La Odisea de Arthur C. Clarketuro, con la odisea del espacio. La aventu - ra de Clarke continuó. En...

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110 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Al igual que Julio Verne, Arthur C. Clarke se adelantó a su tiempo. La ciencia y la fic- ción fueron dos mundos que cultivó desde una edad temprana. Construyó su primer telescopio a los trece años y desde esos días fue un ávido lector de relatos fantásticos en los que pronto incursionó. Sus textos se pu- blicaban en las revistas de la escuela y ma - gazines especializados. Su formación matemática y técnica le permitió imaginar la comunicación vía sa- télite. Estos equipos se colocarían en el es - pacio a veintidós mil trescientas millas de la Tierra, justo a la altura donde hoy circu- lan. Por eso esta órbita geoestacionaria se co- noce también como la Órbita de Clarke. En 1951, escribió el relato breve titulado “El centinela” en donde se encuentra el ger- men de la novela y la ulterior película 2001: Una odisea en el espacio, dirigida por Stan- ley Kubrick. Estas obras capturan la ima- ginación de la conciencia colectiva con sus preguntas sobre la inteligencia artificial y las fronteras de la aventura humana. En el prólogo de la novela (1968), Clarke sitúa nuestra condición en el contexto cósmico: Por cada ser humano vivo existen treinta fan tasmas, ya que ésa es la proporción con la que los muertos exceden a los vivos. Des- de los albores del tiempo, aproximadamen- te cien mil millones de seres humanos han caminado sobre el planeta Tierra. Ésta es en verdad una cifra interesante ya que, por una curiosa coincidencia, existen aproximada- mente cien mil millones de estrellas en nues- tro universo local, la Vía Láctea. Así, por cada ser humano que ha vivido, brilla una estre- lla en este universo. La imagen es hermosa. Clarke estaba fas- cinado con la posibilidad de sondear la in- mensidad estelar, su silencio. Lo más cer- cano que encontró para sumergirse en un universo similar fue el buceo. Lo practica- ba con deleite y pasión. Sin embargo, su vida estuvo a punto de apagarse, de volver- se un fantasma más en el océano del tiempo. En 1962 quedó paralizado por la poliomie- litis; Clarke pensó que nunca volvería a bu- cear y escribió la novela La isla del delfín como una despedida al mundo del mar. El escritor, sin embargo, sobrevivió. Volvió a bucear y a soñar con los escenarios del fu- turo, con la odisea del espacio. La aventu- ra de Clarke continuó. En 1988 se expresa nuevamente el mis- mo obstáculo. Sufre el síndrome postpo- lio. Regresa al debilitamiento y a la silla de ruedas. Enfrenta con creatividad su condi- ción. Escribe la novela El martillo de Dios, en la que aparece el brainman, un aparato con memorias que se conectan al cerebro y suministran información directamente a los circuitos nerviosos. Los hombres y muje- res son calvos para facilitar la conexión de módulos en el cerebro. De esta manera, pue den proyectar realidades virtuales en las cua l es sumergirse y experimentar mun- dos asombrosos. Uno de esos módulos se lla ma Diario íntimo total, que le permite a la persona guardar y volver a vivir mo- men tos muy queridos de su vida (como el buceo con el que seguramente siguió so- ñando Clarke), e incluso puede corregir- los para ponerlos más cerca de los deseos del corazón. En la película Avatar (2010) se explo- ra una posibilidad sospechosamente pare- cida a la del brainman de Arthur C. Clarke: mediante la realidad virtual que interactúa con el entorno, el personaje central no que- da confinado a la silla de ruedas. ¿Podrá pertenecer esta imagen a un esce - nario del futuro? Tal vez, aunque lo cierto es que la obra de Clarke —sin ningún otro tipo de aparatos conectados al cerebro— nos hace viajar hasta los confines más re mo tos del espacio gracias a la odisea de la litera- tura, a la aventura de la imaginación. La Odisea de Arthur C. Clarke José Gordon Arthur C. Clarke

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110 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

Al igual que Julio Verne, Arthur C. Clarkese adelantó a su tiempo. La ciencia y la fic-ción fueron dos mundos que cultivó desdeuna edad temprana. Construyó su primertelescopio a los trece años y desde esos díasfue un ávido lector de relatos fantásticos enlos que pronto incursionó. Sus textos se pu -blicaban en las revistas de la escuela y ma -gazines especializados.

