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LA PERSONA INMIGRANTE. * APROXIMACIÓN ANTROPOLÓGICA DELEGACIÓN DIOCESANA DE INMIGRANTES A S T I Cava Alta, 25. 28005 Madrid

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LA PERSONA INMIGRANTE. * APROXIMACIÓN ANTROPOLÓGICA DELEGACIÓN DIOCESANA DE INMIGRANTES A S T I Cava Alta, 25. 28005 Madrid

La persona inmigrante. Aproximación antropológica

Esta es una publicación del Servicio de Formación de la Delegación Diocesana de Inmigrantes A. S. T. I. Cava Alta,25. 28005 Madrid

Teléf: 365.65.18; 365.64.48. Fax: 366.41.39 1ª Edición. 1993

La persona inmigrante. Aproximación antropológica

S U M A R I O

1.INTRODUCCION.

Mirada sobre la realidad.

2.PERFIL ANTROPOLOGICO DEL INMIGRANTE.

2.1.Los inmigrantes constituyen un colectivo heterogéneo que comparte una misma condición.

2.2. El mundo relacional de los inmigrantes está condicionado.

2.3. El inmigrante encuentra dificultades y barreras para la integración.

2.4. Al inmigrante se le hace difícil articular su proyecto de vida. 2.5. El inmigrante es también portador de una identidad negativa.

Nuestras relaciones con los inmigrantes

3. VALORES Y CONTRAVALORES EN EL UNIVERSO SIMBOLICO

Y EXISTENCIAL DEL INMIGRANTE.

3.1. El inmigrante es una persona portadora de valores.

3.2. El inmigrante es también portador de una identidad negativa.

4. ¿HACIA DONDE CAMINA EL HOMBRE INMIGRANTE?.

5. LA CUESTIÓN FUNDAMENTAL.

Una mirada de creyentes.

6. CONCLUSION.

José Manuel Madruga, IEME

La persona inmigrante. Aproximación antropológica

La persona inmigrante. Aproximación antropológica

El hombre está arraigado, está enraizado en una tierra, está enraizado en una cultura, en una manera de ser, en un sistema de valores, en un sistema de actitudes, y, cuando hay un cambio espacial como las migraciones, o cuando hay un cambio de estilo de vida, como por ejemplo, en la transferencia de un sector agrícola y ganadero a un sector industrial y de servicios, de un mundo rural a un mundo urbano, que significa un cambio de civilización, se produce inmediatamente un hecho considerable que merece nuestra atención, y es que la gente pierde la base de sustentación, que la gente pierde aquel sustrato sociológico que sostenía su vida, también su vida religiosa. Se produce un vacío peligroso hasta que él mismo, en una síntesis nueva, organice su nuevo sistema de valores (Ricardo Alberdi. Cambios históricos e identidad cristiana. Col. Sígueme)

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1.- INTRODUCCIÓN. De unos años acá ha cambiado el paisaje humano de nuestras ciudades, pueblos agrícolas, zonas industriales. Estamos ante el inicio de posibles, e incluso, necesarios cambios de convivencia, de enfoques distintos, de complementación y de integración de diferencias que nos puedan enriquecer para borrar una especie de sello fatalista autodestructivo, esculpido en las plazas del libre mercado y en nuestros sofisticados ordenadores. Comenzaron a llegar en los años 60: apenas eran unos pocos. Crecieron en los años 70, diversificándose los lugares de procedencia y se convirtieron en un hecho social notable a partir de los 80. Ellos son los inmigrantes. Arelis tuvo que salir de las lomas del sur de una tierra que se conoce como la República Dominicana. Un país, como diría el poeta Pedro Mir Situado en el mismo trayecto del sol Colocado en un inverosimil archipiélago de azúcar y alcohol. Algún amor creerá que en este fluvial país en que la tierra brota, y se derrama y cruje como una vena rota, donde el día tiene su triunfo verdadero, irán los campesinos con asombro y apero a cultivar cantando su franja propietaria. Pero no, el campesino no tiene tierra. Hay un país en el mundo donde un campesino breve, seco y agrio muere y muerde descalzo su polvo derruido, y la tierra no alcanza para su bronca muerte" Jonh y Alex son dos jóvenes africanos que un día se vieron obligados a salir de su país. Razones de tipo político y también económicas les forzaron a tener que dejar su casa, su familia, sus amigos, la tierra que les vio nacer y crecer. Pensaron dirigirse a Europa y entraron por España llegando a Madrid un día de invierno. Extraños en un país distinto al suyo, sin poder comunicarse, experimentaron la soledad, el hambre, el frío y lo que es peor, la indiferencia y la sospecha. Su país con grandes riquezas naturales y energéticas se debate en enfrentamientos tribales y militares, sin dejar a un lado la corrupción administrativa.

