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Índice Introducción a la nueva edición ..................................... 11 Agradecimientos............................................................. 19 El hilo de Ariadna. O guía de lectura del libro .............. 21 La narración de la Pasión en los cuatro Evangelios canónicos ........................................................................ 37 PRIMERA PARTE. Y EL HOMBRE CREÓ LA SÁBANA SANTA.......................................................................... 43 I. En el universo de las reliquias .................................... 45 II. En el universo de las sábanas santas .......................... 51 III. Comentarios, juicios e intuiciones........................... 61 IV. La Sábana Santa de los Saboya ................................. 69 V. Incluso sin el carbono 14 ........................................... 75 VI. Los elementos de la figura ....................................... 87 VII. La extraordinaria similitud ..................................... 97 SEGUNDA PARTE. Y LEONARDO CREÓ LA SÁBANA SANTA.......................................................................... 105 VIII. El pensamiento religioso de Leonardo ................. 107 IX. El canon artístico según Leonardo .......................... 119 X. El Leonardo «editado» e «inédito» .......................... 127 XI. El proceso de identificación con el hombre- Dios .......................................................................... 141 XII. Analogías entre Cristo y Leonardo ........................ 151 XIII. Leonardo «secreto» .............................................. 169 XIV. La marca en la frente ............................................. 181 9 www.aguilar.es Empieza a leer… La pasión de Jesús según Leonardo

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Índice

Introducción a la nueva edición ..................................... 11Agradecimientos............................................................. 19El hilo de Ariadna. O guía de lectura del libro.............. 21La narración de la Pasión en los cuatro Evangelioscanónicos ........................................................................ 37

PRIMERA PARTE. Y EL HOMBRE CREÓ LA SÁBANASANTA.......................................................................... 43

I. En el universo de las reliquias .................................... 45II. En el universo de las sábanas santas .......................... 51III. Comentarios, juicios e intuiciones........................... 61IV. La Sábana Santa de los Saboya................................. 69V. Incluso sin el carbono 14 ........................................... 75VI. Los elementos de la figura ....................................... 87VII. La extraordinaria similitud..................................... 97

SEGUNDA PARTE. Y LEONARDO CREÓ LA SÁBANASANTA.......................................................................... 105

VIII. El pensamiento religioso de Leonardo................. 107IX. El canon artístico según Leonardo.......................... 119X. El Leonardo «editado» e «inédito».......................... 127XI. El proceso de identificación con el hombre-

Dios .......................................................................... 141XII. Analogías entre Cristo y Leonardo ........................ 151XIII. Leonardo «secreto» .............................................. 169XIV. La marca en la frente ............................................. 181

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www.aguilar.esEmpieza a leer… La pasión de Jesús según Leonardo

XV. Pruebas y confesiones ocultas ................................. 197XVI. El grito ahogado de Leonardo.............................. 209

TERCERA PARTE. LA SÁBANA SANTA SEGÚN MICRITERIO ..................................................................... 213

XVII. El jeroglífico sindónico........................................ 215XVIII. Hecha con el fuego............................................. 225XIX. Una firma a la luz del sol....................................... 245XX. Cinco preguntas para el abogado del diablo .......... 253XXI. El alegato............................................................... 261

Post scriptum .................................................................... 271Apéndice. Confidencia personal .......................................... 273Bibliografía ...................................................................... 291

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Introducción a la nueva edición

Este libro se despierta de un largo letargo, casi ocho años des-pués de la primera publicación, a la que siguió casi de inme-diato una segunda edición.

Transcurría 1998, el año de la anunciada exhibición de laSábana Santa* de Turín, que reapareció en 2000, año del Ju-bileo de los católicos, en el que la Iglesia quiso exhibirla porúltima vez en el segundo milenio después de Cristo.

Pero este libro fue escrito hace casi veinte años, dema-siado tiempo para no ser «revisado y corregido».

Desde 1990 mi teoría había hecho hablar a la prensa na-cional y extranjera1. Las primeras fueron dos publicacionestoscanas, un merecido homenaje de mi tierra al extraordinarioprotagonista de mi estudio.

Luego llegaron la avalancha de la prensa diaria, los se-manales y los periódicos más o menos «nacionalpopulares»,e incluso el interés de la BBC inglesa2.

Tributos y honores para una teoría que todavía se en-contraba en fase de manuscrito.

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* Para referirse a la Sábana Santa la autora utiliza casi siempre el término técnicoSíndone (procedente del griego, como veremos más adelante). Al ser una palabratécnica, en español también existe pero es más frecuente Sábana Santa. Por eso hedecidido utilizar Síndone y Sábana Santa indistintamente, aunque prevalecerá es-ta última denominación más extendida, manteniendo algunos de los derivados deSíndone, como «sindonólogo», que siempre es más preciso —y escueto— que«experto o especialista en la Sábana Santa». [N. de la T.]

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Finalmente, tras seis largos y laboriosos años de recha-zos editoriales, surgió el libro: una turbadora investigaciónsumarial, fruto del olfato de detective heredado de mi pa-dre, comisario de policía, de mi licenciatura en Derecho, dela versatilidad adquirida en el campo del periodismo eclécti-co y, además, de la intuición femenina al servicio de una va-liente afirmación: según mi estudio interdisciplinar, el autorde la Sábana Santa de Turín es Leonardo da Vinci.

Por tanto, hay que incluir la imagen entre las más gran-diosas obras de arte.

