La Muerte Niña_Carmen Rioja

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Cuentos cortos. Con una marcada inclinación por hechos y personajes poco comunes, Carmen Rioja asoma a un mundo escrupulosamente patológico, la muerte y la locura son desenlaces frecuentes, pero en ningún caso sobrados o falsos. No se trata de textos oscuros, cada uno de los cuentos pone en juego una serie de recursos que permiten una interpretación vertical tanto del carácter humano como de la atmósfera que lo limita y libera a la vez.

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LA MUERTE NIÑA

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LA MUERTE NINACARMENBIOJA

El hechicero, ediciones

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F¡É

fr

Le uupnrr Nrñe

mirada madre de la niña sola. qr4e ee en el padre grande an bijo niño,

miradas que nos miran desde el fondode ld t¡ida y son trdnpr¿s de la muerte

Ocrrvro Ptz, Prr»x,t oz sot

Brazos y piernas del color de las limas secas reposabansobre la cama. Ios párpados untados. Un tejido de selvahúmeda protege las sábanas. Enfrente, un hombre mirala luz en el cabello y se detiene a observar un mechónque cae sobre la mejilla: el sol de la tarde descansa enuna hebra clara. Se acerca hasra senrir el aliento heladode los pies, besa con cuidado los dedos. La lengua púr-pufir se desliza entre los pliegues.

Con un pincel estira las comizuras de la pequeña boca.Iogra una sonrisa juguetona.

Arrastrando el paso vuelve a la silla detrás del lienzo.Toma un poco de bermellón. Coirige el trazo de loslabios niños.

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Discño de l¡ colreióny ponrda: Mmwl Cro

Priren cdición, 2002

D.R.o El hechicerq edicioooLuis Muuel Cro BrenRío dc l¡ Le¿ nte. oú8. 12

Cotrc Hisó¡icoSutiego de Qurátto, 76000Td. (114 2 t2 66 8selhccticm@f¡hmcom

ISRN:96&7177-71-2Iopmo y hccho o Qrcr&aro, Méúco

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Esos on¡eros VERDES Y HUMEDOS

A mi hijo Ie regalaron una en su cumpleañot. Él j.rgr-

ría con ella por un tiempo para después olvidarla. Quémente diabóli ca era caparz de regalar semejante preocu-

pación. Era yo quien tendría una obligación y una tarea

más que cumplir aunque no estuviera en condiciones

de hacer un compromiso ni tuviera el tiempo para dedi-

cárselo. Por ningún motivo me iba a hacer responsable

de la criatura. Era preciso que la cuidara el niño. A lavez mi complejo de culpa amerazaba con provocarme

una crisis si no me hacía cargo del pequeño dinosaurio.

Al día siguiente el reptil quelonio se llamó Renela;

pensé que era más apropiado para una rana pero las tor-tutas y las ranas tienen sus semejanzas, especialmente

hablando de tortugas de agua. Por eso me gustó el nom-bre. Si Renela iba a vivir con nosotros y yo no quería

cuidarla, tenía que asegurarme que tuviera el ambienteadecuado para sobrevivir. Recordé que mi hermana te-

nía tonugas de agua desde hacía tiempo. Pero como yono er¿ el responsable, le pedí a mi mujer que le llamara

y averiguara si había una lista de instrucciones y cuida-

dos que seguir.

Una piedra de calcio con forma de tortuga, exclusiva-

mente agua de garraf.6n en su acuario, comida sólo dos

veces a la semana (esto último me pareció muy conve-niente); ah, y si de pronto notábamos que Ia tonuga noabría los ojos sería por que el agua em muy dura. En ese

caso habría que medicarla, de otro modo la torruga se-

ríaíncapaz de ver el alimenro y moriría de inanición.Definitivamente no podía seguir mi vida. La cajíta

verde aparecía como un rerrible y muy húmedo proble-ma. Ahora debía vigilar los ojos de Ia tonuga. No sé

cómo, pero al segundo día Renela y su acuario fueron a

pafi¡r a mi habitación, en el mueble que e$á entre lacama y la computadora donde trabajo. tr hice una islacon una piedra donde pudiera tomar el pedazo de solque entraba por la ventana; cuando me acercaba a verlase echaba graciosos clavados al agua. A ratos parecíaobservar el movimiento de mis manos. Cuando nosquedábamos solos en la casa, Renela y yo disfrutába-mos juntos del silencio.

Sucedió que los párpados de Renela se'pegaron. Enadelante tuve que ponér gotas medicadas dos veces aldía en cada uno de sus microscópicos ojos, los cualeshubo que mantener abiertos para la correcta aplicación.Paia saber a quién odiar, traté de imaginar la cara de lamamá que envió con su hija una complicación ran ver-de, pero nunca la había visto y no me pude formar unaidea.

Una tarde se me ocurrió algo trágico, la tonuga po-día sentirse sola. Estaba sola. Un cajón de plástico sinmás que una isla de piedra. Ni una hoja, ni un espejodonde mir¿rse. La tortuga podría morir de tristeza: es-

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taba completamente sola. En menos de dos días, mehabía decidido por comprarle un compañero. Al fin quetratándose de animalillos de cinco centlmetros, no po-día decir que dos quitaran mucho espacio o demasiadoalimento. Tampoco que cuidar a dos sería mayor pro-blema. En cambio, Renele sería feliz.

Así fue que visité al veterinario. Tenían cinco rorru-gas nadando junto a los peces. Escogí la más grande nosé por qué, tal vez porque era la que parecíahaber vivi-do más tiempo, y por lo tanto la que tendría mayoresposibilidades de supervivencia, supongo. Sospeché enmí el miedo a la muene. Tan pronto me entregaron labolsa de plástico con el agua prorectora, me dije que elanimalito era mío y no de mi hijo como Renela. k pon-dría un nombre de mi agrado. (Jna mascota para mi.Era la primera, porque no recordaba haber renidomascotas. Entonces se me ocurrió Cronopio, me pare-ció el nombre más encantador y desde luego el más apro-piado para alguien con quien uno ha decidido encari-ñarse. Cronopio sería mi tortuga, si es que las tortugaspueden poseerse.

Cronopio llegó a la casa y conoció a Renela. Decidícambiar el acuario de vuelta a la cocina donde el aireera más cálido, ahora esraba preocupado por el frío delotoño. En cuanto las vi juntas me desilusioné tan pron-to que daba tristeza. Cronopio era demasiado azul y te-nía el caparazón muy redondo, no algo ovalado comoRenela, ni tenía la franja naranja en el cuello, sino ape-nas una mancha amarillo nicotina. Además algo tenía

Cronopio que no era tan simpática como Renela; paraser precisos, parecía que no me caía muy bien Cronopio.Pensé que era una lástima que Cronopio fuera mi mas-cota en lugar de Renela siendo la segunda más agracia-da, pero en ese caso Cronopio era un nombre desperdi-ciado en una tortuga antipática. Me arrepentí de gastarel nombre tan rápido, sin antes haber conocido me.ior ala nueva tortuga. Cronopio, Cronopio, Cronopio, Des-pués de un mto de observarlas, comencé . ,rot". qrr.Cronopio era mucho más nerviosa: a cualquier movi-miento en el cuarto, Cronopio pataleaba como una locay se daba de topes con la pared del acuario; además con-tagiaba a Renela de su nerviosismo. Les cambié el aguay les puse alimento, pero durante las dos horas.r, qrr. l,observé, Cronopio no comió y rampoco pareció acos-tumbrarse a mi presencia. Estaba muy alterada. No de-bía jlrzgarla con ranra aspereza, debía considerar queCronopio llevaba un tiempo viviendo en la veterinariade un centro comercial a donde nunca llegaba un rayode sol. Tal vez en un par de semanas se sentiría mejor.

Cronopio debió sentirse despreciada. Al día siguien-te, al despertar, me acerqué al acuario a supervisar latempenrtura del agua. No estaba ahí. Cronopio habíadesaparecido. Cuánto tiempo lograría sobrevivir sinagua. Era imperativo enconrrarla. Busqué por todos losrincones de la cocina. Detrás del microondas, debajodel mantel, en los cajones. Pudo caer al cesto de la basu-ra porque estaba muy junto de la barra de la cocina.Busqué enrre los desperdicios de fruta, huevg y cáscaras

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de papa apestosas, sentí cosquillas en la mano y de unsalto atrás me alejé tres metros, imaginé una cucaracha,pero no podía dejar inconclusa la búsqueda en el cesto:

vacié el contenido en el piso de la cocina y examinépedazo por pedaza hasta la última porción. No la en-

contré. T al vez el caparazír de Cronopio había estalla-do al golpear con el piso. Me hinqué y con una linternaapunté hacia los rincones que se formaban detrás de laestufa. El piso estaba lleno de pelusas y casi no podíaver. Busqué detrás y abajo del refrigerador. Era posibleque estuviera atorada con un cable o con Ia tubería delgas. De rodillas, me fui a la sala, porque quizás había

avanzado. Abajo de los sillones sólo había iuguetes, unzapato,una batería doble ¿ y el bolígrafo que perdí hace

tres meses. Pasé horas en Ia misma postura, recorriendola sala y la cocina, no busqué arriba porque una tortugano puede escalar. Pero sí podía rodar por las escaleras

hacia el sótano, donde sería imposible encontrarla. Detodas formas bajé, miré atrás de las puertas, encontrésólo arañas. Anduve arrastrando muebles, cajas, trapos,discos viejos con el temor de que me saliera un alairáno una viuda negra y por accidente me picaran. Una tela-raña se enredó en mi pelo, manoteé para zaÍarme.Ima-giné una araña encima de mí, sentí comezón en la espal-

da, piquetes en la pierna.Han pasado res días ya y Cronopio no aparece. Ma-

ñana saldré de viaje; me voy con la angustia de no haberla

encontrado. Para colmo, Renela no se ha movido de unaesquina y no sale a comer. Casi no la he visto salir a

respirar y cuando meto la mano tampoco se mueve, debe

estar triste, es como si fuera viuda. No puedo hacer nada

sino esperar. Sólo espero encontrar a Renela viva cuan-

do regrese.

lo primero que hice al volver a casa fue ir a ver a

Renela. Ha sobrevivido pero sigue triste. Compré unatortuBa de plástico pan¡ que se sienta feliz. Es casi de su

mismo tamaño; la encontré en una juguetería cuandocomprábamos un rompecabezas para Pablo. Se la puse

en su acuario ayer en Ia mañana. Es del mismo colorque Renela. Pero no se mueve y Renela no se le acerca.

Una idea terrible se me apareció esta mañana: que Renela

podría interpretar que la tortuga de plástico es una tor-tuga muerta porque no se mueve ni come o sale a respi-

rar. Qué pensaría entonces Renela. Si la de plástico es la

única tonuga que conoce y ésa parece muerta, entonces

puede creer que todas las tonugas de su universo están

muriendo y sospechar un destino similar para ella mis-ma. Entonces Renela morirá pronto a consecuencia de

esta noción y por imitación de componamiento. Enci-ma de todo, Renela ha estado muy quieta y al ver alaotrr tortuga tan quieta no puede más que imitarle. Prontomi Renela dejará de respirar.

Corrí a sacar a la tortuga de plástico. Luego hice unasegunda búsqueda exhaustiva. Como que presentía unCronopio por los rincones. los cronopios no desapare-

cen por completo: no se les ve, no se les tiene pero están

allí. I^o que me dolía era que no terminaba, que el círcu-lo no cerraba, que no había silencio. La incenidumbre,

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el extravío, eran más angustiantes que el conocimientode una muerte. Pienso en los niños perdidos que apare-

cen en los cartones de leche. Tíere raz6n aquél que medijo: alguien debiera decirle a esos padres que su hijoestá muerto, por caridad, alguien debía presentarles uncuerpo irreconocible, decirles, ése es su hijo, no lo bus-

que más, ya puede llorar su muerte. Pero la constanteespera, la incertidumbre, Ia duda misma, era insoporta-bie. Al menos muerta pero debo encontrar a Cronopio.No sé si debiera comprar otra tortuga, pero temo per-derla también. Además no podría llamarla Cronopio,porque ni siquiera sé si Cronopio vive. No podría resol-ver porque Cronopio es en sí un enigma. No podríallamar a otra tortuga Cronopio pues qué pasaría si elprimer Cronopio apareciera. Además quízá al llamarasí a una segunda tortuga estaría condenándola a undestino ya marcado, como el del primer Cronopio, en-

tonces la segunda se perdería al igual que la primera, yocompraría un tercer Cronopio y esto sería una carrerainfinita. Pronto estaríamos llenos de Cronopios extra-viados, cientos de Cronopios emergerían de la alfom-bra, de la basura, del excusado, nunca podríamos saberal encontrarlos qué número de Cronopio encontramosy por eso en realidad ningún Cronopio sería encontra-do jamás. Tal vez el error fue precisamente llamarlaCronopio. Hasta donde recuerdo los cronopios eran se-

res rebeldes, desordenados. Así son los cronopios. Yo ledi el nombre. Si tan sólo hubiera dejado a un lado mispretensiones literarias y la hubiera nombrado sencilla-

mente Tortuga, nada de esto ocurriría. Pero quise lla-rnarla Cronopio y no sóio eso, sino que en el fondo so-ñaba con que su pequeña cantidad de materia hicieratangible la esencia del cronopio. Y ahora es cierto: se hamaterializado o mejor dicho antimaterializado encronopio.

Para entender lo que está pasando, anoche releí a

Conázar. Nunca hubiera sospechado cuánto me ha trai-cionado el inconsciente pues no recordaba que decía "loscronopios vinieron furtivamente, esos objetos verdes yhúmedos". Y más adelante: "Si todavía los cronopios(esos verdes, erizados, húmedos objetos) / anduvieranpor las calles, se podría evitarlos / con un saludo: -Bue-nas salenas cronopios cronopios". Entonces supe; supecuán equivocado estaba. Era evidente que el Cronopiose iría, que el Cronopio sería todo tristeza verde. Luegosigue: "Yo tengo un reloj con menos vida, con menoscasa y menos acostarme, yo soy un cronopio desdicha-do y húmedo". Si tan sólo le hubiera puesto Fama, ade-más de ser femenino, porque también dice "Loscronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios,dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gri-tos, y ellos andan en medio y cuando pasa corriendouno, lo acarician con suavidad y le dicen: 'No vayas a

lastimarte', y también: 'Cuidado con los escalones"'. yprecisamente eso es lo que he encontrado y lo que mo-lesta como cuchillo de palo: el cronopio no se va decierto, no acaba de irse, se queda transparente y ahueca elalma. l¡ busco por los rincones para que me susurre al

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I

É-

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oído y diga que sigue verde. Pienso en las madres que se

vuelven locas cuando pierden un hijo. Insisto en que el

extravío es peor que la noción de muerte. El extravío se

contagia.

Han pasado tres meses ya. Anoche tuve una idea cuan-

do le conté a Guillermo la historia de Cronopio. Y en-

tonces é1, para compartir, contó la hisoria de Humphryy cómo después de perdido por seis meses apareció. Élhizo lo mismo en un periódico de circulación nacional

y le funcionó, a mí también podría darme resultado.

Hice veinte letreros diminutos que dicen: 'Se busca ob-

jeto verde y húmedo de cinco centímetros, responde al

nombre de Cronopio, se dará recompensa en especie:

queso, carne, pan, etc." Ios coloqué por toda la casa, en

los rincones más visitados por los bichos. Olvidé in-cluir a las arañas, pero ya estoy escribiendo uno que dice:

"También se darán moscas".

Yo busco en sueños extraviado por callejones oníribos

que desconozco. Casi siempre en ellos huelo cosas ver-

des como algas, cosidad verde y húmeda que nunca al-

canzo. Pero de día es peor porque la cosidad la tengo

por dentro. Algunos insectos devoran una pane de su

prole para asegurar la supervivencia de los otros. Me

pregunto si es posible que me haya uagado a Cronopioy ahora mismo está siendo pane de mis pulmones y de

la queratina de mis uñas. Hablamos de un quelonio' de

un reptil. Somos parte reptil y Parte mantis religiosa.

