La moda en los años 20

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LOS AÑOS VEINTE REBELIÓN EN PARÍS Pocas ciudades han sido el centro de la creatividad mundial en una escala tan intensa como lo fue París en los años veinte. Había terminado la Primera Guerra Mundial y una juventud sacrificada pretendía saciar sus apetitos de esparcimiento tras los duros tiempos de la severidad y los derramamientos de sangre. A la vez se desató la imaginación de los artistas que escogieron la ciudad junto al Sena por sus económicas condiciones de vida y las facilidades que se ofrecían a la expansión cultural. Muchos norteamericanos acudieron al foco cegados por la vieja Europa liberal que lo aceptaba todo, lejos de los Estados Unidos de la prohibición, el puritanismo, la mojigatería y el presidente Harding. Esos años vieron el éxito de los Ballets Rusos de Diaghilev y el escándalo tras el estreno del Rito de Primavera de Stravinsky. Jean Cocteau abrió su café Le Boeuf sur le toit y André Breton y Louis Aragón fundaron la revista Literatura que dio nacimiento al movimiento surrealista. El rumano Tristan Tzara promovía sus escándalos dadaístas y la escritora de origen cubano Anaïs Nin mantenía un tórrido romance con el proscrito Henry Miller. Se pretendió liberar al hombre de las compulsiones civilizadas, del sensualismo ramplón y el letargo adonde es conducido por la organización social. Los surrealistas querían cerrar el camino a la razón y encontrar el vigor original de cada ser, hallar la reserva de energías, emancipar el espíritu sometiéndolo a una anarquía que le entregara su fuerza vital, su auténtica individualidad. Fue un intento de develar la fantasía y el absurdo que subyacen en lo cotidiano, de mostrar la magia que late en la aparente rutina, de hallar lo maravilloso que existe en lo real, hallar lo que de general hay en lo particular, subrayar lo universal en lo nacional. Fue una era donde se enfatizó la importancia del subconsciente y la irracionalidad, se manifestó una realidad diversa a lo evidente. La sublimación de los sueños y la libre experimentación con las formas presidieron todos los intentos creativos. Fue un tiempo de ruptura de tradiciones y de invención sin medida. Ello coincidió con los avances científicos y tecnológicos que permitieron considerar otros puntos de vista en la expresión artística y facilitó los medios de elaboración del producto cultural. La esencia de los símbolos, de las metáforas, de la sustitución de unos valores por otros desembocó en una reforma de la apreciación y en un arte libre. LA NUEVA MUJER Aunque las mujeres perdieron sus empleos cuando los hombres fueron licenciados del servicio militar al finalizar la Primera Guerra Mundial, nada podía detener la inclinación de aquellas mujeres que se habían aficionado a participar activamente en el mundo exterior. La música jazz se hizo popular. 1

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LOS AÑOS VEINTE

REBELIÓN EN PARÍS

Pocas ciudades han sido el centro de la creatividad mundial en una escala tan intensa como lo fue París en los años veinte. Había terminado la Primera Guerra Mundial y una juventud sacrificada pretendía saciar sus apetitos de esparcimiento tras los duros tiempos de la severidad y los derramamientos de sangre. A la vez se desató la imaginación de los artistas que escogieron la ciudad junto al Sena por sus económicas condiciones de vida y las facilidades que se ofrecían a la expansión cultural. Muchos norteamericanos acudieron al foco cegados por la vieja Europa liberal que lo aceptaba todo, lejos de los Estados Unidos de la prohibición, el puritanismo, la mojigatería y el presidente Harding.

Esos años vieron el éxito de los Ballets Rusos de Diaghilev y el escándalo tras el estreno del Rito de Primavera de Stravinsky. Jean Cocteau abrió su café Le Boeuf sur le toit y André Breton y Louis Aragón fundaron la revista Literatura que dio nacimiento al movimiento surrealista. El rumano Tristan Tzara promovía sus escándalos dadaístas y la escritora de origen cubano Anaïs Nin mantenía un tórrido romance con el proscrito Henry Miller.

Se pretendió liberar al hombre de las compulsiones civilizadas, del sensualismo ramplón y el letargo adonde es conducido por la organización social. Los surrealistas querían cerrar el camino a la razón y encontrar el vigor original de cada ser, hallar la reserva de energías, emancipar el espíritu sometiéndolo a una anarquía que le entregara su fuerza vital, su auténtica individualidad. Fue un intento de develar la fantasía y el absurdo que subyacen en lo cotidiano, de mostrar la magia que late en la aparente rutina, de hallar lo maravilloso que existe en lo real, hallar lo que de general hay en lo particular, subrayar lo universal en lo nacional.