Voz que grita en el desierto. En realidad se trataba sólo depalabras. Palabras simples que, sin embargo, debido a la in-quietud que han provocado y sobre todo al no generar ob-servaciones discutibles, han desencadenado demasiado es-cándalo.

Aquellos que no las quieren escuchar provocan deslum-brantes diatribas, sofismas laberínticos, sin ahorrarse siquieralos insultos gratuitos y arrogantes.

El conformismo (¿o el fundamentalismo?) religioso se haopuesto siempre con todas sus fuerzas y no ha dejado de ha-cerlo al lúcido y desesperado celo de mi razonamiento, queha defendido siempre una elevada honestidad intelectual, ne-cesaria sobre todo cuando se habla de «cosas de Dios».

Al final, las sofisticadas (y vacías) elucubraciones delestablishment te obligan a alzar la voz para que puedan oírsetus incómodas palabras, casi blasfemas, y que suscitan tantoescándalo. Pero yo no pretendía gritar.

Durante años he gritado en el desierto. Quizá sea «de na-cimiento». Debería consultarlo con mis amigas astrólogas.O quizá lo lleve nada más y nada menos que en el ADN.

Yo, al igual que millones de «hombrecitos y mujercitas»,no poseía una cátedra, un puesto destacado o una posición depoder que garantizara credibilidad.

Personas que nunca podrían alzar la cabeza si una varitamágica no transformase las calabazas en carrozas. Porque a

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veces estas cosas también suceden en la vida, queridos lecto-res, y a menudo por casualidad. Es como un juego de dadosmezclado, aunque sea raro, con una pizca de fortuna.

A nosotros, los «ríos subterráneos», nos cuesta un tra-bajo enorme salir a la superficie. Sin embargo, ocurre algunavez. Y así se generan los acontecimientos, como esta (so-brehumana) aventura del conocimiento que creo haber reali-zado con rectitud, honestidad y pureza de ánimo.

Por desgracia estamos frente a una falsedad; es decir, laúnica cuestión ciertamente falsa es lo que el establishment di-ce u oculta sobre la Sábana Santa: importantes verdades si-lenciadas, evidencias históricas camufladas, declaraciones am-biguas, conclusiones arbitrarias, afirmaciones e imágenesenvilecidas. Todo, canalizado hacia el empeño de demostrarque el lienzo había envuelto a Jesucristo muerto.

Como el lector comprobará, sobre todo al leer uno de losnuevos capítulos, lo que inicialmente había sido para mí tansólo un estudio apasionado se ha transformado en una luchaque, por desgracia, no permite distracciones.

Y eso ha sido todavía más evidente cuando he querido«gritar en el desierto» alguna cosa que los «fundamentalis-tas» no querían oír y que os voy a contar a continuación.

Corría el año de gracia de 2000: un milenio moría, el otrose asomaba.

En el año del Jubileo «levanté» la voz no con las pala-bras, sino con una obra tangible y ¿qué sucedió?

He hecho reconstruir la Sábana Santa según las eviden-cias de los científicos y con una técnica que se ha convertidoen ulterior elemento para «imputar» la realización a Leonardoda Vinci y, por tanto, reforzar los resultados de los estudios.

Al no poder negar la evidencia (la mía), mis «enemigos»negaron y niegan, como es propio de su estilo, la evidencia(indistintamente todas las evidencias y las certezas que incli-nen el discurso a mi favor). No se trata de un sofisticado jue-go de palabras: es el instrumento de aquellos que creen po-der ejercer el poder sin saber que el «pueblo», aunque no seaerudito por sí mismo, sabe reconocer la honestidad y la des-

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honestidad en los ojos, en el tono de voz, en los gestos y enlas falsas sonrisas. Y, a menudo, también en los silencios elo-cuentes.

El «pueblo» no necesita libros para saber dónde se en-cuentra la verdad. Sabe ver con sus propios ojos si no se lostapan, razonar con su propia mente si no les confunden, amarcon su propia alma si no les impulsan a odiar.

El libro que vais a leer renace, pues, enriquecido por lasúltimas e importantes revelaciones.

Es la demostración práctica de lo que he mencionado (queresponde a la pregunta secular sobre la misteriosa forma-ción de la imagen), pero, además, es la recopilación de todoslos elementos para la caza del tesoro de la firma de Leonardosobre la tela.

El lector podrá «jugar», sintonizando con la mente ex-travagante del genio, que seguramente se vio obligado a vencerla dura condena al anonimato dejando sobre la tela de Turínfirmas cifradas de todo tipo, además de otras más evidentes.

Por tanto, el libro se ha enriquecido con los nuevos des-cubrimientos pero también se ha depurado y aligerado aquí yallá. Y explico el porqué.

Al releer algunas de las antiguas partes, sobre todo las in-troducciones y conclusiones, me ha parecido ver un alma yuna cabeza —las mías— un tanto inexpertas. Con la perspec-tiva actual me resultan un poco anticuadas o, mejor dicho, su-peradas.

De hecho, he cambiado mucho desde la época en que elimpacto de lo que estaba descubriendo poco a poco me arro-lló como un tornado y encendió pasiones en cadena como side fuegos artificiales se tratara.

En una palabra, por aquel entonces acababa de enamo-rarme. Sabéis cómo sucede, ¿verdad? Enamorada del caminode esta investigación y de las vigorosas cuestiones que esta-ba destinada a seguir. No tenía todavía el corazón contami-nado de inmundicia.

