La parada 4

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Revista estudiantes de ciencias sociales de la Universidad de los Andes

Transcript of La parada 4

Febr

ero

-2015

Infografía histórica4

Opinión estudiantilTeatralidad

y subjetividadDiana Zerda

6Violencia

y obedienciaAlci Sebastián Burgos

12

Uno contra todosy todos contra uno

Marcela Han Acero14

8La subordinación

María Alejandra Castro Ortega

Variedades

34El Molino y la cruz

Simone Weil36

Bogotá ayer y hoyNicolás Sabogal Gómez

38

De promesas, espejismos y potenciales

de la democracia Felipe Moreno Moreno 42

Edelmira Massa ZapataSalomé Cohen Monroy

Iniciativas estudiantiles22

Cultura30

Espacios recomendados28

Crónicas y vivencias

24

Autoridad, abusoy otros males... La Policía

Anónimo26

Debutantes sin máscaraLuisa Aldana

Infografía estadística16

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Relaciones entre la sociedadcolombiana y su fuerza pública

Carlos Alfonso Velázquez R.

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Las relaciones político-militaresen Colombiay su efecto

sobre el rol de las FF. MM.Sergio Uribe Cáceres

Opinión expertos

COMI

TÉ ED

ITORI

AL Luisa Cardona AristizábalSergio Carvajal GallegoSalomé Cohen Monroy Felipe Moreno MorenoFelipe Pinilla TorresAndrés Salazar ÁvilaGráficos:Carlos Celis OrtegaSantiago Sánchez RamírezColaboradora:Liliana Valencia TelloCada autor es responsable por el contenido de su artículo, el cual no re�eja necesariamente la posición de La Parada ni compromete a los miembros de su consejo editorial, ni a la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes.

Hombres uniformados, de semblante serio, cargando fusiles y atravesando la plaza de lo que parece ser un pequeño pueblo mientras

intercambian miradas cómplices con sus habitantes; entretanto, los que no tienen uniformes, grandes y pequeños, expectantes en esos lugares donde el tiempo parece no transcurrir, sueltan una disimulada sonrisa y relajan sus hombros como queriendo decir: “ha llegado la seguridad, la prosperidad y el Estado”. Una voz superpuesta nos recuerda que estos hombres, marcados por una homogeneidad poderosa e intimi-dante, son los valerosos héroes de la patria: hombres con un solo parámetro, el honor, y con una sola misión, proteger a los colombianos.

Este típico comercial decembrino, patrocinado por las Fuerzas Armadas, levanta una serie de preguntas, empezando por: ¿a qué fenómenos pretende responder esta producción? Esto es, ¿qué relaciones, influencias o intenciones se pueden poner de manifiesto en estos constantes esfuerzos, exitosos o no, por posicionar y representar a la fuerza pública, tanto a nivel institu-cional como a nivel de los individuos que la componen, como punto de referencia para toda la sociedad?

Por un lado, las instituciones militares y de policía han adquirido un papel casi incuestionable en la vida nacional: el manejo que se le ha dado desde las élites gobernantes al prolongado Conflicto Armado Interno que vive el país les ha otorgado un nivel de impor-tancia y de confianza en ellas que comparten con pocas instituciones en Colombia; además, la fracción del presupuesto dedicada al sector defensa sobresale inclusive comparada con otros lugares del mundo1. En este sentido, las representaciones que se han preten-dido de la Fuerza Pública han devenido, entre otros, en dos fenómenos interconectados: por una parte, la imagen generalizada de un cuerpo profesional y tecni-ficado, ajeno a las disputas propias de la arena política, y dispuesto para la protección de los intereses de la nación y de sus ciudadanos; y por otra parte, como una porción igualmente considerable de nuestras cotidia-nidades, al punto de pensarse, en muchas ocasiones, como la primera y más efectiva representación del Estado. No es extraño, por esto, que frente a eventos que perturban y alteran los estándares que definen la normalidad de nuestro diario vivir, la reacción de muchos de nosotros sea buscar a los hombres con uniforme, aquellos que puedan garantizar la normal convivencia de las personas o, por lo menos, la segu-ridad y el orden.

Ahora bien, por el otro lado, esta normalización de los imaginarios sociales alrededor de las institu-ciones e individuos cuyo medio de acción distintivo, y frecuentemente predilecto, es el uso –legitimado por el aparato estatal– de la fuerza, resulta profunda-

mente problemática y atravesada por contradicciones. En un primer momento, aparecen como instituciones patriarcales y autoritarias con estructuras jerárquicas que, en el contexto colombiano, tienen el poder para tornar ligeras e invisibles las críticas de su maquinar, propiciando un accionar de excesos y violaciones que se reproducen en nuestra historia.

No es solamente la evidencia de que el Estado, a través de la Fuerza Pública, participó activamente en el surgimiento y consolidación de grupos paramili-tares, o los testimonios de sus miembros que, como las confesiones del coronel (r) Róbinson González acerca de los asesinatos extrajudiciales, son decla-raciones del acontecer sistemático y esquemático de las atrocidades denunciadas sin descanso por las fuertes voces de las comunidades más afectadas por el conflicto. Son también los casos de corrup-ción, de arbitrariedad, o de represión, en ciudades y campos por igual. Algunas noticias que circulan en los principales medios confirman lo anterior: desvíos de dinero; coroneles al mando de carteles; el fallo contra el Estado por los desaparecidos en la retoma del Palacio de Justicia; o las diversas condenas a la Fuerza Pública por los falsos positivos. Esta, la otra cara del “ héroe” y de los “grandes corazones verdes”, es la parte que el discurso institucional insiste en presentarnos como “manzanas podridas” o “ruedas sueltas”: excepciones y desvíos individuales que son ajenos al funcionamiento institucional.

Pero, ¿qué tan verosímil es esta simple distinción entre “héroes” y “manzanas podridas”, usada para justificar y explicar uno u otro comportamiento, o para construir una u otra representación? ¿Cómo comprender esta aparente paradoja entre una “profe-sión digna y humana” y el “ejercicio ilegítimo de la fuerza” ? Frente a este escenario, la opción, que en este espacio hemos intentado explorar, es cuestionarnos las aparentemente normales relaciones que la sociedad, en sus diferentes manifestaciones, ha entablado con la Fuerza Pública: repensar la presunta apoliticidad que nubla su consideración como activos participantes en una lucha de poderes políticos, o adoptar perspectivas que permitan examinar la particularidad de sus diná-micas institucionales, así como las subjetividades que se configuran cuando se encuentran el civil, el militar y el policía. En suma, el propósito que ha marcado esta edición es presentar estos actores con los procesos y los mecanismos que los han formado y que los siguen formando, con su carga de responsabilidad, con su verdad y con su actualidad, para, una vez puestos sobre la mesa en su contingencia y desnudos de cualidades necesarias, someterlos al necesario examen crítico en diálogo con el resto de la sociedad.

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AL Luisa Cardona AristizábalSergio Carvajal GallegoSalomé Cohen Monroy Felipe Moreno MorenoFelipe Pinilla TorresAndrés Salazar ÁvilaGráficos:Carlos Celis OrtegaSantiago Sánchez RamírezColaboradora:Liliana Valencia TelloCada autor es responsable por el contenido de su artículo, el cual no re�eja necesariamente la posición de La Parada ni compromete a los miembros de su consejo editorial, ni a la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes.

1 Ver Carretazo

4 febrero-2015

Este escudo se compone de tres partes. La primera, es un barco de vela, en las que aparece una cruz roja insignia de las Cruzadas del medioevo y actual símbolo de la Cruz Roja internacional. Asimismo, este tipo de barcos se asocian a la voluntad de los Dioses (mirar la Ilíada y la Odisea) por el manejo del viento como herramienta de impulso. Asimismo, se desprenden lambrequines rojos con blanco. La segunda parte, es un ancla de tamaño gigante, en comparación al barco, el cual pareciera estar conectado al ancla gracias a una de

las cruces negras del mosaico que tiene como fondo el cuerpo del escudo y que a su vez, sirve como mar.

El ancla significa aferrarse ya sea a un lugar, a una idea o a una actitud. En la tercera parte, se encuentra, la cinta dorada con el mensaje insignia de la institución, que traduce: Más allá. Lo que llama la atención, es que las dos palabras en latín están separadas por una oveja que mira hacia la derecha y que está doblegada y converge justo en la mitad donde se acaba el ancla y su mar compuesto de cruces negras. La oveja es el Toisón de oro, insignia de la caballería y símbolo de una orden de carácter imperial, ligado a las dinastías de los Habsburgo y a las coronas de Austria y España. Asimismo, la oveja pareciera estar muerta, por lo que se puede rela-cionar directamente con los evangelios de la Biblia en las que figuras notables sacrifican a una de sus ovejas por el bien de la comunidad, es la figura de aquel pastor que cuida su rebaño o más directa-mente con el evangelio: “el señor es mi pastor nada me falta” pero que para mantener a Dios contento a veces tiene que sacrificar a alguna de sus ovejas. Por otro lado, Buda ha señalado que la mayoría de personas terminan siendo ovejas obedientes que sigue a su pastor en búsqueda de la salvación propia, a través de un mérito ajeno. El símbolo del pastor, a su vez, puede hacer referencia a una persona líder, a una institución y hasta un padre que le indica a sus vasallos, ciudadanos o hijos qué hacer y cómo hacerlo.

Versión del nuevo escudo de la patria. Bernardo Salcedo . 1970.

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El Escudo está compuesto en tres partes. En primero, es el yelmo de plumas exóticas que mira hacia la derecha. El yelmo es símbolo del poder y la fuerza física (coerción). Las plumas son una referencia directa al poder económico y a un alto estatus social. En el segundo nivel se encuentra el cuerpo del escudo, las 8 casillas que lo componen contienen en cada una de ellas ilustraciones con referencia directa a escudos, historias y elementos del Medioevo y para ser más precisos son referencias directas a la historia católica-apostólica.

Las tres primeras casillas son las cruces de San Andrés símbolo cristiano que se encuentran y son el eje central de la bandera de Ámsterdam y que además, son las tres equis que se emplean para contenidos aptos sólo para adultos. También, están el castillo, las águilas imperiales y la cruz imperial la cual, es la insignia que se le entregaba a las personas que habían cumplido labores para la monarquía, además es un símbolo templario. También, de este cuerpo se desprenden unas hojas rojas que se llaman lambrequines y son una refe-rencia medieval de la península ibérica, a las hojas de laurel que se entregaban a los ganadores en los juegos olímpicos de la antigua Grecia. Estos juegos eran un periodo entre guerras. Finalmente, el tercer nivel es la cinta amarilla, que reafirma el sentido de los dos niveles pictóricos de la imagen: Patria, Honor y Lealtad.

Este escudo se compone de dos partes. La primera, es el águila heráldica símbolo de las Cruzadas y a su vez, el águila es el animal volador más ágil y el mejor cazador, las alas extendidas son símbolo de ataque. Tiene como cuerpo un rectán-gulo que en su parte superior es amarilla y contiene las alas símbolo de la jerarquía y el rango militar. Abajo, está un cuadrado azul, que hace referencia al cielo en el que vuela el águila, paradójico que ella lo cargue y no que lo vuele.

