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LA PINTURA COSTUMBRISTA DE PEDRO RODRÍGUEZ DE LA TORRE. SUS OBRAS EN EL MUSEO PROVINCIAL DE JAÉN Por Carmen Eisman Lasaga Profesora de Historia del Arte Facultad de Humanidades de Jaén RESUMEN La pintura costumbrista fue uno de los géneros preferidos por nuestro notable pintor del siglo xix Pedro Rodríguez. Está inmersa en el vasto concepto del Realismo decimonónico que se caracteriza por su sentido positivista. Pero algunas de sus obras están más cargadas de valores román- ticos que realistas. Es el suyo un costumbrismo despreocupado, sin intención de análisis, que lo asemeja a la práctica andaluza. ABSTRACT The painting ofmanners was one of thefavourite genres ofour remarkable xix century painter, Pedro Rodríguez. It is immersed in the vast concept of nineteenth century Realism which is characterized by its positivist sense. But some of his works are more loaded with romantic than realistic valúes. His painting of manners is of the carefree kind, without any analysis intention, which makes it similar to the Andalousian practice. * * * B.I.E.G. n.° 145, Jaén, 1992 - págs. 205-216.

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LA PINTURA COSTUMBRISTA DE PEDRO RODRÍGUEZ DE LA TORRE. SUS OBRAS

EN EL MUSEO PROVINCIAL DE JAÉN

Por Carmen Eisman Lasaga Profesora de Historia del Arte

Facultad de Humanidades de Jaén

RESUMEN

La pintura costumbrista fue uno de los géneros preferidos por nuestro notable pintor del siglo xix Pedro Rodríguez. Está inmersa en el vasto concepto del Realismo decimonónico que se caracteriza por su sentido positivista. Pero algunas de sus obras están más cargadas de valores román­ticos que realistas. Es el suyo un costumbrismo despreocupado, sin intención de análisis, que lo asemeja a la práctica andaluza.

ABSTRACT

The painting ofmanners was one of the favourite genres ofour remarkable xix century painter, Pedro Rodríguez. It is immersed in the vast concept of nineteenth century Realism which is characterized by its positivist sense. But some of his works are more loaded with romantic than realistic valúes. His painting of manners is of the carefree kind, without any analysis intention, which makes it similar to the Andalousian practice.

* * *

B.I.E.G. n.° 145, Jaén, 1992 - págs. 205-216.

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LA pintura costumbrista, caracterizada por su sentido de lo agradable y la carencia de programas trascendentes, fue uno de los géneros preferi­

dos por Pedro Rodríguez, sobre todo en su etapa de formación y de residencia en Jaén; en ese período el retrato ocupa asimismo un lugar destacado en su producción, y no olvida la representación de paisajes a los que tanto se inclinó posteriormente coincidiendo con sus estancias en Cádiz y en Palma de Mallorca.

Este pintor del siglo xix, nacido en la capital del Santo Reino en 1847 y muerto en 1915 en Zaragoza, ciudad en la que fue profesor y director de la Escuela de Artes y Oficios, comenzó su formación artística, según parece, en la Escuela de Dibujo que en Jaén había creado don Manuel de la Paz Mosquera, y que más tarde sería acogida bajo su protección por la Real Sociedad Económica. Después, tras obtener una de las becas que la Diputa­ción concedía a pintores de la provincia para que pudiesen realizar estudios de Bellas Artes, se instaló en Madrid donde fue alumno distinguido de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado. Desde Madrid se trasladó a Italia y allí, en la Academia Española en Roma, completó su formación. Tras ese período de aprendizaje, de asimilación y perfeccionamiento de la técnica, regresó a Jaén en donde, dedicado de lleno a la pintura, fue nombrado el 29 de marzo de 1882 profesor de la Escuela de Dibujo de la Real Sociedad Económica. En este centro impartió su docencia hasta que, por traslado a Cádiz, cesó el 30 de septiembre de 1887 (1).

