La Masoneria Pintada Por Si Misma

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    E X L I B R I S HEMETHERII VALVERDE TELLEZ

    Episcopi Leonensis

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    LA MASONERA

    P I N T A D A POR s MISMA

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  • LA MASONERA P I N T A D A P O R S M I S M A

    ARTCULOS PUBLICADOS r Btr EL PERIDICO LA. VOZ DE CUBA, DE LA HABANA.

    POR SU DIRECTOR

    D. RAFAEL D E RAFAEL CON N PRLOGO

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    D . A . J . D E

    UNIVERSIDAD E mn LEON Capilla Alfonsi BILI il ta Viivrs * UiaBiblioteca Universum

    MADRID IMPRENTA DE A. PREZ DBBiJNIVEItSrtMD OE HUEVO LEOh

    Flor B a j a n t e , ss BIBLIOTECA UNIVERSITARIA

    1883 "ALFONSO REYES" - 1625 ftXNTEKREY, MEXK

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    Todos los derechos reservados.

    PRLOGO.

    i.

    La Revolucin es la mentira; as que, s a -biendo que la Escritura llama al ngel del mal el padre de la mentira , se tiene perfectamente conocidai la genealoga de la Revolucin.

    Pero la Revolucin no se satisface con mentir; necesita parodiar; necesita, cuando niega toda verdad, tomar las formas de la verdad que niega, para vestir con ellas al error que proclama, y as lo hace con el mayor desenfado, contando con la imbecilidad del hombre que sigue sus inspi-raciones atiende sus enseanzas.

    Los dogmas , los mandamientos , la discipli-na de la Iglesia, los misterios y las pompas de la Religin y del culto; todo lo niega y todo lo p a -rodia la Revolucin, que tiene tambin sus santos y sus mrtires, los cuales presenta la adora-cin de sus adeptos , excitando stos imitar-les. Y as tambin, al contemplar la majestuosa

  • PRLOGO.

    jerarqua del sacerdocio y la incomparable o r -ganizacin fraternal de las rdenes monsticas, la Revolucin, en todos tiempos, mientras ha tra-tado de echar tierra por el pual , la tea y la calumnia ese inmenso cuerpo, depositario y dis-pensador de la verdad y de la ciencia de Dios, lo ha parodiado en la Masonera y on las sociedades secretas, constituyendo un cuerpo sacerdotal con jerarquas perfectamente determinadas, y fo r -mando asociaciones que se extienden por todo el haz de la tierra.

    II.

    La Masonera, las sociedades secretas, estn condenadas, y de la sentencia fulminada con-tra ellas no hay apelacin en la t ierra, puesto que la sentencia ha descendido del cielo. Pero acerca de la esencia, acerca de la verdadera or-ganizacin, acerca de los medios que pone en juego, acerca de los resultados que obtiene y acerca del fin que persigue la Masonera, se han escrito obras doctrinales, llenas de datos y a r -gumentos, por hombres eminentes de todos los pases, y entre ellos de Espaa, como la obra, por no citar ninguna otra, del erudito catedr-tico D. Vicente de la Fuente: Historia de las SO-

    PRLOGO. TIL

    ciedades secretas. Slo que esas obras no han conseguido por completo el fin que sus bien i n -tencionados autores se proponan.

    El hecho se explica fcilmente. Las obras doctas del gnero de las de D. Vicente de la Fuente, Crtineau-Joly y otras, por sus condi-ciones mismas se dirigen corto nmero de per -sonas, cuya conviccin forman respecto de lo que es y de lo que busca la Masonera, sin que por eso, desgraciadamente, las demostraciones y las convicciones lleguen la inmensa multitud en la que recluta la Masonera sus ejrcitos para los das de los combates, y sus agentes y auxi -liares para el tenebroso, variado y siempre cr i -minal trabajo de demolicin social.

    En este sentido, en el ms prctico, en el que ofrece provechosos y fecundos resultados, creemos que nada mejor se ha publicado acerca de la Masonera que la obra que estas mal per-geadas lneas sirven de prlogo.

    Para acabar con la Masonera es preciso algo ms que sealar en rasgos generales y con prue-bas metafsicas y lgicas su procedencia, su n a -turaleza, su organizacin y sus fines; es nece-sario cogerla cuerpo cuerpo, obligarla en una lucha desesperada confesar sus propsitos, y convencerla, siguindola paso paso en aque-llos, en sus actos y en los resultados de sus actos, de que su ideal es la ruina de la sociedad por el

  • sucesivo desprestigio y aniquilamiento de todos los principios en que la sociedad descansa y de todas las instituciones que la resguardan.

    Pues esto es lo que ha hecho de un modo acabado, con talento superior, con energa y va-lor imponderables, el autor de la presente obra.

    III.

    La obra no necesita, en verdad, ni de nuestra crtica, que no podra formularse, dado que e n -contrara motivos literarios deficiencias lgicas para ello, ante la bondad de la intencin que la ha inspirado y el valor generoso que se demues-tra en su publicacin; ni de nuestra alabanza al mrito literario de la obra, alabanza excusada cuando se va leer, y se corre, por tanto, el riesgo de que los lectores acusen al encomiador de tenerles en muy poco, pues les adelanta, en trminos necesariamente plidos, juicios que por s solos formaran y sentiran, digmoslo as, mucho mejor.

    Pero si esto no cabe , cabe en cambio, y es hasta un deber, no para el amigo, s para Ll c a -tlico y para el hombre que ama su patria, el dar testimonio de gratitud al autor de esta obra contra la Masonera; al Sr. D. Rafael de Ra-

    fael, propietario y Director de La Voz de Cuba, primero de los peridicos que se publican en

    la Habana por su espaolismo y su brillantsi-ma redaccin.

    Hijo de Catalua, cuyo suelo conserva la proverbial propiedad de amalgamar cualidades que slo por rara circunstancia andan unidas: valor heroico y tesn inquebrantable, mpetus generosos y asombrosa sangre fra, gran pene-tracin y'vivo ingenio, el autor, que las posee todas, las ha dedicado la obra de salvar Cuba de las ambiciones de los mismos hijos de Cuba, conservando para Espaa aquella tierra por la cual se arruina y desangra hoy, despus de h a -berla descubierto, civilizado y elevdola al mayor grado de esplendor y prosperidad. Pero D. Rafael de Rafael, con ser un periodista de admirables condiciones para la polmica, es mucho ms que periodista; es un hombre pensador y e ru-dito , quien gusta ir al fondo de las cosas investigar las causas de que menudo suele prescindirse entre los efectos que absorben la atencin imponen e] examen, y con estas con-diciones el Sr. D. Rafael de Rafael no ha podido seguir la rutina de la polmica, no ha querido dejar un lado la cuestin principal, para fijarse en los accidentes.

  • IV.

    Verdaderamente la cuestin de Cuba presen-taba, y presenta boy, un problema, cuya incg-nita se busca intilmente en los hechos de d i -verso genero que est dando lugar va ya para doce aos.

    Dse todo lo que se quiera al espritu levan-tisco, las corrientes de indisciplina y de licen-cia , formadas por el ambiente protestante y vo l -teriano que se extiende hace un siglo por todos los hemisferios adonde ha llegado lo que se llama la civilizacin moderna; comptense con los efectos de ese espritu y de esas corrientes los que deban surgir y surgieron aqu efectiva-mente consecuencia de la explosin revolu-cionaria , sea de la orga anrquica de 1868, y smese todo eso con la solidaridad moral y en muchas cosas tangible, moral y tangiblemente probada, que existe entre los hombres que en Espaa hacan tabla rasa de las instituciones y leyes seculares, y los que en Cuba proclamaban la separacin de la madre patria rasgando este nuevo lazo del pasado.

    Pues aun as, aun considerado todo eso, aun-que aparecieran probadas todas las connivencias

    que se puede calcular existan entre los insur-rectos de ac y los rebeldes de all; aun as, t o -dava es tan evidente y la vez tan grande el inters de Cuba y Espaa en mantenerse u n i -das, que no se explica ni se concibe la fuerza con que estall la rebelin ni la fuerza que por tantos aos la ha sostenido.

    Ha habido, pues; hay todava otras causas poderosas, decisivas, de las cuales ha surgido y por las cuales ha podido mantenerse durante tantos aos la insurreccin cubana.

    V.

    Despus de leer la presente obra, nadie po-dr decir que desconoce esa causa; lo que ha creado en Cuba el espritu mal llamado de inde-pendencia, porque Cuba separada de Espaa no puede ser independiente , y tiene que ser de los negros de los yankees, es el trabajo ince-sante de la Masonera; lo que ha contribuido mantener por aos y aos esa lucha cruenta, tan fatal para Cuba como para Espaa, ha sido el laboreo incansable de la Masonera; lo que en Cuba contra nuestros soldados y en Madrid para con nuestros polticos ba hecho que la conducta de los segundos malograra los resultados que

  • hubieran debido de obtenerse por el herosmo de los primeros, ha sido la solidaridad que existe en la Masonera.

    Esto se ha indicado ligeramente alguna vez por los peridicos de Madrid ; de esto se han he-cho de tiempo en tiempo algunas indicaciones en los Cuerpos Colegisladores : pero la convic-cin de que la Masonera era causa principalsi-m a , si no nica, de la insurreccin cubana y de su persistencia, no habra salido del pensa-miento ntimo de los hombres reflexivos la luz con que hoy se presenta aun los hombres ms ligeros, sin esta obra de D. Rafael de Rafael.

    Vase, pues, si hay motivo para aplaudir de todas veras y con bien sentido entusiasmo esa obra que, al explicar el origen y la causa de tan-tos males en lo pasado, seala el medio de evi-tarlos y el remedio para cortarlos en lo porve-nir. Pero otro gran mrito la avalora: el mrito de la ejecucin, mrito doble, porque en ella todo es polmica, y en la polmica todo es a rgu -mentacin , y argumentacin serena, contun-dente , tan ajena declamaciones en cuanto las cosas, como virulencias en cuanto los adversarios.

    Viendo perfectamente claro el fin social de la Masonera y el particular buscado en Cuba; conocedor y apreciador exacto y expertsimo de los hechos que revela y narra, nuestro autor

    coge cuerpo cuerpo todos los defensores de la Masonera que sucesivamente y con sin igual atrevimiento se le van presentando, y, uno tras otro, todos les confunde, todos les deja convictos, si no confesos, de la maldad de la causa que defienden, de los males que produce la existencia de esa causa y la vida que se la consiente, y de la completa subversin que traera el triunfo, simplemente la preponde-rancia social de la Masonera.

    Obra acabada, repetimos, que ha de producir inmensos bienes, apartando muchos incautos de los caminos de perdicin en que entran sin saber dnde les llevan, y que ha de ensear algunos gobiernos cortar de raz males cuyas causas estaban ocultas sus ojos.

    No podemos decir ms ; lo que aadiramos slo servira para dilatar algunos segundos la lectura de un libro que dice todo lo que quiere decir y lo que debe decir, y que lo dice de modo que nada deja que desear. Si hemos escrito las lneas precedentes, ha sido, ms an que por corresponder al favor y la honra inmerecida que nos ha hecho el autor, para asociar nuestro nombre una obra que consideramos salvadora para Cuba, y salvadora tambin, el da que haya entre nosotros gobiernos previsores, para la so-ciedad espaola.

    A . J . DE VLLDSOLA.

