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I. PLANTEAMIENTO La economista del Servicio de Estudios del Banco de España doña Soledad Bravo afirma en «La competitividad del sector turístico», trabajo publicado en el Boletín Económico de dicha entidad en septiembre de 2004, que el sector turístico «se ha con - figurado como el primer sector productivo nacional». Se trata de una afirmación que, de tan repetirse, es ya un lugar trillado más que común, lo que se dice un topicazo, un estribillo que los turisperitos repiten, admi- ten y aun no han sometido a la recomenda- ble crítica científica. Y, con ellos, los perio- distas, los funcionarios, los políticos… ¿Qué es lo que produce el sector turístico, cabe preguntar, si, como dice la señora Bravo, es un sector productivo? Si le hicié- ramos esta pregunta, en apariencia harto inocente, la señora Bravo, y con ella todos los entendidos en la materia no dudarán en responder, como de hecho hace ella, siguiendo la convención, «que el producto comercializado (sic) es fundamentalmente la “experiencia turísti - ca” y está compuesto no solo por la cesta de bienes y servicios que consumen los turistas sino también por el grado de satis - facción (sic) de las expectativas que alber - gan cuando eligen un determinado desti - no». O sea, que fíjense y no pierdan la onda: el primer sector productivo nacional se compone de estos dos elementos: La experiencia turística, la sensación o el grado de satisfacción inherente a las expectativas que alberga un turista cuando elige un destino 7 Instituto de Estudios Turísticos Secretaría General de Turismo Estudios Turísticos, n. o 171 (2007), pp. 7-56 Secretaría de Estado de Turismo y Comercio LA OBJETIVACIÓN UNÍVOCA DEL TURISMO, META INSOSLAYABLE DEL PROCESO DE CIENTIFICACIÓN Francisco Muñoz de Escalona* * Analista del turismo (ex profesor titular del CSIC). [email protected]. Resumen: El turismo, se dice con frecuencia, es una realidad compleja y difícil que exige el concurso de todas las ciencias socia- les. El presente trabajo demuestra que este lugar común de la literatura especializada se debe a un enfoque conceptual sui géneris que habría que sustituir por otro capaz de situar el estudio del turismo al mismo nivel de las demás actividades productivas. Desde hace más de un siglo se ha avanzado espectacularmente en el estudio del turismo y es indudable que hace un cuarto de siglo se puso en marcha un proceso de cientificación que se caracteriza por el empleo de las más sofisticadas metodologías, un proceso que sin embargo aun se encuentra lejos del objetivo a alcanzar: la identificación objetiva de un único producto turístico que termine con el festival de produc- tos llamados turísticos actualmente existente. Palabras clave: turismo, investigación, crítica de enfoques, conceptualización, producto turístico, macroeconomía, microeconomía.

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  • I. PLANTEAMIENTO

    La economista del Servicio de Estudiosdel Banco de España doña Soledad Bravoafirma en «La competitividad del sectorturístico», trabajo publicado en el BoletínEconómico de dicha entidad en septiembrede 2004, que el sector turístico «se ha con -figurado como el primer sector productivonacional». Se trata de una afirmación que,de tan repetirse, es ya un lugar trillado másque común, lo que se dice un topicazo, unestribillo que los turisperitos repiten, admi-ten y aun no han sometido a la recomenda-ble crítica científica. Y, con ellos, los perio-distas, los funcionarios, los políticos…¿Qué es lo que produce el sector turístico,cabe preguntar, si, como dice la señoraBravo, es un sector productivo? Si le hicié-ramos esta pregunta, en apariencia hartoinocente, la señora Bravo, y con ella todos

    los entendidos en la materia no dudarán enresponder, como de hecho hace ella,siguiendo la convención,

    «que el producto comercializado (sic) esfundamentalmente la “experiencia turísti -ca” y está compuesto no solo por la cestade bienes y servicios que consumen losturistas sino también por el grado de satis -facción (sic) de las expectativas que alber -gan cuando eligen un determinado desti -no».

    O sea, que fíjense y no pierdan la onda:el primer sector productivo nacional secompone de estos dos elementos:

    • La experiencia turística, la sensación oel grado de satisfacción inherente a lasexpectativas que alberga un turistacuando elige un destino

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    Instituto de Estudios TurísticosSecretaría General de Turismo

    Estudios Turísticos, n.o 171 (2007), pp. 7-56 Secretaría de Estado de Turismo y Comercio

    LA OBJETIVACIÓN UNÍVOCA DEL TURISMO,META INSOSLAYABLE DEL PROCESO DE CIENTIFICACIÓN

    Francisco Muñoz de Escalona*

    * Analista del turismo (ex profesor titular del CSIC). [email protected].

    Resumen: El turismo, se dice con frecuencia, es una realidad compleja y difícil que exige el concurso de todas las ciencias socia-les. El presente trabajo demuestra que este lugar común de la literatura especializada se debe a un enfoque conceptual sui géneris quehabría que sustituir por otro capaz de situar el estudio del turismo al mismo nivel de las demás actividades productivas. Desde hace másde un siglo se ha avanzado espectacularmente en el estudio del turismo y es indudable que hace un cuarto de siglo se puso en marchaun proceso de cientificación que se caracteriza por el empleo de las más sofisticadas metodologías, un proceso que sin embargo aun seencuentra lejos del objetivo a alcanzar: la identificación objetiva de un único producto turístico que termine con el festival de produc-tos llamados turísticos actualmente existente.

    Palabras clave: turismo, investigación, crítica de enfoques, conceptualización, producto turístico, macroeconomía, microeconomía.

  • • Una cesta de bienes y servicios enprincipio sin especificar

    ¿Ha quedado claro, verdad?

    Pero volveremos sobre estos interesan-tes, expresivos y totalmente admitidos com-ponentes del producto comercializado habi-da cuenta de que los dos permean la inves-tigación, la bibliografía, las estrategiasinversoras privadas, la legislación y hasta lapolítica económica «sectorial» de las admi-nistraciones públicas. Sorprende que uneconomista dé esta respuesta y sostenga acontinuación sin pestañear que cuando setrata de responder a esta pregunta se tropie-za con «la complejidad y la dificultad decuantificar algunos de estos aspectos (sic),de naturaleza tanto objetiva como subjeti -va». Pues bien, la señora Bravo y todossus colegas sin excepción creen ha-ber resuelto las complejidades con las quetropieza el correcto conocimiento de «es-tos aspectos», complejidades que, segúnparece, son de naturaleza tanto objeti-va (¿inherentes a la actividad producti-va?) como subjetiva (¿inherentes a la ac-tividad consuntiva?), cuestiones que laseñora Bravo no cree necesario tratar ensu trabajo.

    Pretendo que la cita que acabo de hacery sus comentarios sirvan para situar este tra-bajo en el campo de la economía por dosrazones, una subjetiva y otra objetiva. Sub-jetiva: porque solo para la economía está elautor medianamente facultado para pronun-ciarse; objetiva: porque estoy convencidode que, si hay una ciencia totalmente capa-citada para conocer el turismo de un modooperativo, es decir, para hacer de él una

    posible fuente de riqueza, esa ciencia no esotra que la economía. Es cierto que losinvestigadores en la materia se acercan alturismo con herramientas y conceptualiza-ciones de las demás ciencias sociales perosólo el análisis económico ayuda a alcanzarel conocimiento necesario para aumentar lariqueza de las naciones tanto por medio delturismo como de las demás ramas producti-vas. Dado que no deja de ser sorprendenteque la señora Bravo, como otros muchoseconomistas, sostenga que el producto«comercializado» en materia de turismotiene aspectos de naturaleza «objetiva» y«subjetiva», y que, al parecer, es ésto lo queplantea las muy serias dificultades a las quealude, es menester indagar si hay razonespara sostener esta generalizada creencia,cuáles son esas razones y, si es posible,resolverlas con el fin de que el turismo seaconocido y gestionado de forma que esté alservicio del crecimiento sostenible (sopor-table) de la riqueza. Jafar Jafari, un antro-pólogo sirio afincado en USA, ha acuñadoel término inglés scientification, cuya tra-ducción literal al castellano por cientifica-ción no es ni correcta ni eufónica, lo admi-to, pero sí clara y expresiva, para referirse alproceso de conocimiento formalizado deesta actividad que parece ser tanto de natu-raleza productiva como consuntiva, y, porconsiguiente, económica. A su trabajo Thescientification of tourism se hará referenciaen este trabajo desde una perspectiva críticacon el fin de exponer las bases de un plan-teamiento diferente al suyo y, también, parademostrar lo insoslayable que resulta alcan-zar la objetivación unívoca del turismo si sequiere seguir avanzando en dicho procesoen la medida en que, mientras no se consigano puede hablarse de cientificación con

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  • toda propiedad tanto para la economíacomo para las demás ciencias sociales. Es-ta es, pues, la finalidad última de este tra-bajo.

    Desde hace algo más de un siglo, laindustria que llamamos turismo viene sien-do objeto, en primer lugar, de conocimientointuitivo por parte de los inversores y des-pués de un estudio progresivamente forma-lizado y sistematizado. Durante tan dilatadoperíodo de tiempo se han alcanzado cotasde cantidad y calidad bibliográficas cierta-mente admirables gracias a la aplicación dela metodología más avanzada y al crecienteinterés por parte de los numerosos centrosde estudio, formación e investigación queexisten en el mundo dedicados al turismocomo disciplina. Hay sin embargo unaspecto, el conceptual, que, después dehaber sido objeto de especial interés antaño,hogaño ha sido casi definitivamente poster-gado en beneficio, según parece, del prag-matismo y de una supuesta dificultad diz-que irreductible del objeto de conocimiento.No obstante es evidente que, aun a pesar deque no es desde hace años un tema de inte-rés para los turisperitos, los aspectos con-ceptuales son siempre de vital importanciaen cualquier campo y, muy especialmente,en el del turismo como veremos. Por estarazón será objeto de especial consideraciónen el presente trabajo, en el que se dedica-rá una parte a exponer la historia de lasideas procurando comprenderlas, enjuiciar-las y, si es posible, someterlas a una críticaconstructiva para mejorar, si es posible, suconocimiento para optimizar su eficienciaoperativa al servicio de la generación deriqueza.

    II. EL CONOCIMIENTO INTUITIVOO PRECIENTÍFICO DELTURISMO

    En el campo del conocimiento del turis-mo, como en el de otros fenómenos econó-micos o sociales, se distinguen dos fases: laque puede llamarse intuitiva o precientíficay la que se caracteriza por lo que Jafar Jafa-ri llama «cientificación». Mientras la pri-mera es exclusivamente empírica, no for-malizada ni sistematizada y de lenta mejoraen sus propuestas, la segunda es, además,teórica, analítica y está en continuo procesode formalización y sistematización, esdecir, es científica, su perfeccionamientocontinuo está garantizado y permite seraplicada en la práctica para conseguir delmodo más eficaz posible los fines que per-seguimos en la vida cotidiana.

