La Novela y El Cuento en La Hispanoamérica

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7/25/2019 La Novela y El Cuento en La Hispanoamérica http://slidepdf.com/reader/full/la-novela-y-el-cuento-en-la-hispanoamerica 1/325 HUGO D. BARBAGELATA LA NOVELA Y EL CUENTO EN HISPANOAMERICA lili ■ | u m MONTEVI DEO Í94?

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    HUGO D. BARBAGELATA

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    EL CUENTO EN

    HISPANOAMERICAl i l i |

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    Juic io s de (a Celtica lA nuelcana

    sedie ei. autcc:

    * . . .E n tr e los ra tro cinco benefactores.n /uicn e.t ta n ta de ben la s te tr as hi sp an n- americanas en Europa, debe contarse el nom bre de Uno D. DarbnfiAata. Publicista serio. sili ninnn apresuramiento en su labor intelectual, su obra ha latiendo imponerse eit

    A m r ic a a la co nsi dera ci n de lo do s la s estudiosos. .Heno a las modn fciles v ausente siempre de los cenculos, del enreda v de lbombo, este escritor ha sabido mantener en toda su ntenridad la di anidad de la pro fesin literaria .

    A K M A N D O D O K O S O(cbilejio)

    * . , , Ticne el iIon deI habaio meditndo vconsciclite v un afccto rordial y uv inter es msral qi te se er l icndcn vobre todn vuestro.Passes amerieanos. Iiensa serio v cscribe pio- bo. eon c

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    DEL MISMO AUTOR

    El Centenar io de la Reconquis ta . Montevideo, lmp. Rural, un vol.en 80. de 62. pgs., 1906.

    Pginas Sudamer icanas , con prlogo de Manuel Ugarte. Barcelona,Editorial Sopea, un vol. en 80. de 240 pgs., 1909.

    Bolvar y San Mart n , con prlogo de Rubn Daro. Pars, Fierre Landais, un vol. en 80. de 96 pgs., 1911.

    Frontires, (Etude de droit international). Paris, Paul Ollendorff, un vol. en 49 de 96 pgs., 1911.

    La Li te ra tu ra Uruguaya , en colaboracin con Ventura Garca Caldern, New York - Paris, Revue Hispanique, un vol. en 49 de 128 pgs., 1914.

    Epistolario ele Jos Enrique Rod, (notas preliminares).Pars, Agencia General de Librera - Vertongen, un vol. de 104 pgs. en 8?, 1916.

    Artigas y la Revolucin Americana, con prlogo de Jos Enrique Rod.Primera edicin: Pars, Paul Ollendorff, un vol. en 8? de 406 pgs., 1917.

    Segunda edicin: Pars, Editions Excelsior, un vol. en 49, de 320 pgs., 1930.Linfluence des ides franaises dans la Rvolution et dans lvolutionde lAmrique Espagnole, can prefacio de Paul Adam. Paris, lmp. Coues- lant , un vol. en 89, de 48 pgs., 1917.

    Pages choisies de Jos Enrique Rod, (seleccin y prefacio de HugoD. Barbagelata). Paris, Flix Alean, un vol. en 89, de 206 pgs., 1918.

    Un procer de la Independencia, con una noticia del autor de CarlosRey de Castro. Pars, lm p. Ccueslant, 1 vo l., en 89, de32 pgs., 1919.

    Napolen y la Amrica Espaola, con prlogo de Gabriel Luis Jaray.Parslmp. Coueslant, un vol., en 89, de 40 p gs., 1922.

    Para la His tor ia de Amrica, con prlogo de Francisco Garca Caldern. - Pars, Biblioteca Latino Americana, un vol. en 89, de 192 pgs., 1922.

    Una Centuria Literaria, Poetas y prosistas uruguayos. 1800 - 1900, Pars, Biblioteca Latino Americana, un vcl. en 49, de 492 pgs., 1924.

    De Pars a. Lima a vuelo de pjaro. Pars, lmp. G. Subervie, un vol. en 89, de 116 pgs., 1925.

    Jacques de Liniers et la reconqute de Buents Aires. Pars, Les Editions France-Amrique, un vol., en 16, de 50 pgs., 1927.

    Sobre la poca de Artigas.Pars, lmp . Fernand Michel, un vol., en 49,de 176 pgs., 1930.

    Dao y Rod. Pars, France Amerique Latine, un vol., en 89, de 16pgs., 1934.

    Vctor Hugo et lAmrique espagnole. Pars, France-Amerique La

    tine, un vol. en 49 de 8 pgs., 1935.La touf fe sauvage de Juana de ba rbourou , con prlogo de Hugo D.Barbagelata. Pars, un vol., en 89, de 48 pgs., 1936.

    Histoire de lAmrique espagnole Prix trienal Thiers de lAcadmieFranaise. Paris, Armand Colin, un vol. en 89, de 326 pgs., 1936.

    La presse de lAmrique Latine Paris, Le Congres des Nations am ricaines, un vol., en 49 de 12 pgs., 1937.

    La Revolucin franaise et lAmrique latine, con prefacio de B. Mir-kine - Guetzvitch. Paris, Librairie du Recueil Sirey, un vol., en 89 de 88pgs., 19,37.

    La L i te ra tu ra Hispano - Am er icana , con prlogo de Juan Antonio Zu-billaga. Montevideo, TalleresGrficos Rodino, un vol., en 49, de 104 pginas, 1938.

    Deux Contes de ntre Amrique.Pars, un vol. en 89 de 24 pgs., 1938.La nove la en Hispano-amr ica , (Conferencia radiotelefnica con una

    presentacin de Juana de barbourou) Montevideo, Instituto de EstudiosSuperiores, un vol., en 89 de 12 pgs., 1946.

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    LA NOVELA Y EL CUENTO

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    Es propiedad del autor. Queda hecho el depsito que marca la ley.

    Copyrigtht, by Enrique Miguez, 1947.

    Editado e impreso en el Uruguay. Frinted and published in Uruguay.

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    Este libro, destinado a la juventud estudiosa de nuestraAmrica, lo dedico a la memoria del ilustre polgrafo espaoldon Marcelino Menndez Pelayo y a la del erudito profesor nor

    teamericano don Alfredo Coester, quienes nos legaron, respectivamente, dos obras imparciales, valiosas para nosotros: laHistoria de la poesa hispano-americana y la Historia literaria de la Amrica espaola.

    H. D. B.

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    Transcurrido medio siglo de mi existencia sin una claudicacinen mis ideales ciudadanos, sin encerrarme en ningn crculo literarioestrecho y sin haber puesto mis pies en las antesalas de los polticospoderosos o de los magnates de la plutocracia, me puse a escribir mi

    Historia de la Amrica espaola, aparecida en francs en un texto algoreducido del grueso tomo en castellano, que conservo an indito y queno tengo prisa en publicar, a pesar de su originalidad grande o relativa.En un idioma divulgadsimo, he logrado ya difundir a travs de Euro

    pa y ms lejos todava nociones esenciales sobre un pasado, preparadorde un presente no desdeado tampoco en aquel sencillo e imparcial ensayo.

    Hoy, de lo general e histrico paso a lo especial y literario conmucho de documento humano sobre nuestra evolucin social e intelec

    tual. En mi propia lengua, entrego al juicio de mis contemporneos untrabajo, no menos imparcial y sin pretensiones, sobre La novela y elcuento en Hispanoamrica.

    No aventurndome en retricas disertaciones, concretndome a loactual y a lo americano empec mi estudio, definiendo as la novela:es la descripcin de la vida real o ficticia de uno o ms personajes, de su carcter, del medio en que actan y de las circunstancias que influyen sobre sus actos, hecha por un autor amante de la belleza y dotadode sentido imaginativo. Cuando la novela resulta un tanto breve, sin per

    der sus caractersticas esenciales, los franceses la llaman nouvelle. Conese ttulo de conjunto tradujeron los cuentos o historietas burlonas ya veces licenciosas de los antiguos prosistas italianos Sachetti y Ban-dello, as como las famosas Novelas ejemplares, de Cervantes. No hayen castellano trmino tcnico que le equivalga. Se ha propuesto representarlo por el de noveln, palabra que no me atrae por su desinen-

    (1) NOTA DEL EDITOR: Este volmen fu escrito en Pars, durante la ocu

    pacin alemana y que, en consecuencia, se dan por vivos autores muertosya, as como no se hace mencin de obras recientes de otros autores tratados en el texto, que debe detenerse en la poca en la que empez a sentirse el malestar precursor de la guerra prxima.

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    cia despectiva, pero que empleo, m,s de una vez, en el texto de la siguiente obra, a falta de otra mejor. Conviene advertir que, en consecuencia, la novela corta o el novelin no son por m confundidas con elcuento, que tiende a ser cada vez ms conciso y en el que no caben las

    complicaciones ni los episodios secundarios que dan movimiento e imprimen inters a la novela, sea sta larga o corta.

    La novela genuinamente hispanoamericana no existe an. Pero.est en formacin y en desarrollo creciente. En lo que va corrido delsiglo XX no debe temer su parangn con otras, si exceptuamos las de

    pases en los que sigue impirndose y qu.e no sirven de modelo a ellasola. Sabido es que en todo tiempo se han sealado influencias literarias muchas veces recprocas. Para la misma poca, por ejemplo, en queAlfonso Daudet se inspiraba en Dickens, Flaubert influa sobre la lite

    ratura inglesa y Vctor Hugo, con el gran Balzac, admiraban, siguiendosus huellas, a Walter Scott. Ms tarde, Maupassant iba a ejercer influencia sobre Chejov, as como Stendhal sobre el estupendo Dostoiewskia quien, a su vez, algo debe la moderna novela francesa.

    Nuestra Amrica no poda escapar a esa regla dte asimilacin yde adaptacin. Sin sendas tradicionales que seguir en la materia, aunque con los antecedentes de los libros de caballera y de las narraciones

    picarescas espaolas, los talentosos y verdaderos novelistas hispanoamericanos del presente siglo buscaron la accin extranjera para que obrara

    como elemento cataltico en sus producciones, segn dira Pierre Mi-lle, para reforzar las cualidades propias con elementos ajenos seleccionados. De ellos nos da una prueba, entre otros, el uruguayo Carlos Rey-Ies, quien, influido por el Turgueneff de los cuadros rurale.s di a luzsu novela Beba, primer faro de un camino luminoso siempre brillante

    por el que deban desfilar pronto los personajes de su Raza de Can, aparecido en pleno auge de] Naturalismo, escuela que ese autor desdeara,en parte, hasta alcanzar a Dostoiewski a cuya sociedad lo prepararonlecturas fructuosas de Stendhal y los Ensayos de Psicologa contem

    pornea, de Bourget.Los que llamaramos nuestros clsicos, nacidos a la vida literaria en la poca de las luchas emancipadoras, fueron, ante todo, poetasen sus comienzos y luego prosistas absorbidos por la poltica. Los cultores de la novela vinieron despus y romnticas tambin fueron susproducciones poco originales. Uno entre ellos, sin embargo, dejara parasiempre inscripto en nuestros anales literarios un nombre: el de Mara,esa prima hermana de Graciela, de Atala y de Pablo y Virginia, ni me

    jo r ni peor que sus parientes espirituales y genuinamente nuestra por

    la ndo^ de los hroes qu.e la rodean y por el medio en el que su autorlos sita.

