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Redención, Constitución: los sucesos del 2 de abril 16 Mujer moderna 21 Lázaro Gutiérrez de Lara y el México bárbaro 27 Francisco I. Madero: la fuga 32 El cuartelazo: Bernardo Reyes 36 Venustiano Carranza: la tolvanera 41 La visión: Belén, Francisco y Manuel Blanco 45 Pablo González: primera llamada 49 Francisco Villa: el tesoro 53 El comienzo: Nicéforo Zambrano 57 ilustración : luis , el cartún, pérez LYDIA ESPINOSA MORALES Episodios de la revolución mexicana en Nuevo León

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Redención, Constitución: los sucesos del 2 de abril 16 • Mujer moderna 21 • Lázaro Gutiérrez de Lara y el México bárbaro 27 • Francisco I. Madero: la fuga 32 • El cuartelazo: Bernardo Reyes 36 • Venustiano Carranza: la tolvanera 41 • La visión: Belén, Francisco y

Manuel Blanco 45 • Pablo González: primera llamada 49 • Francisco Villa: el tesoro 53 •El comienzo: Nicéforo Zambrano 57 •

ilustración: luis, el cartún, pérez

LYDIA ESPINOSA MORALES

Episodios de

la revoluciónmexicana

en Nuevo León

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Gobierno del estado de nuevo león

Gobernador constitucional del estado

Rodrigo Medina de la Cruz

secretaría de educación

secretario de educación

José Antonio González

subsecretaria de educación básica

Irma Adriana Garza

Fondo editorial de nuevo león

directora General

Carolina Faríasdirectora editorial

Dominica Martínez

® 2010 Textos: Lydia Espinosa® 2010 Ilustraciones: Luis, El Cartún, Pérez® 2010 Fondo Editorial de Nuevo León

Impreso en México

Zuazua 105-2 Sur, CentroMonterrey, N.L., CP 64000Tels. (81) 8344.2970 y 71

www.fondoeditorialnl.gob.mx

coordinación editorial

Carolina Faríascuidado editorial

Dominica Martínezdiseño editorial

Florisa OrendainEduardo Leyva

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La Revolución Mexicana de 1910 –con su pérdida de vidas y de sangre y el enfrentamiento de facciones y de clases– vio culminada su ardua lucha con la elaboración de nuestra nueva Constitución, promulgada en 1917. Fue entonces que México arribó a la modernidad con bases firmes y amplia legalidad.

Son incontables los beneficios que los mexicanos debemos a esa lucha encabezada por el coraje y la decisión de nuestros antepasados, tanto en la vida privada como en la pública, en las relaciones internacionales y en el equilibrio nacional de los poderes que nos gobiernan.

Infinidad son también las anécdotas, sucesos, relatos, le-yendas, canciones y hechos heroicos surgidos al calor de tan magno acontecimiento.

Conocer los episodios de la Revolución y lo mucho que lo-graron sus protagonistas nos conmueve y nos une socialmen-te, por eso celebramos el primer centenario de nuestra Revo-lución y recordamos con orgullo lo que fue y cómo fue.

Rodrigo Medina de la CruzGobernador del Estado de Nuevo León

un nuevo inicio

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La Revolución es el periodo histórico más dra-mático y emocionante de la historia de México. Nunca antes ni después, tan-tos hombres y mujeres de diverso ori-gen y condición se pusieron en mar-cha para transformar al país.

Algunos de los episodios que tu-vieron lugar en Nuevo León han sido ilustrados y narrados en este libro para darnos a conocer los momentos decisivos en la vida de los protagonistas. Están ordenados cro-nológicamente y, aunque cada episodio puede leerse por separado, es mejor leerlos de corrido pues así podrás conocer cómo empezó la Revolución, cómo llegó a Nuevo León, y cómo terminó cuando se promulgó la nueva Constitu-ción en 1917.

La Revolución fue una época de gran sufrimiento para los mexicanos. Los enfrentamientos armados, los fusilamientos, la destrucción de pueblos, el saqueo, las confiscaciones, el hambre, las enfermedades y la muerte, fue-ron el precio que el pueblo pagó por sacudirse la larga dictadura del general Porfirio Díaz quien durante treinta años gobernó con mano dura y, aunque promovió el desarrollo económico del país este no benefició a la mayoría de la población.

Al empezar la Revolución todos estaban de acuerdo en que había que qui-tar a don Porfirio, establecer la democracia y respetar el voto; las diferen-cias surgieron cuando los cabecillas revolucionarios tuvieron que acordar los cambios que el país necesitaba para solucionar las injusticias y los graves problemas sociales que aquejaban a México.

INTRODUCCIÓN

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Cuando en 1876 el general Porfirio Díaz llegó por primera vez a la presiden-cia del país era muy querido. Lo consideraban un héroe pues el 2 de abril de 1867 había tomado Puebla y entrado luego a la Ciudad de México, marcando el fin del Imperio de Maximiliano. Díaz llegó a la presidencia enarbolando la bandera de la no reelección oponiéndose a Sebastián Lerdo de Tejada. En-tonces nadie hubiera pensado que habría de reelegirse siete veces y que se necesitaría una revolución armada para que dejara el poder.

En sus primeros tiempos como presidente, Porfirio Díaz se dedicó a paci-ficar al país por las malas y por las buenas: controlando a los bandidos que asolaban los caminos, a los militares y a los gobernadores y caciques que eran muy levantiscos pues estaban acostumbrados a mandarse a sí mismos.

Por todos los medios posibles, Porfirio Díaz fomentó el desarrollo: moder-nizó las leyes mineras y comerciales, los bancos y las comunicaciones y trans-portes; consolidó el correo y el telégrafo; aumentó la instalación de teléfonos y de la luz eléctrica; y construyó miles de vías de ferrocarril que comunicaron

al país y favorecieron el comercio interior y exterior. Los puertos de Vera-cruz, Tampico y Salina Cruz se acondicionaron y a través de sus ex-

portaciones México alcanzó un nuevo lugar entre las naciones del mundo. Díaz también promovió y apoyó las inversiones

extranjeras especialmente aquellas que se realizaron en la minería, la industria textil y la agricultura de exportación. Renegoció la deuda externa y obtuvo nuevos créditos con los que realizó importantes obras públicas.

Por desgracia, se trató de un desarrollo forzado pues la paz, el orden y el progreso económico del Porfiriato sólo

beneficiaron a unos cuantos. Se habían impuesto, ade-más, de forma autoritaria y bajo una férrea dictadura que ahondó las desigualdades económicas y sociales.

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En su afán de modernizar al cam-po, don Porfirio había favorecido a los hacendados y a los inversionis-

tas extranjeros sobre los pueblos de indios y los campesinos, los que ha-

bían sido despojados de sus tierras. Ha-bía también permitido que los trabajadores

de las haciendas recibieran su pago en vales que sólo podían cambiarse por productos en la tienda de la misma hacienda, un sistema que se llamó peonaje por deudas. Igualmente, con el fin de promover las mayores ganancias Díaz aceptó que los trabajadores de las minas y las fá-bricas ganaran muy poco, que trabajaran jornadas de catorce y dieciséis horas y que los empleos mejor pagados fueran ocupados por extranjeros.

Comenzaron entonces, las denuncias de las condiciones inhumanas, muy cercanas a la esclavitud, en las que vivían muchos de los indígenas, campe-sinos y trabajadores de nuestro país. Los críticos más radicales al autoritarismo del viejo dictador y al injusto sistema eco-nómico que promovía, fueron un grupo de antiporfiristas pertenecientes a la clase media urbana, agrupados en torno al periódico Regeneración que publicaban los her-manos Flores Magón y al Club Liberal Ponciano Arria-ga de San Luis Potosí. En 1901 este grupo organizó un congreso al que asistieron delegados de todo el país, incluyendo Nuevo León. Sus principales dirigen-tes fueron perseguidos y encarcelados varias veces, se exiliaron en los Estados Unidos y en 1906, desde San Luis Missouri, organizaron y lanzaron el Programa del Partido Liberal Mexicano (PLM).

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Entre otras cosas se exigía la reducción a ocho horas de la jornada de trabajo y el establecimiento del salario mínimo, también la abolición de las tiendas de raya y la restitución de tierras a todos aquellos que habían sido despojados, en especial a los yaquis y mayos, y a otros grupos indígenas.

La influencia del PLM en la huelga minera de Cananea, Sonora y en la huelga de la fábrica textil de Río Blanco, Veracruz fue muy impor-

tante. También en la organización de algunos levantamientos armados que ocurrieron en distintos lugares de la República

antes de la Revolución maderista, en especial en Coahuila en las poblaciones de Jiménez, Viesca y Las Vacas.

Miembros muy destacados de este grupo precursor de la Revolución Mexicana, fueron el profesor Antonio I.

Villarreal y su hermana Andrea Villarreal, originarios de Lampazos, Nuevo León. Cuando Madero inició la revolución

se unieron a él y luego se unieron a las filas del constitucio-nalismo. También en este grupo militó Lázaro Gutiérrez de Lara,

quien acompañó al periodista norteamericano John Kenneth Turner en su viaje a México para escribir la serie de reportajes que se publicaron en Estados Unidos bajo el título México Bárbaro y que denunciaban la situación en la que se encontraban los indios mayos y yaquis en las haciendas de Yu-catán. Pablo González Garza, maderista y luego comandante en jefe de la División del Ejército del Noreste a las órdenes de Venustiano Carranza y del Ejercito Constitucionalista, se formó asimismo bajo la influencia del Partido Liberal Mexicano. En las historias que siguen podrás leer algunos de los mo-mentos más significativos de estos personajes.

Entre 1900 y 1910 el Porfiriato entró en crisis. A causa de una severa de-presión económica que se registró en Europa y en los Estados Unidos el creci-miento económico se detuvo, se suspendieron las exportaciones mexicanas,

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hubo alza de precios y fueron despedidos cien-tos de trabajadores. A nivel político muchas cosas también cambiaron. Los periódicos de oposición aparecieron en todo el país y el grupo que durante mucho tiempo se había mantenido unido en torno a Díaz comenzó a resquebrajarse.