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Ibrahim , es un joven marroquí. Muchos días, al amanecer, contempló desde su tierra y entre brumas el peñón de Gibraltar, punta de lanza de la Europa rica y desarrollada. Soñó con dejar algún día su tierra atormentada por la falta de liber- tades y por las dificultades económicas. Cual gaviota quiso sentirse libre y volar para conocer otros mundos que ofrecieran alternativas de una vida más digna. Al final consiguió cupo en una patera. El viaje, una odisea. Algunos de sus acompañantes murieron en la travesía. El se pudo salvar y pisar así la tierra "prometida" de los Doce. Ha encontrado trabajo y está regularizado pero el patetismo de las imágenes de aquella madrugada de octubre se reflejan en su rostro triste y cansado de un hombre joven madurado a destiempo. Isabel, filipina, también llegó a España ya hace un tiempo, venciendo muchas dificultades. Trabaja en el servicio doméstico y se siente tratada como un objeto. Salió de su tierra, huyendo de la miseria y del fatalismo con la esperanza de estudiar, de ser alguien en la vida y poder ayudar a los suyos. Hoy, apenas le quedan fuerzas y ganas para seguir luchando; la vida le ha tratado muy duramente. Aún así, algunas veces sueña que lo suyo será posible. Arelis, Jonh, Alex, Abrahim e Isabel son algunos de los rostros que nos encontramos en nuestras calles, en los puestos de venta de los metros, en los centros de diversión, en los centros de acogida, en algunas de nuestras iglesias. Detrás del rostro de cada uno de ellos hay una historia de vida, hay unas personas, unos proyectos, unas esperanzas, unas frustraciones y unas heridas no cicatrizadas. Si algo de la antropología cristiana no ha perdido valor es la persona humana, y si en algo la Iglesia debe ser experta debe ser en humanidad. De ahí la importancia de acercarnos a la persona, pero no de cualquier manera, sino con un gran respeto, sin prejuicios, con una gran delicadeza, casi como de puntillas, con una exquisita sensibilidad. Y en ese acercarnos al hombre de hoy, los creyentes tenemos que fijar nuestra óptica en los más marginados entre los marginados: en éstos, hoy se encuentran los inmigrantes. Ellos son la herida abierta del Cristo crucificado y sufriente. Están ahí, junto a nuestras puertas, recordándonos la dimensión misionera de la Iglesia. Desde mi experiencia de trabajo en países del Sur y de acompañamiento aquí, en Madrid, de algunos colectivos de inmigrantes, pretendo acercaros, desde una perspectiva antropológica, a la irrupción en nuestro entorno de este hombre y esta mujer que están incidiendo, de alguna forma, en la configuración de nuestra propia identidad en cuanto que forman parte de esta historia que los hombres vamos labrando a partir de la cotidianidad.

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MIRADA SOBRE LA REALIDAD

1.-¿Cuantos inmigrantes residen en tu pueblo, en tu barrio, en tu ciudad, en tu parroquia, en tu sector de trabajo?

* ¿De qué nacionalidades son? * ¿Cuántos están documentados con permisos de residencia y de trabajo? *¿Cuántos no podrán mantener la legalidad por causa de la precariedad de sus

contratos de trabajo o porque no les declaran a la Seguridad Social?

2.-¿Qué sabes de sus países de origen, de su cultura, de su religión, de sus tradiciones? 3.-¿Conoces las verdaderas razones de su presencia entre nosotros? ¿Sabes por qué

emigran los hombres?

* -¿Piensas que vienen sólo porque tienen hambre? * -¿Has pensado que las migraciones están al servicio de nuestro progreso? * -¿Piensas que quitan puestos de trabajo o que, más bien, hacen lo que no queremos y

contribuyen a nuestro bienestar?

4.-¿Sabes si tu Ayuntamiento les facilita el empadronamiento?

Muchas veces, no les empadronan porque son pobres y pedirían prestaciones sociales.

5.-¿Qué empleos tienen? ¿En qué sectores trabajan?

* ¿Qué horarios y condiciones de trabajo tienen? * ¿Les queda tiempo libre para la familia, la formación, el ocio y el descanso?

6.-¿En qué barrios viven? ¿Cómo son sus viviendas?

* ¿Les alquilan los pisos con facilidad o se les niegan los alquileres por ser extranjeros?

* ¿Sabes que no les permiten acceder a viviendas sociales por ser extranjeros? * ¿Cómo son sus viviendas: buenas, malas, insalubres, chabolas? * ¿Están bien o deficientemente equipadas? * ¿Viven hacinados? ¿Por qué? * ¿Viven reagrupados por barrios o dispersos? ¿Por qué?

7.- En el campo de la educación, ¿qué derechos tienen para ellos y para sus hijos? ¿Pueden acceder a formación profesional, a becas de estudio, a becas de comedor y a las demás ayudas al estudio? ¿Tienen clases de apoyo y de educación compensatoria?

8.-¿Participan en la vida ciudadana a través de las asociaciones de vecinos, de padres de alumnos, sindicales? ¿Participan en las casas de cultura, en las fiestas del barrio, en otras actividades de ocio colectivas?

9.-¿Participan en las parroquias, comunidades cristianas y movimientos? ¿Que lugar les dejamos en ellas?

La persona inmigrante. Aproximación antropológica 2.- PERFIL ANTROPOLÓGICO DEL INMIGRANTE. No es fácil trazar un perfil antropológico donde queden expresados los rasgos que configuran la identidad del colectivo inmigrante. Lo intentamos en base a algunos trazos elaborados a partir de la observación y la confrontación con otras personas que llevan un tiempo acompañando a los inmigrantes. De entrada, hay que ser conscientes, de que se trata de una aproximación. 2.1.- Los inmigrantes constituyen un colectivo heterogéneo que comparte una misma condición. Cada colectivo de inmigrantes tiene sus propias peculiaridades culturales en cuanto a lengua, religiosidad, comidas, régimen matrimonial, normas de rela- ción social, disposición de la vivienda y otros rasgos de formas de vida. A su hete- rogeneidad étnica y cultural hay que añadir la diversidad jurídica, ocupacional, residencial, asociativa y de antigüedad en España. Toda acción o iniciativa en favor de los inmigrantes ha de descender a la problemática y especificidad de cada colectivo. De ahí la importancia que tiene para toda persona que quiera acompañar a los inmigrantes, la comprensión global del fenómeno migratorio y las actitudes de escucha, capacidad de observación, empatía, condición compartida, antes de comenzar a hacer cosas para los inmigrantes. Se trata más bien de hacer con los inmigrantes. 2.2.- El mundo relacional de los inmigrantes está condicionado. La situación irregular de muchos de ellos y las muchas trabas administrativas a los ya regularizados, limitan no sólo las condiciones de trabajo, sino también las posibilidades de integración social. En estos momentos, nos encontramos en España con un número indeterminado de irregulares que desearían regularizar su situación para poder acceder así al trabajo y en condiciones de una cierta legalidad. Estos últimos meses en que tanto se habla de los cupos establecidos para los inmigrantes, muy pocos, desde la Administración, son los que se preguntan por la situación de este número flotante de irregulares. Antes de hablar de cupos ¿no sería más justo y más ético regularizar a los que ya están entre nosotros?

