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La política de los grandes números Historia de la razón estadística Alain Desrosières traducción de mónica silvia nasi

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La política de los grandes númerosHistoria de la razón estadística

Alain Desrosièrestraducción de mónica silvia nasi

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El prefecto y el geómetra

¿Qué tienen en común la estadística, conjunto de rutinas administrativasnecesarias para describir un Estado y su población, el cálculo de probabili-dades, manera sutil de orientar las opciones en caso de incertidumbre,imaginada hacia 1660 por Huygens y Pascal, y las estimaciones de cons-tantes físicas y astronómicas a partir de observaciones empíricas incone-xas, efectuadas hacia 1750? No será hasta entrado el siglo xix, por unaserie de retraducciones de las herramientas y de las problemáticas, cuan-do estas diversas traducciones se cruzarán y luego se combinarán, a tra-vés de los intercambios recíprocos entre las técnicas de gestión adminis-trativa, las ciencias humanas —llamadas entonces «ciencias morales»—y las ciencias de la naturaleza.

La necesidad de conocer la nación para administrarla lleva, a partirde lenguajes muy diferentes de la aritmética política inglesa y de la Sta-tistik alemana a organizar oficinas de estadísticas oficiales. Por otra par-te, la reflexión sobre la justicia y la racionalidad de los comportamien-tos humanos se despliega a través de las nociones de expectativa yprobabilidad. Finalmente, el esfuerzo para formular leyes de la natura-leza que den cuenta de registros empíricos fluctuantes conlleva un tra-bajo cada vez más preciso sobre las ideas de «término medio» (le milieuqu’il faut prendre), media (o valor central) y método de los mínimos cua-drados. Los dos primeros capítulos tratarán estas tres tradiciones que, apesar de su aparente heterogeneidad, tienen por igual la finalidad deconfeccionar formas sobre las cuales los hombres puedan ponerse deacuerdo, objetos susceptibles de un saber común. Pero las oficinas de es-tadística oficial ignoran durante mucho tiempo las investigaciones so-bre las probabilidades o la teoría de los errores. Las primeras las aborda-remos en el presente capítulo, mientras que las segundas se tratan en elcapítulo 2.

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Al insistir en la introducción en la idea de construcción del mundosocial, no hemos querido sugerir que las descripciones que la estadísticaofrece tan sólo sean artefactos. Al contrario, las descripciones sólo sonválidas en la medida en que los objetos que exhiben son consistentes.Pero esta consistencia no se da de antemano; ha sido creada. La encues-ta busca el análisis de lo que hace que las cosas se mantengan, de suerteque éstas constituyan representaciones compartidas a las que puedan re-ferirse acciones dotadas de sentido común. La estadística moderna es uncomponente importante de ese lenguaje necesario para el decir y hacerde las sociedades y es particularmente célebre por su factualidad, objeti-vidad y capacidad para suministrar referencias y puntos de apoyo.

¿Cómo se constituyó esa reputación tan particular que caracteriza ala estadística de entre los modos de conocimiento? La fiabilidad provie-ne de una interacción original, forjada por la historia, entre dos formasde autoridad por otro lado claramente diferenciadas: la de la ciencia y ladel Estado. En los siglos xvii y xviii se constituye un marco para pensara la vez los motivos para creer, base de las decisiones que comprometen elfuturo, y los grados de certeza del conocimiento científico merced a la te-oría de los errores. La autoridad de la «filosofía natural» (la ciencia deentonces) se fue separando poco a poco de la autoridad de la religión ydel príncipe: la división entre la constitución de las cosas y la de loshombres es cada vez más pronunciada, pues la primera declara abierta-mente su autonomía (Latour, 1991).

Pero, simultáneamente, los modos de ejercicio de la autoridad delpríncipe evolucionan y ello de forma distinta según los países, según lasmaneras en que cambian las relaciones entre el Estado y la sociedad. Esasí como se constituyen saberes específicos, útiles a la vez para el prínci-pe y su administración y producto de sus actividades. Por otra parte, amedida que adquiere autonomía una sociedad civil diferenciada del Es-tado (con formas y ritmos distintos según los países) y se constituyen es-pacios públicos, cobran forma otros saberes específicos de esta sociedadsobre sí misma. Todas estas construcciones surgidas (esencial pero noexclusivamente) del trabajo del Estado constituyen la segunda fuentedel crédito original de la estadística moderna, al menos en su sentidobastante unificado durante el siglo xix: como espacio cognitivo de equi-valencia, construido con fines prácticos, para describir las sociedadeshumanas, administrarlas o transformarlas.

Pero estos mismos saberes tienen orígenes y formas diferentes segúnlos Estados y la manera en que éstos están construidos y articulados conla sociedad. Mencionaremos aquí el caso de Alemania, que legó la pala-

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bra estadística y una tradición de descripción global de los Estados, y elde Inglaterra que mediante su aritmética política transmitió recuentos deregistros religiosos y administrativos y técnicas de cálculo que permitenanalizarlos y extrapolarlos. Finalmente, en Francia, la centralización y launificación, primero bajo la monarquía absoluta y luego con la Revolu-ción y el Imperio, aportaron un marco político para concebir y estable-cer en 1800 un modelo de oficina de «estadística general» (aunque cier-tos países como Suecia a partir de 1756 ya le habían precedido) y, engeneral, una forma original de «ciencias del Estado» con sus equipos deingenieros provenientes de las grandes escuelas y no de la universidad.

La oposición entre la estadística descriptiva alemana y la aritmética polí-tica inglesa constituye un tema clásico de las obras que tratan sobre lahistoria de la estadística o de la demografía. Algunos insisten sobre todoen el fracaso y naufragio de la primera a comienzos del siglo xix y en elhecho de que sea la segunda la que, heredando solamente en ese mo-mento el nombre de su rival («estadística»), se convierta en el verdaderoantepasado de los métodos actuales (Westergaard, 1932; Hecht, 1977;Dupaquier, 1985). Otros, por el contrario, ven en el modo de actuar dela estadística alemana un anuncio interesante de algunas cuestiones dela sociología moderna (Lazarsfeld, 1970) o un esfuerzo significativo parapensar y describir la diversidad territorial de un Estado nacional (J. C.Perrot, 1977; Bourguet, 1988). Aquí trataremos más bien de reconsti-tuir los ensamblados en los que se desarrollaron estos métodos de des-cripción (cuyos lenguajes y objetos son completamente diferentes), yque no fueron confrontados entre sí hasta después de 1800.

Por cierto, desde el punto de vista de la historia de la acumulación delas técnicas estadísticas, la aritmética política al estilo inglés nos ha le-gado algunas herramientas: el examen de los registros parroquiales debautismos, matrimonios y defunciones (Graunt, en 1662), la construc-ción de las tablas de mortalidad y el cálculo de la esperanza de vida(Huygens, en 1669), la estimación de una población a partir de unamuestra con el cálculo de un margen de error probable (Laplace, en 1785).En cambio, la estadística alemana, marco formal de descripción globaldel poderío de los Estados, al no primar los métodos cuantitativos, notransmitió nada semejante. Resulta, pues, natural que una historia con-cebida como la de la génesis de las técnicas insista en la aritmética polí-tica y trate la tradición alemana como una construcción literaria anti-cuada y carente de interés.

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La estadística alemana: la identificación de los Estados

Sin embargo, desde una perspectiva que pretende explicitar la ubica-ción relativa y la significación cultural del modo de pensar estadísticoentre las diferentes maneras de representar el mundo social, el poloconstituido por esta «estadística» alemana (que, no obstante, tienepoco en común con la estadística actual) resulta significativo. Expresauna ambición sintética de visión de conjunto de una comunidad hu-mana (Estado, región, más tarde, ciudad o profesión) considerada comoun todo, dotada de una potencia singular, y que sólo puede describirsemediante la articulación de numerosos rasgos: clima, recursos natura-les, organización económica, población, derecho, costumbres, sistemapolítico. Este punto de vista holístico de la comunidad descrita tieneun inconveniente importante para una mente analítica preocupada porvincular directamente su herramienta con una cuestión claramenteidentificada: el número de los rasgos pertinentes a la descripción es po-tencialmente ilimitado y resulta difícil elegir uno en detrimento deotro. Por el contrario, la aritmética política, que centra su atención enun pequeño número de estimaciones que tiene usos directos, puede sindificultades reivindicar legitimidad y reconocimiento social. Así, porejemplo, las tablas de mortalidad sirven para establecer las rentas vita-licias o las primas del seguro de vida. Las estimaciones sobre la pobla-ción según las provincias son indispensables para la recaudación de im-puestos o la leva de soldados.

