La Puerta Abierta - Margaret O. Wilson Oliphant

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  • El misterio gira en torno al ruinoso frontispicio de una antigua mansin en el que seabre el hueco de una puerta solitaria que el tiempo ha despojado de todo significado yque ya no conduce a ninguna parte

  • Margaret O. Wilson Oliphant

    La puerta abierta

    ePub r1.017ramsor 17.08.13

  • Ttulo original: The open doorMargaret O. Wilson Oliphant, 1882Diseo de portada: 17ramsor

    Editor digital: 17ramsorePub base r1.0

  • Alquil la casa de Brentwood a mi regreso de la India en el ao 18** para alojar temporalmente ami familia hasta que encontrase un hogar definitivo. La casa ofreca muchas ventajas que la hacanespecialmente apropiada. Estaba dentro del rea de Edimburgo, y mi hijo Roland, cuya educacinhaba sido descuidada en exceso, podra ir a la escuela y volver a diario; para l sera mejor que vivirfuera de casa, o que quedarse aqu todo el da a cargo de un tutor. A m me satisfaca la primera deestas soluciones, pero su madre prefera la segunda. El doctor Simson, que era una persona juiciosa,sugiri una va intermedia: Montarle en su pony y dejarle cabalgar todas las maanas hasta laescuela, para l ser lo ms saludable del mundo; y cuando haga mal tiempo, que coja el tren. Sumadre acept la solucin del problema con mayor facilidad de lo que yo esperaba, y nuestro plidochico, que hasta entonces no haba conocido nada ms estimulante que Simla, se encontr con lasenrgicas brisas del Norte en el suavizado rigor del mes de mayo.

    Antes de que llegaran las vacaciones de julio, tuvimos la satisfaccin de verle adquirir algo delmoreno y saludable aspecto que tenan sus compaeros de escuela.

    Escocia no aceptaba en aquellos das el sistema ingls de enseanza. No haba un pequeo Etonen Fettes; y, de haberlo habido, no creo que esa clase de extica elegancia nos hubiera tentado a mimujer o a m.

    Sentamos un cario especial por el muchacho, pues era el nico varn que nos quedaba, yestbamos convencidos de que su constitucin era muy dbil y su espritu profundamenteimpresionable. Tenerlo en casa y poder enviarlo a la escuela combinar las ventajas de las dosalternativas colmaba todas nuestras aspiraciones.

    Las dos chicas tambin encontraron en Brentwood todo lo que deseaban. Estaban lo bastantecerca de Edimburgo para elegir tantos profesores y clases como fueran necesarios para completar lainterminable educacin a la que los jvenes de hoy da parecen estar obligados. Su madre se casconmigo cuando era ms joven que Agatha, y ya me gustara ver a m si stas son capaces desuperarla! Yo mismo no tena entonces ms de veinticinco aos, una edad en la que, segn observo,los jvenes de hoy se buscan a tientas, sin una idea clara de lo que van a hacer con sus vidas. Noobstante, supongo que cada generacin tiene un concepto de s misma que la eleva, en su propiaopinin, por encima de las que vienen detrs.

    Brentwood est situado en esa hermosa y frtil vertiente de la regin, una de las ms ricas deEscocia, que se extiende entre las colinas de Pentland y el estuario.

    Cuando el tiempo est despejado se pueden ver a un lado como un arco iris que abraza losfrtiles campos y las casas dispersas los reflejos marinos del gran estuario; y, al otro lado, lasazuladas cumbres, no tan grandiosas como aquellas a las que estbamos acostumbrados, pero lobastante altas para alcanzar todo el esplendor de la atmsfera, el juego de las nubes y los suavesresplandores que dan a esta montaosa regin un inters y un encanto que ninguna otra puede igualar.

    Edimburgo, con sus dos alturas menores el Castillo y Calton Hill, sus agujas y torres quepenetran a travs de las brumas, y la Silla de Arturo agazapada al fondo, como un guardin (ya nodemasiado necesario) que reposa junto a su amada ciudad, que ya es capaz, por decirlo as, de cuidarde s misma sin su ayuda se extiende a la derecha. Desde el parque y las ventanas del salnpodamos contemplar todas las variedades del paisaje. El colorido era a veces un poco fro, perootras, tan animado y lleno de vicisitudes como un drama. Nunca me cansaba de l. La pureza de susmatices reanimaba los ojos que haban crecido fatigados por las ridas llanuras y los cielos

  • abrasadores. Resultaba siempre acogedor, y fresco, y lleno de reposo.El pueblo de Brentwood se extiende ms abajo, a los pies de la casa, al otro lado de una estrecha

    y profunda garganta, en cuyo fondo un torrente que antao debi de ser un hermoso y salvaje ro discurre entre las rocas y los rboles. El ro, como muchos otros de esta regin, fue sacrificado ensu ms tierna edad a las exigencias de la industria y tuvo que soportar la suciedad de los vertidos delas fbricas de papel. Pero esto no afectaba especialmente nuestro placer, al menos no tanto como sque afect a otros. Tal vez nuestras aguas corran ms rpidas; tal vez no estuviera tan estancadocomo otros por la suciedad y los desperdicios. Nuestra vertiente del valle era encantadoramenteaccidente. Estaba cubierta de hermosos rboles y, a travs de la espesura, varios senderosdescendan en zig zag hasta la orilla, donde se levantaba un rstico puente que cruzaba el arroyo. Elpueblo se asienta en la hondonada, al otro lado, en una sucesin de construcciones de aparienciabastante prosaica. La arquitectura rural no es demasiado original en Escocia; las tristes pizarras y lasgrisceas piedras son enemigos implacables de lo pintoresco, y aunque a m no me desagrada elinterior de una iglesia, con sus anticuadas naves y galeras, y sus bancos reservados para lospequeos clanes familiares, reconozco que su mediocre aspecto exterior una iglesia cuadrada comouna caja, y con un trozo de chapitel que parece ms bien un manguito para colgarla no mejora ennada el panorama. Con todo, el grupo de casas situadas a diferentes alturas, con sus pequeosjardines y cercados para tender la ropa, la calle principal, que desemboca en un espacio abierto punto de reunin de esta pequea sociedad rural, las mujeres que cuchichean en las puertas, loscarros que avanzan con movimientos lentos y pesados. Constituye el centro de un paisaje que eramuy agradable contemplar y que estaba surcado por centenares de caminos. Sin embargo, dentro denuestras propias tierras se podan emprender inmejorables paseos. El valle ofreca siempre unaspecto maravilloso, tanto en primavera, cuando los bosques rebosan de verdor, como en otoo, consus tonalidades rojizas. En el parque que rodeaba la casa se encontraban las ruinas de la antiguamansin de Brentwood; una construccin ms pequea y de menor importancia que el slido edificiogeorgiano que habitbamos. Las ruinas, sin embargo, eran pintorescas y daban categora al lugar.Incluso nosotros, que ramos tan slo inquilinos temporales, sentamos cierto orgullo, como siaquellas ruinas nos transmitieran algo de su pasada grandeza. El antiguo edificio conservaba todavalos restos de una torre una masa confusa de piedras tapizadas de hiedra, y el esqueleto de losmuros que se adheran a ella, que ahora aparecan totalmente cubiertos de tierra.

    Siento un poco de vergenza al confesar que nunca las haba examinado de cerca.Haba una larga estancia o lo que haba sido una larga estancia de la que todava quedaba la

    parte inferior de las ventanas de la planta principal; y, debajo de ellas, otras ventanas en perfectoestado de conservacin, aunque cubiertas de polvo y suciedad. Tambin creca all de formacaprichosa una salvaje vegetacin de zarzas y plantas silvestres de todo tipo. Esto constitua la partems antigua.

    A poca distancia se encontraban dispersos los fragmentos de un edificio ordinario.Uno de esos fragmentos inspiraba cierta compasin por su vulgaridad y su lamentable estado de

    abandono. Se trataba del final de un bajo frontispicio, un trozo de muro gris sembrado de liquen, en elque se abra el hueco de una puerta de entrada. Probablemente haba sido una entrada a lasdependencias del servicio, una puerta trasera o un paso a lo que se denominaba offices en Escocia.

    Ahora ya no haba ninguna estancia a la que entrar, pues la despensa y la cocina haban sido

  • totalmente barridas de la existencia. Y, sin embargo, quedaba aquella puerta, abierta y vaca, expuestaa los vientos, a los conejos y a las criaturas salvajes. La primera vez que llegu a Brentwood meemocion, como si fuera un melanclico comentario de una vida que se fue para siempre.

    Una puerta que conduca a la nada una puerta que alguna vez fue cerrada precipitadamente ysus cerrojos echados con cautela, ahora vaca tambin de todo significado. S, recuerdo que meimpresion desde el principio; tanto, que se podra decir que mi espritu estaba predispuesto aconcederle una importancia que nada podra justificar.

    El verano fue un perodo de felicidad y descanso para todos nosotros. El calor del sol de la Indiaarda todava en nuestras venas, y pareca que jams nos bamos a cansar del verdor, de la humedad yla pureza del paisaje septentrional. Incluso las nieblas nos resultaban agradables, ya que contribuan atemplar nuestra sangre y nos infundan salud y energa. En otoo, siguiendo la moda de la poca, nosfuimos en busca de un cambio que, a decir verdad, no nos haca ninguna falta. Poco despus, cuandola familia se haba instalado ya para pasar el invierno, y los das se tornaron ms cortos y oscuros yel riguroso imperio del fro se abati sobre nosotros, se desencadenaron los acontecimientos. Unosacontecimientos que slo podr justificar molestando al lector con mis asuntos privados. Sin embargoretuvieron revestidos de un carcter tan extraordinario, que espero que las inevitables referencias a mifamilia y a mis apremiantes circunstancias personales merezcan el perdn general.

    Yo me encontraba en Londres cuando los incidentes comenzaron. En Londres un hombre que hapasado tantas aos en la India se sumerge de nuevo en la trama de inters con los que toda su vidaanterior ha estado relacionada y tropieza con viejos amigos a cada paso. Haba estado divirtindomecon media docena de ellos, y disfrutaba tanto del retorno espiritual a mi antigua forma de vida aunque, a decir verdad, tampoco me desagrad el hecho de haberla dejado atrs, que desatend lacorrespondencia con mi familia. Lo cierto es que haba estado de viernes a lunes en la casa de campodel viejo Bembow; y, despus, en el viaje de regreso, hice una parada para cenar y dormir en el Sellar,lo cual no me impidi echar un vistazo a las cuadras de Cross, y esto me ocup otro da. Siempre espeligroso descuidar la correspondencia; en esta vida transitoria, como dice el libro de oraciones,quin puede prever lo que va a suceder? Todo estaba en orden en casa. Saba exactamente esocrea yo lo que me diran las cartas: El tiempo ha sido tan bueno que Roland no ha tenido quecoger el tren ni una sola vez, y disfruta como nadie con los paseos a caballo. Querido pap, seguroque no te olvidars de nada, pero trenos esto, y esto, y lo de ms all.; en fin, una lista tan largacomo mi brazo. Mis queridas nias y mi adorable esposa! No quera olvidarme de sus encargos, operder sus delicadas cartas, as estuviera el mundo repleto de Bembows y Crosses.

    Pero yo estaba convencido de que en mi casa reinaba el bienestar y la tranquilidad.Cuando regres al club, sin embargo, tres o cuatro cartas me estaban esperando, y observ que

    alguna de ellas llevaba el sello de urgente, entrega inmediata; ese sello que la gente ansiosa ypasada de moda cree todava que ejercer alguna influencia en la oficina de correos y acelerar lostrmites de envo. Estaba a punto de abrir una de ellas, cuando el conserje del club me trajo dostelegramas, uno d los cuales, dijo, haba llegado la noche anterior. Como se puede suponer, abr elltimo, y esto fue lo que le: Por qu no vienes, o contestas? Por el amor de Dios, ven! Roland haempeorado.

