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La primera vuelta electoral y las elecciones de junio Emilio García Gutiérrez, Junio 5 de 2014 Página 1 de 12 La primera vuelta electoral y las elecciones de junio En el país de no me acuerdo (Colombia) la manera de terminar el conflicto se convierte en el pretexto de obtener votos. Santos persiste en mantener esa única oferta, la paz, que no es menor pero que a muchos les parece insuficiente. Zuluaga cambia de posición en función del escenario y la audiencia. Se entusiasma, como en la convención del Centro Democrático y el día del triunfo en la primera vuelta y se deja llevar por el deseo de romper. Sus asesores le dicen que hay que matizar y convoca una rueda de prensa. Se reúne con empresarios y subraya la mano dura. La que sí no había ensayado era la de darle continuidad al proceso. Esa propuesta la sacó en el acto de adhesión de Marta Lucía Ramírez. Después se supo que detrás de esa declaración estaban los mismos creadores de El

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Comentario de los resultados electorales

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En el país de no me acuerdo (Colombia) la manera de terminar el conflicto se convierte en el pretexto de obtener votos. Santos persiste en mantener esa única oferta, la paz, que no es menor pero que a muchos les parece insuficiente. Zuluaga cambia de posición en función del escenario y la audiencia. Se entusiasma, como en la convención del Centro Democrático y el día del triunfo en la primera vuelta y se deja llevar por el deseo de romper. Sus asesores le dicen que hay que matizar y convoca una rueda de prensa. Se reúne con empresarios y subraya la mano dura.

La que sí no había ensayado era la de darle continuidad al proceso. Esa propuesta la sacó en el acto de adhesión de Marta Lucía Ramírez. Después se supo que detrás de esa declaración estaban los mismos creadores de El

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Caguán: Camilo Gómez y Álvaro Leyva. El primero digamos es un ingenuo incorregible y el segundo un perverso irredimible. Pero esa es otra historia.

Los partidos políticos tradicionales en Colombia, han tenido a lo largo de su historia una dinámica fraccional en la cual los llamados jefes naturales con un gran liderazgo nacional han estimulado las controversias políticas alrededor de las elecciones regionales y presidenciales en función de sus intereses particulares. Los elementos programáticos e ideológicos que caracterizan las identidades partidarias han sido relegadas por estos jefes naturales a simples consideraciones agitacionales en épocas de campañas electorales, como quiera que la esencia de sus activismos políticos, siempre han sido la de estimular las redes clientelares y la política transaccional en busca de sus mejores dividendos político-electorales.

Esta dinámica fraccional es la que les ha permitido a las elites conformar de manera transitoria ciertas redes de poder electoral afines a sus interés y lo que los ha estimulado a conformar partidos de armadura, producto no de su vocación política partidaria, ideológica y programática, sino de la necesidad del reacomodo de sus liderazgos nacionales con el propósito de cooptar el Estado para su propio provecho ( “Las dinámicas políticas en la segunda vuelta”, Héctor Alonso Moreno Parra , Universidad del Valle, 30 de mayo de 2014) .

Así, en la vida política nacional, en particular en los años posteriores a la Constitución de 1991, se ha visto como en el escenario político han surgido partidos estimulados por esos grandes jefes nacionales con vocación presidencialista, herederos de la vieja configuración política nacional y regional del bipartidismo de los “ismos”. Movimientos y Partidos como el Partido de la Unidad Nacional, Cambio Radical, Primero Colombia, Centro Democrático, etc.; son apenas unas siglas de esa dinámica fraccional no ideológica ni programática en que han convertido algunos líderes nacionales del viejo bipartidismo Liberal- Conservador las estructuras partidarias del siglo XXI.

Para esos líderes nacionales lo que está en juego, hoy día, es el mantenimiento de sus redes de poder clientelar y sus reacomodos políticos en las nuevas dinámicas del mercado y la política, marcados por la globalización y el neoliberalismo. En tal sentido, mantener una situación de violencia y de conflicto político armado en la periferia del poder político, hoy

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como ayer, les resulta demasiado funcional para sus propósitos e interés de clase.

De tal manera, que ni el bipartidismo de ayer, ni las facciones partidarias de los movimientos y partidos de armadura de hoy, han sido históricamente los abanderados de la paz con justicia social. Ellos, hoy como ayer, tienen una gran responsabilidad histórica por los años de dolor y sufrimiento en que ha vivido parte de la población colombiana en los últimos sesenta años.

Recuento breve de la primera vuelta electoral

Óscar Iván Zuluaga recogió el fervor de los uribistas, que al final comprendieron que Uribe cambió de partido.

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Zuluaga ganó la primera vuelta montado en el caudal electoral que provino de los departamentos andinos y de la Orinoquía, que fueron los baluartes de Uribe en 2002 cuando no contaba con la maquinaria del Estado. Zuluaga perdió en la Costa, donde Uribe perdió cuando llegó por primera vez a la presidencia. Ganó en la zona paisa (Antioquia y los tres departamentos del Eje Cafetero), el centro del país (Tolima, Huila, Boyacá, Cundinamarca, Meta, Casanare, Arauca), Guaviare, Caquetá y Norte de Santander donde Uribe triunfó en su primera campaña. Igual en Bogotá. Y perdió en Córdoba, Sucre, Bolivar, Atlántico, Guajira, Cesar, Cauca y Chocó, donde el expresidente tampoco ganó en 2002. Es decir, a grandes rasgos, sacando a Santander y a Valle como principales excepciones, los fortines del uribismo siguen siendo los mismos, así como sus debilidades.

También en las recientes elecciones al Congreso, la Costa Pacífica y la Costa Atlántica reunieron las grandes derrotas de los uribistas. Y en los departamentos donde Óscar Iván ganó, al Centro Democrático también le fue bien aunque no en todos ganó.

Lo impresionante del resultado de Zuluaga es que ganó a pesar del escándalo del hacker Andrés Sepúlveda que lo tuvo en el ojo del huracán durante la última semana. Quedó en el margen de error de la encuesta de Gallup que se hizo antes de que la Revista Semana y El Tiempo revelaran los videos de la reunión entre el hacker y el candidato.

El efecto de este escándalo fue probablemente detener su momentum en las encuestas

Otro perdedor desinflado

Enrique Peñalosa sacó un millón y pico de votos, la mitad de su votación en la consulta verde pero el doble de la de la Alianza Verde en las legislativas del 9 de marzo. El 56 por ciento de su votación la consiguió en las grandes ciudades y uno de cada tres votos en Bogotá.

Quedó de últimas, y solo unos puntos por encima del voto en blanco. Teniendo en cuenta que hace tres meses sonaba como el verdadero rival de Santos, su desempeño fue una nueva decepción para sus seguidores.

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Peñalosa confundió la antipolítica con la no política y optó por hacer una campaña retro, similar a la que hizo en los 90 en Bogotá, la única que ganó de las últimas seis en las que ha competido.

No invirtió un peso en transporte para los votantes en la jornada de ayer, un elemento que cualquiera que haya hecho una campaña sabe que es fundamental; su publicidad fue muy criticada; despreció la estructura política de su partido; y en general, no era muy claro si en realidad quería ser presidente.

A medida que se polarizó la campaña, y que no quedó claro cuál era el liderazgo alternativo que él ofrecía, su nombre salió del radar.

Mientras esas cosas sucedían el Meta se iba a las urnas en la primera vuelta para la presidencia y Uribe Vélez se disponía a obtener su cuarta victoria; dos de ellas con nombre propio, una tercera en cuerpo ajeno (Juan Manuel, o para nosotros los “amigis” Uribe III) y esta su IV victoria donde dos de sus ex ministros y pupilos predilectos van cabeza a cabeza y nosotros de jopo cada vez más jodidos.

Incidencia del resultado de las elecciones en el proceso de paz

Sin duda, los resultados de las elecciones del 25 de mayo son desconcertantes y paradójicos. Cuando más sólidamente se avanza y más lejos se ha llegado en la construcción de un acuerdo con las FARC-EP para ponerle fin a la guerra, el electorado “castiga” el proceso votando en mayor proporción por el candidato que encarna la continuidad de la guerra. Pero esos no son los únicos resultados. Y paz o guerra no son los únicos determinantes en la distribución de los votos, hay otros. Por eso conviene dar una mirada de conjunto estas elecciones, antesala de una incierta segunda vuelta.

El 2014 es un año electoral en América Latina. Panamá, Costa Rica, El Salvador ya eligieron presidentes. Brasil, Uruguay y Bolivia lo harán entre junio y octubre. A diferencia de la situación de algunos de estos países, en los que compiten o compitieron con opción de triunfo grupos de izquierda democrática, en Colombia las corrientes de izquierda democrática no fueron

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tercería viable. Aquí la presidencia se define entre la derecha: la opción reeleccionista auto clasificada como de centro, y la del Centro Democrático que agrupa a la extrema derecha. En la primera vuelta arrancó en punta, con el 29%, el Centro Democrático, seguido de la Unidad Nacional, la coalición de gobierno, con el 25%.

De las cinco fuerzas en contienda en la primera vuelta dos son críticas de la solución política negociada (Centro Democrático y Partido Conservador, dividido) y tres coinciden en su defensa (Unidad Nacional apoyada por el Progresismo, la coalición Polo Democrático/UP y la Alianza Verde) y se comprometen con la continuación del proceso de negociaciones en curso. Sumadas las dos primeras tuvieron alrededor de 6.1 millones de votos; sumadas las segundas alrededor de 6.3 millones de votos. La división es clara y se refleja en el equilibrio entre las dos candidaturas mayoritarias que pasaron a segunda vuelta. Hay dos diferencias que cuentan y que pueden alterar este relativo equilibrio: al Centro Democrático adhirió el Partido Conservador, fracción no reeleccionista; a la Unidad Nacional no adhirieron el PDA y la Alianza Verde aunque declararon que apoyan el proceso de paz.

Poca atención se ha prestado a lo que pasó con el PDA/UP y la Alianza Verde. Después de un mediocre resultado en las elecciones para Congreso el PDA recuperó espacio político y en su campaña pesaron la propuesta de paz y la demanda de cambio en el modelo de desarrollo. Dos millones de votos son un resultado sorprendente

A su vez la Alianza Verde, con una votación apreciable en las elecciones para Congreso en la que el electorado favoreció la crítica rigurosa a lo que representaron los ochos años de gobierno uribista, tuvo un bajo aunque decoroso desempeño. Probablemente la afectó su candidato sobre el que siempre flotó la impronta de un encubierto uribismo. Sumados los votos de estas dos corrientes, superan los del partido Conservador, dividido, y se acercan a las de los dos candidatos que pasaron a segunda vuelta. La señal es clara: hubo condiciones para una tercería como alternativa cierta y, una vez más, no fueron aprovechadas. Sus programas articulan paz, críticas al modelo de desarrollo, a la corrupción y a las relaciones entre legalidad e ilegalidad en el ejercicio del poder.

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En el resultado electoral hay que tener en cuenta una serie de cuestiones (Jaime Zuluaga Nieto, Docente Investigador Universidad Externado de Colombia, Semanario virtual Caja de Herramientas, mayo 30 de 2014):

a) En relación con el proceso de paz, es claro el fuerte rechazo a las FARC-EP por amplios sectores de la sociedad, fruto de sus formas de acción y de la construcción de ellas como enemigo de la sociedad durante la pasada administración.

b) En relación con la seguridad, la concepción de ésta basada en la militarización de la sociedad y en el poder intimidatorio de las armas no sólo produjo “confianza inversionista”, produjo otro tipo de confianza: en una democracia bajo tutela militar, que es lo que hoy reclaman millones de ciudadanos, particularmente de sectores medios de la población; el apoyo a la guerra mueve a sectores muy poderosos que se benefician de ella; muchos otros han terminado por entender que la guerra ha permitido conservar el statu quo y preservado sus privilegios. Estos factores, a y b, ayudan a entender por qué hoy no hay un copioso apoyo a la política de paz. Desde luego inciden otros factores como la ausencia de una pedagogía de paz y ambigüedades del gobierno como la permanente voz del Ministro de Defensa deslegitimándolo.

c) Respecto de la relación centro-regiones, algunas de las reformas, como la del régimen de regalías, le pasaron la cuenta al gobierno desde las regiones.

d) En relación con la política social las incoherencias entre el discurso que dice respetar la oposición, la movilización social y atender las demandas sociales y las políticas que efectivamente se adoptan.

Formación de preferencias electorales

En un comienzo pudo pensarse con razón que haría falta esperar hasta una segunda vuelta para que se perfilaran las inclinaciones del electorado. Pero, no ha sido así. No ha habido necesidad de escuchar los resultados de la primera vuelta. Una tendencia a la bipolarización se ha consolidado, apenas un mes largo después de que arrancara el período de la campaña

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propiamente presidencial. Las encuestas de abril, lo revelaron y ahora las de mayo lo confirman. En ellas han quedado rezagadas las candidatas del Partido Conservador y del Polo Democrático, también el candidato independiente de la Alianza Verde, ya sin el aliento suficiente este último para posicionar una“tercería”. En cambio, santismo y uribismo, dueños de unos mayores recursos económicos, institucionales, discursivos y simbólicos (aún si algunos de estos son negativos) se impusieron en el campo de las expectativas, allí donde realmente se va depositando la atención de los votantes, es decir en donde se configura la voluntad de por quién va a votar cada uno o mejor por quien no va a votar, en función de sus intereses o prevenciones.

La selección de preferencias entre Santos y el candidato del uribismo no ha significado, sin embargo, el mismo tipo de desplazamiento entre los electores. Mientras el Presidente se ha estancado tozudamente lo que quiere decir que en términos relativos ha descendido en las intenciones de los electores, Oscar Iván Zuluaga, el de Uribe Vélez, ha crecido en una notable multiplicación de un 200%, si se miden las variaciones en las intenciones del voto.

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La fragilidad electoral de Santos

En estas últimas variaciones, es decir, en la fluidez de las orientaciones electorales, la particularidad de esta campaña radicaba en la fragilidad de Santos, paradójicamente no en su fortaleza, a pesar de la “mermelada” y del aparato de la Unidad Nacional.

Dicha fragilidad (en términos de adhesiones electorales) residía en la dificultad para retener de su lado los votos adiestrados durante ocho años en el vínculo con Uribe. El asunto consistía en saber si era capaz de seducirlos después de que el expresidente se lanzara a la oposición. Los bajonazos por parte de Juan Manuel Santos en materia de favorabilidad popular fueron persistentes desde 2011. Después, cuando se configuró el escenario para una futura elección, casi el 70% de los ciudadanos llegó a rechazar su reelección. Santos efectivamente se ganó a la clase política, se la arrebató a Uribe Vélez pero, no a la opinión pública, la que se mantuvo en altas proporciones fiel al discurso confrontacionista y crecientemente conservador de Uribe.

Las transferencias de capital de Uribe

El problema entonces consistía en si el expresidente podía activar el dispositivo de transferencia de su capital político en cabeza de su alfil Oscar Iván Zuluaga. Fue un propósito que finalmente ha conseguido, después de que quedaran atrás las elecciones parlamentarias. El que Santos se mantuviera frenado en el 28% constituía un indicador de que de sus 9 millones de electores en 2010, sólo retenía la mitad. Mientras tanto, los otros 4 millones y medio, apoyados en una mayor identidad uribista, permanecían como un “botín” potencialmente conquistable por parte de la campaña uribista.

Las circunstancia de que hoy, a una semana de la primera vuelta, Oscar Iván Zuluaga esté igualado con Santos en un 29% de intenciones de votos, según GALLUP, expresa claramente que el uribismo mediante su discurso ideologizado a propósito de la seguridad y mediante la figura de Zuluaga, reconquistó ese electorado, algo que vuelve absolutamente reñida la primera vuelta, salvo que el acuerdo anunciado en La Habana sobre el tercer punto de la agenda reflote considerablemente la apuesta del Presidente( “Preferencias decantadas, incertidumbres planteadas” Ricardo García Duarte. Semanario virtual Caja de Herramientas, mayo 22 de 2014). Así

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mismo rodea de incertidumbre la segunda vuelta, desde el punto de vista de los resultados y de la suerte que correrán algunos temas cruciales de la agenda pública como son la paz y las relaciones internacionales, especialmente con los vecinos.

La realidad dura y cruda es la que el abanico de opciones acaba de dar paso a la polarización entre el santismo y el uribismo, lo que deja sin posibilidades efectivas a las fuerzas independientes y a las de izquierda. Se trata de una polarización entre, de una parte, un Santos con un proyecto de paz razonable, pero con la mala compañía de las maquinarias tradicionales y de otra parte un Uribe (a través de Oscar Iván Zuluaga) que apela más a la opinión, pero que se arma con un discurso de derecha demagógica que contamina la cultura política.

El conflicto armado y la primera vuelta electoral

Cursada la primera vuelta presidencial, es bueno preguntarse por algunas dimensiones del conflicto armado que tienen que ver con este hecho político de la mayor importancia para Colombia.

La primera anotación que debe darnos aliento para seguir en la brega de cerrar esta confrontación armada de medio siglo, es que las elecciones del domingo 25 de mayo fueron las menor interferidas por la acción guerrillera de las últimas tres décadas (Luis Eduardo Celis, Corporación Viva la ciudadanía , 30 de mayo de 2014) El domingo en que se desarrollaron las elecciones que dieron como ganador a Belisario Betancur en mayo de 1982, fueron más movidas y con acción guerrillera y ni que decir de ahí para adelante.