Entre los factores que pudieron inclinar a Pedro Rodríguez hacia el costumbrismo cabría señalar el gusto generalizado en la época por las escenas entrañables de carácter burgués. A este respecto José Caveda escribe: «Sin que puedan considerarse como otras tantas obras maestras llevan consigo el prestigio de la popularidad, agradan a la multitud y no les niegan tampoco su simpatía los inteligentes [...]» (2). Y la acción del Realismo que introdujo en el tratamiento iconográfico la sencillez de lo cotidiano. Por lo que hace referencia a la etapa en la que nuestro pintor acomete el género de un modo preferente, hemos de resaltar el influjo de Mariano Fortuny en Roma —faceta de la que nos ocuparemos con posterioridad— y las características del centro pictórico giennense, mediatizado por una burguesía que demandaba temas

(1) El lector interesado podrá encontrar una más amplia información sobre este pintor y su obra en el amplio estudio que le he dedicado en mi libro La pintura giennense del siglo xix. Los fondos del Museo Provincial de Jaén que se encuentra en prensa.

(2) Caveda, J.: Memorias para la Historia de la Real Academia de San Fernando y de las Bellas Artes en España. Madrid, 1867, vol. II; pág. 163.

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prioritariamente decorativos y evasivos. Debemos recordar que en ese mo­mento está comenzando el último tercio del siglo xix y que Jaén todavía conservaba lo típico y lo tradicional.

Con estas obras el autor debió plantearse una promoción nacional; de ahí que concurriera con algunas de ellas a exposiciones nacionales. Pero pensa­mos que fueron realizadas principalmente para procurarse una mayor fama en el ámbito giennense y que fueron acometidas para atender a la clase media, al ser la pintura burguesa por excelencia. Podríamos enmarcar este tipo de pintura dentro de una línea comercial, con las derivaciones temáticas, esté­ticas y formales que esto supone.

La iconografía de estas pinturas se concreta por una parte en la repre­sentación de tipos populares bien de nuestra tierra o de fuera de ella. Son personajes ataviados con los trajes típicos en los que se pone de manifiesto la personalidad. Es fácil advertir la complacencia que siente el artista cuando refleja en sus lienzos las figuras del chirri y de la pastira, personajes que, aparte de su valor artístico, añaden a su obra un importante valor documental que nos trae al presente, desde la lejanía del tiempo, una imagen de aquel Jaén ya desaparecido.

Dentro del este apartado hemos de mencionar, entre otras, las siguientes obras: Un maragato y Una pasiega, acuarelas. Valdepeñeros en un estudio, Un tipo de Soria, Un villariego y Una aragonesa, óleos sobre lienzo. Todos ellos fueron presentados en la Exposición Provincial de 1878. A estos traba­jos hemos de añadir sus acuarelas Chirri y Pastira, sus óleos sobre lienzo Chirri y Pastira y otra pareja de óleos sobre lienzo que llevan igualmente los títulos de Un Chirri y Una Pastira, firmados en 1873; el último de estos dos exhibido también en la Exposición de 1878.

Transcribimos aquí el juicio expresado por Alfredo Cazabán a propósito de Una Pastira y Un Chirri: «Son estos cuadros una mujer y un hombre del pueblo jaenés [...]. El traje es de los jaeneros castizos, aunque ya un poco modificado; en la mujer, en el tocado del pelo; en el hombre, en el calzado. Las figuras están presentadas en callejas de nuestro pueblo, de un inconfun­dible carácter. Y sobre el colorido que embellece estas obras hay algo que no puede ser más que de un gran artista: el movimiento de las figuras; la de la pastira en espera —que acaso esquiva con coquetona ingenuidad— de un requiebro; la del chirri en una interrogante socarronería, muy propia del temperamento de la gente del pueblo» (3).

(3) Cazabán Laguna, A.: «Dos cuadros de Pedro Rodríguez. Una Pastira y Un Chirri». Don Lope de Sosa. Jaén, 1927; págs. 237-238.

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También el majismo de tradición romántica y espíritu goyesco está presente en su producción, en el óleo sobre tabla titulado Las Majas. Hacien­do referencia a este cuadro, Alfredo Cazabán dejos escrito: «[...] lindísima por su factura, por su colorido, por su sencillez de asunto y por su sobriedad; obra en que el pintor costumbrista ha reproducido con espíritu genial y verdadero acierto una escena de principios del siglo xix. Este cuadro, en el que hay verdaderos constrastes de luz y ricas calidades, resueltas ambas cosas con un pleno dominio de la técnica [...]» (4).

Otro grupo de obras representa actividades laborales muy populares. Destacaremos aquí Descanso en el tajo, también conocido como La siega, óleo sobre lienzo, firmado en 1875, que puede inscribirse asimismo dentro de los magníficos paisajes del autor. Montero Garzón escribió a propósito de este cuadro: «es un estudio muy hermoso de figuras a pleno campo» (5). Igualmente deseo destacar los dos óleos sobre lienzo Lavanderas y Un mercado, y la acuarela Una modista. Los cuatro figuraron en la Exposición Provincial de 1878. A éstos quiero añadir el óleo sobre lienzo titulado La leñadora, firmado en 1879.