El segundo nivel, es la cinta amarilla que contiene un mensaje que dota de sentido al primer nivel, el mensaje traduce: “Así se va hacia las alturas”. Finalmente, en conjunto la imagen exalta los colores de la bandera de Colombia, haciendo un gran énfasis en el rojo, no en el amarillo. El rojo de la bandera de Colombia significa la sangre derra-mada por los patriotas en busca de la libertad (independencia 1819).

6 febrero-2015

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Hablar sobre policías es hacer un juicio desde una perspectiva condi-cionada por el contexto en que

cada cual se encuentra. Sin embargo, a pesar de las opiniones particulares que se puedan dar, existe una desconfianza consensada, una vuelta de cara hacia la policía, el/los policía(s), recogiendo sin distinción la insti-tución y sus agentes dentro de un mismo sentimiento. Este hecho de equiparar las dos cosas hace que mi interés sea el de entender en qué se fundamenta esta relación. Consi-dero que un intento por esbozar cuál es el imaginario que se tiene del policía podría dar algunas respuestas, pues es a partir de la interacción en la cotidianidad que se crean estas percepciones del otro.

El agente de policía, “tombo”, “aguacate”, “resaltador”, cualquiera que sea el término del que cada cual se sirva para llamar al peón de la institución, debe cumplir unas respon-sabilidades y tareas propias, como corres-ponde a cualquier otro trabajo, pero a su vez cuenta con una carga ética; es un operador entre el bien, el mal y la ley. Pasa que, como en cualquier otro trabajo, las instrucciones son dictadas, pero queda a cada cual las vías y caminos que se tomen para cumplirlas. Es decir, existe una adecuación de las tareas que son impuesta. Su desarrollo está forzado a un contexto específico en el cual suceden inte-racciones y reacciones de distinto tipo entre un policía y un ciudadano.

Es entonces en estas interacciones que cabe detenerse un momento. El policía, portando su uniforme verde característico logra marcar una diferencia con respecto a los demás ciuda-danos. De entrada es un marcador de fron-teras que señala posiciones distintas entre las personas que comparten un mismo espacio. El uniforme es garante de una autoridad, que por esto mismo exige recibir respeto por parte de los otros. No obstante, el uniforme se puede pensar como una máscara, una cara1 que

sostiene el policía, pero que detrás de ella se halla una persona.

Puesto en otras palabras, se podría hablar del policía como de un actor en un ejercicio de teatro, en el que tiene un papel, un rol que performar, pero a la vez este actor es una persona. Un(a) policía es un hombre o una mujer que cuentan con una forma de ser y actuar frente al mundo, que si bien puede estar fuertemente influenciada por su trabajo, este es el motor de la toma de decisiones a diario. Por ende, se podría decir que es la persona detrás de la máscara la que reacciona desde su subjetividad, pero su respuesta es valorada desde el exterior, que filtra esta contestación con la cara que él o ella ve del policía desde afuera; un uniforme, una autoridad, una imposición de poder y control.

En conclusión, desde lo que se ha mencio-nado el policía es el sujeto que porta la insti-tución. Al ser él quien interactúa con la ciudadanía, es él quien en condición de repre-sentante hace que toda valoración de la inte-racción termine por atribuirle directamente a la institución la misma valoración. El quiebre está en que el uniforme es una máscara que va acompañada de códigos, pero que no es percibida como tal por los ciudadanos, lo que conduce a una valoración homogénea del policía; se niega la performatividad que es inherente a la labor de este, y al sujeto detrás del uniforme. Esto no es de ningún modo una victimización de la figura del policía, sino busca ser más un llamado de atención a tener presente la teatralidad en la cotidianidad y del delicado poder de subjetivación a partir de esta breve reflexión.

Diana Zerda Estudiante de Antropología

1 Ver Goffman, E (1997). Presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrtu Editores.

Personal Activo de la Fuerza Pública incluyendo personal de policía nacional en Colombia (la cual forma un cuerpo militarizado):Mujeres: 487,164 Hombres: 468,432

El dato:

8 febrero-2015

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No sé en dónde se paren ellos hoy en día, pero antes estaban subordi-nados. Por eso el bipartidismo, por

eso el Frente Nacional. Si vamos a hablar de voto militar o de autonomía del ejército hay que rebobinar. Las fuerzas militares habían estado tradicionalmente subordinadas a la democracia, o a lo que eso traducía en Colombia: los dos partidos políticos. En otras palabras, el ejército había sido siempre una de las instancias que resguardaba las garantías para la permanencia del gobierno de las minorías. Es una pena que no estemos aquí para hablar de las maneras en que se resguardaban las garantías.

No siempre estuvieron subordinados, y eso hace mucho más notable el hecho de que la mayor parte de su existencia lo haya estado. El historiador César Ayala Diago nos ayuda a entender un momento de ruptura con la tradición. Ayala destaca la necesidad de observar que el nacimiento del Frente Nacional fue una respuesta a la amenaza que suponía el gobierno militar de Rojas Pinilla en los años cincuenta.1 Es decir, la reconciliación de los conserva-dores y los liberales tiene una de sus prin-cipales razones de ser en el pánico de ver a la institución militar faltando a su subordi-nación tradicional. Ahora, eso no significa que durante el Frente Nacional el ejército y el gobierno actuaran como enemigos.

Al final del gobierno de Rojas, después de algo de turbulencia, se restablecieron las relaciones entre el gobierno civil y los mili-tares. Es la historia de la vuelta al equili-brio. Francisco Leal lo explica: “[e]l fracaso del intento de algunos sectores militares por derrocar a la Junta Militar el 2 de mayo de 1958 señaló la última expresión de rechazo abierto al acatamiento de la autoridad civil . A la hora de la verdad, la mayoría de los oficiales involucrados en el complot no cumplieron lo pactado. El general Rojas

Pinilla perdió el respaldo que aún tenía dentro de las instituciones militares.” 2 Por esto, se puede decir que la junta militar que gobernó inmediatamente después de Rojas se adaptó rápidamente a las directrices de los gestores del Frente Nacional. Dentro de la objetividad social, el arraigo al biparti-dismo era todavía predominante; para el ejército era incluso más importante que un proyecto militar de poder.3

En efecto se trata de una restaura-ción del equilibrio, pero más que eso, es una declaración. La decisión de retornar al estatus de guardaespaldas de los polí-ticos informa a la sociedad acerca del lugar donde residen sus intereses, su posición frente a la exclusión sistemática de todo lo que no pinte azul o rojo, pero más que todo azul, como era la costumbre. Después del fiasco del 2 de mayo no hay coyunturas relevantes que hablen de alguna inten-ción de apoyar algún proyecto de poder no bipartidista. Claro, hoy hay que ver en qué devino el bipartidismo. Aun así no entiendo qué papel juegan hoy, pero es probable que los militares estén aún cerca de su rol como aparato institucional de la política en la que se supone no participan.

María Alejandra Castro OrtegaEstudiante de Historia y

Lenguajes y Estudios Socioculturales

1 César Ayala Diago. La explosión del populismo en Colombia. Anapo y la participación política durante el Frente Nacional. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 2011.

2 Francisco Leal. “Relaciones entre civiles y militares durante el Frente Nacional”. En: Carlos Caballero, Mónica Pachón y Eduardo Posada. 50 años de regreso a la democracia: nuevas miradas a la relevancia histórica del frente Nacional. Universidad de los Andes. Bogotá. 2012.

3 César Ayala Diago. Resistencia y oposición al establecimiento del Frente Nacional. Los orígenes de la Alianza Nacional Popular (ANAPO) Colombia, 1953-1964. Colciencias. Bogotá. 1996

La Policía Nacional tiene la red de radio más grande del país con 34 emisoras conectadas satelitalmente. A través de este medio fundado en 1997, se acerca a la comunidad con programas

que entretienen y que fortalecen la pedagogía en valores ciudadanos

El dato:

10 febrero-2015

Test

profesoren

FACIS¿Crees que puedes ser profesor en nuestra facultad?

Toma el siguiente test y te lo diremos

¿En dónde recibiste tu último título? Colombiaa

Hispanoaméricab

Estados Unidosc

¿En dónde fue tu última publicación?Revista La Paradaa

Un periódico de noticiasb

Una revista especializadac

¿En qué idioma escribiste tu última publicación?Española

Francésb

Inglésc

¿Has tenido experiencia docente? Sí, entre cinco y diez añosa

Sí, diez años o másb

No, pero he publicado un montónc

¿Cuál fue tu último grado académico?Pregradoa

Maestríab

Doctoradoc

Mayoría A:La verdad es que no eres nuestro per�l ideal. Si quieres seguir intentando, ponte a publicar nene. Mayoría B:Aunque nos parece cool que hayas sido profesor/a, eso no nos importa tanto. Mayoría C:Yupi!! Bienvenido/a a nuestra U!!!

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Test

profesoren

FACIS¿Crees que puedes ser profesor en nuestra facultad?

Toma el siguiente test y te lo diremos

¿En dónde recibiste tu último título? Colombiaa

Hispanoaméricab

Estados Unidosc

¿En dónde fue tu última publicación?Revista La Paradaa

Un periódico de noticiasb

Una revista especializadac

¿En qué idioma escribiste tu última publicación?Española

Francésb

Inglésc

¿Has tenido experiencia docente? Sí, entre cinco y diez añosa

Sí, diez años o másb

No, pero he publicado un montónc

¿Cuál fue tu último grado académico?Pregradoa

Maestríab

Doctoradoc

Mayoría A:La verdad es que no eres nuestro per�l ideal. Si quieres seguir intentando, ponte a publicar nene. Mayoría B:Aunque nos parece cool que hayas sido profesor/a, eso no nos importa tanto. Mayoría C:Yupi!! Bienvenido/a a nuestra U!!!

12 febrero-2015

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V ivir en Bogotá y encontrar situa-ciones de violencia no es algo anormal, ya de por sí el Trans-

milenio es un sistema de agresión pura. El otro día me encontraba rumbo a la Univer-sidad de los Andes, cuando a la altura de la estación Centro Memoria vi a varios policías golpeando a un habitante de la calle. De repente todos los pasajeros se voltearon hacia las ventanas del articulado y empe-zaron a escucharse frases como “esos policías son unos salvajes, mire cómo le pegan a ese indigente”. Creo que todos asumimos que eso era cierto, ellos estaban abusando de su autoridad y, al golpear a un ser en estado de indefensión, cometieron un abuso inhumano que merece ser castigado. Lo que no suele ser pensado es la razón que estos “salvajes” tuvieron para cometer semejante crimen.

