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64 La obra de los hermanos Castillo: su contribución a la arquitectura religiosa de Caracas Francisco Pérez Gallego Francisco Pérez Gallego, Arquitecto, UCV, Magíster Scientiarium en Conservación y Restauración de Monumentos, UCV (1993-1994). Docente en Historia de la Arquitectura (2006-2013) y de postgrado en “Taller de Conservación” y “Centros Históricos” (Maestrías “Historia de la Arquitectura” y de “Conservación y Restauración de Monumentos”), UCV (2011-1013). Presidente de ICOMOS Venezuela (2009-2013). Coordinación de proyectos de investigación y restauración de inmuebles: Ingenio Bolívar, San Mateo (2010), Antigua Corte Suprema de Justicia (2008-2009), Antigua Academia Militar de La Planicie (2007-2008), Cuartel San Carlos, (2004-2005), Casa- Museo Arturo Michelena (2005) e Iglesia Santa Capilla (1997-2001), Caracas. Estudio de valoración y conservación del Paisaje Cultural Ciudad Bolívar en la Angostura del Orinoco para su postulación a Patrimonio Mundial (2005-2006). Fundación para el Rescate y Conservación de Inmuebles, Localidades y Bienes de Valor Histórico, Religioso y Cultural FUNRECO (1991-1994).

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La obra de los hermanos Castillo: su contribución a la

arquitectura religiosa de Caracas

Francisco Pérez Gallego

Francisco Pérez Gallego, Arquitecto, UCV, Magíster Scientiarium en Conservación y Restauración de Monumentos, UCV (1993-1994). Docente en Historia de la Arquitectura (2006-2013) y de postgrado en “Taller de Conservación” y “Centros Históricos” (Maestrías “Historia de la Arquitectura” y de “Conservación y Restauración de Monumentos”), UCV (2011-1013). Presidente de ICOMOS Venezuela (2009-2013). Coordinación de proyectos de investigación y restauración de inmuebles: Ingenio Bolívar, San Mateo (2010), Antigua Corte Suprema de Justicia (2008-2009), Antigua Academia Militar de La Planicie (2007-2008), Cuartel San Carlos, (2004-2005), Casa-Museo Arturo Michelena (2005) e Iglesia Santa Capilla (1997-2001), Caracas. Estudio de valoración y conservación del Paisaje Cultural Ciudad Bolívar en la Angostura del Orinoco para su postulación a Patrimonio Mundial (2005-2006). Fundación para el Rescate y Conservación de Inmuebles, Localidades y Bienes de Valor Histórico, Religioso y Cultural FUNRECO (1991-1994).

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Introducción

El presente trabajo está centrado en la revisión de la obra de los hermanos Pedro

S. Castillo y Luis B. Castillo, autores del primer proyecto de la Iglesia de las Siervas del

Santísimo Sacramento de Caracas. Fueron ellos profesionales de la arquitectura,

egresados de la efímera Escuela Nacional de Ingeniería que, de manera paralela y

autónoma a la Universidad Central de Venezuela, asumió entre 1895 y 1905 la

enseñanza de esta disciplina. Siendo pioneros en obtener un título oficial de arquitectos,

y a pesar de haber contribuido con sus proyectos y obras a definir el paisaje ecléctico

dominante de la Caracas de finales del siglo XIX hasta el largo período de dominio de

Juan Vicente Gómez, son paradójicamente poco conocidos y escasamente valorados

frente a otros como Alejandro Chataing, Ricardo Razetti y Rafael Seijas Cook, quienes

dominaron el mercado profesional de la época.

Su humilde extracción social y la brevedad de sus vidas, unidas a una actitud

discreta y reservada, pudieron haber influido en el escaso conocimiento de sus

respectivas trayectorias. Ambos participaron en importantes proyectos y obras, muchas

de naturaleza religiosa, al grado de que prácticamente los grandes santuarios y obras de

vocación caritativa en proceso durante aquellas décadas estuvieron en manos de los

hermanos Castillo.

El objetivo de este trabajo es el estudio de sus trayectorias profesionales con

miras a contribuir a su conocimiento, así como de las importantes obras que ayudaron a

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imaginar y materializar, aunque a su fallecimiento algunas de ellas terminaran siendo

adjudicadas a otros profesionales que debieron darles continuidad1.

Entre sus obras destacan la Iglesia de María Auxiliadora de los Salesianos, el

Internado y Capilla de San José del Ávila, la Iglesia de las Siervas del Santísimo, la

reforma y el ensanche de la Santa Capilla, la Obra del Buen Consejo en Caño Amarillo,

además de otras de orden civil, doméstico, funerario, de ornato e infraestructura.

Algunas de las que aún se conservan están protegidas jurídicamente como Monumentos

Históricos Nacionales y/o Bienes de Interés Cultural por la legislación vigente, pero con

serias dificultades para su mantenimiento sostenible.

Un humilde origen en la caraqueña parroquia San José

Los hermanos Pedro S. Castillo y Luis B. Castillo fueron arquitectos de las dos

primeras décadas del siglo XX, siendo contemporáneos de Alejandro Chataing, Ricardo

Razetti y Rafael Seijas Cook. Sin embargo, a diferencia de estos últimos fueron poco

conocidos en el panorama profesional de la época, permaneciendo en el anonimato no

obstante haber tenido importantes responsabilidades profesionales.

Provenían de una familia numerosa, de modesta y humilde extracción (Seijas,

07.08.1926); quedaron huérfanos tempranamente, teniendo que asumir Pedro S. Castillo

la tutela de sus hermanos menores. De acuerdo al registro civil de la parroquia La

Candelaria, su lugar de residencia, las actas de bautismo de la respectiva iglesia y los

expedientes de los grados académicos de Agrimensor y Arquitecto de la Universidad

Central de Venezuela, se ha podido determinar que fueron sus padres Pedro José

Castillo, de ocupación industrial y Saturnina Ávila, dedicada a ocupaciones domésticas

(Borja, 1883). Estos tuvieron cinco hijos, cuatro varones y una hembra: Pedro José, el

primogénito y arquitecto, quien firmaría curiosamente como Pedro S. (1868); José

Fernando Hermógenes (19 de abril de 1874); Tereza (sic) Merced (27 de agosto de

1876); Leandro Fernando (13 de marzo de 1879) y Luis Beltrán (16 de agosto de 1883),

el menor también arquitecto, firmante como Luis B. No existe partida de nacimiento de 1 Este trabajo ha recibido el auspicio del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH) de la Universidad Central de Venezuela.

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Pedro S. Castillo, debido a que nació antes de la instauración del Registro de Estado

Civil en 1873. Sin embargo, por el Acta de Bautismo existente en los archivos de la

Iglesia Nuestra Señora de La Candelaria, fechada el 6 de septiembre de 1868, se puede

inferir que nació en ese año, aun cuando no se precisa el día y mes exactos del

nacimiento.