La representación de la vida de cada día, de las clases populares y burguesas, se hará a través de escenas sencillas y de poco compromiso, como se puede observar en Joven tocando la guitarra, firmado en 1873, que fue presentado en la Exposición Provincial de 1878. De igual manera debo mencionar en este apartado otros títulos como Estrecho de risa, óleo sobre lienzo, presentado en la Exposición Nacional de 1878. Escena en la quinta, óleo sobre lienzo. Fumando en la azotea también conocido por el título de Cigarrera gaditana en la azotea, óleo sobre lienzo firmado en Cádiz en 1894, y Azotea sevillana con figuras, un óleo sobre tabla que tiene la firma del autor.

En la línea costumbrista ya iniciada, llevó a cabo el cuadro titulado Antes de continuar el retrato; es un óleo sobre lienzo, de 84 x 53 centímetros, firmado en 1876. Esta composición, en la que abundan objetos y personajes que evocan el pasado y en la que destaca el contenido anecdótico, fue pintada cuando el autor estuvo pensionado en Roma.

Precisamente con esta obra notable participó por primera vez en una Exposición Nacional; la de 1876. Y aunque no consiguió ninguna medalla,

(4) Cazabán Laguna, A.: «Acerca de un cuadro de Pedro Rodríguez y acerca también de exposiciones de pintores de Jaén. Don Lope de Sosa. Jaén, 1922; pág. 305.

(5) Montero Garzón, M.: «Pedro Rodríguez de la Torre». Don Lope de Sosa. Jaén, 1915; pág. 171.

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sí se ganó los elogios de la prensa lo mismo que de la crítica que posiblemente influyeron en la decisión del Gobierno, que acabó comprando el cuadro para el Museo Nacional de Pintura (6). Siendo propiedad del Estado, pasó más tarde, en depósito, a engrosar los fondos del Museo de Bellas Artes de Murcia, en donde permaneció durante muchos años. Cuando se celebró la Exposición antológica de Pedro Rodríguez, que tuvo lugar en Jaén en mayo de 1978, fue cedida en depósito y de una manera permanente a nuestro Museo Provincial, por Orden ministerial de 20 de enero de ese mismo año (7). Con ocasión de la citada Muestra, y procedente de la capital murciana, llegó a Jaén e ingresó en el Museo el 21 de marzo. Este cuadro está instalado en la sala IV de la sección de Bellas Artes y ha quedado inventariada con el nú­mero 638.

En esta obra, como en la titulada Se enredó la madeja, que fue pintada también en Roma y terminada en el mismo año, se advierte el influjo de Mariano Fortuny que había abandonado la Ciudad Eterna dos años antes de que Pedro Rodríguez finalizase estos cuadros. Sobre el influjo del catalán en el estilo de estas obras Miguel Viribay señala: «Sobre todo esa influencia se manifiesta en la manera de vestir los personajes tan característica del pintor de Reus» (8). Pero a pesar de los posibles influjos fortunyanos, sobre todo en la manera de vestir algunos personajes, estas obras se encuentran más cerca­nas al costumbrismo andaluz.

De este mismo año data otra de sus obras más representativas, Se enredó la madeja, precioso óleo sobre tabla de sabor popular. Cuadro de interior, de 40 x 30 centímetros, está firmado en 1876. En este óleo, en el que se advierte el influjo de la pintura de casacón, que Fortuny puso de moda, el autor presenta el tema anecdótico, tan común en la pintura de género del siglo xix. Figuró en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1878 (9), en la Expo­sición Provincial de Jaén del mismo año, y en la Exposición de la Feria de Jaén de 1883.

Escena relacionada con el servicio militar es su célebre obra ¿Alcanza-

(6) Ossorio y Bernard, M.: Galería biográfica de artistas españoles del siglo xix. Madrid, Edit. Giner, 1975; pág. 592.

(7) G onzález Navarrete, J.A.: «Presentación». Exposición antológica del pintor giennense Pedro Rodríguez de la Torre (1847-1915). Jaén, Instituto de Estudios Giennenses y Museo Provincial de Jaén, 1979; pág. 10.