    Hay quien sostiene que el turismo es tanviejo como la Humanidad. Según quienesasí piensan, el turismo tiene nada menosque unos dos millones de años. En el otroextremo se encuentran quienes creen que nose puede hablar de turismo si no es masivoy, en consecuencia, para ellos el turismosolo tiene poco más de medio siglo. Son dosposturas ciertamente divergentes. Para laprimera, basta con que haya seres raciona-les dotados de extremidades locomotoraspara que pueda hablarse de turismo. Para lasegunda, tiene que haber también unaindustria capaz de atender las necesidadesde una masa creciente de consumidores.Frente a unos y otros se puede sostener que,dado que etimológicamente turismo vienede tur, y un tur, no se olvide, es ni más nimenos que un viaje de ida y vuelta, redon-do o circular, es decir, el viaje que acaba

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  • donde comenzó, la condición necesaria,para que se practique el turismo es que laHumanidad dejara de ser nómada y pasara aser sedentaria puesto que solo quien tienesede permanente vuelve a ella cuando seausenta. Esta es, pues, de la condición nece-saria para que haya turismo, una condiciónque se dio hace diez o doce mil años, esdecir, en el Neolítico, la edad en la que elhombre pasó a controlar las fuentes de sualimentación y dejó de depender estricta-mente del medio.

    Pero, para que apareciera el turismo,tenía que darse también otra condición, laque cabe considerar por ello como condi-ción suficiente. De cara a la aparición delturismo, la condición suficiente no es otraque la existencia de grupos sociales con unnivel de desarrollo de la riqueza como parallegar a sentir necesidades para cuya satis-facción se requieren recursos, bienes o ser-vicios situados a cierta distancia de la sedepermanente o lugar de residencia habitualde quienes los necesitan. Esta segunda con-dición, la que he llamado condición sufi-ciente para la aparición del turismo, se dio,como es sabido cuando el fenómeno urbanoalcanzó su consolidación, una situación quese dio hace unos cinco o seis mil años.

    Quiere decirse que fue entonces cuandolos hombres pudieron empezar a practicar elturismo, siendo lo más probable que apare-ciera en el territorio ocupado por las socie-dades del Próximo Oriente, la cuna de lascivilizaciones mesopotámica y egipcia. Fueen ellas donde se hicieron las primeras expe-diciones guerreras o comerciales y donde,por consiguiente, se desarrollaron las técni-cas de construcción de caminos, puentes y

    medios de transporte puestos al servicio dela facilitación de los desplazamientos tantolineales (sin regreso al lugar de procedencia)como circulares o turísticos (con regreso allugar de procedencia). A partir de entoncesfue cuando, en los aledaños de los caminos,se construyeron establecimientos dedicadosa prestar servicios de alojamiento a los pasa-jeros. Piénsese en los caravanserais, porejemplo, aquellos innovadores estableci-mientos públicos construidos por los gober-nantes para facilitar los largos y penososdesplazamientos de las caravanas.

    Entre las ciudades de la antigüedad quemás se enriquecieron y aumentaron supoblación figuran las localizadas en cami-nos y cruces de caminos muy frecuentadospor caravanas. Por esta razón se pudo saberque una forma especialmente eficiente paraalcanzar la prosperidad consiste en localizarlos asentamientos de población en los luga-res por donde pasan y en los que a vecesposan los viajeros. Los historiadores podrí-an aportar numerosos ejemplos de esteconocimiento empírico, un conocimientoque, no por no estar formalizado, era menoseficaz, contundente y acertado.

    No es cosa de hacer un repaso minucio-so que demuestre hasta qué punto la Huma-nidad ha sido conocedora de las ventajasque tiene para cualquier economía el gastorealizado en ellas por los visitantes o pasa-jeros por una u otra razón. Los gobernantesde algunas ciudades de la antigüedad nosolo las dotaban de equipamientos de todotipo para uso de sus residentes sino tambiénpensando en atender y atraer a cuantos másvisitantes mejor, sobre todo visitantes acau-dalados y/o visitantes de estancias prolon-

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    gadas. Como ejemplo cabe poner el interésque los gobernantes locales tuvieron ensiglos pasados en instalar relojes monumen-tales en las fachadas de los organismospúblicos civiles, militares o religiosos. Losrelojes públicos fueron durante siglos unsigno externo de riqueza y opulencia muyvalorado tanto por los residentes como porlos visitantes. La fama de estas ciudadescorría de boca en boca. A los relojes monu-mentales siguieron otras construccionesemblemáticas, una política urbanística quecada vez es más frecuente entre las ciudadesque desean competir en elegancia y prospe-ridad con otras muchas a fin de aumentar sudinamismo, su población permanente y susvisitantes (población flotante)

    Un escritor que estuvo muy atento a sutiempo, el francés Henry Marie Beyle, másconocido como Stendhal, demuestra que yaen la primera mitad del siglo XIX era deldominio público saber que los gastos de losvisitantes tienen efectos beneficiosos sobrela economía del lugar visitado. En su cono-cida obra Le rouge et le noir (1831) pode-mos leer esta expresiva frase:

    Rentar es la razón suprema que lo deci -de todo en esta pequeña ciudad (se refiere aVerrières) que os parece tan bonita. Elforastero que llega, seducido por la bellezade los frescos y profundos valles que larodean, se figura en un principio que sushabitantes son sensibles a lo bello; nohacen más que hablar de la belleza de supaís: no puede negarse que hacen un grancaso a ella; pero porque atrae a los foras -teros cuyo dinero enriquece a los fondistas,cosa que, gracias al mecanismo del impues -to, produce renta a la ciudad.

    En otra de sus novelas, Memoires d’untouriste (1838), se lee esta otra frase, igual-mente expresiva:

    Beaucaire es una ciudad pequeña y muyfea; dicen que no hay nada tan triste fueradel tiempo de la feria. Se alquilan las casas,los patios, las barracas de un año a otro, yel precio de los alquileres basta a los deBeaucaire para vivir todo el año.

    Conviene aclarar que la villa francesa deBeaucaire es la capital del cantón de sumismo nombre. Está situada en la orilladerecha del Ródano, frente a Tarascón, y a21 kilómetros de Nimes. En 1217, Raimun-do VI, conde de Tolosa, instituyó una feriaque se celebra entre el 22 y el 28 de julio.En el siglo XVI llegó a ser una de las másimportantes de Europa. Hubo años en losque llegó a recibir la cifra de 300.000 visi-tantes, algunos de ellos procedentes de Asiay África. Poco a poco, con la mejora de lascomunicaciones, esta feria fue perdiendocapacidad de atracción y hoy es solo unpálido reflejo de lo que fue.

    Con lo dicho queda demostrado que aldesarrollo del turismo como actividad con-suntiva y productiva pronto acompañó unaserie de conocimientos intuitivos o popula-res en expansión gracias a cuya aplicaciónse consiguieron notables aportaciones enmateria de generación de riqueza y bienestarpara un determinado número de ciudades.

    III. HACIA LA CIENTIFICACIÓNDEL TURISMO

    Durante la larga fase de conocimientointuitivo no se utilizó el término turismo

  • aunque, al final de ella, sí se hablaba deturista, un término que el citado Sthendalfue uno de los primeros, si no el primero, enemplear. Pocos años después, en 1841,Thomas Cook tuvo la idea de organizar unviaje colectivo para activistas de una ligaantialcohólica de Leicester concertando unaserie de servicios, entre ellos un tren, unaorquesta y un servicio de catering para losparticipantes en la manifestación que fueconvocada en Lougboroug. La experienciasirvió para que un año después Cook cam-biara de ocupación y fundara la primeraempresa de turismo de la historia aunque niél mismo supiera al principio que había fun-dado una empresa de turismo. Pocos añosmás tarde trasladó la empresa a Londresdonde aumentó espectacularmente su volu-men de negocio gracias a la ExposiciónUniversal de 1852.

    Pasaron bastantes años antes de que lasociedad se percatara de que Cook habíainaugurado un tipo de negocio que prontosería imitado en numerosos países, sobretodo en Estados Unidos, hasta llegar algrado de saturación extrema de estosmomentos. Cook emprendió una actividadfebril. Viajó a diferentes países europeospara convencer a los gobiernos de la conve-niencia de hacer grandes inversiones paramejorar sustancialmente la accesibilidad yconstruir una progresivamente completa redde ferrocarriles, el entonces novedoso yrevolucionario medio de transporte pensadoadrede para servir a grandes masas de viaje-ros a precios asequibles para casi todos, y,también, a los empresarios más innovado-res, para convencerles de que podían obte-ner grandes ganancias si invertían enempresas dedicadas a prestar servicios de

    hospitalidad. Se trataba de convencerles deque el ferrocarril llevaría a las ciudades enlas que localizaran sus negocios un crecien-te flujo de consumidores deseosos de cono-cerlas siempre que fueran ciudades muyapetecidas por ellos y contaran, además,con suficientes hoteles y restaurantes paraatenderlos.

    Pronto se generalizó el convencimientode que las inversiones en accesibilidad, enmedios de transporte y en servicios de hos-pitalidad (alojamiento y restauración) cons-tituían el secreto para conseguir el desarro-llo de lugares que contaran con singularida-des destacadas cuyo conocimiento odisfrute pudiera interesar a quienes vivíanen un radio de acción relativamente amplioy, al mismo tiempo, tuvieran el poderadquisitivo suficiente para darse el gusto devisitarlos. ¿Fue entonces cuando empezó adifundirse el término turismo derivado deturista, derivado éste, a su vez, del términofrancés tour, heredado del latín hacía yavarios siglos? Lo cierto es que ya en 1884tuvieron lugar en la ciudad de Graz las pri-meras Jornadas de Delegados para elFomento del Turismo en los Alpes Austria-cos. Las jornadas estuvieron presididas porJoseph Stradner, un economista austriaco alque muchos consideran el primer estudiosoque se interesó por el conocimiento de loque los hablantes alemanes dieron en desig-nar con el descriptivo término de Fremden-verkehr, es decir, flujo, paso o tránsito deforasteros por una ciudad de referencia.Stradner se interesó sobre todo por lo quellamó Fremdenindustrie, es decir, un hete-rogéneo conjunto de negocios dedicados aofrecer los bienes y servicios que necesitanlos forasteros. Practicó, pues, un enfoque

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  • netamente empresarial o económico, aun-que años más tarde, en 1905, decidió aplicarel enfoque que ya venía perfilándose comodominante, el enfoque que podemos consi-derar como de naturaleza más sociológica(el centro del cual es el turista) que econó-mica o empresarial. El nuevo enfoque secaracterizaba por el estudio de las necesida-des que sienten los forasteros a los que eninglés y más tarde en los demás idiomaseuropeos se llamó turistas. Los estudios queentonces empezaron a hacerse destacaronlas características en general y las motiva-ciones en particular que impulsan a losforasteros a desplazarse a lugares que tuvie-ran cosas dignas de ser conocidas o disfru-tadas y que, además, contaran con la indus-tria especializada en ofrecerles lo que nece-sitaban durante su estancia en ellas.