Rafael Seijas Cook, arquitecto, poeta, diplomático y articulista de la Revista

Élite, compañero de estudios de Luis B., dedicó a los hermanos Castillo un artículo en

1926, después de fallecidos, con motivo de la inauguración del altar de la nave mayor

de la Santa Capilla de Caracas (Meza, 2011, 8), proyectado por el menor de los Castillo,

al igual que la reforma de la iglesia concebida inicialmente en 1883 por Juan Hurtado

Manrique (Pérez Gallego, 2011). El llamado arquitecto-poeta resaltaba en el texto, entre

loas por las obras que proyectaron, el menesteroso origen de sus colegas, expresando

con cierto aire de desdén: “su creencia en que sólo poseían “virtudes” aquéllos

provenientes de ‘alcurnias de selección’ y que por tanto veía como algo extraordinario

que personas de humilde extracción social se graduaran y ejercieran un oficio como la

arquitectura” (Meza, 2011, 8-9). A su origen humilde se sumaba una casi fanática

actitud piadosa que reflejan los escasos documentos en los cuales se reseñan sus

proyectos y obras, al grado de que una actitud altamente altruista los llevó

prácticamente a desestimar el valor de su trabajo. Por ello “sin nunca haber sido ricos, y

menos, vanidosos, a manos abiertas pusieron su trabajo profesional al alcance de

todos. Quizá su exceso de misticismo o de fanatismo cristiano los impelieron a tan altos

procederes.” (Seijas, 07.08.1926).

Formación academicista en la Escuela de Ingeniería

A pesar de las dificultades económicas que vivieron al quedar huérfanos, no

amilanaron en sus esfuerzos por estudiar. Pedro S. Castillo se vio forzado a trabajar

desde muy joven para sostener a sus hermanos. Se inició como albañil, aprendiendo el

oficio de la construcción, pero luego en busca de superación solicitó ayuda en el

Colegio Santa María (Seijas, 07.08.1926), ubicado de Veroes a Jesuitas, en la parroquia

Catedral, fundado y dirigido por el ingeniero Agustín Aveledo (Aveledo, 2002). Éste,

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dada su condición filantrópica, le brindaría apoyo económico para sufragar los estudios

de bachillerato, por lo que pudo especializarse como agrimensor. Esta calificación le

permitió participar en el examen de suficiencia de la Escuela Nacional de Ingeniería,

para estudiar arquitectura, obteniendo el título de Agrimensor en enero de 1895

(Archivo Histórico UCV, 1895-1905).

La Universidad otorgaba el título de Agrimensor hasta 1895 a los egresados de

los colegios privados que habían cursado dos años de estudios que incluyeran las

materias de Matemática, Geometría y Topografía, previa presentación de las constancias

aprobatorias y de un examen de suficiencia (Caraballo, 1986). Al crearse la Escuela

Nacional de Ingeniería, la misma asumió el mismo procedimiento hasta 1905, cuando al

cesar sus funciones, tanto el trámite como los expedientes de los egresados en ese lapso

fueron reconocidos y absorbidos por la Universidad Central de Venezuela.

Por su lado, Luis Beltrán Castillo, siguiendo los pasos de su hermano y

amparado por él, solicitó igualmente ingresar en el Colegio Santa María. Con el apoyo

de Aveledo presentó el examen de suficiencia en la Escuela Nacional de Ingeniería, para

alcanzar el título de Agrimensor que obtendría en 1899. Alcanzados los respectivos

títulos, ambos hermanos continuarían estudios de tercer nivel en dicha institución

(Caraballo, 1986).

La Escuela Nacional de Ingeniería había sido creada por Decreto Ejecutivo del

12 de enero de 1895 como reacción ante los cuestionamientos del perfil excesivamente

teórico de los egresados de la Facultad de Ciencias Filosóficas de la Universidad

Central de Venezuela, y en respuesta a las presiones gremiales y al interés político por

la capacitación de profesionales especializados para el impulso de obras públicas de

utilidad nacional, con miras al fomento del progreso. La nueva institución absorbió de

forma autónoma la preparación académica de las disciplinas de la construcción entre

1895 y 1905, desmembrándolas de la Universidad Central de Venezuela. El programa

de estudios había sido elaborado por el Colegio de Ingenieros, así como la estructura

académica y administrativa, abriéndose las inscripciones a los interesados el mismo año

(El Diario de Caracas, 06.02.1895). Fue designado como director Agustín Aveledo,

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quien seguiría apoyando la formación de los Hermanos Castillo.

La formación de arquitecto en la Escuela de Ingeniería tuvo una duración inicial

de dos años. Sin embargo, en 1897 se agregó el requerimiento de asistir de manera

obligatoria por un año adicional a los cursos de Arquitectura de la Academia de Bellas

Artes, para poder obtener el título. Los cursantes de arquitectura, entre quienes se

contaban Pedro S. Castillo y Luis B. Castillo, aunque en diferentes promociones, debían

estudiar un amplio espectro de materias, desde las referidas al cálculo científico hasta

las de orden histórico y artístico:

“Geometría analítica; elementos de cálculo infinitesimal; Mecánica práctica; Resistencia de materiales; Equilibrio de bóvedas; Muros de sostenimiento; Hidráulica en su aplicación al abastecimiento de las ciudades; Arte de edificar; Higiene de las construcciones; Arquitectura comparada; Historia de la Arquitectura; Geometría descriptiva; Estereotomía; Dibujo lineal y arquitectónico; Dibujo de ornamentación; Dibujo natural; Física industrial; Petrografía; Tecnología química de los materiales de construcción y Legislación relativa a la construcción” (Ministerio de Instrucción Pública, 1898, 30).

Este pensum de estudios, que conjugaba la calificación técnica en las artes de la

construcción con la composición artística, proporcionó a los hermanos Castillo, al igual

que a otros arquitectos de la época, una alta calificación profesional que es visible en las

obras que emprendieron tanto en el campo religioso como en el civil y comercial, e

incluso en las obras de infraestructura vial.

Pedro S. Castillo compartió estudios con el grupo de estudiantes de la

especialidad de ingeniería. Egresó de la Escuela en 1898; su tesis de grado se

relacionaba directamente con la práctica del oficio: Fundaciones hidráulicas. Le siguió

ese mismo año Manuel Antonio Diez Tresselt, siendo ambos los dos primeros

profesionales graduados en la rama de arquitectura durante el breve periodo de

existencia de esa institución, en la cual obtuvieron sus títulos, además de los ingenieros,

tan sólo cinco arquitectos (Caraballo, 1986). En 1898 no se reportaron más egresados

(Archivo Histórico UCV, 1895-1905).

Luis Beltrán formó parte de la última promoción de los cinco únicos arquitectos

formados en la Escuela de Ingeniería, obteniendo el título correspondiente en 1905. Le

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habían precedido, además de su hermano Pedro S. y Manuel Antonio Diez Tresselt en

1898, Jesús María Rosales Bosque en 1899, quien acompañaría a Alejandro Chataing en

la obra de la Academia Militar, y Antonio Félix Ríos en 1903 (Archivo Histórico UCV,

1895-1905). Compartió estudios con otros profesionales que se graduaron en la

especialidad de Ingeniería: Alberto Velutini, Eduardo Nunes, Hernán Ayala, Juan E.

Serrano, Rafael Nones y Rafael Seijas Cook -este último cursaría, más tarde, estudios

de arquitectura (Archivo Histórico UCV, 1895-1905)-; ellos integraron las primeras

generaciones de ingenieros-arquitectos formados en esa institución, y muchos

participaron de las listas del equipo técnico del Ministerio de Obras Públicas o actuaron

como contratistas de proyectos y obras para la misma institución durante el período

castro-gomecista. Sus nombres se vinculan a obras tan variadas y distintas como el

trazado y dirección de la ejecución de carreteras o la proyección y la supervisión de

diferentes edificios para materializar el anhelado progreso de la nación. Todavía en

1906 egresarían como ingenieros Leopoldo Paz García y Pedro Istúriz Cabana, quienes

igualmente compartieron aulas con Luis B. Castillo.

