La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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BRIAN

R

HALv NETI

L

POLÍTIC

ESP ÑOL EN

UN

EPOC REVOLUCION RI

1790 1820

Traducción

de

MERCEDES PrzARRO e

IsM EL Prz R Ro

SuÁREZ

FONDO DE CULTURA ECONóMIC

MÉXICO

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:30

INTRODUCCióN

tuciones políticas del liberalismo ofrecían a los nobles

un pr

in

cipio la posibilidad de representación,

aunque

como p a r t ~ c u l a r e s en

]as Cortes, y posteriormente después de

18

34, b perspectiva de

t ~ n a

representación corporativa en la cámara alta de

un

s 1 s ~ e m a blca

meral.43 Fernando

VII

en 1814 estaba totalmente equ1vocado al

s u p o n r

que el liberalismo implicaba un ataque ya sea contra la mo

narquía o contra

la

nobleza. De todas maneras, el restaurado monarca

:apreciaba correctamente que

las

instituciones liberales implicaban la

conclusión

de

la m o

narquía

absoluta tal como la concebían

sus

pre

'decesores Barbones o Habsburgos.

Si

bien el liberalismo

se

encami

naba

hacia el fin de la monarquía absoluta, ciertamente no presupo

nía

la destrucción del centralismo buroerático.

Por

el contrario, las

políticas liberales

no

solamente involucraban el empleo de facultades

s i n

precedente por parte del Estado, por ejem plo en la apropiación de

la riqueza de la Iglesia, en la venta de tierras comunales y en la

:abolición del sistema de gremios, sino que

también se

encaminaban

a la destrucción

de

aquellos organismos representativos regionales,

por

imperfectos

que

pudieran ser, que

habían

sobrevivido a los

in

te ntos centralizadores de Felipe V. La Constitución de Cádiz creó

·

un

Estado

unitario

en

el

·que los ministros Barbones nunca

se

atre

vieron a soñar, en

una

sociedad política tan diversa como la

de

la mo

narq

uía española.

En

este Estado unitario

no

había lugar para la

representación regional

ni

en el interior de la península misma

ni

en

los territorios del imperio americano.

Ni

la devolución dentro del

país

ni

la autonomía dentro del imperio tenían lugar alguno en

el

liberalismo de 1810 y

1820.

Con la supremacía absoluta del gabinete

metropolitano y

de

la asamblea bicameral, el liberalismo creó

un

Estado mucho más poderoso que

el

que había existido durante

el

.ancien régime:

  4

43

Véase, por ejemplo, Diego Sevilla Andrés, La Constitución de 1812. Obra de

transición

ReviSta

de

Estudios Políticos 125

(nov.-dic. de

19

52), pp. 113-141, 134,

y

Albert. Dérozier, L'histoire de la Sociedad.del Aniilo de Oro pendant le tri   nr:at cons

 t

itutionnel, 1820-182

3: la

jaillite du

sis ti:

me liberal

(París, 1955), pp. 9-H.

44

Véanse los capitulos V

y Vil.

¡

1

i

1

1

1

1

1

l

1

I . EL COLAPSO POLíTICO EN ESPAÑA, 1790

-1808

l. EL FIN DEL ABSOLUTISMO LUSTRADO

N REALIDAD,

el año de 1790 marcó

el

principio del fin del Absolutis

mo

Ilustrado. La mayoría de los ministros que estaban relacionados

con

las reformas dictadas por la superioridad cayeron

entre 1790 y

1792 .

A partir de entonces la monarquía absoluta entró en

un

largo

periodo

de crisis, que en la siguiente década tuvo como resultado

un

~ o l a p s o

político en el gobierno central. Como éonsecuencia,

ese

pe

riodo

de

1808-1814,

fue de perturbación y experimentación, e n el curso

del

cual muchas de las políticas implantadas

por

los ministros y

es

critores relacionados con la Ilustración Española, se encaminaron hacia

el

liberalismo y

se

desarrollaron en

las

Cortes de Cádiz entre 1810

y

1813.

De igual manera,

una

oposición tradicionalista al liberalismo

surgió vigorosamente

una vez que se

puso en claro la naturaleza ra

dical de la Constitución de 1812. En la oposición al Absolutismo

Ilustrado

se

encuentran las raíces del primitivo tradicionalismo del

siglo

XIX.

La presión que ejercía

la

Francia napoleónica aceleró

por

muy

diver

sos

conceptos el curso de los acontecimientos en España,

y

ciertamente la competencia con el régimen bonapartista en Madrid

suministró muy numerosos incentivos a los reformadores de Cádiz.

La

fuerza ele

los

liberales provenía ele las principales villas y ciuda

des, sobre todo de las ubicadas en los litorales o en las capitales

de

las provincias: prosper

ó,

lo mismo .que el Absolutismo Ilustrado

que

fue como su presagio,

entre

las clases de profesionales, especialmente

las más íntimamente relacionadas con la burocracia.

El

tradicionalis

mo

español, por lo contrario, surgió entre las órdenes religiosas par

ticularmente,

y

prosperó en el ambiente de las pequeñas poblaciones

y

en

e

campo, que era en donde vivía la mayoría de los españoles .

La

hostilidad hacia lo.s franceses en España, con posterioridad al mes

de

ma

yo

de 1808, transformó ese tradicionalismo en

un

movimiento

de

violenta insurgencia. Casi todos los tradicionalistas identificaban

el

l iberalismo

ele Cácliz

con la Revolución francesa, esto

es,

con

el

regicidio

y

con

el

ateísmo. El fracaso del liberalismo español en

mayo

de 1814 tuvo como origen su incapacidad de arraigarse profunda

m e

nt

e en la masa de población fuera de

las

ciudades principales.

En

31

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EL

COLAPSO

POLíTICO

EN ESP

A51A

nobleza tuvier on una par ticipación destacada en su desarrollo: Los cons

tantes aumentos en el

pr

eci o de los productos agrícolas con posterio

ridad a

1750

fueron incentivos para la inversión en empresas indus

triales

y

mineras, particularmente en las Provincias Vascongadas, en

donde en 1763 surgió

la

primera de dichas sociedades.

En

todo caso,

los productos metálicos de l

os

países vascos disfrutaban prácticamente

del monopolio del

me

rcado americano hasta la independencia de la

América española a princip

io

s de la década de 1820 . Los emigran

tes

vascos

hicieron

y

perdieron muchas fortunas en empresas mineras

de

plata en México

en el

curso del siglo xvm, en tanto que en su

país, en ausencia de grandes extensiones de tierras como en Anda

lucía

y

Extremadura, los nobles vascos trataban de obtener sus in

gresos de fuentes distintas de las rentas y de los derechos señoriales.

Numerosos ilustrados, principalmente Pedro Rodríguez de Campo

martes, fundador de

la

Sociedad Económica de Madrid en 1775, y

Gaspar Melchor de ]avellanos, autor del Informe sobre

la

ley agraria,

quien

en 1795 presentó a esa corporación

el

caso de

la

reforma agra

ria, se adhirieron a

esas

sociedades durante largos periodos: algunos

de

ellos, entre los cuales

se

encontraban Campomanes

y

]avellanos,

desempeñaron cargos en el gobierno en alguna ocasión. entre 1765 y

1800, otros fueron los antecesores de los más connotados personajes

del liberalismo en

l

década de 1810.

4

Durante el siglo

xvm

la periferia predominaba

en

términos demo

gráficos sobre las regiones del centro de la península. Las villas y las

ciudades de Castilla seguían en decadencia:

ni

la acción gubernamen

tal

ni

la empresa privada lograron estimular

un

renacimiento efecti

vo en la industria textil de la lana en Guadalajara y Brihuega. Aun

así, Castilla

no se

encontraba en

un

total

es

tancamiento.

En

tanto

que

d desarrollo de las fábr icas . extiles ele algodón de Cataluña y la in

.dustria minera vasca señalaron el ritmo de la economía, la amplia

<Ción

del cu

lt

ivo de cereales en Castilla alteró la imagen tradicional de

una

economía pastoril dominada por la Mesta, gremio de los ganarle

Tos

, y

por

los grandes señores .A este respecto, no obstante, el pr

o

blema radicaba esencialmente en la naturaleza dual de la economía

·española,

que

mostraba un desequilibrio entre las regiones del centro

y las de

los

litorales

que

aún subsistía ya

bien

adelantado

el

si

glo xrx. Los esfuerzos de los Barbones para liberar· el comercio de

granos fracasaron no

to

riamente en su intento de integrar las regiones

4

Emi liano Fcrnáml

ez de

Pinedo, Crecimie

nto

económico

y

transformaciones soc iales

del

país Vasco 1100-  350 (Madrid, 1974

),

pp. 362. 462-466.

EL

COLA

PSO POLíTICO

EN ESPA

51A

35

periféricas importadoras de cereales con el

interior

de Castilla.

En

las épocas de crisis, los inadecuados medios de transporte a_ ravés de

. la península impedían que los cereales producidos en Castilla alivia

ran la situación de los litorales. La política gubernamental,

aunque

no intencionalmente, benefició a

los

productores

y

a los distribuido

res y no a los consumidores, lo que constituyó un grave problema en

vista del aumento general en el costo

de

la vida

durante

la parte fi

nal del siglo

XVIII .

El fracaso de las reformas de los Barbones en el

abastecimiento de cereales pudo contemplarse

en

perspectiva, cuando

en 1817 el Conse jo de Castilla, aún preocupado por el

retra

so del

interior, describió a

 

Castilla:como una tierra sin canales, sin-carros,

sin arr ierí a suficiente, sin caudales para especulaciones .

De

igual

manera, las reformas de los Barbones fracasaron notoriamente al en

frentarse al problema de los derechos señoriales.

Una

esfera en la que la política de los Barbones tuvo

un

claro efec

to fue la mejora

y

ampliación de las fuerzas armadas, expresión prác

tica del ansiado renacimiento del poder de España. El ejército de

Felipe V aumentó de unos 20 mil hombres en 1700, de los cuales

14

mil

se

encontraban fuera

de

la península, a

67 mil

hombres

tan

sólo de

infantería-  en el transcurso de su reinado. El marqués de la Ense

nada, el ministro más importante de Fernando

VI

(1746-1759), entre

17

46 y 1754 había aspirado a incrementar el ejército hasta llegar a

90

mil

hombres de infantería y caballería, y a reconstruir las débiles

defens

as del

imperio americano en peligro.

En

vísperas de la crisis

de 1808 el poderío nominal del eiército español era

de

109

mil

hom

bres, con

un

a probable fuerza efectiva de

75

mil hombres en la

región. La marina, principalmente como resultado de las medidas adop

tadas por Ensenada.y sus sucesores, aumentó de

87

a 304 embarca

ciones

entre

1758

y

1798 . A pesar de las pérdidas sufridas a fines

ele

la década de 1790, para 1806 España poseía

una

flota de 72 bar

cos de gúerra

y

146 embarcaciones de menor calado. Las más

notorias

deficiencias ,

por

supuesto, radicaban en el

equipo y en

la calidad,

lo cual afectaba

tan

te a las fuerzas de tierra como a las marítimas. Los

extemporáneos sistemas de reclutamiento tan sólo exacerbaban las

dificultades en el sei:vicio. España no había creado sentido alguno de

5 Archivo Histórico Nacional (AHN) (Madrid), Estado 14d, ff. 93-1

08

,

y

AHN Con

seios 6080,

núm.

1

82

con referencia al comercio de granos. David R.

Rin

grose, ' 'Ma

y Castilla, 1560-1850. : Una capital nacio

nal

en una economía regional , \-toneda

y

tédito  

111

(diciembre de 1969),

pp

. 65-122.

J. C.

La Force,

The Develo

p

ment of th

e

Spanish T

extile lndas

t

ry

1750·1800

(California, 1966), pp.

19

-22, 38-   4. Gonzalo Anes,

La

s crisis a· rarias

en la

Es.baña m

oderna

(Madr id,

19

70). pp. l -

18-

150,

31

8-3

19

, 342.

j

1

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36

:EL

COLAPSO POLfTICO EN ESPAI lA

profesiona:ismo en

las

fuerzas armadas, a pesar de los

esfu er

zos de

los

Barbo

ne

s. El ejército surgió de la sociedad

rural

de España: como

resultado, su reclutamie

nto

creó resentimientos y violi:;ncias periódi

cas.

La

quinta y la leva seguían siendo los procedimientos normales

de reclutamiento: la primera, que tuvo su origen en 1704 , depen

día de la formulación de las villas, ciudades y ba

rr

ios , de listas de

hombres jóvenes no pertenecientes a la noblez

a,

de dieciséis años

o más, a fin .de designar por suerte a cada quinto individuo, para

prestar

el

servicio militar durante ocho años. En Barcelona en 1773

la quinta provocó motines; en Valencia, el reclutamiento fue la causa

principal de

la violencia en

el

reino en 1801. Los esfuerzos del

go

bterno en- la década de 1800 para incluir en el reclutamiento a las

Provincias Vascongadas, hasta entonces exentas por virtud del fuero,

produjo intranquilidad durante gran parte de la década. La leva era

el resultado de

una

sentencia que obligaba a los delincuentes a pres

tar

el servicio militar. En suma, dada la exención de que disfrutaban

los nobles, el clero y las clases de profesionales, las filas del ejér

cito español estaban formadas por campesinos resentidos y por delin

cuentes convictos. Si bien la nobleza tenía la tendencia de ingresar

a los cuerpos de oficiales, éstos

nunca

llegaron a formar una casta

exclusiva, con el resultado de que hombres de talento podían en oca-

siones llegar a desempeñar los cargos de mayor rango.

6

_

Aunque

las fuerzas armadas españolas habían sufrido grandes de

rrotas en el curso del siglo XVIII, en particular los reveses en Portu

gal en 1761, las pérdidas en La

Habana

y en Manila en

un

corto pe

riodo en 1762-1763 y el fracaso en su intento por recuperar Gibraltar

entre

1779 y 1782, España

pudo

volver a ocupar su lugar como po

tencia mediterrá

nea

y trasatlántica. A partir de 1764 creó

un

esta

b,ecimiento militar en los virreinatos de la Nueva España, de la

Nueva Granada y del Perú, y en 1766 fundó

un cuarto

virreinato en

Río

de la Plata en Buenos Aires, en donde era endémico el conflicto

con los portugueses. Durante el tiempo en que desempeñó su cargo

el

__

~ l o s ~

reformador absolutista José de Gálvez, quien ocupó

el

Nllmsteno de

las

Indias desde 1776 hasta su muerte

en

1787, se esta·

bleció el sistema peninsular de intendentes en una gran parte del im

perio, se inició una mayor libertad de navegación entre la metrópoli

6

G. Desdevises du Dézert , L Espagne de l lln cien Régime, 3 vals . (París, 1897-1904),

.  : pp. 23

8, 286-290.

E. Christiansen , The Origins of Military Power in Spain 18 ·

1854

(Oxford, 1967),

pp.

1-10. Stan1ey G. Payne,

Politics and the Mili ta

ry

in M

od

ern

Spt¡in (Stanfor

d

1967 ), pp. 6-7.

Al

ejército correspondía más de la mitad d el presu

p uesto nacional.

1

l.

EL COLAPSO POLí TIC O EN ESPAl IA

37

y

los puertos de América, y la Florida se recuperó de

los

ingleses

en 1783.

Al igual que la nobleza y que el clero, el ejército disfrUtaba de

una posición especial con

el

fuero militar. Eso representaba ·no

una

herencia medieval sino una nueva desviación de la política de

los

Barbones, la cual, además, en muchos otros aspectos, significaba una

reducción general en los privilegios corporativos.

El

ejército demos

tró que era

una

excepción a la regla general. En 1793 Carlos IV

(1788 -1808 ) amplió el fuero, que tuvo su origen en 1768, a la ju

risdicción de todos

los

juicios civiles

y

criminales

en

los

que

estaban

mezclados miembros del ejército, intluyendo a las esposas de los ofi

ciales, a sus hijos y a sus sirvientes, lo cual representaba un con

junto

de individuos cuyo número probablemente

era

el doble que

el

del ejército efectivo. La deliberada reducción de los privilegios

ecl esiásticos y la independencia y elevación en la categoría del ejérci

to garantizaba que para fines del siglo xvm los militares ya habrían

reemplazado al clero como

la

corporación predominante dentro del

Estado. Además, oficiales del ejército como los capitanes generales

administraban las provincias españolas por el año de 1800 y ejercían

por lo tanto numerosas funciones que habían pertenecido tradicio

nalmente a

los

civiles.

8

A pesar de las limitaciones de las reformas de los Barbones,

la

creciente presión del Estado bajo la forma del servicio militar y de

los impuestos, exacerbó las tensiones

que

ya estaban latentes en la so

ciedad española. El aumento prácticamente constante de los precios

después de mediados del siglo tendía a erosionar los

ni

veles de

vida

ele

la mayoría de la población, ya que los salarios rara vez au

mentaban en la misma proporción

que

los precios.

Por otra

parte,

la repercusión de la Revolución francesa alentó a los opositores tra

dicionales de las reformas ministeriales a identificar las medidas gu

bernamentales con

las

que en Francia habían llevado a la extinción

del ancien régime. La supremacía política del conde de Floridablanca,

a quien Carlos IV heredó de su · padre, Carlos III 1 7 5 9 ~ 1 7 8 8 ) ,

se

con

virtió en

un

motivo de disensión. El regreso de París de su antiguo

adversario, el conde de Arancla, a quien Carlos III había trasladado

a la embajada de España en Francia, agravó las tensiones políticas.

7 Christon l Archer,

The

Bourbon rmy in New Spain 1764-1 8 N uevo México,

1978); Lean G. Campbell, The Military and Society in Colonial Peru 1750-1810 (Fila

delfia, 1978); Allan

J.

Keuthe,

Military Reform and Society in New Granada 1773 ·

18 8 (Gainesville, 1978).

s

Ch ristianscn,

ibicl.,

p. 9.

;:J

¡; l

t

¡

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·

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38

EL COLAPSO POLiTICO EN ESP A;51A

Aranda había dominado

Ja

política espai'íola duran te esa época, de

1766

a

177

6, y había impulsado políticas real

is

tas , notablemente la

expulsión de los jesuitas en

1767,

lo cual había debilitado aún más

la posición ele

la

Iglesia en la sociedad. Floridablanca, con anterio

ridad protegido

el

e Aranda, representó igualmente al movimiento re

formista en la corte, y hasta que no los separaron rivalidades perso

nales había estado íntimamente asociado con Carnpoman

es

. Pero

Floridablanca y Arancla seguían cada uno al frente de dos fa

ccio

nes

distintas y mutuamente opuestas_ El primero surgió de la tradición

reformista de la nobleza menor y de las profesiones liberale

s,

de hom

bres de estudio universitarios muy bien adiestrados, que eran cono

cidos en esa época como manteís tas e golillas. Los miembros de este

grupo

integnban

la burocracia de

mayo

r categoría

y

reflejaban en

su persona y en sus políticas

los

rasgos característicos del Estado

absolutista Barbón. Aranda, cuya posición después de 17

87 se

hab ía

complicado particularmente por su bien conocida asociación con la

francmasonería y con los philosophes frances

es

, se convirtió en el

centro de

un

"partido aristócrata o aragonés".

9

La

polaridad entre

estos

dos

connotados estadistas dividía y debilitaba al grupo reforma

dor español, precisamente en un momento de creciente oposición

clerical en el país ante la influencia de la Revolución francesa_

Quedaban implicados temás fundamentales como l de la adecuada

constitución del Estado, sobre todo porque el grupo de Aranda pre

tendía que al tornár decisiones se diera una mayor participación a la

alta nobleza. Esa pretensión

de

constitucionalismo aristocrático fue

el presagio de la disgregación del absolutismo burocrático que

ya

era el

sello distintivo de las políticas de Floridablan

ca

. Por otra parte,

los problemas rela

ci

onados c.9n la política exterior habían llegado a

s ~ r por virtud de la Revolución en Francia, temas

de

gran preocupa

ción en

la

corte de España. La tradicional alianza

de

los Barbones, a

la

que

dio

forma Felipe V y que fue renovada por Carlos III había

llegado al final de su camino, como claramente lo demostró la

incapacidad de

la

Francia revo lucionaria para apoya r a España en

la d1sputa acerca de la Sonda de Nootka en el Pacífico norte en 1790.

9

Archivo de Palacio (AP) (Madrid), Papeles Reservados (PR) de Fernando VII

(FVII), tomo 67, núm. viii, ff 2

02

-

212;

núm. ix 21

4v-2

15. Javier

Herr

ero, L

os

orí

genes del pensamiento reaccionario espa

  io

l (Madrid, l 97i), pp. 9l ·

ll 5

, 142 -

147_ En

cuanto al.

e n t i ~ i ~ n t o

reformista

y a ~ p o s i

del clero hacia

el

creciente papel del

Estado, vease WJI.Jam J . Callahan y Dav1d I-hggs, Chu rch and State i ll Ca tlw lic Eu rofJe

of

the

E•gh teenth Ce n lu ry (Cambridge, 1979) , pp. 47 -50.

EL COLAPSO POLíTICO

ISPAflA

39

Como r

es

ultad

o,

España se encontró aislada ante los

des

ignios de la

Gran Bretaña en las Américas.

10

La ausencia después de 1

78

8 de una mano

más

firme cómo la

ele

Carlos III dio un carácter

va

cilante a la

po

lítica gubernamental espa

ñola cuando Carlos IV intent t l continuar en cu

an

to pudiera las me

didas de su difunto padre sin incurrir en demasiados .riesgos. La In

qu

isición, ya reforzada por su venturoso ataque

co

ntra

el

heterodoxo

ilustrado, Pablo ele Olavide, en

1776-1778, se

puso a la vanguardia

dd

ataque tradicionalista en contra de los gru

pos

reformadores. El Index

de 1790, por ejemplo, prohibía

un

a gran cantidad de obras filosófi

cas de los siglos xvu y xvm, que iban de Descartes hasta Dide'rot, en

un intento por suprimir las d iscusiones políticas en España. El Santo

Oficio

pres

tó gran atención a los miembros reformadores del clero,

acusados generalmente como "jansenistas .

11

La radicalización de la Revolución francesa, la nresión cada vez

ma yor

de

los emigrados franceses realistas, muchos de ellos clérigos,

y el creciente sentimiento tradicionalista en la corte, redujo a

la

impotencia a un atemorizado Floridablanca- Los ilustrados cayeron,

uno después de otro.

Ni

Jovellan

os

ni la condesa de Montijo, desta

cado personaje del grupo de Arancla, pudieron salvar al perito en

finanzas, Francisco

de

Cabarrt'1s, doblemente comprometido por ha

ber nacido en Francia_ En cualquier caso, la nueva reina, María Luisa

de Parma, favoreció a su rival, "Pedro de Lerena, y estaba decidida a

promoverlo. La salida ele Cabarrús en julio de 1790 para ser encar

celado .en la forta le

za

de La Coruña, significó

el

fin de cualquier

intento del gobierno para reformar la estructura impositiva. En el

siguiente mes el pr

op

io Jov ellanos, comprometido por la defensa de

Cabarrús, fue desterrado a su nativa Asturias. Campomanes dejó va

cante la presidencia del Consejo ele Castilla en la primavera. de 1791;

.su época ele influencia había pasado_ Floridablanca cayó a principios

de

17

92 por la cuestión

de

la política exterior, ante el colapso

del

Tercer

Pacto ele Familia en

1790_

España, temerosa de las ambiciones

británicas en las Américas a sus propias expensas, sintió ·gravemente

la ausencia del c o ~ t r p e s o de Francia. Aunque Floridablanca pugnaba

lO El me

jor

es

tudio

de

la

vida política .

durante

el reinado de Carlos

III

sigue

siendo el de

Antoni

o Ferrer del R ío, H iStoria del reinado de arlos Ill

e

Es paña

4 vols.

(Madrid, 1

85

6

).

Véa

se

el vo l.

II

pp. 52-ll6 y

III. pp

.

59-1 80,

acerca de las

carreras

de

Aranda (n.

Hues

ca

1718),

protegido de Ensenada,

y

José de Moñin o (m- en

Mu

rc

ia en

1 28),

a quien Carlos

III

elevó al t

ítulo

de conde de Floridablanca.

11

AH N Inquisicióu 4430, núm. 21. Al-IN Inqu

is

ición 4460, núm. 16. Al-IN Inquisi

ción - 506, núm. 9.

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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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40

EL COLAPSO POLíTICO EN ESPAi'lA

por apartarse de la tendencia contrarrevol ucionaria de la política

europea y

se

resistía a cualquiera realineación con la Gran Bretaña,

las presiones en

su

contra determinaban que fuera menos sostenible

una

política de neutralidad. Cuando el representante diplomático de

la Revolución, J a n - F r a n ~ o i s Bourgoing, llegó a Madrid para reaiizar

el deseo aparente del rey de Francia de presenciar el restableci

miento de relaciones diplomáticas formales

entre

Francia y España

y

la restauración de la alianza con los Barbones, Floridablanca se

Dpuso

diciendo que Luis XVI ya no era libre de su persona. En

efecto, el primer ministro de España

se

encontraba atrapado en

tre

dos fuegos. No tenía ningún .deseo de ver a Francia invadida por

las potencias contrarrevolucionarias, pero se oponía tanto como ellas

al sistema revolucionario. Temía que una asociación demasiado

es

trecha con Francia difundiera

el

contagio revolucionario a .través de

los Pirineos, pero, al mismo tiempo, no tenía la verdadera intención

de apoyar la causa de los príncipes y nobles emigrados. La cuestión de

las relaciones con Francia socavó la posición de Floridablanca en

la Corte. Proporcionó una oportunidad para que la reina

y su

favo

rito,

el

oficial de las Guardias de Corps Manuel de Godoy, intensifi

caran sus intrigas en su contra haciendo ver al rey la posibilidad de

que la hostilidad de Floridablanca a la revolución amenazaba inmis

cuir a España en una guerra que no estaba en condiciones de

em

prender.12

Carlos IV estaba persuadido de que

el

sacrificio de su primer

ministro podía evitar

una

catástrofe como esa. El propio ministro

durante algún tiempo había esperado que se le depusiera, pero la

forma súbita en que cayó y su inmediato exilio a Murcia lo tomaron

desprevenido. Los temores

de

la reina de que si se permitía al rey

una entrevista aunque fu era de quince minutos con Floridablanca, cam

biaría de manera de pensar, explicó la rapidez de

esos

acontecimien

tos.

Esas

noticias hundieron en la consternación tanto

a

la Corte como

a la capital.

Si

bien Floridablanca nunca había sido estimado, era un

estadista experimentado y respetado.

únicamente

el ascenso al po

der del extraordinariamente popular Aranda pudo impedir los dis"

12

Archives . des Affaires Étrangeres (París), Correspondence Poli ique, Espagne

632 ,

ff. 170-1 85 obv. Bourgoing-Mini sterio del Exterior,

núm

. I, Madrid, 27 de febrero

de

1972;

.

199-203

obv. Bourgoing-Ministerio del Exterior,

núm. 3,

Aranjuez,

29

de

fe

brero de

1792.

Carlos IV había prometido a su

padr

e en su lecho de muerte que con

servaría a

Floridablanca,

y no quiso traicionar la confianza

del difunto

rey. Véase igual

mente Antonio

Rumeau

de Armas, El testamento político

del

·conde de F/oridab/anca

(Madrid, 1962), pp. 2< -2 \,

35-37, 71-90.

EL

COLAPSO POLíTICO EN ESPAí'iA

41

mrows que bien podrían haber ocurrido como consecuencia de la

promoción

de

un personaje político menos valioso y querido por

el pueblo.

13

El rey llamó a A.randa para que encabezara el gabinete en febrero

de

1

79

2,

a fin de impedir que estallara la guerra con Francia. Aunque

el gobierno de Francia y su enviado en Madrid recibieron bien el

ascenso

de

Aranda al poder, este ú ltimo seguía

una

política estricta

mente en favor de los intere

ses

de España y compartía la ac titud

de Floridablanca hacia la Asamblea Nacional.

La

propia posición de

Aranda, sin embargo, de ninguna manera estaba segura, en particu

lar puesto que repetidamente había tenido que someter

se

a la

hu

millación de cortejar los favores de la reina y de Godoy. Elevado ya

al rango de Grande de España de primera clase con el título de

duque de Alcudia, Godoy se había convertido en un joven poderoso

y

rico, que pronto disfrutó

ele

todos los favores y cargos. A la reina,

además, nunca le simpatizó Aranda. Acostumbrada a las superficiales

exposiciones de Floridablanca, se hastiaba con la pedante atención

de Aranda a los

detalles y con sus metódicos hábitos de trabajo. Ha

bía

resentido

las

quejas formuladas ante el rey

por

Floridablanca

de sus extravagancias, y su temperamento obstinado y

turbulento

de

seaba ver la promoción final de Godoy al supremo cargo político.

Las intrigas del círculo de Godoy garantizaban que Aranda

nunca

pudiera

ejercer un control efectivo del gobierno. Por otra parte, los

ministros extranjeros acreditados en Madrid, ansiosos de arrastrar

a España a una coalición contrarrevolucionaria, se esforzaban igual

mente

por echar abajo al campeón de la paz con Francia. El deterioro

de los acontecimientos en París durante el verano de 1792 frustró

los esfuerzos del conde de Aranda por conservar la alianza franco

española.U

Si bien Aranda apoyaba una participación más directa de la no-

13

AAAE Espagne

632,

ff.

199-203

obv.; ff.

256-267

obv. Bourgoing-Ministro del Ex

terior, núm. 8, Aranjuez, 12 de marzo de 1

792.

14

AAE Espagne

6 ~ 2 .

ff.

283-284

obv. Domouriez (Ministro del

E:o<:terior

) Bourgoing,

acta nú m . , París, lB de marzo

de

1792; ff. 355·357, acta núm.

2, París,

29'

de marzo de

1792; ff. 4 ~ 8 - 4 4 5 f f. 510·5 17 obv. Bourgoing-Domouriez , núms, 18, 20, 22, Aranjuez 11,

16, 23 de abril de 1972.

AAE Espagne

633,

ff.

4·6,

ff.

28-31

obv. if

75-78

obv. ff.

188-192,

Bourgoing-D omouriez, núms .

23,

25, 29. 39, Aranjuez, 26 de abril, 3 de mayo,

21

de

mayo de 1792,

Madr

id, 2

de

julio de 1792;

ff. 204-205

obv. .

22 1-226

obv. ff.

229·231

obv

.

Bourgoing-De Chambonas (Ministro del Exterior), núms.

40,

42, 43 , Madrid, 5, 12 ,

16

de julio de 792. Según lo veía Bourgoing. el joven Godoy no es un mal hombre,

pero su afición al poder lo ltcva a jugar con la corona que la pasión de la

re ina por él puso

en

tre sus ffi3nos".

i

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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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EL COLAPSO POL1TICO EN ESPAI'lA

bleza de primera clase en el gobiern

o,

el breve tiempo en que desem

peñó el cargo de ninguna manera contribuyó a lograr ese fin, aunque

sólo fuera porque Carlos IV, alarmado por el aprieto en que se en

contraba el rey de Francia, temía que la revolución

se

difundiera a

Es paña. A la .larga Aranda fracasó en su intento

de

salvar la alianza

con Francia, pero resistió cuanto pudo

el

realineamiento de España

por

medio de una coalición contrarrevolucionaria decidida a lograr

que Francia cediera. Esa política, no obstante, dejó a España aislada

en Europa. Aunque la proclamación de la República francesa el

lo

ele

septiembre de

1792

no llevó inmediatamente a una ruptura entre

Francia y España, la pos ición de Aranda era ya insostenible.

Su

caída

el 10 de novit mbre tampoco condujo a la guerra; Carlos IV seguía

decidido a salvar a su

primo

Borbón. Francia, igualmente, tenía la

espera

nza de asegurar su frontera del sur manteniendo la paz con

España.

La

salida

de

Aranda, sin embargo, abrió el camino a Godoy.

En

todos los

sec

tores se recibieron con indignación las noticias de

la promoción del favorito de la reina. Bourgoing hasta pensaba que la

elevación de Godoy produciría una revoluc ión en España con más

seguridad que cualquiera propaganda francesa, y que, siempre

que

fuera respetada la religión,

las

masas en España darían la bienve

nida a una intervención militar francesa. La reina en apariencia se

había esforzado mucho por desacreditar a Aranda ante ios ojos del

rey, pero, en vista del respeto del rey hacia la edad y la experiencia

de su primer ministro, su tarea no había sido fácil. Aún asi,

para

noviembre de 1792 la reina había tomado parte decisiva en la remo

ción de

dos

estadist

as

españoles que gozaban de buena reputación

en Europa, a los cuales el rey había respetado.

15

La

ejecución de Lu is

XVI

el

21

de enero de 1793 llevó a su fin

los

esfuerzos

C e

España por conservar su neutralidad. Lá ruptura

con Francia determinó

un

acercamiento de breve duración con la

Gran Bretaña. Además,

también

confirmó la pérdida del predominio

que tenían los reformadores en los círculos políticos.

Ya se

tratara de

manteístas o de partidarios de Aranda, cada uno de los grupos había

tratado

de

convertirse en paladín de una alianza con Francia y ha

bía considerado que la Gran Bretaña constituía el mayor obstáculo

para la recuperación española.

15

AAE Espagne

q34,

ff. 208-210

obv .  Bo

ur

go

ing

-L

e Bnm (Ministerio del Ex

te

rior). El

Escorial, 17 de noviembre de 1792.

EL COLAPSO POLíTICO EN ESPAI'lA

2. L A SUPREMACÍA

DE

G o O Y ~

1792-1797

El aso

mb

roso ascenso de Godoy al supremo cargo político siempre

ha

requerido una explicación, particularmente si se hace a un lado·

la atracción que la reina sentía hacia él. Godoy compartía una sola

característica con su aristócrata predecesor: ambos

eran

militares ;

cada u

no

había resentido la exclusión

de

los intereses militares

por

Floridablanca, el representante del Estado burócrata civil. Carlos IV,

es cierto, nombró a Godoy por la influencia de su esposa,

perO>

eso no

invalida por sí mismo la elección que hizo el rey. El ascenso·

de Godoy ilustró un dilema de política. Cada una de las dos faccio

nes reformistas había caído: lo lógico, dado el colapso ele la Iglesia y·

del trono en Franci

a,

era una re

acc

ión conservadora en España, que

hubiera sido como presagio de una marcha atrás de las medidas aso-

ciadas con el Absolutismo Ilustrado, como la que ya había ocurrido

en los dominios

ele

los Habsburgo cuando falleció José

Il

Y sin

embargo ,

de

haberse llevado a los tradicionalistas al poder en

1792,.

se habría alterado totalmente el curso de la política de los Barbones ;

desde

el

ascen

so

de la dinastía

en 1700. En

vista de la estrecha

iden-

tificación

de

las políticas

de

los ministros Barbones con el renaci

miento de la potencia de España, una desviación como ésa resultó

inaceptable ante el deterioro del ambiente político que siguió al de

rrocamiento de los Borbones en Francia. Por otra parte, Carlos

IV

seguía siendo devoto de la memoria de su padre y no tenía la inten-

ción de desechar sus políticas. El ascenso de Godoy, así pues, surgía

de un contexto: representaba

una

clara decisión del rey y de la:

reina de dejar fuera a los tradicionalistas en

primer

lugar, y en

se

gundo eludir la necesidad de gobernar con la cooperación inmediata.

o institucionalizada de

l

más alta nobleza. Gedoy era el

hombre

sin

partido,

que trataba de conservar el terreno intermedio. Con

Godoy

·

los diseminados remanentes del grupo manteísta tendrían que buscar

acomodo, si pretendían implementar más sus objetivos de reforma ..

La supremacía del amigo del rey y de la reina de ninguna manera.

cerraba las puertas a las reformas.

16

·

La

decisión del rey, no obstante, atrajo sobre Godoy

el

odio

tantO<

16 La cuestión del encumbramiento de Godoy la estudia Andrés Muriel, Historia

ele

Ca

r

lo

s

lV 6

 s. (Madrid,

1893 ,

I,

pp

. 42-54. El propio Godoy refuta las afirmacione$

de este partidario de Aranda en sus Memorias de D Manuel

ele

Godoy Pr íncipe

ele

la Paz

  6 vols. (París, 1

839

; vi (Gerona, 1841, I, pp. 163-170, en

donde

argumenta.

que Arancla cayó "por la vioiencia de su propio A Carlos IV le molestaba m

actitud dominan t

e.

i

Hi

h

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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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44

EL

COLAPSO POLíTICO EN ESPMlA

de

la oposición conservadora como

el

antiguo "partido arist

óc

rata" de

Aranda y de los Montijo .

