La novela social

78
DISCURSOS LEÍDOS ANTE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA EN LA RECEPCIÓN PÜBLICA DEL EXCMO. SR, D. EMILIO GUTIÉRREZ-CAMERO EL DÍA 6 DE JUNIO DE 1920 MADRID GRAFICAS REUNIDAS, S. A, CaUe del Arenal, 27, 192 0

Transcript of La novela social

Page 1: La novela social

DISCURSOS LEÍDOS ANTE LA

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA EN LA RECEPCIÓN PÜBLICA DEL EXCMO. SR,

D. EMILIO GUTIÉRREZ-CAMERO

E L D Í A 6 D E J U N I O D E 1 9 2 0

M A D R I D

G R A F I C A S R E U N I D A S , S . A , CaUe del Arena l , 27,

1 9 2 0

Page 2: La novela social
Page 3: La novela social

DISCURSOS LEÍDOS ANTE LA

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA EN LA RECEPCIÓN PÜBLICA DEL EXCMO. SR.

I

D. EMILIO GUTIÉRREZ-CAMERO

E L D Í A Q D E J U N I O D E 1 9 2 0

M A D R I D

G R A F I C A S R E U N I D A S , S . A . Calle del Arenal, 27.

19 2 0

/ c \\ / i " /7V' \\ «f

Ík- \\ '<t J í

1 < V ó • (Jj \ y» 7

Page 4: La novela social
Page 5: La novela social

DISCURSO DEL B X C H O . S R .

D. EMILIO GUTIÉRREZ-CAMERO

Page 6: La novela social

'f.: • í "

m .

•pài s .

1' -.. .v'a' • 'i

• f *> • • • - IWÍ A

.-íííf?-

u i •

•< " í-la . . y

i / í ' .

«

• I I

•• ' ••• * V..»

Page 7: La novela social

SEÑORES AcADÉmcos :

Son tan tas las asperezas del camino de la vida y tan obs-curos y tortuosos los senderos por donde v a deslizándose, que al l legar a la cumbre, que, p a r a mí, cumbre es el alto sitial con que me habéis honrado, más me parece panorama imaginati-vo que real idad tangible y ve rdadera . Ilusión de los sentidos que se hace más intensa a medida que los años corren, cuando el que persigue, con tenacidad nunca desmayada, un supremo ideal conserva el dulce optimismo de la esperanza, sin que el roce de los desengaños ia amedrente . Pero al l legar el premio de la labor asidua y al comparar lo con su causa piensa, el que se juzgue sincero, si la dádiva no es mucho mayor que el merecimiento.

Este es mi caso actual , y como la pa l ab ra humana , aun en la lengua mejor dotada y r ica , es pobre p a r a expresar , por modo cierto, el profundo sentir del a lma, no encuentro otras f rases t raductoras de mi emoción que las usuales y co-rr ientes , quizás porque el verbo que las anime y el adjet ivo que las califique se escapan a mi querer , como si el deseo hu-yese de la voluntad sin lograr a lcanzar lo y someterlo.

Grat i tud hacia- vosotros me suena a poco, mas cualquiera que sea su valor , sabed que siempre pe rmanecerá v iva y firme en el seguro de mi conciencia.

Vengo a ocupar en esta Academia el puesto de un infati-gable t r aba jador y erudito Catedrático, D. Francisco Andrés

Page 8: La novela social

— 6 — .

Goramelerán, que dedicó todas las energías de su espíritu al estudio de la lengua la t ina, de la que tenia un tari profundo conocimiento que produce verdadera admirac ión el t r aba jo que representa , en paciencia y constancia, su valioso Diccio-nario clásico-etimológico, obra magna que, en su género, es una de las más importantes que se h a n publicado en España .

Doctor en Filosofía y Let ras , Licenciado en Derecho, Ca-tedrático por oposición de Lat ín y Castellano, y después Di-rector del Inst i tuto del Cardenal Cisneros, donde el que esto escribe tuvo el honor de t ra tar le , bien hicisteis en concederle el puesto que ocupó en este alto Cuerpo l i terario, pues nadie mejor que él podía coadyuvar a vuest ros luminosos t raba jos , dada su pericia excepcional en el hab la castel lana, h i j a de la que enriquecieron Horacio y Virgilio. Por eso habréis de echarle de menos, sobre todo si le compará is con el que le sust i tuye y de mérito a mérito establecéis la diferencia.

Bien quisiera, y la tentación se me viene a los puntos de la pluma, hacer no fuese más que un rápido análisis de las nu-merosas obras de Commelerán, aun a modo de índice sintético» pero sin contar con que los límites de este discurso no me lo permiten, ¿qué habr ía de deciros que no sepáis de ellas, si como complemento y corroboración de su saber todavía están fres-cas en vuestra memoria sus acer tadas pa labras y sus discre-tas observaciones?

Basta examinar el discurso que leyó al ser recibido en esta Academia Acerca de las leyes que regulan las transfoimaeiones que en el estado actual de nuestra lengua sufre su elemento fonético la palabra latina, al convertirse en castellana, pa r a ve r la r iqueza de detalles que contiene, cuyo valor se acrecienta pensando en un más amplio desarrollo de t an impor tante tema, y así darse c la ra idea del estudio que significa lo que tan sólo es una pequeña mues t ra de un conocimiento concienzudo y prolijo.

Porque a la ve rdad corresponde el juicio excelso que tengo

Page 9: La novela social

de D. Francisco Coramelerán, a q u i l e pongo en homenaje a su memoria; pero con ser mucha eu ciencia, aun me queda que decir algo de él que se aprec ia y aqui la ta , no con el pensa-miento sino con el corazón, v iscera donde colocamos las ex-quisiteces de la sensibilidad. Commelerán e r a , an te todo y sobre todo, un hombre bueno. Modesto, ecuánime, honrado y piadoso, como el que convierto en propio infortunio la a jena desdicha, tenia te en sus creencias, firmeza en sus efectos y lealtad en sus obras. No había por donde causar le daño, por-que sobre eu a lma noble resbalaban envidias y malquerencias , y como carecía de apresuramientos ambiciosos, llegó a los altos y codiciados lugares que ocupara con toda justicia y aplauso de cuantos le conocieron.

J amás tuvo el apetito desordenado del propio valer , que a tantos obceca y pe r tu rba , y como Caé de los parvo beati, vivió su vida t ranqui lamente , bastándole ent re sus lares el libro y el amigo, de que habla el poeta.

Tal el hombre cuyas l ineas morales os acabo de bosquejar , y ai no acer té a hacerlo con la perfección que le es debida, culpad a la pobreza de mis raedios, s iempre cortos p a r a aco-meter grandes empresas.

Y dichas estas palabras , paso a ocuparme del tema de m i discurso: «La novela-snciaU-;—

Nunca pudo nadie sustraerse a las circunstancias y a ios hechos que consti tuyeron el ambiente en que vivió, ni, por torpe que fue ra su inteligencia, dejó de ref lejar la huella que la real idad iba imprimiendo al compás del lento caminar del t iempo. Hoy, cuando la vida moderna aguza la sensibilidad y todos recibimos en nuestro espíritu las mil manifestaciones de la ac t iv idad a jena , por obra de los vínculos con que la civilización enlaza a todos los seres, es más que nunca difí-

X

Page 10: La novela social

cil prescindir de ese influjo que condiciona nuestros pensa-mientos, encaminándolos por cauces que al humano albedrío le sería imposible desviar .

Nunca obra alguna del espíritu surgió aislada en el cere-bro del hombre, y cuanta más a l tura consiguió con su vuelo, cuanto mayor fué su grandeza y cuanto más profundo el surco que abrió en el val le donde todos nacemos, sufrimos y acaba-mos, más probaba tener raices en las conciencias, que por eso no ponían obstáculos en aceptar la ni debilidad en defenderla . Todas las conmociones de este género, que t ras tornaron o subvir t ieron la es t ructura de la sociedad, se l imitaban a ex-presar foi 'mulariamente lo que en estado subconsciente se hal laba en la a tmósfera espiri tual de aquellos pueblos. Por eso mismo, bas tar ía ver el grado de aceptación de una idea p a r a aver iguar el número de los 'que sin darse cuenta la pen-saban y p a r a deducir de ello ¡quién sabe si la vulgar idad de los grandes ideales! Los que no supieron in t e rp re t a r el sentir de la muchedumbre, fueron solitarios, apóstoles de religiones impract icables , voceros de utopias que a nadie convencieron, o víc t imas de una vesania que la gente castigó con la indife-rencia . ¿Quiere esto decir que fueron los peores?

Apar te de esos casos excepcionales, encuént rase confirma-da la necesidad que exper imentamos de regis t rar , por obra de reflejos del espíritu, cuantas influencias l legan a nues t ra act ividad receptora . La reacción psíquica, dist inta en cada persona, explica la diversidad de manifestaciones que en el hombre genial, o en aquellos que sin sal ir de su condición gregar ia se creen también hombres, producen la idea o el su-ceso que la revela .

En ciertas épocas de quietud, los aludidos reflejos fueron, por fuerza , insignificantes. No t iene nada de pa r t i cu la r que un choque débil produzca apenas destellos de la inteligencia, y eso disculparía el g rave defecto que t ienen muchos, si no

Page 11: La novela social

todos, los periodos l lamados de decadencia artística, en que el l i terato, falto de mate r ia de p rofunda en t raña , se recrea en de-talles de forma, que añaden de afectado y falso lo que quitan de recio y verdadero (D. ¿Puede ocurr ir ta l cosa en el momen-to presente? ¿Sería disculpable ahora ta l prueba de decaden-tismo en quien no f u e r a víct ima del de su propio cerebro?

Cada uno con sus ai-mas acude al campo donde se acome-ten fuerzas que luchan por el dominio del mundo, y no hay voluntad que se inhiba, ni act ividades que se escondan, ante la irresistible atracción de un mañana que está envuelto en el misterio, como corolario del angustioso in terrogante actual, que marca no sabemos si la ex t rema vejez de nuestra civiliza-ción o el renacimiento de lo que tan tas veces se creyó acaba-do y otras tantas reapareció con más vigoroso resurgir

El l i terato, y , mejor aun, el novelista, doblegóse a la im-posición, y a que por fuero y albedrio tenía que tomar en la vida lo que a la vida misma habla de rest i tuir impregnado de lo más intimo de su esencia, y entonces comicnza una era en que la fantas ía , ya bas tan te ma l t r a t ada en Ja persona de Don Q.uijote, acaba por a le jarse defini t ivamente del escenario de sus tr iunfos, y abandona, junto a la olvidada adarga del desgraciado caballero andante , la empolvada peluca y el laúd que acompañó sus cantos.

Si alguno hubiera negado que la l i te ra tura , y de ésta la novela, es en cada momento dócil muest ra de la sensibilidad de cada pueblo, se a l lanar ía al contemplar los var iados mati-ces que reviste como exteriorización de las sucesivas preocu-paciones de aquéllos.

¡Cómo cambia el modo de la novela a medida que va evo-lucionando la vida social! Románt ica , histórica, real ista, na-tural is ta , psicológica, simbólica, polí t ica, sociológica, moder-nista y tantos motes más como se podrían añadi r a éstos, son manifestaciones del deseo de dar con-una fórmula expresiva

Page 12: La novela social

— 10 — .

del contenido ideológico del ambiente, sin lograrla nunca, por oponerse a ello el estigma congènito del individuo, que le obliga a buscar a fanosamente y sin t regua una verdad que ponga término rotundo a sus empeños, produciendo un estado de equilibrio que nada ni nadie en el universo podrá encon-t r a r ha.sta su muer te .

Todas esas modalidades encer ra ron en el estrecho limite de un patrón muchas inclinaciones que hubiera fecundado la g ran maes t ra de la vida, de no haberse entrometido los pre-juicios, per turbadores siempre de la inspiración, pero, no obstante esto, destacóse de ent re esas tendencias una cuestión inagotable y quizá pudiera añadirse que irresoluble, puesto que encerraba el principio dual is ta que tan f recuente repre-sentación tiene en la Naturaleza. El sentimiento y la razón, lo ideal y lo real , el espíritu y la mater ia , y las expresiones más o menos toscas que, según e! momento y el estado de la evo-lución filosófica o científica, han encontrado aquellas directri-ces del pensamiento humano, descuellan sobre todo y mantie-nen la e terna controversia con que, dei fango a las a l turas , rinden tributo los hombres a su l imitada capac idad .

La Jucha que los respectivos valedoi'es de lo ideal y de lo real mantienen a expensas de la concordia, ya se disfrace unas veces aquélla con apar iencias de religiosa, ya se finja política, convirtió también a la novela en campo de sus ha-zañas y en él contendieron, como fieles servidores de su mo-noideismo impulsor, desde los más soñadores has ta los que sólo presentaban una «sañuda y desaseada versión de la vida»

Solamente pudieran vis lumbrarse , dentro de ese monótono laborar , pequeñas diferencias ent re distintas épocas, que por la inseguridad del t razo no permiten establecer n inguna divi-soria. Esas diferencias son: la que predominaba en la «edad dorada» cuando los poetas ponían su estro al servicio de los

Page 13: La novela social

— 11 — .

grandes anhelos de los pueblos, cuando Horacio en su Arte poética decía:

<Sit Medea ferox, invictaque; flebilis Ino, Per/idus Ixion, lo vaga, triatia Oresíes...»

y cada uno de esos personajes dejaba adivinar el símbolo de un vicio que corregir o de una empresa que acometer; aquella en que comienza a ser el amor elemento principal de la t r a m a , cuyas manifestaciones más visibles encuéntranse y a en nues-tro ingenuo y bonachón Arcipreste de Hi ta , quien afirma-ba que:

«El mundo por dos cosas trabaja: por la primera, Por haber mantenencia; la otra cosa era Por haber juntamiento con ferabra placentera,,.»

y se desenvuelven en La Celestina y en toda la l i te ra tura picaresca, asi como un poco antes en I tal ia y después en Franc ia Bíguense idénticos rumbos, has ta llegar a la novela contemporánea f rancesa , que degenera en erotismo, en fuerza de exa l ta r la relación ent re los sexos, y, finalmente, la época en que una vez destruidos los ídolos y minadas las creencias religiosas, políticas y sociales, surge la l i te ra tura del «inte-rés», del fin económico desenfrenado, abriendo marcha a la «era de las muchedumbres», que sin más guía que su egoísmo y a lentadas por pa labras de sentido indefinible y obscuro, que son las que más influjo ejercen sobre las masas, pasan (recorriendo lo que Le Bon califica de ciclo de la vida, de un pueblo) «de la barbar ie a la civilización, detrás do un sueño, pa ra después declinar y morir tan pronto como ese sueño ha perdido su fuerza»

En tiempos lejanos, la obra l i terar ia reflejaba auster idad. El amor aparec ía pocas veccs y jamás empleaba un lengua je cor ruptor : ac tualmente el l i terato que hace in tervenir la

Page 14: La novela social

— 12 — .

atracción sexual lo mismo en los negocios de Estado, o en los acontecimientos más transcendentales, que en las nimiedades n:iás insignificantes, obedece al impulso exterior , del cual no puede apar ta rse , so pena del agravio máximo que quien se dirige al público puede recibir : el de la indiferencia. El que profesa la l i t e ra tura sabe muy bien que las gentes pagan con ol olvido al que no supo recordar sus gustos, y son pocos los capaces de e jercer apostolados que tienen por única esperanza la impopular idad.

La t raza a feminada y enfermiza de que la l i t e ra tu ra apa-rece revest ida por la imposición a que rae refiero, no existe en muchas de las bri l lantes civilizaciones que nos precedie-ron, porque en ellas casi s iempre hablaron, los filósofos por boca de los poetas, y asi se explica el implacable ex t raüa-miento en el Ar te de todo lo que puede envilecer el a lma o dañar la salud del cuerpo. Aquellos escritores supieron des-per tar el interés, describiendo en amplio marco los grandes errores, los grandes crímenes y las desgracias sinnúmero de la l íumañidad, y si por acaso in tervenía el amor, no era se-guramente como «dañado y punible» estimulante, ni menos aun como disolvente social (g).

Después, el gusto cede el paso a la necesidad, y ésta, diosa de los tiempos presentes, encarr i la por otros caminos la inspi-ración del escritor. Balzac, Dickens, Dau.det y nuestro glorio-so (xaldós, marcan , ent re otros, el a,pogeo de esta dirección, que tiene también sus raices en Cervantes, Quevedo y Mateo Alemán.

En los tiempos precursores de nuestro siglo de oro, apare-ce el hambre como musa inspiradora que persiste durante toda la evolución l i terar ia , has ta su culminación en Cervan-tes, el cual r e t r a t a , del mismo modo que Quevedo y segura-mente con la inconsciencia del que se r inde ante las leyes de la física, el t r is te espectáculo de un pueblo que realiza gran-

Page 15: La novela social

— l a -dea hazañas , pero que no ha podido resolver el e lemental problema de al imentarse . Yo os aseguro que cuantas veces leo las páginas, s iempre veneradas , en que aquellos genios p in taron , sobria y magis t ra lmente , los hidalgos que supieron conquistar medio mundo y no tuvieron nunca un pedazo de pan , siento la profunda amargu ra que embarga el corazón de un descendiente de cien generaciones, que vivieron sin co-nocer de la vida otra cosa que el t raba jo que enerva y la pr ivación que agota poco a poco. Por eso, jamás he tomado la lectura de nuestros clásicos como pasat iempo imaginat ivo, sino cual un placer doloroso, como el que conturba al que sólo puede poner su recuerdo en el ser en quien antes puso su corazón.

