La Maquina Burocratica Electivas Entre Weber y Kafka

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    WOLF LEPENIESBetween literature and science: the rise of sociology(Cambridge/Pars, Cambridge University Press/Editions de la Maisondes Sciences de l'Homme, 1988)J O S M . G O N Z L E Z G A R C A

    La mquina burocrtica.Afinidades electivas entre Max Weber y Kafka(Madrid, Visor, 1989)Son contadas las ocasiones enque se topa uno con un libroautnticamente redondo y sta, sinduda, es una de ellas. En efecto, eltrabajo de Lepenies, original en suenfoque y brillante en la exposi-

    cin, constituye no slo una piezainexcusable de la historia intelec-tual de nuestra disciplina sociolgi-ca, sino, al mismo tiempo, todo unprograma renovador para la recons-truccin de la tradicin de la socio-loga, al que se acoge con agudezael segundo de los estudios que aqucomentar.El seminal ensayo Between litera-ture and science apareci originaria-mente en alemn en 1985, con elt tulo Die drei Kulturen, siendo lapresente edicin inglesa fruto deuna feliz iniciativa (el proyecto

    Ideas in context, apadrinado por laUniversidad de Cambridge y laMaison des Sciences de l'Hom me d ePars), cuyo objetivo es presentar,en lenguas de difusin internacio-nal, esfuerzos de la talla del que nosocupa, revigorizadores de las lneasmaestras del pensamiento europeo.El punto de partida de Lepenieses contextualizar el nacimiento dela Sociologa dentro de las obsesio-nes y corrientes de fondo tpicas delas culturas nacionales del ViejoContinente. Ms concretamente,dentro de las recurrentes peculiari-dades culturales de Francia, Inglate-rra y Alemania, todas ellas engloba-das en una temtica comn, esto es,la pugna inmemorial entre los par-tidarios de las humanidades o lasletras, como expresin genrica

    Reis

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    CRITICA DE LIBROSde una cultura literaria, ensaysticay de sabor nacional, aunque univer-salizante en su ambicin filosfica,y, por otra parte, los partidarios deuna ciencia social pensada y escritaen una determinada lengua y en unadeterminada patria, pero concebidade forma sistemtica, depurada,contrastable y abierta al juicio de lacomunidad internacional de estu-diosos. El proyecto sociolgico sealine en los tres pases menciona-dos en esta segunda postura, comoes lgico, y tuvo que pechar condificultades inherentes a ese mismoproyecto, y que se agrupan en dos:unas genricas y otras especficas.Las genricas van ms all de lascircunstancias de tiempo y lugar, yquedan condensadas en la acertadafrase del autor segn la cual laSociologa no puede ser una ciencianatural de la sociedad, pero tampo-co puede abdicar del rigor cientfi-co, si no quiere verse convertida enmera literatura. Y, en cuanto a lasdificultades especficas, Lepeniesalude a las resistencias domsticasgeneradas, sobre todo en Francia eInglaterra, ante la aparicin de unosnuevos autores Comte, Durk-hcim, Spenccr, los esposos Webbque queran sacudirse la perezaintelectual colectiva depositada enesos fantasmales problemas, enig-mas o diferencias, supuestamentecaractersticos de cada una de lastradiciones nacionales, aunque fi-nalmente chovinistas, de los que enEspaa, por cierto, sabemos unpoco.En lo relativo a Francia, Lepeniesse detiene en la personalidad yentorno del padre fundador por

