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LAS NECRPOLIS DE CDIZAna M Niveau de Villedary y Marias Vernica Gmez Fernndez (Coords.)En el mes de febrero de 2008 nos enterbamos de la grave enfermedad que aquejaba a nuestro compaero y amigo Francisco J. Sibn Olano, a quien todos conocamos por Rubio. En esos duros momentos, cuan-do nada haca presagiar tan triste y rpido fnal, se gest la idea (que l conoca y comparta) de reunir a todos los colegas arquelogos, amigos en su mayor parte, en un encuentro que aunque con un trasfondo ci-entfco l quera que se desenvolviera en un ambiente informal.La idea de convocar esta reunin fue tomando cuerpo en aquellas se-manas que precedieron a su desaparicin. No quera irse sin la certeza de que su esfuerzo haba merecido la pena, que toda la informacin ge-nerada por su trabajo haba contribuido al mejor conocimiento de nue-stropasado.Endefnitiva,elobjetivoqueperseguamosorganizando aquel encuentro era demostrarle, aunque en realidad no era necesario, que los aos que dedic a la Arqueologa haban dado sus frutos. Desgraciadamente, Rubio se nos fue sin que nos diera tiempo ir ms all del primer llamamiento. A comienzos de abril su corazn dejaba de latir y sin su presencia fsica la idea, tal y como se concibi, dejaba de tener sentido. No obstante, nos pareca que la generosa respuesta que haba tenido nuestra convocatoria entre los compaeros no deba caer en saco roto, de ah que de la idea inicial se pasase a considerar la posi-bilidad de reunir en un volumen las aportaciones de todos aquellos que haban mostrado su inters por participar en este particular homenaje en vida que lamentablemente nunca pudimos llegar a realizar. Nospropusimosentonceslaedicindeunamonografaquesirviera adems de exponente del cambio de orientacin que est teniendo lugar en la arqueologa gaditana en general y en la funeraria en particular des-de hace unos aos y contribuir en la medida de nuestras posibilidades al avance de la investigacin, reuniendo en un mismo volumen los re-sultados de proyectos y trabajos en marcha que estn cambiando sensib-lemente la percepcin que se tiene de la Historia de Cdiz y que estn aportandosignifcativasnovedades.Elresultadofnal,queesperamos que no defraude, es la monografa que el lector tiene entre sus manos.LAS NECRPOLIS DE CDIZAPUNTES DE ARQUEOLOGA GADITANA EN HOMENAJE A J.F. SIBN OLANOAna M Niveau de Villedary y Marias / Vernica Gmez Fernndez (Coords.)APUNTES DE ARQUEOLOGA GADITANAEN HOMENAJE A J.F. SIBN OLANOColabora:LAS NECRPOLIS DE CDIZAPUNTES DE ARQUEOLOGA GADITANA EN HOMENAJE A J.F. SIBN OLANOAna M Niveau de Villedary y MariasVernica Gmez Fernndez (Coords.)CDIZ 2010La preparacin y edicin de este libro ha contado con financiacinde la Consejera de Innovacin, Ciencia y Empresa de la Junta de Andaluca Servicio de Publicaciones de la Diputacin de Cdiz Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cdiz De cada uno de los textos: Sus autores De cada una de las imgenes: Sus autoresCoordinadoras de la edicin:Ana M Niveau de Villedary y MariasVernica Gmez FernndezReproduccin de fotografas del Museo de Cdiz.Consejera de Cultura de la Junta de Andaluca. ISBN: 978-84-92717-06-4 ISBN: 978-84-9828-313-6Coeditan: Servicio de Publicaciones de la Diputacin de Cdiz C/ San Jos, 7 dpdo. 11004 - CdizServicio de Publicaciones de la Universidad de Cdiz C/ Doctor Maran, 3 11002 Cdiz (Espaa) www.uca.es/publicaciones [email protected] y maquetacin: CandelaInkImprime: Lnea OffsetDepsito Legal: CA 546-2010Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o transformacin de esta obra puede ser realizada con la autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista por ley. Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derecho Reprogrfcos: www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algn fragmento de esta obra.J. Francisco Sibn Olano, RubioIn MemoriamndicePresentacinAna M Niveau de Villedary y Marias y Vernica Gmez Fernndez.Prlogo Agustn Sibn OlanoI. La Necrpolis Fenicio-PnicaSobre la cronologa de la necrpolis fenicia arcaica de Cdiz Mariano Torres OrtizLa necrpolis fenicio-pnica de Gadir. Refexiones a partir de un discurso identitario no esencialista Eduardo Ferrer AlbeldaEnterramientos fenicio-pnicos hallados en 1997 en un solarde la C/ Tolosa Latour (Cdiz) Francisco Alarcn CastellanoEl sarcfago antropomorfo femenino de poca pnica:sacerdotisa de Gadir?Ana Abia MaestreUrnas pintadas de tradicin prerromana en la necrpolis de Cdiz Ester Lpez RosendoDe comensalidad funeraria: las fosas como testimonio de la celebracin de banquetes funerarios. A propsito de dos fosas excavadas en la Ciudad de la Justicia (Cdiz)Ana M Niveau de Villedary y Marias15252931 69 9312114517912La otra necrpolis de Gadir/Gades. Enterramientos asociados a talleres alfareros en su hinterland insularAntonio Sez Romero y Jos Juan Daz RodrguezII. La Necrpolis RomanaEspacio y usos funerarios en el Gades romano: un lujo sacrifcable?Desiderio Vaquerizo GilLa necrpolis altoimperial. Nuevos datos a partirde los resultados de la excavacin arqueolgica realizada en la Avenida de Andaluca, 35 (Cdiz) Vernica Gmez Fernndez y J. Francisco Sibn Olano Muriendo en Gades en la Antigedad TardaDaro Bernal Casasola y Jos Lagstena GutirrezIII. La Necrpolis IslmicaLa maqbara de CdizFrancisco Cavilla Snchez-MoleroIV. Epigrafa y NumismticaEpigrafa y cronologa: el nuevo grafto fenicio procedentedel solar de la Calle Ancha de Cdiz y su eventual datacinpaleogrfca Jos ngel Zamora LpezEpigrafa de la Ciudad de la Justicia, Cdiz Antonio Ruiz CastellanosMonedas para el Ms All. Un primer acercamiento desdela Necrpolis de Cdiz Alicia Arvalo Gonzlez33944745925134138740744946148550713V. Anlisis PaleoantropolgicosEstudio bioantropolgico de los restos seos humanos cremadosprocedentes de la excavacin del solar de Tolosa-Latour 1996 (Cdiz). Identifcacin de un agrupamiento familiar en una urna de incineracin feniciaM Milagros Macas LpezPerfl antropolgico y paleopatolgico del enterramiento n 17 procedente de la necrpolis romana de la calle Arcngel San Miguel, en Cdiz Juan Fernndez de la GalaVI. Varianforas bticas de poca augusteo-tiberiana. Una retrospectiva Enrique Garca VargasEl Horno Romano de El Gallinero (Puerto Real, Cdiz),ao Cero Manuel J. Parodi lvarezAlfar RomanoRita Bentez Mota, Pedro Lus Ruiz Macas,M Jos Torrejn Garca y J. Francisco Sibn Olano 529579531557625649581LA NECRPOLIS FENICIO-PNICA DE GADIR . REFLEXIONES A PARTIR DEUN DISCURSO IDENTITARIO NO ESENCIALISTAEduardo Ferrer AlbeldaUniversidad de Sevilla1RESUMEN: Planteamos en estas pginas una refexin sobre los rasgos iden-titariosdelapoblacindeGadirdurantelossiglos VI-IIa.C.Primeramente sometemosacrticalashiptesisylosargumentosqueestablecenunanica