(8) V iribay A bad, M.: «El arte en Jaén durante el siglo xix». Jaén y su provincia. Granada, Edit. Andalucía, 1989; págs. 240-241.

(9) O ssorio y Bernard, M.: Galería biográfica..., pág. 592.

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rá? Se trata de un óleo sobre lienzo de 79 x 63 centímetros, fechado en 1878, y dedicado por el pintor a la Diputación Provincial, posiblemente como agradecimiento por la ayuda que recibió de ella: A la Excma. Diputación Provincial de/Jaén/Rodríguez/1978. Es un cuadro costumbrista de interior, en el que el artista se enfrenta con decisión y con éxito a las dificultades que plantea este tipo de pintura realista. Por acuerdo de la Comisión Provincial de julio de 1915 fue cedido en depósito al Museo Provincial de Bellas Artes (10), donde ingresó el día 3 de septiembre. Se expone en la sala IV de la sección de Bellas Artes de nuestro Museo Provincial, en el que está inven­tariado con el número 31.

Figuró en la Exposición Provincial de Jaén de 1878 y en ella obtuvo un gran éxito junto con la obra Se enredó la madeja. Pedro Rodríguez participó en esta Exposición que fue organizada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País y tuvo lugar en el mes de agosto, según Ossorio y Bernard, «agradecido a sus paisanos por la pensión que había disfrutado de aquella Corporación Provincial para seguir sus estudios» (11). Prueba del éxito que obtuvo fue la concesión que se le hizo del Premio de Primera Clase y la Encomienda de Isabel la Católica (12).

El cuadro muestra una escena popular y muy típica de la capital en aquellos tiempos. Se recoge en él una estampa viva y natural del Jaén ru­ral, con el tema prosaico y anecdótico de una madre que ha llevado a su hi­jo al barbero con la esperanza de que, al raparle el pelo, quizá no dé la ta­lla y se libre del servicio. La escena reproduce el viejo mesón de la Parra de Jaén.

El periódico oficial de la Muestra, La Semana, hizo el día 9 de agosto de ese año una descripción completa del cuadro y dijo textualmente: «El Sr. D. Pedro Rodríguez Latorre ha exhibido en la exposición un lienzo que le honra. Es original y manifiesta en su joven autor talento y profundo estudio de las escenas de la vida. Nada más a la perfección detallado; ninguna cosa más exacta de la realidad [...] y se confesará que el autor ha entrado más de una vez en una barbería, y que ha estudiado perfectamente ese cuadro de costumbres de los Fígaros de los pueblos. Este cuadro reúne, además de un correcto dibujo, un concienzudo estudio de perspec­tiva, belleza de composición, buen color que, sin ser brillante, pues la luz

(10) «Museo Provincial de Bellas Artes.» Don Lope de Sosa. Jaén, 1915; pág. 246.(11) Ossorio y Bernard, M.: Galería biográfica..., pág. 592.(12) Exposición Provincial de 1878. Adjudicación de Premios. Dictamen del Jurado.

Jaén, Imp. de los señores Rubio y Alcázar, 1878; pág. 47.

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del fondo no requiere esa circunstancia, está perfectamente relacionado en todo [...]» (13).

Algunos años más tarde, en 1915, Manuel Montero Garzón escribió de ella: «¿Alcanzará?, graciosa escena de carácter regional, obra celebradí- sima por el público y por los críticos: base —y bien firme— del crédito del autor» (14).

Recientemente ha figurado en la Exposición antológica de este pintor, organizada por el Instituto de Estudios Giennenses en colaboración con el Museo Provincial de Jaén, que permaneció abierta, a lo largo del mes de mayo de 1978, en las salas de nuestro Museo. Con motivo de este importante acontecimiento cultural, Joaquín de la Puente lo definió como «un muy prosaico documento —sociológico, etnológico— [...]— de la vida española por el año 1878 [...]» (15).

En esta obra, de una técnica minuciosa en todos sus detalles, Pedro Rodríguez abandona su anterior manera de concebir la pintura, en la que se reflejaba el influjo de Mariano Fortuny. Para Miguel Viribay «la separación entre la manera de hacer del catalán y la del plástico de Jaén, que antes había estado influenciado por Fortuny, es evidente, lo que acaece a través de una decidida vocación para captar el mundo circundante y, en ocasiones, el lugar preciso» (16).

