La peregrinación

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VN a peregrinación ha sido secularmente un fenómeno religioso: por el carácter sagrado de su término, ligado siempre a alguna manifestación de lo sobrenatural; por las motivaciones que la provocaban, que eran fundamentalmente el encuentro con la realidad divina presente de una manera especial en el lugar al que se iba; y, en muchos casos, por el camino mismo por el cual discurría la peregrinación, que, en cuanto abierto en el medio físico por el mismo peregrinar, queda configurado como una ruta cargada de signos de fe. LA PEREGRINACIÓN, ACTO RELIGIOSO. LA RELATIVIZACIÓN CRISTIANA De hecho, atendiendo a su naturaleza interna, la peregrinación aparece como un notorio acto religioso en cuanto situado con precisión y de modo expresivo dentro de la naturaleza responsiva de la religión, que siempre presupone una iniciativa divina de presencia ante el hombre. Dentro de la lógica de lo religioso, la peregrinación supone siempre una presencia anterior en el mundo de lo divino o de realidades humanas que lo representan con intensidad, hacia la cual se dirige el hombre haciendo el viaje de respuesta que cierra el circuito de la experiencia religiosa. Respecto de Dios, la peregrinación anuncia su revelación en el mundo, la comunicación de lo divino; y, de parte del hombre, su inquietud existencial y el anhelo por buscar y hallar a Dios. En cuanto experiencia concreta de encuentro entre ambos, la peregrinación objetiva así lo que es la sustancia de la religión y se constituye en una preclara experiencia religiosa. En virtud de esta condición de acto religioso, la peregrinación está presente en la práctica totalidad de las tradiciones religiosas de la humanidad. Religiones politeístas y monoteístas, étnicas o universales, coinciden en el cultivo de la peregrinación, que aparece así como elemento del sustrato común, porque en ella se toma conciencia de la manifestación de lo sagrado en el mundo y el hombre moviliza su finitud insatisfecha hacia objetivos trascendentes en los que encontrar su plenitud. Es cierto que la peregrinación presenta perfiles muy distintos en las distintas religiones, pero no faltan coincidencias notables en función de los denominadores comunes dados entre las religiones; para comenzar, el hecho mismo de la presencia constante del peregrinar en el conjunto de tradiciones religiosas de la humanidad. Es seguramente el cristianismo la tradición religiosa que a propósito de la peregrinación aporta una postura nueva de profunda relativización, en la cual se advierte, justamente, la novedad que introduce el mensaje cristiano, tanto en relación a Dios como a propósito del hombre y de la realidad mundana. Al respecto de ésta, dentro del marco PLIEGO La vida como viaje y camino El Año Santo Jacobeo llega en este 2010 en un momento en el que el fenómeno de la peregrinación ha alcanzado unas pro- porciones hasta ahora desconocidas. Por todos los medios y desde todos los lugares, una enorme afluencia de fieles y de visitantes llega cada año a los santuarios del mundo católico, mientras los caminos antiguos de la peregrinación a pie se pue- blan, durante todo el año o en los tiempos oportunos, de pe- regrinos, muchos de ellos, sin verdadera motivación religiosa. En esta sociedad tan secularizada, esta emergencia de la pere- grinación en sus formas más primitivas, además de cuestionar algunas descripciones del mismo proceso secularizador, cons- tituye una oportunidad y un desafío pastoral de interés, y en esta tesitura, el examen del fenómeno de la peregrinación se perfila como un paso necesario. L

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Dossier sobre el sentido del peregrinaje para el hombre (homo viator)

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a peregrinación ha sidosecularmente un fenómenoreligioso: por el carácter sagrado

de su término, ligado siempre a algunamanifestación de lo sobrenatural; por las motivaciones que la provocaban,que eran fundamentalmente el encuentro con la realidad divinapresente de una manera especial en el lugar al que se iba; y, en muchoscasos, por el camino mismo por el cualdiscurría la peregrinación, que, en cuanto abierto en el medio físico por el mismo peregrinar, queda configuradocomo una ruta cargada de signos de fe.

LA PEREGRINACIÓN, ACTO RELIGIOSO. LA RELATIVIZACIÓN CRISTIANA

De hecho, atendiendo a su naturalezainterna, la peregrinación aparece comoun notorio acto religioso en cuantosituado con precisión y de modoexpresivo dentro de la naturalezaresponsiva de la religión, que siemprepresupone una iniciativa divina depresencia ante el hombre. Dentro de lalógica de lo religioso, la peregrinaciónsupone siempre una presencia anterioren el mundo de lo divino o derealidades humanas que lo representancon intensidad, hacia la cual se dirige elhombre haciendo el viaje de respuestaque cierra el circuito de la experienciareligiosa. Respecto de Dios, laperegrinación anuncia su revelación enel mundo, la comunicación de lo divino;y, de parte del hombre, su inquietudexistencial y el anhelo por buscar y hallar a Dios. En cuanto experienciaconcreta de encuentro entre ambos, laperegrinación objetiva así lo que es lasustancia de la religión y se constituyeen una preclara experiencia religiosa. En virtud de esta condición de actoreligioso, la peregrinación está presenteen la práctica totalidad de lastradiciones religiosas de la humanidad.Religiones politeístas y monoteístas,étnicas o universales, coinciden en elcultivo de la peregrinación, que apareceasí como elemento del sustrato común,porque en ella se toma conciencia de lamanifestación de lo sagrado en elmundo y el hombre moviliza su finitud