El tema místico - religioso en la trayectoria de los Hermanos Castillo

Fueron las obras de tema religioso las que dieron mayor reconocimiento a Pedro

y Luis Castillo (Imagen 1) en la poco conocida historia de la generación de los primeros

arquitectos venezolanos formados en el país. En efecto, ambos profesionales jóvenes, de

espíritu místico y reservado, así como con una actitud discreta, desarrollaron proyectos

destinados a la arquitectura religiosa, civil y doméstica, participando en la construcción

de un quinteto de significativas edificaciones que fusionaban el ámbito religioso-

conventual con el educacional, contribuyendo así a conformar el perfil de la Caracas

castro-gomecista y el acontecer cultural místico-religioso de las primeras décadas del

siglo XX. Su apego piadoso les abrió las puertas a este tipo de proyectos; de igual

forma, su espíritu filantrópico pudo haber sido la causa de su discreción, si la

comparamos con la fama y trascendencia mediática de otros contemporáneos vinculados

a las obras encargadas por los gobiernos y la burguesía en consolidación, como

Alejandro Chataing y Rafael Seijas Cook, quienes se promocionaban a través de los

medios impresos en periódicos y revistas de la época. Alejandro Chataing publicaba

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anuncios en el diario El Universal, dando a conocer su oficina de arquitectura; Rafael

Seijas Cook, como colaborador en la Revista Élite, hacía lo propio con su oficina de

proyectos y construcciones.

Seijas Cook se refiere a los Castillo en los siguientes términos:

“Sin nunca haber sido ricos, y menos, vanidosos, a manos abiertas pusieron su trabajo profesional al alcance de todos. Quizá su exceso de misticismo o de fanatismo cristiano los impelieron a tan altos procederes. Doquiera que el alma cristiana de algún hijo de Santiago de León plugiera un ex - voto tangible, los trazos de un altar votivo, las siluetas de una torre, de un campanile, los planos de un nuevo Santuario católico, ¡las cuatro manos de los arquitectos unidos, poníanse en movimiento! Cuantas veces para merecer, a título de honorarios, ya un sincero apretón de manos, y con harta frecuencia, un dudoso vale espiritual cancelable en paraísos allende la Parca.” (Seijas, 07.08.1926).

Imagen 1: Detalle de las rúbricas de Pedro S. Castillo y Luis B. Castillo

Fuente: Castillo, Pedro S. y Luis B Castillo (1909).

Muy probablemente la vinculación profesor-alumno que desarrollaron los

hermanos Castillo con Agustín Aveledo y los nexos que este filántropo mantuvo con la

Iglesia Católica venezolana -por medio de obras piadosas como el Asilo de Huérfanos

en La Pastora y el Colegio Santa María, entre otras-, intercedieron para que los

hermanos Castillo, indudablemente apuntalados por su propio virtuosismo profesional,

fueran recomendados para el desarrollo de notables proyectos de naturaleza religiosa

vinculados con la educación bajo iniciativa católica a comienzos del siglo XX. Este

carácter mixto entre lo místico y lo educacional era estimulado desde la Iglesia como

parte del apostolado a desarrollar por las congregaciones extranjeras y nativas instaladas

en el país, en respuesta a los postulados del Concilio Vaticano I (Alberigo, 1990) entre

1869 y 1870. El propósito era reivindicar el papel de la Iglesia y, más específicamente,

en el llamado proceso de Restauración de la Iglesia venezolana para enfrentar la

avalancha de movimientos anticlericales como el ateísmo, el materialismo, el

panteísmo, el racionalismo y el fideísmo, que habían socavado la fe religiosa (Conde,

2005).

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La contribución de los hermanos Castillo fue trascendental en la concepción y

materialización de las casas conventuales de tres congregaciones noveles de la Caracas

de comienzos del siglo, vinculadas a obras educativas, y las capillas anexas a éstas -unas

de factura nativa, otras de origen foráneo- que encontraron acogida benevolente en el

clima de reconciliación eclesiástica adelantada desde la presidencia de Juan Pablo Rojas

Paúl. Luis Beltrán, el menor de los hermanos, concibió la reforma y ampliación de la

Santa Capilla caraqueña, y dio continuidad a las obras de arquitectura religiosa que su

hermano mayor dejara huérfanas, además del núcleo inicial de la Obra del Buen

Consejo, en el sector de Caño Amarillo, también de naturaleza religiosa educacional.

En orden cronológico de construcción, estas obras fueron: en primer término, el

proyecto para el Santuario Nacional de María Auxiliadora (1897-1909), vinculado al

Colegio San Francisco de Sales en Sarría, a cargo de la Congregación de los Salesianos;

luego, el proyecto para el Internado de Niños y su respectiva iglesia de San José del

Ávila (1913), en los límites entre las parroquias Altagracia, San José y la Pastora

(Congregación de Hermanitas de los Pobres de Maiquetía, 2011, 71-78), convertida en

1923 en Abadía benedictina; y posteriormente, el Santuario Nacional de la

Independencia (1909-1923) para la congregación venezolana de las Siervas del

Santísimo Sacramento, fundadoras del Colegio Monseñor Castro. Luis B. proyectaría el

edificio primigenio de la Obra del Buen Consejo (1906-1907), institución educacional

de extracción religiosa, acoplada a la primera Iglesia de Pagüita, diseñada por Juan

Hurtado Manrique (1884) en el sector de Agua Salud-Caño Amarillo (Peña, 2008). A

éste le seguiría, después de fallecido Pedro, la reforma de la Santa Capilla (1917-1921)

desarrollada de manera exclusiva por Luis B. Castillo para la inclusión de la nave

central (Pérez Gallego, 2011), a la par del primer ensanche del Internado de San José

del Ávila (1918), proyectado inicialmente por su hermano Pedro (Seijas, 1926).

El primero de los proyectos, el Santuario de María Auxiliadora (Imagen 2) fue

emprendido por Pedro S. en 1897, en vísperas de su graduación, en el período de

gobierno de Joaquín Crespo; fue responsable de la elaboración de los planos de la

edificación y de algunos equipamientos como el púlpito (De Francheschi, 2003, 19-23);

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su hermano Luis Beltrán lo asistió en la obra. El 7 de julio de aquel año fue colocada la

piedra fundacional con la asistencia del Arzobispo de Caracas, Monseñor Críspulo

Uzcátegui, y otros miembros del clero. Sin embargo, los trabajos demoraron en iniciar

cuatro años por “imprevistos disturbios políticos” (De Francheschi, 2003, 19-23), por

lo que debieron comenzar realmente en los albores del nuevo siglo, el 8 de mayo de

1901. Según Seijas Cook, el Colegio San Francisco de Sales, anterior a la iglesia,

también fue proyectado por Pedro Castillo, aunque otras fuentes señalan que los planos

habrían sido elaborados por el padre Jerónimo Gordini, siendo acreditados por el

ingeniero Jesús Muñoz Tébar (Merino, 2011, 94). Probablemente Castillo fuera en

realidad el autor, pero al no tener aún la titulación, esto habría impedido su figuración

oficial, requiriendo el aval de Muñoz Tébar.

“El P. Jerónimo Gordini prepara los planos del nuevo Colegio, aprobados por el ingeniero Jesús Muñoz Tébar, ‘óptimo católico, y que había sido presidente del Estado Zulia’ y los trabajos de construcción comienzan el 3 de marzo de 1897. Todo va a un ritmo increíble y las obras adelantan rápidamente… Apenas la construcción permite habitar en ella, los Salesianos se trasladan a su nuevo hogar. Era el 20 de diciembre de 1897, tres años y un mes de haber llegado a Venezuela.” (Merino, 2011, 94)

Imagen 2: Capilla de María Auxiliadora en construcción

Fuente: Capilla María Auxiliadora, Caracas [Fotografía] (1920 c.),

Caracas en Retrospectiva [Foro digital].