identidad tnica de los fenicios occidentales por oposicina la cartaginesa, as como la idea de un liderazgo poltico-religioso de Gadir sobre el resto de las comunidades pnicas de Iberia. En segundo lugar proponemos cules pueden ser los factores que crean identidad, entre ellos el sentimiento de pertenencia aunacomunidadcvica,dehondatradicinenelmundoprximo-oriental. Por ltimo, analizamos aquellos elementos de la necrpolis y de las tradiciones funerarias de la ciudad que pueden ser interpretados como rasgos identitarios.PALABRAS CLAVE: Necrpolis Fenicio-Pnica, Identidad, Esencialismo, GadirABSTRACT: In this paper we consider the population identity traits of Gadir from VI to II centuries BC. Firstly, we analyze the hypothesis and refuse the arguments which establish a single ethnic identity of the western Phoenicians as opposed to the Carthaginian one, as well as the idea of a political-religious leadership of Gadir over the punic communities from Iberia. Secondly, we pro-pose the factors which could create identity, including the sense to belong to a civic community. Tis feeling had a deep tradition in the Near East. Finally, we analyze the cemetery elements and funeral traditions of Gadir which can be interpreted as identity traits.1. Departamento de Prehistoria y Arqueologa de la Universidad de Sevilla, Facultad de Geo-grafa e Historia, Universidad de Sevilla, Mara de Padilla s/n, 41004 Sevilla. E-mail: [email protected]. Proyectos en los que se integra el trabajo: Sociedad y paisaje. Economa rural y consumo urbano en el sur de la Pennsula Ibrica (siglos VIII a.C.III d.C.) (HAR 200805635/HIST) y La construccin y evolucin de las entidades tnicas en Andaluca en la Antigedad (siglos VII a.C. II d.C.) (HUM-2006-03154/HIST).70EDUARDOFERRERALBELDAKEYWORDS: Phoenician-Punic Necrpolis, Identity, Esencialism, Gadir****IEstas lneas tienen como primer objetivo rendir homenaje a Paco Sibn como exigua compensacin -que nunca busc- a su entrega profesional, a su pasin por la arqueologa gaditana y a su proverbial generosidad que, en lo que a m respecta, puso de manifesto en todas las ocasiones en las que trabajamos juntos: las excavaciones del teatro romano de Itlica (Santipon-ce,Sevilla)ydeCercadilla(Crdoba),yelinventarioycatalogacindel material anfrico del Museo Provincial de Cdiz. La idea originaria de las organizadorasdeesteevento,alaquenossumamosinmediatamentesus amigos, era la de celebrar un coloquio en el que adems de dar un necesario impulso a la investigacin centrada en la necrpolis de Gadir-Gades pudi-semos expresar en vivo nuestro agradecimiento a Paco, as como el apoyo y el nimo que los momentos de dolor y enfermedad hacan imprescindibles. Sin embargo, su enorme corazn dej de latir inesperadamente y nos debe-mos conformar con escribir estas lneas que pobremente pueden suplir un debateenelquedesegurohubieraparticipadovehementementenuestro querido y aorado colega.Elsegundoobjetivoquemepropongoesdisertarsobrelanecrpolis fenicio-pnicadeGadirdesdeunaperspectivaidentitaria,estoes,estu-diaraquellosaspectos,especialmentedelregistrofunerario,quehipotti-camentepermitiranidentifcarrasgosdelaconcienciatnicadelosha-bitantesdeGadirenelperododesarrolladoentrelossiglosVIyIIa.C. Estaambiciosapretensinnaceyalastradaporproblemasmetodolgicos e historiogrfcos, pues a menudo se duda de la capacidad informativa del registro arqueolgico en la defnicin de la identidad colectiva, o bien se re-conocen las difcultades inherentes de esta pretensin, pues toda identidad es una construccin subjetiva, resultado de la autoconceptualizacin y del autoreconocimiento de un grupo social determinado por oposicin a otros. Asimismo, como construccin histrica, la conciencia tnica no es esttica, sinodinmica,cambiante,inmersaenunprocesocontinuodegestacin quehacedifcilsecuenciaresteprocesoevolutivo(recientemente,Garca Fernndez 2007: passim).Sin entrar en el debate terico, lo cual excedera el objetivo de este en-sayoymipropiacapacidaddeanlisis,asumimosenlneasgeneraleslos postulados expuestos por G.C. Bentley (1987) yS. Jones (1997 y 1998), 71LANECRPOLISFENICIO- PNICADEGADIR. REFLEXIONESAPARTIRDE. . .paraquieneslaculturamaterialseencuentraimplicadaactivamenteenel reconocimiento y en la expresin de la etnicidad, puesto que la seleccin de determinados elementos de aqulla no es arbitraria sino el resultado de las prcticas sociales de la comunidad. Algunas de estas manifestaciones sociales pueden llegar a convertirse en smbolos tnicos, en transmisores de la iden-tidad, que pueden ir modifcndose o ser sustituidos por otros; no obstante, muchos de ellos no sobreviven al paso del tiempo, o bien sus imgenes en soportes diversos no se han conservado, y consecuentemente no pueden ser analizadosporlosarquelogos. Tatuajes,ropas,peinados,adornos,tabes alimentarios,costumbresmatrimoniales,etc.,formanuncorpusdeinfor-macin, a menudo ignoto, que junto con la mitologa, los ancestros reales o imaginarios y la conciencia de origen, la lengua, las formas de gobierno o la religin, constituyen la base documental sobre la que analizamos la concien-cia tnica o identitaria de una comunidad determinada.IIEnlabsquedadeestoselementosdelaculturamaterialydelpatri-monio ideolgico que permitan identifcar lo que los habitantes de Gadir pensaban sobre s mismos -y, en especial, aquellos aspectos que los segrega-ban de los otros-, hemos observado que existe en una gran parte de los in-vestigadores actuales la idea preconcebida de que la identidad de la ciudad atlntica estaba sustentada bsicamente sobre sus orgenes tirios. Esta idea proviene de una lectura literal y acrtica de los testimonios grecolatinos, da-tos que son juzgados incontrovertibles, exentos de exgesis y asumidos sin ms. Posteriormente, y siguiendo paso a paso los postulados de la arqueolo-ga flolgica y del historicismo, sobre esta base objetiva de conocimiento sehanbuscadoaquelloselementosdelaculturamaterialquecorroboren estanocin,encaminadosaladiferenciacinysegregacindeotrasco-munidadesconsimilaresorgenes,comolacartaginesa,aunquetambin, e incoherentemente, a la agregacin en una misma identidad colectiva li-deradaporGadirdeotrascomunidadesfeniciasdeIberia.As,sobrela imagenestereotipada de unCdiztrimilenario,delaciudadmsantigua de Occidente, se han ido aadiendo argumentos teidos de esencialismo y de tipismo que han sobredimesionado el papel de la Gadir prerromana en el concierto regional e internacional hasta generar la idea de un anacrni-co macroestado, el ms importante del Mediterrneo occidental, capaz de englobar en torno a s al resto de las comunidades fenicias de Iberia y del frica atlntica, una idea que no responde, como seguidamente veremos, ni a la literalidad de la tradicin grecolatina ni