¿No se nos vienen a la memoria esos mil personajes se-mejan tes a los nuestros que a r r a s t r an su inopia p o r toda Ing la te r ra , guiados por la mano de Dickens, sin abandonar jamás la digna prestancia anglo-sajona? El empaque aristo-crático, la indiferente f r ia ldad que muchos siglos de e jercer el señorío del mundo dieron a la raza inglesa, acompañan a esos héroes, aun cuando desciendan a los últimos peldaños de la sociedad. Todos luchan por el dinero, lo persiguen, lo ate-soran, si no pueden otra cosa lo recuerdan y urden mil en-m a r a ñ a d a s in t r igas p a r a adueñarse de lo que sería panacea de la dicha, si ésta no dependiera del a r te que poseen unos cuantos elegidos, pa ra re tener la felicidad las pocas veces que pasa a nuestro alcance C'').

Aunque en esencia idéntica, no tiene en su forma esa sua-ve cordialidad que la de Dickens la obra de Daudet . F i j a éste, generalmente, su mirada en otros campos de la socie-dad, y si a lguna vez busca ent re los humildes y los desvali-dos rudos contrastes que oponer a la conducta de los de ar r i -ba, suele desarrol lar ent re estos últimos la acción de sus no-velas . Por eso aparecen en escena el politico corrompido, con

Page 16: La novela social

— 14 — .

SUS amigos y parientes , duchos en toda vergonzosa tercer ía ; el financiero a lentador de prevaricaciones; el representante trapisondista de Sociedades, que bajo la máscara de austeri-dad y aun a veces pidiendo a la religión un prestigio incom-patible con su idiosincrasia de presidiario, y tantos otros «ejemplares* de la hedionda fauna que acecha en las encru-c i jadas invisibles de las ciudades grandes , cumplen su des-t ruc to ra acción de envenenar el ambiente, a len ta r la descon-fianza, fomentar el odio de clases y g r a b a r en las conciencias la cer t idumbre de que sólo se recobra la justicia por medio de la revolución.

Galdós, en cambio, deja al lector el cuidado de sacar la morale ja que se desprende de la depravada conducta de tanto y t an distinguido buscavidas, pero obedece a la preocupación de la época, reflejando el general males tar económico en infi-nidad de pasa jes de su-extensa obra, en que quedan re t r a t a -das «las clases populares en toda la gradación de sus penali-dades, desvalimientos y miserias, y las clases medias, en la dilatadísima serie de sus angust ias , de aus anhelos, de sus vergonzantes estrecheces, de sus desniveles resbaladizos» tanto más intensos cuanto más se empequeñece eí ideal de justicia y más menguada es el a lma de la sociedad.

l ío fué un concepto pesimista de l a vida el que movió la p luma de esos escritores, n i en ellos influyó^ con ser muy res-petable, el sistema de Schopenhauer , que deja ras t ro en mul-titud de intelectuales de media centuria . Aun descartados todos los pesimistas quo por inepcia niegan lo que no com-prenden, adoptando así una tessitura que consideran muy re-finada, pero que no les impide lanzarse a la conquista de lo que contemplan con rencorosa envidia mient ras lo creen lejos de sus poco escrupulosas manos, queda un núcleo, el más se-lecto, de ingenios que ven con su experiencia toda la inmen-sidad de afanes y dolores qus por ley biológica aflige a la Hu-

Page 17: La novela social

— 15 — .

inanidad siempre que in tenta dar un paso en el camino de su evolución, pues el estigma que acompaña al principio mismo de la vida impide que nada se produzca ni nada se renueve sí no es a costa de sangre y de dolor.

Esos novelistas de que hablo, que a mi juicio marcan la divisoria profunda ent re una época que muere y otra que nace, y que, por tanto , son obligado antecedente de los que más tarde aparecen sugestionados por la cuestión social, rin-den el var iado tr ibuto de su talento en armonia con su tem-peramento art ís t ico, aunque todos coincidan e n la misma finalidad.

Quien, como Balzac, observa el íntimo sentido de las cosas y compone el ambiente p a r a que por la v ia del sentimiento penetre en el corazón del lector lo que el autor pretende; quien, como Daudet, p rueba que las «lágrimas de las cosas» (lacrymcB rerum) son nuest ras propias lágrimas, cuando de la contemplación de la pobreza res ignada, del sacrificio cotidia-no, del heroísmo anónimo, bro tan la inefable emoción o la indulgente critica.

Otro camino, el del humorismo, conduce a idéntico resul-tado, aunque en nuestro idioma sea más difícil conseguir el matizado indispensable pa ra que tal estilo produzca el efecto apetecido, por cuya causa, si no el contraste en el lenguaje, será el contraste en los detalles lo que impresione al que lee OJ.

Claro es que lan opuestas derivaciones dependen del que escribe, asi comò el efecto que producen radica en el que úni-camente se emociona y experimenta placer , si la novela re t ra ta lugares y personas bajo el aspecto que su sensibilidad les otorga, por lo cual, según af irma Hennequin <io>, se apre-c ia rá la obra l i te rar ia no en razón de la verdad objetiva que revele, sino del número de individuos con cuya verdad subje-tiva, ideas e imaginación, concuerde. No se debe olvidar que «hay dos clases de dolientes: los que padecen superabundancia

Page 18: La novela social

— 16 — .

de vida, y quieren un a r te dionisiaeo.. . , y los que padecen em-pobrecimiento de la vida y piden a l Ar te . . . ca lma, silencio, un mar sin olas bajo un cielo sin nubes. , .» (iD.

Ent re el género de novela de que has ta aquí he t ra tado y el de la que estudia la cuestión social, h a y un grado interme-dio, el de la novela polí t ica, del que no ha r í a ni una ligerisima mención si no fuera porque lo considero na tura l consecuencia de aquélla y porque lo han cultivado, también, dos de esos genios que tan tas veces he citado.

No es necesario definir la novela política. Todos saben que endereza la sá t i ra a flagelar t an tas corruptelas como lamenta-mos, y a sacar de sus obscuros fondos muchas de las causas generadoras de los grandes movimientos políticos, por vir tud de una especie de determinismo, que demuestra cómo suele quedar el interés público al servicio de vanidad, mezquindades y ambiciones.

La novela política se hizo indispensable cuando las gentes comenzaron a dejarse guiar por esos «conquistadores de almas» que las ha l la ron como bienes mostrencos, por habe r roto las l igaduras espiri tuales que las su je taban en apretado haz. Era necesario un f reno pa ra el desbordado egoísmo de esos ídolos con que la mult i tud sustituyó las an t iguas imáge-nes, y y a que la prensa no respondía a su elevado cometido y se convirtió en acicate de las mismas pasiones, al servicio, precisamente, de cuanto hubiera debido combat i r , tuvo la no-vela política que l lenar un vacío, sin elementos pa ra ello, sin el prestigio que otorga la publicidad extensa, y sin ponerse nunca al alcance de los que necesi tan el antidoto, porque este género l i terario no puede popular izarse, dada su carencia de elementos dramáticos (en él sólo abunda el picaresco) y su inaccesibil idad económica a cierto público de pocos recursos..

Page 19: La novela social

— 17 — .

A posar de la identidad de funciones, no han seguido iguales rumbos ios que han escrito estas novelas. Unos, empuñan la piqueta y no pierden momento do destruir todo lo que cae bajo su cri t ica: cauter izan la l laga, pero dañan también la pa r te que no sufr ía , y otros—nuestro Galdós el pr imero ent re to-dos—, tonifican con su verbo, an iman con nueva savia y re-montan los asuntos con la patr ió t ica exaltación de sus crea-ciones, de ta l manera , que el tejido sano que v a germinando en el a lma cambia los síntomas de disociación en una vida pletòrica y robusta . ¿Qué sería de la mental idad española, sin esa labor construct iva que acopió los mater ia les que en lo íntimo de la raza se hal laban dispersos o amortiguados?

Transcurr ido el corto plazo en que menudearon más las novelas de asunto político, quedó el campo libre a l a cuestión social, que absorbió por entero, desde entonces, la act ividad de todos los l i teratos (12). No costó gran t r aba jo ta l var iación de ru t a , porque en el fondo no pasaba de ser un aspecto dis-tinto de la misma preocupación que embargaba a los novelis-tas, desde que comenzaron a considerar la vida en su aspecto económico.

Se comprende que así fuera : un factor nuevo hab ía surgido en la vida social. El ambiente plácido y t ranquilo que permi-tió duran te siglos conservar la lenti tud en el vivir , que hoy día envidiamos a los que pudieron gozarla, desapareció empu-jada por mil artificios, con que el progreso exteriorizó su impulso creador . Ya no hubiera podido F r a y Luis de León hablar del «mundanal ruido», como quien ha disfrutado el placer de la soledad; el reposado compás que en sus afectos y empresas pusieron t an t a s generaciones; la sabia a rmonía que hizo del hombre un reflejo de la t i e r ra que le a l imentaba, enseñándole a no desear frutos fue ra de tiempo y conven-

Page 20: La novela social

— 18 — .

ciéndole de que quien pretende al terar el na tu ra l y ordenado desarrollo de las cosas se expone a malograr las , pasaron pa ra no volver , l levándose también el a roma de las costumbres pa t r ia rca les que habian amparado a la Humanidad en su infancia .

La nueva e tapa destruyó aquellas bellezas, pero ¿sería justo af irmar que no produjo otras? Un rev iv i r de la mate-ria, a le targada desde que infinidad de fuerzas de inconmen-surable pu janza se aunaron , con maravil loso acuerdo p a r a f o r j a r el escenario de la Naturaleza, engendró sorprendentes visualidades que en b reve plazo t rans formaron costumbres y pensamientos de las gentes.

La ciencia logró bor ra r el t iempo y la distancia, pe rpe tuar el pasado, escudriñar lo invisible, y mult ipl icar sus prodigios de ta l modo, que parec ía que unas cuantas generaciones habian obtenido el privilegio de compart i r con la divinidad su patr imonio. De día en día esas indómitas fuerzas , que recor-daban los t iempos primitivos, iban quedando vencidas y én situación de pres ta rse dócilmente a los más humildes servi-cios, Raro era el momento en que no se conquistaba un nuevo sector de lo desconocido, y en que al poder de la inteligencia humana no correpondiera un nuevo agente subyugado, Vió-se el individuo rodeado de mil sugestiones que le inv i t aban a saborear los placeres de una civilización siempre creciente, y deseoso de aprovechar la , forzó la marcha , pa ra no llegar al final sin haber pasado por todos los agradables altos del camino.

¿Es posible negar la belleza de este nuevo período, en que el adelanto científico y la industr ia , su inseparable compañera, e levan a t an excelso lugar el poder humano?

Un ingenio tan refinado como el de D. Francisco Silvela, dijo (13): «Sin duda que si al contemplar la sombra misteriosa de una selva nos explica un botánico cómo aquellas ho jas

Page 21: La novela social

— 19 — .

nutren de oxigeno el a i re durante el día, se p resen ta rá a nuestra mente la imagen de un gasómetro y perderá el es-pectáculo algo de su grandiosidad na tura l , mejor mantenida por las evocaciones de ninfas y genios de las mitologías; pero en un espíritu cult ivado, la noción científica no dest ruye la capacidad pa ra percibir la belleza, y apar ta remos sin esfuer-zo nuestra atención de aquella inoportuna noticia de una fun-ción fisiológica, a que el orden mater ia l sujeta a esa, como a todas las bellezas de la t ierra , pa ra entregarnos con amor a la contemplación deliciosa de su clarobscuro, y el manso rui-do de las hojas bo r r a r á el recuerdo de su labor química, como le hacia a F r a y Luís poner en olvido el oro y el cetro.»

¿No significará este, cri terio, casi lo digo con temor, una l imitada percepción, desde que afirma que el conocimiento científico no representa merma de la sensibilidad art ís t ica, pero, a renglón seguido, decreta el ex t rañamiento do aquél , si ha de exper imentar la emoción estética? ¿Será posible que la belleza no exista en toda la Naturaleza o en todo lo que de ella procede?

No sé si estoy equivocado, pero lo que si afirmo es que en muchas facetas de la act ividad del hombre pueden des-cubrirse admirables puntos de vis ta , que no ceden en belleza a las manifestaciones del a r te . Todo depende del grado de sensibilidad que se posea, y éste, a su vez, de la preparación, adquirida o heredada, que í enga cada persona. No sé tampoco si Miguel Angel calculando la cúpula de San Pedro de Roma y Leonardo de Vinci proyectando obras de riego de las l lanuras Lombardas, o refiexionando sobre el problema de la aviación, demuest ran que hay un nexo entre esas funciones científicas y art ís t icas, que tan separadas hemos pretendido encasil lar , o si es posible que se t r a t e de hechos aislados, que no reflejan ninguna relación. Sin embargo, leyendo a Fabre y a Mceter-linlc (14), he experimentado la misma emoción estética que

Page 22: La novela social

- 20 -

cualquier obra l i terar ia me hubiera producido. ¿Es que las investigaciones de un Pasteur , de un Herschell , no enc ier ran tan ta poesía en los mundos que descubrieron, como las haza-ñas de aquellos que l'ueron a la conquista de Troya? ¡Rara casualidad la de que haya tantos hombres de ciencia que pa-recen poetas y que se conducen como tales!

El concepto de la Belleza, como el de la Moral, como el del Derecho, cambian constantemente, y si hoy nos repugna la esclavitud y nos parece b á r b a r a la pena del Talión, ¿por qué vamos a considerar cr is tal izada la idea de lo bello? Por eso me explico que se comprenda perfec tamente—y mejor se com-prenderá cuando h a y a pasado más tiempo—la belleza que re-sulta del hombre luchando pa ra mult ipl icar el fenómeno de la producción, que no es o t ra cosa que una victor ia obtenida a costa del esfuerzo necesario p a r a modificar la forma, mater ia o impulsos primit ivos de la Naturaleza , por donde aquélla es una escuela, capaz de fortalecer , como ninguna otra , a los que t ienen por oficio cap ta r , dominar y dirigir los agentes na tura les .

A la idea del renunciamiento ha sucedido el culto a lo que pasa de la proporción ordinaria , y así han surgido el tipo de dictador financiero, el de especulador poderoso y el de fabri-cante o industr ia l multimillonarios, como resultado del medio social, o hipertrofia propia del desmedido a fán por la r iqueza,

I y como herederos de los grandes capi tanes y conquistadores de terri torios, que personificaron el caudal de potencia y energía acumuladas, denunciadoras también del poderío de la raza .

La sensación de lo bello, que antes se rese rvaba al Arte, no cabe duda que se exper imenta también en presencia de esas empresas colosales, en que el hombre ha logrado multi-plicar por infinito todo lo que antes se nos most raba tasado y reducido, inspirándose, pa ra conseguir ta l ven ta j a , en la fir-mísima voluntad de vencer y eliminando del iberadamente el

Page 23: La novela social

— LM —

factor suerte, como embarazoso acompañante , propicio a la desilusión y a la ruina.

Pero si es verdad lo que antecede, no es menos cierto que a la pa r de esa exuberancia de v ida se h a desarrollado un elemento que, a modo de gigantesco parási to, amenaza des-truir tan sobrehumano edificio, obedeciendo a ese principio dualista a que antes aludí. En la misma evolución de esa nue-va vida germinaba el mal que había de ponerla, y que efecti-vamente la ha puesto, en t rance de muer te . La r iqueza aumentaba por años y por instantes crecía el número de hambrientos y de infortunados: no era , sin duda, definitiva esa nueva organización social, que el despertar de la energía a lmacenada en el planeta impuso a la sociedad.

Nunca había llegado un individuo a disponer de más ele-mentos con que l abra r su felicidad y nunca, tampoco, h a b l a más seres condenados al suplicio de desear mil satisfacciones que velan a su alrededor, sin que pudieran lograrlas, ni aun en aquello que es lícito, sólo por el hecho de vivi r . La mayor ía de los hombres podía preguntarse , cuando la luz de su razón llegaba a i luminar con tétricos resplandores la real idad impura de ia v ida , por qué designio habían nacido p a r a vivir murien-do, ni en v i r tud de qué ley despiadada aparecía el sufrimiento como prenda de la continuidad de la especie. Después de las consoladoras pa labras de los ant iguos filósofos y de t an tas suaves y humanas doctrinas como habíamos recibido de Orien-te y , sobre todo, después de veinte siglos de haber impreso el cristianismo su huella gigantesca, ¡era todavía un sueño la. «religión del amor y la pobreza», ante la cruda religión del interés!

Las condiciones económicas, que sólo hubiera podido tem-plar el sentimiento de la f ra tern idad humana , si ésta no fue ra una de esas pa labras tanto más mentirosas y más huecas cuanto más se invocan por las gentes, ag ravaron el mal

Page 24: La novela social

— 22 — .

obrando sin freno, y así llegó a ser legión numerosísima la de los que Proudhon dijo que sufr ían hambre , «hambre latente, hambre de todos los instantes, de todo el año, de toda la vida; hambre que no m a t a en un día, pero que se compone de todas las pr ivaciones y de todos los pesares , que sin cesar mina el cuerpo, aba te el espíritu y desmoraliza la conciencia...»

De tal modo las cosas, no era posible confiar en que asi se mantuv ie ran mucho tiempo, por obra de la resignación, con tanto más motivo cuanto que el que daban, precisamente quienes podían inducir con el ejemplo, no era generador de paciencia y sensatez, y p a r a no desmentir el abolengo, ni olvidar la práct ica de aquellas luchas que comenzaron en el

\

clan prehistórico y aun no han terminado, tomaron el camino de la venganza , empujados por el odio, loa que se consideraban postergados y con derecho a toda clase de reivindicaciones.