Seijas Cook, compañero de estudios de Luis Beltrán, refiere que éste se

involucró desde esta obra en adelante en los proyectos de su hermano Pedro:

“El Colegio de Don Bosco, erguido en los aledaños de la Parroquia de Candelaria metropolitana, espigaba sus ojivas en los cielos de Sarría, bajo la experta jefatura del primero de los hermanos Castillo, cuando el segundo, nuestro camarada universitario, sumaba sus energías en la obra comenzada, llevando el galardón del título de

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Arquitecto arrebatado en justa brillante, tras largas vigilias intelectuales y económicas. Este inicio los uniría: “…De entonces hacia adelante juntos laboraron. Y fueron por antonomasia los arquitectos místicos venezolanos” (Seijas, 07.08.1926).

El colegio era originalmente un cuerpo en L con vanos de inspiración neogótica,

formando un patio interior que colindaría con la ulterior nave principal de la iglesia;

ésta, de ecléctica estampa, con planta en forma de cruz latina, de una nave con ábside

semicircular, fusionaría rasgos neo-románicos y neo-bizantinos. El esquema tipológico

empleado se volvería a repetir en la Iglesia de San José del Ávila y en la Iglesia de las

Siervas del Santísimo Sacramento, a pesar de los cambios que esta última tendría

posteriormente a la actuación de los Castillo. La materialización del proyecto fue algo

accidentada, lo que se repetiría en la mayor parte de la fábrica de iglesias emprendidas

de esos tiempos en la capital, como consecuencia de ser obras votivas, en su mayoría.

La nave principal, correspondiente al ala oeste que da frente hacia la calle entre

Paradero y Salesianos, fue la primera en ser terminada conforme al proyecto de Pedro

Castillo, bajo la dirección de su autor y la asistencia de su hermano, siendo su interior

habilitado al público el 7 de marzo de 1909, aunque sin todavía haber sido concluidas

las fachadas (De Francheschi, 2003). Fue inaugurada por Monseñor Rafael Lovera,

rector de la Santa Capilla para la fecha. La escasez de recursos demoraría aún la

conclusión de los exteriores hasta 1917, cuando se logró reunir los fondos necesarios.

Debido al fallecimiento de Pedro Castillo en 1915, las obras fueron continuadas en 1917

por el arquitecto Luis Muñoz Tébar, dada su destreza en los estilos medievales desde su

proyecto para el Hospital Vargas de 1888. Éste completó el encalado del frente y los

laterales de la nave principal hasta 1918, cuando falleció víctima de la epidemia de

gripe española, continuando entonces Alejandro Chataing la dirección de las obras en

dos etapas: la primera entre 1919 y 1924, cuando se termina el brazo sur que se conecta

con el colegio, y luego, entre 1926 y 1928, iniciando el ala norte, el presbiterio, el

ábside y la sacristía. Finalmente, a la muerte de Chataing en 1928, la obra sería

concluida por el Dr. Hernán Ayala (De Francheschi, 2003).

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El segundo proyecto fue el conjunto del Internado e Iglesia de San José del

Ávila (Imagen 3), emprendido a finales del siglo XIX por el Padre Santiago Machado

como obra benéfica destinada al asilo y educación de niños pobres y huérfanos;

contactó para ello a Pedro S. Castillo, quien ya había desarrollado el proyecto de los

Salesianos. La edificación conservaría el uso de orfanato-colegio hasta 1923, cuando

fue entregada oficialmente a los sacerdotes benedictinos de la Congregación de Santa

Otilia, procedente de Munich (Baviera, Alemania), donde había nacido a fines del siglo

XIX la congregación de los benedictinos misioneros Ottilianer (Congregación de

Hermanitas de los Pobres de Maiquetía, 2011). De acuerdo a Seijas Cook, Luis B.

Castillo realizaría más tarde un ensanche a “la regia y costosa Abadía conocida bajo el

mote de San José del Ávila”. Esta “fue resultado de la dual manera de edificar de

Pedro y de Luis. El primero la trazó, para que su sucesor la continuara y la

ensanchara”.

Se presume que en esta segunda intervención, realizada alrededor de 1918

(Congregación de Hermanitas de los Pobres de Maiquetía, 2011), se incorporaron

referentes locales de la arquitectura del lugar de origen de los benedictinos, en un

revival del barroco alemán de Baviera, con la singular torre y las volutas ornamentales

sobre las balaustradas, acentuando la fragmentación en cuerpos del vasto edificio.

Imagen 3: Internado de San José del Ávila, antes del ensanche de Luis B. Castillo

Fuente: Revista Élite (1926, 27 marzo).

El conjunto inicial de Pedro Castillo estaba compuesto por un edificio de un piso

de planta cuadrangular con patio central, de acuerdo al tipo de claustro conventual, en

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cuyo eje principal, en dirección norte, se articuló la capilla de planta cruciforme, de una

nave y ábside semicircular. La intervención de Luis B. Castillo agregaría el segundo

piso y la torre campanario central. La edificación tuvo un tercer ensanche iniciado en

1947 (González, 2010) y desarrollado hasta 1952, ya avanzada la gestión de los

Benedictinos, según proyecto del Arquitecto Enrique García Maldonado, agregándose

otro cuerpo que la extendería hacia el este, conformado por tres módulos de ventana que

replicaba a los existentes de cada lado del acceso principal, además de algunas reformas

internas en las alas laterales de la Capilla.

El tercer trabajo de carácter religioso fue la realización del proyecto encargado

en 1909 por Monseñor Juan Bautista Castro para levantar el Santuario Nacional

Expiatorio de la Independencia (Imagen 4), popularmente conocido como Iglesia de las

Siervas del Santísimo Sacramento, ubicado en la parroquia Santa Teresa. En este, Pedro

S. Castillo actuó hasta 1915 como director del proyecto y la ejecución; Luis B. Castillo,

por su parte, elaboró el plano en calidad de dibujante, asumiendo la dirección de las

obras al fallecer su hermano mayor. Por lo tanto, Pedro S. fue el autor primigenio del

proyecto y del proceso creativo; la participación de Luis Beltrán estuvo confinada al

plano representativo de la idea concebida por su hermano.

Imagen 4: Planta del Santuario de la Independencia y Edificio para las Siervas del Santísimo Sacramento

Fuente: Castillo, Pedro S. (Director) y Castillo, Luis B. (Dibujo), (1909, agosto).

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Este dato es importante, ya que algunos folletos divulgativos publicados por la

Congregación (Congregación Siervas del Santísimo Sacramento, 1991) atribuyen la

autoría del proyecto y el inicio de las obras a Luis Castillo, considerando la

continuación de éstas por parte de Pedro, pero en realidad el orden es inverso; todo

deriva de que Luis figuraba como autor del dibujo cuando el director era Pedro. Un

artículo publicado con motivo de la inauguración del altar mayor del Santuario Nacional

Expiatorio en el diario La Religión, contribuyó a extender esta errada interpretación (La

Religión, 23.12.1981).