a la exgesis de sta.72EDUARDOFERRERALBELDASi el papel apotesico de Gadir es una imagen en parte proyectada por la misma literatura grecorromana de poca tardo-helenstica (Bunnens 1979; lvarez2009;lvarezyFerrer2009),precisamenteelperododemayor esplendor de la ciudad, la dotacin de los argumentos arqueolgicos se debe a Tarradell (1960, 1967 y 1968), creador del concepto de Crculo del Es-trecho. Este autor parti de la evidencia arqueolgica para poner de mani-festo las innegables diferencias entre la cultura material de las comunidades fenicias del Extremo Occidente en ambas orillas del estrecho de Gibraltar, ylaspnicasdelMediterrneocentral(Cartago,Cerdea,Sicilia,Ibiza). Esta divergencia en el registro arqueolgico de ambas reas, basada en las ausencia/presencia de determinados tems (navajas de afeitar, mscaras, en-gobe rojo, iconografa monetal), la tradujo Tarradell automticamente en unalecturatnicaypoltica,y,consecuentemente,enlaconstruccinde una identidad de la rama fenicia extremo-occidental basada en la impronta fenicio-chipriota, opuesta a la pnica centro-mediterrnea, y en el mante-nimiento de las relaciones polticas, e incluso demogrfcas (Tarradell 1967: 308), entre Gadir y Tiro. Los ecos de esta propuesta, modifcados algunos planteamientos, an resuenan en la bibliografa reciente (Corzo 1992; L-pez Castro 2004).La literatura arqueolgica posterior ha ido agrandando el perfl poltico del Gadir prerromano (Arteaga 1994 y 2000; Niveau de Villedary 2001a; conmatizaciones,MuozydeFrutos2005;DomnguezPrez2006;la excepcin, Marn y Lomas 1992) al mismo ritmo que ha avanzado la in-vestigacinarqueolgica,comosilamayorcantidaddedatospublicados ounmejorconocimientodelregistroarqueolgicopudiesecontribuira redimensionarlasignifcacinhistricadeunaciudadodeunaforma-cin poltica determinada. Una documentacin ms abundante o la mejor conservacin de unyacimientoarqueolgicodeterminadonocualifcasu signifcacin histrica. No obstante, esta tendencia a la magnifcacin no constituye ninguna excepcin en la historiografa espaola, y Emporion es al mundo griego occidental, lo que Gadir al fenicio.Este fenmeno de gaditanizacin de las comunidades pnicas de Ibe-ria ha generado vocablos de uso comn frmemente asentados, por lo me-nosensudimensineconmica,comoCrculodelEstrecho(Tarradell 1967; uid. Niveau de Villedary 2001a), y otros ms discutibles como el de liga pnico-gaditana (Arteaga 2001), circunscripcin pnico-gaditana (Muoz y de Frutos 2005) o fenicios occidentales federados (Domnguez Prez2006),centradosenladefnicinpolticayeconmicadelasrela-ciones entre Gadir y el resto de las ciudades fenicio-pnicas de Iberia y del litoral atlntico de frica. 73LANECRPOLISFENICIO- PNICADEGADIR. REFLEXIONESAPARTIRDE. . .Los nicos estudios que abordan especfcamente el problema de la et-nicidad de los fenicios occidentales son muy recientes, debidos a Lpez Castro (2004) y Domnguez Prez (2006). El primer autor propone la exis-tencia de una nica identidad fenicia occidental diversamente percibida por griegos, que reconoceran a los de Occidente como tirios, y por romanos, quenoloharansiempreasporpunicofobia;losfeniciosoccidentales se llamara as mismos tirios y as seran denominados por los griegos. El santuario de Melqart de Gadir ejercera, desde el punto de vista poltico-religioso, un papel fundamental en la defnicin de esa identidad occiden-tal. Un eco tardo de esta conciencia identitaria tiria, y no pnica, sera la descrita ya tardamente por Pomponio Mela, autor al cual se le atribuye un origen fenicio (Lpez Castro 2004: 153 ss.). Por su parte, Domnguez Prez (2006: 157-158) defne algunos factores generadoresdeunaidentidadcomnatodoslosfeniciosdeladispora comosonlaconcienciadesusorgenescananeosylaexistenciadeuna memoria colectiva materializada en el mantenimiento de una lengua pro-pia hasta avanzado el imperio romano. Utiliza tambin a Pomponio Mela para establecer una diferenciacin entre phoenikes (fenicios occidentales) y poeni(cartagineses)y,conella,lareivindicacindelosdeGadirrespecto de los vnculos originales con los primeros colonizadores. As mismo des-taca como formas identitarias caractersticas de Occidente la conviccin de pertenencia a un centro poltico de carcter urbano, el uso de una antropo-nimia fenicia arcaizante y, sobre todo, el culto diferenciador a unos dioses propios, Melqart y Astart, que, adorados tambin, de manera signifcativa en Lixus y Sexs, no tiene nada en comn con los dioses de Cartago. Deestosargumentosnosinteresaespecialmentelanocindeperte-nencia a una entidad urbana como expresin de identidad, no limitada ni circunscrita exclusivamente a Gadir, sino que se constitua en patrimonio de muchas de las antiguas colonias fenicias en Iberia y del frica atlntica, creadorasentornoasdecrculosproductivoslocalesencrecimiento: Malaka, Sexs, Abdera, Baria, Lixus, Baesuris, Balsa, Cilpes, etc. Adems, este proceso de creacin identitaria no es esttico sino dialctico, inserto en un proceso histrico muy dinmico, testigo de fenmenos como la existencia deunafederacinatlntica,lafracturacinmulticelulardelaantigua unidad atlntico-mediterrnea, o la penetracin de los intereses de Carta-go en la Pennsula a partir del siglo IV a.C. (Domnguez Prez 2006: 214).74EDUARDOFERRERALBELDAIIIValoramospositivamentealgunasdeestashiptesis,especialmentela que se refere a la ausencia de una conciencia de unidad tnica e identita-taria entre Cartago y las comunidades pnicas del Extremo Occidente, no menosdeterminantequelainexistenciadeunanicaidentidadfenicia occidental,perodisentimosdemuchasdelasrazonesutilizadasenestas argumentaciones,especialmentelasquesefundamentanenlosdatosli-terarios (lvarez 2009; lvarez y Ferrer 2009; Ferrer y lvarez 2009). Por nuestra parte proponemos las siguientes matizaciones:1.Laideadeunaidentidadfeniciaoccidentalbasadaenlosorgenes tirios es una construccin ajena al momento de la supuesta aparicin de tal identidad; es, por tanto, un creacin posterior, generada probablemente a ins-tancias de las oligarquas ciudadanas y del santuario de Melqart en Gadir en poca tardo-helenstica, de la que se hacen eco los autores antiguos y a la que pertenecen la mayor parte de los datos literarios (lvarez, 2009; lvarez y Fe-rrer, 2009). Este fenmeno quizs fuera, al menos en parte, una consecuencia de la tensin surgida entre varias ciudades de origen fenicio, como la misma Gadir, Lixus, Onoba o Sexi, por la competencia en la atribucin de cronolo-gasfundacionales-laantigedadcomoprestigio-yenlaspretensionesde primaca de unas sobre otras, de la que sin duda Gadir saldra benefciada2. La misma aparicin de la palabra phoinikes como defnidora de colectivos de inmigrados es, como sabemos, ajena a stos y se documenta en perodos muy alejados del fenmeno