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LA MOLINA DE UBIERNA / 955 Entre el valle de las Navas y las estribaciones del Páramo de Masa, La Molina de Ubierna se asienta en un pequeño valle, rodeada de pequeños y planos cerros surcados por el río que lleva su mismo nombre, afluente del Homino y en consecuencia tributario del Ebro. Estamos a 20 km al norte de Burgos, en una comarca donde la fuerte despoblación está provocando la ruina de caseríos y templos, como ha ocurrido con la antigua iglesia de San Román y San Salvador en esta localidad. Desde su primera aparición documental La Molina está vinculada a San Salvador de Oña y así aparece en la carta de fundación y dotación de ese monasterio suscrita por el conde Sancho de Castilla y su mujer Urraca el 12 de febrero de 1011. Así, entre los bienes que los condes entregan a esa abadía se dice: In Molina, ecclesia Sancti Saluatoris cum integrita- te, un lugar que debemos identificar con La Molina de Ubierna, no con La Molina del Por- tillo de Busto, como hizo J. del Álamo, ya que a continuación se cita Peñahorada, locali- dad inmediata a la nuestra. Esta misma relación entre las dos poblaciones se pone también de manifiesto en la Estimación de Préstamos del Obispado de Burgos que mandó redactar el obis- po don Aparicio durante su mandato, que tuvo lugar entre 1246 y 1257. Aquí aparece cita- da conjuntamente con Peñahorada, aportando entre ambas localidades la escasa renta de 12 maravedís, de lo que indudablemente se deduce la escasa población que habitaba ambos núcleos y que seguramente se concentraba además en Peñahorada pues su presen- cia documental es más relevante. Tal vez en estos tiempos nuestra aldea fuera más bien un pequeño núcleo surgido al amparo de una actividad molinera, como parece contarnos el topónimo. En 1227 el abad de Oña da a Pedro Pérez y a su mujer Anderquina tres solares en La Moli- na, además de otros bienes en distintos lugares, una entrega que sin embargo años después debió generar conflictos entre los herederos de este matrimonio y la abadía oniense, que se zanjan en 1275 cuando Gonzalo Pérez de Torres retira las demandas contra el monasterio al reconocer éste sus derechos sobre esas posesiones. Por estos mismos años, concretamente en 1251, La Molina figura como objeto de una venta realizada por Alfonso Ruiz a Ferrán González de Rojas, en la que se incluían también sus posesiones en Cobos Junto a La Molina y en Berlanga, un despoblado localizado en la misma zona. Y en 1277 Miguel Ruiz y Pedro Ruiz, vecinos de este lugar asisten como testi- gos a la resolución del pleito sobre la posesión de la abadía de Villaverde que el merino del rey falla a favor de doña Toda Ortiz, en detrimento de Oña. A mediados del siglo XIV, según el Libro Becerro de las Behetrías figura como lugar de solariego compartido entre el abad de Oña y los hijos de Garcí López de Tamayo y de García Fernández de Manrique. LA MOLINA DE UBIERNA

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Entre el valle de las Navas y las estribaciones del Páramo de Masa, La Molina de Ubierna seasienta en un pequeño valle, rodeada de pequeños y planos cerros surcados por el río que llevasu mismo nombre, afluente del Homino y en consecuencia tributario del Ebro. Estamos a 20km al norte de Burgos, en una comarca donde la fuerte despoblación está provocando la ruinade caseríos y templos, como ha ocurrido con la antigua iglesia de San Román y San Salvadoren esta localidad.

Desde su primera aparición documental La Molina está vinculada a San Salvador deOña y así aparece en la carta de fundación y dotación de ese monasterio suscrita por el conde Sancho de Castilla y su mujer Urraca el 12 de febrero de 1011. Así, entre los bienesque los condes entregan a esa abadía se dice: In Molina, ecclesia Sancti Saluatoris cum integrita-te, un lugar que debemos identificar con La Molina de Ubierna, no con La Molina del Por-tillo de Busto, como hizo J. del Álamo, ya que a continuación se cita Peñahorada, locali-dad inmediata a la nuestra. Esta misma relación entre las dos poblaciones se pone tambiénde manifiesto en la Estimación de Préstamos del Obispado de Burgos que mandó redactar el obis-po don Aparicio durante su mandato, que tuvo lugar entre 1246 y 1257. Aquí aparece cita-da conjuntamente con Peñahorada, aportando entre ambas localidades la escasa renta de12 maravedís, de lo que indudablemente se deduce la escasa población que habitabaambos núcleos y que seguramente se concentraba además en Peñahorada pues su presen-cia documental es más relevante. Tal vez en estos tiempos nuestra aldea fuera más bien unpequeño núcleo surgido al amparo de una actividad molinera, como parece contarnos eltopónimo.