Ciertos datos hemerográficos de la época, como la publicidad de la Fábrica

Nacional de Cementos (más tarde Cementos La Vega) en la que se reseña la obra para

las Siervas y se refiere a Pedro S. Castillo como su responsable, nos permitieron

precisar este dato:

“La excelente calidad de nuestro cemento puede ser comprobada por todo el que lo desee en más de cuarenta trabajos diversos que se están ejecutando en estos momentos con nuestro “Portland de insuperable calidad”, a saber: Academia de Bellas Artes, Ferrocarril Central, (…), Edificio de las Siervas Glorieta a Hospital (Igro. P. S. Castillo)… Su precio de Bs. 16 dieciséis bolívares (devolviendo los sacos), por el equivalente de un barril extranjero y llevado a domicilio es también incompetible…(C.A. Fábrica Nacional de Cementos, 18.02.1910).

Publicaciones posteriores relativas al desarrollo de la obra vuelven a referir a

Pedro Castillo como su proyectista primigenio (Élite, 07.08.1948).

La iglesia proyectada para el Santuario Nacional Expiatorio empleaba de nuevo

la planta cruciforme de una nave con ábside semicircular, con la variante de ostentar

una torre a los pies de la nave, y con el aditamento de dos estrechos pasadizos laterales

que se extendían más allá del transepto para bordear el ábside en forma de

deambulatorio, pero sin llegar a adquirir la proporción de naves laterales. La iglesia se

acoplaba al conjunto conventual configurando un atrio al norte en forma de exedra, y

una serie de patios a los lados del crucero. En relación a la virtuosa estampa de la nueva

iglesia, destaca Rafael Seijas Cook que duplicaría en altura con su campanario a la

iconográfica torre de la Catedral de Caracas, “…interpretado con un valiente programa

de arquitectura que se atrevía a horadar el cielo de Caracas a doble altura de la que

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suma la inaccesible estatua de la Fe, acrótera de la trisecular Torre de la Catedral

Metropolitana…” (Seijas, 07.08.1926).

La cuarta edificación de carácter religioso-educacional con proyecto de Luis B.

Castillo es la Obra del Buen Consejo (Imagen 5), ubicada en Caño Amarillo, entre las

esquinas de Tinajita a Agua Salud, Caracas, destinada a la educación de varones bajo la

modalidad de internos y externos, gestada en 1906, y fundada legalmente el 6 de enero

de 1907 por Monseñor Julián Fuentes Figueroa,

“…En 1906 se construyó la primera etapa, donde una de las razones principales era acercar la comunidad a la religión y cumplir con la necesidad de la educación, y su idea fue fundar un Colegio Católico; para lograr la atención de la comunidad, el Padre Fuentes Figueroa implementó la estrategia de proyectar películas silentes, de esta manera la comunidad (que llevaba sus asientos para disfrutar de la proyección) se acercaba a la pequeña Iglesia del lugar y a la idea del Padre, fomentando fiestas locales donde la comunidad encontraba momentos de esparcimiento (Peña, 2008).

Imagen 5: La Obra del Buen Consejo

al Sur de la original Iglesia de Paguita y la nueva aún en construcción

Fuente: Vista Parcial Caracas Venezuela [Postal] (1950 c.), Ebay Inc.

La Obra del Buen Consejo - un edificio en forma de U cuyo patio se abría, al

norte, hacia la capilla neogótica de Pagüita proyectada por Juan Hurtado Manrique en

1884 (Zawisza, 1989, 210) - recuerda tipológicamente, pero en menor escala, al

Orfanato de San José del Ávila. La institución y su edificación sede respectiva fueron

confiadas en 1932 a las Hermanas Salesianas, Hijas de María Auxiliadora. Para esa

fecha se crean dos edificios: uno destinado a varones y el otro para niñas internas. El

conjunto albergaría el internado, la escuela primaria, el comedor, el dispensario, un

servicio de atención médico-dental para la comunidad, además de la sede del Noviciado

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de las Hermanas Salesianas en Venezuela. La edificación se vio afectada por el

terremoto de 1967, trasladándose la institución el 9 de abril de 1968 a una nueva sede en

San Antonio de Los Altos (Peña, 2008). El escritor y cronista Aquiles Nazoa inició su

escolaridad en la escuela El Buen Consejo, de la cual dice que parecía desprendida de

un bonito libro de lectura, porque al frente le pasaba una quebrada y se llegaba a ella por

un puentecito; tenía una alameda que lindaba con el ferrocarril de La Guaira, a cuyo

paso vibraba todo el plantel (Torres, 1998).

El quinto proyecto de índole religiosa corresponde al encargo realizado por el

Presbítero Rafael Lovera a Luis B. Castillo, alrededor de 1917, para la reforma de la

Santa Capilla (Imagen 6), con miras a incorporar una tercera nave en el área que

ocupaba el pasaje abovedado y los patios interiores que integraban las dos capillas

precedentes proyectadas por Juan Hurtado Manrique, la norte en 1883 y la sur entre

1889 y 1891, construidas ambas por el Ministerio de Obras Públicas (Pérez Gallego,

2011).

La iglesia, según la reforma de Castillo, se ensancha hasta:

“…alcanzar un tópico digno en majestad y capacidad de la creciente población y riqueza que empujan a mejores horizontes nuestra cara patria. L. Castillo funde las dos capillas separadas en un conjunto amplio, y del espacio ocupado por departamentos diversos relacionados con los servicios del culto, que distanciaba ambos templos, hace un soberbio tríptico de naves ojivales, gallardo y ricamente paramentado, dominado por un regio, grande y grandioso altar de ricos mármoles, y cumbre sin paralelo, excelsa, de las aras votivas de todas las iglesias venezolanas.” (Seijas, 07.08.1926).

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Imágenes 6 y 7: Vista y planta de Santa Capilla, según intervención de Luis B. Castillo

Fuentes: 5: Schael, Guillermo José (1968, 91). 6: Pérez Gallego, Francisco (2011, 278).

La propuesta de Luis B. Castillo (Imagen 7) es una solución espacial

verdaderamente ingeniosa que se materializa mediante recursos técnicos de avanzada:

losas de concreto armado sobre láminas de metal desplegado tipo Self Sentering (Kidder

y Parker, 1957) y lucernarios de vidrio escarchado y armazón metálica. La nueva

inserción adoptó una solución de cubiertas horizontales para la nave central que,

empleando tragaluces de vidrios de colores, logró crear dramáticos efectos de luces en

el interior del ambiente. Este quedó cubierto con una sucesión de cuatro pseudo-

bóvedas de crucería cuadripartita de planta rectangular más otra de planta cuadrada para

el presbiterio, cuyas pechinas tratadas en forma de tracerías, rematan su encuentro con

una linterna octogonal y cupulín de media naranja.

El diseño de Luis Castillo no se limitó al interior. En armonía con la nueva nave,

concebida en sí misma como una planta basilical de tres naves que integraría a las

preexistentes de Hurtado Manrique, antepone una fachada horadando la torre

campanario y añadiendo una segunda piel envolvente, para dotar a la iglesia de un

portal de acceso principal:

“…Este se conformará por una gran ojiva con arquivoltas circundada por un gran arco conopial florenzado cuya clave remata en una imagen de San Tarsicio, enmarcada, a su vez, por un pequeño frontis escalonado. (…) De cada lado del portal se yergue un par

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de columnas de fuste cilíndrico rematadas por capiteles de un caprichoso eclecticismo, inspirado en líneas orgánicas de motivos vegetales. (…). Como remate de los pares de columnas que enmarcan el portal, de cada lado de la torre una especie de baldaquín de arcos flamígeros apoyados sobre cuatro columnas cilíndricas sostienen otras agujas menores tratadas al igual que la central…” (Pérez Gallego, 2011, 279-281)

Arquitectura funeraria en la obra de Luis B. Castillo

Al fallecer Pedro S. Castillo, Luis Beltrán continuó una obra que fue breve pero

fecunda, aunque lamentablemente anónima por el carácter del arquitecto y el tipo de

clientes para quienes trabajó. Según el artículo monográfico que publicara Rafael Seijas

Cook en 1926 en la Revista Élite, se cuentan diversas casas o chalets, otros templos o

capillas, e, incluso, equipamientos funerarios:

“…La muerte de Pedro, lejos de restarle clientela, sumó mayores movimientos a su taller de construcciones. Algunas fachadas e interiores de índole urbanos, algunos chalets de los aledaños de la ciudad, trazos para templos y cementerios de poblaciones de Venezuela, fueron trabajos frecuentes en el tapete del arquitecto huérfano…” (Seijas, 07.08.1926).