    En 1905 Stradner definió a los turistas,llamados también entonces viajeros de lujohabida cuenta de que pertenecían a la claseque Veblen llamó a fines del XIX ociosa,como

    aquellos que de motu propio se detienenen un lugar en el que no residen habitual -mente y con cuya estancia no persiguenningún propósito económico sino, exclusi -vamente, satisfacer necesidades de lujo.

    Quedaba ya claro a principios del sigloXX que lo que interesaba que llegaran a loslugares de referencia eran consumidores, noproductores, esto es, visitantes que gasta-ran, no visitantes que buscaran hacer nego-cios o que tuvieran, como dice Stradner,«propósitos económicos», entendiendo por«propósitos económicos» fines producti-vos. Interesa dejar esto muy claro porque ha

    sido fuente de interminables discusionesbizantinas. Con la expresión ningún propó-sito económico Stradner quería decir norealizar trabajos remunerados o negociosl u c r a t i v o s y con la expresión s a t i s f a c e rnecesidades de lujo está claro que aludíaclaramente al consumo de bienes y servi-cios de precios elevados, los habitualmentedemandados por la citada clase ociosa.

    Uniendo el enfoque primero, el empresa-rial u objetivo, el que llevó a Stradner aponer el énfasis en la industria de los foras-teros, con el segundo enfoque, el que pusoel énfasis en los forasteros con alto poderadquisitivo, este economista austriaco esta-ba aportando ya, hace nada menos que unsiglo los dos elementos que el análisis eco-nómico necesita para proceder a la investi-gación del sector industrial que se dedica ala producción de un determinado conjuntode bienes y servicios (la oferta) para serconsumidos por los turistas que los adquie-ren porque los necesitan y pueden pagarlos(la demanda).

    Con estos elementales pero básicos ypara entonces acertados planteamientos tra-bajaron los investigadores del turismodurante la primera mitad del siglo XX. En1940 se alcanzó un desarrollo ciertamentesignificativo gracias a las aportaciones deMichele Troisi, un profesor de la Universi-dad de Bari. Troisi desarrolló con brillantezel concepto que llamó renta turística y queformuló así:

    En la medida en que origina una com -pleja demanda de bienes y servicios (elturismo) es un acto de consumo para elforastero y constituye, por otro lado, una

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  • forma de producción para el país que es lameta del viaje, por cuanto da vida a unaoferta, igualmente compleja, de bienes yservicios. (el subrayado es mío)

    La renta turística de Troisi no es otracosa que lo que hoy se conoce como pro-ducto turístico, una macromagnitud de lamisma naturaleza que el PIB, es decir, quesolo es medible en términos monetarios,nunca físicos, y que es el resultado de agre-gar las facturaciones realizadas en un añopor las ventas del conjunto de negocios queofrecen bienes y servicios a unos consumi-dores muy concretos: los turistas. Como sepuede constatar, entre la fecha de publica-ción de las obras de Stendhal, un e s c r i t o r, yla de Troisi, un profesor universitario queera experto en economía política, mediatodo un siglo, un siglo especialmente inten-so y lleno de grandes transformacioneseconómicas y sociales en múltiples aspec-tos. Sorprende por ello que la interpreta-ción teórica coincidiera plenamente con laq u e ya se tenía, la intuitiva, de lo que enalgún momento se dio en llamar turismo.Mientras que Stendhal observó el turismodesde una localidad visitada, Troisi lo con-templó desde un punto de vista másamplio, el punto de vista de la n a c i ó n . P e r olos dos se percataron de lo mismo, de quelos lugares que reciben un flujo significati-vo de visitantes pueden obtener beneficiosempresariales (privados o directos) ycolectivos (públicos o indirectos) de talforma que pueden aumentar, sustancial-mente a veces, la tasa de crecimiento de lariqueza y, por ende, de su población y delbienestar de la población permanente gra-cias a los gastos realizados por la poblaciónf l o t a n t e .

    El turismo, concebido muy pronto comoun nuevo e interesante fenómeno social,pasó pues a ser tenido por e s t u d i o s o s ,gobernantes y empresarios como un ele-mento dinamizador de la economía de loslugares visitados. Repitámoslo porquepuede olvidarse: Dos condiciones tenía quecumplir la localidad de referencia para quefuera la meta de un número significativo devisitantes y lograra aumentar su tasa dedesarrollo gracias a ellos:

    que dispusiera de ciertos tipos de recur-sos (bellos paisajes, condiciones climáticasprivilegiadas, monumentos de gran singula-ridad artística o religiosa, eventos de altointerés, etc.)

    que estuviera preparado para atender lademanda que los visitantes hacen produ-ciendo y ofreciendo ese conjunto heterogé-neo de bienes y servicios privados y públi-cos que necesitan de un modo financiera-mente rentable.

    La fase intuitiva o precientífica diolugar, pues, en el plazo de un siglo al iniciode la primera etapa de la fase científica. Elproceso de cientificación estaba, pues, enmarcha. Desde 1940 hasta los años setentadel siglo pasado transcurren treinta años deconsolidación del enfoque sociológico quese abrió paso a principios del siglo, el queparte del estudio de la demanda (los visitan-tes, los turistas, ésos viajeros singulares alos que más adelante, por medio de un pro-ceso metonímico subrepticio y científica-mente errado, pasó a llamárseles vacacio-nistas, con lo que se dejó fuera a otrosviajeros igualmente singulares que, poste-riormente, serían de nuevo incorporados al

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  • colectivo) y, en función de esos demandan-tes, se trata de identificar a la oferta y a pro-ceder a su estudio. Fue, pues, y que quedebien claro, partiendo de los tortuosos inten-tos de la identificación de los turistas comose llegó al estudio de la demanda y, a partirde ella, se pasó a tratar de identificar a laoferta, es decir, al conjunto de industriasque ponen en el mercado todos aquellosbienes y servicios que los turistas necesitany, en consecuencia, a su estudio. A ese hete-rogéneo conjunto de negocios, como yadejó claro Troisi, se le designó con el nom-bre de industria turística por la sencilla ycontundente razón de que se ocupa de pro-ducir y vender a los turistas todo lo que losturistas necesitan o pueden necesitar.Adviértase que, una vez identificado elturista (el demandante turístico), todo loque éste necesite, compre, use o sea de suinterés, queda identificado como ofertaturística. En esta primera fase de la etapa decientificación del turismo, la que está domi-nada por el enfoque sociológico o dedemanda, el turista es concebido como unnuevo Rey Midas: todo lo que toca quedaconvertido, ipso facto, en turístico.

    No puede sorprender, pues, que losinvestigadores se afanaran durante deceniosen buscar con especial dedicación y esmerolas características que inexcusablemente hade tener un visitante para considerarlo turis-ta ya que, de no encontrarse, sería absoluta-mente imposible identificar la oferta turísti-ca, la que se orienta a satisfacer las necesi-dades de este singular consumidor, unconsumidor, como ya hemos dicho, de lujo,que visita la nación de referencia proceden-te de algún lugar distante por gusto o porcuriosidad. No bastaba con ser un simple

    forastero, había que ser un forastero muyespecial, un forastero que no buscara traba-jar, negociar o estudiar en el lugar visitado,ni siquiera rezar en un centro religioso yrecibir tratamiento médico en un hospital.Tenía que ser también extranjero.

    No es preciso hacer ningún esfuerzo paradestacar los caudalosos ríos de tinta quecorrieron durante prácticamente todo elsiglo XX para poder dilucidar estas aparen-temente complicadísimas característicasdiferenciales pues, de que pudieran ser per-fectamente identificados los turistas por sulugar de procedencia y por las motivacionesde su viaje dependía algo de tanta impor-tancia como la cuantificación de los clientescon los que podía contar la industria turísti-ca. La condición de extranjero fue elimina-da más tarde y así se admitió lo que parecíaimposible, que se pudiera tener la condiciónde turista en teniendo la nacionalidad delpaís de referencia. Con lo fácil que habríasido darse cuenta desde el principio que unforastero en una ciudad es el equivalente deun extranjero en una nación: un foráneo,uno de fuera. Por esta razón, para el enfo-que convencional resulta imprescindibletener muy claro el lugar de referencia desdeel que se califica a un visitante como turis-ta a efectos del análisis.

    Es decir, habría bastado con darse cuen-ta de que depende del espacio de referenciadesde el que se intenta cuantificar el núme-ro de turistas como indicador de la deman-da turística previsible. En efecto: si el espa-cio de referencia es una ciudad es obvio queel visitante candidato a turista ha de ser unsimple foráneo o forastero, esto es, alguienque procede de otra ciudad de la misma

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  • nación. Y, si el espacio de referencia es lanación como un todo, está claro que paraser turista el visitante a tener en cuentacomo tal ha de ser extranjero.

    Durante décadas, además de ser foraste-ro o extranjero, el visitante, como ya se hadicho, tenía que haber llegado, solo y exclu-sivamente, por gusto, placer, ocio o curiosi-dad. Nuevos y caudalosos ríos de tintacorrieron para poder dilucidar el correosoasunto de los móviles, razones o motivacio-nes que llevan al forastero o extranjero avisitar una ciudad o una nación pero,lamentablemente, sin que llegaran a alcan-zarse resultados universalmente aceptados,algo que es perfectamente comprensible,habida cuenta de que implica inmiscuirseen algo tan esquivo como determinar anivel de cada visitante lo que cada uno deellos considera placentero. De nuevo lasolución pudo haberse encontrado, más queen lo presuntamente placentero, en unaspecto mucho más fácil de objetivizar. Losestudiosos podrían haber reparado a tiempoen que los motivos por los que una personaabandona temporalmente su lugar de resi-dencia habitual para visitar otra pueden serclasificados en dos grandes grupos,

    a) motivos que podemos llamar heteró-nomos, es decir, los que responden alcumplimiento de obligaciones labora-les o profesionales, la aceptación denormas y costumbres sociales o reli-giosas o el cumplimiento de recomen-daciones para recuperar la salud. Losque dependen de los demás.

    b) motivos que llamaremos autónomos,esto es, los que dependen, exclusiva-

    mente de uno mismo, de los deseoslibres y personales de cada individuo.

