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La Prima Bela Por Honore de Balzac

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LaPrimaBela

Por

HonoredeBalzac

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Hacia mediados del mes de julio del año de 1838, uno de esos cochesrecientementepuestosencirculaciónporlasplazasdeParís,llamadosmilores,rodaba por la calle de laUniversidad, conduciendo a un hombre grueso, demedianaestatura,vestidoconeluniformedelaGuardiaNacional.

Entre el número de esos parisienses acusados de ser tan espiritualesencuéntranse los que se creen infinitamente mejor de uniforme que con sutraje ordinario, y que suponen en lasmujeres gustos lo bastante depravadoscomopara imaginar quehandeverse favorablemente impresionadas ante elaspectodeunagorradepeloyporelarnésmilitar.

Elrostrodeaquelcapitán,pertenecientealasegundalegión,respirabaunapropia satisfacción, que hacía resplandecer su tez encendida de color y surostromedianamentemofletudo.Anteaquellaaureolaquelariquezaadquiridaenelcomercioponeenlafrentedelostenderosyaretirados,adivinábaseenelcapitán a uno de los elegidos de París, por lomenos antiguo adjunto de sudistrito.CreedtambiénquenofaltabalacintadelaLegióndeHonorsobresupecho, arrogantemente combado a la prusiana. Instalado altivamente en elrincóndelmilor,aquelhombrecondecoradodejabaerrarsusmiradassobrelostranseúntesque,amenudo,enParís,recogendeestemodoagradablessonrisasdirigidasahermososojosausentes.

ElmilorsedetuvoenlapartedecallecomprendidaentreladeBellechasseyladeBorgoña,alapuertadeunagrancasarecientementeconstruida,sobreuna parte del patio de un antiguo palacio con jardín. Habían respetado elpalacio,queconservabasuprimitivaformaenelfondodelpatioreducidoalamitad.

Sólo en el modo como el capitán aceptó los servicios del cochero parabajar del milor habríase reconocido al cincuentón. Hay gestos cuya francapesadez tiene toda la indiscreción de una partida de bautismo. El capitánvolvióaponerseelguanteamarillodelamanodiestray,sinpreguntarnadaalportero,dirigiósehacia lagraderíadelpisobajodelpalacio,conunairequeparecía querer decir: «Esta mujer es mía». Los porteros de París tienen ungolpedevistacerteroynodetienennuncaalasgentescondecoradas,vestidasdeazulydegraveandar;ensuma,conocenalosricos.

AquelpisobajoestabatodoélocupadoporelseñorbarónHulotdeErvy,comisario ordenador en tiempos de laRepública, antiguo intendente generaldel Ejército y director entonces de una de las más importantesadministracionesdelMinisteriodelaGuerra,consejerodeEstado,granoficialdelaLegióndeHonor,etc.

Este barón Hulot habíase llamado él mismo de Ervy, lugar de sunacimiento,paradistinguirsedesuhermano,elcélebregeneralHulot,coronel

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de losgranaderosde laGuardia Imperial, aquienel emperadorhabíahechoconde de Forzheim después de la campaña de 1809. El hermanomayor, elconde,encargadodelacustodiadesuhermanomenor,porpaternalprudenciahabíalo colocado en la administración militar, donde, gracias a sus doblesservicios, el barón obtuvo y mereció el favor de Napoleón. Desde 1807 elbarónHuloteraintendentegeneraldelosejércitosdeEspaña.

Despuésdehaberllamado,elcapitánburguéshizograndesesfuerzosparacolocarse en su sitio el uniforme, que se había levantado, tanto por detráscomopordelante,empujadopor laaccióndeunvientrepiriforme.Recibidotanprontocomolehubovistouncriadodelibrea,aquelhombreimportanteeimponentesiguióalcriadoque,abriendolapuertadelsalón,dijo:

—ElseñorCrevel.

Al oír aquel nombre, admirablemente adecuado al talante de quien lollevaba, una señorona rubia,muy bien conservada, pareció como si hubieserecibidounaconmocióneléctricayselevantó.

—Hortensia, ángel mío, vete al jardín con tu prima Isabela —dijovivamenteasuhija,quebordabaaalgunospasosdeella.

Despuésdehabersaludadograciosamentealcapitán,laseñoritaHortensiaHulotsalióporunapuertavidriera, llevándoseconsigoaunaviejasolteronaqueparecíademásedadquelabaronesa,aunquetuviesecincoañosmenos.

—Se trata de tu matrimonio —dijo la prima Bela al oído de su primaHortensia,sinmostrarseofendidaporlasmanerasquelabaronesausabaparadespedirlas,contandoapenasconella.

La manera de vestir de aquella prima hubiese, en caso de necesidad,explicadolafaltadeconsideracionesconqueeratratada.

Aquella solterona llevaba un traje de merino color pasa, cuyo corte ygalones databan de la Restauración, una pañoleta bordada, que podría valertresfrancos,yunsombrerodepajacosidaconadornosdesaténazulbordados,comoseveentrelasvendedorasdelmercado.Anteelaspectodeloszapatos,depieldecabra,cuyaformadelatabalamanodeunzapaterodeínfimaclase,unextrañohubieravaciladoparasaludaralaprimaBelacomoaunaparientade la casa, pues parecía enteramente una costurera de diario. Con todo, lasolteronanosaliósinhacerunafectuososaludoalseñorCrevel,saludoalcualestepersonajerespondióconunsignodeinteligencia.

—¿Vendráustedmañana,verdad,señoritaFischer?—dijo.

—¿Notieneustedgente?—preguntólaprimaBela.

—Mishijosyusted,nadamás—replicóelvisitante.

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—Bien—respondió—;entonces,cuenteconmigo.

—Aquí estoy, señora, a sus órdenes —dijo el capitán de la miliciaburguesa,saludandodenuevoalabaronesaHulot.

Y lanzó sobre la señora Hulot una mirada como la que Tartufo lanza aElmiracuandounactordeprovinciascreenecesarioseñalarlasintencionesdesupapel,enPoitiersoenCoutances.

—Si quiere usted seguirme por aquí, caballero, estaremos muchomejorqueenestesalón,parahablardenegocios—dijolaseñoraHulot,designandounahabitaciónpróximaque,en ladistribuciónde lacasa,estabadestinadaasaladejuego.

Aquellahabitaciónnoestabaseparadamásqueporun ligero tabiquedeltocador, cuya ventana daba sobre el jardín, y la señoraHulot dejó al señorCrevelsoloduranteunmomento,puescreyónecesariocerrarlaventanaylapuertadeltocador,afindequenadiepudieseiraescucharles.Tuvoasimismolaprecaucióndecerrartambiénlapuertavidrieradelsalóngrande,sonriendoasuhijayasuprima,queviosentadasenunantiguoquiosco,enelfondodeljardín.Volvió,dejandoabiertalapuertadelasaladejuego,conelfindeoírabrir la del salón grande si alguien entraba en él.Yendo y viniendo de estemodo, la baronesa, no siendoobservadapor nadie, dejaba que su fisonomíaexpresase todos sus pensamientos; y quien la hubiese visto, casi se hubieraasustado de su agitación. Pero volviendo de la puerta de entrada del salóngrandealasaladejuego,surostroseocultóbajoaquellareservaimpenetrablequetodaslasmujeres,aunlasmásfrancas,parecentenerasusórdenes.

Durante estos preparativos, por lomenos singulares, el guardia nacionalexaminaba losmueblesdelsalóndondesehallaba.Viendo loscortinonesdesedaantañorojos,desteñidosenvioletaporlaaccióndelsolylimadosenlospliegues por un largo uso; una alfombra de donde habían desaparecido loscolores;mueblesdesdorados,cuyasedajaspeadademanchasveíaseusadaporbandas, muestras de desdén, de contento y de esperanza sucediéronseingenuamentesobresullanorostrodecomerciantehechorico.Mirábaseenelespejo,porencimadeunantiguorelojImperio,pasándoseasímismorevista,cuando el frufrú del traje de seda anuncióle la presencia de la baronesa,recobrandosuprimitivaposición.

Labaronesa,despuésdehabersedejadocaersobreunpequeñosofá,queseguramentehabría sidomuy lindoallápor el añode1809, indicó aCreveluna butaca cuyos brazos estaban terminados por bronceadas cabezas deesfinge, cuya pintura se iba por escamas, dejando ver a trozos la madera,haciéndoleseñasparaquesesentase.

—Estasprecaucionesquetomausted,señora,seríanunaugurioencantador

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paraun…

—Unamante—replicóella,interrumpiendoalguardianacional.

—Lapalabra esdébil—dijo él, colocando sudiestra sobre su corazónyponiendoenblancounosojosquecasisiemprehacenreíraunamujercuandopueden contemplar fríamente semejante expresión—. ¡Amante! ¡Amante!Digaustedembrujado…

—Escuche usted, señor Crevel—dijo la baronesa, demasiado seria parapoder reír—. Tiene usted cincuenta años, es decir, diezmenos que el señorHulot,losé;peroamiedadlaslocurasdeunamujerdebenestarjustificadasporlabelleza,porlajuventud,porlacelebridad,porelmérito,poralgunodeesos esplendores que nos deslumbran hasta el punto de hacernos olvidarlotodo,hastanuestraedad.Siustedtienecuarentamillibrasderenta,encambiosu edad contrapesa su fortuna; por eso, usted no posee nada de cuanto unamujerpuedeexigir.

—¿Y el amor?—dijo el guardia nacional, levantándose y avanzando—.Unamorque…

—No,caballero,amorno,terquedad—dijolabaronesa,interrumpiéndole,paraponerfinaaquellaridiculez.

—Sí,terquedadyamor—repusoél—,ytambiénalgomejor,derechos…

—¡Derechos!—gritólaseñoraHulot,quesemostrósublimededesprecio,dereto,deindignación—.Pero—repusoella—conestetononoacabaremosnunca,yyonolehepedidoaustedquevinieseaquíparahablardeloquefuecausadequeledespidiese,apesardelparentescodenuestrasdosfamilias…

—Yohecreído…

—¡Todavía!—repusoella—.¿Noveusted,caballero,enlamaneraligeraydesenvueltaconquehablodeamante,deamorydetodocuantohaydemásescabroso para unamujer, que estoy completamente segura de ser virtuosa?Notemonada,nisiquieraaquesesospechedemíporencerrarmeconusted.¿Eséstalaconductadeunamujerdébil?¡Biensabeustedporquéleherogadoqueviniese!…

—No,señora—replicóCrevel,adoptandounairefrío.

Semordióloslabiosyrecobrósuposición.

—Pues bien: seré breve para abreviar nuestro mutuo suplicio —dijo labaronesaHulot,mirandoaCrevel.

Crevel hizo un saludo irónico, en el cual un hombre del oficio habríareconocidolasmanerasdeunantiguoviajantedecomercio.

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—Nuestrohijosecasóconsuhija…

—¡Sivolvieraatenerquehacerse…!—dijoCrevel.

—Ese matrimonio no se haría—respondió vivamente la baronesa—, lodudo.Contodo,ustednotieneporquéquejarse.MihijonosóloesunodelosprimerosabogadosdeParís,sinoqueademásesdiputadodesdehaceunaño,ysuapariciónenlaCámarafuelobastantesonadacomoparahacerpensarenque dentro de poco tiempo será ministro. Victorino ha sido nombrado dosvecesponentedeleyesimportantesy,siquisiera,podríaseryaabogadodelaSala de casación. Así, pues, si quiere usted darme a entender que tiene unyernosinsuerte…

—Unyernoaquienmeveoobligadoasostener—repusoCrevel—,loquemeparecepeor,señora.Delosquinientosmilfrancosconstituidoscomodotedemihija,doscientoshanidoapararDiossabedónde…apagarlasdeudasdesu señor hijo, a amueblar de un modo sorprendente su casa, una casa dequinientos mil francos que apenas si renta quince mil, porque él ocupa lamejorparte,sobrelaquedebedoscientossesentamilfrancos…Apenassilarenta cubre los intereses de la deuda. Este año tengo que dar ami hija unaveintenademilesdefrancosparaquepuedancomer.Ymiyernoque,segúndicen, ganaba treinta mil francos en los Tribunales, va a descuidar losTribunalesporlaCámara…

—Eso, señor Crevel, es algo aparte que nos aleja del asunto. Pero paraacabarcontodoeso,simihijollegaaserministro,silehaceaustednombraroficialdelaLegióndeHonoryconsejerodelaPrefecturadeParís,creoqueparaunantiguoperfumistanotendráustedporquéquejarse.

—¡Ah!Ya estamos en ello, señora. Soy un tendero, un comerciante, unantiguo vendedor de pasta de almendra, de agua de Portugal y de aceitecefálico,ydebosentirmemuyhonradoconhabercasadoamihijaúnicaconelhijo del señor barón Hulot de Ervy, pues mi hija será baronesa. Esto esRegencia, es LuisXV, es aristocrático, estámuy bien…Quiero a Celestinacomosequiereaunahijaúnica;laquierotantoque,paranodarlehermanos,aceptétodoslosinconvenientesdelaviudedadenParís(¡yenlafuerzadelaedad, señora!); pero sepa usted que, a pesar de ese insensato amor paramihija, no mermaré mi fortuna para su hijo, cuyos gastos a mí, que soynegociante,nomeparecenclaros.

—Caballero,enestemismoinstanteveustedenelMinisteriodeComercioalseñorPopinot,unantiguodroguistadelacalledelosLombardos…

—¡Amigo mío, señora!… —dijo el perfumista retirado—. Porque yo,Celestino Crevel, antiguo primer dependiente del padre César Birotteau,comprélasexistenciasdeldichoBirotteau,suegrodePopinot;elcualPopinot,

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simpledependienteenaquelestablecimiento,esquienmelorecuerda,puesnoacostumbraaserorgulloso(esunajusticiaquehayquehacerle)conlasgentesacomodadasyqueposeensesentamilfrancosderenta.

—Bueno,caballero;lasideasqueustedcalificaconlapalabraRegencianoestányaensulugarenunaépocaenqueseaceptaaloshombresporsuvalorpersonal;yesoesloqueustedhahechoalcasarasuhijaconmihijo…

—¡Ustednosabecómoseconcertóesematrimonio!—exclamóCrevel—.¡Ah!¡Malditavidadesoltero!¡Sinmiscalaveradas,miCelestinaseríahoylavizcondesadePopinot!

—Pero una vez más, no discutamos sobre cosas pasadas —repusoenérgicamente la baronesa—. Hablemos del motivo de queja que meproporcionalaconductaextrañadeusted.MihijaHortensiahapodidocasarse;su matrimonio dependía completamente de usted; le creía animado desentimientosgenerosos;penséquesabríahacerjusticiaaunamujerquejamásha tenido en su corazón otra imagen que la de sumarido; que habría ustedreconocido la necesidad en que estaba de no recibir a un hombre capaz decomprometerla,yqueustedseapresuraría,porhonora lafamiliaconlaqueestáunido,afavorecerelenlacedeHortensiaconelconsejeroseñorLebás…Yusted,caballero,hahechofracasaresematrimonio…

—Señora —respondió el antiguo perfumista—, he obrado como unhombrehonrado.VinieronapreguntarmesilosdoscientosmilfrancosdedoteatribuidosalaseñoritaHortensiaseríanpagados,yyorespondítextualmentelosiguiente:«Nologarantizaría.Miyerno,aquienlafamiliaHulotconstituyócomodoteunasumasemejante,teníadeudas,ycreoquesielseñorHulotdeErvymuriesemañana, suviuda sequedaría sinpan».Estoes todo,hermosaseñora.

—¿Habría usted empleado ese lenguaje, caballero—preguntó la señoraHulot,mirando fijamente a Crevel—, si por usted hubiera yo faltado amisdeberes?…

—Nohabríatenidoderechoparadecirlo,queridaAdelina—exclamóaquelsingular amante, cortando la palabra a la baronesa—, porque usted habríaencontradoladoteenmicartera…

Yuniendolaacciónalapalabra,elgordoCrevelpusounarodillaentierra,yviendoa laseñoraHulotsumidaporaquellaspalabrasenunmudohorror,queéltomóporincertidumbre,lebesólamano.

—Comprar la felicidad de mi hija a costa de… ¡Oh! Levántese usted,caballero,ollamo…

Elantiguoperfumistaselevantócongrandificultad.Aquellacircunstancia

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púsole tan furioso, que recobró su posición. Casi todos los hombres seencariñanconunaposturaconlaquecreenhacerresaltartodaslasventajasdequeleshadotadolaNaturaleza.EnCrevelestaactitudconsistíaencruzarlosbrazosa lamaneradeNapoleón,poniendolacabezadeperfily lanzandosumirada como el pintor se la hacía dirigir en su retrato, es decir, hacia elhorizonte.

—Guardar—dijo él, con un furor bien fingido—, guardar respetos a unliberti…

—A unmarido, caballero, que se los merece—repuso la señora Hulot,interrumpiendoaCrevelparanodejarlepronunciarpalabrasquenoqueríaoír.

—Mire,señora,ustedmehaescritoparaqueviniese,ustedquieresaberlasrazones de mi proceder, usted me saca de quicio con sus actitudes deemperatriz,consudesdénysu…desprecio.¿Nosediríaqueyosoyunnegro?Créame, se lo repito, tengo derecho para hacerle… para hacerle a usted lacorte…pues…Pero,no,laquieroausteddemasiadoparacallarme…

—Hable usted, caballero; dentro de pocos días cumplo cuarenta y ochoañosynosoyunaneciamojigata;puedooírlotodo…

—Vamos a ver… ¿Me da usted su palabra de mujer honrada —pues,desgraciadamenteparamí,esustedhonrada—denonombrarmenunca,denodecirquesoyyoquienladescubrióestesecreto?

—Siésaeslacondicióndelarevelación,lejuronodecirnuncaanadie,nisiquieraamimarido,lapersonaporquienyohayasabidolasenormidadesqueustedvaaconfiarme.

—Locreo,puestoquenosetratamásquedeustedydeél.

LaseñoraHulotpalideció.

—¡Ah,sitodavíaquiereustedaHulot,vaustedasufrir!¿Quiereustedquemecalle?

—Hableusted,caballero,puestoque,segúndice,setratadejustificarantemisojoslasdeclaracionesquemehahechoysupersistenciaenatormentarauna mujer de mi edad, que quisiera casar a su hija y después… morirsetranquila.

—Ustedlove,esdesgraciada…

—¿Yo,caballero?

—¡Sí,bellaynoblecriatura!—exclamóCrevel—.Nohashechomásquesufrirdemasiado…

—¡Caballero,cálleseustedysalga,oháblemedeunamaneraconveniente!

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—¿Sabe usted, señora, cómo nos conocimos el señorHulot y yo?…Encasadenuestrasqueridas,señora.

—¡Oh!¡Caballero!…

—En casa de nuestras queridas, señora —repitió Crevel con tonomelodramático, abandonando su posición para hacer un gesto con la manoderecha.

—Estábien,caballero.¿Ydespués?—dijotranquilamentelabaronesa,congranaturdimientodeCrevel.

Los seductores de poco más o menos jamás comprenden a las almasgrandes.

—Yo, viudo desde hace cinco años—repusoCrevel, hablando como unhombrequesedisponeacontarsuhistoria—,noqueriendovolvermeacasar,porelinterésdemihija,alaqueidolatro,ynoqueriendotampocotenerlíosenmicasa,aunquetuvieseentoncesunamuybonitaseñoraenlacaja,lepuseunpiso, según se acostumbraadecir, aunaobreritadequinceaños,deunabellezamilagrosaydelaque,loconfieso,meenamoréhastaperderlacabeza.Tanto, señora, que rogué a mi propia tía, haciéndola venir de mi país (¡lahermana de mi madre!) que viviese con aquella encantadora criatura y lavigilase,conel findequepermaneciese todo loprudentequeeraposibleenaquella situación, ¿cómo diré?… chocante…no, ilícita…La pequeña, cuyavocaciónparalamúsicaeravisible,tuvomaestrosyrecibióeducación(¡habíaque ocuparla en algo!). Por otra parte, yo quería ser a la vez su padre, subienhechor y, soltemos la palabra, su amante;matar dos pájaros de un tiro,haciendo una buena acción y una buena amiga.He sido feliz durante cincoaños.Lapequeñatieneunadeesasvocesquesonlafortunadeunteatro,ynopuedocalificarladeotromodoquediciendoqueesunDuprezenenaguas.Mehacostadodosmilfrancosalaño,únicamenteparaproporcionarlesutalentodecantante,ytanlocomevolvióporlamúsica,quetuveabonadoparaellayparamihijaunpalcoenlosItalianos.Yoibaaél,alternativamente,undíaconCelestinayotrodíaconJosefa…

—Pero¡cómo!¿Esailustrecantante…?

—Sí,señora—repusoCrevelconorgullo—.EsafamosaJosefamelodebetodo…Enfin,cuandolapequeñatuvoveinteaños,en1834,creyendohaberlaligado a mí para siempre y habiéndome vuelto muy débil con ella, quiseprocurarle algunas distracciones dejándola verse con una linda actriz jovenllamada Jenny Cadine, cuyo destino tenía alguna semejanza con el suyo.Tambiénestaactrizselodebíatodoaunprotector,quelahabíaeducadoasugusto.EsteprotectoreraelbarónHulot…

—Lo sé, caballero—dijo la baronesa con voz tranquila y sin la menor

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alteración.

—¡Bah! —gritó Crevel, cada vez más asombrado—. ¡Está bien! Pero¿sabeustedqueesemonstruodehombreprotegióaJennyCadinealaedaddetreceaños?

—Losé,caballero.¿Yquémás?—dijolabaronesa.

—ComoJennyCadine—repusoelantiguonegocianteteníaveinteaños,lomismo que Josefa, cuando se conocieron, el barón representaba el papel deLuisXV junto a la señorita deRomans, desde 1826, y usted tenía entoncesdoceañosmenos…

—Caballero,hetenidomisrazonesparadejaralseñorHulotenlibertad.

—Esa mentira, señora, bastará indudablemente para borrar todos lospecados que usted haya cometido y le abrirá las puertas del cielo—replicóCrevelconunairesagazquehizoruborizarsealabaronesa—.Digaustedesoaotros,mujer sublimeyadorada;peronoalpadreCrevelque, sépaloustedbien,habanqueteadoenpartidasdedosadosdemasiadasvecesconsuinfamemaridoparanosabertodoloqueustedvale.Muchasveces,entrecopaycopa,dirigíasereproches,detallándomelasperfeccionesdeusted.¡Oh!Laconozcoaustedbien;esustedunángel.Entreunamuchachadeveinteañosyusted,unlibertinovacilaría;yo,novacilo.

—¡Caballero!…

—Bueno, me detengo… Pero sepa usted, santa y digna mujer, que losmaridos,unavezborrachos,cuentantantascosasdesusesposasencasadesusqueridas,queríeunohastareventar.

Las lágrimas de pudor que rodaron entre las hermosas pestañas de laseñoraHulot detuvieron en seco al guardia nacional, quien ya no pensó envolverseaponerenposición.

—Continuaré—dijo—. El barón y yo nos hicimos amigos por nuestrasqueridas.Elbarón,comotodaslasgentesviciosas,esmuyamableyrealmenteun buen muchacho. ¡Oh, cómo me agradaba aquel perillán! Tenía unasocurrencias… En fin, dejemos esos recuerdos… Llegamos a ser comohermanos… El infame, completamente Regencia, trataba de depravarme,predicándomeelsansimonismoconrespectoalasmujeres,dándomeideasdegranseñor,dearistócrata;peroveausted,yoqueríamipequeñahastaelpuntodehabermecasadoconella, síno lehubiese temidoa tenerhijos.Entredosviejospapás,amigos…comoloéramosnosotros,¿cómoquiereustedquenopensásemosencasaranuestroshijos?TresmesesdespuésdelmatrimoniodesuhijoconmiCelestina,Hulot(nosécómopronunciosunombre,¡elinfame!,puestoquenoshaengañadoalosdos,señora),puesbien,elinfamemesoplóa

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mi pequeña Josefa. Ese malvado, que se sabía suplantado por un jovenconsejero de Estado y por un artista (¡perdone lo poco!) en el corazón deJennyCadine, cuyos éxitos eran cada vezmás burlones,me quitómi pobrequeridita,unabendicióndeDios;peroseguramentelahabrávistoustedenlosItalianos, donde él la hizo entrar con su influencia. Su marido no es tanprudente comoyo,que soy tanpautadocomounpapeldemúsica (habíayagastadomucho con Jenny Cadine, que le costaba muy cerca de treinta milfrancos al año). Pues bien, sépalo usted, señora, acaba de arruinarse porJosefa. Josefa es judía, se llama Mirah, que es el anagrama de Hiram, unnombre israelita para poder reconocerla, porque es una niña abandonada enAlemania(lasindagacionesqueyohehechopruebanqueeshijanaturaldeunrico banquero judío). El teatro, y sobre todo las instrucciones que JennyCadine,laseñoraSchontz,MálagayCarabinalehandadoacercadelamaneradetratara losviejosaesapequeñaqueyoteníaenunavidahonestaypococostosa,handesarrolladoenellaelinstintodelosprimeroshebreosparaeloroy las alhajas; en una palabra, para el becerro de oro. La célebre cantante,convertidaenásperaparamieducación,quiereserrica,muyrica.Poresonodisipanadadeloqueporelladisipan.SehaensayadosobreelseñorHulot,aquien ha desplumado. ¡Oh! ¡Lo que se dice afeitado! Este desgraciado,después de haber luchado contra uno de los Keller y contra el marqués deEsgrignon,locoslosdosporJosefa,sincontarlosidólatrasdesconocidos,vaavérsela robar por ese duque tan poderosamente rico que protege a las artes.¿Cómolo llamanustedes?…Unenano…¡Ah!ElduquedeHerouville.Estegranseñor tiene lapretensiónde tenerparaél soloa Josefa.Todoelmundocortesanesco habla de ello, y el barón no sabe nada; pues esto pasa en eldecimotercerdistritolomismoqueentodoslosdemás;elamantees,comolosmaridos,elúltimoqueseentera.¿Comprendeustedahoramisderechos?Suesposo,hermosadama,mehaprivadodemifelicidad,delaúnicaalegríaquehe tenido después demi viudedad. Sí, si no hubiese tenido la desgracia detropezarmecon eseviejo ridículo, poseería todavía a Josefa; porqueyo, veausted, nunca la hubiese metido en el teatro, hubiera permanecido retirada,prudente y mía. ¡Oh, si usted la hubiese visto hace ocho años: delgada ynerviosa, la tezmorena de una andaluza, comodicen, los cabellos negros ylucientes como la seda, ojos con largas pestañas negras que lanzabanrelámpagos, una distinción de duquesa en los gestos, la modestia de lapobreza, la gracia honesta, la gentileza de una corza salvaje! Por culpa delseñor Hulot, todos esos encantos, esa pureza, todo, se ha convertido en uncepoparacazarlobos,enunahuchaparalasmonedasdecincofrancos.Comosuele decirse, la pequeña es la reina de las impuras. En fin, hoy hastamurmura,ellaquenosabíanada,nisiquieraelsignificadodeesapalabra.

En aquel momento el antiguo perfumista se enjugó los ojos, por donderodabanalgunas lágrimas.Lasinceridaddeaqueldolorobrósobre laseñora

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Hulot,quesaliódelaespeciedemeditaciónenquehabíacaído.

—Pues bien, señora, ¿puede uno a los cincuenta y dos años volver aencontrarun tesoroparecido?Aestaedadelamorcuesta treintamil francosanuales;heconocidolacifraporsumarido,yyoquierodemasiadoaCelestinapara arruinarla.Cuando la vi a usted en la primera reunión que nos dio, nosupe comprender cómo ese infame Hulot podía entretener a una JennyCadine…Teníaustedtodoelairedeunaemperatriz…Ustednotienetreintaaños,señora—repuso—;mepareceusted jovenyesustedhermosa.Ledoymipalabradehonordequeaqueldíamesentíprofundamenteconmovidoymedije:«SinotuvieseamiJosefa,puestoqueelpapáHulotabandonaasumujer,éstamevendríaalpelo».¡Ah!Perdóneme,esuntérminodemiantiguoser.Elperfumistareapareceenmídecuandoencuando,yesoprecisamenteesloquemeimpideaspiraraserdiputado.Asíqueencuantomevitanvilmenteengañado por el barón, pues entre dos viejos perillanes como nosotros lasqueridasdelosamigosdebieransersagradas,mejuréamímismoquitarlesumujer.Erade justicia.Elbarónno tendríanadaquedecir,ypodemoscontarcon la impunidad. Usted me puso de patitas en la calle como a un perrosarnoso a las primeras palabras que le he comunicado del estado de micorazón;conesoharedobladoustedmiamor,miterquedadelustedquiere,yseráustedmía.

—¿Cómo?

—Nolosé,peroserá.Mire,señora,unimbécilperfumista,¡retirado!,queno tiene más que una idea en la cabeza, es más fuerte que un hombre detalento, que las tiene a millares. Estoy chiflado por usted, y es usted ¡mivenganza!Lehabloconelcorazónenlamano,comohombredecididoatodo.Lomismoqueustedmedice:«Noserésuya»,hablofríamenteconusted.Enfin, según el refrán, juego a cartas vistas. Sí, será ustedmía, en un tiempodado… ¡Oh! Aunque tenga usted cincuenta años, todavía será usted miquerida.Yestosucederá,porquedesumaridoloesperotodo…

LaseñoraHulotlanzósobreaquelburguéscalculadorunamiradatanfijadeterror,queélcreyóquesehablavueltolocaysedetuvo.

—Ustedlohaquerido,mehacubiertoconsudesprecio,mehadesafiado,¡y he hablado!—dijo, experimentando la necesidad de justificar la falta decortesíadesusúltimaspalabras.

—¡Oh, hija mía! ¡Hija mía! —exclamó la baronesa con una voz demoribunda.

—¡Ah! ¡Ya no conozco a nadie!—repuso Crevel—. El día en que mequitaronaJosefayoestabacomountigreaquienlearrebatansuscachorros…En fin, estaba como la veo a usted en estemomento. Su hija es paramí el

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mediodeconseguirlaausted.Sí,hehechoabortarelenlacedesuhija…ynolacasaráustedsinmiayuda.PormuyhermosaqueseaHortensia,lahacefaltaunadote…

—¡Aydemí!Sí—dijolabaronesa,enjugándoselosojos.

—Pues bien, trate usted de pedir diez mil francos al barón —repusoCrevel,recobrandosuposiciónfavorita.

Yesperóduranteunmomentocomounactorqueseñalaunapausa.

—SilostuvieseselosdaríaalaquereemplazaseaJosefa—dijoforzandoa sumedium—.En la senda en que está, ¿semantiene alguien? ¡Le gustandemasiadolasmujeres!(Entodohayunjustomedio,comodijonuestrorey.)¡Y,además,enestomézclaselavanidad!¡Esunhombreguapo!¡Losllevaráatodos ustedes a la miseria por divertirse él! Por otra parte, ya está ustedcaminodelhospital.Mire,desdequenohepuestolospiesenestacasa,nohapodidoustedrenovarlosmueblesdesusalón.Lapalabraapuroparececomosivomitaseportodaslasgrietasdeestastelas.¿Cuáleselyernoquenosaldríahorrorizadode lasdemostracionesmaldisimuladasde lamáshorriblede lasmiserias, lade lasgentescomme il faut?Hesidodroguero,Yconozco todoeso.NohaynadacomoelgolpedevistadeuncomerciantedeParísparasaberdescubrirlariquezarealylariquezaaparente…Estánustedessinuncéntimo—díjoleenvozbaja—.Seveen todo,hastaenelvestidodevuestrocriado.¿Quiereustedquelerevelehorriblesmisteriosqueestánocultosasusojos?…

—Caballero—dijo la señoraHulot,que llorabaa lágrimaviva—, ¡basta,basta!

—Puesbien,miyernodadineroasupadre,yestoesloquequeríadecirlaalprincipiorespectoalosgastosdesuhijo.Peroyoveloporlosinteresesdemihija…estéustedtranquila.

—¡Oh! ¡Casar a mi hija y morir!… —exclamó la desgraciada mujer,perdiendolacabeza.

—Puesbien,aquítieneelmedio—dijoelantiguoperfumista.

La señoraHulotmiró aCrevel con un aire esperanzado que cambió tanrápidamente su fisonomía, que este solo movimiento debiera haberenternecidoaaquelhombreyhacerleabandonarsuridículoproyecto.

—Ustedseráhermosadiezaños todavía—repusoCrevel,enposición—;sea bondadosa conmigo, y la señorita Hortensia se casará. Hulot me haotorgado el derecho, como decía a usted, de hablar tan claramente, y no seenfadará. Desde hace tres años voy aumentando mis capitales, porque miscalaveradassehanrestringido.Tengotrescientosmilfrancosdelucro,ademásdemifortuna,quesonsuyos…

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—Salga usted, caballero—dijo la señora Hulot—, salga, y no vuelva aponerseantemivista.SinlanecesidadenquemehacolocadousteddesaberelsecretodesucobardeconductaenelasuntodelmatrimonioproyectadoparaHortensia…Sí,cobarde…—repusoaungestodeCrevel—.¿Porquéhacerpesar semejantesodios sobreunapobre joven, sobreunacriaturahermosaeinocente?…Sinesanecesidadqueheríamicorazóndemadrenomehubieseustedvueltoahablar,nohubieravueltoaentrarenmicasa.Treintaydosañosde honradez y de lealtad de mujer no perecerán bajo los golpes del señorCrevel…

—Antiguoperfumista,sucesordeCésarBirotteau,Alareinadelasrosas,calle de San Honorato —dijo irónicamente Crevel—, antiguo adjunto delalcalde, capitán de la Guardia Nacional, caballero de la Legión de Honor,enteramentelomismoquemipredecesor.

—Caballero—repusolabaronesa—,elseñorHulotdespuésdeveinteañosdeconstancia,hapodidocansarsedesumujer,peroestonoleimportaanadiemásqueamí;peroyaveusted,señor,quehaocultadobiensusinfidelidades,pues ignoraba le hubiese sucedido a usted en el corazón de la señoritaJosefa…

—¡Oh! —exclamó Crevel—. ¡A precio de oro, señora!… Esa curruca,desde hace dos años, le cuestamás de cienmil francos. ¡Ah! ¡Ah!No estáustedenteradadetodo…

—Déustedtreguaatodoesto,señorCrevel.Porustednohederenunciarala dicha que experimenta unamadre pudiendo abrazar a sus hijos sin sentirremordimientos en el corazón, viéndose respetada, querida por su familia, yentregarésinmanchamialmaaDios…

—¡Amén!—dijoCrevelconesaamarguradiabólicaqueseesparcesobreel rostro de las personas pretenciosas cuando han naufragado otra vez enparecidas empresas—. Usted no conoce lamiseria en su último periodo, lavergüenza…,eldeshonor…Heintentadoinstruirla,quisierasalvarlas,austedy a su hija… Pues bien, usted deletreará la parábola moderna del padrepródigodesde la primera letrahasta la última.Sus lágrimasy su altivezmeconmueven,porqueverlloraraunamujeralaqueseamaeshorrible…—dijoCrevel,sentándose—.Todo loquepuedoprometerle,queridaAdelina,esnohacernadacontraustednicontrasumarido;peronomandeustednuncaamicasaapedirinformes.¡Esoestodo!

—¿Quéhacer,pues?—exclamólaseñoraHulot.

Hasta entonces la baronesa había sostenido valerosamente las triplestorturas que aquella explicación imponía a su corazón, pues sufría comomujer, como madre y como esposa. En efecto, cuanto más arrogante y

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agresivo se había mostrado el suegro de su hijo, tanto más fuerza habíaencontradoen la resistenciaqueoponíaa labrutalidaddeldroguero;pero labondad que éste manifestaba en medio de su exasperación de amanterechazado,deguapoguardianacionalhumillado, aflojó sus fibras, prontas aromperse;seretorciólasmanos,sedeshizoenlágrimas,yestabaentalestadode estúpido abatimiento, que se dejó besar lasmanos porCrevel, puesto derodillasanteella.

—¡Diosmío!¿Quéhacer?—repuso,enjugándose losojos—.¿Puedeverunamadrefríamenteasuhijaperecer?¿Cuálserálasuertedeunacriaturatanhermosa, tan fuerte por su vida casta al lado de su madre como por sunaturalezaprivilegiada?Algunosdías sepaseapor el jardín, triste, sin saberporqué;laencuentroconlosojosllorosos…

—Tieneveintiúnaños—dijoCrevel.

—¿Esprecisometerlaenunconvento?—preguntólabaronesa—.Puesensemejantescrisis, lareligiónesamenudoimpotentecontra lanaturaleza; lashijasmás piadosamente educadas pierden la cabeza…Pero levántese usted,caballero.¡Noveustedqueahoratodohaterminadoentrenosotros,quemedaustedhorror,quehaderribadolaúltimaesperanzadeunamadre!…

—¿Ysilalevantase?…—dijo.

La señora Hulot miró a Crevel con una expresión delirante que leconmovió;peroocultólapiedaddesucorazón,acausadeestafrase:¡Medaustedhorror!Lavirtudessiempredemasiadodeunapieza,ignoralosmaticesylostemperamentosconayudadelosquesesaledeunafalsaposición.

—¡Oh!AunqueunamuchachaseatanhermosacomolaseñoritaHortensia,hoy no se casa sin dote—hizo observar Crevel, volviendo a tomar su airemolesto—.Suhijaposeeunadeesasbellezasespantosasparalosmaridos;escomounodeesoscaballosde lujoqueexigencuidadosdemasiadocostosos,para tenermuchos compradores. ¡Ir por la calledandoel brazoaunamujersemejante!Todoelmundolemirará,leseguirá,desearáasuesposa.Esteéxitoinquieta amuchas gentes que no quieren tener quematar amantes; porque,despuésdetodo,nuncasematamásqueuno.Ustednopuede,enlasituaciónenqueseencuentra,casarasuhijasinodetresmaneras:¡conmiayuda,ustednoquiere!También,encontrandounviejodesesentaaños,muyrico,sinhijos,quelosdeseetener…;esto,aunqueesdifícil,puedeencontrarse;sihaytantosviejosquetomanJosefas,JennyCadine,¿porquénosevaaencontrarunoquehiciera la misma tontería legalmente?… Si yo no tuviese a mi Celestina ynuestrosdosnietos,mecasaríaconHortensia.Delasdos,laúltimamaneraeslamásfácil…

LaseñoraHulotalzólacabezaymiróalantiguoperfumistaconansiedad.

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—París esunaciudaddonde sedancita todas lasgentesdeenergía,quecrecen como salvajes sobre el territorio francés, y en él pululan muchostalentos,sincasanihogar,valientescapacesdetodo,hastadehacerfortuna…Pues bien, esos mozos… (Su servidor lo fue en su tiempo, y ha conocidovarios…¿QuéteníaTillet,quéteníaPopinot,haceveinteaños?ChapoteabanlosdosenlatiendadepapáBirotteau,sinotrocapitalqueeldeseodellegaraserque,segúnyo,valetantocomoelmáshermosocapital…¡Loscapitalesseconsumen,mientrasquelamoralsiemprepermanece!…¿Quéteníayo?…Eldeseo de medrar, decisión. Tillet es hoy igual a los más importantespersonajes. El pequeño Popinot, el droguista más rico de la calle de losLombardos,hallegadoadiputadoyyaletenemosministro…)Puesbien,unodeesoscondotieros,comosueledecirse,delacomandita,delaplumaodelabrocha,eselúnicosercapaz,enParís,decasarseconunamuchachasinuncuarto,puestodosellossongentesdevalor.ElseñorPopinotsehacasadoconla señoritaBirotteau sinesperaruncéntimodedote. ¡Esasgentes son locas,creenenelamorlomismoquecreenensufortunayensusfacultades!Buscadunhombredeenergíaqueseenamoredevuestrahija,ysecasaráconellasinmiraralpresente.Nomenegaráustedqueparaserunenemigonocarezcodegenerosidad,yaqueesteconsejovaencontramía.

—¡Ah,señorCrevel!Siquisieraustedsermiamigo,abandonaresasideasridículas…

—¿Ridículas?Señora,nosehagaustedtanpocofavor,míreseusted…¡Yolaamoyustedvendráamí!QuieroquellegueundíaenquepuedadecirleaHulot:«¡TúmequitasteaJosefayyoa tumujer!…».¡Es laantigua leydelTalión! Y perseguiré la realización de mi proyecto, a menos que usted nollegueaserexcesivamentefea.Triunfaré,porlosiguiente—dijo,poniéndoseenposiciónymirandoalaseñoraHulot—:Ustednoencontrarániunviejoniun joven que se enamoren—repuso tras una pausa—, porque quiere usteddemasiadoasuhijaparaentregarlaalosmanejosdeunviejolibertinoy,porotra parte, no se resignará usted, la baronesa Hulot, la hermana del viejoteniente general quemandaba los viejos granaderos de la antigua guardia, atomarelhombredeenergíaallídondeesté,puespodríaserunsimpleobrero,como era simple mecánico hace diez años alguno que hoy es millonario,simplecapataz,simplecontramaestredeunafábrica.Yentonces,viendoasuhija,empujadapor susveinteaños,capazdealgodeshonroso,ustedsedirá:«Valequeseayolaquesedeshonre;ysielseñorCrevelquiereguardarmeelsecreto,voyaganarladotedemihija,doscientosmilfrancospordiezañosdevínculo con ese antiguo vendedor de guantes… ¡el padre Crevel!…». Leaburreausted,y loquedigoesprofundamente inmoral,¿verdad?Perosisevieseustedatacadaporunapasiónirresistible,seharíausted,paraobedeceraella, losmismos razonamientos que se hacen todas lasmujeres que aman…Pues bien; el interés por Hortensia meterá dentro de su corazón estas

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capitulacionesdelaconciencia…

—LequedaaHortensiauntío…

—¿Quién? ¿El padre Fischer?… Tiene que arreglar sus negocios, y porculpa del barón, cuyo rastrillo pasa sobre todas las cajas que están a sualcance.

—ElcondeHulot…

—¡Oh! Señora, su marido ha recurrido ya a las economías del viejoteniente general; con ellas ha amueblado la casa de su cantante…Vamos aver…¿Dejaráustedquemevayasinalgunaesperanza?

—Adiós,caballero.Securafácilmentedeunapasiónporunamujerdemiedad, y confío que acabará por adoptar ideas cristianas. Dios protege a losdesgraciados…

Labaronesaselevantóparaobligaralcapitánaretirarse,acompañándolehastaelgransalón.

—¿Acaso debe vivir la hermosa baronesa Hulot entre semejantesguiñapos?—dijo.

Y señaló una lámpara vieja, una araña desdorada, los cordones de laalfombra; en suma, los andrajos de la opulencia, que convertían aquel gransalónblanco,rojoyoroenuncadáverdelasfiestasimperiales.

—Lavirtud,caballero,brillasobretodoesto.¡Notengodeseodeposeerunmagníficomobiliarioconvirtiendoesabellezaqueustedmeotorgaenceposparacazarlobos,enhuchasparalasmonedasdecincofrancos!

ElcapitánsemordióloslabiosalreconocerlaspalabrasconqueacababadecalificarlaavidezdeJosefa.

—¿Yporquiénesaperseverancia?—dijo.

En aquel momento la baronesa llegaba con el antiguo perfumista a lapuerta.

—¡Porunlibertino!…—añadió,haciendounamuecadehombrevirtuosoymillonario.

—Señor, si tuviese usted razón, entonces mi constancia tendría algúnmérito.Esoestodo.

Dejóalcapitándespuésdehaberlesaludadocomosesaludaparaquitarsede encima un importuno, y volvióse lo bastante lentamente para verle porúltimavezrecobrarsuposición.FueaabrirlaspuertasquehabíacerradoynopudoadvertirelgestoamenazadorconqueCrevelledijoadiós.Labaronesaandabaaltivamente,noblemente,comounmártirenelColiseo.Sinembargo,

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habíaagotadosusfuerzas,puesdejósecaersobreundivándesutocadorazul,comounamujerqueseponeenferma,ypermanecióconlosojosclavadosenelquioscoenruinas,dondesuhijacharlabaconlaprimaBela.

Desde los primeros días de su matrimonio hasta aquel momento labaronesahabíaamadoasumarido,comoJosefinaacabóporamaraNapoleón,con un amor admirativo, con un amor maternal, con un amor cobarde. Siignoraba los detalles que Crevel acababa de darle, sabía, sin embargo,sobradamentequedesdehacíaveinteañoselbarónHulotleerainfiel;perosehabíapuestosobrelosojosunvelodeplomo,habíalloradosilenciosamenteyjamás se le había escapado una palabra de reproche. En cambio de aquellaangelicaldulzurahabíaobtenidolaveneracióndesumaridoyquelarodeasede una especie de culto divino. El afecto que una mujer demuestra a sumarido,el respetodequeella le rodea soncontagiososdentrode la familia.Hortensiacreíaasupadreunmodelocompletodeamorconyugal.Encuantoalhijo,educadoenlaadmiracióndelbarón,enquiencadaunoveíaaunodelosgigantesquesecundaronaNapoleón,sabíaquesuposiciónseladebíaasunombre, al puesto y a la consideración paternales; por otra parte, lasimpresiones de la infancia ejercen una larga influencia, y todavía le teníamiedoasupadre;así,sihubiesesospechadolasirregularidadesreveladasporCrevel, ya demasiado respetuoso para quejarse, las habría excusado porrazonesextraídasdelamaneraqueloshombrestienendeveresteasunto.

Ahoraesnecesarioexplicarlaabnegaciónextraordinariadeestahermosaynoblemujer,yheaquílahistoriadesuvidaenpocaspalabras.

EnunpueblosituadosobrelasextremasfronterasdelaLorena,alpiedelosVosgos,treshermanosllamadosFischer,simpleslabradores,marcharon,aconsecuenciadelasquintasrepublicanas,paraingresarenelejércitollamadodelRin.

En1799,elsegundodeloshermanos,Andrés,viudo,ypadredelaseñoraHulot,dejóa suhijaa loscuidadosde suhermanomayor,PedroFischer, alque una herida recibida en 1797 le había dejado incapaz de servir, e hizoalgunas empresas parciales en los transportes militares, servicio que se leconcedióporlaproteccióndelordenadorHulotdeErvy.Porunazarbastantenatural, Hulot, que fue a Estrasburgo, vio a la familia Fischer. El padre deAdelinaysujovenhermanoeranentoncesaprovisionadoresdelosforrajesdeAlsacia.

Adelina,dedieciséisañosdeedad,podíasercomparadaalafamosaseñoraDuBarry.Hijacomoellade laLorena, eraunadeesasbeldadescompletas,fulminantes; una de esas mujeres semejantes a la señora Tallien, que laNaturaleza fabrica con un esmero particular; les otorga sus dones máspreciados,ladistinción,lanobleza,lagracia,lafinura,laelegancia,unacarne

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aparte,unatezmoladaenesetallerdesconocidodondetrabajalaCasualidad.Esasbellasmujeresseparecentodasentresí:BlancaCapello,cuyoretratoesunadelasobrasmaestrasdeBroncino;laVenusdeJuanGoujon,cuyooriginales la famosa Diana de Poitiers; la señora Olimpia, cuyo retrato está en lagaleríaDoria;enfin,Ninón,laseñoraDuBarry,laseñoraTallien,laseñoritaGeorges,laseñoraRecamier,todasesasmujeresquesehanconservadobellasadespechode los años,de suspasionesode suvidade excesivosplaceres,tienen en el talle, en la contextura, en el carácter de la belleza semejanzassorprendentes, capaces de hacernos creer que existe en el océano de lasgeneracionesunacorrienteafrodisiadelaquesalentodaslasVenus,hijasdelamismaondasalada.

AdelinaFischer,unade lasmáshermosasdeesadivina tribu,poseía loscaracteressublimes,laslíneasserpentinas,eltejidovenenosodeesasmujeresque nacieron reinas. La rubia cabellera que nuestra madre Eva recibió demanos de Dios, una estatura de emperatriz, un aire de grandeza, contornosaugustosenelperfil,unamodestiapueblerina,deteníanasupasoatodosloshombres,encantadosanteellacomolosaficionadosanteunlienzodeRafael;así,alverla,elordenadorhizodelaseñoritaAdelinaFischersumujer,dentrodel tiempo legal, con gran asombro de los Fischer, crecidos todos en laadmiraciónporsussuperiores.

Elmayor,soldadode1792,heridogravementeenelataquedelaslíneasdeWissemburgo,adorabaalemperadorNapoleónyatodoloqueserelacionabaconelGranEjército.AndrésyJuanhablabanconrespetodelordenadorHulot,aquel protegido del emperador, a quien, por otra parte, debían su suerte,porqueHulotdeErvy,viéndolesinteligentesyprobos,leshabíasacadodelosconvoyes del ejército para ponerlos al frente de una administración deurgencia.LoshermanosFischerhabíanprestadograndesserviciosdurante lacampañade1804.Hulot,alllegarlapazhabíalesprocuradoaquellaprovisiónde forrajes enAlsacia, sin saber quemás tarde sería enviado a Estrasburgoparaallíprepararlacampañade1806.

Para la joven campesina fue este matrimonio como una asunción. LahermosaAdelinapasó,sin transición,delbarrodesupuebloalparaísode lacorte imperial. En efecto en aquel tiempo, el ordenador, uno de lostrabajadoresmás probos ymás activos de su Cuerpo, fue nombrado barón,llamadoporelemperadoryagregadoalaGuardiaimperial.Aquellahermosaaldeana tuvo el valor de educarse por amor a su marido, de quien estabarealmente loca. Por otra parte, el ordenador en jefe era, como hombre, unaréplica a lo queAdelina era comomujer. Pertenecía al Cuerpo escogido debuenosmozos.Alto, bien formado, rubio, de ojos azules y de un fuego, unmovimientoyunmatizirresistibles,deelegantetalle,sehacíanotarentrelosdeOrsay, losForbin, losOuvrad,enfin,enelbatallóndelosguaposmozos

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delImperio.ConquistadoreimbuidoporlasideasdelDirectorioencuestióndemujeres, su carrera galante viose entonces interrumpida durante bastantetiempoporsufidelidadconyugal.

Fue, pues, desde el principio, el barón paraAdelina una especie de diosquenopodíacometerunafalta;ellaselodebíatodo:lafortuna,tuvocoche,palacioy todoel lujode suépoca; la felicidad, erapúblicamenteamada;untítulo, era baronesa; la celebridad, la llamaron en París la hermosa señoraHulot; en fin, tuvoelhonorde rehusar loshomenajesdelemperador,que leregalóuncollardediamantesyqueladistinguiósiempre,puesdetiempoentiempopreguntaba:«YlahermosaseñoraHulot,¿siguesiendohonesta?».Erahombrecapazdevengarsedeaquelquehubieratriunfadoallídondeélhabíafracasado.

No se necesita, pues, mucha inteligencia para reconocer en un almasencilla, ingenuaybellacomoladelahermosaseñoraHulot lasrazonesdelfanatismoqueponíaensuamor.Despuésdehaberseaferradoalaideadequesumaridonopodríatenernuncaculpaconella,ensufuerointernoconvirtióseen la servidorahumilde, adictay ciegade su creador.Notad,porotraparte,que estaba dotada de un gran sentido, de ese buen sentido del pueblo, quehubo de contribuir a que su educación fuese sólida. En sociedad, hablabapoco, nunca mal de nadie; no buscaba brillar; reflexionaba acerca de todo,escuchabaybuscabacomomodeloalasmujeresmáshonestas,alasdemejorcuna.

En1815Hulot siguió la líneadeconductadelpríncipedeWissemburgo,unodesusamigos íntimos,y fueunode losorganizadoresdeaquelejércitoimprovisado,cuyaderrotaterminóelciclonapoleónicoenWaterloo.En1816elbarónseconvirtióenunodelosenemigosdelministerioFeltre,ynosevioreintegradoalCuerpodeintendenciahasta1823,puesnecesitabandeélparala guerra de España. En 1830 reapareció en la Administración como en lacuartacategoríadespuésdeministro,cuandoaquellaespeciedeconspiraciónhecha por Luis Felipe en los antiguos bandos napoleónicos. Después deladvenimiento al trono de la rama del hijo segundo, de la que fue activocooperador, quedó de director indispensable en el Ministerio de la Guerra.Ademáshabíaobtenidoelbastóndemariscal,yelreyyanopodíahacernadamásporél,amenosdenombrarleministroopardeFrancia.

Desocupadodesde1818a1823,elbarónHulothabíaentradoenelservicioactivo cerca de las mujeres. La señora Hulot hacía remontar las primerasinfidelidades de su Héctor al gran final del Imperio. La baronesa habíarepresentado,pues,durantedoceaños,ensuhogar,elpapeldeprimadonnaassoluta,sinpartición.Gozabasiempredeaquellaantiguaafeccióninveteradaquelosmaridossientenporsusmujerescuandoéstasseresignanalpapeldesuavesyvirtuosascompañeras;sabíaqueningunarivalresistiríadurantedos

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horasaunreprochehechoasumarido;perocerrabalosojosysetapabalosoídos, queriendo ignorar la conducta de sumarido fuera de casa. En suma,tratabaasuHéctorcomounamadretrataaunniñomimado.Tresañosantesdelaconversaciónqueacababadetenerlugar,Hortensiareconocióasupadreen el teatro de las Variedades, en un palco proscenio del primer piso, encompañíadeJennyCadine,yexclamó:

—¡Allíestápapá!

—Te engañas, ángel mío; está en casa del mariscal —respondió labaronesa.

La baronesa había visto perfectamente a Jenny Cadine; pero en vez desentirunaopresiónenelcorazónviéndolatanlinda,sedijoasímisma:«¡Quéfeliz debe de ser ese pillo de Héctor!». Sin embargo, sufría, entregábasesecretamenteaespantosasrabias;masvolviendoaverasuHéctor,recordabasiempresusdoceañosdefelicidadpurayperdía lafuerzaparaarticularunasola queja. Hubiera deseado que el barón la tomase como confidente; perojamás se había atrevido a darle a entender que conocía sus calaveradas, porrespetoaélmismo.Talesexcesosdedelicadezasóloseencuentranentre lashermosashijasdelpueblo,quesabenrecibirgolpessindevolverlos; tieneenlasvenasrestosdelasangredelosprimerosmártires.Lasmuchachasdenoblecuna, como son iguales a sus maridos, experimentan la necesidad deatormentarles y de marcar, como se marcan los tantos en el billar, sustoleranciasconpalabrasmordaces,conunespíritudevenganzadiabólica,yaparaasegurarseoraunasuperioridad,oraunderechoalarevancha.

La baronesa tenía un admirador apasionado en su cuñado, el tenientegeneral Hulot, el venerable comandante de los granaderos infantes de laGuardia Imperial, a quien debían darle el bastón de mariscal durante losúltimosdíasdesuvida.Esteviejo,despuésdehabermandado,desde1830a1834, la división militar donde se encontraban los departamentos bretones,teatrode sushazañas en1799y1880, habíavenido a establecerse enParís,cerca de su hermano, al cual significaba siempre un cariño de padre. Elcorazóndelviejosoldadosimpatizabaconeldesucuñada;laadmirabacomoa lamásnobleymás santa criaturade su sexo.No sehabía casado,porquehabíaqueridotropezarconunasegundaAdelina,inútilmentebuscadaatravésdeveintepaísesydeveintecampañas.Paranodecaerenaquellaalmadeviejorepublicanosinreprocheysintacha,dequiendecíaNapoleón:«EsevalienteHuloteselmástestarudodelosrepublicanos,peronometraicionaránunca»,Adelinahubierasoportadosufrimientostodavíamáscruelesqueaquellosquele acababan de acometer. Pero aquel viejo, de setenta y dos años de edad,destrozado por treinta campañas, herido en Waterloo por vigésima séptimavez,eraparaAdelinaunaadmiración,peronounaprotección.Elpobreconde,entreotrasenfermedadesnooíamásqueconayudadeunatrompetilla.

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Mientras el barón de Hulot de Ervy fue un guapo mozo, los amorespasajerosnotuvieroninfluenciaalgunasobresufortuna;peroaloscincuentaañosfueprecisocontarcon lasGracias.Aesaedadelamor,en loshombresviejos, se transforma en vicio; se mezclan con él vanidades insensatas.Tambiénhaciaese tiempovioAdelinaquesumaridosehabíavueltodeunaexigenciaincreíbleparaeladornodesupersona,tiñéndoseloscabellosylaspatillas,usandocinturonesycorsés.Queríaseguirsiendoguapoatodacosta.Ese culto por su persona, defecto que tan criticadohabía sido antañopor elbarón, llegóenélhasta laminucia.PorfindescubrióAdelinaqueelPactoloquedesaguabaencasadelasqueridasteníasufuentedeorigenensupropiacasa.Desdehacíaochoaños,unaconsiderablefortunasehabíadisipado,ytanradicalmente,quedosañosantes,conocasióndelmatrimoniodeljovenHulot,el barón se había visto obligado a confesar a su mujer que sus títulosconstituíantodasufortuna.

—¿Dóndenosllevaráesto?—fuelaobservacióndeAdelina.

—Estate tranquila —respondió el consejero de Estado—; te dejo losemolumentosdemicargo,yyomeocuparédelmatrimoniodeHortensiaydenuestroporvenirhaciendonegocios.

Lafeprofundadeaquellamujerenelaltovalor,enlascapacidadesyenelcarácterdesumaridohabíatranquilizadoaquellainquietudmomentánea.

Ahora la naturaleza de las reflexiones de la baronesa y sus lágrimas,despuésde lamarchadeCrevel,debían imaginarseperfectamente.Lapobremujersabíaquedesdedosañosantesseencontrabaenelfondodeunabismoperosecreíaallísola.Ignorabacómosehabíahechoelmatrimoniodesuhijo,ignorabalasrelacionesdeHéctorconlaambiciosaJosefa;además,creíaquenadie en el mundo conocía sus dolores. Luego, si Crevel hablaba tanligeramente de las disipaciones del barón, Héctor iba a perder suconsideración. Entreveía en los groseros discursos del antiguo perfumistairritado el compadrazgo odioso al que se debía el matrimonio del jovenabogado. ¡Dos perdidas habían sido las sacerdotisas de aquel himeneo,propuesto en alguna orgía, en medio de familiaridades degradantes de dosviejosborrachos!

—¡SeolvidadeHortensia!—sedijo—.Sinembargo,lavetodoslosdías.¿Lebuscaráalgúnmaridoentreesospillos?

La madre, más fuerte que la mujer, hablaba en aquel momentocompletamente sola, pues veía a Hortensia riendo con su prima Bela, conaquella risa loca de la juventud descuidada, y sabía que aquellas risasnerviosaseran indicios tan terriblescomo losensueños llorososdeunpaseosolitarioporeljardín.

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Hortensiaseparecíaasumadre,peroteníacabellosdeoro,naturalmenteondulados y tan abundantes que asombraban. Sus carnes brillaban como sifuesendenácar.Veíaseclaramenteenellaelfrutodeunmatrimoniohonesto,deunamornobleypuroentodasufuerza.Eranunmovimientoapasionadoenlafisonomía,unaalegríaenlasfacciones,unregocijonaturaldejuventud,unafrescuradevida,unariquezadesaludquevibrabanfueradeellayproducíanrayos eléctricos. Hortensia atraía las miradas. Cuando sus ojos, de un azulmarino, nadando en ese fluido que en ellos vierte la inocencia, se deteníansobre un transeúnte, éste se estremecía involuntariamente. Por otra parte, suteznoseveíamanchadaporningunadeesasrubicundecesconquelasrubiasdoradas suelen pagar su láctea blancura, no teniendo su cutis alteraciónalguna.Alta,entradaencarnessinsergruesa,deuntalleesbelto,cuyanoblezaigualaba la de su madre, merecía ese título de diosa tan prodigado por losautoresantiguos.AsíesquecuantosveíanaHortensiaen lacallenopodíancontener la exclamación: «¡Diosmío, quémuchacha tanhermosa!».Era taninocente,quealvolveracasaacostumbrabaadecir:

—Pero¿quélespasaatodos,mamá,paraexclamar:«¡Quémuchachatanhermosa!»,cuandovastúconmigo?¿Noerestúmáshermosaqueyo?…

Y,enefecto, a loscuarentay sieteañoscumplidos labaronesapodía serpreferidaasuhijaporlosaficionadosalaspuestasdesol;pues,comodicenlasmujeres,nohabíaperdidonadadesusventajas,porunodeesosfenómenosraros, sobre todo en París, donde, en ese género, Ninón escandalizó; tantopareciórobarsupartealasfeasenelsigloXVII.

Pensandoensuhija,labaronesavolvióalpadre,violecayendodedíaendía:porgrados,hastahundirseenellodosocial,yquizáundíadespedidodelministerio. La idea de la caída de su ídolo, acompañada de una visiónindistintadelasdesgraciasqueCrevelhabíaprofetizado,fuetancruelparalapobremujer,queperdióelconocimientoalamaneradelosextáticos.

LaprimaBela,conlaquehablabaHortensia,mirabadetiempoentiempoparasabercuándopodríanvolveralsalón;perosujovenprimaladistraíatanbien con sus preguntas en elmomento en que la baronesa volvió a abrir lapuertavidriera,quenisiquieraseenteró.

IsabelaFischer,cincoañosmásjovenquelaseñoraHuloty,sinembargo,hijadelmayordelosFischer,estabalejosdeserbellacomosuprima;tambiénhabíaestadoprodigiosamentecelosadeAdelina.Laenvidia formaba labasedeaquelcarácter llenodeexcentricidades,palabraempleadaporlosinglesespara designar las locuras, no de las cosas pequeñas, sino de las grandes.AldeanadelosVosgos,entodalaextensióndelapalabra;delgada,morena,decabellos negros y relucientes, cejas espesas y juntas como un ramillete, losbrazos largos y fuertes, pies gruesos, algunas verrugas en su rostro largo y

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simiesco;taleselretratoconcisodeaquellavirgen.

Lafamilia,quevivíaencomún,habíasacrificadoalamuchachavulgarporlamuchachabonita,elfrutoásperoporlaflordeslumbrante.Sabelatrabajabalatierra,cuandosuprimaeramimada;asíleocurrióundíaque,encontrandosolaaAdelina,quisoarrancarlelanariz,unaverdaderanarizgriegaquehastalas viejas admiraban. Aunque fue castigada por aquellamaldad, no por esodejó de seguir rompiendo las ropas y estropeando los collares de laprivilegiada.

Cuando elmatrimonio fantástico de su prima,Sabela hubode someterseanteaqueldestino,comoloshermanosyhermanasdeNapoleónsesometieronanteelbrillodeltronoyelpoderdelmando.Adelina,excesivamentebuenaycariñosa, acordóse en París de Sabela, y la mandó llamar, en 1809, conintencióndesacarladelamiseriacasándola.EnlaimposibilidaddecasartanprontocomoAdelinahubiesequeridoaaquellamuchachadeojosnegros,deespesascejas,quenosabíanileerniescribir,elbaróncomenzópordarleunaprofesión;pusoaSabelacomoaprendizaencasadelosbordadoresdelacorteimperial,losfamososhermanosPons.

Laprima,llamadaBelaenabreviatura,convertidaenobrerabordadoradeplata y oro, enérgica como buenamontañesa, tuvo la fuerza de voluntad deaprender a leer, a contar y a escribir, ya que su primo, el barón, habíaledemostrado lanecesidaddeposeeresosconocimientosparamontarun tallerdebordados.Queríahacerserica,yendosañossemetamorfoseó.En1811,lacampesinafueprimeradependientabastantegentil,bastantediestraybastanteinteligente.

Esta industria, llamada pasamanería de plata y oro, comprendía lascharreteras,lasagujetas,loscordones;ensuma,todaesainmensacantidaddecosasbrillantesque relucían sobre los ricosuniformesdel ejército francésysobre los uniformes civiles. El emperador, como italianomuy amigo de losvestidos,habíabordadodeoroydeplatatodaslascosturasdesusservidores,ysuImperioabarcabaciento treintay tresdepartamentos.Estasprovisiones,hechasordinariamentepor los sastres, gentes ricas y sólidas, o directamenteporlosgrandesdignatarios,constituíanuncomercioseguro.

EnelmomentoenquelaprimaBela,laobreramáshábildelacasaPons,dondedirigíalafabricación,hubierapodidoestablecerse,estallóladerrotadelImperio.LaramadeolivodelapazqueteníanenlamanolosBorbonesasustóaSabela,tuvomiedodequehubieseunabajaenaquelcomercio,quenoibaateneryamásqueochentayseisdepartamentosqueexplotarenlugardecientotreinta y tres, sin contar la enorme reducción del ejército. Espantada,finalmente,por losdiversosazaresde la industria, rechazó losofrecimientosdelbarón,quelacreyóloca.Ellajustificóaquellaopiniónriñendoconelseñor

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Rivet, adquiridor de la casa Pons, con quien el barón quería asociarla,volviendoasersencillaobrera.

LafamiliaFischerhabíacaídodenuevoenlaprecariasituacióndedondeelbarónHulotlahabíasacado.

Arruinados por la catástrofe deFontainebleau, los tres hermanosFischersirvieronaladesesperadaenlosCuerposfrancosde1815.Almayor,padredeSabela,lomataron.ElpadredeAdelina,condenadoamuerteporunConsejode guerra, huyó aAlemania ymurió en Treves en 1820. El pequeño, Juan,vinoaParísa implorara lareinade lafamiliaque,segúndecían,nadabaenoroynoaparecíanuncaenlasreunionesmásquecondiamantesenlacabezay en el cuello, gruesos como avellanas, regalados por el emperador. JuanFischer,queentonces teníacuarentay tresaños, recibiódelbarónHulotunasumadediezmilfrancosparaemprenderunapequeñaempresadeforrajesenVersalles,obtenidaenelMinisteriode laGuerrapor la influenciasecretadelosamigosqueelantiguointendentegeneralallíconservaba.

Estasdesgraciasdefamilia,eldisfavordelbarónHulot, lacertezadeserpoca cosa en aquel inmenso movimiento de hombres, de intereses y denegocios,quehacíadeParísuninfiernoyunparaíso,domaronaBela,lacualperdióentoncestodaideadeluchaydecompararseconsuprima,despuésdehabersentidolasdiversassuperioridadesdeésta;perolaenvidiapermanecióocultaenelfondodelcorazón,comoungermendepestequepuedeestallarydestruirunavillasiseabreelfatalovillodelanadondeestácomprimido.Detiempoentiemposolíadecirse:

—Adelinayyosomosdelamismasangre;nuestrospadreseranhermanos;ellaviveenunpalacioyyoenunaguardilla.

Perotodoslosaños,eldíadesusantoyelprimerodeaño,Sabelarecibíaregalosdelabaronesaydelbarón;elbarón,excelenteparaconella,lepagabala leñaparael invierno;elviejogeneralHulot la recibíaundíaensucasaacomer, y tenía siempre puesto el cubierto en casa de su prima. Se burlabanmucho de ella, pero no llegaban a avergonzarse. Finalmente habíanleprocuradosuindependenciaenParís,dondevivíaasugusto.

Enefecto,estajoventeníamiedoatodaclasedeyugo.Suprimalaofrecíatenerla en su casa… Bela descubría el ronzal de la domesticidad; muchasveces, el barón había resuelto el problema de casarla; pero seducida en elprimer instante, pronto rehusaba temiendo que la reprochasen su falta deeducación,suignoranciaysufaltadefortuna;enfin,silabaronesalehablabadevivirconsutíoydecuidardelacasaenlugardeamadellaves,queteníaquecostarcara,respondíaquedeesemodotodavíasecasaríamenos.

LaprimaBelapresentabaensusideasesasingularidadqueseobservaen

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las naturalezas que se han desarrollado muy tarde, entre los salvajes, quepiensanmucho y hablan poco. Su inteligencia aldeana había por otra parteadquirido,enlascharlasdeltalleryconelroceconlosobrerosyobreras,unadosis de mordacidad parisiense. Esta joven, cuyo carácter se parecíaprodigiosamentealdeloscorsos,trabajabainútilmenteporlosinstintosdelasnaturalezasfuertes,hubieradeseadoprotegeraunhombredébil;peroafuerzade vivir en la capital, la capital la había cambiado exteriormente. El barnizparisiensenocuajabaenaquellaalmavigorosamentetemplada.Dotadadeunaastuciaquesehabíavueltoprofunda,como todas laspersonascondenadasauncelibatoreal,conelgiropicantequeimprimíaasusideashubieseparecidotemibleencualquierotrasituación.Mala,hubiesehechoreñiralafamiliamásunida.

Durante los primeros tiempos, cuando tuvo algunas esperanzas en cuyosecretonopenetrónadie,decidióseallevarcorsés,aseguirlasmodas,ylogróentonces un momento de esplendor durante el cual el barón la juzgócasadera… Sabela fue entonces la morena picante de la antigua novelafrancesa.Sumiradapenetrante,sutezverdosaysutalledecañapodíantentaraunmayorretirado;peroellasecontentaba,segúndecíariendo,consupropiaadmiración.Porotraparte,acabóporencontrarsuvidafeliz,despuésdevercubiertassusnecesidadesmateriales,puescomíatodoslosdíasfueradecasa,despuésdehabertrabajadodesdeelamanecer.Notenía,pues,queprocurarsemás que el almuerzo y el alquiler de la casa, ya que la vestían y la dabanmuchasdeesasprovisionesaceptables,comoelazúcar,elcafé,elvino,etc.

En 1837, después de veintisiete años de vida pagada a medias por lafamilia Hulot y por su tío Fischer, la prima Bela, resignada a no ser nada,dejábase tratar sin cumplidos; hasta rehusaba asistir a las grandes comidas,prefiriendo la intimidad que le permitía tener su valor, y evitábase lossufrimientosdelamorpropio.Portodaspartes,encasadelgeneralHulot,enladeCrevel,en ladel jovenHulot,en ladeRivet,elsucesorde losPons,conquiensehabíareconciliadoylaagasajaba,encasadelabaronesa,parecíaserde la casa. En fin, en todas partes sabía mimar a los criados dándoles detiempo en tiempo algunas pequeñas propinas y hablando siempre con ellosdurantealgunosinstantesantesdeentrarenelsalón.Aquellafamiliaridad,pormediodelaquesecolocabafrancamentealniveldeloscriados,procurábasesu subalternabenevolencia,muyesencial para losparásitos. «¡Esunabuenamuchacha!», era lo que todo el mundo decía refiriéndose a ella. Sucomplacencia,sinlímitescuandonoselaexigíaera,porotraparte,asícomosufalsabondad,unanecesidaddesusituación.Habíaacabadoporcomprenderlavidaalverseamerceddetodoelmundoy,queriendoagradaratodos,reíacon los jóvenes a quienes era simpática por una especie de embeleco quesiemprelesseduce,adivinabaysecundabasusdeseos,sehacíasuintérpreteylesparecíaunabuenaconfidente,puestoquecarecíadelderechoparareñirles.

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Suabsolutadiscreción levalía laconfianzade laspersonasdeedadmadura,pues,comoNinón,poseíacualidadesdehombres.Engeneral,lasconfidenciasvanmásbiendearribaabajoquedeabajoarriba.Seempleamuchomásalosinferiores que a los superiores en los asuntos secretos; se convierten encómplicesdenuestrospensamientos reservados, asisten a lasdeliberaciones;por eso Richelieu se consideró como llegado al Poder cuando alcanzó elderecho de asistir al Consejo. Creíase a aquella pobre muchacha en taldependenciacontodoelmundoqueparecíacondenadaalmutismoabsoluto.Laprimasellamabaasímismaelconfesonariodelafamilia.Sólolabaronesaconservaba una especie de desconfianza, recordando los malos tratos quedurantesuinfanciahabíarecibidodesuprima,másfuertequeella,aunquedemenos edad. Además, por pudor, sólo a Dios hubiese confiado sus pesaresdomésticos.

Quizá aquí sea necesario hacer observar que la casa de la baronesaconservaba todo su esplendor a los ojos de la primaBela, la cual no habíanotado,comoeladvenedizomercaderperfumista,laangustiaescritasobrelasbutacasrozadas,sobreloscortinajesennegrecidosysobrelasedaacuchillada.Ocurre con el mobiliario con quien se vive como con nosotros mismos.Mirándose uno todos los días, acaba, como le sucedía al barón, por creersejoven, apenas cambiado, cuando los demás ven sobre nuestras cabezas unacabellera que se vuelve parda, acentos circunflejos en nuestra frente y granhinchazónennuestroabdomen.Aquellahabitación,iluminadasiempreparalaprima Bela por las bengalas de las victorias imperiales, seguía, pues,resplandeciendosiempre.

ConeltiempolaprimaBelahabíaadquiridomaníasdesolteronabastantesingulares.Así, por ejemplo, en lugar de obedecer a lamoda, quería que lamoda se ajustase a sus costumbres y se plegase a sus fantasías, siempreatrasadas. Si la baronesa le daba un lindo sombrero nuevo, algún traje a lamodadeldía,enseguidalaprimaBelalomodificabaensucasa,cadacosaasumanera,y loestropeabahaciéndoseun trajequeparticipabade lasmodasimperialesydesusantiguosvestidosloreneses.Elsombrerodetreintafrancosseconvertíaenunpingoyeltrajeenunandrajo.LaprimaBela,enestepunto,era de una testarudez de mula; quería agradarse a ella sola, y así se creíaencantadora; cuando en realidad sus gustos, armoniosos en cuanto laconvertíanensolteronadepiesalacabeza,lahacíantanridículaque,aunconelmejordeseo,nadiepodíaadmitirlaensucasalosdíasdegala.

Su espíritu rígido, caprichoso, independiente; la inexplicable fiereza deaquellamuchacha,aquienelbarónporcuatroveceshabíaencontradomarido—unempleadodesuadministración,unmayor,unasentistadevíveresyuncapitán retirado—, y que había rechazado a un cordonero, que después sehabía hecho rico, le valía el nombre deCabra, que el barón le daba riendo.

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Peroesteapodonorespondíamásquealasextravaganciasdelasuperficie,aesas variaciones que nos notamos todos, unos a otros, en sociedad.Aquellamuchacha que, bien observada, hubiese mostrado el lado feroz de la clasealdeana, era siempre la niña que quería arrancar la nariz a su prima, y quequizá, si ella no se hubiera hecho razonable, la hubiera matado en unparoxismodeenvidia.Loúnicoque lamovíaadomaraquella impetuosidadnatural con que las gentes del campo pasan, lomismo que los salvajes delsentimientoalaacción,eraelconocimientodelasleyesydelmundo.Quizáconsiste en esto toda la diferencia que separa al hombre natural del hombrecivilizado.Elsalvajenotienemásquesentimientos;elhombrecivilizadotienesentimientos e ideas. Así, en los salvajes el cerebro recibe, por decirlo así,pocas impresiones, perteneciendo entonces por entero al sentimiento que leinvade, mientras que en el hombre civilizado las ideas influyen sobre elcorazóntransformándolo,introduciendoenélmilinteresesymilsentimientos,mientrasqueel salvaje sóloadmiteuna ideaa lavez.Éstaes lacausade lasuperioridadmomentáneadelniñosobre lospadres,yquecesaconeldeseosatisfecho,mientrasqueenelhombresalvajeesacausaescontinua.LaprimaBela, la salvaje lorenesa, un tanto traidora, pertenecía a esa categoría decaracteres,máscomunesenelpueblodeloquepareceyquepuedenexplicarsuconductaenlasrevoluciones.

En el momento en que comienza esta escena, si la prima Bela hubieradejado vestirse a la moda, si se hubiese habituado, como las parisienses, allevar todas las modas nuevas, hubiese sido presentable y aceptable; peroconservabalarigidezdeunbastón.Ahorabien;enParís,lamujersingraciasescomosinoexistiese.Asíquelanegracabellera,loshermososojosduros,larigidezdelaslíneasdelrostro,lasequedadcalabresadelatez,queconvertíanalaprimaBelaenunafiguradelGiottoyquehubieransidomediosdesacarpartido para una parisiense, sobre todo sumodo raro de vestir, dábanle unaapariencia tan extraña, que a veces se asemejaba a esosmonos vestidos demujerquesuelen llevar lossaboyanos.Comoeramuyconocidaen lascasasunidas por lazos de familia a aquella donde vivía, y como restringía susrelaciones sociales a ese círculo, gustandode su casa, sus singularidades noasombraban a nadie y desaparecían en medio del inmenso movimientoparisiensedelacalle,dondenosemiramásquealasmujeresbonitas.

Las risasdeHortensia eranproducidas enaquelmomentoporun triunfoobtenidosobrelaobstinacióndelaprimaBela,lacualacababadehacerunaconfesiónqueaquéllalepedíadesdehacíatresaños.Pordisimuladaqueseaunasolterona,hayunsentimientoquelaharárompersiempresusilencio,yesla vanidad. Desde hacía tres años, Hortensia, convertida en excesivamentecuriosaenciertamateria,asediabaasuprimaconpreguntasque,porlodemás,denotabanunainocenciaperfecta;queríasaberporquésuprimanosehabíacasado. Hortensia, que conocía la historia de los cinco pretendientes

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rechazados, había compuesto su pequeña novela, creía que la prima Belaestabadominadaporalgunapasión,ydeesoresultabaunaseriecontinuadadebromas. Hortensia decía, hablando de ella y de su prima: «Nosotras, lassolteronas»,y envariasocasiones laprimaBela lehabía respondidoconuntono agradable: «¿Quién te dice a ti que no tengo novio?». El novio de laprimaBela, falso o verdadero, se convirtió entonces en objeto de continuasburlas.Porfin,despuésdedosañosdeesamenudaguerra,laúltimavezquelaprima Bela había ido a casa deHortensia, la primera palabra de ésta habíasido:

—¿Cómoestátunovio?

—Bien—habíarespondido—;sufreunpocoesepobremuchacho.

—¡Ah!¿Esdelicado?—habíapreguntadolabaronesa,riendo.

—Yalocreo,esrubio…UnanegritacomoyonopuedequerermásqueaunrubitoquetengaelcolordelaLuna.

—Pero¿quées?¿Quéhace?—dijoHortensia—.¿Esunpríncipe?

—Príncipede laherramienta, comoyosoy la reinade lacanilla. ¿Puedeacasounapobremuchachacomoyoseramadaporalgúnpropietarioquetengarentas,poralgúnduqueypar,oporalgúnpríncipeencantadordetuscuentosdehadas?

—¡Oh!¡Cuántomegustaríaverle!—exclamóHortensia,sonriendo.

—¿Parasabercómoeselhombrecapazdeamaraunaviejacabracomoyo?—respondiólaprimaBela.

—Debedeserunmonstruo,algúnviejoempleadoconbarbasdechivo—dijoHortensia,mirandoasumadre.

—Puesbien;enesoteengañas,señorita.

—Pero ¿de veras tienes un novio? —Preguntó Hortensia con aire detriunfo.

—¡Tan cierto como tú no lo tienes! —había respondido la prima conacentodemolesta.

—Pues bien, Bela, si tienes un novio, ¿por qué no te casas?…—habíadicho la baronesa, haciendo una seña a su hija—.Hace ya tres años que sehabladeél,has tenido tiempodeestudiarley, si teha sido fiel,nodebierasprolongar una situación fatigosa para él. Por otra parte, es una cuestión deconciencia;además,siesjoven,yaestiempodequebusquesunbáculoparatuvejez.

LaprimaBelahabíamiradofijamentealabaronesay,viendoquesereía,

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lehabíacontestado:

—Seríacasaralhambreconlasganasdecomer;esobreroyyosoyobrera;situviésemoshijosseríanobreros…No,no;nosqueremosplatónicamente…¡Esmásbarato!

—¿Porquéloocultas?—habíapreguntadoHortensia.

—Visteblusa—habíareplicadolasolterona,riéndose.

—¿Lequieres?—habíapreguntadolabaronesa.

—¡Ah, ya lo creo! Le quiero por símismo a ese querubín. Cuatro añoshacequelollevoenmicorazón.

—Pues bien; si le quieres por él mismo —había dicho gravemente labaronesa—, si existe, serías muy criminal para con él. No sabes lo que esquerer.

—Todasnosotrassabemoseseoficiodesdequenacemos—dijolaprima.

—No:haymujeresquequierenyhaymujeresquesonegoístas.Ésteestucaso…

La prima había bajado la cabeza, y su mirada hubiera hecho temblar aaquelquelahubierarecibido,perohabíamiradosucanilla.

—Presentándonosatupretendiente,Héctorpudieracolocarleyponerleensituacióndehacerfortuna.

—Noesposible—habíadicholaprimaBela.

—¿Porqué?

—Esunpolaco,unrefugiado…

—¿Unconspirador?—exclamóHortensia—. ¡Qué feliz eres! ¿Ha tenidoaventuras?

—SehabatidoporPolonia.Eraprofesor en el gimnasio, cuyos alumnoscomenzaron la revolución y, como estaba colocado allí por el gran duqueConstantino,nopuedeesperarperdón.

—¿Profesordequé?

—¡DeBellasArtes!

—¿HallegadoaParísdespuésdeladerrota?

—En1833,despuésderecorrerAlemaniaapie…

—¡Pobremuchacho!¿Ytiene…?

—Cuando la insurrección apenas tenía veinticuatro años; hoy tiene

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veintinueve…

—Quinceañosmenosquetú—lehabíadichoentonceslabaronesa.

—¿Dequévive?…—habíapreguntadoHortensia.

—Desutalento…

—¡Ah!¿Dalecciones?…

—¡No—habíadicholaprimaBela—lasrecibe,yduras!

—¿Yesbonitosunombre?

—Wenceslao.

—¡Quéimaginacióntienenlassolteronas!—habíaexclamadolabaronesa—.Cualquieratecreería,oyéndotehablar,Sabela.

—¿Noves,mamá,queesunpolacotanacostumbradoalknout,queBelalerecuerdaestapequeñadulzuradesupatria?

Las tres sehabíanechadoa reír,yHortensiahabíacantado: ¡Wenceslao!¡Ídolodemivida!,enlugarde:¡Oh,Matilde…!Yhabíahabidoallícomounaespeciedearmisticiodurantealgunosinstantes.

—Estas muchachitas—había dicho la prima Bela, mirando a Hortensiacuandohabíavueltojuntoaella—secreenquesóloellaspuedenseramadas.

—Mira—lehabíarespondidoHortensia,encontrándosesolaconsuprima—,pruébamequeWenceslaonoesuncuento,yteregalomichalamarillodecasimir.

—¡Perosiesconde!

—¡Todoslospolacossoncondes!

—Noespolaco…EsdeLi…tu…,Litu…

—¿Lituania?

—No…

—¿Livonia?

—Esoes.

—Pero¿cómosellama?

—Veamos;quierosabersierescapazdeguardarunsecreto…

—¡Ohprima!Serémuda…

—¿Comounpez?

—¡Comounpez!

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—¿Portodatuvida?

—¡Portodamivida!

—No.¿PortufelicidadenlaTierra?

—Sí.

—Puesbien;¡sellamaWenceslaoSteinbock!

—UngeneraldeCarlosXIIhabíaquellevabaesenombre.

—Era un tío segundo suyo. Su padre se había establecido en Livoniadespués de la muerte del rey de Suecia; pero perdió su fortuna cuando lacampañade1812, ymurió, dejando al pobreniño sin recursos a la edaddeochoaños.ElgranduqueConstantino, a causadelnombredeSteinbock, lotomóbajosuprotecciónylopusoenuncolegio…

—Nomedesdigo—habíarespondidoHortensia—;dameunapruebadesuexistenciaytendrásmichalamarillo.¡Ah!Esecoloreselquemejorsientaalasmorenas.

—¿Meguardaráselsecreto?

—Sí,tecontarélosmíos.

—Puesbien;lavezpróximaquevengatraerélaprueba.

—Perolapruebahadeserelnovio—habíadichoHortensia.

LaprimaBela, ansiosadesde su llegadaaParísdeposeeruncasimir, sehabíasentidofascinadaantelaideadequefuerasuyoelcasimiramarilloqueel barón había dado a sumujer en 1808, la cual, según ocurre en todas lasfamilias,habíapasadodelamadrealahijaen1830.Endiezañoselchalsehabíaestropeadobastante;peroestepreciosotejido,siempreencerradoenunacaja de sándalo, a la solterona le parecía siempre nuevo, lo mismo que elmobiliariodelabaronesa.Pensabaaquéllahacerunregaloalabaronesaporeldía de su santo, el cual, según creía, habría de probar la existencia de sufantásticonovio.

Este regalo consistía en un sello de plata, compuesto de tres figuritasadosadasyenvueltasenfollajes,sosteniendoelgloboterráqueo.Aquellostrespersonajes representaban la Fe, la Esperanza y la Caridad. Los piesdescansabansobremonstruosquesedespedazabanentre sí, agitándoseentreelloslasimbólicaserpiente.En1846,despuésdelinmensopasoquehicierondar al arte de Benvenuto Cellini, la señorita de Fauveau, los Wagner, losJeanest, los Froment-Meurice y los escultores en madera como Lienard,aquella obramaestra no sorprendería a nadie; pero en aquel momento, unajoven experta en joyería debió de quedar asombrada almanejar aquel sello,cuandolaprimaBelaselopresentódiciéndola:

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—Toma,¿quétepareceesto?

Lasfiguras,porsudibujo,porsusropajesyporsusactitudes,pertenecíanalaescueladeRafael;porsuejecuciónrecordabanlaescueladelosbroncistasflorentinos que crearon los Donatello, Brunelleschi, Ghiberti, BenvenutoCellini, Juan deBolonia, etc. El Renacimiento en Francia no había fundidomonstruosmáscaprichososqueaquellosquesimbolizabanlasmalaspasiones.Las palmas, las hierbas, los juncos y las cañas que envolvían a lasVirtudeserandeunefecto,deungusto,deunadornocapazdedesesperaralasgentesdel oficio. Una cinta unía las tres cabezas entre sí, y en los espacioscomprendidosentrecadadoscabezas,veíaseunaW,unagamuzaylapalabrafecit.

—¿Quiénhaesculpidoesto?—preguntóHortensia.

—Mi novio—respondió la prima Bela—. Le ha costado diezmeses detrabajo; por eso ha tenido que trabajar más este tiempo. Me ha dicho queSteinbocksignificaba,enalemán,animaldelasrocasogamuza.Piensafirmarasísusobras…¡Ah!Ahorasíquetendrétuchal.

—¿Yporqué?

—¿Puedoyo comprar semejante joya? ¿Puedo encargarla?Es imposible;luegomelahadadoél.¿Quiénpuedehacersemejantesregalos?¡Unnovio!

Hortensia,conundisimulodelquesehabríaasustadoSabelaFischersilohubieranotado, seguardómuybiendeexpresar todasuadmiración,aunquesentía esa sorpresa que se apodera de las personas cuya alma sabe sentir labellezacuandoantesusojosapareceunaobramaestrasindefectos,completa,inesperada.

—¡Caramba!—dijo—.Esmuybonita.

—Sí,muybonita—repusolasolterona—;peroyoprefierouncasimirdecolornaranja.Puesbien,querida,minoviopasaeltiempotrabajandoencosasdeestegusto.DesdesullegadaaParíshahechotresocuatrotonteríasdeestaclase,yahítieneselfrutodecuatroañosdeestudiosydetrabajos.Haestadodeaprendizencasadeunosfundidores,deunosjoyeros…¡Bah!Hanpasadomilesdecosas.Ahoramehadichoquedentrodealgunosmesesserácélebreyrico…

—Pero¿esqueloves?

—¡Toma!¿Creesacasoquetodoestoesunafábula?Tehedicholaverdad,enbroma.

—¿Ytequiere?—preguntóvivamenteHortensia.

—¡Meadora!—respondiólaprima,adoptandounairegrave—.Mira,hija

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mía,élnohaconocidomásquemujerespálidas,insulsas,comolosontodaslasdelNorte;unamuchachamorena,esbelta,jovencomoyo,lehainflamadoelcorazón.Pero¡nipalabra!,melohasprometido.

—Ocurrirá con éste como con los otros cinco—dijoHortensia con aireburlón,mirandoelsello.

—Seis, señorita, pues dejé uno en Lorena que por mí, todavía hoy,descolgaríalaLuna.

—Éstelohacemejor—dijoHortensia—porquetetraeelSol.

Estascontinuadasbromas,seguidasdelaslocurasquepuedenadivinarse,engendrabanaquellasrisasquehabíanredobladolasangustiasdelabaronesa,haciéndola comparar el porvenir de su hija con el presente, en que la veíaentregarseatodalaalegríapropiadesuedad.

—Masparaofrecertejoyasqueexigenseismesesdetrabajo,debedebertemuchos favores —preguntó Hortensia, a la que aquella alhaja hacíareflexionarprofundamente.

—¡Ah!¡Quieressaberdemasiadascosasdeunavez!—respondiólaprimaBela—.Peroescucha…,mira,voyameterteenuncomplot.

—¿Yestarécontunovio?

—¡Ah! ¡Cómo desearías verle! Pero ya comprenderás que una solteronacomo vuestra Bela, que durante cinco años ha sabido guardar un novio, loocultamuybien…Asíesquedéjametranquila.Yo,yaves,notengonigato,nicanario,niperro,niloro,yunaviejacomoyobiennecesitaalgoquequerer,conqueestarocupada;poresomeheprocuradounpolaco.

—¿Tienebigotes?

—Asíde largos—dijo laBela,mostrándoleunacestillacargadadehilosdeoro.

Acostumbraba a llevar siempre consigo su labor y trabajaba mientrasesperabalacomida.

—Si sigues haciendo preguntas, no sabrás nada. No tienes más queveintidósañosyeresmáscharlatanaqueyo,quetengocuarentaydos,yauncuarentaytres.

—Escucho,soydepiedra—dijoHortensia.

—Mi novio ha hecho un grupo de bronce de diez pulgadas de alto—repusolaprimaBela—.RepresentaaSansóndesquijarandoaunleón,ylohaenterrado para que se enmohezca y pueda creerse que es tan antiguo comoSansón.Yahoraestaobramaestraestáexpuestaenlatiendadeunanticuario

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delaplazadelCarrousel,cercademicasa.¡Situpadre,queconocealseñorPopinot,ministrodelComercioydelaAgricultura,yalcondedeRastignac,pudiesehablarlesdeesegrupocomodeunahermosaobraantiguaquehubiesevisto al pasar! Parece ser que los grandes personajes se dedican a estosartículos en lugar de ocuparse de nuestros dragones… Mi novio haría sufortunasicompraseno,por lomenos, fuesenaexaminaresemalpedazodecobre.Elpobremuchachoafirmaquetomaríanesatonteríaporantiguayquelapagaríanmuycara.Enestecaso,siesunodelosministroselquecompraelgrupo, iráapresentarseaél, leprobaráqueesel autory severá llevadoentriunfo… ¡Oh, ya se cree sobre el pináculo! El pobremuchacho tiene tantoorgullocomoloscondesnuevos.

—Quiere repetir lo deMiguel Ángel; mas para estar enamorado, no haperdidoelingenio…—dijoHortensia—.¿Ycuántoquiere?

—¡Mil quinientos francos!…El anticuario no debe darlo pormenos, yaquenecesitacobrarunacomisión.

—Papáesenestemomentocomisariodelrey—dijoHortensia—.Vetodoslos días a los dosministros en laCámara, y yome encargo de que haga tunegocio.¡Seráustedrica,señoracondesadeSteinbock!

—No, mi hombre es demasiado perezoso, permanece semanas enterasmodelando en cera roja y no adelanta nada. ¡Bah! Se pasa la vida en elLouvre, en la Biblioteca, mirando estampas y dibujándolas. Es uncorreescaparates.

Ylasdosprimascontinuaronbromeando.Hortensiareíacomocuandounoseesfuerzaporreír,puessesentíainvadidaporunamorquetodaslasjóveneshan sentido, el amor de lo desconocido, el amor en el estado vago y cuyospensamientos se concretan en torno a una figura que les es arrojada por lacasualidad,como la florescenciade laescarchasedepositasobre lasbriznasdepajasuspendidasporelvientoenelmargendeunaventana.Desdehacíadiezmeses había hecho un ser real del novio fantástico de su prima, por larazóndequeella,comosumadre,creíaenelcelibatoperpetuodesuprima;ydesde que hacía ocho días, aquel fantasma había llegado a ser el condeWenceslaoSteinbock,elsueñoteníasupartidadebautismo,lavaporosanieblase solidificaba en un hombre joven de treinta años. El sello que tenía en lamano,especiedeAnunciacióndondeelgenioresplandecíacomounaluz,tuvola potencia de un talismán.Hortensia se sentía tan dichosa, que se permitiódudar de que aquel cuento fuera historia; fermentaba su sangre y reía comounalocaparaengañarasuprima.

—Peromeparecequelapuertadelsalónestáabierta—dijolaprimaBela—;vamosaversisehamarchadoelseñorCrevel.

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—Mamá está muy triste desde hace dos días; sin duda se habrá roto elmatrimoniodequesetrataba.

—¡Bah! Eso puede, arreglarse; se trata, ahora puedo decírtelo de unconsejerodelacorte.¿Tegustaríaserlaseñorapresidenta?SiesodependedelseñorCrevel,mediráseguramentealgoymañanasabrésihayesperanzas…

—Prima, déjame el sello—pidióHortensia—; no lo enseñaré a nadie…Dentrodeunmeseselsantodemamáytelodevolveréporlamañana.

—No,entrégamelo…Necesitaunestuche.

—Pero se lo enseñaré a papá para que pueda hablar al ministro conconocimientodecausa,pueslasautoridadesnodebencomprometerse—dijoella.

—Puesbien;noseloenseñesatumadre;esoestodoloquetepido,puessisupiesequetengonovio,seburlaríademí…

—Teloprometo…

Lasdosprimas llegarona lapuertadel tocadorenelmomentoenque labaronesa acababa de desmayarse, y el grito que lanzóHortensia bastó parareanimarla.Belafueabuscarsales.Cuandovolvióencontróalamadreyalahijacadaunaen losbrazosde laotra, lamadrecalmando los temoresdesuhija,ydiciéndola:

—Estonoesnada,esunacrisisnerviosa.Aquítienesatupadre—añadió,reconociendo la manera de llamar del barón—; sobre todo no le hables deesto…

Adelinaselevantóparasaliralencuentrodesumarido,conlaintencióndellevarlo al jardín, mientras esperaban la comida, y hablarle del matrimoniodeshecho,haciéndoleexplicarseacercadelporvenirytratardedarlealgunosconsejos.

El barónHéctorHulotmostróse en actitud parlamentaria y napoleónica,puessedistinguefácilmentealosimperiales—genteadictaalImperio—porsu combaduramilitar, por sus trajes azules con botones de oro, abrochadoshastael cuello,por suscorbatasde tafetánnegroyporelpasodeautoridadquecontrajeronacausadelacostumbredelmandodespóticoimpuestoporlasapuradascircunstanciasenqueseencontraron.Precisoesconvenirquenadaenelbarónhacíaadivinaralviejo;erasuvistantodavíatanbuena,queleíasinlentes;suhermosorostrooblongo,encuadradoentreunaspatillasmuynegras,¡ay!,ofrecíaunaencarnaciónanimadapor los jaspeadosquedescubrena lostemperamentos sanguinarios, y su vientre, contenido por un cinturón,manteníase, como dice Brillat-Savarin, majestuosamente. Un gran airearistocrático ymucha afabilidad servían de envoltura al libertino con quien

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Crevel había hecho tantas locuras. Era uno de esos hombres cuyos ojos seanimanalavistadeunamujerhermosayquesonríenatodaslasbellas,hastaalasquepasanynohandevolveravermás.

—¿Hashabladoalgo?—dijoAdelina,viéndolepensativo.

—No —contestó Héctor—; pero estoy cansado de haber oído hablardurantedoshorasseguidassinllegaravotar…¡Hacencombatesdepalabrasen los que son los discursos como cargas de caballería que no dispersan alenemigo! Han sustituido la palabra a la acción, lo que regocija poco a lasgentesacostumbradasaavanzar,comoledecíaalmariscalalsepararmedeél.Pero ya basta con haberse aburrido sobre los bancos de los ministros,divirtámonosaquí…

—¡Buenosdías,Cabra!…¡Buenosdías,Cabrita!

Ycogióasuhijaporelcuello,laabrazó,laatormentó,lasentósobresusrodillas y colocó su cabeza sobre sus hombros para sentir aquella lindacabelleradeorosobresurostro.

—Está fastidiado, cansado—se dijo la señora Hulot— y todavía voy afastidiarle más… Esperemos. ¿Te quedarás con nosotros esta noche?…—preguntóleenaltavoz.

—No,hijasmías.Despuésdelacomidaosdejaré,ysinohubiesesidoeldíadelaCabra,demishijosydemihermano,nomehabríaisvisto…

La baronesa tomó un periódico, miró los teatros y dejó el papel, dondehabíavistoRobertoelDiabloanunciadoenlaópera,Josefa,quehabíapasadohacíaseismesesde laópera italianaa laóperafrancesa,cantabaelpapeldeAlicia. Esta pantomima no pasó desapercibida para el barón, que mirófijamente a su mujer. Adelina bajó los ojos, salió al jardín, y su esposo lasiguió.

—Vamos a ver, ¿qué ocurre, Adelina? —dijo, cogiéndola por el talle,atrayéndolahaciasíyabrazándola—.¿Nosabesquetequieromásque…?

—¿MásqueaJennyCadineyaJosefa?—respondióellaconatrevimientoeinterrumpiéndole.

—¿Quiéntehadichoeso?—preguntóelbarón,que,soltandoasumujer,retrocediódospasos.

—Mehan escritouna carta anónima, quehequemado, dondemedecíanamigomío, que elmatrimoniodeHortensia se ha deshechopor causa de lapenuriaenquenosencontramos.Tumujer,queridoHéctor,nohabría jamásdicho una palabra; ha sabido tus relaciones con Jenny Cadine y ¿se quejónunca?PerolamadredeHortensiaestáobligadaadecirtelaverdad…

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Hulot,despuésdeunmomentodesilencioterribleparasumujer,decuyocorazón escuchábanse los latidos, descruzó los brazos, la cogió, estrechólacontrasucorazón,labesóenlafrenteyledijoconaquellafuerzaexaltadaqueprestaelentusiasmo:

—¡Adelina,eresunángelyyosoyunmiserable!

—No,no—respondiólabaronesa,poniéndolebruscamentesumanosobreloslabiosparaimpedirlequehablasemaldesímismo.

—Sí,enestemomentonotengoniuncéntimoparadaraHortensia,ysoymuydesgraciado;peropuestoqueasímeabrestucorazón,puedoverterenélpenasquemeahogaban…SitutíoFischerseveapurado,soyyoquienlehapuestoasí:¡hafirmadopormíveinticincomilfrancosenletrasdecambio!¡Ytodoesoparaunamujerquemeengaña,queseburlademícuandonoestoydelante,quemellamaviejogatoteñido!…¡Oh!¡Eshorriblequecuestemáscaro satisfacer un vicio que alimentar una familia! ¡Y es irresistible!… Teprometeríaahoranovolverjamásacasadeesaisraelitaabominable,ysimeescribiese dos líneas, iría, como entraba uno en fuego en tiempos delemperador.

—No te atormentes, Héctor —dijo la pobre mujer, desesperada,olvidándose de su hija, al ver que las lágrimas asomaban a los ojos de sumarido—.Toma,aúntengomisdiamantes.¡Antetodo,salvaamitío!

—Tusdiamantesapenassivalenhoyveintemilfrancos.Esonolebastaríaal padre Fischer; así es que guárdalos para Hortensia. Ya veré mañana almariscal.

—¡Pobre amigo mío!—exclamó la baronesa cogiendo las manos de sumaridoybesándolas.

Éstafuetodalareprensión.Adelinaofrecíasusdiamantesyelpadreselosdaba a Hortensia: la mujer consideró aquel esfuerzo como algo sublime, yquedósinfuerzas.

—¡Eselamo,puedecogerlotodo;medejamisdiamantes,esundios!

Tal fue el pensamientode aquellamujer, que ciertamentehabía obtenidomásconsudulzuraqueotraconalgunacelosacólera.

Elmoralistanoseríacapazdenegarque,generalmente,laspersonasbieneducadas ymuy viciosas sonmuchomás amables que las gentes virtuosas;teniendo crímenes que purgar, solicitan por previsión la indulgenciamostrándose benévolos con los defectos de sus jueces, y pasan por serexcelentes. Aunque haya personas muy encantadoras entre las gentesvirtuosas, la virtud se juzga lo bastante hermosa por símisma, para creersedispensada de dar pruebas; además, las gentes realmente virtuosas, pues es

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preciso excluir a los hipócritas, tienen casi todas ligeras sospechas sobre susituación;secreenburladasenelgranmercadode lavida,y tienenpalabrasagridulcesalamaneradelasgentesquepretendendesconocidas.Asíesqueelbarón,quesereprochabalaruinadesufamilia,desplegótodoslosrecursosdesuinteligenciaydesusgraciasdeseductorparasumujer,parasushijosyparalaprimaBela.ViendovenirasuhijoyaCelestinaCrevel,quedabademamara un menudo Hulot, estuvo encantador con su nuera; la colmó decumplimientos,cosaalaquelavanidaddeCelestinanoestabaacostumbrada,porquejamáshubojovenadineradaquefuesetanvulgarnitanperfectamenteinsignificante. El abuelo tomó al chiquillo lo besó, lo encontró delicioso yencantador; hablóle con el hablar de las nodrizas; profetizó que aquel niñoseríamásaltoqueél;deslizóhalagosenhonora suhijoHulot,yentregóelniñoalarollizanormandaencargadadecuidardeél.Celestinacambióconlabaronesa una mirada que quería decir: «¡Qué hombre más adorable!».Naturalmente,elladefendíaasusuegrocontralosataquesdesupropiopadre.

Después de haberse mostrado suegro agradable y abuelo halagador, elbarón condujo a su hijo al jardín para hacerle observaciones llenas de buensentidoacercadelaactitudquedebíatomarenlaCámaraenuncasodelicadosurgido aquella mañana. Llenó de admiración al joven abogado por laprofundidaddesuspuntosdevista,loenternecióconsutonoamistosoy,sobretodo,porlaespeciededeferenciaconqueparecíaquerercolocarloasunivelenlosucesivo.

ElhijodelseñorHuloteraeljoventalcomolofabricaralarevoluciónde1830; el espíritu infatuado de política, respetuoso con sus esperanzas,ocultándolas bajo una falsa gravedad, muy envidioso de las reputacionesconsagradas,soltandofrasesenlugardeesaspalabrasincisivasquesoncomolos diamantes de la conversación francesa, pero lleno de delicadeza yconfundiendo el ceño con la dignidad. Estas personas son sepulcrosambulantesquecontienenunfrancésdeantaño;elfrancésseagitaarachasydagolpescontrasuenvolturainglesa;perolaambiciónleretieneyconsienteendisimularse.Estesepulcrovasiempreforradodenegro.

—¡Ah!Yaestáaquímihermano—dijoelbarónHulot,yendoarecibiralcondehastalapuertadelsalón.

Después de haber abrazado al sucesor probable del difunto mariscalMontcornet,selollevó,cogiéndoledelbrazocondemostracionesdeafectoyderespeto.

EstepardeFrancia,dispensadodeiralassesionesacausadesusordera,mostraba una hermosa cabeza enfriada por los años, de cabellos todavía lobastanteabundantesparaquepudiesenestarcomopegadosporlapresióndelsombrero.Pequeño,rechoncho,untantoenflaquecido,llevabasuverdevejez

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con aire vivaracho, y como conservaba una excesiva actividad para estarsecondenado al reposo, dividía su tiempo entre la lectura y el paseo. Suscostumbres tranquilas veíanse en su rostro blanco, en su actitud, en suconversaciónhonesta llenadecosassensatas.Jamáshablabade laguerra,nide lascampañas; sabíaqueerayademasiadograndepara tenerquehacerlo.Enunsalón,limitabasupapelaunaobservacióncontinuadelosdeseosdelasdamas.

—Estáis todosmuy contentos—dijo, viendo la animación que el barónrepartía en aquella pequeña reunión de familia—. Sin embargo —dijo—,Hortensia no está casada—advirtiendo en el rostro de su cuñada rastros demelancolía.

—Esovendrásiempredemasiadopronto—legritóaloídolaprimaBela,conunavozformidable.

—¡Estáustedbien,malgranoquenohaqueridoflorecer!—lerespondióriendo.

El héroe de Forzheim quería bastante a la prima Bela, pues encontrabaentreellosdosalgunassemejanzas.Sineducaciónysalidodelpueblo,sólosuvalor había sido quien había labrado su fortuna militar, y su buen sentidopasaba por listeza. Lleno de honor y con las manos puras, acababaradiantementesuhermosavidaenmediodeaquella familiadondesehabíanconcentradotodassusafecciones,sinsospecharlosextravíos,secretosaún,desu hermano. Nadie gozaba más que él del hermoso espectáculo de aquellareunión,dondenuncabrotabaelmenormotivodediscordia,dondehermanosy hermanas se amaban igualmente, pues Celestina había sido en seguidaconsideradacomode la familia.PoresoelbravoypequeñocondedeHulotpreguntabadevezencuandoporquénoveníaelpadreCrevel.

—Mipadreestáenelcampo—legritabaCelestina.

Estavezledijeronqueelantiguoperfumistasehallabaviajando.

AquellaunióntanverdaderadelafamiliahizopensaralaseñoraHulot:

—He aquí la más segura de las felicidades, y ésta, ¿quién podráquitárnosla?

ViendoasufavoritaAdelinaobjetodelasatencionesdelbarón,elgeneralse burló tan bien de ello, que el barón, temiendo el ridículo, dirigió sugalanteríaasunuera,queenaquellascomidasdefamiliaerasiempreelobjetode sus halagos y sus cuidados, pues esperaba hacer por ella volver al padreCrevel y obligarle a adjurar de todos sus resentimientos. Cualquiera quehubiese visto aquel interior de familia habríale costado trabajo creer que elpadreestabaarruinado,lamadredesesperada,elhijoenelúltimogradodela

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inquietudsobreelporvenirdesupadreylahijaocupadaenrobarleunnovioasuprima.

A las siete, al ver el barón a su hermano, a la baronesa y a Hortensiaocupados en jugar al whist, marchóse para ir a aplaudir a su querida en laópera, llevándose a la prima Bela, que vivía en la calle del Deanato y quepretextaba la soledad de aquel barrio desierto para irse siempre después decomer.Todos losparisiensesdeclararánque la prudenciade la solterona eraracional.

LaexistenciadelgrupodecasasqueseencuentranalolargodelantiguoLouvre es una de esas protestas que los franceses gustan de hacer contra elbuensentido,paraqueEuropasetranquiliceacercadeladosisdeinteligenciaqueselesconcedeyyanolestema.Quizáhayaenesto,sinnosotrossaberlo,algúngranpensamientopolítico.SeguramentequenoseríaalgofueradelugareldescubriresterincóndelParísactual,porquemásadelantenoselopodríanimaginar;ynuestrosnietos,queindudablementeveránelLouvreterminado,senegaríanacreerquesemejantebarbariehayasubsistidodurantetreintayseisañosenelcorazóndeParís,frentealPalaciodondetresdinastíashanrecibido,durante estos últimos treinta y seis años, a lo más selecto de Francia y deEuropa.

Desde el postigo que conduce al puente del Carrousel hasta la calle delMuseo,todohombrequehayaestadoenParís,aunquenohayasidomásqueunosdías,sehafijadoenunadocenadecasasconfachadasruinosas,dondelos propietarios descorazonados no hacen ninguna reparación, y que son losrestos de un antiguo barrio en demolición desde el día en que Napoleóndecidió terminar el Louvre. La calle y el callejón del Deanato, he ahí lasúnicas vías interiores de aquel conjunto sombrío y desierto, donde loshabitantes probablemente son fantasmas, ya que nunca se ve a nadie. Elpavimento,muchomás bajo que el de la calzada de la calle delMuseo, seencuentra al nivel del de la calle de Froidmanteau. Enteradas ya por laelevacióndelaplaza,aquellascasasestáncubiertasporlasombraeternaqueproyectanlasgaleríasaltasdelLouvre,ennegrecidasdeesteladoporelvientodelNorte.Las tinieblas,el silencio,elaireglacial, laprofundidadcavernosadelsueloconcurrenahacerdeesascasasespeciesdecriptas,tumbasvivientes.Cuandoa lo largodeesemediobarriomuertopasauncabriolé,ycuando lamiradapenetraenlacallejueladelDeanato,elalmasientefrío,preguntándosequiénpuedevivirallí,quédebepasarallíporlanoche,alahoraenqueestacallejuela se convierte en una caverna de bandidos, y donde los vicios deParís, envueltos en elmanto de la noche, se entregan a locas carreras. Esteproblema,espantosoporsímismo,sehacehorriblecuandosevequeaquellaspretendidas casas están rodeadas por un pantano del lado de la calle deRichelieu,porunocéanodepesadosadoquinespor lapartede lasTullerías,

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pequeños jardinesy siniestrasbarracasdel ladode lasgalerías,y estepasdepiedrasdecanteríaydedemolicionesporlapartedelviejoLouvre.EnriqueIIIy susmeninosquebuscan suscalzas, los amantesdeMargarita enbuscadesuscabezas,debenbailarzarabandasalaluzdelaLunaenaquellosdesiertosdominadosporlabóvedadeunacapillatodavíaenpie,parademostrarquelareligión católica, tan arraigada en Francia, sobrevive a todo. Pronto harácuarenta años que el Louvre grita por todas las bocas de aquellos murosdespanzurrados,deaquellasventanasabiertas:«¡Extirpadesasverrugasdemicara!».Indudablementesehareconocidolautilidaddeesepeligrosopasoylanecesidad de simbolizar en el corazón de París la alianza íntima entre lamiseriayelesplendor,quecaracterizaalareinadelascapitales.Aligualdeestas ruinas frías, en cuyo seno el periódico de los legitimistas adquirió laenfermedad de quemuere, las infames barracas de la calle delMuseo y elrecintodetablasdelosmercaderesallíestablecidos,¡quizáalcancenunavidamáslargaymásprósperaqueladelastresdinastías!

Desde 1823, la modicidad del alquiler de las casas condenadas adesaparecerhabíaatraídoa laprimaBelaparahabitarallí,apesardequeelestadodelbarriolaobligabaaretirarseantesdequecerraselanoche.Porotraparte, aquella necesidad se avenía con la costumbre aldeana por ellaconservadadeacostarseylevantarseconelSol,loqueprocuraalasgentesdelcamponotableseconomíasenelalumbradoyen lacalefacción.Vivía,pues,enunade lascasasa lasque lademolicióndel famosopalacioocupadoporCambaceréshadevueltolasvistasalaplaza.

Enelmomentoenqueelbaróndejóalaprimadesumujerenlapuertadeaquellacasa,diciéndole:«¡Adiós,prima!»,unamujerjoven,pequeña,esbelta,bonita,vestidacongraneleganciayexhalandounescogidoperfume,pasabaentreelcocheylaparedparaentrartambiénenlacasa.Estadamacambió,sinningunaclasedepremeditación,unamiradaconelbarón,tansóloporveralprimo de la inquilina; pero el libertino experimentó esa viva impresión queexperimentan todos los parisienses cuando se tropiezan conuna lindamujerque,comodicenlosentomologistas,realizasudesiderata,yantesdesubiralcoche se puso con prudente lentitud uno de sus guantes, para tomar unaposición y poder seguir con la vista a la joven, cuyo traje veíaseagradablemente balanceado por algo distinto a esos horribles y fraudulentosmiriñaquesdecrinolina.

—He ahí—se decía— unamujercita gentil a quien gustoso haría feliz,puesellameloharíaamí.

Cuando la desconocida hubo llegado al descansillo de la escalera quecorrespondía alpisoprincipal,miró a lapuertade la calle conel rabillodelojo, positivamente sin volverse, y vio al barón clavado en su sitio por laadmiración,devoradoporeldeseoyporlacuriosidad.Eracomounaflorque

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todaslasparisiensesaspiranconagradoalhallarlaasupaso.Ciertasmujeres,esclavas de sus deberes, virtuosas y lindas, vuelven a sus casas bastanteenfadadascuandonohanreunidosuramitoduranteelpaseo.

La joven subió rápidamente la escalera. Pronto una ventana de lahabitación del segundo piso hubo de abrirse, y en ella se mostró, pero encompañíadeunhombrecuyocráneopeladoymiradapocoenojadarevelabanaunmarido.

—¡Qué astutas y espirituales son esas criaturas!…—se dijo el barón—.Asíme indica dónde vive. Es algo demasiado peligroso, sobre todo en estebarrio.Tengamoscuidado.

El director alzó la cabeza cuando hubo subido al milord, y entonces lamujeryelmaridoseretiraronvivamente,comosielrostrodelbarónhubieseproducidosobreelloselefectomitológicodelacabezadeMedusa.

—Diríase que me conocen —pensó el barón—. Entonces todo seexplicaría.

En efecto, cuando el coche hubo remontado la calzada de la calle delMuseo, se inclinóparavolveravera ladesconociday laviootravezen laventana. Avergonzada de verse sorprendida contemplando la capota bajo lacualestabasuadmirador,lajovenseechóvivamentehaciaatrás.

—YosabréquiénesporlaCabra—sedijoelbarón.

ElaspectodelconsejerodeEstadohabíaproducido,comovaaverse,unasensaciónprofundasobrelapareja.

—Es el barón Hulot, el director de mis oficinas —exclamó el marido,abandonandolaventana.

—Oye,Marneffe,¿noesprimasuyalasolteronadeltercerpiso,queviveconunjoven?¡Esraroquenolohayamossabidohastahoy,yporcasualidad!

—¡Vivir con un joven la señorita Fischer!—repitió el empleado—. Esoseránhabladuríasdelaportera…NohablemostanligeramentedelaprimadeunconsejerodeEstadoquehaceydeshaceenelministerio. ¡Mira,vamosacenar,queteestoyesperandodesdelascuatro!

LamuylindaseñoraMarneffe,hijanaturaldelcondeMontcornet,unodeloslugartenientesmáscélebresdeNapoleón,habíasidocasada,medianteunadotedeveintemil francos, conunempleado subalternodelMinisteriode laGuerra. Por la influencia del ilustre teniente general, mariscal de Franciadurantelosseismesesúltimosdesuvida,aquelplumíferohabíallegadoalainesperadaplazadeprimercomisariodesusoficinas;peroenelmomentoenque iba a ser nombrado subjefe, la muerte del mariscal había cortado lasesperanzasdeMarneffeyde sumujer.La exigüidadde la fortunadel señor

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Marneffe,quehabíaagotadoyaladotedelaseñoritaValeriaFortin,oraenelpago de sus deudas como empleado, ora en las compras necesarias para unmozo que pone una casa, pero sobre todo por las exigencias de una lindamujerhabituadaencasadesumadreagocesquenoquisorenunciar,habíanobligadoalmatrimonioarealizareconomíasenelalquiler.

La situación en la calle del Deanato, poco alejada del Ministerio de laGuerraydelcentroparisiense,agradóalosseñoresMarneffe,quedesdehacíacuatroañosvivíanenlacasadelaseñoritaFischer.

El señor don Juan Pablo Estanislao Marneffe pertenecía a esa clase deempleadosqueseresistenalembrutecimientoporesaespeciedepoderquedaladepravación.Aquelhombrecitodelgadodecabellosybarbapocoespesos,caradescolorida,paliducha,másgastadaquearrugada,losojosconpárpadosligeramenteenrojecidosyprovistosdeantiparras,deportemezquinoydemásmezquino talante, realizaba el tipo que cada cual se imagina de un hombrellevadoantelostribunalesporatentadoalascostumbres.