    excelencia, Comte, destacando sudeliberada huida del mundo exte-rior, paradjicamente coincidentecon la pretenciosa voluntad de cap-tar a este ltimo en su integridad, ydestacando tambin la peculiarnaturaleza de movimiento intelec-tual y social que tuvo el positi-vismo.Sin embargo, es Durkheim quienmejor aglutina, en la escena france-sa revivida por el autor, los interro-gantes y las complejidades propiasdel nacimiento de la Sociologa.Lepenies nos acerca al gran clsicofrancs, en su lucha contra laensaystica representada, en particu-lar, por Tarde (de cuya no demasia-do conocida obra Fragmento de histo-ria futura el autor realiza un intere-sante anlisis colateral), lo mismoque contra la reaccin conservado-ra, enemiga del progresismo laicode la III Repblica, encarnado porel propio Durkheim. Es especial-mente Pguy, en su condicin deintelectual que a lo largo de su evo-lucin asimila las dos tendencias,ensaystica o literaria y nacional-conservadora, recin mencionadas,la personalidad que mejor represen-ta, en la descripcin del autor, laoposicin a la naciente Sociologadurkheimiana.El mbito britnico queda expre-sado en la emocionalmente intensaperipecia de los Webb, volcadoshacia el reformismo activo delsocialismo fabiano a partir de latradicin utilitaria (de la que Lepe-nies recuerda un episodio: el pocodivulgado contrapunto balsmicoque supuso para Stuart Mili lapoesa, y la poesa de Wordsworth

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    CRITICA DE LIBROSen particular). Frente a dicha pare-ja, a la que se debe la moderniza-cin de la Sociologa inglesa poste-rior a Spencer y la creacin de lahondn School of E conomks, no deja-ron, como en Francia, de alzarsevoces que reclamaban no tanto unrespeto hacia el tronco de la culturanacional cuanto un anclaje en elfondo humanstico y literario deOccidente. Fue H. G. Well, en susinicios como autor, quien con msahnco plant batalla a la so-calledsociology (tal es el nombre de uno delos primeros opsculos a l debi-dos), recomendando, como alterna-tiva a los anlisis socioeconmicosimpulsados por el fabianismo, unareflexin crtico-moral en lnea conlos grandes momentos del pensa-miento utpico Platn, Moro,Bacon, los enciclopedistas. Laconsecuencia lgica de esta postura,arguye Lepenies, era volcarse en laliteratura de anticipacin como sus-tituto de la Sociologa, que es loque justamente acometi con indu-dable maestra el autor de La guerrade los mundos. Este gusto ingls porasimilar la crtica social a un genri-co critkism, del que no est exentala crtica literaria, ser rastreadoigualmente por el autor en lo refe-rente a C. P. Snow, Arnold, Huxleyy, sobre todo, T. S. Eliot, que blan-di su literaria espada intelectualcontra Mannheim. Pero, en cual-quier caso, el momento cardinal dela disputa britnica entre Sociologay cultura se remite a la inicialamistad y posterior ruptura prota-gonizadas por Well y unos espososWebb a los que nuestro autor pre-senta, sagazmente, como prototipos

    literarios malgre-eux o, mejor dicho,como personajes de su propia nove-la biogrfica.Aun cuando Lepenies dominacon rara hondura los mundos galo yanglosajn, se nota que es su pro-pio mundo germnico aquel al cualse acerca con mayor conocimientode causa y, fundamentalmente, conms encendido pathos. El autorarranca de una peculiar especiali-dad alemana, consistente en identi-ficar la historia con un alma poticacolectiva o Geist. As, pues, arte,historia y espritu constituiran unatrada unitaria en Alemania que,por lo menos desde los tiempos deGoethe, habra impregnado dehistoricismo y ensayismo la produc-cin alemana de pensamiento social.

    En este contexto que StefanGeorge ejemplificar con posterio-ridad a Goethe, Lepenies meditasobre la especialsima ensaystica deSimmel, toda ella revestida, para supropio autor, de tres facetas insepa-rables: ciencia, arte y vida.No obstante, es Max Weber,como no poda ser menos, el clsicoque acapara la atencin de Lepenies.Llegado a la Sociologa por virtudde un proceso de depuracin de lahistoriografa econmica, Max We-ber nos es presentado ms comocompilador genial de las ciencias dela cultura que como socilogo stric-to sensu, y ello en consonancia con laespecialidad alemana, panlgica ypanhistrica, que est en la base dela alternativa comprensiva y losanlisis sobre el ethos capitalista y laburocracia que otorgan su iniguala-ble valor a la obra maxweberiana.Como concluye irnicamente Lepe-