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El mundo relacional de los inmigrantes se ve muy limitado por la escasez del tiempo de que disponen, por el aislamiento que conlleva muchas veces el propio trabajo, por las diferencias culturales y por las dificultades lingüísticas de una manera muy especial en el caso de los africanos. Sin documentación y sin trabajo es imposible articular un proyecto de vida, establecer relaciones personales que puedan garantizar una verdadera integración.1 2.3.- El inmigrante encuentra dificultades y barreras para la integración. La integración debe ser un objetivo prioritario en toda política inmigratoria.

Integración entendida como el proceso de incorporación de un inmigrante a una sociedad determinada en igualdad de condiciones que los ciudadanos autócto-nos.

La integración abarca muchos aspectos. Así se puede hablar de: * Integración legal, desde la regularización a la nacionalización. * Integración laboral, desde el acceso al empleo hasta la inserción en el mercado

de trabajo formal. * Integración familiar, reagrupación de padres e hijos. * Integración escolar, incorporación de niños y jóvenes al sistema educativo. * Integración sanitaria, acceso normalizado al sistema médico. * Integración social o convivencial, relaciones estables con autóctonos. * Integración cultural, expresión no conflictiva de su cultura propia y

conocimiento y uso de la cultura receptora. A su vez la integración se puede englobar en dos dimensiones: la

socioeconómica y la cultural. La dimensión específicamente cultural consite en que el inmigrante aune los dos contextos culturales, el de partida -como cultura propia que debe mantener y recrear- y el de destino, o cultura ajena que debe aprender y respetar. Pero es imposible la integración sociocultural sobre la base de una fuerte marginación socio-económica. Tampoco la integración plena se reduce a la superación de la problemática socioeconómica. Es necesaria la voluntad de interrelación, la aceptación mutua entre autóctonos y extranjeros.

1.- Martínez Rodrigo, Antonio. España, país de inmigración. Colección Cuadernos HOAC, nº 18. Madrid, 1992

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La integración encuentra múltiples barreras como la movilidad espacial,

residencial y ocupacional que impide establecer sólidos lazos de vecindad con la población autóctona. La misma precariedad de sus contratos y la compleja legislación en torno al status jurídico de residente tanto para obtenerlo como para mantenerlo, conlleva para el inmigrante una conciencia de provisionalidad que le desalienta en el esfuerzo necesario para la integración.

Por otra parte, hay que diferenciar entre asimilación e integración. En el

proceso de asimilación, el inmigrante se adapta al "nuevo contexto receptor" pero a costa de perder o abandonar su cultura de origen. En el proceso de integración, el inmigrante logra adaptarse y ser admitido en la nueva sociedad manteniendo y modificando su propia cultura. El modelo de integración implica que se respete su distintividad sociocutural; es decir, la existencia de un derecho a la diferencia, un conocimiento profundo por parte de autóctonos y extranjeros de que la diversidad cultural es positiva para la sociedad. La integración implica una adaptación mutua.

"La integración de los inmigrantes, dice el profesor Carlos Giménez, debe ser

conceptualizada como la adaptación mutua entre dos segmentos socioculturales diferentes pero iguales en derechos y obligaciones, y no como un proceso de ajuste unilateral del polo dominado. Todo proceso de integración requiere el cambio de los dos polos de la relación, el que se trata de integrar y la sociedad que está dispuesta a integrar. Hemos de ser conscientes de que son necesarios determinados cambios en la población nativa y en sus instituciones para que de hecho los inmigrantes puedan ser plenamente integrados".2

El no caminar por la vía de la integración abre una puerta segura a una mayor

marginación con el surgimiento de "ghetos" y núcleos de hacinamiento, con-flictos interétnicos, expansión de la economía sumergida.

2.4.- Al inmigrante se le hace difícil articular su proyecto de vida. Por proyecto de vida se entiende el "núcleo central de cada uno de nosotros",

formado por los valores en torno a los cuales se va estructurando la identidad de la persona. El proyecto está constituido por el conjunto de sus valores y por su modo de vida. Se presenta como una hipótesis, un interrogante, una invitación, sobre todo un sentido que dar a la vida, un esbozo de respuesta a los grandes interrogantes existenciales.

2.- Giménez Romero, Carlos. Características y posibles líneas de integración del colectivo inmigrante en la

C.A.M.

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El proyecto cumple una función triple: La primera hacia el presente. El proyecto de vida es como el eje central, el punto

de apoyo al rededor del cual la personalidad va construyéndose, estructu-rándose, como principio unificador de las propias aspiraciones. Es como un polo magnético que imanta las diversas fuerzas, unifica los diversos componentes de la persona.