Fue una era donde se enfatizó la importancia del subconsciente y la irracionalidad, se mani-festó una realidad diversa a lo evidente. La sublimación de los sueños y la libre experimenta-ción con las formas presidieron todos los intentos creativos. Fue un tiempo de ruptura de tra-diciones y de invención sin medida. Ello coincidió con los avances científicos y tecnológicos que permitieron considerar otros puntos de vista en la expresión artística y facilitó los medios de elaboración del producto cultural. La esencia de los símbolos, de las metáforas, de la sus-titución de unos valores por otros desembocó en una reforma de la apreciación y en un arte libre.

LA NUEVA MUJER

Aunque las mujeres perdieron sus empleos cuando los hombres fueron licenciados del servicio militar al finalizar la Primera Guerra Mundial, nada podía detener la inclinación de aquellas mujeres que se habían aficionado a participar activamente en el mundo exterior. La música jazz se hizo popular. Surgió una apasionada afición por bailar el tango y el charlestón. Los rápidos automóviles parecían haber acelerado el ritmo de la vida de la gente, que además disfrutaban con aficiones hasta ahora “extrañas”, como tomar el sol o nadar. Regían nuevas reglas en una sociedad que ahora comprendía una creciente clase de noveaus riches junto con la clase alta, adinerada desde siempre, y una sensibilidad vanguardista junto con los conceptos más tradicionales sobre la elegancia. Atrapado en la dinámica energía de la época, el ciclo de las tendencias de moda se hizo más breve.La imagen femenina cambió de manera significativa. Los peinados pasaron de complicados recogidos a un corte suelto. El largo de la falda se acortó desde el tobillo a la rodilla. Como las mujeres preferían un estilo más juvenil y esbelto que otro maduro y voluminoso, empezaron a vestirse como chicos. La Garçonne, de la novela homónima de Víctor Magueritte (1922), fue la imagen simbólica a la que aspiraban las mujeres. La nueva mujer siguió estudios superiores, ejerció una profesión y disfrutó de relaciones románticas sin vacilación alguna. Llevó a la sociedad hacia nuevas costumbres, como conducir coches, hacer ejercicio e incluso fumar.El andrógino estilo garçonne, que rechazaba cualquier realce del busto o la cintura, logró un

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reconocimiento general en la Exposición General de las Artes Decorativas e Industriales Modernas celebrada en París en 1925, que dio nombre al estilo conocido como art déco. El peinado corto, con un ajustado sombrero campana, y un vestido suelto de cintura baja, con falda hasta la rodilla, caracterizó el estilo garçonne (“a lo chico”). La extremada simplicidad del vestido se complementaba con adornos de bordados con lentejuelas, una boa de plumas y varios tipos de notables accesorios. La ropa interior consistía en un sujetador, una camisola y medias color carne; el maquillaje incluía barra de labios color carmín, polvos blancos y colorete: las cejas se depilaban hasta conseguir una línea fina y los ojos se acentuaban con un trazo oscuro de kohl para completar así la imagen deseada.Con la tendencia juvenil masculinizada de la época, era natural que surgiera una demanda de prendas deportivas. Suzanne Lenglen, campeona de tenis francesa, también contribuyó a fomentar la producción de prendas deportivas haciendo gala de su incomparable fuerza ataviada con ropa funcional exclusiva para el tenis. El traje de baño, que dejaba al descubierto más partes del cuerpo que nunca, se pudo ver en numerosas playas a finales de la década de 1910. También surgieron las prendas específicas para la playa, y la moda de llevar pantalones se popularizó básicamente en los lugares donde la gente disfrutaba de sus vacaciones.

Gabrielle (“Coco”) Chanel tuvo un papel decisivo en este nuevo aspecto de la moda femenina. Diseñó ropa cómoda, de líneas simples y aspecto chic, con una innovadora combinación de género de punto y formas que tomó prestadas de la indumentaria masculina. Después de causar sensación con el vestido de punto, diseñó conjuntos de chaquetas de punto, pantalones de estilo marinero, vestidos pantalón para la playa llamados “pijamas de playa” y la famosa prenda imprescindible en todo vestuario: un sencillo vestido negro. Otra de las contribuciones de Chanel a la moda fue la idea de que la ostentosa bisutería entonces en boga podía representar la auténtica riqueza del mismo modo que las joyas. Encarnación perfecta tanto del estilo garçonne como de la mujer independiente, Coco Chanel creó una nueva ética del vestir y propuso un estilo para aquellas mujeres que estaban dispuestas a vivir su propia vida de forma activa.

