la revolución francesa como revolución burguesa: albert soboul
La Revolución de La Mano Dadivosa
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La revolucin de la mano dadivosa (2009)Peter Sloterdijk
(Retirado: http://audiovisionczb.blogspot.com.br/2013/04/la-revolucion-de-la-mano-dadivosa-2009.html)
La crtica izquierdista del capitalismo define la propiedad como un robo. Y, sin embargo, nadie arrebatams que el estado moderno. Vivimos en un semisocialismo que, mediante impuestos oficiales, quita en grandes
cantidades. Y, sin embargo, nadie ha abogado por una guerra civil de ndole fiscal.
Segn los clsicos, la arbitrariedad y la ingenuidad se encuentran al principio de todas las
relaciones econmicas. En la clusula introductoria de la segunda parte de su Discurso sobre el
origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres (Discours sur lorigine et les fondements
de lingalit parmi les hommes, 1755), Jean-Jacques Rousseau estatuy lo principal del asunto: El
primero que, habiendo cercado un terreno, se aventur a decir: Es mo, y, de inmediato, hall
personas suficientemente ingenuas para crerselo, ese sujeto fue el verdadero fundador de la
sociedad civil.
As naci lo que llamamos vida econmica: el constructor de un persuasivo cerco se
enseore de un terreno mediante un acto de autoritarismo verbal: Ceci est moi! El primero que
arrebata es el primer empresario; el primer ciudadano es el primer ladrn; a este lo acompaa,
inevitablemente, el primer notario A fin de que se haya constituido algo as como una economa
primaria de explotacin agrcola que generase excedentes, se presupone una accin imperativa
preeconmica, nada ms y nada menos que el gesto rudo de una toma de posesin. Con todo, esta
posesin necesit legalizarse. Sin el asentimiento de esos ingenuos que creyeron en la validez del
arrebato primigenio, ningn derecho de propiedad se habra sostenido en el tiempo.
Lo que ha empezado como una ocupacin territorial se formaliza una vez que la propiedad
se registra. Es decir: primero la arbitrariedad, luego su validacin y reconocimiento legales. As
pues, el misterio de la sociedad civil reside en la consagracin ulterior de aquella iniciativa
prepotente. Todo depende de haber sido el primero. Tras el robo fundacional, se expedirn los
certificados de ley. A quien llegue demasiado tarde la vida lo castigar con ahnco. Pobres sern
quienes habiten del lado equivocado del cerco. Para ellos, incluso antes de subirse el teln del teatro
del mundo, ya habr ganado la mano que arrebata.
Los fundamentos arbitrarios de toda actividad econmica
Sin duda, el mito rousseauniano de la ocupacin de la tierra como origen de la sociedad civil
tuvo un gran efecto entre los intelectuales polticos de la modernidad. A Marx el esquema del cerco
primigenio lo impresion a tal punto que pretendi hallar la clave de la protohistoria del capitalismo
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en la arbitrariedad delincuencial de unos cuantos terratenientes britnicos, responsables de la as
llamada acumulacin originaria.
Segn Marx, esos terratenientes haban cercado grandes extensiones de tierra para que sus
rebaos, cargados de lana, es decir, de capital, pacieran sin apuros. Un atropello que no se habra
consolidado sin la expulsin previa de quienes, hasta ese momento, posean la tierra o se
beneficiaban de ella.
En adelante, si Marx analiz el capitalismo a la manera de una Crtica de la economa
poltica, la base de su enfoque terico fue una intuicin de corte rousseauniano, a saber, que los
fundamentos de toda actividad econmica eran arbitrarios. La organizacin de la propiedad, que
haba comenzado siempre con un cerco prepotente, haba atravesado diversos estadios intermedios
hasta llegar a la sociedad civil contempornea. De acuerdo con ese esquema, las primeras acciones
de los beati possidentes quedaban equiparadas a delitos gensicos, meras reiteraciones de una suerte
de pecado original que, alguna vez, se haba registrado en las relaciones de propiedad (ms
precisamente, cuando lo privado se hubo disgregado de lo colectivo). Un estigma que no cesa de
manifestarse en todo acto econmico.