    Temprano surgi en nuestra Amrica el especialista en la materia, quien prob ser capaz de parangonarse con sus colegas de allende

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    los mares en sus dos obras capitales Durante la Reconquista y Los Trasplantados. La primera novela suya data del 1858, nueve aos antes deque apareciera Mara.

    Ya en 1872 aires renovadores se hacan sentir en nuestra lite

    ratura narrativa. Para entonces, 'public Ricardo Palma la primera serie de sus Tradiciones peruanas, feliz invencin de su ingenio destinadaa recorrer nuestro Continente de uno a otro extremo. Ese s resultabaun autor genuinamente nuestro con su clasicismo espaol, con sus romnticas historias de antao, con su estilo castizo y criollo a la vez.

    Antes de llegar a lo actual, u, sin duda, el Naturalismo el quems fuerte influencia ejerci sobre los novelistas hispanoamericanos.Desde la Argentina hasta Mjico se difundieron las teoras del maestrode Medn. A su divulgacin contribuy seguramente, cual antes acon

    teciera con el Romanticismo, el hecho de que lo poltico y lo social semezclaban con la literatura en las obras de aquella .escuela. Porque enHispanoamrica la novela ha servido con frecuencia de arma contra lastiranas o de vehculo para explicarlas y atacarlas, segn sucedi, antes, con la clebre Amalia, del argentino Mrmol, y, en ms recienteperodo histrico, con El guila y la serpiente, del mejicano Guzmn.Podra aplicarse tambin al Plata lo que respecto a su pas afirmara elescritor venezolano Ricardo Urbaneja: Dte la corriente naturalista ypsicolgica venida de Europa, que logr vencer en corto tiempo los antiguos ideales literarios, haciendo una revolucin profunda en las letras

    patrias, surge la novela criolla.En el libro que va a leerse podr seguirse la evolucin de esta

    ltima a lo largo de nuestro Continente. Con innegables influencias extraas o sin ellas, nuestros novelistas se han ido encaminando, poco apoco, sino hacia una perfecta originalidad, a una realidad hispanoamericana de la que dan testimonio, .en los ltimos tiempos, una docena deautores. Creo dejarlos bien sealados en mi nuevo ensayo histrico-crtico, del mismo modo que indico las fuentes principales de su inspi

    racin. No se me oculta que tuvieron tambin influencia sobre los nues

    tros novelistas extranjeros no citados por m italianos, ingleses, rusos,norteamericanos y hasta espaoles contemporneos como Manzoni, DeAmicis, Ada Negri, DAnnunzio, Mayne-Reid, Bret-OHarte, Gorki, Che-jov, Coloma, Baroja, Prez de Ayala, Felipe Trigo, etc. etc. Mas, talesinfluencias fueron un tanto superficiales y espordicas, sin repercusiones mayores.

    La llamada nueva sensibilidad puesta a la moda por el filsofoespaol Ortega y Gasset e hija de la inquietud que sigui a la postguerra europea, se extendi *hasta nuestra Amrica y alcanz su apogeo

    renovador hacia los alrededores del 1930, aos que ponen fin a mis investigaciones, las cuales parten de mediados del siglo pasado, poca enla qu,e el chileno Blest Gana, con otros colegas menos fecundos o menos

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    constantes, dan impulso al movimiento hispanoamericano naciente. Laforma o la presentacin de la metfora es lo ms original que se descu

    bre en la manera de aplicar nuestros autores su propia sensibilidad, laque, a mi entender, no puede ser nueva ni vieja, sino sencillamente pro

    pia de cada cual.

    Tras la nueva sensibilidad, un movimiento literario anrquico enel gnero narrativo se hace sentir entre los jvenes bolivianos y ecuatorianos, algunos prometedores, aunque su menosprecio de la sintaxis ysu abuso de los trminos vulgares y hasta obscenos de acuerdo conlos ejemplos del novelista francs Cline y del norteamericano Miller,hagan dudar de sus triunfos definitivos en la que llaman novela proletaria y que no es otra cosa que una de las tantas modalidades de laexactamente denominada novela social.

    Todas esas causales, ms el deseo de dar precisin y arquitecturaa mi obra, me han inducido a dividirla en seis partes. La primera comprende a los tres pases que produjeron, respectivamente, el primer novelista verdadero, el creador de una modalidad dentro de lo narrativo ylos que, sin desligarse de su origen espaol tomaron modelos en sus ms

    prximos vecinos. En el segundo, se agrupan los novelistas y cuentis-cas rioplatenses. En el tercero, figuran tres estados de la antigua GranColombia, en la que si el Ecuador puede suscitar dudas respecto a su

    inclusin en el grupo como Bolivia en el anterior no acontece lomismo con Venezuela y Colombia, naciones de muy estrechas afinidades literarias. La parte cuarta est consagrada a Mjico y las ltimasse refieren a las Antillas y a la Amrica Central.

    Pueda mi trabajo contribuir a la formacin de nuestra incipientehistoria intelectual.

    H. D. B.

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    P R i m e R G p f i R T e

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    Entre los pases de Sudamrica, fu Chile el primero en conseguirsu estabilidad poltica interna. Los intelectuales de la joven repblicapudieron, pues, dedicarse, antes que sus congneres del resto del Continente, al cultivo de la novela y del cuento. Sin remontarnos a La Vida deun amigo o un primer amor, d,e WENCESLAO VIAL, ni a Erna y Carloso Los dos juramentos, de Bernab de la Barra, podemos detenernos en lasegunda mitad del siglo XIX y sealar, en 1852, el esbozo novelstico ElInquisidor Mayor, por Manuel Bilbao seguido de cerca por los Engaos ydesengaos, de ALBERTO BLEST GANA, el primer verdadero novelador

    chileno cuyo nombre pasar a la posteridad por sus obras, de muy diversovalor literario aunque impregnadas todas de psicologa y de un no rebuscado realismo. A l puede aplicarse lo que Anatole France dijo, refirindose a Dumas padre: Vino como un buen gigante, trayendo a plenasmanos juguetes para los pobres muchachos que somos. Nos los trajocon sabor de tierruca, de comarcas hispanoamericanas en donde un mismoorigen, una misma religin y un mismo idioma asemejaran las costumbres, estrechando intereses comunes.

    En cincuenta aos de vida literaria, msi de un centenar de escri

    tores chilenos hicieron sus armas en el vasto campo de la novela, inundando, a la manera de los espaoles Prez Escrich y de don Manuel Fernndez y Gonzlez, el mercado de la librera por entregas, en donde tam bin abundaron las traducciones de viejos volmenes de Mme. Cottin, deFval, de Ponson du Terrail y del propio Dumas. No hubo verdadero^Dumas en Chile, mas la escuela de aquel escritor francs perdur mientras Blest Gana segua impertrrito en su tarea de novelar con acierto.

    Nacido en 1831, don Alberto Blest Gana se inici en la vida nacional como ingeniero militar y la termin brillantemente en la diplomacia(1920) en la que ingresara a los cuarenta aos de su edad. Ya hacia el1852 viaj por Europa cuando el pblico se deleitaba con la lectura delConde de Monte Cristo y de los Mosqueteros, as como con las novelas socialistas y campesinas de Jorge Sand, ms que con los escritosfilosficos de Renn o de Taine; cuando se esparcan por el mundo las

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    de Dickens; cuando, en ms baja escala, ocupaba los ocios de los lectoresespaoles Fernn Caballero (Cecilia Bohl de Faber) con su populariza

    da novela La Gaviota, con La familia de Albareda y con sus atrayentes Cuadros de costumbres llenos de amores y de sensiblera.Al surgir Blest Gana en el campo de las letras, imperaba en la

    crtica literaria de su pas el venezolano don Andrs Bello, primer rectorde la Universidad de Chile (1843), celoso guardin de los cnones clsicos y que acababa de mantener ruda campaa contra las ideas liberalesde los emigrados argentinos perseguidos por la tirana de Rosas. Esto3se beneficiaron en Santiago y en Valparaso del ms franco y decididoapoyo otorgado por el ministro Manuel Montt, el futuro presidente pro

    gresista de 1851 a 1861. Brillaban entonces tambin en Chile, formandoconstelacin en el cielo de la literatura y de la filosofa polticas, don JosVictoriano Lastarria cuyo nombre llenara una poca, y Francisco Bilbao,leader de un movimiento ideolgico calcado sobre el programa desarrollado en Francia por Michelet, Edgard Quinet y Lamennais.

    En ese ambiente, aunque sin embanderarse en crculo alguno, comenz Blest Gana su carrera regular de novelista netamente limitadaen dos pocas separadas por un intervalo silencioso de treinta y tres aos,slo interrumpido por la publicacin de Un drama en el Campa y de

    otras narraciones menores. Del 1858 al 1864, se siguieron, a corta distancia, sus novelas acogidas con aplauso por la crtica, que debi inclinarse sin reparos fundamentales ante las dos obras maestras de la madurez de Blest Gana: Durante la Reconquista (1897) y Los Trasplantados (1904). Mas, empecemos por el principio.

    En El primer amor (1858), ttulo inspirado indudablemente en elya viejo noveln de Vial, el personaje ms simptico, casi el nico, deese primer volumen de las obras de Blest Gana, es el amigo Marcos,mundano lleno de experiencia y de buen fondo. De muy otra ndole es

    otro de los protagonistas del libro, sujeto egosta aunque poeta que, asu amor por una mujer casada, Elena, sacrifica todo, hasta el cariofilial, endeudndose y yendo a parar a la crcel a la que lo empujan su

    propio padre, un fallido, y las maquinaciones de su prima Manuela,amorosa despechada y sin escrpulos. Fascinacin, aparecida como laanterior por primera vez en la Revista del Pacfico, en 1858, no merece siquiera citarse. Es una falsa presentacin de la sociedad parisiensede la poca, sin los caracteres bien definidos y sin algunas pinceladasromntico-realistas que no dejan de dar cierto atractivo a los sencilloscuadros de la sociedad chilena de El primer amor.

    Un ao despus, vi la luz, tambin en Valparaso, Juan de Aria,novela discutible y discutida en Chile en el momento de su apariciny que, poco despus (1860), iba a ser sobrepasada por La Aritmticaen el amor, volumen en el que el autor interrumpe con frecuencia su

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    historia para dirigirse directamente a los lectores, sobre todo en la primera parte de la novela. Hay en sta bellas escenas de la vida de provincia, con sus intrigas y rivalidades, sus envidias y vanidades; aunque

    se nota en ella exceso de coincidencias para dar fcil desarrollo al relato, cortado por episodios de efecto certero. La muerte de don Anselmo,por ejemplo, en momentos en que entra a despedirse Julia, su mujerperjura, es tan posible como pattica. Concuerda el lenguaje empleadocon las naturales costumbres que se describen, armonzase el estilo con elfondo.