En la época dorada de la alta costura, durante los años veinte y treinta, muchos nombres incipientes en el mundo del diseño de la moda, como Jean Patou, Edward Molyneux y Lucien Lelong, trabajaron denodadamente junto con las casas ya consolidadas como Paquin y Callot Soeurs. Las mujeres diseñadoras fueron especialmente influyentes; en los años veinte Chanel y Madeleine Vionnet tuvieron un papel fundamental. Mientras que el papel de Chanel era el de una estilista que conocía bien los medios de comunicación, Vionnet era más bien una arquitecta de la moda. Su técnica de cortar prendas a partir de un tejido de dibujo geométrico, con un soberbio sentido de la construcción, generó auténticas innovaciones en el mundo de la confección. Vionnet inventó una amplia gama de estudiados diseños como el corte al bies, el corte circular, el corte con una incisión o una inserción triangular (godet), el escote halter, y el cuello tipo cogulla. Inspirada por la sencilla construcción del kimono japonés, también creó un vestido de una sola pieza.

En los años veinte la relación entre moda y arte se estrechó de una forma sin precedentes. Los diseñadores formaban equipo con artistas para hallar nuevas fuentes de inspiración. Los nuevos movimientos artísticos como el surrealismo, el futurismo y el art déco propusieron que todo el entorno de la persona, incluyendo la indumentaria, debería estar en armonía, como una única manifestación artística. La colaboración con los artistas de vanguardia, y más concretamente la influencia del surrealismo y el futurismo, aportaron un diseño artístico radical a la indumentaria. Los accesorios decorativos y textiles del art déco surgieron de esta fértil colaboración, que comprendía la adaptación de diversas técnicas artísticas, como la de la laca oriental.

Sin embargo, la Gran Depresión de 1929 puso fin a gran parte de la prosperidad de posguerra de la que se pudo disfrutar en los años veinte. Muchos de los acaudalados clientes de la alta costura perdieron sus bienes de la noche a la mañana y las calles se llenaron de gente sin hogar. Las clases medias que sobrevivieron al desastre se interesaron mucho más por la confección casera.

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El movimiento para liberar el cuerpo femenino del corsé se dio en muchos países de Europa, pero fue propuesto por primera vez por los artistas de los movimientos prerrafaelita y estético de finales del siglo XIX. Su objetivo era la creación de un vestido simple, de línea vaporosa, inspirado en la indumentaria de la Grecia clásica y del periodo medieval. Gallenga empezó como pintora y se incorporó al grupo prerrafaelita. A continuación se convirtió en diseñadora de vestidos, muy influida por Fortuny, y se especializó en tejidos estampados con la técnica de estarcido y en vestidos de estilo medieval.

Chanel pensó que era crucial que el atuendo femenino para el siglo XX tuviera características funcionales. Descartando los adornos superficiales y adaptando la esencia de la moda masculina, creó una moda deportiva y funcional para la mujer que introdujo un nuevo tipo de elegancia. También ella mujer trabajadora, Chanel personificó a la garçonne, el nuevo modelo femenino tras la Primera Guerra Mundial, y vistió sus propias creaciones. En 1916, Chanel diseñó trajes chaqueta confeccionados con género de punto, que en la época era un tejido reservado exclusivamente para la ropa interior. Este estilo, completado con materiales clásicos y una falda más corta que aporta una línea simplificada, más adelante se convirtió en el prototipo del “traje Chanel”.

Madeleine Vionnet creó sus propios métodos para realizar al máximo la belleza del cuerpo femenino. Por ejemplo, inventó la técnica de drapeado de cortar el tejido sobre el torso con alfileres y tijeras, y también utilizó tela de crepé para conseguir una línea suelta y vaporosa. El fleco de seda, que se balancea con el movimiento de la persona que lleva el vestido, sirve de adorno y le confiere peso a la prenda. Más tarde, el corte en diagonal del tejido cuadrado desembocó en la innovadora técnica del “corte al bies”.Vionnet reconstruyó el cuerpo femenino con sus diseños e introdujo un cambio fundamental en las técnicas de corte: utilizó telas triangulares dobladas de forma alternativa al estilo origami, el arte japonés del doblado de papel. Mediante este proceso de costura, la diferencia de textura entre la superficie y el dorso de los tejidos se hace evidente, y ello crea un efecto interesante en la prenda. También utiliza la ornamentación con rosas en sus primeras obras de los años veinte. Los pliegues y pinzas que solía utilizar en sus diseños tienen efectos tanto ornamentales como funcionales, muestra de su magnífica técnica, que muestra un dominio perfecto del tejido y de su habilidad para convertir las características estructurales en ornamentación. Creó su teoría del diseño basándose en las formas geométricas. También el estilo monástico estuvo de moda a principios de los años veinte y tuvo una clara influencia en su estilo.El exotismo de este periodo estuvo influido por las numerosas culturas que habían llegado a Europa occidental: el orientalismo que había continuado desde la década de 1910, un estilo egipcio espoleado por el descubrimiento de la tumba de Tutankhamon (1922) y la fantasía mejicana influida por el arte azteca. Es fácil discernir las influencias exóticas en la moda de la época. En 1924, Vionnet introdujo un diseño inspirado en la Grecia clásica.