En segundo término, hacia el futuro. El proyecto de vida constituye una tensión

dinámica hacia el futuro, pone de relieve las expectativas del porvenir, exige y ayuda a buscar una orientación que dar a la propia vida. Representa el elemento motor, el impulso de desarrollo y de estructuración, una línea directriz, sin la cual no hay verdadero crecimiento.

Una función en profundidad. El proyecto de vida constituye para el sujeto que lo

vive un principio de autonomía y libertad interior, junto con un compromiso de llevar adelante su ejecución en consonancia con la propia capacidad y con la situación física, social, existencial en la que se desarrolla su vida. El hombre es un proyecto, decía Sartre. No hay vida, no hay identidad sin este impulso..., sin esta idea previa y encauzadora.3

El proyecto de vida del inmigrante está condicionado por múltiples factores: la

cualificación cultural y laboral, la extracción social de la que procede, la situación socioeconómica actual, las mismas condiciones del mercado de trabajo. Muchas veces nos encontramos con el analfabetismo funcional, con el desconocimiento de la lengua y de la cultura del país receptor. A esto hay que añadir la falta de igualdad de derechos y de oportunidades.

No se puede olvidar que el inmigrante ha dejado en su país de origen un proyecto de vida iniciado que pretende retomar aquí y que muchas veces se le hace muy difícil pasando unos años en la inseguridad e incertidumbre. Para muchos de ellos, que son jóvenes, se trata de una pérdida de energías muy valiosas.

2.5.- El inmigrante es también portador de una identidad negativa.

La inseguridad fruto del proceso de marginación que ha caracterizado a la política española de inmigración, las condiciones de vida infrahumanas, la soledad (faltos de una familia, que no pueden reagrupar, su verdadera y primera comunidad humana), la marginación socio-cultural, la xenofobia y el racismo hacen que en el hombre inmigrante se esté produciendo un grave deterioro humano.

3.- Soveringo, José. Proyecto de vida, edit. Atenas, Madrid, 1990.

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Los inmigrante forman parte de las nuevas bolsas de pobreza que están

surgiendo en este nuestro primer mundo,. Pero la marginación del hombre inmigrante no es sólo económica sino también antropológica. Todo lo cual conlleva un proceso de destrucción de las personas y de las familias con lo que es imposible el desarrollo armónico de la persona.

Cuando hablamos de inmigrantes, tenemos que hablar de desarraigo. Sabemos

que todo hombre está arraigado, enraizado en una tierra, en una cultura, en una manera de ser, en un sistema de valores y de actitudes y cuando hay un cambio espacial como las migraciones se produce un hecho de máxima importancia y de insospechadas consecuencias: la gente pierde su referencia, el sustrato sociológico que sostenía su vida. Se produce un vacío peligroso hasta que él mismo, en una síntesis nueva, organice su nuevo sistema de valores.4

No podemos olvidar que muchos de nuestros inmigrantes no han sufrido en su

país ni siquiera el trauma del paso de su mundo rural al mundo urbano. Por consiguiente el impacto al encontrarse en una sociedad industrial y en las ciuda- des impersonales de este nuestro mundo puede generar auténticos traumas pato- lógicos.

Casi todos los inmigrantes, no olvidemos que en su mayoría son jóvenes, sufren

en lo más íntimo de su identidad en formación, el hundimiento de todo su mundo de valores. A partir de ahí se produce un vacío que más tarde se irá llenando con otros referentes culturales. ¿Será capaz de recomponer su escala de valores? ¿Qué valores les estamos aportando?

4.- Alberdi, Ricardo. Cambios históricos e identidad cr istiana. Ediciones Sígueme. Salamanca.

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NUESTRAS RELACIONES CON LOS INMIGRANTES 1.- En tus ambientes (familia, pueblo, barrio, ciudad, parroquia, amigos,

trabajo, etc), ¿qué actitudes percibes ante el inmigrante? * ¿De acogida, de amistad? * ¿De rechazo, de xenofobia, de racismo? 2.-¿Has hablado y mantenido relación con algún inmigrante? * Por casualidad o de manera habitual * ¿Cuál era su nacionalidad? * ¿Evitas relacionarte con alguno por causa de su nacionalidad, raza o

religión? * ¿Donde los encuentras: en la escuela, en los comercios, en los centros

de salud? ¿En el inmueble, en el barrio, en la parroquia, en las asociaciones? ¿En el lugar de trabajo, de ocio, en los transportes?

3.- ¿Cómo han sido estos encuentros: fáciles o difíciles? ¿Por qué? * ¿Os han permitido conoceros mejor por encima de prejuicios de

cualquier tipo? * ¿Tienes amigos inmigrantes? 4.- ¿Qué trato les damos? * Cuando trabajan en nuestra casa, en nuestra fábrica, ¿qué trato, qué

salario les damos? * ¿Cuánto tiempo libre les dejamos? ¿Se lo respetamos así como las

fiestas? * ¿Te has puesto en su lugar alguna vez? * ¿Aceptaríamos para nosotros, para nuestros hijos condiciones de trabajo

como las suyas, que nos impidieran realizarnos como mujeres y hombres cabales?

* Los cristianos e instituciones religiosas con inmigrantes a nuestro servicio, ¿cumplimos escrupulosamente toda justicia (documentación, salario, horarios, trato, promoción...) o nos excusamos diciendo: "Aquí les tratamos como de la familia", "es que en el fondo les estamos haciendo un favor", "eso de los papeles es cosa de la ley que hoy hay una y mañana hacen otra", lo que vendría a significar que violamos sus derechos legítimos?