    Todos los esfuerzos realizados para defi-nir a los turistas habrían quedado simplifica-dos si se hubiera recapacitado en esta ele-mental clasificación de las motivaciones delos viajes. Habría bastado, por consiguiente,para identificar a los turistas establecer queson forasteros o extranjeros que llegan a unaciudad o nación de visita por motivos autó-nomos. Y que, en consecuencia, todos losque viajan por motivos heterónomos no pue-den ser considerados como turistas. Añosmás tarde dijeron a coro los turisperitos,después de tantas discusiones desenfocadas,con el apoyo de la autoridad competente, laOMT, que muchos viajeros pueden ser tam-bién turistas. Dicho de otro modo: que ya nohay que tener en cuenta de una forma tanradical como antaño las motivaciones de losvisitantes con tal de que la visita no se pro-longue por más de un año. Si bien se mira,fue una característica diferencial que no eranecesario especificar ya que quien nuncapodrá ser tenido por turista es aquel que va auna ciudad o país con intención de quedarsecomo residente permanente. Es decir, el quehace un viaje lineal, de ida, pero no turísticoo con vuelta porque no se queda sino queregresa al lugar de partida.

    No obstante, aun así, es indudable que larealidad «turismo», mientras se insistía endestacar los factores psicosociales con olvi-do de los demás, se resistirá a ser reducida,identificada, estudiada y convenientementeclasificada a todos los efectos, entre elloslos estadísticos. Recuérdense los enormesesfuerzos realizados por toda una pléyadede estudiosos de todas las titulaciones aca-

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  • démicas existentes, de todo el mundo ydurante todo un siglo para conseguir unobjetivo que no siempre estuvo bien expli-citado: la necesidad, sentida desde al menosfines del siglo XIX, de montar un sistema derecopilación de datos estadísticos capaz dereflejar el volumen de la demanda a fin deque la llamada industria turística dispusierade una adecuada cuantificación de los clien-tes, imprescindible para dimensionar concierta aproximación la capacidad de pro-ducción. A este objetivo apuntan siempre,lo expliciten o no, todas las definiciones deturista, de las que hay tantas, según dijo elaustriaco Paul Berneker, como turisperitoshubo en el pasado. Decimos en el pasadoporque la fiebre de las definiciones remitiómuy significativamente desde que se volvióal pragmatismo inicial con el convenci-miento progresivo de que, siendo como sedice y se sigue diciendo que hay que contarcon una intrínseca dificultad extrema parainvestigar el turismo, lo más sensato esolvidar las excesivas disquisiciones teori-zantes de tantos años y reconsiderar el obje-to de investigación tal y como nos vienedado por medio del mismo lenguaje. Con-vencidos de ello gracias a la hegemónicainfluencia de los estudiosos americanos, sedio la paradoja de que, después de tantasdiscusiones de orden intelectual, hoy se haadmitido de un modo generalizado que esmejor llamar turismo a lo que se viene lla-mando turismo desde hace años y olvidardiscusiones que solo sirven para enmarañarla disciplina y, en consecuencia, el conoci-miento operativo de la realidad.

    Hubo en el pasado, ya se ha dicho, unapléyade de definiciones que cabe calificarde teóricas pero también hubo otras de

    naturaleza operativa, es decir, estadísticaentre las cuales destacan las que aportó laComisión de Estadística de la ONU, prime-ro, y, más tarde, las aportadas por la OMT.No es baladí recordar estas últimas a fin deque se aprecie hasta qué punto están subrep-ticiamente al servicio de la recopilación dedatos estadísticos:

    • Turista: Persona que realiza un viaje aun lugar distinto al de su entorno habi-tual, en el que permanece veinticuatrohoras o hace al menos una pernocta-ción. Añadamos que, en principio, lapernoctación tenía que hacerse en unestablecimiento comercial aunque,más tarde, esta exigencia fue levantadapara poder incluir a quienes hacen unviaje para visitar a familiares y amigosentre los turistas.

    • Excursionista: Persona que visita unlugar distinto a aquel donde tiene suresidencia pero retorna a su domiciliosin pernoctar fuera de él.

    • Visitante: Persona que es turista oexcursionista.

    Últimamente, la OMT ha reconocidoque la correcta identificación de un turista oun excursionista exige identificar previa-mente su entorno habitual, un espacio quedefine el alto organismo como aquel territo-rio en el que se encuentran tanto la residen-cia permanente del viajero como todosaquellos lugares a los que se desplaza confrecuencia por cualquier motivo. Pero laOMT parece no haberse percatado de queunir a la necesidad de que la persona candi-data a ser tenida por turista haga sus despla-

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    La objetivación unívoca del turismo, meta insoslayable del proceso de cientificación

  • zamientos por motivos autónomos y ade-más fuera de su entorno habitual complicaextraordinariamente una aplicación media-namente pasable de todos los criterios deidentificación de los turistas a efectos esta-dísticos, como es fácil de comprender. Conla agregación del concepto geográfico delentorno habitual fuera del cual ha de estar lapersona candidata a turista, a la bateríahabitual de criterios sin olvidar que el visi-tante candidato a turista permanezca almenos 24 horas en el lugar de referencia o,alternativamente, que al menos haga unapernoctación en él, termina por configurarunas condiciones difícilmente aplicablescon fines estadísticos. Y todo ello a pesar deque desde hace algunos años se admite,para más confusión, que también puedenser tenidos por turistas quienes visitan unlugar para estudiar idiomas, para recibirciertos tratamientos de salud, para asistir aeventos comerciales, industriales, culturalesy académicos pero que el turista por anto-nomasia sigue siendo el vacacionista, fuerade su entorno habitual, claro. Por eso sehabla tan a menudo de ocio y turismo, por-que el turista es sobre todo alguien que haceun viaje cuando está de vacaciones labora-les o académicas. Pero si es así, basta conesto y deja de ser necesario añadir que elturista ha de ser siempre un consumidor,nunca un productor. Evidentemente: si hade ser un vacacionista ello implica que lo esmientras está de vacaciones ya que lo queno tiene sentido es sostener que no es unproductor cuando lo cierto es que no lo estransitoriamente.

    Conviene recordar que el exacerbadoempleo de los términos turismo, turístico yturista que se hizo en el pasado y que aun se

    sigue haciendo en el presente, está indisolu-ble unido con las mal llamadas actividadesde ocio, los viajes de placer, vistos comouna de las actividades de la vieja clase ocio-sa y concebidos como la característica fun-damental de dicha clase durante el sigloXIX. Los viajes con regreso (tours) que laclase ociosa hacía con el fin de matar eltiempo llevó a los primeros estudiosos delturismo a insistir siempre en que se tratabade viajes por placer o curiosidad ignorandoque en épocas previas tales viajes eran partede las obligaciones de su estatus. De enton-ces procede el reduccionismo del turismo alos viajes de vacaciones sin que ello evita-ra, como ya hemos dicho, que, posterior-mente, se ampliara el espectro motivacionalpara incluir otros muchos motivos (idiomas,religión, salud, congresos, etc.) y, al menosteóricamente, todos los posibles.

    Concluiremos este repaso al proceso deformación de las ideas turísticas con refe-rencias a la obra citada de Jafar Jafari, en lacual se ofrece una visión del proceso a tra-vés de cuatro plataformas más o menossolapadas en el tiempo pero con caracterís-ticas que las distinguen por sus aportacio-nes al proceso hacia la cientificación delturismo. Las citadas plataformas, aunquepudieran dar esta impresión, no pretendenofrecer el perfil de la evolución históricacompleta de las ideas turísticas ya que,como mucho, se atiene al último cuarto desiglo y olvida todo lo precedente. Las plata-formas responden a las siguientes denomi-naciones: favorable, desfavorable, concilia-dora y científica. Jafari olvida sobre todo laetapa que hemos llamado aquí intuitiva oprecientífica, pero, además, olvida las apor-taciones que tuvieron lugar durante una

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    Francisco Muñoz de Escalona

  • gran parte del siglo XX. Amputa así las pri-meras aportaciones de la etapa científica enla medida en que, como ya se ha dicho, laprimera fase del proceso hacia el conoci-miento científico del turismo se desarrollaentre mediados del siglo XX y el momentoactual. Las plataformas de Jafari se limitan,como digo, a los últimos años de un proce-so que es bastante más largo y más intere-sante de lo que él cree. Veamos muy resu-midamente las cuatro plataformas jafaria-nas a través de la exposición que el propioJafari hace en la obra citada.

    IV. LA CIENTIFICACIÓN DELTURISMO SEGÚN JAFARI

    Jafari destaca en las tres primeras plata-formas más los juicios de valor con respec-to a los efectos del turismo que las aporta-ciones a su conocimiento. Entre los efectosdestaca, esencialmente, los positivos y denaturaleza económica (plataforma favora-ble), los efectos perniciosos o negativos queuna minoría atribuye y sigue atribuyendo alturismo, no solo económicos sino también ysobre todo medioambientales (plataformadesfavorable) La tercera plataforma, la queJafari llama conciliadora, rechaza que losefectos positivos o negativos sean en sí mis-mos consustanciales al turismo como untodo para sostener que unos u otros efectosno son en absoluto predicables apriorística-mente de los proyectos del turismo en gene-ral sino, en todo caso, de cada proyecto enparticular. Quiere decir Jafari que la plata-forma conciliadora sostiene que si bienpuede haber proyectos de inversión enturismo que tengan efectos beneficiosostambién los puede haber, y de hecho los

    hay, que tengan efectos perniciosos. Escierto, vienen a decir los miembros de estaplataforma, que puede darse el caso de queel turismo tenga efectos perniciosos, sí,pero solo si el proyecto de inversión buscabásica o prioritariamente obtener resultadosempresariales a corto plazo, de acuerdo conlos criterios del llamado modelo de desarro-llo sostenido o insoportable, y olvida o dejaen segundo plano los resultados a largoplazo, los que están de acuerdo con los cri-terios del llamado modelo de desarrollosostenible (soportable).

    Repito: No es cierto que la exposiciónque Jafari hace de las tres primeras plata-formas estudie el proceso de formación yevolución del pensamiento en materia deturismo puesto que, como ya se ha dicho, éldestaca más los juicios de valor que el pro-ceso de formación de las aportaciones teóri-cas que nosotros ya hemos referenciado.

    Por otro lado hay que destacar que losjuicios de valor de las dos primeras plata-formas aun persisten en la literatura espe-cializada y que están inextricablementeentrelazados con el contenido de los estu-dios que se vienen realizando, en los quesus autores no se privan de emplear los mássofisticados métodos, en la mayor parte delos casos, insistimos, dedicados al conoci-miento de la demanda y, en menor propor-ción, al de la oferta, como veremos con másdetalle más adelante.