Estaba enamorada de una fascinante aventura que meabría las puertas a una magia superior, de energías sutiles,

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de lugares del espíritu donde no se respira el aire de este mun-do, a menudo asfixiado por el alma.

Hoy, por el contrario, ese amor ha madurado, la pasiónestá bajo control. Oculta bajo las cenizas, pero sin llama quela devore. Es la ley del tiempo. ¿Sabiduría quizá?

Sí, hoy no soy la misma de entonces.Me parecen casi patéticos los residuos de una religión que

poco a poco me he sacudido de encima, sobre todo a causa dela mala fe difundida e imperante en el sistema de administra-ción de las almas que he tenido que combatir, en ocasiones, condenuncias cuando «gritar» no era suficiente.

Pero algunos de esos residuos los he abandonado deli-beradamente con objeto de despejar el camino al lector.

El que posea una de las primeras ediciones del libro —aho-ra una verdadera reliquia editorial— podrá apreciar la di-ferencia entre las partes originales, aunque depuradas de re-dundancias excesivas, y las nuevas.

Lo que vais a leer es una obra veraz. Si bien la parte originales más «científica», la última puede considerarse casi un re-lato de aventuras.

A ésta se añade una crónica desalentadora, pero útil.Los lectores más interesados estarán ya informados por

las crónicas, a veces incluso en directo, desde la trinchera enla que siempre me encuentro. Desde ahí podrán asistir a unaguerra contra la inteligencia en nombre de Dios.

He reservado para el Apéndice el reportaje de una co-rresponsal de guerra. Tengo estrategias de defensa, lo con-fieso. Pero por el momento es mejor mantenerlas en se-creto.

De hecho, con el transcurso de los años, además del«obstinado rigor» de recuerdo leonardesco, ha ganado ter-rreno el veneno que me he visto obligada, muy a mi pesar, aproducir para defenderme de los golpes bajos de aquellos quetodavía hoy continúan con patética firmeza conduciendo elrebaño adonde lo llevaban los viejos pastores.

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La historia (incluida la historia científica relativa al lien-zo de Turín) ha avanzado notablemente en la última parte delsiglo XX. No se puede pensar en retroceder como los can-grejos.

Así que tenemos que avanzar y, como el don Abbondiode la novela de Manzoni, esquivaremos los guijarros que nosimpidan avanzar a lo largo del camino. En fin, dejaremos elpaso despejado.

La experiencia de la aventura que me ha llevado, de for-ma completamente casual, a conocer a Leonardo da Vinci yla Sábana Santa de Turín me ha hecho crecer. Mi alma ha «fer-mentado» con el paso de los años y poco a poco se ha des-hecho de los cuerpos extraños que la sobrecargaban. Ha apren-dido a expandirse.

Cuando empecé a escribir este libro, si hubiese queridohacer un esfuerzo para, contra mi costumbre, ponerme unaetiqueta, habría podido definirme como «una católica con-vertida al cristianismo».

Luego empecé a elevarme por encima de las religiones.¿Dónde se encuentra uno? ¿En qué dimensión?, me po-

dríais preguntar. La respuesta os sorprenderá.Al principio nos parece que estamos solos. Luego, poco

a poco, nos damos cuenta de que somos muchos más de lo quese podría imaginar.

Nos encontramos tan arriba que, aunque parezca para-dójico, estamos, por el contrario, en el fondo de nuestras al-mas. Es tal la profundidad, que sentimos como si estuviéra-mos en el lugar de todos, al menos de todos «los hombresde buena voluntad». ¿Podemos llamarlos así?

Lo que nos distingue a algunos de nosotros de los demáses únicamente el valor de darle la vuelta al fondo de las almascomo si fuesen bolsillos y de airear a los cuatro vientos lo quesiempre permanece allí abajo.

No hay necesidad de inventar nuevos partidos ni nue-vas religiones.

Es suficiente con estar en sintonía en nuestro interior losunos con los otros: en este caso, yo, que escribo, y quien me lea.

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Y el que no lo esté comprenderá que debe cerrar aquí ellibro.

NOTAS

1 Principales publicaciones que se hicieron eco de mi teoría antes de la aparicióndel libro:Il Tirreno, 26 de julio de 1990.La Nazione, 26 de agosto de 1990.Visto, 30 de agosto de 1990.L’Europeo, 20 de marzo de 1992.Oggi, 29 de marzo de 1993.Corriere della Sera, 18 de marzo de 1993.Gioia, 17 de marzo de 1993.Visto, 23 de septiembre de 1994.2 Principales televisiones: RAI 2, I fatti vostri, marzo de 1993.BBC 1, Everyman, 15 de octubre de 1995.

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Agradecimientos

«Nessun dorma»*.

G. PUCCINI, Turandot

Gracias a todos los estudiosos honestos que, incluso sin com-partir mi opinión, han contribuido a que yo me formase lamía.

Gracias a la ciencia, cuando no ha sido manipulada —su-blime y sofisticada expresión de los milagros del hombre—, queha demostrado ser aquella poderosa chispa divina, resortedel progreso humano, que no es más que la gradual apro-ximación al «Primer Motor», como lo llamaba Leonardo.

Gracias a la gente de fe diamantina y simple y a aquellosque no creen, porque de ellos he aprendido a creer firme-mente en la suprema energía que está «más allá» de la nues-tra y, al mismo tiempo, en el interior de cada uno de no-sotros.