Sobre el tema de la tregua, el Observatorio sobre conflicto armado en Colombia de la Fundación Paz & Reconciliación concluyó que durante los 10 días de la tregua anunciada por las FARC, en el marco del proceso electoral, se presentaron 3 acciones armadas, dos por iniciativa de la Fuerza Pública y una en la cual existen dudas sobre la forma en la que se produjo el hecho.

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La tregua que de manera unilateral decretaron FARC y ELN; que cumplieron, es una muestra del interés de las guerrillas de jugar políticamente, distensionando el conflicto y mostrando una capacidad de mando y control que permanentemente se les cuestiona, pero que una y otra vez las FARC, en las treguas anteriores, la tozuda realidad evidencia que una cosa son los hechos y otra la crítica sin fundamento, FARC y ELN mantienen su cohesión interna y la capacidad de frenar o activar su accionar.

Otro tema interesante a considerar, es cómo se mantiene la tendencia, en todas las elecciones Presidenciales desde 2002 en los departamentos de mayor intensidad del conflicto, donde de manera amplia gana el Uribismo, esto ha pasado en Arauca, Guaviare, Putumayo, Caquetá, Huila y Meta, lo cual debe ser leído como la fatiga y hastío ante tanta violencia, el único departamento donde el conflicto armado es intenso y gana el Presidente Santos, es el Cauca, que se puede explicar por una dinámica social que ha resistido a la guerra y que toma total distancia con el Uribismo.

Sobre la Costa Caribe, donde ganó el paramilitarismo una confrontación entre 1995 y 2003, desalojando o arrinconando a pequeños bolsones a la guerrilla, hay que hilar con mayor finura por que en los siete departamentos gana el presidente Juan Manuel Santos, sin excepción, lo cual llevaría a preguntarnos si es que las dinámicas de la parapolítica han sido controladas, disminuidas o se han asimilado a un presente, donde cambien de ropaje político, según conveniencias concretas y han dejado a un lado su discurso contrainsurgente y están más en la asimilación a una legalidad que les permita ejercer su poder con mayor discreción.

En un escenario de negociaciones en curso con las FARC y una mesa pendiente con el ELN y en un debate presidencial que continúa, es previsible una nueva declaratoria de tregua conjunta en el mismo formato, anunciada con poca anterioridad y cumplida.

El conflicto armado y sus perspectivas de resolución negociada, han copado el centro del debate presidencial y estamos asistiendo a un “acomodamiento” del Uribismo, pero ese es un tema para la próxima semana.

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Democracia amenazada

Nadie se imaginó que Colombia llegara a los extremos actuales de corrupción y criminalidad, en donde nadie se preocupara por cumplir las más elementales normas de la decencia, la rectitud, la honradez, la ética, la dignidad y la pulcritud. Hemos descendido a los más bajos límites del cinismo, la insolencia y la desvergüenza, infortunadamente inculcados por personajes que deberían dar ejemplo.

No hay limitación alguna, si se trata de perpetuarse en el poder. No hay respeto por las instituciones, por las normas, por la justicia, por la población, por el decoro. Patean, enlodan y desconocen todo. Es el caso del ex presidente Uribe, buscando votos para montar un títere. Mancilló las leyes, ultrajó a la población y a la justicia.

Personajes con ese patrón, son capaces de cualquier cosa, y lo han demostrado con todos los desafueros durante ocho años. Se valen de lo que sea para causar daño. Viven en los cuarteles de la Fuerza Pública, azuzando a sus miembros para que actúen contra la paz. Utilizan el twitter para destruir, calumniar, vociferar, insultar y sembrar el odio.

El ex presidente injurió al país con la “gran mentira electoral” al inventarse, irresponsablemente, un ingreso de narcodólares a la campaña de Santos en el 2010, de cuyo delito él pudo haber sido cómplice, porque fue artífice de la misma.

Luego, empezó a eludir su responsabilidad sobre semejante difamación, maquinada para tapar lo que hace en las toldas de su títere, con los hackers y el estratega untado de paramilitares, “Oficina de Envigado” y demás delincuencia. Como no tuvo pruebas, olímpicamente evadió la justicia, se burló del país, esquivo la Fiscalía y se agazapó, con la complicidad del Procurador, en el Ministerio Público, sin elementos que justificaran semejante crimen contra nuestra democracia amenazada. Estas actuaciones, deben tratarse como crímenes de Estado y delitos de lesa majestad. Sus infractores, deben ir a prisión, porque se está jugando con la voluntad popular. El derecho al voto es sagrado y manipularlo con mentiras, calumnias y falsedades, merecen castigos ejemplares. Engañar al elector con mensajes tramposos es más grave que la compra de votos.