La Seducción de Los Relatos Diez Años de Critica Argentina 2004 2014

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143 CeLeHis CELEHIS–Revista del Centro de Letras Hispanoamericanas. Año 24 – Nro. 29 – Mar del Plata, ARGENTINA, 2015; pp. 143–158 __________________________________________________________________ La seducción de los relatos: diez años de crítica argentina (2004-2014) _____________________________________________________ Jorge Panesi* Universidad de Buenos Aires Resumen La caída de los estrictos modelos narratológicos estructuralistas impulsó en la crítica literaria argentina la reivindicación y el uso de procedimientos literarios tradicionales. La narración ocupa el primer lugar en las preferencias de los críticos argentinos. Aquí se analizan aspectos del discurso crítico de Josefina Ludmer, Nicolás Rosa, Beatriz Sarlo y Horacio González. También se articula esta seducción por los relatos con el contexto político argentino, apa- rentemente dividido en dos facciones irreconciliables no menos seducidas por el poder constructivo de los relatos. Palabras clave crítica literaria argentina — historia de la literatura — narración — políticas de la literatura.

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Comunicación de Jorge Panesi

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    CELEHISRevista del Centro de Letras Hispanoamericanas.Ao 24 Nro. 29 Mar del Plata, ARGENTINA, 2015; pp. 143158

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    La seduccin de los relatos: diez aos de crtica

    argentina (2004-2014)_____________________________________________________

    Jorge Panesi*Universidad de Buenos Aires

    ResumenLa cada de los estrictos modelos narratolgicos estructuralistas impuls en la crtica literaria argentina la reivindicacin y el uso de procedimientos literarios tradicionales. La narracin ocupa el primer lugar en las preferencias de los crticos argentinos. Aqu se analizan aspectos del discurso crtico de Josefina Ludmer, Nicols Rosa, Beatriz Sarlo y Horacio Gonzlez. Tambin se articula esta seduccin por los relatos con el contexto poltico argentino, apa-rentemente dividido en dos facciones irreconciliables no menos seducidas por el poder constructivo de los relatos.

    Palabras clavecrtica literaria argentina historia de la literatura narracin polticas de la literatura.

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    La seduccin de los relatos: diez aos de crtica argentina (2004-2014)

    The seduction of the stories: ten years of critical Argentina (2004-2014)

    AbstractIn Argentina, the abandonment of narratological models inspired by linguistic structuralism, produced the adoption of traditional literary procedures. The narration is in first place in the preferences of the Argentine critics. This paper examines the recent work of several authors, Josefina Ludmer, Nicholas Rosa, Beatriz Sarlo and Horacio Gonzlez. This seduction by the constructive power of the stories is present also in the political, apparently divided into two irreconcilable factions.

    KeywordsArgentina literary criticism history of literature storytelling literature policies

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    Jorge Panesi

    Reconozco cierta malicia en utilizar para la crtica li-teraria dos ideas que pertenecen a la vulgata con la que se piensa, sobre todo en el ambiente meditico, la coyuntura po-ltica argentina actual: la categora de relato (La seduccin de los relatos), e implcitamente, la de dcada que la es-trecha imaginacin de los cronistas politlogos ubica, como en un almacn de ramos generales, entre las prdidas o las ganancias. Pero se deber reconocer, ms all de la irona, que esta elptica alusin al contexto poltico, a la relacin con la poltica deliberada o tcitamente ha sido desde siempre el gran asunto de la crtica. No entrar en este escarpado desfila-dero, no porque crea que haya en nuestro campo una divisin poltica de orden partidista que nos haga empuar las armas retricas para defender posiciones irreconciliables (otra idea perezosa y omnipresente), sino porque, a pesar de las aparien-cias, esta cuestin me parece poco interesante. Las polticas en o de la literatura son como ciertos personajes que figuran en la lista de convidados a una fiesta: resultan ms exitosos y presentes, si no se los invita. Con esto quiero decir dos cosas bastante triviales: primero, que en nuestro discurso no todo es poltico, para salvaguardia de la poltica misma, y luego, que finalmente, en relacin con la crtica, la poltica es ineludible.