Lahabitaciónocupadaporestematrimonio, tipodemuchosmatrimoniosparisienses,ofrecía lasengañosasaparienciasdeese falso lujoqueen tantosinterioresreina.Enelsalón,losmueblestapizadosconterciopelodealgodónpasado, las estatuitas de yeso simulando el bronce florentino, la araña malcincelada, simplementepintadadecolor, conarandelasdecristal fundido; laalfombra, cuya baratura se explicaba tardíamente, gracias a la cantidad dealgodón introducidapor el fabricante y que se hacía visible a primeravista;todo,desdelascortinasqueoshubiesenhechoverqueeldamascodelananotienetresañosdeesplendor,todoacusabalamiseriacomounpobreandrajosoalapuertadeunaiglesia.

El comedor, mal cuidado por una sola sirvienta, presentaba el aspectonauseabundo de los comedores de los hoteles provincianos; todo estaba allígrasientoymalconservado.

El cuarto del señor, bastante parecido al cuarto de un estudiante,amuebladoconunacamadesolteroyunosmueblesajadosygastadoscomosumismoamo,sóloselimpiabaunavezalasemana.Aquelhorriblecuarto,endondetodoestabatiradoyenelqueloscalcetinessuciospendíandesillasde crin desfundadas, cuyas flores reaparecían dibujadas por el polvo,anunciaban bien claramente al hombre que siente indiferencia por su hogar,quevivefuera,entregadoaljuego,enloscafésoporotraspartes.

Elcuartodelaseñoraeraunaexcepciónenmediodeladegradanteincuriaque deshonraba la habitación oficial, donde las cortinas eran amarillas porcausadelpolvoydelhumo,ydondeelniño,evidentementeabandonadoasímismo, dejaba sus juguetes tirados por todas partes. Situados en el ala queunía,porunapartesólo,lacasaedificadaenlaparteanteriordelacalleconel

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cuerpo de edificio adosado al fondo del patio de la propiedad vecina, eldormitorio y el tocador de Valeria, elegantemente tapizados de sarga, conmueblesdepalisandroyalfombrademoqueta,denotabanlapresenciadeunamujer bonita y, digámoslo casi de la mujer entretenida. Sobre el tapete deterciopelo de la chimenea se alzaba el reloj entonces de moda. Veíase unpequeñoDunkerquebastantebienguarnecido,varias jardinerasdeporcelanachinalujosamentemontadas.Lacama,eltocador,elarmariodeluna,elvisàvis,lasobligadasbaratijasquedemostrabanloscaprichosylasfantasíasdelaépoca.

Aunquetodofuesedetercerordenencuantoariquezayelegancia,aunquetododatasedetresañosantes,unpetimetrenohubiesepodidodecirotracosasinoqueaquellujoestabaimpregnadodeburguesía.Elarte,ladistinciónqueresultadelascosasqueelgustosabeapropiarse,faltabanallíenabsoluto.Undoctor en ciencias sociales hubiese reconocido al amante en algunas deaquellas futilidadesdebisutería ricaquenopuedenprovenirmásquedeesesemidiós,siempreausenteysiemprepresenteenunamujercasada.

La comida que hicieron el marido, la mujer y el niño, aquella comidaretrasada cuatro horas, hubiese explicado la crisis financiera que aquellafamiliapadecía,pueslamesaeseltermómetromássegurodelafortunaenloshogaresparisienses.Unasopadehierbashechaconcaldodejudías,unpedazode ternera conpatatas, inundadode agua roja en lugarde salsa; unplatodejudías y cerezas de calidad inferior, todo ello servido y comido en platos yfuentes cascados, con los cubiertos poco sonoros y tristes demetal, ¿era unbanquete digno de aquella lindamujer? El barón hubiese llorado si hubierasidotestigodeella.Lasgarrafasempañadasnobastabanaocultarelfeocolordelvino, tomadopor litrosen la tiendade laesquina.Lasservilletasservíanhacía una semana. En fin, todo denotaba una miseria sin dignidad, laindiferencia de la mujer y la del marido con respecto a la familia. Elobservador más vulgar se habría dicho, viéndoles, que aquellos dos sereshabían llegado a ese funesto momento en que la necesidad de vivir hacebuscarunafeliztruhanería.

LaprimerafrasequeValeriadijoasumaridova,porotraparte,aexplicarelretrasoquehabíasufridolacena,debidoprobablementealinteresadoapegodelacocinera.

—Samanon no quiere aceptar tus letras de cambiomás que al cincuentaporciento,ypidecomogarantíaunahipotecasobretusueldo.

Lamiseria,secretaaúnencasadeldirectordelaGuerrayqueteníacomobiombounsueldodeveinticuatromilfrancos,sincontarlasgratificaciones,encasadelempleadohabía,pues,llegadoalúltimoperíodo.

—Hashechoamidirector—dijoelmarido,mirandosumujer.

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—Asícreo—respondióellasinasustarsedeaquellapalabratomadadelajergadeentrebastidores.

—¿Qué va a ser de nosotros?—repuso Marneffe—. El propietario nosembargarámañana. ¡Y tu padre, que tiene la ocurrencia demorir sin hacertestamento! La verdad es que esas gentes del Imperio se creen todasinmortalescomosuemperador.

—¡Pobrepadremío!—dijoella—.Noteníamáshijaqueyoymequeríamucho.Lacondesahabráquemadoeltestamento.¿Cómoibaaolvidarme,él,quedetiempoentiempomedabatresocuatrobilletesdemilfrancosalavez?

—Debemoscuatroplazos,oseamilquinientosfrancos;¿losvalennuestrosmuebles?Thatisthequestion!,hadichoShakespeare.

—Mira, adiós, gatitomío—dijo Valeria, que no había tomadomás quealgunostrozosdeternera,cuyojugohabíaextraídolacriadaparaunvalientesoldadoregresadodeArgel—.¡Agrandesmales,grandesremedios!

—Valeria, ¿dónde vas? —exclamó Marneffe, cortando a su mujer elcaminodelapuerta.

—Voyaveranuestrocasero—respondióella,arreglandosuscabellos,quebrotabandebajodesu lindosombrero—.Túdebierasponerteabienconesasolterona,todavezqueesprimadeldirector.

La ignorancia en que están los inquilinos de una misma casa de susrecíprocas situaciones sociales es uno de los hechos constantes que mejorpintanelatractivode lavidaparisiense;peroes fácildecomprenderqueunempleadoquevatodoslosdíasmuydemañanaasuoficina,quevuelveasucasa para comer, que sale todas las tardes, y que unamujer entregada a losplaceresdeParíspuedannosabernadadeunasolteronaalbergadaeneltercerpiso,enelfondodelpatiodesucasa,sobretodocuandoestasolteronatienelascostumbresdelaseñoritaFischer.

Sabelaeralaprimeradelacasaenirabuscarlaleche,elpanyelcisco,sinhablar a nadie, y se acostaba con el Sol; jamás recibía cartas ni visitas ytampoco frecuentaba a las vecinas.Era la suyaunade esas vidas anónimas,entomológicas,comolashayenalgunascasas,dondealcabodecuatroañossesabequeenelcuartopisoexisteunancianoquehaconocidoaVoltaire,aPilastredeRosier,aBeaujon,aMarcel,aMolé,aSofíaArnould,aFranklinya Robespierre. Lo que los señores Marneffe acababan de decir acerca deSabela Fischer lo habían sabido a causa del aislamiento del barrio y de lasrelaciones que su apurada situación había establecido entre ellos y losporteros, con cuya amistad procuraban contar, por la cuenta que les tenía.Ahora bien; la altivez, el mutismo, la reserva de la solterona habíanengendradoentrelosporteroseserespetoexagerado,esasrelacionesfríasque

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denotan el oculto descontento en el inferior. Los porteros creíanse, por otraparte, en su clase, como dicen en el Palacio, iguales a un inquilino cuyoalquilereradedoscientoscincuentafrancos.SiendociertaslasconfidenciasdelaprimaBelaasuprimitaHortensia,podíacomprendertodoelmundoquelaportera, en las conversaciones íntimas con los Marneffe, había podidocalumniaralaseñoritaFischer,creyendosimplementequemurmurabadeella.

CuandolasolteronarecibiólapalmatoriademanosdelarespetableseñoraOlivier,laporteraseadelantóparaversilasventanasdelaguardillaquehabíaencimadesuhabitaciónestabaniluminadas.Enjulio,yaaquellahora,estabaelpatiotanoscuroquelasolteronanopodíaacostarsesinluz.

—¡Oh!Estéustedtranquila.ElseñorSteinbockestáencasa,nisiquierahasalido—dijomaliciosamentelaseñoraOlivieralaseñoritaFischer.

La solteronano respondiónada, pues en esto seguía aún siendo aldeana,burlándosedelquédiránde lasgentesqueestabanpordebajodeella;ydelmismomodoquelosaldeanosnovenmásquesualdea,ellanosepreocupabasinode laopinióndelpequeñocírculoenmediodelcualvivía.Subió,pues,resueltamente,noasuhabitación,sinoaaquellaguardilla.Heaquíporqué.Alospostreshabíametidoensusaquitofrutasygolosinasparasunovio,eibaadárselas, enteramente lo mismo que una solterona lleva una golosina a superro.

Encontró,trabajandoalaluzdeunalamparillacuyaclaridadseaumentabapasandoatravésdeunglobodecristalllenodeagua,alhéroedelossueñosdeHortensiaunjovenpálidoyrubio,sentadoanteunaespeciedebancocubiertode herramientas de cincelador, de cera roja, de cinceles, de pedestales y decobresfundidossobreelmodelo,vestidoconunablusayteniendounpequeñogrupo de cera para modelar, que contemplaba con la atención de un poetaabsortoensutrabajo.

—Tome, Wenceslao, mire lo que le traigo —dijo ella, colocando supañuelosobreunrincóndelbanco.

Despuésabriósusaquitoysacóconprecauciónlasgolosinasylasfrutas.

—Esustedmuybuena,señorita—respondióelpobredesterradoconunavoztriste.

—Estolerefrescará,pobrehijomío.Ustedsecalientalacabezatrabajandodeesemodo,ynohanacidoparatanrudooficio.

WenceslaoSteinbockmiróalasolteronaconaireasombrado.

—Comausted—exclamóellabruscamente—,en lugardecontemplarmecomoaunadeesasfigurasquetantoleagradan.

Alrecibiraquellaespeciedegolpeenpalabras,elasombrodeljovencesó,

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pues reconoció entonces a su mentor hembra, cuya ternura le sorprendíasiempre, de tal modo como estaba acostumbrado a ser tratado con rudeza.Aunque Steinbock tuviese veintinueve años, parecía, como algunos rubios,tenercincooseisañosmenos;yalveraquellajuventud,cuyafrescurahabíacedidobajolasfatigasylasmiseriasdeldestierro,unidaaaquellacarasecaydura,sehabríacreídoquelaNaturalezasufrieraunengañoaldarleselsexo.Eljoven se levantó y fue a tumbarse sobre un viejo sofáLuisXV, cubierto deterciopelodeUtrechamarillo,cualsideseasedescansar.Entonceslasolteronatomóunaciruelaclaudiayselapresentócariñosamenteasuamigo.

—Gracias—dijoéstetomandolafruta.

—¿Estáustedcansado?—preguntóella,dándoleotrafruta.

—Noestoycansadodeltrabajo,sinodelavida—respondió.

—¡Vaya unas ideas! —repuso ella con una cierta acritud—. ¿No tieneusted un genio bueno que vela por su persona?—añadió, ofreciéndole lasgolosinasyviéndoselascomercongusto—.Mire,mientrascomíaencasademiprimahepensadoenusted.

—Yasé—dijo,dirigiendoaSabelaunamiradacariñosaytristealavez—que a no ser por usted, hace ya tiempo que no viviría; pero mi queridaseñorita,losartistasnecesitandistracciones…

—¡Ah! ¡Ya estamos así! —exclamó, interrumpiéndole, poniendo losbrazos en jarras y fijando en él sus chispeantes ojos—. ¿Quiere usted ir aperdersusaludenlasinfamiasdeParís,comotantosobrerosqueacabanporira morir al hospital? No, no; haga usted primero una fortuna, hijo mío, ycuando tenga rentas se divertirá, pues entonces tendrá con qué pagar a losmédicosylosplaceres,siendocomoestanlibertino.

Alrecibiraquellaarremetida,acompañadademiradasqueleinundabandeunallamamagnética,WenceslaoSteinbockbajólacabeza.Silamásmordazmaledicencia hubiese podido ver el comienzo de aquella escena, habríareconocidodesdeluegolafalsedaddelascalumniaslanzadasporlosespososOliviercontra laseñoritaFischer.Todo, losacentos, losgestosy lasmiradasde aquellos seres, acusaba la pureza de su vida secreta. La solteronadesplegabalaternuradeunamaternidadbrutal,peropositiva.Eljovensufríacomo un hijo respetuoso la tiranía de una madre. Aquella extraña alianzaparecía ser el resultado de una voluntad poderosa, obrando incesantementesobreuncarácterdébil, sobreesapeculiar inconsistenciade loseslavosque,desplegando un valor heroico en los campos de batalla, dan pruebas de unincreíble desorden en su conducta, de una blandura moral cuyas causasdeberíanestudiarlosfisiólogos,yaquelosfisiólogossonalapolíticaloquelosentomólogosalaagricultura.

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—¿Ysimueroantesdeserrico?—preguntómelancólicamenteWenceslao.

—¡Morir!—exclamó la solterona—. ¡Oh!No le dejaríamorir.Yo tengovidaparalosdos,ysifuesenecesario,ledaríamisangre.

Aloíraquellaexclamaciónviolentaeingenua,laslágrimashumedecieronlospárpadosdeSteinbock.

—No se entristezca usted, mi pequeño Wenceslao —repuso Sabela,conmovida—.Mire,creoqueamiprimaHortensialehaparecidomuybonitosu sello. Vamos, yo haré que venda usted bien su grupo de bronce, y asíquedará en paz conmigo… ¡Hará usted lo que quiera, será libre! ¡Vamos,ríase!…

—No estaré nunca en paz con usted, señorita —respondió el pobredesterrado.

—¿Porquéno?—preguntólaaldeanadelosVosgos,fingiendoponersedepartedellivonioyencontradesímisma.

—¡Porqueustednosolamentemehaalimentado,mehaalbergadoymehacuidadoenlamiseria,sinoqueademásmehafortalecido!Mehahechoserloquesoy,hasidoavecesduraconmigo,mehahechosufrir…

—¿Yo? —dijo la solterona—. ¿Va usted a empezar de nuevo con sustonteríasacercade lapoesíayde lasartes,haciendocastañetear losdedosyextendiendolosbrazoscomounlocoparahablardesuhermosoidealydesuslocurasdelNorte?¡Lobellonovaletantocomolosólido,ylosólidosoyyo!¿Ustedtieneideasenelcerebro?¡Magnífico!Yotambiéntengoideas…¿Dequésirveloquesetieneenelalmasinosesacadeelloningúnpartido?Losquetienenideasnoestán,pues,másadelantadosquelosquenolastienensiéstossabenmoverse…Enlugardepensarensussueños,esprecisotrabajar.¿Quéhahechousteddesdequemehemarchado?…

—¿Quéhadichosubonitaprima?

—¿Quiénlehadichoaustedqueesbonita?—preguntóvivamenteSabela,conunacentodonderugíanunoscelosdetigre.

—Ustedmisma.

—Sí,selodijeparaverlacaraqueponía.¿Tieneustedganasdecorrertrasde las faldas? Pues bien, fúndalas usted, produzca sus deseos en bronce;porqueaúntendráquepasarsealgúntiemposinamoríos,ysobretodosinmiprima,queridomío…Éstenoesmanjarparasuboca;ellanecesitaunhombredesesentamilfrancosderenta,yyalohaencontrado…Pero¡cómo!¿Estálacamasinhacer?—dijomirandoatravésdelotrocuarto—.¡Oh!Pobregatitomío,lehetenidoolvidado…

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Diciendo esto, la vigorosa joven se desembarazó de sus guantes, de susombreroydesumanteleta,ycomounacriada,hizoenuninstantelacamitadecolegialdondedormíaelartista.Aquellamezcladebrusquedad,derudezay aun de bondad puede dar una explicación del imperio que Sabela habíaadquiridosobreaquelhombre,aquienconsiderabacomounacosasuya.¿Nonosatraelavidaporsusalternativasdebuenoydemalo?Siellivoniohubiesetopado con la señora Marneffe en lugar de dar con Sabela Fischer, habríaencontradoensuprotectoraunacomplacenciaque lehubieseconducidoporalguna senda cenagosaydeshonrosa en la que se habría perdido.Nohabríatrabajado y, por consiguiente, el artista no habría brotado. Así es que, almismotiempoquedeplorabalaásperaavidezdelasolterona,larazónledecíaquedebíapreferiraquellazodehierroalaperezosaypeligrosaexistenciaquellevabanalgunosdesuscompatriotas.

Heaquílascausasaqueeradebidoelenlacedeaquellaenergíafemeninaydeaquelladebilidadmasculina,especiedecontrasentidoque,segúnparece,esbastantefrecuenteenPolonia.

En 1833, la señorita Fischer, que a veces trabajaba por la noche cuandoteníamuchoquehacer,sintió,aesodelaunadelamadrugada,unfuerteolordeácidocarbónicoyoyólasquejasdeunmoribundo.Elolordelcarbónyelestertor de la agonía provenían de una guardilla situada encima de los doscuartosdequesecomponíasuhabitación;supusoqueunjovenreciénllegadoalacasa,yquesehabíaalojadoenaquellaguardilla,desalquiladahacíatresaños,seestabasuicidando.Subiórápidamente,hundiólapuertaconsufuerzade lorenesayencontróal inquilinoretorciéndosesobresucatreenmediodelasconvulsionesdelaagonía.Apagóelbrasero.Abiertalapuerta,renovóseelaireyeldesterradoquedósalvado;después,cuandoSabelalohuboacostadocomoaunenfermo,alverlodormido,pudoreconocerlascausasdelsuicidioen la absoluta desnudez de los dos cuartos de aquella guardilla, donde noexistíamásqueunamalamesa,elcatreydossillas.

Sobrelamesahabíaesteescrito,queleyó:

SoyelcondeWenceslaoSteinbock,nacidoenPrelie,Livonia.

Que no se acuse a nadie demimuerte, pues las razones demi suicidioestánencerradasenestaspalabrasdeKosciusko:FinisPoloniae.

El sobrino segundo de un valeroso general deCarlosXII no ha queridomendigar.Midébilconstituciónmeimpedíaelserviciomilitar,yayervielfinde los cien táleros con que he venido de Dresde a París. Dejo veinticincofrancosenelcajóndeestamesaparapagarelalquilerquedeboalpropietario.

Como no tengo parientes, mi muerte no interesa a nadie. Ruego a miscompatriotas que no acusen al Gobierno francés, pues no me he dado a

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conocer como refugiado, no he pedido nada, no he encontrado a ningúndesterradoynadiesabequevivoenParís.

Habrémuertoanimadoporpensamientoscristianos.¡QueDiosperdonealúltimodelosSteinbock!

Wenceslao.

La señorita Fischer, excesivamente conmovida ante la probidad delmoribundo,quepagabasualquilerantesdematarse,abrióelcajónyvio,enefecto,cincomonedasdecincofrancos.

—¡Pobre joven! —exclamó—. ¡Y no hay nadie en el mundo parainteresarseporél!

Bajóenseguidaasuhabitación,tomósulaboryvolvióatrabajaraaquellaguardilla,velandoalpobrelivonio.Fácilmentesepodrájuzgarelasombrodeldesterrado cuando al despertar vio a una mujer a la cabecera de su cama.Creyóquecontinuabasusueño.Almismotiempoquehacíacordonesdeoropara un uniforme, la solterona se había prometido proteger a aquel pobremuchacho, aquienhabíaadmiradomientrasdormía.Cuandoel jovencondeestuvocompletamentedespejado,Sabela leanimó, interrogándoleparasabercómopodríahacerleganarselavida.Wenceslao,despuésdehaberlecontadosuhistoria,añadióquehabíadebidosuplazaasureconocidavocaciónporlasartes; siempre se había sentido con disposición para la escultura; pero eltiemponecesarioparalosestudioslepareciódemasiadolargoparaunhombresindinero,yenaquelmomentosesentíademasiadodébilparadedicarseaunoficiomanualoparaemprenderlaesculturaengrande.EstaspalabrasfuerongriegoparaSabelaFischer.Nodejóde responderle a aquel desgraciadoqueParís ofrecía tantos recursos, que un hombre de buena voluntad siempreencontraba medios de vivir. Las gentes de corazón no perecían cuandoprocurabanobrarconciertapaciencia.

—Yo no soy más que una pobre muchacha, una aldeana, y he sabidocrearmeunaposiciónindependiente—yagregóparaterminar—:Escúcheme.Si usted se decide seriamente a trabajar, tengo algunas economías y le irédandotodoslosmeseseldineronecesarioparavivir,peroestrictamenteparavivir,noparahacerelcalavera,niparacorretear…EnParíssepuedecomerpor cinco reales diarios, y yo le haré su almuerzo con el mío todas lasmañanas. Además amueblaré su cuarto y pagaré las enseñanzas que creanecesarias.Ustedmedarágarantíasdeldineroqueyovayagastandoporusted,ycuandoseaustedricomelodevolverátodo.Perosiustednotrabaja,nomeconsiderarécomprometidaanada,yleabandonaré.

—¡Ah!—exclamóeldesgraciado,quesentíaaúnlaamarguradesuprimerabrazocon lamuerte—.Losdesterradosde todos lospaíses tienen razónen

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tendersusbrazosaFrancia,comolasalmasdelpurgatorioalparaíso.¿Enquénacióncomoenésta se encuentran socorrosy corazonesgenerosos en todaspartes, hasta en una guardilla? ¡Mi querida bienhechora, usted lo será todoparamí,yoserésuesclavo!Seaustedamigamía—añadió,haciendounadeesasdemostracionescariñosastancomunesenlospolacosyquecontribuyenaqueselesacuseinjustamentedeserviles.

—¡Oh!No;yosoydemasiadocelosayleharíadesgraciado;peroserécongustoalgoasícomosucompañera—repusoSabela.

—¡Oh!Sisupieseustedconquéardorllamabayoaunacriaturacualquieraquemequisiese,aunquefueseuntirano,cuandoluchabaabrazopartidoenelvacíodeParís—repusoWenceslao—.YoechabademenosSiberia,adondeelemperadormeenviaríasivolvieseamipatria.Seaustedmiprovidencia…Yotrabajaré,serémejordeloquesoy,aunquenohayasidonuncamalmuchacho.

—¿Haráustedtodoloqueyolediga?—preguntóella.

—Sí.

—Puesbien;letomoaustedporhijo—respondiólasolteronaalegremente—. Heme ya con un muchacho que acaba de salir de la tumba. Vamos,empecemos.Yovoyabuscarmisprovisiones, usted seviste, y cuandooigaque doy golpes en el techo con el mango de la escoba, vendrá usted aparticipardemialmuerzo.

Al día siguiente la señorita Fischer tomó informes en casa de losfabricantesparaquienestrabajabaacercadelaprofesióndeescultor.AfuerzadepreguntarlogródescubrireltallerdeFlorentyChanor,casaespecialdondesefundíanycincelabanlosbroncesricosylosserviciosdeplatadegranlujo.AllíllevóaSteinbockencalidaddeaprendizescultor,proposiciónqueparecióextraña,yaqueallísefundíanlosmodelosdelosartistasmásfamosos,perono se enseñaba a esculpir. La persistencia y la testarudez de la solteronalograroncolocarasuprotegidocomodibujantedeadornos.Steinbocknosólosupo en seguida modelarlos, sino que los inventó nuevos, pues tenía granvocación.Cincomesesdespuésdehaberacabadosuaprendizajedecinceladortrabóconocimiento conel famosoStidmann, elprincipal escultorde la casaFlorent.AlcabodeveintemesesWenceslaosabíamásquesumaestro;peroentreintameses las economías reunidas por la solterona durante dieciséis añosviéronse agotadas por completo. ¡Dos mil quinientos francos en oro! Unasumaqueellapensabacolocarainterésyqueestabarepresentada,¿porqué?,porlaletradecambiodeunpolaco.Porestarazón,Sabelatrabajabaenaquelmomentocomoensujuventud,afindeatenderalosgastosdellivonio.Perocuandovioentresusmanosunpapelenlugardelasmonedasdeoro,perdiólacabezayfueaconsultaralseñorRivet,quedesdehacíaquinceañossehabíaconvertidoenelconsejerodesuprimeraymáshábilobrera.Alsaberaquella

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aventura, el señor y la señora Rivet riñeron a Sabela, la trataron de loca,criticaron a los refugiados, cuyas andanzas para llegar a ser una nacióncomprometíanlaprosperidaddelcomercioylapaz,yanimaronalasolteronaaqueseprocuraseloquesellamaentérminoscomercialesunagarantía.

—Laúnicagarantíaqueesemocitopuedeofrecerleessulibertad—dijoelseñorRivet.

DonAquilesRiveterajuezenelTribunaldeComercio.

—Yafequenoesningunabromalacárcelpordeudasparalosextranjeros—repuso—.Unfrancéspermanececincoañosenlacárcelydespuéssaledeellasinhaberpagadolasdeudas;esverdad,porqueyanoseveapremiadomásqueporsuconciencia,quesueledejarletranquilo;perounextranjeronosalejamásdelacárcel.Demeustedsuletradecambio,endóselaanombredemitenedor de libros, quien la hará protestar; les perseguirá a los dos, obtendrácontradictoriamenteunjuicioquedecretaráellibramiento,ycuandotodoestéenreglalefirmaráaustedunacontraletra.Obrandoasí,losinteresescorrerán,¡ytendréissiempreunapistolacargadacontrasupolaco!

La solterona dejó ponerse en regla sus cosas, advirtiendo a su protegidoque no le preocupase aquel procedimiento, hecho únicamente para dargarantías a un usurero que consentía en adelantarle algún dinero. LaestratagemaeradebidaalgenioinventivodeljuezdelTribunaldeComercio.Elinocenteartista,ciegoporsuconfianzaensubienhechora,encendiósupipacon lospapeles timbrados,pues fumaba, como todos losque tienenpenasoenergías que adormecer. Un buen día el señor Rivet hizo ver a la señoritaFischerundocumento,diciéndole:

—Tieneusteda suWenceslaoSteinbockatadodepiesymanos,yde talmodo, que en veinticuatro horas puede usted hacer que le alojen en Clichyparaelrestodesuvida.

Aquel digno y honrado juez de comercio experimentó aquel día lasatisfacción que debe producir la certidumbre de haber cometido una malanuevaacción.Labeneficencia tiene tantasmanerasdemanifestarseenParís,queestasingularexpresiónrespondeaunadesusvariaciones.Unavezcogidoel livonioentre las redesdelprocedimientocomercial, tratábasede lograrelpago,pueselnotablecomercianteconsiderabaaSteinbockcomounestafador.Elcorazón,laprobidadylapoesíaeranenlosnegocios,segúnsumaneradever, siniestros. Rivet, por interés de la pobre señorita Fischer, que según éldecía,habíasigoengañadaporunpolacocomounapava,fueaveralosricosfabricantes de cuya casa acababa de salir Steinbock.Ahora bien; secundadopor los notables artistas de la platería parisiense ya citados, Stidmann, quehacía llegar el arte francés a la perfección que tiene ahora y que le permitelucharconlosflorentinosyelRenacimiento,encontrábaseeneldespachode

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ChanorcuandoelbordadorfueapedirinformesacercadelllamadoSteinbock,unrefugiadopolaco.

—¿Por quién dice usted el llamadoSteinbock?—exclamó burlonamenteStidmann—. ¿Por casualidad es un joven livonio que yo he tenido comodiscípulo?Puessepausted,señor,queesungranartista.Dicenqueyomecreoeldiablo;puesbien,esepobremozoignoraquepuedeconvertirseenundios.

—¡Ah!—dijoRivetconsatisfacción.

Despuésrepuso:

—Aunque usted hable con cierta brusquedad a un hombre que tiene elhonordeserenelTribunaldelSena…

—Dispensad,cónsul…—interrumpióStidmann,llevándoseeldorsodelamanoalafrente.

—Mesatisfacemucho—continuóel juez— loqueustedacabadedecir.¿Demodoqueesemuchachopodráganardinero?…

—Evidentemente—dijo el viejo Chanor—; pero es preciso que trabaje;algunohubierareunidoyasisehubiesequedadoennuestracasa.¿Quéquiereusted?Losartistastienenhorroraladependencia.

—Porque tienen conciencia de su valer y de su dignidad —respondióStidmann—. Yo no critico a Wenceslao porque vaya solo, porque trate dehacerseunhombreydellegaraserungranhombre,¡estáensuderecho!Sinembargo,¡yobienheperdidoalabandonarme!

—Heahí—exclamóRivet—,heahílaspretensionesdelosjóvenesalsalirdel huevouniversitario…Pero ¿porquéno empiezanpor crearseuna renta,paradespuésbuscarlagloria?

—¡Porque recogiendoescudos seechanaperder lasmanos!—respondióStidmann—.Alaglorialecorrespondetraernoslafortuna.

—¡Quéquiereusted!—dijoChanoraRivet—.Noselespuedeatar.

—¡Secomeríanelronzal!—replicóStidmann.

—Todosestosseñores—dijoChanor,mirandoaStidmann—tienentantasfantasíascomotalento.Derrochanatrozmente,tienenqueridas,tiraneldineropor la ventana, nunca tienen tiempo para hacer sus trabajos, descuidan susencargos; así se da el caso de que obreros que no valen lo que ellos seenriquecen.Después sequejande losmalos tiempos,mientrasque si fuesenaplicadostendríanmontesdeoro…

—AncianopadreLumignon—dijoStidmann—,mehaceustedelefectodeaquellibrerodeantesdelaRevolución,quedecía:«¡Ah!Siyopudiesetenera

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Montesquieu,VoltaireyRousseau,bienmiserables,enmismanos,yguardarsuspantalonesenunacómoda,¡québuenoslibrosmeescribirían,conlosqueyo haría una fortuna!». Si se pudiesen forjar obras hermosas tan fácilmentecomo clavos, las harían los comisionistas… ¡Deme usted mil francos ycállese!

El sencilloRivet volvió encantado a ver a la pobre señoritaFischer, quecomíaensucasatodosloslunesyaquienseguramenteencontraríaallí.

—Si puede usted hacerle trabajar —dijo— será usted más feliz quejuiciosa, siendo reembolsada en sus intereses, en sus gastos y en su capital.Ese polaco tiene talento y puede ganarse la vida; pero enciérrele suspantalonesysuszapatos,impídaleustediralaCabañayalbarriodeNuestraSeñoradeLoreto,téngaleatado.Sinestasprecaucionessuescultorcallejeará,yustednosabeloquelosartistasllamancallejear…¡Quéhorrores!Acabodesaberqueunbilletedemilfrancosselesvaenunsolodía.

Este episodio ejerció una influencia terrible en la vida interior deWenceslaoydeSabela.Labienhechoramojóelpandeldesterradoenelajenjodelosreprochescuandoviocomprometidossusahorrosyloscreyóperdidos.La buena madre se convirtió en una madrastra, amonestó a aquel pobremuchacho,lotorturó,reprochándoleporquenotrabajababastanteaprisayporhaberescogidounaprofesióndifícil.Nopodíacreerquelosmodelosenceraroja, las figuritas, los proyectos de ornamentos, los ensayos pudiesen tenervalor. Pronto, arrepentida de sus durezas, trataba de borrar sus huellas concuidados, con dulzuras y con atenciones. El pobre muchacho, después dehaberselamentadoporencontrarsebajoladependenciadeaquellafuriaybajoeldominiodeunaaldeanadelosVosgos,estabamaravilladodelosmimosyde aquella solicitud maternal, enamorada únicamente de lo físico, de lomaterial de la vida. El polaco obró como unamujer que perdona losmalostratamientos de una semana a causa de las caricias de una fugitivareconciliación.Deestemodo la señoritaFischer tuvo sobre aquella almaunimperio absoluto. El amor del dominio, que existía en germen en aquelcorazóndesolterona,sedesarrollórápidamente.Pudosatisfacersuorgulloysu necesidad de acción: ¿no tenía una criatura suya a quien reñir, a quiendirigir,aquienadularyaquienhacerfelizsintemoraningunarivalidad?Lobueno y lomalo de su carácter se ejercieron, pues, por partes iguales. Si avecesmartirizabaalpobreartista,teníaencambiodelicadezassemejantesalagraciade las florescampestres;Wenceslaoestabasegurodequeellagozabaviendoquenadalefaltabayquehubiesedadolavidaporél.Comotodaslasdamashermosas,elpobremuchachoolvidabaelmalylosdefectosdeaquellamuchacha que, por otra parte, le había contado su vida para excusar sucarácter salvaje, y nunca recordaba más que los beneficios. Un día lasolterona, desesperada porqueWenceslao se había ido a paseo en lugar de

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trabajar,learmóunescándalo.

—Usted me pertenece —le dijo—. Si es usted hombre honrado debeprocurardevolvermecuantoantesloquemedebe.

Elhidalgo,quesintióencenderseenéllasangredelosSteinbock,sepusopálido.

—¡Diosmío!—dijoella—.Muyprontonosveremosreducidosalosseisrealesqueganoyo,unapobremujer.

Losdos indigentes, irritadospor elduelode ladisputa, se animaronunocontra otro; y entonces el pobre artista reprochó por primera vez a subienhechoraelhaberlearrancadodelamuerteparadarleunavidadeforzado,peorquelanada,dondealmenossedescansaba—dijo—.Ylehablódehuir.

—¡Huir!—exclamólasolterona—.¡Ah!ElseñorRivetteníarazón.

Y le explicó al polaco cómo en veinticuatro horas podía hacer que leencarcelasen para el resto de sus días. Aquello fue un mazazo. Steinbocksumióseenunanegramelancolíayenunmutismoabsoluto.Aldíasiguiente,porlanoche,Sabelaoyópreparativosdesuicidioenelcuartodesuprotegido,seapresuróasubiryentrególelaletrayunreciboenregla.

—¡Tengausted,hijomío,perdóneme!—ledijocon losojoshúmedos—.Seafeliz,déjeme;yoleatormentodemasiado;perodígamequepensaráalgunavezen lapobremuchachaque lepusoensituacióndeganarse lavida. ¡Quéquiere!Ustedes la causademismaldades;yopuedomorir, ¿yqué seríadeusted sin mí?… He aquí la razón de la impaciencia que tengo por verlefabricarobjetosquepuedanvenderse.Yonolepidomidineropormí,quitedeahí. Tengo miedo a esa pereza que usted llama meditación, de susconcepciones,quelerobantantashorasdurantelascualespasaustedeltiempomirando al techo, y quisiera que hubiese usted contraído la costumbre deltrabajo.

Aquellaspalabrasfuerondichasconunacento,conunamiradayconunaactitud,yacompañadasdetantaslágrimas,queconmovieronalartista,elcualcogióasubienhechora,laestrechócontrasucorazónylabesóenlafrente.

—Guarde usted esos documentos —le respondió con una especie dealegría—. ¿Para qué me ha de meter usted en Clichy? ¿No estoy aquíaprisionadoporelagradecimiento?

Esteepisodiodesuvidacomúnysecreta,ocurridoseismesesantes,habíahecho producir aWenceslao tres cosas: el sello que guardaba Hortensia, elgrupo expuesto en casa del anticuario y un admirable reloj que acababa enaquelmomento,puesestabarevisandolosúltimosdetallesdelmodelo.

Aquelrelojrepresentabalasdocehoras,admirablementecaracterizadaspor

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docefigurasdemujerarrastradasenunadanzatanlocaytanrápida,quetresamores,subidossobreunmontóndefloresydefrutas,nopodíandetenerasupasomásquealahoradelasdocedelanoche,cuyaclámideaparecíarotaenlasmanos del amormás atrevido.Este asunto descansaba sobre un pedestalredondo, de admirable ornamentación, en el que se agitaban animalesfantásticos.Lahoraestabaindicadaenunabocamonstruosaquebostezaba,ycada hora era un símbolo afortunadamente imaginado que caracterizaba lasocupacioneshabitualesdeldía.

Ahora es fácil comprender la especie de apego extraordinario que laseñoritaFischerhabíaconcebidoporsulivonio;deseabaverlefeliz,viéndole,por el contrario, decaído y enervado en su guardilla. La lorenesa cuidaba aaquel niño con la ternura de unamadre, con el celo de unamujer y con elingeniodeundragón;asíesquesearreglabademodoquenopudiesehacerningunalocura,niningunacalaverada,teniéndolesiempresindinero.Hubieraqueridoconservarasuvíctimayasucompañeroparaellasola,juiciosocomoalafuerzaera,sincomprenderlabarbariedeaqueldeseoinsensato,puesellahabíaseacostumbradoatodaslasprivaciones.AmabalobastanteaSteinbockparanocasarseconélyloqueríademasiadoparacedérseloaotramujer;nosabíaresignarseanosermásquemadreysesentíacomolocacuandopensabaen representar otro papel. Estas contradicciones, aquellos celos feroces,aquella dicha de poseer a un hombre, todo influía poderosamente en elcorazóndeaquellasolterona.Enamorada realmentedesdehacíacuatroaños,acariciaba la loca esperanzadehacerdurar aquellavida inconsecuentey sinfinalidad, cuya persistencia habría de causar la pérdida de aquel a quienllamabasuhijo.Estaluchaentresusinstintosysurazónlavolvíaninjustaytiránica. Vengábase en aquel muchacho de no ser joven, ni bella, ni rica;despuésdecadavenganzareconocíasusculpasporsímismayseentregabaahumillacionesyternurasinfinitas.Noconcebíaelsacrificioporsuídolohastadespués de haberle hecho reconocer su poder a hachazos. Era aquello, ensuma,LaTempestad,deShakespeare,invertida:CalibándueñodeArielydePróspero. En cuanto a este desgraciado joven, de pensamientos elevados,meditativo, inclinado a la pereza, dejaba ver en los ojos, como los leonesenjaulados del Jardín de Plantas, el desierto que su protectora hacía en sualma.EltrabajoforzadoqueSabelaexigíadeélnosatisfacíalasnecesidadesdesucorazón.Suaburrimientoseconvertíaenunaenfermedadfísica,ymoríasin poder pedir, sin saber procurarse el dinero a veces necesario para unalocura.Durante ciertos días de energía, en que la sensación de su desgraciaaumentaba su exasperación, miraba a Sabela como debe mirar las aguassalitrosas un viajero sediento que cruza una costa árida. Aquellos frutosamargosdelaindigenciaydeaquellareclusiónenParíseransaboreadosporSabela como placeres. Preveía también ella, con terror, que lamás pequeñapasiónpodríaprivarledesuesclavo.Avecesreprochábase,cuandoobligaba

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consutiraníaysusreprochesaaquelpoetaaconvertirseenungranescultordepequeñeces,dehaberleproporcionadolosmediosdepodersepasarsinella.

Aldíasiguienteestastresexistencias,tandiversasyrealmentemiserables,la de una madre desesperada, la del matrimonio Marneffe y la del pobredesterrado,debíanversetodasafectadasporlaingenuapasióndeHortensiayporelextrañodesenlacequeelbarónibaahallarensudesgraciadapasiónporJosefa.

Enelmomentodeentrarenlaópera,alconsejerodeEstadolesorprendióelaspectountantosombríodeltemplodelacalleLepelletier,dondenovionigendarmes,niluces,nicriados,nibarrerasparaconteneralamultitud.Miróelcartelyviounatirablanca,enmediodelacualseleíaestafrasesacramental:Suspendidaporindisposición.

Inmediatamente se dirigió a casa de Josefa, que vivía en las cercanías,comotodoslosartistasdelaópera,enlacalleChauchat.

—Señor,¿quédeseausted?—ledijoelportero,congranasombrosuyo.

—¿Yanomeconoceusted?—lerespondióelbarónconinquietud.

—Al contrario, señor; por lomismoque tengo el honor de conocerle, lepregunto:¿adóndevausted?

Elbarónsintióunestremecimientomortal,queledejóhelado.

—Pues¿quéhaocurrido?—preguntó.

—Si el barón subiese a lahabitaciónde la señoritaMirah se encontraríaallícon laseñoritaEloísaBrisetoutycon losseñoresBixiou,LeóndeLora,Lousteau,Verniset,Stidmannyalgunasmujeresllenasdepachulíqueestrenanlacasa.

—Pues¿dóndeestá?…

—¿LaseñoritaMirah?…Nosésiharébienendecírseloausted.

Elbaróndeslizódosmonedasdecincofrancosenlamanodelportero.

—Pues bien; está ahora en la calle de la villa delObispo, en un palacioque, segúndicen, leha regaladoelduquedeHerouville—respondióenvozbajaelportero.

Despuésdehaberpreguntadoelnúmerodeaquelpalacio,elbaróntomóunmilordysetrasladóadichacalle,deteniéndoseanteunadeesasbonitascasasmodernas con puerta de dos hojas, cuyo lujo empieza a notarse ya en losmecherosdelgas.

El barón, vestido con su levita de paño azul, corbata blanca, chalecoblanco,pantalóndemahón,botasdecharolymuchoalmidónen lapechera,

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antelosojosdelporterodeaquelnuevoedén,pasóporuninvitadoquellegabaretrasado. Su prestancia, su manera de andar, todo en él justificaba aquellaopinión.

Altoquedecampanadadoporelporteroaparecióuncriadoenelperistilo.Estecriado,nuevocomoelpalacio,dejóentrar albarón,que ledijoconuntonodevozacompañadoporungestoimperial:

—PaseustedestatarjetaalaseñoritaJosefa.

Elpatitomirómaquinalmentelahabitaciónenqueseencontraba,ysevioenunsalóndeesperallenodefloresraras,cuyomobiliariodebíacostarporlomenoscuatromilduros.Elcriadovolvióapoco,rogandoalseñorqueentraseenelsalón,aguardandoallíaqueselevantasendelamesaparatomarelcafé.

AunqueelbarónhubieseconocidoellujodelImperio,queindudablementefueunodelosmásprodigiososycuyascreaciones,sinofuerondurables,nodejarondecostarporesosumasenormes,quedócomodeslumbradoyaturdidoenaquel salón cuyas tresventanasdaban aun jardínmágico, a unode esosjardines hechos en unmes con tierras transportadas y flores trasplantadas ycuyos céspedes parecen obtenidos por procedimientos químicos.Admiró nosólo los detalles, los dorados, las esculturasmás costosas del estilo llamadoPompadour, las telasmaravillosasqueelprimer tenderoenriquecidohubiesepodidoencargaryobtenerapesodeoro,sinoaquelloquesólo lospríncipespueden escoger, encontrar, pagar y regalar; dos cuadrosdeGreuzeydosdeWatteau,doscabezasdeVanDick,dospaisajesdeRuysdael,dosdeGuaspre,unRembrandyunHolbein,unMurilloyunTiciano,dosTeniersydosMetzu,un Van Huysum y un AbrahamMignon; en fin, doscientos mil francos encuadros,puestosenmarcosadmirables.Losmarcosvalíancasitantocomolastelas.

—¡Ah!¿Locomprendesahora,mibuenhombre?—ledijoJosefa.

Habiendo entrado de puntillas por una puerta secreta, caminando sobrealfombras de Persia, sorprendió a su adorador en uno de esos estados deestupefacciónenquelosoídoszumbandetalmodoquenoseoyenadamásqueeltoquedeagoníadeldesastre.

Aquellapalabradebuenhombre,dirigidaaunpersonajedetantacategoríaen la Administración y que pinta admirablemente la audacia con que esascriaturas amargan las más grandes existencias, dejó al barón clavado en suasiento. Josefa, vestida toda de blanco y amarillo, estaba tan bien adornadaparaaquellafiesta,quetodavíapodíabrillar,enmediodeaquellujoinsensato,comolajoyamásrara.

—¿No es verdad que es muy bonito? —repuso ella—. El duque haempleado en esto todos los beneficios de un negocio en comandita, cuyas

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accionessehanvendidoconalza.Noestontomiduquesito,¿verdad?Nohaycomolosgrandesseñoresdeantañoparasabercambiarelcarbóndepiedraenoro.Antesdecomermehatraídoelnotarioafirmarelcontratodeadquisicióndeestafinca,hechoaminombre.Todoslosqueestánahídentrosongrandesseñores: De Esgrignon Rastignac,Máximo, Lenoncourt, Verneuil, Laginski,Rochefide, la Palferina y los banqueros Nucingen y de Tillet, conAntonia,Málaga,CarabinaylaSchontz,todossehancompadecidodeti.Sí,viejomío,estás invitado, pero con una condición: que te has de beber en seguida elequivalentededosbotellasenvinosdeHungría,deChampañaydeCapparaque te pongas a su nivel. Queridomío, aquí todos están demasiado alegresparaquenosesuspendiera la funciónde laópera.Midirectorestáborrachocomounacuba.

—¡Oh,Josefa!—exclamóelbarón.

—¡Qué estúpida es una explicación! —interrumpió ella, sonriendo—.Vamosaver,¿valestúlosseiscientosmilfrancosquecuestanelpalacioyelmobiliario?¿Puedestútraermeuntítulodetreintamilfrancosderenta,comoelduquemehatraído,metidoenuncucuruchodepapeldelosqueencierrangrageaslostenderosdecomestibles?…¡Ahítienesunabonitaidea!

—¡Quéperversidad!—dijoelconsejerodeEstado,queenunmomentoderabiahubieratrocadolosdiamantesdesumujerparareemplazaralduquedeHerouvilleduranteveinticuatrohoras.

—¡Mi oficio es ser perversa!—replicó ella—. ¡Ah! ¡Vaya unmodoquetienesdetomarlacosa!¿Porquénohasinventadounacomandita?¡Diosmío!Pobre gatito teñido, ¡si deberías darme las gracias! Te abandono en elmomentoenquepodíascomerteconmigoelporvenirdetumujer,ladotedetuhijay…¡Ah!¿Lloras?…¡ElImperioseva!…VoyasaludaralImperio.

Adoptóunaposturatrágicaydijo:

—¡LellamanaustedHulot!Puesyanoleconozco…

Ysefue.

Lapuerta,entreabierta,dejópasarcomounrelámpagounchorrodeluzdelcrescendodelaorgíaycargadoconlosoloresdeunfestíndeprimerorden.

LacantantevolvióamirarporlapuertaentreabiertayencontrandoaHulotplantado sobre sus pies como si hubiera sido de bronce, dio un paso haciadelanteyvolvióaaparecer.

—Caballero—dijo—, he cedido los guiñapos de la calle Chauchat a lamenudaEloísaBrisetoutdeBixiou;siquiereustedirallíareclamarsugorrode dormir, su calzador, su cinturón y cera de teñirse las patillas, ya deantemanohedadoordendequeselosdevolviesen.

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TanhorribleburladioporresultadoelhacersaliralbaróncomodebiósalirLotdeGomorra,perosinvolversecomolamujer.

Hulotvolvióasucasamarchandofurioso,hablandosolo,yencontróasufamiliajugandotranquilamentealwhist,adiezcéntimosficha,talcomoélleshabía visto empezar. Viendo a su marido, la pobre Adelina creyó en algúnespantosodesastre,enundeshonor;entregósuscartasaHortensiayllevóseaHéctoraaquelmismosaloncitodondecincohorasantesCrevellepredecíalasmásvergonzosasagoníasdelamiseria.

—¿Quétienes?—dijoellaasustada.

—¡Oh,perdóname!Perodéjamecontarteestasinfamias.

Desahogósurabiaporespaciodediezminutos.

—Pero amigo mío —respondió heroicamente aquella pobre mujer—,semejantes criaturas no conocen el amor, ese amor puro y sincero que túmereces.¿Cómohaspodidotú,queerestanperspicaz,tenerlapretensióndelucharconunmillón?

—¡Querida Adelina! —exclamó el barón abrazando a su mujer yestrechándolacontrasucorazón.

Labaronesaacababadederramarunbálsamosobrelassangrientasllagasdelamorpropio.

—Seguramente,entrenosotrosdos,queselequitelafortunaalduquedeHerouville,yellanodudaría—dijoelbarón.

—Amigo mío —repuso Adelina, haciendo un último esfuerzo—, si nopuedespasartesinqueridas,¿porquénotomas,comoCrevel,mujeresquenoseancarasydeunaclasequesesientan largo tiempofelicesconpoco?Conello, todossaldríamosganando.Concibolanecesidad,peronocomprendolavanidad…

—¡Oh!¡Québuenayexcelentemujereres!—exclamó—.Yosoyunviejoloco,nomerezcotenerunángelcomotúporcompañera.

—Yosoysencillamente laJosefinademiNapoleón—respondióellaconuntintedemelancolía.

—Josefina no te igualaba —dijo—. Ven, voy a jugar al whist con mihermanoymishijos;esprecisoqueempieceadesempeñarmioficiodepadredefamilia,quecaseamiHortensiayqueentierreallibertino…

AquellabondadconmoviótanfuertealapobreAdelina,quedijo:

—¡QuémalgustotieneesacriaturaalpreferiraquienquieraamiHéctor!¡Ah!Yono te cedería por todo el oro delmundo. ¡Cómo es posible dejarte

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cuandosetieneladichadeseramadaporti!

La mirada con que el barón recompensó el fanatismo de su mujer laconfirmóenlaopinióndequeladulzuraylasumisióneranlasmáspoderosasarmasdelamujer.Enestoseequivocaba.Lossentimientosnoblesllevadosalo absoluto producen resultados semejantes a los de losmás grandes vicios.Bonapartellegóaseremperadorporhaberametralladoalpuebloadospasosdel sitio en donde LuisXVI perdió lamonarquía y la cabeza por no haberdejadoderramarlasangredeunseñorSauce…

Aldíasiguiente,Hortensia,quepusoel sellodeWenceslaodebajodesualmohadaparanosepararsedeélmientrasdormía,sevistiómuytempranoymandó decir a su padre le rogaba fuese al jardín en cuanto se hubieralevantado.

Aesodelasnueveymedia,elpadre,condescendiendoalapeticióndesuhija,dábaleelbrazoeibanjuntosalolargodelosmuelles,porelpuenteReal,enlaplazadelCarrousel.

—Hagamos como que estamos paseando, papá —dijo Hortensia,desembocandoporelpostigoparaatravesaraquellainmensaplaza.

—¿Pasearporaquí?—dijoburlonamenteelpadre.

—Finjamos que vamos alMuseo y allá lejos—dijo ella, mostrando lasbarracasadosadasa lasparedesde lascasasque formanángulo rectocon lacalledelDeanato—.Mira,alláhayanticuarios.

—Allívivetuprima.

—Yalosé;peroesprecisoqueellanonosvea…

—¿Yquéquiereshacer?—dijoelbarón,estandoaunos treintapasosdelasventanasdelaseñoraMarneffe,enlaquepensódeimproviso.

Hortensiahabíallevadoasupadreanteelescaparatedeunadeesastiendassituadasenelángulodelamanzanadecasasqueseextiendealolargodelasgalerías del viejo Louvre y que hace frente al palacio de Nantes. La jovenentró en aquella tienda; su padre se quedó fuera, ocupado en mirar lasventanasdelabonitamujerquelavísperahabíadejadoimpresasuimagenenelcorazóndelviejobuenmozo,comoparacalmarlaheridaqueibaarecibir,ynopudoevitarelponerenprácticaelconsejodesumujer.

—Dejémonoscaersobrelaspequeñasburguesas—sedijo,recordandolasadorablesperfeccionesdelaseñoraMarneffe—.EsamujercitameharáolvidarprontoalaambiciosaJosefa.

Heaquíloquepasósimultáneamentedentroyfueradelatienda.

Examinandolasventanasdesunuevaamada,elbarónvioalmaridoque,

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almismotiempoquesecepillabalalevita,estabaenacechoyparecíaesperara alguien en la plaza. Temiendo ser descubierto y reconocidomás tarde, elenamoradizobarónvolviólaespaldaalacalledelDeanato,peroponiéndosede perfil, a fin de poder lanzar una ojeada de cuando en cuando. EstemovimientohízoledarsecasidecaraconlaseñoraMarneffeque,viniendodelos muelles, doblaba el promontorio de las casas para dirigirse a la suya.Valeriasintiócomounaconmociónalrecibirlaasombradamiradadelbarónylecontestóconunaojeadadegazmoña.

—¡Bonita mujer —exclamó el barón—, por la que haría yo muchaslocuras!

—¡Eh!,caballero—lerespondió,volviéndosecomounamujerqueadoptaunaresoluciónviolenta—,esustedelbaróndeHulot,¿verdad?

Elbarón,cadavezmásestupefacto,hizoungestoafirmativo.

—Puesbien;puestoquelacasualidadhahechoquenosencontremosdosvecesyqueyotengalasuertedeintrigarleointeresarle,lediréqueenlugarde hacer locuras debiera usted hacer justicia… La suerte de mi maridodependedeusted.

—¿Cómoeseso?—preguntógalantementeelbarón.

—Esunempleadodesudirección,enelMinisteriodelaGuerra,divisióndelseñorLebrun,despachodelseñorCoquet—respondióella,sonriendo.

—Yoestoydispuesto,señora…señora…

—SeñoraMarneffe.

—MiqueridaseñoraMarneffe,ahacerinjusticiasporsushermososojos…Tengounaprimaqueviveensumismacasa,yundíadeestosiréaverla,lomásprontoposible…Entoncespuedeustedhacermesupetición.

—Dispensemiaudacia,señorbarón;peroyacomprenderáquecuandomeheatrevidoahablarledeestemodoesporqueestoysinprotección.

—¡Ah!¡Ah!

—¡Oh,caballero!Ustedseequivoca—dijoella,bajandolosojos.

ElbaróncreyóqueelSolacababadedesaparecer.

—Estoydesesperada,pero soyunamujerhonrada—repusoella—.Haceseismesesqueheperdidoamiúnicoprotector,elmariscalMontcornet.

—¡Ah!¿Esustedsuhija?

—Sí,señor,peronomehareconocidonunca.

—Conelfindepoderledejarunapartedesufortuna.

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—No me ha dejado nada, señor, porque no se ha encontrado ningúntestamento.

—¡Oh, pobrecilla! El mariscal viose sorprendido por la apoplejía…Vamos, aguarde usted, señora; algo se debe hacer por la hija de uno de loscaballerosboyardosdelImperio.

LaseñoraMarneffesaludógraciosamenteysesintió tansatisfechadesuéxitocomoelbarónloestabadelsuyo.

—¿Dedóndediablos vendrá tan temprano?—sepreguntó, analizando elmovimientoondulosodelabata,alaqueimprimíaunagraciaquizáexagerada—. Tiene el rostro demasiado fatigado para venir del baño, y sumarido laespera.Esinexplicableymedamuchoquepensar.

UnavezquelaseñoraMarneffehubodesaparecido,elbarónquisosaberloquesuhijahacíaenlatienda.Alentrarenella,comosiguiesemirandoalasventanasde la señoraMarneffe, estuvoapuntode tropezarconun jovendefrentepálidayojosgrisesychispeantes,vestidoconungabándeveranodemerinonegro,pantalóndecutíyborceguíesdecueroamarillo,quesalíacomoun atolondrado, y lo vio correr hacia la casa de la señoraMarneffe, dondeentró. Al meterse en la tienda, Hortensia había visto al instante en ella elfamosogrupocolocadosobreunamesaquehabíaalaentradadelapuerta.

Sin las circunstancias a que ella debía su conocimiento, aquella obramaestrahubieseindudablementesorprendidoalajoven,porloqueesprecisollamarelbríodelascosasgrandes,ellaqueseguramentehubierapodidoservirenItaliademodeloparalaestatuadelBrío.

Todaslasobrasdelosgeniosnoposeenenelmismogradoesebrillo,eseesplendor visible para todos los ojos, aun para los de los ignorantes. Así,ciertoscuadrosdeRafael,talescomolacélebreTransfiguración,laMadonadeFoligno, los frescos de las Stanze, en elVaticano, no causarán de pronto laadmiracióncomoelViolinistadelagaleríaSciarra,losRetratosdelosDoniylaVisióndeEzequiel,delagaleríaPitti;elCristoconlacruzacuestas,delagaleríaBorghese;elMatrimoniodelaVirgen,delMuseoBrera,enMilán;elSan Juan Bautista, de la tribuna, y San Lucas peinando a la Virgen, en laAcademiadeRoma,notieneelencantodelRetratodeLeónXydelaVirgendeDresde. Sin embargo, todo es delmismo valor.Haymás. Las Stanze, laTransfiguración,loscamafeosylostrescuadrosdecaballetedelVaticanosonel último grado de lo sublime y de la perfección. Pero estas obrasmaestrasexigen por parte del admirador más instruido una especie de tensión, unestudioparasercomprendidasentodassuspartes;mientrasqueelViolinista,elMatrimoniodelaVirgenylaVisióndeEzequielpenetranporsímismasenelcorazónporladoblepuertadelosojos,yenélsehacenlugar,gústaleatodoelmundorecibirlasasí,sinningúntrabajo;eso,sinoeselcolmodelarte,essu

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mayor fortuna.Este hechopruebaque existen en la generaciónde las obrasartísticas losmismos azares que en las familias, donde hay hijos felizmentedotados que nacen guapos y sin causar daño a sus madres, a los que todosonríe,alosquetodolessabebien;enunapalabra,quehayfloresdelgeniocomolasfloresdelamor.

Estebrío,palabraitalianaintraducibleyquecomenzamosaemplear,eselcarácter de las primeras obras.Es el fruto de la petulancia y de la intrépidafogosidaddeltalentojoven,petulanciaquesevuelveaencontrarmástardeenciertas horas afortunadas; pero ese brío no sale ya entonces del corazón delartista, y en lugar de derramarlo sobre sus obras comoun volcán, lanza susfuegos,losufre,lodebealascircunstancias,alamor,alarivalidad,amenudoal odio, y más aún a los imperiosos mandatos de una gloria que tiene quesostener.

El grupo de Wenceslao era con respecto a sus obras futuras lo que elMatrimoniodelaVirgenalaobratotaldeRafael:elprimerpasodel talentodadoconunagracia inimitable, con lavivacidadde la infanciay su amableplenitud, con su fuerza oculta bajo carnes rosadas y blancas, hundidas porhoyuelos que parecen formar ecos a las risas de la madre. Dícese que elpríncipe Eugenio ha pagado cuatrocientos mil francos por ese cuadro, quevaldríaunmillónparaunpaísprivadodeobrasdeRafael,y,sinembargo,nodarían nunca esta suma por el más hermoso de los frescos, cuyo valor, noobstante,esmuysuperiorcomoarte.

Hortensiacontuvo suadmiraciónpensandoen la sumade suseconomíasde muchacha soltera y, adoptando un aire indiferente, le preguntó alcomerciante:

—¿Quépreciotieneeso?

—Mil quinientos francos —respondió el comerciante, dirigiendo unamiradaaunjovensentadoenuntaburetedeunrincón.

Aquel jovenquedósealeladoviendoa lavivienteobramaestradelbarónHulot.Hortensia,prevenidaporaquellamirada, reconocióentoncesalartistaporelruborquecubriósurostro,pálidoporelsufrimiento,viorelucirendosojosgrisesunresplandorencendidoporsupregunta,contemplóaquellafiguradelgadaylargacomoladeunmonjesumidoenelascetismoyadoróaquellabocarosadaybiendibujada,lafinabarbillayloscabelloscastañosysedososdeleslavo.

—Silodieseustedpormildoscientosfrancos—respondióella—lediríaquemeloenviase.

—Esantiguo,señorita—hizoobservarelcomerciante,que,asemejanzadetodos sus colegas, creía haberlo dicho todo con aquel non plus ultra del

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baratillo.

—Dispénseme usted, señor, está hecho este año —respondió ella condulzura—,yprecisamentevengopararogarleque,siaceptaneseprecio,nosenvíealartista,puestalvezleprocuraríamostrabajosbastanteimportantes.

—Silosmildoscientosfrancossonparaél,¿quémequedaráamí?Yosoycomerciante—dijoeltenderoconsencillez.

—¡Ah!Esverdad—replicóla joven,dejandoescaparciertaexpresióndedesdén.

—¡Ah!Señorita, lléveselousted;yomeentenderéconelcomerciante—exclamóellivoniofueradesí.

FascinadoporlasublimebellezadeHortensiayporelamorhacialasartesqueenellasemanifestaba,añadió:

—Yo soy el autor del grupo; hace diez días que vengo tres veces al díapara ver si alguien reconoce su valor y lo compra. ¡Usted es mi primeraadmiradora;lléveselo!

—Caballero venga usted con el comerciante dentro de una hora…Aquíestálatarjetademipadre—respondióHortensia.

Después,viendoalcomercianteinternarseenlatrastiendaparaenvolverelgrupoenunpaño,agregóenvozbaja,congranasombrodelartista,quecreyósoñar:

—Porinterésdesuporvenir,donWenceslao,noenseñeustedesatarjetanidigaelnombredelcompradoralaseñoritaFischer,porqueesprimanuestra.

Estas palabras «prima nuestra» produjeron un desvanecimiento en elartista, el cual entrevió el paraíso viendo en él a una de sus Evas caídas.Soñaba con la hermosa prima de que Sabela le había hablado, tanto comoHortensia soñaba con el noviode suprimay, cuando lavio entrar, sehabíadicho:

¡Ah!,¡sipudieseserasí!

Yasecomprenderálamiradaquelosdosamantescambiaronentresí.Fueunvolcán,pueslosenamoradosvirtuososnoempleanlamenorhipocresía.

—Pero¿quédiabloshacesahídentro?—preguntóelpadreasuhija.

—Hegastadomismildoscientosfrancosdeeconomías.Ven.

Yvolvióacogersedelbrazodesupadre,querepitió:

—¡Mildoscientosfrancos!

—Yhastamiltrescientos…;perotúmeprestarásladiferencia.

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—¿Yenquéhaspodidogastaresasumaenestatienda?

—¡Ah! Ahí tienes —respondió la feliz joven—. Si he encontrado unmarido,noserácaro.

—Hijamía,¿unmaridoenesatienda?

—Escucha,padrecito,¿meprohibiríascasarmeconungranartista?

—No,hijamía.Hoyungranartistaesunpríncipesintítulo.Eslagloriayla fortuna, las dos ventajas sociales más grandes, después de la virtud —añadiócontonoligeramentegazmoño.

—Entendido—respondióHortensia—.¿Yquépiensasdelaescultura?

—Queesunmalpartido—dijoHulot,moviendolacabeza—.Senecesitangrandesprotectores,ademásdeungrantalento,pueselGobiernoeselúnicoconsumidor.

Hoy que no hay grandes existencias, ni grandes fortunas, ni palaciossustituidos,nimayorazgos,laesculturaesunartesinsalida.Nosevendenmásque cuadritos, figuritas… Así es como las artes se ven amenazadas por eldiminutivo.

—¿Peroungranartistaquetuvieseaceptación?…—repusoHortensia.

—Eslasolucióndelproblema.

—¿Yquefueseapoyado?

—¡Todavíamejor!

—¿Ynoble?

—¡Bah!

—¿Conde?

—¿Yesculpe?

—Notienefortuna.

—¿Y cuenta con la de la señorita Hulot?—dijo irónicamente el barón,dirigiendounamiradainquisitorialasuhija.

—Esegranartista,condeyqueesculpe,acabadeveratuhijaporprimeravezensuvidaydurantecincominutos,señorbarón—respondióHortensiaasupadreconairetranquilo—.Ayer,yaves,mientrastúestabasenlaCámara,mamásedesmayó.Estedesmayo,queellaatribuyóasusnervios,proveníadealgúndisgustorelativoamiabortadomatrimonio,puesellamehadichoque,paradesembarazarseustedesdemí…

—Tequieredemasiadoparahaberseexpresadodeesemodo…

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—Pocoparlamentario—repusoHortensiariendo—;no,noseexpresódeesemodo,peroyoséqueunajovencasaderaquenosecasaesunacruzmuypesadaparaquelallevenunospadreshonrados.Puesbien;ellapiensaquesisepresentaseunhombredeenergíayde talentoaquienbastaseunadotedetreinta mil francos todos seríamos felices. En fin, ella juzgaba convenienteprepararse para la modestia de mi suerte futura y privarme de que meentregaseasueñosdemasiadohermosos…,locualsignifica larupturademimatrimonioyquenohaydote.

—Tumadreesunabuena,nobleyexcelentemujer—respondióelpadreprofundamentehumillado,aunquebastantefelizporaquellaconfidencia.

—Ayer me dijo que usted le autorizaba vender sus diamantes paracasarme;peroyoquisieraqueellaguardasesusdiamantesyademásquisieraencontrar unmarido. Creo haber encontrado al hombre, al pretendiente querespondealprogramademamá…

—¡Aquí!¡EnlaplazadelCarrousel!…¡Enunamañana!

—¡Oh,papá!Elmalvienedemáslejos—respondióellamaliciosamente.

—Puesbien,veamos,hijitamía,contémoslotodoanuestrobuenpapá—dijoHulotconairemalicioso,ocultandosusinquietudes.

Bajolapromesadeunsecretoabsoluto,HortensialecontóelresumendesusconversacionesconlaprimaBela.Después,alvolveracasa,enseñóasupadreelfamososellocomopruebadelasagacidaddesusconjeturas.Elpadreadmiróensufuerointernolaprofundadestrezadelasjóvenesmovidasporelinstinto, reconociendo la sencillez del plan que aquel amor ideal habíasugeridoenunanocheaaquellainocentejoven.

—Vas a ver la obra maestra que acabo de comprar; van a traerla, y elqueridoWenceslao acompañará al comerciante… El autor de un grupo asítiene que hacer fortuna; pero obtén para él, por medio de tu influencia, elencargodehacerunaestatuaydespuésunaplazaenelInstituto.

—¡Quéaprisavas!—exclamóelpadre—.Siosdejasenhaceravosotras,oscasaríaisenelplazolegal,dentrodeoncedías…

—¿Seesperaoncedías?—respondióella,riendo—.Puesleheamadoencincominutos,comoamastetúamamáalverla,yélmequierecomosinosconociésemosdesdehacedosaños.Sí—dijoella,respondiendoaungestodesupadre—,heleídodiezvolúmenesdeamorensusojos.¿Ynoseráaceptadoporustedypormamácomomaridomíocuandohayademostradoqueesunhombre de genio? ¡La escultura es la primera de las artes!—exclamó ella,batiendopalmasysaltando—.Mira,voyacontártelotodo…

—¿Aúnhay,pues,algomás?—preguntóelpadre,sonriendo.

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Aquella inocenciacompletayparlanchinahabía tranquilizadodel todoalbarón.

—Unaconfesiónde lamenor importancia—respondió ella—.Le amabasinconocerle,peroestoylocaporéldesdehaceunahoraquelehevisto.

—Unpocodemasiadoloca—respondióelbarón,aquienelespectáculodeaquellaingenuapasiónalegraba.

—No me castigues por mi confianza —repuso ella—. Resulta tanagradablepodergritaralcorazóndesupadre:

«¡Amoy soy feliz amando!». ¡Ahoraverás amiWenceslao! ¡Qué frentellenademelancolía!…¡Quéojosgrises,enlosquebrillaelsoldelgenio!…¡Yquédistinguidoes!¿Quécreestú,esunpaíshermosolaLivonia?¡Casarsemi prima Bela con ese hermoso joven, ella que podría ser sumadre! ¡Estoseríauncrimen!¡Quécelosaestoydeloquehadebidohacerporél!Mefiguroquenoverácongustomicasamiento.

—Mira,ángelmío,noleocultemosnadaatumadre—dijoelbarón.

—Tendríamosqueenseñarleestesello,yheprometidonodescubriramiprima que, según dice, tiene miedo a las bromas de mamá —respondióHortensia.

—¿Tienesescrúpulosporlodelselloy,sinembargo,lerobaselnovioatuprimaBela?

—Hehechounapromesaporel sello,peronoheprometidonadapor suautor.

Esta aventura, de una sencillez patriarcal, convenía singularmente a lasituaciónsecretadeaquellafamilia;demodoqueelbarón,almismotiempoque alababa a su hija por su confianza, le dijo que en adelante tenía queponerlotodoenmanosdesuspadres.

—Yacomprendes,hijamía,quenoerestúlaquetienequeasegurarsedesielnoviode tuprimaesconde, si tiene lospapelesen reglaysi suconductaofrece garantías. En cuanto a tu prima, rechazó cinco partidos cuando teníaveinteañosmenos,ynoseráunobstáculo;yomeencargodeello.

—Escuche usted, padre mío; si quieren verme casada, no hablen a miprimadenuestroenamoradomásqueenelmomentodefirmarmicontratodematrimonio…Desdehaceseismeseslehagopreguntasrespectoaesepunto…Puesbien;¡hayalgoinexplicableenella!…

—¿Qué?—dijoelpadre,intrigado.

—Enfin,susmiradasnosonbuenascuandovoydemasiadolejos,aunquelohagaenbroma,respectodesunovio,Tomesusinformes;perodéjemeamí

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dirigirmibarca.Miconfianzadebetranquilizarleausted.

—ElSeñorhadicho:«¡Dejadquelosniñosseacerquenamí!»,ytúeresunodeellosquevuelven—respondióelbarónconligerotonoirónico.

Despuésdelalmuerzoanunciaronalcomerciante,alartistayalgrupo.Elsúbito rubor que coloreó el rostro de su hija puso al principio inquieta a labaronesa y después atenta, y la confusión de Hortensia y el fuego de susmiradaslerevelaronprontoelmisterio,tanmalocultoenaqueljovencorazón.

El condedeSteinbock,vestidodenegro,parecióalbarónun jovenmuydistinguido.

—¿Haría usted una estatua en bronce? —le preguntó, teniendo en lasmanoselgrupo.

Despuésdehaberloadmiradosinceramente,elbarónpasóelbroncea sumujer,lacualnoentendíanijotadeescultura.

—¿Verdad,mamá,queesmuyhermoso?—dijoHortensia a sumadre aloído.

—¡Unaestatua!…Señorbarón,noestandifícildehacercomoadornarunrelojcomoelqueveustedyqueelseñorhatenidolacomplacenciadetraer—respondióelartistaalapreguntadelbarón.

Elcomercianteestabaocupadoencolocarsobreelarmariodelcomedorelmodelodelasdocehoras,quelosamorestratandedetener.

—Déjemeesereloj—dijoelbarón,estupefactoantelabellezadeaquellaobra—.QuieroenseñarloalosministrosdelInteriorydelComercio.

—¿Quiénesese jovenquetantote interesa?—preguntólabaronesaasuhija.

—Un artista bastante rico para explotar esemodelo; podría ganar con élcienmilfrancos—dijoelanticuario,queadoptóunairecapazymisteriosoalver laarmoníade lasmiradasentre la jovenyelartista—.Bastaconvenderveinteejemplaresaochomilfrancos,puescadaejemplarcostaríaalrededordeunosmilescudosdetrabajo;peronumerandocadaejemplarydestruyendoelmodelo,seguramentequeseencontraránveinteaficionadosdeserlosúnicosposeedoresdeesaobra.

—¡Cien mil francos!—exclamó Steinbock, mirando alternativamente alcomerciante,aHortensia,albarónyalabaronesa.

—Sí,cienmil francos—repitióelcomerciante—.Ysiyo fuesebastantericoselocomprarlaporveintemil,puesdestruyendoelmodeloseconvierteen una propiedad. Un príncipe pagaría por esa obra treinta o cuarenta milfrancosyadornaríaconellasusalón.Nosehahechonunca,enarte,unreloj

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quesatisfagaalavezalosburguesesyalosconocedores,yesequeestáahí,señor,eslasolucióndeestadificultad…

—Aquítiene,parausted,señor—dijoHortensia,entregandoseismonedasdeoroalcomerciante,queseretiró.

—No diga usted nada a nadie de esta visita—fue a decirle el artista alcomerciante en el umbral de la puerta—. Si le preguntasen dónde hemosllevado el grupo, nombre al duque deHerouville, el célebre aficionado queviveenlacalledeVarenne.

Elcomerciantealzólacabezaenseñaldeasentimiento.

—¿Cómo se llama usted? —preguntó el barón al artista cuando éstevolvió.

—ElcondeSteinbock.

—¿Tieneustedlospapelesquepruebanquiénes?

—Sí,señorbarón—estánenlenguarusayalemana,perosinlegalizar.

—¿Sesienteustedconfuerzasparahacerunaestatuadenuevepies?

—Sí,señor.

—Puesbien;silaspersonasaquienvoyaconsultarestáncontentasdesusobras, puedo obtener para usted el encargo de hacer la estatua delmariscalMontcornet, que quieren erigir en el Père Lachaise, sobre su tumba. ElMinisteriodelaGuerraylosantiguosoficialesdelaguardiaimperialdanunasumabastanteimportanteparaquetengamosderechoaescogerelartista.

—¡Oh, señor! ¡Sería mi fortuna! —dijo Steinbock, que permanecióestupefactoalvertantasfelicidadesalavez.

—Estéustedtranquilo—respondiógraciosamenteelbarón—.Sialosdosministros a quien voy a enseñar el grupo de usted y esemodelo les gustanestasdosobras,sufortunaestáenbuencamino.

Hortensiaestrechabaelbrazodesupadrehastahacerledaño.

—Tráigame sus papeles y no diga nada de sus esperanzas a nadie, nisiquieraanuestraprimaBela.

—¿Sabela?—exclamólaseñoraHulot,acabandodecomprenderelfin,sinadivinarlosmedios.

—Puedo darle prueba de mi saber haciendo el busto de la señora…—añadióWenceslao.

AdmiradodelabellezadelaseñoraHulot,hacíaunmomentoqueelartistacomparabaalamadreconlahija.

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—Vamos,señor,lavidapuedeconvertirseenhermosaparausted—dijoelbarón, completamente seducido por el exterior fino y distinguido del condeSteinbock—.ProntosabráustedquenadietienemuchotiempoeimpunementetalentoenParís,yquetodotrabajoconstanteencuentraaquírecompensa.

Hortensia,ruborosa,alargóaljovenunabonitabolsaargelinaqueconteníasesentamonedasdeoro.Elartista,siemprealgohidalgo,respondióalrubordeHortensiaconuncolordepudorbastantefácildeinterpretar.

—¿Es éste, por casualidad, el primer dinero que recibe usted por sustrabajos?—preguntólabaronesa.

—Sí, señora, por mis trabajos de arte; pero no por mis penas, pues hetrabajadocomoobrero.

—Bien;esperamosqueeldinerodemihija ledarásuerte—respondiólaseñoradeHulot.

—Ycójalosinescrúpulos—añadióelbarón,alverqueWenceslaoteníalabolsaen lamanosincerrarla—.Esta sumaestá reembolsadaporalgúngranseñor, tal vez por un príncipe, que nos la devolverá seguramente con usura,paraposeerestahermosaobra.

—¡Oh!¡Laapreciodemasiado,papá,paracederlaanadie,aunqueseaaunpríncipereal!

—Puedohacerparalaseñoritaotrogrupomásbonitoqueése…

—Yanoseríaéste—respondióella.

Ycomoavergonzadadehaberdichodemasiadosefuealjardín.

—¡Voy a romper el molde y el modelo apenas vuelva a casa! —dijoSteinbock.

—¡Vamos, tráigame sus papeles, y pronto oirá usted hablar de mí sirespondeatodoloqueyoesperodeusted,señor!

Al oír aquella frase, el artista se vio obligado a marcharse. Después dehabersaludadoa laseñoradeHulotyaHortensia,quevolvióexpresamentedel jardín para despedirse, fue a pasearse por las Tullerías, sin poder, sinatreverseaentrarensuguardilla,dondesutiranoibaaacosarleapreguntasyaarrancarlesusecreto.

El enamorado de Hortensia imaginaba grupos de estatuas a cientos; sesentíaconfuerzaparacortarélmismoelmármol,comoCanova,elcual,débilcomo él, estuvo a punto de morir. Estaba transfigurado por Hortensia,convertidaparaélenlainspiraciónvisible.

—¿Ésastenemos?—dijolabaronesaasuhija—.¿Quéesloquesignifica

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esto?

—Puesbien,queridamamá,acabasdeveralnoviodenuestraprimaBela,queesperoseaahoraelmío…Perocierra losojos,hazte la ignorante. ¡Diosmío!Yoquequeríaocultártelotodoyvoyadecírtelotodo.

—Vamos,adiós,hijasmías—dijoelbarónasuhijayasumujer—,talvezvayaaveralaCabra,ysabréporellamuchascosasdeesejoven.

—Papá,séprudente—repitióHortensia.

—¡Oh! ¡Hijita mía! —exclamó la baronesa cuando Hortensia huboacabadodecontarle supoema, cuyoúltimocantoera la aventuradeaquellamañana—.¡Hijitamía,lomásastutodelaTierraserásiemprelaIngenuidad!

Laspasionesverdaderas tienen su instinto.Ponedungolosoen situaciónde poder coger una fruta de un plato y veréis comono se engaña y cogerá,hastasinver,lamejor.Delmismomododejadalasjóvenesbieneducadaslaelecciónabsolutadesusmaridos,ysiestánensituacióndetenerlosqueellasdesignen se equivocarán rara vez. LaNaturaleza es infalible. La obra de laNaturaleza,enestamateria,sellamaamaraprimeravista.Enamor,laprimeravistaessencillamentelasegundavista.

El contento de la baronesa, aunque oculto bajo la dignidad materna,igualadaalde suhija,puesde las tresmanerasdecasar aHortensiadequehabíahabladoCrevel,lamejor,apesarsuyo,parecíadeberrealizarse.VioenaquellaaventuraunarespuestadelaProvidenciaasusfervientesplegarias.

El forzado de la señorita Fischer, obligado, no obstante, a entrar en sualojamiento,tuvolaideadeocultarlaalegríadelenamoradobajolaalegríadelartista,felizporsuprimeréxito.

—¡Victoria!MigrupoestávendidoalduquedeHerouville,quevaadarmetrabajo—dijo, tirando losmildoscientos francosenorosobre lamesade lasolterona.

Comopodránsuponer,habíacerradolabolsadeHortensiaylateníasobresucorazón.

—Está bien—respondió Sabela—; es una dicha, pues yo me consumíatrabajando.Yaveusted,hijomío,queeldineroseganamuylentamenteeneloficioquehatomadousted,puesésteeselprimeroquerecibeyprontoharácincoañosquetrabaja.Estasumaapenassibastaparareembolsarmedeloqueustedmehacostadodesdelaletradecambioquereemplazaamiseconomías.Peroestéustedtranquilo—añadiódespuésdehabercontadoeldinero—;todaestasumalagastaráusted.Conestotenemoslavidaaseguradaparaunaño;enun año, si continúa usted así, puede emplazarse conmigo y tener una buenasumasuya.

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Alvereléxitodesuastucia,WenceslaocontómilmentirasalasolteronaacercadelduquedeHerouville.

—Quieroquesevistaustedtododenegro,alamoda,yquerenueveustedsu ropa blanca, pues debe usted presentarse bien vestido en casa de susprotectores—respondió Sabela—. Además, necesitará usted una habitaciónmásgrandeymásdecentequesuhorribleguardillay tendráqueamueblarlabien. ¡Qué contento está usted! Ya no es usted el mismo —añadió,examinandoaWenceslao.

—Handichoquemigrupoesunaobramaestra.

—Pues bien, tanto mejor. Haga otros —replicó aquella solterona, queestabasolamentepor lopositivoyqueera incapazdecomprender laalegríadel triunfo o la belleza en las artes—. No se preocupe ya de lo que estávendido; fabriquealgunaotracosaparavender.Hagastadousteddoscientosfrancos,sincontarsutrabajoysutiempo,enesediablodeSansón.Surelojlecostaráhacerlomásdedosmilfrancos.Mire,siquiereustedcreerme,deberíaterminar esos dos muchachitos coronando a la joven con claveles; esoseducirlaalosparisienses.YovoyapasarporcasadelseñorGraff,elsastre,antesdeiracasadelseñorCrevel…Subaustedasucasa,déjemevestir.

Aldíasiguiente,elbarón,queestabalocoporlaseñoraMarneffe,fueaverasuprimaBela,lacualquedóestupefactaalabrirlapuertayverleanteella,puesnuncahabía idoahacerleningunavisita,ysedijo:«¿TendráHortensiaenvidiademinovio?».Pueslasolteronahabíasabidolavíspera,encasadelseñorCrevel,larupturadelmatrimonioconelconsejerodelaCorona.

—Cómo,primomío,¿ustedaquí?Vieneustedavermeporprimeravezensuvida,yseguramentequenoespormishermososojos.

—¡Hermosos! Es verdad —replicó el barón—; tienes los ojos máshermososquehevisto…

—¿Aquévieneusted?Mire,estoyavergonzadaderecibirleensemejantechiribitil.

LaprimeradelasdospiezasdequesecomponíalahabitacióndelaprimaBelaleservíaalavezdesalón,decomedor,decocinaydetaller.Losmuebleserancomolosdelascasasdeobrerosacomodados:sillasdenogal,rellenasdepaja; una mesita para comer, de nogal; una mesa para trabajar, grabadosiluminados en marcos de madera ennegrecida, cortinas de muselina en lasventanas, un gran armario de nogal, y el suelo bien frotado, reluciente delimpieza, todo esto sin una señal de polvo, pero lleno de tonos fríos, unverdadero cuadro de Terburg, donde nada faltaba, ni siquiera el tono gris,representadoporunpapelenotraépocaazuladoyquehabíapasadoal tonogris.Encuantoalcuartodedormir,nadiehabíapenetradonuncaenél.

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Elbarónloabrazótododeunamirada,violaseñaldelamediocridadencadacosa,desdelaestufadehierrofundidohastalosutensiliosdelacasa,yleentraronnáuseas,diciéndose:

—¡He aquí la virtud! ¿Que por qué vengo?—respondió en voz alta—.Eresunajovendemasiadolistaparaquedejesdeadivinarlo,yvalemásquetelodiga—exclamó, sentándose,mirandoa travésdelpatioydescorriendo lacortinademuselinaplisada—.Hayenestacasaunamujermuybonita.

—¡LaseñoraMarneffe!¡Oh,yacaigo!—dijoella,comprendiéndolotodo—.¿YJosefa?

—¡Aydemí!Prima,todohaterminado…Hesidopuestoalapuertacomounlacayo.

—¿Y usted querría…? —preguntó la prima, mirando al barón con ladignidad de una mujer gazmoña que se ofende un cuarto de hora antes detiempo.

—Como la señora Marneffe es una mujer distinguida, esposa de unempleado, a quien puedes ver sin comprometerte —repuso el barón—,quisiera que te visitases con ella. ¡Oh! Tranquilízate, tendrá los mayoresmiramientosconlaprimadelseñordirector.

Enestemomentosesintióelrozardeunafaldaenlaescalera,acompañadoporelruidodelospasosdeunamujercalzadaconborceguíessuperfinos.Elruidocesóeneldescansillo.Despuésdedosgolpecitosdadosa lapuerta, laseñoraMarneffesepresentó:

—Dispénseme,señorita,estairrupciónensucasa;peronolaencontréayercuandovineahacerlaunavisita.Somosvecinas,ysiyohubierasabidoantesqueeraustedprimadelseñorconsejerodeEstado,hacemuchotiempoquelehubiese pedido su protección para mí. He visto entrar al señor director, yentoncesmehetomadolalibertaddevenir,puesmimarido,señorbarón,mehahabladodeun trabajoacercadelpersonalqueserásometidomañanaa lafirmadelministro.

Parecíaestarconmovida,palpitar;peroloúnicoquehabíahechoerasubirlasescalerasrápidamente.

—Notieneustednecesidaddesolicitante,hermosaseñora—respondióelbarón—.Soyyoquientengoquepedirleelfavordedejarmeverla.

—Puesbien,silaseñoritanolotomaamal,vengausted—dijolaseñoraMarneffe.

—Vaya usted, primo mío. Pronto iré a reunirme con ustedes —dijo laprimaBela.

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Laparisiense contabade talmodo con la visita y con la inteligencia delseñordirector,quenosólosehabíahechoenteritoun tocadoapropiadoparasemejantevisita,sinoqueademáshabíaarregladosuhabitación.Desdeporlamañanahabíapuestoflores,compradasalfiado.Marneffehabíaayudadoasumujer a limpiar los muebles, a dar lustre a los objetos más pequeños,enjabonándolos, cepillándolos, quitando el polvo a todo. Valeria queríahallarseenunambientellenodefrescura,afindeagradaralseñordirectoryagradar lo bastante para tener derecho a ser cruel, a entretenerle como a unniño, empleando los recursosde la tácticamoderna.Había juzgado aHulot.Dejadaunaparisienseen ladesesperaciónveinticuatrohorasyderribaráunministerio.

Estehombredel Imperio, acostumbradoalgénero Imperio,debía ignoraren absoluto las maneras del amor moderno, los nuevos escrúpulos, lasdiferentesconversacionesinventadasdesde1830,yenlasquelapobredébilmujeracabaporhacerquelaconsiderencomolavíctimadelosdeseosdesuamante,comounahermanadelaCaridadquecurallagas,comounángelquesesacrifica.Estenuevoartedeamarempleainfinidaddepalabrasevangélicasen la obra del diablo. La pasión es un martirio. Se aspira a lo ideal, a loinfinito,yporunayotrapartequierenllegarasermejoresporelamor.Todasestas hermosas frases son un pretexto para emplear aún más ardor en lapráctica, más rabia en las caídas que se empleaban en el pasado. Estahipocresía,quecaracterizanuestrostiempos,hagangrenadolagalantería.Losamantessondosángelesy,sipueden,obrancomodosdemonios.Elamornoteníatiempoparaanalizarsedeestemodoasímismoentredoscampañas,yen1809 iba, en cuestión de éxitos, tan aprisa como el Imperio. Ahora bien;cuando la Restauración, el guapoHulot, al convertirse enmujeriego, en unprincipio había consolado a algunas amigas caídas entonces, como astrosapagadosdel firmamentopolítico y, una vez anciano, se había dejado cogerporlasJennyCadineylasJosefas.

LaseñoraMarneffehabíapreparadosusbateríasalsaberlosantecedentesdeldirector,quelefueroncontadosextensamenteporsumarido,despuésqueéstehubotomadoalgunosinformesensuoficina.Lacomediadelsentimientomodernopodíatenerparaelbarónelencantodelanovedad,puesdigámoslo,Valeria estaba decidida, y el ensayo que hizo de su poder aquella mañanarespondió a todas sus esperanzas. Gracias a estas maniobras sentimentales,novelescasyrománticas,Valeriaobtuvo,sinhaberprometidonada,laplazadesubjefeylacruzdelaLegióndeHonorparasumarido.

Esta luchanoserealizó,comoesconsiguiente,sincomidasenelRocherdeCancale,sininvitacionesparaelteatroysinmuchosregalosdemantillas,chales, trajes y joyas. Como la habitación de la calle delDeanato era pocoagradable, el barón proyectó amueblar una conmagnificencia en la calle de

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Vanneau,enunaencantadoracasamoderna.

El señor Marneffe obtuvo una licencia de quince días para poder ir aarreglarasuntosdeinterésdesupaísyunagratificación.SeprometióhacerunviajecitoaSuizaparaestudiarelbellosexo.

Si el barón Hulot se ocupó de su protegida, no por eso olvidó a suprotegido.ElcondePopinot,ministrodeComercio,eraamantedelasartes,ydiodosmilfrancosporunejemplardelgrupoSansón,conlacondicióndequese rompería el molde para que no existiese más que su Sansón y el de laseñoritadeHulot.Aquelgrupoexcitólaadmiracióndeunpríncipe,alcualleenseñaronelmodelodelreloj,quefuecompradoporélentreintamilfrancos,con la condición de que había de ser el único poseedor. Consultados losartistas,entreloscualesestabaStidmann,declararonqueelautordeaquellasdos obras podía hacer una estatua. Inmediatamente el mariscal príncipe deWissemburgo,ministro de laGuerra y presidente delComité de suscripciónpara el monumento del mariscal Montcornet, convocó a dicho Comité,acordando en él confiar a Steinbock la ejecución de la estatua.El conde deRastignac,queeraentoncessubsecretariodeEstado,quisounaobradelartistacuyagloriasurgíaaclamadaporsusrivales.ObtuvodeSteinbockeldeliciosogrupo de los dosmuchachos coronando a unamuchacha, y le prometió untallereneldepósitodemármolesdelGobierno,situado,comoessabido,enelGros-Caillou.

Aquellofueeléxito,peroeléxitocomoseobtieneenParís,esdecir,loco,eléxitocapazdeaplastaralasgentesquenotienenhombrosparasoportarlo,locual,entreparéntesis,ocurrefrecuentemente.Sehablabaenlosperiódicosyen las revistas del conde de Steinbock, sin que él ni la señorita Fischer losospechasen siquiera.Todos losdías, tanprontocomo la señoritaFischer seibaacomer,Wenceslaoseencaminabaacasadelabaronesa,pasandoallíunaodoshoras,exceptoeldíaenqueSabelaibaacasadesuprimaHulot.Esteestadodecosasduróalgunosdías.

El barón, seguro de las cualidades y del estado civil del conde deSteinbock; la baronesa, prendada de su carácter y de sus costumbres, yHortensia,orgullosadesuaprobadoamorydelagloriadesupretendiente,novacilabanyaenhablardeaquelmatrimonio.Finalmente,elartistasecreíaenelcolmodeladicha,cuandounaindiscrecióndelaseñoraMarneffelopusotodoenpeligro.Heaquícómo:

Sabela,aquienelbarónHulotdeseabarelacionarconlaseñoraMarneffeparatenersiempreuntestigodevistadeaquelhogar,habíacomidoyaencasade Valeria, la cual, por su parte, deseando saber algo de la familia Hulotacariciaba mucho a la solterona. Valeria tuvo, pues, la idea de invitar a laseñorita Fischer a estrenar la nueva habitación que ocuparía en breve. La

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solterona,contentadehallarunacasamásadondeiracomer,ycautivadaporlaseñoraMarneffe,lehabíatomadocariño.Detodaslaspersonasconquieneshabíatenidorelaciones,ningunahabíahechotantosgastosporella.Enefecto,la señoraMarneffe, quemimaba cuanto podía a la señorita Fischer era, pordecirloasí,paraella loquelaprimaBelaeraparalabaronesa,paraelseñorRivet, para Crevel y para todos los demás que la invitaban a comer. LosMarneffe habían excitado sobre todo la conmiseración de la prima Bela,dejándolaverlaprofundamiseriadesuhogar,revistiéndolacomosiempredelos más hermosos colores; amigos socorridos, que fueron ingratos,enfermedades, una madre, la señora Fortin, a quien habían ocultado susangustiasyquemuriócreyéndosesiempreenlaopulenciagraciasasacrificiossobrehumanos,etc.

—¡Pobre gente! —le decía a su primo Hulot—. Hace usted bien eninteresarseporellos,porquesonmuybuenaspersonasylomerecen.Apenaspuedenvivircon lomilescudosdesueldodelsubjefe,ydesde lamuertedemariscalMontcornetestánempeñados.EsunaverdaderabarbarieesodequeelGobiernoquieraqueunempleadoquetienemujerehijosvivaenParíscondosmilcuatrocientosfrancosdesueldo.

Una joven que parecía tenerle amistad, que se lo decía todo paraconsultarle,quelaadulabayqueparecíadejarseguiarporella,pasóaseralpocotiempomásamadaporlaprimaBelaquetodossusparientes.

Porsuparte,elbarón,admirandoenlaseñoraMarneffeunadecencia,unaeducaciónyunosmodalesquenohablavistoenJennyCadine,nienJosefa,nienningunadesusamigas,sehabíaenamoradodeella,enunmes,conpasióndeanciano,pasióninsensataqueparecíarazonable.Enefecto,noveíaallíniburlas, ni orgías, ni gastos locos, ni depravación, ni desprecio por las cosassociales,niaquellaindependenciaabsolutaque,ensusrelacionesconlaactrizylacantante,habíasidocausadetodassusdesgracias.Tampocoveíaenellaaquellarapacidaddecortesana,comparableaunestómagoinsaciable.

La señoraMarneffe, que se había convertido en su amiga y confidente,hacíamilremilgosparaaceptarlamenorcosadeél.

—Pasemosporlosascensos,lasgratificacionesytodoloquepuedaustedlogrardelGobierno;peronoempieceadeshonraralamujeraquiendiceamartanto—decíaValeria—,porquesino,nolecreeré…yamímegustacreerle—añadía,dirigiendoalcielounamiradadesanta.

Cada regalo que le hacía aceptar era una especie de violación deconciencia, la tomadeuna fortaleza.El pobrebarón empleaba estratagemaspara ofrecer una bagatela, que no dejaba por eso de costarle cara, y sefelicitabadehaberencontradoalfinunavirtud,dehaberhalladolarealizaciónde sus sueños. En aquel hogar primitivo—se decía— el barón era tan dios

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comoensucasa.ElseñorMarneffeparecíahallarseamilleguasdecreerqueelJúpiterdesuministeriotuvieselaintencióndedescendersobrelacasadesumujercomounalluviadeoro,yhacíasecriadodesuaugustojefe.

LaseñoraMarneffe,deveintitrésañosdeedad,mujerde laclasemedia,pura y timorata, flor escondida en la calle del Deanato, debía ignorar lasdepravaciones y la desmoralización cortesanescas, que causaban ahoradisgustohorriblealbarón,pueséstenohabíaconocidotodavíalosencantosdela virtud que lucha, y la tímidaValeria se los hacía saborear, como dice lacanción,atodololargodelrío.

Una vez planteada así la cuestión entre Héctor y Valeria, nadie seasombrará de saber que Valeria hubiese sabido por Héctor el secreto de lapróximabodadelgranartistaSteinbockconHortensia.Entreunamante sinderechosyunamujerquenosedecidefácilmenteaconvertirseenunaqueridahay luchas orales y morales en que la palabra descubre frecuentemente elpensamiento, del mismo modo que, en un asalto, el florete adquiere laanimacióndelaespadadelduelo.Elhombremásprudenteimitaentoncesalseñor de Turena. El barón había dejado, pues, entrever toda la libertad deacción que el matrimonio de su hija le daría, para responder a la amableValeriaque,másdeunavez,habíaexclamado:

—¡No concibo que una mujer cometa una falta por un hombre que nopuedasertodosuyo!

Elbarón lehabía juradoyamil vecesque, desdehacíaveinticincoaños,todohabíaterminadoentrelaseñoraHulotyél.

—¡Dicen que es tan hermosa!—replicaba la señoraMarneffe—.Quieropruebas.

—Lastendráusted—dijoelbarón,felizconaqueldeseodeValeriaquelacomprometía.

—¿Cómo?Seríaprecisoquenomedejaseustednunca—habíarespondidoValeria.

Héctor se había visto entonces obligado a revelar sus proyectos enejecucióndelacalledeVanneau,parademostrarasuValeriaquepensabaendarle aquellamitad de vida quepertenece a unamujer legítima, suponiendoque el día y la noche participan por igual de la existencia de las gentescivilizadas.Habló de separarse con decoro de sumujer, dejándola sola, unavezquesuhijasehubiesecasado.LabaronesapasaríaentoncestodoeltiempoencasadeHortensiayenladelosjóvenesespososHulot,yestabasegurodelaobedienciadesumujer.

—Desde entonces, mi angelito, mi verdadera vida, mi verdadero hogar

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estaráenlacalledeVanneau.

—¡Dios mío, cómo dispone usted de mí!… —dijo entonces la señoraMarneffe—.¿Ymimarido?

—¿Eseguiñapo?

—Lo cierto es que, comparado con usted, es eso… —respondió ellariendo.

La señoraMarneffe sintió unas ganas atroces de ver al joven conde deSteinbock después de haber sabido su historia; quizá quería obtener algunajoyasuya,mientrasviviesenbajoelmismotecho.Estacuriosidaddesagradótantoalbarón,queValeriajurónomirarnuncamásaWenceslao.Perodespuésdehabersehechorecompensarelabandonodeaquelcaprichoconunpequeñoserviciocompletoparaté,deporcelanaantiguadeSevres,guardóesedeseoenelfondodesucorazón,escritocomoenunaagenda.Así,pues,undíaenquehabía rogado a su prima Bela viniese para tomar el café juntas, en suhabitación,pusosobreeltapetelacuestióndesunovio,conelfindesabersipodríaverlesinpeligro.

—Amiguitamía—dijoella,puessetratabanmutuamentedeamiguitas—,¿porquénomehapresentadoustedtodavíaasunovio?¿Sabeustedquesehahechocélebreenpocotiempo?

—¿Élcélebre?

—Pero…¡Sinosehablamásquedeél!

—¡Bah!—exclamóSabela.

—Vaahacerlaestatuademipadre,yyopuedoserlemuyútilparaelbuenéxitodesuempresa,pueslaseñoraMontcornetnopuede,comoyo,prestarleunaminiaturadeSain,unaobramaestrahechaen1809,antesdelacampañadeWagram,miniaturaquelefuedadaamipobremadrecuandoMontcorneteraaúnjovenyguapo.

En tiempo del Imperio, Sain y Augustin compartían el imperio de lapinturaenminiatura.

—¿Diceusted,amiguita,quevaahacerunaestatua?—PreguntóSabela.

—Denuevepies,encargadaporelMinisteriodelaGuerra.Pero¿dedóndesaleusted?¿Hede teneryoquedarleesasnoticias?ElGobierno levaadarademásalcondedeSteinbockuntallerycasaeneldepósitodemármolesdelGros-Caillou,delque talvez seadirector supolaco…Unaplazadedosmilfrancos,quelevendrácomoanilloaldedo.

—¿Cómosabeustedtodoeso,cuandoyonosénada?—dijoalfinSabela,saliendodesuestupor.

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—Vamos a ver, mi querida prima Bela —dijo graciosamente la señoraMarneffe—,¿esustedcapazdesentirunaamistadverdadera,a todaprueba?¿Quiereustedqueseamoscomodoshermanas?¿Quiereustedjurarmequenotendrá nunca secretos para mí, como yo no los tendré para usted, y quiereustedsermiespíacomoloseréyosuya?¿Quiereusted,sobre todo, jurarmequenomevenderánuncaamimaridonialseñorHulot,yquenodiránuncaquehesidoyolaquelehedicho…?

LaseñoraMarneffesedetuvoensuplática,puesleasustóelaspectodelaprima Bela. La fisonomía de la lorenesa se había vuelto terrible. Sus ojosnegrosypenetrantesteníanlafijezadelostigres.Sucaraseparecíaalasqueatribuimos a las pitonisas, pues apretaba los dientes para impedir quecastañeteasen,yunaespantosaconvulsiónhacíatemblarsusmiembros.Habíametido su ganchudamano entre su gorro y sus cabellos para empuñarlos ysostenersucabeza,queleparecíasehabíavueltodemasiadopesada:ardía.Elhumodelincendioquelaconsumíaparecíasaliratravésdesusarrugas,cualsi fuesen grietas producidas por una erupción volcánica. Aquello fue unespectáculosublime.

—Pero¿Porquésedetieneusted?—ledijoconvozronca,hueca—.Seréparaustedtodoloqueeraparaél.¡Oh!Lehubieradadomisangre.

—¿Leamabausted,pues?

—Comosifuesemihijo.

—Bien—repuso la señoraMarneffe respirandomás a gusto—. Si no leamaustedmásquecomohijo,sevaustedaponermuycontenta,pues¿ustedquiereverlefeliz?

Sabela respondió con unmovimiento de cabeza rápido, como el de unaloca.

—Secasadentrodeunmesconlaprimitadeusted.

—¡ConHortensia!—gritó la solterona, dándose un golpe en la frente ylevantándose.

—¿Cómo? ¿Demodo que ama usted a ese joven?—preguntó la señoraMarneffe.

—Amiguitamía,vamosaunirnoshastamorir—dijolaseñoritaFischer—.Sí; si usted tiene afectos,me serán sagrados. En fin, los vicios de usted seconvertiránparamíenvirtudes,porquevoyanecesitardesusvicios.

—¿Demodoquevivíaustedconél?—exclamóValeria.

—No;queríasersumadre.

—¡Ah! Pues entonces no puedo entender nada—repusoValeria—, pues

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entoncesnohasidoustedburladaniengañada,ydebesentirsemuydichosaalver que hace un buenmatrimonio, al verle lanzado. Por lo demás, todo haacabadoparausted,nolodude.ElartistavatodoslosdíasacasadelaseñoradeHulottanprontocomoustedsevaacomer.

—¡Adelina!—exclamó Sabela—. ¡Oh! ¡Adelina,me la pagarás! ¡He dehacerquetevuelvasmásfeaqueyo!

—Pero¡estáustedpálidacomounamuerta!—repusoValeria—.Pero¿hayalgoentreustedes?¡Oh!¡Quéestúpidasoy!—exclamólaseñoraMarneffe—.Cuandolamadreylahijaseocultandeustedesporquetemenqueopondríaobstáculosaeseamor;perodetodosmodos,siustednovivíaconesejoven…Todoesto,amiguita,resultaparamímásoscuroqueelcorazóndemimarido.

—¡Oh! Usted no sabe—repuso Sabela—, usted no sabe lo que es esaartimaña:eselúltimogolpequemata.¡Ycuántos,cuántosgolpeshesufridoyoenelalma!¡UstedignoraquedesdelaedadenquesesienteyomehevistoinmoladaaAdelina!Medabangolpesyaellalehacíancariños.Ibayoamisacomo una desastrada y ella vestida como una señora. Yo cavaba el jardín,mondaba las legumbresyellanomovía losdedosmásqueparaarreglarsustrapillos. Ella se ha casado con el barón, ha venido a brillar a la corte delemperador, y yo permanecí hasta el año 1809 en mi aldea esperando unpartidoconvenientedurante cuatro años.Ellosme sacarondeallí, peroparahacerme obrera y para proponerme empleados y capitanes que parecíanporteros… Yo he tenido durante veinticinco años todas sus sobras… Y heaquí,que,comoenelAntiguoTestamento,elpobreposeeunasolaoveja,queconstituyesudicha,yelrico,quetienerebaños,ambicionalaovejadelpobreyselaroba…sinadvertírselo,sinpedírsela…¡Adelinamearrebatamidicha!¡Adelina!… ¡Adelina! ¡Te veré en el lodo y más baja cien veces que yo!Hortensia, a quien yo amaba,me ha engañado…El barón…No, eso no esposible.Vamosaver:dígameustedloquehaydeciertoentodo.

—Cálmeseusted,amiguitamía.

—Valeria,ángelmíoquerido,voyacalmarme—respondióaquellaextrañajoven,sentándose—.Unasolacosapuedevolvermelarazón:demeustedunaprueba.

—¡Pero si su prima posee el grupoSansón, cuya litografía ha publicadouna revista! Hortensia lo pagó con sus economías, y el barón es quien,considerándoloyacomosufuturoyerno,lolanzayleconsiguetodo.

—¡Agua! ¡Agua!—gritó Sabela después de haber fijado sus ojos en lalitografía,bajolaqueseleía:GrupopertenecientealaseñoritaHulotdeErvy—.¡Agua!¡Micabezaarde!¡Mevuelvoloca!

LaseñoraMarneffetrajoagua;lasolteronasequitóelgorro,sesoltósus

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cabellosnegrosymetióvariasveceslacabezaenlapalanganaquesosteníasunueva amiga; mojó así varias veces su frente, conteniendo el amago decongestión. Después de esta inmersión, recobró todo su imperio sobre símisma.

—¡Niunapalabra!—ledijoalaseñoraMarneffealmismotiempoquesesecaba—.¡Niunapalabradetodoesto!¿Veusted?Yaestoytranquilaytodoestáolvidado.Ahoraestoypensandoenotracosa.

—Seguramente que mañana está en el manicomio —se dijo la señoraMarneffe,mirandoalalorenesa.

—¿Qué hacer? —repuso Sabela—. Mire usted, ángel mío, es precisocallarse,inclinarlacabezaeiralatumbacomovaelaguadirectamentealrío.¿Qué puedo intentar yo? Yo quisiera reducir a polvo a toda esa gente, aAdelina,asuhija,albarón;pero¿quépuedeunaparientapobrecontra todaunafamiliarica?…Seríalahistoriadelpucherodebarrocontraelpucherodehierro.

—Sí,tieneustedrazón—respondióValeria—;valemássacardetodoestoelpartidoquesepueda.ÉstaeslavidaenParís.

—Y no lo dude —dijo Sabela—, yo moriré pronto si pierdo a esemuchacho,aquiencreíapoderservirsiempredemadreyconquiencontabavivirtodamivida.

Las lágrimas aparecieron en sus ojos y se detuvo. Esta sensibilidad enaquellamuchachadeazufreydefuegohizotemblaralaseñoraMarneffe.

—Menosmal—dijo,cogiendolamanodeValeria—quelatengoausted,loquemesirvedeconsueloenestagrandesgracia…Nosamaremosmucho…Y¿porquénoshemosdeseparar?Yonoserénuncaunestorboparausted.Amínomeamaránnunca.Todoslosquemehanqueridosecasabanconmigoacausadelaproteccióndemiprimo…¡Tenerenergíaparaescalarelparaísoyemplearla en procurarse pan, agua, guiñapos y una guardilla! ¡Ah, amiguitamía!¡Estosíqueesmartirio!Enélmeheconsumido.

Dicho esto, sedetuvobruscamentey fijó en los azulesojosde la señoraMarneffeunamiradanegraqueatravesóelalmadeaquellamujerbonitacomolahojadeunpuñalhubieseatravesadoelcorazón.

—¡Yparaquéhablar!—exclamó,dirigiéndoseunreprocheasímisma—.¡Ah! Jamás he dicho otro tanto. ¡La lucha volverá amanos de su amo!—añadió después de una pausa, empleando una frase del lenguaje infantil—.Como usted dice muy bien, agucemos los dientes y procuremos el mayorprovechoposible.

—Tieneustedrazón—dijolaseñoraMarneffe,aquienespantabaaquella

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crisis,yquenorecordabahaberemitidoesteapotegma—.Creoqueestáustedenlocierto,hijitamía.Ande,lavidanoestanlarga;hayquesacardeellatodoelpartidoquesepuedaempleandoa losdemásparaplacernuestro.Yo,quesoyaúnjoven,yaestoydesengañada.Fuieducadacongranmimo;mipadresecasóporambiciónycasimeolvidódespuésdehaberhechodemísu ídolo,luegodehabermeeducadocomoalahijadeunareina.Mipobremadre,queme hacía soñar un gran porvenir, murió de pena al verme casada con unempleadillo conmil doscientos francos, viejoy frío libertino, a los treintaynueveaños,corrompidocomounbañodeesclavos,yquenoveíaenmímásque lo que han visto en usted; un instrumento de fortuna. Pues bien, heacabadoporverqueestehombreinfameeselmejordelosmaridos.Medejaenlibertad,prefiriendoalassuciasperdidasdelacalle,ysisequedaparasíelsueldo, jamás me pide cuentas acerca del modo que tengo de procurarmerecursos…

A su vez, la señora Marneffe se detuvo, como mujer que se sientearrastradaporeltorrentedelasconfidencias,yadmiradadelaatenciónqueleprestabaSabela,creyóconvenienteestarseguradeellaantesdehacerladueñadesusúltimossecretos.

—Vea usted, amiga, cuál es mi confianza en usted —repuso la señoraMarneffe,alaqueSabelacontestóconunsignoexcesivamentetranquilizador.

A veces se jura con los ojos y con un movimiento de cabeza con mássolemnidadqueantelostribunalesdejusticia.

—Yo tengo las apariencias de la honradez—repuso la señoraMarneffe,poniendosumanosobrelamanodeSabelacomosifueraaprestarjuramento—.Soy unamujer casada y hago lo que quiero, hasta tal punto que, por lamañana, al salir para el ministerio, si le da la ocurrencia a Marneffe dedecirme adiós y se encuentra cerrada la puerta de mi cuarto, se va tantranquilamente.QuiereasuhijomenosdeloqueyoquieroaunodelosniñosdemármolquejueganalpiedeunodelosdosRíos,enlasTullerías.Siyonovengoacomer, comemuybiencon lacriada,pues lacriadaes todaparaelseñor,ytodaslasnochessaledespuésdelacenaparanovolverhastamedianocheolaunadelamadrugada.Desgraciadamente,haceunañoqueestoysindoncella,locualquieredecirquehaceunañoqueestoyviuda…Nohetenidomás que una pasión, una dicha… Era un rico brasileño que hace un añomarchó, ¡ésa es mi única falta! Se marchó a vender sus propiedades, arealizarlo todo para poder establecerse en Francia. ¿Qué encontrará de suValeria?Unestercolero.¡Bah!Despuésdetodo,suyaserálaculpa,ynomía.¿Porquétardatantoenvolver?Además,¿quiénsabesinohabránaufragado,comomivirtud?

—Adiós,amigamía—dijobruscamenteSabela—;nonossepararemosya

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nunca.Laquieroausted,laestimoysoytodasuya.MiprimomeatormentaparaquevayaavivirensufuturacasadelacalledeVanneau;yonoquería,porqueheadivinadolarazóndeestanuevabondad.

—Sí,yaséqueustedmehubieravigilado—dijolaseñoraMarneffe.

—Ésaeslarazóndesugenerosidad—replicóSabela—.¡EnParíslamitadde los beneficios son especulaciones, como lamitad de las ingratitudes sonvenganzas!Conunaparientapobreseobracomoconlasratascuandoselespone un pedazo de tocino como cebo. Aceptaré el ofrecimiento del barón,porque esta casa seme ha hecho odiosa. En cuanto a eso, tenemos las dosbastante talento para callar lo que nos daña y decir lo que debe decirse; demodoquenadadeindiscrecionesyunaamistad…

—¡Atodaprueba!—exclamógozosamentelaseñoraMarneffe,satisfechadetenerunaconfidente,unaespeciedetíahonrada—.Escucheusted,veoqueelbarónseportaperfectamenteenlacalledeVanneau.

—Ya lo creo —repuso Sabela—. ¡Como que se ha gastado treinta milfrancos!Nosédedóndeloshasacado,porqueJosefalehabíadesangradoporcompleto. ¡Oh!Hacaídoustedbien—añadió—.Elbarónescapazde robarparalaquetienesucorazónentreunasmanitasblancasysatinadascomolasdeusted.

—Bueno,amiguitamía—repusolaseñoraMarneffe,conlaseguridaddelasmujeres,quenoesmásqueindiferencia—,tomeusteddeestacasaloquepuedaservirleparasunuevoalbergue:estacómoda,estearmariodeluna,estaalfombra,lacolgadura…

LosojosdeSabelasedilataronporefectodeungoceinsensato,puesnoseatrevíaacreerensemejanteregalo.

—¡Hace usted más por mí en un momento que mis parientes ricos entreintaaños!—exclamó—.¡Nuncasehanocupadodesiteníaonomuebles!Ensuprimeravisita,hacealgunassemanas,elbarónhizounamuecadericoalver el aspecto de mi miseria… Pues bien; gracias, amiga mía, yo le harérecobrarcentuplicadoloqueestovale.Másadelanteveráustedcómo.

Valeria acompañó a su prima Bela hasta el descansillo, donde las dosmujeressebesaron.

—¡Cómohiedelacondenada!—sedijolamujerbonitacuandoestuvosola—. Procuraré no besar con frecuencia a mi primita. Sin embargo, hay queandarconcuidado,debomimarlamucho,porquemeserámuyútily talvezmehagahacerfortuna.

Como verdadera criolla de París, la señora Marneffe aborrecía la pena,teníalanegligenciadelasgatas,quesólocorrenysemuevenforzadasporla

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necesidad. Para ella la vida debía ser todo placer y el placer no debía tenerdificultades. Le gustaban las flores, con tal que se las llevasen a casa. Noconcebía una noche de teatro sin tener un buen palco entero para ella y uncocheparavolveracasa.Valeriahabíaadquiridoestosgustosdecortesanadesumadre,mimadaporelgeneralMontcornetdurante lasestanciasquehacíaenParís,yque,duranteveinteaños,habíavistotodoelmundoasuspies;perocomoeraunagastadoralohabíadisipadotodoyselohabíacomidoconesavida lujosa cuyo programa se ha perdido desde la caída de Napoleón. Losgrandes del Imperio han igualado con sus locuras a los grandes señores deantaño.DurantelaRestauración,lanoblezasehaacordadosiempredehabersidoperseguidayrobada;demodoque,apartedoso tresexcepciones,sehaconvertidoeneconómica,juiciosa,previsora;enfin,burguesaysingrandeza.Después, el año 1830 consumó la obra de 1793.En lo sucesivo, enFranciahabrágrandesnombres,peronograndescasas,amenosdegrandescambiospolíticos difíciles de prever. Todo toma aquí el sello de la personalidad. Lafortunadelosmásjuiciososesvitalicia.Sehadestruidolafamilia.

Elpoderosoabrazodelamiseria,queestrangulabaaValeriaeldíaenque,según la expresión deMarneffe, había hecho aHulot, había decidido a estajoven a tomar su belleza como medio de hacer fortuna. Así es que hacíaalgunosdíassentíalanecesidaddetenerasulado,aligualqueunamadre,unaamigaadictadeesasaquienesseconfíaloquesedebeocultaraunadoncelladeservicioyquepuedeobrar,iryvenirypensarpornosotros;untestaferro,ensuma,queconsientaenunrepartodesigualdelavida.Ahorabien;Valeriahabíaadivinado,lomismoqueSabela,lasintencionesquellevabaelbarónalrelacionarla con la primaBela.Aconsejada por la temible inteligencia de lacriollaparisiense, que sepasa lashoras tendida sobreundiván, paseando lalinternadesuobservaciónportodoslosrinconesoscurosdelasalmas,delossentimientosydelasintrigas,habíaideadoconvertirencómpliceasuespía.Probablemente su terrible indiscreción era premeditada; había reconocido elverdaderocarácterdelaardienteyapasionadamuchacha,yqueríaatraérsela.Esta conversación se parecía, pues, a la piedra que arroja un viajero a unabismo para hacerse la demostración física de su profundidad. Y la señoraMarneffehabíasentidomiedoalverqueaquellamuchacha,enaparienciatandébil,tanhumildeytanpocodetemer,eraalavezunYagoyunRicardoII.

Enuninstante,laprimaBelasehabíamostradotalcualera;enuninstanteaquel carácter de corso y de salvaje, al romper las débiles ligaduras que lesujetaban,habíarecobradosuamenazadoraaltura,comolaramadeunárbolseescapade lasmanosdelniñoque lahadobladohastaélparaquitarle losfrutos.

Paraelqueobserveelmundosocialserásiempreobjetodeadmiraciónlaplenitud, la perfección y la rapidez de las concepciones en las naturalezas

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vírgenes.

Lavirginidad,comotodas lasmonstruosidades, tieneriquezasespeciales,grandezas absorbentes.Lavida, cuyas fuerzas están economizadas, adquiereenelindividuovirgenunaresistenciayunaduraciónincalculables.Elcerebrose ha enriquecido con el conjunto de sus facultades reservadas. Cuando lasgentes castas necesitan su cuerpo o su alma, y recurren a la acción o alpensamiento, ven que susmúsculos son de acero, que su inteligencia poseeunacienciainfusa,lamagianegradelavoluntad.

Desde este punto de vista, la Virgen María, no considerándola por unmomentomásquecomounsímbolo,eclipsóporsugrandezatodoslos tiposindios,egipciosygriegos.LaVirginidad,madredelasgrandescosas,magnaparens rerum, tiene en sus hermosasmanos blancas la llave de losmundossuperiores.Enfin,esagrandiosayterribleexcepciónmerecetodosloshonoresqueleconfierelaIglesiacatólica.

Enunmomento, pues, la primaBela se convirtió en elmohicano, cuyoslazos son inevitables, cuyo disimulo es impenetrable y cuyas rápidasdecisionesestánfundadassobrelaperfeccióninauditadelosórganos.Fueelodio y la venganza sentidos sin transición, como se sienten en Italia, enEspaña y en Oriente. Estos dos sentimientos, que son engendrados por laamistadyporelamorllevadosaloabsolutosólosonconocidosporlospaísesbañados por el sol. Pero Sabela fue sobre todo hija de Lorena, es decir, seresolvióaengañar.