insatisfecha hacia objetivostrascendentes en los que encontrar suplenitud. Es cierto que la peregrinaciónpresenta perfiles muy distintos en las distintas religiones, pero nofaltan coincidencias notables en funciónde los denominadores comunes dadosentre las religiones; para comenzar, elhecho mismo de la presencia constantedel peregrinar en el conjunto de

tradiciones religiosas de la humanidad.Es seguramente el cristianismo la tradición religiosa que a propósito de la peregrinación aporta una posturanueva de profunda relativización, en lacual se advierte, justamente, la novedadque introduce el mensaje cristiano, tantoen relación a Dios como a propósito del hombre y de la realidad mundana.Al respecto de ésta, dentro del marco

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La vida como viaje y camino

El Año Santo Jacobeo llega en este 2010 en un momento en elque el fenómeno de la peregrinación ha alcanzado unas pro-porciones hasta ahora desconocidas. Por todos los medios ydesde todos los lugares, una enorme afluencia de fieles y devisitantes llega cada año a los santuarios del mundo católico,mientras los caminos antiguos de la peregrinación a pie se pue-blan, durante todo el año o en los tiempos oportunos, de pe-regrinos, muchos de ellos, sin verdadera motivación religiosa.En esta sociedad tan secularizada, esta emergencia de la pere-grinación en sus formas más primitivas, además de cuestionaralgunas descripciones del mismo proceso secularizador, cons-tituye una oportunidad y un desafío pastoral de interés, y enesta tesitura, el examen del fenómeno de la peregrinación seperfila como un paso necesario.

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creacionista de la revelación judeo-cristiana que desacraliza el mundo, en éste no hay lugares naturalmentesagrados a los cuales se deba ir paraentrar en una relación especial con lodivino. Lo sagrado se constituye en elmundo desde la manifestación de Diosen él, y dentro de esa revelaciónsobre-natural, la fe cristiana afirma lapresencia plenaria de Dios en la personade Jesucristo, en quien hay que ver a Dios (Jn 14, 9), con quien hay queencontrarse y a quien hay que seguir. El viaje sagrado de la fe cristiana, al quellama el mismo Jesús, es ir tras de élanunciando y realizando con él el Reinode Dios en el mundo de los hombres. En el cristianismo, la peregrinaciónverdadera se llama seguimiento, sequelaChristi. Dentro de esa praxis mesiánica,Jesús, además, lleva a cabo laconsagración del pobre como lugar deencuentro con él como Salvador (Mt 25,45), de tal suerte que el acercamiento alos necesitados se hace también parte dela peregrinación cristiana en su sentidomás propio y revolucionario.Ciertamente, Jesús ha peregrinado lo que su fe judía prescribía. El evangelioda cuenta de su presencia en Jerusalén,en ocasión de las fiestas en que seperegrinaba a la Ciudad Santa, como la Pascua (Jn 2, 13) o la fiesta de las tiendas (Jn 5, 1; 7, 2-10). Jesús,en efecto, ha observado los preceptos de la ley mosaica, que hasta él era la voluntad de Dios, pero con él sesustancia otra alianza, un marco nuevode relaciones entre Dios y todos loshombres dentro del cual, por las razonesindicadas, nada se dice del peregrinar.Mientras él cumple respetuosamente la ley mosaica, ley de Dios, sube aJerusalén y toma parte de los ritos delTemplo, el santuario judío, su ritualidady la peregrinación misma se acaban sin que él proponga otro destinoalternativo. Por el contrario, Jesúsenseña del modo más explícito que conél llega la hora en que los adoradores de Dios no necesitan acudir a ningúnsantuario, porque le darán culto en espíritu y en verdad (Jn 4, 21-24).En adelante, la peregrinación hacia Diosdiscurrirá por Jesús mismo, a través de la incorporación a él y a su obramediante la acogida del Reino que él hace presente. La presentación