    Y curiosamente, la nocin de relato pas de la teo-ra literaria, la lingstica, la historiografa, las ciencias de la comunicacin o la antropologa hacia las descripciones de la politologa y los peridicos, hasta formar parte de la lucha po-ltica misma; por supuesto: para unos, la operacin que otros llaman relato recibe el ms existencial nombre de proyec-to. Convengamos que hay un aire constructivista en el uso del trmino relato: es una construccin de sucesos, accio-nes y sujetos a partir de una perspectiva determinada que or-dena lgica, temporal y causalmente series heterclitas entre s (en este caso se trata de una perspectiva poltica). El re-lato funciona como una construccin cognoscitiva, retrica y performativa: aquello que da a conocer es producido por la

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    accin del discurso mismo. Convengamos tambin que, cadas las pretensiones

    imperiales y cientificistas de la semitica o el estructuralismo (una de cuyas invenciones fue la narratologa), el discur-so terico-crtico que se ocupaba de las narraciones literarias se vio libre de volverse sobre s y sobre su objeto en busca de categoras descriptivas y explicativas que de algn modo siempre haban figurado en el repertorio de ambos. En la Ar-gentina este movimiento es claramente individualizable en el umbral de nuestro recorte (el ao 1999) con la aparicin del libro de Josefina Ludmer El cuerpo del delito,1 que es una es-pecie de apoteosis y celebracin de los relatos, pero especial-mente del relato crtico, o de la utilizacin de las narraciones como categoras para ordenar amplias secuencias histricas. El relato como instrumento de inteleccin crtico,2 pero tam-bin de liberacin metodolgica, como acabo de sugerir, y segn celebra, aliviada, Ludmer:

    es [El cuerpo del delito] una zona flotante, [] en la que me puedo mover como quiero, puedo saltar de un cuento a otro, y tambin atravesar tiempos y realidades.3

    Ludmer inaugurara algo as como el pasaje a la na-rracin de la crtica argentina contempornea (quiero decir: la crtica literaria liberada de sus propias constricciones dis-cursivas con la pretensin de ser literatura o cualquier otro discurso inclasificable); y, en su siguiente libro, Aqu Amrica Latina. Una especulacin (2010),4 difcilmente reconozca-mos los protocolos crticos tal como funcionan en el discurso universitario: es ficcin, es especulacin poltica y cultural,

    1 Josefina Ludmer, El cuerpo del delito. Un manual, Libros Perfil, Bue-nos Aires, 1999.2 El delito como instrumento crtico es uno de los subttulos de la In-troduccin a El cuerpo del delito, Cfr. Josefina Ludmer, Op. Cit., pg. 11. 3 Josefina Ludmer, Op. Cit., pg. 16.4 Josefina Ludmer, Aqu Amrica Latina. Una especulacin, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2010.

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    es un diario casi ntimo, una mezcla de gneros, pero sobre todo, es narracin.

    En El cuerpo del delito las notas, esos fetiches legitima-dores de la erudicin acadmica, se vuelven tambin relatos, cuentitos, que adquieren independencia respecto del cuerpo del libro: testimonian el uso maravillado de la biblioteca de Yale donde fueron escritas (en la terminologa de Vias sea-laran un nuevo tipo de viaje y un nuevo tipo de relato: el viaje acadmico). El cuerpo del delito tiene una dedicatoria:

    Este trabajo no es [] sino un trabajo escolar para mis queridos maestros del grupo Contorno.5

    Ser discpula de Contorno supone compartir, al menos, una tarea manifiesta o subterrnea, la de narrar otra vez, de otro modo, la historia de la literatura argentina. Un proyecto histrico totalizador que se advierte en la construccin de los relatos crticos que abarcan y relacionan distintos momentos de la literatura, la cultura y la poltica. Si el viaje es lo que permite aglutinar y al mismo tiempo discriminar etapas, suje-tos, tramas, tiempos, espacios sociales y sus luchas polticas, como ocurre en Vias, el delito cumple la misma funcin en Ludmer.