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    ADVERTENCIA PRELIMINAR.

    fines de 1877 y principios del 78 hubo gran miseria en la ciudad de Santa Clara, al ex-tremo deque muchas familias pobres llegaron sufrir los horrores del hambre. Para aliviar de algn modo tantos desgraciados, varias comi-siones de seoras y seoritas recorrieron la ciu-dad de puerta en puerta pidiendo limosnas, las cuales slo obtuvieron en corta cantidad y con gran trabajo, pues eran muchos los que se ex -cusaban de contribuir, contribuan con cant i -dades insignificantes, pretextando la gran esca-sez, que casi todos alcanzaba.

    Bajo tales circunstancias, llam poderosa-mente la atencin que una Logia masnica, esta-blecida haca poco tiempo en aquella poblacin, hiciera entre sus hermanos una colecta, que produjo ms de dos mil pesos, oro, los cuales fueron inmediatamente remitidos fuera de lapo-

  • blacin, con el objeto, segn se asegur, de so -correr necesidades masnicas que nadie conoca.

    Los que no eran masones criticaban severa-mente el t echo , calificando de locura el que se mandase fuera de la poblacin una cantidad res-petable de dinero para aliviar necesidades ajenas, de las cuales nadie tena noticia, y que muy bien podan ser supuestas, cuando se dejaba en el mayor desamparo tantos pobres de la pobla-cin, cuyas miserias estaban la vista de todos, y se cerraban los odos las conmovedoras s -plicas de las piadosas seoras que imploraban la caridad pblica favor de aquellos desgraciados.

    Una persona muy distinguida de Santa Clara, indignada ante semejante proceder, escribi una carta al peridico de la Habana La Voz de Cuba, refiriendo el hecho y criticndolo con mucha vehemencia. Con tal motivo, D. Rafael de Rafael public dos tres artculos, haciendo serias re-flexiones sobre la ilegalidad de la Masonera y lo nocivo de su naturaleza.

    Al momento saltaron la palestra un n m e -ro considerable de masones , dirigiendo muchas cartas al Director de aquel peridico, en las cua-les, no slo defendan la Hermandad de las acusaciones que l le haba dirigido, sino que le acusaban de injusto y poco generoso al a t a -car una institucin que no poda defenderse, ya por no poseer ningn peridico propio', ya por-

    que, siendo sociedad clandestina, prohibida por la ley, n ingn peridico osara hablar en favor suyo.

    D. Rafael de Rafael resolvi la dificultad del modo ms sencillo y completo. Ofreci gratuita-mente y sin limitacin las columnas de su p e -ridico todo masn que quisiera sostener con l una discusin razonada sobre la masonera, exigiendo como condicin nica el que se dis-cutiera con formas dignas. Ni siquiera exigi que los que aceptasen el reto revelasen sus nom-bres al entrar en la lucha: podan guardar el incgnito y permanecer bajo el antifaz mas-nico, con tal de que discutieran con dignidad y razn.

    Muchos fueron los masones que pretendie-ron aprovecharse de este ofrecimiento, y en este sentido dirigieron sus comunicaciones al Direc-tor de La Voz de Cuba. Pero muchas de estas comunicaciones estaban escritas en un lenguaje en extremo descorts; otras venan llenas de ame-nazas , y la mayor parte de ellas procedan de simples Maestros masones; es decir, masones del grado 3."

    La discusin era inadmisible con los que, olvidndose de la templanza y el decoro, queran llevarla al terreno de la violencia y los desaho-gos de mal gnero; y era imposible con los m a -sones que, no habiendo llegado ms que al g r a -

    2

  • do 3., sea el de Maestro, se hallaban tan igno-rantes de lo que es en realidad la masonera, como el que nunca ha odo hablar de ella. Uno de los principios fundamentales de la institucin es que nada absolutamente de loque pasa en ella puede revelarse ningn profano; y, segn los Esta-tutos de la Orden, para el masn es profano, no slo el que no ha entrado en la masonera, sino tambin todo masn de un grado inferior, con relacin lo que pasa en los grados superiores. Esto se ver con toda claridad en otra parte del presente libro.

    De modo que el masn no sabe realmente lo que es la Masonera hasta que ha llegado sus grados ms elevados. Lo cual quiere decir que discutir sobre la Masonera con un masn que no ha llegado esos grados, es perder lastimo-samente el tiempo.

    Por esta razn, D. Rafael de Rafael no pudo penetrar en el fondo del asunto mientras no se le presentaron ms que masones de grado inferior. Discuti con ellos sobre puntos inc i -dentales y secundarios, algunos de ellos bas-tante interesantes; pero no abord de lleno la cuestin en su conjunto y en toda su terrible extensin y alcance, sino cuando se le pusieron al frente, para sostener la polmica, masones que, por haber alcanzado en la Orden el grado supremo, deban conocer bien el asunto. El prin-

    cipal de ellos, que sostuvo la polmica bajo el seudnimo de Juan Jos Henderson, tena el grado 33, era gran Secretario de la Gran Logia de la Isla de Cuba, y adems Venerable Maestro de la Logia Ciencia y Virtud. Entonces fu cuan-do realmente empez la polmica, y lo que en ella se escribi por una y otra parte, es lo que constituye el presente libro.

    fin de dar la obra toda la unidad posible, as como para no distraer el nimo de los lectores y no aumentar innecesariamente el nmero de estas pginas, se omiten en ella las discusiones sobre puntos secundarios de que antes se ha he-cho mencin, y slo se insertan los artculos que constituyeron la polmica principal. Pero estos ltimos pe reproducen con toda fidelidad, acom-pandolos, donde es absolutamente necesario, con algunas breves notas que aclaran su sen-tido.

    Conviene aqu hacer una observacin. En una polmica de esta naturaleza, lo mismo que en un combate, por mucho que se obedezca siempre un pensamiento fundamental, es i m -posible trazarse de antemano un plan en toda forma. Hay que rechazar los ataques del adver-sario; y como ste suele presentarse por puntos imprevistos, no es posible preparar con ant ic i -pacin los trabajos ni hacer que stos respondan un orden sistema determinado, de antemano

  • establecido. Por lo tanto, nunca puede buscarse en una polmica de esta especie, como en las obras didcticas, una marcha ordenada, un des-arrollo gradual y sistemtico de demostraciones que conduzcan al objeto final. Este objeto es pre-ciso conseguirlo, digmoslo asi, de una manera irregular y desordenada, y como saltos impre-vistos.

    Por esta razn se equivocara el que creyese encontrar en las pginas de este libro un trabajo metdicamente ordenado desde el principio. Es una polmica en la cual, obedeciendo siempre a un mismo pensamiento, su desarrollo tena n e -cesariamente que s e g u i r d i v e r s o s rumbos, segn que eran diversas las fases que la polmica iba presentando. Sin embargo, el pensamiento fun-damental no se pierde nunca de vista, y el ob-jeto final de la polmica resulta, del conjunto de los artculos, completamente alcanzado.

    En la presente discusin se tropezaba de un modo especial con la dificultad que se acaba de hacer notar. Ni el supuesto Juan Jos Hnder-son, ni ninguno de los dems campeones que con'ms menos ilustracin saltaron la pales-tra combatir por la Masonera, queran que se penetrase muy fondo en el estudio de esta ins-titucin. Creyendo errneamente que D. Rafael de Rafael conoca poeo el asunto, pretendieron con mucha habilidad reducir la discusin p u n -

    tos que , aunque de importancia relativa, no eran ms que secundarios. Quisieron discutir, por ejemplo, si la Masonera era no sociedad secreta, y, por lo tanto, si caba no en el de-recho patrio ; pero nunca entr en su pensa-miento el analizar profundamente su verdade-ra naturaleza y tendencias. Hnderson afirma-ba rotundamente que el objeto de la Masonera era propagar la moralidad entre los hombres; pero jams se le ocurri someter esta proposicin un debate serio. La daba por sentada, como si fuera la cosa mejor averiguada del mundo; y cuando D. Rafael de Rafael la rebati del modo ms completo, manifestando su falsedad, no tuvo una sola palabra para defenderla.

    El presente libro podra, pues, dividirse en dos partes. En la primera, que contiene algunos de los artculos que se publicaron en La Voz de Cuba con los ttulos de Cumplimiento de una

    promesa y Nuestra correspondencia masnica, no se discuten ms que puntos que, sea cual fuere su importancia relativa, no tocan para nada el fondo del asunto, y cuyo carcter puede propiamente llamarse secundario. Esos artculos se escribieron para dilucidar los puntos que Hn-derson y sus compaeros iban presentando en la discusin, y en los cuales, como se ha dicho, de n ingn modo pretendan aquellos seores pe-netrar en lo ms importante de la cuestin. La

  • segunda parte, que coasta de la serie de ar t cu-los que lleva por ttulo La Masonera pintada por s misma , es en la que se discute la cues-tin fondo, y se demuestra por completo y de un modo irrefutable la verdadera naturaleza y carcter de la Masonera y sus funestsimas ten-dencias, especialmente en la Isla de Cuba. Este era precisamente el objeto que el autor de estos * artculos se haba propuesto al empezar la pol-1 mica. Hasta qu punto lo consigui, van j u z -garlo los lectores. >

    Unas pocas palabras ms para concluir. Por completa que fuera la conviccin del autor de que baba alcanzado el objeto que se haba pro-puesto al escribir sus artculos, no los hubiera reproducido en forma de libro, no ser por las irresistibles exigencias de personas respetabil-simas , que han credo til esta publicacin, es-pecialmente en las actuales circunstancias en que la Masonera redobla en Cuba sus esfuerzos para recobrar la influencia funesta que en otro tiempo ejerci, y se vale para ello de todos los medios que puede sugerir la ms refinada a s -

    tucia. El objeto de sus trabajos fu antes, por muchos aos, la iniciacin, organizacin y fo-mento de la insurreccin de Jara, que, como es sabido, ha orillado la Isla de Cuba su ruina, y le ha causado perjuicios que , si no son de todo punto irreparables, costar largos aos y sacri-ficios reparar; y Espaa, cuya honra i n t e -gridad amenaz seriamente , le ha costado ros de sangre y de oro el salvarlas.

    Los mismos hombres que estaban entonces afiliados la Masonera, lo estn ahora, y son los que la dirigen como jefes; sus enseanzas son las mismas que siempre han sido, y sus tra-bajos son tan clandestinos ahora y se hallan tan sustrados la vigilancia y conocimiento de la autoridad espaola, como cuando se dirigan organizar impulsar la insurreccin. Lo que esto puede significar, no es difcil comprenderlo, y facilitar esta importante inteligencia puede contribuir eficazmente la lectura del presente libro. Este es uno de los principales motivos que han decidido su publicacin.

    Bueno ser advertir que, aun cuando al e s -cribir estos artculos D. Rafael de Rafael tena especialmente la vista lo que pasa y ha pasado en Cuba, el estudio que de ellos resulta tiene un carcter general, y revela lo que es la Masonera en todas partes. Y lo revela, no por la relacin de hechos cuya veracidad pueda ponerse en duda,

    UNIVERSIDAD DE HUEVO LEW Bill l&ECA UNIVERSITARIA

  • XXIV ADVERTENCIA PRELIMINAR.

    sino citando las palabTas textuales de los que pueden llamarse libros sagrados de la Masone-ra. En estas citas , que nunca han sido impugna-das y n i siquiera rectificadas por n ingn m a -sn,tanta es su fidelidad,se fundan todos los argumentos y conclusiones del autor, y en ellas y en lo que revelan consiste la verdadera importancia del presente libro.