Las personas creen que como salvajes, ellos no tenían consciencia para pensar en sus actos, pero desde el punto de vista psicológico se puede ver que existen tres condiciones para que una situación de éstas se presente. En la primera, los unifor-mados eran en realidad unos salvajes. En la segunda, la condición de grupo en poder, con fuerza y apoyo judicial, le permite a los uniformados ejercer su poder violento sobre los demás, por su condición de superioridad ante la indefensión del otro. A la anterior se le suma que la otra persona es distinta en cuánto a su estilo de vida, forma de vestir, de actuar, etc., puesto que en la violencia de masas es útil cualquier diferencia para distinguir un objetivo enemigo. Esta violencia se da por una división del bueno y el malo, dónde la idea es defender las ideas propias de la institución a la que se perte-nece. En el caso de la policía: Dios y Patria. Por lo que, tal vez, los recicladores podrían ser para algunas autoridades una amenaza a este sistema. En la tercera condición, se encuentra la posibilidad de que ellos estu-

vieran obedeciendo las órdenes de un rango superior y ya que la desobediencia civil no es una figura clara en los estatutos policiales y menos en los militares. Así, la única opción de un uniformado que no quiera lastimar a alguien más, sería someterse a cargos por rebeldía o renunciar.

Por otro lado, las personas no tienden a rechazar las órdenes de alguien autoridad, como se demostró en el famoso experimento de Milgram. Este consistía en una situación actuada donde se le enseñaba a un sujeto experimental llamado “Maestro” a castigar a un actor llamado “Alumno”. Se le pedía que repitiera unas palabras y cuando este se equivocara en una respuesta, se le aplicaba una descarga eléctrica falsa que empezaba a los 45 voltios y aumentaba 15 voltios con cada error. Los actores fingieron respuestas erróneas y los Maestros aumentaron cada vez más la intensidad del castigo. Con lamentos pregrabados se intentó disuadir al Maestro de seguir en la prueba y en la mayoría de los casos ellos manifestaron la intención de parar la prueba, pero el conductor de la prueba motivó a seguir aplicando aquel “ doloroso” castigo y las personas obede-cieron. Esto me lleva a pensar si realmente los policías que vi, desde el lujoso Mercedes Benz rojo, eran unos salvajes o personas del común que obedecen órdenes. Más allá de eso, ¿será que estamos acusando a las personas correctas o solamente asumimos que las personas con autoridad tienen una violencia inmanente y lo comprobamos con lo que vemos a primera vista?

Alci Sebastián BurgosEstudiante de Psicología

199 billones de pesos en el presupuesto nacional para el 2014.El dato:

"Sociedad fragmentada, encapsulada, incapaz de reconocer a quienes la componen"

14 febrero-2015

15

Institucionalidad: mecanismo creado para garantizar la continuidad de la forma de vida de las sociedades. Conjuntos de normas y leyes

dictaminan el comportamiento y los deberes de sus integrantes. Pensando en el bien general decidieron (¿quiénes?) que lo sensato es dividir a la sociedad en partes. Dividirnos para organizarnos, como órgano al cuerpo humano. En el que cada parte cumple su función, alineada a un objetivo en común: perpetuar el sistema. Aunque sea, a veces, en detrimento de los demás; un juego de incentivos perversos.

Juego de policías, militares y civiles, con líneas divisorias, ¿trincheras urbanas? Escogemos bandos y etiquetamos prendas. Se crean categorías y el otro deja de existir fuera de ellas. Olvidamos el objetivo y razón de ser de los organismos adoctrinados bajo el estandarte de la convivencia, en lo posible pacífica –aunque parece que esto último ya es mucho pedir. Ocho direcciones operativas y seis administrativas en la Policía Nacional, encargadas de mantener el orden público interno y de proteger. La pregunta tal vez es, ¿proteger a quién? Media vuelta y vámonos que ya llegaron otra vez a molestar.

Fuerzas Militares de más de 276.776 efectivos divididos en Ejército, Fuerza Aérea y Armada Nacional. Según algunos ¿O son 590.000? Eso dicen otros. Líneas ilusorias al fin y al cabo. Inocuas. 48 millones de colombianos registrados. Incluidos los uniformados. Pero no siempre es así. Por ejemplo, cada cuatro años definitivamente no. De pronto no son ciudadanos, ni funcionarios públicos, solo cuerpos armados de bandos cada vez más aislados y desarticulados.

Sociedad fragmentada, encapsulada, incapaz de reconocer a quienes la componen. Pero como para gustos los sabores, cada vez más categorías y bandos, cada vez más herméticos. Tombos, agua-cates, salados y milicos, los llamamos; torcidos, desechables, chicutes (Chiquitas-Culonas-Tetonas) y guerrilleros disfrazados de civiles, nos llaman. Entre muchos otros términos más pintorescos –claro, sin ánimo de discriminar. Y el denominador común: la connotación peyorativa que escolta cada una de estas palabras de un lado del tablero, a los restantes.

Reglas de juego, se nos ocurre que las necesi-tamos. Una para cada ocasión, dependiendo del clima. Así sí deberían quedar las cuentas claras y el chocolate espeso. O eso nos decimos, pues en la práctica siempre improvisamos. Nadie tiene total certeza de lo que puede o no hacer, siquiera si está permitido tomarse una cerveza en un sitio público: a veces. Depende del ánimo del de turno, o del conte-nido de nuestra billetera. Existe confusión, nos plagamos de normas que nos regulan hasta de qué nos vamos a morir. Porque aunque pocos lo sepan, este es un país en el que desde el 2000 la solidaridad es obligatoria. Es compromiso de todos, si bien a partir de ese año se incrementaron en un 150% los llamados ‘falsos positivos’. Eso no viene a cuento, es mera coincidencia.

Ley 599 artículo 131, del Código Penal. Omisión de socorro. “El que omitiere, sin justa causa, auxiliar a una persona cuya vida o salud se encontrare en grave peligro, incurrirá en prisión de dos (2) a cuatro (4) años”.

Civil que no colabore, civil al que se le clavan sus añitos de cárcel. Entonces, ahora sí, seamos solida-rios. Y hasta nos parece noble, eso de que sea obli-gatorio ayudar. Que de todas formas no ocurra es cuento aparte, pero debería funcionar. ¿A quién le importa que llame a la represión? Medio predilecto de dudosa reputación. Pues, aunque receta para la violencia, todo sea en pos de la unidad nacional. Todos con el latido del sagrado corazón.

¿El resultado? Quizás todo lo contrario. Y nos seguimos sorprendiendo. Pensamos que la solución es más fuerza. Es lógico. Bolillos y fusiles, para ver si aprendemos a convivir. Aunque a estas alturas del partido lo hayamos olvidado, y cada quien tire para su lado. Porque en teoría, pensamos en todos, mas actuamos para unos pocos, para nuestro propio bando, para nosotros mismos. Aunque sea a costa de los demás.

Mercela Han AceroEstudiante de Ciencia Política

27,7 billones es decir, el 17.9% del presupuesto nacional se destina a defensa y con�icto armado.El dato:

# de militantes por país

Gasto militar en suramérica

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Gasto militar como % del ingreso nacional

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% de PIB en gasto militar (2012)

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por K

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Fuentes consultadas:1. International Institute for Strategic Studies; Hackett, James (ed.) (14 de marzo de 2013). �e Military Balance 2013. London: Routledge. ISBN 1857436806.2. Rodriguez, Hugo. Estadísticas Militares de Suramérica y Argentina. Grupo de Estudios Estratégicos Argentinos de la Asociación Belgrano. Universidad Nacional de Cordoba. Cordoba.3. Banco Mundial. Gasto Militar (% del PIB). 2010-201416 febrero-2015

# de militantes por país

Gasto militar en suramérica

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Fuentes consultadas:1. International Institute for Strategic Studies; Hackett, James (ed.) (14 de marzo de 2013). �e Military Balance 2013. London: Routledge. ISBN 1857436806.2. Rodriguez, Hugo. Estadísticas Militares de Suramérica y Argentina. Grupo de Estudios Estratégicos Argentinos de la Asociación Belgrano. Universidad Nacional de Cordoba. Cordoba.3. Banco Mundial. Gasto Militar (% del PIB). 2010-2014 17

18 febrero-2015

El Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea -las Fuerzas Militares- y la Policía Nacional integran de manera exclusiva la Fuerza

Pública como lo establece nuestra Constitu-ción. De dichas instituciones la Policía es un “cuerpo armado de naturaleza civil”, lo cual hace que su relación con el conglomerado social sea, o deba ser, más fluida. Diferente es el caso de las FF.MM. pues el significado de la palabra militar marca una separación por contraposición: “Perteneciente o relativo a la milicia o a la guerra, por contraposición a civil” (DRAE). Es más, dicha separación se torna aún más evidente si se tiene en mente que en razón del conflicto armado interno de los últimos cincuenta años, los gobiernos han empleado la Fuerza Pública buscando el some-timiento de los alzados en armas al imperio de la ley mediante el uso de la fuerza legítima del Estado.

El punto a resaltar es que el haber tenido una guerra interna ha hecho que las relaciones entre la sociedad y su Fuerza Pública no haya sido ajena a malentendidos, traumatismos y conflictos que la han alejado del “deber ser” que se esperaría entre la sociedad y una Fuerza Pública que como parte de la estructura de un

Estado, fue concebida para servir a la sociedad brindándoles seguridad.

Pero no conviene olvidar que los inte-grantes de la Fuerza Pública hacen parte de la sociedad colombiana, aunque su razón misional y las funciones derivadas de ella, difieran de las del grueso de la población. Ahora bien, consecuente con el anterior orden de ideas abordaré las relaciones entre la sociedad y su Fuerza Pública principal-mente desde la perspectiva política, anotando algunos aspectos del matiz social.

Nuestra Constitución le asigna al Presi-dente de la República el mando supremo de las Fuerzas Armadas; los componentes del Estado sobre los que, casi de manera exclusiva, recae la ejecución de las políticas o estrategias de seguridad. De ese mandato constitucional se deriva, por un lado, la responsabilidad presi-dencial, y por el otro, una relación necesaria de subordinación que también tiene su razón de ser en la preponderancia que debe tener lo político en la conducción estratégica. Conduc-ción que se torna prioritaria durante un conflicto armado interno y cuyo fin no puede

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ser otro que el de terminarlo (o lograr la paz), lo que obviamente trae consigo un mayor nivel de seguridad.

No obstante, durante un conflicto bélico dicha subordinación no deja de tener desen-cuentros entre los jefes políticos (civiles) y los militares, no tanto con los policiales precisa-mente por su naturaleza civil. Esto se da por razones que van desde el diseño institucional para el manejo de los asuntos de seguridad y el prestigio de las instituciones (políticas y mili-tares), hasta las diferencias en el carácter y/o carisma de esos jefes. Pero también las causas de esos desencuentros se derivan de la falta de consensos racionales en asuntos clave como en la respuesta al interrogante: si estamos en guerra ¿qué entendemos por ganarla?

Si faltaran factores que potencialmente van en contra de la armonía civil - militar, también suele estar en el trasfondo de las divergencias el que las decisiones del poder político buscando solucionar el conflicto bélico, tiendan a privi-legiar la persuasión incluyendo la negociación política, mientras que el poder militar tienda a darle preponderancia a la coerción buscando su derrota en el campo estrictamente militar, cuando la realidad dicta que la verdadera “derrota” debe ser principalmente política. La teoría contrainsurgente demuestra que la guerra es 20% militar y 80% política, y que lo militar debe caminar en coherencia con los propósitos políticos teniendo en cuenta los mensajes y consecuencias políticas derivadas de la oportunidad política de las operaciones militares y sus resultados.

