La Sociología (Rural)
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Título: “De la Sociología (Rural) y su incursión en la agenda del desarrollo”.
Nombre: Raul Anthony Olmedo Neri
Correo: [email protected]
Cuenta Edu.academia
Universidad: Departamento de Sociología Rural, Universidad Autónoma Chapingo.
Día tras día los campesinos
hacen suspirar a los economistas,
sudar a los políticos y maldecir
a los estrategas, al derrotar
sus planes y profecías
por todo el mundo.
Teodor Shanin
Introducción.
Es cierto que la Sociología (Rural) ha tenido problemas de conocimiento y
reconocimiento en América Latina, especialmente por su campo de estudio y
ejecución que en ocasiones parece ambiguo y en otras se da por el hecho de su
‘relevancia’ dentro de las ciencias sociales. Más de un sociólogo (rural) se ha
enfrentado a la pregunta sobre la utilidad de su carrera o qué es lo que hacen los
egresados de la misma.
Es por ello que el presente trabajo tiene como propósito fundamental delinear las
características particulares de esta ciencia a la par de una asociación aplicativa en
el seno del estudio sobre el desarrollo de la sociedad rural dentro de México. Lo
anterior se presenta como el campo ad hoc de la Sociología Rural, vista ésta como
una especialización de la Sociología, por lo que en este intento de la explicación-
aplicación se pretende dar, si no las aseveraciones a las preguntas que se
realizan a esta ciencia social, sí las características teórico-prácticas de la misma y
su relevancia en la sociedad actual.
La Sociología ayer y hoy.
La Sociología comienza a vislumbrarse desde los intentos de Comte para
consolidar una ciencia social que estuviera apartada de las especulaciones
filosóficas y metafísicas que, según él, la alejaban de su integración al mundo
científico donde se encontraba la biología, la física, la química y las matemáticas.
Bajo esta tendencia, Comte le asignó el carácter positivo a la Sociología
confiriéndole su cientificidad; este carácter “implicaba una educación del hombre,
para que tomase una actitud positiva respecto al estado de cosas existente”
(Marcuse, 1994, p. 319). En este primer intento, la Sociología positivista así
definida como la ciencia que tenía como objeto a la sociedad se independiza de la
‘teoría social’ de ese momento –que no era otra cosa más que los fundamentos de
la producción material bajo las posturas de la economía política como directrices
para alcanzar la felicidad humana–, pero a la par de esta independencia se da
paso a la delimitación de su campo de estudio y los fines de la misma –razón que
la vuelve hasta cierto punto como una ciencia de acciones e investigaciones
teleológicas, algo contrario a su origen– ya que “se limitará a los hechos del orden
social existente y, aunque sin rechazar la necesidad de la corrección y el
mejoramiento, excluirá todo impulso que tienda a derrocar o a negar este orden.
Como resultado de esto, el interés conceptual de la sociología positiva será
apologético y justificador” (Marcuse, 1994, p. 332).
Así la Sociología en este periodo se encuentra como una ciencia productora (a
partir de los conceptos que genera) y reproductora (utilizando el estado actual de
las cosas) del statu quo. Es entonces como esta ciencia tiende a justificar el hecho
de facto e inhibe la posibilidad de los individuos en cambiar ese estado de cosas
debido a que ése representa el máximo estadio (el positivista) de la evolución
humana y bajo el cual sólo mediante el orden, el progreso y el amor se alcanzaría
la felicidad humana y de convertirla en el ser supremo (être supréme).
Con el devenir del desarrollo sociológico y las diferentes posturas encaminadas al
cambio social a través del individuo capaz de modificar las estructuras que él
mismo producía y reproducía, la Sociología fue resarciendo su ‘comienzo
obscuro’, pasando por corrientes naturales como la de Spencer y otras críticas
como en la Escuela de Frankfurt para llegar a nuevos campos de investigación
como los propuestos por Luhmann, Habermas, Castells y otros. A partir de este
nueva tendencia, la “Sociología se convierte par excellence en una ciencia de la
crisis, que se ocupa ante todo de los aspectos anómicos de la disolución de los
sistemas sociales tradicionales y de la formación de los modernos” (Habermas
1971, citado en Habermas, 1999, p. 19).