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3.- VALORES Y CONTRAVALORES EN EL UNIVERSO SIM BOLICO Y EXISTENCIAL DEL INMIGRANTE. 3.1.- El inmigrante es una persona portadora de valores. En principio todo hombre o mujer que emigra es un ser que arriesga, decidido,

buscador de nuevos horizontes, soñador e inquieto. Desde una perspectiva cultural, llega con su propia cultura, distinta a la nuestra pero complementaria. Cada día nos debemos abrir más a un mundo pluricultural. Su "distintividad " nos ayuda a salir del etnocentrismo cultural que nos hace tan seguros y excluyentes.

Proceden de mundos empobrecidos, de países explotados y saqueados por el

norte y por sus propios gobernadores; pero son países ricos en muchos recursos, sobre todo en humanismo; portadores de relaciones más cercanas y amistosas que tanto comenzamos a echar en falta en nuestro mundo de consumo y burocratizado.

En la afirmación de sus propios valores culturales, a la vez que reconocen los

valores de nuestra cultura e historia, nos devuelven la dimensión religiosa en un mundo extremadamente secularizado con el consiguiente abandono de la tras- cendencia que nos lleva a formular proyectos de vida con horizontes recortados y achatados, sin apenas espacios a la utopía.

Aún en la dinámica y en la lógica del mercado que guían nuestras vidas, ellos no

se resignan a verse reducidos a un factor meramente económico: producción - salario - consumo. Reclaman una legislación justa que les libere de la marginación sociocultural y que les garantice la seguridad necesaria para poder proyectar su vida personal y familiar.

3.2.- El inmigrante es también una persona portadora de contravalores. En el caminar y compartir con los pobres, a veces, encontramos demasiada

sensiblería barata, en el sentido de que podemos llegar a "canonizar" a los pobres y a "satanizar" a los ricos. Ni los pobres son tan santos ni los ricos tan demonios, aunque la salvación de estos últimos pasa por una más justa distribución de su riqueza y por un esfuerzo de vivir más consecuentemente la fraternidad. Quiero decir con ello que todos estamos hechos de la misma arcilla y por lo tanto entre los inmigrantes también hay rasgos negativos y contravalores. Entre ellos podemos hablar de :

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* Búsqueda de una promoción individual y materialista, como sustitutivo de la

situación de marginación social y laboral sufrida, en detrimento de la promoción humana, colectiva o comunitaria.

* Sentimiento de frustación, en muchos casos, por sentirse víctima de una

situación injusta, unida al anonimato y a la carencia de una experiencia de comunidad, debido al anonimato a que les somete la vida urbana.

* Conflicto interior ante la nueva cultura, lengua y diferentes pautas de compor-

tamiento de la sociedad urbana. Se le hace muy difícil integrar estos aspectos y, sin embargo, se dejan recuperar muy pronto por la misma sociedad de consu- mo que les margina.

* Naufragio de sus creencias y vivencias religiosas ante el secularismo reinante.

Este es un fenómeno que se advierte más en los jóvenes africanos. * Afirmación de la propia cultura y refugio en el "gheto", ante las dificultades

de la integración y como una respuesta también al rechazo y a la xenofobia. * Indiferencia frente a todo lo que signifique participación, vida asociativa y

vida ciudadana, como expresión del sentirse marginados del proyecto de sociedad en la que viven.

* Falta de conciencia, en cuanto que, a veces, ellos asumen el paradigma

inmigrante igual a trabajador. Es decir, el inmigrante piensa que ha venido para trabajar y ganar un dinero ansiosos de conseguir un mínimo de bienestar material. Pero no se percata de que va relegando otros aspectos de la vida y de que va dejando en suspenso su proyecto de vida en aras de un añorado retorno a su tierra, más imposible a medida que pasan los días, ni de que debe despejar cuanto antes esa incógnita de provisionalidad que pesa sobre su vida.

•••• Finalmente la conciencia de inseguridad en que viven por la precariedad de

sus contratos y por las dificultades para mantener la legalidad, hace que no se esfuercen por aprender la lengua, siendo ésta la herramienta fundamental para abrirse camino en esta sociedad.

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4.- ¿HACIA DONDE CAMINA LA PERSONA INMIGRANTE? El futuro del hombre inmigrante es incierto. Y es incierto porque la sociedad en

la que vivimos y de la que formamos parte no tiene una política cohe- rente y definida en torno a este tema de la inmigración.

Es verdad que no es posible una política de puertas abiertas, pero aquellos

inmigrantes que están entre nosotros, a quienes necesitamos para los trabajos más duros y peor pagados y para que entren a formar parte de la economía sumergida, deben ser tratados y considerados como personas. Lamentablemente las directrices de la Comunidad Económica Europea favorecen muy poco el principio de igualdad de trato entre el nacional y el extranjero. Estamos tratando al inmigrante cada vez más como a un ser de otra categoría.

Por otra parte mientras sigan emigrando los hombres y no los capitales,

continuarán llegando a las puertas de Europa las masas famélicas del Sur. Si las políticas económicas no cambian a nivel mundial en la perspectiva de unas nuevas y justas relaciones internacionales, seguirá creciendo el número de colectivos de pobres y marginales que irán creando tensión en la medida en que nos se dispone de mecanismos de alojamiento y de integración. Por otra parte, la diversificación del colectivo inmigrante del Tercer Mundo obligará a incorporar importantes matices y especificidades en la intervención social. Es previsible, por otro lado, un incremento de rechazo y en general, el comienzo de situaciones de conflictividad social interétnica.

En el ámbito de los inmigrantes que hoy tenemos, independientemente de los

motivos que hayan tenido para emigrar y de las vías de acceso utilizadas para entrar, hay que tender a superar el actual desequilibrio existente entre las dimensiones laboral y policial respecto a lo social. Las instancias políticas y administrativas se preocupan mucho de las cuestiones de orden público, de la seguridad ciudadana y del cierre de las fronteras, pero muy poco de la necesaria regularización y facilitación de los permisos de residencia y menos aún, por supuesto, de las condiciones de vida y de la problemática de la integración de los colectivos inmigrantes.

¿Qué futuro le espera a este hombre? ¿Hacia donde caminará? ¿Será capaz

de ir tomando conciencia colectiva respecto a la dimensión cultural, social y política de su nuevo status? ¿Caerá cada día más en el individualismo y en el aislamiento? ¿Caminará hacia una inserción en una sociedad pluricultural, que supere nacionalismos culturales y que acepte los valores, que en los diferentes campos aporten las comunidades presentes? Y a la segunda generación, ¿qué futuro le espera?..

La persona inmigrante. Aproximación antropológica El hecho migratorio, como tal fenómeno social, es ciertamente ambivalente con

consecuencias, favorables unas, desfavorables otras, que van configurando al hombre inmigrante y su familia. Podría ser un medio de promoción social para personas que en sus sociedades de origen no tienen tales posibilidades, convirtiéndose en factor de corrimiento social; ensanchar horizontes culturales del individuo, inyectar dinamismo a la sociedad, enriquecer la manera de pensar y actuar; ser espacio de mayor libertad y en el que se supera todo tipo de condicionamientos...

Pero las condiciones en que se produce y mantiene a la inmigración extranjera

tanto en España, como en el resto del mundo ("la misma inmigración clandestina no es inútil..."), presididas por una racionalidad meramente económica, han hecho que los hombres y mujeres migrantes pagaran un alto precio de desarraigo y explotación. Y ello, porque ni medió preparación alguna, ni se tomaron las mínimas medidas necesarias, para que pudieran gozar de una existencia digna y del mínimo de seguridad requerido para proyectar una vida. Lo que provoca no pocas frustraciones. Las primeras generaciones, al menos, no verán compensados sus sacrificios ni siquiera en una mínima parte con los beneficios materiales que tras largos años puedan obtener.

La dureza de sus vidas les obliga a preterir las más profundas convicciones y los

valores de participación, formación e incluso los religiosos, por las que antes habían sabido luchar. No olvidemos que para que surjan organizaciones de inmigrantes fuertes y con amplia representatividad se hace necesario que transcurra un cierto tiempo, que permita a una mayoría de ellos afianzarse por la legalidad, la estabilidad laboral, el dominio de la lengua y la cultura y, por otra parte, que se den condiciones objetivas para que puedan orquestar proyectos de vida que den un marco referencial a su presencia aquí y no se mantengan siempre en la duda de regresar o quedarse. El futuro del hombre inmigrante es incierto.

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Por todo ello, la respuesta a las preguntas anteriormente planteadas viene

condicionada por nuestras propias actitudes y por nuestra voluntad real y nuestra capacidad de asociarles a un proyecto común de sociedad.

Pienso que a nivel eclesial y a nivel de los grupos que han optado por

acompañar a estos hombres y mujeres, debe darse un proceso de clarifica-ción. No basta la buena voluntad y los deseos de hacer algo. Primero hay que comprender el fenómeno de la inmigración en toda su globalidad y luego hay que estar dis- puestos a caminar junto a ellos en la escucha, respetando su identidad, sin poner- nos en su lugar, facilitando herramientas para su integración y desarrollo como personas. Sólo a partir de la condición compartida es posible caminar junto a ellos.

Habrá que dar el salto de lo asistencial a lo promocional, en el sentido de

que él pueda con el apoyo de otros abrirse camino en una sociedad cerrada y excluyente, aprovechando los resquicios y fisuras del sistema reinante. Lo asistencial debe ser sólo coyuntural, acostumbrar a las personas a recibir nuestras limosnas, incluso parte de nuestro tiempo sin una exigencia de compromiso es condenarlas a la dependencia.

Por otra parte, ¿esta persona inmigrante será capaz de integrarse a esta

sociedad o más bien la sociedad tenderá sobre ella sus tentáculos para engullirla y asimilarla? Habrá que examinar nuestras prácticas, no sea que, sin darnos cuenta, por falta de preparación estemos "domesticando" a estos hombres y mujeres para que sean más eficaces y operativos en este sistema. Claro que habrá que buscar la eficacia, pero teniendo en cuenta su idiosincrasia, sus valores, sus pautas de comportamiento. Esto supone que nuestra sociedad se tiene que ir haciendo más permeable a lo pluricultural y a lo pluriétnico, a distintas formas de concebir la vida, a una moral más situacional que puritana que parta más de las personas y de sus valores y no de las leyes y las normas. Hay que huir de visiones prejuiciadas.

Finalmente, ¿ se resignará a ejercer el papel que se ha asignado de ser

exclusivamente factor económico y de consumo? Yo creo que las condiciones de precariedad en el trabajo que estamos padeciendo quizás con más preocupación en estos momentos, constituyen un handicap que pesa como una losa sobre muchos de ellos. Trabajar hoy en día es un éxito, pero un éxito que tiene muchas contrapartidas: horarios inadecuados, condiciones laborales insoportables, jornadas intensivas de trabajo no suficientemente remuneradas, miedo a ser despedido, la amenaza de un contrato que agota sus días y esto

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dentro del marco de una cierta legalidad. ¿Qué decir de los que trabajan en la

economía sumergida, de quienes se dedican a la venta en las calles y en los metros? La mayoría de los inmigrantes viven hoy para el trabajo, se sienten las piezas más infravaloradas de un sistema que a la vez que genera riqueza excluye piezas innecesarias o más bien que no le son rentables; pero los inmigrantes siguen siendo rentables al sistema, con la posibilidad, incluso, de poder escoger entre ellos.

Por otra parte, no es fácil sustraerse al embrujo del consumo. Llegados de

países donde apenas han tenido acceso a él, encuentran aquí la posibilidad de participar en las rebajas del consumo refinado de este primer mundo. Además, la participación de alguna forma de este consumo actúa como un efecto demostra-tivo, muchas veces engañoso, ante sus familiares y amigos de que la aventura no está siendo tan negativa.

Ahora bien, ¿qué derecho tenemos nosotros para enjuiciar tales comporta-

mientos?, ¿no estaremos una vez más juzgando desde nuestro etnocentrismo cultural? Si algo nos sigue confundiendo a los misioneros es el uso que estos pueblos hacen del dinero, en el sentido de que no sirve para ahorrar. Ellos ahorran e invierten de otra manera. De todas formas sigo pensando que para ellos el consumo tiene otras connotaciones distintas a las nuestras. De ahí, la prudencia que hemos de tener en éste y en otros muchos puntos antes de emitir juicios de valor.

5.- LA CUESTIÓN FUNDAMENTAL. La presencia del inmigrante, en las condiciones de vida a las que está sometido,

plantea una cuestión fundamental, previa incluso a la salvaguardia de sus derechos, así como de nuestros propios intereses en cualquier coyuntura económica: ¿Qué tipo de hombre, qué sociedad, que España y qué Europa queremos construir?

¿Una España y una Europa que hagan la opción de un modelo de desarrollo en

el que se asocien justicia y libertad, eficacia económica y solidaridad social, o una Europa que se someta al fatalismo de una sociedad dual?

¿Una Europa y una España, que asuman plenamente su diversidad étnica,

lingüística, cultural y religiosa, y el aporte de los colectivos inmigrantes que será también en adelante patrimonio común de todos los europeos?

La persona inmigrante. Aproximación antropológica

¿Un hombre y una sociedad dominados por la cultura del tener, competitivos,

marginadores, o un hombre y una sociedad cuya escala de valores esté presidida por la solidaridad, la participación, la justicia, la libertad, la paz, el reparto equitativo de los bienes culturales y materiales, el respeto a la dignidad del hombre y de los pueblos?

Es posible que se nos tache de utópicos, pero nosotros estamos convencidos de

que los problemas económicos de la actual coyuntura, el paro y los de la convivencia ni se deben resolver a expensas de los inmigrantes, ni encontrarán solución por este camino.

Más allá del día a día, que impone el "pragmatismo" hoy, y más allá de la

racionalidad económica que ayer puso en marcha el fenómeno migratorio moderno, es posible la inserción en nuestra sociedad del inmigrante, que en modo alguno pide privilegios, sino que se le conceda la posibilidad de trabajar con nosotros por un futuro prometedor para todos.

Y, si de utopía se trata, hoy más que nunca es necesario recuperar y reconstruir

la utopía como respuesta al pragmatismo que nos rodea y como alternativa al nacionalismo egoísta, consumista, insolidario y empobrecedor.

La persona inmigrante. Aproximación antropológica

UNA MIRADA DE CREYENTES

1.- ¿Qué haces para que en tus ambientes se trabaje para eliminar la

condición de excluido social a la que generalmente se ve sometido el inmigrante y para que surjan actitudes de auténtica acogida?

2.- ¿Cómo se podría favorecer la integración del inmigrante en nuestra Comunidad Autónoma y en nuestra Iglesia?

¿Con el reconocimiento de la igualdad de derechos sociolaborales? ¿Garantizando su legalidad: el derecho a residencia permanente? ¿Con el reconocimiento del derecho a vivir en familia? ¿Con el respeto de los patronos de los contratos en cuanto a salario, Seguridad

Social, horarios, respeto del tiempo libre? ¿Con planes de formación y de promoción? ¿Dándoles participación en la vida ciudadana? ¿Con el voto municipal? ¿Abriendo nuestras parroquias, nuestras comunidades, nuestros movimientos al

hombre inmigrante de forma que no se sientan en modo alguno extranjeros? ¿Cómo viven nuestras Iglesias locales la diversidad y la catolicidad? ¿Qué lugar

dejan a los contenidos culturales y a la sensibilidad religiosa de los católicos venidos de Filipinas, de África, del próximo Oriente, de la Europa del Este, de Laos o de Vietnam, del Caribe, de Iberoamérica...? ¿Cómo conciben las relaciones con los grupos de inmigrantes y de refugiados: en clave de comunión, reconociendo su calidad de miembros de una misma Iglesia y realizando con ellos la catolicidad?

Nuestras parroquias, nuestros arciprestazgos, nuestros movimientos ¿son

espacios de libertad donde el hombre inmigrante pueda ser él mismo, porque se siente reconocido y porque en ellos puede organizarse un nuevo sistema de valores?

¿Son promotoras de justicia por la defensa y el reconocimiento de los derechos

adquiridos por el inmigrante como persona y como obrero? 3.- ¿Acogemos con solicitud a nuestros hermanos inmigrantes de otras

religiones? ¿Conocemos su vida de fe? ¿Tienen la posibilidad de practicarla? ¿Su manera

de vivir la fe nos ayuda a vivir la nuestra? ¿Los tenemos presentes en nuestra plegaria?