    Entre los métodos aplicados en el estu-dio dizque económico del turismo cabe des-tacar los econométricos, el empleo de tablasde relaciones interindustriales, la contabili-dad nacional, la dinámica de sistemas y,

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    La objetivación unívoca del turismo, meta insoslayable del proceso de cientificación

  • últimamente, el llamado enfoque de cluster,una aparente novedad, novelería más bien,que tiene ya tanta entusiástica aceptaciónentre los turisperitos que está reduciendo elentusiasmo que había levantado el enfoquesistémico (DS). Todos estos métodos deanálisis, a veces extremadamente sofistica-dos, son aplicados, siempre, a unos datosestadísticos de calidad insuficiente, valora-ción en la que todos los turisperitos coinci-den, y, sin excepción, referidos más a lademanda que a la oferta. Se cae así en elpeligro que siempre acecha a las investiga-ciones que aplican métodos muy avanzadosa datos de escasa calidad: obtener conclu-siones poco fiables y hasta harto discuti-bles. Como gustaba decir Antonio Flores deLemus hacerlo así es como pesar leña conbalanza de precisión.

    Según Jafari, solo en la cuarta platafor-ma se alcanzó o se alcanzará (no está muyclaro si cree que se ha alcanzado ya o pien-sa que se alcanzará en un futuro indetermi-nado) la plena cientificación del turismo.En virtud de esta gran conquista, Jafari creeque los estudios del turismo se hacen, o sepueden hacer, con todas y cada una de lasherramientas utilizadas en las disciplinascientíficas más avanzadas. Es preciso pun-tualizar que, si se refiere a los métodos,Jafari lleva razón. Opinión diferente hayque mostrar con respecto a las anomalías enlas que caen las investigaciones que sesiguen realizando actualmente en todas lasuniversidades y en todos los centros deinvestigación del mundo, algunas de lascuales (las anomalías) ya han sido tratadasanteriormente aquí y lo serán más adelantecon más detenimiento. De momento con-viene reparar en los argumentos que aporta

    Jafari para demostrar que, en su opinión, elturismo ha conseguido, o está en vías dealcanzar, un alto nivel científico. Lo másconveniente es respetar la exposición quehace él mismo (la traducción del inglés ori-ginal es del autor de este trabajo) de lascaracterísticas de la cientificación del tu-rismo.

    V. EL TURISMO COMO DISCIPLINAUNIVERSITARIA

    Como demuestra lo que se acaba deexponer, el interés de la comunidad acadé-mica en el estudio del turismo aumenta conel paso del tiempo. Pero el estudio y lainvestigación es uno de los aspectos a valo-rar del mundo científico; la instrucción es elotro. Muchas universidades han ampliadoprogresivamente el número de cursos queofrecen incluyendo los de turismo. A prin-cipios del siglo pasado, varias Universida-des europeas contaban ya con cátedras deturismo. Las Universidades de Estados Uni-dos descubrieron el turismo mucho mástarde. Al principio fueron los Departamen-tos universitarios dedicados a la enseñanzade la gestión hotelera los que incluyeron elturismo en sus programas de estudios.Inmediatamente después, el turismo entróen los Departamentos dedicados a adminis-tración de negocios, ocio y recreación, eincluso en los de ciencias sociales. La ofer-ta actual cubre una gama que va desde ele-mentales cursos de turismo para todas lasedades hasta diversas diplomaturas y licen-ciaturas universitarias. Significativamente,el número de Universidades que ofrecentitulaciones de grado superior sigue aumen-tando. Desde hace varios años, diversas

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  • universidades han ampliado sus programasde doctorado en materias como educación,recreación y planificación regional y urbanapara incluir el turismo y unas pocas estánofreciendo doctorados en turismo de unmodo independiente. El análisis detalladode los programas de enseñanza y las leccio-nes escritas sobre turismo revelan que estaverdadera materia multidisciplinar estáexperimentando una creciente popularidadtanto en número de centros como en áreasde enseñanza e investigación. Pero estosdesarrollos no están teniendo lugar de unaforma aislada. También influyen otros fac-tores y otros agentes de cambio.

    VI. LAS REVISTASESPECIALIZADAS

    El papel científico que juegan las revis-tas científicas en los respectivos campos nose cuestiona. En materia de turismo haynumerosas revistas antiguas y recientes:

    • USA:

    Journal of Travel Research

    Tourism Analysis

    Annals of Tourism Research

    Tourism

    Culture and Communication

    • Europa:

    The Tourist Review

    Tourism Management

    • Asia:

    Tourism Recreation Research

    Asia Pacific Journal of TourismResearch

    The Journal of Tourism Studies

    Pacific Tourism Review

    Y esto es solo una pequeña muestra delas que están escritas en inglés. En la actua-lidad hay más de 40 revistas científicassobre hospitalidad, turismo y ocio. En tantoque cada una de ellas, con sus propios con-tenidos y tratamientos, se propone determi-nadas metas y objetivos, en conjunto estruc-turan y son estructuradas por el esfuerzoinvestigador de una comunidad académicamultidisciplinar, cuyas contribuciones tam-bién son publicadas en otros medios y luga-res. Sus ocasionales y específicas aportacio-nes sobre temas concretos permiten contarcon nuevos enfoques y reforzar la conexióndel turismo con y en dependencia de otrasmaterias

    VII. LIBROS Y MONOGRAFÍAS

    La regularidad en la publicación de lasrevistas especializadas asegura un flujocontinuo de contribuciones científicas. Poresta razón, la información es aportada confrecuencia cada vez mayor y, de esta forma,se asegura un flujo continuo y acumulativo.Pero los libros, las monografías, las reseñasy otras publicaciones tienen los mismospropósitos; sus contribuciones al avance delconocimiento son de la mayor importancia.El número de tales publicaciones era insig-nificante durante la década de los sesenta,

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    La objetivación unívoca del turismo, meta insoslayable del proceso de cientificación

  • creció en los setenta y mucho más en losochenta hasta llegar a la indudable abun-dancia de los noventa. Las editoriales, algu-nas pertenecientes a los más prestigiososgrupos internacionales, también usan laregularidad propia de las revistas y publicancolecciones y series de libros entre los quecabe citar la Enciclopedia of Tourism (Jafa-ri, 2000) una de las más importantes contri-buciones que un colectivo ha hecho alaumento de la importancia mundial delturismo.

    VIII. INVESTIGACIÓN Y GRUPOSACADÉMICOS

    Entre los demás factores que estructurany son estructurados por este proceso decientificación se encuentra la constituciónde grupos académicos de relieve que hanllegado a tener grandes dimensiones yemplean diferentes sistemas de trabajo. Elnúmero de estos grupos no es muy grandeen turismo, estando casi todos sus miem-bros asociados y teniendo en general metasy objetivos muy parecidos. Al cumplimien-to de estos objetivos contribuyó en el pasa-do la creación en 1951 de la AssociationInternationale d’Experts Scientifiques duTourisme y, en 1970, la reorganizada Tra-vel and Tourism Research Association. Laaspiración a contar con una academia deturismo se alcanzó en 1988 con la funda-ción de la Internacional Academy for theStudy of Tourism.

    El lector atento se habrá percatado deque Jafari aporta argumentos exclusiva-mente sociales e institucionales parademostrar que el turismo ha conseguido o

    está en trance de conseguir una plena cien-tificación. Esos argumentos son, por esteorden:

    • La admisión del turismo como compo-nente del currículo de numerosas uni-versidades de los principales países delmundo

    • La existencia de toda una pléyade derevistas especializadas tanto en papelcomo en formato digital

    • La disponibilidad de un stok crecientede libros y monografía dedicados alturismo

    • Los proyectos de investigación enaumento atendidos por numerososequipos académicos

    Cuatro argumentos de evidente peso, sí,pero, sorprendentemente, ninguno de ellosde orden estrictamente científico sino,como se ha visto, exclusivamente sociales,es decir, relativos al espectacular éxitoalcanzado por el turismo como disciplinacultivada en centros académicos y arropadapor una industria editorial que sin duda loarropa porque con ello obtiene ganancias.Todo muy admirable, pero impresentable-mente ayuno de crítica científica. Jafaritransmite (¿adrede?) una idea subliminar através de los cuatro argumentos aportados:el éxito social y académico del turismodemuestra incontestablemente, que el turis-mo ha alcanzado ya, o está en vías de alcan-zar muy pronto, el nivel de la plena cientifi-cación. A desmontar la debilidad de estateoría hagiográfica del turismo como cien-cia dedicaremos el resto de este trabajo, así

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  • como a exponer de qué forma podría elturismo alcanzar el nivel científico al quesin duda puede y debe aspirar.

    IX. DE LA CRITICA…

    Por duras que sean las críticas científicasno solo son convenientes sino obligadas yhasta imprescindibles pues que sin crítica nohay ciencia. O, como diría el padre de lamoderna epistemología, Kart R. Popper, siuna proposición no es falsable no puededecirse de ella que sea científica. Todas lasramas de la ciencia mejoran gracias a las crí-ticas. Si aquí se critica el corpus científicodel turismo formado a lo largo de casi sigloy medio es por algo altamente positivo: quetal corpus logró adquirir nivel científico. Elturismo como disciplina muestra hoy un tanalto nivel de sistematización y formaliza-ción por lo que no es de extrañar que sea hoycultivado universalmente, cuente con unacomunidad de estudiosos de considerablefortaleza, disponga de numerosos organis-mos internacionales públicos y privados ydisfrute de una exquisita atención por partede la poderosa industria editorial, lo cualquiere decir que las razones apuntadas porJafari son acertadas aunque insuficientes.

    Aunque no estén especialmente difundi-das, no conviene ocultar que la investiga-ción del turismo viene chocando con difi-cultades, algunas tan serias que, para noentorpecer la enseñanza y la orientaciónque necesitan los inversores privados y losadministradores públicos, la comunidad deexpertos ha preferido dejarlas a la sombraen espera de que un buen día se abran laspuertas y se encuentre la solución.

    Una de las afirmaciones más repetidaspor los turisperitos es la que sostiene que larealidad turística es extraordinariamentecompleja por naturaleza y que, por ello, nodebe extrañar que ninguna de las cienciasconsolidadas tiene capacidad, por sí sola,para penetrar en sus profundos arcanos.Hay incluso quienes sostienen que nisiquiera una visión multisciplinar tienecapacidad suficiente para conseguirlo peroaconsejan que el turismo sea investigado deun modo multidisciplinario mejor que uni-disciplinario ya que más pueden todas lasdisciplinas que una sola. De ahí que no solose cultiven hoy disciplinas como la sociolo-gía del turismo, la economía del turismo, lageografía del turismo, la antropología delturismo o la historia del turismo sino que, sedice, lo más aconsejable es intentar el cono-cimiento del turismo utilizándolas todas alas vez. Hoy nadie discute las excelenciasdel enfoque multidisciplinar en la continuamejora del conocimiento del turismo.

