La muerte de un ciudadano es la muerte de toda la ciudadanía

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    La muerte de un ciudadano es la muertede la ciudadana toda: Jos Mendoza Collio

    Ignacio Muoz Cristi

    Un joven mapuche de 24 aos, de nombre Jos Facundo Mendoza Collio, resultmuerto el pasado 12 de agosto como consecuencia de un disparo efectuado por uncarabinero. De acuerdo a las informaciones disponibles, el hecho ocurri luego queintegrantes de la comunidad Requn Pilln ocuparan el predio San Sebastin,ubicado a pocos kilmetros de Collipulli. Se verific el suceso en el contexto de undesalojo por parte de carabineros de las familias que ocupaban el predio, accinque habra sido autorizada por el tribunal de Angol que estim ilegal tal ocupacin.La Corte Marcial resolvi el 20 de agosto confirmar el procesamiento y negar lalibertad provisional al cabo de Carabineros, Miguel Jara Muoz, autor del disparo

    que termin con la vida del joven comunero mapuche. El funcionario del Grupo deOperaciones Especiales (GOPE) permanecer bajo custodia en la PrimeraComisara de Angol.

    Segn lo consignado en los Informes, Mendoza Collo recibi el disparo por laespalda, y peritajes posteriores revelaron que no tena restos de plvora ni en sucuerpo ni en su ropa, lo que sealara que el joven no dispar con arma algunacontra el carabinero, cuya defensa alega defensa propia.

    La estrategia de criminalizar un conflicto, eminentemente poltico en sus orgenes,cobra una nueva vida al interior del pueblo mapuche entre quienes se movilizan

    por la reivindicacin de sus tierras y derechos. Recordemos que tres personas, AlexLemun el 2002, Jos Domingo Collihuinca el 2006 y Matas Catrileo el 2008 hanmuerto en similares condiciones.

    Podramos ciertamente, en este contexto, describir los conflictos histricos delterritorio que hoy es Chile a la llegada de los espaoles, o retrotraernos al que hasido distinguido por diversos historiadores como un oscuro episodio nacional delimpieza tnica mal llamado la pacificacin de la Araucana.

    Pero no hay necesidad de ir tan atrs para ver lo que este presente nos muestra alos ojos de nuestra invitacin reflexiva. Qu nos muestra? Violencia, por cierto,indiferencia tambin, discriminacin, abuso de fuerza, todo ello en una carencia demirada sistmica-sistmica y de una honesta disposicin para generar, realizar yconservar conversaciones reflexivas.

    En esta direccin queremos invitar a compender que las consecuencias en elhabitar de una parte de la ciudadana repercuten s o si en el pas completo, entodos sus ciudadanos. Claramente podemos distinguir que la estrategia que apela aluso de la fuerza es una dinmica cultural que afecta a todos los chilenos y laschilenas. A Jos, su familia y su comunidad. A las familias que habitan en los

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    territorios reclamados u ocupados. A las familias de quienes habitan en lasdiferentes localidades donde este conflicto existe. A carabineros, la polica y susfamilias. A los tribunales. A las autoridades polticas, Gobierno y Congreso. A lasorganizaciones de derechos humanos. A los pueblos originarios. A las empresas. Alas escuelas, institutos y universidades. A las municipalidades. A los gremios. A lossindicatos. A las fuerzas armadas. A las organizaciones sociales. A las ONGs. A losorganismos internacionales. A nuestros campos y bosques. A la biosfera quehabitamos.

    Es claro observar que nuestro actual Estado de Derecho a travs de su normativa vigente impide la realizacin de manifestaciones si las agrupaciones no cuentancon la autorizacin expresa de la autoridad administrativa respectiva. Sin embargo,tambin es cierto que diversos organismos de Derechos Humanos en todo elmundo reivindican que la libertad de protestar sin permiso previo es justamenteuna garanta consagrada en los convenios internacionales. Es as como desde lasola existencia de esta normativa es posible observar que se ha impedido demanera frecuente la realizacin de marchas pacficas en distintos momentos, lascuales al intentar realizarse generan diferentes conflictos que repercuten en laconvivencia y el habitar de la ciudadana. Es posible observar en tales casos que nose ve una disposicin a sentarse a conversar. Lo hemos visto en el mbito de laeducacin, de la salud, respecto de temas econmicos, laborales, de vivienda en unalarga lista de desencuentros.

    Todos los ciudadanos de este pas, a veces ms, a veces menos, generamos,realizamos y conservamos una cultura de lucha, del apropiarnos de la verdad, de noescuchar, de no conversar reflexivamente, es decir de no estar dispuestos a soltarpor un momento, nuestras certidumbres y ver si lo que pensamos es comopensamos que es. Nuestro escudo patrio lo refleja dramticamente: Por la razn o

    la fuerza. Ese lema no invita a la co-inspiracin, invita a la lucha, invita a ganar, aconvencer a como de lugar y por cualquier medio. Y no es algo que Chile le diga alos otros pases solamente, se lo dice el propio Estado a sus ciudadanos y tambinlo dicen sus ciudadanos entre si.

    La aparente paradoja es que todos tenemos experiencias que nos muestran que laconfrontacin no resuelve nuestros problemas, salvo, y esto ms bien enapariencia, cuando la aniquilacin del oponente es total. Cclicamente en la historianacional hemos cado en esa tentacin generando grandes dolores y conservadoan en este presente, como la situacin incial planteada aqu nos revela,sufrimientos en multiples direcciones. Baste pensar en lo ocurrido en 1973, en un

    Chile quebrantado por la mutua odiosidad.

    A veces me pregunto Ganamos la guerra del pacifico? Ciertamente habr quieneslegtimamente digan, S, por supuesto. Pero la enemistad sigue ah, latente ylatiendo, a tal punto que parece que bastara que la balanza de fuerzas cambiarauna vez ms para que el conflicto se reactivara en su grado total. En la normativade Seguridad Nacional aquellos pases con los que se estuvo en guerra alguna vezquedan clasificados para siempre como enemigos potenciales. Qu pasara si esta

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    vez Chile perdiera la guerra del pacifico versin 2.0? Las guerras son enajenacionescompletas y no resuelven el trasfondo generador de las confrontaciones.

    Los problemas, las discrepancias, solo se resuelven y disuelven conversandoreflexivamente desde el deseo de encontrarse, de verse y aceptarse mutuamentecomo otros legtimos. Todos sabemos esto. Sabemos que no podemos conservaruna relacin en el bien-estar con nuestra pareja o nuestros hijos o nuestros amigoso nuestros compaeros de trabajo, si nos movemos encarando las dificultadesdesde la dominacin, el control o la desconfianza. Ni siquiera podemos conservarrelaciones de bien-estar en la permanente negociacin, en el yo te doy si tu medasQu preferimos? Tener que negociar con la pareja o colaborar y co-inspiraren la realizacin de un proyecto que es a ambos comn?

    A los seres humanos no nos gusta obedecer, nos gusta actuar desde el que las cosasnos hagan sentido, desde nuestra autonoma. Nos gusta ms encontrarnos fluyendoen relaciones con otros que desean lo mismo que nosotros cada quien desde si, quetener que estar negociando. Pero para eso se requiere un proyecto comn quepermita que cada uno colabore desde si co-inspirando junto a los otros. Y unproyecto comn no es una mera declaracin de valores o de una misin o unavisin, es una trama dinmica, una red de conversaciones que hay que ir tejiendo asabiendas de los deseos que la configuran, entendiendo las condiciones que serequieren para su realizacin y entendiendo las consecuencias que eso tiene ennuestra cotidianidad, as como teniendo a la mano las acciones oportunas quepermitan concretizar ese proyecto comn.

    En Chile nos hace falta un proyecto comn. Uno donde quepamos todos y dondepodamos habitar en el bien-estar. Pero para eso requerimos algo que tampocoparecemos tener hoy a la luz de estas situaciones: no tenemos ganas. S, ganas de

    conversar reflexivamente, hacindonos cargo de las consecuencias de esereflexionar, y ganas de abrir permanentemente espacios para la colaboracin y parala co-inspiracin, as como para su conservacin.

    Hoy en da el tan mentado Proyecto Pas de Chile no pasa de ser merasdeclaraciones, no son prcticas, no son senitres, no son deseos. Tal parece que nosmovemos como moralistas que parecemos disfrutar esa comodidad normativa. Nospreocupa ms ampararnos en el cumplimiento de las normas que relacionarnosdesde nuestra conciencia tica cotidiana sintiendo que nos importan lasconsecuencias que nuestros actos u omisiones tienen en quienes nos rodean y anen nosotros mismos.

    En la actualidad vivimos un espacio de contradicciones histricamente conservadasdonde por un lado muchos pases han declarado el vivir democrtico como susistema de gobierno elegido, pero a la vez no se ha dado en la praxis del vivir yconvivir democrtico la realizacin de una coexistencia congruente y responsableen el bien-estar de existir en un dominio donde los asuntos del Estado son todospblicos y legtimos desde el respeto mutuo en la convivencia social y el respeto a la biosfera en la convivencia del vivir planetario. Es decir, no se ha dado una

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    democracia completamente realizada y conservada en el da a da, sino queconstantemente ha existido el riesgo de ser negada, o de plano ha sido negadarecurrentemente, por conversaciones patriarcales-matriarcales.

    La democracia es un modo de convivir que como red cerrada de conversacionessurge en la praxis del vivir, y si no se da en el da a da la realizacin y conservacinde la operacionalidad del mutuo respeto en torno a un proyecto comn deconvivencia, claramente no hay democracia. La democracia empieza por casa o noempieza, es una obra de arte cotidiano. La democracia no es una maneraelectoral de lograr el poder poltico. El poder tiene lugar en la obediencia del otroa travs de la sumisin obtenida por la coercin. La democracia no opera entrminos de poder, de autoridad o exigencias de obediencia, por el contrario, ella serealiza y conserva a travs de conductas que surgen de conversaciones de co-inspiracin que generan cooperacin, consenso y acuerdos.

    Las conversaciones que nieguen a algunos de sus miembros el libre acceso alexamen, la opinin o accin en los asuntos de la comunidad, y que hacen estoargumentando que aquellos miembros excluidos son intrnsecamente incapaces detener una participacin adecuada en aquellos asuntos, niegan la democracia yamplifican los conflictos y las dinmicas autoritarias.

    Histricamente cultivamos a nivel estatal y de la ciudadana la preferenciapatriarcal-matriarcal por relaciones de jerarqua y control en el operar de nuestracomunidad. Y generalmente ocultamos estas preferencias bajo argumentos dejusticia o de derecho, validndolos al hacer referencia a algn sistema de nociones yprincipios tratados como trascendentalmente validos. Pero dada su forma deconstitucin no hay ni puede haber justificacin trascendental alguna para lademocracia. La democracia es un modo de convivir en comunidad que surge como

    un acuerdo social abierto que proviene de una aoranza o deseo profundo derecobrar un vivir y convivir en el respeto mutuo y el autorespeto. Lo cual slo esposible relacionndose desde la conciencia tica espontanea propia de lo humano.

    La Muerte de Jos es, responsabilidad de todos nosotros. Todos realizamos estacultura en que son posibles sucesos como estos, no slo los polticos y el Estado.

    Los chilenos y chilenas actuales surgimos de una matriz euroamericana, lospueblos originarios actuales surgen como una reformulacin moderna de esamatriz, estamos imbricados, entretejidos ms all de lo que solemos reconocer. Elasunto aqu no es la dinmica de dependencia versus independencia, sino la

    dinmica de autonoma y co-inspiracin.

    Pienso tambin que es importante decir que esa falta de reconocimiento haresultado de una u otra forma en la opcin asumida por las autoridades nacionaleso regionales privilegiando abiertamente el uso de la fuerza e invisibilizando laslegtimas demandas territoriales mapuches as como la ineficacia de la polticapblica actual con nuestros poueblos originarios. Sin duda ello es un factor clave enla dinmica que termin con la vida de Jos. Esta nueva muerte acontece en el

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    contexto de los anuncios hechos por el Ministro del Interior de reforzar la dotacinpolicial en la zona, y particularmente de fuerzas especiales, asumiendopblicamente el uso de la fuerza como estrategia para garantizar la gobernabilidady el estado de derecho.

    Invito a las autoridades a ver en estos lamentables sucesos la oportunidad para quese haga justicia democrticamente, asegurando el esclarecimiento de lo ocurrido, eldesarrollo de una investigacin justa y la determinacin y sancin de lasresponsabilidades en esta muerte. Sealo tambin que el juzgamiento del casohabra de ser realizado, como en cualquier democracia operativa, en los tribunalesciviles y no en la justicia militar, conforme a lo establecido por la CorteInteramericana de Derechos Humanos.

    Decir tambin con la misma fuerza que si bien hay una evidente responsabiliadindividual en este crimn, no es menor la esponsabilidad colectiva que gener elespacio de convivencia que posibilit los disparos.

    Desde all es importante invitar a nuestras autoridades, a generar mbitos deconversacin reflexiva centrados no en los argumentos simplemente, sino en losdeseos que conservan las diversas comunidades ciudadanas implicadas, yexplcitamente co-inspirando el deseo de encontrarse en un mismo espacio deentendimiento y colaboracin, ya que el espacio territorial lo habitamos, si o si,todos y todas de cualquier modo.

    Si en verdad nos importa el bicentenario de nuestra Patria, hagamos de Chile elpas que soamos. Un pas donde los ciudadanos son tratados como ciudadanos. Esdecir personas en quienes reside la soberana de la patria y a quienes siempreimporta escuchar y considerar. Un pas donde los pueblos originarios son

    ciudadanos, tan ciudadanos como cualquier otro ciudadano.

    Ignacio Muoz CristiAntroplogo

    Instituto Matrztico