En 1227 el abad de Oña da a Pedro Pérez y a su mujer Anderquina tres solares en La Moli-na, además de otros bienes en distintos lugares, una entrega que sin embargo años despuésdebió generar conflictos entre los herederos de este matrimonio y la abadía oniense, que sezanjan en 1275 cuando Gonzalo Pérez de Torres retira las demandas contra el monasterio alreconocer éste sus derechos sobre esas posesiones.

Por estos mismos años, concretamente en 1251, La Molina figura como objeto de unaventa realizada por Alfonso Ruiz a Ferrán González de Rojas, en la que se incluían tambiénsus posesiones en Cobos Junto a La Molina y en Berlanga, un despoblado localizado en lamisma zona. Y en 1277 Miguel Ruiz y Pedro Ruiz, vecinos de este lugar asisten como testi-gos a la resolución del pleito sobre la posesión de la abadía de Villaverde que el merino delrey falla a favor de doña Toda Ortiz, en detrimento de Oña. A mediados del siglo XIV, segúnel Libro Becerro de las Behetrías figura como lugar de solariego compartido entre el abad de Oñay los hijos de Garcí López de Tamayo y de García Fernández de Manrique.

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LAS RUINAS DE ESTE ANTIGUO TEMPLO se localizan en la cima del pequeño cerro en cuya base se recuesta la población. Es un edificio construido en sillería, si-

llarejo y mampostería caliza, con cabecera semicircular,presbiterio recto y una nave, a cuyos pies se alza la espa-daña. Toda la fachada sur está precedida por un cuerpoañadido, que corresponde a la sacristía, un pórtico cerra-do y el husillo poligonal de subida al campanario. Posi-blemente su situación en alto provocó un gradual aban-dono que culminó con la ruina, trasladándose el culto ala ermita de Nuestra Señora del Rosario y pasandoentonces a utilizarse como ocasional capilla del cemen-terio, cuyas tapias se alzan ante la fachada norte. En losúltimos años el deterioro ha sido frenado mediante unlento proceso de consolidación aún por concluir y queparece estar suspendido sine die.

Del templo románico se conserva la estructura funda-mental, con un hemiciclo absidal de buena sillería, arran-cando de corto y somero podio. El muro es macizo, refor-zado en el frente por un contrafuerte añadido en siglosposteriores, rematándose el paño con un alero reciente-mente restaurado, aunque con piezas originales, formadopor cornisa achaflanada y un conjunto de canecillos dondepredominan las formas geométricas de distinto formato,siempre muy simples y toscas.

El presbiterio, ligeramente más ancho es macizo, igual-mente labrado en sillería bien despiezada, aunque ha per-dido el alero. Por lo que respecta a la nave el aparejo cam-bia, empleándose sobre todo grandes bloques queadquieren más la categoría de sillarejo que de sillar, sin quese haya conservado tampoco el alero. Los muros fueronhoradados por arcos y ventanas en siglos posmedievales, e

igualmente se añadió entonces una portada de mediopunto sencillo, presumiblemente cuando hacia los siglosXVII o XVIII se añadió el cuerpo adosado a la fachada sur,integrándose entonces en la nueva obra el alero con cor-nisa achaflanada y los pequeños canecillos de listel y cha-flán que hasta ese momento debieron formar parte delalero de la nave.