    Y es así por lo que el turismo es hoy unobjeto de investigación para el que se utili-za una multitud de métodos prestados portodas las ciencias citadas: encuestas y entre-vistas en profundidad de acuerdo con loscriterios de la estadística descriptiva, ajustede modelos estocástico-matemáticos si-guiendo las pautas de la econometría másavanzada, elaboración de índices e indica-dores de diferentes tipos y acordes con losobjetivos de la investigación, formulaciónde modelos de gran complejidad según lamoderna dinámica de sistemas, elaboraciónde matrices DAFO que combinan los pun-tos fuertes y débiles de los proyectos encurso, aplicación de los criterios de la Con-tabilidad Nacional con ayuda de la cons-

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    La objetivación unívoca del turismo, meta insoslayable del proceso de cientificación

  • trucción previa de complejas tablas de rela-ciones interindustriales a fin de contar conestimaciones de las principales macromag-nitudes del turismo, sistemas avanzados defotointerpretación de imágenes obtenidaspor satélites artificiales, y tantos y tantosmétodos de otras tantas disciplinas puestosde consuno al mejor servicio del mejorconocimiento posible del turismo. Es eneste sentido en el que, al parecer, hay queaceptar y aplaudir los impresionantes avan-ces alcanzados por la disciplina del turismo.Lo dice Jafar Jafari y nadie lo niega.

    Pero el obstáculo más profundo, másantiguo y más persistente con el que tropie-za la investigación del turismo no radica enla falta de métodos disponibles. El obstácu-lo aun no eliminado para investigar el turis-mo de acuerdo con los criterios propios dela ciencia no es otro que la persistente faltade identificación objetiva del objeto deinvestigación. Parece sorprendente lo queacabamos de decir y no negamos que puedaconvertirse en piedra de escándalo para lacomunidad internacional de turisperitos.Esta afirmación es altamente provocadora ypor ello hay que exponer las razones que laavalan.

    Partamos del significado lingüístico delas palabras tur, turista y turismo. Por turentendemos viaje, por turista, viajero deplacer y, por turismo, tanto el conjunto deturistas como el conjunto de los mediosmateriales e institucionales que facilitan losflujos de turistas. En virtud de estos signifi-cados, sobre todo del último, es evidenteque llamamos turismo a dos cosas diferen-tes: por un lado, a un flujo de turistas y, porotro, al conjunto de medios al servicio de

    los flujos de turistas. Recuérdese lo yaexpuesto al hablar del proceso de formaciónde las ideas turísticas. Mientras el turismocomo flujo de turistas alude a un factor sub-jetivo, el turismo como conjunto de mediosque facilitan estos flujos alude a un factorobjetivo. En la fase intuitiva, el esfuerzocognoscitivo se centró en los elementosobjetivos para, a medida en que se dabanlos primeros pasos de la fase científica,empezar y terminar de priorizar el elementosubjetivo. Fue a mediados del siglo XX, con-cretamente en 1942, cuando se sintetizaronestos dos elementos y se logró ver el ele-mento subjetivo como encarnación de lademanda de los turistas y el elemento obje-tivo como la materialización de la oferta debienes y servicios que se hace a los turistas.Había por ello que afinar al máximo la iden-tificación del turista porque solo así sepodían tener las garantías suficientes paraconseguir la identificación imprescindiblede la oferta. Así se hizo, como digo, a par-tir de 1942, y así se viene haciendo desdeentonces y hasta hoy. Lo único que ha idocambiado ha sido, curiosamente, la identifi-cación que se ha venido haciendo de la ofer-ta. Veamos:

    En principio se habló de que la oferta esel conjunto formado por los servicios deaccesibilidad, transporte y hospitalidad.Después este conjunto se complementóañadiendo el patrimonio cultural para, acontinuación incluir también el patrimonionatural y, finalmente, admitir diversas ins-talaciones sobre todo deportivas, recreati-vas, etc. La ampliación de los contenidos dela oferta se hizo conforme se fue ampliandola casuística de viajeros que se admitíancomo turistas. Por esta razón no hubo más

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  • remedio que tener en cuenta las dos clasesde «oferta» y distinguirlas llamando a laprimera «oferta básica» y a la segunda«oferta complementaria». Lástima que paraentonces quedara en el olvido la frase antestranscrita de Michele Troisi, la que tiene lavirtud de dejar muy claro que, en tanto quelos turistas consumen un heterogéneo con-junto de bienes y servicios en el lugar visi-tado es obvio que a tales actividades de con-sumo se enfrenta un conjunto igualmenteheterogéneo de actividades productivas enel lugar visitado. Ni más ni menos. Se com-prende que se priorizara la llamada ofertabásica porque se veía como la condiciónimprescindible para obtener rendimientosde la llamada oferta complementaria, máxi-me cuando solo la primera se considerabasusceptible de aportar ganancias directaspor adoptar la forma de negocio. Si la clari-ficadora frase se hubiera recordado en cadamomento se habría admitido que la ofertaturística no es otra cosa que todo el conjun-to de bienes y servicios que se producen yse comercializan en el lugar visitado para elconsumo tanto de los residentes como delos turistas consumidores, entre otras cosasporque, en tanto que consumidores, ningu-na diferencia es posible establecer entre losresidentes y los turistas, una obviedad quetambién quedó incomprensiblemente oscu-recida en las aportaciones de los primerosestudiosos, lo que generó no pocas discu-siones estériles. De lo dicho no cabe lamenor duda ni la menor ambigüedad, dejan-do sin sentido la pretensión de establecer unconjunto especial de bienes y servicios paraconstituir la llamada oferta turística. Laoferta turística es la oferta del sistema obje-to de estudio por lo que carece de sentidoañadirle el calificativo de turística. Preten-

    derlo es absurdo y, a pesar de ello, los turis-peritos lo pretendieron y lo aceptaron con-tra toda lógica. Personalmente sostengo quese hizo así porque, de haberse hecho deacuerdo con la aplastante lógica expuesta,hoy no habría tantas disciplinas especializa-das en el estudio del turismo, al menos noexistiría la llamada economía del turismo,la única que al fin y a la postre interesa enla medida en que el turismo se tiene, desdetiempo inmemorial, como fuente indiscuti-da de enriquecimiento de los lugares en losque realizan gastos los turistas. Como digo,aceptar esta superficial por popular y nocientífica conceptualización del turismo fueel pecado original y capital que vienencometiendo los turisperitos y del que aun nohan conseguido el necesario perdón oalcanzado la venturosa redención. Si no hanobtenido el perdón es porque aun no hanhecho el necesario examen de conciencia(crítica) y si aun no han sido redimidos esporque todavía no ha llegado, o no se tienennoticias de que lo haya hecho, el redentorque lo consiga.

    Hace ahora nada menos que tres quin-quenios que se asistió a la escenificación delo que se ha creído que fue una «nueva con-ceptualización del turismo», la que tuvolugar en 1991 con motivo de la ConferenciaInternacional de Ottawa convocada por laOMT con el apoyo del gobierno federalcanadiense. Los asistentes a esta conferen-cia fueron sobre todo expertos en estadísti-ca dedicados a la obtención de datos relati-vos al turismo, tanto a la oferta como a lademanda. No cabe duda de que el estado enel que se encontraban los estudios del turis-mo y las definiciones que aportaban sobreel turista les debía producir un inquietante

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    La objetivación unívoca del turismo, meta insoslayable del proceso de cientificación

  • malestar, generándoles la molesta sensa-ción de que con tales bases conceptuales noera posible conseguir una precisión estadís-tica ni siquiera medianamente aceptable.Siempre recordaré a quien fue directorgeneral del INE, Antonio Martínez y a unade sus asesoras, la economista CaridadNieto, cuando les dije, durante la celebra-ción de unas jornadas científicas sobreturismo, que me daba verdadero vértigopensar en los sudores que deben pasar losprofesionales dedicados a las estadísticasdel turismo. Me miraron, asintieron y mepidieron que, si tenía alguna sugerencia,que se la hiciera llegar. Así lo hice, claro,pero nunca más se dirigieron a mí para dis-cutir si es posible conseguir una mejora sus-tancial del sistema que se viene aplicando.

    Pero volviendo a Ottawa. Los asistentesa la conferencia eran conscientes de que lascosas no estaban como debían estar enmateria de conceptualización del turismo.Ignoro lo que pensaban y cómo lo pensa-ban, pero por la propuesta que hicieron sepuede colegir que estarían extraordinaria-mente incómodos con el estado de la cues-tión y que por ello decidieron llevar a caboun cambio que creyeron tan radical quedebieron tener por copernicano. Para expo-ner la propuesta que hicieron tomo algunasfrases de mi «El turismo explicado con cla-ridad» (www.librosenred.com, 2003):

    En 1991, con motivo de la ConferenciaMundial de Turismo de Ottawa (Canadá), laOMT se convenció de que había que adop-tar una nueva conceptualización del turis-mo. Así lo divulgaron a los cuatro vientossus funcionarios. La propuesta de revisiónquedó recogida en una nueva definición de

    turismo y en la llamada Clasificación Inter-nacional Uniforme de las ActividadesTurísticas (CIUAT).

    La nueva definición canónica es lasiguiente: Turismo es el conjunto de activi -dades que realizan las personas durantesus viajes y estancias en lugares distintos alde su entorno habitual por un periodo detiempo inferior a un año con fines de ocio,negocio y otros motivos.

    Se advierte el cuidado puesto en no refe-rirse a los turistas, tal vez para no caer comoen otras ocasiones en las habituales defini-ciones tautologías, pero la frase utilizada noes más que una nueva definición de turistabasada en notas diferenciales y en la que seabandona aparentemente el sentido estrictoen el que tantos años se insistió para asumir,solo formalmente, el sentido amplio quetanto se rechazó en el pasado.

    La CIUAT propuesta en Ottawa constade 177 actividades, de las cuales 75 son«plenamente turísticas» y las demás (102)«parcialmente turísticas». No ha habido,pues, cambio alguno en la conceptualiza-ción que desde hace casi siglo y medio seaplica al turismo.

    La versión Ottawa’91 del modelo con-vencional de economía del turismo, practi-ca una distorsión espaciotemporal entre laoferta y la demanda de turismo. La publica-ción oficial de la OMT en la que me hebasado para exponer esta versión Otawa’91presenta una tabla de doble entrada sospe-chosamente parecida a la que nosotros pro-pusimos en 1988. Digo sospechosa porquees la primera vez que veo este tipo de tabla

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    Francisco Muñoz de Escalona

  • en la literatura ortodoxa del turismo, porqueno se hace la más mínima mención al traba-jo de Información Comercial Española en elque la publiqué hace dieciocho años y por-que este trabajo fue silenciosa pero impe-riosamente rechazado por la OMT.