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    nies, en Alemania la Sociologa secre de la mano de unos grandesprotosocilogos que no acababande creer en ella.Nuestro autor se detiene en unafaceta particular de la vida y obrade Max Weber que yo no vacilaraen calificar como lo mejor dellibro: las relaciones entre el granclsico y Thomas Mann. Lepeniesdocumenta la excelente impresinmutua que ambos se produjeron ensus encuentros personales deMunich. Pero va ms all, puesefecta un anlisis temtico quemuestra el paralelismo existente, enel fondo y en la forma, entre losdos escritores. Segn el autor, elpropio Max Weber pudo inspirar aMann la asctica y a la vez ator-mentada figura del doctor Aschen-bach el protagonista de La muerteen Venecia y, a su vez, parece quefue la lectura de El judaismo antiguode Weber lo que propici la redac-cin del Jos y sus hermanos de Mann(lo mismo que, ms tarde, continaLepenies, fue el trato con Adornolo que termin de perfilar elDr. Faustus manniano).Weber y Mann participaron de lamisma vocacin de Estilo, enten-dido este ltimo en su doble acep-cin literaria y pedaggico-moral(aunque suene a boutade, yo mismoconfieso que hay veces en las queme es imposible separar, en elrecuerdo, las pginas de La montaamgica de l as de Economa y socie-dad). Pues bien, en su evaluacinfinal, Lepenies condena el secretode estas autnticas vidas paralelas:tanto el uno como el otro sellaronmajestuosamente la crnica de la

    profanacin de la herencia religiosa.Los Buddenbrook son los capitanesmodernos de la tica protestante yel espritu del capitalismo; HansCastorp personaliza y protagonizael perplejo desencantamiento delmundo, dejndolo en las trgicaspuertas de la 'destruccin colectivade 1914.La obra se cierra con una refle-xin sobre Sociologa y nazismo.En este sentido, Hans Freyer, elsocilogo nacional-socialista porexcelencia, habra simbolizado lailusoria sntesis de analitismo yVolkgeist. Pero lo que trajo el nazis-mo, en la Sociologa y en todos losmbitos de la cultura alemana, nofue ninguna suerte de superacin.Lo que trajo, ms bien, fue unaprofunda escisin que slo al cabode medio siglo comienza a ser acep-tada sin exculpaciones hipcritaspor sus herederos. En ese largointerregno, otra conocida figurasociolgica perteneciente a la etapade recuperacin de la AlemaniaFederal, Schelsky, trat de repre-sentar la continuidad con el pasadoprenazi. Para ello se separ de lasenseanzas de Freyer, aunque slopara acabar descubriendo, nos diceLepenies, que la Sociologa habaperdido su capacidad de motivar ala opinin pblica. En vista de eso,Schelsky dio un ltimo giro a supensamiento, lanzando al literatoHeinrich Bll la propuesta de ce-rrar filas en torno a un proyecto dedebate intelectual sin barreras disci-plinares que restaurara el viejoaliento de los hommes de lettres.Dirase una parbola: a casi dos-cientos aos de su emancipacin de

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    los philosophes, la Sociologa prosi-gue enredada en el dilema de tenerque equidistar problemticamenteentre la ciencia pura y dura y laliteratura.Con erudicin pero sin frrago,con elegancia terica y agilidadnarrativa, Lepenies ha sabido en-frentarse valientemente a tal dile-ma, esclarecindolo y situndolo ensus justas coordenadas. Tras estacontribucin que ha de ser muyrecordada, el dilema no desapare-ce, si bien el estmulo para abordar-lo gana en atractivo y frescura.De manera, pues, que la con-fluencia entre la cultura literaria yla sociolgica, o, por expresarlo deotra forma, la creadora tensinentre ambas, abre un campo fecun-do de posibilidades exploratorias,campo que ha empezado a ser culti-vado tenazmente en Espaa porGonzlez Garca. En efecto, esteautor, situado por propia vocacinentre la Filosofa, la Teora Sociol-gica y la Sociologa del Conoci-miento, ya haba abordado, en laspginas de esta misma Revista, elestudio de la herencia de Goethe enla obra de Max Weber. Ahora yreconocindose deudor de Lepeniesdesde los prrafos introductorios,Gonzlez Garca prosigue su inves-tigacin weberiana, encauzndola ha-cia las afinidades electivas (trmi-no goethiano) que pudieran existirentre Max Weber y Franz Kafka.El autor se refiere a las coinciden-cias en cuanto a percepcin y res-puestas temticas, comprensibles enescritores que comparten coetnea-mente parecidas experiencias ciuda-danas tardoimperiales.