Somos Cronopio, cosidad verde y húmeda. "Ng vayas a

lastimarte." "Cuidado con los escalones."

PR¡Ncrpro DE TNCERTTDUMBRE

Al recordar la cita que tenía a esa hora, Albert se apre-suró a cruzar el parque zigzagaeatdo como las abejas

entre los nogales. Se dirigió alacafetería. Eran las ochoen punto en su reloj cuando se aproximaba a la puerta.A su paso encontró algunos rostros familiares, estudian-tes, conocidos; luego se sentó en una de las mesas delcentro. La caminata 1o dejó exhausto: duranre el recorri-do'practicaba su discurso para el próximo congreso de

física. Hacía varios meses que estaba absorto en su

proyecto. Pidió un café y comenzí abeberlo a sorbosmientras esperaba al otro de la cita. Su pensamiento se

acomodó de forma precisa. Entonces se puso a escribirsobre los pequeños espacios libres que quedaban en las

hojas.

Las voces se multiplicaban por los ecos del salón y a

pesar de Ia cantidad de gente en la cafetería, para Albenel murmullo era música suave. Pasó un buen rato y elsujeto en cuestión no aparecía. Sacó algunas monedasdel bolsillo p^ra p^gar el café; el mesero se las llevó.

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*B.;::

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¿Era a las ocho o a las ocho y media? Una noción que eltiempo alteró fácilmente. No recordó el tema que trata-rían. Esperó, nadie llegó a su mesa. De nuevo, dejó unasmonedas junto a la taza para pagar el café y salió dis-puesto a seguir los andadores de regreso. Tenía la su-perstición de recuperar una idea al repetir sus últimospasos. Esta yez, no sucedió así.

El bar también podía ser el sitio de la cira, por eso se

encaminó hacía allá. Sólo dos cuadras lo separaban ypensó que no ariesgaba mucho: volvería pronto. y se

fue andando por la acera del parque hasta llegar a sudestino.

Albert se decepcionaba por no enconrrar a nadie.Mientras, el otro llegó ala cafetería,venía de buscar enel bar y ahora esperaría un rato allí, ordenó un expreso;comenzó a escribir en su pequeña libreta mientras pasa-

ba el tiempo, así no olvidaría las frescas ideas. Tiempoatrás, se convenció a sí mismo de que era posible la dila-tación de un segundo. Con tan sólo manipular Ia ener-gía de manera adecuada podría recorrer una realidadparalela no visible.

Después de asegurarse que no estaba dentro del bar,ni siquiera en ei baño, Alben emprendió el regreso a lacafefería, no sin pensar que ya era tiempo de irse a casa.Pero la noche era agradable: el aroma de las magnoliasprovocaba una delicada embriaguez. Siguió el caminodispuesto a hacer el último inrento.

El otro terminó su taza de café y se levantó, ahóraestaba seguro de marcharse. En ese momenro, Alben

alcanzabayala puena principal de acceso. Al tiempo, el

otro dejaba caer algunas monedas en la mesa; en el últi-

mo vestigio de esperanza levantó la mirada y vio a Albert

solo. En cambio, Alben lo vio entre la gente, la figura

del otro sobresalía de los demás. Reconoció de inmedia-

to el rostro completo. Quedó pasmado ante lo que tenía

enfrente: era su mismo cabello blanco despeinado, el

mismo suéter gris, el mismo saco de pana amarillo. El

otro reaccionó tras descubrirlo: Alben era igual a sí

mismo, llevaba una libreta en la mano, Sastada como la

suya. Se quedaron detenidos, callados, de frente' sin aca-

bar de meterse el uno y de marcharse el otro.

Reaicionaron a un tiemPo, como dos pistoleros que

preparan las manos iunto a las cachas' No era posible

coexistir. ¿Cuál de los dos era el verdadero? Las muñe-

cas giraron rápidamente como exPertas pistoleras; con

décimas de segundo de diferencia, miraron sus resPect;

vos reloies de pulsera. El más lento, desapareció; y el

otro alcanzó a comprenderlo. Aún eran las ocho de la

noche en punto.

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Los cautNos DE LAS BALAs

Se frota la piel de la frente, empuja y restriega el pellejo.Un deseo oculto de alivio lo impulsa a repetir la acción,compulsivo. Pienso, trato de recordar mi nombre, desaber quién soy. Es el malestar en el estómago el que meobliga a hacerlo. Con el pie tamborilea el suelo. Hay unespejo enfrente, la imagen que le delrrelve es exacta, ran-

Jo, que se desfasa de mi propia concepción. Es ahí don-de se encuentra consigo mismo, en el interior de laspupilas que revelan el cansancio, la conciencia de su es-

píritu desgarbado y descompuesto. No hay retorno, sólome resta apdar la brecha, terminar con lo que empezó:su propia destrucción. No hay dudas ni necesito justifi-cación. Se torna en algo necesario. Una pistola en lamano, por momentos firme para permitir el acieno enla sien. Será hoy porque cada día que pasa es más tarde.Cada minuto es más tarde para los otros, ellos, los que elazar interseca en su camino. Resulta lógico, desprovistode emociones; en su lugar la razón,itego de la menteque acomoda las piezas para significar cualquier cosa,

en este caso la muerte benéfica. Habrá qqe librarlos d.e

tragarse las babas y mocos, salvarlos de su cuerpo que

hace tiempo comenzó a aPestar. Ahora es etmomento

para acabar con la larva. Romp'er el círculo del padre'al

hi;o, d" éste al mío. Decido que así lo haré, no más ca-

rrera en espiral.

Mató a su hi¡'o, mató al primogénito de cinco herma-

nos, hoy se cumple un año. Quería enseñarle a ser hom-

br., qr. aprendiera de la siembra, de los animales' Yo lo

qrr"rí, m.ry hombrecito. Desde chico el niño andaba

conmigo todo el día' Aquella mañana lo levanté rcm-

prano, había fiesta en el pueblo. Escogí un cerdo, saqué

la pistola y apunté al animal en el centro de Ie cabeza'

,Lsl, hi;o. La bala dio en el hueso sin perforado' una

herida, un rebote en el cráneo duro que cambia Ia direc-

ción. El hombre mira al cerdo cómo chilla y corre; es-

cucha la exhalación del niño que cae al suelo: la bala

perforó su pecho Por un costado.

Él sabe que nada cambia, que el malestar en el estó-

mago y los chillidos del cerdo al fondo de su cabeza no

callarán. Tiembla la mano que acerca el cañón a la sien'

Terminar con lo que empecé. También soy un animal'

Un animal no debe quedar moribundo nomás. IJn es-

pasmo en el estómago; el dolor 1o impulsa, le da el cora-

je para disparar. IJn trueno de agua se romPe en mi crá-

neo. ?or un momento el dolor es insoportable, lo ocu-

pa todo, pero ya no he de atormentarme, el fuego cesa'

Hay silencio. lJn momento en absoluto silencio'

El estómago reacciona y mis músculos jalan una hon-

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da bocanada de aire, se llenan los pulmones. Ha respira-do y no sabe por qué su cuerpo aún reclama o*ígeno.Mi mano izquierda se mueve en un reflejo hacia la cabe-za. Luego ve la mano manchada, suelta la pistola. Deci_de tocar la frente; ambos brazos acceden, siente que lafrente arde. Busca su imagen en el espejo. Hilos rojosespesos surcan el rostro. Aún percibe a su idéntico en elcristal. Descubre los orificios de la bala a uno y orrolados de la frente, hubo una rrayectoria. Los frontaleshinchados y deformes. Estoy mueno. La misma basura.Seguiré pudriéndome hasra ser gusanos vivos. Recuerdaal cerdo que no moría, no quiso acabar de matarlo; pordías y semanas estuvo echado en el corral, hasta que losgusanos al fin se lo comieron, hasta que rodo fue unamasijo de larvas.

El espejo me devuelve una imagen nítida. Inclina sucuerpo a la derecha. Extiendo el índice y lo llevo haciaadelante; observa la misma acción frente a sí. piensa quesueña en reventarse el cerebro y no lo consigue; piensoen el niño que palidece en la cama y se lleva todaluz deIa habitación.

Cualquiera otro podría explicarme cómo es que nomorí. Fue el doctor el que lo puso claro. Tiene suene,dijo el doctor. Eso me dijo el imbécil: ..Tiene

suerre,,.

Tnes voot<As PARA DoRMIR

Caaallo. Por qué está escrito con z. Está en itahano.

Cuánto tiempo es posible quedarse acostado en el piso

sin que la ausencia en la mesa llame la atención. Llega el

cansancio, tengo ojeras y ya se me corrió el rímel. Pre-

fiero dormir aunque deba regresar a cenar con los otros.

-Veo la enorme puerta del salón; es pesada y negra.

Adentro hay otro mundo: pensar en abrirlo intimida a

cualquiera.

-¿Crees que la generación industrial futura nos aven-

taje?

-Puede ser que no exista otra generación.

-La reina se tomaba tres vodkas antes de 1a comida'

¿Cuántos llevo yo?

Dejo la puerta en paz. Se Puede flotar por los largos

pasillos; no, sólo yo puedo hacerlo. Sería de 1o más gra-

cioso orinarse en la silla del comedor. Es incómodo que

el baño quede tan leios, pero así puedo üopezar sin cul-

pas, nadie puede ver Ia trayectoria. Flores rosas y verdes

sobre la mesa. Pink and green. Ca'tallo,el paisaje de este

2l20

Gst,1

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Esr¡rrregrabado debe ser italiano. IJna persona mareada puede

caerse. Está bieq dormir un rato, no está mal el piso.

Cuánto tiempo llevo, no es posible medirlo. ¿Cómo sa-

ber si pasa un minuto o cinco mientras orinas? Se midecon la letra de una cahción. Una canción dura tres mi-nutos. Qzlse motivar tu vida... Yo sólo quise quererte.

-Churchill se hácía el sordo cuando le convenía. Nole contestó al príncipe. Luego, para darme confianza,me dijo: "It may be not a generation".

El piso es de cuadrados, hay mugre en las juntas de

azulejo. Aquí hay restos diminutos de jergas; .iunto, uncabello oscuro y más acá un charco de sangre. Ja, qué

chistoso se ve. Sale de adentro de mi pelo. Ahora sí es-

toy borracha. Ya no retengo la orina, los músculos se

distienden. Caoallo,caballito blanco del medioevo, casi

unicornio. No encesté el papel en el basurero. Es muyligero el dolor en lacabeza,parecía que iba cayendo sua-

ve y lento cuando me estrellé contra el suelo; un crujirseco y hueco de nuez al quebrarse retumba en mi pe-

cho. Mejor que nadie me viera caerme de borracha.Habrá alguien que quiera entrar al baño. Cuánto tiem-po llevo. Talvezya contaron todos los chistes buenos ylas historias de Ia Reina. No veo la puerta del salón,tengo ganas de abrirla. ¿Y si me quedo en el baño, si noregreso? Es que no he salido nunca de aquí. Hace ratoque oigo una sirena cantar. No, no es de mar, es unaambulancia aullando a la luna. Ya no hace falta que ven-

gan por mí, se me salió toda la sangre y se me bajó elcuete. Lástima, tan buena parranda.

Es la ciudad de Amsterdam y las casas-bote en los cana-

Ies, los vagones del tranvía y los ángeles flamencos mon-

tados sob.e vehículos silentes de dos ruedas' A un ioven

deportista le han robado su bicicleta modelo aerodiná-

*i.o d. aluminio con doble susPensión' Desde enton-

ces se r'rrelve obsesivo Por Proteger no sólo su bicicleta'

reposición de la robada, sino a todas las bicicletas y a

sus amorosos proPlelarlos que ingenuos las deian esta-

cionadas en las calles.

El ioven se transforma en una suerte de héroe exclusi-

vo al rescate de bicicletas. Después de que el tercer la-

drón 1o ^merlazara

con una n'tvaia,perdió la confiartza

y compró un arma de fuego con el p-ropósito de usarla

.o-o i.f"rrrr. Así recorre la ciudad deslizándose como

ráfaga,vígllaen diferentes lugares y dedica todo su tiem-

po ,".rt"i"bor altruista. Por las tardes se ha designado'hr... l, guardia en la central de trenes, se esconde tras

de una faiola mientras observa los cientos de pares como

de pupilas que hacen las ruedas con sus rayos' Llegan

2322

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;

t

IIIii

los jóvenes y los viejos montados con los abrigos al vientoflotando como en los cuadros de Remediqs Varo. Se es-

tacionair, bajan de la montura, caminan hacia la puerrade la estación que los devora. Para entonces el héroe hamemorizado a los legítimos dueños y si sorprendiera a

otro tratando de llevarse la bicicleta lo atacaria con fu-ria hasta derrotarlo y salvar el preciado objeto: hacien-do el bien a los hombres y mujeres, ahorrándoles el te-rrible dolor de una pérdida. Esto último ha sucedidotres veces en todo el año. De esta manera ha salvado rresbicicletas y con eso los robos reportados de éstas se

mantuvieron en cero. Además, el héroe comprueba queno sólo es cierto que sí hay robos, sino que en un año elnúmero de intenros ha sido mayor de dos.

Una mujer enrm a la central y deja su bicicleta esta-cionada. El héroe, desde su puesto detrás de la farola,mira a un tipo que con mucha rapidez comie nza a abrirel candado. El tipo sube a la bicicleta e inrenta salir congran velocidad, cuando el súper héroe llega a toda prisatras responder a süs impulsos de vigía defensor de losderechos humanos y se arroja encima del tipo para atra-parlo. Forcejean, el tipo se ve sorprendido y claramenteasustado, al verse atacado no le queda sino defenderse.El súper héroe debe acabar con el violento ladr6n.Haygolpes. El tipo grita policía, policía, luego intenta sacaralgo del bolsillo; el súper héroe teme que sea un arma ydecide disparar primero. El hombre tipo cae al sueloherido de muerre. La mujer propietaria de la bicicletasale de la estación. Al ver la escena grita al herido, peter,

iII

ti

24

ir I

Peter. Llega hasta Peter, ella lo estruja con un abraza.La

policía de la eitación viene hacia ellos. El súper héroe se

siente confundido. Sin esPerar más sale corriendo. Si-

guen los gritos y escucha policía, policía, allá va. Mien-

tras core, sigue la confusión todavía; corre' corre y va

comprendiendo apenas. Qorre, sigue corriendo y huye

" ,"bi.rrd", de que es necesario huir. Ha visto la llave

del candado en la mano de Peter.

25

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,ij

lri

Me levanté porque no pude dormir. El gallo canta nue-ve veces cada trece segundos y no se calla porque sabeque me maniriza como gota de agua que cae sobre elcráneo una y otra vez. Por eso estoy escribiendo en lahumedad del baño.

Nos conocimos hace poco. Cualquiera se puedeencariñar con e$e hombre. Tiene la curiosa costumbrede escuchar: se queda callado, mirando con ojos gran-des; espera. Le son imprescindibles los finales t.ágicos,por eso va a donde sea que mi voz lo lleve; acepta laaventura, luego se paraliza de horror. Como aquel díacuando le dije lo de mi hermana: éramos cercanas. yo laamaba por su piel pálida y la voz de hebras coloridas.En el verano se enamoró de un hombre. Intenté con-vencerla de no seguirlo, pero ella ya comenzaba a dejar-me, escasearon las noches en que visitaba mi cama. De-cidió reunirse con el maldito ie.ro, él ya la esperaba enla frontera. Lo escribí con rinra verde: ..No

la de.iaré sa-lir de casa". Era necesario matarla.