    Para un hombre que slo tiene un hijo, un hijo que es la nia de sus ojos, una noticia semejante nopuede sino fulminarle como un rayo. El otro telegrama, que abr con manos temblorosas,

  • desperdiciando un tiempo precioso por mi precipitacin, estaba escrito en los mismos trminos: Nomejora; el doctor teme una fiebre cerebral. No permitas que nada te retrase. Lo primero que hice fueconsultar los horarios y comprobar si haba algn medio de regresar a casa ms rpido que el trennocturno, aunque saba muy bien que no era posible. Entonces le las cartas (Dios me perdone), y enellas se explicaban los detalles con toda claridad. Me contaban que el muchacho tena desde hacaalgn tiempo un aspecto muy plido y un aire asustado. Su madre lo haba notado antes de mipartida, pero no quiso decirme nada para no alarmarme. Este aspecto se haba agravado gradualmente,hasta que un da lo vieron llegar a casa galopando frenticamente, con el pony jadeando y echandoespumarajos por la boca. El propio Roland estaba tan plido como una mortaja, y tena la frentebaada en sudor. Durante mucho tiempo se neg a contestar a las preguntas; pero entre tanto sehaban operado unos cambios tan extraos en su conducta su creciente desgana por ir a la escuela,el deseo de que fueran a buscarlo en coche (un lujo absurdo), su aversin a salir fuera de casa, sussobresaltos nerviosos ante cualquier sonido inesperado, que su madre se vio obligada a exigir unaexplicacin. Cuando el muchacho nuestro pequeo Roland, que hasta entonces no haba conocidoel miedo empez a contarle que haba odo voces en el parque y que se le haban aparecidosombras entre las ruinas, mi esposa lo meti inmediatamente en la cama y avis al doctor Simson,que, evidentemente, era lo nico que se poda hacer.

    Como se puede suponer, abandon la ciudad aquella misma noche, con el corazn en un puo. Nosera capaz de explicar de qu forma soport las horas que precedieron a la salida del tren. Sin dudadebemos estar agradecidos por la rapidez que ofrecen los trenes cuando tenemos prisa, pero para mhabra sido un consuelo partir en un coche de postas en cuanto los caballos hubieran estadopreparados.

    Llegu a Edimburgo muy temprano, en la oscuridad de una maana de invierno, y ni siquiera meatrev a mirarle a la cara al hombre que haba venido a buscarme.

    Qu noticias hay? le pregunt sin apenas tomar aliento.Mi mujer haba enviado el coche, por lo que deduje, antes de que el hombre me contestara, que

    aquello era una seal de mal agero. Su respuesta fue la tpica respuesta que permite que laimaginacin se desborde:

    Exactamente igual. Exactamente igual! Qu demonios poda significar eso?Tena la impresin de que los caballos se arrastraban por el largo y sombro camino. Cuando

    atravesbamos el parque me pareci escuchar una especie de lamento entre los rboles, y apret lospuos, amenazando con rabia al que los haba producido, quienquiera que fuese. Por qu habapermitido la estpida guardesa que alguien viniera a perturbar la tranquilidad del lugar? Si no hubieraestado tan ansioso por llegar a casa, habra parado el coche y habra ido a ver qu clase de vagabundohaba entrado y escogido mis terrenos, entre todos los terrenos del mundo y precisamente cuandomi hijo estaba enfermo! para gemir y lamentarse a su antojo. Al menos no tena motivos paraquejarme de que furamos despacio. Los caballos corrieron como centellas a lo largo de la avenida yse pararon delante de la puerta, jadeantes, como si hubieran participado en una carrera. Mi mujer meestaba esperando en la puerta con una candela en la mano, que la haca parecer todava ms plida delo que estaba cuando el viento agitaba la llama de un lado a otro.

    Est durmiendo me dijo con un susurro, como si temiera despertarlo.Yo tambin contest, en cuanto pude recuperar mi propia voz, en voz baja, como si el tintineo de

  • los arneses de los caballos y el ruido de sus cascos no hubieran sido, de hecho, ms peligrosos.Durante unos momentos me qued parado con ella en la escalinata. Ahora que por fin haba llegado acasa senta un poco de miedo por traspasar el umbral. Y entonces me pareci advertir, aunque no loobserv realmente si es que tal cosa es posible, que los caballos se mostraban reticentes a volver,y eso que los establos estaban al otro lado, o tal vez fueran los hombres los que no estabanpredispuestos para dar la vuelta. Todo esto se me ocurri despus, porque en ese momento lo nicoque me interesaba era preguntar y escuchar lo que tuvieran que decirme sobre el estado de mi hijo.

    Lo observ desde la puerta de su habitacin, pues tenamos miedo de acercarnos ms y perturbaraquel bendito sueo. Pareca un sueo normal y no esa especie de letargo en el que segn mi mujercaa a veces. Pasamos a la habitacin de al lado, que comunicaba con la del chico, y all me lo explictodo. Mientras hablaba, se acercaba de vez en cuando a la puerta de comunicacin y se asomaba. Ensu relato haba muchos detalles sorprendentes y confusos. Al parecer, desde que comenz el inviernoy empez a oscurecer ms temprano, el chico, que regresaba de la escuela ya cada la noche, habaestado escuchando voces entre las ruinas; al principio eran slo unos gemidos, segn cont despus,unos gemidos que asustaron tanto a su pony como a l mismo, pero que gradualmente se convirtieronen una voz. Las lgrimas corran por las mejillas de mi esposa a medida que me describa cmo el niose incorporaba bruscamente en plena noche y gritaba: Oh, madre, djame entrar! Oh, madre,djame entrar!, con un patetismo que le rompa el corazn. Y ella sentada all todo el tiempo, con laesperanza de hacer cualquier cosa que su hijo pidiera! Pero aunque ella intentaba tranquilizarlo,dicindole: Ests en casa, mi amor. Yo estoy aqu, no me conoces? Tu madre est aqu, elpequeo se limitaba a mirarla fijamente y, despus de un rato, volva a incorporarse sobresaltado yprofera los mismos gritos. Otras veces estaba mucho ms razonable y preguntaba impacientementepor mi regreso, declarando, adems, que en cuanto yo llegara, tenamos que ir los dos juntos a dejarloentrar.

    El doctor piensa que su sistema nervioso debe de haber recibido un shock dijo mi mujer.Oh, Henry! No ser que le hemos exigido demasiado? Un chico tan delicado como Roland! Inclusot pensaras menos en honores y premios si eso perjudicase su salud. Incluso yo! Como si fuera unpadre inhumano, capaz de sacrificar a mi hijo para satisfacer mis ambiciones. Pero la pobre estaba tanangustiada que decid no hacer caso de sus insinuaciones. Despus de un rato me convencieron paraque me pusiera cmodo, descansara y comiera desde que recib sus cartas no me haba sido posiblehacer ninguna de estas cosas. El mero hecho de estar en casa en semejantes circunstancias,evidentemente, era lo ms importante; y como saba que me avisaran en el momento en que el chicose despertara y preguntara por m, me decid, a pesar de la oscuridad y el fro de aquella maanainvernal, a robar una o dos horas de sueo. La verdad es que la tensin soportada durante las ltimashoras haba conseguido agotarme, y como el chico se haba tranquilizado y consolado tanto con lanoticia de mi llegada, me dejaron dormir hasta la cada de la tarde.

    Cuando entr en la habitacin de Roland quedaba todava suficiente luz para verle la cara, y qucambio se haba producido en dos semanas! Me pareci ms plido y demacrado que cuandovivamos en la India, en aquellos terribles das en las llanuras. Tena el pelo ms largo y debilitado, ylos ojos se destacaban en su lechosa cara como dos luces ardientes. Me agarr la mano y me dio unfro y trmulo apretn; despus hizo un gesto para que todos se marcharan de all.

    Marchaos; t tambin, mam dijo. Marchaos.

  • Estas palabras afectaron bastante a mi esposa. Desde luego no le agradaba que el muchachotuviera ms confianza en otra persona, aunque se tratara de m; pero era una mujer que jams pensabaen ella misma y nos dej solos.

    Se han ido ya todos? dijo ansiosamente. No me dejan hablar. El doctor me trata como sifuera un loco. T sabes que no estoy loco, pap!

    S, hijo mo, claro que lo s; pero ests enfermo y necesitas mucho reposo. S que no estsloco, Roland, y tambin s que eres una persona razonable e inteligente. Ahora ests enfermo y debesrenunciar a muchas cosas; ya las hars cuando ests sano.

    Roland agit su pequea y delicada mano con gesto de indignacin.Es que no estoy enfermo, padre grit. Oh! Yo crea que t me dejaras hablar; crea que

    lo comprenderas todo! Qu crees que me pasa? Simson es muy bueno, desde luego, pero es slo unmdico. Qu crees que me pasa? No estoy ms enfermo que t. Un mdico piensa que estsenfermo desde el momento en que te ve al fin y al cabo para eso ha venido y te manda a la cama.

    Que es el mejor sitio para ti en este momento, querido Roland.Decid aguantar hasta que t volvieras a casa grit el pequeo. Me deca a m mismo: No

    debo asustar a mi madre ni a las nias. Pero, padre volvi a gritar, saltando casi fuera de la cama, no se trata de una enfermedad, se trata de un secreto!

    Sus ojos tenan un brillo tan salvaje, y su cara apareca tan arrebatada por la emocin, que sentque el corazn se me hunda en las entraas. No podan ser sino los efectos de la fiebre, una fiebreciertamente funesta. Lo apret entre mis brazos y lo met otra vez en la cama.

    Roland dije, para seguirle la corriente, pues saba que era la nica forma de apaciguarle, sivas a contarme ese secreto tienes que estar muy tranquilo y no excitarte. Si te excitas no consentirque hables.

    S, padre contest.Se tranquiliz en seguida, como si fuera una persona mayor y lo hubiera comprendido

    perfectamente. Cuando lo recost sobre la almohada me obsequi con esa tierna y agradecida miradaque tienen los nios enfermos, una mirada que le pone a uno el corazn en un puo. La debilidadhaca que se le humedecieran los ojos.

    Estaba seguro de que sabras lo que hacer en cuanto llegaras dijo.Puedes estar seguro, hijo mo. Ahora mantente tranquilo y cuntamelo todo, como hacen los

    hombres. Y pensar que estaba engaando a mi propio hijo! Pero lo haca slo para complacerle,porque crea que el cerebro de la pobre criatura estaba trastornado.

    S, padre. Padre, hay alguien en el parque, alguien a quien han maltratado.Calma, hijo; recuerda que no debes excitarte. Ahora dime, quin es esa persona y quin es el

    que lo ha tratado tan mal? En seguida lo arreglaremos.Ah! exclam Roland. No es tan fcil como supones. No s quin es. Es slo un llanto. Si

    pudieras orlo! Se mete en mi cabeza incluso cuando duermo. Y lo oigo tan claro, tan claro. Los demspiensan que estoy soando o delirando dijo, mostrando una sonrisa desdeosa.