    Pero los maestros no han mezclado los gneros, han mantenido relativamente separada la obra crtica de su otro trabajo literario como autores de ficcin, poesa o teatro. Tanto David Vias como No Jitrik han escrito o tratado de escribir historias de la literatura argentina, y ambos, paralelamente, a lo largo de toda su carrera, prosiguieron escribiendo literatu-ra. Como Sartre, que dividi sus esfuerzos entre la narrativa o el teatro, por un lado, y la filosofa y la crtica literaria por otro. En la mezcla de gneros, Ludmer sigue a otro maestro, a Derrida, que no ha dividido su produccin en dos aparta-dos diferentes, sino que se ha preocupado por mantenerlos

    5 Josefina Ludmer, El cuerpo del delito. Un manual, Libros Perfil, Bue-nos Aires, 1999. Dedicatoria

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    juntos. Dos direcciones posibles, entonces, en el volverse relato de la crtica argentina durante nuestro corte temporal: seguir el camino trazado y reforzado por las instituciones (en particular la acadmica), manteniendo separados el discurso narrativo de la crtica literaria (podra citar el caso de Sylvia Molloy, Martn Kohan y Anbal Jarkowski), o bien mixturar las perspectivas en ensayos donde el discurso crtico pierde sus bordes. (Una manera discreta, no extrema, de deslizarse hacia otros campos y objetos, adems de los literarios, es la inclusin de apuntes o relatos autobiogrficos, corroborando el giro autobiogrfico de la literatura argentina del que ha-bla Alberto Giordano).6

    Este esquema o esta simplificacin no quisiera sosla-yar las mutaciones drsticas que hoy borronean la identidad de la crtica literaria, puesto que cambios estructurales ponen en duda su existencia tal como la hemos conocido. Las llama-das por Ludmer literaturas postautnomas7 que indiferen-cian segn ella realidad histrica y ficcin, por un lado, y la literatura con la realidad, por otro, presuponen la desaparicin de la crtica, su muerte, su entierro, o al menos, su agona. (Antes de publicar su ltimo libro, Aqu Amrca Latina, Lud-mer sorprende en una entrevista a su interlocutora dicindole que ya no ha[ce] crtica literaria.8 El pasaje a la narra-

    6 Alberto Giordano, El giro autobiogrfico en la literatura argentina actual, Buenos Aires, Mansalva, 2009, y Vida y obra. Otra vuelta al giro autobiogrfico, Rosario, Beatriz Viterbo, 2011.7 Josefina Ludmer, Literaturas postautnomas, en Ciberletras. Revista de crtica literaria y de cultura, Nm. 17, mayo de 2007 (http://www.lehman.edu/faculty/guinazu/ciberletras/).8 Elogio de la literatura mala, entrevista con Flavia Costa, en la Re-vista , sbado 9 de febrero de 2008. Cfr. http://edant.revistaenie.clarin.com/notas/2008/02/09/01603491.html. [] Considero que ya no hago crtica literaria. -Qu hace, entonces?. Trato de ver [] algn punto del mundo en que vivimos a travs de la literatura. Leo el modo en que la literatura construye realidad [] Y uso la literatura porque tengo en-trenamiento en eso, pero se podra ver el mundo a travs de cualquier cosa

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    cin, la dosis autobiogrfica, la experimentacin genrica, y hasta las producciones ms aferradas a las ideas convencio-nales pueden ser un sntoma de desconcierto o incertidumbre ante esas mutaciones letales. En todo caso, la narracin como instrumento resulta una extensin lgica que permite abrir los alcances de este discurso hacia dominios culturales ms extensos. Se olvida, sin embargo, que este proceso de cada, presentado como forzoso e ineluctable, tiene su contrapartida en una fuerza institucional equilibradora, la universidad, el mundo acadmico, que mantiene intactos los viejos hbitos, los protocolos y los objetos de la crtica, y que sin revolucio-nes estruendosas, y sin estremecerse, puede dar cabida a los trabajos de Ludmer.