    En aquella novela y en El pago de las deudas, que le sigui (1861),es en donde Blest Gana va marcando sus progresos de hombre de letras.Se ahorran en la ltima divagaciones y las consideraciones sobre el

    amor, la honradez o el xito, son breves, tienen aire de sentencias. Nose evita en ella el uso y abuso del amor y del adulterio; ni de los seresvanidosos y egostas; ni tampoco se escatiman peripecias a base de sirvientes portadores e interceptores de cartas. Pero, el relato se equilibra,se normaliza, se despoja de rebuscamientos. Y as, paso a paso, se vaencaminando el autor a escribir la mejor de sus novelas de su primeraetapa literaria: Martn Rivas (1862), novela histrica a lo Walter Scott.Se fija en ella desde el comienzo el ao de los sucesos que se van a relatar: 1850. Termina el primero de los dos tomos que la componen con

    los episodios de un chantage de un sujeto, Amador Cordero, pretencioso hijo del pueblo o sitico, como se dice en Chile, varn de unafamilia de media caa formada por una viuda y por dos hijas bien parecidas y de muy distinto carcter: Adelaida y Edelmira. En oposicina esa familia, Blest Gana sita, entre otros personajes, a los aristcratas esposos Encina, progenitores de Agustn, un descastado de educacin parisiense, quien frecuenta como galn a los Cordero. La escenaentre el padre de Agustn y la madre y el hermano de Adelaida es pattica en su simplicidad. Maguer ese y otros aciertos, que slo logran

    obtener los novelistas de raza, se encuentran, sobre todo en el segundovolumen de Martn Rivas, junto a personajes bien estudiados y descrip-tos, demasiado coincidencias cual las que se descubren en el combatehabido en Santiago entre revolucionarios y gubemistas, el 20 de abrilde 1851. En aquel encuentro perece otro tipo bien caracterizado de lanovela: Rafael San Luis. La casualidad pone all frente a frente a Rivasy a Amador, cmplice ste de un oficial de polica aspirante al coraznde Edelmira, la fiel amiga de Martn. Aquella y el oficial se casan tam

    bin, despus de salvar al propio Rivas condenado a muerte por el go

    bierno triunfante. Matilde Elias, sueo de Rivas y que ha pendido susdos primeros novios, contrae, al fin, enlace con el afrancesado AgustnEncina.

    Martn, Rivas, valioso estudio de un pueblo de Sudamrica privado,entonces, de la verdadera clase media, anuncia ya la gran novela ame

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    ricana de Blest Gana, el insuperable fresco monumental de la Reconquista. Mas, antes de que treinta aos transcurrieran, antes de queBlest Gana cerrara el primer ciclo de sus actividades literarias, di a

    luz la novela El ideal de un calavera (1863), digna de sealarse por diversos motivoa. En ese libro como en los otros, todo ha de ser amor,amor del sexo. Empieza as: Un sentimiento de profunda simpata noshan inspirado siempre estas palabras, que pronunci un joven en lams solemne circunstancia de su vida: Adis amor, nica ambicin demi alma! Se observan en aquel, por primera vez, descripciones de paisajes y aposentos. Toma en l, Blest Gana, imgenes del medio quepinta y retrata personajes de muy exacta psicologa. No dejan de reaparecer, es cierto, criados que se venden y cartas que se llevan y traen con

    harta facilidad. Pero, la obra est muy bien construida, todas sus partes se completan y hay escena.s impresionantes y tambin burlescas muyreales, muy normales. La muerte del protagonista, Abelardo Manrquez,en la sublevacin realizada en Quillota contra el famoso ministro chileno Portales est bien trada y pone punto final a la obra de maneranatural y conmovedora. Mas, en ella, como en las anteriores, no se nos

    presenta personaje alguno que nos seduzca completamente por sus virtudes.

    Otros menesteres lejanos de los productos de la imaginacin sepa

    raron de las letras y de su pas a quien slo en silencio seguira cultivandolas unas mientras dedicaba lo mejor de su persona al servicio de la patria en el extranjero, durante las tentativas belicosas espaolas del Pacfico y de la guerra chileno-peruano-boliviana.

    Slo en 1897 aparece en Pars su obra maestra: Durante la reconquista. He aqu la novela de Amrica, de la Amrica revolucionadacontra Espaa. Sus episodios se desarrollan en Chile como de Chile sonlos modismos, neologismos y otras expresiones que el autor atribuye conacierto a sus personajes. Pero, episodios, personajes y expresiones podran aplicarse sin desmedro a toda la Hispanoamrica de las lucha,s porsu Independencia en las que lograron manifestarse en toda plenitud caracteres masculinos y femeninos semejantes al del cruel y fiel capitnSan Bruno, al de la dulce Luisa Bustos, al del hbil guerrillero ManuelRodrguez, al del noble coronel espaol Hermgenes de Laramonte, ytambin al del mulato mestizo oportunista, Jos Retamo, cuyo perfil, untanto rebujado, da relieve indeleble a su figura. Todas las clases sociales estn all bien estudiadas y abundan lo,s cuadros realistas y las descripciones de paisajes y de costumbres. El lenguaje mismo es ms castizo

    y espontneo. Podra repetirse respecto a esa novela lo que a propsitode la obra de Prez Galds escribiera crtico tan imparcial como Gmezde Baquero: Es la reconstruccin artstica de la vida de una sociedad,de sus costumbres, de sus ideas y de sus luchas. En su gnero, nadie

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    la ha superado hasta hoy en nuestra Amrica; en ella S cumple el vaticinio de Andrs Bello: El que en la juventud ha escrito Martn Rivas,est destinado a ser un gran novelista. Los modelos de Blest Gana de

    jan muy lejos al Capitn San Bruno y el batalln de Lost Talaveras, dosesbozos muy populares de .su compatriota Liborio Brieba; porque, aunque se tomen de la realidad, no crea tipos novelescos de luenga vida quienquiere, sino quien puede.

    Durante la Reconquista, cuyo.s dos tomos, de ms de quinientaspginas cada uno, forman lo que hoy se ha dado en llamar una novelaro, clasifica a un autor en pleno dominio de ,su arte y aleccionado porlos ejemplos de colegas europeos contemporneos. Mme. Cottin desaparece de las citas de nuestro biografiado y, acaso, el Don Juan de Byron

    ha substituido en su pensamiento al Lovelace de Richardson, tan frecuentemente recordado en sus primeros libros.Mas, Blest Gana no quiso terminar con la Reconquista su bri

    llante carrera literaria. A los 73 aos de su edad, o sean siete aos despus de la aparicin de aquella, di a luz, siempre en Pars, s*u extensanovela Los Trasplantados, tan fresca y vigorosa como las anteriores.Cierto, hay harta irona en ella y sus personajes, excepcin hecha de laabuela doa Regis, mantienen conversaciones superiores a su instruccine inteligencia. Pero la familia de Canalejas, llegada expresamente de

    Chile con el intento de brillar en Pars con su dinero y gracias a l empa-rentarse con la nobleza y con la alta burguesa francesa, est bien definida en ese libro; sus componentes estn tan bi.en caracterizados1queentre ellos descbrense seres an vivientes, de esos que encontramos cada da en los centros cosmopolitas que nuestras ocupaciones parisiensesnos obligan a frecuentar. La resolucin suicida de Mercedes, el nicopersonaje verdaderamente simptico de la obra, es inverosmil despusde todo lo que se le hace soportar sin rebeldas definitivas, a lo largo delrelato. Aqu, el novelista se asemeja a varios autore.s teatrales contemporneos, quienes suelen malograr sus piezas a fuerza de abusar d,e su

    innegable poder de composicin, de su insuperable tcnica. As y todo,el ciclo de sus ejemplares andanzas de publicista fu remachado conbroche de oro por don Alberto Blest Gana, cuyos recuerdos juveniles einfantiles se estereotipan en las pginas d(e El loco Estero (191rt3*). Habase realizado aquel su sueo cuando despus de leer a Balzac hizo unautodef,een su chimenea, conden a las llamas impresiones rimadas desu adolescencia y jur ser novelista o abandonar el campo literario silas fuerzas no le alcanzaban para hacer algo que no fuesen triviales y

    pasajeras composiciones. Por eso, su obra le sobrevivir.

    A don Alberto Blest Gana sigue en el orden del tiempo y del buenrenombre que sus novelas alcanzaron, su compatriota, el polgrafo donDANIEL BARROS GREZ (1834-1904). Su libro Pipiolos y Pelucones

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    (1876), de estilo clsico y de fondo histrico, dile a su autor justo prestigio. Es la suya la primera intentona seria, hecha para iluminar, narrndola, la psicologa de una poca en la que se destac con rasgos propios la

    personalidad del poltico chileno Portales. Barros Grez conoca bien su

    idioma y la poca en las que hizo evolucionar a sus personajes, aunquestos resulten a veces asaz ridiculizados, cual sucede con varios de losprotagonistas de las Primeras aventuras del maravilloso perro CuatroRemos (1898). Menos interesante que las anteriores, pero ms larga(seis tomos) es su novela El Hurfano (1881). Los treinta y cuatro variados cuadros que la componen no tienen bastante unidad aunque serefieran a un mismo perodo histrico, el del presidente chileno Prieto,bien alejado por cierto del cervantesco en cuyas caractersticas procurainspirarse Barros Grez.

    A pesar de ser tan erudito como su colega, no lo equipar en susdotes de novelista don VICENTE GREZ, en los tres volmenes: EmiliaReynols, La dote de una joven y Marianita, aparecidos, uno tras otro, entre los aos 1883 y 1885. Ello nos recuerda al poeta Guillermo Blest Gana,hermano de don Alberto y que tambin se ensay, sin mucho xito(1869), en las nouvelles El nmero trece y Dos tumbas.

    Es indudable que, de los de su tiempo, ninguno super en el novelar a Blest Gana. Pero, los hubo con innegables cualidades de novelistas, tales Martn Palma y Ramn Pacheco, quienes acaso, sentan msal pueblo y se compenetraban ms de sus sufrimientos ntimos. Lasobras del primero, Los secretos del pueblo, y La felicidad en el ma{tri-monio, as como las del segundo, El Subterrneo d(e los jesutas y La generala Buenda, estn lejos de ser modelos de buen gusto y de correccinde estilo, pero van democratizando el gnero, se van acercando al naturalismo zolesco que imperara ms tarde.

    Quin para entonces se impuso por su estilo castizo y por sus bienllevadas narraciones novelescas fu el costumbrista ALEJANDRO SILVADE LA FUENTE. Acaso con el temor de no superarse, se redujo Silva apublicar su novela Ven tuna, historia de un joven y ambicioso poltico pro

    vinciano (1885) y luego, ya entrado el siglo XX, Penas que matan (1904),de tema un tanto melodramtico aunque bien desarrollado.En ese ciclo de la novela en la que se distinguieron Vial, de la Barra,

    los Blest-Gana, Manuel Bilbao, Barros-Grez, Vicente Grez, Palma, Pacheco y Silva de la Fuente, ingenios de su talla se ensayaron ventajosamente en el cuento. Don JOSE VICTORINO LASTARRIA (1817-1888) sedistrajo de sus mltiples tareas de publicista escribiendo algunos cuentos fantsticos e histricos, no indignos de su pluma (Peregrinacin deuna Vinchuca, La monja alfrez, etc.) y DANIEL RIQUELME se inicicon Bajo la tienda, serie de sabrosos cuentos1militares a los que los chilenos parecen ser afectos.