Pero la estadística alemana responde a otras preocupaciones. Éstapropone al príncipe o al funcionario responsable un marco de organiza-ción de los saberes multiformes disponibles sobre un Estado, es decir,una nomenclatura dotada de una lógica de inspiración aristotélica. Estaforma fue codificada, hacia 1660, por Conring (1606-1681). Luego, a lolargo del siglo xviii, fue transmitida por la Universidad de Göttingen ysu «escuela de estadística», especialmente por Achenwall (1719-1772),conocido como el creador de la palabra «estadística» y, más adelante,por su sucesor en la cátedra de estadística, Schlözer (1735-1809). Esteúltimo, autor de un Tratado de estadística traducido por Donnant al fran-cés en 1804 (lo que dará a conocer este modo de pensamiento alemán enla Francia de comienzos del siglo xix) fue el primero de esta corriente enrecomendar el uso de cifras precisas en lugar de indicaciones expresadasen términos literarios, aunque sin usarlas mucho él mismo (Hecht,1977). Una fórmula de Schlözer resulta ilustrativa del giro más bien es-

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tructuralista y sincrónico de la estadística alemana: «La estadística eshistoria inmóvil, la historia es estadística en marcha».

Conring concibe su estadística como una manera de clasificar cono-cimientos heteróclitos. Según Lazarsfeld (1970), «busca un sistema queharía que los hechos fueran más fáciles de retener, más fáciles de ense-ñar, más fáciles de utilizar por los hombres de gobierno». Memorizar,enseñar, poner en la práctica para gobernar; no estamos lejos de la ob-jetivación, del esfuerzo por exteriorizar cosas, por consignarlas en librospara poder reutilizarlas uno mismo o transmitirlas a otros. Este aspec-to organizador y taxonómico es tan característico de la estadística mo-derna como lo es su aspecto calculador, abierto por la aritmética políti-ca. Pero el marco clasificador, organizado desde el punto de vista delEstado activo, es muy general. Sigue el orden de las cuatro causas de lalógica de Aristóteles, a su vez sistemáticamente subdivididas (Hoock,1977). La causa material describe el territorio y la población. La causaformal abarca el derecho, la constitución, las leyes y las costumbres. Lacausa final se refiere a los objetivos de la actividad del Estado: incre-mentar la población, asegurar la defensa, modernizar la agricultura,desarrollar el comercio. Finalmente, la causa eficiente presenta los me-dios de los que dispone el Estado: personal administrativo y político,aparato judicial, estado mayor, élites (Bourguet, 1988). La distinciónaristotélica entre fuerzas materiales, modo de unión y organizaciónefectiva está resumida en la máxima latina de Schlözer: vires unitaeagunt (la unión hace la fuerza). Esta fórmula recuerda el vínculo entrela construcción de equivalencias necesaria para la adición como opera-ción aritmética y la coalición, en cuanto reunión de fuerzas inconexasque se funda en una fuerza superior. En los dos casos intervienen pro-cesos de representación: elemento típico o representativo en la clase deequivalencia, existencia de portavoz, de representantes, en el caso de lasfuerzas unidas (Latour, 1984).

Lazarsfeld (1970) relaciona este sistema descriptivo con la situaciónde Alemania en la segunda mitad del siglo xvii, tras la guerra de losTreinta Años. El Imperio se encuentra entonces disgregado en casi tres-cientos micro-Estados, pobres y en pugna entre sí. Las cuestiones sobredefinición o redefinición de los derechos y deberes mutuos son esencia-les. Cualquier litigio sobre problemas de territorio, matrimonio, suce-sión, debe resolverse recurriendo a los precedentes y a la exégesis de losarchivos. Esta situación confiere autoridad y prestigio a aquéllos queprefieren catalogar sistemáticamente en lugar de construir cosas nuevas,lo que contribuye a prolongar tradiciones escolásticas que ya han perdi-

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do influencia en otras partes. La debilidad y necesidad de autodefiniciónde esos micro-Estados es lo que conduce a ese marco de pensamiento,una suerte de centón cognitivo, que se destruirá a sí mismo cuando enel siglo xix emerjan Estados poderosos (en particular, Prusia), y éstosinstauren burocracias lo suficientemente complejas como para adminis-trar «oficinas de estadística» comparables a la oficina francesa creada en1800 (Hoock, 1977).

Antes de desaparecer, esta tradición suscita a comienzos del siglo xixuna controversia significativa. Algunos proponen utilizar el marco for-mal detallado de la estadística descriptiva para presentar comparacionesentre los Estados, construyendo tablas cruzadas en las que los países fi-guran en líneas y los diferentes elementos (literarios) de la descripciónen columnas, a fin de abarcar con una sola mirada la diversidad de estosEstados según los diversos puntos de vista. La posibilidad de aprovecharlas dos dimensiones de la página del libro para cruzar y clasificar obje-tos, que permite así mirarlos simultáneamente, distingue radicalmentelo escrito de lo oral, la razón gráfica de la razón discursiva (Goody,1979). Pero esta conquista del espacio bidimensional de la tabla cruza-da no deja de presentar inconvenientes, pues obliga a construir espaciosde comparación, referentes comunes, criterios, y se expone a la críticamuy general de reducir los objetos descritos, de hacerles perder su sin-gularidad. Ahora bien, es ésta la clase de objeciones que suscita el mé-todo de las tablas cruzadas, en particular porque esta presentación llevaa incluir, en las líneas de la tabla, números directamente susceptibles deser comparados mientras que, inicialmente, las informaciones que debí-an ser clasificadas eran literarias. Así pues, es la forma tabular misma laque incita a investigar y comparar números. Es ella la que, literalmen-te, crea el espacio de equivalencia que anuncia la estadística cuantitati-va.

Sin embargo, el tener que seleccionar ciertos rasgos para efectuarcomparaciones —entre países o personas—, puede suscitar una críticade tipo holístico, ya que un país preciso o una persona en concreto nopuede verse reducido a rasgos seleccionados justamente para permitir lacomparación. Esta forma de crítica del método de equivalencia tiene unalto grado de generalidad, y uno de los hilos conductores de este traba-jo consiste en seguir de cerca las modalidades recurrentes de este tipo dedebate y los puntos comunes entre los protagonistas que defienden unau otra posición. El ejemplo de la controversia en torno de los «hacedo-res de tablas» surgidos de esta escuela estadística resulta significativo.Los partidarios de las tablas adoptan una posición a vista de pájaro, que

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permite ver al mismo tiempo y en la misma cuadrícula los diferentes pa-íses. Sus adversarios establecen una distinción entre la estadística «sutily distinguida» y la «vulgar». Según ellos, esta última:

« ... degradó el gran arte hasta reducirlo a una estúpida tarea ... Esos po-bres imbéciles difunden la idea insensata de que se puede comprender elpoderío de un Estado conociendo tan sólo su superficie, su población, surenta nacional, y el número de animales que pacen en los campos.» «Lasmaquinaciones a las que se dedican esos estadísticos-políticos criminalesen sus esfuerzos por expresar todo por medio de cifras ... son desprecia-bles y ridículas más allá de toda expresión.» (Citas tomadas por Lazars-feld, 1970, del Göttingen gelehrte Anzeiger, ca. 1807, extraídas a su vez deJohn, 1884)

Posteriormente, se podrá encontrar la misma controversia en las po-siciones adoptadas por la «escuela histórica» de los economistas alema-nes del siglo xix, en oposición a las diversas formas de universalismoabstracto, económico (de los ingleses) o político (de los franceses). Tam-bién será característica de los debates suscitados por el uso del «métodonumérico» en medicina (hacia 1835), de la estadística en psicología o apropósito de la «docimología» (ciencia de los exámenes). En cada caso,se apela a una forma de singularidad (histórica, nacional, individual)que remite a maneras de describir, es decir, de construir totalidades di-ferentes a las de la estadística. Así, las tablas construidas y criticadas enel seno de la escuela de Göttingen pueden leerse en columna, es decir,comparando una «variable» (la idea aparece entonces) respecto de los di-versos países, pero también en línea, describiendo un país en todos susaspectos y buscando lo que hace su unidad y especificidad. Cada una deestas dos maneras de leer tiene su coherencia. La segunda no es más«singular» que la primera, pero implica otra forma de sumar los regis-tros elementales.

Con todo, la lectura de las tablas en columna, al comparar así los pa-íses, implica poder adoptar, en relación con el Estado, una exterioridady una distancia poco inscritas en la posición de los estadísticos alemanes,quienes razonan desde el punto de vista del poderío y de la actividad deese mismo Estado. Identificándose con él, no están preparados para pen-sar una sociedad civil diferenciada del Estado ni para adoptar la posicióna vista de pájaro necesaria para la construcción y lectura de las tablas.Esto es precisamente lo que los distingue de los aritméticos políticos in-gleses. En la Inglaterra de finales del siglo xvii se instala una relaciónnueva entre el Estado monárquico y las diversas clases sociales, que per-

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mite a estas últimas ejercer sus actividades de modo relativamente au-tónomo en relación con el monarca, pues las dos cámaras del Parlamen-to aseguran la representación de estos grupos: aristocracia y burguesía.En Alemania, por el contrario, estas distinciones no intervendrán sinomucho más tarde y de otra forma.