Partimos de una nueva definción de la Sociología, esta vez ya no como una
ciencia específica, sino por el contrario una ciencia que asume un aspecto de
transformación; bajo este nuevo enfoque se dilucidan otros aspectos relacionados
a la sociedad. Las otras ciencias sociales se desarrollaron bajo diferentes
particularidades que las fueron convirtiendo en subsistemas sociales (Habermas,
1999) y que a la vez dejaron cuestiones de investigación que la Sociología hoy
como ciencia asume. Tanto la Ciencia Política como la Economía se han vuelto,
en su afán de desarrollo, en ciencias especializadas que han perdido de vista las
implicaciones de sus acciones dentro del contexto más amplio, esto es la
sociedad.
Por ello, hoy la Sociología se convierte en la ciencia que abarca los subsistemas
sociales dentro del seno de las transformaciones que se permean por una
confluencia de factores directos e indirectos postulados dentro del desarrollo de la
humanidad. Esto implica el análisis crítico del desarrollo de los grupos sociales y
las consecuencias y beneficios que se generan a partir de los mismos (tomando el
plano discursivo, ideológico, económico, político, cultural, etc.).
La Sociología Rural en perspectiva.
Una vez mostrado el panorama actual de la Sociología, es necesario mostrar su
relevancia dentro del caso latinoamericano; surge para este caso específicamente
el problema del desarrollo y el papel del Estado y la sociedad a partir de las
tendencias del sistema económico predominante que influye de lleno en el
contienente de diferentes maneras. Si bien es cierto que el continente constituye
en gran medida el lugar de los países en ‘vías de desarrollo’, también es cierto que
aún hoy bajo la modernidad existen particularidades que resultan un impedimento
para los gobiernos nacionales y las empresas trasnacionales en el afán de un
crecimiento económico.
Bajo las condiciones de crecimiento y desarrollo –que desde ahora hacemos la
diferenciación conceptual que esto implica debido a que “cuando algo crece se
hace cuantitativamente más grande; cuando se desarrolla, se hace
cualitativamente mejor o, al menos, diferente” (Meadows & al, 1972, p. 22)– en
nuestro continente y a nivel mundial, la Sociología se va encaminando en la crítica
del sistema a partir de las implicaciones que tiene éste sobre los diferentes grupos
sociales que convergen dentro del espacio lationamericano. En este caso, la
ruralidad se convierte en un campo relevante dentro del continente no sólo como
campo de acción, sino como de influencia y determinación de aspectos
económicos, sociales y culturales que se ven en choque con los intereses
capitalistas.
Así, la Sociolgía Rural, vista como una extensión especializada de la Sociología,
entra en el campo de acción dentro del proceso de transformación y resistencia en
los dos niveles sociológicos (el macro y el micro) donde la ruralidad se ve influida.
La Sociología Rural tiene sus primeros inicios en Estados Unidos en 1921 –
aunque existen investigaciones que comienzan a entrever la situación del campo y
sus integrantes desde 1918 en New York con la obra Rural Life– por la
constitución de la sección de Sociología Rural en la American Sociological Society;
“este concepto nació en el ámbito de intereses científicos que gravitaban en torno
a la enseñanza y a la investigación más propias de las llamadas ciencias agrarias,
y en modo particular de la economía agraria” (Marselli s/f citado en Benvenuti,
1971, p. 1066). Es hasta 1957 cuando comienza a verse este concepto dentro del
espectro europeo y sobre todo de las formas en que ésta nueva especialización de
la Sociología podía ayudar a la ruralidad norteamericana y europea; aquí entramos
en la utilidad tanto de la Sociología como de su especilización –y en este sentido
debemos mencionar que la especialización al ser una rama del todo es por
inferencia una parte que conoce a éste y más allá, en este caso el mundo en la
que se engloba; “un sociólogo rural es ante todo un buen sociólogo” (FAO 1965
citado en Benvenuti, 1971)–. La formación en Sociología Rural, en contraposición
con las otras especialidades de la Sociología, se enfoca no sólo en el
conocimiento y la utilización de las herramientas metodológicas de la Sociología,
sino que se relaciona con una serie de enfoques que implican en una formación
más amplia respecto a las necesidades de abordaje de la propia ruralidad, vista
como un campo de trabajo tan complejo que más allá de ser la contraposición de
la Ciudad, con la cual tiene relación de dependencia mutua, subordinación y
transformación, es una zona que se identifica por oposición tanto estuctural como
económica, histórica y política de la modernidad establecida a través de la
industrialización y su desarrollo como signo de modernidad, progreso y bienestar.