histrico que se pretende describir, siempre posterior a la conquista romana (lvarez 2009; lvarez y Ferrer 2009). La distincin entre phoinikes y poeni en la literatura grecolatina es muy confusa (Bunnens 1983; Moscati 1988), pero quizs la mayor crtica que se puede hacer a la hipottica autoconceptualizacin de los fenicios occi-dentales como tirios reside en la heterogeneidad tnica y cultural y en la diversidad de orgenes de las comunidades colonizadoras, que se opone a la imagen de uniformidad poblacional y a la exclusividad de la empresa tiria de la conmunis opinio (Tarradell 1967; Aubet 1994; Lpez Castro 2004). LostrabajosdeLipinski(1984),Garbini(1997;1999;2001;2005),Al-var (1999), Mederos (2003-2004) o lvarez Mart-Aguilar (2009) restan el 2. El relato transmitido por Estrabn (3.5.5), pero probablemente originario de Posidonio, refeja muy bien este contexto de competencia entre las ciudades fenicias de Gades, Onuba yEx(oSexs).Otrotexto,enestaocasindePlinio(NH19.63),permiteintegrarenestas disputas a la ciudad norteafricana de Lixus: el oppidum estaba situado sobre un estero, lugar donde antes estuvieron, segn se cuenta los huertos de las Hesprides, a 200 pasos del Ocea-nus, junto al templo de Hrcules, que dicen que es ms antiguo que el gaditano (trad. Garca y Bellido 1947 [1982]: 177).75LANECRPOLISFENICIO- PNICADEGADIR. REFLEXIONESAPARTIRDE. . .protagonismo exclusivo a Tiro en la colonizacin fenicia de Iberia, y abren laposibilidaddequenumerosasciudadesdelacostasirio-palestinayde Chipre participasen en un proceso tan dilatado en el tiempo. 2. El uso de phoenikes y poeni o punici como etnnimos de poblaciones que habitan las costas de Iberia es posterior al siglo II a.C. Con anteriori-dad, y aunque parezca paradjico, se utilizaron otros tnicos para nombrar-los, como mastienos (Ferrer 1996; 1998; 2004; Ferrer y Prados 2001-2002) y tartesios (lvarez 2007 y 2009; lvarez y Ferrer 2009), e incluso karchedo-nioi, o sea, cartagineses3, lo cual no quiere decir que las poblaciones fenicias extremo-occidentalesestuvieransometidasalasoberanacartaginesa,ni menos an que estas poblaciones se considerasen hijas de Cartago, sino quelosautoresgriegosqueescribansobrelaslejanastierrasoccidentales que nunca haban visitado, o bien identifcaban a todos los fenicios del Me-diterrneo occidental con los cartagineses, pues la mayor parte de las tierras habitadas por aqullos (Tnez, Cerdea, Sicilia occidental, Malta, Ibiza) se integraban en la epicracia cartaginesa, o quizs estaban transmitiendo una informacinqueprocedadelmbitocartagins,elprimerinteresadoen comunicar a otros estados y a posibles competidores comerciales cules eran sus reas de inters (Ferrer, e.p.). Nuestra hiptesis entiende que Tartessos y Mastia son topnimos o cor-nimos que defnen grandes espacios geogrfcos, las costas situadas ms all y ms ac de las columnas de Heracles respectivamente, que generan etn-nimos (tartesiosy mastienos) con un componente tnico mayoritariamente fenicio (lvarez 2009; lvarez y Ferrer 2009; Ferrer 1996; 2004). No pode-mos olvidar que los datos sobre pueblos transmitidos por los autores griegos antes de la conquista romana siempre se referen a comunidades costeras, puertos y emporios, y nunca a las poblaciones de tierra adentro, como co-rrespondealasvisionesperiegticasyperiplogrfcasquelegaron(Heca-teo, Pseudo-Escilax). Tampoco debemos obviar que los navegantes griegos delestequecomerciaronconTartessos(Herodoto),recalaronenaquellos puertos y emporios, como Cerro del Villar, Malaka, Onuba o Gadir, que estaban habilitados para el trfco de mercancas, y que eran, sin excepcin, fundaciones fenicias (Fernndez Nieto 1992; Domnguez Monedero 1996 3. En el periplo del Pseudo-Scylax (Periplus1; THA 61a), del siglo IV a.C., se afrma que desde la Columnas de Heracles que estn en Europa hay muchos establecimientos comercia-les cartagineses (emporia karchedonion). A este grupo, aunque muy posteriores en el tiempo ymenosfablesaefectosdelasfuentesoriginales,perteneceranlasalusionesdePseudo-Escimno (siglo II a.C.) a los libiofenicios, colonos cartagineses establecidos a orillas del mar Sardo (Scymn.196), y las de Avieno a los colonos cartagineses que ocuparon la isla de Eritia y las ciudades situadas ms ac de las Columnas de Hrcules (Or. Mar. 303-317 y 375-383), y aquellos que comerciaron con los lmites de los Oestrymnicos (Or. Mar. 107-121).76EDUARDOFERRERALBELDAy 2008). Deducimos, por tanto, que los etnnimos transmitidos por estos gegrafosyperigetas,quenuncasehabanadentradoensudescripcin ms all de los lmites geogrfcos costeros, no deben identifcarse con otras comunidades que no sean las fenicias. 3.LaidentidaddeloshabitantesdeGadirydelrestodelascomu-nidadesfeniciasdeIberiacomotirios,poroposicinacartagins,esuna construccin contempornea, transmitida con xito por Tarradell (1967), y continuada por una gran parte de los investigadores (recientemente L-pez Castro 2004; Domnguez Prez 2006). Los argumentos que se ofertan como probatorios son muy discutibles: la alusin a estos tirios en el segundo tratado suscrito entre Cartago y Roma (Tsirkin 1996; Koch 2001; Lpez Castro2004),y,ensegundolugar,ladistincinquesupuestamentehace PomponioMela,autordehipotticoorigenfenicio(Batty2000),entre phoenikes y poeni (Lpez Castro 2004). Primeramente est por demostrar quelostiriosmencionadosentrelosaliadosdeCartagoseanlosfenicios occidentales y no los habitantes de Tiro, o incluso de cualquier otra funda-cin tiria mediterrnea, pues si la metrpolis fenicia est lejos de mbito de aplicacin del tratado, fundamentalmente el Mediterrneo central (Moret 2002), su estrecha vinculacin con Cartago desde los momentos fundacio-nales de la ciudad norteafricana pueden justifcar una mencin honorfca y protocolaria (Ferrer, e.p.).De la misma manera, el apcrifo origen fenicio de Pomponio Mela re-querirauncomentariomsdetenidodelquepodemosofrecerenestas pginas.Noobstante,nocreemosadmisiblelaideadequeMelahiciera una distincin entre phoinikes y poeni como forma consciente de distincin tnica entre fenicios occidentales y pnicos (cartagineses), y menos an que esa distincin proviniera de la propias comunidades extremo-occiden-tales. Que no es as lo demuestra el hecho de que el mismo Mela, oriundo de Tingentera(Chor.2.96),noutilicelapalabraphoenikes4paraclasifcar tnicamentealasciudadesdellitoralmediterrneoyatlnticodeIberia, sino turduli y bastuli (Chor. 2.3), en consonancia con el resto de los autores griegosylatinosqueescribenapartirdelsigloIa.C.(Estrabn,Plinio, Apiano, Ptolomeo y Marciano de Heraclea)5. 