de Jesucristo de sí mismo como camino (Jn 14, 6) cuando menos relativizaenormemente cualquier ruta deperegrinación y lleva a la espiritualidadcristiana a buscar sobre todo elencuentro más personal con él, que seha ofrecido como la vía verdadera queconduce a la salvación. El encuentro conDios tiene lugar mediante la relación conla persona de Jesucristo, en el santuariode la propia interioridad espiritual bajoel señorío de la verdad y en el serviciofraterno a los más menesterosos. Y, sin embargo, aunque faltan los testimonios explícitos en el NuevoTestamento, historiadores y exégetassostienen que tras la resurrección de Jesús, en la primera generacióncristiana parece que existió la costumbre de acudir anualmente enel aniversario de la Pascua al que habíasido el sepulcro del crucificado. Allí loscreyentes se reunían en una celebraciónlitúrgica en la que se anunciaba la buena nueva de la resurrecciónmostrando el sepulcro vacío comoprueba de ello1. Desde aquellos díasprimeros de la historia cristiana, la práctica de la peregrinación haconstituido un fenómeno vastísimo,polarizado sobre todo en torno a trescentros, que fueron y son: Jerusalén, el primero desde los comienzos de la fe,y luego, por extensión, toda Palestinacomo Tierra Santa, solar del Mesías; y,desde la Edad Media, Roma y Santiagode Compostela. Además, todos los paísesde fe cristiana antigua tienen suspropios lugares que atraen movimientosde peregrinación, en varios casos muyimportantes.Es, pues, indiscutible que laperegrinación ha jugado en la piedadcristiana un papel de suma importanciacuyas razones, entonces, han debidotener un peso más que notable. En losúltimos tiempos, además, al peregrinarvuelven cristianos de la Reforma encuyos orígenes figura el rechazo formalde la peregrinación por ser prácticacontraria a la sola fides como únicomedio de salvación, que no puede sersuplantada por “obras” humanas comola peregrinación a través de las que elhombre busca salvarse por sus esfuerzosy sus méritos o consiguiendoindulgencias que anulen la pena por suspecados. Por debajo de los hechos, sin

embargo, podemos preguntar si con estalarguísima historia, coextensiva con la de la misma fe cristiana e historia tanintensa, la peregrinación tiene unverdadero valor evangélico y puede serpropuesta como práctica que desarrollala más genuina identidad cristiana, lo cual encamina al examencorrespondiente.

LA PEREGRINACIÓN COMO ARQUETIPO DE UNA VIDA FINALIZADA

En un plano humano que está presente,naturalmente, en la experiencia de fe, la peregrinación se percibe como unverdadero arquetipo de lo que es la vidahumana, como figura originaria de laconciencia del hombre o estructura del psiquismo2 que expresa con precisión lo que es el desarrolloespiritual de los hombres. La menteasocia con espontaneidad el fenómenode la peregrinación al camino del viviro a la marcha espiritual del hombrehacia el plano de valores que considerasu objetivo. La peregrinación, en efecto, evoca y realiza una condiciónfundamental del ser humano: su identidad de caminante hacia una meta, con el riesgo siempre de extraviarse o de desistir del empeñoy no llegar. Por ello, incontables veces y en culturas muy distintas, literatos yautores espirituales y religiosos hanhablado del hombre como peregrino o del decurso entero de la vida, entrelos términos del nacer y del morir, bajola figura de la peregrinación. Pero si es metáfora de la vida, lo es enrealidad de una vida orientada, encamino hacia el valor que la realiza o la enriquece. La peregrinación es no sóloel viaje a alguna parte, sino viaje a un destino de especial valor, a un lugarque es ámbito especial de encuentro conlo Sagrado. La vida es peregrinación enel mejor de los casos, es decir, cuandoes carrera a un destino que es moradade la verdad, de la justicia, de labelleza, en cuanto viaje en el que sepuede alcanzar un objetivo de valor quecontribuye a humanizar al hombre. De este modo, la peregrinación se sitúaen la relación de ajuste entreexpectativa y cumplimiento, en la cual

La peregrinación inculca que la vidapuede y debe ser un viaje con sentido

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consiste la experiencia del sentido de la realidad y de la existencia propiaque hace el hombre. Así, atestigua queexiste un valor que se puede alcanzar,aunque sea esforzadamente, y se revelacomo experiencia y expresión delsentido del mundo y de la posibilidaddel hombre de encontrarlo y darentonces razón y valor a la propia vida.La peregrinación, además, suponesiempre un punto de salida, un hogar al que se quiere volver y que no se dejará de recordar en el viaje. Nadiees peregrino siempre; el viaje al lugarsanto, aunque pueda repetirse, es un suceso en la vida, supone una interrupción por un tiempo en lo habitual de la existencia para volverdespués, quizá de otro modo, perovolver, a la vida ordinaria. El peregrinosabe de su patria, ni vaga sin destino nivaga sin procedencia, tiene una meta yun lugar de salida al cual regresar. Estosignifica también que la peregrinaciónsurge del levantarse y salir hacia unameta valiosa, y así refleja una vidavivida bajo el arranque de una libertadconsciente y buscadora, una vida comocamino asumido libremente hacia un findeseado.El peregrino, por último, discurre conalguna seguridad por un camino ya hecho, que se ofrece como ruta en la que puede confiar. No es imposibleextraviarse, pero el camino está ante élcon claridad suficiente como paratransitar con la confianza de noperderse. Peregrinar, de esta suerte, esmarchar con certidumbre por una víahecha, porque muchos abrieron la sendasobre la tierra, y adentrándose en ella se entra en la corriente de una tradiciónde búsqueda que ha legado el camino. Estas implicaciones conlleva el fenómeno de la peregrinación, que de esta manera aparece como parábolade ese movimiento de la vida soberano,responsable, desde un origen hacia un término, lugar de valor superior, por el camino seguro, abierto por tantosbuscadores del mismo objetivo, pararetornar a la morada propia habiendoalcanzado el valor querido. De estemodo, la peregrinación inculca que la vida puede y debe ser un viaje consentido que es preciso recorrer conempeño, asumiendo la objetividad de