    El resultado es el segundo de loslibros considerados. En l, Gonz-lez Garca reconstruye, con enco-miable actualizado aparato biblio-grfico-documental, un mbito elde habla alemana que l conocemuy bien, circunscribindolo alentorno histrico que hace fraguar,no por casualidad, los trabajossociolgicos y literarios de tangrandes clsicos. No se trata debiografiar ni de glosar unas obrasminuciosamente. Lo que el autor sepropone es algo ms atractivo,como es el resucitar, mediante suce-sivos chispazos, el trasfondo fin-de-siecle, crtica y aun profticamentedesmenuzado por unos textos losde Weber y Kafka a cuya sombraningn lector contemporneo sensi-ble puede dejar de pensarse.La relacin indirecta que Kafkatuvo con Max Weber a travs delhermano de este ltimo, Alfred,profesor del primero en Praga; laspeculiaridades, entre eficientes ygrotescas, de los sistemas burocrti-cos guillermino y vienes; las dificul-tades profesionales y educativas enambos imperios, punta del escler-tico iceberg poltico-econmico queconduca a la vieja Mitteleuropa alcolapso, todo esto es lo que la obrarecrea, ayudada por dos cronistasexcepcionales. Lstima que, quizmovido por la modestia, el autorhaya sido demasiado escueto en susjuicios y en su narracin, prefirien-do sugerir o apuntar ms que alzarla voz y dialogar con mayor vehe-mencia con los excepcionales maes-tros en cuestin.Es muy interesante, en particular,el expurgo de los textos oficines-

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    CRITICA DE LIBROSeos de Kafka, unos informes sobreseguridad e higiene en el trabajoque redact el escritor checo,acompandolos de sabrosas ilustra-ciones reproducidas en el presenteestudio. La minuciosidad que enellos se advierte, as como suinquietante mezcla de objetividad ydrama, los convierten, segn seencarga el autor de poner de mani-fiesto, en indudables anticipos es-tilsticos y argumntales de laulterior produccin literaria kaf-kiana.Igualmente es de resaltar en elensayo de Gonzlez Garca el para-lelismo establecido entre los proto-tipos funcionariales de las pesadillaskafkianas y los trazos analticos dela burocracia segn Max Weber.El guardin de las puertas de laley, los policas y agentes policialesdel proceso, el director de lacolonia penitenciaria, entre otrascriaturas del genio de Kafka, secorresponderan con los burcratasmodernos tipolgicamente enmar-cados por Weber en Economa ysociedad. Y, en concreto, la infernalmquina punitiva de la menciona-da colonia penitenciaria coincidira

    en su forma y su final destinoautofgico con la weberiana stahl-hartes Gehuse, es decir, esa jaula dehierro que no traduce fielmente eltrmino alemn pero que expresacon fortuna los puntos ms oscurosde nuestra civilizacin.Son stos algunos de los enfo-ques especficos que he queridodestacar de todo un conjunto valio-so de por s, y que, adems, no des-dea explorar avenidas tangentescuando la ocasin lo propicia.Tal es el caso, por ejemplo, de lascomplejas vicisitudes de los herma-nos Weber y la referencia a la ir-nica novelstica de Robert Musil.

    ha mquina burocrtica, en suma,constituye una imaginativa indaga-cin que complementa con rigor laliteratura existente en torno a laera y figura de Max Weber, dela mano del atinado apoyo contra-puntstico en otra figura, la de unenorme escritor cuyas entraablesclaves quedan retratadas precisa ysensitivamente. Esperemos que elautor contine caminando por laprometedora senda que ha sabidoelegir.Jos E. R O D R G U E Z I B E Z