    LA MASONERIA P I A D A POR Si USIA

    CUMPLIMIENTO DE UNA PROMESA.

    {Publicado en 8 de Febrero de 1878.)

    Cumpliendo con el ofrecimiento que hicimos en las columnas de La Voz de Cuba todo masn que quisiese sos tener con nosotros una polmica sobre la Masonera, sin ms condicin que la de discutir con dignidad y decoro y guardando las buenas formas en todo, insertamos con el mayor gusto la siguiente carta que ayer recibimos :

    Sr. Direetor de La Voz de Cuba.

    May seor mo: Con el talento y particular astucia que le distinguen V. como hombre de polmica, dedica por tiempos, sendos artculos denigrar y acusar, bajo todos aspectos, la sociedad masnica, declarndola enemiga da la Religin, de los gobiernos y de la felicidad de las familias.

    Muy mal conoce V. la institucin que ataca; tan mal, que adultera su objeto, da por existentes prcticas hoy del todo desusadas, confunde su organizacin de un modo lamentable, y aun se aventura imputarle malversacin de fondos ; todo sin base ni dato alguno verdadero.

    Est, sin embargo, La Voz de Cuba en su derecho, y hasta cumple su modo con lo que juzga su deber, acu-sando violentamente y concitando enemigos una socie-dad de la que le han dado tan errneos y prfidos infor-

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  • sino citando las palabTas textuales de los que pueden llamarse libros sagrados de la Masone-ra. En estas citas , que nunca han sido impugna-das y n i siquiera rectificadas por n ingn m a -sn,tanta es su fidelidad,se fundan todos los argumentos y conclusiones del autor, y en ellas y en lo que revelan consiste la verdadera importancia del presente libro.

    LA MASONERIA P I A D A POR Si USIA

    CUMPLIMIENTO DE UNA PROMESA.

    {Publicado en 8 de Febrero de 1878.)

    Cumpliendo con el ofrecimiento que hicimos en las columnas de La Voz de Cuba todo masn que quisiese sos tener con nosotros una polmica sobre la Masonera, sin ms condicin que la de discutir con dignidad y decoro y guardando las buenas formas en todo, insertamos con el mayor gusto la siguiente carta que ayer recibimos :

    Sr. Direetor de La Voz de Cuba.

    May seor mo: Con el talento y particular astucia que le distinguen V. como hombre de polmica, dedica por tiempos, sendos artculos denigrar y acusar, bajo todos aspectos, la sociedad masnica, declarndola enemiga da la Religin, de los gobiernos y de la felicidad de las familias.

    Muy mal conoce V. la institucin que ataca; tan mal, que adultera su objeto, da por existentes prcticas hoy del todo desusadas, confunde su organizacin de un modo lamentable, y aun se aventura imputarle malversacin de fondos ; todo sin base ni dato alguno verdadero.

    Est, sin embargo, La Voz de Cuba en su derecho, y hasta cumple su modo con lo que juzga su deber, acu-sando violentamente y concitando enemigos una socie-dad de la que le han dado tan errneos y prfidos infor-

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  • mea, y sobre la cual parece haber reunido tan psimos antecedentes. No he de pretender yo negar que llena V. fielmente la tarea que sin duda tiene encomendada.

    Pero lo ms laudable en su conducta, no es la tena-cidad con que vueltas de erradas noticias y combinan-do con arte raciocinios ms menos slidos, quiere V. toda costa acabar con la Masonera (empresa en que han fracasado ya muchos hombres de genio superior); no e s eso, digo, lo ms laudable en la conducta de V., sino la Iealtadybuenafeconque l lama la polmica 'los maso -nes sinceros que deseen convencerle del error en que V. vive.

    Yo, que me precio de masn sincero, y que confo po-der destruir completamente y uno por uno todos los car -gos que, mal enterado, hace V. la Gran Famil ia , me apresuro recoger el guante que nos arroja La Voi de C bti de hoy; y si V. se digna cumplir su oferta de entrar en razonada discusin acerca de la Masonera, yo mi vez le prometo demostrarle :

    1. Que la Masonera no es una sociedad secreta, conforme al derecho patrio,

    2. Que no es contraria la Religin. 3. Que favorece las tendencias de todogobierno civilizado, y

    aun es fuerte apoyo de la paz, de la prosperidad y dla libertad prudente, que constituyen la noble aspiracin de nuestro augusto Monarca.

    l." Que la Masonera no tiene fines ocultos, y que sus fondos se aplican objetos caritativos y enteramente pblicos, pudindose comprobar la legitima inversin del ltimo centavo que reco-lecta .

    Quiz en el curso de a polmica, si tengo la honra de que V. la acepte, sa me ofrecer ocasin de aducir algu-nas otras verdades que honran . la fraternidad masni-ca; pero las que apunto en esta carta sern las que pri-mero tratar, pues, demostradas ellas, V. mismo ser el mejor defensor de la Masonera; que as lo tiene prometi-do francamente en sus escritos.

    No quiero extenderme ms en esta comunicacin preliminar, cuyo nico objeto es complacer el deseo, ma-nifestado por V., de discutir mesurada y decorosamente sobre los mritos tachas de la Hermandad Universal.

    Concluyo, pues, rogndole se sirva publicarla en el peridico que tan discretamente dirige; y con ello dar prueba de su no desmentida buena fe, y har merced se-alada su atento S. S. Q. B. S. M.Juan Jos Hn-derson.

    Habana, Febrero 1. de 1878.

    Poco lince se necesita ser para descubrir en es-ta carta una mano hbil y esperta en el manejo de la pluma. Creemos, pues, podernos congratular de haber dado por fin con un adversario ilustrado, que conoce el asunto de que va tratar, que es hbil en la discusin, y culto y deeoroso en las formas , lo cual de ningn modo excluye la claridad en la frase y cierta energa de expresin cuando sta es nece-saria. Esto nos llena de gozo, pues nada hay que haga tan desagradable y estril una discusin como esas formas, ms que vulgares, toscas y groseras, que aqu por desgracia se emplean con demasiada frecuencia, especialmente para defender ciertas cau-sas. Saludamos, pues , cordialmente al distinguido paladn al entrar en el palenque medir con l nuestras armas, confiados en que conservar el mismo espritu hasta concluir la lucha, sean cuales fueren sus peripecias y resultado final. As cumple caballeros luchar, y as nos proponemos hacerlo nosotros, resueltos poner cuantos medios estn de nuestra parte para que nadie nos gane en hi-dalgua.

    Aceptado, pues, el reto por ambas partes, y fija-das las condiciones, tcale nuestro adversario pre-sentar las importantes demostraciones que en su carta nos ofrece. Esas demostraciones, y las impug-naciones que nosotros les opongamos, constituirn la discusin; pero antes de entrar en ella creemos

  • til dejar aclarados algunos puntos que , pesar de su carcter general, ha tocado como incidenlalmente nuestro adversario en su carta.

    Nos acusa ese seor de que dedicamos por tiempos, sendos artculos denigrar la sociedad masnica. DKNIGBAR, segn el .Diccionario de la lengua, significa infamar, ofender, mancillar la opinin fama de una persona, divulgar hechos que deslustren su buen nombre. Y de qu manera he-mos denigrado nosotros la Masonera? Nuestro adversario lo dice : declarndola enemiga de !a Re-ligin, de los gobiernos y de la felicidad de las fa-milias.

    Rechazamos desde luego la imputacin. La de-nigracin difamacin, en el sentido en que aqu se nos atribuye, supone forzosamente calumnia, es decir, supone que son falsos los hechos que atribu-mos la Masonera. Porque si estos hechos son ver-daderos ; si la Masonera es, en efecto, enemiga de la Religin, de los gobiernos y de la felicidad de las familias, dnde est la difamacin? Dnde est la calumnia? Nuestro adversario slo podr dirigirnos con justicia esta imputacin , cuando haya estable-cido de un modo slido indestructible las demos-traciones que nos ofrece. Pero, mientras tanto, ad-vierta que no somos nosotros lo que dirigimos la Masonera aquellas acusaciones. Quien la declara enemiga de la Religin , es la Autoridad Suprema en estas materias, es decir, el Soberano Pontfice: quien la presenta como enemiga de los gobiernos, es la historia de todas las revoluciones modernas, todas promovidas impulsadas por ella ; y en cuanto ser enemiga de la felicidad de las familias, podr dejar de serlo, si, siendo enemiga de la Reli-

    gin, es al mismo tiempo perturbadora de la paz p-blica, y profesa, adems, la moral atroz que est escrita en los Estatutos de la Orden?

    Dice nuestro adversario que conocemos muy mal la Masonera ; y una de las pruebas que presenta de que, en efecto, la conocemos mal, es que damos por existentes prcticas hoy del todo desusadas. Esto se refiere las pueriles y ridiculas prcticas obser-vadas en los banquetes masnicos que en otro ar-tculo aludimos. En efecto: las secciones de la Ma-sonera que pertenecen a los Grandes Orientes de Espaa, han abolido muy recientemente esas risi-bles prcticas, pero no las dems secciones, que las conservan en todo su vigor. Ser posible que nues-tro adversario no tenga noticia de cierto banquete que tuvo lugar no ha mucho tiempo en Guanabacoa, y en el cual se observaron al pie de la letra y con la mayor escrupulosidad todas esas prcticas, al ex-tremo de provocar la risa del anfitrin, que, como masn reciente, no estaba acostumbrado todas esas ridiculeces?

    Una frase contiene la carta del Sr. Hnderson que no se aviene bien con su tono moderado y cor-ts, y que no podemos dejar pasar sin correctivo. Aludiendo al juicio que hemos formado de la Maso-nera y lo qu de ella hemos dicho, nos endereza estas palabras : ....Llena V. fielmente la tarea que, sin duda, tiene encomendada.

    Sepa el Sr. Hnderson, y sepan todos los maso-nes de dentro y fuera de la Isla de Cuba, que nos-otros, para condenar lo que creemos malo, no reci-bimos ni aceptamos consignas de nadie. Omos la voz de nuestra conciencia ; y como, Dios gracias, no estamos desprovistos de razn, y tenemos algn

  • conocimiento de la historia, sobre todo de la con-tempornea , y dedicamos muchas horas la lec-tura, y hemos tenido la buena suerte de que hayan venido . nuestro poder un nmero considerable de importantes documentos, hemos estado en posesin de todos los elementos necesarios para formar un juicio recto en la cuestin. Y una vez formado este juicio, profundamente convencidos del carcter en extremo nocivo y malfico de la Masonera , con el testimonio la vista de su perniciosa influencia y de los males incalculables que ha causado Espaa, especialmente en Amrica, donde ha tendido cons-tantemente destruir su poder , mancillar su honra y llenar de ignominia su historia ; y al ver al mismo tiempo que no ceja en esa obra de iniqui-dad, y que para llevarla cabo seduce los incau-tos para que entren en sus filas, cubrindose para ello con velos hipcritas que ocultan lo que verda-deramente es, y la presentan bajo un aspecto ente-ramente falso ; como espaoles que somos amantes de nuestra patria y de sus glorias, y no cosmopoli-tas despreciadores de su pas y jactndose de tener por patria al mundo ; profesando, como profesamos, la Religin de nuestros padres y dla inmensa ma-yora del pueblo espaol, esa Religin cuya som-bra lleg Espaa ser la primera nacin del orbe, y no profesndola como esos desgraciados Judas que pretenden formar en sus filas mientras que el sol alumbra el firmamento, y tan pronto como las som-bras de la noche pueden cubrir su infame apostasa, corren vergonzosamente ostentarla en los antros de las sociedades secretas ; profesando, como profe-samos , la moral catlica, nica que puede salvarnos como espaoles y como hombres, y siendo, en fin,

    periodistas de conciencia, que hemos hecho al p-blico una profesin de fe, no para burlarnos de ella, sino para cumplirla todo trance, obedecemos los dictados de esta conciencia que nos manda comba-tir, hasta donde las leyes nos lo permitan, los ene-migos de la grandeza y del buen nombre de nuestra amada Espaa y de la santa Religin de nuestros padres, as como de la moral cristiana, nica en que puede cimentarse el buen orden y la felicidad de las familias. Esta es la nica consigna qne acep-tamos, y esta es la que obedecemos al combatir la Masonera.

    Suplicamos al Sr. Hnderson que tome nota de esto, y no vuelva caer otra vez en esa vulgaridad de las consignas encomendadas, que no sienta bien en escritores de su talla, y que es slo propia de po-lemistas ramplones y de escalera abajo, que por desgracia tanto abundan, y entre quienes no le ha-remos la injuria de clasificarle. Quizs ms razn tendramos nosotros para decirle l que en la po-lmica que ha aceptado viene llenando una tarea que se le ha encomendado, porque al fin y al cabo l viene combatir nombre de una sociedad, que es de suponer haya escogido al ms idneo de sus miembros para que la represente y la defienda en este torneo de la inteligencia, de la moral y dla historia.

    Una circunstancia nos parece del caso hacer no-tar, y es que mientras que nosotros entramos en e l . palenque con la faz descubierta y perfectamente bien conocidos de todos cuantos han de ser testigos de la lucha, nuestro adversario se presenta con el ros-tro cubierto con una doble visera, pues no slo no nos da su nombre propio y verdadero, sino que

  • oculta hasta su nombre masnico y el grado que tiene en la Hermandad. Esto no nos parece justo, pues si el resultado de la lucha llega serle adver-so, la Masonera puede rechazarlo pretendiendo que hemos combatido con un fantasma, cuando ms con una especie de Centella (1), que no sabe abso-lutamente en lo que ella consiste.

    Esta doble precaucin es en extremo sospechosa, por lo absolutamente innecesaria intil; porque aun cuando ese seor nos diese su verdadero nom-bre, lo cual nada de extraordinario tendra ni sera ninguna concesin exagerada, puesto que l conoce el nuestro, como lo conoce aqu todo el mundo, qu inconveniente podra resultarle? Puede temer por ventura que se le persiguiera por ser masn ? Acaso no se sabe perfectamente quines son los hombres que en esta Isla estn al frente de la Masonera ? Acaso no corren de mano en mano las listas oficiales de los miembros de todas las Logias, inclusa la Gran Logia Simblica, y no los conocemos por ventura personalmente, por ms que ellos en sus conversa-ciones nieguen, por sistema y por consigna, perte-necer la Hermandad, y al estrecharnos la mano no nos den los consabidos apretones, que revelaran lo que ellos procuran mantener oculto? Ha visto quiz el supuesto Henderson que aqu sea nadie persegui-do por ser masn, y que ni siquiera pierda por esa causa la consideracin de que goza ni el empleo de que tal vez disfruta?

    Repetimos, pues, que la precaucin es innece-

    (1) Con este nombra de Centella se firmaba un sajelo, que, al mismo tiempo que pretenda entrar en la polmica defendiendo la Masonera, auguraba con la mayor serenidad que no la conoca.

    saria intil, y hasta impertinente, y que, por lo tanto, no puede dejar de tomar el aire de sospechosa. Sin embargo, ya dijimos que para entrar en la dis-cusin no exigamos que ningn masn nos revelara su verdadero nombre, y que nos conformbamos con que permaneciera bajo el antifaz masnico; s, empero, quisiramos que ese antifaz no se le so-brepusiera tambin otro, y que tuviramos siquiera la segundad moral de que discutamos con un ver-dadero masn. Suplicamos, pues, nuestro distin-guido adversario que, al entrar en el palenque, ins-criba en su divisa su nombre masnico, y si hay algn motivo grave que se lo impida , que nos diga siquiera el grado que ha llegado en la Hermandad. No es mucho lo que pedimos, y no creemos que se rehuse complacernos en una cosa tan pequea y de tan escasa importancia , y la vez tan puesta en razn, un paladn que con tan buena forma ha ve-nido herir nuestro escudo y recoger nuestro guan-te. El tiempo dir si nos hemos equivocado en la apreciacin que hemos hecho de sus cualidades mo-rales. Esperamos sinceramente que no, y quedamos esperndole, suplicndole, empero, que no se haga aguardar mucho tiempo.

    s

  • NUESTRAS CORRESPONDENCIAS MASNICAS.

    ARTCULO PRIMERO.

    (15 de Felrero de 1878.)

    Numerosas sou las cartas con que en estos das nos han favorecido los afiliados en la Masonera, y tan diferentes en sus respectivos estilos, que con ellas se podra formar una coleccin la vez curiosa e instructiva. Las hay del gnero horripilante, de-bidas sin duda la pluma de algn hermano Terri-ble , en las cuales se invocan todos los rayos del cielo sobre nuestra cabeza, y se evocan al mismo tiempo todas las furias del averno para anonadar-nos. Las hay del gnero bufo, cuyos autores hablan de la Masonera como si se burlaran de ella, espe-tndonos con aparente seriedad las fbulas de Hi-ram-Abi, del Rey de Tiro, deAdoniram, de Stolkin de Harodim, de Johaben, deZadoc, de Akirop, de Zerbal, de Maacha, de Peleg, y dems que consti-tuyen la pueril y absurda leyenda que con tan ri-dicula gravedad se ensea los pobres inocentes que van inicindose en los respectivos grados. Las hay tambin del gnero deprecatario, en las cuales sus autores, ntimamente persuadidos de qe lo que nosotros hemos dieho de la Masonera no podemos

  • saberlo ms que porque nos los haya revelado al-gn mastn que haya renegado de la Orden, se la-mentan amargamente y con el mayor sentimiento de que pueda haber masones capaces de semejante cosa.

    Uno de los corresponsales de esta clase nos es-cribe las palabras siguientes: Ese mal llamado masn que le ha revelado V. el secreto...., ese ente, no es hombre, no es masn, no es nadie : es una mquina que vive pGr milagro.... Y otro por el mismo estilo nos dice: Sed franco, Sr. Director: decid que os dictan lo que escribs, porque no sien, do masn, como supongo que no lo sis, no podis de ningn modo, sin que os lo digan, sacar luz esos misterios secretos.... No pretendemos co-mentar ahora lo que pueda significar aquello de que el masn quien se acusa de traidor vive por mila-gro, frase que se presta serias interpretaciones; ni queremos tampoco ocuparnos de si nos dictan lo pie escribimos sobre la Masonera, pues siendo como somos ya ms que sexagenarios, y habiendo pasado una gran parte de nuestra vida estudiando ciertas cuestiones, bien podemos ocuparnos de ellas sin necesidad de que nadie nos dicte lo que hemos de decir. Diremos, sin embargo, con toda franqueza, que, en efecto, una gran parte de las cosas que sa-bemos de la Masonera nos las han explicado indi-viduos que en la Hermandad han llegado los gra-dos ms altos , y que , convencidos de su tendencia malfica, han abjurado de ella. esos mismos ex-masones debemos tambin muchos de los preciosos documentos que sobre la Masonera poseemos.

    Pero lo ms importante que se deduce de las pa-labras que de aquellas dos correspondencias hemos

    copiado, es la exactitud de lo que nosotros haba-mos dicho sobre la Masonera ; exactitud tal , que ha hecho comprender esos dos corresponsales que solo un masn poseedor de los secretos de la Orden poda habernos dictado las palabras que escribimos. Pues bien : al mismo tiempo que recibamos esas dos correspondencias, recibimos otras en las que se nos dirigen frases en sentido enteramente opuesto, como las siguientes:

    Con sentimiento he ledo su articulo sobre Masone-ra..., Ha sido F. engaado como un nio de lea.

    Suplique al que le da los datos que V. cita en su refe-rido artculo, que para otra vez obre con V. de ms buena fe: de otro modo, le pone V. en el ridiculsimo caso de decir muchas tonteras, de las que se ren los que estn ver-sados en la cuestin.

    Ha cado V. en el garlito, amigo mo, y esto me pa-rece imposible, m que tanto he tratado V., y que, por consiguiente, conozco tanto su alta penetracin.

    Ya somos viejos, querido Rafael , y no nos debemos precipitar poner en letras de molde lo que cualquiera se le ocurra contarnos. Esto habla muy poco en favor de la experiencia que debamos haber adquirido, etc.

    Damos las gracias este comunicante por el buen concepto que le merecemos bajo algunos pun-tos de vista; pero al mismo tiempo no podemos me-nos de preguntar : en qu quedamos? Lo que he-mos dicho de la Masonera, es exacto no lo es? Evidentemente debe serlo , cuando se acusa de ha-brnoslo comunicado un masn, quien por tal motivo se hace una insinuacin harto significativa, dicindole que vive slo por milagro. Lo que hay es, que el ltimo comunicante que hemos citado, que es zorro viejo, segn l mismo confiesa , ha credo podernos desorientar escribindonos del modo que

    MIBW A

  • lo ha hecho, sin tener presente que, siendo tan vie-jo como l, y tal vez ms, el desorientarnos no es muy fcil tarea , sobre todo en un asunto en el cual tenemos los ojos muy abiertos y estamos muy segu-ros Le lo que decimos, no slo por lo que nos cuentan los masones que se han separado de la Fraternidad, sino por lo mucho que hemos podido observar en nuestra vida, y sobre todo por lo que consta en los numerosos documentos que tenemos en nuestro po-der ; documentos fehacientes, algunos de ellos ori-ginales, y todos imposibles de impugnar, Y sepa ese comunicante y todos los dems masones que en el mismo sentido nos escriben, que nosotros, al tra-tar de la Masonera, nos fundamos muy especial-mente en estos documentos, y no damos crdito lo que de palabra se nos dice, si no est de acuerdo con ellos.

    Pero lo ms notable entre las correspondencias que se nos han dirigido , son dos en estremo volu-minosas, firmada una por Petrarca mr. m. \ ,yla otra por Lenidas, grado 3.* vueltas de la acos-tumbrada insustancial verbosidad masnica, y de cierta erudicin indigesta, que es adems macarr-nica con frecuencia, ambos documentos ostentan un alto grado de originalidad sui generis, que si en una Academia cualquiera no obtendra grandes aplau-sos, ni excitara mucha admiracin que digamos, y probablemente ni siquiera sera admitida, sin duda debe ser cosa muy agradable en las Logias masni-cas , y vayase lo uno por lo otro. No son tampoco de gran peso las razones que se aducen en uno y otro escrito, ni sus citas son modelos de exactitud: en cambio, abundan ios apodos , los apostrofes vio-lentos , los desahogos descorteses y hasta groseros,

    especialmente en la extravagante lucubracin del h . \ Lenidas, que puede arder en un candil. No pa-rece sino que este buen seor estaba sufriendo un ataque feroz de hidrofobia, de otra enfermedad anloga, al formular algunos de sus rabiosos con-ceptos; y no creemos ofenderle al decir esto, pues de no atribuir sus insensatos y groseros arranques un padecimiento fsico que afecte momentnea-mente su razn, no tendramos ms remedio que atribuirlos un carcter naturalmente tosco , des-corts y enteramente falto de educacin, que, por lo tanto, lo incapacitara para tratar con personas finas y bien educadas, y hasta para alternar en una socie-dad civilizada. Y para que no se crea que hay algu-na exageracin en lo que acabamos de decir, tras-cribimos continuacin algunos de sus conceptos, cogidos como quien dice al acaso. Dice:

    Ya s yo que lo menos que va Y. decirme e s que soy insurrecto. Siento no tener un retrato y mandrselo, para que por l lo dedujera; y siento tambin no poderme fiar de V., porque le juzgo MUY CHACAL Y MUY SERPIENTE; que si no, ira personalmente deeirle V. si el que vo-mita verdades es insurrecto; y esto me lleva confesar-le con sinceridad que tiene V. para escribir, en m opi-nin, el atributo de los cobardes: que con decirnos que se ampara de la ley, no admite V. tarjetas, y esto e s otro sentimiento para m, que, aunque dbil en lo fsico, creo poder sostener mis principios con argumentos algo ms poderosos que los que puede trazar una, pluma. Qu quiere V.l NO S OTROS, y cada uno se estira hasta donde alcanza la sbana. Si V, los admite, dispuesto estoy presentr-selos.

    Nosotros habamos credo hasta ahora que no era lcito mandar nadie mensajes de esta naturaleza sin que el autor estampara al pie su nombre y ape-

  • Ilido, y hasta las seas de su morada. Sin embar-go, esta carta viene firmada nicamente por Leni-das,, grado 3. Los comentarios son intiles. Cada uno se los har su gusto, y estamos seguros que en el fondo han de discrepar en muy poco.

    Si ese buen seor no se dejara ofuscar por la pa-sin y reflexionase con calma un momento siquie-ra, comprendera cuan absurdo es pretender defen-der su mala causa con tales argumentos. Suponga-mos ahora que aceptamos su tarjeta, y que, previos los arreglos de costumbre, vamos dirimir la cues-tin sobre el terreno; y supongamos tambin que all le favorece la suerte y sale victorioso. Este triunfo de la fuerza bruta, de la destreza en el ma-nejo de las armas, de la casualidad, invalidar acaso ninguno de los argumentos que en nuestros es-critos hemos formulado contra la Masonera? Echa-r por tierra ninguna de nuestras demostraciones? El bueno del Lenidas habr satisfecho su ardiente sed de venganza y ese odio feroz que parece formar el fondo de su naturaleza; pero la causa de la Maso-nera no habr dado con esto ni un paso adelante, y , al contrario, podra dar algunos pasos atrs....

    Per suponga ese seor que las cosas salen al revs, lo cual pudiera muy bien suceder, pues aun cuando estamos ya viejos, ni somos un alfeique, ni hemos olvidado por completlas lecciones de es-grima que tomamos durante muchos aos de nues-tra juventud, y que alguna destreza nos dieron en el manejo de las armas. Qu perdera la causa de la Masonera, ni qu ganaramos nosotros con dejar al pobre Lenidas tendido sobre el terreno, con un papel en la bolsa firmado por l diciendo que se ha-ba suicidado?

    No diee la Masonera que lo que quiere es luz, y no dice tambin que la luz nace de la discusin? Y es acaso discutir, cerrar la boca de los que discu-ten con el silencio de la muerte? se establece tal vez alguna verdad inconcusa con quitar la vida un hombre, sea quien fuere? Reflexinelo bien el h , \ Lenidas, y comprender que ha cometido un enorme dislate al escribirnos su extravagante co-municacin. Pero es el caso que, segn l mismo dice, si pretende dilucidar las cuestiones con esta clase de argumentos, es decir, enviando tarjetas y llevando sus contrincantes al terreno de la fuerza brutal, es porque NO SABE OTBOS. esto le diremos que, si no sabe otros argumentos, no se meta ar-gumentar, que nadie le obliga ello. Deje esa tarea los que sean idneos para ella , y que, habiendo llegado en la Masonera mucho ms lejos que l, el pobre slo tiene el grado 3. saben mejor dnde les aprieta el zapato que los infelices nefitos que no han soltado todava el pelo de la dehesa y con-servan fresco an el pueril y fantico entusiasmo de la iniciacin. Y por lo que hace l,no dudamos que har un excelente hermano Terrible, en cuyo oficio lograr infundir en los desdichados que ten-gan la debilidad de entrar en la Masonera, una in-timidacin que en vano ensayara imponernos nos-otros. No dudamos que los seores de la R.-. Logia que pertenece Lenidas vern cunto les conviene meter algn juicio en el caletre de este buen Ti&rma-no, y atarle corto , no sea que en uno de esos mo-mentos de arrebato que parece le afligen, vaya co-meter algn desatino que comprometa seriamente la Respetable Hermandad.

    La comunicacin del h.-.Petrarca es menos vio-

    BIBLIOTECA "ALFONSO Kt-i^o

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  • lenta, pero est llena de apodos, de reticencias y de alusiones personales enteramente ajenas k la cues-tin, de la cual se separa por completo. Tiene ade-ms de comn con la anterior el empeo evidente de intimidarnos. Y slo con este fin parecen puestas en ella por texto aquellas conocidas palabras de Ci-cern: Quousquetndem, abutere Catilina patientia nostra? Y por esto tambin, sin duda, nos dice desde el principio que el nico defecto que tiene la Maso-nera es el de ser UEMASIADO TOLBBANTE.

    Nos parece que el exceso de paciencia y toleran-cia est del lado de aquellos que, teniendo de su parte la ley que prohibe terminantemente las socie-dades secretas, sufren resignadamente la violacin flagrante de esa ley, cuando podan reclamar seria-mente su cumplimiento. Y por lo que nosotros ha-ce,entindalo de una vez para siempre el h . \ Pe-trarca y los que como l piensan,no necesitamos para nada la paciencia y tolerancia de la Masonera, y, por consiguiente, no las agradecemos. Puede guar-darlas para otros.

    Desde el principio de su lucubracin empieza el h . \ Petrarca sentando como hechos ciertos las ms colosales falsedades. Dice:

    Desde hace algn tiempo tuve intencin de contestar los ataques que se han dirigido la Masonera....; pero la situacin que aqu se atraviesa no es la ms prop-sito para el lo, tanto m s , cuando por la sola condicin de masn se prende hoy ciudadanos que , en la mayor parte de ios casos, son honra de la sociedad. En pocas como esta, en que se cree que el espiritismo es un atentado, no es po-sible discusin, y mucho menos con personas que, como las que escriben en La Voz de Cuta, atacan por sistema.

    Me parece que si M. Flammarin tuviese la idea de llegarse por estos pases, y especialmente esta ciudad,

    le esperarla la polica bordo de una lancha para con-ducirlo la crcel, impidiendo de este modo el contagio de su brujera.

    Cmo se extraa, pues, que con estos precedentes se oculten los masones durante sus trabajos?

    Lo que debe extraarse, y mucho, es que no sigan el ejemplo de los primeros cristianos, ocultndose en el fondo de unas catacumbas para no ser victimas de l a ignorancia intransigencia.

    No sabemos por qu habr escrito esto el h . \ Petrarca, sabiendo que no haba en ello ni una pa-labra de verdad. Por la sola condicin de masn se prende hoy los ciudadanos! Mentira parece que se-mejante cosa se escriba, y nada menos que con la pretensin de darlo luz. No quisiera tener la bondad el buen hermano Petrarca de decirnos cuntos ciudadanos se hallan detenidos hoy en la isla de Cuba por la sola condicin de masones? Y cuidado que el nmero debe ser considerable, pues, segn nos dicen l y sus hermanos, los masones se cuentan por muchos miles en esta Isla. Espera-mos que nos contestar esta pregunta que peren-toriamente le dirigimos, en la inteligencia de que, con un solo caso que nos cite de un ciudadano que

    se halle preso por el solo hecho de ser masn, le ce-demos la palma de la victoria, y no volveremos escribir una palabra sobre la Masonera.

    Al mismo tiempo que el h. ' . Petrarca se lamen-taba tan amargamente de la falta de seguridad que tienen aqu los masones, que son encarnizadamente perseguidos y presos por slo serlo, por cuyo moti-vo tienen que esconderse en lugares donde nadie sepa de ellos, como los primitivos cristianos en las catacumbas, el. h . \ Sevicia nos escriba estas pala-bras, que aseguran todo lo contrario:

  • Si bien es verdad que los trabajos de la Masonera se hacen en secreto, tambin lo es que el mundo profano conoce sabe los puntos en que se encuentran casi todos nuestros templos, y hasta la fecha no se ha dado el caso de que hayahabido fallecimiento repentino, epidemias, etc.,etc., en las casas vecinas, por el contagio de los que estamos excomulgados.

    Cmo se concilia ese peligro inminente en que aqu se hallan los masones, obligados hasta es-conderse en unas catacumbas para no sucumbir la persecucin, segn dice el hermano Petrarca, y esa libertad y seguridad de que gozan, segn se des-prende de lo que asegura el otro hermano Sevida? La verdad es que Sevida est en lo cierto al asegu-rar lo libre que est aqu la Masonera, mientras que Petrarca, al pintarnos tan patticamente unas persecuciones que no sufre, ha contado una ridicu-la fbula que no puede engaar nadie.

    Esta falta de veracidad en las aserciones mas-nicas es una cosa muy comn, y es verdaderamen-te lamentable, porque hace imposible toda discu-sin fructuosa. No es posible discutir con provecho con el que se complace en violar sistemticamente los fueros de la verdad.

    Las comunicaciones de Petrarca y Lenidas con-tienen algunas especies que exigen aclaraciones, las cuales tenemos que aplazar para el prximo ar-tculo. El asunto es muy importante, y preciso es tratarlo con la extensin necesaria.

    ARTCULO n.

    (21 de Febrero de 1878.)

    Nos disponamos decir lo que todava nos fal-taba sobre las comunicaciones que nos han dirigi-do los hermanos Lenidas y Petrarca, cuando lleg nuestras manos la segunda carta del caballero que ha adoptado el seudnimo de Juan Jos Hnderson en la polmica sobre la Masonera. La cortesa que se debe una persona tan fina y distinguida, as como el compromiso que con ella tenemos con-trado, nos obligan atenderle con toda preferencia, con tanta ms razn, cuanto que no por esto deja-remos en el tintero lo que tenemos que decir los dos seores que primero hemos citado.

    En esta segunda carta, Hnderson no entra to-dava dilucidar ninguno de los cuatro puntos pro-puestos en la primera. Ha credo conveniente ocu-parse de cuestiones previas, lo cual estamos muy lejos de llevarlo mal. Hemos aceptado la discu-sin con l, y menos de que penetrelo cual no creemos posible en el terreno de las inconvenien-cias, como hasta ahora han hecho casi todos los masones que nos han dirigido sus cartas, le segui-

  • remos adonde quiera que vaya. Vamos, pues, publicar su carta al pie de la letra, hacindole al paso las observaciones, rectificaciones impugna-ciones que sean del caso. Dice as :

    S E G U N D A C A R T A .

    Seor Director: Con placer he visto que cumple V. su promesa de entrar en polmica sobre los mritos ta-chas d l a fraternidad universal, y me prometo magnfi-cos resultados para la Masonera de este torneo de la inteligencia, de la moral y de la historia, como V. acer-tadamente lo califica.