La sucesión presidencial en 1910 es el título que Francisco I. Madero puso al pequeño libro que es-cribió y publicó a principios de 1909 en el cual se opone a la reelección de Díaz e invita a la formación de un partido independiente para participar en las elecciones. Con el fin de crear el Partido Nacional Antireeleccionista, Madero quien era el heredero de una de las fa-milias más ricas e importantes del noreste de México y un empresario culto y liberal, decidió realizar varias giras por el país con el fin de formar clubes antireeleccionistas. En la primera llegó a Monterrey el 11 de julio de 1909 y fue recibido con mucho entusiasmo. Al año siguiente, el 6 de junio de 1910, regresó a la ciudad ahora ya como candidato a la presidencia de la República, pero fue apresado y enviado a San Luis Potosí de donde se fugó más tarde a los Estados Unidos. Mientras estaba detenido, Porfirio Díaz se declaró vencedor en las elecciones y en septiembre celebró magníficamente la que sería su última fiesta: el Centenario de la Independencia de México. Francis-co I. Madero se convenció del fracaso de la lucha pacífica por la democracia y en San Antonio Texas proclamó el Plan de San Luis. En este manifiesto con-vocaba a un levantamiento armado con el fin de derrocar a Díaz, convocar a elecciones libres y democráticas, y restituir a los campesinos las tierras que les habían quitado los hacendados.

La Revolución maderista no comenzó tal como se esperaba. Aquiles y Máximo Serdán fueron descubiertos y asesinados en Puebla, y Madero no

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encontró en su entrada a México, el 20 de noviembre de 1910, al grupo ar-mado previsto, teniendo que regresar a los Estados Unidos. Pese a todo, poco a poco comenzaron los levantamientos en Chihuahua, Sonora, Durango, Coahuila y luego en Guerrero y Morelos. Tres meses después, en febrero de 1911 Francisco Madero había regresado y encabezaba el movimiento. Pas-cual Orozco, Francisco Villa y Venustiano Carranza peleaban por su causa. En Nuevo León fueron maderistas Antonio I. Villarreal, sus hermanas Andrea y Teresa y su primo Pablo González Garza, de Lampazos; Pablo de Santos de Sabinas, Celedonio Villarreal de Hidalgo, Cecilio Balderas de Doctor Coss, Gregorio Lecea de Villaldama, los hermanos Belén y Francisco Blanco de Ga-leana; Fortino Garza de Allende, Ismael Alardín de Aramberri y muchos otros

que los seguían. En el sur Emiliano Zapata y sus hombres se habían unido a la lucha. Porfirio Díaz y el Ejército Federal no pudieron

enfrentar con éxito la rebelión. Al caer Ciudad Juárez se firmaron los Tratados de Ciudad Juárez el 21 de mayo

de 1911 y cuatro días después Porfirio Díaz renunció a la presidencia y salió del país.

Francisco León de la Barra quedó como pre-sidente interino y convocó a elecciones en las que Francisco I. Madero y José María Pino Suá-

rez, resultaron electos para la presidencia y la vicepresidencia respectivamente. Su gestión, que

comenzó a finales de 1911 y terminó violentamente en febrero de 1913 mediante un golpe de estado en el que fueron

asesinados, fue muy polémica y las reformas que emprendió gustaron a pocos.Algunos de sus partidarios como Pascual Orozco en Chihuahua y Emiliano

Zapata en el sur se negaron a dejar las armas hasta que Madero les resolvie-ra sus problemas; otros, antiguos porfiristas, se dedicaron a conjurar hasta

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que lograron organizar el llamado “cuartelazo”, un golpe de estado fraguado por generales retirados y miembros del ejército, que en-

cabezaron Bernardo Reyes y Félix Díaz, y que con ayuda de la embajada

de los Estados Unidos llevó a Victo-riano Huerta al poder.

El general Bernardo Reyes, había sido go-bernador de Nuevo León durante toda la era porfi-

riana y sus numerosos partidarios lo consideraban el sucesor natural de don Porfirio. Había logrado transformar Nuevo León y había gobernado a imagen y semejanza de Díaz. A fines del siglo XIX y principios del siglo XX una ola de fábricas inundó Monterrey y los cambios eran notorios: había construido un impresionante palacio de gobierno, una penitenciaria monumental, el mer-cado Colón, el puente San Luisito, un sistema de servicio de agua y drenaje y grandes calzadas y paseos. La Cervecería, la Vidriera y la Fundidora eran, entre otras empresas, fuentes importantes de riqueza y empleos, y las líneas de ferrocarril atravesaban el estado comunicándolo con el exterior. Monterrey fue desde entonces un modelo de desarrollo económico.

Al igual que Porfirio Díaz, Bernardo Reyes se reeligió varias veces y su go-bierno comenzó a ser criticado. En Monterrey, los periódicos de oposición más destacados eran La Democracia Latina de Adolfo Duclós Salinas, Redención de Juan García Guajardo y La Constitución de Esteban E. Guajardo redactado por estudiantes de Derecho del Colegio Civil. El 2 de abril de 1903 cuando con mo-tivo de las elecciones se presentó en su contra Francisco F. Reyes como can-didato de la Gran Convención Electoral Nuevoleonesa, don Bernardo reprimió a sus partidarios con un saldo de ocho muertos y sesenta heridos de bala.

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Los partidarios de Bernardo Reyes pensaron en lanzar su candidatura como vicepresidente

de la república en las elecciones de 1910. Reyes no aceptó pues no quiso enfrentarse a don Ramón

Corral que era el candidato de Díaz; aún así, temero-so de su popularidad, el presidente prefirió mandarlo

a Europa en una fingida misión militar. Allá se encontraba Reyes cuando Porfirio Díaz renunció.

Cuando regresó, Francisco I. Madero era candidato y lo invitó a formar parte de su gabinete como ministro de Guerra. Reyes prefirió lanzar su pro-pia candidatura a la presidencia pero su tiempo había pasado y los resulta-dos no lo favorecieron. Entonces decidió enfrentar a Madero y desde los Es-tados Unidos planeó una revuelta que fracasó. Bernardo Reyes se entregó en Linares, Nuevo León, el 24 de diciembre de 1911 y fue llevado a la prisión de Santiago Tlatelolco en la Ciudad de México. En esta prisión estaba cuan-do fue liberado el 9 de febrero de 1913 para deponer a Madero, muriendo al intentar tomar el Palacio Nacional.

El golpe de estado, la traición de Victoriano Huerta y el asesinato del presi-dente Madero causaron gran conmoción en el país. Don Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, desconoció el gobierno del usurpador mediante el Plan de Guadalupe, que se promulgó en la hacienda del mismo nombre en el munici-pio de Ramos Arizpe, Coahuila, el 26 de marzo de 1913. Entre los firmantes se encontraba el teniente Belén Blanco de Galeana, un antiguo y fiel maderista. El Plan nombró a don Venustiano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y señaló como sus fines el restablecimiento de la legalidad y la Constitución.

La Revolución constitucionalista logró derrotar al gobierno federal huertis-ta en agosto de 1914, un año y cinco meses después de haber comenzado. En Nuevo León, esta etapa del movimiento revolucionario se vivió con mucha in-

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tensidad. Viviano I. Villarreal, quien era el gobernador maderista de Nuevo León y Nicéforo Zambrano, alcalde de Monterrey, renunciaron en señal de protesta contra Victoriano Huerta. Salomé Botello ocupó entonces la gubernatura del estado y Gregorio D. Martínez la presidencia municipal.

Los combates entre los huertistas y las fuerzas constitucionalistas fue-ron intensos. Durante los primeros meses las acciones de armas tuvieron lugar en todos los rumbos del estado.

En octubre de 1913, el general Pablo González, quien dentro del Ejército Constitucionalista estaba al frente de la División del Ejército del Noreste, emprendió el primer ataque a Monterrey. La ciudad estaba fuertemente de-fendida por el general Adolfo Iberri al mando del Ejército Federal. El ataque ocurrió entre el 23 y el 25 de octubre y terminó después de fuertes com-bates con la llegada de refuerzos para los federales. En este intento parti-ciparon valientemente los hombres de Jesús Carranza, Antonio I. Villarreal, Fortunato Maycotte, Ildefonso Castro, Francisco Murguía y otros.

Con el propósito de controlar la frontera y de tomar el puerto de Tampico, la lucha continuó. También se mantuvo un cerco sobre Monterrey con el fin de lograr su captura. El segundo ataque a la ciu-dad ocurrió entre el 23 y 24 de abril de 1914, nueva-mente bajo el mando del general Pablo González; con las fuerzas de Cesáreo Castro, Antonio I. Vi-llarreal, Teodoro Elizondo y Pablo A. de la Garza, entre las más importantes.

El triunfo de los constitucionalistas fue completo y Antonio I. Villarreal, quien días antes había sido nombrado gobernador por don Venus-tiano Carranza, comenzó su gestión, arrestó a los partidarios de Huerta y comenzó a dictar diferentes

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medidas revolucionarias que alarmaron a la población conservadora de la ciudad. Entre las más importantes

expropió Cervecería Cuauhtémoc y Cementos Hidalgo, y expidió varios decretos contra el culto y la iglesia católica.

También redujo la jornada de trabajo a ocho horas y decretó el pago de un porcentaje del salario a los trabajadores en caso de en-

fermedad. El 2 de junio de 1914, Venustiano Carranza visitó Monterrey, y ante la situación social se dirigió duramente a la Cámara de Comercio exigiéndoles la disminución de los precios de los productos de primera necesidad.

Las condiciones de vida de los habitantes de Nuevo León eran difíciles. Tras casi dos años de guerra, el campo había entrado en crisis, las comunica-ciones estaban suspendidas y muchas de las empresas habían cerrado. Esta situación empeoró cuando, al triunfo del Constitucionalismo, las fuerzas re-volucionarias se reunieron en octubre y noviembre de 1914 en la Convención de Aguascalientes y los principales jefes se dividieron, comenzando la lucha de facciones. La guerra se prolongó con el enfrentamiento entre carrancis-tas y villistas a los que los zapatistas se aliaron.

Con la batalla ocurrida el 8 de enero de 1915 en Ramos Arizpe, Coahuila, en la que combatieron las fuerzas del general villista Felipe Ángeles y las de Antonio I. Villarreal y Maclovio Herrera, el carrancismo perdió Monterrey; también un cuantioso botín de catorce locomotoras, cuarenta carros de fe-rrocarril, dos millones de cartuchos, once mil granadas, vestuario y equipos.

