toda la brillante vida de losrboles y los arbustos y la hierba de fuera. Los jilgueros y los conejos que huan tanpronto como yo me aproximaba, no podan orme ni olfatearme cuando yo estaba all.Observ cmo el cuervo haca su nido, y despus alimentaba a sus polluelos a dos codosde mi cara. Vi al zorro que pasaba trotando con el rabo alzado; y una vez aquel zorrogigante, casi mayor que los ms grandes sabuesos y que los hombres llaman lobomelenudo, pas de prisa al atardecer empeado en vaya uno a saber qu cometido desdelas zonas arruinadas del sur. El cara-cara maldijo a las vboras por m y el halcn remontvuelo desde la cima de un pino.

    Basta un momento para describir estas cosas que observ durante tanto tiempo. Lasdcadas de un saros no me bastaran si intentara descubrir todo lo que significaron parael pequeo aprendiz andrajoso que yo era entonces. Dos pensamientos (que eran casisueos) me obsesionaban, lo que los volva infinitamente preciosos. El primero era que enun tiempo no muy distante, el tiempo mismo se detendra... los das coloridos que sehaban prolongado a lo largo de tantos aos como las cadenas de pauelos de unprestidigitador, acabaran para siempre, el torvo ojo del sol se cerrara al fin. El segundoera que haba en algn sitio una luz milagrosa que a veces yo imaginaba como una velay otras como una antorcha que daba vida al objeto iluminado, de modo que la hojaarrancada de un arbusto desarrollaba patas esbeltas y antenas temblorosas, y un toscopincel pardo abra unos ojos negros y se escurra subiendo a un rbol.

    Sin embargo, a veces, sobre todo durante las horas somnolientas de alrededor del

    medioda, haba poco que observar. Entonces me volva otra vez hacia el blasn y mepreguntaba qu tendran que ver conmigo un barco, una rosa y una fuente, y mirabafijamente el bronce funerario que yo haba encontrado, limpio y guardado en un rincn. Elmuerto yaca cuan largo era, y tena cerrados los ojos, de pesados prpados. A la luz queatravesaba el ventanuco le mir la cara y pens en la ma, que se reflejaba en el metalpulido. Mi nariz recta, mis ojos profundamente encajados en las rbitas, y mis mejillashundidas se parecan mucho a los de l, y deseaba saber si tambin sus cabellos habansido oscuros como los mos.

    En invierno rara vez iba a la necrpolis, pero en verano ese violado mausoleo y otrossemejantes me procuraban sitios de observacin y sereno reposo. Drotte, Roche y Eatatambin venan, pero nunca los gui hasta mi refugio favorito, y ellos, lo saba, tenan

    lugares secretos propios. Cuando estbamos juntos rara vez nos escurramos dentro deuna tumba. En cambio hacamos espadas con ramas y librbamos continuas batallas o

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    arrojbamos pinas a los soldados o dibujbamos tableros sobre la tierra de las tumbasrecientes y jugbamos a las damas con piedras, cuerdas, caracoles y candilejas.

    Tambin nos divertamos en el laberinto que era la Ciudadela y nadbamos en la grancisterna bajo el Torren de la Campana. El lugar era fro y hmedo, inclusive en el verano,bajo el techo abovedado junto al estanque circular de aguas infinitamente profundas yoscuras. Pero apenas era peor en invierno, y tena la suprema ventaja de ser un lugar

    prohibido, de modo que nos deslizbamos hasta all en secreto, cuando se supona queestbamos en alguna otra parte, y no encendamos las antorchas hasta despus de habercerrado detrs de nosotros la compuerta enrejada. Entonces, cuando las llamas subandesde el alquitrn ardiente, cmo bailaban nuestras sombras sobre esos fros muros!

    Como ya dije, el otro lugar donde nadbamos era el Gyoll, que atraviesa Nessus comouna gran serpiente fatigada. Cuando llegaba el tiempo clido, bamos juntos hasta all atravs de la necrpolis: primero dejbamos atrs los viejos sepulcros consagrados queestaban ms cerca del muro de la Ciudadela, luego marchbamos entre las jactanciosascasas mortuorias de los optimates, despus atravesbamos la selva de piedra de losmonumentos comunes (tratbamos de parecer muy respetables cuando tenamos quepasar junto a los guardias corpulentos apoyados sobre sus prtigas). Y por fin

    cruzbamos la llanura donde haba montculos desnudos que sealaban la inhumacin delos pobres, montculos que se convertan en charcas despus de la primera lluvia.

    En el margen ms bajo de la necrpolis se levantaba el portal de hierro que ya hedescrito. A travs de l se transportaban los cuerpos destinados a los yacimientos delalfarero. Cuando dejbamos atrs esos portones herrumbrosos, sentamos por primeravez que estbamos realmente fuera de la Ciudadela, y por tanto infringiendo claramentelas reglas que gobernaban nuestras idas y venidas. Creamos (o fingamos hacerlo) queseramos torturados si nuestros hermanos mayores descubran la infraccin; en realidad,no sufriramos nada peor que una tunda, tal es la bondad de los torturadores a los que yoiba a traicionar.

    Mucho mayor peligro haba para nosotros en los elevados edificios de apartamentosque bordeaban la calle sucia por donde marchbamos. A veces pienso que el gremio hadurado tanto tiempo porque encauza de alguna manera el odio del pueblo, desvindolodel Autarca, los exultantes y el ejrcito y aun, en cierto grado, de los plidos cacgenosque a veces visitan Urth desde las estrellas ms lejanas.

    El mismo presentimiento que indicaba a los guardianes nuestra identidad, parecainformar tambin a los residentes de los edificios; a veces nos arrojaban agua sucia desdelas ventanas altas, y nos segua un murmullo de enfado. Pero el miedo que engendrabaese odio tambin nos protega. No se empleaba verdadera violencia contra nosotros, yuna o dos veces, cuando se saba que algn braviograve tirnico o un burgus venalhaba sido entregado a la misericordia del gremio, recibamos vociferantes sugerencias

    sobre qu hacer con l: la mayora obscenas y muchas imposibles.En el lugar donde nos babamos, el Gyoll haba perdido sus orillas naturales cienaos atrs. Aqu haba una extensin de nenfares azules de dos cadenas de anchoencerrada entre paredes de piedra. Peldaos destinados al desembarco de botesconducan al ro en diversos puntos; los das de calor cada uno de los peldaos eraocupado por una pandilla de diez o quince muchachos pendencieros. Nosotros cuatro notenamos tanta fuerza como para dispersar a esos grupos, pero ellos no podan (o por lomenos no queran) negarse a admitirnos, aunque nos amenazaban siempre que nosacercbamos, y luego se burlaban de nosotros cuando estbamos entre ellos. Pero pocodespus, empezaban a alejarse dejndonos dueos exclusivos del lugar hasta el prximoda de natacin.

    Decid describir todo esto, porque nunca volv all desde el da en que salv a Vodalus.Drotte y Roche crean que era porque yo tema que nos quedsemos afuera despus de

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    cerrar. Eata sospechaba la verdad, creo; antes de acercarse demasiado a la virilidad, losmuchachos tienen casi una intuicin femenina. Fue a causa de los nenfares.

    La necrpolis nunca me pareci una ciudad de muerte; s que las rosas purpreas(que otros consideran tan horribles) cobijan centenares de pequeos animales y pjaros.Las ejecuciones que he visto, y las que yo mismo he llevado a cabo tan a menudo, no sonms que un oficio, una carnicera de seres humanos que en general son menos inocentes

    y menos valiosos que el ganado. Cuando pienso en mi propia muerte o en la muerte dealguien que ha sido bueno conmigo, o aun en la muerte del sol, la imagen que acude a mimente es la del nenfar, con sus lustrosas hojas plidas y sus flores azules. Bajo la flor ylas hojas hay races negras delgadas que se hunden profundamente en las aguasoscuras, y que son tan delgadas y fuertes como cabellos.

    Cuando ramos jvenes nada pensbamos de esas plantas. Chapotebamos yflotbamos entre ellas, las hacamos a un lado sin tenerlas en cuenta. El perfume de losnenfares contrarrestaba hasta cierto punto el hedor pestilente del agua. El da que salva Vodalus, me zambull bajo un denso grupo de plantas como haba hecho miles deveces.