Después de décadas de reflexión sobre los éxitos y fracasos de la contrainsurgencia en distintos países, ha quedado claro que la guerra no se gana porque se destruya a las guerrillas en determinadas zonas. La victoria sólo se logra cuando la guerrilla es dejada aislada por la población, por convicción y no por imposición. La victoria sólo se obtiene mediante la legitimidad ganada o recuperada por el Estado encabezado por el Gobierno - no sólo por su Fuerza Pública- y su demostración

a la población, por medios legítimos, de que la guerrilla es irrelevante. De aquí se deriva el interrogante clave a responder por parte de quienes tienen el deber de la conducción estratégica hacia la terminación del conflicto: ¿cómo lograr que las guerrillas sean realmente irrelevantes?

Es sabido que el “capital social” colom-biano es bajo comparativamente con otros países. En su deterioro ha influido el conflicto bélico interno, entre otras razones porque la confianza -elemento central del capital social- está directamente relacionada con la prevalencia de la verdad en las relaciones entre las personas y las instituciones. Aparte de consideraciones relativas a la crisis moral que atraviesa nuestra sociedad, resulta que es precisamente la verdad la más sacrificada en la guerra interna.

No obstante ha habido un lado positivo. Para que haya confianza y la consecuente integración social, hay que partir de un nivel mínimo de mutuo conocimiento entre las personas sin importar su origen social u otras características como sus creencias, sexo o raza. Es en este punto en el que la Fuerza Pública ha jugado un rol que no por desaper-cibido deja de ser valioso. A través del tiempo, las instituciones castrenses y de policía han albergado en sus filas -de manera voluntaria o por el servicio militar obligatorio-, una gran cantidad de colombianos y colombianas de las distintas regiones y condiciones sociales que han tenido por un buen período de tiempo la ocasión de compartir frustraciones y satis-facciones entre las personas y sus familias, facilitándose así el mutuo conocimiento y en últimas la integración social.

Carlos Alfonso Velásquez R

Coronel (r) del Ejército, Magister en Estudios Políticos,

Profesor Universidad de la Sabana.

LA social

20 febrero-2015

El curso de las relaciones entre la máxima dirigencia política de un Estado y sus fuerzas militares ha navegado siempre

por turbulencias. Hace 2.500 años, cuando el gran General chino Sun Tzu ordenó decapitar las concubinas favoritas del emperador por incumplir sus órdenes a cabalidad, esta relación ha estado marcada por la mutua dependencia y recíproca necesidad, pero también por la difi-cultad para estabilizarse en sus respectivos campos de acción.

El doctor Andrés Dávila Ladrón de Guevara1

lo explica: “Las Fuerzas Armadas están sujetas a una paradójica combinación de subordinación y autonomía relativa que conduce a mantener su distancia del ejercicio directo del poder pero con una sostenida injerencia en la labor estraté-gica de control del orden público” (Dávila, 1997). Sun Tzu afirmaba al replicarle al emperador a propósito del incidente con sus concubinas: “Habiendo recibido de Su Majestad la misión de ser el general de sus fuerzas, hay ciertas órdenes de Su Majestad que, actuando en este rango, no puedo aceptar”.

WWSurge el interrogante que ha signado históricamente las relaciones entre civiles y mili-tares: ¿dónde termina la autoridad civil? ¿Cuándo comienza la responsabilidad absoluta del militar para tomar las decisiones? La respuesta es difícil. Depende de las épocas, culturas e idiosincrasias en las que esta relación se desarrolle. Pero, prin-cipalmente, del grado de civilidad y madurez política de la sociedad a regular.

La reflexión histórica

En Esparta, por ejemplo, no habían dudas:

las decisiones fundadas en lo militar estaban por encima de todo, incluso de la propia vida. El recién nacido que tuviera defectos físicos y no fuera apto para la guerra era sacrificado, “abandonándolo o despeñándolo desde el monte Taigeto”.

Actualmente, Estados Unidos ejemplifica el marco que debe delimitar las relaciones entre políticos y militares. Desde los albores de la república norteamericana ha sido claro el mutuo respeto y la debida consideración que debe existir entre dos instituciones funda-mentales para la existencia de una nación. “Un principio central de la democracia estadouni-dense es el control civil de las fuerzas armadas de Estados Unidos, encarnado en su propia Consti-tución” (Fisher-Thompson, 2007). Aunque, lo que verdaderamente ha fortalecido la democracia norteamericana, y el vínculo de interdepen-dencia entre el estamento civil y el poder militar, es la relación del ciudadano común con sus fuerzas militares.

En el contexto nacional

En Colombia, un respetado estadista marcó el rumbo entre civiles y militares de forma clara pero respetuosa. El 9 de mayo de 1958, el presi-dente Alberto Lleras Camargo pronunció en el Teatro Patria de Bogotá, un discurso que delimitó las relaciones entre la política y las Fuerzas Mili-tares durante la segunda mitad del siglo XX, a tal punto de consolidar la “doctrina Lleras”. Medio siglo después, Álvaro Uribe Vélez, resumió lo que para él deberían ser las relaciones entre el Comandante en Jefe de las Fuerzas Militares y los hombres y mujeres bajo su mando.

La condición sine qua non que Lleras planteó

“La politica es el arte de la controversia. La milicia, el de la disciplina”Alberto Lleras C., Presidente de Colombia - 1958

La reflexión históricaLa reflexión histórica

En el contexto nacionalEn el contexto nacional

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para el óptimo desarrollo de las relaciones entre lo político y lo militar, fue instituir que estas deberían darse bajo una mezcla precisa de auto-ridad, respeto y gratitud. También diferenció las funciones de cada institución.

Lleras afirmó: “Los ejércitos vienen a ser el más alto, puro, noble servicio nacional. (…) Cuando las Fuerzas Armadas entran a la política lo primero que se quebranta es su unidad, porque se abre la controversia en sus filas” (Lleras, 1958). El esta-dista fue claro definiendo al ente militar como no deliberante, separándola de las lides políticas dada su función natural.

Además Lleras es generoso al declarar los sentimientos de los colombianos por sus hombres de armas: “Colombia, como toda nación, pero en este momento más que cualquiera otra necesita tanto de un buen gobierno como de unas Fuerzas Armadas poderosas, no sólo por su capacidad de defensa sino por el respeto y el amor que el pueblo les profesa”. Este es un mensaje enfático, pero igualmente es afable y respetuoso.

El valor del paralelo discursivoy la realidad política

Cinco décadas después –en un contexto distinto– otro ilustre presidente colombiano no cambia fundamentalmente su mensaje a los militares bajo su mando. En un país total-mente disímil de modernidad, con una situa-ción política diametralmente opuesta y con unas amenazas que evolucionaron y se hicieron cada vez más poderosas, la estructura básica de las relaciones política-militares se mantiene incólume según el discurso presidencial.

Se dirigía así el presidente Uribe a sus Fuerzas Militares: “Vengo a dar las gracias en nombre de la democracia, que se siente más libre frente a las garras de un terrorismo que quiso asfixiarla. (…) Vengo a expresar que me llevo un recuerdo que tiene una palabra: gratitud” (Uribe, 2010).

Sólo una diferencia en la forma se puede resaltar entre las posiciones de los dos líderes políticos, que es la manera de su interrelación con los militares. Mientras Lleras pregonaba la poca injerencia del conductor político sobre

la gestión militar, Uribe fue cercano, incisivo y controlador. Pero respetuoso y leal: “Por eso, en medio de mis defectos de exigir tanto, algunas veces de llamar la atención en público, que no está bien, también asumí la responsabilidad siempre, siempre, para ser justo con ustedes y para cons-truir confianza con ustedes (…)”.

Para concluir recordamos que Lleras gobernó un país de 13 millones de habitantes; Uribe uno de 46 millones. Que la agitación política de la época de Lleras era mucho mayor que la vivida por Uribe. Igualmente, las amenazas que enfrentó el presidente Lleras eran endógenas al propio Estado, a sus partidos políticos e inclusive a sus Fuerzas Militares. Las principales amenazas combatidas por el presidente Uribe, tales como las guerrillas terroristas y el narcotráfico, eran exógenas a la organización estatal. Sin embargo, ambos presidentes se dirigieron a los militares de sus respectivas épocas de manera inteligente y respetuosa. Los dos recibieron una respuesta del mismo tenor de sus subalternos.

Este asunto, el de las adecuadas y eficaces relaciones entre el líder político y el estamento militar, no es de menor trascendencia. Al final, es un tema de supervivencia de las propias Fuerzas Armadas. Y por qué no, del mismo Estado, en cuanto a su capacidad de tener unas fuerzas de defensa nacional preparadas para apoyar su política exterior y para proteger la nación de amenazas externas.

Por fortuna, el pueblo Colombiano se lo ha reconocido siempre a sus Fuerzas Militares. Así lo afirmó el presidente Lleras con mayor claridad y belleza literaria al concluir su memorable discurso: “Pero mi voz será ahogada por el grito clamoroso de millones de colombianos saludando con júbilo a sus compatriotas armados, que les habrán devuelto a Colombia”.

CN (RA) Sergio Uribe CáceresDocente Departamento Armada

Escuela Superior de Guerra1 Politólogo. Doctor en Investigación en Ciencias Sociales

de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de México y Director Magister en Ciencia Política de la Universidad de los Andes de Bogotá, Colombia.

El valor del paralelo discursivoy la realidad políticaEl valor del paralelo discursivoy la realidad política

El Comité de Historioramas, que hace parte de la Asamblea de Estudiantes de Historia (El Cabildo) de la Universidad de los Andes y de la Red Distrital y Nacional de Estudiantes de Historia, estuvo organizando durante un año la XIII Jornada de HISTORIORAMAS, que se llevó a cabo el pasado jueves y viernes 2 y 3 de octubre. Esta nueva versión de este histó-rico espacio estudiantil trajo consigo nuevas secciones en la programación, como la presen-tación de los grupos estudiantiles de inves-tigación. Tal es el caso del SEMILLERO DE MEMORIA Y ESPACIO BARRIAL (Contacto provisional: [email protected] ). Así mismo, invitó a algunos profesores y estu-diantes de maestría para que nos hablaran de sus iniciativas grupales. Vinieron entonces Claudia Leal (Historia Ambiental) y Camilo Torres (Historia Colonial - [email protected]) a hablarnos del proceso de vinculación. Por último y como una gran novedad en Historioramas, estuvo Primaria Historiadores D.C, una iniciativa pedagógica alterna de la historia que atrajo a estudiantes y profesores del departamento. Las ponencias estuvieron muy interesantes, abordando temas de diversa índole, desde Rin Rin en 1936 hasta la alimentación templaria. Así mismo, el evento presentó la tesis de uno de los estudiantes que pronto se graduará sobre las relaciones entre medicina, iglesia y lepra. En definitiva, fue un evento muy innovador para el espacio estu-diantil del departamento, teniendo como apoyo a los representantes de historia ante el Consejo Estudiantil, y a los delegados para la Red.