Luis B. Castillo proyectaría algunos de los panteones historicistas existentes en

el Cementerio General del Sur construidos en las primeras dos décadas del siglo XX,

varios de entre ellos de estilo neogótico. Merecen referencia los panteones funerarios

del ex presidente Juan Pablo Rojas Paúl, fallecido en 1905, el de Pedro A. Berrizbeitia,

y el de María Francia; aunque no se han encontrado documentos que permitan

demostrarlo, los rasgos morfológicos hacen plausible la atribución de estos a Luis B.

Castillo. En efecto, estos tres monumentos funerarios de claras referencias neogóticas,

poseen detalles morfológico-ornamentales similares a los empleados por Castillo en

otras obras: el panteón de Don Pedro A. Berrizbeitia presenta detalles constructivos

como las columnas y la cornisa, de grandes semejanzas a las empleadas por Castillo en

el cuerpo de la nave central de Santa Capilla de Caracas; también se encuentran

analogías y semejanzas en el de Rojas Paúl, por ejemplo, en el detalle del arco

trilobulado que enmarca el rosetón en forma de trifolio, también utilizado por Castillo

en el nártex de Santa Capilla.

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Contribuciones para las Academias Militar y de Bellas Artes

Pedro S. Castillo participó con su hermano Luis en el concurso público que fue

convocado en 1903 para el proyecto del edificio de la Academia Militar en la Planicie,

en el que también concurrieron otros ocho profesionales destacados de la época, entre

ellos los doctores A. Smith, Manuel Felipe Herrera, Eduardo Calcaño S, Adolfo Nones,

Octaviano Urdaneta, Manuel Herrera Tovar y Rafael Díaz, quienes mediante

pseudónimos presentaron sus propuestas para el programa de usos solicitado:

“…El Jurado se reunió por primera vez el 19 del presente y entró á conocer, de 9 proyectos, cuatro titulados así: “El Arte levanta el alma”, “Paz y Labor”, “Patria”; “Orión”, y cinco marcados del modo siguiente: 77.777, C.de O., D., I. Z, y uno con un disco rojo dentro de un círculo negro.” (Ministerio de Obras Públicas, 1903, 27 de octubre).

El proyecto de Pedro S. Castillo estaba identificado con el pseudónimo I.Z. Aun

cuando el vencedor fue Alejandro Chataing, bajo el pseudónimo El Arte levanta el

Alma, Castillo percibió un reconocimiento por su participación. El 29 de octubre el

Ministro de Obras Públicas, Castillo Chapellín, dirigía comunicación al Ministro de

Hacienda para que éste entregara al Arquitecto Pedro S. Castillo “… autor del proyecto

marcado ‘I. Z’ la cantidad de un mil bolívares (B.1.000) con que el Ejecutivo Nacional

premia á los Ingenieros concurrentes al Certamen promovido para la construcción de

un edificio para Academia Militar” (Ministerio de Obras Públicas, 1903, 29 de

octubre).

Además de participar en el concurso para el edificio de la Academia Militar,

también participó en la licitación para las obras de la Academia de Bellas Artes

convocada por el Ministerio de Obras Públicas en diciembre de 1909, cuyo proyecto

había sido realizado por Alejandro Chataing. En este caso, la buena pro de la licitación

fue otorgada a Ricardo Razetti, habiendo participado en ella once proposiciones: las de

Heraclio Díaz y Luis B. Ibarra, Víctor González P., Jorge Obelmejías, Gabino Blanco y

Jesús Flores Salazar, Ricardo Razetti, Germán Buroz, Teófilo Pérez, Juan Osorio,

J.C.M. Alvarado, Evaristo Badillo, además de la de Pedro S. Castillo. La propuesta

económica de Pedro S. Castillo ascendía a un monto de veinte mil (20.000,00

bolívares); era la de mayor monto, contra la de Razetti que terminó siendo, en el otro

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extremo, la cifra menor (9.565,30 bolívares) (El Universal, 07.01.1910).

Proyectos para la actividad comercial

Pedro S. Castillo y su hermano proyectaron algunas edificaciones para uso

comercial. Merece ser destacado en este renglón el edificio San Jacinto (Imágenes 8 y

9), en el ángulo noroeste de la esquina del mismo nombre en Caracas, una de las

primeras edificaciones en altura de la ciudad a comienzos del XX. Estaba destinada a

casa comercial, acorde a la dinámica funcional del sitio, próxima al mercado homónimo

y a continuación del célebre Pasaje Ramella, otro edificio comercial que se iniciaba en

la esquina de Gradillas, proyectado por el arquitecto Antonio Malaussena (Seijas,

06.1926). Es de destacar que los terrenos donde se implanta este edificio fueron

propiedad de la Iglesia hasta el año 2010, cuando fueron expropiados por el Estado. En

el edificio se instaló el almacén El Gallo de Oro, tienda por departamentos de la época,

propiedad del comerciante de origen libanés Farsen Ramia. El establecimiento, que

ofrecía lo mejor de la moda internacional, dominaba el escenario comercial caraqueño

de la primera mitad del siglo XX (Figueroa, 14.09.1935).

El edificio de dos pisos responde a la esquina con una curva que resuelve, en

planta, el empalme de las dos fachadas en un cuarto de círculo. En la planta baja los

vanos son adintelados, con las esquinas suavizadas en curva, resaltando la clave y los

arranques de los pié-derechos a manera de capitel. Los vanos superiores son arcos de

medio punto con balaustradas. El arco del segundo piso de la esquina se destaca por

descansar en columnas de orden compuesto que se articulan con el acceso de esquina

mediante ménsulas. En artículo de prensa de la época se señala que el nuevo edificio de

San Jacinto:

“... es una bella obra de arquitectura en cuyas líneas se revela la seriedad que preside al estudio y la buena conciencia que lo informa. Su autor es el modesto arquitecto doctor Pedro Castillo, quien ha sabido armonizar en esa construcción -que le brinda un nuevo triunfo en su carrera de ingeniero- la solidez y sobriedad del estilo á un tono majestuoso y elegante que da esbeltez al conjunto, respondiendo así á una necesidad ornamental que indudablemente contribuye al embellecimiento arquitectónico. Y es que el doctor Castillo, á pesar de su característica modestia, pertenece al grupo de los pensantes que no titubean, ni se pierden en vacíos o amaneramientos cuando se trata de precisar con la posible certidumbre matemática, los nexos y conexiones que el

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observador atento, desprovisto de prejuicios y de modos de ver escolásticos, atisba de continuo en las obras de Arte que determinan la moderna evolución en el seno de la belleza (…)” (Maduro, s/f)

Imágenes 8 y 9: Edificio San Jacinto, sede de la tienda por departamentos El Gallo

de Oro

Fuentes 8 y 9: Plaza San Jacinto [Fotos] (s/f), Viejas Fotos Actuales [Foro digital].