Mi agradecimiento a Carla Tanzi, directora editorial deSperling & Kupfer, por haber comprendido la importanciade este mensaje que muchos, antes que ella, habían temidosin ni siquiera escucharlo, y por haberlo querido presentar denuevo después de años de silencio.

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* Que nadie duerma.

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Un agradecimiento especial a mi primera editora, Anna-lisa Bellerio, que con su capacidad y familiaridad con las obrasde arte ha restituido el «obstinado rigor» leonardesco a laspartes de mi investigación en las que más me había dejadoarrastrar por la pasión. Y en esta segunda edición doy las gra-cias también a mi segunda editora, Ilde Buratti.

Estaré también muy agradecida a todo aquel que quieray sepa difundir este libro por el mundo.

Y gracias al lector, que espero reciba un suplemento dealma.

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El hilo de Ariadna O guía de lectura del libro

«Todas las grandes verdadescomienzan siendo blasfemias».

G. BERNARD SHAW, Annajanska

Lo que vais a comenzar a leer es verdaderamente un librosobre la pasión.

No sólo porque trata del famoso lienzo de Turín sobre elque quedaron impresos los signos de la Pasión del Cristode los Evangelios.

Se trata de otra pasión. La de un periodo de mi vida que hadado a luz este estudio. El dolor por el abismo existencial enel que caí cuando una serie de tristísimos acontecimientosme arrancaron a mi hijo Leonardo.

Apartada del resto del mundo, me refugié en aquel estu-dio que me había atraído a su campo magnético desde queun día, volviendo de Turín —ciudad en la que había vividoanteriormente durante casi siete años—, me llevé a Roma, co-mo cualquier buen turista que se precie, algún recuerdo rela-cionado con la historia de la Sábana Santa.

Por decirlo con las palabras del gran poeta, «repetir nosabría cómo entré»*.

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* Dante Alighieri, Divina Comedia, Infierno, I, 10.

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Había ido a visitar la catedral de Turín, había leído loshechos vinculados a la tela y visto por primera vez las repro-ducciones de la imagen y, en mi pequeña estancia destinadaal estudio, me había encontrado ante la fotografía ampliadadel rostro.

Sobre la mesa reposaban las postales y los folletos que mehabía prometido estudiar.

Por primera vez tenía ocasión de observar atentamenteaquel rostro que me atrapaba con su efecto extraordinaria-mente sugerente.

El dolor me había vuelto más sensible.Algunos meses después me tropecé con una frase de Os-

car Wilde: «Donde habita el dolor el suelo es sagrado». Conotra de Giorgio Bassani: «En la vida, si uno quiere com-prender realmente cómo son las cosas de este mundo, debemorir al menos una vez». Y con otras que me hicieron re-flexionar y experimentar en mi piel lo que había en ellas deverdad.

El dolor agudizaba mi intuición y favorecía las conexio-nes mentales.

Fue como si, alejada de todo contacto externo, hubieseconcentrado todas mis energías en aquel mundo completa-mente mío en el cual me había zambullido y que, poco a po-co, comenzó a darme grandes satisfacciones.

Fueron ellas las que me ayudaron a recuperar, lentamente,una vida normal.

Ahora me doy cuenta de que estaba respondiendo a unallamada.

Obedecía a mi destino.

Creo que soy una de las personas más profundamente «afec-tadas por el milagro» de la Sábana Santa. Me ha devuelto laenergía, la confianza en mí misma, la alegría. En dos palabras:la vida.

Me encontré ante aquella imagen para llevar a la prácti-ca la parábola de los talentos: todos mis estudios, mis cuali-

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dades de mujer, mi herencia genética, todo confluía en el de-sarrollo de la investigación más fascinante del mundo.

En este libro he actuado como un juez de instrucción.Además, prácticamente desempolvé la profesión a la que

había renunciado en la vida, no porque no estuviera a mi al-cance sino porque sus aplicaciones a la realidad eran muy dis-tintas a los diferentes Perry Mason o comisarios Maigret quede niña había tomado como modelos de referencia.

Pero, sobre todo, además de detective, magistrado, abo-gado y fiscal, he actuado como abogado del diablo enfren-tándome a mí misma.

Mientras avanzaba, otra pasión empezaba a tomar cuerpo y aaumentar de volumen como la masa fermentada: la pasión porLeonardo.

Comenzaba lentamente a descubrir a aquel hombre ex-traordinario que fue el genio de Vinci.

Intentaba hundir las manos en los entresijos más recón-ditos y desconocidos para la mayor parte de las personas. ElLeonardo que se estudiaba en la escuela no llegaba a ser ni si-quiera su sombra.

Al conocerlo, he aprendido que ser hombre, vivir, no de-be nunca entrañar el riesgo de que se nos aplique la terribleetiqueta que él acuñó para gran parte de los mortales: «trán-sitos de alimentos».

Fue él quien me llevó de la mano hasta donde no haylímites, donde la mente indagadora no encuentra obstáculosante los que detener su recorrido.

Ha sido él quien me ha enseñado a descifrar la natura-leza y la vida leyendo tras el significado aparente de las cosas,entrando en el mundo de la Cábala, del lenguaje para inicia-dos que he comprendido poco a poco, subiendo una escaleraque conduce verdaderamente al paraíso.

Desde el punto de vista del lenguaje de las religiones, es-te viaje ha sido un recorrido hacia atrás, hacia los orígenes,cuando la comunicación procedía de los padres de la palabra.

