La Morada de la Ingeniería. Felipe Angel

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LA MORADA DE LA INGENIERÍA FELIPE ANGEL Al ingeniero pitecántropo domesticador del fuego

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En tiempos australopitecos al igual que ahora; o sea, en los intersticios de los lapsos intermedios entre el primer homínido y este minuto de agosto del 2011, lo que fuere cuando fuere donde fuere, de tres fundamentos disfruta una población al asentarse en un lugar: organización social, instrumentos físicos y tejido simbólico.

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LA MORADA DE LA INGENIERÍA

FELIPE ANGEL

Al ingeniero pitecántropo domesticador del fuego

En tiempos australopitecos al igual que ahora; o sea, en los

intersticios de los lapsos intermedios entre el primer homínido y

este minuto de agosto del 2011, lo que fuere cuando fuere

donde fuere, de tres fundamentos disfruta una población al

asentarse en un lugar: organización social, instrumentos físicos

y tejido simbólico. Instrumentos físicos enhebran una

Plataforma Tecnológica, que a su vez abarca lo que la tradición

denomina Ingeniería, con aledaños ni pocos ni sustanciales. Sin

consecuencias no resulta una tal definición; Ingeniería deviene,

de esta manera, una de las tres vertientes que constituyen lo

humano; es decir, un directo producto de la evolución. En el

fondo de sí, no en la inmediatez diaria de los últimos siglos, la

Ingeniería no sólo participa del periplo de los saberes o técnica;

cuando al salir del arco la figura dibuja otro arco aéreo con su

vuelo sus flechas van más lejos que las del saber o técnica: la

adaptación orgánica humana está hecha para el manejo de

instrumentos físicos distintos a su propio cuerpo. Los brazos

humanos son la parte de la evolución orgánica que desemboca

en lo que hoy llamamos Ingeniería. Los brazos anteceden a las

manos, van primero en las alas del tiempo, de cuna y límite les

sirven. La Ingeniería, como brazo, es al colectivo humano lo que

al individuo la mano.

La locomoción bípeda es inferior a la cuadrúpeda, en cuanto

aceleración, desaceleración, estabilidad, etc.; la movilidad

cuadrúpeda había sido ya desarrollada en la diversidad

mamífera; más que movilidad la necesidad dedujo que se podía

intentar otra vía: la de aquellas piedras y palos que entre ellos

se lanzaban algunos simios, la de aquellas piedras y palos que

no sólo la primera vez sino casi siempre al venado llegaron más

rápido que el chita, la de aquellas piedras y palos de los que

empezaron a seleccionar los más fuertes, los más cortantes, los

más aptos para bajar frutas de las copas de los madroños, para

cortar la piel del jabalí, para pelear con el tigre y con el

congénere o para limarse los callos de las plantas de los pies.

Piedras y palos significa el uso de instrumentos físicos buscados

por toda la comunidad, escogidos con paciencia por el consejo

dado entre quienes la experiencia y la cicatriz suelen andar

juntas; piedras y palos de cuya idoneidad o simple tenencia

dependían almuerzo, vestido y pellejo; búsqueda y escogencia

que inclina a organizarse de tal o cual forma. Para el uso de

esos instrumentos físicos, para referir el hallazgo o la carencia,

la calidad o el lugar, el hábito desenvolvió las palabras en la

fertilidad de la cordialidad o de la lucha.

Procedemos hoy con la misma racionalización intuitiva, por

decirlo así, de aquel australopiteco que decidió no utilizar en las

labores cotidianas su más preciado sílex, su roca más resistente

ya hecha la más filuda sino, sabio él, destinar su preciado sílex a

la sola función de con ese pedazo del mundo convertir otras

piedras silvestres, otros palos sin función social, en hachas, en

puntas, en pequeños proyectiles cortantes, en azadones para

encontrar raíces medicinales o alimenticias, et similia. Construyó

un eje referencial de lo humano: ingeniar artefactos destinados

a construir otros artefactos.

El cotidiano trasegar de tal o cual comunidad en este o en aquel

siglo o lugar; ese trasegar en el cual de hecho se da el ejercicio

del poder; ese así trasegar homínido a través de su concatenado

periplo proviene en acápite no desdeñable de quién produce los

artefactos que los demás usan. La retroalimentación entre

ingeniería y poder social acompasó la direccionalidad de la

primera huella australopiteco de la misma manera que hoy

divide entre Primer y Tercer Mundo el andar humano sobre la

Madre Tierra. En efecto, el Primer Mundo lo es debido a que se

ha adueñado de la posibilidad de tener artefactos destinados a

construir tu nevera, su avión, mi bicicleta, el iPhone del hijo, la

central nuclear no nuestra, etc. En cuanto a construcción la

ingeniería no tiene por qué pensar que se remite a los objetos

físicos por el simple hecho de que no es así; gran parte de la

pérdida de la identidad de los pueblos del Tercer Mundo anida

en la dependencia ingenieril. La independencia de los pueblos

pasa por la fabricación de artefactos destinados a construir

otros artefactos. La Facultad de Ingeniería de la Universidad

Nacional atraviesa la historia nacional; un currículum articulado

a la función social de la ingeniería demanda de sus graduandos

no sólo el manejo del cúmulo técnico, no sólo la apropiación del

saber inherente en ello sino que, también o mejor dicho

principalmente, postula la función de época del ser ingeniero; o

sea, la ética. La morada de la ingeniería, repito con causa, está

más allá del saber o de la técnica; mira tu brazo, ingeniera.

La complejidad, en cuanto a la Ingeniería se refiere, así ata los

nudos internos de su tejido; se construye un artefacto para

hacer aquella partecita de aquel otro artefacto y así sigue y

sigue, según lo que la posibilidad gerencie. No el Sputnik sino la

maquinaria que lo construyó apto para salir de casa, contiene un

aspecto del espíritu de la Ingeniería: el del irredimible y

posibilitador ser tecnología; sí, obvio. El perfil socialmente

otorgado al ingeniero en grave número de casos queda

encarcelado en ese ser sólo tecnología.

Pues ese ser tecnología de primera generación, o sea

constructora de artefactos otros, o ese ser tecnología de

segunda generación, obediente operadora de los artefactos que

no construyó, ese ser aquel o esta determina una parte

sustancial del ejercicio colectivo ya que teje el entramado social,

anuncia vocablos que suscitan nuevos horizontes emocionales,

laborales, vivenciales, etc., como sucede con internet, señala la

pobreza como herencia de los siglos y da no pocas veces a la

riqueza cuna lejana al merecimiento individual. En el ejercicio de

ser ellos mismos vincula a los pueblos de una determinada

manera. ¿Cuál? Manera aquella mediante la que se esculpe el

perfil denominado identidad. Manera aquella que lleva a

reconocerse como saber. Ser saber implica nuevas

responsabilidades, no es un paso neutro; responsabilidades de

las que aceptarse como técnica carece. Responsabilidades que,

como los ríos que a la larga van a dar a la mar, desembocan en

un mismo fin: los hijos de la Ingeniería no pueden seguir

aferrados a que lo óptimo reside exclusivamente al interior del

hecho tecnológico y reducirse a verificar que falla lo menos

posible; es decir, no puede ser sólo tecnología sino que debe

voltear la mirada hacia la manera cómo esos productos, ese

irredimible y posibilitador ser técnica, posan su lógica sobre el

discurrir factual tanto del conglomerado poblacional como del

lugar donde se usan.

La Ingeniería muta en cuanto el devenir histórico le señala una

época dual, que es aquel en el cual para garantizar el bienestar

humano debe también responder por el bienestar biosférico. En

la no vaga trayectoria humana presenciamos una más de las

tantas veces, una más de las muchas ocasiones, en que

enfrentamos un momento de la historia en el cual la Ingeniería

debe garantizar lo uno y a la par responder por lo otro. La

domesticación del fuego hace 500 mil años funge de iniciador

de las épocas duales: en el error y en el acierto del proceso de

tal domesticación se quemaron millones de kilómetros de selva,

dejando a las comunidades sin alimentos ya de la flora, ya de la

fauna. Un precio social doloroso se pagó al desarrollar esa,

entre las cuitas tecnológicas, la básica, pues sin la

domesticación del fuego, o sea sin esa conquista de la

ingeniería pitecántropo el propósito evolutivo que constituye lo

homínido en el interior del fracaso hubiera terminado. A la

racionalidad de los saberes de la Modernidad, empeñada en

expulsar lo humano de los predios evolutivos, risa le produce la

escueta mención del ingeniero pitecántropo que en los lares que

de Shangai a Beijing van hizo trizas el poderoso imperio de la

costumbre con la fuerza de la intuición, que le indicó cuán

capaces de dominar las veleidades del fuego eran su

solidaridad, su empeño, su entendimiento y su vejez. Con una

perspectiva que reduce la tecnología, la medicina, la biología,

las ciencias sociales salvo la filosofía y la historia, así igual que

la Ingeniería, entre los dedos se escapa el horizonte donde

reconocer la función que cada saber ha de cumplir en las cuitas

humanas. Sin incluir la prehistoria el futuro no será nuestro sino

de la casualidad vuelta norma.

La Ingeniería, como sola tecnología, hiere lo que nutre a la

Madre Tierra y perpetúa dependencias; como solo saber aspira a

contribuir a la equidad social; como holística función de época

advierte la época dual que vive, ata sus lógicas a complejidades

más amplias que la tecnología o que lo humano y, al verse como

lo que es, logro de la biosfera y no navaja que cuando la rebaja

la enferma, se comprende heredera de una de las conquistas de

la evolución, nieta del Sol y de la Tierra, hija de los simios,

ventaja orgánica sin la cual los homínidos no seríamos lo que

hoy somos.

Una de las pocas diferencias claras entre lo humano y el resto de

las presencias, la Ingeniería, propiamente dicha, mora como una

de las pocas cosas exclusivas de lo humano. No ha existido lo

humano sin aquello que cumple el papel desempeñado hoy por

la Ingeniería. Por ello la Ingeniería logra cambiar de tal forma las

sociedades que muchas mutaciones de períodos históricos a ella

remiten, como la Ingeniería de Sistemas con Internet lo crea en

el mismo instante en que esto escribo o como la Ingeniería de

los metales lo forjó en aquella travesía de la Edad de Bronce a la

Edad de Hierro. La democracia griega procede de un hallazgo de

la Ingeniería, la domesticación del hierro; de sus características

no hegemónicas proviene; emana de disponer de un arado para

cada quien, de la multiplicación comunitaria de espadas y

escudos. El bronce, al igual que la energía nuclear, se produce

en núcleos centralizados que, a su vez, centralizan el poder.

Vemos con claridad que el aspecto más influyente de la

Ingeniería reside en la variante energética que entrega a su

época. Hoy ha de reflexionar sobre las consecuencias en el tipo

de organización social que tal o cual variante energética

impone. Nuclear, fósil o solar no son simples variantes

energéticas, bueno, también lo son pero son mucho más; son

tipos de sociedad específicamente posibilitados de tal forma o

de tal otra. Difícilmente logrará ser democrática una sociedad

basada en la energía nuclear. La Ingeniería haría mejor en estar

consciente de ello que en por ahí pasar de largo.

No veo cómo asentar qué conlleva ser ingeniero sin sentarse al

lado de la forma en la cual lo humano y la biosfera se

relacionan. Doy para mí que esa relación es la de la

domesticación; lo humano domestica elementos ecosistémicos y

así la de la flora se llama agricultura, la de la fauna ganadería, la

del agua hidroeléctrica o regadío o acueducto, la del átomo

energía nuclear, la del fuego ladrillo o motor o metalurgia o

Heráclito, etc. La sucesiva domesticación homínida de los

ecosistemas hasta llegar a la actual domesticación de la biosfera

posee un adelantado, aquella parte de lo humano que primero

choca o acaricia o ritma las presencias físicas del entorno: la

ingeniería. Tacto siempre inicial, tacto que si porta su función

de época deviene fundamento de lo humano, que si su paso

camina como un saber incluye el bienestar humano dentro de

sus cuitas y que si pervive en la pequeñez de cumplir

exclusivamente su rol tecnológico rige heridas en la finitud del

cuerpo de la Tierra, heridas por las que con el arrume del

tiempo mana dolor homínido.