    Este gesto me sorprendi; pareca indicar que tena menos fiebre de lo que yo pensaba.Ests completamente seguro de que no lo has soado, Roland? dije.Soado? Todo eso?Estaba a punto de saltar otra vez de la cama, pero record algo inesperadamente y se recost,

  • mostrando la misma sonrisa desdeosa.El pony tambin lo oy dijo, y brinc como si hubiera sido un disparo. Menos mal que

    me agarr fuertemente a las riendas, porque estaba muy asustado, padre.No debes avergonzarte, hijo dije, por decir algo.Si no me hubiera pegado a su cuello como una sanguijuela, me habra lanzado por encima de su

    cabeza; y de hecho, no volvi a respirar hasta que llegamos a la puerta de casa. Lo so tambin elpony? dijo con cierta arrogancia, como si estuviera perdonando mi estupidez; despus aadilentamente. Al principio, antes de que te marcharas, era slo un grito. No quise decirte nadaporque era absurdo estar tan asustado. Pens que poda ser un conejo o una liebre que haba cado enuna trampa, pero explor por all a la maana siguiente y no encontr nada. La primera vez que le odecir algo fue poco despus de que te fueras se incorpor, apoy el codo muy cerca de m y memir fijamente a los ojos, y esto es lo que dijo: Oh, madre, djame entrar! Oh, madre, djameentrar!.

    Tena los ojos humedecidos, los labios le temblaban y los suaves rasgos de su cara estabantotalmente ablandados y alterados. Cuando termin de pronunciar aquellas quejumbrosas palabras, sedeshizo en un mar de lgrimas. Se trataba de una alucinacin? De una fiebre cerebral? De unadesordenada fantasa producida por la extremada debilidad corporal? Cmo podra explicarlo?

    Pens que lo mejor sera aceptarlo como si fuera verdad.Es muy conmovedor, Roland dije.Oh, padre, si lo hubieras odo! Me dije: Si mi padre lo hubiera odo, seguro que habra hecho

    algo. Pero mam, como sabes, llam en seguida a Simson, y ese seor es un mdico, y a los mdicoslo nico que se les ocurre es mandarte a la cama.

    No debemos culpar a Simson por ser mdico, Roland.No, no dijo el chico, con deliciosa tolerancia e indulgencia; oh, no, eso es lo bueno de l, y

    adems es su profesin, lo s. Pero t, t eres diferente; t eres un padre, y hars algoinmediatamente, pap, inmediatamente, esta misma noche.

    Claro que s dije. Seguramente es un nio que se ha perdido.Me castig con una spera y rpida mirada, que escrut mi rostro para ver si, despus de todo,

    mi eminencia como padre se reduca a esa desafortunada respuesta. Eso es lo nico que se teocurre?, pareca decirme. Entonces me agarr del hombro y me apret con su pequea mano.

    Escucha dijo, con un estremecimiento en la voz. Suponte que no estuviera vivo.Entonces, mi querido Roland, cmo habras podido orlo? dije.Se apart de mi lado bruscamente.Eso es todo lo que se te ocurre? exclam malhumorado.Quieres decirme que era un fantasma? dije.Roland retir la mano; su semblante adquiri una expresin de gran seriedad y dignidad, aunque

    los labios le temblaban levemente.Sea lo que sea, t siempre nos has dicho que el nombre es lo de menos, estaba angustiado. Oh,

    padre, terriblemente angustiado!Pero, hijo mo estaba a punto de volverme loco, si fuera un nio perdido o un pobre

    desgraciado, pero, Roland, qu quieres que haga yo?Si yo estuviera en tu lugar, sabra qu hacer dijo el chico con vehemencia. Es lo que me

  • repeta constantemente: Mi padre sabr qu hacer. Oh, pap, tener que enfrentarme noche trasnoche con algo tan horrible, con algo que sufre una angustia tan espantosa! Y no ser capaz de hacernada para socorrerlo. No quiero llorar, eso es cosa de nios, lo s; pero qu otra cosa puedo hacer?Estar ah fuera, completamente solo entre las ruinas, sin nadie que te ayude. No puedo soportarlo!No puedo soportarlo! grit mi noble hijo.

    Estaba muy dbil; despus de varios intentos por contenerse estall en un pueril ataque delgrimas y sollozos.

    No recuerdo haber experimentado una mayor perplejidad en toda mi vida. Ms tarde, cuandoreflexion sobre ello, me di cuenta de que tambin haba algo cmico en todo el asunto. Ya es bastantedesagradable descubrir que la mente de tu hijo est poseda por la conviccin de que ha visto osentido un fantasma; pero que te pida, adems, que vayas inmediatamente a ayudar a ese fantasma.Les aseguro que es la experiencia ms inslita con que me he tropezado en toda mi vida. Meconsidero un hombre sensato, y no soy supersticioso, al menos no ms supersticioso que el resto lelos mortales. Desde luego, no creo en fantasmas, y no niego no ms que cualquiera que hayhechos incomprensibles que no puedo fingir que entiendo. La sangre se me helaba en las venas depensar que Roland fuera una especie de visionario, porque tal cosa es un sntoma de temperamentohistrico y salud precaria y, en general, de todo aquello que a un padre le resulta insoportable quepadezcan sus hijos. Sin embargo, yo tena que emprender una investigacin acerca de su fantasma,reparar sus males y poner fin a sus angustias; una misin semejante era suficiente para sacar dequicio a cualquier hombre. Lo consol lo mejor que pude, aunque no le hice ningn tipo de promesasobre un asunto de naturaleza tan increble. Y a pesar de ello sigui mostrndose intolerante yrechaz todas mis caricias. Con sollozos que interrumpan a intervalos su voz y lagrimones tangruesos como gotas de lluvia que le colgaban de sus prpados, volvi a la carga.

    Estar all ahora. Estar all toda la noche. Oh, pap, imagnate que yo estuviera en su lugar!No puedo descansar al pensar en ello. No! grit, apartando mi mano. Djame! Ve y aydalo,que mam se ocupar de m.

    Pero, Roland, qu puedo hacer yo?Mi hijo abri los ojos, que parecan ms grandes a causa de la debilidad y la fiebre, y me lanz

    una de esas patticas sonrisas de las que slo los nios enfermos conocen el secreto.Estaba convencido de que t lo solucionaras en cuanto llegaras. Me deca una y otra vez:

    Pap sabr lo que hacer, y mam solloz; una expresin de tranquilidad suaviz los rasgos de sucara; sus miembros se relajaron y su cuerpo se hundi dulce y placenteramente en la cama, mamvendr y se ocupar de m.

    Llam a mi esposa y observ cmo Roland se volva hacia ella dando muestras de esa absolutaconfianza que los nios depositan en sus madres. Entonces abandon la habitacin y los dej solos.Creo que en toda Escocia no haba un hombre ms asombrado que yo. Debo decir, sin embargo, quemi preocupacin por el estado de Roland se labia atenuado en gran medida, lo que no dejaba le ser unconsuelo.

    Quiz se encontraba bajo los efectos de una alucinacin, pero su cabeza rega perfectamente, yme dio la impresin de que no estaba tan grave como decan. Las chicas se quedaron un tantosorprendidas al ver la tranquilidad con que yo me haba tomado las cosas.

    Cmo lo has encontrado? me preguntaron ansiosamente, rodendome y abrazndome.

  • Ni la mitad de mal de lo que esperaba contest. Realmente no est tan mal.Oh, pap, eres un cielo! dijo Agatha, besndome y gritando por encima de mi hombro,

    mientras Jeanie, la pequea, que estaba tan plida como Roland, me estrechaba entre sus brazos,incapaz de pronunciar una sola palabra.

    Yo no s nada de medicina, ni la mitad de lo que sabe Simson, pero ellas crean en m, y tenan laesperanza de que las cosas mejorasen a partir de ese momento.

    Cuando tus hijos te tienen en tal alta estima, sientes que Dios es generoso contigo.Uno se vuelve ms humilde y no soberbio. Pero yo no mereca tanto. Record que tena que

    representar el papel de padre ante el fantasma de Roland y no pude evitar una sonrisa, aunque elasunto era como para echarse a llorar. Realmente era la misin ms inslita jams encomendada amortal alguno.

    Y en ese preciso momento me acord de las inquietas miradas de los hombres en la oscuramaana, cuando les orden que llevaran el coche a los establos. Era evidente que no les haba agradadoy a los caballos tampoco. Record que, a pesar de mi preocupacin por Roland, les haba odo correrprecipitadamente por la avenida y que haba decidido hablar con ellos ms tarde. Me pareci que loms conveniente era dirigirme a los establos y hacer unas cuantas preguntas. Es muy difcil penetraren la mentalidad de la gente del campo; por lo que saba, poda tratarse de una broma pesada, o quetuvieran un oscuro inters en que la casa de Brentwood adquiriese una mala reputacin.

    Estaba oscureciendo cuando sal de casa, y nadie que conozca el campo necesita que le describa loimpenetrable que es la oscuridad de una noche de noviembre bajo las ramas de los tejos y de loslaureles. Durante un rato deambul perdido entre los arbustos y di dos o tres vueltas, sin ver unpalmo a mi alrededor, hasta que consegu salir al camino de los carruajes, donde los rboles se abranun poco y se vislumbraba una tenue franja de cielo gris, bajo la cual los grandes tilos y olmos seerguan misteriosamente, como fantasmas. Pero a medida que me aproximaba a la curva de las ruinasel cielo volva a oscurecerse, y a pesar de que mantena los ojos y los odos alerta, me era imposibledistinguir nada, y por lo que puedo recordar, tampoco se oa ruido alguno. Y con todo, tena laimpresin de que all haba alguien. Es una sensacin que todo el mundo ha tenido alguna vez. Yomismo he experimentado de una forma tan intensa la sensacin de que alguien me estaba observandomientras dorma, que me despertaba sbitamente. Supongo que mi imaginacin estaba afectada por lahistoria de Roland y que la oscuridad est siempre llena de misteriosas sugestiones. Afirm mis piescon fuerza contra el suelo para darme nimos y grit enrgicamente: Quin hay ah?. No obtuverespuesta; a decir verdad, no la esperaba, pero no puedo negar que la impresin haba existido. Miestupidez era tal que ni siquiera me atrev a pararme y volverme, y me puse a caminar de lado,mirando con el rabillo del ojo la oscuridad que se cerna a mis espaldas. Con gran alivio divis una luzen los establos, que me pareci una especie de oasis en medio de las tinieblas. Me dirig rpidamentehacia aquel alegre y despejado lugar, y el golpeteo de los cubos de los mozos de cuadra son en misodos como msica celestial.

    El cochero era el jefe de esta pequea colonia, y era precisamente a su casa adonde yo me dirigapara proseguir mis investigaciones. Era originario de aquella regin y se haba encargado de la casa enausencia de los dueos, que haba durado muchos aos. Conoca todas las tradiciones del lugar, y eraimposible que no supiera nada de lo que estaba sucediendo. Advert que los hombres me miraban coninquietud cuando me vieron aparecer a una hora tan inusitada y me siguieron con la mirada fija hasta

  • la casa de Jarvis, que viva solo con su mujer, pues sus hijos se haban casado y desperdigado por elancho mundo. La seora Jarvis me recibi con sus preguntas ansiosas: Cmo estaba el pobreseorito? Pero saban, lo le en sus caras, que lo que me preocupaba y me haba impulsado apresentarme all de forma tan imprevista obedeca a otras razones.

    * * *Ruidos? Oh s, claro que hay ruidos: el viento en las ramas y el rumor del agua en la garganta.

    En cuanto a vagabundos, no, coronel, no abunda por aqu esa clase de ganado; adems, Merran ponemucho cuidado en la vigilancia de la puerta del parque.

    Jarvis deba de estar nervioso, porque no paraba de moverse mientras hablaba. Se mantena en lapenumbra y slo me miraba cuando no le quedaba ms remedio.