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    FEDERICO GANA (1867-1923), mucho ms pintor que psiclogo, poco despus no escribi cuentos, pero s traslad al papel, convigorosos colores y correccin de estilo, paisajes y escenas de la campaa

    chilena no explotados hasta entonces en literatura. El intitul exacta ymodestamente a su libro primigenio Das de Campo, serie de bocetos decuentos originales en donde no se descubren influencias extraas, nitampoco la dureza del medio fsico dentro del que la mayora de susbreves relatos se desarrollan.

    El verdadero cuentista de la poca que vamos tratando es donBALDOMERO LILLO (1867-1923). Sus dos nicos libros Sub-terra(1904) y Sub-Sole (1907) le dieron legtima carta de ciudadana en la re

    pblica de las letras sudamericanas. No habra desmedro en afirm ar que

    en su Su-terra la influencia de Zola, o del Germinar' de Zola, es inne-gable, aunque, en el conjunto, su obra ms tiene de Maupassant y deDos-toiewski que del creador de los Rougon-Macquart. Lillo gusta de las bellas frases y del lenguaje pulcro. Buena parte de lo publicado en Sub-Sole son verdaderos poemas en prosa (El rapto del sol, Irredencin, Lasnieves eternas y El Oro), algo semejante a las parbolas que aos mstarde insertara magistralmente Rod en sus Motivos de Proteo.

    Si exceptuamos Era l slo, La mano pegada, y Cauelo y Petaca,todos los cuentos de Sub-terra forman lo que podramos llamar la tra

    gedia de la mina. Le sirve de introito Los invUdos, cuadro naturalistade los derrotados de una mina, con la descripcin pattica de la agonade un caballo. Viene luego el episodio de La compuerta n? 12 de la quese hace cargo, lleno de terror, el chico primognito de un minero cargado de hijos. El gris es impresionante, cruel y verdico como la vidade aquellos habitantes subterrneos. Lo mismo podra decirse de logotros cuentos, El pago, El chifln del Dilablo y El pozo. La primera parte de este ltimo, el idilio entre la joven Rosa y el barretero Valentn, esde un corte realista insuperable, destacndose en l la silueta del carretillero Remigio. Son de la misma ndole, menos patticos aunque profun

    damente sentimentales de buena ley, Juan Faria, Caza mayor y ElRegistro, cuentos que preceden a Lia barrera en el que la parte trgicadel relato se halla cortado por la narracin de la estratagema de quese valieron los dueos de una vieja mina para detener el avance que porel lado del mar le preparaban los ingenieros de otra mina rival. Entrelos cuentos de Sub-sole se distinguen: En la rueda, magnfica pintura deuna ria de gallos en la que no faltan ni veracidad, ni ambiente, ni poesa; El remolque, historia terrfica de un naufragio; Quilapn, nombrede un indgena aferrado a su hijuela de la que lo desaloja don Cosme,rico hacendado, en una escena desgarradora de pillaje e incendio muy

    bien terminada con la muerte atroz del protagonista estrangulado porel lazo que se le ha puesto y con el que se le arrastra; Escena semejante

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    fu descripta magistralmente, aos antes, por el escritor uruguayo Ace-vedo Daz en una de sus novelas.

    Lillo sabe contar, sab.e dialogar, sabe describir, sabe mantener ensuspenso el aliento del lector y dar a sus relatos, muchos de ellos en

    parte vividos, fines inesperados y terriblemente humanos.Siguiendo las huellas de Alberto Blest Gana e inspirndose en

    los libros de Octavio FeuilLet, inici su carrera en el campo de la novela don LUIS ORREGO LUCO (1866). Hay reminiscencias de aquel autor francs en su Un idilio nuevo (1900), que podra compararse con Lanovela de un joven pobre, cuyos protagonistas, Margarita Laroque y deM. de Bvallan, tienen similitudes con Julia Fernndez y con JavierMiraes, personajes principales de Un idilio nuevo. Ms tarde, en suCasa Grande (1908), Orrego Luco se siente ya influido por Prez Gal-

    ds y por el naturalismo de Zola, de los Rougon Macquart y de Su Majestad el Dinero. Pero, as como por inspirarse en Feuillet no puedellamrsele idealista, tampoco cabra ubicar a Orrego Luco entre los naturalistas. Los autores italianos, Leopardi especialmente, parecen ha

    berle dotado de un pesimismo amargo, que l aplic en las descripcionesde los tipos de sus libros, elegidos siempre en la clase rica y de buenauna de su pas. Sin ser obras de tesis, ni complicadas ni inverosmiles,las suyas contrariamente a las de su contemporneo Paul Bourget, abogan de manera indirecta en pro del divorcio y de otrap conquistas modernas a las que pareca refractaria la orgullosa sociedad que l pinta

    y que se agita en el ltimo cuarto del siglo pasado y en el primero delque corre.

    Su estilo descuidado y no exento de galicismos en su primera novela se mejora y depura en Casa grande para culminar en En familia(1912) y en El tronco herido (1930), la que cierra el perodo que trata

    mos. Sguenle La Tempestad y La vida que pasa. Predomina la vanidad y el egosmo entre los personajes novelescos de Orrego Luco, mediocres siempre, si exceptuamos a don Santos Orbegoso, padre de la protagonista de En familia, que justifica los adjetivos que se le aplican y de

    los que se usa y abusa en los otros libros, como si en ellos no se tratarasino de descendientes del Cid Campeador, de los Corts o de los Valdivia.

    Luis Orrego Luco, autor tambin de un valioso volumen de Episodios nacionales de la Independencia de Chile, ha esbozado cuadros deuna poca de transicin, que empez a sufrir cambios en la presidenciade Balmaceda y cuyas repercusiones hacen agitar an el ambiente socialen la repblica andina. Es posible que en eso estribe el mayor mrito desus libros, recargados de detalles sobre vestidos masculinos y femeninosy tambin de descripciones de parajes cntricos de la capital chilena re

    producida, en veces, con segura visin.20

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    Del linaje de Blest Gana y de sus sucesores es tambin don EMILIO RODRIGUEZ MENDOZA (1873), ms memorialista que novelista.Ultima esperanza (1899) su primera novela relata la lucha amorosa de

    un padre y de un hijo enfermizo, a propsito de una misma mujer casada, Marta, sobrina y prima respectivamente de los dos rivales.Ya en Ultima esperanza, a pesar' d,e su ataque a los novelistas fran

    ceses en boga, se va notando la influencia de Paul Bourget que se acenta en Vidia nueva (1902) en donde el don de retratista de RodrguezMendoza se muestra de cuerpo entero en las figuras del doctor Narvez,del reformador Manuel Moral y de Pedro, el protagonista de la obra. Laltima de sus novelas se intitula Santa Colonia (1917), escrita como lasanteriores, en lenguaje castizo y sobre tema chileno de la sociedad san-

    tiaguina especialmente, a cuyo anlisis aplica procedimientos tomadosen la Madre Naturaleza, de la Pardo Bazn. As en sus cuentos primigenios, Gotas de absintio, prologados por Daro, Rodrguez Mendozahaba empleado con inteligencia procedimientos de los escritor.es modernistas entonces en boga y a los que aadi lo que su propia plumatena de personal.

    Con JENUARIO ESPINOSA (1879) entramos de lleno en la novela de la incipiente clase media chilena cuyo despertar remonta slo,segn se ha dicho ya, a la presidencia de Balmaceda. Su trptico nove

    lstico Cecilia (1917), La Vida humilde (1914) y Las inquietudes deAna Mara (1916), nos lo prueba. Es la primera un simple idilio campesino, algo como la memoria de un joven rural, pariente de Pablo yVirginia, de Ren y de Mara. Su protagonista, Benito de la Cruz,

    por su indecisin y timidez, nos prepara ya para comprender luego aRigoberto Rodrguez el empleado de correo, personaje principal de Lavida humilde.

    Jenuario Espinosa, que adjetiva y dialoga bien, emplea en suslibros un estilo sencillo y claro, el que cuadra al medio que describe yestudia. No abusa de los chilenismos, ni abunda en sus frases los galicismos tan comunes en los colegas de su poca. Todas esas cualidadesse destacan en su novela La seorita Corts-Monroy, muy semejante ala Lucrecia Barros de La vida en familia. Se asemejan tambin el Rigo

    berto de esta obra y el Jos Mara de la primera. El hecho es frecuenteentre los autores, sobre todo cuando los personajes tienen mucho deellos mismos. En este caso, se trata de un inteligente y estudioso empleado de telgrafos, tal como lo fuera el mismo Espinosa. Benito, Rigoberto y Jos Mara son reproducciones de la timidez tomadas en la naturaleza, como lo son de la vanidad burguesa las de Lucrecia Barros y

    de la Corts-Monroy.Public tambin Espinosa dos tomos de cuentos: Dos novelas

    cortas (1927) y Un via4e con el Diablo (1930) del que slo podra sa

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    carse un cuento verdadero: El romance de Ibarra. Los dems son breves retratos de tipos populares chilenos, acaso los nicos que presentancaractersticas puramente nacionales en toda la obra del escritor andino.

    Ms cuentista que Espinosa fueron F. Santibn, Rafael Maluen-da y Francisco Zapata Lillo. El primero, o sea don FERNANDO SAN-TIBEZ (1884), entr de lleno en la popularidad con sus Palpitacionesde Vida (1909) cuentos y nouvelles, con un dejo amargo a lo Mau-

    passant y con algo de burlesco tambin a lo espaol, dentro de un realismo sin pudibundeces, gracioso e impresionante. Tal la novelita quesirve de ttulo al volumen, y El Be^o y Rebelin y Rfagas del campo*capaces de conmover y de deleitar a lectores avezados. Tras esos selectoscuentos aparecieron las novelas Ansia (1910), El crisol (1913), La He

    chizada (1916) Robles, Blume y Ca., en las que sigue revelndose eltemperamento observador e irnico de Santibn, crtico y memorialista de jugosa prosa. La ltima coleccin de sus cuentos trae por ttulo: En la montaa.

    De un ao menor que Santibnez, RAFAEL MALUENDA (1885),pertenece, claro est, a su generacin. Pero, no se hallan en sujs cuentos ni la irona amarga del primero, ni tampoco el vigor en el trazo de sus

    personajes principales. En cambio, en la segunda de sus obras, Maluendabosquej una de esas narraciones perfectas en su originalidad y que bas

    ta para justificar la publicacin del libro intitulado precisamente Los ciegos (1913), como el cuento que le da vida. Todo en l, pintura del ambiente, psicologa de caracteres y desenlace vigoroso, contribuyen a dar armona al conjunto, consagrando a su autor. Su libro primigenio, Escenasde la vida campesina (1909) no trae un solo cuento de la fuerza de Losciegos, aunque merezcan especial mencin En la campia, Hroes y En lasuprema paz cuyo fin recuerda una vieja cancin francesa con este estri

    billo: Moi aussi, je t ai fait trompette. A Los ciegos sigui La Pachacha (1915), novela corta, o sea la historia, contada con gracia y filosofa, de una gallina plebeya cada en un /corral de aves de raza. Plebeyos

    son tambin, aunque de casta de militares valientes, la mayora de lospersonajes de Venidos a menos, personajes tomados en puro ambientechileno, como de puro ambiente chileno son los protagonistas de lasEscenas de la vida campesina, de La seorita Ana, de Confesiones deuna Profesora, de La cantinera de las trenzas rubias.