    SUSAN SONTAGLa enfermedad y sus metforas(Barcelona, Muchnick, 1989)

    Me siento tan enfermo que casies interesante.Cuando se realiza un anlisissobre la enfermedad y sus met-foras se corre el riesgo de termi-

    nar hablando en metfora. SusanSontag analiza las esencias del sig-nificado de enfermedad comolos atributos que le construye la so-ciedad a travs del tiempo. EnLa enfermedad y sus metforas se en-264

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    cuentran condensadas las principa-les enfermedades de las que se haservido el ser humano para crear unmito de la verdad. El ensayo nopretende hacer un anlisis histricode la formacin de las metforassobre la enfermedad, sino unaretrospectiva a manera de ejemplode algunos padecimientos (tuber-culosis, cncer, clera) que hanprovocado una alegora del ma-lestar.De un lado la historia y del otroel anlisis social, hacen de este estu-dio una desmistificacin de la met-fora como un axioma de vida que,de manera inconsciente, traslada elsmbolo a la vida cotidiana de cadaser humano en su relacin social,formando un ideal de padecimien-to. Este, lejos de ser una idea omito, es la manifestacin de loscambios biolgicos que alteran elfuncionamiento del cuerpo. Si bienpudiera haber una imprecisin enesta sentencia es preciso tratar deesclarecer los valores que adjudica-mos a estos cambios que, por serdesconocidos, se hacen ms fcilesde etiquetar; no es sta acaso unaforma de evasin de la realidad?Qu miedo esconde la metforacuando convierte al mundo en unvalor absoluto?La metfora utilizada como unaforma de conocimiento da unavisin de las mltiples posibilidadespara entender y analizar cualquierfenmeno. Sin embargo, el esfuerzose torna intil cuando se trata deexplicar una esencia donde no que-da claro lo que significa. Por eso, lametfora se convierte en una eva-sin. En algunas culturas la met-

    fora del nacimiento (de parir)se plantea como un alivio, queproviene de la palabra aliviar: Qui-tar parte del peso que carga sobreuna persona o cosa; disminuir omitigar la enfermedad; disminuiro mitigar las molestias corporales omorales*. Tal connotacin cobraun mayor significado en la culturapatriarcal y machista: la mujer es laque padece. La metfora no ayuda aentender el proceso normal de laprocreacin, por el contrario, per-judica el entendimiento y admira-cin por la naturaleza.Qu pasa con el paciente queest a punto de morir o que seencuentra en la parte terminal desu vida? La metfora se traduce enuna evasin social e individual queagudiza la formalidad y reglamenta-cin del buen morir. En unasociedad alejada de la naturaleza lamuerte deja de ser un procesonatural y pasa a ser una ficcin.Cuntos casos de pacientes termi-nales sufren la presin de unasociedad que no les deja morir.La muerte, en tanto fracaso de lavida (estado pasivo ante el movi-miento), pone en evidencia la con-tradiccin entre quien vive y noquiere morir y sabe que agoniza.El cncer, enfermedad relaciona-da de manera constante con lamuerte refleja la poca de unasociedad industrializada bajo el est-mulo del modo de produccin capi-talista. Proceso histrico donde elcncer como metfora se desarrollaen forma independiente, rompiendo

    * J u l i o CASARES, Diccionario ideolgico dela lengua espaola (Barcelona: Edi tor ia lGustavo Gili , 1959), 2.a ed. , pp. 37-38.