    La tabla que la OMT propuso en 2001tiene dos sectores horizontales o de deman-da: el sector de visitantes y el sector de novisitantes. Y tres sectores verticales o deoferta: sector de productos característicosdel turismo, sector de productos conexoscon el turismo y sector de productos noespecíficos del turismo.

    El primer sector es denominado tambiénproducción principal (sospecho que es elque incluye las 75 actividades totalmenteturísticas de la CIUAT) Los dos últimos sonagrupados para denominarse producciónsecundaria (que es posible que incluya las102 actividades llamadas parcialmenteturísticas de la CIUAT).

    Tanto la producción primaria como lasecundaria constituyen las denominadasactividades específicas del turismo (tal vezpor error, la publicación las llama caracte-rísticas) de las que dice que hacen referen-cia «exclusivamente a los productos queson de naturaleza turística», una nuevadenominación que aumenta la ya insoporta-ble confusión terminológica.

    La tabla repite tres veces los tres sectoresde oferta. Es curioso que no explique larazón que lleva a esta repetición, pero sos-pecho que refleja los tres tipos de entidadesque contempla el modelo al servicio delconsumo turístico de los visitantes: Las

    empresas con fines de lucro, las administra-ciones públicas y las instituciones sin finesde lucro al servicio de los hogares.

    Puedo aventurar otra interpretación, aun-que menos verosímil porque no remite atres grupos sino solo a dos: Productores queno pertenecen a la categoría de actividadescaracterísticas del turismo y productoresque sí pertenecen a esta categoría.

    Y aun quedaría otra interpretación: Pro-ductores de los productos adquiridos antesy después del viaje, obviamente localizadosen el país del entorno habitual del visitante,productores de los productos adquiridos enel viaje, por supuesto localizados en el paísvisitado, y productores de los productosadquiridos fuera del contexto de un viajeespecífico, localizados en cualquier paísmenos en el visitado. En cualquier caso, lostres tipos de entidades con sus correspon-dientes sectores verticales (característicos,conexos y no específicos) aportan en totalnueve sectores verticales a los efectos de loque se llama pomposamente análisis desdeel enfoque del consumo turístico y tambiénanálisis desde la perspectiva de la demanda.

    El que el modelo Ottawa’91 llama análi-sis desde el enfoque de la oferta turística ytambién análisis desde la perspectiva de laoferta solo contempla uno de estos gruposde tres sectores verticales.

    Esta es la incómoda consecuencia de loque he llamado distorsión espaciotemporalque la versión Otawa’91 del modelo con-vencional practica entre la oferta (activida-des específicas del turismo) y la demanda(consumo turístico de los visitantes).

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    La objetivación unívoca del turismo, meta insoslayable del proceso de cientificación

  • La expresión «producto turístico», gene-ralizada en la literatura del turismo hastaniveles casi paranoicos desde que el marke-ting se aplicó al estudio de esta materia, nosignifica nada, o, lo que es lo mismo, signi-fica lo mismo que producto noturístico.

    Los especialistas en marketing que traba-jan para las llamadas empresas «turísticas»introdujeron la expresión «producto turísti-co», no utilizada en la literatura anterior alos años setenta. Llevados por su pragmatis-mo a ultranza, al aceptar de los expertos queles precedieron que ciertas empresas de ser-vicios son las empresas «turísticas», notuvieron inconveniente en llamar a sus ser-vicios «productos turísticos». Más tardedecidieron que los servicios no son produc-tos sino «servuctos» y que a la producciónde servicios hay que llamarla «servucción».Hace años que los «servuctivos» dejaron deinsistir en el palabro pero estuvieron muycerca de implantarlo para siempre.

    El conjunto de ramas productivas queforman la oferta de turismo es, en principio,el mismo conjunto de ramas productivasque forman la oferta de noturismo. Caso deque no coincidan no existen criterios quepermitan distinguirlas. La oferta de turismono queda, pues, identificada aplicando elenfoque de demanda. Si la función de ofer-ta no está identificada no se puede aplicar elanálisis económico al estudio del construc-to turismo, me refiero al análisis microeco-nómico. Pero, sorprendentemente, se apli-ca, como demuestra, por ejemplo, queKrapf dijera que la demanda de turismo estásujeta a la ley de sustitución, como si elturismo fuera un solo bien o servicio objeti-vamente identificado.

    El turismo no es, en efecto, una industriacohesionada, pero ¿no es más claro decirque el turismo es un conjunto de industriasde los tres sectores clásicos de la economía?

    Las alusiones equívocas al turismo comouna industria cohesionada se refuerzan conlas que lo confunden con la industria hospi-talaria y, más precisamente, con la hotelera.

    Junto al reduccionismo de la oferta turís-tica a las empresas hoteleras persiste lavisión indiscriminada de llamar turismo atodo lo que se ofrece en un «destino», sobretodo si el destino es «turístico».

    Frente al reduccionismo práctico de unosestá el generalismo teórico de otros, entrelos que hay que citar al experto español,Luis Fernández Fuster, uno de los más con-vencidos generalizadores del turismo.

    Por ello, en principio, cualquier produc-to, bien o servicio, ofrecido por las empre-sas del lugar visitado es susceptible de serdemandado por los visitantes, aunque,como hemos visto, la CIUAT redujo arbi-trariamente el conjunto a 177 actividades,no todas felizmente turísticas, las cualesquedan limitadas en plenitud a «solo» 75.Pero, como es obvio, todo lo que sea más deuna implica caer en el escollo de la no iden-tificación económica. A pesar de tan drásti-ca reducción, en pura lógica, lo mismo daque llamemos turísticos a «todos» o solo a«algunos» productos obtenidos en el lugarde referencia puesto que en ninguno de losdos casos podemos diferenciarlos de losnoturísticos. En consecuencia, la llamadaoferta turística no está identificada en laliteratura convencional, lo que equivale a

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  • decir que no es posible aplicar el análisismicroeconómico al estudio del turismo.Cuando se aplica, como hacen los expertos,se cae en serias anomalías tanto teóricascomo aplicadas. En lugar de corregir elenfoque utilizado o de renunciar a la aplica-ción del análisis microeconómico, losexpertos justifican sus planteamientos alu-diendo a la Singularidad, Especificidad yComplejidad del fenómeno turístico. Lastres características apuntadas tienen tantafuerza que obligan a los expertos a estudiarel fenómeno de un modo que cae en lo para-dójico: postulan que hay que utilizar todaslas ciencias sociales en el estudio del turis-mo, como ya he dicho más arriba. Creo deinterés ilustrar lo dicho con algunos ejem-plos.

    En primer lugar me referiré a una obrade gran difusión en España, sobre todo enlas escuelas públicas y privadas de turismo.Me refiero a Marketing Turístico, obra de laque es autor F. Muñoz Oñate (Madrid,1994). Podría haber elegido cualquier otra yen cualquier idioma. Si elijo ésta es porquela considero representativa de lo que pode-mos llamar economía popular del turismo.Según la obra citada, en un sistema turísticola oferta se configura como un conjunto for-mado por los recursos a disposición inme-diata de disfrute inmersos (sic) que tiene elsistema, la infraestructura, equipamientos yservicios puestos específicamente paraposibles ofertas del sistema, asequibles y deutilización directa y los productos específi-cos estructurados y realmente comercializa-dos por acciones de marketing en los mer-cados. Hay otras variables (sic), continúa elautor, como la seguridad o confianza razo-nada del disfrute que el cliente posee en

    cuanto a su creencia de que podrá disfrutarrealmente del producto correspondiente.Según Muñoz Oñate, cuando un turistacompra un producto turístico, compra algoque está sustentado sobre los conceptosanteriores (¡!) Y, para mayor esclarecimien-to de lo dicho, inserta dos tablas numéricas,la primera con datos sobre la capacidadhotelera y establecimientos asimilados anivel mundial y europeo, y la segunda, coninformación estadística sobre la oferta turís-tica española, es decir, por hoteles, cam-pings, restaurantes, agencias de viaje, insta-laciones náuticas, estaciones de esquí, cam-pos de golf, parques temáticos, parques deatracciones, estaciones termales y casinos.De modo indirecto, la exposición refleja sunoción de oferta turística.

    Por producto turístico, Muñoz Oñateentiende ante todo un producto de serviciosque se compone de una mezcla (en el senti-do de amalgama o combinación de partesque sin embargo permanecen individualiza-das dentro de la composición) de elementosbásicos de la industria turística, gran partede los cuales son también servicios, acep-tando que incluso lo que podemos concep-tuar como «la materia» (¿no servicios?),aun considerándola como un todo compues-to de partes, tiene dificultades de definicióny de estudio. El llamado producto turísticoestá tan bien identificado para este expertoque no duda en citar las características quelo distinguen de los productos no turísticos.Son las siguientes (advertimos al lector quelas citas se acompañan de comentarios pro-pios:

    • Intangibilidad (los productos turísticostienen unos componentes tangibles y

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  • otros intangibles): querrá decir quehay productos turísticos con compo-nentes tangibles y que también los haycon componentes intangibles. Si es así,las diferencias entre unos y otros sontan enormes que lo más seguro es quelos haya «turísticos» y también «notu-rísticos». En consecuencia, no pareceque la intangibilidad sea una caracte-rística definitoria de los productosturísticos.

    • Caducidad (los productos turísticos noson susceptibles de estocaje o almace-namiento). Tal vez querrá decir elconocido turisperito que los productosturísticos son servicios y no bienes, oque, si son bienes, deben ser perecede-ros.

    • Agregabilidad y sustituibilidad ( l acombinación agregada de bienes y ser-v i c i o s constituye «el todo» que secomercializa) El producto resultante esuna amalgama de productos y servi-cios. Procede reflexionar sobre estasdos características que, al parecer vanunidas. ¿Quiere decir que se puedensumar o añadir a otros y que, además,unos son sustitutivos de otros? Luegohace referencia a que el producto«resultante» es una «amalgama». Esuna pena que el autor no haya tenido abien desarrollar este aspecto. ¿Estáaludiendo a que el producto turísticoes un producto obtenido por medio deun proceso productivo? ¿Se trata de unproceso productivo que consiste enamalgamar nada menos que «produc-tos y servicios». ¿Y cómo se lleva acabo la amalgama? ¿Y cuales son esos

    productos y servicios que amalgama-dos dan lugar al producto resultante?Se intuye que los productos y serviciosamalgamados podrían ser los «produc-tos turísticos» amalgamables y susti-tuibles, pero, ¿es un producto turísticoel producto resultante de la amalgama?