Declarada la guerra y f rente a f ren te los dos bandos, no hay y a nadie que pueda eludir su intervención, y si duran te las pr imeraa escaramuzas algunos pre tenden quedar al mar -gen del problema, creyendo demostrar con eato cierta superio-r idad, más tarde, cuando la idea se cambia en sentimiento, general ízase la contienda y en t ran en ella los novelistas, con las a rmas de su poderosa sugestión, y todas las ar tes concurren a l mismo fin, acompañando con sus himnos a los desvalidos, como acompañaron a los már t i res en el circo, o perpetuando en el cuadro escenas que movieran la compasión. Y como la relación entre los elementos de belleza y la sensibilidad de-pende de las corrientes del pensamiento de loe pueblos, el efecto producido por la novela se hace más intenso a medida que la obra de las ideas h a y a ido preparando el campo y sea éste propicio pa ra que resulte fecundo todo lo atrevido y pe-ligroso (17). La propaganda doctr inar ia y filosófica confúndese con la l i terar ia , y casi coinciden Marx , Kropotkin y Lassalle, con Sue, con Zola y con Tolstoï.

Page 25: La novela social

— 23 — .

Lo que y a entonces empieza a denominarse «cuestión so-cial», se estudia y anal iza por muchos escritores, que defien-den las nuevas creencias con más f ru to que mil teorizantes, por lo mismo que hacen cuestión puramente sent imental de todo lo que t r a t a n , utilizando, por tanto , un resorte de infali-bles resultados y el más al a lcance del común de las gen-tes. En su e te rna lucha contra la razón, jamás ha sido ven-cido el sentimiento US); si además de este verdadero axioma se recuerda que el novelista apoya sus argumentos en la emo-ción estética, que convence porque pone en movimiento fibras que en todos los seres responden a su l lamada, se comprenderá la infiuencia ex t raord inar ia que en el problema tiene la lite-r a tu r a y cuán inúti lmente in tentar ía resolverlo el que prescin-diera de su consideración.

Aunque parezca extraño, la novela sociológica no se pre-senta pr imero en los paises en que antes comienza el desarro-llo industr ial que originó, por las razones ya dichas, el pro-blema social, sino en otros, que por entonces se hal laban bien distantes de ese esplendor económico que acarreó tan desigual repar to de las riquezas.

Ingla terra , por la pr imacía de su industr ia , debió ser la cuna del género l i terario de que se t ra ta , porque en ella se sin-t ieron, medio siglo antes que en los demás paises, los efectos de la apar ic ión de una nueva casta social. Sin embargo de esto, no despertó en sus l i teratos el interés que merecía el acontecimiento que empezaba a conmover al mundo. Dickens, Thacke ray , Jerrold , representan la transición del romanticis-mo al natural ismo y , sobre todo, descuellan como humoristas , pero no producen u n a obra ve rdaderamente social,, en el sentido de aqui la tar la lucha ya iniciada ent re el capital y el t r aba jo . Todos ellos, y en pr imer término Dickens, apor tan su

Page 26: La novela social

— 24 —

esfuerzo pa ra conseguir un régimen más justo, en ese país de las grandes injust icias económicas, y la misma G-. Eliot que tan l lena de cordialidad se inclina hacia los humildes, no presume siquiera adónde l legarán los efectos del males ta r que tanto la preocupa.

Refugiase esta muestra de act ividad mental allí donde es mayor la inquietud de los espíritus, y donde las condiciones del ambiente hacen posible la vibración intensa de los elemen-tos que luchan, por lo cual F ranc ia y Rusia l levan las enseñas que han de serv i r de guía en el combate.

¡Qué r a r a incongruencia! De Franc ia , cuyo régimen pre-sumía de avanzado y cuyo abolengo radical preténdese em-plazar en el mismo embrión de su historia, y de Rusia, ator-mentada por un secular sistema de opresión, que has ta hace de su música un canto de dolor de millones de esclavos (20)̂ elévanse las mismas voces expresando idénticos anhelos, mientras que en la una , nación republicana, se incubaba una verdadera exal tación del régimen capitalista, y en la otra, oligárquica y a t rasada , nace el "germen de destrucción que envuelve tan tas amenazas con su desarrollo.

El pr imero de estos dos países part icipó mucho más en la evolución social, no porque contara con excelencias ni privi-legios especiales, ni propios de su temperamento , sino por la razón de la c i rcunstancial capitalidad de que en estos últimos tiempos gozaba, del mismo modo que Florencia o Venecia la tuvieron en los siglos medios, y m a ñ a n a Mueva York u ot ra capital por el estilo, serán las que adquieran la t ransi tor ia importancia que el desplazamiento occidental de la civiliza-ción impone sucesivamente.

Sin embargo, ni la condición de una capital o de un país, ni siquiera las teorías que se improvisaron, fueron los cau-santes del fenómeno. La real idad, con sus exigencias sin tre-gua ni decaimiento, bastó pa ra producirlo. ¿Quién no había de

Page 27: La novela social

— 25 — .

reconocer que tenían motivos de queja los que desde su niñez, sin los cuidados de un hogar tranquilo, ni las ven ta jas de una instrucción que se guardaba como privilegio p a r a los ricos, veían pasa r los años recluidos en ¡a mina o en el taller, sujetos a jornadas tan largas (21) que e ran una esclavitud encubierta , con remuneraciones irr isorias, en un ambiente mortífero unas veces y repugnante casi siempre, sin más esperanza que un Asilo pa ra la vejez y con el peligro de la enfermedad o de la mutilación, mient ras era regla general que el patrono, el capital ista, el t i rano, a tesoraba sin medida? ¿Por qué razón ello no había de despertar la repulsa de todo espíritu noble? O ¿es que bas taba que las leyes di jeran que todos son iguales, pa ra que se cer rasen los ojos ante desigualdades tan grandes? No había pasado la edad de las «castas»; únicamente se había logrado, con t an ta sangre como se vertió pa ra suprimirlas , va r i a r el nombre de algunas y , si acaso, guardar un poco las apar iencias .

La perseverancia en la ^funesta act i tud de dominador de loe de a r r iba , que más hubieran logrado otorgando que resis-tiendo, acumuló odios, condensó deseos de venganza y elevó la tensión de las malas pasiones, has ta un punto en que cató-licos y hugonotes, güelfos y gibelinos y moros y cristianos, parecen galanes versallescos comparados con los bel igerantes de entonces y de hoy. No le fué a la zaga como espolique, el aumento de la cul tura , pues a medida que ésta se extendía., por obra del correr de los tiempos, crecía el número de los que podían real izar una labor mortal , como lo es s iempre toda labor de crí t ica. ¿No habéis sentido a veces, en la lucha por la vida, que vuestra imaginación y vues t ras facultades oe l levan mucho más lejos de donde os permit ían vuestros medios materiales? ¿Serán pocos los que se vean encadenados en un ambiente infei ior al que su cul tura y refinamiento les empuja? La vuel ta a la real idad en esos casos suele ser terrible. Mu-

Page 28: La novela social

— 26 — .

chos vaci lan, pocos resisten, pero la inmensa mayor ía se des-ploma. Entonces es cuando se templan y endurecen los fuer-tes, y entonces, también, es cuando sucumben al apet i to los que no pueden a f ron ta r la piedra de toque de la tentación (22).

De esa can te ra de hombres de buena voluntad y de críti-cos apasionados, salió el impulso intelectual que tanto ayudó luego la obra de renovación o de destrucción, pero que tan pronto degeneró en utopia sentimental , en v i r tud de la tenden-cia a la exageración que, según af i rman todavía muchos, guardamos como preciosa reliquia heredada de nuestro ante-cesor el mono. El novelista, que describe con todo el hor ror que lo trágico de la visión exige, al t raba jador que sufre, des-pués de bastantes años de haber abandonado el t raba jo , la antracosis que adquirió al a r r anca r el carbón de la t ier ra y que le va a r rancando los pulmones poco a poco; a los mi-neros que, acorra lados por la inundación o por el hundimiento ven cómo se aproxima la hora de la muer te , después de una agonía de pesadilla; a los que t r as de luchar con la tempestad pierden su vida en un naufragio , por pedir al mar el al imento que les negó la t ierra; a las mil vict imas, en suma, que se sacrifican al dios cruel e insaciable de la civilización, de la industria y de la necesidad, el novelista—repito—se confunde con el escritor didáctico o con el propagandista , porque coin-ciden en p in ta r el mundo como apacible Arcadia , el dia que h a y a cumplido su t a r ea la revolución. J . Grave y Z o l a , por ejemplo, no t ienen nada que reprocharse en punto a ingenua confianza en la vir tual idad de las doctr inas que profesan (23).

La exageración a que antes me refiero, sobreviene como consecuencia de ese modo de mira r las cosas, y entonces vemos por qué gradación t an na tu ra l se pasa del patrono «tiránico» y «despótico» a «la honrada blusa del t rabajador> y al «oprimido obrero», sin que sea más práctico l levar la cont rar ia a tales afirmaciones que lo sería discutir con un

Page 29: La novela social

— 27 — .

ciclón, aegún la f rase tan gráfica que emplea Le Bon <24) en la obra a que más a t rás me he referido. Ya puede haber bur-gueses o próceres, no digo oprimidos, sino aplastados, lamina-dos, que siempre seguirán perteneciendo a la »odiada clase de los t i ranos», aunque no t engan con qué tapar sus desnudeces y sean los otros, los siervos de antes, los que muestren con su orondo aspecto adónde conducen un salario largo y una jornada corta , todo ayudado con un poco de languidez en el t raba jo , a despecho de todos los taylorismos de última novedad.

Siempre que el predominio de un factor de la vida social ha originado un desequilibrio cualquiera , comenzó una era de atrocidades y de incongruencias, en justa y proporcionada correspondencia al imperio del sentimiento, que desgobierna lo que ha organizado la razón. Por eso los pueblos que mejor se han gobernado siempre, fueron loa dirigidos por és ta , con el disfraz que la lat i tud, loa gustos o la moda aconsejaban; pero convert i r una idea en proyecti l y a r ro j a r l a a la cabeza del que no piensa lo mismo, no conduce a lo que los directores del rebaño humano (demócratas en la apar iencia las más de las veces, pero déspotas siempre) dicen que pretenden.

La teoría in tenta justificar los hechos, pues tanto s irve de encubridora como de muleta que ayuda a andar , las muchas veces que no se tiene el valor de encaminar el rumbo donde marcan el capricho o el interés, y aparecen las que desde entonces s irven de banderines, alrededor de los cuales se ag rupan cuantos esperaban en ellas como del hallazgo de la p iedra filosofal. Marx y Kropotkin inician la división ent re los dos campos en que, desde entonces, queda deslindado el esfuerzo de loa proletarios. Eí primero, en su obra acerca del cap i ta l , s i s temat iza , vistiéndolos con un ropa je econó-mico, los dispersos argumentos que podían emplearse contra la concentración de los capitales, que luego llamó Kautsky (25) «feudalismo financiéro», y con dialéctica reveladora de su

Page 30: La novela social

— 28 — .

gran talento, va elaborando el sofisma que luego profesan, con rudeza y sencillez muy le janas del sentir de su maestro , los que a su credo se afi l iaron (26).

Kropotkin, por otro camino, muy distinto del didáctico que siguió Marx, por ser en el fondo algo poeta y proceder de una r aza de oprimidos que tiene, como la semita , bas tan te de mís-t ica y soñadora, r ecur re por entero al sentimiento y dogmati-za, como es na tura l , con gran violencia (27), yendo a dar en verdaderas utopias que no resisten l a menor exégesis, si se anal izan sólo con el cerebro. Sin embargo, acuden a su voz hombres de un exal tado romanticismo que creen posible la concordia, la paz y la f ra te rn idad , en un mundo sólo regido por la pu ra y limpia conciencia de los hombres y otros también, a quienes el poder de eliminación que tiene la v ida misma ha puesto al margen como, mate r ia iner te o como de-tr i tus de la sociedad.

Estas dos tendencias dispútanse desde entonces la supre-macía, obteniéndola a l te rna t iva y c i rcunstancialmente , según los hechos imponen, aunque el rótulo con que se muest ran dé apar iencias de una variedad que no existe en el fondo. Sobre-viene una crisis violenta, guer ra , re la jación del principio do autoridad, h a m b r e o cualquiera de esos azotes que nunca desaparecen del p laneta , e inmediatamente aumenta el nú-mero de los que piensan que sólo con radicales cambios so remedían esas calamidades, cuyo número disminuye tan pron-to como pasa el estado anormal .

No tienen más valor filosófico estas teorías que las que movieron a nuestros antecesores de hace dos mil años. Expre-san los mismos anhelos que entonces, sólo que en aquellos t iempos todos fiaban en la bondad de Dios y esperaban la recompensa en la otra vida, y hoy creen encont rar la felici-dad antes de la muerte , como esas teorías prometen. Aque-llas creencias duraron y aun duran y du ra rán mucho tiem-

Page 31: La novela social

— 29 — .

po; las creencias actuales sólo el que t a rde en hacerse la exper ienc ia .

Asi se explica que cor ran miles de hombres t r a s de «teo-rías» que carecen en absoluto de contenido ideológico, como sucede con el sindicalismo, el cual es una absurda amalgama, no de ideas, sino de hombres que siguen las tendencias de que antes he hablado. En esa i r racional promiscuidad, que reúne los elementos más antagónicos con un completo olvido de toda probidad doctr inal , se encuentra el germen de su destrucción, p a r a lo cual bas ta rá que desaparezca el cebo de la concupis-cencia que Ies aproxima, o que sobrevenga la lucha por el tanto de beneficio que pueda corresponderles.

Los motivos reales o ideales que engendraron el movimien-to l i terario fueron los que quedan expuestos. ¿Cómo se mani-festó?

Víctor Hugo, si es lícita la inclusión de un poeta en esta ligerisima reseña, nos da la contestación, cuando al referirse a los comm,unards p regunta en L'Année terrible:

<Les avons-nous instruits, aimés, guidés enfin et n'ont-ils as eu froid'? et n'ont-ils pas eu faim?>

p a r a desper tar la indulgencia en favor del proletariado, el cual ya había sido Musa de autores de coplas y canciones (29), de las que, en cierto modo, fué precursora La Marsellesa.

La prosa, s imultáneamente, hizo una enorme labor desde que Eugenio Sue inició la cruzada en favor del pobre, resu-men de todas las vir tudes, y en contra del rico, merecedor de todos los vituperios. Su divisa «no conserves lo superfluo mient ras h a y a gentes que carecen de lo indispensable», fué la prolifica escuela donde nacieron esas obras, t a n sa turadas de pasión como llenas de interés, que difundieron la idea ca-

Page 32: La novela social

•• — 30 —

pital del autor . E r a una crit ica sin t regua ni piedad, que, por obra del Arte y con el concurso del sentimiento, lograba pene-t r a r donde jamás hubiera llegado la razón. La publicación de cada novela esperábase como un verdadero acontecimiento, y seguramente con más interés que el que hoy despierte cual-quier obra l i terar ia en este ambiente, que creemos más culto que el de aquellos tiempos.

En Alemania, y mient ras Les Débats publ icaban en 1843 Los Misterios de Paris, doce periódicos inser taban el mismo folletín t raducido día por día, y algunos pueblos se apresura-ron a fundar un diario, p a r a cumplir el «imperativo categórico» de saborear la citada producción. Entonces surge una razona-ble cantidad de «Misterios» en muchas ciudades, y cu'nde una noble emulaáón por tener algún que otro arcano novelable y melodramático con' que aligerar las veladas y hacer más pre-ciado el calor del hogar . No olvidemos que esto de la imita-ción es congènito y que, por lo tanto. . . no se puede remediar .

El ras t ro que dejaron esa obra y su gemela Martin el escpá-sito fué muy profundo, pues, apa r t e de que cigarros, muebles y otros muchos objetos de uso coi'riente, fueron bautizados con los nombres de personajes do esas novelas (asi como hoy cualquier tendero o fabr icante de tejidos prueba su ilustración o su depuraflo gusto vendiendo corba tas «Wilson» o fabr ican-do gasas color «Marne»), comienzan a salir a la luz pública bas tantes t r aba jos l i terarios a estilo de los modelos citados. B, von Arnim, con su 'Dies Buch gehört dem König (1843), Pérez Escrich, Ortega y F r í a s y otros en España , y Valles, Vingtras y, sobre todo, L. Oladel en su Kerlcadecle garde-harrière (1883) y Haca (1888) prueban lo que acabo de decir. Mündt dijo en Literatur (30) que Eugenio Sue introdujo en la novela «las con-diciones mater ia les de la existencia, por lo cual resultó escri-tor socialista», y Kummer (si) ac la ra los motivos del cambio l i terario, afirmando que no es la muer te de G-03the la causa

Page 33: La novela social

— s i -

de esa var iación del gusto, «sino la entrada en escena de la

época de la máquina». Aparece después Zola, el g ran apóstol de esta modalidad,

que llega más lejos que todos, despertando admiración y censuras sin t a sa por las normas que sigue, desde que co-mienza como part idar io del natural ismo has ta que acaba en comunista, con su obra Travail. La impasibilidad, la indife-rencia con que en nombre de la verdad refleja la v ida , sin tomar de ella más que lo inmundo y anormal (lo que permi te decir a G-uyau (39) que «si no se debe colocar el corazón en el cerebro, no es más exacto, científicamente, colocarlo en el abdomens), cede poco a poco a una intervención más act iva , que le convierte de novelista en actor. Zola, sin perder el mo-tivo inspirador de toda su obra, fundado en su hiperestésica visión de las miserias morales y de la animalidad humana , describe el obrero degradado y embrutecido por el alcohol en L'Assommoir, la necesidad de seguir los rumbos preconizados por Marx en L'Argent, la misera existencia de los mineros exasperados por la degradación en Ge7-minal, terminando por escribir verdaderos alegatos en favor del obrero, como el de Paris y como el antes citado de Travail.