    En el ao 2006, Nicols Rosa parece registrar este afn narrativo o el cobijo interesado que la crtica le presta al re-lato para aferrarse a otros sostenes: publica Relatos crticos: cosas animales discursos.9 Relatos crticos, ttulo que sea-la este rumbo, y algunos de los objetos casi inesperados con los que ahora el lector se tropieza. Rosa piensa en este libro en los confines de la crtica literaria y de la literatura, en sus bordes, y las zonas de pasaje: las pasiones, los instintos, los animales. Y aunque no abandona el formato tradicional, es perceptible un querer ir ms all de la crtica misma, o sacarla de s misma y obligarla a pensar otra cosa mediante el acopio de saberes dismiles. Y la narracin acude como microrrela-tos, inscripciones circunstanciales o autobiogrficas: Nicols Rosa habla de su madre, de un perro de la infancia, de una mujer santiaguea que en su casa realiza las tareas domsti-cas, de un viaje por Valencia. Insistencia del detalle cotidia-no, de la enigmtica dureza de lo real, pero al mismo tiempo, inocultable, surge el pudor ante la autobiografa, un cerco de los protocolos crticos que comienza a resquebrajarse. No es esta grieta lo que se agranda en Narraciones crticas, sino la

    9 Nicols Rosa, Relatos crticos: cosas animales discursos, Buenos Ai-res, Santiago Arcos, 2006.

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    inquietud (o el deseo) por algo que se vislumbra y a lo que se le da la bienvenida sin del todo saber qu habitaciones se le brindarn en la casa hospitalaria.

    No es entonces la narracin o los relatos sino el sn-toma de relaciones alteradas que no implicaran solamente un cambio en los lenguajes que la crtica habla y escribe, un mero cambio de piel o de formato impulsado por el tiempo, o por la renovacin impaciente que reclama la rutina. Si la gran cuestin de la crtica ha sido siempre el modo en que se relaciona con la poltica, y para ser ms especficos, con las polticas institucionales de las que depende, las alteraciones que parecen sacudirla provienen del lado de la poltica. La poltica en sus manifestaciones culturales no puede desligarse de la tcnica, de la tcnica comunicativa, de la comunicacin de masas, del accionar de los medios masivos, de la manipu-lacin del ocio y el espectculo, de la tcnica de las encuestas y del dominio de la opinin pblica. Se imbrica o se mezcla con todos esos factores que afectan y cambian las relacio-nes estables e institucionalizadas (parlamentarias, judiciales, electorales, culturales) que seguimos inercialmente conci-biendo como polticas a la vieja usanza e independientes de este compositum. Porque la poltica forma un compositum inestable, donde se mezclan realidades de todo tipo a las que hay que dominar o aprovechar, inclusive las realidades de or-den fantasmtico: es en el terreno del accionar poltico ms que en el literario (como supone Ludmer) donde ahora no se puede diferenciar entre realidad y ficcin, y no solamente por una actitud perversa, mendaz u oportunista de los agentes polticos, sino por razones constitutivas.

    Es una verdad de Perogrullo, pero conviene recordarla, que la casi la totalidad de la poltica y parte de nuestra vida cotidiana hoy da depende, se abastece de, y se tironea con los medios, forjadores de realidad y de relatos, de pequeos relatos, y desde luego, de contra-relatos que disputan la he-gemona. En la dcada de los aos setenta, y desde una pers-pectiva revolucionaria de la poca, quien ms insisti en esta

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    conjuncin, convencida de que algo cultural y polticamente determinante se jugaba con el vnculo entre los medios de comunicacin, la poltica y la crtica cultural o literaria fue Beatriz Sarlo:

    Una crtica cuyo punto de vista se reconozca dentro de una prctica poltica revolucionaria no puede [] sino privile-giar como objeto los medios masivos de comunicacin.10

    Saco a relucir estos debates del pasado porque es ya un lugar comn en los anlisis polticos actuales (y de tan co-munes, ineficaces) sostener que existe una reivindicacin de algunos aspectos ideolgicos de los aos setenta que los an-tiguos militantes, o sus herederos, extrapolan a la coyuntura contempornea (reedicin que podra considerarse parte del relato oficial). Sarlo desdea los anlisis que ponen cuan-to los funcionarios oficialistas ejecutan o dicen bajo el rtulo cmodo de relato, una categora segn ella machacada y difundida por las carreras de comunicacin y los talleres periodsticos11 Sean o no estas repeticiones histricas del revi-val revolucionario parte del llamado relato, si quisiramos hacer un balance dentro de nuestro mbito literario y aca-dmico, veramos que son tantas las reivindicaciones como las mea culpa y los arrepentimientos. Sarlo se ha empeado

    10 Beatriz Sarlo, Latinoamericana, I, 2, junio 1973, pg. 19.11 Beatriz Sarlo, Pobre angelito, en el diario Perfil, domingo 9 de noviembre de 2014, pp. 14-15. Dice al respecto de la categora relato, usada en los anlisis polticos del kirchnerismo: El relato fue pensado, en anlisis demasiado veloces, como la causa eficiente de los entusias-mos kirchneristas y se convirti en el objeto de odio de sus opositores. Tanto como un triunfo del relato fue una prueba de lo fcil que es hacer anlisis discursivos despus de que sus mtodos se difundieron masi-vamente en las carreras de comunicacin y en los talleres acadmicos de formacin periodstica. A todo tipo de discurso se lo llama relato. Todo acto de gobierno se inscribira en la esfera narrativa. Y todo relato adoctrina. Si sta fuera una ley de la ideologa, miles de nosotros debe-ramos seguir siendo catlicos despus de haber pasado por el catecismo y aprendido la vida de Cristo.

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    desde hace algn tiempo en ejercer la crtica sobre s misma como actora de esas convicciones revolucionarias setentistas. Y viene narrando con encarnizamiento, sarcasmo e irona sus cndidas y religiosas posturas polticas de otrora.

    Se me ocurri reflexionar sobre estos aspectos narrati-vos de la crtica literaria en relacin con la poltica, por una casualidad, por una coincidencia, quiz por un azar que cuan-do se manifiesta provoca un aura de misterio y despierta en los agnsticos la consiguiente efusin interpretativa, el delirio hermenutico. En este ao, 2014, casi al mismo tiempo que Beatriz Sarlo publica Viajes. De la Amazonia a las Malvinas,12 y se instala de lleno en el gnero narrativo, Horacio Gonzlez, hace lo propio y nos entrega una primera novela, Besar a la muerta.13 No s si el rtulo de crtico literario es el ms adecuado para Horacio Gonzlez, y dudo que lo acepte para s, pero admitamos lo que ya se admite en muchos coloquios y encuentros: se coloca a quienes se ocupan de temas litera-rios en la categora general de escritores, sntoma de que, en efecto, la crtica literaria se ha vuelto una actividad borrosa.

    Lo interesante, lo azarosamente interesante de esta coincidencia es que el gesto literario se da en dos escritores que representan sectores polticos opuestos, dos contendien-tes que, por otra parte, han demostrado una amable conviven-cia intelectual. En este momento ambos se han convertido en una suerte de nueva tipologa de los letrados universitarios: son intelectuales mediticos. Como el fenmeno no se limita al charme o al carisma personal, asunto sin embargo no balad para los medios, nos podramos preguntar acerca del uso de la figura del literato o del intelectual, qu plus aportan al discurso dirigido al gran pblico, o qu rdito de inventiva aportan al anlisis periodstico quienes adems de la polti-ca siguen ocupndose de literatura. Se trata de relatos, se

    12 Beatriz Sarlo, Viajes. De la Amazonia a las Malvinas, Buenos Aires, Seix Barral, 201413 Horacio Gonzlez, Besar a la muerta, Buenos Aires, Colihue, 2014.