    • Heterogeneidad (al ser muchas las par-tes que intervienen en el productoturístico, es muy difícil (sic) controlarque todas ellas estén al mismo nivel deexcelencia) Así que son muchas «laspartes» que «intervienen» en el «pro-ducto turístico» Entonces, ¿a qué serefiere el autor cuando habla de hete-rogeneidad como una de las caracterís-ticas del producto turístico? ¿A laspartes o al todo? ¿Y a qué viene aquíhacer referencia a la dificultad de que«todas las partes» tengan la mismaexcelencia? ¿Son estas muchas partesque intervienen en el producto turísti-co también productos turísticos? ¿Enqué se diferencian el producto que seobtiene con las partes de estas mismaspartes?

    • Subjetividad (el producto turístico es,en gran medida, subjetivo, depende delas condiciones en que esté el cliente yel prestatario en el momento del con-sumo) Esta singular característica va aresultar bastante más complicada decomentar. ¿Qué quiere decir que esproducto turístico es subjetivo? ¿Esque no es objetivo? ¿Ni siquiera cuan-do son tangibles y perecederos? ¿Esque entonces no el producto turísticono es un producto? ¿Y si no es un pro-ducto, por qué se le llama producto?

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  • La dificultad es, obviamente, tanextrema que ni siquiera parece viablesometerla a preguntas encaminadas asuscitar alguna respuesta mediana-mente aclaratoria.

    • Individualidad (las satisfacciones queproduce un producto son individualesy distintas de unos a otros consumido-res, tienen muy pocos factores comu-nes). ¿Qué sentido puede tener estacaracterística? Estamos, al parecer, enpresencia de un producto que producesatisfacciones en unos consumidoresque son diferentes de las satisfaccionesque producen en otros. Bien pensado,no parece que esta característica seauna característica que caracterice alproducto turístico frente a los produc-tos que no son turísticos. Es obvio quecada consumidor tiene sus gustos, suspreferencias y sus peculiaridades hastael punto de que no cabe descartar quea uno le guste más un producto que aotro, incluso que a unos les guste y aotros les disguste. La llamada indivi-dualidad del producto turístico cabe laposibilidad de que tenga relación conla característica de la subjetividad yque, de ser así, habrá que hacerla obje-to de los mismos comentarios a la quesometimos la subjetividad.

    • Inmediatez y simultaneidad de produc-ción y consumo (si no hay usuario nohay servicio, pues, el producto (turísti-co) se está creando realmente almismo tiempo que se está consumien-do) Las dificultades de comprensiónvan, como se ve, en aumento. De tenersentido esta característica predicada

    del producto turístico a fe que estaría-mos en presencia de un producto tansingular que habría que ponerlo derelieve de la forma más visible posible.Sin embargo, de ser así, se presenta unobstáculo insalvable para aplicar elanálisis económico al estudio del pro-ducto turístico habida cuenta de que lasincronía del acto de producción con elacto de consumo impiden distinguiruna actividad de otra. Lo que acaba-mos de decir significa que la oferta y lademanda son dos funciones inextrica-bles y, por ende, imposibles de anali-zar. Tal vez por esta razón insistentanto los turisperitos en la extraordina-ria complejidad del turismo y en lasdificultades que obstaculizan su cono-cimiento.

    Pero todavía se pueden añadir otrascaracterísticas, según el citado turisperito,profesor de la Escuela de Turismo deMadrid, merecedoras todas ellas de un aná-lisis desde el punto de vista del marketing,por lo que las características del productoturístico alcanzan un total de quince. Todasellas distinguen, supuestamente, al produc-to turístico de los productos noturísticos.

    ¿A qué realidades podemos aplicar lasquince características?, ¿a los recursos?, ¿alas infraestructuras?, ¿a los equipamientos?,¿a los servicios?, ¿a los productos específi-cos?, ¿a los productos característicos?, ¿alos productos de naturaleza turística?, ¿a lasdemás «variables»? ¿A hoteles y estableci-mientos asimilados, o, también, a los cam-ping, los restaurantes, las agencias de via-jes, las instalaciones náuticas y de esquí, loscampos de golf, los parques acuáticos, los

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  • parques de atracciones, los museos, losmonumentos históricos, los recursos natu-rales, las estaciones termales y los casinos?¿Son todas las mismas cosas con nombresdiferentes? ¿Se refieren las características alos servicios prestados por medio de estosequipamientos, o a las ciento setenta y sieteactividades de la CIUAT? La respuestacorrecta es: a cada una de ellas, individual-mente consideradas y al conjunto formadopor todas ellas. Los turisperitos más atrevi-dos presentan un producto con quincecaracterísticas, pero lo menos que puededecirse del producto turístico es que es unaexpresión que como mucho es una metáfo-ra porque el supuesto producto no está nisiquiera mínimamente identificado. Comoel producto turístico se define desde unassupuestas características del consumidor (elllamado turista), se cae, en el mejor de loscasos y como ya hemos dicho, en una mag-nitud agregada (de la misma naturaleza queel PIB), una magnitud que los economistasestudian con ayuda del análisis macroeco-nómico. ¿No sería más acertado y menosconfuso hablar del Producto Interior BrutoTurístico (PIBT) el cual no puede ser másque un complemento del Producto InteriorBruto Noturístico (PIBNT) y que, en conse-cuencia, PIBT + PIBNT = PIB?

    Desde 1988 vengo denunciando las anó-malas consecuencias teóricas y prácticas dela aplicación del análisis microeconómicoal estudio de un producto, y de una activi-dad productiva, que no están adecuada-mente identificados como consecuencia desu conceptualización con enfoque dedemanda. No es, pues, que el turismo seaextremadamente complejo, como se dice, yque por ello es refractario a la investiga-

    ción económica. Es que la llamada activi-dad turística se estudia con un enfoque quehace imposible el uso del análisis económi-co. Y, sin embargo, a pesar de tal imposi-bilidad, los turisperitos no dudan en hacer-lo. ¡Incluso utilizando las curvas marsha-llianas de oferta y demanda que emplea laescuela microeconómica marginalista!¡Como si la industria turística estuvieraobjetivamente identificada y fuera homo-génea! Pero quizás deba aportar el testimo-nio de expertos más prestigiosos. Por ejem-plo, el italiano Alberto Sessa, quien en1968 afirmaba que el equipo (material yempresarial) dedicado a la acogida, en unalocalidad cualquiera, de los eventuales visi-tantes constituye la oferta turística. Sessa,basándose en G. Colley (1967), propuso supropia clasificación de la oferta turística,no sin antes reconocer con honestidad queno puede ser más que puramente indicati-va, puesto que cualquier método de clasifi-cación es obviamente subjetivo y parcialdebido a la extrema variedad y complejidadde los elementos que hay que tener enc u e n t a .

    Reparemos en la alusión que se hace a«la extrema variedad y complejidad» comoobstáculo que entorpece el estudio del turis-mo, porque es una constante en la literatura.La clasificación que hizo Sessa consta deseis grandes grupos:

    1. Recursos turísticos.

    2. Infraestructura general.

    3. Infraestructura turística.

    4. Equipamiento receptivo.

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  • 5. Equipamiento recreativo y deportivo.

    6. Servicios de atención al turista.

    Observemos que la clasificación deSessa no difiere sustancialmente de la quepropone Muñoz Oñate. Pero, entonces, ¿aque obedece la afirmación que hace Sessade que el turismo, en su fase final, es unaactividad de servicios? ¿Cuál es la fase finaldel turismo? ¿En qué consiste? ¿Por qué nola estudia detenidamente Sessa? La extremaheterogeneidad de los elementos incluidosen cualquier clasificación de la llamadaoferta turística (con la que se alude a todo loque puede ser de utilidad para ese peculiarviajero al que se dio en llamar turista) con-firma, sin lugar a dudas, la conclusión a laque he conseguido llegar después de añoslidiando con una literatura tan extremada-mente confusa. La resumiré diciendo, unavez más, que el turismo, el producto turísti-co o la oferta turística (cualquiera que sea laexpresión que utilicemos) no está adecua-damente identificado en la literatura con-vencional. Y que, en consecuencia, no esposible aplicar correctamente el análisiseconómico a su estudio.

    Tiene interés citar aquí la ponencia queAlberto Sessa presentó en el 46º Congresode la AIEST (1996) por cuanto se ocupanada menos que de la producción turística yde los productos turísticos (puede verse latraducción al español en traducción delautor de este trabajo, en www.eumed.net)El título es precisamente Producción turísti-ca y productos turísticos. Sessa parte de loque nosotros venimos diciendo desde 1988(pero sin citarnos) en el sentido de que elconcepto y la palabra producción no son

    habituales en la literatura del turismo. Pare-ce creer Sessa que fue el primero en emple-arla pero no, no es así, como cualquierapuede constatar. Sessa sostiene en el traba-jo citado que hay dos tipos de productosturísticos, el micro producto turístico y elmacro producto turístico. El micro produc-to turístico sería la hotelería turística mien-tras que el macro producto turístico sería eldestino turístico. Al margen de las consabi-das tautologías. Pero Sessa, que prometíaacabar con la incomprensible ausencia de lafunción de producción en la disciplina delturismo y, al mismo tiempo, con una de susmás relevantes anomalías, se limita a repe-tir los planteamientos habituales, es decir,que la oferta de turismo tiene dos compo-nentes, la oferta básica u hotelera y la ofer-ta complementaria, la que incluye todoaquello que interesa a los turistas y que selocaliza en el lugar que desea visitar. Enresumidas cuentas, que tampoco Sessalogra aportar solución alguna al problemade la falta de identificación del producto dela que adolece el modelo convencional.

    Es obvio que si no está identificado elproducto tampoco podemos identificar laempresa que lo produce. La Doctrina Gene-ral del Turismo, el sui géneris corpus teóri-co que estuvo plenamente vigente hastamediados de los años setenta y que mástarde fue aparentemente revisado y corregi-do por el marketing, creyó resolver estaanomalía a través de un consenso implícitoentre expertos basado más en la tradiciónque en la demostración.

    ¿Podemos afirmar que la literatura espe-cializada no ha conseguido, todavía, identi-ficar objetivamente un solo producto (y

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    La objetivación unívoca del turismo, meta insoslayable del proceso de cientificación

  • solo uno) del que se pueda decir de unmodo razonablemente preciso que es turís-tico? Porque se admitirá que no podemosconceder al souvenir el carácter que elconocido turisperito español Manuel Figue-rola Palomo le dio en 1975 como el únicoproducto bien identificado del que podemosdecir que es turístico, una propuesta tansimple que cae de pleno en la más absolutaingenuidad analítica. Pero no es esto lopeor. Lo peor es que quien la hizo lo hizocon el convencimiento de que estaba apli-cando correctamente el análisis económicopues lo propone en una obra que se titulanada menos que Teoría económica delturismo, escrita sobre la base del texto pre-sentado en la Universidad Complutense deMadrid para obtener e