Así el sociólogo rural no sólo conlleva la formación teórica-metodológica que le
aporta la Sociología general, sino que adquiere los conocimientos prácticos en
relación a las actividades rurales de producción (agropecuaria), organización
(cooperativismo, cuestión agraria), identificación (histórica, étnica) y movilización
(reinvidicación cultural). Todo con el fin de entender, comprehender y proponer
soluciones que permitan a este sector desarrollarse a la par de los conflictos e
intereses externos de la ruralidad.
Aplicación sociológica en el nivel macro.
América Latina ha tenido una historia peculiar especialmente en el siglo XX, donde
los movimientos insurgentes, muchas veces combatidos con contrarrevoluciones
ajenas venidas de Estados Unidos y del bloque que en su momento defendió y
que actualmente es el expandido y ejecutado, marcaron de una manera peculiar la
construcción del Estado y de su sociedad (como antecedentes a las dictaduras o
golpes de Estado llevado a lo largo del continente). No obstante es a partir de
finales de los setentas y principios de los ochenta cuando los diferentes países
latinos se ven forzados a una serie de préstamos ante organismos internacionales
(Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) y privados (los tres bancos con
los cuales el contiente tiene mayor deuda son el Citibank, el Chase Manhattan y el
Bank of America) que piden garantías de pago ante el préstamo solicitado que se
ven reflejado en cortes al gasto público, eliminación de tarifas arancelarias y
reformas económicas con el fin de abrirse a la economía mundial y en este
aspecto ser integrados a la globalización (Mariña, 1979; Bauman, 2010; Olmedo
Neri, 2014).
Estos préstamos se dan en un marco de la decadencia de modelos desarrollo
como el de sustitución de importaciones y el estabilizador macroeconómico para
dar paso a las reformas de corte neoliberal que comienzan a vislumbrarse en toda
la década denominada como la ‘perdida’ (los años ochenta). “La deuda obedece a
razones de necesidad económica, pero también está subordinada a la capacidad
política de los gobiernos, o a la presión que los grupos económicos interesados
puedan ejercer efectivamente” (Labarca, 1979, p. 109), cuyo caso fue una
capacidad política de oposición nula a los intereses usureros. Bajo esta tendencia
los países latinoamericanos fueron integrados al sistema globalizador aunado a
que en algunos de ellos comenzaron a preverse gobiernos políticamente
congruentes con el sistema neoliberal que permearon en un constante ingreso de
empresas y de discursos bajo los cuales se pregonaba el desarrollo y crecimiento
económico como elementos insoslayables del bienestar social.
Bajo este discurso y esta situación, la ruralidad comienza a ser transformada e
influida por las relaciones capitalistas ya no nacionales, sino internacionales por un
lado, y la reestructuración de las actividades grupales a través del discurso y
aplicación de la sostenibilidad o sustentabilidad que viene desde los países
desarrollados. Este tipo de acciones tanto en el plano de ejecución como en el
discursivo-teórico son los campos donde la Sociología Rural en particular y la
Sociología en general tienen su función práctica.