EscRrsleNDo EN EL BAño Ho¡ él me arrulló con caricias' No sé por qué me

,rrf,rrá'rr.*iosa' es él quien actuaba como un extraño'

;;r;;r^ ausente-de ha.e tiempo, desde que.le conté'

ihoo d.r.rrá huir como ella' Cuando sus cigaros os-

."-t t. acaben tendrá una excusa Para irse' Necesito

t". "fJ".,'Urtómetro

de mis angustias; su cuerpo' tendi-

do en Ia carfia Pafa siemPre'

El gallo insiste como gotefir Punzo-cortante "obre el

.rárr.á y sigo escribiendo a pesar de la penumbra' Ya

..p.*Uá a i"tomnio, pero e¡tor co.1l1ly apagadapara

que no me encuentren' Anda, enciéndelo' Fumó su úl-

il;;t;; aspiró el humo siete veces' no hay más

;;;;;rd.r, ,é que deseó marcharse' No debió

terminarlos esta noche'

Quiero hacerle el amor, Pero no se mueve' rto escu-

.hiq"¡. hacerlo y me arrePentí' Estoy desnuda senta-

i rnl^t^udel baño' Sombras de páiaro entran por las

."Ji¡"r, Pescaron insectos en el moho vieio de Ia tina'

i""ót"án.' pero debo rumiar el asunto' Lo disfruté' Si

me acuesto en la cama es tedioso'--

C;j.;i."aderno, llené de verde cuarenta y una lí-

,r."r. To, fumarse el último cigarro pareció dotmirse'

.rrarr.", busqué mi cortaplumas rojo' la piel del cuello

", gri, d. lrrr" h"rt" q"t " dt'g"tra' Miro el centro don-

;;rt, la yugular; tomo tl mango con firmeza' L" rai:

J.'¡" ,it¿"' Brr.r;é .1 cortaplumas varias veces en el

.rr.ío, a.rpra, "rr.l pttho' Sus ojos fueron como guiia-

;;;;;;;;:'.nce,diáos, vo me carcaj-eaba en su cara: é1

hrrbüse deseado verme tranquila' Me molestaba que

2726

Page 17: La Muerte Niña_Carmen Rioja

suprem mls secretos, pero se veía tan hermoso cuandoescuchaba. Ahora él está muerro y yo tendréque cono_cer a otro hombre para hacerle el

-amor, contarle mis

secretos, carcajearme en su cara.

BÍpuco

Sal para sazondr

M" tnconraba caminando por la calle de San Juan'

Había encontrado una copia de La *'lournée" d¿ Dios en

el puesto de libros usados. En cada paso los pies se adhe-

rían al suelo de talón a Punta; yo los observaba como si

fueran un par de autónomos. El sudor hacía que se me

pegara el pantalón y el Polvo.- i.lr.d.áot la gente se amotineba en los puestos del

tianguis, iban y venían como hormigas golosas en aquel

labeiinto. Sus voces de zumbar de avispa murmuraban

en mis oídos. Me acostumbraba cada vez más al vaivén

hasta confundirme con él y sumergirme en un profun-

do silencio que arrulló mi sentido. El silencio fue que-

brantado poi rt histérico grito de alguien que imaginé

esaría envuelto en llamas. Sentí infinitos piquetes como

de hormigas.Errtonces, descubrí a ese ser aullando, gimiendo en

zu dolor; el voluminoso cuerPo tirado en el piso' Sus

ojos, dos fuegós clamando auxilio. Me atreví a mirar de

2928

Page 18: La Muerte Niña_Carmen Rioja

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cerca, los griros ahora más desesperados e hirientes. Vicómo tenía un mecate amarrado y no podía zafarse, re-corrí la línea con los ojos hasta descubrir una recia manomorena que con fuerza lo sujetaba. y de nuevo ese gritoagudo estrepitoso, lacerándome los tímpahos porque lafrecuencia se metía por los canales semicirculares, iba'corriendo

como duende y con sus látigos alfileres mepicoteaba el cerebro; y la amplitud se escurría por labanqueta, por las piedras; llegando hasa mis pies se pren-dió de ellos cual sanguijuela y por ósmosis traspasó miropa, mi piel, se medó a la sangre, recorrió las aneriasquemándolas a su paso, me convirtió en un temblor queardía en cada espasmo. Ya no pude controlar las vibra-ciones, la sentí llegar al corazóny algo pesado lo estran-guló... Todo se volvió negro y callado.

Logré recuperarme al cabo de un rato, abrí los ojos,vi cómo el braza corpulento tiraba del mecare y arras-traba el bulto por los adoquines. Gritó de nuevo desdeel fondo del estómago, retrocedí casi sin fuerzas paraque el nuevo alarido no se apoderara de mí. Así, fudeobservar mejor lo que pasaba: retorcía su cuerpozangoloteando en el aire, estaba asustado por las carca-jadas de los machorros que lo rodeaban y morbosamenredisfrutaban del festín. Corrí hacia el otro exremo de lacalle, casi huyendo de la escena que sobrecogía. ya teníael pelo erizado, la carne de gallina y casi no lodía soste-ner las dos gotas de llanto que desde hacía rato queríansalirse de mis ojos. Además no podía ayudarlo,.i, *uygrande y pensé que si me acercaba la víctima podría

morderme. Aunque no 1o hiciera, el tipo que lo arras-

traba seguramente ya lo había comPrado y no hubiera

permitido mi intervención.- Érto, y otros raciocinios tuve Para justificar mi no

irrt"*.rráiórr, mi cobarde aPada. Mientras caminaba'

olvidé el asunto Paulatinamente y me concentré en re-.

tener esas dos lágrimas que nunca dejé escurrir Para que

no se burlara.t lor -r.h".hos' Ya que había avanztdo

un tmmo, la curiosidad y el propio morbo me incitaron

a voltear. I-o habían metido Por un Ponón negro que

tenía inscrita la palabra cARNICERÍA con enormes letras'

¿Qué ves chamaco? Me gritaron' Después supe que el

cerdo moriría.Reanudé mis actividades de rutina' Nunca olvidaré

ese momento, pero mi vida debe continuar' Creo que

ya lo he ,rrp.r^áo, aunque invení mucho en el teraPeu-

t". t.r.lrro^y. me p.rdáno haber comido el mismo día

el puerco "r,

,rlr" d. pepitas más delicioso del pueblo

en Ia taquería "El Ten-ten-pie"' Para la fonuna de mi

paladar, no soy vegetariano'

VitinaPor cierto que me acerqué. Parecía vitrina de carnice-

.í" de m"rc"áo, por donde se podían ver a través del

cristal carnes frías y descoloridas; las manitas pegadas;

pelos ásperos cenizos; los ofos: dos bultos carno.sos sus-

pe"did"s en el tiempo, sin palpitaciones, igual que la

to.r, qr. parecía cosida' aPretada y unida con pegamen-

3l30

Page 19: La Muerte Niña_Carmen Rioja

to; y esa cejaala que casi no pude verle detalle, porqueel vidrio reflejaba, justo ahí, las luces brillantes de las

lámparas suspendidas del techo; iluminaban el recintoadornado con flores dispuestas en círculos enormes, cru-zados con bandas de colores, cada una ostentando nom-bres, decenas de sillas cómodas con reclinatorios forra-dos de terciopelo rojo, del mismo rojo de la alfombraque parecía sangre derramaday ya seca.

El crucifijo estaba colgando en la pared. Cuidadosa-

mente medido para que coincidiese justo arriba de don-de habían situado esa larga y plateada caja de finosherrajes y adentro cojines vaporosos de lino blanco, so-

bre los cuales reposaba el cuerpo de mi abuela bienmuerta envuelta en telas de seda fina con tonos azulados.

'lbdos tomaron café. Las señoras llevaban cada unode sus cabellos bien pegados al sitio en el que ellas supo-

nen deben estar. l,os hombres corbata. Todos muy son-rientes o muy solemnes, mostrándose demasiado acon-gojados o con demasiada paz espiritual. Nadie se permi-tía a sí mismo o a otros la natural indiferencia. No sé si

fueron contratadas o gratuita-a*a prestaron sus servi-cios las plañideras que gimieron durante dos horas yluego de un descanso de 15 minutos sollozaron otrastantas, nadie supo sus nombres ni la relación con la di-funta. l¡s que mandaron flores fue porque no se pre-sentaron, los que se presentaron no llevaron flores.

32

'DÍn oer PADRE

Faltaba poco para el día del padre' Decidí invita¡ al mío

a comer en un restorán. La llamada tomó sólo unos

minutos; sin tu esposa, le dije, sólo nosotros' Cuando

üegó el jomingo éirirro a tecogtrme a ci§ade mimamá'

Esluché el chlon. Al salir a la calle noté que se había

bajado del carro, algo que papá nunca hacía' Esperaba

,ií "p"g",

.l *otoÁ"rta que yo baiara, porque mamá

mucho tiempo atrás le había pedido que ye no ertrara a

la casa. Nos saludamos y empeá a dar una serie de ex-

plicaciones que no cornprendí del todo' Al fin preguntó

,i .rt"b" de acrreodo en ir ¿ comer con una de sus ami'

gas. Alguien más lo había invitado ¡ tenia Ia estúpida

iJ;; d. q;;;.dos podríamos pasarh tien i""tos' É'l di;o

que en i.rg". d. á*., fueo comPraríamos carne y la

"r".í*or".t el patio de zu amiga, que eso sería más

cómodo. Me molestó que no quisiera ir solo, como si se

aburriera conmigo. Era su día, qué podia decide' En

cuanto salimos t". di;o ¿cómo esás?, con esa roz cariño-

sa que me recuerda que está siempre a mi lado, de una

33

Page 20: La Muerte Niña_Carmen Rioja

manera que mi madre nunca me ha preguntado ni lohará, ¿cómo estás?, así de simple y alavez con interés.

Olvidé que estaba enojada. Después de pasar al súper

atravesamos la ciudad y llegamos a una colonia.popu-lar. Aquí es Margárita, dijo señalando una casa g/rs, bas-

tante fea, sin acabáiEnfiló'el auomóvil hacia la coche-

rd. ¿Vas aguardar etcarro equí?, pregqrté sórp¡endida.No me contéstó. Entonces de la coche¿ salió corrien:do una niña como de siete años: ¡papá, papá! Abrió las

dos rejas de fierro tan rápidp como pudo y mi padre

medó el automóiil. La niña llevaba una caja de colores

con moños. Se piendió de él cuando bajó del automó-vil, luego le entregó la caja. Él sólo le dijo: cómo estás.

Me prose mal, no pude ni hablar; sólo pertsaba ¡niña idio.ta, éste es mi papál Soy sir hiia única, quién es esta pe-

queña irhpostora..Efl eso salió una mujer, reconoeí su

rostro. Me senti the¡eada. Esa niña bien podía ser hijade los dos. Córnir era posible que hasta ahora lo supiera.

Me sirvieronüvaso de limonada que me tragué pocoa poco. ¿Cónio v¿i a rrri padre, dónde poner las manos)La niña se acercó á mí, usaba lentes de fondo de botella,vi sus ojos.a trávésdel criTal. Qué horror, se parecían a

los míos. Empezó-por decfr que estaba feliz de conocer-me. Papá dice quc eres muy inteligente, que siempre sa-

cas diez. Puta, porque ahora resulta que es nuestro papá.

Ella siguió taladrando: también saco puros dieces; des-

de chiquita me dijeron que tenía una hermana malor;ya no aguantaba por ver cómo eras en persona. Papá se

sentó en un sofá, sicó sus cigarros, encendió el televisor

y se puso a ver futbol, con la naturalidad de quien ha

ít.g"io a su hogar. De niña, solamente lo veía los do-

*ágor. Él pedíá que me sentara en sus piernas y luego

d..íl c,rárrá me que?ía Por un rato muy largo' Después

se pasaba el domingo viendo el pinche televisor' Sólo se

le\r¿ntaba de allí ya entrada la noche PafiI regre§arme

con mirnamá. Entre semanaro se aco¡dabade mí, como

si no existiera'La señora sirvió c¿cahuates y cenréa' se los llevó a

mi padre. Los hielos en el vaso de refresco hicieron un

-iáo ,..o, como de plásticq todo sonido parecía salir

del fondo de una olla gigante, ruido apagado' me recor'

dó la cabeza debaio del ag"a. La niña seguía hablando:

papá viene los domingos, yo estudio a tres cuadras de

"qi, *"*á., ,..r.a"ri". No pude concentrarme en lo

qo. dijo, la oía enre frases mientras intentaba descifrar

qué estaba pasando. Cómo era capaz de llevarme a ese

Lrg"r "rqu"roso,

y con tal descaro; el pinche güevón

nomás iba a que lo atendieran.

Oye, oye. Ün día te enseño mi escuela, también te

q,ri.L.nseñar mi cuarto. Ven arriba' Me deié llevar por

la niña, un Poco Porque estaba atu¡dida y otro tarito

para escapar de la situación en la sala' Subimos unas

.r."1.o, y nos q.redamos solas' Me molestaban tantas

pr.gonr"r. Reco¡dé cuando él decía: ¿quién es mi niña

pr.iiot", Ia única, la más querida? Era una Pregunta es-

iúpid", de la que nos relamos, Porque erala más bonita

y l" más fea, la más grande y la más pequeña, siempre su

i"*.it.. ¿Tú vives con tu mamá, verdad hermana? ¿Pue-

3534

Page 21: La Muerte Niña_Carmen Rioja

vl

do llamarte así, Margarita? Vivo con mi mamá, le dije.Tengo una idea: ¿quieres conocer mi casa? Puedo pasar

por tí y llevarte a que la veas. Tenía que salvarla de mipadre. La niña quedó emocionada, en sus ojos se notabala ilusión. Supe que sería fácil, que ella me creería cual-

quier cosa. Pero no le digas a tu mamá que irás conmi-go, mejor di que vas a ir a casa de una amiga. Es que tumadre y Ia mía no se quieren, se caen mal ¿entiendes?Por eso creo que si dices a dónde vas, no te van a dejar.

¿Cómo ves? Pero también tenía que salvarme a mí. Nosoponaba una hermana. Se abalanzó a abrazarme y sus-

piró: las hermanas son para contarse secretos ¿no? Si yole contara mi secreto, tal vez podría salvarla, pero era

tan pequeña que no iba a entender nada. Demasiadofrágil, tarde o ¡emprano Ia iban a decepcionar. Tambiénla abracé fuerte; para darle confianza. Después me dijoque su madre salía de noche todos los jueves. En esos

días la dejaba dormir en casa de su amiga Lolita. Dile a

Lolita que vas a ir como siempre,ya enlatarde hablare-

mos por teléfono para explicarle.El jueves siguiente me volé las clases, estaba nerviosa.

Pasé la mañana haciendo planes. Me estacioné a la vuel-ta de su escuela. Llegué puntual a la hora de la salida.

No pasó ni un minuto cuando la niña aparecíí corrien-do hacia el coche. Abrí la puerta y al subirse me dio unbeso. Iolita viene detrás de mí, vámonos rápido, dijeque iba a la tienda. Me eché en reversa y salí por la otracalle para que no nos vieran. Empecé a platicar para

calmar la tensión. Hablé de cuando tenía su edad, de

cómo escapaba de la casa si me enofaba con mamá; le

pregunté ,i "lgorn

vezhebía escaPado' Algunas veces'

p.Á ,i.*pr. me encuentran, confesó entre risitas' Nos

;;;;..*"; más de lo que yo creía, pequeña' seguí con-

ilil; por las "'r.,,id"'-h"t"

llegar a una orilla de la

ciudad, ,rá, "..r."*os

a las montañas de La Fluasteca'

i* ..piiq"¿ que antes de llevarla a mi casa le mostraría

*i l.tgu f"rorito: es un escondite, una cueva a donde

,roy .árrdo nadie me comp rende' ¡9:iid,tt ! Dei amos

at;ás los caseríos, Ya estábamos en El Cañón' un caml-

no entre dos muros que forman las gigantescas monta-

Arr-Br.orr¿í el coche detrás de unos huizaches' Trepa-

;;;;;. "* ladera hasta llegar a.la cueva'.Nos meti-

-o, i .*p.ramos a platicar' Estaba saliendo perfecto'

h niáa estaba fascinada con la avenlura' Nos sentamos

;;;, ;ú;s, saqué la comida del morral v le ofreci'

To-r, tÁj. una torta y un refresco' come bien Porque

ya no vamos a cenar; así que, ¿cuándo ves a papá' her-

manita? Su cara se ensombieciópara decirme que lo veía

ili;;Jo*ingor. É1lltg' tttttptano' cuando mi mamá

.r,a .n el trab"io, lr,.go á-t*os los tres y en la noche

se va. La sangre se me subió a las mejillas' Si no existie-

ra, yo no tan"drí" que salvarla' Ahora estaba segura' no

,"ú, p.t*i it qo.,igui.o p"sando,I* di e]pepscilindro'

;il t'. comió'med]a totit y bebió todo el refresco

mientras hablamos' La vi comer"" beber' Tengo sue-

ii;,;. dijo. Duérmete un rato en mis piernas' Acari-

.iá rr, ."Ú.llo hasta que se quedó dormida' Se Io había

;;;Ñ;;.J"' hasta ia última gota' Puse el resto de

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3736

Page 22: La Muerte Niña_Carmen Rioja

CASA DE LA CueYo

Eran las tres de la tarde' Chayo sacó §fl tupPer @are

con pastel del refrigerador y una cuchara de peltre ne-

gro para servir el Po$re." j¿Cómo vas en la escuela Sebastián?

-ioy.l consentido de la maestra'

-¿Sí?Ci"yo ,. colaba en la conversación atenta en las res-

p"..,"í a. s.fastián, pero más en chupar la crema dul-

:. ;"; t. quedaba en-sus dedos después de repartir las

piezas del pastel.

-Sí, de veras.

-¿Chayo, tne Prestas el balón?

¡iniño ,á irrqrri.t"b", se aburria, a veces quería irse'

otras escuchar lo que se decían los amantes' ver cómo se

tocaban.

-No lo tengo, se lo llevó mi hermano' Fue a jugar un

paftido con sus cuates -le contestó la muier encogién-

dose de hombros.

Tal vez deseaba ganarse la simpatía del niño para ase'

39

las pastillas en el fondo de su garganta. Empezabaadar-me ternura. k quité los lentes. Pero era demasiado her-mosa sin los lentes, le tapé los o.ios con un puño de tie-rra. La recosté en el suelo y me fui.

38

Page 23: La Muerte Niña_Carmen Rioja

iuguetes y a veces me regala uno' Pero es tan fea como

su madre cuando énseña la lengua, me da asco'

-Sebastián. ¿Qué haces) -grita la mujer.

-¡Nada! Por qué no deian estar a gusto.

-i.t.t no hagas ruido, tu PeP^ya se fue a dormir'

¡Chinl Odio que se duerma -piensa-, siempre se

drr.r*. toda la tarde, nunca trabaia. Yo aquí y é1 dur-

miendo. Está muy enfermo del corazit,por eso perdió

el trabajo y'lleva dos años durmiendo. Se va a morir

pronto. Ios doctores le dijeron que le queda una semana

de vida. Eso fue el iueves. Ya le queda menos'

Cuando a mi papá se le acabe el tiempo y muera me

obligarán a comer mucho Para que sea gordo como ellas

y me dejarán encerrado eri esta recámara'' Me voy a escaPar. Ya vi que quePo Por la ventana de

atrás. De noche cuando estén dormidos me salgo y co-

rro lejos, lejos. En la mochila llevaré mis cosas' Luego

busco a una familia que me adopte. Que tenga perro,

lardin y muchos hermanos.' Apenas terminó de formular el plan, cuando sintió

hr*tre. Quiso bajar Por unas galletas, y quiso ambién

irse dé ese lugar. Sus pies golpeaban los escalones como

si los zapatos llevaran cascos, Disimuladamente quería

despertar a su padre.

-¡Hijo! Qué escándalo ¿Por qué nunca estás quieto?

Ya vámonos.

-Si, sí. Tengo que llegar temprano Para hacer mi ta-

rea -gritó saltando los últimos escalones para alcarrzar

la puerta.

4l

gurar al padre.

-¿Y a qué hora regresa?

-Ya Sebastián -dijo su padre impaciente-. Sube a

ver televisión.El niño intentó prolongar la conversación con las

anécdotas de la semana, para evitar que lo corrieran de

la cocina. Pero su padre comenzó a hablar de otros te-mas y no lo escuchaba.

Sebastián caminó hacia la sala. Allí estaba doñaÚrsula, sentada en una mecedora. Siempre en el mis-mo lugar. Era muda, o eso crela é1. La vieja sacaba lalengua repetidamente y sin control, la alargaba hacia labarbilla y luego la metía apretando los labios. Sebastiánse acordaba de los sapos reventados. No quería estar enel mismo cuarto que la vieja, le daba miedo que un díase arrojara contra él y lo lamiera.

Se fue a esconder tras unas cajas olvidadas en el patio.

Qué oscuro es este lugar, pensaba, huele a plátano po-drido. Chayo nunca limpia. Ella cocina lo que mi papácompra pero no lava los platos. Se la pasa comiendocomo cerdito. Si mi mamá supiera... pero yo no tengomamá. Se murió. Un día, cuando me llevó al río, está-

bamos nadando y se acercó a los remolinos. Yo le decía:no te yas tan lejos, quédate en la orilla. No me hizocaso y se ahogó. Ahora ya no ve, ni sabe de mí. Yo creoque no siente.

El pequeño ha salido del escondite para subir al cuar-to y encender el televisor. Tengo que queda¡me en uncuarto cochino. Chayo es buena conmigo, me presta

40

Page 24: La Muerte Niña_Carmen Rioja

-Acompáñame a dejarle estos papeles a tu tío, maña-na no tendré tiernpo de dárselos y yo, como siempre,salgo a visitar clientes muy temprano. Llegaremos tar-de. Espero que tu madre no se enoje. El domingo pasa-

do me dijo que nos iba a cambiar las salidas a los sába-

dos y tú ya sabes que yo trabajo ese día. A ver cómo lehago para convencerla, tendrás que a¡rdarme. Es tre-menda tu madre.

Sebastián sube al automóvil. Siente el alivio de mar-charse y le ruega a su ángel de la guarda que cure elcáncer de su madre, porque la verdad, es ella quien mo-rirá pronto. ¿Por qué no se muere papá en el lugar de

mamá?

-Sebastián, ahora que estamos solos, dime: ¿qué te

parece Chayo para que sea tu mamá?

Rur¡ PERDIDA

Mortet 13 de octubre

Apenas el olor a tierra húmeda me despertó' adv-ertí de

gáp. qo. podía perderte. Por la luz nimia, soñaba que

í. *"a*gra" toJ"',rí" era, cuando en realidad,¡ubes es-

p.r"r r.liroo el sol. Al darme cuenta del peligro' tuve

que omitir algunos pasos del ritud, debo recuperar el

il;po;;tt"; puntual a la cita; después del.baño tibio'

,ro h" ,...do los rizos, no lavé la tina ni froté carmín en

la piel del rostro' Espero que la frescura de mi piel sea

,üfi.i.t t..rr.anto. No puedo tomar más tiempo del que

aco$umbro en estas actividades, sino salir en punto de

diez para las siete, caminar por una ruta diferente a la de

"y.r,tqo. sin embargo ha dé llevarme al mismo punto'

p.- q". po. el ord"n"miento de las calles, no es posi

tt. "t.rrrr"t

en línea recta. Hoy serán dos adelante' dos

a la derecha y tres a la izquierda' Mañana tal vcz siga

primero cinco de frente: todo dependerá del ánimo en

q,r. *. encuentre. Por eiemplo, la determinación me

É"rí" opt., por ese sentido casi recto para hacer sólo un

4342

Page 25: La Muerte Niña_Carmen Rioja

I

quiebre al final del recorrido, mienrras que un ánimodifuso me obliga a caminar en ut zigzagueo azaroso:una derecha, una izquierda, otra derecha, tres de frente.

Llego a la parada y espero la rura. El primer camión55 pasa de inmediato. No subiré porque no es eso lo queespero, aunque he de abordar en algún momento. Aguar-do de pie en Ia esquina. Son las siete en punto pero noaparece. El viento detiene mi respiración, la congela, laaprisiona. No atino a explicarme. Ya van dos ruta 55

que pasan. Mis pies se niegan a moverse, cruzar la líneade la banqueta me sería imposible. Estará enfermo. Es

demasiado tarde. Me quedaré aquí esperando hasta queaparezca. En definitiva, aquí parada hasta que llegue.Sigo el ritmo del segundero; alcanza a completar otraruelta. Ha pasado la manecilla el punto de las siete y noaParece.

Ah, son las siete diez en punto, en la contraesquinade la avenida asoma Ia figura. El sombrero lo trae por lallovizna, no es un accesorio acostumbrado. Se definen a

cada segundo, aparecen frente a mí: la gabardina arruga-da, los zapatos salpicados, las manos ausentadas. Qui-siera mirarlo, pero aún no es el momento de atrapar las

dos lucecillas opacas de su cara sino cuando las encuen-tre distraídas. De otro modo, provocaré un ataque de lafiera albina; puede arojarse encima de la piel para des-

garftrrme, puede sacarme los ojos de un sólo araiaza. Se

pierden entre las gotas las miradas neutras. Espero a quetermine de crrzar el río de automóviles que fluye endirecciones encontradas.

Inevitablemente cada mañana se coloca a mi lado, sus

hombros alineados con los míos. Esta vez nos seParan

tres metros. Registro la imagen en las orillas de mi ojo'

Miramos hacia el frente, al horizonte que forma la ban-

queta de asfalto con los otros materiales' Plantados en

este diminuto instante en que esPeramos el abordaie'

comPartimos la esperanza. No habrá cosa más impor-

tante para nosotros que viajar en el ruta 55' Hermosos

,rr,. .l futuro, como animales de pie' Me regocijo en

esta comPenetración, enlacerfez de conocer el pensa-

miento de este hombre: en un día gris musitan las hoias

húmedas que agita el viento nosotros somos como las

gotas cuaneo s" estrellan et la tierra vamos cayendo iun-

io, sin tocarnos pero somos de una misma nube naci-

mos amantes con el día r|btaza de viento muier cásca-

ras de nuez te acercas a Íti Pata acunarte en las ramas

del árbol vieio. El destino nos une para comulgar' Des-

pués, dejar que el mundo siga su curso de-muerte y resu-

r.".ció.r, y ,in dit..rti. lo que es vetdadero, aceptarlo'

El camión ya viene hacia nosotrot. É1 h'btá de estirar

su brazo vieio, pesado y seialxácon el índice, con toda

la autoridad q,r. étt. le confiere, Para que el chofer asis-

ta nuestros des.os. Yo he de cederle a é1 esta gentileza:

emprender y guiar el camino''1w^n

^t" o¿it.. llena de peligros' Pues bien se sabe

de los semáforos en rojo ignorados, del líquido de freno

que escapa al suelo, de los transeúntes que se arrojan a

las .a11., s"grrros de que el chofer podrá librarlos' y en

días como éste, del pavimento resbaloso' Si el destino

4544

Page 26: La Muerte Niña_Carmen Rioja

i

I

está a nuestro favor,correrán 78 cuadras en que viajare-mos juntos, como cada día, exceptuando los domingos,y se completarán con éste 236 viajes en lo que va delaño.

El hombre de la gabardina arrugada se cuelga del tuboque atraviesa el carro hasta el fondo. Este gente y se

va en todo momento montada en un coche que no tienefreno es rutina de los pobres de los burócratas de losoficinistas solos pasan el día mirando pasar el día sinmás nada llegan a su casa vacíos de la tarde mueren conla noche y su tristeza los resucita por la mañana. Así va

viendo cansado pasar los comercios, casas, cortinx de

fierro aún tendidas, los automóviles que pasan veloces,las bicicletas, con más detalle las que van en la mismadirección que nosotros. Prefiero ver su espalda desde miasiento, y ver a los que viajan aquí, pues sé que son losespeciales invitados del azar. Grabo los rostros de losque puedo ver por más tiempo, otros bajan pronto sinque tenga la oportunidad de escudriñar sus ojos. Él hagirado hacia esta fila de asientos. Puedo observarlo cui-dadosamente por los huecos que qoedan entre la gentedel pasillo. Huelo también, enrre los olores de los hom-bres, el único olor a cuero y sebo mojado, a loción de

sándalo del mercado. Cambia debnizn para aferrarse altubo, se le ve lastimado del hombro, asoma hacia la ven-tanilla agachandolacabeza.Mis ojos encuentran su cara

completa, la boca pequeña, apretada en un gesto de an-

gustia. De sus brazos resbalan ciertos papeles; es unarevista de ciencia; el mismo número que tengo en mi

escritorio. Bien sospeché que uuestro lenguaje podíatren-

zarse por partes iguales. La señora con las bolsas gran-

des la'recoge y ,.1, .rrtr.g". Yo, callada, procuro baiar

los ojos. Él d, I"t gracias con una sonrisa y luego me

miraí mrrie, huidiza tu boca es una tenue línea que se

adeleazav se éscurre por tril vestido de flores iaponesas

,..á pára *i, oídoi la tesitura de tu mar de palabras

,. .r.orrd. én ün guar'dapelo iunto a tus pechos biancos

que son sólo míos de mis ojos terregosos de mis manos

árp.o, tomo tu'pecho y tú vientre los aprieto los acer-

co "

mí los beso los amaso los desaParezco busco tu boca

inexisteote abro una nueva boca con la na ja de mi len-

gua por donde Penetrarte Por do¡de llenarte de mis ojos

i.gl, .or,,ormenta de noviembre con serpientes cam-

páUrt de lobre y zumbido Para tu pecho blando' No

!.ri... ".r*., Pero en cambio, siente todas mis miradas'

Miércoles 14 de octubre

No llegaremos a tiemPo' Por fin aParece' alca¡zala

esquina, cruzÁla calle y se detiene !Yt-1 mi' Se que

esá es terrible, que altera el curso del día' Hemos toma-

do el cemión *ú.ho después de las siete y media' Se ha

sentado a mitad de filas áetrás de mí' En las puntas de

mi pelo hay unos dedos que se Pasean' se estiran y ha-

..rr rrrrdo, sobre mi espalda' Trato de recuperarme en eL

camino. Trato de concentrarme en el ritual' de registrar

el número de caro en que via.iamos, de contar las cua-

dras recorrida, po, min.,to' Debo contar el número de

pasajeros. ko los anunciosde los comercios' los memo-

4746

Page 27: La Muerte Niña_Carmen Rioja

rizo.Lo miro sólo cuando se distrae. Hoy lleva la cabezadescubierta. Desespera, se aleja de mi cuerpo, se sientahasta el frente. Su mirada es una astilla de hielo sobremis párpados cerrados: maíz tibio humedad almidona-da temerosa del epicentro de nuestro revuelo pasiónenorme para una ciudad viciada de automóviles enor-me para un corredor de autobús adicta al smog y a lapesadez de puentes y de pasos a desnivel. euizá estosucede porque llegó tarde.

los pasajeros van descendiendo. Hay esquinas en lasque bajan hasta cinco. Otras son destino de uno solo. yyo tengo miedo de que me abandone en cualquier ins-tante. Las damas son las primeras en tomar los asiéntosque se desocupan. Cuando llegue el momenro, él se le-vantará, según su costumbre, sin rocar la campanilla.Dirigiéndose al chofer hará una seña para bajar. Entraráen el edificio gris como cada día. Los dos seguimos larutina. Imagino cuál podrá ser la suya. En un cubículodel tercer piso tendrá una silla, un escritorio, y un alterode papeles por ordenar; copia números, nombres, tiem-pos, quizá salga a fumar un cigarrillo, como yo. A launa en punto tenemos una hora paft¡ comer y a las cin-co salimos a la calle. De nuevo abordar el ruta 55, bajaren la misma calle, cruzar la avenida y recorrer las sietecuadras en exacra disposición inversa a la de la mañana.La viejecita a mi lado ha timbrado panbayar. No que-daron mujeres y él se sienra a mi lado. Espero una dis!mulada sonrisa. Es un desacieno el mío. Esta ceremo-nia es en silencio. Señorita de boca pequeña me gusras

cuando palideces me conoces los oídos sensibles se irri-

irn a. lri.¡ot con cuelquier palabra Par:ces- golondrina

¿.r*i¿". Ap.n", ,rolt.ó "l""t", gritó iQué! Con la

barbilla .r, "lro.

Quedo inmóvil y muda' Faltan trece

.rrrdo, para Ia suya: la del tendaio ezt;J de periódicos'

delante .l .4ifi.io ennegrecido' Transcurren absoluta-

mente lentes' Casa por casa, vehículo tras vehículo' En

,., ,il.rr.io sosterrido y t"nsado de cuerda de tripa' Aho-

o it.. levanta, p..o .úo faltan nueve cuadras para 11e-

;;. . t" esquina^. Es inexplicable, esto nunca antes ha

f,"r"do, camina hacia la salida trasera' Busco en su ros-

; ;gú" indicio, alguna pista que me esclarezca la ra-

,á., plro p.r-"t... i,,op"sivo' Se acerca hasta.la puer'

t" dárrd.'y. no puedo verlo más' El camión frena' se

detiene absolutamente. El chofer acciona el sistema que

;;i; frr."". Él h, p,"'to los pies en 11 ac¡1a v gira el

;;p; ir*" q,r.d"rie frente a la salida del autobús'

irr*rrro bai^r parair con é1, pero la figura se ha crecido

.rr.rrrr roábá negra furiosa; mucho más grande que yo

se abalanza como en viento caliente'-- I-. p".t

" se cerró mientras sin remedio me quedaba

en los escalones. Corrí a la primera ventana Para aso-

Árbr br:r.. Es un luga' q"e desconozco' no hay edi-

ficio, más allá de la banqueta sólo hay láminas altas que

..r.i *r. terreno baldío, el camión comienza Ia mar'

cha y él está allí en la banqueta parado' Seguimos y veo

. ..á" ,..rro más leios la figura que Permanece quieta'

Ahora levanta un brazo' Ha hecho la seña y una ruta

distinta se detiene ahora'

4948

Page 28: La Muerte Niña_Carmen Rioja

Jueztes 15 de octubreRenuncié a mi trabajo. No puedo f.altar ala ceremo-

nia. El mundo se teje con sus palabras y con las mías, deellas nacen los pasajeros, l"s call"s, h cludad. Seguiré enel camino. Debo realizar los viajes. Seguido ..r-.1 *t.55 y en el siguiente camión.

Estamos por llegar a la nueva parada, he contado lascuadras y esta es la esquina 69. permito que él se acer_que a la puerra. El camión se ha deteniáo, desciendeprimero y yo rras é1. Nos mantendremos en silenciomientras esperamos al siguiente. parece no alterarse conmi pres6¡6i¿, excepro por un golpeteo con el pie. Subi-mos, la dirección es diferente. No pasa mu.hoiie-po ydescendemos de nuevo. Él se introduce en un ediiiciochaparro y yo espero en el puesto de periódicos a quesalga.

Mdrtes 20 de octubreHe sido paciente, cada día he sido paciente. Hemos

recorrido casi toda la ciudad. Él tt.g. . su nuevo edifi-cio, recoge algunos papeles y luegolos reparre en dife-rentes sirios todos los días. Ahora memorizo muchosmás rostros y ruras. He llenado un cuadernillo en Iasemana. Como el camino es diferente, escribo el núme_ro de cuadras recorridas en los viajes, las vueltas a laderecha o a la izquierda, los números de pasajeros, losdetalles de la ropa, lo que se dicen unos, *-r, y luego,la comparación con el retreso que definitiva*..ra. o.rrr_ca es a la exacta inversa. Excepto por la parte que cami_

no hacia mi casa' Hoy llueve ofra\Íez' por eso uso el

i-p..-.rUt. gris. La gabardina arrugada lleva el mis-

*ápri".ro dI "y.r;

citioso, riunca antes había repeti-

Jo á ¿i", seguidos. He notado que lleva los zapatos sin

io*o.. S"." "rn.

fotografía, es de una niña' el vief o a su

irao t" *ioy dice que es bonita' Se ríe y dice gracias; es

i" p.i*"o "., qrr. oigo su voz' Su voz es igual a su voz

.rrrrrdo la dice su pensamiento' La gente del none no

,rtÁ p*U^, .n io, camiones vamos todos frotando

los sexos sin reconocernos humanos como en un inten-

io J. t.t anónimos mientras de todas formas frotamos

las pieles y nos aPretamos Para recibir un calor gratuito

y después no Pagar " ""dL el precio de una caricia la

;;;; á. ltro lado llega v no entiende que aquí

io.o""..t.t"os no entiende que Pasemos cuarenta mi-

;; ; rrn" t oo con el mismo pasaiero sin hacer ami-

g"t. N. "i". su sombrero para los días grises' Su pelo

fo-i..r, a mojarse y no Pone atención' Abro mi carte-

;;;" L foiogofí, de cuando era niña' era linda mi

,;i.i;.. Ar,t.s dJq,,e alguien pueda ver la guardo en mi

bolso.

Miércoles 21 de octubre

Son las once de la mañana, vamos hacia la parada'

Me alegra que las cosas marchen bien' Después de que

rrfi¿ ¿i .áifi.io chaparro anduvimos Pocas cuadras'

Hoy camina rápido, casi va corriendo' me Parece un

jueio, él quisiera escaPar' Procuro ir unos metros más

atrás, sus Pasos resuenan y advierten' Sin deiar de cami-

5150 iltI

-41

Page 29: La Muerte Niña_Carmen Rioja

i,'¡i'i,rit,it:.:if,

iiirÉB

nar, ha hecho Ia parada al ruta 55.La poneatela se abrey el escalón queda a un paso de sus pies. No hay lugarespara. senrarnos. Imagino que enrregará papeles por elrumbo de nuestro domicilio. tut. h, "jt.rdo a ver ypor primera vez nuestfils mindas se juntan. Sonrío, bus-co confirmación para seguirlo, su consentimiento paraestruiarlo, para invocarlo en la madrugada, le ruego supermiso para acabar de una vez po, toá., con la llirvia,pido se levante el sol y seque mi enrrepierna. pero lafiera albina se levantó de inmediato, con el puño dio ungolpe en la lámina del techo; un estallido q.r. todos

"s-cucharon. .Llcanzó la puerta de un salto. Ef camión fre-na. Ha olvidado sus documentos en el asiento. Esramosen nuestra avenida, donde la cita diaria. No los tomaré,no me da¡ía tiempo de bajar. Salgo a perseguirlo. Él cr,r_za la calle con prisa; me he quedadá ,r.ig^d^en la es_quina porque el tráfico pesado impide ,*)^r. Un auto-móvil no logró frenar, el pavimento mojado, el líquidode frenos, el chofer, sabe Dios qué cosa puede fallar.

Me quedé hasta el anochecer en la esquina. Llegaronlas ambulancias, los agentes de tránsito, io, d.l minirte_rio público.

AI final, lo envolvieron en plástico negro y se lo lle-

I.*: Y. acerqué panviajar con é1, pero un policía loimpidió. Regreso a casa por orro camino.

Jueaes 22 de octubreAyer me quedé esperando en la esquina hasta las siere

con veinte y no llegó la gabardina arrugada. Hace frío,

el sol es un plato blanco de cristal. Sé que no llegará

pero tengo que esPerar la ruta. Son las siete y cuarenta'

No llega.

Debía regresar a la casa. La ruta se perdió en la oscu-

ridad de ,rr" bolt, de plástico negra. Sé además que la

llevaron a donde no Puedo recuPererla' Debía volver

atrás, pero en lugar de eso, me decidí a cla rme Para

siempre en la banqueta.

Cámo .rra descolgándose la noche recuerdo sus ma-

nos afiladas y el sonido de su gabardina al rozar orra

ropa rasgando el aire cercano a mi piel' El gris- de la

,rid. ",

á.rroodo Por el negro obsidiana de la calle' Se

encienden los oios de los autos y camiones' Comienza

el quejido de las hojas y del viento. De aquella esquina'

como si de la línea donde termina el muro naciera un

cuerpo, se desprende la figura con sombrero ' Cruzala

,lr.rrid" y llega hasta donde estoy. Hombro con hom-

bro, sin mirarme, humo con humo más gris y más oscu-

ro. Busco su mirada, pero él sólo levanta elbtaza par.

hacer la señal. Las rutas, los camiones, pasan de largo'

Entonces me compadezco y hago mi propia seña' He-

mos subido juntos, lo acompaño en un círculo eterno,

hasta llegar a su esquina, la del edificio gris' Toqué la

.".rrp"rrr'y él ba!ó desvanecido y solo' Le he dicho al

chofer que prefiero baiar más adelante'

Viernes 23 de octubre

Cabezaensonijada como los vericuetos de tu sen¡ir

niña de hojaldre somos como las gotas cuando se estre-

5352

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ll,iir!

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Page 30: La Muerte Niña_Carmen Rioja

llan en Ia tierra vamos cayendo juntas sin tocarnos ena-moradas del reflejo multiplicado de una misma déjameque te bese bajo el tímido sol de otoño no quedan som-bras en el fuego que puedan acariciar tu piel de espanroy miedo a los rincones. La ruta llegó. Apareció por unlado de la calle, eran las nuéve en punto cuando ya esta-ba a mi lado. Es una hermosa mujer con vestido rojo,zapatos blancos inmaculados y lo mejor, el cabello des-aliñado. Yo llevaba el carmín en los labios y el peinadode cada viernes. k he sostenido la mirada fija en el ros-tro. Me ha mirado a los ojos, los de ella son negros comolas plumas de los cuervos. Alisa sobre sus muslos el ves-tido; de nuevo me mira. Después llegó el ruta 55; estavez yo híce la señal.

DrsNuoes MANos

.:Cómo podríamos estar seguros de vivir lo que nos

io."? M..tirr. me dijo que en un cruce de calles se deci-

dió su futuro' Al llegaia la esquina dobló a la derecha

.r, t.rg". de hacerlo-a la izquierda y jamás conoció al

homb]re con quien debía haberse casado' Quedó soltera

y nunca tuvo hiios.' H".. .lgo.ro, años, tomaba café con Martina por la

calle de InJnrg.rrt.r. Tenía una semana de no verla' Esa

tarde me ,.g"ió .rn vestido con lentejuelas de su tienda

de ropa. Fuial baño y me lo puse encima; cuandotegre-

sé, elia estudiaba la palma de su mano' La ocultó debajo

del suéter en cuanto e$uve cerca' Otra vez con sus obse-

siones, pensé. Me intrigaba qué era lo que. advenía en

.sas líneas. Los hombros engarrotados y la boca hacien-

do mueca me inquietaron más:

-¿Qué te pasa?

-Ya sé 1o que me va a Pasar mañana'

Por un "ato

,e quedó mirando a los oios en busca de

complicidad.

5554

Page 31: La Muerte Niña_Carmen Rioja

Al día siguiente la fui a buscar a su casa. La puena notenía el cerrojo; junro conmigo entró la luz áe h calleque la puerta estranguló al cerrar. La mesa de vidrioahumado, la alfombra marrón con caracoles negros, todoseguía en el mismo sitio desde que éramos jóvenes. Ellaestaba sentada en el sofá de terciopelo, el único en lasala. Tr¿s años de uso los cojines se hicieron al particu-lar contorno de su cuerpo. Tomé una silla del co-edo,y la puse enfrente. Dijo lo que pensaba:

-Hoy voy a morir. Será en esta casa. Mira aquí, enmi mano.

Temblorosa, la extendió. Tanras veces la había vistosin notar nada especial, que lo hice sólo por complacer-la. Primero vi las manchas de a.rterias y lr..r", üajo lapiel, luego el detalle de las arrugas. En algun momenroalgo debió cambiar porque de pronto, de .,rra manerainexplicable, pude comprenderlo tan claro como ella.El destino estaba escrito en las manos; eran palabras sim-ples. Una de las líneas, la de la vida, dabal.oelta .., r'rracurva-sutil y en un punto determinado se conaba porcompleto.

-Aquí es donde todo acaba para mí. ¿l.o ves? Hoymismo.

Comenzó a chillar, arrojó los cojines y se levantó delsillón:

-No quiero morir. No voy a morir.Salió corriendo y yo enseguida. Apenas alcanzamos

la calle me caí. Pensé que era un mareo, pero no. Laciudad estaba temblando. Manina s,

^br )ó de un ár_

bol. Oímos crujir los muros de los edificios y los de la

propia casa. Escuchamos sirenas, gritos' Perros ladrando'^

É1 t..ho de la casa se derrumbó' Quedaron escom-

bros, lodo brotando de las grietas' Vino a abrazarme'

lloraba, me besaba. Paró de gemir' se limpió la cara con

los puños y de inmediato se Puso a observar. su palma'

¡UiL, *iál No lo entendíamos: la línea quebrada esta-

ta creciendo en ese momento' como si un lápiz invisi-

ble la dibuiara. Se alargaba cadavez más hasta unirse

con la línea de la muñeca' Volvió a llorar, Pero esa vez

con risotadas.

Después de aquel día, tuve que ir a tnbaiar fuera por

r.rn "ño.

Nos escribimos algunas cartas' En ese tiemPo'

Martina cerró el salón de baile y vendió su tienda' Para

entonces sus canas eran confusas' "Mis hijos casi no me

dejan dormir, he decidido invertir en un lote de pelícu-

1., pro rentar." Se fue a vivir al local del nuevo negocio'

Parecía demasiado cambio, pero ella decía que intenta-

ba encontrar su destino' Después escribió que estaba en

carnay que las películas no podía verlas' La última carta

era incomprensible.Crrando regresé a la capital, quise visitada lo más pron-

to. Una .o.ir" v\eiahacía las veces de Puerta' Detrás

estaba el cuarto, pequeño y sin ventilación; Martina lle-

vaba buen ti...rpo sin salir de allí' Olía a rancio' Usaba

unos guantes negros de cuero que metió bajo la manta y

,.r, bát, de franela con el cuello seboso' Estaba pálida'

más enveiecida: los oios hundidos y los labios verdosos'

S,, miraá me pasaba de largo y se alejaba atravesando

i,t:

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5756

t* -t

Page 32: La Muerte Niña_Carmen Rioja

los muros hacia afuera. parecía como si llerara semanassin comer; no pude explicarme que siguiera con vida.Reco¡dé el rerremoro. Empecé a Labhrle de esa rarde,de cómo se resistió a la muerte. Sólo entonces volteó averme los ojos.

No dijo nada, apartó las cobijas, se desnudó las ma-nos y me mostró la izquierda. Estaban allí, vivas comoserpientes. Las líneas se desplazaban en múltiples direc_ciones, se retorclan como espirales girando. Las vi escu-rrir por las orillas, fugarse. Luego brotaban de la carne;entonces daban vuehas, brincos, formaban pentagramasperfectos que se alargaban más y más hasta d.rrpár...r.

ENntqunra

En el patio los gallos aún duermen' aPenas empieza el

albor ie h maianayyaestá ansiosa porque no han can-

tado; sabe que deben despertar al mundo' Impaciente'

d..iá. hr...lo ella misma' Sube por el campanario has-

ta llegar alaaznrea,cntzaeltecho de la nave principal'

briná charcos' rnuros, a su Paso esPanta algunas palo-

rrr". r.rrrrr..das, llega hastala gran cúpula' apoyando

f"t pi"t regordetes ,o1.. 1"' salientes de piedra que for-

*..t l. esálerilla que va hacia el cenit, trepa por ella'

fr,rlqrr.t, casi alcanza la pane más alta' se acerca a la

linternilla pero el hábito negro ylargo se. enreda en sus

tobillos; eso la obliga a mirar abajo, al piso de canteftt'

qrr. d.rd" allí pareJe hecho de pequeñas ¡ebanadas de

pan hú-edo. Ño si"nte vértigo, sigue.subiendo' Apo-

yi"aot. en el muro de lalinternilla, se incorpora' Aho-'o,orn" por. de gallina, zangolotea los codos.hacia afue-

ra al tiempo que cacarea con la fuerza del abdomen: ¡Ki-

kiri-ki, ,ro qrri.ro floios aquí!"' una y otra vez' hasta

q.r..oi ,.gora d. qr" todti "' hermanas monias están

5958

Page 33: La Muerte Niña_Carmen Rioja

:T

reunidas en el pario, listas para empezar la jornada. Al_gunos vecinos ya han salido a la calle, se aglomeran enlas banqueras levantando la vista hacia el á"1o. No .._111

.oT" Enriqueta cree, sino que la observan sorpren_didos, la5 ¡¡16¡jas y los vecinos, temerosos d-e que resbale.

Era la más bella de cinco hermanas y la favorita de supadre. Era la única que recibía de r.gdá r"po-sos vesri-dos de organza en tonos pri*".,r.olJr, *i.rtr.. las otrasniñas sólo vestían de manra estampada y poliéster. Des-de la pubenad se dedicó a comer y.rrgorá"r. ya no qui-s9

-usar_ ropas alegres sino sobrios pantalones y camisas

viejas de sus hermanos.Se casó y ruvo rres hijos hombres. Cuando ellos cre_

cieron dejó de necesitar marido; se corró los rizos ne-gros hasta desaparecerlos por completo. Su piel se vistióde a.ztipálido y sus ojos de luto. Ei día en q,re el primo_génito se casó, ella misma hizo su vestido. Ert. .ro ...otra cosa que una sotana negra a la cual le había borda-do una flor dorada como única decoración festiva. Laprimera vez que lo vistió fue en esa boda. El vesridotendría un destino diferente al confinamiento en el ar-mario.

Un sábado en la noche invitó algunos amigos. pusomúsica ranchera en la rornamesa naranja. Enáces bai_ló y cant6. Desapareció un raro, se metló al baño yapa-reció de nuevo vestida con la sotana. Se maquilló dibu_jando unos largos bigotes enroscados hacia arriba. Ha-cía el papel de un cura borracho. Años más tarde, conun par de modificaciones, Ia sorana se convirtió en há_

bito de mon,a' serviría de disfraz Para esconder su ino-

cencia, tanta inocencia debajo de la piel'

Enriqueta no es una monia como las otras' Vive cer-

c, del corr',rento y se ha mandado confeccionar un hábi-

to negro pafir'poder colarse entre las auténticas, confun-

dirse-entre ellas, estar con ellas, rcz r y comer en silen-

cio junto a ellas.

Ño resbalará. Terminará de proferir su canto celes-

tial y volverá a la cúpula otra mañana'

fodot lo, que han escuchado el canto de Enriqueta,

la miran desconcertados, ahora ella lo siente, se sabe

observada. Y de pronto, cae en cuenta, es ella la virgen

del Tepeyac,.ri.re a dar un mensaje a sus pequeñísimos

hijos. Ei Salvador está Por llegar' los hombres deben

pi.prorr. para recibirlo. Es momento de limpiar la casa

y purificarla.

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Page 34: La Muerte Niña_Carmen Rioja

El pnÍNcrpE DEL su¡ño RoBADo

Pude haber sido para ella o para é1, sin embargo micarácter expansivo y mi constitución sintética determi-naron que fuera el de en medio. Todo comenzó cüandobuscaron ser más sofisticados y darse algunos lujos. Ve-rán, una cama king size ptede parecer el lujo de todomatrimonio; en realidad el lujo radica en las almoha-das. Cuando el lujo se da en todo su esplendor la camaincluye almohadas también hing size, pero cuando se

parece a un muchacho que ostenta un billete de cincodólares para demostrar que no es pn muerto de hambrey el tamaño de la cama se ha r.uelto símbolo de ostenta-ción mediocre, suele suceder que no incluya almohadasde la misma talla. Esto es un serio problema. Si no hayalmohadas king size se necesitan tres de nosorros pamllenar todo el ancho de la cama en una hilera, aunquesólo dos podrán sostener cabezas. Pero el número tresen una cama es un número diabólico: en una pareja eltercero es discordia y estorba. El tres implica un terceroy el tercero va apareciendo porque 1o llama el número

tres. En resumidas cuentas: una tercera almohada oca-

siona desequilibrio. Qué hacer con ella, dónde colocar-

la, cómo darl" un sitio en el pensamiento, en la estruc-

tura misma de la Pareja.Ahora ella, qrre tiet e el pelo largo como flecos de

sobrecama, se queia en silencio; derrama lágrimas que

mojan las sábanas Porque intuye el distanciamiento

.oáo rro" enfermedad.rll"d. que entra por debaio del

colchón sin que nadie la sienta' Él a su vez' se siente

estrellar contra una pared invisible cuando por las no-

ches la busca. Sin decir nada prefiere comenzar a soñar'

Es inútil que intenten dirigir los movimientos' inútil

cualquier intento de controlar el destino de una tercera

aholad". Como tercera almohada me desplazo por mí

mismo. Una tercera almohada siempre va en medio' pues

la primera y la segunda almohadas, desde el principio'

irrilrro desde la cama anterior, eran la de él más delgada

y la de ella más esponjada, son las almohadas matrimo-

.ri.l.. po, naturaleza que corresPonden respectivamen-

,. , ."'d" uno de la pateia. En cambio yo, que llegué

después como un tercero, llevo intrínseco el lugar de en

*.Jio, rro.l de un efiremo. Resulta ridículo Pensar que

podría ir en un extremo, Porque cómo resolver el pro-

tl.rrn d. quién tiene el derecho de dormir al centro en

,rt *.tri-otio moderno que intenta la igualdad de de-

rechos y deiar así la almohada de un extremo vacla' que'

,.rt. s,, irr.rtilidad, siendo éste último el caso, anularía

su existencia, luego no habría tercera almohada, sino un

hueco en la orilla o rePartidos tres huecos que de cual-

6362

Page 35: La Muerte Niña_Carmen Rioja

quier forma ostentarían las carencias de la pareja, por 1o

que esto los llevaría a adquirir una tercera almohada, loque justifica mi existencia. Ergo,larcrcera almohada vasiempre en medio. Nos encontramos ante un hecho in-salvable: en una cama king size de gente medio rica omedio pobre que ignora la existencia de almohadas ta-maño king size, hay una almohada enrre las otras dosque implica al tercero en medio. Materializado en for-ma de almohada y habiéndoseme otorgado el carácterde tercero desde el principio, este carácter se manifiestade diversas formas concreras y con múltiples variantes.Por ejemplo, hace un mes que ellos comenzaron a versedistanciados sin atinar al motivo, no en razón de unobjeto como causa, que delimita y sepan territorios, sinoque entienden al objeto como sucesor a la causa primamarcando territorios desde antes flanqueados. Ya no soncarne de la misma carne ni almas que se confunden en-tre sí. Al transcurrir de los días, como ente los acompa-ño en sus ratos de divenimento y resulto ser comodín a

cada situación. Así en ocasiones represento a la amantesecreta del hombre, como anoche cuando mientras elladormía de alguna manera fui a parar a media altura dela camay aI frotar el sexo masculino de forma rítmica élsuspiró muy quedamente: así chiquita así. Otras vecespersonalizo los desacuerdos que durante el día se hin-chieron de rencor, entonces me yerto como imponentemuralla china. Sigo participando en la relación, mien-tras ella insiste en que como tercero la única funciónque tengo es la de detener su cabeza cuando ve televi

sión; y para él' que ronca más agudo que.el rui'l¡ de los

resorte; sólo simbolizo la tranquilidad del sueño' pues

como obieto al medio 1o libero de su obligación matri-

monial qr. ., brr.r, sexualmente a su pareia; así cuan-

. Jo .ll" me deia entre los dos y a é1le impido llegar fácil-

mente "

zu mri.r, ya tiene una razínexterna para justi-

ficarse y a h á aParece como un problema muy leiano

a sus posibilidades de resolución; de esta manera su aPa-

tía queda bien disfrazada. Al mismo tiempo ella se üs-

.ulpa interiormente y duerme como infante pues sabe

qrr. yo la proteio de posibles ataques nocturnos de ca-

á.rá, ,.*r"1. Eor"grrld" se entrega a una más placente'

"a "cti',rid"d q,r. .ri" de dar rienda suelta a su fantasía

con escenas;róticas de resonancia introspectiva' Pa-

sadas algunas horas acabaré entre sus piernas largas como

hilos dJ[no y casi tan blancas como la funda que me

envuelve, quizá sea éste el momento más placentero para

."Aq"i.t i*oh.d". kntamente; la tercera almohada

toma posición de miembro de la familiao arraiga su lu-

g". .á *edio de los dos y se torna indispensable' de

f,..ho .r...r"ria. Ninguno de los dos consideraria des-

hacerse de mí, ni ,iqrri.ra ante un cambio favorable en

la economía del hogar. Cual tercero he forjado una nue-

estructura con eqülibrio propio que e$á en marcha

y resultaría difícil detener su inercia' El individuo de en

*.dio ., a Partir de ese momento una fórmula muy

recurrida pal establecer los espacios,,la cordialidad' las

formas d. tot"rr.. Ahora existen aPlicaciones insospe-

chadas y por cierto bastante convenientes' Cuando uno

6564

Page 36: La Muerte Niña_Carmen Rioja

de la pareja sale de viaje, el que queda puede dormir alcentro conmigo, de esa manera se elimina por completoel sentimiento de vacío; no parece que alguien falte enla gran cama,€ ing size cuando se duerme en medio. Otraventaja es mientras se lee: la tercem almohada sirve de

apoyo para la primera y panla segunda con lo que elinteresado logra una posición perpendicular. Por supues-

to, hay entre las muchas fórmulas la de semejar a las

siluetas de otros cuerpos que integran infinito númerode orgías en Ia cama ahora pequeña ante semejante desfilede muslos, pechos, vientres. Después delapaz,el deseo

se acumula a lo largo de los meses y un día inesperadoni la más ardiente fantasía podrá saciarlos. Entonces labarrera se derrite y me veo disminuido a inanimadoobjeto servil. Participo en todas las posturas; ella me tomay hace un ovillo para poner sus pechos sobre mí, a veces

coopero a encontrar el equilibrio. Luego me olvidan yruedo hacia un lado, pierdo el centro hasra que de nue-vo aparezco entre los dos y quedo entre los sexos. De ungolpe me detiene la pared. Estorbo porque como en rodotriángulo amoroso la relación se ha rtrelto compleja yhay siempre uno que está celoso y dos que están máscerca. Ahora la nariz de eIla queda aplastada contra mí,mientras él arremete por detrás. Me hacen explotar poruno de mis costados, reviento en ira, escupiré pelusas

en su cara y deberá comer plumas de ganso. En este mo-mento es cuando decido asfixiarla.

Sus piernas se enredan conmigo, se mecen nerviosascomo péndulos, cada vez más lento hasta que muere el

reloj. Me siento complacido y sólo por eso estoy dis-

puesto a servir como simple cojín de apoyo Para las ca-

áeras femeninas, sábana inerte' postura en la que me

veo de inmediato después de que é1 me tomó con deses-

peración para montárse en ella. Descubro que sólo la

i.r..o almohada, y no alguna de las otras dos, puede

desempeñar este papel y sólo entiendo el por qué cuan-

do él me toma por una orilla para limpiarse. De cual-

quier manera he asegurado mi lugar de ser parásito yjamás seré desplazado' En una situación como ésta que-

daban sólo dos caminos para la parela, y digo para la

pareja porque el mío es la permanencia perenne' Uno

era marcharse primero é1, luego ella, a buscar otros aPo-

sentos cada quien por su lado; sería improbable que lo

hicieran iuntos, y el otro, Permanecer sólo hasta que la

muerte los separe mientras que el tercero se va quedan-

do solo, hasta que de pronto, como ho¡ amanece rey

absoluto del centro.

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Page 37: La Muerte Niña_Carmen Rioja

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IENsoñecróN

El Vips del centro está atiborrado de soñadores. Bastasentarse una ta¡de junto a la ventana para notarlo. Vie-nen los poetas de la ciudad, los pintores. No los fotógra-fos y músicos que han preferido el Sanborns.

Ios poetas han traído un invitado, Mauricio. Se sien-ta a mi lado e insiste en tocarme. Habla de la energía enlos cabellos largos, del color de mi vestido. Pide que leasu libro, el que saca de una bolsa con asas. Yo me tomoun momento para verlo. Toca mi mano y la estira haciaé1. Siento repulsión a su cuerpo por el olor e inciensodulzón, pero la fuerza y musicalidad en su voz me ha-cen ignorar las otras voces en la mesa. Debo seguirlo,mi vacío desea llenarse y busca en é1. Desde enroncesdirige mis pasos.

Oro día me lleva con una mujer anciana. Tambiéntoma mi mano y dice que ahora será diferente. Busca enmis ojos y sabe de un viaje próximo, de un renacimien-to. Echa unes carras sobre la mesa, las combina y lasextiende formando semicírculos. Luego me recuesro y

ella, con un Besto de las manos, me induce a la ensoiia'

ción. Mauricio me ha llevado a la central, ha pasado

tiempo desde el primer encuentro en el café' Supe de la

convocatoria en la escuela de drtes de la ciudad de Méxi-

co. Mauricio me recuerda que así 1o ha dicho Rebeca, la

anciana; debo mandar mis papeles. Así lo hago y me

seleccionan. Entonces subo al autobús.

Estoy en la ciudad y Mauricio viene a visitarme' Me

dice que debo encontrar al hombre azul en la ciudad,

que lo señala el destino, es necesario encontrarlo para

que inicie el verdadero viaje. A panir de eso cambiará

mi futuro.I-o busco en el centro, visualizo que lo encuentro en

el Sanborns, o en una banca de la catedral. I.o busco en

los mercados, en los conciertós. Paso semanas bus'

cando.En la universidad, en una butaca del salón 52, hay un

alumno sentado. No hay nadie más' Lleva unos ieans ycamisa azul. Me aproximo a Preguntarle si es él el hom'

bre de azul. Con risa irónica me responde que puede

ser. Salimos a tomar café' Después me invita a ver su

tobaio. Llegaremos a su casa escondida en un callejón

de la Roma y tendremos relaciones.

Me he quedado dormida en su cama: paso tres días

en su casa yendo de la habitación a la cocina; y dur-

miendo, sin querer dejar el espacio de la única pista que

tengo del destino. Hemos pedido un coche Prestedo'

Viajaremos a Chiapas para dar testimonio de la situa-

ción que allá se vive' La selva se nos mete por los ojos'

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Page 38: La Muerte Niña_Carmen Rioja

rtI

Ios que la habitan entorpecen nuesrro paso. No quie-ren que nos acerquemos, pero logramos llegar a SanJuanChamula. Allí viviremos hasta el invierno. Quedé em-barazada. Espero en ese lugar a que nazca el niño. Mien-tras conocemos el hambre, el frío.

Intempestivamente quiero regresar, no a la ciudad de

México, sino a casa con los poetas, al Vips del centro, a

la mesa de la ventana. Decido escapar del lugar. Del des-

tino y de Rebeca, de Mauricio y del hombre azul. Elniño y yo viajamos en un autobús pollero que sube a losAltos. Los soldados andan cerca y los indios se inquie-tan. Encontramos un retén en la carretera. No podre-mos pasarlo. Se ha desatado el odio y las metralletas se

carcajean del dolor. Una bala me d.canza. El niño cae

rodando por la tierra, va a dar al fondo del valle. Con eldolor en el pecho apenas respiro. Para calmarlo piensoen otri cosa, recuerdo: el caf.é, los poet4s, Mauricio,Rebeca diciendo: cuando ensueñes, busca tu rostro y re-

conócelo, dile a tu cuerpo lo que ha de hacer. Luego,señala el lugar y despega... En¡onces comprendo que sí

hay una forma de volver, pero sólo para empezar denuevo a partir de la casa de Rebeca, una y orra vezalacentral, a la ciudad, al hombre azul, al niño, alretér,y a

la casa de Rebeca. El dolor es más intenso y la respira-ción se vuelve imposible. Sólo me queda el oxigeno delos pulmones. Veo a Mauricio, llora en casa de Rebeca;y ahí estoy yo, inerte, recostada en el sofá. lJnos segun-dos apenas para decidir. Entonces oigo que en mi sueñoel niño llora, aún llora, está vivo y alguien más rambién

lo oirá. No olvides que es la ensoñación Por donde te

has ido, y que por ahí mismo debes volver. Para qué

volver. El cor:iz6¡ no duele más, deja de latir.

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Page 39: La Muerte Niña_Carmen Rioja

óreos AzuLES

Hay ona pintura en la habitación. Ella la observa, lapiensa. Esa mujer me mira con ojos hundidos hechosde sombras. El paisaje azul profundo ahueca zus pupilas.

Después de mirarse en el cristal de la puerta, renun-ció a sentirse viva. Es sólo el espacio infinito. Recorre lahabitación. Sábanas de algodón, lino atenuando la luz.Sus manos son r¡n reflejo en la plata mientras despren-de los brillantes del cuello. La seda que la envuelve caeal piso.

Decide sumergirse en el agua. La piel palidece junto a

la porcelana. Las horas rfi¡nscurren. Fría, húmeda, re-gresa a contemplar el rostro de la otra, la de piel azulada.Nadie la acompaña.

Hay marcos con fotografías sobre la chimenea. Enuno de ellos, un hombre de cabello blanco con trajeoscuro y botón de oro, ella a su lado.

No hay más, sólo las flores, el mar, y su propio retra-to de soledad. Se sienta frente a sí. Examina cada rasgo

en los trazos, se reconoce.

Fueron sus manos las primeras en introducirse. Los

colores dieron Ia pauta Para la integración. Después¡ el

re$o del cuerpo. Se hunde desnuda en azules de aceite.

Ella se desr"¿nece entre las pinceladas,

La habitación quedó vacía.

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72

Page 40: La Muerte Niña_Carmen Rioja

Pura or oÍe

AnnLa noche tibia y los cuerpos juntos. ÉI y e\la sobre la

carí y el cigarro después del sexo. Él quisiera verla a laluz del día para conocer sus secretos y Ia expresión de suboca cuando habla de simples trámites. Eso dice, peroestá enamorado de ella. Imagina que van trenzados ycaminan por el parque, que cocinan juntos, que duer-men en la misma cama:

-Galia, mi Galia. Ven a desayunar conmigo mañana

-dice el actor de piel bronceada.

-Muchacho, no sabes lo que dices. Nunca quierasver una puta de día.

Veo la televisión a escondidas y no pongo las nove-las, mejor el cine-canal.

Parecen muertos; los objetos de la sala quedan calla-dos y el hogar vacío cuando regreso de dejar a los niñosen la escuela. Manuel se ha ido a la oficina sin esperar-me. Qué hacer con ranra mañana desperdigada. Bañar-me, no bañarme. Manuel dice que las señoras vemos

telenovelas todo el día. Podría desaparecerme un día cual-

quiera y no volver, decir que fui a comprar cigarros,

aunque no fumo, como lo hizn el exmarido de Aurora,y luego hacer 1o que me dé la gana. Aurora muerta en

un accidente. Una puta no Puede ser tan triste como

una señora con la casa vacía. Veo la televisión a escondi-

das, no pongo las novelas, mejor el cine-canal. Hoy la

película es una coincidencia: una puta morena y un jo-

vencito muy ingenuo.Todo empezó con la reunión de los miércoles. Siem-

pre parecen contentas, hablan en voz muy alta, despa-

rraman carcajadas. Supongo que hay quien es feliz con

su vida. Cuentan las novedades de la semana, intentan

conversar de política. Acaban por hablar de los niños,

de las compras, de la casa. Por destrozar a las que antes

fueron sus amigas. Yo me medía con ellas. Hay que sa-

ber qué tan buena esposa soy. Ahora me basta con re-

cordarlas.

Me falta comprarles galletas. A veces sólo llegan cua-

tro o seis. La Güera dijo que tenía junta en el colegio yChiquis se fue de viaje.

Llegaron nueve amigas. No puedo creer los peinados

de Chacha, cadavezson más altos, un día se va a quedar

atorada en el marco de la puena. El tema de la tarde es

el cumpleaños de Javier, el único soltero que queda' será

el próximo viernes. A Javier todos lo quieren, tan sim-

pático, tan lindo, tan buen amigo, es tan mono; ypobrecito, no tiene novia. Pero míralas, ahí las tienes a

todas como gallinas con un solo gallo. A ver cuál gana

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Page 41: La Muerte Niña_Carmen Rioja

su atención. Todo bajo la bandera de la amistad, de lobuenas amigas que saben ser, no se encelen los maridos.Yo sí lo quiero, y está tan solo.

-No, no, no. El año pasado hubo mariachi y la ver-

dad que la gente preferiabailar. Mejor un pastel enormepara todos y que tenga sus cuarenta velitas.

-¿Quién se disfraza de bot dancer y sale de un pastel?

Mira la mosquita muerta. Aurora, Aurora; qué dulcenombre para semejante pastelazo.

-Estás loca.

-De verdad, yo sí 1o haría.

-Seguro que no, si es de lo más tímida.Magui no Io haría, es cierto. Pero jugar con la idea es

tan seductor, pensar en la forma de disfrazarse, Imagi-nar las caras que pondrían ellos y las quijadas flojas. Lacaja del pastel sería un problema, dónde esconderla para

que Javier no Ia vea. l¡ de usar bikini está fuera de cues-

tión, ninguna querría mostrar el cuerpo. Estamos lle-nas de lonjas, enfermas de celulitis y con el vientre abul-tado. La mejor idea, hasta ahora, es disfrazarse; y si fue-

ra de putas, mejor:

-Mary Tere, ¿saldrías de prostituta?

-Claro que no.

-Como si fuera fiesta de disfraces. ¿Por qué no)Actuar como lo hacen ellas, bailar para Javier, sedu-

cirlo, provocarlo. Haríamos el ridículo mostrando los

insípidos cuerpos como si fuéramos expertas en las ar-

tes del amor. Todos reirían a carcajadas. Eso es justo de

lo que se trata. Podríamos vernos mañana en casa de

Magui, ella puede llevar a sus hijos a la casa de su mamá'

AuroraSólo llegaron lres de todo el grupo. Aquí se ve quién

es quién y eso que ayer todas diieron que sí' Pero claro,

qrrálr" , decir la gente. A las siete quedamos de vernos

en casa de Magui. Somos cuatro, y eli- mera hora no

creo que se animen. Cada una trajo de su guandarropa

las prendas que pudieran servirles' Podemos jugar un

rato.

-Para parecer piruja' no es cuestión de qué ropa ten-

gas, sino ió*o t. usa y combina. Ya verás cómo sí tie-

nes algo paala ocasión'

-A ver Magui, tú ponte la falda corta y no uses sos-

tén.

-Me hacen falta aretes más grandes, unos que brillen mucho.

Con cada accesorio se daba la transformación' Grita-

ban al verse tan Provocativas y vulgares. Se alegraban de

poder usar un escote como nunca antes lo usaron' Las

pi.rna, qoedaron naturales, sencillas, con una desnudez

irro...r,oo.. El cumpleaños de Javier no era más que un

pretexto. Poco a Poco se convinieron en los personajes

á. ,rr, .op.r. Luego Mary Tere sacó la cámara, y todas

porr-n, rr.. por una, luego juntas, sobre el piano, abier-

i", de pierrr"i, en una silla, paradas junto al muro, fu-

*".do, abrazadas,besándose las meiillas' Magui estaba

poseída, sacaba el pecho y las nalgas. Ana parecía con

iabios más carnosos y hasta iadeaba para la foto' Mary

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I

Page 42: La Muerte Niña_Carmen Rioja

Tere dejó ver sus calzones rojos. Se estaban descubrien-do de otra sustancia. Sin darme cuenra me pasó igual,creí que sólo era observadora, pero esraba vestida de puta.Por lo menos ya parecia una, faltaba ver si podría con-ducirme con naturalidad. Lo que más me sorprendiófue descubrir que la celulitis y un poco de panza pare-cían verse bien, más provocadoras y que las tetas caídaseran más antojables o por lo menos más accesibles. Noestábamos tan ridículas, me parecía que nos quedababien la ropa. Aún no estaban seguras si realmente se

atreverlan a exponer el cuerpo a las miradas lascivas.Por mi parte, cada vez me gustaba más mi imagen en elespejo. Pero si lo hacía no sería un simple disfraz, estavez me la iba a jugar el todo por el todo. A ver qué suer-te corría con semejante escore y mascando chicle. Quéganas de enfrentar a las señorinas de la generación queseguro rraerian bolsos Chanel, blusas Liz Taylor,cigarritos ligbt. Como el lugar está de moda estarán allíalgunos de nuestros amigos. Por otro lado sería comofirmar mi propio exilio.

-¡Magui!Ya llegué.

-¡Puta! Es mi marido.

-Eso es lo que yo digo: ¡puta!

-¡No entres gordo, espera afuera del cuarto!Magui intenta una pose sensual, recarge el brazo ha-

cia arriba en el quicio de la puerta, inclina la cadera,recarga todo su peso sobre una de las piernas ligeramen-te flexionada, baja el escote:

-Pase caballero.

El gordo quedó mudo Por un instante. Con los o¡os

muy abiertos, no entendía de qué se trataba. Ella muer-

ta de miedo. Mary Tere, Ana, y yo, también salimos del

baño caminando despacio como felinos. Él por fin son-

rió:

-¡Bárbaras!-No. Putas.

-Iré de padrote. Si no puedes con el enemigo, únete

a é1.

Entramos en montón y rápido. El de la Puerta no

mvo tiempo de decir que no' Javier estaba casi en la

entrada, nos vio de inmediato. Todas las miradas se dirigieron a él y a las putas. El restaurante estaba lleno. Hubo

un silencio largo de varios minutos. Decidí observar las

reacciones de mis amigas. La gente no entendia si era en

serio o era una broma, quiénes eran las que llegaron'

Esperaba que de pronto todos nos aplaudicran Pero no

sucedió. Miraban a Javier y buscaban resPuesta en su

gesto. Javier tuvo un ataque de risa histérica' Por mo-

mentos se aleiaba como Para esconderse, luego regresa-

ba a la puerta y seguía ahogando Ia risa. Parecía abru-

mado con tanta atención y miradas sobre sus hombros.

Temí que las otras salieran por piernas. En cuanto se

acercó quise aligerarle el ánimo:

-Feliz cumpleaños, querido' Hoy pide lo que quie-

ras. Somos muchas y todas Para ti.Él ,ro .o.rt.rtó. Al fin dio unos Pasos Para atrás y se

fue con el pretexto de atender a unos clientes, regresó a

la puena. Nos acercamos despacio, tanteando su aPro-

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Page 43: La Muerte Niña_Carmen Rioja

bación, lo abrazamos suavecito, cada una Ie dio un beso

en la mejilla. También nosotras descubríamos el poder

de los atuendos, Las manos se deslizaron por su espalda,

por su pecho. Él seguía riendo, intentó zafarse, pero

Mary Tere sujetó la manga de su camisa. El fotógrafo se

acercó, no se atrevió a tomar las fotos. Aún nadie habla-

ba, todos las miraban y ellas cada vez más atrevidas. Notéque la cara de Magui cambiaba en esos momentos. Se

reveló relajad a, feliz de estar allí, con ropa tan arevida,parecia muy orgullosa de plantarse frente a los otros.

Comprendí que no sólo era por el cumpleaños. Para

Magui todo tomaba forma, ya no le importaba, no les

tenía miedo, total que ya estaba hecho y no necesitaba

su aprobación. Con su triunfo llegó el mío. Pude robar

sus sentimientos y comprobar que para mí también va-

lían.Mary Tere se resistía a entrar, al fin lo hizo empuiada

por Ana. En este momento Ana quería irse. Había áo-

tado a su paso las caras de repulsión que algunas muje-

res tenlan. Pensó que sería mejor regresar a la casa ycambiarse, volver vestida como siempre, con sus aretes

de perlas, el cabello recogido y mucho menos maquilla-je, los zapatos bajos y el suéter de casimir que le regaló

Manuel. No tenía su coche, habían llegado todas juntas

en el de Magui y ella no encontraba las llaves. Me en-

contré con un amigo de la universidad, me festeió el

disfraz. Enseguida fue a decirles a los otros que vinierana vernos.

-Todas se ven bien pirujas. Están divinas.

Otro dijo en tono de elogio:

-La más puta es Ana. Las demás tan sólo se ven más

guaPas que otras veces.

Algunos conocidos no saludaron. Otros se hacíancomo que no las veían o no querían verlas. Al rato al-

guien le dijo:

-Ay Aurora, no te da vergüenza. Te ves muy puta.

-De eso vengo, pendejo.

El bar estaba repleto, pero encontmmos la manera de

colarnos hasta adentro. Abriendo paso entre la gente

amontonada, frotando los cuerpos por el reducido espa-

cio del pasillo. Luego cada una agarró por su camino.Era entonces cuando se les soltaba la lengua viperina yatacaban.

-¿Cariño, quieres compañía esta noche?

-No le muevan porque ustedes no me van a cum-plir.

-No creas, si ya está establecido de qué venimos,

nomás falta que le llegues al precio.Los señores se ponían nerviosos. Sólo por rozarle el

brazo, a un amigo se Ie erizó el pelo. El descubrimientoera magnífico. Los alcoholes se sirvieron como en baca-

nal. La gente empezó a aflojar el cuerpo, nosotras tam-

bién. Y en ur momento ya estaban bailando todos en

fila muy pegados. La fila se fue haciendo larga, no sóloestaban las putas y sus amigos, sino algunos muy con-

servadores que ya se habían echado sus tratos, otras

mujeres que venían vestidas casi igual que nosotras pero

en serio. También se nos subieron las copas. Quise de-

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Page 44: La Muerte Niña_Carmen Rioja

jar ver un poco los calzones, los pechos, bailar ariba de

la mesa.

AnaEllos se acercaban para hablarnos, incluso los que

nunca antes lo habían hecho. Un amigo de mi maridovino a pedirme el teléfono. Como si fuera una excep-

ción al resto de los días. Algunas mujeres se unieron a lafiesta, otras se vieron realizadas en nosotfils. Cualquieraquiere ser puta alguna vez, ser adorada por hombres ymujeres. Cualquier esposa sueña con despertar pasio-

nes. Eso hacíamos esa noche.

-Aurora, está grueso lo que pasa. ¿Te das cuenta)

-Nunca me esperé esta reacción. ¿Y tú?

-Todos nos están mirando. Estoy feliz.

-Sí, todos nos están mirando y quiero que me trague

la tierra. Ahí viene Magui.