    Fu Maluenda de los primeros en cultivar el cuento regional chileno, sin desvirtuar la pureza del lenguaje, sin abusar de modismos, delvulgar decir de la gente poco instruida e inexperta en el empleo de Ipsvocablos.

    Un premio otorgado en 1914 en el certamen del Conaejo de BellasLetras, de Chile, di inmediato renombre a FRANCISCO ZAPATA LI-

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    LLO, costumbrista de las regiones del Maul, poeta y viajero, que encerr sus primeras emociones de narrador en su pequeo y ameno libro

    De mi tierra, aparecido en 1916. Su cuento primigenio Don Goyo es undocumento humano, real y sentido, un trozo de vida campesina contadode gallarda y real manera. No le va en zaga otro cuento del volumen, ElTinterillo, personaje equiparado, no sin justicia, al protagonista de clsicas comedias espaolas, revestido para la circunstancia de traje de

    burgus rural chileno, aunque conservando toda su picarda de leguleyoy el olfato de los hombres avezados en los teje-manejes judiciales de

    pequeas ciudades como Talca.Para la poca de los que acaban de citarse reservaban tambin

    buena parte de sus actividades de publicistas al cultivo de la novela ydel cuento Ramn Laval, Angel Custodio Espejo, Manuel Ortiz, RenatoBrickles y Henrquez Prez, precursores de los Gatica Martnez, CarlosAcua, Julio Ramrez, Rafael Prontaura, Guillermo Bianchi y JenaroPrieto, con los que penetramos en el primer cuarto del siglo veinte enel que, precedidas por la de Augusto dHalmar, se destacan las tres figuras, por ms de un concepto directivas, de Eduardo Barrios, PedroPrado y Joaqun Edwards Bello.

    Junto a stos, la crtica literaria, regular y finamente manejada,fu tomando carta de ciudadana bajo la pluma de eruditos extranjerosde la talla del francs Omer Emeth (Emile Vaisse) y del chileno Armando Donoso, que curs humanidades en Alemania. Hoy, los continaHernn Daz Arrieta, cuyo seudnimo es Alone y otros de labor menos asidua.

    Descbrese cierta similitud entre la produccin de GATICA MARTINEZ (1883), autor dramtico, crtico y novelista irnico y la deJENARO PRIETO (1889), el humorista chileno por excelencia, que hahecho exclamar al autorizado crtico, Max Daireaux: Habiendo ignorado casi la poesa del corazn, el chileno descubre en el humour la

    poesa del espritu . Esta la posee, en efecto, Jenaro Prieto, no slo ensus artculos periodsticos, repletos de finura y de sarcasmos, sino tam

    bin en sus dos novelas capitales: Un muerto de mal criterio (1926) yEl socio (1928).

    Hay ciertamente algo de pirandelliano en El Socio, juzgado ytraducido al francs por Daireaux a maravilla; algo tambin del PeterSchlemihls, de Alberto Chamisso, de ese mismo Chamisso inspiradorde La lmpara en el molino (1914), relato que da nombre a la primeracoleccin de cuentos de AUGUSTO DHALMAR (1880) y en el que fi

    gura el monlogo Nuestra sombra. Este es literato de pura cepa, quetiene slo el defecto de haberse dejado atraer demasiado por los grandesmaestros cuentistas a la moda en su iniciacin literaria: Maupassant,

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    Poe, Zo!a, Tolstoi, Dostoiewski y DAnnunzio. De todos ellos hay .enlas citadas narraciones y en las otras que siguieron a su verdica yno superada novela Juana Lucero (1902), libro de juventud tomado de

    la realidad y cuya protagonista es una tonadillera criolla, engaada porun personaje y por un seorito santiagueos; que rod al abismo, quetuvo su auge e hizo vibrar muchos corazones.

    Transcurrieron los aos y dHalmar se dedic a viajar por Oriente, por Europa y por el Per en donde ejerci el cargo de Cnsul deChile en Etn. Esta ltima estada le injspiif su cuento Gatita, risueoidilio indiano de los ms caractersticos, reimpreso en su coleccin deviajes: La sombra del humo en el espejo (1924), con reminiscencias deLoti pero con una personalidad bien perfilada, tal cual se nos muestra

    en su novela capital Pasin y muerte del cura Deusto escrita durantesu residencia de quince aos en Madrid. Su lectura podr, por su fondo,traer recuerdos de Gide y de Wilde, mas hay en la Pasin y muerte delcura Deusto, la revelacin de un alma originalsima, viril y afeminadaa un mismo tiempo, pagana y cristiana a la vez, cual la Sevilla quedescribe a su manera, diferente de la de Blasco Ibez, de la de Palacio Valds, de la de Reyles. Bien construida y bien castiza, mager sushoroogios y sus 'pndulos la novela poco catlica de Deusto, dedHalmar, le asigna lugar imborrable entre sus congneres de Hispanoamrica .

    Entre todos los prosistas chilenos contemporneos, EDUARDO BARRIOS (1884) es, quiz, el que de ms fama goza en los pases de lengua espaola. Vivi la vida antes de contarla y marca sus obras consu propia definicin del arte: una ficcin que sirve para comunicar nola verdad misma, sino la emocin de la verdad . Prescindiendo de sus

    primeras narraciones, Del natural (1907), Barrios fu fiel a su concepto personal artstico desde su bel'o cuento largo El nio que enloquecide Amor (1913) hasta Y la vida sigue (1927), que parece haber puestoun parntesis a sus actividades literarias, puede que como consecuen

    cia de un profundo desencanto poltico. Ese Nio que enloqueci deAmor de la familia de Poil de Carotte, de David Copperfield y deMacarovitch Dolgoruki es tambin un esbozo psicolgico de la timidez desarrollado magistralmente por Barrios en su novela Un perdido(1921), harto extensa, sin duda; interpretacin filosfica y esttica dela pobre vida provinciana en tierras de nuestra Amrica, cuando ni laradio exista all para dilatar horizontes a quienes, sin vocacin paraello, consuman en un cuartel sus aspiraciones inconfesadas y su sensi

    bilidad enfermiza. En sugestiva autobiografa, se defiende Barrios deno ser l Lucho Bernales, protagonista de Un perdido. Est dems laadvertencia, aunque no falten semejanzas entre el personaje ficticio yel real, profundamente humano, producto selecto de la mezcla de dos ra-

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    zas, la hispana y la sajona. De ambas tiene Barrios y es lo que mscontribuyen a formar un perfecto hombre de letras atento a las inquie

    tudes de su poca.El realismo de Un Perdido, que pudo ser la novela del cosmopolitacreado y hecho hombre en nuestro medio americano, con amor nacionalista y atracciones ancestrales, .sigui El Hermano Asno (1923), llenode introspeccin, anlisis del alma de los que dejara ejemplo el pobrecitode Ass. Por tratarse de libro hondo y universal se buscaron a ste semejanzas apenas aparecido. Lleg a hablarse de plagio de La rosa deGranada", de Jean Rameau, aunque por su fondo ms tiene de la novelaLos dos hombres, de Richard Voss. Ni una ni otra quitan mritos aEl Hermano Asno. Es la monografa ms perfecta de Barrios, por su

    pensamiento y por su estilo matizado y fino; podra, segn Daireaux,hacer pendant, en la literatura universal, a Visage Emerveille deMme. de Noailles. En aquella se despoj Barrios de las disertacioneslargas, que restan valor literario a Un perdido en el que se complacieraen inventar vocablos no siempre bellos ni adecuados. Tambin desde el

    punto de vista tcnico del oficio, alcanza Barrios en El Hermano Asnoel mximo de su pericia, el don raras veces conseguido de decir las cosas bien, castiza y galanamente.

    Dueo de su oficio de novelador, Barrios volvi, en Pginas de

    un pobre Diablo (1923), a su realismo primitivo despojado ya de romanticismos, probando as lo complejo de su espritu y al mismo tiempo launiformidad de su obra. El cuento que da nombre al volumen

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    mucho del soador que se estrella contra un medio, sino hostil, primitivo,cual el de la lejana campaa chilena cuyos paisajes y cuyas costumbresdescribe Prado, potica y naturalmente, sin caer nunca en la vulgaridad.

    Ms cerca de la tierra que del cielo debe colocarse su novela Unjuez rural (1924). Su protagonista, Esteban Solaguren, arquitecto y aficionado a la pintura, como Prado, ejerce su profesin en un villorio delos alrededores de Santiago de Chile. El lector concibe las escenas enlas que Solaguren acta y se compenetra de su medio, de su naturalezay de sus habitantes. Nada ms realista que la descripcin del cementerio campesino abandonado y de la mentalidad y de las maneras de los

    personajes ante los cuales el improvisado juez dicta su justicia. Es criolla esa novela por su fondo y por el lenguaje que, sin abusos, se pone

    en boca de lo que por ella pasan. Mas, de sus pginas sigue desprendindose honda filosofa tan de acuerdo con el temperamento soador del que fuera simptico presidente del grupo literario de Los Diez".

    Entre las siluetas nada borrosas de los novelistas y cuentistas,MARIANO LATORRE (1886) y ANTONIO ACEVEDO HERNANDEZ,su contemporneo, surge en el cuadro presente de la literatura nacional la slida personalidad de JOAQUIN EDWARDS BELLO (1884), elBlasco Ibez chileno, que en temprana edad se iniciara en el periodismo y en la novela. Mariano Latorre, crtico tambin de penetrantes ob

    servaciones, se destaca con su regionalismo a lo Pereda en Cuentos delMaul (1912), y Cuna de cndores (1918), as como en su popular Zur-zulita (1920), en Chilenos del mar (1929) y en El aguilucho (1935).Su colega, el rebelde Acevedo Hernndez, quiz ms feliz en sus empeos teatrales, ha ensayado su pluma de despreocupado narrador imaginativo en Piedra azul y en Manuel Luceo. Lo mismo podra decirse del

    poeta y dramaturgo VICTOR DOMINGO SILVA (1882), novelista de la re*gin salitrera en La Pampa trg ica (1921), Golondrina de invierno (1913)y Palomilla brava (1923).

    Edwards Bello vino a la novela completa y slida por etapas. Antes de dar a luz El Roto (1920), public en Pars fragmentos de esa suobra capital bajo el nombre de La cuna de Esmeraldo (1918), anunciadora del novelista que para nuestra Amrica naca. De entonces ac,sus novelas se han seguido con ritmo regular: La muertei de Vanderbilt(1922), Tacna y Arica (1926), El chileno en Madrid (1928), Valparaso, la ciudad del viento (1931), Criollos en Pars (1933) y su produccin contina. Sus relatos breves se intitulan Cuentos de todos colores(1911).