La aritmética política inglesa: el nacimiento de la especialidad

En el contexto de la Inglaterra de la década de 1660 —en el que el Es-tado se convierte en una parte de la sociedad y no su totalidad, como enAlemania— nace un conjunto de técnicas de registro y de cálculo de-signado con el nombre de aritmética política. Inspirado por los trabajosde Graunt (1620-1674) sobre las actas de defunción, estos métodos sonsistematizados y teorizados por Petty (1623-1687) y luego por Deve-nant (1656-1714). Desde el punto de vista de nuestra investigación so-bre la génesis de los procedimientos materiales de objetivación, éstosimplican tres momentos importantes: el asiento en registros escritos, suexamen y evaluación según una cuadrícula fijada de antemano, su inter-pretación en términos de «números, pesos y medidas».

La inscripción en registros que conservan la huella de los bautismos,matrimonios y entierros, está vinculada con el propósito de fijar la iden-tidad de las personas con fines jurídicos o administrativos. Es el acto quefunda todo trabajo estadístico (en el sentido moderno), y que suponeunidades definidas, identificadas y estables. De este modo, la escrituratiene por función estabilizar y probar (como un documento notarial) laexistencia y permanencia de una persona y de sus vínculos de parentes-co con su padre, madre, cónyuge e hijos. Así como las evaluaciones deprobabilidad están vinculadas con el propósito de fijar y atestiguar (esdecir, objetivar) razones para creer y grados de certeza, las inscripcionesen registros parroquiales pretenden fijar y atestiguar los individuos ysus lazos familiares:

Resulta absolutamente verosímil que la aparición y la generalización delos registros se ubiquen en la época en que —y que fueran causadas porel hecho de que— en el derecho de finales de la Edad Media, la pruebaescrita tendió a prevalecer sobre la prueba oral, pues la antigua máximajurídica «los testigos superan a las letras» se vio suplantada por la nueva«las letras superan a los testigos». (Mols, 1954; citado por Dupaquier,1985)

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Estos registros se convierten en obligatorios mediante decretos realescasi al mismo tiempo en Inglaterra (1538) y en Francia (edicto de Vi-llers-Cotterêts, 1539). Más tarde, se hicieron públicas otras listas. Porejemplo, durante las epidemias, se anuncian los entierros. A partir delistados de este tipo, Graunt y Petty construyen su aritmética políticacalculando, por medio de hipótesis sucesivas sobre las estructuras de lasfamilias y las casas, las poblaciones totales o el número de «hogares» endiversas ciudades. Se esfuerzan por introducir métodos que han dado re-sultado en otros lugares. Es así como Petty explica:

... el método que empleo para este fin no es aún muy habitual pues, enlugar de usar sólo términos en comparativo y en superlativo, y argu-mentos puramente racionales, he adoptado el método (como espécimende la aritmética política que he proyectado durante largo tiempo), queconsiste en expresarse en términos de números, pesos y medidas ...(Petty, 1690; citado por Hecht, 1977)

Estos cálculos se presentan como métodos prácticos para resolverproblemas concretos. Graunt habla de «aritmética de tendero». Dave-nant menciona «el arte de razonar por medio de cifras sobre objetos re-lativos al gobierno». La diferencia con los estadísticos alemanes es clara:no son universitarios teóricos que edifican una descripción global y ló-gica del Estado en general, sino gente de diversos orígenes que ha forja-do saberes prácticos en sus actividades que propone al «gobierno».Graunt fue comerciante; Petty fue, sucesivamente, médico, matemáti-co, parlamentario, funcionario y hombre de negocios; Davenant, funcio-nario y parlamentario tory (Schumpeter, 1983). Se esboza así un nuevopapel social: el experto competente que propone técnicas a los gober-nantes, intentando convencerles de que, para cumplir sus propósitos,deben recurrir a él. Los aritméticos políticos ingleses ofrecen un lengua-je articulado con precisión, mientras que los estadísticos alemanes,identificándose con el Estado, proponen un lenguaje general abarcador.

Una de las razones por las cuales los aritméticos políticos ingleses de-ben recurrir a métodos indirectos y cálculos oblicuos para lograr sus fi-nes, está vinculada con la concepción liberal del Estado y con las limita-ciones de las prerrogativas de éste, que le impiden organizar grandesencuestas directas, como lo han hecho ya ciertos países del continente,especialmente Francia. De este modo, en 1753, un proyecto de censo dela población será duramente denunciado por el partido whig como«conducente a la ruina completa de las últimas libertades del pueblo in-

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glés». También por esta razón, la sistematización de una descripcióncuantificada (que aún no se denomina estadística) se estanca en Inglate-rra en la segunda mitad del siglo xviii, mientras que Suecia realiza uncenso en 1749. En Holanda, el cálculo de probabilidades se aplica a laduración de la vida humana (Huygens, en 1669), a la estimación delprecio de compra de una renta por medio de una tabla de mortalidad(De Witt, en 1671), a la evaluación de la población a partir del númerode nacimientos anuales y de la esperanza de vida en el momento del na-cimiento (Kersseboom, en 1738). En 1672, se realiza un recuento enAmsterdam (Dupaquier, 1985).

Entre las técnicas legadas por la aritmética política del siglo xviii, lamás célebre (y la más controvertida en el siglo siguiente) es la del multi-plicador de población. El problema estriba en evaluar la población total deun país teniendo en cuenta que no se puede realizar un censo pero que,no obstante, los registros parroquiales aportan en todas partes el núme-ro de nacimientos anuales. El método consiste en censar la población dealgunas localidades, calcular la relación entre dicha población y el nú-mero de nacimientos anuales en esas mismas localidades, suponer queesta relación es más o menos la misma en todas partes y estimar la po-blación total multiplicando el número general de nacimientos por esenúmero, que en la mayoría de los casos está comprendido entre 25 y 30.Este cálculo, ampliamente utilizado en la Europa del siglo xviii, fueperfeccionado por Laplace en 1785. A partir de hipótesis sobre la distri-bución de las probabilidades del multiplicador, se deduce un error pro-bable respecto de la población estimada (Bru, 1988).

Esta técnica, antepasado de los sondeos aleatorios, fue duramenteatacada en el siglo xix y, hasta comienzos del siglo xx, se obvia en favorde los censos exhaustivos: la crítica principal se refería a la hipótesis deuniformidad del multiplicador en todo el territorio. La idea de que elreino pueda constituir una sola urna probabilística, dotada de una rela-ción constante entre población y nacimientos, resulta problemática. Laconstrucción del territorio nacional como un único espacio de equiva-lencia va a ser el gran tema planteado en Francia, especialmente a partirde 1789, y será uno de los principales desafíos de la gran «encuesta delos prefectos» de 1800, que pretende evaluar las disparidades entre losdepartamentos, para intentar atenuarlas y acercarse a la República, unae indivisible, soñada por la Revolución.

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La estadística francesa del Antiguo Régimen: intendentes y eruditos

La Francia de la monarquía absoluta no ha dejado, en materia de esta-dística, una tradición intelectual estereotipada por estar inscrita en tra-tados específicos asumidos luego por la cultura académica, como en elcaso de Conring, Achenwall y Schlözer en Alemania, o de Graunt, Pettyy Davenant en Inglaterra. Pero transmite a los períodos siguientes, y es-pecialmente a la Revolución y al Imperio, una tradición administrativamuy fuerte de memorias y encuestas que casi culminan, en la década de1780, con en el establecimiento de una institución específica de esta-dística (se logrará en 1800) y una efervescencia erudita y científica, exte-rior al Estado propiamente dicho, de descripciones empíricas y sistemaspara organizarlas. En efecto, poniendo en práctica diversas exigenciascontenidas en las dos tradiciones, alemana e inglesa (descripción globaly lógica taxonómica en un caso, cuantificación y matematización en elotro), prepara el camino de las síntesis que ocurrirá más tarde.

Para describir esta abundancia, seguiremos los pasos de la construc-ción de un Estado centralizado y fuerte, y las diversas maneras de des-cribir el Estado y la sociedad asociadas a dicha construcción, tanto conanterioridad a 1789 como entre 1789 y 1815 (Bourguet, 1988). En elcaso del poder real, las descripciones del país están destinadas a educaral príncipe y las encuestas administrativas vinculadas a la gestión im-plican ya análisis cuantitativos. Fuera del Estado, viajeros, médicos, eru-ditos locales, científicos, filósofos realizan investigaciones que aún noestán codificadas según unas disciplinas precisas. Luego, después del pe-ríodo revolucionario, las experiencias estadísticas contrastadas del Con-sulado y del Imperio muestran cómo la palabra «estadística» ha cam-biado en Francia su sentido alemán del siglo xviii, por su sentidomoderno de sistema de descripción cuantificado.