    Estaba claro que su mente padeca algn trastorno y que tena sus propios motivos para guardarsilencio. Su mujer estaba sentada y le diriga rpidas miradas de vez en cuando, pero no deca nada.La cocina era confortable, clida y luminosa, todo lo contrario de la glida y misteriosa noche quereinaba en el exterior.

    Me parece que te ests burlando de m, Jarvis dije.Burlndome, coronel? Ni mucho menos. Por qu iba a burlarme? Si el mismo diablo estuviera

    en la vieja mansin, a m no me interesara lo ms mnimo.Sandy! Calla! grit su mujer, en tono perentorio.Cmo quieres que me calle, si el coronel est aqu, hacindome preguntas? Ya he dicho que si

    el mismo diablo.Y yo te digo que te calles! grit la mujer, con gran excitacin. Tiempo oscuro de

    noviembre; largas noches, y con todo lo que sabemos. Cmo te atreves a pronunciar un nombre, unnombre que no debe ser pronunciado? arroj al suelo las medias que estaba repasando y se levant;estaba muy alterada. Ya te dije que no podras ocultarlo. No es una cosa que se pueda callar y,adems, todo el pueblo lo sabe. Cuntaselo al coronel; si no lo haces t, lo har yo. No quieroparticipar en tus secretos, y menos en un secreto que conoce todo el pueblo!

    La mujer chasque los dedos con aire desdeoso. En cuanto a Jarvis, a pesar de ser un hombrecorpulento, estaba completamente acobardado ante aquella mujer tan decidida, y se limit a repetirledos o tres veces su propia abjuracin:

    Cllate y despus, cambiando sbitamente de tono, grit: Cuntaselo entonces, malditasea! Yo me lavo las manos. Si todos los fantasmas de Escocia estuvieran en la vieja torre, crees queme importara?

    Despus de esto consegu sacarles la historia sin demasiada dificultad. En opinin de los Jarvis, yde todos los que vivan por all, no caba duda de que la casa estaba encantada. A medida que Sandy ysu mujer se animaban, interrumpindose el uno al otro en su impaciencia por referirme los hechos, elrelato se fue perfilando claramente como la mayor supersticin que yo haba escuchado hastaentonces, y la verdad es que no estaba desprovisto de poesa y patetismo. Nadie poda decir conexactitud cunto tiempo haba pasado desde que la voz se escuch por primera vez. Jarvis asegurabaque su padre, que haba sido el anterior cochero de Brentwood, jams haba escuchado nada parecido,

  • y que el extrao fenmeno haba surgido en los ltimos diez aos, a raz del desmantelamiento de laantigua mansin: una fecha sorprendentemente moderna para un cuento que pretenda ser autntico.

    Segn estos testimonios, y algunos ms que recog despus y que estaban en perfecto acuerdo,aquella visita se produca nicamente en los meses de noviembre y diciembre. Durante estos meses,los ms oscuros del ao, apenas pasaba una noche sin que se manifestaran aquellos gritosinexplicables y, sin embargo, nadie haba visto nada, al menos nada que pudiera ser identificado.

    Algunos, ms temerarios o ms imaginativos que los dems, haban visto una especie defluctuante oscuridad, segn dijo la seora Jarvis con, un inesperado tono potico. El fenmenoempezaba al caer la noche y continuaba a intervalos hasta el amanecer. A menudo eran gritos ylamentos inarticulados, pero, a veces, las palabras que obsesionaban a mi pobre Roland se habanescuchado claramente:

    Oh, madre, djame entrar!. Por otra parte los Jarvis no tenan conocimiento de que se hubierainiciado alguna investigacin. La propiedad de Brentwood haba pasado a manos de una rama lejanade la familia que vivi muy poco tiempo all; y de los muchos que la alquilaron, como haba hechoyo, muy pocos permanecieron dos diciembres seguidos. Pero nadie se haba tomado la molestia dehacer un examen profundo de los hechos.

    No, no dijo Jarvis, moviendo la cabeza; no, no, coronel, quin querra convertirse en elhazmerrer de toda la comarca haciendo averiguaciones sobre un fantasma? Nadie cree en fantasmas.Debe de ser el viento entre los rboles, como dijo el ltimo caballero, o un efecto del agua al correrpor las rocas. Dijo que era muy fcil de explicar, pero dej la casa inmediatamente. Y cuando llegusted, coronel, hicimos lo posible para que no se enterase de nada. Al fin y al cabo, iba yo aestropear el negocio y perjudicar la propiedad por nada?

    Quieres decir que la vida de mi hijo no vale nada? exclam, disgustado por sus palabras; ysin poder dominarme continu: Y en lugar de contrmelo todo a m se lo has contado a l, a unchico de salud tan delicada, a una criatura incapaz de distinguir las evidencias, de juzgar por s misma,una criatura tan impresionable!

    Yo me paseaba por la habitacin cada vez ms indignado, porque senta que todo aquello erainjusto. Mi corazn se llenaba de amargura al meditar sobre el estpido comportamiento de unoscriados que haban preferido arriesgar el bienestar y la salud de los hijos de los dems con tal de nodejar la casa vaca. Si me hubieran advertido, habra tomado precauciones; habra dejado la casa oenviado a Roland a otra parte; en fin, podra haber hecho un centenar de cosas que ahora ya no podahacer. Pero estaba aqu, con un hijo afectado por una fiebre cerebral, y su vida, la vida ms preciosade la tierra, como si hubiera sido puesta en una balanza, dependa de si yo era capaz o no deencontrar una explicacin a una vulgar historia de fantasmas. Me paseaba indignado porque me sentaincapaz de tomar una decisin. Llevarme a Roland, en el caso de que pudiera viajar, no ayudara acalmar su agitada mente; y mucho me tema que una explicacin cientfica sobre la refraccin o lareverberacin del sonido, o cualquier otra de esas fciles explicaciones con las que nos contentamoslos hombres maduros, tendra muy poco efecto en un nio.

    Coronel dijo Jarvis solemnemente, ella ser mi testigo. El seorito no ha odo una solapalabra de mis labios, no, ni de los mozos de cuadra, ni de los jardineros, le doy mi palabra. Enprimer lugar, no es un chico que se preste a hablar. Algunos son habladores y otros no. Algunos tetiran de la lengua hasta que les cuentas todos los chismorreos del pueblo, y todo lo que sabes, y ms.

  • Pero el seorito Roland no es de esos, su cabeza est llena de libros. Es educado y amable, y muybuen chico, pero no es de esa clase. Y ya le he dicho, coronel, que a todos nos interesaba que sequedase en Brentwood. Yo mismo me encargu de hacer correr la voz: Ni una palabra al seoritoRoland ni a las seoritas, ni una sola palabra.

    Las mujeres del servicio, que no tienen motivos para salir de noche, saben muy poco, o nada, delasunto. Y hay quien piensa que es estupendo tener un fantasma, siempre que no se cruce en sucamino. Si usted hubiera escuchado la historia al principio, tal vez habra pensado lo mismo.

    En eso tena razn, si bien no arrojaba ninguna luz que disipara mis dudas. Si nos hubierancontado la historia desde el principio, es posible que toda la familia hubiera considerado la posesinde un fantasma como una ventaja incuestionable.

    Es la moda. Pero nunca tenemos en cuenta el riesgo que entraa jugar con la imaginacin de losjvenes, sino que exclamamos, segn el dictado de la moda: Y tiene un fantasma y todo! Desdeluego no se puede pedir nada ms para que sea perfecto!. Ni yo mismo hubiera podido resistirme.Naturalmente, la idea de un fantasma me habra hecho rer; pero, despus de todo, pensar que era mohabra halagado mi vanidad. Oh, s, no pretendo ser una excepcin. Para las chicas habra sidodelicioso. Me era fcil imaginar su impaciencia, su inters, su entusiasmo. No; si nos lo hubierancontado, habramos cerrado el negocio lo ms rpido posible, de puro estpidos que somos.

    Y nadie ha tratado de investigar dije para saber de qu se trata realmente?Ay, coronel! dijo la mujer del cochero. Quin querra investigar, como dice usted, una

    cosa en la que nadie cree? Sera el hazmerrer de toda la comarca, como dice mi hombre.Pero t s que crees en ello dije, volvindome rpidamente hacia la mujer.La haba cogido por sorpresa. Dio un paso hacia atrs, apartndose de m.Dios mo, coronel, no me asuste! Hay cosas espantosas en este mundo. Una persona sin

    educacin no sabe lo que pensar. Y el sacerdote y la gente culta se ren en tu cara. Indagar sobre algoque no existe! No, no, es mejor dejar las cosas como estn.

    Ven conmigo, Jarvis dije con impaciencia, al menos lo intentaremos. Nadie se enterar.Volver despus de cenar y haremos un serio intento por averiguar qu es, si es que es algo. Si loescucho, cosa que dudo, puedes estar seguro de que no descansar hasta que descifre el misterio.Estate preparado a las diez.

    Yo, coronel? repiti, limpindose el sudor de la frente. Su rechoncha cara le colgaba enblandos pliegues, le temblaban las rodillas y la voz se le quedaba atascada en la garganta. Entoncesempez a frotarse las manos y a sonrerme de forma desaprobadora y estpida.

    No hay nada que yo no hiciera por complacerle, coronel dijo, dando un paso hacia atrs.Seguro que ella recordar que yo siempre he dicho que jams haba tratado con un caballero ms nobley educado.

    Jarvis hizo una pausa y me mir, frotndose otra vez las manos.Y bien? dije.Pero, seor! se acerc, con la misma estpida e insinuante sonrisa. Dse cuenta de que

    yo no puedo caminar. Con un caballo entre las piernas o con las riendas en la mano, no soy inferior aningn otro hombre; pero a pie, coronel. No es por las apariciones. Yo he sido siempre de caballera,comprende? se ri roncamente y aadi: Pero enfrentarse con una cosa incomprensible, y a pie,coronel.

  • Bien, seor; si yo puedo hacerlo dije speramente, por qu usted no?Bueno, coronel, hay una gran diferencia. En primer lugar, usted puede vagabundear por el

    campo, y no le pasa nada; pero a m una caminata me cansa ms que cien millas a caballo. En segundolugar, usted es un caballero y hace lo que le place; usted no es tan viejo como yo, y lo que mepropone es en beneficio de su propio hijo, y adems, coronel.

    El cree en ello y usted no dijo la mujer.Vendra usted conmigo? dije, volvindome hacia ella.La mujer dio un salto hacia atrs, desconcertada, y volc la silla.Yo? dijo, con un chillido que concluy en una especie de risa histrica. Yo le

    acompaara, pero qu dira la gente del pueblo al enterarse de que el coronel Mortimer anda por ahcon una vieja tonta pegada a sus talones?

    La sugerencia me hizo rer, a pesar de que no tena ninguna gana de hacerlo.Lamento que tengas tan poco espritu, Jarvis dije. Supongo que tendr que buscar a otro.Jarvis, herido por lo que acababa de decir, empez a protestar, pero le cort en seguida. Mi

    mayordomo era un soldado que haba luchado a mi lado en la India, y se supona que no le tenamiedo a nadie, ya fuera hombre o demonio, y de ninguna manera al primero. Adems, estabaperdiendo el tiempo all. Los Jarvis experimentaron un gran alivio al librarse de m. Me acompaaronhasta la puerta dando muestras de una exagerada cortesa. En el exterior, los dos mozos de cuadraesperaban muy cerca, y mi sbita salida los desconcert un poco. No puedo asegurar que hubieranestado escuchando, pero estaban lo suficientemente cerca para haber cogido algn fragmento de laconversacin. Cuando pas delante de ellos agit la mano en respuesta a sus saludos, y me dio laimpresin de que ellos tambin se alegraban de verme marchar.