    Antes de entrar de lleno, sin embargo, en la demos-tracin de los cuatro axiomas principales que tuve el honor de presentar . V. en mi primera carta, vome precisado tratar todava ciertos puntos preliminares que la contestacin de V. levanta, y que no pueden pasar sin ciara y definida explicacin.

    Es el primero referente a mi personalidad masnica y civil; punto que parece V. interesarle mucho, y que m me conviene dilucidar hasta donde lopermita el buen sentido. Pregunta V. mi nombre masnico, sen simbli-co, y el grado que he obtenido en la hermandad. A lo pri-mero debo decirle que me extraa ignore V.que tan enterado se dice de nuestras cosashaber cado ya en desuso, por intiles, los seudnimos que un tiempo hizo necesarios la act iva persecucin de Fernando VII y del Santo Oficio, tanto, que habr V. visto muchas veces pu-blicados con todas s u s letras, en los peridicos de Espa-a, los nombres de nuestro Gran Comendador D . PRXE-DES MATEO SAOASTA y otros altos funcionarios masni-cos. Be ah que yo no tenga nombre simblico. EL que uso en estas cartas es supuesto , como V. sagazmente ha adivi-nado; y no las firmo con mi verdadero nombre, porque la misma guerra que nos hacen V. y otros muy mal en-terados, me hace t e m e r las consecuencias de un fanatis-mo exaltado, y la prdida consiguiente de la considera-ctn de que gozo, y del empleo de que tal vez disfruto.

    A su segunda pregunta, respondo con toda lealtad,

    ARTCULO H. S3

    que soy maestro masn afiliado un taller de la Gran Logia de la Isla de Cuba, y Soberano Gran Inspector Ge-neral del Supremo Consejo y Gran Oriente de Espaa.

    Puede V., por tanto, venir la palestra con toda tranquilidad, seguro de habrselas con mi verdadero ma-sn; buen masn; verdadero espaol; buen espaol; cris-tiano carta cabal; y tan buen cristiano como hoy lo son diez y seis millones de buenos espaoles.

    Esta es la primera cuestin preliminar de Hn-derson; y antes de pasar la segunda, vamos ha-cer sobre ella las observaciones que se nos ocurren, y que creemos indispensables.

    Afirma aqu rotundamente nuestro contrincante que no tiene nombre simblico, porque esos seud-nimos, que haba hecho necesarios la activa perse-cucin de Fernando YII y el Santo Oficio la Maso-nera, han cado en desuso; y extraa que ignoremos esto, nosotros, que tan enterados nos decimos dlas cosas masnicas.

    Pues bien: nosotros nuestra vez diremos nues-tro antagonista, que extraamos muchsimo que, comprendiendo, como no puede menos de compren-der, que algo se nos alcanza de la Masonera , nos asegure todo eso con tanta resolucin y de un modo tan absoluto. Si la persecucin de Fernando VII y del Santo Oficio era la que haba determinado la adop-cin de los seudnimos en la Masonera , habiendo pasado tantos aos desde que muri aquel Monar-ca, y ms todava desde que ces de existir aquel tribunal, claro es que desde entonces, muy poco despus, debieron cesar aquellos seudnimos. Sien-do esto as , nosotros preguntamos nuestro con-trincante : por qu razn en 1B74 no usaban sus verdaderos nombres los Ilustres y Muy Poderosos

  • Hermanos Tiberio Graco, Juan Bravo, Metelo 1., y tantos y tantos otros como figuraban entonces, y algunos figuran hoy todava, al frente de la maso-nera espaola ? Por qu razn el Gran Maestro Ruiz ZORRILLA llevaba y lleva todava el nombre supuesto de Cavour 1.a? Y por qu el otro Gran Maestro J . A. P R E Z lleva el de Ricardo? Y por qu J U A N DE LA SOMERA, que es otro Gran Maestro, lleva el de Obed I.*? Y por qu el mismsimo Gran Co-mendador P R X E D E S M A T E O SAGASTA lleva el de Paz? No lo saba, acaso, nuestro contrincante? Pues ms tenemos que decirle an, por si acaso tambin lo ig-norase. Segn l nos ha dicho, est afiliado un taller de la Gran Logia de la Isla de Cuba. Puesbien: todos los dignatarios y oficiales de esa Gran Logia tienen nombres supuestos. Cuando se estableci en 1876, el Gran Maestro llevaba el de Vitelo; el Pri-mer Gran Vigilante, el de Amrica-, el Segundo Gran Vigilante, el de Aramis; el Gran Orador, el de Cubamcm; el Gran Secretario Guarda-Sellos, el de Afrelos ;e 1 Gran Tesorero, el de Mazzaniello; el Gran Experto, el de Crdenas; el Gran Maestro de Ceremonias , el de Matanzas; el Gran Limosnero Hospitalario, el de Cienfuegos\ el Gran Guarda Tem-plo, el de Castillo ; el Gran Primer Dicono , el de Scrates, y el Gran Segundo Dicono, el de Vulca-no. Despus ha habido algunas variaciones, habien-do pasado ser Gran Secretario el hermano Amri-ca (1).

    Alguno de estos nombres simblicos (el de Mo-

    (i) Entre estos nombres simblicos se halla el del supuesto Juan Jos Hnderson, que es el Gran Secretario de la aran Logia, como consta en la portada de un libro masnico que m i s adelante tuvo l mismo la fina atencin de dedicarnos.

    i p s , por ejemplo), podra darnos lugar, con mucha justicia , una seria interpelacin. No pensamos, empero, formularla por ahora: tiempo tenemos para ello. Nuestro objeto al citarlos ha sido, en primer lugar, dar nuestro contrincante una prueba de que le decimos la verdad cuando le aseguramos estar enterados de muchas cositas de la Masonera; y en segundo lugar, demostrarle que no es cierto lo que l nos asegura de que ya en la Masonera no se usan los nombres simblicos supuestos, por ms que haya cerca de medio siglo que ha muerto Fernan-do VII, y que nadie se acuerde ya del Santo Oficio.

    Nuestro contrincante hace aqu una confusin, que con nosotros es de todo punto inocente intil.' Cierto es que de algn tiempo esta parte la Maso-nera modernsima se sirve menos de ios nombres supuestos; pero no sucede lo mismo con la antigua Masonera escocesa, que es la ms numerosa, y cu-yos Estatutos Generales, examinados y sancionados por el Gran Oriente de Npoles en 1820^ fueron adop-tados por la Masonera espaola en 1821. Al contra-rio : esta prctica de abandonar los nombres que se tomaron al hacer la profesin masnica, y hacer uso de los antiguos nombres profanos, est seve-ramente reprobada en el solemne memorndum que el Gran Oriente de Espaa dirigi los Grandes Orientes de ambos hemisferios en 15 de Junio de 1874; documento que est firmado por el limo.-. Di-putado Gran Comendador NepHah, el Gran Canci-ller del Santo Imperio esaleel, y el Gran Secretario del idem idem Moiss, nombres masnicos todos, por supuesto. Suponemos que nuestro contrincante habr ledo este documento; pero, en caso contrario, tenemos el gusto de ofrecrselo en esta redaccin.

    4

  • No es posible que este seor ignore todo esto, siendo como es, segn l asegura, Soberano Gran Inspector General. Este grado es esencialmente es-cocs, y por consiguiente ese seor debe saber lo que es la Masonera escocesa, puesto que ella per-tenece. Adems, el baber llegado ese grado, que es el ms alto de lodos, prueba que hace anos que est filiado en la hermandad : por consiguiente, no pue-de alegar ni siquiera la excusa deque, siendo masn de hoy, no sabe ni le importa lo que pudo ser la Ma-sonera de ayer.

    Hay ms : siendo masn antiguo, es imposible que no tenga nombre simblico. Esla clase de nom-bres slo han empezado abandonarse desde que entr de Gran Comendador el hermano Oled 1., sea D. Juan de la Somera, que, si mal no recorda-mos, fu principios de 1874. Nuestro contrincante debi entrar en la Masonera mucho antes deesa fe-cha, porque, no ser as, no hubiera llegado al grado de Soberano Gran Inspector General. Por qu nos dir, pues, que no tiene nombre simblico ? Nora-buena que no nos lo quiera revelar : est en su de-recho al proceder as; pero no al pretender que acep-temos como exacta y positiva una cosa que es abso-lutamente imposible.

    Nos es sobremanera sensible encontrar esta falla de exactitud en las dos primeras respuestas que so-bre hechos concretos nos ha dado nuestro distingui-do contrincante, que sin duda dej correr la pluma con alguna precipitacin. Aqu finasegurarnosque no se usan ya los nombres simblicos , cuando to-das las comunicaciones masnicas que recibimos vienen firmadas con ellos? Por lo dems , el asunt en s mismo es de escasa importancia. Lo nicoque

    nos duele es la inexactitud, y de ella nos quejamos, esperando confiadamente que no tendremos que re-petir la queja durante toda la discusin.

    Nos asegura nuestro contrincante que es buen masn, buen espaol, cristiano carta cabal, y tan buen catlico como hoy lo son diez y seis millones de buenos espaoles. Esto ltimo nos pareca algo epigramtico, y en cuestiones de tanta importancia y trascendencia los epigramas deben siempre acla-rarse. Lo que aqu nos anuncia nuestro contrincan-te es simplemente imposible, porque no es posible ser masn y catlico la vez. La Masonera est condenada por el Jefe Supremo del catolicismo, y los que pertenecen ella estn ipso Jacto excomulgados, es decir, estn fuera de la comunin catlica. Este es un simple hecho que no admite discusin. Por consiguiente, si nuestro contrincante es masn, no puede ser catlico, y menos an buen catlico, como l nos asegura.

    Ya comprendemos que nuestro contrincante se reir de esto, como se re el hermano Semia, y como se ren tantos otros masones. Sea enhorabuena; pero por mucho que todos esos seores se ran, la verdad es que toda esa risa no vara en lo ms mnimo el hecho que hemos anunciado. Al contrario: lo corro-bora ms, pues no se concibe cmo pueda ser buen catlico el que se re de las decisiones y disposicio-nes del Jefe Supremo del catolicismo.

    Pero ah ntrala parte epigramtica que antes nos referimos ; nuestro contrincante no asegura que es simplemente buen catlico, sino que es TAN BUEN CATLICO, como HOY lo son diez y seis millones de buenos espaoles. Dejando un lado toda sutileza y doble sentido, que nada conducen en una discu-

  • sin seria importante como la presente, eso en buen castellano quiere decir que HOY j a no hay en Espaa buenos catlicos, puesto que el total, sean los diez y seis millones de espaoles que hoy exis-ten, se burlan de las excomuniones, es decir, de los preceptos y disposiciones del Sumo Pontfice.

    Permtanos nuestro ilustrado contrincante que le digamos que esto no es verdad , y la mejor prueba de ello es que la Masonera no se atreve todava en Espaa salir luz, y que ni aun los gobiernos de-cididamente anti-catlicos que hemos tenido, espe-cialmente en tiempo del cantonalismo, se han atre-vido levantar el anatema que las leyes patrias ha-cen pesar sobre la Masonera, porque temieron chocar demasiado de frente con el sentimiento profunda-, mente catlico de la inmensa mayora del pueblo espaol.

    Que haya en Espaa muchos malos catlicos, por desgracia es demasiado cierto; pero que lo sean todos los espaoles, como se deduce de lo que ase-gura nuestro contrincante, es una falsedad que no merece discusin.

    Muy bien puede suceder que este seor crea de buena fe que pueda ser la vez buen catlico y ma-sn. En tal caso, puede estar seguro de que no es el nico que ha cado en semejante error. Esto pro-viene de que las cuestiones religiosas se ven con indiferencia, y por lo tanto no se estudian fondo, y que las prcticas religiosas se ven con ms indi-ferencia todava. Eso mismo crean, y por las mis-mas causas, muchos catlicos del Brasil, y fu necesario que los desengaara un Breve de Su San-tidad. Crea nuestro ilustrado contrincante que ese error en que ha cado demuestra evidentsimamente

    lo poco que se ha dedicado al estudio de esta clase de cuestiones ; lo cual, empero, no impide que co-nozca muy fondo las que la Masonera se refie-ren, que son las que tenemos que discutir.

    Cerramos, pues, estas observaciones sobre la primera parte de su carta, asegurndole que si no podemos de modo alguno creerle buen catlico, en cambio le creemos buen masn, y, lo que es mejor, le creemos puo cerrado buen espaol; y dejamos para otro artculo la parte ms interesante de dicha carta y lo que sobre ella tenemos que decir.

  • A R T C U L O I I I .

    (25 de Febrero de 1878.)

    Despus de lo que trascribimos en nuestro ar-tculo anterior, contina as nuestro contrincante:

    La segunda cuestin preliminar, es dar V. satis-faccin cumplida de una frase que, sabiendas, pero mal informado, estamp en mi primera carta. Yo crea de buena fe que La Voz de Cuba era rgano de determina-das ideas religiosas y polticas, y que reciba por ello una buena subvencin de alguna respetable sociedad; pero la caballerosa protesta de V. me desengaa, y me complazco en retirar todas y cada una de las palabras del prrafo que V. le disgust, no sin dar la vez la ms cordial enhorabuena V., m, La Voz de C%ba,k Cuba y Espaa, por la situacin libre y desembarazada en que V. se halla al manejar la pluma periodstica tan magistral y provechosamente.

    No esperbamos menos del cumplido caballero con quien tenemos la buena suerte de luchar esta vez. Ms an: no esperbamos tanto, pues los elogios con que nos favorece los debemos nica-mente su galantera. Pero ya que este asunto se ha tocado, no queremos dejarlo de la mano sin ha-cer sobre l algunas observaciones; pues no son po-

    eos los que se han empeado en hacer creer que La Voz de Cuba estaba subvencionada, que reciba con-signas, y que nosotros nos hallbamos privados de la liberlad de escribir, como no fuese en cierto y determinado sentido.

    Todas estas son pobres invenciones , no sabemos de quin, aunque lo suponemos. Son muchas las discusiones que hemos sostenido menudo, senti-mos decirlo, con gentes que rendan poco culto la buena fe, y nada de extrao tiene que los que no han salido de esas discusiones con el brillo que de-seaban, hayan querido vengarse de nosotros inven-tando, entre otras , esos noticiones groseros.

    No es esto decir que La Voz de Cuba no haya recibido, en pocas difciles, valiosos auxilios de sus buenos amigos. Al contrario: con el mayor gus-to y con cierto orgullo decimos muy alto que los ha . recibido, y de mucha importancia, y que ellos debe el haber salvado y asegurado su existencia. Pero los nobles y generosos amigos que as proce-dieron, lo hicieron espontneamente y sin exigen-cias ni condiciones de ninguna especie, que tam-poco nos hubiera sido posible aceptar, pues ni sabemos traficar con nuestras convicciones, ni en nuestra larga carrera periodstica hemos aceptado jams posicin alguna en ningn peridico que no tuviera todo el desembarazo que es compatible con las leyes de la dignidad.

    Debemos agregar que el apoyo que La Voz de Cuba ha recibido en las pocas que hemos aludi-do, no ha procedido jams*, ni en la ms mnima partcula, de ninguna respetable Sociedad, como crea nuestro apreciable contrincante. Y para que este seor vea todava un poco ms claro en el

  • 3 3 NUESTRAS CORRESPONDENCIAS MASNICAS.

    asunto, agregaremos que, no tan slo no hemos re-cibido ese auxilio que l supone de ninguna respe-table Sociedad, sino que la nica Sociedad que nos ha hecho indicaciones en este sentido es la Sociedad masnica.

    El caballero Hnderson sin duda se sorprender al leer las palabras que acabamos de escribir, y quizs llegue sospechar que nos chanceamos que nos hemos equivocado. Pero para que pueda juzgar por s mismo de la exactitud de nuestro aserto y de la base en que lo fundamos, vamos copiar una de las cartas que en las polmicas que sbrela Masonera sostuvimos en 1875, nos dirigi, sin duda con la mejor buena fe, el hermano Missis-spp, maestro masn. Hela aqu:

    Sr. D. Rafael de Rafael.

    GUANABACOA, Junio 18 de 1 8 7 5 .

    Muy seor mo: De regreso de la jurisdiccin de Pi-nar del Ro, donde accidentalmente me encontraba, y de asiento en esta vil la, donde hace algunos aos resido, tengo el gusto de ponerlo en su conocimiento, y aprove-cho la vez est oportunidad para ofrecerme sus rde-nes , estndole muy agradecido por los buenos deseos que ha manifestado Y., de que me saque en bien el

    A.'. D.\ U . \ , como yo tambin se lo ruego, si es que corro algn peligro { que no temo) , como da V. comprender.

    Mis ocupaciones, y algn tanto alterada mi salud, no me han permitido ocuparme de las gratuitas, exage -radas y falsas deducciones con que tortura V. todo cuan-to se dice para justificar lg, existencia de dos diversas Masoneras, contrarias en sus fines y tendencias, perte-neciente la una Orientes regulares, y la otra los irre-gulares, como lo es el nuevamente creado en Espaa, y que dio origen que el regular que exista, reconocido

    por todos los de su clase, abatiera sus columnas, pro-metindome disipar la oscuridad en que V. pretende en-volver aqulla contra conviccin y conciencia, concre-tndome por hoy manifestarle que el h .*. FlammaHon, autor del artculo.que vi la luz pblica en el primer n-mero. (f jese V. : primer nmero) del rgano que se dice oficial, titulado lato de Unin, persuade, sin ningn es -fuerzo, que pertenece esa Masonera irregular [de aspi-raciones polticas\ como la que inaugur el Dr. Castro, y cuyos afiliados no existen en este Yalle, como V, asegu-ra, y yo lo creo, siendo precisamente esto una de las muchas pruebas que existen para justificar que la Maso-nera regular tiene, entre otras obligaciones que contrae, la de obedecer al gobierno donde viva cualquiera de sus afiliados, porque, como son cosmopolitas, es suyo todo el universo, y puede hacerlo en el pas que quiera, y esto quita la importancia que Y. habr credo pueda tener la refutacin que sobre este particular hizo en uno de sus artculos,-arguyendo que si en este pas y la madre patria est prohibida la institucin, el que es masn no obedece al gobierno infringe su deber y juramento.

    Procurar no hacerme esperar mucho : y mientras, quedo rogando ai G.\ A . \ D / . U . \ haga que su gran ta-lento ilustracin s M0mine dijundir la lm, separndolo del de la oscuridad que emplea, am cuando las personas quienes V. obedece le retiren LOS AUXILIOS PECUNIARIOS con que es natural lo gratifiquen, pues el mismo Ser Supremo INCLI-NAR OTROS QUE, SIN OPRESIN DE SU CONCIENCIA, LE REPONGAN LAS PRDIDAS QUE ESTO PUEDA ORI-GINARLE.

    De Y. afectsima S. S. Q. B. S. M.

    Mississipp, M.\ M.-.ii

    Estas ltimas palabras nos parece que son ter-minantes , y hemos insertado toda la carta con el fin de que el mismo que la escribi, y los dems hermanos que de ella tuvieran conocimiento, puedan juzgar de la exactitud de nuestras citas.

    Suponemos que el caballero Hnderson nos dir

  • que Mississipp, al hacemos esa indicacin, obr por s y ante s , y que nada tiene que ver con ello la Masonera. Tal vez tenga razn ; pero, de todos modos, conviene que se sepa que la nica insinua-cin que se nos ha hecho para que escribamos en determinado sentido por el aliciente de una subven-cin, ha sido una insinuacin masnica.

    Volvamos ahora la carta de Henderson. He aqu cmo contina :

    Tcame m tambin hacer una protesta contra pa-labras que Y. ha escrito en su contestacin del da 8, pro-bablemente sin nimo de ofender, aunque por desgracia me hayan ofendido. Dice V. que si el resultado de esta lucha llega a serme adverso, la Masonera puede recha-zarme, pretendiendo que ha combatido V. con un fantas-ma, cuando m s con una especie de Centella que no sabe absolutamente en lo que aquella consiste.

    Preciso es que al tratar conmigo se forme V., Sr. Di-rector, la conviccin profunda de estar tratando con un ciudadano espaol, por medio de la prensa espaola, y al abrigo de las layes de Espaa. De consiguiente, est V., por caballerosidad y por decoro propio, en el deber de proscribir de todo en todo esas alusiones polticas, que suelen rayar en populacheras, y que no pasan de ser po-bres vulgaridades que no sientan bien en escritores de su talla, y que son propias slo de polemistas ramplo-nes y de escalera abajo, que por desgracia tanto abun-dan , y entre quienes no le har la injusticia de clasi-ficarle.

    Sentimos sobremanera que el caballero ffe'nder-son haya equivocado tan completamente nuestra intencin, al escribir la alusin Centella-, que tanto le ha mortificado, y le aseguramos, bajo nues-tra palabra de honor, que ni en esto ni en cuanto llevamos escrito hemos tenido la ms remota inten-cin de ofenderle; y desde luego, imitando su caba-

    lleroso proceder, retiraramos aquellas palabras, si no pudisemos explicarlas del modo ms satisfac-torio.

    En la carta que nos escribi Centella, el de Gua-nabacoa, se nos presentaba bajo dos caracteres en-teramente diversos. Se present, en primer lugar, como enemigo acrrimo de Espaa y de todo cuanto es espaol. Desde este punto de vista odioso, decla-ramos solemnemente que ni siquiera se nos ocurri compararlo con Hnderson, quien hemos dicho ya, sin reticencias ni segunda intencin, que con-sideramos como buen espaol. Pero Centella se pre-sent tambin con el carcter de un hombre que habla de lo que no sabe, puesto que al mismo tiem-po que saltaba la arena para defender la Maso-nera, nos confesaba paladinamente que no la co-noca. Pues bien: cuando nosotros suplicamos nuestro ilustrado contrincante que nos diese algn dato por el cual pudiramos juzgar que era real-mente un masn bien enterado de los misterios de la Orden, y dijimos que desebamos que no fuera una especie de Centella, que no sabe absoluta-mente en lo que aqulla consiste, slo considera-mos este individuo bajo su carcter de escritor intruso impertinente, que sale con el mayor des-enfado romper lanzas en favor de una cosa que l mismo confiesa no conocer. Esperamos que esta ex-plicacin desvanecer completamente la equivoca-cin en que sentimos mucho haya cado nuestro distinguido contrincante.Sigamos ahora con su carta :

    Dsbo asimismo daclarar (d ice ) que al decidirme emprender esta polmica, lo hice de mi propia y exclusi-v a voluntad, sin que sociedad ninguna me haya elegido

  • como ms idneo para representarla y defenderla en el torneo. En primer lugar, la Masonera e s demasiado fuer-te para que pigmeos como yo puedan servirle de guarda-dores ; y en segundo , era materialmente imposible que hubiera recibido y o el encargo que V. sospecha. La Gran Logia slo se rene cada tres meses , y su ltima sesin fu en Diciembre, y el Gran Oriente de Espaa no lee, que yo sepa, La Voz de Cuba por el cable , ni menos ha te-nido tiempo para enviarme por el correo poderes ins-trucciones.