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    el equilibrio de las funciones delcuerpo, as como el capitalismomoderno lo hizo con el antiguo.La idea lgica y ordenada en quedeba trabajar la sociedad se trans-form en el despilfarro de energay descontrol en el consumo. Esta sedefine como la cultura actual; cmoun cncer ha perdido la posibilidadde ser controlado.Los efectos que el cncer produ-ce en las personas es la desvaloriza-cin y prdida de lo humano en elser humano. Este ha sido despojadode su pertenencia a la sociedad;ahora su cuerpo lo traiciona y lasociedad lo rechaza porque el grupoteme que el cncer sea contagioso atravs de la palabra. As se mani-fiesta el poder que puede tener ellenguaje en un momento determi-nado: es real y angustiante a la vez.La posicin de la profesin m-dica es ideal para desarticularlas enfermedades como metforas.Es el mdico/a quien est dedica-do/a a curar enfermedades. Est enla posicin medular de este proble-ma. El proceso histrico en el quevivimos refleja una paranoia colec-tiva en relacin a las catstrofesprovocadas por enfermedades des-conocidas (clera, tuberculosis, cn-cer, SIDA recientemente) que oca-sionan la muerte. La metfora par-te del pensamiento militar sobre elataque a la persona. Son las clulascancergenas que avanzan dentro dela corriente sangunea alterando lasclulas benignas (buenas) quecomponen los rganos del cuerpohumano. La enfermedad est enten-dida como lo contrario a la vida ycomo opuesta a la vida social.

    Una vez que la enfermedad comometfora ha creado su propia iden-tidad y se le mira como el absolutoque navega arriba de nosotros, con-trola los roles de cada persona.Regresando al ejemplo del mdico/a,se pueden analizar, a travs deltiempo, los tratamientos sobre elcncer, que a la vez que solucionan,daan el organismo. El pacientesometido a la violencia (a veces mspsicolgica que la del propio proce-dimiento) busca refugio en loscura-lo-todo, o curanderos/as,quienes en repetidas ocasiones hanprovocado, si no la muerte, almenos s el aceleramiento de laenfermedad. Pero tambin la medi-cina moderna ha acarreado es-tos problemas de comunicacin.El poco entendimiento de la enfer-medad ha reproducido otras met-foras que ocultan el significado delpadecimiento (mdicos y pacientessuelen bromear en los hospitalesoncolgicos: El tratamiento espeor que la enfermedad).La enfermedad, concebida comometfora, altera el rol de la personaenferma de cncer, quien se pre-gunta a manera de lotera por quha sido l o ella quien tuvo queenfermar. Por un lado el mdico/a,y los sistemas de salud por el otro,han fomentado la incomprensindel problema a la vez que el/lapaciente entra en los juegos yfantasas sociales que se han creadoen torno a su padecimiento: trai-cin y aislamiento son vividos porquienes se sienten acechados por lamuerte.No es suficiente con padecer ens misma la enfermedad? Por qu

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    ha de sorprender enfermar de cn-cer o tuberculosis? Por qu unaenfermedad produce ms miedoque otra, aunque lasdos provoquenla muerte porigual? Qu pasara siel/la mdico/a enfermase de cn-cer? Cmo enfrentara el proble-ma? Con qu metforas tendraque convivir? El momento coyun-tural quevive el mdico/a cuandoest enfermo puede abrir una formade conocimiento a la vez que unadesmistificacin de la profesin enla sociedad. La metfora empiezadesde la bata blanca, el olor estrilde los hospitales, y el uniformeestandarizado de los/as pacientes(que son eso, pacientes; que viene depaciencia), que recuerda laidea deuna sociedad libre de bacterias yvirus que atacan el cuerpo. Si elmdico/a modifica el lenguajemetafrico de laprofesin, apoya elredescubrir lo maravilloso quetenemos denaturaleza encada uno/ade nosotros. El ejemplo del mdi-

    co/a enfermo/a demuestra que elproblema no selocaliza en la enfer-medad, sino en losfanatismos ideo-lgicos creados por la poca riguro-sidad para entender los fenmenosnaturales ysociales quenosrodean.El ensayo deSusan Sontag ilustrael exceso oscurantista que se viveen el mundo actual, si bien no semanejan en profundidad los facto-res psicolgicos, filosficos, socialesy culturales que la componen, smanifiesta la esencia de lo queellamisma llama lacondicin humana.Por ltimo, mepregunto si lasmetforas que nosonenfermedad yque nosacompaan da a da pue-den en algn momento convertirseen una forma de conocimiento; yno ya en el idilio de los absolutosque dicen todo y no dicen nada.En La enfermedady susmetforasseabre la discusin sobre el tema,que, sin duda, alcanzar el tercermilenio.Ornar G. PONCE DELEN

    SUSAN SONTAGEl SIDA y sus metforas(Barcelona, Muchnik,1989)

    El SIDA est de moda. Inclusopara lossocilogos. Durante ellti-mo aosehanpublicado ms librossociolgicos sobre el SIDA quesobre muchos otros temas sociales1.

