La revolución y la inacabada construcción del útero social

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 La Revolución y la inacabada construcción del útero social | M Semanal http://www.msemanal.com/node /4940[07/12/2011 19:45:16] domingo 20 de noviembre de 2011 Milenio.com Milenio Televisión La aficion.com Ediciones impresas M Semanal Ini cio E di ci ón A c tu al La Revolución y la inacabada construcción del útero social Las revoluciones buscan regene rar la cohesión y la inclusión social; sin embargo, en muchos casos llevan a callejone s sin salida y los supuestos justiciero s terminan en la farsa y el engaño. 2011-11-20 | Milenio Semanal Enviar Nota Imprimir  Tropas vi llistas en el campo de batalla. Uno de los conceptos más sugerentes del filósofo alemán Peter Sloterdijk es la reconstrucción que hace de la metáfora del “útero social”. En su visión de las cosas, a través del tiempo los enclaves humanos han conformado “esferas de inmunidad ” o espacios vitales de interacción con fundamento en pautas comunes con base en una doble realidad: tangible e imaginaria. Aseguramien tos territoriales, formaciones políticas  y construcciones arquitectó nicas, por un lado; creencias religiosas, mitos fundacionales e ideologías compartidas, por otro. Lo que el viejo marxismo escolar dividió en estructura  y superestructura en realidad opera en bloque, como una fusión dinámica de la actividad humana conformadora de historia. Firmas Lectores Benjamín Palacios Hernández El cuchillo de Lichtenberg  Vida de perros Canek Sánchez Diario sin motocicle ta La energía de Oaxaca J. Jesús Rangel M. Empresas hoy DSK: la hora de la venganza Héctor Rivera Multimedia El futuro de Gingrich Carlos Puig La rifa del tigre Eso es el PRI Federico Campbell La hora del lobo Política, cultura y libros al vapor Rogelio Villarreal Otra parte Nicanor, 20 años después José Luis Martínez S. El santo oficio Mahna, mahnam, patipitipi... Jairo Calixto Albarrán Pepe el toro es inocente  

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Ensayo mío sobre la dinámica psicosocial que generaron las revoluciones durante su ciclo histórico moderno.

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5/11/2018 La revoluci n y la inacabada construcci n del tero social - slidepdf.com

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domingo 20 de noviembre de 2011

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La Revoluc ión y la inacabadacons t rucc ión del ú t e ro soc ia lLas revoluciones buscan regenerar la cohesión y la inclusión social; sin embargo,

en muchos casos llevan a callejones sin salida y los supuestos justicieros terminan

en la farsa y el engaño.

2011-11-20 | Mi lenio Semanal Env iar Not a Im prim ir  

Tropas villistas en el campo de batalla.

Uno de los conceptos más sugerentes del filósofo alemán Peter Sloterdijk es lareconstrucción que hace de la metáfora del “útero social”. En su visión de las cosas, através del tiempo los enclaves humanos han conformado “esferas de inmunidad” o

espacios vitales de interacción con fundamento en pautas comunes con base en unadoble realidad: tangible e imaginaria. Aseguramientos territoriales, formaciones políticas y construcciones arquitectónicas, por un lado; creencias religiosas, mitos fundacionales eideologías compartidas, por otro. Lo que el viejo marxismo escolar dividió en estructura y superestructura en realidad opera en bloque, como una fusión dinámica de la actividadhumana conformadora de historia.

Firmas

LectoresBenjamín Palacios Hernández

El cuch i l l o de L ich tenberg

 Vida de perrosCanek Sánchez

Diario s in motoc ic le ta

La energía de OaxacaJ. Jesús Rangel M.

Empresas hoy

DSK: la hora de la venganzaHéctor Rivera

Mul t imed ia

El futuro de GingrichCarlos Puig

La r i f a de l t i g re

Eso es el PRIFederico Campbell

La hora de l l obo

Política, cultura y libros al vaporRogelio Villarreal

Ot ra par te

Nicanor, 20 años despuésJosé Luis Martínez S.

El santo o f i c io

Mahna, mahnam, patipitipi...Jairo Calixto Albarrán

Pepe e l t o ro es inocente

 

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Los emplazamientos sociales así constituidos presentan una tendencia generalizada através del tiempo histórico: tienen un momento de despegue, otro de esplendor y unomás de decadencia, sin que exista un fórmula precisa para calcular la duración que cadauna de estas etapas implica; durante la etapa de mayor estabilidad o esplendor, sinembargo, rinden con desarrollos civilizatorios, florecimientos inventivos (por ejemplo,en cultura y espíritu emprendedor) y ensanchamiento de los presupuestos sociales quelos constituyen. Es el tiempo aglutinador durante el cual el útero social cumple sufunción de reproducir con éxito la vida en común de un número específico de personas

dentro de un espacio geográfico determinado; allí es cuando los integrantes de losemplazamientos sociales se conciben “dentro de un mismo barco” en el mar de lahistoria.

Soldados constitucionalistas en Monterrey.

HUIR HACIA ADELANTE

Por supuesto, por circunstancias históricas diversas, se verifican resquebrajamientos y estallamientos en todas partes. Los procesos de decadencia de las culturas y de lascivilizaciones son justamente eso: el quebranto de los ligamentos sociales en el plano delo concreto (pérdidas territoriales, insuficiencias políticas irremediables, hambrunas,etcétera) y de lo abstracto (descreimientos religiosos, disolución del sentido depertenencia, desarticulaciones culturales, entre otros) que dan como resultado el

adelgazamiento fatídico del útero social hasta su final extinción. Cada que se cumple elperiodo de existencia de éstos, los conjuntos humanos que quedan “expuestos a laintemperie”, como de manera plástica dice Sloterdijk, intentan conformar con los mediosa mano nuevas formas de cohesión y fundamentación de la existencia.

Una de estas maneras de constitución uterina es la violencia revolucionaria; una formade la “huida hacia adelante” con la intención de restituir por medios extremos la pegazónsocial perdida. Desde la Revolución francesa de 1789, los periplos revolucionarios hantenido como propósito la conformación de una red social que pudiera seromniabarcadora. Por medio de su lance guerrero buscan integrar al centro de la vitalidadcompartida aquello que en formaciones sociales precedentes estuvo olvidado,arrinconado o al borde de la desaparición, en sentido real e imaginario. De ahí suatractivo popular y la capacidad para movilizar a grandes masas poblacionales, deextracciones disparatadas, en torno a un conjunto de ideales mucho más fantásticos delo que se pudiera pensar (la igualdad universal de los hombres, la integración de unanación mestiza cosmopolita, la clase obrera al poder o el nacimiento del nuevolatinoamericanismo, por ejemplo).

IndígenaAdrián Herrera

Desde los fogones

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No obstante su impronta pretendidamente integradora y constitutiva desde su incepciónoriginaria en la Francia posdespótica, las revoluciones han tenido que lidiar con laparadoja de generar integraciones masivas con medios sesgados; o, para decirlo conotras palabras, de realizar reacomodos sociales incompletos, en los que es imposibleeludir exclusiones, dislates e injusticias varias, incubando así el germen de su disoluciónfutura. Así, si bien por un tiempo las revoluciones producen éxtasis comunitariosexplosivos y de manera generalizada son celebradas con júbilo por aquellos que esperande ellas producciones civilizatorias de permanencia y valía, lo real es que dichosmomentos de jolgorio sólo son expresiones efímeras de los amagos uterinos que

semejantes envites bélicos producen durante un periodo relativamente corto. Con eltiempo, las revoluciones llegan finalmente a callejones sin salida y a la implosión de susquiméricas pretensiones de constitución humana regeneradora.

Francisco Villa sentado en la silla presidencial; a su izquierda, Emiliano Zapata.

EL ESTADO, EJ E RECTOR

Tomemos el caso de la Revolución Mexicana, que produjo una nación no tanto diferentecomo ensanchada. Las particularidades del caso han sido profusamente analizadas por laciencia histórica; entusiastas y detractores no pueden dejar de ver en las múltiplesescaramuzas bélicas y políticas que se sucedieron en la década 1910-1920 el hazconfigurador de un Estado a la medida del siglo XX: que apartó su centro de laproducción eminentemente agraria hacia la producción básicamente industrial,integrando en ésta a las cúpulas dirigentes viejas y nuevas, y engullendo a las masashacia el núcleo de atracción de la mano de obra requerida para ello. El resultadoprincipal fue la transición de un sistema social terrateniente, con fundamento en loslatifundios, a uno básicamente corporativista, con la mezcla que al cabo resultaríaexplosiva entre una clase empresarial privilegiada y un Estado cooptador desmedido.

El triunfo de Álvaro Obregón, con su entrada rutilante al centro político del país,“flanqueado por el general Pablo González, el verdugo del zapatismo, y el generalGenovevo de la O, el principal jefe campesino sobreviviente del ejército zapatista” (paracitar un ensayo que, a pesar de cierta ranciedad ideológica marxista, sigue siendoimportante: “La guerra de clases en la revolución mexicana”, de Adolfo Gilly), representael inicio alegórico del periplo histórico contemporáneo, constructor de una peculiaresfera de inmunidad en todos los órdenes: psíquico, social, político, cultural y 

económico. El simbolismo conciliador del dirigente de la pacificación lanzaba alimaginario colectivo de la época la divisa de que la revolución triunfante machacaríahasta el final de su ciclo histórico: la construcción de una nación integradora para todossus habitantes.

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El periplo de lo que se conoce como la institucionalización de los principiosrevolucionarios, más o menos de 1920 a mediados de la década de los ochenta del siglopasado, generó una geografía social inédita en la historia del país. Dentro de los aspectossobresalientes en el plano de los rendimientos concretos tenemos la acelerada formaciónde instituciones al servicio del Estado; la consolidación de una extensa burocracia; ladiseminación de la instrucción escolar básica; la propagación de estructuras productivasen los sectores secundario y terciario; la integración nacional plena en el concierto de ladinámica interestatal mundial, y la conformación de una clase política sagaz y estable.

En lo referente a los dividendos imaginarios, se creó una nueva mitología histórica

nacionalista que incluía a muchos de los participantes en la guerra revolucionaria,elevándolos al rango de “héroes” (líderes tan dispares como Madero y Zapata, Carranza y  Villa, entraron de pleno al panteón constitutivo de la nueva modernidad mexicana); ladifusión masiva de la ideología del mestizaje que enaltecía principalmente la herenciaindígena del país, proponiéndola como una alegoría de los orígenes exclusivos de lanación; la afirmación del carácter sui generis de México, que incluía las peculiaridadesde su vida política y la exaltación del Estado patrimonialista como el eje rector de lasposibilidades del progreso y el desarrollo nacionales.

El general Álvaro Obregón.

FARSA Y CINI SMO

En el ínterin, el país se llenó de vías de comunicación, servicios públicos, centros de

conexión con el resto del mundo (de los puertos y aeropuertos a las telecomunicaciones);de hospitales, escuelas y espacios recreativos; se consolidaron centros urbanos, con laCiudad de México a la cabeza, y surgió una importante vida cultural que vio nacer aintelectuales conformadores de un ethos característico como no había habido en muchotiempo en México. Las huellas indelebles de este proceso las tenemos en la riadaarquitectónica posrevolucionaria, con su avasallante impronta comunicativa, a untiempo popularmente kitsch y oficialmente grandilocuente: del Monumento a laRevolución (1938) a la Torre de Pemex (1982), la nación que heredó la revolución afirmóel carácter monumental del envite psicosocial emanado de ella.

Con infortunio, la apuesta civilizatoria revolucionaria se petrificó junto con susmonumentos. Al mismo tiempo que se efectuaba un desarrollo económico y social

notable, se nutría con celeridad una clase política chabacana, corrupta e ineficiente,solazada en su posición pinacular; no se pudo nunca constituir un Estado de bienestar,sino una versión chocarrera y macabra de éste, conformada por un corporativismodadivoso, despilfarrador, inequitativo e interesado; enormes grupos poblacionales fuerondesplazados a los ámbitos de la sobrevivencia justo por encima del nivel de pobreza, con

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paliativos de entretenimiento mediático populachero, barato y superficial; fue inexistenteun ciclo sostenido para formar un correcto sentido de civilidad y convivencia dentro delas leyes, lo mismo en el nivel del sistema educativo que en la conciencia ciudadanasobre su estatus sociopolítico en el país y, por supuesto, nunca existió una verdadera vida democrática.

Con estos agravantes, el ambiente englobador generado por la Revolución de 1910 setopó con una ola mundial de desencanto generalizado sobre el papel de las revolucionesen la historia de las naciones. Como ha hecho ver Immanuel Wallerstein, “el elementoesencial que provocó el retiro del apoyo popular a las revoluciones fue la desilusión, el

sentimiento de que ya habían tenido su oportunidad histórica, que habían conseguido elapoyo con base en una estrategia en dos etapas para transforma al mundo (lograr elpoder del Estado, después transformar), y que no habían cumplido con su promesahistórica”. Para él, el punto neurálgico de esto fue el año de 1968.

El desmantelamiento último de los rendimientos paradójicos de la Revolución Mexicanaha producido un estado de estrés generalizado que ha explotado por causas predecibles:la conformación de masas poblacionales nihilistas, subeducadas y desaforadas que buscan hacerse a sangre y fuego de un lugar en el orden social al uso, marcado por lamercantilización de todas las cosas; una clase media expoliada, desilusionada y con unmuy pobre sentido de civilidad, así como una conjunto político inescrupuloso eineficiente que se aferra por todos los medios a los privilegios históricamente heredados.

El estado de pasmoso desmoronamiento de la intentona uterina revolucionaria, aprácticamente 101 años de su inicio, habla mucho de su mala hechura de origen, de laimperfección de sus pretensiones conformadoras de mundo. “Justamente aquellassociedades —escribe Sloterdijk— que dan la impresión de ser como civilizacionesintegradas a medias, pueden retroceder, tras la pérdida de sus imaginarias prótesispolíticas, a estirpes neuróticas”. En esta circunstancia, no es de extrañar que las masasdislocadas y en estado de orfandad esférica quieran reeditar añejos presupuestos deconstitución social, sin pensar que el sistema social ha realizado ya varias modificaciones y que de los presupuestos supuestamente revolucionarios sólo queda ya la farsa y elcinismo.

Texto: Manuel Gui l lén/ fotos: Library of Congress

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