    Quedamos enterados; y debemos decir que al escribir nosotros aquellas palabras: Quizs ms razn tendramos nosotros para decirle l que en la polmica que ba aceptado viene llenando una tarea que se le ba encomendado, porque al fin y al cabo l viene combatir nombre de una Socie-dad, que es de suponer haya escogido al ms id-neo de sus miembros para que la represente y la defienda en este torneo de la inteligencia, de la moral y de la historia; bien deba comprender nuestro ilustrado contrincante que no hablbamos ni aun siquiera hipotticamente, sino que el nico objeto que llevbamos era el de manifestar cuan im-procedentes son, en esta clase de cuestiones, cier-tas aventuradas conjeturas que no las ilustran en lo ms mnimo, cual era la que l se haba permitido al suponernos eco poco noble de inspiraciones aje-nas, porque defendemos los principios que llevamos escritos en el fondo de nuestra conciencia desde que tenemos uso de razn.

    Por lo dems, el que la Masonera sea ms menos fuerte, nos tiene muy sin cuidado, y nada prueba en favor de su bondad y justicia. Mucho ms fuerte es la verdad por la cual combatimos nosotros; y est seguro nuestro ilustrado contrincante que si

    la Masoneracon todo su secreto y sus misterios (qu mal suenan estas palabras!)hubiera sufrido la milsima parte siquiera de los embates y perse-cuciones que ha sufrido y est sufriendo la causa de la verdad que nosotros defendemos, tiempo hace que no habra quedado de ella ni memoria siquiera.

    Otra parte interesantsima contiene la carta del caballero Snderson, la cual entraa una cuestin de sumo inters , cuya indispensable dilucidacin ser el asunto de nuestro siguiente artculo.

  • ARTCULO IV.

    {M de Febrero 1878. )

    Nuestro ilustrado contrincante Henderson con-cluye su carta con los siguientes prrafos :

    Finalmente: e s indispensable que V. se cia al pro-grama literario y filosfico fijado por V. mismo al provo-car esta contienda; de otro modo, me seria imposible sostenerla, pues no estoy hecho al sistema dialctico por V. empleado e n e l artculo del da 8.

    Dice V. all que IB l lena de gozo discutir con quien es culto y decoroso en l a s formas ; mas parece que no por ello se juzga V. obl igado ser culto y decoroso en las suyas. Slo as me expl ico qua hable V. sin rodeos de la moral atroz escrita en los Estatutos de la Orden; del ca-rcter en extremo nocivo y malfico de la Masonera; de su perniciosa influencia , y de su obra de iniquidad; de Judas des-graciados, de infames apostasias, y de otras cosas cual ms vituperables.

    Como es t i lo , e s e e s inaceptable en toda discusin de caballeros, cual V." y yo lo somos; y como dialctica, en-cierra uaa petitio principa de las ms culminantes. Si nos ha invitado V. d i scut ir de las excelencias defectos de la Masonera, y por ende los pone V. sub judice, aunque privadamente abrigua opinin ya definid^, en el curso de la polmica no puede V., sin infraccin de la lgica, dar por sentado aquello mismo que pretende escudriar.

    Adems, hay desordenada mtodo en el camino que

    adopta V. para tratar de la Masonera, y ningn prove-cho podemos esperar V. ni yo de la discusin , si en tal manera la seguimos.

    En su artculo del da 8 habla V. la vez de religin, de gobierno , da legislacin , de historia, de moral y de poltica. Si no conociramos todos el agudsimo talento de V. y sus privilegiadas disposiciones para la polmica, podramos pensar que se acoge al plan de las escaramu-zas y guerri l l^ , para no ser vencido en formal batalla. Por fortuna, no lo pensamos; pero no por eso quiero yo someterme ese gnero de discusin interminable, don-de nunca es posible haeer luz plena; sobre un punto de-terminado, porque no lo hay.

    Espero , pues , que V. abandonar esa va, que no se compadece con el claro talento y la instruccin vasta que V. le adornan; y que desde la prxima carta nos ocu-paremos con orden riguroso en cada uno de los puntos separados que yo mismo fij en mi primera, sin divertir la mente ni el discurso materias que tendrn lugar oportuno, y que ninguna quedar olvidada.

    Bajo estas condiciones, que son las mas definitivas, promtole V. tratar en mi tercera carta del primer pun-to : Que la Masonera no es una sociedad secreta conforme al dere-cho patrio,

    Soy de V. atento seguro servidor Q, B. S. M.

    JUAN JOS HNDERSON.

    Habana, Febrero 15 da 1878.1

    Empezamos por decir nuestro ilustrado contrin-cante que se equivoca de medio medio cuando dice que nosotros hemos fijado para la presente discusin un programa filosfico y literario, del cual nos separamos ahora. En nuestro artculo de 1.a del corriente, titulado Un asunto que conviene no perder de vista, hicimos notar cun chocante y con-tradictorio era que los masones, que tanto blasonan de buscar la luz y que tanto proclaman que esta luz se encuentra por medio de la discusin, sin embargo,

  • se incomodan tanto cada vez que se discute algo so-bre la Masonera; y agregamos estas palabras : y no nos digan que es porque no puedan contestar: antes de ahora hemos ofrecido, y ahora ofrecemos de nuevo, las columnas de la Voz de Cuba todo masn que, con formas dignas, quiera entrar con nosotros en una discusin razonada. Ni siquiera exigimos como condicin que quin acepte esta invitacin nos revele su nombre. Permanezca en-horabuena ante el antifaz masnico, con tal de que discuta con dignidad y razn.

    Este fu nuestro programa, en trminos genera-les; y ya ve el Sr. Hnderson cmo lo cumplimos discutiendo con l, que de todos los masones que nos han escrito es el que mejor llena la condicin de discutir razonadamen te y con formas dignas. Ahora, descendiendo ya particularizar, en nuestro artculo del da 8 dijimos que la Masonera era una institu-cin de carcter en extremo nocivo y malfico; que era atroz la moral escrita en sus Estatutos; que su influencia era perniciosa, y que haba causado males incalculables Espaa, especialmente en Amrica, donde ha tendido constantemente destruir su po-der, mancillar su honra y llenar de ignominia su historia, todo lo cual calificamos de obra de ini-quidad.

    Tal ha sido nuestro programa , y l nos cei-mos y nos ceiremos, y repetimos que se equivoca de medio medio nuestro ilustrado contrincante al decir que hemos fijado otro. Quien fij otro fu l mismo, al formular las cuatro proposiciones que ya conocen nuestros lectores. Nosotros aceptamos la discusin sobre esas cuatro proposiciones tambin; pero esto no quiere decir que hayamos renunciado

    las que nosotros mismos hemos formulado, no de hoy, sino desde que hace tres aos nos provocaron los masones esta discusin.

    No comprendemos, por lo tanto, por qu nos acusa el Sr. Hnderson de salimos de nuestro pro-grama. Al contrario: estamos dentro de l, y lo re-afirmamos con conviccin inquebrantable, y esta-mos dispuestos' demostrar las proposiciones que lo constituyen, ya sea antes, ya sea despus de discu-tir los cuatro puntos que nuestro ilustrado contrin-cante nos ha propuesto. Y todava comprendemos menos que el Sr. Hnderson nos acuse tambin de que al formular de nuevo este programa, que es el que siempre hemos sostenido , no somos cultos y decorosos en las formas. Algo se parece esta acusa-cin las que nos dirigen otros varios masones , y especialmente el buen hermano Petrarca, califican-do de insultos todas las frases condenatorias que la Masonera aplicamos.

    Hay aqu una mala inteligencia, que es indispen-sable desvanecer. En primer lugar, es preciso que el Sr. Hnderson se convenza de que nosotros , tra-tndose de la Masonera, no abrigamos duda alguna. Hemos formado nuestro juicio, no por arranques de imaginacin ni porque tenga en nosotros influencia alguna ningn cuento de viejas , sino por medio de una observacin prolija y de un estudio largo y con-cienzudo de la historia, especialmente la contempo-rnea, y de documentos masnicos muy importan-tes, todo lo cual nos ha hecho llegar conclusiones positivas. No nos resistimos, sin embargo, la dis-cusin; pero si la aceptamos, no es porque dudemos de la exactitud de esas conclusiones, sino, al con-trario, porque tenemos el mayor placer en manifes-

    s Villar

    alfoJ* * ms

  • tar, la vista de todo el mundo, los slidos cimien-tos en que descansan. Sobre todo, entramos con la mejor voluntad en la discusin, porque tal vez de ella resulte el desengao de alguno de esos pobres ilusos que, creyendo que la Masonera es cosa bue-na, han entrado en ella incautamente y con los ojos vendados, COMO ENTRAN TODOS, pues este es precisa-mente el modo material de entrar en Isa hermandad, prescrito por todos sus rituales ; y aqu (de paso sea dicho) si que su simbolismo es de una exactitud asombrosa.

    Pero sera el mayor absurdo suponer que porque nosotros admitimos lealmente la discusin en el terreno escogido por nuestro adversario, se haca pre-ciso que renuncisemos nuestras conclusiones. Lo contrario es nuestro deber. Precisamente para que los que con nosotros discutan conozcan con toda precisin el terreno en que estamos colocados y la ensea que enarbolamos en la lucha, inscribimos en esa enseayenpalahras inequvocas, aunque breves, lo que viene ser nuestra profesin de fe en la cues-tin. Lo contrario sera un engao. Pero aun cuando las palabras de que nos servimos al formular nues-tras proposiciones sean ms menos enrgicas, no por eso hay razn para decir que son incultas in-decorosas. Hemos dicho que el carcter de la Maso-nera es en extremo nocivo.y malfico, que la moral escrita en sus Estatutos es atroz, y que su influencia es perniciosa, y, francamente, no alcanzamos ver lo que hay aqu de inculto indecoroso. Si los he-chos que anunciamos son verdaderos, con qu pa-labras ms cultas y decorosas podemos caracteri-zarlos? Ahora, que esos hechos son verdaderos, est para nosotros fuera de toda duda, y estamos dis-

    puestos demostrarlo todo el que sobre el par-ticular quiera sostener con nosotros una discusin Lo mismo decimos con relacin todas las dems palabras que tanto han llamado la atencin de nues-tro ilustrado contrincante.

    Como estilo (dice l) es inaceptable en toda dis-cusin de caballeros, cual V. y yo Jo somos. Lo que es inadmisible en toda discusin de caballeros son las palabras ofensivas , y nosotros nadie ofende-mos al hablar no de los masones, sino de a Maso-nera- de la manera que lo hacemos. La Masonera es una entidad impersonal, y no alcanzamos com-prender de qu manera se ofenden esta clase de en-tidades. Hay ms: segn los mismos masones nos aseguran, esa entidad impersonal es muy antigua y su manera de ser, su espritu, sus costumbres tra-dicionales, sus estatutos, sus reglamentos, todo, en

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