El 15 de enero entraron los villistas a Monterrey y Raúl Madero fue nom-brado gobernador del estado. Aunque estuvieron muy poco tiempo en Mon-terrey pues abandonaron la ciudad el 15 de mayo, su estancia dejó una huella imborrable por la llegada del famoso general Francisco Villa, el 13 de marzo de 1915, quien permaneció once días y amenazó a los miembros de la Cámara de Comercio exigiéndoles un millón de pesos que estos no pudieron juntar.

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El 24 de marzo, Villa se fue a Torreón y pasó después a Celaya donde el general Álvaro Obregón lo derrotó. A esta derrota siguieron las de León, Aguascalientes, El Ébano y otras más. Entre julio y agosto los zapatistas perdieron la Ciudad de México y Venustiano Carranza entró triunfante a la capital. El 14 de septiembre de 1916 anunció la necesidad de convocar a un Congreso Constituyente para reformar la Constitución de 1857.

La convocatoria al Congreso tuvo una amplia respuesta y quedó instalado en la ciudad de Querétaro el 1o de diciembre. Pese a las diversas tendencias y a las intensas discusiones que tuvieron lugar, las fuerzas que habían comba-tido en la Revolución lograron por fin ponerse de acuerdo y promulgar el 5 de febrero de 1917 la nueva Constitución.

La Constitución fue el resultado directo de la Revolución y en muchos senti-dos su mejor legado. El nuevo ordenamiento legal daba respuesta a las mayores demandas sociales por las que se había luchado sancionando, por primera vez en el mundo los principales derechos sociales del hombre: el derecho a la educación (Art. 3º), a la salud (Art.4º), a la tierra (Art.27) y al trabajo (Art.123), entre los más importantes. En Nuevo León las nuevas autoridades carran-cistas convocaron a su vez a un Congreso estatal y don Ni-céforo Zambrano promulgó la constitución local que fue publicada el 16 de diciembre de 1917.

Las historias que siguen narran diferentes episo-dios de la gesta revolucionaria. Aunque son mues-tras aisladas del idealismo, la decisión y la valentía de algunos de los muchos mexicanos que en ella par-ticiparon. Ojalá que su lectura sirva para reconocer su ejemplo y recordarlos, a cien años de distancia.

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Esa mañana no podía imaginar que muy pronto cambiaría mi vida. Me extrañó que Ramiro, mi hermano mayor, me invitara a acompañarlo.

¿Y eso? ¿Para qué me quieres?

Vamos Luis! Acompáñame ala Escuela de Leyes.

Redención, ConstituciónLos sucesos del 2 de abril

Prometió decírmelo más tarde. Al llegar a la plaza de Colegio Civil había mucho movimiento...

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¡Que va, ni pensarlo¡ Son puros revoltosos. Su candidato a gobernador nunca le ganará

al viejo Bernardo Reyes. Lleva años en el poder y allí seguirá.

Igual que don Porfirio.

¿Cosas graves?

¿Qué? ¿Hay una fiesta?Buenas, Ramiro.

Luis deja de estar jugando. Mejor ayúdanos a repartir estos periódicos y cuando termines me esperas en la

Alameda.

El sordo no oye pero sí compone. Te esperamos por la tarde en la Alameda. Hoy es la fiesta de la Gran Convención Electoral Nuevoleonesa.

Mientras discutían yo descubrí que Corneta, nuestro

perro, nos había seguido y husmeaba entre los estudiantes tirando

la pintura y haciendo

destrozos. Por suerte

llegué cuando estaba a punto

de hacer “su gracia”..

¡Corneta, perrito, ven aquí!

Eso creo compañero. Se oyen muchos rumores.

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De pronto me dí cuenta que caminaba en sentido con-trario y que nunca llegaría a la Alame-da pues una multitud me lo impedía.

¡A la Plaza Zaragoza!

¡Todos a la plaza!

¡Vamos, somos más de diez mil personas!

¡Al mitin de Bernardo Reyes apenas fueron dos mil!

Tuve que cambiar mis planes y me dirigí a la plaza. Para mí era difícil caminar y para Corneta peor. Quería llegar al Ayuntamiento porque pensé que desde allí hablarían los oradores.

Sin embargo cuando descubrí que la policía municipal se encontraba cerrando el paso en los arcos del edifico se escuchó un disparo.

Sólo grita “Redención”, “Constitución” y los entregas. Recuerda bien, “Redención”, “Constitución”

Entonces tuve la gran idea. Corneta jalaría la carga y yo sólo pasearía. Sin dudarlo me puse manos a la obra y construí con ramas y cuerdasuna especie de trineo para los periódicos.

comencé a repartir los periódicos. No supe ni por dónde me fui.

“Redención”, “Constitución”

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La gente empezó a correr y los balazos arreciaron

Me oculté como pudé.Hubo muchos detenidos y muchos macanazos.

Muchacho, pronto vete a tu casa, la policía puede apresarte.

Regresaré por ti ¡lo juro! Ramiro y papá me ayudarán.

El pánico se apoderó de la multitud y se hizo mayor cuando apareció la caballería del Décimo Regimiento de Rurales y un Batallón de infante-ría que nos tenía acorralados.

Cuando todo pasó y salí de mi escondite me acordé de Corneta. El pobre estaba muerto. No había podido correr impedido por los palos del carrito ¡que yo había construido!

Fue mi culpa.¡Perdóname corneta!

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Oculto entre las sombras llegué a la casa y quise echarme en los brazos de mi madre en busca de consuelo. Lo que oí me lo impidió.

Ramiro está muerto. Le dieron un tiro en el pecho y se llevaron su cuerpo. Dicen que fueron cuatro muertos y que hay más de sesenta heridos.

Yo no pude ni llorar. Lo peor es que sólo podía pensar en Ramiro lleno de entusiasmo dándome ins-trucciones.

Recuerda, ¡Redención! ¡Constitución!

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Del Río, Texas. 28 de junio de 1908.

¡Deténgalos! ¡Que no escapen!

¡Vamos, andando! ¡Perros rabiosos!

¡Miserables grasientos!

De muchas cosas me he arrepentido en la vida, pero no de lo que sucedió aquella noche. Siempre cumplí con mi deber.

Permanecí oculto en la oscuridad y tras un rato pude ver cómo llevaban lazados y esposados a los cuatro hombres para trasladarlos al penal.

No pude evitar cierta pena. Mis abuelos habían sido mexica-nos y, no sé, no me gustaban esos tratos, ni los insultos.

Cuando se fueron, decidí entrar a la casa, triste guarida de conspiradores y revoltosos. Entonces comencé a buscar…

Nada, nada que la involucre.

Mujermoderna

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Proseguí con mi búsqueda y nada. El docu-mento tenía la firma de un tal Encarnación Díaz pero de Andrea, nada encontraba, ni una pista que la implicara.

Por fin, tras un largo rato, algo llamó mi atención; era un papel inmundo, gara-bateado, en el que leí:

¡Así que de esto se trata todo! ¡Qué atrevimiento! Un puñado de miserables tratando de derrocar al General Porfirio

Díaz, el amo de México.

Estoy seguro que ahora anda por aquí, en Del Río.

Hacía dos años que la seguía. Era yo detective de la Agencia Pinkerton y desde entonces me pasaba la vida siguiendo a la misteriosa y escurridiza mujer. “Nunca dormimos” era el lema de la Agencia y vaya que yo lo cumplía. Esa mujer era incansable. Podía estar en Laredo, en San Luis Missouri, en San Antonio o en El Paso. No dudo que varias veces haya ido a México y que regresara a su pueblo, Lampazos, para ver a su gente, aunque allí pudiera ser detenida.

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Muy claro la vi un día subirse al tren que

Benjamín Canales y Guillermo Adam tomaron en San

Antonio.

Además, en la casa se encontraba una imprenta y varios paquetes de El Liberal y El Mensajero, periódicos recién impresos.

Ilusos. Daban por hecho que su mo-vimiento triunfaría.

Andrea Villarreal era increíble. Nun-ca dejaba eviden-cias a su paso: solo papeles, periódicos y libelos.

Los encabezados me sorprendieron.

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Sus escritos eran virulentos y no se cansaba de insultar a Díaz protegida por la libertad de prensa y por sus amigos los gringos socialistas.

Nunca tenemos suficientes pruebas. ¡Nada podemos hacer! Por eso se refugian aquí, en Estados Unidos.

Decidí regresar por tren a San Antonio. El levantamiento de Viesca y el ataque a Las Vacas, habían incendiado la frontera. Lo mismo ocurrió dos años antes en Jiménez, Camargo y Veracruz.

Aquí fueron atrapados y luego deportados a México, allá los fusilaron. Entonces como ahora Andrea Villarreal participó, ¿cómo le haría para transportar armas? ¿Por qué aún no lo descubro?

No supe cuánto tiempo me quedé dormido. Estaba muerto de cansancio.

Ella y sus hermanos eran una plaga. Antonio y otros miembros del Partido Liberal Mexicano muy pronto serían detenidos; pero, Teresa y Andrea ¡Quién sabe!

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Cuando desperté creí que soñaba. Sentada frente a mí, Andrea Villarreal me sonreía.

Buenos días Mister Morales.

¡Era increíble! Andrea sabía mi nombre y aunque se burlaba de mí, su actitud era amable. Le ayudé a cargar su maleta.

Viaja usted ligera de equipaje

tengo muchos amigos y me gusta llevarles regalos. venga a mi casa y hablaremos.

Lo que siguió fue muy extraño. Ya en su casa Andrea me presentó a su hermana.

No es mucho lo que podemos contarle. Usted sabe todo sobre

nosotras.

Sólo sé que forman parte de la Junta

Organizadora del Partido Liberal

Mexicano, que planeaban derrocar al

presidente Díaz y que acaban de sufrir un

terrible fracaso.

No sé por ejemplo cómo transporta las armas, la pólvora, la dinamita.

Qué extraño que no lo sepa Mister Morales. En este país la compra y venta de armas está permitida.

¿Acaso no lo saben los detectives?

Las armas, las he comprado con dinero de los miembros del partido y de otros simpatizantes. Las propias armerías las

han empacado y enviado hasta la frontera. Todo ha sido legal.

Entiendo que ha estado enfermo. Supe

que no se cuida y que ha pasado varias

noches en vela.

Mmm… ahhh… esté

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Dos años después recibí una carta de Andrea y un recorte de periódico. Sus proclama dirigida a los mexicanos residentes en los Estados Unidos me impresionó.

Es usted una mujer muy moderna.

Tenía razón. Esa noche decidí dejarlas en liber-tad. Después de todo en Estados Unidos no ha-bían hecho nada ilegal. Yo siempre cumplí con mi deber.

Yo escuchaba atónito sin saber qué decir. Por suerte, ellas hablaron toda la noche.

La lucha apenas comienza. No terminará con la caída de Díaz ni tampoco cuando mejoren las condiciones de los obreros y los campesinos. Seguirá la lucha por las mujeres, el voto y los migrantes.

Yo, Joe Morales, me sentí llamado. Este 20 de noviembre

acudiré a la cita.

Tan lo soy, que así se llamará el pe-riódico que editaré. ¿Le parecen ilegales nuestras actividades en su país? No lo creo. Pídame todas las pruebas que ne-cesite y entréguelas a Pinkerton, al FBI, y a todos los que nos persiguen, dudo que le sirvan.

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lázaro Gutiérrez de Laray el México bárbaro

Cuando miré a mi compañero, las lágrimas rodaban por su cara. Al escuchar las historias de las indígenas yaquis me avergoncé de no poder llorar yo también.

Esa noche hela-da ni Lázaro Gu-tiérrez de Lara ni yo pudimos dormir. Ambos éramos hombres fuertes y sabía-mos bien a lo que veníamos. Sin embargo yo no podía olvidar las palabras de la vieja.

¡Por favor, señor Turner! ¡Mire lo que nos hacen!

¡Nos matan de hambre! ¡Ayúdenos a regresar a Sonora! ¡Los soldados nos capturaron y nos

vendieron!

No puede haber nada peor que esto.

Las mujeresresistimos los azotes…

pero los hombresyaquis mueren de

vergüenza, por su vo-luntad o a manos de

los amos.

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También, recordaba la imagen del yaqui Rosanta Bajeca y me llenaba de rabia. Una de las primeras escenas que vimos al llegar a Yucatán ocurrió una madrugada frente a 700 peones y al administrador de la hacienda de San Antonio...

El mayordomo comenzó a azotar con lentitud y fuerza inusitada la espalda desnuda del yaqui con una cuerda mojada. Para prolongar la tortura, entre golpe y golpe dejaba transcurrir seis segundos.

Mi interés en México había comenzado unos meses antes cuando conocí a cuatro periodistas mexicanos: Antonio I. Villarreal, Librado Rivera, Ricardo Flores Magón y Lázaro Gutiérrez de Lara. Estaban presos en Los Ángeles, por denunciar las atrocidades cometidas por Porfirio Díaz. Cuando los entrevisté, por encargo de mi periódico, me explicaron por qué querían derrocar al gobierno.

Díaz ha hecho a un lado la Constitución, lleva treinta años reeligiéndose sin respetar el voto.

No John, no califiques así a mi país. El verdadero México Bárbaro,

está detrás de la crueldad y explotación que estás conociendo.

Es obra del dictador Porfirio Díaz y de sus amigos y protegidos,

entre ellos, de muchos millonarios de tu país.

Al noveno azote de los quince que iba a recibir, un gemido terrible na-ció de la entraña del yaqui, parecía atravesar el alma de un diamante. Por fin cesaron los azotes.

¡México bárbaro!

Llamaré así a los repor-tajes que enviaré a The

American Magazine.

Ha desposeído a lospueblos de sus tierras.Y ha convertido a los

trabajadores pobres en siervos, peones

y esclavos.

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En Los Ángeles, mientras planeábamos el viaje al sureste de México, platiqué más con Lázaro. Después de graduarse como abogado en Monterrey fue juez en Chihuahua y luego se mudó a Sonora.

Ahora recuerdo que participaste en la famosa huelga de las

minas de Cananea. ¿Será que más que escribir te

gusta agitar y que por eso ahora te busca la policía? ¡Cuéntame cómo lograste escapar!

Igual que a ti John, me gusta escribir. Cuando me mudé a Sonora, en el pueblo de

Arizpe, edité el periódico El Porvenir y me inscribí en el Partido Liberal Mexicano.

¡Esclavos! ¿Quieren hacerme creer que en el siglo XX todavía existe la esclavitud en esta parte del

mundo?

Sí, verdadera esclavitud:

hombres y niños comprados y

vendidos como mulas, que solo

pertenecen asus amos.

Si eso es verdad tengo que verlo. Tendrás que

mostrármela.

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Lázaro me platicó el trágico final de los mineros de la Cananea Consolidated Cooper Company: 23 muertos y 22 heridos. Todo el pueblo y gran parte de las instalaciones quemadas.

Lázaro era simpático y bien educado. Había estudiado jurisprudencia en el Colegio Civil de Monterrey, su ciudad natal, y su cultura y buenas maneras causaban una excelente impresión.

Con Lázaro viajé por el sur de México. Fue mi guía, mi traductor y mi amigo. Recuerdo cuando disfrazados de vagabundos cruzamos la frontera hacia México y cuando en Mérida engañamos a todos con nuestra actuación en la Cámara Agrícola de Yucatán. El gordo henequenero que parecía cantante de ópera se creyó todito lo que le contamos.

¿Así que está interesado en

comprar algunas haciendas

henequeneras en la región?

Sí. Soy el herede-ro de una fortuna

considerable y cuento con varios millones de dóla-res. Le presento a mi secretario y

contador el señor Gutiérrez de Lara.

Tendrán todas las facilidades para conocer las haciendas de la región. ¡Brindemos por el futuro de los

negocios!

Tenemos los recursos pero no el conocimiento del negocio del henequén.

Escapé como pude. A mis

compañeros los llevaron presos a San Juan de

Ulúa.

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Por un mejor futuro.

Habíamos logrado engañarlos. ¡Éramos un par de agentes secretos dispuestos a realizar una importante misión!

Compartí muchas cosas con Lázaro. Vimos las condiciones de esclavitud en la que vivían los mayas, los yaquis y los chinos en Yucatán. Esa noche helada en la que oíamos junto a nosotros los suspiros, el gemir y las toses de los trabajadores me dijo...

Lázaro nunca perdiólas esperanzas de mejorar

la suerte de los trabajadores. Denunció, escribió y luchó toda su vida para ello. Al empezar la Revolución encabezada por Francisco I. Madero tomó las armas y luego siguió luchando, siempre a favor de los traba-jadores. Ocho años después

de recorrer con él el México Bárbaro, volví a tener noticias suyas. La Huelga General orga-nizada por la Casa del Obrero Mundial que él ayudó a fundar se extendía por todo México.

Lázaro no llegó a saberlo. Fue condenado y fusilado sin juicio,

y su cuerpo fue aventado al río. En Cananea, los mineros

no volverán a verlo...Hoy, hojeando su libroEl pueblo mexicano y

sus luchas por la libertad,con dolor me pregunto:

¿Cuándo terminaráel México Bárbaro?

¿Pasaste mala noche? Oí a las mujeres llorar. No sé cómo volveré a reír y ser

feliz

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Era el 6 de junio de 1910. El tren de Saltillo a Monterrey avanzaba lentamente. En él viajaba Francisco I. Madero, acompañado de su esposa, Sara Pérez, y de su colaborador más cercano, Roque Estrada…

Cómo quisiera llegar. Estoy ansioso por encon-

trarme con la familia.

Ahora regresas como candidato a la presidencia.

Deben estar orgullosos de ti.

No estoy seguro, Sara. En Saltillo nos echaron la caballería, han de estar bien

preocupados, ¿no crees, Roque?

Al llegar a Monterrey, el entusiasmo se desborda…

¡Viva Madero!

¡Viva el partido antireeleccionista!

De repente…¡Nada de discursos, se-ñor Madero! No cuenta

usted con permiso.

Calma, Roque, ya habrá tiempo para ello.

Vamos, el auto nos espera.

¡Han de estar

enojados! ¡Seguro que muchos nos

esperan!

¡Infames! ¡Represores!

Francisco i. MaderoLa fuga

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¿Cómo vanlas cosas?

La ciudad sigue creciendo. Ya casi llegamos a los

80 mil habitantes.

¿Y qué es esa obra?

El monumento a la Independencia que

conmemora las fiestas del Centenario.

Qué descaro de Díaz.

Al llegar a la casa…

¡Mamá, tía! ¡Qué gusto

volver a verlas!

las noticias son malas. Aquí corren pe-ligro. Será mejor adelantar su partida.

En Torreón los esperan, allá estarán más seguros.

El viejo quiere festejar la libertad prohi-biendo la libertad para votar. He recorrido 22 estados de la República y he fundado más de cien clubes que se oponen a su reelección.

Díaz está terminado.

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Esa misma noche, al abordar el automóvil, se acercan diez individuos de la policía comandados por el subteniente Librado Fauces.

¡Venimos por Estrada!

¡Entréguenlo! ¡No se resistan!

¡Enséñenme su orden de aprehensión!

Mientras Madero alegaba, Roque Estrada rápidamente bajó del automóvil y abriéndose paso entre las damas que rodeaban el vehículo, se refugió en la casa.

Permítanos avanzar, mi teniente, los señores tienen que tomar el tren.

Roque Estrada no está con nosotros.

Ya en la estación… ¡Registren el tren! ¡Que nadie salga!

¡Detengan a Roque Estrada por insultos

a don Porfirio y a Francisco Madero por encubridor!

El inspector general de policía, Ignacio Morelos Zaragoza, sube a aprehenderlos.

Exijo ver la orden de aprehensión.

Déle lo que pide.

Ora sí que me acompaña el mero juez Treviño.

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Tras una noche en la estación de policía…

Jálele pa´ la penitenciaría.

Después de varias semanas de estar presos en monterrey

Meses después en el juzgado de San Luis Potosí…

Todo está listo para su fuga don Francisco.

Mi querida Sara, tendrás que ocultarte y luego alcanzarme en San Antonio, Texas.

El documento está casi listo. Unas cuantas líneas y habremos terminado. Una vez cruzado el Río Bravo lo da-remos a conocer y lo llamaremos el Plan de San Luis.

Madero era un demócrata decidido, partió recordando las palabras que había escrito en el Plan de San Luis: “Conciudadanos, no vaciléis… tomad las armas, arrojad del poder a los usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombres libres. estad preparados”.La Revolución comenzó el 20 de noviembre de 1910, se extendió por todo el pais y llevó al derrocamiento de porfirio diaz. En octubre de 1911 se celebraron las elecciones presidenciales en las que triunfó Madero.

Usted también seño.

Podrá dejar la prisión pero

tendrá la ciudad por cárcel.

Tendrá que salir disfrazado el próximo 6 de

octubre.

Malas noticias. Te van a

trasladar a San Luis. Te acusan de faltas a la

autoridad.

quieren tenerme preso mientras

pasan las elecciones.

el fraude está

preparado.

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Los preparativos empezaron en octubre de 1912 en un café de La Habana. Los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz se reunieron con Cecilio Ocón…

Cómo extrañolos tiempos de don

Porfirio.

Tranquilos, señores. Su fin está cer-ca. El golpe que estamos preparando será todoun éxito.

Yo sabía que esa era la obsesión de mi padre. Había sido un símbolo: el único ca-paz de opacar al viejo dictador. No hace mucho sus partidarios admirados por el pro-greso que Nuevo León alcanzó bajo su go-bierno pedían a gritos que fuera presidente.

Mi padre se mantuvo fiel a don Porfirio, quien sin embargo lo mandó expatriado. Y cuando después quiso oponerse al candidato Madero, era ya muy tarde: los Reyistas se habían vuelto Maderistas. Él se dio cuenta tarde cuando llamó a las armas y nadie le respondió. Llevaba un año preso y estaba desesperado.

El cuartelazo:Bernardo Reyes

¿Lograrás que loliberen? ¡Es a mí a quien

debes liberar Rodolfo! ¡Sá-came de la prisión! Quiero

salir a pelear.

Tres meses después, cuando llegué a ver a mi padre prisionero en Santiago Tlatelolco llevaba buenas noticias.

Por fin logré quetrasladaran a Félix Díazde la fortaleza de San

Juan de Ulúa a Lecumbe-rri. ¡Ahora todo será

más fácil!

Con Ma-dero en la presidencia

todo está de cabeza. Las fuerzas so-ciales que ha despertado

serán incon-trolables.

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Había que movilizar a las tropas, liberara mi padre y a Félix Díaz, tomar Palacio Nacional y aprehender al presidente Maderoobligándolo a renunciar. Mi padre no quería de-

rramamiento de sangre. Me dictó un Manifiesto a la Nación explicando su movimiento y la organización de un gobierno provisional.

Lo abracé con cariño y me sorprendió enor-

memente su calma.

Yo no pensaba más que en eso. Hablaba con viejos generales por-firistas y con antiguos reyistas. Por lo menos ochos proyectos de fuga y rebelión preparamos y no fueron menos de seis las fechas que se fijaron para su escape. A diario me reunía con Mondragón, con Ruiz y con muchos otros para planear los detalles.

Madero es cada vez más impo-pular. ¡No sabe

gobernar!La paz y la tranqui-lidad deben resta-

blecerse en México. Ahora sí, la patria me necesita. ¡Sácame de

aquí!

Hagan lo que sea, yo estaré listo. Pero

sáquenme a pe-lear de frente.

La suerte está echada.

La vigilancia aumentó, el gobierno sospechaba que los mi-litares conspiraban en su contra. Decidimos adelantar el golpe y tomar Palacio Nacional el domingo 9 de febrero.

¿Con quiéncontamos? Con los oficiales de caballería.

Con los Generales Blanquet, Beltrán y Na-varrete; también con los cadetes de la Aca-demia Militar de Tlalpan, ametralladoras,

algunos batallones y centenares de gendar-mes montados. Además de civiles armados.

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La espera me pareció interminable. Después de cuatro horas de agonía la luz se apagó. La situación era desesperada pues comenzaba a amanecer. Entonces, repentinamente, entró a galope a la plazuela el General Gregorio Ruiz.

Ante esta señal salió mi padre elegantemente vestido y montó en su caballo Lucero que jun-to con su espada le había yo llevado. Al pasar revista a las unidades re-beldes que lo esperaban comenzaron los vivas y los saludos. Él les co-rrespondía ondeando al aire su Kepí. Más parecía un desfile festivo que el avance de una columna golpista.

A las 2:30 de la madrugada llegué a la prisión de Santiago Tlatelolco. Apostados afuera todos habían estado esperando la señal de mi padre.

¡Mi general Reyes, estoy a sus órdenes!

Vamos porFélix Díaz.

Desde la una de la mañana se encendió una luz roja en la celda. Desde entonces no

se ha movido.

Hay que esperar. Según sus instrucciones, sólo debemos

entrar cuando la luz se mueva.

Esa noche nada sucedió como estaba planeado. Algunos de los soldados se negaron a seguir a sus comandantes, la policía fue alertada por el intenso movimiento noctur-no y comenzaron las detenciones; también, ocurrieron algunas balaceras. El trans-porte de los cadetes de Tlalpan falló y el elemento sorpresa para tomar el Palacio Nacional fracasó. Yo no lo sabía.

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Al llegar a Lecumberri, mi padre y el general Mondragón desmontaron y el general Ruiz apostó cuatro piezas de artillería. Desde un balcón el director de la prisión se negaba a liberar al reo. Cuando por fin lo soltó un inmenso clamor se levantó y los soldados comenzaron a disparar desordenadamente en señal de alegría. Mi padre, con voz potente, ordenó…

Mi padre no contestó, y yo le dije…

Entonces nos gritaron

Padre, hay quedetenernos. Tene-mos que saber lo

que sucede.

¡Guarden el parque! ¡Muy

pronto habrán de necesitarlo!

Mi general, avanceusted; Palacio está

con nosotros.

Eran ya las ocho de la mañana y la in-mensa columna se dirigía al zócalo. Como avanzada iba el general Ruiz con ochenta cadetes de escolta.

Mi padre se alzó sobre los estribos ordenando que se aparta-ran los no combatientes. Picó espuelas y a galope lo seguimos Díaz, Mondragón, el doctor Espi-nosa y yo.

Que se detenga la co-lumna; yo, no. ¡Que sea lo que ha de ser pero de

una vez!

No es cierto. Palacio está en manos del gobierno y el gene-

ral Ruiz ha sido detenido.

¡Vamos, todos adelante contra el Palacio Nacional!

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Mi padre se detuvo un momento y agarrado a la crin de su caballo cayó a la izquierda sobre mí, que también caía, arrastrado por mi cabalgadura muerta.

Cuando iba rápidamente avanzando entre la una multitud que salía de misa de la catedral puede alcanzarlo y metiendo mano a la brida de su caballo traté de detenerlo.

Espoleó su caballo y siguió adelante.

Y murió como quiso. El cuartelazo fracasó y no logramos deponer al presidente Madero. Esto solo se logró con la traición de Victoriano Huerta quien además lo mandó matar. Fueron diez días te-rribles. La “decena trágica”, que abrió paso a una violencia aún mayor que duraría varios años: los peores temores de mi padre se cumplieron.

No me deten-go; tú sí, vete a imprimir el Manifiesto.

¡Padre, te matan!

Sonó un tiro aislado y luego todos los soldados que teníamos enfrente hicieron fuego nutrido contra nosotros.

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Era el 23 de febrero de 1913. Desde entonces, el sonido del tren siempre me ha traído recuerdos buenos y malos. Cuando esa mañana subí al tren iba lleno de emoción. Pensaba llegar a Saltillo y luego engancharme para ir a las minas.

¿A dónde te diriges? Se me hace que vienes huido.

Nos hicimos amigos. Él me contó que iba a la Ciudad de México donde sucedían cosas terribles.

¡Mueran todos los traidores!

¡Qué viva el señor Carranza!

Voy a Rosita o a Monclo-va a buscar trabajo. Mi amo me dio permiso. En la hacienda las cosas

no marchan bien.

Venustiano Carranza:La tolvanera

Hace diez días que se com-bate en las calles. Victo-riano Huerta traicionó al

presidente Madero y se dice que ayer lo mandó matar.

¡Bien mere-cido! Madero era un loco espiritista. debió en-

tregarle el poder a Ber-nardo Reyes.

Madero debiócorrer del go-bierno a todos los porfiristas.De pronto, un fuer-

te rechinido acalló todas las voces. El tren dio un repenti-no frenazo en medio de la nada. Enton-ces, por la ventana, pude ver que a todo galope un grupo de jinetes bien arma-dos nos rodeaban.

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Buen golpe. Ese tren nos será muy útil.

Sí, el primero y muy bien dado.

También pescamos algunas truchas.

A lo lejos vi por primera vez al se-ñor Carranza. Era un hombre imponente. Hablaba con el capitán Treviño y con otros jefes importantes. Nos acercamos.

Pronto, ante nuestro desconcierto, unos som-brerudos comenzaron a bajarnos del tren. To-dos repelaban y las mujeres y niños lloraban.

Entonces me uní a la Revolución. Mi companero y yo montamos de nuevo en el tren y atrás que-daron muchos pasajeros furiosos. Era de noche cuando llegamos a Ramos Arizpe.

¡Salvajes! ¡Muy caro lo

pagarán!

¿Cómo es posible? ¿Qué haremos a medio desierto?

¡Bien hecho, compañeros!

¡Ajúa!

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Trabajé todo el día. Alimenté caballos, acomodé cartuchos y hasta doblé sarapes y jorongos. En eso entró el Capitán Treviño.

Salimos temprano. Éramos una corta fuerza de caballería y Carranza no venía con nosotros. Comencé a preocuparme…

Entonces, el capitán Treviño cambió de rumbo y nos llevó a un inmenso matorral. Desmontamos y seguimos sus órdenes.

¡Prepárense!

Mañana te vienes conmigo.

Sí, mi capitán.

¿Sabes montar?

¿Cuántos serán los federales?

Enseguida se ponen a fabricar escobas, grandes escobas. Aprietan bien las ramas y las ama-

rran a sus caballos. ¡Que arrastren bien! ¡Vamos a barrer a

nuestros enemigos!

Corten todas las varas que puedan¡Vamos! ¡Aprisa!

Yo me acerqué al señor Carranza y, sin saber muy bien porqué, le supliqué:

Déjeme que-darme. Traba-jaré duro, muy duro. Yo no sé

rajarme.

Al día siguiente llegó un jinete y nos avisó que un tren federal al mando del general Blásquez venía de Monterrey para atacarnos.

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La carrera comenzó. Cuando llegó mi turno de salida, le piqué duro a las espuelas.Iba a todo galope.

Los gritos de mis compañeros me hicieron detenerme y descubrir cómo los habíamos engañado.

Yo no entendía lo que pasaba, pero obedecí al instante. Apenas habíamosterminado cuando a lo lejos vimos el vapor del tren federal que se acercaba.

Sepárense bien y dejen mucha distancia entre ustedes. Vamos, ahora

¡Al ataque!

¡Vamos! ¡A barrer!

Con tantopolvo no puedo

ver nada.

Se van de regreso a Monterrey ¡Sin dis-parar un solo tiro!

¡Cayeron en la trampa! ¡Pensa-ron que éramos

muchos.

¡Se van los muy cobardes! ¡El tren frenó y se va de

reversa!

Dormí bien esa noche ylos días que siguieron. En Ramos Arizpe, en Arteaga,

en Anhelo y en la Hacienda de Guadalupe seguíamos torcien-do vías y volando puentes. Vi cómo las fuerzas de Venustiano Carranza

fueron creciendo y cómo se firmó el Plan de Guadalupe.Ahora, cuando oigo silbar los trenes, espero verlo de nuevo. Han pasado

casi diez años de su muerte. Nunca imaginé que así terminaría.

¡Ahí vienen! Saldremos en grupos pequeños. Unos primero que

otros.

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Cuando era niño siempre tenía miedo. No nada más en la Semana Santa cuando los viejos chicaleros recorrían la Hacienda de San Francisco y azotaban sus látigos contra el suelo haciéndonos correr a todos.

La visión:Belén, Francisco y Manuel Blanco

Así es compadre. Lo curioso es que lo que más miedo me daba era una extraña mujer.

¡Ay que carambas, don Isabel! ¿Quién iba pensar que luego usted se volvería tan bravo?

Tenía miedo de la lluvia que allá en lo alto de las sierra hacía tronar y con sus rayos iluminaba las nubes dejando ver formas monstruosas. Miedo del río que decíanse llevaba a los niños que nuncamás regresaban.

¿No me diga que a usted también lo espantó La

Llorona?

¡Qué va! Y mire que muchas noches clarito he oído su

llanto. Pero la mujer que hoy recuerdo era hermosa y muy blanca,

quizá por la ropa negra y el rebozo

oscuro que la cubría.

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Estaba sentada en una peña; en la loma del Calvario, allá donde empieza el camino pa´ Ga-leana. Pardeaba y volvía solo con las ovejas. Entonces la descubrí. De lejos parecía un bulto pequeño, pero eso sí, oscuro y pesado.

Primero pensé que era una piedra pero luego se movió y se volvió hacia mí. Sus ojos eran profundos y su mirada la más triste que haya visto jamás. Un miedo terrible se apoderó de mí y como pude escapé corriendo.

La primera vez que la vi fue allá por el año de 1911, cuando era yo un chiquillo de apenas cinco o seis años. Lo recuerdo bien porque fue entonces que mi padre se fue: feliz, montado en su cuaco, como tantos otros, ¡Y solo para acabar muerto!

Ay que carambas, compadre ¿Y quien sería la aparecida?

Aún sin querer la vi varias veces, siempre igual, sola y sentada a la

vera del camino. Luego logré saber quién era y qué buscaba.

A partir de entonces siempre evité acercarme al Calvario. Por las no-ches, al recordar la visión, tembla-

ba y me moría de miedo.

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Seguro por eso parecía un alma

en pena.

Primero se fue Belén Blanco. Era un joven fuerte y bien plantado. Dicen que lo invitó un tal Rosalío Alcocer, uno de Doctor Arroyo que llegó gritando ¡Viva la Revolución Maderista! ¡Síganme los hombres libres! Con él hizo campaña en Ojinaga, Torreón y Paredón.

Muy pronto lo siguió Francisco, su hermano menor…

… y luego Manuel.

Sí, ella ya no vivía de tanto sufrir. Un día al pasar a su lado mi madre me dijo muy quedo: “está muerta en vida”. Imagínese nomás compadre.

La mujer era María Blanco, por ella y por sus hijos, San Francisco se llama ahora San Francisco de los Blanco. Belén, Manuel y Francisco, se le fueron yendo, como tantos hombres de la Ha-cienda. Ella los esperó muchos años, igual que mi madre esperó a mi padre. Ella como nosotros, estuvo triste y sola durante mucho tiempo.

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Al triunfo de Madero no alcanzaron a regresar a su tierra. Con las ar-mas en la mano tuvieron que seguir peleando, defendiendo al Presidente.

Y cuando lo mataron, luego, luego, se fueron con Carranza.

Su madre los esperó muchos años pero sólo Belén volvió. Yo supeque doña María no era una visióncuando trajeron a mi padremuerto, ella nos ofrecióconsuelo.

Belén sin dudarlo firmó el Plan de Guadalupe en contra de Victoriano Huerta, el traidor y asesino.

Hoy compadre, le hacemos jus-ticia a los muertos. Hoy, cuando

se repartan las tierras de la antigua Hacienda y se funde el Ejido 18 de marzo, a todos les

contaré la visión y el sufrimien-to de una madre.

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Monterrey, 19 de abril de 1914. Yo, al igual que mi general don Pablo, soy un huérfano. Quizá por eso me recogió en Candela cuando pasó con su caballería y me vio temblando, escondido de las balas.

Mientras es-pero órdenes comienzo a recordar tan-tas cosas que él me contó de cuando comenzó a conspirar contra Porfi-rio Díaz.

No te quedes allí, muchacho.

Ahora acompaño a don Pablo. Intentaremos tomar Monterrey.

Don Pablo es muy fuerte, ninguna desilusión lo dobla y eso que ha sufri-do mucho. Hasta dicen que está salado, pero lo siguen porque es un hombre bueno. Hoy que lo veo prepararse para encabezar la bata-lla tengo miedo de otra derrota.

Pablo González:Primera llamada

¡Levántenlo,que lo matan!

Así, siendo un chamaco, me uní a la Revolución.

¿Tienes catorce años? ¡Ésos

tenía yo cuan-do me fui al

Colegio Militar! Pero al llegar

me salieron con que le habían dado a otro mi beca y tuve que regresarme a

Lampazos.

Yo acudí a la primera llamada de Ma-dero. Fue en el Molino del Carmen, en Nadadores, Coahuila. Teníamos un club muy secreto, el Club Juárez.

¡Imagínense! Un día nos llevaron un cargamento de armas enviado por mi

hermana Sara.

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Don Pablo era muy serio y pocas veces se emocionaba. Lo hizo cuando nos contó cómo él con cuarenta hombres se levantó en armas y cómo el 10 de enero de 1911 tomaron Cuatro Ciénegas y recorrieron a galope la población.

Algunos se le voltearon y otros no le perdonaron que les quitara sus privilegios. Desde entonces no he dejado de pelear, primero para defenderlo y ahora para derro-car al dictador Victoriano Huerta, su asesino.

Muy pronto triunfó la Revolución Maderista y el Señor Madero se

convirtió en presidente.

¡Viva Madero!

Un día le confesé…

La verdad, yo no entiendo de

política.

¿Es por eso que ahora peleamos con el Ejército Consti-

tucionalista?

El toque llamando a formación me sacó de mis recuerdos. La emoción crecía pues la División del Noreste se alistaba para atacar Monterrey que estaba en poder de los Huertistas.

Así es. Y por eso seguiremos

peleando.

A veces Don Pablo se ponía triste… Se preguntaba cómo era posible que Madero tuviera tantos enemigos.

Yo era como tú, pero trabajé duro y comprendí que la miseria y la injusticia son obra de los malos políticos que no cumplen con las leyes ni con la

Constitución.

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Al frente de todos mi general Pablo González ordenó:

“Cesáreo Castro y sus hombres atacarán de la Cervecería al Obispado.”

“Todos los demás de San Luisito hasta el Obispado.”

“Antonio I Villarreal y su bri-gada la Fundición número 3.”

“Teodoro Elizondo, el río Santa Catarina por el norte.”

Los combates duraron cinco días y fueron terribles. Los francotiradores y las barrica-das hacían difícil nuestro avance pero por fin el viernes 24 se logró tomar la plaza.

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Esta es apenas una batalla. Para que

triunfe la Revolución tendremos que pelear

muchas más.

La defensa del Palacio de Gobierno fue feroz, pues aunque los federales lo abandonaron, los encopetados y catrines huertistas pelearon hasta el final.

El día siguiente, sábado 25 de abril de 1914, fue para nosotros un día glorioso. Temprano entró nuestra caba-llería al centro de la ciudad recibiendo a su paso aplausos y gritos de júbilo de la tropa y de la población.

Esa misma tarde, el general Pablo González entregó la ciudad a don Antonio I. Villarreal, quien había sido nombrado gobernador de Nue-vo León por don Venustiano Carranza.

Habíamos triunfado y como pude me acerquéa don Pablo.

Ahora sí Anto-nio, a gobernar de acuerdo a la

Revolución.

Felicidades don Pablo. ¡Ha ga-nado el Constitucionalismo!

¡Viva el Ejército Constitucionalista! ¡Viva don Venus-

tiano Carranza!

¡Viva don Pablo González!

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El general Ángeles sí que era guapo, pensé al recordar cuando lo vi hablando desde el bal-cón del Hotel Iturbide.

Esa noche lo decidí, yo también vería al general Villa. Total, no creo que llegara echando tiros.

Al día siguiente seguí de lejos a las muchachas. Hacía tiempo que yo parecía ser un fantas-ma: nadie me hablaba ni me veía. A mamá la Revolución, la tenía enferma y no salía de su cuarto. Papá nunca estaba, pues decía que Maderistas, Huertis-tas, Carrancistas o Villistas eran todos iguales y que él no podía descuidar sus negocios. Y se iba al banco a trabajar.

Francisco Villa:El tesoro

¡Qué va! Roba para darle a los pobres.

¿Qué haces aquí niña? ¡Vamos! ¡A

la cama!

Tenemos que verlo, vamos a recibirlo.

El 12 de marzo de 1915 en Monterrey no se olvida. En la cocina de mi casa todas las mujeres estaban alborotadas; hasta mi nana María, que era muy seria, hablaba sin parar…

Si, pero también ratero y matón.

HotelIturbide

¡El general Villa en Monterrey! ¡No puedo creerlo! Dicen que es

guapo y valiente.

Nos lo dijeron allá en los lavaderos del Santa Lucía. ¿Cómo Robin

Hood?

Tampoco dispararon sus hombres. Cuando Raúl Madero y Felipe Ángeles entraron triunfantes a la ciudad parecía un desfile.

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Yo, como pude, logré recoger cuatro lindas moneditas, ¡un tesoro!

También supe que los comerciantes habían invi-tado al general Villa a un banquete y que éste los había rechazado.

Al llegar a la casa, mis muchachas presumían lo que habían conseguido.

Cuando Villa apareció todos guardaron silencio. Luego sonrió y comenzó a arrojarle monedas a la multitud.

La plática siguió en la cocina y así me enteré que había hambre en Monterrey.

¿Tanto? ¿Pos´ qué se piensan comer? Mejor que lo gasten en maíz y frijol, pa´ los pobres.

Estas monedas nunca las voy a gastar.

¡VivaVilla!

¡Viva la División del

Norte!

Cuando llegué a la estación había un gentío increíble. Todos rodeaban el tren que acababa de llegar. De pronto, las puertas de los vagones se abrieron y empezaron a saltar los jinetes. El espectáculo fue grandioso. La gente enloqueció.

Tengan su bolo her-manitos. ¡Pa´ que se

acuerden de mí!

Tengan: Pa´que se acaben sus penas.

A mí los villistas me dieron maíz y frijol. Hoy mucha gente por

fin comerá.

Más o menos treinta mil

pesos.

¿Cuánto quieren gastar?

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Una mañana, oí que mi padre y mi padrino platicaban…

Al día siguiente escondida llegué al Palacio de Gobierno. Su gran patio estaba lleno de pobres a los que le repartían tortillas.

Entre ellos muchos señores bien vestidos se dirigían al Salón Verde donde sería la reunión.

En los días que siguieron pasaron muchas co-sas. Yo de todo me enteraba en la cocina pues ya no podía salir porque las cosas estaban muy feas. Ya no había escuelas y mis amigas se habían ido a Estados Unidos.

Entonces se me ocurrió. Otra vez prodría ver “a mi general”, como decía la nana, quizás ahora de cerca. Me ocultaría en el coche de papá y luego al llegar ya vería como le haría.

Nevando en marzo. ¡Quién lo

creería!

A mí ni siquiera me dejaron ir a la corrida de toros que hicieron para festejar a Villa.

Sí, son tiemposmuy raros. Primerocaballos en el ho-tel Ancira y ahora, una invitación de Villa a la Cámara

de Comercio.Tendremos

que ir.

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Yo no podía creer lo que oía. Asustadísima salí de mi escondite y como pude encontré y abracé a mi padre. Él se sorprendió pero me tranquilizó.

Al regresar a la casa corrí a buscar mi tesoro. Allí estaban las cuatro monedas. Las tomé y se las llevé a mi padre.

Él las tomó y nada me dijo. Yo recordé las palabras de Villa: Pa´que se acuerden de mí. ¡Qué va! Yo sólo quería olvidarme de todo.

Villa por fin aceptó dejarnos ir.Entonces, ya más calmada, escuché lo que se decía. Raúl Madero trataba de tranquilizar a Villa.

Los directivos se quedan en prenda.

¿Y esto?

No es necesario, somos hombres de palabra. Yo respon-

do con mi vida.

Son mi contribu-ción para la causa.

No pasa nada chiquita. Todo se

arreglará.

Son ustedes una punta de

sinvergüenzas. Creían que les iba a echar un discurso de

botín calado. ¡Nada!

Cuando logré colarme vi que Villa, furioso, regañaba a todos, echando chispas:

O contribuyen cuanto antes con un millón de pesos o fusilo al presidente de su camarita y me los llevo a

todos a Chihuahua.

Mi general, los seño-res harán una lista y

anotarán las cantidades que ellos o

sus empresas entregarán.

Déjelos salir a buscar el

dinero.

Cuando pasaron al frente para anotarse en la lista yo me escondí detrás de mi padre. No me atreví a mirar a Villa. ¡Estaba muy asustada!

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Nunca olvidaré la fría noche del 16 de diciembre de 1917. La luna iluminaba la plaza Zaragoza. La banda municipal tocaba un vals y a su ritmo los jóvenes paseaban acurrucados, aunque a mi alrededor había alegría, yo estaba triste.

Al pensar en esto me embargó una terribleinquietud. Manuel, si estaba vivo, podía regre-sar. ¿Se habría casado? ¿Se acordaría de mí?

En los últimos años mis penas habían sido muy grandes. Mi padre murió en la calle cuando lo alcanzaron las balas y apenas pudimos enterrarlo.

La pobreza y el hambre se ha-bían adueñado de la ciudad y aunque decían que la Revo-lución había terminado, to-davía quedaban algunos gru-pos rebeldes.

El comienzo:Nicéforo Zambrano

No sé cómo con tantos problemas, la gente podía estar feliz. Quizá porque veníamos a celebrar o tal vez porque muchos estaban regresando. Volvían los que se fueron a los Estados Unidos y los que se habían ido a la bola: carrancistas, villistas o convencionistas.

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Don Nicéforo Zambrano no era mí tío pero así le decíamos. Acababa de ser electo gobernador y a lo largo de su vida había hecho de todo: arriero, carretonero y hasta ministro de Hacienda, pasando por jefe revolucionario. Había sido siempre, eso sí, carrancista de hueso colorado.

Mi hermana quería escuchar el discurso del tío Nicéforo que estaba muy orgulloso de promulgar la Constitución de Nuevo León.

Cuando llegamos bajo el balcón su discurso casi acababa…

¡Viva la Revolución! ¡Viva la

Constitución!

Esta nueva Constitución responde a todas las demandas sociales por las

que hemos luchado: democracia, educa-ción, tierras, justicia social y libertad.

Representa el comienzo de nuevos tiempos para México y para Nuevo León.

¡Viva!

La fiesta va a comenzar, acer-

quémonos.

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Aunque al principio no quería, luego me dejé llevar conmo-vida por el entusiasmo de mi tío que tanto había luchado por alcanzar este momento.

Y vaya que tenía razón, al dar una vuelta Ma-nuel estaba allí, listo para bailar conmigo.

Sustituyó a mi tío y me tomó entre sus brazos.

Los cohetes y los aplausos no dejaban escuchar los ¡Vivas! Yo me asusté, tanto tronido parecía ser de la metralla.

Mi hermana tenía razón. Pronto comenzó la música y todos comenzaron a bailar.

Vienen tiempos mejores ¡ya lo

verás!

Felicidades, tío.

Han pasado muchos años.

Vamos al brindis de Palacio. ¿Quién sabe? Quizá hasta

podremos bailar.

Yo no supe qué contestar y me deje llevar por la música.

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Cuando me fui ¡ellos ni cuenta se dieron¡!Siguieron alegando y haciendo planes para cambiar el mundo. A pesar de todo era una noche hermosa. Al caminar con mi hermana por esa calle helada de Monterrey, me sentí segura y tranquila.

Hablamos de todo, pero no de batallas ni de los muertos que ambos queríamos olvidar.

Soy enfermera, bueno, estoy estudiando.

Estoy feliz, esto apenas comienza.

Es el comienzo.Yo seré abogado, pronto entraréa la escuela.

Es cierto. Pero el nuevo Tribunal de Conciliación

y Arbitraje necesita gente cada vez más

preparada.

Quizá tengas razón: Ya vendrán tiempos

mejores.

¿Abogado? ¡Pero si ya lo pareces!

No sabes que lata me ha dado defendiendo a sus amigos los huelguistas. Ya has hecho

mucho por ellos.

Así comenzó una discusión entre tío Nicéforo y Manuel que parecía no tener fin: yo me sentía cada vez más triste y decidí abandonar la fiesta.

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PERSONAJES

Lázaro Gutiérrez de Lara. Periodista, escritor, precursor de la Revolución y líder obrero. Nació en Mon-terrey el 23 de enero de 1870. Estudió en la Escuela de Jurisprudencia de Monterrey. En Estados Unidos se relacionó con líderes socialistas como John Kenneth Turner a quien acompañó cuando realizaba sus artículos “Barbarous Mexico”. Se unió a Madero. Carranza ordenó su aprehensión pero después lo dejó en libertad. En Los Ángeles publicó El pueblo mexicano y sus luchas por la libertad e Historia de un refugiado político. Fue aprendido cuando in-tervenía en una huelga de mineros y fusilado sin formación de causa en Zóric, Sonora, a fines de enero de 1918.

Andrea Villarreal. Revolucionaria y periodista. Nació en Lampazos el 21 de enero de 1881. Siguió a Anto-nio I. Villarreal, su hermano, al exilio en los Estados Unidos donde se adhirió al grupo de los Flores Magón. Combatió con su pluma el régimen de Porfirio Díaz y, al gobierno de los Estados Unidos, por su complicidad con el tirano. A la caída del régimen volvió a México. Obtuvo una rosa de plata en un certamen literario, en el que participó con un poema, ganando a Alfonso Reyes quien quedó en segundo lugar. Murió olvidada en el Hospital Militar el 19 de enero de 1963. Durante el gobierno de Luis M. Farías, pusieron su nombre a una escuela de la ciudad.

Francisco I. Madero. Nació en Parras, Coahuila, en 1873. Estudió en Francia y en Estados Unidos. Su pre-ocupación por las condiciones de vida de los mexicanos lo llevó a defender ideas democráticas y de reforma social. En 1910 fue encarcelado y se evadió a Texas, y organizó desde ahí la Revolución. En octubre de 1911 Madero triunfó en las elecciones. En sus quince meses de gobier-no trató de reconciliar las fuerzas revolucionarias pero la división del movimiento puso fin a sus planes. En 1913 Victoriano Huerta traicionó a Madero, lo encarceló y lo mandó asesinar en la Ciudad de México el 22 de febrero.

Roque Estrada. Nació en Moyahua, Zacatecas, el 16 de agosto de 1883. Simpatizó con la causa de Madero y recorrieron el país luchando contra la reelección. Llegó a ser ministro de Justicia en 1915. Murió en 1966.

Bernardo Reyes. Militar y gobernador. Nació en Guadalajara, Jalisco, el 20 de agosto de 1850. Tenía ape-nas 14 años cuando inició su carrera militar luchando en Michoacán contra los imperialistas. El presidente Díaz le envió como jefe de las armas a Monterrey. Fue designado gobernador en 1885, 1889 y 1901. En 1903 hizo campaña de reelección como gobernador y, debido a la oposición,

se produjo el enfrentamiento del 2 de abril. Aun así fue reelecto y llevó a cabo su política de impulso a los inver-sionistas. Durante su mandato logró grandes mejoras públicas; sofocó el bandolerismo e introdujo reformas en la enseñanza. A partir de 1890 se observó el avance la gran industria. En abril de 1911, cuando comenzó la revo-lución maderista, se lanzó como candidato a la presiden-cia pero no encontró el apoyo esperado y salió a Estados Unidos. Al volver a México fue encarcelado en Tlatelolco. Desde allí participó con Rodolfo, su hijo, en la rebelión de Mondragón y de Félix Díaz que intentó tomar el Palacio Nacional. Pero fracasó y fue muerto frente al Palacio el 9 de febrero de 1913.

Victoriano Huerta. Militar. Nació en Colotlán, Jalisco, el 23 de marzo de 1845. Se desempeñó como jefe de obras públicas en Monterrey durante la gubernatura de Bernardo Reyes. El 9 de febrero de 1913, al inicio de la Decena Trágica, el presidente Madero le encomendó la comandancia militar de la Ciudad de México. Ocupó la pre-sidencia después de traicionar a Madero. Desde el inicio de su gobierno enfrentó un levantamiento generalizado, acaudillado por Venustiano Carranza. Además, en abril de 1914 tuvo que encarar una invasión norteamericana en el puerto de Veracruz. Desprestigiado e incapaz de con-tener el avance constitucionalista, renunció y partió al exilio. Fue arrestado en El Paso, Texas y murió en prisión el 13 de enero de 1916.

Venustiano Carranza. Nació en Cuatro Ciénegas, Coahuila, el 29 de diciembre de 1859. Fue diputado local, senador y gobernador de Coahuila. Al estallar la Revolu-ción se adhirió al maderismo. En 1913, proclamó el Plan de Guadalupe en el que, desconocía a Victoriano Huerta y se nombraba Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Carranza contó con el apoyo de Álvaro Obregón, Pablo González y Francisco Villa. En 1914, los Estados Unidos invadieron México, por lo que Carranza estableció acuer-dos con los estadounidenses para evitar la intromisión en la política interna mexicana. En julio de ese año, Huerta renunció a la Presidencia y Carranza entró victorioso en la Ciudad de México. Sin embargo, surgieron diferencias irreconciliables entre los jefes revolucionarios y Carranza estableció su gobierno en Veracruz. En 1915 regresó a la capital del país, convocó un Congreso Constituyente que elaboró la nueva Constitución de 1917 y le eligió como presidente constitucional. Su gestión se caracterizó por la pacificación del país. En 1920, Plutarco Elías Calles y

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Adolfo de la Huerta desconocieron, mediante el Plan de Agua Prieta, la autoridad presidencial. Carranza se tras-ladó su gobierno a Veracruz, pero fue emboscado en Tlax-calaltongo, Puebla, y asesinado el 21 de mayo de 1920.

Pablo González Garza. Revolucionario, nació en Lampazos el 5 de mayo de 1879. Simpatizó con el movimiento anti reeleccionista de los Flores Magón. En enero de 1911 reclutó gente para luchar a favor de Madero. Capturó Cuatro Ciénegas y Monclova. Con la revolución constitucionalista emprendió la campaña en Nuevo León y el 24 de abril de 1914 tomó Monterrey. Llamado por Carranza se ocupó de la recuperación de la Ciudad de México y tomó la capital el 2 de agosto de 1915. Fue candidato a la presidencia en 1919. Se rebeló contra Carranza. Al intentar un levantamiento en Mon-terrey en 1920, fue aprehendido y condenado a muerte; la ejecución fue suspendida y salió a Estados Unidos de donde regresó en 1940. Murió en Monterrey el 4 de marzo de 1950.

Antonio I. Villarreal. Educador, militar y gober-nador. Nació en Lampazos el 3 de julio de 1879. Desde 1903 participó en actividades contra el régimen de Por-firio Díaz. Fue redactor de Regeneración, y organizador del Partido Liberal Mexicano. Estuvo preso en Estados Unidos junto con los Flores Magón. Al estallar la revolu-ción Maderista después apoyó a Carranza y contribuyó a la toma de Monterrey. Ocupada la ciudad, fue designa-do gobernador y comandante militar. Durante su admi-nistración dictó disposiciones en beneficio del obrero, prohibió el culto público religioso y desterró a clérigos. Murió en la Ciudad de México el 16 de diciembre de 1944.

Jacinto B. Treviño. Nació en Guerrero, Coahuila el 11 de septiembre de 1883. Formó parte del Estado Ma-yor de Francisco I. Madero, con el grado de capitán. Se re-beló contra Victoriano Huerta, aliándose con Venustiano Carranza. Fue el primer firmante del Plan de Guadalupe. Murió en la Ciudad de México el 5 de noviembre de 1971.

Francisco Villa. Su verdadero nombre era Doroteo Arango. Nació en la hacienda de Río Grande, San Juan del Río, Durango, el 5 de junio de 1878. Se unió a la cam-paña maderista en 1909. En septiembre de 1913 cons-tituyó la famosa División del Norte. Desde sus primeros triunfos tuvo diferencias con Carranza, sin embargo, obedeció sus órdenes y tomó Zacatecas el 23 de junio de 1914. Participó en la Convención de Aguascalientes y se alió con Emiliano Zapata, con quien entró a la Ciudad de México el 6 de diciembre de 1914, mientras Carranza se refugiaba en Veracruz. Sus tropas se redujeron y volvió a su condición de temido guerrillero. El 20 de julio de 1923 fue asesinado víctima de una emboscada en Parral, Chihuahua.

Felipe Ángeles. Nació en Zacualtipan, Hidalgo en 1869. Militar. Fue director del Colegio Militar y en 1912 combatió a Emiliano Zapata. Cuando sobrevino la Dece-na Trágica, Victoriano Huerta lo hizo aprehender junto a Madero y Pino Suárez. En 1913 se alió con Carranza. En 1914 se incorporó a las fuerzas de Francisco Villa. Fue promotor e ideólogo de la Convención de Aguasca-lientes. Después del fracaso en el Bajío abandonó a Villa y se refugió en Estados Unidos. En diciembre de 1918 regresó para atacar a Venustiano Carranza. Fracasó y fue aprehendido. Se le formó consejo de guerra y fue sentenciado a la pena capital. Murió fusilado en Chihu-ahua el 26 de noviembre de 1919.Raúl Madero. Militar. Hermano de Francisco, nació en Parras, Coahuila en 1888. Durante la revolución intervino en numerosas acciones de armas. Fue gobernador de Nuevo León en 1915 y de Coahuila en 1959. Secundó en 1929 el movimiento escobarista. Murió en la Ciudad de México el 9 de octubre de 1982.

Belén Blanco. Revolucionaria. Nació en San Francis-co de los Blanco, Galeana, en 1884, se incorporó a la Re-volución en 1911 y participó en las campañas de Ojinaga, Torreón y Paredón. Firmó el Plan de Guadalupe en 1913. Asistió a la toma de Monterrey y combatió en Ramos Arizpe. Después de 1917 hizo campaña contra los zapa-tistas. Fue regidor del ayuntamiento de Galeana.

Francisco Blanco. Militar. Nació en San Francisco de los Blanco, Galeana, en 1892. Con sus hermanos Be-lén y Manuel se incorporó a la revolución en 1911. Obtuvo el grado de mayor. Murió combatiendo en Tepiojuna, Puebla, en 1915.

Manuel Blanco. Militar. Nació en San Francisco de los Blanco, Galeana, en 1894. Se afilió a la revolución constitucionalista en 1913. En 1914 se incorporó al cuerpo de Rifleros de la Sierra participando en numero-sas acciones de armas. Cayó herido en Apaseo, Guanajua-to. Hizo campaña contra el zapatismo. En 1917 y 1918 militó a las órdenes del coronel Lázaro Cárdenas. En 1921 anduvo con las fuerzas de Ángel Camargo, con el primer regimiento de Sonora.

Nicéforo Zambrano. Nació en San Nicolás de los Garza, el 22 de febrero de 1861. Precursor de la revo-lución, perteneció al Partido Antirreelecionista. Fue aprendido y encarcelado en la Ciudad de México tras el golpe de Victoriano Huerta. Fue alcalde de Monterrey, diputado por Nuevo León al Congreso Constituyente de Querétaro, ministro de Hacienda y gobernador de Nuevo León. Su administración se destacó por el respeto a los derechos políticos de los ciudadanos. Murió en Monte-rrey el 20 de septiembre de 1940.

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Lydia Espinosa Morales

Es investigadora del Centro Regional de Nuevo León del Instituto Nacional de An-tropología e Historia. Paleógrafa, histo-riadora y profesora universitaria, ha sido también directora del Museo Regional de Nuevo León, El Obispado, guionista de muchos museos y exposiciones tempora-les, y autora de varias publicaciones sobre historia colonial.

Luis, El Cartún, Pérez

Caricaturista graduado en la Facultad de Artes Visuales de la UANL, hace cartones en el periódico y revista Milenio, además de realizar “La Mano Negra del Cartún Pérez” en el noticiero de Multimedios Televisión. Llevar a la pantalla grande una caricatura política en medio de polémica y censura es una de sus metas.

Acerca de los autores

Bibliografía

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Este libro se terminó de imprimir en noviembre de 2010, en Grafiady, S.A. de C.V.