La particularidad de Francia respecto de Alemania e Inglaterra estri-ba en que, desde aproximadamente 1660, el poder real es fuerte y estádotado de una administración muy centralizada, aun cuando subsistendisparidades provinciales de derecho y de costumbres que serán denun-ciadas y abolidas en 1789. Tocqueville (1856) mostró que la tradiciónjacobina unificadora tenía ya fuertes raíces en la monarquía absoluta, yque la Revolución y el Imperio prosiguieron y ampliaron rasgos que yaestaban muy presentes en el Antiguo Régimen. De este modo, el papely el comportamiento de los intendentes anuncian los de los prefectos de

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los siglos xix y xx. Ahora bien, desde Richelieu en 1630 hasta Colberten 1663 y, luego, regularmente, los intendentes se encargan de hacerllegar al rey descripciones de sus provincias según modalidades cada vezmás codificadas. Este sistema de encuestas se remonta a la tradición me-dieval del «espejo del príncipe», destinado a instruir a éste y a pre-sentarle el reflejo de su grandeza, es decir, de su reino como extensiónmetafórica de su propio cuerpo. Ese sistema va a desdoblarse paulatina-mente, por una parte, en una tabla descriptiva y general reservada al reyy, por otra, en un conjunto de conocimientos particulares, cuantificadosy periódicos, destinados a los administradores.

En lo que se refiere al rey, se trata de una presentación metódica, se-gún un espíritu y un contenido bastante semejantes a los de la estadís-tica descriptiva alemana, de lo que constituye su poderío, medido segúnel monto del impuesto y el funcionamiento de las instituciones, desdeuna perspectiva estática y jurídica. Así se definen el marco y los límitesde su acción. Se describe un orden inmutable; queda registrada la diver-sidad de las costumbres, pero no se pretende modificarlas. El análisis serealiza desde el punto de vista del rey y de su poder y no se refiere de-masiado al estado de la sociedad, a su economía o a un recuento precisode sus habitantes. Un arquetipo de esta clase de descripción viene dadopor la serie de las memorias de los intendentes, redactadas entre 1697 y1700, para servir de instrucción al duque de Borgoña, heredero del tro-no, según un programa inspirado por Fénelon.

Muy distintas son las informaciones reunidas desde finales del sigloxvii, por y para las oficinas de la administración, con fines más inme-diatos y prácticos que pedagógicos. Vinculadas con el desarrollo de lamonarquía administrativa y sus servicios, estas encuestas están menoslocalizadas, y son más especializadas y cuantitativas. Se refieren al re-cuento de las poblaciones, al inventario de subsistencias, a los precios. Amenudo tienen objetivos fiscales. Vauban redacta en 1686, para refor-mar la talla, un «Método general y fácil para hacer el recuento del pue-blo» que luego reelabora en su diezmo real. En 1694, se propone incluso,para fundar la primera capitación, un censo completo de la población. Laurgencia creada por situaciones de hambruna, epidemia o guerra es elorigen de encuestas parciales sobre la población y las subsistencias en1693 y en 1720 (coincidiendo con la peste en Marsella). Más tarde, seempiezan a elaborar paulatinamente estadísticas especializadas y regula-res, fuera de los casos de urgencia o de reformas fiscales. Las principalesson: las relaciones anuales de nacimientos, matrimonios y defunciones, orde-nadas por el abad Terray en 1772 (punto de partida de las estadísticas

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del movimiento de la población, provenientes del registro civil), el re-gistro de los precios de los productos agrícolas e industriales que, enviadoscada semana a París, permiten elaborar una «tabla general del reino» y,por último, de 1775 a 1786, una relación elaborada por Montyon de lascondenas criminales, antepasado de la estadística moral de Quetelet.

Se establecen así prácticas contables y estadísticas regulares relativasa ámbitos precisos de carácter nacional y sin el rodeo de las descripcio-nes locales, que pretenden describir en particular las evoluciones en eltiempo y están construidas a partir de registros vinculados con la ges-tión permanente de los servicios del Estado. Todos estos rasgos hacen deellas una construcción diferente de las descripciones literarias de Con-ring o Fénelon y anuncian las prácticas de las oficinas de estadística delsiglo xix. Pero subsiste una diferencia esencial: estas descripciones, yasean destinadas al rey o a su administración, son secretas y están vincu-ladas a la prerrogativa real. No tienen como objetivo ilustrar a una so-ciedad civil diferenciada del Estado y una opinión pública autónoma,que se expresan cada vez más a partir de la década de 1750, y que pro-ducen por sí mismas formas de conocimiento separados de los del go-bierno.

Fuera de éste, se desarrolla una tradición privada de descripción so-cial. Relatos de viajes, análisis geográficos referidos a localidades, com-pilaciones sobre el suelo, las costumbres, la economía, corren a cargo deeruditos locales, científicos, médicos, juristas, movidos por la nueva fi-losofía del siglo de las Luces, agrupados en sociedades, en clubes refor-mistas, que discuten y dan forma a los temas que prevalecerán en 1789.Entre ellos, el grupo de los médicos resulta muy significativo, pues suinfluencia se prolongará entrado el siglo xix en el movimiento de los hi-gienistas (Lécuyer, 1977), con ideas semejantes. Estos médicos desarro-llan teorías aeristas y climáticas inspiradas en Galeno e Hipócrates, segúnlas cuales las enfermedades pueden ser interpretadas según el medio ge-ográfico. Ello les lleva a organizar encuestas locales detalladas que rela-cionan las patologías con diversas características naturales, económicas ysociales de esos lugares. Así, en 1776, Vicq d’Azyr, secretario general dela Société royale de médecine, lanza una encuesta dirigida a todos losmédicos de Francia para confeccionar:

... un plano topográfico y médico de Francia en el cual el temperamen-to, la constitución y las enfermedades de los habitantes de cada provin-cia o cantón se relacionarán con la naturaleza y la explotación del suelo.(Citado por Bourguet, 1988, p. 39)

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El secreto que envuelve a los resultados de las encuestas de la admi-nistración tiene por efecto estimular entre los eruditos los trabajos de es-timación fundados en informaciones parciales, a partir de muestras ymediante rodeos de cálculo, como el del multiplicador, según métodossemejantes a los de la aritmética inglesa. Pero el recurso a estos artificiosde «algebrista» motivados por la ausencia de datos empíricos, no tienelas mismas causas en los dos países. En Inglaterra esta carencia es signode la orientación liberal del poder, mientras que en Francia proviene delsecreto del absolutismo real que guarda las informaciones para sí; que-dan confrontadas así dos maneras de hacer el Estado.

Paralelamente al poder estatal se desarrolla la idea optimista de queuna racionalidad fundada a la vez en las matemáticas y en las observa-ciones empíricas posibilitará la objetividad, y, por ende, la transparenciade las descripciones y las decisiones. El primer aspecto, el descriptivo,está representado en los trabajos de Laplace sobre la teoría de los erroresde observación en física o sobre el multiplicador de población. El se-gundo, el decisional, aparece en las investigaciones de Condorcet, queapuntan a un álgebra del hombre en sociedad, una matemática socialque exprese en términos probabilísticos las decisiones de los jurados enmateria criminal o de las asambleas representativas.

Estas formalizaciones pueden referirse a problemas particulares deestimación o de decisión, aportando soluciones precisas. Pero tambiénpueden tener una ambición más global, semejante en esto a la estadísti-ca alemana, pero con otras herramientas. Es el caso de los fisiócratas quedenuncian «la tentación demasiado fácil del cálculo». Sin embargo, adiferencia de los estadísticos tradicionales alemanes mencionados conanterioridad, éstos critican menos el uso mismo del cálculo que la elec-ción de las magnitudes calculadas y el hecho de que éstas no se articulenen una construcción global, en su opinión, pertinente. Es así como Du-pont de Nemours, en una «Carta sobre la necesidad de relacionar loscálculos de subsistencia con los de la población» (1766), ironiza sobre:

... todos los escritores que, en sus gabinetes, se esfuerzan por adicionarlos registros de nacimientos o de muertes y por hacer multiplicacionesarbitrarias para contar los hombres ... que imaginan que, por medio desus cálculos aislados de los de las riquezas, pueden estimar el poderío yla prosperidad de la nación y que, con esta convicción, dejan de centrarsu interés y sus cuidados laboriosos en el conocimiento del estado de losavances y los trabajos de la tierra, del de los productos que ésta brinda y,sobre todo, del estado del producto neto. (Dupont de Nemours; citadopor Bourguet, 1988, p. 42)

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Con Quesnay aparece la idea de una construcción de conjunto que noes sólo un sistema lógico formal como entre los alemanes de Göttingen,sino un marco descriptivo que articula las variadas evaluaciones en un«tableau économique» (Schumpeter, 1983). Esta ambición, absoluta-mente comparable a la que mostrarán los expertos contables nacionalesa partir de la década de 1940, reúne la exigencia de totalidad, de ex-haustividad, al menos virtual, de los sistemas surgidos de la escolásticade los alemanes y la de medida de los aritméticos. Ahora bien, medir unacosa supone también comprobar su consistencia, dotándola de una exte-rioridad, de una independencia respecto de su inventor o de su observa-dor (según el punto de vista, relativista o realista). Convertida así enconsistente —objetiva— mediante una medición, una cosa puede serincluida en una máquina, es decir, un sistema de cosas que se sostienenentre ellas independientemente de su constructor. Aquí, la máquina esun modelo que simula la sociedad, no sólo gracias a una nomenclatura,sino también por medio de medidas. La discusión sobre el realismo delobjeto adquiere aquí una nueva dimensión, la del realismo de la máqui-na, es decir, del modelo. La idea de modelo posee connotaciones diver-sas: descriptiva (esquema simplificado), causal (encadenamiento de ex-plicaciones), normativa (figura a imitar), probabilística (sistemahipotético de distribuciones de variables aleatorias). Varias de ellas seencuentran ya en la construcción de Quesnay que pretende ser a la vezdescriptiva (delimitación de los agentes económicos y medida de sus in-tercambios), explicativa (papel de la agricultura) y prescriptiva (elimi-nación de los obstáculos al comercio y a la industria). Nace así la idea delmodelo empírico, pero las herramientas para comprobar su solidez no seconstruyen hasta más de un siglo después.

A través de sus modalidades estatales o privadas, las maneras de des-cribir y de calcular realizadas en Francia bajo el Antiguo Régimen ocu-pan un gran número de posiciones en el espacio que los contemporáne-os comienzan a percibir, entre los dos polos de las tradiciones alemana einglesa. Así, en los trabajos de los fisiócratas se encuentra la ambiciónsistemática de la primera y el interés por la objetivación de la segunda.Pero el hecho fundamental de este período que marca el fin de la mo-narquía es que persiste la disyuntiva entre las encuestas hechas por la ad-ministración real y reservadas a su uso, y las investigaciones realizadasfuera del Estado y marcadas por el espíritu nuevo del siglo de las Luces,para el cual la circulación y la publicidad de los conocimientos son con-diciones esenciales para el progreso de la sociedad. La asimilación más omenos fácil de esta exigencia en el Estado de nuevo cuño, instaurado tras

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1789, es, pues, un desafío decisivo que tras numerosos titubeos condu-ce a redefinir la palabra estadística y a dotarla de otro contenido, inclu-so si esta definición sigue siendo objeto de debate a lo largo de todo elsiglo xix (Armatte, 1991).

Revolución e Imperio: la «adunación» de Francia

El período que va de 1789 a 1815 resulta decisivo para la formación delas herramientas políticas, cognitivas y administrativas que dotan deoriginalidad a la descripción estadística del mundo social entre otrosmodos de descripción y a la estadística francesa en relación con las deotros países. En Francia, las concepciones opuestas mencionadas con an-terioridad se enfrentan, a veces con dureza, en el curso de períodos cla-ramente contrastados en los que se suceden los sobresaltos de la urgen-cia, las grandes ambiciones descriptivas y, por último, las series casitransformadas en rutina (Woolf, 1981). De 1789 a 1795, se elaborancensos y encuestas particulares que no obtienen resultado porque se re-alizan en situaciones de urgencia, escasez o guerra, y sin la infraestruc-tura administrativa adecuada. Más tarde, de 1795 a 1806, se organizanencuestas globales sobre los nuevos departamentos, con característicascomparables a las de la estadística alemana. Por último, de 1806 a 1815,se realizan estadísticas cuantitativas regulares, en particular agrícolas eindustriales.

Durante el cuarto de siglo que discurre de la Revolución al Imperio,la empresa de construir equivalencias fue particularmente espectacular.Es incluso uno de esos momentos de la historia del mundo en los queesta construcción ha sido deseada, pensada y puesta en la práctica de for-ma tan sistemática, en un tiempo tan corto y abarcando numerosas cues-tiones: el sistema métrico decimal y la unificación de pesos y medidas(los mismos en todas partes y articulados lógicamente entre ellos en tor-no al metro), la generalización de la lengua francesa y la reducción de losdialectos (a través del ejército y la escuela), la universalización de los de-rechos humanos («los hombres nacen y permanecen libres e iguales»), laabolición de los privilegios nobiliarios y de los gremios, el código civil(inspirado en un derecho natural del hombre en general, y ya no vincula-do a una sociedad particular), la división administrativa del territorio dela nación (homogeneizado por la abolición de los derechos particularesen ciertas provincias) en departamentos organizados de forma idéntica ydimensiones comparables. No obstante, fracasa alguna de estas tentati-

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vas para transformar los marcos de referencia del mundo natural y social,como, por ejemplo, el calendario revolucionario, acaso porque, a dife-rencia de las demás reformas, no introducía una codificación del tiempomás universal, racional y económica que el anterior. En este caso, el cos-te de la inversión necesaria para cambiar el calendario cristiano, formaya sólidamente unificada desde hacía siglos por el papado, no se com-pensaba por una economía ulterior significativa, como fue el caso res-pecto de las otras reformas que se impusieron: resulta aquí visible la do-ble dimensión, cognitiva y económica, de las atribuciones de forma.

Todas estas construcciones metrológicas, jurídicas y taxonómicas tie-nen por efecto convertir en teóricamente independientes, en relacióncon las circunstancias singulares y locales, las medidas físicas, los juicioso las codificaciones, haciéndolos idénticamente repetibles, transporta-bles, generalizables. Estas construcciones pretenden tanto asegurar lajusticia de las relaciones entre los hombres como garantizar la exactitudde los contrastes entre las cosas. La universalidad y la transparencia delsistema de pesos y medidas permite así evitar los engaños en los inter-cambios mercantiles, mientras que las codificaciones administrativas yjurídicas son indispensables para dotar de consistencia objetiva a cosasque, sin ellas, no podrían contarse: los matrimonios, crímenes, suici-dios, y más tarde las empresas, accidentes de trabajo, desempleados.

Esta tarea de homogeneización y codificación de un gran número deaspectos de la vida humana tiene como manifestación más visible la uni-ficación del territorio nacional, ya que muchas de las cosas y de las reglasentonces redefinidas y convertidas en más generales estaban anterior-mente especificadas a nivel local o provincial. A este trabajo complejo,costoso, y a menudo doloroso, Siéyès, uno de sus actores principales, leda el nombre de «adunación», unificación voluntaria de los sistemas dereferencia. Uno de los momentos fuertes de la adunación es la divisiónen departamentos, efectuada en algunos meses por la Asamblea consti-tuyente, a finales de 1789 (Ozouf-Marignier, 1986). Su principio con-siste en dividir (departir) un todo ya unificado, la nación, y no en reunirentidades (provincias), que existen anteriormente con rasgos singulares.Ésta es la razón por la cual la compartimentalización se realiza segúncriterios generales, definidos por la Asamblea y no según contingenciaslocales. (Un proyecto extremo fue el de crear una estructura en red se-gún cuadrados definidos por los meridianos y los paralelos terrestres.)

Entre estos criterios, las superficies de los departamentos deben serdel mismo orden de magnitud, las prefecturas deben estar ubicadas desuerte que sea posible llegar a ellas en un día desde cualquier punto del

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departamento, y las subprefecturas de modo que se pueda ir y venirtambién en un día. Los nombres de los departamentos se fabrican a par-tir de nombres de ríos o de montañas, evitando los de las antiguas pro-vincias. A veces los diputados, ante la presión de emisarios enviados porsus regiones, intentan influir en ciertas opciones, pero ello resulta con-trario al principio fundamental según el cual ellos son colectivamentelos electos de toda la nación y no los delegados de su provincia. Esta re-gla nacional les lleva pues a resistirse a esas solicitudes, y es esto lo queposibilita el trabajo en un plazo tan breve. El principio general es el dela tabla rasa de una sociedad caracterizada anteriormente por sus privi-legios, su régimen tributario diferente según las provincias, sus supers-ticiones locales. Los departamentos (en 1789), luego los prefectos (insti-tuidos en 1800), deben ser los instrumentos de esta adunación—construcción político-cognitiva de un espacio de medida común a es-cala de la nación única e indivisible—. Ahora bien, esta construcciónviene impulsada por una monumental encuesta estadística cuya respon-sabilidad incumbe precisamente a los nuevos prefectos.

Entre 1789 y 1800, Francia conoce un período en el que se entre-mezclan las ambiciones de refundar la sociedad sobre bases nuevas y si-tuaciones de crisis extrema, económica, política y militar. Las primerassuscitan una fuerte demanda para describir la sociedad en todos sus as-pectos con el fin de transformarla, lo que da pie a numerosos proyectosde censos y encuestas detalladas, en particular para dotar de contenidoal nuevo marco de los departamentos. Pero las urgencias de las crisisprovocan una sucesión incoherente de solicitud de informaciones porparte del centro, mal atendidas y controladas y, generalmente, sin res-puesta (Gille, 1964).

El 18 brumario (9 de noviembre de 1799) conduce a la instalación deun poder fuerte y autoritario, que va a traducir las potencialidades y losambiciosos proyectos anteriores de instituciones eficaces: código civil,universidades, institutos de enseñanza secundaria, administración pre-fectoral, oficina de estadística, censos. Pero, en lo que respecta a la esta-dística, se suceden dos momentos muy diferentes cuya oposición es sig-nificativa: la encuesta según el modo alemán y, luego, las estadísticaslimitadas y directamente útiles. Las diferentes maneras de describir y dedar forma al mundo social, que hasta no hace mucho se habían debatidoen los círculos de filósofos y fuera de la administración real, pueden sermovilizadas en lo sucesivo por los que, especialmente en el ministeriodel Interior, debían a la vez responder a las urgencias y sentar las basesde un modelo global de descripción de la sociedad francesa. Ese fue el

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caso de François de Neufchâteau, ministro entre 1797 y 1799, quien en-vía regularmente circulares a las municipalidades y a los departamentossolicitando informes de todo tipo.

Se reúnen así, a instancias de la nueva administración, todos esos tra-bajos de eruditos locales, sociedades científicas, médicos y filántroposquienes, anteriormente, habían surgido en todos los puntos del reinoaunque sin ninguna coordinación. El apetito por saber de los grupos so-ciales que condujeron la Revolución entre 1789 y 1795 es pues solicita-do ahora para que se ponga al servicio del Estado, y es a estos grupos aquienes se dirige François de Neufchâteau, y Chaptal a partir de 1800.Un aspecto importante de esta nueva manera de hacer la estadística con-siste en que, a diferencia de lo que se hacía en la administración del An-tiguo Régimen, su destino es la publicación. El primero en hacerlo esSébastien Bottin, quien publica en 1799 un Anuario político y económicodel Bajo Rin, antes de lanzar una empresa de almanaques, comprada lue-go por Didot, editando los denominados «bottins» (Marietti, 1947). DeNeufchâteau los proclama «la primera obra verdaderamente estadísticade esta naturaleza que tenemos en Francia», y predice: «Tengo la espe-ranza de ver su nombre unido a este tipo de obra, y de que un día se digael Bottin de un departamento para designar un anuario estadístico ins-tructivo y completo, como se dice un Baremo para expresar cuentasajustadas».1

La unificación de la nación conlleva una vasta difusión de los conoci-mientos sobre los territorios que la componen, sobre las nuevas técnicasproductivas, agrícolas e industriales, sobre los mercados posibles. En esemomento, la estadística pasa del manuscrito encerrado en los archivosde la administración al impreso destinado, en principio, al gran públi-co. Este deslizamiento está vinculado con el hecho de que el Estado re-publicano, transformado en la cosa de todos, representa a la sociedad com-pleta, a través de la representación electoral pero también mediante lasestadísticas, que se vuelven el «espejo de la nación», y ya no simple-mente el «espejo del príncipe». Esta ambición de ofrecer a la sociedadun reflejo de sí misma, a través de una red de encuestas encomendadas alos prefectos, constituye la primera orientación de la nueva «oficina deestadística de la República», creada en 1800 por el ministro del Inte-rior, Lucien Bonaparte, pronto sustituido por Chaptal.

De Ferrière y Peuchet, los dos principales responsables de esta ofici-na hasta 1805 y de cultura más bien literaria, se sienten atraídos por laestadística al estilo alemán (el tratado de Schlözer fue traducido porDonnant) y se muestran reticentes respecto del «álgebra» de los aritmé-

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ticos políticos ingleses. Sin embargo, en el propio seno de la oficina, sonrebatidos por Duvillard, matemático, especialista en las tablas de mor-talidad y en su uso para calcular las rentas vitalicias. Dos culturas, dosmodos de conocimiento, dos catálogos de exigencia se enfrentan sincomprenderse, en un momento en el que las «ciencias humanas» no es-tán aún estructuradas en disciplinas académicas claramente diferencia-das y en el que los lenguajes nuevos se encuentran en competencia di-recta.

Peuchet y Duvillard: escribir o calcular

Mientras que Peuchet presenta la escritura como forma que permite lanarración y la memorización, y denuncia el carácter reductor de las ta-blas, que son comparables a esqueletos sin sustancia, Duvillard reivin-dica la precisión de las cifras, verificables de diversos modos y cuyas le-yes pueden representarse por medio de ecuaciones. Resulta interesanteleer discursos tan característicos como éstos evitando la pregunta«¿quién tenía razón?», y centrándose, por el contrario, en su coherenciainterna, buscando con qué fuerzas sociales y políticas tratan de vincu-larse, a quién tratan de decir: «Miren cómo me necesitan», y qué argu-mentos aducen para ello.

En 1805 Peuchet publica una obra cuyo título completo expresa supropósito: Estadística elemental de Francia, que contiene los principios de estaciencia y la aplicación de éstos al análisis de la riqueza, de las fuerzas y del po-derío del Imperio francés, para uso de las personas que se dedican al estudio de laadministración. A su nombre le sigue una lista de sociedades de agricul-tura y de comercio, así como de instancias políticas y administrativas alas que pertenece. La palabra «administración» tiene para él un sentidogeneral de gestión de los negocios, públicos o comerciales. Se dirige aese grupo de notables, del que él mismo forma parte, y les propone undiscurso descriptivo global, fácil de leer y de memorizar, sobre «la ri-queza, las fuerzas y el poderío del Imperio». En un prólogo «sobre lamanera de escribir la estadística», insiste en las cualidades de escrituraque convienen:

... al espíritu francés siempre impaciente por conocer la finalidad de untrabajo, y que no puede tolerar la aridez de las tablas, por más exactasque sean ... Las consideraciones generales, las aplicaciones útiles, las de-finiciones claras, todo lo que induce a la meditación merced al incentivo

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del discurso y la elocución, todo esto está contenido necesariamente enel modo de instrucción francesa. (Peuchet, 1805)

Peuchet parece rechazar decididamente la estadística alemana, cul-pable de «acumular, estrangulándolos, una multitud de conocimientospositivos o de razonamiento, en un marco que no es en absoluto el suyo... en nomenclaturas casi sin ninguna aplicación» y los cálculos de los«algebristas» y «geómetras», pero consagra lo esencial de sus ataques aestos últimos:

Si hemos condenado el método que desnaturaliza la estadística con laconfusión o la mezcla de conocimientos ajenos a su enseñanza o inútilespara ella, creemos con mayor razón que se debe rechazar aquél que porsus fórmulas enigmáticas, cálculos algebraicos o figuras de geometría,quisiera presentar o analizar lo que es mucho más simple decir natural-mente y sin oscuridades ... Hacemos estas acotaciones tanto más oportu-namente cuanto que hay personas, además, instruidas, que han creído debuena fe haber contribuido a los progresos de la economía política ydado solidez a las máximas de ésta, erizándola de cálculos algebraicoscuya aplicación al objeto de esta ciencia de por sí complicada es incom-prensible, y que debemos evitar confundir por un exceso de dificultadesy abstracciones metafísicas ... (Peuchet, 1805)

Podría suponerse que el propio Peuchet está poco familiarizado conlos métodos de los aritméticos y mal predispuesto al respecto. Pero loimportante es que propone a su público, al que conoce bien, un discur-so legible y memorizable, en el cual las partes se mantienen, porque si-guen un hilo narrativo, sostenido por un proyecto unificador: analizar el«poderío del Imperio», describiendo sucesivamente el territorio, la po-blación, la agricultura, la industria, el comercio, la navegación, el pre-supuesto del Estado y el ejército. Además, esto no le impide utilizar de-talladamente los trabajos de los «algebristas», a los que por otra partedenuncia, pero que ha estudiado atentamente, mencionando, por ejem-plo, una «estimación del consumo total, según el consumo evaluado decada individuo», y comparando tres métodos de cálculo típicos de los al-gebristas. Sus palabras vehementes contra estos últimos pueden leersecomo una manera de dar respuesta a su público y a sus supuestas reti-cencias en relación con las «tablas áridas». Desempeña por consiguien-te un papel de intermediario, de traductor (Callon, 1989) entre las for-malizaciones de los aritméticos y las preguntas que se plantean los«administradores». Pero el hecho de denunciar tan duramente a los pri-

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meros resulta torpe sin duda, y le impide establecer una alianza conellos; a fin de cuentas, su grupo resultará más bien el perdedor, pues DeFerrière abandona la oficina de estadística en enero de 1806.

Duvillard, quien le reemplaza entonces por poco tiempo, tiene unaestrategia muy distinta. Matemático de formación, había sido empleadode la oficina de control general y en el Tesoro con anterioridad a 1789.Había construido las tablas de mortalidad (utilizadas por las compañíasde seguros hasta 1880) y se había convertido en un especialista de su usoen los problemas de liquidación de las rentas vitalicias, cálculo de lasjubilaciones y amortización de la deuda pública. En 1791, le nombrandirector de una oficina de aritmética política creada por la Asamblea cons-tituyente a instancias de Condorcet y Lavoisier. Durante toda la Revo-lución y el Consulado, multiplica las ocasiones para demostrar que sustécnicas son indispensables para resolver muchos problemas del TesoroPúblico. En 1805, el secretario general del ministerio del Interior, DeGérando, le nombra subjefe de la oficina de estadística, con la misión deevaluar el trabajo realizado por De Ferrière y sus subordinados. Se es-candaliza entonces por lo que le parece una falta total de rigor en la fa-bricación de las tablas, especialmente a partir de las respuestas incom-pletas e incoherentes de la encuesta de los prefectos iniciada en 1800. El13 de enero de 1806, expresa su indignación en una Memoria sobre el tra-bajo de la oficina de estadística. De Ferrière se marcha, pero Duvillard nologra reemplazarlo. En abril de 1806, se nombra a un administradorprudente y realista, Coquebert de Montbret. En noviembre, Duvillardredacta una Memoria para el restablecimiento del puesto de geómetra calcula-dor, donde describe su carrera y los servicios prestados, y expresa el de-seo de que su competencia sea institucionalizada mediante la creaciónde una oficina especial dirigida por él mismo. En ambas memorias, con-cluye presentándose como «padre de familia y sin fortuna», y solicitaque se le reconozca su talento (Reinhart, 1965; J. C. Perrot, 1977).

En su memoria de enero, Duvillard expone con precisión lo que se-gún él debería hacer una oficina de estadística. Primero, observa que na-die piensa en comprobar la consistencia de los objetos, confrontándolosunos con otros:

Parece ser que nadie en esta oficina ha sospechado que los hechos pudie-ran verificarse unos mediante los otros. Sin embargo, todos guardan re-laciones esenciales y necesarias entre sí. Las mismas causas que modifi-can a unos, provocan también diferencias en los otros. Después deconsiderar atentamente sus relaciones, a menudo puede representarse surelación y su ley por medio de ecuaciones. (Duvillard, 1806)

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Luego describe concretamente la inversión considerable que implica,en una administración aún poco habituada a esta rutina, la construcciónde equivalencias que en principio no existen —los numerosos intercam-bios con los prefectos, los cuidados que requiere el trabajo mecánico dela oficina:

... La principal función del director de esta oficina debería haber sido lade examinar atentamente los informes que envían los prefectos, discutir,comparar, verificar los hechos, comunicar a los prefectos las observacio-nes realizadas, invitarles a observar nuevamente y a buscar las causas quepudieron dar lugar a resultados que parecen absurdos o extraordinarios.Ahora bien, no sólo no se ha cumplido esta función, sino que la forma delos informes en la que se solicitaron los hechos estaba viciada, y las nu-merosas faltas de omisión, de adición que se han cometido en las tablasincompletas e impresas del estado de las manufacturas, de la población,de su movimiento, y que las vuelven inútiles, demuestran que el traba-jo mecánico de la oficina tampoco ha sido cuidado lo suficiente. (Duvi-llard, 1806)

Luego constata que los prefectos sólo pueden responder rigurosa-mente si la administración «lleva un registro», es decir, si preexiste unaforma de anotación y de codificación, cuyo prototipo es el registro civil.En caso contrario, el estadístico deberá proceder de un modo indirecto,por razonamiento y cálculo (éste es el tipo de álgebra que Peuchet había de-nunciado, aunque se había servido de ella):

Sólo puede esperarse de los prefectos el conocimiento exacto de los he-chos cuyo registro llevan las administraciones públicas y los particulares.Hay una multitud de otros hechos importantes que siempre será difícilconocer completamente mediante la observación. A saber: la duración delos matrimonios, de la viudez, el inventario de la riqueza mobiliaria, delos productos de la industria, de las materias primas y elaboradas, el co-nocimiento de su destino final. Pero, a menudo, con los datos necesarios,lo que no puede ser contado o medido inmediatamente, el razonamien-to y el cálculo pueden descubrirlo por la combinación metódica de loshechos. Las ciencias físico-matemáticas ofrecen muchos ejemplos de ello... (Duvillard, 1806)

Por último, Duvillard responde punto por punto a Peuchet, quiencriticaba las «tablas áridas», subrayando que esta forma «facilita los co-tejos y el examen», e ironiza sobre los hombres que brillan con el «bar-niz seductor de su estilo elegante»:

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Los hechos aislados, de los que únicamente se puede tener un conoci-miento superficial, los que exigen un desarrollo, sólo pueden ofrecerseen las memorias; pero los que se pueden presentar en masa, detallada-mente, y con cuya exactitud se puede contar, deben exponerse en tablas.Esta forma que pone los hechos en evidencia, facilita los cotejos, el co-nocimiento de las relaciones y el examen, pero para ello sería necesariollevar registros, así como yo lo he hecho respecto de la población, y es loque aún no se ha realizado ...... En un país en el que se vive de conocimientos superficiales y en el quese está más preocupado por las formas que por el fondo de las cosas (por-que el saber conduce pocas veces a la fortuna), no faltan hombres quetienen el barniz seductor de un estilo elegante. Pero la experiencia prue-ba que no basta saber hacer planos, resúmenes, bosquejos de estadísticapara hacerla correctamente ... Por más inteligencia que tenga una perso-na, es imposible que improvise una ciencia que exige estudios prelimi-nares y la dedicación de casi toda una vida: cuando se considera la ex-tensión de los conocimientos en economía, en aritmética política, enmatemática trascendente, en estadística, la sagacidad, el talento, el ge-nio junto con la capacidad de orden y perseverancia que habría que po-seer para ocupar ese puesto, parece que desde el punto de vista de la uti-lidad y de la dificultad, ella no aventajaría demasiado a los hombres másdistinguidos por sus escritos. (Duvillard, 1806)

Estos dos hombres son, pues, más complejos de lo que sugieren lasimágenes estereotipadas que ofrecen de sí mismos. Peuchet emplea losresultados de los algebristas cuando le son útiles. Duvillard sabe escri-bir y su estilo no carece de mordacidad y de humor, como lo muestra lamanera en que subraya «por sus escritos» en una frase que hace abierta-mente alusión a Peuchet. Cuando uno reprocha al otro sus «tablas ári-das» y sus «cálculos herméticos», y a cambio recibe burlas por el «bar-niz seductor de su estilo elegante», puede leerse de forma más general—más allá de una oposición clásica entre culturas literaria y científica—dos maneras recurrentes en los estadísticos de tratar de demostrar queson necesarios. En un caso, se pretende hacer pasar un mensaje simple ymemorizable, producir cosas inmediatamente utilizables sobre las cualespodrán apoyarse construcciones de otra naturaleza retórica, por ejemplo,política o administrativa: las palabras de Peuchet sobre «la riqueza, lasfuerzas y el poderío del Imperio» son de este orden. Pero en el otro caso,se insiste sobre el tecnicismo y el profesionalismo que implican la pro-ducción y la interpretación de resultados que no son gratuitos ni trans-parentes. Con el paso del tiempo, se perfeccionará la articulación de es-tos dos discursos, y su confrontación resultará menos brutal que en la

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oposición entre Peuchet y Duvillard. Sin embargo, esta tensión funda-mental está inscrita en la posición misma de las oficinas de estadísticaadministrativa, cuyo crédito se funda a la vez en la visibilidad y el tec-nicismo. La manera en que, según las épocas y los países, esta doble exi-gencia se contrapone y se transforma, es un hilo conductor de la historiade estas oficinas.

En el caso de la oficina de la estadística napoleónica de 1806, comolos dos protagonistas han defendido su punto de vista de manera dema-siado radical, ninguno de los dos prevalece. Será un alto funcionarioatento a las necesidades directas de la administración, Coquebert deMontbret, quien asumirá la dirección. La urgencia viene entonces dadapor las consecuencias económicas del bloqueo continental contra Ingla-terra, y todos los esfuerzos se consagran al establecimiento de series deproducción, agrícola e industrial. Luego, acaso porque no pudo respon-der dentro de los muy breves plazos exigidos a una solicitud de Napole-ón de informes detallados sobre el conjunto del aparato productivo, laoficina de estadística se suprime en 1812 (Woolf, 1981). De este perío-do subsisten, por una parte, las «memorias de los prefectos», respuestasa la encuesta de Chaptal de 1800, cuya publicación fue suspendida en1806 y, por otra, una tentativa de construcción de series de estadísticaseconómicas también interrumpidas (Gille, 1964).

La estadística de los prefectos: pensar la diversidad

Hasta 1806, la oficina de estadística reúne y publica las memorias de-partamentales redactadas por los prefectos a partir del cuestionario deChaptal; otras serán publicadas más tarde por editores privados hasta1830. Durante mucho tiempo, los historiadores las consideraron comodocumentos heteróclitos, incompletos y, sobre todo, inservibles comofuente de datos cifrados. Esto es cierto desde la perspectiva de la histo-ria económica y social cuantitativa desarrollada, entre las décadas de1930 y 1960, a partir de los trabajos de Simiand y Labrousse. Para estoshistoriadores, la construcción de series estadísticas consistentes, porejemplo, en listas de precios o en producciones agrícolas, entraña elcumplimiento de rigurosas condiciones previas: modalidades de regis-tro constantes en el tiempo y el espacio, identidad de los objetos regis-trados. El trabajo de crítica de las fuentes consiste precisamente en veri-ficar estas condiciones o, más bien, en suponer que los objetos y lascircunstancias de sus registros son lo suficientemente equivalentes como

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para que su reducción a una misma clase sea pertinente, previo debatesobre la relación entre equivalencia suficiente y pertinencia. Esta cues-tión resulta de fundamental importancia si se construye una larga seriereferida a las profesiones o a los sectores económicos. También lo es si sereúnen datos concernientes a las regiones de un Estado y si las condicio-nes de registro no han sido bien codificadas: ésta es precisamente la crí-tica que Duvillard hace a sus predecesores, aunque observando que losprefectos sólo pueden «conocer exactamente los hechos de los que lasadministraciones llevan registro».

Pero el interés que presentan las memorias de los prefectos cambia sise elige como objeto de investigación histórica la empresa de adunación ensí misma, observando que ésta constituye uno de los aspectos más im-portantes de la Revolución Francesa y cuyas consecuencias han sido lasmás duraderas, cualquiera que sea la opinión que se tiene de dicho pro-yecto. Desde esta perspectiva, la encuesta de Chaptal se presenta comoun enorme esfuerzo para describir la diversidad de Francia en 1800, ypara medir la amplitud de la tarea exigida por esta «adunación». La ob-servación realizada por los prefectos en su región no sólo ofrece una in-formación valiosa sobre estos departamentos sino también y, especial-mente, sobre la manera en que los actores de esta empresa la ven, sobrela forma en que perciben la diversidad de Francia y los posibles obstá-culos a esta empresa política y cognitiva. Por esta razón, estos docu-mentos ofrecen al historiador un material único; el libro de Marie-Noë-lle Bourguet está precisamente consagrado a su análisis (1988).

La encuesta puede leerse de varias maneras. En un primer nivel: ¿cuáles la situación de Francia en 1801? Como un relato de viaje, presenta ungran número de informaciones cuyo interés es más etnológico que esta-dístico en un sentido moderno. Pero también, en un segundo nivel:¿cómo se observa? ¿Cómo se seleccionan los rasgos supuestamente perti-nentes? Finalmente, en un tercer nivel, ¿qué obstáculos se perciben alproyecto político de transformación y de unificación del territorio? Lasresistencias a las que se enfrenta este proyecto evidencian aspectos de lasociedad que, anteriormente, no tenían ninguna razón de ser explicita-dos. Si se deben nombrar y describir cosas es porque se desea actuar so-bre ellas. En concreto, el paso de una Francia prerrevolucionaria a laFrancia tras la revolución implica cambiar no sólo el territorio, sinotambién las palabras y las herramientas para describirlo: un aspecto sor-prendente de las memorias redactadas por los prefectos es el choque decuadrículas de análisis rivales, que surgen y se entreveran bajo su pluma.Mencionaremos dos casos en los que esta confusión taxonómica es ejem-

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plar. ¿Cómo pensar la acotación y el orden entre los grupos sociales?¿Cómo apreciar la homogeneidad o la heterogeneidad interna de cadauno de ellos?

Para describir los grupos sociales existen tres cuadrículas muy dife-rentes. La primera es un legado de la Francia del pasado que se conside-ra completamente suprimida en 1789: la nobleza, el clero, el tercer es-tado. La sociedad según diferentes órdenes ha desaparecido, siendoreemplazada por una sociedad igualitaria en la que «los hombres nacenlibres e iguales ante la ley». La nueva cuadrícula oficial se basa en la pro-piedad y el origen de los ingresos. La venta de los bienes nacionales y el re-parto de la tierra entre numerosos nuevos propietarios dieron a este gru-po una gran importancia, y la distinción entre los «propietarios debienes inmuebles» y todos los demás constituye el criterio esencial de lacuadrícula propuesta por la circular del 19 germinal del año ix (9 deabril de 1801), en la cual Chaptal envía a los prefectos el cuestionarioque deberán responder. Tienen que indicar el número de:

1. propietarios de bienes inmuebles2. personas que viven únicamente del producto de sus bienes in-

muebles3. personas que viven únicamente de un ingreso en dinero4. personas empleadas o remuneradas por el Estado5. personas que viven de su trabajo, ya sea mecánico o industrial6. braceros o peones7. mendigos.

Esta segunda cuadrícula, publicada de este modo en una circular ad-ministrativa, da consistencia a los grupos según un criterio ya clara-mente objetivado: el del origen de los ingresos. Coloca a la cabeza a lospropietarios, luego a los rentistas y a los funcionarios. Por el contrario,el asalariado en el sentido moderno todavía no se percibe como grupodiferenciado ya que la rúbrica 5 agrupa a obreros y maestros (según elvocabulario de las corporaciones). Incluso la futura clase obrera aparecetodavía menos, ya que los obreros de oficio están en la rúbrica 5 y los brace-ros en la 6.2

Sin embargo, a través de los comentarios que realizan los prefectos apropósito de las diferencias sociales entre las poblaciones de sus depar-tamentos, resulta que esta cuadrícula presenta un defecto fundamentalpara ellos: no distingue a las personas instruidas, es decir, más bien urba-nas y cultas —que tienen en común hábitos y preocupaciones que las

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distinguen con bastante claridad— del pueblo. Esta tercera cuadrículaaparece pues en las descripciones de los hábitos, pero resulta difícil ob-jetivarla y sus fronteras siempre se presentan borrosas. Se menciona lacontradicción entre las dos cuadrículas. Algunos propietarios (especial-mente en el campo) son poco «civilizados» (y, a veces, bastante pobres);por el contrario, las «personas de talento» (profesores, médicos) a me-nudo no son propietarios.

A esta distinción entre las personas instruidas y el pueblo le corres-ponde una fluctuación significativa en el análisis de la heterogeneidadinterna de los dos grupos: ¿cuál de estos grandes conjuntos es el más ho-mogéneo? O más bien: ¿cómo apreciar esta homogeneidad? La ambigüe-dad de las respuestas que se dan a esta pregunta refleja la multiplicidadde las maneras de establecer una equivalencia. En algunos casos las élitesinstruidas se presentan como iguales en todas partes; es inútil describir-las en detalle pues sus costumbres civilizadas se han uniformizado debi-do a las mismas exigencias, el mismo trabajo de civilización de las costum-bres (Elias, 1973). En contraposición a esas élites, las maneras de vivir delpueblo se fragmentan en una multitud de costumbres locales, caracteri-zadas por dialectos, vestimentas, fiestas, rituales, muy diferentes no sólode una región a otra, sino incluso de una parroquia a otra. Sin embargo,en otros casos los prefectos leen esa realidad de un modo opuesto: sólo laspersonas cultas pueden tener una individualidad diferenciada y modos devida personales, mientras que la gente del pueblo queda definida por losgrupos, en una gran masa, y todos son semejantes.

No obstante, estas lecturas resultan menos contradictorias si se ob-serva, volviendo al vocabulario de Dumont (1983), que en los dos casosse describe al pueblo según una cuadrícula holística, a partir de su co-munidad de pertenencia. Las élites, por el contrario, son descritas segúnuna cuadrícula individualista, que abstrae los individuos de su grupo,haciéndolos teóricamente iguales: es entonces el individuo de la decla-ración de los Derechos Humanos, y de la sociedad moderna urbana. Enesta visión individualista, los hombres son todos diferentes porque sonlibres y semejantes porque son iguales ante la ley. Esta oposición entre laslecturas holísticas e individualistas constituye un esquema clásico de lasociología, por ejemplo, en la distinción de Tönnies entre comunidad ysociedad. Es interesante desde una perspectiva de la historia de la objeti-vación estadística, pues le corresponden dos líneas de utilización y de in-terpretación de las estadísticas sociales. La primera va de Quetelet yDurkheim hasta un sector de la macrosociología moderna. Se refiere agrupos pensados como totalidades dotadas de rasgos colectivos que la

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estadística describe a través de las medias. La segunda, consagrada a ladescripción de las distribuciones de rasgos individuales, va de Galton yPearson a otras corrientes contemporáneas, y rehusa acordar al grupo unestatuto diferenciado de la reunión de los individuos que lo componen.

Los prefectos, en sus respuestas a la encuesta, dudan constantementeentre diferentes métodos de recolección de los saberes (examen de archi-vos, cuestionarios escritos, observaciones directas). La circular les impo-ne tanto respuestas cuantitativas (población, profesiones, precios, equi-pamientos, producciones), como descripciones literarias (religiones,costumbres, hábitos). Ellos mismos vacilan entre cuadrículas de análisisdiversas. Por todos estos aspectos, la encuesta desalienta al historiador oal estadístico preocupado por tener datos fiables. Pero hay que ser cons-ciente de que la producción de estos últimos exige que el país descritoya esté bien «adunado», y dotado de códigos de registro y de circulaciónde los hechos elementales bien estandarizados. El interés a posteriori deuna encuesta de esta naturaleza estriba precisamente en mostrar las co-sas en agraz, antes de que se endurezcan, y, no obstante, siempre incom-pletas. Un índice de la evolución posterior es que, paulatinamente y a lolargo de los siglos xix y xx, el aspecto territorial verá disminuir su im-portancia en la estadística nacional, que se basará en totalizaciones dis-tintas a las de los departamentos. El prefecto mismo ya no será el queexplora su departamento por cuenta de una autoridad central en parteaún virtual, sino el que pone en práctica medidas administrativas, for-muladas por una autoridad ya bien establecida, y esclarecidas por las me-didas estadísticas que esta unificación del territorio ha posibilitado.

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