La Prensa en Chile (Vial)

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La Prensa escrita VII LOS GRANDES PODERES HISTORIA de CHILE Por Gonzalo Vial de la Viernes 3 de septiembre de 1999

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La Prensa escritaVII

LOS GRANDESPODERES

HISTORIA de CHILE

Por Gonzalo Vial

de la

Viernes 3 de septiembre de 1999

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La Prensa escrita

La Aurora de Chile

Viernes 3 de septiembre de 19992 Viernes 3 de septiembre de 1999 3

Los Grandes P

ODERES

de la Historia de Chile

D urante la llamada Colonia, no hubo prensa, y apenas imprentasque merecieran el nombre. Aparentemente fueron sólo dos. La demás segura existencia, la jesuita. Llegó aquí entre fines de 1747 y

comienzos de 1748 —desde Europa vía Buenos Aires y la cordillera—,con los Padres Haimhausen e Illanes y su grupo de “hermanos coadju-tores”, muchos de ellos bávaros. Los “hermanos” eran, en verdad, arte-sanos de numerosas artes aplicadas: ebanistas, relojeros, pintores, teje-dores, etc. Es probable que el grupo incluyera también a los técnicos quedebían operar la imprenta. Expulsada la Compañía de Jesús (1767),aquélla pasó a la Real Universidad de San Felipe. Mas ni ésta, ni anteslos jesuitas, parecen haberse servido de la prensa sino para trabajosesporádicos y desprovistos de importancia... los hoy “incunables”

chilenos.De la segunda imprenta posible, que habría funcionado en la Recoleta

Dominica, sólo quedan unos reglamentos internos de la Orden, de confec-ción rudimentaria, y no hay otra noticia.

Es probable que ninguna de estas prensashubiera podido tirar un periódico.

Hubo en la Colonia, talleres impresores todavía más modestos que loscitados, v. gr. el de José Camilo Gallardo, quien quizás ocupó algunoselementos de los traídos por los jesuitas.

A un antes del 18 de septiembre, cuandodon Mateo de Toro era Gobernador deChile y no cabeza de la Junta de

Gobierno, ya existió preocupación entre losfuturos “patriotas” por tener una imprenta capazde tirar un periódico. Juan Egaña se lo propusoa don Mateo.

Avanzando el tiempo, yhaciéndose más y más claro elrumbo independentista —yno de fidelidad a la Corona—que iban tomando los aconte-cimientos, se hicieron diversosesfuerzos oficiales para contarcon una prensa. Todos fracasaron.

En cambio, un particular, sueco nacionaliza-do norteamericano y residente en Chile, MateoArnaldo Hoevel, trajo por su cuenta y riesgo

una imprenta desde los Estados Unidos, juntocon tres técnicos, también norteamericanos,para manejarla. Llegaron máquina y operariosjuntos, a fines de 1811. Gobernaba el PrimerCongreso Nacional, y éste compró a Hoevel laimprenta en ocho mil pesos, suma bastante ele-vada. El sueco-norteamericano, y ahora ciu-dadano chileno por gracia, armó la prensa (quehoy puede admirarse en la Biblioteca Nacional),y ésta y sus operarios comenzaron a actuar parael gobierno.

Los técnicos yankis adiestraron en el uso dela máquina a aprendices chilenos. No pudo sermás oportuna la enseñanza. Pues el 4 de juliode 1812, celebrándose en el consulado de losEE.UU. el aniversario de éstos, los técnicos,seguramente bebidos, “comenzaron a molestar ala concurrencia y se descomedieron con lasseñoras”. El cónsul los expulsó y ellos, enfure-cidos, trabaron pendencia en la calle con lapolicía, que les hizo fuego. Murió uno, y losrestantes fueron presos. Después, uno de lossobrevivientes volvió a su país y el otro, parece,se hizo comerciante. La imprenta ex Hoevelsería desde entonces manejada por chilenos.