La persona inmigrante. Aproximación antropológica

4.- ¿Te unes a toda iniciativa en favor de la integración de los inmigrantes? ¿Conoces grupos y asociaciones de solidaridad o de los propios

inmigrantes? ¿Conoces el Plan de Pastoral Global de la Delegación Diocesana en favor de

la promoción e integración de los inmigrantes? Somos conscientes de que nos encontramos ante una crisis global del modelo de

sociedad y de desarrollo. Una crisis que trastoca una gran parte de los valores, de las certezas sobre las que se apoya la sociedad industrial que ha utilizado las migraciones como elemento posibilitador de las mutaciones y del acceso a las nuevas tecnologías.

Por ello, deberíamos ir contestándonos, desde la interpelación que nos plantea la

presencia del inmigrante como sujeto de derechos y el respeto a su dignidad inalienable, preguntas como las siguientes:

¿Qué es en realidad más ilusorio: buscar la utopía de lo que debe ser una política

de las migraciones fundada en la necesidad de un orden internacional realmente solidario, o empecinarnos en que es bueno y humano lo que en la vida cotidiana resulta ser angustioso, inhumano y marginalizador?

¿Qué es más ilusorio: buscar la utopía del reconocimiento de la igualdad de

derechos para el obrero inmigrante o prodigarnos en declaraciones "formales" de los derechos universales?

¿Qué es más ilusorio: creer en la utopía del reconocimiento de los derechos

fundamentales del hombre inmigrante y en la riqueza que supone el pluralismo de valores y de culturas, o el realismo de quien acepta como bueno o malo lo que se nos da definido como tal por el monopolio de interpretaciones de la realidad desde unas estructuras económicas, que hasta ahora sólo han servido para negar los intereses de los pobres y acrecentar la desigualdad y la dependencia de los pueblos subdesarrollados?

Hay un hecho que no deberíamos olvidar: El realismo económico impuso a 10

millones de españoles, en la España del desarrollo, el abandono del campo (la España pobre) por la ciudad (la España rica) y a casi tres millones más de españoles el emigrar al extranjero. Hoy al cabo de treinta años habría que preguntarse: ¿Era de verdad tan "realista" y necesario aquel sufrimiento? ¿No implicaba con toda su pretendida objetividad científica el servicio a unos intereses y planes futuros de España que resultaron no ser los de los hombres y pueblos de España?

La persona inmigrante. Aproximación antropológica

Ese mismo realismo económico puede imponernos hoy el pensar que, en un

proyecto progresista, los intereses de España y de la nueva Europa reclaman el prescindir del inmigrante extranjero o hacer de él simplemente un excluido.

Hemos de preguntarnos también, si podemos reducir el compromiso con los

inmigrantes a entrega generosa, sin poner de relieve las cuestiones antropológicas, económicas y políticas que entraña el fenómeno migratorio.

Si podemos contentarnos, porque se han puesto de moda las migraciones,

con crear servicios "específicos" y favorecer acciones, que no hacen sino ahondar la condición de dependencia de los inmigrantes, en lugar de ponerles en el camino de la esperanza, que cada día se abre paso en la historia de los hombres, para que, reconocidos en su dignidad inalienable, sean los protagonistas de su historia de hombres y mujeres salidos de su tierra.

Creemos que no caben concesiones, y que no podemos permitirnos la más

mínima, sobre lo que debe ser el reconocimiento de los derechos fundamentales del hombre inmigrante y su familia frente a la incoherencia que en nuestras sociedades lleva a "simultanear la afirmación pública de los derechos fundamentales del hombre y las mil excusas que encuentran para no tener que ceder nada a las minorías sujetos de esos derechos".

La persona inmigrante. Aproximación antropológica

6.- C O N C L U S I O N He pretendido en pocas palabras dar algunos de los rasgos antropológicos que

pueden configurar un "cierto tipo ideal" del inmigrante que hoy encontramos en nuestro entorno familiar. Lo he pretendido hacer con un profundo respeto, siendo consciente de que hay grandes vacíos y lagunas y que la riqueza antropológica que encierra la vida de estos hombres y mujeres desborda todo intento de análisis y de técnicas utilizadas. Confieso, que, de entrada, he renunciado a la perspectiva de científico social para partir de una perspicacia expresiva y espontánea de quien pretende vivir, sentir y sufrir como suyos algunos de los problemas descritos y analizados

Como sacerdote confieso también que, muchas veces, tiemblo cuando se me

pide hablar de colectivos humanos que transitan en la vida por los cauces de la marginación y el olvido. Y esto porque, aun cuando haya podido hacer una opción por ellos, no experimento como ellos. De ahí, mi indignación cuando alguien, sin una empatía antropológica, trivializa la realidad existencial de estas personas humanas, llámense inmigrantes, pobres, drogatas, excluídos, "ninguneados" o "imaginarios". Espero que estos inmigrantes a quienes he querido hacer presente aquí sepan perdonar mi atrevimiento.

Y a quienes habéis tenido la paciencia de leerme, deciros que el inmigrante

antes que nuestras tareas asistencialistas que crean dependencia, espera de nosotros el reclamo de la justicia y la práctica de la caridad cristiana: es decir, caminar con él para devolverle su dignidad de hombre y para hacerle capaz de ser sujeto de su propia historia. Esto supone un reto ético para la sociedad y para la Iglesia.

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