    Es El Roto un libro formidable, la historia de un chico nacidopuerta por medio de un lupanar en la que su madre desempeaba el oficio de cantadora. Por sus descripciones y por el medio que con demasiada insistencia y minuciosidad se pinta, podra compararse con la

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    Nan, de Zola y con "La Maison Tellier de Maupassant. Mas, eltemperamento de Edwards Bello es sobre todo el que en aquella se destaca. Hubo error en creerla inspirada en el Uanydal le philosophe, de

    Dekobra y en el lama de Kouprine; el primero es posterior El Rotoy el segundo, el que ms se le asemeja, fu traducido al espaol y alfrancs despus que la novela de Edwards Bello apareciera. Adems, todo en El Roto es de los barrios bajos chilenos. Prescindiendo de lo queaquel tenga de personal, de animadversin del autor hacia cierta categorade sus compatriotas, preponderante algunos lustros atrs en muchas otrasrepblicas de nuestra Amrica, El Roto encierra en sus pginas un estudio social en el que no se ha superado Edwards Bello, maguer del abuso de chilenismos y de palabras afrancesadas o simplementes inexistentes como ferralla, plafn, renovamientos, pisaderas, chinchosear, etc,maguer tambin la insistencia en pintar escenas o imgenes sucias quesi dan vigor a un panfleto, quitan belleza a una novela. Pero, en esto,el autor de El Hoto es precursor de una escuela preponderante hoy entre los jvenes escritores ecuatorianos, sin contar que en novelas posteriores Edwards Bello se revela penetrante ironista, muy dueo de suidioma, nada exagerado en sus calificativos e imgenes.

    Humorismo fuerte y algo as como un ensayo de nueva orientacin literaria se desprende de La muerte de Vandeirbilt, produccin de lavida observada en el navio de pasajeros Titanic en vsperas de su tr

    gico hundimiento en pleno ocano. Sobre un hecho real, pero que l nopresenci, Edwards Bello te je en aquel volumen todo un tapiz de finotejido psicolgico del abigarrado mundo cosmopolita que se agita en losmodernos transatlnticos.

    Ms real es la pintura que de ese mismo medio nos ofrece en lanouvelle Cap Polonio, que forma la segunda parte de su imparcial bosquejo social-literario Tacna y Arica. Hay en ste derroche de fina irona y un como humour ingls de los ms divertidos, empleado con medida y donosura. La Paradita, protagonista del Gap Polonio, entre otros

    muchos figurantes, nos lleva de la mano al desenlace de la nouvelle,crtica mordaz de los snobs y advenedizos de nuestras modernas sociedades con nfulas de grandes seores.

    A esa misma Espaa en la que la Paradita halla rastros de susmodestos antepasados en un mal frecuentado barrio de Barcelona, dedicaEdwards Bello uno de sus mejores libros: El chileno en Madrid, obra demadurez y, para m, de las mejores entre las que lleva publicados su

    prestigioso auto r. Su lectura no es de las que se interrumpen sin esfuerzo. Se trata de un chileno de nuestro tiempo, Pedro Wallace, que

    pas su primera juventud en Espaa y que vuelve a sta antes de envejecer en busca de un hijo que en aquella tuviera. Desde que su protagonista parte en el Almanzora hasta que desembarca en Lisboa, an

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    tes de dirigirse a la capital espaola, Edwards se nos muestra lleno dehumor y de agudo espritu de observacin, de ese mismo que derrocharaen su graciosa y bella novela corta Cap Polonio. Lo que ms seduce enEl Chileno en Madrid es el lado humano de la obra, ese casi paralelo en

    tre el peninsular y el hispanoamericano vctima, acaso, el segundo, desu rpida transformacin progresista, que por una parte le hace saltaretapas en el camino del adelanto, mermndole, por otra, personalidad yobligndole a contemplar, no sin nostalgias, condiciones de una Espaaestratificada en la que, por eso mismo perduran raras cualidades de unaraza resistente al desgaste de los siglos. Posee Edwards Relio el don dedecir y de sugerir ideas profundas sin jactancia y sin esfuerzo. As, porejemplo, cuando afirma que en Espaa se juega de la manera ms violenta y apasionada del mundo porque los juegos de azar, como los toros,han reemplazado la conquista o la minera. Lstima grande que Ed

    wards Bello no vigile mucho la correccin de las pruebas de imprentade sus libros. Si as no fuere, saltaran ante su vista cacofonas queafean sus pginas, como la primera de El chileno en Madrid, en la queleemos: El viejo sol portugus arrancaba a la ciudad un vaho capciosode campo y humanidad: pinos, pescados, camelias, caf. Los pasajerosaspiraban sensualmente esa evocacin de la estabilidad terrestre. Fondeando a corta distancia del embarcadero, el barco hizo sonar la sirenaque la ciudad de pupila moruna, etc. Hay tambin en el texto unaque otra figura literaria no de las ms limpias, semejantes a las quecriticamos en El Roto; pequeos lunares en una obra vigorosa de esas

    que sirven para consolidar la reputacin de quien en la literatura denuestro Continente ocupa ya un puesto de primera fila.

    Tales figuras no se descubren en Valparaso, la ciudad del viento, historia criolla en la que creo ver figurar directamente a su autor,:sin agresividades, dando en ella libre vuelo a su fantasa. As pararesumir la vida de una demi-mondaine francesa refugiada en Tal-cahuano, exclama alegremente: Vena a ser como una serpentina descolorida y trunca, de esas que permanecen enredadas en los alambresde telfonos, recordando vagamente y con tristeza el lejano carnaval .

    En esta novela abundan las descripciones amenas y fotografas depersonajes, de sitios y de usos de Valparaso, que pasan ante el lectorcual en cinta cinematogrfica ornada de instructivas leyendas. En ellase afirma, por ejemplo que las maanas de Quillota son limpias comouna mirada virginal; las colinas son suaves y el piano ritmo de la vida contrasta con los frreos ajetreos de Valparaso. En la tarde, loscerros parecen hechos de carne de rosas como caras de chiquillas y seescucha guitarras lontanas acompaadas de cantares amartelados .

    El bosquejo histrico naturalista de la Bolsa de Valparaso, trasla guerra del Pacfico, es de los ms acertados y penetrantes de Edwards

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    Bello, paralelo a su descripcin de la ciudad portea en todas sus manifestaciones y en todas sus caractersticas. El relato se desarrolla alrededor de un hurfano, Pedro Lacerda Alderete, criado por su abuelo

    viudo y por una sirvienta, Perpetua, encarnacin de esas fidelsimasdomsticas mestizas que, an hoy, perduran en nuestras tierras de Amrica. La herona de la novela es Florita, el primer amor de Pedro, peroa quien, sin embargo, su madre, antes de contraer nupcias con el abuelo,casa con un aventurero ingls, viejo y rico.

    Despus de haber estudiado a sus compatriotas en la madre-patria y en su propia patria, los sigui tratando Edwards Bello en lacapital que ms los atrae. Di a luz su relato Criollos en Pars, que slose resiente de ocuparse, sobre todo, del mundo intrlope de los jugado

    res, del mundo que tuvo un cierto auge en los aos que precedieron ala penltima gran guerra europea. Acaso por eso, aquella novela nosupera a la de Los transplantados, de Blest Gana. Pero se sitan enla misma a los personajes en los lugares que ms frecuentan los latinoamericanos que por Pars pasan o que en Pars residen sin incautarsede lo profundo de la ciencia o de lo selecto d,el arte parisiense. Los haycuyo exacto nombre de pila podramos dar, sin que el libro sea de losque los franceses denominan novelas de llave; otros, por ciertos rasgos,se asemejan al autor, sin que ello implique una autobiografa. El protagonista del volumen, Pedro Plaza, est bien caracterizado y su figu

    ra confirma lo que acaba de expresarse. Ya en 1890, otro joven chileno, Alberto del. Solar, autor de la leyenda araucana en prosa Huincahuai(1888) abord, no sin cierto xito, tema semejante en su novela Rasta-qoure, publicada en Buenos Aires.

    Bilogo y bigrafo de relevantes quilates, podramos llamar a Joaqun Edwards Bello. Es novelista de las ciudades con chilenos dentro,las dos principales de su patria: Santiago y Valparaso; ms Madrid yPars, que bien conoce y cuyas colonias hispanoamericanas ha frecuentado en sus repetidos viajes a Europa.

    Antes de echar una ojeada de conjunto sobre la obra de otrosescritores chilenos que se ensayaron con xito en la novela, deben recordarse los nombres de LEONARDO PENA y de FRANCISCO CONTRERAS, dos ciudadanos consagrados al culto de las letras y que enPars lucharon y murieron. Ni Pena ni Contreras, fueron en realidadnovelistas. Pena, tras la publicacin de su altanero y revolucionario Yo(1907), lanz la serie de su Biblia Profana, de los que forman parte Las

    siete locuras del Amor (1908), El Alma perdida de la Princesa (1909) yLa actitud secreta de la Soledad (1927), largos coloquios de esttica

    entre Leonardo y Monna Lisa, que a manera de soadores recorren pases ficticios y tambin ciudades reales asociados a sus conversacionesllenas de filosofa. Contreras, por muchos aos crtico de la seccin de

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    literatura hispanoamericana del Mercure de France, nos leg en vsperas de su desaparicin eterna, la novela El pueblo maravilloso. Quizsea ste su mejor libro. Su edicin francesa, anterior a la espaola,provoc el aplauso de Henri de Rgnier, Fernand Vandrein, Edouard

    Estoni y Francis de Miomandre. Los siete episodios que dan forma ala novela son vivos, coloridos, de corte regionalista americano. Se pueden leer separadamente, pero tienen entre s un nexo, que establecenlos personajes, que pasan de unos a otros sin unin visible de continuidad aunque contribuyente al desarrollo de un todo. En nuestra literatura, es original el procedimiento empleado por Contreras. Parece que elensayo logrado de Proust hubiese influido en cierto modo en su desarrollo. Al Pueblo maravilloso, de agradable lectura debieron seguir, segnlo anunci su autor, nueve libros ms, un ciclo de novels que inter

    pretaran la vida de la Amrica espaola, y, en particular, de Chile. El

    ciclo se inici con felicidad. Lo interrumpi la muerte, como la muerteinterrumpi la carrera literaria de Pena, uno de los ms fervientes adoradores del arte por l cultivado.

    No deben olvidarse tampoco en esta monografa, porque quedaraincompleta, al folklorista Ramn A. Laval y al periodista, con muchode narrador Joaqun Daz Garcs.

    Ninguna de las prosadoras chilenas ha escalado las alturas dominadas por su excelsa compatriota Gabriela Mistral en el terreno de la

    poesa. Cuenta, sin embargo, la nacin andina con un nmero de escritoras selectas a quienes atraen los temas sociales y, en consecuencia, losque pueden explicarse por medio de la novela. Ya, en tiempos idos, elcostumbrismo cont entre sus primeros cultores a doa Rosario Orregode Uribe (1834-1879). En fecha ms reciente, el divorcio tent, en Losfracasados, la pluma de Delia Rojas de White (1883), en la literaturaDelie Rouge, as como los asuntos pedaggicos siguen ocupando a Amanda Labarca (1886), conocida generalmente por sus cuentos, aun cuandohaya probado con su novela En tierras extraas su capacidad en el gnero. Del periodismo pasaron a la novela Ins Echeverra de Larrain y

    Elvira Santa Cruz Ossa, autora sta de piezas teatrales representadas yaplaudidas. Cuentistas y novelistas sobre todo son, en cambio MartaBrunet y Berta Lastarria Cavero, especializada sta en leyendas nacionales y en cuentos para nios.