Inspirados por los artículos lacados japoneses, en los años veinte, decoradores como Elieen Gray y Jean Dunaund crearon artículos de decoración de interiores realizados con laca. Dunaund también creó tejidos lacados. El lamé, que tiene una textura lacada, tiene brillo y flexibilidad y fue utilizado con frecuencia.

Mientras Chanel y otros diseñadores creaban vestidos de estilo vanguardista, Lanvin había seguido con sus elegantes y sofisticadas robes de style, desde la década de 1910 hasta los años veinte. Algo característico de sus diseños era una falda ondulante y unos espléndidos adornos de estilo romántico, con aplicaciones de encaje y bordados. La respuesta fue favorable por parte de aquellas mujeres, más conservadoras, que no se sentían identificadas con el estilo “a lo chico” que estaba en boga en esa nueva era. El objetivo de Poiret era armonizar arte y moda. Creía que era importante mantener un contacto estrecho con los jóvenes artistas a los cuales patrocinaba con generosidad. Raoul Dufy empezó su carrera como diseñador textil gracias a sus colaboraciones con Poiret, y se convirtió en un precursor de los diseños textiles realizados por artistas.

Los vestidos llevaban aplicaciones de pintorescos diseños, mientras que la prenda en sí

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mantenía una línea sencilla.

El kimono japonés fue copiado, adaptado, y finamente asimilado por la indumentaria occidental.

El crisantemo se había convertido en motivo decorativo desde la segunda mitad del siglo XIX. La tela con crisantemos tejidos similar al estilo japonés makie (laca dorada) representa el gusto del art déco.

A partir de los años veinte, causaron furor los nuevos tipos de música bailable, como el tango y el charlestón. Los bailarines disfrutaban con el animado sonido de esta nueva música, y la década fue conocida como “los locos años veinte” o “la era del jazz”. Se hicieron populares los vestidos hechos con materiales que mostraban todo su efecto con el movimiento del baile, como las lentejuelas y los flecos.

Al subir el largo de la falda hasta la rodilla, los zapatos adquirieron un papel importante en la indumentaria de la época. Debido a esta tendencia, los diseñadores de calzado, que trabajaban independientemente de los clásicos artesanos, adquirieron mayor relevancia. Perugia se ganó su fama al crear zapatos para Poiret, y su época de mayor actividad fue desde los años veinte hasta los cuarenta.

CLAVES DE ESTILO

Terciopelos. Guarniciones en piel. Tango, shimmy, fox-trot, charlestón. Satén negro. Echarpes, capas y chales. Terciopelo bleu roy. Fajas-cinturones. Flecos y borlas. Flores artificiales y plumas. Cola pequeña e insinuante. Jais. Anna Foguees. Seda marroquí. Princesa Bibesco. Condesa Etienne de Beaumont. Bolero. Fumar. Beber. Flippers. Corte de pelo bobbed. Androginia. Moda y arte. Simplificación, liberación, desajuste. Jaques-Henri Lartigue. Raoul Dufy como pintor de telas. Natalia Gontcharova y sus bordados con estética art déco. Orientalismo. Ballets rusos. Lentejuelas oversizes, espejos y motivos cubistas. Revista Art, Goût, Beauté. Flores chinas y japonesas. Silueta kokosovorotka. Kimono japonés. Telas exóticas de Jean Dunard. Brassiere de varillas. La garçonne de Víctor Pabst. Josephine Baker. Louis Amstrong. Los perros Fifi y Bebe. Maquillaje perlado. Polvos de sol y las mujeres morenas de Chanel. Aplanadores de senos. El peluquero Antonie. Cloché. Carmín. Tintes de pelo. Labios oscuros. Corte Eton. Grand Hotel des Bains en Venecia. Misia Sert. Elsa Maxwell. Playas del Lido. Ley seca. Contrabando. Al Capone. Cotton Club y Harlem neoyorkino. La tumba de Tutankamón. Tejidos diáfanos que dejan que pase la luz. Tacón louis. Delaunay. Anita Loos y su novela Los caballeros las prefieren rubias. Uñas pintadas. Barra de labios y polvera. Zapatillas de tenis diseñadas por Jean Patou. La canción “Cariño, lo único que puedo darte es amor”. El demonio y la carne. Avaricia. Los paisajes de Yves Tanguy. Medias. Pulseras de perlas en los tobillos. Bordados en oro y plata. Edward Steichen. Opio. Boxeo. El diseñador Erté impuso las cejas delgadas y perfiladas. Viernes negro. Kiki de Montparnasse. Gertrude Stein y su casa.

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Alicia Mazón Cabrera

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