También en el Museo Provincial de Jaén se puede contemplar su obra La Hermana de la Caridad, en la que de forma discreta el autor plantea un tema de denuncia social; está realizada en óleo sobre lienzo de 74 X 160 centíme­tros y firmada en 1880. Pertenece a los fondos de la Excma. Diputación Provincial, quien con motivo de la Exposición antológica de Pedro Rodrí­guez, celebrada en mayo de 1978, en la que figuró, la depositó en nuestro Museo (17), en donde está inventariada con el número 637 y donde se expone en la sala IV de la sección de Bellas Artes. Es conocida también por los títulos de El tomo de la inclusa y Caridad y Maternidad. Manuel Montero Garzón, en 1915, dijo que era «un verdadero poema; encanto para los ojos, y emoción apacible y dulce para el espíritu» (18). En ella figura la siguiente inscripción: A la Excma. Diputación Provincial de Jaén!Rodríguez 1880.

(13) L a S e m a n a : Jaén, núm. 50; 9 de agosto de 1978; pág. 376.(14) M ontero Garzón, M.: «Pedro Rodríguez de la Torre», pág. 171.(15) Puente Pérez, J. de la: «Ante la obra de Pedro Rodríguez de la Torre». Exposi­

ción antológica del pintor giennense Pedro Rodríguez de la Torre (1847-1915); pág. 17.(16) V iribay Abad, M.: «El arte en Jaén durante el siglo xix», págs. 241-242.(17) González Navarrete, J.A.: «Presentación», pág. 10.(18) Montero G arzón, M.: «Pedro Rodríguez de la Torre», pág. 171.

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Este óleo figuró en la Exposición de la Feria de Jaén, que tuvo lugar en agosto de 1883. Concebido con un dibujo correcto, destaca el estudio de la luz y la calidad de color.

Una de sus obras esta relacionada con la religión: ¿Mamá, pov qué pega Jesús a esos hombres ....? En ella, más que lo espiritual, sobresale lo desenfadado y anecdótico; éste es el verdadero ambiente que se respira en el cuadro. También conocida por los títulos En la Sacristía y La sacristía, es la que se considera su mejor obra. Óleo sobre lienzo, de 124 x 84 centímetros, está firmado en 1881.

Figuró en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1881 y por Real Orden de 5 de mayo de 1885 se le concedió una tercera medalla (19). Adquirido por el Gobierno, este cuadro pasó al Museo Nacional en 1882. Allí permaneció hasta que por Real Orden de 23 de septiembre de 1896 fue depositado por el Estado en la Escuela de Bellas Artes de San Eloy, de Salamanca. En 1919 don Alfredo Cazabán gestionó, sin éxito, que en breve fuera depositado en el Museo de Jaén (20). Al desaparecer la Escuela de Bellas Artes de Salamanca, en 1943, pasó a la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de esa ciudad, Institución que permitió que estuviera presente en la Exposición antológica que Jaén dedicó a Pedro Rodríguez en el mes de mayo de 1978.

Se trata de la escena de un bautizo elegante, dominado por un lienzo barroco al fondo —en el que se desarrolla la composición de La expulsión de los mercaderes del templo— que llama la atención de una niña en primer plano. Responde a su temática costumbrista de interiores y revela bastantes de los caracteres que definen la estilística de su autor: gran realismo, prosaísmo con tema anecdótico, como es la pregunta inocente de una niña a su madre, que fue la razón de que se titulara, ¿Mamá, por qué pega Jesús a esos hombres ...?

En el cuadro están representados muchos destacados miembros de la sociedad de Jaén de fines del xix, por lo que, aparte de otros, tienen un gran valor testimonial. En él está retratado, «con entera fidelidad, el excelso poeta e inolvidable maestro Almendros Aguilar, que sirvió de modelo a Rodríguez para la figura del Padrino» (21). Asimismo aparecen retratados el médico don

(19) G a c e ta de 21 de julio de 1887. Y Archivo de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Cádiz. E x p e d ie n te d e P e d ro R o d r íg u e z .

(20) Cazaban Laguna, A.: «Para el Museo Provincial». D o n L o p e d e S o sa . Jaén 1919; pág. 290.

(21) Montero Garzón, M.: «Pedro Rodríguez de la Torre», págs. 172-173.

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Bernabé Soriano, la esposa del pintor, Gutiérrez Gamero y su esposa, y don Pedro Rodríguez Salazar (pariente de Pedro Rodríguez) (22).