    1 Otro c lsico es Randy SHILTS, AndtheBand Played On: Poltica, People, and the AIDSEpidemic ( Nue va Yor k : St. M a r t i n ' s Press,1987), 630 pp. Ms epis temolgico esRonald BAYER, Prvate Acts, Social Conse-quences: AIDS and the Politks ofPublic Health( N u e v a York: Free Press, 1989), 282 pp. El

    El excelente ensayo de SusanSon-tag abri el fuego. Esta obra dem s sociolgico es Char les P E R R O W yM a u r o GUILLEN, The AIDS Disaster: TheFailure of Organizations in New York and theNation (New Haven, Connec t icu t : Ya leUniver s i ty Press, 1990). Ta m bi n pue deverse Jess M. DE M I G U E L y Santi M A C I ,The Case of Spain, en Da vid L. KlRP yRonald BAYER (eds.), AIDS Policy Making:An Eight-Nation Comparative Study, enprensa(1990) .

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    la ensayista norteamericana SusanSontag est enraizada en sus refle-xiones recogidas en un librito conel t tulo La enfermedad y sus metfo-ras, escrito en 1978 (publicado tam-bin por Muchnik en 1984, 131 pp .).La autora comienza su escrito re-memorando su estudio anterior yestableciendo comparaciones entreel cncer (motivo del mismo) y elSIDA. Esta enfermedad, descubier-ta en la dcada de los ochenta, estocasionando en todo el mundomltiples sufrimientos y angustias.

    El SIDA y sus metforas es unaobra que est a caballo entre lasciencias sociales y el ensayo litera-rio. Tiene una intencin humani-zadora, ya que pretende eliminarfalsas culpabilidades, disminuir su-frimientos intiles y evitar la pre-potencia y la pretendida autoridadderivadas de ciertos conocimientosms o menos cientficos. Y es, a lavez, pragmtica, pues lo que buscaes desenmascarar la ideologa mdi-ca, y derrumbar los obstculos a laaplicacin real de una medicinaverdaderamente eficaz. No es idea-lista (aunque la obra est cargadade ideales) pero s desmitificadora;no se pone de un lado, sino quetrata de unir esfuerzos para queenfermos/as y gentiles se sientanmejor, y para que no se generenodios infundados ni angustias inne-cesarias.

    En una tradicin aristotlica, lametfora consiste en dar a una cosael nombre de otra. El uso de eserecurso literario (filosfico, y hastacientfico) no es siempre recomen-dable. En el caso del cncer, el nollamar a las cosas por su nombre

    puede tener efectos perniciosospara la dignidad humana, e inclusopara la misma curacin de la enfer-medad. El abandono, la alienaciny el abatimiento que sienten losenfermos/as, y que les impide salira buscar tratamiento a tiempo, sederivan de los prejuicios y temoresque esconde la metfora.Tambin el SIDA ha llevadoaparejada una metaforizacin a granescala. La metfora militar, la mscriticada por Sontag, concibe elvirus como un enemigo exterior acombatir. El SIDA, por otro lado,es una construccin clnica: la pro-fesin mdica lo ha inventado comoproceso progresivo en el tiempo einexorable en su avance. Pero almiedo se aade la culpa: el SIDAdelata la pertenencia de la personasupuestamente infectada a los lla-mados grupos de riesgo. Una acti-vidad sexual desviada (como lahomosexualidad) o un hedonismopor dedicacin (la drogadiccin)llevan a la enfermedad de maneravoluntaria, es decir, condenable.Hemoflicos y receptores de trans-fusiones sanguneas son igualmentemarginados, ya que son difcilmenteidentificables. Todo ello conllevadeshumanizacin y degradacin delque padece el SIDA, impidindoleadems acceder a los cuidados y tra-tamientos que la medicina le faci-lita.

