La Nación militar. 9-12-1900, no. 102

8
Semanario independiente, de Ciencias Sociales y Militares, Literatura y Artes. - O J ^ W H I-O»ao -•—" ' Dl^ECTOF^ PI^OPIETAI^IO: D, ^^NTONIO DíAZ BENZO AÑO 11. JNÚM. 1 0 2 . 9B PDBLicA LOS DOMINGOS QDE DlCIEMBREDE IQOO «.DMINISTRACION: MADERA, 6 jiNÚMERO SUELTO Madrid, J -^ ' t 16 céntimos. SUMARIO TEXTO: El Estado Mayor Central.—¡Imprudente!, por Carlos Castro Girona.—Un duelo en 1522, por A. Váz- quez Baneda.—Rápida, por Federico Reaño.—Por si conviene, por Alfonso Navarro.—La vuelta al mundo en una semana.—Curiosidades.—TIRO NACIONAL: Crónica.—La vida militar en el siglo xvi: El capitán Tram- pantoja, por Francisco Barado.—El rosal, por Federico Reaño.—Episodios de la vida de un tirador (Conti- nuación), por Armand de Brécey-la-Tour.—Dedicatoria á un retrato, por Alfonso Rojas Pacheco.—Charada. GRABADOS: Real yeguada de Aranjuez. Uno de los caballos reservados á S. M, REAL YEGUADA DE ARANJUEZ ^^^ Uno de tos caballos reservados á S. M.

description

Habla sobre como hacerse pendejo con tu vida sin ni siquiera notarlo

Transcript of La Nación militar. 9-12-1900, no. 102

  • Semanario independiente, de Ciencias Sociales y Militares, Literatura y Artes. - O J ^ W H I -Oao - " '

    Dl^ECTOF^ PI^OPIETAI^IO: D, ^^NTONIO DAZ B E N Z O

    A O 11. JNM. 1 0 2 . 9B PDBLicA LOS DOMINGOS Q D E D l C I E M B R E D E IQOO .DMINISTRACION: MADERA, 6 j i N M E R O S U E L T O Madrid, J -^ ' t 16 cntimos.

    SUMARIO TEXTO: El Estado Mayor Central.Imprudente!, por Carlos Castro Girona.Un duelo en 1522, por A. Vz-

    quez Baneda.Rpida, por Federico Reao.Por si conviene, por Alfonso Navarro.La vuelta al mundo en una semana.Curiosidades.TIRO NACIONAL: Crnica.La vida militar en el siglo xvi: El capitn Tram-pantoja, por Francisco Barado.El rosal, por Federico Reao.Episodios de la vida de un tirador (Conti-nuacin), por Armand de Brcey-la-Tour.Dedicatoria un retrato, por Alfonso Rojas Pacheco.Charada.

    GRABADOS: Real yeguada de Aranjuez. Uno de los caballos reservados S. M,

    REAL YEGUADA DE ARANJUEZ

    ^^^

    Uno de tos caballos reservados S. M.

  • 822 L A NACIN MILITAK ASO II.NM 102

    A nuestros subsepptofes.

    R*gaiiiH dlspeofiea el retmn* con qae rrlben ule n-Mero, y qae proeurareaioii no se repltii, debido INH mn-hMlmaa oeapaeionef) que eon MOIIVO del Helando eon-eomo naeloaal de tiro, ha tenido nue4lro querido direrlor D. Antonio Dai Benio.

    El Estado Mayor Central.

    YA bamos perdiendo la esperanza de que el Estado Ma-yor Central sa implantase alguna vez en nuestro ejr-cito. Tales y tantas eran las dilaciones, que por estos los otros motivos iban aplazando el proyecto antiguo del general Azcrraga. No deben, pues, regatearse al actual ministro de la Guerra, todas las alabanzas y felicitaciones que merece por la premura con que ha presentado las Cortes el proyecto de ley estableciendo aquella institucin, siquiera no satisfaga en sus comienzos de vida todos los provechosos fines que tiende.

    Nos basta, por el momento, con que exista, pues tiempo tiene de adquirir perfeccin en su desarrollo, amoldndose las condiciones de nuestro ejrcito. Al principio, se no-tar probablemente alguna deficiencia en las relaciones de la nueva institucin con el poder ejecutivo, porque hasta la fecha no hay costumbre de considerar al ejrcito con la vida independiente que le proporciona el Estado Mayor Central, y que an ser ms palpable cuando el Rey salga de la tutela de la Regencia. Pero como todo organismo que obedece leyes lgicas y precisas, ir inflayendo benefi-ciosamente en la vida militar, adquirir toda la importan-cia que le corresponde en la vida social y en la defensa de la patria, y ser cansa de qae entre nuestro ejrcito en una senda de progreso hasta ahora desconocida.

    No queremos, pues, descender detalles minuciosos, que sera prematuro discutir, no estando aun bien determina-dos, pero si el proyecto llega ser ley, llegar asimismo ser un hecho que todas las armas y cuerpos se funden y compenetran en el servicio de Estado Mayor y facilitan de este modo el mando nico que da anidad y fuerza, armo-na y compafierismo todos los elementos del ejrcito.

    Por esto slo merecerla machos plcemes el general Li-nares, que as habra dado un golpe de muerte las pe-queas diferencias, causantes algn da de hondos y fu-nestos disgastos.

    -ff^ASSSXSSSxJ

    ilmpfudei^te! /Que por qu soy imprudente

    cuando me encuentro tu lado? Que por qu hago ciertas cosas cuando estoy contigo hablando? Voy nia satisfacer tus preguntas sin reparo, contndote una historieta que me aprend no se cuando.

    La Imprudenea y el Amor^ unidos por el acaso, juntos un df estuvieron y de este modo se hablaron: A dnde vas, nio Cupido

    cuestas con ese fardo, lleno de flores y espinos, sin que llegues mezclarlos? Voy siguindole las huellas un galn enamorado. ,iY esos espinos, qu son? Los hombres que tengo cargo. /Y esas flores tan bonitas, son las mujeres acaso? Estos espinos y flores eso van representando, y cuando observo algn hombre de una mujer prendado, cojo una flor y un espino y los echo en este saco, manteniendo una distancia respetable, por si acaso. Y t, Imprudencia, qu haces en sitio tan retirado? Tambin persigo yo un hombre que es el pobre un timorato, y quiero hacerle imprudente. Pues me gusta tu descaro. Yo no puedo consentirlo que si es cobarde el muchacho, lo eneontrar mis alcances cuando desee emplearlo. La Imprudencia y el Amor as siguieron hablando. hasta que aqulla enfadada agarr de Amor el fardo, entablndose cruel lucha, entre el amor irritado con tan osada Imprudencia, y al erminar el fiasco sali la Imprudencia herida con muchsimos pinchazos. Algunas gotas de sangre los espinos mancharon y perdieron la prudencia... El Amor qued burlado! Desde entonces el Rapaj se encuentra mal humorado, porque todos los amantes son imprudentes osados.

    /Comprendes, pues, mi imprudencia cuando me encuentro tu lado? Sabes por qu hago esas cosas cuando estoy contigo hablando? Pues que ya ests satisfecha con la historia que he contado... Quieres perder la prudencia y darme, nia, un abraco?

    CARLOS CASTRO GIRONA.

    Ceata y Septiembre de 1900.

    ;SSSSSSSSSSSSSxS>~~~~>~-~>-~

    UN DUELO ENi522">

    EL lance ocurri en Vallalid, donde, la sazn, se halla-ban dos jvenes aragoneses, nobles ambos, llamados Jernimo de Anca y Pedro de Torrellas, qae, habin-dose trabado de palabra en an juego de pelota, se desafia-ron; selalaron armas y da, llegado el caal, salieron al campo, y comenzaron acachillarse diestramente; tras buen rato de pelea, logr D. Jernimo desarmar Torre-llas, qae, vindose perdido, le dijo: .

    D. Jernimo, me doy por vencido y mnerto vuestras

    (1) Todos IM pormcnerct de e*lc articalo ton rirnroMmenle hittricot.

  • Afto II.NM. 102 L A NACIN MiurAi 823

    manos; lo que os pido es que nadie sepa lo que aqu' ha pasado, sino que con perpetuo silencio quede el secreto entre los dos; y si no, matadme aqu luego; que ms quiero morir que vivir con ignominia.

    El carcter espaol siempre ha sido el mismo- Trescien-tos noventa y cuatro aftos despus, Mndez Nfiez, en el Callao, pronunciaba aquella clebre frase, exactamente igual en su esencia la de Torrellas.

    Jur Anca guardar el secreto, pero, sea por la cansa que fuere, el suceso se supo en Valladolid, y mofbanse todos del vencido. Entonces ste busc D. Jernimo, y le desa-fi de nuevo, dicindole:

    |Sois un fementido, y habis faltado vuestra palabra de noble, que debisteis saber guardarl

    Acept Anca el aesato, que se verific en toda regla. Pidieron campo Carlos V, que remiti la peticin al con-destable de Castilla, por ser ste "Justicia Mayor en las cosas de armas^; tratse de evitar el lance, mas por insistir los desafiados, y "porque conforme las leyes del Reyno, no se les podia negar el campo, se tes seflal la plaza de Valladolid, en cuyo lugar se form una doble empalizada, rodeada de cuatro tablados disuncias iguales, uno para el Emperador, otro para el condestable, y los restantes para los deudos y amigos de ios combatientes.

    La liza se empedr cuidadosamente y se enaren la perfeccin; enfrente una de otra y colocadas junto los ta-blados para el pblico, haba una tienda para cada caballe-ro. Sealse hora de las once de la maana.

    El primero que acudi fu Carlos V, precedido de gran-des de la corte, los caballeros de palacio, embajadores, guardias, y seguido de trompetas, aflafiles y tambores. Su-bi su tribuna, ricamente adornada con paflos de oro y seda, y recibi una varilla de oro, que arrojada en medio de la plaza, dara fin la lucha. Tras l lleg el condesta-ble, precedido de cuarenta caballeros, que llevaban una espada envainada, por estar el rey presente, despus se-gua un faraute y cerraban los escribanos del condestable, vestidos de seda negra, y montando caballos cubiertos de sarga azul. Salud reverenciosamente el condestable & Carlos, se instal en su tablado, y la guardia de pie y montada del rey, rode la valla para impedir se acerca-sen los curiosos.

    Sali en esto D. Pedro de Torrellas con su heraldo de-lante, y acomnaftado de su padrino el almirante de Casti-lla, del duque de Albnrquerque, del de Bjar y otros. Ante l llevaban un hacha de armas, una espada y una rodela, con las armas de su casa grabadas, y fijado el cartel de de-safo. Encaminse la comitiva al Csar, hizo la misma ce-remonia que el ondestable, y volvi su tienda.

    De idntica manera salieron Anca y su padrino el mar-qus de Brandeburg, el duque de Alba, el de Njera, el conde de Benavente y algunos ms. De-pues trajeron ar-mas y defensas, y iuraron ambos contrincantes, con la mano en los Evangelios: "Que entraan en aquella pelea por la defensa de su honra, y que era justa la causa que los mova, y no otra cosa, y que no haran mala guerra pelean-do con fraudes, ni se aprovecharan de yervas, piedras, nminas, hechizos, ni otras malas artes, sino que pelearan lisa y llanamente con aquellas armas, aprovechndose de las fuerzas y destreza de sus cuerpos, esperando el fanor de Dios, y de San Jorge, y de Santa Mara, en quien con-fiavan que auia de mirar por su iusticia^.

    Hecho esto, el condestable examia minuciosamente hizo pesar las armas, para que no hubiese desventaja por parte alguna. El peso de las armas, defensivas y ofensivas empleadas, no poda ser menor de 60 libras. Vigilados cada caballero por un acompaante del contrario, fin de que no se pusieran ms armas que las asignadas, puestas las armaduras, y esparcidos por la liza unos cuantos caballe-ros, por orden del condestable, cant el pregonero:

    "Manda el Rey y su Condestable, que mientras aquellos ^caballeros peleasen, ninguno, so pena de la vida, levante ^ruido, ni d nimo los contendientes con palabras, voz, ni movimiento, ni silvo, ni seal con la cabeza mano, 6 con algn semblante del cuerpo, en otra cnl>

    quier manera, ayude espante, anime desanime, dis-ntraiga, le encienda en clera, le haga tomar dejar las armas: salvo aquellos que para esto son sealados.

    Dado el pregn cuatro veces, sali Torrellas, armado de punta en blanco; preguntle el Condestable quin era y qu quera; contest, als la celada y se retir, quedndose entre tres caballeros. Lo mism> hizo D. Jernimo, tras lo cual el Condestable subi su tablado Sonaron las trom-petas, y los contendientes y sus padrinos se arrodillaron implorando la proteccin divina. Luego los padrinos abra-zaron sus apadrinados, retirndose sus tiendas.

    Hzose la seal, y los primeros golpes, dile Torrellas tal hachazo en el casco su enemigo, que poco ms diera fin de l; repsose Anca, y acometironse con tales bros que hicieron pedazos las hachas, y comenzaron luchar brazo partido. En esto, Carlos V arroj la varita, acudien-do escape unos treinta caballeros que viva fuerza les separaron. Quiso reconciliarlos el Condestable, "pero por mucho que lo procur, no lo pudo conseguir; y ass enfa-ldado los ech de la plaza, saliendo cada uno por la puerta ,que auia entrado, y les puso grandes penas ssi tomassen nas armas el vno contra el otro. Y vltimamente el Cesar, ^enfadado de su pertinacia, y mal n*iramiento, los puso en dos fortalezas, donde estuvieron muchos das, hasta que ^cansados de la prisin, se hizieron amigos, y dieron segu-rldad: pero nunca lo fueron de coraron, y ass! acabaron 1as vidas.K

    Lo mismo que hoy da. Duelo gravsimo? Banquete y reconciliacin. Aqu no ha pasado nada.

    R buscando entre algunos libros, "de dos siglos ha, que dira Chaves, di con la descripcin de este duelo, y mal perje este articulo, que si no tiene mritos, alcanza el de ser curioso.

    A. VZQUEZ BANEDA.

    R P I D A

    1

    ivAN felices, tanto, que nunca hablan visto empaado el cielo de su dicha por ninguna de esas nubculas precurso-ras casi siempre de tormentas conyugales. Completaba su felicidad el fruto de sus amores; un nio, ru-

    bio como el oro, de grandes ojos azules, vivo retrato de su madre.

    Cuando despus del trabajo regresaba el su nido, reciban* le los amantes brazos de su esposa y las inocentes caricias de aquel pedazo de su alma las cuales correspondia, carioso y solcito, con creces.

    II Sin duda estaba escrito que aquella dicha y tanta felicidad se

    trocasen en amargura y desgracia. Un da, al volver de sus la-bores antes que de ordinario, sorprendi aquella mujer, que l no hubiese titubeado en calificar de santa, en brazos de un amante.

    Una oleada de sangre le subi la cabeza abrasndole las ideas, y ebrio, loco, delirante, se abalanz sobre los miserables.

    La lucha fu corta, pero terrible; i los pocos momentos la adltera yaca estrangulada, horriblemente descompuestas sus facciones. El amante haba logrado huir.

    III Habiendo perdido lo que mis amaba en el mundo, no aleg

    nada en su defensa y la justicia, ciega como muchas veces, le conden i muerte.

    Y entre tanto, del angelito rubio, abandonado, de aquel pe-dazo de su alma, nadie se acordaba; quisa hubiese ido i aumen-tar eia plaga de nios vagabundos los cuales el abandono, la libertad y la miseria proporcionan un sombro porvenir de vi-cios y crmenes!...

  • 824 L A NACIN MIUTAS AO II.NOM. 102.

    IV Una tare cruda del mes de Diciembre, se cumpli el terrible

    fallo de la justicia. Y aquella noche, un nio, rubio como el oro, de grandes ojos

    azules, recorra las calles de la capital, aterido de fri y gri-tando con toda la fuerza de sus pequeos pulmones:

    El Heraldo con la ejecucin de esta tarde!... FEDERICO REANO

    (r~KSSSSSSSSSSSx~-5) ~ -

    POR SI CONVIENE Por no s qu reformas

    que hubo en su ocina, declararon cesante Don Lucas Canilla, persona de conducta tan honrada, tan digna cual falta de recursos, y desde el faltal da pasa horribles agobios del infortunio victima para h llar la pitanza de su prole querida, compuesta de su esposa, los suegros, una ta, cuatro Hijos, dos gatos y una cuada bizca.

    Ayer tarde en su casa estuve de visita, y espanto me dio el cuadro que se ofreci mi vista. La esposa de Don Lucas me recibi metida dentro de una tinaja, sacando por arriba tan slo la cabeza; su hermana Teodoliua para estar presentable se visti muy activa, arrollndose al cuerpo una estera viejsima; el suegro sali poco y el verle daba risa, pues cubran sus piernas unas medias listas, y el cuerpo, una casaca de un jefe de marina. El mueblaje era escato, baste decir que haba una mesa sin patas, una artesa, dos vistas de la Torre del Oro (sin marco), tres clavijas, creo que de un guitarro recuerdo de familia, y yo, para sentarme, como no haba sillas, utilicesto e> cierto una jaula vaca.

    Madrid 21 de Octubre de 1900.

    Qu tal va, compaero? le dije al buen Canilla y contest: c - Mi amigo, vivir as no es vida; hace ya dos semanas que comemos... [cordilla! Mis hijos, ipobrecitos! su hambre es tan canina, que ayer en la escalera caysele una amiga un rosario de ncar y, como cuatro ardillas, se lo tragaron, y ahora, con un dolor de tripa pagan haber comido aquella golosina. Bsquenos un destino no pido golleras mi suegro, yo opino que emplearlo podran de una de estas cosas: manguero de la villa 6 bartono de pera; mi hermana poltica con engordarla un poco empresa facilsima opdran contratarla pues valede corista, y hasta los pobres nios, tiznando sus mejillas, con su abuela en un circo s que se luciran como tribu de aschantis cosa parecida. Por favor, yo le ruego que ponga esa noticia ver si de ese modo mis desgracias se alivian.

    Y yo cumplo el encargo, mas advertir me precisa que al ir despedirme, quin. Seor, lo creera, observ que la suegra de mi amigo Canilla mi flamante sombrero con furor se coma.

    ALFONIO NAVARRO

    -^^SXSsSSSSS*

    La vuelta al mondo en nna semana. Parece que en Rusia el n^inistro de Hacienda se propone

    adoptar d sistema mtrico de pesas y medidas. Ya era hora.

    A principios de este afio ha muerto en obscuro y modes-to rincn de aples un sabio que merece la atencin y el respeto de la posteridad. Este concienzudo amante de la ciencia era el Dr. Elsio Marini, el cual dedic profundos estudios y minuciosas investigaciones resolver el pro-blema de que los cadveres no se destruyeran por la accin del tiempo y de las combinaciones qumicas. En la Ex-posicin de Roma de 1890 present preparaciones anat-micas de miembros y visceras cadavricos, cuya conser-vacin y morbidez era asombrosa. Un busto de mujer, ca-yos grandes ojos abiertos miraban con tal fifeza que hacan daflo; un hombre, al parecer, tranquilamente dormido; pul-mones, hgados, corazones humanos, endurecidos unos como la piedra, otros en estado flexible, pero todos con el aspecto de la vida. Este gran hombre no descubri su se-creto y en Italia ha muerto tan olvidado como poda haber muerto en Espaa.

    El doctor Zeglen, mdico de Chicago, ha inventado una especie de chaleco que puede convertirse fcilmente en co-raza, capaz de resistir el disparo de una bala.

    Estas corazas son de tres clases: La primera destinada proteger quien la lleva puesta

    contra las balas de revlvers, fusiles de caza y spring-fields, sea cual fuere la distancia, est formada por un te-jido de seda muy flexible espeso de ocho milmetros y ex-cesivamente suave, de modo que puede confeccionarse con l, si as se desea, tm traje completo, sencillameate una coraza.

    Su peso no excede de doscientos cincuenta gramos por pie cuadrado; puede usarse, pues, durante todo el afio, y por consiguiente, en todas sus estaciones. Ser este el uni-forme del soldado del porvenir?

    El espesor de la segunda clase de estas corazas es cua-tro veces mayor.

    Con la tercera clase, forrada de acero, la coraza, que pesa dos kilos, el &oldado resulta completamente invulne-rable.

    La resistencia de estas corazas permite emplearlas en proteger exteriormente los artilleros y resguardar los lados laterales de los trenes blindados. Podran, por lti-motransformadas en planchas provistas de troneras y montadas sobre carretillasservir de escudo mvil los tiradores.

    Hanse verificado experiencias concluyentes en Chicago, Port-Shendan y otros centros importantes de los Estados Unidos, dirigidas y comprobadas por jefes del ejrcito.

    Dios quiera que sea verdad tanta belleza. El jefe de correos alemn, von Podbielski, al hablar en

    una reunin pblica sobre cuestiones del servicio postal, ha indicado la idea de introducir un tama&o unitario para el papel de cartas y en particular para los sobres.

    o se forman ustedes idea, deca, de la inmensa varie-dad de formas, tamafios y colores que ostentan los sobres, que el correo ha de expedir, y que por esta misma diversi-dad perjudican la rapidez del servicio. Sobre todo, son las sefloras las que ponen prueba nuestra paciencia, usan-do , segn la moda, tan pronto sobres largos y estrechos, como anchos y cortos, diagonales, oblicuos, triangtila-res, etc. A veces tambin tienen la mana de poner el sello en sitios donde nadie lo busca, por ejemplo, como cierre en el revs del sobre. Todo eso represenu tu increble au-mento de trabajo para el empleadlo, que no puede proce-der bien al timbrado.

    Tambin quisiera ver reemplazado el timbre de mano por una mquina de timbrar, y para hacer el timbrado por mquina, se impone la necesidad del tamaflo unitario para las cartas.

    Piensa usted, le preguntaron, iatrodudr por regla-mento este tamafio unitario?

    Ah, no, contest Podbielski, por qu reglamentar siempre? El pblico ya conocer pronto la ventaja que le traer usar tamaflos razonables para sus sobres, al ver que sus cartas se expedirn con ms rapidez.

  • AOII . -NOM. 102. L A NAQN MILITAR 825

    El inventor de la dinamita, Alfredo Nobel, muerto en 1896, leg toda su fortuna (cincuenta millones de francos), para que se crease una fundacin que haba de adjudicar cada afio cinco premios los que hubiesen prestado mayo-res servicios )a humanidad.

    La primera distribucin de los cinco premios Nobel se efectuar en 1901 el da 10 de Diciembre, aniversario de la muerte del donador. Es de creer que el a&o prximo, el valor de cada premio exceda de 200.000 francos, recompen-sa bastante para que muchos pretendan el titulo de bien-hechor.

    Se adjudicarn premios: 1 A quien en el terreno de las ciencias fsicas haya hecho la invencin el descubrimien-to ms importante; 2. Al que en qumica haya llevado cabo el mayor descubrimiento perfeccionamiento; 3. Al autor del ms importante descubrimiento en los dominios de la fisiologa la medicina; 4. Al que haya producido la obra literaria ms notable en el sentido del idealismo; 5. Al que ms haya hecho en pro de la obra de la frater-nidad de los pueblos, para la supresin la reduccin de los ejrcitos permanentes, as como para la formacin y la propagacin de los Congresos de la paz.

    CURIOSIDADES Los hombres de ciencia admiten hoy que la cualidad de ser

    ventrlocuo, consiste en una espiracin gradual y lenta, prece-dida de una inspiracin de aire profunda, y que, por ciertas modificaciones de la trquea y laringe, produce sonidos espe-ciales. M. Lecpagnot ha demostrado que los ventrlocuos han adquirido por ejercicio la facultad de levantar deprimir el velo del paladar, dilatando contrayendo los conductos na-sales.

    Si hay contraccin, el sonido producido es dbil y parece dis tante, y ms cerca de nosotros cuando la nariz y el velo del pa-ladar estn dilatados.

    En la seccin de informaciones de uno de los ltimos nme-ros del Guelp Herald, peridico de una pequea ciudad del es-tado de Ontario, se lee lo siguiente:

    Verificando aos atrs un rico propietario rural de los alre-dedores de Guelp, una visita de inspeccin en sus propiedades, penetr en el establo de las vacas.

    Vesta una larga levita, y llevaba en uno de los bolsillos de la misma un magnifico reloj de oro, de gran precio.

    Mientras estaba enterndose de los cuidados que se presta-ban aquellos anmales, se le acerc una ternera, la cual des-pus de haber olfateado el pao de la levi:a, cogi con sus dientes uno de los faldones que se apresur engullir, con el reloj.

    tEl hecho ocasion en el primer momento cierto disgusto al propietario, por tratarse de un objeto que representaba para l dulces recuerdos. Despus de haber reflexionado, hizo poner al animal en observacin, confiando en que acabara por restituir el reloj.

    Vana esperanza; el ladrn se empe en guardarse el fruto de su rapifia.

    El propietario no se acordaba ya del objejo robado, pues en este mundo todo, casi todo se olvida la larga, cuando aquel animal fu entregado la semana pasada un carnicero.

    Imagnese cul sera la sorpresa de ste al encontrar dentro del ensangrentado cuerpo de la bestia, un magnfico cronme-tro que no slo estiba entero, sino que continuaba sealando la hora; el reloj no haba interrumpido su marcha.

    Consultados sobre este caso extraordinario, declararon al-gunos sabios que la ciplicacin era la cosa ms sencilla del mundo, ya que el reloj haba quedado entre los dos pulmones, y siendo adems remonloir, el movimiento constante de la res-piracin habta sido suficiente para conservar su movimiento de un modo ms exacto que si hubiera estado en poder del hom-, bre ms metdico y ms meticuloso.

    Juaguen nuestros lectores de la alegra experimentada por

    el feliz propietario, s'o superada por el orgullo del relojero, al poder hacer constar, despus de diez aos, que el reloj no haba retrasado ni un minuto durante tanto tiempo.

    El hecho ser no cierto; pero no puede creerse que se tra-te de una propaganda americana, ya que el Guelp Herald no cita el nombre del relojero.

    M. Isndr ha publicado, en la Revue des Revues, un estudio muy interesante acerca de la francmasonera en el ejrcito, si bien las logias militares han desaparecido desde hace cincuen-ta aos.

    Se fundaron esas logias en Ing'aterra en el siglo xvii, en cuya poca la masonera, fe! todava sus estatutos, no era otra cosa que una institucin de beneficencia y de solidaridad.

    La primera logia fu creada en Gibraltar en el ao 1728. En el territorio del Reino Unido haba 179 logias en 1750 y

    219 en 1813. Se afiliaron las mismas los capitanes de mayor reputacin

    y los ms ilustres marinos: RoJney, Wilson, sir Carlos Napier, Wellington y Nelson.

    Tambin pertenecieron ellas, pero ttulo de miembros extranjeros, Washington y Bolvar.

    I^ a masonera militar fu an ms floreciente en Francia. En esta nacin dieron el ejemplo, ingresando en ella, el ma-

    riscal d'Estres, el conde Mauricio de Sajonia y el duque de de Rchelieu.

    El duque de Autin fu elegido gran maestre en 1738. Sesenta y nueve logias, exclusivamente militares, existan en

    Francia en 1789, sin contar con los numerosos oficiales que es-taban afiliados las logias civiles, en las que tambin figuraban algunos eclesisticos.

    El venerable de una de ellas, la ltima que se tundo, era Massena, el futuro mariscal.

    A semejanza de muchos nobles, que acogieron favorablemen-te la idea filosfica, aquellos oficiales masones contribuyeron mucho propagar en el ejrcito las teoras revolucionarias.

    Sin embargo, la Revolucin no se mostr agradecida la masonera, que inspir sospechas. Su desarrollo qued parali -zado hasta el ao 1800. en que volvi tenerlo muy marcado. En tiempos del imperio los masones se agitaron mucho en Francia.

    En 1811, la Orden tena por gran maestre Jos Bonaparte y sus principales dignatarios eran todos los mariscales france-ses, sin contar al principe Eugenio y tal vez Napolen.

    Dividanse las logias militares en dos clases: permanentes unas y las otras particulares y agregadas los diversos regi-mientos, los que seguan en los cambios de guarnicin.

    Dos tambin eran sus fines: funcionar modo de sindicatos que tenan que defender los intereses de los oficiales masones contra la arbitrariedad del poder y como asociaciones huma-nitarias cuyos miembros se esforzaban en conciliar, sobre el campo de batalla, sus deberes de patrilas y sus deberes de hermanos.

    La seal de socorro, hecha en el momento oportuno, pudo salvar la vida, segn se cuenta, ms de un soldado masn quien su adversario, masn tambin, contentse entonces con hacerle prisionero solamente.

    El mariscal Soult prohibi, en 1845, el ingreso de los milita-res en aquellas asociaciones secretas, por ofrecer un grave pe-ligro su esarrollo en el seno del ejrcito.

    El alecli*! MatAr. El alcohol recibe de da en da nuevas aplicaciones industria-

    les. No es ya un lquido aplicable tan slo la bebida y sobre el que deben gravar todo gnero de impuestos para corregir de una manera indirecta los estragos del alcoholismo.

    Como motor, se est ensayando en el automovilismo con gran-des resultados, pues adems de tener la ventaja de no producir olor desagradable, es ms econmico que la esencia de petr leo, como lo prueba el ensa}o recientemente verificado en la carrera Pari-Rouen, en que M. Giraud recorri en su autom-vil de ao caballos los 130 kilmetros en dos horas quince minu tos, con un gasto de 13 litros y medio de alcohol carburado de M. Leprtre, cuyo coste es de 14 80 francos, en vci de 17,90 que cuesta igual cantidad de esencia de petrleo.

  • 826 L A NAON MILITAR Ao II.-NM. 102.

    TIRO NACIONAL Cf

  • AO II.NM. 102. L A NACIN MILITAR 827

    EL ROSAL

    Cuando ante tu ventana puesto de hinojos

    mi imagen retrataban tus bellos ojos

    un rosal que debajo de ella creca

    con su exquisito aroma nos absorba.

    Hoy por las inclemencias del cierzo helado

    aquel rosal querido se ha marchitado

    ms su prdida, nina, ya no la siento,

    (aquel grato perfume qued en tu alentol

    Fs^ERico NEANO.

    Madrid, 1900.

    Episodios de la vida de un tirador, por Armand de Brcey-la-Tour. XIV

    CMO CONCLUY MI AMISTAD CON M. RANDTlLLERS

    Yo haba conocido M, de Randvillers en la mayor opulen-cia, y el relato de sus malhadadas operaciones de Bolsa y de los sucesos del 6 de Agosto, me conmovi hondamente. Trat de consolar al buen seor como mejor pude, con frases de cajn, yerbi gratia, que en el campo de los negocios nunca hay que desesperar, que la misma inseguridad significa probabilidad de rehacerse con un buen golpe, y cosas por el estilo.

    Pero el pobre banquero mova tristemente la cabeza. Estaba plenamente convencido de que no quedaba salvacin para l.

    No obstante su estado de abatimiento que poda explicar muchas cosas, me hab i extraado en sus labios una frase que haban pronunciado al principio de mi visita.

    |Cunto tengo que agradecer ustedlme haba dicho. Esta exclamacin me haba dejado perplejo. Ibame ya despedir cuando M. Randvilliers volvi aquel

    tema. S, amigo mo; lamento que la expresin de mi agradeci-

    miento que hace tiempo le deba i usted, tenga que hacerla en momentos tan tristes. Quiz usted le choquen estas palabras. Como nunca hemos podido hablar de ello! Usted estaba muy grave, no era oportuno molestarle. Luego mi riaje, la guerra, qu s yo...