los valores que nos hacen más. Hogar,destino, camino y compañía tejen elperegrinaje como referente primordial deuna vida dotada de sentido que se hade vivir esforzadamente. El peregrino darazón de un mundo habitable, testificala empresa de vivir con empeño en unatierra que no es perfecta, en la que sólose puede vivir con esfuerzo, pero queexiste dotada de valores que suscitan ypolarizan el andar de los hombres. Así,la peregrinación revela y consagra elvalor del mundo y de la vida humana,como hace evidente su normal identidadreligiosa como experiencia de fe que es. Según esto, y como dijimos, no siemprela peregrinación será imagen precisa del vivir humano, porque no siempre la existencia es este camino esforzadohacia un valor alcanzable. Por lafalibilidad del hombre y por la durezadel mundo y de la historia, la vidapuede derivar también hacia un vagarsin rumbo. El peregrino no es un sererrático, ni “el extranjero”, pero el hombre sí puede serlo, y quizás en éste, que es tiempo de tantasorfandades, muchos hombres se sientenmás vagabundos o extranjeros que

peregrinos, más seres erráticos en un mundo carente de valores, o de caminos, o de buenas compañías,que viajeros con empeño e ilusión haciaun destino seguro en el que encontrar la verdad venerable y el bien que salva. Todavía nos resuenan los dichos de laestación existencialista de la culturaeuropea a mitad del siglo XX sobre el hombre como criatura arrojada al mundo, extranjero, esperando aGodot, ser-para-la-muerte. Años después,en un libro hasta hoy de enorme éxitoen el mundo occidental como El azar yla necesidad, Jacques Monod levantaacta del final del sueño milenario delhombre, que es llevado por la cienciaactual a descubrir su soledad total, su radical foraneidad en el mundo.Aleccionado por esa ciencia empírica, elhombre –dice Monod– sabe hoy que escomo un zíngaro situado en el margendel universo en el que debe vivir, ununiverso al que es enteramente ajeno,que es sordo a su música, indiferente a sus esperanzas, a sus sufrimientos y asus crímenes3. En fechas más cercanas,teóricos de la Post-modernidad comoVattimo preconizan como talante propio

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de este hombre de hoy, desengañado de todas o casi todas las promesas de la razón moderna, “la carencia de identidad personal”, “la inexistenciade fundamento fijo” y con ello “el vagabundeo incierto”4.Es evidente que, desde un punto de vista estrictamente racional, no essostenible que éste sea un mundoapenas habitable o que la existencia y la historia de los hombres sean un penoso vagar sin rumbo. En algúnpensamiento de este tenor no dejamosde percibir cierta pose literaria rayana a veces en la demagogia, pero tambiénsabemos que el hombre se puedeextraviar en el mundo, en el tiempo,que no siempre tiene hogar, que puedeno encontrar destinos de valor, rutas,señales, compañías cordiales, que puedevivir graves carencias en materia de fe yde esperanza. Pero, sobre todo, creemosque el hombre venido al mundo escapaz de instalarse creadoramente en ély de vivir en su entorno una vidavaliosa y satisfactoria, porque el mundoes habitable y la misma sociedadhumana, con sus espacios de dureza, defrialdad y violencia, consiente encontrar,esforzadamente, un lugar de luz y de calor.

CONDICIÓN PEREGRINA DEL HOMBRE Y DEL CRISTIANO

En esto introduce y esto expresa la peregrinación, esta experiencia del mundo. Convierte al hombre quenecesariamente ha de moverse en la realidad en viajero hacia un valoralcanzable. Quizás el efecto más propiodel peregrinaje sea ayudar a descubrir la vida como marcha en pos de lobueno y lo bello, porque tiene la virtualidad de configurar al hombrecomo buscador, como viajero por elmundo hacia un objetivo que le realiza,sea el punto de llegada, sea la marchamisma, el recorrido esforzado de uncamino en el cual el hombre se puedeencontrar a sí mismo o a los demás de una manera nueva.La peregrinación hace del hombre un peregrino, que es realmente lo quees, y de ahí su valor humanizador. El peregrinar constituye una realización

clara de la condición del hombre de serandante bajo el signo de la esperanza,en pos de algo que en lo ordinario delvivir no se tiene y que es, sin embargo,de valor grande, y por ello se pone en pie y se hace al camino hastaencontrarlo. Éste es el hombre, peregrinoen lo incompleto y en la aperturapermanente que determina su finitud,necesitado de realidades de valor, noposeídas o poseídas insuficientemente,que es menester buscar y alcanzar conempeño y esperanza. Esos objetivos devalor que han de desarrollar al hombreno son absolutamente ajenos a él y algolleva de ellos en el fondo de sí, pero confrecuencia lejos de su conciencia actual,siendo por tanto también necesario un viaje hasta ese fondo personal paraencontrarse con la verdad o el valor queenriquezcan el yo concreto. De estacondición peregrina constituye unrecordatorio y la realización más naturalla peregrinación, que, por lo tanto, sitúaal hombre en su naturaleza propiaalumbrando en él una conciencia nítidade su condición de viajero por el mundoy por la vida en pos de metas de valor necesarias en su proceso de humanización5.Esta condición andante o peregrinapertenece por entero al cristiano, siendocierto que tal condición alcanza unarealización más alta en el seno de laexperiencia religiosa y de la fe cristiana,que configura al hombre como viajeropor este mundo hacia lo Absoluto yeterno. Innumerables teólogos y autoresespirituales en la tradición cristiana handescrito la vida de la fe como unperegrinaje, porque así es la existenciacristiana, como recordara Juan Pablo IIen España: “El estilo de vidaperegrinante es algo profundamenteenraizado en la visión cristiana de lavida”6. De esta suerte, la prácticaconcreta de la peregrinación tiene lanotable virtualidad de conducir, en estecaso al cristiano, a su identidadperegrina. Y es obvio también que,desde ese cuadro, en el cristianismo elperegrinar haya surgido de formaespontánea como una coherenterealización de la condición andante delcreyente. En la Iglesia, que es lacaravana de peregrinos en marcha haciala Casa del Padre, la peregrinación a un

lugar significativo para la experienciacristiana no podrá no ser un elementoque surja con toda legitimidad y quealcance un amplísimo desarrollo.

NATURALEZA HISTÓRICA Y ENCARNADA DEL HOMBRE Y DE LA REVELACIÓN DE DIOS

Muy ligada a esta condición peregrinadel creyente está la índole encarnada e histórica de la revelación bíblica, quese acoge justamente en la fe cristiana y donde quizá podemos contemplar la raíz y la justificación última de laperegrinación en el cristianismo. Si,como dije más arriba, la peregrinaciónse sitúa dentro de la estructura básicade la experiencia religiosa, comomovimiento de respuesta de parte delhombre a una manifestación divina enel horizonte del mundo, en la fecristiana queda legitimada de igualmodo. El cristianismo, en efecto, nace de una manifestación de Dios dada en las coordenadas espacio-temporales,de modo que el lugar físico en el queaconteció o ha sido anunciada orecordada de modo especial pasa con naturalidad a ser un punto capaz de recordar al creyente la revelaciónprimigenia y de ponerle en algúncontacto con el Dios comunicado.Esta índole histórica de la revelacióndivina en el cristianismo ha llevadoinevitablemente a considerar de especialvalor religioso los lugares ligados a lacomunicación de Dios o a la actuación o la manifestación de quienes hanrepresentado un papel relevante en la historia de la salvación, lugares cuyavisita es capaz de suscitar algún efectovivificador o renovador sobre la fe. No es ajeno, por tanto, a la dinámicasustancial de la fe cristiana el viaje al lugar en el que en su naturalezaencarnatoria, espacio-temporal,aconteció la revelación de Dios, viajeque, además, por lo mismo, se buscaráhacer en momentos que tengan algo quever con el tiempo del acontecer históricode la manifestación divina. Desde esta perspectiva, se perfila comouna exigencia objetiva la certeza de queel sitio correspondiente haya sido, en efecto, escenario de este mundo de la

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revelación sobrenatural. La certificaciónhistórica sobre la revelación de Dios esexigida por la lógica de lo cristiano, queavanza la pretensión de vivir de unacomunicación sobrenatural dada en unahistoria. El cristianismo se apoya enunos acontecimientos históricos que sonfundantes y que deben ser conocidos y de algún modo verificados a fin de poder suscitar una fe razonable(obsequium rationale) en ellos. Estapretensión de historicidad y, por tanto,la legitimidad de su verificación estápresente en los mismos escritores del Nuevo Testamento. Como afirma un documento de la Comisión BíblicaInternacional, la “investigación históricaes absolutamente necesaria con el fin de evitar dos peligros: que Jesús seaconsiderado simplemente un héroemitológico o que el hecho de reconocerlocomo Mesías o Hijo de Dios esté fundadoexclusivamente sobre una especie de fideísmo irracional”7. Esta verificabilidad histórica de larevelación dada en la historia esaplicable a los lugares que son meta dela peregrinación, a fin de que ese viajetenga la legitimidad que le puedecorresponder en cuanto escenario en el espacio de la manifestación de Dios ode figuras decisivas de la historia de lasalvación. Es evidente, con todo, ladificultad de una rigurosa demostraciónhistórica al respecto sobre tantos sitiosque son en el mundo cristiano meta delperegrinar, pero al menos sería necesarioque no tuvieran en contra evidenciasque hicieran imposible la verosimilitudde esa condición de espacio físico de alguna presencialización de Dios y de su obra salvadora.La misma revelación bíblica manifiestala condición encarnada e histórica delser humano, al que, por eso, Dios hahablado en la historia, mediante lapalabra y la vida de sus testigos y en laplenitud del tiempo a través de laPalabra encarnada. Por esta condiciónencarnada del ser humano según el propio cristianismo, brota comoenteramente natural el deseo de uncontacto personal con el espacio de estemundo que acogió la revelación divinay que es capaz de evocar el pasosalvador de Dios, o de estimular unanueva acogida de su presencia siempre

ofrecida merced a la apertura de espírituque puede propiciar el viaje al lugarescenario de la salvación de Dios.Éste es el proceso de fe determinante en el peregrinar que debe ser puesto derelieve, también en la correspondientepráctica pastoral, como elementodecisivo de su identidad o significado: el encuentro personal con el escenarioespacial y temporal de la revelacióndivina o de su transmisión en latradición de la fe, que ayude a provocaren el creyente una apertura interior a la presencia de Dios, que, desde su revelación histórica, ya cerrada, no deja de ofrecerse a cada instante en el Espíritu Santo. Por razón de sunaturaleza encarnada, como hombre ycomo cristiano, el contacto del creyentecon el escenario espacio-temporal de lamanifestación de Dios o de la actuaciónde un testigo cualificado de obrasalvadora, realizado, además, en lacorrespondiente dimensión comunitariade su misma fe, puede contribuir demodo eficaz a activar la receptividadinterior necesaria para acoger al Diosque de algún modo se hizo presente en ese lugar y hoy no deja de revelarseen espíritu y en verdad.

LA DINÁMICA DEL PEREGRINAR

Otras consideraciones ulteriores sobre la peregrinación exigen observar más de cerca su dinámica concreta comoexperiencia humana y religiosa. Empero, ante ese paso surge el hecho de la enorme variedad de formas del peregrinar, lo que plantea laconveniencia de trazar una tipología quepermita referirse a una u otra formaparticular a propósito de su naturaleza ycualidades concretas. Es evidente que noes lo mismo, por ejemplo, llegar a Romaen avión y visitar las Basílicas mayoresparticipando en la celebración litúrgica,que viajar a Lourdes en el ‘tren de la esperanza’, conduciendo enfermoso como enfermo, que hacer durante 14 días andando el Camino de Santiagohasta la Catedral de Compostela. Las peregrinaciones aparecen muydistintas en función de la meta a la quese dirigen, del tipo de experienciaespiritual o religiosa que se busca y se

puede vivir allí, del modo de llegar a ese lugar, etc., y en virtud de estasvariables, las distintas peregrinacionesofrecen valores muy diversos. Elperegrinaje espera de la fenomenologíade la religión o de la teología pastoral la elaboración de una tipología otaxonomía que facilite su conocimientoy apreciación más ajustados. En ese empeño, me atrevo a señalar laimportancia del modo de llevar a cabola peregrinación que se puede tomarcomo criterio muy determinante, paradesde él afirmar que el tipo más puro esla peregrinación que se hace a pie o conmedios poco mecanizados, como soncaballerías o en bicicleta. Y esto, por el hecho de extraordinaria importanciade cultivar el componente físico, que esconstitutivo en el hombre, de talmanera que la marcha por esos mediossupone el compromiso integral delperegrino. Pisando del modo más directola tierra, la peregrinación devuelve al hombre a su creaturalidad, a las medidas de su naturaleza material,le recuerda su hechura corpórea, quecorre el riesgo de olvidar subido a los productos derivados de su dominioracional sobre el mundo, que le haceolvidar su pertenencia al medio natural

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y el misterio del ser. El Camino delRocío, la marcha a Javier, las caminades,a veces en la noche, por tantos caminosde Cataluña hacia Montserrat y tantasotras y, sin duda, sobre todas ellas, elCamino de Santiago, son peregrinacionesantiguas que conservan este elementoprecioso que es la marcha a pie,proponen el paradigma más puro de laperegrinación y ofrecen a los hombresde hoy la posibilidad de experiencias de extraordinario valor.En esta modalidad que consideramosejemplar, la peregrinación supone unainterrupción drástica de la vidaordinaria para abrir un entramado deexperiencias que fuera de ella raramentese pueden hacer. Esta ruptura de loconsuetudinario alumbra una vidaalternativa que, si no puede ser el modoordinario de vivir, es capaz derenovarlo. El dejar atrás a las personasqueridas y los bienes y comodidadesmateriales que diariamente nos arropany nos protegen, para pasar a la situaciónde dependencia que vive un peregrinonecesitado de apoyo y acogida, afina laconciencia de creaturalidad y el sentidode la gracia y la gratitud que sostienenla vida y la fe. El esfuerzo físicorequerido, la marcha sacrificada, ponen

a prueba y permiten conocer la fuerza y la flaqueza de nuestro cuerpo y de nuestra voluntad. De esta suerte, la peregrinación es vía de purificaciónpara abrazar realidades consideradas deimportancia grande. Éste es un elementoesencial de la peregrinación, que essiempre un camino de depuraciónesforzada mediante un puñado derenuncias para alcanzar una posesiónmayor de ciertos valores, ilustrando asíla lógica del sacrificio de la vida, quesólo se puede vivir auténticamente conel coeficiente de renuncia que reclamanrealidades superiores.Y en el caminar de cada día, horas desilencio para repasar la historia personaly para la tarea necesaria de asumir la historia personal y el propio yo. En elcamino hecho a pie, brota el tiempolargo, a la medida real del movimientohumano. El tiempo se humaniza, serecupera según las medidas más propiasy ya poco familiares del hombre, porquese vive marcado por el ritmo lento delcaminar humano. Fluye el tiempo alritmo de los pasos y ofrece con amplitudno usual la ocasión de meditar, de rezary de pensar con detenimiento, y de asumir con mayor nitidez el puñadode verdades, de valores, de ideales

a los que se ha confiado la vida, en los que se ha buscado la dignidad y el valor propio como persona. La marcha diaria ofrece, además, la posibilidad de una experiencia nuevacon los hombres, con lo humano,merced a una convivencia más libre condesconocidos, compañías no buscadascon las cuales andar, comer o dormir,con quienes tejer una relación desnudade condicionamientos, de convencionesy roles, de cálculos o intereses, con la generosidad que reclama el caminarjuntos. A quien marcha solo, la lejaníaimpone el pensamiento en las personasqueridas y hace medir en su ausencia ellugar que ocupan en el propio yo, parapoder reencontrarse con ellas de formamás verdadera. Cuando se hace encompañía, la marcha ofrece una ocasiónespecial para vivir una amistad o un amor ahormados en los moldes de desinstalación y dependencia propiosde la peregrinación, que piden apoyomutuo, comprensión, humildad,paciencia, generosidad. Si se camina encomunidad de fe, existe una ocasiónbuena para profundizar en la condiciónperegrina de la Iglesia, pueblo de Diosen marcha por el mundo hacia la patriadefinitiva. Como travesía por el medionatural, permite una contemplaciónnueva del mundo y su fuerza yhermosura como creación de Dios. En la llegada a la meta, la peregrinaciónalcanza, con la satisfacción de haberllegado, la calidez del santuariocristiano, la paz y el pan de lossacramentos.

EFICIENCIA ESPIRITUAL DEL PEREGRINAJE

Con estas experiencias es indudable que el peregrinar puede acercar a Dios,hacer más libres para ser más solidarios, más contemplativos, más esforzados,más agradecidos. Además, en la peregrinación a pie existe una víamaterial por la que discurre y que poseeen sí misma un extraordinario valorcomo camino abierto por la secularexperiencia religiosa de los peregrinos.Los caminos antiguos de laperegrinación están poblados de signos,de presencias, de interpelaciones que

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han dejado en ellos la experiencia de fede innumerables viajeros del pasado y que llaman al peregrino que los pisahoy. Por eso sabemos que el caminotiene su identidad y su eficacia propiasobre el hombre que lo recorre,poniéndole en comunicación con la búsqueda espiritual que le ha abiertosobre la tierra. Las vías centenarias de la peregrinación tienen una especiede subsistencia propia como criaturaespiritual y son capaces de provocar enel peregrino un acercamiento al misteriotrascendente hacia el cual por ellas seha caminado durante siglos. En aquéllos, tantos hoy, que nocomienzan el peregrinaje conmotivaciones religiosas, según unaobservación reiterada, la marcha vaproduciendo cierta sensibilizaciónhumana y religiosa. Si el peregrino hacesu viaje con mirada acogedora a lossignos de gracia del camino, si convivecon sinceridad con otros peregrinos, sihace en sí el silencio necesario para quelo que ve, lo que recibe, lo que siente,se perciba adecuadamente, entoncesquizá llegue a sentir la presenciaenvolvente de un misterio amoroso y providente que llama, que reconcilia,que concede una alegría inesperada, que ofrece un comienzo nuevo y, en lallegada, la sensación de estar viviendoalgo más allá de lo esperado, en el contacto con un objetivo con algunaconnotación sagrada que causa un ciertosobrecogimiento.Hoy, la peregrinación se vislumbra como lugar para alcanzar una nuevaexperiencia espiritual o unadeterminada sacralidad de la que sesiente nostalgia. La falta de sentido o de experiencia religiosa no ahoga la necesidad de un plano superior de realidades, más allá de lo sabido y poseído, que den razón y fuerza para vivir. Ante esta nostalgia de algotrascendente, de un misterio que seaseno acogedor, la peregrinación se haconvertido en espacio para la búsquedaespiritual de los hombres de la culturapost-cristiana y post-secular. Post-cristianismo y Post-secularidad seconfiguran abriendo un enorme vacío,porque lo que queda atrás es casi todolo que sustentó la vida y la marchahistórica de las sociedades europeas en