    Ya no sub. De algn modo, haba penetrado en una regin donde las races parecan

    mucho ms gruesas que las que yo conoca. Estaba atrapado por un centenar de redes ala vez. Tena los ojos abiertos, pero no poda ver nada, slo la telaraa negra de lasraces. Me ech a nadar, y sent que aunque mis brazos y piernas se movan entremillones de finos zarcillos, mi cuerpo no avanzaba. Los agarr a puados y los desgarr,pero segua tan inmovilizado como antes. Pareca que los pulmones se me suban a lagarganta sofocndome, como si fueran a estallar. El deseo de tomar aliento, de absorberel oscuro fluido fro que me rodeaba, era abrumador.

    Ya no saba en qu direccin se encontraba la superficie y no tena tampoco concienciadel agua como agua. No senta ningn miedo, aunque saba que estaba murindome, oquiz ya estuviera muerto. Un tintineo fuerte y muy desagradable me son en los odos, yempec a tener visiones.

    El maestro Malrubius, que haba muerto varios aos atrs, nos despertabatamborileando sobre el tabique con una cuchara: se era el sonido metlico que yo habaodo. Yaca en mi camastro incapaz de levantarme, aunque Drotte y Roche y losmuchachos ms jvenes estaban todos de pie, bostezando y buscando sus ropas. Lacapa del maestro Malrubius cay hacia atrs; pude verle la piel cada del pecho y elvientre donde el tiempo haba destruido msculos y grasa. Tena un tringulo de vello enel vientre, gris como el moho. Trat de llamarlo, de decirle que yo estaba despierto, perono poda hablar. El maestro ech a andar a lo largo del tabique, golpeando siempre con lacuchara. Al cabo de un tiempo que pareci muy largo, lleg a la portilla, se detuvo y seasom. Yo saba que me estaba buscando en el Patio Viejo de abajo.

    Pero yo no poda ver muy lejos. Me encontraba en una de las celdas, bajo el cuarto deexmenes. Estaba all tendido mirando el techo gris. Una mujer grit, pero no pude verla,y yo oa menos sus sollozos que el repetido tintineo de la cuchara. La oscuridad se cerrsobre m, pero en esa oscuridad asom el rostro de la mujer, tan enorme como la caraverde de la luna. No era ella la que lloraba; yo an poda or los sollozos, pero esta carame pareci impasible, plena, en verdad de esa especie de belleza que apenas admiteexpresin. Tendi las manos hacia m, e inmediatamente me convert en un pichn que yohaba sacado de su nido el ao anterior, esperando poder domesticarlo y ensearle a quese posara en mi dedo. Las manos de la mujer, tan largas como los atades en los que aveces descansaba en mi mausoleo secreto, me atraparon, me llevaron hacia arriba y melanzaron luego hacia abajo, lejos de la cara de ella, y del sonido de sollozos, abajo, a la

    negrura, hasta que di contra lo que tom por el fondo de lodo e irrump a travs de l enun mundo de luz bordeado de negro.

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    An no poda respirar. Ya no lo necesitaba, y el pecho no se me mova. Me deslizaba atravs del agua, aunque no saba cmo. (Luego supe que Drotte me haba arrastradotirndome del pelo.) En seguida estuve tendido sobre las fras piedras lodosas junto conRoche, luego Drotte, luego Roche otra vez, que me echaba aliento en la boca. Yo meencontraba envuelto en ojos, como en los repetitivos dibujos de un caleidoscopio, y creque algn defecto de mi propia visin multiplicaba los ojos de Eata.

    Por ltimo me apart de Roche y vomit grandes cantidades de agua negra. Despusme sent mejor. Pude sentarme y respirar otra vez de manera algo torpe, y aunque notena fuerzas y las manos me temblaban, era capaz de mover los brazos. Los ojos a mialrededor pertenecan a gente real, los ciudadanos de los edificios de apartamentos de laribera. Una mujer trajo un cuenco con algo caliente que beber; no supe si era sopa o t,slo que era un lquido caliente, algo salado, y que ola a humo. Fing beber y descubrms tarde que tena unas leves quemaduras en los labios y la lengua.

    Estabas intentndolo? pregunt Drotte. Cmo has subido?Yo sacud la cabeza.Alguien de entre la muchedumbre dijo: Sali disparado del agua.Roche me ayud a mantener firmes las manos.

    Cremos que saldras por otro sitio. Que nos estabas haciendo una broma.Yo dije: Vi a Malrubius.Un viejo, un botero, a juzgar por sus ropas sucias de alquitrn, apret el hombro de

    Roche.se quin es?Fue maestro de aprendices. Ha muerto.No era una mujer? El viejo estaba aferrado a Roche, pero me miraba a m.No, no le dijo Roche. No hay mujeres en el gremio.A pesar de la bebida caliente y del calor del da, yo tena fro. Uno de los muchachos

    con los que a veces pelebamos trajo una manta polvorienta y me envolv en ella; peropas tanto tiempo antes de que yo fuera capaz de enderezarme y andar, que cuandollegamos al portal de la necrpolis, la estatua de la Noche sobre el mesn de la orillaopuesta era un minsculo rasguo negro en el campo llameante del sol, y el portal mismoestaba cerrado.

    III - La cara del Autarca

    Era la media maana del da siguiente cuando se me ocurri mirar la moneda queVodalus me haba dado. Despus de servir a los oficiales en el refectorio, desayunamoscomo siempre, nos encontramos con el maestro Palaemon en el aula, y luego de unabreve conferencia preparatoria, lo seguimos a los niveles inferiores para ver el trabajo de

    la noche anterior.Pero quizs antes de seguir escribiendo, tendra que explicar algo ms sobre lanaturaleza de nuestra Torre Matachina. Est situada detrs de la Ciudadela, sobre el ladooccidental. En la planta baja se encuentran los estudios de nuestros maestros, donde secelebran las consultas con los oficiales de justicia y los presidentes de los dems gremios.Nuestro cuarto comn est en la segunda planta, por delante de la cocina. Arriba est elrefectorio, que nos sirve como sala de asamblea adems de ser el sitio donde se come.Ms arriba se encuentran las cmaras privadas de los maestros, en das mejores muchoms numerosos. Encima estn las cmaras de los oficiales y sobre stas el dormitorio y elaula de los aprendices, y una serie de ticos y cubculos abandonados. Cerca de lo msalto se encuentra la sala del can, cuyas piezas nosotros los del gremio tenemos a

    nuestro cargo, para el caso de que la Ciudadela fuera atacada.El verdadero trabajo de nuestro gremio se lleva a cabo debajo de todo esto. En elsubsuelo se encuentra el cuarto de exmenes, y ms abajo an, y por tanto fuera de la

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    torre propiamente dicha (porque el cuarto de exmenes fue la primera cmara de laestructura original), se extiende el laberinto de la mazmorra. Hay tres niveles, a los que setiene acceso por una escalinata central. Las celdas son sencillas, secas y limpias, con unamesa pequea, una silla y una cama estrecha en el centro.

    Las luces de la mazmorra son de esa antigua especie que, segn se dice, arden parasiempre, aunque ahora algunas se han extinguido. En la oscuridad de esos corredores,

    mis sentimientos no eran lbregos esa maana, sino alegres; aqu trabajara cuando fueraoficial, aqu practicara el arte antiguo y alcanzara el rango mximo, aqu pondra loscimientos de la restauracin de la antigua gloria de nuestro gremio. El aire mismo dellugar pareca envolverme como una manta que antes hubiera sido calentada sobre unfuego de olor limpio.

    Nos detuvimos ante la puerta de una celda, y el oficial de turno meti la llave, querechin en la cerradura. Dentro la cliente levant la cabeza abriendo los ojos oscuros. Elmaestro Palaemon llevaba la capa guarnecida con piel de marta y la mscara deterciopelo; supongo que stas, o el sobresaliente dispositivo ptico que le permita ver,tienen que haberla asustado. No habl, y por supuesto, tampoco ninguno de nosotros lehabl a ella.

    Aqu empez el maestro Palaemon en el ms seco de sus tonos tenemos algoque se sale de la rutina del castigo judicial y que constituye una adecuada ilustracin delmtodo moderno. La cliente fue sometida a interrogatorio anoche; quizs alguno devosotros la haya odo. Se le administraron veinte mnimas de tintura antes del tormento ydiez despus. La dosis slo fue parcialmente efectiva; no logr del todo impedir el shock yla prdida de conciencia, de modo que se puso fin a los procedimientos despus dedesollarle la pierna derecha, como veris. Hizo una seal a Drotte, que empez aquitarle el vendaje.