4. La utiliza, paradjicamente, para designar a poblaciones de supuesto origen norteafricano establecidas en la costa del Estrecho: Ms adelante se abre un golfo en el cual est Carteia, ciu-dad habitada por phoenicies trasladados de frica, que algunos creen es la antigua Tartessos, y Tingentera, de donde somos nosotros. Sin embargo la referencia de Estrabn (3.4.2) sobre Malaka, un emporio frecuentado por los habitantes de la costa norteafricana, permite adivinar que las palabras de Mela en realidad hacen referencia a los vnculos econmicos y demogrfcos entre las poblaciones de ambas orillas del Estrecho. Sobre el particular: Chaves y otros (1998).5. El tnico bstulo y los etnnimos mixtos blastofenicio y bstulo-pnico son utilizados por 77LANECRPOLISFENICIO- PNICADEGADIR. REFLEXIONESAPARTIRDE. . . 4. La impronta fenicio-chipriota como signo de identidad de los fe-nicios occidentales y en particular de Gadir (Tarradell 1967; Corzo 1992; Domnguez Prez 2006)-, y como contrasea de distincin con los cartagi-neses, es quizs el argumento mas frgil de los utilizados para construir una conciencia identitaria entre los fenicios de Occidente. Pretender demostrar que Gadir mantuvo unos lazos polticos, econmicos y demogrfcos con la Tiro de poca postcolonial requiere unos argumentos ms probatorios que la presencia de dos sarcfagos sidonios en la necrpolis gaditana, y precisara laanuenciadelostestimoniosantiguos.Peroutilizarestahiptesiscomo criterio de divisin tnica entre fenicios occidentales y cartagineses resulta cuanto menos paradjico: primeramente porque si alguna colonia de la dis-pora fenicia por el Mediterrneo tuvo una impronta fenicio-chipriota, sa fue, sin duda, Cartago. Los orgenes legendarios de la ciudad norteafricana la asocian a la casa real tiria y a Chipre, isla de la que procedera un contingente demogrfco desde el mismo momento de la fundacin (Huss 1993: 23-25; Lancel 1994: 34; Gonzlez Wagner 2000: 33 ss.). Por otro lado, las relaciones de orden materno-flial entre la metrpoli y la colonia prosiguieron hasta la destruccin de la ciudad norteafricana, y revistieron diversas formas, las ms conocidas de las cuales fueron el sacri-fcioofertadoanualmenteporunaembajadacartaginesaeneltemplode MelqartenTiro(QuintoCurcio,4.2.10)ylaentregaanualdeldiezmo de las rentas de la ciudad en el mismo santuario (D.S., 20.14; Pol., Hist. 31.12)6. Asimismo, la expresin poltica de este vnculo, que podra expli-car la aparicin de los tirios en el segundo tratado romano-cartagins (uide supra; Ferrer 2008), se tradujo en la ratifcacin de alianzas frente a la agre-sin de terceros, a las que, sin embargo, Cartago no pudo atender cuando Alejandro de Macedonia asedi y conquist Tiro en 332 a.C. No obstante, la ciudad norteafricana se habra mostrado dispuesta a acoger a nios, mu-jeres y ancianos (Huss 1993: 113; Ferrer 2006: 271, nota 9). 5. Este argumento enlaza con el siguiente: uno de los componentes ms destacados de la hipottica identidad fenicia occidental sera el culto a los dioses tutelares de Tiro, Melqart y Astart, clave de la legitimacin ideol-gica y poltica de estas fundaciones coloniales (Arteaga 1994; Lpez Castro 2004: 161; Domnguez Prez 2006), y nuevamente fundamento de distin-cin entre fenicios de Occidente y de Cartago, ya que la ciudad norteafri-cana vener como dioses tutelares a Baal Hammon y a Tinnit. La fragilidad estos autores para identifcar a las poblaciones que habitan el litoral entre el ro Guadiana y la costa levantina de Almera (Ferrer 1996; 1998; 2004; Ferrer y Prados 2001-2002).6. Otras referencias sobre la vinculacin entre ambas ciudades en Lancel (1994), Marn Ce-ballos (1999) y Ferrer (2006 y 2008).78EDUARDOFERRERALBELDAde este razonamiento es igualmente palmaria. Que uno de los rasgos identi-tarios de Gadir fuera el culto a sus divinidades poladas, Melqart y Astart, parece fuera de toda duda, pero que estas divinidades no fueran veneradas ni tuvieran un papel relevante en el panten cartagins es inadmisible. Ya hemosaludidoalenvoanualdeembajadasa Tiroparahacersacrifcios en el templo de Melqart y para donar el diezmo de las rentas cartaginesas, locualsignifcaqueelcultoalseorde Tironohabasidoeliminadoni arrinconado en favor del de Baal Hammon y su paredro, como tampoco la devocin a Astart haba desaparecido de entre los ciudadanos cartagineses. Como ha sealado convenientemente M.C. Marn (1999: 63), el pan-ten de Cartago se adapt en el transcurso del tiempo a nuevas estructuras de poder, y por ello los viejos dioses fueron adquiriendo caracteres nuevos, sin perder por ello su prestigio y su raigambre tradicional. Un claro ejem-plo de ello viene a estar representado por la fgura de Melqart. Aunque los datossonescasosenrelacinaotrasdivinidades,sloatravsdealgn dato,derivadosobretododelaepigrafa,podemosatisbarquesuculto desempe un papel siempre relevante, aunque obviamente dej de tener su signifcado originario, ligado a la idea de la realeza y expresin de culto alosancestrosreales,deviejatradicinenlareginsiro-palestina.Los datos epigrfcos avalan la existencia de un templo de Melqart en la ciudad, ascomootrodedicadoaMilkashtart,nombredoblequerevelaelculto conjunto de Melqart y Astart (ibid. 66-67). Asimismo, la documentacin onomstica muestra que el teforo est en la base de veinticinco nombres delosqueexistenmuchostestimonios(Bonnet1989),aligualqueelde Astart,eltercerrepresentadoennmerodespusdeBaalyMelqart,y en contraste con la ausencia de Tinnit. Astart no dej de tener un papel destacado en la ciudad y su culto, frente al carcter dinstico desempeado en Oriente, parece que se relacion con la proteccin de los feles, con la fecundidad y la salud, la navegacin, la guerra y los aspectos escatolgicos (Marn 1999: 68-70).6.Unidadtnicayunidadpolticasonconceptosque,conscienteo inconscientemente, suelen vincularse, por eso no es extrao que a veces se confunda lo uno con lo otro, y aparezca Gadir como la cabeza de una fede-racin de fenicios occidentales, como si un origen comn estableciera ne-cesariamente vnculos polticos, o si la inexistencia de este origen impidiera alianzasentrecomunidadestnicamentediversas.Enuntrabajoreciente (Ferrer2006:273ss.)noshemosocupadoespecfcamentedeladimen-sin poltica de Gadir, por lo que no insistiremos ms en los argumentos expuestos y nos remitimos a las principales conclusiones de dicho ensayo. Laimpresinquenosprovocanlaspublicacionesmsrecientes(Arteaga, 79LANECRPOLISFENICIO- PNICADEGADIR. REFLEXIONESAPARTIRDE. . .1994 y 2001; Niveau de Villedary 2001a; Lpez Castro 2004; Domnguez Prez 2006) es la sobrevaloracin de la posicin ocupada por Gadir en el concierto poltico regional e internacional, inducida por la imagen distor-sionada que la lectura acrtica de la documentacin literaria grecolatina casi ha conseguido canonizar. Si decamos que la identidad tiria de los fenicios occidentaleseraunaconstruccindiseadaporlahistoriografatardo-helenstica, que