su historia, primero la cosmovisióncristiana y luego el proyecto moderno de una razón secular que prometía unahistoria imparable de emancipación enla que tantos hoy ya no pueden creer.Surge en este contexto la necesidad de un reencantamiento, de una nuevaexperiencia unificada del yo, el universoy lo divino, y la peregrinación se perfilacomo fenómeno atractivo en orden a esa comunión total gratificante. En la peregrinación, en el perfil, la vestemisma y la simbólica del peregrino,buscan hombres de este tiempo una segunda inocencia, una nuevaingenuidad, pisando con reverenciacaminos puros de la tierra, queriendosobre ellos estrenar el mundo, buscandosignos de trascendencia en las rutasmilenarias del espíritu, que se adivinanflotando en los caminos a los lugaressantos de las religiones. Peregrinar es un modo primordial de andar sobre la tierra, de recorrer y habitar el mundobuscando en él huellas de su origen,destino y fundamento. Hoy, los hombresde la cultura postmoderna vuelven los ojos a la peregrinación como viaje en el que descubrir de nuevo lo sagradoo algo interesante para la vida por senderos antiguos en la tierra.Es necesario advertir, sin embargo, que el auténtico carácter iniciático quepueda tener la peregrinación está en laposibilidad de introducir en el esfuerzohacia una meta que valga la pena, en laposibilidad de que conduzca a la verdadde uno mismo, al ordenamiento de lavida del que han de resultar la paz y el gozo, a la convivencia cordial con losdemás, a la contemplación de la fuerzay la belleza de la naturaleza ante la que el hombre debe reconocer su superioridad y su dependencia, en acoger la pregunta sincera del paraqué del andar y del llegar, del origen y del destino último del camino de la humanidad y del propio.Tal puede ser la virtualidad espiritual y religiosa de las rutas antiguas de laperegrinación que debemos contemplarcon máximo interés como unextraordinario legado de los siglos de la fe, como una escuela magnífica de humanidad, de sentido religioso ycristiano, escuela de empeño, esperanzay fuente de alegrías muy altas.

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N O T A S

1. W. KASPER, Jesús el Cristo, Sígueme, Salamanca1992, 8ª edic., p. 156.

2. Usamos la noción de arquetipo como la estable-ce C. G. Jung, como idea originaria, forma o imagenque está presente en la psiqué colectiva en buenaparte como resultado de experiencias comunes y quese transmite por tradición y por herencia.

3. J. MONOD, El azar y la necesidad, p. 186.

4. G. VATTIMO, El fin de la Modernidad, Barcelona1986, p. 151. Aquí subyace una concepción del tiem-po, que frente a la visión bíblica de un tiempo ta-sado, con un principio y un fin, un punto de parti-da y de llegada, dibuja un tiempo abierto, ilimitado,sin final ni objetivo, en el cual el hombre –dice Metz–“se convierte en ‘peregrino sin meta’, en ‘nómadasin ruta’, en ‘vagabundo’ de inspiración dionisíaca,para quien todas las cosas y relaciones han perdidosu gravedad”, J. B. METZ, Memoria Passionis, San-tander 2007, p. 128.

5. Sobre el peregrinar como realización ejemplar dela condición andante del hombre, puede verse conmás detalle nuestro estudio “Homo Viator. Antro-pología de la peregrinación y el Camino a Compos-tela”, en Actas del VII Congreso Internacional de Aso-ciaciones Jacobeas, Ponferrada 20-23 de octubre de2005, Ponferrada 2006, pp. 75-88.

6. Homilía en la Misa celebrada en el aeropuerto deLavacolla, 6 de noviembre de 1982. “Todas las rea-lidades cristianas pueden ser comprendidas a la luzde la peregrinación. La Iglesia es caravana de cami-nantes (LG, 9); la Eucaristía es el auténtico ‘maná’bajado del cielo para alimentar verdaderamente alpueblo peregrinante de Dios (esca viatorum) (cf. Jn6); María es la Virgen del Camino, que nos mostra-rá a su Hijo después de este destierro; el cielo es lapatria de la que ya somos ciudadanos en virtud delbautismo (cf. Ef 2, 19), etc.”, R. BLÁZQUEZ, “Dimen-sión antropológica y misionera de la peregrinaciónjacobea”, en ID., En el umbral del tercer milenio,Salamanca 1999, pp. 297-298.

7. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, “De sacra Scriptura et Christologia”, en Bibbia e Cristologia, Milán 1987,p. 23.