    Media bota? pregunt Roche.No, bota completa. Fue sirvienta de tareas domsticas y el maestro Gurloes dice

    haber comprobado que esa especie tiene piel resistente. Al menos en este caso estabaen lo cierto. Se le hizo bajo la rodilla una simple incisin circular, y el borde se sujet conocho abrazaderas. El escrupuloso trabajo llevado a cabo por el maestro Gurloes, Odo,Mennas y Eigil permiti quitar todo, desde las rodillas hasta los dedos de los pies, sin msintervencin del cuchillo.

    Nos agrupamos en torno a Drotte; los muchachos ms jvenes empujaban fingiendosaber qu puntos era preciso mirar. Las arterias y las venas principales estaban todasintactas, pero haba una lenta y generalizada fluencia de sangre. Ayud a Drotte a renovarel vendaje.

    Cuando estbamos a punto de marcharnos, la mujer dijo: No lo s. Slo que, oh, nopodis entender que os lo dira si lo supiera? Ella se ha ido con Vodalus del Bosque no s

    a dnde. Afuera, fingiendo ignorancia, le pregunt al maestro Palaemon quin eraVodalus del Bosque.Cuntas veces he explicado que vosotros no os nada de lo que diga un cliente?Muchas, maestro.Pero sin el menor efecto. Pronto ser el da del enmascaramiento y Drotte y Roche

    sern oficiales y t capitn de aprendices. Es ste el ejemplo que dars a losmuchachos?

    No, maestro.A espaldas del viejo, Drotte me ech una mirada que significaba que l saba mucho

    sobre Vodalus y que me lo dira en el momento oportuno.En un tiempo se ensordeca a los oficiales de nuestro gremio. Querras que esos

    das volvieran? Quita las manos de los bolsillos cuando te hablo, Severian.Me las haba metido all porque saba que eso lo distraera y le quitara el enfado, perocuando las saqu, advert que haba estado palpando la moneda que Vodalus me diera la

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    noche anterior. En el recordado terror de la refriega, la haba olvidado; ahora agonizabade deseos de verla...y no me era posible con los brillantes lentes del maestro Palaemonclavados en m.

    Guando un cliente habla, Severian, t no oyes nada. Nada en absoluto. Piensa en losratones cuyos chillidos no significan nada para los hombres.

    Entorn los ojos para indicar que estaba pensando en los ratones.

    Durante el largo y fatigoso camino escaleras arriba que llevaba a nuestra aula, memora por mirar el delgado disco de metal que apretaba en la mano; pero saba que si lohaca, el muchacho que vena detrs de m (uno de los aprendices ms jvenes,Eusignius) llegara a verlo. En el aula, donde el maestro Palaemon hablabamontonamente sobre un cadver de diez das, la moneda era como un carbnencendido y no me atreva a mirarla.

    Era ya la tarde cuando pude quedarme solo, escondindome en las ruinas del muroentre los musgos brillantes; luego vacil, con el puo expuesto a un rayo de sol, porquetema que al ver el disco la desilusin sera tan grande que no podra soportarla.

    No porque me importara su valor. Aunque ya era un hombre, haba tenido tan pocodinero que cualquier moneda me habra parecido una fortuna. Era como si la moneda (tan

    misteriosa ahora, pero sin probabilidades de seguir sindolo) fuese mi nico vnculo con lanoche anterior, mi nica conexin con Vodalus y la hermosa mujer de la capucha y elhombre corpulento que me haba golpeado con la pala, mi nico botn obtenido en lalucha ante la tumba abierta. La vida en el gremio era la nica que haba conocido ypareca tan monocorde como mi camisa andrajosa en comparacin con el centelleo de laespada del exultante y el sonido del disparo que resonara entre las piedras. Todo podradesaparecer cuando abriera la mano.

    Al final mir despus de apurar hasta las heces la copa del miedo placentero. Lamoneda era un chrisos de oro, y cerr la mano una vez ms, temiendo haberla confundidocon una oricreta de latn, y esper hasta que recuper mi coraje.

    Era la primera vez que tocaba una pieza de oro. Haba visto oricretas en ciertaabundancia; y aun haba tenido algunas. Una o dos veces haba atisbado algn asimi deplata. Pero de los chrisos saba tan poco como de la existencia de un mundo fuera denuestra ciudad de Nessus, y de los continentes separados del nuestro al norte, al este y aloeste.

    Este chrisos tena lo que al principio me pareci la cara de una mujer, una mujercoronada, ni joven ni vieja, pero silenciosa y perfecta en el metal cetrino. Por fin di vueltaa mi tesoro y entonces qued en verdad sin aliento; acuado en el reverso haba unanave voladora como la que haba visto en el escudo de armas sobre la puerta de mimausoleo secreto. Eso pareca estar ms all de cualquier explicacin... tanto que por elmomento ni me preocup siquiera en especular sobre el asunto, tan seguro estaba de que

    cualquier conjetura resultara infructuosa. En cambio, met de nuevo la moneda en elbolsillo y en una especie de trance volv a unirme con mis compaeros de aprendizaje.Llevar la moneda conmigo estaba fuera de cuestin. No bien se me present la

    oportunidad, me deslic solo dentro de la necrpolis y busqu mi mausoleo. El tiempohaba cambiado ese da; me abr camino entre matorrales empapados y anduve condificultad sobre hierbas largas y avejentadas que haban empezado a aplastarseesperando el invierno. Cuando llegu a mi refugio no era ya la caverna del verano, frescay acogedora, sino una trampa helada donde yo senta la proximidad de enemigosdemasiado indefinidos para darles nombre, opositores de Vodalus que ya sabran ahoraque yo era un juramentado partidario; no bien entrase, se apresuraran a cerrar la puertanegra sobre bisagras recientemente aceitadas. Saba que era un disparate, por supuesto.

    Sin embargo, saba tambin que haba en eso cierta verdad, que era una proximidad en eltiempo lo que yo senta. En unos pocos meses o en unos pocos aos podra llegar al

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    punto en que esos enemigos me estaban esperando; cuando haba alzado el hacha,haba escogido luchar, algo que los torturadores no hacen normalmente.

    Haba una piedra suelta en el suelo, casi al pie de mi bronce funerario. La levant ypuse el chrisos debajo; luego musit un sortilegio que haba aprendido de Roche muchosaos atrs, unos pocos versos con el poder de mantener seguras las cosas escondidas:

    Donde te pongo, all te quedas; que nunca un extrao espe, para cualquiera, un vidrio,no para m.Aqu te quedas, nunca te vayas, si una mano llega, la engaas, que nada sepan ojos

    extraos de ti y de m.

    Para que el hechizo fuera verdaderamente eficaz, uno tena que andar alrededor delsitio llevando una vela que hubiera ardido en un velatorio, pero me descubr rindome dela idea que recordaba la mascarada nocturna de Drotte al sacar a simples de lastumbas y decid confiar en los versos solamente, aunque estaba algo asombrado alcomprobar que era ahora bastante mayor como para no avergonzarme.

    Los das transcurrieron y el recuerdo de mi visita al mausoleo fue lo suficientementevivido como para que yo no deseara repetirla y verificar que mi tesoro estaba seguro,aunque a veces lo deseaba. Luego llegaron las primeras nevadas, convirtiendo las ruinasde la muralla en una resbaladiza barrera casi insuperable, y la necrpolis familiar en unextrao descampado con montecillos engaosos, en los que los monumentos eran depronto demasiado grandes bajo la capa de la nieve reciente, y los rboles y los arbustoshaban quedado reducidos a la mitad por la misma cobertura.

    Es propio de la naturaleza del aprendizaje en nuestro gremio que sea fcil al principio,pero las tareas que le corresponden van hacindose ms y ms pesadas a medida que seacerca uno a la virilidad. Los nios pequeos no trabajan. A la edad de seis aos, cuandoel trabajo empieza, consiste en un principio en correr escaleras arriba y escaleras abajoen la Torre Matachina transportando mensajes, y el pequeo y orgulloso aprendiz apenassiente la tarea. A medida que el tiempo pasa, empero, el trabajo se vuelve ms y msoneroso. Los deberes lo llevan a otros lugares de la Ciudadela: a los soldados en labarbacana, donde se entera de que los aprendices militares tienen tambores y trompetasy oficleidos y botas, y a veces corazas doradas; a la Torre del Oso, donde ve muchachosno mayores que l, que aprenden a manejar animales de pelea de todas clases, mastinesde cabeza tan grande como la de un len, diatrymae ms altos que un hombre, con picosenvainados en acero; y a un centenar de otros lugares semejantes donde descubre porprimera vez que el gremio es odiado y despreciado aun por aquellos (a decir verdad,sobre todo por aquellos) que recurren a sus servicios. Pronto hay que fregar y hacer

    trabajos en la cocina. El hermano cocinero hace las tareas que podran resultarplacenteras o interesantes, y el aprendiz tiene que cortar las verduras, servir a losoficiales y llevar una infinita sucesin de bandejas escaleras abajo a las mazmorras.

    Yo no lo saba por entonces, pero pronto esta mi vida de aprendizaje, que en misrecuerdos haba venido hacindose ms y ms dura, invertira su curso y se hara menospenosa y ms placentera. El ao antes de convertirse en oficial, el aprendiz del ltimocurso casi no tiene otra cosa que hacer que vigilar a los menores. Come mejor, y aunviste mejor. Los oficiales ms jvenes empiezan a tratarlo casi como a un igual, y tiene,sobre todo, la consagradora carga de la responsabilidad, y el placer de impartir e imponerrdenes.

    Cuando llega la promocin, es un adulto. No desempea otra tarea que aquella para la

    que ha sido entrenado; es libre de abandonar la Ciudadela despus de cumplidos losdeberes, y para esa recreacin, se le suministran fondos con cierta liberalidad. Sifinalmente llega al magisterio (un honor que requiere el voto afirmativo de todos los

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    maestros vivos), podr escoger y elegir las tareas que puedan interesarle o divertirle, ydirigir los asuntos del gremio.

    Pero ha de entenderse que el ao del que vengo escribiendo, el ao en que salv lavida de Vodalus, no era consciente de nada de eso. El invierno (se me dijo) haba puestofin a la temporada de campaa en el norte, y por tanto haba devuelto al Autarca y a susprincipales oficiales y asesores a los asientos de justicia.

    Y as me explic Roche, tenemos todos estos nuevos clientes. Y ms porllegar... docenas, tal vez centenares. Quiz tengamos que reabrir el cuarto nivel. Agituna mano pecosa para demostrar que l, cuando menos, estaba dispuesto a hacer lo quefuera necesario.

    Est aqu? pregunt. El Autarca? Aqu en la Ciudadela? En el TorrenGrande?

    Claro que no. Si alguna vez viniera, uno lo sabra no? Habra desfiles einspecciones y toda clase de procedimientos. Hay una suite para l all, pero no se la haabierto en cien aos. Estar en el palacio escondido, la Casa Absoluta, en algn sitio alnorte de la ciudad.

    No sabes dnde?

    Roche se defendi.No se puede decir dnde est porque no hay nada all excepto la Casa Absoluta.

    Est donde est. En el norte, a la otra orilla.Ms all del muro? Mi ignorancia lo hizo sonrer.Mucho ms all. A semanas, si fueras andando. Naturalmente, el Autarca podra

    estar aqu en seguida en una nave volante si as lo quisiera. La Torre de la Bandera... allaterrizara la nave volante.

    Pero nuestros nuevos clientes no llegaron en naves volantes. Los menos importantesvinieron en caravanas de diez a veinte hombres y mujeres, encadenados unos a otros porel cuello, y guardados por dimarchi, tropas resistentes vestidas con armaduras queparecan haber sido hechas para ser utilizadas, y que haban sido utilizadas. Cada clientellevaba un cilindro de cobre, que se supona contena sus papeles, y por tanto su destino.Todos haban roto los sellos y ledo esos papeles, por supuesto; y algunos los habandestruido o los haban cambiado por otros. Los que llegaban sin papeles seran retenidoshasta que se recibiera alguna nueva acerca de su destino... y esperaran probablementehasta el fin de sus das. Los que haban cambiado los papeles por los de algn otro,haban cambiado asimismo sus destinos; seran retenidos o liberados, torturados oejecutados, en lugar del otro.

    Los ms importantes llegaron en carruajes blindados. El propsito de los laterales deacero y las ventanillas enrejadas de estos vehculos no era tanto prevenir la huida comoimpedir el rescate, y no bien el primero de ellos dobl estrepitosamente por el extremo

    oriental de la Torre de las Brujas y entr en el Patio Viejo, en el gremio entero cundi elrumor de osadas incursiones ideadas o intentadas por Vodalus. Porque todos miscompaeros de aprendizaje y la mayor parte de los oficiales crean que muchos de estosclientes eran partidarios, confederados y aliados de Vodalus. Yo no los habra liberado poresa razn; habra sido una vergenza para el gremio, y a pesar del apego que yo sentapor Vodalus y por su gente, no estaba dispuesto a nacerlo, y de cualquier modo hubierasido imposible. Pero tena la esperanza de procurar a los que consideraba mis camaradasen armas, las pequeas comodidades que estaban a mi alcance: comida adicional robadade las bandejas destinadas a clientes menos meritorios, y a veces un pedazo de carnesacada de contrabando de la cocina.

    Un da muy ventoso, tuve la oportunidad de enterarme de quines eran. Estaba

    fregando el suelo del estudio del maestro Gurloes, cuando lo llamaron por algn recado yse fue dejando la mesa atestada de documentos. Me apresur no bien la puerta se cerrtras l y pude examinar la mayor parte de esos documentos antes de or sus pesados

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    pasos de nuevo en la escalera. Ni uno ni uno de los prisioneros cuyos papeles habaledo era un partidario de Vodalus. Haba mercaderes que haban intentado obtener ricosbeneficios con los suministros que necesitaba el ejrcito, criados de campamento quehaban espiado para los ascios, y unos pocos y srdidos criminales civiles. Nada ms.

    Cuando llev el cubo para vaciarlo en la tina de piedra del Patio Viejo, vi uno de loscarruajes blindados; el tiro de largas crines piafaba y coceaba, y los guardianes con

    cascos guarnecidos de piel aceptaban con aire humilde nuestros vasos humeantes devino especiado. Atrap en el aire el nombre de Vodalus; pero en ese momento parecique slo yo lo oa, y de pronto sent que Vodalus haba sido slo un ediolon de la nieblacreado por mi imaginacin, y slo el hombre que yo haba matado con su propia hachaera real. Los documentos que haba examinado haca un momento parecan volar contrami cara como un puado de hojas.

    Fue en este momento de confusin cuando me di cuenta por primera vez de que estoyun poco loco. Podra sostenerse que fue el momento ms inquietante de mi vida. Habamentido con frecuencia al maestro Gurloes, al maestro Palaemon, al maestro Malrubiuscuando todava viva, a Drotte porque era capitn, a Roche porque era mayor y ms fuerteque yo, y a Eata y los otros aprendices menores porque deseaba que me respetaran.

    Ahora ya no estaba seguro de que mi propia mente no estuviera mintindome, y yo, quelo recordaba todo, no poda saber si esos recuerdos no eran ms que mis propios sueos.Recordaba la cara de Vodalus iluminada por la luna; pero yo haba querido verla.Recuerdo la voz de l cuando me habl, pero yo haba querido orla, y tambin la voz dela mujer.

    Una noche glacial, volv al mausoleo y mir el chrisos otra vez. La gastada, serena yandrgina cara del reverso no era la de Vodalus.

    IV - Triskele

    Haba estado metiendo un palo en un desaguadero helado como castigo por unainfraccin menor, cuando lo encontr en el sitio en que los guardianes de la Torre del Osoarrojan sus desechos, los cuerpos de los animales desgarrados, muertos en las prcticas.Nuestro gremio entierra a sus propios muertos junto al muro y a nuestros clientes en losextremos ms bajos de la necrpolis, pero los guardianes de la Torre del Oso dejan que asus muertos se los lleven otros. l era el ms pequeo de esos muertos.

    Hay encuentros que no traen ningn cambio. Urth vuelve la cara gastada hacia el sol,que lanza sus rayos sobre las nieves; stas chispean y relucen hasta que cada pequeapunta de hielo de los flancos hinchados de las torres, parece la Garra del Conciliador, lams preciosa de las gemas. Entonces cada cual, excepto los ms sabios, cree que lanieve tiene que derretirse y dar paso a un verano prolongado ms all del verano.

    Nada de eso ocurre. El paraso dura una guardia o dos, luego unas sombras azulescomo leche aguada se alargan sobre la nieve, que se estremece y danza bajo el soplo delviento del este. Llega la noche y todo es como era.

    El hallazgo de Triskele fue algo parecido. Sent que podra haberlo cambiado todo, peroel episodio dur slo unos pocos meses, y cuando acab al fin y l desapareci, fue slootro invierno que quedaba atrs, y la Fiesta de la Sagrada Katharine volvi otra vez, ynada haba cambiado. Querra poder contarte qu lamentable pareca cuando lo toqu, yqu animado estaba.

    Yaca de lado cubierto de sangre. Estaba tan duro como alquitrn, y todava de un rojobrillante pues el fro lo haba protegido. Me acerqu y le puse la mano sobre la cabeza...no s por qu. Pareca tan muerto como el resto, pero abri un ojo entonces y lo volvi

    hacia m, y pareca estar seguro de que lo peor ya haba pasado; he hecho mi parte,pareca decir, y lo soport, y he hecho todo cuanto he podido; ahora te toca a ti cumplircon tu deber.

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    Si hubiera sido verano, creo que lo habra dejado morir. Pero el caso era que desdehaca un tiempo no haba visto un animal viviente, ni siquiera a un tilacodonte de los quecomen basura. Volv a acariciarlo, y l me lami la mano, y despus de eso ya no pudeapartarme.

    Lo levant (sorprendido al comprobar su peso) y mir a mi alrededor tratando de decidirqu hacer con l. En nuestro dormitorio lo descubriran antes que la vela hubiera ardido el

    grueso de un dedo, lo saba. La Ciudadela es inmensa e inmensamente complicada, concuartos poco visitados y pasajes en sus torres, en los edificios que se han construidoentre stas, y en las galeras cavadas debajo. Sin embargo, no se me ocurra un sitio alque yo pudiera llegar sin ser visto media docena de veces, y al final llev a la pobrebestezuela a la sede de nuestro propio gremio.

    Tena ante todo que hacerlo pasar junto al oficial que montaba guardia en lo alto de laescalera. Lo primero que se me ocurri fue meterlo en el cesto en el que bajbamos laropa de cama de los clientes. Era el da en que se lavaba la ropa, y habra sido fcil hacerun viaje ms de lo necesario; la posibilidad de que el oficial-guardin advirtiera algoextrao pareca remota, pero habra tenido que esperar ms de una guardia para que laropa lavada se secara, y exponerme a las preguntas del hermano a cargo del tercer nivel,

    que me vera descender al cuarto, desierta.En cambio puse el perro en el cuarto de exmenes estaba demasiado dbil para

    moverse y ofrec tomar el lugar del guardin en lo alto de la rampa. Estuvo encantadode tener la oportunidad de semejante alivio y me cedi su espada carnificial de hoja ancha(que en teora yo no deba tocar) y su capa fulgena (que tena prohibido llevar, aunque yoya era ms alto que la mayora de los oficiales), de modo que a la distancia no seadvertira sustitucin alguna. Me puse la capa y tan pronto como se hubo ido, dej laespada en un rincn y busqu a mi perro. Todas las capas de nuestro gremio son ampliasy sta ms que la mayora, puesto que el hermano al que reemplac era muy alto.Adems, el tinte fulgeno, que es ms oscuro que el negro, borra admirablemente de lavista todos los pliegues, arrugas y frunces, mostrando slo una oscuridad sin rasgosdistintivos. Con la capucha estirada debo de haber parecido a los oficiales que estabansentados a las mesas (si miraron hacia la escalera y llegaron a verme) un hermano algoms corpulento que la mayora, que descenda a los niveles inferiores. Aun el hombre deguardia en el tercero, donde los clientes que han perdido toda razn allan y sacuden lascadenas, pudo no haber visto nada inslito en que otro oficial descendiera al cuartocuando se rumoreaba que sera rehabilitado; o en que un aprendiz que bajara corriendopoco despus que el oficial, subiera otra vez: sin duda habra olvidado algo all y elaprendiz habra sido enviado a buscarlo.

    No era un lugar agradable. Casi la mitad de las luces ardan an, pero se haba filtradobarro en los corredores hasta alcanzar el espesor de una mano. Una mesa de despacho

    estaba donde la haban dejado, quiz doscientos aos atrs; la madera se haba podridoy el mueble entero cay cuando lo toqu.Sin embargo, el agua nunca se haba elevado mucho aqu, y el extremo ms alejado

    del corredor todava estaba libre de barro. Puse a mi perro sobre la mesa de un cliente ylo limpi tan bien como pude con esponjas que trajera del cuarto de exmenes.

    Bajo la sangre coagulada tena el pelo corto, duro y leonado. Le haban recortado tantola cola, que lo que restaba era ms ancho que largo. De las orejas slo le quedaban unaspuntas rgidas ms cortas que la primera falange de mi pulgar. En la ltima pelea lehaban abierto el pecho. Poda verle los anchos msculos como adormecidosconstrictores de color rojo plido. Le faltaba la pata delantera derecha; la mitad superiorera una masa pulposa. Se la cort despus de haberle suturado el pecho lo mejor que

    pude, y empez a sangrar otra vez. Encontr la arteria y se la ligu, luego plegu la pielpor debajo (como el maestro Palaemon nos haba enseado) para obtener un buenmun.

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    Triskele me lama la mano de vez en cuando mientras yo trabajaba, y cuando hubedado la ltima puntada, empez a lamerse el mun lentamente, como si fuera un oso ypudiera lamerse una pierna nueva hasta que tuviera forma. Las mandbulas eran tangrandes como las de un arcttero y los caninos tan largos como mi dedo ndice, pero lasencas eran blancas: no haba ms fuerza en esas mandbulas que en las manos de unesqueleto. Los ojos eran amarillos y mostraban una cierta limpia locura.

    Esa noche cambi de faena con el muchacho que deba llevar la comida a los clientes.Siempre haba bandejas sobrantes porque algunos clientes no coman, y ahora le estaballevando dos a Triskele, preguntndome si todava estara vivo.

    Lo estaba. De algn modo haba bajado del lecho y se haba arrastrado hasta el bordedel barro, donde haba un poco de agua. All fue donde lo encontr. Haba sopa, pannegro y dos jarras de agua. Se bebi un plato de sopa, pero cuando trat de darle el pan,descubr que no poda masticarlo lo suficiente como para tragarlo, entonces empap elpan en el otro plato de sopa y se lo di; luego llen una y otra vez el plato hasta que lasdos jarras quedaron vacas.

    Cuando me acost en mi camastro casi en lo ms alto de nuestra torre, me pareci que

    poda or su respiracin trabajosa. Varias veces me incorpor escuchando; cada vez elsonido de desvaneca, slo para volver cuando haba permanecido tendido durante unrato. Quiz no fueran ms que los latidos de mi corazn. Si lo hubiera encontrado un ao,dos aos antes, habra sido una divinidad para m. Se lo habra contado a Drotte y a losdems, y habra sido una divinidad para todos. Ahora saba que era un pobre animal, y sinembargo no poda dejarlo morir porque si lo hubiera hecho, habra quebrantado la fe enalgo que haba en m mismo. Era un hombre (si realmente lo era) desde haca tan pocotiempo; no me era posible soportar el pensamiento de haberme convertido en un hombretan diferente del nio que haba sido. Poda recordar cada momento de mi pasado, cadavago pensamiento y visin, cada sueo. Cmo poda destruir ese pasado? Alc lasmanos y trat de mirrmelas; saba que ahora las venas se destacaban en el dorso, ycuando eso sucede, uno es un hombre.

    En un sueo andaba por el cuarto nivel otra vez y encontraba a un amigo enorme demandbulas goteantes. Me hablaba.

    A la maana siguiente serv otra vez a los clientes y rob comida para llevrsela alperro, aunque esperaba que estuviera muerto. No lo estaba. Levant el hocico y parecisonrer con una boca tan ancha que era como si la cabeza fuera a partrsele en dosmitades, aunque no intent incorporarse. Le di de comer y cuando estaba por irme, meimpresion la miseria en que estaba. Dependa de m. De m! Haba sido valorado. Losentrenadores lo haban preparado como son preparados los corredores para una carrera;

    haba caminado orgulloso, el enorme pecho, tan ancho como el de un hombre, asentadosobre dos patas como pilares. Ahora viva como un fantasma. La sangre le haba borradohasta el nombre.

    Cuando dispona de tiempo, visitaba la Torre del Oso e intentaba hacer tantasamistades como pudiera entre los que manejan a las bestias. Tienen su propio gremio, yaunque menor que el nuestro, es de tradiciones muy extraas. Hasta cierto punto eso measombr. Descubr que eran muy parecidas a las nuestras. Aunque por supuesto, nopenetr en el arcano de esas tradiciones. En la elevacin de los maestros, el candidato semantiene de pie bajo un enrejado de metal por donde se pasea un toro sangrante; encierto momento cada hermano toma en matrimonio una leona o una osa, despus de locual evitan el trato con hembras humanas.

    Todo lo cual slo para decir que hay entre ellos y los animales que llevan a la fosa unvnculo que es muy parecido al que hay entre nuestros clientes y nosotros. En mis viajesme he alejado cada vez ms de nuestra torre, pero siempre he comprobado que el

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    modelo de nuestro gremio se repite inconscientemente (como las repeticiones de losespejos del padre Inire en la Casa Absoluta) en las sociedades de cada oficio, de modoque todos ellos son torturadores. La presa es para el cazador, lo que nuestros clientesson para nosotros; los que compran para comerciante; los enemigos de la Mancomunidadpara soldado; los gobernados para los gobernantes; los hombres para las mujeres. Todosaman lo que destruyen.

    Una semana despus de que lo hubiera llevado abajo, slo encontr en el barro lashuellas renqueantes de Triskele. Se haba marchado, pero fui tras l seguro de quealguno de los oficiales me lo habra mencionado si hubiera subido por la rampa. Prontolas huellas me condujeron a una puerta estrecha que se abra a una confusin decorredores sin luz de cuya existencia no tena el menor conocimiento. En la oscuridad nopoda ya rastrearlo, pero a pesar de eso segu de prisa adelante, pensando que quiz meolfateara en el aire estancado y acudiera a m. Pronto me perd y continu avanzando sloporque no saba cmo volver.

    No tengo modo de saber la antigedad de esos tneles. Sospecho, aunque no sepadecir por qu, que son anteriores a la Ciudadela que se levanta sobre ellos, por antigua

    que sta sea. Nos ha llegado desde el fin mismo de la edad en que la urgencia de volaren busca de nuevos soles ms all del nuestro, segua con vida, aunque los medios parallevar a cabo ese vuelo declinaban como fuegos moribundos. De esa poca remotaapenas se conserva un nombre, pero la recordamos todava. Antes de ella seguramentehubo otra, una poca de excavaciones, de la creacin de galeras oscuras, que ahoraest completamente olvidada.

    Sea como fuere, estaba asustado. Me ech a correr chocando a menudo contra lasparedes hasta que por fin vi una mancha de plida luz diurna y trep por un boqueteque apenas era lo bastante ancho como para mi cabeza y mis hombros.

    Me encontr subiendo por el pedestal cubierto de hielo de uno de esos antiguoscuadrantes facetados, cuyas mltiples caras indican cada una hora diferente. Sin duda laescarcha de esas edades posteriores haba penetrado en el tnel de abajo levantando loscimientos, y el pedestal haba cado de lado en un ngulo tal que podra haberse tratadode uno de sus propios gnomons que sealara el paso del breve da de invierno sobre lanieve sin manchas.

    En el verano, el espacio de alrededor haba sido un jardn, pero no como el de nuestranecrpolis, con rboles medio silvestres y ondulados prados cubiertos de hierba. Lasrosas haban crecido aqu en krteras cimentadas sobre un pavimento de mosaico. Habaestatuas de bestias que daban la espalda a las cuatro paredes del patio, con los ojosvueltos hacia el inclinado cuadrante: enormes barilambdas; arctteros, los monarcas delos osos; gliptodontes; esmilodontes con colmillos como cuchillas. Todos estaban ahora

    cubiertos de nieve. Busqu las huellas de Triskele, pero no haba estado aqu.Las paredes del patio tenan altas ventanas estrechas. No vea luz en ellas, nimovimiento alguno. Las torres lanceoladas de la Ciudadela se alzaban a cada lado, demodo que supe que no haba traspuesto los muros... Por el contrario, me pareci que meencontraba en algn lugar cercano al corazn mismo de la Ciudadela donde yo nuncahaba estado antes. Temblando de fro me acerqu a la puerta ms prxima y llam.Tena la sensacin de que podra errar para siempre en los tneles de abajo sin encontrarotro camino hacia la superficie, y si era preciso estaba resuelto a romper una de lasventanas antes de volver all. Adentro no haba sonido alguno, a pesar de que golpe conmi puo la puerta una y otra vez.

    En realidad no hay modo de describir la sensacin de estar siendo vigilado. He odo

    que la llaman un escozor en la nuca, e inclusive una impresin de ojos que flotan en laoscuridad, pero, al menos para m, no es ninguna de las dos cosas. Es algo emparentadocon una perturbacin inmotivada, junto con la sensacin de que uno no debe mirar hacia

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    atrs, porque sera cosa de tontos responder a los estmulos de una intuicin sinfundamento. Finalmente, por supuesto, uno mira. Me volv con la vaga impresin de quealguien me haba seguido por el boquete al pie del cuadrante.

    Vi en cambio a una mujer joven envuelta en pieles de pie ante una puerta al otro ladodel patio. La salud con la mano y empec a andar hacia ella (de prisa, porque tenamucho fro). Entonces ella avanz hacia m y nos encontramos en el extremo ms alejado

    del cuadrante. Me pregunt quin era y qu estaba haciendo all, y yo se lo expliqu lomejor que pude. El rostro enmarcado por el cuello de pieles, estaba exquisitamentemodelado, y el cuello mismo, el abrigo y las botas guarnecidas de piel tenan un aspectosuave y exquisito, de modo que al hablarle me sent miserablemente consciente de micamisa y mis pantalones remendados y mis zapatos embarrados.

    Me dijo que se llamaba Valeria.No tenemos a tu perro. Puedes buscarlo si no me crees.Nunca cre que lo tuvieran aqu. Slo quiero ir al lugar que me corresponde, a la

    Torre Matachina sin tener que volver a bajar.Eres muy valiente. He visto ese boquete desde que era una nia, pero nunca me

    atrev a entrar en l.

    A m me gustara entrar dije. Quiero decir, ah dentro.Ella abri la puerta por donde haba venido y me condujo hasta una sala tapizada,

    donde unas rgidas y antiguas sillas parecan tan fijas en su lugar como las estatuas en elpatio congelado. Un fuego pequeo arda en una chimenea junto a una pared. Nosacercamos y ella se quit el abrigo mientras yo tenda mis manos al calor.

    No haca fro en los tneles? pregunt.No tanto como afuera. Adems, yo estaba corriendo y no haba viento all.Entiendo. Qu raro que ascendieran al Atrio del Tiempo. Pareca ms joven que

    yo, pero haba una cualidad de antigedad en su vestido ornado de metal y en la sombrade sus cabellos negros que la haca parecer mayor que el maestro Palaemon, unahabitante de ayeres olvidados.

    As lo llamis? El Atrio del Tiempo? Por los cuadrantes, supongo.No, los cuadrantes fueron puestos all porque es as como lo llamamos. Te gustan

    las lenguas muertas? Tienen mximas. Lux dei vitae viam monsirat, eso significa: El rayodel Sol Nuevo ilumina el camino de la vida. Fehcibus brems, misens hora longa. Loshombres esperan largo tiempo la felicidad. Aspice ut aspiciar.

    Tuve que decirle con cierta vergenza que no saba otra lengua que la que hablaba, yno demasiado bien.

    Antes de partir, conversamos lo que dura la guardia de un centinela o an ms. Lafamilia de Valeria ocupaba estas torres. Al principio haban esperado partir con el autarcade entonces, despus haban esperado porque no haba para ellos otra cosa que esperar.

    Haban dado muchos castellanos a la Ciudadela, pero el ltimo haba muertogeneraciones atrs; eran pobres ahora, y las torres estaban en ruinas. Valeria nuncahaba dejado las plantas inferiores.

    La construccin de algunas torres era ms slida que la de otras dije. El Torrende las Brujas est deteriorado tambin por dentro.

    Existe realmente un lugar semejante? Mi nodriza me hablaba de l cuando yo erapequea, para asustarme, pero yo crea que slo se trataba de un cuento. Tambin sedeca que haba una Torre del Tormento, donde todos los que entraban moran en mediode la ms terrible agona.

    Le dije que, por lo menos eso, era una fbula.Los grandes das de estas torres son ms fabulosos para m replic. Ninguno de

    los de mi sangre alza ahora una espada contra los enemigos de la Cosa Pblica o sirvede rehn en la Fuente de las Orqudeas.

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    Tal vez convoque pronto a alguna de tus hermanas dije, porque por alguna raznno quera pensar que la llamaran a ella.

    Yo soy todas las hermanas de mi estirpe respondi. Y todos los hijos.Un viejo sirviente nos trajo t y galletas duras. No verdadero t, sino el mate del norte,

    que algunas veces damos a nuestros clientes por ser tan barato.Valeria sonri.

    Ya ves, has encontrado aqu cierta comodidad. Te preocupa tu pobre perro porquees tullido. Pero quiz tambin l haya encontrado hospitalidad. T lo amas, de modo quetambin otro puede amarlo. T lo amas, de modo que puedes amar a otro. Estuve deacuerdo, pero interiormente pens que jams tendra otro perro, lo que result cierto.

    No volv a ver a Triskele casi por una semana. Entonces un da en que yo llevaba unacarta a la barbicana, vino hacia m saltando. Haba aprendido a correr con una nica patadelantera como un acrbata que se sostiene en equilibrio sobre un baln dorado.

    Mientras dur la nieve, lo vea una o dos veces al mes. Nunca supe a quin habaencontrado, quin le daba de comer y lo cuidaba, pero me gusta pensar que fue alguienque se lo llev consigo en primavera, tal vez al norte, a las ciudades de tiendas y lascampaas entre los montes.

    V - El restaurador de cuadros y otros

    La Fiesta de la Sagrada Katharine es el da ms grande para nuestro gremio, el festivalen que se nos recuerda nuestra heredad, el momento en que los oficiales se conviertenen maestros (si alguna vez lo logran) y en que los aprendices se convierten en oficiales.Dejar la descripcin de las ceremonias de ese da hasta que tenga ocasin de contar mipropia elevacin; pero el ao en que transcurre mi relato, el ao de la pelea junto a latumba, Drotte y Roche fueron elevados, dejndome a m capitanear a los aprendices.

    Hasta que el ritual estuvo casi terminado no me fue impuesto el peso total de ese oficio.Estaba sentado en la capilla en ruinas gozando del espectculo y slo consciente (de lamisma forma placentera en que prevea la fiesta) de que estara por encima de los demscuando todo hubiera terminado.

    Poco a poco, sin embargo, un sentimiento de inquietud se fue apoderando de m. Mesent desdichado antes de darme cuenta de que ya no era feliz, y abrumado por laresponsabilidad cuando an no entenda del todo que la tena. Recordaba lo mucho quele haba costado a Drotte mantenernos en orden. Ahora yo tendra que hacerlo sin contarcon su fuerza, y sin nadie que fuera para m lo que Roche haba sido para l: un tenientede su misma edad. Cuando el cntico final se silenci y el maestro Gurloes y el maestroPalaemon, llevando mscaras ornamentadas de oro, atravesaron la puerta con paso lentoy el viejo oficial hubo alzado a Drotte y Roche, los nuevos oficiales, sobre los hombros

    (buscando ya en los bolsillos de sus cinturones los fuegos de artificio que haran estallarfuera) ya me haba puesto rgido y aun haba llegado a imaginar un plan rudimentario.Nosotros los aprendices debamos servir en la fiesta y, antes de hacerlo, debamos

    quitarnos las ropas relativamente nuevas y limpias que nos haban dado para laceremonia. Despus de que el ltimo cohete hubo estallado, y los marineros, en su gestoanual de amistad, hubieron desgarrado el cielo con el can ceremonial en el TorrenGrande, orden a mis subordinados que ya empezaban a mirarme con resentimiento oas me lo pareci que volvieran a nuestro dormitorio, cerr la puerta y puse un camastrocontra ella.

    Eata era el mayor exceptundome a m, y por fortuna yo haba sido lo bastanteamistoso en el pasado como para que no sospechara nada hasta que fue demasiado

    tarde para que opusiera resistencia. Lo cog por la garganta y le golpe la cabeza variasveces contra el tabique; luego le pate los pies hasta que por fin cay.Pues bien le dije, sers mi segundo? Responde.

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    No poda hablar, pero asinti con la cabeza.Bien. Yo me las ver con Timn. T ocpate del que le sigue en tamao.En el tiempo que lleva respirar cien veces (y, por cierto, con mucha rapidez), los

    muchachos haban sido sometidos a fuerza de patadas. Transcurrieron tres semanasantes de que alguno se atreviera a desobedecerme, y no hubo rebeliones en masa, sloalgn capricho individual.

    Como capitn de aprendices, tena nuevas funciones, y tambin ms libertad de la quehaba gozado nunca. Yo era el que vigilaba que los oficiales de turno recibieran la comidacaliente, y el que supervisaba a los muchachos que se afanaban bajo las pilas de fuentesdestinadas a nuestros clientes. En la cocina diriga las tareas de los que tena a mi cargo,y en el aula les daba instruccin acerca de sus estudios; con mayor frecuencia que antes,se me encomendaba llevar mensajes a lugares lejanos de la Ciudadela y aun, en reducidaproporcin, la conduccin de los asuntos del gremio. Me familiaric con todos los caminosy con muchos rincones poco frecuentados: graneros con altos arcones y gatosdemonacos; terraplenes barridos por el viento que dominaban gangrenosos barriosmiserables; y la pinacoteca, con su gran corredor cubierto por un techo abovedado de

    ladrillos horadado por ventanas, con el suelo de lajas salpicado de alfombras, y limitadopor paredes en las que se abra un sinnmero de arcos oscuros en una hilera de cmarascubiertas como lo estaba el mismo corredor de innumerables cuadros.

    Muchos eran tan viejos y estaban tan oscurecidos por el humo que yo no podadistinguir las figuras, y haba otros cuyo significado no poda adivinar: un bailarn cuyasalas parecan sanguijuelas; una mujer de aspecto taciturno sentada bajo una cmaramortuoria, con una daga de doble hoja en la mano. Un da, despus de haber caminadopor lo menos una legua entre estas pinturas enigmticas, me encontr con un viejo subidoa una alta escalera. Quera preguntarle por el camino, pero pareca tan absorto en sutrabajo, que dud en distraerlo.

    El cuadro que estaba limpiando, mostraba una figura con armadura de pie en unpaisaje desolado. No tena armas, pero sostena un cayado al que estaba sujeto unextrao estandarte rgido. El visor del yelmo de la figura era de oro, y no tena ningunaabertura para la visin o la ventilacin; en su superficie pulida slo se vea reflejado eldesierto mortal.

    Este guerrero de un mundo muerto me impresion profundamente, aunque no sabradecir por qu, ni qu especie de emocin era la que senta. De algn modo oscuro,deseaba bajar el cuadro y llevrmelo... no a nuestra necrpolis, sino a uno de esosbosques de montaa de los que nuestra necrpolis era (ya entonces poda darme cuenta)una imagen idealizada, aunque viciada. Debera encontrarse entre rboles, el borde delmarco descansando sobre hierba joven.

    ...y as dijo una voz detrs de m huyeron todos. Vodalus logr lo que habavenido a hacer, ya ves.Usted! exclam el otro de repente. Qu est naciendo aqu?Me volv y vi a dos armgeros vestidos con sus brillantes ropas, tan parecidas a las de

    los exultantes.Tengo un mensaje para el archivista dije, y tend el sobre.Muy bien dijo el armgero que me haba hablado. Conoce el sitio donde se

    encuentran los archivos?Estaba por preguntrselo, sieur.Entonces no es usted el mensajero adecuado para llevar la carta, no es as?

    Entrguemela, se la dar a un paje.

    No puedo, sieur. Mi misin consiste en entregarla.El otro armgero dijo: No es necesario que seas tan duro con este joven, Racho.No sabes lo que es, no es cierto?

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    Lo sabes t?El que se llamaba Racho asinti con la cabeza.De qu parte de la Ciudadela es usted, mensajero?De la Torre Matachina. El maestro Gurloes me enva al archivista.La cara del otro armgero se puso tensa.Usted es un torturador, entonces.