    Me pareca tan raro todo aquello, que no supe qu con-testar.

    Ademsprosigui mi interlocutorusted procedi con una delicadeza exquisita. No, no crea usted ni un momento ms que yo ignoro cunto le debo. Usted ha expuesto su vida por nosotros, y mayor servicio no es posible imaginarlo.

    Dispnseme usted, pero no comprendo... Marta me lo ha confesado todo. Lo que yo sent fu no sa-

    berlo tiempo, para evitar el duelo... Ah, se reere usted mi desafo con el conde Roienwald! Su desafo por salvar el honor de mi hija. Sin embargo... No, no trate usted de ocultar su propio mrito. S todo lo

    que pas aquella noche de Niederbronn, en que encontr s-ted Marta junto la estatua del conde Roberto.

    Cmo! Usted sabe?... Me lo ha contado ella. Cuando lleg su conocimiento

    que usted estaba herido de gravedad y en peligro de muerte, el remordimiento le asalt, y vino llorando confesrmelo to-do. SI, estuvo al borde del precipicio, pero usted fu su salva-dor. Marta y el conde se amaban.

    iMarta! SI, yo no lo sospechaba. Disimulabfcn tan bien, cre que no

    simpatizaban siquiera. En cambio senta en el alma el desvo de mi hija para con usted.

    Desvo no, por mi parte... S, Sr. Lubomiriky, mi hija fu entonces ingrata sus de-

    licadas atenciones. Yo lo atribua simplimente su carcter, corto y retrado, sin embargo, siempre la consider lo suficien-te altiva para posponer un hombre gastado, arruinado de sa-lud y de fortuna por su vida disipada, como era el conde Ro-senwald, un caballero tan digno y honorable como Estanislao Lubomrski.

    Estas palabras de M. Randvillers me dejaron helado. |Cmo! El crea que yo haba estado aspirando al amor de Martai* In-terpretaba de esta manera aquellas galanteras que yo haca por obligacin y que tanto importunaban la joven? Me extra-aba tanto, tantsimo, todo lo que estaba oyendo, que hasta llegu sospechar que todo fuera una artimaa de banquero arruinado, para salvar con un matrimonio el porvenir de su hija. Sin embargo, mi situacin era tan delicada, que no se sa-ba qu actitud adoptar, ni qu contestar M. Randvillers.

    Al caboprosigui steMarta era una nia, salida haca poco dd convento, con todas las ilusiones y toda la picarda de una educanda. Se alucin, y una noche dio al conde la cita que usted sabe. Afortunadamente, si yo estaba ciego, tena mi lado un amigo que velaba por el honor de mi casa. Usted acudi al lugar de la cita antes de la hora convenida; Marta se vio sorprendida, pudo reflexionar y se salv. Luego no vacil usted en exponer su vida para responder de sus actos. Ay, amigo mo! Por qu no lo supe tiempo? Yo hubiera ocupado entonces en el campo del honor el lugar que me corresponda. iQuiz hubiera muertol Tanto mejorl Entonces habra dejado mi hija en una posicin brillante, que hoy no puede ya as-pirar.

    Mi querido Randvillersdije mi vezLa bondad de su corazn le hace aparecer m conducta ms grande de lo que es, y ver en mi persona mritos que realmente no han existido. Si yo me bat con el conde, fu porque l me provoc; si salv su hija de usted de una prdida irreparable, fu quiz debido una feliz coincidencia que celebro en el alma.

    -No, Sr. Lubomrski; no quiera usted rehuir mi agradeci-miento, no ser que lo desprecie usted por venir de un hom-bre viejo y arruinado que ya nada puede en este mundo.

    -Por Dios, usted me ofende. No, no creo esto de usted. Ya s que estoy hablando con un

    amigo sincero, una de las pocas personas buenas con quienes he tropezado en el camino de mi vida, y quienes con justicia se puede aplicar ese nombre de amigo de que tanto se abusa. |He encontrado tan pocos como ustedl Ah est ese mismo Ro-senwald: un muchacho con cuyo padre me hablan ligado anti-qusimas rtltcionn mcrcantilea. El antiguo conde habla sido

  • L A NACIN MILITAR AO n.-NM. 102.

    DEDICATORIA UN RETRATO OJE3:AJEAD.A. Ik mi buen amigo Jos Gonzlez Ledesma.

    De un papel figurn, de un recuerdo, 6 talismn, cualquier retrato dan nuestros afectos al fin.

    Puede arrancar de esa suerte: desprecio, en la indiferencia; dulce memoria, en la ausencia; 6 una lgrima, en la muerte.

    ALFONSO ROJAS PACHECO.

    En los campos catalanes y en los campos de Aragn, y en plazas fortificadas hay muchas primera dos; tres y cuatro en el invierno en cualquiera poblacin; quien obra con cuarta tercia. no tiene buena intencin; quinta al revs es purgante; tercia y una bella flor, y adems juego de azar que muchos los arruin, y el todo es localidad de la espaola nacin.

    4494.Avrial, impresor, San Bernardo, 92, telfono S.22.

    n opulento banquero de Frankfort-del-Mein, que ltimamen-te se haba trasladado Prusia, fijando en Berln su residencia. A su hijo, el que usted conoce, casi le vi nacer. Su padre mu-ri, dejndolo con muy pocos aos y heredero de una bonita fortuna; pues aunque la herencia debi repartirse entre siete hermanos, sin contar la parte de la viuda, fu una buena po-rretada de marcos, la que cupo cada cual. Precisamente Fe derico acababa de salir de la Academia Militar. Ya puede usted figurarse: un hombre joven, acostumbrado la opulencia, com-pletamente libre y dueo de un gran capital, Ha sido un derro-chador empecatado! En menos de cinco aos lo ha tirado casi todo por la ventana.

    Pues este muchacho prosigui M. Randvillers, des-pus de una breve pausa, en que sin duda haba reflexionado sobre la coincidencia de la situacin pecuniaria del conde con la suya propia; este muchacho, dijo, yo le haba abierto de par en par las puertas de mi casa, donde estaba con la misma libertad que en la suya propia.

    Efectivamente interrumpnot esa gran confianza y hasta le dir usted que me extra un poco.

    La confianza era ilimitada! Yo le profesaba verdadero ca-rio, tanto, que le consenta una porcin de cosillas que no le debiera haber consentido en mi casa. Bueno; bien es verdad que entonces Marta estaba en el colegio y se poda tener la manga ms ancha. Luego, como senta mucha simpata por el muchacho, hasta me haca gracia el verle entrar, con el fuego de la primera juventud, en las primeras lides amorosas. Cuando era cadete iba all los veranos, me tenfa alborotada toda la servidumbre (de gnero femenino se entiende) que haba en el castillo. Es cierto que en aquella poca, como mi hija no esta-ba, no vivamos all ms que unos cuantos amigotes, que tam-bin sabamos correrla Qu tiempos tan distintos aquellos, amigo Lubomirski 1 Lo nico que sent fu esa tonta de Elena...

    Elena?dije sbitamente impresionado. S; ella era muy nia todava cuando el conde Rosenvrald

    era cadete. Ah {Pero entonces es cierto?volv interrumpirle. Yo hablaba sofocado, temblando de emocin, que me esfor-

    zaba en ocultar. El banquero me contestaba con toda calma, con la mayor indiferencia.

    En verdaddijo lno se lo que fu aquello, ni hasta dn-de llegaran.

    De modo que esa pobre joven?... Siempre ha sido tan tonta!... siempre ha estado creyendo

    que iba volver ser el mejor da condesa de Niedderbronn , Pero entonces no cabe duda de que Elena y Roscnwald se

    amaron? Pch! No se si llamarlo amor qu. Ellos siempre han

    seguido tratndose con tanta confianza! Hablando con franque-za, yo he preferido cerrar los ojos y pensarlo mejor.

    ^Pero esa infeliz criatura no tena nadie que velara por ella'

    Ya ve usted, perdi su madre de muy chiquita: su pobre padre est ciego hace tn ao. A m, en realidad, no me hacia ningn servicio, pero no he tenido alma para despedirla. De ninguna manera! Ese pobre hombre se muere de pena el da que deje de administrar el castillo de Niederbrom, el castillo de sus mayores, como dice l.

    Pero Elena . . ,? Elena, en medio de su tontera, y de lo que haya habido,

    que no s lo que ser, es una buena muchacha. As es que me pareci que, en medio de todo, no resultara una mala compa-era para Marta: al contrario, para serlo de una nia inexper-ta, conviene estar algo aleccionada por la experiencia, Cre que en el castillo, no slo podra prestar mi hija grandes ser-vicios, sino que, si llegara el caso, sera una valla que se inter-pondra entre ella y Rosenwald. Ya ve usted cmo me equivo-qu y cmo es usted solamente quien debo que el honor de mi casa haya sobre /ivido mi fortuna.

    En cambioexclam mi vez rojo de indignacinyo le debo usted los dolores ms grandes de mi alma; s, usted, que despus de abandonar s misma esa infeliz criatura, an tiene usted suficiente... falta de delicadeza, por no decir otra cosa, para zaherirla y despreciarla.

    Pero habla usted de Marta?dijo el banquero sorprendido, Qu me importa m su hija de usted? Hablo de Elena,

    de esa pobre Elena con quien se ha portado usted del modo ms miserable.

    El banquero se qued lvido, sorprendido, y dijo: Pero usted me habla de este modo? S, sprosegu mi vezyo le digo que es usted un mi-

    serable! Ah! -repuso.Cuando uno es pobre todo el mundo le

    vuelve la espalda! Qu corazn ms pequeo!dije, cada vez ms ciego de

    ira.Todo lo quiere explicar por el inters malditol Usted que tanto simpatiz con Rosenwald cuando era rico, crey in-dispensable crear una valla entre i y su hija de usted cuando lo vio arruinado. Hace un instante ha credo usted necesario disculparse al contarme que ha seguido manteniendo al padre de Elena, pesar de que no le produce ninguna utilidad. A mi jams me ha hablado usted de Marta como ahora que se ve us-ted amenazado por la ruina. En cambio como la honra y la fe-licidad de esa desgraciada, hija de un hombre honrado su vez, pero pobre y ciego, no pesaba para usted ni un miligramo en la balanza dess negocios, las ha abandonado usted s mis-mas, sacrificndolas quiz al solaz de los huspedes de su cas-tillo. Eso es ser un miserable. Hemos concluido.

    Y levantndome frentico, tom mi sombrero, me dirig la puerta y sal. Luego record que en el momento de atravesar el pasillo me haba parecido vislumbrar la figura de Marta.