Proyectos de infraestructura vial para el sector oficial

La Revista del Ministerio de Obras Públicas reseña, en los años 1912 y 1913, la

participación del Ingeniero Pedro S. Castillo en el cuerpo técnico del Ministerio de

Obras Públicas, dato que corresponde con su labor entre 1910 y 1913 como responsable

del proyecto y dirección técnica de las obras de la Carretera de San Casimiro a

Altagracia de Orituco, realizada por el Ministerio de Obras Públicas (19.12.1912).

A tal efecto, en el trazado de la vía realiza el Proyecto para un puente con viga

de cemento armado en San Casimiro (Castillo, 1912). Este puente (Imagen 10), debía

ser construido con losa y vigas macizas en concreto armado para salvar el cauce del río

San Casimiro. Su configuración era asimétrica, teniendo de un lado un estribo fundado

en un talud bordeado por el río y del otro, un muro de sostenimiento para un relleno de

tierra que permitiría nivelar la superficie entre los dos extremos de la luz libre a salvar.

Este muro de sostenimiento adoptaría en planta una forma de medio octágono, de lados

desiguales, siendo menor el que conformaría las caras frontales hacia la luz. Los dibujos

de vista y secciones reflejan que la estructura de concreto se vaciaría ornamentando sus

paramentos con molduras que combinaban fajas y listeles resolviendo la superposición

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de las defensas o antepechos sobre las dos vigas longitudinales que soportaban la losa,

quedando estas últimas ligeramente retranqueadas respecto al plano de las primeras.

Imagen 10: Proyecto de puente en San Casimiro

Fuente: Castillo, Pedro S. (1912).

El Teatro-Casino para La Guaira de Luis B. Castillo

Entre 1918 y 1919, Luis B. Castillo realizó el proyecto para un Teatro-Casino

que sería construido en La Guaira (Imagen 11), cuyos planos fueron publicados en el

Nuevo Diario el 9 de enero de 1920. Días después, el proyecto fue presentado

formalmente a la colectividad varguense por el señor Pedro A. Tarff, quien desde una

década atrás acariciaba la idea de erigir un teatro para la ciudad. No se construyó, pero

habría sido un interesante aporte para el contexto urbano litoral:

“En la función del Cine efectuada en la noche del domingo retropróximo, se exhibieron en los intervalos las vistas de lo que será el Casino Teatro de esta ciudad, obra llamada a ser de imperiosa necesidad para esta sociedad. Al efecto, el señor Pedro A. Tarff, en breves palabras, hizo una ligera exposición de los propósitos de la Junta Directiva que se ha nombrado para gestionar todo lo relativo con dicha obra, manifestando además que la expresada Junta Directiva cuenta con el valioso apoyo del Señor Prefecto del Departamento Vargas, el General Federico Roig F., secretario de la Prefectura”... (El Nuevo Diario, 25.02.1920).

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Imagen 11: Fachada del Teatro-Casino de La Guaira

Fuente: El Nuevo Diario (1920, 9 de Enero).

La propuesta de Castillo resalta por su tendencia ecléctica, aderezada por

algunos recursos de clara tendencia Art Nouveau. Propone un edificio de composición

tripartita y fachada simétrica, formada por dos cuerpos en sentido horizontal y cinco

calles verticales, de las cuales la central equivale a la suma de las restantes laterales,

estructurada por un corredor aporticado en planta baja de cinco módulos intercolumnios

y columnas de aparente orden compuesto y una logia en la superior que repite el mismo

número de módulos, formadas por pilares de sección rectangular y vanos en forma de

arcos adintelados.

La calle central está enmarcada por dos volúmenes salientes y de mayor altura

que ésta, de paramentos horadados en planta baja por un vano adintelado enmarcado por

un arco parabólico segmentado de manera tal, que los apoyos del dintel se contornean

en el vacío del arco generando una especie de trifora. En la planta superior se desarrolla

un balcón con balaustrada y vano en forma de arco de medio punto. Los volúmenes son

rematados cada uno por una especie de buhardilla a dos aguas sobre las que se eleva un

cuerpo retranqueado rematado cada uno por una esfera. Finalmente, las esquinas o

calles de los extremos laterales se conciben de manera más hermética, en contraste con

la central, quedando horadadas por un vano adintelado rectangular enmarcado por una

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faja perimetral, que aglutina en realidad dos vanos de ventana, uno en cada nivel, de

líneas más austeras que las restantes. La cubierta deja entrever la disposición de dos

techos, uno en primer plano en forma de cola de pato, a tres aguas, y otro posterior en

forma de cuatro aguas con cumbrera superior.

Tributo a la arquitectura doméstica en la obra de Luis B. Castillo

A pesar del anonimato que ha silenciado la obra de los hermanos Castillo,

podemos destacar algunos otros datos referentes a Luis Beltrán Castillo que permiten

reconstruir someramente la efímera trayectoria profesional de este arquitecto de las dos

primeras décadas del siglo XX. El panorama gremial de esta época era restringido, pero,

dentro del mismo, Luis B. Castillo, como se hacía llamar, ya gozaba, a la par de

Alejandro Chataing y Ricardo Razetti, de cierto reconocimiento en el medio de la

Venezuela gomecista; reputación que se diluyó de la memoria colectiva después de su

temprana muerte. Aún así, algunos colegas lo recordarían, como lo hiciera Edgar Pardo

Stolk:

“…Profesionales en actividad en estas cosas, sólo había el Dr. Alejandro Chataing, quien gozaba de la reputación de las obras realizadas cuando Castro; el Dr. Ricardo Razetti, con la experiencia que tuvo de la construcción, del ferrocarril alemán; el Dr. Luis B. Castillo, y algún que otro ingeniero que mezclaba la realización de un trapiche o un acueducto con una casa para don fulano o para él mismo…” (Pardo Stolk, 1969)

Es a partir de ese naciente reconocimiento profesional que Luis B. Castillo

proyectó también algunas residencias particulares en las parroquias tradicionales de

Caracas, como La Pastora, Santa Teresa y Santa Rosalía (Imagen 12), así como algunos

chalets en las nuevas urbanizaciones y localidades foráneas de El Paraíso, Los Chorros

o Macuto (Seijas, 07.08.1926). En estas trató de innovar formalmente respecto a los

códigos formales y tipológicos de la vivienda adosada de patio central y fachada

continua. Por sus rasgos formales apegados al eclecticismo podemos referir dos

residencias aún en pie, una en la urbanización El Paraíso y otra en la urbanización Los

Chorros, que bien pudieron haber sido proyectadas por Luis B. Castillo. Estas son la

Villa de la familia Arcaya, en Los Laureles de El Paraíso, y Villa Elena de la familia

Bueno, respectivamente. En ambas funcionan en la actualidad instituciones educativas

asociadas a congregaciones religiosas. La primera es actualmente la sede del Colegio

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Teresiano regentado por las hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús; la

segunda, en Los Chorros, acoge al Instituto Elena de Bueno, regentado por las Siervas

del Santísimo Sacramento.

Imagen 12: Vivienda unifamiliar de Luis Castillo entre las parroquias Santa Teresa y Santa Rosalía

Fuente: Pardo Stolk, Edgar (1969).