proyectaba sobre el papiro los anhelos y aspiraciones de la oligarqua gaditana, la emergencia de la gran Gadir, aliada y no sbdita de Cartago, responde igualmente a la traslacin de una imagen posterior al momento que se pretende analizar, sobredimensionada por factores como la fama del santuario de Melqart en la Antigedad, la importancia conce-dida a la industria salazonera en la economa gaditana y a las hipotticas relaciones directas con Grecia, y a la importacin de los datos de la Gades tardohelenstica.Como ya hemos comentado en otras ocasiones (Ferrer 2006: 273-277; 2008),sianalizamoslasreferenciasaGadirenlaliteraturagriegaantes delaconquistaromana,laimagenqueseproyectaesmuydiferente:la deunapolisinsularsituadaallendelasColumnasdeHeracles,ytodolo queesoconllevaparaungriegodesupoca:intersgeogrfco(mareas, ocultamientodelsol,etc.),evemerizacindemitos,espacioidneopara la proliferacin de mirabilia. Su importancia estratgica es incuestionable, pues ejerci la funcin de meta de los periplos mediterrneos y de inicio de las rutas de navegacin atlnticas; el desarrollo de su circuito comercial fue notable, pero nunca dispuso de un territorio extenso en tierra frme, ni de fota de guerra, ni de una autoridad sufciente capaz de imponerse al resto de las ciudades pnicas de Iberia ni de oponerse a la epicracia cartaginesa. 7. Las relaciones de Cartago con los pnicos de Iberia siempre han sido examinadasdesdelapticainvasionista,ysehanrevestidocontpicos como el expansionismo militarista y el imperialismo cartagins a partir de tradiciones historiogrfcas fraguadas desde la misma Antigedad grecorro-mana (Gonzlez Wagner 1983; Lpez Castro 1991; Ferrer 1996b y 2002-2003). No obstante, la revisin de estas referencias literarias nos ha llevado a valorar el inters, no slo de Cartago sino tambin de las mismas ciudades pnicas de Iberia, en la presencia militar cartaginesa en determinadas cir-cunstancias. LosantiguostratadosdeamistadconCartago(TitoLivio27.37.10; Apiano,Iber.38)habranpermitidoaloshabitantesdeGadirsoslayarla amenazadepueblosvecinos,einclusoconquistarpartedelaprovincia con la ayuda cartaginesa (Justino, Epitome 44.5). Por estos mismos pactos, Cartago, a fnes del siglo III a.C., utilizara el estrecho de Gibraltar como 80EDUARDOFERRERALBELDAcabeza de puente para la conquista del valle del Guadalquivir y del sureste de Iberia (Pol. Hist.2.1.5-7). No obstante, como ya hemos advertido (Fe-rrer, e.p.), la intervencin militar anterior a las campaas de Amlcar Barca no haba tenido como objetivo establecer la soberana cartaginesa sobre las ciudadespnicas,sino,alcontrario,laproteccindesusaliadas.Desde esta perspectiva pueden cobrar un nuevo sentido las clusulas del segundo tratadosuscritoconRoma(Pol.,Hist.3.24),cuyoobjetivoprincipalera la erradicacin de la piratera y de los posibles intentos de colonizacin de potenciasaliadasdeRoma,comoMassalia(Scardigli1991),unaciudad cuyas actuaciones pirticas en el Mediterrneo occidental haban sembrado, prcticamente desde su fundacin, la inquietud y la amenaza permanente en los estados tirrnicos y del Mediterrneo occidental, amenaza a la que lasciudadespnicasdeIberiasesentiranincapacesdeenfrentarsepors solas.Lanoticiadelhundimientoporpartedeloscartaginesesdebarcos extranjeros que navegaban a lo largo del litoral sardo y en aguas cercanas a las columnas de Heracles (Eratstenes en Estrabn, 17.1.19), precisamente aquellos espacios protegidos en el segundo tratado romano-cartagins (circa 348a.C.),debeserentendidacomolaaplicacindeestasclusulasy,en defnitiva, del derecho internacional que rega las relaciones interestatales en elMediterrneo. Cartago se convertira, por esta razn, en garante -y no en conculcadora- de la seguridad de las comunidades pnicas de Iberia (Ferrer, e.p.).IVDudamos, pues, de que hubiese una nica identidad fenicia occiden-talconlosorgenestirios,laimprontafenicio-chipriotayelliderazgo poltico-religioso de Gadir como catalizadores. No hay constancia de que lascomunidadesfenicio-pnicasdeIberiallegaranaconstituirunestado tnico, ni una unidad poltica. Ni los escasos datos literarios referidos al pe-rodo postcolonial, ni la conducta de aqullas en el desarrollo de la segunda Guerra Pnica y en los aos posteriores a la conquista romana, permiten siquiera atisbar una unidad de intereses ni el papel preponderante de Gadir. Por ejemplo, en la guerra aniblica Gadir abandon la alianza con Cartago cuando la situacin se haba vuelto irreversiblemente desfavorable a la ciu-dad norteafricana, y supo aprovechar el momento para frmar un ventajoso foedus con Roma. De nada sirvi a Magn apelar a los antiguos tratados de amistad y al parentesco para que el pueblo de Gadir le abriese las puertas 81LANECRPOLISFENICIO- PNICADEGADIR. REFLEXIONESAPARTIRDE. . .de la ciudad (Cicern, Pro Balbo 34.39; Tito Livio 32.2.5)7. Sin embargo, Badeia (posiblemente Baria-Villaricos), se mantuvo fel a Cartago despus de la conquista de Qart Hadast, y hubo de ser asediada y conquistada8. Aosdespus,en197a.C.,expulsadosloscartaginesesdeIberia,un grupo de ciudades, entre ellas algunas pnicas como Malaka y Seks (Tito Livio, 33.21.6), se levant contra Roma como reaccin contra los abusos y arbitrariedades que la ocupacin militar romana haba comportado (Lpez Castro 1995: 152-153). El diferente trato otorgado por Roma a las ciuda-des pnicas tras la guerra, la mayora de las cuales recibiran el desfavorable estatutodecivitasstipendiaria,frentealdefoederatadeGadir(ibid.151 ss.), era una consecuencia de las diversas estrategias seguidas en la contien-da, y habla en favor de la autonoma poltica de una buena parte de estas ciudades-estado y de la inexistencia de una autoridad poltica y moral de Gadir sobre ellas. Precisamente es en esa fragmentacin poltica donde debemos buscar las huellas de la identidad de estas comunidades. Heredados de sus ancestros ca-naneos, que tenan una larga experiencia de autoconciencia identitaria basada en la pertenencia a una comunidad cvica, los rasgos identitarios de las ciu-dades pnicas de Iberia se haban ido conformando y transformando desde los tiempos de la colonizacin a travs de diversos factores, entre los que es posible barajar la pluralidad de origen de los colonos, el papel de la aristo-cracia colonial o los fenmenos de mestizaje e hibridacin, los sustratos y los adstratos(lvarez2009;lvarezyFerrer2009).Inclusoantesdelperodo postcolonial, dada la temprana aparicin del fenmeno urbano (Gadir-Doa Blanca, La Fonteta, Castro Marm, Malaka), es posible que se activara ya una multiplicidad de identidades, tantas como comunidades con sentimiento de tal, cuyas idiosincrasias fueron moldendose y adaptndose a las circunstan-cias de cada momento hasta su integracin en el estado romano. Por