    Parecer extrao, pero debo aadir, en honor a la verdad, que, a pesar de estar empeado en llevara cabo la investigacin que le haba prometido a mi hijo Roland, y de estar convencido de que susalud y tal vez su vida dependan del resultado de mis averiguaciones, sent una inexplicablerepugnancia a pasar por las ruinas cuando caminaba de regreso a casa. Mi curiosidad era intensa; ycon todo, mi voluntad no poda dominar a mi cuerpo, que me impulsaba a pasar de largo. Es probableque los cientficos lo interpreten de otra manera y atribuyan mi cobarda al estado de mi estmago.Continu avanzando, pero si hubiera hecho caso a mis impulsos, habra cambiado de direccin yechado a correr inmediatamente. Todo mi ser se rebelaba contra ello; mi pulso se aceler, y micorazn empez a latir violentamente, como si asestasen martillazos contra mis odos y cada uno demis centros sensitivos.

    Era una noche muy oscura, como he dicho; la vieja mansin, con su informe torre, surgaamenazadora a travs de las tinieblas, como una pesada masa, ms negra an que la propia noche. Porotra parte, los grandes y sombros cedros, de los que estbamos tan orgullosos, contribuan a cerrar lanoche. Mi confusin era tan grande, que me desvi del camino y no pude evitar lanzar un gritocuando me golpe con algo slido. Qu era? El contacto con la cal y la dura piedra, y las espinosasramas de las zarzas me devolvieron a la realidad. Oh, es el viejo frontispicio dije en voz alta, ysolt una risita para tranquilizarme. El spero tacto de las piedras me reconfort. A medida que laspalpaba, desapareca mi estpida locura visionaria. Por qu una cosa tan fcil de explicar me habadesviado del sendero en medio de la oscuridad? Este pensamiento me infundi nuevos nimos, comosi una mano sabia me hubiera quitado de encima las necedades de la supersticin. Despus de todo,

  • qu absurdo! Qu importancia podra tener que yo tomara un camino u otro? Me ech a rer denuevo, esta vez ms animado. Y de pronto, en un instante de vrtigo, la sangre se me hel en lasvenas; un escalofro me recorri la columna vertebral y las fuerzas me abandonaron. A mi lado, muycerca de mis pies, sent un suspiro. No era un gemido ni un lamento; no, no era algo tan tangibleEra un suspiro bajo, tenue e inarticulado. Di un salto hacia atrs y mi corazn dej de latir. Unerror? No, no era posible que me hubiera equivocado. Lo haba sentido ntidamente, como si hubierasido mi propia voz. Era un suspiro dbil y fatigado, muy prolongado, como si se alargara al mximopara vaciar en l toda la tristeza del mundo. Escuchar una cosa semejante en la oscuridad, en lasoledad de la noche, aunque todava era temprano, produca un efecto que soy incapaz de describir.En ese momento sent algo fro que se deslizaba sobre m, algo que suba hasta mis cabellos y bajabahasta mis pies, que estaban clavados en la tierra. Con voz temblorosa grit:

    Quin est ah?, igual que haba hecho antes; pero no obtuve respuesta.No s cmo me las arregl para llegar a casa; ya no senta indiferencia hacia aquella cosa, fuera lo

    que fuera, que rondaba por las ruinas. Mi escepticismo se haba disipado como la niebla. Ahoraestaba firmemente convencido, al igual que Roland, de que all haba algo; y no quera engaarme a mmismo pensando que haba sido una alucinacin. Hay movimientos y sonidos en la naturalezaperfectamente comprensibles, como el crujido de las pequeas ramas en la escarcha, o la gravilla delsendero, que a veces producen un efecto tan fantstico que uno se pregunta intrigado quin lo haproducido; pero esto sucede cuando no hay un verdadero misterio. Les aseguro que estos efectos sonincomparablemente ms turbadores cuando se sospecha que hay algo. Yo distingua y comprendaaquellos sonidos; pero no comprenda el susurro. No era una simple manifestacin de la Naturaleza;haba una intencin, un sentimiento, el espritu de una criatura invisible. Ciertamente, la naturalezahumana se estremece cuando se enfrenta con un hecho semejante. Era la manifestacin de una criaturainvisible, donde perduran an sensaciones, sentimientos, una capacidad de expresarse a s mismo.

    Ahora no tena la necesidad imperiosa de dar la espalda al escenario de los acontecimientos quehaba experimentado al ir hacia las cuadras, pero corr a casa impelido por el deseo de hacer lo quefuera preciso para descifrar el misterio.

    Cuando llegu, Bagley estaba en el saln, como de costumbre. Siempre estaba all a esa hora de latarde, aparentando estar muy ocupado, pero yo saba que jams haca nada. La puerta se abri y meprecipit jadeando en el interior. Sin embargo, la serenidad de su mirada cuando vino a ayudarme aquitarme el abrigo me tranquiliz por un momento. Cualquier cosa que se apartara de la normalidad,cualquier cosa incomprensible o ilgica se desvaneca en presencia de Bagley. Si ustedes lo vieran, semaravillaran de su compostura: la perfeccin de la raya de sus cabellos, el modo de anudarse lacorbata en el blanco cuello, la cada de los pantalones: todo perfectas obras de arte. Pero lo quemarcaba la diferencia es que cualquiera poda ver cmo estaban realizadas. Me arroj literalmentesobre l, sin darme cuenta del enorme contraste que exista entre la moderacin de este hombre y laclase de asunto que yo iba a proponerle.

    Bagley dije, quiero que vengas conmigo esta noche a buscar.Furtivos, coronel dijo con un rebosante destello de placer.No, Bagley, es algo mucho peor exclam.Bien, coronel. A qu hora? dijo, a pesar de que yo no le haba explicado todava de qu se

    trataba.

  • Salimos a las diez de la noche. En el interior de la casa todo estaba en calma. Mi mujeracompaaba a Roland, que haba pasado el da tranquilo, segn me inform, y que (a pesar de que lafiebre deba seguir su curso) haba mejorado desde que yo llegu. Le aconsej a Bagley que se pusieraun grueso abrigo sobre su chaqueta de noche, al igual que haba hecho yo, y tambin unas fuertesbotas, porque el suelo estaba como una esponja, o peor. Mientras hablaba con l, casi me olvid de laaventura que bamos a emprender.

    La oscuridad era ms espesa que antes. Bagley no se apartaba de mi lado. Yo llevaba una pequealinterna que nos ayudaba a orientarnos. Por fin llegamos a la curva en que los senderos se bifurcan. Aun lado estaba el csped, con la pista para jugar a los bolos, del que las chicas se haban apoderadopara jugar al croquet. Era un precioso recinto rodeado por grandes setos de acebo, que tendran msde trescientos aos de edad. Ms all se destacaban las ruinas. A ambos lados se extendan lastinieblas; pero antes de llegar a las ruinas haba una pequea abertura desde la que podamosvislumbrar los rboles y la lnea ms iluminada de la avenida. Pens que era mejor parar all y tomaraliento.

    Bagley dije, hay algo en las ruinas que no puedo comprender. All nos dirigimos. Mantnlos ojos abiertos y camina con mucho cuidado. Estate preparado para atacar cualquier cosa extraaque veas, ya sea hombre o mujer. No le hagas dao, pero captralo; ya te digo, cualquier cosa queveas.

    Coronel dijo Bagley, con un pequeo temblor en su aliento, dicen que hay algo all, algoque no se puede calificar ni de hombre ni de mujer.

    No haba tiempo de explicaciones.Te atreves a seguirme, compaero? Esta es la cuestin dije.Bagley se cuadr sin decir una palabra y salud. En ese momento supe que no tena nada que

    temer.Avanzamos hasta el lugar donde yo supona que haba llegado cuando escuch el suspiro. La

    oscuridad, sin embargo, era tan densa que todas las referencias de rboles y senderos habandesaparecido. En determinados momentos notbamos que caminbamos sobre la grava; en otros nossumergamos silenciosamente en la resbaladiza hierba: eso era todo. Apagu mi linterna porque nodeseaba espantar a nadie, quienquiera que fuese. Creo que Bagley segua exactamente mis pasossegn nos acercbamos al lugar donde yo supona que se levantaba la inextricable masa de ruinas de laantigua mansin. Era harto trabajoso avanzar a tientas en su busca, y la nica seal de nuestrosprogresos eran las impresiones que producan nuestros pies en la tierra hmeda. Al cabo de un ratome par para intentar averiguar dnde nos encontrbamos. Todo estaba muy silencioso, pero no msde lo que es usual en una noche de invierno. Los sonidos que ya he mencionado el rumor de lasramas; el rodar de alguna piedra, el crujido de las hojas muertas, el deslizamiento de una criatura entrela hierba eran perceptibles si se prestaba atencin. Quiz estos ruidos son misteriosos cuando lamente no est preocupada, pero en aquellos momentos los senta como signos reveladores de que laNaturaleza estaba viva, a pesar de la glida mortaja de la escarcha. Mientras permanecamos all,silenciosos e inmviles, lleg hasta nuestros odos el prolongado ulular de una lechuza desde losrboles de la garganta. Bagley haba entrado en un estado de nerviosismo general, y se sobresalt conel grito, aunque no saba exactamente qu era lo que le asustaba. Para m aquel grito fue agradable yestimulante, pues me resultaba comprensible.

  • Una lechuza dije en voz baja.Sss, Coronel dijo Bagley, al que le castaeteaban los dientes.Permanecimos inmviles durante cinco minutos, mientras la voz de la lechuza quebraba la quietud

    del aire, ensanchndose en crculos y perdindose finalmente en la oscuridad. Este sonido, que no esde los ms agradables de escuchar, casi consigui alegrarme. Era natural y mitigaba la tensin de mimente. Reanud el camino con renovadas fuerzas, pues mi excitacin nerviosa se haba suavizado. Derepente, muy cerca, a nuestros pies, estall un grito. Me lanc hacia atrs impelido por la sorpresa yel terror y fui a parar bruscamente contra la superficie spera de los muros y las zarzas con las queme haba golpeado antes. Este nuevo sonido surga de la tierra. Era una dbil, quejumbrosa y doloridavoz, llena de angustia y sufrimiento. El contraste entre este sonido y el grito de la lechuza eraindescriptible. Uno era saludable, por lo que tena de salvaje y natural, y no haca mal a nadie; el otrole helaba a uno la sangre en las venas, y estaba preado de miseria humana. Con gran esfuerzo puesme temblaban las manos, a pesar de que haca lo imposible por mantener la serenidad, conseguencender la linterna.

    La luz se proyect como algo vivo, e ilumin el lugar en un instante. Estbamos dentro de lo quepoda haber sido el interior del edificio en ruinas, del que slo quedaba el frontispicio. Estaba ah, alalcance de la mano, con su puerta vaca, que comunicaba directamente con las tinieblas del parque. Lalinterna iluminaba un trozo del muro, cubierto de brillante hiedra, que pareca una nube de oscuroverdor. Iluminaba tambin las zarzas y los espinos, que se agitaban sombramente a uno y otro lado;y debajo, aquella puerta abierta y vaca, una puerta que conduca a la nada. La voz surga del exteriory se extingua justamente al llegar al extrao escenario que nos mostraba la luz. Hubo un momento desilencio, pero en seguida estall de nuevo. El sonido era tan cercano, tan penetrante, tan angustioso,que la linterna se me cay de las manos como consecuencia del sobresalto nervioso que experiment.Mientras la buscaba a tientas en la oscuridad, Bagley me agarr de la mano. Creo que el hombre debade estar de rodillas, pero en esos momentos yo estaba demasiado alterado para fijarme en lospequeos detalles. Se aferr a m, aterrorizado, olvidando su acostumbrada correccin.

