La Secta

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Periodismo

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ANTONIO COVA MADURO | EL UNIVERSALmircoles 20 de marzo de 2013 12:00 AMYa culmin la gran instalacin que se quiere definitiva. Amrica Latina slo recuerda algo parecido en el gigantesco funeral de Eva Pern en la Buenos Aires de los '50. Como entonces, la secta chavista acompa la larga enfermedad de su Profeta fundador y ahora se esmera por transformar su desaparicin fsica en vida eterna. Si por un momento dejamos de lado el secretismo que se instal desde que el mismo Chvez hizo pblica su enfermedad terminal, y todo el amateurismo que mostrado en su post mortem (si saban del ineluctable desenlace, cmo es posible que no previesen todo el asunto del embalsamamiento a la Lenin que pretendan ejecutar?), parece evidente que estamos viviendo un momento estelar en la configuracin de la secta. Este concepto -la secta- ha tenido muy buena fortuna desde que naci, para comprender el frondoso fenmeno que por doquier brotaba en Europa y Norteamrica. Por esa razn, su aplicabilidad se confinaba al mundo religioso, donde logr explicarnos los porqu de su aparicin en singulares momentos histricos. Ms tarde, ya entrado el siglo XIX, su primitiva acepcin: el grupo minoritario de "puros" que se apartaban de las vetustas Iglesias histricas, con el propsito de ensayar, ellos solos, una radical fidelidad a los mandatos de Cristo -expresamente huyendo del "crecimiento" como de la peste- dio paso a sectas que se caracterizaran por una febril actividad proselitista. Aqu, la prueba de que Dios era su gua no resida en la "pureza incontaminada" de sus seguidores, sino en el crecimiento numrico de sus fieles. Haba llegado el tiempo de Mormones y Testigos de Jehov, cuyo singularidad sera convertirse en emblemas de Norteamrica. Ese mismo siglo, tan convulso, contempl otro brote peculiar: el de las sectas polticas. Por toda Europa aparecieron grupos que se aduearon de toda la parafernalia religiosa, justo cuando abominaban de cualquier conexin con Dios. Su peligro, pronto se vera, estribaba en que queran el paraso en esta vida, no en la otra, cuya existencia negaban expresamente. Sera el atormentado siglo XX, empero, el que contemplara algo inimaginable en los precedentes: el acceso y total control del poder por la secta y para sus exclusivos -y excluyentes- propsitos: haba llegado el tiempo del fascismo, el nazismo y todos los retoos del marxismo-leninismo. En efecto, si este era el momento de la organizacin -como Lenin vio con claridad- nadie estaba mejor preparado para lograr sus fines que una minora decidida y organizada. Que Lenin se solazase con las ventajas de la "organizacin" le impidi advertir sus nefastos daos colaterales. Si las sectas religiosas generan un purismo a ultranza, por qu no lo haran las polticas? Cuando ello sucediese se instalara una tensin permanente entre perturbadores puristas y los ya instalados. Que esos instalados insistiesen en legitimarse con bao de masas votantes complicara las cosas. Toda secta, adems, crea su verdad, excluyendo cualquier otra. El mundo es, y se comporta tal como la secta lo ensea. Ni ms ni menos. Por esa razn, nada la desquicia ms que la libertad de pensamiento y su siamesa, la libertad de expresin. Acallar y perseguir a los no creyentes, entonces, est en su esencia.Pero nada tan brutal como el tratamiento de los disidentes. Ellos constituyen una amenaza que debe ser extirpada, si es que la secta quiere mantener su imagen intacta. Al mismo tiempo, la secta mima a quienes permanecen fieles y les colma de beneficios corruptores. Rpido su "cultura" se va tornando hermtica, al tiempo que se vuelve autosuficiente. Lo que es suyo es bueno, bello y til y no requiere de nada que, desde afuera, la valide. Por lo mismo, cualquier crtica externa es respondida con dureza y rechazo. Igual procede cuando "los otros" no se suman complacidos a sus ritos y efemrides. Constantemente la secta celebra sus logros -que siempre son la prueba definitiva de su verdad y correccin- sin aceptar que desde afuera pongan en duda la naturaleza y veracidad de tales logros. Lleva con celo sus propias estadsticas. Creo que ha llegado el momento de no concentrarnos en la creacin, desde el gobierno, de la mitologa del Chvez profeta, porque quizs resulte til focalizar nuestra atencin en la secta que pretende constituirse ante nosotros, no solo para ejercer el culto al hroe-profeta, sino algo ms importante, para con su respaldo instalarse definitivamente en el poder depredador: su verdadero Fin