encima de ciertos rasgos identitarios que permitan congregar a los fenicios occidentales, como el hecho de compartir lengua, alfabeto, pan-ten y la conciencia de emigrados, se eriga la nocin de comunidad cvica como generadora de cohesin social intracomunitaria y, a su vez, de dife-renciacin con otras ciudades (Ferrer y Garca Fernndez 2007). El culto a las divinidades protectoras de la comunidad era uno de los principales ele-mentos aglutinantes de sta, como tambin lo eran la existencia de determi-nadas instituciones cvicas (magistraturas, asambleas, sacerdocios, etc.). En un trabajo anterior (lvarez y Ferrer 2009) comentbamos que la expresin 7. Sobre el particular, Lpez Castro (1995: 100-104).8. Aulio Gelio, 6.1.8; Plutarco, Apophth. Scip. Mai. 3 y Valerio Mximo, 3.7.1 (Lpez Castro 1991 y 1995: 94).82EDUARDOFERRERALBELDAde estos valores autoimpuestos se poda manifestar de muchas maneras, y que el anlisis del registro arqueolgico poda ser un medio adecuado y til para defnirlos, especialmente en lo que se refere a las costumbres funera-rias, las emisiones monetales (Chaves 2000; 2008 y por 2009; Domnguez Monedero 2000) y los lugares de culto (Ferrer 2002). En esta ocasin, y de acuerdo con lo previsto en la convocatoria, nos centraremos en el anlisis de las costumbres funerarias.VLa existencia de una necrpolis, de un espacio reservado para el ente-rramiento de losdifuntosde unapoblacin,sepuedeconsiderarunacto trascendente de y para la comunidad, no slo porque en ella se depositan los restos de sus ancestros sino tambin porque es uno de los lugares dnde se socializa la comunidad, la misma que decide el emplazamiento, realiza los ritos pertinentes y decide quines pueden ser enterrados en dicho lugar. Todo lo que rodea a la muerte se convierte, pues, en un laboratorio singu-larmente idneo para analizar determinadas costumbres y ritos que pueden llegar a tener un alto valor identitario, desde el momento en que se convier-ten en signos distintivos que permiten diferenciar grupos de poblacin que comparten o no esos mismos valores.Pero aqu reside el problema. Las necrpolis fenicias arcaicas de Iberia se caracterizan precisamente por su heterogeneidad, de tal manera que habi-tualmente se establecen agrupaciones tnicas (fenicios, tartesios, orientali-zantes) con base en su situacin geogrfca, costera o interior, y no en los ritos y ajuares, que son los que pueden defnir con ms rigor la identidad de los enterrados9.De este modo cuatro necrpolis con evidentes conco-mitancias, Ibiza, Rachgoun, Cruz del Negro y Frigiliana, son consideradas fenicias o tartesias (por indgenas) sin otro criterio ms que su cercana o (relativa) lejana del litoral10. Ante este problema, la interpretacin que ms nos satisface es la que ve en esta heterogeneidad, adems de la diversidad de orgenes de los colonizadores, notables diferencias de clases sociales. De-terminadas necrpolis (Sexi, Lagos, Trayamar, Casa de la Via) parece que fueron espacios destinados al descanso de la aristocracia comercial (Lpez Castro2005y2006),ysecaracterizanporunnmeroescasodetumbas yajuaresconelevadosnivelesderiqueza;sinembargootroscementerios (Ibiza, Frigiliana, Cruz del Negro) presentan un nmero mayor de tumbas, 9. Dos obras en las que se analizan estos problemas con solvencia han sido redactadas por A.M. Jimnez Flores (1996 y 2002).10. Un planteamiento sugerente en C.G. Wagner (2004).83LANECRPOLISFENICIO- PNICADEGADIR. REFLEXIONESAPARTIRDE. . .cierta homogeneidad en los rituales, e ndices menores de riqueza, por lo quesepuedenconsiderarlasnecrpolisdecomunidadesdedicadasala agricultura y a otras actividades del sector primario. UncasoparadigmticoseraeldelanecrpolisdeLaJoya(Huelva). Disipadas las dudas sobre la existencia de una colonia fenicia en el estuario de los ros Tinto y Odiel (Pellicer 1996; Gonzlez de Canales y otros 2004), los enterrados en el cabezo parecen proceder de orgenes diversos (Chipre, Fenicia,etc.),ytambindeclasessocialesyofciosvariopintos(Garrido 1970; Garrido y Orta, 1978; G. Wagner 2004: 278-279; Ferrer 2004)11.El caso de la necrpolis de Gadir es similar al de Villaricos, pues hasta ahora no se han hallado las tumbas de las fases ms antiguas, anteriores al siglo VI a.C., y son muy numerosas las datadas en el siglo V a.C. y con pos-terioridad. Ambas guardan indudables concomitancias en lo que respecta a la tipologa de la tumba y al ritual de enterramiento. stas y otras (Jardn, Malaka, Puente de Noy) son, a diferencia de las arcaicas, los cementerios de comunidades ciudadanas, con centenares y, en los casos gaditano y barien-se, miles de tumbas. El nmero de individuos que tenan acceso al enterra-miento en la necrpolis era mayor que el perodo anterior, no slo debido al aumento vegetativo de estas poblaciones sino tambin por la extensin de la prerrogativa de ser enterrado a nuevos sectores de la sociedad, lo que sin duda est relacionado con el derecho de ciudadana. Tener este privilegio es, lgicamente, un signo de identidad que no todos los habitantes posean, y ms en aquellos puertos de comercio, como Gadir, donde hay una pro-porcin difcil de calibrar de poblacin fotante de procedencia diversa. El ejemplo ms claro de este fenmeno es el de Villaricos, donde la poblacin de origen ibrico, perfectamente identifcada por los ajuares y por el ritual de enterramiento, dispona del derecho de ser enterrada en la necrpolis, pero segregada de la poblacin pnica (Astruc 1951; Rodero y otros 1996; Chapa y otros 1993).La comparacin entre las necrpolis de poca postcolonial permite con-siderarque,porencimadesimilitudes,comolageneralizacindelritual inhumador12 (Ramos Sainz 1990), predomina la diversidad. Si las diferen-cias en la estructuras de las tumbas pueden ser explicadas en funcin de la adaptacin a la caractersticas geomorfolgicas de cada lugar (piedra ostio-11. Esta problemtica y la bibliografa al respecto puede consultarse en un trabajo de sntesis de M. Beln (2001).12. Aunque la inhumacin es el rito mayoritario en este perodo, sin embargo hay algn caso de cremacin, como el pequeo sarcfago excavado por P. Quintero (1926) en la Playa de Los Corrales, al que se asociaba una urna cartaginesa con fajas pintadas en rojo y una lucerna de dos picos del siglo V a.C. (Muoz 1981-1982: 43-46).84EDUARDOFERRERALBELDAnera, pizarra, etc.), las diferencias en la organizacin del espacio funerario y en los rituales de enterramiento (sacrifcios, ajuares) pueden ser razonadas por la existencia de tradiciones locales de indudable valor identitario (Ferrer y lvarez 2009). La necrpolis de Gadir, en este sentido, no tiene parangn con el res-todeloscementeriospnicos.Sonconocidasdesdeantiguolastumbas de sillera de piedra ostionera que aparecen aisladas