En la dinámica de producción capitalista neoliberal implantado y expandido en las
economías latinoamericanas se dio de manera particular un guerra contra natura
que “se expresa por supuesto en una guerra malthusiana contra los pobres, pues
así el dominio aspira a ser total y global; supone a la vez la guerra Norte-Sur,
hasta ahora aparentemente pacífica, pero es la base sustentadora de una
verdadera Cuarta Guerra Mundial (ya que la Tercera fue la Guerra Fría)” (Torres
Carral, 2006, p. 98). Es extrema por la función que ejerce sobre las áreas
naturales y zonas rurales que son lugares donde se concentra la pobreza y donde
hay que ‘activar la economía’; es así como desde el punto de vista práctico se
generan ‘alternativas’ de producción agrícola y pecuaria que tienden a secularizar
a la ruralidad a partir de la distorsión de los integrantes de la misma y su proceso
de transformación y modernización a través de la tecnificación y redirección de los
procesos productivos hacia la producción para la venta y no para el consumo
(elemento característico de las zonas rurales y peculiares en los grupos bajo la
categoría de ‘campesinado’). Estos procesos sin embargo, tienen el problema de
sólo enfocarse en el ámbito económico, dejando de lado toda la percepción
histórico-cultural de los diferentes grupos. Un caso que comienza a reproducirse
en las comunidades rurales es la cada vez más conformación de organizaciones
sociales (SSS, Cooperativas, Asociaciones Civiles, etc) –esto no implica que
dichas organizaciones realmente generen capital social– que ofrecen servicios
ecoturísticos o de turismo rural para la gente de la ciudad, es decir, son servicios
que de manera económica generan ingresos para los integrantes de las
comunidades, sin embargo esto reviste una mercantilización no sólo de la
naturaleza sino de su cultura y por ende, de su forma de vivir. Se le ha conferido a
la ruralidad como un espacio que debe saber vender su rusticidad, su retraso
como una forma de recuerdo sobre lo que en algún momento los habitantes de la
ciudad tuvieron.
Desde el punto de vista teórico, bajo la producción capitalista, el proceso de
acumulación de capital se introduce en el sector rural y el natural a través de la
extracción de recursos naturales para su tranformación industrial, no obstante en
este proceso de extracción y producción se vislubra un desequilibrio que se
encuentra dentro del campo de la destrucción natural debido a un desfase entre
los ciclos naturales y el ciclo de acumulación (dinerario, productivo y mercantil); los
primeros son más lentos que los segundos y por ende se establece una relación
de depredación más que de complementariedad. “En suma, la esencia de un
paradigma rural prevaleciente hasta ahora radica, en última instancia, en el
saqueo de recursos de todo tipo y en la destrucción de su potencial productivo”
(Torres Carral, 2012, p. 62).
Así el propio sistema de producción, alentado por una relación de consumismo
exacerbado en fin de conseguir la felicidad humana a través de la satisfacción
material (Baudrillard, 2009), se basa en un proceso de destrucción y subordinación
de la naturaleza al capital –ya no al hombre porque éste ha quedado alienado por
el propio capital– a través de la incursión del segundo en la producción agrícola y
con ello en la ruralidad.
Aplicación sociológica a nivel micro
“El deterioro de los Recursos Naturales es tal vez uno de los aspectos mas
preocupantes de la evolución del campo latinoamericano en las últimas dos
décadas” (sic) (Piñeiro, 2003, p. 31). Esta forma de deterioro, como lo hemos
analizado en el apatado anterior, se establece a partir de un proceso de
subordinación de distintos sectores hacia el capital y el sistema capitalista en
general. No obstante es necesario mencionar cuál ha sido (y cuál es) el papel de
los integrantes de la ruralidad como grupo (el campesinado) en el cual se puede
definir como la opisición al propio rumbo de la modernidad, es decir, la ciudad y
con ella la industrialización; empero esta urbanización y en especial la industria
confiere el “reflejo de una industrialización perniciosa que tiene como elementos la
existencia de la economía de guerra permanente, (…). Esta industria es inorgánica
y extensiva por convicción, aunque intensiva por conveniencia” (Torres Carral,
2003, p. 140)
Si la ruralidad se ha vinculado a lo rústico, a lo tosco, al retraso en diferentes
campos, lo cierto es que ha sido a partir de la aparente resistencia para ser
modernizados a través del modo de desarrollo, en este caso capitalista, entendido
como “una combinación paticular de la moderinidad, definida por características
generales, universales, con una forma particular de movilización de recursos
sociales, políticos y culturales para elevar a efecto la trasformación de una
sociedad” (Touraine, 1989, p. 6). Es interesante la definción sobre el ‘modo de
desarrollo’ debido a que en el caso latinoamericano y particularmente en el
mexicano se ha conferido de manera sectorial la movilización de los recursos para
la transformación de la sociedad, es decir, se ha movilizado a partir de un solo eje
(el económico) con la idea de que los demás funcionarán a partir de una especie
de reacción en cadena. He allí su fracaso. Lo cierto es que si un modelo intenta la
movilización de los recursos, éstos no pueden funcionar en la concentración de
dirección de uno de ellos, más bien es necesario hablar de un proceso integrador
en el cual el eje de movilización sea sin duda alguna el bienestar social (que es el
objetivo y no la movilización del recuso social como lo es el capital social, que es
diferente al capital humano).
El campesinado, desde la perspectiva de la Sociología Rural, se ha consolidado
como un punto medular que ha sufrido cambios importantes tanto en la teoría
como en la práctica (a pesar que los estudios sobre el campesinado tengan razón
desde Rusia en el siglo XIX con Chayanov y otros); ya sea en lo político, lo
cultural, lo social e incluso lo económico, el campesinado se presenta como un
agente, obstáculo o medio tanto positivo como negativo referente a acciones de
mayor alcance como lo es el propio sistema (Alavi, 1974). A pesar de esto, los
propios procesos externos que penetran en el campo “destruyen las
características específicas de la cultura campesina y el acercamiento y la
homogeneidad relativos a las aldeas” (Shanin, 1979, p. 13); estas características
se fundan primeramente en un lo que se ha denominado economía familiar, es
decir aquella producción agrícola para fines principalmente de autoconsumo sin
dejar de lado que aquel excedente serviría para la venta y la posterior obtención
de aquellos elementos que la familia no podría producir; aunado a esto se
encuentra una situación mayoritaria de autonomía dentro de la producción familiar.
Lo anterior constituía una relación que fue en sus inicios entendida como un
aislamiento entre las unidades campesinas que llevó a su asociación que realizó
Marx en el análisis de las unidades campesinas francesas que en su momento
sería lo constituyente de la nación “una parcela, un campesino y su familia, al lado
otra parcela, otro campesino y otra familia (…). De este modo, la gran masa de la
nación francesa está formada por simple adición de magnitudes homólogas, así
como las papas en un saco forman un costal de papas” (Marx, 1979, p. 208).
No obstante en el caso latinoamericano en general y el mexicano en el particular,
se encuentran diferencias que median más allá de los propios procesos de
integración familiar, debido a que estas estructuras se han visto modificadas por la
integración a niveles estructural-funcionalistas más amplios que intentan dar
sobrevivencia al sistema globalizador del capitalismo actual. Bajo esta medida,
han aparecido diferentes elementos que han modificado la vida del campesino y
de la campesina: en primera instancia nos encontramos con una ruptura de la
unidad familiar campesina como consecuencia de las carencias que conlleva la
vida en la ruralidad y que han hecho de la migración un factor cada vez más
presente tanto a nivel nacional (de jornaleros agrícolas) como al internacional (por
la brecha de bienestar entre países desarrollados y en vías de desarrollo que
implican la búsqueda de una calidad de vida cualitativa y cuantitativamente
diferente a la que el campo les ofrece); en segundo lugar, por consecuencia ha
sido la modificación en las relaciones de género y de distribución del trabajo en la
unidad familiar campesina que han dado un nuevo papel a la mujer en cuestiones
de acción (movilización organizacional) y representación (cuestión agraria); en
tercer lugar nos encontramos con una característica sui generis del caso
latinoamericano y es el relacionado con la concentración mayoritaria de los grupos
étnicos en la ruralidad continental –esto como un proceso de desplazamiento de la
clase étnica como consecuencia de la invasión española–; lo anterior nos lleva al
cuarto elemento, éste es la cohesión de la ruralidad a partir de una cultura
diferente a la que establece las relaciones de modificación externas; y en quinto
lugar, el inicio de movimientos alternativos que pugnan por un cambio en la
calidad de vida partiendo de lo que son y de lo que tienen para poder organizarse
en torno a lo que pretenden a partir de lo que tienen en términos sociales,
políticos, económico y ambientales, es decir ellos y ellas están creando su propio
modo de desarrollo. Un ejemplo claro son la implementación del movimiento
cooperativista en pro de la consolidación de un mercado de Economía Social y
Solidaria, la construcción de un modelo de Desarrollo compatible que tenga una
relación de complementariedad entre la naturaleza y la sociedad (y que es factible
por la visión que se tiene de la Tierra y el papel de la Humanidad), y el caso de la
Educación Campesina que intenta de alguna manera resarcir el rezago educativo
a través del diálogo y el aprendizaje a nivel horizontal para generar propuestas
alternativas que permitan mejorar su calidad de vida.