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    les exige que construyan otra perspectiva novedosa sobre los previsibles relatos de los polticos argentinos? O son legiti-madores intelectuales, vueltas de tuerca sobre posiciones ya consolidadas? El poder y el contra poder buscan en ellos el reaseguro de un prestigio? La discusin de las respuestas excedera los lmites de esta comunicacin y mis propios l-mites.

    La casualidad, entonces, como principio. Con un agregado: Sarlo celebra en sus relatos de viaje lo casual, lo imprevisto, lo que llama fuera de programa, un salto de programa. No parece un punto a analizar polticamente, y sin embargo, es el centro de todos los relatos, la moraleja de todas las fbulas que narra: las experiencias inolvidables estn hechas de materias perfectamente casuales, pero dis-puestas de un modo que las vuelve significativas.14 Es como decir: dar entrada a lo otro, a lo inesperado, a lo azaroso, es dejar de leer el libreto ideolgico y la monserga revoluciona-ria que se cierra dogmticamente sobre el propio muro que construye. Los jvenes viajeros contestatarios del setenta via-jan con la gua Michelin, con un mapa o con un libro que adelanta intelectualmente lo que todava no se conoce ni se ha experimentado. Viajes de aprendizaje los llama Sarlo, pero sobre todo, Viajes ideolgicos como el que realiz a Bolivia y a Per llena de prevenciones: no ramos turistas. Pertenecamos a una categora imaginaria: jvenes latinoa-mericanos. [] Buscbamos Amrica Latina, un espacio y un tiempo futuros.15 En la medida en que su viaje revolucio-nario fue motivo de crnica en la revista Los libros en 1971, Sarlo apunta ahora que en ese artculo escribi una veloz sntesis de la situacin poltica en Bolivia (esto es: un sos-pechoso y apresurado resumen). Los captulos del libro que narran los viajes a la Puna, a Bolivia, a Per y a Brasil son una reescritura o una rectificacin de aquellas experiencias

    14 Beatriz Sarlo, Viajes, Op. Cit., pg. 15.15 Beatriz Sarlo, Viajes, Op. Cit., pg 78.

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    de progresismo candoroso, una desconfianza antiimperia-lista y de prisioneros de nuestra ignorancia (no habamos ledo a Benjamin, no habamos ledo La casa verde, es-tbamos sometidos a la metafsica de la presencia, escribe casi con culpa Sarlo). En este sentido, el viaje a las Malvinas que emprendi como cronista de La Nacin en 2012 puede leerse en contraste con el latinoamericanismo biempensante de los viajes juveniles (forma sistema con los viajes de mi juventud). Es el viaje contra-militante:

    Yo no estoy segura de que quiera conocer ms las islas. Y tampoco las quiero, porque quererlas me acerca peligrosa-mente al nacionalismo del que he tratado de apartarme.16

    Si el esnobismo es una de las grandes pasiones argen-tinas, como sentenciaba Borges, Sarlo abraza con conciencia neurtica esa pasin que atraviesa todos sus viajes, los pri-meros y tambin los ms cercanos, atiborrados de museos, conciertos, galeras, espectculos, quiz como acicate de la curiosidad intelectual: (practicbamos una especie de sno-bismo modernista17 dice de los primeros; voracidad ciega o snobismo hambriento, lo desesperante es que sigo haciendo lo mismo desde hace dcadas,18 confiesa sobre los ltimos). De este esnobismo queda tambin el orgullo de ser los pri-meros que aparece una y otra vez en los relatos: por empren-der un derrotero exclusivo, no turstico, como el encuentro con la tribu de los aruba, por usar unos borcegues primoro-sos, o equipararse en la ignorancia de la selva boliviana con el Che Guevara, y anticipar lo que todava no haba sido publi-cado, ese evangelio del latinoamericanismo antiimperialista, el best-seller de Eduardo Galeano.19

    16 Beatriz Sarlo, Viajes, Op. Cit., pg. 209.17 Beatriz Sarlo, Viajes, Op. Cit., pg. 16118 Beatriz Sarlo, Viajes, Op. Cit., pg.214.19 Beatriz Sarlo, Viajes, Op. Cit., pg. 133.