    MARTA BRUNET (1901) public hasta el 1930 las obras siguientes: Montaa adentro, Bestia daina (1926), Mara Rosa, Flor del Qui*lln, Bienvenida y Reloj de Sol. En la primera parece se hubiera inspirado en los novelistas rioplatenses creadores del criollismo. Montaa adentro(1923) recuerda, por momentos, las narraciones del uruguayo Javier de

    Viana. Los montaeses de Marta Brunet, podran tener parentesco con

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    los gauchos del autor de Gur. Los amores de Cata con Juan Oses sonbien criollos, tal cual la psicologa de doa Clara, su madre. El viaje queen la carreta hace el amante herido por vil venganza del ex matrero SanMartn, transformado en miliciano, es de los que acreditan el espritudescriptivo de un novelista y que Marta Brunet posee indudablemente.El desenlace de esa nouvelle, rpido, impresionante y un tanto ines

    perado, incita a que cerremos el libro haciendo los mejores augurios sobre quien no se supera n volmenes posteriores, aunque se descubra enellos menos rudeza y mayor feminidad. Lo prueban Bienvenido y Relojde sol (1930). Sobresalen en esta ltima coleccin Juancho, Gabriela yDon Florisondo, cuentos todos de personajes y de sucesos rurales cual losde Montaa adentro, sin menoscabo del romntico episodio de Ta Lita,esencialmente ciudadano. Su paisana Gabriela Mistral, tan eximia poe

    tisa como original prosista, cree que en la creacin de caracteres chilenos nadie alcanza a Marta Brunet.

    Del 1930 hasta la fecha de redactarse este ensayo, la novela y elcuento siguen cultivndose en Chile. No han sido superados la mayorade los escritores que acaban de estudiarse, ni muchos de sus contemporneosms jvenes ya iniciados con facilidad en el arte de novelar, como GUILLERMO LAB ARCA HUBERTSON (1886), el de Mirando el ocano(1911), y LUIS DURAND (1894) nos han dicho su ltima palabra so

    bre el particular. Durand triunf con su novela Mercedes Urzar (1934),

    que ya hacan presagiar sus dos libros anteriores con relatos del sur deChile, bien visto y pintado: Tierra de pellines (1929) y Campesinos(1932). Mas, el programa analtico que nos hemos propuesto realizartermina con la cita de esos dos ltimos novelistas a los que agregaremos el nombre de LAUTARO YANKAS con sus narraciones criollasFlor de Lumao (1933) y La morena de la loma (1935). Tal anlisis confirma el optimismo que sentimos al ponernos a trazar los primeros renglones de un captulo de los ms importantes de la historia literariachilena.

    Terminada ya esta parte de nuestro trabajo, fuimos gratamenteimpresionados por el recibo de un valioso folleto de nuestro colega chileno Arturo Torres-Rioseco. Es su ttulo La novela en la Amrica Hispana y en l se lee, al final de su juicio sobre la novela campesina enChile, lo siguiente: Los tres novelistas del suburbio chileno, AlbertoRomero (1897), con La viuda del conventillo (1930) y La mala estrellade Perucho Gonzlez (1935); J. S. Gonzlez Vera (1897), con Vidas mnimas (1923) y Alhu (1928); y Manuel Rojas (1896), con Lanchas enla baha (1932), han hecho ya una labor considerable Pero les falta ali

    ciente, debido a que los lectores no se pueden acostumbrar a que les digan en estilo popular la miseria de sus conventillos, de sus bajos fondo3sociales, de sus puertos, porque significara que, en esa materia, los

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    cuentistas y novelistas argentinos son ms afortunados. Quiz ello se.deba a que el teatro rioplatense acostumbr con anticipacin a su p

    blico a oir frases y descripciones de lugares no de las ms pulidas yms decentes.

    Por lo dems, desde el ao 1938, circula un volumen impreso enSantiago y que trae por ttulo el de Antologa del verdadero cuento enChile. Lo compil del oficio, Miguel Serrano, al que acompaan otro3diez aspirantes al pblico lector.

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    Coincide la aparicin de la novela y el cuento en el Per con laestabilidad del gobierno, que establecen las dos presidencias del mariscal Castilla (1845-1862). Los novelistas peruanos propiamente dicho.s

    han sido escasos. Predominan en aquel pas los cuentistas, entr,e los quesobresalieron, al principio, los costumbristas y los satricos influidos porlas lecturas de los escritores espaoles Larra y Mesonero Romanos.Ejemplo de ello nos lo dan los Cuadrosi d costumbreD populares limeas

    publicados, en 1846, por JULIN M. DE PORTILLO.La profesin de fe de aquellos autores podra resumirse en una

    declaracin de FERNANDO CASS (1828-1882), quien expuso sus aspiraciones en esta frase: Lo que yo hago es una evolucin literaria en lanovela o romance contemporneo, que necesita cierto coraje para ponercon todos sus pelos y seales sus defectos y virtudes, nuestros hombres,nuestros hechos, nuestras instituciones y nuestras cosas.

    Si los Romances histricos del Per y su novela Los amigos deElena (1874) prueban que Casos intent probar con hechos su intento,ello no lo hace superior a sus contemporneos RICARDO ROSSEL (1841-1904), MANUEL ASCENCIO SEGURA (1806-1871) y NARCISOARSTEGUI (1826-1869). Dbese a Arstegui la novela El Padre Horn(1848), que alcanz cierta celebridad en su pas por tratarse de un episodio histrico acaecido en Cuzco y del que fu protagonista un fraile poco instruido y vulgar, de aquellos que nos leg la conquista y qu.e pa

    reciera escapado de algn tomo de Eugenio Su, popular en nuestraAmrica para la poca del apogeo de Arstegui. Dbense a Rossel lasprimeras buenas Leyendas nacionales, en prosa y en verso. Segura, quebrill sobre todo en el teatro nacional peruano, del que es precursor, pu

    blic, en 1939, una novelita, histrica tambin, intitulada Gonzalo Piza-rro.

    En el Per, como en las otras repblicas sudamericanas, fu elromanticismo francs y espaol, llegado con atraso, ,el que di impulsoa un movimiento literario poco original, sin duda, pero que separ a losescritores de rancias imitaciones de mediocres literatos peninsulares.De 1848 a 1860 apunta Ricardo Palma en La Bohemia de mi tiempose desarroll en el Per la filoxera literaria o sea la pasin febril por la

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    literatura... Desdebamos todo lo que a clasicismo tirnico apestara ynos dbamos un hartazgo de Hugo y Byron, Espronceda y Enrique Gil.

    Con una mezcla de los romnticos franceses que l muy bientradujera al mismo tiempo que a Heine y de clasicismo espaol, queestudiara a fondo en las ediciones de Rivadeneyra, Don RICARDO PALMA (1833-1919), como en vida se le llamaba, iba a ser el creador d,e unamodalidad literaria de honda repercusin en nuestra Amrica. A basede un suceso histrico, con frecuencia nimio, aunque susceptible de aco

    plar varios otros, Palma form con su imaginacin fecunda, ayudadopor la geografa, por manuscritos y recuerdos de la poca colonial espaola especialmente, as como por las costumbres limeas de antao,historietas con mucho de picaresco y de verosmil, que hicieron el

    deleite de un pblico espaol e hispanoamericano. Las llam Tradiciones.Su primera serie apareci en Lima en 1872 y la octava y ltima en esamisma ciudad en 1891. A las que Palma di por ttulo Mis ltimas tradiciones peruanas se publicaron en Barcelona, en 1906. El conjunto de stas, la edicin definitiva de sus Tradiciones, fu recogida en Madrid,

    bajo la celosa direccin de su hija Anglica, en seis volmenes entre losaos 1923 y 1926. Selecciones de ellas han sido traducidas a varias lenguas. Con sus inmortales historietas, Palma se incorpor al grupo de losclasificados primeros maestros de nuestra Amrica: Bello, Sarmiento,Montalvo, Daro, Rod, etc. El compatriota y crtico justiciero de Pal

    ma, Ventura Garca Caldern, nos explica, si no las define, con su gracia habitual lo que son las tradiciones, las cuales como todas las cosasingeniosas y voltiles, no caben en el casillero acadmico de una definicin. Adems sigue dicindonos ese travieso ingenio las tradicionescambian de forma y de carcter con el humor veleidoso del narrador. Algunas, abandonada casi la historia, son invenciones bordadas sobre algn hecho vago; otras tienen apenas tema; son ancdotas a propsitode un suceso curioso, de un individuo interesante, como, por ejemplo, lasanotaciones brevsimas que este agradable zurcidor d,e ropa vieja llam

    pintorescamente Hilachas. Tambin la manera es desigual agrega.Aqu burlona, all candorosa para cantar un milagro, despus libertina como una facecita de Aretino, luego trgica y, en fin, pueril con una simplicidad de abuela cotorra, que como ha perdido la memoria les cuenta asus nietos un cuento azul sin saber si es recuerdo de mocedad o fantasa.Sucesivamente nos acordamos de Perrault, de Madame dAulnoy, de Vol-taire, de Bocaccio y hasta de la novela picaresca. Pero soportan las tradiciones la comparacin con las obras maestras del cuento popular. Sumanera es original, inconfundible: quedar. Ya antes, en 1890, el crtico espaol Valera haba escrito en una de sus clebres Cartas america

    nas: Yo tengo la firme conviccin de que no hay historia grave, severay rica de documentos fehacientes que venza a las Tradiciones d.e Vd. endar idea clara de lo que fu el Per hasta hace poco y en presentar su

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    fiel retrato. Su obra de Vd. es amensima: el asunto est despilfarrado,tan conciso es el estilo. Ancdotas, leyendas, cuentos, cuadros de costum

    bres, artculos crticos, todo se sucede con rapidez, prestando gran variedad a la obra, cuya unidad estriba en que todo concurre a pintar la

    sociedad, la vida y las costumbres peruanas, desde la llegada de Francisco Pizarro hasta casi nuestros das..

    Palma llena con su figura de muy marcados relieves toda una poca de la literatura nacional peruana y, por extensin, de la Amrica latina entera. Tuvo discpulos desde el Plata hasta el Golfo de Mjico, pasando por Guatemala, especialmente en su patria, en Bolivia y en elEcuador; en la Argentina, sigui sus huellas Pastor Obligado y, en elUruguay, Ricardo Hernndez; en Chile, en fin, tomaron su ejemplo Miguel Luis Amuntegui, Vicua, Mackenna y Prez Rosales. Poeta en su

    mocedad, con libros impresos en Francia, Palma abandon las musas despus de via jar un tanto por Europa y por Amrica, cuando descubri laautntica veta de su inspiracin de prosista jocoso y escptico, eruditoy experimentado. Lima, la Lima colonial y la revolucionaria, sede quefuera de virreyes fastuosos, de funcionarios abusadores, de damas bellas y resueltas y de frailes milagreros, le di variado tema para sustradiciones, continuadoras naturales de las leyendas romnticas del la-martiniano Rossel, de los cuadros costumbristas de Segura y hasta delas novelitas de LUIS BENJAMIN CISNEROS (1837-1904), autor de

    Edgardo y de Julia, subtitulada esta ltima "escenas de la vida de Lima. Pero, por su estilo de frases largas e incidentales, rellenas de neologismos o de peruanismos y de palabras del lenguaje vulgar de su pue

    blo, Palma es nico, inimitable. Ninguno como l se inici en el verdadero hispanoamericanismo, en aquel especial matiz de ingenio castizo yde chiste indgena al que Menndez Pelayo se refiriera y que avalora todas las producciones festivas de la literatura peruana. No hay veneno ensu prosa burlona. Su irona, aunque profunda, no se separa de la sonrisa an en los ms trgicos de sus relatos. Sus sintticas biografas delos virreyes y gobernadores del Per con los que ilumina sus relatos histricos e imaginativos no han sido superadas.