-Allá está esa tipa que me cae tan mal. Me da gusto

que me vea de puta. Se creyó que efi¡ en serio. Seguro ya

está rezando diez Ave Marías por mi alma.

-Laura no me saluda, vino con su novio, creo que

está celosa.

-No hagas caso. ¡Salud, por las buenas amigas! Esta

noche nos une para siempre.

-¡Por las putas!

-Putísimas.Hubo quien tuvo su preferida. Cada quien decía algo

distinto de los personajes. lo que para uno era normal,para otro era erótico y para otros vulgar. Decían que la

revelación era yo y que Magui bailaba más cachondo,pero otros decían que estaba muy fresa y que yo me veíatímida.

Las putas también interpretamos a los demás:

-Mira cómo se pasea como diva. Se cree muy ele-gante. ¡Pinche vieja!

-Déjala Magui, tiene miedo.

-Sí, tienes razón, eso dice también Aurora. No sé

hasta qué punto yo soy igual.

Bailamos toda la noche. Se subieron a las mesas. Losdesconocidos se integraron, cada quien sacó sus más ín-timos temores. Ios que no soportaron a las putas se fue-ron temprano. El resto se quedó hasta las seis de la ma-ñana disfrutando de las chicas. Robeno pasó muchashoras rondándome, hasta que logró sentarse junto. Mehablaba al oído.

Enyala luz del día cuando salimos a la calle.

AuroraAntes de meterme a la cama me miré al espejo. Pensé

que me veía como las mujeres después del amor. Quetenía la cara de una prostituta que ha trabajado, aunqueno me hubiera acostado con un hombre ni me hubie-ran pagado por hacerlo. Quizá era así. Estaba cansada,

con la cara relajaday los pechos erguidos, no había queesconderlos más. Decidí limpiar el maquillaje y lavar-me la cara antes de dormir. Lo hice porque intuí quedespenar con el rímel dibujado en mis ojeras hubierasido el desencanto del día siguiente. Vi desaparecer len-

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Page 45: La Muerte Niña_Carmen Rioja

tamente la fantasía. La falsedad del maquillaie PrePara-

ba el terreno. Era el antifaz que permitía el no antifaz

por dentro. La ropa cay6 en el suelo, y quedó un cuerPo

desnudo como bdos, como el de todas las esposas, las

amigas, Ias mamás de otros niños. Sólo quedaba lo mis-

mo, 1o mismo de un día antes de la fiesta.

AnaAnoche cuando salí del baño Manuel ya estaba en la

cama, se había quedado dormido. Hoy se fue a trabaiar

a pesar de la desvelada. Vi pasar mi figura por el espe,io:

no quise mirar. Después de bañarme saqué un pantalón

claro, el suéter y los aretes de perlas. Mi cara es tan sen-

cilla. De salir a la calle sería invisible como toda la gente

mediocre. No logro mantener la mirada en el espejo.

Esta ropa es deprimente. Meior meterme desnuda a la

cama. Da remordimiento no bajar a comer con los ni-

ños. Saco del cajón el camisón de algodón azul claro.

Bajo a comer con los niños pero ya terminaron. Me sien-

to a ver películas con ellos.

Mi marido llega a las cuatro y me da un beso en Ia

frente:

-Estoy muerto, una mañana ocupada. ¿Qué hay de

comer?

-También estoy cansada

Cansada de hacer de comer, de vene llegar con esa

cara de me debes la vida, atiéndeme qae soy tu rq, de'

bes estar contenta porqile te tenSo como princesa. can-sada de oírte decir lo difícil que es todo allá afuera, 1o

mucho que te ha costado salir adelante. Ah, y cuánto

nos quieres.

Magui en el teléfono. Estaba emocionada por la no-

che anterior.

-Qué increíble noche.

-salgamos ofÍa vez,quiero vestirme y maquillarme.

-Tienes razón. Me veo horrible esta mañana. Tengo

que darme una manita de gato.

Las cuatro mujeres hablamos esa tarde, todas habían

pasado el día en casa. Decidimos salir esa noche, queda-

mos de vernos en casa de Aurora, donde escogimos

aretes, vestidos, nos maquillamos. Esta vez nada ridícu-

1o o que pareciera juego. Sólo prendas sensuales, llama-

tivas y con un detalle de vulgaridad. Aurora comenzí a

hablar:

-Todas se ven hermosas, esta noche cualquiera que-

rrá llevarlas a Ia cama.

Aurora nos llevaría a un antro en el centro, lejos de

los bares de moda.

-Yo pienso conseguir cliente -dijo Aurora-, unoque pague bien.

-Sólo quiero un amante, tendrá que ofrecerme una

habitación en el mejor hotel.

Tomé las manos de Aurora y las apreté iunto a micara.

Entramos a paso firme, rozando las ropas de los seño-

res, provocando, seduciendo.

Una puta no puede ser tan triste como una señora

con la casa vacía. Aurora se despertaba al mediodía, iba

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Page 46: La Muerte Niña_Carmen Rioja

de compras, visitaba a su madre. Entrada la noche regre-

saba a ponerse encima el disfraz. Luego a los bares don'

de no le era difícil encontrar cliente. Hace un mes del

accidente. Todavía era muy guapa, sin anorexia, con el

pelo largo teñido de castaño.

Desde que murió ya nadie se acúerda de ella, han pre-

ferido borrarla. En esta misa quedaremos muy Pocos.Empezando poi Manuel que no quiso acompañarme.

Muy pocas de sus amigas fueron al entierro. A.otras las

sacamos por insolentes.

INcotvtuNlCADo

¿hr qué si el sueño es Pr¿rr, eso, pdftt

' ,nostrarlealfnh batia? Pero nq uitonces el

r ueño u para que los leopardos continúen sa

apiral interninable...

Juuo ConrÁzar., UN ut Luc,ts

Después del terremoto la ciudad parece desierta. Parece

que todós hubieran inuerto, pero la lente se ha escondi-

do debajo del escombro, en los cuartos que-quedaron,

debajo de periódicos, tablones, láminas. La gente se es-

conde en pozos, en cuevas hech¿s por refrigeradores ti'rados. Lo difícil es encoritrar comida y sobre todo en-

contnú agua. Puedes pasar hambre, algunos han muer-

to, como los que están allá en la tierra, quizá mi madre

t¿mbién murió, no la he visto desde hace muchos días,

no sé cuántos.

Ayer tembló durante un minuto talvez, fue entonces

cuando todo quedó como está ahora. Pero ya antes hubootros desastres, una inundación primero y luego las en-

fermedades. Podrías pensar que se trata de una película

futurista del fin del mundo. No es el año 3000 sino ape-

nas el día de hoy. Yo no entiendo por qué se nos castiga.

Será que somos de la familia de David. Será que no so-

*o, d. la familia de David. Dios mismo nos ha repudia-

do o tal vez olvidó a su pueblo. La gente se muere despa-

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Page 47: La Muerte Niña_Carmen Rioja

cio, muy lentamente, no acaba el martirio. Se duelen

por fuera y por dentro con tanta fuerza que casi puedo

oír el dolor. Quisiera a¡rdades pero yo mismo estoy

débil y apenas puedo estar despierto. Si me quedo dor-mido temo no despertar. Necesitamos salir en busca de

otra tierra para sobrevivir. Corre vrravoz entre los que

quedamos dispersos: dicen que saldremos de aquí por lamañana, nos iremos por el desierto para huir de tanta

muerte.Lo que era el centro es el único lugar en donde toda-

vía se puede encontrar a unos cuantos, son los que han

salido de las piedras en busca de agua, de alimento o de

noticias. Camino por lo que parece la avenida; todavía

hay edificios. Adentro de uno se venden televisores, hay

algunos que prefieren cambiar z patos y alimento porun televisor, y si el comerciante tiene hambre y muchos

televisores hará el trueque. Por eso ahora los televisores

tienen un valor relativo: mientras que para algunos novalen nada, sino un poco de comida y el agua, para otros

son más preciosos todavía que ningún otro objeto. Por-que aún hay transmisiones y es la única forma que tene-

mos de saber lo que está pasando alrededor nuestro, aquí

mismo. Nadie entiende qué está pasando y casi nadiequiere hablar. No hay vehículos para salir y por alguna

raz6t nadie ha llegado de afuera con noticias. Estamos

incomunicados. Me paro frente a la vitrina, el televisor

está encendido. Es extraño que no se hable de nosotros,

ni siquiera para informar del terremoto. Pero en la pan-

talla sólo se habla del ciclo de reproducción de la mari

posa nocturna. Y no hay imágenes de las moscas, de Ios

gusanos encima de la gente, de la basura acumulada de

dos meses, no se habla de los cuerpos, ni de los desapa-

recidos, no hablan de las ratas ni del hambre que nos

hace destriparlas. Me siento a mitad de la calle y esPero

a que termine el programa, con la esperanza de que losiguiente sea un noticiero. Me pregunto si el mundo de

afuera se terminó, o si nosotros mismos hemos term!nado y todavía no lo sabemos. Parece que la extincióndel hombre ha llegado, terremotos, inundaciones, en-

fermedades, desastres naturales que pocos podrán sobre-

vivir si no es que ninguno. Sigue el televisor, ahora los

comerciales: detergente súper activo y biodegradable para

materiales sintéticos, luego una marca nueva del fárma-

co que evita la obesidad, ahora adicionado con un Por-centaje de vitaminas antienvejecimiento. Ninguna de

estas cosas puede servirnos, no en este lugar, Supongo

ertonces que el resto del mundo sigue existiendo y que

ellos atenderán a consumir los productos anunciados.

Sigo esperando el noticiero. Recuerdo que noticia viene

de notus, de nóscere, cognoscere,y de allí también cono-

cer, dar a conocer, y es eso todo Io que necesito, cono-

cer la realidad, nuestra realidad. Cuántos quedamos,

dónde están todos, por qué nadie viene a a¡rdarnos.Ahora comienza un documental sobre las pirámides

egipcias. Y de pronto me siento soñar, esto no puede ser

real, no puede estar sucediendo.

De atrás del muro al fondo de la calle, sale corriendouna mujer con una niña. Se encuentran conmigo. La

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7mujer me estruja los brazos, dice que se ha enterado de

que nuestros enemigos están exterminando a nuestro

pueblo. Que llevan meses haciéndolo. Me he quedado

confundido. Ella dice que las enfermedades las provoca-

ron ellos, que las lluvias de dos semanas y el terremotono fueron castigos de Dios, sino condiciones controla-

clas por nuestros enemigos. No Ia escucho más. Parece

que se ha urelto loca. La niña se sentó a mi lado, se

cubrió la cabeza con el trapo negro de su vestido y está

viendo el televisor. Había pensado que era la hija, pero

no era nadie, sólo una niña y una mujer que se juntaron

después del temblor para pasar la noche con menos frío.Un comercial para recaudar fondos, saloe a la ballena.

Recuerdo también salven a los delfines, a los tigres de

bengala, salve a los animales en peligro en extinción.Nunca vi alguno que dijera salve a las etnias en extinción.

Caminamos hacia el mercado. Por los callejones que

forma el escombro, camino evitando brazos y piernas,

evitando escuchar los gemidos, evitando olores a cebo,

polvo y putrefacción. Cientos de personas que están

muriendo muy lento. Tengo ganas de darles con un palo

para que empiece el silencio y dejen de chillar como

perros. Matados o que los maten y dejen de dar lástima

con su inmundicia, hombres oscuros, mujeres mancha-

das, niños que ya desde su nacimiento vienen teñidos de

tizne y agua negra.

Un hombre pregona la última noticia de la radio.

Nuestros vecinos vienen en camino, cientos de solda-

dos con costales de granos y tanques de agua están por

entrar a la ciudad. Caigo de rodillas y agradezco a mr

señor por enviar a estos hombres a salvar a mi pueblo

de piel manchada. Pero se siembra la duda. ¿Será cierto

que vienen, alguien los ha visto ya en el camino o nos

engañan la radio y el televisor y juegan con nuestra es-

peranza?

Despierto en el mismo lugar, ya no me queda la espe-

ra¡za de estar soñando, he despertado en el mismo lu-

gar. Mientras dormía algunos murieron' a cada minuto

quedamos menos. La gente pierde el control, algo que

desconozco está pasando. Fui directo al televisor: una

nación vecina ataca este pueblo, con una estrategia si-

lenciosa comenzaron a exterminarnos' lluvia anificial,

aguas cargadas de virus, un teremoto por bombardeo

subterráneo. Ahora el eiército ha tomado la ciudad para

exterminar al resto de los pobladores. La gente se escon-

de de los soldados. Lloran los niños y las madres debajo

de las piedras, el miedo al enemigo los obliga a hacerse

pequeños, tan pequeños como un alacrán. Hay pánico

en la ciudad, los hombres salieron de entre los escom-

bros y quieren huir de inmediato. Quedan Pocos con

esper^r:za.IJn anciano tropieza conmigo. Qué estás es-

perando. Debo huir hacia el desierto.

En la salida de la ciudad encuentro gruPos de mu-

chos intentando huir. Parece que nadie nos ve ahora.

Nos vamos al desieno. Una muier ioven llora nerviosa,

dice que irnos así es ir a la muerte. No tenemos agua'

Tiene razón, dicen que los soldados ya entraron a la ciu-

dad, pero ésta es nuestra única esperanza.

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No sé si lleramos seis horas o dos días caminando, el

sol es como un foco gigante que no deja ver. Cuando

volteo hacia atrás, distingo algunos cuerpos tirados. Ésos

ya no podrán seguir.

Pienso que llevamos varios días caminando, queda-

mos muy pocos, la mujer joven se abrazí de mi cuello,

se aPoya en mí Para continuar.Son cuatro muros. Estamos encerrados en cuatro

muros y un techo inmenso. De pronto el desierto ha

desaparecido, hace un momento estábamos viendo el

sol y Ia arena en nuestros pies. Es verdad, el desierto se

ha desvanecido. Como si una gran ilusión se diluyera,

un espejismo apenas. En cambio estos muros, ese cajón

de concreto es real. Somos muchos. A mi izquierda está

el anciano de las noticias y enseguida mi madre; a miderecha el comerciante del eentro, Ios muertos del mer-

cado y la niña; por lo menos somos dos mil. Sorprende

que estuviéramos tan juntos todo el tiempo y que no lonotáramos antes. Estamos encerrados dentro de un cubo,

cada lado debe medir por. lo menos un kilómetro, y el

techo es igual a las paredes: una placa extensa gris y fría.

Al centro un gran reflector que me destella como el ojo

de un cíclope. Pero el ojo del cíclope se licua en sol de

mediodía. Ova vez la ilusión del desierto como un

holograma en donde quedamos muy pocos. Entonces

comprendo Io irónico de seguir huyendo, lo irónico de

tener esperanza, siempre hemos dado vueltas en círculo

dentro del cubo. La ciudad, el terremoto, las inundacio-

nes, todo ha sucedido dentro del cubo. Todo Parece y

sólo el cubo es cierto. Pero algunos están confundidos,

siguen viendo el desierto y el horizonte, intentan huir

todavía, huir. Luego recuerdan que es una apariencia,

entonces corren hacia las dunas, se rasBan la ropa y ti-rande su pelo. Alguien aparece a mi lado con una radio,

en las noticias dicen que mi pueblo ha sido condenado

a la tortura máxima en un cubo de realidad anificial'No hay escapatoria pero todos seguimos intentando es-

capar. En la radio dicen que la gran potencia de occi-

dente vendrá a salvarnos. La gran potencia enviará su

ejército de aviones a bombardear a nuestros vecinos ynuestro pueblo será liberado del cubo' La esperanza no

se acaba, queda poca, pero no se acaba' Me pregunto si

es verdad porque las noticias que escuchamos también

son de adentro. Desconfío del radio. Afuera nadie nos

oye, e$amos incomunicados. La máxima tortura no es

el exterminio, la máxima torturit planeada es esta esPe-

ranza que no se acaba.

J.

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