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Era el camino señalado en el Evangelio gnóstico de Fe-lipe: «La verdad no ha venido desnuda a este mundo, sino ensímbolos y en imágenes. Sólo se la puede comprender de es-te modo».

Creció, pues, como la masa fermentada, mi amor porLeonardo mientras corroboraba su pensamiento: «El granamor nace del gran conocimiento del objeto que se ama».

Lo amaba a él porque estaba enamorado del amor y dela vida, que con inagotable curiosidad exploraba en todas susmanifestaciones y —paradoja de paradojas— ciertamenteamaba todavía más estudiando la muerte: cuando abría loscadáveres y se encontraba con esa maravillosa maquinaria hu-mana.

Lo seguí en el fascinante descubrimiento de la analogíaentre el microcosmos del hombre y el macrocosmos de la tie-rra y de la creación.

Con él entré allí donde se encuentra el todo en el uno yel uno en el todo.

Ha sido un viaje iniciático que me ha llevado más alláde la imagen que tenía delante, espléndido puente hacia Dios:no la divinidad contada por otros, sino aquella descubiertadirectamente. No un Dios lejano, sino el Dios que habita encada uno de nosotros. Aquel al que Leonardo se había atre-vido a dar su propia forma después de haberse reconocido enél y viceversa.

Indudablemente, junto a ésta, me ha sostenido y guiado otrapasión: la de la investigación en general, un camino que me hahecho probar las mayores emociones de mi vida cada vez queme he encontrado frente a pequeñas y grandes conquistas, ca-si cotidianas.

El «busca y encontrarás» ha resultado tan verdaderocomo el «no busques y encontrarás». Lo importante era ini-ciar el viaje con un instrumento que ha resultado ser indis-pensable: una enorme humildad en lo que respecta al pro-pio saber.

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Con esta carga de menudencias, mi investigación me hapermitido crecer hasta que casi me ha parecido que me con-vertía en un Gulliver en medio de liliputienses.

El resorte que me ha impulsado ha sido el de no exami-nar lugares ni personas seleccionados previamente. Inicié elcamino volviendo a recorrer el que otros habían hecho an-tes que yo, pero lo abandoné trazando un sendero nuevo, co-mo si fuese la primera en recorrerlo.

Fue entonces cuando salió a mi encuentro la extraordi-naria frase de uno de los Evangelios gnósticos: «No dejes debuscar hasta que no hayas encontrado; cuando hayas encon-trado, descansarás y, cuando hayas descansado, reinarás».

Esta investigación me ha conducido a través del caminode mi vida: aquí he encontrado mi chispa divina, la luz queme ha iluminado en la oscuridad para encontrar otra luz y asíindefinidamente, en una extraordinaria carrera de relevos conmúltiples y diferentes formas de mí misma.

También he abandonado la convicción de tener un úni-co rostro y he aceptado que cada uno de nosotros es poten-cialmente todo aquel que puede llegar a ser y que la verdadde uno mismo está siempre en el punto de equilibrio entre loscontrarios.

«Yo soy hijo de aquel que es IGUAL». Éste es el gran men-saje de Cristo en los Evangelios gnósticos.

Hoy comprendo también la finalidad de aquel recorridoparalelo —las fuentes gnósticas— al que me encaminé y nopor casualidad.

«El Reino ya está aquí [...] y vosotros lo buscáis quién sa-be dónde». No se sorprenda el lector si digo que cualquierapuede entrar en él. Sólo hay que dirigir los pasos desnudán-dose por completo y volviendo a ser niños. Entonces la sor-presa será mayúscula.

He comprendido al mismo tiempo el importante papeldel Guía, de un «ángel custodio», incluso terrenal, que nosacompaña por el camino correcto y nos enseña a volar.

Por eso han acudido a mi mente todos los religiosos—hombres y mujeres— dignos de desempeñar tal papel que

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he encontrado a lo largo de mi vida, como mi adorada sor Ge-suina, mi primera maestra de la Orden de las Josefinas.

Por desgracia, también me he tropezado con un ejérci-to de indignos alfiles de Dios. Gracias a ellos y a mi caminointerior hoy estoy entre los que han renegado del cristianis-mo. Un acto de liberación del yugo de las religiones.

Pero una vez terminado el libro se ha iniciado otra historia depasión, entendida en el sentido de sufrimiento, dolor, desilu-sión, amargura y desánimo.

Mi obra cumplió diez años en 1998. Y por lo que respectaa mi experiencia literaria todos han sido años de calvario.

Los editores rechazaban el libro, el establishment ecle-siástico probablemente veía la mano del demonio en su re-dacción (¡incluso sin haberlo leído!).

A veces tuve que retirar el manuscrito porque sentí quesiguiendo la vía más fácil habría desperdiciado un capital pre-cioso.

En fin, me he visto obligada a decir que no: el colmo pa-ra un escritor que no ve la hora de publicar su obra porquequisiera gritar a los cuatro vientos su pensamiento.

Sin embargo, también de esta forma mi fuerza se ha vis-to consolidada.

Era, y soy, una contra todos, no porque lo haya buscado,sino porque todos, curiosamente, me temen sin conocerme. Poruna parte, los expertos en la Sábana Santa; por otra, los espe-cialistas en Leonardo, cada uno por sus motivos particulares quese resumen en el hecho de que no era ni soy una «entendida».

La sociedad moderna, con su alta especialización, es te-rreno abonado para este cultivo. Los mismos a los que Cris-to reprochaba hace dos mil años tener la puerta cerrada nosólo para él, sino también para los otros ahora me cerrabanlas puertas.