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    Est claro que en el nosotros de Viajes, raramente especificado (slo se destaca la figura de Alberto Sato, ex ma-rido de Sarlo), en su indeterminacin deliberada puede caber toda una generacin. No se trata de un relato, sino de una elocuente elipsis.

    El libro de Horacio Gonzlez, Besar a la muerta, se inserta en la tradicin argentina de la novela centrada en el dilogo o el intercambio intelectual, en la lnea de Leopoldo Marechal, Julio Cortzar o Ricardo Piglia. Una tradicin que habra que llamar novela charlada, o mejor an puesto que tambin aqu est en juego la cultura popular, novela cha-muyada (no haban sido sepultadas en el polvo literario del pasado las novelas conversacionales?20 se pregunta el transcriptor en la primera frase del texto). Un cura prepara un asado al que asisten otro cura que ha abandonado el sa-cerdocio, y un profesor especialista en Max Weber, que p-treamente se llama Rupestre (Rupestre dice con borgiano equvoco referencial el narrador de la novela soy yo21). Por supuesto, como Gonzlez, el profesor Rupestre dicta clases en la Facultad de Ciencias Sociales, una facultad tomada por los alumnos. El acento est puesto en lo que Gonzlez llama la liturgia peronista (el peronismo es todo liturgia dice el narrador), en este caso, una carta del confesor de Eva Duar-te, Hernn Bentez, a la hermana de Eva, Blanca Duarte.22 El dilogo que se mantiene a lo largo del asado nocturno se centra en dos misterios contenidos en la carta: la aquiescencia de Pern ante la leve orden del Padre Bentez para que bese a la muerta, y un dolor secreto (hay que entender: espiritual) de Eva que slo conocen el confesor y las hermanas.

    20 Horacio Gonzlez, Besar a la muerta, Op. Cit., pg. 11.21 Horacio Gonzlez, Besar a la muerta, Op. Cit., pg.22 Cfr. Hernn Bentez-Norberto Galasso, Yo fui el confesor de Eva Pe-rn: Conversaciones con el padre Hernn Bentez, Buenos Aires, Homo Sapiens Ediciones, 1999.

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    Ese es el esqueleto narrativo, pero la novela de Gon-zlez es tambin una humorada y una reflexin no slo sobre la liturgia o la cultura peronista, sino tambin una reflexin sobre la cultura popular argentina en general y sobre su len-guaje. El discurso narrativo se vuelve sobre s mismo y sobre los usos de las palabras y las expresiones idiomticas. Gon-zlez elige elementos de la cultura popular o meditica que han quedado grabados en la memoria, como la imagen de-solada de aquel supermercadista chino ante el despojo de los vndalos que se vio en la televisin durante los disturbios de diciembre de 2001. A partir de este drama, la novela rescata al personaje y lo entromete en una farsa en la que no falta la odontologa mstica ni la recepcin en la Facultad de Sociales a cargo de los estudiantes durante la toma.