Manuel Montero Garzón escribió sobre esta obra en 1915: «valga sólo el decir que en Museo de Arte Moderno figura, desde que fue con harta razón galardonado, y allí sostiene briosamente la competencia con muchas obras magistrales. Y cuenta que obtuvo, a mi parecer, recompensa inferior a sus méritos, porque las gentes, y quizá el Jurado mismo, se fijaron en la intención epigramática que le inspiraba, más que en el acabadísimo estudio de perso­najes, accesorios, perspectiva y ambiente [...]» (23).

Un tema interesante al analizar esta obra es el posible influjo en ella del estilo de Mariano Fortuny y en concreto de su famosa obra La Vicaría. A este respecto Joaquín de la Puente ha manifestado: «[...] trabajo de tanto empeño La Sacristía como para que nos atrevamos a pensar que en él Pedro Rodríguez quisiera emular tabla tan universalmente famosa cual La Vicaría de Mariano Fortuny» (24). Manuel López Pérez nos ha transmitido también su opinión de que «este óleo [está] muy influenciado sin duda por la obra de Mariano Fortuny La Vicaría, que tanto éxito había alcanzado en 1870, y con el que presenta muchas analogías [...]» (25). Según Miguel Viribay, «no menos distante que ¿Alcanzará?, que Antes de continuar el retrato y Se enredó la madeja, [...] está su cuadro La Sacristía [...]» (26).

La pintura costumbrista de Pedro Rodríguez, como el resto de su produc­ción, está inmersa en el vasto concepto del Realismo del siglo xix que se caracteriza por su sentido positivista, y proclama que lo importante en la pintura es reproducir lo que se ve, presentar las diferentes cosas tal como aparecen delante de los ojos, sin mirar más allá de lo que existe como una simple apariencia sensorial. Pedro Rodríguez llevó a su pintura esta filosofía, según Joaquín de la Puente, «en dosis superlativas», cuando, según dice este mismo autor, «en explicable, humana e histórica paradoja, él pudo discurrir de otro modo» (27). En sus cuadros está patente el deseo de reflejar fiel y verazmente cualquier detalle del modelo. Pero algunas de sus obras están más cargadas de valores románticos que realistas.

(22) López Pérez, M.: «Pedro Rodríguez de la Torre. Apunte biográfico». Exposición antológica del pintor giennense Pedro Rodríguez de la Torre ( 1847-1915); págs. 28-29.

(23) Montero Garzón, M.: «Pedro Rodríguez de la Torre», págs. 172-173.(24) Puente Pérez, J. de la: «Ante la obra de Pedro Rodríguez de la Torre», pág. 17.(25) López Pérez M.: «Pedro Rodríguez de la Torre...», págs. 28-29.(26) V iribay Abad, M.: «El arte en Jaén durante el siglo xix», pág. 22.(27) Puente Pérez, J. de la: «Ante la obra de Pedro Rodríguez de la Torre», pág. 16.

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El Realismo le conduce a estudios aislados de objetos y personajes, de los que intenta captar toda su realidad y a encuadrarlos en unos entornos identificables. Pretende, por medio de la representación de seres y objetos evidentes, en una ambientación perfectamente identificable, dar veracidad y realismo a los personajes, objetos y situaciones expresados.

De su estancia en Roma hay que destacar el influjo de Mariano Fortuny, quien había dejado su huella —sobre todo en la forma de vestir algunos personajes— en muchos artistas españoles que por aquel entonces pintaban y estudiaban en la Ciudad Eterna. La llamada pintura de casacón que Fortuny puso de moda por la indumentaria con que viste sus personajes, queda patente en los dos cuadros más representativos de esta etapa: Antes de continuar el retrato y Se enredó la madeja. En esa época Pedro Rodríguez se sintió también atraído por el luminismo de Fortuny.

Una vez vuelto a España, la huella de Fortuny va desapareciendo pro­gresivamente, porque lo que le interesa al pintor giennense es el mundo que palpa. Ello hizo que se potenciara en él ese costumbrismo que formó parte de su primer aprendizaje, de sus primeras vivencias, que no olvidó durante su etapa romana, y que no podemos desligar del de algunos artistas granadi­nos y sobre todo sevillanos. Así lo evidencian, entre otras obras, las tituladas ¿Alcanzará? y La Sacristía.