Para participar en los próximos eventos escribir a [email protected]

El Cineforo Estudiantil NOTAS DE CINE es organizado por estudiantes de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes. Esta iniciativa busca generar nuevos espacios de diálogo y reflexión en torno al cine. Para ello, estamos como organizadores, estudiantes de Ciencia Política, Filosofía, Arte e Historia, y tenemos como apoyo a Historioramas, la Revista La Cicuta, La Parada y PoloJoven. Presentamos cada mes una película y hacemos foro de la misma, propiciando la participación con un invitado especial. La primera película que proyectamos fue Bamako y la segunda Brueghel: El Molino y la Cruz. Esta última se proyectó con el interés de reflexionar sobre las conexiones entre historia y cine, relación con el pasado, la imagen y la pintura de un tiempo anterior. Para ello, estuvo Jaime Borja como invitado especial. La tercera película que proyectamos fue “Todos tus muertos” e invitamos al profesor Rodolfo Arango. El foro en aquella oportunidad versó sobre diversos temas de la memoria colectiva que tenemos colombianos frente al conflicto rural y sobre la difusión del cine local en las salas de cine hegemónicas como lo es Cinecolombia. Este espacio del Cine-foro ha atraído a muchos estudiantes de la Facultad, e incluso de otras. Pueden encontrarnos en Facebook con este nombre: Notas de Cine. Sobra decir que están todos y todas invitad@s a participar del foro.

22 febrero-2015

La Cicuta cambia, se renueva y se presenta. Hemos cambiado nuestro diseño, nuestras publicaciones y nuestra estructura. De ahora en adelante la revista publicará series de contenido tres veces al año, una edición por semestre y una inter-semestral. Contamos con un nuevo orden se secciones y un nuevo régimen de publicación. Con la Cicuta buscamos crear un espacio donde se dé un reconocimiento propio de los estudiantes de filosofía como pertenecientes a un grupo con los mismos intereses y proyectos.

Aun más, La Cicuta es un espacio para los estudiantes filósofos -y no solo de Filo-sofía-, un espacio para que escriban y dejen ver los trabajos y pensamientos que han tejido durante su carrera. Buscamos tratar temas que nos interesen como comunidad, que nos hagan pensar y provoquen discusión profunda. Nuestro formato web nos lo permite. Deseamos crear un lugar de fácil acceso que nos conceda también la oportunidad, como estudiantes, de publicar más allá de los formatos usuales. Un lugar que nos permita apropiarnos de lo que es nuestro, de los nuevos medios y las crecientes posibilidades.

La Cicuta publica artículos académicos escritos por estudiantes, columnas que discuten situaciones y realidades que nos conciernen y creaciones literarias y visuales que aludan a otras formas de tratar temas complejos. De nuevo, nuestro formato nos lo permite. Por ello hacemos un llamado a los estudiantes, a los profesores y a quien interesen estos temas y posibilidades. Lean, compartan, publiquen.

Así puesto, queda escribir, queda pensar.

¿Es posible otra educación? Donde no se promueva exclusividad con exclusión, donde nadie esté por encima de nadie, donde el saber de calle y de las abuelas valga igual al del libro, donde lo que se aprenda sirva para la vida y no solo para una nota, donde el objetivo no sea obedecer sino crear… estas y otras inquie-tudes iniciales nos fueron llevando a movernos, pensarnos, matizarnos, encontrarnos, con la cabeza en la Educación Popular y los pies en el Territorio. Así nace la Pre Universidad Tunjuelo Popular a mediados del 2012, ofreciendo un Pre Universitario Gratuito y Popular que, coordinado con procesos simi-lares, va construyendo otros espacios pedagó-gicos, formadores, artísticos, agroecológicos y productivos, que trascienden la institucio-nalidad del escenario inicial y va tejiendo en su andar una colcha de sueños y proyectos de vida colectivos. Si has sentido que algo debe cambiar, que en algo puedes ayudar, que tienes una idea para compartir, pero sobre todo que te puedes construir con otros y otras, te invitamos a que nos escribas a [email protected] o www.facebook.com/tunjuelo para que, con una proyección ambiciosa pero paciente, podamos hacer realidad otra educación y otros mundos posibles. ¡A construir y organizar, Educación Liberadora y Popular!

Tunjuelo popular

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AUTORIDAD, ABUSOY OTROS MALES...

La Policía

24 febrero-2015

Según el Primer Reconocimiento Médico Legal, del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses

adscrito a la Unidad de Reacción Inmediata de Paloquemao (URI), el pasado 15 de marzo de 2014 a las 03:26 horas, presentaba lace-ración de 3 cm. en la mejilla izquierda, esco-riación torácica izquierda de 7 cm, refería dolor intenso en la rodilla derecha, edema moderado, limitación funcional y mecanismo de la marcha con cojera ostensible. Todo esto surgió el día anterior cuando caminaba por la calle 17 con 4ta, junto a dos compañeros, y me disponía a prender una pipa. Justo en ese momento llegaron dos agentes motori-zados de la Policía Nacional, se acercaron y me solicitaron una requisa. En paz conmigo mismo, accedí sin miedo a estar haciendo algo indebido, me puse contra la pared y permití sin resistencia alguna que se llevara a cabo.

En esta, me encontraron una pequeña bolsa ziploc que contenía 1 gramo de marihuana aproximadamente. De inmediato, los agentes me comunicaron que me llevarían judicia-lizado y que debían esposarme. Ante esto, rechacé de facto el veredicto de los policías y les hice saber que conocía mis derechos y que podía portar hasta un máximo de 21 gramos; el Código de Policía contempla el hecho de hacer un llamado de atención, pero nunca judicializar y mucho menos esposar a quien consume marihuana como a un delincuente.

Acto seguido, los agentes procedieron a hacer uso “legítimo” de la fuerza, sujetándome uno por delante y otro por detrás. Frente a esto, reaccioné de manera defensiva empujando y llevando al piso al que tenía en frente, zafán-dome, de paso, del que tenía atrás. Retrocedí hasta llegar a la acera de enfrente y el policía César Giovanny Ayala, que me sujetaba por

AUTORIDAD, ABUSOY OTROS MALES...

La Policía

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detrás, tomó impulso y me propinó un fuerte rodillazo en la parte lateral externa de la rodilla derecha. Así de simple me había roto el liga-mento cruzado anterior, dejándome tendido en el piso para pasar a golpearme y esposarme estando encima mío. Tan solo había decidido fumar marihuana en esa cuadra debido a la soledad que la caracteriza y con el fin de no molestar a nadie. Una vez sucedió el incidente, los escasos comerciantes y transeúntes de la cuadra se volcaron en contra de la policía por tan intransigente acto. Mis compañeros, junto a un retirado del ejército llamado Luis Alberto, me quitaron a los porcinos de encima y para la mala suerte de Don Luis, los policías deci-dieron arbitrariamente esposarlo y llevarlo a proceso de judicialización, según ellos, por obstrucción a un proceso policial.

Una vez en el CAI Colseguros, en la carrera 10 con calle 17, le hice saber al agente César el intenso dolor que sentía gracias al golpe que sin razón me propinó, lo excesivo de su abuso de autoridad y el incorrecto proceso que estaba adelantando en mi contra. Frente a esto, el “paladín” de la justicia asumió una actitud burlona y ofensiva asegurando que lo merecía. Durante cuatro horas junto a Don Luis, inten-tamos convencer a los policías de que nos soltaran pero todo fue en vano. Tal vez mi más grande error fue confiar en los policías, ya que estos decían que nos llevarían a la URI, pero por tratarse de casos tan simples, nos dejarían en libertad sin ir a un calabozo. En razón de esto, consideré que no era necesario llamar a un abogado. A eso de las 9 PM llegamos a la URI y allí procedieron con el caso, me impu-taron el cargo de tráfico de estupefacientes (sí, por un gramo) e hicieron la reseña y el informe de medicina legal correspondientes. A la postre, Giovanny Ayala me llamó pidién-dome que lo siguiera. Bajamos por unas esca-leras y para mi sorpresa, me encontré frente a varias celdas atestadas de gente. Le pregunté al fulero que significaba eso y me explicó que iba a estar ahí por poco tiempo, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. Fue ahí

cuando comprendí el calvario que se me venía, 15 horas de encierro con los delincuentes más calle de la ciudad.

A partir de lo anterior, he entendido que las facultades otorgadas a los policías a saber, el uso legítimo de la fuerza, la autoridad, su pintoresco uniforme, amenazadoras armas y una enorme red de trabajo, hacen de estos la ley práctica y que el éxito de su labor recae en presentar cifras. Asimismo, el agente de policía representa una autoridad encarnada en un ser predeterminado por trayectorias de disci-plina, deshumanización, violencia y educa-ción policial. En este sentido, como dijo Mijaíl Bakunin: “La  obediencia  pasiva es su mayor virtud. Sometidos a una disciplina despó-tica, acaban sintiendo  horror  de cualquiera que se mueva libremente”. Así motivados por la instrucción policial, extralimitan su auto-ridad y reprimen a quien goza de esa engañosa libertad, de la cual han sido despojados.

En mi opinión, dicha extralimitación supone un gran problema para la sociedad ya que la autoridad otorgada hace que se penda de un hilo entre el bien y el mal. Según se desprende de diversos casos de nuestra realidad colombiana, la Policía Nacional, al igual que cualquier Banda Criminal, manipula armas y drogas, extorsiona, atraca, asesina, viola y desaparece gente, todo esto bajo el escudo del aparato estatal. Así, una vez perpe-trado el abuso de autoridad, las burocracias y procedimientos debilitan toda intención de hacer justicia. Hago mención de esto ya que en mi caso la Fiscalía sugirió dejar la denuncia de lado por el tiempo y dinero a invertir, y prin-cipalmente, porque no veían en los hechos razones de peso para emprender un proceso legal en contra de un agente del Estado. Así como el mío es un caso simple, muchos otros de mayor trascendencia han quedado en la impunidad ya que, como dice el viejo dicho, en este país “la ley es para los de ruana”.

Anónimo

26 febrero-2015

“Estás frente a los futuros enmascarados de San Fernando, eres afortunada por poderlos ver antes de que tengan una

máscara.” En ese momento no entendía muy bien el porqué del conocido enigma de la iden-tidad de los luchadores libres. En realidad, no entendía nada, no sabía nada sobre lucha libre. Como la mayoría de los bogotanos, no tenía idea de que se practicara en la ciudad. Una asociación por inercia con la palabra llaves y la sospecha de que requería una indumentaria de súper héroes era lo único que creía saber sobre lucha libre. El salón comunal del Barrio San Fernando no solo estaba por llenar estos vacíos, sino poner ante mis ojos un espacio híbrido.