    Siguiendo la iniciativa de la moderna traductora francesa de Palma, la seorita Matilde Poms, una muy selecta coleccin de dichas tradiciones ha sido editada ltimamente, en orden cronolgico, por el ilustrado hombre de letras Ventura Garca Caldern en su Biblioteca decultura peruana (1938) y en este orden: Siglo XVI, siglo XVII, sigloXVIII y siglo XIX. Las terminan cinco Cuentos de la abuelita.

    Contemporneo de Palma y tambin de larga vida como el famo

    so creador de las tradiciones, fu su paisano EMILIO GUTIRREZ DEQUINTANILLA (1858-1935). Di ste a luz, en 1877, sus castizos escritos literarios, entre los que se destaca su muy popular novela picaresca

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    Peralvillo y Sisebuto con travesura y gracia quevediana, en las evocaciones de la poca colonial limea.

    Antes de referirnos a ms jvenes cultores de aquel gnero narra

    tivo, cual los Glvez, Ismael Portal y Jenaro Herrera, debemos detenernos un instante frente a dos mujeres cuyos escritos merecen prrafoespecial en los anales literarios del Per. Son ellas MERCEDES CABELLO DE CARBONERA (1852-1909) y CLORINDA MATTO DETURNER (1854-1909). Ambas comparten en su patria sus propios triunfos con la argentina Juana Manuela Gorriti (1818-1896), casada con el

    presidente boliviano Belz, directora de un saln literario y quien, residiendo en Lima, consagr tradicionalista a la Matto cuando sta de

    j su Cuzco nativo por la capital de las orillas del Rimac. Las otras novelistas menores peruanas de la generacin de Palma y Gutirrez deQuintanilla fueron: Lastenia Larriera de Liona, Mara Teresa Gonzlezde Fanning y la doctora Margarita Prxedes.

    Mercedes Cabello de Carbonera es la primera y la mejor novelistaperuana de su tiempo, sin distincin de sexos. Se aparta del romanticismo de sus predecesores y contemporneos para lanzarse de lleno en elcampo del naturalismo naciente, sin suscribir sus exageraciones e influida por un cristianismo tolstoyano. Por las teoras que defiende, su literatura, ms que con la de Zola se emparenta con la social y humanita

    ria de la Sand. Sus cuatro novelas principales: Sacrificio y recompensa(1888), Blanca Sol (1889), Las consecuencias (1890) y El conspirador(1892), sostienen tesis que la autora desarrolla en detrimento, ms deuna vez, de la armona y de la sobriedad necesarias al relato. As y todo,su realismo es de buena ley, aplicado al medio que trata y que podraconfundirse con el de otras ciudades sudamericanas en las que la educacin jesutica ha predominado. Podran ser de una vieja Bogot o deun Buenos Aires antiguo las sacrificadas mujeres de Sacrificio y recom

    pensa, del mismo modo que El conspirador de su novela podra tomarsepor uno de los tantos polticos fracasados e intrigantes que han marcadola decadencia de innmeros partidos surgidos sin base slida desde Panam hasta el Plata. En Las consecuencias, Mercedes Cabello pint comoninguna los resultados perniciosos del juego, ese vicio oficializado largamente en nuestros pases en formacin, faltos de capitales propios y enlos que la organizacin del trabajo no es preponderante. Sern desalentadores sus cuadros, llenos de miserias y liviandades. Mas, su fondo esverdadero y ellos estn presentados en un estilo claro, sin rebuscamientos, que nos aparta de las malas imitaciones clsicas y de las recargadasy lloronas lamentaciones de los romnticos de su poca.

    Blanca Sol es la obra maestra de doa Mercedes, muy pagada deciencia, de ese cientifismo pernicioso, que ms tarde tanto chocara a Una-muno. La protagonista no es aqu el personaje ms simptico, segn lo

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    son, en general, las mujeres que figuran en sus novelas. El feminismode la autora lo lleva en aquel libro a hacer la crtica de una dama de labuena sociedad adinerada a la que su deficiente educacin, los malosejemplos del medio en que vive y sus taras hereditarias conducen a laruina financiera con todas las consecuencias que tal decadencia comporta. El alma femenina est bien estudiada en Blanca Sol y sus detallesson muy verosmiles, bien que encubridores de amargo pesimismo zoles-co. Es, acaso, el producto de una reaccin intelectual contra una sociedad conservadora cuya enemiga Mercedes Cabello de Carbonera se concit por su libre lenguaje y por sus excentricidades. Estas la llevarona cerrar el ciclo de sus producciones novelescas con Los amores de Hor

    tensia, mucho antes de extinguirse, un tanto olvidada y vctima delmismo mal que torturara a Maupassant.De otra ndole, discpula de Palma en sus leyendas, fu CLOEINDA

    MATTO DE TURNER, qui.en conquist popularidad con su novela Avesdn nido (1889), que tiene el indiscutible mrito de haber abordado, por vezprimera, su autora, en una obra literaria, el problema siempre actual deiindio, siervo durante la Colonia y siervo tambin durante la Repblicapor causa de los latifundistas, de los malos gobernantes y de los malosministros del Seor. Las tales aves son dos hijos naturales de un obispoperuano de la sierra cuya falsa situacin le impide proteger como debiera a esos desheredados de las exacciones de un gamonal, que, (segnparece, tena muchos rasgos de semejanza con el esposo ya fallecido dela Matto. Distintas a las Aves sin nidos, netamente palmistas, aunquede plida semejanza con el modelo, son las Tradiciones Cuzqueas (1884-1886), de la misma autora, publicadas, en diferentes pocas, en Lima yreproducidas bajo el ttulo general de Per. Inferiores a la primera, aparecen luego sus novelas posteriores Indole (1890) y Herencia.

    No ya en traducciones sino en una novela, La hija del contador(1893), y bajo el seudnimo de Perpetuo Antan, procur acercarse asu maestro Palma el escritor Jos Antonio de Lavalle.

    Entre sus discpulos, dej don Ricardo Palma dos descendientesdirectos: su hijo Clemente y su hija Anglica. Ambos presentan un casonico en la historia literaria hispanoamericana. Bien que prosistas, ninguno de los dos cultiv las Tradiciones de su ilustre progenitor junto alque crecieron y cuyas aficiones siguieron. De su escepticismo tiene mucho el varn, aunque el pesimismo de Clemente Palma es siempre amar

    go y triste, sin la sonrisa socarrona, ni la irona sin hiel de su padre. Segn propia confesin de Anglica Palma, la influencia ejercida en elhogar fu ms bien espiritual que pedaggica. Mi padre, que mantenaasidua correspondencia con los principales escritores de habla castellana, lea sus cartas en el crculo familiar y as me fu haciendo entrar afirma aqulla en contacto con ese mundo casi insensiblemente Sin

  • 7/25/2019 La Novela y El Cuento en La Hispanoamrica

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    L A N O V E L A Y E L C U E N T O E N H I S P A N O A M E R I C A

    sentar ctedra, me indicaba los libros cuya lectura le pareca conveniente. Ms tarde, aade tendra yo unos diez y siete aos, se trocaronios papeles, y me encargaba a m que leyera en primera instancia los to

    mos que le iban llegando, para darle opinin sobre ellos".Fu en semejante ambiente que hizo su.s primeras armas en el

    campo de las letras CLEMENTE PALMA (1872), periodista y literato. Su libro primigenio se intitul Excursin literaria (1893). Tras otrosescritos, public su primera serie de Cuentos malvolos (1904), con prlogo de don Miguel de Unamuno, al que siguieron Mors ex vita (1923),Historietas malignas (1925) y X. Y. Z. (1935). Todos juntos, no llegana formar un volumen normal de trescientas pginas. Segn bien lo insina su insigne prologuista, no se descubren ni maldad ni perversidaden los Cuentos malvolos. No las hay tampoco en la Historietas Malignas,entre las que Clemente Palma incluye su relato espiritista Mors ex vitacon el que se estren la pequea coleccin de La novela peruana" enla que se iniciaron con nouvelles a la francesa los entonces jvenes autores Jos Glvez, Ismael Silva Vidal, Csar Vallejo y Alberto Guilln.Indudablemente, aquellos pocos cuentos fantsticos de Palma recuerdana Poe y a Hoffmann, pero tambin a Dostoiewski, sobre todo en sus tantas veces reproducido y diablico cuento Los canastos. Si se nos pidiera elegir el cuento que, a nuestro parecer, nos da la mejor idea de

    Clemente Palma como escritor aislado y original en la literatura denuestra Amrica, nos decidiramos por El hombre del cigarrillo, interpretacin filosfica y jocoseria del diablo o del demonio, distinta de lade Milton o de la de Goethe y de la divulgadsima de la fe cristiana, consu squito de brujas y de ngeles malficos.

    Secretaria de su padre, durante cuya existencia se abstuvo depublicar libro alguno, ANGLICA PALMA (1883-1935) recibi ms suinfluencia. Los ttulos de sus obras bastan para probar que Lima y suhistoria atrajeron su imaginacin soadora. Inici su carrera con la novela Vencida (1918). Public luego: Por senda propia (1921), imitacinde Fernn Caballero; Coloniaje romntico (1923), premiada en un concurso internacional de Buenos Aires; Tiempos de la patria vieja, episodio a lo Prez Galds, primer premio en el concurso del Centenario deAyacucho (1924); su novela Uno de los tantos, terminada en Pars en1923 y editada, en Madrid, en el ao 1926.

    Si en Por senda propia Anglica Palma evoc la vida limea, especialmente de las limeas romnticas y de hogar, superiores a sus

    esposos, en Uno de los tantos traz la existencia de un poltico fracasado de nuestras tierras, de esos que Chirveches y Arguedas tan bien novelaron en Bolivia. Su Abelardo Torralba, hijo natural de una inocentecosturera engaada por el primognito de sus patrones, hacendado deuna regin del interior de su pas, no muere sin embargo, suicidndo

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    se o combatiendo por su ideal, sino vencido por la morfina, tras unacarrera fcil de rebelde y tras un breve paso por la redaccin de un diario de Madrid a donde llegara como canciller del consulado de su pas.

    No hay personaje alguno completamente simptico en Uno de los tantos.En todos ellos predomina el egosmo y, lo que es peor, la falta de sinceridad y de planes serios en su lucha por la vida. La autora misma,en materia de ideas, parece oscilar entre un nacionalismo atenuado yun socialismo crist