Es el suyo un costumbrismo más bien despreocupado, poco dado a la crítica, que lo asimila a la práctica andaluza. Rodríguez de la Torre fue un buen exponente, dentro de su época, de la mejor pintura andalucista, tanto por la luminosidad de su obra como por su sobriedad y reposo, que la hace aproximarse a la escuela sevillana. Supo plasmar, con todas sus vivencias, variados aspectos de la vida y de la tradición giennense, los tipos populares, las callejas y rincones del viejo Jaén; escenas, en suma, muy del gusto del público que buscaba el tipismo en estos cuadros.

Los asuntos que escoge Pedro Rodríguez para este tipo de cuadros están de acuerdo con la costumbre y la moda del momento. Nos presentan un panorama de desenfado absoluto, y en ellos destacan ciertos elementos, como la representación natural de escenas cotidianas tratadas de una manera sen­cilla; así queda expresado en los gestos de los personajes y en el ambiente que los rodea.

Esta pintura, para su realización, se mantuvo dentro de las reglas acadé­micas. Las figuras ofrecen siempre mayor atención, y en ellas los rostros son un fiel reflejo de las emociones internas, y explican por sí mismos el signi­ficado del cuadro. Las pequeñas dimensiones de estas obras ayudan a enten-

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der la poca complicación compositiva. El academicismo fue el factor deter­minante de que la estructuración de los cuadros siguiera principios clasicistas. A ellos se debe el que predominen los ejes tradicionales, y que se mantenga el eje de simetría central.

La técnica empleada es muy precisa, de estilo académico, y siempre luminista. El resultado es el de obras muy decorativas, despreocupadas por la técnica y sencillas por el asunto que desarrollan. Preferirá el preciosismo, de pincelada pequeña, que dé vigor a las escenas representadas y ofrezca un resultado sorprendente. Las variadas formas que aparecen en sus cuadros se presentan sometidas en todo momento a la prioridad de la pintura.

El dibujo es preciso y minucioso, y Pedro Rodríguez determina con él la riqueza de detalles y los volúmenes y formas. El color, indudablemente, sobresale en este tipo de obras. La luz se estudia para que con sus efectos haga resaltar los ambientes, y puedan utilizarse con éxito los colores brillantes. En el tratamiento de las luminosidades de su pintura no se advierte ninguna exageración ni salida de tono, si bien en las obras correspondientes a su estancia en Cádiz y Palma de Mallorca, ciudades en las que desarrolló una amplia labor docente, se puede observar una elevación de la luminosidad de sus cuadros, así como un colorido especial, que acusan hasta qué punto influyó en la sensibilidad del pintor la claridad de aquellas ciudades medi­terráneas.

Sobre su colorido, dibujo, luz y composición son muy elocuentes las siguientes opiniones. Según Alfredo Cazabán, en la nota necrológica que le dedicó en la revista Don Lope de Sosa, «sus obras tienen un sello de originalidad, de exquisito colorido, de hermosa composición» (28). Para el mismo autor, «su paleta estaba llena de colores de alegría» y sus cuadros «tienen la gracia y el donaire de aquellos asuntos que Alenza, Esquível y Elbo heredaron de Goya» (29). En opinión de Montero Garzón fue «dibujante correctísimo, firme, seguro y escrupuloso [...]; muy hábil y muy perito en el manejo del color; delicadísimo, a la vez que franco y resuelto en la ejecu­ción» (30). Para Miguel Viribay, la luz «sensibilizó su retina hasta convertirlo en uno de los artistas más exquisitos de su tiempo» (31).

Pedro Rodríguez creó obras en las que predomina lo moderado en las

(28) <(29) 1

(31) V iribay A b a d , M.'. «El arte en Ja é n .

juez de la Torre», pág. Hl-Jaén durante el siglo xix, pág. 240.

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216 BOLETÍN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES

interpretaciones estéticas y lo irrelevante y puramente decorativo en lo formal. Son cuadros de pequeño formato, pero que conservan siempre la calidad de la factura. Se trata de una pintura auténtica que es un reflejo de la personalidad de su autor. Con su corte académico y con la sencillez y sobriedad que las caracteriza, son dignas de notar por su significado entrañable y pueden com­pararse a las mejores de las existentes en este género pictórico.

Una buena parte de ellas está en manos de particulares. Sólo tres, como ha quedado expuesto, forman parte de los fondos de nuestro Museo Provin­cial: Antes de continuar el retrato, ¿Alcanzará? y La Hermana de la Caridad. Son obras de buena calidad artística, en las que quedan de manifiesto las características de su pintura costumbrista en sus más variados aspectos.