Compensacin por la injusticia primigenia
Puntos de vista de tal ndole sustentan un hbito moderno que, por lo dems, ha sido
caracterstico no solo del marxismo, a saber, la prdida de respeto al derecho vigente y, en
particular, al ms burgus de los derechos consagrados: la intocabilidad del patrimonio. En efecto,
se tornar un irrespetuoso quien empiece a ver la situacin existente como el resultado de una
injusticia primigenia. Si un robo fund la propiedad, deben estar atentos los propietarios, habida
cuenta de que, uno de estos das, la correccin de las relaciones econmicas, tal y como estas se han
desarrollado hasta el presente, reclamar un espacio en la agenda poltica. A ese fin, bastar que los
ingenuos de antao esos simples de que hablaba Rousseau recuerden el delito de los
constructores del cerco primigenio y, en seguida, posesos de una briosa ilustracin revolucionaria,
destruyan el cerco contemporneo. En adelante, la poltica resarcir las condiciones desfavorables
que se estructuraron apenas se hubo consumado la repartija primigenia. En otras palabras, se ha de
reclamar que el botn de los primeros usurpadores torne a lo colectivo.
En los orgenes de toda accin revolucionaria, es indispensable una prdida de respeto
anloga, el convencimiento de que, hechas las sumas y restas, es rrita la existencia de quienes, a la
sazn, se presenten como los propietarios legtimos. De esa prdida de respeto a la expropiacin
tan solo media un paso. Todas las vanguardias proclaman la necesidad de empezar por el principio,
que es la reparticin de la tierra.
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Ladrones en el poder
Compra de la lnea editorial de Amrica Televisin (s/f, segunda mitad de los noventa), intervencin de
Vladimiro Montesinos
Con ese trasfondo, se entiende por qu, luego de Rousseau, toda crtica econmica se haya
desarrollado a la manera de una inevitable Teora General del Robo. En efecto, donde existan
ladrones en el poder, ms all del largo tiempo que se les haya tenido por grandes seores
moderados, una ciencia econmica realista solo podr desarrollarse si analiza la cleptocracia de los
pudientes.
Desde una perspectiva terica, se quiere dilucidar por qu los ricos son, tambin, desde muy
antiguo, los imperantes. Quien se encuentre al tanto del arrebato de tierra primigenio se hallar un
paso adelante en el caso de que el poder reedite sus abusos. Desde una perspectiva poltica, la nueva
ciencia econmica analiza la mano que arrebata con el objeto de dilucidar la nica va que conduzca
al resarcimiento del arrebato primigenio; esa va es la derrota de la oligarqua del presente. As
naci la idea poltico-econmica ms poderosa del siglo XIX: contra el robo primigenio, que haba
beneficiado a unos pocos, el nico antdoto era un robo moral, legtimo, que beneficiara a la
mayora. Con un cido entusiasmo, fruto de la peligrosa conjuncin de idealismo y resentimiento, el
ala ms radical de la Revolucin francesa prohij esa crtica de la cleptocracia aristocrtica y
burguesa que haba empezado con la tesis perfectamente consciente, intencionada y amenazante de
Rousseau.
Si bien el experimento sovitico (1917-1990) hizo que, en gran medida, esa idea casi
homeoptica definiera el siglo XX, ya los primeros socialistas haban acuado la frmula: La
propiedad es el robo. En su clebre Qu es la propiedad? (Quest-ce que la proprit, 1840), el
anarquista Pierre-Joseph Proudhon escribi tan sugestiva frase, que equiparaba al propietario con el
ladrn. Proudhon exiga la revocatoria de las antiguas estructuras econmicas y su remplazo por
alianzas productivas exentas de toda direccin. En un principio, el joven Marx aplaudi tales ideas
con entusiasmo, pero, unos aos ms tarde, juzg haber calado ms hondo en el asunto de la
propiedad, esto es, haber entendido mejor el fenmeno del robo primigenio; as Marx reneg de
Proudhon.
Economa como cleptocracia
Compra de la lnea editorial de Panamericana Televisin (s/f, segunda mitad de los noventa), intervencin de
Vladimiro Montesinos
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Cuando Marx alz la bandera de la expropiacin de los expropiadores, usaba un tono
perfectamente reconocible, la clsica falta de respeto. Para esa consigna, ya no bastaba con resarcir,
en algn momento del futuro, la injusticia tantas veces repetida durante la historia. El marxismo
desarroll una brillante y confusa teora del valor a fin de abolir las relaciones econmicas mismas
que permitan ese saqueo continuo, da tras da renovado, que se llama capitalismo. Si tales
estructuras fundamentales se sostuvieran en el tiempo, la presuncin era que el valor de los
productos industriales habra de repartirse, siempre, con injusticia, a saber, el mnimo vital para los
trabajadores y los cuantiosos excedentes para los detentores del capital.
De la teora marxista de la plusvala se desprendi una tesis seria, cargada de consecuencias,
que resultara siempre decisiva para la crtica de la propiedad: aunque se reconociese en la
burguesa a una clase de hecho productiva, tambin se le consideraba un gremio de cleptmanos,
quienes, adems, reivindicaban oficialmente la igualdad y la libertad, sin olvidarse, por supuesto, de
la libertad de contratacin, uno de los pilares de todo intercambio comercial Para quien
reflexionase de tal suerte, el modus vivendi de la burguesa no podra sino tornarse cada vez ms
reprensible, pues, en realidad, cuando las empresas y los trabajadores se estuvieran vinculando bajo
el concepto jurdico de acuerdos de intercambio comercial, estaran reanimando esa propiedad
como extorsin de que ya haba advertido Proudhon.
As, por va recta, se lleg al concepto de plusvala, un robo supuestamente consubstancial a
toda ganancia capitalista. En el pago de los salarios, el arrebato se disfraza de entrega, y el saqueo
se presenta como un libre y justo intercambio. Tal caracterizacin sumaria y moralizante de las
relaciones econmicas fundamentales permiti que el capitalismo deviniese una proclama de lucha
poltica a la vez que un insulto sistemtico.
El motor del crdito
Tarjeta BCP Batman Lima (2013), obra publicitaria del Banco de Crdito
Hoy el esquema conceptual vuelve a la carga: la explotacin de los siervos y esclavos
feudales contina con los instrumentos de la explotacin moderna o burguesa del asalariado, vale
decir, el antagonismo primario entre el capital y el trabajo contina siendo el motor del orden
econmico Pese a la emotividad con que se suele plantear esta tesis, su punto de partida es una
representacin falsa de las relaciones econmicas. En efecto, desde ninguna ptica se puede buscar
el motor de la economa moderna en la oposicin del capital y el trabajo; ms bien, dicho motor se
puede descubrir en la oposicin de acreedores y deudores. Desde los inicios de la economa
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moderna, la preocupacin por el reembolso de los crditos ha representado un rol de base. Y,
respecto a una preocupacin de esa ndole, el trabajo y el capital han terminado en la misma orilla.
Al menos en estos das de crisis financiera, los diarios sensacionalistas no cesan de repetir la
informacin de que el crdito es el alma de toda empresa. Los salarios se pagan, inmediata y
regularmente, con dinero prestado; solo cuando ha habido xito, los salarios provienen de las
ganancias. La brega por la obtencin de beneficios econmicos es un epifenmeno de los servicios
de endeudamiento, y la fustica intranquilidad de las empresas, necesitadas siempre del motor del
crdito, no es ms que el reflejo del estrs de los intereses de sus obligaciones financieras.
Capitalismo y Estado
Con todo, la presuncin de que el capital es un mero seudnimo de una insaciable energa
predadora ha sobrevivido. Pinsese, por ejemplo, en esa bobera de Bertolt Brecht, segn la cual el
asalto a un banco es insignificante si se le compara con la fundacin de un banco Los clsicos de
la izquierda muestran no solo al robo en el poder, sino tambin la seriedad con que ese robo
desempea su funcin gobernante y el paternalismo con que ciertas empresas velan por sus
empleados. A partir de tales ideas, es inevitable que el Estado burgus aparezca como un sindicato
protector de algunos intereses dominantes, a los cuales, por cierto, todos conocen.
No sera pertinente enumerar aqu la totalidad de los errores y lecturas sesgadas que se han
desprendido de tan aventurado concepto de la propiedad; baste recordar que, por el camino de
Marx, Lenin sigui desarrollando la vieja intuicin de Rousseau. De los tratados sectarios, el lder
sovitico extrajo la vieja frmula de la expropiacin de los expropiadores y la instrument en la
esfera del partido nico-estatal que ejerca el terror. A Lenin le debemos, pues, la insuperable
enseanza de que los destinos del capitalismo y de su pretendido antagonista, el socialismo, se
encuentran inevitablemente ligados a la constitucin del Estado moderno.
Un monstruo que todo lo ve dinero
Si se quiere entender la realidad ltima de la mano que arrebata, es menester echarle un
vistazo al Estado contemporneo; si se quiere mensurar el gran crecimiento del estatismo en
nuestros das, sirve recordar el parentesco histrico del liberalismo y el anarquismo tempranos.
Los dos movimientos aceptaban una premisa falsa, a saber, que formas debilitadas de control
central eran inminentes. Mientras que el liberalismo propugnaba un Estado mnimo, casi
imperceptible o indiferente a los negocios particulares, el anarquismo discuta la completa
erradicacin del Estado. En ambas concepciones, alentaba una esperanza tpica decimonnica se
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puede decir que el siglo XIX fue ciego a la economa como sistema; dicha esperanza era que la
explotacin del hombre por el hombre terminara en un futuro prximo. A ese fin haban de ser
decisivas las siguientes circunstancias: en primer trmino, el derrocamiento, ciertamente aplazado o
tardo, de la aristocracia y el clero, poderes improductivos ya estertorantes; y, en segundo trmino,
la disgregacin de las clases sociales convencionales en pequeos grupos que, desalienados, se
tornaran autrquicos y consumiran lo que ellos mismos produjesen.
La experiencia del siglo XX nos ensea que tanto el liberalismo cuanto el anarquismo tienen
en su contra la lgica del sistema. En el caso de que se hubiera intentado un examen cabal de las
actividades de la mano que arrebata, se habra debido empezar por el mayor de los poderes
establecidos que diezma la riqueza de los dems, cual es el Estado fiscal contemporneo, da tras
da ms prximo a devenir un Estado deudor. Las sociedades de tradicin liberal ofrecen ejemplos y
seales contundentes, pues, en el lapso de una centuria, han visto con pasmo la transformacin del
aparato pblico en un monstruo dispendioso que todo lo ve dinero.
El impuesto a la renta como instrumento de expropiacin
El camino al gran estatismo ha sido una fabulosa expansin de la zona de influencia del
fisco y, en particular, la introduccin del impuesto progresivo a la renta, un instrumento econmico
que, en la prctica, cumple una funcin expropiadora muy cercana a los postulados del socialismo,
aunque se distingue por un rasgo de veras notable: ao tras ao se renueva, y el procedimiento
seguir renovndose, al menos, para quienes hayan sobrevivido a la crisis de 2008 A fin de
justipreciar la tolerancia y respeto que, en nuestros das, los pudientes manifiestan por sus cargas
fiscales, se debe recordar que, con ocasin del primer aumento del impuesto a la renta en Inglaterra
del orden del 5%!, la reina Victoria se pregunt seriamente si no estaban forzndose los
lmites de lo permisible. Desde entonces, se ha enraizado la costumbre de que unos cuantos actores
econmicos exitosos aporten ms de la mitad de la recaudacin nacional del impuesto a la renta.
Junto a la variopinta lista de novedades y dispendios que afectan y caracterizan el consumo,
se produce un hecho resaltante: rdenes estatales de naturaleza por completo fiscal reclaman cada
ao la mitad de los rditos de sus clases productivas sin que estas le declaren una guerra civil al
tesoro pblico. La consecuencia poltica de esta suerte de adiestramiento es que todos los ministros
de Finanzas se conducen con modales absolutistas. La codicia es su divisa.
La cleptocracia del Estado
Cobertura en directo del juicio a Alberto Fujimori (30 de junio de 2008), de Canal N. Drama judicial peruano
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As entendidas las relaciones econmicas, se sigue con facilidad la escasa pertinencia de
indagar si el capitalismo an tiene futuro. Sencillamente, la pregunta est mal formulada: hoy no
vivimos de ningn modo bajo el yugo del capitalismo, tal cual lo vuelve a propugnar una retrica
tan irreflexiva cuanto histrica; por el contrario, la realidad en que vivimos puede definirse, cum
grano salis, como un vido semisocialismo de Estado que goza del beneplcito de los medios de
comunicacin masiva; un sistema econmico que se asienta en el cobro de impuestos y que, por lo
tanto, depende de la propiedad. El rtulo oficial es vergonzante: Economa Social de Mercado.
Desde que las administraciones nacionales o regionales monopolizaron las actividades de la mano
que arrebata, la gran mayora de los recursos fiscales se han puesto al servicio de tareas
comunitarias. Ahora la mano que arrebata cumple trabajos anlogos a los que, en la mitologa
antigua, cumpli Ssifo. Las grandes responsabilidades pblicas de la actualidad nacen de las
exigencias en pro de la justicia social. En general, la idea es que, si se desea tomar mucho de los
dems, se les debe retribuir mucho a los dems.
De la explotacin egosta y directa de los tiempos feudales, la modernidad pas a una
cleptocracia de Estado, legal y casi altruista. El ministro de Finanzas contemporneo ha llegado a
ser una especie de Robin Hood que juramenta frente a la Constitucin. Tomar lo ajeno con la
conciencia tranquila es un rasgo tpico del Estado, un hbito que se legitima, idealista y
pragmticamente, en virtud de su innegable aporte a la paz social. El Estado quita y redistribuye al
mismo tiempo a fin de cumplir con diversas aportaciones y servicios. Con respecto a las funciones
pblicas vitales, las ms de las veces, el factor de la corrupcin no sobrepasa los lmites de su
mediocridad inherente, pese a ciertas informaciones alarmantes que, en los ltimos tiempos, nos han
llegado de Colonia y Mnich... Quien desee contrastar la realidad alemana puede tomar en cuenta la
Rusia poscomunista, donde, en apenas unos aos de servicio a la cabeza del aparato pblico, un
hombre de orgenes ignotos, Vladimir Putin, amas un patrimonio personal de ms de veinte
billones de dlares.
Explotacin a la inversa
Observadores liberales alertaron sobre los peligros inherentes a un aparato pblico que
fuese, en esencia, un monstruo que arrebata. Tales peligros eran: la sobrerregulacin, que constrie
el impulso empresarial; la sobrecarga impositiva, que castiga el xito; y el sobreendeudamiento, que
infecta de frivolidad las serias tareas administrativas, ya de un hogar, ya de cualquier actividad que
exceda el mbito privado.
As mismo, autores liberales fueron los primeros en llamar la atencin sobre el hecho de que,
en las circunstancias actuales, se hallaba implcita cierta tendencia a una explotacin a la inversa.
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En la antigedad, es indudable que los ricos vivieron directamente de los pobres; y, sin embargo, en
la economa moderna, se puede llegar a la paradoja de que los improductivos vivan indirectamente
de quienes s producen, y el malentendido sera tal que, encima, los improductivos creeran que se
les sigue tratando con injusticia y que se les sigue endeudando, tan solo porque de tal suerte se les
ha instruido.
Futuro endeudado
De hecho, alrededor de la mitad de los habitantes de una nacin moderna, o carecen de
ingresos, o ganan poco dinero; por consiguiente, se encuentran exentos de obligaciones tributarias y
dependen, en gran medida, de los contribuyentes activos, es decir, del xito econmico de sus
compatriotas. Si percepciones de tal ndole se esparcieran y radicalizaran, el siglo XXI podra
experimentar una vasta ola de prdida de solidaridad. Sera la formidable consecuencia de que la
tesis izquierdista de la explotacin del trabajador por obra del capital (poco factible desde hace buen
tiempo) le cediera terreno a la tesis liberal de la explotacin de los que s producen por obra de los
improductivos (harto plausible desde hace buen tiempo). A da de hoy, nadie quiere imaginarse las
consecuencias posdemocrticas de una coyuntura parecida.
El mayor peligro del futuro del sistema lo representa la poltica de endeudamiento de un
Estado intoxicado de keynesianismo. As, de manera inexorable y discreta, se viene preparando un
escenario que la historia de las sangras econmicas ha ofrecido con asiduidad, desde los tiempos
faranicos hasta las reformas monetarias del siglo XX, a saber, que los endeudados expropien a sus
acreedores. En la hora actual, lo indito del fenmeno es, ante todo, la dimensin pantagrulica de
las deudas pblicas. El camino por seguir es materia de debate: depreciacin, insolvencia, reforma
monetaria, inflacin; pero las megaexpropiaciones ya estn en marcha y, por lo menos, ya se perfila
una consigna: El presente est saqueando el futuro. Las crticas arreciarn sobre la mano que
arrebata por adelantado, incluso a costa de las generaciones por venir! La prdida de respeto
comprender tambin los fundamentos naturales de la vida y se justificar en la continuidad de las
generaciones.
Cul es el nico poder que lograra hacerle frente al saqueo del futuro? Para constituirlo,
sera necesaria una reinvencin sociosicolgica del concepto mismo de sociedad: nada ms y
nada menos que una revolucin de la mano dadivosa, que aboliera los impuestos obligatorios y los
transformara en un don al bien comn sin que, por ello, el aparato pblico se depauperase. Seria un
cambio timtico radical, y su objetivo sera demostrar que, alguna vez, el amor propio del individuo
gan la que pareca una eterna pugna con la codicia.