Su formación matemática y técnica lepermitió imaginar la comunicación vía sa -télite. Estos equipos se colocarían en el es -pacio a veintidós mil trescientas millas dela Tierra, justo a la altura donde hoy circu-lan. Por eso esta órbita geoestacionaria se co -noce también como la Órbita de Clarke.

En 1951, escribió el relato breve titulado“El centinela” en donde se encuentra el ger-men de la novela y la ulterior película 2001:Una odisea en el espacio, dirigida por Stan-ley Kubrick. Estas obras capturan la ima-ginación de la conciencia colectiva con suspreguntas sobre la inteligencia artificial ylas fronteras de la aventura humana. En el

prólogo de la novela (1968), Clarke sitúanuestra condición en el contexto cósmico:

Por cada ser humano vivo existen treinta

fan tasmas, ya que ésa es la proporción con

la que los muertos exceden a los vivos. Des -

de los albores del tiempo, aproximadamen -

te cien mil millones de seres humanos han

caminado sobre el planeta Tierra. Ésta es en

verdad una cifra interesante ya que, por una

curiosa coincidencia, existen aproximada-

mente cien mil millones de estrellas en nues -

tro universo local, la Vía Láctea. Así, por cada

ser humano que ha vivido, brilla una estre-

lla en este universo.

La imagen es hermosa. Clarke estaba fas -cinado con la posibilidad de sondear la in -mensidad estelar, su silencio. Lo más cer-cano que encontró para sumergirse en ununiverso similar fue el buceo. Lo practica-ba con deleite y pasión. Sin embargo, suvida estuvo a punto de apagarse, de volver -se un fantasma más en el océano del tiempo.

En 1962 quedó paralizado por la poliomie -litis; Clarke pensó que nunca volvería a bu -cear y escribió la novela La isla del delfíncomo una despedida al mundo del mar. Elescritor, sin embargo, sobrevivió. Volvió abucear y a soñar con los escenarios del fu -turo, con la odisea del espacio. La aventu-ra de Clarke continuó.

En 1988 se expresa nuevamente el mis -mo obstáculo. Sufre el síndrome postpo-lio. Regresa al debilitamiento y a la silla deruedas. Enfrenta con creatividad su condi-ción. Escribe la novela El martillo de Dios,en la que aparece el brainman, un aparatocon memorias que se conectan al cerebro ysuministran información directamente a loscircuitos nerviosos. Los hombres y muje-res son calvos para facilitar la conexión demódulos en el cerebro. De esta manera,pue den proyectar realidades virtuales enlas cua les sumergirse y experimentar mun -dos asombrosos. Uno de esos módulos sella ma Diario íntimo total, que le permitea la persona guardar y volver a vivir mo -men tos muy queridos de su vida (como elbuceo con el que seguramente siguió so -ñando Clarke), e incluso puede corregir-los para ponerlos más cerca de los deseosdel corazón.

En la película Avatar (2010) se explo-ra una posibilidad sospechosamente pare-cida a la del brainman de Arthur C. Clarke:mediante la realidad virtual que interactúacon el entorno, el personaje central no que -da confinado a la silla de ruedas.

¿Podrá pertenecer esta imagen a un esce -nario del futuro? Tal vez, aunque lo ciertoes que la obra de Clarke —sin ningún otrotipo de aparatos conectados al cerebro— noshace viajar hasta los confines más re mo tosdel espacio gracias a la odisea de la litera-tura, a la aventura de la imaginación.

La Odisea de Arthur C. ClarkeJosé Gordon

Arthur C. Clarke

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