o en agrupaciones13. Este es el tipo estndar de enterramiento, aunque no el nico, pues no son extraas las fosas simples sin ningn tipo de cubricin (tipo B3a de Perdi-gonesy otros1987:44),lasfosassimplescubiertasconsillaresolajasde piedra (tipo B3b), y las fosas de sillera con sarcfagos antropoides. Estas agrupaciones de tumbas han sido identifcadas como panteones familiares construidos antes de ser usados en los que apenas se observan diferencias en los niveles de riqueza (Corzo 1992: 274).Adiferenciadelaorientacindelatumba,queenpocapnicano fuefja14,ladisposicindelcadverdelatumbassiguiunpatrnms omenosestandarizado:eradepositadosiempreendecbitosupino,con los brazos extendidos a lo largo del cuerpo, sobre la pelvis, con el brazo iz-quierdo sobre el pecho, como en los sarcfagos antropoides, o con el brazo izquierdo sobre la pelvis y el derecho extendido (Ramos 1990: 206-207). Otra de las costumbres documentadas es el amortajamiento del difunto con sudarios (Rodrguez de Berlanga 1891: 295), siendo el caso mejor estudia-do el de la mujer depositada en el sarcfago antropoide, que vesta cuatro tnicas (Alfaro 1983: 286). Laspeculiaridadesdelascostumbresfunerariasdeloshabitantesde Gadirnosloselimitanalaestructuradelatumbasinotambinalos ajuares que acompaaban al difunto, consistentes casi por norma en algn elemento de adorno personal de oro y plata (anillos, colgantes, pendientes, amuletos) y, a veces, un recipiente cermico (Ferrer 1995: 378, nota 777). Segn R. Corzo (1992: 273) las joyas, por lo comn un anillo y un par de pendientes, de oro batido sobre un ncleo de bronce o laminado en cintas como piezas de pura apariencia, que no podran haber sido empleadas en vida.Lasjoyasfueronrealizadasenuntallerlocaly,consecuentemente, mantienenunascaractersticastcnicasytipolgicasuniformes(Bandera 13. A. Muoz (1983-84: 44 ss.) distingue las fosas de una sola tumba de sillera (A) y con msdeunatumba(B).Dentrodeestesegundogrupoclasifcalasdistribuidasenunafla (B-1) o en ms de una fla (B-2), y dentro de ste ltimo, dispuestas horizontalmente (B-2a) o superpuestas en pisos (B-2b). 14. Son numerosos los casos de orientacin hacia el noroeste, 41 en toda la necrpolis (Ra-mos 1990: 33), pero an ms los de oeste-este (unos 80 enterramientos), de este a oeste (unas 30 tumbas) y, en menor nmero de norte a sur (Ferrer 1995: 376).85LANECRPOLISFENICIO- PNICADEGADIR. REFLEXIONESAPARTIRDE. . .1980;Perdigonesyotros1987:57ss.).Supresenciaenlosajuaresnoes slo una manifestacin de la riqueza del difunto y de la familia o clase en laqueseintegra,nitampoconicamenteexpresindelascreenciasque simblicamenteserepresentanenalhajas(JimnezFlores2004:149ss.), sino que adems se convierte en una norma consuetudinaria que confere identidad15. Unltimoaspectoqueponedemanifestolasingularidaddelane-crpolis de Gadir no est relacionado con las tumbas sino con los rituales celebrados en el espacio funerario, no investigados hasta fechas muy recien-tes. Los estudios de A.M. Niveau de Villedary han permitido conocer una partehastaahoradesconocidadelosritualespreypostdeposicionales,la vajillaestandarizadautilizadaenlosbanquetesfnebres,ylasestructuras (fosas, pozos, piletas) donde eran amortizados los alimentos y envases con-sumidos y usados en el ritual funerario y quizs en los ritos conmemorati-vos (Niveau de Villedary 2001, 2003 y 2006; Niveau de Villedary y Ferrer 2004 y 2005). Nuevamente documentamos unas actividades, costumbres y gestos ritualizados muy enraizados en la sociedad de la Gadir postcolonial, que permiten percibir el alto grado de socializacin del espacio funerario y la capacidad del registro funerario como fuente de anlisis de la identidad.BibliografaAlfaro Giner, C. (1983): Fragmentos textiles del sarcfago antropomorfo femenino de Cdiz, en Homenaje al Prof. M. Almagro Basch II: 281-287. Madrid.Alvar Ezquerra, J. (1999): Los fenicios en Occidente, en J.M Blzquez, J. Alvar y C.G. 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La asociacin entre identidad ciudadana, religiosidad y joya tiene una expresin signifca-tiva en un anillo hallado en Cdiz, datado en el siglo II a.C., que porta una leyenda pnica en la que se lee Al Seor, al poderoso Milk-Astart y a sus siervos,/al pueblo de Cdiz (Sol-Sol 1961: 251-256; Guzzo 1967; Marn Ceballos 1979-80: 224; y1983: 39).86EDUARDOFERRERALBELDAArteagaMatute,O.(1994):Laligapnicogaditana.Aproximacinaunavisin histrica occidental, para su contrastacin con el desarrollo de la hegemona cartaginesa, en el mundo mediterrneo, en Cartago, Gadir, Ebusus y la infuencia pnica en los terri-torios hispanos. VIII Jornadas de Arqueologa fenicio-pnica: 23-57. Ibiza.Arteaga Matute, O. (2001): La emergencia de la polis en el mundo pnico occiden-tal, en Protohistoria de la Pennsula Ibrica: 217-281. Barcelona.Astruc, M. (1951): La necrpolis de Villaricos (= Informes y Memorias 25). Madrid.Aubet, M E. 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No quera irse sin la certeza de que su esfuerzo haba merecido la pena, que toda la informacin ge-nerada por su trabajo haba contribuido al mejor conocimiento de nue-stropasado.Endefnitiva,elobjetivoqueperseguamosorganizando aquel encuentro era demostrarle, aunque en realidad no era necesario, que los aos que dedic a la Arqueologa haban dado sus frutos. Desgraciadamente, Rubio se nos fue sin que nos diera tiempo ir ms all del primer llamamiento. A comienzos de abril su corazn dejaba de latir y sin su presencia fsica la idea, tal y como se concibi, dejaba de tener sentido. No obstante, nos pareca que la generosa respuesta que haba tenido nuestra convocatoria entre los compaeros no deba caer en saco roto, de ah que de la idea inicial se pasase a considerar la posi-bilidad de reunir en un volumen las aportaciones de todos aquellos que haban mostrado su inters por participar en este particular homenaje en vida que lamentablemente nunca pudimos llegar a realizar. Nospropusimosentonceslaedicindeunamonografaquesirviera adems de exponente del cambio de orientacin que est teniendo lugar en la arqueologa gaditana en general y en la funeraria en particular des-de hace unos aos y contribuir en la medida de nuestras posibilidades al avance de la investigacin, reuniendo en un mismo volumen los re-sultados de proyectos y trabajos en marcha que estn cambiando sensib-lemente la percepcin que se tiene de la Historia de Cdiz y que estn aportandosignifcativasnovedades.Elresultadofnal,queesperamos que no defraude, es la monografa que el lector tiene entre sus manos.LAS NECRPOLIS DE CDIZAPUNTES DE ARQUEOLOGA GADITANA EN HOMENAJE A J.F. SIBN OLANOAna M Niveau de Villedary y Marias / Vernica Gmez Fernndez (Coords.)APUNTES DE ARQUEOLOGA GADITANAEN HOMENAJE A J.F. SIBN OLANOColabora: