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GRUPO MILANI La otra vía Nº 47-48. II época. 3-4 (2009) http://www.amigosmilani.es del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario

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Nº 47-48 (II época). 3-4 (2009)Edición original: L’altra via dalla crescita al benvivere, pro-gramma per un’economia della sazietà (Coedizione AltraEconomia Soc. Coop. Cart’armata ed. srl, Milán 2009)

Traducción castellana colectiva de T. Santiago, C. Galazo,A. Díez y J.L.Corzo.

Edita: MEM (Movimiento de renovación pedagógica de

Educadores Milanianos). Casa Escuela C/ Santiago nº1,

37008 Salamanca.Tfnos.: 923 22 88 22, 91 402 62 78

Buzón electrónico: <[email protected]><http://www.amigosmilani.es>

Director: J.L. Corzo.Consejo de redacción: A. Díez, Tomás Santiago, J.L.

Veredas. Maquetación:

Estudio Gráfico Moyano, Javier ÁlvarezGestión y distribución: J.L. Veredas.

Imprime: Kadmos (Salamanca) en papel reciclado.

Depósito Legal: S-397-1998.

ISSN: 1575-197X

Suscripción anual: 11 €Número suelto: 2´75 €

I N D I C Epág.

Editorial ............................................................................................................................................................ 2

Primera parte: Dónde estamos .............................................................. 31. Cómo vinimos a parar en el foso ..................................................................... 32. Planeta en alerta roja ........................................................................................................... 43. Humanidad hecha añicos ............................................................................................. 64. ¿Bienestar? De bien tiene poco… ................................................................ 7

Segunda parte: Hacia dónde ir .......................................................... 105. Objetivo: buenvivir ................................................................................................................. 106. La eficacia es buena, pero no basta ........................................................ 117. Los caminos de la sobriedad ................................................................................ 118. Alarma por el empleo y por los servicios ........................................ 139. La economía de las tres casas ........................................................................ 1410. La casa del “háztelo tú mismo” ................................................................... 1611. La casa de la solidaridad colectiva ....................................................... 1712. La casa del mercado regulado .................................................................... 2313. Cuántos trabajos bonitos ....................................................................................... 24

Tercera parte: Cómo llegar allí ............................................................ 2514. Mostrar .................................................................................................................................................. 2515. Probar ..................................................................................................................................................... 2516. Resistir ................................................................................................................................................... 2617. Forzar ...................................................................................................................................................... 2718. Entrelazar........................................................................................................................................... 2919. Convocatoria................................................................................................................................. 30

Ilustraciones: Álvaro García-Miguel.

Nº 47-48 (2009) La otra vía con su programa para una economía de lo

necesario apenas habla de escuela ni de educación ni depedagogía y, sin embargo, abre esta víaentera en sus páginas con inmensa alegría, como unnúmero cumbre, verdaderamente extraordinario, ya que lacrisis actual (¿sólo económica?) afecta al corazón de lapedagogía, de la educación y de la escuela. ¿Necesitaexplicación? - Pues, al menos, por tres razones: una, por-que la Pedagogía se ocupa del ser humano, incapaz deexistir –ni de ser– sin “su circunstancia” (como diría Orte-ga); y pocas cosas nos la configuran tanto como “el siste-ma” actual.

La segunda, porque educir o educarse (crecer comopersona) todavía consiste para algunos en adaptarse a lacircunstancia, al medio ambiente social (y hacerse su cóm-plice). Para otros, en cambio, consiste en aceptar el desafíoy transformar el medio y la circunstancia. En ambos casossería un absurdo mayúsculo ignorar la mecánica socio-eco-nómica de nuestro entorno.

Y la tercera, porque los chicos no son tontos y tambiénellos miran para otra parte, como sus maestros, cuando aéstos les da por enseñar cosas laterales con ahínco y esqui-van precisamente las tripas del sistema, sus vergüenzas ysus delitos. Esta crisis pide a gritos tiza y pizarra, ahondar

en sus causas y en sus consecuencias para evitarle a laescuela un ridículo más.

Así que es un magnífico texto para Educar(NOS), queojalá se difunda mucho más que entre sus lectores habitua-les, como ya lo hace por Italia y ya está listo también eninglés. Su autor fue el más pequeño y querido alumno deLorenzo Milani en Barbiana. Ya ha venido a España y a

más veces (hasta en portada, nº 38) y siguefiel a las enseñanzas de su maestro, sin volver la vista atrás.

Se agradece en estas páginas su claridad y sencillez, alalcance de cuantos más posibles; su información detalladay precisa con datos fiables; y, sobre todo, su energía, yhasta su esperanza, para implicar al lector sin dejarnos enla pura crítica e invitarnos ya mismo a la coherencia (esdecir, a la cohesión con las más dañados).

El lector español hará bien si refresca en su memoriadetalles nacionales de esta crisis global, como la explosión,por fin, de una larga e inconcebible burbuja del ladrilloespañol; la deuda exagerada de las familias (también inmi-grantes) en su afán de comprárselo todo con generosashipotecas en bancos o Cajas de ahorros, hoy en gravesapuros; el inmenso endeudamiento del Estado para par-chearlo todo, después de haber tolerado tanto despilfarro,etc. etc. Buena lectura y difusión.

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La economía mundial ha descarrilado porquelleva más de veinte años conducida por pilotos enestado de embriaguez. Borrachera neoliberal: nada deEstado, el mercado completamente libre para seguirsu instinto depredador. Al final, el coche ha derrapa-do, ha terminado fuera de la carretera y ha rodadoterraplén abajo. Pero era previsible: cuando se condu-ce de forma temeraria el accidente es inevitable.Los periódicos han achacado la crisis a deci-

siones bancarias aventuradas, pero ésa no es másque la última parte de la historia. Si queremoscomprender lo sucedido tenemos que empezar porla globalización:Nos situamos al final de los 80, las multinaciona-

les se revuelven tratando de salir de los confinesnacionales, reivindican la posibilidad de poder colo-car sus productos de un extremo al otro del mundosin atadura alguna. Traman, trafican, vocean y consi-guen alcanzar su objetivo, pero pronto descubrenque el gran mercado mundial no existe: sólo un 30-35 % de la población tiene dinero en su bolsillo paraadquirir su producción; todos los demás son lastreinútil. Así que muchas empresas tratan de arrebatar-se pocos clientes, lanzadas a una competencia ferozque llega incluso a la rebaja de los precios. A lasempresas les interesa ganar; si se ven obligadas adisminuir los precios, se las arreglan para reducirtambién los costes y hasta el trabajo se ve agredido.En sectores de alta tecnología la estrategia elegida esla automatización; en otros sectores se opta portransferir la producción a países con bajos salarios. Surge un mundo nuevo caracterizado por un Sur

abarrotado de trabajadores en semi-esclavitud y unNorte con aumento de parados y trabajadores enprecario, mal pagados. El resultado es una clase tra-bajadora mundial más pobre, pero los empresariosse frotan las manos: del 2001 al 2005 la cuota deriqueza mundial saldada como beneficio ha crecidoun 8 %. Lo cual tiene dos consecuencias: ante todola explosión de la financiación; un efecto debido a la

desconfianza de los capitalistas en la capacidad deventas del sistema. Su razonamiento es sencillo:cuando la masa salarial desciende, las perspectivasde venta disminuyen; es inútil invertir en nuevas acti-vidades productivas. Mejor lanzarse a la especula-ción, al enriquecimiento a través del azar, a lacompraventa de inmuebles y de títulos sin queimporte si son verdaderos o falsos. Lo importante espermanecer en la mesa del juego, llevar dinero a casaen cada jugada. Ya se verá después.La segunda consecuencia es la explosión de la

deuda: cuando los sobres con la paga adelgazan elriesgo es que el círculo entre lo que se produce y loque se vende ya no se cierre. Para recuperar la estabilidad haría falta mayor

equidad en la distribución de la riqueza, pero al siste-ma no le gusta esta perspectiva; mientras puede,pospone la decisión con parches, busca la cuadratu-ra del círculo en el endeudamiento. En cada esquinade la calle, bancos, financieras, concesionarios,supermercados, dispuestos a ofrecer a los pobres ymenos pobres préstamos, compras a plazos, crédi-tos al consumo; al alcance de la mano, el sueño deuna vida por encima de las propias posibilidades. Entodas partes las familias han mordido el anzuelo.En Italia, por ejemplo, en 2008 la deuda total de

las familias correspondía al 70% de sus ingresosanuales, alrededor de 16.000 euros por familia. Aun-que el país donde las familias se han entrampadomás es Estados Unidos; el cebo ha sido comprarseuna casa. En la euforia de los negocios se han ofreci-do préstamos aun a las familias económicamentedébiles, préstamos sin garantías realizados a travésde complejas actividades especulativas que hanenredado a bancos, aseguradoras, fondos de inver-sión y fondos de pensiones. Todo iba bien mientraslas tasas de los intereses eran bajas; los pisos se -guían revalorizándose; pero cuando la tendencia seha invertido, muchas familias ya no consiguen resti-tuir los préstamos y el castillo entero se ha derrum-

1. Cómo vinimos a parar en el foso

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PRIMERA PARTE

Dónde estamos

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bado. Han empezado las primeras quiebras de ban-cos, ya nadie se fía de nadie, toda la actividad crediti-cia se ha paralizado por falta de confianza recíproca,bancos y empresas han comenzado a hacer aspa-vientos por falta de fondos. En realidad las finanzastienen más de psicología que de ciencia.Al manifestarse la crisis financiera, también ha

salido a la superficie lo podrido del fondo: econo -mías enteras se han atascado por la incapacidad delconsumo para absorber la producción. Al final de2008 el sistema ha tenido que aceptar el estado decrisis y ha pedido la intervención de los gobiernos,los únicos con grúas adecuadas. El objetivo esúnico: sacar el coche del barranco y volverlo a poneren condiciones de seguir su marcha. Para levantarbancos y empresas se han destinado miles de millo-nes de euros; a fuerza de tirones, probablemente elcoche saldrá y se pondrá de nuevo en la carretera.Pero hay serias dudas sobre que pueda volver acorrer, porque también la calzada se ha dañado gra-

vemente: a costa del tránsito se han formado bachespor todas partes, en muchos sitios el firme se haquebrado; si el coche pretende correr saltará enpedazos. La única posibilidad es frenar, dotar alcoche de amortiguadores más sólidos, poner alvolante un conductor más prudente. Fuera de metá-fora, los recursos se están agotando, el clima enlo-quece, las tensiones sociales se agravan. Para evitarvolcar tenemos que pasar de la economía del creci-miento como objetivo principal a una economía dellímite; de la economía del cowboy a la economía delastronauta; pero también de la economía de la pre-cariedad a la economía de la seguridad, de la econo-mía de la avaricia a la economía de los derechos.Podremos llamarla economía del buenvivir o econo-mía del respeto, una economía justa, sostenible ysolidaria, capaz de garantizar a todos una existenciadigna en el respeto al planeta. Un camino que hayque emprender enseguida porque la doble crisis,ambiental y social, ya no nos deja más tiempo.

2. Planeta en alerta roja

En el 2008, el overshoot day, el día en que nospasamos de la raya, sucedió el 23 de septiembre.Aquel día nuestra voracidad superó la capacidad deregeneración de la tierra. Agotados los frutos, cerra-mos el año a costa del capital natural: en lugar de ter-neros comenzamos a sacrificar vacas; en lugar decrías de peces, comimos peces madre; en lugar decosechas agrícolas, consumimos las semillas. Segúnel Wwf nuestro consumo de naturaleza supera un 30% la capacidad regenerativa de la tierra. A este paso,entre el 2030 y el 2040 necesitaremos dos planetas1.De un estudio publicado en Nature en mayo de

2003 resulta que en los océanos sólo queda el 10 %de los grandes peces existentes en 1950. Se handiezmado incluso los bacalaos, tan numerosos hacetiempo que frenaban los barcos en ruta por el Atlán-tico Norte.Podemos hablar de los bosques. A comienzos de

1900 la superficie mundial cubierta de bosque era de5.000 millones de hectáreas. A fin de siglo era de3.000 millones: una pérdida neta del 40 %. Las quemás han perdido han sido las selvas tropicales, peroGreenpeace denuncia que el ataque se está exten-

diendo: “desde 1970 al 2000, la Amazonía brasileñaha perdido 55 millones de hectáreas, un territorio tangrande como Francia. Y ahora le toca a Rusia. Desdeque las multinacionales japonesas tienen vía libre hacomenzado la cuenta atrás: cada año desaparecen dela Rusia europea 15.000 hectáreas de coníferas ame-nazando así el último rincón natural del continente”.Tampoco la comida goza de mejor salud y lo

dicen los precios. En marzo de 2008 en la Bolsa deChicago el valor de contratación de cereales era un130 % más alto que un año antes; las repercusionessobre pan, arroz y pasta han sido inevitables. En losPaíses opulentos el golpe se ha absorbido, pero enlos más pobres hubo disturbios. Revueltas en ElCairo, Addis Abeba, Yakarta, Bogotá. En las calles dePuerto Príncipe, capital de Haití, perdieron la vidasiete manifestantes. Choques anunciados: cuando lariqueza per capita no llega a dos dólares al día, bastaun aumento del pan de pocos céntimos para queasome el fantasma del hambre. Siempre se ha dichoque el planeta Tierra está en condiciones de garanti-zar alimento, no a seis, sino a doce mil millones depersonas, pero hay que aclarar de qué alimento

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hablamos. Ciertamente no de la carne, que desde unpunto de vista energético es un verdadero sinsentido,si pensamos que se requieren de cuatro a diez calo-rías vegetales para obtener una caloría animal. Hasta2005 la carne era prerrogativa de los habitantes delos países industrializados de primera, que –a pesarde no representar más que el 14 % de la poblaciónmundial– se apoderaban del 35 % de todos loscerea les del mundo para engordar bovinos y cerdosdestinados a proporcionar chuletas y salchichas.Luego, ha sucedido que en el Sur del mondo, y enparticular en China, ha aflorado una clase acomoda-da que, en homenaje a nuestro modelo de consumo,ha aumentado su consumo de carne y, en conse-cuencia, de cereales. Así que la carne es una primeracausa de presión sobre los precios; pero a ella se une

otra más asombrosa todavía. Como se sabe que elpetróleo tiene los años contados, pero no se quiererenunciar al automóvil, se buscan nuevos carburan-tes. Tras perseguir el mito del hidrógeno, se ha opta-do por el bioetanol, combustible obtenido de la cañade azúcar, de la remolacha y también del maíz y de lasoja. Así que el carburante ha empezado a competircon la comida. La crisis del petróleo ya es un clamor;la misma EIA, la Agencia Internacional de la Energía,admite que nos estamos acercando al pico de la pro-ducción, es decir, al momento en que la producciónmundial de petróleo iniciará el descenso, porque seha terminado la fase de extracción fácil2. Ahora suobjetivo es tomarse tiempo haciéndonos creer queno nos enfrentaremos con este problema antes del2020-2025, pero de 90 países productores, más de62, entre ellos Rusia, ya han entrado en fase descen-dente3.Aparte del petróleo escasean otras materias de

gran importancia tecnológica. Del mercurio, porejemplo, ya se ha extraído un 95 %; del plomo, de laplata y del oro, más del 80 %; del arsénico, del cad-mio y del zinc cerca del 70 %. La extracción de esta-ño, de litio y de selenio se cifra en torno al 60 %,mientras que el manganeso, el cobre, el berilio y eltungsteno están alrededor del 50 %4.Tampoco anda bien el uranio. Mientras hay quien

quiere volver a la energía nuclear para resolver laescasez de energía eléctrica, los geólogos nos infor-man de que al ritmo actual de consumo todavía ten-dremos uranio para unos cincuenta años. Pero el recurso que suscita mayor preocupación

es el agua. El oro azul escasea en todas partes por-que lo hemos usado de forma desconsiderada y por-que hemos contaminado las provisiones hídricas connuestros venenos. Olvidamos que el agua es parteintegrante de todos los procesos productivos, nosólo los agrícolas, sino también los industriales: allíentra limpia y sale sucia. Hacen falta 16.000 litros deagua para curtir un kilo de cuero; 2.000 litros, paraun kilo de papel blanco; 2.700 litros, para una cami-seta de algodón de 250 gramos5. Gracias a presas,pantanos, pozos de extracción de aguas subterráne-as, en los últimos 50 años hemos triplicado la provi-sión hídrica mundial que surte a ciudades, industriasy cultivos agrícolas en continua expansión. Pero lasaguas subterráneas se están reduciendo, los lagos sesecan, muchos ríos no logran llegar al mar. El fenó- Nº

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meno también afecta a Italia: respecto de hace 80años, el caudal medio del Tíber ha disminuído un 25%, el del Flumendosa (Cerdeña) hasta un 35 % y eldel Arno un 45 %. En parte, la reducción de los ríosse debe a los cambios climáticos: en los últimos 20años las lluvias han disminuido en Italia un 25 %6. Así entramos en las entrañas de una nueva

peste que no pertenece a los recursos, sino a losdesperdicios. Una basura invisible, de la que apenaspercibimos su olor, inofensiva e incluso indispensa-ble en cierto aspecto, pero catastrófica si supera loslímites. Hablamos del dióxido de carbono (CO2) quesale por los tubos de escape de los coches, por laschimeneas de las fábricas, por los hornos de lascentrales eléctricas, por las calderas domésticas decalefacción. Mediante las plantas y los océanos, elplaneta es capaz de eliminar 11 millones de tonela-das anuales. Pero nosotros producimos 26 tonela-das. Una diferencia que, desde hace decenios, seacumula en la estratosfera provocando el recalenta-

miento de la superficie terrestre7. En los últimos100 años la variación ha sido de 0’7 grados centí-grados; un cambio a primera vista insignificante,pero suficiente para alterar los complejos sistemasreguladores del clima.Nuestra desgracia es que el anhídrido carbónico,

aparte de ser impalpable, es educado, él mismo seocupa de trasladarse al basurero celeste. Pero losdesperdicios sólidos no son tan educados y, si elbarrendero no los quita, se acumulan en las calles. Y,sin salir de Italia, al año producimos 550 kilos porpersona; una cantidad que ya no sabemos dóndemeter. Nos están imponiendo las incineradoras y nosdicen que son seguras. En realidad, suscitan granpreocupación, no sólo por el CO2, sino también porlas partículas microscópicas. También llamadasnano-partículas, llegan hasta los alveolos y por lotanto a la circulación sanguínea, a través de la cual sediseminan por el organismo provocando alteracionesy tumores de todo tipo.

3. Humanidad hecha añicos

Agotamiento de recursos y acumulación de resi-duos son señales claras de un sistema que se estádevorando a sí mismo. Y esto mientras la mitad de lapoblación mundial todavía no ha conocido el gustode la dignidad humana. Crisis social y crisis ambien-tal estrechadas en un mortal abrazo. Según el Banco Mundial son tres mil millones y

tienen el semblante del niño lloroso sentado desnudoa la puerta de la choza; del hombre con el rostrodemacrado y quemado por el sol que, machete enmano, trata de arrancarle un trozo de tierra a la selva;de la mujer con cuerpo macilento apenas cubierto deharapos que busca alimento escarbando en la mon-taña de basura. Son los pobres absolutos que, segúnel árido lenguaje del dinero, viven con menos de 2dólares al día. Según el concreto lenguaje de la vidano logran satisfacer ni siquiera las necesidades fun-damentales. No comen más de una vez al día, se ali-mentan con una dieta formada casi exclusivamentede harinas y legumbres. Muchos de ellos beben aguade pozo o de río, no disponen de servicios higiéni-cos, viven en chabolas construídas con materiales dedesecho o en chozas construidas con material natu-ral hallado en el entorno. Apenas tienen ropa y sólo

un bajísimo nivel de escolaridad. En caso de enfer-medad no pueden curarse, se ven obligados a endeu-darse para hacer frente a cualquier necesidad que sesalga de la pura supervivencia.Los pobres absolutos pueblan aldeas perdidas

por los campos y se amontonan en las áreas chabo-listas de las ciudades. Se las arreglan con trabajosprecarios, mal pagados, están completamente a mer-ced de los patronos, capataces y comerciantes. A tra-vés de nuestro consumo, nos los encontramos diaria-mente cuando bebemos una taza de café, cuandocomemos un plátano, cuando nos ponemos un par dezapatillas deportivas. Tienen el rostro del campesinoafricano obligado a vender su café a 20 céntimos dedólar el kilo, mientras nosotros lo compramos a 8euros; del niño ecuatoriano que por un dólar y medioal día trabaja 10 horas en el platanal; de la niñita chi-na que por 30 céntimos de dólar a la hora produce laszapatillas de marca que nosotros compramos a 120euros. El primer personaje que encontramos por lamañana, antes de dar los buenos días a nuestro com-pañero o compañera, a nuestros hijos, es un campe-sino de Kenia o un bracero de Brasil y puede que seaun pobre absoluto.

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La conciencia de toda persona civilizada serebela contra un mundo donde el 20% más ricogoza del 86 % de la riqueza producida, mientrasque el 40 % más pobre debe contentarse con el3%. Nos toca a todos luchar contra una globaliza-ción que en nombre del libre mercado da a multi-nacionales como Nestlé, Kraft, Sara Lee, el poderde fijar a niveles de hambre el precio del café y delcacao. Nos toca a todos presionar a Nike, Adidas ya todas las demás empresas que deslocalizan suproducción para que paguen salarios dignos. Peroluchar por reglas más justas y conductas máscorrectas ya no basta. Ya no estamos en el sigloXX, cuando aún se podía pensar en hacer justiciaelevando a todos los habitantes del planeta a nues-tro mismo tenor de vida. Hoy el planeta no lograríagarantizar a todas las familias del mundo el auto-móvil, la lavadora, el frigorífico, armarios repletos,una dieta a base de carne. Se ha calculado que siquisiéramos extender al resto del mundo el nivelde vida de los americanos, se necesitarían cincoplanetas: uno como campos, otro como océanos,otro como minas, otro como bosques, otro como

basurero8. No tenemos cuatro planetas de escolta,con este único planeta hemos de alcanzar dosobjetivos fundamentales: debemos dejar a nues-tros hijos una tierra vivible y debemos permitir alos empobrecidos salir rápidamente de su pobreza.Nosotros tenemos sobrepeso, nos convendríaadelgazar, pero ellos no han alcanzado todavía elpeso justo; para vivir con dignidad tienen necesi-dad de comer más, vestirse más, curarse más,estudiar más, viajar más. Y lo podrán hacer única-mente si nosotros, los gordos, aceptamos some-ternos a cura de adelgazamiento, porque haycompetencia por los recursos escasos, por losespacios ambientales ya en entredicho. La morale-ja de la fábula es que ya no se puede hablar de jus-ticia sin tener en cuenta la sostenibilidad; el únicomodo para conjugar lo justo y sostenible es quelos ricos opten por la sobriedad, por un estilo devida personal y colectivo más parsimonioso, máslimpio, más lento, más integrado en los ciclosnaturales. “Vivir sencillamente, para que los otrospuedan sencillamente vivir” proponía Gandhi ya enlos años cuarenta.

4. ¿Bienestar? De bien tiene poco…

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En la situación actual, el decrecimiento, lareducción, la moderación, la austeridad, la sobrie-dad, o como queramos llamarlo, ya no es unaopción; es un camino obligatorio para salvar esteplaneta y esta humanidad. Pero en el reino del cre-cimiento la reducción es una blasfemia, una herejíaque escandaliza y da ganas de salir corriendo. Unaobsesión que abre el telón a escenarios tenebrososde aquellos tiempos en los que se moría por el téta-nos, en los que nos matábamos de cansancio parahacer la colada, en los que nos alumbrábamos sólocon velas, en los que uno se moría de frío. Perosobriedad no debe confundirse con miseria, ni con-sumismo se debe confundir con bienestar. Quizá espor el lenguaje precisamente por donde tenemosque empezar y, más que para poner orden en laspalabras, para clarificar los conceptos. Al menospara librarnos de lugares comunes. Hay palabras alas que damos un valor positivo y, a otras, un valornegativo, no por razonamiento, sino por asociación

de ideas. Algunas nos evocan sensaciones agrada-bles por estar asociadas de forma automática consituaciones que advertimos como placenteras; otrasnos procuran angustia porque están unidas a pen-samientos desagradables. Generalmente el consu-mismo se vive como concepto positivo, estáasociado a la idea de vida más cómoda, más satis-factoria, más feliz. Pero ¿es así de verdad? En losaños 70 se hicieron investigaciones para verificar sila riqueza te hace verdaderamente feliz. Fue la caídade un mito. Todas las investigaciones pusieron enevidencia que sólo hasta los diez o quince mil dóla-res anuales el aumento de renta va acompañado deuna cierta mayor felicidad; después se crea unaseparación: la línea de riqueza sube, pero la de lafelicidad permanece plana9. En Inglaterra, el núme-ro de personas que se declaran muy satisfechas hapasado del 52 %, en 1957, al 36% de hoy10. Variosestudiosos han buscado una explicación a lo que seha definido la paradoja de la felicidad, partiendo de

diferentes puntos de vista. Algunos se han concen-trado sobre los deseos, es decir, sobre aquellasnecesidades que se desarrollan más por estímulo ycondicionamientos externos que por necesidadinnata: elecciones dictadas por la moda, por el cultoa la belleza, por la grandiosidad, por la envidia.Tibor Scitovsky, un economista americano, haexplicado que el placer ligado a esta forma de con-sumo es fugaz, dura el momento de la novedad,después llega la adaptación y, en consecuencia, elaburrimiento11. Considerando que la publicidad nosbombardea de la mañana a la noche con propuestasde consumo basadas en el placer fugaz, al final noes la felicidad la que prevalece, sino el hastío. Ymás aún, cuanto más se compra, más nos rodea-mos de cosas tediosas que nos hartan. Así el creci-miento trabaja para la infelicidad.El fenómeno de la adaptación también es un

mecanismo del ámbito farmacológico, es conocidopor los tóxicodependientes con el término de satura-ción. Con el tiempo, la misma cantidad de droga yano procura los efectos deseados; para notar el subi-dón hay que aumentar la dosis. También los consu-midores se comportan de la misma manera: parasentir un nuevo placer buscan nuevos productos, amenudo más costosos. Triunfo del mercado, quepara vender necesita consumidores siempre insatis-fechos; muerte de la persona, que, tras el señuelo deuna liebre siempre dispuesta a saltar, cae en otratrampa que conduce a la infelicidad por un caminomucho peor.Para tentarnos, la publicidad insiste sobre lo que

evoca placer: sensualidad, belleza, elegancia, riqueza.Sin embargo, prescinde del hecho de que para con-seguir los objetos hay que tener dinero. Ese detalleno se nos escapa a nosotros que, con tal de vencer elreto del superconsumo, aceptamos ofrecer al trabajogran parte de nuestro tiempo. El tiempo: he aquí unaspecto que jamás consideramos. En el 2007, Balan-ces de Justicia, un movimiento que promueve el con-sumo responsable, ha calculado el tiempo quetenemos que trabajar para adquirir algunos produc-tos. Considerando una retribución neta de 10 euros ala hora, hemos de trabajar 18 horas (más de dos jor-nadas) para un móvil de 180 euros, 40 horas por untelevisor de plasma de un valor de 400 euros, incluso1.500 horas (seis meses) para adquirir un coche demedia cilindrada. Hablando de coches, la compra no

es más que el comienzo. Para viajar en él hace falta elseguro, el impuesto de circulación y naturalmente elcarburante. Según un estudio realizado por la Funda-ción Caracciolo, el coche absorbe de media 4.455euros al año12, 440 horas de trabajo. Si añadimos eltiempo pasado en el tráfico, el necesario para buscarun aparcamiento y para el mantenimiento, el auto-móvil absorbe cada año un millar de horas de nues-tra vida. Si hacemos el mismo cálculo para todos losdemás bienes, nos damos cuenta de que vivimospara consumir. Recordemos que –de media– cadacasa dispone de 10.000 objetos, contra los 236 queutilizaban los indios Navajos13. Para cada uno deellos hemos de trabajar, ir hasta el supermercado,elegirlo, hacer cola en la caja. Una vez en casa, hayque limpiarlos, quitarles el polvo, colocarlos.Si consideramos todo, el superconsumo es un

trabajo forzado que nos chupa la vida.

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Hemos viajado en el equívoco de que la felicidaddepende de la riqueza, hemos sacrificado todo nues-tro tiempo sobre su altar. Nos afanamos, corremos,maldecimos el tiempo que se va. Ocho horas de tra-bajo no nos bastan ya, es necesario hacer horasextra. Las horas pasadas fuera de casa crecen, notenemos tiempo para nosotros, para la relación depareja, para cuidar de los hijos, para la vida social.Hay que correr. Aparecen los insomnios, las neuro-sis, las crisis de pareja, los trastornos paliados confármacos. El 39 % de los europeos declara sentirseestresado14. Crece la microcriminalidad de los jóve-nes abandonados a sí mismos, crece la soledad delos niños que se echan en manos de la televisión.Según una investigación realizada en Italia en 2007,los niños transcurren diariamente una hora y 36minutos en el televisor, una hora y cinco minutos enel ordenador, 55 minutos en videojuegos15.He aquí, pues, la segunda raíz de la infelicidad en

la sociedad del crecimiento: relaciones humanasinsuficientes, fugaces, transitorias. Sociedad líquida,así la define Zygmunt Bauman. Una sociedad delazos frágiles, inestables, acelerados en continuacomposición y descomposición, como moléculas de

agua. Relaciones interpersonales consumidas comohelados, un lametón y ya. Explota la comunicaciónpor los móviles, los mensajes (sms) inundan el éteren la ilusión de que la cantidad pueda compensar lacalidad. Pero en el ámbito humano la lógica del usary tirar no funciona. El malestar aflora, cada vez deuna manera diversa, como si se privilegiara el len-guaje cifrado: depresión, anorexia, bulimia, alcoholis-mo, tóxicodependencia, agresividad. Hasta el acosoes un producto traumático y no es con los jóvenescon quienes tenemos que indignarnos por su sadis-mo, sino con nosotros mismos: por nuestra inhibi-ción y distracción, nuestro descuido. Cuandoapareció la noticia en los periódicos en junio de 2008de que una niña de 12 años se encerraba en el bañoy con el móvil se fotografiaba desnuda, en posessexy, para vender las imágenes a sus compañeroscon el fin de ir reuniendo dinero con que comprarseropa de marca, el psiquiatra Paolo Crepet fue categó-rico: “No es más que el enésimo caso de soledad ycrisis vivida por los adolescentes. No podemos echarla culpa a los de 12 años si dan más valor a la modaque a su dignidad: es el mundo de los adultos el queha sufrido un cortocircuito”.

1 Wwf, Living Planet 2008 (Worl Wildlife Fund-España es nuestra Adena, n.t.).2 La vida productiva de un pozo petrolífero se puede representar por una curva. La fase ascendente corresponde al primer periodode perforación y puesta a punto de la producción, a la que sigue un periodo de extracción abundante y barata, porque el pozo estátan lleno que el petróleo sale facilmente, a veces él solo. Gradualmente la presión disminuye y hay que introducirla desde fuera paraextraer el petróleo. Durante un tiempo la maniobra funciona y el pozo alcanza su máxima capacidad productiva, definida como elpico de la producción. Después de la cual comienza una fase de producción a la baja y costes cada vez más altos hasta que el pozose abandona porque ya no resulta conveniente explotarlo.

3 “Running on empty?”: Financial Times 20.5.2008; “Se il petrolio va a picco: Il Manifesto 25.5.2008.4 “Non solo petrolio” entrevista a Marco Pagani: Altreconomia, dic. 2008.5 Ibídem.6 www.meteo.it7 “Fighting climate change”: Undp 2007. El dato sobre la emisión de CO2 se refiere a la media 2000-2005.8 Elaboración de datos Wwf, Living Planet 2008.9 El primer economista que estudió la relación entre renta y felicidad fue Richard Easterlin en 1974, y por ello la paradoja de la felici-dad se llama paradoja de Easterlin. Luego, el fenómeno también ha sido estudiado por Robert Frank y Daniel Kahneman.

10 World Watch Institute, State of the world, 2008.11 Tibor Scitovsky, Joyless economy, 1976. En italiano: L’economia senza gioia (Città Nuova 2007).12 Fondazione Caracciolo, Mia carissima auto, 2006.13 Wuppertal Institute, Futuro sostenibile, 1997.14 Eurostat, Key figures on health pocketbook EU15, 2001.15 Indagine Sgw per l’associazione Moige, 2007.

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No es verdad que más siempre rime con mejor,ni que crecimiento esté siempre asociado a desa-rrollo. Cuando el cuerpo está invadido por un tumormonstruoso que invade el hígado y los riñones,comprime el cerebro y deforma los rasgos de lacara; hay crecimiento, pero de la enfermedad. Unmal-desarrollo que conduce a la muerte. Y así comoel cáncer reorganiza órganos enteros al servicio desu propia expansión, así el consumismo remodelanuestra naturaleza para someternos a sus fines.Nos quiere reducir a potentes aspiradoras, a tubosdigestivos directamente. Ya hemos tolerado hasta demasiado el insulto,

ahora tenemos que rebelarnos, gritar a la cara delos mercaderes que no somos una masa de carnepara estimular con electricidad, como las ranas;tenemos que reafirmar nuestra dignidad de perso-na, seres con varias dimensiones. No sólo cuerpo,sino también nivel afectivo, intelectual, espiritual,social. Sólo se logra verdadero bienestar si todas estas

dimensiones se satisfacen de manera armónica. Noque una prevalece sobre otra, sino todas satisfe-chas en su justa medida. A cada dimensión, sutiempo, su espacio, su correcta calidad.Martin Luther King decía que los primeros en

oponerse a la abolición de la esclavitud no son losblancos, sino los negros, habituados al esclavismo.De la misma manera, los primeros en oponernos aesta nueva concepción di bienestar somos noso-tros, los más interesados en el cambio. Por desgra-cia, consumismo y dinero se han apoderado denosotros; hemos nacido, crecido, envejecido en lalógica consumista; librarnos de ello no es sencillo.Un modo de lograrlo es hacer limpieza general detodo, volver a comenzar desde el principio, a partirdel lenguaje.

Ben-essere, bienestar, es una bella palabra ita-liana. Se refiere al ser entero, que implícitamentecomprende todas sus dimensiones. Pero tambiénsignifica esistere, existir, de donde deriva existen-

cia, que también ha asumido el significado de formao nivel de vida, entendida como nivel de renta. Porejemplo, son habituales expresiones como existen-cia lograda o existencia mísera. Por el influjo mer-cantilista la atención se concentra en el éxito y, hoy,el término bienestar se ha convertido en sinónimode bien-tener. Una bella palabra retorcida por losintereses económicos. Sin esperanza. Tras siglos deuso impropio, ya es impensable recuperar su signi-ficado original; para evitar equívocos es mejor sus-tituirla por otro vocablo. Los pueblos indígenas deAmérica Latina lo tienen y es mucho más bonito,porque no toma como punto de referencia el indivi-duo, sino la vida. Es la palabra buenvivir, introduci-da incluso por el pueblo boliviano entre susprincipios constitucionales16.Hay palabras que representan un mundo. Encie-

rran la filosofía de un pueblo, su visión cósmica,sus valores. En lengua aymara, pueblo de losAndes, buenvivir se dice sumaqamaña, donde sumasignifica “bello, bonito, bueno, amable”; casi comoun superlativo: “el mayor bien imaginable”. Qama-ña, sin embargo, significa “habitar, vivir, morar”,pero también “acoger”, porque la vida es acogida.Así que vivir, no en el sentido físico del corazón quelate y de los pulmones que respiran, sino vivir ensentido humano, social, ambiental, como relaciónconsigo mismo, relación con los demás, interaccióncon lo creado. Evo Morales, presidente de Boliviaha precisado que sumaqamaña, en realidad no esvivir bien, sino más bien “saber convivir sostenién-dose mutuamente”. Visión solidaria contrapuesta ala individualista. Visión del don gratuito contrapues-ta a la del mercado. Visión del valor social contra-puesta a la del dinero privado. Dos planetasdistantes años luz que deben encontrarse por biende la humanidad.Desde el punto de vista individual, el buenvivir

es una situación que garantiza condiciones relativasal nivel de los derechos, de la calidad de la vida ydel ambiente. Alimentación, agua, alojamiento,

5 Objetivo: buenvivir

SEGUNDA PARTE

Hacia donde ir

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salud e instrucción, pero ademásinclusión social, libertades políticas,libertad religiosa son varios de losderechos imprescindibles del buen-vivir que implican la esfera econó -mica, social y política. Distancias,tiempos de trabajo y de descanso,arquitectura y dimensiones urbanas,formas de habitar, proximidad delverde y de servicios, oportunidad deintegración social y política, sonalgunos de los aspectos organizati-vos que determinan la calidad devida. Por fin, calidad del aire y delagua, estado de salud del mar y delos ríos, estabilidad del clima, sonaspectos que garantizan un ambien-te sano.Y aquí está nuestra pregunta de

fondo, la que está en la cima denuestras preocupaciones: ¿es posi-ble reducir nuestro consumo depetróleo, de minerales, de agua, deaire, sin comprometer el buenvivir?La respuesta no es sólo que es posi-ble, sino además necesario. Hayámbitos en los que la calidad de vidano depende de la disponibilidad derecursos, sino de fórmulas organiza-tivas. Para un buenvivir en la ciudadhacen falta espacios verdes, centroshistóricos cerrados al tráfico, carri-les bici, transportes públicos ade-cuados, pequeño comercio másesparcido, puntos de encuentro.Para un buen-habitar se necesitanpequeñas urbanizaciones con espa-cios y servicios comunes que favo-recen tal encuentro. Para unbuen-trabajar se necesitan pequeñas actividadesrepartidas por el territorio para evitar el ir y venir yfavorecer la participación. Para un bien-relacionarsese necesitan tiempos de trabajo reducidos, momen-tos sin televisión, tranquilidad económica, parafavorecer el diálogo y la distensión familiar. Todoeso no requiere barriles de petróleo, sino opcionespolíticas.Hay otros ámbitos, y son los conectados con

la calidad del ambiente, en los que incluso es

necesario reducir los barriles de petróleo. Si que-remos disminuir el CO2 debemos reducir la pro-ducción de energía eléctrica proveniente decentrales alimentadas por combustibles fósiles.Debemos reducir el número de autos en circula-ción. Debemos reducir los kilómetros acumuladosen las mercancías. Debemos adoptar la sobriedad,entendida como el esfuerzo por satisfacer nues-tras necesidades con un mínimo de recursos y deproducción de basura.

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La alarma por el clima y por los recursos ya sonóhace mucho, pero el sistema siempre se ha opuesto ala idea de reducir. La solución en que confía es la tec-nología, poner a punto máquinas y sistemas produc-tivos cada vez más avanzados, capaces de producircon un consumo natural y de energía cada vez menor.La eco-eficiencia es sin duda una de las vías a seguir,pero sola no basta. Muchos economistas han hechonotar que no sirve de nada fabricar productos másligeros, si simultáneamente cada vez se hacen más. Lo había entendido tambien William Stanley

Jevons, economista inglés del final del XIX. Su puntode observación eran las calderas de vapor. La tecno-logía mejoraba, cada año las hacían más eficaces, elconsumo de carbón tendría que disminuir y de hechodisminuía en cada caldera, pero crecía en todo elpaís, porque aumentaban las calderas en circulación.

El fenómeno ha sido bautizado como efecto-rebote o paradoja de Jevons y está a la vista detodos. Aunque hayamos entrado en la era de losordenadores y de la economía inmaterial, los paísesopulentos continúan aumentando el consumo deenergía y de materias primas. En Italia, entre 1995y 2005 el consumo de energía ha aumentado un14% y también las emisiones de anhídrido carbó-nico han crecido el 12 %. A nivel de la Unión Euro-pea el consumo neto de materias (minerales, com-bustibles, biomasa) ha pasado de 15’9 toneladasper capita en 1980 a 17’5 en el 2000; un aumentodel 10 %. Y sin embargo, en el mismo periodo laincidencia de los materiales por cada euro de rique-za producida ha disminudo un 39 %17. Aunque nonos guste, sin la sobriedad no llegaremos a ningu-na parte.

6. La eficacia es buena, pero no basta

En la vida de todos los días, la sobriedad pasaa través de pequeñas opciones y entre ellas: menoscoches y más bicicletas, menos transporte privadoy más transporte público, menos carne y máslegumbres, menos productos globalizados y másproductos locales, menos meriendas elaboradas ymás bocadillos caseros, menos alimentos congela-dos y más productos de temporada, menos aguaembotellada y más agua del grifo, menos alimentosprecocinados y más tiempo en la cocina, menosproductos confeccionados y más productos a gra-nel, menos envases que tirar y más líquidos debarril. Esquemáticamente la sobriedad se puederesumir en 10 consejos:� Evita usar y tirar. Es la forma de consumo demayor desperdicio y mayor producción de basura.

� Evita lo inútil. Antes de comprar cualquier objetopregúntate si tienes verdadera necesidad o siestás cediendo a la presión de la publicidad. Algu-nos ejemplos son el agua embotellada, la ropa demoda, el móvil a la última.

� Prefiere lo usado. Si has decidido que tienesnecesidad de algo no te precipites a comprarlonuevo, date antes una vuelta entre los amigos y

7. Los caminos de la sobriedad

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parientes para comprobar si puedes obtener deellos lo que buscas.

� Consume libre de residuos. Cuando hagas lacompra presta atención a los envases. Privilegiala confección ligera, los envases reutilizables, losmateriales reciclables.

� Auto-produce. Elabora tú mismo yogur, mermela-das, dulces y todo lo que puedas; evitas kilóme-tros y embalaje.

� Consuma cerca y natural. Comprando cerca y bio-lógico, evitas kilómetros, sostienes el empleo ymantienes un ambiente sano.

� Consume en grupo. Es la mejor manera de permi-tir que muchos satisfagan sus propias necesida-des, manteniendo al mínimo el consumo de

recursos y de energía. Además del autobús y deltren, puedes compartir muchos otros bienesduraderos: coche, bici, aspirador, taladradora,lavadora.

� Repara y recicla. Alargando la vida de los objetosahorras recursos y reduces basura.

� Disminuye el recibo de la energía. Yendo en bici-cleta, aislando la casa, invirtiendo en energíarenovable, utilizando electrodomésticos eficaces ygestionándolos con inteligencia, reduces el con-sumo de energía con provecho para las fuentesenergéticas y el billetero.

� Recupera los desperdicios. Practicando de formacorrecta la recogida diferenciada, permites quelos desechos revivan en nuevos objetos.

Varias experiencias personales y de grupodemuestran que la sobriedad es posible y liberadora,pero preocupa por sus aspectos sociales. No es unacasualidad que, más que las empresas, son los sindi-catos y los partidos de izquierda quienes se oponen areducir el crecimiento. Les preocupa la igualdad, elempleo y los servicios públicos, a veces por una difi-cultad objetiva, a veces por anacronismo. En losambientes marxistas aún están de moda ciertos esló-ganes patéticos, como “no se puede repartir lapobreza” o “primero producir riqueza y luego distri-buirla”. Ciertas afirmaciones estaban bien en la épocapreindustrial, no en la sociedad de la opulencia, quetiene riqueza para dar y tomar.Son más justificables las preocupaciones por el

empleo y por los servicios públicos: si consumimosmenos ¿qué va a ser de los puestos de trabajo? Locierto es que si adoptáramos un verdadero programade reciclaje, podríamos crear miles de puesto de tra-bajo: personas para la recogida a domicilio, personasque seleccionan el material para separar lo que sepuede arreglar y lo que ya es inútil, personas dedica-das a la cadena de separación de plástico, metales,madera o cualquier otro tipo de materiales, personasque trabajan en las industrias para la recuperación dematerias primas. La oficina internacional de reciclajede Bruselas calcula que, a nivel mundial, el sectorocupa a un millón y medio de personas para una fac-

turación equivalente a 160.000 millones de dólares18.Pero la UNEP, la agencia medioambiental de la ONU,cree que se subestima la cifra. Según sus cálculos,sólo en USA, Brasil y China, el reciclaje en todas susformas da empleo a 12 millones de personas19.También es verdad que una mayor atención por

el ambiente crea empleo mediante el refuerzo de sec-tores como la depuración de las aguas, el asesora-miento a las empresas para el ahorro energético y dematerias primas, el desarrollo de las energías alter-nativas, la agricultura biológica, la protección de losbosques y del territorio. Pero hay que admitir queentre los puestos creados y los perdidos, el saldosería negativo. Si dejáramos de ir en coche, si dejára-mos de llenar nuestro armario de vestuario inútil, sidejáramos de llenar nuestros carritos con plásticoabsurdo, si reparásemos nuestros electrodomésticosen lugar de tirarlos, si prohibiéramos la publicidad,perderíamos centenares de miles de puestos de tra-bajo, tal vez, millones; así como los perderíamos sicerráramos las fábricas de armas, las fábricas quími-cas que generan tumores, las fábricas de pesticidasque envenenan terrenos agrícolas y fallas acuíferas.Un paso obligado, pero que preocupa.¿Y si producimos menos, y en consecuencia

ganamos menos, quién va a dar al Estado el dinerocon que garantizarnos instrucción, sanidad, viabili-dad, transportes públicos? Tanto más, cuando la Nº

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8. Alarma por el empleo y por los servicios

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popularidad de las tasas ha bajado a mínimos histó-ricos. Las pagan de mala gana los pobres y, aúnmás, los ricos. Sin embargo, todos quisiéramosuna buena sanidad, una buena escuela, trenes pun-tuales y limpios, procesos judiciales veloces, unaburocracia eficiente. Pocos impuestos y muchosservicios, eso es lo que queremos, el clásico “tenerla bota llena y la mujer borracha”.Los políticos lo saben y el conejo que todos los

gobiernos sacan de la chistera se llama crecimien-to. Es una cuestión de números. Si aplicamos unaalícuota del 10% sobre una riqueza de 1000 se

ingresan 100, si aplicamos la misma alícuota a unariqueza de 10.000 se ingresan 1000. La misma alí-cuota logra generar un rendimiento más alto en lamedida en que crece la tarta de la que se obtiene. Deaquí la conclusión de todos los gobiernos, ya seande derechas o de izquierdas: “¿queréis muchos ser-vicios y bases alícuotas fiscales? Entonces, haga-mos crecer la economía”.Mientras había margen de crecimiento el razo-

namiento era impecable, pero ¿cómo arreglárnoslasahora que ya no podemos crecer más, sino quehemos de reducir?

Para conjugar sostenibilidad, pleno empleo yderechos para todos, se necesitan tres cambios:político, cultural y organizativo. Desde un punto devista político se trata de volver a definir las rutaspreferentes de la economía: ¿lo público o lo priva-do? ¿local o global? ¿grande o pequeño? ¿lento oveloz? ¿centralizado o repartido? La primera impre-sión es que el buenvivir requiere más solidaridad,menos mercado, más local y menos global, másautogestión y menos dinero, más colectivo y menosprivado. Pero la experiencia nos ayudará a estable-cer si esta intuición es correcta.Desde un punto de vista cultural, tenemos que

disponernos a revisar nuestra forma de entenderlos grandes temas de la economía: el bienestar, laciencia, la tecnología, la naturaleza. Por ejemplo,debemos convencernos de que el trabajo es unfalso problema. Nuestra aspiración no es cansar-nos, sino garantizarnos alimento, alojamiento,salud, instrucción y todas las demás necesidadesde la vida. Como en el sistema mercantilista elúnico modo de satisfacer nuestras necesidades esmediante la compra y, dado que esta prácticarequiere dinero, vivimos el trabajo como una cues-tión de vida o muerte. Pero si encontráramos elmodo de garantizar nuestras seguridades sin pagar-las, podríamos prescindir del trabajo asalariado ydel crecimiento. La dependencia del dinero también es un pro-

blema de ámbito político. Hoy la economía públicaestá doblemente atada al crecimiento: como parafuncionar necesita dinero, para obtener dinero

necesita un elevado ingreso fiscal; y para garanti-zarse una alto ingreso fiscal necesita una economíadel crecimiento. Una vez más el problema es eldinero y, una vez más, la solución es desembara-zarse de él. Liberemos la economía pública deldinero y la libraremos de las cadenas del creci-miento. Este es un ejemplo que muestra la necesi-dad de afrontar la tercera gran transformación, lade tipo organizativo.Cambio de estrategia, cambio cultural y cam-

bio organizativo sólo son transformaciones posi-bles si volvemos a empezar desde el principio, sipartimos de algunas preguntas de fondo: ¿paraquién y para qué se debe organizar la economía?¿para los mercaderes o para la gente? ¿para el tenero para el ser? ¿para el privilegio de unos pocos opara los derechos de todos? ¿respetando el plane-ta o en la óptica del saqueo? Si la respuesta es quela economía debe estar organizada para la gente,entonces tenemos que volver a pensar el progra-ma económico a partir de las necesidades. Como sedirá mejor a partir de la pág. 17, las necesidades sedividen en dos categorías: necesidades fundamen-tales y deseos. Los primeros son derechos que hayque garantizar a todos, porque pertenecen a la dig-nidad humana. Los segundos son opcionales, deja-dos a la discreción de cada cual por correspondera los gustos y exigencias personales. En conse-cuencia, los derechos pertenecen a la solidaridadcolectiva y, los deseos, al mercado. De lo que seconcluye que la economía se debe organizar dis-tinguiendo objetivos e instrumentos. No un mismo

9. La economía de las tres casas

instrumento para todo, sino para cada objetivo elinstrumento más apropiado. Exactamente comohace el carpintero. En su cajón tiene la sierra, eldestornillador, el martillo. Cuando hay que cortaruna tabla usa la sierra. Cuando tiene que remacharun clavo usa el martillo. Cuando ha de desmontarun mueble usa el destornillador. No usa el martillopara todo, si no, más que carpintero, sería un rom-pemuebles enloquecido.Si en la economía capitalista las cosas no fun-

cionan así, es porque el mercado se ha elevado alrango de dogma. Es el instrumento príncipe, lapanacea para todas las situaciones, el eje en tornoal cual gira toda la economía; y el tirano del quedepende todo: nuestro trabajo, nuestro salario, elbuen funcionamiento de la economía pública. Enconclusión, es como si hubiéramos construido unedificio asentado sobre un único pilar.Una dependencia absurda y peligrosa, no sólo

porque cada vez que tenemos que construir unahabitación nueva hay que desperdiciar cementoen reforzar el pilar central, sino, sobre todo, por-que si el pilar se cae, se hunde el edificio entero.En época de recesión tocamos con la mano que lacrisis no se reduce al mercado, sino que seextiende al sistema entero: el consumo se con-trae, se hunde el empleo, los servicios públicos setambalean.Esta peligrosa dependencia no se debe a una

ley natural, sino a la prepotencia de los mercaderes,que han obligado a la economía entera a que seestructure en torno a sus intereses. Tras ocho siglosde colonización estamos invadidos por la culturamercantilista, razonamos sólo en términos de dine-ro, calculamos la riqueza nacional sólo en términosde mercancía, no imaginamos más espacio econó-mico que el mercado y la compra-venta. Ya nuestropensamiento se ha hecho unidimensional. No con-cebimos más actitud que la avaricia, la gananciaindividual, la búsqueda del beneficio. Valores comodon, gratuidad, amistad, solidaridad, están olvida-dos, incluso ridiculizados, cosas de niños que vana catequesis. Hasta el papel de la política ha cam-biado. Hace tiempo su tarea era gestionar la cosapública a favor de los ciudadanos. Hoy, su tarea essostener el mercado, garantizarle espacio de creci-miento, concederle que funcione sin más vínculosque un falso respeto a su código de honor que, alfinal, se resume en la competencia. Al mercado

siempre se le perdona, se le justifica, se le apoya,incluso cuando pone en riesgo la estabilidad delsistema en nombre de la avaricia. Hemos tenido yauna prueba con la crisis financiera del 2008: losgobiernos de todo el mundo han desembolsadocentenares de miles de millones de euros para sos-tener a los bancos en riesgo de quiebra por gestio-nar el dinero de sus propios clientes como jugado-res de póker. Y ni un solo ejecutivo ha sidoprocesado.El único camino –tanto en la economía pública

como en nuestra vida privada– para librarnos de laobsesión del crecimiento, se llama autonomía. Yahay que dejar de concebir la economía como unedificio construido sobre un único pilar, sino comouna aldea formada por muchas casas, cada unatotalmente independiente de las otras, cada una

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La otra vía del desarrollismo a la sobriedad, programa para una economía de lo necesario

con su propio generador de corriente, su propiopozo de agua, sus propios almacenes. Si acaso unedificio se derrumba o simplemente se queda aoscuras, los demás permanecen indemnes y pue-den continuar garantizando alojamiento seguro. Y

ahí aparece la economía de las tres casas: la delháztelo tú mismo, la de la solidaridad colectiva, ladel intercambio mercantil. Cada una con sus pro-pias tareas, su propia autonomía, sus propiosmecanismos de funcionamiento.

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En el reino de los comerciantes el háztelo túmismo no está bien visto, se considera un enemigoporque se contrapone a los negocios y hace a lagente más libre. Cada vez que producimos algosolos debilitamos el mercado y nos desvinculamosdel trabajo asalariado porque nos desembarazamosdel dinero.El desprecio del sistema por el háztelo tú

mismo es tan grande que no lo contabiliza ni siquie-ra el producto interior bruto (PIB) que registra lariqueza producida en la nación. El PIB incluye hastalos botones y los alfileres, pero ignora el trabajodesarrollado entre las cuatro paredes de la viviendapara mantener la casa limpia, cocinar, lavar, educara los hijos, asistir a los ancianos. Trabajo de funda-mental importancia, sin el que iríamos por ahísucios, nuestras casas estarían invadidas por losratones, enfermaríamos de disentería, tendríamosun ejército de niños de la calle. Según un viejo estu-dio francés estas actividades absorben las tresquintas partes de todo el trabajo realizado, pero noentran en el PIB simplemente porque son trabajoregalado, no remunerado20.Sin embargo, se contabiliza el trabajo del obre-

ro que produce minas anti-persona, del técnico queproduce pesticidas, del estanquero que vende cán-cer, hasta del crupier que hace girar la ruleta, por-que todos ellos reciben una remuneración endinero. Útiles o inútiles, beneficiosos o dañinos,para el PIB no hay diferencia, basta que se trate detrabajos orientados al mercado.En el siglo XX el símbolo de la revolución eran

hoz y martillo, hoy podrían serlo destornillador ybrocha. Uno, símbolo de auto-reparación, otra, deauto-mantenimiento. Un emblema del háztelo túmismo para afirmar que la economía no debe estaral servicio del mercado, sino de la persona. Traba-jar, producir, consumir, no para enriquecer a los

negociantes, sino para permitir a todos poder satis-facer sus propias necesidades de la forma mássegura para sí, para los demás, para el medioambiente. Autonomía e independencia son palabrasolvidadas en este sistema, pero la primera regla deuna economía organizada para la gente es ponerla,lo más posible, en condiciones de cuidar de sí mis-ma sin depender del consumo y del chantaje ajeno.En 1789 se hizo la revolución contra el absolutismodel Rey. Hoy, hay que hacerla contra el absolutismodel mercado. Contra la ideología que quiere reducira todos a siervos que se venden en el mercado deltrabajo para ganar cuatro cuartos con que poderdespués acceder a un nuevo mercado, el de lasmercancías, donde gastar el propio sueldo y, des-pués, vuelta a empezar desde el principio. Los mer-caderes saben que la gente no pasa espontánea-mente de la condición de persona libre a la deasalariado; desde el comienzo de la revoluciónindustrial han puesto en marcha una estrategia dedesvalijamiento para obligarla a someterse. Hancomenzado con la expropiación de las tierras y han proseguido con la de los saberes para llegar aarrebatar la autoestima. Un muñeco, convencido deno saber ni sonarse los mocos y sin otra forma de valerse por sí mismo que comprarse cuantonecesita, buscará trabajo con espíritu de total sumi-sión. Aceptará cualquier forma de contrato, no seapuntará al sindicato, no reivindicará ningún dere-cho. Y el patrono visto, no como explotador, sinocomo benefactor.

Pan, mermeladas, jerseys, huerta, reparacio-nes: son muchísimas las cosas que podemos hacer-nos. Entre buscar un trabajo para ganar 5000 euroscon que pagar un pintor, o pintarnos nuestra casanosotros mismos, ¿no tendría más sentido lasegunda opción? He aquí un buen cortocircuito enel sistema, que nos haría recuperar seguridad y

10. La casa del “háztelo tú mismo”

libertad. Cuantas más cosas logramos hacer solos,menos dinero necesitamos, menos necesidad deun trabajo retribuido, menos necesidad de aumen-tar el consumo ajeno; más independientes del mer-cado y de las decisiones inversoras de los merca-deres. Por fin más libres, más dueños de nuestravida y también más satisfechos, porque el háztelotú mismo te brinda sensaciones que no se hallancuando se trabaja sometido. Es el placer de pro-yectar y organizar el trabajo a nuestro aire. Es elgusto de llevar a término un proyecto. Es la satis-facción de gozar directamente del fruto de nues-tros esfuerzos.Quien ya peina canas recordará que durante la

segunda posguerra muchas familias se construíanellas mismas hasta las casas. Hoy resulta una cosarara, porque hemos perdido la habilidad manual.Pero no sería imposible rectificar, bastaría conreformar la escuela, se necesitaría que quien hacelos programas escolares dejase de despreciar eltrabajo manual y dejase de tenernos por monstruos,todo cabeza y sin manos. Las manos encallecidasde un chaval de 15 años nos horrorizan, porquenos hacen pensar en la escuela que le ha faltado yen la explotación sufrida. Pero también impresionanlas manos débiles, pálidas, casi transparentes demuchos de 20 años que dan la sensación de algomortecino. Sin duda, la muerte del saber hacer, por-que muchos jóvenes ni siquiera saben tener en lamano un martillo. Lo cual es una carencia, porquequien no sabe usar las manos es como si estuvie-ra amputado. Le toca a la escuela colmar esta lagu-na, porque su papel no es dar nociones, sino edu-car a los chicos para que sean personas libres,soberanas, dueñas de sí desde todos los puntos devista, incluso el de saber desempeñar las funcio-

nes más comunes de la vida. Por eso debería dedi-car tiempo a lo manual.Por la misma razón debería insistir más en los

temas sanitarios. Muchos de nosotros no tienenconciencia del propio cuerpo, no saben cómo estáhecho, ni cómo funciona. Conviven con él, pero nolo han descubierto nunca. Se enteran de su presen-cia sólo cuando algo no funciona. Entonces se diri-gen al médico con una actitud de total sumisión,porque no comprenden siquiera lo que dice.La salud es nuestro bien primario, pero más que

de las prescripciones del médico, depende de unaalimentación sana, de una correcta higiene personal,de la capacidad de leer precozmente las señales quenos envía el organismo. En fin, de la capacidad desaberse administrar. Ésta es una dimensión muycaracterística del háztelo tú mismo, que se ejercemejor a través del saber que del hacer. Un saber quele corresponde a la escuela dárnoslo y que sólo noslo dará si se pone en la perspectiva de servir a laspersonas y no al mercado. El mensaje del háztelo tú mismo es un fuerte

deseo de esencialidad, libertad, sostenibilidad, tresobjetivos que se pueden potenciar si el háztelo túmismo se pone en relación de intercambio: el mer-cado a la antigua, no entre quien tiene el poder yquien lo sufre, sino entre iguales. No entre merca-der y cliente, sino entre productores. Un intercam-bio de vecindad entre gente que vive en el mismoedificio, en el mismo barrio: tú me arreglas la bici-cleta, yo te regalo una tarta; tú me arreglas la lava-dora, yo te regalo verdura. No sólo intercambio deobjetos sobre la base del trueque, sino intercambiode servicios bajo la forma de los Bancos de Tiempo,como está sucediendo en más de trescientas ciu-dades italianas (www.tempomat.it).

El háztelo tú mismo es una solución óptima entodos aquellos ámbitos, y son tantos, en los queprevalecen experiencia y manualidad; en todo casodonde la teconología es de una talla menor. Peroapenas surge la necesidad de un objeto o de un ser-vicio más elaborado hay que recurrir a las formasorganizadas de producción. Las estructuras pro-ductivas que necesitamos son muchas, pero las

fórmulas organizativas posibles son dos: serviciopúblico o empresa privada. Y ¿qué atribuir a uno ya otra? Para obtener respuesta hay que partir delas necesidades. Desde un punto de vista social,las necesidades no son todas iguales, algunas sonmás importantes que otras, porque responden anecesidades vitales desde el punto de vista físico,psíquico, social. El aire para respirar, el agua para

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beber y lavarse, el alimento para nutrirse, el vesti-do para cubrirse, el techo para protegerse, el fue-go para calentarse y cocinar; pero también la ense-ñanza para aprender, las medicinas para curarse, eltren para viajar, el teléfono para comunicar, sonnecesidades de las que no podemos prescindir, por-que tienen que ver con nuestra dignidad personal.Por esto se definen como necesidades fundamen-tales, automáticamente elevadas al rango de dere-chos, es decir, exigencias que todos han de podersatisfacer, al margen de ricos o pobres, hombres omujeres, jóvenes o viejos, blancos o negros.Precisamente porque afectan a todos, los dere-

chos no pueden pertenecer al mercado. Con losmiles, millones, de empresas de todas las dimen-siones y sectores, desde el punto de vista de laoferta, el mercado es inigualable. Logra ofrecer detodo: bienes fundamentales y bienes de lujo, obje-tos comunes y raros, productos lícitos y productosilegales, medios de paz y medios de guerra. Peroen todas partes hay reglas y también el mercadotiene las suyas. La regla es que nos puede dar detodo, pero que para obtenerlo hay que pagar.Entonces descubrimos que el mercado no es paratodos. El mercado sólo es para quien tiene dinero.Quien tiene dinero para gastar es el más acogido,el más cortejado, el más venerado. Quien no lo tie-ne es el más rechazado, el más excluido, el másdespreciado.Los derechos no pertenecen al mercado, sino a

la solidaridad colectiva. Más precisamente, pertene-cen a la comunidad organizada, que hace un pactointerno para garantizar los derechos a todos,mediante la contribución de cada uno: quien mástiene, paga también por el que no tiene, incluso por-que a menudo también las fortunas se han construi-do a costa del sudor y la miseria de los otros. Peroel mecanismo fiscal tiene el defecto de hacer depen-der los recursos a disposición de la comunidad dela marcha de la economía general. Si la economía vabien, la comunidad ingresa mucho y garantizamuchos servicios. Si, en cambio, va mal, ingresapoco y está menos presente precisamente cuandomás se la necesitaría. No tenemos necesidad de lasolidaridad colectiva cuando tenemos salud y unbuen trabajo. Nos es necesaria cuando estamosenfermos y en paro. Por esto la recesión nos damiedo y rezamos con las manos juntas para que laeconomía vuelva a crecer.

Mientras era posible crecer no había proble-mas, pero hoy, que somos unos paquidermos sinmargen de crecimiento, ¿qué estrategia usaremos?La solución es la autonomía que se logra al desvin-cularse del dinero o, por lo menos, con su reajus-te: una economía pública que funcione, no conimpuestos sobre la renta, sino con impuestos detiempo; todos llamados a pasar parte del propiotiempo en un servicio público, porque el trabajo esel recurso más abundante que tenemos y es la fuen-te originaria de cualquier riqueza. Lo cual no signi-fica abolición total del sistema fiscal, sino cambioradical de objetivo: no ya una fuente de financia-ción de la economía pública, sino un instrumentopara enderezar la tercera casa, la del mercado; paraempujar a los consumidores y a las empresas haciaopciones de mayor respeto ambiental y social. Bienes y servicios gratuitos a cambio de traba-

jo gratuito. Podría parecer una utopía, en realidadni siquiera es una forma muy original, corriente enalgunos ambientes. Un ejemplo es la limpieza urba-na. El servicio no comienza por la calle a costa delos basureros, sino en nuestras casas. Cuando deci-dimos seleccionar la basura echando las botellasen el Vidrio, los periódicos en el Papel, las bolsasen el Plástico, activamos la primera fase de la reco-gida de desperdicios: sólo si ésta se hace correcta-mente, todo lo demás procede sin obstáculos. Pen-semos también en la asistencia sociosanitaria.Cuando mantenemos en casa un anciano postradoen cama y lo asistimos orientados por el personalsanitario, de alguna manera estamos colaborandocon el servicio de salud. Cuando el servicio socialnos pide que recibamos a un niño en acogida tem-poral nos está declarando que ciertos problemasse resuelven –más aún, se previenen– únicamentesi la comunidad está dispuesta a entrar directamen-te en el juego. Por lo demás, el 15% de los italianos se com-

promete en el voluntariado; unos para dar de co-mer a los enfermos, otros para apagar incendios,otros para limpiar las playas, otros para recoger he-ridos, otros para servir la sopa en la mesa de lospobres. ¿Y el voluntariado qué es sino un serviciogratuito puesto a disposición de la colectividad?Nueve millones de italianos nos están diciendo queno se conforman ya con una relación con la socie-dad mediatizada por el dinero. Quieren contacto di-recto, compromiso, participación, porque eso los

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hace sentirse mássatisfechos y reali-zados. Y entonces¿por qué no empe-zamos por institu-cionalizar el volunta-riado creando el ser-vicio social obligato-rio para todos los deveinte años? De re-pente dispondría-mos de forma per-manente de una can-tidad increíble depersonal que nospermitiría resolveruna enormidad deproblemas sociales yambientales. Por nohablar del efectoeducativo que un pe-riodo al servicio dela comunidad produ-ciría sobre los jóve-nes: por fin se re -crearía el sentido depertenencia y de im-plicación comunita-ria que sostienen laconvivencia civil. Además de un placer, la participación directa se

está convirtiendo en una necesidad. Por varias ra-zones el dinero disponible de los ayuntamientoscada vez es más escaso: o se inventan algo o cie-rran todos los servicios. La única solución posiblees la implicación directa de los ciudadanos, dejan-do que la fantasía indique las fórmulas más apro-piadas. En julio de 2004, tras el enésimo recorte defondos, la Junta municipal de Vervio, en Valtellina,decidió dedicarse ella misma a las obras públicas.El alcalde y los concejales se convirtieron en im-provisados peones urbanos: tomaron la camione-ta municipal, un grupo electrógeno, y calle por ca-lle volvieron a pintar los pasos de cebra, los stop ytoda la señalización que hace más segura la circu-lación vial. El acalde, Giuseppe Saligari, entrevista-do por Repubblica, explicó así la decisión munici-pal: “aunque somos un ayuntamiento de apenas243 habitantes, tendríamos necesidad de otros

50.000 euros paralas necesidades másurgentes; pero elgobierno, en vez dedárnoslo, nos quitael dinero. Así quehemos decidido ac-tuar solos”. Ejemploa seguir en cadaayuntamiento de Ita-lia: la gente podríacuidar sus propiascalles, sus propiosjardines, su propiotráfico, su propia se-guridad social. Paraciertas tareas no senecesita la licencia-tura, sólo sentido deresponsabilidad.Desde que la de-

lincuencia menorviene presentadapor los medios decomunicación comoel problema princi-pal, en muchas ciu-dades se han consti-tuido rondas noctur-nas para garantizar

a los barrios seguridad. Es triste que sólo se des-cubra el sentido comunitario para defender lo nues-tro, o peor todavía, para maltratar a quien no nosgusta; pero tiene de positivo que demuestra que laidea de implicarnos directamente en el logro de in-tereses comunes no nos resulta escandalosa. Elproblema es por cuáles objetivos actuar: cierta-mente, no para reprimir, sino para incluir. Hemosde impedir que se formen rondas de policía étnica,que van por ahí para romper la cabeza a los gays ya los inmigrantes, pero hemos de promover la cre-ación de vigilantes sociales, miembros de la comu-nidad que velen por los barrios para localizar aquien se halla en situación de necesidad y activarpronto todos los instrumentos de solidaridad co-lectiva. Es impensable poder eliminar las situacio-nes de marginación sólo con los servicios y las es-tructuras especializadas; hace falta una comunidadcon los ojos abiertos sobre su propio tejido social

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que trama relaciones, interviene, sostiene. Un típi-co ejemplo se refiere a los pacientes psíquicos.Como nos ha enseñado Franco Basaglia, la alterna-tiva al manicomio es un eficaz servicio a domicilio,asociado a una actitud de acogida, de apoyo, deamistad, en el vecindario. La misma solidaridadque se necesita con los ancianos. Muchos de ellosno tienen necesidad de asistencia especializada,sólo de ayuda doméstica, que todos son capacesde dar. Si las familias de cada edificio se pusierande acuerdo, podrían hacerse cargo de las dos o tresparejas de ancianos que ya no son autosuficientes.Bastaría que se organizaran por turnos para prepa-rar las comidas, para mantener sus casas en orden,para hacer la compra, para ayudarlos en el baño.Por el contrario, los ancianos en mejor situaciónpodrían estar disponibles para mantener pequeñasguarderías-cuna, autogestionadas a nivel de barrioo incluso de edificio. En Dinamarca sucede. Por lodemás, ante la escasez de servicios ofrecidos al pú-blico, también en Italia sucede que algunas parejasse ponen de acuerdo para cuidar por turno los ni-ños de todos. Demuestra que, para resolver tantosproblemas relativos al cuidado de la persona, bas-taría reactivar la política de la buena vecindad, ha-bitual en los caseríos de un tiempo. Reactivarla yreconocerla como servicio social. El mismo reco-nocimiento que habría que dar al trabajo desarro-llado tras las cuatro paredes de casa. Los hijos sonel fundamento del mañana y es de interés de todosque crezcan sanos, equilibrados, bien educados.Todo esto es posible dentro de una nueva orga-

nización social que adopta otro concepto de capital.Capital es un adjetivo que significa importante, fun-damental. Como todos los adjetivos debería acom-pañar siempre a un nombre. De hecho, cuandodecimos capital, queremos decir la riqueza capital,o sea, la riqueza principal. En el sistema actual lamáxima riqueza, la que más cuenta, es el dinero.Así, capital y dinero llegan a ser palabras intercam-biables. Pero ésta es la visión de los mercaderes. Enla óptica de una economía al servicio de la gente, elcapital, la riqueza máxima, es la cohesión social. Esla clásica unión que hace la fuerza. Es la comuni-dad. Es la codivisión del trabajo y del saber para elapoyo recíproco. Esta verdad es tan banal que pare-ce superfluo tener que afirmarla. Y sin embargopara muchos es una novedad, porque la comunidadno pertenece a su horizonte cultural. Además de la

familia y del grupo de amigos, para muchos denosotros no existen más formas de agregaciónsocial. Vivimos en edificios poblados por cientos depersonas, pero apenas salimos del umbral de nues-tra casa nos sentimos en tierra extraña. No conoce-mos las familias de los apartamentos de al lado,tenemos relación con los de arriba sólo para pedir-les que hagan menos ruido.Todo ha contribuido un poco a separarnos los

unos de los otros: la cultura individualista, las ciu-dades demasiado grandes, la falta de espacioscomunes en las comunidades de vecinos, el exce-so de dinero en nuestros bolsillos, que nos hahecho creer poder resolver todo solos. Paradójica-mente también el estado social, distintivo de lassocialdemocracias, ha trabajado en esta direcciónal sustituir la comunidad con las instituciones. Ysin embargo, si lográramos restablecer las relacio-nes de vecindad, ganaríamos en dinero, recursos ybuenvivir. Cada vez que un automóvil se muevecon sólo el conductor a bordo es un sacrilegio con-tra la eficacia energética. No es casual, que ademásdel car-sharing, que consiste en adquirir un cocheen común, la otra consigna sea car-pooling, queconsiste en no moverse nunca de casa sin pregun-tar al vecino si tiene que ir en la misma dirección.Donde las familias logran estrechar relaciones seprestan objetos, se hacen favores mutuos, se ayu-dan en el momento de necesidad, se invitan acenar, comparten bienes y servicios. Además delcoche se puede poseer en común la aspiradora, lalavadora, la taladradora, la videocámara… instru-mentos que se usan esporádicamente. Las familiasque optan por vivir en edificios semicomunitarios,en co-housing, para decirlo a la inglesa, disponende espacios comunes para utilizarlos en común:lavandería, sala de juegos, biblioteca, pequeñotaller; un verdadero salto cualitativo respecto dequien vive agazapado en su madriguera, en edifi-cios concebidos como conejeras.Por ahora la idea de hacer funcionar la máqui-

na pública mediante el trabajo directo de los ciuda-danos no es más que una sugerencia; los detallestécnicos no se pueden definir a priori, dependen delas tecnologías utilizadas, de la cantidad de servi-cios a cubrir, de la flexibilidad que se pretendaadoptar. Podrían ser dos días a la semana, unasemana al mes, algún mes al año transcurridos enun servicio público o en una fábrica pública. Cada

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uno donde mejor prefiera, en la tareaque va más con él. Uno de chofer,otro de enfermero, otro de adminis-trativo, otro de policía, otro de bom-bero, otro de mecánico, otro deprogramador, otro de albañil. Al final,lo descartado por todos podría ejer-cerse por rotación. En cualquier caso,las tareas son muchas, cada unoencontraría su puesto. A lo mejor,algún tiempo en un servicio, otrotanto en otro, con periodos de re-cualificación para poder cambiar detrabajo. Las fórmulas organizativaspodrían ser varias, la experienciaayudaría a encontrar la mejor paragarantizar al mismo tiempo un buenservicio y una buena calidad de vida.Ciertamente llegaríamos a garantizara todos un puesto de jornada reduci-da (part-time). Cada persona podría comenzar

por asumir gradualmente las propiasresponsabilidades, lentamente, a par-tir de la adolescencia, hasta asumir laforma plena en la edad adulta y,luego, disminuir de nuevo en la vejez.En concreto, cada adulto podría ponera disposición de la comunidad algúndía al mes; a cambio, la comunidadgarantiza a cada persona, desde lacuna a la tumba, el derecho de acce-der gratis a todos los servicios públi-cos. No más tarifas sanitarias, no mástasas escolares, no más billetes paralos transportes locales. Servicios gra-tuitos, y también bienes gratuitos.Para empezar, agua, luz, gas, a domi-cilio. Tarifa cero para los consumosbásicos. Luego, precios crecientes,para evitar el derroche. Para alimento,vestuario y otros bienes de primeranecesidad las fórmulas pueden ser varias. Unahipótesis podría ser la asignación a cada uno deuna tarjeta electromagnética, de recarga mensual,para utilizarla en la recogida gratuita de una canti-dad predeterminada de bienes en los despachospúblicos. Una especia de pensión de existencia,garantizada a todos. No una obligación, sino una

oportunidad que cada uno puede coger o rechazar.Lo importante es crear las condiciones para que elmínimo vital no le falte a nadie.

Queriendo resumir, podemos decir que lossectores de los que la estructura pública debeocuparse son una decena, divisible en dos gran-

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des capítulos: exigencias vitales y derechos socia-les. Al primero pertenecen el agua, el alimento, elvestuario, la casa, la energía, la higiene pública yla protección ambiental. Al segundo, la sanidad, lainstrucción, las comunicaciones, los transportes,la investigación. La gran novedad es que debemosgarantizarlas a través del trabajo de todos. Pero nosólo. Para garantizar al público plena autonomíatenemos que volver a garantizarle una retaguardiaproductiva. Tras años de privatización, el aparatopúblico ya no tiene una sola fábrica y está obliga-do a comprar en el mercado todo lo que necesita.Del papel a las escobas, de los ordenadores a laslocomotoras. Y sin embargo, en ciertos sectores,el estado es el cliente principal, si no el exclusivo.Un ejemplo de libro es lo farmacéutico. El serviciosanitario nacional absorbe él solo el 70% del gastototal de fármacos. Por algunos de ellos las cajaspúblicas desembolsan cientos de euros en su pre-paración, no tanto en el coste de producción cuan-to de patentes y beneficios. Alguien deberíaexplicarnos por qué tenemos que desangrarnos enenriquecer a los accionistas de las multinacionalesfarmacéuticas.En el conjunto no es aventurado estimar que el

10% del gasto público para adquirir materialesestá destinado a beneficios, un regalo absurdo quehacemos a la parte más rica de la sociedad, nosólo la nacional, sino incluso mundial. He aquíotra buena razón para separar la economía públicadel mercado, garantizándole un aparato productivoque la provea, si no de todos, al menos de losmedios principales para desarrollar sus propiasfunciones. No tiene sentido que el estado gestionefábricas de chocolatinas, pero es igual de insensa-to que no posea terrenos, granjas, manufacturas,establecimientos farmacéuticos, papeleras… paraproducir cereales y lácteos, fármacos y acceso-rios, locomotoras y ordenadores, papel y tejidospara su propia actividad. Esta opción, usual en elpasado, hoy está perseguida con todos los mediosposibles, porque el mercado no quiere renunciar aun negocio que vale 127.000 millones de euros, el25 % de la cuantía tributaria; eso ha gastado elEstado italiano, en el 2007, en compra de materia-les. Un negocio en cuyo entorno gira tambiénmucha corrupción.De Roma a Washington pasando por Bruselas,

instituciones y gobiernos se enorgullecen de ser los

guardianes del interés común. Los hechos dicenque más bien son funcionarios de prisiones arma-dos de pistola, dispuestos a hacer fuego contra elEstado si se atreve a tomar decisiones que no sondel gusto del mercado. De los 27 miembros queforman la Comisión Europea, 4 se ocupan decomercio, mercado, competencia y empresas; nisiquiera uno, del bien común. Pues el sentidocomún nos dice que la colectividad ganaría si elestado volviera a auto-producir sus propios instru-mentos y sus propios bienes de consumo. Gastaríamenos y podría ingresar hasta por vía comercial. Sivolviera a ser el gestor exclusivo del agua, del gas yde las redes eléctricas, dispondría de tres produc-tos clave que podría vender a las empresas a pre-cios rentables. Por fin sería posible realizar lafamosa rebaja fiscal para las clases más pobres,una reducción invocada por todos y, en realidad,querida por pocos.El paso desde una economía pública, basada

en el sistema fiscal, a una economía pública, quefunciona con el trabajo de todos, deja abiertosmuchos interrogantes que requieren experimenta-ción. Entre ellos están los niveles organizativos:¿qué tareas organizar a nivel nacional y cuáles anivel local? ¿Se han de privilegiar las grandes ins-talaciones productivas centrales, o pequeñas insta-laciones diseminadas por el territorio? ¿A través dequé órganos de gobierno gestionar los servicioslocales y nacionales? Las respuestas dependeránde consideraciones tecnológicas, de eficienciaenergética, de impacto ambiental, y también derazones de carácter humano, social, político. Porejemplo, se han de privilegiar fórmulas organizati-vas que favorezcan la participación y el sentido dela responsabilidad, porque sin la implicación per-sonal no se va a ningún sitio. Un objetivo que sealcanza al reconstruir el sentido comunitario yapreciar la dimensión pública, no como una reali-dad lejana y opresora, sino como una comunidadde la que formamos parte. De aquí la importanciade la dimensión local, porque sólo en lo pequeñose puede reconstruir el sentido de comunidad, apartir de la solidaridad en la comunidad de vecinos,de los lazos sociales a nivel de barrio, de la recupe-ración de las calles, de los jardines, de las guarde-rías, de las escuelas, de los centros de salud. Hallegado el tiempo de sustituir el dinero por la cohe-sión social.

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El mercado, como forma de intercambio, es unafórmula antigua. En cambio, el mercado capitalista,como forma de enriquecimiento a través de la ventade bienes y servicios obtenidos con el trabajo asala-riado, es más bien reciente. Los pensadores socialis-tas no reconocen derecho de ciudadanía al mercadocapitalista, pero la opinión pública moderna no pare-ce que piense lo mismo. No obstante esto, todos con-cuerdan en que hay que fijarle reglas y límites. En laperspectiva del buenvivir, el mercado se ocupa de losdeseos, todo aquello opcional, que no daña la digni-dad personal. De esto se derivan cuatro principios.

Primero: en caso de recursos escasos, el mer-cado tiene un papel subalterno a la economía públi-ca, ya que los deseos son de un nivel inferior quelos derechos.

Segundo: el interés privado no puede entrarnunca en colisión con el interés general; el mercadodebe someterse a las reglas y a las directivas defini-das por la autoridad pública para tutelar el interéscolectivo.

Tercero: la actividad privada debe conducirsecon respeto de los derechos de los trabajadores, delos consumidores, de los ahorradores, de los pro-veedores.

Cuarto: la producción y el comercio se debenorganizar de modo que se reduzca lo más posible elconsumo de energía, el uso de materias primas y laproducción de residuos. Sobre todo, este último punto exige novedades

significativas. Por ejemplo, requiere privilegiar lolocal respecto de lo global poniendo en circulaciónmonedas locales paralelas al euro, creando unatasa sobre los kilómetros recorridos por las mer-cancías, adoptando sellos de origen local. Requieredisuadir respecto al uso de recursos escasos(peces, madera, minerales, petróleo) con la impo-sición de tasas concretas, y estimular el uso deenergía renovable a través de incentivos adecua-dos. Requiere disuadir sobre la producción deenvases y desechos mediante tasas sobre losembalajes y tasas sobre la publicidad.Esta crisis nos dice que también las actividades

financieras deben ser reformadas en profundidad.Los bancos, la bolsa, las aseguradoras deben vol-

ver a sus papeles tradicionales, ni quioscos deapuestas, ni recolectores de dinero al servicio delos estafadores de turno, ni jugadores de azar. Losbancos deben volver a ser estructuras que recogenahorro para financiar inversiones productivas ysociales. Las bolsas, lugares donde se recogencapitales para el funcionamiento de las empresas.Las aseguradoras, estructuras que dan cobertura aun riesgo, a cambio de una compensación. Todobajo estrecho control público y con total transpa-rencia. Claridad de las operaciones y claridad delos compromisos asumidos respecto del debe, delhaber y de los riesgos. Es un verdadero crimenpermitir a las estructuras financieras jugar al azarcon el dinero ajeno, dando a los gestores lasganancias y descargando sobre los ahorradores laspérdidas.

12. La casa del mercado regulado

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El bien-vivir exige una mezcla correcta del ház-telo tú mismo, de la economía pública y del mer-cado; cada individuo insertado al mismo tiempoen los tres ámbitos, porque cada uno tiene una fun-ción distinta. Así que, no una ocupación sola, sinotres; no un único tiempo pleno, sino varios parcia-les (part-time); no flexibilidad al servicio de lasempresas, sino al servicio de los trabajadores, paraque puedan elegir cuántas horas trabajar en fábri-ca o en oficina, según sus propias metas de suel-do, exigencias familiares, modelos de vida. La pre-gunta no sería ¿qué trabajo haces?, sino ¿quétrabajos haces? Y como base de los tres tipos deobligaciones, el háztelo tú mismo para las necesi-dades personales y domésticas. Una especie delienzo atravesado con pinceladas de tiempos envarios colores: el de la economía pública para lasnecesidades fundamentales, el de la economía demercado para lo opcional. Cada lienzo, una pintu-ra original; infinitas variables personales y del sis-tema hacen a cada cuadro distinto de los otros.Los tiempos para el háztelo tú mismo y para el tra-bajo asalariado son diferentes entre un individuo yotro, según sus propias costumbres y exigencias;el tiempo dedicado a la economía pública es igualpara todos, según lo establecido por la colec -tividad. Lo único fijo, los protagonistas: en el cen-tro del háztelo tú mismo, los individuos y las fami-lias; en el centro de la economía pública, lacomunidad; en el centro de la economía de merca-do, las empresas.

13. Cuántos trabajos bonitos

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16 Artículo 8 de la nueva Constitución boliviana aprobada el 15 de diciembre de 2007.17 Wuppertal Institute, Resource Use in European countries, 2003.18 World Watch Institute, State of the world 2004.19 Unep, Green jobs: towards decent work in a sustainable, low carbon world, 2008.20 Adret, Travailler deux heures par jour, 1977.

Los cambios de sistema necesitan procesos lar-gos que presuponen un sujeto promotor y unasestrategias de intervención para difundir el nuevoproyecto y ponerlo en práctica gradualmente. A partir de tales objetivos se pueden distinguir

cinco estrategias resumidas en otras tantas palabrasclave: mostrar, probar, rechazar, forzar, consolidar.Mostrar significa indicar el horizonte hacia el

cual caminar. Es la tarea del proyecto que indique elcontorno de la nueva sociedad, de la nueva econo-mía, no sólo desde el punto de vista de los objeti-vos o de los principios, sino también de los límitesque hay que respetar y del orden organizativo quehay que construir. Un trabajo que hemos de realizarde forma colectiva, porque nadie tiene la receta enel bolsillo y porque ya no es tiempo de imponer,sino de compartir. Nuestro porvenir lo hemos de

construir todos juntos a base de discusión, refle-xión, experimentación.Por eso debemos esforzarnos en difundir nues-

tra propuesta, debatirla en todos los ámbitos posi-bles, enriquecerla con sugerencias nacidas deldebate, lograr que impregne la cultura popular yque se convierta en propuesta política. Por fin asis-tiremos al retorno de la verdadera política, la que seconcentra en los problemas y soluciones, no en lasingenierías del poder.Ya no estamos habituados a proyectar a lo grande,

nos hemos resignado a ocuparnos sólo de los detalles,de las luchas por los pequeños cambios posibles. Perosin proyecto no construimos, a lo más parcheamoscorriendo siempre tras las grietas abiertas en el siste-ma. Parchear es un deber, pero soñar es una necesi-dad, porque sin sueños perdemos el camino.

14. Mostrar

15. Probar

Probar significa demostrar a través de los hechosque cambiar es posible. Cuando practicamos lasobriedad, cuando promovemos un grupo de compra,cuando formamos un grupo para compartir el coche,cuando abrimos una tienda de comercio justo o unaventanilla de Banca Ética, cuando fundamos unacomunidad de vecinos solidaria, en fin, cada vez quelogramos vivir –a nivel personal y de grupo– situacio-nes propias de la economía del buenvivir, no sólo rea-lizamos un gesto de coherencia, sino que alcanza-mos objetivos políticos.Don Lorenzo Milani nos ha enseñado que los pode-

res no están en pie por sí mismos: extraen su fuerza delos súbditos. Este sistema injusto, rapaz y destructor,se mantiene porque nosotros lo sostenemos a travésde las acciones de la vida diaria: el trabajo, el consumo,el ahorro, el pago de impuestos; somos nosotros connuestras compras quienes permitimos vivir y prospe-

TERCERA PARTE

Cómo llegar allí

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El autor en la escuela de Barbiana.

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rar a las empresas, esas mismas que explotan, quecontaminan, que roban. Somos nosotros con nues-tros ahorros quienes permitimos crecer a los bancos,esos mismos que financian el comercio de armas, queengañan a la gente con títulos basura, que permiten alos empresarios corruptos ocultar sus botines en para-ísos fiscales. Somos nosotros con nuestro super-con-sumo quienes dilapidamos los recursos de la tierra,sustraemos bienes a los pobres, hundimos el planetaen basura. Por esto es importante el consumo crítico,el ahorro responsable, la práctica de la sobriedad.La sociedad es el resultado de reglas y comporta-

mientos, si todos nos comportásemos de forma cons-ciente y responsable, justa, solidaria y sobria, no sólodaríamos otra faz a nuestro mundo, sino que obliga-ríamos también al sistema a cambiar sus reglas: nin-gún poder logra sobrevivir ante una masa que piensay hace que triunfe la coherencia sobre la cobardía, elcompromiso sobre el vivir tranquilo, la justicia sobrelas pequeñas codicias. La coherencia desarrolla unpapel educativo, estimula la reflexión, testimonia quela alternativa está al alcance de la mano, infunde cora-je y esperanza. Un papel que se amplía si son las ins-tituciones las que actúan, especialmente las que tienencontacto directo con los ciudadanos. Cuando un ayun-

tamiento reparte jarras de agua para recomendar usaragua del grifo, lanza un mensaje de consumo soste-nible a miles de familias. Cuando construye una ins-talación de energía renovable, testimonia a miles depersonas otro modo de producir corriente eléctrica.Cuando organiza la recogida de basura de forma dife-renciada, apremia a la población entera a modificar elpropio estilo de vida.Precisamente porque los organismos locales pue-

den desarrollar una importante función contaminante,tiene sentido ocupar puestos de responsabilidad ensus órganos de gestión. Hay ilustres ejemplos de alcal-des de probada cualidad moral y política que han remo-delado la organización urbana, los servicios sociales,los servicios medioambientales, la misma vida políti-ca, según criterios de participación, sobriedad, solida-ridad, integración social. Naturalmente sabemos que elambiente de los partidos es escurridizo, más animadopor lógicas de poder que de coherencia política, queexiste el fuerte riesgo de ser reabsorbidos por una espi-ral de insidias y de emboscadas que no dejan salida.Por eso es importante no entrar solos en los palacios,sino acompañados por un fuerte movimiento popularque ayude a no perder el norte y que intervenga cadavez que haya que enfrentarse con los poderes fuertes.

16. Resistir

Resistir significa oponerse al avance de fuerzasdestructivas. Algunos ejemplos son la lucha contra laprivatización del agua, la oposición a la alta velocidad(AVE) en el Val di Susa, la lucha contra la ampliaciónde la base americana en Vicenza. “No en en mi jardín”(Nimby: not in my backyard) es como se denominanlas luchas que emprenden las poblaciones locales endefensa de su propio territorio. Hay quienes no lasaprueban, o mejor, las consideran demasiado raquíti-cas y parciales. Preferirían un movimiento nacionalcon una fuerte conciencia política y con gran capaci-dad de lucha por el cambio del sistema entero.Tienen razón, lo nuevo no se construye sólo reac-

cionando cuando nos caen las bombas sobre la cabe-za; hay que trabajar para que las bombas sean defi-nitivamente prohibidas. Pero, si por un lado debemostrabajar para que crezca un movimiento más madu-ro, por otro, tenemos que animar la estrategia nimby

porque puede alcanzar un gran poder disuasorio. Sien todas las ciudades triunfara el boicot contra lagestión privada del agua, si se levantaran barricadasen todos los lugares elegidos para enterrar la esco-ria radioactiva, si se tomara al asalto cada camposembrado con trasgénicos, si no se encontrara nin-gún ayuntamiento dispuesto a alojar centralesnuclea res, si la población se sublevara en cada sitiodonde se quiera construir un centro comercial…, elpoder se vería acosado: no sabría ya dónde realizarsus planes destructores y se vería obligado a renun-ciar. Por esto es importante que el territorio se llenepalmo a palmo de grupos locales dispuestos a defen-derlo de todo aquél que lo quiera contaminar, desfi-gurar, privar de sus bienes comunes. Pero gruposque no se cierran en su isla, sino que dialogan entresí, se apoyan, discuten hasta definir horizontescomunes y coordinar sus luchas a nivel nacional.

Forzar significa empujar al sistema para que dépasos en la nueva dirección. Sabemos que el cambiono podrá ser más que gradual. Sólo llegará a travésde un cambio de la mentalidad y de los comporta-mientos de los ciudadanos, las instituciones y lasempresas. Además sabemos que los vasos soncomunicantes: las opciones de los consumidoresinfluyen en las políticas de empresa, las opciones delas empresas condicionan las costumbres de losconsumidores.De la misma manera la presión popular influye

sobre las decisiones de las instituciones, y las nue-vas leyes modelan el comportamiento de las masas.Somos todos parte de un juego activo y pasivo; noexiste el que debe actuar y el que se debe adaptar;todos tenemos el deber de hacer nuestro papel,según la posición que ocupamos.Como ciudadanos, además de adoptar estilos de

vida más responsables, basados en sobriedad y res-ponsabilidad, hemos de ejercer toda la presión queno sea posible sobre las empresas y las institucionespara inducirlas a comportamientos diferentes. En losúltimos años se ha escrito mucho y experimentadomucho respecto de las empresas; las formas de pre-sión ya se conocen: consumo crítico, campañas deopinión, boicots. Respecto de las instituciones laexperiencia está más arraigada, debería sernos másfácil, pero los detalles en juego cambian constante-mente. Cada ocasión es como empezar de nuevo.Una primera y grande diferencia está entre los nive-les institucionales: una cosa es la relación con lasinstituciones locales y, otra, con el gobierno y el par-lamento nacional. A nivel municipal todo es másfácil: hay un mayor conocimiento de los problemaspor parte de la gente, es más fácil convocarla y orga-nizarla. Hasta las relaciones con la autoridad sondirectas. Dadas sus dimensiones, tiene sentido con-quistar escaños en el municipio, ocupar puestos enla junta municipal o incluso hacerse elegir alcalde. Dehecho, hay muchos ayuntamientos –incluso próxi-mos entre sí– regidos por las mismas mayorías, perocon políticas muy diferentes, porque los administra-dores tienen una sensibilidad personal distinta. Laexperiencia de los “buenos ayuntamientos” educa.Definitivamente lo pequeño es hermoso, pero

ciertas medidas hay que tomarlas a nivel nacional.No podemos evitar el choque con los organismos

centrales y, también en este caso, el problema es demedios y de contenidos. En el plano de los medios,mientras no nos consolidemos no tiene mucho sen-tido pensar en la creación de partidos que participenen la batalla electoral. Lo que no significa que nohabremos de entrar nunca en el parlamento. Tendre-mos que hacerlo en el momento justo, cuando sea-mos fuertes y bien arraigados entre la gente; un pasoprematuro podría hacernos perder nuestra identidad.Les está pasando a muchos y es un efecto perversode la democracia: en las sociedades opulentas lagente expresa como máxima exigencia la defensa dela propia riqueza, ven a pobres y marginados comoenemigos, expresan sentimientos violentos contraellos, no están nada dispuestos a la solidaridad y, lospartidos, con tal de coger votos, se adaptan al nuevosentir popular descuidando sus principios origina-rios. El resultado es un desplazamiento a la derechade todos los partidos. El fenómeno no se detendrámientras no surja una fuerza que invierta la prioridadde la política: el objetivo no es sentarse en los pala-cios para secundar los sentimientos conformistas dela mayoría silenciosa, sino la voluntad de denunciar,suscitar los problemas, buscar soluciones duraderas,hacer avanzar otras ideas de economía y de convi-vencia social inspiradas en principios universales. Setrata del valor de poner en discusión el pensamientodominante, de crear otra opinión pública, no domes-ticada por las exigencias del poder, aun a costa depermanecer en las catacumbas.Mientras no madure el tiempo de entrar en las

instituciones, la única vía a seguir es la reivindicati-va: presión desde el exterior para lograr del poderuna inversión de tendencia. Desde el punto de vistaestratégico, los instrumentos son las campañas, lapetición popular, las manifestaciones. Pero el verda-dero nudo está en los contenidos. Las cosas quecambiar son tantas que es difícil hasta definir lasprioridades.Esquemáticamente se pueden distinguir dos

grandes sectores: la defensa de los derechos y latransformación del sistema productivo desde la pers-pectiva de lo sostenible; ambas de importancia estra-tégica en este momento de crisis. Hoy, que millaresde personas se juegan el despido y que los ingresosde muchas familias corren el riesgo de no cubrir si-quiera las necesidades fundamentales, las anclas de

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salvación son dos: la solidaridad colectiva en formade seguridad social y de derechos gratuitos; y la crea -ción de puestos de trabajo en los sectores orientadosa la sostenibilidad. Debemos aceptar que ciertos sec-tores productivos hoy están en fase terminal por ha-ber crecido en tiempos que ya no existen. Por ejem-plo, el automóvil no tiene futuro y es absurdo conti-nuar gastando dinero público en esa dirección. Lo quehabría que hacer es reconvertir tal sector en la pro-ducción de autobuses, trenes, minibuses, alimenta-dos con hidrógeno, un carburante cuya obtención apartir de fuentes renovables es impensable en canti-dad suficiente para alimentar mil millones de coches.Lo mismo sucede con la energía eléctrica: hay queabandonar la producción a partir de combustibles fó-siles y potenciarla desde fuentes renovables, sabien-do que la energía nuclear no es más que un golpe deefecto electoral, y no sólo porque el problema de laescoria radioactiva esté lejos de solucionarse, sinoporque hay poco uranio: al ritmo actual de consumo

hay para otros 30, máximo 50, años. En conclusión:hay que detectar todos los sectores inútiles y dañinosy financiar su reconversión en producciones necesa-rias y sostenibles. Contemporáneamente hay que de-terminar los sectores que se han de potenciar, no sóloel de las energías alternativas, sino también el delagua: la red hídrica italiana está formada por 291.000Km. de tubos viejos y estropeados que pierden de me-dia el 42% del agua canalizada. Rehacer los acueduc-tos es una prioridad absoluta, junto a incrementar elsistema de reciclaje de residuos, potenciar la red fe-rroviaria local, proteger el territorio, reparar los edifi-cios escolares y sanitarios y consolidar muchas otrasinfraestructuras y servicios de utilidad pública.Además no hay que olvidar nuestra deuda con el

Sur del Mundo, reducido hasta la exageración porcinco siglos de saqueo. Pensamos sobre todo en lospaíses más pobres, necesitados de todo: hospitales,escuelas, transportes, energía eléctrica.Producir para sus necesidades es una manera

inteligente de contribuir a su desarrollo humano ysocial y, al mismo tiempo, de sostener nuestra pro-ducción.Sobre el fondo de reestructurar la producción

está la reducción del horario de trabajo. El de -sarrollo industrial va acompañado de un enormedesarrollo tecnológico que ha aumentado conside-rablemente la productividad del trabajo. Habría-mos podido exigir una transformación delaumento de productividad en reducción del hora-rio de trabajo. Si lo hubiéramos hecho, no habría-mos creado la sociedad de consumo y hoy, tal vez,trabajaríamos 3 ó 4 horas al día. En cambio, noshemos sumado al proyecto consumista y hemospreferido transformar el plus del rendimiento pro-ductivo en aumentos salariales para utilizarlos encompras inútiles y, mediante ellas, ampliar lospuestos de trabajo. Pero hoy, que ya no quedaespacio para el crecimiento, el único modo paracrear pleno empleo es repartir el trabajo con lareducción de horarios y dividir de forma más justala riqueza entre salario y beneficios.Todas estas medidas demuestran que la econo-

mía del buenvivir también es una buena soluciónpara salir de la crisis. Si encima supiéramos refor-mar más en profundidad la economía y dirigirlahacia la construcción de las tres casas autónomas eindependientes, nos garantizaríamos la posibilidadde no tropezar más contra el muro de la recesión.

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Entrelazar significa estrechar nuestros lazos paraconvertirnos en un sujeto político capaz de pilotar elcambio. En Italia hay un panorama de asociaciones yde movimientos sociales extremadamente rico, peroque no logra expresar todo su potencial por estardemasiado disgregado y encerrado en sí mismo. Den-tro de este mundo multicolor, cada uno sigue su pro-pio proyecto: comercio justo, derecho al agua, slowfood en vez de fast food, Banca Ética, derechos de losinmigrantes. Proyectos hermosos, importantes, perosiempre jardines. Nos oponemos a las pestes que ame-nazan nuestro territorio: la alta velocidad, centralesnucleares, basureros, incineradoras, bases militares:pero cuando logramos triunfar volvemos a nuestra ruti-na. Estamos unidos en el espíritu, pero desde un pun-to de vista operativo, cada uno sigue su propio cami-no. Faltan momentos de encuentro y de discusióncomún: quien hace comercio justo no percibe tenermucho que compartir con quien se ocupa de despriva-tizar el agua. Quien se ocupa de paz no cree tenermucho que compartir con quien se ocupa de sobrie-dad, a pesar de que las guerras, cada día más, sedesencadenan por el control de las reservas. Todosqueremos sacar punta al propio lápiz y nunca lo pone-mos sobre la misma tela para abocetar un diseñocomún que nos represente un poco a todos. Comocélulas nerviosas, superespecializadas en la propia fun-ción pero incapaces de contacto con las vecinas, nun-ca logramos hacer sistema. Sin capacidad para crearmovimiento nos estamos transformando en gruposprofesionalmente impecables, políticamente insignifi-cantes. Mosquitos que, según el cálculo de convenien-cias del poder, pueden acabar aplastados bajo su botao absorbidos en su enorme vientre.Desde hace años el P. Zanotelli repite que, si que-

remos tener alguna posibilidad de intervención, hayque adoptar la estrategia liliputiense. En la fábula satí-rica de Jonatahan Swift, Los viajes de Gulliver, losminúsculos liliputienses logran capturar a Gulliver,mucho más grande que ellos, porque actúan unidos.Cada liliputiense se concentra sobre cada cabello delgigante, un gesto mínimo che logra alcanzar gran efi-cacia por estar sincronizado. No actúan sin orden niconcierto, sino con la misma estrategia y, mientrasGulliver duerme, logran inmovilizarlo. La enseñanza

para nosotros es que la fragmentación puede trans-formarse en fuerza, con tal que logremos coordinarnos,enfilarnos como perlas de un mismo collar.He aquí la importancia de salir de nosotros mis-

mos, tejer relaciones con los demás grupos del terri-torio, organizar estructuras de conexión a nivel nacio-nal e incluso internacional. Debemos realizar una tareade costura, no sólo para informarnos recíprocamentesobre lo que hacemos, acordar iniciativas y campa-ñas, compartir recursos y servicios, sino también paracontrastar nuestros puntos de vista políticos. Y no porgalantería, sino por necesidad. Todo está tan relaciona-do que cualquier tema repercute sobre el sistema ente-ro. Cuando sucedió la guerra en Iraq se vio claro ense-guida que su verdadero motor era el petróleo; aloponernos a la guerra poníamos en tela de juicio nues-tro consumismo, se traslucía que nos teníamos queconvertir a la sobriedad. Pero semejante razonamien-to se dejó caer. No tuvimos el coraje de desarrollarlohasta el fondo, tal vez por miedo a la impopularidad, talvez porque no estábamos preparados a afrontar todoslos interrogantes que conlleva semejante opción. Nocargamos del todo con nuestras responsabilidades y lopagaremos. En el futuro nuevas guerras coloniales sevolverán a plantear; puede que la gente las aplauda yalguna culpa también será nuestra: no hemos denun- Nº

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ciado todas las conexiones existentes entre guerras yestilo de vida. Sobre todo, no hemos mostrado que sepuede cambiar. La gente no es estúpida, coge al vuelo las conse-

cuencias de ciertas opciones, hace preguntas y exigerespuestas; si no las recibe, vuelve la espalda. Si deja-mos a medias los razonamientos, nos volvemos insig-nificantes; es un riesgo que corremos en muchos sec-tores: agua, desperdicios, energía, cambio climático.No podemos seguir hasta el infinito con pequeñasoposiciones o pequeñas iniciativas de parcheo, sabe-mos que el problema de fondo es la desproporciónentre nuestra voracidad y la capacidad de recuperacióndel planeta; al final, el problema de la reducción seplanteará, no escaparemos a la necesidad de tenerque escribir de nuevo las reglas de la economía. Si nologramos la capacidad de poner en tela de juicio elplanteamiento económico actual, ni la de proyectarotros, capaces de unir sobriedad y buenvivir, nosencontraremos solos, abandonados por los radicalesy por los moderados. Por los primeros, acusados deno saber llevar nuestros razonamientos hasta el fon-do; por los segundos, de proponer cosas inconcilia-bles con el sistema.No tenemos salida: o nos hacemos cargo de una

alternativa, o morimos de inanición. Comencemos porreunirnos para preguntarnos qué tenemos en común,qué mundo queremos construir, que forma podríatener. Lentamente podremos delinear un común hori-zonte político, un mismo marco de referencia; no unproyecto que pretenda describir minuciosamente deta-lles imprevisibles, pero tampoco que se limite a merosenunciados de principio. Hemos de ir más allá de lossimples eslóganes, hemos de dar forma a ideas como

decrecimiento, equidad, sostenibilidad. Hemos decomenzar a dibujar un horizonte perfilado hasta en losaspectos organizativos. Luego, desde las grandes ideas, tenemos que regresar a la realidad para transfor-mar la utopía en proyecto y definir qué iniciativas asu-mir, qué vías seguir, qué tiempos se han de respetar. Si logramos construir un gran movimiento en el

que cada grupo mantenga su propia identidad y suactividad específica, pero que al mismo tiempo se com-prometa con los demás a llevar adelante un proyectopolítico común, adquiriremos gran fuerza de cambio.Lograremos por fin conjugar particular y general, pre-sente y futuro, local y global. Podremos poner a pun-to nuestra agenda política. Podremos obligar a catedrá-ticos, partidos, sindicatos, instituciones a discutir lostemas de gran envergadura según una lógica nueva.Demostraremos que otros sistemas y otras formasorganizativas son posibles. Podremos volver a encen-der la esperanza, la fuerza más poderosa contra el con-formismo. Cuando se vive en un campo de concentra-ción, con toda posibilidad de fuga bloqueada, no quedamás que intentar sobrevivir adaptándose a las reglasdel sistema: uno se las arregla como puede y compitecon los propios compañeros de prisión, trata de con-graciarse con el que manda, intenta la escalada indivi-dual a costa de los otros. Escenas habituales en estasociedad de mercado que pretende hacernos creer queno es posible ninguna sociedad más que ésta. Sólo laesperanza de poder construir algo diferente nos pue-de hacer encontrar la fuerza para desafiar al poder,desobedecer sus reglas, poner en práctica opcionesalternativas, aliarse con quien se encuentra en nuestramisma situación para hallar todos juntos la solución anuestros problemas comunes.

Tenemos que organizarnos para convertirnos enun movimiento fuerte, visible, incisivo. El primer pasoes reunirnos para confirmar nuestros valores, discu-tir sobre las alternativas al sistema, intercambiarnuestras experiencias de resistencia y de participa-ción, discutir las iniciativas y los itinerarios necesariospara encauzar el proceso del cambio. Por ello pedi-mos a todos los que quieran formar parte de estecamino que nos manden un mensaje de adhesión.Será una forma de empezar un primer contacto entrepersonas y grupos que, aun ocupándose de temas

específicos, en terrenos precisos, con sus propiosestilos, están unidos por los mismos valores y por lamisma voluntad de construir una sociedad justa, soli-daria, sostenible. Un proceso participativo desde aba-jo, el único camino que puede conducir al cambio.

Nuestra dirección es:Centro Nuovo Modello di Sviluppo, via della Barra 32,

56019 Vecchiano (Pisa), Italiae-mail: [email protected]

www.cnms.it

19. Convocatoria

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Colaboran en estas historias trimestrales: los lectores e internautasque lo deseen. Y, por ahora, los colaboradores fijos: J.L. Veredas (FP Agraria, SA),Tomás Santiago (escuela rural, AV), A.O. de Rueda (profesor y gestor de contenidos

en TV) Luisa Mellado (educación infantil, Peñaranda SA), Oliva Martín (educación familiar, SA), Miquel Martí(Unesco, B), Jesús Martí Nadal (animación juvenil, Polinyà de Xuquer V), Mercedes Llop (Centro Profesores, CaspeZ), Álvaro Gª-Miguel (prof. dibujo, Coca SG), Carlos García (director de primaria, Pto. de Sta. Mª, CA), A. Díez(director de CRA), J.L. Corzo (universidad, M), Juan Bedialauneta (escuelas-taller, BI), Adolfo Palacios (Música yFrancés en Primaria, S), Xavier Besalú (Universidad, GI), Gerardo Fernández (Garantía y Secundaria, M).

Hemos regalado muchos ejemplares, pero el papel, la imprenta y correos se empeñan en cobrar.Redactores y dibujantes no. Échanos tú una mano.Suscripción 11 € al año mediante: Ingreso o transferencia en la cuenta del MEM 2104/0012/67/0000037408;Giro Postal al MEM c/ Santiago, 1. 37008 SALAMANCA(Tfno. 923 228822 – 91 4026278) E-mail: [email protected] La suscripción atrasada, al mismo precio anual, pero los ejemplares sueltos, 2,75 € (Se mantienen los precios desde 2003). Plan de Escuelas Asociadas a la UNESCO

Revista

SUMARIO: Caso abierto (A. Oria de Rueda), Lo Oficial (A. Díez), El

Eje (E. Zagli), Herramientas (J.L. Corzo), Para Beber (L. Milani), Hacen

Caso (P. Anglada), caja baja

GRUPO MILANI

Nº 41. (II época). 1 de 2008

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Los viejos maestros

Nacido en 1949 cerca de Foggia, llega a Barbianaen 1956 y es alumno de don Milani hasta el 1967.Participa en la redacción de Carta a una maestra.

En 1968 realiza el curso anual para cuadros sindicales dela CISL y completa su formación en el área económica.

Desde 1971 a 1974 enseña en la Escuela de ServicioSocial de Calenzano (Florencia). Después va a Bangla-desh para un servicio voluntario de dos años.En 1982 publica Economía: conocer para elegir, un

texto de divulgación económica destinado a los excluidosde la lectura. En 1983 se traslada a Vecchiano (Pisa) para vivir una

experiencia semi-comunitaria con otras familias decididasa ofrecer solidaridad concreta en situaciones difíciles.Dentro de esta iniciativa funda el Centro Nuevo Modelo deDesarrollo para afrontar, desde un punto de vista políti-co los temas del ambiente insostenible, de la pobreza,del hambre, del malestar, tanto en el Norte como en el Surdel mundo.Actualmente está jubilado y coordina como volunta-

rio el Centro Nuevo Modelo de Desarrollo.

Entre las campañas más importantes promovidaspor el Centro recordamos la campaña Chicco/Artsanapara garantizar una indemnización a las 87 víctimas delincendio en la Zhili (China, 19.11.1993); la campañaChiquita concertada con los sindicatos de Centroamé-rica para garantizar los derechos sindicales a los traba-jadores de las plantaciones de banana; la campaña Com-pras Trasparentes para obtener una ley que obligue alas empresas a respetar los derechos de los trabajado-

res; y la campaña Del Monte para reclamar el aumentosalarial y el abandono de pesticidas peligrosos en laplantación de piñas en Kenia. El Centro difunde los resultados de sus investigacio-

nes a través de cursos para maestros y profesores,seminarios populares, artículos y libros. Ha publicadoperiódicamente I Care y Equonomia. Desde el año 2000colabora con AltrEconomia.

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Actividades promovidas por el Centro

— Lettera ad un consumatore del Nord (EMI.,1990, 2000) Carta a un consumidor del Norte (ACC,Madrid 11995, 21996)

— Nord-Sud: predatori, predati e opportunisti(EMI., 1993,2005)Norte Sur, la fábrica de la pobreza (Edito-rial Popular, Madrid 11994, 21995, 31997;42007 (actualizada).

— Sulla pelle dei bambini (EMI., 1994)Sobre la piel de los niños (Su explotacióny nuestras complicidades) (ACC, Madrid1995)

— Guida ad un consumo critico (EMI., 1995),5ª edizione 2008

Rebelión en la tienda. Opciones de consu-mo, opciones de justicia (Icaria, Barcelona11997)

— Geografia del supermercato mondiale(EMI., 1996)Geografía del supermercado mundial. Tra-bajo, comercio y consumo en el mundo delas multinacionales (Setem Hego-Haizea,Bilbao 1998)

— Sud-Nord: nuove alleanze per la dignità dellavoro (EMI., 1996)Sur Norte, Nuevas alianzas para la digni-dad del trabajo. Actas de la conferencia dePisa 1-3 oct. 1995 (ACC, Madrid 1996)

— Ai figli del pianeta (EMI., 2° edizione 2004)

— Manuale per un consumo responsabile(Feltrinelli, 1999)

— Guida al risparmio responsabile (Emi,2002)

— Sobrietà (Feltrinelli, 2005)Por una vida sobria. Del despilfarro deunos pocos a los derechos de todos (PPC,Madrid 2005)

— Guida al vestire critico (2006) — Guida al telefono critico (2007)— Il mercante d’acqua (Feltrinelli 2007) — Dalla parte sbagliata del mondo (Altreco-nomia 2008)

— L’altra via (Altreconomia 2009)La otra vía: Educar(NOS) 47-48 (2009).

Lista de publicaciones y traducciones en español

AVISO IMPORTANTE: Francesco Gesualdi dará una conferencia enMadrid sobre este mismo tema el día 26 de enero de 2010 en el InstitutoSuperior de Pastoral (Universidad Pontificia de Salamanca) Pº Juan XXIII, nº 3 (http://instpast.upsa.es) Metro: línea 6, Metropolitano y Bus C circular).

Francesco Gesualdi