Todos y cada uno de estos elementos deben ser comprehendidos tanto en su
singularidad como en su relación con los otros, esto debe ser pertinente para la
Sociología Rural (y por ende la Sociología) no sólo en la investigación y
descripción de los mismos, sino en la aportación teórico-metodológica que permita
que estos movimientos y elementos se integren de una manera tal que el
desarrollo social se vea reflejado no sólo en la reivindicación de su identidad, sino
en la transformación de la misma en beneficio de sí mismas.
Conclusión.
A lo largo del presente trabajo se delinearon dos aspectos: el primero fue la
relevancia de la Sociología como una ciencia que tiene un campo de estudio
delimitado y a la vez abarcador de subsistemas y problemas que afectan a la
sociedad en general; bajo esta línea dilucidamos a la Sociología Rural como una
especialización de la Sociología que tiene un papel más que relevante en el
desarrollo de los grupos sociales inmersos en la ruralidad y su relación con los
diferentes elementos que se relacionan con este campo de estudio. En segundo
lugar, realizamos un ejercicio de aplicación de la Sociología Rural, la cual como
hemos mencionado tiene ante todo el antecedente teórico-práctico de la
Sociología, a través de un análisis a nivel macro-sociológico (las relaciones que
superan las estructuras sociales mínimas como lo es el sistema económico y el
proceso de integración entre los países) y micro-sociológico (que se encarga del
estudio de las estructuras básicas sociales como la familia, el trabajo, la religión,
etc) de un tema central, el Desarrollo y crecimiento de la ruralidad y de sus
integrantes.
Por otro lado, el presente trabajo dio un panorama sobre el papel de la ruralidad
en el caso latinoamericano en general y el mexicano en particular, esbozando
algunas de las características que estos casos presentan a partir del estudio de la
teoría del campesinado y a su vez caracterizando los elementos propios de la
ruralidad continental y los procesos alternativos que se están llevando a cabo en
ella y de los cuales deben ser apoyados con la investigación sociológica.
Así, consideramos que se ha dado un panorama general del papel de la
Sociología y la Sociología Rural a partir de los elementos que estudia, los retos
que presenta y las tendencias que se están dando en un campo de estudio que se
ve modificado tanto externa como internamente. Otro punto que cabe resaltar y
que se mencionó de manera implícita es la continua crítica no sólo a la práctica,
sino al discurso que se nos presenta como verdadero y eficaz y el cual tiene a
veces la intención represora que en un principio la Sociología positivista proponía;
“el lenguaje es también un medio en que se reproduce el dominio y el poder social.
Sirve a la legitimación de relaciones de poder organizado. Y en la medida en que
las legitimiaciones no declaran la relación de poder que ellas posibilitan, en la
medida en que tal relación de poder no hace sino expresarse en tales
legitimiaciones, el lenguaje es también ideológico” (Habermas, 2009, p. 257). La
lucha ideológica se presenta como una constante que es medular en la
construcción teórica sociológica, el devenir crítico sólo se consolida de esa
manera y permite de manera consecuente un diálogo continuo entre lo teorizado
desde diferentes puntos de vista, todo en pro del desarrollo de una ciencia que
poco a poco se consolida en el terreno práctico del continente.
Finalizaremos que la ruralidad, al igual que la urbanidad se entremezclan, cruzan y
en este vaivén de encuentros y conflictos se modifican para complejizar los
paradigmas; hoy se habla de rururbanización o de nueva ruralidad y nueva
urbanidad y lo menester de este tipo de avances (o retrocesos) es que siempre
estén en análisis y debate. Tal vez las ciencias sociales aún no tienen a su
‘gigante’ sobre el cual elevarse, pero a la par del desarrollo de las
transformaciones sociales, un punto único de vista y de interpretación parece, para
nuestro caso, ciertamente difícil debido a propio debate que la sociedad y su futuro
conllevan.
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