A pesar de ellos, me he convertido en protagonista de lamás fascinante caza del tesoro del mundo. He encontrado unallave para el Grial y os la ofrezco con sumo gusto.

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Yo, experta en nada, he entrado en el templo por la puer-ta de servicio y ahora salgo por el portón principal: éste es elrecorrido iniciático de cualquier profano.

El hecho es que los expertos normalmente viven en ha-bitaciones cerradas, de por sí luminosísimas, incomunicadasentre sí como si el corazón no se relacionase con el hígado oel húmero con la rodilla.

He sido criticada y rechazada por este libro, y lo que espeor, incluso en el seno de mi propia familia.

También se me han cerrado algunas puertas en mi cami-no profesional por esta misma causa.

Yo, nacida entre los privilegiados, y quizá demasiadomimada y malcriada, por culpa de este libro he visto la vidatrastocada por durísimas pruebas.

En esta historia de pasión ha habido también algún mo-mento en que he odiado el fruto de mi propio esfuerzo, lo herepudiado, he renegado y lo he ignorado forzosamente.

Y también en este mismo acto de acusación pública mearrepiento de ello.

Mientras tanto, la vida continuaba y yo debía seguir ade-lante a pesar de este libro.

Además, el largo proceso tuvo otros costes: adquisiciónde libros, fotocopias, viajes, envíos, llamadas telefónicas, en-cuadernaciones, mientras que las fuentes de ingresos, si du-rante cierto periodo fueron del todo inexistentes, luego fue-ron insuficientes para vivir.

El triste periodo personal de aquellos tiempos me llevó aser periodista sin periódico, mujer «de pluma» sin papel dondeescribir, experta en comunicaciones en medio del desierto. Ensuma, hija de los tiempos en que el trabajo no ennoblece al hom-bre. Volviendo al libro, debo dar gracias a mi obstinación, perosobre todo a mi fe, no sólo en las ideas que han sostenido la in-vestigación, sino en la enorme importancia del resultado de misestudios en el campo de la historia del arte y de la religiosidad.

Ahora me doy cuenta de que una fuerza superior ha sos-tenido mi confianza, porque este libro es más importante delo que parece: es un libro para la vida. Era y soy plenamente

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consciente de que esto va mucho más allá del simple análisisde una imagen.

Creo que este libro puede ser definido sin miedo como«el acontecimiento literario del siglo»: medio mundo hablabaya de mi teoría pero nadie se atrevía a divulgarla recopilán-dola en una publicación.

Parecía una especie de esquizofrenia del mundo edito-rial: se temía el momento en que habría que ocuparse nece-sariamente del problema cuando éste pasase de una revista aun libro. «Ocuparse» significaba desmontar un andamiaje que,soportado con falsas pilastras, había sostenido, hasta aquelmomento, la historia de siglos pasados.

Así pues, pasión, en todos los sentidos, que se podría re-presentar perfectamente, como hizo Leonardo cuando, an-tropomorfizándola, dibujó un hombre y una mujer unidos porla espalda para simbolizar una misma planta. La pasión deldolor y la pasión del amor.

Posiblemente me hayan dado valor las palabras del maes-tro de Vinci que me he ido encontrando en mi recorrido: «Só-lo la verdad es hija del tiempo», y ahora los tiempos estánindudablemente más maduros.

De la pasión llegamos al misterio.Al dedicarme a esto, me encontré viviendo verdadera-

mente envuelta en una aureola mágica que me cautivó desdeque tuve la primera intuición.

Me dio la sensación de que alguien me guiaba, de que unapoderosa energía me empujaba.

Las extrañas coincidencias que han sembrado el caminode este estudio me han convencido de la existencia de una «es-tructura ontológica superior» que sugiere elecciones y reco-rridos, y asiste a los hombres, sobre todo a aquellos a los quese les ha confiado una tarea más importante y más amplia.¿Senderos de energía? ¿Campos magnéticos? ¿Energía supe-rior? ¿Un doble astral de mí misma? ¿Espíritu reencarnado?No me pidáis una respuesta.

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Aquí sólo puedo aludir brevemente a lo que os contarécon detalle: únicamente la presencia de una «energía-guía»ha podido llevarme a descubrir aquello que me ha servido pa-ra ir reuniendo las teselas de mi mosaico y a verificarlas, loque ha dado como resultado un trabajo para el que se habríanecesitado un equipo de más de diez personas debido a lainmensidad del océano leonardesco.

Pero me siento tentada a decir con el poeta: «... y nau-fragar me es dulce en este mar»*. Nuestras sintonías han po-tenciado nuestras pasiones comunes.

He adoptado un nombre artístico. Cambiar de nombrees como cambiar de piel y es también una forma de salir deesa especie de telaraña de obligaciones que nos paraliza: eti-quetas, prejuicios, impedimentos, imposiciones, encasilla-mientos, etcétera.

He escrito este libro desnuda, despojada de todo. Comosi fuese prácticamente una neonata.

E igualmente desnuda he visto aquella imagen tan estu-diada y venerada: la veía por primera vez y no sabía nada. Te-nía que observarla con mis propios ojos sin estar condiciona-da por nada ni por nadie.

Es lo que se debería hacer con la vida misma. Pero ¿quiénlo consigue excepto los niños? Sólo así he podido alcanzar mi«reino de los cielos».

Por tanto, el seudónimo no es una máscara tras la que es-conderse.