Mientras tanto, ya habíamosperiódico “ministerial ypolítico”, la Aurora de Chile,cuyo prospecto o anuncioapareció el 12 de febrero de1812, el primer número al díasiguiente, y el último el 1.o deabril de 1813. Era de una solay extensa hoja, que, dobladapor el medio, proporcionabacuatro carillas de lectura.Fue iniciativa de la Junta deCarrera, la cual contratócomo director, pagándoleseiscientos pesos anuales, aCamilo Henríquez.

Henríquez, valdiviano, contaba 43 años, ydesde los 21 era religioso profeso de los PadresCrucíferos de la Buena Muerte en Lima, donderesidía y estudiaba a partir de los 15. Camilo sevio pronto seducido por las ideas de Rousseau,Voltaire y demás filósofos liberales —anatemapara las coronas europeas, especialmentedespués de la Revolución Francesa (1789)—,cuyos libros ocultaba en el colchón de su celda.A causa de ello, fue tres veces investigado porel Santo Oficio. La Orden, seguramente paraalejarlo de éste, lo destinó a Quito. Pero la noti-cia de los sucesos de Chile lo trajo aquí devuelta, casi de inmediato. Siempre francamenteindependentista, escribió en tal sentido la céle-bre proclama de “Quirino Lemáchez” —anagra-ma de su nombre—, que circularía a través decopias manuscritas con motivo de elegirse elPrimer Congreso Nacional (1811). De éste,Henríquez sería diputado suplente porPuchacay.

Como adelantamos, La Aur ora dejó brusca-mente de publicarse en 1813, reemplazándola alos cinco días El Monitor Araucano, que pro-longó su existencia hasta horas antes del desas-tre de Rancagua y el fin de la Patria Vieja... elúltimo ejemplar llevaría fecha 30 de septiembrede 1814. Su director: el mismo CamiloHenríquez.

¿Por qué murió La Aur ora y nació ElMonitor ? Aparentemente, la pasión emanci-

Periódicos de batalla

L a anarquía que siguió a OHiggins y ter-minó en Lircay (1823/1830), vería unalto número de periódicos de batalla, de

corta duración y lenguaje brutal y desalificato-rio.

No fueron los únicos que circularon. Hubootros más dignos, en ideas y vocabulario, comoEl Valdiviano Federal: lo creó en 1827 JoséMiguel Infante para propalar sus delirios fede-ralistas. Con intermitencias, duraría diecisieteaños y 206 números. El mismo 1827 nacería ElMercurio porteño, que sigue acompañándonos.En 1829-1830, se destacó por su tono elevadoel periódico, muy irregular, El Sufragante. Lodirigía Manuel José Gandarillas, una de lasgrandes figuras intelectuales de la época, quedespués representaría al liberalismo moderadoen el debate de la Carta de 1833 (fascículossegundo y tercero).

Pero el grueso de la prensa,esta época, es —comoanticipábamos— efímero einsultante, a menudocanallescamente insultante.Setrata de un rasgo típico denuestra prensa, cuando seaproximan grandes conmo-ciones político-sociales. Loveremos repetirse previamentea la Guerra Civil, y en 1970-1973.

Ahora, la lucha es entre los “pipiolos” (elliberalismo extremo del momento) y el grupo“estanquero” de Portales. Grupo llamado así,según se sabe, porque ha tenido el estanco —vale decir, el monopolio, que el Fisco le lici-tara— del expendio de ese artículo, y ha fra-casado comercialmente en él. Sus enemigosasignan el fracaso a manejos incorrectos; losestanqueros, a la incapacidad del Gobierno parahacer que se les respete el monopolio que hanadquirido. Por este problema entrarán Portales ylos estanqueros a la política.

Ambos bandos se injurian con gracia, perotambién soezmente, en periodiquitos creados alefecto y que mueren a los pocos números.

El más famoso es El Hambriento(1827/1828), que inspira y a veces escribe —“laparte más chistosa y más hiriente”, segúnVicuña Mackenna— Diego Portales. Otros deigual orientación, El Observador deValparaíso, El Almir ez, etc.

Los enemigos responden a través de ElPipiolo, El Canalla y varios más, parecidos.

Como los empresarios directos de tales pe-riódicos no fueran modelos de rectitud ni deconsistencia doctrinaria, solían —con algúnestímulo— cambiar de bando a media batalla.Fue el caso de El Cura Monardes (nombre degran atractivo, quien sabe por qué, debido a locual se reutilizaría varias veces, corriendo losaños), nacido ardorosamente liberal para luegotornarse no menos enérgicamente estanquero.

Blanco Cuartín, el notableensayista, se preguntaría:“¿Quién lee hoy ElHambriento, El Trompeta, El Timón, El Corsario...?(Nuestra prensa ha sido)teatro de las más negras diatribas... coliseo romanodonde debían expirar a manosde los tigres de la calumnia y la mentira los hombres másrespetables por sus virtudes...tenebroso e infernal archivo,(de) todo lo que pueden producir de más monstruoso el encono, la envidia, lamaledicencia y... demás vicios que ennegrecen elcorazón humano”.

padora y liberal del fraile de la Buena Muerte —que ningún disimulo podía ocultar totalmente—transpiraba en sus artículos. La reclamación de lospatriotas más timoratos, logró que el gobiernopusiera censura al periódico. En un comienzo, laejercieron cuatro personajes de categoría, después,un ministro del Tribunal de Apelaciones.Finalmente, fue reemplazada totalmente LaAur ora por El Monitor , según dijimos, éstemucho más oficial y oficialista. Henríquez habíaprotestado oblicuamente contra la censura, perosiguió de director, ahora de la nueva publicación.A la verdad, la idea más común era que la prensadebía reflejar las políticas del gobierno. JuanEgaña, en su propuesta al Conde Toro que refe-ríamos arriba, le observaba que la imprenta serviría“para uniformar la opinión pública a los principiosdel gobierno”.

De hecho, entonces, la libertad deimprenta, que un senadoconsulto(ley ratificada por el Senado)proclamó solemnemente en 1813,tuvo dos límites: uno expreso, lacensura previa de los escritosreligiosos, y otro tácito: no atacarla línea política del gobierno.

Advirtamos, eso sí, que no hubo monopolio de losmedios comunicacionales. Paralelamente a LaAur ora y, después, de El Monitor , circulaba elSemanario Republicano, del guatemalteco Antoniode Irisarri, muy bien escrito. Un tiempo, Henríquezcolaboró asimismo con él.

DIEGO PORTALES, jefe de los “estanqueros”e inspirador de “El Hambriento”. Según Vicuña

Mackenna, el Ministro escribía “la parte máschistosa y más hiriente” del periódico.

La prensa traída desde Estados Unidos por el sueco nacionalizado norteamericano Mateo Arnaldo Hoevel, comprada en 1811 por el Congreso

Nacional. Hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional.

FRAY CAMILO HENRIQUEZ (tercero desde laizquierda), director del periódico “ministerial ypolítico”, La Aurora de Chile, que circuló entreel 12 de febrero de 1812 y el 1 de abril de 1813.

JUAN EGAÑA, quehabía propuesto a don

Mateo de Toro la comprade una imprenta, leobservaba que ésta

serviría “para uniformarla opinión pública a los

principios del Gobierno”.

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Viernes 3 de septiembre de 1999 5Viernes 3 de septiembre de 19994

La prensa y las luchas religiosas

E l apasionamiento, a fines del XIX,antes de la guerra civil, quedó reserva-do para las luchas religiosas (fascículo

primero).De parte de la Iglesia, y los conser-

vadores, llevaron estas luchas ElIndependiente, El Estandarte Católico y laRevista Católica.

Recordemos que el primero —con ManuelJosé Errázuriz y Zorobabel Rodríguez— nomostró respecto del Arzobispo Valdivieso laciega obediencia a la cual el prelado creíatener derecho. Por eso, le fundó un periódicoparalelo, el segundo citado, que dirigía susobrino, el presbítero Crescente Errázuriz,quien con el tiempo llevaría la misma mitrade Valdivieso (fascículo primero).

La Revista Católica era el órgano oficialde la Arquidiócesis.

El bando anticlerical tuvo, por su parte, eldiario La Ley (1894-1910). Fue fundadocomo antítesis de El Estandarte Católico.Su orientación política era radical.

Lo dirigía Juan Agustín Palazuelo.Agnóstico, el año 71 había querido que locasara el párroco empleando la fórmula delmatrimonio de disidentes. El cura se habíanegado, aduciendo que Palazuelo no era“disidente”, sino “hereje”. Palazuelos y sunovia debieron casarse en una notaría.Testigos: la flor y nata del liberalismo criollo.

En 1895, la lectura del periódico fue pro-hibida a los católicos por el ArzobispoCasanova, “bajo la pena de excomuniónmayor ipso facto incurrenda”. Respondióimprimiéndose desafiantemente, de allí haciaadelante, con tinta roja, mientras los jóvenesradicales quemaban el decreto excomulgato-rio en la calle, frente al palacio episcopal.

El lenguaje de los ataquesrecíprocos era horripilante.

“¿Por qué el franciscano, el dominico yotros frailes muestran ese aspecto de falsarobustez y gordura excesiva que han explota-do la sátira y la pintura? —se preguntaba LaLey—. Porque son castos, única razón...”.

“¿Por qué el salesiano, el jesuita... son

delgados, huesudos, pálidos y contempla-tivos? Porque no son castos”.

“El clérigo regular o secular, delgado,pálido... suave de maneras... dulce de carác-ter... hermano de los niños... es el ejemplarmodelo del hombre que sufre desviaciones denaturaleza, por castidad forzada”.

Y ahora La Revista Católica:“Los clerófobos de provincia (muestran)...

afán de entrometerse en asuntos eclesiáticos,como meros sacristanes... (y) grosería innatay maloliente, que trasciende a taberna...”. Nosuelen, como el clerófono urbano, “ocultarhipócritamente sus fines sanguinarios”. “Máshumildes, dejan entrever con mayor claridadesa ignorancia verdaderamente primitiva...Para tomar fuerzas, se reúnen en la trastiendade alguna cantina y allí —espiritualizados yrecalentados con las libaciones y brindis...despedazan, trituran y muelen al cura, al eter-no enemigo”.

Los grandes diarios de la opinión liberal

P aralelamente, aparecían éstos.Uno de ellos, decíamos, subsiste hastahoy, El Mercurio porteño. Su primer

redactor jefe fue el brillante como excéntricoPedro Félix Vicuña, el padre de VicuñaMackenna. El primer editorial (12 de septiem-bre de 1827) era una airada catilinaria contraun marino inglés de la fragata Doris, quiendiera muerte de un pistoletazo a un modestosargento de la policía, cuando éste intentabapacificarlo durante una reyerta en el teatro delpuerto.

Desde 1848, parece, El Mercurio fuepropiedad exclusiva del español, castellanoviejo, Santos Tornero, imprentero y librero, yhombre de prensa intuitivo. Hacia 1875, se aso-ció con Camilo Letelier y luego le vendió suparte en el diario. Letelier duraría poco comodueño exclusivo, entrando a su vez en sociedadcon un hombre más rico e importante que él,Rafael Larraín Moxó. Finalmente éste sequedó, solo, con la publicación... sería laépoca, breve, de un El Mercurio conservador,pues Larraín lo era.

Afligido económicamente, Rafael Larraínvendió el diario, el año 1879, al segundoAgustín Edwards (Edwards Ross), ya dueño deledificio donde El Mercurio funcionaba.

Desde entonces, y por más de un siglo, hapertenecido ininterrumpidamente a la familiaEdwards.

El diario, que comenzara localista y comer-cial, con pocas noticias, fue evolucionandohacia privilegiar éstas, los cables extranjeros ylos comentarios políticos, amén de incluirpolémicas literarias de los fecundos años 40 delsiglo pasado, y de aquellos que siguieron. Endiversos períodos, fueron redactores perma-nentes o habituales de El Mercurio los argenti-nos Sarmiento, Alberdi, Félix Frías y DemetrioRodríguez Peña, y los chilenos José JoaquínVallejo (el ameno y observador Jotabeche),José Victorino Lastarria y Benjamín VicuñaMackenna... todos nombres famosos, política oliterariamente, o por ambos conceptos, a losdos lados de la cordillera. En esos nombres yotros que se nos escapen, cifró El Mercurioporteño su éxito y presencia centenaria.

Empezaría a circular crecientemente en Santiago.Llegó, con Santos Tornero, atener dos ediciones, una parala capital, voceada desde las18 horas, y otra —llevando las noticias absolutamente últimas— para el puerto, que se lanzaba hacia la una de la mañana. Hizo factibleesta hazaña la instalación deuna prensa escocesa, que producía 700 ejemplares condos horas de trabajo.

Pero ya Santiago comenzaba a poseer suspropios periódicos. Uno de ellos, de muchafama y polémica, relacionado con ManuelCamilo Vial, ministro del Presidente Bulnes, ycon éste y su gobierno: El Progreso(1842).Gozaría de una subvención fiscal, recibidaindignadamente por los opositores a Bulnes.Durante algunos años, Sarmiento fue la figuraclave del diario. El liberalismo de éste se acen-tuaría progresivamente, separándolo sin vueltade Montt y Varas.

No obstante, la gran creaciónde prensa de Santiago fue ElFerrocarril (1855), obra de un periodista nato, Juan Pablo Urzúa. Apoyado porAntonio Varas, a su vez puntalde la Presidencia Montt, eldiario respaldó firmemente aésta. El Ferrocarril, leído ysobre todo visto hoy —unasábana uniforme de letrapequeña—, resulta abru-mador. Pero aquel entonces se haría célebre por (diceRicardo Donoso) “su ecuanimidad, su variedad, la seriedad de sus informa-ciones... (adquiriendo así) una influencia decisiva en laopinión”. Pudo mostrar, igualmente, grandes redac-tores: Ramón Sotomayor,Justo Arteaga, Vicente Reyes,Vicuña Mackenna... Introdujoel aviso económico.

El Mercurio porteño debió restringirse asus antiguos lares, abandonando Santiago a ElFerrocarril.

Allí, éste, liberal moderado, mató a ElProgreso, liberal extremo.

Pues como su protector, Antonio Varas, ElFerrocarril evolucionó hacia esa clase de libe-ralismo.

La misma tendencia tuvo El Mercurioporteño, a partir de los Edwards.

Se puede decir que estas dos publicaciones —apareciendo como la esencia misma de la moderación— contribuyerondecisivamente al triunfo de las ideas liberales en la política, la cultura y lasociedad chilenas.

Justo Arteaga hablaría del diario porteño conpalabras aplicables al santiaguino:

“Ha prestado y presta importantes serviciosal país... es frío, calculador, como todo hombreque suma y resta demasiado... Se preocupademasiado del viento que sopla, para permitirsedar suelta a todas sus velas. Aunque dirigidopor españoles (los Tornero), no quemará jamássus naves como Cortés... Es como un hombreque ha vivido demasiado, que ha presenciadomuchos alumbramientos y muchas defunciones,que ha visto más de una verdad vencida, muer-

ta, olvidada, lo que le ha llevado a la pérdida detoda ilusión y enseñándole a contemplar la vidadesnuda de todo ropaje poético, y sin que elvidrio de mil facetas de la imaginación venga aofuscarlo. El Mercurio personifica, en fin, esaedad en que no hay ni pasiones que pierdan, nivicios que avasallen, ni amores ardientes, niodios pertinaces, ni admiraciones estrepitosas,ni censuras severas; en que se lleva la toleranciahasta la indiferencia y la meditación hasta la

frialdad...”.Ciertamente, los trazos que anteceden son

gruesos hasta la caricatura. Pero el carácter“mercurial” —aplicable a El Ferrocarril, muyaproximadamente— sería la clave del éxito einfluencia de ambos diarios. Su escepticismo,tan antiguo, garantizaba —a juicio de los lec-tores— que no deformara la noticia ni llevara ala opinión por rutas que el pasionalismo hicieraextraviadas.

Ejemplar número 1 de “El Progreso” —diario comercial, político y literario—, aparecido el 10 denoviembre de 1842, que se convirtió en un periódico liberal extremo.

Parte delmobiliariode “ElMercurio”deValparaíso,publicaciónde un libe-ralismomoderado, apartir de losEdwards.

JOSE JOAQUIN VALLEJO,el ameno y observador

“Jotabeche”, fue una de lasgrandes plumas de “El

Mercurio”.

Arzobispo MARIANO CASANOVA, quien prohibió a los católicos, bajo pena de

excomunión mayor, la lectura de “La Ley”(1894-1910), periódico radical anticlerical.

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Viernes 3 de septiembre de 19996 Viernes 3 de septiembre de 1999 7

Renovación de la prensa chilenaEl hombre

clave es el tercerAgustín Edwards(Edwards MacClure), ministro,diplomático yfrustrado aspi-rante a laPresidencia de laRepública en1910 (“No loapoyaré ni votarépor Ud. —le dijoentonces unpolítico radical,cuyo respaldosolicitaba—,porque Ud. tienedos defectos,aunque defectosencantadores: es demasiadojoven y es demasiado rico”).

Edwards fue también unsagaz hombre de negocios.Salvó la trastabillante fortunafamiliar, abandonando losnegocios agrícolas para con-centrarse en la banca y el pe-riodismo. Pero éste era su ver-dadera vocación. Amaba yentendía la maquinaria deimprenta, podía pasarse lasnoches “de claro en claro” parasolucionar con sus propiasmanos algún problema técnicode ella. Se rodeó de periodistasbrillantes... Carlos Silva

Vildósola, JoaquínDíaz Garcés (AngelPino), RafaelMaluenda, AlbertoEdwards, FernandoSantiván, Augusto yLuis Orrego, y lesdio una amplitud deacción casi inhu-mana. Ejemplo:Agustín Edwards fueperseguido confanatismo por Ibáñezy su Ministro deHacienda, PabloRamírez, durante lapresidencia del

L as odiosidades religiosas se proyectaronal dramático período de la guerra civil.La violenta repulsa de los conservadores

contra Balmaceda, por ejemplo, derivaba dehaber sido éste el brazo derecho de Santa Maríadurante el conflicto con la Iglesia. Cuando donJosé Manuel se suicidó, comentaría el jefe con-servador Abdón Cifuentes: “¡El Galileo (Cristo)ha vencido al apóstata (Balmaceda)!”.

“El apóstata”, el 91, cerrótoda la prensa opositora, vale decir, prácticamente toda la prensa, salvo LaNación (Santiago) y ElComercio (Valparaíso), que lo secundaban. Quiso excluir a El Ferrocaril de la medida,pero Urzúa se autoclausuró.Los opositores respondieroncon la prensa clandestina.

Uno de sus audaces impresores y dis-tribuidores, siempre un paso adelante de la

policía balmacedista, fue el joven ArturoAlessandri Palma. En el lado de don JoséManuel hubo también, junto a la prensa estable-cida, feroces panfletos y panfletarios. De losprimeros, destacaron Juan Rafael Allende y“Lucas Gómez”. (Rafael Kinast).

Un jefe balmacedista descrito por los pan-fletistas revolucionarios: “borrachín de sietesuelas... hijo de un gringo jugador y usurero...no será un pozo de ciencia, pero sí un pozo decognac, de pisco, de chibato y de lo que leechen...”.

Un jefe revolucionario descrito por los pan-fletistas de Balmaceda: “ebrio corrompido...heredero de rencores, desprecios y malignidadessociales, hoy desparrama sobre la sociedad laponzoña de dos generaciones”.

El grupo periodístico que estuvo con Balmaceda fue casi íntegro de clase media.Inauguró un estilo de críticasocial y resentimiento antioligárquicos, que se prolongaría en el siglo XX.

La Guerra Civilprimero (1927/1931). Pero per-mitió a Silva y Maluenda seribañistas resueltos, y compro-meter en esa postura a ElMercurio.

Edwards fundó numerososdiarios —El Mercurio san-tiaguino (1902), Las UltimasNoticias, La Segunda, ElMercurio de Antofagasta, LaEstrella (Valparaíso)— y variasrevistas importantes: Selecta(arte), Zig-Zag, Correvuela, ElPeneca, Sucesos, Familia, etc.Luego las revistas tomaroncamino propio, pero los periódi-cos formarían la “cadena ElMercurio”, de fuerte influjosobre la vida nacional en el sigloXX.

Mientras tanto,aparecían dos nuevosdiarios de importan-cia:

—La Arqui-diócesis de Santiagofundó El DiarioIlustrado (1902), ylo entregó a lagestión económica ypolítica de personerosconservadores. Estosse mantuvieron fielesa la Iglesia en losprincipios, peroreivindicaron amplialibertad para abordarlo contingente. Fiel asu nombre, la publi-cación fue pionera enel uso de la fotografíay el dibujo comocomplementarios dela información. Elprimer director seríaRicardo Salas, yentre quienes lo si-guieron destacaronMisael Correa y LuisA. Silva, PremioNacional de Periodismo.

Tuvo El Diario Ilustrado períodos deextremo apasionamiento político. Así, contraArturo Alessandri durante su primera presi-

dencia, y a favor del mismo en lasegunda; contra la “dictadura” deIbáñez, y contra el Frente Popular yla presidencia Aguirre Cerda.

El Diario Ilustrado murió afines de los 60, con el desapare-cimiento político de la derecha libe-

ral/conservadora.—Varios prohombres liberales crearon el

año 1917 La Nación, que llegó a serpropiedad de uno solo entre ellos: Eliodoro

Yáñez, ministro, senador,diplomático y frustrado candidatopresidencial en 1915. No perdiócon este fracaso la ambición poralcanzar La Moneda, y concebíael diario como vehículo de esaambición.

Pues rápidamente el periódicoalcanzó tiraje e influencia rele-vantes, sobre todo en la clasemedia. Yáñez lo orientaba conmaestría, pero dejando muchalibertad a su director, CarlosDávila, periodista autoformado,que después, en nuestra breveépoca socialista (junio a octubrede 1932), sería “PresidenteProvisional de la República”. Elequipo de redactores de LaNación fue espectacular, com-prendidos Joaquín EdwardsBello, el humorista RaúlSimón, Conrado Ríos, AlvaroYáñez (“Juan Emar”, hijo dedon Eliodoro) y dos periodistasmás tarde famosos: Hugo Silvay Aníbal Jara.

El año 1927, una oscuramaniobra de Pablo Ramírez,Ministro de Hacienda, quecontó con el beneplácito delPresidente Ibáñez, y de lacual fue instrumento Dávila,arrebató el diario a su legíti-mo dueño —presionándolo—,para hacerlo fiscal. Perdióentonces su independencia y,por tanto, su credibilidad einflujo sobre la opiniónpública.

Desde 1950 aparece La Tercera de laHora, matuti-no tabloidedirigido a sec-tores predomi-nantemente declase media,enfatizando laagilidad deestilo y lacrónica másque laopinión. Sucreador fue elempresario ypolítico radi-cal GermánPicó. Hoy eldiario, deotros dueños,es cabeza deuna poderosacadena, que

compite con la de El Mer curio en extensióne influencia, pero se abanderiza muchomenos. Los diarios Edwards, de su parte, sinsacrificar la amplitud de la información, hantomado actitudes más de batalla a partir delos años 50. Por ejemplo, contra Ibáñez(segunda presidencia); a favor de FreiMontalva, durante la elección del 64 y elprimer tiempo del gobierno democratacris-tiano; y especialmente combatiendo aSalvador Allende y la Unidad Popular (1970-1973).

JOSE MANUEL BALMACEDA, quien, comoPresidente en la época de la Guerra Civil, cerró

toda la prensa opositora.

AGUSTINEDWARDS

MAC CLURE,hombre clave

en la totalrenovación

periodística ytécnica de los

medios decomunicación

chilenos.

CARLOS SILVA VILDOSOLA, JOAQUIN DIAZ GARCES y RAFAEL MALUENDA, brillantes periodistas de “El Mercurio”.

A comienzos del siglo XX se produce la total renovaciónperiodística y técnica de nues-tros medios de comunicación.

Primeras fotos en un periódico,publicadas en “El Diario

Ilustrado” en 1902. Uno de sus destacados directores

fue Luis A. Silva.

GERMAN PICO, empresario ypolítico radical, creador de “La

Tercera de la Hora”.

ELIODORO YAÑEZ, creador y primer propietario de “La Nación”; CARLOS DAVILA, director enlos primeros años, y JOAQUIN EDWARDS BELLO, uno de los principales miembros del equipo de

redactores del diario.

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Viernes 3 de septiembre de 19998

PROXIMO VIERNES 10: LOS GRANDES PODERES DE LA HISTORIA DE CHILE

CAPITULO VIII

LOS GREMIOS

Prensa popular. Las revistas posicionadas

Desde fines del XIX existióuna prensa popular —anarquista, socialista ycomunista—, asociada a lossindicatos revolucionarios y a los partidos de origenobrero.

De aparición irregular, mal papel, pobre-mente impresa (en máquinas propias), escasaspáginas y reducido formato, su tiraje era míni-mo. Combinaban estas publicaciones las noti-cias políticas, sociales y sindicales —enfocadasmuy intencionadamente— con artículos doctri-narios. Muy perseguidas por la policía política,a menudo sus modestas imprentas fuerondestruidas (“empasteladas”) con totalimpunidad. Aparentemente carecían de impor-tancia, pero la tuvieron para formar una menta-lidad reivindicativa y de combate en la masaobrera.

El Despertar de los Trabajadores,deIquique, donde Recabarren escribió y actuó deimpresor, es un ejemplo caracterizado. Tambiénlos periódicos comunistas de la FOCh(Federación Obrera de Chile), el brazo sindicaldel Partido, especialmente el diario Justicia,Santiago (aniquilado por la persecución deIbáñez en 1927), que llegó a marcar una circu-lación de miles de ejemplares.

Los católicos tuvieron asimismo su prensapopular... los diarios El Chileno, en Santiago yValparaíso. Alcanzaron enorme tiraje por suestilo simple y directo, crónica varia —incluso,con destaque, la policial— y bajo precio. Esteles valió ser llamados “los diarios de las coci-neras”.

Modernamente, el comunismo publicó ElSiglo,desde 1940, y los años 60 —en un estiloagresivo y descalificatorio, propio de laépoca— Puro Chile; y el socialismo el vesper-tino Las Noticias de Ultima Hora,a partir de1943, de ágil y apasionado estilo y alta circu-lación. Esta prensa de izquierda desapareciócon el golpe militar, robusteciendo el predo-minio de las cadenas de diarios ya men-cionadas. El Siglo reapareció concluido el régi-men militar. También desapareció en 1973 ElClarín , fundado los años 50 por un brillantepero inescrupuloso periodista y empresario deprensa, Darío Sainte Marie (Volpone), quiencontribuyó como pocos al encanallamiento dellenguaje en los diarios, los años 60.

Por último —a veces casi desconocidas entre el gran público—, han tenido sin embargo considerable peso de opinión, e influencia a mediano o largo plazo, lasrevistas de pensamientopolítico, o claramente “posicionadas” en esta misma área. V.gr., Consigna (1934/1949) yArauco (1959/1967), socialistas; Principios(1939/1973), comunista;Punto Final (años 60, reaparecida en 1990), delMIR; Estudios, de JaimeEyzaguirre (hispanista, ysocialcristiana pero apolítica, años 30 a 50);Política y Espíritu(democratacristiana, años 40 a 60); Portada y Qué Pasa, años 60 adelante, etc., etc.

Omitimos referirnos a las radios y la TV,por cuanto, amén de haber exigido ellas solasun espacio igual o mayor que el de todo esteartículo, no han tenido, salvo excepciones,una postura ni finalidades políticas, nisiquiera amplias; han constituido (sin ánimode crítica ni desmedro) únicamente negocios,aunque su influencia sobre la vida y costum-bres —una parte de la cultura— haya sido ysea hoy muy grande, mayor que la de la pren-sa escrita; en ese sentido, son también“poderes”.

“ElChileno”,periódico

católicopopularque fuellamado

“el diariode las

cocineras”DARIO SAINTE MARIE “Volpone”,

quien contribuyó como pocos alencanallamiento del lenguaje en los

diarios, durante los años 60.