La portada primitiva debe ser la que se halla en lafachada occidental, al pie de la espadaña, hoy cegada,pero dejando ver su estructura de arco doblado y apunta-do con dobles pilastras rematadas en impostas de listel ychaflán. Esta fachada occidental, con la espadaña, cons-truida en mampostería, posiblemente sea una reconstruc-ción posterior, aunque siguiendo el típico modelo de cam-panario surgido en época románica, con un cuerpo decampanas de laterales retranqueados respecto a la base yremate superior en piñón, con dos amplias troneras demedio punto coronadas por otra más pequeña de similarescaracterísticas. Los dos escudetes que flanquean la portada–a los que se suma un mascarón sobre la clave–, aunque sinmotivo heráldico, parecen por su forma propios de finalesdel siglo XV, momento al que podría corresponder toda lahipotética reconstrucción de la espadaña, a la que despuésse añadió el ventanal cuadrangular que luce en el centro yque daba luz a la nave.

Pasando al interior, el edificio románico se caracterizapor su extrema sencillez, con muros muy macizos y bienconstruidos, conservándose en la cabecera la mitad infe-rior de las bóvedas, también hechas en sillería y arrancan-do de una imposta de listel y chaflán. Del triunfal se con-servan los salmeres –que nos indican que era de arcodoblado– y los apoyos, formados por cortas columnas

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Iglesia de San Román y San Salvador

Vista desde el sur Ábside

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adosadas a pilastras y dispuestas sobre ancho podio abo-celado, con basas de toro inferior rematado en lengüetas,escocia central y doble toro superior, concluyendo todoen capiteles de idéntica factura: sencillas cestas decoradasa base de estrías paralelas verticales, con ábaco plano reco-rrido por dientes de sierra y cimacios de listel y chaflán,unas piezas que resultan idénticas a las que decoran lascolumnillas adosadas al exterior del ábside de la cercanaiglesia de San Julián, en Mata.

Por lo que respecta a la nave, el sillarejo de sus muroscontrasta con la buena sillería que debió tener la bóveda, dela que se conservan las hiladas inferiores, apoyadas sobreotra imposta achaflanada. Parece que un arco fajón de sim-ple rosca, sobre ménsulas, sostuvo este abovedamiento, con-trarrestado exteriormente el empuje por contrafuertes.

Resumiendo, el proceso histórico del edificio arrancaen época románica muy tardía, posiblemente bien entra-do ya el siglo XIII, incluso en un momento que cronoló-gicamente puede coincidir con la expansión del primerarte gótico. A esta fase corresponderían al menos la

cabecera y el arco triunfal, donde se puede apreciar lapresencia de buenos mazoneros, pero de malos esculto-res, pudiendo afirmarse casi que los mismos autores delos sillares pudieron haber labrado los sencillos motivosque decoran los canecillos y los capiteles del arco toral.La nave creemos que puede ser algo posterior aún, dife-rencia que basamos en el hecho de que se empieza a uti-lizar ya un aparejo distinto y por el sistema de ménsulasque aparece en el arco fajón de la bóveda, un elementomás muy propio del primer gótico. Todo ello se comple-mentaría con una hipotética renovación de la espadañahacia las postrimerías de la Edad Media o quizá ya acomienzos de la Moderna y con la construcción del cuer-po que se añade a la fachada meridional, incluyendo lapuerta que entonces se abre en ese lado de la nave, asícomo el husillo de la espadaña, lo cual pudo hacersehacia los siglos XVII o XVIII.

Estamos pues ante un edificio en cuya primera cons-trucción se mantuvo la tradicional estructura de los tem-plos románicos, aunque con ciertos rasgos que hablan de

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Fachada occidental Vista del interior

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un ambiente donde se está imponiendo la estética gótica.Es ésta una forma de edificar que sin duda en esos momen-tos ya se había superado en los grandes centros urbanos yque se mantiene como una reliquia del pasado en laspequeñas aldeas, donde los nuevos modelos estéticos,aunque se pueden rastrear, como es este caso, no constitu-yen más que un velo sobre una tradición románica muyarraigada.

Texto: JNG - Fotos: JMMF/JLAO/JNG

Bibliografía

ÁLAMO, J. del, 1950, t. I, doc. 8 y t. II, docs. 443, 628, 666; CADIÑANOS

BARDECI, I., 1990, doc. 105; FLÓREZ, H., 1771 (1983), p. 483; MARTÍNEZ

DÍEZ, G., 1981, t. II, p. 368; MARTÍNEZ DÍEZ, G., 1987, p. 48.

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Restos del presbiterio y del arco triunfal

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