La raíz de Francisco es la paz
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La raíz de Francisco es la paz
Por Felipe Andrés Criollo
Docente
Universidad Mariana
Gracias a lo compartido y vivido en el Taller de Espiritualidad Franciscana en clave
de paz, dirigido por el sacerdote español, Fidel Aizpurúa Donazar, Ofmcap, y desde una
visión incluyente y reflexiva de las opciones de Francisco, se presentan tres mecanismos
que el santo de Asís logró controlar para vivir con un corazón pacífico y trascendente:
No juzgar, controlar el sentido de apropiación y el amor rechazado.
En el hoy como en el tiempo de Francisco los comentarios y los chismes descalificantes
no faltaban. Ese afán de juzgar por situaciones con frecuencia triviales menoscaban la
mirada limpia hacia el otro, previene y señala. No permite el acercamiento y el
encuentro abierto y sin predisposición frente a quien se comparte un espacio, un sueño,
una meta, una oficina, un semestre, un hogar, etc. Usualmente en lo cotidiano las
personas se convierten en un juez que condena a los otros. Francisco logró controlar el
ansia de juzgar y criticar. Francisco no ha juzgado, aprendió a vivir el encuentro con el
otro limpiamente, es decir, sin prejuicios. La Beata Caridad Brader, fundadora de la
Congregación de Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, conoce esa realidad
tanto que invita en sus palabras: “Alabar o callar, nunca decir algo desfavorable de
alguien”.
“En Francisco se daba una bondad original y en su corazón siempre había espacio para
todo lo divino, lo humano y lo mundano; por eso no cabe en su pensamiento ni en su
comportamiento una filosofía de la sospecha sino una filosofía de la transparencia, no
una filosofía de las segundas intenciones sino una filosofía del primer plano, no una
filosofía de la desconfianza y del rechazo sino una filosofía de la confianza y de la
buena acogida, no una filosofía de la agresividad y del pesimismo sino una filosofía de
la reconciliación y de la bondad compartida”1.
El juglar de Dios, como se hacia llamar Francisco, vive otra gran convicción: controlar
el sentido de la apropiación. Este mecanismo se convierte en un reto en medio de un
contexto de mercado que busca el poseer: entre más tengo más soy. Se apropian las
cosas y, peor aún, las personas. Francisco nunca quiso atrapar a nadie ni apropiarse de
algo o de alguien. Por eso todos llegaban a él, en plena libertad y a la libertad.
“Francisco supo captar como pocos las profundas aspiraciones del corazón humano y
las inquietudes insatisfechas del hombre social. En el mundo franciscano no es más
sabio el que sabe más cosas, sino el que es más coherente con las cosas esenciales que
sabe”2.
Y un tercer mecanismo: controlar el amor rechazado. Es raro en los seres humanos que
se responda al rechazo con amor, pues Francisco lo hace y va más allá cuando describe
lo que es la perfecta alegría. Es una propuesta revolucionaria para el corazón del
hombre, que nace en Francisco desde las palabras de Jesús. Es tener la capacidad de
reconocer, aceptar, acoger e introyectar al otro, aunque las actitudes, las palabras, las
1 Humanismo Franciscano, primer capítulo: Humanismo Franciscano: ¿acierto, acomodación, ironía?
Autor: P. Antonio Merino. 2 Ibid
acciones, no siempre favorezcan una empatía natural. Es lograr un nivel de amor desde
lo espiritual que ama a pesar de y hace crecer y no desde el por qué ni busca retribución.
Dice Aizpurúa Donazar: “si los anteriores mecanismos están controlados son la raíz de
lograr la paz” porque Francisco percibió que el camino de la violencia no lleva a nada,
por eso de lo bélico se pasó al otro lado: ser un no violento activo. “Francisco no ora
por la paz sino que es un hombre que trabajó y actúo por la paz”, señala el sacerdote
español.
Por eso la espiritualidad franciscana invita a trabajar la dimensión de la profundidad del
hombre. El mayor enemigo para la persona es la superficialidad. La profundidad
necesita silencio, constancia, esfuerzo; ella nos hace fuertes y es la fábrica de las
convicciones. Es así como la vida y las acciones de paz brotan de una vida reflexionada,
espiritual y transformada en la escucha atenta de la voz de Dios en la realidad personal y
social que lleve a compromisos integrales, que no se pueden quedar en la superficialidad
porque allí se rompen fácilmente.
La raíz de Francisco es la paz, es decir, la fraternidad. Mirar al otro como un hermano y
no desde la competitividad porque lo importante no es ser el primero, si no qué tanto
colaboro para que el otro sea.
Trabajar en los mecanismos inicialmente señalados es la raíz para alimentar la paz, es
un trabajo que no se ve como la raíz de un árbol, oculta pero tan importante. Cada
persona puede asumirlos de forma concreta, real y presente en la cotidianidad. Dado que
en “Francisco prima de un modo singular la categoría presencia porque todo en él es
relación vivida como gracia y transmitida como misión. Cada persona tiene su propio
rostro y su específica personalidad, cada animal su propia misión, cada cosa su propia
significación y cada momento y circunstancia su propio valor, pues todo es gracia”3.
3 Ibid