Pue

sto que no había nada en común

~ n t r e

estos

dos

grupos, era imposible que una combinación entre ellos

pudiera echar abajo a Godoy. En efecto, las políticas internas de

Godoy eran muy semejantes a las de Campomanes y Floridablanca,

aunque

carecían del compromiso intelectual que exhibían

las

de

esos

veteranos ilustrad

os

. Si bien la posición de Godoy en la corte seguía

siendo firme por el constante apoyo del monarca, ningún partido que

se formara a su alrededor

ya

sea en la corte o en el país en general,

podría tener credibilidad alguna en vista de los supuestos y muy dis

cutidos orígenes de su ascenso al poder. El desdén que

se

mostraba

hacia Godoy se fue trasladando gradualmente hacia los monarcas mis

mos, lo cual tuvo como resultado que se empezara a erosionar la cre

dibilidad

en el Estado absolutista.H

Puesto que

el

a

sc

enso

ele

Godoy al cárgo coincidió con

el

deterio

ro

de las relaciones con la Francia republicana y con

una

reno

vada

amenaza

de guerra

en Europa el gobierno español puso

un

acento especial en la política militar. La declaración de guerra

hecha por Francia

en

mar

zo

de 1793 provocó

una

serie de comba

tes

en

los frentes oriental

y

occidental de los Pirineos. Godoy se

enorgullecía personalmente por las hazañas de los comandantes

es

pañoles como

las

del general Antonio Ricardos, veterano de las gue

rras italianas de mediados del siglo, y del marqués de

la

Romana,

anteriormente

oficial de marina de Mallorca, al expulsar a

los

fran

ceses de la frontera. La ofensiva de Ricardos en el Rosellón durante

la

primavera y

el

verano de

1793

llegó hasta

Perpiñán

en

el

momento en

que

las fuerzas aliadas sufrían reveses en la frontera nororiental de

Francia

. Los oficiales que habían tomado parte en la guerra revolu

<:ionaria de Francia tales como Romana, Gregario de la Cuesta, Fran

cisco

Javier

Castaños y J oaquín Blake, obtuvieron gran experiehcia

bajo

el régimen de Godoy y sobrevivieron al colapso de 1808 para

convertirse en importantes personajes políticos

durante

la época

de

la

resistencia española a Napoleón.

18

Las fricciones

entre

España y la Gran Bretaña nunca cesaron duran

te la

inestable alianza de 1793-1795. El ministro

de

Marina de España,

Antonio Valdés,

se

alarmó ante

las

ventajas obtenidas

por los

ingles

es

como resultado del debilitamiento de la flota francesa, particular-

  7 Se pueden encontrar recientes estudios sobre los primeros años de Godoy en

Herr,

ibid.  pp

. 239·268, 322-326,

439

·44 ; Corona,

ibid.  pp

. 344·351; y Gabriel Lovett,

Napoleón and the Birth oj Modern Spain

2 vols.

(Nueva

York,

1965), I p. 4-12.

18 Godoy,

Memo

rias

I   pp.

14-125.

:EL COLAPSO POLíTICO

:EN

:ESPAfiA

mente como consecuencia de la ocupación por parte

de

la Gran Bre

taña de Córcega, Haití, la Martinica y

Tobago.

La supremacía naval

de

la Gran Bretaña parecía a España más una amenaza

que un

be

·nef icio, especialmente en vista de la prolongada r ivalidad

entre

las

dos potencias por la penetración en

los

mercados de la América espa

ñola. El Caribe, en efecto, vino a ser el principal objeto de discor

dia entre las d

os

potencias aliadas

durante

la guerra revolucionaria

de

Francia.

Por

lo tanto, cuando

Prusia y

Francia celebraron

un

tra

tado de paz en Basilea en abril de 1795, España pront o hizo lo mismo.

Los esfuerzos ingleses por impedirlo fracasaron notoriamente . El re

tiro de España determinó que la Gr an Bretaña dirigiera sus atencio

nes

aún

más hacia la Améric l. española, lo cual únicamente tuvo

el

efecto de confirmar las sospechas que desde

un

principio tuvo Es·

paña

en ese sentido. Con el

Tratado

de Basilea de 11 de

julio de

179 5 la cuestión de

una

posible declaración de guerra

entre

España

y la Gran Bretaña

se

convirtió en algo muy real. El

Tratado

como

resultado del cual

se

dio a Godoy el título de "Príncipe de la Pa

z"

no

puso fin a los temores del gobierno español por una expansión

de la Francia revolucionaria: tan sólo significó

que

Espa

ña

conside

raba a la amenaza .de la Gran Bretaña como algo infinitamente más

grave. Siempre había existido en España

un

partido favorablemente

dispuesto hacia

una

conexión francesa, y ciertamente Aranda se ha

bía esforzado por evitar

una ruptura

con Francia en

primer

lugar.

Godoy argumentaba que la precaria situación financiera de España

evitaba

que

continuara participando

en una

guerra

que

ya

había

agobiado a todas las clases de la sociedad y que tan

lo había

redun-

dado

en

beneficio de la Gran Bretaña. Los realineamientos de 1795-

1796 alteraron la naturaleza del conflicto europeo , que de entonces.

en

adelante fueron

no

de

rlgimen

o ideología sino

que revirtieron

a la lucha colonial y comercial característica del siglo

XVIII,

con la

rivalidad anglo-española al frente.

Fue

solamente cuestión de tiempo·

el que España regresara a

su

tradicional alianza con Francia.

  9

El temor de

que

la revolución se extendiera hasta llegar a

España

contribuyó a condicionar la alianza de España con Francia. Godoy

tenía la esperanza de que

un

realineamiento con Francia, a pesar

de

sus implicaciones con la dinastía de los Barbones de Francia, serviría

para

mantener

unida la existente estructura política

en

España. Afir-·

maba que una alianza con •

Gran

Bretaña tendría como

resultado

Th e

Cambr

idge Hístory of

r

itish Foreign Policy  7

83• 9 9

  E(l.

por

Sir A. W

Ward y

G. P. Gooch, vol. I (1783-1 8:15) (Cambridge, 1922), pp. 241-247, 254-259, 552-

563

. Godoy,

ibíd . pp. 13

5, 2

59-287;

U,

pp.

1·54.

Page 10: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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  8

EL

COLAPSO POLíTICO EN ESPAl'lA

reorganizar las finanzas del gobierno, que cinco años

de

guerra ha

bían desbarajustado. Saavedra, arquitecto de las concesiones a l

os

neutrales, reemplazó a Godoy como primer ministro el 28

de

marzo

de

1798.

Parece que Cabarrús, con quien Godoy había estado en

contacto, recomendó la promoción de Saavedra, especialmente por

su identificación general en materia de política financiera. El tema

en

1797-1798

giró como siempre alrededor de

las

reformas a la estruc

tura impositiva. Durante décadas

eso

hab ía sido lo lógico en las

políticas de los Barbones. únicamente por medio de una eficiente

movilización

de los

recursos fiscales podría tener el Estado español

la esperanza de convertir

se

en algo efectivo,

ya

sea en

la

península

o en

las

Indias. La arraigada oposición, lat languidez gubernamental y

la deficiencia de las estadísticas en repetidas ocasiones habían

pos

puesto la real ización de cualquiera reforma radical en los impuest

os

desde

los

esfuerzos de Ensenada en la década de 1750. A consecuen

cia de las tensiones de la guerra y de los objetivos de gran alcance

de la política de los Barbones, se hizo cada

vez

más evidente que el ·

Estado español no podría reaccionar ante los requerimientos que se

le hacían. A este respecto los problemas que por tan largo tiempo

habían subsistido acerca de la bajá productividad agrícola, de la in

capacidad para competir en forma efectiva con los rivales extranjeros

aun en los mercados americanos, y el retraso tecnológico de la in

dustria,

lo

demostraban inequívocamente; Ante la falla en la refor

ma estructural, los gobiernos españoles eligieron un distinto curso

de acción, un deficiente substituto a la larga. Decidieron adoptar

el expediente de emitir bonos de papel conocidos como vales reales,

concebidos

para

garantizar créditos contra los ingresos del Estado.

Entre

1780

y

1799

el gobierno español emitió una enorme cantidad

de dichos vales a fin de cubrir las erogac1ones del tiempo de guerra.

Cabarrús,

que

habría preferido

una

reforma integral, aceptó esa me

dida como el· expediente que estaba en segundo lugar. Se había

originado

por

la oferta de un grupo de comerciantes en 1780 formu

lada en el moménto .en que España se vic envuelta en la guerra por

la Independencia de los Estados Unidos para hacerse de fondos con

tra la emisión de bonos que devengabal.l intereses, dotados de un

carácter monetario con poder liberatorio excepto en las transaccio

nes al menudeo. Los comerciantes y los empleados públicos

se

con

virtieron en los principales tenedores de vales reales, y por lo tanto

tenían interés en que se ·conservara e l e v a d ~ su valor. A fin de crear

un clima de confianza, Cabarrús patrocinÓ la formación del pr imer

EL

COLAPSO P OL1TICO EN ESPAI'lA

49

banco en España, el Banco Nacional de San Carlos, en 1782 , éon

el

propósitO de que redimiera los vales.

22

. .

Aunque el gobierno redimió

una

gran cantidad de bonos durante

los

años de paz, de

1784

a 179 3 siguieron circulando bonos con

un

valor una cuarta parte por encima del monto total emitido por la

casa de moneda española durante l

os

anteriores cinco años. De todas

maneras, la redención realizada por

el

banco y

el

pronto pago

ele

los

intereses alentó la confianza del público en los bonos, con el resul

tado de

que

no sólo conservaron su firmeza ante los ojos de la comu

nidad mercantil

y

rentista, sino que igualmente excedieron de 1%

a 2% su valor nominal en términos de especie. Como para cuando

ocurrió el fallecimiento de Carlos III en

1788

el gobierno ya había

emitido vales con valor de cerca de 550 millones de reales con la

oblirración de cubrir intereses por un os 22 millones de reales, el man

n i ~ ü e n t

de la paz y la continuación de condiciones polít icas. esta

bles en el país eran requisitos indispensables para lograr la conhanza

en las finanzas. Ninguno de esos dos requisitos ocurrió. La declaración

de guerra con Francia frustró

una

vez más cualquiera perspectiva de

reforma estructural.

Aún

así, el gobierno financió los primeros nue

ve

meses de

la

guerra por medio de sus ingresos ordinarios y con

créditos a corto plazo, garantizados tanto en España como en las

dias. Las corporaciones mercantiles y eclesiásticas de América sumi

nistraron créditos de gran consideración. Sólo en 1

794

_l gobierno

emitió nuevos vales. Hasta ese momento se había sostemdo el valor

de los bonos. Con l

as

dos nuevas emisiones de vales en septiembre de

1794 y en febrero de

1795

, sin embargo, el monto del papel moneda

en circulación se había triplicado y para el verano de 1795 el índice

de depreciación era

ya

de 22 % .

23

La uerra de 1796 arrravó aún más la situación financiera. Los fabri-

o o

cantes catalanes veían con consternación la reiniciación de la guerra.

En Valencia el bloqueo de los ingleses lesionó

el

comercio de expor

tación de tejidos de seda y de vinos. Si bien inicialmente los créditos

comerciales y la venta de bonos cubrieron las erogaciones durante los

primeros años de la guerra, las fuentes de fondos empezaron a agotar

se. La depresión en el comercio y en la industria, la

derrota

naval y

la interrupción del comercio con América contribuyeron en conjunto

a la dificultad de generar ingresos ordinarios. Ya para 1796

las

ero-

22 A. Mal illa Tascón,

a única contribución y el catastro de la Ensenada

(

Madrid,

1947), pp. 1

29

-132. Rodr guez Casado,

ibid. pp

. 109-ll2.

E.

J. Hamilton, Monctar

y Problems in Spain and the . Spanish Empire, 1751 -

1800",

]aur nal of Economic Hist o  ·y

IV (1944),

pp

. 21-48.

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50

EL COLAPSO

POL TICO

EN ESPA:t < A

gaciones del gobierno asc end ían a 1

07

0 millones de reales, contra

unos ingresos peninsulares de 730 millones de rea les . Para

1

798 el

por

cent

aje de depreciación de l

os

vales real

es

se hab ía incrementado

h

as

ta el 50 %. La principal consecuencia de los años de guerra fu e

com prensib emente el ingreso que provenía de las Ind

ias

. En 1796

los ingresos de América representaban el 20 % del ingreso total

de la metr

ópoli, pero su monto se había

redu

cido de 224 millones de

reales a

14

millon

es

en 1797 y siguió siendo bajo por aproximada

mente 42 millones de reales en el siguiente año. La conclusión a

que se llegaba por lo anterior era que

los

nuevos ingresos

te

n

ddan

que

()btenerse dentro de la propia España.

24

Decidido a evitar la necesidad de acudir a un recurso como la

<:onvocatoria de las Cortes, Carlos IV autorizó el 19 de septiembre

de 1798 la apr opiación de

un

considerable número de propiedades

eclesiásticas de poca importancia como

un

plan para generar ingresos

a fin de que garantizaran los vales reales. Una medida como ésa

equivalía a reconocer que no se po drían incrementar suficientemente

os ingresos por medio de la creación de nuevos

impu

estos o del incre

mento

de los ant iguos

tan

molestos. Esos nuevos impuestos siempre

habían provocado motines. Como consecuencia, una política de desa

mortización, que en perspectiva vino a ser el precedente de una legis

lación liberal en materia de la riqueza de la Iglesia empezó a

ponerse en práctica dentro del contexto del

ancien régime

bajo los aus

picios de

un

monarca tan devoto como Carlos IV. La cuestión de

las propiedades eclesiásticas vino a ser de ahí en adelante un tema

político fundamental: polarizaba la opinión mucho más allá

de

las

jerarquías m

is

mas del clero. La

d e s a m o r t ~ z a c i ó n se

convirtió en el

instrumento más importante en la búsqueda de solvencia por parte

del

gobiemo. En efecto, la conexión que existía entre la política fis

cal y

la

apropiación de ciertas porciones de las propiedades de la

Iglesia

por

el

Estado garantizaba·

que

se

hiciera a

un

lado

el

primitivo

deseo de los ilustrados de diversificar la estructura de la propiedad

de la

tierra

por medio de la desamortización de las tierras de la Igle

sia. En cambio, los que disponían de capital, ele los cuales muchos

eran ya terratenientes, adquirieron propiedades que recientemente se

habían puesto en el mercado, y así

se

hicieron más ricos. La conexión

entre la desamortización y la solvencia del gobierno prevaleció sobre

24

R ichard

Her

r, " Hacia el deiTumbc del an tiguo régime

n:

crisis

fi

scal y desamor

tización bajo Carlos IV",

Moneda

y

Crédito

118 (sep t. de 1971), pp. 37-100 , 41-

56.

Jacques

Darbier,

"Penins

ular Finance and Colonial

Trade:

the Dilemma of Char

le

s

IV's

Sp

ain".

]oumal of Latin American Studies 12 i

(mayo de

1980), pp. 21-37, 23

-

24

.

.

EL

COLAPSO

POLiTICO EN

ES

l'

Aí'lA

51

los

ideales soc iales y redistributivos de los pensadores de

n c ~ p i o s

del siglo xvm , y fue la más importante característica

del

hbe1:ahsmo

es pañol durante la orimera mitad del siglo xrx. Un empleo sm pre

cedente como

ese

d ~ l poder del Estado alteró aún más el

ya

inestable

equilibrio de las rel aciones entre la Iglesia

y

el g o b ~ e r n o , ·Y a , c e ~ b ó

la

s tensiones entre

los

beneficiarios de

las

insutuc10n

es

eclesiasncas

y los fori adores de la opini

ón

pública.

25

La política de desamortización de

1798

fue

un

mvento de J

.ov

_lla"

nos y Saavedra , y lo puso en práctica el sucesor de este u l ~ 1 m o

Miguel Caye tano Soler. El gobierno e ~ i t i ó n : 1 ~ v o s val:s en

abnl

de

1799

qtie incrementaron su monto en orculaoon en mas p

un

59 %·

que e

sos

vales estarían garantizados e ~ . s u c ~ s i v o co_n el

producto de la venta de las _ r r o p i e d a d ~ s e c ~ e 1 a s t ¡ c a 1a sen;e¡anza

con los

as

i

(J nats

de la Franela revoluc10nana provoco

una

m tensa

hostilidad

v '

alarma en los círculos clericales. Además, los arrendata

r

ios

de t i e r ~ a s que anteriormente eran de la

Iglesi_a

los que

r ~ c i b í a

beneficios o caridades del clero veían que su pos1c10n se detenoraba.

La ley de 15 de septiembre de

18

03

,

por ejemplo, autorizaba a l_os

compradores de tierras apropiadas

que

explotaran sus nuevas

p r o p t

dades como lo consideraran conveniente, medida que era un presagiO

de una falta de control en las rentas.

26

La naturaleza discutible de estas políticas fiscales y e<;onómicas

explica el breve desempeño de los dos ministros en ~ u s puestos. El

protegido de la rei na, José Antonio Caballero, a

q m e ~

Godoy.

testaba reemplazó a Jovellanos como ministro de Graoa Y .JustiCia.

Sólo hasta que ocurrió el colapso del régimen en

~ a r z o

de_ 1808 n?

pudo este último recu pera r su posición de . favorecido.

Manano L m ~

Urquijo, quien originalmente fue protegido de r a n ~ no

duro

tampqco mucho tiempo como primer ministro.

La

_ h o s

~ a d

papal

y del clero hacia su política eclesiástica nacional traJO t g o la r ~ ~

penti

na

caída de

Urquijo

en

diciembre de

1800.

U r q m J ~

no

volvw

a disfrutar de confianza sino hasta después de

la

parttda de Car

los IV. Al igual que Cabarrús en 1790. todavía después de diez años. se

lamentaba amaraamente de las fuerzas que habían acarreado su catda

en una etapa t:n inicial de su carrera. El odio que sentían ~ o r el

tradicionalismo pudo haber alentado a ambos ministros a inclmarse

por .José Bonaparte cuando cada

uno

de sus caminos i g u i un rumbo

25

Miguel Artoia ,

iHemo rias de tiempos de Fernando Vll

2 vols.

( ~ a d r i d ,

1957),

est

ud

io preliminar, xlviii.

Hcrr

,

Eighteenth Ccnt ury Revolut ion pp.

400-433. Godoy, ib

icl.   III,

PP· 198-200.

1

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52

EL COLAPSO POL1TICO

EN

ESPAi' A

d i s t ~ n junio de 1808. Ministros de gran talento y experiencia

habr

an srao separados de su cargo durante el periodo de diez años

transcurrido de

1790

a

1

800, tres de ellos en el término de

sólo

dos

años:. la política gubernamental española

se

debilitó aún más por lo

antenor. De todas manera s, Godoy y Caballero, mutuamente hosti

les

e infinitamente menos bien dotados que los ministros a quienes

reemplazaron , luchaban en in terés de la política nacional por conti

nuar en cuanto estaba a su alcance las políticas de

los

reformistas .

  7

La

Paz Amiens concertada en marzo de 1802 dio a España

un

breve resprro de

la

guerra y permitió

que se

rea

nudara

el comercio

r e ~ t

con las

I ~ d a s .

Mientras no se reanudaron repentinamente las

hostrhdades

en

drcrembre de 1804 los productos textiles de Cataluña

¡ ~ u d i r o n

competir

una vez más

en

el

mercado americano. Era mucho,

. sm em,bargo,. lo

qu_::

se hab ía alterado

durante

los años del bloqueo.

Por

mas

de

cmco anos los mercados de América habían venido comer

c ~ a n d o con las naciones extranjeras sin la intervención de la auto

nd ad metropolitana esp

o a. Ni siquiera la abolición decretada en

1799

de

las

concesiones neutrales pudo modificar esa situ ación de

l ~ s ne

goc ios. La producción de burdas por

los

talleres de Amé

r ~ c a ,

además, había invadido los mercados populares hasta en

las

re- ·

gwnes costeras como

las

de Buenos Aires. Los fabricantes de telas

de l o n a se quejaban contra la producción mexicana en 1804, y

apremra

ban

al gobierno de la metrópoli, como ya lo habían hecho en

los

años de

1780,

para que suprimiera esa competencia interna,

que

consumía, por supuesto, la materia prima ürualmente.2s

La dislocación de la economía española

0

determinada por

el

blo

queo de f?uerra no se p o d r ~ a remediar a corto plazo. El desempleo

e?_

los

n ~ r p a l ce_ntros

textrles de Cataluña y Valencia provocó

hos

~ d ~ d a d

?

aCia

el g?b1erno, la cual no podría desaparecer rápidamente.

Aun mas, la penmsula como

un

todo padecía

una

ele las más trraves

crisis de bsistencia, precisamente

durante

esos años de paz.

L;s

ele

vados preciOs del

tngo

y el hambre generalizada subsistieron hasta

el añ

o de

1805

y se agravaron al reanudarse la llerra. En Valencia

la crisis de cereales

s i ~ u i ó

a la ir:tranquilidad ~ a u s a d a por la leva

en

1801,

la cual, en vrsta del caracer noble del nacimiento de los

27 AGI Indiferente General 2

43

9, Vicente

Ba

sadre-Godoy, Madrid, 21 de

ju lio

de

1807.

28

Anes, Crisis agrarias, pp. 319,

3

42

.

Miguel Izard, "Comercio libre, guerras co loniales

Y mercad? a m e r i c a ~ o · en Jordi'

~ a d a l

y Gabriel Tortella (Eds.), .1gricultura, comer-

CIO co

lo

mal y creczmzento economzco de la España contemvordnea (Barcelona 1 9 ~ 4

pp. 295-

32

1' 3

12- 319

. • '

1

l  

i

EL COLAPSO POLiTICO EN ESPA1'1A

53

oficiales que realiza

ban

el reclutamiento,

hab

ía adoptado un aspecto

contrario a la nobleza. Las huertas, o tierras de regadío y cultivo ubi

cad

as

en las afueras

ele

las ciudades, habían llegado a ser a .fines del

siglo xvm importa

nt es

centros

de

d

esc

o

ntent

o,

en las

q

ue

la elevada

proporción de propietarios ele tierras de los nobles y del . clero y la

supervivencia generalizada ele la jurisdicción señorial ayudan a expli

car. El a

um

e

nt

o de población en las

zo

nas ya densamente pobladas

e intensamente cultivadas

se

combinó

co

n el incremento general de los

pr

ecios para producir

un

mayor deterioro

en

las condiciones de

vida de los trab

aj

adores de la ciudad

y

del campo. Desde los inicios

del nuevo siglo subsistió la intranquilidad

en

el campo y en las

·poblaciones

ya

agobiadas por

los

derechos señoriales tales como la

obligación ele dar

una

participación en los productos y primeros

frut

os

de la tierra.

La

crisis de

los

cereales

ele

1803

a

1805

exhibió

las

fallas ele la política de los Barbones y lo inadecuado ele l

as

medi

das adoptadas por los ilustrados.

Las

costas, a pesar

ele

sus problemas

para la exportación a los mercados

ele

ultramar, fueron capaces nue

vamente ele aliviar

la

escasez de alimentos por medio de la impor

tación de trigo por vía del comercio de cabotaje.

  9

Ni

siquiera

durante

los años de aparente paz cedió la presión que

ejercían los franceses sobre España. Cuando, con motivo del cum

plimiento del

Tratado

de Paz de Amiens, Francia e Inglaterra reanu

dar on las hostilidades, el gobierno español se esforzó por permanecer

neutra

l.

Francia, no obstante, estaba decidida a obligar a España

a pagar

un

precio por esa neutralidad, argumentando

que

constituía

un incumplimie

nto

de los requisitos establecidos por el Tratado de

San Ildefonso.

Aunque

las relaciones entre

la Gr

an Bretaña

y

Es

paña no se habí

an

restablecido satisfactoriamente después de que

se

concertó la paz, el gobierno británico deseaba

que

España se

desligara totalmente de su asociación con Francia. Al propio tiempo

los ingle

ses

continuaban vigila

ndo

cuidadosame:rúe los acontecimien

tos políticos dentro del imperio español,

tanto

con respecto al estado

en que se enco

ntraban

sus defensas como para cerciorarse de la ver

dad y del alcance del descontento que

se

supone

que

allá prevalece:'.

Ante su carencia

de

preparativos navales parecía que España no

estaba en condiciones de reiniciar la guerra.

En

efecto, para

1803

los

vales reales se habían depreciado en un 47%. La política española

se inclinaba en dirección de la neutralidad, en la Corte había surgido

29 Manuel Ard it,

Revolución lib ral y revuelta campesina. Un ensayo sobre

la

desi -

tegración del régimen feudal en el país valenciano 1793 -1

8-10)

(Barcelona,

1977),

pp .

.51·58, 70-82, 106 -1 10.

'1

1

1

l

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:

i

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54

EL

COLAPSO P

OltTIC

O

EN

ESPAÑA

u_na fuerte ho stilidad hacia la alia

nz

a con Francia por parte del prín

cipe

y de

la

princesa de As turias, herederos al trono.

3

El prooio

G ~ d o y ·había tenido que soport ar escenas desagradabl

es

con el

baJador de Francia con motivo de la cuest ión de l pa ou por na

rt

e de

~ . p a ñ a de

un

subsidio a Francia en lugar de

darl;

una p'art i

ci

pa

cwn d1recta en la guer;·a. Es pafía había ofrecido pagar

60

millones

de_ o s:a {   mil, en lugar de los

100

millones de r

ea

les que

ex1

_

1a

el gobierno francés por concepto de subsidio anual.31 God

oy,

qmen echaba a Caballero toda la culpa del Tratado de Subsidios

?e octubre de

18

03, argumentaba que él mismo había apoyado la

.Idea de celebrar

un

tratado comercial con

los

franceses, dándoles ac

;eso al

r n e r ~ a d o

americano, lo cual, debe hacerse notar, no podría

wgrar en

VIsta

de la suprema

a naval de la Gran Bretaña en el

Atlántico. Por su parte los br itánicos, una vez aue Pitt re ITesó al

poder, consideraban que el tratado era

un

p r e t e x t ~ para

rea;udar

la

guerra co_ntra España. Los ataques sin previa provocación contra las

embarcaciOnes españolas por parte de barcos

de

ruerra incrleses

for

z ~ r ? a Car 

os

IV

a

declarar la guerra a la Gra;; Bretaña el 12 de

dlc.Iembre _ d ~ _1804. Según God

oy

, el ataque británico impidió cual

quiera pos1brhdad de que España se adhiriera a una coalición euro

pea concebida para reprimir las ambiciones expansionistas de Na

poleón.32

Para

hace_r

_frente a las necesidades de financiamiento de la guerra,

el

26

de_ d 1 ~ ~ e m b r e Carlos IV amplió a las Indias la política de

d e s _ a m ~ ~ t i Z a c w n en donde provocó una oposición violenta. La con

s ~ h d a c _ w n de vales r e a ~ e ~ tuvo el propósito de obtener fondos para

garantizar

los

va

les

emltrdos en Madrid y de apoyar la credibilidad

de la Caja Amm;tización o Caja de Consolidación que fue como

se le

c ~ n ~ C l e

clespues de 1800, que era el nombre de la oficina que

los

:ed1mra Esta. p e r a d ~ m e d significó el fin del camino para

s t ~ m a

fmanc1ero del

anczen regtme

en España. De esta manera el

1 : r ; p e r ~ o

América quedó directamente implicado en la confu

swn fmanoera que prevalecía en la Madre

Patr

ia,

y

por

lo

tanto no

se

podía esperar que escapara a las consecuencias ele un desastre. Seis

meses después del decreto de diciembre el gobierno español contrató

30

Public Record Office (PRO) (Londres) FO

72

(47, Hawkesbury·J

ohn

Hookham

F ~ · e r e

proyecto

de

instruccion

es

, FO,

12

de

se

ptiembre

de 1802;

Hawkesbury-Frere, FO,

1. de octubre de

1802.

Godoy , ib id .  Il[ pp. 64

-IJ O  200·216, 311-31 8.

31

PRO FO

12/

48, Frer

e-

Hawkesb

ur

y, nüm.

13,

Mad

ri

d, 9

de

junio de

1803.

32

l'RO FO 72

( 49,

Frere-Hawke

sb

ury, núm. 29 , l\

hdrid

,

15

de agosto de 1803

. Go

doy, i bid.  III pp. 21

6·228;

IV, pp.

20 ·28, 37-38, 82-84.

EL

COLAPSO POLíTI

CO

EN ESP

A '<A

un préstamo con la Ca sa de Vanlemberghe

y

Ouvr

ar

d de P_arís, ten

dente a reorganizar la

de

uda públic

a.

Los ingresos provenrentes de

la desamor tización en la península constituían la garant ía

:

lo

s

c

ditos

co

ncedidos por la Casa, de lo cual resultó que las preswnes.

financieras sobre el gobierno y sobre el pueblo aumentaron en lugar

de disminuir .

De

acuerdo con

el

convenio celebrado en París en_

mayo de

1806

e

ntre

el enviado especial de Godoy, Eugenio Izquierdo,.

y

la tesorería de Francia, E

sp

aña

se

comprometió a pagar a la

Casa<

la cantidad de

34

millones de libras a cambio de los créditos obte- ·

nidos. Para cuando fue liquidada la cuenta en febrero de 1808,

la -

Oficina de Consolidación de Madrid había pagado

57.5

millones

de

reales al agente de Ouvrard,

de

lo

s cuales casi

40

millones proveníalli

de letras de cambio giradas contra la Tesorería Mexicana de la Con

solidación.33

Tanto en Es paña como en

las

Indias estos ~ m b r o l l o s d ~ s a ~ r e d i t a

ron a Godoy sin posibilidad alguna de redención: su a d m 1 m s t r a d ~ r

de las finanzas, Manuel Sixto Espinosa , llegó a ser el hombre mas.

odiado, después de Godoy, en

los

dominios españoles. la_ ~ u e v a

España, por ejemplo, la aplicación del decreto de Consohdacwn sus

citó una intensa hostilidad entre l

os

más destacados sectores de la so

ciedad

y

alentó el desarrollo de un sentimiento de autonomía. Aú?

más, el restablecimiento del bloqueo obligó al gobierno de la metro

poli a conceder un segundo grupo de concesiones neutrales el

4

de

diciembre de

1804,

medida que resultó

aún

más necesaria a conse·

cuencia de la derrota naval sufrida en Trafalgar el 21 de octubre

de

1

805.

Esas concesiones provocaron una serie de indignadas protes

tas por parte de las comunidades de comerciantes español

es

en las

Indias, apoyándose en que el comercio de los neutrales socavaba sus.

más vitales intereses y,

en

consecuencia, relajaba

los

vínculos polí

ticos entre la metrópoli y el imperio. Los fabricantes de telas que

no

eran españoles,

al

comerciar con los mercados americanos

por

medio de canales neutrales, contribuyeron a agravar la depresión en

Cataluña y Valencia. A

la

inversa, para

1807

más del

97 %

del co

~ e r c i o de exportación de Veracruz había pasado a manos n e u t r a l e s

33 . l.GI Indiferente General 666, Aranjuez, 26 de diciembre de

1804;

Aranjuez.

19

de

junio

de

1805.

AGI Indiferente General

2494,

expediente

del

negociado de

neutra·

les, Ouvrard, Vanlcmberghe, Hoppe y París

(1805· 1837). .

34 AG1 i\

·léxico

3170, Tr

ibunal de Mineria-Iturrigaray,

16 de

septiembre

de 0 5 ~

Ayuntamie

nto

de México,

28

de marzo de

1806;

Consulado

de

a c r u z 22 de julio

1806.

lliblio

tec

a Na

cional

(BN) (Madr id),

MSS

19709, 34, Memonal de

los hacendados.

de México, n

ov

iembre· de

1805 .

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56

EL COLAPSO POLiTICO EN

S P ~

Para la Gran Bretaña, no obstante, el ininterrumpido bloqueo de

los

_puert

os

españoles y

la

su

sp

ensión del comercie con la península,

tuvieron como consecuen cia

qu

e

la

fuente de una

T

an cantidad del

merc

urio

que e utiliza en

el

proc

eso

de amal

ga

ma

p ~ r a

la

pr

oducción

de plata chsmmuyera en las zonas mineras de

las

Américas el abaste

cimiento de lin gotes de oro y plata disponibles. En vista de los com

promisos fin ancieros contraídos por la Gran Bretaña en ·materia de

política exterior como abastecedor de subsidios a otras potencias de la

coalición,

se

resintió en Londres en forma muy

ao-uda

la escas

ez

de ~ ~ t a

proveniente de Amér ica. A fin de corregir

e ~ a

situación los

comlSlonados del Tesoro de la

Gran

Bretaña convinieron en febrero

de

1806

en que

se

celebrara

un

contrato de lo

más

insólito entre

las

casas l o n d _ i n e ~ s , e de Gord?n y

Murphy

y Reid e Irving, y la Caja

de ~ o n s o h d a o o n de Madnd. Ese contrato ilustró en forma gráfica la

d e l l c a ~ a senda que los gobiernos españoles intentaban seguir para

negociar con dos arrogant

es

potencias, la Gran Bretaña y Francia, sin

saber siquiera hacia dónde dirigirse.

Por

virtud de ese contrato de

tiempos

de guerra, la Gran Bretaña tenía la esperanza de

aseQ"urar

el

a b a s t e c

e n ~ o .

de lingotes oro y plata o en especie, y E;paña

p r o c u r ~ b a

summ1strar _mercuno a las minas

de

plata y mantener

hasta

oerto punto el ntmo

de la producción

.a5

El estado de confusión en las finanzas producido

por

la guerra es

muy

probable que haya alentado a Godoy a zafarse de la alianza con

Francia. Si la ambigua proclama de 6 de octubre de 1806 representó

un

intento de ese tipo, lo que ciertamente demostró es que era

contraprodu

cente. El re

y,

además, temía las consecuencias de una

ruptura

con Francia y que los aliad

os

se volvieran en su co

ntra

ante

el

expansionismo de Napoleón

que aún

no había sido

r e p r i ~ i d o .

C a r ~ o s

IV

preveía que

l_os

ejércitos franceses obligarían a

Esp¡¡.ña

a

sufnr la suerte de Austna desp ués de Austerlitz. Los acontecimientos

no

cambiaron de

rumbo

como r

es

ultado

de la proclama de Godoy

r e d a c t a ~ a

en ·

o r m a

tan vaga. Godoy perdió

el

crédito que tenía ante

N a ~ o ~ e o n , qmen

en lo suc_esivo dejó de confiar en él. Franciá seguía

de

cr_drda a encerrar a .¡ :spana más estrechamente en la órbita francesa.

La

l l l ~ a p a c i d de liberarse de la alianza francesa

hundió aún

más

:al

gobrerno español dentro del sistema napoleónico: el

I

9 de febrero

35

AGI Indiferente Ge neral 2439, Sixto Espinosa-Caj•etano Soler J\·fad-

1

d

?

d ·

¡·

18 d • ' , - e Jl l 10

e a ~ ~ s t o de

1806;

Sixto Esp ino

sa

-Pedro

<Cebal os,

Madrid,

16

de noviembre de

1806.

Bnt1sh Museum (BM) (Londres),

ADD. MSS.

387

66, Hu

skisson Papers XXXIII

ff. 1 ll obv.

Barbier, ibid., pp.

35

-36

. . '

EL COLAPSO POLíT ICO EN

57

de 1807 España se adhirió formalmente al Sistema Continental esta

blecido en noviembre de 180

6.

36

La continua participación en la guerra obligó al gobierno español

a

adoptar nuevas medid as extraordinarias concebidas para recolectar

fondos.

Las

nuev

as

políticas fiscales incrementaban los efectos de las

antiguas.

Por virtud

del breve papal de 12 de diciembre de 1806 el

o·obierno ob

tu

vo autorización para apropiarse y vender

una

séptima

o .

parte de los bienes del clero en España, a fin de recaudar mgresos

par

a la

Ca

ja de Consolidación.

Una

medida como esa, que

se

aplicó

en el curso de 1807, estableció un nuevo precedente para la apro

piación por el Estado de

las

,riquezas. de la Iglesia encamina_da hacia

la solvencia de

la

tesorería. L

os

gastos generales del gobrer

no

ya

habían llegado a la cantidad de

637

millones de re ales, con ingre

sos de 505 millones.

Para

el

19

de marzo de 1808 la deuda pendiente

de pago documentada por medio de vales

reales

había alcanzado la

cifra de l 889 967 152 reales, con

una

obligación de pago de intereses

por una cantidad adicional de 75 341 000 reales.

Para

garantizar su

pago y hacerse de medios para su redención, el gobierno

entre. 1798

y 180

8

expropió

y

pu

so a la venta

una

sexta parte de todas las trerras

de la

s i a

existentes en Castilla.

Para

el 22 de

abril

de 1808 el

valor total

de

las fincas enajenadas e hipote

cas

redimidas llegó a

l 653 376 402 reales.

En

seis provincias Sevilla, Córdoba, Murcia,

Granada,

Madrid

y

Salamanca

se había vendido más del 20 % de

las tierras de la Iglesia.

37

Además, la presión por medio

de

los im

puestos en las comunidades rurales había obligado a numerosas po

blaciones a vender sus tierras comunales, a fin de disponer

de

dinero

en

efecti

vo

o

porque

no podrían hacer frente a sus obligaciones ga

rantizadas con hipotec

as

.

L;¡;;

tierras que con anterioridad

eran co

mun

a

les

cayeron

en

manos de los codiciosos miembr

os

de las clases

de

comerciantes y adinerados o de profesionales burgueses que aspi

raban a convertirse en teuatenientes. Esos grupos estaban interesados

en co

nservar elevado el valor de los bonos del gobierno

y

en

asegu

rarse

de

que bajara el preciü de la tierra.

Para

ellos la

política

de

desamortización del gobierno fue una notoria ventaja que esperaban

ampliar. Los pueblos que habían perdido sus tierras comunales ten

dieron a convertirse, al igual

que

el clero, en viudas,

huérfanos

y

beneficiarios en general de la caridad, en inveterados enemigos de

la política gubernamental.

D ~ n t r

del país en general

se había

crea-

36

Godoy, ibid. I V, pp . 17

1-224.

'

27 Herr, Moneda

y

C·rddi to   pp. 59-63,

76-77,

86,

90-

99.

i

¡

'

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58 EL

COLAPSO POLíTICO

EN

ESP

A fl'A

do una polarización durante la década de 1800 entre los beneficiarios

de las medidas de desamortización, que pronto se convertirían en de

fensores del liberalismo y d gran conjunto de opinión

que se

con

sideraba desprotegido.

3

s

4.

EL COLAPSO DEL RÉGIMEN

A partir de 1

802

la principal o

pos

ición hacia Godoy en la corte pro

venía de Fernando, pr íncipe de Asturias, y de su anglófila esposa, Maria

Antonia de Nápoles. Se hab ía creado una facción fernandina alrededor

de los amigos personales del príncipe, tales como los condes de Orgaz

y de Alcaraz y el marqués de Ayerbe, ninguno de los cuales tenía gran

importancia en esa época. Entre los del grupo el joven

duque

del

Infantado,

uno

de

los

más poderosos señores del reino y de ios

grandes propietarios

de la

Mesta, opacaba a los demás por su inteli

gencia y dedicación. Godoy lo contrarrestó mediante la expulsión a

Toledo del preceptor del príncipe, el canónigo

Juan

Escóiquiz. Fue

poco lo

que

logTó

la

oposición fernandina en

los

os

anteriores a

1806.

Sin embargo, cuando falleció la princesa, Fernando, aprovechan

do la ventaja que se le presentaba con la proclama de Godoy del 6

de octubre, bu scó la ayuda de Napoleón para su causa. Estas intrigas

llegaron a su clímax en octubre de 1807 en El Escorial, de donde Fer

nando escribió al emperador francés sugiriéndole la posibilidad de

contraer matrimonio con una Bonaparte. Si bien los detalles de

la

conspiración de El Escorial para destituir a Godoy son fascinantes por

su propio derecho como

una

indicación del deterioro de los senti

mientos

dentro

de la familia real a plena vista del publico, el

verdadero significado de esos acontecimientos se encuentra en la unión

del antiguo partido aristócrata _y del partido fernandino. Además,

la

oposición tradicionalista

en

el país veía en

Fernando

a

su

liberador

de

Godoy y a su reivindicador. Para 1807 existía una poderosa com

binación de fuerzas, que nunca ocurrió en la década de 1790. Nin

guna de ellas se oponía ni a la monarquía como tal

ni

a la dinastía

de

los Borbones en particular. Su fe en Fernando era la expres ión de

las

esperanzas que ponían en la Corona. Si

un

rey se había desacre

ditado por la derrota y el escándalo, el candidato para la sucesión

5urgió

ante

la vista del pueblo. Tan sólo fueron suficientes cinco me-

38

Véase

por

ejemplo Emiliano Fern;índez de Pineda,

La

entrada de la tierra en

el circuito comercial: a desamortización de la tierra en Vascongadas, planeamiento

y

primeros resultados", en Nada y Tortella i id . pp. 100-123 .

EL

COLAPSO POLíTICO EN ESP

A:f<A

ses para derribar a Godo

y,

y

co

n él al rey y a la reina

y

a tod

o

el

edificio del Estado absolutista Borbón.

30

La decisión de Napoleón

de

intervenir directamente en la penín

sula ibérica después de julio de 1807 marcó el destino final ·de las ;

antiguas monarquías. Los franceses trataban de forzar a . Portugal,

último aliado que le quedaba a la

Gran

Bretaña, a que entrara.

al

sistema continental atacándolo a través del territorio español con

la cooperación del gobierno de Madrid. El propósito final

de

Napo

león era atenuar la inestabilidad en el centro gubernamental de M

a-

dri

d.

El emperador ten ía la esperanza de convertirse en el renovador

de Españ-a, el proveedor del mando y el que recuperaría la riqueza de·

las Indias, impidiendo así que los ingleses

se

apoderan\n de ella.

En el interior de España prevalecía, sin embargo, un grupo de·

suposiciones muy diferentes. Tanto .en la corte como en el campo·

Fernando parecía que era el salvador. Napoleón únicamente podría

asegurarse de contar con el apoyo de España estrictamente en

cuanto

,

su política contribuyera al ascenso de Fernando al poder en

lu-

gar de su padre y de Godoy. Consecuentemente, el paso de 28

mil

hombres del ejército francés a través del territorio .español de acuer-

do con el Tratado de Fontainebleau de 27 de octubre de 1807 no·

provocó oposición, porque seguían siendo inciertos los objetivos de

Napoleón con respecto a Fernando. De la misma manera, la presen-

cia de un ejército francés de

100

mil hombres al

norte

del ·

Ebro

en

 

marzo de 1808 no suscitó

ninguna

hostilidad, porque circulaban ru ·

mores de que Napoleón ayudaría a la causa de Fernando. Cuando

Godoy, temiendo los designios de los franceses,

intentó

trasladar a la

familia real de Aranjuez a Sevilla y posiblemente, como ocurrió con•.

la familia real portuguesa, a las Indias, la oposición popular se com

binó con la oposición de los ministros de Justicia y de Marina

para

impedírselo. El Consejo de Castilla,

que

se había opuesto al castigo•

de Fernando

en

octubre, estorbó en marzo los esfuerzos de God

oy_

En el centro de la conspiración para derrocar a Godoy se encontraba

el conde de Montijo, en

quien

había recaído la dirección del par-

tido de Arancla.

40

La conspiración de Montijo estaba encaminada hacia el ascenso"

de Fernando. El motín de Aranjuez, fraguado por Montijo durante-

30

Los detalles completos aparecen en Manuel Izquierdo Hernández, Antecede11tes.

y comienzos del reinado

de

Fernando V (Madrid, 1963) ,

pp

. 208-240,. 536-678. Pa ra·

los antecedentes del Infantado véase

AP

PR

FVII. 22, [f.

61·75v. ·

40

Véase Louis Madelin, Le consulat et 'empi·re 99

· 813,

2 vols. (Pái-ís, 1932-

193

3),

I , pp. 353-365, acerca de los objeti

vo

s de la política de Napoleón .

1

'

;;

;

l

i

'

i

.

1

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EL

CO L

APSO

POUTICO EN

la

noche del

19

de ma

rzo

de 1

80

8 llevó al primer breve reinado de

Fe

rnan

do VII, que

dur

ó hasta el 5 de ma

yo.

El motín

de

Aranj

uez

, en

efecto, llevó al poder al candidato de la oposición: el violento

de

rr

ocamiento

de un

monarca era

un

acto sin precedentes en la vida

po

lí tica española, por lo menos durante los

dos

siglos anteriores.

Tr a

ns

formó el ambiente político tanto en la península como en l

as Indias

.

Co

mo repercusiones inmediatas

de

la caída de Godoy

una

tur bu

lenta

multitud se

lanzó a

las ca

lles de Madrid para saquear las

r es idencias de su familia y de sus partidarios . L

os

acontecimientos de

Aranjuez aceleraron la intervención francesa en España al alentar a

Napoleón

para que apremiara a Murat, su lugarteniente en la penín

  ula , para que

se

apresurara a dirigirse a la capital antes de que

-Fernando pudiera consolidar su posi

ci

ón. La prematura lle

ga

da

de

~ I ~ r a t

aseguró que el primer régimen de Fernando VII existiera

1m1camente para hacer padecer a

los

france

ses.

41

Gradualmente

se

:aclaró que Murat in tentaba anular el ascenso de Fernando. Duran

t e

las

seis semanas en que Fernando ocupó

el

tron

o,

puso en libertad

:a los ministros anteriores que estuvieron encarcelados durante el

gimen anterior y el

22

de

mar

zo

clausuró la Caja de Consolidación.

Si

bien esta última medida mitigó

los

sentimientos de agravio en

el

país y dio

una

base a la creencia entre los tradicionalistas de que

Fernando era su candidato para la reivindicación, los tenedores

de

bonos conservaron la confianza que les quedaba, puesto que no

se

.suspendió el proceso de desamortización. A medida que los remanen·

ltes del antiguo grupo ilustrado

se

encaminaban de regreso a Madrid,

.a

parecie

ron

rápidamente todas

las

contradicciones en la posición de

Fernando

VII _4

Las actividades de Montijo y de otros nobl

es

de primera catego

ría no deberían sug

erir la

e:Xistencia de

una révo lte nobiliaire

en

Es

paña

en

los años de 1800 . En raras ocasiones la ·noblez

a,

si acaso, ac

t uaba como una

unidad

corporativa. Muy pocos comentadores, aun

-los que pertenecían a la nobleza, pudieron d_finir en esa época lo

·qu e constituía

las

características de esa clase socia

l.

El grupo de

Aranda había abarcado tan sólo a

un

reducido

número

de reforma

.dores

entre

la nobleza titulada,

en vez

de la totalidad de la cast

a.

Menos aún había incluido a la generalidad de los

nob

les de menor

-categoría, a

los

m

ás

po

bres

hidalgos de la provincia.

En

efecto,

las

.e

vi

den tes distinciones en cuanto a su riqueza y posición entre l

os

no-

H

Co

rona ibid.  pp

. 337-365

. He n ,

ibi cl. pp.

93-94. -

EL COLAPSO POLíTICO EN ESPA¡;)A

bies h

ací

an difícil hablar para nada de una

clase

social homogénea..

Además, en

las

regiones del norte del

Duer

o existía una ca

nt

i

dad

desorooorcionada de nobles de menor categoría mientras

que

, por

el ~ o n t r a

una poderosa nobl

eza

de terratenientes

d o m i n un

a

gran parte de la España meridional. Eran escasas las

p r o ~ a b i h d a d e s

de que surgiera

un

esprit

de

corps entre los nobles e s p a ~ e

spe

cialmente porque los grupos rivales tendí

an

a

d e s ~ r . e C i a r s e

entre

se

crún su posición su ·riqueza v su oricren. La hostilidad

entre el

o '

1

o

o

1

d .

grupo

de

Aranda

y

l

os

golillas, muchos ellos

o

bien nob.

es

e m-

feriar categoría o recientemente e

nn

oblecid

os,

habla corr:probado

que

era el caso en cues

ti

ón. Por otra parte, el asunto de las

fmanz_as

de los.

nobles tendía' con frecuencia a desvanecer cualquier oportuntdad

que

pud

iera haber

de

que

se fo

rmara

~ ~ a

identid.ad consciente de

sí mi

s

ma entre la nobleza y de una accwn de conJunto en el plano de la

polític

a. En

cua

lquier

caso, l

os

minist

ro

s Barbones

nunca a c ~ r o n

a

la nobleza como tal y nunca pretendieron erradicar la subsistente

estruc

tura

de privilegios y exenciones.

4

Es verdad que en Esp aña no existían prohibiciones n1. con

r ~ s -

pecto a la participación de los nobles en el comercio y en la mdustr_Ia,

ni

en

cuanto al

inQTe

so de empresarios que habían logrado el éx1t<>

en

las filas de la

~ o b l e z a

El padre de Aranda,

por

ejemplo,

fundó

una

fábrica de cerámica en Alcora

en

1727.

De todas maneras,

la

mayoría de la nob leza de primera clase permanecía alejada de los

negocios, eran pocos los hombres de negocios que ingresabar: a

las.

filas de la nobleza. Las acostumbradas tentaciones de

un

notono con

sum

o o de serios compromisos para el

m a n t e n i m i e ~ t o

de

edific_ios

im

pedían con frecuencia la inversión en la e ~ p l o t a c 1 ó n de p r o p 1 e d

territorial

es

de sus potenciales recur

so

s romerales. Dommguez

Oruz

llama la atención hacia la característica recurrente

de

adeudos entre

numerosa

s famili

as

nobles. Quizá en este fenómeno descansan las

ra

Íces de

la

debilidad de la nobleza como fuerza política.

44

43 Véase la discusión en Domínguez Ortiz, Siglo

xvm,

pp- 345-351.

H Se puede hacer una comparación con las actividades de la nobleza f r ~ ~ c e s a en•

empresas co merciales e

ind

ustriales, particularmente en el caso de las fundtc

to

nes de

fierro de Alsacia. Véase Guy Richard, Noblesse d affazres au X VIII• siecle (París,

197 4), PP· 121·225, y Guy Chaussinand-Nogaret, La nob lesse

au

X VIII • siecle. De la

jéodalité aux lumieres (París, 1976 ), pp. 120 -161. La nobleza españ ola produjo poco

empres

arios, lo que no

es

sorprenden te en vis ta del estado ge

neral

.de retraso de la

economb

particularmente

en

las regiones en ~ d e la nob:eza.

es

t

ab

a fuertemente

representada en · términos de

mero o de proptedades

t e r n t o n a l ~ s .

Una p r o b a ~ . l e

excepción es el papel de la nobleza del Guadalquivir en el comercto de exporta

cwn

americano  tema· que aún e

s

ra inv stigación.

¡1

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LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILIT AR

terioridad representaban la tradición de la Ilustración de Asturias

y expresaban

su

continuidad con el

l i b e r a l i s m o

Galicia

~ i g u i ó el

ejemplo con insurrecciones en Astorga, dirigidas

por

el

Obispo, y en el puerto de

La Coruñ

a.

Se

creó

una

junta

en Galicia el 5

de

junio, aunque

reflejaba

un

espectro

de

la opinión

menos amplio

que

su homóloga asturiana, en vista del predominio

de los más antiguos miembros del clero, de la milicia v de la buro

cracia. La

Junta

de Galicia

e x p r e s a b ~ un punto ele

vi;ta

más

tradi

cional, especialmente en la cuestión del papel del clero en la sociedad

e s p a ñ o ~ a

Esta posición sería igualmente adoptada por

los

diputados

de

GahCJa

en

las

Cortes de Cádiz. El anhelo de la Junta por combatir

a los franceses alentó la rápida formación de

un

improvisado ejército

de reclutas fuertes y sanos. León Valdés, anterior secretario de Mari

na, tomó la presidencia de la

junta

local.

En

Valladolid, Cuesta,

ca

pitán

general de Castilla la Vieja, temía las implicaciones de

esas

insurrecciones populares y demoró la formación de una

junta

hasta

que ya no pudo resistir

más

la presión.

En

ese momento se colocó a

la cabeza del movimiento, a fin

de

impedir su radicalización.a

Para

los representantes que quedaban de la burocracia carolina y

p ~ r a .

sus

contrapartes

en las

fuerzas armadas, los levantamientos pro·

v m ~ I ~ l e s

p r e s e ~ t a b a n

muchos peligros. Las

juntas

de Asturias y de

GahCJa

por EJemplo, no solamente pretendían ejercer la soberanía,

que

argumentaban les correspondía en ausencia del rey, sino que

tamb1en empezaron a tener tratos con las potencias extranjeras

por su propia iniciativa. Cada

una

de ellas

se

dedicó a obtener la

ayuda de la Gran Bretaña en favor de su causa.

Toreno

viajó a Lon

dres en compañía del bien conocido asturiano ilustrado, Angel de la

V ~ g ~ Infanzón: Galicia igualmente envió a dos representantes diplo

maticos, F.ranusco Sangro y Joaquín Freire Andrade. Ambas jun

tas

~ e c u r n e r o ~ .a

la a y u d ~ británica bajo la forma de numerario y

eqmpo

y le pidieron la asistencia que les permitiera propagar al im-

2 André Fugier,

La ]unte Supérieure des Asturies et l invasion fran faise,

18 8·1811

1930) pp. 10-15. David Ruiz, Asturias contemporánea, 1808·1936 (Madrid, 1975).

pp. a·G.

3 La a versión de

Cuesta

hacia

los

movimientos populares era bien conocida. En dos

cartas de

29

de mayo y 2 de junio de 1808 que dirigió al Concejo Municipal y a la

Junta de León

respectivamente, Cuesta reveló

una

combinación de desdén y de

temor. Preguntó, por ejemplo, ¿qué sucesos podría prometerse una multitud desor·

denada contra ejércitos aguerridos?  Y sin embargo, había advertido que si las bandas

rebeldes lograban expulsar a los franceses, sus caudillos harían pedazos al país en

guerras

ClVlles

por apoderarse del mando. Véase

BM

Add. Mss. 37 287,

R Wel/csley

P

a;

bers

(ser ie

II

v

ol.

x iv), ff. 140-143.

LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILITAR

perio americano los levantamientos peninsulares. El

min

istro

de

Relaciones de la Gran Bretaña, George Canning, concurría

con esos.

objetivos, especialmente en vista de que las insurrecciones en España

implicaban no solamente

un

cambio espectacular ·de las alianzas

en

beneficio de la Gran Bretaña en

una

guerra que

se

había estancado,

sino que también quitaban a

los

franceses toda esperanza de

obtener

apoyo en las

Ind

i

as

. El 5 de

julio

Canning envió a

La Coruña

a.

Charles Stuart, diplomático experimentado, como representante debi

damente acreditado de Jorge III. A .fines del mes los representantes.

asturianos que

se

encontraban en Londres informaron a los virreyes.

de la Nueva España y del

Perú

de las insurrecciones peninsulares.

4

La ausencia

ele un

gobierno nacional aceptable en

Madrid

desen

cadenó las fuerzas latentes del regionalismo en España, poniendo·

con ello en peligro cien años de centralismo Barbón.

La

fragmenta

ción del Estado unitario

se

hizo

aún

más visible con la difusión

de

las

insurrecciones en

el

Sur

y

en el Oriente. Varias juntas rivales sur

gieron en el Sur. La

Junta

de Sevilla, por ejemplo,

pretendía tener

precedencia no sólo en Andalucía sino en todo el resto de la penín

sula y en las Indias, como lo indicaba el título que adoptó. Esa Su

prema Junta de Gobierno

de

España y de las Indias, en ejercicio

de

la actual Regencia de los Dominios Españoles en nombre de Fernan

do VII;' , envió dos plenipotenciarios a Londres,

uno

de los cuales

fue el almirante

Juan

Ruiz

de

Apodaca,

futuro

capitán general

de

Cuba

y

Virrey de la Nueva España . Al mismo tiempo, representantes.

de la

Junta

de Sevilla viajaron a la Nueva España, a la Nueva Gra

nada, a Río de la

Plata

y a Perú, a fin de establecer la hegemonía

política de

ese

organismo sobre los dominios americanos.

5

En

Valencia, en donde la

inquietud ya se

había hecho

endémica

durante

las décadas de

1790

y

1800,

particularmente en las regiones

en donde se sentía la·presión señorial, las tensiones llegaron al máxi

mo

con la insurrección

en

esa ciudad del 23 · de mayo,

que

como es

comprensible tuvo graves repercusiones en los campos.

Un

grupo

de

comerciantes y de industriales de la capital de la provincia, al mando

de los hermanos Bertrán de Lis, intentó obtener el apoyo

popular

para

remover a los representantes políticos del ancien régime. Estos

últi

4 PRO FO

j

6G

ff

3·3v, Vega y Matarrosa a Canning, Londres, 9 de junio de-

1808;

ff

7-9v , Canning a

los

diputados de Asturias, FO, 12 de junio de 1808;

ff

33-33v,

Canning a los diputados de Galicia, FO,

30

de junio de 1808;

ff

43·44, ibid. a i bid . 

5

de julio de 1808.

5 PRO FO 72

¡

66 fi 59-60, plenipotenciarios de Sevilla a Canning Londres, 14

de·

julio de 1808.

í

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68

LAS

FUERZAS POPULARES

Y EL

PODER MILITAR

malgastara el dinero inglés . Bailén, a

pes

ar del e

fe

cto que produ jo

no ha

bía

~ a d o d e s ~ r u i r

el poder de

los

france

ses

en España.

ende?le ejercito e

spa

nol de unos

65 475

hombres

se

enfrentó a

un

~ o r ~ u d a b l e

ejército francés

de

15 

mil hombres que

se

reagrupó m

ás

alla del

_Ebro. Para

el mes de octub re de

1808 ese ej

ército aumentó

a 244 n11l hombres, y el propio Napoleón, liberado momentáneamen

te de sus dist_

accione_s

en la Europa central, propuso personalmente

el avan ce

haoa

Madnd

.

Ant

e la tirantez causada por ca

si

dos décadas

d_e _guerra Y por la escasez de fondos en

L o n d r ~

el gobierno bri

tamco no pudo ofrecer

más

que la cantidad de tres millones de pesos

para el otoño, y de ella solamente una tercera parte en especie.9

Cada mes

se_

hacía

más

evidente, para' Inglaterra, la urgencia

de

for

n:ar un go brerno provisional de resistencia en España .Las diverO en

cras entre las autoridades civiles y militares en la

reD i

ón de

los

0

pa

t ~ i o t a s

~ ~ s e

habían _agudizado. Afectaban no solamente

0

a la inmediata

drsposrcwn de las fuerzas armadas, sino, ante las intenciones de los

franceses, c o n s i d ~ r a c i o n e s estratégicas a largo plazo. El ejército

de ~ n d a l u o a

por

e J ~ m p l o

_eguía bajo la

autoridad

de la

Junta

de

Sevrlla, _a cual rehuso autonzar a su comandante Castaños, de quien

desconfraba por ser

un

venturoso personaje

militar

con arraicro po

pular, .para que operara al norte de Madrid. De esta

m a n e ~ a

los

dos millones de pesos suministrados por la Gran Bretaña que

se

e n t r e g ~ r o n a la

Junta

de Sevilla para qu'e se destinaran al ejército no

~ u d r e r o n emplear para, expulsar a los franceses del Ebro hacia los

Prnneos

.w

2. LA SUPREMA JUNTA CENTRAL, 1808-1810

d e ~ i l u s i ó n

de l o ~ militares

por

r antagonismo que tenían entre

sr las J ~ n t a s

p r o v r n c ~ a l e s se colocó en el primer plano cuando Cuesta

a medrados de

s e p t r ~ m b r e

propuso su disolución. Cuesta estaba en

f ~ v o r

de

que

vo vrera a forma centralista

de

gobierno por me

  w

de

~ a s

a u ~ r e n C i a s y caprtanías generales. Ansioso por invertir la

tendenCia hacia

un

cambio político, exhortaba a la inmediata for-

9

PRO FO 72 jG6 ff.

170-1 75

, Canning a ros diputados de Asturias, FO,

15

de

agosto de l 808.

1

°

Charles O ~ a n

A H istory

of th

e P

enin

sular War,

7 vals. (Oxford, 1902 -1930), 1,

PP· 631-639, 64

::>

Correspondence, Despatches an4_ other Papers of Visco unt Ca stlerea h

c o n d Mau¡u

es

s of on dpnderry, editada por su hermano, Charles William Vane, tz

_ls. (Londres, 1_ 34-1854),

VI,

pp. 444-4,16; genet?I Samuel Whittino-ham al ma¡•or ll i l-

liam Cox,

Mad nd

, 5 de septiembre de ]308, · " ·

LAS FUERZAS

POPULA

RES

Y EL PODER M

ILIT

AR

69

mación de

un

Consejo de Regencia constit

uid

o por

Cas

taños y

~ o é l

mismo, con el duque del Infantado a cargo de los asuntos c 1 ~ l l e s .

La investidura de

un

a autoridad suprema en manos de dos

anng

u?s

éo maridantes militares y un miembro de la aris tocraci

a,

era el

que Cuesta tra taba de emplear a fin de co

nt

ra

rre

star las pretensiOnes

de sobera

nía

de

las

juntas. Cuesta y Romana, quien recientemente

había regresado del norte de Europa con lo mejor de l

as

tropas

español

as,

estuvieron de acuerdo en que la convocatoria de las Cortes

era

un

presagio de

la

r

ec

onstitución del Estado español: . Estaban

preparad

os

para argumentar que

se

debería u

sa

r la fuerza

mrhtar

para

impedir

que

los

aco

ntecimientos siguieran

un

curso semejante.l

1

El presidente de la Real Academia de la Historia,

J ~ a n

Pérez

llamil,

quien

había sido

uno

de los miembros de la vieJa

b u r o ~ r a c r a

que

se

declaraba en contra de las autoridades francesas,

e ~ p e r a b ~

rgual

mente

que

se pudiera

poner

a salvo la estructura admrmstratrva del

antiguo régimen. Este anterior fiscal de dos audiencias compartía con

los

O'e

nerales el temor de las implicaciones radicales de las preten

s i o n ~ s

de las juntas para ejercer la soberanía.

Para

Pérez

Y i l ~ m i l

la

erección de

un

Estado absolutista había dejado desde prmCipros del

siglo

X:vr

tan debilitadas a las Cortes que no quedaban d e f e ~ s a s insti

tucionales

que

pudieran contener la amenaza de

un

gobrerno po

pular impuesto por un

grupo

revolucionario. Argumentaba

que

el

"despotismo ministerial" había dejado a la nación impotente

~ a r a

sistir la demagogia y la autocracia. Villamil creía en la exrstenCia

de una constitución histórica no

esc

ri ta formada por las "leyes fun

damentales del reino".

En

esta estructura corporativa, con su carac

terístico patriarcalismo, deseaba ver que

se

formulara

la

política gu

bernamental. Las juntas provincial

es,

por lo contrario, planteaban

una

amenaza a la estabilidad política. Vill'/-mil proponía

la

inmediata

convocatoria de las Cortes

tr

adic

iona

l

es

en las que la representación

fuera por · estados o estamentos y no por población. Las Cortes

tradicionales reflejaban la estructura jurídica del ancien régime: la

sociedad de

c ~ a s e s y

corporaciones, la sociedad estamental,

que

los

11 La Suprema

Junta

Central de 'castilla, León y Galicia cre a

que

Cuesta planeaba

un golpe militar en unión de miembros del desacreditado Consejo de Castilla. Con este

fin, se decía, envió tropas a Segovia con la intención de sorprender a la capital. Cas

taños contrarr

es

tó mandando dos divisiones de la Sierra Morena,

que

llegaron a Ma

dr id antes de que Cues ta actuara. Véase BM Add. Mss. 37 287, comentarios la

Junta

acerca de Cues ta al Ayuntamiento de León, 9 de mayo de 1808. V é ~ s e ¡ g t ~ a l -

mente Miguel Artola,

Orígenes de la España contemporánea,

2 vols. (

Madnd,

1  ::> ,

I,

pp .

78-

Sl.

. ¡

;

¡;.;

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70

LAS FUERZ S POPUL

AR

ES Y EL PODER MILITAR

libera

les

españoles pugnaban

por

demoler.

12

Villamil, por lo tanto.

difería de la antigua milicia, en que

él

favorecía convocar a

las o r ~

tes

,

si

bien del tipo de las que se reunieron para ratificar la sucesión

de. Fernando en 17 89. Su paisano de Asturias, ] ave llanos, dio un paso

m a ~ adelante.:

el

modelo inglés suministraba un buen ejemplo de

l ~ g r s l a t u r a b ~ : a m e r a l .

Al compartir la preocupación por la inme

~ r ~ fo;mac1?n

d.e. una

au toridad central,

J

ove llanos

se

oponía al

1

egi.onahsmo

m p h ~ l t

en las pretensiones de las juntas provinciales.

A fm de rec

onstru_

rr. el Estado unitario que se había esforzado por

e.stablecer como mmrstro de. la monarquía absoluta, Jovellanos pre

sronaba para que se establecreran

las

Cortes nacionales en

el

centro

de v i d ~ política. Veía esto como una gara

ntía

no sólo de la su

perviVenCia de la estructura centralista de los Barbones sino como

el medi

o.

impedi.r la recu.rrencia

d e ~ ~ b s o l u t i s m o

min,isterial que,

en su opmwn, hab1a destrmdo el equilibrio de la constitución. La

~ e s a v e n e n c i a entre ]avellanos y Cuesta residía en el deseo de este úl

~ r m ~

asegurars.e de que la formación de

un

Consejo de Regencia

r m p r ~ I e r a

cualqmer evolución hacia

un

gobierno parlamentario en

Espana.l

3

Entre

el 24 de septiembre de

1808

y el

30

de enero de

1810

un

g r u p ~

que

pretendía

e ~ e r c e r

la soberanía en

nombre

del rey, luchaba

por rmponer su

autondad

tanto sobre los militares como sobre las

JUntas provinciales. Esa pretensión era absoluta

y

exclusiva. La Su

p

rema ] ~ t a

Central, bajo la presidencia de

un

anciano e intransi

gente Flondablanca hasta su fallecimiento el 30 de diciembre residió

en Aranjuez hasta que el avance de

los

franceses la oblicró trasla

darse a Sevilla

el 17

de

~ i c i e m b r e

de

1808. Aunque los

0

grupos re

formadores dentro

de l

mestable coalición

de

los patriotas tenían

grandes esperanzas

en

la

Junta

Central, Floridablanca frustró todos.

sus esfuerzos por

la ~ o ~ v o c a c i ó n

a

las

Cortes. En la época

de

la

Junta ~ e n t r a

mult1phcaron

los

reveses militares hasta que la mis

ma

S ~ v d

cayo el

1

9

de

febrero de

1810:

no se reunieron ni el

ConseJo Regencia,

ni

las Cortes. La exaltada pasión religiosa

y

la xenofobia en el pa1s en general, tocaron una cuerda más sensible

en los miembros

de

la

Junta

Central. Uno de sus primeros actos

no

fue

el

de preparar el terreno para las Cortes, sino el de desi

 

nar al

u l t r a c o n s e r v a ~ o r obispo de Orense, antiguo opositor de Godo;

y

de

clarado enemigo de Bonaparte, para desempeñar el cargo de inquisi-

.

12

Fernando

Señas

Encinas, "Pérez Villamil, o una eminencia

crris ,

Boletin

del.

Ins-

lztuto de Estudios Asturianos XXIII (1954), pp .'l65-386.

0

13

Artola, ibid. P '·

205-206.

L.-\S

FUERZAS POPULA

RES

Y EL PODER MILITAR 71

dor gen era l. El hecho de reforzar al Santo Oficio que_

ese

acto. nn

pl.icaba,

fu

e

co

mo

un

ultraje para

los r ~ f ~ r m a d o r e s

espan.oles,

qme

nes

podían señalar el ejemplo de la abohcwn por Napoleon la

_ I ~ -

quisición en la zona

o c u p ~ d a

P?r los franceses.

Aunque la

des:gnac10n

de Saavedra para la presidencia

de

la

Junt

a Central

de

spues de

la

muerte

de Floridablanca inició

un

clima más favorable para la re

forma, la precaución nunca dejó de ser

la

regla del momento en

asuntos constitucionales. No fue sino hasta el

22

de mayo de

1

809

cuando la

Junta

Central expidió la convocatoria.

La

forma en

que

estaba compuesta la

junta

explica esta reticencia. lVIartín de Caray,

quien

asumió las antiguas responsabilidades financieras de Saave.dra,

en nincrún sentido era un liberal comprometido, como io demostru en

su car;era posterior como ministro de Hac

ienda

de Fernando ·

VII.

Pedro Ceballos, quien había sido ministro de Estado en, t?dos los

recrímenes desde

1800,

continuó en ese cargo durante

el

regimen de

la

0

Junta

Central. Ceballos era

el

clásico

hombre

sin partido: todos

los gobiernos aparentemente

se

sentían incompletos si él fa ltaba; pero

fue poca la distinción con que contribuyó a

c ~ a l q u i ~ r a

el.los, salvo

la

de

haber despojado de su cargo a personaJeS mas

d i s c u t l b ~ e ~

que

él. Si bien el gobierno de la junta era en su may

?r

parte tibiO

todos

los

asuntos de política importante, su secretano, Manuel

Qum-

tana, quien ya era un poeta de

r e p u t a c i ó ~

nacional,. n c ~ s a n t ~ m e n t e

presionaba

por

la adopción de un curso hberal constltucwnalrsta. El

resto de la junta estaba formado por dos representantes de cada una

de

las dieciséis provincias de España. Jovellanos,

quien

ponía

so?re

aviso contra los peligros del liberalismo, representaba a Astunas;

Caray a Extremadura, Floridablanca a Murcia y Valdés a

L e ~ n

El

cardenal

de

Borbón, arzobispo

de

Laodicea, representaba a Sevrlla,

y

era un personaje débil e indeciso que en forma v a g ~ favorecía a la

reforma. Incluyendo al presidente, al secretario, al inquisidor general

y a dos ministros, treinta y .siete personas constituían la Suprema

Junta

Central de España

y

de las Indias. La más

notable

característica de la

junta

era

que hasta entonces poco

se

había

oído

decir de sus miem

bros.14

14 Fernando Jiménez de Gregorio, La convocación de Cortes constitu

ye

ntes en 1310.

Estado de la opinión española en punto de la reforma constitucional", Estudios e

Histo ria Moderna

V (1935),

pp.

223-2'

17.

Los

drculos de ·militares antiguos y de nobles

se<>uían expresando su aversión hada un organismo como la JuntO: , Suprema, para no

m:ncionar la continuación de las juntas provinciales. Francisco Paiafox

y

Melzi,

por

e· emolo, al escr'ibir en su carácter de diputado o vocero oficial d e ~ r eino de Aragón,

J • · " " b or·

a Re n

xigía el reempiazo de las " juntas representat ivas

y

so

eranas p un • ge ·

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74

L.-\.5 · FUER

ZAS

POPULARES Y EL PODER

MlLlT AR

sentación

de

acuerdo con la población. Este principio liberal clásico

había obtenido

su

primera

ex

pr

es

ión clara

en

la Constitución

fr

an·

cesa de 1791. Esa decisión indicaba a corto ~ z o que

la

pres ión de

liberales como Quintana había logrado obstaculizar tos esfuerzos ele J

a

vellanos

y

otros para que se adopta

ra

un curso ele acción más tradi

cionaL A largo plazo había puesto en eluda la perspectiva de cualquier

futura rees tructuración del sistema político español dentro de los li

neamientos corporativos. La

Junt

a Central dispuso que se eligiera un

diputado por cada grupo de 50 mil habitantes tomándose como b

ase

el censo de 1

797.

El decreto igualmente requería a

los

territorios

americanos para que enviaran diputados a Cortes, lo cual era un cam

bio de rumbo totalmente nuevo. El

9

de febrero de 1810 se rindió

Sevilla ante

los

franceses.

17

3. Los

MOVIMIENTOS DE RESISTENCIA

POPULAR

El fervor religioso, el particularismo local

y

la anarquía endémica

se

fusionaron en el movimiento esp añol de resistencia. Pero en nin

gún sentido

las insurrecciones de

1808

fueron un fenómeno excep

cional.

Tenían

precedentes en la historia de España y están inmersos

en

los

conflictos locales existentes. Otras semejantes había en otras

regiones de Europa y en la América española. Los militares franceses

no aprendieron nada en

sus

experiencias con

los

levantamientos ita

lianos de 1799 y 1800 en vísperas del retiro de las fuerzas republi

canas. De igual ma

ner

a, el propio José había experimentado en toda

su amplitud los levantamientos napolitanos de 1806, y en particular,

la lucha por liberar a Calabria de las bandas irregulares y de las

desorganizad

as

unidades militares, que ·logró someter a

un

gran nú

mero de fuerzas france

sas

.

18

Sólo

una

delgada línea 'divisoria separaba

a l

as

bandas insurgentes de Nápoles o de España de los numero

so

s

grupos de bandidos o

de

pandillas de ladrones, de la ciudad o del

campo, que con frecuencia constituían el movimiento de resistencia.

En

ese

se_ntido las armas, particularmente las navaj

as,

existían

ya

en

abundancia, complementándose con las armas de fuego de las unid

a-

17 Albert Dérozier,

Manuel ]osef Quintana et la naissan

ce

du libéraiisme en Espagne,

2 vals. (París, 1968-1970), I, pp . 330-396, 457-5 13 ; 11, pp . 205-210.

I S

Las insurrecciones italianas se es tudian

en

R. M. Johnston, The Napoleo nic m·

pire

in Southern

l taly anct the R ise

of

the Secret Societies,

2 vois. (Nueva York, 1973 ,

pp.

32-51

, 91-95, 1

02

-105,

127-

1

63

y

E. E.

Y. Hales, Revolttt

ion

and Pa pacy

1769-

18.f6) (Londres, 1960), pp . ll 6 -I29.

¡

LAS

FUEPZAS POPULARES Y

EL PODER

MILíTAR

des militares o con los implementos

ag

rícolas

de

los campesinos.

La.

creciente población

de

España, el problema agrario, las condiciones.

ele

subempleo en la ciudad y en el campo, el efe cto de la recesión,

eran factores que

ay

udaban a explicar

la

fácil fuerza de trabajo coU>

que contaban las bandas insurgentes . El robo y el bandolerismo, en

todo caso, habían sido la manera de vi

vi

r acostumbrada en las épo

c

as

difíciles,

y

en gran parte de

fi

nales del siglo

xvm

y principios dd

XIX los niveles de vida de la clase baja estaban declinando. En ciertosc

casos, comunidades enteras vivían del producto del comercio ilícito.

La íntima conexión que era evidente en España entre el monarquis-.

mo, la insurgencia y

la

c riminalidad, había aparecido en forma sor-·

prendente en el

dso

de los

lazzaroni

napolitanos

pescadores

, vende

dores ambulantes, limosneros

y

lad

rones

con su devoción por

d

rudo Fernando IV. Un tipo semejante al del saqueador que h

os

tilizó,

a las fuerzas francesas en el sur de Italia reaparecería en España des-

pués de 1808: en ambos casos aparecieron clérigos ocasionalmente·

a la cabeza de dichas ban das .

10

La cuestión dinástica

y

la lucha ccintra

la

ocupación extranjera

dieron a estos primitivos confl

ic

tos locales

y

a

esas

bandas disemina-·

das

un

carácter nacional cuando los aldeanos

y

la gente de la ciudad'

se

unieron en defensa de causas

más

exaltadas tales como los dere

chos de Femando

VII

o la reivindicación de la religión, que estaba

en peligro. En nombre de

esas

causas

se

cometieron atrocidades, como.

lo atestigua Gaya en Lo s desastres de la gu erra. La experiencia de·

Espa

ña

entre 1808

y

18

14

fue muy semejante a la de México durante·

la

Gu

erra de Independencia, que se inició en septiembre de

1810 y

duró.

hasta 182 1. Allí tambi én la insurgencia prevalecía sobre los conflictos,

locales, atacaba los grupos de

re

beldes o de bandidos

y

seguía su curso·

entre

atrocidadet y

represalias. Varios comandantes militares espa

ñoles que se encontraban en México, además, habían obtenido expe

riencia en la península: existe la posibilidad de que aplicaran en

las.

Indias técnicas en contra de la insurgencia similares a las adoptadas.

por el comando francés en España. Las evidencias sugieren también

que durante la guerra peninsular algunos oficiales españoles, comO>

Francisco Javier Venegas, que fue virrey de la Nueva España

en

1810, estaban

en·

contacto clandestino con oficiales franceses o

con

U John.ston, ibid., pp. 32·5

1.

La insurrección

en

Grecia

contra

el gobie

rno

turco

pro·

dujo casos similares ent :e los

klephts:

véase, por ejemplo, el caso de Kolokotronis, jefe

band

olero del Peloponeso, a

quien

la

Vi

rgen Maria le hizo un

llamamiento para que

·

actuara, en un s u e ñ o Douglas Dakin , The

Creek

St

r uggle for

In

depe

ndence

, 1821-

1833

(California. i 973}• pp . 31 -32, 58 , 65, OS.

.

t

¡

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  G

LAS FUERZAS POPULARES Y EL -PODER MILITAR

el

propio José. La sospecha de

una

potencial deslealtad de algunos

comandantes del ejército regular, contribu

ye

a explicar

las

frecuen

tes fricciones entre las partidas insurgentes y

los

jefes

de

gobierno.

20

Los insurrectos españoles desconocían no solamente a las fuer

-zas francesas de ocupación sino a todo un conjunto

de

políticas guber

namentales de Jos Barbones, especialmente en cuanto éstas estaban

asociadas a

las

influencias francesas. Una poderosa fracción del mo

vimiento de insurrección español desafiaba

las

ideas

de

la Ilustra

-ción y de la Revolución que se habían in filtrado en España al fina

lizar

el

siglo xvm . A la vista del pueblo, la Ilustración y la Revolución

·eran equivalentes a la descristianización y al regicidio.

21

El

carácter clerical de una gran parte · de la oposición hacia

el

régimen de José apareció desde un principio. Revelaba, además, la

·Continuidad entre la oposición a las políticas carolinas y a

los

levan

tamientos contra los franceses. La insurgente Junta de Galicia, por

ejemplo, dio fin el 5 de junio de 1808 a la venta de los bienes

ec1esiás

~ i c o s que habían sido expropiados, muy poco tiempo después de su

Instalación. La Junta

Central

siguió el ejemplo el 25

de

septiembre,

·como respuesta a las quejas de quienes habían sufrido daños como

-consecuencia del procedimiento. El contraste con la política guber

namental en el régimen

de

José no podía ser más notorio. Cabarrús

.como ministro de Hacienda reanudó la venta de las propiedades

que

l ~ s

quedaban a las fundaciones pías bajo la legislación

de 1798

y con

tmuó el sistema de la. séptima de 1806. Su propósito l hacerlo era

el

de mantener

el

valor

de

los vales reales. El gabinete

de

José re

,conoció que

los

vales reales constituían

una

deuda pública

y se

es

forzó por cumplir con las obligaciones de pago de intereses. Como

:resultado,

las

propiedades eclesiásticas resintieron una mayor presión.

El Estado bonapartista se hizo c a r ~ o de la administración de las pro

piedades

ele

la

extinta

Inquisición, y las destinó a garantizar la deuda

pública. De

los

bienes confiscados a la Inquisición el gobierno de

José obtuvo 2 453 972 reales. Las juntas patrióticas adoptaron el sis-

. tema de las ventas y confiscaciones como uno de los priÜcipales agra

vios en contra del régimen bonapartista. Al hacerlo, señalaban la

-continuidad de la política gubernamental del centro y la oposición

local a partir

de

la década de 179(} en adelante. En una población de

unos 10.7 millones de habitantes (en 1807 la vida ele unos 200 mil

O AP PR FVII 15, Insurrección de Nue   a España propagada por las providencias

<ictadas por

st1

virre) Venegas con el fin

e

disiparla .

21 Herrero, Pe-nsamiento reaccionario, pass_im estudia la bibliografía relacionada con

.esta mate ría.

í

l

LAS

FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILITAR

77

individuos

de

la Iglesia, tales como los curas párroco

s,

el, clero b e r i ~

ficiado,

los

miembros masculinos y femeninos

de

las ordenes.

reh-:

gi

o

sas,

los tesoreros,

los

administradores , los hermanos

s e g l a : ~ s

o 1

s.

sirvientes . Era ·ese un conjunto muy numeroso de poblanon para

que se le pudiera enemistar. Esa cifra, además, no incluía a los

que

recibían caridades de los organismos eclesiásticos, y a los que paga

ban rentas generalmente moderadas por las tierras de la I g l e s i a . ~

La

solvencia financiera había

Ileo·

a

do

a tener prioridad en todos

o -

los gobiernos durante los años ele 1790 y 1800. De la política fiscal

dependía la supervivencia del ancien régime en España. El . a c a s o

en el frente financiero contribuyó finalmente en forma cleclSlva al '

derrumbe del sistema absolutista en marzo

ele

1808. En

el

proceso de·

tratar de asegurar su propia supervivencia, el gobierno absolutista con

tribuyó a la desintegración del

an cie

n rég_ime al e m p l ~ a r el

poder

del Estado para apropiarse una g r a ~ cant_I?ad

de

~ r ? p 1 e d a d e s ecle

siásticas. Continuó este proceso

de

d1soluc10n del reg1men de. o ~ a -

parte, con el resultado de que las consecuencias de la

d ~ s a m o r t z _ a c w n

se agravaro n con posterioridad a 1808. Cabarrús y S 1 x t ~ Espmosa,

quienes formaban parte del comité para la venta de proptedades na

cionalizadas, representaban la continuidad del personal. El d e ~ r e t o

de José de 9 de junio de 1809 facultaba a

los

acreedores del gobierno

a adquirir con sus bonos las propiedades nacionalizadas, y ~ r o p u s o

que se terminara la venta de las propiedades restantes para fmes de

diciembre de 1810. Evidentemente el régimen de Bonaparte en Ma

drid y las juntas patrióticas en las provincias, trataban de acudir los. ·

diversos grupos de votantes. De todas maneras, cuando los

p a t n o _ t ~ S

intentaron

seriamente formar

un

gobierno nacional, ellos tamb1en

tuvieron que enfrentarse en forma efectiva al problema de la P ? b r ~ z a

del Estado español. El ejemplo

de

los ilustrados y de

los

p a r t 1 d a n ~ s .

de José. demostraría que era apremiante. Exhibiría, además, ~ a s . con-·

tradicciones profundamente arraigadas

que

había en el mov1m1ento

de los patriotas.

23

Las políticas

de

desamortización se combinaron _con

una

p e s a d ~

carga fiscal para

t r a s t o r n a ~

la vida de los arrendata:ws de los a g r ~ -

cultores. Las transferencias

de

tierras trajeron constgo d1ferentes me

todos de cultivo,

aumento

de rentas, cercamientos o expulsiones. La

22 Mémoires et correspondance politique et militaire du Roi ]oseph, publiés, an-·

notés en mis en ordre par A du Casse ,

10

vols

. (París, 1854), V, p. 212; VI , p. 62 ; VII, P·

4.

Mercader Rib a, ibid., pp. 102- 14. Anes,

El

antiguo régimen, pp. 79-80. Herr Moneda

f

Crédito pp. 93-95

3 Mercader Riba, lbid. pp. 12

3-125.

'

¡

1

r

V

<

r

1

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  78

L S

FUER

ZAS POPULARES Y

EL

PODER MILITAR

-depresión en el comercio y en la industria desde que se inició el

·

bl

oqueo

en

1796 y el efecto demorado de la crisis de cereales de

1803-1805

contribuyeron a la perturbación de la economía a nivel lo

ca

l.,

La insurgenciá española brotó dentro del contexto de precios

agncolas

en

alza , que en su mayor parte parece haber benefic iado

a los productores en gran escala. En las regiones en donde ya existían

tensiones agrarias con anterioridad a 1808,

b.

lucha contra

los

france

ses prevaleció scibre los anteriores conflictos

y

amplió su dimensión

de

un

nivel local a otro regional y nacional. God

oy

había colocado

:a

Vizcaya bajo

la

ocupación milit

ar

desde 1804 hasta 1807 como re

sultado de su oposición persistente a sus políticas impositivas y de re

·

clut

amiento. Las comunidades

de

campesinos y

los

señores de las

localidades, la familia de Eguía entre estos últimos, se habían reali

n.eado en la oposición hacia

el

gobierno de Madrid y a los comer

·ciante.s .especuladores de San Sebastián y de Bilbao,

que

trataban de

beneficiarse con la compra de tierras desamortizadas. El cambio

de

di

nastía que ocurrió en

junio

de 1808 provocó, lo mismo que en las

·demás regiones, un levantamiento al que dio pábulo la victoria espa

·ñola en Bailén. Las fuerzas francesas

que se

retiraban volvieron a ocu

par

Bilbao el

6

de agosto en

un

intento de reagruparse del otro lado

-del Ebro.

Para

su sorpresa, descubrieron que las guerrillas

ya

tenían

;

bajo

su control

una buena

parte del campo del país vasco. Los cam

pesinos, con frecuencia bajo el mando de sus curas párrocos, consti

·tuían la mayoría de esas bandas.

Uno

de esos curas, .Jáuregui, ope

_aba en toda la provincia de Guipúzcoa; el futuro general carlista,

Tomás Zumal

ac

árregui, combatió en su banda.24

Un oficial al servicio de los ejércitos franceses,

M.

de Rocca, ha

u ~ i n

i s t r a d

uno

de

l o ~ _más imp

ortantes testimonios de

ese

periodo

de msu

rgenoa

ofiCial describe el salvajismo de la. guena

y

el

terror

que expe

nmentaba

el soldado francés ante l

os

inesperados ata

'ques de las partidas

de

gilerrilleros. Las tropas francesa

s,

por ejemplo,

·entraban en una población rebelde de Vizcaya y Navarra y aparente

mente eran bien recibidas por los escasos habitantes que quedaban,

·generalmente los concejales;

las mu

jeres y los niños.

Una vez

que

habían partido, sin embargo, eran atacadas implacablemente cuando

;pasaban

por

las colinas de los alrededores.

  s

. El real

c o ~ i s i o n a c l o

de

Jo

sé en las Provincias Vascongadas y en

Burgos,

Franosco de Amorós,

se

enfrentó al problema de combatir la

24

Ferndndez de Pineda , Crecimiento  p. 452.

25

M. de Roca, iHémoires sur la guerre des

e

Espagn e (Lond res, 1815 ,

;

p.

191.

LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILITAR

79

insurrección a nivel político.

Al

tener a la

man

o la experiencia

de

la in tensidad de la guerra de guerri1Ias propuso Amorós técnicas

de contra

in

surgencia. Como miembro del Consejo de Estado de José,

tenía el grado de coronel de infantería, como resultado de sus servi

cios en las campañas de los

Pi r

ine

os

de 1793-1795. A pesar de su ante

rior actividad militar, desde su designación en febrero de

1809,

Amo

rós ejerció la autoridad civil en las regiones que se pusieron a su

carero. De acuerdo con su anális

is

de las razones de las insurrecciones,

o .

la motivación política

es

la

más

importante.

Por

esa r azón hace

hm

-

capié en la importancia que reviste la armonía entre las autoridades

civiles

y

militares en la España bonapartista.

En

todas las

o c a s i o n ~ s

Amorós hizo valer la prioridad de las medidas políticas sobre las

mt

litares al reaccionar ante la insurrección. Es fácil comprender que esta

actitud lo llevó a tener frecuentes conflictos con

el

comando mili tar

francés, que prefería desentenderse de las consideraciones políticas.

Esos

comandantes, además, tenían la tendencia de ver la

lucha

que

habían

emprendido

desde el punto de vista de las regiones que

se

habían colocado bajo su autoridad. Era poca la atención que pres

taban a la dimensión nacional. De la misma manera, les importa

ban poco las sensibilidades públicas. Amorós.

no se

encontraba solo al

condenar las exacciones

fi

scales de los comandantes franceses como

políticame

nte

contraproducentes. Estos últimos, por

su

parte, hacían

cuanto podían para reducir a la nada la autoridad de Amorós.

26

Los constantes acosos de las guerrillas ·exhibieron lo inadecuado de

la confianza del ejército francés en la

guerra

convencional.

Dada

la

topografía de España, prácticamente todas las regiones se prestaban

para hacer la guerra en las montañas. Los militares repetidamente

pedían refuerzos. Los franceses

ni

siquiera poseían tropas suficientes

para controlar en forma efectiva las rutas vitales •¿e acceso

entre

l

·

sur

de Francia y el norte de España. Amorós,

por

ejemplo, hizo

notar la presencia de insurgentes en los alrededores

de Vitoria

en la

prima

vera de 1809.

Lcis

rebeldes,

en

efecto, desde la

ciudad

enviaron

not

icias a las bandas de guerrillas. Los partidarios de

Bonaparte

vi

vían en el

temor

de sufrir una muerte horrible a manos de los

rebeldes.

La

falta de

una

escolta

bien

armada hizo posible

la

fuga de

prisioneros de guerra en tránsito, con el resultado·de que los grupos

de bandidos recibieron nuevos reclutas.

La

naturaleza

notoriamente

pop

ular

de las bandas insurgentes alentó a las autoridades bonapar

tistas para desconocer la legitimidad de sus actos. cyadie

se

pudo po-

Véase la

cart

a decimaquinta

de

Amorús a José en Bl\I Eg. :?SS, Papeles tocantes a

la

guerra n España 1809 1813. Amorós n. en Valenci a en 1770·.

1

l

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80

LAS

FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILIT AR

ner de acuerdo en cuanto al

número

de individuos que for

maba¡;¡

esas bandas. Las estimaciones iban de 2 mil a 14 mil Erari

pocos, sin embargo, los que no estaban de acuerdo en cu a

nt

o a su com

posición. Amorós describía a los grupos alojados en las montañas de

Liébana arriba de Santander como con frecuencia harapientos y des

provistos

de

armas . En su mayoría eran campesinos ordinarios

y

unos cuantos desertores del ejército. Esas bandas habían· cortado las

comunicaciones con el puerto de Santander por

el

lado

de

t ierra

y

controlaban regiones campesinas tan alejadas como Santoña y Trero.2•

Lo inadecuado del servicio de información y la falta de coopera

ción de

los

funcio:t;tarios locales dificultaba las operaciones contra

las

bandas rebeldes. La proclama de Amorós de 21 de junio trataba nb

solamente

de

atender esos problemas sino también de socavar la fuer

za moral ele la causa insurgente. Argumentaba que sus atrocidades

ies habían hecho perder su pretensión de combatir por una causa

nacional y los despojaba del carácter de tropas combatientes. Insis

tía en que no había

niguna

diferencia entre ellos y los grupos de

bandidos. Como tales, deberían ser perseguidos vigorosamente. Con

este fin ordenó que

se

aumentara la vigilancia en

las

ciudades y en

~ a s

v i ~ l a s especialmente

durante la

noche. Los funcionarios que

mcurneran

en demora para advertir la proximidad de las bandas in

surgentes o que permitieran que sus ingresos cayeran en manos

de los rebeldes serían responsables por su negligencia. Poco fue, sin

embargo, lo que pudo resultar de esas instrucciones, puesto que el

c o ~ t r o l

del campo que tenían los rebeldes determinaba que fuera

arnesgado que las autoridades locales mostraran buena disposición

para cooperar con el gobierno bonapartista por . el temor de sufrir

represalias brutales. Mientras los comandantes militares franceses

no

pudieran garantizar la seguridad personal de quienes desearan

ayú

darlos, ninguna .cooperación efectiva podría resultar.2s

La

pacificación del campo resultó ser.

una

tarea tan atemorizante

que muy

pocos

comandantes la emprendieron con entusiasmo. Hasta

el rey ] osé llegaron quejas de la inactividad del gobernador general

de Castilla la Vieja, el general

Thiébault.

Dos

de

los más conocidos

capitanes

de las

guerrillas controlaban

las

regiones entre Burgos y

Logroño. El cura párroco de Villoviado, Gabriel Meriño, operaba des:

de Castrogeriz con 300 seguidores montados, la mitad de ellos sin

27

BM Eg. 388 ff, l7-I7v, Amorós a José, Vitoria, ¡o de mayo de 1809;

ff.

19-20 ,

i id

a ibid. Jlilbao, 23 de mayo de 1809;

ff

. 23-23v, ibid. a

i id

.  Begoña, 12 de '

junio de 1809;

ff.

24-25 ibid. a ibid. 11 de junio ele 1809.

28 BM Eg .388 ff. 26-26v, Amorós, Vitoria, 21 ele junio de 1809.

l

¡

¡

\

¡

.

1

LAS FUERZAS POPUL

ARES

Y EL PODER MIL

ITAR

81

armas.

Ju

an Martín Díaz, el Empecinado actuaba en cooperación

con ios comandantes de campo españoles Cuesta y Eguía. el Empe

cinado  hab ía desarrollado su estilo. característico de guerra

de gue

n'illas demués de la derrota . del ei ército reoular en Medina de

_.

J

o .

Rioseco el

14

de julio de

1808

convencido de que las bandas trregu-

lares más que los ejércitos en Íormación de combate,

h a b r í a ~ ~ e

decidir el resultado de la lucha _en la península. A fines

de JUlllO

de

1809

500

hombres de

el

Empecinado atacaron Lerma, saquearon

la p o b l ~ c i ó n y mataron a un d e s t a c a m ~ n t ~ f r a ~ c é s veinte hom

bres. En la provincia de Burgos se detenoro la sttuacwn ,

al_

grado

que las bandas rebeldes operaban apenas f ~ e r a de los llmttes de Ja

capital de

la

provincia, y mataban a cualqmer s o s p e c h ~ s o

de a l e ~ t a r

Eendencias bonapartistas. Thiébault parecía no tener tdea de como

combatir a un millar de individuos desarrapados con unas cuantas

armas y casi totalmente desorganizados, que hacen mofa de 5 mil s?l

dados disciplinados . El comisario de la policía. de B ~ u g o s se queja

ba

de

la infructuosa excursión de Thiébault

hae1a

la s1erra con

1 500

hombres, en flagrante desafío del servicio de espionaje de la policía.

Las

partidas insurgentes, por medio del control que tenían de las

reo-iones

montañosas, podían observar con

impunidad

desde las atala

y a ~ instaladas en la cima de las colinas , el despliegue de 1 ~ ~ f ~ e r z a s

francesas.

Cuando

se aproximaban los destacamentos del eJerClto, se

podían

retirar

sin dificultad a sus bases en Molina de Aragón, en la

Sierra de Moncayo, en s·an

Pedro

Manrique, y en toda la región en-

tre Soria y Almazán.

23

Tanto el comisario de la policía como

el

propio Amorós creían

que la negligencia de Thiébault hab ía p e r m ~ t i d o que :as bandas de

guerrilleros, que originalmente carecían de tmportanCla Burgos,

se reforzaran en la provincia. El control que tenían los msurgentes

en el campo garantizaba que sólo los puestos de abastecimiento que

contaban con guarnición pagaran impuestos a las autoridades bona

partistas. A la mayoría de los poblados o

bien

no le

quedaba

nada que

pudiera dar o había sido obligada a

contribuir

a

la

causa rebelde.

BM Eg. 388, ff. 28-29, Amorós al ministro de

la

Guerra, Vitoria, 23 de junio

de 1

809;

ff.

39-39v, Amorós a José, Burgos, 30 de julio de

1809; ff.

46-47v, Manuel de

Mazón Correa (comisario general de

Polida

) a Amorós, Burgos,

28

de julio de 1809;

núm. 3,

ff

. 48

-49

ibid. a ibid. Burgos,

30

de julio a 18

09.

Merino dirigió bandas

realistas

en

1821-1822 en oposición al segundo régimen liberal y

se

convirtió en carlista

en 18

33.

Véase igualmente Nicolás Benavieles Moro y José A. Yaque Laurel , El ca pitán

genera l

D.

Joaqu ín Blake y joyas rege

nt

del R eino   fun dador del Cue  ·po de Estado

Mayor (Madrid, 1

96

0), pp. 133 I42-H3.

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32

LAS Ft:ERZAS l'OPULARES Y EL ·PODER IIILITAR

El número de las bandas

se

multiplicaba. Un noble de Burgos, el

marqués de Barrio Lucio, estaba al mando de 600 hombres; Pedro

Pablo Álvarez, originario de

Bu r

go s, encabezaba o

tr

os 130 hombres,

casi todos desarmados;

se

había permitido que "el Empecinado" re

clutara hombres en la región de Aranda del

Du e

ro. Unos

500

insurgentes al mand o de Barrio Lucio habían atacado la población estra

tég icament e situada de Santo Domingo de la Calzada, matando despia

dadamente a sesenta soldados franceses. Amorós apremiaba a Thié

bault para que se hiciera fuerte en esta población, a fin de impedir

que

se

int errumpieran

las co

munic

aciones con Francia . El incremento

de

las bandas de guerrilleros presentaba un muy grave problema mi

litar

, per.o el

pr

oblema político quedaba igualmente sin resolver.

Los comandantes .de las más importantes bandas actuaban

en

con

cierto con algunos oficiales del ejército regular, que se sentían obli

gados a mos

trar

fidel idad hacia la Suprema Junta Central. Esta

úl

tim a, durante el verano de 1809, reconoció a las bandas de guerrillas

y

confirió a sus dirigentes el

título

de "Comandantes de la Cruzada" .

La Junta les dio in strucc iones en el sentido de que

se

cercioraran

de

que sus

partid

arios llevaran en el brazo el emblema de una cruz

roja.

30

'

Tan

sólo mediante técnicas efectivas de contrainsurgencia se po

dría romper el vínculo entre las autoridades políticas en la zona in

sUrgente y las militares en el campo que dependía de ellas. Thié

bault, por lo contrario, había actuado sin tomar en consideración a

la

opinión pública, que era esencial cultiva r, arrancando grandes su

m

as ele

dinero a los particulares en Burg

os

y a los monasteri

os

de

Nájera y Estrella. Amor

ós

pensaba que

es

os actos no solamente mi

naban la credibilidad en el régimen bonapartista, sino que amenaza

P

an con destruir la

bu

e

na

volun tad

que

existía entre l

as

autoridades

políticas y militar

es

que actuaban bajo la autoridad

de

José. Los

comandantes franceses

aparentemente

no

compartían la

)

ini

ón de

Amorós de que la tarea política de la reconciliación tuviera pre

cedencia sobre la tarea militar

de

;

suprimi

r la insurrección. Amorós

vio en la Constitución de B

ay

ona un terreno común propicio para la

reconciliación entre las dos partes.

Como una

contri

buci

ón a ese ob

jetivo político, apre

mi

ó a

Thiébault

a

que

adoptara

una

serie de

medidas co ncebidas

pa ra inmi

s

cuir

a l

os

e

sp

añoles

bien

dispuestos

en

la

lucha para extirpar

el

vandalismo ele las bandas insur

ge

nt

es

.

Cpmo la permanente escasez de armas y la evidente falta de una

'

):o

13M Eg. 388, f 50, Amor ós a Jos é. Bur gos, 2 de

a ~ o s w

de 809 .

LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER i\ ILITAR

83

base política en las poblaciones había impedido la formación de .fuer

zas de autodefensa en la localidad, Amorós hizo presión p

ara

que

se

reclu tara una gendarmería española. Esta fuerza

se

aliaría al ejér

cito en la persecució n de las bandas de r r i l l a s ~ De la efectividad

de la

ge

ndarmería habría de depender la amp liación de la autori dad

bonapartista de las ciudades a las villas de los alrededor es y de allí

a

todo el campo. Amorós prop

us

o

que

se dividiera la policía en pu

es

tos

distrirales

ele

policí

a,

desde los cuales los funcion

ar

ios

podrían

ejercer una sobr evigilancia sobre las autoridades locales. Un tribu

n

al

·especial de Jo criminal podría

atender

en forma expedita los

casos

comprobados de insurgencia, y 'l

os

individu

os

en quienes

no

se

pudiera confi

ar

políticamente serían enviad

os

a presidio.

31

Amorós inici ó la formación de un

cuerpo

de gendarmería

que

se

distinguió desde sus primeros combates. Igualmente se establecieron

el

t

ri

bunal especial y

el

presidio. De todas maneras, la situación en

Burgos seguí a de teriorándose . Aunque Thiébault había realizado cam

pañas en la

re

gión de Rio ja,

de

jó de instalar guarniciones

en

las zonas

que había

re

cuperado. Como resultado, las fuerzas insurgentes senci

l'amente volvieron a ocupar

b región después de que había salido.

Ni

las ejecuciones ni l

os

incendios en las poblaciones habían disuadi

do a l

os

insurgentes, quienes, po r el contrario, robaron el tesoro real

en Haro e interceptaron el correo de Francia en Miranda. Amorós apre

mió a José para que reemplazara a Thiébault. Este

último

se desquitó

asegurándose del apoyo del ge neral Kellerman, gobernador general

del

norte

de España, para que se le transfiriera la

autoridad

sobre

la gendar

mer

ía . Thiébault, en efecto, con la aquiescencia del inten

dente de Bur go s, as

umi

ó el con trol ele Jos asuntos civiles así como

el de ios mil itares. Según

eli

jo Amorós, en fin ya se han colmado

los excesos del' despotismo militar". La gendarmería, no obstante,

se

negó a servir bajo las órdenes

de Th

iébault y pidió que se le licen

ciara. L

os

cuerpos de po licía

ele

Bilbao,

que

a petición de Aú10rós pres

taban sus servicios en Burgos, sol icitaron

que

se les

permit

iera regresar

a su h

og

ar. Amorós se quejó de que su polí tica hab ía quedado en

la ruina.

 

2

nt BM Eg . 388, fE 51-55, Amor

ós

a

Th

iébault, Bu rgos, 2 de agosto de

8C9; ff., 56

-

57 v, Thiébault a Amorós, Burgos, 3 de agosto de 1809; ff. 59 ·60, Amorós a José,

Bur

·

:

de agosto

e

1809

:J2 BM Eg. 388, . 74·7.?, Amotós a

Burgos

, 21 de agos to de 1809; . 76

,77

,

ibirl. a ib i

 

Burgos, 29

de

agosto de 1

809

; f.

78,

ibicl. a ibid. Bmgos, 1Q de septiembre

,Je 1

80

9; ff. 83 -84, ibili . a ib ic. Burgos, 8 de sep t

iembre de

809; ff. 91·92, ibid a ib id.  

Gurgos, 2 de septiembre de 1809; H.

l

'l-95,

ibicl.

a iúid

Burgos, 14

<le

septiem

bre

u <  1

809

;

ff.'

107-110,

iúid

a

ibid.

Bur gos,

2G

ele

se

pti embre de 1809.

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84

LAS FUERZ AS POPULARES Y EL PODER MILITA R

La situación en el campo en Salamanca al finalizar el verano de

1809 obstáculos se:nejantes al mariscal Ney, quien

se

en

contró a p a c r t a d o para estaolecer un control sobre la región. La s

bandas amenazaban a Medina del Campo y a toda la

margen rzqmerda del Duero desde Tordesillas hasta

Toro

. Las fuerzas

de

Romana

, m i e ~ t r a s

se

reagrupaban en Ciudad Rodrigo, posi

blemente con la mtencwn de atacar Salamanca. Los espíás en la ciu

dad estaban en .correspondencia con el ejército español y con

las

bandas de guernllas, tal como lo habían hecho en Buro-os . La caba

llería de Ney había quedado extenuada por la c o n s t a n t ~ persecución

de esas bandas y había sufrido pérdidas. La infantería ·estaba debili

tada por necesidad de

es

tablecer guarniciones en todas

las

pr inci

pales posiCiones en las vías de comunicación con Francia desde Toro

YZamora hasta Salamanca. La situación de Kellerman en l a d o ~ i d

impedía qu e se diera refuerzo alguno a Ney desde ese luo-ar. Este

ú t imo

se

sostuvo en dicha ciudad con 4 500 hombres, pero podía

disponer ele tropas de sus propias posiciones guarecidas al norte

de Burgos, y menos aún de

la

población clave de Medina, que

los

franceses

no

podían exponerse a perder.aa .

De acuerdo con

un

informador español, la ciudad de Valladolid

había quedado empobrecida por las exacciones fiscales del comisio

nado real, Aranza, quien le exigió que cubriera la cantidad de 600 mil

r ~ a l e s p ~ r ~ el

20

de agosto, y por las del propio Kellerman. Este úl

trmo exigró al _oncejo municipal de la ciudad que le entregara la

suma _

le

50 mil reales el 25 de agos to y dio a los miembros del

ConceJ? un plazo

ele

dos horas para que la cubriera o se enfrentaran

al castigo de ser ahorcad

os

.

Esas

medidas no contribuían en nada a

r ~ ~ o ~ c i l i a r a los españoles con el gobierno bonapartista. En efecto, los

e1erotos reales seguían experiri1entando tantas dificultades oara

co-

• , •

1

mumcarse ,entre SI _que r ~ c u r n e r a ocultar sus despachos en

costa-

les

de rnaiz para 1mped1r

que

fueran interceptados

por

los .insur

gentes

.1H

carac terística zona montañosa del norte de España ofrecía un

a ?brente p_e_rfecto para

d ~ s a r r o l l a r

las técnicas de la guerra de gue

rnllas, espeClalmente en vista

de

la estratégica proximidad de la fron

tera francesa. Pocas oportunidades se perdieron para amenazar e

sas

.

33

BM Add. Mss.

37

287,

ff.

309-3II, Ney al mariscal Jourdan; Salamanca,

II

de

se

p

t ¡ e ~ b

,

de 1809;

ff

315-316, K ~ l l c r m a n

a

N:y,

Valladolid,

12 de

septiembre

de 1809;

f.

Kellerman ai general l\lfdlet

 

Valladohd,

14

de septiembre

e 1809.

_

4

BM Add

.

Mss.

27

288,

ff 

446-447v.

Tenie

nte

Diego Correa (del Batallón Espa·

no de

Granade

ros) a la Supr ema Ju n ta Central, Sevilla,- 4 de octubre de

1809.

-

 .

LAS FUERZAS POPULARES Y EL

PODER

MILITAR

85

líneas de comunicación. El coronel Mariano Renovales, que fue

destacado

por el

comando de Blake, organizó

y

dirigió bandas de gue

rrilleros .en los valles de la altiplanicie de AragÓn has ta el poniente

de Jaca. Otro oficial del ejército regular, Pedro Villacampa, organizó

otra banda en la región aragonesa desde los primeros meses de la

insurrección. Esta fuerza llegó a tener un núcleo de unos 3 mil hom

bres. Du rante todo el año de 1809 las bandas de guerrilleros se mu l

tiplicaron en Aragón, tal como lo hab ían hecho en Castilla. Con

frecuencia coordinaban s

us

tácticas, pero sobre todo eludían entrar

en

batallas campales con las fuerzas de ocupación. El conflicto giraba

alrededor del cont rol del poblado de

Ja

ca, cuya conservación gar an

tizaba a los francffies

una

·ruta segura a través de los Pirineos. El

o-eneral Suchet . decidido a alio-erar la presión de los insurgentes sobre

t :l   o - .

1

Ja

ca, obligó a las bandas de guerr illeros a retroceder direccr?n

ele Huesca, Barbastro y Calatayud para el mes de julio, tan solo

para descubrir que en el curso de sus operaciones el sitio de la po

blación ya había

em

pezado de nuevo.

35

L

os

hombres de los vall

es

aragoneses se enorgullecían de sus proe

zas co

mo

combatientes

que

en

un

pasado muy distante

nunc

a caye

ron bajo

ei

yugo de los musulmanes. El conflicto con el invasor

francés adquiría, por lo tanto, una dimensión de gran significado his

tórico ante la vista ele los combatientes comunes. Los comandantes

insurgentes tenían clara conciencia de las asociaciones políticas y re

del movimiento que encabezaban.

Durante

el sitio de Jaca

por las guerril1as, por ejemplo, los comandantes guerrilleros fortifica

ron el viejo convento

ele

San

Ju

an de la Peña, que

se

erguía en las

colinas

arrib

a de la población. En su iglesia se encontraban las tum

b

as

de veintidós reyes aragoneses. Los moros nunca llegaron a apo

derarse de esa ~ i c i ó n Esas iglesi

as

y

co

nvent

os

eran los símbolos

ele la época heroica de la primitiva España medieval. Villacampa

eligió

otra

de

esas

posiciones defensivas naturales, el santuario de

Nuestra Señora del Pantano, que dominaba desde una montaña in

accesible en el centro de la Sierra de Albarracín la margen derecha

del Ebro.

36

Las regiones fronterizas de los Pirineos siempre fueron difíciles

de controlar. Javier Mina, oficial del ejército regular, organizó la

resistencia en Navarra en 1809, una vez más con el objeto de inte

rrumpir las comunicaciones con Francia. Ese peligro

en una

vulne-

. 35

i l é

moir

es du martfchal Suchet, duc cl A.lbuféra, sur ses campagnes en Espat, ne

.:lepuis 1808 jusqu en

1814, 2 vals. (Par  s, 1828 ), I, p. '12.

· 3H

Suc

he

t ,

M d

mo

. res,

I

pp. 53-66.

Page 29: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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86

LAS FU ERZAS POPULAR

ES

Y EL PODER l\i iLITAR

rable regi ón fronteriza obligó a Suchet a desvia r

se

al Noroeste ha

ci

a

N_varra, precisamente en el ·mismo momen to en que las fu erzas

de

Vlllacampa amenazaban a T erue l. Las ac tivida des de los franceses

tuvieron como resultado la captura de Mina en abr

il ¡ 1

, n ,, n

a

.sí,

la resistencia no cesó. El ma ndo ele las bandas de 'Uerrill eros re-

o

cayó _n su. tío, Francisco Espoz y Mina, qui en operaba desde la base

ele Cmcovtllas. Al actuar en concierto con las fuerz

as

de "e l Empe

cinad? de

n c a

Espoz y Mina se proponían despojar al ejercito

frances del vital abastecimiento de granos de Aragón.a' De iaual

manera, Juan Díaz Porlier, dirigente

ele

un

gran número de ban°das,

atacó . las rutas de abastecimiento de los franceses entre Bayona y

Madnd

desde su base de operaciones de Logroño. Las

i n c u r s i o n e

de las bandas de

Porlier

penetraban generalmente hasta los alrede

dores ele las poblaciones de Burgos, Miranda, Vitoria, Bribiesca y

Pancorvo.

38

·

En

Cataluña las bandas de campesinos conocidas como somatenes

~ ~ e s d e

las primeras semanas ele las insurrecciones de junio, habían con

fmado a los franceses hasta

los

límites de la ciudad ele Barcelona.

~ e s d e el principio de la guerra, por tanto, los militares franceses se

~ t e r o n ~ u e n t a de q u ~ tendrían que someter al campo a una campaña

ststemattca ele conqmsta y someter a cada una de las poblaciones in

surgentes a

un

arduo

y

costoso sitio. La tenaz resistencia ele Gerona

l e s l ~

_el 20

ele junio de 1808 inició

ese

proceso de tan larga duración.

El SitiO ele Zaragoza, la capital aragonesa, duró sesenta días hasta

que fue levantado por el general Palafox el 9 ele agosto. Unos 50

mil

camp;sinos, se decía, se habían apresurado a defender la sitiada po

blanon

y

a tomar su lugar como si se tratara de una peregrinación

armada, bajo

el

pendón de la Virgen del Pilar, patrona de la ciu

dad.

3

°

Como respuesta a los levantamientos popula res de la re 'ión a

f

 

o '

mes de junio se formó

una junta

catalana en Léricla. Los somatenes

sin embargo,

libraban

una

guerra de dos dimensiones; luchaban

solamente para expu lsar al invasor francés, sino también contra sus

propios señores territoriales; puesto

que

los levantamientos de 1808

habían prevalecido sobre los primitivos c'onflictos agrarios. Los al

deanos en los distritos

de

Gerona, Tortosa, Igualada y Tarrasa para

1811

reclamaban un gobierno no de los ricos , de los hombres de

3< Suchct, ibid.  l pp. 80-8

6,

104-1

05

, 210 , 260-270.

::s

Rocca,

ibid. pp . 195-197.

::n

Rocc3,

iiJid.  

pp.

•18-49.

LAS FU ER Z \ S POPULARES Y EL PODER AR

87

las

jun tas

pr

ov

inc

ia les

, sino ele los de su misma

clas

e, de los po

bres .

40

Las activida

des

rebeldes tuvieron al ejército

fr

ancés aferrado

a

litoral de Cataluña. Suchet no tomó Léricla sino hasta el 13 ele mayo

de 181

O

y

lo

después

de un

prolongado sitio, que causó

num

erosas

bajas en el campo de

los

alrededores. Dmante

ese

sitio muchos gue

rrilleros se dirigieron a la reg

n en

un

esfuerzo concertado de pr ivar

al ejército sitiador

ele

su abastecimiento de alimentos y de . sus in

gresos por concepto de impues

tos.

41

En

esa etapa del conflicto Villa

campa operaba en unión del ejército regular en Cataluña al mando

del general Enrique O'Donnell, futuro conde de La Bisbal. Las.

fuerzas españolas seguían dominando Tortosa ent la desembocaclu;at

del

Ebro y

ele la ciudad de Tarragona en la costa, a

la

que pocl1a

abastecer la flota británica. Un oficial inglés , el teniente generai

sir Charles \Villiam Doyle, actuó asociado al comando español

para

coordinar las tácticas de las bandas de guerrilleros de acosar las fuer

zas francesas que sitiaban Tortosa. Todo el peso de esas operaciones.

recayó en los somatenes. Sus tareas, junto con las ele las patrullas mó

vús del ejército, incluían

el

control del paso del Ebro

y

de los

alrededores ele la ciudad y el acoso de las · partidas de merodeadores

franceses. Doyle propuso que los guerrilleros, en operación desde sus

bases en Caspe

y

Alcañiz, acosaran la retaguardia francesa y domina

ran a las escoltas ele los convoyes por medio ele ataques con

un

mayor

número de hombres. Aunque Doyle constantemente recalcaba

la

im

portancia de una estrecha cooperación entre O ~ o n n e l l y Villacampa,

temía que las bandas irregulares, si se les daba la oportunidad, se

convirtieran en ladrones. En efecto,

un

desertor del ejército ha

bía escapado de la cárcel en Tarragona a fines ele

junio

de

181

O y

dentro

de un corto espacio de tiempo encabezó• una

banda

de

200•

ladrones en las cercaní

as

de Matará, más arriba

en

la costa de Cata

l u ñ a ~ 2

Tortosa no se -rindió sino hasta

el

2 de

enero

de

l8ll .

Tarra-

gona, que era la base de O'Donnell, capituló después de

un

sitio

que

duró del 3 de mayo al 28 de junio. Una vez más los somatenes habían

merodeado en el campo en la retaguardia de los sitiadores. La

lucha

40

Jaime Vicens Vives,

Catalwia en el siglo xix

(Barcelona,

1959), p. 183.

41

Suchet,

ibid .  I , pp

.

97-108, 145·150,

30 . José,

Memoires et corresponclance VII,.

pp. 266-270;

Suchet

a Berthier

(

príncip

e

de

Neufchate1,

ministro

de

la Gu

e

rra ), Za-

ragoza, 19 de nurzo de 1810.

42

BM Add . Mss.

15

675, tt rs of Lieut  G  n . Sir Charles

William

Doy/e 1808-18

  ,

f

1 Dovle

a

Villena 3 de

iunio

de

1810; ff

28v-29,

ibicl. a ibid.

Mataró, l de julio de

1810;;

tf

30v-33v, A ~ u m 'de Doyle (ju nio de 1810 ).

'

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s

LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILITAR

por controlar los. abastecimientos de granos

y

de carne en

el

interi

or

de Aragón produjo inflación de l

os

precios del trigo en la ciudad de

Zaragoza . T odas

las

fuer

zas

armadas en conflicto de ntro del tea

tro de ope

ra

ciones de Aragón

y

Catal

a dependían del abasteci

miento de

esos

alimentos. Suchet, temiendo que los particulares tra

taran de beneficiarse con el gran alza de l

os

preci

os,

instaló tres

grandes depósit

os

de granos en Lérida, T o

rt

o

sa y

Mora del Ebro. Al

mismo tiempo envió a las montañas a ocho batallones de infantería

para

que

se apoderaran de carneros. En la región occidental de la

península las fuerzas angloportugue

sa

s de vVellington estaban dedicadas

a actividades

se

me

ja

nte s.

Sus

incautaciones de granos determinaron

que se duplicara el precio del trigo.43

El persistente conflicto en Aragón

y

los prolongados

si

tios en Ca

t ~ l u ñ

aseguraron la supervivencia de la posición española en

Va

len

Cia durante

·todo

el

año de

1811.

Las bandas rebeldes en

el

reino de

Valencia con frecuencia apenas se podían distinguir de los numero

sos

grupos de bandoleros que operaron libremente durante todo

el siglo xvm

y

en

las

primeras d-écadas del siglo xrx. Ciertamente

en las huertas y en otras regiones de jurisdicción señorial el índice

de criminalidad era alto.

En

Valencia las bandas

de

guerrilleros ge

neralm,ente adquirían mayor importancia

que l

ejército regular.

~ e s p u e s

de la derrota de Blake en Aragón en

junio

de

1809,

el ejér

cito e s p ~ ñ o l se limitó en efecto a reforzar las bandas de guerrilleros

y a

abnrles

sus vías de abastecimiento, en vez de combatir a los

franceses. Aunque

los

funcionarios regulares contribuían con fre

cuencia

al

reclutamiento, organización

y

manejo de

las

banda

s,

en

muchos casos cayeron éstas bajo el control de individuos poco escru

pu

lo

sos

, que

ya

tení

an

reputación de bandidos o contrabandistas.H

En

todas partes la causa de Fernando VII medraba en una atmós

fera de réligiosidad. En la ciudad de· Valencia, por ejempl

o, dos sa

cerdotes, uno de ellos fraile franciscano, encabezaron la insunección

de

23

de ma

yo

de

1808.

El día en que fue proclamado el rey, salieron

en

procesión por las calles llevando estandartes que exhibían las

imágenes de Cristo el Salvador, de la Virgen de

los

Abandonados, de

San José

y

de San Vicente Ferrer. Dos infructuosos intentos de los

franceses por apoderarse de la ciudad .en julio de

1808 y

durante

la

primavera de

1810

tuvieron que retroceder ante semejantes im

ácr

e

nes. Ciertame

nte

,

uno

de los más célebres jefes de

los

g u e r r i l l e r ~ s

Suchct,

ibid.

, II, pp. 262-265, 3

ll -

3

12

.

44

Suchet, ibid., I , pp.

40-43

,

50

-5

  .

Mdit . bid., pp. 51-61,

70-71

, 98 -

115.

LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILITAR

89

frav

c e n c i o

Nebo

t,

era un fraile franciscano, conocido popular-

  l

mente como el Frai le . El reclutamiento de

Nebot

provoco e

descontento en la localidad. El estilo de vida de los . campesinos

insurgent es siguió, a pesar del

juramento

de fidelidad a los l ~ b e : a e s

que hizo Nebo

t,

hasta llegar a las insurrecciones reales de

prmopws

de

la déca

da

de

18

20

.

45

Los éxi tos ele los franceses en las batallas campales, sin emb argo,

no tuvieron como resultado

un

co

ntr

ol efectivo de la pen ínsula. Los

enfrentamientos con

los

guerrilleros redundaron en favor de esos

irregulares, en su mayor parte campesino

s,

que conocían

p e r f e c t a m e ~ t e

el terreno de la localidad.

En

este tipo de guerra los franceses resm

tieron pérdtdas equivalentes a l

as

que habí

an

sufrido en l

as

batallas

campales. Para

e

mes de febrero de

1809

Napoleón

hab

ía llevado a la

península

288 551

soldados, o sea

un

a fuerza efectiva de

193 978

hom

bres. Aun así,

19 902

soldados frances

es

estaban acuartelados en las

cruarniciones de

las

provincias del Norte y en las ciudades de León.

1>

. • •

Ca stilla la Vieja, Alava, Vizcaya, Santander y Guipúzcoa. A pnno-

pi

os

de

18

10 un ejército francés de

3

60603 hombres (de los que

2

87

650

eran fuerzas efectivas) luchaba por conservar la penínusla:

estaban

en

juego ocho cuerpos del ejército al

mando

de los más

experimentados comandantes del imperio.

46

Las presiones sobre los ingresos dentro del régimen de Bonaparte

nunca: dejaron de ser intensas.

En

consecuencia, el decreto de José

de

13

de acrosto de

1809

ordenó

la

exclaustración de todos los monjes

o .

y frailes

dentro

del término de quince días. El gobierno emprendió

la

nacionalización de

las

propiedades de las órdenes religiosas y las

puso a la venta, a fin

ele

recaudar ingresos.

Para

la

rama

clerical

del movi

miento

patriótico parecía innegable

el

precede

nte

de la

Rt'llo

lu

ción francesa de

1789.

Pa

ra los

ministros del gobierno de J osé

esa me

dida implicaba que el camino para lograr la

so

lvenci

ii

de la

nación

radi

c

aba

en la transferencia de la riqueza eclesiástica de

la

igle

sia al Estado.

En

esto seguían a los ilustrados, que eran sus prede

ces0res, y preparaban el terreno para los liberales, quienes vinieron

a ser sus sucesores en el mismo propósito.

47

El obstáculo más serio para las políticas del gobierno

de Madrid

era: la acción unilateral de los comandantes militares franceses en

l

as

provincias. Ante l

as

depredacion

es

de l

os

guerriller

os

eri el campo

4

\ Ardit, ibid., pp. 123-126 , 135-1

36

, 285.

4G

·R occa, ibid. p. 1

89.

José, ibid.,

Víl

, pp. 134-137. Oma

n,

ibid., I , pp. 624-627; III ,

;;32

-539.

H : Mercader R iba,

ibid . pp. 1

02-

114,

123

-125.

Page 31: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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90

L

AS FU

ERZAS

POPUL

ARES Y EL PODER MILITAR

y la necesidad de conciliar las op ini ones en las poblacione

s,

cuando

er

a posible, encontraban grandes tropiezos los objetivos de las polí

ticas gubernamentales. El sentimiento religioso local, por ejemolo,

determinaba que fuera antipolítica b aplicación de las directivas

gubernamentales de Madrid. En Zaragoza, Suchet res is tía a la presión

constante de Cabarrús para que

se trasladara a la imacren de

la

Vir

gen del Pilar de su lugar de veneración. En Valencia, S ~ c h e t constan

temente seguía

una

política conciliadora después

de

que

la ciudad

fue to

mada por

los franceses el 9 de enero de 1812. No h

ací

a

ningún esfuerzo por aplicar la polí tica del gobierno en cuestiones ta

les corno la exclaustración y la jurisdicción señorial, con la

es

pe

ranza de obtener una ttooperación suficiente de las autoridades exis

tentes, a fin de recaudar ingresos para pagar a sus tropas.4s En

las demás regiones de la península la situación era diferente. Los

comandantes franceses como Ney en Ávila y Kellerman en Valla

dolid, to

maban

lo que necesitaban de

las

provincias

que

trataban de

pacificar.

10

La

imposibilidad

de dominar la península y el creciente costo de

las

operaciones determinó la intervención directa

de

Napoleón. El

de sastre de la

campaña

deJosé

en

Andalucía en

1810,

que

no pudo

apoderarse

de

Cádiz, su principal objetivo, llevó a otro prolongado

sitio.

Para

fines del año el ejército sitiador ya estaba endeudado con

nueve meses. El disgusto ·de Napoleón por la continuada resistencia

de España .acarreó una serie de apresurados decretos que definitiva

mente mi naron la posición de José. El decreto imperial de 8 de fe

brero de 181 O produjo el desmembramiento ele España al norte del

Ebro al crear, en flagrante violación de las promesas hechas en

Ba

yona, cuatro gobiernos militares distintos, bajo generales franceses

investidos de facultades tanto civiles como militares. Augereau en Ca

taluña, Suchet

en

Aragón, Dufour en Navarra y

Thouvenet

en

Viz

caya recibieron facultades para aplicar los ingTesos de su localidad

según su

propia

iniciativa a sus particulares necesidades militares, sin

48 Suchet, i id.

I

p. 285. Ardit, ibid. p. 176 ,

209

-

210.

·W Bi <I Add. Ms s. 37 288, ff

168-169v,

Correa a la Junta Sevilla, 11 de octubre de

18

09, acus

aba de ignominia

;¡ Ney,

Sebastiani y Víctor y en menor grado a Mortier.

Ney saqueó e incendió poblados que habían sido ocupados por las tropas espatiolas

en la reg ión de Salamanca y Valladolid. Fusiló a 53 prisioneros que

se

tomaron en la

batalla de Medellín, fundándose en que si se les dejaba vivos se

unirían

a los "ban

dole:os·:

si

tenían

la

r t u n i Correa aseguraba que él había sido un testigo pre·

~ e n ~ t ~ l .

:obre los_ agravtos del ;rey. v:ase José, ibid. VII, pp. 278-279, José a Napoleón,

Sevilla, ..,o de abn l de 18 6; José a Napoleón, Madrid, 31 de agosto de 1810.

LAS FUERZAS POPULARES Y EL

PODER MiLITAR

91

tener que rendir cuentas al gobierno de Jos

  é

en M a d ~ i d Ot ro. e c r e -

to imperial de 29 de mayo de 1810 es tab leClÓ dos gobiern

os

militare s.

más en las prov incias de Burgos

y

de Valladolid, Palencia

Toro

con el propósito semejante

de

recaudar ingresos del campo

pata

lose

cuerpos del ejército francés. Esta política, que se puso en . práctica

sin tomar en consideración la distinta naturaleza de los recursos.

y

la

riqueza

ele

cada provincia, contribuyó no poco a la confusión y

falta de coor dinación

que

ya

obst

ac

ulizaba

la

política francesa en Es

paña. El supremo comando ele Soult en Andalucía con posterioridad

al 14 de

julio

separó en forma efectiva esa vasta región de la autori

dad de José. Con el colapso ele la tercera invasión

f r a n c e ~ a

P or

tucral entre abril de 1810 y la primavera de 1811, la pos1c10n cle-

F r ~ n c i a en la península parecía más desoladora

que

nurica.

50

P ara

febrero de 1811 los emnleados en la región de España ocupada por

r

los franceses habían dejado de percibir sus sueldos durante tre ce me-

ses .

51

A medida

que

se desintegraba la campaña portuguesa, la posi-·

ción de Francia en Andalucía se empezó a debilitar. Las bandas

insurge ntes operaban en todas las regiones m o n t ñ o s ~ s de Jaén. Y

Ronda. Las

~ e s t e s

montañas de Ronda durante largo tiempo hab1an

sido

el refugio de

los contrabandistas,

que

constituían

la

más im-·

portante

fuente

de empleos en la región. Ni siquiera dentro de la.

misma población de

Ronda

pudo

dormir tranquilamente

la

pequeña.

guarnición de 550 hombres.

52

Las depredaciones militares precipitaron

una

escasez de granos

em

todo el

centr

o de España, que du ra

nte

el año siguiente hundió a la

península en la peor crisis de subsistencias desde 1803-_1805 . Como el

país aún no se había recuperado de esta escasez antenor

el

h ~ b r e ·

de

1811-1812

cobró un tributo especialmente grande tanto en vtdas.

humanas como en ganado. Para mediados de marzo de

1811

,

Madrid

ya sufría por la escasez: en septiembre el abastecimiento ali

mentos de

Toledo

del que principalmente dependía la capttal, se·

había reducido en forma alarmante: para

noviembre

la hambruna:

amenazaba a la ciudad. Fue poco lo

que

el gobierno de José

pudo

·

·hacer para afl:ldar.

Ni

siquiera pudo recabar la cuarta parte de los•

50 Correspondance du comte de La Forest ambassadeur e France en Espagne  1808-

1813

, 7 vols . (París,

1905-1913),

III,

163-376

. José, ibid

.

VII, p.

250,

Napoleón a Berthier,.

Paris, 8 de febrero de

1810,

p.

260,

Barthier a Thouvenot y Dufour, Rambouillet,

22 de

febr

em

de 18

10;

pp. 289-296, Napoleón a Soult, Rambouillet, 14

de

julio de

1810

; p p ~

374-375, José a Berthier, Madrid, 15 de diciembre

de

18

10.

51 José, i i

VII ,

400-

463, José a Berthier, Madrid, 21 de febrero de 18

11.

z

Rocca,

ibid.

pp. 230-268.

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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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LAS

FUE RZAS POPULARES Y EL PODER M

ILIT

AR

ing

re so

s por i

mp

uestos que adeudaban las provincias b

aj

o l

os

gobier

no

s

milita

res frances

es

. El gobierno de Madrid, con

un

défici t men

su al que .excedía al subsi4io de dos millones de francos que recibía

-de París, ya estaba atrasado un año en sus pagos.

5

La hambru

na persistió hasta el vera

no

de 1812. Durante la primera semana

de enero el precio del trigo se elevó a

un

máximo de

190

r eales por

fanega: para la tercera semana de

jun

io

el

precio llegó a 487 reales.

Por

lo menos

1 500

personas murieron en Madrid a causa de las en

fermedades o de la inanición. Las condiciones en el interior de

España

eran

casi las mismas: el número de ovejas, por ejemplo, pro

bablemente se redujo a la mitad. Por contraste, los barcos ingleses

-alivia

ban

la situación de los insurgentes a lo largo del litoral , y los

comerciantes de Cádiz hasta

se

dedicaban al lucrativo comercio del

contrabando de víveres con el ejército sitiador al otro lado de la

bahía,

para

mortificación de las autoridades poiíticas.

54

La presencia ele Napoleón en España exacerbaba la hostilidad de las

comunidades rurales·y de las pequeñas poblaciones hacia las políticas

-del

gobierno central. Según hemos visto, las insurrecciones popula

res

emanaban no

sólo del odio hacia los franceses y hacia lo que ellos

repres

entaban,

sino de problemas profundamente arraigados en

la

-sociedad española. Las numerosas variaciones entre las regiones de

terminaban

que los Ievamamientos se distinguieran

uno

de otro. En

Galicia e: movimiento popular asumió menos

un

carácter de guerra

de clases

que

en Valencia, en donde era más intensa la presión de

la

jurisdicción señorial.

En

gran parte

de

la

España oriental y meridio

nal

los insurrectos luchaban tanto contra la nobleza señorial, secu

lar o eclesiástica, como contra los franceses mismos. A pesar de la

hostilidad general hacia los Bonaparte, los movimientos españoles

no

constituyeron

una

defensa de los

b u r ó c r ~ t a s

prelados o ·nobles

·que representaban al ancien Tégime en

su

presencia local.

Por

el con

trario, esas autoridades habían crecido sobre la estructura de la co

munidad de la población que luchaba como siempre por mantener

·sus facultades invasoras. Las presiones del absolutismo burocl"ático,

.del centralismo napoleónico o de las exacciones militares, y la expan

:Sión

del Estado liberal del siglo' XIX formaban

un

proceso continuo.

68

José, ibid VIII, pp. 39- 41, José a Napoleón, Burgos, 8 de julio de 1811; pp. 46-47,

.b id. a

ibid

. Madrid, 24 de agosto de

Sil;

pp. 101-102, ibid. a ibid. Madrid, 19 de

<Jctubre de 1811; pp. 102-103 , José a Berthier, Madrid,

}

de noviembre de 1811.

54

José, ibid. VIII, p. 261. Anes, Crisis agraria

s

pp. 433 -

434.

Mercader Riba, ibid.

pp .

194-306

. Ramón Sol s,

El Cd

cliz

de l

as

Cortes.

La

vida en

la

ciudad

en los a1i

os

18/0 a 1

81

3 (Madrid, 1969), pp. 142 ·145.

LAS

FUER

ZA

S PO

PU

.

LA

RES Y

EL

P

OD

ER MILI

TA

R

9

3:

El serv

ietO

mil

it

ar , los impuestos, las rentas, los vallad

os,

· la

pr

opie

dad de la tierra y

las

cuestiones laborales nunca dejaron_ de se:, las.

causas de contención,

En

este sentido

es

difícil describir las msu

rrecciones populares como "contrarrevolucionarias :' .

En

su carácter

monárquico y religioso está implícita una acerba crítica de la estruc

tura del poder y ele la riqueza tal como la representa

el

aún. sobre

viviente ancien regime a nivel local. Más allá de las cmclacles:

capitales de las provincias o de la nación, el colapso del Estado absolu

tista Borbón en 1808

no

había acarreado

un

colapso paralelo del

n-

cien régime: por

el

contrario, sobrevivía intacto. Los le ?isladores

li -

berales en las Cortes de Cádiz pronto habrían de clescubnr ese hecho.

La postura legitimista de los movimientos populares

o c u l t

ilegitimidad de mayor alcance: la insurrección y

no

la q m ~ s c e n o

estaba tras la retórica del tradicionalismo popular.

La

Iglesia Y el

rey

no

eran símbolos ele conformidad sino de resistencia. El colapso

del gobierno central y el efecto de la invasión. extranjera explicaban

la existencia y la dimensión de los movimientos populares. Cuando·

después de septiembre de 1810 los liberales iniciaron el proceso de

reconstruir

una

autoridad central

en

España, la cuestión sería si ese

pequeño círculo de . eformadores podría ser capaz de hacer

c a u s ~

común con los aldeanos que daban fuerza a las bandas de

guern-

lleros.55

Con todo lo efectivo que era, el movimiento español de guerrille

ros de

1808-1814

simplemente complementaba la guerra clásica en

tre los

o-rancies

e iércitos regulares. Las acciones de los guerrilleros.

no se c;ncebían

independientemente de las operaciones del ejército

regular. A pesar de su c o m p o s i ~ i ó n social y e s p o n t a n e i

d a ~ de

sus orígenes,

las

bandas de guerrilleros constltman

un

movimiento

de guerrillas independiente. La lucha española nunca dejó ele

tener

al ejército en la vanguardia y las guerrillas corno sus subordinadas.

A pesar de sus numerosas derrotas, el ejército español

no

se

derrum-

bó ni

se

desintegró. Cuando

se

inició la retirada de los franceses.

el

eJ

·ército reo-ular alcanzó

una

prominen::ia en la

guerra que nunca

o • '

tuvo en los obscuros días de 1810 y 1811. En consecuenCia,

se acentuo

la divergencia de intereses entre los cueJ;pos de oficiales del ejército

y

las

bandas de guerrilleros. El desplome de la

monarquía a ? s o l u ~ a

en 1808 obtuvo la ay

uda

de

la

intervención francesa. La res1stenc1a

Una vivida discusión de .estas materias consta

t n

"¿Contrarrevolu ción campesina?'"

en Jaime Torres Elías, Li

beralis

mo y

rebeld

ía

cam kesina 1820-1823

(Bar

cel

ona , 19

76

).

PP· 7-31.

Page 33: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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LAS FUERZAS POP ULARES Y EL PODER

MILITAR

hacia hs fuerzas bonapartistas dio al ejército, con todas sus debili

dades, un sen tido ele propósito nacionaL La

retir

ada de los franceses

.en ~ ~ 3 y principios de 1814 colocó a los cuerpos de oficiales en una

posrc10n de mando político. Si el ejército

se hubiera

desintegrado

·en los años ele 1808-1811 , no hubiera podido existir ninO'una otra f ~ r e r z a

militar dentro de la región de los patriotas salvo las

0

bandas

de

aue

rrilleros. Si con el transcurso de los años esas bandas habían loa;ado

.debilitar a los ejércitos franceses, tan acosados

en

otras region:s de

Europa, esas bandas entonces habrían heredado esa posición de man

,do. Consecuentemente, habrían sido capaces de desafiar a os oolíti

·COS civiles las Cortes para lograr el poder a fin de dar ~ u e v a

f o ~ · ~ a

a l

as i n s t i t u c i ~ n e s

españolas. Esto, por supuesto,

nur1ca

ocu- ·

-rrw,

porque

el eJéroto no perdió su posición predominante en

la

lucha contra los franceses . De otra manera, habría resultado difícil

e ~ i t a r una situació.n r e v o : t ~ c i o n a r i a en España. La actitud del ejér

·Clto

~ n t e

los cambws pohtrcos creados por las Cortes, comprobó, en

cambw, que f t ~ el_ actor decisivo. Sin embargo, la experiencia de

guerr

a, la d r v e r ~ 1 d a d en los nombramientos para los cargos más

~ m p o r t a n Y el evidente

derrumbe

de las antiguas instituciones, tra

Jeron consigo la división entre los cuerpos de oficiales como res

puesta ante las medidas de las Cortes.

II I . LA SUPREMACíA POLíTICA DE LAS CLASES

PROFESIONALES

]. LA S FACCIONES POLÍTICAS ESPAÑOLAS

antes de que ocurrieran los acontecimientos de 1808 exis

tían agrupaciones políticas en las principales ciudades españolas. En

su mayoría surgieron de las sociedades reformadoras de

la última

parte del siglo xvm. La prohibición de discusiones políticas con pos

terioridad a 1790 y el restablecimiento de la censura por

l

Estado

y por la Iglesia habían refrenado sus public2ciones. Aun así, círculos

literarios activos continuaban reuniéndose en Madrid, Salamanca,

Sevilla , Cádiz y otras ciudades. Estaban formados por servidores

públicos, miembros de la profesión legal, nobles de

una

categoría o

de otra, clérigos y escritores. Si bien la capital española en 1800

no

se podía ufanar ni

ele una

universidad

ni

de

un

obispado, Madrid

estaba experimentando no sólo

una

edad de oro de la literatura, sino

también un notable florecimiento del arte en la persona de Gaya. El

círculo que

se

encontraba alrededor de Quintana constituía en rea

lidad una oposición clandestina al régimen de Godoy con sus crecien

tes críticas al

ancien régime Para

mediados de la década

ele 1800

se

podía describir a

ese

grupo como totalmente liberal en el sentido de

que sus miembros luchaban por reformar la estructura constitucio

nal de España siguiendo lineamientos semejantes a los adoptados en

Francia por la Asamblea Nacional de 1789-1791. Quintana joven de

20 años de edad cuando cayó la monarquía francesa, era hijo de un

viejo empleado civil que prestaba sus servicios en el Consejo de

ór

denes. Egresado ele la Universidad de Salamanca, desde antes de 1808

ya había compuesto la mayoría de sus odas y varias de sus m;

ís

cele

bradas obras. En la llamada

A Juan de Padilla

(1797) hacía elogios

del derrotado líder de

la

oposición

a-

Carlos V

que

presentaron los

comuneros castellanos. En

l

Panteón del Escorial· (1805) execraba

la memoria de Felipe II. A pesar de su hostilidad hacia

el

absolutis

mo de los Habsburgos y de los Barbones, Quintana aceptó

un

empleo

en la

burocracia tal como su padre lo ha

bía

hecho: entre 1795 y 1808

actuó co mo procurador fiscal de la Junta de Comercio y

Di

nero.

 

:  he rt Dérozier  J'Cmnud .Josej Quintana et a naissance

clu

li béralisrne en Es·

l 'i::"e (París, 1968), pp.

23-31

, H -

:36,

210-238.

Page 34: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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96

LA SUPIUMAC1A POLlTICA DE LOS

PRO

FESIONALES

En Salamanca un grupo ri va l del de Qu intana se había formado

alrededor de personajes literarios como el dramaturgo Leandro Fer

nández de Morat fn y el poeta

Juan Me

 éndez Vaidés, protegido de ]a

vellanos. Cuando cayó este último en 1798, la Corona exilió a Méndez

al poco agradable ambiente de Medina del Campo, pero lo rehabi

lit ó algün _tiempo después de que U rquijo salió del ministerio. Aunque

se le vo

lv1

ó a dar

su

estipendio completo como fiscal en 1802, Me

léndez prefirió regresar a Salamanca. Este ·

grupo

acudió a Godoy

para

obtener su apoyo y patrocinio. Su asociación con el favorito

atrajo

hacia sus miembros. el rencor del ministro caído durante la

primavera de 1808. En

un

principio Meléndez prestó sus servicios.

a Fernando VII,

quien

lo presionó para

que

tomara a su caro o la

delicada misión de investigar los disturbios en Oviedo. M i e n t r ~ s se

encontraba en la capital asturiana, sin embarg

o,

los patriotas rebel

des, suponiendo que era un partidario de Godo

y,

estuvieron a punto

de ponerlo frente al pelot

ón

de fusilamiento. Al regresar a Madrid Me

léndez cooperó durante algún tiempo con las autoridades de los na

tri otas,

qu

e habían vuelto a la capital después de Bailén. C

on el

a v a ~ c e de

Napoleón y el

retiro

hacia Andalu

a del régimen de resis

tenCia,

el

p

oe

ta decidió permanecer en donde estaba y dar su apoyo

al régimen

de

Bonaparte como tina expectativa de reforma más se

gura. Meléndez, Moratín y otros habían llegado a la conclusión de

que

los B o n a p ~ t e ofrecían un. t

érm

ino medio entre el ·tradicionalismo y

la revolucwn. Como conseJero real y a

partir

de enero de

1811

como

miembro del Consejo de Educación Pública, Meléndez llegó a

ser

un personaje de importancia en la administración bonapartista en Ma

drid.2 El caso de Ju an Antonio Llorente, a quien Godoy había encar

gado que escribiera la historia de las Provincias Vascongadas en

1805,

fue muy semejante. Tanto Meléndez como Llorente habían s i d ~ tes

tigos de la violencia de la Revolución francesa cuando andaban en

sus cuarenta años más

que

en su posición más exaÍtada cuando te

nían veinte,

'

ambos temían los excesos de las revueltas populares_

L l o r n ~ e

llego.a ser a u d a ~ o r general de las confiscadas propiedades

~ o ~ a ~ t l c ~ s

baJo el rey

ose

en 1809. En efecto,

l

rey Bonapar te

s ~ ~ m f l c a u v a ~ e n t e

confió a este encarnizado enemigo de la Inquisi

non los archivos del desaparecido Santo Oficio. Llorente representa

ba una parte del segmento ilu strado del clero. Su cooperación con

R. Merrit Cox, Juan iVIelénd ez Valdés (Nueva York, 1974), pp. 13-55. En esta

posición se encontró co n otros eminen tes josefis tas, como el arabista Juan Anton io

Conde, el economista político Mar

tín

Fernández Navarrete

y

el historiador Martlnez

Marina, qu ien posteriormente defeccionó pas.1ndose al

bando

patriota.

l.,A

SUPREMAC1A PO

LtTICA

DE LOS PROI'ESIONALES

97

los Bonaparte le provocó el deseo de ver que se realizara una re

fo rma en la Iglesia, que no podía concebir dentro del campo pa

triota. Ninguno de estos "josefistas" esperaba clemencia alguná de

los patriotas. En julio

de

181 3 tanto Meléndez como Llorente acom

pañaron a J

os

é a Franci

a.

3

La misma Andalucía había desempeñado tan sólo un papel de

poca importancia en la Ilustración española.

De

todas maneras,

un

reducido círculo

de

reformadores

se

reun

ía con regularidad en la

ciudad de Sevilla. La capital andaluza, no obstante, parecía más.

el

punto

de enfoque de la religión popular que un centro intelec

tual.

Una

ciudad con 70 conventos y 30 parroquias, Sevilla, con

sus.

cultos rivales a la Virgen, era impetuosa y confiaba en sí misma,

pero económicamerlte

se

encontraba estancada. Su principal fuente

de empleos industriales seguía siendo la fábrica de tabaco. El co

mercio de la ciudad había decaído durante la parte final del siglo XVII,.

en parte como resultado de haberse azolvado el estuario del Gua

dalquivir. En 1717 Felipe V había trasladado a Cádiz la Casa de

Contratación, o sea la agencia que llevaba la contabilidad general.

El privilegio de comerciar directamente con las Indias en 1765

y

1778

había contribuido poco al renacimiento de Sevilla.

Aún

así,

existía en la ciudad una sociedad eéonómica, y entre 1793

y

1801 flo

reció la Academia Particular de Letras Humanas. Formaban parte

de

ella dirigentes intelectuales de la localidad como José María Blanco

"White", Alberto Lista, Arjona y

i n o s o

La reputación de Lista

como ho

mbre

de estudio y librepensador precedió a los aconteci

mientos de 1808. Había conservado la cátedra de matemáticas en el

Colegio de San T elmo desde 1796

y

la de filosofía

en

el Colegio·

de San Isidro desde 1803.

4

En contraste con el círculo de Salamanca,

que se había enfrentado a · a desgracia y a la persecución, los grupos.

tanto de Lista como de

Quintana

habían dado la bienvenida a la

caída de Godoy y abrigaban grandes esperanzas de·

que

el ascenso

de Fernando

VII

inaugurara

una

nueva era de reformas. Después

de

la evacuación de Madrid por los franceses, el grupo

de

Quintana

se consideró capaz entre agosto y diciembre de 1808 de difundir am-

3 Gab

ri

el Lovett,

Napoleon and the Bírth of Modern Spain,

2 vol s. · (Nueva York,

1965  , II, pp

. 597-599. L orente (n.

en

1759, NE de Ca stilla) venía de

una

f-amilia per

teneciente a la nobleza menor. Fue ordenado

en

1799.

4

Hans Juretschke,

Vida, pensamiento y obra de Alberto Lis ta

1775-1

848

(Madrid.

1951), pp . 345-346. Lista provenía de una familia de artesanos de la seda de . Sevilla.

Recibió las órdenes en 804. La familia de Blanco era de comerciantes de Sevilla cono

alguna conexión nobiliaria

por

la línea ma terna.

LA SUPREMACíA POL1TlCA DE LOS PROFESIONALES

Page 35: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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98

LA SUPR.EMAC1A

POLITICA

DE LOS PRO FESIONALES

pliamente

sus

ideas liberales por primera

ve

z sin

un

indebido te

mor a la censura y a la persecución. Quintana inició la pub licación

del Semanario Patriótico pri mer per iódico liberal de España, el 19

de septiembre. El diario sobrevivió en esta

fase

inicial

de

su

exis

tencia hasta el

1

9

de diciembre, cuando las autoridades patriotas

empezaron a retirarse hacia el Sur. El Semanario exigía en forma

consta

nte

la convocación de las Cortes, una constitución esc rita y una

reforma tot¡¡l del gobierno.

5

Después de que los franceses recuperaren Madrid en diciem

bre, el gru po de Quintana

se

volvió a formar en Sevilla, en donde

sus miembr

os unieron sus fuerzas a

las

del círculo de Lista v Blanco.

•Durante-la segunda fase del Semanario Patriótico del 4 de' mayo al

31

de

agosto de 1809, Blanco y Lista ayudaron a Quintana para que

publicara el periódico. Colaboró con ellos el jurista y cartógrafo

Isidoro Antillón. Este último era originario de la provincia aragonesa

de

Teruel.

A la edad de 30 años en 1808

ya

se había distinguido

como doctor en derecho civil y canónico, era mi

embro de bs

socie

dades económicas de

Zaragoza y de Madrid y autor de

un

opúsculo

q ~ e se_

publicó en septiembre de

1808,

en el

que

requería que se

d1era

fm

al absolutismo

por

medio de la convocación de unas Cortes

elegidas por el puebl

o.

En Sevilla, Antillón y Lista cooperaron con

Capmany en la elaboración de la Gaceta Oficial de

la

Suprema Jun-

ta

Central.

6

Cuando

los

franceses tomaron Sevilla en febrero de

1810,

Lista

se

puso de su pa rte e hizo promesa de fidelidad a José. En una España

bonapartista veía, tal como

lo

habían hecho antes que él Moratin,

Meléndez y Llorente,

un

a posibilidad de regeneración, una libera

-ción gel absolut

is

mo de los Barbones y del fanatismo popular. Bajo

•.el gobierno francés Lista editó la Gaceta de Sevilla a

partir

del 17 de

febrero de

1810.

Por su postura bonapartista pagó con cua tro años

·de

exilio después de

1813.

La mayoría de

los

afrancesados se consi

·dera

ban

imperialistas y

no

revolucionarios: preferían el Consulado

y

el Imperio

al

Comité de Seguridad Pú blica: preferían la Constitu

dón

del Año

VIII

a la Constitución de

1791.

Lista argüía que

ni las

Cortes

ni

la Constitución de. Cádiz habrían existido nunca sin la

condición previa

de

la intervención napoleónica de España en

1808.

5

María

Esther

Martincz

Quinteiro ,

Los

grupos

liberales antes de l s

Co

rtes de

Pádiz Madrid, 1977 ),

pp.

80-86. José Luis Camellas, Las Ca nes de Cádiz

y

la C

on s

~ i t u c i ó n

de 1812 ,

evista de Est

udio

s Políticos

CXXVI (nov.-dic ., de 1962), pp. 69-110,

93-74

l r t í Quinteiro ii icl pp  83 115-117.

De todas maneras,

la

pres.ión que ejercían los militares franceses

minaba la credibilidad en

los

partidarios españoles de José. Los

afrancesados se enfrentaban a dos problemas básicos: ¿cómo podrían

· pretender ser los regeneradores de España, cuando el ejército extran

jero

al

que debían su posición seguía dedicándose a

la

represi?n de

sus compatriotas? ¿Cómo podrían describir

se

a

mismos

o n v m ~ n -

temente como constitucionalistas y liberadores, cuando la Constitu

ción de Bayona y las Cortes que habían prometido

nunca

tuvieron

un efecto práctico dentro de la zona

oc

upada por los franceses? Re

sultaba difícil, además, presentar al emperador Napoleón como el

liberador de España, cuando persistía en considerar a la península

ibérica como terri

to

rio conquistado. Con el poder efectivo en manos

de los mariscales franceses, José no convencía como el benefactor de

los españoles. En · definitiva no existía salida alguna de estos di

lemas para

los

afrancesados. No obstante, el ejemplo de la Consti

tución de

Bayona y la aplicación de

los

decretos de

Chamartín

eran

como

una

advertencia para las autoridades patriotas de que el cam

bio no se podría demorar durante

un

largo tiempo.

Para

los liberales

como Quintana y

sus

asociados, Agustín Argüelles y el conde de Toren_o,

la leO'islación bonapartista mostraba enérgicamente el conservaduns

mo le la Junta Cent-ral y la renuencia del Consejo de Regencia. Las

autoridades patriotas entre septiembre de

1808

y enero de

181

O

no

lograron nada comparable en el sentido de acabar con los restos del

ancien régime.

Argüelles argumentaba que esa actitud recalcitrante entraba

en

conflicto con la pretensión de la

Junta

Central de ser

un

gobierno

popular. Los liberales aspiraban a introducir en la zona de los pa

tri otas políticas similares a las que ya había aplicado el régimen de

Madrid.

Se

esforzaban por impulsar a la

Junta

Central

en

esa direc

ción: para ellos la Constitución

de

Bayona representaba

un reto

evi

dente al que tenían que responder por medio de una ·Con sti tución

esc

rita

desde la zona

ele

los patriotas. De esa manera la naturaleza, la

composición y

la

política del · régimen de José

contribuí

an

ind_irec

tamente a reforzar al grupo liberal en

el

Sur de España. Esa

m l S ~ a

circunstancia ayudaba a explicar por qué los tradicionalistas perSlS

tentemente identifi

ca

ban a Jos liberales y a los afrancesados como si

fueran

un

mismo grupo.

7

.

El colap

so

de la

Junta

Central y la rendición de Sevilla llevaron

7 Ha

ns

Ju r

eschke, Los afrancesados en

la

guerra

ele

la independencia (Mad ri d , 1962),

2S,

252·254.

LA SUPREMAC1A POLíTICA DE LOS PROFESIONALES

101

Page 36: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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1

00

LA SUPREMAGfA POLíTICA DE LOS PROFESIONALES

a la formación de

un n s e ~ o

de Regencia constituido por cinco m

dividuos en la Isla

de

León. Desde su iniciación

l 1" de

febrero la

Regencia demostró aue era más conservadora oue su antecesora. Nun

ca llegó a tener, sin' embargo, ni el liderazgo' ni

la

coherencia. Dos

de sus miembros, el mexicano Miguel Lardizábal y Uribe, quien

había residido en España la mayor parte de su vida, y el obispo

de

Orense,

se

gu

ía

n defendiendo la teoría

a b s o ~ u t i s t a de

gobierno. El

an

ciano Francisco Saavedra representaba tan

lo

un

tenue lazo

de

unión con

el

antiguo absolutismo reformador

y

siempre que era

po

sible tenía la esperanza de eludir controve

rs

ias políticas. Dos anti

guos oficiales de las fuerzas armadas completaban la Regencia. Anto

nio Escaño, que había sido el portavoz de la

Junta

Central en los

asuntos navales

y

americanos,

no

estaba comprometido con ningún

determinado punto de vista y debería considerársele como apolítico.

Castañ

os

, no obstante, vino a ser el puente entre la Regencia y los

liberales, hacia quienes no parecía estar mal dispuesto.

Est

os últimos,

particularmente

durante

el verano de

181

O incrementaron la presión

que ejercían sobre l

os

Regentes para

que

apresuraran la convocación

de las prometidas Cortes .

En

este empeño estaban apoyados por la

Junta

de Cádiz, reorganizada el

29

de enero bajo la presidencia

de T omás Istúriz,

miem

bro de

una

de las principales familias de

co

merciantes de la ciudad. La Regencia confió a

ese

organismo formado

por 14

miembros

la

administración de las finanzas públicas, y de esa

manera

le confirió

una

influencia inmensa en la toma de decisiones .

8

La

Junta

Central, bajo

la

influencia de Jovellanos, había dis

puesto que se convocaran las Cortes bicamerales. El haber tenido

que huir de

Sevilla, sin embargo, había nulificado el efecto

de

ese

decreto. Durante l

os

primeros meses de

1810

no había surgido nin

gún

convenio

dentro

del régimen ,

patriota

con respecto a la forma

que

adoptarían las Cortes. Los absolutistas como Lardizábal y

0rense

,

procuraban dejar en suspenso todo

el

proceso de la convocación. El

círculo que estaba alrededor de ]avellanos, que parecía haber trinn·

fado

en

enero, aún

se

aferraba a

su

posición bicameral, pero dadas

las dificultades de lle'{arla a la práctica,

no

estaba más cerca de alcan

zar su objetivo. Este grupo podría haberse descrito adecuadamente

como "reformista moderado". Estaba formado principalmente por los

más íntimos asociados de J avellanos, e l marqués de Campo Sagrado,

Martín

de Caray

y

el marqués de Astorga, quien durante algún

t i e m ~

8

Martínez Quinteiro, ibid. pp. 227·233. Miguel Artola, Orígenes de la Espa1a

contemporánea 2 vols. (Madrid, 959), I, pp. 369-397.

po

fu

e presidente de la

Junta

Central. El término "moderado'' es par

ticularmente adecuado porque

se

anticipa al uso que le daban_ los

españoles ai definir a los liberales sobre todo ios de la

anugua

generación, quienes en las décadas de

1820

y

1830

estaban en favor

de que se adicionara

una

cámara alta a las Cortes. Campo Sagrad,o

era un asturiano de cincuenta años de edad en 1810 que h ab1a

participado en las campañas contra la

r a n c i ~ l u c i o n r i ~

entre

179

3

v 1795.

Junto

con Jovellanos represento a su

provmoa

a

nte

la J Ú ~ t a C e n t r ~ l Garay, en can:bi? . venía de

un

a f a m i ~ i hidalgos

de origen aragonés. De una pnmltlVa carrera en el eJerCito,. al que

se enroló en

1789

a la edad de veintiocho años, Garay postenormen

te

se

pasó a la burocracia. Su

1

s logros ·como

mi

l i_tar las provincias

del Norte después de 1799 lo llevaron a su des1gnacwn para las In

tendencias de Murcia en 1804 y de Extremadura en el año siguiente.

La oposición de Garay a los franceses determinó la expropiación de

los bienes de su familia en Aragón.

9

Quintana, a quien

se

describe como el jefe del grupo más efectivo

de propagandistas de su época,

se

encontraba en el .-:entro de

una

·compleja red de relaciones personales,

que

incluían a Jovellanos, Ga

ray, Blanco y Antillón. En vista de la oposición conservadora a la

convocación

de

lo

que los

liberales definían como

un

"Congreso

Nacional" ,

Quintana

trató de convencer a los moderados de que se

alinearan a

la

primera para formar

un

frente común

contra

los de

fensores del ancien régime.

10

La Recrencia inició

el

procedimiento de convocación

l 14

de

fe-

o A .

brero al

requerir

a las provincias de la España libre y a l a

ménca

española realis

ta

para que eligieran diputados a Cortes. Como

no

se

había tomado

aún

ningullR decisión en cuanto a la forma de esa

asamblea, la propaganda liberal argumentaba persuasivamente en

fa

vor de que

se

estableciera

una

sola cámara. Ante la presión

el

Con

sejo de Estado lo aceptó el 2 de agosto. Como ahora estaba frente a

un

.aislamiento político, la Regencia empezó a titubear. El

20

de sep

tiembre

los recrentes

se liberawn

de toda responsabiildad en la

toma

o -

de decisiones

dejando

la cuestión de la forma de

la

asamblea a las

Cortes mismas

una

vez

que

se

hubieran

reunido. De esta

manera

el

primer Consejo de

Re

gencia

se

limitó a la

imp

otencia política y dejó

n Federico r e z Verdaguer (Ed.),¡ Documentos

cle

l reinado de Fe rnan  o VII 10

, ,

0

ls.

(Pamplona, 1965-1968), IV i  

pp. 41

·65, 95. Ta n to Campo Sagrado como

Caray

fueron ministros

durante

el primer '¡:régimen absolutista después de 1814.

10 Martínez Quintcíro, ibiil. p. 47 · 

LA SUPREiV ACfA

POUTICA

DE LOS PROFESIONALES

LA SUPREl\IAGtA POLíTICA DE LOS PROFESIONALES

1

0 r

Page 37: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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la iniciativa a los dipu

ta

dos en

una

asamblea cuva composición no

se podía predecir.ll ' ·

Dur

ante la primavera de 1810 los territorios de América

que has

ta entonces no se habían visto afectados por los trastornos revolu

cionarios iniciaron el proceso de elegir diputados. La Regencia confió

tarea a. l

os

_consejos m

un

icipales de las provinci

as y

de las capi

tales VIrremat

o.

L

as

i

ns

trucciones esp ecificaban que

ún

icamen te

los nac;dos en América podían ser escogidos para su elección an te

las

C o : t e ~

De esa manera los e

sp

añoles residentes en las In dias, q

ui e-

·

nes

p_nnCip

alm ente tenían el co

nt

rol de la vida

co

mercial del imperio

ame

ncano

y l predomin io en toda la admin istración, se vi eron pr i

d o ~ de rapresenta€ión en la

nu

eva asamblea:l

2

Como se

su

ponía que

los diputados electos de

la

s

Ind

ias no llegaran sino hasta despu

és el

e

que asamblea se declar

 

ra formalmente abiert

a,

el Cons ejo de Re

g_nCia

el

12 de a

gos to

d

is

pu

so

que se nombraran diputad

os

su

bs

titut

os . o _uple

nt

es ent re los amer

ica

nos que resid

ía

n en Cádiz. Un

c e d 1 m 1 e n t

semej

an t

e se aplicó para el caso de

las

provincias es

pa n

o

Jas

que esta

ban

bajo la ocupación francesa. La selección de

suplentes

se

reali

a mediados de septiemb re. De

un

total de

53

su

plentes, 30 representaban a las

pr

o"vincias americanas. Muchos de

~ o s

se identificaban con la posición liberal, incluyendo

lo

s dos

m ~ m b r

de la nobleza titulada que representaban a Cuba y al v

i

m ~ t o

de Nueva Granad

a. Ent

re los suplentes peninsulares fue

escog1do Argüelles por su nativa Asturias. Otros destacados liberales,

como Diego M

oz To r

rer

o, Juan Nicasio Gallego, Manuel García

Herreros y Evaristo Pérez de Castro, ingresaron igualmente a las

Cortes como suplentes .

13

2.

LA

APERTURA DE LAS C ORTE S

Cuando

los diputados finalmente se re

unieron

el 24 de septiembre

aparecw en forma so

rpre

ndente el predominio de las clases profesio

nales. Unos cuantos miembros de la b

ur

guesía empres

ar

ial,

co

mercial

11

Agustín ·

Ar

güelles,

Ex

ame n

histórico de la refo ·ma constitucional, 1810-1813,

2

vol. (Londres, 1835), I , pp . 203-205.

12

AGI Mé xico 2 906 ,

Cabildos seculares 1682-1814,

P roclamación de la aud iencia go

bernadora de i•léxico, 16 de mavo

de

810.

13

Véase

Neáie

Lee Benson, \ U ~ i c o and the Spanish Cortes, 1810-18

22.

Eight E

 

<ays

<

 

exas, 1966 ), ; pp .

11

·16. Carda

Herreros

ft:e suplente por

la ciuda

d

de

Sori a al

:'-ione de .Espa1a .

o financiera llegaron a ocupar

una

sede en las

C01·tes, aunq

ue evi

den temente fueron muchos los que dieron su apoyo a la

natur

aleza

unicameral de la asambl

ea y

a la legi

sl

ación promulgada p

or

ella.

Una

explicación sencilla de la au

se

ncia

de

l

as

clases

a l i s e r ~

su obsesión por l

os

detalles práct

icos

de cómo hacer dmero . NI SI

quiera Cádiz es tuvo representada principa lmente por mie

mb

ros

?e

su

comunidad mercan ti

l.

Uno de cada cinco diputados de la cm dad

pertenecía al clero. Istúriz no ll egó a ocupar su asiento en la asa mblea

has ta que se reunieron las Co

rt

es Ordinarias de

181

3-18

14

.

Aun

así,

la comunidad mercantil de Cádiz nunca dej ó de ejercer presión sobre

el

Con

se

jo de Regencia,

el mini

sterio

y

las

8ort

es particula

rm

ente ,

como lo veremos, con res pe cto a

las

cu

es

tiones del comercio con las

Américas

y

las concesio nes comercial

es

en favor del aliado

británico.

14

Los dieci séis dip

ut

ados de Ca taluña venían predominantem

ent

e de

la

s

fi

las del bajo clero o de la pro

fesi

ón l

eg

al. La larga ocupación

francesa de Barcelona y del litoral de Cataluña explicaba por qué

los dip

ut

ados

ca

talanes a Cortes tendían a reflejar las n e s del

interior

ru

ra

l.

Hombres de la vieja generación como

Jaime

Creus,

Felipe A

ner

y Lázaro de Dou, encabezaban el contingente catalán y

se

pr

onunciaron apoyándose en

una

interpretación tradicionalista del

papel de las Cortes. El único industrial que había en el

grupo

, Sal

vador Vinvals votó en contra del decreto de libertad de prensa pa

trocinado por ,

los

lib erale

s,

que se emitió

el 19

de octubre.l

5

El

reino

de

Valenci a

elio-i

ó a diecisiete

di

putados: tres cl érigos, cinco aboga

d

os,

tres miembros

el

e

las

fuerzas armada

s,

d

os

empleados públicos

y

un

ind ivi

du o que se describió como miembro de la nobleza.

Tres

de los suplentes

de

Valencia provenían también de la profesión le

o-al

y

el cua

rt

o era comerciante. Diecinueve de esos veinticuatro

'

diputados asistieron en· realidad a las Cortes.

Noventa

y

nueve diputados estuvieron presentes en la sesión de

apertur

a: veintisiete

rep

resent aban a los territor

io

s americanos. Del

número

total, s

in

embar

go,

cuarenta

y

cuatro eran suplentes. Para el

fin del año 129 diputados asis tían a las Cortes,

y

de ellos veintiocho

americanos

y

cuarenta

y

seis sup:entes. Polemistas tradicionalis-

H

Ramón Salís,

El Cá

diz de

las

Corte

s. La

vid a en

la

ciudad en íos años 1

810

a

1  3 (Madrid , 1969) , pp.

223·228.

15 J aime Carrera Puja , Histor

ia

política de Catalwia en

el

siglo XIX 4 vals. (Ba

r-

c elona,

1

957

), I, pp 377-378.

Maximilia

no

García Venero, H istoria del nacionalismo

ca talán,

2 vals. (Mad r id , 1967), I,

pp.

124

·1

25.

16

i\lanucl

Ardit

Lucas,

Els valencians de les Cor ts de Cadis (Barcelona , 1968 ),

PP· 1- -

17

.

104

LA SUPREMACíA POLlTIC.-  DE LOS PROFES IONAL

ES

LA

SU

PREMAC A

POLíT

I

CA

DE L

OS

PROFESIONALES

105

Page 38: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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tas posteriores como fray Rafael de Vél ez, obispo de Ceuta , estudia

ban el [erna de los diputados substitutos en cuanto pud iera va ler.

Al discutir el carácter representativo de las Cortes, trataban de minar

1 ~ l e ~ i timidad

y

la credibilidad de la asambleaY

Si

guiendo el princi

piO ae la representación de acuerdo con la oo blación Galicia con

gnndes regiones no sometidas a las tropas f r a ~ c e s a las' Cor

tes

el

contingente más numeroso: veintitrés diputados para fi nes de

l

81

O.

Ell

os adoptaron tamb

n en g

enera

l

una

postura trad

ic

ionalis

ta_ _Hasta el verano

1813

las regiones del corazón de España, la

y_la Nueva Castilla, León, La Mancha , Extremadura , Aragó n y

el mtenor de Andalucía,

se

guían re presentadas insuficientemente.

En

s e p t ~ e m ~ r e

de . tan sólo .diecisiete diputados representaban

esos

terntonos

del mtenor. Para fmes del año su

número se

había elevado

a_ no

~ l á s

de veinticinco. En el momento en que se promulgó la Cons

tttuoon en marzo de 1812 solamente cuarenta diputados representa

ban

una

extensa región de España. Para febrero de 1814, sin em

b a r ~ o , la e v a c ~ a

c i ó n

de los franceses de la mayor parte de la

penmsula · permttlO que se efectuaran elecciones directas en el in

terior por primera vez, con_ el resultado de que llegaron 67 diputados

para representar a

esas

regwnes. El carácter especial del interior

ase

guraba una transformación en la composición política de las Cortes.

~ a s t a 1813 las .zonas de. la. costa con el apoyo de la mayoría de

los

dtputados amencanos, drecmueve tan sólo del virreinato en la Nue

va Es paña, constituían la influencia predominante en la asamblea,

lo que ayuda a explicar

el

liderazgo que desde

un

principio tomaron

los liberales .

1

s

Los miembros del clero constituían aproximadamente dos terceras

partes de

la,s

C?rtes . Provenían no del clero regular sino del seglar,

varios de el;os 1111.burdos por los principios del jansenismo y deseosos

17

Fray Ra.fael de V é l ~ z

Apología .del altar y del trono,

2 vals. (Madrid, l3

18

),

I, PP·

62

,

68-75

,

95. FranCISco

Alvarado,

Cartas críticas

qu

e escr

ib

el R mo. P. Maestro

Fr. F> anc

is

co Alvarado del Orden de Predicador

es

o sea el Filó sofo Rancio, 5 vals.

(Madnd,

1824-1 825), I,

pp

. 31-

32; JI, pp. 451

-452;

III, pp

. 40·41. Acerca de Vélez véase J.

Couselo u z a ~

Fray

Ra

fael de Vélez y el Sem inario de San t

ia

go

pp . (Santiago, 1

927

), n.

Ma laga 1772 ;

mgr

esó al convento capuchino en Sevilla en 1792; se ord enó en 1803.

I S

Diario de

las > ~ t s o n e s y

actas de las Cortes,

23 vals. (Cádiz,

1811

-

1813

), I, pp.

¡

139. de las opm10nes de José Ramón Becerra y Llamas, diputado por Luga,

wno VIII, 28 de agosto de 18

11,

p. 63: "¿el heroísmo del pueblo espa

1

ol en l

lu

c

ha

con tra los fran

cese

s íue el res

ulta

do de su conocimie

nto

de los Derech

os

del

Hombre? No. Nunca p i e r o n nada de

es

o. Brotó de su fe católica y de su de

voc

ión

a la

co

rona". Llamas a las C

or

tes de que no i

nt

ro

dujer

an innovacion

es

" del

tipo francés. Véase también Vélcz , ibid.,

II

, pp . 47-55 .

de cooperar con sus cont rapar tes liberales entre los laicos a fi .de

reducir

la

influencia de la Santa Sede en los

as

untos de la Iglesia en

España. Compartían el odio que en general sentían los libe  ales por

la In

quisición

y

procuraban res

trin

gir el papel . que desempeñaban

las órde nes r eligi

osas

en la sociedad hispánica. Los más destacados

perso

na

j

es

ent re ellos eran

Muñ

oz

Torrero

, anterior rector de la

Universidad de Sa lamanca y el historiador valenciano Joaquín Lo

renzo Villa

nue

va

.

10

Este último, originario de

la pequeña

población

de

J átiv

a,

había sido miembro del n s e j o de la I ? 9 - u i s i ~ i ó

cuando

lle

o ó

el nuevo sio lo. Su actitud hac1a el Santo Oftc10, sm embargo,

d i f ~ r i a poco de la de Llorente. Villanueva debía su posición .en

aquellos días al patrocinio del obi spo de Salamanca, Fehpe B e l t r ~ n ,

inquisidor general. De la capellanía al obispado pasó

p ~ r

la c a ~ 1 l l a

real de Carl os IV. Como miembro de la Real Academia Espanola,

Villanueva

ya

había

publ

icado varias obras de religión

y

del idioma

.con anteriorid Jd a los acontecimientos de 1808 . Había sido miembro

del Comité Eclesiástico de la Junta Central y había seguido hasta

Sevilla al régimen patriota. Con la ocupación francesa de Andalucía

Te ITesó al pueblo de Valencia en donde había nacido, y allí fue elec

to

0

para

tomar

asiento en

las

Cortes.

20

L

os

d i p u t a d o ~

c l e r ~ c a l e s

por

supuesto no asistían a

las

Cortes como estamento smo

s l m p l ~ n -

te como miembros individuales .

No

formaban

un grupo

homogeneo.

Cuerpo de clérigos tradicionalistas, además,

se

oponía. a la .mayor a

de las medidas adoptadas por los liberales y por sus abados pnsenrs-

tas.n Creus y Lázaro del Dou formaban parte de ese círculo, pero

19 Émíle Appolis, Les jansé>listes es pagnols (Burdeos, 1966) , p . 162. Josef Espiga,

figura central

en

este grupo , fue canónigo de San Isidro

en Madrid

, colegio

_que

generalmen te apoyaba la posición jan senista. Antonio Oliveros había estado asoCiado

a la difunta condesa de Montijo. ·

20

AHN Inquisición 450 6, núm. 9. Véase Joaquín Lorenzo ·Villanueva, Vida literaria.

Memor

ia de sus escritos

y

de sus

opini

ones eclesiásti

cas y

politicas, y de algunos su-

cesos

notabl

es

de

m

tiempo,

2 vals. (Londre

s,

18

25),

n.

1757;

fue miembro

de

la

Real

Academia de la Historia y autor de un comentario acerca de la ley fundamental de

Castilla , el

Fttero }uzgo .

Villanueva murió en

Dublín

en 1837. De acuerdo con Vicente

Llorente, ibemles y románti

co

s. U·na emigración española en Inglaterra 1 8 2 3 · 1 ~ 3 4 ,

(Madrid, 1968), pp. 27-28, tanto Godoy como el inquisidor general Ramón Jase de

Arce, q uien

en

1

808

se unió a José,

había

protegido a Vi lanueva.

21

Sobre los '"renovadores" (esto es , los tradicionalistas), véase José Manuel Cuenca

T oribio,

Du

 

Ped·

ro

de l ngttan:o

y Riv

era

1764·1836),

último primado del a t iguo

rég imen (Pamplona, 1965), pp .

78,

90 ,

113

.

So

n catorce los nombres que apa.r:ce

n:

Cr

eus, B

orr

ull , Dou, Felipe Ancr, Inguanzo, Lera, Manuel Ros, Mateo

l l l n a n ~ ,

el obispo de Ca lahorra , Freire Cas trillón , Bias Ostolaza (suplente peruano), A

nt

omo

Joa qu ín Pérez (Puebla),

Ca

1

cdo y

Simón López. Varios de ellos, Cat

edo

,

Lóp ez

, Crcus,

106

LA S

UP

REMAC1A POLiTlCA DE LOS PROFES Ol':.-\LES

LA SUPREMAGf:\

POLíTICA

DE LOS PROFESIONAL ES

107 '

Page 39: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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quizá el más distinguido de ellos fue Francisco Javier B

orrull

Como

Villanueva, su paisano de ValenciJ , Borrull tenía iaualmente tras

de sí una carrera impresionante a

nt

es de ingresar a Cortes. Doce

a ~ o s ma_ror que V i l l a n u e v ya había llegado a la ·edad de sesenta y

cmco anos cuando se abneron las Cortes. Borrull ve nía de una

familia que desde el siglo xvrr había producido juristas y abogados.

Por el lado de su madre, la familia era propietaria de algunos bienes

mra les bajo la forma de un molino. En su carácter de juez de diezmos

nombrado

por la Audiencia ele Valencia, Borrull publicó durante el año

de 1810 un discurso so bre la constitución para el rein o de Valencia de

Jaime

I de Aragón. En este examen h

is

tórico de los fueros valencianos

Borrull mostró que estaba a la cabeza del movimiento en f<fvor de

l o ~

nuevos fueros .en el reino. Apoyaba el ren

ac

imiento de instituciones

separadas en Valencia como la manera de eliminar

el

absolutismo de

Castilla impuesto

por

la Nueva

planta

de Felipe

V.

Borrull admiraba

la defensa que hizo Montesquieu de la nobleza y de los organismos

intermedios, y veía en la

aún

no reformada Constitución de la

Gran Bretaña

un

adecuado camino intermedio entre el absolutismo

y la revolución. En este sentido Borrull combinaba el reaionalismo

con

el

corporativismo. Hablaba de "las antiguas leyes fundamentales

de la monarquía" y al hacerlo no se refería a la España de los

monarcas Borbones centralizada administrativamente, sino a los reinos

separados en la época de la Edad Media, cada uno con sus distin

tas leyes e instituciones.

2

Esos tradicionalistas nunca formaron un partido unido en las

C o ~ t e s

y menos aún en el país.

Aun

así, el número de

vo

tos que oh

teman con respecto a los temas que los perturbaban seauía siendo

relativamente consistente. El colapso de la Junta Central

el

fracaso

político del Co

ns ej

o de Regencia

ocurrido

entre enero y ~ e p t i e m b r e

de

1810

·determinaron que perdieran la iniciativa . La falta de

una

organización efectiva incrementó sus deficiencias frente a

un

delibe

rado

intento

ele

los liberales

para

alterar la estructura constitucional

de 1   . monarquía española. Los tradicionalistas eran igualmente re

formadores. No eran absolutistas en el sentido de que defendieran

el tipo de sistema o l í t i ~ o heredado de los Hab sburgos y de los

Barbones. Por el contrano, atacaban esto específicamente· con base

P.érez:

Inguanzo, fueron obispos.

~ e s p u é s

_de 1814. Cre

us

y Freirc tuvieron una partí·

ctpact ón Importante en

la

oposición realista al segundo régimen liberal de 1820

 1

823.

Diario VII, 7 y 24 de

junio

de 1811 , pp. 13 ,2

3,

30, 68-69, 253, 282, 315, 330.

Diario VIII,

28 de agosto de

l8IJ, pp

. 54·55. Ardit,

ibid.

p p.

4-15, 19

·

22.

Ardit,

Rc·;o iución liberal, pp. fi1 M-168.

en que soc avaba la forma histórica ele

r e p r e s e n t ~ c i ó n

por estamentos.

en las Cortes. Es pecialmente veían en el absolut1smo de los B?rbones

un concentrado ataque contra las leyes f u n d a m e n t a l ~ s del _De

l

as

re

 

iones, en part icular de Cataluña y de ValenCia, hab1a vemdo·

el r e p ~ t i d o llamamiento para que se reviviera l_a e s ~ r u c t u r a

de esos re inos anteriormente separados. Una opm10n como esa ,

que

·

nunca fue compartida por los liberales, implicaba una radical des- ·

viación de todo el

es

píri

tu

de la legislación de los Borbones. Este sen

timiento regionalista

nu

blaba muy considerablemente la manera de

pensar tradicionalista, porque impedía

una

concertada defensa de los.

oraanismos intermediarios a niv

el

nacional. Pedro de Iguanzo, un o.

de

0

los diputados por Asturias, dejó de incluir la defensa los.

fueros reo·ionales en su argumentación en favor de un "gob1erno.

mixto". A uicio de Ingt¡anzo, clérigo de una de las ó r d e n ~ s menores.

hasta después de 1814, durante el siglo xvm la monarquta abs?luta

había reducido a la "monarquía moderada" de

:) :spaña

a

un

gobierno.

arbitrario. Veía que las Cortes tenían ante

sí una

~ o ~ l e tarea: la

defensa de la independencia nacional y el restablec imiento, de ,los.

antiguos estamentos de las cortes históricas. Inguanzo l;ab1a ca1d?'

bajo la

in f

luencia de Bnrke, y lo mismo

que

Borrull, .ve1a

en

la ca

mara alta del Parlamento ingl

és

un contrapeso al gob1erno. o p ~ l a r

como el que se había experimentado en la Francia r e v o h ~ c ~ o n a n a y·

al despotismo monárquico. Estos dos tradicionalistas identificaban. ,el

. problema central de la vida política española como la

. r e s t a u r ~ c w r u

del "equilibrio" de la Constitución. En este aspecto segman l

as

Ideas.

ele J vellanos.

23

,

Jnauanzo era casi veinte años menor que Borrull. Provema, lo.

mism

0

o que la mayoría ele los más importantes d i ~ u t a d o s liberales, .

de la reaión costera de Asturias. Venía de una fam1ha d e ~ t a con:

una tradición de servicios públicos y de cargos eclesiásticos. Como•

estudia

nte

de derecho en la Universidad de Oviedo

entre

1781 y 1782'

conoció a su

futuro

compañero tradic ionalista Alonso Cañe do Y Vigil,

cuatro años mayor

que

él,

quien

fue canónigo de la Catedra de _To-.

ledo por el tiempo en que

se

abrieron las C o ~ t e s

La

U m v e s l ~ a d

de Oviedo fue el campo de adiestramiento de vanos de los mas Im

portantes personajes del primitivo liberalismo español.

A l l ~

fue do_n

de Inananzo h izo sus estudios jUnto con José Canga Arguelles, Al

varo Flórez Estrada y Angel de la Vega Infanzón. Este último, _que

se había quedado

en

Oviedo para impar tir

una

cátedra en la umver-

D iario VIII,

12

de septiemb re de 1311 , pp . 260 ·268. Cuenca, ibid. pp. 74-75, 90- 101 .

1()8

LA SUPREMAC íA

l'

OL1TIC :\ DE LOS PROFESIONALES

LA S PREMAC .-\ POLíTICA DE LOS PROFESlONALES

109

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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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sidad, ingresó a las Cor tes al mismo tiem

po

que Inguanzo Cañedo,

Oviedo se ufanaba de pertenecer a un reducido círculo de ilustrados

y de sus hijos más inclinados al radicalismo, pero en general la ciu

dad su universidad seguían chapados a la ant igua . Los jóvenes

bnscaban empleo en la burocracia después de recibir sus títulos de

aboga do, y

se

trasladaban al ambiente más estimulante de Madrid.

  4

Los empleados públicos y los que habían obtenido título de a

boo-a

do

. ' o

constltman el segundo

grupo

más

numero

so según su ocupación en

las Cortes. Más o menos el 25

%

del total de sus miembros había

obtenido el título de abogado en las universidades españolas, aunque

eran pocos los

que

ejercían el derecho como profesión.

En

muchos

un título de abogado llevaba a solicitar un cargo en la buto

<:raCia real. Eran numerosos los dirigentes liberales en las Cortes

que habían trabajado en el servicio civil bajo la monarquía absoluta

y,

en consecuencia, compartían el deseo de re

fo

rzar la supremacía del

J?Oder c vil que sus predecesores ilu strados hab ían también expresado.

Es

tos. ,

s r ~ embargo,

h ~ b í a n

luchado sobre todo por reducir el poder

·eclesrasuco, pero los hberales de

1810

se enfrentaban a un poder más

fuerte, el de los militares,

que

la

guerra

en la península

había

puesto

en

la vanguardia. ·

Entre los siete diputados asturianos Agustín Argüelles llegó a ser

el más destacado. Principal exponente de la posición liberal unica

meral,

A r ~ ~ e l l e ~

.originario de Ribadesella, ingresó en un principiO

. n el servrcw crvrl en 1800 a la edad de veinticuatro años. Moratín

le dió .empleo en

Ia

Oficina de

Traducción

de Idiomas Extranjeros de

Secretaría. De allí pasó cinco años después a la controvertida ofi

nna ele la amortización de los vales reales, en donde trabajó estrecha

mente con su director, Sixto Espinosa. Como este último envió a Ar

g ü e l l ~ s a ~ o n d r e s _en

1806

en

una

misión especial, pudo escapar a

la ammos1dad ·hacra los asociados de Godoy

durante

la primavera

de

180

8.

En

Londres Argüelles se

reunió

con los representantes de la

Junta

ele

Astnrias, Vega Infanzón y

Toreno.

Después de

que Rom

ana

disolvió la Junta de Asturias, Argüelles se dirigió a Sevilla trabajó

en la secretaría de la Junta Central. En el otoño de 1809 fue admiti

do por el comité auxiliar de leyes y constitución de la Junta. Argüe-

24 Inguanzo, 11. Llanes, 1764, se graduó como doctor en Derech o Civil y Canónico

la

Uni

ve

rsidad

de

Sevilla, y posteriormente residió en

l

palacio

ar

zob ispal en

v¡sta de una relación de familia con el titular. Vega tenía años de edad en 1810.

Cuenca,

ibid.,

pp. 21 -23, 60-66. David Ruiz,

A

stur

ias contemporánea

1

S08-JS36) Ua·

drid ,

19

75),

pp.

4

-9

.

lles pertenecía al grupo de Quintana.

25

Durante el prii:ner periodo

constitucionai T or eno seguía siendo

l

más cercano colaborador de

Argüe:les. T oren o perte;ecía a la antigua nobleza de Asturias . Su

padre, J osé J

oaqui

n Queipo de Llano, había sido

mi

emb ró

ele

la.

Real Sociedad de los Amigos del Pa

ís

en Asturias y del comité direc

tivo de la R eal Academia

de

la Histo

ria

en Madrid. Con anteriori

dad a su misión en Londres, T oreno se reunió con Flórez Estrada y

con

Ingu

anzo en la

Junta

de As

turi

as ele

mayo de

1808.

En

Londres,

como uno de los enviados de la

Junta,

escribió a los virreyes de la

Nu eva Es paña y del

Perú

el

21

y el

22

de julio

requiriénd

olos

para

que dieran su apoyo a las insurrecciones españolas. Cuando sólo

tenía

veinticuatro años de edad en 1810, Toreno fue uno de los más jó

venes de los dirigentes liberales.

26

No todos los principales teóricos liberales asistían a las Cortes.

Flórez Estrada nunca lo hizo. Canga Argüelles, lo mismo que lstúriz"

ingres

ó a

la

asamblea en 1813 como resultado de las elecciones para

las Cortes ordinarias. De todas maneras, esos dos personajes eran re

presentativos de la opinión liberal. Sus padres, igualmente, habían

desempeñado un papel destacado en la Ilustración asturiana. l

padre de Flórez Estrada fue amigo de Campomanes y de J ove:lanos,

en

tanto

que

el padre

ele

Canga

habí

a impartido una cátedra de dere

cho en la Universidad de Oviedo. Después de

una

breve carrera

en

el servicio civil, Godoy envió a Flórez Estrada de regreso a Asturias

luego de que expresó opiniones políticas que no fueron bien re-

cibidas. En 1808 se había unido al régimen insurgente en la pro

vincia, pero se trasladó a Sevilla al año siguiente a fin de quejarse

ante la Junta Central de que Romana había disuelto la junta provin

cial. Como, sin embargo, Flórez Estrada había vivido durante su for

mación en Asturias

no

en la capitial de la nación, se

encontró

aisla- ,

do en Sevilla. Al carecer de buenas relaciones, encontró que nadie

lo escuchaba. P or lo tanto, decidió abandonar España viajó a In

gla

terra

en

donde

publi

có en

1

81

O

su defensa de la

libertad

ele

prensa_

Flórez Estrada y Canga Argüelles compartían opiniones similares.

acerca del tema de una constitución escrita con representación de

acuerdo con la población como su principio fundamental. Ambos.

Constantino Su;irez,

E

sc

rit or

es

y

artis tas asturianos,

3 vols. (Madrid, 936), I,

pp. 279-295.

Martín

ez Quint

eiro , i bi<l.

pp

.

220-222.

26

Henry R ic

hard

Vassall, tercer Lord Holland, F

urthe

r ¡ [emoirs

of

the Wh ig Pa

rty

(1

80

7-  821) with sorne Miscel/aneous Remi

nisce

nces,

edi tado por

Lord

Stavordale (Lo

n-

dres, 19

05),

p. 369. Máximo Fuertes Acevedo, osque

jo acerca del

es

tado

qu

e alcanzó

en<

todas epocas la literatura en Asturias (Badajoz. 1885), pp .

229-2<11.

'l O LA SUPREMACíA P

OLíTICA DE

LOS

PROFESIONAI

.ES

LA SUPREMACíA POLíTICA DE LOS PROFESIONALES

111

Page 41: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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·elaboraron disertaciones sobre esa materia, que

se

publicaron en 1809

y

1810.

El padre de Canga desempeñó hasta

1787

el cargo de fiscal

·de la Aud iencia de

Za

ragoza. En la universidad la localidad el

mismo Canga recib ió su doctorado. En 1794 formó parte de la Real

:Sociedad Aragonesa. En los años anteriores a su traslado a Madrid en

1798 como empleado del gobierno, Canga se dedicó a traducir poesía

·griega, principalmente de Anacreonte, Safo

y Píndaro

. · Canga, no

·obstante, obtuvo notoriedad primero en la

es

ce

na nacional como

re

sultado de su prolongada estancia en Valencia, a donde llegó en

1804

·como contador en jefe del ejército. Durante los acontecimientos de

1808 Canga se identificó ínt imamente con los esfuerzos del grupo

' ·de comerciantes dirigido por la familia Bertran de Lis para que fueran

depuestos los representantes políticos

de

la ciudad pertenecientes al

.an cien régime. Ese grupo liberal no compartía las aspiraciones de

Borrull acerca

de

los nuevos fueros y

de

la mayoría de los diputados

valencianos a Cortes. El propio Canga argumentaba convincentemente

·en favor de

un

Estado unitario muy semejante al de Francia después

·de

1791.

Luego de

un

periodo de dieciocho meses como inten

dente de Valencia y de Murcia, Canga llegó a la Isla de León en

·enero de

1811.

Fl

ór

ez

Estrada regresó finalmente de Inglaterra

en oc

tubre

.27 Distinguidas familias, por tanto, eran las que dirigían al

:grupo liberal en las Cortes. En numerosos casos los dirigentes libera

les eran hijos de hombres que tenían tras de

carreras distin

:guidas en

el

servicio civil, en la profesión legal o en la vida acadé

mica. Los hombres de

1810

tenían en general entre

4

y 40 años

·de edad si sosten

ía

n opiniones liberales y

una

generación

más

si eran

tradicionalistas. Si bien la mayoría de los personajes bien conocidos

-como tradicionalistas eran miembros del clero, los más importantes li-

• berales habían surgido de la nobleza titulada. Podrían contar con el

;apoyo de un conjunto de clérigos que simpatizaban con ellos en

muchos de

los

temas constitucionales. Los comerciantes dában su apo

·

yo

al contingente liberal, pero en contadas ocasiones actuaban di

-rectamente

co

mo diputados a . Cortes. Una abrumadora característica

·de la dirección liberal era su origen burocrático y la preparacwn

légal de quienes lo formaban. Esto dio al liberalismo español sus

· •características legalistas y ayudó a explicar por qué, a pesar de la

diversidad region

al

de los orígenes de sus miembros, el dirigente

Lu

is

Alfon so Manínez Cachero, Alvaro Flórez Estrada. u vida  su obra y sus

nideas económicas

(Oviedo, 1961 ), n . Pola de Somiedo, 1766.

Constantino

Suirez,

j .ibid. II, pp

.

279-29. í. Canga

entre

1798 y 1803 trabajó

en

la

oficina

tle

amortizac

ió n

de

reales 

contemplab;t los asuntos políticos desde el ventajoso plinto de vista

del gobie

rn

o central, que a través de los ojos de Madrid, como quien

dice, se había trasladado a la Isla de León. Los liberales nunc i cons

tituyeron un partido político

ni

en las Cortes.

ni

en el país.

No

existía organización nacional alguna, sobre todo en vista del hecho

evidente de la ocupación militar francesa en la mayor parte de la

península. Formaban, en cambio,

un

conjunto disgregado de indi

vidu

os

que estaba de acuerdo

con

los temas centrales de su época, tal

como ellos los veían . Pensaban poner en

pr

áctica esas ideas por me

dio de las Cortes. Las reformas que concebían eran estructurales; por

que las consideraban como su principal tarea para la eliminación de

las instituciones y prácticas asociadas con el ancien régime. Trataban

de

lograrlo no por medio de una revolución popular como la ocurri

da en Francia apenas veinte años antes, sino a través del renacimiento

de las Cortes, institución tradicional pero que había sido descuidada

y que

se

proponían refo

rmar

de una manera radical.

28

3. Los OBJETIVOS LIBERALES

Y

LA

TEORÍA

DE LA SOBERANÍA

E

LA

NACIÓN

El primero de los actos de las Cortes fue declarar, el 4 de septiem

bre de 1810, que la soberanía residía en la nación", y que, en conse

cuencia, las propias Cortes, debidamente facultadas para su ejercicio,

eran constituyentes. De esta manera un reducido grupo de servidores

públicos, de académicos, de abogado

s,

de literatos y de clérigos se

convirtieron

en

portavoces de la nación hispánica en ambos hemis

ferios. Este decreto en primer lugar y ante todo señaló la culmi

nación de los empeños liberales. Fue el resultado de

que

el Consejo

de Regencia no tomara la iniciativa; significó el colapso de los

es

fuerzos absolutistas por demorar la apertura de la .asamblea. Los

tradicionalistas, que en

ese

momento no apreciaban el significado

total del decreto, quedaron momentáneamente aturdidos, pero

no

di

sintieron. La exp licación de su conformidad se encuentra en

la

nece

sidad primordial de las Cortes de abordar inmediatamente la cues

tión de la legitimidad política. La herencia del absolutismo, la

perenne debilidad de

las

Cortes, las abdicaciones de Bayona y la im

posición de José determinaban que fuera imperativo

que

las Cortes

sostuvieran en forma inequívoca su pretensión de ejercer la s o b e r ~ n í a

Maní

nc

z Quinteiro, ib id. 

pp.

65-óB.

11

2

LA SU PREMACíA POLiTICA DE LOS PROFESIONALES

LA

SUPREMACíA

POLiTlCA DE

LOS PROFESIONALES

113

Page 42: La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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L

os

liberales argumentaban que la soberanía res ide esencialmente en

la nación

y

no exclusivamente en el m

on

arca. El decreto de sobera

nía , entonces, desconocía la validez de la transferencia que los Bar

bones habían hecho de la corona española en favor de la dinast ía de

Bonaparte

en

Ba

yo na

. Las Cortes hacían esfuerzos por socavar

la

pre

tensión de José de haber heredado legítimamente la corona cuando

Carlos IV abdicó

en

favor del emperador Napoleón . En vista de su

in

tención patrió tica el decreto, a pesar de sus implicac iones más

amplias, pudo contar en ese momento con

un

grado considerable de

aceptación. La consecuencia posterior: una asamblea unicameral so

berana decidida a destruir el ancien régime y a introducir

un

sistema

centralista, no pudo ser apreciada en ese momento. Los escritores

t

rad ic

ionalistas

en

el periodo de

181

3-1814,

y es

pecialmente después del

regreso del rey

en

la primavera de 1814, denunciarían ese decreto

retrospectivamente como

la

obra de

un

or

ga

nismo n o re pre

se

nt ativo

de suplentes y de criptojacobinos, que pretendía "despojar al rey de

su soberanía". Veían en l decreto de las Cortes el primer paso

en una

cadena de acontecimientos

que

ponían a España en el

mismo camino

que

Francia había recorrido durante la Re vo lución.

20

Los liberales hacían presión

en

las Cortes para

que

se realizaran

varios objetivos relacionados entre sí. La atribución de la soberanía

a "la nación" la veían como la manera de acabar con las prácticas

asociadas con el

ancien

régime. Los liberales propon ían transformar

la sociedad estamental de estados y corporaciones reconocidos jurídi

camente en

una

estructura jurídica liberal fundada en el principio

esenciahnente anticorporativo de la igualdad ante

la

ley. Arglielles,

Toreno,

Quint

ana y Flórez Estrada defendían convincentemente ese

prin

cipio, que desconocía los cimientos mismos del

amcien régime.

La destrucción del privilegio corporativo, sin embargo, implicaba

emplear el poder

del

_Estado para

eliminar un conjunto

tradicional

mente es tablecido

de

derechos y de costumbres.

Para

los que poseían

esos privilegios representaban las leyes

no

e

sc

ritas o fundamentales

del reino. El ataque a la sociedad estamental, además, tenía dos di

mensiones: implicaba na · solamente la eliminación de las inmuni

dades y privilegios de los nobles y dei clero, sino la extinción de

los fueros regionales

que

aún existían, como las de las Provincias

Vascongadas y Navarra. Este objetivo, así pues, era el presagio de

Larclizábal

y

el ob ispo de Oren

se

fue ron las dos únicas víctimas de la con tro

versia acerca del decre to. Diario IX,

14-

16

de

octubre de 1811, pp. 250 -316, en donde

el

manifiesto de Alicante

del primero

se

puso a prueba

contra

la nueva

ley sobre

la

libertad de p

ren

sa promu

lg

a

da

el 10

de

no viembre de

18

10

.

que se reforzara la posición legal del Estado y del ramo administra

tivo del crob ie

rno

central. El resultado final sólo

pod

ía ser la rela

oo d i r e ~ t a entre el súbdito y el Estado, sin orga nismos intermedia

rios entre los dos. En un sentido muy r ealista, la existencia de

una

ran diversidad de

es

tament

os

y cor poraciones

durante

el

ancien ré-

 '

a ime había servido para proteger al súbdito del Estado al summts-

~ r a r l e fuentes alternativas de legitimidad y al modi ficar el efecto total

de

la

autoridad

pública.

Esos

organismos intermediarios; además, cor

taban por en medio las divisiones de la estructura social que tení an

co

mo

base el ingreso y la riqueza, puesto que reflejaban

no

la estruc

tura social sino la jurídica. La eliminación de los organismos inter

med

iarios

se

dirigía hacia

un

tipo diferente

d e

organización social,

del

que se

apoyaba

en

la identidad corporativa al

que se

f u n d a ~ en

el

in

dividualismo. La aplicación de

la

te

oría liberal

de

la

soe1edad

tuvo como resultado que surgieran el ingreso y la riqueza los

principales determinantes.

Una vez que la identidad

corporattva ha

bía quedado socavada, quedaba por delante el camino hacia el con

flicto de clases.

3

El

principio liberal clásico de igualdad ante

la

ley indicaba el

camino

hacia

la

racionalización fiscal. t

os

liberales, según veremos,

pusieron en práctica la reforma que por

tanto

tiempo se hab ía_ pos

puesto de la estructura impositiva. Veían

en és

ta el

único

med10 de

asegurar el regreso a la solvencia

del

gobierno. ·

En resumen

argu

mentaban

que las inmunidades fiscales cont

ribuían

al retraso de

la

nación. La supresión de los privilegios corporativos daba igualmente

el

punto

de

partida

para

un

ataque a la propiedad

corporati

va. El

Estado liberal negaba a las cor poraciones el derecho de

tener

propie

dades, el cual, de acuerdo con la teoría liberal, únicamente pod ían

tener

el

Es

tado mismo o los individuos part iculares.

La

conexión

entre la

apropiación por el Estado

de

las propiedades de las corpora

ciones y la recuperación fiscal fue desde luego visible. Con respecto

a esta cuestión los . liberales

durante

el

primer

periodo constitucional

debieron mucho a sus precursores ilustrados y a sus contrapartes en el

régimen de

Jo

sé. Sin embargo, si

bien es

correcto señalar las raíces

de las políticas liberales de la desamortización

en

los

argumentos

ex

puestos por los ilustrados, una diferencia de ·acentuación

s t ~ ~ g u í a

a las dos generaciones. Est

os

últimos veían

en la d e s a m o r t i Z a C l ~ n

l

medio ele lograr la recuperación agrícola medio de la hbera-

30 Se hac e

un

an ál isis general de

mat

er ias en Anto ü Jutglar , d eoiogias Y cla

ses en

ltt

España contemportlnea

l (1

808

 1 871)

(Madrid,

~ 6 8

114

LA SUPREMACíA PO  T ICA DE LOS PROFESIONALES

LA SUPREMACíA POLíTICA DE LOS PROFESIONALES

5

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ción de Ia tierra, de los vínculos de l

os

mayorazgos y de la mano

mu

er··

ta. En la tradición fisiócrata proponí3n la explotación racional de la

tierra, y consideraban la concentración

de

. grandes extension

es

de

tierra no explotada en manos de unos cuantos própietarios o bajo el

control de organismos eclesiásticos

co

mo la causa principal del re

traso económico. Los liberales en su mayoría compartían esta opinión.

La diferencia entre las dos generaciones se encuentra en el colapso

de

las

finanzas del gobierÍ10 entre

1790 y 181

O

Los liberales, en mu

chos

casos

impresionados por la recuperación de las finanzas en Fran

cia después

de

la nacionalización

de

los bienes eclesiásticos en 1789

y por

la cuestión de

los

assignats} consideraban igualmente la des

·amortización como la clave para la recuperación fiscal en España. En

este sentido,

los

decretos de Carlos IV de

1798 y 1804

para

la

amor

tización de los vales reales por medio de la venta de ciertas categor ías

de propiedades eclesiásticas marcaron

el

punto crítico entre las me·

tas

de

los ilustrados y la política liberal. Esas medidas, por supuesto, se

habían tomado dentro del contexto del

ancien rég

ime doce años

antes de que los liberales tomaran

el

poder en España. Servían para

destacar la naturaleza anacrónica de la estructura acostumbrada de

privilegios y exenciones frente a las necesidades fiscales de la nación.

Los decretos de Carlos IV suministraron un claro precedente para

las acciones liberales. Siguiendo la terminología que se utilizaba en

la

Revolución francesa, describían las propiedades eclesiásticas ex

propiadas como bienes nacionales. El gobierno se proponía poner en

suba sta

esas

propiedades en el mercado libre.

31

Argüelles y Quintana tomaron la iniciativa para exponer la pro

posición liberal de una constitución escrita. En este aspecto se apar

taban

radicalmente

no

sólo de los moderados como Jovellanos y Cap

many, sino de los tradicionalistas, para quienes una innovación como

esa resultaba ser

un

tropiezo. En el fondo de esa constitución ra

dicaría el principio de la separación de poderes. Este principio, esen

cial

para

la comprensión del liberalismo, provenía de Montesquieu . El

liberalismo apuntaba hacia

la

transformación del sistema absolutista

en una monarquía constitucional. La separación poderes impl.i

caba el debilitamiento del poder ejecutivo en beneficio de un poder

legislativo fuerte y permanente. En efecto, las Cortes mismas reem

plazaron a la monarquía como

l punto

de enfoque de la vida po

lítica hasta su disolución por los militares en mayo

ele 1814.

Los

E.1tudio jJre imi11ar de Miguel Artola, en Memorias de tiempos de Fernan   o

li

,

2 vois . (Madr id, 1957), II, pp Y·LYI, es particularmente ütil acerca de estas cuestiones.

dirigentes liberales insistían en la naturaleza unicameral de las Cortes,

que según ellos, era

el

corolario de la desaparición de los estamen- .

tos y de las corporaciones. Las Cortes iniciaron sus sesiones como

una asamblea unicameral, porque la

Junta

Central

y

el Consejo de

Regencia no pudieron realizar sus deseos de ver una cámara alta

constituida por miembros de la nobleza

y

del clero. Los dirigentes

liberales, al actuar desde una posición de fuerza en vista de este hecho

consumado, decían que debería seguir siendo unicameral; el sistema

de una sola cámara había permitido que el grupo liberal capturara

el poder político. Además, la imposición de una cámara alta o la res

tauración del sistema ck tres estamentos

en las

Cortes habría ame·

nazado la hegemonía política de los mismos sectores de la pobla

ción de los cuales

el

liberalismo obtuvo apoyo. Los liberales,

no

obstante, no se oponían a la nobleza ni al clero como tales, ni trata

ban de despojar a los miembros de

esas

categorías del derecho de

representación en la asamblea corno individuos.

32

Durante

el primer periodo constitucional, entonces, siguió sien

do

el

sistema de

una

sola cámara la forma de representación prefe

rida por los liberales. Los liberales que vinieron después, enfrentados

a la presión de los radicales aliados a los elementos populares urba

nos, lamentarían el sistema de

una

sola cámara de la primera gene

ración. Los liberales "moderados" en 1834 introdujeron una. cámara

alta

y

la justificaron siguiendo más o menos los lineamientos expues

tos por

Jovellanos en 1809 o

por

Blanco

White

en 1812.

En

septiem

bre

de

1810, sin _embargo, el unicamerismo pareció a los dirigentes

que era el medio más adecuado para lograr sus objetivos. Argüe

Hes y Toreno invocaron en defensa de este principio su gran aplica

bilidad a la política social. Argüelles particularmente, hacía notar

con:

frecuencia la conexión que existía entre el unicamerismo y la abo

lición de la jurisdicdón señorial. La concesión al argumento tradi

cionalista en favor de

una

reconstitución de· la forma medieval de

las

Cortes era equivalente a su

ju

icio a

un

compromiso de sostener

la estructura jurídica del ancien régime. La ·jurisdicción seqorial im

plicaba una división de la soberanía entre la "nación" y los señores,

una situación totalmente incompatible con la teoría liberal de la

individualidad de la soberanía.

En opinión

de Argüelles la nobleza

derivaba sus privilegios originales de la posesión de jurisdicción sobre

los

vas

allos. El privilegio corporativo de la nobleza estaba en desacuer·

do con las teor

ías

liberales de

la

soberanía de la

n a c i ~ n ,

la igual-

Argüelles, ibid., pp. 90-210, 223, 273;

II

pp. 72-73.

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118

LA SUPREMACíA POLfT C..\ DE LOS PROFES Ol'

:A

LES

LA SUPRli:MACiA POL1TICA DE LOS

PROFESION LES

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daba la bienvenida a una revolución en términos sociales.

La

revo

lución liberal segu ía siendo estrictamente constitucional, lega l y

fisc:. l: nunca propuso transferir la riqueza y el poder a la masa de

la población española. En donde sí ocurrieron traslaciones de

ri

queza

y de propied

ad,

redundaron en beneficio de los que ya poseían tie

rras y capital, esto es, de aquellos capaces de sacar ventaja

de

la libe

rac ión de las propiedades corporativas en el mercado i ibre. La de-

fensa de la empresa privada

y

del derecho a la propiedad continuaban

en el primer plano en

el

pensamiento liberaJ.3

6

Apenas unas cuantas diferencias sociales significativas separaban

a los diputados que

se

describen como liberales de que se pue

den

identificar como tradicionalistas.

En

efecto, la única verdadera

diferencia entre los dos grupos era en cuanto a la edad. Las divi

siones entre las dos facciones en las Cortes no radican en factores

sociales o económ icos, sino en la ideología . El punto divisorio estaba

en

un

nivel político. No hay concepto alguno de conflicto de

clases

que se pueda hacer valer para explicar

esa

divergencia dentro de

las Cortes y en el ambiente de Cádiz. Ciertamente, como ya

lo

he

hecho ver, España no era una sociedad de clases en

el

sentido que

se

pudiera atribuir a una nación que había pasado por una revolución

industrial. Las instituciones españolas eran las

de

la

sociedad esta-

mental. La división política, por supuesto,

se

enfocaba en

el

futuro

de ese tipo de estructura y, en consecuencia, eran profundas las im

plicaciones sociales y económicas. La naturaleza

de esa

discusión sicr-

nificaba que todo

un

conjunto de fuerzas empezaba a agrupar;e

detrás de cada bando a medida que transcurría el primer periodo

cons-

titucional.

En

esas fuerzas antagónicas existían muchos niveles de con

flictos sociales, de los cuales no era el menor la tensión entre los ·

hacendados y el

campc:;sinado

señorial, según veremos. Por impor

tantes que fueran

los debates en

las

Cortes, la amplia difusión de los

conflictos sociales dentro de la sociedad española tendía a opacar la

lucha política en la asamblea. La falta de divergencia social en las

Cortes ocultaba los conflictos externos.

Por

otra parte, la publicidad

que

entonces

se

dio a las personalidades y a los temas dentro del

propio Cáaiz desviaba la atención en los acontecimientos en el resto

de España, en donde los militares estaban empeñados en una pro

longada lucha contra los franceses. Si bien sería erróneo considerar

ya sea a las fuerzas armadas o a la Iglesia como organismos homogé

neo

s,

no lo sería menos como instituciones nacionales que veían un

Véase el c3pítulo v.

propósito común en la cooperación, ya que cada

una

dependía .ín ti

mamente 9e la Coro

na

para el papel que había desempeñado ea

la sociedad española .

Tarde

o temprano, a medida que se abatiera la

intensidad de la lucha militar, cada una tendría que decidir cuál

sería su actitud hacia las nuevas instituciones. Los miembros ·de

esas.

dos corporaciones ya habían tomado partido en favor o en

contra

de

el las. Las implicaciones de esas divisiones, sin embargo, en

nin-

gún sentido se habían aclarado

dura.. 1te

los primeros años del régi-

men

constitucional. Durante esa pr imitiva época de lucha política,.

por mucho que la exagerara la prensa, no parecía que fuera sufi

ciente para romper la coalición de fuerzas

que

constituía la causa

insurgente.

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122

LA CONST IT UCióN Y EL CONFLICTO

LA CO:-iSTITUCJóN Y EL CONFLICTO

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la definición

cie

nacionalidad contenida en la Constitución, sólo lo:;;

"españoles" exis tían lega mente.

5

El centralismo imperial que se encuentra en los cimientos de 1?

Constitución quedaba en manos de los separatistas al eliminar la po

sibilidad de un gobierno interno dentro del imperio bajo la monar

quía de los Barbones. Los liberales abrigaban la esperanza de que la

propia Constitución suministrara el camino intermedio entre el ab

solutismo Borbón y

el

total separatism

o,

pero fueron ellos mism

os

quienes de struyeron ese campo intermedio al adoptar una posición

que pocos americanos encontraban aceptable.

 

La Consti tución llegó

demasiado tarde para anular la polarización política dentro de las

Américas. Los diputados americanos a Cortes, además, fracasaban con

sistentemente en su intento de persuadir a la mayoría peninsular de

que concediera la igualdad en

la

representación. Como res u] ado,

los primeros afirmaban que España no había hecho honor al espí

ritu del decreto de

22

de enero de 1809.

Los

diputados americanos

sostenían que el principio de igualdad otorgaba a los territorios ame·

ricanos los mismos privilegi<?s que disfrutaban

los

españoles. En par

ticular, tenían en la mente el derecho a un comercio irrestricto con

las

naciones extranjeras.

Los

diputados peninsulares, sin embargo,

consideraban ese intento de pasar por alto la metrópoli como equiva-

lente a

una

secesión del imperio. Calificaban a los americanos que

proponían ese camino, de criptoinsurgentes. Ni

las

Cortes ni el Con

sejo de Regencia accedieron nunca a la demanda de los america

nos de tener libre acceso a

los

mercados extranjeros. Los comerciantes

de Cádiz, que eran los principales beneficiarios del monopolio me·

tropolitano, seguían resueltamente opuestos a cualquiera de dichJs

concesiones. Las dos cuestiones del comercio y de la representación

exacerbaban las relaciones entJ::e los diputados . americanos y los

peninsulares en 1810

y 1811.

Éstos frustraban el surgimiento de una

mayoría americana en las Cortes al suscitar matices de categoría ra

cial. para

impedir

la ampliación del electorado.

Si

los

dos

principios

5 La Constitución

en

l

art. 10,

definía

la extensión teJritorial de las Españas,

y

el art .

11

co.nte

nla

disposiciones para

su

futura reorganización

administrati

va, que

se inició

en 1813

tomando como modelo los departamentos franceses. Acerca

de

los

debate

s

sobre

la

situación regional

de la

Constitución,

véase

Diario

V, p p. 47·78,

y

Diario VIII, pp.

ll6·119.

Anel' contrarres

taba

el centralismo preval eciente con la de·

claración de

que nadie es capuz

de

hacer que los

catalanes

se

ol

viden de

qu

e son

catatanes .

Véase A. F.

Zimmerman, Spain and

its

Revolted

Colonies, 1808·1820  , HAT IR

XI

(1931), pp. 439·163, y Ncttie Lec Benson, Mexico and the Spanish Cortes 1810·1822 

Eigth ssays (T exas, 1966) ,

pp.

154-155, 188 ·189.

de sufragio universal y de presentación de acuerdo con la . pobla

ción se hubieran seguido al pie de la letra, en electorado apoyado en

b más

num

erosa población americana habría reducido a los

dip

u- .

tados españoles a un estado

de

minorb permanente en las Cortes .

Nunca estuvieron dispuest

os

a conceder esto.

7

La Constitución, no obstante, restableció un ministerio separa

do para los asuntos americanos.

Esa

política se alejaba del

centra

lismo posterior

de

los

Barbones. En abril

de

1790 Carlos IV había:

abolido al separado Ministerio de las Ind

ias

y había redis

tribu

ido sus.

funciones entre los cinco ministerios que subsistían. Además de

la

resultante inconveniencia administrativa, esta decisión alteraba

el

sis

tema de gobiernfl americ-ano que había existido desde principios del::

siglo xvr. De acuerdo con un ant iguo miembro del Consejo de las

Indias, José Pablo Valiente, posteriormente

diputado

a Cortes por

Sevilla, esa medida servía para reforzar las demandas de AméricaJ

de tener un gobierno propio. Al escr ibir en 1809, Valiente advertía

que la

fa

lta de interés del régimen patriota por los asuntos america

nos podr ía acarrear un recrudecimiento del tipo de rebeliones que

había hecho tambalear a la monarquía en 1780. Valiente señalaba,

además,

que

el régimen de Bonaparte en

Madrid

ya

había

establecido·

un l\lfinisterio de Indias.

8

Una

coincidencia de intereses ligaba a las demandas comerciales;

de los americanos con las presiones de los comerciantes ingleses para

que se abriera el comercio en la América española. Consecuentemen-·

te, los ministros

y

diputados españoles sospechaban siniestros desig

nios de la Gran Bretaña tras de

las

peticiones americanas de un ma

yor control de los nego cios. Como hemos visto, la Suprema Junta 

Central, el Consejo de Regencia, la mayoría

en

las Cortes y la comu

nidad mercant il• de Cácliz compart ían un deseo común de conservar·

la integridad del imperio español y de resistir a la presión inglesa.

por obtener concesiones comerciales. La alianza de la Gran r e t a ñ ~

7 Diario II, pp.

15,

316·328,

346·371.

El suplente

peruano, Dionisia Inca

Yupanqui,.

se quejaba

el

16 d e

diciembre

de 1810

de

que

la mayo

ría de los diputados europeOS'

apenas si sab ía algo de la América espai'íola y

de

que España, que

únicamente tra

·

taba

de

explotar los recursos

minerales

de México

y

el Perú, era

un

pueblo

qu

e

oprime

a

ot

ro puebl

o

. Varios

diputados

peruanos y mexicanos denunciaron " tr es si-·

glos de op r esión

de

la metrópoli española en las AméricaS".

8

El

art. 222 de la Constitución establecla dos Secretarías

del

Interior, una pa r  .

la

pen

lnsula y la

ot r

,a

pa

ra las Indias. Sobre los ant ecede ntes, véase AGI, Indifere nte ·

General

83

1,

ní1m.

5,

expediente

del

señor

Valiente,

l l a

16

de

septiembre

de'

1809. El Min istro de; las Indias de

Jmé

era el ante rior virrey de la Nueva

España

"

Mi,;uel de Azanza. J ~ r e t c

tl francesados

p. 64.

124

LA .CONSTITUCióN Y EL CONFLICTO

·COn posterioridad a junio de 1

808

había hecho que los gobiernos

LA CO NSTITUCióN Y

EL

CONFLICTO

125·

cualquiera intervención legítima en los

asun to

s

n ~ c i o n a l e s Las

. t

eor.ías;

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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett

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.españoles fueran más cautelosos que

nun

ca, ya que su propia penu

r ia

co

locaba al gobierno inglés en la posición de acreedor. No obstante,

la

Gran Bretaña, que ya había estado en guerra durante quince años,

no tenía manera de impedir un interminable abastecimiento de fon

dos. Para fines de septiembre de 1

808

los ingleses ya habían suminis

• rado a las juntas de Asturias, Galicia y Sevilla la cantidad de cua

tro

millones y medio de pesos en efectivo. El ministro de Relac

io

nes

Extranjeras de la Gran Breta

ña

señaló que únicamente la remisión

.de fondos de México podría permitir

un

continuo abastecimiento al

-régimen de los pat

ri

otas.Q Dada la escasez de numerario en Londres,

d

gobierno ingl

és

presionó a España para

q u ~

permitiera

l

comer

·Cio directo con los territorios productores de plata de la América

española. Como no

se

incluyeron concesiones especiales de manera

.específica en el Tratado Anglo Español de Amistad y Alianza de 14

.de enero de 1809, este asunto fue el objetivo central de la misión de

Richard Wellesley a España de julio de 1809 .1°

La obligación de sostener el régimen de Cádiz en oposicion a los

l3onaparte aseguraba que el gobierno inglés

se

abstendría de prestar

·su apoyo a los revolucionarios americanos después de abril de

1810.

.Aun así, Richard W ellesley, quien desde fines del año ante

ri

or desem

peñaba el cargo de ministro del Exterior, se sintió capaz de recibir

:a los dos emisarios de la rebelde

Junta

de Caracas, Simón Bolívar

y

Luis López Méndez, quienes habían llegado de Venezuela el 10

.de julio. Este contacto inicial, no obstante, no tuvo como resultado

promesas de apoyo no ofrecimientos de ayuda material. El gobier

no

inglés no se apartó

ele

su objetivo principal de

sos

tener al gobierno

de Cádiz. En efecto, López Méndez

se

quejó posteriormente en

e

-otoño de

1811

de

la

noto

ria

frialdad

dt

Wellesley. La explicación pro

"bablemente se encuentra en la posición embarazosa del gobierno

inglés ante-la declaración de independencia de España que hizo Vene

·zuela

el

8 de julio de

1811.

En esa

d e c l a r a ~ i ó n

se hacía residir la so

beranía

en el pueblo venezolano, y

se

negaba al régimen de Cádiz

Q

PRO

FO

72

/

66,

ff

170

-1

75,

Canning a los representantes

de

Galicia y de Astur ias,

yo 15 de agosto de 1808. PRO FO 72 j67, ff

86- lOOvto

.,

Canning

a los

repre

sentantes

.

de

Asturias, FO , 7

de octu

hrc de 1808.

10

riti

sh

arzd For

eign State Papers, 1812-1814, vo

L 1 (Londres, 1

84

1),

pp

. 667-

673

.

·:rvrontgomery Martín (Ed.), Th e Despatches and Correspondance

of

the

J\

Iarquess

W el/esley K. C. Du

ring his

LordJ.hip s M ission

tp

Spa

in as

Ambassador E

xt

r

ao

rdinary

to the Supreme

]u

nta in

ÚJ 9

(Lon

dr

e

s,

1838 ), App. E, 189, Canning -Richard Welles ey,

:27 de junio de 1

309

.

de

l::ts

Cor

tes

acerca de la soberanía

y de

la nacwnaltdad

p r e t e n d 1 ~ n

contrarrestar

esas acc

iones de los americanos.

Se

les dio efecto leg

is

lat

iv

.o en la

Co

nstitución de Cádiz en un momento en que el im-

perio ya se d e s m o r o n a b a

• · .

El gobierno inglés temía que la desintegración del

~ e n o

espa

ñol y, además, la adopción

de

formas republicanas gob1erno, ten-·

drían como resultado la influencia

ya

sea de Francia o

de.

los

E ~ t a -

dos Unid os en los territorios anteriormente dependientes.

N1 Canmng

:

ni

Wellesley veían en

el

separatis

mo

americano una contribución

sitiva para el esfuerzo de la guerra contra la Euro?a de Napoleon

Como resultado, buscaban

una

solución de transacCión

y

contempla-·

ban

el

papel de

un

honrado intermediario del gobierno

i n ~ l é s

Para

desempeñar ese papel, sin embargo, pretendían que Espana

p a g ~ ~ a

el precio de las concesiones comerciales. Bajo la

c o ~ s t a n t e . p;eswn

de la comunidad mercantil de Cádiz, el gobierno

patnota res1st1a. En

consecuencia, el ministro británico puso oídos sordos a cualquier pe-·

tición adicional española de obtener sub5idios.

12

Al ~ i s m o t i e ~ p ~

Sl

n embaro-o

el

aobierno inalés serruía viendo con

fnaldad

las msl-

o o

b b

nuaciones del rérrimen revolucionario de Buenos Aires.

La

Junta en

forma pertinente

0

llamó su atención hacia la evidente

i n t e n ~ i ó n

del

gobierno de Cádiz de restablecer en cuanto pudiera

el

ant1guo sis

tema colonial.

13

A pesar de que no pudieron asegurarse

un

derech? legal para ;o -

merciar directamente

co

n la América española, los mgleses segman

teni

e

ndo

la esperanza de que el gobierno de Cádiz

a d o p t a ~ a una

s o ~

lución de transacción a las cuestiones comerciales y amencanas. El

Consejo de Regencia, no obstante, nunca de jó

de

considerar a los

territ

orios americanos como

una

inagot¡¡.ble fuente

de

fondos para

emp

learl9s dentro de la misma España.

En

efecto, en marzo de

18ll

11

PRO

FO 72/ 125, Luis López- Méndez-Wellesley, ff. 76-79, Londres, 5 de diciem-·

bre de 1811. · .

12 De acuerdo con

Juan Ruiz

de Apodaca, rept·esentante de

España

e

n.

Londres, el

Con sejo de Regencia creía que agentes ele Francia y de los Estados Umdos estabail'

detrás de

las

rebe

liones en las Américas.

PRO FO 72

f117, Apodaca a Wellesley,

ff.

100-

IO vto

., 14 ele

marzo de 1811. .

1:-1

PRO

FO 72

f l26, Alexander Mac Kinnon a Wellesle

y,

ff. 3-6, Buenos _21

de

enero de

1811 ,

H.

17-19,

i

bid

.-ibid.,

Buenos Aires, 20

de junio

de 1811; tbtd.-zbtd.,

Buen

os Aires, 5 ele

julio

de 1811. Con anterio

rid ad

Apodaca había protestado

por

co

n-espondcncia ent re el

ministro

de la

Gran

Bretaña en Brasil y la Junta

de

~ u e n o s -

Air es, por lo que él conside

ra

ba co mo

una

violación al Tratado

An

glo _Espano1 de-

180 9, que disponía conservar la integridad territorial

cl c

los dominios espanoles.

:126 LA -CONSTITUCióN

Y EL

CONFLICTO

Apodaca transmit ió al gobierno inglés la solicitud

de

la Regencia

LA

CONSTITUCióN y EL CONFLIC

TO

127

gualmente en cuanto al tema del comercio direct

o.

El

19

de \lbril

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.de

un

préstamo hasta

por

la cantidad de dos millones de pesos

en

le

tras

que

se girar ían a cargo de la Tesorería con garantía de reembols o

-

dentro

de seis meses con fo ndos de la tesorería de México.H El opti

mismo de

la

Regencia era asombroso. La recesión en la industria mi

·nera de México se había combinado con las depredaciones de los

insurgentes y limitaba_la posibilidad de obtener crédito para el go

bierno de

.Cádiz de cualquier fuente mexicana. A principios de

1811

-el virrey de la Nueva España había exigido un préstamo forzoso para

:hacer frente al costo de

derr

otar a los insurgentes en el país.l5

Ante

la

ne

ces idad

de

obtener fondos . para sostener la lucha en

'la península contra los franceses, el gobierno in gl

és

dio prioridad a la

·:terminación del conflicto en México. Con ese objetivo en mente,

Castlereagh, que había reemplazado a vVellesley, propuso la media

.ción al gobierno de Cádiz el 4 de mayo

de

1811. Esas propuestas de

mediación abarcaba n a toda la América insurgente, incluían medidas

:tan discutibles como el otorgamiento por España de una amnistía

;general a los insurgentes, una mayor representación de los america

nos en las Cortes, un gobierno au tónomo interno y la libertad de

·comercio con las naciones extranjeras.

La

aceptación de dichas pro

puestas habría significado una importante desviación de los principios

·que perseguían todos los gobiernos españoles. El gabinete en Cádiz,

además,

se

negó a aceptar inclusión alguna de México en esa dis-

. •Cusión, con base

en que

las fuerzas españolas aún conservaban el

•control allá. Las Cortes rechazaron abrumadoramente las propuestas

.de mediación inglesa por 101 votos contra 43. La mayoría de los di

putados que votaron

en

favor eran american

os.

El 24 de ju lio las

•Cortes rechazaron las peticiones de los americanos de que

se

l

es

auto

:rizara para comerciar directamente con las naciones extranjeras.1s

Al fracasar la mediación no.

se

podía es

perar que

llegaran fondos.

.En consecuenci

a,

el Consejo de Regencia envió al

duque

del In

fa

n

t ado a Londres como

embajador extraordinario

en agosto con la mi

:sión especí

fi

ca de negociar subsidios.

17

Esas discusiones fracasaron

H PRO

FO

72j ll7, Apodaca-Wellesl

ey

, ff. 105 -

106,

14

de

marzo de 1811.

AGI México, 2023,

n ú

m. 2, Contaduría de C

ue

ntas, México, 29 de marzo de

1811.

.AG

I México, 163

9,

el Yirrey Calleja al ministro de Hacienda, núm.

50,

México,

31

de

·.mayo de 1813. Para una exposición completa de

la

s finanzas mexicanas durante

la

dé-

da de 18

10,

véase Biblioteca Nacional (Madrid) MSS 1971 0/ 23 .

16

Zimmerman, ibid . pp . 450, 454.

17

PRO FO 72f   l9, . 5-6,

In fa

ntado a ·welleslcy, Clarendon House, Bond Stree t,

;:¡g de agosto de S i l.

de 1812 Castlereagh volvió a someter el asunto de la mediación in

glesa, pero se esf0rzó

en

hac er hincapié en el. compromiso de Ia Gran

· Bre taña

de

mantener la in tegridad del imperio español. Aun así,

parecía apoyar la queja mani

fes

tada con frecuencia por los diputados

am ericanos ante las Cortes, de que a pesar ele la declaración de igual

dad de condición con Es paña, los territorios americanos

no

disfruta

ban

del privilegio

que

tenía aquélla de comerciar

d i r e c t a m e n ~ e

con

las naciones extra

njer

as. Ca stlereagh temía que la renuencia del

gobierno de Cádiz para hacer concesiones a los americanos los preci

pitara· a

un

separatismo definitivo, tal como ya había ocurrido

en

re

o-iones como Venezuela y el Río de la

Plat

a. Si eso l l e ~ b a a oeurrir,

la riqueza americana estaría perdida para España. La prioridad in

glesa subsistió hasta después de la.conclusión de la guerra en

M é x i c ~

fuente de la mayo r ía de las especias que se emb aYcaban de las Ame

ricas a la metrópoli. El ministro de Estado ~ p ñ o l J osé de León y

Pizarra,

no co

moartía la opinión de la

Gran

Bretaña de

que

era

conveniente l l e c r ~ r a una transacción con los disidentes americanos.

Por el c o n t r a r i ~ creía

que co

mo aliado de España, el gobierno in

glés debería sos

tener

la poúción de España como potencia imperial.

Wellesley advirtió al gabinete español

que

los representantes de las

juntas de Caracas y Buenos Aires se encontraban en Londres. En Cá

diz,

no

obstante, seguían prevaleciendo los intereses de la:

comunidad

mercantil. El

12

de julio las Cortes una vez. más rechazaron las propues

tas

incr

les

as

de mediación. Esta decisión implicaba claramente

que la

respu;sta de la metrópoli es pañola a las quejas de los americanos sería

la fuerza y no las transacciones o concesiones. Las propuestas inglesas,

además, tan

lo habían servido para

aument

ar el recelo que se

sentía

en

Cádiz hacia

un

aliado

que

menos de cinco•años antes ha

bía sido un encarnizado rival en

el

comercio. Es dudoso, además, que

tales propuestas de mediación habrían podido reducir la división

que

se habla creado

entre

España y l

os

revolucionarios americanos.

18

El

consistente rechazo del gobierno de Cádiz de cualquier concesión

acerca de las cuest io nes de una may

or

representación americana

en

las Cortes, de gobierno autónomo en las Indias o de comerciar direc"

18

C.

K. Webster, Britair1 and th e Independe nce

of

atin America 1812-1830 2

va ls. (Londres, 1838 , II , pp. 309 -33 1. PRO FO 72 -127, Ca stlereagh a Henry Wellcs·

ley, ff. l35-139vto, proyecto, r·o  19 de mayo

de

I8l2. No era p r o ~ a b l c que el Con·

sejo ue

Re

gencia autorizara que l

os

comis

io

nados de la Gran Bretaiia para la media·

ción

se

d irigieran a Veracru z, PRO

FO

72

/ 128, i bid- ib

id

. núm. 16\ 29 de agosto de

18

12

.

;

128

LA CO NSTITUCióN Y EL CONFLICT O

tamente con las naciones extranjeras dejaba vivo el apoyo separa

LA CONSTITUCióN Y EL CONFLICTO

C e ~ o de su papd tradicional como comités co nsultivos del .virrei

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t

is

ta. El control de los revolucionarios en Buenos Aires Chile y

Nueva Granada, la continua guer.ra en Venezuela i la creciente in

surrección en la Nueva Españ a aseguraban que la Constitución de

Cádiz, a pesar de su centralismo imper ial, sería inoperante en una

parte substancial de la América española . En las regiones en donde

subsistía el control realista, la aplicación del nuevo sistema constitu

cional dependía de la discreción de los virrey

es

capitanes, generales

y

comandantes militares , poco dispuestos generalmente a aceptar sus

preceptos. Cuando las Cortes preparab an las etapas finales de la Cons

titución, se hicieron a la mar con destino a las Américas las pr imeras

tropas

p e n i n s u l a r ~ s

entre las protestas inglesas de que se alejaban

del escenario· de la guerra

en

Europa. En mayo de 8 2 desembarca

ron tropas españolas en Veracruz, en vez de los comisionados para la

mediación.

10

2. UNICAMERALISMO Y CENTRALISMO

La Constitución de Cádiz reemplazó a las "leyes fundamentales del

reino"

no

escritas, tan veneradas por Jovellanos, Martínez Marina

y

los diputados tradicionalistas. La respuesta de las Cortes al absolu

tismo

mini

sterial tomó una forma distinta a la de

un

llamado al

pasado.

La nueva Constitución vino a ser la piedra angular del siste

ma político.

La

adopción del principio de la separación de poderes

significó el grado de reacción de las Cortes ante el abso

luti

smo . Una

institución característica del ancien

régime

la audiencia, inmediata

mente vio que se reducían sus facultades. La audiencia había sido la

principal agencia gubernamental del absolutismo en España y las

Indias desde fines del siglo xv.

Hab

ía. ejercido no solamente las fa

cultades de un tribunal de derecho, sino también las administrativas

y las fiscales, particularmente en el imperio americano. Los gradua

dos en la universidad habían . competido en el pasado para obtener

cargos en la audiencia, lo cual les había dado acceso a .los pr

ocesos

para la toma de decisiones. La reducción de l

as

facultades de la

audiencia en 1812 a

las

exclusivamente judiciales ocurrió en

un

mo

mento peculiarmente desafortunado en las Indias en vista de la ne

cesidad de una estrecha coordinación de políticas dentro ele los círcu

los gubernamentales del virreinato ante ]a amenaza del separatismo.

1n Hamnctt ibid. pp . 45-78. Llegaron 3 mil soldados españoles.

.1

l

1

j

i

l

1

l

l

¡

'

;

í

l

nato, las audiencias americanas resentían amargame

nte

las medidas de

Jas Cor tes. La audiencia Je México, por ejemplo, se quejaba ante el

Consejo de e g ~ n c de que la Constitución había modificado el sis-·

terna político en el impe

rio

durante la guerra revolucionaria. Co mo,

resultado, las audiencias de América, aliadas con rrecuencia a los.

antiguos oficiales del ejército y a los miembros de la comunidad mer

cantil española en las Indias hacían esfuerzos por frustrar la imple-·

rnentación práctica de la Comtitución.

20

La

Constitución suministraba un s

is

tema un ifo

rme

legal y adrninis-·

trati

vo

en t ~ c l o s los dominios hispánicos en ambos hemisferios. La.

oposición o el ultraje recibían a los intentos de poner en ~ r á c t i c a ·

este principio. Los ministros del absolutismo ilustrado no habían lo-·

grado reducir las facultades

ele los

virreyes americanos.

La

Constitu-·

ción amplió en ese sentido los esfuerzos de José ele Gálvez de bajar

a los virreyes de la posición de un alter ego del

re

y a la de un

go

ber

nador civil o jefe político, entre otras varias. Tenía claramente el

objeto de dividir a una provincia americana de otra, a fin de subordi-·

nar directamente a cada una al gobierno metropolitano. Tal medida

molestó a la creciente conciencia de

mismos de los ériollos

dentro

·

de cada uno ele los dominios de América. Por otra parte, su aplica

ción al pie de la letra habría minado seriamente la capacidad de las.

autoridades realistas para emprender la guerra contra los movimientos

revolucionarios que pretendían ed1a1· abajo al

gobierno

español. Los.

virreyes de .la Nueva Es

paña

y del Perú se resistían tenazmente a

que

se

redujeran sus facultades. Numerosos comandantes militares.

de América luchaban cuanto podían para im pedir la aplicación lite

ral de la Constitución

dentro

de las provincias que estaban bajo su

j urisdicción.

21

Las Cortes apoyaban la supremacía del poder civil. Tanto en las.

Américas corno dentro de la pen nsula los comandantes del ejército

se veían obstaculizados por

una

legislatura

confinada

a

un remoto

·

r incón de España.

En

efecto, recayó ·precisamente

en

las CortPs la ta-·

rea de

determinar

el

volumen

anual de las fuerzas armadas, ya sea

en

tiempos de guerra o de paz, y de compilar las

orden

anzas. para la

administración del ejército

y

de

la

marina. Dentro del ejército re-

gular creció la sospecha de que los legisladores de Cádiz no confia-

20 Consti tución, arts. 17 263-270. AGI Indiferente .Gen eral

llO,

la Audiencia

aY

Consejo de Regencia, México, l S

de

novie

mbre de

1813.

Constitución  art. 324.

m n t t ~

ibid

130

LA CONSTITUCióN Y EL CONFLICTO

ban en sus oficiales para cumplir con los preceptos de la Constitu

L

.\ CO

NS

TITUCióN

Y EL CONFLICTO

131

mm¡stros gobernarían directament e y sin recurso algúno a los orga

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ción. Las Cortes tenían el propósitO de crear una fuerza armada ri

val bajo la forma de

una

milicia nacional , que venía co mo un ins

trume

nto independiente para la protección del nuevo régimen. Esa

medida era una amenaza pa

:ra

el monopolio que tenía el ejército del

poder coercitivo. Aunque la Constitución conservó el fuero militar

de

manera provisional hasta que las Cortes decidieran en una fecha

pos terior qué hacer con él, ya se habían puesto los cimientos para

una

intervención militar a fin de restaurar el abs olutismo.

22

La Cons titución entregaba el control de la política fiscal en ma

nos de las Cortes. Esta transferencia marcaba

una

decisiva de svia

·ción al sistema de gobierno absolutista. En efecto, los diputados es

pañoles estaban mu y conscientes de que ningún sistema parlamentario

podría fun cionar · efectivamente sin esa facultad. El atrofiado creci

miento del parlamentarismo medieval en los rein

os

de la península

había derivado precisamente de esa ausencia de control. En contraste,

el establecimiento parlamentario del control imp

os

itivo había imp

e

dido la creación del absolutismo monárquico en la Gran Bretaña del

siglo xvn. Los monarcas españoles, por otra parte, habían incrementa

do

su poder al crear .

una

imposición extraparlamentaria. A fin de

impedir

un

recrudecimiento del absolutismo, las Cortes

se atribu

y

e

ron el derecho exclusivo de establecer impuestos. La reforma de la

·estructura impositiva recayó, por lo

tanto

, en las Cortes y en sus

.comités. Dada la complejidad de los problemas financieros en Espa

ña particularmente a partir de la década de 1790, los diputados a

Cortes y los ministros del régimen de Oádiz, como veremos, conti-

nuarí

an y ampliarían las políticas fiscales de sus predecesores abso

lutistas. En 1813 se ejerció una ma

yo

r presión sobre l

as

propiedades

de

  as corporaciones.

En

efecto, sobre

la

riqueza eclesiástica recayó

el peso de los esfuerzos del M ~ n i s t e r i o de Hacienda para restablecer

la solvencia del Estado español. La Constitución confería a las Cortes

el

control de los bienes nacionales, ex

pre

sión

que

llevó· a la men te de

numerosos clérigos la nacim).alización de las propiedades eclesiásti

cas del gobierno revolucionario francés.

 3

. La Constitución transfería a las Cortes el cont rol de los departa

mentos

bur

ocráticos. Se esperaba que

nunca

más el monarca y sus

Co

nstitución, arts. 131, 249, 250, 258 ,

362

·365.

En

cuanto a los recelos d

el

ej ér

cito respecto a las Co rtes , véase Marla del Carmen Pintos Vieites, La política de Fer-

nando V entre 8 4 y 182

(Pamplona, 1958),

pp. 19 -23

.

Co

ns

titu

ción,

s. 131

(xii-xix) y

1

72 (vii, viii ). Véase el capítulo v en lo que

1·esp:c ta a ia politi

cJ.

financiera .

ni

s

mos

representativos. Era la intención de la asamblea . En efecto, ]a

reacción hacia

el

abs olutismo ministerial llevó .a que los mmtstros

del obierno quedaran excluidos del derecho .de asistir como dipu

t a d o ~ a las Cortes. Esta práctica di fería notoriamente del tipo inglés

ele

crobi

e

rno

parlamentario, en el que los mi

ni

s

tr

os llegaban fina

l

me;te a depender del apo yo de la mayo

ría

la legislatura. La prác

tica española recordaba más bien el tipo de gobierno ejecutivo de los

Estado s Unidos, y más especialmente, seguía

el

ejemplo ele la Cons

titución francesa de 1

79

1. El monarca español, de ac uerdo con la

Const itución de 1812, conservaba el derecho de seleccionar a sus siete

ministr

os,

aunque para la Const i

tu

ción resultaba di fícil especificar

que eran responsables ante las Cortes. En ninguna par te, s i ~ em

bargo, se

hizo explícita

la

naturaleza práctica de esa responsabtltdad.

El rey igualmente poseía la facultad de nombrar a sus cuarenta con

se¡eros de Estado, aunque la Constitución le prevenía de que debería

seleccionarlos de una lista de candidatos que le suministraban las Cor

tes. Los ministros tenían el privilegio de hacer uso de la palabra

en

las Cortes, pero no ten ían el derecho de votar. La ausencia de depen

dencia ministerial de la

ma

yoría de la asamblea

pronto

comprobó

que constituía

un

obstáculo para el funcionamiento del sistema cons

titucional. El sacerdote moderado liberal, Blanco White incluía ésta

entre sus siete principales críticas a la Constitución. Cierta mente, cuan

do la representación de las provincias internas

se

aclaró en el curso

de: 1813, los liberales perdieron el control de la

ma

yo

ría

de los dipu

wdos a Cortes. De lo anterior resultó que el gabinete se quedó aisla

do ante

una

ma

yo

r

ía

cada vez más h

os

til. A menos de socavar el siste

ma representativo que ellos mismos habían ayudado a crear, los

liberales se enfrentaron a la angustiosa perspectiva de presenciar un

servil ascenso al poder. Convencidos de que sus op )sitores habrían

de destruir la Constituc ión, se decidieron a perpetuarse en el go

bierno

. ·

La

incapacidad de la oposición para destituir a

un

ga

binete

liberal y de alterar la

co

mposic

ión

del Consejo

de

Regenci

a,

contri

buyeron, según lo veremos, a la buena disposición de

un

grupo de

diputados tradicionalistas, de prescindir totalmente del sistema cons

titucional de Cádiz.

24

A pesar de este pos terior alejamiento de

los

tradicionalistas, los

principales liberales habían negado en varias ocasiones abrigar algún

24

Los min

is

tros ten ía n el derecho de tomar

la

palabra en las Cortes

pem no el de

votar. Constirución, arts. 222 -241, 338, 366 -371. Capmany h

abía

apoyado es te

principio

el 29 <le septiembre de 1810, véase Diario I , pp . 20 -22.

132

LA

CONSTITUCióN

Y EL CONFLI

CTO

designio jacobino. Además, preferían no descTibirse como "demócra

LA

CONSTITUCióN

Y

EL

CONFLI

CTO

133

La elección ind irecta modificó en la práctica el

prinopw

un iver·

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tas", esto es, como defensores de la representación popular directa.

Por el contrario, la Constitución adoptó al sistema de elección indi

recta que

se

aplicó primero en

la

Constitución frimcesa de

1791.

Ese

método dio snstancia al rechazo del radicalismo, puesto que

1a

Cons

titución de

1791

había entrado en vigor con anterioridad a las fases

girondina

_iaco

bir:a de la Revolución. El sistema de elección por

rangos olre

oa

en

erecto

una

alternativa a la adopción del sistema

de

propiedad es o ingresos para tener derecho a votar. A este respecto las

C ~ r ~ e s

en

las cuales

h a ~ í a

como hemos visto, una gran cantidad de

c ~ e n g o s seglares,

no

pudieron ponerse de acuerdo. Para fines ele

sep

tiembre

ele

1811 era ya evidente que la oposición de los sacerdotes

con

e ~ _ u e f i a s

propiedades .e ingresos menores impediría cualquier

restnccwn con base en la nqueza. El procedimiento lógico que deri

vaba de este fracaso llevó directamente a adoptar el sistema de elec·

ción indirecta

por

rangos.

25

U ~ e r í e e e : : ~ i o n e s por grados en. a r ~ o q u i a s distritos niveles

p r o v m c 1 a l ~ s _1mptd10 al electorado elegtr drrectamente sus represen

tantes clehmt vos. La Constitución hizo

que

las asambleas electorales

de, las .parroqu_ias

f u ~ r a n

la base de la vida política.

Por

implicación,

mas b1en que mtenoonalmente puesto que el propósito de las Cortes

era seculariza:,

una

considerable influencia política recayó en

el

clero parroqmaL Durante los debates acerca del proyectado artículo

1 ~ ; . Argüelles _ _o_tros miembros del comité constitucional habían pre

VlotO esa postb1hdad pero no pudieron persuadir a las Cortes

de

que

se

excluyera

al

clero regular en

el

nombramiento de electores

parroquiales. Villanueva se unió al tradicionalista Creus para bloquear

los

~ s f u e r z o ~

de Argüelles para separar al clero parroquial de

las

funoones nvtles.

En

_efecto, en

el c o n ~ e x t o

americano, el diputado

por

G u a t e r ~ a l a

Antomo Larrazábal, había insistido en que en muchos

casos los mtembros del clero eran las únicas personas cultas c e s

de aprovechar los procedimientos constitucionales.2s

25

D i ~ r i o VIII 23-26 de septiembre de lSII pp. 415-439, 449-453:

iario

IX, 2 7 - ~ 9

de septtem_bre de I811, pp. 6-52, acerca de los debates concernientes al requisito de

tener

proptedade

s. El tradicionalista Borrull se unió al

liberal

Villanueva, para asegurar

que grupos enteros como el clero, los empleados civiles, los comerciantes, los magistra·

dos o. los

s_oldados

no quedaran excluidos de las Cortes con base en q ue sus propiedades

r ~ n nsu.flclentes.

26

iario

VIII 23 -25 de septiembre de I811, pp. 415

 •1

33. Constitución, arts. 34-58.

Il art. 35 excluía a los miembros del clero regular de participar en las elecciones

p rroc¡ ui

ales.

.

sal

de sufr;:,gio ma

sc

ulino. La definición de ciudadanía resn-ingía con

siderablemente su aplicación. La Constitución establecía las mismas

b

as

es de representación para ambos hemisferios: un diputado por cada

70

mil habitantes,

un

.diputado más por cada grupo excedente

de 35 mil. La definición de ciudadanía, sin embargo, excluía del voto

a grandes categorí?.s de personas. En lugar

ele

adoptar la div isión de

la población

en ci

udadanos "activos" "pasivos" de ra Constitución

de 1791 las restricciones de la Constitución española dependían de

la aplicación del término "ciudadanía". Millones de individuos tanto

en Espai1a como en las Américas quedaban fuera de esa categoría:

los 1tirvientes domésticos, los "quebrados" que quedaron debiendo a

las agencias públicas. _los desempleados , los vagabundos, los analfabe:

tos. El

término ciudadanos comprendía estrictamente a los que podían

trazar su lina¡e por ambos lados a los dominios españoles que real

mente residían allí. El proceso electoral y el derecho de desempeñar

cargos de elección >e aplicaba únicamente a ellos.

27

No todos los liberales estaban de acuerdo con la adopción de este

sistema de rangos. Algun

os

como Blanco vVhite,

habrían

nreferido

elecciones directas con la introducción de requisitos de p;opiedad.

Blanco afirmaba que

las

elecciones indirectas levantarían

una

barre

ra entre las Cortes el electorado más restri ngido que él contempla ba.

Blanco creía que el unicameralismo ofrecía pocas perspectivas de con

trolar la presión popular en los procesos políticos. En el bicameralismo

este liberal moderado veía

un

medio más efectivo de impedir lo

que él consideraba como un predominio avasallador del poder le

gislativo. Blanco veía al unicamarismo de la Constitución de 1812

como

un

obstáculo en potencia para la reconciliación del monarca

corP las transformaciones políticas que tenían lugar. En su concepto

la Constitución no reconciliaría a las diversas facciones que habían

surgido en las Cortes o en el país en general, puesto

que

simpfemente

reempbzaba

el absolutismo del gabinete

por

el absolutismo de

una

Constitución, arts. 18-25, 30-33,

cf.

Constitución

de

I791, Sección II arts. i-vii,

sección III , arts. i- vii. Las cifras de la población

eran

las del censo de I797. Los· ciu

dadanos residentes de una

parroquia

de más de 25 años de edad tenían el derecho

de

nombrar un elector

por

cada 200 residentes calificados

por

medio

del

voto oral. Esos

electores así seleccionados formaban la junta electoral de parroquia , que entonces

se

dirigía a la ca pi tal del distrito para seleccionar con otros de su misma categoría, a

los ~ J e c t o a nivel distrital. Estos últimos constituían

la

junta electoral de partido.

Los flcgidos por medio de este procedimiento se dirigían entonces a la capital de

la

p ~ o v

i n c í a para elegir a

Jos

diputados a Cortes por medio de una junt:t electoral

de

pTovincia.

J34

LA CO

NSTITUCióN

Y EL CONFLICTO

legislat

ura

irrestricta.

23

Esa opinión co incidía notablemente con la de

LA CONSTITUCióN Y EL CONFLICTO

135

elido

el 27

de octubre

ele

1811 que

se

resucitara esa antigua i ~ s t i t u -

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Vélez,

que e ~ c r i b í a p o ~ t e r

o r m n t

en la misma década.

Si

bien cada

uno

hacía valer argumentos der ivados de diversos preceptos,

esos dos

críticos de la Constitución convenían en que

l

monarca

y

su parla

mento difícilmente podrían actuar

j u n t o s ~

Argüelles y otros miembr

os

liberales del comité de la Constitu

ción, comprometidos con el centralismo y el unicameralismo, trataban

de restar importancia a los elementos innovadores ele la Constitución

a fin de mitigar los sentimientos de agravio de los tradicionalistas

ele las diversas regiones. El alejami

ento

de estos últimos provenía,

por supuesto, de la incapacidad de las Cortes por restablecer la situa

ción constitucional de

los

t erritorios orientales. La ConstituCión, en

efecto, abolió los fueros que aún quedaban, los de las Provincias

Vascongadas

y

de Navarra, reduciéndolos de

la

condición de reinos a

la de

una

simple provincia. Argüelles decía que lejos de reducir

los

derechos de las provincias, la Constitución los ampliaba

de

unos cuan

tos territorios privilegiados a toda la superficie de la monarquía.

Ese

argumento, sin embargo, era poco convincente para los tradicionalis

tas, que veían en

él_

nada menos que una ampliación de la Nueva

planta de Felipe

V.

.

Aunque los redactores de la Constitución sostenían incesantemente

que

sus intenciones no eran restablecer las prácticas de la constitu

ción medieval

que

habían aplicado los monarcas desde Fernando e

Isabel en adelante, pocas instituciones del nuevo régimen eran real

mente semejantes a

las

de

ese

pasado remoto. Un caso concreto fue la

pretensión de las Cortes de haber revivido la Diputación, típica ins

titución medieval

de

Aragón y Cataluña. Si

los

tradicionalistas de los

reinos orientales podían d"*ir

que

las Cortes habían renunciado a su

pretensión de legitimidadal dejar de oponerse a la Nueva planta,

entonces los centralistas liberales podrían responder que,

por

el con

trario, las prácticas constitucionales de Aragón y

Cataluña

en la Edad

Media, en lo sucesivo reinarían supremas en toda la extensión de la

monarquía. Esta recién creada Diputación, constituida por siete dipu·

tados de las Cortes salientes, exístía para prevenir violaciones a la

Constitución.

8

Un

diputado valenciano, Josep Castelló, había pe·

28

José María Blanco White,

l

español 9 tomos (Londres, 18 0- SH), vol. V

1812),

Breves reflexiones sobre algunos a;fículos de la Constitución espaiiola pp. 76-80.

U Fray Rafael de Vé ez, Apología el altar y del trono 2 vals. (Madrid, 18 8).

R

Tres americanos y tres

e u r o p ~ o s

formaban este organismo; el miembro resta nte

pod ía

pe

rtenecer a cualquiera de

 

las dos cate:;o rias. Dos miembros adicionales re·

ción, pero la concebía estrictamente como parte del restablecimiento

creneral de los fueros del reino de Valencia.

31

El 8 de septiembre

de

l813 las

Cortes designaron a l

os

miembros de

esa

nueva Diputación

permanente panimperial. La mayoría de los grupos de las Cortes

tenían

un

representante en

ese

organismo. Espiga, por ejemplo, re

presentaba a los liberales europeos, Creus a los tradicionalistas, en

tanto que Larrazábal era el americano más prominente.

32

El centralismo imperial estaba en

el

fondo de la Constitución

de

Cádiz. Así como

no

se contemplaba ninguna restitución de los anti

guos fueros de las regiones, las Cortes tampoco proponían ningím

tipo de sistema federal. Un gobierno central débil desde hacía mu

cho tiempo había planteado un problema en España

y

en la América

española. La teoría de la soberanía de los Estados inherente a

c u ~ l -

quier sistema federal amenazaba con institucionalizar las

tendennas

centrífugas que ya habían frustrado muchos de los empeños refor

madores de los ministros Barbones.

Un

nuevo funcionario, el gober

nador civil, designado por la corona, tomó a su cargo la administra

ción de las provincias.- Ese cargo formaba parte de la política

de

las Cortes de ejercer

un

más estricto control administrativo desde

la capital metropolitana. El jefe político o jefe superior, además ,

debía ser un civil, lo cual era un claro propósito de alejarse de la

práctica de los Barbones de poner la administración ele las provin

cias en manos de

un

militar, el capitán general. En sentido alguno

concebía la Constitución a ese nuevo funcionario como

un

goberna

dor regional

en

un sistema federal. Esa aspiración, de ejercer

un

con

trol central más estricto, no obstante, no

se

podía esperar

que

fuera

realizable fácilmente. Cada nuevo gobernador civil tendría que

dejar

su huella

en

la localidad

por,

medio de sus aptitudes políticas propias

y por la fuerza

de

· su personalidad ante los funcionarios rivales ya

afianzados en el ambiente de la provincia. Si alcanzaba éxito en

esa difícil tarea, el gobierno central se encontraría frente a

una

pode

rosa autoridad en las regiones.

33

· Una de las funciones del gobernador civil incluía la

de

presidir

los

comités regionales establecidos bajo la Constitución. Esas Dipu

taciones Provinciales de ninguna manera significaban el deseo

de

forzaban la Diputación. Constitución, arts.

157-160, 372.

Véase

igualmente

Argüelles,

ibid. II pp 27-28.

31

Ardit, Valencians p. 57.

32

M. Lafuente, Historia general de España  vol. XXI, (Madrid,

1862

), pp.

441-442.

3:1 Co nstitución, art. 32 · .

136

I.,A C

ON

STI

TUCióN

Y

:EL

CONFLICTO

l

as

Cortes de crear legíslaturas estatales embrionarias. Estaban consti·

LA CONSTITUCióN Y EL CONFLICTO

137

Las Cortes procuraron revivir

el

gobierno municipal · facill.tando

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tuidas simpleme

nte

por siete .miembr

os

propietarios y tres suplentes.

Su función era principalmente consultiva. Su tarea principal era la

d e ejecutar las políticas del gobierno centr

aL

Los electores de cada

distrito elegían a los miembros de la Diputación Provincial por medio

de

elecciones d

if

erentes de

las

de las Cortes. La Diputación se debía

reunir durante noventa días en cada año.

  4

Las Cortes · dispusieron

que se formaran treinta y uno de dichos organismos en la península,

y

otra serie en las Indias. Seis,

po

r ejemplo, se asignaron a la Nueva

Espa

i ía.

En tres distintos nivele

s,

por tanto, los ciudadanos de ambos

hemisferios tenían el derecho

de

representación

y

participaban en la

toma

de decisiones: en las eleccion s para las Cortes imperiales, en las

elecciones de las Diputaciones Provinciales y, según lo veremos, en

las elecciones de las municipalidades constitucionales. Hasta cierto

,grado la Constitución ofrecía a los america110s la posibilidad de mo

<lificar la hegemonía peninsular en las Indias. En el curso de 1813

1814

el gobierno constitucional sancionó la formación de nuevas

Diputaciones Provinciales. En la península la Diputación Provincial

<le Granada se

reunió

por primera vez el 12 de m

ay

o de 181 3 y la de

·

Córd

oba el 9 de agosto. Otras más. se reunieron a medida que los

franceses se retiraban definitivamente.

No

todas las Diputaciones Pro

vinciales

mo

straron resultados satisfactorios. En Extremadura, por

ejemplo,

en

donde predominaban tradicionalmente los intereses ga·

naderos de la antigua Mesta, fue disuelto el nuevo organismo cuando

r esultó que esos intereses seguían decididos a utilizar su influencia en

la Diputación para esto

rbar

la legisl

ac

ión del gobierno concebida

para ayudar a los agricultores. En las Indias el recelo de los virreyes y

la ru

p

tura

que fue el resultado de la guerra civil demoró su forma·

ción. El virrey Venegas temía que• los americanos resultaran victorio

sqs en las elecciones, lo q_ue tuvo como consecuencia que

la

Diputa·

óó

Provincial de la ciudad de México no se reunió sino hasta

el

13

de

julio

de 1814,

más de dos meses de5pués de que Fernando

VII

había

abolido

la

Constitución en España  5

4 Co

nst

itución, arts. 325-

335

. Las Cortes

se

reservaron el de recho de aumentar el

número

de miembros. Ningún empleado

de

la Corona podía formar parte de esas

diput

acione

s.

En lugar del

jefe

político, presidiría el intendente. Las diputaciones eran

renovables

por

mit

ad cada dos

años.

35

Arch ivo de la · Rea l

Chancillería

de (ARCG)

321-

43

í2·2·1. Concepción

de

.Castro, La 1·evol Ución liberal y los m Unici:f¡ios espmioles

1812·1868)

(M

adr

id, 1979),

pp

. 92-95. Nettie Lee l:lenson, La diputación ;provincial y el fuleralismo mexicano (Mé-

xico, 195.5), pp. 9- 4, 30-39. '

el acceoo a los· cargos públicos. La introducción del sistema de elec-

. ción eliminó a les funcionarios que habían heredado o comprado sus

cargos. Los diputados liberales vieron en esta política el medio de

reemplazar les arraigados

in

tereses de los nobles por miembros

de las profesiones liberales. El caso de La Coruña ilustró el despla

zamiento

ele

funcionarios y personas que desempeñaban sus cargos

po r herencia, por comerciantes

ele

la localidad

y

por

profesionales.

La

Constitución conservaba el número existente de concejos municipales

y disponía la creación de otros nuevos para representar a los grupos

de más de mil habitantes

en

las regiones en donde no

habían

exis

tido con anterioridad. Más del 35 de la población española en

1812

vivía.

en

villas o poblados pequeños ccn menos de

mil

habi

En la práctica,

el

analfabetismo, la inexperiencia o la mera

distancia, tratándose de eses grupos de las villas y caseríos, con fre

cuencia impedía que los individuos comunes · aprovecharan

esos

nue

vos procesos electorales.

Cu

a

ndo

de acuerdo con el decreto de

23

de

mavo de 1812 las Cortes autorizaron la celebración de las

p

rimer

as

~ l e c c i o n e s

los resultados en numerosas localidades peque

ñas mostra

ron

poco cambio. Los grupos

que anteriormente

habían

dom inado en los concejos municipales retuvieron el control por me

dio de

la

manipulación de los procesos electorales. En las poblaciones

más grandes los cambios fueron más significativos, según veremos

en el caso de Sevilla, en donde las facciones nobles que habían

si

do desplazadas lucharen para recuperar su anterior supremacía du

rante los años de 1813 y principios de 1814.

36

Numerosos conflictos futuros tuvieron como origen la Constitu

ción. Inmediatas controversias res

ultaron

de la disposición de

que

no

se

podría

modificar sino hasta que hubiera transcurrido un per.iodo

de ocho años. Blanco White vio esto como un factor

que contribuía

a

la

rápida desintegración del sistema constitucional. Además, los de

fensores de la Constitución empezaron a acusar de traidores a los

que

ha

dan

p.resión para modifi

carla

en el periodo de ocho años. Blanco

advert ía q

ue

mientras subsistiera la disposición de los ocho años, la

única manera de modificar la Constitución sería la

de

abolirla.

  7

No hay duda de que la Constitución de

1812 debia mucho

a la

de 1791. Ambas tenían como origen las expresiones de una reacción

común ante la herencia del absolutismo y ante la desintegración del

G

Co

nstituc

ión, arts. 308-3 8.

Castro, ibid ., pp

. 41-47 ,

61- 74,

108-109.

37

B anco White, iúid.  pp. 119-120. .

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:l42

LA

CONS

TI TUCióN

Y EL CO NFLICTO

Las Cortes i

ntrodujeron

los conceptos de soberanía del pueblo, de

-nacionalidad, de igualdad ante la ley, de gobierno representativo,

V. EL PRIVILEGIO SEÑORIAL Y LA

PROPIEDAD

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de liber tades civiles y de supremacía del poder civil , que eran los prin- .

·Ó

pi

os

clásicos

del

liberalismo. Los liberales, no obstante, tenían

otros objetivos

que

en numerosos aspectos señalaban hacia

una

direc

.dón opuesta: la centralización administrativa, la reconstrucción del

Estado, la utilización del pod er del Estado para proteger a los dueños

de la prop iedad privada y del capital, el predominio polí tico de los

profesionales y,

en una

época posterior, la burguesía ·empresarial

y

la adopción de una política económica fundada en el libre juego

de las fuerzas del mercado. Aquí, igualmente, se encuentran las raí-

.ces de las teorías económicas y sociales de la Ilustración posterior.

La

combinación de objetivos liberales sociales y constitucionales,

que

fueron concebidos ambos para socavar las inst itucion

es

del ancien

·régime que aún sobrevivían, suscitó una oposición violenta. La host

i

lidad liberal hac ia los fueros region

al

es y corporativos echó abajo las

barreras entre el Estado y el súbdito común,

en

las que el pri-

mero

era

un principio infinitamente más poderoso y el último ha

.bía

quedado reducido, de

miembro

de algún tipo de

orps

intér-

 

m

iaire

a la condición más débil de individuo particular atrapado

-entre las exigencias del Estado y las presiones de los poderosos due

ños de las propiedades y del capital. Los críticos de fines del si

;glo XIX y principios del xx hicieron valer esos aspectos tanto desde

la derecha como

de

la izquierda del espectro político.

La debilidad de su base electoral suministró la más clara expli

•Cación del fracaso del liberalismo durante el

primer

período consti

·:tucional. La abolición de

la

jurisdicción señorial

pudo

haber dado

.a los legislador

es

liberales y a las comunidades rurales el medio

-para unírse en un ataque común contra el legado feudal del

ancien

·régime 

En el

capitulo siguiente veremos que las ambigüedades y de

' ficiencias de la ley frustraron

ese

intento. Las raíces del colapso de los

liberales en mayo

de

8 4

en

el momento

en

que regresó

el

rey

se

.encue

ntran

pre

ci

samente en esta ausencia de propósitos comunes.

restnccwncs sobre la utilización de la tierra y establecía el derecho de construir

fábricas

0

talleres y la libertad de ejercer oficios y eliminaba la obli ga ción de ma·

c l l l a r s e

ante s

u

toTicbdes de os gremios

.

CORPORATIVA

EL PROBLEMA

DE LOS DERECHOS SEÑORIALES

LA

CUESTIÓN

del privilegio señorial suministrab a

un

ejempio de las di

visiones que existían dentro de la nobleza. La mayoría de l?s nobles es

pañoles no poseía ningún derecho a la jurisdicción o ~ 1 a ~ ~ a o el

cálculo de mediados del s

io-

lo xvm de que había 725 mil md1v1duos

como miembros de la b l ~ z a tan só lo 30 mil te

nían

el privilegio. de

la jurisdi

.c

ción.

En

muy dive rsos aspectos

la

jurisdicción era

ú n ~ a -

mente un . poco más

que una

prerrogativa legal,

una o ~ p e n s a c w n

de la marginalización en el proceso de la toma .de

deoswnes en

el

centro

político. únicamente en el caso de la ant1gua nobleza

.

de los

Grandes de España y la nobleza titulada, un

ingre:o

l u c r a t ~ v o era

el resu ltado de la jurisdicción y de las cuotas señonales asoc1adas a

ella. Para esa cate

go

r ía de nobles

los

privilegios de

la

jurisdicción Y

la perce

pc

ión de impuestos constituía

una

parte

importante de su

posición social como el grupo dominante en zonas geográficas espe

cífi

cas.

No constituía, sin embargo, la

única

base de

la

fuerza

de

la antigua nobleza territorial. La mayoría de las casas de los antiguos

nobles podían subsistir sin esos privilegios, siempre, por supuesto,

que se siguieran percibiendo los ingresos d e r i v a ~ o s de los.

arrenda

mientos o mejor aún,

que

se incrementaran. A fmes del s1glo xvm

la nobleza antiaua esta

ba

constituida por unas l 500 personas.

No

era

su reducido

0

mero sino la enormidad de sus prerrogativas en la lo

calidad, lo que planteaba el problema. Las dos

:e

giones más p o ~ u -

losas de Españ

a,

Galicia y Valencia,

habían expenmentado

un md1ce

de incremento de población

mu

y por

arriba

del nivel nacional du

rante

el

sio-lo

anterior a

la apertur

a de las Cortes. Inevitablemente

recayó la en la ut ilización de la tierra, especialmente pues

to

que

el índice de incremento de población

en

. el

r e i n ~

de Va

len cia continuaba siendo de 250  .

Si bien

sería c1erto deClr

que la

econ omía reo-ional se había ampliado prácticamente en todos los as

pectos como resultado del incremento de población, producción

agrícola y la dispo

nibilidad

de

la

tierra no

habían

pod1d? aum,en

tar

en la misma proporción, con el resultado de que Valenoa tema un

problema de sobrepoblación al iniciarse el siglo XIX. Era poco lo que

- 3