No emprendió de buena gana esta última parte de su papel; hizo unatentativasingular,debidoasuprofundaignorancia.Pensóquelacárceleraloque creen todos los niños que es; confundió el guardar en secreto con elencarcelamiento.Elguardarensecretoeselsuperlativodelencarcelamiento,yestesuperlativoeselprivilegiodelajusticiacriminal.

AlsalirdecasadelaseñoraMarneffe,SabelasefueacasadelseñorRivetylohallóensudespacho.

—Bueno, mi buen señor Rivet —le dijo, después de haber echado elcerrojoa lapuerta—,teníaustedrazón; lospolacossontodosunoscanallas;gentessinfeniley.

—Sí, gentes que quieren incendiar a Europa—dijo el pacífico Rivet—,arruinarelcomercioyalosfabricantes,porunapatriaque,segúndicen,estállenadepantanosydeespantososjudíos,sincontarloscosacosylosaldeanos,especiedebestiasferocesdifícilmenteclasificadasdentrodelgénerohumano.Esos polacos desconocen los tiempos actuales. ¡Nosotros no somos yabárbaros!Laguerraseva,miqueridaseñorita,sehaidoconlosreyes.Nuestrotiempoeseltriunfodelcomercio,delaindustriaydelaformalidadquecreóla

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Holanda.Sí—dijo,animándose—,estamosenunaépocaenquelospueblosdeben obtenerlo todo por el desenvolvimiento de las institucionesconstitucionales;heaquíloquelospolacosignoran,yyoconfío…¿Quédiceusted,hermosamía?—añadió,deteniéndosealver,porlaactituddesuobrera,quelaaltapolíticaestabafueradesucomprensión.

—Aquíestáel legajo—replicóBela—.¡Sinoquieroperdermis tresmildoscientosdiezfrancosseráprecisometeraesepilloenlacárcel!

—¡Ah!Yase lodecíayoausted—exclamóeloráculodelbarriodeSanDionisio.

LacasaRivet,sucesordePonshermanos,seguíasiempreestablecidaenlacalledelasMalasPalabras,enelantiguopalaciodeLangeais,construidoporestailustrecasaenlaépocaenquelosgrandesseñoresseagrupabanentornodelLouvre.

—¡Por eso le he colmado de bendicionesmientras venía hacia aquí!—respondióSabela.

—Siélnosospechanadapodráserdetenidoalascuatrodelamañana—dijoeljuez,consultandosualmanaqueparaverlahoradelasalidadelSol—;peroestonopodráhacersehastapasadomañana,porquenosepuedeprenderanadiepordeudassinconminarleantesalpago.Asíesque…

—¡Quéleymásestúpida!—dijolaprimaBela—.Deesemodoeldeudorseescapa.

—Tiene perfecto derecho—replicó el juez, sonriendo—. Así, mirad, heaquícómo…

—En cuanto a eso, yo cogeré el papel —dijo Bela, interrumpiendo alcónsul—,seloentregarédiciendoquemehevistoobligadaabuscardineroyquemiprestamistahaexigidoesaformalidad.Comoconozcoalpolaco,séquenisiquieraabriráelpapelycontinuaráfumandosupipa.

—¡Ah! No está mal, no está mal, señorita Fischer. Bueno, esté ustedtranquila,quesearreglaráelasunto.Perouninstante…Noestodoelencerrara un hombre; ese lujo judicial no se empleamás que para coger su dinero.¿Creeustedquecobraráasí?¿Quiénlepagará?

—Losqueledandinero.

—¡Ah!Sí,yanomeacordabaqueelministrodelaGuerralehaencargadodelmonumento erigido a unode nuestros clientes. ¡Ah!Esta casa ha hechomuchos uniformes para el general Montcornet, el cual no tardaba enennegrecerlos con el humo de los cañones. ¡Qué valiente era! ¡Y pagabapuntualmente!

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UnmariscaldeFranciahabrápodidosalvaralemperadoroasupaís,peroél ¡pagaba puntualmente! siempre será su mejor elogio en boca de uncomerciante.

—Bueno,hastaelsábado,señorRivet,quetendráustedsusgrandesplatos.Apropósito:leadviertoqueabandonolacalledelDeanatoyvoyaviviralacalledeVanneau.

—Haceustedbien,porquelaveíaconpenaeneseagujeroque,apesardemirepugnanciaparatodoloqueimitaalaoposición,deshonra,¿meatreveréadecirlo?Sí,deshonraelLouvreylaplazadelCarrousel.AdoroaLuisFelipe,esmiídolo,eslarepresentaciónaugustayexactadelaclasesobrelaquehafundadosudinastía,ynoolvidarénuncaloquehahechoporlapasamaneríaalrestablecerlaGuardiaNacional.

—Cuandoleoigohablaraustedasí—dijoSabela—,mepreguntoporquénoesusteddiputado.

—Temen mi adhesión a la dinastía—respondió Rivet—.Mis enemigospolíticossonlosdelrey.¡Ah!Esuncarácternoble,unahermosafamilia.Enfin—repuso,continuandosuargumentación—,esnuestro ideal;costumbres,economía,todo.PerolaterminacióndelLouvreesunadelascondicionesqueleimpusimosparadarlelaCorona,ylalistacivil,alaquenosehaseñaladolímite, estoy conforme en ello, nos deja el corazón de París en un estadolamentable…PorlomismoquesoypartidariodeljustomediomegustaríavereljustomediodeParísenotroestado.Elbarriodondeustedvivehacetemblar.Si siguiera usted en él, la hubieran asesinadoun día u otro…Pues bien; yatenernosalseñorCrevelcomojefedebatallóndesulegión…Confíoenqueseremosnosotroslosqueleproporcionemossuscharreteras.

—Hoycomoensucasa,yprocuraréenviárselo.

Sabela creyó que tendría para ella al livonio tratando de cortar todas lascomunicaciones entre elmundo y él. No trabajandomás, el artista se veríaolvidado como un hombre enterrado en una cueva, adonde sólo ella iría averle.Tuvodeestemododosdíasdedicha,puesesperabaasestargolpesdemuertealabaronesayasuhija.

Para ir a casa del señorCrevel, que vivía en la calle de los Saucedales,tomópor el puente delCarrousel, elmuelleVoltaire, elmuelle deOrsay, lacalleBellechasse, la calle de laUniversidad, el puente de laConcordia y laavenidadeMarigny.Aquella ruta ilógica estaba trazadapor la lógicade laspasiones, siempre excesivamente enemiga de las piernas. La prima Bela,mientraspasóporlosmuelles,miróhacialaorilladerechadelSena,andandocon lentitud. Su cálculo era justo: había dejado a Wenceslao vistiéndose ypensabaquetanprontocomoelenamoradosevieralibredeellairíaacasade

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labaronesaporelcaminomáscorto.Enefecto,enelmomentoenquepasabaarrimada a lo largo del parapeto delmuelle deVoltaire, devorando la riberaconsusmiradas,ymarchandoconelpensamientoporlaotraorilla,descubrióal artista en cuanto desembocó por el postigo de las Tullerías para ganar elpuenteReal.Alcanzóallíasuinfielypudoseguirlosinservistaporél,yaquelosenamoradosraravezvuelvenlacabeza;losiguióhastalacasadelaseñoraHulot,dondelevioentrarcomohombreacostumbradoavenirconfrecuencia.

Aquella última prueba, que confirmaba las confidencias de la señoraMarneffe,pusoaSabelafueradesí.

Llegóacasadeljefedelbatallón,recientementeelegido,eneseestadodeirritación mental que hace cometer asesinatos, y encontró al padre Crevelesperandoasushijos,eljovenmatrimonioHulot,enelsalón.

PeroCelestinoCrevelesunrepresentantetaningenuoytanverdaderodeladvenedizoparisiense,queesdifícilentrarsinceremoniaencasadeestefelizsucesordeCésarBirotteau.CelestinoCrevelesporsísolotodounmundo;poresomerece,másqueRivet,loshonoresdelapaleta,acausadesuimportanciaenestedramadoméstico.

—¿Habéisnotadoqueenlainfanciaoenloscomienzosdelavidasocialnoscreamosconnuestraspropiasmanosunmodelo,muchasvecessindarnoscuenta de ello?Así es como el dependiente de una casa deBanca sueña, alentrarenelsalóndesuamo,conposeerunsalónsemejante.Sihacefortuna,veinte años más tarde, no será el lujo que esté entonces de moda el queentronice en su casa, sino el lujo de antes, que tanto le fascinara. No seconocen todas las tonterías que son debidas a esa envidia retrospectiva, delmismo modo que se ignoran todas las locuras debidas a esas rivalidadessecretas que llevan los hombres a imitar el tipo que se han formado y aconsumirsusfuerzasparahacersenotar.Crevelfuetenientedealcaldeporquesu amo lo había sido, y era jefe de batallón porque había envidiado lascharreteras de César Birotteau. También, impresionado por las maravillasrealizadasporelarquitectoGrindot,enelmomentoenquelafortunasoplóasuamo,Crevel,comoéldecía,nosehabíaparadoenbarrascuandosetratódedecorar su habitación; se dirigió con los ojos cerrados y la bolsa abierta aGrindot,arquitectoqueestabaentoncescompletamenteolvidado.Nosesabecuánto tiempo duran las glorias pasadas, sostenidas por las admiracionesanteriores.

Grindot había reproducido allí por milésima vez su salón blanco y oro,tapizado de damasco rojo. El mobiliario de palisandro, esculpido como seesculpen las obras corrientes, sin finura, había sido dentro de la fabricaciónparisiense un legítimo orgullo para la provincia cuando la Exposición deproductosdela industria.Las lámparas, losbrazos,elcenicero, laarañayel

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reloj pertenecían al género rocalla. Lamesa redonda, inmóvil enmedio delsalón, ofrecía un mármol incrustado de todos los mármoles italianos yantiguos venidos de Roma, donde se fabrican esas especies de mapasmineralógicos semejantes a muestrarios de sastres y que causabanperiódicamentelaadmiracióndetodoslosburguesesaquienesCrevelrecibía.LosretratosdeladifuntaseñoradeCrevel,deCrevel,desuhijaydesuyerno,debidosalpinceldePedroGrassou,pintordegranfamaentrelasgentesdelaclase media, a quien Crevel debía lo ridículo de su actitud byroniana,guarnecíanlasparedes,formandoparejaloscuatro.Losmarcos,pagadosamilfrancoscadauno,armonizabanperfectamenteContodoaquellujodecaféqueseguramentehubiesehechoencogersedehombrosaunverdaderoartista.

El oro jamás ha perdido la menor ocasión de mostrarse estúpido. Secontarían hoy diezVenecias en París si los comerciantes retirados hubiesentenidoese instintodelasgrandescosasquedistinguea los italianos.Aunennuestros días, un negociantemilanés lega quinientosmil francos al DuomoparaeldoradodelaVirgencolosalquecoronalacúpula.Canovaordenaensutestamento a su hermano que construya una iglesia de cuatromillones, y elhermanoañadealgodelosuyo.UnburguésdeParís—ytodosellossienten,comoRivet,ungranamorporsuParís—,¿pensaríanuncaenhacer levantarlos campanarios que faltan en las torres de Nuestra Señora? Ahora bien;contad las sumas recogidas por el Estado en herencias sin herederos. SehabríanacabadolosembellecimientosdeParísconelimportedelastonteríasde cartón piedra, de pastas doradas y de esculturas falsas consumidas enquinceañosporlosindividuosdelaclasedeCrevel.

Al extremo de aquel salón se hallaba unmagnífico gabinete amuebladoconmesasyarmariosimitacióndeBoule.

El dormitorio, tendido con pieles de Persia, daba también al salón. Lacaoba en toda su gloria infestaba el comedor, donde unas vistas de Suiza,provistasdericosmarcos,adornabanlostableros.ElpadreCrevel,quesoñabaconhacerunviajeaSuiza,teníainterésenposeeraquelpaíspintadohastaelmomentoenquefueseaverloenlarealidad.

Crevel, antiguo tenientedealcalde, condecorado,guardianacional,habíareproducidofielmente,comoseve,todaslasgrandezas,hastalasmobiliarias,de su infortunado predecesor. Allí donde uno había caído, cuando laRestauración, éste, completamente olvidado, se había levantado, no por unextrañoazardelafortuna,sinoporlafuerzadelascosas.Enlasrevoluciones,lomismoqueenlastempestadesmarítimas,losvaloressólidossevanapiqueysóloquedana flote lascosas ligeras.CésarBirotteau, realista,gozandodefavorysiendoenvidiado,pasóaserelpuntodemiradelaopulenciaburguesa,mientrasquelatriunfanteburguesíaveíaseasimismorepresentadaporCrevel.

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Aquella habitación, que costaba mil escudos de alquiler y rebosaba detodasesascosasvulgaresqueprocuraeldinero,ocupabaelprimerpisodeunantiguopalaciosituadoentrepatioyjardín.Todoestabaallíconservadocomoloscoleópterosencasadeunentomólogo,puesCrevelparabaallímuypoco.

Aquel localsuntuosoconstituíaeldomicilio legaldelambiciosoburgués.Servidoallíporunacocinerayunayudadecámara,tomabadoscriadosmásyencargabalascomidasdecumplidoacasadeChevetcuandoobsequiabaalosamigospolíticos,agentesaquienesqueríadeslumbrar,ocuandorecibíaasufamilia.ElsitiodelaverdaderavidadeCrevel,queestabaantesenlacalledeNuestra Señora de Loreto, en casa de la señorita Eloísa Brisetout, habíasetransferido, según se ha visto, a la calle deChauchat.Todas lasmañanas elantiguo negociante —todos los plebeyos retirados se titulan antiguosnegociantes—pasabadoshorasenlacalledelosSaucedalesresolviendosusasuntos, y el resto del tiempo se lo dedicaba a Zaida, lo que a ésta leatormentabamucho.OrosmarioCrevel teníaun tratocerradocon la señoritaEloísa;ella ledebíaquinientosfrancosmensualesdedicha,sinreciprocidad.Además,Crevellepagabalacomidaytodoslosextraordinarios.Estecontratoconprimas,pueslehacíamuchosregalos,parecíaeconómicoalexamantedelacélebrecantante.Solíadecir,respectoaestepunto,alosnegociantesviudosqueamabandemasiadoasushijas,queerapreferibletenercaballosalquiladospormesesquecuadrapropia.Sinembargo,siserecuerdalaconfidenciahechapor el portero de la calle de Chauchat al barón, ya se sabrá que Crevel noahorrabanielcocheronielgroom.

Comoseve,Crevelhabíahechodemodoquesuexcesivoamorasuhijaredundaseenbeneficiodesusplaceres.Lainmoralidaddesusituaciónestabajustificadaporrazonesdealtamoral.Además,elantiguoperfumistasacabadeaquella vida —vida necesaria, vida desarreglada, Regencia, Pompadour,mariscal Richelieu, etc.— un barniz más de superioridad. Crevel aparecíacomo hombre de grandes vuelos, como gran señor de pie pequeño, comohombregeneroso,sinpequeñezdeideas,ytodoellopormildoscientosomilquinientosfrancosalmes.Noeratodoestoefectodeunahipocresíapolítica,sinoefectodevanidadburguesaque, sinembargo,dabaelmismo resultado.EnlaBolsa,Crevelpasabaporsersuperiorasuépocay,sobre todo,porunhombrequesabíavivir.

En esto Crevel creía haber dejado al buen Birotteau a cien codos pordebajodeél.

—¡Cómo!—exclamóCrevelllenoderabiaalveralaprimaBela—.¿EsustedlaquecasaalaseñoritadeHulotconunjovencondeaquienustedhaeducadoparaella?…

—¡Cualquiera diría que eso le contraría!—respondió Sabela, fijando en

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Crevelunamiradapenetrante—.¿Qué interés tieneusteden impedirquemiprimasecase?Porqueustedhizoabortar,segúnmehandicho,sumatrimonioconelhijodelseñorLebás…

—Ustedesunamuchachabuenaymuydiscreta—repusoelpadreCrevel—.Ahorabien;¿creeustedqueyoperdonarénuncaalseñorHulotelcrimende haberme quitado a Josefa… y, sobre todo, para convertir a una jovenhonrada,conquienyohubieraacabadoporcasarmealláenmivejez,enunaperdida,enunasaltimbanqui,enunacoristadelaópera?¡No!¡No!¡Nunca!

—Y,sinembargo,elseñorHulotesunbuenhombre—dijolaprimaBela.

—¡Amable,muyamable,demasiadoamable!—repusoCrevel—.Yonoledeseoningúnmal;peroquierotomarmelarevancha,ymela tomaré.¡Esmiideafija!

—¿YesesedeseolacausadequenovayaustedyaacasadelaseñoradeHulot?

—Talvez…

—¡Ah!¿Demodoque lehacíausted lacorteamiprima?—dijoSabela,sonriendo—.Losospechaba.

—Sí,ymehatratadocomoaunperro;peoraún,comoaunlacayo;mejordicho,¡comoaundetenidopolítico!Perosaldrévencedor—añadió,cerrandolospuñosygolpeándoselafrente.

—¡Pobre hombre! ¡Sería espantoso que hallase a su mujer faltándole,despuésdeverseabandonadoporsuquerida!

—¡Josefa!—exclamóCrevel—.¿LohadejadoJosefa?¿Lohadespedido?¿Lohaarrojadodesu lado?…¡Bravo,Josefa! ¡Josefa,mehasvengado! ¡Teenviarédosperlasparaque adornes conellas tusorejas,mi exbicha!…Nosabíanadadeeso,porque,despuésquelaviaustedaldíasiguientedeaquelenqueAdelinameechódesucasa,mefuiacasadelosLebás,aCorbeil,dedondeahoravuelvo.Eloísahahecholoimposibleparaenviarmealcampo,yyahesabido la razóndesudeseo:queríaestrenarsinmí lahabitaciónde lacalle de Chauchat, con artistas, histriones y gentes de letras… ¡He sidoburlado! Pero la perdonaré, porque Eloísa me entretiene. Es una Dejazetinédita.

¡Quétunantuelaesestamuchacha!Heaquílacartaqueencontréayerporlanoche:

Viejo mío, he alzado mi tienda en la calle de Chauchat. He tomado laprecaución de que mis amigos viniesen a secar las paredes. Todo estádispuesto.Vengaustedcuandoquiera,señor.Agaresperaasu

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Abraham.

—Eloísamedarámásnoticias,puesconocealdedillolavidabohemia.

—Pues mi primo ha recibido impasible ese desengaño —respondió laprima.

—¡Noesposible!—dijoCrevel,deteniéndoseensupaseo,semejantealiryvenirdeunpéndulo.

—El señor de Hulot tiene ya sus años—hizo observar maliciosamenteSabela.

—Leconozco—repusoCrevel—.Losdosnosparecemosenciertopunto:Hulotnopodrápasarsinalgúnamorío.Escapazdereconciliarseconsumujer—sedijo—.Seríanovedadparaél,yentonces¡adiósmivenganza!¿Sesonríeusted,señoritaFischer?…¡Ah!¿Ustedsabealgo?

—Me río de las cosas de usted—respondióSabela—.Sí,mi prima estáaúnbastanteguapaparainspirarpasiones;yo,sifuesehombre,laamaría.

—¡Quien tuvo, retuvo!—exclamó Crevel—. ¡Usted se burla de mí! Elbarónhabráencontradoalgúnconsuelo.

Sabelamoviólacabeza,haciendoungestoafirmativo.

—¡Ah! ¡Qué feliz es pudiendo reemplazar a Josefa de la mañana a lanoche! —dijo Crevel, continuando—. Pero no me asombra, porque él medecíaunanochecenandoque,ensujuventud,paranoestarnuncadesprovisto,teníasiempretresqueridas;laqueestabaapuntodeabandonar,lareinanteylaquecortejabaparaelporvenir.¡Debíadetenerdereservaalgunamodistillaensuvivero,ensuparquedelosCiervos!¡EsmuyLuisXVelmocito!¡Oh!¡Quéfeliz es, siendo guapo! Sin embargo, envejece mucho…, está marcado…,habráidoadarconalgunaobrera…

—¡Oh!No—respondióSabela.

—¡Ah!—dijoCrevel—.¡Quénodaríayoporquenosepudieraponerelsombrero! Me será imposible recobrar a Josefa, porque las mujeres de esaclasenovuelvennuncaasuprimeramor.Porotraparte,comosueledecirse,unareconciliaciónnoesunamornunca.PeroprimaBela,yodaría,esdecir,yo me gastaría cincuenta mil francos por quitarle la querida a ese guapo,probándolequeunhombrecomoyo,confajadejefedebatallónycabezadefuturoalcaldedeParís,nosedejasoplarladamasincoronaralpeón.

—Misituación—respondióSabela—meobligaaoírlotodoyanosabernada.Puedeustedhablar conmigo sin temor,puesnodigonunca loquemeconfían.¿Porquéquiereustedqueyofalteaestaleydemiconducta?Nadietendríayaconfianzaenmí.

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—Yalosé—replicóCrevel—.Esustedlaperladelassolteronas…Pero¡qué diablo!, hay excepciones.Mire usted, nunca le ha procurado rentas lafamilia.

—Peromequedaelorgullodenosergravosaparanadie—dijoBela.

—¡Ah! Si usted quisiera ayudarme a vengarme —repuso el antiguonegociante— yo pondría a su nombre diez mil francos en renta vitalicia.Dígame,hermosaprima,dígamequiéneslasustitutadeJosefa,ytendráustedconquépagar el alquiler, el desayunoy aquelbuen caféque legusta tanto,sustituyéndolopormokapuro,¿eh?¡Oh!¡Québuenoeselmokapuro!

—Me interesa más seguir siendo discreta que esos diez mil francos enrenta vitalicia, que me proporcionarían cerca de quinientos de renta—dijoSabela—;porque,además,mibuenseñorCrevel,elbarónseportamuybienconmigo:vaapagarmeelalquiler.

—¿Sí? ¡Ya verá cuánto tiempo se lo paga! ¡Confíe en él! —exclamóCrevel—.¿Dedóndevaasacareldineroelbarón?

—¡Ah!Nolosé.Elcasoesqueélsegastamásdetreintamilfrancosenlahabitaciónquedestinaparasunuevadama.

—¡Unadama!¡Cómo!¿Esporventuraalgunamujerhonrada?¡Quésuertetieneelmuybandido!Nohaycomoélparaeso.

—Unamujercasada,muydistinguida—repusolaprima.

—¿Deveras?—exclamóCrevel,abriendounosojosmovidostantoporeldeseocomoporaquellaspalabras:Unamujermuydistinguida.

—Sí —contestó Sabela—; lista, toca el piano, veintitrés años, caracándida, cutis de deslumbradora blancura, dientes de perrita, ojos comoestrellas, frentesoberbia…y¡unospiececitos!Nunca loshevisto iguales…,nosonmásanchosquelaballenadesucorsé.

—¿Y las orejas? —preguntó Crevel vivamente interesado por aquellafiliaciónamorosa.

—Orejasdignasdeseresculpidas—respondióella.

—¿Ymanospequeñas?

—Enunapalabra,ledigoqueesunaverdaderaalhaja.¡Tanhonesta!¡Tanpudorosa! ¡Tan delicada!…Un alma hermosa, un ángel que posee todas lasdistinciones,puessupadreesunmariscaldeFrancia.

—¡Mariscal de Francia! —exclamó Crevel, dando un salto prodigiososobre sí mismo—. ¡Dios mío! ¡Caramba! ¡Recontra! ¡El muy maldito!Dispénseme,prima,mevuelvoloco…¡Yocreoquedarlacienmilfrancos…!

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—Sí,yaestáustedfresco;yaledigoqueesunamujerhonrada,unamujervirtuosa.Únicamentequeelbarónhasabidocomponérselas.

—Pero¡siledigoaustedquenotieneuncéntimo!

—Hahabidopormediounmaridoascendido…

—¿Pordónde?—dijoCrevelconamargarisa.

—Nombradosubjefe;yesemarido,quesindudaserácomplaciente…,estáhechoparallevarademásunacruz.

—ElGobiernodebieratenercuidadoyrespetaralosquehacondecoradonoprodigandodeesemodolascruces—dijoCrevelconairemolesto—.Pero¿quétieneesemalditobarónparatenertantasuerte?¡Yocreoquevalgotantocomo él! —añadió, mirándose en un espejo y poniéndose en posición—.Eloísa me ha dicho muchas veces, en el momento en que las mujeres nomienten,queyoeraasombroso.

—¡Oh!—replicólaprima—.Alasmujereslesgustanloshombresgordos,porquecasitodossonbuenosy,entreustedyelbarón,yoleescogeríaausted.ElseñorHulotesocurrente,guapo,airoso;peroustedessólidoy,además,ahítiene,¡pareceustedaúnmástruhánqueél!

—¡Parece mentira! ¡Cómo les gusta a las mujeres este aire, hasta a lasdevotas!—exclamóCreveltancontento,quefueacogeraBelaporlacintura.

—La dificultad no está en eso —dijo Bela, continuando—. Yacomprenderáustedqueunamujerquetienetantasventajasnovaaserinfielasuprotectorporunabagatela,ylacosacostaríamásdecienmilfrancos,puesesadamaveyaasumaridojefedeoficinaantesdedosaños…Lamiseriaeslaqueempujaaesepobreangelitoalabismo.

Crevelsepaseabadeunladoaotrodesusalóncomounloco.

—¿Yéldebedeestarinteresadoporesamujer?—preguntódespuésdeunmomento,duranteelcualsudeseo,avivadoasíporSabela,seconvirtióenunaespeciederabia.

—¡Figúrese!—repusoSabela—.Comoqueyonocreoquehayaobtenidoaún ni esto —dijo, haciendo sonar la uña de su pulgar contra una de susenormes paletas blancas—, y ya lleva gastadosmás de diezmil francos enregalos.

—¡Oh!¡Québuenabromasiyollegaseantesqueél!—exclamóCrevel.

—¡Diosmío!¡Quémalhagoyoendecirlenadadeesto!—repusoSabela,fingiendosentirremordimientos.

—No. Quiero avergonzar a su familia de usted. Mañana mismo voy a

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poner a su nombre una suma al cinco por ciento, de modo que tengaseiscientosfrancosderenta;peromelodiráustedtodo,¿verdad?Elnombreyla casa de la Dulcinea. A usted ya puedo decirle que nunca he tenido unamujerdistinguida,ylamayorambiciónmíaespoderconoceruna.Lashuríesde Mahoma no son nada en comparación con lo que yo me figuro de lasmujeres de la buena sociedad.En fin, ése esmi ideal,mi locura; tantoque,mireusted,labaronesaHulotnotendránuncacincuentaañosparamí—dijoCrevel sin saber que había tratado con una de las mujeres de espíritu másdelicadodelsiglopasado—.Atiendausted,mibuenaSabela;estoydecididoasacrificar cien, doscientos… ¡Chitón! ¡Que vienen mis hijos! Los veo queatraviesanelpatio.Yonodirénuncaquehesabidonadaporusted,ledoymipalabradehonor,puesnoquieroquepierdaustedlaconfianzadelbarón,sinotodolocontrario.¡Ydebedeamarmuchoalamujermicompadre!

—¡Oh! ¡Está loco por ella! —dijo la prima—. No ha sabido encontrarcuarenta mil francos para casar a su hija y los ha hallado para esta nuevapasión.

—¿Ylecreeustedamado?—preguntóCrevel.

—¡Asuedad!…—respondiólasolterona.

—¡Oh! ¡Qué estúpido soy! —exclamó Crevel—. ¡Yo que le tolero unartistaaEloísa,enteramentelomismoqueEnriqueIVleconsentíaaGabrielaque tuvieseaBellegarde!¡Oh!¡Lavejez!¡Lavejez!Buenosdías,Celestina;buenos días, cielo mío. ¿Y tu rorro? ¡Ah! ¡Aquí está! Palabra de honor,empiezaaparecérseme.Buenosdías,Hulot,amigomío,¿cómova?…Prontotendremosuncasamientomásenlafamilia.

Celestinay sumaridohicieronuna señamostrandoaSabela,y lahija lerespondiódescaradamenteasupadre:

—¿Cuál,pues?

Crevel tomó una actitud maliciosa como si diese a entender que suindiscreciónibaaserreparada.

—EldeHortensia—respondióperoaúnnoestádecidido.VengodecasadeLebás,ysehablabadelaseñoritaPopinotparanuestrojovenconsejerodela Audiencia real de París, a quien no le disgustaría ser nombrado primerpresidenteenprovincias…Vamosacomer.

AlassieteSabelavolvíaasucasaenómnibus,puesteníaprisadevolveraveraWenceslao,quelateníaengañadahacíaveintedíasyalcualllevabaaúnel saco lleno de frutas apiladas por el mismo Crevel, cuyo cariño hacia suprima Bela había duplicado. Subió a la guardilla con una rapidez capaz dequitarlarespiraciónacualquiera,yencontróalartistaocupadoenterminarlos

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adornosdeunacajaquequeríaofrecerasuqueridaHortensia.Elgrabadodelacajarepresentabahortensias,conlasquejugabanunosamorcillos.Elpobreenamorado, para sufragar los gastos de aquella caja que tenía que ser demalaquita, había hecho para Florent y Chanor dos hacheros, dos obrasmaestras,teniendoquecederleslapropiedad.

—Amiguito mío, hace algunos días que trabaja usted demasiado—dijoSabela, enjugándole la frente cubierta de sudor y besándosela—. Semejanteactividadmeparecepeligrosaenelmesdeagosto.Laverdadesquepodríaresentirsesusalud…Mire,aquítienemelocotonesYciruelasdecasadelseñorCrevel…Nosecanse tanto;hepedidoprestadosdosmil francos,yanoserqueocurrieseunadesgracia,podremosdevolverlossiustedvendesureloj…Sinembargo, tengodudasacercademiprestamista,puesacabadeenviarmeestepapeltimbrado.

Diciendo esto, colocó el auto de prisión debajo del boceto del mariscalMontcornet.

—¿Paraquiénhaceustedesas cosas tanbonitas?—lepreguntó tomandolasramasdehortensias,deceraroja,queWenceslaohabíadejadoparacogerlasfrutas.

—Paraunjoyero.

—¿Quéjoyero?

—Nolosé.Stidmannmerogóquehicieraesto,quelecorreprisa.

—¡Pero si sonhortensias!—dijo convozhueca—.¿Cómoesquenohatrabajadoustednuncaenceraparamí?¿Tandifícilleerainventarunanillo,uncofrecito o cualquier otra cosa, un recuerdo?—dijo, dirigiendo unamiradahorrendaalartista,cuyosojosestabanporfortunadistraídos—.¡Yusteddicequemeama!

—¿Lodudausted,señorita?

—¡Oh! ¡Vaya un señorita más caluroso! Mire, usted ha sido mi únicopensamiento desde que le vi moribundo ahí… ¡Cuando le salvé, usted seentregóamí,yyono lehehabladonuncadeestecompromiso,peroyomecreícomprometidaconmigomisma!Medije:«¡Puestoqueestemuchachoseentregaamí,quierohacerlefelizyrico!».Ahorabien;yohelogradohacersufortuna.

—¿Cómo? —Preguntó el pobre artista, en el colmo de la dicha, ydemasiadoingenuoparasospecharqueaquellopudieraserunlazo.

—Heaquícómo—respondiólalorenesa.

Sabelanopudo resistirelplacer salvajedemiraraWenceslao,elcual la

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contemplaba con un amor filial que reflejaba su amor a Hortensia, lo queengañóalasolterona.Alverporprimeravezensuvidalallamadelapasiónenlosojosdeunhombrecreyóhaberlaellaencendido,yledijo:

—ElseñorCrevelnosdacienmil francosencomanditapara fundarunacasa de comercio si usted quiere casarse conmigo. Ese hombre gordo tieneideasmuyraras.¿Quélepareceausted?—preguntóella.

El artista, que se había puesto pálido como un muerto, miró a subienhechora con una mirada que permitía adivinar sus pensamientos.Permanecióabsortoyatontado.

—¡Jamásmehandichodeunmodotanelocuentequesoyhorriblementefea!—repusoSabelaconamargarisa.

—Señorita—respondió Steinbock—, mi bienhechora no será nunca feaparamí;yosientoporustedunvivoafecto,peronotengoaúntreintaañosy…

—Sí,¡yyotengocuarentaytres!—dijoBela—.MiprimaHulot,quetienecuarentayocho,despiertaaúnpasionesfrenéticas;¡peroellaesguapa!

—¡Quince años de diferencia entre nosotros, señorita! ¿Qué casamientoharíamos?Pornosotrosmismoscreoquedebemosreflexionarlo.Ciertamentequemiagradecimientoigualarásusbeneficios.Porotraparte, ledevolveréaustedsudineroantesdepocosdías.

—¡Mi dinero!—exclamó ella—. ¡Oh!Me trata usted como si fuera unusurerosincorazón.

—Perdóneme,Pero ¡mehablausteddeélcon tanta frecuencia!—repusoWenceslao—.Enfin,ustedquemehacreado,nomedestruya.

—Ya veo que quiere usted abandonarme—dijo, moviendo la cabeza—.Pero¿quiénlehadadofuerzasparaseringrato,ustedqueeradúctilcomounguante?¿Yanotieneustedconfianzaenmí,quesoysugenioprotector?¡Yo,quehepasadotantasnochestrabajandoparausted;yo,queleheentregadolaseconomíasdetodamivida;yo,quedurantecuatroañoshepartidoconustedmipan,elpanunapobreobrera,conusted,yquese lodaba todo,hastamivalor!

—Señorita,¡basta!,¡basta!—dijoelartista,arrodillándoseytendiendolasmanos hacia ella—. No añada usted una palabra más. ¡Dentro de tres díashablaré,selodirétodo;déjeme—ledijo,besándolelasmanos—,déjemeserfeliz!Amoysoyamado.

—Puesbien;séfeliz,hijomío—dijoSabela,levantándole.

Después lebesó la frentey loscabellosconel frenesíquedebe sentir elcondenadoamuertealsaborearsuúltimamañana.

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—¡Ah!Esusted lamásnobley lamejorde lascriaturas—dijoelpobreartista—;esustedigualalaqueamo.

—Yolequieroaúnaustedlobastanteparatemerporsuporvenir—repusoSabela con aire sombrío—. ¡Judas se ahorcó!… ¡Todos los ingratos acabanmal!Ustedmeabandonayyanoharánadabueno.Tengaustedencuentaque,sincasarnos,soyunasolterona,losé,noquieroagostarlaflordesujuventud,supoesía,comousteddice,enmisbrazos,quesonsarmientosdeviña;perosin casarnos, ¿no podemos permanecer juntos? Escúcheme, tengo espíritucomercial, y en diez años de trabajo puede lograrse una fortuna, pues mellamoEconomía;mientrasqueconunajoven,quesólorepresentarágastos,lodisiparáustedtodoysólopensaráenhacerlafeliz.Ladichanocreanadamásquerecuerdos.Yomisma,cuandopiensoenusted,permanezcoconlosbrazoscaídos durante horas enteras. Ahora bien, Wenceslao, quédate conmigo…Mira,ahoralocomprendotodo;tendrásqueridas,mujeresbonitas,semejantesaesapequeñaMarneffequequiereverte,quetedaráladichaquenopuedeshallar conmigo. Luego, cuando yo te haya procurado treintamil francos derenta,tecasarás.

—Señorita, es usted un ángel, y no olvidaré nunca este momento —respondióWenceslao,enjugándoselaslágrimas.

—Asíescomoquieroverte,hijomío—dijo,mirándoleconembriaguez.

Estanfuerteennosotroslavanidad,queSabelacreyóensutriunfo.¡Habíahecho tan gran concesión ofreciendo a la señoraMarneffe! Experimentó laemociónmásvivadelavida,yporprimeravezsintióquelaalegríainundabasu corazón.Pordisfrutardeotrahora semejantehubieravendido su almaaldiablo.

—Estoycomprometido—respondióél—yamoaunamujer,contralacualningunaotrapodráprevalecer.Peroustedesyserásiemprelamadrequeyoheperdido.

Estas palabras cayeron como una avalancha de nieve sobre aquel cráterardiente. Sabela se sentó, contempló con aire sombrío aquella juventud,aquella distinguida belleza, aquella frente de artista, aquella hermosacabellera, todo lo que despertaba sus comprimidos instintos de mujer, yalgunaslágrimasquesesecaronmuyprontohumedecieronporuninstantesusojos. Se parecía a esas frías estatuas que los escultores de la Edad Mediacolocaronsentadassobrelastumbas.

—No temaldigo—dijo, levantándose con brusquedad—porque no eresmásqueunniño.¡QueDiosteproteja!

Ybajó,encerrándoseensuhabitación.

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—¡Pobre criatura! Me ama —exclamó Wenceslao—. ¡Ha sidocalurosamenteelocuente!Estáloca.

Esteúltimoesfuerzode lanaturaleza secaypositivaparaconservara suladoaaquellaimagendelabellezaydelapoesíahabíasidotanviolento,quesólo puede compararse a la salvaje energía del náufrago haciendo la últimatentativaparallegaralaorilla.

Dosdíasdespués, a las cuatroymediade lamañana, enelmomentoenqueelcondedeSteinbockdormíaconelmásprofundosueño,oyóllamaralapuertadesuguardilla;salióaabriryvioentraradoshombresmalvestidos,acompañados por un tercero cuyo uniforme anunciaba a un desgraciadoalguacil.

—¿Esustedel señorWenceslao,condedeSteinbock?—lepreguntóesteúltimo.

—Sí,señor.

—Caballero,me llamoGrasset, sucesor del señorLonchard; soyguardiadecomercio…

—Bien¿yqué?

—Quedausteddetenido,caballero,yesprecisoquenossigaalacárceldeClichy… Vístase usted… Como usted ve, hemos guardado las formas: notraigoguardiamunicipalytengoabajouncoche.

—Vaustedaserembaladocontodogénerodemiramientos…—dijounodeloscorchetes—;asíesquecontamosconsugenerosidad.

Steinbocksevistió,bajandolaescalerasujetocadaunodesusbrazosporun corchete; cuando estuvo dentro del coche, el cochero partió sin recibirórdenesycomohombrequesabeadondeir;alcabodemediahora,elpobreextranjerosehallababienydebidamenteregistradoenellibrodeentradadelacárcel, sin haber formulado ninguna reclamación, pues tan grande era susorpresa.

AlasdiezfuellamadoalaescribaníadelacárcelyallíencontróaSabelaque, hecha un mar de lágrimas, le dio dinero para que viviese bien y seprocuraseuncuartobastanteespaciosoparapodertrabajar.

—Hijomío—le dijo ella—, no hable usted a nadie de su detención, noescribaaalmaviviente,porqueesoperjudicaríasuporvenir.Hayqueocultarestamancha;prontolehabrépuestoenlibertad;voyareuniresasuma…;estéusted tranquilo.Escríbamediciendo loquedebo traerlepara sus trabajos.Omoriréoquedaráustedprontolibre.

—¡Oh!Ledeberéausteddosveceslavida—exclamó—,porqueperdería

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másquelavidasimecreyesenunmalsujeto.

Isabelasalióconelcorazónllenodealegría:teniendoalartistabajollave,confiabapoderhacerqueabortasesucasamientoconHortensia,diciéndoleaésta que era casado y que, indultado por los esfuerzos de su mujer, habíasalidoparaRusia.Así,paraejecutaresteplan,aesodelastresdelatardesetrasladó a casa de la baronesa, a pesar de no ser el día en que ellaacostumbrabaacomer;peroqueríagozardelastorturasdequeibaaserpresasuprimitaenelmomentoenqueWenceslaoteníacostumbredeir.

—¿Vienes a comer, Bela? —preguntó la baronesa, ocultando sudesconcierto.

—Sí.

—¡Bueno!—respondió Hortensia—. Voy a decirles que sean puntuales,porqueatinotegustaesperar.

Hortensiahizouna señaa sumadrepara tranquilizarla,pues seproponíadecirlealayudadecámaraquedespidiesealseñorSteinbockcuandoéstesepresentase; pero el criado había salido.Hortensia viose obligada a hacer surecomendaciónalacamarera,yéstasubióasucuartoabuscarsulaborconelfindepermanecerenlaantesala.

—¿Yminovio?—dijolaprimaBelaaHortensiacuandoéstahubovuelto—.Yanomehablasnuncadeél.

—Apropósito,¿quéesdeél?—dijoHortensia—.Veoquesehacecélebre.¡Quécontentadebesestar—lesusurróaloídoaBela—alverquenosehablamásquedelseñordonWenceslaoSteinbock!

—¡Yalocreo!—respondiólasolterona—.Elcaballerosedesordena.SinosetratasemásquedeencantarlehastaelpuntodehacerleolvidarlosplaceresdeParís,conozcomipoder;perodicenqueparatraerseaunartistasemejante,elemperadorNicolásleindulta…

—¡Ah!¡Bah!—respondiólabaronesa.

—¿Cómo sabes tú eso? —preguntó Hortensia, que sintió oprimido sucorazón.

—Porqueunapersonaqueestáunidaaélporloslazosmássagradoslehaescrito ayer —repuso la atroz Bela—. Quiere marcharse. ¡Ah! Sería muyestúpidodejandoFranciaporRusia.

Hortensiamiróasumadre,inclinandolacabeza;labaronesaapenastuvotiempo para coger a su hija, desmayada y blanca como el encaje de supañoleta.

—Isabela, ¡hasmatado ami hija!—exclamó la baronesa—.Has nacido

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paranuestradesgracia.

—¡Ah! ¿Qué culpa tengo yo de esto, Adelina? —preguntó la lorenesa,levantándoseyadoptandounaactitudamenazadora,a laque labaronesa,enmediodesuturbación,noprestóatenciónninguna.

—Perdóname—respondióAdelina,sosteniendoaHortensia—.Llama.

EnestemomentoseabriólapuertaylasdosmujeresvolvieronlacabezaauntiempoyvieronaWenceslaoSteinbock,aquienlacocinera,enausenciadelacamarera,habíaabiertolapuerta.

—¡Hortensia!—exclamóelartista,dandounsaltohastaelgrupoformadoporlastresmujeres.

Besó a su prometida en la frente, ante los ojos de su madre, pero tanpiadosamente,quelabaronesanoseenfadó.Estebesoeramejorquetodaslassalesinglesascontraeldesmayo.

Hortensia abrió los ojos, vio a Wenceslao y recobró los colores. Uninstantedespuésseencontrabacompletamentebien.

—¿Estoes loqueustedmeocultaba?—dijo laprimaBela, sonriendo, aWenceslaoyfingiendoadivinarlaverdadporlaconfusióndesusdosprimas—.¡Cómomehasrobadoaminovio!—ledijoaHortensia,conduciéndolaaljardín.

Hortensiacontóinocentementelanoveladesuamorasuprima.Supadreysumadre, persuadidos de que Bela no se casaría nunca, habían autorizado,según ella decía, las visitas del conde de Steinbock. Únicamente queHortensia,comoperroviejo,atribuyóalacasualidadlaadquisicióndelgrupoylavenidadelautor,elcual,segúnella,habíaqueridosaberelnombredesuprimer adquirente. Steinbock fue al cabo de un rato a unirse con las dosjóvenes,paradarlasgraciasconefusiónalasolteronaporsuprontalibertad.Isabela respondió jesuíticamente a Wenceslao que como el acreedor no lehabíahechomásquevagaspromesas,ellapensabairasacarloaldíasiguiente,yqueelprestamista,avergonzadodeaquellainnoblepersecución,sehabíasinduda adelantado a ella. Por otra parte, la solterona pareció feliz y felicitó aWenceslaoporsudicha.

—¡Malhijo!—ledijodelantedeHortensiaydesumadre—.Siustedmehubiese confesado anteayer que amaba a mi prima Hortensia y que eracorrespondido, me habría evitado muchas lágrimas. Creía que iba usted aabandonarasuantiguaamiga,asuinstitutriz,mientrasque,porelcontrario,va a ser primomío; en adelanteme pertenecerá usted por lazos débiles, escierto,peroquebastanalossentimientosqueustedmeinspira…

YbesóaWenceslaoen la frente.Hortensia searrojóen losbrazosdesu

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primayrompióallorar.

—Tedebomifelicidad—ledijo—.Noloolvidarénunca…

—Prima Bela —dijo la baronesa, abrazando a Isabela durante laembriaguezquesentíaalverquelascosassehablanarregladotanbien—,elbarónyyotenemosunadeudacontigoyqueremospagártela;venaljardínahablardenegocios—dijo,llevándosela.

Isabelarepresentóenaparienciaelpapeldelángelbuenodelafamilia;seveíaadoradaporCrevel,porHulot,porAdelinayporHortensia.

—Queremos que no trabajesmás—dijo la baronesa—. Suponiendo quepuedas ganar dos francos diarios, excepto los domingos, hacen seiscientosfrancosalaño.Puesbien;¿acuántoasciendentuseconomías?

—Acuatromilquinientosfrancos…

—¡Pobreprima!—dijolabaronesa.

Alzó los ojos al cielo; tan enternecida estaba al pensar en las penas yprivaciones que suponía aquella suma amontonada durante treinta años.Isabela,queseofendióporaquellaexclamación,vioeldesdénburlónparalaadvenediza,ysuodioadquirióunadosisformidabledehielenelmomentoenquesuprimaabandonabatodossusrecelosacercadeltiranodesuinfancia.

—Aumentaremos esa suma con dos mil quinientos francos —repusoAdelina—ycolocaremoseltotalatunombre,comousufructuaría,yanombredeHortensiacomoúnicapropietaria;deestemodotendrásseiscientosfrancosderenta.

Isabelaparecióestarenelcolmodeladicha.Cuandovolviódeljardínconel pañuelo en los ojos y ocupada en secar lágrimas de alegría,Hortensia lecontótodoslosfavoresquellovíansobreWenceslao,elbienamadodetodalafamilia.

En elmomento en que el barón entró, encontró, pues, a su familia todareunida,pues labaronesahabíasaludadooficialmentealcondedeSteinbockconelnombredehijoyhabíafijadolaboda,reservándoselaaprobacióndesumarido, para de allí en quince días.Demodo que, apenas se presentó en elsalón el consejero de Estado, viose rodeado de su mujer y de su hija, quecorrieronaél,launaparahablarlealoídoylaotraparaabrazarle.

—Haidousteddemasiadolejoscomprometiéndomedeesemodo,señora—dijo severamente el barón—. Ese casamiento aún no está hecho —dijo,dirigiendounamiradaaSteinbock,aquienviopalidecer.

Eldesgraciadoartistasedijo:

—Conocemiarresto.

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—Venid,hijosmíos—añadióelbarón,llevándosealjardínasuhijayasufuturo.

Yfueasentarseconellosenunodelosbancosdelquiosco,carcomidoporelmusgo.

—Señorconde,¿amaustedamihijatantocomoyoamabaasumadre?—lepreguntóelbarónaWenceslao.

—Más,señor—dijoelartista.

—Lamadreerahijadeunaldeanoynoteníauncéntimo.

—Deme usted a la señorita Hortensia tal como está ahora, hasta sincanastilladeboda…

—¡Le creo a usted!—dijo el barón, sonriendo—, Hortensia es hija delbarón deHulot de Ervy, consejero de Estado, director del ramo deGuerra,granoficialdelaLegióndeHonor,hermanodelcondedeHulot,cuyagloriaesinmortalyquedentrodepocoserámariscaldeFrancia.¡Y…tienedote!…

—Esverdad—dijoelartista—,parezcotenerambición;peroaunquefuesemiqueridaHortensialahijadeunobrero,mecasaríaconella.

—Esoesloquequeríasaber—añadióelbarón—.Vete,Hortensia,déjamehablarconelseñorconde;yavesqueteamamuysinceramente.

—¡Oh, padremío!Ya sabía yo que usted bromeaba—respondió la felizjoven.

—MiqueridoSteinbock—dijoelbarónconunagraciainfinitadedicciónyungranencantoenlosmodalescuandoestuvosoloconelartista—,constituíamihijounadotededoscientosmilfrancos,deloscualeselpobremuchachonohatocadouncéntimo,nitocará.Ladotedemihijaserádedoscientosmilfrancos,queustedreconoceráhaberrecibido…

—Sí,señorbarón.

—¡Quéaprisavausted!—dijoelconsejerodeEstado—.Hagaelfavordeescucharme. No se puede pedir a un yerno la abnegación que tiene unoderechoaesperardeunhijo.Mihijosabíatodoloqueyopodíahacerytodolo que haré por su porvenir: será ministro, y así hallará fácilmente losdoscientosmilfrancos.Encuantoausted,joven,esotracosa.Recibiráustedsesenta mil francos en una inscripción al cinco por ciento a nombre de sumujer.EsehaberestarágravadoconunarentitaquesedaráaIsabela;peroéstano puede vivir mucho, pues está tísica, lo sé. No diga usted este secreto anadie; que la pobre jovenmuera tranquila.Mi hija tendrá una canastilla deveinte mil francos; su madre invierte en ella seis mil francos de susdiamantes…

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—Señor,mecolmausted—dijoSteinbock,estupefacto.

—Encuantoaloscientoveintemilfrancosrestantes…

—Basta,señor—dijoelartista—,noquieromásquemiqueridaHortensia.

—¿Quiereustedescucharme,jovenardiente?Encuantoaloscientoveintemilfrancosnolostengo;perolosrecibiráusted…

—¡Señor!

—Pero los recibiráusteddelGobiernoenencargosqueyoobtendréparausted, doymipalabradehonor.Vausted a tener un taller en el depósitodemármoles.Expongaalgunashermosasestatuas,yleharéentrarenelInstituto.Enlasaltasesferasnosmiranconbenevolenciaamihermanoyamí,yesperosalir airoso pidiendo para usted trabajos de escultura en Versalles por unacuarta parte de la suma. Finalmente, recibirá usted algunos encargos de laciudad de París y de la Cámara de los Pares; tendrá usted tanto trabajo,queridomío,queseveráobligadoatomarayudantes.Asíescomolepagaré.Vea usted si la dote, de este modo pagada, le conviene… Consulte susfuerzas…

—Mesientoconfuerzasparahaceryosololafortunademimujersitodoesomefaltase—dijoelnobleartista.

—¡Asímegusta!—exclamóelbarón—.¡Lahermosa juventudsindudardenada!¡Yohubiesederrotadoejércitosenterosporunamujer!Vamos—dijo,cogiendo la mano del joven escultor y golpeándosela—, tiene usted miconsentimiento. El domingo que viene se firmará el contrato, y el sábadosiguientealaltar,¡eldíadelsantodemimujer!

—Todovabien—dijolabaronesaasuhija,queestabapegadaalaventana—;tufuturoytupadreseestánabrazando.

Al entrar por la noche en su casa,Wenceslao descifró el enigma de sulibertad: encontró en la portería un gran paquete sellado que contenía elexpedientedesudeudaconunreciboenregla,redactadodebajodeljuicioyacompañadodelasiguientecarta:

MiqueridoWenceslao:

Estamañana, a lasdiez,he idoaverteparapresentarte aunaalteza realquedeseabaconocerte.Allíhesabidoquelosinglesestehabíanconducidoaunadesusislitas,cuyacapitalsellamaClichy’sCastle.

Al instantehe idoaveraLeóndeLora,aquienhedicho riendoquenopodíasdejar la campiñadondeestabaspor faltadecuatromil francosyqueibasacomprometertuporvenirsinotepresentabasaturealprotector.Bridau,esehombredegenioquehaconocidolamiseriayquesabetuhistoria,estaba

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allí,porfortuna.Hijomío,entrelosdoshanreunidolasuma,yheidoapagarportialbeduinoquehacometidouncrimendelesogenioencerrándote.ComoyoteníaqueestaramediodíaenlasTulleríasnohepodidoiraverteaspirandoelairelibre.Comoséqueereshidalgoherespondidodetiamisdosamigos,peroveaverlesmañana.

LeónyBridaunoquerrántudinero;perotepediráncadaunoungrupo,ytienenrazón.Estoesloquepiensaelquequisierapoderdecirseturival,yquenoesmásquetucompañero

Stidmann

P.D.—Hedichoalpríncipequenovolveríasdelviajehastamañana,yhadicho:«¡Estábien,hastamañana!».

El conde Wenceslao se acostó sobre las sábanas de púrpura y sin unaarrugaquenostiendeelFavor,esecelestecojoqueparalasgentesdegeniocamina más lentamente aún que la Justicia y la Fortuna, porque Júpiter haqueridoquenotuvieseunavendaenlosojos.Fácilmenteequivocadoporlasgalasdeloscharlatanes,atraídoporsuscostumbresyporsustrompetas,gastaenverypagar susparadasel tiempoquedebíaemplearen ir abuscara lasgentesdeméritoenlosrinconesdondeseocultan.

AhoraesnecesarioexplicarcómoelseñorbaróndeHulothabíallegadoareunirlascifrasdeladotedeHortensia,yasatisfacerloshorrorososgastosdela deliciosa habitación donde debía instalarse la señora Marneffe. Suconcepciónfinancierallevabaelsellodeltalentoqueguíaalosdisipadoresyalas gentes apasionadas a los barrancos donde tantos accidentes les hacenperecer.Nadademostrarámejorelsingularpoderquecomunicanlosviciosyalcualsedebenlosgolpeshábilesquedevezencuandodanlosambiciosos,losvoluptuosos;enfin,todoslosdevotosdeldiablo.

****

Lavíspera,porlamañana,elancianoJuanFischer,pornotenerlostreintamilfrancosquehabíacogidodelacajasusobrino,seveíaenlanecesidaddedeclararseenquiebrasielbarónnoselosremitía.

Este digno anciano, de cabellos blancos y de setenta años, tenía unaconfianzatanciegaenHulot,queparaaquelbonapartistaeraunaemanacióndel sol napoleónico, que se paseaba tranquilamente con el dependiente delBanco por la antecámara del pequeño piso bajo de ochocientos francos dealquiler,desdedondedirigíalasdiversasempresasdegranosydeforrajes.

—Margaritahaidoabuscarlosfondosadospasosdeaquí—ledecía.

El hombre vestido de gris y con galones de plata conocía tan bien lahonradez del viejo alsaciano, que quería dejarle los treinta mil francos en

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billetes;peroelancianoleobligabaaquedarse,objetandoqueaúnnohabíandadolasocho.Uncabriolésedetuvoyelancianosalióprecipitadamentealacalle y tendió lamano con sublime certeza al barón, que le dio treintamilfrancosenbilletesdeBanco.

—Vaya usted tres puertasmás allá, ya le diré por qué—dijo el ancianoFischer—.Aquí tiene usted la suma—dijo el anciano, volviendo a entrar yentregando el dinero al representante delBanco, a quien acompañó hasta lapuerta.

CuandoeldependientedelBancoseperdiódevista,Fischerhizovolverelcabriolédondeesperabasuaugustosobrino,elbrazoderechodeNapoleón,yledijo,llevándoleasucasa:

—¿QuiereustedquesesepaenelBancodeFranciaquemehaentregadoustedlostreintamilfrancosquehabíaustedendosado?…Yaesmuchoelquehayapuestolafirmaunhombrecomousted.

—Vamosal fondodel jardinillo, padreFischer—dijo el alto funcionario—.Esustedfuerte—añadió,sentándosebajouncenadorymidiendodepiesacabezaalancianocomouncomerciantedecarnehumanamideaunsustituto.

—Fuerte para colocarme en renta vitalicia —respondió alegremente elancianitoseco,delgado,nerviosoydeojosvivos.

—¿Leperjudicaelcalor?

—Alcontrario.

—¿QuélepareceelÁfrica?

—¡Unbonitopaís!…Losfrancesesfueronallíconelcabito.

—Setrataparaquenossalvemostodos—dijoelbarón—,deiraArgelia.

—¿Ymisnegocios?

—Un empleado de la Guerra, que toma el retiro y que no tiene de quévivir,lecomprasucasadecomercio.

—¿QuéharéenArgelia?

—Proveerá usted los víveres de guerra, granos y forrajes; ya tengo sunombramientofirmado.Encontraráustedlasprovisionesenelpaísalsetentaporcientomásbaratodelprecioquelepondremosaquí.

—¿Quiénmelasentregaría?

—Los razzias, los achours, los califas. Hay en Argelia (país pococonocido, aunque sea nuestro desde hace ocho años) infinidad de granos yforrajes.Demodo que cuando estos géneros pertenecen a los árabes, se los

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cogemosbajoinfinidaddepretextos;después,cuandoestánennuestropoder,los árabes se esfuerzan por recobrarlos. Se combatemucho por los granos;pero no se sabe nunca exactamente las cantidades que han robado ambaspartes.Nohaytiempoenelcamporasodecontar loshectolitroscomoenelmercado,comoloshenosenlacalledelInfierno.Losjefesárabes,lomismoquenuestrosspahis,comoprefiereneldinero,vendenestosgénerosapreciosmuybajos.Laadministraciónmilitartienenecesidadesfijas;compragénerosapreciosexorbitantes,calculadospor ladificultaddeprocurarsevíveresyporlospeligrosquecorren los transportes.Heaquí laArgeliadesdeelpuntodevistadelempleadoaprovisionador.

EsunembrolloatemperadoporlabotelladetintadetodaAdministraciónnaciente. Nosotros, los administradores, no podremos ver claro en estacuestiónhastadentrodedoceaños;pero losparticulares tienenbuenosojos.Así,pues, leenvíoallíahacersu fortuna; lecolocoaustedcomoNapoleóncolocabaaunmariscalpobrealacabezadeunreinodondesepodíaprotegersecretamenteelcontrabando.Estoyarruinado,miqueridoFischer.Mehacenfaltacienmilfrancosdeaquíaunaño…

—No veo ningún mal en cogérselos a los beduinos —replicótranquilamenteelalsaciano—.EsosehacíaasícuandoelImperio.

—Elcompradordesuestablecimientovendráaverleaustedestamañana,yleentregarádiezmilfrancos—repusoelbaróndeHulot—.¿NoesesotodoloqueustednecesitaparairaÁfrica?

Elancianohizounsignodeasentimiento.

—Respecto a los fondos, allá lejos, esté tranquilo—repuso el barón—.Cobraréelrestodelpreciodelaventadesuestablecimiento.Lonecesito.

—Todolomíolepertenece,hastamisangre—dijoelanciano.

—¡Oh! No tema usted nada —dijo el barón, atribuyendo a su tío másperspicacia de la que tenía— respecto a nuestros negocios de achour, suhonradeznosufrirálomásmínimo;dependetododelaAutoridad,ycomosoyyoquien la ha colocado allí, estoy segurode ella.Esto, papáFischer, es unsecretodevidaomuerte; le conozco, ypor eso le hehablado sin rodeosnicircunloquios.

—Iré—dijoelanciano—.¿Ydurarámucho?

—Dosaños.TendráustedcienmilfrancosparavivirfelizenlosVosgos.

—Seharácomousteddesea;mihonoreselsuyo—dijotranquilamenteelancianito.

—Así me gustan los hombres. Sin embargo, no se marchará usted sinhabervistoasusobrinitafelizycasada;serácondesa.

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Elachour, larazziade lasrazziasyelpreciodadoporelempleadode lacasa Fischer no podían aportar inmediatamente sesenta mil francos para ladote de Hortensia, incluido en ella el ajuar, que costaría unos cinco milfrancos,y loscuarentamilgastadosoporgastarcon laseñoraMarneffe.Enfin, ¿dedóndehabía sacado el barón los treintamil francos que acababadellevar?Heaquídedónde.Algunosdíasantes,HulothabíaidoaasegurarseporunasumadecientocincuentamilfrancosyportresañosendosCompañíasdeseguros sobre la vida. Provisto de la póliza de seguridad, cuya prima habíasido pagada, había sostenido esta conversación con el señor barón deNucingen,pardeFrancia,encuyocochesehallabaalsalirdeunasesióndelaCámaradelosParesparairacomerconél.

—Barón, necesito setentamil francos y se los pido.Ustedme indica untestaferroenquienyodelegaréportresañoslacuotaempeñabledemisueldo,queasciendeaveinticincomil francosanualesyquesumaen totalsetentaycincomil.Ustedmedirá:«Sepuedeustedmorir».

Elbarónhizounaseñadeasentimiento.

—Pero aquí tiene usted una póliza de seguro por ciento cincuenta milfrancosqueleserátransferidahastalacantidaddeochentamil—respondióelbarón,sacandounpapeldesubolsillo.

—¿Ysiledestituyen?—dijoelbarónmillonario,riéndose.

Elotrobarónantimillonariosequedópensativo.

—Tranquilíceseusted,puessólolehagoestaobgueciónpagahaceglevegquelehagoalgúnfavogdegandolelasuma.Veoqueseencuentraustedmuyapugado.

—Casoamihija—dijoelbaróndeHulot—,ycarezcodefortunacomotodoslosquecontinúanempleadosenlaAdministraciónenunaépocaingrata,en que jamás las Cámaras sabrán recompensar espléndidamente a susservidoresadictos,comolohacíaelemperador.

—Vamos,hatenidoustedaGosefa,locualloexplicatodo—dijoelpardeFrancia—.Aquí,pagaentrenosotros,elduquedeHegouvillelehahechoungranfavogquitándoledeencimaaesasanguigüela.

—Conozco esa desgracia y sé compadeceg—añadió, queriendo citar unversofrancés—.Escucheustedunconsego.Ciegueustedsutienda;sino,sevaavegpegdido.

Este sospechoso negocio se hizomediante la intervención de un usurerollamado Vauvinet, uno de esos negociantes que van a la vanguardia de lasgrandes casas de Banca, como ese pececillo que parece ser el criado deltiburón.Esteaprendizcancerberoestabatansatisfechodepoderconquistarse

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laproteccióndeaquelgranpersonaje,queprometióal señorbaróndeHulotnegociarle treinta mil francos de letras de cambio a noventa días,comprometiéndosearenovarlascuatrovecesyanoponerlasencirculación.

ElsucesordeFischerdebíadarcuarentamilfrancosparaobteneraquellacasa,peroconlapromesadelaprovisióndelosforrajesenundepartamentopróximoaParís.

Tal era el dédalo espantoso en que sumían las pasiones a uno de loshombresmásproboshastaentonces,aunodelostrabajadoresmáshábilesdelaAdministraciónnapoleónica:laconcusión,parasaldarlausura,ylausura,para dar pasto a sus pasiones y para casar a su hija. Aquella ciencia deprodigalidad, todos aquellos esfuerzos, los hacía para aparecer grande a losojos de la señoraMarneffe, para ser el Júpiter de aquellaDánae de la clasemedia.No se despliegamás actividad,más inteligencia ymás audacia parahacer honradamente una fortuna que la que desplegó el barón parameter lacabezaenunavispero;atendíaalasocupacionesdesucargo,dabaprisaalostapiceros,ibaaveralosobreroseinspeccionabaminuciosamentelosmenoresdetalles de la casade la calle deVanneau.Entregadopor entero a la señoraMarneffe, no dejaba por eso de asistir a las sesiones de las Cámaras, semultiplicaba,ynisufamilianinadieechabadeversuspreocupaciones.

Adelina, estupefacta al saber que su tío estaba salvado y al ver quefigurabaunadoteenelcontrato,sentíaunaespeciedeinquietudenmediodeladichaquelecausabaelmatrimoniodeHortensia,realizadoencondicionestan honrosas; pero la víspera del matrimonio de su hija, combinado por elbaróndemodoquecoincidieseconeldíaenquelaseñoraMarneffetomabaposesióndesuhabitacióndelacalledeVanneau,Héctorhizocesarelasombrodesumujermedianteestacomunicaciónministerial:

—Adelina, he aquí ya casada nuestra hija; así es que todas nuestrasangustias respecto a este punto han cesado. Ha llegado para nosotros elmomentode retirarnosdelmundo, pues ahora, apenas transcurran tres años,tendréeltiemponecesarioparatomarelretiro.¿Porquéhemosdecontinuargastosinútilesenlosucesivo?Lacasanoscuestaseismilfrancosdealquiler,tenemoscuatrocriadosynoscomemos treintamil francosalaño.Siquieresqueyocumplamiscompromisos,puesheempeñadomisueldoportresañosacambiodelasumanecesariaparaestableceraHortensiayparaelvencimientodelaletradetutío…

—¡Ah!Has hecho bien, amigomío—dijoAdelina, interrumpiendo a sumaridoybesándolelasmanosdecontento.

AquellaconfesiónponíafinalostemoresdeAdelina.

—Tengo que pedirte algunos sacrificios—repuso, soltando susmanos y

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depositandounbesoenlafrentedesumujer—.MehanencontradoenlacalledePlumet,enunprimerpiso,unahabitaciónhermosaydigna,adornadaconmagníficosentarimados,quenocuestamásquemilquinientosfrancos,enlaque sólo necesitarás una doncella para ti y donde yome contentaré con uncriadito.

—Sí,amigomío.

—Sosteniendo nuestra casa con sencillez, sin dejar de conservar lasapariencias,túnogastarásmásalládeseismilfrancosalaño,excepciónhechademisgastosparticulares,deloscualesmeencargoyo.

La generosa mujer se abrazó al cuello de su marido, loca de alegría,exclamando:

—¡Quédichaparamíelpoderdemostrartedenuevolomuchoqueteamo!—exclamó—.¡Yquéhombrederecursoseres!

—Recibiremosunavezalasemanaanuestrafamilia,yyo,comoyasabes,comomuypocasvecesencasa.Túpodrás,sincomprometerte,iracomerdosvecesacasadeVictorinoyotrasdosacasadeHortensia.Ahorabien,comocreoquepodrélograrunacompletareconciliaciónconCrevel,comeremosunavez a la semana en su casa, y estas cinco comidas y la nuestra llenarán lasemana,suponiendoalgunasinvitacionesfueradelafamilia.

—¡Oh!Deesemodoharéeconomías—exclamóAdelina.

—¡Ah!Ereslaperladelasmujeres.

—¡MibuenoydivinoHéctor!—respondió ella—.Yo tebendeciréhastamiúltimosuspiroporquehascasadobienanuestraqueridaHortensia.

AsífuecomoempezólamenguadelacasadelahermosaseñoradeHuloty,digámoslo,suabandonosolemnementeprometidoalaseñoraMarneffe.

El gordo y pequeño Crevel, invitado, como es natural, a la firma delcontratodematrimonio,obrócomosino sehubiese realizado laescenaconquiencomienzaesterelatoycualsinotuviesequejaalgunacontraelbaróndeHulot. Celestino Crevel estuvo amable; siguió siendo un poco demasiado«antiguoperfumista»;peroempezabaaelevarsea lomajestuosoa fuerzadeserjefedebatallón.Hablódebailarenlaboda.

—Hermosaseñora—ledijograciosamentea labaronesadeHulot—, lasgentescomonosotrossabenolvidarlotodo.Nomedestierreusteddesucasaydígneseembelleceralgunasveceslamíaviniendoaellaconsushijos.Puedeestartranquila,jamáslevolveréarecordarnadadeloqueyaceenelfondodemi corazón.He obrado comoun imbécil y perdería demasiado no pudiendoverla.

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—Caballero, unamujer honrada no tiene oídos para los discursos a queustedhacealusión;ysicumpleustedsupalabra,nodudedelplacerquetendréviendocesarunadivisiónsiempreaflictivaenlasfamilias.

—Pero vamos a ver, rencoroso—dijo el barón de Hulot, llevando a lafuerzaaCrevelaljardín—,veoqueevitasencontrarmeentodaspartes,hastaenmicasa.¿Esquedosaficionadosalbellosexodebenreñirnuncaporunasfaldas?Vamos,adecirverdad,esoescosadetenderos.

—Señormío, yo no soy tan guapo como usted, ymis pocosmedios deseducciónme impiden reparar mis pérdidas tan fácilmente como las reparausted.

—¿Ironía?—respondióelbarón.

—Estápermitidacontralosvencedorescuandounoeselvencido.

La conversación comenzada en este tono terminó con una completareconciliación;peroCrevelmostrógraninterésenhacerconstarsuderechoatomarunarevancha.

La señoraMarneffequiso ser invitada a la bodade la señorita deHulot.Paraverasufuturaqueridaensusalón,elconsejerodeEstadovioseobligadoainvitaratodoslosempleadosdesudivisión,hastaalossubjefes.Entoncessehizo necesario un gran baile. Como buena mujer de su casa, la baronesacalculóqueunavelada seríamásbarataqueunacomidaypermitiría recibirmásgente.ElmatrimoniodeHortensiatuvo,pues,granresonancia.

Fueron testigos el mariscal príncipe de Wissemburgo y el barón deNucingen,porpartedelafutura,yelcondedeRastignacyPopinot,porpartedeSteinbock.Lacelebridadadquiridaporéstehabíacontribuidoaquelosmásilustresmiembrosdelaemigraciónpolacalehubiesenbuscado;asíesqueelartista se creyó en el deber de invitarles. El Consejo de Estado y laAdministracióndequeformabaparteelbarón;elEjército,quequeríahonraral conde de Forzheim, iban a estar representados por sus más distinguidosmiembros. Se contó con unas doscientas invitaciones obligadas. ¿Quién nocomprenderádesdeestemomentoelinterésdelaseñoraMarneffeenaparecerentodosuesplendorenmediodeunaasambleasemejante?

Hacía un mes que la baronesa consagraba el valor de sus diamantes alhogar de su hija, si bien conservando losmás hermosos para que formasenpartedelajuar.Estaventaprodujoquincemilfrancos,deloscualescincomilfueronempleados en el ajuardeHortensia. ¿Quéerandiezmil francosparaamueblar la habitación de los recién casados si se tienen en cuenta lasexigenciasdellujomoderno?PerolosjóvenesespososHulot,elpadreCrevelyelcondedeForzheimhicieronimportantesregalos,pueselancianotíoteníaen reservauna sumaparael serviciodeplata.Graciasa tantosauxilios,una

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parisiense exigente hubiese quedado satisfecha de la instalación del jovenmatrimonio en la habitación que habían escogido en la calle de SantaDominica,cercadelaexplanadadelosInválidos.Todoestabaallíenarmoníaconsuamor,tanpuro,tanfrancoytansinceroporunayotraparte.

Porfinllegóelgrandía,puesdebíasertambiénungrandíalomismoparaHortensiayWenceslaoqueparaelpadre: laseñoraMarneffehabíadecididoestrenar su nueva casa con una juerga al día siguiente de su falta y delmatrimoniodelosdosenamorados.

¿Quiénnohaasistidounavezen suvidaaunbailedeboda?Cadacualpuedehacerunallamadaasusrecuerdos,ysesonreiráseguramentealevocara todas aquellas personas endomingadas, tanto por su aspecto como por elatavío de rigor. Si el hecho social ha probado alguna vez la influencia delmedio,nuncamejorqueenestecaso.Enefecto,elendomingamientode losunosejercetalinfluenciasobrelosotros,quelasgentesmásacostumbradasairbienvestidasparecenpertenecera lacategoríadeaquellosparaquienes labodaesunafiestaseñaladaensuvida.Enfin,recordadaquellasgentesgraves,aquellosancianosparaquienesestododetalmodoindiferentequeconservansus trajes negros de diario; los casados viejos, cuya cara anuncia la tristeexperiencia de la vidaque los jóvenes comienzan; los placeres, que son allícomoelácidocarbónicoenelchampaña;lasjóvenesenvidiosas,lasmujeresocupadasdeléxitodesutocado;losparientespobres,cuyotrajecontrastaconeldelageneralidad;losgolosos,quesólopiensanenlacena,ylosjugadoreseneljuego.Todoestáallí,ricosypobres,envidiososyenvidiados,filósofosygentellenadeilusiones,agrupadoscomolasplantasdeunramilleteentornodeunaflorrara:lareciéncasada.Unbailedebodaeselmundoenpequeño.

Enelmomentomásanimado,Creveltomóalbarónporelbrazoyledijoaloído,conelairemásnaturaldelmundo:

—¡Pardiez!Vayaunamujerbonitaaquelladelcolorrosaquetefusilaconsusmiradas…

—¿Quién?

—La mujer de aquel subjefe a quien tú asciendes Dios sabe cómo, laseñoraMarneffe.

—¿Cómosabestúeso?

—Mira, Hulot, procuraré perdonarte las que me has hecho si quierespresentarmeencasadeesamujer.YoteprometoamivezpresentarteencasadeEloísa.Todoelmundopreguntaquiénesesacriaturaencantadora.¿Estásseguro de que no habrá ninguno en tus oficinas que explique el porqué delnombramientodesumarido?¡Oh!Felizpillastre,valemásqueundespacho…¡Ah!Debuenaganapasaríaporsudespacho…Bueno,seamosamigos,Cinna.

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—Másquenunca—dijoelbarónalperfumista—,y teprometoserbuenmuchacho. Dentro de un mes te invitaré a comer con ese angelito, porqueahorametratoconlosángeles,amigomío.Teaconsejoquehagascomoyo,querenunciesalosdemonios…

LaprimaBela,instaladaenlacalledeVanneau,enunabonitahabitación,enelpisotercero,dejóelbailealasdiez,paravolveraverlostítulosdelosmil doscientos francos de renta en dos inscripciones, de los cuales eranpropietarias la condesa de Steinbock y la señora del jovenHulot. Ahora secomprenderácómoelseñorCrevelhabíapodidohablarasuamigoHulotdelaseñoraMarneffe y conocer un secreto ignorado por todo elmundo, pues elseñorMarneffe,ausente,laprimaBela,elbarónyValeriaeranlosúnicosqueconocíanaquelmisterio.

ElbarónhabíacometidolaimprudenciaderegalarlealaseñoraMarneffeun trajedemasiado lujosopara lamujerdeun subjefe; así esque lasdemásmujeressintieronenvidiadellujoydelabellezadeValeria.Estodiolugaracuchicheos por detrás de los abanicos, pues la apurada situación de losMarneffe era tanto más conocida entre sus compañeros cuanto que elempleado solicitaba recursos en el momento en que el barón se habíaenamoradodesuseñora.Porotraparte,HéctornosupoocultarsuembriaguezviendoeléxitodeValeria,lacual,decente,llenadedistinción,envidiada,fuesometida a ese examen atento que tanto temen las mujeres al entrar porprimeravezenunmundonuevo.

Despuésdehabermetidoasumujer,asuhijayasuyernoenelcoche,elbarónhallómediodeevadirsesinsernotado,dejandoasuhijoyasunueraelcuidadodedesempeñar el papel de señoresde la casa.Subió al cochede laseñora Marneffe y la acompañó a su casa; pero notó que estaba muda ypensativa,casimelancólica.

—Valeria, veo que mi dicha le causa tristeza—dijo, abrazándola en elfondodelcoche.

—Amigomío,¿cómonoquiereustedqueunapobremujernoestésiemprepensativaalcometersuprimerafalta,auncuandolainfamiadesumaridoledevuelva la libertad?…¿Cree usted que carezco de alma, de creencias y dereligión? Usted ha demostrado esta noche la más indiscreta de lassatisfaccionesymehapregonadoodiosamente.Laverdadesqueuncolegialnohubiesesidotanfatuocomousted.Todasesasmujeresmehanmolestadoporsuculpaconmiradasypalabraspicantes.¿Cuáleslamujerquenomiraporsureputación?¡Ustedmehaperdido!¡Oh!Ahorasoybiensuya,notema,yparaexcusarestafaltamiúnicorecursoesserlefiel.¡Monstruo!—añadió,riéndoseydejándosebesar—. ¡Québiensupousted loquehacía!LaseñoraCoquet,lamujerdenuestrojefe,havenidoasentarseamiladoparaadmirar

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mis encajes. «Son de Inglaterra —ha dicho—. ¿La cuestan muy caros,señora?»«Nolosé—lecontesté—.Estosencajesprovienendemimadre.Nosoylobastantericaparacomprarlossemejantes.»

Comoseve,laseñoraMarneffehabíaacabadoporfascinardetalmodoalguapodel Imperio, que éste creía que le hacía cometer la primera falta y lehabíainspiradounapasióncapazdehacerlaolvidarsusdeberes.LajovensedecíaabandonadaporelinfameMarneffealcabodetresdíasdematrimoniopor espantosos motivos. Después había seguido siendo la muchacha másjuiciosaymásfeliz,pueselmatrimonioleparecíaunacosahorrible.Deestoproveníasuactualtristeza.

—¡Sifueselomismoelamorqueelmatrimonio!—dijollorando.

Estas lindasmentiras,quedicencasi todas lasmujeresen lasituaciónenquesehallabaValeria,hacíanentreveralbarónlasrosasdelséptimocielo.Deeste modo, Valeria hizo mil remilgos, mientras que el enamorado artista yHortensiaesperabantalvezimpacientementeaquelabaronesahubiesedadosuúltimabendiciónysuúltimobesoalacándidaypuradoncella.

A las siete de la mañana el barón, en el colmo de la dicha, pues habíahalladoensuValeriaa lamás inocente jovenyaldiablillomásconsumado,volvióa sucasaadevolver su libertadal jovenmatrimonioHulot.Aquellosbailadores,extrañoscasitodosenlacasayquehabíanacabadoporapoderarsedel terreno como en todas las bodas, se entregaban a esas interminablescontradanzas últimas, llamadas cotillones; los jugadores estaban aferrados asusmesas,yelpadreCrevelganabaseismilfrancos.

Losperiódicosdistribuidosporlosrepartidoresconteníanenlasgacetillaselsiguientesuelto:

Esta mañana se efectuó, en Santo Tomás de Aquino, el matrimonio delcondedeSteinbockconlaseñoritaHortensiadeHulot,hijadelbarónHulotdeErvy,consejerodeEstadoydirectordelMinisteriodelaGuerra,ysobrinadelilustrecondedeForzheim.Estasolemnidadllevóallíamuchagente,entrelacual se veía a nuestras celebridades artísticas: León de Lora, José Bridau,Stidmann, Bixiou; a las notabilidades de la Administración militar y delConsejo de Estado, a varios miembros de ambas Cámaras y a lo másdistinguidodelaemigraciónpolaca,comoloscondesPaz,Laginski,etc.

El señor conde Wenceslao Steinbock es sobrino segundo del célebregeneral deCarlosXII, rey de Suecia. El joven conde, que tomó parte en lainsurrección, vino a buscar asilo a Francia, donde la justa celebridad de sutalentolehavalidoeladquirircartadenaturaleza.

Así, a pesar de la espantosa situación del barónHulot de Ervy, no faltónadadeloqueexigelaopiniónpública,nisiquieralacelebridaddadaporlos

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periódicos al matrimonio de su hija, cuya celebración fue en un todosemejantealadesuhijoconlaseñoritaCrevel.Estafiestaatenuólosrumoresquecorríanacercadelasituaciónfinancieradeldirector,delmismomodoquela dote de su hija explicó la necesidad en que se había visto de tener querecurriralcrédito.

Aquítermina,enciertomodo,laintroduccióndeestahistoria.Esterelatoeseldramaquelacompletaloquesonlaspremisasenunaproposición,loqueeslaexposiciónentodatragediaclásica.

Cuando en París una mujer ha resuelto comerciar con su belleza, nosiempre eso es una razón para que logre hacer fortuna. Hay en esta ciudadadmirables criaturas, muy inteligentes, que están en una mediocridadespantosayacabanmuymalunavidacomenzadaporlosplaceres.Heaquíporqué dedicarse a la vergonzosa carrera de las cortesanas con intención deobtener beneficios, conservando las apariencias de una burguesa casada yhonesta, no basta. El vicio no obtiene fácilmente sus triunfos; en esto seasemeja al genio, pues ambos exigen un concurso de circunstancias felicesparaoperarelcúmulodelafortunaydeltalento.Suprimidlasextrañasfasesde la Revolución y el emperador no existiría, no hubiera sidomás que unasegundaedicióndeFabert.Labellezavenalsinaficionados,sincelebridad,sinlacruzdeldeshonorqueledalafamadefortunadisipada,esunCorregioenun desván, es el genio expirando en su guardilla.Una Lais, en París, debe,pues,antetodo,encontrarunhombrericoqueseapasioneporellalobastanteparadarlaunprecio.Elladebe,sobretodo,conservarunagranelegancia,quepara ella viene a ser su anuncio; tener bastante porte para halagar el amorpropiodeloshombresyposeereseingenioaloSofíaArnouldquedespiertelaapatíade los ricos;debe,enfin,hacersedesearpor los libertinospareciendoserfielaunosolo,cuyadichaesentoncesenvidiada.

Estascondiciones,queesaclasedemujeresllamansuerte,serealizanconbastantedificultadenParís,apesardeserunaciudadllenademillonarios,dedesocupadosydegenteshastiadas.LaProvidenciahaprotegido fuertementeenesto,sinduda,a losmatrimoniosdeempleadosyalapequeñaburguesía,paraquienesestosobstáculosestánporlomenosduplicadosacausadelmedioenquerealizansusevoluciones.Sinembargo,haytodavíaenParísbastantesseñorasMarneffesparaqueValeriadebafigurarcomotipoenestahistoriadecostumbres.Deestasmujeres,unasobedecenalavezapasionesverdaderasya la necesidad, como la señora Colleville, que estuvo liada durante muchotiempoconunodelosoradoresmáscélebresdelpartidodelaizquierda,conelbanquero Keller; otras se sienten empujadas por vanidad, como la señoraBaudraye,quesiguiósiendocasihonradaapesardesuhuidaconLousteau;aquéllas son arrastradas por las exigencias del lujo, y estas otras por laimposibilidad de atender a los gastos de su hogar con sueldos demasiado

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exiguos.LaparsimoniadelEstadoodelasCámarascausamuchasdesgraciasyengendramuchascorrupciones.Enestemomentosehablamuchoacercadela situación de las clases obreras y se las considera explotadas por elfabricante; pero el Estado es cien veces más duro que el industrial másambicioso:enmateriadesueldosllevalaeconomíahastaunlímiteimposible.Trabajadmuchoylaindustriaospagaráenrazóndevuestrotrabajo;pero¿quédaelEstadoatantososcurosyadictostrabajadores?

Desviarse del sendero del honor es, en la mujer casada, un inexcusablecrimen;perohayenestasituaciónmuchosgrados.Algunasmujeres,lejosdeser depravadas, ocultan sus faltas y siguen siendo honradas en apariencia,comolasdoscuyasaventurasacabandeserrelatadas,mientrasqueotrasunenasusfaltaslasignominiasdesuespeculación.LaseñoraMarneffees,pues,enciertomodo,eltipodeesasambiciosascasadasquedesdeunprincipioaceptanladepravacióncontodassusconsecuenciasyestándecididasahacerfortunadivirtiéndose sin tener en cuenta los medios; pero que tienen casi siempre,comolaseñoraMarneffe,asusmaridosporembaucadoresycómplices.EstosMaquiavelosconfaldassonlasmujeresmáspeligrosas,ydetodaslasmalasparisienses son las peores. Una verdadera cortesana, como las Josefas, lasSchontz, las Málagas, las Jenny Cadine, etc., lleva en la franqueza de susituaciónunaadvertenciatanluminosacomolalinternarojadelaprostituciónocomo las lámparasdel treintaycuarenta.Elhombre sabeentoncesque seexponealaruina.Perolaalmibaradahonradez,lasaparienciasdevirtudylosmanejoshipócritasdeunamujer casada,quenodejanuncavermásque lasnecesidadesvulgaresdeunhogaryqueseniegaaparentementealaslocuras,provoca silenciosas ruinas, que son tantomás singulares cuanto que todo elmundolasexcusaalnopoderexplicárselas.Eselinnoblelibrodegastosynolagozosafantasíaelquedevora las fortunas.Unpadredefamiliasearruinasingloriaylefaltaenlamiseriaelgranconsuelodelavanidadsatisfecha.

Estaretahílavacomounaflechaalcorazóndemuchasfamilias.Entodaslasesferasde lavidasocialsevenseñorasMarneffes,hastaenmediodelasCortes, pues Valeria es una triste realidad moldeada en vivo hasta en susmenores detalles. Desgraciadamente, este retrato no corregirá a nadie de lamaníadeenamorarsedelosángelesdedulcesonrisa,deairesoñadorydecaracándida,perocuyocorazónesunacajadecaudales.

Unos tres años después de la boda de la señoritaHortensia, en 1841, elbarónHulot de Ervy pasaba por habersemoderado, por haberse desuncido,segúnlaexpresióndelprimercirujanodeLuisXV,y,sinembargo,laseñoraMarneffe le costabadosvecesmásque loque lehabíacostado Josefa.PeroValeria, aunque iba siempre bien vestida, afectaba la sencillez de unamujercasada con un subjefe; guardaba el lujo para sus batas, para su casa, y asísacrificaba sus vanidades de parisiense en favor de su querido Héctor. Sin

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embargo,cuandoibaalteatrosepresentabasiempreconunbonitosombreroyun trajedeúltimamoda, y el barón la acompañaba en cochepara llevarla aalgúnpalcoescogido.

LahabitacióndelacalledeVanneau,queocupabatodoelsegundopisodeunpalaciomodernosituadoentrepatioyjardín,respirabahonestidad.Ellujoconsistía en colgaduras de Persia y hermosos y cómodos muebles. Porexcepción,eldormitorioofrecíalasprofusioneshechasparalasJennyCadineylasSchontz,talescomocortinasdeencaje,casimires,colgadurasdebrocadoy una guarnición de chimenea cuyos modelos habían sido hechos porStidmann,yunapequeñavitrina llenademaravillas.HulotnohabíaqueridoverasuValeriaenunnidoinferiorenmagnificenciaalcenagaldeoroyperlasdeunaJosefa.Lasdospiezasprincipales,elsalónyelcomedor,habíansidoamuebladas,launacondamascorojoylaotraconencinatallada.Perollevadodeldeseodeponerlo todo en armonía, al cabode seismeses el barónhabíaañadido el lujo sólido al lujo efímero, regalándole grandes valoresmuebles,como, por ejemplo, un servicio de plata cuya factura pasabade veinticuatromilfrancos.

LacasadelaseñoraMarneffeadquirióendosañosreputacióndesermuyagradable.Sejugabaenella,ylamismaValeriavioseprontoseñaladacomouna mujer amable y distinguida. Para justificar el cambio de su situacióncorrió el rumor de un inmenso legado que su padre natural, el mariscal deMontcornet, le había transmitido mediante un fideicomiso. Pensando en elporvenir,Valeriahabíaañadido lahipocresía religiosaasuhipocresíasocial.Puntual a los actos religiosos del domingo, tuvo todos los honores de lapiedad.Presidiómesaspetitorias, sehizodamade lacaridad,entregóelpanbenditoehizoalgunasobrasbuenasenelbarrio,todoacostadeHéctor.Todoen su casa era honrado. Así, muchas gentes afirmaban la pureza de susrelaciones con el barón, objetando la edad del consejero deEstado, a quienatribuían un gusto platónico por la gentileza de ingenio, los modales, elencantoylaconversacióndelaseñoraMarneffe,casisemejantealdeldifuntoLuisXVIIIporlasbillasbientorneadas.

Elbarónseretirabaaesodemedianochecontodoelmundoyvolvíauncuartodehoradespués.Heaquíelsecretodeesteprofundosecreto:

Los porteros de la casa eran el señor y la señoraOlivier, los cuales, porrecomendacióndelbarón,amigodelpropietario,habíanpasadodesuoscuroypoco lucrativo cuarto de la calle del Deanato a la productiva y magníficaportería de la calle de Vanneau. Ahora bien; la señora Olivier, antiguacosturera de la casa de Carlos X, que había perdido su posición al caer lamonarquía legítima, tenía tres hijos. El mayor, pasante ya de notario, eraobjetode laadoraciónde losespososOlivier.EsteBenjamín,amenazadodeser soldado durante seis años, iba a ver interrumpida su brillante carrera,

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cuandolaseñoraMarneffelelibródelserviciomilitarpretextandounodeesosviciosdeconformaciónque losconsejosde revisiónsabendescubrircuandoasí se lo recomienda algún poder ministerial. Olivier, antiguo piquero deCarlosX,ysuesposasehubierandejado,pues,matarporelbaróndeHulotyporlaseñoraMarneffe.

¿Qué podía decir la gente, que desconocía el antecedente del brasileñoseñor Montes de Montejanos? Nada. Por otra parte, la gente se muestrasiemprellenadeindulgenciaconunadueñadeunsalóndondeunosedivierte.A todos susatractivos, la señoraMarneffeañadía laventajade serunpoderoculto.Poreso,ClaudioVignon,quehabíapasadoasersecretariodelmariscalpríncipedeWissemburgoyquesoñabaconperteneceralConsejodeEstadoencalidadderefrendario,erahabitualenaquelsalón,adondeacudíantambiénalgunosdiputados,buenosmuchachosy jugadores.Lasociedadde la señoraMarneffe se había formado con sabia lentitud; las agregaciones sólo seadmitíantratándosedegentesdeopinionesycostumbresregulares,interesadasen sostenerse, en proclamar los méritos infinitos de la dueña de la casa.Retenedesteaxioma:elcompadrazgoesenParís laverdaderasantaalianza.Losinteresesacabansiemprepordividirse,mientrasquelasgentesviciosasseentiendensiempre.

AltercermesdesuinstalaciónenlacalledeVanneau,laseñoraMarnefferecibíayaalseñorCrevel,nombradocasienseguidaalcaldedesudistritoyoficialdelaLegióndeHonor.Crevelvacilóalgúntiempo;setratabadedejaraquel célebreuniformedeguardia nacional, con el que se pavoneaba en lasTullerías, creyéndose tan militar como el emperador; pero la ambición,aconsejada por la señoraMarneffe, fuemás fuerte que la vanidad. El señoralcalde había juzgado sus relaciones con la señorita Eloísa Brisetoutcompletamente incompatible con su actitudpolítica.Mucho tiempoantesdesu advenimiento al trono burgués de la Alcaldía, sus galanterías fueronrodeadasdelmásprofundomisterio.Perocomosecomprenderá,CrevelhabíapagadoelderechoatomarlarevanchadelraptodeJosefatanfrecuentementecomoquisiese,medianteunainscripcióndeseismilfrancosderentaanombrede Valeria Fortin, esposa separada en bienes del señor Marneffe. Valeria,dotada quizá por sumadre del genio particular de la mujer de vida alegre,adivinó al primer golpe de vista el carácter de aquel grotesco adorador.Laspalabras: «Jamás he poseído a una mujer de mundo», dichas por Crevel aIsabela y repetidas por ésta a su querida Valeria, habían sido cobradas conusuraenlatransacciónaquedebióellasusseismilfrancosderentaalcincopor ciento. Después procuró no perder su prestigio a los ojos del antiguoviajantedeCésarBirotteau.

CrevelhabíahechounmatrimonioporinteréscasándoseconlahijaúnicadeunmolinerodelaBrie,cuyasherenciasformabanlastrescuartaspartesde

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sufortuna,pueslamayorpartedelasveceslosdetallistasseenriquecen,másqueconlosnegocios,conlaalianzadelatiendaydelaeconomíarural.Grannúmero de cortijeros, de molineros, de ganaderos y de labradores de lascercaníasdeParíssueñanconlasgloriasdelmostradorparasushijasyvenenundetallista,enunjoyerooenuncambistaunyernoconmássatisfacciónquesi fuese notario o procurador, cuya elevación social les inquieta; temen serdespreciadosdespuésporestaseminenciasburguesas.LaseñoraCrevel,mujerbastantefea,muyvulgarymuytontayquemurióconoportunidad,nohabíaprocuradoasumaridomásplaceresque losde lapaternidad.Ahorabien;alprincipiodesucarreracomercialestelibertino,encadenadoporlosdeberesdesu profesión y contenido por la indigencia, había desempeñado el papel deTántalo.Enrelación,segúnél,conlasmujeresmásdistinguidasdeParís,lasacompañabahasta lapuertaconsaludosde tendero,admirandosugracia, sumaneradellevarlasmodasytodoslosefectosanónimosdeloquesellamalaraza.Elevarse hasta una de aquellas hadas de salón era un deseo concebidodesde su juventud y comprimido en su corazón. Obtener los favores de laseñoraMarneffefue,pues,paraél,nosólolarealizacióndesuquimera,sinoademás una cuestión de orgullo, de vanidad y de amor propio, como se havisto.Suambiciónseacrecentóconeléxito.Sintióenormesgocesdecabeza,ycuandolacabezaestáperdida,elcorazónseresienteyladichasedecuplica.LaseñoraMarneffepresentóporotraparteaCrevelrefinamientosqueélnosospechaba,puesniJosefaniEloísalehabíanamado,mientrasquelaseñoraMarneffejuzgónecesarioengañarbienaaquelhombre,enquienveíaunacajaeterna.Losengañosdelamorfalsosonmásencantadoresque larealidad.Elamorverdaderoimplicadisputasdegorrionesenquesehiereenlovivo;perolaquerellaenbromaes,porelcontrario,unacariciahechaalamorpropiodelburlado. De esta suerte, la rareza de las entrevistas mantenía en estado depasión el deseo de Crevel. Chocaba siempre contra la virtuosa dureza deValeria, la cual fingía remordimientos y hablaba de lo que su padre podíapensardeellaenelparaísodelosvalientes.Elbuenhombreteníaquevenceruna especie de frialdad de la que la astuta comadre le hacía creer quetriunfaba, pareciendo ella ceder a la pasión loca de aquel burgués; perorecobraba, como avergonzada, su orgullo de mujer decente y sus aires devirtudenteramentelomismoqueunainglesayaplastabasiempreasuCrevelcon el peso de su dignidad, pues Crevel la había juzgado virtuosa desde elprincipio.Enfin,Valeriaposeíaespecialidadesdeternuraquehacíanfuesetanindispensable a Crevel como el barón. En presencia del mundo ofrecía elencantadorenlacedelcandorpúdicoysoñador,deladecenciairreprochableydel ingenio realzado por la gentileza, por la gracia y por losmodales de lacriolla;peroenlaconferenciaíntimayfamiliarexcedíaalascortesanasyerapicaresca, entretenida y fértil en invenciones nuevas. Este contraste resultaagradabilísimoparalostiposcomoCrevel,quesesientenaduladoscreyendo

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serlosúnicosautoresdeaquellacomedia,delacualsefigurandisfrutarsolos,yqueseríendeaquelladeliciosahipocresía,admirandoalaactriz.

Valeria se había apropiado admirablemente al barón Hulot y le habíaobligadoaenvejecermedianteunadeesasfinasadulacionesquepuedeservirpara dar una idea del espíritu diabólico de esta clase de mujeres. En lasorganizacionesprivilegiadasllegaunmomentoenquecomounaplazasitiadaque se resiste por mucho tiempo, se declara al fin la verdadera situación.Previendo la próxima disolución del guapo del Imperio, Valeria juzgónecesario precipitarla, seis meses después de aquella unión clandestina ydoblementeadúltera.

—Viejogruñón, ¿porqué te compones tanto?—ledijo—.¿Tienes acasopretensiones?¿Quieresporventurasermeinfiel?Amímegustaríasmássinoteatildasestanto.Hazmeelsacrificiodetusgraciaspostizas.¿Creestúacasoque te amo yo por el betún de tus botas, por tu cinturón de caucho, por tuchalecodefuerzaoportutupépostizo?Además,quecuantomásviejoseas,menostemortendrédequeunarivalmearrebateamiHulot.

Creyendo en la amistad divina tanto como en el amor de la señoraMarneffe, con la cual contaba acabar sus días el consejero de Estado habíaseguido este consejo privado cesando de teñirse las patillas y el cabello.DespuésdehaberrecibidodeValeriaestaconmovedoradeclaración,elgrandey hermoso Héctor se presentó un día completamente canoso. La señoraMarneffeleprobófácilmenteasuqueridoHéctorquehabíavistocienveceslalíneablancaformadaporelcrecimientodeloscabellos.

—Los cabellos blancos sientan admirablemente a su cara—dijo ella alverle—:lasuavizan;estáustedmuchomejor…;asíestáencantador.

Enfin,elbarón,unavezlanzadoporestasenda,sequitóelchalecodepielyelcorséysedesembarazódetodassuscorreas.Elvientreentoncescayóylaobesidadsehizopatente.Elrobleseconvirtióenunatorre,ylapesadezdelosmovimientos fue tanto más espantosa cuanto que el barón envejecióprodigiosamente, desempeñando el papel de Luis XII. Las cejas siguieronsiendonegrasy recordaronvagamentealguapoHulot,delmismomodoqueenalgunosrestosderuinasfeudalesseconservaunligerodetalledeesculturaparahacerverloquefueelcastilloensusbuenostiempos.Estadiscordanciatornabalamirada,animadayjovenaún,tantomásextrañaensucaramorena,cuanto que allí, adonde por mucho tiempo florecieron tonos de carne a loRubens,seveían,porciertasajadurasyporelprofundosurcodelasarrugas,losesfuerzosdeunapasiónenpugnaconlanaturaleza.Hulotfueentoncesunade esas hermosas ruinas humanas en las que la virilidad se nota en esosmechones de pelo en los oídos, en la nariz y en los dedos, produciendo elefecto de los musgos que brotan sobre los monumentos casi eternos del

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Imperioromano.

¿Cómo había podido Valeria mantener a Crevel y a Hulot a un mismotiempo en su casa, cuando el vengativo jefe de batallón deseaba triunfarruidosamentesobreHulot?Sinresponderinmediatamenteaestapregunta,queserácontestadaporeldrama,hemosdeadvertirqueIsabelayValeriahabíaninventado entre las dos una prodigiosa máquina cuyo poderoso juegocontribuía a este resultado.Marneffe, al ver a su mujer embellecida por elmedioambientequeocupaba,comoelsoldeunsistemasideral,parecíaalosojosdelmundohabersentidoencendersesupasiónysesintió locodeamorporsumujer.SiestoscelosconvertíanalseñorMarneffeenungranestorbo,daban en cambio un valor extraordinario a los favores deValeria.Marneffedaba, sinembargo,muestrasdegranconfianzaensudirector,confianzaquedegenerabaenunabondadcasi ridícula.Elsolopersonajeque le irritabaeraprecisamenteCrevel.

Marneffe,destruidoporesosexcesospropiosdelasgrandescapitales,quefuerondescritosporlospoetasromanosyparalosquenuestropudormodernonotienenombre,sehabíavueltohorriblecomounafiguraanatómicadecera.Peroaquellaenfermedadambulante,vestidadehermosopaño,balanceabasuspiernas comoespátulas enunelegantepantalón.Aquelpechodescarnado seperfumabaconblancas ropas, y el almizcleocultaba los fétidosoloresde lapodredumbre humana. Aquella fealdad del vicio expirante pero lleno deafeites y de lujo, pues Valeria había puesto aMarneffe en armonía con sufortuna,consucruzyconsudestino,asustabaaCrevel, el cualnososteníafácilmentelamiradadelosblancosojosdelsubjefe.Marneffeeralapesadilladel alcalde. Al notar el singular poder que Isabela y su mujer le habíanconferido, este malvado pillo se divertía con él y lo manejaba como uninstrumento; siendo las cartas el último recurso de aquella alma tan gastadacomo el cuerpo, desplumaba a Crevel, que se creía obligado a sercomplacienteconelrespetablefuncionario¡aquienengañaba!

Al ver a Crevel tan niño ante aquella horrible e infame momia, cuyacorrupción era para el alcalde un secreto, y al verle sobre todo tanprofundamentedespreciadoporValeria,quesereíadeCrevelcomoseríeunodeunbufón,elbarónsecreíatanalabrigodetodarivalidad,queleconvidabaconstantementeacomer.

Valeria, protegida por estas dos pasiones alerta y por unmarido celoso,atraía todas las miradas y excitaba todos los deseos en el círculo en quereinaba.Así es que, guardando las apariencias, había llegado en tres años arealizarlascondicionesmásdifícilesdeléxitoquebuscanlascortesanasyquetanraravezrealizan,ayudadasporelescándalo,porsuaudaciayporelbrillode su vida pública. Como un diamante bien tallado por Chanotadmirablemente,labellezadeValeria,escondidapocoantesenlaminadela

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calle del Deanato, valía más de su valor y hacía desgraciados a muchos…¡ClaudioVignonamabaaValeriaensecreto!

Estaexplicaciónretrospectiva,bastantenecesariacuandosevuelveaverlagentealcabodetresañosdeintervalo,vieneaserelbalancedeValeria.HeaquíahoraeldesuasociadaIsabela:

LaprimaBelaocupabaenlacasaMarneffelaposicióndeunaparientaquehubieraacumuladoensílasfuncionesdeseñoradecompañíaycamarera;peroignorabalasdobleshumillacionesqueafligenlamayorpartedeltiempoalascriaturas que tienen la desgracia de tener que aceptar estas posicionesambiguas. Isabela y Valeria ofrecían el espectáculo conmovedor de una deesas amistades tan vivas y tan poco probables entre mujeres, que lasparisienses,quesiempresondemasiadoocurrentes,enseguidalascalumnian.Aquelcontrastedelanaturalezasecayvaronildelalorenesaconlahermosanaturaleza criolla deValeria sirvió de pasto a la calumnia. Por lo demás, laseñora Marneffe había dado apariencias de verdad, sin saberlo, a lachismografía,con loscuidadosque tributóa suamiga, llevadadeun interésmatrimonialquehabíadehacercompletalavenganzadeIsabela,segúnsevaaver en seguida. En el modo de ser de la prima Bela se había operado unainmensarevolución;Valeria,quequeríavestirla,habíasacadodeestoungranpartido. Aquella singular muchacha, sometida ahora al corsé, tenía un tallefino,gastababandolinaparasuslisoscabellos,aceptabasusvestidostalcomose losentregaba lacosturera, llevababorceguíesescogidosymediasdesedagrises, todo ello incluido en las facturas de Valeria y pagado por quien dederecho le correspondía. Restaurada de este modo, siempre con casimiramarillo,Belanohubiesesidoconocidaporlosquelahubiesenvueltoaverdespuésdeesostresaños.Esteotrodiamantenegro,queeselmásrarodelosdiamantes, tallado por una mano hábil y convenientemente montado, eraapreciadoentodosuvalorporalgunosempleadosambiciosos.ElqueveíaaBela por primera vez, se estremecía involuntariamente al notar la agrestepoesía que la hábil Valeria había sabido poner de relieve cultivando conadornos a aquellaNona sangrienta, y sabiendoencuadrar conarte,medianteespesasbandasdepelo,aquellacarasecayverdosaenlaquebrillabanunosojos de un color negro semejante al de los cabellos. Bela, al igual de unaVirgendeCranachydeVanDyck,comounaVirgenbizantina,salidasdesuscuadros, conservaba la rigidezy la correcciónde aquellas carasmisteriosas,primas hermanas de Isis y de las divinidades puestas en las repisas por losescultoresegipcios.Aquelloeraunaespeciedegranito,debasaltoopórfidoqueandaba.Libredelamiseriaparaelrestodesusdías,Belateníamuybuenhumoryllevabaconsigolaalegríaatodaslascasasadondeibaacomer.Porotraparte,elbarónpagabaelalquilerdelcuartito,amueblado,comoessabido,conlosdesechosdeltocadorydelcuartodesuamigaValeria.

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Lasolteronasolíadecir:

—Después de haber empezado una vida como una cabra hambrienta, laacabocomounaleona.

Continuabaconfeccionandolasobrasmásdifícilesdelapasamaneríaparael señor Rivet; pero, según ella, lo hacía para no perder el tiempo. Y, sinembargo,comosevaaver,suvidaestabaexcesivamenteocupada;peroenlainteligenciadelasgentesllegadasdelcampoestágrabadasiemprelaideadenoabandonarnuncaelmodusvivendi,semejándoseenestoalosjudíos.

Todas las mañanas, la prima Bela iba por sí misma al mercado, muytemprano,conlacocinera.EnelplandeBela,ellibrodegastosquearruinabaaHulotteníaqueenriquecerasuqueridaValeriay,enefecto,laenriquecía.

¿Cuál es la dueña de casa que desde 1838 no ha experimentado losfunestos resultados de las doctrinas antisociales extendidas entre las clasesinferiores por escritores incendiarios? En todas las casas la plaga de loscriadoseshoylamayordelasplagasfinancieras.Conmuyrarasexcepciones,quemereceríanelpremiodelaVirtud,loscocinerossonladronesdomésticos,ladrones descarados, de los cuales se ha hecho encubridor el Gobiernodesarrollando de este modo la inclinación al robo, autorizando casi a lascocineras con la antigua broma acerca de la sisa. En las casas en que estasmujeres buscaban antes dos francos para un billete de Lotería, toman hoycincuenta francos para la Caja de Ahorros. ¡Y los fríos puritanos que seentretienen en hacer en Francia experiencias filantrópicas creen habermoralizadoalpueblo!Entrelamesadelosamosyelmercadoloscriadoshanestablecido su impuesto secreto, y la ciudad de París no es tan hábil parapercibirsusderechosdeconsumoscomolosonellosparasacarlossuyosdetodo.Ademásdelcincuentaporcientoconquegravanlasprovisionesdeboca,exigen grandes aguinaldos a los comerciantes. Los tenderos de más tallatiemblan ante este poder oculto, y todos, sin distinción, lo subvencionan:cocheros, joyeros, sastres, etc. Al que intenta vigilar a sus criados, éstos lecontestancon insolenciao con las costosas tonteríasdeuna fingida torpeza;hoy tomanellos informesde los amoscomoantes los amos los tomabandeellos. El mal, que ha llegado ya al colmo y contra el que los tribunalesempiezan,aunqueenvano,aproceder,nopuededesaparecermásqueporunaleyqueobliguealoscriadosa lacartilladelobrero.Entonceselmalcesaríacomoporencanto.Estandoobligado todocriadoapresentarsucartillay losamos a consignar en ella la causa de la expulsión, es indudable que ladesmoralizaciónencontraríaungranfreno.Lasgentesqueseocupandelaaltapolíticadeactualidad ignoranhastadónde llega ladepravaciónde lasclasesinferiores en París; iguala a la envidia que les devora. La estadística noconsigna el espantable número de obreros de veinte años que se casan concocineras de cuarenta y cincuenta, enriquecidas con el robo. Se tiembla al

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pensarenlasconsecuenciasdesemejantesunionesdesdeeltriplepiepuntodevista de la criminalidad, de la degradación de la raza y de los malosmatrimonios.Respectoaldañopuramentefinancieroproducidoporlosrobosdomésticos,esenormedesdeelpuntodevistapolítico,Lavida,encarecidaasíel doble, prohíbe lo superfluo en muchos hogares. ¡Lo superfluo!… Es lamitad del comercio de los Estados, como es la elegancia de la vida. Paramuchasgentes,loslibrosylasfloressontannecesarioscomoelpan.

Isabela,aquienestaimportanteplagadelascasasdeParísleeraconocida,pensabadirigirelhogardeValeriaalprometerlesuapoyoenlaterribleescenaenqueambassehabíanjuradosercomodoshermanas.Asíesquehabíahechovenir del interior de los Vosgos a una parienta por parte demadre, antiguacocinera del obispo de Nancy, solterona piadosa y de gran probidad. Sinembargo,temiendosuinexperienciaenParísy,sobretodo,losmalosconsejosque pervierten tantas lealtades frágiles, Isabela acompañaba a Maturina almercado y procuraba acostumbrarla a saber comprar. Conocer el verdaderopreciodelascosasparaqueelvendedornoabuse,comerplatossinactualidad,comoelpescado,porejemplo,cuandonosoncaros,estaralcorrienteacercadel valor de los comestibles y presentir el alza para comprar en baja, eseespíritu de dueña de casa es, en París, lo más necesario para la economíadoméstica.ComoMaturinapercibíabuenasoldadaygrannúmeroderegalos,teníabastanteapegoalacasaparasentirsatisfacciónconlascomprasbaratas.DemodoquehacíayaalgúntiempoquecompetíaconIsabela,lacuallacreíaya bastante instruida para no ir almercadomás que los días en queValeriateníagente,locualocurría,entreparéntesis,conbastantefrecuencia.Heaquíporqué.Elbarónhabíaempezadoporguardarelmásestrictodecoro;perosupasiónpor laseñoraMarneffesehabíavueltoenpocotiempotanvivay tanávida, que deseó dejarla lo menos posible. Después de haber comido allícuatro veces a la semana, le pareció encantador hacerlo todos los días. Seismeses después del matrimonio de su hija, dio dosmil francosmensuales atítulo de pensión. La señora Marneffe invitaba a las personas cuyo tratogustabaa suqueridobaróny,porotraparte, comosehacía siemprecomidaparaseis,elbarónpodía llevarotraspersonasde improviso. Isabela resolviócon su economía el problema extraordinario de sostener espléndidamenteaquellamesamediante la sumademil francosydarmil francosalmesa laseñoraMarneffe.ComoqueeltocadodeValeriaerapagadoespléndidamenteporCrevelyporelbarón,lasdosamigassacabanaúnotrosmilfrancosalmesde estos gastos.De esta suerte, aquellamujer tan pura y tan cándida poseíaentonces cerca de unos ciento cincuenta mil francos de economías. Habíaacumulado sus rentas y sus beneficios mensuales, capitalizándolos yaumentándolos con enormes ganancias debidas a la generosidad con queCrevel hacía participar al capital de su duquesita de la buena suerte de susoperaciones financieras.Crevel había iniciado aValeria en la jerga y en las

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especulacionesdeBolsay, como todas las parisienses, al poco tiempo sabíamásquesumaestro.Isabela,quenogastabauncéntimodesusmildoscientosfrancos, y cuyo alquiler y demás gastos estaban pagados, que no sacaba uncéntimo de su bolsillo, poseía también un capitalito de cinco a seis milfrancos,queCrevellemanejabapaternalmente.

Estonoobstante,elamordelbarónyeldeCreveleranunarudacargaparaValeria.Eldíaenqueelrelatodeestedramasereanuda,excitadaporunodeesos acontecimientos quehacen en la vida el oficio de la campana, a cuyossones se reúnen las asambleas, Valeria había subido a casa de Isabela paraentregarse a aquellas buenas elegías largamente habladas, especie decigarrillos fumados a chupetones, por las que lasmujeres procuran suavizarlosmilcontratiemposdesuvida.

—Isabela,amormío,tenerquedistraerestamañanaaCreveldurantedoshoras es cosa bien aplastante. ¡Oh! ¡De qué buena gana te enviaría en milugar!

—Desgraciadamente, eso no puede ser —dijo Isabela, sonriendo—. Yomorirévirgen.

—¡Tener que entregarme a dos viejos! ¡Hay momentos en que meavergüenzodemímisma!¡Ah!¡Simipobremadremeviese!

—TúmetomasporCrevel—respondióIsabela.

—Dimequenomedesprecias,miqueridaBela.

—¡Ah! ¡SiYo hubiese sido bonita, cuántas aventuras hubiera tenido!—exclamóIsabela—.Yaestásjustificada.

—Perotúsólohubierasescuchadoatucorazón—dijolaseñoraMarneffe,suspirando.

—¡Bah! —respondió Isabela—. Marneffe es un muerto a quien se hanolvidado de enterrar, el barón es algo así como tu marido y Crevel es tuadorador;yoteveocomoatodaslasmujeresperfectamenteenregla.

—No,noesdeahí,queridamía,dedondeprovienemidolor;túnoquieresentenderme.

—¡Oh!Sí—exclamólalorenesa—,pueslosobreentendidoformapartedemivenganza.¿Quéquieres?Yatrabajoparaello.

—¡AmaraWenceslaoconlocuraynolograrsiquieraverle!—dijoValeria,retorciéndose losbrazos—.Hulot leproponequevengaa comera casayelartistaseniega.¡Esemonstruodehombrenosabequeesidolatrado!¿Quéessumujer?Unbuenbocado,sí,eshermosa;yolocomprendo,novalgoloqueella.

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—Notengascuidado,hijitamía,yavendrá—dijoIsabelaconeltonoconque hablan las nodrizas a los niños que se impacientan—. Yo lo quiero, yvendrá…

—¿Perocuándo?

—Talvezestasemana.

—Déjameabrazarte.

Comoseve,aquellasdosmujereseranunasolapersona;todoslosactosdeValeria,hastalosmástorpes,susplaceres,susenfados,sedecidíandespuésdemadurasdeliberacionesentreellas.

Isabela, extraordinariamente conmovida ante aquella vida de cortesana,aconsejabaaValeriaen todoyproseguíaelcursodesusvenganzasconunalógicaimplacable.Porotraparte,adorabaaValeria,alaquehabíaconvertidoensuhija,ensuamiga,ensuamor;hallabaenellalaobedienciadelascriollasy lamolicie de la voluptuosa; charlaba con ella todas lasmañanas conmásplacerqueconWenceslao.Ambaspodíanreírsedesuscomunesmaliciasydela estupidezde los hombresy recontar juntas los crecientes intereses de susrespectivostesoros.Isabelahabíaencontrado,además,ensuempresayensunuevaamistadpastoparasuactividadenmuchamayorabundanciaqueensuinsensato amor por Wenceslao. Los goces del odio satisfecho son los másardientesylosmásfuertesenelcorazón.Elamores,enciertomodo,eloro,yelodioelhierrodeesaminadesentimientosqueexistenennosotros.Enfin,ValeriaofrecíaentodasugloriaaIsabelaesabellezaqueellaadorabacomoseadora todo loqueno seposee,bellezamásmanejableque ladeWenceslao,quehabíasidosiempreparaellafríoeinsensible.

Al cabo de tres años escasos, Isabela empezaba a ver los progresos deltrabajo de zapa subterráneo en que consumía su vida y empleaba suinteligencia.SabelapensabaylaseñoraMarneffeobraba.LaseñoraMarneffeera el hacha e Isabela era la mano que la manejaba, y la mano demolía agolpesapresuradosaaquellafamiliaquecadavezleeramásodiosa,puesseodiacadavezmás,comoseamacadadíamáscuandoseama.Elamoryelodiosonsentimientosquesealimentanporsímismos;perodelosdos,elodiotiene vida más larga. El amor tiene por límite fuerzas limitadas, y saca supoder de la vida y de la prodigalidad; el odio se parece a la muerte, a laavaricia;es,enciertomodo,unaabstracciónactivaporencimadelosseresydelascosas.Sabela,entregadaalavidaqueleerapropia,desplegabaenellatodassusfacultadesyreinabaalamaneradelosjesuitas,conpoderoculto.Sucararesplandecía.SabelasoñabaconserlamariscalaHulot.

Esta escena, en que las dos amigas se decían crudamente sus menorespensamientos sin andarse en rodeos, tenía lugar precisamente al volver del

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mercado,adondeSabelahabía idoparapreparar loselementosdeunabuenacomida.Marneffe,quecodiciaba laplazadelseñorCoquet, lorecibíacon lavirtuosa señoraCoquet, yValeria esperaba queHulot tratase aquellamismanochedeladimisióndeljefedeoficina.Sabelasevestíaparairacasadelabaronesa,dondecomíaaqueldía.

—¿Volverásparaservirnoselté,Belamía?—dijoValeria.

—Asíloespero…

—¿Cómoqueloesperas?¿HasllegadoacasoaacostarteconAdelinaparabebersuslágrimasmientrasduerme?

—¡Si eso fuese posible—respondióSabela, riéndose—no diría que no!Ella expía ahora sudicha,yyo,que soy feliz, recuerdomi infancia.Acadaunolosuyo.Ellaseverásumidaenellodoyyo¡serécondesadeForzheim!…

IsabelasedirigióhacialacalledePlumet,adondeibahacíaalgúntiempo,comosevaalteatro,asaciarsedeemociones.

LahabitaciónescogidaporHulotparasumujerconsistíaenunagrandeyvastaantesala,unsalónyundormitoriocongabinetetocador.Elcomedoreralateralmentecontiguoalsalón.Doscuartosparacriadosyunacocina,situadosen el tercer piso, completaban este albergue, digno aún de un consejero deEstado,directordelMinisteriodelaGuerra.Elpalacio,elpatioylaescaleraeranmajestuosos.Labaronesa,obligadaa amueblar su salón, sucuartoy elcomedor con las reliquias de su esplendor, había tomado lo mejor de losdespojos del palacio de la calle de la Universidad. Por otra parte, la pobremujer amaba aquellosmudos testigos de su dicha, que tenían para ella unaelocuenciacasiconsoladora.Entreveíaensusrecuerdosflores,comoveíaenaquellasalfombrasrosetonesapenasvisiblesparalosdemás.

Entrando en la vasta antesala donde doce sillas, un barómetro, una granestufa y largas cortinas de indiana blanca bordada de rojo recordaban lashorriblesantesalasdelosministerios,elcorazónseoprimía,puessepresentíalasoledadenqueaquellamujervivía.Eldolor,lomismoqueelplacer,secreaunaatmósferapropia.Alprimergolpedevistadirigidoalinteriordeunacasasesabesireinaenellaelamoroladesesperación.SehallabaAdelinaenuninmensodormitorioamuebladoconhermososmueblesdeJacoboDesmalters,de caoba guarnecida con adornos del Imperio, aquellos bronces que hanhalladomediodesermásfríosque loscobresdeLuisXVI.Yseestremecíaunoalveraaquellamujersentadaenunsofáromano,antelasesfingesdeunamesa de costura, que había perdido sus colores, afectando una alegríaengañosa y conservando su aire imperial, como sabía conservar la bata deterciopeloazulqueseponíaencasa.Aquellaalmaaltivasosteníaelcuerpoymantenía la belleza. Al final del primer año de su destierro en aquella

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habitación,labaronesahabíamedidosudesgraciaentodasuextensión.

—Relegándomeaquí,miHéctormehahecholavidaaúnmáshermosaquelohubierasidoparaunapobrealdeana—sedijoella—.Mequiereasí;hágasesuvoluntad.YosoylabaronesaHulot,lacuñadadeunmariscaldeFrancia,nohecometidolamenorfalta,misdoshijosestánestablecidosypuedoesperarlamuerte envuelta en los velos inmaculados de mi pureza de esposa, en elcrespóndemievaporadadicha.

ElretratodeHulot,pintadoporRobertoLefevreen1810,coneluniformedecomisarioordenadordelaGuardiaImperial,seveíasobrelamesadelaboren que Adelina escondía una Imitación de Jesucristo, que era su lecturahabitual tan pronto como le anunciaban alguna visita. Aquella MagdalenairreprochabletambiénescuchabalavozdelEspírituSantoensudestierro.

—Marieta,hijamía—dijoSabelaalacocinera,quefueaabrirlelapuerta—,¿cómovamibuenaAdelina?

—¡Oh!Bien,alparecer,señorita;perohablandoentrenosotras,sipersisteen sus ideas, sematará—dijoMarieta a Isabela al oído—.A decir verdad,deberíaustedanimarlaaquehicieseotravida.Ayerlaseñoramedijoqueledieseporlamañanadiezcéntimosdelecheyunpanecillodecincoyquelesirviese para comer, ya un arenque o bien un poco de carne fiambre,ordenándomequecocieseuna librapara toda la semana,bienentendido, losdías que come sola…No quiere gastarmás que cincuenta céntimos diariospara su alimentación, y esto no es razonable. Si yo le hablase de este lindoproyecto al señor mariscal, podría malquistarse con el señor barón ydesheredarlo,mientrasqueusted,queestanbuenaytanastuta,sabráarreglarlascosasdeotromodo.

—Pero¿porquénosedirigeustedamiprimo?—dijoIsabela.

—¡Ah!Miqueridaseñorita,haceunosveinticincodíasquenohavenido.En fin,desdequeestuvoustedaquí laúltimavez.Además, la señoramehaprohibido,conlaamenazadedespedirme,elpedirledineroalseñor.Pero¡ah!,respecto a penas, ya lo creo que las ha tenido la pobre señora. Ésta es laprimera vez que el señor la olvida tanto tiempo… Cada vez que llamabancorríaalaventana…;perodesdehacecincodíasnoselevantadelsofá.¡Estáleyendo!Cadavezquevaacasadelaseñoracondesa,medice:«Marieta,siviene el señor, dígale que estoy en casa y envíe al portero a buscarme; lepagarébienelviaje».

—¡Pobreprima!—dijoBela—.Esomeparteelcorazón.Todoslosdíaslehablo de ella ami primo; pero ¿qué quiere usted? Élme contesta: «Tienesrazón,Bela,soyunmiserable.Mimujeresunángelyyosoyunmonstruo…Irémañana…».YsigueencasadelaseñoraMarneffe.Esamujerlearruinay

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él la adora y no vivemás que a su lado. Yo hago lo que puedo. Si yo noestuvieseallí,siyonotuvieseconmigoaMaturina,elbarónhabríagastadoeldoble,ycomonotienecasinada,sehabríalevantadolatapadelossesos.Puesbien,mireusted,Marieta;deocurriresto,estoyseguraqueAdelinasemoriríadepena.Asíalmenosyoprocuroahorrar loposiblee impidoquemiprimogastedemasiado.

—¡Ah!Esoesloquedicelapobreseñora,queyaconocelosfavoresquele debe—respondióMarieta—.Me decía que la había juzgado a ustedmaldurantemuchotiempo.

—¡Ah!—exclamóIsabela—.¿Ynolehadichoaustedmásqueeso?

—No,señorita;siquiereusteddarlegusto,hábleledelseñor.Laconsideraaustedfelizporquepuedeverletodoslosdías.

—¿Estásola?

—No,dispense,estáelmariscal.¡Oh!Vienetodoslosdías,yellaledicesiemprequehavistoalseñorporlamañanayqueseretiramuytardeporlanoche.

—¿Ytenemoshoybuenacomida?—preguntóBela.

Marietadudabasiresponderyapenasseatrevíaasostenerlamiradadelalorenesa, cuando la puerta del salón se abrió y el mariscal Hulot salió tanprecipitadamentequesaludóaBelasinmirarla,almismotiempoquedejabacaer un papel. Bela recogió aquel papel y corrió hacia la escalera, pues erainútil llamar a un sordo; pero hizo de modo que no pudiese alcanzar almariscaly,alvolver,leyófurtivamenteloquesigue,escritoconlápiz:

Mi querido hermano:Mimaridome ha dado el dinero del gasto para eltrimestre;peromihijaHortensiasehallabaentalapuro,queleprestélasumaentera,queapenassibastabaparaquesaliesedelpaso.¿Puedeustedprestarmealgunos centenares de francos?No quiero volver a pedirle dinero aHéctor,porqueunreprochesuyomeharíademasiadodaño.

—¡Ah!—pensó Isabela—. ¡Qué apuradadebede estar paraque sehayadecididoahumillarsuorgullodeestemodo!

Sabelaentró,sorprendióaAdelinallorandoy,abrazándoseasucuello,ledijo:

—Adelina,queridamía,losétodo.Toma,elmariscal,quecorríacomoungalgo, ibatanemocionadoquehadejadocaerestepapel…¿EsemalvadodeHéctornotehadadodinerodesde…?

—No, me lo ha dado puntualmente —respondió la baronesa—; peroHortensialohanecesitado,y…

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—Ytúnoteníasconquédarnosdecomer—dijoBela,interrumpiendoasuprima—.Ahora ya comprendo el aire embarazado deMarieta cuando yo lehablabadelacomida.Adelina,estáshaciendolachiquilla.Mira,déjamequetedémiseconomías.

—No, gracias, mi buena Bela —respondió Adelina enjugándose laslágrimas—.Esteapuroesmomentáneoyyahebuscadomediosdesalirdeél.Mis gastos en lo sucesivo serán de dos mil cuatrocientos francos anuales,incluido el alquiler, y los tendré. Sobre todo,Bela, ni una palabra aHéctor.¿Estábueno?

—¡Oh! ¡Como el puente Nuevo! Alegre como unas castañuelas, y nopiensamásqueensuhechiceraValeria.

LaseñoraHulotmirabaenestemomentoungranpinoqueseveíadesdesuventana, e Isabela no pudo leer nada de lo que expresaban los ojos de suprima.

—¿Lehasdichoqueerahoyeldíaenquecomíamostodosaquí?

—Sí,pero¡bah!LaseñoraMarneffedaunagrancomida;ycomoesperatratar de la dimisión del señor Coquet, la comida es antes que todo.Mira,Adelina, escúchame; ya conoces mi carácter feroz en lo que atañe aindependencia. Tu marido, querida mía, te arruinará seguramente. Yo hecreídopoderserosútila todosencasadeesamujer;peroesunacriaturadeunadepravaciónsinlímites,quelograrádetumaridocosasquelepondránenelcasodedeshonrarnosatodos.

Adelinahizoelmovimientodeunapersonaquerecibeunapuñaladaenelcorazón.

—Sí,miqueridaAdelina, estoy segurade elloymecreo en el deberdedesengañarte.Ahorabien;pensemosenelporvenir.Elmariscalesviejo,peroviviráaúnmucho;tieneunbuensueldo,yasuviuda,siélllegaseamorir,lequedaríaunapensióndeseismilfrancos.Conestasumayomecomprometeríaamantenerosa todos.Emplea tu influenciaconelbuenhombreparaque secaseconmigo.Nohagoyoestoporquedeseeserlaseñoramariscala,puesmepreocupan tanto estas cosas como la concienciade la señoraMarneffe;peroasí tendréis todospan,ydigo todos,porqueveoqueHortensia carecedeél,cuandotútienesquedarleeltuyo.

Elmariscalsepresentó,elveteranohabíacorridode talmodo,queveníaenjugándoselafrenteconelpañuelo.

—LeheentregadodosmilfrancosaMarieta—ledijoasucuñadaaloído.

Adelinaenrojecióhastalaraízdelcabello.Doslágrimashumedecieronsuspestañas,todavíalargas,yestrechósilenciosamentelamanodelanciano,cuya

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fisonomíaexpresabaladichadeunamantefeliz.

—Adelina, quería hacerle a usted un regalo con esa suma —dijocontinuando—;así esque, en lugardedevolvérmela, escojaustedmisma loquemásleguste.

Dichoesto,elancianotomólamanoqueletendíaSabela,ytandistraídoestabaenmediodesugoce,queselabesó.

—Eso promete —dijo Adelina a Isabela, sonriendo lo más que podíasonreír.

EnestemomentollegaroneljovenHulotysumujer.

—¿Comemihermanoconnosotros?—preguntóelmariscalconsequedad.

Adelinatomóunlápizyescribióenunahojadepapelestaspalabras:

Loespero.Estamañanamehaprometidocomeraquí;perosinoviniese,lohabráretenidoelmariscal,puesestáagobiadodetrabajo.

Y lepresentó el papel.Había inventadoestamanerade conversar con elmariscal,yparaelloteníasiemprehojasdepapelyunlápizpreparadossobresumesadecostura.

—Yasé—respondióelmariscal—queestáagobiadodetrabajoconesodeArgelia.

HortensiayWenceslaoentraronenaquelmomento,ylabaronesa,alverserodeada de su familia, dirigió al mariscal una mirada que sólo fuecomprendidaporIsabela.

La felicidad había embellecido considerablemente al artista, adorado porsumujerymimadoporelmundo.

Su cara se había llenado casi, y su elegante talle ponía de relieve lasventajasquelasangredaatodoslosverdaderoshidalgos.Lagloriaprematura,la importancia y los engañosos elogios que el mundo dirige a los artistas,como se dan los buenos días o como se habla del tiempo, dábanle aquellaconcienciade suvalorquedegeneraen fatuidadcuandoel talento seva.LacruzdelaLegióndeHonorcompletabaasuspropiosojosalgranhombrequeélcreíaser.

Despuésdetresañosdematrimonio,Hortensiaestabaconsumaridocomounperroconsuamo,respondíaatodossusmovimientosconunamiradaqueparecía una interrogación, tenía siempre fijos en él los ojos, comoun avarosobresutesoro,yenternecíaconsuadmiradaabnegación.Sereconocíaenellaelgenioylosconsejosdesumadre.Subelleza,queseguíasiendosiemprelamisma,estabaentoncesalteradapoéticamenteademásporlasdulcessombrasdeunaocultamelancolía.

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Al ver entrar a su prima, Isabela pensó que la queja contenida hacía yatiempo iba a romper la débil envoltura de la discreción.Desde los primerosdíasde la lunademiel,Sabelahabía juzgadoqueel jovenmatrimonio teníarentasdemasiadopequeñasparaunapasióntangrande.

Al besar a su madre, Hortensia cambió con ella de boca a oído y decorazónacorazónalgunasfrasescuyosecretofuecomprendidoporBelaporlosmovimientosdecabezadequefueacompañado.

—Adelina va a trabajar como yo para vivir —pensó la prima Bela—.Quieroquemepongaalcorrientedeloquehará.Esosbonitosdedossabrán,alfin,comolosmíos,loqueeseltrabajoobligado.

A las seis, la familia pasó al comedor, donde Héctor tenía puesto sucubierto.

—Déjelousted—dijoAdelinaaMarieta—;elseñorvieneavecestarde.

—¡Oh!Mi padre vendrá—dijo el jovenHulot a sumadre—.Me lo haprometidoenlaCámaraalsepararnos.

Como una araña en el centro de su tela, Isabela observaba todas lasfisonomías.DespuésdehabervistonaceraHortensiayaVictorino,susojoseranparaellacomocristalesatravésdeloscualesleíaensusalmasjóvenes.Ahora bien; por ciertas miradas que dirigió Victorino a su madre, adivinóalgunadesgraciapróximaacaersobreAdelina,desgraciaqueVictorinonoseatrevía a revelarle. El joven y célebre abogado estaba triste por dentro. Suprofunda veneración por su madre estallaba en el dolor con que lacontemplaba. Hortensia estaba evidentemente preocupada con sus propiaspenas, y desde hacía ya quince días sabía Isabela que la recién casadaempezabaasentir lasprimeras inquietudesquecausa lafaltadedineroa lasgenteshonradasyalasmujeresjóvenesaquieneslavidahasonreídosiempreyquedisfrazansusangustias.Asíesquedesdeelprimermomento laprimaBelaadivinóquelamadrenolehabíadadonadaasuhija.LadelicadaAdelinahabía,pues,recurridoalasfalacespalabrasquelanecesidadsugierealosquepidenprestado.LapreocupacióndeHortensia,ladesuhermanoylaprofundamelancolíadelabaronesahicieronlacomidatriste,sobre todosise tieneencuenta el frío que le comunicaba la sordera del anciano mariscal. Trespersonas animaban la escena: Isabela, Celestina y Wenceslao. El amor deHortensia había desarrollado en el artista la animación polaca, aquellavivacidad del espíritu gascón y aquella atractiva turbulencia que distingue aesos franceses del Norte. Su estado de ánimo y su fisonomía decíanclaramentequecreíaensímismoyquelapobreHortensia,fielalosconsejosdesumadre,leocultabatodoslostormentosdomésticos.

—Debes de sermuy feliz—dijo Sabela a su primita al levantarse de la

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mesa—.Tumamátehasacadodeapurosdándotesudinero.

—¡Mamá!—respondió Hortensia, asombrada—. ¡Oh, pobre mamá! ¡Yoque quisiera saber hacer dinero para ella! Isabela, ¿no lo sabes? Pues bien;tengolahorriblesospechadequetrabajaensecreto.

EnestemomentoatravesabanelgransalónoscuroysinlucessiguiendoaMarieta, que llevaba el quinqué del comedor al dormitorio de Adelina.Victorino tocó el brazo a Isabela y a Hortensia. Comprendiendo ambas lasignificacióndeaquellaseña,dejaronaWenceslao,almariscal,aCelestinayalabaronesairaldormitorioypermanecieronagrupadosenelalféizardeunaventana.

—¿Qué hay, Victorino? —dijo Sabela—. Apuesto a que es algún otrodesastreproducidoportupadre.

—¡Ay demí! Sí—respondióVictorino—.Un usurero llamadoVauvinettiene letras de cambio contra mi padre por valor de sesenta mil francos yquiereperseguirle.Yohequeridohablarledeestedeplorableasuntoamipadreen laCámara, pero él no ha querido comprenderme y casi ha huido demí.¿Hayquepreveniramamá?

—No, no—dijo Sabela—; tiene demasiadas penas y le daríais un golpemortal. Vosotros no sabéis cómo está. A no ser por vuestro tío, hoy nohubieraispodidocomeraquí.

—¡Ah,Diosmío!Victorino,somosunosmonstruos—dijoHortensiaasuhermano—.Isabelanoscomunicaloquenosotroshubiéramosdebidoadivinarya.Estacomidameahoga.

Hortensianoacabó,yponiéndoseelpañueloen labocaparacontenerelestallidodeunsollozo,rompióallorar.

—Le he dicho a ese Vauvinet que viniese a verme mañana —repusoVictorino—;pero¿secontentaráconmigarantíahipotecaria?Nolocreo.Esasgentesquierendinerocontanteparaseguirejerciendolausura.

—Vendamosnuestrarenta—dijoIsabelaaHortensia.

—¿Y qué serían quince o dieciséis mil francos —replicó Victorino—haciendofaltasesentamil?

—¡Querida prima! —exclamó Hortensia, abrazando a Isabela con elentusiasmodeuncorazónpuro.

—No,Isabela;guardeustedsumodestafortuna—dijoVictorino,despuésde haber estrechado la mano de la lorenesa—. Yo veré mañana lo que esehombre llevadentro,y simimujer lo consiente sabré impediry retardar laspersecuciones, pues sería horrible ver atacar la consideración de mi padre.

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¿QuédiríaelministrodelaGuerra?Elsueldodemipadre,empeñadodesdehace tres años, no quedará libre hasta el mes de diciembre; no haymedio,pues,deofrecerloengarantía.EseVauvinetharenovadoonceveceslasletrasdecambio;figuraoslassumasquemipadrehapagadodeintereses.Hayquecerrareseabismo.

—¡Si la señora deMarneffe quisiese abandonarle!—dijo Hortensia conamargura.

—¡Ah!Diosnoslibre—dijoVictorino—.Mipadrebuscaríatalvezotra,mientrasqueconésalosgastosmásconsiderablesestányahechos.

¡Quécambioeldeaquelloshijos,tanrespetuososantesconsupadre,porquien la esposa les había hecho sentir durante tanto tiempo una adoraciónabsoluta!Loteníanyajuzgado.

—A no ser por mí—observó Isabela—, vuestro padre estaría aún másarruinadodeloqueestá.

—Vámonos allá—dijoHortensia—, puesmamá es astuta y sospecharíaalgo.ComodicenuestrabuenaSabela,ocultémoselotodo…,estemosalegres.

—Victorino,ustednosabeadóndelesllevarásupadreconsuaficiónalasmujeres—dijoIsabela—.Piensenustedesenasegurarserentascasándomeconelmariscal.Deberíanustedeshablarledeelloestamismanoche,paralocualyamemarcharéyotempranoexpresamente.Bueno,hijitamía—dijoIsabelaenvozbajaasuprimita—,¿ytúcómoharás?…

—Venacomerconnosotrosmañana,yhablaremos—respondióHortensia—.Nosécómoarreglármelas;tú,queentiendesenlasdificultadesdelavida,meaconsejarás.

Mientrasquetodalafamiliareunidaprocurabaimbuiralmariscal la ideadelmatrimonio,ymientras Isabelavolvía a la calledeVanneau,ocurría allíunodeesosacontecimientosqueestimulanlaenergíadelvicioenlasmujerescomo la señoraMarneffe, obligándolas a desplegar todos los recursos de laperversidad.Reconozcamos,por lomenos,estehechoconstante:enParís, lavida está demasiado ocupada para que las gentes viciosas hagan elmal porinstinto; loúnicoquehacenesdefenderse,con laayudadelvicio,contra lasagresionesdequesonobjeto.Esoestodo.

LaseñoraMarneffe,cuyosalónestaballenodesusfieles,habíaarmadoyalas partidas de whist, cuando el criado militar retirado que le había sidoproporcionadoporelbarón,anunció:

—ElseñorbarónMontesdeMontejanos.

Valeriasintióunaviolentaconmociónenelcorazón;peroseencaminóalapuertagritando:

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—¡Miprimo!

Yunavezjuntoalbrasileño,ledijoaloído:

—Pasa por pariente mío, o todo ha acabado entre nosotros. ¡Hola! —repusoenvozalta, llevandoalbrasileñohacia lachimenea—.Enrique,¿conquenohasnaufragado,comomehabíandicho?Tehelloradotresaños.

—Buenosdías,amigomío—dijoelseñorMarneffe,tendiéndolelamanoalbrasileño,cuyoporteeraeldeunverdaderobrasileñomillonario.

El señor barón Enrique Montes de Montejanos, dotado por el climaecuatorial del físico y del color que atribuimos todos al Otelo del teatro,asustaba con su aire sombrío, efecto puramente plástico, pues su carácter,llenodedulzuraydesuavidad,lepredestinabaalaexplotaciónquelasdébilesmujerespracticanconloshombresfuertes.Eldesdénqueexpresabasucara,elpoder muscular que denotaba su estatura y todas sus fuerzas, sólo sedesplegaban con los hombres, adulación dirigida a las mujeres y que éstassaboreancontantaembriaguez,quelasgentesquedanelbrazoasusqueridasafectantodosairesdematamorosverdaderamenteregocijantes.Soberbiamentedibujadosucuerpoporunalevitaazulconbotonesdeoro,macizos,pantalónnegro, calzado con botas finas de irreprochable brillo y guantes, según laordenanza, el barón no tenía de brasileñomás que un enorme diamante deunos cien mil francos, que brillaba como una estrella sobre una suntuosacorbata de seda azul que resaltaba en la abertura del chaleco blanco,entreabiertodemodoquedejabaverunacamisadeteladeunafinurafabulosa.La frente, bombeadacomo ladeun sátiro, signode testarudezen lapasión,estabaprovistodeunacabelleranegraytupidacomounbosquevirgen,bajolacualchispeabandosojosclarosysalvajescapacesdehacercreerquelamadredelbarónhabíatenidomiedodealgúnjaguarcuandoestabaembarazadadeél.

Este magnífico ejemplar de la raza portuguesa del Brasil se colocó deespaldasalachimenea,enunaposturaquedenotabacostumbresparisienses,ycon el sombrero en una mano y el brazo apoyado en el terciopelo de unamesita,se inclinóhacia laseñoraMarneffeparahablarconellaenvozbaja,preocupándosemuypocodelaspersonasquetaninoportunamenteasujuiciollenabanelsalón.

Estaentradaenescena,aquellaposturayelairedelbrasileñodeterminarondosmovimientosdecuriosidadmezcladadeangustia,enteramenteiguales,enCrevel y en el barón. Se notó en uno y otro lamisma expresión, elmismopresentimiento, y la actitud de aquellas dos pasiones reales llegó a ser tancómica,porlasimultaneidaddeaquellagimnástica,quehizosonreíralagenteque tenía bastante talento para ver en aquello una revelación. Crevel, queseguía siendo tendero a pesar de su calidadde alcaldedeParís, permaneciópordesgraciamástiempoquesucolaboradorenaquellasituación,yelbarón

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pudocogeralvuelolainvoluntariarevelacióndeCrevel.Fueunaflechamásclavada en el corazón del enamorado anciano, que resolvió tener unaexplicaciónconValeria.

—Esta noche—se dijo tambiénCrevel, arreglando las cartas—hay queacabar.

—Tiene usted oros —le gritó Marneffe— y acaba usted de hacer unrenuncio.

—¡Ah!Dispenseusted—respondióCrevel,queriendorecoger lacarta—.Ese barónme parece que está aquí de sobra—continuó, hablando para susadentros—. Que Valeria viva con el barón, es mi venganza, y yo sabré elmedio de desembarazarme de él cuando quiera; pero ¡ese primito!… es unbaróndemás;ycomonoquieroserpuestoenridículo,hedesabercómoessupariente.

Aquella noche, por una de esas casualidades que sólo les ocurren a lasmujeres bonitas, Valeria estaba admirablemente vestida. Su blanco pechobrillabaa travésdeunablondacuyos tonos rojos realzabanel saténmatedeesos hermosos hombros de las parisienses que saben (se ignora por quéprocedimientos)tenerhermosascarnesypermaneceresbeltas.Vestidaconuntraje de terciopelo negro que parecía próximo a cada instante a dejar sushombros, estaba peinada con encajes mezclados con flores en racimo. Susbrazos,lindosygordosalavez,salíandeunasmangasforradasdeencajes.Separecíaaunadeesasricasfrutasinstaladascongustoenunahermosafuenteyquedandenterahastaalacerodelcuchilloquelascorta.

—Valeria—decía el brasileño a la joven al oído—,vuelvo siéndote fiel.Mi tíohamuerto,y soydosvecesmás ricoquecuandomemarché.QuierovivirymorirenParísatuladoyparati.

—Hablamásbajo,Enrique,porfavor.

—¡Ah!¡Bah!Aunquetuviesequearrojaratodaesagenteporlaventana,quiero hablarte esta noche, sobre todo después de haber pasado dos díasbuscándote.Mequedaréelúltimo,¿verdad?

Valeriasonrióasupretendidoprimoyledijo:

—Pienseustedquedebepasarporhijodeunahermanademimadre,quesecasóconsupadredurantelacampañadeJunotenPortugal.

—¡Yo,MontesdeMontejanos,bisnietodeunode losconquistadoresdelBrasil!¡Mentiryo!

—Másbajo,onovolveremosavernosnuncamás.

—¿Yporqué?

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—PorqueMarneffe,comolosmoribundosquetienenunúltimocapricho,sesienteapasionadísimopormí.

—¿Ese lacayo?—dijoelbrasileño,queconocíamuybienaMarneffe—.Yalepagaré.

—¡Quéviolencia!

—Perooye, ¿dedónde tevieneeste lujo?—dijoelbrasileño,queacabópornotarlassuntuosidadesdelsalón.

Valeriaseechóareír.

—¡Esoesdemuymaltono,Enrique!—dijoella.

Acababa de recibir dos miradas preñadas de celos que le habíanimpresionado hasta el punto de obligarle a mirar a las dos almas en pena.Crevel, que jugaba contra el barón y contra el señor Coquet, llevaba porcompañero a Marneffe. La partida se igualó a causa de las respectivasdistracciones de Crevel y del barón, los cuales cometieron falta tras falta.Estos dos enamorados ancianos confesaron en un momento la pasión queValeria había logrado hacerles tener oculta durante tres años; pero no habíasabidotampocodisimularlaalegríaqueleproducíaelvolveraveralhombreque primero había hecho latir su corazón, el objeto de su primer amor. Losderechos de estos felicesmortales viven tanto como lamujer que se los haconcedido.

Entre estas tres pasiones absolutas, apoyada la una en la insolencia deldinero,laotraenelderechodeposesiónylaúltimaenlajuventud,lafuerzaylaprimacía,laseñoraMarneffepermaneciótranquilayserena,comoloestuvoelgeneralBonapartecuandoenelsitiodeMantua tuvoqueresponderadosejércitosdeseandocontinuarelbloqueodelaplaza.Loscelos,dibujándoseenla cara de Hulot, le hicieron parecer tan terrible como el difunto mariscalMontcornetcuandodabaunacargadecaballeríacontrauncuadroruso.Ensucalidaddehombreguapo,elconsejerodeEstadonohabíaconocidonuncaloscelos, del mismo modo que Murat desconocía el sentimiento del miedo.Siempresehabíacreídosegurodel triunfo.SuderrotaconJosefa,queera laprimeradesuvida,laatribuíaalaseddeldinero;decíaquehabíasidovencidoporunmillón,ynoporunaborto,comollamabaalduquedeHerouville.Losfiltrosylosvértigosquederramaatorrentesesesentimientolocoacababandepenetrar en un instante en su corazón.El ancianoHéctor se volvía desde lamesadelwhisthacia lachimeneaconmovimientosa loMirabeau,ycuandodejabalascartasparaabrazarconprovocativamiradaalbrasileñoyaValeria,loshabitualesdelsalónsentíanesetemormezcladodecuriosidadqueinspirauna violencia que amenaza estallar de un momento a otro. El falso primomiraba al consejero de Estado como hubiera examinado cualquier grueso

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idolillochino.Aquellasituaciónnopodíadurarsinqueprodujeseunruidosodesenlace.MarneffetemíaalbarónHulottantocomoCreveltemíaaMarneffe,puessehabíaaferradoalaideadenomorirsiendosubjefe.Losmoribundoscreenenlavidacomolosforzadosenlalibertad.AquelhombrequeríaserjefedeNegociadoatodacosta.JustamenteasustadodelapantomimadeCrevelydelconsejerodeEstado,selevantó, ledijounapalabraaloídoasumujer,ycon gran asombro de la asamblea, Valeria se fue a su dormitorio con elbrasileñoyconsumarido.

—¿LehahabladoaustedalgunavezdeeseprimolaseñoraMarneffe?—preguntóCrevelalbarónHulot.

—Nunca—respondió el barón, levantándose—.Basta por esta noche—añadió—;pierdodosluises,ahíestán.

Yarrojandodosmonedasdeorosobrelamesafueasentarseenundiván,enunaactitudquetodoelmundointerpretócomounavisoparaquesefuesen.El señor y la señora Coquet, después de haber cambiado algunas palabras,abandonaron el salón, y Claudio Vignon, desesperado, les imitó. Estas dossalidasarrastraronalaspersonasinteligentes,quecreyeronestarallídesobra.ElbarónyCrevelsequedaronsolos,sindecirsepalabra.Hulot,queacabópornoveraCrevel,sefuedepuntillasaescucharalapuertadelcuarto,ydiounprodigiososaltohaciaatrás,puesMarneffeabrió lapuertaysepresentóconfrenteserenaasombradodenoencontrarmásquedospersonas.

—¿Yelté?—preguntó.

—¿DóndeestáValeria?—respondióelbarón,furioso.

—¿Mi mujer? —replicó Marneffe—. Ha subido a casa de su prima yvolveráenseguida.

—¿Yporquénoshadejadoplantadosporesaestúpidacabra?

—No—dijoMarneffe—;esquelaseñoritaSabelahallegadodecasadesuseñoraconunaespeciedeindigestión,ycomoMaturinahavenidoapedirletéaValeria,éstahaidoaverloquetienesuseñoraprima.

—¿Yelprimo?

—Sehamarchado.

—¿Deveras?—preguntóelbarón.

—Yo mismo le he acompañado hasta el coche —replicó Marneffe conatrozsonrisa.

Enestemomentoseoyóel rodardeuncocheen lacalledeVanneau.Elbarón,contandoaMarneffeporcero,salióysubióacasadeIsabela.Acudíaasu cabezaunade esas ideasque se leocurren aunocuandoel corazónestá

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incendiado por los celos. Conocía de tal modo la bajeza deMarneffe, quesupusoinnoblesconnivenciasentrelamujeryelmarido.

—Pero ¿qué ha sido de esos señores y de esas señoras? —preguntóMarneffealversesoloconCrevel.

—Cuando el sol se pone, las gallinas se van a su gallinero—respondióCrevel—. La señora Marneffe ha desaparecido y sus adoradores se hanmarchado.Le propongo a usted una partida de piquet—añadióCrevel, quequeríaquedarse.

Él también creía que el brasileño estaba en la casa. El señor Marneffeaceptó. El alcalde era tan astuto como el barón; podía permanecerindefinidamente jugando con el marido, el cual, desde la supresión de losjuegospúblicos,secontentabaconlosmezquinosjuegosdesociedad.

El barón Hulot subió rápidamente a la casa de su prima Bela; peroencontrólapuertacerrada,ylaspreguntasordinariasquesehacenatravésdela puerta emplearon bastante tiempo para permitir a mujeres astutas quedispusiesen la comedia de una indigestión combatida con té. Isabela sufríatanto,queinspirabaaValerialosmásvivostemores;asíesqueValeriaapenashizo caso de la rabiosa entrada del barón. La enfermedad es uno de losparapetosquelasmujeresponenmásfrecuentementeentreellasylatormentadeunadisputa.Hulotmiróportodaspartesahurtadillas;novioenelcuartodelaprimaBelaningúnlugarpropioparaesconderaunbrasileño.

—Tu indigestión, Bela, hace honor a la comida de mi mujer —dijo,examinandoalasolterona,queestabacompletamentebuenayqueprocurabaimitarelruidodelasconvulsionesdelestómagocuandobebíaelté.

—Yaveustedquésuerte ladequenuestraqueridaBelaestéenmicasa,pues a no ser por mí, la pobre muchacha estaría muerta —dijo la señoraMarneffe.

—Parece que me cree usted completamente sana —repuso Isabela,dirigiéndosealbarón—yesoseríaunainfamia.

—¿Por qué?—preguntó el barón—. ¿Sabe usted, pues, la causa de mivisita?

Yestodiciendo,mirabadesoslayoalapuertadeungabinetetocador,cuyallavehabíasidoquitadadelacerradura.

—¿Habla usted en griego? —respondió la señora Marneffe con unaexpresióndesgarradoradeternuraydefidelidaddesconocidas.

—Sí,primoquerido;porusted,porustedmehallo eneste estado—dijoSabelaconenergía.

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Este grito distrajo la atención del barón, el cualmiró a la solterona conprofundoasombro.

—Yaveustedsilequerré,queestoyaquí—repusoIsabela—.EmpleolasúltimasfuerzasdemividaenvelarporlosinteresesdeustedalvelarporlosdenuestraqueridaValeria.Sucasa lecuestadiezvecesmenoscaraqueotracasaqueestuviesemontadacomolasuya.Primomío,anoserpormí,enlugardedosmilfrancosalmestendríaustedquedartresocuatromil.

—Ya sé todo eso —respondió el barón con impaciencia—. Usted nosprotegedemuchasmaneras—añadió,yendoalladodelaseñoraMarneffeycogiéndolaporelcuello—.¿Noesverdad,hermosamía?

—Afe—exclamóValeria—sinolecreoaustedloco.

—Bueno,ustednodudademiafecto—repusoSabela—;peroyoquierotambiénamipobreAdelina,y laheencontradoanegadaenllanto.¡Haceunmesquenolehavisto!No,esonoestábien.UsteddejasindineroamipobreAdelina. Su hija Hortensia ha estado a punto de morir al saber que hemoscomidohoygraciasasuhermano.Hoynohabíapanensucasa.Adelinahatomado la resolución heroica de arreglarse por su cuenta, y me ha dicho:«Haré como tú». Estas palabras me han oprimido de tal modo el corazóndespuésdecomer,quealpensarloqueeramiprimaen1811yverloqueesen1841,alcabodetreintaaños,semehacortadoladigestión.Hequeridovencerelmal,peroalllegarhecreídomorir…

—Valeria—dijoelbarón—,yavehastadóndemellevamiadoraciónporusted;hastaacometercrímenesdomésticos.

—¡Oh,quérazónhetenidoenpermanecersoltera!—exclamóIsabelaconsalvajeenergía—.Ustedesunhombrebuenoyexcelente;Adelinaesunángel,yheaquílarecompensadeuncariñociego.

—Un ángel viejo—dijo dulcemente la señoraMarneffe, dirigiendo unamiradamediocariñosa,mediorisueña,asuHéctor,quelacontemplabacomocontemplaunjuezdeinstrucciónaunpresuntoreo.

—¡Pobremujer!—dijoelbarón—.Haceyamásdenuevemesesquenoleheentregadodinero,yloencuentroparausted,Valeria,¡yaquécosta!Nuncaserá usted amada de este modo por nadie. ¡Y qué penas me da usted encambio!

—¿Penas?¿Puesaquéllamausteddicha?

—Yonoséaúncuáleshansidosusrelacionesconesepretendidoprimo,dequiennomehabíaustedhabladonunca—continuóelbarónsinhacercasodelaspalabraspronunciadasporValeria—;perocuandohaentrado,herecibidocomounapuñaladaenel corazón.Aunquenoveoclaro,no soyciego,yhe

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leído en sus ojos y en los de él. En fin, de las pupilas de aquel mono sedesprendíandestellosquereflejabanenusted,cuyamirada…¡Oh!Nuncamehamirado usted amí de esemodo. Respecto a esemisterio, Valeria, ya sedescubrirá.Ustedeslaúnicamujerquemehahechoconocerloscelos;asíesquenoseasombredeloqueladigo.Perootromisterioquehasalidohoyalasuperficieyquemepareceunainfamia…

—¡Adelante,adelante!—dijoValeria.

—EsqueCrevel,esamasainformedecarneyestupidez,leamaausted,yustedacogesusgalanteríasconbastantebenevolenciaparaqueeseneciohayadejadoversupasiónatodoelmundo…

—¡Y van tres! ¿No ve usted ningún otro más? —preguntó la señoraMarneffe.

—Talvezloshaya—dijoelbarón.

—Si el señor Crevel me ama, está en su derecho; pero que yo fuesefavorableasupasión,seríacosadeunacoquetaodeunamujeraquiendejaríausted mucho que desear… Pero en fin, ámeme usted con mis defectos odéjeme.Siustedmedevuelvemilibertad,niustednielseñorCrevelvolveránaquí, y tomaré ami primo para no perder las encantadoras costumbres queustedmeatribuye.Adiós,señorbaróndeHulot.

Ydichoesto,selevantó;peroelconsejerodeEstadolacogióporunbrazoylahizosentarse.ElancianonopodíayareemplazaraValeria;eraparaélunanecesidadmásimperiosaquelasnecesidadesdelaviday,porlotanto,prefiriópermanecer en la incertidumbre que adquirir la más ligera prueba de lainfidelidaddeValeria.

—PeromiqueridaValeria,¿novesqueestoysufriendo?¿Quémásdeseoyosinoquetejustifiques,quemepresentesalgúnargumentoentufavor?

—Puesbien;vayaaesperarmeabajo,porquesupongoquenoquerráustedasistiralosdiferentescuidadosqueexigeelestadodesuprima.

Hulotseretirólentamente.

—Viejolibertino—exclamólaprimaBela—,¡nomepidesiquieranoticiasde sushijos!…¿QuéharáustedporAdelina?Yo, por depronto,mañana lellevarémiseconomías.

—Alamujerpropiaseledebealmenoselpancotidiano—dijolaseñoraMarneffe,sonriéndose.

Elbarón,sinofendersedeltonodeSabela,quelereprendíatanduramentecomo Josefa, se fue, como hombre satisfecho de poder evitar una preguntaimportuna.

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Unavezechadoelcerrojo,elbrasileñosaliódelgabinete tocadorenqueesperabay sepresentócon losojosarrasadosen lágrimas, enunestadoquedabalástima.Evidentemente,Monteslohabíaoídotodo.

—Yanomeamas,Enrique,loveo—dijolaseñoraMarneffe,tapándoselacaraconelpañueloyrompiendoallorar.

Éste era el grito del amor verdadero. El clamor de desesperación de lamujerestanpersuasivo,quearrancaelperdónquehayenelfondodelcorazónde todos los enamorados cuando lamujer es joven, bonita y está descotadaparasalirseporloaltodesuvestidoentrajedeEva.

—Pero¿porquéno lodejausted todopormí simeama?—preguntóelbrasileño.

EstenaturaldeAmérica,lógicocomolosontodosloshombrescriadosenlaNaturaleza, continuó la conversación en el puntodonde le habíandejado,volviendoacogerporeltalleaValeria.

—¿Porqué?—dijoella,levantandolacabezaymirandoaEnrique,aquiendominó con una mirada cargada de amor—. Pero gatito mío, porque soycasada, porque estamos enParís y no en las sabanas, en las pampas, en lassoledades de América. Mi buen Enrique, mi primero y único amor,escúchame.Mimarido,sencillosubjefedelMinisteriodelaGuerra,quiereserjefedenegociadoyoficialdelaLegióndeHonor,¿ypuedoyoimpedirlequetengaambición?Puesporlamismarazónquenosdejabaenteramentelibresanosotrosdos(prontoharácuatroaños,¿teacuerdas,granuja?),hoyMarneffeme impone al señor de Hulot. No puedo deshacerme de ese horribleadministrador, que sopla como una foca, que tiene patillas en las narices ysesentaytresaños;quedesdehacetreshaenvejecidodiezañosmásqueriendoserjoven;quemeestanodioso,quealdíasiguientequeMarneffeseajefedeNegociadoyoficialdelaLegióndeHonor…

—¿Cuántomásdesueldotendrátumarido?

—Milescudos.

—Selosdaréenrentavitalicia—respondióelbarónMontes—.DejemosParísyvayámonos.

—¿Adónde?—dijoValeria,haciendounadeesasbonitasmuecasconlasquelasmujeressemofandeloshombresdequienesestánseguras—.Parísesel único sitio donde podemos vivir felices. Me interesa demasiado nuestroamorparaqueloveadisminuirestandosolosenundesierto;escucha,Enrique,tú eres el único hombre a quien he amado en el mundo; escribe eso en tucráneodetigre.

Lasmujerespersuadensiemprealoshombresaquieneshanconvertidoen

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corderossiendoleonesyquetienenuncarácterdehierro.

Ahora, escúchame bien: el señor Marneffe no vivirá cinco años, estágangrenadohastalameduladeloshuesos;delosdocemesesdelaño,sieteselos pasa bebiendo tisanas, tomando drogas y metido entre franelas; en fin,como dice el médico, tiene suspendida la guadaña de la muerte sobre sucabeza;laenfermedadmásinocenteparaunhombresanoserámortalparaél;la sangre está corrompida; la vida está atacada en su principio.Desde hacecincoañosnohequeridoquemeabrazaseunasolavez,puesesehombreeslapeste.Undía,yesedíanoestálejano,seréviuda;puesbien:yo,pedidayaporunhombrequeposeesesentamilfrancosderenta;yo,quesoydueñadeesehombrecomodeesteterróndeazúcar,tedeclaroqueaunquetúfuesespobrecomoHulot, leproso comoMarneffe, y aunqueme pegaras, serías tú el quedesearíaparamimarido;tú,aquienamoycuyonombrequierollevar.Yestoydispuestaadartetodaslaspruebasdeamorquequieras…

—Puesbien;estanoche…

—PerohijodeRío,hermosojaguarsalidoparamídelosbosquesvírgenesdel Brasil—dijo ella, cogiéndole lamano y besándosela y acariciándola—,respetaunpocoalacriaturadelaquequiereshacertumujer.¿Serétumujer,Enrique?

—Sí —dijo el brasileño, vencido por la habladuría desenfrenada de lapasión.Ysearrodillóanteella.

—Veamos,Enrique—dijoValeria,cogiéndolelasdosmanosymirándolealfondodelosojosconfijeza—¿mejurasaquí,enpresenciadeIsabela,mimejorymiúnicaamiga,mihermana,quemetomaráspormujeralcabodemiañodeviudez?

—Lojuro.

—¡Estonobasta!¡Júraloporlascenizasylasalvacióneternadetumadre,júraloporlaVirgenMaríayportusesperanzasdecatólico!

Valeriasabíamuybienqueelbrasileñoharíaaqueljuramento,aunqueellahubiesecaídoenelfondodelcenagalsocialmásasqueroso.Elbrasileñohizoaquel juramentosolemnemente,conlanariz tocandocasielblancopechodeValeriayconlosojosfascinados;estababorracho,comoloestáunoalvolveraveralamujeramadadespuésdeunatravesíadecuatromeses.

—Pues bien; ahora, estate tranquilo. Respeta en la señoraMarneffe a lafuturabaronesadeMontejanos.Nogastesuncéntimopormí, te loprohíbo.Quédateaquí, en laprimerahabitación, acostado sobreel canapé;yomismavendré a advertirte cuándo podrás dejar tu sitio… Mañana por la mañanaalmorzaremos juntos y te irás a eso de la una, como si hubieses venido al

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mediodía a hacerme una visita. No temas nada, los porterosme pertenecencomosifueranmispadres…Voyabajaramicasaaservirelté.

Ehizounaseñaa Isabela, lacual leacompañóhastaeldescansillo.Allí,Valerialedijoaloídoalasolterona:

—Ese negrito ha venido demasiado pronto; pero yomemoriría si no tevengasesdeHortensia.

—Tranquilízate,diablillomíoquerido—dijolasolterona,besándoleenlafrente—; el amor y la venganza, cazando juntos, jamás serán vencidos.Hortensia me espera mañana, está en la miseria. Por tener mil escudos,Wenceslaoteabrazarámilveces.

AldejaraValeria,Hulothabíabajadoa laporteríaysehabíapresentadosúbitamentealaseñoraOlivier.

—¿SeñoraOlivier?

Aloíraquellallamadaimperiosayalverelgestoconquelaacompañóelbarón,laseñoraOliviersaliódelaporteríaysefuealpatioallugardondelacondujoelbarón.

—Ya sabe usted que si alguien puede facilitar algún día a su hijo laadquisicióndeundespacho, soyyo,y amímedebeustedelque sea tercerpasantedenotarioyqueacabesucarrera.

—Sí, señor barón, y por eso el señor barón puede contar con nuestroagradecimiento.NohaydíaquedejederogaraDiosporlafelicidaddelseñorbarón.

—Notantaspalabras,buenamujer—dijoHulot—,sinopruebas…

—¿Quéesnecesariohacer?—preguntólaseñoraOlivier.

—Unhombreconequipajehavenidoestanoche.¿Leconoceusted?

LaseñoraOlivierhabíareconocidoaMontes.¿Cómohabíadeolvidarle?Montesdeslizabaensusmanos,enlacalledelDeanato,unamonedadecincofrancos todas las veces que salía por la mañana de la casa demasiadotemprano.Sielbarónsehubieradirigidoal señorOlivier, talvez lohubieradescubierto todo; peroOlivier dormía. En las clases inferiores, lamujer nosolamenteessuperioralhombre,sinoqueellalegobiernacasisiempre.Desdehacía tiempo, la señora Olivier había tomado su partido en el caso de unadisputaentresusdosbienhechores,yconsiderabaalaseñoraMarneffecomolamásfuertedeaquellasdospotencias.

—¿Sileconozco?…—respondióella—.No,nolehevistonunca…

—¡Cómo! ¿El primo de la señoraMarneffe no había ido nunca a verla

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cuandovivíaenlacalledelDeanato?

—¡Ah! ¿Es su primo?—exclamó la señora Olivier—. Puede que hayavenido,peronoleheconocido.Laprimeravezquevenga,señor,yamefijarébien…

—Ahoravaabajar—dijoHulotvivamente,cortandolapalabraalaseñoraOlivier.

—¡Pero si ya se ha marchado! —replicó la señora Olivier, que locomprendiótodo—.Elcochenoestáyaahí…

—¿Lehavistoustedmarchar?

—Comoleveoausted.Hadichoasucriado:«¡AlaEmbajada!».

Aquel tono, aquella seguridad arrancaron un suspiro de satisfacción albarón,quecogióunamanoalaseñoraOlivieryselaestrechó.

—Gracias, querida señora Olivier; pero no es esto todo. ¿Y el señorCrevel?

—¿El señor Crevel? ¿Qué quiere usted decir? No comprendo—dijo laseñoraOlivier.

—¡Escúchemebien!AmaalaseñoraMarneffe…

—¡No es posible, señor barón, no es posible! —dijo ella, juntando lasmanos.

—Amaa la señoraMarneffe—repitiómuy imperativamente el barón—.¿Cómo se las arreglan? No lo sé, pero quiero saberlo, y usted lo sabrá. Sipuedeusteddescubrirestaintriga,suhijoseránotario.

—Señorbarón,nosepudraustedlasangredeesamanera—dijolaseñoraOlivier—.Laseñoralequiereausted,yaustedsólo;sucamareralosabemuybien,ynosotrosdecimosqueustedeselhombremásfelizdelaTierra,puesusted sabe lo quevale la señora… ¡Ah!Esunaperfección.Se levanta a lasdieztodoslosdías,almuerzabien,empleaunahoraenarreglarsupersona,yalasdos, terminadoyasu tocado,vaapasearsepor lasTulleríasa lavistadetodoelmundo,yvuelveacasaalascuatro,horaenqueustedllega…¡Oh!Esexactacomounreloj.Notienesecretosparasucamarera,yReinanolostienepara mí, como tampoco puede tenerlos con mi hijo, para quien tienebondades…Yaveustedque si la señoraMarneffe tuviese relaciones con elseñorCrevel,nosotroslosabríamos.

El barón subió a casa de la señora Marneffe con el rostro radiante dealegría y convencido de ser el único hombre amado por aquella terriblecortesana,tanembustera,perotanhermosa,tangraciosacomounasirena.

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Crevel y Marneffe empezaban un segundo piquet. Crevel perdía comopierdentodosloshombresquenoestáneneljuego.Marneffe,queconocíalascausas de la distracción del alcalde, se aprovechaba de ellas sin escrúpulo;miraba las cartas que tenía que coger y cortaba en consecuencia; además,comoveíaeljuegodesucontrario,jugabaaloseguro.Elpreciodelafichaeradeun franco,yhabía robadoya treinta francosalalcaldeenelmomentoenqueelbarónvolvía.

—¡Cómo!—dijo el consejero de Estado, asombrado de no encontrar anadie—.¿Estánustedessolos?¿Dóndeestánlosdemás?

—Elbuenhumordeustedhapuestoenfugaatodoelmundo—respondióCrevel.

—No, ha sido la llegada del primo de mi mujer—replicó Marneffe—.EsasseñorasyesosseñoreshanpensadoqueValeriayEnriquetendríanalgoque decirse, después de una separación de tres años, y se han retiradodiscretamente…Si yo hubiese estado aquí les habría retenido; pero hubiesehechomal,pues la indisposicióndeIsabela,quesirvesiempreel téaesodelasdiezymedia,lohadesbaratadotodo…

—¿EstárealmenteindispuestaIsabela?—preguntóCrevel,furioso.

—Asímelohandicho—replicóMarneffeconlainmoraldespreocupacióndeloshombresparaquienlasmujeresyanoexisten.

El alcalde habíamirado el reloj; vio que el barón había pasado cuarentaminutosencasadeIsabela.ElairegozosodeHulotincriminabagravementeaHéctor,aValeriayaIsabela.

—Vengodeverla,ysufrehorriblementelapobrejoven—dijoelbarón.

—Parece que el sufrimiento de los demás le alegra a usted, mi queridoamigo—repusoagriamenteCrevel—,puesvuelveustedconunacaradondebrillaeljúbilo.¿AcasoSabelaestáenpeligrodemuerte?Segúndicen,lahijadeustedlahereda.Noesustedelmismo;sehamarchadoconlafisonomíadelMorodeVeneciayvuelveustedconladelEspírituSanto.MegustaríaverlelacaraalaseñoraMarneffe.

—¿Qué quiere usted decir con esas palabras? —preguntó el señorMarneffeaCrevel,recogiendosuscartasyponiéndolasanteél.

Losapagadosojosdeaquelhombredecrépito,decuarentaysieteaños,seanimaron;pálidoscoloressombrearonsusflacasyenjutasmejillas;entreabriósu desdentada boca de negros labios, en los cuales apareció una especie deespuma caseiforme y blanca como el yeso. Aquella rabia de hombreimpotente, cuya vida pendía de un hilo, y que en un duelo no hubiesearriesgadonada,mientrasqueCrevelpodríaperderlotodo,asustóalalcalde.

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—Digo—respondió Crevel— queme gustaría verle la cara a la señoraMarneffe,contantamásrazóncuantoqueladeustedenestemomentoesmuydesagradable.Palabradehonor,miqueridoMarneffe,estáustedhorriblementefeo.

—¿Sabeustedqueespococortésloquemedice?

—Unhombrequemeganatreintafrancosencuarentaycincominutosnomeparecenuncaguapo.

—¡Ah, si me hubiese usted visto —repuso el subjefe— hace diecisieteaños!

—¿Eraustedlindo?—replicóCrevel.

—Esoes loquemehaperdido.Sihubiesesidocomousted,seríapardeFranciayalcalde.

—Sí—dijoCrevel, sonriendo—,haguerreadousteddemasiado,yde losdosmetalesqueunoganacultivandoeldiosdelcomerciohacogidoustedelpeor:elmercurio.

Crevel soltó una carcajada. Si Marneffe se enfadaba a propósito de suhonorenpeligro,sinembargoaceptabaaquellasvulgareseinnoblesbromas;eranmonedacorrienteenlaconversaciónentreCrevelyél.

—Evamecuestacara,esverdad;perocortaybuena,éseesmilema.

—Prefierolargayfeliz—replicóCrevel.

LaseñoraMarneffeentró,vioasumaridojugandoconCrevelyelbarón,los tres solos en el salón; comprendió con sólo el aspecto de la cara deldignatariomunicipaltodoslospensamientosquelehabíanagitado,ytomóenseguidaunadeterminación.

—Marneffe,gatomío—dijo,yendoaapoyarseenelhombrodesumaridoypasándolesusbonitosdedosporloscabellos,deuncolorgrisordinario,sinpoder cubrir la cabeza, desparramándolos—, es muy tarde y deberíasacostarte.Yasabesquemañana tienesquepurgarte, eldoctor lohadicho,yReinatellevaráhierbascocidasalassiete…Siquieresvivir,dejaelpiquet.

—¿Hagámosloacincojuegos?—preguntóMarneffeaCrevel.

—Bueno…yotengoyados—respondióCrevel.

—¿Cuántodurará?—preguntóValeria.

—Diezminutos—contestóMarneffe.

—Ya son las once —replicó Valeria—. Y la verdad, señor Crevel,cualquieradiríaquequiereustedmataramimarido.Denseprisaalmenos.

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Aquella frase de doble sentido hizo sonreír aCrevel, aHulot y hasta almismoMarneffe.ValeriafueahablarconsuHéctor.

—Vete, querido mío—dijo Valeria al oído de Héctor—, paséate por lacalledeVanneauyvuelvecuandoveassaliraCrevel.

—Preferiría salir de aquí y entrar en tu habitación por la puerta delgabinetetocador;podríasdeciraReinaqueloabriese.

—ReinaestáarribacuidandoaIsabela.

—¿YsisubieseacasadeIsabela?

Todo era peligro para Valeria, la cual, previniendo una explicación conCrevel, no quería queHulot estuviese en su habitación, desde donde podríaoírlotodo,yelbrasileñoesperabaencasadeSabela.

—Verdaderamente, vosotros los hombres, cuando tenéis un capricho,pegaríaisfuegoalacasaparaentrarenella—dijoValeriaaHulot—.Isabelaestá en un estado que no puede recibir a nadie… ¿Teme usted coger unconstipadoenlacalle?…Váyase,obuenasnoches.

—Adiós,señores—dijoelbarónenvozalta.

Una vez atacado en su amor propio de anciano,Hulot quiso probar quepodíahacereljovenesperandoenlacallelahorapropiciaparaentrar,ysalió.

Marneffe dio las buenas noches a su mujer, a quien, como unademostracióndeaparenteternura,lecogiólasmanos.Valeriaestrechódeunamanerasignificativalamanodesumarido,lacualqueríadecir:

—DesembarázamedeCrevel.

—Buenas noches,Crevel—dijo entoncesMarneffe espero que no estaráustedmucho tiempoconValeria. ¡Ah!Estoyceloso…algo tarde,esverdad;peronopuedoremediarlo…yvolveréaversisehamarchadousted.

—Tenemosquehablar denegocios, perono estarémucho tiempo—dijoCrevel.

—¡Hableustedbajo!¿Quémequiereusted?—dijoValeriaendos tonos,mirando a Crevel de una manera en la que la altivez se mezclaba con eldesprecio.

Alrecibiraquellamiradaaltiva,Crevel,queprestabainmensosserviciosaValeriayquequeríavalersedeellos,sevolvióhumildeysumiso.

—Esebrasileño…

Crevel,asustadoporlamiradafijaydespreciativadeValeria,sedetuvo.

—¿Quémás?—dijoella.

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—Eseprimo…

—Noesprimomío—repusoella—,esmiprimoparaelmundoyparaelseñorMarneffe.Aunquefuesemiamante,notendríaustednadaquedecir.Untenderoquecompraunamujerparavengarsedeunhombreestápordebajodemiestimacióndelquelacompraporamor.Ustednoestabaenamoradodemí.UstednohavistoenmímásquealaqueridadelseñorHulot,yustedmehaadquiridocomoaquelquecompraunapistolaparamatarasuadversario.Yoteníahambre,yheconsentido.

—Usted no ha cumplido el trato —respondió Crevel, volviendo a sercomerciante.

—¡Ah!¿QuiereustedqueelbarónsepaqueustedlequitasuqueridaparatomarlarevanchadelraptodeJosefa?…Nadamepruebamejorlabajezadeusted.Usteddicequeamaaunamujer,latratacomoaunaduquesay¿quiereusteddeshonrarla?Mire,queridomío,tieneustedrazón:esamujernovaleloqueJosefa.Esamujer tieneelvalorde su infamia,mientrasqueyosoyunahipócritaquedebíaserazotadapúblicamente.¡Aydemí!Josefaseprotegeporsutalentoysufortuna;miúnicovaloresmihonradez,ysoyaúnunadignayvirtuosaburguesa;perosiustedquieredarunescándalo,¿quéserádemí?Siyotuvierafortuna,todavíapase.¡Peroahoratodolomásquetengosonquincemilfrancosderenta,ynoesnada!

—Mucho más —dijo Crevel—; yo he doblado en dos meses suseconomíasenOrleans.

—Puesbien;laconsideraciónenParísempiezaconcincuentamilfrancosde renta, y usted no puede compensarme con dinero la posición que yoperdería. ¿Qué es lo que yo quería? Hacer nombrar a Marneffe jefe deNegociado;tendríaseismilfrancosdesueldo,ycomotieneveintisieteañosdeservicios,dentrode tresañosyo tendríaderechoamilquinientos francosdepensiónsiélmuriese.¡Usted,colmadodebondadespormí,llenodefelicidad,nosabeustedesperar!¿Yaesollamaustedamor?—exclamóella.

—Sí; he empezado por cálculo —dijo Crevel— y después me heconvertidoensucorderito.Mepateaustedelcorazón,meaplasta,meabsorbe,y la amo como no he amado nunca. Valeria, la amo a usted tanto como aCelestina.Porusted soycapazde todo…Mire,en lugarde irdosvecesporsemanaalacalledelDelfín,vayatres.

—¿Nadamásqueeso?Serejuveneceusted,queridomío.

—DéjemeustedquedespidaaHulot,quelehumille,queledesembaraceausteddeél—dijoCrevelsinresponderaaquellainsolencia—;norecibamásaese brasileño, sea todamía, y no se arrepentirá usted. Primeramente la daréunainscripcióndeochomilfrancosderenta,perovitalicia;noledarélanueva

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propiedadhastadespuésdecincoañosdeconstancia…

—¡Siempre tratos! ¡Los burgueses no aprenderán nunca a dar! ¿Quiereusted tener postas de amor en la vida pormedio de inscripciones de renta?¡Ah, tendero,vendedordepomada, a todoponesetiqueta! ¡HéctormedecíaqueelduquedeHerouvillehabíallevadotreintamilfrancosderentaaJosefaen un cucurucho de papel! ¡Yo valgo seis veces más que Josefa! ¡Ah, seramada!—dijo,arreglándoseelcabelloyyendoamirarsealespejo—.Enriquemeama, lemataríaaustedcomoaunamoscaauna sola indicacióndemisojos. Hulotme ama, deja a sumujer en lamiseria. Vamos, sea usted buenpadre de familia, querido mío. ¡Oh! Usted tiene para sus calaveradastrescientosmilfrancos,fueradesufortuna;enfin,ungato,ynopiensamásqueenaumentarlo.

—Para ti, Valeria, pues te ofrezco la mitad —dijo Crevel, cayendo derodillas.

—¡Cómo!¿Aúnestáustedahí?—exclamóelhorribleMarneffeenbatadecasa—.¿Quéhaceusted?

—Me está pidiendo perdón por una proposición insultante que acaba dedirigirme.Nopudiendoobtenernadademí,esteseñorintentabacomprarme.

Crevelhubieraqueridobajaralabodegaporunatrampa,comosehaceenelteatro.

—Levánteseusted,miqueridoCrevel—ledijoMarneffe,sonriéndose—;estáustedridículo.PorelaspectodeValeriaveoquenohaypeligroparamí.

—Sí,veaacostarteyduermetranquilo—dijolaseñoraMarneffe.

—¡Quéocurrentees!—penséCrevel—.¡Esadorable,mehasalvado!

Cuando Marneffe se volvió a su cuarto, el alcalde tomó las manos deValeriaylasbesó,dejandoenellaslashuellasdealgunaslágrimas.

—Todoatunombre—dijo.

—Eso es amar—le respondió ella en voz baja—.Ahora bien, amor poramor.Hulotestáabajo,en lacalle.Esepobreviejoesperaparaveniraquíaqueyocoloqueunabujíaenunadelasventanasdemidormitorio.Ahorabien;yolepermitoqueledigaqueesustedelúnicoamado;élnoquerrácreerleniatiros, pero llévele a la calle del Delfín y dele pruebas, anonádelo, yo se lopermito,seloordeno.Esafocameaburre,merevienta.ReténgaleenlacalledelDelfíndurantetodalanoche,asesínelelentamente,vénguesedelraptodesuJosefa.TalvezmueraHulotdeésta,peroasísalvaremosasumujeryasushijos de una ruina espantosa. La pobre señoraHulot tiene que trabajar paravivir…

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—¡Oh,pobredama!Afequeesoesatroz—exclamóCrevel,animadoporsusbuenossentimientosnaturales.

—Celestino, si me amas, retenlo, o estoy perdida—dijo en voz baja aloído de Crevel, el cual le rozó la cara con las manos—. Marneffe tienesospechas,yHéctortienelallavedelapuertacocheraypiensavolver.

CrevelestrechóalaseñoraMarneffeentresusbrazosysalióenelcolmode la dicha; Valeria le acompañó cariñosamente hasta el descansillo, ydespués,comounamujermagnetizada,bajóhastaelprimerpisoyllegóconélhastaelportal.

—Valeria, sube, no te comprometas por mí a los ojos de los porteros.Anda,mividaymifortunatodoestuyo…vuélvete,vuélvete,duquesamía.

—¡SeñoraOlivier!—gritósuavementeValeriacuandolapuertasecerró.

—¡Cómo!Señora,¿ustedaquí?—dijolaseñoraOlivier,estupefacta.

—Echeustedloscerrojosdearribaydeabajoalapuertagrande,ynoabraanadie.

—Estábien,señora.

Una vez echados los cerrojos, la señora Olivier contó la tentativa decorrupciónquesehabíapermitidoelelevadopersonajerespectoaella.

—Ha obrado usted como un ángel, mi querida Olivier, pero mañanahablaremosdeeso.

Valeriasefuealtercerpisoconlarapidezdeunaflecha,diotresgolpecitosa la puerta de Isabela y se volvió a su habitación para darle órdenes a laseñoritaReina,puesjamáspierdeunamujerlaocasióndeunMontesquellegadelBrasil.

—No, ¡pardiez!, no hay como lasmujeres distinguidas para amar de esemodo—sedecíaCrevel—.Cuandoellabajabalaescaleraalumbrándomeconsusmiradas,yolaarrastraba.No,nunca,jamásJosefahizootrotanto.Josefaesunaordinariacomparadaconella. ¡Diosmío!SiValerianomeeduca,nopuedosernada.¡Yyoquetengotantointerésenparecergranseñor!¡Ah,quémujer!Cuandomemirafríamentemeremuevetodoelcuerpocomouncólico.¡Quégracia,quétalento!JamásmeprocuróJosefaemocionessemejantes.¡Yquédesconocidasperfecciones!¡Ah,ahíestámihombre!

Diciendoesto,vioenlastinieblasdelacalledeBabiloniaalgranHulotunpocoencorvado,deslizándosealolargodelvalladodemaderadeunacasaenconstrucción,yseencaminóhaciaél.

—Buenos días, barón, porque ya es cerca demedia noche, queridomío¿Quédiablos hace usted ahí?Se está ustedpaseando conuna lluvia fina.A

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nuestra edad eso es malo. ¿Quiere usted que le dé un buen consejo?Volvámonoscadaunoanuestracasa,porqueaquí,paraentrenosotros,puedodecirlequenoveráustedluzenlaventana.

Aloírestaúltimafrase,elbarónsintióqueteníasesentaytresañosyquesucapaestabamojada.

—¿Quiénhapodidodecirleaustedeso?—preguntó.

—Valeria,¡pardiez!;nuestraValeria,quequiereserúnicamentemiValeria.Estamosenpaz,barón,yyajugaremoslabuenacuandoustedquiera.Ustednopuedeenfadarse,porquesabequehaquedadosiempreestipuladoelderechoatomarlarevancha,yustedempleótresmesesenquitarmeaJosefa,mientrasque yo le he quitado aValeria en…Pero no hablemos de esto—repuso—.Ahoralaquieroparamísolo,esperandoquenoporesodejaremosdeseguirsiendobuenosamigos.

—Crevel,nobromees—respondióelbarónconvozahogadaporlarabia—.Esunasuntoparamídevidaomuerte.

—¡Hombre! ¿Así toma usted las cosas? Barón, ¿no se acuerda ya deaquello que me dijo el día de la boda de Hortensia?: «¿Es que dos viejosridículoscomonosotrosvanamalquistarseporunasfaldas?Esoespropiodetenderos, de gentes insignificantes». Queda convenido que nosotros somosRegencia,Pompadour,sigloXVIII,rocalla,todoloquehaydemás,mariscalRichelieuy,simeatrevoadecirlo,¡Amistadespeligrosas!

Crevelhubierapodidosoltarfrasesliterariasdurantelargotiempo,pueselbarónescuchabacomoescuchanlossordosalprincipiodesusordera.Alveralaclaridaddelgaselrostrodesuenemigo,queestabalívido,elvencedorsedetuvo. Después de las declaraciones de la señora Olivier y después de laúltimamiradadeValeria,aquelloeraunrayoparaelbarón.

—¡Diosmío,habíatantasmujeresenParís!—dijoalfin.

—EsloqueyotedijecuandomequitasteaJosefa—repitióCrevel.

—Mira,Crevel, eso es imposible…Deme usted pruebas… ¿Tiene ustedunallavecomoyoparaentrar?

Y el barón, llegado hasta la casa, metió una llave en la cerradura; peroencontrólapuertainmóvilytratóinútilmentedeabrirla.

—Nometa usted ruido de noche—dijo tranquilamente Crevel—.Mire,barón,yotengollavesmejoresquelassuyas.

—¡Pruebas,pruebas!—repitióelbarón,exasperadohastaenloquecerporeldolor.

—Vengausted,voyadárselas—respondióCrevel.

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YsiguiendolasinstruccionesdeValeria,arrastróalbarónhaciaelmuelle,por la calledeHillerin-Bertin.El infortunadoconsejerodeEstado ibacomovanlosnegocianteslavísperadeldíaenquetienenquedeclararseenquiebra,se perdía en conjeturas acerca de las razones de la depravaciónoculta en elfondodelcorazóndeValeriaysecreíajuguetedealgunaburla.AlpasarporelpuenteRealviosuexistenciatanvacía,tanterminada,tanembrolladaporsusnegociosfinancieros,queestuvoapuntodecederalmalpensamientoqueleacudiódearrojaraCrevelalríoydetirarseéldetrás.

Llegados a la calle del Delfín, que en aquel tiempo aún no se habíaalargado,Crevelsedetuvoanteunapuertadedoshojas.Porestapuertaseibaaunlargocorredorenlosadoconlosasnegrasyblancas,formandoperistilo,alcabo del cual se encontraban la escalera y la portería iluminadas por unpatinillointerior,comohaytantosenParís.Estepatio,medianeroconlacasavecina,ofrecíalasingularparticularidaddeunadivisióndesigual.LacasitadeCrevel, pues él era el propietario, tenía un apéndice con tejado de vidrio,construido sobre el terreno vecino y grabado con la interdicción de elevaraquella construcción, completamente oculta a la vista por la portería y losaledizodelaescalera.

Este local había servidomucho tiempo de habitación, de trastienda y decocinaaunadelasdostiendassituadasenlacalle.Crevelhabíaseparadodelacasaestas trespiezasdelpisobajoyGrindot lashabía transformadoenunacasaeconómica.Seentrabaenelladedosmaneras:primero,porlatiendadelvendedordemueblesaquienlaalquilabaCrevelmuybarataypormeses,afindepodercastigarleencasodeindiscreción,ydespuésporunapuertaocultaenlapareddel corredorbastantehábilmenteparaque fuese casi invisible.Estapequeña habitación, compuesta de comedor, de salón y de dormitorio, querecibíalaluzdearribayqueestabasituadaparteenlacasavecinayparteencasadeCrevel,eracasiinencontrable.Exceptoelcomerciantedemueblesdeocasión,losinquilinosignorabanlaexistenciadeaquelparaísoenminiatura.Laportera,pagadaparaserlacómplicedeCrevel,eraunaexcelentecocinera.El señor alcalde podía, pues, entrar en su casita económica y salir de ella acualquierhoradelanochesin temoraningúnespionaje.Duranteeldía,unamujervestidacomovanlasparisiensesparahacersuscomprasyprovistadeunallave,noexponíanadayendoacasadeCrevel;examinabalasmercancíasdeocasión,ajustabaalgunas,entrabaenlatiendaylaabandonabasinexcitarlamenorsospechasialguienlaencontraba.

Cuando Crevel hubo encendido los candelabros del gabinete, quedó elbarón asombradodel lujo inteligente y coquetóndesplegado allí.El ancianoperfumistahabíadejadocartablancaaGrindot,yelviejoarquitectosehabíadistinguidoconunacreacióndeestiloPompadourque,porotraparte,costabasesentamilfrancos.

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—Quiero—habíadichoCrevelaGrindot—queaunqueentreunaduquesa,quedesorprendida.

HabíaqueridoelmáshermosoedénparisienseparaposeerenélasuEva,asumujerdemundo,asuValeria,asuduquesa.

—Haydoscamas—dijoCrevelaHulot,mostrándoleundivándedondesesacabaunacamacomosacaunouncajóndeunacómoda.Éstaesuna,laotraestáeneldormitorio.Deestemodopodemospasaraquílanochelosdos.

—¡Pruebas!—dijoelbarón.

Crevel cogióunabujíay condujo a su amigoal dormitorio, donde sobreunabutaca,Hulot vio unabatamagníficaperteneciente aValeria y que éstahabía llevado en la calle de Vanneau para lucirla allí antes de usarla en lacasita de Crevel. El alcalde tocó un resorte de un bonito mueble demarqueteríallamadofelicidaddeldía,loregistró,cogiódeélunacartayselaentregóalbarón,diciéndole:

—Toma,lee.

ElconsejerodeEstadoleyólasiguientemisivaescritaconlápiz.

¡Teheesperadoenvano,viejoratón!Unamujercomoyonoesperaaunantiguo perfumista. No había encargada comida, ni cigarrillos… Ya mepagarástodoesto.

—¿Essuletra?

—¡Diosmío!—dijoHulot, sentándose anonadado—.Reconozco todo loquelehapertenecido;ahíveosusgorrosysusbabuchas.¡Ah!Vamosaver:¿desdecuándo…?

Crevel hizo un signo de que comprendía, y cogió del secreter demarqueteríaunlegajodepapeles.

—Mira,viejomío,hepagadoaloscontratistasendiciembrede1838.Enoctubre,dosmesesantes,fueestrenadaestadeliciosacasita.

ElconsejerodeEstadobajólacabeza.

—¿Cómo se las arreglan ustedes?Pues conozco el empleo de su tiempohoraporhora.

—¿Y el paseo por las Tullerías?—dijoCrevel, frotándose lasmanos dejúbilo.

—¿Qué?…—dijoHulot,atontado.

—LaquesellamatuqueridavaalasTulleríasyestáobligadaapasearsedesdelaunaalascuatro;pero¡zas!endossaltosseplantaaquí.¿Conocesa

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Molière?Puesbien;barón,nohaynadaimaginadoentutítulo.

Hulot, no pudiendo ya dudar de nada, cayó en un silencio siniestro.Lascatástrofes llevana todos loshombres fuertese inteligentesa la filosofía.Elbarónestabamoralmentecomounhombrequebuscasucaminodenocheenun bosque. Aquel silencio sombrío, el cambio que se ofreció en aquellafisonomíademacrada,todoinquietóaCrevel,quenodeseabalamuertedesucolaborador.

—Comotedecía,viejomío,estamosenpaz;juguemoslabuena.¿Quieresjugarlabuena?

—¿Porqué—dijoHulot,hablándoseasímismo—dediezmujereshaylomenossieteperversas?

Él estaba demasiado anonadado para encontrar la solución de aquelproblema.Labellezaeselmayorpoderhumano.Todopodersincontrapeso,sintrabas,autocrático,llevaalabuso,alalocura.Loarbitrarioeslademenciadelpoder.Enlamujer,loarbitrarioeselcapricho.

—No tienes de qué quejarte, mi querido cofrade, pues tienes la máshermosadelasmujeresyesvirtuosa.

—Merezcomisuerte—sedijoHulot—.Noheapreciadoenloquevaleamimujer, le hago sufrir ¡y es un ángel! ¡Oh,mi pobre Adelina, estás bienvengada!Ellasufresola,ensilencio,esdignadeseradorada,merecemiamor,yo debería… porque es admirable aún, blanca, rejuvenecida… Pero ¿se havistojamásmujermásinnoble,másinfame,másperversaqueesaValeria?

—Esunabribona—dijoCrevel—,unatunaalaquesedeberíaazotarenlaplaza del Chatelet; pero mi querido Canillac, si nosotros somos cosacosazules, mariscales de Richelieu, entrepaños, Pompadour, Barry, burlados ytodoloquehaydemássigloXVIII,notenemosyatenientedePolicía.

—¿Cómohacerseunoamar?—sepreguntabaHulotsinescucharaCrevel.

—Es una estupidez la nuestra de querer ser amados, querido mío dijoCrevel—nosotros sólo podemos ser soportados, pues la señoraMarneffe escienvecesmásastutaqueJosefa…

—¡Yávida!¡Mecuestacientoochentamilfrancos!—exclamóHulot.

—¿Y cuántos céntimos? —preguntó Crevel con la insolencia delfinancieroqueencuentralasumapequeña.

—Sevequetúnolaamas—dijomelancólicamenteHulot.

—Yo ya tengo bastante —replicó Crevel—, pues me cuesta más detrescientosmilfrancos.

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—¿Ydóndemete todoesedinero?—dijoelbarón,cogiéndose lacabezaentrelasmanos.

—Si nosotros nos hubiésemos entendido como esos jovenzuelos que seentiendenparasosteneraunahorizontaldefranco,noshubiesecostadomenoscara.

—Es una idea—dijo el barón—; pero nos hubiese engañado lomismo,porque¿quépiensastúdeesebrasileño?

—¡Ah! Viejo astuto, tienes razón, nos han burlado como… como aaccionistas—dijoCrevel—.Todasesasmujeressoncomanditas.

—¿Esésta,pues, laque tehahabladode la luzen laventana?—dijoelbarón.

—Querido mío —dijo Crevel, tomando su posición favorita—, se haburladodenosotros.Valeriaesuna…Mehadichoque teentretuvieseaquí.Ahora veo claro… Está con su brasileño. ¡Ah! Renuncio a ella, pues si latuviesenatadaslasmanosencontraríamaneradeengañarleaunoconlospies.¡Esunainfame,unabribona!

—Está por debajo de las prostitutas —dijo el barón—. Josefa y JennyCadineestabanensuderechoengañándonos,puestraficanconsusencantos.

—¡Peroella, que sehace la santa, lamelindrosa!—dijoCrevel—.Mira,Hulot,vuelvealladodetumujer,puestusnegociosandanmal,seempiezaahablar de ciertas letras de cambio firmadas a un usurero cuya especialidadconsisteenprestaralascocottes,unciertoVauvinet.Respectoamí,yaestoycompletamentecuradodelasmujeres.Porotraparte,¿quénecesidadtenemosanuestraedaddeesastunasque,soyfranco,nopuedendejardeengañarnos?Barón,tienesloscabellosblancosydientespostizos.YomeparezcoaSileno.Voyaponermearecoger.Eldineronoengaña.SielTesoroseabreparatodoel mundo cada seis meses, al menos da intereses y esa mujer cuesta…Contigo,mi querido cofradeGubetta,mi viejo cómplice, podría aceptar unasituaciónchocante…nofilosófica;peroconunbrasileñoquetalveztraedesupaísgéneroscolonialessospechosos…

—Lamujer—dijoHulot—esunserinexplicable.

—Yomeloexplico—dijoCrevel—:nosotrossomosviejos,elbrasileñoesjovenyguapo…

—Sí,esverdad,loconfieso,envejecemos—dijoHulot—.Peroamigomío,¡cómo renunciar a ver a esas hermosas criaturas desnudarse, recoger suscabellos,mirarnosconastuta sonrisaa travésde susdedoscuandoseponenlos papelitos, hacernos muecas, pensando sus mentiras y diciéndose pocoamadas,cuandonosvenllenosdetrabajo,ydistrayéndonosapesardetodo!

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—Sí,esverdad,eslaúnicacosaagradabledelavida…—exclamóCrevel—. ¡Ah!Cuandouna carita bonita le sonríe a unoy le dice: «Queridomío,¡qué amable eres!Yo, seguramente que soy diferente de las demásmujeresqueseenamorande jovencitosbarbilampiños,deesosgranujasquefumanyquesongroseros,comolacayos,puessujuventudlesdaunainsolencia…Enfin,vienen,ledanaunalasbuenasnochesysevan…Yo,quedicesquesoycoqueta, prefiero a esos mocosos la gente de cincuenta años, pues losguardamosmástiempojuntoanosotras;sonabnegados,sabenqueunamujerse encuentra difícilmente y nos aprecian… Por eso te amo, tunantón». Yacompañan esta especie de confesión demimos, de niñerías, de… ¡Ah! EsfalsocomolosprogramasdelAyuntamiento…

—Lamentira vale a veces más que la verdad—dijo Hulot, recordandoalgunas encantadoras escenas evocadas por la pantomima de Crevel, queimitabaaValeria—.Seveunoobligadoadecirmentiras,acoserlentejuelasasustrajesdeteatro.

—Perounolasposeeaesasembusteras—dijobrutalmenteCrevel.

—Valeriaesunhada—exclamóelbarón—;metamorfoseaunancianoenjoven.

—¡Ah!Sí—repusoCrevel—,esuna anguilaque se escurrede entre lasmanos;peroeslamásbonitadelasanguilas…,blancaydulcecomoelazúcar,granujacomoArnal,ytieneunasinvenciones…¡Ah!

—¡Oh! Sí, esmuy ocurrente—exclamó el barón, no pensando ya en sumujer.

Los dos cofrades se acostaron los mejores amigos del mundo,recordándose una a una las perfecciones de Valeria, las entonaciones de suvoz,susgatadas,susburlas,sussalidas,lasdesucorazón,puesestaartistaenamor teníaarranquesadmirables,como los tenoresquecantanmejorunaireun día que otro. Y ambos se durmieron mecidos por estas reminiscenciastentadorasydiabólicas,iluminadosporlosfuegosdelinfierno.

Aldíasiguiente,alasnueve,HulothablódeiralMinisterio;Crevelteníaque ir al campo. Salieron juntos y Crevel le tendió la mano al barón,diciéndole:

—Sinrencor,¿eh?,puesniunoniotropensamosyaenlaseñoraMarneffe.

—¡Oh! Eso se ha acabado del todo—respondió Hulot, expresando unaespeciedehorror.

Alasdiezymedia,Crevelsubíadecuatroencuatrolasescalerasdelacasade la señora Marneffe. Encontró a la infame criatura, a la adorableencantadora, en el desarreglo más coquetón del mundo, almorzando en

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compañíadelbarónEnriqueMontesdeMontejanosydeIsabela.Apesardelgolpequesintióaloírlavozdelbrasileño,CrevelrogóalaseñoraMarneffequeleconcediesedosminutosdeaudiencia.ValeriapasóalsalónconCrevel.

—Valeria, ángel mío —dijo el enamorado Crevel—, el señor Marneffetiene vida para poco tiempo; si quieres serme fiel, cuando muera noscasaremos.Piensaenello.TehedesembarazadodeHulot…Demodoquesiesebrasileñovale tanto comounalcaldedeParís, hombrequepor ti querráobtenerlasmásaltasdignidadesyqueposeeyaochentamilypicodefrancosderenta…

—Pensaréenello—dijoella—.Estaréa lasdosen lacalledelDelfín,yhablaremos;pero seaprudenteynoolvide la transferenciaquemeprometióustedayer.

Y volvió al comedor seguida de Crevel, que se alababa de haberencontradoelmediodeposeerélsoloaValeria;perovioalbaróndeHulot,elcual,duranteaquellacortaconferencia,habíaentradopara realizarelmismodeseo.

ComoCrevel,elconsejerodeEstadopidióunaaudiencia.

LaseñoraMarneffeselevantóparavolveralsalón,sonriendoalbrasileñocomoparadecirle:«Estánlocos.¿Noteven,pues,ati?».

—Valeria,hijamía—dijoconsejerodeEstado—,eseprimoesunprimodeAmérica…

—¡Oh,basta!—exclamóella,interrumpiendoalbarón—.Marneffenohasidonunca,noloseránipuedesermimarido.Elprimero,elúnicohombreaquienheamado,havueltosinseresperado.¿Esmíalaculpa?MireaEnriquey mírese usted. Después pregúntese si una mujer, sobre todo cuando ama,puededudar.Queridomío,yonosoyunaentretenida.Desdehoyyanoquieroestar, como Susana, entre dos ancianos. Si me quiere usted, serán usted yCrevelnuestrosamigos;pero todohaacabado,pues tengoveintisieteañosyquieroconvertirmeenunasanta,dignayexcelentemujer…comoladeusted.

—¡Ah!—dijoHulot—.¿Esasícomomeacogeusted,cuandoveníacomounPapaconlasmanos llenasde indulgencias?Puesbien;sumaridonoseránuncajefedeNegociadonioficialdelaLegióndeHonor.

—Esoyaloveremos—dijolaseñoraMarneffe,mirandoaHulotdeciertomodo.

—Nonosenfademos—repusoHulot,desesperado—.Vendréestanocheynosentenderemos.

—SivaustedacasadeIsabela,sí.

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—Puesbien,sí—dijoelancianoenamorado—;acasadeIsabela.

HulotyCrevelbajaronjuntossindecirsepalabra,hastaque llegarona lacalle;perounavezenlaacera,semiraronysepusieronareírtristemente.

—Somosdosviejoslocos—dijoCrevel.

—Ya los he despedido—dijo la señoraMarneffe a Isabela, volviendo asentarsealamesa—.Noheamadonunca,noamoniamaréjamásaotroqueami jaguar—añadió sonriendo a EnriqueMontes—. Isabela, amigamía ¿nosabes? Enrique me ha perdonado las infamias que la miseria me habíaobligado.

—Porque yo tengo la culpa —dijo el brasileño—. Yo debía haberteenviadocienmilfrancos.

—¡Pobrehijo!—exclamóValeria—.No,yodebíahaber trabajandoparavivir; pero mis manos no se han hecho para el trabajo… Pregúntaselo aIsabela.

Elbrasileñosefue,considerándoseelhombremásfelizdeParís.

A eso de las doce, Valeria e Isabela conversaban en el magníficodormitorio en que aquella peligrosa parisiense daba a su tocado esa últimamanoquelasmujeresquierensiempredarporsímismas.Corridosloscerrojosy echadas las cortinas, Valeria contó con sus menores detalles todos losacontecimientosdelavelada,delanocheydelamadrugada.

—¿Estás contenta, ricamía?—dijo a Isabela, terminando—. ¿Qué creesquedeboyoseralgúndía, laseñoraCrevelo laseñoraMontes?¿Cuáles tuopinión?

—ACrevel,queesunlibertino,nolequedan,alosumomásquediezañosdevida—respondióSabela—,mientrasqueMontesesjoven.Creveltedejaráunostreintamilfrancosderenta.QueespereMontesyquesedéporcontentosiendo el Benjamín. De este modo, querida mía, a los treinta y tres años,conservándotehermosa,puedescasartecontubrasileñoydesempeñarungranpapel con sesentamil francos de renta propia, sobre todoprotegida por unamariscala.

—Sí; peroMontes es brasileño y no llegará nunca a ser nada—advirtióValeria.

—No—dijo Isabela—;estamosenunaépocade ferrocarrilesenque losextranjerosacabanenFranciaporocupargrandesposiciones.

—Ya loveremoscuandoMarneffe estémuerto—repusoValeria—.Creoquenolequedamuchotiempoquesufrir.

—Esas enfermedades que se le presentan—dijo Isabela— son como los

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remordimientosdelofísico.Bueno;mevoyacasadeHortensia.

—Sí, anda, ángelmío, y tráeme ami artista—respondióValeria—. ¡Nohaber podido ganar en tres años ni una pulgada de terreno! Eso es unavergüenza para las dos. Wenceslao y Enrique, ésas son mis dos únicaspasiones.Elunoeselamoryelotroelcapricho.

—¡Quéhermosaestásestamañana!—dijoSabela,cogiendoaValeriaporeltalleybesándolaenlafrente—.Yogozodetusplaceres,detufortuna,detulujo…Sólovivodesdeeldíaenquenoshicimoshermanas…

—Espera,hermosamía—dijoValeriariéndose—;llevaselchaltorcido.Apesardemis lecciones, al cabode tres años aúnno sabes llevarun chal, ¿yquieresserlaseñoramariscalaHulot?

Calzadaconborceguíesymediasdesedagrisyvestidaconunmagníficotraje de seda y los cabellos en bandó bajo una bonita capota de terciopelonegro,forradadesaténamarillo,IsabelasefuealacalledeSantaDominica,porelbulevardelosInválidos,preguntándosesieldesalientodeHortensialaharía dueña al fin de aquella alma viril y si la inconstancia sármatasorprendidaenunmomentoenquetodoesposibleaesoscaracteresacabaríaporvencerelamordeWenceslao.

HortensiayWenceslaoocupabanelpisodeunacasasituadaenellugarenquelacalledeSantaDominicadesembocaenlaexplanadadelosInválidos.

Aquella habitación, que estuvo antes en armonía con la luna de miel,ofrecía en este momento un aspecto medio fresco, medio ajado, que seríaprecisollamarelotoñodelmobiliario.Losreciéncasadossonmalbaratadoresy gastan sin saberlo, ni quererlo las cosas que les rodean, como abusan delamor. Llenos de confianza en sí mismos, piensan poco en el porvenir, quepreocupamástardealamadredefamilia.

Isabelaencontróa suprimaHortensiaenelmomentoenqueellamismaacababadevestirasupequeñoWenceslaoquehabíasidollevadoaljardín.

—Buenos días, Bela —dijo Hortensia, que fue a abrirle la puerta a suprima.

La cocinera había ido al mercado y la camarera, que a la vez hacía deniñera,estabajabonando.

—Buenosdías,hijamía—respondióIsabela,abrazándoseaHortensia—.Oye,¿estáWenceslaoeneltaller?—lepreguntóaloído.

—No,estáenelsalónconStidmannyconChanor.

—¿Nopodríamosestarsolas?—preguntóIsabela.

—Venamicuarto.

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Aquelcuarto,tendidodesedapersadefondoblancoyconfloresdecolorrosayfollajeverde,estabauntantopasado,lomismoquelaalfombra,acausadehabersidoheridoconstantementepor losrayosdelsol.Hacía tiempoquelascortinasnohabíansidolavadas,ysesentíaallíelolordelhumodelcigarrodeWenceslao,elcual,habiendopasadoasergranseñordelarteyhabiendonacido hidalgo, depositaba la ceniza del cigarro sobre los brazos del sofá ysobre las cosasmás bonitas, como hombre a quien hay que sufrírselo todo,como hombre rico que no tiene con las cosas el cuidado que tienen losburgueses.

—Bueno; hablemos de tus negocios —preguntó Isabela al ver a suhermosaprimamudaenelsofáquesehabíasentado—.Pero¿quétienes?Teencuentropaliducha,queridamía.

—EsquehansalidodosnuevosartículosenlosqueseatacaduramenteamipobreWenceslao; loshe leídoy losheescondido,porquesedesanimaríaporcompleto.ElmármoldelmariscalMontcornethasidojuzgadodetestable.Sólo exceptúan los bajorrelieves, para alabar con atroz perfidia el talentoadornistadeWenceslao,dandoasímayorpesoalaopinióndequemimaridonopuedededicarsealartesevero.Stidmannmismo,instadopormíaquemedijese la verdad, me ha desesperado confesándome que su opinión estabaconforme en un todo con la de todos los artistas, la de los críticos y la delpúblico. «SiWenceslao—me ha dicho en el jardín antes de almorzar— noexpone el año próximo una gran obramaestra, tiene que abandonar la granescultura y atenerse a los idilios, a las figuritas y a las obras de joyería yplatería.» Esta opinión me ha causado honda pena, porque temo queWenceslaonoquerráatenerseaella;élsesienteconfuerzas¡ytieneideastanhermosas!…

—Sí,peroconideasnosepagaalosproveedores…—advirtióIsabela—.Todo mi afán era hacerle ver esto. Se paga con dinero, y el dinero no seobtienemásqueconcosashechasyquegustenbastantealosburguesesparaquelascompren.Cuandosetratadevivir,espreferiblequeelescultortengaensutallerelmodelodeunalámpara,deunceniceroodeunamesa,queungrupooqueunaestatua,puestodoelmundonecesitaaquello,mientrasqueelaficionadoagrupossehaceesperaravecesdurantemesesenteros.

—Tienes razónmi buena Isabela; dile tú eso, porque yo no tengo valorpara ello…Además, comoél le decía aStidmann, si se vuelve a dedicar aladorno o a la escultura en pequeño, tendrá que renunciar al Instituto, a lasgrandes creaciones del arte, y nosotros no tendríamos ya los trescientosmilfrancosdetrabajodeVersalles,laciudaddeParís,yelMinisterionosteníanreservados.Heaquíloquenosquitanesosmalditosartículosdictadosporloscompetidores,quequisieranheredarnuestrospedidos.

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—Yno es eso lo que tú soñabas, gatitamía—dijoBela, besando en lafrenteaHortensia—.Túqueríasunhidalgoquedominaraelarteyestuvieseala cabeza de los escultores. Pero ya lo ves, todo es poesía.Ese sueño exigecincuenta mil francos de renta, y vosotros no tendréis más que dos milcuatrocientosmientrasviva;tresmildespuésdemimuerte.

AlgunaslágrimasacudieronalosojosdeHortensia,yBelalaslamióconlamiradacomounagatitabebelaleche.

Heaquílahistoriasucintadeaquellalunademiel,cuyorelatotalveznoresulteinútilparalosartistas.

Eltrabajomoral,lacazaenlasaltasregionesdelainteligenciaesunodelosmayoresesfuerzosdelhombre.Loquedebemerecerlagloriaenelarte—pero es preciso comprender en esta palabra todas las creaciones delpensamiento—essobretodoelvalor,unvalorcuyaexistencianosospechaelvulgoydelquetalvezseaéstalaprimeravezquesehabla.Empujadoporlaterrible presión de lamiseria,mantenido por Isabela en la situación de esoscaballos a los que se les ponen anteojeras para impedirles que miren a laderecha y a la izquierda del camino, azotado por aquella dura muchacha,imagendelaNecesidad,esaespeciedeDestinosubalterno,Wenceslao,nacidopoeta y soñador, había pasadode la concepción a la ejecución, franqueandosinmedirlos los abismos que separan esos dos hemisferios del arte. Pensar,soñar y concebir obras hermosas es una deliciosa ocupación Es fumarcigarrillos encantados, es hacer la vida de cortesana ocupada a su gusto.Laobraapareceentoncescontodalagraciadelainfancia,conelgocelocodelageneración,con losembalsamadoscoloresde la florycon los rápidos jugosdel fruto gustado de antemano. Tal es la concepción y sus placeres. El quepuedetrazarsuplanconlapalabrapasayaporunhombreextraordinario.Estafacultadlaposeentodoslosartistasylosescritores.Pero¡producir,daraluz,educar laboriosamente al hijo, acostarle bien amamantado todas las noches,abrazarlo todas las mañanas con el corazón inagotado de la madre,besuquearlo sucio, vestirlo cien veces con los trajes más lindos que élincesantementedesgarra;norechazarlasconvulsionesdeesavidalocayconella hacer la obra maestra animada, que habla, en escultura, a todas lasmiradas; en literatura, a todas las inteligencias; en pintura, a todos losrecuerdos; en música, a todos los corazones!, eso es la ejecución y sustrabajos.Lamano tienequemoverse en todomomento,dispuesta siempre aobedeceralacabeza.Ahora,lacabezanotienelasdisposicionescreadorasydemandomásquecuandoelamorescontinuo.

Estacostumbredecrear,esteamorinfatigabledelamaternidadquehacelamadre(¡esaobramaestranaturaltanbiencomprendidadeRafael!),enfin,esamaternidad cerebral, tan difícil de conquistar, se pierde con una rapidezprodigiosa. La inspiración es la ocasión del genio. Corre no sólo sobre una

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navajadeafeitar,sinoqueestáenlosairesyhuyeconladesconfianzadeloscuervos;notieneestolapordondeelpoetapuedaagarrarla;sucabelleraesunallama y se escapa como esos bellos flamencos blancos y rosados,desesperacióndeloscazadores.Asíescomoel trabajoesunaluchafatigosaque a la vez temen y quieren las hermosas y potentes organizaciones, quefrecuentementeseestrellancontraél.Ungranpoetadenuestro tiempodecíahablandodeestalaborespantosa:«Mepongoahacerlacondesesperaciónyladejo conpena». ¡Que lo sepan los ignorantes!Si el artistano se arroja a suobracomoCurcioalabismoycomoelsoldadoalabrecha,sinreflexionar,ysi en este cráter no trabaja como elminero sepultado bajo las ruinas de unhundimiento;sicontempla,enfin,lasdificultades,enlugardevencerlasunaauna, siguiendo el ejemplode esos enamoradosde los cuentos dehadas, quepara obtener a sus princesas combatían encantamientos renacientes, la obrapermanece incompleta y perece en el fondo del taller, donde la producciónllegaahacerse imposibleyelartistaasistealsuicidiodesutalento.Rossini,ese geniohermanodeRafael, ofreceun sorprendente ejemplode esto en sujuventud indigente superpuesta a su vejez opulenta. Tal es la razón de larecompensa semejante, del semejante triunfo, delmismo laurel concedido alosgrandespoetasyalosgrandesgenerales.

Wenceslao, naturaleza soñadora, había gastado tanta energía en producir,eninstruirseyentrabajarbajoladespóticadireccióndeIsabela,queelamoryla felicidad produjeron una reacción. Reapareció el verdadero carácter. Laperezaylanegligencia,lamoliciedelsármatavolvieronaocuparensualmaloscómodossurcosdedonde,porlavergadelmaestrodeescuela,habíansidoarrojadas.Durante losprimerosmeseselartistaamóasumujer.HortensiayWenceslaoseentregaronalasadorablesniñeríasdelapasiónlegítima,felizeinsensata.HortensiafueentonceslaprimeraendispensaraWenceslaodetodotrabajo; orgullosa de triunfar así de su rival, la escultura. Por otra parte, lascaricias de una mujer hacen desvanecerse a la musa y agotan la fuerza, labrutal firmeza del trabajador. Pasaron de seis a sietemeses, y los dedos delescultor perdieron el hábito de manejar el cincel. Cuando se dejó sentir lanecesidad de trabajar; cuando el príncipe de Wissemburgo, presidente delComité de suscripción quiso ver la estatua, Wenceslao pronunció la frasesupremadelosdistraídos:«Voyaponermeaella».

Y meció a su querida Hortensia con las falaces palabras, con losmagníficos planes del artista fumador. Hortensia redobló el amor para supoeta, pues entreveía una estatua del mariscal Montcornet sublime.Montcornetdebíaserlaidealizacióndelaintrepidez,eltipodelacaballería,elvaloraloMurat,¡yquéejecución!Ellápiz,muycomplaciente,obedecíaalapalabra.

EnlugardeestatuallegóunpequeñoWenceslaoencantador.

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Cuando se trataba de ir al taller delGrosCaillou amanejar el yeso y aejecutar el modelo, ya era el reloj del príncipe que exigía la presencia deWenceslaoeneltallerdeFlorentyChanor,dondelasfigurassecincelaban;yaeldíaerafríoyoscuro;undíaeranlosnegocios;otro,unacomidadefamiliay,enfin,losdíasenqueseretozaconlamujeradorada…Elmariscalpríncipede Wissemburgo viose obligado a enfadarse para obtener el modelo, y adecirlequerevocaríanelacuerdo.ElComitédesuscriptoresnopudo,puesverel yeso hasta después de mil reproches y de mil discusiones. Cada día detrabajo, Steinbock volvía ostensiblemente fatigado, quejándose de aquellalabor de albañil y de su debilidad física. Durante aquel primer año elmatrimonio gozaba de cierta holgura. La condesa de Steinbock, loca por sumarido,enlasalegríasdelamorsatisfechomaldecíaalministrodelaGuerra;fue a verle para decirle que las grandes obras no se fabricaban como loscañones y que el Estado debía estar, como lo habían estado Luis XIV,FranciscoIyLeónX,alasórdenesdelgenio.LapobreHortensia,creyendotener un Fidias entre sus brazos, empleaba con su querido Wenceslao lacobardíamaternadeunamujerquellevaelamorhastalaidolatría.

—Notedesprisa—ledijoasumarido—;todonuestroporvenirdependedeesaestatua;tómaloconcalmayhazunaobramaestra.

Hortensia iba al taller, y Steinbock, enamorado, perdía con sumujer, desiete horas, cinco, en describirle la estatua en lugar de hacerla. Así es queempleódieciochomesesenterminaraquellaobra,capitalparaél.

Cuandoelmodeloestuvoacabado,despuésdehaberasistidoalosenormesesfuerzos de su marido, cuya salud se resintió con ese cansancio que pesasobreelcuerpo, losbrazosy lasmanosde losescultores, lapobreHortensiajuzgó la obra admirable.Supadre, ignorante en escultura, y la baronesa, nomenosignorante,laproclamaronunaobramaestra,yentonceselministrodelaGuerra, llevado por ellos y seducido por ellos, quedó satisfecho de aquelyesoaislado,admirablementepresentadoanteunatelaverde.Pero¡ay!,enlaExposiciónde1841,lacríticasemostróunánimeeirritadísimacontraunídoloquetanprontohabíasabidoformarseunpedestal.Stidmannquisodesengañara su amigo Wenceslao, y fue acusado de envidioso; los artículos de losperiódicos fueron para Hortensia los gritos de la envidia. Stidmann, aquelmuchachodigno,logróartículosenquelascríticasfueroncombatidasyenlosqueseadvertíaquelosescultoresmodificabandetalmodosusobrasentreelyesoyelmármol,quesiempreseexponíaelmármol.«Entreelproyectoenyesoylaestatuaejecutada—decíaClaudioVignon—sepodíadesfigurarunaobramaestraohacerunagrancosadeunaobramala.Elyesoeselmanuscritoyelmármolesellibro.»

EndosañosymedioSteinbockhizounaestatuayunhijo:elhijoestabadotadodesublimebelleza;laestatuafuedetestable.

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Elrelojdelpríncipeylaestatuapagaronlasdeudasdeljovenmatrimonio.Steinbockhabía contraído entonces la costumbre de frecuentar elmundodelos salones y del teatro: concurría a los Italianos, hablaba admirablementecerca de artemanteniéndose a los ojos delmundo como gran artista por lapalabrayporsusexplicacionescríticas.HaygeniosenParísquepasanlavidahablando y que se contentan con una especie de gloria de salón. Steinbock,imitando a esos encantadores eunucos, contraía una aversión cada día máscreciente por el trabajo. Veía todas las dificultades de una obra al quererempezarla, y el desaliento que sentía acababa por anular su voluntad. Lainspiración,esalocuradelageneraciónintelectual,huíaarespetabledistanciadeaquelartistaenfermo.

La escultura, como el arte dramático, es a la vez lamásdifícil y lamásfácildelasartes.Copiadunmodelo,ylaobraestárealizada;peroimprimirenella un alma, crear un tipo representando a un hombre o a unamujer, es elpecado de Prometeo. Se cuentan estos éxitos en los anales de la esculturacomosecuentanlospoetasenlahumanidad.MiguelÁngel,MiguelColumb,JuanGoujon,Fidias,Praxíteles,Policleto,Puget,Canova,AlbertoDurerosonhermanosdeMilton,deVirgilio,deDante,deCervantes,deShakespeare,delTasso,deHomeroydeMolière.Estaobraes tangrandiosa,queunaestatuabastaparalainmortalidaddeunhombre,comoladeFígaro,ladeLovelaceyladeManonLescautbastaronparainmortalizaraBeaumarchais,aRichardsonyalabatePrevost.Lasgentessuperficiales(ylosartistascuentanmuchasensu seno)handichoque la escultura existíapara eldesnudoúnicamente,quehabía muerto con Grecia, y que el vestidomoderno la hacía imposible. Enprimer lugar, los antiguos han hecho estatuas sublimes completamenteveladas, como laPolimnia, la Julia, etc.,ynosotrosnohemosencontrado ladécimapartedesusobras.Además,quelosverdaderosamantesdelartevayanaveraFlorenciaelPensador,deMiguelÁngel,yenlacatedraldeMaguncialaVirgen,deAlbertoDurero,quehahechodeébanounamujervivientebajosustriplesropajes,ylacabelleramásondulanteymásmanejablequesehayapeinado jamás mujer alguna; que corran allá los ignorantes, y todosreconocerán que el genio puede imprimir al traje y a la armadura unpensamiento,yponerenéluncuerpodelmismomodoqueelhombreimprimesu carácter y las costumbres de su vida a su envoltura. La escultura es larealizacióncontinuadelhechoquesellamóRafaelporsolayúnicavezenlapintura. La solución de este terrible problema no se halla más que en untrabajo constante y sostenido, pues las dificultadesmateriales tienenque servencidas de tal modo y la mano debe estar tan castigada y tan presta yobediente, que el escultor pueda luchar alma a alma con esa intangiblenaturalezamoralqueesprecisotransfigurarmaterializándola.SiPaganini,quehacíahablarasualmaporlascuerdasdesuviolín,hubiesepasadotresdíassinestudiar, hubiera perdido su expresión, el registro de su instrumento;

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designaba así el enlace existente entre la madera, el arco, las cuerdas y él;desaparecido este acuerdo, hubiérase convertido de repente en un violinistavulgar.Eltrabajoconstanteeslaleydelartecomoloesdelavida,pueselarteeslacreaciónidealizada.Asíesquelosgrandesartistas,lospoetascompletos,no esperan los encargos ni los parroquianos: engendran hoy, mañana ysiempre.Resultadeestoesehábitodelalabor,eseperpetuoconocimientodelasdificultadesquelosmantienenenconcubinatoconlasmusasylasfuerzascreadoras.CanovavivíaensutallercomoVoltairehavividoensudespacho.HomeroyFidiasdebieronvivirdeestemodo.

WenceslaoSteinbockestabaeneláridocaminorecorridoporesosgrandeshombres, y que lleva a los Alpes de la gloria, cuando Isabela lo habíaencadenadoensuguardilla.Lafelicidad,enfiguradeHortensia,habíavueltoalpoetaalapereza,estadonormaldetodoslosartistas,puessuperezaes,enciertomodo,unaocupación.Eselplacerdelosbajásenelserrallo:acaricianlasideas,seembriaganenlosmanantialesdelainteligencia.GrandesartistascomoSteinbock,devoradosporlaimaginación,hansidollamadosenjusticiasoñadores. Esos tomadores de opio caen todos en la miseria, mientras que,mantenidospor la inflexibilidadde las circunstancias,hubieran sidograndeshombres.Porotraparte,estossemiartistassonencantadores;loshombreslosquierenylosembriaganconsuselogios;parecensuperioresalosverdaderosartistas,tachadosdepersonalidad,deadustez,derebeldíacontralasleyesdelmundo. He aquí por qué los grandes hombres pertenecen a sus obras. Sudesafectoatodoysuapegoaltrabajoleshacenpasarporegoístasalosojosdelos necios; porque se les quisiera ver vestidos con losmismos trajes que elpetimetre, realizando las evoluciones sociales llamadas deberes de sociedad.SedesearíaveralosleonesdelAtlaspeinadosyperfumadoscomoperrillosdemarquesa. Estos hombres, que cuentan pocos pares y que rara vez losencuentran,caenenelexclusivismodelasoledad;sehaceninexplicablesparala mayoría, compuesta, como ya se sabe, de necios, de envidiosos, deignorantes y de gentes superficiales. ¿Comprenderéis ahora el papel de unamujeralladodeestasgrandiosasexcepciones?UnamujerdebeseralavezloquehabíasidoIsabeladurantecincoañosyofrecerademáselamor,elamorhumilde,discreto,siempredispuesto,siempresonriente.

Hortensia, aleccionada por sus sufrimientos de madre, agobiada porespantosas necesidades, se enteraba demasiado tarde de las faltas que suexcesivo amor le había hecho cometer involuntariamente; pero como dignahija de su madre, su corazón se quebraba ante la idea de atormentar aWenceslao; amaba demasiado para convertirse en el verdugo de su queridopoeta,yveíallegarelmomentoenquelamiseriaibaaalcanzarles,aella,asuhijoyasumarido.

—¡Ah,hijamía—dijoBela,viendobrotarlaslágrimasdeloslindosojos

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desuprimita—,nohayquedesesperarse!¡Unvasollenodelágrimastuyasnopagaríaunplatodesopa!¿Quénecesitáis?

—Puesdecincoaseismilfrancos.

—Yonotengo,alosumo,másquetresmil—dijoIsabela—.¿YquéhaceenestemomentoWenceslao?

—Leproponen,porseismilfrancos,hacer,encompañíadeStidmann,unserviciodemesaparaelduquedeHerouville.ChanorseencargaríaentoncesdepagarcuatromilfrancosquedebealosseñoresLeóndeLorayBridau;unadeudadehonor.

—¡Cómo!¿HabéisrecibidoelimportedelaestatuaydelosbajorrelievesdelmonumentoalzadoalmariscalMontcornetynohabéispagadoeso?

—Pero…—dijo Hortensia—, ¡si hace tres años que gastamos docemilfrancosalaño,yyonotengomásquecienluisesderenta!Elmonumentodelmariscal,despuésdepagadostodoslosgastos,nohadadomásdedieciséismilfrancos.Laverdadesque siWenceslaono trabaja,no sé loquevaa serdenosotros. ¡Ah!, si yo pudiese aprender a hacer estatuas, ¡cómo movería elbarro!—dijo,extendiendosushermososbrazos.

Velase que la casada cumplía las promesas de la soltera. La mirada deHortensia chispeaba; corría por sus venas una sangre llena de hierro,impetuosa;deplorabaemplearsuenergíaentenerasuhijo.

—¡Ah!,gatitamía,unamuchachajuiciosanosedebecasarconunartistahastaelmomentoenquetienehechasufortuna,ynocuandoestáporhacer.

EnestemomentooyóseelruidodelospasosydelasvocesdeStidmannydeWenceslao,queacompañabanhastalapuertaaChanor;despuésvolvieronambosalladodelasdosmujeres.Stidmann,artistaengolfadoenelmundodelosperiodistas,de lasactrices ilustresylascortesanascélebres,eraunjovenelegante, que Valeria había querido tener en su casa, donde ya había sidopresentadoporClaudioVignon.StidmannacababadeterminarsusrelacionesconlafamosaseñoraSchontz,casadadesdehacíaalgunosmesesyquehabíamarchadoaprovincias.Valeriae Isabela,quehabíansabidoesta rupturaporClaudioVignon juzgaronnecesarioatraera lacalledeVanneaual amigodeWenceslao.ComoStidmann,pordiscreción,visitabapocoa losSteinbockycomo Isabela no había sido testigo de su presentación hecha por ClaudioVignon,leveíaporprimeravez.Examinandoaestecélebreartista,sorprendióciertas miradas dirigidas por él a Hortensia, que le hicieron entrever laposibilidaddepoderllegaraentregárselo,comoconsolación,alacondesadeSteinbock, siWenceslao llegabaa traicionar a suesposa.Stidmannpensaba,efectivamente, que, si Wenceslao no fuese su camarada, Hortensia, aquellajoven y magnífica condesa, haría una adorable querida; pero este deseo,

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contenido por el honor, le alejaba de aquella casa. Isabel notó esemalestarsignificativo que molesta a los hombres cuando están en presencia de unamujerconlacualsehanprohibidocoquetear.

—Estámuybienesejoven—dijoIsabelaaloídodeHortensia.

—¡Ah!¿Tegusta?—respondió—.Nuncamehefijadoenél.

—Stidmann,amigomío—ledijoWenceslaoasucompañeroaloído—,notemolestes,perotenemosquehablardenegociosconestasolterona.

Stidmannsaludóalasdosprimasysefue.

—Es cosa hecha —dijo Wenceslao, volviendo después de haberacompañadoaStidmann—;peroeste trabajoexigirá seismesesyesprecisopodervivirdurantetodoestetiempo.

—Tengomisdiamantes—exclamó la jovencondesadeSteinbockconelsublimeentusiasmodelasjóvenesqueaman.

UnalágrimaacudióalosojosdeWenceslao.

—¡Oh!Voya trabajar—exclamóel artista,yendoa sentarsecercade sumujer y haciéndola sentarse sobre sus rodillas—. Voy a hacer trabajos debatalla,unacanastilladeboda,gruposenbronce…

—Pero queridosmíos—dijo Isabela—, ya sabéis que habéis de sermisherederosyqueosdejaréunlindogato,sobre todosimeayudáisacasarmecon el mariscal. Si nosotros lográsemos pronto esto, yo os tomaría comohuéspedes en mi casa, a vosotros y a Adelina. ¡Ah, qué felices viviríamostodosjuntos!Pordepronto,escuchadamiexperiencia.NorecurráisalMontedePiedad,queeslapérdidadelquepideprestado.Yosiemprehevistoquelosnecesitadosnuncatieneneldineronecesarioparapagarlosinteresesyacabanporperderlo todo.Puedohacerqueosprestendineroalcincoporcientosinmásgarantíaquelafirmadeunaletra.

—¡Ah!¡Deesemodoestaríamossalvados!—dijoHortensia.

—Pueshijitamía,quevengaWenceslaoacasadelapersonaquelesacaríade apuros a instancias mías. Es la señora Marneffe. Adulándola, pues esvanidosacomotodaadvenediza,ossacarádeapurosconlamayoramabilidad.Venasucasa,miqueridaHortensia.

Hortensia miró a Wenceslao en la misma actitud que deben tener loscondenadosamuertealsubiralpatíbulo.

—Claudio Vignon ha presentado en esa casa a Stidmann —respondióWenceslao—.Dicequeesunacasamuyagradable.

Hortensia bajó la cabeza. Lo que experimentaba sólo puede hacerlo

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comprenderunafrase:noeradolor,sinounaenfermedad.

—Pero querida Hortensia, hay que saber vivir —gritó Isabela,comprendiendolaelocuenciadelosademanesdeHortensia—,porquesinoteverás deportada, como tumadre, a un cuarto desierto, donde llorarás comoCalipso después de la marcha de Ulises, a una edad en que ya no hayTelémacos—exclamó Isabel, repitiendo una burla de la señoraMarneffe—.Hayqueconsideraralagenteenelmundocomoutensiliosquesetomanosedejan, según sean o no útiles. Hijos míos, servíos de la señoraMarneffe ydejadla después. ¿Temes acaso queWenceslao que te adora, se enamore deunamujerquetienecuatroocincoañosmásquetúyestáajadacomounfardodealfalfa?

—Prefiero empeñar mis diamantes —dijo Hortensia—. ¡Oh, no vayasnuncaaesacasa,Wenceslao!¡Eselinfierno!

—Hortensiatienerazón—dijoWenceslao,abrazandoasumujer.

—Gracias, amigo mío—respondió la joven en el colmo de la dicha—.Mira,Isabela,mimaridoesunángel;nojuega,vamosjuntosatodaspartes,ysisepusieseatrabajar,yoseríademasiadofeliz.¿Porquépresentarnosencasadelaqueridademipadre,encasadeunamujerquelearruinayqueescausadelaspenasquematananuestraheroicamadre?

—Hijamía,laruinadetupadrenoprovienedeahí.Loquelehaarruinadoes la cantante,ydespués tumatrimonio—respondió laprimaBela—. ¡Diosmío! La señoraMarneffe le esmuy útil…, créelo…, pero en fin, no quierodecirnada.

—QueridaBela,túdefiendesatodoelmundo.

Hortensiafuellamadaaljardínporlosgritosdesuhijo,eIsabelasequedósolaconWenceslao.

—Wenceslao,tieneustedunamujerqueesunángel—dijolaprimaBela—.Quiéralaustedmucho,ynoledénuncaningúndisgusto.

—Sí,laamotanto,queleocultonuestrasituación—respondióWenceslao—; pero a usted, Isabela, ya puedo hablarle con franqueza. Mire, aunquellevásemos los diamantes de mi mujer al Monte de Piedad no habríamosadelantadounpaso.

—Puesbien,pídaleustedprestadoalaseñoraMarneffe—dijoIsabela—.SinolograustedqueHortensialepermitavenir,¡quécaray!,vengaustedsinqueellalosepa.

—Esoesloquepensabahacer—respondióWenceslaocuandomeneguéaelloparanoafligiraHortensia.

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—Escuche usted,Wenceslao: yo les quiero demasiado a los dos para noprevenirle el peligro.Si vieneusted, procure cogerse el corazóncon lasdosmanos,porqueesamujeresundemonio.Todoslosquelavenlaadoran;estanviciosa, tan atractiva, que fascina como una obra de arte. Pídale el dineroprestado, y procure no dejarle el alma en prenda. Jamás me consolaría sillegase usted a serle infiel a mi prima. Ahí está —exclamó Isabela—; nodigamosnada,yaarreglaréyosuasunto.

—Abraza a Isabela, ángelmío—dijoWenceslao a sumujer—; ella nossacarádeapurosprestándonossuseconomías.

EhizounaseñaaIsabela,queéstacomprendió.

—Entonces, espero que trabajarás, ¿verdad, querubín mío? —dijoHortensia.

—¡Ah!—respondióelartista—.Desdemañana.

—Esemañanaeselquenosarruina—respondióHortensia,sonriéndole.

—¡Ah!, querida mía; di tú misma si no me he encontrado siempre conimpedimentos,conobstáculosyconnegocios.

—Sí,tienesrazón,amormío.

—Yo tengo aquí —repuso Steinbock golpeándose la frente— grandesideasyquierollenardeasombroamisenemigos.QuierohacerunserviciodemesadeestiloalemándelsigloXVI.¡Estilosoñador!Arrollaréhojasllenasdeinsectos y pondré sobre ellas niños acostados; mezclaré quimeras nuevas,verdaderasquimeras,elcuerpodenuestrossueños.Yalotengopensado.Serásencillo, ligero y elocuente a la vez. Chanor ha salido maravillado…Necesitaba ser animado por alguien, pues el último artículo que hicieronacercadelmonumentodelmariscalMontcornetmehabíahundido.

DuranteunmomentodeldíaenqueWenceslaoeIsabelaestuvieronsolos,el artista convino con la solterona en ir al día siguiente a ver a la señoraMarneffe, pues aun en el caso de que su mujer no se lo permitiera, iríasecretamente.

Valeria,instruidaaquellamismanochedeaqueltriunfo,leexigióalbarónde Hulot que fuese a invitar a comer a Stidmann, a Claudio Vignon y aSteinbock, pues comenzaba a tiranizarle como saben tiranizar esa clase demujeres a los ancianos, que corren de un lado a otro por la ciudad y van asuplicarfavoresaquienessonnecesariosalosinteresesyalasvanidadesdeestasdurasamantes.

Al día siguiente Valeria se preparó haciéndose uno de esos tocados queinventan lasparisiensescuandoquierenostentar todassusgracias.Serepasócomoelhombrequevaabatirserepasasusfintasysusromper.Niunpliegue,

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niunaarruga.Valeriagozabadesumáshermosablancura,desusuavidadydetoda su delicadeza. Sus lunares atraían insensiblemente lamirada. Se creenperdidososuprimidosloslunaresdelsigloXVIII,yseengañan.Lasmujeresdehoy,máshábilesquelasdelsiglopasado,mendiganelquelesasestenloslentes con estratagemas audaces. Ésta descubre, la primera, una cocarda decintas en cuyo centro pone un diamante, y acapara durante toda una nochetodaslasmiradas;aquéllaresucitalaredecilladondecolocaunpuñalhundidoenloscabellosparahacerpensarensuliga;laotraseponeunasmuñequerasde terciopelo negro; la de más allá reaparece con barbas. Estos sublimesesfuerzos,especiedeAusterlitzde lacoqueteríaodelamor,originanmodasque lasclases inferioresadoptancuandosusdichosascreadorasbuscanotrasnuevas.AquellanocheenqueValeriaqueríavencer,sepintótreslunaresysepeinóconunaguaquecambiósuscabellosrubiosencabelloscenicientos.LaseñoradeSteinbock teníaelcabellodeuncolor rubioardiente,yValerianoquería parecérsele en nada. Aquel nuevo color del pelo comunicó algo depicanteydeextrañoaValeria,lacualllegóapreocuparasusamantesdetalmodo,queMontesledijo:«¿Quétieneustedestanoche?…».Además,sepusoun ancho collar de terciopelo negro, para hacer resaltar la blancura de suescote. El tercer lunar se podía comparar al ex asesino de nuestras abuelas.Valeriasecolocóelmás lindocapulloderosaenelcentrodesu talle,en loalto de la ballena de su corsé, en el huecomás coquetón.Era para hacerlesbajarlosojosatodosloshombresmenoresdetreintaaños.

«Estoyparavolver locosa loshombres», sedijo repasandosusactitudesanteelespejo,absolutamenteigualacomounabailarinaestudiasusflexiones.

Isabela había ido al mercado, y la comida había de ser uno de esosbanquetes superfinos que Maturina cocinaba para su obispo cuando ésteobsequiabaalpreladodeladiócesisvecina.

Stidmann,ClaudioVignonyel condedeSteinbock llegaronaesode lasseiscasijuntos.Unamujervulgaronaturalsehubiesepresentadoenseguidaal oír el nombre del ser tan ardientemente deseado; peroValeria, que hacíacincohorasqueesperabaensucuarto,dejósolosasustresconvidados,seguradeserobjetodesuconversaciónodesuspensamientossecretos.Ellamisma,al dirigir el arreglo de su salón, había puesto en evidencia esas deliciosasinsignificanciasqueproduceParísyqueningunaotraciudadpodráproducir,yque revelan a lamujer y, por decirlo así, la anuncian recuerdos de esmalteadornadosconperlas,copasllenasdeencantadoresanillos,obrasmaestrasdeSevresodeSajoniamontadasconungustoexquisitoporFlorentyChanor;enfin,estatuitasyálbumesytodasesaschucheríasquevalenenormessumasyque pide a los fabricantes la pasión, en su primer delirio, o para su últimareconciliación.Porotraparte,Valeriasehallababajolaimpresiónquecausaeléxito. Le había prometido aCrevel ser sumujer siMarneffe semoría, y el

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enamorado Crevel había hecho operar a nombre de Valeria Fortin latransferencia de los diezmil francos de renta, importe de sus ganancias enferrocarrilesdetresañosaaquellaparte,esdecir,todoloquehabíaproducidoel capital de cien mil escudos que había ofrecido a la baronesa de Hulot.Valeria poseía, pues, treinta y dos mil francos de renta. Crevel acababa dehacerle una promesa que teníamuchamás importancia que el regalo de susganancias.Enelparoxismode lapasiónenquesuduquesa lehabíasumido(tal era el nombre que daba a la señora de Marneffe para completar susilusiones),porqueValeriasehabíaexcedidoasímismaenlacalledelDelfín,creyó deber animar la fidelidad prometida ofreciéndole comprarle un lindopalacetequeunimprudenteconstructorhabíaedificadoenlacalledeBarbetyqueibaaserpuestoenventa.Valeriaseveíayaenaquellaencantadoracasa,entrepatioyjardínyconcoche.

—¿Quévidahonradapuedeprocurar todoestoen tanpoco tiempoy tanfácilmente?—lehabíadichoaSabela.

Isabela comía aquel día en casa de Valeria, a fin de poder decirle aSteinbockloquenadiepuededecirseasímismo.LaseñoraMarneffe,conlacararadiantedefelicidad,hizosuentradaenelsalónconunagraciamodesta,seguidadeBela, la cual, vestida todadenegroyde amarillo, le servía parahacerresaltaraúnmássusgracias.

—Buenos días, Claudio—dijo, tendiendo la mano al antiguo y célebrecrítico.

Claudio Vignon se había convertido, como tantos otros, en un hombrepolítico,palabranuevaqueservíaparadesignaraunambiciosoenlaprimeraetapadesucarrera.Elhombrepolíticode1840es,enciertomodo,elabatedelsigloXVIII.Ningúnsalónestaríacompletosinsuhombrepolítico.

—Querida mía, aquí tienes a mi primito, el conde de Steinbock—dijoSabelapresentandoaWenceslao,queparecíapasarinadvertidoparaValeria.

—Sí, ya he reconocido al señor conde —dijo Valeria haciendo con lacabezaungracioso saludo al artista—.Leveía a usted con frecuencia en lacalledelDeanato,ytuveelgustodeasistirasumatrimonio.Queridamía—dijoaSabela—,esdifícilolvidaratuexhijo,auncuandonoselehayavistomásqueunavez.El señorStidmannesmuyamable—repuso, saludandoalescultor—porhaberaceptadomiinvitacióncontanpocotiempohecha;pero¡lanecesidadnotieneley!Sabíaqueenustedamigodeestosdosseñores,ycomonadahaymásfrío,mássosoqueunacomidaenlaquelosinvitadosnoseconocen, lehereclutadoaustedporcuentadeellos;perootravezvendráustedpormí,¿verdad?¡Digaustedquesí!…

DurantealgunosinstantessepaseóconStidmann,pareciendoúnicamente

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preocupadadeél.SeanunciósucesivamenteaCrevel,albarónHulotyaundiputadollamadoBeauvisage.Estepersonaje,unCreveldeprovincias,unodeesos hombres que han venido al mundo para hacer bulto, militaba bajo labandera del consejero de Estado Giraud y de Victorino Hulot. Estos dospolíticos querían formar un partido intermedio de progresistas en la granfalange de los conservadores.Giraud iba a veces por la noche a casa de laseñoraMarneffe,lacualsealababadetenertambiénaVictorinoHulot;peroelabogado puritano hasta entonces había encontrado pretextos para oponerresistenciaasusuegro.Presentarseencasadelamujerqueeralacausadelaslágrimasdesumadreleparecióuncrimen.VictorinoHuloteraalospuritanosdelapolíticaloqueunamujerpiadosaesalasdevotas.Beauvisage,antiguogorrerodeArcis,queríainiciarseenlavidadeParís.Estehombre,queeraunodeloszoquetesdelaCámara,seformabaencasadeladeliciosayencantadoraseñoraMarneffe,donde,seducidoporCrevel,aceptóaéste,porindicacióndeValeria,comomaestroypormodelo;leconsultabaentodo,lepedíalasseñasdesusastre,leimitabayhastatratabadecopiarsuposiciónfavorita.Valeria,rodeadadetodosestospersonajesydelostresartistas,bienacompañadaporIsabela, parecióle aWenceslao unamujer tantomás distinguida cuanto queClaudioVignonleelogióalaseñoraMarneffecomohombreenamorado.

—Es la señoraMaintenondentro del traje deNinón—le dijo el antiguocrítico—.Agradarla es cuestióndeunanoche enque esté devena; pero seramadoporellaesuntriunfoquepuedebastaralorgullodeunhombreyllenarsuvida.

Valeria, fría e indiferente en apariencia con su antiguo vecino, atacó suvanidadsinsaberlo,puesdesconocíaelcarácterpolaco.Hayeneleslavounalgopuerilcomoentodoslospueblosprimitivamentesalvajesque,habiendohecho irrupción en las naciones civilizadas, no se han civilizado realmente.Esta raza se ha extendido como una inundación y ha cubierto una inmensasuperficiedelglobo.Habitadesiertoscuyosespaciossontanvastosqueviveuno allí a sus anchas, y como no se roza, como en Europa, con los demáspueblos, su civilización resulta imposible sin el roce continuo de lasinteligenciasydelosintereses.Ucrania,Rusia, lasllanurasdelDanubioyelpuebloeslavosonunpuntodeuniónentreEuropayAsia,entrelacivilizaciónylabarbarie.Asíelpolaco,lafracciónmásricadelpuebloeslavo,tieneenelcarácter puerilidades y la inconstancia de las naciones imberbes. Posee elvalor,elcorajeylafuerza;peroheridosdeinconsistenciasuvalor,sucorajeysufuerzanotienenmétodoniingenio,pueslospolacosofrecenunamovilidadsemejante a la del viento que reina en aquella inmensa llanura plagada depantanos;sitienelaimpetuosidaddelosventisquerosquehundenyarrastranlas casas, lomismoque esas terribles avalanchas aéreas va a perderse en elprimerestanquequeencuentradisueltoenagua.Elhombretomasiemprealgodel medio en que vive; en guerra continua con los turcos, los polacos han

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adquirido el gusto de las magnificencias orientales; sacrifican a veces lonecesarioparabrillar;seadornancomomujeresy,sinembargo,elclimaleshadado la dura constitución de los árabes. El polaco, sublime en el dolor, hacansadoelbrazodesusopresoresafuerzadedejarsegolpear,reanudandoasí,en el siglo XIX, el espectáculo que ofrecieron los primeros cristianos.Introducidundiezporcientodesocarroneríainglesaenelcarácterpolaco,tanfranco y tan abierto, y la generosa águila blanca reinaría hoy en todas laspartes donde reina el águila de dos cabezas. Un poco de maquiavelismohubiera impedidoaPolonia el salvar aAustria, que laha repartido; el pedirprestadoaPrusia,suusurera,quelahaminado;yeldividirseenelmomentodelprimerreparto.EnelbautizodePoloniaunahadaCarabosa,olvidadaporlosgeniosquedotabanaestaseductoranación lasmásbrillantescualidades,llegósindudaadecir:«¡Conserva todos losdonesquemishermanas tehandispensado; pero no serás nunca lo que quieras…!». Si Polonia hubiesetriunfadoensudueloheroicoconRusia, lospolacossebatiríanhoyentresí,comoantañoensusDietas,paraimpedirselosunosalosotroselserreyes.Eldíaenqueestanación,compuestaúnicamentedetemperamentossanguíneos,tenga el buen sentido de buscar unLuisXI en sus entrañas y de aceptar sutiraníayladinastía,quedarásalvada.LoquePoloniafueenpolíticalosonlamayorpartede lospolacosensuvidaprivada, sobre todocuando llegan losdesastres.AsíWenceslaoSteinbock,quehacíatresañosadorabaasumujerysabíaeraundiosparaella,sesintiótanheridoensuamorpropioalverquepasabacasidesapercibidoparalaseñoraMarneffe,quesepropusoasímismo,como cuestión de honor, obtener de ella alguna atención. Comparando aValeria con sumujer, dio preferencia a la primera.Hortensia era una buenamoza,comodecíaValeriaaIsabela;perolaseñoraMarneffeposeía,además,la delicadeza de las formas y el atractivo del vicio. La abnegación deHortensia es un sentimiento que, para un marido, parece cosa debida; laconcienciadel inmensovalordeunamorabsolutosepierdepronto,comoeldeudor se figura, al cabo de algún tiempo, que el préstamo es suyo. Estasublimelealtadseconvierteenciertomodoenelpancotidianodelalma,ylainfidelidad seduce como una golosina. Lamujer desdeñosa, sobre todo unamujerpeligrosa,irritalacuriosidaddelmismomodoquelasespeciesrevelanla buena carne. El desprecio, tan bien fingido por Valeria era, además, unanovedadparaWenceslao,despuésde tresañosde fácilesplaceres.HortensiafuelamujeryValeriafuelaquerida.

Muchos hombres quieren tener estas dos ediciones de la misma obra, apesar de ser una inmensa prueba de inferioridad en un hombre el no saberhacer de su mujer su querida. La variedad en este género es un signo deimpotencia. ¡Laconstanciaserásiempreelgeniodelamor,el indiciodeunafuerza inmensa, loqueconstituyealpoeta!Lamujerpropiadebeencarnaratodas lasmujeres,como losembarradospoetasdel sigloXVIIhacíandesus

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ManonIrisyCloes.

—Bueno—dijoIsabelaasuprimoenelmomentoenqueleviofascinado—;¿quélepareceaustedValeria?

—¡Demasiadoencantadora!—respondióWenceslao.

—Ustednoquisoescucharme—repusolaprimaBela—.¡Ah,Wenceslaomío! si hubiéramos seguido juntos hubiera sido el amante de esa sirena, sehubieracasadoconellaalquedarviudayseríansuyosloscuarentamilfrancosderentaquetiene…

—¿Deveras?

—¡Yalocreo!—respondióIsabela—.Bueno;ahora tengaustedcuidado;yoyaleheprevenidodelpeligro,novayaaquemarse.Demeustedelbrazo,queyaestálamesapuesta.

Ningúndiscursopodíasermásdesmoralizadorqueaquél,porquenotenéismásqueenseñarunabismoaunpolacoparaquesearrojeaélenseguida.Estepueblotienesobretodoelgeniodelaantiguacaballería,ycreepodervencertodos los obstáculos y salir victorioso de ellos. Aquel espolazo dado porIsabela a la vanidad de su primo viose apoyado por el espectáculo delcomedor,dondebrillabaunmagníficoserviciodeplata,dondeSteinbockpudovertodaslasdelicadezasdellujoparisiense.

—Habría hecho mejor —se dijo para sus adentros—, casándome conCelimena.

Durante aquella comida, Hulot, contento de ver allí a su yerno, y mássatisfecho aún de la certidumbre de una reconciliación con Valeria, estuvoencantador.Stidmannrespondióa laamabilidaddelbarónconsuchispeantegracia de artista. Steinbock no quiso dejarse eclipsar por su compañero ydesplegó su ingenio; tuvo grandes salidas y produjo tanto efecto que quedósatisfecho de sí mismo; la señora Marneffe le sonrió varias veces,demostrándolequelecomprendía.Lacomidaylosvinosgenerososacabarondehundir aWenceslaoen loqueespreciso llamar el lodazaldelplacer.Unpocoalegreporelvino,despuésdecomerfuea tendersesobreundiván,enmedio de una felicidad física y espiritual, que fue llevada al colmo por laseñoraMarneffe,yendoasentarseasulado,ligera,perfumadayenunestadocapazdecondenaralosángeles.LalibertinaseinclinóhaciaWenceslaoylerozócasilaorejaparahablarleenvozbaja.

—Estanochenopodemoshablardeciertosasuntos,amenosquenoquieraser usted el último enmarcharse. Entre usted, Sabela y yo arreglaremos lascosasasugusto.

—¡Ah,señora,esustedunángel!—dijoWenceslao,respondiéndoledela

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mismamanera—.HehechounasolemnetonteríaennoescucharaIsabela.

—¿QuéledecíaaustedIsabela?

—Measeguraba,enlacalledelDeanato,queustedmeamaba.

La señoraMarneffemiró aWenceslao, fingió estar confusa y se levantóbruscamente.Unamujerjovenybonitanohadespertadonuncaimpunementeenunhombrelaideadeunéxitoinmediato.Aquelarranquedemujervirtuosa,reprimiendounapasiónguardadaenelcorazón,eramilvecesmáselocuentequeladeclaraciónmásapasionada.

DeestemodolosdeseosdeWenceslaofuerontanvivamenteirritados,queelpolacoredoblósusatencionesparaconValeria.Mujervista,mujerdeseada.Deahíprovieneelterriblepoderdelasactrices.LaseñoraMarneffe,alsaberque era observada, obró como una actriz aplaudida. Estuvo encantadora yobtuvountriunfocompleto.

—Nomeasombranlaslocurasdemisuegro—dijoWenceslaoaIsabela.

—Wenceslao, si habla usted de ese modo —respondió la prima— mearrepentirétodalavidadehaberhechoqueleprestasenesosdiezmilfrancos.¿Estará usted, acaso, como todos —dijo mostrando a los convidados—enamoradocomounlocodeesacriatura?Noolvidequeseráustedelrivaldesusuegro.Enfin,tengaencuentalainmensapenaquelecausaríaaHortensia.

—Es verdad —dijo Wenceslao—. Hortensia es un ángel y yo sería unmonstruo.

—Sí,bastayaconunoenlafamilia—replicóSabela.

—Losartistasnodeberíancasarsenunca—exclamóSteinbock.

—¡Ah!EsoesloqueyoledecíaenlacalledelDeanato.Sushijosdebenserlosgrupos,lasestatuas,lasobrasmaestras.

—¿Qué está usted diciendo?—se llegó a preguntarValeria, uniéndose aIsabel—.Sirveelté,prima.

Steinbock,llevadodesufanfarroneríapolaca,quisomostrarsefamiliarconaquella hada del salón. Después de haber insultado a Stidmann, a ClaudioVignon y a Crevel con lamirada, tomó aValeria de lamano y la obligó asentarseasulado.

—Conde Steinbock, es usted demasiado gran señor —le dijo ella,resistiéndoseunpoco.

Ydiciendoesto,seechóareír,dejándosecaerasulado,nosinmostrarleuncapullitoderosaquellevabaeneltalle.

—¡Ay de mí! Si fuese gran señor —dijo— no vendría aquí a pedir

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prestado.

—¡Pobremuchacho! ¡Cómome acuerdo de sus noches de trabajo en lacalle del Deanato! Fue usted un poco tonto. Se ha casado usted como unhambrientosearrojasobreunpan.UstednoconoceParís.Veaustedcómosehalla.Peroesclaro,semostróustedsordoalaabnegacióndelaBelacomoalamordelaparisiensequesesabeaParísdememoria.

—Nomediganadamás—exclamóSteinbock—;biencastigadoestoy.

—MiqueridoWenceslao,tendráustedsusdiezmilfrancos,peroconunacondición—dijo,jugandoconsusadmirablesrizos.

—¿Cuál?

—Quenoquierointereses.

—Señora…

—¡Oh!Noseenfadeusted.Sustituirálosinteresesporungrupoenbronce.Ya que comenzó usted la historia de Sansón, acábela. Haga una Dalilacortándole los cabellos al Hércules judío… Pero usted, que será, si quiereescucharme, un gran artista, espero que comprenderá el asunto. Se trata deexpresar el poder de la mujer. Sansón allí no es nada: es el cadáver de lafuerza.Dalilaeslapasiónquetodoloarruina.¡Cómoestaréplica…!¿Esasícomo dicen ustedes? —añadió finamente, viendo a Claudio Vignon y aStidmannqueseacercabanaellosaloírquesehablabadeescultura—.¡Cómoesta réplicadeHércules a lospiesdeOnfala esmuchomáshermosaque elmitogriego!¿EsGrecialaquehacopiadoaJudea,oJudealaquehasacadodeGreciaestesímbolo?

—¡Ah,señora!Promueveustedconesapreguntaunagravecuestión:ladelas épocas en que han sido compuestos los libros de la Biblia. El grande einmortal Espinosa, tan estúpidamente comprendido entre el número de losateos, a pesar de haber demostradomatemáticamente la existencia deDios,pretendíaqueelGénesisy lapartepolítica,pordecirloasí,de laBiblia,sondeltiempodeMoisés,ydemostrabalasinterpolacionespormediodepruebasfilológicas.Asíescomorecibiótrescuchilladasalaentradadelasinagoga.

—No sabía yo que fuese tan sabia—dijo Valeria, contrariada al ver suentrevistainterrumpida.

—Lasmujereslosabentodoporinstinto—replicóClaudioVignon.

—Bueno; ¿me lo promete usted?—dijo ella a Steinbock, cogiéndole lamanoconunaprecaucióndemuchachaenamorada.

—Querido mío —exclamó Stidmann—, ¡qué feliz es usted! ¡Cuántodesearíayoqueestaseñoramepidiesealgo!

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—¿Yquéesello?—dijoClaudioVignon.

—Unpequeñogrupoenbronce:DalilacortándoleloscabellosaSansón.

—Esdifícil—advirtióClaudioVignon—,acausadellecho.

—Alcontrario,esexcesivamentefácil—replicóValeria,sonriéndose.

—¡Ah!Hablemosdelaescultura—dijoStidmann.

—¿Es la señora la que ha de ser esculpida?—replicó Claudio Vignon,dirigiendoaValeriaunamaliciosamirada.

—Bueno—dijoésta—;heaquícómoconciboyolacomposición.Sansónsehadespertadosincabellos,comomuchosdandysquelosllevanpostizos.Elhéroe yace al borde del lecho, como Mario sobre las ruinas de Cartago;cruzadoslosbrazosylacabezaafeitada,NapoleónenSantaElena;¡eh!,Dalilaestá arrodillada,pocomásomenoscomo laMagdalenadeCanova.Cuandounamuchachahaarruinadoasuhombre,leadora.Amijuicio,lajudíatemióal Sansón terrible y poderoso, pero tuvo que amar al Sansón débil. Daliladeplora,pues,sufalta,quisieradevolverasuamantesuscabellos,noseatreveacontemplarle,y lemira sonriendo,porqueve superdónen ladebilidaddeSansón.EstegrupoyeldelabravíaJuditdanunaexplicacióndelamujer:lavirtud corta la cabeza y el vicio no corta más que los cabellos. Conque,cuidadito,señores,consustupés.

Ydejóconfundidosalosdosartistas,quehicieron,enunióndelcrítico,unconciertodealabanzasensuhonor.

—Noesposiblesermásdeliciosa—exclamóStidmann.

—¡Oh! —dijo Claudio Vignon—. Es la mujer más inteligente y másdeseablequeyohevisto.¡Estanraroreunirlabellezayeltalento!

—Si usted, que ha tenido el honor de conocer íntimamente a CamilaMaupin, dice usted lo que dice—respondió Stidmann—, ¿qué pensaremosnosotros?

—SiquiereustedhacerdeDalila,miqueridoconde,unretratodeValeria—dijoCrevel,quehabíadejadoeljuegoporunmomentoylohabíaoídotodo—,lepagomilescudosporunejemplardesugrupo.¡Oh!¡Sí!¡Diantre!Milescudos,mecorro.

—¡Me corro! ¿Qué quiere decir eso?—preguntó Beauvisage a ClaudioVignon.

—Sería preciso que la señora sirviese de modelo —dijo Steinbock aCrevel,señalándoleaValeria—.Pregúnteselo.

EnaquelmomentoValeriallevabaunatazadetéaSteinbock,locualera

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másqueunadistinción: eraun favor.En lamaneracomounamujer ejecutaestafunciónhaytodounlenguaje,ylasmujereslosabenbien.Asíesquehayque estudiar con curiosidad sus movimientos, sus gestos, sus miradas, sustonos, su acento, cuando cumplen este acto de cortesía en apariencia tansencillo.Desdelaspreguntas:«¿Tomaustedté?».«¿Quiereustedté?»«¿Unatazadeté?»fríamenteformuladas;delaordendetraerlodadaalaninfaquetienelatetera,hastaelenormepoemadelaodaliscayendodelamesadelté,con la tazaen lamano,hastaelbajádelcorazónypresentándoselaconairesumiso,ofreciéndoselaconvozcariñosayconunamiradallenadepromesasvoluptuosas, un fisiólogo puede observar todos los sentimientos femeninos,desde la aversión y la indiferencia hasta la declaración deFedra aHipólito.Lasmujeres puedenhacerse aquí, a voluntaddespreciativas hasta el insulto,humildeshastalaesclavituddelOriente.Valeriafuemásqueunamujer:fuelaserpiente hecha mujer; acabó su obra diabólica encaminándose haciaSteinbockconunatazadetéenlamano.

—Tomaría—dijoelartistaaValeriaaloído, levantándosey rozandosusdedosconlosdeValeria—tantastazasdetécomoustedquisieraofrecerme,paraverpresentármelasasí.

—¿Quéhablausteddeservirdemodelo?—preguntóellasinparecerhaberrecibidoenelcorazónaquellaexplosióntanrabiosamenteesperada.

—ElpadreCrevelmecomprapormil escudosunejemplardelgrupodeusted.

—¿Él,másdemilescudosporungrupo?

—Sí,siquiereustedservirdemodeloparalaDalila—dijoSteinbock.

—No será verdad—repuso ella—.El grupo valdríamás que su fortuna,puesDaliladebeestarunpocoescotada.

DelmismomodoqueCrevelteníaunaposiciónfavorita,todaslasmujerestienen una actitud victoriosa, una posición estudiada, en la que se hacenadmirarirresistiblemente.Lashayquepasansuvidaenlossalonesmirandoelencajedesuscamisetasyponiendoensulugarlashombrerasdesusvestidos,obienhaciendo jugarelbrillode suspupilascontemplando lascornisas.Laseñora Marneffe no triunfaba de frente como todas las demás. Se volvióbruscamenteparairalamesadeltéaencontraraIsabela,yestemovimientodebailarinaagitandosuvestido,conelcualhabíaconquistadoaHulot,fascinóaSteinbock.

—Tuvenganzaescompleta—dijoValeriaa Isabelaaloído—.HortensialloraráamaresymaldeciráeldíaenquetequitóaWenceslao.

—Hastaquenosealaseñoramariscalanohabréhechonada—respondió

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lalorenesa—;peroyaempiezantodosaquererlo.EstamañanaheidoacasadeVictorino.Meheolvidadodecontarteesto.ElmatrimoniohacompradoaVauvinetlasletrasdecambiodelbarón,ysuscribenmañanaunaobligacióndesetentaydosmilfrancosalcincoporcientodeinterés,reembolsablesentresaños,conhipotecasobresucasa.YatienesalhijodeHulotapuradoparatresaños, y le será imposible ahora encontrar dinero sobre esa propiedad.Victorinoestáhorriblementetriste;hacomprendidoasupadre.Enfin,Crevelescapazdenovermásasushijos;tantoseenojaráalverestaabnegación.

—El barón debe de estar ahora sin recursos —dijo Valeria al oído deIsabela,sonriendoaHulot.

—No veo de dónde puede sacar dinero ahora; pero volverá a cobrar susueldoenelmesdeseptiembre.

—Tiene supóliza de seguro; la ha renovado.Vaya, ya es tiempodequehagaaMarneffejefedenegociado;voyasesinarleestanoche.

—Primomío—fue a decir Isabela aWenceslao—, retírese, se lo ruego.Estáustedridículo,miraustedaValeriadeunmodocomprometedorparaella,ysumaridoeshorriblementeceloso.Noimiteustedasusuegro,yváyaseasucasa;estoysegurodequeHortensialeespera.

—LaseñoraMarneffemehadichoquemequedaraelúltimo,paraarreglarentrenosotrostresnuestronegocio—respondióWenceslao.

—No—dijo Isabela—; voy a devolverle los diez mil francos, pues sumaridotienelosojosfijosenusted,yseríaunaimprudenciaquesequedase.Mañana,alasonce,traigalaletradecambio;aesahoraesechinodeMarneffeestáensuoficina,Valeriaestátranquila…¿Lehapedidoustedquelesirviesedemodeloparaungrupo?…Antesentreustedenmicasa.¡Ah!Yasabíayoqueeraustedun libertinoengermen—dijoIsabelasorprendiendo lamiradacon que saludó Steinbock a Valeria—. Valeria es muy hermosa, pero trateusteddenodisgustaraHortensia.

Nadairritatantoaloscasadoscomoelencontrarentodotiempoasumujerentreellosyundeseo,aunqueésteseapasajero.

Wenceslaovolvióasucasacercadelaunadelamadrugada;Hortensialeesperaba desde las nueve ymedia. Desde las nueve ymedia hasta las diezescuchóelruidodeloscoches,diciéndosequeWenceslao,cuandocomíasóloencasade losChanoryFlorent,nuncavolvía tan tarde.Cosía al ladode lacunadesuhijo,puesempezabaaahorrareljornaldeunaobrera,haciendoporsí misma ciertos arreglos. Desde las diez a las diez y media tuvo unpensamientodedesconfianzaysepreguntó:

—¿HabráidoacomeracasadeChanoryFlorentcomomehadicho?Ha

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queridoparavestirse,sucorbatamáslindaysumejoralfiler.Haempleadoenarreglarsetantotiempocomounamujerquequiereparecermejordeloquees.¡Estoyloca!Meama.Yaestáaquí.

En vez de detenerse el coche que oyó lamujer, pasó.De las once a lasdoce,Hortensiaseentregóaterroresinauditos,causadosporlasoledaddesubarrio.

—Sihavueltoapie—dijo—,puedehaberleocurridoalgunadesgracia.Semataunotropezandocontraelbordillodeunaacera,onoesperandoencontrarlagunas.¡Sontandistraídoslosartistas…!¡Silehabránatracado…!

Éstaes laprimeravezquemedejasoladuranteseishorasymedia.¿Porquéatormentarme?Noamaanadiemásqueamí.

Los hombres deberían ser fieles a lasmujeres que les aman, aunque nofuesemásqueacausadelosmilagrosperpetuosproducidosporelverdaderoamorenelmundosublime,llamadomundoespiritual.Unamujeramanteestá,con respectoalhombreamado, en la situacióndeuna sonámbulaaquienelmagnetizador diese el triste poder, cesando de ser el espejo del mundo, detenerconciencia,comomujer,deloquevecomosonámbula.Lapasiónhacellegar las fuerzas nerviosas de la mujer a un estado extático en que elpresentimiento equivale a la visión de los videntes. Unamujer sabe que estraicionada,noescuchaanadie,duda,¡amatanto!,ydesmienteelgritodesupoder de pitonisa. Este paroxismo del amor debería tener un culto. En losespíritus nobles, la admiración de este fenómeno divino será siempre unabarreraquelossepararádelainfidelidad.¿Cómonoadoraraunahermosa,aunaespiritualcriaturacuyaalmallegaamanifestacionessemejantes?Alaunade la madrugada Hortensia había llegado a tal grado de angustia, que seprecipitóhacia lapuerta al conocer aWenceslaoen sumanerade llamar; locogióentresusbrazos,estrechándolematernalmente.

—¡Alfin,yaestásaquí!…—dijoella,recobrandoelusodelapalabra—.Amigomío,deaquíenadelante irécontigoadondetúvayas,puesnoquieroexperimentar por segunda vez la tortura de semejante espera… Te he vistotropezarcontraunbordillodeacerayconlacabezaabierta,¡muertoporunosladrones! No, comprendo que otra vez me volvería loca. ¿Te has divertidomucho…sinmí?¡Vil!

—¿Quéquieres,angelitomío?EstabaallíBixiou,quenoshahechonuevoscargos;LeóndeLora,cuyoespíritunoseagota;ClaudioVignon,aquiendeboel único artículo consolador que se ha escrito acerca del monumento delmariscalMontcornet.Había…

—¿Nohabíamujeres?—preguntóvivamenteHortensia.

—LarespetableseñoraFlorent…

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—TúmehabíasdichoqueeraenelRocherdeCancale.¿Era,pues,ensucasa?

—Sí,ensucasa,meheequivocado.

—¿Nohasvenidoencoche?

—No.

—¿YvienesapiedesdelacalledeTournelles?

—Stidmann y Bixiou me han acompañado por los bulevares hasta laMagdalena,almismotiempoquecharlábamos.

—¡Puesestánbiensecoslosbulevares,laplazadelaConcordiaylacalledeBorgoña!¡Notehasensuciado!—dijoHortensia,examinandolaslustrosasbotasdesumarido.

Había llovido; pero desde la calle de Vanneau a la de San Dominico,Wenceslaonohabíapodidoensuciarselasbotas.

—Toma, aquí tienes cinco mil francos que Chanor me ha prestadogenerosamente—dijoWenceslaoparacortarensecoaquellasinterrogacionescasijudiciales.

Había hechodos paquetes con sus diez billetes demil francos, uno paraHortensiayotroparaélpuesteníacincomilfrancosdedeudasignoradasdeHortensia.Debíaasudesbastadoryasusobreros.

—Yaestás tranquila,queridamía—dijo,abrazandoasumujer—.Desdemañanamevoyaponeratrabajar.¡Oh!Mañana,mañanasaldréalasochoymedia y me iré al taller; de modo que me voy a acostar en seguida paralevantarmetemprano,¿melopermites,monona?

LasospechaquehabíapenetradoenelcorazóndeHortensiadesapareció;vioseamilleguasdelaverdad.YanopensabaenlaseñoraMarneffe.TemíaparasuWenceslaolasociedaddelasloretas,pueslosnombresdeBixiouydeLeón de Lora, dos artistas conocidos por su vida desenfrenada, la habíaninquietado.

A la mañana siguiente vio marchar a Wenceslao a las nueve,completamentetranquilizada.

—Yaestáentregadoaltrabajo—sedecía,procediendoavestiralniño—.¡Oh,loveo,estáanimadodelosmejorespropósitos!¡Bueno;sinotenemoslagloriadeMiguelÁngel,tendremoslaBenvenutoCellini!

Mecidaporsuspropiasesperanzas,Hortensiacreíaenunporvenirfeliz,yhablabaasuhijo,queteníaveintemeses,eselenguajellenodeonomatopeyasquehace sonreír a losniños, cuando, a esode las once, la cocinera, queno

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habíavistosaliraWenceslao,hizopasaraStidmann.

—Dispense,señora—dijoelartista—.¡Cómo!,¿hasalidoyaWenceslao?

—Estáensutaller.

—Veníaaentendermeconélparadarprincipioanuestrostrabajos.

—Voyaenviarleabuscar—dijoHortensia,haciendounaseñaaStidmannparaquesesentase.

Hortensia,dandolasgraciasalCieloporaquellacasualidad,quisoreteneraStidmann,afindeobtenerdetallesdelaveladadelavíspera.Stidmannseinclinóparadarlelasgraciasalacondesaporaquelfavor.LaseñoraSteinbockllamó,acudiólacocinerayledioordendequefueseabuscaralseñoraltaller.

—Se habrán divertido ustedes mucho ayer —dijo Hortensia—, puesWenceslaonovolvióhastalaunadelamadrugada.

—¿Divertido…?No, precisamente—respondió el artista, que la vísperahabía querido conquistar a la señoraMarneffe—. Uno no se divierte en elmundo más que cuando se agitan en él intereses. Esa señora Marneffe esexcesivamenteespiritual,peroescoqueta…

—¿Y qué le ha parecido a Wenceslao? —preguntó la pobre Hortensia,tratandodepermanecertranquila—.Nomehadichonada.

—Sólolediréunacosa—respondióStidmann—,yesquemeparecemuypeligrosa.

Hortensiapalideciócomounareciénparida.

—Demodoquees…encasadelaseñoraMarneffe…yno…encasadeChanor, donde comieron ustedes ayer… —dijo ella—, con Wenceslao, ¿yél…?

Stidmann,sinsaberquédesgraciaocasionaba,adivinóquecausabauna.Lacondesa no terminó su frase; se desmayó. El artista llamó y acudió lacamarera. Cuando Luisa trató de llevar a la condesa de Steinbock a suhabitación,unataquedenerviosdelamayorgravedadsedeclaróenmediodehorribles convulsiones. Stidmann, como todos los que en una involuntariaindiscrecióndestruyenelcatafalcoelevadoporlamentiradeunmaridoensuhogar, no podía creer qué palabra tuviese semejante poder; pensó que lacondesasehallabaeneseestadoenfermizoenquelacontrariedadmásligeraseconvierteenunpeligro.Lacocineravinoaanunciar,desgraciadamenteenvozalta,queelseñornoestabaensutaller.Enmediodesucrisis,lacondesaoyóaquellarespuesta,ylasconvulsionesserepitieron.

—¡Vaya usted a buscar a la madre de la señora!… —dijo Luisa a lacocinera—.¡Corra!

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—Si supiese dónde se encuentra Wenceslao iría a advertirle —dijoStidmanndesesperado.

—Está en casa de esa mujer —exclamó la pobre Hortensia—. Se havestidodeotromodoqueparairaltaller.

Stidmanncorrióacasade laseñoraMarneffe, reconociendolaverdaddeese cálculo debido a la segunda vista de las pasiones. En aquel momentoValeriaposabaparalaDalila.Demasiadoastutoparapreguntarpor laseñoraMarneffe,Stidmannpasómuytiesoporlaporteríayentrórápidamenteenelsegundo piso, haciéndose este razonamiento: «Si pregunto por la señoraMarneffe, no estará en casa. Si pregunto estúpidamente por Steinbock, sereirán enmisnarices… ¡Saltemospor todo!».Aloír el campanillazo,Reinaacudió.

—¡Diga usted al señor conde de Steinbock que venga! ¡Su señora semuere!

—Reina,queera tanlistacomoStidmann, lemiróconairepasablementeestúpido.

—Peroseñor,nosé…loqueusted…

—LedigoquemiamigoSteinbockestáaquí,sumujersemuere,ylacosavalelapenaparaquemolesteustedasuseñora.

YStidmannsefue,diciéndose:

—¡Oh,está!

En efecto, Stidmann, que permaneció algunos instantes en la calle deVanneau,viosaliraWenceslaoylehizoseñadequeseacercaserápidamente.Despuésdehaber contado la tragediaque sedesarrollabaen la calledeSanDominico, Stidmann riñó a Steinbock por no haberle advertido que leguardaseelsecretoacercadelacomidadelavíspera.

—¡Estoy perdido!—le dijoWenceslao—. Pero te perdono.He olvidadonuestra cita para esta mañana, y he cometido la falta de no decirte quedebíamoshabercomidoencasadeFlorent.¿Quéquieres?EstaValeriamehavuelto loco;peroqueridomío, vale lagloria, vale ladesgracia…¡Ah!Es…¡Diosmío!,meveosinsalida.Aconséjame.¿Quédecir?¿Cómojustificarme?

—¿Aconsejarte? No sé nada—respondió Stidmann—. Pero tu mujer teama,¿verdad?Puesbien;creerátodoloqueledigas.Sobretododilequeibasamicasamientrasyoibaalatuya,ydeestemodosalvaráslasituacióndeestamañana.Adiós.

Cuando estaba en el ángulo de la calle de Hillerin-Bertin, Isabela,advertida por Reina, y que corría tras Steinbock temiendo a su candidez

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polaca,seunióaél.Noqueriendoversecomprometida,dijoalgunaspalabrasaWenceslao,elcual,ensualegría, laabrazóenmediode lacalle.Sindudahabía tendido el artista una plancha para cruzar aquel estrecho de la vidaconyugal.

Al ver a su madre, que había llegado a toda prisa, Hortensia derramótorrentes de lágrimas.Demodo que la crisis nerviosa cambió felizmente deaspecto.

—¡Traicionada, mi querida mamá! —le dijo—. Wenceslao, después dehaberme dado su palabra de honor de no ir a casa de la señora Marneffe,comióayerallíynohavueltohasta launaycuartode lamadrugada. ¡Si túsupieses!Anteayerhabíamos tenido, nounadisputa, sinouna explicación…¡Le dije cosas conmovedoras!: «Que estaba celosa, que una infidelidad memataría, que estaba triste, que debía respetar mis debilidades, puesto queprocedíandemiamorhaciaél;queteníaenlasvenastantasangredemipadrecomotuya,yenelprimermomentodevermetraicionadaseríacapazdehacerlocurasparavengarme,dedeshonrarnosatodos,aél,asuhijoyamí;enfin,quepodríamatarloaélymatarmeyodespués,etcétera». ¡Yha idoallá! ¡Yestáahoraallí!Esamujersehapropuestohacernosdesgraciadosatodos.AyermihermanoyCelestinasecomprometieronarecogersetentaydosmilfrancosenletrassuscritasparaesatuna…Sí,mamá,ibanaperseguiramipadreyaencarcelarlo.¿No tienebastanteesamujerconmipadreycon tus lágrimas?¿PorquémehadequitaraWenceslao?¡Iréasucasaylacoseréapuñaladas!

LaseñoraHulot,heridaenelcorazónpor lahorribleconfidencia,queenmediodesurabia lehacíaHortensiasinsaberlo,ocultósudolorconunodeesosheroicosesfuerzosdequesoncapaceslasabuelasycolocólacabezadesuhijasobresusenoparacubrirladebesos.

—EsperaaWenceslao,hijamía,ytodoseaclarará.Elmalnodebedesertan grande como tú crees. ¡Yo también he sido traicionada, mi queridaHortensia! Tú me encuentras hermosa, soy virtuosa y, sin embargo, haceveintitrésañosquemeveoabandonadaporlasJennyCadine,porlasJosefas,porlasMarneffe…¿Losabíasesto?

—¡Tú,mamá, tú!… ¿Tú sufres como yo sufro ahora, desde hace veinteaños?…

Ysedetuvoantesuspropiasideas.

—Imítame,hijamía—repuso lamadre—.Sédulceybuenay tendrás laconcienciatranquila.Cuandoenellechodemuerteunhombresedice:«¡Mimujernomehacausadojamáslamenorpena!»,Dios,queoyeestosúltimossuspiros,noslostieneencuenta.Siyomehubieseentregadoafurorescomotú,¿quéhubierasucedido?Atupadreselehubieseagriadoelcarácter;talvez

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me hubiese abandonado, y no se habría visto retenido por el temor deafligirme.Nuestraruina,quesehaconsumadohoy,lohubiesesidodiezañosantesyhubiésemosofrecidoelespectáculodeunmaridoyunamujerviviendocadaunoporsulado,escándalohorribleydesolador,porqueeslamuertedelafamilia.Nituhermanonitúhubieseispodidocasaros…Yomehesacrificado,y tan valerosamente que, sin esta última pasión de tu padre, el mundo mecreeríaaúnfeliz.MioficiosaymuyvalerosamentirahaprotegidohastaahoraaHéctor,yesaúnmuyconsiderado;únicamentequeesapasióndeancianolellevademasiadolejos,loveo.Sulocura,lotemo,romperáelbiomboqueyohabía colocado entre el mundo y nosotros… Pero he mantenido duranteveintitrés años ese obstáculo, detrás del cual yo lloraba, sin madre y sinconfidente, sin otro socorro que el de la religión, y he procurado duranteveintitrésañosporelhonordelafamilia.

Hortensia escuchabaa sumadre con losojos fijos.Lavoz tranquilay laresignacióndeaquelsupremodolorcalmaronlairritacióndelaprimeraheridahechaalcorazóndelareciéncasada; las lágrimasacudieronasusojosy lasderramóatorrentes.Enunaccesodepiedadfilial,aplastadaporlasublimidaddesumadre,searrodillóanteella, lecogió la fimbriadesufalday labesó,comoloscatólicospiadososbesanlassantasreliquiasdeunmártir.

—Levántate,Hortensiamía—dijo la baronesa—. ¡Semejante testimoniodemi hija borramuchosmalos recuerdos!Ven ami corazón, que sólo estáoprimidoportupena.Ladesesperacióndemipobrehija,cuyaalegríaeramiúnicaalegría,harotoelsellosepulcralquenadadebíaquitardemislabios.Sí,quería llevar mis dolores a la tumba como un sudario más. Para calmar tudolorhehablado…¡Diosmeperdonará! ¡Oh!, simivida tuvieseque ser tuvida,¡quénoharíayo!…Loshombres,elmundo,lacasualidad,laNaturaleza,hastacreoqueDios,nosvendenelamoralpreciodelasmáscruelestorturas.Pagaríaveinticuatroañosdedesesperación,depenasincesantes,deamarguras,diezañosfelices…

—Túhastenidodiezaños,miqueridamamá,yyotressolamente—dijolaegoístaenamorada.

—Nadasehaperdido,hijamía;esperaaWenceslao.

—Mamá—dijoella—.¡Hamentido!¡Mehaengañado!…¡Mehadicho:«Noiré»,yhaido!Yestoantelacunadesuhijo.

—Loshombres,ángelmío,cometenporsuplacer lasmayorescobardías,infamias,hastacrímenes;segúnparece lo llevanenelcarácter.Nosotras, lasmujeres, estamos consagradas al sacrificio.Creía quemis desgracias habíanterminado,yahoraempiezan,puesnoesperabasufrirdoblementesufriendoenmihija.¡Valorysilencio!Hortensiamía,júramenocontaranadiemásqueamí tus penas, no dejar ver nada delante de terceros… ¡Oh, sé tan orgullosa

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comotumadre!

EnestemomentoHortensiaseestremeció:oyólospasosdesumarido.

—Según parece —dijo Wenceslao al entrar—, Stidmann ha venidomientrasyoleheidoabuscarasucasa.

—¿Deveras?—exclamó lapobreHortensia con la salvaje ironíadeunamujerofendidaquesesirvedelapalabracomodeunpuñal.

—Sí, acabamos de encontrarnos —respondió Wenceslao, fingiendosorpresa.

—Pero¿Yayer?…—repusoHortensia.

—Bien;teheengañado,amormío,ytumadrevaajuzgarnos.

Aquella franqueza desahogó el corazón de Hortensia. Todas lasmujeresverdaderamentenoblesprefieren laverdada lamentira.Noquierenverasuídolodegradado,quierenestarorgullosasdeladominaciónqueaceptan.

Estesentimientoexisteenlosrusosapropósitodesuzar.

—Escuche usted, querida madre —dijo Wenceslao—. Amo tanto a mibuenaydulceHortensia,queleheocultadolaextensióndenuestraestrechez.¡Quéquiereusted!…Criabaaún,ylaspenaslehubiesencausadomuchodaño.Ya sabe usted lo que peligra una mujer en este estado. Su hermosura, sufrescura y su salud están en peligro. ¿Ha sido un error? Ella cree que sólodebemos cinco mil francos, pero debemos otros cinco mil… Anteayerestábamosdesesperados…¡Nadiequiereprestaralosartistas!Desconfíandenuestrotalentotantocomodenuestrasfantasías.Hellamadoenvanoatodaslaspuertas.Isabelanoshaofrecidosuseconomías.

—¡Pobremuchacha!—dijoHortensia.

—¡Pobremuchacha!—dijolabaronesa.

Pero ¿qué son los diez mil francos de Isabela?… Para ella, todo; paranosotros,nada.Entonces laprimanoshahablado,yasabes,Hortensia,de laseñoraMarneffe, la cual, por amor propio, debiéndoselo todo al barón, nosdejaría sin el menor interés…Hortensia ha querido llevar sus diamantes alMonte de Piedad. Tendríamos algunos millares de francos y necesitábamosdiezmil.Estosdiezmilfrancosseencontrabanallí,sininterés,porunaño…ymehedicho:«Hortensianosabránada;vayamosaporellos».Estamujermeinvitó, por conducto de mi suegro, a comer ayer en su casa, dándome aentenderalmismotiempoqueIsabelahabíahabladoyquetendríaeldinero.EntreladesesperacióndeHortensiayesacomida,nohedudado.Estoestodo.¿CómoHortensia,alosveinticuatroaños,frescaypurayvirtuosa;ella,queesmidichaymigloria;dequiennomeheseparadounmomentodesdenuestro

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casamiento, puede imaginar que prefiera, ¡a quién!…, a una mujer curtida,ajada y pasada? —dijo, empleando una atroz expresión de la jerga de lostalleres para hacer creer en su desprecio conuna de esas exageraciones queagradanalasmujeres.

—¡Ah!¡Situpadremehubiesehabladoasí!—exclamólabaronesa.

Hortensiasearrojógraciosamentealcuellodesumarido.

—Sí,esoesloqueyohubiesehecho—dijoAdelina—.Wenceslao,amigomío,sumujerhaestadoapuntodemorir—añadiógravemente—.Yaveustedcuántoleama.Esdeusted,¡aydemí!

Ysuspiróprofundamente.

—Puedehacerdeellaunamártirounamujerfeliz—sedijoasímisma,pensandoloquepiensantodaslasmadresdespuésdelmatrimoniodesushijas—.Meparecequesufrobastanteparaveramishijosfelices—añadióenvozalta.

—Tranquilícese,queridamamá—dijoWenceslaoenelcolmodeladicha,alverquehabíaterminadotanfelizmenteaquellacrisis—.Endosmeseshabrédevuelto el dinero a esa horrible mujer. ¿Qué quiere usted? —añadió,repitiendo una palabra esencialmente polaca con la gracia polaca—. Haymomentosenqueunopediríaprestadoaldiablo.Despuésde todo,esdinerode la familia.Yunavez invitado,¿hubiese tenidoesedineroquenoscuestatancaro,sihubiesecontestadocongroseríasaunaatención?

—¡Oh,mamá!¡Cuántodañonoscausapapá!—exclamóHortensia.

Labaronesacolocóundedosobresuslabios,yHortensiasearrepintiódeaquella queja, la primera que dejaba escapar acerca de un padre, tanheroicamenteprotegidoporunsublimesilencio.

—Adiós, hijos míos—dijo la señora de Hulot—, ya ha vuelto el buentiempo;peronoosenfadéismás.

Cuando,despuésdehaberdespedidoalabaronesa,Wenceslaoysumujerestuvieronsolosensuhabitación,Hortensiadijoasumarido:

—Cuéntametuvelada.

YespióelrostrodeWenceslaoduranteaquelrelato,entrecortadoporesaspreguntasqueseescapandeloslabiosdeunamujerensemejantecaso.AquelrelatopusopensativaaHortensia,lacualentreveíalasdiabólicasdiversionesquelosartistasdebíanencontrarenaquellasociedadviciosa.

—Sé franco, mi Wenceslao… Estaban allí Stidmann, Claudio Vignon,Verniset,¿quiénmás?Enfin,¿tedivertiste?

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—¡Yo!…Nopensabamásqueennuestrosdiezmil francos,ymedecía:«MiHortensianotendráinquietudes».

Esteinterrogatoriocansábaleenormementeallivoniano,yseaprovechódeunmomentodealegríaparadeciraHortensia:

—Ytú,ángelmío,¿quéhubieseshechosituartistahubierasidoculpable?

—Yo—dijoellaconunairecillodecidido—hubiesetomadoaStidmann,pero,secomprende,sinamarle.

—¡Hortensia!—exclamóSteinbock, levantándose con brusquedad y conunmovimientoteatral—.¡Nohubiesestenidotiempo!¡Tehubieramatado!

Hortensia se arrojó sobre sumarido, lo abrazó fuertemente, le cubrió decariciasyledijo:

—¡Ah!¡Meamas,Wenceslao!¡Yanotemonada!PerobastadeMarneffe.Notesumerjasjamásensemejantespantanos…

—Te juro,miqueridaHortensia, quenovolverémásquepara retirarmiletra.

Hortensiaseenfurruñó,perocomoseenfurruñanlasmujeresamantesquequierenlosbeneficiosdesemejanteenfurruñamiento.Wenceslao,cansadodesemejantemañana,dejóa sumujerqueseenfurruñasey se fuea su tallerahacer el modelo del grupo de Sansón y Dalila, cuyo diseño estaba en subolsillo.Hortensia, inquietaporsuenfado,ycreyendoenojadoaWenceslao,fueal tallerenelmomentoenquesumarido terminabadeamasar laarcillaconesarabiaqueconcedealosartistasmáspotenciaquefantasía.Alverasumujer, arrojóvivamenteun trapomojadosobreelgrupoesbozadoycogióaHortensiaentresusbrazos,diciéndole:

—¡Ah!Noestamosenfadados,¿verdad,nenamía?

Hortensia había visto el grupo, el trapo arrojado encimade él, y nodijonada;peroantesdeabandonareltallersevolvió,quitóeltrapo,miróelbustoypreguntó:

—¿Quéesesto?

—Ungrupocuyaideasemehaocurrido.

—¿Yporquémelohasocultado?

—Queríaenseñárteloterminado.

—¡Lamujeresmuybonita!—dijoHortensia.

Y mil sospechas nacieron en su alma, como nacen en las Indias, de lanochealamañana,esasvegetacionesgrandesyfrondosas.

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Al cabo de unas tres semanas, la señoraMarneffe estaba profundamenteirritada contra Hortensia. Las mujeres de esta clase tienen su amor propio,quierenquesebeseelespolóndeldiabloyjamásperdonanalavirtudquenotemesupoderoque luchaconellas.Ahorabien,Wenceslaonohabíahechouna sola visita a la calle de Vanneau, ni siquiera la que exige la cortesíadespuésdelaposedeunamujerenDalila.CadavezqueIsabelahabíaidoacasadelosSteinbocknohabíaencontradoanadieenella.Losseñoresvivíanenel taller. Isabela,que fueabuscara losdos tortolillosasunidodelGrosCaillou,vioallíaWenceslaotrabajandoconardorysupoporlacocineraquela señoranodejabanunca soloal señor.Wenceslao sufría eldespotismodelamor.Valeriaadoptó,pues,porsucuentaelodioqueIsabelateníaaHortensia.Lasmujeressiententantoelinterésporlosamantesquelesdisputan,comoloshombres por lasmujeres que son deseadas por varios fatuos; así es que lasreflexiones hechas con motivo de la señora Marneffe pueden aplicarseperfectamente a los hombres afortunados en amor, que son una especie decortesanasmachos.ElcaprichodeValeriafueunaverdaderarabia:deseabaatoda costa tener su grupo, y un día se proponía ya ir al taller a ver aWenceslao, cuando ocurrió uno de esos graves acontecimientos que puedenllamarse frutus belli para esta clase de mujeres. He aquí cómo dio cuentaValeriadeestehecho,enteramentepersonal.AlmorzabaconIsabelayconelseñorMarneffe.

—Dime,Marneffe:¿sospechastúquevasaserpadreporsegundavez?

—¿Deverasestásembarazada?…¡Oh!Déjamebesarte.

Se levantó, dio la vuelta a lamesa, y sumujer le aproximó la frente demaneraqueelbesorozasesuscabellos.

—De esta hecha sí que soy jefe de negociado y oficial de la Legión deHonor —repuso—. ¡Ah! Hermosa mía, no quiero que Estanislao quedearruinado.¡Pobrecillo!

—Sí,pobrecillo—exclamólsabela—.Hacesietemesesquenolehanvistoustedes;yopasoenelcolegiopormadresuya,porquesoylaúnicadelacasaqueseocupadeél.

—¡Unhijoquenoscuestacienescudostrimestrales!—dijoValeria—.Porotra parte, ése es hijo tuyo, Marneffe, y deberías pagar su pensión de tusueldo… El nuevo, lejos de ocasionarte gasto alguno, nos salvará de lamiseria.

—Valeria—respondióMarneffeimitandoaCrevelenlaactitud—,esperoqueelseñorbaróndeHulotseocuparádesuhijoynolodejaráacargodeunpobre empleado. Yo pienso mostrarme muy exigente con él. Así es queprocure usted asegurarse, señora. Procure lograr de él documentos en que

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habledesudicha,puesveoquesehacerogarbastanteparaminombramiento.

YMarneffesefuealaoficina,dondelapreciosaamistaddesudirectorlepermitíairalasonce;trabajabapoco,graciasasunotoriaincapacidadyasuaversiónaltrabajo.

Una vez solas Isabela y Valeria, miráronse durante un instante comoaugures,ysoltaronalavezunasonoracarcajada.

—Pero¿esverdadeso,Valeria—dijoIsabela—,oesunacomedia?

—¡Es una verdad física! —respondió Valeria—. Hortensia me revienta.EstanochepensabahacercaercomounabombalanoticiadeestehijoencasadeWenceslao.

ValeriasefueasucuartoseguidadeIsabela,yleenseñó,yaterminada,lasiguientecarta:

Wenceslao,amigomío,aunquenotehevistohaceyamásdeveintedías,sigocreyendoentuamor.¿Medespreciasacaso?Dalilanopuedecreerlo.¿Noserámásbienunefectodelatiraníadeunamujeraquienmehasdichoqueyanopodríasamar?Wenceslao,eresdemasiadobuenartistaparadejartedominardeesemodo.Elhogareslatumbadelagloria…MirasiteparecesennadaalWenceslao de la calle delDeanato.Has fracasado con elmonumento demipadre;peroentielamanteesmuysuperioralartistayhastenidomássuertecon lahija:miadoradoWenceslao,erespadre.Sinoviniesesavermeenelestado en que me encuentro, pasarías por un mal sujeto a los ojos de tusamigos; pero lo veo, te amo tan locamente, que nunca tendré fuerza paramaldecirte.

¿PuedoseguirdiciéndometuValeria?

—¿Quéteparecemiproyectodeenviarestacartaaltallerenelmomentoen que nuestra queridaHortensia esté sola?—preguntóValeria a Isabela—.AyerporlanochesupeporStidmannqueWenceslaotienequeiralasonceacasadeChanor;demodoqueesafregonadeHortensiaestarásola.

—Sí;perodespuésdeesegolpe—respondióIsabela—yonopodréseryaostensiblementeamigatuya,yseráprecisoquemedespidadetiyquefinjanovertenihablarte.

—Esclaro—dijoValeria—;pero…

—¡Oh!No tengas cuidado—respondió Isabela—.Nosvolveremos avercuandoyosealaseñoramariscala.Ahoratodoslodesean;elbaróneselúnicoqueignoraesteproyecto,perotúledecidirás.

—Peroesmuyposiblequeyoestéprontoreñidaconelbarón—respondióValeria.

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—La señora Olivier es la única que puede fingir que Hortensia lesorprendelacarta—dijoIsabela—.HayqueenviarlaprimeroalacalledeSanDominico,antesdeiraltaller.

—¡Oh! Nuestra gatita estará en casa —respondió la señora Marneffe,llamandoaReinaparaquehicieseveniralaseñoraOlivier.

Diezminutosdespuésdelenvíodeaquellafatalcarta,elbaróndeHulotsepresentó,ylaseñoraMarneffesearrojócomounagataalcuellodelancianoparadecirlealoído:

—¡Héctor,erespadre!Heaquíloqueresultadereñiryreconciliarse.

Al ver cierto asombro que el barón no pudo disimular bastante pronto,Valeria afectó un aire frío, que desesperó al consejero de Estado. Se hizoarrancarlasmásdecisivaspruebasunaauna.Cuandolaconvicción,auxiliadapor la vanidad, hubo penetrado en el espíritu del anciano, ella le habló delfurordelseñorMarneffe.

—Viejo mío, gruñón—le dijo—, no te será difícil hacer que nombrenoficial de la Legión de Honor y jefe de negociado a tu editor responsable,nuestro gerente, porque al pobre hombre lo has arruinado; adora a suEstanislao,asupequeñomonstruo,quesepareceaélyaquienyonopuedosufrir.AnoserquequierasdarunarentadedocemilfrancosaEstanislao,ennudapropiedad,cediéndomeamíelusufructo.

—¡Peromujer,siyohedeasegurarunarenta,prefierohacerloanombredemihijoynoaldelmonstruo!—dijoelbarón.

Estafraseimprudente,enquelapalabramihijobrotócomounríoquesedesborda, fue transformada, al cabo de una hora de conversación, en unapromesa formal de procurar al niño que había de venir una renta de mildoscientosfrancos.Hechaestapromesa,fueparaValeriacomountamborenmanosdeunniño,puesdebíatocarloduranteveintedías.

EnelmomentoenqueelbaróndeHulot,felizcomoelreciéncasadoquedesea un heredero, salía de la calle de Vanneau, la señora Olivier se habíahechoarrancarporHortensialacartaquedebíaentregarenlaspropiasmanosdelseñorconde.Lajovendioporaquellacartaunamonedadeveintefrancos.Elsuicidapagaelopio,lapistolaoelcarbóndequesesirve.Hortensialaleyóy la releyó; sólo veía aquel papel blanco plagado de líneas oscuras; en laNaturaleza no existíamás que aquel papel, y en tornode ella todo se habíavuelto negro. El resplandor del incendio que devoraba el edificio de sufelicidad iluminaba el papel, pues la noche más profunda reinaba en tornosuyo.LosgritosdesupequeñoWenceslao,que jugaba, llegabanasusoídoscomo si el niño estuviese en el fondo de un valle y ella ocupase la cima.Ultrajadaalosveinticuatroaños,entodoelbrillodesubellezayanimadapor

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unamorpuroysincero,aquellonofueparaellaunapuñalada,sinolamuerte.Elprimerataquehabíasidopuramentenervioso,yelcuerpohabíacedidobajoel peso de los celos; pero la certidumbre atacó al alma y el cuerpo quedóanonadado. Hortensia permaneció durante cerca de diez minutos bajo estaopresión. El fantasma de su madre se le apareció y operó en ella unarevolución;tornósetranquilayfría,recobrandolarazón.Luegollamó.

—Querida mía —le dijo a la cocinera—, que le ayude a usted Luisa.Hagan entre las dos, lo antes posible, unos paquetes con todo lo que nosperteneceamíyamihijo.

Lesdoyaustedesunahoradetiempo.Cuandotodoestédispuesto,vayanalaplazaabuscaruncocheyadviértanmelo.¡Nadadeobservaciones!Yodejola casa yme llevo aLuisa.Usted se quedará con el señor; procure cuidarlebien.

Dicho esto, pasó a su cuarto, se sentó a la mesa y escribió la siguientecarta:

Señorconde:

La carta adjunta a la mía le explicará la causa de la resolución que hetomado.

Cuando lea usted estas líneas habré dejado su casa yme habré ido connuestrohijoalladodemimadre.

Nocuenteustedconqueyovuelvanuncademiacuerdo.Nocreatampocoqueestoesproductodelafogosidaddelajuventud,desuirreflexión,nidelavivacidaddelamorjuvenilofendido,porqueseengañaríaabsurdamente.

Desde hace quince días pienso detenidamente en la vida, en el amor, ennuestra unión y en nuestros deberes mutuos. Yo he conocido por entero laabnegacióndemimadre,porqueellamehacontadosusdolores.Esheroicatodoslosdías,desdehaceyaveintitrésaños;peroyonomesientoconfuerzasparaimitarla,noporquelehayaaustedamadomenosdeloqueellaamaamipadre,sinoporrazonessacadasdenuestrocarácter.Nuestracasaseconvertiríaenun infierno,yyopodríaperder lacabezahastaelpuntodedeshonrarleausted, de deshonrarme y de deshonrar a nuestro hijo. Yo no quiero ser unaseñoraMarneffe,porque,yaenesasenda,unamujerdemitempletalveznosedetendría.Desgraciadamenteparamí,yosoyunaHulotynounaFischer.

Sola,ylejosdelespectáculodesusdesórdenes,respondodemí,sobretodoocupadaennuestrohijoyjuntoamifuerteysublimemadre,cuyavidaobrarásobrelosmovimientos tumultuososdemicorazón.Allípuedoserunabuenamadre, educar bien a nuestro hijo y vivir. En su casa lamujer anularía a lamadreylasincesantesdisputasagriaríanmicarácter.

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Yoaceptaría lamuertedeunavez;peronoquieroestar enfermaduranteveinticinco años comomimadre. Si ustedme ha hecho traición después detresañosdeunamorabsolutoycontinuo,con laqueridadesusuegro,¿quérivalesnomedaríaustedmástarde?¡Ah!,señor,ustedempiezamuchoantesquemipadre esa carrerade libertinajeydeprodigalidadquedeshonra aunpadredefamilia,quedisminuyeelrespetodeloshijosyalcabodelacualseencuentranlavergüenzayladesesperación.

Yo no soy implacable. Sentimientos inflexibles no convienen a seresdébilesquevivenbajolamiradadeDios.Siconquistaustedgloriayfortunamediante trabajos sostenidos, si renuncia a las cortesanasy a los innobles ycenagosossenderos,volveráaencontrarunamujerdignadeusted.

Le creo demasiado noble para recurrir a la ley. Señor conde, esperorespetarámi voluntad dejándome en casa demimadre y, sobre todo, no sepresentenuncaallí.Lehedejadotodoeldineroquelehaprestadoesaodiosamujer.Adiós.

HortensiaHulot.

Esta carta fue escrita penosamente, pues Hortensia se entregaba a losllantosygritosdelapasiónahogada.Tomabaydejabalaplumaparaexpresarsencillamente lo que el amor declama ordinariamente en estas cartastestamentarias. El corazón se producía mediante interjecciones, quejas yllantos,perolarazóndictaba.

La joven, advertida por Luisa de que todo estaba dispuesto, recorriólentamenteeljardinito,elcuarto,elsalón,ymirótodoporúltimavez.Luegohizo a la cocinera las recomendaciones más vivas para que mirase por elbienestar del señor, prometiéndole recompensarla si semostraba buena. Porfin, subió al coche para trasladarse a casa de su madre, con el corazónlacerado, llorando hasta apenar a su camarera, y cubriendo de besos alpequeñoWenceslaoconungocedelirantequetodavíatraicionabaelamorporelpadre.

LabaronesasabíayaporIsabelaqueelsuegroeraculpableenpartedelafalta del yerno; no la sorprendió, pues, ver llegar a su hija, y aprobó yconsintió en conservarla a su lado. Adelina, viendo que el cariño y laabnegaciónnohabíandetenidonuncaasuHéctor,queempezabayaaperdersuafecto,juzgóquesuhijateníarazónenseguirotrasenda.Enveintedías,lapobremadreacababaderecibirdosheridascuyossufrimientossobrepasabanatodas las torturas que había sufrido hasta entonces. El barón había puesto aVictorinoyasumujerenverdaderosapuros;además,élera,segúnIsabela,lacausadelosdesórdenesdeWenceslao,quienhabíadepravadoasuyerno.Lamajestaddeaquelpadredefamilia,mantenidadurantetantotiempomedianteinsensatos sacrificios, estaba degradada. Sin sentir su dinero, el joven

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matrimonioHulot sentíaa lavezdesconfianzae inquietudescon respectoalbarón.EstesentimientobastantevisibleafligíaprofundamenteaAdelina,quepresentía la disolución de la familia. La baronesa albergó a su hija en elcomedor, que prontamente quedó transformado en dormitorio, gracias aldinerodelmariscal,ylaantesalapasóasercomedor,comoocurreenmuchascasas.

CuandoWenceslaovolvió a su casay acabóde leer las dos cartas sintióunamezcladealegríaydetristeza.Viéndosevigiladohastaciertopuntoporsumujer, se había rebelado interiormente contra aquella nueva prisión a loIsabela.Hastiadodeamordesdehacíatresaños,éltambiénhabíareflexionadoduranteaquellosúltimosquincedíasyencontrabapesadalafamilia.AcababadeserfelicitadoporStidmannconmotivodelapasiónqueinspirabaaValeria,pues Stidmann, con una intención fácil de adivinar, juzgaba convenienteadular la vanidad delmarido deHortensia esperando consolar a la víctima.Wenceslao se consideró, pues, feliz pudiendo volver a casa de la señoraMarneffe. Pero recordó la dicha entera y pura de que había gozado, lasperfeccionesdeHortensia,sujuiciosaconductaysusencilloeinocenteamor,ylosintióvivamente.Quisocorreracasadesusuegraparaobtenersuperdón;mas hizo como Hulot y como Crevel: fue a ver a la señora Marneffe,llevándolelacartadesumujerparahacerlavereldesastrequehabíacausadoy,pordecirloasí,paradescontarsudesgracia,pidiendoencambiolosfavoresdesuquerida.EncontróaCrevelencasadeValeria.Elalcalde,henchidodeorgullo, iba y venía por el salón como hombre agitado por sentimientostumultuosos, se ponía en posición, como si quisiera hablar y luego no seatrevía.Sufisonomíaresplandecía,ycorríaalaventanaatamborilearconlosdedos en los cristales. Miraba a Valeria con aire conmovido y tierno.AfortunadamenteparaCrevel,entróIsabela.

—Prima—le dijo al oído—, ¿sabe usted la nueva? ¡Soy padre! ¡YameparecequequieromenosamipobreCelestina!¡Oh!¡Loqueestenerunhijodelamujerqueseidolatra!¡Unirlapaternidaddelcorazónalapaternidaddela sangre! ¡Oh!Mire, dígaselo a Valeria; voy a trabajar para ese hijo, puesquiero que sea rico.Me ha dicho que por ciertos indicios cree que será unniño.Siesunniño,quieroquesellameCrevel:consultaréaminotario.

—Yosélomuchoqueleamaausted—dijoIsabela—,peroennombredelporvenirdeustedydelsuyo,conténgaseynosefrotelasmanosacadapaso.

MientrasqueIsabelahacíaesteaparteconCrevel,Valerialehabíavueltoapedir su carta a Wenceslao, y le decía al oído palabras que disipaban sutristeza.

—Ya estás libre, amigo mío. ¿Acaso deben casarse nunca los artistas?Vosotrosnopodéisvivirsincaprichosnisinlibertad.Oh,miqueridopoeta,yo

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teamarétantoquenuncaecharásdemenosatumujer.Sinembargo,si,comomuchasgentes,quieresguardarlasapariencias,yomeencargodehacervolveraHortensiaatucasadentrodepocotiempo.

—¡Oh,siesofueseposible!

—Estoy segura de ello—dijo Valeria, picada—. Tu pobre suegro es unbuenhombreen toda laextensiónde lapalabra,queporamorpropioquiereparecerqueesamadoyhacercreerquetieneunaquerida,ytieneenesepuntotanta vanidad, que yo lo gobierno por completo. La baronesa ama todavíatantoasuviejoHéctor(¡siempremeparecequehablodeLaIlíada!),quelosdosviejoslograránqueHortensiasereconcilie;únicamenteque,sinoquierestenerdisgustosentucasa,esprecisoquenodejespasarveintedíassinveniravera tuquerida.Sino,yomemoriría.Cuandounhombreesnoble,queridomío, debe tener toda clase de consideraciones a la mujer a quien hacomprometidodelmodoqueyoloestoy,sobretodocuandoestamujertieneque tomar sus precauciones para guardar su reputación. Quédate a comer,ángelmío…,ypiensaqueyodebomostrarme tantomás fríacontigocuantoquetúereselautordeestafaltademasiadovisible.

AnunciaronalbarónMontes,yValeriaselevantó,corrióasuencuentro,lehabló al oído durante algunos instantes y empleó con él la misma actitudreservadaquehabíaempleadoconWenceslao;estodioporresultadoelqueelbrasileñoafectaseunaactituddiplomática,apropiadaa lagrannoticiaque lecolmabadealegría,puesélsíqueestabasegurodesupaternidad.

Gracias a esta estrategia, basada en el gran amor propio del hombre enestado de amante, Valeria tuvo a su mesa, muy contentos y satisfechos, acuatro hombres que se creían adorados y que Marneffe, bromeando conIsabela,llamóloscincopadresdelaIglesia,incluyéndoseéltambién.

SóloelbarónHulotdiomuestrasalprincipiodeciertapreocupación.Heaquíporqué:enelmomentodesalirdesudespachohabíaidoahablarconeljefe del personal, que era un general compañero suyo desde hacía más detreintaaños,parapedirlequenombraseaMarneffeparalaplazadeCoquet,elcualseaveníaapresentarladimisión.

—Queridomío—ledijo—,noquisierapedirestefavoralmariscalsinqueestemosdeacuerdoyyoviesequeesdesuagrado.

—Amigo mío —respondió el jefe del personal—, permítame que leadviertaqueustedeselprimeroquenodebeinsistirenestenombramiento.Yalehedichocuálesmiopinión.Seríaunescándaloentrelosempleados,queseocupanyamuchodeustedydelaseñoraMarneffe.EstoaquíparainternosYonoquieroatacarleensupuntosensiblenidisgustarleennada,yvoyadarlelaprueba.Sitieneustedtantointerés,siquierepedirlaplazadelseñorCoquet,

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que seráverdaderamenteunaperdidapara lasoficinasde laguerra (está ahídesde1809),yomeiréquincedíasfuera,afindedejarleelcampolibrejuntoalmariscal,quelequiereaustedcomoaunhijo.Asíyonoharénadanienproniencontra,nihabréhechonadacontramiconcienciadeadministrador.

—Milgracias—respondióelbarón—.Reflexionaréacercadeloqueacabausteddedecirme.

—Querido amigo, si me permito esta observación es más en interés deustedqueenelmío,opormiamorpropio.Despuésdetodo,elmariscaleselamo.Además,querido,¡nosreprochanyatantascosas,queunamásomenosnoimporta!Noposeemosyalavirginidadencuestióndecríticas.CuandolaRestauración, se hicieronmuchos nombramientos con el solo objeto de darsueldosysinpreocuparsedelservicio…Somosamigosantiguos.

—Sí—respondióelbarón—,yprecisamentepornoalterarnuestraantiguaypreciosaamistadesporloque…

—Vamos—repusoeljefedelpersonalalverlacontrariedadquedenotabala caradeHulot—,amigomío,me irédeviaje.Pero tengacuidado,porquetiene usted enemigos, es decir, gentes que codician su magnífico sueldo yustedsóloestáamarradoporunáncora. ¡Ah!, si fueseusteddiputado,comoyo,notendríanadaquetemer;demodoquemuchocuidado.

EstasamistosaspalabrasprodujeronvivaimpresiónalconsejerodeEstado.

—Peroenfin,Roger,¿quéhay?Nosehagaustedelmisteriosoconmigo.

ElpersonajeaquienHulotllamabaRogermiróaHulot,letomólamanoyselaestrechó.

—Somosdemasiadoamigosparaquenomepermitadarleunconsejo.Siquiereustedpermanecerensucargo,seráprecisoqueustedmismosebusqueunretiro.Demodoque,enlasituaciónenqueustedsehalla,enlugardepediralmariscallaplazadelseñorCoquetparaelseñorMarneffe,yolerogaríaqueempleasesu influenciapara reservarmeelConsejodeEstado,dondemoriríatranquiloy,comoelcastor,abandonaríamidireccióngeneralaloscazadores.

—¡Cómo!¿Olvidaríaelmariscal…?

—Queridomío,elmariscallehadefendidoaustedtanbienenelConsejodeMinistros,queyanosepiensaendestituirleausted;perosehatratadodeello; así es que no dé usted pretextos.No quiero decirle nadamás. En estemomentopuedeustedimponercondicionesyserconsejerodeEstadoypardeFrancia. Si espera usted demasiado, si da usted que hablar, no respondo denada.Conque,¿quiereustedqueviaje?

—No, espere —respondió Hulot—; veré al mariscal y enviaré a mihermanoasondearelterrenocercadelpatrón.

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FácilescomprenderelhumorquellevaríaacasadelaseñoraMarneffeelbarón, el cual había olvidado casi que era padre, puesRoger le había dadopruebasdeverdaderaybuenaamistadaclarándolesuposición.Sinembargo,eratallainfluenciaqueejercíasobreélValeria,quealamitaddelacomidaelbarónsepusoalunísonoydiopruebasdeunaalegríatantomayorcuantoqueeranmuchaslaspreocupacionesqueteníaqueolvidar;peroeldesgraciadonosospechaba que durante aquella velada iba a hallarse en la alternativa de sudichayelpeligroseñaladoporeljefedelpersonal,esdecir,obligadoaoptarentrelaseñoraMarneffeysuposición.Aesodelasonce,enelmomentoenquelaveladallegabaasuapogeodeanimación,pueselsalónestaballenodegente,Valeriase llevóaHéctorconsigoysesentóconélenelrincóndeundiván.

—Viejo mío —le dijo al oído—, tu hija se ha irritado tanto porqueWenceslaovieneaquí,quelohaplantado.EsaHortensiaesunamalacabeza.Dile aWenceslao que te enseñe la carta que le ha escrito esa tontuela.Estaseparación de dos enamorados, de la cual dicen que yo soy la causa, puedehacermemuchodaño,puesésteeselmodoqueempleanlasmujeresvirtuosasparaatacarme.Esunescándaloelhacerselavíctimaparacriticaraunamujerquenohacometidomásculpasquetenerunacasaagradable.Sitúmequieres,medisculparásreconciliandoa losdos tortolitos.Porotraparte,yono tengointerés algunoen recibir a tuyerno,puesya sabesqueeres tú elque lohastraído;puedesllevártelosiquieres.Sitienesautoridadentufamilia,meparecequebienpuedesexigirlea tumujerquehagaestareconciliación.Diledemiparte a esa buena vieja que si me echan injustamente la culpa de habersembradoladiscordiaenunmatrimoniojovenyturbarlaunióndeunafamiliaechando a perder al padre y al yerno, haré méritos para esa reputacióndefendiéndome a mi manera. ¿No ves a Isabela que habla ya de dejarme?Prefiere a su familia, y no quiero criticarla. Acaba de decirme que si losjóvenesnosereconcilian,ellanosequedaaquí.Yentoncessíqueestaríamosbien,elgastotriplicado.

—¡Oh!Respectoaeso—dijoelbarónalsaberelescándalodesuhija—,yopondréordenenmicasa.

—Bueno—repusoValeria—;aotracosa.¿YlaplazadeCoquet?

—Eso—respondióHéctorbajandolosojos—esmásdifícil,pornodecirimposible.

—¡Imposible, mi querido Héctor!—dijo la señoraMarneffe al oído delbarón—.TúnosabescómosevaaponerMarneffe.Yoestoyensupoder,yélen cosas de interés es inmoral, como todos los hombres; pero esexcesivamentevengativo,comotodoslosespíritusraquíticoseimpotentes.Enlasituaciónenquemehaspuesto,estoyasudiscreción.Simereconciliocon

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él,dentrodealgunosdíasescapazdenodejarmicuarto.

Hulothizounprodigiosoalzamientodehombros.

—Medejabatranquilaconlacondicióndeserjefedenegociado.Estoesinfame,peroeslógico.

—Valeria,¿meamas?

—Queridomío, esa pregunta, en el estado en queme encuentro, es unainjusticiadelacayo.

—Pues bien; si yo quisiera intentar, nada más que intentar, pedir almariscalunaplazaparaMarneffe,no seríayanadaparaélyMarneffe seríadestituido.

—¡Yocreíaqueelpríncipeytúeraisdosamigosíntimos!

—Sí,yasímelohaprobadomásdeunavez.Perohijamía,porencimadelmariscalhayalguien…está todoelConsejodeMinistros…Conunpocodetiempo, bordeando el asunto, llegaremos a ello… Para triunfar es precisoesperarelmomentoenqueélmepidaalgúnfavor,yentoncespodrédecirle:Tomaydaca.

—MipobreHéctor,siyoledigoesoaMarneffe,nosjugaráalgunamalapasada. Mira, dile tú mismo que tiene que esperar, porque yo no quieroencargarme. ¡Oh!, conozco mi suerte, y él, que sabe cómo castigarme, noquerrá dejarmi cuarto. ¡Ah!, no olvides losmil doscientos francos de rentaparaelpequeño.

Alsentirseamenazadoensuplacer,HulotllamóapartealseñorMarneffe,yleasustabatantolaperspectivadeaquelagonizanteenelcuartodeaquellamujer bonita, que por primera vez abandonó el tono altanero queacostumbrabaaemplearconél.

—Marneffe, amigo mío —le dijo—, hoy hemos tratado de usted y hepodido ver que sólo con el tiempo podré lograr que sea usted jefe denegociado.

—Señorbarón,loseré—replicóterminantementeMarneffe.

—Peroqueridomío…

—Señor barón, lo seré —repitió Marneffe, mirando alternativamente albarón y a Valeria—. Usted ha puesto a mi mujer en la necesidad dereconciliarse conmigo, y ahora yome aprovecho, porque, queridomío, estáencantadora—añadióconespantosaironía—.YosoyaquímásamoqueustedenelMinisterio.

El barón sintió en sí mismo uno de esos dolores que producen en el

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corazón el efecto de un dolor demuelas, y estuvo a punto de dejar ver quelloraba. Durante aquella corta escena, Valeria notificó a EnriqueMontes lapretendida voluntad de Marneffe y se desembarazaba así de él por algúntiempo.

Deloscuatrofieles,Crevel,poseedordesucasitaeconómica,fueelúnicoexceptuadodeestamedida;asíesquedejabaverensufisonomíaunairedebeatitudinsolente,apesardelasreprimendasqueledirigíaValeriapormediodefruncidosdecejasysignificativasmuecas;perosuradiantepaternidadsereflejabaen todassusacciones.AunapalabradereprochequeValeria fueadecirlealoído,lecogiólamanoylerespondió:

—Duquesa mía, mañana tendrás tu palacete; mañana es la adjudicacióndefinitiva.

—¿Yelmobiliario?—respondióellasonriente.

—Tengomil acciones de Versalles, orilla izquierda, compradas a cientoveinticinco francos, ymuy pronto se pondrán a trescientos, a causa de unafusióndedoscaminosencuyosecretomehanpuesto.Tendrásunmobiliariocomounareina;peroserásúnicamentemía,¿verdad?

—Sí, gordo alcalde—dijo sonriéndose aquella señoraMerteuil burguesa—;perocuidado,respetaalafuturaseñoradeCrevel.

—Miqueridoprimo—ledijoIsabelaalbarón—,mañanatempranoestaréen casa de Adelina, porque ya comprenderá usted que decentemente yo nopuedopermaneceraquí.Iréallevarlacasadesuhermanoelmariscal.

—Estanochevuelvoamicasa—dijoelbarón.

—Bueno,yoirémañanaaalmorzar—respondióIsabela,sonriendo.

Lasolteronacomprendiócuánnecesariaseríasupresenciaenlaescenadefamiliaquetendríalugaraldíasiguiente.Así,muydemañanasefueacasadeVictorino,aquiencomunicólaseparacióndeHortensiaydeWenceslao.

Cuandoelbarónentróensucasa,aesodelasdiezymediadelanoche,MarietayLuisa,quehabíantrabajadomuchoaqueldía,cerrabanlapuertadelahabitación,demodoqueHulotnotuvonecesidaddellamar.Elmarido,muycontrariadoportenerqueservirtuoso,seencaminódirectamentealcuartodesu mujer y, por la puerta entreabierta, la vio prosternada ante un crucifijo,sumidaenlaoración,enunadeesasactitudesquebastanparalabrarlagloriadelospintoresydelosescultoresbastanteafortunadosparareproducirlasconfidelidad.Adelina,embriagadaporlaexaltación,decíaenvozalta:

—¡Diosmío,haznoslagraciadeiluminarle!

AsírogabalabaronesaaDiosporsuHéctor.

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Anteaquelespectáculo,tandiferentedelqueacababadedejar,yaloírestafrase dictada por el acontecimiento de aquel día, el barón, enternecido, dejóescapar un suspiro. Adelina se volvió con el rostro cubierto de lágrimas ycreyótanciegamentequehabíasidoescuchadaporDios,quediounsaltoyseabrazóasuHéctorcon la fuerzaqueda lapasióndichosa.Adelinasehabíadespojadode todointerésdemujer,pueseldolorapagabahasta lamemoria.Nohabía en ellayamásquematernidad,honorde la familiay elmáspuroafecto de una esposa cristiana hacia un marido descarrilado: aquella santaternuraquesobreviveatodoenelcorazóndelamujer.Todoestoseadivinaba.

—¡Héctor!—ledijoalfin—.¿Volverásotravezanuestrolado?¿SehabráapiadadoDiosdenuestrafamilia?

—QueridaAdelina—repusoelbarón,entrandoysentandoasumujerenun sofá a su lado—; eres la criaturamás santa que conozco, y hacemuchotiempoquemeconsideroyadignodeti.

—Amigomío,¡quépoco,quépocotendríasquehacerpararestablecerelorden!—dijoellatomandolamanodeHéctorytemblandodetalmodo,queparecíaatacadadeperlesía.

Noseatrevióaseguir,comprendióquecadapalabraseríaunaqueja,ynoquería turbar la dicha que aquella entrevista le proporcionaba, entrando araudalesensualma.

—Hortensia me trae aquí —repuso Hulot—. Esa muchacha puedehacernos tantodañoconsuprecipitadopasocomonoshahechomiabsurdapasión por Valeria. Pero mañana por la mañana hablaremos de todo esto,porque, según me ha dicho Marieta, Hortensia está durmiendo y debemosdejarlatranquila.

—Sí—dijolaseñoraHulot,embargadadeprontoporprofundatristeza.

Adivinóqueelbarónvolvíaasucasatraído,másqueporeldeseodeverasufamilia,poruninterésextraño.

—Dejémoslatranquilatambiénmañana,porquelapobremuchachaestáenunestadodeplorableysehapasadotodoeldíallorando—dijolabaronesa.

Aldíasiguiente,alasnuevedelamañana,elbarón,esperandoasuhija,aquienhabíamandadorecadodequedeseabaverla,sepaseabaporelinmensosalón inhabitado, buscando razones para vencer la testarudezmás difícil dedomar, la de una joven ofendida e implacable, como es la juventudirreprochable, que no conoce las vergonzosas conveniencias del mundo,porqueignorasuspasionesysusintereses.

—¡Aquímetienes,papá!—dijoconvoztemblorosaHortensia,pálidaaún

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acausadeldisgustodelavíspera.

Hulot,sentadoenunasilla,tomóasuhijaporeltalleylaobligóaquesesentaraensusrodillas.

—Vamos a ver, hija mía —dijo, besándola en la frente—. ¿Ha habidotormentaenelhogaryhemoshechounacalaverada?Estonoespropiodeunamuchachabieneducada.MiHortensianodebíatomarporsísolaunadecisióncomoladedejarsucasayabandonarasumaridosinconsultarasuspadres.SimiqueridaHortensiahubiesevenidoaverasubuenayexcelentemadre,nome habría causado el violento disgusto que ahora siento. Tú no conoces elmundo: es muymalo. Habrá quien dirá que ha sido tu marido quien te hadespedidodesucasa.Lasniñascriadascomotúenelregazomaternonodejande ser niñas tan pronto como las demás y no conocen la vida. La pasiónsencilla y única, como la que tú sientes por Wenceslao, no calcula,desgraciadamente,nada,y sedeja llevarpor susprimeros impulsos.Vuestrocorazoncitoseindignaylacabezalesigue.Paravengarosseríaiscapacesdepegarle fuegoaParís sinpensaren losTribunales.Cuando tuancianopadreviene a decirte que no has respetado las conveniencias sociales, puedescreerle;ynotehabloaúndelprofundodolorquemehascausado,queesmuyamargo, pues haces recaer tus quejas sobre una mujer cuyo corazón noconocesycuyaenemistadpuedellegaraserterrible.¡Aydemí!Tú,tanllenadecandor,deinocenciaydepureza,nosospechasnada,nosabesquepuedesserdeshonradaycalumniada.Porotraparte,angelitomío,hastomadoenserioloque esunabroma,yyopuedogarantizarte la inocenciade tumarido.LaseñoraMarneffe…

Hasta aquí el barón, como consumado diplomático, modulabaadmirablemente sus amonestaciones. Como se ha visto, había dorado lapíldora antes de pronunciar aquel nombre; pero al oírlo, Hortensia hizo ungestopropiodeunapersonaheridaenlomásvivo.

—Escúchame,queyotengoexperienciayloheobservadotodo—repusoel padre, impidiendo que su hija hablase. Esa dama trata a tu marido muyfríamente. Sí; tú has sido objeto de unamixtificación, y yo voy a darte laspruebas.Mira,Wenceslaoestabaayercomiendo…

—¡Cómo! ¿Comía allí?—exclamó la joven irguiéndose ymirando a supadreconelhorrorpintadoenelsemblante—.¡Ayer!¿Despuésdehaberleídomicarta?¡Oh!¡Diosmío!¿Porquénoheentradoenunconventoenlugardecasarme? Hoy la vida ya nome pertenece, porque tengo un hijo—añadió,sollozando.

EstaslágrimasllegaronalalmaalaseñoraHulot,lacualsaliódesucuarto,corrióhaciasuhija,latomóensusbrazosylahizoesasestúpidaspreguntasqueeldolornosdictaenlosprimerosinstantes.

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—Yatenemoslaslágrimas—sedecíaelbarón—.¡Quélástima,cuandoibatodotanbien!¿Quéhacerahoraconmujeresquelloran?

—Hijamía—dijolabaronesaaHortensia—,escuchaatupadre,porqueéltequiere.

—Vamosaver,Hortensia,hijitamía,nollores;teponesdemasiadofea—dijoelbarón—.Vamosaver,unpocode juicio.Vuelve tranquilamentea tucasa,yyoteprometoqueWenceslaonovolveráaponermáslospiesenesacasa.Tepido este sacrificio, si es quepuede llamarse sacrificio el hechodeperdonaraunmaridoaquiensequierelamásligeradelasfaltas.Telopidopormiscanas,porelamorquetienesatumadre.¿Quieresllenarlosúltimosañosdemividadeamarguraydepena?

Comounaloca,Hortensiasearrojóalospiesdesupadredeunmodotandesesperado, que sus cabellos, mal sujetos, se desataron, tendiéndole lasmanosconungestoquedejabavertodoeldolordesualma.

—Padremío, tomeustedmividasi laquiere—ledijo—;peroalmenostómela pura y sinmancha, que yo se la daré gustosa; pero nome pida quemueradeshonrada,criminal.Yonomeparezcoamimadre;nopuedosoportarultrajes.Sivuelvoalhogarconyugal,soycapazdeahogaraWenceslaoenunmomento de celos, o hacer alguna cosa todavía peor. No exija usted demícosasquesonsuperioresamisfuerzas.Notenganquellorarmeestandoviva,porquelomenosquepuedeocurriresquemevuelvaloca.¡Sientolalocuraadospasosdemí!¡Ayer! ¡Ayercomíaencasadeesamujerdespuésdehaberleídomi carta! ¿Son todos los hombres lomismo?Le doy a ustedmi vida,peroquenoseaignominiosamimuerte.¿Ligerasufalta?¡Tenerunhijodeesamujer!

—¡Unhijo!—dijoHulot, dando dos pasos atrás—.Vamos, seguramenteesodebeserunabroma.

En este momento, Victorino y la prima Bela entraron y quedaronasombradosanteaquelespectáculo.Lahijaestabaprosternadaalospiesdesupadre.Ylabaronesa,mudayanimadaporeldoblesentimientodemadreydeesposa,enseñabaunacaradescompuesta,llenadelágrimas.

—Isabela —dijo el barón, cogiendo a la solterona por la mano yseñalándoleaHortensia—,túpuedesvenirenmiayuda.MibuenaHortensianoestábuenadelacabezaycreequesuWenceslaoamaalaseñoraMarneffe,cuando,enrealidad,loúnicoqueéstadeseabaeratenerungruposuyo.

—¡Sí, Dalila! —gritó la joven—. La única cosa que ha hecho en unmomentodespuésdenuestromatrimonio.Eseseñornopodíatrabajarparamíni para suhijo, y ha trabajadopara esa perdida conun ardor… ¡Oh!Acabeusted, padre mío, porque cada una de sus palabras es para mí una nueva

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puñaladaenelcorazón.

DirigiéndosealabaronesayaVictorino,Isabelaseencogiódehombro,y,conungestodecompasión, señalóalbarón,elcualnopodíaverlaenaquelmomento.

—Escuche usted, primomío—dijo Isabela—.Yono sabía lo que era laseñoradeMarneffecuandoustedmerogóquefueseavivirconellayadirigirsu casa; pero en tres años se aprenden muchas cosas. Esa criatura es unacualquiera,yestátandepravada,quesólopuedesercomparadaasuinfameyhorriblemarido.Ustedestásiendolaburla,elhazmerreírdeesasgentes,quelellevaránmáslejosdeloqueustedsepiensa.Esprecisohablarleclaramente,porqueleveoalbordedeunabismo.

OyendohablardeaquelmodoaIsabela,labaronesaysuhijaledirigieronmiradas semejantes a las que los devotos dirigen a la Virgen después dehaberlessalvadolavida.

—Esahorriblemujerhaqueridodestruirelhogardesuyerno.¿Conquéobjeto?No lo sé;porquemi inteligenciaesdemasiadodébilparaquepuedaver claro en esas tenebrosas intrigas, tan perversas, innobles e infames. LaseñoraMarneffenoamaasuyerno,pero loquierea suspiesporvenganza.Acabodetrataraesamiserablecomosemerece.Esunacortesanasinpudor,ylehedichoqueabandonabasucasaporquequeríadesprendermihonordeesecenagal. Yo soy ante todo de mi familia. He sabido que mi primita habíadejadoaWenceslao,yvengo.SuValeria,aquiencreeustedunasanta,es lacausadeestaseparación.¿Puedoyopermanecerencasadesemejantemujer?NuestraqueridaHortensia—dijo,tocandoelhombroalbaróndeunamanerasignificativa—es tal vez víctima del deseo de una de esasmujeres que portenerunaalhajasacrificaríanaunafamilia.YonocreoculpableaWenceslao;perolocreodébil,ynodigoquenosucumbaante tanrefinadascoqueterías.Mi resolución está tomada. Esa mujer le es a usted funesta y le dejará sincamisa.Noquieroquecreaquetomoparteenlaruinademifamilia,yo,queestoy allí hace tres años para impedirla. Primo mío, está usted engañado.DígaleclaramentequenogestionaráustedelascensodelseñorMarneffe,yyaveráloqueleocurre.Yaveréiscómoosarrojanporlasorejas,aunqueestéisbienafirmadoenlosestribos.

Isabela levantó a su primita y la abrazó apasionadamente, diciéndole aloído:

—Hortensiaquerida,siguemanteniéndotefirme.

LabaronesaabrazóasuprimaBelaconelentusiasmodeunamujerquesevevengada.Todalafamiliaguardabasilencioantesupadre,lobastantelistoparacomprender loque significabaaquel silencio.Unacólera formidable se

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pintóensufrenteyensurostro,todassusvenassehincharon,losojosseleinyectaronensangreysuteztomóaspectomarmóreo.Adelinaseapresuróaarrojarseasuspiesy,tomándolelasmanos,ledijo:

—Amigomío,amigomío,perdón.

—¡Os soy odioso! —dijo el barón, dejando escapar el grito de suconciencia.

Todos conocemos nuestras culpas y suponemos en nuestras víctimas lossentimientos odiosos que debe inspirarles la venganza. A pesar de losesfuerzosdelahipocresía,nuestrolenguajeonuestrorostroconfiesaenmediodeunatorturaimprevista,comoconfesabaantañoelcriminalentrelasmanosdelverdugo.

—Nuestros hijos —dijo, para volver sobre su confesión— acaban porconvertirseennuestrosenemigos.

—Padremío—dijoVictorino.

—Nointerrumpaustedasupadre—repusoelbarónconformidablevoz,mirandoasuhijo.

—Escuche usted, padremío—dijoVictorino con voz firme y serena, lavozdeundiputadopuritano—;conozcoelrespetoqueledeboparanofaltarnuncaaél,yustedtendrásiempreenmíseguramenteunhijoelmássumisoyelmásobediente.

Todos losqueasisten a las sesionesde lasCámarashubieran reconocidolascostumbresdelaluchaparlamentariaenaquellasfrasescorreosasconquesuelencalmarselasirritacionesmomentáneasparaganartiempo.

—Estamos muy lejos de ser enemigos suyos—dijo Victorino—. Yo hereñido con mi suegro, el señor Crevel, por haber retirado los sesenta milfrancos de letras de cambio de Vauvinet, y seguramente ese dinero está enmanosdelaseñoraMarneffe.¡Oh!,nolecriticoausted,padremío—añadióal ver un gesto del barón—; pero quiero únicamente unirmi voz a la de laprimaIsabelayhacerleobservarquesimiabnegaciónporustedesciegaysinlímites, padre mío, desgraciadamente nuestros recursos pecuniarios sonlimitados.

—¡Dinero! —dijo, cayendo sobre una silla, el apasionado anciano,aplastadoanteaquel razonamiento—.¡Yesmihijoelqueme lodice!Se ledevolveráausted,señormío—añadió,levantándose.

Encaminósehacialapuerta.

—¡Héctor!

Este grito hizo volver al barón, el cual mostró a su mujer un rostro

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inundadoporlaslágrimas.Ellaleabrazóconlafuerzadeladesesperación.

—Notevayasasí…Nonosdejesdeesemodo;yonotehedichonada.

Aloírestegritosublime,loshijossearrojaronalospiesdesupadre.

—Todoslequeremosausted—dijoHortensia.

Isabela,inmóvilcomounaestatua,observabaaquelgrupoconunasonrisade soberbia en los labios. En este momento, el mariscal Hulot entró en laantesala,ylafamilia,aloírsuvoz,comprendiólaimportanciadelsecreto,ylaescenacambiódeprontosuaspecto.Losdoshijosselevantaronycadacualprocuróocultarsuemoción.

EnaquelmismoinstanteseoriginabatambiénunadisputaalapuertaentreMarietayunsoldado,quedecíatenertantaprisa,quelacocineraentróenelsalóndiciendo:

—Señor,un furrieldel regimientoquevienedeArgeliaquierehablarleaustedatodacosta.

—Queespere.

—Señor —dijo Marieta al oído de su amo—, me ha encargado que ledijeseenvozbajaquesetratabadesuseñortío.

El barón tembló, creyó que le enviaban los fondos que había pedidosecretamentehacíadosmesesparapagarsusletrasdecambioy,dejandoasufamilia,corrióalaantesala,dondevioauntipoalsaciano.

—¿EselseñorbaróndeHulot?

—Sí.

—¿Enpersona?

—Enpersona.

Elfurriel,queremovíaduranteestecoloquioelforrointeriordesuquepis,sacóunacarta,queelbarónabriórápidamente,leyendolosiguiente:

Sobrinomío:Lejosdepoderenviaraustedloscienmilfrancosquemehapedido,misituaciónes insosteniblesinotomaustedenérgicasmedidasparasalvarme.Tenemosencimaunfiscalquehablademoralyarmaunguirigaydetonterías acerca de laAdministración. Imposible hacer callar a ese tal. Si elMinisteriode laGuerrasedejaganar lamanopor los«trajesnegros»,estoyperdido. Estoy seguro del portador; trate de recompensarle, porque nos hahechounbuenservicio.Nomedejeabandonadoamerceddeloscuervos.

Aquellacartahizoelefectodeunrayo,viendoenellaelbaróncómosalíana luz las luchas intestinasque todavíahoy surgenen elgobiernodeArgelia

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entreelelementocivilyelmilitar,yqueinmediatamentedebíabuscaralgúnpaliativoparacurarlallagaquesedeclaraba.Ledijoalsoldadoquevolviesealdíasiguientey,despuésdehaberledespedido,nosinprometerleunabuenarecompensa,volvióalsalón.

—Buenosdías,yadiós,hermanomío—ledijoalmariscal—.Adiós,hijosmíos;adiós,mibuenaAdelina.Y¿quévaaserdeti,Isabela?

—Voyaencargarmedelacasadelmariscal,puesesprecisoqueacabemividaprestándoossiempreserviciosalosunosoalosotros.

—NodejesaValeriasinqueyo tehayavisto—dijoHulotaloídodesuprima—. Adiós, Hortensia, mi pequeña insubordinada; procura ser muyrazonable;cuandoyoarregleciertosasuntosgravescontinuaremoslacuestióndetureconciliación.Piensaenella,gatitamía—ledijo,abrazándola.

Abandonóasumujeryasushijos,dandomuestrasde tal turbación,queéstosquedaronsumamenteintranquilos.

—Isabela —dijo la baronesa—, es preciso saber lo que tiene Héctor,porquenuncalehevistoeneseestado.Quédatedosotresdíasmásencasadeesamujer,porqueaellaselodicetodo,yasípodremossaberloqueleocurre.No tengas cuidado, ya me cuidaré yo de arreglar tu matrimonio con elmariscal,matrimonioqueeshoymásnecesarioquenunca.

—Nuncaolvidaréelvalorquehastenidoestamañana—dijoHortensiaaIsabela,abrazándola.

—Hasvengadoanuestrapobremadre—dijoVictorino.

El mariscal observaba con curiosidad los testimonios de afecto queprodigabanaIsabela,lacualsefueenseguidaacontarlelaescenaaValeria.

Esta descripción permite a las almas inocentes adivinar los diferentesestragosquelasseñorasMarneffeproducenenlasfamiliasylosmediosquetienen de herir a pobres mujeres virtuosas, en apariencia tan lejos de ellas.Pero si se quiere transportar con el pensamiento estos disgustos al pisosuperior de la sociedad, a las gradasdel trono, seve loquedebendehabercostadolasqueridasdelosreyes,seadivinalaextensióndelasobligacionesdel pueblo para con sus soberanos cuando éstos dan ejemplo de buenascostumbresydevidadefamilia.

EnParíscadaministerioesunapequeñaciudad,delaqueestándesterradaslasmujeres;sinembargo,hayenelloschismesycuentos,comosiestuviesenocupados por la población femenina. Desde hacía tres años la posición delseñorMarneffesehabíavisto,pordecirloasí,aclarada,puestaalaluzdeldía,yenlasoficinassepreguntaban:«¿SeráonoseráelseñorMarneffesucesordelseñorCoquet?»,delmismomodoqueenlaCámarasepreguntabanpoco

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antes: «¿Pasará la dotación o no pasará?». Se observaban los menoresmovimientosenladireccióndelpersonal,yseescudriñabatodoenladivisióndel señorRulot.ElastutoconsejerodeEstadohabíaprocuradoatraersea supartido a la víctima de la promoción deMarneffe, un hombre trabajador ycapaz, diciéndole que si quería hacer el trabajo de Marneffe seríainfaliblemente su sucesor, cosaquenoestaba lejosde suceder a causade laescasasaludqueMarneffetenía.EsteempleadointrigabaporMarneffe.

CuandoRulotatravesósusalóndeaudiencia,llenodevisitantes,vioenunrincónlacaralívidadeMarneffeyseapresuróallamarleelprimero.

—¿Qué tiene usted que pedirme, querido?—dijo el barón, ocultando suinquietud.

—Señordirector,seburlandemíenlasoficinas,porqueseacabadesaberque el señor director del personal se ha ido esta mañana con licencia, porrazóndesalud,ysuviajedurarápróximamenteunmes.Esperarunmesyasesabe lo que quiere decir. Ustedme hace ser la risa demis enemigos, ymeparecequebastaque le critiquenaunoporun lado,porque siendopordos,señordirector,lacajapodríareventar.

—MiqueridoMarneffe,esprecisounpocodepacienciaparallegaralfin.Nopodráustedserjefedenegociado,siesqueesposible,hastadentrodedosmeses.Yonopuedopedirunascensoescandalosoenelmomentoprecisoenquetengoqueconsolidarmiposición.

—Siustedseva,yonoserénunca jefedenegociado—dijofríamenteelseñorMarneffe—.Conqueasí,hagaquesemenombre,quenoseránimásnimenosporeso.

—¿Demodoquehedesacrificarmeporusted?—preguntóelbarón.

—Sinolohiciera,perderíaustedmuchoenmiconcepto.

—Es usted demasiado Marneffe, señor Marneffe —dijo el barón,levantándoseyseñalándolelapuertaalsubjefe.

—Tengo el honor de saludarle, señor barón —respondió humildementeMarneffe.

—¡Quéinfamepillastre!—sedijoelbarón—.Estoseparecebastanteaunrequerimiento de pago antes de las veinticuatro horas, so pena deexpropiación.

Doshorasdespués,enelmomentoenqueelbarónacababade instruiraClaudio Vignon, a quien quería enviar al Ministerio de Justicia para tomarinformes acerca de las autoridades judiciales que entendían en el asunto deJuanFischer,abrióReinaeldespachodelseñordirectoryfueaentregarleunacartitaqueesperabarespuesta.

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—¡EnviaraReina!—sedijoelbarón—.Valeriaestáloca,noscomprometeatodosycomprometeelnombramientodeeseabominableMarneffe.

Despidióalsecretarioparticulardelministroyleyóloquesigue:

¡Ah, amigo mío! ¡Qué escena acabo de sufrir! Si me has procurado ladichaestostresaños,biencaratelapago.Havueltodelaoficinaenunestadotaldefuror,quemehahechotemblar.Sabíaqueeramuyfeo,perolehevistomonstruoso.Suscuatrodientespropiostemblabanymehaamenazadoconsuodiosa compañía si continuaba recibiéndote. ¡Ay demí!, gatitomío, nuestrapuerta estará cerrada para ti en lo sucesivo. Ya ves mis lágrimas que caensobreelpapelyqueloempapan.¿Podrásleerestacarta,miqueridoHéctor?¡Ah!¡Novertemás!¡Renunciarati,cuandomehasdadounpocodetuvida,comomedistetucorazón,esmorir!PiensaennuestropequeñoHéctor,nomeabandones; perono tedeshonres tampocoporMarneffe, no cedas aún a susamenazas. ¡Ah!, te amo aún como no he amado nunca.Me he acordado detodos los sacrificios que has hechopor tuValeria, y ésta no te es ni te seráninguna ingrata; tú eres y serásmi únicomarido.No pienses ya en losmildoscientos francos de renta que te pido para nuestro pequeño Héctor, quevendrá dentro de algunos meses. Ya no quiero costarte más nada. Por otraparte,mifortunaserásiempretuya.

¡Ah! Héctor mío, si tú me amases como yo te amo, pedirías el retiro,dejaríamosaquícadaunoanuestrasfamiliasynosiríamosavivirconIsabelaaalgúnpaísbonito,aBretaña,oadondetúquisieras.Allínoveríamosanadieyseríamosfeliceslejosdetodoestemundo.Turetiroylopocoqueyotengoaminombrenosbastará.Tú,quetevuelvesceloso,veríasatuValeriaocupadaúnicamente en suHéctor, y no tendrías que enfadarte como el otro día.Notendrénuncamásqueunhijo,yéseseráelnuestro.Notengasdudadeello,viejo gruñón, amado mío. No, tú no puedes figurarte mi rabia, porque espreciso saber cómomeha tratadoy lasgroseríasquehavomitadocontra tuValeria.Suspalabrasensuciaríanestepapel,yunamujercomoyo,lahijadeMontcornet, no debiera haber oído nunca ni una sola de aquéllas. ¡Oh! Yohubieraqueridoquehubiesesestadoaquíparacastigarleconelespectáculodelapasióninsensataqueportisiento.Mipadrehubiesedadodesablazosaesemiserable; pero yo sólo puedo hacer lo que puede una mujer: ¡amarte confrenesí!Amormío,enelestadodedesesperaciónenquemeencuentromeesimposiblerenunciaraverte.Sí,quieroverteensecretotodoslosdías.Nosotraslasmujeressomosasí:yomeadhieroa tumododepensar.Por favor, simeamas, no le hagas jefe denegociado, déjalo que reviente siendo subjefe.Enestemomentonotengobuenalacabeza,puesaúnmepareceoírsusinjurias.Bela,quequeríadejarme,sehaapiadadodemíysequedaalgunosdías.

Queridomío,noséaúnquéhacer.Noveomásquelahuida.Siempremehagustadoelcampo;conqueasí,vámonosaBretaña,aLanguedoc,odonde

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másquieras,contaldequepuedaamarteenlibertad.¡Pobregato!¡Cómotecompadezco!HeteyaobligadoavolvertecontuviejaAdelina,aaquellaurnalagrimal, pues elmonstruo ha debido decirte queme velará noche y día, yllegóhastaanombraralapolicía.Novengas,pues,porquedesdeelmomentoenquehacíaconmigolamásinnobledelasespeculaciones,lecreocapazdetodo.

Quisierapoderdevolverte todo loquedeboa tusgenerosidades. ¡Ah!mibuenHéctor,yohabrépodidocoquetearytehabréparecidoligera;perotúnoconocías a tu Valeria; le gustaba atormentarte, pero te prefiere a todo elmundo. No te pueden impedir que vengas a ver a tu prima, y yo voy acombinar con ella el medio de hablarnos. Gatitomío, a falta de tu queridapresencia,escríbemeporfavorcuatroletrasparatranquilizarme…(¡Oh,daríaunamanopor tenerte enmidiván!)Una carta tuyamehará el efectodeuntalismán;escríbemealgoqueencierretodatualmahermosa.Comonosabríadóndeesconderla,tedevolverélacarta,puesélloregistratodoyesprecisoserprudente. En fin, tranquiliza a tuValeria, a tumujer, a lamadre de tu hijo.¡Estar obligada a escribirte yo, que te veía todos los días! Ahora le digo aIsabela:«Yonoconocíamidicha».Milcaricias,gatitomío.Quieremuchoatu

Valeria

—Yhaylágrimas—sedijoHulotalacabarlacarta—,lágrimasquehacenilegiblesunombre.¿Quétalestá?—ledijoaReina.

—La señora está en la cama y tiene convulsiones—respondióReina—.Despuésdehaberescrito,lehadadounataquedenerviosterrible.¡Oh!,esdehaberllorado…Seoíalavozdelseñorenlaescalera.

Elbarón,enmediodesuturbación,escribiólasiguientecartaenunpapelconmembreteoficial:

No tengas cuidado, ángel mío, que reventará siendo subjefe. Tu idea esexcelente. Nos iremos a vivir lejos de París, seremos felices con nuestropequeño Héctor, pediré mi retiro y encontraré algún buen destino enferrocarriles. ¡Ah!, amiga querida, con tu carta me siento rejuvenecido.Empezarévidanuevay,yaloverás,lelegaréunafortunaanuestropequeño.Leyendotucarta,milvecesmásardientequelasdelanuevaEloísa,hevistorealizarseunmilagro:yonocreíaquemiamorpudieseaumentar.EstanocheverásencasadeIsabelaaquienseráparasiempretu

Héctor.

Reinasellevóestarespuesta,queeralaprimeracartaqueelbarónescribíaa su amable amiga. Semejantes emociones formaban un contrapeso a losdesórdenesquesecerníanenelhorizonte;peroenaquelmomento,elbarón,creyendoestarsegurodepararlosgolpesdirigidosasutíoJuanFischer,sólo

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sepreocupabayadeldéficit.

Unadelasparticularidadesdelcarácterbonapartistaeslafeenelpoderdelsable,lacertidumbredelapreeminenciadelomilitarsobrelocivil.HulotseburlabadelfiscaldeArgelia,dondereinaelministrodelaGuerra.Elhombresigue siendo lo que ha sido. ¿Cómo pueden los oficiales de la GuardiaImperial olvidarse de haber visto a los alcaldes de las buenas ciudades delImperioya losprefectosdelemperador,esosemperadoresapie,que ibanarecibir a la Guardia Imperial, a despedirla al límite de los distritos queatravesaba,yahacerla,enfin,honoressoberanos?

Alascuatroymedia,elbarónseencaminóacasadelaseñoraMarneffey,al subir la escalera, el corazón le latía como a un joven, pues se hacíamentalmente esta pregunta: «¿La veré? ¿No la veré?». ¿Cómo había deacordarsede laescenade lamañana,enquesufamilia todayacíaasuspiesllorando? La carta de Valeria, guardada sobre su corazón en una elegantecartera,¿noleprobabaqueeramásamadoqueelmásamadodelosjóvenes?Despuésdehaberllamadoelinfortunadobarón,oyópasosylaexecrabletosdel inválido Marneffe, el cual abrió la puerta para ponerse en posición eindicaraHulotlaescalera,medianteungestoenteramentesemejanteaaquelquehabíaempleadoHulotparaenseñarlelapuertadesudespacho.

—EsusteddemasiadoHulot,señorHulot—ledijo.

El barón quiso pasar; peroMarneffe sacó una pistola de su bolsillo y lamontó.

SeñorconsejerodeEstado,cuandounhombreestanvilcomoyo,porqueustedmecreemuyvil,¿verdad?,seríaelúltimodelosbandidossinosupiesesacar todos los beneficios de su honor vendido.Yaque quiera usted guerra,sea,guerrasincuartel.Novuelvamásynointentepasar,porqueheavisadoalcomisariodePolicíaexplicándolemisituaciónconusted.

Y aprovechándose de la estupefacción deHulot lo empujó hacia fuera ycerrólapuerta.

—¡Quéconsumadobandido!—sedijoHulot,subiendoalpisodeIsabela—.¡Oh!Ahoracomprendolacarta.ValeriayyonosiremosdeParís.Valeriaesmíaparaelrestodemisdías.Ellamecerrarálosojos.

Isabelanoestabaensucasa.LaseñoraOliviercomunicóaHulotquesuprimahabíaidoacasadelabaronesa,esperandoencontrarallíalseñorbarón.

—¡Pobremuchacha!Nunca la hubiera creído tan astuta como lo ha sidoestamañana—sedijo el barón, recordando la conductade Isabel, almismotiempoqueemprendíaelcaminodesdelacalledeVanneaualadePlumet.

Al salir de la calle de Vanneau para entrar en la de Babilonia, el barón

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dirigióunamiradaalEdéndedondeelesposoledesterrabaconlaespadadelaleyenlamano.Valeria,asomadaalaventana,seguíaaHulotconlosojos,ycuandoéstelevantólacabeza,ellaagitósupañuelo;peroelinfameMarneffediouncacheteasumujerylaobligóadejarlaventana.EntoncesunalágrimaacudióalosojosdelconsejerodeEstado.

—¡Seramadodeestemodo,verquemaltratanaunamujeryestarpróximoacumplirsetentaaños!—sedijo.

Isabela había ido a anunciar a la familia la buena nueva. Adelina yHortensiasabíanyaqueelbarón,noqueriendodeshonrarsealosojosdetodossuscompañerosnombrandoaMarneffejefedenegociado,seríadespedidoporestemaridoconvertidoenunhulótfobo.LafelizAdelinahabíaencargadounabuenacomidaparaqueHulotlaencontrasemejorqueencasadeValeria,ylaadictaIsabelaayudóaMarietaaobtenerestedifícilresultado.LaprimaBelahabíapasadoalestadodeídolo;lamadreylahijalebesabanlasmanosylehablancomunicadocongranalegríaqueelmariscalconsentíaenquefuesesuamadellaves.

—Queridamía,deaquíasersumujernohaymásqueunpaso—lehabíadichoAdelina.

—Enfin,cuandoVictorinolehablódeello,élnodijoqueno—añadiólacondesadeSteinbock.

El barón fue acogido por su familia con testimonios de afecto tanconmovedoresytanllenosdeamor,quesevioobligadoadisimularsupena.Elmariscalfueacomerconellos.Despuésdecomer,Hulotnosalió.Victorinoysumujersepresentaronysejugóalwhist.

—Héctor, hacía mucho tiempo que no nos dedicabas la velada —dijogravementeelmariscal.

Esta frase del veterano, que mimaba a su hermano y de este modoimplícitamentelevituperaba,causóunaimpresiónprofunda.Sereconocióenellalaslargasyprofundaslesionesdeuncorazóndondetodoslosadivinadosdolores habían encontrado un eco. A las ocho el barón quiso acompañar aIsabela,prometiendovolver.

—Bueno,Isabela,¿sabesquelamaltrata?¡Ah!Nuncalahequeridotanto.

—¡Ah! Yo no hubiera creído que Valeria le quisiese como le quiere—respondióIsabela—.Esligera,escoqueta,legustaversecortejada;peroustedessuúnicoamor.

—¿Yquétehadichoparamí?

—Ya sabe usted—repuso Isabela— que ella ha tenido ciertas bondadesconCrevel,cosaquenohayqueecharleencara,porqueesquienlahalibrado

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delamiseriaparaelrestodesusdías;peroenrealidad,ledetestaymepareceque ya ha acabado con él. Ahora bien, ha conservado la llave de unahabitación…

—¿EnlacalledelDelfín?—exclamóelafortunadoHulot—.SóloporesoleperdonaríalodeCrevel…Yaheestadoallí,yasé…

—Aquítieneustedlallave—dijoIsabela—;mandequelehaganmañanamismounaigual,odos,siesposible.

—¿Ydespués?—dijoávidamenteHulot.

—Yovendréacomermañanaconustedes,ustedmedevolverálallavedeValeria(pueselpadreCrevelpodríapedírsela)ypasadomañanaacudeustedal punto de la cita para ponerse de acuerdo. Estarán ustedes en completaseguridad, porque tiene dos salidas. Si, por casualidad, Crevel, queindudablemente tiene costumbres de Regencia, como él dice, entrase por elpasillo,saldráporlatienda,yviceversa.¿Quélepareceausted,viejopillo?Amíesaquienledebetodoesto.¿Quéharáustedpormí?

—Loquetúquieras.

—Bueno,noseopongaamimatrimonioconsuhermano.

—¡TúmariscaladeHulot! ¡TúcondesadeForzheim!—exclamóHéctor,sorprendido.

—Bien es baronesa Adelina —respondió la Bela con tono agrio yformidable—.Escucheusted,viejolibertino;yasabecómoestánsusasuntos,ysufamiliapuedeversemañanasinpanysinhogar.

—Éseesmiterror—dijoHulot,azorado.

—Sisuhermanomuere,¿quiénsostendráasumujeryasuhija?LaviudadeunmariscaldeFranciadebede tener lomenosseismil francosde retiro,¿verdad? Pues bien, viejo insensato, yome caso para asegurar el pan de sumujerydesuhija.

—No me había fijado en eso —dijo el barón—. Ya le predicaré a mihermano,porquedetiestamosseguros…Dileamiángelquemividaessuya.

Yelbarón,despuésdehabervistoentraraIsabelaenlacalledeVanneau,sevolvióacasaahacerelwhist.Labaronesaestabalocadealegría,porquehacíaunosquincedíasqueelbarónparecíavueltoa lavidadefamilia, todavezqueseibaalaoficinaalasnuevedelamañana,estabadevueltaalasseisde la tardepara comer, pasaba la noche con su familia y llevódos veces alteatroaAdelinayaHortensia.LamadreylahijahicierondecirtresmisasenaccióndegraciasyrogaronaDiosquelesconservaseelmaridoyelpadrequeles había devuelto. Una noche, Victorino Hulot, al ver que su padre iba a

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acostarse,ledijoasumadre:

—Vaya,somosfelices,hemosvueltoaconquistaranuestropadre,ynimimujerniyosentiremoseldineroempleado…siestodura.

—Vuestropadrevaacumplirprontosetentaaños—dijolabaronesa—,yhenotadoqueaúnpiensaenlaseñoraMarneffe.Peroyocreoqueestodurarápoco: la pasión de las mujeres no es como el juego, la especulación y laavaricia,sinoquetieneuntérmino.

LahermosaAdelina,puesestamujerseguíasiendohermosaapesardesuscincuentaañosydesuspenas,seengañabaenesto.Loslibertinos,esasgentesaquieneslaNaturalezahadotadodelapreciosafacultaddeamarmásalládeloslímitesqueelamorseñala,casinuncatienensuedad.Duranteaquellapsode virtud, el barón había ido tres veces a la calle delDelfín y nunca habíatenidosetentaaños.Lapasiónreanimadalerejuvenecía,yhubieseentregadoaValeria su honor, su familia, todo su ser, sin pesar alguno. Pero Valeria,completamente cambiada, no le hablaba nunca de dinero ni de los mildoscientos francos de renta para su hijo; al contrario, le ofrecía dinero, yparecíaamaraHulotcomoamaunamujerdetreintaañosaunestudiantedeDerecho, muy pobre, muy poético y muy enamorado. ¡Y la pobre Adelinacreía haber reconquistado a su querido Héctor! La cuarta cita de los dosamantes había quedado acordada, en el último momento de la tercera,absolutamentecomoantañoen laComedia Italianaseanunciabaal finde larepresentaciónlafuncióndeldíasiguiente.Lahoraseñaladaeranlasnuevedelamañana. El día señalado para esta dicha, cuya esperanza hacía aceptar alapasionadoancianolavidadefamilia,aesodelasochodelamañanaReinafue a llamar al barón.Hulot, temiendouna catástrofe, deseóhablar aReina,maséstanoquisoentrarenlahabitación.Lafielcamareraentregóalbarónlasiguientecarta:

Viejo gruñónmío:No vayas a la calle delDelfín; nuestra pesadilla estáenfermo y tengo que cuidarle; pero no dejes de estar allí esta noche a lasnueve.CrevelestáenCorbeil,encasadelseñorLebás,yestoyseguradequenollevaráningunaprincesaasucasita.YomehearregladoparatenerlanochelibreypuedoestardevueltaantesdequeMarneffesedespierte.Contéstamesobreesto,puestemoquetuelegiacamujernotedejeenlibertadcomoantes.Erestútanlibertinoydicenqueestáellatanhermosaaún,quetecreocapazdesermeinfiel.Quemaestacarta,puesdesconfíodetodo.

Hulotleescribióestascuatroletras:

Amormío:Como te he dicho ya,mimujer desde hace veinticinco añosnuncasehaopuestoamisplaceres.¡SacrificaríaportiacienAdelinas!Estanoche,a lasnueve,estaréenel templodeCrevel,esperandoamidivinidad.¡Ojalá que el subjefe reviente pronto para que no tengamos que separarnos

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más!Ésteeselmayordeseodetu

Héctor.

Por la noche, el barón dijo a su mujer que tenía que ir trabajar con elministroaSaint-Cloudyquevolveríaalascuatroolascincodelamañana,ysefuealacalledelDelfín.Eranentonceslosúltimosdíasdejunio.

Pocoshombreshansentidorealmenteensuvidalaterriblesensacióndeira lamuerte, porque son contados los que se han salvado del patíbulo; peroalgunossoñadoreshansentidovigorosamenteesaagoníaensueños,llegandohastaasentir lacuchillaqueseaplicasobreelcuelloenelmomentoenquecon la luz del día llega el despertar a librarles. Pues bien; la sensación quesintióelconsejerodeEstadoaesodelascincodelamañana,enlaeleganteycoqueta cama de Crevel, excedió en mucho a la que se experimentacreyéndoseenelfatalbanquillo,enpresenciadediezmilespectadoresqueosmiran con sus veinte mil ojos llameantes. Valeria dormía en una posturaencantadora. Estaba hermosa como están hermosas las mujeres que sonbastante hermosaspara estarlo durmiendo.Aquello era el arte invadiendo lanaturaleza; era, en fin, el cuadro reducido a la realidad. En su posiciónhorizontal,elbarónteníasusojosatrespiesdelsuelo;susmiradasextraviadascomolasdetodohombrequesedespiertayqueprocuraordenarsusideas,sefijaronenlapuertacubiertadeflorespintadasporJan,artistaquedespreciólagloria.Elbarónnovio,comoelcondenadoamuerte,veintemilojosque lemiraban,sinoqueviodosúnicamente,cuyamiradaeramáspunzantequelosveintemildelaplazapública.Estasensaciónenplenoplacer,muchomásraraque la de los condenados a muerte, ciertamente que sería pagada a mejorprecio por alguno de esos excéntricos ingleses. El barón quedóse acostado,bañadosiempresucuerpoporunsudorfrío.Queríadudardeloqueveía;peroaquellosojosleaterrabany,además,detrásdelapuertaseoíaelmurmullodevoces.

—¿Si será Crevel que querrá darme una broma?—se dijo el barón, nopudiendoyadudardelapresenciadealgunapersonaeneltemplo.

Lapuerta se abrió.Lamajestuosa ley francesa,que figuraen los edictosdespuésdelarealeza,sepresentóbajolaformadeunpequeñocomisariodePolicía, acompañado de un alto juez de paz, guiados ambos por el señorMarneffe. El comisario de Policía, calzado con borceguíes atados con unascintas de aparatosos lazos, remataba en una cabeza amarilla, escasa decabellos,quedenotabaalsocarrónvivoyburlón,paraquienlavidadeParísno tiene secretos. Sus ojos, provistos de gafas, perforaban el vidrio con susmiradasastutasyburlonas.Eljuezdepaz,antiguoprocurador,viejoadoradordelbellosexo,envidiabaaljusticiable.

—Señor barón, le ruego que disimule el rigor de la Justicia —dijo el

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comisario—. Venimos requeridos por un interesado. El señor juez de pazasistealaaperturadeldomicilio.Séquiénesustedyquiénesladelincuente.

Valeriaabrióasombradalosojoslanzóelgritopenetrantequelasactriceshaninventadoparadenotarlalocuraenelteatro,seretorcióenconvulsionessobreellechocomounaposeídadeldemonioenlaEdadMediadentrodesucamisadeazufresobreunlechodehacesdeleña.

—¡Lamuerte,miqueridoHéctor;perolapolicíacorreccional,nunca!

Y dicho esto dio un salto, pasó como una centella por entre los tresespectadoresyfueaacurrucarsesobreunabutaca,escondiendolacabezaentrelasmanos.

—¡Perdida!¡Muerta!—gritóella.

—Caballero—dijoMarneffeaHulot—:simimujersevolvieseloca,ustedseríaalgomásqueunlibertino,seríauncriminal.

¿Quépuedehacer,quépuededecirunhombresorprendidoenunlechoqueno le pertenece, ni siquiera en calidad de arrendado, y con una mujer quetampocoessuya?Esto:

—Señor juez de paz, señor comisario de Policía —dijo el barón condignidad—, ocúpense de la desgraciada mujer cuya razón parece estar enpeligro, y luego podrán instruir las diligencias. Las puertas deben estarcerradas y, dado el estado en que estamos, no pueden ustedes temer unaevasiónniporsuparteniporlamía.

LosdosfuncionariosaccedieronaldeseodelconsejerodeEstado.

—Ven a hablar conmigo, miserable lacayo —dijo Hulot a Marneffe,tomándolo por el brazo y llevándolo a un rincón—.El asesino no sería yo,sinotú.¿QuieresserjefedenegociadoyoficialdelaLegióndeHonor?

—Eso ante todo, señor director —respondió Marneffe, inclinando lacabeza.

—Loserás,perotranquilizaatumujerydespideaesosseñores.

—¡Ca!—replicómaliciosamenteMarneffe—.Esprecisoqueestosseñoreslevantenactadeflagrantedelito,porque,sinesterequisito,¿dequévaldríamiqueja?LaaltaAdministración rebosaenengaños.Ustedmeha robadoamimujerynomehahecho jefedenegociado.Señorbarón, ledoyausteddosdíasdetiempo.Aquítengolascartas…

—¿Cartas?—dijoelbarón,interrumpiendoaMarneffe.

—Sí,cartasquepruebanqueelhijoquemimujerllevaenelvientreesdeusted.¿Mecomprende?Yustedestáobligadoaentregarleamihijounarenta

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igual a la parte que ese bastardo le arrebatará mañana. Como eso no meimporta, serémodesto,puesnoestoy locodepaternidad.Mecontentaréconcienluisesderenta.Esosí,omañanamismosoysucesordelseñorCoquetyfiguroenlalistadelospropuestosparaoficialesconmotivodelasfiestasdejulio,oelprocesoseguiráadelante.Soyunbuenmarido,¿no?

—¡Diosmío,quémujermásbonita!—decíaeljuezdepazalcomisariodePolicía—.¡Quépérdidaparaelmundosisevolvieseloca!

—No se vuelve loca, no—respondió sentenciosamente el comisario dePolicía.

Lapolicíaessiemprelaencarnacióndeladuda.

—ElseñorbaróndeHulothacaídoenun lazo—añadióelcomisarioenvozlobastantealtaparaqueValerialeoyese.

Valerialanzóalcomisariounamiradaquelohubiesematadosilasmiradaspudiesencomunicartodalarabiaqueexpresan.Elcomisariosesonrió;habíatendido tambiénsu lazo,y lamujercaíaenél.Marneffe invitóa sumujeraque entrase en el cuarto y a que se vistiese decentemente, pues se habíaentendidoenuntodoconelbarón,elcualtomóunabatadecasayvolvióalaprimerahabitación.

—Señores—dijoalosfuncionarios—,nocreonecesariopedirlessecreto.

Los dos funcionarios se inclinaron. El comisario de Policía dio dosgolpecitosalapuerta,yentrósusecretario;sesentóanteunamesitaysepusoaescribirloquesujefeledictabaenvozbaja.Valeriacontinuaballorandoalágrimaviva.Cuandoacabódevestirse,Hulot entró en el cuartoy sevistiótambién.Entretantoselevantóelacta.EntoncesMarneffequisollevarseasumujer;peroHulot,creyendoquelaveríaporúltimavez,imploróconungestoelfavordehablarle.

—Caballero,estaseñoramecuestalobastantecaraparaquemepermitaalmenosdecirlaadiós…,claroestá,delantedetodos.

ValeriaseaproximóalbarónyHulotledijoaloído:

—No nos queda más remedio que huir. Pero ¿cómo comunicarnos,habiendosidovendidos?

—¡Por Reina! —respondió aquélla—. Pero amigo mío; yo creo que,después de este escándalo, lo mejor es que no volvamos a vernos. Estoydeshonrada.Ademástediráninfamiasdemíytúlascreerás.

Elbarónhizoungestonegativo.

—Sí,lascreerás,yyodarégraciasalCielo,porquequizáasínomeechesenfalta.

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—No reventaré siendo subjefe—dijoMarneffe al oído del consejero deEstado, yendo a tomar a su mujer, a la cual le dijo bruscamente—: Basta,señora;sisoydébilconusted,noquieroquelosdemásmetomenportonto.

ValeriadejólacasitadeCrevel,dirigiendounaúltimamiradatanmaliciosaalbarón,queéstesecreyóadorado.EljuezdepazdiogalantementeelbrazoalaseñoraMarneffeparaacompañarlahastaelcoche.Elbarón,queteníaquefirmar el acta, se quedó solo con el comisario de Policía, en actitudmedioalelada.CuandoelconsejerodeEstadohubofirmado,elcomisariodePolicíalemiróconunairefinoporencimadelasgafas,yledijo:

—Señorbarón,¿quiereustedmuchoaesaseñora?

—Pormidesgracia,yaloveusted.

—¿Ysiellanolequisieraausted—repusoelcomisario—,sileengañase?

—¡Oh,señor!Yalohesabidoaquí,enestamismacasa.ElseñorCrevelyyonoslohemosdicho.

—¡Ah!Demodoquesabeustedqueestáenlacasitadelalcalde.

—Perfectamente.

ElcomisariodePolicíasequitóelsombreroparasaludaralanciano.

—Está ustedmuy enamorado yme callo—dijo—.Respeto las pasionesinveteradas, como los médicos las enfermedades crónicas. He visto albanqueroNucingenatacadodeunapasióndeestegénero.

—Es amigo mío —repuso el barón—. Yo cené muchas veces con lahermosaEster,quevalíalosdosmillonesquelehacostado.

—Más—dijoelcomisario—.Aquelcaprichodelviejobanquerocostólavidaacuatropersonas.¡Oh,esaspasionessoncomoelcólera!

—¿Quéteníaustedquedecirme?—preguntóelconsejerodeEstado,quenotomóabienesteconsejoindirecto.

—¿Porquéhedequitarlesusilusiones?—preguntóelcomisariodePolicía—.¡Estanraroconservarlasasuedad!

—¡Líbremeusteddeellas,quítemelas!—exclamóelconsejerodeEstado.

—No, porquemás tarde semaldice almédico—respondió el comisario,sonriendo.

—¡Porfavor,señorcomisario!

—Puesbien,esamujerestabadeacuerdoconsumarido.

—¡Oh!

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—Esto,señor,ocurre,decadadiezveces,dos,ynosotrosloconocemos.

—¿Quépruebastieneusteddeesacomplicidad?

—¡Oh, enprimer lugar, elmarido!—dijo el comisariodePolicía con lacalma del cirujano acostumbrado a sondar heridas—. La especulación estáescrita en sucara,vulgaryatroz.Peronodebíausteddeapreciargrancosaciertacartaqueleescribióesamujer,enquelehablabadelniño.

—Estimoen tanto esa carta, que la llevo siempreencima—le respondióHulotalcomisariodePolicía,rebuscandoenelbolsillodelcostadoparasacarlacarteritaquellevabasiempreconsigo.

—Dejeusted lacarteradondeestá—dijoelcomisario, fulminadorcomounarequisitoria—.Aquítieneustedlacarta.Ahorayaséloquedeseabasaber.LaseñoraMarneffedebíadeestarenelsecretodeloqueconteníaesacartera.

—Ellasolaenelmundo.

—Esloquemefiguraba.Ahora,heaquílapruebaqueustedmepidedelacomplicidaddeesamujerzuela.

—Veamos—dijoelbarón,todavíaincrédulo.

—Cuando hemos llegado, señor barón —repuso el comisario—, esemiserable Marneffe entró delante y cogió esta carta, que su mujer habíacolocado sin duda sobre este mueble —dijo, señalando la mesita—.Evidentemente,eselugarhabíasidoconvenidoentrelamujeryelmaridoparael casoenqueellapudieracogerlamientrasusteddormía,pues la cartaqueesadamalehaescrito,enunióndelasqueustedlehadirigido,sondecisivasenelprocesocorreccional.

El comisario hizo ver a Hulot la carta que el barón había recibido porReinaensudespachodelministerio.

—Formapartedelprocesoyleruegoquemeladevuelva,caballero—dijoelcomisario.

—Estábien,señor—dijoHulot,cuyacarasedescompuso—.Esamujeresellibertinajeenpersona,yahoraestoysegurodequetienetresamantes.

—Esoestáclaro—dijoelcomisariodePolicía—.¡Ah!Nosecreaustedquetodasestánenlacalle.Cuandosehaceeseoficio,señorbarón,enviaje,enlos salones o en su casa, ya no se trata ni de francos ni de céntimos. Laseñorita Ester, de quien hablaba usted hace un momento y que acabóenvenenándose,devorómillones…Señorbarón,siquiereustedhacermecaso,abandone esta clase de asuntos. La última partida le costará cara. Esesinvergüenza de marido tiene la ley de su parte, y a no ser por mí, esamujerzuelaleatrapabadenuevo.

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—Gracias, señor—dijo el consejero de Estado, procurando guardar unaactituddigna.

—Caballero,vamosacerrarlacasa;lacomediaestárepresentada,yustedentregarálallavealseñoralcalde.

Hulotvolvióasucasaentalestadodeabatimientoqueestabapróximoadesfallecer,embargandosuánimolosmássombríospensamientos.Despertóasu noble, pura y santa mujer; le contó la historia de aquellos tres años,sollozandocomounniñoaquienselequitaunjuguete.Estaconfesióndeunanciano, joven aún de corazón; aquella horrible y nunca oída epopeya, almismotiempoqueenternecióaAdelinalecausóunvivogoceinterior,ydiogracias al Cielo creyendo que aquel golpe último dejaría para siempre a sumaridoenelsenodelafamilia.

—Isabela tenía razón—dijo la señora Hulot con voz dulce, sin hacerleinútilesreconvenciones—.Ellanoshabíaadvertidoyaeso.

—Sí.¡Ah,siyolahubieseescuchado,enlugardeencolerizarmeaqueldíaque yo deseaba que la pobre Hortensia volviese a su hogar para nocomprometerlareputacióndeesa…!¡Oh!Adelinaquerida,esprecisosalvaraWenceslao,queestámetidoenesefangohastaelcuello.

—¡Pobreamigomío!Laburguesano tehadadomejor resultadoque lasactrices—dijoAdelina,sonriendo.

LabaronesaestabaasustadadelcambioquesehabíaoperadoensuHéctor;cuandoleveíadesgraciado,apenado,encorvadobajoelpesodelaspenas,eratodo corazón, todo piedad y todo amor, y hubiese dado toda su sangre porhaceraHulotfeliz.

—Quédate con nosotros, mi querido Héctor. Dime cómo hacen esasmujerespara sujetartedeesemodo.Yoprocuraré imitarlas. ¿Porquénomehasformadoa tugusto?¿Esporfaltadeinteligencia?Porque,por lodemás,veoqueaúnmeconsideransuficientementehermosaparahacermelacorte.

Muchas mujeres casadas, adictas a sus deberes y a sus maridos, sepreguntaránahoratalvezporquéesoshombrestanfuertes,tanbuenosytansumisosconlasseñorasMarneffe,notomanasusmujeresporobjetodesuscaprichos y de sus pasiones, sobre todo cuando se parecen a la baronesaAdelina Hulot. Esto forma parte de los más profundos misterios de laorganizaciónhumana.Elamor,eseinmensodesarreglodelarazón,esevirilyseveroplacerdelasalmasgrandes,yelplacer,esavulgaridadquesecompraysevendeen laplaza, sondos fasesdiferentesdeunmismohecho.Lamujerquesatisfaceestosdosvastosapetitosdelasdosnaturalezasestanraraenelsexo como lo es en una nación un gran general, un gran escritor, un granartista, un gran inventor. Lomismo el hombre de talento que el imbécil, el

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Hulot que el Crevel, sienten la necesidad del ideal y del placer; todos vanbuscando a ese misterioso andrógino, a esa rareza que la mayor parte deltiempo parece ser una obra en dos volúmenes. Esta investigación es unadepravación debida a la sociedad. Ciertamente que el matrimonio debe seraceptadocomounalaborpenosa,pueseslavidaconsustrabajosYsusdurossacrificios,igualmentehechadedoscaras.Loslibertinos,esosbuscadoresdetesoros, son tan culpables como otros malhechores que suelen recibir mássevero castigo.Esta reflexiónno esun embutidodemoral, sinoque explicamuchasdesgraciasincomprensibles.

Porotraparte,elrelatodeestaescenaimplicamoralidadesdemuydiversogénero.

El barón se fue inmediatamente a casa del mariscal, príncipe deWissemburgo,cuyaelevadaprotecciónerasuúltimorecurso.Protegidohacíatreintaycincoañosporelancianoguerrero,teníaentradaatodashorasensucasa,ypudoverloalahoradelevantarse.

—Buenosdías,miqueridoHéctor—ledijoaquelbuenoygrancapitán—.¿Qué tieneusted?Parecepreocupado.Ahorayohablode las sesiones comohablaba antes de nuestras campañas. Por supuesto, creo que los periódicostambiénllamancampañasparlamentariasalassesiones.

—En efecto, mariscal, se pasan algunos apuros; pero es la miseria deltiempo —dijo Hulot—. ¿Qué quiere usted? El mundo está hecho de estemodo.Cadaépocatienesusinconvenientes.Lamayordesgraciadelaño1841estribaenquenilaCoronanilosministrossonlibresdeobrarcomoloeraelemperador.

ElmariscaldirigióaHulotunadeesasmiradasdeáguila,cuyalucidezyperspicacia demostraban que pesar de los años, aquella alma seguía siendofirmevigorosa.

—¿Quieresalgodemí?—dijoadoptandounairealegre.

—Como me encuentro en la necesidad de pedirle un favor personal, elascenso de uno de mis subjefes para el grado de jefe de negociado y supromociónparaelgradodeoficialdelaLegióndeHonor.

—¿Cómosellama?—dijoelmariscal,dirigiendoalbarónunamiradaquefuecomounrayo.

—Marneffe.

—Tiene una mujer bonita, sí, la vi en el matrimonio de tu hija… Sí,Roger…;peroRogeryanoestáaquí…Héctor,hijomío,setratadetuplacer.¡Cómo! ¿Aún te das esos gustos? ¡Ah, diablo! Haces honor a la GuardiaImperial.Yavesloqueeshaberpertenecidoalaintendencia:tienesreservas.

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Mira, hijo mío; deja estar ese asunto, que es demasiado galante paraconvertirseenadministrativo.

—No,mariscal;esunmalasunto,puessetratadelapolicíacorreccional.¿Quiereustedvermeprocesado?

—¡Ah,diantre!—exclamóelmariscal,poniéndosepensativo—.Continúa.

—Pero¿nomeveustedenlamismaactituddeunzorroquehasidocogidoenunlazo?Ustedhasidosiempretanbuenoparamí,quesedignarásacarmedelavergonzosasituaciónenquemeencuentro.

Hulot contó de la manera más alegre y más ocurrente que supo supercance.

—Príncipe,¿quiereusted—dijoparaterminar—hacermorirdepenaamihermano, a quien tanto quiere, y permitir que se deshonre uno de susdirectores,unconsejerodeEstado?EseMarneffeesunmiserable,ydentrodedosotresañosledaremoselretiro.

—Amigomío, ¡cómo hablas tú de dentro de dos o tres años!—dijo elmariscal.

—Peropríncipe,laGuardiaImperialesinmortal.

—Mira, soy ahora el único mariscal de la primera promoción—dijo elministro—.Escucha,Héctor.Túnosabeslomuchoquetequiero,yahoravasaverlo.EldíaqueyodejeelMinisteriolodejaremosjuntos.¡Ah!Amigomío,túnoeresdiputado,haymuchosquepretenden tuplaza,ya tuedadyen laposiciónqueocupas…Peroamigomío,estáshaciendodemasiadasbrechasatu crédito. Si este nombramiento da lugar a rumores, nos criticarán. Pormiparte, me importa poco; pero a ti puede perjudicarte, y en ese caso, en lapróximasesiónteecharán.Tuherenciaesofrecidacomoceboacincooseispersonasinfluyentes,ysisiguesocupandoelcargoesgraciasalasutilezademis razonamientos. Dije yo que el día en que tú te retires y tu plaza seaadjudicada tendremos cinco descontentos y uno satisfecho, mientras queapoyándotepor espaciode cincoo seis años contaríamos con seisvotos.Seecharon a reír en elConsejo yme dijeron que el viejo de la víspera, comodicen, empezaba a ser muy entendido en táctica parlamentaria. Además,encaneces. Pero ¡qué feliz eres pudiendo verte aún en semejantes apuros!¿DóndeestáeltiempoenqueelsubtenienteCottinteníaqueridas?

Elmariscalllamó.

—Esprecisoanularesteproceso—añadió.

—Monseñor,obraustedcomounpadre,yyonomeatrevíaahablarledemiansiedad.

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—QuieroqueRogerestéaquísiempre—exclamóelmariscalalverasuordenanzaMitouflet—,eibaahacerquelellamasen.Váyaseusted,Mitouflet,y tú, amigomío, vete a preparar esenombramiento, yo lo firmaré.Pero eseinfameintrigantenogozarámuchodelfrutodesuscrímenes:serávigilado,yalamenorfaltaquedarásustituido.Conqueahoraqueyaestássalvado,Héctormío, procura no reincidir. No canses a tus amigos. Esta misma mañana teenviaréelnombramiento,ytuhombreseráoficial.¿Quéedadtienesahora?

—Dentrodetresmesescumplirésetentaaños.

—¡Y qué fuerte estás! —dijo el mariscal, sonriéndose—. Tú sí quemerecíasunascenso;pero¡milbombas!,noestamosentiemposdeLuisXV.

Taleselefectodelcompañerismoqueuneentresíalosgloriososrestosdelafalangenapoleónica, loscuales,creyendoseguirsiempreenelvivaque,seconsideranobligadosaprotegersecontratodos.

—Unfavormásdeestegéneroyestoyperdido—sedijoHulotalatravesarelpatio.

El desgraciado funcionario se fue a casa del barón deNucingen, al quesólodebíaunasumainsignificante,ylogróquelediesecuarentamilfrancos,empeñandosupagapordosañosmás;peroelbarónestipulóque,enelcasoque Hulot se retirase, su retiro quedaría embargado hasta el completoreembolso del capital y de los intereses. Este nuevo negocio fue hecho, lomismoqueelprimero,anombredeVauvinet,aquienelbarónsuscribióletrasporvalordedocemil francos.Aldíasiguiente,el fatalproceso, lademandadel marido, las cartas, todo fue destruido, y los escandalosos ascensos delseñorMarneffe, que pasaron casi desapercibidos enmedio de las fiestas dejulio,nodieronlugaraningúnartículodeperiódico.

Malquistada Isabela en apariencia con la señoraMarneffe, se instaló encasadelmariscalHulot.Díasdespuésdeestosacontecimientossepublicólaprimeraamonestacióndelcasamientodelasolteronaconel ilustreancianoaquien, para obtener su consentimiento, Adelina había contado la catástrofefinancieraocurridaasuHéctor,rogándolequenolehablasenuncadeellaalbarón,elcualsegúnella,estabaabatido,sombrío,anonadado.

—¡Aydemí!Yatienesusaños—añadió.

Isabela triunfaba.Ibaa lograrelobjetodesuambición, ibaaversuplanrealizado y satisfecho su odio.Gozaba por adelantado de la dicha de reinarsobre la familia que tanto tiempo la había despreciado. Se prometía ser laprotectora de sus protectores, el ángel salvador que sostendría a la familiaarruinada, y se llamaba a sí misma señora condesa o señora mariscala,saludándose ante el espejo. Adelina y Hortensia acabarían sus días en laangustia,luchandoconlamiseria,mientrasquelaprimaBela,admitidaenlas

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Tullerías,imperaríaenelmundo.

Unterribleacontecimientoderribóalasolteronadelacimasocialquecontantaaltivezcreíallegaraocupar.

Elmismo día en que publicó la primera proclama, el barón recibió otromensaje de África. Se le presentó un segundo alsaciano, entregó una cartadespuésdeasegurarsequeseladabaalbaróndeHulot,ydespuésdehaberledejadolasseñasdesudomiciliodejóalaltofuncionario,elcualparecióheridoporunrayoalleerlasprimeraslíneasdeestacarta:

Sobrino mío: Según mis cálculos, recibirá usted esta carta el siete deagosto.Suponiendoqueempleeusted tresdíasenenviarnos losauxiliosquereclamamosyqueelemisarioechequincedíasenllegaraquí,losrecibiremosaprimerosdeseptiembre.

Silasaccionesrespondenaestashipótesis,habráustedsalvadoelhonorylavidadeJuanFischer.

Heaquí loquepideelempleadoqueustedmedioporcómplice,puesalparecerestoyexpuestoacomparecerantelaAudienciaoanteunConsejodeguerra. Ya comprenderá usted que nunca llevarán a Juan Fischer ante unTribunal,sinoqueélmismocompareceráanteelTribunaldeDios.

El empleado en cuestión me parece un mal sujeto, muy capaz decomprometerle;peroes inteligentecomounbribón,pretendequedebeustedgritar más fuerte que los demás y enviarnos un inspector, un comisarioespecial encargado de descubrir a los culpables, de buscar los abusos; ensuma,decastigarconrigor;peroqueempezaráporinterponerseentrenosotrosylostribunales,provocandounconflicto.

Sisucomisario llegaaquíeldía1deseptiembrey traenoticiassuyas;siusted nos envía doscientos mil francos para reponer en el almacén lascantidades que decimos tener en localidades lejanas, seremos consideradosfuncionariospurosysinmancha.

Puede usted confiar al soldado que le entregue esta carta una letra amiorden contra alguna casa deArgel. Es un hombre de confianza, un parienteincapaz de querer saber siquiera lo que lleva.He tomadomismedidas paraasegurarlavueltadeesemuchacho.Sinopuedeustedhacernada,yomorirégustosoporaquelaquiendebemosladichadenuestraAdelina.

Las angustias y los placeres de la pasión y la catástrofe que acababa deponerfinasucarreradegalantehabíanimpedidoalbarónpensarenelpobreJuanFischer,cuyaprimeracartaamenazabaqueelpeligroempezabaahacerseinminente.Elbarónabandonóelcomedorentalestadodeazoramiento,quesedejó caer sobre el sofá del salón. Estaba anonadado, sumido en la

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desesperaciónqueproduceunacaídaviolenta.Mirabafijamenteunarosadelaalfombra, sinnotarque teníaen lamano la fatal cartade Juan.Adelinaoyódesdesucuartoelruidoquehizosumaridoaldejarsecaersobreelsofá.Aquelruido fue tan extraño, que creyó en algún ataque de apoplejía; miró en elespejo por la puerta, con ese miedo que corta la respiración y que hacepermanecer inmóvil, y vio a suHéctor en esa postura propia de un hombreaterrado. Yendo de puntillas, de modo que el barón no pudiese oírla, labaronesapudoaproximarse,violacarta, lacogió, la leyóytemblódepiesacabeza. Experimentó una de esas revoluciones nerviosas tan violentas quedejan huellas eternas en el cuerpo.Algunos días después quedó sujeta a untemblorcontinuo,puespasadoaquelprimermomentolanecesidaddeobrarleprestó esa fuerzaque sólo se adquiere en losmanantialesmismosdel podervital.

—Héctor,venamicuarto—ledijoAdelinaconunavozqueparecíaunsoplo—,quenoteveatuhijadeesemodo;ven,amigomío,ven.

—¿Dónde encontrar doscientos mil francos? ¡Oh! Yo podría obtener elnombramientodeClaudioVignon,queesunmuchacholistoeinteligente.Escuestióndedosdías.Peromihijano tienedoscientosmil francosy sucasaestáyagrabadacontrescientosmildehipotecas.Mihermanotienea lomástreintamilfrancosdeeconomías.Nucingenseburlaríademí.¿Vauvinet?CasiseresistíaadarmelosdiezmilfrancosparacompletarlasumaquediporelhijodelinfameMarneffe.No,nohaymásremedio;tengoqueiraarrojarmealospiesdelmariscal,aconfesarleelestadodelascosas,aoírdecirquesoyuncanallayaaceptarsuriñaparasalirdelapuro.

—PeroHéctor, eso no es sólo la ruina, sino también la deshonra—dijoAdelina—.Mipobretíosematará.Tútienesderechoamatarnosanosotros;peronoteconviertasenunasesino.Anímate,queaúnhaysolución.

—¡Ninguna! —dijo el barón—. En el Gobierno nadie puede encontrardoscientosmil francos, aun cuando se tratase de salvar unministerio. ¡Oh!Napoleón,¿dóndeestás?

—¡Mi tío, pobre hombre! Héctor, no podemos permitir que se matedeshonrado.

—Sólohayunrecurso—dijo—;peroespocoprobableporqueCrevelnoestá muy bien con su hija. ¡Ah! Él tiene mucho dinero, y es el único quepodría…

—Mira,Héctor,valemásqueperezcatumujerquemitío,tuhermanoyelhonordelafamilia—dijolabaronesa,animadaporunaidealuminosa—.Sí,yo puedo salvaros a todos. Sí, Dios mío, ¡qué pensamiento más innoble!¿Cómohapodidoocurrírseme?

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Y se cruzó de manos, cayó de rodillas y pronunció una plegaria. Allevantarseviounaexpresióndegocetanvivoenlacaradesumarido,queeldiabólicopensamientovolvióaocurrírseleaAdelina,sumiéndolaentoncesenlatristezadelosidiotas.

—Anda,amigomío,correalMinisterio—gritó,procurandodespertarsedeaquella torpeza—, y trata de enviar un comisario; es preciso. Engatusa almariscal,ycuandovuelvasalascinco,talvezencuentres,sí,encontraráslosdoscientos mil francos. Tu familia, tu honor de hombre, de consejero deEstadoydeadministrador,tuprobidad,tuhijo,todoquedarásalvado;perotuAdelina quedará perdida y ya no la verás nunca más. Héctor, amigo mío,échame la bendición, dime adiós —dijo arrodillándose, estrechándole lasmanosybesándoselas.

Aquello fue tan desgarrador, que al tomar a su mujer para levantarla yabrazarla,Hulotledijo:

—Notecomprendo.

—Si me comprendieses —repuso ella— morirías de vergüenza o mefaltaríaamífuerzapararealizaresteúltimosacrificio.

—Señora,lamesaestáservida—fueadecirlaMarieta.

Hortensiafueasaludarasupadreyasumadre.Eraprecisoiraalmorzaryostentarrostrosrisueños.

—Idalmorzandosinmí,queyoiréenseguida—dijolabaronesa.

Adelinasesentóanteunamesayescribiólasiguientecarta:

Mi querido señor Crevel: Tengo que pedirle un favor; le espero estamañana y cuento con su reconocida galantería para que no haga esperardemasiadoasuafectísimaservidora,

AdelinaHulot

—Luisa—ledijoalacamareradesuhija,queservía—,deleestacartaalporteroydígalequelalleveasudestinoyqueesperecontestación.

Elbarón,queleíalosperiódicos,tendióasumujerundiariorepublicano,señalándoleunartículoydiciéndole:

—¿Estaremosaúnatiempo?

Heaquíelartículo,unodeesosterriblessueltosconlosquelosperiódicosmatizansusnotaspolíticas:

UnodenuestroscorresponsalesnosescribedesdeArgeldiciéndonosquese han descubierto tales abusos en el servicio de víveres de la provincia deOrán, que ha tenido que intervenir la Justicia. Las malversaciones son

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evidentes y conocidos los culpables. Si la reprensión no es severa,continuaremos perdiendo más hombres a causa de las concusiones que sehacenconsusalimentosqueporelhierrodelosárabesyelardordelclima.Esperamosnuevos informes antes de continuar ocupándonos de este asunto.No nos asombra ya el temor que causa el establecimiento de la prensa enArgel,comolohaexaminadolaCartade1830.

—VoyavestirmeparairalMinisterio—dijoelbarón,levantándosedelamesa—,porqueeltiempourgeyunminutoperdidopuedequitarlavidaaunhombre.

—¡Oh,mamá,¿yanotengoesperanza?!—dijoHortensia.

Y,sinpodercontenerlaslágrimas,tendióasumadreunaRevistadeBellasArtes.LaseñoradeHulotvioungrabadodelgrupodeDalilaporelcondedeSteinbock,ydebajodeésteseleía:PertenecientealaseñoraMarneffe.Desdelasprimeraslíneas,elartículo,quellevabaporfirmaunaV,revelabaeltalentoylacomplacenciadeClaudioVignon.

—¡Pobrecilla!—dijolabaronesa.

Asustada del acento casi indiferente de su madre, Hortensia la miró,reconociólaexpresióndeundolorjuntoalcualelsuyonoeranada,yyendoaabrazarla,ledijo:

—¿Quétienes,mamá?¿Quéocurre?¿Podemossermásdesgraciadasdeloquesomos?

—Hija mía, en comparación de lo que sufro hoy, me parece que mishorriblespenasnosonnada.¿Cuándodejarédesufrir?

—¡EnelCielo,mamá!—dijogravementeHortensia.

—Ven,ángelmío,meayudarásavestirme…Perono,noquieroquetúteocupesdeesto.EnvíameaLuisa.

Adelina,unavezen sucuarto, empezóamirarseal espejo.Contemplósetristeycuriosamente,preguntándose:

—¿Soyhermosaaún?¿Puedoserdeseada?¿Tengoarrugas?

Después, levantando sus hermosos cabellos rubios, descubrió sus sienes.Todoerafrescoenellacomoenunajoven.Adelinafuemásallá,descubriósushombros, y como quedase satisfecha del examen, hizo un movimiento deorgullo.Labellezadeloshombrosquesonhermososesloúltimoquepierdelamujer,sobretodocuandosuvidahasidopura.Adelinaescogióconcuidadoloselementosdesu tocado;pero lamujerpiadosaycastaquedócastamentevestida,apesardesuspequeñasinvencionesdecoquetería.¿Paraquémediasde seda grises completamente nuevas, zapatos de raso con tacón alto, sí

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ignorabaporcompletoelartedesacarenelmomentodecisivounpiebonitohaciéndole sobresalir algunas líneasdeuna faldamedio levantadaparaabrirhorizontesaldeseo?Sepuso,sí, su trajemásbonitodemuselinaescotadoycon mangas cortas; pero asustada de sus desnudeces, cubrió sus hermososbrazosconunagasaclaray tapósushombrosysupechoconunamanteletabordada.Supeinadoalainglesaparecióledemasiadosignificativo,yprocuróocultarloenparteconunbonitogorro;perocongorroosinél,¿hubierasabidoremover sus cabellos dorados para exhibir, para hacer admirar sus lindasmanos ahiladas?La certidumbrede su criminalidad, los preparativosdeunafalta deliberada, causaron a aquella santa mujer una violenta fiebre que lecomunicómomentáneamente todo el esplendor de la juventud.Brillaron susojosyresplandeciósutez.Enlugardeafectarunaireseductor,notóqueteníauna actitud desvergonzada, que le causó horror. Isabela, a instancias de labaronesa, había contado las circunstanciasde la infidelidaddeWenceslao, yentonces aquélla supo, con gran asombro, que en una sola noche, en unmomento,laseñoraMarneffesehabíahechodueñadelartistaembrujado.

—¿Cómohacenesasmujeres?—habíapreguntadolabaronesaaIsabela.

Nohaynadaqueigualealacuriosidaddelasmujeresvirtuosasrespectoaestepunto,lascualesquisieranposeerlasseduccionesdelvicioypermanecerpuras.

—Lo que hacen esas mujeres es seducir, que es su profesión —habíacontestadolaprimaBela—.Mira,querida,aquellanocheValeriaeracapazdetentaraunángel.

—Cuéntame,pues,cómoselascompone.

—Eneseoficionohayteoría;sólovalelapráctica—habíadichoIsabelaburlonamente.

Labaronesa,recordandoestaconversación,hubieraqueridoconsultaralaprimaBela;peronohabía tiempo.LapobreAdelina, incapazde inventarunlunar,decolocarseuncapulloderosaenelcentrodel talle,deencontrar lasestratagemas del tocado destinadas a resucitar en los hombres deseosamortiguados,nohizomásquevestirsecuidadosamente.Notodalaquequierees cortesana. «La mujer es el potaje del hombre», ha dicho jocosamenteMolièreporbocadeljuiciosoGros-René.Estacomparaciónsuponeenelamoruna especie de ciencia culinaria, en cuyo caso la mujer virtuosa y dignaresultaría ser la comida homérica, la carne arrojada sobre las ascuas. Lacortesana, por el contrario, sería el plato exquisito por sus condimentos yespecias. La baronesa no podía, no sabía servir su blanco pecho en unamagníficafuentedeencaje,encompetenciaconlaseñoraMarneffe:ignorabaelsecretodeciertasactitudes,elefectodeciertasmiradas;enunapalabra,noestaba en el secreto.Aunque la noble damahubiérase dado cien vueltas, no

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habríasabidoofrecernadaalojoclínicodeunlibertino.

Sermujer honrada y gazmoña para elmundo y convertirse en cortesanaparasumaridoesserunamujerdegenio,ydeéstashaypocas.Aquíestáelsecretodeesosgrandescariñosinexplicablesparalasmujeresquecarecendeestasdoblesymagníficasfacultades.SuponedalaseñoraMarneffevirtuosa,ytendréisunaideadelamarquesadePescaire.Estasgrandeseilustresmujeres,estashermosasDianasdePoitiers,virtuosas,soncontadas.

Laescenaconquecomienzaesteserioyterribleestudiodelascostumbresparisienses iba, pues, a reproducirse, con la diferencia de que las miseriasprofetizadasporelcapitándemilicianoshabíantrocadolospapeles.Laseñorade Hulot esperaba a Crevel con las mismas intenciones que éste iba,repantigadoensucochehaciendosonreíralasparisienses,tresañosantes.Enfin,¡cosarara!,labaronesaerafielasuamoryasímismaalentregarsealamásgroseradelasinfidelidades,aaquellaquelainclinacióndeunapasiónnojustificaalosojosdeciertosjueces.

—¿CómohacerparaserunaseñoraMarneffe?—sedijoAdelinaaloírquellamaban.

La pobre y noble criatura reprimió sus lágrimas, se prometió ser muycortesana,yentonceslafiebreanimósusfacciones.

—¿QuédiablosmequerráesabuenabaronesaHulot?—sedecíaCrevelalmismo tiempo que subía la gran escalera—. ¡Bah! Querrá hablarme de midisputaconCelestinayVictorino,peronocederé.

Alentrarenelsalón,acompañadodeLuisa,sedijoalverladesnudezdellocal(estiloCrevel).

—¡Pobre mujer! Hela aquí como uno de esos hermosos cuadrosabandonadoseneldesvánporunhombrequenoentiendedepinturas.

Crevel, que veía al conde dePopinot,ministro deComercio, comprandocuadrosyestatuas,queríahacersecélebreentrelosMecenasparisienses,cuyoamor por las artes consiste en adquirir por cinco francos las monedas deveinte.AdelinalesonriógraciosamenteaCrevelyleseñalóunasilla.

—Aquímetieneustedasusórdenes,hermosaseñora—dijoCrevel.

El señor alcalde, convertido en hombre político, había adoptado la ropanegra.Sucaraaparecíaencimadeaqueltrajecomounalunallenadominandounacortinadenubesnegras.Sucamisa,estrelladacontresgrandesperlasdequinientosfrancoscadauna,dabaunaideaclaradesuscapacidadestorácicas,y decía: «¡Aquí está el futuro atleta de la tribuna!». Sus manos, anchas ybastas,ibanenguantadasdeamarillodesdeporlamañana.Susbotaslustrosasacusabanlaexistenciadelcochecitonegroconuncaballoquelehabíatraído.

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HacíatresañosquelaambiciónhabíamodificadolasposturasdeCrevel.Aligual que los grandes pintores, estaba en su segunda manera. En el granmundo, cuando iban a casa del príncipe deWissemburgo, a la prefectura, acasadelcondedePopinot,etcétera,conservabaelsombreroenlamanodeunamaneradesenvuelta,queValerialehabíaenseñado,ysemetíaelpulgardelaotra mano en la escotadura de su chaleco en actitud coquetona, haciendocarantoñasdelacabezaalospies.EstaotraposturaeradebidaaValeriaque,sopretextoderejuvenecerasualcalde,habíaledotadoconunaridiculezmás.

—MibuenoyqueridoCrevel—dijolabaronesaconvozturbada—,lehemandadollamarparaunasuntodelamayorimportancia.

—Loadivino,señora—dijoCrevelconunairefino—;peromepideustedlo imposible. ¡Oh!Noesqueyoseaunpadrebárbaro,unhombre, según lafrase de Napoleón, tan cuadrado por arriba como por abajo en su avaricia.Escúchemeusted,hermosaseñora.Simishijossearruinasenporellos,yolesayudaría;peroseñora,responderporsumaridoesquererllenareltoneldelasDanaides. ¡Una casa hipotecada en trescientos mil francos por un padreincorregible!Lospobresnotienennada,nosehandivertidotampoco,yahoratendrán que vivir con lo que gane Victorino en la Audiencia. ¡Que trabajemucho con la garganta su señor hijo…! ¡Ah, ese doctorcito que debía serministro, que era la esperanza de todos!Bonita carga que tontamente se haechado encima. Si se hubiese empeñado por medrar, para obtener votos yaumentarsuinfluencia,yolediría:«¡Aquíestámibolsa;agótalo,hijomío!».¡Pero pagar las calaveradas del papá, las locuras que yo le había a ustedprevisto! ¡Ah! Su padre le ha apartado del Poder… Soy yo el que seráministro…

—¡Ay,queridoCrevel,nosetratadenuestroshijos,pobressacrificados…!SisucorazónsecierraparaVictorinoyCelestina,yolosamarétanto,quetalvezpuedaendulzarlaamarguraquelescausalacóleradeusted,castigandoasushijosporunabuenaacción.

—Sí, una buena acción mal hecha, un semicrimen —dijo Crevel, muycontentodeaquellapalabra.

—Hacerelbien,miqueridoCrevel,noestomardinerodeunbolsilloquerebosa, sino que es sufrir privaciones a causa de la generosidad; sufrir parahacerbeneficios,hacerfavorescontandoconlaingratitud.LacaridadquenocuestanadanollegaalCielo.

—Señora,alossantoslesespermitidoiralhospital,porquesabenqueesparaelloslapuertadelCielo.Peroyosoyunmundano, temoaDiosytemoaúnmáselinfiernodelamiseria.Estarsinuncéntimoeselúltimogradodeladesgracia en nuestro actual orden social. Yo soy de mi tiempo y honro aldinero.

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—Tieneustedrazón—dijoAdelina—desdeelpuntodevistadelmundo.

Se hallaba a cien leguas de distancia de lo que decíaCrevel, y se sentíacomo San Lorenzo, sobre unas parrillas, al pensar en su tío y verledisparándoseunpistoletazo.BajólosojosydespuéslosfijóenCrevel,llenosdeangelicaldulzuraynodeaquellaprovocadoralujuriatanespiritualencasadeValeria.Tres años antes hubiese fascinado aCrevel con aquella adorablemirada.

—Yo lehe conocidoaustedmásgeneroso.Hablabaustedde trescientosmilfrancoscomohablanlosgrandesseñores.

Crevel miró a la señora de Hulot, la vio como un lirio al final de sufloración,ysintióvagassospechasacercadesuactitud;perohonrabatantoaaquellasantacriatura,quenoseatrevióamanifestarsusideas.

—Señora,yosoysiempreelmismo;perounantiguonegociantehadesergranseñorconmétodo,coneconomía:debetenerordenantetodo.Seabreunacuentaaloscaprichos,selesconcedeuncréditoyseconsagraaestecapítulociertos beneficios, pero tocar el capital sería una locura. Mis hijos tendrántodoslosbienesmíosylosdesumadre;perosupongoquenopretenderánquesu padre se aburra, se haga fraile y semomifique.Mi vida es alegre y voydescendiendoelríosinpenas.Cumplotodoslosdeberesquemeimponenlaley, el corazón y la familia, como pagaba escrupulosamentemis letras a suvencimiento.Quemishijosobrencomoyoensuhogar,yestarécontento;y,encuantoalpresente,contalquelaslocurasqueyohagonocuestennadaanadiemásquealosquepierdenenBolsa,notendránnadaquereprocharmeya mi muerte aún encontrarán una hermosa fortuna. Los hijos de usted nopodrándecirotrotantodesupadre,elcualandaporahíhaciendoelcalaverayarruinandoasuhijoyamihija.

Cuantomáshablaba,mássealejabalabaronesadesuobjeto.

—Veo que quiere usted mal a mi marido, mi querido Crevel, y, sinembargo,seríaustedsumejoramigosisumujerhubiesesidodébil.

Dirigió a Crevel unamirada ardiente. Pero entonces hizo comoDubois,quedabademasiadospuntapiésalregente,sedescubriódemasiado,ylasideaslibertinastransformarontanbienalperfumista-regencia,quesedijo:

—¿QuerrávengarsedeHulot?¿Legustarémásvestidodealcaldequedeguardianacional?¡Sontanraraslasmujeres!

Ysecolocóensuposturadelasegundamanera,mirandoalabaronesaconunaireRegencia.

—Cualquieradiríaquetomaustedvenganzaenéldeunavirtudquelehaopuesto a usted resistencia, de unamujer a la que amaba usted lo bastante

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para…comprarla—añadióenvozbaja.

—Deunamujerdivina—repusoCrevel,sonriendosignificativamentealabaronesa,quebajólosojosycuyaspestañassehumedecieron—.Perocuántosmalostragoshapasadoustedentresaños,¿verdad,hermosamía?

—Nohablemosdemissufrimientos,queridoCrevel,quesonsuperioresalasfuerzashumanas.¡Ah!Simeamaseustedaúnpodríasacarmedelabismoenqueestoy.Sí,estoyenel infierno.Los regicidasaquienessemartirizabaatándolos a la cola de cuatro caballos estaban sobre rosas comparadosconmigo, porque a ellos les despedazaban el cuerpo y yo tengo el corazóndesgarradoporcuatrocaballos.

Crevel quitó las manos del chaleco, colocó el sombrero sobre un sofá,deshizo su posición y empezó a sonreír. Su sonrisa fue tan estúpida, que labaronesaseengañóylatomóporexpresióndebondad.

—Aquítieneustedunamujer,nodesesperada,sinoenlaagoníadelhonorydeterminadaatodo,miamigo,paraimpedircrímenes.

Adelina,temiendoqueHortensiasepresentase,echóelcerrojoalapuerta,ydespuésfueaecharsealospiesdeCrevel,letomólamano,selabesóyledijo:

—¡Seaustedmisalvador!

La pobre supuso que había fibras generosas en el corazón de aquelnegociante, y abrigó la esperanza de obtener los doscientosmil francos sindeshonrarse.

—Compre un alma, usted que quería comprar una virtud —repuso,dirigiéndoleunamiradaextraviada—.Confíeustedenmiprobidaddemujer,enmihonor,cuyasolidezyaconoce.Seaustedamigomío.Salveaunafamiliaenteradelaruina,delavergüenza,deladesesperación;impidaquesesumaenunlodazalcuyofangoseconvertiráensangre.¡Oh,nomepidaexplicaciones!—dijo,alverqueCrevelsedisponíaahablar—.Sobretodonomediga:«Selohabíapredicho»,comolosamigosquesealegrandeunadesgracia.Vamos,obedezcaalaqueustedamaba,aunamujercuyorebajamientoalospiesdeustedestalvezelcolmodelanobleza.Nomepidanada,espérelotododemiagradecimiento.No,nomedénada;peroprésteme,préstelealaquellamabaustedsuAdelina.

Las lágrimas brotaron con tal abundancia, que sollozó Adelina de talmodo,quemojólosguantesdeCrevel.Laspalabras«necesitodoscientosmilfrancos» apenas pudieron oírse en medio del torrente del llanto del mismomodoquelaspiedras,porgruesasquesean,pasaninadvertidasenlascascadasalpinashinchadasporeldeshielo.

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¡Tal es la inexperiencia de la virtud! El vicio no pide nada, como se havistopor laseñoraMarneffe, sinoquese lohaceofrecer todo.Estaclasedemujeres no se vuelven exigentes hasta el momento en que se han hechoindispensablesocuandosetratadeexplotaraunhombrecomoseexplotaunacanteradondelapiedravaescaseando,enruina,comodicenloscanteros.Aloíraquellaspalabras«doscientosmil francos»,Crevel locomprendió todoylevantó galantemente a la baronesa, diciéndole esta insolente frase, queAdelinanooyóenmediodesuextravío:«Vamos,madrecitamía,nohayqueapurarse».Laescenacambiabadeaspecto,pasandoaserCrevelelamodelasituación.LaenormidaddelasumaimpresionódetalmodoaCrevel,quesedisipólavivaemociónquehabíasentidoalverllorandoasuspiesaAdelina.Además,porangelicalysantaqueseaunamujer,cuandolloraalágrimavivasubellezadesaparece.LasseñorasMarneffe,comoyasehavisto,lloriqueanaveces y dejan que una lágrima se deslice a través de sus mejillas; pero nocometennuncalafaltadellorarhastaelpuntodequeselesponganrojoslosojosylanariz.

—Vamos a ver, hijamía, calma, ¡pardiez!—repusoCrevel, tomando lasmanos de la hermosa señora de Hulot entre las suyas y golpeándolasamistosamente—. ¿Para qué me pide usted doscientos mil francos? ¿Quéquiereustedhacerconellos?¿Paraquiénson?

—No me exija —repuso ella— ninguna explicación y démelos. Habráustedsalvadolavidadetrespersonasyelhonordenuestroshijos.

—¿Ycreeusted,madrecita—dijoCrevel—,queencontraráustedenParísunhombreque,fiandoenlapalabradeunamujermedioloca,vayaabuscarsinmásnimás,enuncajón,odondesea,doscientosmil francosqueallí seesténcociendo,esperandoaqueellasedigneespumarlos?¡Quépococonoceustedlavidaylosnegocios,hermosamía!Sisusgentesestánmuyenfermas,yapuedeustedenviarleslosSacramentos;porquenadieenParís,exceptoSuDivina Alteza la Banca, el ilustre Nucingen o algunos insensatos avarosenamorados del oro como nosotros de una mujer, nadie puede realizarsemejantemilagro.La listacivil,pormuycivilque sea, lediríaaustedquevolviesealdíasiguiente.Todoelmundohacevalersudineroylomanejalomejorquepuede.Ustedseengaña,queridoángel, si creequeesel reyLuisFelipe el que reina, por más que tampoco él lo cree. Sabe, como todosnosotros,queporencimade laCartaestá lasanta, lavenerable, lasólida, laamable,lagraciosa,lahermosa,lanoble,lajoven,laomnipotentemonedadecincofrancos.Ahorabien,ángelmío,eldineroexigeinteresesyestásiempreocupadoenpercibirlos.«¡Diosdelosjudíos,tútelollevas!»,hadichoelgranRacine.Enfin,¡laeternaalegoríadelbecerrodeoro!…¡DesdelostiemposdeMoisés se negociaba en el desierto! ¡Nosotros hemos vuelto a los tiemposbíblicos!Elbecerrodeorofueelprimerlibroconocido—repuso—.¡Adelina

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mía, cómo se conoce que vive usted encerrada en la calle de Plumet! Losegipciosdebíanenormescantidadesaloshebreos,ynoibandetrásdelpueblodeDios,sinodetrásdesudinero.

Miróalabaronesaconunairequequeríadecir:«¡Tengoingenio!».

—¿Ignoraustedelamorde todos losciudadanosparasusantahacienda?—repuso después de una pausa—.Dispénseme usted, pero escúchemebien.Fíjese en este razonamiento. ¿Quiere usted doscientosmil francos?…Nadiepuededárselossincambiarcolocacionesyahechas.Cuenteusted.Para tenerdoscientosmilfrancosendinerocontanteesprecisovendercercadesietemilfrancosderentaenpapelaltresporciento.Puesbien;nopodráustedtenersudinerohastaalcabodetresdías.Éseeselcaminomásrápido.Paradecidiraalguienadesprendersedetodaunafortuna,puesdoscientosmilfrancossonlafortunaparamuchasgentes,esprecisodecirles,almenos,adóndevana iraparar,porquémotivo…

—Setrata,mibuenoyqueridoCrevel,delavidadedoshombres,unodeloscualessemorirádepenayelotrosematará.Enfin,setratademí,quemevolveréloca.¿Noloestoyyaunpoco?

—Notanloca—dijo,tomandoalaseñoradeHulotporlasrodillas—.ElpadreCreveltienesuvalor,puestoquetehasdignadopensarenél.

—Alpareceresprecisodejarsecogerlasrodillas—pensólanobleysantamujer,escondiendo lacaraentre lasmanos—.¡Antañomeofrecíaustedunafortuna!—dijo,ruborizándose.

—¡Ah,madrecitamía,hace tresaños!—repusoCrevel—. ¡Oh,peroestáustedmáshermosaquenunca!—exclamó,cogiendoelbrazodelabaronesayestrechándolocontrasucorazón—.Perocaramba,¡quémemoriatieneusted!¿Ve cómo hizo mal en rechazarme entonces? Porque los trescientos milfrancosquerechazóustednoblementeestánahoraenelbolsillodeotra.Yolaamabaausted,ylaamotodavía;peroretrocedamosahacetresaños.Cuandoyoledecía«serámía»,¿cuáleramideseo?QueríavengarmedeestemalvadodeHulot. Pero hermosamía, sumarido buscóse para querida una alhaja demujer, una perla, una perillana que entonces tenía veintitrés años, pues hoytieneveintisiete.Mepareciómáspicaresco,máscompleto,másLuisXV,másmariscaldeRichelieu,másanimadosoplarleaquellaencantadoracriatura,que,porotraparte,nuncahaqueridoaHulot,yquedesdehacetresañosestálocadesuservidor.

Mientrasdecíaesto,Crevel,deentrecuyasmanoshabíaretiradolassuyaslabaronesa,recobrósuposición.Sosteníalassisasdesuchalecoysegolpeabaelpechoconambasmanos,comosifuesendosalas,creyendoserdeseableyencantador.Parecíadecir:«Aquítieneustedalhombrequeechódesucasa».

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—Yaveusted,hijamía,estoyvengado,porquesumaridoyalohasabido.Lehedemostradocategóricamentequeestabaen ridículo,queestábamosenpaz…LaseñoraMarneffeesmiquerida,ycuandosumaridorevienteserámimujer…

LaseñoradeHulotmirabaaCrevelconojosfijosycasiextraviados.

—¿HasabidoHéctoreso?—dijo.

—Sí,ysinembargo,havuelto—respondióCrevel—,y loheconsentidoporqueValeriaqueríaserlamujerdeunjefedenegociado;peromehajuradoarreglarlascosasdemaneraquenuestrobarónseveatanporlossuelosquenovuelvamásaaparecerporallí.Ymiduquesita (porqueesamujerhanacidopara duquesa, palabra de honor) ha cumplido su palabra. Como ella diceingeniosamente,lehadevueltoasuHéctorvirtuosoaperpetuidad.Lalecciónhasidobuenayelbarónlashavistoduras;novolveráaliarseconbailarinasni mujeres de mundo; está curado radicalmente, pues está limpio como unvasodecerveza.SihubieseustedescuchadoaCrevelenlugardehumillarleyponerle a la puerta de su casa, hoy tendría usted cuatrocientosmil francos,porquemivenganzamecuestamuchomás;peroconfíoenrecobrarmidineroa lamuertedeMarneffe.Lohecolocadoenmi futura.Ésteesel secretodemisprodigalidades.Heresueltoelproblemadesergranseñorapocacosta.

—¿Seríaustedcapazdedarsemejantemadrastraasuhija?—exclamólaseñoradeHulot.

—Señora, usted no conoce a Valeria —repuso gravemente Crevel, queadoptó la posición de su primera manera—. Es a la vez una mujer bieneducada, una mujer distinguida y una mujer que goza de la más altaconsideración.Mireusted, ayer el vicariode laparroquia comió en su casa.Comoellaespiadosa,lehemosregaladoparalaiglesiaunsoberbiocáliz.¡Oh!Eshábil, es ingeniosa, es instruida, esdeliciosa, lo tiene todo.Pormiparte,Adelinaquerida, se lodebo todoaesaencantadoramujer; ellahapulidomiespíritu y depuradomi lenguaje, como puede usted ver;me corrige cuandodigoalgunafaltaymeprocurapalabraseideasnuevas.Ahorayanodigonadainconveniente. Se han obrado grandes cambios en mí, y usted ha debidonotarlos. En fin, ella ha despertado mi ambición. Si fuese diputado, ya nocometeríaerrores,porqueconsultaríaamiEgeriaenlasmenorescosas.Esosgrandespolíticos,comoNuma,nuestroilustreministroactual,tienentodossusibila.Valeria recibe en su casa amás de veinte diputados, empieza a tenerinfluencia, y ahora va a trasladarse a unmagnífico palacio: será una de lassoberanas ocultas de París. Semejantemujer es una altiva locomotora. ¡Ah,cuántasvecesmehefelicitadodesurigor!

—EstoleharíaaunadudardelabondaddeDios—dijoAdelina,enquienla indignación había secado las lágrimas—. Pero no, la justicia divina tiene

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quecernirsesobreesacabeza.

—Usted no sabe lo que es el mundo, hermosa señora—repuso el granpolíticoCrevel,profundamenteherido—.Almundo,Adelinamía,legustaeléxito.Vamosaver:¿vaabuscarsusublimevirtud,cuyatarifaesdedoscientosmilfrancos?

Estaspalabrashicieron temblar a la señoradeHulot la cual volvió a serpresadesuestremecimientonervioso.Comprendióqueelperfumistaretiradosevengabadeellainnoblemente,comosehabíavengadodeHulot;eldisgustoagitó su corazón y le secó la garganta hasta el punto de que no podíapronunciarpalabra.

—¡Eldinero!¡Siempreeldinero!—dijoella,alfin.

—Me ha conmovido usted mucho —repuso Crevel, considerandonuevamenteporaquellapalabralahumillacióndeaquellamujer—,cuandolahevisto llorandoamispies.Ustednoquierecreerme;peromire, sihubiesellevado lacarteraencima, se lahubieradado.Vamosaver: ¿lehaceaustedfaltaesasuma?…

Al oír esta frase, Adelina olvidó las abominables injurias de aquel granseñorapocacostaanteaquellaexcitaciónde triunfo, tanmaquiavélicamentepresentadaporCrevel,quesólodeseabapenetrarlossecretosdeAdelinaparareírseluegodeellosconValeria.

—¡Ah, lo haré todo! —exclamó la desgraciada mujer—. Señor, mevenderé,meconvertiré,siespreciso,enotraValeria.

—Esoos sería difícil—respondióCrevel—.Valeria es lo sublime en sugénero.Madrecitamía,veinticincoañosdevirtudsiempredejanrastro,comouna enfermedad mal cuidada. Y bien que se ha cubierto aquí de moho suvirtud, querida. Pero va usted a ver hasta qué punto la quiero. Voy aproporcionarlelosdoscientosmilfrancos.

AdelinalecogióunamanoaCrevel,selapusosobreelcorazón,sinpoderarticularpalabra,yunalágrimadealegríahumedeciósuspárpados.

—¡Oh,espereusted,quehabrátrabajo!Yosoyunhombrequesabevivir,unbuenmuchacho,sinpreocupaciones,yvoyahablarleconfranqueza.Ustedquiere hacer como Valeria… Bueno, esto no basta; es preciso buscar unaccionista,unHulot.Conozcoun ricoabacero retirado,quehasido tambiéngorrero.Esunhombrehumilde,sinideas,aquienyoestoyformando,ynosécuándo podrá honrarme. Mi hombre es diputado, estúpido y vanidoso;conservadoenelfondodeunaprovinciaporlatiraníadeunaespeciedemujerconturbante;estácompletamentevirgenacercadellujoydelosplaceresdelavidaparisiense;peroBeauvisage(sellamaBeauvisage)esmillonario,ydaría,

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lomismoqueyohacetresaños,cienmilfrancosporseramadoporunamujerdistinguida…Sí—dijo, creyendo haber interpretado bien el gesto que hizoAdelina—,metieneenvidia,yaveusted,si,envidiamisuertecon laseñoraMarneffe,yelmocitoseríacapazdevenderunapropiedadporserpropietariodeuna…

—¡BastaseñorCrevelbasta!—dijolaseñoradeHulot,sindisimularmássudisgustoydejando resplandecer sobresu rostro todasubondad—.Ahorame veo castigada mucho más de lo que a mi pecado corresponde. Miconciencia,retenidaviolentamenteporlamanodehierrodelanecesidad,mediceanteesteúltimoinsultoquetalessacrificiossonimposibles.Yanotengomás orgullo, ya nome indigno como antes, ya no le diré: «¡Salga usted deaquí!» después de haber recibido este golpemortal. He perdido el derecho,pues me he ofrecido a usted como una prostituta… Sí —repuso ella,respondiendoaungestonegativo—,hemanchadomivida,purahastaahora,con una intención innoble, y ya sé que no tengo excusa.Merezco todas lasinjuriasqueustedquieraecharsobremí.¡QuesecumplalavoluntaddeDios!SidesealamuertededosseresdignosdeirhaciaÉl,quemueran…Lloraréyrezaréporellos.Siquierelahumillacióndenuestrafamilia,inclinémonosbajola espada vengadora, y siendo, como somos, cristianos, besémosla. Ya sécómoexpiarestavergüenzadeunmomentoqueseráeltormentodelrestodemivida.YanoeslaseñoradeHulotlaquelehabla,caballerosinolapobre,lahumildepecadora,lacristianacuyosolosentimiento,eldearrepentirse,yqueseentregaráporcompletoalaoraciónyalacaridad.Yosólopuedoseryalaúltimadelasmujeresylaprimeradelasarrepentidasporlafuerzademifalta.Ustedhasidoel instrumentoquemehahechovolveralarazón,alavozdeDios,queahorahablaenmí.Ledoylasgracias.

Temblabaconaqueltemblorquedesdeaquelmomentoyanolaabandonómás. Su voz, llena de dulzura, contrastaba con la febril palabra de lamujerdecidida a deshonrarse para salvar a una familia. La sangre se alejó de susmejillas,perdióelcolorysusojosquedaronsecos.

—Porotraparte,quémaldesempeñabamipapel,¿verdad?—repusoella,mirandoaCrevelconladulzuraquelosmártiresdebíanponerensusojosalmirar al procónsul—.El amorverdadero, el amor santoy fiel deunamujertiene placeres muy distintos de los que se compran en el mercado de laprostitución… Mas ¿para qué estas palabras? —dijo, volviendo sobre símisma y dando un paso más hacia la senda de la perfección—. Pareceríanirónicas,yyono las siento. ¡Perdonádmelas!Porotraparte, señor,quizánohayaqueridoherirmásqueamímisma…

La majestad de la virtud y su luz celestial habían barrido la impurezapasajeradeaquellamujerque,resplandecienteconlabellezaqueleerapropia,pareció agrandarse ante los ojos de Crevel. Adelina fue en aquel momento

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sublime, como esas figuras de la religión, sostenidas por una cruz, que losantiguosvenecianospintaron;peroademásexpresaba toda lagrandezadesuinfortunioy lade la Iglesiacatólica,dondeella se refugiabaenunvuelodepalomaherida.Crevelquedódeslumbrado,ensordecido.

—Señora, soy suyo incondicionalmente —dijo en un impulso degenerosidad—.Vamosaexaminarelasunto.¿Quéquiereusted?Aunquemepidaloimposible,loharé.DepositarépapelenelBanco,ydentrodedoshorastendráustedsudinero.

—¡Diosmío!,¡quémilagro!—dijolapobreAdelina,echándoseasuspies.

RecitóunaplegariaconunadevociónqueconmoviótanprofundamenteaCrevel,quelaseñoraHulotlevioalgunaslágrimasenlosojos,cuandosepusoenpie,terminadasuoración.

—Señor,seaustedamigomío—ledijo—.Ustedtieneelalmamejorquelaacciónyquelapalabra.ElalmaselahadadoDios,mientrasquelasideasleprovienendelmundoydesuspasiones.¡Oh,cuántolequerréausted!—exclamóconunamorangelical,cuyaexpresióncontrastabasingularmenteconsusmalvadascoqueterías.

—Notiembleustedasí—dijoCrevel.

—¿Acasotiemblo?—preguntó labaronesa,quenonotabaaquelachaquetanrápidamenteadquirido.

—Sí;mireusted—dijoCrevel,tomandoelbrazodeAdelinayhaciéndoleverqueteníauntemblornervioso—.Vamos,señora—repusoconrespeto—,cálmese;yovoyahoraalBanco…

—¡Vuelva usted pronto! Piense usted amigomío—dijo ella, entregandosus secretos—, que se trata de impedir el suicidio demi pobre tío Fischer,comprometidopormimarido,puesahoraqueconfíoenustedselodirétodo.¡Ah!Sinollegamosatiempo,conozcoladelicadezadelmariscal,yséquelecostaríalavida.

—Entonces, me voy—dijo Crevel, besando la mano de la baronesa—.Pero¿quéhahechoesepobreHulot?

—HarobadoalEstado.

—¡Ah!¡Diosmío!Corro,señora;lacomprendoaustedylaadmiro.

Crevel hincó una rodilla en tierra, besó la falda de la señora deHulot ydesapareciódiciendo:

—Hastapronto.

Desgraciadamente, para ir de la calle de Plumet a su casa, a coger los

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títulos, Crevel hubo de pasar por la calle de Vanneau y no pudo resistir aldeseodeverasuduquesita.Llegóconelrostroaúndescompuesto.Entróenelcuarto de Valeria y la encontró peinándose. Ésta examinó a Crevel en elespejo,yextrañóle,comoatodaesaclasedemujeres,sinsabernadaaún,alverconunaemocióntanfuertedequeellanoeralacausa.

—¿Qué tienes,monomío?—le dijo a Crevel—. ¿Se entra acaso así encasadesuduquesita?Noseréyaparaustedunaduquesa,caballero,perosoysiempresunena,viejomonstruo.

CrevelrespondióconunasonrisatristeyseñalóaReina.

—Reina,hijamía,bastaporhoy.Yomismaacabarédepeinarme.Damelabatachinesca,puesmiseñormeparecelindamenteachinado.

Reina,muchacha cuyo rostro estabapicadocomounaespumaderayqueparecíahabersidohechaexpresamenteparaValeria,cambióunasonrisaconsuamay le llevó labata.Valeriaquitóseelpeinador.Estabaencamisaysemetióensubatacomounaculebrabajolaalfombradehierba.

—¿Diréquenoestáencasalaseñoraparanadie?

—Es claro —dijo Valeria—. Vamos a ver, gatito mío, ¿qué pasa? ¿Habajadoelpapeldelariberaizquierda?

—No.

—¿Temesqueelpalacioseencarezca?

—No.

—¿CreesacasoquenoereselpadredelpequeñoCrevel?

—¡Quétontería!—replicóelhombre,segurodeseramado.

—Puesafequenoteentiendo—dijolaseñoraMarneffe—.Puesmira,yo,cuandotengoquesacarlaspenascomoquiensacaloscorchosdelasbotellasdeBurdeos,lodejotodo…Conquevete,mecargas.

—Si no es nada—dijo Crevel—. Necesito doscientos mil francos paradentrodedoshoras.

—¡Oh! Ya los encontrarás. Mira, yo no he empleado los cincuenta milfrancosdeljuicioverbaldeHulot,ypuedespedirlecincuentamilfrancosmásaEnrique.

—¡Enrique!¡SiempreEnrique!—exclamóCrevel.

—PerogranMaquiavelo en agraz, ¿crees acasoqueyovoy a despedir aEnrique? ¿Francia desarmaría su flota? Enrique es el puñal en su vainacolgadodeunclavo.Esemuchacho—dijoella—mesirveparasabersime

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quieres,yhoyveoquenomequieres.

—¿Que no te quiero,Valeria?—dijoCrevel—.Te quieromás que a unmillón.

—Noesbastante—respondióella,sentándoseenlasrodillasdeCrevelypasándole ambos brazos en torno del cuello, como alrededor de una páteraparacolgarsedeella.Quieroseramadacomodiezmillones,comotodoelorodelaTierra,ymásaún.Enriquenopermaneceríacincominutossindecirmeloquellevabadentro.Vamosaver:¿quétepasa,monomío?Cuéntaselotodoatunenita.

YfrotabaelrostrodeCrevelconsuscabellos,retorciéndolelanariz.

—¿Será posible tener una nariz semejante —repuso— y guardarle unsecretoasuVava-lele-riaria?

CuandodecíaVava,lanarizponíalahacialaizquierda;cuandodecíalele,aladerecha,ycuandodecíariaria,lavolvíaaponerensusitio.

—Puesbien,acabodever…

CrevelsedetuvoymiróalaseñoraMarneffe.

—Valeria,joyamía,¿meprometesportuhonor,esdecir,porelnuestro,nodecirnuncaunapalabradeloquevoyadecirte?

—¡Entendido,alcalde!Levantolamano…,mira,yhastaelpie.

Sepusodeunmodocapazdevolver aCrevel, comohadichoRabelais,limpio de cerebro hasta los talones; tan atrevido y sublime fue el desnudovisibleatravésdelaniebladelabatista.

—Acabodeverladesesperacióndelavirtud.

—¿Es que tiene virtud la desesperación? —dijo Valeria, meneando lacabezaycruzándosedebrazosaloNapoleón.

—Esa pobre señora de Hulot necesita doscientos mil francos; si no, elmariscalyelpadreFischerselevantaránlatapadelossesos;ycomotúeresenpartelacausadetodoesto,miduquesita,yovoyarepararelmal.¡Oh,laconozco,esunasantamujerymelodevolverátodo!

Al oír la palabra Hulot y la cantidad de doscientos mil francos, Valerialanzóunamiradaquecruzóporentresuslargaspestañascomoelresplandordeuncañonazo.

—¿Pero qué te ha hecho esa vieja para inspirarte lástima? ¿Qué te haenseñado?¿Sureligión?

—Noteburlesdeella,corazónmío,porqueesunanoble,santaypiadosa

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mujer,dignaderespeto.

—¿Yonosoytambiéndignaderespeto?—dijoValeria,mirandoaCrevelconairesiniestro.

—Yonodigoeso—respondióCrevel,comprendiendolomuchoqueaquelelogiodelavirtuddebíaheriralaseñoradeMarneffe.

—Yotambiénsoypiadosa—dijoValeria,yendoasentarseensusofá—;peronocomercioconlareligiónymeescondoparairalaiglesia.

Permaneció callada y no hizo ya caso de Crevel. Éste, excesivamenteinquieto, fue a ponerse ante el sofá donde se había hundido Valeria, y laencontrósumidaenlasideastantontamentedespertadas.

—Valeria,ángelmío.

Profundo silencio. Una lágrima bastante problemática fue enjugadafurtivamente.

—Unapalabra,nenamía.

—¡Caballero!

—¿Enquépensáis,amormío?

—¡Ah, señor Crevel! Pienso en el día de mi primera comunión. ¡Quéhermosa estaba! ¡Qué pura! ¡Qué santa! ¡Que inmaculada! ¡Ah! Si alguienhubiera ido a decir amimadre: «Suhija será una arrastrada: engañará a sumarido.Undía,uncomisariodePolicíalaencontraráenunacasita,vendiendoa Crevel para engañar a Hulot, dos viejos horribles…». ¡Puah!… ¡Ah! Lapobremujermequeríatanto,quehabríamuertoantesdeacabarlafrase.

¡Cálmate!

—Túnosabescuántoesprecisoamaraunhombreparaimponersilencioaestos remordimientos que vienen a herir siempre el corazón de una mujeradúltera.MemolestaqueReinasehayaido,porquetehabríadichoqueestamañaname encontró llorando y pidiendo perdón a Dios.Mire usted, señorCrevel, yo nome burlo nunca de la religión ¿Me ha oído usted alguna vezhablarmaldeella?

Crevelhizoungestonegativo.

—Hastaprohíboquehablendelantedemí.Yocharlaréacercade todoloquesequiera:delosreyes,depolítica,dehacienda,detodoloquehaydemássagrado para el mundo, de los jueces, del matrimonio, del amor, de losjóvenes,delosviejos,peroantelaIglesiaYanteDiosmedetengo.Yoyaséquehagomalyquelessacrificoaustedesmiporvenir…y¡aúndudausteddelograndedemiamor!

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Creveljuntólasmanos.

—¡Ah!Seríaprecisopenetrarenmicorazónymedirtodalaextensióndemis convicciones, para saber todo lo que le sacrifico. Yo me siento de lamaderadeunaMagdalena.Poresohabráustednotadoelrespetoconquetratoalossacerdotes.CuenteustedlosregalosquehagoalaIglesia.MimadremeeducóenlafecatólicaycomprendoaDios.Alaspervertidasesalasquenoshablaconmásseveridad.

Valeria se enjugó dos lágrimas que rodaban por sus mejillas. Crevel seasustó,ylaseñoraMarneffeselevantó,exaltada.

—¡Cálmate,nenamía!Measustas.

LaseñoradeMarneffesedejócaerderodillas.

—¡Dios mío, yo no soy mala! —dijo, juntando las manos—. Dignaosrecoger a esta oveja descarriada, heridla, anonadadla, para sacarla de lasmanosque la convierten en infamey adúltera.Ella se acurrucarágozosa envuestroregazoyvolverácompletamentefelizalhogar.

Selevantó,miróaCrevelyéstesintiómiedoalverlasextraviadasmiradasdeValeria.

—Además,Crevel,¿sabes?,haymomentosenquetengomiedo.LajusticiadeDioslomismolealcanzaaunoenestemundoqueenelotro.¡QuépuedoesperaryodeDios!Suvenganzaalcanzadetodassuertesalculpable,tomandoprestadostodosloscaracteresdeunadesgracia.

Todas las desgracias que se ven en este mundo y que los imbéciles nosabenexplicarse,nosonmásqueexpiaciones.Estomedecíamimadreensulecho de muerte, hablándome de su vejez. ¡Y si yo te perdiese! —añadió,agarrandoaCrevelconunfuriosoabrazodesalvajeenergía—.¡Ah,moriría!

LaseñoradeMarneffesoltóaCrevel,searrodillódenuevoantesusofá,cruzólasmanos(¡yenquéarrebatadapostura!)ydijoconincreíbledevociónlasiguienteplegaria:

—Y vos, Santa Valeria, mi buena patrona, ¿por qué no visitáis más amenudo la cabecera del lecho de la que os está confiada? ¡Oh! Venid estanochecomohabéisvenidoestamañanaainspirarmebuenospensamientos,yasí abandonaré el mal sendero, renunciaré, como Magdalena a los gocesengañosos,albrilloembusterodelmundoyhastaaaquelaquientantoamo.

—¡Nenamía!—dijoCrevel.

—¡Yanohaymásnenamía,caballero!

Ysevolvió,altiva,comounamujervirtuosa,conlosojoshumedecidosporelllanto;mostrósedigna,fría,indiferente.

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—Déjemeusted—dijo,rechazandoaCrevel—.¿Cuálesmideber?Serdemimarido.Estehombreestámoribundo,y¿quéhagoyo?Leengañoalbordede la tumba.Cree que es suyo nuestro hijo.Voy a decirle la verdad.Voy aempezar por implorar su perdón antes de pedir el de Dios. Separémonos.Adiós, señor Crevel—añadió, poniéndose de pie y tendiendo a Crevel unamano helada—. Adiós, amigo mío; únicamente nos veremos en un mundomejor.Ustedmedebealgunosplacerescriminales,muycriminalesy,ahora,sí,ahora,quieroganarmesuestimación.

Crevelllorabaalágrimaviva.

—¡Grancornudo!—exclamóella,soltandounacarcajadainfernal—.Éstasson las mañas que emplean las mujeres piadosas para dar un timo dedoscientos mil francos. ¿Y tú, que hablas del mariscal de Richelieu, deloriginal Lovelace, te dejas coger de ese modelo como dice Steinbock?¿Cuántosdoscientosmilfrancostearrancaríayodeesemodo,siquisiera,granimbécil?¡Guardatudinero!¡Ysitienesdesobra,esasobramepertenece!Siledasloscuartosaesamujerrespetablequecausanuestrapiedadporquetienecincuentaysieteaños,novolveremosavernosnunca,ylatomasaellacomoquerida; al día siguiente volverás a mí herido por sus caricias angulosas yharto de sus lágrimas, de sus gorritos flojillos, de sus gimoteos, que debenconvertirsusfavoresenchaparrones…

—La verdad es —dijo Crevel— que doscientos mil francos es muchodinero…

—¡Las mujeres piadosas suelen tener mucho apetito!… ¡Ah, infeliz!Vendenmejor sus sermonesquenosotras lomáspreciadoymás seguroquehayenelmundo:elplacer.¡Hacencadanovela!¡Bah!Lasconozco,porquehevistomuchas en casa demimadre. Se creen que la Iglesia se lo perdonarátodo…Mira,deberíasestaravergonzado,tú,bichomío,tanpocoespléndido…puesamí,¡túnomehasdadodoscientosmilfrancos!

—¡Ah!Sí—repusoCrevel—.Sóloelpalaciocostaráeso…

—¿De modo que tienes cuatrocientos mil francos? —dijo ella con airesoñador.

—No.

—¿Demodoquequeríasprestarleaesaviejahorrorosalosdoscientosmilfrancosdemipalacio?Heaquíuncrimendelesanenita…

—Peroescúchame.

—Si al menos le dieses ese dinero a cualquier idiota instituciónfilantrópica,pasaríasporserunhombredeporvenir—dijoellaanimándose—,yyoseríalaprimeraenaconsejártelo;porquetúeresdemasiadoinocentepara

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escribir algunos libros de política que te labraran una reputación, ni tienesbastanteestiloparaadobaralgunosvolúmenes,podríascolocartecomotodosaquellos que están en tu caso y que dan gloria a su nombre poniéndose alfrente de una cosa social, moral, nacional o general… Te han robado labeneficencia,porqueahorasellevapoco…Laspequeñasobrasdejusticia,alosqueobranmejorentrelospobresdiabloshonrados,estágastado.Quisieraverteinventar,pordoscientosmilfrancos,algomásdifícil,másrealmenteútil.Se hablaría de ti como de una capita azul, de un Monthyon, y yo estaríaorgullosa. Pero tirar doscientos mil francos en una pila de agua bendita,prestárselos a una beata abandonada por sumarido por algúnmotivo, ¡bah,siemprehayalgúnmotivo! (¿meabandonanamí?), esunaestupidezqueennuestra época no puede germinar más que en el cerebro de un antiguoperfumista. Eso huele a mostrador. Dentro de dos días ni tú mismo teatreveríasamirartealespejo.Anda,correadepositareldineroenlacajadeamortización,corre,puesnovuelvoarecibirtesinelrecibodelasuma.Andaydeprisa.

EmpujabaaCrevelfueradesucuarto,viendosobresurostroflorecidadenuevolaavaricia.Cuandolapuertadelahabitaciónsecerró,dijo:

—YaestáIsabelamásquevengada.¡Quélástimaqueestéencasadelviejomariscal!¡Loquenoshubiéramosreído!¡Ah!Laviejaquierequitarmeelpandelaboca.Yalaarreglaréyo.

Obligado a tomar una habitación en armonía con la primera dignidadmilitar,elmariscalHulotsehabíainstaladoenunmagníficopalacio,situadoen la calle deMontparnasse, donde se encontraban dos o tres casas regías.Aunquelahabíaalquilado,noocupabamásqueelpisobajo.CuandoIsabelafueagobernarlacasaquisosubarrendarenseguidaelprimerpisoque,segúndecía, daría lo suficiente para que la habitación del conde le saliese casi debalde;peroelveteranosenegó.Hacíaalgunosmesesqueelmariscalestabaagitadoportristespensamientos.Habíaadivinadolosapurosdesucuñaday,sinpenetrarlacausa,sospechabasusdesgracias.Aquelanciano,dotadodeunasorderatanalegre,sevolvíataciturnoypensabaquesucasaseríaalgúndíaelasilodelabaronesadeHulotydesuhija,ylesreservabaaquelprimerpiso.LaescasezdefortunadelcondedeForzheimeratanconocida,queelministrodelaGuerra,elpríncipedeWissemburgo,habíaobligadoasucamaradaaqueaceptase una indemnización para la instalación. Hulot empleó aquellaindemnización en amueblar el piso bajo, donde todo era conveniente, puessegúndecía,noqueríallevarapieelbastóndemariscal.HabiendopertenecidoelpalaciobajoelImperioaunsenador,lossalonesdelpisobajohabíansidorestauradoscongranmagnificencia,enblancoyoro, todo tallado,yestabanbienconservados.Elmariscallohabíaamuebladoconlujo;teníaenlacocheraunmagníficocoche, encuyos tablerosestaban losdosbastonescruzadosen

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aspa,yalquilabacaballoscuandoteníaqueirinfiocchi,yaalMinisteriooyaalpalacio,aalgunaceremoniaoaalgunafiesta.Comohacíatreintaañosqueleservíadecriadounantiguosoldado,desesentaañosdeedad,cuyahermanaera su cocinera, podía economizar unos diez mil francos, con los que ibaformandounpequeñotesorodestinadoaHortensia.Elancianoibaapietodoslosdías,delacalledeMontparnassealacalledePlumet,porelbulevar,yalverle venir, todos los inválidos se cuadraban y le hacían el saludo militar,agradecidoporelmariscalconunasonrisa.

—¿Quién es ése por quien usted se ha cuadrado?—le decía un día unjovenobreroaunanciano,capitándeinválidos.

—Voyadecírtelomocito—lerespondióeloficial.

Elmuchachosepusoenlaactituddelhombrequeseresignaaescucharauncharlatán.

—En1809—dijoel inválido—,protegíamosnosotrosel flancodelGranEjércitomandadoporelemperador,queseencaminabaaViena.Llegamosaun puente defendido por una triple batería de cañones instalados sobre unaespecie de roca, y que, formando tres reductos, uno sobre otro, enfilaban elpuente.NosotrosíbamosalasórdenesdelmariscalMassena.Ésequeveseraentonces coronel de granaderos y yo iba con él… Nuestras columnasocupabanun ladodel río, y los reductos estaban al otro lado.Tres veces seatacó el puente, y tres veces hubo que retroceder. «¡Que vayan a buscar aHulot!—dijoelmariscal—.Sóloélysushombressoncapacesdeapechugarconesetrozo.»Entoncesllegamosnosotros.ElúltimogeneralqueacababaderetirarsedelantedelpuentedetuvoaHulotbajoel fuegoparadecirle loquehabíadehacer,embarazándonoselcamino.«Nonecesitoconsejos,sinositioparapasar»,dijotranquilamenteelgeneral,franqueandoelpuentealfrentedesucolumna,yenseguidaunadescargadetreintacañonessobrenosotros…

—¡Aldiablo!—exclamóelobrero—.Debiódeserunacosaparasembrarmuletas.

—Sitúhubiesesoídodecirtranquilamenteaquellafrasecomoyo,créeme,pequeño,saludaríasaesehombrehastabesarlatierra.EstonoestanconocidocomolodelpuentedeArcole;perotalvezesmáshermoso.NosotrosllegamosalacarreraconHulothastalasbaterías,«¡Honoralosquehansobrevivido!»,dijo elmariscal, quitándose el sombrero. LosKaiserliks quedaron aturdidosdelgolpe.Elemperadornombrócondealviejoaquienhasvisto,noshonróatodos en nuestro jefe, y los de ahora han hecho muy bien al nombrarlemariscal.

—¡Vivaelmariscal!—dijoelobrero.

—¡Oh!Yapuedesgritar…Elmariscalestásordodetantooírretumbarel

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cañón.

Estaanécdotapuededarunaideadelrespetoconquetratabanlosinválidosal mariscal Hulot, cuyas invariables opiniones republicanas le valían lassimpatíaspopularesdetodoelbarrio.

Laaflicción,embargandoaquellaalmatannoble,tanpuraytanserena,eraunespectáculodesolador.Labaronesa,conesaastuciapropiadelasmujeres,sólo podía mentir y ocultar a su cuñado toda la espantosa verdad. Duranteaquella desastrosa mañana, el mariscal, que dormía poco, como todos losancianos,habíaobtenidode Isabelaconfesionesacercade la situaciónde suhermano, prometiéndole casarse con ella como premio de su indiscreción.Todoelmundocomprenderáelplacerquetuvolasolteronadejándosearrancarconfidenciasquedesdesuentradaenlacasadeseabahacerasufuturo;sobretodocuandoasíconsolidabasumatrimonio.

—Su hermano es incurable —gritaba Isabela en la oreja buena delmariscal.

Lavozfuerteyclarade la lorenesa lepermitíahablarconelanciano.Esverdadquefatigabasuspulmones,peroseproponíademostrarasufuturoquenuncaseríasordoparaella.

—¡Haber tenido tres queridas —decía el anciano— teniendo a unaAdelina!¡PobreAdelina!

—Si quiere usted hacerme caso —gritó Isabela—, debe aprovechar suinfluenciaconelpríncipedeWissemburgoparalograrleamiprimaunaplazahonrosa,puesbuenafalta lehará, teniendocomotieneelbarónempeñadalapagaportresaños.

—VoyairalMinisterio—respondió—averalmariscalparasaberloquepiensa demi hermanoy para pedirle su activa protecciónparami hermana.¿Quéplazalepareceausteddignadeella?

—Las damas de caridad de París han formado una asociación debeneficenciadeacuerdoconelarzobispo;necesitaninspectorashonrosamenteretribuidas, empleadas en reconocer las verdaderas necesidades. Tal cargoconvendríaamiqueridaAdelina,porqueestaríadeacuerdoconsucorazón.

—Mande usted a buscar los caballos —dijo el mariscal—, yo voy avestirme.SiesprecisoiréaNeully.

—¡Cuánto la ama! La hallaré, pues, siempre y en todas partes—dijo lalorenesa.

Isabela imperaba ya en la casa, pero lejos de las miradas del mariscal.Había inspirado temora los trescriados, sehabíaprocuradounacamareraydesplegaba su actividad de solterona, haciéndose dar cuenta de todo,

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examinándolo todo y buscando en todo el bienestar de su queridomariscal.Tan republicanacomosu futuro, Isabela legustabamuchoalmilitarpor susribetes democráticos; además, lo adulaba con una habilidad prodigiosa; ydesdehacíadossemanas,elmilitar,quevivíamejoryseveíacuidadocomounniñoporsumadre,acabóporverenIsabelaunapartedesusueño.

—Mi querido mariscal —le gritaba, acompañándole hasta la puerta—,levanteloscristalesdelasportezuelasyevitelascorrientes;hágalopormí.

El mariscal, aquel solterón que no habla sido nunca mimado, aunquellevaba el corazón laceradodedolor, nopudomenosde sonreír a Isabela almarcharse.

En aquel mismo momento, el barón de Hulot dejaba las oficinas de laGuerra y se trasladaba al despacho del mariscal, príncipe deWissemburgo,quelehabíamandadollamar.Aunquenotuviesenadadeextraordinarioelqueunministrollamaseaunodesusdirectoresgenerales,laconcienciadeHulotestaba tan enferma, que vio no sé qué de siniestro y frío en la cara deMitouflet.

—Mitouflet,¿cómoestáelpríncipe?—preguntó,cerrandosudespachoyalcanzandoalordenanza,quemarchabadelante.

—Debedeteneralgocontrausted,señorbarón—respondióelordenanza—,porquesuvoz,sumiradaysucaradenotanlatormenta.

Hulotsepusolívidoyguardósilencio,atravesólaantesala, lossalonesyllegó a la puerta del despacho con grandes palpitaciones de corazón. Elmariscal,quecontabaalasazónsetentaaños,conloscabelloscompletamenteblancos, con la cara tostada como los ancianos de esa edad, llamaba laatenciónporunafrente tanespaciosa,que la imaginaciónparecíaverenellaun campo de batalla. Bajo aquella cúpula gris cargada de nieve brillaban,sombreadosporelpronunciadosalientededostupidascejas,unosojosdeunazulnapoleónico,ordinariamente tristesy llenosdepensamientosamargosydepenas.Aquel rivaldeBernadottehabía esperado sentarse sobreun trono.Pero sus ojos se convertían en dos formidables rayos cuando algúnsentimiento grande se pintaba en ellos. La voz, cavernosa casi siempre,lanzabaentoncesestridentessonidos.Encolerizado,elpríncipeseconvertíaensoldado, hablaba el lenguaje del subteniente Cottin, y ya no se cuidaba denada.Hulot deErvyvio a aquel viejo león con los cabellosdispersos comouna melena, de pie ante la chimenea, con las cejas fruncidas, el hombroapoyadoenelmármolylosojosenaparienciadistraídos.

—Aquí estoy, a vuestras órdenes, príncipe mío —dijo Hulot, conamabilidadyairedesenvuelto.

Elmariscalmiró fijamente al director sindecirle palabradurante todo el

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tiempoquetardóenllegardelumbraldelapuertaadospasosdeél.AquellamiradadeplomofuecomolamiradadeDios.Hulotnopudosoportarlaybajólosojosenactitudconfusa.

—Losabetodo—pensó.

—¿Nolediceaustednadasuconciencia?—dijoelmariscalconvozsordaygrave.

—Príncipemío,medicequeprobablementehehechomalenhacerrazziasenArgeliasinconsultarle.Amiedadyconmisgustos,despuésdecuarentaycincoañosde servicio, estoy sin fortuna.Ustedconoce losprincipiosde loscuatrocientoselegidosdeFrancia.Esosseñoresenvidiantodaslasposiciones,hanescatimadoelsueldodelosministros,queestodoloquesepuededecir.¡Id,pues,apedirlesdineroparaunancianoservidor!¿Quéesperardegentesque pagan tanmal como lo está lamagistratura; que dan a los obreros delpuertodeTolónseisrealesdiarios,cuandohayimposibilidadmaterialdequeningunafamiliapuedavivirallíconmenosdedospesetas;quenoreflexionanen la atrocidad de los sueldos de los empleados con seiscientos, mil y mildoscientos francos en París? ¿Qué esperar de gentes que desean para sínuestrasplazas cuando sonde cuarentamil francosy, en fin, quenieganunbiende laCorona, confiscadoa laCoronaen1830yunaadquisiciónhechaconlosdinerosdeLuisXVI,cuandoselespedíaparaunpríncipepobre?…Sinotuvieseustedfortuna,príncipemío,ledejarían,comoamihermano,consusueldo pelado, sin acordarse de que salvó al Gran Ejército conmigo en lasllanuraspantanosasdePolonia.

—UstedharobadoalEstado,ustedsehaexpuestoairalacárcel—ledijoelmariscal—comocajerodelTesoro, ¿y tomaustedeso, caballero, conesaligereza?

—¡Quédiferencia,monseñor!—exclamóelbaróndeHulot—.¿Acasohemetidoyolasmanosenlacajaquemeestabaconfiada?

—Cuandosecometensemejantesinfamias—dijoelmariscal—,seresultadoblementeculpable,porsuposiciónyporhacerlascosastorpemente.¡UstedhacomprometidoinnoblementenuestraAdministración,queerahastaahoralamáspuradeEuropa!Ytodoeso,caballero,pordoscientosmilfrancosyporunaperdida…—dijoelmariscalconunavozterrible—.UstedesconsejerodeEstado,ysecastigaconlamuertealsimplesoldadoquevendelosefectosdelregimiento.Heaquí loquemedijoundíaelcoronelPourin,delsegundodelanceros…EnSaverna,unodesushombresamabaaunajovenalsacianaquedeseabaunchal;latunantahizotanto,queaquelpobrediablodelancero,quedebía ser ascendido a sargento y era desde hacía veinte años el honor delregimiento,vendióefectosdesucompañíapararegalarelchal…¿Sabeustedlo que hizo el lancero, señor barón de Ervy? Se comió los vidrios de una

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ventana, después demachacarlos, ymurió a las once horas en el hospital…Procureustedmorirdeunaapoplejíaparaquepodamossalvarleelhonor.

Elbarónmiróalancianoguerreroconojosextraviadosyelmariscal,alveraquellaactitudreveladoradeuncobarde,sintióelruborensusmejillasysusojosseencendieron.

—¿Seríaustedcapazdeabandonarme?—dijoHulot,balbuceando.

Enestemomento,elmariscalHulot,habiendosabidoquesuhermanoyelministro estaban solos, se permitió entrar y, como todos los sordos, se fuederechohaciaelpríncipe.

—¡Oh!—gritóelhéroedelacampañadePolonia—.Yaséloquevienesahacer,miantiguocamarada;perotodoesinútil.

—¿Inútil?—repusoelmariscalHulot,quenooyómásqueestapalabra.

—Sí, vienes a hablarme por tu hermano; pero ¿sabes tú lo que es tuhermano?

—¿Mihermano?—preguntóelsordo.

—Puesbien—gritóelmariscal—;esunladrónindignodeti.

Y la cólera delmariscal le hizo lanzar aquellas fulgurantesmiradas que,semejantesalasdeNapoleón,quebrabanlasvoluntadesyloscerebros.

—Hasmentido,Gottin—respondió elmariscalHulot, poniéndose lívido—.Olvidatusgalonescomoyoolvidolosmíos…Estoyatusórdenes.

Elpríncipeseencaminóhaciasucompañero,lemirófijamenteyledijoaloído,estrechándolelamano:

—¿Eresunhombre?

—Yaloverás.

—Pues bien,mantente fuerte. Se trata de lamayor desgracia que puedeocurrirte.

Elpríncipesevolvió,tomóunacarpetadeencimadelamesaylapusoenmanosdelmariscalHulot,gritándole:

—Lee.

ElcondedeForzheimleyólasiguientecarta,queestabasobrelacarpeta:

AlExmo.Sr.PresidentedelConsejo(confidencial).

Argel…

Mi querido príncipe: Tenemos entre manos un malísimo negocio, comopuedeustedverporlosdocumentosqueleenvío.

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Enresumen,elbarónHulotdeErvyhaenviadoa laprovinciadeOránaunodesustíosparatraficarconlosgranosyconlosforrajes,procurándolelacomplicidaddeunguardaalmacén.Esteguardaalmacénhahechoconfesionesparahacerseel interesanteyhaacabadoporevadirse.El fiscalha llevadoelasunto con toda severidad, no viendo en él más que a dos subalternosencausados;peroJuanFischer,tíodeldirectorgeneral,alverseamenazadodeirapresidio,sehadadomuerteenlacárcelconunclavo.

Todo habría acabado aquí si este hombre digno y honrado, engañadoseguramenteporsusobrinoyporsucómplice,nohubieseescritoalbaróndeHulot.Estacarta,que llegóa laAudiencia,asombró tantoal fiscal,queéstevino a verme. Sería un golpe tan terrible el arresto y procesamiento de unconsejero deEstado, de un director general, que cuenta tan buenos y lealesservicios, pues nos salvó a todos después del Beresina, reorganizando laAdministración,quehehechoquemeentregasentodaslaspiezas.

¿Debeseguir sucursoesteasunto,o todavezquehamuertoelprincipalculpablevisible,sehacecondenaralguardaalmacénenrebeldía?

Elfiscalconsienteenquelaspiezasosseanremitidas,yestandoelbaróndeErvydomiciliadoenParís,elprocesocorresponderáaesaJurisdicciónreal.Aunque no es completamente legal, hemos hallado medio de salvar por elmomentoestadificultad.

Loúnicoquelerecomiendo,miqueridomariscal,esquetomeprontounaresolución. Se habla ya demasiado de este deplorable asunto, que nos haríamuchodañosilacomplicidaddelgranculpable,quesóloesaúnconocidaporelfiscal,poreljuezdeinstrucción,porelprocuradorgeneralypormí,llegaseahacersepública.

Alllegaraquí,elpapelcayódelasmanosdelmariscalHulot,quemiróasu hermano y vio que era inútil compulsar el documento; buscó la carta deJuanFischeryselatendió,despuésdehaberlaleídoenunsegundo.

DesdelacárceldeOrán…

Sobrinomío:Cuandoleaustedestacartayanoexistiré.

No tema que se encuentren pruebas contra usted.Muerto yo y habiendologradoescaparseeljesuitaChardin,elprocesoquedarásuspendido.LafiguradenuestraAdelina,tanfelizporusted,mehahecholamuertemuygrata.Yanonecesitaustedenviarmelosdoscientosmilfrancos.Adiós.

Esta carta le será entregada por un detenido con quien creo que puedocontar.

JuanFischer.

—Le pido a usted perdón—dijo, con conmovedora altivez, el mariscal

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HulotalpríncipedeWissemburgo.

—¡Vamos,siguetuteándome,Hulot!—replicóelministro,estrechandolamanodesuviejoamigo—.Elpobrelanceronomatóanadiemásqueaél—dijo,clavandoaHulotdeErvyconunamirada.

—¿Cuántoha tomadousted?—dijoseveramenteelcondedeForzheimasuhermano.

—Doscientosmilfrancos.

—Miqueridoamigo—dijoelconde,dirigiéndosealministro—antesdecuarenta y ocho horas tendrá usted los doscientosmil francos. Jamás podrádecirse que un hombre que lleva el apellido deHulot ha perjudicado en uncuartoalacosapública.

—¡Quéniñería!—dijoelmariscal—.Yosédóndeestánlosdoscientosmilfrancosyvoyahacerquelosrestituyan.Presenteustedsudimisiónypidasuretiro—repuso, haciendo volar una hoja de papel hasta el sitio de lamesadonde se había sentado el consejero de Estado, cuyas piernas temblaban—.Esteprocesoseríaunavergüenzaparatodosnosotros;asíesqueelConsejodeMinistros me ha facultado para obrar con la libertad que obro. Puesto queaceptaustedlavidasinhonorysinmiestimación,unavidadegradada,tendráustedelretiroquelecorresponde;peroprocureustedhacerseolvidar.

Elmariscalllamóydijo:

—¿EstáahíelempleadoMarneffe?

—Sí,monseñor—dijoelordenanza.

—Queentre.

—Usted —exclamó el ministro viendo a Marneffe— y su mujer hanarruinadoacienciaciertaalbaróndeErvy,aquípresente.

—Señorministro, leruegoquemeperdone;nosotrossomosmuypobres:sólo tengounsueldoparaviviry tengodoshijos,elmenorde loscualeshasidotraídoamifamiliaporelseñorbarón.

—¡Qué cara de pillo! —dijo el príncipe al marisca Hulot, señalando aMarneffe—.BastadediscursosaloSganarello—repuso—:odevuelveustedlosdoscientosmilfrancosovaustedapararaArgel.

—Pero,señorministro,ustednoconoceamimujer,selohacomidotodo.Elseñorbaróninvitabatodoslosdíasaseispersonasacomer.Segastabanenmicasacincuentamilfrancosanuales.

—Retírese—dijoelministroconvozformidable,quesonabacomoenlascargasdeloscamposdebatalla—.Dentrodedoshorasrecibiráustedlaorden

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desutraslado.Váyase.

—Prefiero presentar la dimisión —dijo insolentemente Marneffe,marchándose—.Seríademasiado:trasdecornudo,apaleado.

Ysalió.

—¡Quépillomássinvergüenza!—dijoelpríncipe.

ElmariscalHulot,queduranteaquella escenahabíapermanecidoenpie,inmóvil,pálidocomouncadáver,examinandoasuhermanoahurtadillas,fueatomarlamanodelpríncipeylerepitió:

—Dentrodecuarentayochohoraseldañomaterialquedaráreparado,peroelhonor…Adiós,mariscal,ésteeselúltimogolpe,elquemata.Sí,amímeacarrearálamuerte—ledijoaloído.

—¿Por qué diantre has venido estamañana?—le respondió el príncipe,conmovido.

—Venía por sumujer—replicó el conde, señalando aHéctor—, que notienepanquellevarsealaboca,ysobretodoahora.

—Tienesuretiro.

—No,porqueestáempeñado.

—Senecesitatenereldiabloenelcuerpo—dijoelpríncipe,encogiéndosedehombros—.Pero¿quéfiltroledanaustedesasmujeresparaquitarleasíelsentido? —le preguntó a Hulot de Ervy—. ¿Cómo ha podido usted, queconoce laminuciosaexactitudconque laAdministraciónfrancesa loescribetodo,consumiendoresmasdepapelparahacerconstarlaentradaylasalidadeunoscuantoscéntimos;usted,quedeplorabaquefueseprecisocentenaresdefirmasparalamenorcosa,paralibrarunsoldado,paracomprarestribos,cómoconfiabaen tenerocultoun robodurantemucho tiempo?¿Y losperiódicos?¿Y los envidiosos? ¿Y lasgentesquequisieran robar? ¿Osquitan el sentidoesas mujeres? ¿Os ponen una venda en los ojos? ¿O es que son ustedesdistintosalosdemás?EraprecisoquedejaseelserviciodelEstadocuandoseconvencióqueyanoeraunhombre,sinountemperamento.Sihasidoustedtantontoenlacomisióndeloscrímenes,noquierodecirledóndeacabará.

—Prométemeocupartedeella,Cottin—dijoelcondedeForzheim,quenooíanadaysólopensabaensucuñada.

—Notengascuidado—dijoelministro.

—Bueno,gracias,yadiós.Vengaustedconmigo,caballero—ledijoasuhermano.

El príncipe miró con aparente tranquilidad a los dos hermanos, tan

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distintos en su actitud, en su caráctery en suconformación, alvalientey alcobarde,alvoluptuosoyalrígido,alhonradoyalconcusionario,ysedijo:

—Esecobardenosabrámorir,ymipobreHulot,tanprobo,llevalamuerteenelalma.

Dicho esto se sentó enun sofáy reanudó la lectura de los despachosdeÁfrica,conunmovimientoquedenotabaalavezlasangrefríadelcapitánylapiedad profunda que engendra el espectáculo del campo de batalla, pues nohaynadie,enrealidad,máshumanoquelosmilitares,tanrudosenaparienciayaquieneselhábitodelaguerracomunicaesefríoglacial, tannecesarioenloscamposdebatalla.

Aldíasiguiente,algunosperiódicoscontenían,bajotítulosdiversos,estosdiferentesartículos:

ElseñorbarónHulotdeErvyacabadepedirsuretiro.LosdesórdenesenlacontabilidaddelaAdministraciónargelina,quecausaronlamuerteylahuidade dos funcionarios, han influido en la determinación tomada por estefuncionario. Al saber las faltas cometidas por empleados en quienesdesgraciadamente había depositado su confianza, el señor barón de Hulotsufrióeneldespachodelministrounataquedeparálisis.

El señor Hulot de Ervy, hermano del mariscal, cuenta cuarenta y cincoañosdeservicios.Estaresolución,combatidaenvano,hasidovistaconpenapor todos los que conocen al barón de Hulot, cuyas cualidades privadasigualan a sus méritos administrativos. Nadie ha olvidado la abnegación delordenador en jefe de la Guardia Imperial en Varsovia, ni la actividadmaravillosa con que supo organizar los diferentes servicios del ejércitoimprovisadoen1815porNapoleón.

Es una de las glorias imperiales que van a abandonar la escena. Desde1830, el señor barón de Hulot no ha cesado de ser una de las lumbrerasnecesariasenelConsejodeEstadoyenelMinisteriodelaGuerra.

Argel.— El asunto llamado de los forrajes, al que algunos periódicosdieron proporciones ridículas, ha terminado con la muerte del principalculpable. El señor JuanWisch se hamatado en la cárcel, y su cómplice hahuido,peroserájuzgadoenrebeldía.

Wisch,antiguoabastecedordelosejércitoseraunhombrehonradoymuyestimado, que no ha podido soportar la idea de haber sido engañado por elseñorChardin,guardalmacénhuido.

EnlasgacetillasdeParísseleíalosiguiente:

El ministro de la Guerra, para evitar en lo sucesivo todo desorden haresuelto crear una oficina de Subsistencias enÁfrica. Se designa al jefe de

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negociadoseñorMarneffeparairaencargarsedeestanuevaoficina.

LaplazadelbaróndeHulotexcitatodaslasambiciones.Segúndicen,estadirección está prometida al conde Marcial de la Roche Hugon, diputado,cuñado del señor conde de Rastignac. El señor Massol, refrendario, seránombradoconsejerodeEstado,yelseñorClaudioVignon,refrendario.

Detodaslasespeciesdementiras,lamáspeligrosaparalosperiódicosdelaoposicióneslamentiraoficial.Porastutosqueseanlosperiodistas,resultana veces engañados, voluntaria o involuntariamente, por la habilidad deaquellosque,comoClaudioVignon,hanpasadodesdelaPrensaalaselevadasregionesdelPoder.Elperiódicosólopuedeservencidoporelperiodista.Asípuededecirse,parodiandoaVoltaire:«Lanoticianoesaquellaqueunpueblovanopiensa».

El mariscal Hulot se llevó a su hermano, el cual ocupó en el coche labigotera,dejandorespetuosamenteasuhermanomayorelasientodel fondo.Ni uno ni otro cambiaron palabra; Héctor estaba anonadado. El mariscalpermaneció pensativo, como hombre que procura reunir sus fuerzas parasoportarunpesoabrumador.Al llegarasupalacio, sinpronunciarpalabrayhablando únicamente por gestos, condujo a su hermano a su gabinete. Elcondehabíarecibidodelemperadorunmagníficojuegodepistolas,fabricadasenVersalles;sacódeunsecreter,dondelaguardaba,lacajaquelascontenía,sobre la cual velase grabada la inscripción: «Regaladas por el emperador almariscalHulot»y,mostrándoselaasuhermano,ledijo:

—Ahítienestumédico.

Isabela,quemirabaestaescenaporlapuertaentreabierta,corrióalcocheydioordenalcocheroparaquela llevaseaescapea lacalledePlumet.Alosveinteminutospróximamente,yaestabadevueltaconlabaronesa,despuésdehaberenteradoaéstadelaamenazahechaporelmariscalasuhermano.

El conde, sinmirar a su hermano, llamó a su factotum, veterano que leservíahacíatreintaaños.

—Beaupied—ledijo—,veteabuscaraminotario,alcondeSteinbock,amisobrinaHortensiayalagentedecambiodelTesoro.Sonlasdiezymedia,yalasdocequieroquetodoelmundoestéaquí.Tomacoches,yvemásdeprisaaúnqueeso—dijo,hallandounafraserepublicanaqueenotrotiempoteníaamenudoentresuslabios.

E hizo la terriblemueca que tan atentos ponía a sus soldados cuando élexaminabalasretamasdeBretañaen1799(véanseLoschuanes).

—Mariscal,secumpliránsusórdenes—dijoBeaupied,haciendoelsaludomilitar.

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Sin ocuparse de su hermano, el anciano volvió a su gabinete, tomó unallave escondida en un secreter y abrió una cajita de malaquita conincrustaciones de acero, regalo del emperador Alejandro. Por orden delemperadorNapoleónhabíaidoadevolveralemperadorrusoalgunosobjetossuyos, cogidos en la batalla de Dresde por los cuales esperaba Napoleónobtener Vandamme. El zar recompensó espléndidamente al mariscal Hulot,regalándoleaquellacajita,yledijoqueesperabapoderteneralgúndíaocasiónde obsequiar de igual modo al emperador de los franceses; pero conservóVandamme.Sobrelacubiertadeaquellacaja,guarnecidatodadeoro,veíansegrabadas, tambiénenoro, las armas imperialesdeRusia. ¡Elmariscal contólosbilletesdeBancoyeloroqueallíguardaba;poseíacientocuarentaydosmilfrancos!y,alverlos,dejóescaparunmovimientodesatisfacción.Enaquelmomento entró la señora Hulot en un estado capaz de enternecer a juecespolíticos.SearrojósobreHéctor,contemplandoalternativamente,conmiradaextraviada,lacajadelaspistolasyelmariscal.

—¿Qué tiene usted contra su hermano? ¿Qué le ha hecho a usted mimarido?—dijoellaconvoztanvibrante,queelmariscallaoyó.

—¡Noshadeshonradoa todos!—respondióelveteranode laRepública,haciendounesfuerzotangrande,queselevolvióaabrirunadesusheridas—.¡HarobadoalEstado!Hahechominombreodioso,mehacedesearlamuerte,mehamatado…Sólomequedanfuerzasparallevaracabolarestitución.Hesido humillado ante el Conde de la República, ante el hombre a quienmásestimo, al cual he dado injustamente un mentís, ante el príncipe deWissemburgo…¿Esestonada?Heaquílacuentaconlapatria.

Seenjugóunalágrimayrepuso:

—Ahoraletocaasufamilia.Osrobaelpanqueyoosguardaba,elfrutode treinta años de economías, el tesoro de las privaciones del veterano. ¡Heaquí lo que os destinaba! —dijo, enseñando los billetes de Banco—. Hamatadoa su tíoFischer,nobleydignoalsaciano,quenohapodidosoportarcomo él la idea de unamancha sobre su nombre de aldeano. En fin, Dios,llevadodesuinauditaclemencia,lepermitióescogeraunángelentretodaslasmujeres,poresposaunaAdelina,yéllahatraicionado,haamargadosuvidaafuerzadepenas,lahaabandonadoporperdidas,portunantes,poractrices,porbailarinas,porCadines,porJosefas,porMarneffes.¿Erestúelseraquienyoconsiderécomohijoyenquiencifraba todomiorgullo?Anda,desgraciado,sal, si tienes valor para aceptar la vida infame que te has preparado.Yo notengofuerzaparamaldeciraunhermanoaquientantoquise,ysoyconéltandébilcomoustedmisma,Adelina;peroquenovuelvaaparecerantemí.Leprohíboasistiramientierro,seguirmiataúd.Sinotieneremordimiento,quetengaalmenoselpudordelcrimen.

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Elmariscal, que sehabíapuesto lívido, dejóse caer sobre el divánde sudespacho,agobiadoporaquellaspalabrassolemnes,yquizáporprimeravezenlavidadoslágrimasbrotarondesusojosysurcaronsusmejillas.

—¡PobretíoFischer!—dijoAdelina,yendoaarrodillarseanteelmariscal—. Viva usted para mí… Ayúdeme en la obra que voy a emprender parareconciliaraHéctorconlavidayhacerqueseenmiendedesusfaltas.

—¡Él! —dijo el mariscal—. Si vive, aún no ha acabado de cometercrímenes. Un hombre que ha desconocido a una Adelina y que ha dejadoapagarenéllossentimientosdeverdaderorepublicano,aquelamoralpaís,ala familiayalpobre,queyomeesforzabapor inculcarle, esehombreesunmonstruo,unpuerco…Lléveselodeaquí,si leamaustedaún,porquesientoenmiinteriorunavozquemedicequecarguelaspistolasylelevantelatapadelossesos.

Matándoleossalvaráatodosylesalvaríaaélmismo.

El ancianomariscal se levantó en una actitud tan temible, que la pobreAdelinaexclamó:

—¡Ven,Héctor!

Cogióasumaridoyselollevó,abandonandoaquellacasa,arrastrandotrassíalbarónenunestadotandeplorable,quesevioobligadaatomaruncochepara transportarlo a la calle de Plumet, donde se metió en cama. Aquelhombre, casi aniquilado, permaneció varios días en el lecho, negándose atomartodoalimento,sindecirpalabra.Afuerzadelágrimas,Adelinalograbaque tomasealgunoscaldosy levelaba sentadaa la cabecerade la cama,nosintiendo ya de todos los sentimientos que poco antes habían embargado sucorazónmásqueunaprofundapiedad.

A las doce y media Isabela introducía en el despacho de su queridomariscal,alcualyanodejóunmomento,puestanasustadaestabaalver loscambiosqueseoperabanenél,alnotarioyalcondeSteinbock.

—Señor conde —dijo el mariscal—, le ruego que dé a mi sobrina, sumujer,laautorizaciónnecesariaparavenderunainscripciónderentadelaqueellanoposeetodavíamásquelanudapropiedad.SeñoritaFischer,esperoqueustedconsentiráenestaventarenunciandoalusufructo.

—Sí,queridoconde—dijoIsabelasintitubear.

—Bien, queridamía—respondió el veterano—.Espero vivir lo bastantepara poder recompensarla. No dudaba de usted; es usted una verdaderarepublicana,unahijadelpueblo.

Tomólamanodelasolteronaypusoenellaunbeso.

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—Señor Hanequin —dijo al notario—, haga usted inmediatamente elpoder,demodoquelotengaaquíparalasdos,afindepodervenderlarentahoymismo en laBolsa.Mi sobrina, la condesa, tiene el título, va a venir yfirmaráelpodertanprontocomoustedlotraiga,lomismoqueestaseñorita.Elseñorcondeleacompañaráasucasaparadarlelafirma.

El artista, a una seña de Isabela, saludó respetuosamente al mariscal ysalió.

Al día siguiente, a las diez de lamañana, el conde de Forzheim se hizoanunciarencasadelpríncipedeWissemburgoyfuerecibidoinmediatamente.

—¡Hola, mi querido Hulot!—dijo el mariscal Cottin, presentando unosperiódicos a su viejo amigo—. Ya ve usted que hemos cubierto lasapariencias…Lea.

El mariscal Hulot colocó los periódicos sobre la mesa y le tendiódoscientosmilfrancos,diciéndole:

—HeaquíloquemihermanoharobadoalEstado.

—¡Qué locura! —exclamó el ministro—. Nos es imposible —añadió,tomandolatrompetillaquelepresentóelmariscalyhablándolealoído—.Nosveríamosobligadosaconfesarlasconcusionesdesuhermanoyhemoshechoyatodoloposibleparaocultarlas.

—Haganustedesloquelesparezca,peroyonoquieroqueenlafortunadelafamiliadeHulothayaniuncéntimorobadoalEstado—dijoelconde.

—Seguirélasórdenesdelreyrespectoaestepunto.Nohablemosmás—respondió el ministro, reconociendo la imposibilidad de vencer la sublimetestarudezdelanciano.

—Adiós, Cottin —dijo el anciano, tomando la mano del príncipe deWissemburgo—;sientomialmahelada.

Después de haber dadounpaso, se volvió,miró al príncipe, a quienviosumamente emocionado, abrió los brazos para estrecharle entre ellos, y elpríncipeabrazóalmariscal.

—Aldecirteadiósati—dijo—meparecequemedespidodetodoelGranEjército.

—Adiós,pues,mibuenoyantiguocamarada—dijoelministro.

—Sí, adiós, porque me voy adonde están todos aquellos de nuestrossoldadosquetantohemosllorado.

EnaquelmomentoentróClaudioVignon.Losdosviejosdespojosde lasfalanges napoleónicas se saludaron gravemente, haciendo desaparecer toda

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huelladeemoción.

—Príncipe mío, debe usted estar contento de los periódicos —dijo elfuturo refrendario—. Me las he compuesto de modo que he hecho creer atodoslosperiódicosdeoposiciónquepublicannuestrossecretos.

—Desgraciadamente todo es inútil —replicó el ministro, mirando almariscal,quesealejabaporelsalón—.Acabodedarunúltimoadiósquemehahechomuchodaño.AlmariscalHulotnolequedantresdíasdevida;bienloviyoayer.Esehombre,queesunadeesashonradecesdivinas,unsoldadoque fue respetadopor lasbalas,apesardesubravura, recibióayerenaquelsofáydemimanoelgolpemortalporconductodeunpapel.Llameustedypidamicoche.MevoyaNeully—dijo,guardandolosdoscientosmilfrancosensucarteraministerial.

A pesar de los cuidados de Isabela, tres días después el mariscal Hulothabíamuerto.Tales hombres son la honra de los partidos a que pertenecen.Para los republicanos, el mariscal era el ideal del patriotismo; así es queacudieron todosa suentierro,que fueseguidoporunamultitud inmensa.ElEjército,laAdministración,lacorte,elpueblo,todoelmundofuearendirelúltimo homenaje a aquella acrisolada virtud, a aquella intacta probidad, aaquella gloria tan pura. No todo el que quiere puede llevar al pueblo a suentierro.Aquellasexequiasfueronunodelostestimoniosllenosdedelicadeza,debuengustoydecorazónquerecuerdande tardeen tarde losméritosy lagloriadelanobleza.DetrásdelataúddelmariscalsevioalancianomarquésdeMontauran, hermano de aquel que había sido desgraciado adversario deHulot en el levantamiento de los chuanes en 1799.Almorir, herido por lasbalas de los azules, el marqués había confiado los intereses de su jovenhermanoalsoldadodelaRepública(véanseLoschuanes).Hulotcumpliótanbieneltestamentoverbalqueleconfióelnoble,quelogrósalvarlosbienesdeaqueljoven,emigradoentonces.AsíseconcibequeelhomenajedelaantiguanoblezafrancesanolefaltaraalsoldadoquenueveañosanteshabíavencidoaMadame.

Esta muerte, ocurrida cuatro días antes de la última proclama dematrimonio, fuepara Isabelael rayoque incendia lamiesamontonadaen lagranja.Elmariscalhabíamuertoaconsecuenciadelosgolpesdadosaaquellafamilia por ella y por la señora de Marneffe. El odio de la solterona, queparecióapaciguadoconeléxito,crecióalverfrustradastodassusesperanzas.Isabela fuea llorarde rabiaa casade la señoradeMarneffe,pueshabiendosubordinadoelmariscalladuracióndesuarriendoaladesuvida,seencontrósin domicilio. Para consolar a la amiga de su Valeria, Crevel tomó suseconomías, las dobló espléndidamente y colocó aquel capital al cinco porciento,haciendocesióndelusufructoalasolteronayponiendolapropiedadanombredeCelestina.Graciasaestaoperación,Isabelaposeyódosmilfrancos

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de renta vitalicia. Al hacer el inventario se encontraron cuatro cartas delmariscaldirigidasasucuñada,asusobrinaHortensiayasusobrinoVictorino,encargándoles que diesenmil doscientos francos de renta vitalicia a la quedebíasersumujer,alaseñoritaIsabelaFischer.

Adelina,viendoalbarónentrelavidaylamuerte,logróocultarledurantealgunos días la defunción del mariscal, pero Isabela se presentó vestida deluto,revelandoasílafatalverdadalosoncedíasdelosfunerales.Esteterriblegolpe devolvió energías al enfermo, el cual se levantó y encontró a toda sufamiliareunidaenelsalón,vestidadelutoy,alverla,permaneciósilencioso.Enquincedías,Hulot,quehabía adelgazadocomounespectro,mostróa sufamiliaunasombradeloquehabíasido.

—Hayquetomarunadecisión—dijoconapagadavoz,sentándoseenunabutacaycontemplandoaquellareuniónenlaquefaltabanCrevelySteinbock.

—Nopodemosseguiraquí—advirtióHortensiaenelmomentoenquesupadreapareció—;elalquileresdemasiadocaro.

—Respecto a la cuestión de albergue—dijoVictorino, rompiendo aquelpenososilencio—yoofrezcoamimadre…

Al oír estas palabras, que parecían excluirle, el barón levantó la cabeza,inclinadasobrelaalfombra,cuyasflorescontemplaba,sinverlas,ydirigióalabogado una deplorable mirada. Los derechos del padre son siempre tansagrados,auncuandoseauninfameyestédespojadodelhonor,queVictorinosedetuvo.

—Asumadre…—repusoelbarón—.Tieneustedrazón,hijomío.

—La habitación de nuestro pabellón, que está sobre la nuestra —dijoCelestina,acabandolafrasedesumarido.

—¿Osmolesto,hijosmíos?—preguntóelbarónconlaamabilidaddelasgentesquesecondenanasímismas—.¡Oh!Notemáisporelporvenir,porqueenlosucesivoyanotendréisquequejarosdevuestropadre,ynolevolveréisaverhastaelmomentoenquenotengáisyamásqueavergonzarosdeél.

FueacogeraHortensiaylabesóenlafrente.Abriólosbrazosasuhijo,que se arrojó en ellos adivinando las intencionesde supadre.ElbarónhizounaseñaaIsabela,queseacercó,ylabesóenlafrente.Despuésseretiróasucuarto,adondelesiguióAdelina,cuyainquietuderamuygrande.

—Adelina,mihermanoteníarazón—ledijo,cogiéndoladelamano—.Yonosoydignodelavidadefamilia.Sólodesdeelfondodemicorazónmeheatrevidoabendeciramispobreshijos,cuyaconductahasidosublime;dilesquenohepodidohacermásqueabrazarles,puesdeunhombreinfame,deunpadreque seconvierteenasesino, enazotede la familia, en lugarde ser su

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protectorysugloria,unabendiciónpodríaserfunesta;perotodoslosdíaslesbendeciré desde lejos. En cuanto a ti, sólo Dios, porque es todopoderoso,puede darte las recompensas proporcionadas a tus merecimientos. Te pidoperdón —dijo, arrodillándose ante su mujer, cogiéndola las manos ymojándolasconsuslágrimas.

—¡Héctor!¡Héctor!Grandessontusfaltas,perolamisericordiadivinaesinfinita, y puedes repararlo todo permaneciendo conmigo… Inspírate ensentimientoscristiano,amigomío…Soy tumujeryno tu juez.Soy tucosa,haz de mí lo que quieras y llévame adonde tú vayas, pues me siento confuerzasparaconsolarte,parahacertelavidasoportable,afuerzadeamor,decuidados y de respeto… Nuestros hijos están ya colocados; no tienennecesidad demí.Déjame que trate de ser tu distracción, tu entretenimiento.Permítemecompartirlaspenasdetudestierro,detumiseria,paramitigarlas.Yo te serviré siempreparaalgo, aunque sólo seaparaahorrarte el sueldodeunacriada.

—¿Meperdonas,miqueridaymuyamadaAdelina?

—Sí;perolevántate,amigomío.

—¡Puesbien,conesteperdónpodrévivir!—repuso, levantándose—.Heentrado en nuestro cuarto para que nuestros hijos no fuesen testigos de lahumillacióndesupadre. ¡Ah!Ver todos losdíasantesíaunpadrecriminalcomo yo, es algo espantoso que aniquila el poder paternal y disuelve lafamilia. Yo no puedo, pues, permanecer entre vosotros, y os dejo paraahorraroselodiosoespectáculodeunpadresindignidad.Noteopongasamihuida.Seríacargarportimismalapistolaconquemelevantaríalatapadelossesos…En fin, nome sigas tampoco ami retiro, porquemeprivarías de laúnicafuerzaquemequeda:ladelremordimiento.

La energía de Héctor impuso silencio a la moribunda Adelina. Aquellamujer, tan grande enmedio de tantas ruinas, sentía renacer su valor con suíntima unión con su marido; le veía suyo y percibía la sublime misión deconsolarle,dedevolverlealavidaydereconciliarseconsigomismo.

—Héctor, ¿quieres, pues, dejarmemorir de desesperación, de ansiedadydeinquietud?—dijoellaalverqueibaaperderelprincipiodesufuerza.

—Volveré, ángel descendido del Cielo para mí; volveré, sólo por ti;volveré,sinorico,almenosenbuenaposición.Escucha,mibuenaAdelina,yonopuedopermaneceraquíporunamultitudderazones.Enprimerlugar,mipensión, que será de diez mil francos, está empeñada por cuatro años; notengo, pues, nada. ¡No es esto sólo!Dentro de unos días dictarán contramíautodeprisión,acausadelasletrasdecambiosuscritasaVauvinet.Asíesquetengo que ausentarme hasta que mi hijo, a quien voy a dar instrucciones

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precisas, haya rescatado esas letras. Mi desaparición facilitará mucho elarreglo.Cuandomipensiónestélibre,cuandoVauvinetestépagado,volveré.Tú descubrirías el secreto demi destierro. Tranquilízate, no llores,Adelina.Sólosetratadeunmesdeausencia…

—¿Adóndevas?¿Quéharás?¿Quéserádeti?¿Quiéntecuidará,queyanoeresjoven?Déjamedesaparecercontigo;nosiremosalextranjero—dijoella.

—Bueno;yaveremos—respondió.

El barón llamó, dio orden aMarieta de que reuniese todos sus efectos yquelosmetiesesecretayrápidamenteenunasmaletas.Luegorogóasumujer,después de abrazarla con una efusión de ternura a la que no estabaacostumbrada,que ledejasesolounmomentoparaescribirleaVictorino lasinstruccionesnecesarias,prometiéndolequenosaldríadecasahastalanocheyconella.Tanprontocomolabaronesahubovueltoalsalón,elastutoancianose fueporelgabinete tocadora laantesalaysalió,entregandoaMarietaunpedazo de papel, en el cual había escrito lo siguiente: «Dirija usted mismaletas, por el ferrocarril de Corbeil, al señor Héctor, lista de Correos,Corbeil».El barón, quehabía tomadoun coche, corría yaporParís, cuandoMarieta fue a enseñarle a la baronesa aquel papel, diciéndola que el señoracababadesalir.Adelinasetrasladóalcuartotemblandomásfuertementequenunca; sus hijos, asustados, no tardaron en alcanzarla, al oír un gritopenetrante. Levantaron a la baronesa desmayada, siendo precisometerla encama,presadeunafiebrenerviosaque lamantuvoentre laviday lamuerteduranteunmes.

—¿Dóndeestá?—eralaúnicapalabraqueseobteníadeella.

LasindagacionesdeVictorinoresultaroninfructuosas.Heaquíporqué:ElbarónsehabíahechoconduciralaplazadelPalacioReal.Allí,aquelhombre,que recobró todo su ingenio para realizar un proyectomeditado durante losdías en que había permanecido en la cama, anonadado de dolor y de pena,atravesóelPalacioRealysefueatomarotrocochedealquilermagníficoalacalle del Joquelet.Cumpliendo las órdenes recibidas, el cochero entró en lacalledelaVilla l’ÉvèqueypenetróenelpalaciodeJosefa,cuyaspuertasseabrieronalavozdelcocheroyalavistadeaquelespléndidocoche.Llevadapor la curiosidad, Josefa salió; su ayuda de cámara le había dicho que unancianoimpedido,incapazdedejarelcoche,lerogabaquebajasealinstante.

—Josefa,soyyo.

SóloporlavozreconociólailustrecantanteasuHulot.

—¡Cómo!¿Erestú,pobreviejomío?Palabradehonorqueteparecesalasmonedasdeveintefrancos lavadaspor los judíosalemanesyrechazadasporloscambistas.

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—¡Aydemí!Sí—respondióHulot—.Salgode losbrazosde lamuerte.Perotúsiguestanhermosacomosiempre.¿Serásbuenaconmigo?

—Según;todoesrelativo—repusoella.

—Escúchame—añadióHulot—.¿Nopodríasalbergarmeporalgunosdíasenuncuartodecriado,enlasguardillas?Estoysinuncéntimo,sinesperanzas,sinpan,sinpensión,sinmujer,sinhijos,sinasilo,sinhonor,sinvalorysinamigos,yloqueespeoraún,amenazadodeiralacárcel.

—¡Pobreviejo!¡Cuántossin!¿Estástambiénsincalzones?

—¡Tú te ríes, pero estoy perdido!—exclamó el barón—. Sin embargo,contabacontigocomoGourvilleconNinón.

—Segúnmehandicho,¿esunamujerdemundolaquetehapuestodeestemodo?—ledijoJosefa—.Lasfarsantesentiendenmásquenosotrasenesodedesplumar pavos… ¡Oh! Estás como un esqueleto abandonado por loscuervos;sevelaluzatravésdetushuesos.

—Josefa,eltiempourge.

—¡Entra, viejomío!Estoy solaymis criadosno te conocen.Despide tucoche.¿Lohaspagadoya?

—Sí—dijoelbarón,bajandoapoyadoenelbrazodeJosefa.

—Siquieres,pasaráspormipadre—dijolacantante,apiadada.

Hizo sentar a Hulot en el magnífico salón donde éste la había visto laúltimavez.

—¿Es verdad, viejo mío, que mataste a tu hermano y a tu tío, que hasarruinadoatufamiliaehipotecadolacasadetushijos,yquetehascomidoconlaprincesaalgodelgobiernoenÁfrica?

Elbaróninclinótristementelacabeza.

—Está bien, me gusta esto —exclamó Josefa, levantándose llena deentusiasmo—. Eso es una quema general, es Sardanápalo, es grande, escompleto. Podrá ser uno canalla, pero prueba tener corazón. Prefiero undespilfarrador apasionado por las mujeres como tú, que no esos fríosbanqueros sin alma que se dicen virtuosos y que arruinan a millares defamiliasconsusrieles,quesondeoroparaellosydehierroparalostontos.Túnohashechomásquearruinaralostuyos,sólohasdispuestodetiy,además,tienesunadisculpafísicaymoral…

Adoptóunaactitudtrágicaydijo:

—EsVenusporenteroagarradaasupresa…

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—¡Ahíestá!—agregó,haciendounapirueta.

Hulot se veía absuelto por el vicio, el cual le sonreía en medio de sudesenfrenadolujo.Lagrandezadeloscrímeneseraallí,comoparalosjurados,unacircunstanciaatenuante.

—¿Es guapa, al menos, tu mujer de mundo? —preguntó la cantante,procurando, como primera limosna, distraer a Hulot, cuyo dolor le causabapiedad.

—Caray,casitantocomotú—lerespondióastutamenteelbarón.

—Ymehandichoqueesmuyfarsante.¿Qué tehacía?¿Esmásoriginalqueyo?

—Nohablemosdeeso—dijoHulot.

—Dicen que ha engatusado a mi Crevel, al pequeño Steinbock y a unmagníficobrasileño.

—Esmuyposible.

—Vive en un palacio tan bonito como éste, que la regaló Crevel. Esatunanta esmi preboste, porque acaba a aquellos que yo he comenzado.Ahítienes,viejomío,porquétengotantacuriosidadporsabercómoes.LaviundíaenelBosque,encoche,perodesdelejos.Carabinamehadichoqueesunaredomadaladrona.TratadecomerseaCrevel,peronopodrámásqueroerlo.Crevelesunrata.Unratabuenapersona,quedicesiemprequesí,peroquenohacemásque loquequiere.Esvanidoso,apasionadoy fríoparadardinero.Nohaymaneradesacarlemásdemilatresmilfrancosmensuales,puesesdeesosquesedetienenantelosgastosexcesivoscomoasnosdelantedeunrío.Noescomotú,viejomío;túeresunhombreapasionado,capazdevenderatupatria.Mira,poresoestoydispuestaahacerlotodoporti.Túmehaslanzado,eresmipadre,yestoessagrado.¿Quénecesitas?¿Quieresdiezmilfrancos?Seré capaz de cambiarme el carácter por buscártelos. Respecto a mesa yhabitación,esonoesnada.Tendrásaquícubiertopuestotodoslosdías,puedesocupar un buen cuarto del segundo piso y dispondrás de cien escudosmensualesparaelbolsillo.

El barón, conmovido ante aquella recepción, tuvounúltimo arranquedenobleza.

—No,hermosamía;nohevenidoparaquememantengas—dijo.

—Atuedadnoespequeñotriunfo—añadióella.

—He aquí lo que deseo, hija mía: tu duque de Herouville tiene enNormandía inmensas propiedades, y quisiera ser su administrador con elnombredeThoul.Tengocapacidadyhonradez,puesaunquehaya robadoal

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Gobierno,soyincapazdecogeruncéntimodeunacaja.

—¡Eh,eh!—dijoJosefa—.Elquehaceuncestohaceciento.

—Ensuma:loúnicoquedeseoesvivirignoradodurantetresaños.

—Esoescuestióndeuninstante—dijoJosefa—.Estanoche,despuésdecomer,notengomásquehablarle.Elduquesecasaríaconmigosiyoquisiese;perotengosufortuna,¿puedopedirmás?,ysucariño.Esunduquealaaltaescuela.Aunqueenano,esnoble,distinguidoygrandecomoNapoleónyLuisXIV juntos. Además, yo he hecho con él como la Schontz con Rochefide:gracias amis consejos, acaba de ganar dosmillones. Pero escúchame, viejomío.Te conozco, sé que te gustan lasmujeresyquevas a correr allá abajodetrásdelasnormandas,quesonmuyguapas,hastaquealgúnpadreoalgúnmaridoterompaunhuesoyelduqueseveaobligadoadespacharte.¿Acasonoveo,porlamaneraquetienesdemirarme,queeljovennohamuertoenti,comodijoFenelón?Esaadministraciónnoesloqueteconviene.Mira,viejomío, no se renuncia tan fácilmente a París y a nosotras. En Herouville temoriríasdeaburrimiento.

—¿Qué hacer, pues? —preguntó el barón—. Porque yo sólo quieropermanecerentucasaeltiemponecesarioparatomarunadeterminación.

—Vamosaver:¿quieresquetedigaloqueopino?Mira,viejo,túnecesitasmujeres,porqueesto teconsolaráde todo.Escúchamebien.Másabajode laCourtille,enlacalledeSanMaurdelTemple,conozcoyounapobrefamiliaqueposeeuntesoro.Unaniñamásbonitaqueyocuandoteníadieciséisaños.¡Ah! ¡Ya se te encandilan los ojos! La pobre trabaja dieciséis horas al díabordandopreciosastelasparaloscomerciantesdelassederías,yganaochentacéntimos diarios, cinco céntimos por hora: una miseria. Come como losirlandeses,patatas,perofritascongrasaderata,pancincovecesalasemana,ybebeaguadelOureqenlasfuentespúblicas,porqueladelSenaesdemasiadocara;nopuedeestablecerseporsucuentaporfaltadesieteuochomilfrancos.Tu familiay tumujer te aburren, ¿verdad?…,esclaro.Porotraparte,noesposiblesernadaallídondeunohasidodios.Unpadresindineroysinhonoresalgoqueserellenadepajaysecolocaenunavitrina.

Elbarónnopudopormenosquesonreíraloíraquellastremendasbromas.

—Ahora bien; la pequeña Bijou vendrá mañana a traerme una batabordada,unapreciosidadenlaquehanempleadoseismesesdetrabajo.Nadietendrá nada parecido. La Bijou me quiere porque la doy golosinas y ropausada.Ademásenvíobonosdepan,decarneyde leñaa su familia, la cualseríacapazde romperle lasdospiernaspormíacualquiera.En fin,procurohacerelbien,porque sobradamente sé loque sufrí cuando teníahambre.LaBijoumehahechoalgunasconfidenciasíntimasyporellaséquelapobrecilla

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sueñaconllevarbonitostrajescomolosmíosysobretodoconirencoche.Yolediré:«Hijitamía,¿querríasunseñor?…».¿Quéedadtienes?¿Setentaydos?—dijo,interrumpiéndose.

—Yoyanotengoedad.

—«¿Quieres,lediré,aunseñordesetentaydosaños,muylimpio,quenotomatabaco,queestásanocomounamanzanaquevaletantocomounjoven?Tecasarásconélpordetrásdelaiglesia,élviviráalegrementeconvosotros,os dará siete mil francos para que os establezcáis por vuestra cuenta y teamueblará toda una habitación de caoba; además, si eres juiciosa, te llevaráalgunavezal teatro.Tedarácien francosalmespara tiy cincuenta francosparaelgasto.»ConozcoalaBijouyséqueescomoyocuandoteníacatorceaños.¡SaltédealegríacuandoaquelabominableCrevelmehizoestasatrocesproposiciones!Ahorabien,viejo, así estarás arregladopor tres años.Ella esjuiciosayhonradayademástendráilusionesparadosotresaños,nomás.

Hulotnodudaba,estabadecididoanegarse;masparadarlelasgraciasalabuenayexcelentecantante,quehacíaelbienasumodo,pareciótitubearentreelvicioylavirtud.

—¡Ah!¿Quéeseso?Tequedasfríocomounalosaendiciembre—repusoellaasombrada—.Mira,deesemodoharásladichadeunafamiliacompuestade un abuelo que trota, de una madre que se mata trabajando y de doshermanas, una de ellasmuy fea, que ganan entre las dos seis reales diariosquedándoseciegas.Estocompensaráladesgraciaquehascausadoentucasa,yasípurgaráslasfaltasdivirtiéndotecomounaentretenidaenMabibille.

Hulot, para poner término a aquella seducción, hizo el gesto de contardinero.

—No te apures por losmedios—repuso Josefa—.Mi duque te prestarádiezmilfrancos:sieteparaunatiendadebordadosanombredelaBijouytresmil para muebles y, además, cada tres meses contarás con seiscientoscincuenta francos. Cuando recobres tu pensión, le devolverás al duque esosdiecisiete mil francos. Entretanto serás feliz como un gallo empapujado yocuparás un escondite en el que ni la policía será capaz de encontrarte. Tepondrásunagran levita depañoy tendrás todo el aspectodeunpropietarioacomodadodelbarrio.LlámateThoul,siesesetugusto,yyotepresentaréalaBijoucomoun tíomío llegadodeAlemania,yserásmimadocomoundios.¿Quién sabe, papá? Tal vez no eches nada de menos. Si por casualidad teaburrieses,conservaalgunasdetusropasyasípodrásveniraquíalgúndíaacomerconmigoyapasarlavelada.

—¡Yoquequeríahacermevirtuoso,moderado!Mira,hazquemeprestenveintemilfrancosymevoyahacerfortunaaAmérica,siguiendoelejemplo

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demiamigoAiglemontcuandoNucingenloarruinó.

—¡Tú!—exclamóJosefa—.Dejaesascostumbresparalostenderos,paralosciudadanosfranceses,quesóloposeensuvirtudparahacersevaler.Túhasnacidoparaseralgomásqueunzamacuco.Túerescomohombreloquesoyyocomomujer,ungenio…

—Lanochelehaceaunoreflexionar.Mañanahablaremosdetodoeso.

—Vasacomerconelduque;miHerouvilleterecibirácortésmente,cualsihubieses salvadoalEstado,ymañana tomasuna resolución.Vamos,alegría,viejomío.La vida es un vestido: cuando está sucio, se cepilla; cuando estáagujereado,seremienda;perosepermanecevestidomientrasunopuede.

Esta filosofía del vicio y de sus atractivos disiparon las crudas penas deHulot.

Aldíasiguiente,alasdoce,despuésdeunsuculentoalmuerzo,HulotvioentraraunadeesasanimadasobrasmaestrasquesóloParíspuedefabricar,acausadel incesanteconcubinatoqueenélexistedel lujoydelamiseria,delvicioydelahonestidad,deldeseoreprimidoydelatentaciónrenaciente,queconvierten a esa ciudad en heredera de las deNínive,Babilonia y laRomaimperial. La señorita Olimpia Bijou, muchachita de dieciséis años, tenía elrostrosublimequeRafaelcreóparasusVírgenes,yunosojosdotadosdeunainocencia entristecida por los excesivos trabajos, ojos negros y soñadores,provistosdelargaspestañas,ycuyahumedaderasecadaporelardientefuegode la noche laboriosa, ojos ensombrecidos por la fatiga, más una tez deporcelana casi enfermiza, una boca como una granada entreabierta, un ceñotumultuoso, formas llenas,manos bonitas, dientes de aristocrático esmalte ycabellosnegrosyabundantes.Todovestidoconuntrajedeindianadesetentaycincocéntimoselmetro,adornadoconuncuellobordado,zapatosdepielsinclavosydecoradoconunosguantesdeaseisreales.Laniña,quenoconocíasuvalor,sehabíavestidoconlamayoreleganciaposibleparairacasadelagrandama.Elbarón,presaotravezde lasgarrasde lavoluptuosidad, sintióque toda su vida se le escapaba por los ojos y lo olvidó todo ante aquellasublime criatura. Hizo como el cazador que descubre la caza; ante unemperadorseechalaescopetaalacara.

—Segarantizasuvirginidadyhonradez—ledijoJosefaaloído—.Ysinpan.HeaquíloqueesParís.Lomismofuiyo.

—Hecho—replicóelanciano,levantándoseyfrotándoselasmanos.

CuandoOlimpiaBijousehubomarchado,Josefamiróalbalcónconairemaliciosoyledijo:

—Papá, si no quieres tener disgustos, sé severo como un fiscal en su

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estrado.Mira,tenlecortalariendaalapequeña.SéBartolo.CuidadoconlosAugustos, con losHipólitos, con losNéstores, con losVíctor. ¡Todos fuera!Porqueunavezquesehayavestidobienyestébienalimentada,silevantalacabezateverásarrastradocomounruso.Voyaversiacabodearreglarte.Elduquehacebien las cosas: te presta, es decir, te dadiezmil francosyponeochoencasadesunotario,elcualquedaráencargadodedarteseiscientoscadatrimestre,porqueyotetengomiedo.¿Nosoybuena?

—¡Adorable!

Diezdíasdespuésdehaberabandonadoasufamilia,enelmomentoenqueésta, arrasada en lágrimas, estaba agrupada en torno al lecho de Adelina,moribunda,lacualdecíaconvozdébil:«¿Quéhace?»,Héctor,bajoelnombrede Thoul, se hallaba con Olimpia en la calle de SanMaur, al frente de unestablecimientodebordados,bajolasinrazónsocialThoulyBijou.

VictorinoHulotrecibiódeladesgraciaqueseencarnizabaconsufamiliaesaúltimalecciónqueperfeccionaodesmoralizaalhombre.Sehizoperfecto.Enlasgrandestempestadesdelavidaseimitaaloscapitanesqueafrontanlastormentas aligerando al buque de las más pesadas mercancías. El abogadoperdió su orgullo interior, su visible aplomo, sus aires de orador y suspretensionespolíticas.Ensuma,fuecomohombreloquesumadreeracomomujer. Resolvió aceptar a su Celestina, que no realizaba ciertamente sussueños,yjuzgósanamentelavidaviendoquelaleycomúnleobligaaunoacontentarseentodoconlasaproximaciones.Lecausótantohorrorlaconductade su padre, que se juró a sí mismo cumplir con sus deberes. Estossentimientossefortificaronalacabeceradellechodesumadreeldíaenqueéstaquedósalvada.Estaprimeradichanovinosola.ClaudioVignon,queibatodoslosdíasdepartedelpríncipedeWissemburgoaenterarsedelestadodelaseñoradeHulot, rogóaldiputadoreelegidoque leacompañaseacasadelpríncipedeWissemburgo,diciéndole:

—Suexcelenciadeseatenerunaconferenciaconustedsobreasuntosdesufamilia.

VictorinoHulot y elministro se conocíanhacía ya tiempo; así es que elmariscallerecibióconunaamabilidadcaracterísticaydebuenaugurio.

—Amigomío—ledijoelviejoguerrero—,enestedespachojuréasutíoelmariscalquecuidaríadesumadre.Mehandichoqueesasantamujervaarecobrar la salud, y creo llegado el momento de curar sus llagas. Tengodoscientosmilfrancosparaustedyvoyaentregárselos.

Elabogadohizoungestodignodesutíoelmariscal.

—Tranquilícese usted —dijo el príncipe, sonriéndose—. Es unfideicomiso.Misdíasestáncontados,yonoestarésiempreaquíyleruegoque

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tome esta suma y queme reemplace en el seno de su familia. Puede ustedservirsedeesedineroparapagarlashipotecasquegravansobresucasa.Estosdoscientosmilfrancospertenecenasumadreyasuhermana.SiyodieseestasumaalaseñoradeHulot,sucegueraporsumaridomeharíatemerquelosdisipase, y la intención de los que la dan es que sea el pan de la señora deHulot y de su hija, la condesa de Steinbock. Usted es un hombre juicioso,digno hijo de su noble madre y digno sobrino de mi amigo el mariscal.Querido amigo, usted es aquí apreciado lo mismo que en otros sitios. Seausted,pues,elángeltutelardesufamiliayacepteellegadodesutíoyelmío.

—Monseñor —dijo Hulot, tomando la mano del ministro yestrechándosela—, los hombres como usted saben que el agradecimiento enpalabrasnosirvenada,queelagradecimientoseprueba.

—¡Pruébemeustedelsuyo!—dijoelveterano.

—¿Quéesprecisohacer?

—Aceptar mis proposiciones—dijo el ministro—. Quieren nombrarle austed abogado de lo Contencioso de Guerra que, en la sección de losingenieros, se encuentra recargado de asuntos litigiosos por causa de lasfortificacionesdeParís;ademásabogadoconsultordelaprefecturadePolicíayconsejerode la listacivil.Estos trescargos ledaránausteddieciochomilfrancosderentasinprivarledesuindependencia.VotaráustedenlaCámarasegún sus opiniones políticas y según su conciencia… Obrará usted concompleta libertad, ¡quién lo duda!Aviados estaríamos si no tuviésemos unaoposiciónnacional.Cuatroletrasdesutíodirigidasamíalgunashorasantesdequeexhalaseelúltimosuspirohanbastadoparaqueyosupieselanormademiconductaparaconsumadre,aquientantoqueríaelmariscal.LasseñorasdePopinot,Rastignac,Navarreins,Spard,Gandlieu,Carigliano,LenoncourtyLa Batie han creado para su querida madre una plaza de inspectora debeneficencia. Estas presidentas de sociedades benéficas no pueden hacerlotodo,necesitanunadamadeconfianzaquepueda suplirlas activamenteparavisitara losdesgraciados,sabersi lacaridadestáonobienhecha,versi lossocorroshansidoentregadosalosqueloshanpedido,penetrarencasadelospobresvergonzantes,etc.,etc.Sumadredesempeñarálamisióndeunángel,sólo se relacionarácon los señorescurasycon lasdamasdecaridad, tendráseismilfrancosalañoycoche.Joven,yaveustedquedesdeelfondodesutumba,elhombrepuro,elhombrenoblementevirtuoso,sigueprotegiendoasufamilia. Nombres como el de su tío son y deben ser una égida contra ladesgraciaenlassociedadesbienorganizadas.Sigausted,pues,lashuellasdesutío,persistaenellas,puesyaséqueustedvaporellas.

—Príncipe,nomeasombratantadelicadezaenelamigodemitío—dijoVictorino—;procuraréresponderatodassusesperanzas.

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—Vaya usted en seguida a consolar a su familia… ¡Ah! Diga usted—repuso el príncipe, cambiando un apretón de manos con Victorino—: ¿esciertoquehadesaparecidosupadre?

¡Aydemí!Sí.

—Tantomejor.Esedesgraciadohatenidoloquenolefaltanunca:ingenio.

—Tieneencimaunasletrasdecambioqueleamenazan.

—¡Ah! Recibirá usted seis meses anticipados del sueldo de sus tresdestinos—dijoelmariscal—.Estaspagasanticipadasleayudarán,sinduda,aretiraresostítulosdemanosdelusurero.Porotraparte,yoveréaNucingenytalvezpuedadesempeñarlapagadesupadresinquelecuesteuncéntimoniausted ni a mi ministerio. El par de Francia no ha hecho desaparecer albanquero.Nucingenesinsaciable,ypideunaconcesióndenoséqué.

AsuvueltaalacalledePlumet,Victorinopudo,pues,realizarsuproyectorecibiendoensucasaasumadreyasuhermana.

El jovenycélebreabogadoposeíapor todafortunaunodelos inmueblesmás hermosos de París, una casa comprada en 1834, en previsión de sumatrimonio,ysituadaenelbulevar,entrelacalledelaPazylacalledeLuisel Grande. Un especulador había construido dos casas, que daban una a lacalleyotraalbulevar,yentreellas, situadoentredos jardinillosyunpatio,habíaunmagníficopabellón,despojode losesplendoresdelgranpalaciodeVerneuil.ElhijodeHulotcompróporunmillónaquellasoberbiapropiedad,enpúblicasubasta,pagandoúnicamentealcontadoquinientosmilfrancos.Enunprincipioseinstalóenelpisobajodelpabellón,esperandoquepodríahacerelpagoconelimportedelosalquileres.PerosilasespeculacionesconcasasenParís son seguras, encambio son lentasycaprichosas,puesdependendecircunstanciasimprevistas.Comohanpodidonotarloscallejerosparisienses,elbulevarcomprendidoentre lacalledeLuiselGrandey lacallede laPazmejorómuylentamente;selimpióyseembelleciócontantotrabajo,quehasta1840elcomercionofueaestablecerallísusespléndidosescaparates,elorodeloscambistas,loscaprichosdelamodayellujodesenfrenadodesustiendas.ApesardelosdoscientosmilfrancospagadosporVictorinoensieteaños,ladeuda que pesaba sobre el inmueble se elevaba todavía a quinientos milfrancos,acausade laabnegacióndelhijoporelpadre.Afortunadamente, laelevacióncontinuadelosalquileresylohermosodelasituacióndeledificiodaban en aquelmomento todo su valor a las dos casas. La especulación serealizaba a ocho años de plazo durante los cuales el abogado se habíaaniquilado pagando intereses y sumas insignificantes a cuenta del capitaldebido.Loscomerciantesproponíanellosmismosventajososalquileresporlastiendas, a condición de que los alquileres fuesen por dieciocho años. Lashabitaciones adquirían mayor valor a causa del cambio del centro de los

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negocios,elcualsefijabaentoncesentrelaBolsaylaMagdalena,asientoquefueluegodelpoderpolíticoydelaBancadeParís.Lasumaentregadaporelministro,unidaalañopagadoporadelantadoyalasfianzasdelosinquilinos,iban a reducir la deuda de Victorino a doscientos mil francos. Los dosinmuebles, completamente arrendados, iban a dar unos cien mil francosanuales;demaneraquealcabodedosaños,duranteloscualeselhijodeHulotteníaquevivirdesushonorarios,duplicadosporlossueldosdesusdestinos,seencontraríaenunaposiciónsoberbia.Aquelloeraelmanácaídodelcielo.Victorino podía dar a su madre todo el primer piso del pabellón y a suhermanaelsegundo,dondeIsabelatendríadoscuartos.Enfin,dirigidaporsuprimaBela, aquella triple casa soportaría todas sus cargas y presentaría unasuperficiehonrosa,cualconveníaalcélebreabogado.Losastrosdelpalacioseeclipsabanrápidamente,yelhijodeHulot,dotadodeprofundaoratoriaydeseveraprobidad,eraescuchadoporlosjuecesyporlosconsejeros,estudiabalosasuntos,nodecíanadaquenopudieseprobar,nodefendíaindistintamentetodaslascausasyhonrabalatoga.

SucasadelacalledePlumeteratanodiosaalabaronesa,queseavinoatrasladarse a la calle de Luis el Grande. Gracias a los cuidados de su hijo,Adelinaocupó,pues,unamagníficahabitación,ynotuvoquecuidarsedelasnimiedades de la existencia, pues Isabela aceptó la misión de reanudar losmilagroseconómicosrealizadosencasadelaseñoradeMarneffe,alverasíunmediodehacerpesarsusordavenganzasobreaquellastresnoblesexistencias,objetodeunodioatizadoporlapérdidadetodassusesperanzas.Unavezalmes, Bela iba a ver a Valeria, a cuya casa era enviada por Hortensia, quequería tenernoticiasdeWenceslao,yporCelestina,sumamente inquietaconlasrelacionesconfesadasyreconocidasdesupadreconunamujeraquiensusuegraysucuñadadebíansuruinaysudesgracia.Comosesupondrá,IsabelaseaprovechódeestacuriosidadparaveraValeriacontantafrecuenciacomoquería.

Transcurrieron unos veinte meses, durante los cuales la salud de labaronesamejorómucho,sinqueporesocesasesutemblornervioso.Lasantamujersepusoalcorrientedesusdeberes,queofrecíannoblesdistraccionesasudoloryalimentoalasdivinasfacultadesdesualma.VioenellosunmediodeencontrarasumaridoconmotivodelosazaresquelaconducíanatodoslosbarriosdeParís.Duranteestetiempo,lasletrasdecambiodeVauvinetfueronpagadasylapensióndeseismilfrancosquelecorrespondíaalbaróndeHulotquedócasilibre.Victorinopagabatodoslosgastosdesumadre,asícomolosdeHortensia, con los diezmil francos de intereses del capital que le habíaentregadoelmariscalenfideicomiso.Ahorabien;elsueldodeAdelinaeradeseismil francos,yesta suma,unidaa los seismil francosdelbarón,debíanproducirprontoalamadreyalahijaunarentadedocemilfrancoslibresdetodacarga.Lapobremujercasihubierasidofeliz,anoserporsusperpetuas

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inquietudesacercadelasuertedelbarón,aquienhubieraqueridohacergozardelafortunaquecomenzabaasonreíralafamilia,yanosertambiénporelespectáculo de su hija abandonada, y por los terribles golpes queinocentemente le daba Isabela, cuyo infernal carácter halló ocasión dedesarrollarselibremente.

Por otra parte, una escenaqueocurrió a principios delmes demarzode1843vaaexplicarlosefectosproducidosporelodiopersistenteylatentedeIsabela, ayudada siempre por la señora de Marneffe. Dos grandesacontecimientos se habían realizado en casa de la señora de Marneffe. Enprimerlugar,habíaechadoalmundounhijonoviable,cuyoataúdlevalíadosmil francos de renta; después, en cuanto al señor de Marneffe, he aquí lanoticiaqueIsabelahabíadadoalafamiliaoncemesesantes,devueltadeunaexploraciónhechaalpalacioMarneffe.

—Estamañana,esahorribleValeria—habíadichoaquélla—hamandadollamaraldoctorBianchonparasaber sinoseengañaban losmédicosque lavíspera desahuciaron a su marido. Este doctor dijo que esta misma nocheaquelhombreinmundoperteneceráalinfierno,queleespera.ElpadreCrevely la señoraMarneffe acompañaron almédico, al que su padre de usted,miquerida Celestina, le dio cinco monedas de oro por esta buena noticia. Alvolver al salón, Crevel ha tocado las castañuelas como un bailarín y haabrazadoaaquellamujer,diciendo:«¡Ah!¡AlfinseráslaseñoradeCrevel!».Ycuandonoshadejadosolosparairaponersealacabeceradellechodeunmaridoqueagonizaba,suhonorablepadredeustedmehadichoamí:«¡ConValeriapormujerllegaréaserpardeFrancia!Compraréunaposesiónquemegusta, la posesión de Presles, que la señora de Serizy quiere vender, y seréCreveldePresles,meconvertiréenmiembrodelConsejogeneraldelSenayOiseydiputado.¡Tendréunhijo!Enfin,serétodoloquequieraser».«Bueno—lehedicho—;¿ysuhija?»«¡Bah!Esunahija—meharespondido—quesehavueltodemasiadoHulot,yValeriatienehorroraesafamilia…Miyernonohaqueridovenirnuncaaquí.¿Porquéselasechadementor,deEspartaco,depuritano, de filántropo?Además, yo he rendido cuentas ami hija y ésta harecibidoya toda la fortunadesumadreydoscientosmil francosmásde losque le correspondían. Demodo que puedo obrar ami antojo. Juzgaré amiyernoyamihijadespuésdequemecase;loqueelloshaganharéyo.Sisonbuenos para sumadrastra, ya veré. ¡Yo soy todo un hombre!»En fin, todasestastonteríasdichascolocadoensunapoleónicapostura.

Los diez meses de viudez oficial ordenados por el código de Napoleónhabíanexpiradohacíayaalgunosdías.LaposesióndePresleshabía sidoyacomprada. Victorino y Celestina habían enviado aquella misma mañana aIsabela en busca de noticias a casa de la señora de Marneffe, acerca delmatrimoniodeestaencantadoraviudaconelalcaldedeParís, convertidoen

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miembrodelConsejogeneraldelSenayOise.

CelestinayHortensia,cuyoslazosdeafectosehabíanestrechadoalvivirbajoelmismotecho,estabancasisiemprejuntas.Labaronesa, llevadadesusentimiento de probidad que le hacía exagerar los deberes de su cargo, sesacrificabaenarasdelabeneficencia,delaqueeraintermediaria,ysalíatodoslosdías,deoncedelamañanaacincodelatarde.Lasdoscuñadas,unidasporlos cuidados de sus hijos, a los que vigilaban en comunidad, permanecíanjuntas trabajandoencasa.Habíanllegadoapensarenvozalta,ofreciendolaconmovedora armonía de dos hermanas, la una feliz y la otra melancólica.Hermosa, llena de desbordante vida, risueña y ocurrente, la hermanadesgraciadaparecíadesmentirsusituaciónrealporsuexterior;mientrasquelamelancólica,amableytranquila,pensativayreflexivahabitualmente,hubiesehechocreerenlaexistenciadepenasocultas.Talvezestecontrastecontribuíaa su viva amistad.Aquellas dosmujeres se prestaban una a otra lo que lesfaltaba. Sentadas en un pequeño quiosco en medio de un jardinito, que lapaletadelaespeculaciónhabíarespetadoporuncaprichodelconstructor,quecreíaconservarsuscienpiescuadradosparasímismo,gozabandelnacimientode las primeras filas, fiesta primaveral que sólo es saboreada en toda suextensiónenParís,dondelosparisiensesvivenduranteseismesesenelmayorolvidodelavegetación,entre losmurosdepiedraenqueseagitasuocéanohumano.

—Celestina —decía Hortensia, respondiendo a una observación de suhermana,quesequejabadequesumaridotuviesequeestarenlaCámaracontanbuentiempo—,creoquenosabesapreciarbastantetudicha.Victorinoesunángelytúavecesloatormentas.

—Querida mía, a los hombres les gusta ser atormentados. Ciertastriquiñuelas son una prueba de afecto. Si tu pobre madre hubiese sido noexigente, pero sí dispuesta siempre a serlo tal vez no hubieseis tenido quedeplorartantasdesgracias.

—¡Isabela no vuelve! Voy a cantar la canción del Mambrú —dijoHortensia—.¡CuántometardaeltenernoticiasdeWenceslao!¿Dequévivirá?Endosañosnohahechonada.

—Victorinome ha dicho que lo vio el otro día con esa odiosamujer ysupone que es ella la que lo mantiene en ociosidad. ¡Ah! Si tú quisieras,hermanaquerida,aúnpodríasatraeratumarido.

Hortensiahizoconlacabezaungestonegativo.

—Créeme, tu situación no tardará en ser intolerable —dijo Celestina,continuando—. En el primer momento, la cólera, la desesperación y laindignación te han dado fuerzas. Después, las desgracias inauditas que han

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caídosobrenuestrasfamilias:dosmuertes,laruinaylacatástrofedelbaróndeHulot,ocuparontualmaytucorazón;peroahoraquevivesenlacalmayelsilencio,nosoportarásfácilmenteelvacíodetuvida,ycomotúnopuedesniquieres salir del sendero del honor, sería preciso que te reconcilies conWenceslao. Victorino, que te quiere tanto, es también de esta opinión. Hayalgomásfuertequenuestrossentimientos,yeslanaturaleza.

—¡Unhombretancobarde!—exclamólaaltivaHortensia—.Quiereaesamujerporquelemantiene.¿Habráellapagadosusdeudas?…Diosmío,nochey día pienso en la situación de ese hombre. Es el padre de mi hijo y sedeshonra.

—Miraatumadre,amigamía…—repusoCelestina.

Celestinapertenecíaaesegénerodemujeresque,cuandohanescuchadorazonessuficientesparaconvenceralmásterco,repitenporcentésimavezsurazonamientoprimitivo.Elcarácterdesufigura,unpocovulgar,fríoycomún;suscabellos,deuncastañoclaro,dispuestosenrígidasondas;elcolordesutez,todoindicabaenellaalamujersinencantos,perotambiénsindebilidad.

—La baronesa bien desea estar al lado de su marido deshonrado paraconsolarle y ocultarlo en su corazón a todas las miradas —dijo Celestina,continuando—.HahechoarreglararribaelcuartodelseñordeHulot,cualsideundíaaotrofueseaencontrarloeinstalarloallí.

—¡Oh! ¡Mi madre es sublime! —respondió Hortensia—. Es sublime acada instante, todos los días, desde hace veinte años; pero yo no tengo sutemperamento… ¿Qué quieres? A veces me enfado conmigo misma. ¡Ah!Celestina,túnosabesloqueestenerquepactarconlainfamia.

—¿Ymi padre?—repuso tranquilamente Celestina—. Es indudable queestáenlamismasendaenqueperecióeltuyo.Mipadretienediezañosmenosqueelbarón,hasidocomerciante,escierto,pero¿cómoacabará?EsaseñoraMarneffe,lehaconvertidoensuperrito,disponedesufortuna,desusideas,ynadiepuedehacerleverclaro.Enfin,tiembloalpensarquesehanpublicadoyalasproclamasdesumatrimonio.Mimaridointentaunesfuerzoyconsideracomoundeberelvengaralasociedadyalafamiliayelpedircuentasaesamujerdetodossuscrímenes.¡Ah!Hortensiaquerida,lasalmasnoblescomoladeVictorino,loscorazonescomolosnuestros,comprendendemasiadotardeelmundo y sus medios. Esto, hermana querida, es un secreto que te confío,porqueteinteresa;peroniunapalabra,niungestoqueselereveleaIsabela,niatumadre,nianadie,porque…

—Aquí está Isabela —dijo Hortensia—. Buena prima, ¿cómo va elinfiernodelacalledelBarbet?

—Malparavosotras,hijasmías.Tumarido,mibuenaHortensia,estámás

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entusiasmadoquenuncaconesamujer,lacualhayqueconfesarquesienteporél una pasión loca. Su padre de usted, mi querida Celestina, estácompletamente ciego por ella. Esto no es nada, porque es lo que veo cadaquincedías,yverdaderamentemeconsiderofelizdenohaberconocidonuncaaningúnhombre.Sonverdaderosanimales.DentrodecincodíasVictorinoyusted,queridamía,habránperdidolafortunadesupadre.

—¿Sehanpublicadolasproclamas?—preguntóCelestina.

—Sí—respondióIsabela—.Acabodedefendervuestracausa.Lehedichoaesemonstruo,quesiguelasmismashuellasqueelotro,quesiqueríasacarosdelapuroenqueestabais,desempeñandolacasa,leayudaríaisagradecidosyrecibiríaisavuestrasuegra.

Hortensiahizoungestodeespanto.

—Victorinodarásuopinión—respondiófríamenteCelestina.

—¿Sabeustedloquemehacontestadoelseñoralcalde?—repusoIsabela—.Medijoquesealegrabadequeesténapurados,porquealoscaballossólose lesdomapor el hambre, la falta de sueñoy el azúcar.El baróndeHulotvalíamásqueelseñorCrevel.Asíesque,hijasmías,yapodéisponeroslutopor laherencia. ¡Yqué fortuna!Supadrehapagado los tresmillonespor laposesión de Presles, y aún le quedan treintamil francos de renta. ¡Oh! Notienesecretosparamí.HabladecomprarelpalaciodeNavarreinsenlacalledelBac.LaseñoraMarneffeposee,porsuparte,cuarentamilfrancosderenta.¡Ah!Ahíestánuestroángelguardián.Aquíestátumadre—exclamóaloírelrodardeuncoche.

Enefecto,labaronesanotardóendescenderlaescalinatayunirsealgrupode familia. A los cincuenta y cinco años, agobiada por tantos dolores,temblandosincesar,comosiestuvieseatacadadeuntemblorfebril,Adelina,páliday llenade arrugas, conservaba suhermoso talle, líneas correctasy sunoblezanatural.Al verla, decía la gente: «Hadebidode sermuyhermosa».Devoradaporlapenadeignorarlasuertedesumaridoydenopoderhacerleparticipardeaqueloasisparisiense,enelretiroyenlasoledad,delbienestardequesufamiliaibaagozar,ofrecíalasuavemajestaddelasruinas.Acadadestello de esperanza frustrada, a cada indagación inútil, Adelina caía ennegras melancolías que desesperaban a sus hijos. La baronesa, que habíasalido por lamañana con una esperanza, era impacientemente esperada.Unteniente general, obligado a Hulot, al que debía su fortuna administrativa,decíahabervistoalbarónenunpalcoenel teatrodelAmbigúCómico,conunamujerdeunahermosuraespléndida.AdelinasedirigióacasadelbaróndeVernier. Este alto funcionario, aunque afirmó que había visto a su antiguoprotectoryquelamaneradeestardurantelarepresentaciónconaquellamujeracusabaunmatrimonioclandestino,acababadedeciralaseñoradeHulotque

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sumarido,paraevitarsuencuentro,habíasalidomuchoantesde terminar lafunción.

—Estabacomounhombreenfamilia,ysuportedenotabamiseriaoculta—acabódiciendo.

—¿Quéhay?—preguntaronlastresmujeresalabaronesa.

—ElseñordeHulotestáenParís,yelsaberqueestácercadenosotrasesparamíundestellodedicha—respondióAdelina.

—Alparecernosehaenmendado—dijoIsabela,cuandoacabóAdelinadecontar su entrevista con el barón de Vernier—. Se habrá liado con algunaobrera. Pero ¿de dónde sacará el dinero? Apuesto a que se lo pide a susantiguasqueridas,alaseñorita,JennyCadine,oaJosefa.

La baronesa sintió doblemente excitados sus nervios, se enjugó laslágrimasqueacudieronasusojosyalzósusmiradasdolorosamentehaciaelcielo.

—NocreoqueunoficialdelaLegióndeHonorhayadescendidotanbajo—dijo.

—¿Qué no haría por darse gusto? —repuso Isabela—. Ha robado alEstado,yserácapazderobaralosparticulares,yquizádeasesinar.

—¡Oh!Isabela—exclamólabaronesa—,guárdateesospensamientosparati.

EnaquelmomentoLuisaseacercóalgrupoformadoporlafamilia,alcualsehabíanunido losdospequeñosHulotyelpequeñoWenceslaoparaversilosbolsillosdesuabuelaconteníangolosinas.

—¿Quépasa,Luisa?—leinterrogaron.

—UnhombrequepreguntaporlaseñoritaFischer.

—¿Quéhombrees?—dijoIsabela.

—Señorita: está lleno de andrajos, va cubierto de plumón como uncolchonero, tiene la nariz roja como un tomate, y apesta a vino y aaguardiente.Debe de ser uno de esos obreros que apenas si trabajanmediasemana.

EstadescripciónpocogratadioporresultadoelqueIsabelasaliesealpatiode la casa de la calle de Luis el Grande, donde encontró a un hombre quefumabaenunapipacuyoculottageanunciabaalfumadorartista.

¿Por qué viene usted aquí, padre Chardin? —le dijo—. Habíamosconvenidoenqueestaríausted todos losprimeros sábadosdecadamesa lapuerta del palacioMarneffe, en la calle deBarlet de Touy. Llego ahora; he

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estadoallícercadecincohorasyustednosepresentó.

—Heestado,mirespetableycaritativaseñorita—respondióelcolchonero—;perohabíaunagranpartidadehonorenelcafédelosSabios,enlacalledelCorazónVolante,ycadaunotienesuspasiones.Lamíaeselbillar.Anoserporelbillar,podríayocomerenplatosdeplata;perofíjeseustedbien—dijo,sacandounpapeldelbolsillodesudesgarradopantalón—:elbillartraelas copitasy lasguindas en aguardiente…Es ruinoso, como todas las cosasbuenas,porlosaccesorios.Conozcolaconsigna;peroelviejoestáenunapurotangrande,quemeheatrevidoaveniralterrenoprohibido…Sinuestracrinfueratodacrin,sedormiríabienencima;peroallíhaymezcla.Diosnoesigualparatodos,comodicen,sinoquetienepreferencias;estáensuderecho.Aquíestáelescritodesuestimadopariente,tanbuenamigodelcolchón…Ésaessuopiniónpolítica.

El padre Chardin trató de hacer algunos zigzags en la atmósfera con elíndicedesumanoderecha.

Isabela,sinescuchar,leíaestasdoslíneas:

Querida prima: ¡Sea ustedmi providencia!Demehoymismo trescientosfrancos.

Héctor.

—¿Paraquéquieretantodinero?

—¡Elpropietario!—dijoelpadreChardin,queseguíatratandodedibujararabescos—. Además, mi hijo ha vuelto de Argelia por España y… no hapodidotraernada,contrasucostumbre.Porque,creausted,estáacabado,conperdón,mihijo.¿Quéquiereusted?Tienehambre;peronosdevolveráloquele prestemos, pues dice que va a hacer una gorda; tiene ideas que puedenllevarlelejos…

—Sí, a la cárcel —repuso Isabela—; es el asesino de mi tío y no loolvidarénunca.

—¿Él?¡Sinopodríasangraraunpollo,respetableseñorita!

—Bueno; aquí tiene trescientos francos —dijo Isabela, sacando quincemonedasdeorodelbolsillo—.Váyaseynovuelvanuncamásaquí.

Estodiciendo,acompañóalpadredelguardaalmacéndevíveresdeOránhastalapuerta,yunavezallí,ledijoalportero:

—Siempre que ese hombre venga, si por casualidad vuelve, no le dejeentrarydígalequenoestoyencasa.SiquisiesesabersielhijodelseñorHulotosilaseñorabaronesavivenaquí,leresponderáustedquenoconoceaestaspersonas.

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—Estábien,señorita.

—Le va en ello su colocación, en caso de una torpeza, aunque seainvoluntaria—ledijolasolteronaaloídoalaportera—.Primomío—ledijoal abogado, que llegaba entonces—, está usted amenazado de una grandesgracia.

—¿Cuál?

—Dentro de algunos días tendrá usted por suegra a la señora deMarneffe…

—¡Yaloveremos!—respondióVictorino.

HacíayamedioañoqueIsabelapagabapuntualmentetodoslosmesesunapequeña pensión a su protector, el señor barón de Hulot, de quien era laprotectora; conocía el secreto de su morada y saboreaba las lágrimas deAdelina, a la cual solía decir, cuando la veía alegre o esperanzada: «Espereustedveralgúndíaelnombredemiprimoen laseccióndeTribunales».Enesto, comoprecedentemente, iba demasiado lejos en su venganza, tanto quehabía despertado la prudencia de Victorino. Éste había resuelto acabar conaquella espada de Damocles mostrada incesantemente por Isabela y con eldemonio hembra a quien sumadre y la familia debían tantas desgracias. Elpríncipe de Wissemburgo, que conocía la conducta de la señora Marneffe,apoyabalaempresasecretadelabogadoylehabíaprometido,comoprometeunpresidentedelConsejo,laintervenciónsecretadelaPolicíaparainstruiraCrevelyparasalvartodaunafortunadelasgarrasdeladiabólicacortesana,alaquenoperdonabani lamuerte delmariscal deHulot ni la ruina total delconsejerodeEstado.

Aquellas palabras: «Se lo pedirá a sus antiguas queridas», dichas porIsabela, ocuparon durante toda la noche a la baronesa. Como los enfermosdesahuciados que se entregan a los charlatanes; como las gentes llegadas alúltimocírculodantescodeladesesperación,ocomolosabogadosquetomanlas estacas flotantes por amarras, acabópor creer cierta la bajeza, cuya solasospecha le había indignado, y se decidió a recurrir a alguna de aquellasodiosasmujeres.Aldíasiguiente,porlamañana,sinconsultarasushijos,sindecir una palabra a nadie, se fue a casa de la señorita JosefaMirah, primadonnadelaAcademiaRealdeMúsica,afinderealizarodeverdesvanecidala esperanza que acababa de relucir como un fuego fatuo. A mediodía, lacamareradelacélebrecantantelaentregabalatarjetadelabaronesadeHulot,diciéndolaqueestaseñoraesperabaalapuerta,despuésdehaberlapreguntadosilaseñoritapodíarecibirla.

—¿Estáarregladoelsalón?

—Sí,señorita.

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—¿Hansidorenovadaslasflores?

—Sí,señorita.

—Pues dile a Juan que dé un vistazo para que nada falte, antes deintroducir a esa señora, y que procure tener con ella las mayoresconsideraciones. Anda, y vuelve a vestirme, porque quiero estar lo máshermosaposible.

Ydiciendoesto,fueamirarseensuespejo,pensando:

—Acicalémonos. Es necesario que el vicio se presente armado ante lavirtud. ¡Pobre mujer! ¿Qué me querrá?… Me conmueve el ver… ¡De ladesgraciaaunavíctimaaugusta!…

Acababadecantarestecélebreaire,cuandolacamareravolvió.

—Señora —dijo la camarera—, esa dama parece presa de un temblornervioso.

—Ofrécelaaguadeazahar,ron,uncaldo…

—Yalohehecho,señorita;peroloharechazadotodo,diciendoqueeraunpequeñoataquedelosnervios.

—¿Dóndelahabéishechoentrar?

—Enelsalóngrande.

—Dateprisa,hijamía,vamos,miszapatillasmáslindas,labatadefloresquemehizoBijou,todosmisencajes.Hazmeunpeinadoparaqueasombreaunamujer.Esaseñorarepresentaunpapelopuestoalmío.Quelediganaesadama(porqueesunagrandama,hijamía,¡quédigo!,esmásaún:esloquetúno serías nunca, es unamujer cuyasoraciones libran a las almasdevuestropurgatorio) que estoy en la cama, que representé ayer y que me estoylevantando.

Labaronesa, introducidaenelgransalónde lacasadeJosefanonotóeltiempoquehabíapasadoallíaunqueesperódurantemediahoralarga.Aquelsalón, renovado ya desde la instalación de Josefa en aquel palacio, estabacubiertodesederíascolormassacayoro.El lujoqueantañodesplegabanensus casas los grandes señores, y del que tantos magníficos restos sontestimonio de aquellas locuras que tan bien justificaban su nombre, brillabacon la perfección debida a los medios modernos en las cuatro estanciasabiertas, cuya temperatura estaba mantenida por un calorífero de bocasinvisibles.Labaronesa,aturdida,examinabacadaobjetodearteconprofundoasombro,encontrandoenelloslaexplicacióndeaquellasfortunasfundidasenelcrisolbajoelquelavanidadyelplaceratizanunfuegodevorador.Aquellamujerque,desdehacíaveintiséisaños,vivíaenmediodelasfríasreliquiasdel

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lujo imperial, cuyos ojos contemplaban alfombras de flores deslucidas,broncesdesdorados,sederíastanmarchitascomosucorazón,entrevióelpoderdelasseduccionesdelvicioexaminandosusresultados.Noeraposibledejardeenvidiaraquellashermosascosas,aquellasadmirablescreacionesalasquehabíancontribuidolosgrandesartistasdesconocidosqueconstituyenelParísactual. Allí todo sorprendía, por la perfección de la pieza única. Rotos losmodelos, las formas, las figuritas y las esculturas eran todas originales. Eraaquélla la última palabra del lujo moderno. Poseer cosas que no esténvulgarizadas por dosmil opulentos burgueses, que creen vivir con lujo porhaber adquirido esas riquezas que llenan los almacenes, es el sello delverdaderolujo,ellujodelosgrandesseñoresmodernos,estrellasefímerasdelfirmamento parisiense.Examinando jardineras llenas de lasmás raras floresexóticas, guarnecidas de bronces grabados, según el estilo de Poulle, labaronesa quedó espantada ante las riquezas que contenía aquella habitación.Necesariamente, este sentimiento hubo de reaccionar sobre la persona enderredordelacualcorríanatorrentesaquellasprofusiones.AdelinapensóqueJosefa Mirah, cuyo retrato, debido al pincel de José Bridau, brillaba en elvecino tocador,eraunacantantedegenio,unaMalibrán,yesperabaverunaverdadera leona.Sintióhaber ido.Pero ibaempujadaporunsentimiento tanpoderoso,tannaturalytanpococalculador,queprocuróarmarsedevalorparasosteneraquellaconferencia.Ademásibaasatisfaceraquellacuriosidadquelapunzaba, de estudiar el canto que poseen esa clase demujeres, para extraertantoorodelosyacimientosavarosdelsueloparisiense.Labaronesasemiróalespejoparasabersinoformabauncontrasteenmediodetodoaquellujo;peroibabienconsutrajedeterciopelo,sobreelqueseostentabauncuellodemagnífico encaje; su sombrero, de terciopelo del mismo color, le sentabaadmirablemente.Viéndosetodavíaimponentecomounareina,siemprereina,aunque seviese aniquilada,pensóque lanoblezade ladesgraciavalía tantocomo la nobleza del talento. Después de haber oído abrir y cerrar variaspuertas,notóalfinlapresenciadeJosefa.LacantanteseparecíaalaJuditdeAlloris,grabadaenelrecuerdodetodoslosquelahanvistoenelpalacioPitti,cercadelapuertadelsalóngrande: lamismaposturaaltiva,elmismorostrosublime, cabellos negros y retorcidos sin apresto y una bata amarilla conmillaresdefloresbordadasabsolutamentesemejantealbrocadoconqueestávestidalainmortalhomicidacreadaporelsobrinodeBroncino.

—Señorabaronesa,meconfundeustedconelhonorquemehaceviniendoamicasa—dijolacantante,quesehabíacomprometidoadesempeñarbienelpapeldegrandama.

Acercóporsímismaunabutacaalabaronesayellatomóparasíunasilla.Notó la marchita belleza de aquella mujer y sintió una profunda piedadviéndola agitada por aquel temblor nervioso que la menor emoción hacíaconvulsivo.Leyóconunasolamiradaaquellavidasantaqueenotrotiempola

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pintabanHulotyCrevel,ynosóloabandonólaideadelucharcontraaquellamujer,sinoque,comprendiendosugrandeza,sehumillóaúnmásanteella.Lasublimeartistaadmiróaquellomismoquesirvieradeburlaalacortesana.

—Señorita,vengoempujadaporladesesperación,quenoshacerecurriratodoslosmedios…

UngestodeJosefalehizocomprenderalabaronesaqueacababadeheriraaquella de quien tanto esperaba, y se quedó mirando a la artista. Aquellamirada llenade súplica apagó la llamade losojosde Josefa, que acabóporsonreír. Fue esto, entre aquellas dos mujeres, un diálogo mudo de horribleelocuencia.

—Hace ya dos años ymedio que el señor deHulot dejó a su familia, eignorodóndeestá,aunqueséqueviveenParís—repusolabaronesaconvozemocionada—. Un sueño me ha sugerido la idea de que usted ha debidointeresarseporelseñordeHulot.Siustedpudiesehacerqueyovolvieseaveral señor Hulot, ¡oh, señorita!, mientras yo viviese rogaría a Dios por ustedtodoslosdías.

Dosgruesaslágrimasquebrotarondelosojosdelacantanteanunciaronsurespuesta.

—Señora—dijoconacentodeprofundahumildad—,lehehechodañosinconocerla; pero ahora que tengo la dicha al verla, de haber conocido a laimagen de la virtud que hay en la Tierra, créame que comprendo todo elalcancedemifaltayquesientounverdaderoarrepentimiento;asíesqueestoydispuestaatodopararepararla.

Tomó lamanode la baronesa sin que ésta pudiera oponerse a semejantemovimiento, se la besó de la manera más respetuosa y se humilló hasta elpuntodehincarunarodillaentierra.Despuésselevantóaltiva,comocuandoentrabaen escena representandoelpapeldeMatilde,y llamóa su ayudadecámara.

—Tomeusteduncaballo—ledijo—,reviéntelosiespreciso,búsquemealapequeñaBijouenlacalledeSaint-MaurdelTempleytráigamelaencoche,dándole al cochero una buena propina para que venga al galope.No pierdaustedunminuto…oledespido.Señora—dijovolviéndosehacialabaronesayhablándolacontonorespetuoso—,debeustedperdonarme.TanprontocomotuveporprotectoralduquedeHerouvilledespedíalbarón,alsaberquepormíestabaarruinandoasufamilia.¿Quémáspodíahacer?Enlacarreradelteatrotodas necesitamos protección cuando empezamos. Nuestro sueldo no bastapara sufragar la mitad de los gastos y por eso nos procuramos maridostemporeros. Yo no quería al señor de Hulot, que me hizo abandonar a unhombre rico, aunanimalvanidoso.Seguramente elpadreCrevel sehubiera

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casadoconmigo.

—Él mismo me lo ha dicho —dijo la baronesa, interrumpiendo a lacantante.

—¿Lo ve usted, señora? De ese modo, hoy sería una mujer honrada,habiendotenidounsolomaridolegal.

—Señorita,tieneustedexcusas,yDioslasapreciará—dijolabaronesa—.Peroyo,lejosdehacerlereproches,hevenido,porelcontrario,acontraerconustedunadeudadeagradecimiento.

—Señora,prontoharátresañosquesostengoalseñorbarón…

—¿Usted?—exclamólabaronesa,llorando—.¡Ah!¿Quépuedohaceryoporusted?Sólopuedorogar…

—Yo y el señor duque de Herouville, un noble corazón, un verdaderohidalgo—repusolacantante.

YJosefacontólallegadayelconcubinatodelpadreThoul.

—Demodo,señorita—dijolabaronesa—,quegraciasaustedmimaridonohacarecidodenada.

—Señora,paralograrlohemoshechocuantohemospodido.

—¿Ydóndeestáahora?

—Haceunosseismesesmedijoel señorduquequeelbarón,aquiensunotarioconoceporelnombredeThoulhabíaagotadolosochomilfrancosquesólo debían serle entregados por partidas iguales de tres en tres meses —respondióJosefa—.NiyonielseñordeHerouvillehemosoídohablarmásdelbarón.Nuestravidaestá tanocupada,quenohe tenido tiempopara seguirlelospasosalpadreThoul.Además,haceseismesesqueBijou,mibordadora,su…¿cómodiréyo?

—Suquerida—dijolaseñoradeHulot.

—Su querida —repitió Josefa— no ha venido aquí. Pudiera muy bienhaberocurridoquelaseñoritaOlimpiaBijousehayadivorciado…Eldivorcioesmuyfrecuenteennuestraclase.

Josefase levantó,fuerecorriendolasfloresrarasdesusjardinerasehizounencantador,undelicioso ramilletepara labaronesa,cuyaatenciónestaba,digámoslofrancamente,equivocada.Aligualqueesosbuenosburguesesqueconsideran a los genios como una especie demonstruos que comen, beben,andanyhablandedistintomodoquelosdemáshombres,labaronesaesperabaver a Josefa la fascinadora, a Josefa la cantante, la insinuante y amorosacortesana,yseencontrabaconunamujer tranquilaysosegadaqueposeía la

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noblezadesutalento,lasencillezdeunaactrizquesabequesóloreinadurantelanochey,ensuma,algomejoraún,lasinceridaddelamuchachaqueconsusmiradas,suactitudysusmodalestributabaunplenoycompletohomenajealamujer virtuosa, a laMater dolorosa del himno santo, que hacía florecer lasllagas,comoenItalialashaceflorecerlaMadonadelasrosas.

—Señora,ahoravienelamadredelaBijou—sepresentóadecirelayudade cámara, vuelto al cabo de una hora—; pero lo que es con la pequeñaOlimpiameparecequenodebeustedcontar.Labordadoradelaseñorasehavueltomujerdesucasa:sehacasado.

—¿Pordetrásdelaiglesia?—preguntóJosefa.

—No, señora, se ha casado de veras. Está al frente de un magníficoestablecimiento. Se ha casado con el propietario de un gran almacén denovedades,dondesehangastadomillones,enelbulevardelosItalianos,yhadejadosuestablecimientodebordadosasushermanasyasumadre.SellamahoylaseñoradeGrenouville.Estegrannegociante…

—¡UnCrevel!

—Sí,señora—dijoelcriado—.HareconocidotreintamilfrancosderentaenelcontratodematrimoniodelaseñoritaBijou.Segúnsedice,suhermanamayorvaacasarseconunricocarnicero.

—Sunegociomeparecequevamal—dijolacantantealabaronesa—.Elseñorbarónnoestáyadondelehabíapuesto.

DiezminutosdespuésanunciaronalaseñoraBijou.Porprudencia,Josefahizopasaralabaronesaasugabinetetocador,corriendolacortina.

—Laintimidaríausted—ledijoalabaronesa—,ysabiendoqueestáustedinteresada,nodiríanadadeloquedeseamossaber.¡Déjemeustedconfesarla!Ocúltese aquí y lo podrá oír todo. Esta escena se representa con tantafrecuenciaenlavidacomoenelteatro.¡Hola,madreBijou!—dijolacantantea unamujer vieja, que llevaba un traje de tartán y que parecía una porteraendomingada—.¿Conqueyasonustedesfelices?Suhijahatenidosuerte.

—¡Oh,felices!Mihijanosdacienfrancosmensualesyvaencoche,comeenserviciosdeplatayesmillonaria.Olimpiabienpodíahabermepuestofueradecuidados.Amidadtrabajar,¿escosaagradable?

—Hace mal en ser ingrata, porque a usted le debe su belleza—repusoJosefa—, pero ¿por qué no ha venido a verme? Yo fui la que la saqué deapuroscasándolaconmitío.

—Si,señora,elpadreThoul;peroestámuyviejoymuycascado.

—¿Qué han hecho ustedes, pues, de él? ¿Está en su casa?Hizomal en

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abandonarlo,porquehoyesmillonario.

—¡Ah!¡DiosdeDios!—dijolamadreBijou—.¿Creeustedquenoselodecíamos cuando se portaba mal con el pobre viejo, que era la amabilidadmisma?¡Ah!¡Nosabeusted loque lahacíarabiar!Señora,Olimpiahasidopervertida.

—¿Cómo?

—Señora,consuperdón,conocióaunodelaclaque,sobrinodeunviejocolchonerodelarrabaldeSaint-Marceau.Eseholgazán,comotodoslosmozosguapos,semejanterufiáneslapestedelbulevardelTemple,dondetrabajaenlasobrasnuevas,ycuidalasentradasdelasactrices,comoélsueledecir.Porlamañanaalmuerza,yantesdelafuncióncomoparaponerseensituación;enfin,legustanloslicoresyelbillardesdelacuna.¿Acasoesestounaprofesión,comoledecíayoaOlimpia?

—Desgraciadamenteesunaprofesión—dijoJosefa.

—Enfin,señora,Olimpiahabíaperdidolacabezaporesemuchacho,quefrecuentabamuymalascompañías,tanmalas,queestuvoapuntodeserpresoenlatabernadondesereúnenlosladrones;peroelseñorBraulard,jefedelaclaque,loreclamó.Llevabapendientesdeoroyvivíasinhacernada,colgadodemujeresqueenloquecenporesosbuenosmozos…Secomiótodoeldineroqueel señorThoul ledabaa lapequeña.La tienda ibamuymal.Loque seganabaconlosbordadosselollevabaelbillar.Porentonces,señora,esemozoteníaunahermanamuybonitaquehacíalamismavidadelhermano,nograncosaenelbarriodelosestudiantes.

—UnaentretenidadelbarriodelaCabaña—dijoJosefa.

—Sí, señora—añadió la madre Bijou—. Idamoro, así se llamaba comonombredeguerra,pueselsuyoverdaderoesChardin,supusoquesutíodebíatenermásdinerodel quedecían, y halló lamanerade enviar a nuestra casacomoobrera,sinquemihijalosospechase,asuhermanaElodia(lehadadounnombredeteatro).¡DiosdeDios!¡Loquenosharevueltotodo!Pervirtióatodasaquellaspobresmuchachas,quesevolvierontalesqueyanoselaspodíalimpiar. Hizo tanto, que logró conquistar al padre Thoul y se lo llevó nosabemosdónde,locualnoshacolocadoenungranapuroacausadelasletras.Aún estamos sin poder pagar…; pero mi hija, que está en ello, vigila losvencimientos…CuandoIdamorovioalviejoensupoderpormediacióndesuhermana,plantóamipobrehijayestáahoraconunaprimeracoristade losFunámbulos.Deestoprovinoelmatrimoniodemihija,comovaustedaver.

—Pero¿sabeusteddóndeviveelcolchonero?—preguntóJosefa.

—¿ElviejopadreChardin?¿Acasosepuedellamarviviraloqueélhace?

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Estáborrachodesdelasseisdelamañana,haceuncolchónalmes,sepasaeldíaenlaslóbregastabernasyhaciendopoules.

—¿Cómohaciendopoules?…¡Esungalloaltivo!

—Nomeentiendeusted,señora;setratadelapouleenelbillar,delasqueganatresocuatrotodoslosdíasyselasbebe.

—¡Caldos de gallina! —dijo Josefa—. Pero Idamoro funciona en elbulevary,dirigiéndoseasuamigoBraulard,seleencontrará.

—Señora, no sé, porque estos acontecimientos ocurrieron hace ya seismeses. Idamoro es uno de esos jóvenes llamados a ir a la cárcel, de allí aMelun,ydespués…

—Apresidio—dijoJosefa.

—¡Ah!Veoquelaseñoralosabetodo—dijolamadreBijou,sonriéndose—.Simihijanohubieseconocidoaesepillosería…Detodosmodos,mediráustedquehatenidomuchasuerte,porqueelseñordeGrenouvilleseenamoróhastatalpuntoquesehacasadoconella.

—¿Ycómosehizoesematrimonio?

—PorladesesperacióndeOlimpia,señora.Cuandosevioabandonadaporla corista, a la que le dio una sopapina… ¡la claveteó!… y vio que habíaperdido al padre Thoul, que la adoraba quiso renunciar a los hombres. Porentonces el señor Grenouville, que iba a comprar mucho a nuestra casa,doscientasestolasdeChinabordadasportrimestre,quisoconsolarla;peroella,cierto o no, no quiso escuchar nada a no ser en la alcaldía y en la iglesia.«Quieroserhonradaopereceré»,solíadecirsiempre,ysemantuvofirme.Elseñor Grenouville consintió en casarse con ella con la condición de querenunciaseanosotros,ynosotroslohemosconsentido.

—¿Medianteunaprima?—dijolaperspicazJosefa.

—Sí, señora, diezmil francos, y una renta ami padre, que no puede yatrabajar.

—YoroguéasuhijaquehiciesefelizalpadreThoul,ylohasumidoenunlodo. Eso no está bien. Nuncamásme interesaré por nadie. He ahí lo queresulta de dedicarse a la beneficencia. Decididamente la beneficencia no esbuena más que como especulación. ¡No venir siquiera a decirme nadaOlimpia,de todosesoscambios!Si encuentraustedalpadreThoul antesdequince días le darémil francos.—Mi buena señora, la cosa esmuy difícil;peroenmilfrancoshaymuchosduros,yyovoyaprocurarganaresedinero.

—Adiós,señoraBijou.

AlvolverasugabinetetocadorlacantanteencontróalaseñoradeHulot

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completamente desmayada; pero a pesar de haber perdido los sentidos, eltemblor nervioso continuaba agitándola, como se agitan los trozos de unaculebra reciéncortadaenpedazos.Algunassales fuertes,agua frescayotrascosas de costumbre, volvieron la vida a la baronesa o mejor dicho, elsentimientodesusdolores.

—¡Ah, señorita! ¡Hasta dónde ha caído! —exclamó al reconocer a lacantanteyviéndosesolaconella.

—Tengaustedvalor, señora—respondió Josefa,que sehabíaarrodilladoen un cojín a los pies de la baronesa y la besaba las manos—; ya loencontraremosy,siestáenelfango,bueno,yaselimpiará.Créame,paralaspersonasbieneducadas,estoescuestióndehábitos…Permítamerepararmisculpasconusted,porquealverquehavenidoustedaquí,comprendolomuchoquequiereustedaúna sumarido,apesarde suconducta…¡Diantre!Aesepobrehombrelegustanlasmujeres…Bueno,siustedhubieratenidounpocodenuestrochic,lehubieraustedimpedidocorretear,porquehubieraustedsidoloquenosotrassabemosser: todaslasmujeresparaunhombre.ElGobiernodebiera crear una escuela de Gimnasia para las mujeres honradas. Pero losGobiernos son tan mojigatos… porque están formados por los hombres aquienesnosotrasmanejamos.Yocompadezcoa lospueblos…Peroahora setratade trabajarparaustedynodereír.Señora,váyaseustedasucasa,estéustedtranquilaynoseatormentemás.YoledevolveréasuHéctorcomoerahacetreintaaños.

—¡Oh, señorita, vamos a casa de esa señora de Grenouville! —dijo labaronesa—.Elladebedesaberalgo,ytalvezpodréverhoyalseñordeHulotypodréarrancarleinmediatamentedelamiseria,delavergüenza…

—Señora, empezaré por testimoniarle el agradecimiento profundo que lehe de guardar por el honor que me ha hecho haciendo que nadie vea a lacantante Josefa, a laqueridadelduquedeHerouville juntoa la imagenmáshermosa y más santa de la virtud. La respeto a usted demasiado parapresentarme acompañada de usted. Y no tome esto como una humildad decómica, sino como un homenaje que la rindo. Señora, usted me hacearrepentirme de no haber seguido su senda, a pesar de las espinas queensangrientansusmanosysuspies;pero¿quéquiereusted?Yopertenezcoalartecomoustedpertenecealavirtud.

—¡Pobre joven!—dijo la baronesa, conmovida enmedio de sus dolorespor un singular sentimiento de simpatía y conmiseración—. Yo rogaré porusted, porque veo que es usted víctima de la sociedad que necesitaespectáculos.CuandoempieceaserviejahagapenitenciayseráperdonadasiDiossedignaescucharlasplegariasdeuna…

—Deunamártir, señora—dijo Josefa, besando respetuosamente la falda

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delabaronesa.

PeroAdelinatomólamanodelacantante,laatrajohaciasíylabesóenlafrente. Roja de placer la cantante, acompañó a Adelina hasta su coche,haciendolasdemostracionesmásserviles.

—Debe de ser alguna dama de caridad—dijo el ayuda de cámara a lacamarera—,porquenoesasíconnadie,niaunconsubuenaamigalaseñoraJennyCadine.

—Señora, espere usted algunos días—dijo—, y lo verá, o renegaré delDios de mis padres, lo cual, para una judía, ya ve usted, es tanto comoprometerlaeléxito.

En elmomento en que la baronesa entraba en casa de Josefa, Victorinorecibíaensudespachoaunaviejadeunossetentaycincoaños,lacualparallegarhastaelcélebreabogadohabíaechadopordelanteelterriblenombredeljefedePolicíadeSeguridad.Elayudadecámaraanunció:

—LaseñoradeSaint-Esteve.

—Heempleadounodemisnombresdeguerra—dijo,sentándose.

Victorino sintióse presa de un estremecimiento exterior, por decirlo así,ante el aspecto de aquella espantosa vieja. Aunque iba ricamente vestida,causaba espanto por los signos de fría maldad que ofrecía su cara vulgar,horriblementearrugada,blancaymusculosa.Marat,demujeryaaquellaedad,hubiese sido, como la Saint-Esteve, la imagen animada del Terror. Aquellaviejasiniestradenotabaensusojillosclaroslaavidezsanguinariadelostigres.Su nariz aplastada, cuyas fosas agrandadas en agujeros ovales parecíandespedirelfuegodelinfierno,recordabaelpicodelaspeoresavesdepresa.Elgeniodelaintrigaparecíaasentarseensufrentebajaycruel.Loslargospelosde su barba, brotados al azar de todos los huecos de su cara, anunciaban lavirilidad de sus proyectos. Cualquiera que hubiese visto a aquella mujerhubiesecreídoqueningúnpintorhabíasabidorepresentaraMefistófeles.

—Mi querido señor —le dijo con aire protector—, desde hace muchotiempo no me dedico a nada. Lo que voy a hacer por usted va a ser porconsideraciónamiqueridosobrino,aquienquieromásquesifuesemihijo…Ahorabien,elprefectodePolicía,aquienelpresidentedelConsejodijodospalabrasaloídoreferentesausted,haconferenciadoconelseñorChapuzot,yamboshanacordadoquelapolicíanodebíafigurarparanadaenunasuntodeeste género. Han dado carta blanca a mi sobrino; pero mi sobrino nointervendráenellomásqueparaaconsejar,puesnodebecomprometerse…

—¿Esustedtíade…?

—Haacertadoustedyme sientounpocoorgullosade ello—respondió,

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cortandolapalabraalabogado—,porqueesdiscípulomío,peroundiscípuloquenotardóenconvertirseenmaestro.Hemosestudiadosuasuntoylohemosjuzgadoya.¿Daustedtreintamilfrancossiledejamoslibredetodoestorbo?Yoleliquidoelasuntoyustednopagahastaqueelnegocioestéhecho.

—¿Conoceustedlaspersonas?

—No,miqueridoseñor;esperosus informes.Noshandichoquehayunbienaventurado viejo que está en manos de una viuda… Esta viuda, deveintinueveaños,hadesempeñadotanbiensuoficiodeladrona,quetieneyacuarentamilfrancosderentasacadosadospadresdefamilia.Estáapuntodetragarseochentamilfrancosderentacasándoseconuninfelizdesesentayunaños; arruinará a todauna familia honradaydará toda su fortuna al hijo dealgúnamante,desembarazándoseprontamentedesuancianomarido.Ésteeselproblema.

—Exactamente—dijoVictorino—.Misuegro,elseñorCrevel…

—Antiguo perfumista, un alcalde; vivo en su distrito bajo el nombre deseñoraNourrison—respondióella.

—LaotrapersonaeslaseñoraMarneffe.

—No la conozco—dijo la señoradeSaint-Esteve—;perodentrode tresdíasestaréensituacióndedecirleaustedhastalascamisasquetiene.

—¿Podríaustedimpedirelmatrimonio?—preguntóelabogado.

—¿Enquéestadosehalla?

—Enlasegundaproclama.

—Habríaquesecuestraralamujer.Estamosendomingoynoquedanmásquetresdías,porquesecasaránelmiércoles.¡Esimposible!Peropodríamosmatarla.

Aloírestasdosúltimaspalabras,dichascongransangrefría,VictorinodeHulotnopudomenosdedarunsaltodehombrehonrado.

—¡Asesinar!—dijo—.¿Ycómoselascompondríausted?

—Señor,haceyacuarentaañosquereemplazamosalDestino—respondióconunorgulloformidable—yquehacemosenParíscuantoqueremos. ¡Uy!Másdeunafamilia,ydelarrabaldeSaint-Germain,mehapuestoaltantodesus secretos. He hecho y he rotomuchosmatrimonios, he anuladomuchostestamentos y he salvadomuchas honras.Guardo aquí—dijo, señalando sufrente— unmontón de secretos que me valen treinta y seis mil francos derenta,yustedseráunodemiscorderos.Unamujercomoyo,¿seríaloquesoysidijese losmediosqueempleo?Yoobro.Miqueridoseñor, todo loqueyohaga será obra de la casualidad, y usted no tendrá el más ligero

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remordimiento. Le ocurrirá a usted como a las gentes que curan lassonámbulasque,alcabodeunmes,creenquelaNaturalezalohahechotodo.

Victorino sintió un sudor frío. El aspecto del verdugo no le hubieraespantado tanto como el de aquella hermana sentenciosa y pretenciosa delpresidio,cuyovestidocolordevinoparecióleempapadoensangre.

—Señora,renuncioalauxiliodesuexperienciaydesuactividadsieléxitoha de costar la vida a alguien y si se ha de realizar el más insignificantecrimen.

—Señor,esustedunniñogrande—respondiólaseñoradeSaint-Esteve—.Quiereustedpermanecerproboasuspropiosojos,sindejardedesearquesuenemigosucumba.

Victorinohizoungestonegativo.

—Sí—repusolavieja—,ustedquierequeesaseñoraMarneffeabandonelapresaquetieneentrelosdientes;pero¿cómoharíaustedparaarrancarleaun tigre su pedazo de carne? ¿Pasándole lamano por el lomoy diciéndole:gatito,gatito?Noesustedlógico.Ustedordenaqueserealiceuncombateynoquierequehayaheridas.Estábien,voyahacerlemerceddeesainocenciaquetanto anhela; siempre he visto en la honradez el disfraz de la hipocresía.Dentrodetresmesesvendráundíaunpobresacerdoteapedirlecuarentamilfrancos para una obra pía, para un convento arruinado en Levante, en eldesierto… Si está usted contento de su suerte, dele al buen hombre loscuarentamil francos,quemás tendráustedquevaciarsobreel fisco.Esonoseránadacomparadoconloqueustedrecogerá.

Se irguió sobre sus anchos pies, contenidos apenas en unos zapatos desatén,delosquesedesbordabalacarne,saludósonriéndoseyseretiró.

—Eldiablotieneunahermana—dijoVictorino,levantándose.

Acompañó a aquella horrible desconocida, evocada de los antros delespionaje,comodelescotillóndelaóperaseyergueunmonstruoalgolpedelavaritadevirtudesdeunahadaenunbailedeespectáculo.Despuésdehaberterminado sus asuntos en la Audiencia, Victorino fuese a casa del señorChapuzot, jefedeunode los serviciosmás importantesde laDelegacióndePolicía,conelfindepedirleinformesacercadeaquelladamadesconocida.AlversoloalseñorChapuzotensudespacho,Victorinolediolasgraciasporsuconcursoydespuésledijo:

—MehaenviadoustedaunamujerquepodríaservirparapersonificaralaciudaddeParís,consideradadesdeelpuntodevistacriminal.

ElseñorChapuzotcolocó los lentessobresuspapelesymiróalabogadoconairedeasombro.

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—Yonomehubieranuncapermitidoenviarleanadiesinadvertírseloantesosindarleporlomenosunacartadepresentación.

—Entonces,acasohayasidoelseñorprefecto.

—No lo creo —dijo Chapuzot—. La última vez que el príncipe deWissemburgo comió en casa del ministro de la Gobernación vio al señorprefecto y le habló de la situación en que usted estaba, una situacióndeplorable, preguntándole amistosamente si podía acudir en su socorro. Elseñorprefecto,vivamenteinteresadoporelafánquesuexcelenciamostróconrelaciónaesteasuntodefamilia, tuvolacomplacenciadeconsultarmesobreestepunto.Desdequeel señorprefecto tomó las riendasdeeste ramode laAdministración tancalumniadoy tanútil, sehapropuestono intervenirparanadaencuestionesde familia.Enprincipio,ycomomoral,ha tenido razón;pero en realidadhahechomal.Desde1799a1813, en los cuarentay cincoañosenqueyofiguroenella,lapolicíahaprestadoinmensosserviciosalasfamilias.Desde1820laPrensayelGobiernoconstitucionalhancambiadoporcompletolascondicionesdenuestraexistencia;asíesqueyoleaconsejéquenoseocupasedesemejanteasunto,yelseñorprefectohatenidolabondaddeseguirmiconsejo.EljefedelaPolicíadeSeguridadrecibiólaordendelantedemídenoseguiradelante,ysiporcasualidadharecibidoustedaalguiendesuparte,yolereprenderé.Podríasermotivoparaunadestitución.Sedicemuypronto: «La policía hará esto». ¡La policía! ¡La policía! Pero señormío, elmariscalyelConsejodeMinistrosignoranloqueeslapolicía.Sólolapolicíaseconoceasímisma.Losreyes,Napoleón,LuisXVIIIsabíanlosnegociosdelasuya;perolosdelanuestrasóloFouché,elseñorLenoir,elseñorSartinesyalgunos prefectos, hombres de talento, la han conocido. Hoy todo hacambiado, habiéndonos quedado empequeñecidos, desarmados. Yo he vistogerminar muchas desgracias privadas que se hubieran evitado con cincoescrúpulosdearbitrariedad.Senosecharádemenosporlosmismosquenoshananiquilado,cuandoseencuentrencomoustedanteciertasmonstruosidadesmoralesque seríapreciso recoger, comose recogen los lodos.Enpolítica lapolicía está llamada a prevenirlo todo tratándose del orden público, pero lafamiliaessagrada.Yoseríacapazdehacerlotodopordescubrireimpedirunatentadocontralavidadelrey.Haríaquefuesentransparenteslasparedesdeuna casa; pero ir a meter nuestras garras en los hogares, en los interesesprivados,nunca,mientrasyoocupeestedespacho,porquetemo…

—¿Aquién?

—AlaPrensa,señordiputadodelcentroizquierda.

—¿Quédebohacer?—dijoelhijodeHulot,despuésdeunapausa.

—Usted representa a la familia—repuso el jefe de división—, conque,obre como le parezca; pero ¿es posible que yo le ayude, que convierta la

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policía en un instrumento de las pasiones y de los intereses privados?Mireusted, ahí está el secreto de la persecución necesaria, que los magistradosjuzgaron ilegal, dirigida contra el predecesor de nuestro jefe actual deSeguridad.Bibi-Lupinempleabalapolicíaporcuentadelosparticulares.Estoencerraba un inmenso peligro social.Con losmedios de que disponía aquelhombrehubiesesidoformidable,hubierasidounaespeciedeFatalidad.

—Bueno,pero¿quéharíaustedenmilugar?—dijoHulot.

—¡Oh!¿Mepideustedunaconsulta,siendoelquelasvende?—replicóelseñorChapuzot—.Vamos,señormío,noseburleusteddemí.

Hulot saludó al jefe de división y se fue sin notar el imperceptiblemovimiento de hombros que hizo el funcionario cuando se levantó paraacompañarle.

—¿Yéstequiere serunhombredeEstado?—sedijoel señorChapuzot,disponiéndoseareanudarsutrabajo.

Victorino volvió a su casa conservando sus dudas y sin podercomunicárselas a nadie. A la hora de la comida, la baronesa anuncióalegrementeasushijosqueantesdeunmessupadrepodríaparticipardesudesahogoyacabarapaciblementesusdíasconsufamilia.

—¡Ah!Debuenaganadaríamis tresmilseiscientosfrancosderentaporver al barón aquí —exclamó Isabela—. Pero mi buena Adelina, no teapresuresaconcebirtamañosgoces,teloruego.

—Isabelatienerazón—dijoCelestina—.Mamáquerida,espereustedlosacontecimientos.

Labaronesa,todacorazón,todaesperanza,contósuvisitaaJosefa,juzgódesgraciadas a todas las entretenidas en medio de su dicha y habló delcolchonero Chardin, padre del guardaalmacén de Orán, mostrando de esemodoquenoseentregabaaunafalsaesperanza.

Aldíasiguiente,a lassietede lamañana, Isabela ibaenuncocheporelmuelledelaTournelle,haciéndolopararenelángulodelacalledePoissy.

—Vayausted—ledijoalcochero—alacalledelosBernardinos,númerosiete, que es una casa con pasillo y sin portero. Suba usted al cuarto piso,llame a la puerta de la izquierda, en la que leerá usted un letrero que dice:«Señorita Chardin, obrera de encajes y de casimires». Saldrán a abrirle, yentonces preguntará usted por el caballero. Le responderán «ha salido», yentoncesustedcontestará«yalosé»;perobúsquele,porquesucriadaestáenuncocheenelmuelleydeseaverle.

Veinteminutosdespuésunancianoqueparecíatenerochentaaños,conloscabellos completamente blancos, nariz enrojecida por el frío, cara pálida y

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arrugascomounavieja, caminandoconpasoarrastrado,metidos lospiesenunas zapatillas de orillo, encorvadode hombros y vestido conuna levita depañodespeluzado,noostentandocondecoraciónalguna,saliendosusmuñecasdelasmangasdeunchalecodepuntoylacamisadeunamarilloinquietante,sepresentócontimidez,miróalcoche,reconocióaIsabelayseaproximóalaportezuela.

—¡Ah, querido primo mío! —dijo ella—. ¡En qué estado se encuentrausted!

—Elodia se lo guarda todo para sí —dijo el barón de Hulot—. EstosChardinsonunosasquerososcanallas.

—¿Quiereustedvolveranuestrolado?

—¡Oh,no,no!—respondióelviejo—.DesearíairmeaAmérica.

—Adelinalesiguesupista.

—¡Ah,sipudiesenpagarmisdeudas!—repusoelbaróncondesconfiadoacento—.PorqueSamanonmepersigue.

—Aún no hemos pagado los atrasos, y su hijo debe todavía cien milfrancos.

—¡Pobremuchacho!

—Supensiónnoquedarálibrehastadentrodeseisosietemeses.Siquiereustedesperar,yotraigoaquídosmilfrancos.

Elbaróntendiólamanoconungestoávido,espantoso:

—Dame,Isabela;queDiosterecompense;dámelos,queyosabréadóndeir.

—Pero¿melodiráusted,viejomonstruo?

—Sí.Puedoesperaresosochomeses,porquehedescubiertounangelito,una buena criatura, una inocente que no tiene aún bastantes años para estardepravada.

—Pienseustedenlacárcel—dijoIsabela,queacariciabalaideadeverallíalgúndíaaHulot.

—¡EsenlacalledeCharona!—dijoelbaróndeHulot—.Unbarriodondetodo ocurre sin escándalo. ¡Oh! Nunca podrán encontrarme. Isabela, me hedisfrazadodepadreThorec;metomaránporunantiguoebanista; lapequeñameamayyanomedejaréexplotar.

—Estábien—dijoIsabela,mirandolalevita—.¿Ysiyoleacompañaseaustedallí,primo?

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ElbarónsubióalcocheabandonandoalaseñoritaElodia,sindecirleadiós,comosearrojaunanoveladespuésdeleída.

Media hora después, durante la cual el barón deHulot no habló de otracosamásquedelapequeñaAtalaJudici,pueshabíallegadoporgradosaesasespantosaspasionesqueaniquilanalosancianos,suprimalodejó,provistodedosmil francos, en la calle deCharona, en el arrabal de SanAntonio, a lapuertadeunacasadesospechosayamenazadorafachada.

—Adiós,primo;desdeahoraseráelpadreThorec,¿verdad?Nomeenvíesmásquerecaderos,ytómalossiempreenlugaresdistintos.

—Convenido. ¡Oh! ¡Qué feliz soy! —dijo el barón, cuyo rostro vioseiluminadoporlaalegríadeunanuevayfuturadicha.

—¡Ah, no le encontrarán!—se dijo Isabela, despidiendo al coche en elbulevar de Beaumarchais, desde donde se fue en ómnibus hasta la calle deLuiselGrande.

AldíasiguienteCrevelfueanunciadoencasadesushijos,enelmomentoen que toda la familia estaba reunida en el salón después del almuerzo.Celestinacorrióaarrojarsealcuellodesupadreylotratócomosilohubiesevisto la víspera, siendo así que después de dos años era aquélla la primeravisitaqueleshacía.

—Buenosdías,padremío—dijoVictorino,tendiéndolelamano.

—Buenosdías,hijosmíos—dijoelimportanteCrevel—.Señorabaronesa,alospiesdeusted.¡Diosmío,cómocrecenestosniños!¡Éstosnosempujanyparecen decirme: «Abuelo, yo también quiero un puesto al sol.»! Señoracondesa, usted sigue estando admirablemente hermosa—añadió, mirando aHortensia—,yaquíestáelrestodenuestrosescudos,miprimaBela,lavirgenjuiciosa.¡Perosiestánustedestodostanbienaquí!—dijo,despuésdehaberdistribuidoaquellasfrasesacadauno,acompañadasdegrandescarcajadasqueremovíandifícilmentelasrubicundasmasasdesuanchacara.

Luegomiróelsalóndesuhijaconunaespeciededesprecio.

—MiqueridaCelestina,tedoytodoelmobiliariodelacalledeSaussayes;estarámuy bien aquí. Tu salón necesita ser renovado… ¡Ah!Aquí está esepillastre de Wenceslao. ¿Qué hay, hijos míos, somos juiciosos? Es precisotenerbuenascostumbres.

—Sí,porlosquenoslastienen—dijoIsabela.

—Mi querida Isabela, ese sarcasmo nome concierne.Hijosmíos, voy aponer término a la falsa posición en que me encontraba hace ya tiempo y,como buen padre de familia, vengo a anunciaros, así, francamente, mimatrimonio.

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—Tiene usted derecho a casarse—dijo Victorino—. Y por mi parte, ledevuelvo la palabra que me dio al concederme la mano de mi queridaCelestina.

—¿Quépalabra?—respondióCrevel.

—Ladenocasarse—respondióelabogado—.Ustedmeharálajusticiadeconfesarqueyonoleexigíaesecompromisoyqueustedloadquirióapesarmío,porqueenaquellaépocarecuerdoperfectamentequelehiceobservarnodebíaustedcomprometersedeesemodo.

—Sí, me acuerdo, amigo mío —dijo Crevel, avergonzado—. Y mirad,hijosmíos,sivosotrosquisieseisvivirbienconlaseñoraCrevel,notendríaispor qué arrepentiros. Victorino, su delicadeza me conmueve y nadie esimpunementegenerosoconmigo.Vaya,¡quédemonio!,acogedbienavuestrasuegra,venidamicasamiento.

—Padremío,aúnnonoshadichoustedquiéneslanovia—dijoCelestina.

—Ése es el secreto de la comedia —repuso Crevel—. Pero vaya, nojuguemosalescondite.Isabelahadebidodecíroslo.

—MiqueridoseñorCrevel—replicó labaronesa—;haynombresquenopuedenserpronunciadosaquí.

—Puesbueno,eslaseñoradeMarneffe.

—SeñorCrevel—respondióseveramenteelabogado—,nimimujerniyoasistiremosaesaboda,nopormotivosdeinterés,puesacabodehablarleconsinceridad. Sí, celebraría que fuese usted feliz con esa unión; pero me veomovido en esta ocasión por motivos de delicadeza y de honor, que usteddebieracomprenderyqueyonopuedoexpresar,porqueabriríanheridasqueaquíestánsangrandoaún.

La baronesa hizo una seña a la condesa, y ésta, tomando a su hijo enbrazos,ledijo:

—Wenceslao,vamosatomarelbaño.Adiós,señorCrevel.

LabaronesasaludóaCrevelensilencio,yéstenopudomenosdesonreíral ver el asombro del niño cuando se vio amenazado de aquel bañoimprovisado.

—Señor—exclamóelabogadocuandosequedósoloconIsabela,consumujer y con su suegro—, se casa usted con una mujer cargada con losdespojos demi padre y que le ha conducido fríamente al estado en que sehalla; con una mujer que vive con el yerno después de haber arruinado alsuegroyquecausalaspenasmortalesdeunamadre.Y¿creeustedquehandevernossancionandosulocuraconnuestrapresencia?MiqueridoseñorCrevel,

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lecompadezcoaustedsinceramente,porquenotieneelespíritudefamilia,niconocelasolidaridaddelhonor,queuneatodossusmiembros.Pordesgracia,sédesobraquelaspasionesnorazonan.Lasgentesapasionadassonsordasyciegas.SuhijaCelestinaconocedemasiadosusdeberesparadecirlenadaensondevituperio.

—¡Estaríabonito!—dijoCrevel,quetratódecortaraquellafilípica.

—Celestinanoseríamimujersilehicieseaustedunasolaobservación—repusoelabogado—;peroyopuedointentardetenerleantesdequepongaelpieenelabismo,sobretododespuésdehaberdadopruebasdemidesinterés.Noesciertamentesufortuna,sinoustedmismo, loquemepreocupa,yparaque conozca usted a fondomis sentimientos, puedo añadir, aunque sólo seapara tranquilizarle respecto a su futuro contrato de matrimonio, que misituacióndefortunaestal,quenotenemosnadaquedesear.

—Graciasamí—exclamóCrevel,cuyacarasetornóviolácea.

—GraciasalafortunadeCelestina—respondióelabogado—;ysisienteusted haberle dado a su hija como dote entregada por usted sumas que norepresentan la mitad de lo que la dejó su madre… estamos dispuestos adevolvérselas.

—Señoryerno—dijoCrevel,poniéndoseenposición—,sepaustedque,alcubrirconminombrea laseñoradeMarneffe,no tieneque responderyaalmundodesuconductamásqueencalidaddeseñoradeCrevel.

—Esoesmuybonitoparadichoymuygeneroso tratándosedecosasdelcorazón—dijo el abogado—;pero yo no conozco ley, nombre ni título quepuedancubrirelrobodetrescientosmilfrancosinnoblementearrancadosamipadre.Miqueridosuegro,ledigoclaramentequesufuturaesindignadeusted,queleengañayqueestálocamenteenamoradademicuñadoSteinbock,cuyasdeudashapagado.

—No,elquelashapagadohesidoyo.

—Bueno—repusoelabogado—,locelebroporelcondedeSteinbock,queasípodráverse librealgúndía;pero lociertoesqueesamado,muyamado,amadoconbastantefrecuencia.

—¡Amado!—dijoCrevel, cuyo rostro denotaba un desconcierto general—.Amigomío,calumniardeesemodoaunamujerescobarde,essucio,esmezquino, es bajo… Cuando se anuncian hechos de esa índole es precisoprobarlos.

—Ledaréaustedpruebas.

—Lasespero.

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—MiqueridoseñorCrevel,pasadomañanalediréaustedeldía,lahorayel momento en que estaré en disposición de hacerle ver la espantosadepravacióndesufuturaesposa.

—Muy bien, lo celebraré —dijo Crevel, recobrando su sangre fría—.Adiós,hijosmíos,hastalavista.Adiós,Isabela.

—Isabela,síguele—dijoCelestinaalaprimaBela,aloído.

—¡Cómo!¿Sevaustedasíya?—dijoIsabelaaCrevel.

—¡Ah!—dijoCrevel—.Miyernosehaformado,sehahechohombre.LaAudiencia, la Cámara, las tunantearías judiciales y las políticas le hantransformadoporcompleto.¡Ah!Sabequemecasoelmiércolespróximo,yeldomingo,dentrodetresdías,eseseñorseproponedemostrarmequemimujeresindignademí.Noestámallacosa.Mevuelvoafirmarelcontrato.Vamos,venconmigo,Isabela,ven;ellosnosabránnada.YoqueríadejarcuarentamilfrancosderentaaCelestina,peroHulotacabadeportarsedeunmodoquehaperdidomicariñoparasiempre.

—Padre Crevel, aguárdeme diez minutos, espéreme con su coche a lapuerta,queyovoyadarunadisculpaparamarcharme.

—Convenido.

—Amigosmíos—dijoIsabela,queencontróalafamiliaenelsalón—,mevoyconCrevel,porqueestanochesefirmaelcontratoyasípodrédecirossusdisposiciones.Probablemente,éstaserámiúltimavisitaaesamujer.Vuestropadreestáfuriosoyvaadesheredaros.

—Suvanidadseloimpedirá—respondióelabogado—.HaqueridoposeerlaposesióndePresles,ycomoleconozco,séquelaguardará.Aunquetuviesehijos,Celestinasiemprerecogerálamitaddeloquedeje,pueslaleyleimpidedar toda su fortuna. Pero estas cuestiones no son nada paramí; ahora sólopiensoennuestrohonor.Vayausted,prima,yescuchebienelcontrato—dijo,estrechandolamanodeIsabela.

VeinteminutosdespuésIsabelayCrevelentrabanenelpalaciodelacallede Barbet, donde la señora Marneffe esperaba con grata impaciencia elresultadodelpasoquehabíaordenado.Alalarga,ValeriaacabóporsentirporWenceslaoeseprodigiosoamorqueunasolavezenlavidaseapoderadelasmujeres.Aquelartista frustradoseconvirtióentre lasmanosde la señoradeMarneffeenunamantetanperfectocomoellalohabíasidoparaelbaróndeHulot.Valeria tenía una zapatilla enunamano, y la otra estaba entre las deSteinbock, en cuyo hombro apoyaba su cabeza.Ocurre con la conversaciónquehabíanentabladodespuésdelamarchadeCrevelcomoconesasgrandesobrasliterariasdenuestrotiempo,encuyaportadaselee:Quedaprohibidala

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reproducción. Como es natural, aquella obra maestra de poesía íntima hizoacudiraloslabiosdelartistaquejasamargamenteexpresadas.

—¡Ah,quédesgraciaquemehayacasado!—dijoWenceslao—.Porquesihubieseesperado,comomeaconsejabaIsabela,hoypodríacasarmecontigo.

—Se necesita ser polaco para desear convertir en mujer a una queridaadicta—exclamóValeria—.Cambiar el amor por el deber, el placer por elaburrimiento.

—¡Comoséqueerestancaprichosa!—respondióSteinbock—.¿NoteheoídohablarconIsabeladelbarónMontes,deesebrasileño?

—¿Quieresdesembarazarmedeél?

—Seríaelúnicomododeimpedirquelevieses—respondióelexescultor.

—Querido mío —respondió Valeria—, sabe que yo lo manejaba paraconvertirloenmimarido,porqueati telodigotodo…Laspromesasquehehechoaesebrasileño…(¡Oh!,antesdeconocerte—dijo, respondiendoaungestodeWenceslao—),esaspromesasenqueél sebasaparaatormentarme,meobliganacasarmecasiensecreto:puessiélsupiesequevoyasermujerdeCrevel,seríacapazdematarme.

—¡Oh! Respecto a ese punto, no temas —dijo Steinbock, haciendo ungesto de desprecio, que quería decir que aquel peligro debiera serinsignificanteparaunamujer amadaporunpolaco—.Tened en cuentaque,comovaliente,nohaylamenorfanfarroneríaentrelospolacos,puessonrealyseriamentebravos.

—YeseimbécildeCrevel,quequieredarunafiestayqueseentregaasusgustosdefastoeconómicoconmotivodemiboda,meponeenunapurodelquenosécómosalir.

¿PodríaValeriaconfesaraaquelaquienadorabaque,desdelarupturaconelbaróndeHulot,elbarónEnriqueMonteshabíaheredadoelprivilegiodeirasucasaacualquierahorade lanoche,yqueapesarde suastucia,nohabíapodidoencontrarunacausaderiña,enlaqueelbrasileñocreyesetenertodalaculpa? Conocía demasiado bien el carácter semisalvaje del barón, que separecíamuchoaldeIsabela,paranotemblarpensandoenaquelOtelodeRíodeJaneiro.AlruidodelcocheSteinbockdejóaValeria,alaqueteníaabrazadapor el talle, y cogió un periódico, en cuya lectura le encontraron absorto.Valeriabordabaconminuciosaatenciónunaszapatillasparasufuturo.

—¡Cómolacalumnian!—dijoIsabelaaloídodeCrevelenelumbraldelapuerta, mostrándole aquel cuadro—. ¿Ve usted su peinado? ¿Está acasodeshecho?DedarfeaVictorino,ahoradebierausteddehabersorprendidoalosdostortolitosenelnido.

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—Mira,miqueridaIsabela—respondióCrevel,enposición—,parahacerdeunaAspasiaunaLucrecia,bastainspirarlaunapasión.

—¿No le he dicho yo a usted siempre que a las mujeres les gustan losgrandeslibertinoscomousted?—respondióIsabela.

—Esquetambiénseríamuyingrata—respondióCrevel—,porque¡cuántodineronoheempleadoyoaquí!SóloGrindotyyolosabemos.

Yenseñabalaescalera.Enelarreglodeaquelpalacio,queCrevelmirabacomosuyo,GrindothabíaprocuradocompetirconClereti,arquitectodemoda,aquienelduquedeHerouvillehabíaencargadolacasadeJosefa;peroCrevel,incapaz de comprender las artes, había querido, como todos los burgueses,gastar una suma fija, señalada de antemano. Teniendo que sujetarse a unpresupuesto, le fue imposible a Grindot realizar su sueño de arquitecto. LadiferenciaquedistinguíaalpalaciodeJosefadelde lacalledeBarbetera lamismaqueexisteentrelascosasoriginalesylascorrientes.LoqueencasadeJosefaseadmirabanoseveíaenningunaparte,mientrasqueloquebrillabaencasa de Crevel se podía comprar en cualquier sitio. Estos dos lujos se venseparados por el río delmillón.Un espejo único vale seismil francos, y elespejoinventadoporelfabricantequeloexplotacuestaquinientos.Unaarañaauténtica de Boule llega en pública subasta a tres mil francos, y la mismaarañamoldeadapuedefabricarsepormilomildoscientosfrancos; lounoesenarqueologíaloqueuncuadrodeRafaelenpintura,lootroeslacopia.¿QuévaleunacopiadeRafael?ElpalaciodeCrevelera,pues,unmagníficomodelodel lujode los tontos,asícomoeldeJosefaeraelmáshermosotipodeunahabitacióndeartista.

—Tenemosguerra—dijoCrevel,yendohaciasufutura.

LaseñoradeMarneffellamó.

—VayaustedabuscaralseñorBerthier—dijoalayudadecámara—ynovuelva sin él. Padrecito mío —dijo, abrazando a Crevel—, si tú hubiesessalidoairosohubiéramosretrasadonuestradichayhabríamosdadounafiestaespléndida; pero amigo mío, cuando toda una familia se opone a unmatrimonio, ladecenciaexigequesehagasinaparato,sobre todocuando lanoviaesviuda.

—Alcontrario,quieroostentarun lujo a loLuisXIV—dijoCrevel, quedesde hacía algún tiempo juzgaba pequeño el siglo XVIII—.He encargadocoches nuevos, tenemos el coche del señor y el de la señora, dos bonitoscupés,unacalesayunaberlinadeaparatoconunsoberbioasientoquetiemblacomolaseñoradeHulot.

¡Ah!¿Quiero?¿Noserásyamicordero?No,no,animalitomío,harás loqueyoquiera.Estamismanochevamosa firmar el contrato entrenosotros.

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Después,elmiércolesnoscasaremosoficialmentecomoenrealidadsecasan,encatimini,segúndecíamipobremadre.Iremosapielaiglesia,vestidosconsencillez; mandaremos decir una misa rezada y nuestros testigos seránStidmann, Steinbock, Vignon y Massol, hombres todos de talento, que sehallaránenlaAlcaldíacomoporcasualidadynosharánelsacrificiodeoírunamisa.Porexcepción,tucoleganospasaráalasnuevedelamañana.Lamisaes a las diez, y a las once y media ya estaremos aquí para almorzar. Heprometidoanuestrosconvidadosquenonoslevantaremosdelamesahastalanoche. Tendremos a Bixiou, a Tillet, tu antiguo camarada; a Lousteau, aVerniset,aLeón,deLora,aVernou,laflordelostalentos,quenosabránqueestamos casados; los engañaremos, nos alegraremos un poco, e Isabelatambiénvendrá, porquequieroque aprenda elmatrimonio.Bixiou tienequehacerleproposiciones…yavisparla.

Durante dos horas la señora de Marneffe dijo multitud de locuras, quecontribuyeronaqueCrevelsehicieseestajuiciosareflexión:

—¿Cómopuede estar depravada unamujer tan alegre?Locuela, sí; peroperversa…,nolocreo.

—¿Qué tehandicho tushijosdemí?—preguntóValeriaaCrevelenunmomentoenquelotuvoasuladoenlaconfidente—.¿Muchoshorrores?

—AfirmanqueestásenamoradacriminalmentedeWenceslao—respondióCrevel—,tú,queereslavirtudmisma.

—Ya lo creo que le quiero ami pequeñoWenceslao—exclamóValeriallamandoalartista,cogiéndolelacabezaybesándosela—.¡Pobremuchacho!Sin apoyo, sin fortuna despreciado por una jirafa color de zanahoria. ¿Quéquieres,Crevel?Wenceslaoesmipoeta,ylequieroalaluzdeldía,comosifuesemi hijo. Esasmujeres virtuosas ven elmal en todas partes y en todo.¡Ah!Ellasnoseríancapacesdepermanecerjuntoaunhombresinpecar.Yosoy como los niños mimados a quienes nunca se les ha negado nada: losbombones ya no me causan ninguna emoción. ¡Pobres mujeres! Lascompadezco.¿Yquiéneraelquemecriticabadeesemodo?

—Victorino—dijoCrevel.

—¿Yporquénolehascerradoelpicoaeseloritojudicialcontándolelodelosdoscientosmilfrancosdelamamá?

—¡Ah!Labaronesahabíahuido—dijoIsabela.

—Que tengan cuidado, Isabela—dijo la señora deMarneffe, frunciendolascejas—;omerecibiránensucasacon todogénerodeconsideracionesyvendrán a casa de su suegra todos, o los haré caer más bajo que está elbarón…;díselodemiparte.Quierohacermemalaalfin,porquecreo,palabra

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dehonor,queelmaleslahozconquesearreglaelbien.

A las tres, el notario Berthier, sucesor de Cardot, leyó el contrato dematrimonio,despuésdeunacortaconferenciaentreélyCrevel,puesciertosartículosdependíandelaresoluciónquetomaseelhijodeHulotysuesposa.Crevel reconocía a su futura esposa una fortuna compuesta: primero, decuarenta mil francos de renta, cuyos títulos eran designados; segundo, delpalacioy todoelmobiliarioquecontenía,y tercero, tresmillonesendinero.Además,hacíaasufuturaesposatodaslasdonacionespermitidasporlaley,ledispensabadetodoinventarioy,enelcasodequeloscontrayentesnotuviesenhijos al morir uno de ellos, se daban mutuamente la universalidad de susbienesmuebleseinmuebles.EstecontratoreducíalafortunadeCreveladosmillones de capital. Si tenía hijos con su nueva mujer, reducía la parte deCelestina a quinientos mil francos, a causa del usufructo de la fortunaconcedida a Valeria, lo cual era aproximadamente la novena parte de sufortunaactual.

Isabelasefueacomera lacalledeLuiselGrande,con ladesesperaciónpintadaenel rostro.Comentóel contratodematrimonio, lo explicó,ypudonotar que lo mismo Celestina que Victorino se mostraron insensibles anteaquelladesastrosanueva.

—Hijosmíos, habéis irritado a vuestro padre—les dijo—.La señora deMarneffehajuradoquerecibiríaisenvuestracasaalamujerdelseñorCrevelyqueiríaisalasuya.

—¡Nunca!—dijoHulot.

—¡Nunca!—dijoCelestina.

—¡Nunca!—exclamóHortensia.

IsabelasintiódeseosdevencerlaactitudsoberbiadetodoslosHulot.

—Parecequetienearmascontranosotros—dijo.Yonoséaúndequésetrata,perolosabré.HahabladovagamentedeunahistoriadedoscientosmilfrancosqueatañeaAdelina.

La baronesa de Hulot se dejó caer suavemente en el sillón en que sehallabayempezóaserpresadeespantosasconvulsiones.

—Idallá,hijosmíos—gritólabaronesa—.Recibidaesamujer.ElseñorCrevel es un hombre infame, merece el último suplicio… Obedeced a esamujer…¡Ah!¡Esunmonstruo!Losabetodo.

Después de estas palabras, mezcladas con lágrimas y con sollozos, laseñoradeHulotsacófuerzasdeflaquezaparasubirasuhabitación,apoyadaenelbrazodesuhijayeneldeCelestina.

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—¿Qué quiere decir todo esto?—exclamó Isabela al quedarse sola conVictorino.

Elabogado,plantadodepie,llenodeunaestupefacciónmuyconcebible,nisiquieraoyóaIsabela.

—¿Quétienes,Victorino?

—Estoyasustado—dijoelabogado,cuyamiradasevolvióamenazadora—. Desgraciado el que toque a mi madre, porque entonces no tendréescrúpulos. Si pudiese aplastaría a esamujer como se aplasta a una víbora.¡Ah!Atacalavidayelhonordemimadre.

—MiqueridoVictorino, túnodigasnada,peroacabadedecirmequeoshundiráatodosaúnmásbajoqueavuestropadre,yhareprochadoacrementeaCrevelelquenooshubiesetapadolabocaconesesecretoquetantopareceasustaraAdelina.

Se mandó a buscar a un médico, porque el estado de la baronesaempeoraba. El médico recetó una poción de opio, y Adelina, después detomarla, cayó en profundo sueño; pero toda aquella familia viose presa delmás vivo terror. Al día siguiente el abogado se fue muy temprano a laAudiencia y pasó por la Prefectura de Policía para suplicar al jefe deSeguridadVautrinqueleenseñasealaseñoradeSaint-Esteve.

—Señor,noshanprohibidoquenosocupásemosdeusted;perolaseñorade Saint-Esteve es negociante, y se pondrá a sus órdenes —respondió elcélebrejefe.

De vuelta a su casa, el pobre abogado supo que la razón de su madreinspirabaserios temores.EldoctorBianchon,eldoctorLarabityelprofesorAngard, reunidos en consulta, acababan de decidir el empleo de mediosheroicosparaevitarlaaglomeracióndesangreenlacabeza.EnelmomentoenqueVictorinoescuchabaaldoctorBianchon,queledetallabalasrazonesquetenía para esperar que aquella crisis fuese pasajera, aunque sus compañerosdesesperabandeello,elayudadecámaraacudióaanunciarlealabogadoquesuclientelaseñoradeSaint-Esteveleesperaba.VictorinodejóaBianchonconlapalabraenlabocaybajólasescalerasconlarapidezdeunloco.

—¿Habrá en la casa algún principio de locura contagiosa? —dijoBianchon,volviéndosehaciaLarabit.

Losmédicossefueron,dejandoauninternoencargadodevelaralaseñoradeHulot.

—¡Todaunavidadevirtud!

Taleralaúnicafrasequelaenfermapronunciabadespuésdelacatástrofe.

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Isabela no abandonaba la cabecera de la cama, velaba a Adelina y eraadmiradaporlasdosjóvenes.

—¿Cómovaelasunto,miqueridaseñoraSaint-Esteve?—dijoelabogado,introduciendo a la horrible vieja en su despacho y cerrando después laspuertas.

—¿Ha reflexionadoustedya, amiguitomío?—dijo,mirandoaVictorinodeunmodoirónico.

—¿Hahechoustedalgo?

—¿Daustedcincuentamilfrancos?

—Sí—respondióHulot—; porque es preciso obrar. ¿Sabe usted que esamujerhapuestoenpeligrolavidaylarazóndemimadreconunasolafrase?Conque…adelante.

—Yahemoshechoalgo—replicólavieja.

—¿Qué?—dijoVictorinoconvulsivamente.

—¿Nopondráustedreparoalosgastos?

—Alcontrario.

—Esquesehangastadoyaveintitrésmilfrancos.

ElhijodeHulotmiróalaSaint-Estevedeunmodoestúpido.

—¡Hombre!¿Seríaustedtontoacaso,siendoconsideradocomounadelaslumbrerasdelaAudiencia?—dijolavieja—.PorestasumapodemoscomprarlaconcienciadeunacamarerayuncuadrodeRafael,locualnoescaro.Hulotseguíaenactitudestúpida,abriendodesmesuradamentelosojos.

—Bueno—repuso laSaint-Esteve—;hemoscompradoa laseñoraReinaTousard,paraquienlaseñoradeMarneffenotienesecretos.

—Comprendo.

—Perosihadeandarustedconcicaterías,dígalo.

—Pagaré lo que se me pida—respondió—. Adelante.Mi madre me hadichoqueesasgentesmerecíanlosmayoressuplicios.

—¡Yanoseengañaanadie!—dijolavieja.

—¿Merespondeusteddeléxito?

—Déjeme usted hacer —respondió la Saint-Esteve—. Su venganza seprepara.

Miróelreloj,queseñalabalasseisdelatarde.

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—Suvenganza no está lejos. Los hornillos delRocher deCancale estánencendidos, loscaballosde loscochespiafan,mishierros secalientan. ¡Ah!MesédememoriaaesaseñoradeMarneffe;todoestápreparado,lasratonerasestánarmadas;mañanaledirésielratónseenvenenará.Yocreoquesí.Adiós,hijomío.

—Adiós,señora.

—¿Sabeustedinglés?

—Sí.

—¿HavistoustedrepresentarMacbetheninglés?

—Sí.

—Puesbien,hijomío,¡túserásrey!,esdecir,túheredarás—dijoaquellaespantosabrujaadivinadaporShakespeareyqueparecíaconocerlo.

DejóaHulotaleladoalapuertadesudespacho.

—No olvides que la citación es para mañana —añadió, como pleitistaconsumada.

Veía llegar a dos personas y quería pasar a sus ojos por una condesa dePimbeche.

—¡Quéaplomo!—sedijoHulot,saludandoasupretendidacliente.

El barón Montes de Montejanos era un elegante, pero un eleganteinexplicable. El París de lamoda, la gente de las carreras de caballos y lasmujeres de vida alegre admiraban los chalecos especiales de aquel señorextranjero,susbotasdebrillo irreprochable,susbastones incomparables,susenvidiadoscaballos,suscochesguiadosporverdaderosnegrosesclavosymuybienarreglados.Sufortunaeraconocida,puesteníauncréditoporsetecientosmilfrancosencasadelbanqueroTullet;peroseteveíasiempresolo.Siibaalos estrenos ocupaba generalmente una butaca de orquesta, no frecuentabaningúnsalón,nohabíadadonuncaelbrazoaningunamujerdevidaalegreyno se podía unir su nombre al de ninguna de las mujeres conocidas. PorpasatiempojugabaalwhistenelJockeyClub,ylagentenopodíahacerotracosaquecalumniarsuscostumbreso,loqueesmásraroaún,supersona.Lellamaban Combabus. Bixiou, León de Lora, Lousteau, Florinalla, señoritaEloísaBrisetoutyNathan,cenandoencasadelailustreCarabina,conmuchoselegantes y mujeres de moda, habían inventado esta explicaciónexcesivamente burlesca. Massol, en su calidad de consejero de Estado, yClaudioVignon,ensucalidaddeantiguoprofesordegriego,habíancontadoalasignoranteslibertinaslafamosaanécdotarecogidaenlaHistoriaantigua,deRollin, concerniente a Combabus, aquel Abelardo voluntario encargado deguardaralamujerdeunreydeAsiria,dePersia,BactrianayMesopotamiay

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otras comarcas propias de la geografía propia del antiguo profesor Bocage,que continuóAmbille, el creador del antiguoOriente. Este apodo, que hizoreírmásdeuncuartodehoraalosconvidadosdeCarabina,diomateriaparauna multitud de bromas sobrado ligeras en una obra a la que la AcademiapodríanodarelpremioMonthyon,peroentrelascualessenotaráelnombrequelequedóalhermosobarón,aquienJosefallamabaunmagníficobrasileño,cualsidijeseunmagníficoCatoxantha.Carabina,lamásilustredelasloretas,aquella cuyadistinguidabelleza y graciosas ocurrencias hablan arrancado elcetrodeltercerdistritodelasmanosdelaseñoraTurquet,másconocidaconelnombredeMálaga,laseñoritaSerafinaSinet(puestalerasunombre),eraalbanqueroTillet,loqueJosefaMirahalduquedeHerouville.

Ahorabien;lamañanamismadeldíaenquelaSaint-Esteveprofetizabaeléxito a Victorino, Carabina había dicho a Tillet, a eso de las siete de lamañana:

—SifuesestanamablequemediesesunacomidaenelRocherdeCancaleyllevasesaCombabus.Queremossaberalfinsitienequerida.Yoheapostadoafavor…yquieroganar.

—Siempre está en el hotel de los Príncipes; pasaré a buscarle y nosdivertiremos—respondióTillet—.Queesténallí todosnuestroscompañeros—elmozoBixiou,elmozoLora;ensuma,todanuestrapandilla.

Alassieteymedia,enelsalónmáshermosodelestablecimiento,dondehacomidoEuropaentera,brillabasobrelamesaunmagníficoserviciodeplata,hechoexpresamenteparalascomidasenquelavanidadpagabaelexcesoenbilletes de Banco. Torrentes de luz caían cual cascadas sobre la plata,haciéndolabrillar.Multituddecriados,queunprovincianohabríatomadopordiplomáticos,semanteníanserios,comogentesquesabíanquehabíandeserespléndidamentepagados.

Cincopersonasllegadasesperabanaotrasnueve.Eranenprimertérmino,Bixiou, sal de toda cocina intelectual aún con reputación en 1843, con unaprovisión de bromas siempre nuevas, fenómeno tan raro en París como lavirtud. Después, León de Lora, que era el mejor paisajista y marinista quehabía, pues tenía sobre sus rivales la ventaja de que nunca descendía. Lasmujeresdevidaalegrenopodíanpasarsesinestosdosreyesdelabroma.Nohabía almuerzo, ni comida, ni jira alguna sin ellos. Serafina Sinet, apodadaCarabina,ensucalidaddequeridadelanfitrión,habíasidounadelasprimerasen llegaryhacía resplandecersobre losmanteles llenosde luzsushombros,sinrivalenParís;uncuellocomotorneadoporuntornero,sinunpliegue,ysurostropicaresco.Llevabauntrajederasobrochado,azulsobreazul,adornadocon encajes de Inglaterra, en cantidad suficiente para que con su productopudieramantenerse por espacio de unmes toda una aldea. La bonita Jenny

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Cadine,quenotrabajabaensuteatro,ycuyafiguraessobradamenteconocidaparaquedigamosaquínadadeella,llegóconuntocadoderiquezafabulosa.Una jiraes siempre,paraestaclasedemujeres,unLongchampsdevestidosdondecadacualquiereobtenerquesusmillonariosganenelpremio,diciendoasusrivales:

—Heaquíloqueyovalgo.

Una terceramujer, sin duda en los comienzos de su carrera,miraba casiavergonzada el lujo de aquellas dos comadres tan ricamente compuestas.Sencillamente vestida, con un traje de casimir blanco, adornado conpasamanerías azules, había sido peinada con flores por un peluquero de laclasedelosMerlan,cuyatorpemanohabíasabido,sinquererlo,comunicarlasgraciasdelainocenciaaunosadorablescabellosrubios.Incómodaaúnconsuvestido, según la frase consagrada, tenía la timidez inseparable del primerestreno. Llegaba de Valognes para dar salida en París a una frescuradesesperante,auncandorcapazdeexcitarlosdeseosdeunmoribundo,yunabellezadignadetodaslasqueNormandíahaproporcionadoyaalosdiferentesteatrosdelacapital.Laslíneasdeaquellacaraintactaparecíanelidealdelapurezadelosángeles.Sulácteablancurarelucíadetalmodoqueparecíaunespejo.Sus finoscoloresparecíanhaber sidopuestosen susmejillasconunpincel.Se llamabaCydalisa.Como seva aver, eraunpeónnecesario en lapartidaquejugabalaseñoraNourrisoncontralaseñoraMarneffe.

—Hijita mía, ¡vaya unos brazos más hermosos! —había dicho JennyCadineaaquella jovencuandoCarabina lepresentóaquellaobramaestradedieciséis años de edad. En efecto, Cydalisa ofrecía a la admiración públicaunos brazosmagníficos, de un tejido apretado, granoso, coloreados por unasangrepura.

—¿Cuántovale?—PreguntóJennyCadine,envozbaja,aCarabina.

—¡Unaherencia!

—¿Quéquiereshacerdeella?

—QuierohacerlalaseñoraCombabus.

—¿Ycuántotedanporello?

—Adivínalo.

—¿Unserviciodeplata?

—Tengotres.

—¿Diamantes?

—Losvendo.

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—¿Unmonoverde?

—No,uncuadrodeRafael.

—Pero¡quécaprichostienes!

—Esque Josefame está dando la lata con sus cuadrosyquiero llegar atenerlosmejoresquelossuyos—respondióCarabina.

Tillet acompañaba al héroe de la comida, al brasileño, y el duque deHerouville lo seguía, acompañadode Josefa.Lacantante sehabíapuestounsencillo traje de terciopelo, pero en torno de su cuello brillaba un collar decientoveintemilfrancos,collardeperlas,apenasdistinguiblessobresupieldecameliablanca.Entrelosmechonesdesupelollevabaunasolacameliaroja,unamoscadeunefectodespampanante,ysehabíapuestooncebrazaletesdeperlasencadaunodesusbrazos.AlentrarfueadarlamanoaJennyCadine,lacualledijo:

—¿Meprestastusmitones?

Josefasequitólosbrazaletesy,colocándolosenunplato,selosofrecióasuamiga.

—¡Qué lujo!—dijoCarabina—. ¡Ni que fuera una duquesa! ¡Vaya unasperlas!Señorduque,haagotadoustedlosmaresparaadornaraesamuchacha—añadió,volviéndosehaciaelpequeñoduquedeHerouville.

Laactriztomósólodosbrazaletes,colocólosotrosveinteenlosbrazosdelacantanteyladiounbeso.

Lousteau,elgorrón literario; laPalferinayMálaga,MassolyVauvinetyTeodoroGaillard,unode lospropietariosde losmás importantesperiódicos,completabanelnúmerode los invitados.ElduquedeHerouville, cortés contodoelmundocomoungranseñor,dirigióalcondedelaPalferinaesesaludoespecialque,sinacusarestimaciónointimidad,parecedeciratodoelmundo:«Somosdelamismafamilia,delamismaraza,valemostantoelunocomoelotro». Este saludo, el sihvoleth de la aristocracia, ha sido creado paradesesperacióndelasgentesdetalentodelaaltaburguesía.

Carabina tomóaCombabusasu izquierdayalduquedeHerouvilleasuderecha.CydalisaocupóelotroladodelbrasileñoyBixiousesentójuntoalanormanda.Málagasepusoalladodelduque.

****

A las siete empezó el ataque a las ostras. A las ocho, entre los dosservicios,setomóelponchehelado.Todoelmundoconoceelmenúdeestosfestines.A las nueve se charlaba como se charla después de cuarenta y dosbotellasdediferentesvinos,bebidasentrecatorcepersonas.Lospostres,esos

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horribles postres del mes de abril, habían sido servidos. Aquella atmósferaembriagadora sólo había emborrachado a la normanda, que tarareaba unvillancico.Exceptoéstapobremuchacha,nadiehabíaperdidolarazón,pueslomismolosbebedoresquelasmujeresdeaquellacenaerandelomásselectodelParísdenoche.Losespíritusestabanalegres,ylosojos,aunquebrillantes,seguían llenos de inteligencia, pero los labios se inclinaban a la sátira a laanécdota,alaindiscreción.Lacharla,quehabíaversadohastaentoncessobrecarreras de caballos, jugadas de Bolsa y conocidas historias escandalosas,amenazabahacerseíntima,fraccionándoseengrupos.

Éstefueelmomentoenque,aunasmiradasdirigidasporCarabinaaLeóndeLora,aBixiou,alaPalferinayaTillet,secomenzóahablardeamor.

—Los médicos notables no hablan nunca de medicina, los verdaderosnoblesnohablannuncadesusantepasados,lasgentesdetalentonohablandesusobras—dijo Josefa—,¿porquéhablardenuestraprofesión?Yo,quehehecho suspender la función de hoy de la ópera para venir, no lo he hechociertamenteparatrabajaraquí.Asíquenoposemos,amigasmías.

—Si se habla del verdadero amor, queridamía—dijoMálaga—, de eseamorquelehaceaunahundirseyqueledecideaunoavenderasupadreyasumadre,asumujeryasushijos,yquesevayahaciaClichy.

—Entonces,hablad—repusolacantante—,porquedeeseamor…nosénipalote.

Nosénipalote…Estafrase,pasadadelajergadelosgolfillosdeParísalvocabulariodelaloretaes,conayudadelosojosyenbocadeesasmujeres,todounpoema.

—¿Nolaamoyoausted,Josefa?—dijoelduqueenvozbaja.

—Usted podrá amarme verdaderamente —dijo la cantante al oído delduque, sonriéndose—;peroyono leamoconelamordequesehablaaquí,coneseamorquehacequeelmundoparezcatodonegrosinelhombreamado.Me es usted agradable, útil, pero no indispensable, y si mañana meabandonase,enlugardeunduque,tendríatres.

—Pero¿acasoexisteelamorenParís?—dijoLeóndeLora—.Nadietieneaquí tiempo para hacer su fortuna. ¿Cómo se ha de entregar, pues, nadie alamor verdadero que se apodera de un hombre como se apodera el agua delazúcar?Esnecesarioserinmensamentericoparaamar,porqueelamoranulaaun hombre dejándolo poco más o menos como nuestro querido barónbrasileño,aquípresente.Haceyamuchotiempoquelohedicho:losextremossetocan.Unverdaderoenamoradosepareceauneunuco,porqueparaéllasdemásmujeresestándesobraenlaTierra.EsmisteriosocomounverdaderocristianosolitarioensuTebaida.Vedaesebuenbrasileño.

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Toda la mesa examinó a Enrique Montes de Montejanos, que sintióseavergonzadoalverqueeraelblancodetodaslasmiradas.

—Haceunahoraqueestáallí,pensativo,sinnotarquetieneporvecina,nodiréyoalamujermáshermosadeParís,perosíalamásfresca.

—Aquítodoestáfrescohastaelpescado,queeslaespecialidaddelacasa—dijoCarabina.

El barónMontes deMontejanos contempló al paisajista con unamiradaamable,yledijo:

—Muybien,beboasusalud.

YsaludóaLeóndeLarahaciendounmovimientodecabeza, llevóasuslabiosunvasollenodevinodePortoybebiómagistralmente.

—¿Demodoqueamausted?—dijoCarabinaasuvecino,interpretandoasísubrindis.

El barón brasileño pidió que le llenasen de nuevo la copa, saludó aCarabinayrepitióelbrindis.

—A la salud de la señora —dijo entonces la libertina con un tono tanbromista,queelpaisajista,TilletyBixiou,soltaronunacarcajada.

Elbrasileñopermanecíagrave,yesta sangre fría irritóaCarabina.SabíaperfectamentequeMontesamabaalaseñoradeMarneffe;peronoseesperabaaquella fe brutal y aquel silencio obstinado del hombre convencido.Generalmente,lomismosejuzgaaunamujerporlaactituddesuamantequeal amante por el porte de su amada. Orgulloso de amar a Valeria y de seramado por ella, el barón dirigió a aquellos distinguidos conocedores unasonrisairónica,ytodosuporteeraenrealidaddignodeservisto:losvinosnohabíanalteradosucolor,ysusojos,quebrillabanconelresplandorpropiodeloro bruñido guardaban los secretos del alma. Carabina no pudo menos dedecirseparasusadentros:

—¡Quémujer!¡Quéciegoletiene!

—Esunaroca—dijoamediavozBixiou,quenoveíaentodoellomásqueuna carga dada al brasileño y que no sospechaba la importancia dada porCarabinaalarendicióndeaquellafortaleza.

Mientrasqueestaspalabras, tanfrívolasenapariencia,sepronunciabanala derecha de Carabina, la discusión acerca del amor continuaba a suizquierda, entre el duque de Herouville, Lousteau, Josefa, Jenny Cadine yMassol. Trataban de indagar si tan raros fenómenos eran producidos por elamor,porlatestarudezoporlapasión.Josefa,muyfastidiadaconesasteorías,quisocambiardeconversación.

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—Hablanustedesdeloqueignoranporcompleto.¿Hayalgunoquehayaamado bastante a unamujer, y a unamujer indigna de él, para comerse sufortuna y la de sus hijos, para vender su porvenir, para empañar su pasado,paraexponersea irapresidio robandoalEstado,paramataraun tíoyaunhermanoyparadejarsevendarlosojosdetalmodoquenopensasequeselostapaban,afindeimpedirquevieseelabismoadondelolanzabancomoúltimaburla?Tienedebajodelatetillaizquierdaunacaja.LeóndeLora,sutalento;Bixiousereiríadesímismosiamaseaotrapersonaquenofueraél;Massoltieneunacarteraministerialenelsitiodelcorazón;Lousteaunollevaahímásqueunavíscera,él,quesehadejadoabandonarporlaseñoradelaBaudraye;el señor duque es demasiado rico para poder probar su amor con su ruina;Vauvinetnocuentaconloquedescuentoaldescontadordelgénerohumano.Así es que vosotros no habéis amado nunca, ni yo tampoco, ni Jenny, niCarabina…Encuantoamí,sólounavezhevistoelfenómenoqueacabodedescribir.Merefiero—dijoJosefaaJennyCadine—anuestropobrebaróndeHulot, cuya pérdida voy a anunciar como si fuese un perro, porque quieroencontrarleatodacosta.

—¡Caramba!—se dijo Carabina, mirando a Josefa de cierta manera—.¿TendrálaseñoraNourrisondoscuadrosdeRafael?

—¡Pobrehombre!—dijoVauvinet—.Eramuygrande. ¡Magnífico! ¡Quéestilo! ¡Quéporte!TeníaelmismoairedeFrancisco I. ¡Quévolcán! ¡Yquéhabilidadyquégeniodesplegabaparabuscardinero!Dondequieraqueestaba,buscaba,yahoradebedeextraerlodeesosmuroshechosconloshuesosquesevenenlosarrabalesdeParís,cercadodelasbarreras,dondesindudaestáescondida.

—YtodoporesapequeñaseñoradeMarneffe—dijoBixiou—.¡Vayaunapájara!

—SecasaahoraconmiamigoCrevel—añadióTillet.

—YestálocapormiamigoSteinbock—dijoLeóndeLora.

Aquellas tres frases fueron como otros tantos pistoletazos que Montesrecibió en pleno pecho. Se puso lívido, y sufrió tanto, que se levantópenosamente.

—Sonustedesunoscanallas—dijo—.Nodebieranmezclarelnombredeunamujerhonradaconlosdetodasestasperdidas,ysobretodoparahacerloblancodevuestrasbromas.

Montesfueinterrumpidoporunasalvadebravosydeunánimesaplausos.Bixiou, León de Lora, Vauvinet yMassol dieron la señal, y aquello fue unverdaderocoro.

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—¡Vivaelemperador!—dijoBixiou.

—¡Quelecorone!—exclamóVauvinet.

—¡UngruñidoparaMedoro!¡VivaelBrasil!—gritóLousteau.

—¡Ah! ¿Conque amas a nuestraValeria, barón cobrizo?—dijo León deLora—.¿Aúnnoestáshastiado?

—Lo que ha dicho no es parlamentario —advirtió Massol—, pero esmagnífico.

—Pero¡clientemío!, túmehassidorecomendado;soy tubanqueroynopuedoconsentirtuinocencia.

—¡Ah!Hableustedqueesunhombreserio—dijoelbrasileñoaTillet.

—Gracias por el favor que nos hace a todos —exclamó Bixiou,saludándole.

—Dígameustedalgopositivo—dijoMontes,sinfijarseenlaspalabrasdeBixiou.

—PuestengoelhonordedecirtequeestoyinvitadoalabodadeCrevel—respondióTillet.

—¡Ah!¡ConqueCambabustomaladefensadelaseñoradeMarneffe!—dijoJosefa,levantándosesolemnemente.

AproximóseconunairetrágicoaMontes,dioleunamistosocacheteenlafrente,meneandolacabezaalmismotiempoquelecontemplabauninstante,denotandoensurostrociertaadmiracióncómica.

—Hulot es el primer ejemplo del amor a pesar de todo; aquí está elsegundo—dijo ella—; pero éste no debería contarse, ¡porque viene de lostrópicos!

Enelmomentoenque Josefagolpeó suavemente la frentedelbrasileño,Montes desplomóse sobre su silla, y dirigiéndose con la mirada a Tillet ledecía:

—Si soyobjetodeunadevuestrasbromasparisienses, sihabéisqueridoarrancarmemisecreto…

Yrodeóa lamesaenteraconuncírculode fuego,abarcandoa todos losconvidadosconunaojeadaendondellameabaelsoldelBrasil.

—¡Por favor, decídmelo!—dijo con un aire suplicante y casi infantil—.Peronocalumniéisalamujeraquienamo.

—¡Hombre! —le respondió Carabina al oído—. Y si fuese ustedindignamenteengañado,burlado,traicionadoporValeria,yyoledierapruebas

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dentrodeunahoraenmicasa,¿quéharía?

—Nopuedodecírseloaquí,delantede todosestosYagos—dijoelbarónbrasileño.

Carabinaentendiómagos,enlugardeYagos.

—Bueno,cállese—lerespondió,sonriendo—;nosepresteaserburladeloshombresmásocurrentesdeParís;vengaamicasayhablaremos.

Montesestabaanonadado.

—¡Pruebas!—dijo,balbuceando—.Pienseustedque…

—Lastendrásobradas—dijoCarabina—.Perocuandoasolasospechatedescomponetanto,llegoatemerporturazón.

—¡Serátestarudoesemuchacho!EspeorqueeldifuntoreydeHolanda.

—Vamosaver,Lousteau,Bixiou,Massol,¿nohabéissido invitadosparapasadomañanaporlaseñoradeMarneffe?—preguntóLeóndeLora.

—Yes—respondióTillet—.Barón,tengoelhonorderepetirlequesiporcasualidadtuvieseustedintencióndecasarseconlaseñoradeMarneffe,seráustedrechazadocomounproyectodeleyysustituidoporunabolaquellevaráelnombredeCrevel.Amigomío,miantiguocompañeroCreveltieneochentamilfrancosderentayusteddeseguronohabráenseñadootrotanto,porquedeotromodohubiesesidoustedpreferido.

Montesescuchóconunairemediosoñadorymediosonriente,queparecióterrible a todo elmundo.En estemomento unmozo fue a decirle al oído aCarabina que una pariente suya estaba en el salón y deseaba hablarle. Lalibertinaselevantó,salióyencontróseconlaseñoraNourrison,bajounvelonegrodeencaje,queempezódiciéndola:

—¿Tengoqueiratucasa,hijamía?¿Hamordido?

—Sí,mamaíta.Lapistolaestabatanbiencargada,quetemomuchoquesedispare—respondióCarabina.

Unahoradespués,Montes,CydalisayCarabina,devueltadelRocherdeCancale, entraban en la calle de San Jorge, en el saloncito deCarabina. LalicenciosavioalaseñoraNourrisonsentadajuntoalfuego,enunapoltrona.

—¿Cómo?¿Estáaquímirespetabletía?—dijo.

—Sí, hijamía, soyyoquevengo abuscar enpersonamipequeña renta.Aunquetengasbuencorazón,meolvidarías,ymañanatengoquepagarunasletras. Una tendera perseguida siempre es molesto. Pero ¿a quién traescontigo?Esteseñorparecemuydisgustado.

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La horrible señoraNourrison, cuyametamorfosis era en aquelmomentocompleta,yqueparecíaserunabuenavieja,selevantóaabrazaraCarabina,unadelascientoypicodemuchachasquehabíalanzadoalahorriblecarreradelvicio.

—Sí,esunOteloquenoseengañayquetengoelhonordepresentarte:elseñorbarónMontesdeMontejanos.

—¡Oh! Lo conozco por haber oído hablar de él; le llaman a ustedCombabusporquenoamamásqueaunamujer,locualenParísescomosinoseamaseaninguna.¿Setrataacasodevuestroamor,delaseñoradeMarneffe,lamujerdeCrevel?Mireusted,queridoseñor,bendigasusuerteenlugardemaldecirla.Esamujernovalenada.Conozcosusmañas.

—¡Oh!Túnoconocesa losbrasileños—dijoCarabinaaquien laseñoraNourrisonacababadeentregarunacartaalmismotiempoquelaabrazaba—.Sonhombresquesedejanmatarporcosasdelcorazón.Cuantomáscelososson,másquierenserlo.Elseñorhabladedestruirlotodoynodestruiránada,porque ama.En fin, traigo aquí al señor barón para darle las pruebas de sudesgracia,quetengograciasaSteinbock.

Montes estaba ebrio y escuchaba como si no se tratase de sí mismo.Carabina fue a quitarse el sombrero de terciopelo y leyó el facsímile de lasiguienteesquela:

Gatito mío: Él se irá esta noche a comer a casa de Popinot y vendrá abuscarmealaÓperaaesodelasonce;yomeiréalascincoymedia,ycuentohallarteennuestroparaíso,dondeencargarásquenossirvan lacomidade laMaisond’Or.VístetedemodoquepuedasacompañarmealaÓpera.Podremosdisponer de cuatro horas. Me devolverás estas cuatro letras, no porque tuValeria desconfíe de ti, pues ya sabes que daría mi vida, mi honor y mifortuna,sinoporquetemolasbromasdelazar.

—Ten,barón;ahítieneslacartitaqueharecibidoestamañanaelcondedeSteinbock.Eloriginalacabadeserquemado.

Montesvolvióyrevolviómilveceselpapel,reconociólaletrayacabóporverclaroenelasunto,locualpruebaquesucabezanoestabatantrastornada.

—¿Quéinteréstieneustedendesgarrarmeelcorazón,cuandohacompradoelderechodetenerensusmanosestaesquelaeltiempobastanteparahacerlalitografiar?—dijo,mirandoaCarabina.

—¡Gran imbécil!—dijo Carabina, obedeciendo a una seña de la señoraNourrison—.¿NovesaestapobreCydalisa,unaniñadedieciséisaños,queteamaconlocurahacetresmesesyaúnnohapodidoobtenerunamiradatuya?

Cydalisasellevóelpañueloalosojosyempezóallorar.

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—Apesardesuaireinocente,estáfuriosaalverqueelhombreporquienestálocaesengañadoporunatunanta—dijoCarabina,siguiendo—,ymataríaaValeria.

—¡Oh,esoescosamía!—dijoelbrasileño.

—¿Matar?¿Tú?—dijolaNourrison—.Esoyanoseestilaaquí.

—¡Oh!—repusoMontes—.Yonosoydeestepaís;vivoenunlugardondemeburlodelasleyes,ysiustedesmediesenpruebas…

—¡Hombre!¿Ynoesnadaestacarta?

—No—dijoelbrasileño—;yonocreoenescrituras,quierover.

—¡Oh,ver!—dijoCarabina,comprendiendoalasmilmaravillasunnuevogestodesufalsatía—.Yateloharánver,tigremío;peroconunacondición.

—¿Cuál?

—MireustedaCydalisa.

A una seña de la señora Nourrison, Cydalisa miró cariñosamente albrasileño.

—¿La amarás, la harás feliz? —preguntó Carabina—. Una mujer tanhermosabienmereceunpalacioyuncoche,yseríaunamonstruosidaddejarlaa pie. La pobre tiene deudas. ¿Cuánto debes? —dijo Carabina, dando unpellizcoenelbrazoaCydalisa.

—Vale lo que vale—dijo la Nourrison—. Basta con que haya quien lacompre.

—Escucheusted—exclamóMontes,fijándose,alfin,enaquellaadmirableobramaestrafemenina—.¿MeharánustedesveraValeria?

—YalcondedeSteinbock,¡pardiez!—dijolaseñoraNourrison.

Desdehacíadiezminutoslaviejaobservabaalbrasileño,ycomolevieseen situación de servirle de instrumento y bastante ciego para no notarlo,intervinoenelasunto,diciendo:

—Miqueridobrasileño,Cydalisaessobrinamíay,porconsiguiente,esteasuntomeconcierneunpoco.Todoestoescuestióndediezminutos,porqueuna amigamía es la que le alquila el cuarto donde tuValeria toma en estemomentosucafé,uncafémuyextraño,peroellalellamabaaaquellosucafé.Entendámonos,pues,Brasil;amímegustaelBrasilporqueesunpaíscálido.¿Cuálserálasuertedemisobrina?

—¡Vieja avestruz!—dijoMontes, llamada su atención por unas plumasquelaNourrisonllevabaensusombrero—.¿Porquémehasinterrumpido?Si

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mehacesver…,ver…aValeriayaeseartistajuntos.

—Tanjuntoscomotúmismoquisierasestar—dijoCarabina—,entendido.

—Puesbien,tomoaestanormandaymelallevo.

—¿Adónde?—preguntóCarabina.

—Al Brasil —respondió el barón—; me casaré con ella. Mí tío me hadejado diez leguas cuadradas de terreno invendibles, y por eso poseo aúnaquella propiedad. Entre negros, negras y negritos, tengo allí más de cien,compradospormitío.

—¡El sobrino de un negrero! —dijo Carabina, haciendo una mueca—.¡Puesnoesnada,Cydalisa,hijamía!¿Eresnegrófila?

—Bueno,bastadechanza,Carabina,queelseñoryyoestamoshablandodenegocios—dijolaNourrison.

—Sivuelvoaquerer auna francesa, laquiero todamía, se loadviertoausted, señorita —repuso el brasileño—. Yo soy un rey, pero no un reyconstitucional,sinounzarquehecompradotodosmissúbditos,ynadiesaledemireino,quesehallaacienleguasdetodolugarhabitado,viviendoenélsalvajes en el interior, y estando separado de la costa por un desierto tangrandecomoFrancia.

—Prefierounaguardillaaquí—dijoCarabina.

—Eso es lo que yo pensaba —replicó el brasileño—, puesto que hevendidotodasmistierrasytodoloqueposeíaenRíodeJaneiroparavenirabuscaralaseñoradeMarneffe.

—Nosehaceunviajedeesaíndolepornada—dijolanormanda—.Ustedtienederechoaseramadoporsímismo,siendocomoestanguapo;porqueesmuyguapo,¿verdad?—ledijoaCarabina.

—Muyguapo,másguapoque el postillóndeLonjumeau—respondió lalibertina.

Cydalisa tomó lamanodel brasileño, el cual se desembarazóde ella delmejormodoquepudo.

—Había venido para llevarme a la señora de Marneffe —repuso elbrasileño, continuando—. ¿No saben ustedes por qué invertí tres años envolver?

—No,salvaje—dijoCarabina.

—Me había dicho muchas veces que quería vivir sola conmigo en undesierto.

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—Estoyanoesunsalvaje—repusoCarabina,lanzandounacarcajada—,sinoquepertenecealatribudelostontoscivilizados.

—Melohabíadichotantasveces—repusoelbarón,insensiblealasburlasdelamundana—,quehiceconstruirunacasadeliciosaenelcentrodeaquellainmensapropiedad.VineaFranciaabuscaraValeria,ylanocheenquevolvíaverla…

—¿Verla?Lapalabraesdecente—dijoCarabina—;mequedoconella.

—Me dijo que esperase la muerte de ese miserable de Marneffe, y yoconsentí,perdonándoleelquehubieseaceptadoloshomenajesdeHulot.Nosésieldiablosehabrápuestofaldas;peroeslociertoquedesdeaquelmomentoesamujerhasatisfechotodosmiscaprichosytodasmisexigencias;enfin,nomehadadomotivoparasospechardeellaniunminuto.

—¡Tienegracialacosa!—dijoCarabinaalaseñoraNourrison.

LaseñoraNourrisonmeneólacabezaenseñaldeasentimiento.

—Mifeenesamujeresigualamiamor—dijoMontesllorando—.Haceunmomento,enlamesa,heestadoapuntodeabofetearatodaaquellagente.

—Yalohevisto—dijoCarabina.

—Si me engaña, si se casa, si está en este momento en los brazos deSteinbock,esamujermerecemilmuertesylaaplastarécomoseaplastaaunamosca.

—¿Ylosgendarmes,hijomío?—dijolaseñoraNourrison,conunasonrisadeviejaqueponíacarnedegallina.

—¿YelcomisariodePolicía,y los jueces,y laAudiencia,y todo loquesigue?—dijoCarabina.

—Esusteduntonto,amigomío—dijolaNourrison,quedeseabaconocertodoslosproyectosdevenganzadelbrasileño.

—¡Lamataré!—repitiófríamenteelbrasileño—.¡Ah!Mehabéisllamadosalvaje;pero¿creéisquevoya imitar la estupidezdevuestroscompatriotas,quevanacomprarvenenoalasfarmacias?Mientrasveníamos,porelcamino,hepensadomivenganzaparaelcasodequeValeriameengañe.Unodemisnegrosllevasobresíelmássegurodelosvenenosanimales,unaenfermedadterriblequevalemásqueelvenenovegetalyquesólosecuraenelBrasil.SelaharécogeraCydalisay lacogeréyo tambiénenunióndeCrevelydesumujer,ycuando lamuerteseencuentreen lasvenasdeéstos,yomehallarémás allá de las Azores con vuestra prima, que se curará y pasará a ser mimujer.Nosotros,lossalvajes,tenemosnuestrosprocedimientos.Cydalisaeselanimalquemefalta—dijo,mirandoalanormanda—.¿Cuántodebe?

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—Cienmilfrancos—dijoCydalisa.

—Habla poco, pero bien —dijo en voz baja Carabina a la señoraNourrison.

—¡Estoy loco!—exclamó el brasileño, con voz ronca dejándose caer enunaotomana—.¡Memoriré!Peroquieroverlo,porquemepareceimposible.¿Quién me dice que no es obra de un falsificador una carta litografiada?¡AmarelbaróndeHulotaValeria!—dijo,recordandolasfrasesdeJosefa—.No, lapruebadequeno laquiereesque ladejavivir.Yono ladejarévivirparanadiesinoestodamía.

Causaba espanto el ver aMontes, ymás espanto aún el oírle. Rugía, seretorcía,rompíacuantotocaba,ylamaderadepalisandroparecíavidrio.

—¡Vaya una manera de romper cosas! —dijo Carabina mirando a laNourrison—. Hijito mío —añadió, dando un golpecito en el hombro delbrasileño—, Orlando el furioso está muy bien en un poema, pero en unahabitaciónesprosaicoycaro.

—Hijo mío—dijo la Nourrison, levantándose y poniéndose delante delbrasileño—,yosoydetureligión…Cuandoseamadeciertomodo,quesehaunidounohastalamuerte,lavidarespondedelamor.Elquesevaselollevatodo; es una demolición general. Cuenta con mi estimación, con miadmiraciónyconmiconsentimiento,sobretodoportuproceder,quemevaaconvertirennegrófila.Perotúamas,teecharásatrás.

—¡Yo!Siesunainfameleaseguro…

——Vamos, después de todo, hablas demasiado—repuso la Nourrison,volviendoaserellamisma—.Unhombrequequierevengarseyquesedicesalvajeobradeotromodo.Paraque tehaganverelobjetode tuamorensuparaísotienesquetomaraCydalisa,fingirqueentrasallíporunerrordeunacriada,con tuamiga,perosinarmarescándalo.Síquieresvengarte,hayquehacer fullerías, poner cara de desesperado y hacerte golpear por tu querida.¿Estamos conformes? —dijo la señora Nourrison, viendo al brasileñosorprendidoantetansutilmaquinación.

—Vamos,avestruz—repuso—,vamos;tecomprendo.

—Adiós,miperrillo—dijolaseñoraNourrisonaCarabina.

YhaciendoseñaaCydalisadequebajaseconMontes,sequedósolaconCarabinaparadecirla:

—Ahora,nenamía,loúnicoquetemoesqueestrangule.Mepondríaenunaprieto,puesnomeconvienenasuntosruidosos.¡Oh!CreoquetehasganadotucuadrodeRafael;aunquedicenqueesunMignard.Noteimporte,porqueesmuchomásbonito.Mehandichoque losRafaeles estaban todosnegros,

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mientrasqueésteeslindócomounGirodet.

—Lo único que quiero es superar a Josefa—gritó Carabina—, yme esigualque seaunMignardounRafael. ¡Loquees esa ladrona, llevabaunasperlasestanochequehabíaparacondenarseportenerlas!

Cydalisa,Montes y la señoraNourrison subieron a un coche que estabaparado a la puerta de Carabina. La señora Nourrison indicó en voz baja alcochero una casa del barrio de los Italianos, adonde podían llegar en pocosinstantes, pues desde la calle de San Jorge la distancia era de siete a ochominutos; pero la señora Nourrison le ordenó que pasase por la calle de LePeletier y de ir muy despacio, a fin de pasar revista a los coches allíestacionados.

—Brasileño—dijo laNourrison—,aver sivesporaquí loscriadosyelcochedetuángel.

ElbarónseñalóconeldedoelcarruajedeValeriaenelmomentoenqueelcochepasabapordelantedeél.

—Hadichoasuscriadosqueviniesenalasdiez,yhaidoenuncochedealquileralacasadondeestáconelcondedeSteinbock.Comeráallí,yvendráa la Ópera dentro de media hora. ¡No está mal pensado! —dijo la señoraNourrison—. Eso te dará la explicación de cómo puede haberte engañadotantotiempo.

El brasileño no respondió.Metamorfoseado en tigre, había recobrado lasangre fría, imperturbable, tan admirada durante la comida. En fin, estabatranquilocomounquebradoaldíasiguientedehacerbalance.

Alapuertadelafatalcasaestabaestacionadouncochededoscaballos,delosquesellamanCompañíageneral,delnombredelaEmpresa.

—Quédateenelcoche—dijolaseñoraNourrisonaMontes—.Noseentraaquícomoenunataberna.Yavendránabuscarte.

El paraíso de la señora deMarneffe y deWenceslao no se parecía grancosa a la casita de Crevel, que éste había vendido al conde Máximo deTrailles. Aquel paraíso, paraíso de mucha gente, consistía en un aposentosituadoenelcuartopiso,dandoalaescalera,deunacasasitaenelbarriodelos Italianos. En cada piso de aquella casa, en cada descansillo, había uncuartodispuestoantañoparaservirdecocinaacadahabitación;perolacasasehabíaconvertidoenunaespeciedeposadaqueservíaderefugioalosamoresclandestinosapreciosexorbitantes,y laverdaderaseñoraNourrison, tenderaen la calleNueva deSanMarcos, había juzgado con razón que sus cocinastendrían mucho más valor convirtiéndolas en una especie de comedorcitos.Cadaunadeaquellaspiezas, formadasdedosgrandesparedesmedianerasy

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convistasa lacalle, sehallabacompletamenteaisladapormediodepuertasbatientes, muy gruesas, que hacían un doble cierre sobre el descansillo; demodoquemientrassecomíaallí,podíahablarsedetodasuertedesecretossintemor a ser oído. Para mayor seguridad, las ventanas estaban provistas depersianas por fuera y de puertas por dentro. A causa de todas estasparticularidades, aquellos cuartos costaban trescientos francos mensuales.Aquella casa, llena de paraísos y de misterios, estaba alquilada porveinticuatro mil francos a la señora Nourrison I, la cual, un año con otro,ganaba veintemil, después de pagar a su gerente, a la señoraNourrison II,puesnolaadministrabaporsímisma.

ElparaísoalquiladoporelcondedeSteinbockhabíasidoalfombrado,ylafrialdad de un pavimento de rojos ladrillos no se sentía en los pies, bajo lamullidaalfombra.Elmobiliarioconsistíaendosbonitassillasyunacamaenuna alcoba,medio oculta a la sazónpor unamesa cargada de restos de unacomida ya terminada, y donde dos botellas de vino y una de champán,agotada,dentrodelhielo,jalonabanloscamposdeBacocultivadosporVenus.Enviados sin duda por Valeria, veíanse además allí una mecedora, unaotomanayunabonitacómodadepalorosa,conunespejoencuadradosegúnelestilo Pompadour. En el techo una lámpara producía una semiclaridadaumentadaporlaqueproducíanlasbujíasdelamesaylasquedecorabanlachimenea.

EstadescripciónpintaráurbietorbielamorclandestinoenlasmezquinasproporcionesqueleimprimeelParísde1840.¡Aydemí!¡CuándistanteestátodoestodelamoradúlterosimbolizadoporlasredesdeVulcanohacetresmilaños!

EnelmomentoenqueCydalisayelbarónsubían,Valeria,depiedelantedelachimenea,dondeardíaalgunaleña,sehacíaatarelcorséporWenceslao.Ésteeselmomentoenquelamujerquenoesdemasiadogruesa,nidemasiadodelgada, como le pasaba a la fría y elegante Valeria, ofrece bellezassobrenaturales. La rosada carne, de tonos húmedos, solicita entonces unamiradadelosojosmássomnolientos.Laslíneasdelcuerpo,tanpocoveladoentonces, sonacusadascon tanta fidelidadpor losplieguesde lasenaguasyporelbombasídelcorsé,quelamujeresirresistible,comotodoaquelloqueunoseveobligadoaabandonar.Elrostrofelizysonrienteenelespejo,elpieque se impacienta, la mano que va reparando el desorden de los rizos delpeinadomal rehecho, los ojos radiantes de agradecimiento y el fuego de lasatisfacción que, cual una puesta de sol, abarca los menores detalles de lafisonomía, todo a aquella hora sirve de imperecedero recuerdo… A decirverdad,elqueechandounamiradaalosprimeroserroresdesuvidarecuerdaalgunos de estos deliciosos detalles, comprenderá quizá las locuras de losHulotydelosCrevel,sinexcusarlas.Lasmujeresconocentanbiensupoder

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enaquelmomento,quesiempreencuentranloquepuedellamarseelaperitivoparalasiguientecita.

—Vamos,hombre,despuésdedosañosnosabestodavíaatarelcorséaunamujer. La verdad es que eres demasiado polaco. Mira, ya son las diez,Wenceslao—dijoValeria,riéndose.

En estemomento, unamalvada sirvienta hizo diestramente saltar con lahojadeuncuchillolaaldabadelapuerta,queeratodalaseguridaddeAdányEva.Abrióbruscamente lapuerta,pues los inquilinosdeesosedenes suelendisponer de poco tiempo para ellos, y descubrió uno de esos encantadorescuadrosdegéneroexpuestoscontantafrecuenciaenelsalón,alamaneradeGavarni.

Cydalisaentró,seguidadelbarónMontes.

—¡Pero si hay gente!… Dispense usted, señora —dijo la normanda,asustada.

—¡Cómo! ¡Si es Valeria!—exclamóMontes, cerrando violentamente lapuerta.

La señora de Marneffe, presa de una emoción demasiado viva para serdisimulada, se dejó caer en una butaca del rincón de la chimenea, miró aMontes,examinóalanormandaysoltóunacarcajadaforzada.Ladignidaddela mujer ofendida disimuló la incorrección de su tocado a medio hacer y,encarándoseconelbrasileño,lemiródeunmodoquesusojosbrillaroncomocarbones.

—¿Ésaeslafidelidadquetieneusted?—ledijo,señalandoaCydalisa—.Usted,quemehahechopromesascapacesdeconvencer aunateoenamor,usted por quien yo hacía tantas cosas y hasta tantos crímenes. Tiene ustedrazón,señormío,yonosoynadaal ladodeunamuchachadeesaedadydeesabelleza.Yaséloquevaustedadecirme—repuso,señalandoaWenceslao,cuyodesordeneraunapruebademasiadoevidenteparasernegada—.Estoescosamía.Siyopudieseamarledespuésdeestainfametraición,porqueustedmeha espiadoyha comprado cadaunode los peldañosde la escalera, a ladueñadelacasa,alacriadaytalvezaReina…¡Oh!¡Quéhermosoestodoesto!Siyoconservaseunrestodeamorporunhombretancobarde, ledaríadisculpas capaces de redoblar su amor. Pero señormío, le dejo a usted contodassusdudas,queseconvertiránenremordimientos…Wenceslao,mitraje.

Tomósutraje,selopuso,mirósealespejoyacabódevestirsesinmiraralbrasileño,enteramentelomismoquesiestuvierasola.

—Wenceslao,¿estáustedlisto?Vayausteddelante.

Porelespejo,ydereojo,ValeriahabíaexaminadolafisonomíadeMontes

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yvioenélyensupalidezunindiciodeesadebilidadquehacequeunhombrefuerte se fascine ante una mujer; y tomando al brasileño por la mano yacercándose a él para hacerle respirar esos terribles perfumes amados queembriaganaunenamorado,lemiróenactituddereprocheyledijo:

—LepermitoquevayaacontarsuexpediciónalseñorCrevel,elcualnolecreeránunca,yporesotengoderechoacasarmeconél;serámimaridopasadomañana…Leaseguroqueleharémuyfeliz.Adiós,yprocureustedolvidarme.

—¡Ah,Valeria!—exclamóEnriqueMontes,estrechándolaentresusbrazos—.Esimposible…¡VentealBrasil!

Valeriamiróalbarónyvioenélasuesclavo.

—¡Ah!Enrique,sisiguiesesamándomedentrodedosañosseríatumujer;peroenestemomentotucaranomeparecefranca.

—Te juro que me han emborrachado, que unos malos amigos me hanechado en brazos de estamujer y que todo es obra de la casualidad—dijoMontes.

—¿Demodoqueaúnpuedoperdonarte?—ledijoella,sonriéndose.

—Pero¿tecasarás?—preguntóelbarónenmediodehorribleansiedad.

—¡Ochentamil francosde renta!—dijoellaconentusiasmosemicómico—.YCrevelmeamatantoquesemorirá.

—¡Ah,tecomprendo!—dijoelbrasileño.

—Bueno;dentrodealgunosdíasnosentenderemos—dijoValeria.

Ybajótriunfante.

—Ya no tengo escrúpulos —pensó el barón, que permaneció inmóvilalgunosinstantes—.Ahoraloveotodo.EsamujerpiensaservirsedesuamorparadesembarazarsedeeseviejoimbécilcomosedesembarazódeMarneffe.Yoseréelinstrumentodelacóleradivina.

Dos días después aquellos convidados de Tillet que se complacíanhaciendotirasdelapieldelaseñoraMarneffesehallabansentadosasumesa,unahoradespuésdehabercambiadoelladepiel, trocandosunombreporelglorioso,deunalcaldedeParís.Estaligerezadelenguaesunadelacosasmáscomunes de la vida parisiense. Valeria había tenido el placer de ver en laiglesiaalbarónbrasileño,aquienCrevel,convertidoenunmaridocompleto,invitóporfanfarronería.LapresenciadeMontesenelalmuerzonoasombróanadie. Hacía mucho tiempo que todos aquellos hombres de talento estabanfamiliarizadosconlacobardíadelamoryconlastransaccionesdelplacer.Laprofunda melancolía de Steinbock, que empezaba a despreciar a aquella aquienhabíaadorado,pareciódeexcelentegusto.Elpolacoparecíadeclararde

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aquelmodoqueentreValeriayéltodohabíaterminado.IsabelafueaabrazarasuqueridaseñoraCrevel,excusándosepornoasistiralalmuerzoacausadeldolorosoestadodesaluddeAdelina.

—Notengascuidado—ledijoaValeriaaldespedirse—.Terecibiránensucasaytúlosrecibirásenlatuya.Sóloporhaberdichoyoestastrespalabras:Doscientosmil francos, sehapuesto labaronesaa lamuerte. ¡Oh!Conestahistorialostienescogidos;pero¿melacontarás?

UnmesdespuésdesumatrimonioValeriaestabaensudécimadisputaconSteinbock, el cual le exigía explicaciones acerca de Enrique Montes, lerecordaba sus frases durante la escena ocurrida en el paraíso y, no contentocondirigirlepalabrasdedesprecio,lavigilabadetalmodo,queValeria,entreloscelosdeWenceslaoyelamordeCrevel,noteníaunmomentodelibertad.No teniendo ya a su lado a Isabela, que la aconsejaba admirablemente, seenfadóde talmodo,que llegó a reprocharduramente aWenceslao el dineroquelehabíadado.ElorgullodeSteinbocksedespertódetalmanera,quenovolvió más al palacio Crevel, logrando así Valeria su objeto de alejar aWenceslaodurantealgún tiempopara recobrar su libertad.Valeriaesperóunviaje al campo que Crevel debía hacer con el conde de Popinot a fin denegociarlapresentacióndelaseñoradeCrevel,ydeestemodopudodarunacitaalbarón,quedeseaba tener todoundía juntoaella,conobjetodedarledisculpasquehabíanderedoblarelamordelbrasileño.Lamañanamismadeaqueldía,Reina,juzgandodesucrimenporlagruesasumarecibida,tratódeavisar a su ama, la cual, como es natural, le interesaba más que losdesconocidos;perocomohabíasidoamenazadadevolverlalocayencerrarlaenlaSalpetrièreencasodeindiscreción,sintiómiedoyselimitóadecirla:

—Laseñoraesahoratanfeliz,quenoséporquésigueconesebrasileño.Amínomegustanada.

—Esverdad,Reina—respondió—,yporesoquierodespedirle.

—¡Ah,señora!Mealegro,porquemeasustaesenegrito.Lecreocapazdetodo.

—¡Quétontaeres!Porquienhayquetemeresporélcuandoestáconmigo.

EnestemomentoentróIsabela.

—Cabritamía, haceyamucho tiempoquenonosvemos, yyo soymuydesgraciada —le dijo Valeria—. Crevel me aburre y ya no estoy conWenceslao,porquehemosreñido.

—Losé—respondióIsabela—,yporélvengo.Victorinolohaencontrado,a las cinco de la tarde, en elmomento en que entraba en una fonda de unfrancoveinticincocéntimos,enlacalledeValois,lehahabladoylohatraído

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a lacalledeLuiselGrande.Hortensia,alveraWenceslao flaco,enfermoymalvestido,letendiólamano.Yavescómomehashechotraición.

—Señora,aquíestádonEnrique—fueadecirelayudadecámaraaloídodeValeria.

—Isabela,déjame,mañanateexplicarétodoesto.

Perocomovamosaverpronto,Valerianopodríacontarnadaanadie.

A fines del mes de mayo la pensión del barón de Hulot quedócompletamente libre de toda carga, gracias a las entregas de dinero queVictorino había hecho sucesivamente al barónNucingen. Sabido es que lossemestresdelaspensionesnosepagananosermediantelapresentacióndelafedevida,ycomoseignorabaelparaderodelbaróndeHulot,lossemestresretenidosenfavordeVauvinetpermanecíanacumuladosenelTesoro,siendoindispensablehallaralinteresadoparapodercobrarlosatrasos.GraciasaloscuidadosdeldoctorBianchon,labaronesahabíarecobradolasalud.Medianteunacarta,cuyaortografíadenunciabalacolaboracióndelduquedeHerouville,labuenaJosefacontribuyóalcompletorestablecimientodeAdelina.Heaquíloque lacantanteescribióa labaronesa,alcabodecuarentadíasdeactivaspesquisas:

Señorabaronesa:Hacedosmeses,elseñordeHulotvivíaenlacalledelosBernardinos, en compañía de Elodia Chardin, que se lo quitó a la señoritaBijou; pero se ha marchado, dejando allí todo cuanto poseía, sin decir unapalabra y sin que se pueda saber adónde ha ido a parar.No por esome hedesanimado,yhepuestoensubuscaaunhombrequecreehaberleencontradoenelbulevarBourdon.

La pobre judía cumplirá la palabra hecha a la cristiana. Que el ángelruegueporeldemonio,comohadeocurriralgúndíaenelCielo.

Conelmayorrespetoserepitesiempresuya,humildeservidora,

JosefaMirah.

ComoVictorinonooyeseyahablardelaterribleseñoraNourrison,vieseasusuegrocasado,hubiesereconquistadoasucuñado,vueltobajoeltechodelafamilia,notuvieseningúndisgustoconsunuevasuegrayvieraasumadrecadadíamejor,seentregóasustrabajospolíticosyjudiciales,arrastradoporla rápida corriente de la vida parisiense, donde los días parecen horas.Encargadodehacerun informepara laCámarade losDiputados,al finaldeunasesiónsevioobligadoapasartodalanochetrabajando.Habiendoentradoensudespachoaesode lasnueve,cuandoesperabaquesucriado le llevaseloscandelabrosprovistosdepantallas,pensabaensupadre.

Reprochabaselquelacantanteseocupaseensubusca,yseproponíaveral

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señorChapuzotalsiguientedíarespectoaestepunto,cuandovioaparecerensuventana, al resplandordel crepúsculo,una sublimecabezadeanciano,decráneoamarillo,cubiertadecabellosblancos.

—Miqueridoseñor,déordendequepermitanentrarensucasaaunpobreermitañollegadodeldesiertoyencargadodepostularparalaconstruccióndeunsantoasilo.

Esta visión que recordó de pronto al abogado una profecía hecha por laterribleNourrison,lehizotemblar.

—Hagaentraraeseanciano—ordenóasuayudadecámara.

—Vaaapestareldespachodelseñor—respondióelcriado—,porquellevaun sayal queno se lo hamudadodesdeque fue a laSiria, y ademásva sincamisa.

—Hagaentraraeseanciano—repitióelabogado.

El anciano entró; Victorino examinó con desconfianza a aquel fingidoperegrino, y vio en él un soberbio modelo de aquellos monjes napolitanoscuyossayalessonhermanosdelosandrajosdellazaroneycuyassandaliassonguiñaposdecuero,comoelmonjemismoesunguiñapohumano.Parecíatanauténtica la figura que, aunque seguía desconfiando, el abogado lamentó elhabercreídoenlossortilegiosdelaseñoraNourrison.

—¿Quémepideusted?

—Loqueustedcreaquedebedarme.

Victorinotomóunamonedadecincofrancosyselatendióalextranjero.

—Estoesmuypocoacuentadecincuentamilfrancos—dijoelmendigodeldesierto.

EstafrasedisipótodaslasincertidumbresdeVictorino.

—¿Yha cumplido elCielo suspromesas?—dijo el abogado, frunciendosuscejas.

—Laduda es una ofensa, hijomío—replicó el solitario—.Si no quiereustedpagarhastaquesehayancelebradolaspompasfúnebres,estáustedensuderecho;volverédentrodeochodías.

—¡Laspompasfúnebres!—exclamóelabogado,levantándose.

—Así se ha tratado, y lamuerte va de prisa en París—dijo el anciano,retirándose.

CuandoHulot,quebajó lacabeza,quisoresponder,elágilancianohabíadesaparecido.

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—Noentiendounapalabra—sedijoelhijodeHulot—;perosidentrodeocho días no aparece mi padre, le daré el encargo de buscarlo. ¿De dóndesacarálaseñoraNourrisonsemejantesactores?

AldíasiguienteeldoctorBianchonpermitiólealabaronesabajaraljardín,despuésdehaberexaminadoaIsabela,queguardabacamahacíaunmesporcausadeuna ligeraenfermedadde losbronquios.Elsabiodoctor,quenoseatrevióadecirnadaacercadeIsabelaantesdehaberobservadolossíntomasdecisivos,acompañóalabaronesaaljardínparaverelefectoqueproducíaelaire libre, despuésdedosmesesde reclusión, en el temblornerviosoque lepreocupaba.LacuracióndeestaneurosisintrigabaaltalentodeldeBianchon.Alverqueaquellaeminencia se sentabay lesconcedíaalgunos instantes, labaronesaysushijostuvieronconélunacariñosaconversación.

—¡Haceustedunavidamuylaboriosaymuytriste!—ledijolabaronesa—.Yoyaséloqueesemplearlosdíasenvermiseriasodoloresfísicos.

—Señora—respondióelmédico—,ignorolosespectáculosquelacaridadle obliga a contemplar; pero a la larga se acostumbrará a ellos, como nosacostumbramos nosotros. Tal es la ley social. El confesor, elmagistrado, elabogadonopodríanvivirsielespíritudeprofesiónnoencallecieseelcorazóndelhombre.¿Cómovivirsinofueseporestefenómeno?Entiempodeguerra,¿nopresenciaelmilitarespectáculosmuchomáscruelesquelosnuestros?Ytodoslosmilitaresquehanentradoenfuegosonbuenos.Nosotrostenemoselplacer de realizar una cura que tiene éxito, como ustedes tienen el goce desalvar una familia de los horrores del hambre, de la depravación o de lamiseria,devolviéndolaaltrabajoyalavidasocial;pero¿cómoseconsuelanelmagistrado, el comisario de Policía y el abogado, que se pasan la vidaescudriñandolascombinacionesmásinfamesdelinterés,esemonstruosocial,que conoce los dolores de no haber triunfado, pero que no se arrepentiránunca?Lamitaddelasociedadpasalavidaobservandoalaotramitad.Haceyatiempoqueyotengounamigoprocurador,retiradoahora,quemedecíaquede quince años acá los notarios y los procuradores desconfían tanto de susclientescomodelosadversariosdesusclientes.Suseñorhijoelabogado,¿nosehavistonuncacomprometidoporaquelcuyadefensahacía?

—¡Oh,amenudo!—dijoVictorino,sonriéndose.

—¿Dedóndeprovieneeseprofundomal?—preguntólabaronesa.

—De la falta de religión—respondió el médico— y de la invasión delamor al dinero, que no es otra cosa que el egoísmo solidificado.Antaño eldineronoloeratodoyhabíacosassuperioresaél;habíalanobleza,eltalento,los servicios prestados al Estado; pero hoy la ley lo convierte en peldañogeneralenbasedelacapacidadpolítica.Ciertosmagistradosnosonelegibles.Por ejemplo, Juan Jacobo Rousseau no sería elegible. Las herencias

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perpetuamentedivididasleobliganaunoapensarensímismodesdelaedaddeveinteaños.Puesbien;entrelanecesidaddehacerfortunayladepravacióndelascombinaciones,nohayobstáculo,pueselsentimientoreligiosofaltaenFrancia,apesardeloslaudablesesfuerzosdelosqueintentanunarestauracióncatólica.Estoesloquedicentodoslosquecomoyocontemplanlasentrañasdelasociedad.

—¡Dequépocosplaceresdisfrutaráusted!—dijoHortensia.

—Elverdaderomédico—respondióBianchon—seapasionaporlacienciay lo soporta todo, tanto por ese sentimiento como por la certidumbre de suutilidad social. Mire, usted, en este momento siento un goce científico, ymuchasgentessuperficialesmetomaríanporunhombresincorazón.Mañanalevoyaanunciara laAcademiadeMedicinaunhallazgo.Enestemomentoestoy observando una enfermedad perdida, por otra parte una enfermedadmortal,contralacualsomosimpotentesenlospaísestemplados,quesólosecura en las Indias. Una enfermedad que reinaba en la Edad Media. Creanustedesqueeshermosalaluchadelmédicocontrasemejanteenemigo.Hacediezdíasquepiensoatodashorasenmisenfermos,puessondos:lamujeryelmarido. ¿No están ustedes emparentados con él? Porque, si no estoyequivocado, señora, usted es hija del señor Crevel— añadió, dirigiéndose aCelestina.

—¡Cómo!¿Esmipadreaquienserefiere?—dijoCelestina—.¿VivenenlacalleBarbetdeJouy?

—Esoes—respondióBianchon.

—¿Yesmortallaenfermedad?—dijoVictorino,asustado.

—Mevoyacasademipadre—exclamóCelestina,levantándose.

—Señora, se loprohíbo austed terminantemente—dijo con tranquilidadBlanchon—;esaenfermedadescontagiosa.

—Bien va usted, señor—replicó la joven—. ¿Acaso cree usted que losdeberesdelahijanosonsuperioresalosdelmédico?

—Señora,unmédicosabecómopreservarsedelcontagio,ylairreflexióndevuestrosacrificiomepruebaquenotendríaustedmiprudencia.

Celestinaselevantó,sefueasucuartoysevistióparasalir.

—Caballero,¿esperaustedsalvaralseñoryalaseñoradeCrevel?—dijoVictorinoaBianchon.

—Lo espero y no lo espero —respondió Blanchon—. El hecho esinexplicableparamí.Esta enfermedad sólo es propiade los negrosyde lastribusamericanas,cuyosistemacutáneodifieredeldelasrazasblancas.Pero

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no puedo establecer ninguna relación entre los negros, los cobrizos y losmestizosconelseñorylaseñoradeCrevel.Porotraparte,silaenfermedadeshermosaparanosotros, eshorriblepara todoelmundo.Lapobre joven,quesegúndiceneramuybonita,estábiencastigadapordondehapecado,puessufealdadeshoyhorrible.Selecaenlosdientesyelpelo,tieneelaspectodelosleprososysecausahorrorasímisma.Susmanos,queproducenespanto,estánhinchadas y cubiertas de pústulas verdosas; las uñas se le mueven y se lequedanenlasllagasalrascarse;enunapalabra,quetodaslasextremidadesselepudren.

—Pero¿cuáleslacausadetodosesosdesórdenes?—preguntóelabogado.

—¡Oh!—dijoBlanchon—.Lacausaestáenunarepentinaalteracióndelasangre,quesedescomponeconrapidezespantosa.Esperoatacarlasangreylahemandadoanalizar;vuelvoamicasapararecogerelresultadodeltrabajodemi amigo, el famoso químico Duval, para tomar una de esas decisionesdesesperadasquenosotrosadoptamosavecescontralamuerte.

—Yo veo en eso la mano de Dios —dijo la baronesa con vozprofundamenteemocionada—.Aunqueesamujermehayacausadomalesquemehanmovidoaimpetrarenmomentosdelocuralajusticiadivinaencontrasuya, deseo, no obstante, ¡Dios mío!, que usted logre su curación, señordoctor.

ElhijodeHulotsentíavértigos,ymirabaalternativamenteasumadre,asuhermana y al doctor, temiendo que adivinasen sus pensamientos. Seconsiderabaunasesino.HortensiaencontrabaaDiosmuy justo,Celestinasepresentópararogarasumaridoquelaacompañase.

—Señores, si van ustedes allá, por toda precaución permanezcan a unmetro de distancia del lecho de los enfermos. Ni usted ni su mujer debenabrazar al moribundo. Señor de Hulot, acompañe usted a su señora paraimpedirqueolvidemisrecomendaciones.

AdelinayHortensia,quehabíanquedadosolas,fueronahacercompañíaaIsabela.ElodiodeHortensia contraValeria era tanviolento,queaquéllanopodíacontenersuexplosión.

—Prima, mimadre y yo estamos vengadas—exclamó—. Esa venenosacriaturahadebidomorderseyseestádescomponiendo.

—Hortensia, en este momento no eres cristiana —dijo la baronesa—.DeberíasrogaraDiosqueinspirasearrepentimientoaesadesgraciada.

—¿Qué dicen ustedes? —exclamó Bela, levantándose de su silla—.¿HablabandeValeria?

—Sí —respondió Adelina—. Está condenada y va a morir de una

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enfermedadtanhorrible,quesusoladescripciónhacetemblar.

LosdientesdelaprimaBelacastañetearon,unsudorfríoinvadiótodosucuerpo y una profunda sacudida reveló la honda amistad que la unía conValeria.

—Mevoyallá—dijolasolterona.

—Pero…¡sieldoctortehaprohibidosalir!

—Noimporta,mevoy.¡EnquéestadodebedeestaresepobreCrevel,quetantoquiereasumujer!

—También se estámuriendo—replicó la condesa de Steinbock—. ¡Ah!Todosnuestrosenemigosestánenmanosdeldiablo.

—¡DeDios…,hijamía!…

Isabelasevistió,tomósufamosocasimiramarillo,sucapotadeterciopelonegro,sepusoloszapatosy,rebeldealosconsejosdeAdelinaydeHortensia,salió comoempujadaporuna fuerzadespótica.Llegadaa la calledeBarbetalgunos instantesdespuésqueel jovenmatrimonioHulot,encontróaldoctorBianchon con siete médicos que él había llevado para observar aquel casoúnico.Depieenelsalón,aquellosseñoresdiscutíanacercadelaenfermedad,la observaban, yendo del cuarto de Crevel al de Valeria, y volvían con unnuevoargumentobasadoenaquellasrápidasobservaciones.

Dosgrandesopiniones compartían entre aquellospríncipesde la ciencia.Unodeellos,únicoensuopinión,creíaenunenvenenamientoyhablabadeunavenganzaparticular, negandoquehubiese aparecidoaquella enfermedadque existiera en la Edad Media. Otros tres lo achacaban todo adescomposicióndelalinfaydeloshumores.Laotraopinión,ladeBianchon,afirmaba que aquella enfermedad era causada por un vicio de la sangrecorrompida por un principio morbífico desconocido. Bianchon llevaba elresultadodelanálisisde la sangre,hechoporelprofesorDuval.Losmedioscurativos, aunquedesesperadosy completamente empíricos,dependíande lasolucióndeesteproblemamédico.

IsabelaquedópetrificadaatrespasosdellechodondemoríaValeria,alveraunvicariodelaiglesiadeSantoTomásalacabeceradelacamadesuamigayaunahermanadelaCaridadcuidándola.Lareligiónveíaunalmaquesalvarenaquelmontóndepodredumbreque,deloscincosentidosdelacriatura,sóloconservabauno:lavista.LahermanadelaCaridad,queeralaúnicaquehabíaaceptado la tareadecuidaraValeria, semanteníaaciertadistancia.Deestasuerte,laIglesiacatólica,esecuerpodivino,animadosiempreyentodoporlaimposicióndelsacrificio,asistíabajosudobleformadeespírituydecarneaaquellainfameeinfectamoribunda,prodigándolesumansedumbreinfinitay

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susinagotablestesorosdemisericordia.Loscriados,asustados,senegabanaentrarenelcuartodelosseñores,nopensandomásqueensí,yjuzgabanasusamosjustamentecastigados.Lainfeccióneratangrande,queapesardeestarabiertas las ventanas y haber empleado los perfumesmás penetrantes, nadiepodía permanecer en el cuartodeValeriamucho tiempo.Sólo la religión semanteníaallí.Y¿cómounamujerdetantotalentocomoValerianohabíadecomprenderelinterésporquepermanecíanallíaquellosdosrepresentantesdela Iglesia? La moribunda había escuchado la voz del sacerdote, y elarrepentimiento de su alma había arraigado en aquella alma perversaproporcionadamentealosestragosqueladevoradoraenfermedadhacíaensucuerpo.LadelicadaValeriahabíaofrecidomenosresistenciaqueCrevela laenfermedad, y debía demorir primero, sin contar que había sido la primeraatacada.

—Si no hubiese estado enferma hubiera venido a verte —dijo al finIsabela, cambiando una mirada con los ojos abatidos de su amiga—. Hacequinceoveintedíasquenosalíademicuarto;peroalsabertusituaciónporeldoctor,heacudido.

—¡Pobre Isabela! Ya veo que tú sigues queriéndome —dijo Valeria—;Escucha,nomequedanmásqueunoodosdíasdevida.¿Loves?Yanotengocuerpo,soyunmontóndebasura,peroenfin,sólotengoloquemerezco.¡Ah!¡Cuántoquisierareparartodoelmalquehehecho!

—¡Oh!—dijoIsabela—.Sihablasdeesemodo,estásbienmuerta.

—No impidaustedqueesamujer searrepientaydéjelaenmediodesuspensamientoscristianos—dijoelsacerdote.

—Nada—dijoIsabela,asombrada—.Yanoreconozconisusmismosojosni suboca.No lequedani un rasgo suyo.Hasta el espírituhadesaparecido¡Oh!¡Estoesespantoso!

—Túno sabes lo que es lamuerte—repusoValeria—, lo que es pensarcontinuamenteenlaotravidayenloqueseencontraráenelataúd:gusanosparaelcuerpo;pero¿quéparaelalma?¡Ah!Isabela,sientoquehayotraviday me aqueja un terror que me impide sentir los dolores de mi carnedescompuesta…Yo,queledecíaentonoderisaaCrevel,burlándomedeunasanta,quelavenganzadeDiossepresentababajolasformasdeladesgracia,era profeta. No juegues con las cosas sagradas, Isabela, y si me quieres,imítame,arrepiéntete.

—¿Yo?—dijolalorenesa—.HevistolavenganzaentodoslosobjetosdelaNaturaleza. Los insectos perecen por satisfacer la necesidad de venganzacuandolesatacan,yesosseñores—dijo,señalandoalsacerdote,¿nonosdicenqueDiossevengayquesuvenganzaduraunaeternidad?

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ElsacerdotedirigióaIsabelaunamiradallenadedulzura,yledijo:

—Señora,ustedesatea.

—¿Noveselestadoenquemeencuentro?—dijoValeria.

—¿Y de dónde te proviene esa gangrena? —preguntó la solterona sinabandonarsuincredulidaddealdeana.

—¡Oh! He recibido una carta de Enrique que no me deja duda algunaacercademi suerte.Élmehamatado. ¡Morir en elmomentoenquequeríavivirhonradamente,ymorir siendoobjetodehorror! Isabela,abandona todaideadevenganza.Sébuenaparaesafamilia,aquienyohedejadoya,poruntestamento,todocuantolaleymepermite.Anda,hijamía,aunquetúseashoyelúnicoserquenosealejademíconhorror,telosuplico,vete,déjame,puessólomequedatiempoparaentregarmeaDios.

—Estádelirando—sedijoIsabelaenelumbraldelapuerta.

El sentimientomásviolentoque se conoce, la amistaddeunamujer porotramujer,no tuvo laheroicaconstanciade la Iglesia. Isabela, sofocadaporlosmiasmasdeletéreos, abandonóel cuarto,y entoncesvioque losmédicoscontinuabandiscutiendo;pero laopiniónmásacertadaera ladeBianchon,yyasólosediscutíaacercadelmododerealizarlaexperiencia.

—Siempre seráunamagníficaautopsia—decíaunode losmédicos—,ytendremosdosejemplaresparapoderestablecercomparaciones.

IsabelaacompañóaBianchon,elcual,yendoalacabeceradelaenferma,cualsinonotaselafetidezqueexhalaba,ledijo:

—Señora, vamos a probar en usted unamedicación poderosa que puedesalvarla.

—Ysimesalvanustedes,¿estaréhermosacómoantes?

—Talvez—dijoelsabiomédico.

—Yaconozcoloqueeseltalvezdeustedes—dijoValeria—.Mequedarécomo esas mujeres que se han quemado la cara. Déjeme por completoentregada a la Iglesia. Ahora ya sólo puedo adorar a Dios. Voy a intentarreconciliarme con Él, y ésta serámi última coquetería. ¡Oh, es preciso quehagaaDios!

—Ésaes laúltimafrasedemipobreValeria; la reconozcoenella—dijoIsabela,llorando.

La lorenesa creyó que debía pasar al cuarto de Crevel, donde halló aVictorino y a su mujer sentados a tres pies de distancia de la cama delpestífero.

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—Isabela—dijo el enfermo—,me ocultan el estado en que se hallamimujer,ytúacabasdeverla.¿Quétalva?

—Estámejor,ysecreesalvada—respondióIsabela,permitiéndoseaquellabromaparatranquilizaralenfermo.

—¡Ah! Bueno —repuso el alcalde, porque temía ser la causa de suenfermedad—;noenvanosehasidoviajantedeperfumería.Yomerecrimino,ysi laperdiese,¿quéseríademí?Hijosmíos,palabradehonor,adoroaesamujer.

—¡Oh, papá!—dijo Celestina—. Si se pone usted bueno, hallo voto derecibiramisuegra.

—¡PobreCelestina!—repusoCrevel—.Venaabrazarme.

Victorinodetuvoasumujer,quesedisponíaaarrojarsesobresupadre.

—Señor, ¿ignora usted que su enfermedad es contagiosa? —dijo elabogadoconamabilidad.

—Escierto—respondióCrevel—.LosmédicoscelebranhaberencontradoenmínoséquépestedelaEdadMediaquecreíanperdidayquediscutíanensusFacultades.¡Quécosamásrara!

—Papá —dijo Celestina—, sea usted valiente y triunfará de esaenfermedad.

—Notengáiscuidado,hijosmíos,porquelamuerteselomiramuchoantesdeheriraunalcaldedeParís—dijo,conunasangreferiacómica—.Además,simi distrito es tan desgraciado que haya de perder al hombre a quien dosveces ha honrado con sus votos, sabré hacer mi equipaje. ¿Veis cómo meexpreso con facilidad? Además, he sido viajante y estoy acostumbrado aponermeenviaje.¡Ah,hijosmíos!Soyunhombredecarácter.

—Papá,prométameustedquerecibiráalaIglesia.

—Nunca—respondióCrevel—.¿Quéqueréis?AmímehaamamantadolaRevolución, y aunque no tengo el espíritu del barón de Holbach, tengo sumisma fuerza de voluntad. ¡Pardiez! Yo soy más Regencia que nunca. Mipobremujer,quepierdelacabeza,acabadeenviarmeaunhombreconsotana,a mí, al admirador de Beranger, al amigo de Liseth, al hijo espiritual deVoltaireydeRousseau.Paratentarme,parasabersilaenfermedadmeabatía,me ha dicho: «¿Ha visto usted al señor cura?». Pues bien, yo he imitado algranMontesquieu.Sí,hemiradoalmédicoasí—dijo,poniéndosedeperfil,comoensuretratoytendiendolamanoconautoridad—,yhedicho:

…Eseesclavohavenido,haenseñadosuordenynadahaconseguido.

Su orden es un bonito juego de palabras, que prueba que el señor

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presidenteMontesquieuconservabaenlaagoníatodalagraciadesuingenio,porque le habían enviado un jesuita… Me gusta ese pasaje…, no puededecirsedesuvida, sinodesumuerte. ¡Ah! ¡Elpasaje!Unchiste todavía,elpasajeMontesquieu.

ElhijodeHulotcontemplabatristementeasusuegro,preguntándosesilaestupidez y la vanidad no poseían una fuerza igual a la de la verdaderagrandezadealma.Lascausasqueponenenmovimientolosresortesdelalmaparecen ser completamente extrañas a los resultados. ¿Será acaso igual lafuerza que despliega un gran criminal a la que causa orgullo a unChampcenetzyendoalsuplicio?

A fines de la semana la señora de Crevel estaba enterrada, después deinauditossufrimientos,yCrevelsiguióasumujerdosdíasdespués;demodoquelosefectosdelcontratodematrimonioquedaronanuladosyCrevelheredóaValeria.

Eldíasiguientemismodelentierroelabogadovolvióaveralmonjeylerecibió sin decirle palabra. El monje tendió silenciosamente la mano, ysilenciosamente tambiénVictorino leentregóochentabilletesdeBancodeamilfrancos,tomadosdelasumaqueseencontróenelsecreterdeCrevel.LahijadeCrevelheredólaposesióndePreslesytreintamilfrancosderenta.LaseñoradeCrevelhabíalegadotrescientosmilfrancosalbaróndeHulot.Asumayor edad el escrofuloso Estanislao debía recibir el palacio Crevel yveinticuatromilfrancosderenta.

Entre las numerosas y sublimes asociaciones instituidas en París por lacaridadcatólicaexisteuna,fundadaporlaseñoradeChanterie,cuyoobjetoescasarcivilyreligiosamentealasgentesdelpuebloquesehanunidodebuenavoluntad. Los legisladores, que sólo se preocupan de los productos delRegistro,y laburguesíareinante,quesólosepreocupade loshonorariosdelnotario, fingen ignorar que las tres cuartas partes de la gente del pueblo nopueden pagar quince francos por su contrato de matrimonio. El colegio denotarios está en esto por debajo del colegio de procuradores de París. LosprocuradoresdeParís,clasebastantecalumniadaseencargangratuitamentedelosprocesosdelosindigentes,mientrasquelosnotariosnohandecididoaúnhacergratiselcontratodematrimoniodelospobres.Encuantoalfisco,habríaqueremovertodalamáquinagubernamentalparalograrqueélsuspendiesesurigor respecto a este punto.ElRegistro es sordoymudo.La Iglesia, por suparte, percibe derechos por los matrimonios. La Iglesia es en Franciaexcesivamente fiscal y se entrega en la casa deDios a innobles tráficos desillasybancos,queindignanalosextranjeros,cualsipudiesehaberolvidadolacóleradelSalvadoralarrojaralosvendedoresdelTemplo.SilaIglesiasedesprendedifícilmentedesusderechos, llamadosdefábrica,esprecisocreerque éstos constituyen hoy uno de sus recursos, y en su caso la culpa no es

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suya, sinodelEstado.La reunióndeestascircunstanciasenunmomentoenqueseocupan,talvezconexceso,delosnegros,delosmenorescondenadospor la policía correccional en vez de ocuparse de las gentes honradas quesufren,hacequeenmuchoshogareshonradossevivaenamancebamiento,pornotenerlostreintafrancos,últimoprecio,paraqueelnotario,elRegistro,laAlcaldíaylaIglesiapuedanuniradosparisienses.Lainstitucióndelaseñorade la Chanterie, fundada para encauzar a las gentes pobres por la sendareligiosaylegal,vaenbuscadeesasparejas,alascualeslessalenalpasocontantamás facilidad cuanto que las socorre como gentes indigentes antes desabersuestadocivil.

Cuando la señora baronesa deHulot estuvo completamente restablecida,reanudó sus ocupaciones, y entonces fue cuando la respetable señora de laChanteriefuearogaraAdelinaqueunieselalegalizacióndelosmatrimoniosnaturalesalasbuenasobrasdequeeraintermediaria.

Unadelasprimerastentativasdelabaronesaenestegénerotuvolugarenel siniestro barrio llamado antaño La pequeña Polonia, el cual estácomprendido entre la calle del Rocher, la calle de la Pépinière y la calleMiromesnil.ExisteallíunaespeciedesucursaldelarrabaldeSaint-Marceau.Para pintar aquel barrio bastará decir que los propietarios de ciertas casashabitadas por industriales sin industrias, por peligrosos tratantes en hierrosviejosyporindigentesdedicadosapeligrososoficios,noseatrevenareclamarsusalquileresynoencuentranalguacilesquequieranexpulsaralosinquilinosinsolventes.Enestemomento,laespeculación,quetiendeacambiarlafazdeeserincóndeParísyaconstruirenelsolarqueseparalacalledeÁmsterdamdelacalledelFaubourg-du-Roules,modificarásindudasupoblación,pueslapaletadelalbañilesenParísmáscivilizadoradeloqueparece.Construyendohermosasyelegantescasasconporteros, tiendasymagníficasaceras,ocurreque el precio del alquiler aleja a las gentes sin ocupación a los hogares sinmobiliarioyalosmalosinquilinos.DeestemodolosbarriossedesembarazandeesaspoblacionessiniestrasydeesoschiribitilesdondelapolicíanoponesuplantamásquecuandoloordenalaJusticia.

Enjuniode1844elaspectodelaplazadeLabordeydesusalrededoreseratodavía poco tranquilizador. El paseante acicalado que desde la calle de laPépinière subía por casualidad a una de aquellas espantosas calles seasombraba de ver a la aristocracia lindando con un barrio de bohemios. Enaquellos barrios donde vegetan la indigencia ignorante y la horriblemiseriaflorecenlosúltimosescritorespúblicosquesevenenParís.Allídondeveáisescritas estas dos palabras: Escritor público, en gruesa letra, hecha a manosobre un papel blanco pegado al ventanal de algún entresuelo o de algúnfangoso piso bajo, podéis imaginaros sin temor que el barrio ocultamuchasgentesignorantesy,porlotanto,desgraciadasycriminales.Laignoranciaes

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lamadredetodosloscrímenes.Uncrimenes,antetodo,unafaltadejuicio.

Ahorabien;durantelaenfermedaddelabaronesa,estebarrio,paraelcualera ella una segunda Providencia, había adquirido un escritor público,establecido en el pasaje del Sol, cuyo nombre es una de esas antítesisfamiliaresalosparisienses,pueseltalpasajeesexcesivamenteoscuro.Aquelescritor, reputadode ser alemán, se llamabaVyderyvivíamaritalmente conunajoven,delacualestabatancelosoquenoladejabairmásqueacasadeunoshonrados fumistasde la calledeSanLázaro, italianos, como todos losdeloficio,yquevivíanenParíshacíamuchosaños.Esta familiahabía sidosalvadadeunaquiebrainevitable,queloshubieselanzadoalamiseria,graciasa la señora deHulot, que obró por cuenta de la señora de laChanterie. Enpocos meses, el desahogo reemplazó a la miseria, y la religión entró enaquellos corazones, que poco antes maldecían a la Providencia, con esaenergía propia de los italianos fumistas. Una de las primeras visitas de labaronesa fue, pues, para aquella familia. La baronesa se sintió feliz ante elespectáculoqueseofrecióasusmiradasenelfondodelacasadondevivíanaquellasgentes,en lacalledeSanLázaro,cercade ladelRocher.Sobre losalmacenesyel taller, entoncesbienprovistos,dondepululabanaprendicesyobreros, todos italianos, del valle de Domodossola, la familia ocupaba unapequeñahabitación,dondeeltrabajohabíatraídolaabundancia.LabaronesafuerecibidacualsifueseunaaparicióndelaVirgenSantísima.Despuésdeuncuartodehorade examen,Adelina, obligada a esperar almaridopara sabercómoiban losnegocios,empezósusantoespionaje,preguntándoleaaquellafamiliaporlosdesgraciadosqueconocían.

—¡Ah,mi buena señora!—dijo la italiana—.Usted, que sería capaz desalvaraloscondenadosdelinfierno,podráprotegeraunajovenquehaymuycercadeaquíyretiraríadelaperdición.

—¿Laconoceustedbien?—preguntólabaronesa.

—Esnietadeunantiguopatróndemimarido,llamadoJudici,quevinoaFranciacuandolaRevolución,en1799.EntiempodelemperadorNapoleónelpadre Judici fue uno de los más acreditados fumistas, y murió en 1819,dejandoasuhijounabonitafortuna.PeroelhijodeJudicise locomiótodoconmalasmujeres y acabó por casarse con una que fuemás astuta que lasdemás,delacualtuvounamuchachaqueacabadecumplirquinceaños.

—¿Quélehaocurrido?—dijolabaronesavivamenteimpresionadaporlasemejanzadeaquelJudiciconsumarido.

—Pues mire usted, señora: esa pequeña, que se llama Atala, haabandonado a su padre y a sumadre para venir a vivir aquí al lado con unviejo de ochenta años lo menos, llamado Vyder, el cual se ocupa de losnegociosdetodaslasgentesquenosabenleeryescribir.Sieseviejolibertino,

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quedicenque compró a la pequeñapormil quinientos francos, se casase almenosconella,comolequedanpocosdíasdevidaycomotiene,alparecer,algunosmilesdefrancosderenta,lapobreniña,queesunangelito,selibraríadelmalysobretododelamiseria,queacabaráporpervertirla.

—Ledoyausted lasgraciasporhaberme indicadoesabuenaacciónquehacer—dijoAdelina—; pero hay que obrar con prudencia. ¿Qué tal es eseanciano?

—¡Oh,señora!Esunbuenhombre,quehacefelizalapequeñaynocarecedebuensentido,porque,mireusted,creoquedejóelbarriodelosJudíosparasalvaraesaniñadelasgarrasdesumadre.Lamadreestabacelosadesuhija;tal vez contaba con sacar partido de su hermosura convirtiéndola en unaperdida.Atalaseacordódenosotros,aconsejóasuseñorqueseestableciesecerca de nuestra casa, y como el buen hombre vio quienes éramos, la dejóveniraquí.Perocáselausted,señora,yharáunaaccióndignadeusted…Unavez casada, la pequeña será libre, y por estemedio saldría del poder de sumadre, lacual laacechacontinuamente,yparasacarpartidodeellaquisieraverla en el teatro o haciendo fortuna en la horrible carrera a que la hanlanzado.

—¿Porquénosehacasadoconellaeseanciano?

—Noeranecesario—dijolaitaliana—;queaunqueelbuenVydernoseamalodeltodo,creoqueesbastanteastutoparaquererserdueñodelapequeña,mientrasquecasadoelpobreviejotemealoquebrotaenlafrentedetodoslosviejos.

—¿Puedeustedenviarabuscaralajoven?—dijolabaronesa—.Laveríaaquíysabríasipuedehacersealgo.

La mujer del fumista hizo seña a su hija mayor, la cual partióinmediatamente.Diezminutosdespuéslajovenvolvió,llevandodelamanoaunajovendequinceañosmedio,deunabellezacompletamenteitaliana.

La señorita de Judici había heredado de su padre el color que, siendoamarilloa la luzdeldía,parecedeslumbrantedeblancuraa la luzartificial.Unosojosdeuntamaño,deunaformaydeunbrillooriental,pestañastupidasyarqueadas,queparecíanpequeñasplumasnegras,cabelleradeébanoyesamajestad nativa de laLombardía, que le hace creer al extranjero, cuando sepasea un domingo porMilán, que las hijas de los porteros son otras tantasreinas.Atala,advertidaporlahijadelfumistadelavisitadeaquelladamadequientantohablaoídohablar,sehabíapuestoatodaprisaunabonitabatadeseda, unos borceguíes y una elegante manteleta. Un gorro con cintas colorcereza decuplicaba el efecto de su cabeza.Aquella pequeña semantenía enuna actitud de sencilla curiosidad, examinando con el rabillo del ojo a la

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baronesa,cuyotemblornerviosolecausabagranasombro.Labaronesalanzóun profundo suspiro al ver a aquella joya femenina en el barrio de laprostitución,yjuróconquistarlaparalavirtud.

—¿Cómotellamas,hijamía?

—Atala,señora.

—¿Sabesleeryescribir?

—No,señora;peroesonoimporta,porqueyasabeelseñor.

—¿Tellevarontuspadresa la iglesia?¿Hashecholaprimeracomunión?¿SabeselCatecismo?

—Señora,papáqueríaquehiciesecosasqueseparecenaloqueusteddice,peromamáseoponíaaello.

—¿Tumadre?—exclamólabaronesa—.¡Quémaladebedeser!

—Mepegabasiempre.Noséporqué,peroeslociertoqueyoeraobjetodecontinuasdisputasentremipadreymimadre.

—¿De modo que no te han hablado nunca de Dios? —exclamó labaronesa.

Laniñaabriódesmesuradamentelosojos.

—¡Ah!Papáymamádecían aveces frasesmezcladas con el nombredeDios—respondiócondeliciosaingenuidad.

—¿Nohasvistonuncaiglesias?¿Notehadadonuncalaideadeentrar?

—¡Iglesias!¡Ah!NuestraSeñora,elPanteón.Lashevistodelejoscuandopapáme llevaba a París, lo cual no ocurríamuchas veces. En el arrabal nohabíaesaclasedeiglesias.

—¿Enquéarrabalestabais?

—EnlacalledeCharona,señora.

LoshabitantesdelarrabaldeSanAntonionuncallamanmásquearrabalaestebarriocélebre.Paraelloseselarrabalporexcelencia,elarrabalsoberanoy hasta los fabricantes, cuando pronuncian esta palabra, sólo se refieren alarrabaldeSanAntonio.

—¿Notehandichonuncaloqueestábienhechoyloqueestámal?

—Mamámepegabacuandonohacíalascosasasugusto.

—Pero¿nosabíasquecometíasunamalaaccióndejandoatupadreyatumadreparairavivirconunviejo?

AtalaJudicimiróconaireseveroalabaronesa,ynolerespondió.

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—Esunamuchachacompletamentesalvaje—sedijoAdelina.

—¡Oh! Señora, haymuchas como ella en el arrabal—dijo lamujer delfumista.

—Loignoratodo,hastaelmal.¡Diosmío!¿Porquénomerespondes?—replicólabaronesa,intentandotomaraAtalaporlamano.

Atala,irritada,diounpasoatrás,diciendo:

—Esustedunavieja loca.Mipadreymimadreestabanenayunashacíaunasemana.Ymimadrequeríahaceralgopeor,puestoquemipadrelepególlamándola ladrona. Entonces el señor Vyder pagó todas las deudas de mipadreylesdiodinero,¡oh!,unsacolleno,ymetrajoaquí.Porciertoquemipobre papá lloraba. Pero era preciso separarnos. ¿Qué, está mal esto? —preguntó.

—¿YquiereustedmuchoaeseseñorVyder?

—¿Siloquiero?—dijo—.Yalocreo,señora.Mecuentacuentostodaslasnoches.Mehadadobuenostrajes,unchal,voyarregladacomounaprincesayyanollevozuecos.Además,hacedosmesesquenoséloqueeshambre.Yano como tampoco patatas. ¡Me trae bombones, avellanas, almendras,chocolate! ¡Y qué bueno es el chocolate! Por un saquito de chocolate hagotodoloquequiere.Además,mibuenpadreVyderestancariñosoymecuidatanto,quemehacevercómodebierahabersidomimadre.Ahoravaatomaruna criada para cuidarme, pues no quiere que me ensucie las manoscocinando.Haceunmesqueganabastantedineroymetraetodaslasnochestresfrancos,queyometoenunahucha;loúnicoquemeprohíbeesquesalgadecasa,anoserparaveniraquí.Esunbuenhombreyhacedemítodoloquequiere.Mellamasugatita,mientrasquemimadremellamababestia,ladrona,reptilyquéséyocuántascosasmás.

—Dime:¿PorquénotecasasconelpadreVyder?

—Ya lo he hecho—dijo la joven sin ruborizarse, con cierto aire altivo,mirandoalabaronesaconojosserenos,conlafrentepura—.Yamehadichoque soy su mujercita; pero es bien poco agradable eso de ser mujer de unhombre.¡Sinofueseporlosbombones!

—¡Diosmío!—dijoenvozbaja labaronesa—.¿Quiénseráelmonstruoquesehaatrevidoaabusardeunainocenciatancompletaytansanta?Traeraestaniñaalbuen senderoesevitarmuchas faltas.Yo,pormiparte, sabía loquehacía—sedijo,pensandoensuescenaconCrevel—;peroellaloignoratodo.

—¿Conoce usted al señor Samanon? —preguntó la pequeña conatrevimiento.

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—No,hijamía;pero¿porquémepreguntaseso?

—¿Deveras?—dijolainocentecriatura.

—Atala,notemasnadadeestaseñora,queesunángel—ledijolamujerdelfumista.

—EsquemiviejotemeserhalladoporeseSamanon,yseesconde,yamímegustaríaquepudieraserlibre.

—¿Yporqué?

—¡Diantre!PorquemellevaríaaBobinoytalvezalAmbigú.

—¡Qué criatura más excelente! —dijo la baronesa abrazando a aquellaniña.

—¿Es usted rica? —preguntó Atala, que jugaba con el manguito de labaronesa.

—Sí y no—respondió ésta—. Soy rica para las niñas buenas como tú,cuando se dejan instruir por un sacerdote en sus deberes de cristiana ymarchanporelbuencamino.

—¿Porquécamino?—dijoAtala—.Yovoymuybienconmispiernas.

—¡Porelcaminodelavirtud!

Atalamiróalabaronesaconairesocarrónyrisueño.

—Mira cómo la señora es feliz desde que ha entrado en el seno de laIglesia—dijolabaronesaseñalandoalamujerdelfumista—.Tútehascasadodelmismomodoqueseaparejanlasbestias.

—¿Yo?—repusoAtala—. Si quiere usted darme lo queme da el padreVyder estarémuy contenta por no tener que casarme. ¡Es una sierra! ¿Sabeustedloquees?

—Esqueunavezqueunamujersehaunidoaunhombre,lavirtudexigeserlefiel—repusolabaronesa.

—¿Hasta que se muera? —dijo con astucia—. ¡Oh! Entonces no mequedaráparamuchotiempo.¡SivieraustedcómosoplaycómotoseelpadreVyder!¡Je,je!—dijo,imitandoalanciano.

—La virtud y lamoral exigen que elmatrimonio sea consagrado por laIglesia, que representa aDios, y por laAlcaldía, que representa a la ley—repusolabaronesa—.Miracómolaseñoraestácasadalegítimamente.

—¿Esqueasíseráesomásdivertido?—preguntólaniña.

—Serásmásfeliz—dijolabaronesa—,porquenadiepodráreprochartetu

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matrimonio.Además,agradarásaDios.Pregúntalealaseñorasisehacasadosinhaberrecibidoelsacramentodelmatrimonio.

Atalamiróalamujerdelfumista.

—¿Yquétienemásqueyo?—preguntó—.Yosoymásbonitaqueella.

—Sí;peroyosoyunamujerhonrada—objetólaitaliana—yatitepuedendarunnombrefeo.

—¿Cómo quieres que Dios te proteja si pisoteas las leyes divinas yhumanas?—dijo labaronesa—.¿NosabesqueDios reservaelparaísoa losquesiguenelmandatodesuIglesia?

—¿Yquéhayenelparaíso?¿Hayteatros?—dijoAtala.

—¡Oh!ElCieloencierratodoslosgocesquetúpuedesimaginarte—dijolabaronesa—.Estállenodeángeles,cuyasalassonblancas;seveaDiosensu gloria, se comparte su poder y se es feliz a todas horas y por toda unaeternidad.

AtalaJudiciescuchabaalabaronesacomosihubieseescuchadomúsica,yAdelina, al verqueno sehallaba en estadode comprenderla, pensóqueeraprecisotomarotrasendaydirigirsealanciano.

—Vuélvete a casa, hijamía, que yo iré a hablar a ese señorVyder. ¿Esfrancés?

—Esalsaciano,señora;peroserárico.SiquiereustedpagarloquedebeaesemalditoSamanon,yaosdevolveráloqueledeis,porquedentrodepocosmesestendráseismilfrancosderentaeiremosavivirmuylejos,alcampo,alosVosgos.

Estaspalabras,losVosgos,hizocaeralabaronesaenprofundameditación.¡Volvióaver sualdea!La llegadadel fumista,que ibaadarlenuevasde suprosperidad,lasacódeaquelsueño.

—Señora,dentrodeunañopodrédevolverleeldineroquemehaprestado,quees eldinerodeDios, el de lospobresy el de losdesgraciados.Sihagofortuna,algúndíapondrémibolsilloasudisposición,afindesocorreralosdemáspormediaciónsuya,comoyofuisocorrido.

—Enestemomentonolepidodinero,sinosucooperaciónparaunabuenaobra—dijolabaronesa—.AcabodeveralapequeñaJudici,queviveconunanciano,yquierocasarlosreligiosaylegalmente.

—¡Ah!ElpadreVyderesunbuenhombre,muydigno, tanto,queendosmesesquellevaenelbarriotieneyamuchagentequelequiere.Meponemiscuentas en limpio. Yo creo que es un valiente coronel que ha servido alemperador. ¡Ah!¡CómoquiereaNapoleón!Estácondecorado,perono lleva

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nunca suscondecoraciones.Elpobrehombreespera rehacerse,puesyocreoquetienedeudasyqueseescondepormiedoalosalguaciles.

—Dígaleustedqueyopagarésusdeudassiquierecasarseconlapequeña.

—¡Ah!Bueno,enseguidaquedaráarreglado.Vamosallá,señora,puesesadospasosdeaquí:enelpasajedelSol.

LabaronesayelfumistasalieronparairalpasajedelSol.

—Poraquí,señora—dijoelitaliano,señalandolacalledelaPépinière.

Enefecto,elpasajedelSolestáalprincipiode lacallede laPépinièreydesembocaenladelRocher.Enmediodeaquelpasaje,derecientecreación,ycuyastiendaspaganmuymódicosalquileres,labaronesadescubrió,encimadeuna vidriera cubierta de tela verde hasta una altura que no permitía a lostranseúntes lanzar indiscretas miradas, un letrero que decía: «Escritorpúblico»,ysobrelapuerta:

DESPACHODENEGOCIOS

SEREDACTANPETICIONES,SEPONENMEMORIAS

ENLIMPIO,ETC.—DISCRECIÓN,PRONTITUD

ElinteriorseparecíaaesasoficinasdetránsitodondelosómnibusdeParíshacen esperar los asientos de correspondencia a los viajeros. Una escalerainterior conducía sin duda a la habitación del entresuelo, alumbrado por lagaleríayquedependíadelatienda.Labaronesavioallíunamesademaderablanca ennegrecida, algunas carpetas y unmal sofá comprado de lance.Ungorroyunapantalladetelaverde,todagrasienta,denotabanlasprecaucionestomadasparadisfrazarse,ounadebilidadenlavistabastanteconcebibleenunanciano.

—Debe de estar arriba—dijo el fumista—.Voy a subir a advertirle queestáustedaquíparaquebaje.

Labaronesasedejócaerelveloysesentó.Unpasopesadohizotemblarlapequeñaescalerademadera,yAdelinanopudocontenerungritopenetrantealverasumarido,albaróndeHulot,vestidoconchaquetagris,unpantalóndemuletóngrisyenzapatillas.

—¿Quéquiereusted,señora?—ledijogalantementeHulot.

Adelina se levantó, abrazóaHulot,y ledijoconvozentrecortadapor laemoción:

—¡Porfinteencuentro!

—¡Adelina! —exclamó el barón, estupefacto, cerrando la puerta de latienda—.José—gritóalfumista—,váyaseporelpasillo.

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—Amigomío—dijolabaronesa,olvidándolotodoenmediodesualegría—.Puedesvolveralsenodelafamilia;somosricos;tuhijotienesesentamilfrancosderenta; tupensiónestádesempeñada,yconunasencillafedevidapuedes percibir quincemil francos.Valeria hamuerto, legándote trescientosmilfrancos.Tunombrehasidoolvidado;puedesvolverafrecuentarelmundoyvivircontuhijo,encuyacasahallarásunafortuna.Ven,nuestradichaserácompleta.Haceyatresañosquetebusco,yteníatalseguridaddeencontrarte,que tengo habitación preparada para recibirte. ¡Oh! Sal de aquí, sal de laespantosasituaciónenquetehallas.

—Bienloveo;pero¿podréllevarmealapequeña?

—Héctor,renunciaaella,hazloportuAdelina,quenotehapedidonuncaelmenorsacrificio.Teprometocasaraesaniña,dotarlabienyhacerque lainstruyan;queno sedigaquenohashecho feliz a algunade lasque tehanhechofeliz,ynovuelvasacaerenelfangoyenelvicio.

—¿Eras tú la que querías casarme? —repuso el barón, sonriéndose—.Espérame un instante—agregó—, que voy a vestirme arriba; tengo en unamaletaropaconveniente.

CuandoAdelinaquedósolaycontemplóaquellahorribletiendarompióenamargollanto,diciendo:

—Élvivíaaquíynosotrosestábamosenlaopulencia.¡Pobrehombre!Biencastigadohasido,élqueeralaeleganciamisma.

Elfumistafueadespedirsedesubienhechora,yentonceséstaledijoquebuscaseuncoche.Cuandoelitalianovolvió,labaronesalerogóquerecogieseaAtalaJudiciensucasayqueselallevaseenelacto.

—DígaleustedquesiquiereponersebajoladireccióndelseñorcuradelaMagdalena,eldíaquehagalaprimeracomuniónledarétreintamilfrancosdedoteyunbuenmarido,algúnhermosojoven.

—Señora,mihijomayortieneveintidósañosyadoraaesamuchacha.

Enestemomentobajabaelbarónconlosojoshumedecidosporelllanto.

—Mehacesdejaralaúnicacriaturaquesehaparecidoatienquererme—le dijo al oído a su mujer—. Esa pequeña se derrite en llanto y no puedoabandonarladeesemodo.

—Notemas,Héctor;vaaquedarencompañíadeunafamiliahonradayterespondodeella.

—¡Ah! Entonces puedo seguirte —dijo el barón, acompañando a labaronesaalcoche.

Héctor,quesehabíavueltoaconvertirenelbaróndeErvy,habíasepuesto

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un pantalón y una levita azul, un chaleco blanco, una corbata negra y unosguantes.Cuandolabaronesaestuvoyasentadaenelfondodelcoche,Atalasellegóhastaella,deslizándoseconunmovimientodeculebra,diciéndola:

—¡Ah,señora!Déjemeacompañarleeirconusted.Mire,yosoybuenayobedienteyharétodoloquequiera,peronomeseparedemibienhechor,delpadreVyder,quemedabacosastanbuenas.Ahoramepegarán.

—Vamos,Atala—dijoelbarón—;estaseñoraesmimujer,ytenemosquesepararnos.

—Ella,tanviejayquetiemblacomounahoja—respondiólainocente—.Menea así la cabeza—añadió en tono de burla, imitando el temblor de labaronesa.

Elfumista,quecorríadetrásdelapequeñaJudici,seacercóalaportezueladelcoche,yentonceslabaronesaledijo:

—Llévesela.

ElfumistacogióaAtalaensusbrazosyselallevóasucasaalafuerza.

—Graciasporestesacrificio—dijoAdelina,cogiendolamanodelbarónyestrechándoselacondelirantegoce—.¡Quécambiadoestás!¡Cuántodebesdehabersufrido!¡Quésorpresaparatushijos!

Adelina hablaba de mil cosas a la vez, como los amantes que se vendespuésdeunalargaausencia.EndiezminutoselbarónysumujerllegaronalacalledeLuiselGrande,dondeAdelinaencontrólasiguientecarta:

Señora baronesa: El señor barón de Ervy ha permanecido unmes en lacalledeCharonaconelnombredeThorec,anagramadeHéctor,yahoraestáenelpasajedelSol,conelnombredeVyder.Sedicealsaciano,hacecopiasyvive con una joven que se llama Atala Judici. Señora, tome usted muchasprecauciones, porque actualmente se busca al barón, aunque no sé con quéobjeto.

La cómica ha cumplido su palabra, y se repite, como siempre, señorabaronesa,comosuhumildeservidora,

J.M.

Lavueltadelbarónprovocótransportesdealegríaqueleconvirtieronalavidadefamilia.Elancianonotardóenolvidara lapequeñaJudici,pues losefectosdelapasiónlehabíanhechoadquiriresamovilidaddesensacionesquedistingue a la infancia. La dicha de la familia había sido turbada por loscambios observados en la persona del barón, el cual, habiendodejado a sushijosjovenaún,volvíacasicentenario,cascado,conelrostrodemacradoporel vicio. Una comida espléndida, improvisada por Celestina, recordó las

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comidasdelacantantealanciano,elcualquedóasombradodelesplendordelossuyos.

—Celebráislavueltadelpadrepródigo—ledijoaloídoaAdelina.

—Silencio;todohasidoolvidado—respondióésta.

—¿EIsabel?—preguntóelbarón,alnoveralasolterona.

—¡Ay!Lapobreestáenlacama,noselevantaymeparecequetendremoslapenadeperderla—respondióHortensia—.Esperavertedespuésdecomer.

Aldíasiguiente,alamanecer,elhijodeHulotfueadvertidoporsuporterode que los guardias municipales cercaban toda la casa. Los agentes de laJusticiabuscabanalbaróndeHulot.Elguardiadecomercio,queseguíaa laportera, presentó al abogado documentos en regla, preguntándole si queríapagarporsupadre:setratabadediezmilfrancosenletrasdecambiosuscritasa favor de un usurero llamado Samanon, el cual sólo habría dado,probablemente, dos o tresmil francos. El hijo de Hulot rogó al guardia decomercioquehicieseretiraralafuerzaarmadaypagó.

—¿Seráestotodo?—pensóconinquietud.

Isabela,queseconsiderabamuydesgraciadaconladichadequegozabasufamilia, no pudo soportar la idea de aquel feliz acontecimiento. Empeorótanto, que el doctorBianchon anunció sumuerte para una semana después.Murió al verse vencida al fin en aquella larga lucha que tantas victorias lehabíaproporcionado,yguardóelsecretodesuodioenmediodelaespantosaagoníadeuna tisispulmonar.Por lodemás, tuvo la satisfacción supremadeveraAdelina,aHortensia,aHulot,aVictorino,aSteinbock,aCelestinayatodoslosniñosllorandoentornodesucamayconsiderándolacomoelángeldelafamilia.ElbaróndeHulot,entregadoalrégimensustancialquelefaltabahacíayatresaños,recobrófuerzayvolvióareponersealegrandotantoestoaAdelina,quelaintensidaddesutemblornerviosodisminuyó.

—¡Acabaráporserfeliz!—sedijoIsabelalavísperadesumuerte,alverlaespeciedeveneraciónqueelbarónsentíaporsumujer,cuyossufrimientoslehabíansidocontadosporHortensiayporVictorino.

EstesentimientoapresuróelfindelaprimaBela,cuyamuertefuelloradaportodalafamilia.Alversellegadosalaedaddelreposoabsoluto,elbarónyla baronesa de Hulot cedieron a los condes de Steinbock las magníficashabitaciones del primer piso, albergándose ellos en el segundo.Gracias a lainfluencia de su hijo, el barón obtuvo una colocación en ferrocarriles aprincipiosdelaño1845,conseismil francosdesueldo, loscuales,unidosalos seis mil de la pensión y de la fortuna que le legó la señora de Crevel,formaronunarentaanualdeveinticuatromilfrancos.ComoHortensiahubiese

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estadoseparadaenbienesdesumaridodurantelostresañosderiña,Victorinonotitubeóencolocaranombredesuhermanalosdoscientosmilfrancosdelfideicomiso,queledabanunapensióndedocemilfrancos.Wenceslao,maridodeunamujerrica,nocometíaningunainfidelidad,perocallejeabadecontinuosin poder resolverse a hacer obra alguna, por insignificante que fuese.Convertidodenuevoenartistainpartibus,teníamuchoséxitosenlossalones,eraconsultadopormuchosaficionadosyacabóporhacersecrítico,comolesocurre a todos los impotentes que no confirman el valor de sus primerasaptitudes. Cada matrimonio gozaba, pues, de una fortuna propia, aunquevivíanenfamilia.Instruidaportantasdesgracias,labaronesadejabaasuhijoelcuidadodedirigirsusnegociosyreducíadeestemodoalbarónasusueldo,esperandoquelomódicodelarentaleimpediríavolveracaerensusantiguoserrores.Peroporsuerteextraña,conlaquenocontabannilamadrenielhijo,elbarónparecíahaberrenunciadoalbellosexo.Aquellatranquilidad,puestaala cuenta de la naturaleza, había acabado por tranquilizar de talmodo a sufamilia,queéstagozabaporcompletodelaamabilidadydemásencantadorascualidadesdel baróndeErvy.Llenode atencionespara sumujer ypara sushijos,losacompañabaalteatroyalasreunionesyhacíaconexquisitagracialos honores del salón de su hijo. En fin, aquel padre pródigo reconquistadocausaba la mayor satisfacción a su familia. Era un agradable ancianocompletamente aniquilado, pero ocurrente, y que sólo había conservado delvicioloquepodríacreerseunavirtudsocial.Comoesnatural,sellegóatenerunaseguridadcompletaenél.¡Loshijosylabaronesaponíanenlasnubesalpadredelafamilia,olvidandolamuertedelosdostíos!¡Lavidaestállenadegrandesolvidos!

Celestinaque,graciasalasleccionesdeIsabela,dirigíacontalentoaquellaenormecasa,vioseobligadaa tomaruncocinero.Elcocinerohizonecesariauna ayudante de cocina. Las ayudantes de cocina son hoy unas criaturasambiciosas que se ocupan de sorprender los secretos del cocinero y que sehacencocinerastanprontocomosabenrevolversalsas.Deaquíquecambiende casa con mucha frecuencia. A principios del mes de diciembre del año1845, Celestina tomó como ayudante de cocina a una gruesa normanda deIsigny, de talle corto, hermosos brazos, rostro vulgar y estúpida, la cual sedecidiódifícilmenteaabandonarelclásicogorrodealgodónqueacostumbrana usar las hijas de la baja Normandía. Aquella muchacha, dotada de unagordura de nodriza, amenazaba reventar las ropas que envolvían su cuerpo.Erantandurassusfacciones,quesucaraparecíatalladaenunaroca.Comoesnatural, no se hizo ningún caso en la casa al entrar estamuchacha, llamadaÁgata,lacualeratangroseraensulenguajeyensusmodalesquenisiquieraagradóalcocinero,paraelcualfueobjetodedesprecio.ElcocinerocortejabaaLuisa,camareradelacondesadeSteinbock,asíesquelanormanda,alverseademásmaltratada,quejósedesusuertediciendoqueelcocinerolahacíasalir

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de la cocina con un pretexto cualquiera siempre que tenía que hacer algúnplatoounasalsa.

—¡Vamos,estávistoquenotengosuerte;tendréqueirmeaotracasa!—decía la normanda. Sin embargo, aunque había dicho ya por dos veces quequeríamarcharse,sequedó.

UnanocheAdelinafuedespertadaporunextrañoruido,ycomonovieseaHéctor en la camaque éste ocupaba a su lado, puesdormían enunamismahabitaciónyencamasgemelas,comoconvienealosancianos,esperómásdeunahora lavueltadelbarón.Llenademiedo,creyendoenalgunacatástrofetrágica,otalvezenlaapoplejía,subióalúltimopiso,ocupadoporloscriados,y se encaminóhacia el cuartodeÁgata, llevada tantopor lamucha luzquesalíadelapuertaentreabiertacomoporelmurmullodedosvoces.Lapobremujersedetuvoasustadaalreconocerlavozdelbarón,elcual,seducidoporlosencantosdeÁgatayansiosodevencerlacalculadaresistenciadeaquellaatrozmaritornes,ledecíaestasodiosaspalabras:

—Amimujer le queda poco tiempo de vida, y si tú quieres podrás serbaronesa.Adelinalanzóungrito,dejócaerlapalmatoriayhuyó.

Tresdíasdespués,labaronesa,sacramentadalavíspera,estabaenlaagoníayveíaserodeadadesudesoladafamilia.Unmomentoantesdeexpirarcogiólamanodesumarido,selaestrechóydespuésledijoaloído:

—Amigomío, sólo podía dartemi vida, y dentro de unmomento seráslibreypodráshacerbaronesaalaquequieras.

Y,¡cosarara!Despuésdeestaspalabrassevieronsalirlágrimasdelosojosdeunamuerta.Laferocidaddelviciohabíavencidoalapacienciadelángel,elcual,albordedelaeternidad,dejóescapardesuslabioselúnicoreprochequehabíahechoensuvida.

ElbaróndeHulotsefuedeParístresdíasdespuésdelentierrodesumujer.Al cabo de oncemeses, Victorino supo indirectamente el casamiento de supadreconlaseñoritaÁgataPiquetard,quesehabíacelebradoenIsignyel1defebrerode1846.

—Lospadrespuedenoponersealmatrimoniodesushijos,pero loshijosnopueden impedir las locurasdesuspadrescuandoestánchochos—dijoelhijodeHulotaPopinot,segundohijodelantiguoministrodeComercio,quelehablabadeaquelmatrimonio.

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