¿Para qué in ten tar la descripción de lo que él mismo ex-presa con vehemencia que no se puede reproducir? Aunque son vulgares por sobrado conocidos, no quiero pasar adelante sin copiar dos párrafos , que convencen, más que todos los razonamientos que yo expusiera, de cómo el novelista encu-bre fácilmente al doctrinario y usa de a rmas que t ienen casi s iempre la mayor eficacia: \

«Si, una noche el pueblo sin freno, desbordado, correr ía así por los caminos, chorreando sangre de los burgueses, pasean-do sus cabezas y desparramando el oro de las a r ca s destroza-das. Las mujeres aullarían; los hombres abr i r ían sus bocas de lobo pa ra t ragar lo todo. Si, serían los mismos andrajos . . . el

Page 34: La novela social

— —

mismo tumulto espantoso. . . barr iendo la decrépita sociedad. Los incendios a lumbrar ían la destrucción de todas las ciuda-des y se volver ía a la vida sa lva je de los bosques.»

¡Con qué elocuencia expresa la seguridad del advenimiento de una revolución que cree redentora! ¡Qué exac ta reproduc-ción de aquellas invasiones que asolaban Europa , cada vez que un Imperio flaqueaba, o que la necesidad perseguía a las multitudes hambr ien tas que las estepas asiáticas se negaban a a l imentar!

«... un ejército negro, vengat ivo—termina—, que germi-naba lentamente en los surcos, desarrollándose para las cose-chas del siglo fu turo y cuyo germen pronto bro tar ía de la t ierra .»

En esa especie de Níbelungos de una nueva mitología, pone su esperanza. Es posible que sus pá r ra fos sean profét icos y es posible también, que el Mesías que esperan todas las civilizaciones, con el nombre de dictador, unas veces, y otras con el de teoría filosófica o politica, ocasione una ve rdadera modificación de la sociedad, pero, ¿quién no se siente un poco escéptico ante la cer t idumbre con que muchos aguardan la intervención de una Providencia, cuando y a desde hace muchos siglos están los hombres dejados de la mano de Dios?

Antes de llegar a Spielhagen, y como primeros afiliados a la escuela natura l is ta , que díó tan nutrido contingente de no-velas que t r a t aban de la «cuestión social», escribieron en Alemania Julius Rodenberg, P. Lindau, Hermann Heiberg, K. Bleibtreu y Karl Alberti (Wer ist der StärTcere). Sin embar-go, el tr iunfo más bri l lante estaba reservado a los d ramatur -gos, y lo consiguieron Sudermann (Die Ehre, Sodoms Ende y Heimat), Max Halbe {Jugend) y Gr. Haup tmann (Vor Sonnen-aufgang y Die Webe?-), Esta úl t ima (Los tejedoì-es), produjo un efecto extraordinar io: la heroína del d r a m a es la miser ia {die Not) de los obreros de Silesia, con tan intenso colorido pre-

Page 35: La novela social

— 33 — .

sentada, que aun sin las revuel tas de los t raba jadores de aquella región, hubiera conmovido a los espectadores. Heine había compuesto una poesía sobre el mismo asunto.

Spielhagen tiene p a r a Alemania la importancia que Galdós pa ra nosotros (33). Fué el creador de la novela a lemana mo-derna (según Li tzmann, él y F rey tag fueron die Schöpfer des modernen deutschen Romans), y las incursiones que hizo en el sector de la sociología, nacieron, apa r t e de su temperamento, de su admiración por Lassalle, al cual conoció cuando éste se hal laba en todo su apogeo. La vida tea t ra l de Lassalle, propa-gandista vehemente , hombre fastuoso, elocuente, atrevido, mezcla de griego del t iempo de Pericles con un individuo del Norte, amigo de Bismarck y de Ketteler y abogado de los me-nesterosos, que murió t rágicamente en duelo y que mereció de Marx, a modo de epitafio, las frases «muere joven, en pleno tr iunfo, como Aquíles», no podía menos de hacer profunda mella en el espíritu de Spielhagen.

Él mismo confiesa que era uno de sus más cordiales admi-radores.(3i), aun conociendo las ta ras e imperfecciones que tenía , y , tomándolo por modelo, compuso su novela In Reih und Glied, que pudiera t raducirse «En las filas», en la que manifiesta el ansia de una igualdad que destruya todos los privilegios, y desarrolla su convicción de que el hombre ais-lado no es nada y unido a loa demás resulta irresistible. Una bala—dice—tiende en el suelo a un soldado; la fila se rehace y la columna sigue siendo la misma; tal es el poder de la dis-ciplina, que nadie, por alto que esté, t iene el derecho de resis-t i r la : ai es fuer te , porque lo será más en las filas; si es débil, porque en las filas t iene au puesto.

Otra paradoja: la disciplina produce un pueblo fuer te y eleva al máximo el rendimiento de la sociedad, pero ai tras-pasa un límite que nadie aabe dónde se encuentra , conduce a la acefal ia más ruinosa y t r is te . Los que t ienen como ideal la

ä

Page 36: La novela social

— 34 — .

absoluta igualdad humana , p reparan una era de estupidez p rac t i cada por un cuerpo con millones de brazos y sin cabeza. ¡Qué diría Herber t -Spencer , cuando imaginó el organismo so-cial, a semejanza del organismo del hombre! Entonces es cuando se vuelve uno «vecino», o, más claro, como el especta-dor de al lado, según dice Nietzsche que se sentia cuando se encontraba ent re la multi tud, demostrando con esa pa labra el empequeñecimiento espiri tual del individuo ent re los que le c i rcundan y le agobian, si alguna vez tiene la desgracia de «ser público» y de anegar au mental idad en la mental idad colectiva.

4

Kar l Grutzkow escribió también acerca de los conflictos que ponian a los t raba jadores enfrente de los capitalistas. Hizo un d rama de ca rác te r social (1841) y después su resonante novela «Los Caballeros del espíritu» (Ritter vom Geiste), en que el principio conservador y el ambiente comunista chocan violen-tamente , sin esperanza de equilibrio. Imagina G-utzkow que la asociación de todos los espíritus elevados, sin distingos de cla-soa sociales, permit i rá la formación de una nueva orden de caballería que, a estilo de unos Templarios modernos, esta-blezcan la paz social, con el fundente de la solidaridad. Lo mismo pretendían en Franc ia Renouvier y , en cierto modo. Le Play y Saint Simon, sin que por ese càndido sendero pu-dieran l legar a ningún sitio.

¿Quién más citar, que no signifique repetición del punto y a sobradamente aclarado, que me propuse al principio?

Vendría muy oportunamente ahora la referencia a Tolstoï, Dostoyewsky y G-orki, si no fuera porque la real idad de su influjo está en la conciencia de todos. El primero crea un dogma y lo pract ica como sacerdote. Mezcla de místico y panteista, se pierde en idealismos de f ra ternidad, que más obedecen a las circunstancias de la Rusia de entonces que a la extensión del fenómeno que t r ans fo rmaba el mundo. Gorki,

Page 37: La novela social

— 35 — .

en cambio, tiene máa universalidad y t ransciende de ese as-pecto local que carac ter iza la obra de su predecesor. Presen-ta un ambiente que es el mismo en todos los paises y nos habla del problema que preocupa a todas las personas. Nos conduce a los tugurios donde se hacinan los derrotados y los persegui-dos; lo mismo los que tienen hambre y sed de justicia, que los que la huyen por ha r tu r a . . . P in ta la mental idad inconcebible del ser humano que se encuent ra en los linderos de la bestia-lidad, por obra de la ignorancia y de la barbar ie , y nos pre-senta hombres que parecen Aeras, aunque quizá éstas p ierdan en la comparación. De todo ello se desprende una enseñanza que prueba la intensa vir tual idad de su labor.

Añadiré los nombres de Anatole F r a n c e (Crainquebille), Adam, Rosny, Renard, Barrès (L'ennemi des lois), el mismo Clemenceau (Les plus forts-l'è^Q), a p a r t e de otros muchos (sin c i tar los que han hecho t r ibuna del teatro),^para que no fal ten los de tan ilustres escritores, aunque no me propuse hacer una enumeración de novelistas y si, sólo, anal izar l igeramente la relación ent re la vida y esa especialisima modalidad, que h a recibido el nombre de novela social. Por eso son tan tas las omisiones, y entre ellas se encuentran , claro está, las de quie-nes no influyeron pa ra nada en sus contemporáneos y las de cuantos escribieron con el mezquino objetivo de ha l aga r las pasiones del público. Estos últimos, no creo que merezcan siquiera el nombre de literatos; podrán, en cambio, adornarse con otros muchos títulos, algunos más eufónicos y , desde lue-go, más crematísticos, que por todas par tes se v a a Roma y no hay oficio despreciable en toda república bien organizada. . ,

Y aunque bien quisiera te rminar vat ic inando con vislum-bres de acierto el fin de las controversias que per tu rban la paz de todo el mundo, veo que no es posible el optimismo y que muchas generaciones lucharán con el propósito de con-ver t i r a la Tierra en paraíso, sin convencerse de que pa ra go-

Page 38: La novela social

— 36 — .

zar de éste es necesario presentarse desnudo de toda envol-tura corporal . La dinámica del Universo está tan sabiamente dispuesta, que no se conmoverá por eso, como no se conmueve ante los afanes de los hombrea, ni se detiene en la t rayector ia que recorre hacia la e ternidad.

Page 39: La novela social

N O T A S

(I) N ie t z sche , en u n a d e sus c r í t i c a s (El caso WarnerJ, a s e g u r a es to mismo. «El vocab lo—dice—se e r i g e en s o b e r a n o y s a l t a f u e r a d e la f r a s e ; l a f r a s e se h i n c h a y o b s c u r e c e el sen t ido de la p á g i n a ; la p á g i n a a d q u i e r e v i d a a c o s t a del con jun to . . .>

E n es to c o i n c i d e con N. G u y a u , q u e en la p á g i n a 49 del p ró logo d e L'Art au point de vue socioloaiQue, d ice: ... l'art des •¡•déGadents-' et des 'déséquilibrés"s dont notre époque nous fournira plus d'un exemple, est celui ou cette unité disparait au profit des jeux d'imagination et de style, du cuite exclusif de la forme. Y a ñ a d e d e s p u é s : Nous verrons que l'art maladif des décadents a pour caractéristique la dissolution dûs senti-ments sociaux et le retour a ^l'insooiabilité^. E l a r t e v e r d a d e r o , por el con-t r a r i o — s i g u e dic iendo—sin p e r s e g u i r e x t e r i o r m e n t e u n fin m o r a l y social , t i e n e e n si m i smo su m o r a l i d a d p r o f u n d a y su p r o f u n d a soc i ab i l i dad .

(2) Ouyau.—Oi>. cit., p á g . 6.

(3) «No asp i ro—dice tt. E l i o t — m á s q u e a r e t r a t a r fielmente los hom-bres y l a s cosas q u e se h a n r e f l e j a d o en mi esp í r i tu .»

(4) A. M a u r a . — N e c r o l o g í a de D. Benito Pérez G a id ds .—Discurso pro-n u n c i a d o en la K e a l A c a d e m i a E s p a ñ o l a , p á g . 36.

(5). G. L e 'Boxi.—rsycholooie des foules, p á g . 191. E s t e mi smo a u t o r r e c u e r d a — p á g i n a s J63 y s igu ien te s—la f r a s e «sa lud y

R e p ú b l i c a f e d e r a l » , q u e s in t e t i zó el e n t u s i a s m o d e g r a n p a r t e d e la pasa-d a g e n e r a c i ó n , p o r u n a f o r m a po l í t i c a q u e l a casi t o t a l i d a d d e sus de fen -sores no h u b i e r a s ab ido de f in i r .

A u n q u e en su. c é l e b r e o b r a e sc r i be L e B o n todo lo q u e p u e d e dec i r se c o m e n t a n d o el f e n ó m e n o q u e a n a l i z a d e u n modo t a n m a g i s t r a l , s e r í a cu-rioso u n e s t u d i o q u e se p r o p u s i e r a r e c o g e r , c l a s i f i ca r y a q u i l a t a r t odas las p a l a b r a s y t o d a s las f ó r m u l a s v e r b a l e s , q u e , t a n t o en l a v i d a c o r r i e n t e como en la d e los negoc ios y e n la d e la po l i t i ca , se e m p l e a n p a r a e n c u b r i r l a i g n o r a n c i a o la i n t e n c i ó n de l q u e l a s p r o n u n c i a .

Page 40: La novela social

— 38 — .

(6) D e l a m o r s o l a m e n t e , (¡se d e s p r e n d e el i n t e r é s? Sl-no r e p r e s e n t a u n conf l ic to d e r i v a d o d e la l u c h a do i n t e r e s e s c o n t r a p u e s t o s o no s i g n i ñ c a el c h o q u e con el honor , l a f i d e l i d a d o c u a l q u i e r a d e los ( jue H e g e l l l a m a «sen t imien tos caba l l e rescos» (Esthétique; t r a d u c c i ó n d e Ch. B é n a r d , p á g i -n a s 246 y s i g u i e n t e s , 1.1.°), es m u y pos ib le q u e n o d e s p i e r t e emoc ión o in-t e r é s n i n g u n o s en el l ec to r . W e r t h e r , s in los i n s u p e r a b l e s obs t ácu lo s q u e se oponen a su f e l i c i d a d , n o h u b i e r a t e n ' d o b a s t a n t e r e l i e v e p a r a conmo-v e r en la m e d i d a q u e io hace . Lo iniamo p u e d e dec i r se de t o d a s l a s p a r e j a s de e n a m o r a d o s , d e q u e t a n t o a b u n d a la l i t e r a t u r a c lás ica . I n d u d a b l e m e n -te . en estos casos, el a m o r es u n e l e m e n t o d r a m á t i c o q u e a g u d i z a la sensi-b i l i d a d como todo s e n t i m i e n t o l l e v a d o i ias ta la e x a l t a c i ó n . En es to e s t r i b a el q u e V i sche r p e n s a r a q u e el m o t i v o d e la n o v e l a es el a m o r .

H u e l g a , de sde l u e g o , dec i r q u e no me re f i e ro en e s t e p u n t o a l a a t r a c -ción s e x u a l . É s t a d a l u g a r a u n «género», q u e no t i e n e n a d a q u e v e r con el q u e a h o r a comen tó .

(7) Mr . M i c a w b o r y su esposa , Mr. S k i m p o l e y o t ros m u c h o s p e r s o n a -jes d e D i c k o n s r e p r e s e n t a n el e s p e c t r o d e la n e c e s i d a d y d a n i d e a d e la p e r d u r a b l e b a t a l l a a la m i s e r i a . E n Blcack House, David Coperfield y o t r a s m u c h a s , p u e d e c o m p r o b a r s e lo a p u n t a d o .

(8) A . M a u r a . — D i s c u r s o c i t ado , p á g - 1 2 .

C9) S p i e l h a g e n dice q u e el h u m o r i s t a e x p o n e sin r e s e r v a y con m i n u -c ios idad t odo lo q u e le s o r p r e n d e , y t odo a q u e l l o d e q u e se b u r l a , de l m u n -do ex t e iúo r . H a b l a t a m b i é n d e la d i f e r e n c i a q u e se p u e d e s e ñ a l a r e n t r e el h u m o r i s m o d e D i c k e n s y el d e T h a c k e j - a y . i -a f r a s e «Dickens se r í e con el l ec to r y T h a c k e r a y se r i e del lec tor», la ex ter io i - iza con p a l a b i as s e m e j a n -tes, a f i r m a n d o q u e e l p r i m e r o de f in i r í a el h o m b r e como u n ser q u e p u e d e y d e b e a m a r , y q u e , p a r a el s e g u n d o , s e r i a el c o r a z ó n h u m a n o u n a t i e n d a m á s en la « fe r i a d e las v a n i d a d e s » . ( Vermischte Schriften, p á g . 284).

(IO) H e n II e q u i n .—Cri i t 2 « e Scienti fique.

(11) N i e t z s c h e . — 0 6 . cit., p á g . 62. L a m i s m a i d e a r e s a l t a en El origen de la tragedia ( t r a d u c c i ó n de L . J .

G a r c i a d e L u n a , p á g . 186) y en El crepúsculo de lo.f ídolos ( t r a d u c c i ó n d e J . Gi-arcia Rob les , p á g . 99), c u y a s o b r a s p u e d e dec i r s e q u e d e s c a n s a n s o b r e esa e spec ie de leit motiv.

(12) G e n e r a l m e n t e se ha l l a m a d o h a s t a a h o r a novela social, y e n eso h a n co inc id ido cas i todos los c r i t ieos , a la q u e t e n i a p o r o b j e t o la p i n t u r a d e c o s t u m b r e s , como si l a s d e m á s n o v e l a s n o se p r o p u s i e r a n t a m b i é n idén -t i c a f i n a l i d a d .

S a l v o la n o v e l a d i d á c t i c a , es t i lo J u l i o V e r n e , l a s imból ica , en a l g u n o s

Page 41: La novela social

— 39 — .

casos y la m o d e r n i s t a ( que e x c l u y o p o r q u e no sé t o d a v í a en <iué cons i s te el modern i smo) , n o h a y n o v e l a q u e no r e f l e j e l a v i d a y , por lo t a n t o , he-chos y c o s t u m b r e s h u m a n o s ; d e d o n d e d e d u z c o q u e la o b r a d e c u a l q u i e r n o v e l i s t a t i e n e q u e ser soc ia l—pues to q u e a la soc i edad se r e f i e r e - , d e n o c a e r en el e x t r e m o o p u e s t o a la soc i ab i l i dad , o sea en a lgo pai-ecido a l ni-h i l i smo. Asi, p u e s , t o d a s l a s n o v e l a s son f o r z o s a m e n t e sociales .

Si se q u i e r e d i s t i n g u i r en tonces , como g é n e r o espec ia l , el de l a n o v e l a q u e t r a t e d e la l u c h a de c lases , o. s i m p l e m e n t e , do los conf l ic tos e n t r e el c a p i t a l y el t r a b a j o , n o se c o n s i g u e p o n e r d e r e l i e v e la d i f e r e n c i a r e c u -r r i e n d o a l ca l i f l ca l i vo «social», en el caso d e q u e és t e se a d m i t a p a v a t o d a s las d e m á s , d e a c u e r d o con lo d i cho en el p á r r a f o q u e p r e c e d e .

Como dec i r «social» es, en c i e r t o m o d o , u n a r e d u n d a n c i a , a p l i c a n d o el v o c a b l o a la n o v e l a d e c o s t u m b r e s , b a s t a r á s e g u r a m e n t e c o n s i g n a r l o c u a n d o la n o v e l a se r e f i e r a a los a s u n t o s q u e I n t e g r a n la Soc io log ía y la E c o n o m í a , y con eso se a c o m o d a r á m e j o r el a p e l a t i v o en c u e s t i ó n a l s igni-ficado q u e en la p r á c t i c a r ec ibe .

(13) F . SI !ve la .—Discurso le ído a n t e la R e a l A c a d e m i a d e Be l l a s Ar-tes , 20 d e N o v i e m b r e d e í9ü4, p á g . 24.

(14) J , - H . F a b r e , — L a Vie des Insnctes, Souvenirs Kntomologiques, Etudes sur l'instinct et les moeurs des Insectes (Dix Series).

D i c e d e F a b r e E . R o s t a n d : «Ce grand savant pense en philosophe, voit en artiste, sent et s'exprime en poete», y G. L e d r o s a ñ a d e , j u z g a n d o la o b r a d e e s t e e n t o m ó l o g o , q u e nos p r o d u c e la m i s m a c lase d e e l e v a d o s goces q u e p r o p o r c i o n a la b e l l e z a .

M. Mse te r l inck . La Vie des Abeilles, L'intelligence des fleurs. D e s a r r o l l a n estos a u t o r e s p o é t i c a m e n t e el a s u n t o c ien t i f l co d e q u e t r a -

t a n , como s u c e d e , g e n e r a l m e n t e , a todo el q u e e n u n a o b r a c i e n t í f i c a des-c r i b e g r a n d e s f e n ó m e n o s , o se o c u p a d e lo q u e se r e f i e r a a la e senc i a m i s m a d e l a v i d a .

(15) P . - J . P r o u d h o n . — D e la guerre et de la paix. E l soc ia l i smo d e P r o u d l i o n r e c u e r d a a la f a m o s a e s c u e l a do C a r p o c r a t c s y a i i g u a l i t a r i s m o d e s u h i jo . Niíiil 7iovum...

(16) D e t a l modo c r e y e r o n m u c h o s en l a i n u t i l i d a d d e lo q u e n o f u e r a v i o l e n c i a , q u e el m i smo Ch. R e n o u v i e r eu la Science de la Morale ( pág . 165), d ice: «Si el r e i n a d o d e la j u s t i c i a nos p a r e c e i n s u f i c i e n t e p a r a la f e l i c i d a d d e los h o m b r e s , es p o r q u e e s t amos p r i v a d o s d e ese e s p e c f á c u l o q u e la t i e r r a no h a c o n t e m p l a d o j a m á s . »

(17) H a n sido m u c h o s los p i n t o r e s q u e e n t odos los pa i ses i n s p i r a r o n sus c u a d r o s e n mi l a s u n t o s d e r i v a d o s d e la «cues t ión social». E l mi smo P r o u -d h o n d e f e n d i ó e s t a c l a se d e obras , a s e g u r a n d o q u e l a p i n t u r a n o d e b í a obe-d e c e r a l p r i n c i p i o d e «el a r t e p o r el a r t e» . Es to co inc id ió con q u e i n f i n i d a d

Page 42: La novela social

— 40 — .

/

(ie a r t i s t a s se a f i c i o n a r o n a los c u a d r o s de «tesis», l l e n a n d o las E x p o s i c i o n e s d e filosofía b a r a t a en l á m i n a s .

(18) G. Lo Bon.~OÍ>, cit., p á g . 63.

(19) G . E l io t .—Si ía s Marncr, Romana, e tc . , son ia p r u e b a d e la ten-d e n c i a d e e s t a e s c r i t o r a .

(20) B o r o d i n y T c h a i k o w s k y p r i n c i p a l m e n t e , d e s c a r t a n d o , c l a r o es, los d e !a « n u e v a escue la» (Rimslcy-Korsakof , M o u s s o r g s k y , G l a z o u n o f , etcé-t e r a ) . L a p o t e n c i a d e su i n s p i r a c i ó n , l a e n e r g í a e x p r e s i v a d e su m ú s i c a y el p r o f u n d o s e n t i d o d e su es t i lo , h a c e n d e T c h a i k o w s k y el p o e t a «épico» d e los mús icos rtisos. B o r o d i n es m á s s e n t i m e n t a l , p e r o q u i z á e x t e r i o r i c e me-j o r la t r i s t e z a de a q u e l l a s e s t e p a s y d e sus hab i t an t e s^

(21) D e todos son c o n o c i d a s l a s cond i c iones de! t r a b a j a d o r , por h a b e r -l a s d i v u l g a d o m u l t i t u d d e l ibros , a r t í c u l o s d e pe r iód icos e i n f o r m a c i o n e s of iciales .

J o r n a d a s d e d iez y n u e v e í ioras ( e s p e c i a l m e n t e e n la i n d u s t r i a domés t i -ca)," s a l a r io s de 40 ó 50 c é n t i m o s y o t r a s v e j a c i o n e s , e r a n cosa c o r r i e n t e n o h a c e m u c h o s años .

L a b i b l i o g r a f i a q u e d e es tos a s u n t o s se p u d i e r a c i t a r , ea e n o r m e . B a s t a a ñ a d i r , en c o m p r o b a c i ó n d e lo d icho, q u e , t a n t o e sc r i to res d e la d e r e c h a , como los m á s r a d i c a l e s , co inc iden en la c r í t i c a d e los i n d i c a d o s abusos .

(22) Esos q u e a si mismos se l l a m a n «rebeldes», no .son en su m a y o r í a m á s q u e h o m b r e s q u e se h a l l a n en e s t a s i í u a c i ó n . Los mismos a u t o r e s d e a t e n t a d o s d e m u e s t r a n , casi s i e m p r e , en la g e s t a c i ó n de l de l i to , la i n f l uen -c ia d e u n a c u l t u r a m a l e m p a r e j a d a con l a r e a l i d a d .

(23) .L G r a v e . — L í i société au lendemain de la Révolution.

(24) Ob. cit., p á g . 1G8.

(25) K . K a u t s k y . — L a Révolution sociale.

(26) E n su c é l e b r e o b r a a c e r c a del capital, m e r e c e n e spec i a l í s ima con-s i d e r a c i ó n todos los c a p í t u l o s q u e esc r ib ió p a r a d e m o s t r a r e l c o n c e p t o d e «p lusva l í a» y su o r i g e n en el t r a b a j o , asi como los q u e t r a t a n d e la t r a n s -f o r m a c i ó n d e és te en c a p i t a l y d e la t e n d e n c i a a ia a c u m u l a c i ó n .

Page 43: La novela social

— 41 — .

(37) «L<a e x p r o p i a c i ó n d e b e c o m p r e n d e r todo c u a n t o p e r m i t a a p r o p i a r -se el t r a b a j o a j e n o » , dicn K r o p o t k i n en La conquista del pan. E u e s t a Tase se e n c u e n t r a n las i d e a s f u n d a m e n t a l e s de u n a d o c t r i n a q u e , p a r t i e n d o d e t a l concep to , t i e n e q u e l l e g a r a conc lus iones t a n r a d i c a l e s como todos co-nocemos .

(28) Q u i z á n o v a c i l a r l a en i n c l u i r e n t r e éstos a G r a v o y a Rec lus .

(29) L a Commune i nsp i ró a E. P o t t i e r l a s i g u i e n t e o b r a poé t i ca ; C'est la lutte finale Groupons-nous et demain L'Internationale S e r a le genre humain.

No c o n t e n t o con esto, p u b l i c ó sus Chants révolutionnaires (1887). A d e m á s d e es t e a u t o r , p o d r í a n s e c i t a r o t ros muci ios , sin q u e h a y a n vi-

b r a d o en E s p a ñ a las c u e r d a s d e e s t a l i r a , p o r c u y a r a z ó n y a p a r t e do al-g ú n r o m a n e e de p l a z u e l a , no p u e d o o f r e c e r n i n g u n a m u e s t r a del e s f u e r z o poé t i co n a c i o n a l a c e r c a d e es tos a s u n t o s .

(30) S e g u n d a ed i c ión , p á g . 430.

(3Í) Deutsche Literaturgeschichte des neunzehnten Jahrhunderts, pá-g i n a 195.

(32) 0Ö. cit., p á g . 91.

(33) D e a s u n t o p a r e c i d o , a u n q n e sin r e f e r i r s e e x c l u s i v a m e n t e a l pro-b l e m a obre ro , t r a t a n sus n o v e l a s Sturmflut y VFas luiil das werdenf

(34) Am Wege, p á g . 42.

(35) R e n o u v i e r . — D o c t r i n a de la s o l i d a r i d a d . Ob. cit.

(36) L e P l a y (La reforme sociale en France), y a n t e s S a i n t S imon y sus d i sc ípu los , h a b l a n d e f e n d i d o u n a tes is m u y s e m e j a n t e .

Page 44: La novela social

J . • -.1 R t e ' î - ^ •.". ï - i ^ .vy - r ' . - i ï " ' t •

m

fl \ it*".

•'•'•>•.••"• ili-

• " ' '

le!

* . . i • •í +v.í. -üi-íi imr ^'''-v-M-'S.Ä , f.: - '/i

t*

• 'í "C

•i.',

• ' • , ' ' s ' • " ' : ' ' ' v i i

••'.• A • ' ' • , " ••".' ' • • ' ''i' _ I. f •

Page 45: La novela social

DISCURSO DEL EXCMO. S R .

D. D A N I E L DE C O R T Á Z A R

Page 46: La novela social
Page 47: La novela social

S e R O R E S :

Cuando una y ot ra vez, con excesiva f recuencia , me he visto encargado de fel ici tar y dar la bienvenida a nuevos com-pañeros, cuyos méritos re levantes coronaron al ingresar en la Academia desarrollando en público temas que l ibremente eli-gieron, yo, sin amedren ta rme en demasía lo arduo del empe-ño, he t ra tado de cumplir mi cometido con cierto orgullo, pues pensaba que a ello estaba obligado como veterano en la Cor-poración, y porque entendía que, a despecho de los años, aun mis colegas no me habian incorporado en lo que los mil i tares denominan segunda reserva ; y que mientras eato l legaba, p a r a su quietud y conveniencia , aprovechaban de mí lo que mia pa i sanos , los madrileños castizos, l laman «las dotes que a cada uno adornan desde l a infancia», y que en el caso presen-te no hab rán sido otras sino la aparen te desenvoltura con que salgo de los compromisos en que me veo, gracias al propósito decidido de no meterme nunca en honduras .

Mas poco a poco he podido observar , a l hacer yo de Ciri-neo, que ai en las sucesivas ocasionea, cuantos l legaban en t re nosotros se lucían en el cargo de pr imeros galanes, a mí, re-signado a ser modesta par tepormedio, rea lmente sólo me ha-bía tocado desempeñar el papel de aquel que siempre se a fana ayudando a todos y no consigue ot ra cosa más que aguan-ta r los empujones y r iñas de los compañeros y la burlona chacota de cuantos se en teran del caso; aun cuando puedo

Page 48: La novela social

— 46 — .

decir, parodiando al Principe de los Ingenios, cuando hab la de sus comedias, que todas mis oraciones pasaron y siguieron su car re ra sin silbos, gr i tas ni barabúnda , y sin ofrenda de pepi-nos ni de otras verduras , a lo que, para mí, tal vez h a y a con-tribuido, en buena par te , lo mucho que en los t iempos que co-rremos han subido las subsistencias.

Y si, a pesar de cuanto llevo dicho, repi to ahora la suerte , es por si de nuevo me lo tolera la galanter ía y bondad de quie-nes me escuchan, mientras cumplo deberes de amistad que t i ránicamente obligan al más irresoluto y desconfiado, pues son aquéllos capaces de hacer amable la t a r ea más ingra ta .

Voy, pues, a ver cómo salgo del apuro resellando los mé-ritos del Excmo. Sr. D. Emilio Gutiérrez-Gamero, y añadien-do, como es costumbre, algunas pa labras referentes a l discurso que acabáis de oirle, asegurando desde ahora que la molestia que con mi propósito he de causaros será breve , p a r a que po-dáis mejor perdonarme.

* *

Mas antes, justo será dedicar a lgunas f rases en loa del an-tecesor en la si l la ,académica que va a ocuparse, el Excelent í-simo Sr. D. Francisco A, Commelerán.

Ya habéis oído los elogios que acaba de t r ibu ta r le su suce-sor, pero quiero completar algo la semblanza de quien ingresó todavía m u y joven en nues t ra Corporación, y llegó en ella, al cabo de t re in ta años, a ser el Decano y el más asiduo de los asistentes a las sesiones de la Academia, pues pasaron de mil t rescientas las veces que figuró en ellas, lo que únicamente se explica por la excepcional salud que disfrutó siempre aquel preclaro aragonés, y que también justifica que sólo en muy con-tados días dejase de acudir a la Cátedra de Lat ín del Insti tuto del Cardenal Cisneros, que ganó en reñida oposición a la edad de veint icuatro años. .

Page 49: La novela social

— 47 — .

Pero reflexiono, al l legar aquí, que, para continuar aplau-diendo y admirando la vida y la obra de Commelerán, ha de ser lo mejor a tenerme al discurso necrológico que en el no-venar io del fallecimiento de aquél, pronunció ante la Acade-mia Española su insigne Director D . Antonio Maura , y en lugar de glosar aquella obra maes t r a desvir tuándola y empe-queñeciéndola, encuentro preferible , en bien de todos, reprodu-cir pa r t e de lo que allí se halla:

«Siento no poder decir—habla Maura—que Commelerán siguió de Catedrático has ta morir , porque antaño le sobrevino por automatismo legal , inexorable y ciego, la jubilación que le vejó y le amargó hondamente, siquiera la soportase con silen-ciosa dignidad. No bas taba, pa ra a l iviar esta pena, verse pro-puesto, con justicia muy ostensible, p a r a la Gran Cruz de Al-fonso XII ; porque él e ra uno de los ejemplares en quienes la edad reglamentar ia , uniformemente señalada para que la jubi-lación in te r rumpa el servicio, viene t an a destiempo que se ha de sentir cual un golpe de maza. No doy a entender con esto que pueda prescindirse de la r ígida pauta; lo que h a y es que la ley posi t iva, aun repu tada necesaria y aunque de veras parezca el menor de los males, r a r a vez alcanza a ser más que una tosca vest idura con que la justicia necesita desfigurarse y em-babucarse pa ra t rans i ta r ent re las gentes. Testigos somos aquí de que al l legarle a Commelerán la edad reglamentar ía p a r a ser jubilado, sentíase con brío y con apt i tud para los rendi-mientos más pingües y sazonados de su vocación profesional, aquélla que infatigable y perseverante siguió y cultivó.

»Permaneció durante cuarenta y seis años en su Cátedra originaria de Latín; publicó una Gramática comparada de las lenguas latina y castellana, más un tomo de Trozos selectos de clásicos latinos, p a r a ejercicio de versión al castellano; hizo en el discurso de ingreso en esta Academia una exposición con-cienzuda de las leyes in ternas que rigieron la t ransformación

Page 50: La novela social

— 48 — .

del lat ín en nuestro romanee; pero la obra capital de su v ida , en cuya publicación empleó más de veinte años, es el Diccio-nario clásico-etimológico latino-español, volumen de 1.500 pági-nas de apretado y substancioso texto.

»Con dificultad se hal lar ía o t ra empresa más deslucida, más ímproba, más á r ida ni más ingra ta que aquella en que empleó Commelerán sus act ividades y singular apt i tud personal . Ale-jada de las luminosas amenidades con que sazonan sus obras la voladora fantasía y el ingenio creador; todavía más apar" tada de la boga y del aplauso; obra de paciente, minuciosa y como subter ránea recolección con angostísimo margen p a r a la originalidad, su término más feliz viene a c i f rarse en fab r i ca r una primorosa her ramien ta , y dest inar la a que otros l a m a n e -jen pa ra más vistosas y deleitables faenas . Persis t i r años y decenios en ésta que era tan adusta y anacoré t ica , no br inda al ánimo sino con la soli taria recreación de sentirse capaz pa ra conllevar el desabrimiento mismo, que es congènito de la empresa, sin esperar aplausos ni siquiera estimación pro-porcionada. H a y zonas interesant ís imas del saber que que-dar ían ye rmas si fa l tasen los hombres, contadísimos, que es-tán dotados de la austera tenacidad de Commelerán, del tem-ple privilegiado de su voluntad y de su amor acendradísimo a la ma te r i a que cultivó.»

Dejo aquí de copiar y concluyo diciendo que la her ida oca-sionada por la ley, cuando castigó eu Commelerán la culpa de haber cumplido setenta años, fué tan p rofunda p a r a aquel es-píritu sano, val iente y animoso, que a los pocos meses, con el corazón dolorido, sin causa aparen te , nuestro amigo entregó el a lma a Dios con la mayor resignación cr is t iana .

¡Vertamos una lágrima en memor ia del insigne maes t ro y elevemos nues t ra plegar ia ante el Supremo Hacedor por la paz e terna del hombre bueno!

Page 51: La novela social

— 49 — .

Cambiemos de tono, y voy ahora a decir algo del Acadé-mico neófito, que si no se hubiese apresurado a acudir a nues-tro l lamamiento, bien probable fuera que ni él pasase de caté-cümeno ni yo de presunto padrino, dada la juventud del amigo que r ival iza con la mía, lo que conviene hacer constar , pues seria demasiado eufemismo que, como es costumbre ent re actuantes , nos declarásemos apuestos paladines, gallardos y calaveras .

Es verdaderamente notable la personalidad del Sr. Gutié-rrez-Gamero, pues si bien desde su juventud demostró gran -cul tura l i terar ia colaborando en revistas y periódicos de los más nombrados por entonces, pronto comprendió que para el t ráfago de la existencia habia necesidad de dedicarse a cosas bien diferentes del tranquilo cultivo de las bellas letras .

Era Licenciado en Derecho, Académico Profesor de la de Jur isprudencia y Legislación, y en vez de seguir el camino a que le l lamaban las apti tudes demostradas al emprender la ca r re ra de Abogado, se t ransformó en Agente de Cambio y Bolsa; se hizo, o le hicieron, Diputado a Cortes en 1872, y tuvo poco después que emigrar a Franc ia , viviendo años seguidos en Par ís , ent re los que compart ían con D. Manuel Ruíz Zorri-lla la a rdua ta rea de sostener vivo un ideal que había de f ra-casar por no tener ra igambre ni tradición en nuestro país.

Convencido de ello, o desengañado de tales andanzas, Ga-mero regresó a su pa t r ia en busca de reposo, y político ya más dúctil y sensato, en tiempo de la Regencia pudo desempeñar, con aplauso, el cargo de Gobernador civil en diferentes pro-vincias y ser alto empleado en varios Ministerios, todo lo que le permitió ir reuniendo, con el t ranscurso de aquel vivir no m u y tranquilo, un caudal de observaciones, f ru to del conoci-miento de gentes las más diversas ent re cuantas se mueven en la sociedad, traficando, bullendo, intr igando y sufriendo o go-zando in tensamente .

Page 52: La novela social

— 50 — .

Y llegada la calma, na tura l compailera del andar de la vida, aquello que observara , y que quizá automát icamente se habia fijado en su mente, se renovó en la memoria , y pasando a los puntos de la p luma produjo la serie de preciosas novelas y cuentos primorosos de que el Sr. Gutiérrez Gamero es afor-tunado autor .

Por lo dicho se comprende que el nuevo Académico no es ni ha sido un profesional del arte, ya que nunca constituyó pa ra él medio de vivir , sino el deseo de manifes tar , siquiera fuese algo tarde , lo que no pudo declararse con ve rdadera oportunidad; pues debo af i rmar que cuando el Sr. Gutiérrez-Gamero h a escrito sus obras, más lo ha hecho por a tender a la satisfacción de su propio y singular regodeo que en busca de provecho directo o de resonancia pai-a su nombre.

Por ello sus libros no han tenido verdadera divulgación, tanto más cuanto que, a jeno el autor a las Asociaciones y Círculos que más se ufanan de literarios, no pudo formar pa r t e de las pandillas que cult ivan con éxito admirable el y a cono-cido aforismo que reza: «Apláudeme tú, para que te ensalce yo», confirmándose la fábula del gran novelista Fernández y González, que dice:

«Dijo un burro garañón a otro burro, su pariente: «Tu rebuzno es tan potente cual rugido ile león»,

Y en tono grave y profando le contestó el otro utano: «Cuando rebuznas, hermano, se estremece medio mundo».

Oyendo lo cual un potro exclamó: «Ahora me explico lo grande que es un borrico cuando es medido por otro».

Es consecuencia evidente de resolver el problerau, que es de los asnos el lema elogiarse mutuamente,»

Page 53: La novela social

— S I -LO cierto es que la crít ica fué acogiendo con unánimes

elogios las producciones de G-amero, a medida que las daba a la es tampa, y aun cuando la labor no ha llegado por com-pleto has ta lo que algunos l laman el gran público, el t raba jo ha sido apreciado debidamente por cuantos seguíamos paso a paso el desenvolvimiento de la obra, pero no hemos for-mado suficiente legión que pregonase en todas par tes la exce-lencia de ella.

Necesario es, pues, insistir, por debida justicia, en manifes-tar lo que bien probados y severos críticos han dicho de nues-tro nuevo camarada .

Escribe uno de ellos: «Cualidades que distinguen y carac-ter izan a este novelista, son: el interés que sabe dar a sus es-critos, con que despierta y sostiene la veleidosa atención de los lectores; el uso de una sát ira que se desprende por sí sola de los sucesos que imagina, y a que el espectáculo social es enseñanza constante epigramática , que es innecesario expli-car , pues la vida es lección y los hombres libros; y una y otros sujetos a perpetuas dudas entre serias y risibles.»

Maniñesta otro: «Hay que admirar también en la obra de Gamero la soltura y donaire no sólo en lo que expone, sino en el modo de expresar lo con prosa elegante y ñuida, elaborada, sin duda, con tiempo, recogimiento y delectación, condiciones todas pa ra conseguir la difícil facilidad que tan pocos poseen.»

Añade un tercero: «Aun cuando pudiera creerse a pr imera vista que Gutiérrez-Gamero escribe con guante blanco, es de mano dura y nerviosa, pues amargo y pesimista resulta el con-cepto con que llega a expresarse como resultado de contem-plar la vida a t ravés , más que de un prejuicio de excepticismo, de una desengañada experiencia.»

Bastan estas l íneas pa ra resumir la opinión lisonjera que respecto a los t rabajos de nuestro autor se ha manifestado por la crít ica, al dar cuenta de los diversos libros por él publica-

Page 54: La novela social

— 5-2 -

dos (1); pero yo debo añadir que no en menor estima tuvieron la labor compañeros nuestros que, por desgracia, y a no exis-ten, ent re ellos D. Isidoro Fernández Fiórez, que a ñ r m a b a «haber tenido el placer de enconti-arsc con un na r rador casti-zo, elegante; que t raza , describe y pinta superiorisimamentey; así como también D. Francisco Coramelerán, cuando escribía afirmando que Gamero «se mostraba psicólogo notable, escri-tor fácil y castizo, profundo en la observación, discreto en el enlace de los sucesos que n a r r a con fluidez y ligereza acomo-dadas a las t r amas de acción na tu ra l e interesant ís ima». Con lo que se da el caso, bien extraño, de que el Académico que fué haga el elogio de su sucesor.

La a labanza ha sido general p a r a apreciar la, más que ex-tensa, intensa labor del nuevo compañero, real izada en una serie de seis novelas que t ienen el rótulo genérico de Los de mi tiempo, lo que desde luego demuestra el propósito del autor de si tuarse como observador de las costumbres y figuras de sus contemporáneos, a los que estudia con t an ta inteligencia como discreción, imparcial idad y gracia .

La pr imera de estas novelas, t i tulada Sitilla, es una delicio-sa p in tura de la vida provinciana y de la influencia que en ella ejerce la política. Presenta un curioso e jemplar de caci-que hembra que ejerce mero y mixto imperio sobre toda aque-lla singular asamblea , sin que pueda sustraerse al reconoci-miento expreso de la no compart ida soberanía, todo el que quiera vivir en paz en el feudo, aunque sea el más alto repre-sentante del Estado. Pero de la poca flexibilidad de uno de estos funcionarios pa ra someterse a los dictados del cacique con faldas, nace el confiicto que, como es de presumir , termi-n a con una completa victor ia feminista, conforme es práct ica constante en nuestro país.

(1) Gómez d e Baquevo ÍEl Imparcial); Zeda (La Epoca); Gonzá lez Blan-co (Elogio de la crítica); Ganáis (Nuestro Tiempo); l l ami ro de Maez tu .

Page 55: La novela social

— 53 — .

Animado por el éxito que tuvo Sitilla, quiso Gutiérrez-Gamero completar el cuadro—puesto que y a hemos indicado había reunido apuntos sobrados durante su vida a t ravés de los bastidores de la polít ica—y dió a la es tampa El Ihistre Manguindoi!, sujeto en el que pinta un tipo sintético de diver-sos mangoneadores de la cosa pública que actúan con toda eficacia, y desde la Corte, en la sociedad entera de la nación, disponiendo de la justicia pa ra adminis t rar la ley conforme les conviene; y al efecto, estudia la psicologia de un jete de par t i -do y de los que le rodean—amigos y enemigos—, con lo que se explican las miserias, ambiciones, luchas e intr igas que les son precisas pa ra alcanzar el poder.

Claro está que en ese libro, hecho sohre el oivo, con arreglo a documentos humanos, no se describen, sin embargo, perso-nas existentes; puesto que en el mencionado jefe de par t ido —que da su nombre a la obra—'Se suman varios de los que han contribuido en tiempos modernos a hacer la felicidad de la patria, dando un producto mezcla de las condiciones buenas y malas de aquéllos, en que no tiene poca par te la acción de los secuaces, adláteres, agiotistas y buscavidas de toda laya, figu-ra s y figurones, que constituyen el coro del i lustre personaje .

No vaya a creerse, por lo que llevo dicho, que en Sitilla y en El Ilustre Manguindoy se t ra te única y exclusivamente del tema político, poco novelable y árido por sí solo p a r a da r in-terés a una t r ama , aun cuando sea cierta la habil idad del au-tor, sino que en sabia, disposición se mezcla y combina lo de-terminado con fábulas ingeniosamente imaginadas, cuyo des-arrollo na tura l y bien llevado has ta el final da satisfacción al lector .

En el orden cronológico sigue El Conde Perico, donde se t ra-ba conocimiento con un parási to que, por su ameno trato, per-fecta educación, vivo ingenio y buena figura, logra hacerse puesto preferente en la a l ta sociedad madri leña, estando a

Page 56: La novela social

— 54 — .

punto de al istarse en la más elevada ar is tocracia merced a un casamiento que, por último, no llega a real izar . No podría decir-se, sin í a l t a r a la verdad, que ese Conde sea un dechado do mo-ral idad ni de pulcritud ética, y no habr ía que ahondar mucho en su genealogía para dar en su entronque con los picaros de nues t ras novelas del siglo de oro, pues ent re los buscones anti-guos y el héroe de esta novela no h a y más ditei'encia que el dis-tinto ropa je con que se engalanan y el diverso ambiente social en que se mueven.

Siguieron a las citadas novelas las t i tu ladas La olla grande, Tm piedra de toque y Telm, y en todas ellas, cuyos argumentos no he de detallar por no hacer in terminable este t r aba jo , abundan los tipos felizmente observados, y se refleja la reali-dad en donde siempre se inspiró el autor , pero no en su aspec-to repugnante y crudo, sino embellecida con el instinto cortero del a r te . G-amero no es de los novelistas descriptivos que, pa ra dar cuenta de personas y cosas, hacen minucioso inventar io de ellas, con menoscabo de la paciencia de los lectores; bosqueja lo preciso pa ra s i tuar los personajes en el cuadro donde han de moverse, y gusca más de ahondar en su interior modo de ser que en la p intura del aspecto físico que tuvieron. Sin embargo, hay algunos croquis de lugares (por ejemplo, en Telva, cuya acción se desarrolla en un pueblecillo de Asturias), que podría firmar cualquiera de los más aventa jados especialistas en des-cripción de paisajes.

Concluiré, para reseñar la obra de Gutiérrez-G-amero, ci-tando los cuatro tomos de cuencos que tiene publicados, y en quG se ven confirmadas las peculiares modalidades del autor , pues campea en ellos un gracejo en el decir , una observación fina y aguda y un conocimiento profundo del sentir y pensar de las gentes, que hacen gra ta la lectura, colocando a su in-ventor en fila con los buenos cuentistas de nuestro tiempo.

En suma, y aceptando el juicio de un gran critico al estu-

Page 57: La novela social

— 65 — .

diar la labor de Gutiérrez-Gamero, diremos (1) «que a éste co-rresponde un puesto estrecho, pero alto: estrecho porque deja espacio a otros muchos, y alto, porque eleva su figura l i te rar ia a cumbres que pocos logran alcanzar».

Termino aquí el capítulo de las a labanzas, cierro la cuenta con ia personalidad del nuevo Académico y voy a emplear unos minutos en considerar el tema de su discurso.

Se refiere éste a considerar la influencia social de la nove-la, y pa ra que yo me oriente en el asunto, me es preciso em-pezar por fijar lo que debe entenderse por novela.

Define ésta nuestro léxico desde la edición de 1884, dicien-do que es «obra l i terar ia en que se n a r r a una acción figurada, en todo o en par te , y cuyo ñn es causar placer estético a los lectores por medio de la descripción de sucesos o lances intere-santes, o la p in tura de caracteres , de pasiones o de costum-bres».

Si con esta explicación y con la que se da para Romance: «Novela o libro de caballerías en prosa o verso», compai'amos las correspondientes de Webster o de Li t t ré en sus Dicciona-rios, encontraremos que tanto en inglés como en francés, se entiende por Nooel y Nouvelle lo que nosotros l lamamos Roman-ce, mient ras que a nues t ra Novela se aplica el nombre de Ro-man en ambas lenguas, si bien el pr imero de los dos autores citados entiende que el Romance únicamente difiere de la No-vela en que aquél t r a t a de sucesos o aventuras admirables que están a menudo fue ra de los hechos de la v ida corriente, lo contrar ío de lo que corresponde a la Novela, y Li t t ré , siguien-do a Huet (2), sólo apa r t a el Romance de la Fábula porque ésta

(1) Gonzá lez Blanco . Op. cit. (2) De l'origine des romaiis.

Page 58: La novela social

— 56 — .

refiere cosas que no han sido ni podido ser, mient ras que aquél representa sucesos que han podido ser, pero que no han sido; y al definir la Nouvelle, dice: «es especie de 'Roman corto con aven-turas interesantes y divertidas»; a lo cual ailade, siguiendo a Scarron (1): «Los españoles han tenido el secreto de for ja r cuentos que han llamado Novelas, y que son más interesantes y más fáciles de entender por cualquiera, que lo atr ibuido a hé-roes imaginarios de la ant igüedad; por lo cual si los f ranceses escribieran novelas tan bien hechas como algunas de las de Miguel de Cervantes, éstas tendrían mayor popular idad que ¡es Romans héroiques.»

Tan amplia definición como la que resul ta de los léxicos, llega a justificar la clasificación que hacia mi padre (q. e. p. d.) de todas las obras l i terarias , dividiéndolas en sólo dos clases: «Libros de matemáticas y novelas»; y bas ta también la dicha definición de la novela, y sin pasa r de la erudición más bara-ta, p a r a sostener que desde los albores de la sociedad humana tiene mayor ampli tud el campo novelesco que el de la histo-ria, pues cualquier acto proveniente de la real idad puede t ra-ducirse en objeto de imaginación con múltiples derivaciones propias del novelis ta .

La historia de la novela h a y quien la comienza en los reci-tados de egipcios y medas, sometidos no a las lucubraciones de la fábula, sino a las severas leyes de la razón, por más que la tradición h a y a sido el único vehículo pa ra el conocimiento de lo pretéri to.

Los griegos, con su l ibertad de pensamiento, son los que deben estimarse como fundadores de la novela, aun cuando se-gún Huet, los originales vinieron de China, India y Pers ia ;

(I) P a u I S c a n ' o n , f u é en F r a n c i a el r e p r e s e n t a n t e g e n u i n o del g é n e r o bur lesco, m u y en b o g a en su t iempo, y a u n c u a n d o es con m a y o r f re-c u e n c i a grotesco q u e c ó m i c o , logró d e r r o t a r la fas t id iosa g e r i g o n z a de las pas to ra l e s y l a ñ o ñ e z amorosa de las i n t e r m i n a b l e s nove las de l a época (1610-1600).

Page 59: La novela social

— 67 — .

mientras D. J u a n Valera opina, que sin duda los primit ivos griegos contaban con múltiples mitos desde que emigraron de la cuna de la r a za ar ia , en las faldas del Paropamiso, y aunque ampl iaron aquéllos inventando mucho y tomando no poco de Egipto, de Fenicia y de otras regiones asiáticas, como dotados admirablemente por la Naturaleza, pusieron en todo el sello de su propio ser: la grac ia , la medida, la armonía y el buen gusto.

Mientras dura el cesarismo romano, t iene la novela griega largo período de fecundidad, duran te el cual se acentiia el amor a lo maravilloso, lo mismo en la l i t e ra tura tradicional que en la naciente leyenda crist iana; pero Roma por si misma no merece ser señalada en la historia de la novela, pues las obras de Varron , de Petronio y de Séneca, que se h a preten-dido considerar como novelas, per tenecen exclusivamente a la Sátira.

En la Edad Media ostenta en Europa la novela formas muy divei'sas, unas nut r idas de recuerdos de la ant igüedad y otras dictadas por tradiciones nacionales, pues desde el siglo xi i al XVI toda la l i te ra tura europea está inspirada, bien en con-sejas de corte oriental , en fábulas griegas, en los libros de ca-ballerías, o en cuentos eróticos, y con ello la novela adquiero inmensa popularidad consiguiente a la var iedad de sus trans-formaciones, dependientes de los rumbos que sigue la l i teratu-ra en los diversos paises, pero con tal fuerza propia, en el con-junto, que quizá ninguna otra manifestación humana pueda serv i r mejor para estudiar la historia de las vaxiaciones del espíritu y del gusto públicos.

Se singulariza I tal ia después del Decameron de Boccacio, creando en el siglo x v i la novela pastori l , a cuyo impulso, desde entonces, conforme ha dicho Revil la , en todos loa países a lcanza inmenso desarrollo e importancia la novela, que por doquiera e jerce verdadera influencia en la educación y gusto públicos; lo que se t raduce en F ranc ia dando a las obras mo-

Page 60: La novela social

~ 58 —

vitniento dramático, interés curioso e intención política; en In-g l a t e r r a av ivando los recuerdos históricos, que se apl ican a fo r j a r un idealismo social; al paso que las novelas a lemanas suman a la delicadeza del sentimiento intentos de propaganda nacional is ta , y en Kusia, jun tamente con la tendencia educa-dora, apa rece representado un natural ismo revolucionario.

En España , la historia de la novela puede es t imarse que comienza con las pr imi t ivas cousejas, a las que siguen los li-bros de caballerías, m a n j a r apropiado al pa ladar intelectual de un pueblo que sólo para las batal las v iv ía , completándose el pr imer ciclo novelesco con el Conde de Lucanor, escrito por el Príncipe D. Juan Manuel, nieto de San Fernando, y que no se hizo pública hasta dos siglos después , en 1573, por Argote de Molina; y siguiendo al primero ¿ a Cdrcelde Amor, de Diego de San Pedro, publicada a mediados del siglo xv , y La Celes-tina, dada a la es tampa en 1499.

La l i t e ra tura se desarrol la desde este punto, principalmen-te con obras poéticas y ascéticas, pero sigue la novela las huellas de la pastoril, importada de I tal ia , y Jorge de Monte-mayor da la Diana enamorada en 1550, y por idéntica v ía si-guen, ent re otros menos conocidos: Gálvez de Montalvo, Ber-nardo de Balbucna, Espinel, Saavedra y el mismo Lope de Vega con au ihxadia, aparecida en 1598.

Asi se llega jü año 1613, cuando Cervantes publica sus no-velas, de las que en 1797 escribía Quintana: «Dos siglos han pasado sobre esta colección preciosa, y todavía conaervan su aceptación pr imera , aunque las ideas, las costumbres, las ocu-paciones y hasta la vest imenta son enteramente diversas de las que allí se pintan, y sí el autor dijo al f rente de estas novelas «que era el pr imero que novelaba en lengua castellana» (1),

(1) «Yo soy el p r i m e r o q u e he nove l ado en l e n g u a c a s t e l l a n a , q u e las m u c h a s nove las a t ie en e l la a n d a n todas son t r a d u c i d a s de l e n g u a s e x t r a n -je ras , y éstas son mías p rop ias , no i m i t a d a s ni h u r t a d a s ; mi ingen io las e n g e n d r ó y las pa r ió mi p l u m a , y v a n c rec iendo en los b razos de la es tam-pa,» (Prólogo de las Novelas ejemplares.)

Page 61: La novela social

— 59 — .

pudiera también decir que era el último, pues sus múltiples imitadores no h a n hecho con sus novelas más que demostrar la excelencia del modelo y la inmensa distancia a que están de él. >

El a fán de apa r t a r se de un género vano tan lejano de la real idad produjo, pa ra gloria de España , o t ra clase de nove-las ha r to distintas, denominadas generalmente picarescas, y en las cuales se r e t r a t an con verdadero gracejo las costumbres _ de t ruchimanes y gentes maleantes, que si bien tenían punto de par t ida en La Celestma, se desarrol lan con El Lazarillo de lormes; publicado en 1555, que es imitado sacesivamente por Mateo Alemán, por Espinel y por Quevedo.

So presenta la novela después de Cervantes y de sus con-temporáneos en lamentable decadencia, tanto, que puede de-cirse que cesa a mediados del siglo x v i , pues sólo v ive has ta fines del xv i r i con traducciones o imitaciones exóticas; pero ya en el x ix , y en el apogeo del periodo romántico, escriben bien acerca del tema, pr incipalmente L a r r a , Espronceda y Escosura, y al mediar el siglo se desarrolla y cult iva la novela de recuerdos históricos por Luque, Cánovas, Balaguer, Caste-la r y Fernández y Gronzález, el más fecundo y popular de to-dos, al par que las novelas de costumbres se multiplican por una serie de autores, cuyos nombres no es necesario señalar ahora , pues cualquiera puede entresacarlos, sin g ran t rabajo , de alguna de las muchas obras referentes a la historia de la lengua y l i te ra tura castel lana, pr incipalmente la de Cejador, y sin embargo, no fa l ta r ían lamentables pretericiones, aunque sería imposible omitir los nombres de Alarcón, Valera, Pere-da, Balaguer, Pérez Galdós y Coloma, ent re los que fueron nuestros compañeros, y los de Picón, Ortega Munilla y Ricar-do León, ent re los que lo son.

Bien se comprenderá que el breve resumen de la historia de la novela que hecho queda, sólo a Europa se refiere, conse-

Page 62: La novela social

— 60 — .

cuencia de las dificultades que existen pa ra procurarse datos determinantes del estado de la l i te ra tura novelesca en la ma-yor pa r t e del mundo, lo que lamento tanto más cuanto que tengo el convencimiento de que en futuro no muy remoto la hegemonía universal será a lcanzada por pueblos de Asia y de América, que con sus costumbres cambiarán las nuest ras , t ras tornando por completo la base de toda la l i te ra tura y prin-cipalmente de las novelas.

Estas, contando sólo con lo ar r iba historiado, podríamos dividirlas, conforme con los preceptistas, en míticas, satír i-cas, pastoriles, de costumbres, erót icas , cómicas y humorísti-cas, y siguiendo a Gutiérrez-Gamero en su discurso, fijar en las novelas modernas los grupos de románticas, históricas, real istas, natural is tas , psicológicas, políticas y sociológicas; pero tantas divisiones y subdivisiones son completamente in-útiles además de a rb i t ra r ias , y nunca suficienCes, pues por regla general en cualquier obra que se considere se reunirán condiciones de las que se pretende carac ter izar en cada grupo de los pr imeramente separados como distintos, con lo cual de-berían aplicarse denominaciones compuestas, como psicológi-co-realísta, romántico-natural is ta , histórico-política, e tc . , et-cétera . Todo se sa lvar ía con no apl icar a las novelas más dic-tados que los de sat í r icas y de costumbres, como suficientes por completo.

Mas así como no debe admitirse, sino cual paradoja , que h a y a novelas históricas, pues reemplazar la historia con la fábula seria sustituir la verdad con la mentira , absurdo a que conduciría el título eu cuestión; aun cuando sea cierto que toda buena novela es t rasunto fiel de acontecimientos posibles en el t iempo y en el país en que se supone acaecido lo novela-do; pero aquélla nunca podrá serv i r como documento históri-co, y únicamente será tolerable que se estime eu este sentido cuando la obra describe algo re fe ren te a determinado período, '

Page 63: La novela social

— tíi —

lo que na tura lmente conduce a unir la l lamada novela histó-rica a la de costumbres, sin otra diferencia sino que en la pri-mera se habrán t ra tado acontecimientos politices de tiempos pretéri tos, mient ras la segunda r e t r a t a hechos correspondien-tes a la vida contemporánea.

Pretende el Sr. Gamero distinguir de la novela de costum-bres, la novela social, juzgando que ésta es capaz de influir en el campo de las inclinaciones y usos y hasta en el estado político de los pueblos, aun cuando reconoce que la novela va r i a en su modo sujetándose a las condiciones de la vida de las naciones.

Y esto, a mi parecer , contradice lo pr imero y confirma que la novela representa únicamente lo que el autor sabe o entiende de sociologia, y por ello nada podrá dictar pa ra lo futuro, aun cuando pre tenda actuar más que como novelista cual propagandis ta deseoso de t rans formar la organización y l a vida de las sociedades existentes, tanto más cuanto que, por regla general , los ciudadanos de cada pueblo o desconocen a los de las otras nacionalidades, o cuando más lo que de ellos saben es antiguo y has ta olvidado.

De todos modos, estimando que la denominada novela so-cial no es sino un caso par t icular de la novela de costumbres, y que si parece que algunos autores la han empleado en oca-siones como pregón o p ropaganda excitantes de raetamorlosis más o menos posibles y deseables en las organizaciones de los pueblos, yo pienso que esto sólo podrá aceptarse por quienes desconocen la real idad de los hechos que suceden en diferentes nacionalidades y que juzgan por noticias de fe dudosa, o cuando más por impresiones adquir idas en ráp ida observación siempre sometida al pensamiento propio, que f recuentemente estima como general lo que es eventual y f ru to del acaso.

Asi Sterne, porque al l legar a F ranc ia tropezó en Calais con una guantera de opulentas formas y de pelo claro, escribió en

Page 64: La novela social

— G-2 —

SU Viaje sentimental «que todas las f rancesas eran rubias y tan metidas en carnes como las flamencas de los cuadros de Ru-bens», lo que hace pensar en el cuento del emigrante español que al llegar a América, adonde iba en busca de for tuna, por-que, según le habían dicho, allí el oro abundaba por todas par-tes, como al desembarcar en Ja Habana hallase en la acera del muelle una onza de oro, dándola un puntapié exclamó: «¡Pronto vienes a fastidiarme!» '

Caso bien notable del desconocimiento general en todos los pueblos del estado en que se hal lan las naciones ex t ran je ras , es el ocurrido a los Ministros del tercer Imperio francés , cuan-do con g ran alborozo declararon en 1870 la guer ra a Alema-nia , creyendo que allí donde re inaba sin contradicción la filo-sofía pante is ta de Hegel, el casco puntiagudo cubría todos los cráneos, la ordenanza mil i tar imperaba por doquiera, y el país entero e r a una fábr ica de a rmamentos y un bazar de cuantos objetos industriales necesi taba el comercio más por-tentoso, sólo existía un pueblo creyente y pacifico, en el cual todas las fratileins reproducían exac tamente el tipo de Marga-r i ta , la de Fausto, y que los feraces campos de Babiera y de Prusia , no pasaban de ser jardines infinitos cuajados de vergiss mein night (Nomeolvides); con lo que resultó el desastre, has-t a entonces sin ejemplo en la historia de F ranc ia .

Y qué decir de lo que ocurría en España al comenzar la guer ra contra los Estados Unidos en 1898, cuando la inmensa mayor ía de nues t ras gentes juzgaban que con enviar unos vo-luntarios y algunos barcos a Nueva York se tendría más que suficiente p a r a tomar la ciudad, a r r a sa r las casas de veinte pisos, y antes de t rae r a Cádiz multitud de prisioneros y aco-razados en remolque, cobrar un tr ibuto de dólares en buen oro, o por lo menos en p la ta , pues nadie quería que la multa pudiera llegar a pagarse en ochavos, como al fin se cobró la de Marruecos en 1860.

Page 65: La novela social

— (JS —

Contra este desconocimiento de lo ajeno hay que estar siempre prevenido, y por ello sospechar, pa ra el caso de las novelas, de escritores exóticos, que es fácil no se hayan podi-do entender sino muy r a r a vez en su verdadero sentido, y que obras referentes a costumbres contemporáneas ciertas y en acción, reputadas como fruto de apóstoles y sectarios de nue-vas ideas, no tengan semejante valor . Peligro que se cor rerá si, pa ra juzgar lo ajeno, sólo se cuenta con el excesivo amor a lo propio, estimado por esto como lo mejor, aun cuando re-sulte muy patriótico decir con Beranger:

J'aime qu'un Russe soit un russe et qu'un Anglais soit un anglais qu'un Prussien aime la Prusse, mais qu'an Français soit tin français.

Lo que indudablemente es más elegante, aun cuando ta l vez menos cierto, de lo que Bar t r ina cecribia:

Oyendo hablar a un hombre, fácil es entender dónde vió la luz del sol; si habla bien de Inglaterra, es un inglés, si aborrece a Alemania, es un francés, y si habla raal de España, es español.

Entendamos, pues, que si la novela en cada pais es mues t ra de las costumbres del mismo, claro es que la l i te ra tura actual ha de reñejar , dando fe, la grave crisis porque a t raviesa el mundo entero después de la espantosa guer ra sufr ida, com-parable con un cataclismo cósmico por lo que a tañe a las sociedades existentes, y eato ha de t raducirse en cambios ra-dicales, f ruto de las mayores osadías de pensamiento, a los cuales deberá darse paso franco, pues sólo atendiendo aspira-ciones, rea lmente just iñcadas, podrá evitarse la intervención de la violencia.

Page 66: La novela social

— 6'l —

Apoya. Gamero, pr incipalmente, su tesis de que la novela social sirve de agente verdadero en la m a r c h a del progreso de las naciones, analizando con detalle el t raba jo de buen nú-mero de novelistas rusos, escandinavos y alemanes, lo que yo no debo aceptar , sin examen, desconociendo como desconozco la producción original do aquellos escritores, pues apenas si acierto a leer el a lemán, del ruso no conozco más que dos pala-bras, y si en muchas ocasiones rae he hecho el sueco, era me-tafóricamente, pues he ignorado siempre por completo lo que suecos y suecas podrían decirse en su lengua.

Por t an to , d é l a labor pr imera sólo he podido en te ra rme por traducciones que no deben aceptarse con entei'a confianza, dada la distinta r aza de los t raductores que les h a r á sentir y pensar de manera bien diferente a la de los autores ; y a pe-sar de estas circunstancias, difiero do la opinión de mi cama-rada , pues no encuentro en las obras en cuestión nada que, aun cuando censure el estado de las costumbres de los pueblos en que aquéllas so produjeron, pueda tomarse como bandera de rebeldía que h a y a de ondear al f ren te de sociedades fu tu ras .

y esto se confirma analizando lo poco que representan pa ra la evolución social de sus respectivos países los novel is tas in-gleses, f ranceses e italianos, pues se ve cuán escasamente ha variado la condición moral de Ing la te r ra por la acción de los libros de Oscar Wilde, por ejemplo, esci'itos después de ser pú-blicos Los escándalos de Londres. Ni Zola descubre nuevos hori-zontes (conforme ahora se dice) re la tando las concupiscencias y desmoralización de F r a n c i a al fin del te rcer Imperio; ni Man-zoni, primero; ni D'Amicis, ni D'Anunzio, después, est imulan de verdad nada de lo que como reivindicación ansia el proleta-riado italiano; ni Galdós en España llega a ac tuar socialmen-te, pues sus novelas sólo son relatos de costumbres del siglo en que vive; y cuando en el Teat ro Español estrenó el d rama Electra, produciendo entusiasmo tan extraordinar io en el pú-

Page 67: La novela social

— 65 — .

blico, que se sostuvo, en sucesivas representaciones, de tal modo que los espectadores, al final de cada acto, puestos en pie, al mismo tiempo que aplaudían al autor , pedían a los mú-sicos que tocasen el Himno de lliego y La Marsellesa y enron-quecían dando vivas a la l ibertad y a l libre pensamiento, cuéntase que, saliendo dos amigos de una de estas funciones, como uno de ellos preguntase al otro lo que más le habia gusta-do de iJíecíra, éste contestó: «los entreactos». Dicho que re-velaba la existencia de una aspiración general dirigida hacia nuevas tendencias sociales, que relegaba a segundo término el valor de la obra en sí. No era ello, pues, sino que Galdós había acertado a expresar el sentir social, sin que por ello aparecie-se cual caballero justador propagandista de nuevas ideas.

Viene esto a confirmarse observando que loa demagogos no actúan con escritos, pues en el mundo entero están en inmensa mayor ía los que nada leen, y como las opiniones de la multi-tud ae forman por oidaa, los propagandis tas , aea de lo que fuere, actúan con discursos, conferencias y exposición de pro-gramas , y a lo más editando folletos reducidísimos que cual-quier sectario puede leer en breve rato ante loa concurrentes a un mitin.

No acatando, pues, la idea del recipiendario respecto a la influencia de los novelistas en las fu turas sociedades, insisto en que el porvenir no corresponde a la novela, pues a nadie es dado ni aun presumir .con algún acierto cómo serán las fu-turas costumbres, y a que, como ha dicho Campoamor:

»Llevan al mundo a puntapiés.los bechos.»

Y no es que únicamente niegue la acción de la novela so-cial, o de costumbres contemporáneas, en el adelanto o trans-formación de la vida de los pueblos, sino que entiendo que en ello tampoco influye el conjunto de la verdadera l i teratura, y

Page 68: La novela social

— 66 ~

para afirmarlo, he de exponer algunas consideraciones inspi-radas en lo que, con el título de Propileos, h a dado a la estam-pa recientemente el Dr . César Juarros .

Conocido está que aun ent re la na t a de las sociedades, las preocupaciones diarias superan al interés que puedan propor-cionar las lecturas l i terarias , y a que el estado psicológico ge-neral y de cada uno es más rico en emociones que aquéllas, mejor que sentidas representadas por los personajes ficticios de dichas obras, pues nada puede emocionar de verdad a quien suíre el sobresalto de no ser independiente y halla el porve-nir representado por enigmas a que no puede aplicarse cosa alguna evidente.

Fueron siempre los literatos tejedores de piadosas mentiras , y como los poetas de ahora no logran inventa r nuevas false-dades verosímiles y están desacredi tadas las antiguas, las obras que se producen no interesan sino a los técnicos, por más que el verdadero li terato siempre haya sido y sea el cice-rone que l lama la atención de bellezas que, sin su concurso, hubieran pasado inadvert idas.

Pero si las manifestaciones del a r te l i terario no son, ni tri-buna donde perorar halagos, ni artilugio para descubrir secre-tos, la l i teratura, sin embargo, tiene el mérito do hacernos part ícipes de alegrías y dolores ajenos, y habilidad bas tante pa ra que nos interesemos por la suerte de gentes que real-mente nos tienen sin cuidado; si bien cada día hay menos per-sonas capaces de l lorar por las calamidades del héroe de la novela favori ta . Por ello, aunque los l i teratos t r a t an de av ivar las emociones consoladoras, no pueden realizar semejante pro-digio, pues están secas las fuentes de la inspiración mitica; los grandes imaginat ivos quedaron anonadados ante las ma-ravi l las de las ciencias, aun cuando éstas sólo los iniciados puedan apreciar las debidamente.

No obstante, hay que pensa r en que algún día volverá la

Page 69: La novela social

— 67 ~

poesía a consolar a los ansiosos de consuelo, cuando la canción se cante en el mismo lenguaje de aquellos que la escuchan, es decir, que cada profesión h a de tener sus poetas, pa ra que los hombres hambrientos y sedientos de idealismo puedan volver sus ojos a contemplar la belleza real izada, pero claro es que nunca a e s t i m a r l a de fu turas utopías.

Podrá asi darse el caso de que huyendo de buscar emocio-nes en las alegrías y duelos de personajes ficticios, alguien encuentre mayor satisfacción leyendo un libro tecnológico cualquiera que hasta entonces no le había importado, que re-flexionando acerca de la transcendencia ñlosóflca de bri l lante oda míst ica.

En este modo también comparte el Sr. Gamero las ante-riores apreciaciones reconociendo que determinadas invencio-nes de la ciencia pueden parangonarse con las mejores con-cepciones novelescas, y cita al efecto los nombres de Pas teur y de Herchell , idea que yo quiero af lrmar sosteniendo no h a y novelista capaz de fo r j a r nada que venza a la belleza e interés de algunos—muchos—descubrimientos científicos.

Estudiando en su gabinete el astrónomo f rancés Leverr ie r la m a n e r a de explicar los movimientos del planeta Urano, su-jetos a una per turbación desconocida, llegó a determinar ma-temát icamente la masa , órbita y posición en el espacio de un astro desconocido originador de aquella per turbación, y lo anunció públicamente en sesión de la Academia de Ciencias de Par ís en l . ° d e Junio de 184G, señalando la situación que el dicho astro tendr ía en el cíelo el 1.° de Enero del año si-guiente.

Transcurr idos tres meses, el astrónomo alemán Galle halla el nuevo planeta , y para la fecha señalada, del 1." de Enero de 1847, llega Neptuno, que asi se le denomina, según com-prueban diversos Observatorios, a una longitud coincidente con la calculada a priori por el sabio f rancés . Maravilloso tr iunfo

Page 70: La novela social

— s e -

de la matemát ica , que únicamente combaten los que nada sa-

ben de ella porque fueron incapaces de entenderla . Y qué decir de cómo se han verificado y aplicado loe múl-

tiples inventos en los Estados Unidos de América , de Edison, el mago de Menlo-Park; de Nobel ideando en Suecia la dina-mita; de los ingleses Lord Rayieigh y Rarosay separando y dando a conocer los gases Argo, Cripto y Neo, confundidos por todos los químicos con el nitrógeno del aire; de la telegrafía sin hilos de Marconi, y, por fin, p a r a no mult ipl icar indefinida-mente las citas, el hallazgo l levado a cabo por el matr imonio Curie del meta l tan ra ro como escaso l lamado Radio, cuyas sa-les, sin consumirse en su masa, ni a l terarse en su forma, ofre-cen los ext raordinar ios fenómenos de desprender espontánea e indefinidamente rayos caloríficos y radiaciones eléctricas.

De todos modos, la ineficacia emotiva de la l i t e ra tura ac-tual depende, sin duda, de que nos hal lamos en momentos de honda crisis espiri tual y social, y es bien sabido que en medio de las grandes tormentas pocas aves son capaces de volar , y menos las que se a t reven a can ta r anunciando los albores de un nuevo día.

P a r a insistir en lo referente a la tesis sociológica que sirve de fondo al discurso leído por el Sr. Gamero, huyendo de in-venciones, aprovecharé lo mejor que pueda algo d é l o que recientemente han publicado, ent re otros competentes escrito-res, Alomar, Bobadilla (Fray Candil), Cansinos Assens, Orte-ga Gasset, Zozaya y Zulueta, pues con ello tengo más que su-ficiente pa ra mi propósito.

Fác i l es entender que después de la terr ible prueba de la guer ra universal t ras tornadora de todas las instituciones polí-t icas , sociales y económicas, pr incipalmente acusada con las feroces sacudidas de los soviets rusbs , se h a n desarrollado con ímpetu los apeti tos del proletariado de todo el orbe para ac tuar violentamente en la t ransformación radica l de la vida de los

Page 71: La novela social

— 69 — .

pueblos, y las sociedades actuales sufren el sobresalto de per-der sus condiciones de independencia y has ta su existir , si bien acar ic ian esperanzas de salvación que, como descono-cidas, son seductoras, tanto más que según demuestra la ex-periencia, cuanto mayor es la rudeza de una per turbación social menor es su permanencia ; cumpliéndose así la ley de la dinámica de ser la reacción exactamente proporcio-nal a la acción, conforme la tempestad es seguida por la cal-ma y el río desbordado vuelve a su madre en cuanto pasó la tormenta .

Pero el cambio de relaciones ent re las clases sociales se ha efectuado con rapidez antes no presumible, y esto exige solu-ciones que respondan a lo sustantivo y concreto y no a ideo-logías va.gas, si bien no puede olvidarse que los pueblos nece-sitan pa ra existir y conservarse , contar con un ideal contra-puesto a un positivismo sin fe y sin espiri tualidad, que sólo podrían tolerar los excépticos e indiferentes, que afortunada-mente son cada día menos.

• Claro es que esto se opone en par te a las radicales e ins-tantáneas aspiraciones de las masas , donde se han hecho ger-minar , con evidente mala fe, deseos amorales que son conse-cuencia de la exaltación de las multi tudes.

Tra tando Nietzche del problema en cuestión, fustigó con excesiva dureza, pero con justicia, a las dichas multitudes, es-cribiendo: Las masas son incapaces de ideas elevadas, y por

. ello, así como los seres s irven a la Naturaleza sin comprender los fines de ésta, la sociedad debe asegurarse el concurso de las multi tudes fomentando sus ilusiones con la esperanza de una felicidad r a r a vez posible, pero que se ha de conseguir, confor-me buscan aquélla las c r ia turas aceptando el dolor y las con-t rar iedades con esperanza nunca perdida. La principal de se-mejantes ilusiones ea el patriotismo, pero como éste divide a los pueblos fomentando el odio y la crueldad, es necesario ot ra

Page 72: La novela social

— 70 — .

ilusión, cual es la d é l a religiosidad, cuyos dogmas simbolizan la unión por la caridad y el amor a todos los humanos.

En estas condiciones el problema social no estr iba en la re-solución de var ias ecuaciones con igual número de incógnitas, sino en sat isfacer las var ias de una ecuación sola, lo que de ordinario, es imposible.

Por ello, dando cuenta un l i terato de la publicación de un libro de Oscar Ki-ostz, t i tulado Las siete alegñas de la vida—que considera son: Belleza, Elegancia, Amor, Triunfo, Salud, For-tuna y Juventud—, manifiesta que cabe 'a f i rmar que pa ra mu-chos es equivocada y demasiado extensa la clasificación, pues la mayor ía de las gentes t endrán bastante , pa ra conseguir la alegría del vivir , con salud, juventud y for tuna, ya que la be-lleza es muy re la t iva , mucho más láe leganc ia , y el amor y la gloria la obtendrán como añadidura los que, además de jóve-nes, cuenten con salud y dinero.

Mas todo esto no contradice, antes af irma, que pa ra bus-ca r soluciones a los graves problemas sociales con que nos en-contramos ha de atenderse, no a lo que los individuos aislados agrade, sino a lo que interesa y requiera la psicología de las multitudes, pues debe desconfiarse de las opiniones singulares, por regla general manifiestas con el artificio consiguiente a que casi todo el mundo predica lo contrar ío de lo que ejecuta. Pero este es un t raba jo que pocos quieren hacer , ya que, como ha dicho un autor inglés, «la mayor pa r te de los mortales pasa por el mundo sin ot ra pretensión que la de gas tar la cant idad menor de pensamiento».

De aquí la dificultad de in t e rp re t a r el sentir de cada uno de los agrupados pa ra cualquier asunto de interés común, cre-ciendo la duda a l aprec iar el pensamiento general . Mas es cier-to que la evolución social que exper imentan hoy todos los paí-ses obedece a causas tan poderosas que, con sus efectos, han de vencer las mayores resistencias, y sólo es dable, pa ra evi-

Page 73: La novela social

— 71 — .

t a r funestos resultados, introducir gradualmente reformas que puedan l legar a ser hondísimas y contrapuestas a la servidum-bre que es hoy la t ex tu ra de la organización política y econó-mica del mundo, que en provecho de pocos per judica a los más.

Es también muy de atender que la crisis general existente se ha extendido a la abolición del respeto, el cual, según el autor f rancés Cartaul t , en su libro El Intelectual, «es el recono-cimiento reflexivo de una superioridad a que se r inde homena-je y ante la cual es preciso inclinarse, lo que a rguye humildad y abnegación, contrariaB a toda crítica que t ienda a la mofa y al ridículo con la consiguiente fa l ta de consideración».

Pero hoy se discute todo, no h a y je rarquías , todos se creen iguales, el escritor incipiente gr i ta contra las reputaciones hechas, el char la tán vocifera contra el orador consumado; el discípulo llama ignorante al maestro; el ingeniero o el médico pr incipiantes , t i ldan a los que son sus precursores de atra-sados y rut inarios, y todo es porque hay que abr i rse paso en la vida procurando a lcanzar los primeros puestos en el tiempo más breve y con el menor t raba jo, siquiera los resultados sean efímeros.

Nada más oportuno que recordar aquí el gracioso argu-mento de una comedia de Noziere, t i tulada Tm vie est belle, re-presentada recientemente en Par ís .

El rico burgués Puiglard se halla muy preocupado y teme-roso, ante la posibilidad de un cambio social, que como inmi-nente aparece de la lectura de los periódicos que llegan al Castillo, donde, casi de incógnito, vive aquél en compaflia de su amiga Magali, de u n a secretar ía , la señorita Gautier , y de varios servidores fíeles. Da, pues, orden de p repara r un via je al ex t ranjero , huyendo del peligro, y cuando las maletas están cerradas , todo el mundo dispuesto y el automóvil a la salida del parque, los acontecimientos se precipi tan, el cañón truena y la puer ta del castillo es forzada por una banda de soldados

Page 74: La novela social

— 72 ~

rojos, al mando de un delegado de los soviets, el ciudadano Roussell, quien toma posesión inmediatamente de la ar is tocrá-tica morada, con su despensa y bodega bien provistas, com-pleta servidumbre y flamante automóvil, encontrando además muy de su gusto la Castellana y todo superior pa ra pasa r bien la vida.

Puiglard se resigna a lo inevi table y ácepta el cargo de ayuda de cámara de Roussell, pero sin t r aba j a r más de ocho horas diarias, en compañía de la que fué antes su secre tar ia .

Combinan ambos un plan pa ra res tablecer el orden anti-guo, pero antes de ponerlo en prác t ica , un aviso telefónico anuncia a Roussell que h a tr iunfado la res tauración y que la revolución está vencida.

Huye el delegado de los soviets con Magali, y vuelve Puiglard a ser el amo del castillo, arreglándose con la se-ñori ta Gaut ier .

Ha querido demostrar Noziere con su comedia, bien opti-mista , que las más terribles conmociones sociales no pasan de la superficie y que los hombres se ada.ptan tanto a las circuns-tancias que aun en las más crí t icas pueden hal lar buena la vida completada con la esperanza de ser todo transitorio.

Mas al l legar aquí, dudo y temo si t endrá algún valor cuanto opino, pues al escribirlo me encuentro con un artículo que publica uno de los principales periódicos de Madrid, con el t í tulo "Los estudios matemáticos y el culto de lo feo», donde el autor , t raduciendo a otro francés , sostiene «que es t an t a ver-dad como la luz del sol rad ian te en un cielo azul, el que las matemát icas a fean y deforman el espíritu, haciéndole inepto pa ra sentir la belleza».

Como yo me precio de tener algunas puntas y r ibetes de matemático, sé que el original de lo que ahora se dice y se ha dicho el año pasado en el prólogo de cierto librejo, está en unos art ículos que acerca «del estudio de las matemáticas» se

Page 75: La novela social

— 73 — .

publicaron en La Revista de Edimburgo en 1836, por W . Ha-milton, profesor de filosofía, t ra tando de combatir inúti lmente un t raba jo dado a luz por el Sr. Whewell , célebre maestro de la Universidad de Cambridge, en un opúsculo ensalzador de las matemát icas . Los dichos art ículos fueron vertidos primero al f rancés y después al español (1), y no nos queda duda de que los recordadores del profesor inglés no saben ni una pa-labra de la ciencia de que hablan, a no ser que sean tan iellos sujetos que por ello escapen a mi comprensión, «por hal larse mi espíritu anquilosado y mi entendimiento cubierto por las te la rañas que en él pusieron ecuaciones, polinomios, tangentes y números primos», como dice el ñamante art icu-lista, creyendo sin duda que las dichas pa labras son cabalís-t icas y representantes de cosas próximamente iguales por lo abs t rusas .

Lo que afirmo es que aprecio la belleza del ar te , de la ciencia y de la Naturaleza , y por ello me atengo a lo dicho de que la no'frela social es f ruto de las costumbres del país en que se escribe, pero no agente t ransformador de ellas, aun cuando admito con buena lógica, como alguna vez me ha dicho el insigne maes t ro D. Rafael Conde y Luque, Conde de Leyva , que lo t ranscendente se verifica en lo real y mater ia l , y que en todo lo real v i r tua lmente se halla lo t ranscendente , lo que viene a confirmar el conocido apotegma: «Todo está en todo», que t an gal lardamente incluye el gran Campoamor en su precioso pequeño poema titulado Los amores de una Santa, cuando dirigiéndose a Florent ina, la protagonista de la histo-ria, dice lo que voy a copiar, pa ra que recordándolo con pla-cer general , puedan cuantos me escuchan dispensar lo ingrato de mi pe ro ra ta .

(1) T e n g o e n mi pode r !a t r a d u c c i ó n española , q u e c o n s t i t u y e u n folleto de 53 p á g i n a s e n oc tavo . Es olirà m u y r a r a y sin p o r t a d a a l g u n a .

Page 76: La novela social

— 74: ~

En el solemne d ía en el que f u i a romper , con h o n r a mía , por orden de tas pad re s tu c lausura , cuan.do acaso env id iando tu v e n t u r a todo un corro de mon ja s me veía con esa candorosa bebe r í a con que contempla un a ldeano a un cu ra . «¿Quién me da r í a un libro?», de r epen t e g r i t é al corro embobado y reve ren te .

Y una mon ja cubier ta con un velo sulícita a mi anhelo, «¿De qué clase?», p r e g u n t a cortésraente, con el a i re t r iunfa l de u n a ro man a . «La clase me es del todo ind i fe ren te —me a t r e v í a rep l icar—pues so lamente suelo leer pa ra dormirme, hermana .» Y al volver con dos tomos en l a m a n o , me dijo hecha una sab ia de este modo: «¿Queréis un libro místico o profano?» «Me es igual —contesté—foií < está entódo.^ «Pues si todo está en todo, ah í v a cualquiera» me repl icó a r r o j á n d o m e una g u í a con la acre m a n s e d u m b r e de u n a f iera. Y ai i rme yo a q u e d a r mien t ras leía, dormido como un santo de made ra , oí que te decía; «A ese I lustre jumento que ha venido a saca r t e del convento , le son ind i fe ren tes ¡¡or lo visto, e) Angel, s i n i g u a l , de las Escuelas, La Imitación de Cristo, o El arte de tocar las castañuelas-'

«¡Ah, no! No es de un jumento la ex i s tenc ia del que en l a r g a a u n q u e estéril enseñanza, bebió el opio del a r t e y de la ciencia y que, al fln, c a d a g r a n o de expe r i enc ia le ha costado cien onzas de esperanza , y además mil a r r o b a s de pacjencia .»

Y p a r a c o n c l u i r , d i r é q u e l a n o v e l a , a m i e n t e n d e r , no

d e b e s e r n i a r e n g a d e p r o p a g a n d i s t a , n i s e r m ó n d e m i s i o n e r o ,

n i r e t r a t o fiel d e h e c h o s d e t e r m i n a d o s , p u e s p a r a i n s t r u i r de-

l e i t a n d o a l a m a y o r í a d e l a s g e n t e s , n i c o n v i e n e i n c i t a r l a s a

Page 77: La novela social

— 75 — .

peligrosa rebelión, ni hab la r de una moral absoluta que pocos entenderán , ni todas las cosas son presentables en buena so-ciedad con entera crudeza, pa ra evi tar que se reproduzca lo ocurrido hace pocos años en Lisboa, cuando allí se erigió al g ran novelista E^a de Queiroz el hermoso monumento que tiene el pie ornado con la es ta tua de la verdad conforme es costum-bre represen ta r la al salir del pozo, lo que produjo verdadero espanto en algunas personas, ent re ellas a los dueños de un palacio frontero, que cerraron hermét icamente puer tas y ven-tanas desde el día de la inauguración del monumento, pues dijeron que as meninas nao doiven ver a verdade, lo que además de ser chistoso es también expresión de un gran concepto psicológico.

En fin, cualquiera que sea el resultado de lo escrito por el Sr. Gutiérrez-Gamero, definiendo su tema, y lo que por co-rresponder a mi cometido de vocero de la Academia he apun-tado, de cierto que todo no pasará de ser especie de novela con que dos buenos burgueses han procurado hacer pasar el ra to a unas cuantas personas pacíficas.

V a l e ,

Page 78: La novela social

•• r. '

i-ir-.- ' / x . ' , ! . " Oí.

. . . . -y \ ^ ' . - • • f - . -̂ LiíTk.»« .V J<

arj^ t í ' ' ir. ^

v -ti

'')•.•> il'u-.'';,-

M^Mtimi