    Slo un aprendiz, sieur.No me asombra entonces que mi amigo no quiera verlo siquiera. Siga la galerahasta la tercera puerta, doble y siga adelante unos cien pasos, suba la escalera hasta elsegundo rellano y tome por el corredor del sur hasta las puertas dobles que hay en elextremo.

    Gracias dije, y di un paso en la direccin que me haba indicado.Aguarde. Si va ahora, tendremos que soportar verlo.Me dara igual tenerlo delante o detrs de m agreg Racho.Esper sin embargo, con una mano apoyada en el pie de la escalera, a que los dos

    doblaran por una esquina.Como uno de esos amigos semiespirituales que en sueos nos hablan desde las

    nubes, el viejo dijo: De modo que es usted un torturador, no es as? Sabe, yo jamshe estado en ese sitio.

    Tena una mirada dbil, y me recordaba la de las tortugas que a veces asustbamos enlas orillas de Gyoll; la punta de la nariz le tocaba prcticamente la barbilla.

    En efecto, no lo he visto nunca all dije con cortesa.Nada que temer ahora. Qu podran hacer con un hombre como yo? El corazn se

    me detendra as! Dej caer la esponja en el cubo e intent castaetear los dedosmojados, sin obtener sonido alguno. Aunque s dnde se encuentra. Detrs del Torrende las Brujas. No es eso correcto?

    S dije, un tanto sorprendido de que las brujas fueran mejor conocidas quenosotros.

    Pens que as era. Aunque nunca nadie habla de eso. Usted est enfadado por lo deesos dos armgeros y no lo culpo. Pero tendra que conocer el caso de estas gentes. Sesupone que se parecen a los exultantes, pero no es as. Tienen miedo de morir, tienenmiedo de lastimar, y tienen miedo de que eso se note. Es duro para ellos.

    Deberan ser eliminados dije. Vodalus los mandara a excavar en las minas. Noson ms que vestigios de alguna edad pasada... Qu ayuda pueden procurar al mundo?

    El viejo levant la cabeza.Vaya! para empezar qu ayuda han procurado? Lo sabe usted?Cuando admit que no lo saba, baj por la escalera como un mono envejecido, todo

    brazos y piernas y un cuello arrugado; tena las manos largas como mis pies, y unas

    venas azules le surcaban los dedos nudosos.Soy Rudesind, el conservador del museo. Supongo que conoce al viejo Ultan. No,desde luego que no. Si lo conociera, sabra el camino a la biblioteca.

    Nunca antes haba estado en esta parte de la Ciudadela dije.Que nunca ha estado aqu? Pero si es la parte mejor! Arte, msica y libros.

    Tenemos un Fechin aqu en el que aparecen tres muchachas vistiendo a otra con florestan reales que uno espera que salgan abejas de ellas. Tambin un Quartillosa. Ya no espopular Quartillosa, si no, no lo tendramos aqu. Pero en su tiempo fue mejor dibujanteque los manchadores y embadurnadores que tanto gustan hoy. Recibimos lo que la CasaAbsoluta no quiere sabe? Eso significa que recibimos los viejos, que generalmente sonlos mejores. Llegan aqu sucios por haber estado tanto tiempo colgados, y yo los limpio. A

    veces vuelvo a limpiarlos despus de tenerlos colgados aqu algn tiempo. Aqu tenemosun Fechin. Es cierto! O ste, por ejemplo. Le gusta?Pareci menos peligroso decir que s.

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    En este caso, por tercera vez. Cuando yo era un recin llegado, fui aprendiz del viejoBranwallader y l me ense cmo limpiar. ste fue el que us, porque dijo que no valanada. Empez por aqu, por este rincn. Cuando hubo completado un espacio como elque puede cubrir una mano, me lo entreg y yo hice el resto. Mi esposa todava vivacuando volv a limpiarlo.

    Eso fue al poco tiempo de que naciera nuestra segunda hija. No estaba todava tan

    oscuro, pero haba cosas en mi mente y quera tener algo que hacer. Hoy se me ocurrilimpiarlo otra vez. Y lo necesita... ve qu bonito queda brillante? All sale otra vez el Urthazul por sobre el hombro, fresco como los peces del Autarca.

    Iodo este tiempo Vodalus resonaba en mi mente como un eco. Tena la certeza de queel viejo haba bajado de la escalera slo porque yo lo haba mencionado, y querainterrogarlo acerca de l. Pero por ms que lo intentaba, no saba cmo llevar laconversacin hasta este punto. Despus de haber guardado silencio un instante ms, ytemiendo que l volviera a subir a la escalera para seguir con la limpieza del cuadro, seme ocurri decir:

    sa es la luna? Me haban dicho que es ms frtil.S, ahora lo es. Pero esto fue hecho antes de que la irrigaran. Ve ese gris

    parduzco? Ahora es verde. No pareca tan grande... porque no estaba tan cerca, eso es loque el viejo Branwallader sola decir. Ahora hay suficientes rboles como para esconder aNilammon, como dice el refrn.

    Aprovech la oportunidad: O a Vodalus.Rudesind ri tembloroso.O a l, en efecto. Los suyos deben estar frotndose las manos mientras lo esperan.

    Tienen planeada alguna cosa en especial?Si el gremio tena tormentos particulares reservados para individuos especficos, yo

    nada saba de ellos; pero intent parecer informado, as que dije: Pensaremos en algo.Supongo que lo harn. Sin embargo, hace un tiempo pensaba que estaban de su

    lado. Pero si se esconde en los Bosques de Lune tendrn que esperar. Rudesind mirel cuadro con obvia complacencia antes de volverse hacia m. Me olvidaba. Usted debevisitar a nuestro maestro Ultan. Vuelva al arco por donde vino...

    Conozco el camino dije. El armgero me lo indic.El viejo conservador desech esas instrucciones con un bufido de aliento cido.Esas indicaciones slo lo conduciran a la Sala de Lectura. Desde all le llevara lo

    que dura una guardia llegar hasta Ultan, y esto si alguna vez lo logra. No, vuelva a esearco. Atraviselo, dirjase hasta el extremo de la gran sala que hay all y baje lasescaleras. Llegar a una puerta cerrada... golpee hasta que alguien lo haga pasar. se esel fondo de las estanteras, y all es donde tiene Ultan su estudio.

    Como Rudesind estaba mirando, hice lo que me deca, aunque no me gustaba lo de la

    puerta cerrada, y las escaleras que bajaban sugeran que tal vez me encontrara cerca deaquellos antiguos tneles por donde me haba extraviado buscando a Triskele.Me senta mucho menos confiado que en los lugares conocidos de la Ciudadela.Tiempo despus supe que el tamao de la Ciudadela inspira una mezcla de respeto y

    temor a los forasteros que la visitan; pero es slo una mota de polvo en la ciudad que seextiende alrededor, y nosotros, los que vivimos dentro de la muralla gris y hemosaprendido los nombres y las relaciones de todas las seales necesarias para orientarnos,nos sentimos perturbados cuando nos encontramos lejos de los pasajes familiares.

    As me senta yo mientras atravesaba el arco que el viejo me haba indicado. Como elresto de la sala abovedada, era de sombros ladrillos rojizos, pero estaba sostenido pordos pilares con capiteles que tenan labrados rostros de durmientes; los labios silenciosos

    y los ojos cerrados y plidos me parecieron ms terribles que las mscaras agonizantespintadas en el metal de nuestra propia torre.

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    Cada cuadro del otro cuarto contena un libro. A veces eran muchos o evidentes, otrosera necesario examinarlos un buen rato antes de descubrir el ngulo de unaencuadernacin asomando por el bolsillo de las faldas de una mujer, o advertir que algncarrete extraamente trabajado, devanaba palabras como una hebra.

    La escalera era de peldaos estrechos y empinados, y careca de barandilla; seretorca al descender, de modo que yo no haba bajado ms de treinta escalones cuando

    la luz del cuarto de arriba qued casi interrumpida. Por fin tuve que tender las manoshacia delante por miedo a romperme la cabeza contra la puerta.Mis dedos no la encontraban. En cambio los peldaos terminaron (casi ca al intentar

    bajar uno que no exista) y tuve que andar a tientas en total oscuridad por un sueloirregular.

    Quin est all? pregunt una voz. Resonaba de un modo extrao, como el taidode una campana en el interior de una caverna.

    VI - El maestro de los conservadores

    Quin est all? repiti el eco en la oscuridad. Con tanta osada como pude