    Por amor de Dios, qu es eso, seor?Si yo me dejaba dominar por el pnico tambin, estbamos perdidos.No lo s dije. No s ms que t; eso es lo que tenemos que averiguar. Arriba, compaero,

    arriba.Le ayud a incorporarse.Prefieres dar la vuelta y examinar la otra parte, o quedarte aqu con la linterna?Bagley jade, y me mir con cara de terror.No podemos quedarnos juntos, coronel? dijo; las rodillas le temblaban ostensiblemente.Le empuj contra la esquina del muro y le puse la linterna en la mano.No te muevas de aqu hasta que vuelva. Controla tus nervios y no permitas que nada ni nadie

    pase por aqu.La voz estaba a dos o tres metros de nosotros, de eso no caba duda.Me encamin hacia la otra parte del muro, poniendo el mayor cuidado en no separarme de l. La

    linterna temblaba en las manos de Bagley, pero a travs de la puerta vaca se distingua perfectamenteun bloque de luz rectangular que enmarcaba los desmoronados contornos y las masas colgantes defollaje. Al otro lado me pareci ver una especie de bulto. Estara aquella cosa incomprensible

  • acurrucada all, en la oscuridad? Me precipit hacia adelante, atravesando el rayo de luz que incida enel vaco umbral e intent agarrarlo con las manos. No era ms que un enebro que creca cerca delmuro. Mientras tanto, la visin de una figura que atravesaba el umbral haba llevado a Bagley al lmitede la excitacin nerviosa y se abalanz contra m, agarrndome por la espalda.

    Ya lo tengo, coronel! Ya lo tengo! grit, con un tono de voz insospechadamente eufrico.El pobre hombre haba experimentado un gran alivio al pensar que haba atrapado a un simple ser

    humano. Pero en ese preciso instante la voz brot de nuevo en medio de nosotros, a nuestros pies,tan cercana e intensa que era materialmente imposible que existiera una separacin. Bagley se apartviolentamente de mi lado y se estrell contra el muro, con la mandbula desencajada, como si leestuvieran matando. Supongo que en ese mismo instante se dio cuenta de que era a m a quien habaatrapado. Yo, por mi parte, apenas poda dominarme. Le arrebat la linterna y enfoqufrenticamente a mi alrededor. Pero nada, all no haba nada; slo el enebro un enebro que juraraque no haba visto hasta entonces, la tupida y brillante hiedra y las zarzas que se agitaban. Elsonido estaba ahora a mi lado, pegado a mis odos; y lloraba, y lloraba como si suplicase por su vida.Yo no s si escuch las mismas palabras que Roland haba escuchado, o si, debido al grado de miexcitacin, la imaginacin de mi hijo se haba apoderado de la ma. La angustiosa voz continu y laarticulacin de las palabras era cada vez ms ntida, pero ahora se mova de un lado a otro, como si lacriatura se desplazara lentamente de atrs hacia adelante. Madre! Madre!, y a continuacin unaexplosin de gemidos y lamentos. A medida que mis nervios se relajaban y me familiarizaba conaquel extrao fenmeno (estoy convencido de que el cerebro humano termina por asimilar cualquiercosa), la impresin de que una desgraciada y miserable criatura se paseaba de un lado a otro de lapuerta vaca era cada vez ms fuerte. A veces aunque tal vez fuera cosa de mi imaginacin mepareca escuchar el sonido de unos golpes en la puerta; luego volvan a estallar los sollozos: Oh,madre, madre!. Y todo esto suceda cerca, muy cerca del lugar donde yo me encontraba con milinterna. Ahora delante de m, ahora detrs.

    Una criatura desasosegada, angustiada, que lloraba y gema ante una puerta vaca. Una puerta quenadie podra abrir o cerrar nunca ms.

    Lo oyes, Bagley? Entiendes lo que dice? grit, cruzando el umbral.Bagley permaneca pegado al muro, con los ojos vidriosos, medio muerto de espanto. Movi

    levemente los labios, intentando responderme, pero de su boca no sala ningn sonido. Despuslevant la mano con un curioso movimiento imperativo, como si ordenara que me callara y escuchase.No puedo precisar el tiempo que permanec escuchando en absoluto silencio. Para m, aquellosextraos acontecimientos comenzaron a cobrar un inters inusitado, y ca presa de una excitacin queno se puede expresar con palabras. Era la evocacin de una escena que cualquier ser humano podacomprender: a alguien le era negada la entrada, y ese alguien vagaba de un lado a otro con desasosiegoy desesperacin. En ocasiones la voz caa al suelo, como si se hubiera tumbado; despus se alejabaunos pasos y se tornaba ms clara y penetrante: Oh, madre, madre, djame entrar! Oh, madre,madre, djame entrar!. Cada palabra era articulada perfectamente. No es extrao que mi hijo sehubiera vuelto loco de pena, intent concentrar mis pensamientos en Roland y en la confianza quetena en que yo fuera capaz de hacer algo, pero mi cabeza daba vueltas por la emocin, incluso enesos momentos en que ya haba superado parcialmente mi terror. Las palabras se extinguieronfinalmente, y slo quedaron los angustiosos sollozos y lamentos. En nombre de Dios, quin

  • eres?, grit, sintiendo que usar el nombre de Dios en tales circunstancias era un acto de irreverenciapara un hombre que, como yo, no crea en fantasmas ni en cosas sobrenaturales; pero, a fin decuentas, ya lo haba hecho.

    Me qued esperando, mientras el corazn me daba tumbos del miedo que tena a ser respondido.No sabra explicar por qu me sucedan estas cosas, pero tena la impresin de que si haba unarespuesta, excedera el lmite de lo que yo poda soportar. Pero no sucedi tal cosa. El lamentoprosigui, y despus, como si se tratara de una escena real, el tono de la voz se fue elevando y laspalabras se repitieron una vez ms: Oh, madre, djame entrar! Oh, madre, djame entrar!, conuna expresin de angustia que le parta a uno el corazn.

    Como si se tratara de una escena real. Qu quiero decir con esto? Supongo que a medida que sedesarrollaban los acontecimientos me senta menos perturbado.

    Empec a recobrar el uso de mis sentidos. Trataba de explicarme el misterio dicindome que todoesto haba sucedido en el pasado, que era el recuerdo de una escena real. No puedo decir por qu mepareca tan satisfactoria y tranquilizadora esta explicacin, pero lo cierto es que me tranquilizaba.Segu escuchando, pero ahora con nimo diferente, como si fuera espectador de una representacindramtica, olvidndome de Bagley, al que crea desmayado contra el muro. Estaba tan absorbido poresta extraa representacin que volv en m violentamente ante la repentina aparicin de algo que hizoque el corazn, me diera un vuelco una vez ms. Era una figura alargada y negra que mova los brazosen el portal. Entre! Entre! Entre!, gritaba roncamente, con un tono de voz grave y profundo. Yentonces, el pobre Bagley cay sin sentido a travs del umbral. Era un hombre menos complicadoque yo, y no haba sido capaz de soportarlo por ms tiempo. Su repentina aparicin me haba hechoconfundirlo con un ser sobrenatural y, evidentemente, a l le haba sucedido lo mismo, de manera quetard unos segundos en reaccionar. Ms tarde record que desde el momento en que me puse aatender a Bagley, la voz se haba dejado de escuchar. Tard un rato en conseguir que se recobrara.Realmente deba de haber sido una escena sorprendente; la luz de la linterna se proyectaba y formabaun crculo luminosos en la oscuridad, la plida cara de Bagley yaca sobre la negra tierra, y yo estabaencima de l, haciendo lo posible para que volviera en s. Probablemente, si alguien me hubiera vistoen ese momento habra pensado que estaba asesinndole. Al fin mis esfuerzos fueron recompensadosy consegu derramarle un poco de brandy en la garganta; se incorpor y mir alrededordesconcertado.

    Qu sucede? dijo, pero en seguida me reconoci y se esforz por mantenerse derecho. Leruego que me perdone, coronel aadi dbilmente.

    Lo llev a casa como pude, sostenindole con mis brazos. El gran hombre estaba tan dbil comoun nio. Afortunadamente, tard en recordar lo que haba sucedido.

    Desde el momento en que Bagley cay al suelo, la voz haba cesado y todo qued en silencio.

    * * *Tiene usted una epidemia en casa, coronel me dijo Simson a la maana siguiente. Qu

    significa todo esto? Ahora tenemos al mayordomo desvariando acerca de una voz. Esto no se puedetolerar; y, por lo que veo, usted tambin est complicado en el asunto.

  • S, estoy complicado, doctor. Pens que lo mejor sera hablarle a usted con franqueza. Desdeluego, el tratamiento de Roland es perfecto, pero el chico no tiene alucinaciones: est tan cuerdocomo usted o como yo. Todo lo que dice es cierto.

    Tan cuerdo como usted o como yo. Yo nunca he puesto en duda que el muchacho estuvieracuerdo. Padece trastornos cerebrales, fiebre. No s lo que le habr pasado a usted, pero hay algo muyextrao en su mirada.

    Doctor dije, no nos puede mandar a todos a la cama. Ms vale que atienda y escuche larelacin completa de los hechos.

    El doctor se encogi de hombros, pero me escuch pacientemente. Estaba claro que no crea unasola palabra de la historia, pero me escuch desde el principio hasta el final.

    Mi querido amigo dijo. El chico me cont exactamente lo mismo. Es una epidemia.Cuando una persona cae vctima de este tipo de trastornos es casi seguro que dos o tres msterminarn acompandole.

    Entonces, cul es su explicacin? dije.Oh, mi explicacin! Ese es otro tema. Nuestros cerebros son propensos a extravagancias y

    caprichos que no tienen explicacin. Podra ser una alucinacin, una mala pasada de los ecos o losvientos, una ilusin acstica u otro.

    Acompeme esta noche y juzgue usted mismo dije.La proposicin hizo rer abiertamente al doctor.Nos es mala idea dijo, pero mi reputacin quedar arruinada para siempre si llega a

    saberse que John Simson ha ido a cazar fantasmas.Ya veo dije, intenta usted impresionarnos con sus ilusiones acsticas a nosotros, que no

    somos tan instruidos, pero no se atreve a examinar realmente el fenmeno porque teme que se ran deusted. Eso es ciencia!

    No es ciencia, es sentido comn dijo el doctor. Es evidente que se trata de una delusin.Empearse en investigarlo no hace sino fomentar una tendencia malsana. Qu beneficio se obtiene deuna investigacin? Incluso en la suposicin de que consiguiera convencerme, me negara a creerlo.

    Yo habra afirmado lo mismo ayer dije. Y no pretendo convencerle ni que se lo crea. Siusted prueba que es una delusin, le estar enormemente agradecido.

    Venga; alguien tiene que acompaarme.Es usted un exagerado dijo el doctor. Ha trastornado a ese pobre hombre, y por lo que se

    refiere a este asunto, lo ha convertido en un luntico de por vida; y ahora pretende hacer lo mismoconmigo. En fin, por esta vez acceder a sus deseos. Para salvar las apariencias, si me prepara unacama vendr despus de mi ltima visita.

    As pues, acordamos encontrarnos en la puerta del parque y visitar directamente el escenario delos acontecimientos, sin pasar antes por la casa, para que nadie se enterase de nuestrasinvestigaciones. Desde luego era absurdo esperar que el motivo de la repentina enfermedad de Bagleyno hubiera llegado al conocimiento de los criados, y era preferible actuar con la mayor discrecin.

    El da se me hizo interminable. Tuve que resignarme a emplear parte de l en hacerle compaa aRoland, lo que constitua para m una experiencia penosa, porque, qu poda decirle al muchacho?Segua mejorando, pero su estado general era todava bastante precario. La temblorosa vehemenciacon que se dirigi a m cuando su madre abandon el cuarto me llen de preocupacin.

  • Padre! dijo en voz baja.S, hijo mo. Estoy concentrado toda mi atencin en el asunto; no es posible hacer ms de lo

    que hago. No he llegado a ninguna conclusin, todava; pero no he olvidado nada de lo que me dijiste.Est claro que lo que no poda hacer en ese momento era proporcionarle a su activa imaginacin

    un estmulo para que le diese ms vueltas al misterio. Era una situacin difcil, porque el muchachonecesitaba una satisfaccin. Me mir con tristeza; sus grandes ojos azules brillaban intensamente ensu cara blanca y consumida.

    Tienes que confiar en m dije.S, padre. Mi padre me comprende dijo para s mismo, como si estuviera calmando alguna

    duda interior.Lo dej tan pronto como pude. Para m, el chico era lo ms precioso que haba en la tierra, y su

    salud constitua mi mayor preocupacin; y, a pesar de todo, he de confesar que con la tensin delotro asunto prefer apartarlo de mi mente y no pensar ms en l.

    Aquella noche, a las once, me encontr con Simson en la puerta del parque. Haba venido en tren,y yo mismo le abr la puerta con cuidado. Lo curioso es que estaba tan absorbido por la investigacinque bamos a iniciar, que apenas repar en que pasaba por las ruinas cuando fui a buscarle. Yo llevabami linterna y l me ense una gruesa antorcha que haba preparado.

    No hay nada como la luz dijo, con su habitual tono de burla.Era una noche muy tranquila, sin apenas un sonido, aunque no tan oscura. No tuvimos dificultad

    en seguir el sendero. A medida que nos aproximbamos al objetivo, podamos or un dbil gemido,interrumpido ocasionalmente por un llanto amargo.

    Tal vez sea su voz dijo el doctor. Ya me supona qu sera algo por el estilo. Es una pobrebestia que ha cado en una de sus infernales trampas. Estar en algn lugar entre los arbustos.

    No dije nada. No tena miedo, sino una especie de sensacin de triunfo al pensar en lo que nosesperaba. Lo conduje hacia el lugar donde Bagley y yo habamos estado la noche anterior. Un silenciosemejante slo se puede dar en una noche de invierno; era tan profundo que escuchamos en la lejanael pateo de los caballos en los establos y el golpe de una ventana que se cerraba en la casa. Simsonencendi la antorcha y avanz cautelosamente, escrutando todos los rincones. Parecamos dosbandidos al acecho de algn infortunado viajero. Pero ningn sonido interrumpa la quietud de lanoche. Los gemidos haban cesado bastante antes de que llegramos a las ruinas. Una o dos estrellasparpadeaban en el cielo, como si nuestros extraos movimientos les causaran cierta sorpresa. Eldoctor Simson profera mansas risitas entre dientes.

    Ya me lo tema dijo. Pasa lo mismo en las sesiones de espiritismo y las otras formas deinvocacin al ms all. La presencia de un escptico impide cualquier manifestacin. Cunto tiempotendremos que estar aqu? Oh, no me quejo. Slo cuando usted est satisfecho. Yo ya tengosuficiente.

    No puedo negar que estaba enormemente defraudado por este resultado. Me haca quedar comoun estpido crdulo. Ninguna otra cosa poda rebajarme ms ante los ojos del doctor. En el futurotendra que soportar sus interminables monsergas, y su materialismo y escepticismo aumentaranhasta hacerse intolerables.

    Realmente parece dije que no va a haber ninguna.Manifestacin concluy, riendo; eso es lo que dicen los mdiums. No habr manifestacin

  • debido a la presencia de un incrdulo.Su risa me result extraordinariamente incmoda en medio de aquel silencio; y ahora ya era casi

    medianoche. Pero la risa pareci la seal; antes de que se extinguiera por completo, los gemidos quehabamos escuchado antes surgieron de nuevo. Se iniciaron a cierta distancia, pero se fueronacercando poco a poco, como si el que los profera estuviera caminando y quejndose a la vez.

    Ahora ya no era posible pensar que fuera una liebre apresada en una trampa. La aproximacin eralenta, como si se tratara de una persona dbil que necesitara hacer breves paradas y silencios. Simson,un tanto desconcertado por estos primeros sonidos, dijo sin reflexionar:

    Ese nio no debera salir tan tarde.Pero saba tan bien como yo que no era la voz de un nio. A medida que se aproximaba

    aumentaba el desconcierto del doctor. Se acerc a la puerta con la antorcha en la mano y se quedquieto, mirando en direccin al sonido. La antorcha no tena ninguna proteccin y la llama oscil en elaire de la noche, aunque apenas haca viento. Proyect la uniforme y blanca luz de mi linterna sobre elmismo espacio. Fue como un incendio en medio de las tinieblas. Un helado estremecimiento meinvadi cuando se produjo la primera manifestacin de la voz, pero confieso que, segn se acercaba,mi nico sentimiento fue de satisfaccin. El escptico burln ya no se burlara ms.

    La luz ilumin su cara, y revel una expresin de total perplejidad. Si estaba asustado lodisimulaba perfectamente; lo cierto es que estaba perplejo. Despus, los acontecimientos quetuvieron lugar la noche anterior fueron representados una vez ms. Yo asista a su desarrollo con unextrao sentimiento de repeticin. Cada lamento, cada gemido pareca exactamente el mismo.Escuchaba sin atender a mis propias emociones, pensando nicamente en el efecto que producira enSimson. El hombre mantena una actitud valerosa, en general. Las idas y venidas de la voz seproducan, si podemos confiar en nuestros sentidos, justamente frente a aquella puerta abierta, en eseespacio vaco, iluminado por la luz que caa y resplandeca entre las relucientes hojas de los acebosque crecan a poca distancia. Ni un conejo podra haber cruzado por la hierba sin ser visto: pero allno haba nada. Al cabo de un rato, Simson, con cierta prudencia y resistencia corporal, al menos esaera mi impresin, se encamin con su antorcha hacia el espacio iluminado. Su figura se recort conclaridad contra el acebo. En ese preciso momento la voz descendi, segn su costumbre, como si searrojara al suelo delante de la puerta. Simson retrocedi bruscamente; pareca haber topado con algo;despus baj la antorcha, con intencin de examinar el terreno.

    Ve usted algo? susurr al contemplar su accin, mientras un escalofro de pnico merecorra los huesos.

    Nada, slo un condenado enebro dijo.Yo saba que su contestacin no tena sentido, porque el enebro estaba en la otra parte. Despus

    se puso a dar vueltas, escrutando con su antorcha todos los rincones, y finalmente volvi a mi lado, alo que haba sido la parte interior. Ya no se burlaba; su rostro apareca plido y desencajado.

    Cunto tiempo dura esto? me susurr, como si temiera interrumpir a alguien que estuvierahablando.

    Yo haba llegado a un estado de perturbacin que me impeda fijarme en si las sucesiones ocambios de voz tenan la misma duracin que los de la ltima noche.

    De pronto, mientras Simson hablaba, un suave y repetido sollozo atraves el aire y se extingui.Si hubiera habido algo visible, habra jurado que en aquel momento estaba acurrucndose en el suelo,

  • al lado de la puerta.Caminamos hacia la casa en completo silencio, y slo cuando la tuvimos a la vista me atrev a

    preguntar.Qu piensa de todo esto?No puedo decir lo que pienso dijo con rapidez.Aunque era un hombre moderado, rechaz el clarete que yo iba a ofrecerle, y se trag el brandy

    sin diluir que haba en la bandeja.Escuche, no creo una palabra dijo, una vez encendida su candela, y no puedo decirle lo

    que pienso aadi desde la mitad de la escalera.Esta exploracin, sin embargo, no me haba ayudado a solucionar el problema. Yo tena que

    socorrer a una criatura angustiada, que lloraba y suplicaba en la oscuridad, y que para m posea yauna personalidad tan clara y definida como cualquier otra. Y si no era capaz de hacerlo, qu le dira aRoland? Tena el presentimiento de que mi hijo podra morir si no encontraba la manera de ayudar aesa criatura. Puede que les sorprenda que me refiera a ella de esta manera.

    Realmente no saba si era un hombre o una mujer; pero no dudaba de que era un alma en pena, aligual que no dudaba de mi propia existencia, y mi obligacin consista en mitigar esa pena y liberarlo,si era posible. Alguna vez ha tenido un padre preocupado y temeroso por la vida de su nico hijouna tarea comparable a sta? El corazn me deca, por fantstico que pueda parecer, que tena quecumplir de algn modo este cometido, o perdera a mi hijo para siempre, y pueden comprender queyo prefera morir a que sucediera tal cosa. Pero incluso mi muerte no servira de nada, a no ser que mecondujera al mismo mundo donde se encontraba el buscador de la puerta.

    * * *A la maana siguiente Simson sali antes del desayuno, y regres con seales evidentes en sus

    botas de haber caminado por la hmeda hierba, y un aire de fatiga y preocupacin que no decamucho a favor de la noche que haba pasado.

    Despus del desayuno se recuper un poco y visit a sus pacientes, ya que Bagley continuabaenfermo. Le acompa a la estacin, pues quera saber su opinin acerca del estado del chiquillo.

    Evoluciona favorablemente dijo; por ahora no hay complicaciones. Pero tenga en cuentaque el chico no est para que juguemos con su salud, Mortimer. No le cuente ni una palabra de lo quesucedi anoche.

    Entonces me sent obligado a relatarle mi ltima entrevista con Roland, y la inaudita peticin queme haba hecho. Aunque intent sonrer, pude comprobar que esta informacin le dej sumamentedesconcertado.

    Entonces tendremos que ser perjuros dijo y jurar que usted lo exorciz pero el doctorera un hombre demasiado bondadoso para quedarse satisfecho con aquello. La situacin escondenadamente delicada para usted, Mortimer. Me gustara rer, pero no puedo. Espero, por subien, encontrar una salida a este embrollo. A propsito aadi en voz baja, se fij usted en elenebro que haba a mi izquierda?

    Haba uno a la derecha de la puerta. Ya not anoche que cometa usted el mismo error.

  • Error! grit, alzando el cuello de su abrigo, como si tuviera fro. Despus lanz una risitabaja y extraa. No haba ningn enebro all esta maana, ni a la izquierda ni a la derecha. Vayausted y comprubelo.

    Unos minutos despus, desde la plataforma del tren, se volvi y me hizo seas para que meacercara.

    Volver esta noche dijo a modo de despedida.Creo que apenas le prest atencin al tema del enebro, pues mis preocupaciones particulares me

    parecan absurdas y anticuadas en medio del bullicio de la estacin.La noche anterior haba sentido una incomparable satisfaccin con la estrepitosa derrota del

    escptico doctor. Pero ahora tena que enfrentarme con la parte ms delicada del problema. Desde laestacin me encamin directamente a la rectora, que estaba situada en una pequea meseta en la orillaopuesta a los bosques de Brentwood. El sacerdote perteneca a esa clase de gente que antiguamenteabundaba en Escocia, y que a medida que pasa el tiempo es menos frecuente. Era un hombre defamilia acomodada, educado al estilo escocs, fuerte en filosofa, no tan fuerte en griego y, sobre todo,fuerte en experiencia un hombre que se haba encontrado en el curso de su vida con las personasms notables de Escocia y del que se deca que estaba extraordinariamente versado en doctrina, sininfringir la tolerancia, virtud para la cual los ancianos gente bondadosa al fin y al cabo estnespecialmente dotados. Estaba chapado a la antigua, y quiz no reflexionaba tanto en los abstrusosproblemas teolgicos como los jvenes, ni se interesaba por los ridos problemas que plantean laconfesin o la fe; pero comprenda la naturaleza humana, lo que tal vez es ms til. Me dispens unacordial bienvenida.