    Estas humoradas y farsas de la novela que se asientan en sucesos histricos difuminados o mediados por el humor y la charla son la veta poltica de la novela. Por qu? Preci-samente por la disolucin de los conflictos que la historia o la trama poltica ha creado. Sobre ese material conflictivo, la mirada que predomina es bonachona e instalada en la com-placencia. Un ejemplo en el que un anti-hroe histrico se transmuta milagrosamente en hroe es Nstor Kirchner:

    El gobierno de la poca la poca que le era contempor-nea a este asado haba asumido sorpresivamente el poder con un partido que se llamaba Frente para la autocrtica y transformacin victoriosa [], pretenda heredar las me-jores tradiciones del movimiento nacional popular y de la izquierda. Su orientador era una figura hasta ese momento desconocida, un oscuro gobernador de provincias que haba permanecido muchos aos en las filas conservadoras [], incluso dentro de las que seran acusadas de vender al pas, pero luego de su inesperada eleccin asumira un pro-grama que llam de centro-izquierda y emple la sugerente

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    palabra diezmada [] parara referirse a su generacin.23

    Sera muy fcil decir que a la mirada condescendiente de uno se le opone la mirada crispada de la otra, y ver en esas posiciones el poder y el contrapoder. Prefiero subrayar lo que para m formara una trama abarcadora construida por las pre-ocupaciones dominantes de los que se dedican a la literatura y al anlisis cultural, histrico o sociolgico. Esa trama no mi-tiga los conflictos del pasado ni del presente, al contrario, se alimenta de ellos. Sarlo y Gonzlez comparten el inters por la cultura popular, por el peronismo y la liturgia del peronis-mo, por el atractivo de Eva Pern y por analizar no solamente el tejido argumentativo-racional de la poltica, sino tambin sus aspectos emocionales o mticos. Creo que alcanza para reconocer un lenguaje comn ms all de las contorsiones y antinomias del presente.

    La trama abarcadora se refiere a ese discurso tan elu-sivo y frgil todava llamado crtica literaria. El gran relato crtico, el relato de los relatos de la reflexin sobre la cultura argentina desde Contorno, Jitrik y Vias hasta Ludmer, Sarlo y Gonzlez (los enumero porque son mi corpus) pasa por dos grandes nudos constitutivos: la cultura fundada por el libera-lismo y sus consecuencias felices y tambin desdichadas para nosotros, sus descendientes, y como otro nudo de reflexin cultural y en correlato o en oposicin al anterior, encontra-mos el peronismo y su misterio, su mstica o su galimatas que obnubila las clasificaciones polticas. De esos ncleos se alimentan las tramas de nuestros relatos.

    *Jorge Panesi (UBA) se gradu como Profesor en Letras en la Universidad de Buenos Aires y como Licenciado en Letras por la Universidad de Tours. Es profesor regular titular de Teora de la Crtica en la Universidad Nacional de La Plata (Facultad de

    23 Horacio Gonzlez, Besar a la muerta, Op. Cit., pg 102.

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    Humanidades y Ciencias de la Educacin) y Profesor Regular Asociado en la Universidad Nacional de Buenos Aires (Facultad de Filosofa y Letras). Fue varias veces Director del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha sido Prosecretario de Publicaciones y Consejero Directivo en la misma Facultad, e Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas de la Argentina. Ha sido Profesor Invitado en la Universidad de la Repblica (Uruguay), en la Pontificia Universidad Catlica de Santiago (Chile), y en la Universidad de California (Santa Cruz), y ha dado conferencias en la New York City University, Boston University, Yale University, entre otras. Ha participado como jurado en numerosos concursos literarios, entre los que se destaca el Premio Nacional de Literatura (Narrativa y poesa) y los premios Konex. Ha publicado numerosos artculos en revistas especializadas sobre temas de crtica literaria argentina y latinoamericana. Public tambin Felisberto Hernndez (editorial Beatriz Viterbo), Crticas (editorial Norma) y codirigi el volumen El beso de la mujer araa de Manuel Puig para la coleccin Archives de la UNESCO. Recientemente prolog para la Editorial Dedalus una nueva traduccin de El problema de la lengua potica de Iuri Tinianov, para El cuenco de plata, una introduccin a Jan Mukaovsk, y para la Facultad de Filosofa y Letras una introduccin al pensamiento poltico de Jacques Derrida.