¿Quién es Vittoria Haziel? Por el momento, un espíritulibre. Y nosotros, los espíritus libres, herejes religiosísimos(Leonardo está obviamente a la cabeza del desfile), estamosdestinados a hallarnos, durante gran parte de nuestra exis-tencia, infinitamente solos.

Me he preguntado también el porqué y he encontrado larespuesta. La libertad se encuentra dentro de cada uno de no-sotros, pero puede suceder que alguien nos abra la porte-

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* Giacomo Leopardi, «El infinito», Cantos.

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zuela de la jaula. Como esto no pasa muy a menudo, somosnosotros quienes debemos decidir si la abrimos desde dentro:entonces nos encontraremos fuera de la jaula sin ni siquierasaber cómo.

Hablaba de Vittoria Haziel. La autora de este libro esaconfesional y apolítica. Por otra parte, ¿a qué confesión per-tenecía Cristo?

Esto no significa que en las estancias luminosas de mis re-cuerdos de niña no hayan quedado reflejados los coros de loscánticos repetidos en las procesiones por el patio de las Jose-finas: «¡Mira a tu pueblo! Te adoramos, hostia divina. Tú sur-ges de la aurora. Himnos y cánticos te dirigimos fieles. Iré averla un día. Nosotros queremos a Dios. Es la hora que pía...».

Estas dulcísimas canciones forman parte ya de mi ADN.Cuando vuelvo a escucharlas, tienen el poder de remover laesencia de mis emociones y, fruto de esa conmoción, la ma-yoría de las veces lloro durante largo rato: no de dolor, ni dealegría, sino porque el fármaco está haciendo efecto.

Es un llanto terapéutico.Qué fascinantes son los cantos y la magia del aroma del

incienso en las iglesias visitadas con devoción, mezclado conel olor de las velas —¡las de verdad!— y de la madera de losbancos antiguos y los confesionarios.

Son aspectos de los que no puedo ni quiero liberarme,pero ante ellos he asumido una posición de pasión y no de de-pendencia. Un acto de crecimiento.

Creciendo he pasado con naturalidad de la religión a la re-ligiosidad, que es un concepto que abarca la vida entera y quehe extendido poco a poco a todos los ámbitos de mi existencia.

A este estudio me he consagrado por entero desde aqueldía de 1988, siendo plenamente consciente de que estaba lle-vando a cabo mi misión, de que estaba, repito, respondiendoa una llamada.

Quisiera dejar claro que este libro no pretende condi-cionar a nadie. El que necesite creer que esa tela de lino hacubierto el cuerpo del Hijo de Dios tiene todo el derecho ahacerlo.

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De la misma forma que el que no necesita creer en Dios,en aquello lejano de nosotros e inalcanzable, tiene todo el de-recho a pensar así.

Estudiar una reliquia no significa demonizarla. ¿Quiénno tiene, en el fondo, necesidad de una reliquia, entendida nosólo en sentido religioso (el objeto perteneciente al amante,por ejemplo)? ¿Y quién no siente la necesidad de una iglesia?

Todos sabemos que las iglesias son la antecámara del pa-raíso: ¿y quién de nosotros, «pobres mortales», no cambiaríasu residencia por uno de los suntuosos santuarios cubiertosde mármoles, frescos, maderas nobles y de cualquier bien deDios en el verdadero sentido de la palabra?

Pero todo ello se aparta del camino que he seguido, asícomo del de todos los científicos que han sometido la telade Turín a una serie de innumerables análisis utilizando losmás sofisticados instrumentos tecnológicos.

El recorrido de un laico puede llevar mucho más lejosque el de un «religioso» que nunca ha caminado. Este libroes precisamente el camino de un peregrino del conocimien-to. O mejor, de una peregrina.

Y es, al mismo tiempo, la exaltación del poder de la ima-gen: éste era el credo del maestro de Vinci.

El pueblo cristiano ha sentido la necesidad de poner unrostro a Cristo. ¿Por qué? Precisamente porque lo quieresemejante a sí mismo.

Hacer a Dios a imagen y semejanza del hombre es, o de-bería ser, el inicio de un camino opuesto: es decir, la divini-zación del hombre. Pocos son conscientes de ello.

Y el genio, entonces, ¿qué hace? Responde a las necesida-des del hombre sin engañarle, pero dándole lo que necesita: laimagen de Dios.

Ahora me pregunto: ¿quién habría tenido el valor de dara la divinidad su propia imagen, entendida en un sentido tan-to espiritual como material? ¿Quién habría sido capaz de dar-le su propia alma?

Os invito a un examen de conciencia en el silencio devuestra habitación. Solos, ante vosotros mismos.

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«Piensa bien en el fin», decía Leonardo. Y si el fin es acer-car el hombre a Dios, bienvenidas sean todas las «falsifica-ciones» del mundo.

Pero lo grave es que, después de los resultados del exa-men científico del carbono 14, a muchos cristianos se les hahundido la tierra bajo los pies.

¿Era tan débil su fe? ¿Era éste el Dios al que veneraban?¿Una imagen que no se corresponde con su contenido?

Esta obra «herética» es hija de la duda. Duda cuyo granvalor un padre de la Iglesia llamado Agustín me parece queexaltó. Para llevar a cabo mi investigación, he utilizado todoslos medios disponibles en la naturaleza: la intuición, el racio-cinio, la emoción y la fantasía.