    Adelante, coronel Mortimer dijo. Me alegro de verle; es seal de que el nio mejora. Seencuentra bien? Dios sea alabado!

    Que el Seor le proteja y le bendiga! Este pobre siervo reza mucho por l, y eso no puedehacerle dao a nadie.

    Necesitar todas las oraciones, doctor Montcrieff dije, y tambin su consejo.Entonces le cont toda la historia; ms de lo que le haba contado a Simson. El viejo sacerdote me

    escuch sin poder contener algunas exclamaciones de asombro y al final se le empaaron los ojos.Es hermoso dijo. No recuerdo haber odo nada parecido. Es tan hermoso como cuando

    Burns dese la liberacin de, bueno, de alguien por el que no se rezaba en ninguna iglesia. Ay! Asque el chico quiere que usted consuele a ese pobre espritu extraviado. Dios le bendiga! Hay algosublime en todo esto, coronel Mortimer. Incluso la fe que el nio tiene en su padre! Me gustarahablar de ello en un sermn el anciano caballero me dirigi una mirada de alarma, y dijo. No, no:no quera decir sermn, pero debo escribir un artculo en el Children's Record.

    Vi el pensamiento que haba cruzado por su cabeza. Pens, o temi que yo pensara, en unsermn fnebre. Pueden creerme: la idea no me result agradable.

    No puedo decir que el doctor Montcrieff me diera algn consejo. Acaso es posible dar unconsejo en un asunto de tal naturaleza? Sin embargo dijo:

    Creo que yo tambin debo ir. Soy un hombre viejo; soy menos propenso a asustarme queaquellos que estn todava lejos del mundo invisible. Este misterio me obliga a pensar en mi propioviaje al ms all. No tengo ideas rgidas sobre esta materia. Ir yo tambin; y, tal vez, en el momentoadecuado, el Seor nos ilumine y nos muestre lo que hay que hacer.

  • Sus palabras me aliviaron un poco, mucho ms de lo que Simson haba hecho. No senta un grandeseo por aclarar las causas del fenmeno. Era otra cosa lo que me preocupaba: mi hijo. En cuanto aldesgraciado espritu de la puerta abierta, como he dicho, dudaba menos de su existencia que de la ma.Para m no era un fantasma. Haba conocido a la criatura, y sufra. Esta era mi impresin sobre ella; lamisma que tena Roland. La primera vez que la escuch me destroz los nervios; pero ahora ya notena miedo: un hombre se acostumbra a todo. El problema consista en hacer algo por ella. Cmoayudar a un ser invisible, un ser que, alguna vez en el tiempo, haba sido mortal? Tal vez, en elmomento adecuado, el Seor nos ilumine y nos muestre lo que hay que hacer. Desde luego, es unafrase de lo ms anticuada, y, probablemente, una semana antes yo me habra redo (aunque sinmalicia) de la credulidad del doctor Montcrieff; pero haba un gran consuelo, no s si racional o deotro tipo que no podra explicar, en el simple tono de sus palabras.

    El camino que llevaba a la estacin y al pueblo atravesaba la garganta, pero no pasaba por lasruinas. A pesar de que la luz del sol, el aire fresco, la belleza de los rboles y el sonido del agua sonexcelentes tranquilizantes para el espritu, mi mente estaba tan absorbida por el misterio, que nopude evitar torcer a la izquierda cuando llegu a lo alto de la garganta, y encaminarme hacia el lugarque se podra denominar como el escenario de mis pensamientos.

    Estaba baado por la luz del sol, como el resto del mundo. El ruinoso frontispicio miraba al Este,y debido a la posicin que ocupaba el sol en ese momento, la luz entraba a raudales por el portal,proyectando tal y como la linterna haba hecho un torrente de luz sobre la hierba hmeda de laotra parte. Haba una extraa fascinacin en la puerta abierta tan intil, una especie de emblema dela vanidad; una puerta completamente aislada, libre de modo que uno podra ir adonde se leantojara, a pesar de su primitiva funcin de cierre; una entrada que ya no tena sentido, que noconduca a lugar alguno. Y por qu razn una criatura deba suplicar y sollozar para entrar a un lugarque ya no exista, o permanecer afuera, en el umbral de la nada? Era imposible reflexionar durantemucho tiempo en ello sin que la cabeza te diera vueltas. No obstante record lo que Simson me habadicho del enebro y me re para mis adentros al considerar la inexactitud de su observacin y loequivocado que puede estar incluso un hombre de ciencia. Ahora mismo me pareca estar viendo laluz de mi linterna reflejndose en la superficie hmeda y brillante de las hojas puntiagudas de laderecha, y l habra sido capaz de ir a la hoguera manteniendo que estaba a la izquierda! Me acerqua comprobarlo. Y, en efecto, el doctor estaba en lo cierto, al menos en una cosa: all no haba ningnenebro, ni a la derecha ni a la izquierda. Esto me dej desconcertado, aunque, al fin y al cabo, no setrataba ms que de un mero detalle.

    No haba nada: tan slo unas zarzas que el viento agitaba, y la hierba que creca al pie de losmuros. Pero, despus de todo, aunque por un momento haba conseguido impresionarme, quimportaba? Haba huellas, como si alguien hubiera caminado arriba y abajo, frente a la puerta; peropodan ser nuestras, y, adems, todo apareca difano y reinaba la paz y el silencio. Durante un ratoexamin el resto de las ruinas las que formaban el cuerpo principal de la vieja mansin como yahaba hecho anteriormente. Sobre la hierba se destacaban algunas seales desperdigadas, pero no sepoda afirmar con certeza que fueran pisadas; de cualquier modo, aquello no explicaba nada. El primerda haba examinado cuidadosamente las habitaciones en ruinas. Estaban llenas de tierra y escombros,helechos marchitos y zarzas; desde luego, nadie poda guarecerse all.

    Me molest enormemente que Jarvis me viera salir de aquel lugar; vena a pedirme instrucciones.

  • No s si mis expediciones nocturnas haban llegado al conocimiento de los criados, pero su mirada eraharto significativa. Haba en ella algo que me record el sentimiento que yo mismo habaexperimentado cuando Simson tuvo que tragarse su escepticismo. Jarvis estaba satisfecho de que laveracidad de su relato hubiera quedado fuera de toda duda. Yo jams haba hablado a uno de missirvientes en un tono tan perentorio como el que emple con l. Lo envi a paseo con cajasdestempladas, segn me dijo el hombre ms tarde. La verdad es que en aquel momento no tolerabaningn tipo de interferencia.

    Pero lo ms extrao de todo es que no era capaz de enfrentarme con Roland. No sub a su cuarto,como habra hecho de forma natural en otras circunstancias. Las chicas no lo comprendan. Vean algomisterioso en todo ello.

    Mam se ha ido a la cama dijo Agatha; Roland ha pasado muy buena noche.Te quiero tanto, pap! exclam la pequea Jeanie, abrazndome de la forma tan encantadora

    en que ella sola hacerlo.Al final me vi obligado a ir, pero qu poda decirle? Lo nico que poda hacer era besarle y

    decirle que estuviera tranquilo, que estaba haciendo lo imposible por resolverlo. Hay algo mstico enla paciencia de un nio.

    Me pondr bueno, verdad, pap? dijo.Dios lo quiera! Eso espero, Roland.Oh, s, todo saldr bien!Quiz el chico se daba cuenta de que yo estaba muy nervioso, y que por esa razn no me

    quedaba con l el tiempo que yo hubiera deseado. Pero las nias estaban muy sorprendidas y memiraban con gestos de extraeza.

    Si yo estuviera mala, pap, y t te quedaras tan poco tiempo a mi lado, se me partira elcorazn dijo Agatha.

    Pero el nio tuvo un sentimiento de simpata. Comprenda que en otras circunstancias yo jamsme habra comportado de esa manera. Me encerr en la biblioteca, pero no consegu tranquilizarme yme pase de un lado a otro como una fiera enjaulada. Qu poda hacer? Y si no era capaz de hacernada, qu sera de mi hijo? Estas eran las preguntas que me perseguan sin descanso por losvericuetos de mi cerebro.

    Simson volvi a la hora de la cena, y cuando la casa se qued en silencio y los sirvientes se fuerona la cama, salimos a encontrarnos con el doctor Montcrieff, como se haba convenido, en lo alto de lagarganta. Simson, por su parte, estaba dispuesto a burlarse del telogo.

    Si hay que hacer encantamientos, cortar por lo sano.No le repliqu. No le haba invitado; poda irse o quedarse, lo dejaba a su antojo.Segn avanzbamos, creca su locuacidad ms de lo que mi espritu poda soportar.Una cosa es cierta dijo: tiene que haber intervencin humana. Todo esto de las apariciones

    no son ms que bobadas. Nunca he estudiado a fondo las leyes del sonido, y hay muchos aspectos dela ventriloquia de los que apenas sabemos nada.

    Si no le importa dije, me gustara que se reservara esa clase de comentarios para ustedmismo, Simson. No estoy de humor para soportarlos.

    Oh, creo que s respetar las creencias ajenas dijo.El simple tono de su voz me result extremadamente irritante. No me explico cmo la gente

  • puede aguantar a estos cientficos cuando no se est de humor para escuchar sus sarcsticasopiniones. El doctor Montcrieff se reuni con nosotros a las once, la misma hora en que iniciamos laexploracin la noche anterior. Era un hombre voluminoso, de rostro venerable y cabellos blancos;viejo, pero rebosante de vigor, a quien un paseo en una noche fra intimidaba menos que a muchosjvenes. Al igual que yo, llevaba una linterna. Estbamos bien provistos de medios de iluminacin, yramos hombres resueltos. Celebramos un rpido consejo, y decidimos separarnos y apostarnos enlugares diferentes. El doctor Montcrieff se qued en el interior si es que se puede hablar de interiorcuando no hay ms que un muro. Simson se coloc en la parte cercana a las ruinas, para interceptarcualquier comunicacin con el cuerpo principal de la vieja mansin, que era el tema que se le habametido en la cabeza. Yo me apost al otro lado. Es evidente que nada poda acercarse sin ser visto.Tambin la noche anterior haba sido as. Ahora, con nuestras tres luces proyectndose en medio delas tinieblas, todo el lugar apareca iluminado. La linterna del doctor Montcrieff una linternaantigua que no se poda apagar, provista de una tapadera calada y ornamental brill con fuerza enla oscuridad y arroj un haz de luz hacia arriba. La haba colocado en la hierba, en lo que poda habersido el centro de la habitacin. La iluminacin adicional que Simson y yo suministrbamos desdeambos lados, impidi que se produjese el efecto acostumbrado de un chorro de luz saliendo de lapuerta. Al margen de estos detalles, todo era igual a la noche anterior.

    Y lo que ocurri fue exactamente lo mismo, con el mismo sentido de repeticin, punto por punto,que yo haba presenciado las noches precedentes. Les aseguro que sent como si el dueo de la voz, alcaminar de arriba abajo, en su tormento, me empujar y me desplazara de un lado a otro, aunqueestas son palabras completamente vacas si tenemos en cuenta que la lu