“Gracias cachorro pero no pelee por mí”, decía el único joven que se encontraba afuera del salón comunal cuando llegué. Él ya estaba sentado cómodamente en el andén mientras hablaba por una especie de radio- teléfono. Poco a poco fueron llegando los demás aspirantes a futuros enmascarados hasta completar un grupo de doce. Unos eran más jóvenes que otros, la mayoría llegó en moto y, a excepción de dos o tres, venían en ropa deportiva. “Espérese que ahorita con unos buenos golpes se lo quito”, repetía uno de los mayores cuando alguien se quejaba por el cansancio. En cuanto les abrieron las puertas del salón, les tomó menos de diez minutos estar en pantaloneta, alistar la colcho-neta y empezar a calentar.

No había máscaras, personajes o seudó-nimos; es más, utilizan sus nombres de pila.

Empiezan el calentamiento, no se escuchan comentarios entre ellos. El único sonido presente es el de los jadeos mientras hacen abdominales. “Son tres cosas las que tienes que saber para entender la lucha libre: es una pasión, el poder encarnar un personaje es un privilegio y la clave es el misticismo” Es lo primero que me dice Edwin, el encargado del entrenamiento. Para él, la clave de la lucha libre es el misti-cismo que hay al no saber quién está detrás de la máscara. En el momento menos esperado, el más escueto de los jóvenes que practicaban agarró a su contrincante, le hizo dar una vuelta en el aire y lo lanzó de espalda a la colchoneta. “¡Buen agarre Daniel! Jonathan, hay que mejorar la caída ¡Concéntrese hermano!” dijo un serio pero emocionado Edwin.

El silencio entonces desapareció, ahora cada contacto se traducía en diferentes sonidos. No era el ruido de ellos cayendo sino de las expre-siones que hacían: ¡Buah, pac, puh! Eran como exhalaciones exageradas para parecer más rudos. No todo son llaves, también aprenden a caer; traté de retomar la conversación. “Sí, llaves, castigos, caídas y lanzamientos” me respondió Edwin. La lucha libre representa un enfrenta-miento entre el bien y el mal. Están los lucha-dores técnicos y los rudos; los técnicos repre-sentan el bien y los rudos el mal. Los primeros crean empatía con el público, los segundos se pasan por alto las reglas. “La apariencia del personaje, generalmente, da una idea del bando al que pertenece pero rara vez de la persona que

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está detrás de la máscara.” Daniel es uno de los más delgados y

jóvenes, lleva siete meses entrenando pero según él, anda obsesionado desde los tres años. Sus íconos son los de la vieja escuela: Rayo de plata, El siniestro, Rasputín, El tigre de Colombia, entre otros pioneros de lucha libre en Colombia. Su apariencia y su hablar despacio hacen creer que quiere ser un luchador técnico. “Yo no mato ni una mosca, soy lo más pacífico de por aquí y por eso mismo quiero ser rudo” dice para justificar su elección. Rápidamente entre sus compañeros empiezan las burlas: “él quiere ser rudo pero toca ver si puede” dice uno; “Si, este man se pasa de pacífico pero este man es Daniel, este no es el que se va a subir a luchar” dice otro para defenderlo.

“¿Yo? ¿Por qué te…? No”, dijo finalmente Edwin cuando le pregunté si él era luchador. Entre risas dice que cómo va a serlo con su barriga. Edwin aparenta alrededor de unos 36 años, es moreno, de baja estatura y de su contextura ancha. Las fotos, que con tanto orgullo muestra de los enmascarados profe-sionales, dejan ver que a más de uno le gana en barriga. A pesar de su negación, siempre se refiere con un “nosotros”, cuando habla de los enmascarados. “Todos tenemos trabajos normales, somos normales” dice mostrando su carné del trabajo del cual solo se alcanza ver un PRENSA en verde. Imaginárselo detrás de una máscara y con seudónimo no es difícil, el problema es que por la idea del enigma que él mismo defiende, si es luchador no lo acep-taría en público jamás.

Esteban es uno de los pocos que no les preocupa que sepan quién es. Para él, el misterio no solo lo da la máscara. “Yo no soy la persona que se sube a pelear allá”, dice Esteban. Él quiere ser rudo pero sin máscara. No le importa que la gente sepa que se llama Esteban porque no le interesa diferenciar la lucha libre de su otra vida. “Ambos son mi vida, son mis dos facetas pero no quiero separarlas por una máscara”, justifica. Esteban practicó

por algunos años lucha libre en los Estados Unidos, por lo que le ha costado ajustarse a la tradición mexicana que se maneja en Colombia. Quizá por esto no se siente tan atraído por crear una identidad tras una máscara. “Si la gente sabe quién soy, la admiración va a estar todo el tiempo y no solo cuando sea alguien disfrazado.”

“¡Pero métale su personaje! ¡Pero están peleando huevón!“, le dice Esteban a dos de sus compañeros que estaban luchando. Tres hombres grandes, serios e intimidantes llegan de repente al salón comunal. Inmediatamente, el ambiente del entrenamiento cambia. Hay una tensión evidente en los jóvenes que rápidamente buscan la mirada de Edwin quien me dice que nos queda poco tiempo. Esas figuras intimi-dantes se ubican lo más alejado posible y hacen gestos de desagrado cada vez que se toma una foto.

“De pronto vienen los muchachos y a ellos si no les gusta que hayan extraños “¿Cuáles muchachos? “Los enmascarados”. Con ese diálogo, Edwin me pide amablemente que me retire del entrenamiento, antes de recordarme que no vaya a imaginarme cosas. Edwin tenía razón, el enigma es la clave de la lucha libre, pero no de la forma en que él cree. No son las máscaras ni los atuendos, es la identidad con doble naturaleza de quienes hacen parte de la lucha libre. La división entre ficción y realidad, de lo cotidiano y lo extraordinario a través de un personaje, ese es el enigma. Una construc-ción de una identidad y de las diferentes facetas que todos tenemos, que pueden no responder a lo que se muestra o quiere mostrar en nuestro día a día. Todos somos potenciales enmasca-rados de alguna manera. Entre las personas más cercanas puede haber uno que exprese esa doble naturaleza a través de la lucha libre ¿No le da curiosidad saber si tal vez conoce la iden-tidad de un enmascarado?

Luisa AldanaEstudiante de Ciencia Política

matik matikDurante siete años, Matik Matik ha sido el espacio que promueve

la música que está al margen en Bogotá; música de vanguardia, innovadora y experimental. También cuenta con sonidos tradicio-

nales de Colombia, jazz y fusión. Entre 3 y 5 conciertos a la semana, uno que otro taller enfocado hacia la música y actividades que apoyan la cultura alternativa se toman este lugar en pleno Chapinero. El dueño del lugar se compromete a escuchar todo lo que le llegue y si le gusta cede la tarima. Además, trae músicos que admira de otras partes del mundo y organiza conciertos con otros artistas de la escena capitalina con el fin de crear algo más moderno.

El dueño del lugar, Benjamin Calais, es un músico que le mete energía y dinero a las nuevas propuestas musicales. Matik Matik tiene productora discográfica y apoya vendiendo los álbumes de los artistas nuevos. Por eso, cada vez que usted vaya se encontrará con una nueva propuesta, sorpresas que puede acompañar con los rones de sabores que ellos mismos hacen y, de paso, apoyar la música local.

28 febrero-2015

Cra. 11 #67-20www.matik-matik.com

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Full Metal Jacket

Apocalipse Now

The Thin Red Line

Todos tusmuertos

A.C.A.B: All Cops AreBastards

“El fin de este libro es un trabajo netamente ar-tístico, compuesto de ilustraciones acompaña-das de cortos párrafos o frases relacionadas. Sin embargo estos “dibujitos”, como les dice

mi hermana (8 años, ilustradora del libro), se encargarán de contar algunas escenas de una historia, la historia de una viaje por el Cata-tumbo, mi lugar desconocido, pero no ajeno.”

Así empieza el relato por la selva del Catatumbo, que situado en medio de la violencia, nos muestra otra cara del conflicto, una que no se

reduce a la sangre y a las balas. Le recomendamos ojear el libro completo en línea para que descubra otras vivencias rescatadas entre tantas donde solo se habla de muertos y odio.

CARLOS JOSÉ CELISCA

TATU

MBO

30 febrero-2015

Tropa de élite

La Haine

The Deer Hunter

Platoon

El páramo

La voz de Germán Castro Caycedo no se manifiesta pero, aun así, dice mucho. Quienes toman la palabra son los protagonistas de

la empresa del M-19 que busca traer un enorme cargamento de armas en un buque, “El Karina”. Cada uno cuenta, con lujo de detalles, las maromas y obstáculos para que el 14 de noviembre de 1981 El Karina llegara desde el Mediterráneo hasta el Pacífico colombiano y fuera hundido por la Armada Nacional. Así que si se pregunta cómo hacer para conseguir armas usadas en algún lugar al otro lado del mundo, embarcarlas en el Medi-terráneo, atravesar el Atlántico, enviar la mitad en un vuelo secuestrado al Amazonas, todo con averías, marineros borrachos y estar dispuesto a exceder su presupuesto (en exceso), en este libro encontrará un buen recetario, a pesar del fracaso.

El gobierno y el ejército se vanaglorian del éxito de su misión. El M-19 cuenta los hechos que parecen sacados de un relato épico. Pero entre líneas se revela una paradoja: la mutua dependencia entre estos enemigos. No todas las armas se perdieron en el fondo del mar; muchas de ellas llegaron a las selvas colombianas en un avión secuestrado días antes. Y es que si esta parte de la misión se logró, fue gracias a los miles de dólares invertidos comprando a las autoridades de La Guajira para que no se acercaran a la pista de la que salieron las armas. Lo curioso no es tanto que el M-19 se haya servido de la corrupción de la Fuerza Pública para alcanzar sus objetivos, sino que esos datos pasen ligero entre las anécdotas de los guerrilleros. Por eso digo que Castro Caicedo habla sin hablar: nunca lo dice, pero el hecho de que esta corrup-ción, descarada y evidente, aparezca tan desaper-cibida confirma que está completamente naturali-zada en Colombia.

Salomé Cohen MonroyEstudiante de Ciencia Política

GERMÁN CASTRO CAYCEDO

EL KA

RINA

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Eventos La Parada

El día 17 de octubre, el espacio estudiantil de Notas de Cine junto con la Revista La Parada organizó una proyección de la película “Todos tus muertos” (2011), dirigida por Carlos Moreno. Además, contamos con la participación de Rodolfo

Arango, profesor del Departamento de Filo-sofía de la Universidad de los Andes. La sesión estaba dedicada a pensar cómo se representa el conflicto colombiano a través del cine nacional y acercar a los estudiantes a la temática de la convocatoria de nuestra cuarta edición. En este sentido, la reproducción de la película permitió construir un debate en torno a dos ejes: la repre-sentación del conflicto y la situación actual del cine colombiano. El profesor Arango dio unas líneas de discusión para estos puntos y el público añadió comentarios pertinentes que enrique-cieron el debate y el propósito de la sesión. En cuanto a la película, nos sugirió la importancia de considerar el cine nacional como una herra-mienta para construir memoria y sensibilizar a la sociedad colombiana en torno al conflicto, que va más allá de saber lo que ocurre en el campo de batalla. Por el lado de la industria, pese a la difi-cultad en la proyección y distribución del cine nacional, se han hecho esfuerzos por impulsar el cine independiente en distintos festivales y espacios. Finalmente, en cuanto a la convoca-toria de La Parada, se dejó el mensaje de la impor-tancia de la sociedad en la configuración de los policías y militares; y más en un contexto de conflicto como el que se da en Colombia.

El jueves 16 de octubre tuvo lugar el foro “Voto militar, los dilemas de la participación política de la Fuerza Pública” organizado por La Parada, donde el profesor del Departa-mento de Ciencia Política, Luis Javier Orjuela, y el presidente del Colegio de Generales de la Republica, Héctor Darío Castro, se dieron cita para entablar una interesante conver-sación moderada por el profesor Andrei Gómez. Aunque los dos participantes expre-saron una respuesta positiva a favor del voto militar, el debate se dio inicialmente en torno a la urgencia de permitir el voto a las Fuerzas Armadas. El general Castro recordó la doctrina Lleras y advirtió la necesidad de preparar mejor el terreno para la implementación de la medida. El profesor Orjuela, por su lado, señaló la necesidad de extender inmediatamente la ciudadanía plena y el derecho al voto a todos los miembros del Estado, incluidos los miembros de las Fuerzas Armadas, con el fin de forta-lecer la democracia. La aguda participación del público contribuyó a destacar los dilemas y los problemas que la participación política de la Fuerza Pública podrían generar en un país tan polarizado políticamente y donde los largos años de guerra han configurado nuestra manera de relacionarnos con los otros.

ForoVoto Militar

Notas de CineTodos tus muertos

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34 febrero-2015

El pasado viernes 19 de septiembre se dieron cita profesores y estu-diantes de la Universidad de los

Andes para ver la Película de Lech Majewski, El Molino y la cruz. Más de treinta personas nos encontramos entre las 5:00 y las 8:00 pm en el salón O-102 para frenar el reloj, abrir una grieta en el suelo y viajar al centro de la tierra en otro mundo. Se trataba de la segunda sesión del Cine Club Notas de Cine, organizado por estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la misma Universidad.

La actividad fue moderada por Silvia Villalba –estudiante de Historia y Arte– y por Jaime Borja –profesor de Historia–. Silvia hace parte de la Asamblea de Estudiantes de Historia de la Universidad de los Andes que se llama Historioramas: un espacio articulado a la Red Distrital y a la Organización Nacional de Estudiantes de Historia. El profesor Borja, especialista en América Latina e iconografía colonial, es definido por sus estudiantes como

un “niño”: absolutamente todo lo que estudia es disfrutado por él.

Reunidos con estas dos personalidades de “pasillo”, su presencia apoyó la película en datos que desconocíamos en el público: 1) Se trata de una película realizada en tres años de trabajo intenso; rodada por primera vez en 2011 y dirigida por un genio renacentista que vive a destiempo: Lech Majewski.

Director de teatro, escritor, poeta, pintor y autor de cine, Majewski ha decidido ofrecerle a su público una película que según el profesor Borja: “No alcanza a ser cine de autor; pero tampoco es video-arte”.

El Molino y la cruz inicia con el ruido pertur-bador del molino activo que ocupa un lugar privilegiado en el cuadro Procesión al calvario (1564) del pintor flamenco Pieter Bruegel o El Viejo, y cierra con el silencio de un naufragio en el que la obra muere en la soledad del museo, completamente aislada de su historia.

En opinión de Borja, la película permite

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destacar dos ejes de análisis, entre otros. Primero es una obra de un fino contenido crítico en el campo político; segundo, reúne las características de un trabajo juicioso de reconstrucción histórica.

La crítica de Majewski, polaco protestante, se resume en la imagen de la crucifixión de Cristo. El autor de la película buscó un susti-tuto de los judíos y los romanos, y actualizó la crítica al paganismo católico en tiempos de la reforma antes de la aparición del movi-miento iconoclasta. Los españoles del siglo XVI fueron los verdugos de Cristo en la cruz, en un momento en el que la fe se sumaba a la emergencia de una nueva orientación.

Por otra parte, el uso de referencias a la obra completa de Bruegel hace del Molino y la Cruz una obra maestra que nos acerca al interior de las casas tardo-medievales. Los hábitos alimen-ticios, los juegos y el silencio, son características de una sociedad que podría ser completamente otra a los ojos de un ciudadano perturbado por el ruido heredado de la sociedad industrial. El Molino, dice Borja, “es la representación icono-gráfica de Dios en la pintura del siglo XVI. Él se mueve a la par del viento que es entendido como un soplo divino”.

La compañera Villalba anotó, además, dos puntos muy interesantes: El Molino y la Cruz no es una obra convencional de cine histó-rico, pues nos extrae del tiempo y nos da un retorno gradual a él. Segundo, los jugueteos del director con la imagen-movimiento nos enseñan, según Villalba, sobre la dificultad del oficio de la historia: ¿En esta obra quiénes hablan?: el pintor, el burgués del pueblo y la madre de Cristo. La vida cotidiana y la voz de los habitantes que poco podría oír el histo-riador en el archivo es ausencia casi absoluta, la presencia de un susurro.

Estos aspectos llamaron la atención del público, que preguntó e intervino a su antojo. Así supimos de las inquietudes e interpreta-ciones, los gustos e interpretaciones de los miembros del público.

Al ingresar al salón, recibí con algo de

júbilo la experiencia de compartir con varias personas de distintas carreras. Cambiamos sonrisas, abrazos y hasta correos electró-nicos: recordé la satisfacción de la euforia colectiva que producen los espacios públicos y reafirmé la convicción de que entre estu-diantes y profesores puede hacerse dema-siado si nos reúne una ilusión.

IISe trata de algo más que un Cine Club:

Notas de Cine, intenta ir más allá de los espacios culturales a los que concurrimos. Es más que una típica aventura que pretende abrirse lugar entre un público indefinido o que reúne expresiones estudiantiles espontáneas que buscan en una película la excusa perfecta para justificar un encuentro mensual en medio de la división y la dispersión.

Vi en el Cine Club un proyecto que reúne proyectos, valga la redundancia, que intenta articularlos y que le da continuidad a inicia-tivas que surgieron hace más de un año en distintos grupos de participación: La Parada, Historioramas, Polo Joven. A mi juicio, es una apuesta por construir un espacio diverso y programático, que puede ser fecundo si avanza hacia la organización de distintos estudiantes de la Facultad y hacia la construcción de una propuesta más amplia que coordine las acti-vidades entre las y los estudiantes de Ciencias Sociales. Es un paso importante hacia la apertura de las fronteras disciplinares entre las ciencias sociales.

Allí se exploran nuevos formatos, se buscan otros públicos, se renueva el sistema convencional de una conversación. Todas y todos nos apropiamos de él, aportando con la palabra o conservando el mensaje implí-cito que nos deja la película en el fondo, y que llevamos a casa en silencio.

Simone Weil

36 febrero-2015

Una persona en la actualidad se vería atortolada y descrestada por la Bogotá antigua, esa ciudad del siglo XX que se destacaba por su chaché y buen gusto. Una época en la que se le paraba bolas al aspecto de las calles, e incluso a la forma de vestir de las personas. No se veía gente desguarambilada ni gamines en chiros desgualetados, y hasta los sardinos iban en traje de paño. A continuación, la “Atenas Sudamericana” comparada con la divergencia actual de Bogotá.Por: Nicolás Sabogal Gómez

Realizado con la ayuda de la Historiadora Ana María Otero-Cleves profesora de la Universidad de los Andes

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Tranvía en la Cra. 7ma frente a la iglesia de San Francisco, 1940s.

Luego de El Bogotazo, los tranvías dejaron de usarse como consecuencia de la destrucción causada por la gente enfurecida. El edificio de El Tiempo también ha sido objeto de múltiples cambios arquitectónicos.

Capitolio Nacional de Colombia en la Plaza de Bolívar 1930s.

Las plazas eran parques en ese entonc-es, desde la época colonial se han entendido como un espacio para la socialización. En algunos pueblos de Colombia las plazas aún siguen siendo así. Hay presencia de vehículos, pastales y árboles.

Hotel Tequendama 1950s

Una segunda etapa del hotel fue construida entre los años 1967 y 1970, ampliándolo sobre la carrera 10ma.

38 febrero-2015

Siento que el constante uso que hacen los colombianos de la palabra democracia evidencia un profundo problema del quehacer de nuestra sociedad. Es una palabra que se menciona recu-rrentemente en todo tipo de contexto y evoca tan diversos significados, que termina por no evocar ninguno. En algún momento de nuestras vidas, la gran mayoría hemos considerado que un proceso, la toma de decisiones y hasta la elección del trago ha sido poco democrática. Igualmente, su uso más recurrente es en referencia al sistema político colombiano. Ahora bien, esta particular dinámica no es gratuita y creo que refleja la doble moral de la democracia liberal que, por un lado, escenifica en la letra la soberanía del pueblo pero que, por el contrario, lleva en la representación un elemento profundamente elitista. Creo que es importante reconocer esta contradicción, dejar de lado la idea de que éste es el menos peor de los sistemas y recordar el potencial de la acción colec-tiva para lograr un cambio sustancial.

Este planteamiento nos conduce a pensar, en primera instancia, sobre el contenido y signifi-cado de la democracia. Si bien creo que las defi-niciones complejas pueden ser útiles para ciertos espacios, me enfocaré en sus elementos básicos. Entonces, podríamos decir que la esencia de la democracia es establecer en cabeza del pueblo el poder para decidir sobre su organización política que, de acuerdo al dogma liberal, debe estar enfocada en expresar la voluntad de aquél. Enten-damos por “pueblo” el conjunto de personas que se reúne para convivir en un espacio determi-

nado, sea por el espejismo de un contrato o por la mera inercia de la realidad. Claramente, esta es una definición poco exhaustiva de los ene mil tratados de los ene mil autores que han buscado hilar más y más fino definiendo este concepto. La verdad creo que muchas veces entre más fino se hila, más se pierde de vista la realidad que se quiere comprender.

Así pues, para llevar a la práctica el ideal democrático, se instauró la democracia repre-sentativa: la delegación del poder de muchos en pocas manos que los representaran. Esto trajo problemas porque los “representantes” no refle-jaban los intereses del pueblo y se convertían más bien en promotores de su propio poder. Si bien se podría entender esto como un problema de corrupción, creo que la representación es una forma mezquina de sacar al pueblo de su propio gobierno y dar a un selecto grupo la interpre-tación autorizada de los intereses de éste. Lo anterior no es nuevo ni extraño a la “democracia” de nuestro continente y menos a la colombiana. Diversos líderes independentistas, como el radical chileno Francisco Bilbao, planteaban este problema partiendo del miedo a la herencia colonial de dominación. Éste señalaba que “la delegación de poderes al legislativo era un crimen en contra de la humanidad… era la escla-vitud disfrazada de soberanía”. Estos problemas no son ajenos a nuestra realidad, diría más bien que son muy cercanos a nuestro sistema. En un voto de varios magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que analizaban la “legalidad” de la

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convocatoria de la Asamblea Nacional Cons-tituyente del 91, se establecía que la teoría de la soberanía popular de la revolución francesa había surgido para quitar el poder constituyente de la nobleza y dárselo a los burgueses, exclu-yendo a las masas populares que, por peligrosas e incultas, debían ser controladas por una élite. Esto refleja el problema de la “dictadura repre-sentativa” que temía Bilbao y su desarrollo en la realidad hasta nuestros tiempos.

Posteriormente se planteó, como lo hizo la Constitución del 91, la idea de la democracia participativa con el fin de, entre otras cosas, conectar al pueblo con las decisiones de gobierno y hacerlo un ente de control de sus represen-tantes. Esto se vio reflejado en la creación de mecanismos de participación como lo son el referendo, la consulta popular y la revocatoria del mandato, entre otros. A pesar de este nuevo diseño institucional, la oligarquía represen-tativa se mantuvo y tan sólo se crearon unos mecanismos de voto para controlarla, dejando de lado una inclusión más directa del pueblo en su gobierno. Esto se denota en la poca usanza de estos instrumentos que se debe no sólo a las altas exigencias para llevarlos a cabo sino también al sentimiento de exclusión de la mayoría del pueblo. Como afirma Jorge Orlando Melo: “... es evidente que en el caso colombiano la baja parti-cipación constituye, en muchos casos, expresión de una generalizada desconfianza o incredu-lidad de lo que se percibe como un mundo de corrupción y privilegio…”.

De este panorama que presento, es posible notar cómo el problema de la democracia liberal se refleja en Colombia, donde existe mucho más poder en cabeza de una élite que en el pueblo. En términos simples, la democracia liberal podría ser llamada “democracia oligárquica” al estar profundamente cooptada por un selecto grupo de la sociedad, como es en nuestro caso. Desde Bolívar y Santander, pasando por Rafael Reyes, Laureano Gómez y llegando a Álvaro Uribe, nos encontramos con una élite asentada y dueña del poder de gobierno y de la riqueza del país. Quisiera enfatizar que nuestra contem-

poraneidad está llena de gestos de dicha élite gobernante. Por un lado, tenemos el caso de Uribe quien defiende a capa y espada un país de terratenientes acumuladores como se puede ver en las 68 Capitulaciones sobre el proceso de paz. Asimismo, el senador Robledo muestra los mismos dejos de élite cuando, a punta de jactarse de su coherencia política, se asume como dueño de una verdad absoluta e incontrovertible para dirigir al pueblo. En resumidas cuentas, tenemos una oligarquía que dirige el sistema y evita que el pueblo sea más participe del gobierno de sí mismo.

Todo esto me lleva a concluir que la demo-cracia liberal no sólo está lejos del ideal teórico del poder del pueblo, sino que es más bien una fachada para la oligarquía representativa; lo que se puede ver con claridad en el sistema colom-biano. Esto me hace recordar la ley de hierro de la oligarquía de Michels que plantea que, sin importar el tipo de organización de un país, el poder siempre será controlado por un pequeño sector de la sociedad. No estoy de acuerdo con esta tesis en la medida en que desconoce otras formas de organización donde, si bien existen líderes con cierto poder, éste está mucho menos concentrado y, por el contrario, se encuentra más diseminado entre los miembros de la sociedad. Si bien creo que siempre existirán líderes políticos, esto no implica que deban tener un sesgo exclu-yente y monopólico del poder como ocurre en la democracia; los líderes deberían empoderar a la gente para su autogobierno, no contralarlos. Por esto, espero más bien que la gente sea más cons-ciente de los problemas de la democracia liberal y comencemos a actuar para generar otras estructuras de gobierno menos excluyentes. Siguiendo esta lógica, creo que la sustancia de estos cambios no sólo se enmarca en cambios institucionales sino que corresponde mayori-tariamente al quehacer de las personas en su diario vivir.

Felipe Moreno MorenoEstudiante de Derecho

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40 febrero-2015

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Justo cuando nos sentamos, Edelmira vio algo en el piso junto a uno de los instru-mentos tradicionales que decoraban el

salón. Con la agilidad de quien ha bailado desde antes de lo que la memoria le permite recordar, se paró, se agachó y regresó a su puesto con una flor fucsia que no soltó durante la entrevista. A pesar de que dice que hoy está dedicada a aprender a envejecer, sus collares de semillas, sus pantalones de arabescos y su buen sentido del humor me dicen que es un alma joven. Es que si dijera que Edelmira Massa Zapata es una bailarina e investigadora que, con su mamá Delia Zapata, ha logrado recuperar y difundir las danzas tradicionales colombianas, me quedaría corta. Ella es, indiscutiblemente, una gran mujer, una gran pensadora, pintora, lideresa, toda una parada.

Nació en Cartagena pero, desde los dos años, el plan familiar era viajar por Colombia para investigar sobre las culturas de cada región, porque solo así, conociendo las costumbres, la comida, los refranes del lugar se puede llegar a representar realmente una danza. Como era inquieta, la tarea era bailar con los niños en los pueblos que visitaban y luego enseñarle a su mamá lo que había aprendido. Así, desde chiquita iba engrosando el registro de danzas de Colombia. De grande, estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional y al salir, con el disgusto de Delia, estudió durante ocho años ballet clásico. A pesar de la rigidez que lo caracteriza, dice que la técnica del ballet es muy buena y que, de alguna

forma, contribuyó en la técnica que su mamá había ido afianzando con el tiempo. Sellar las danzas era la técnica, desde el Pacífico, hasta el Caquetá, desde la Costa Atlántica hasta el Amazonas, danzas negras, danzas mestizas, danzas indígenas.

Después de su etapa en el ballet, Edelmira regresó a Cartagena y fundó una escuela de Danza en la Escuela de Bellas Artes, la primera en su estilo de rigor y disciplina en la ciudad. Fueron nueve años, tal vez los que más disfrutó, o en los que sus aprendices más la disfrutaron a ella. A las cinco de la mañana la sacaban de la cama para que les enseñara todo lo que había aprendido en la vida y, como es inagotable su conocimiento en danza, las jornadas termi-naban entrada la noche, para volver a empezar al día siguiente.

Las vueltas de la vida la trajeron a Bogotá de nuevo, pero nunca dejó de darle vueltas al mundo. Con el Grupo de Danza Delia Zapata Olivella viajó a lo largo del planeta represen-tando a Colombia en un sin fin de repertorios. Entre ellos, estampas colombianas de cuatro zonas: andina, llanera, pacífica, atlántica, pero había más, mucho más. Hoy, está dedicada a enseñar. También está montando la vida de Manuelita Sáenz con la Corporación de Teatro. Me dijo que podría dedicar su vida entera a hacerle entender a la gente que lo tradicional es un conjunto… música, danza, actuación, etc. Tiene su Palenque, esa casa en el corazón de La Candelaria que fundaron en 1970 y que ha visto pasar a todos y de todo. Una casa cultural

42 febrero-2015

dispuesta para la difusión de la danza, la música y demás expresiones culturales.

Alguna vez se interesó en la danza africana pero como se dio cuenta que tal cosa no existe por la infinidad de danzas de este continente, decidió enfocarse en la congolesa, a sabiendas de que sus ancestros venían de allá. Así fue que entró en contacto con las comunidades del Congo en Estados Unidos y con ellos ha aprendido sobre su danza pero también sobre su espíritu. Entre el pensamiento africano y el americano, se halla esa espiritualidad animista que está en contacto con la naturaleza, aquella que concibe que todo está vivo; “los asientos, las paredes, las piedras, todo, todo”. Que dice que se puede tener amor y estar en comunión con el mundo para entenderse con las otras personas, para entender que no estamos solos sino rodeados de otros seres a los que debemos aportar.

Hasta nuestra conversación (en noviembre de 2014) había estado dando charlas sobre los orígenes de la cultura colombiana pero justo estaba en proceso de reformar sus maneras. Ya no quería seguir hablando a los oídos sordos de nuestro país, tan exteriorizado, tan volcado hacia el norte, los mismos oídos de la época de su mamá, que poco sabían sobre nuestra cultura y nuestros bailes. Ahora está enfocada en difundir el pensamiento del hombre americano y del hombre africano. Ahora le quiere hablar a los niños. Está encantada con ellos; ve que ellos, especialmente los marginados, están ávidos por conocer nuestra cultura, ve que hacen muy buenas preguntas, ve que con ellos fácilmente termina descalza y despelucada bailando por todo el salón. Es también muy consciente de lo que han visto y vivido los niños en nuestro país violento. Pero fue por su curiosidad y su energía, y no por una especie de pesar, que me dijo “me hicieron dar ganas de entregarles hasta lo que no tuviera yo para que fueran felices”.

Salomé Cohen MonroyEstudiante de Ciencia Política

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44 febrero-2015

De cierta cojera que padecen aquellas personas formadas en estos Andes colombianos, quienes saben de

mucho leer y poco hacerEsa fue definitivamente una mañana

hermosa. Toda la noche había llovido, y los charcos en la calle eran el perfecto espejo para ver un cielo despejado, un sol dispuesto a alzarse para comenzar un nuevo día, un día marcadamente distinto al anterior. Con los primeros rayos del sol, El Ministro se despertó. Nunca le importó que el sol en su cara inaugurara su día, y mucho menos en esos días cuando había prometido durante días salir radiante, pero las nubes y la lluvia no le dejaban. Sus labios mostraban la alegría que causaba la danza de sus pensamientos ante la insufriblemente exquisita música de conclu-siones profundas e irrefutables. Como de costumbre, mordisqueaba sus labios mientras hacía cada mañana esta danza alegre donde se decidía su día. Después de desenredar distintos pensamientos sin importancia, se dio cuenta de la pregunta alrededor de la cual se ataban varios:

¿Cómo es posible que se formen ciudadanos para que construyan la paz en Universidades de estos Andes colombianos que se restringen a enseñar el análisis de textos y no a actuar en la sociedad? ¿Para qué tanta teoría si no sabemos ponerla en la práctica?

Simultáneamente a su pensamiento, percibió unas nubes negras que opacaban

el día cual cielo oscurecido por una locomo-tora de carbón, cual mar ennegrecida por un derrame de petróleo, cual cualquiera de otros asuntos sin importancia de su gran lista. Recordó cómo esas nubes avinagraban los días de incontables niños ansiosos de jugar en el parque, a quienes luego se les prometería que las cosas cambiarían. Y con mucha humildad concluyó esa mañana que nunca jamás se había sentido tan realizado al darse cuenta de un asunto con tan poca importancia, sobre todo al comprender que así permanecería porque iba estar contenido entre las líneas de incontables textos.

Al recordar esta mañana hermosa, el Ministro pudo incluir en su informe final para la revista de La Parada la justificación más importante de su trabajo: los problemas en Colombia o no se resuelven, o se resuelven solos. Por tanto, en últimas, no importan, y la sinimportancia debería entonces ser consti-tucionalizada como un principio rector de la sociedad.

Felipe Guerra BaqueroEstudiante Maestría Ciencia Política

*Ante cualquier parecido con la realidad, beba con altanería un frasco de perfume para ambientar el mal olor, y consulte mucha, mucha, mucha bibliografía hasta que se le pase.

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