En Caracas, Luis Castillo también realizó algunas residencias particulares de

configuraciones novedosas, aunque adaptadas al tipo de la casa adosada de patio interior

y fachada continua, en la que introdujo variantes espaciales mediante los recursos

lingüísticos del eclecticismo. Al norte de la ciudad proyectó en la esquina de Balconcito

en la parroquia La Pastora, una ecléctica vivienda en esquina (Imagen 13), de dos pisos

con balcón, en la cual imprimió su sello personal mediante el empleo de arcos

carpaneles, columnillas de reminiscencias corintias y cornisa de complejas molduras

mixtas, similar a la que empleara en el cuerpo central de la Santa Capilla, recreando en

escala menor los recursos formales de la fachada del Teatro de La Guaira.

De igual forma proyectaría en la Subida de Moreno, la casa de Los Leones

(Imagen 14), otra vivienda de dos pisos con planta en U en torno a un jardín anterior, el

cual queda velado hacia la calle mediante una piel estructurada a partir de un pórtico de

ecléctica estampa, pilastras de capiteles compuestos de singular interpretación personal,

coronados por cornisas mixtilíneas que repiten el perfil que usara en la Santa Capilla,

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aunque en otra escala. El uso de relieves de abigarrada morfología entre neobarroca y

Art Nouveau devela las búsquedas formales en experimentación que lo ocuparon en la

segunda década del siglo.

Imágenes 13 y 14: Viviendas unifamiliares proyectadas por Luis Castillo en la esquina de Balconcitos o Balconcito y en la Subida de Moreno (Parroquia La

Pastora)

Fuentes: 13: Cortina, A. (1950 c.).

14: Casa de Los Leones [fotografía] (s.f.), Viejas Fotos Actuales [Foro digital]. Estas contadas obras de su trayectoria evidencian y reflejan aportes novedosos.

A pesar de circunscribirse al eclecticismo imperante, se reconoce en ellas tanto una gran

habilidad para el diseño de los aspectos estético-formales, como un avisado

conocimiento de los alardes técnico-constructivos del momento.

Respecto a lo primero, podemos mencionar el diestro dominio de la pluralidad

lingüística del eclecticismo, sometido a algunas fusiones con el Art Nouveau, lo que

propició en sus composiciones planimétricas la introducción del movimiento y

recorridos secundarios transversales que dieron variedad a la axialidad longitudinal

principal de la composición, coadyuvado por juegos de luces y sombras de notables

intenciones para alcanzar “lo sublime”, aunque siempre dentro del patrón academicista.

En cuanto a lo segundo podemos reconocer el uso sensato y armónico de materiales

industriales armonizados con otros de carácter artesanal; así tenemos el empleo del

concreto armado sobre mallas de metal desplegado tipo Self Sentering y de vidrios de

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factura industrial, coloreado y escarchado, recursos que logró armonizar con tracerías de

madera y escayola para reinterpretar el misticismo neogótico en la Santa Capilla.

Comenta Edgar Pardo Stolk:

“El Dr. Luis Castillo realiza algunas obras en las que trata de romper las formas tradicionales, y otro tanto hace el Dr. Seijas Cook recién llegado de Maracaibo y quien además del aspecto, cambia la planta típica tradicional de la construcción en Caracas. (Pardo Stolk, 1969).

Bienes muebles y obras de arte

Además de la contribución en el diseño de edificaciones, los hermanos Castillo

también incursionaron en el diseño de mobiliario de índole religiosa, como

complemento a las edificaciones eclesiásticas. Por parte de Pedro S. Castillo, destaca el

púlpito de la Iglesia de María Auxiliadora en Sarria (De Francheschi, 2003).

Imagen 15: Altar mayor de la Santa Capilla en 1924

Fuente: Toro, Luis Felipe. (1924 c.).

En el caso de Luis B. Castillo, éste diseñó el altar mayor de la Santa Capilla

(Seijas, 07.08.1926), cuya fabricación se encargó a la empresa de Francisco Pigna y

Sres. (Imagen 15). Esta casa, siguiendo los diseños de Castillo, encargó a Italia los

diferentes componentes realizados en mármol de Carrara, siendo trasladados a Caracas

para su ensamblaje e inauguración en 1924, ya fallecido Castillo. La inauguración de

esta importante bien mueble de la Santa Capilla daría base a Rafael Seijas Cook para

redactar el artículo en el que rindió homenaje a la obra silenciosa de Pedro S. y Luis B.

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Castillo, este último, su compañero de estudios.

Por otro lado, Luis Beltrán Castillo proyectaría un monumento al Libertador

Simón Bolívar en la Plaza Independencia, en la localidad de Caucagua, estado Miranda,

la cual fue inaugurada el 8 de abril de 1916. (Panamerican Union, 1916). (No se ha

podido constatar si aún se conserva).

Una muerte temprana. Epílogo a manera de conclusión

Los hermanos Castillo perecieron prematuramente: Pedro a la edad de 47 años,

alrededor de 1915, por causa de una apoplejía (Seijas, 07.08.1926); Luis a los 40 años,

alrededor de 1923, según dejan entender las fuentes, de tuberculosis, en la cúspide de su

carrera profesional y en fase avanzada en la construcción de la nave central de Santa

Capilla:

“…En los estertorosos días de su larga agonía, sin rebelarse ni blasfemar, del fátum equívoco que lo empujaba a acompañar bien presto la fría fosa de su hermano (quienes habían laborado siempre por un Dios, para ellos inmisericorde), el lápiz taumaturgo empuñaba su mano, ultimando detalles del templo, sus altares y demás complementos artísticos, cuando una asfixia final dobló su cérvix hacia la tierra, con la tranquilidad con que una flor marchitada tuerce su corola hacia el suelo donde nació.” (Seijas, 07.08.1926).

La temprana desaparición de este joven profesional fue lamentada en algunos

escritos de personalidades vinculadas a las dos obras que había dirigido en paralelo para

la iglesia poco antes de su fallecimiento:

“…La muerte, que se complace en abrir vacíos irreparables en la vida de los pueblos, cortó en flor esta auténtica esperanza de la manera más cruel y más despiadada, cuando el espíritu creador de Castillo se realizaba en frutos ubérrimos. Sus ojos apenas pudieron ver colocados los primeros bloques de granito del “Santuario de la Independencia”, su obra mimada. Sin embargo, su nombre no se borrará fácilmente de la memoria de sus conciudadanos.” (El Universal, 26.05.1933).

Lamentablemente, lo pronosticado en esta sentencia no se cumplió: tanto el

nombre de Luis B. Castillo como el de su hermano y mentor Pedro S. apenas son

mencionados en la historiografía de la arquitectura venezolana de entre siglos; cuando

se les refiere es para señalar alguna obra individual, sin reseñarla dentro del conjunto,

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quedando ambos eclipsados bajo la carrera estelar de contemporáneos como Chataing,

Seijas Cook o Razetti. Si bien es cierto que éstos tuvieron cuantitativamente una obra

más significativa, también es verdad que los hermanos Castillo contribuyeron de

manera notable con su legado a la arquitectura del eclecticismo caraqueño en la etapa

castro-gomecista, muy especialmente en el ámbito de la construcción religiosa.

Proyectaron y dirigieron importantes edificaciones; algunas fueron demolidas, otras han

sido conservadas y protegidas mediante su declaratoria como Monumentos Históricos

Nacionales o bajo la categoría de Bienes de Interés Cultural, argumentos que justifican

la importancia de reconocer, valorar y difundir la vida y obra silenciada de sus autores,

a los que se suma el hecho de haber integrado la primera generación de profesionales

titulados en la disciplina de la arquitectura en el país.

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