En conclusión, corazón, alma y cerebro, ayudados poruna pequeñísima antena de bruja que, en los oscuros tiemposdel Medievo, y también del Renacimiento, me hubiera hechoacabar en la hoguera.

El hilo conductor, es decir, la metodología, es el «obsti-nado rigor», por decirlo con palabras de mi maestro Leonar-do, un rigor que me ha llevado inicialmente a realizar una obrade restauración en lo que respecta a la imagen: una limpieza delos detritus históricos, de las incrustaciones de prejuicios y, aveces, de falsedades inmundas —las verdaderas falsificacionesde una falsificación auténtica—, es decir, del velo de cegueracon la que había sido vista hasta hoy por todos aquellos quetenían que depender de aquella imagen, sufriendo a veces tam-bién la pérdida de la fe.

Leonardo, liberándome de las cadenas, me ha colocadolas alas, las mismas que ahora me siento capaz de ofrecer aquien tenga finalmente ganas de volar.

Pertenece al libre albedrío, gran regalo concedido a loshombres, la capacidad de rechazarlas.

La Sábana Santa de Turín siempre ha estado relacionada conel «milagro» porque su técnica de realización ha sido un mis-terio.

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En principio, el presente estudio pensaba ocuparse sólodel «quién». En el año 2000 se amplió también al «cómo» yla nueva edición explica por primera vez al mundo la técnicaextraordinaria con la que ha sido realizada la tela.

Veremos que se revela como una prueba más a cargo delmaestro de Vinci. Por lo que respecta a los milagros, quisieraprecisar únicamente que también debemos considerar comoun milagro La Última Cena de Leonardo, porque hasta hoy—¡y han pasado quinientos años!— los expertos no se han pues-to de acuerdo sobre la técnica con que ha sido realizada.

Por tanto, no se trata de más «milagro» que el de un ge-nio, un icono. Y el iconógrafo no es más que un sacerdotede la imagen, según la teología de los iconos, a la cual remi-to al lector, que podrá consultar textos especializados.

Para «leer» este icono y para comprender a Leonardonecesariamente hay que sintonizar con él y con el Renaci-miento, cuyos alma y espíritu encarna con pleno derecho esteextraordinario artista. Una vez conseguida la sintonía, todose vuelve extremadamente fácil.

Simplex sigillum veri*, como decía Tertuliano.Pero a veces, aunque pueda parecer una paradoja, la sim-

plicidad se da sólo en los sabios (y en los niños).Se pasa de la rigidez a la flexibilidad, de la división a la

unidad; se puede jugar, como hacen los niños, dando riendasuelta al extravagante poder creativo de la fantasía; se puedealcanzar la altura del genio.

¿Difícil? No creo. Basta con encontrar la vía de la sim-plicidad. El hecho es que estamos educados en la compleji-dad mientras que «la verdad está en las cosas simples y vo-sotros la buscáis en las difíciles», para decirlo con palabras deConfucio.

La complejidad nos ha hecho perder el «camino recto».Estoy firmemente convencida de que este libro será te-

rapéutico para los lectores, sea cual sea su fe.

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* Lo sencillo es la clave de la verdad.

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Como veréis en la Bibliografía, este libro contiene ex-tractos de los Evangelios canónicos y gnósticos, fragmentosde textos de Confucio y de la Biblia de los hindúes, citas li-terarias y musicales, así como páginas de ciencia, arte e his-toria, pensamientos filosóficos y jeroglíficos.

En definitiva, se trata de un libro ecuménico dirigido alos hombres de todo el mundo, igual que el mensaje uni-versal de Leonardo. Pero, sobre todo, se refiere al lenguajede los símbolos, ampliamente presente en las antiguas reli-giones.

La imagen del hombre de la Sábana Santa nos transpor-ta realmente al pasado. Paradójicamente, ha terminado porsignificar algo más que si fuese verdadera: ahí reside su gran-deza, su poder. Y lo logra aún mejor gracias a su extraordi-nario verismo, a su capacidad de producir emociones.

Una imagen en la cual el maestro de Vinci ha dejado tam-bién su mensaje en clave, un mensaje para iniciados, y yo osconduciré desde la zona situada delante del templo —aquelladel pro-fano*— hasta el corazón del tabernáculo, al sancta sanc-torum.

Esta obra es la culminación del genio inconmensurablede Leonardo: aquella en la que confluyen todo el saber y sucredo, su seriedad y al mismo tiempo su amor por el juego.

¿Resulta una herejía o puede parecer blasfemo jugar conla imagen de Dios?

Pero ¿no ha jugado la misma energía creativa con las ex-presiones de la naturaleza mostrándonos su caleidoscópicojuego? Desde la múltiple variedad de peces en los abismos ma-rinos a la de pájaros en lo alto del cielo, desde las numerosasespecies vegetales de la tierra a aquellas de la raza humana, atodo lo creado. ¿No es, acaso, esta extraña heterogeneidad laexpresión de un gran juego cósmico? ¿Un gran ejemplo de li-bertad desenfrenada?

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* Profanus procede del latín pro fanum (lit. delante del templo), es decir, la zona si-tuada delante de los templos que estaba sin consagrar, profana. [N. de la T.]

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En este libro se habla de incógnitas más que de juegos.Pero ¿no es el recorrido mismo de la existencia el intento per-manente de descifrar incógnitas, la primera de las cuales es lapropia vida?

A mí todavía se me presenta un gran interrogante que os ha-go a vosotros para que configuréis en vuestra mente una res-puesta, una convicción: ¿Quién era Leonardo?

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