    La peste asesina y desagradableal mismo tiempo es la metforaprincipal en el anlisis de la epide-mia de SIDA. En base a ella se pre-senta la enfermedad como invasorade la colectividad (nosotros) y,normalmente, proviniente del ex-268

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    tranjero (ellos). Esa nueva epide-mia catastrfica alcanza la categoramoral de peste como consecuenciade tener por va principal de trans-misin la va sexual (la peste gay).Y todo ello hace del SIDA unaespecie de juicio moral a la socie-dad. Algunas alocuciones expresa-das sin rubor por religiosos oidelogos autoritarios son: el SIDAes la consecuencia de la decadenciamoral (obispo Falcao, de Brasilia),o el castigo de Dios y la vengan-za de la naturaleza (cardenal deRo de Janeiro). Jean Marie Le Pen,poltico francs racista, advierteque el SIDA no slo es infecciososino adems contagioso. El minis-tro de Asuntos Exteriores surafri-cano afirma que los terroristas nosllegan ahora con un arma muchoms terrible que el marxismo: elSIDA.El SIDA ha supuesto un cambiopara la medicina: el imparable avan-ce hacia la erradicacin de las enfer-medades infecciosas ha quedadotruncado. Tambin ha afectado a lasvisiones tradicionales de la sexuali-dad y de la catstrofe. En los Esta-dos Unidos el Departamento deEducacin propone, a menudo, laabstinencia como medida preventi-va. Sin embargo, en Europa seprefiere informar sobre las manerasde afrontar una sexualidad libre ysegura.Sera til hacer aqu un parnte-sis para situar el caso espaol eneste contexto. Analizando algunasde las medidas polticas sobre elSIDA que se toman en nuestropas, se comprueba que el modeloeuropeo es el ms ampliamente

    seguido. As, la Generalitat deCatalua adopta una postura ticaen favor de una desdramatizacinconstructiva.Muestra preocupacinpor la necesidad de ayuda mdica ymoral a las personas infectadas y alos enfermos. Andreu Segura, di-rector del Programa para la Pre-vencin y el Control del SIDAimpulsado por la Generalitat, hapublicado recientemente un manualde difusin popular que se incluyecon el dominical del rotativo LaVanguardia 2. El librillo aporta in-formacin sobre las vas de conta-gio (principalmente sangre, semen ysecreciones vaginales), las manerasde convatirlo (preservativo y jerin-guilla desechable) y sobre algunaspautas de comportamiento a seguirante infectados y enfermos.La intencin del libro de SusanSontag se puede expresar con elsiguiente fragmento del final deltexto: Es muy deseable que deter-minada enfermedad por la que sesiente tanto pavor, llegue a parecerordinaria [...] El esfuerzo por zafara esta enfermedad, que tanta culpay vergenza despierta, de estossignificados, de estas metforas, esparticularmente liberador, aun con-solante. Pero no se ahuyenta a lasmetforas con slo abstenerse deusarlas. Hay que ponerlas en evi-dencia, criticarlas, castigarlas, des-gastarlas. En lo referente a la ca-tstrofe han habido, en opinin de

    2 A n d r e u SEGURA, El SIDA: Un desafioasumible (Barcelona: La Vanguardia, 1989),63 pp. Gua 3, dominical, del peridico LaVanguardia. En una lnea ms militante estR. DE BLAI, Disfruta la vida, evita el SIDA(Barcelona: Icaria, 1989), 123 pp.

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    CRITICA DE LIBROSSusan Sontag, llamamientos mlti-ples a la movilizacin general en lassociedades de masas contempor-neas, que han tenido escasa respues-ta por parte de la poblacin. ElSIDA aade gravedad a ese supues-to declinar de la humanidad; elapocalipsis deviene constante y cre-ciente en la medida que aumenta lainterconexin espacial.El texto hace alarde de un lxicorico y los contenidos variados delmismo sugieren la multitud de dis-ciplinas que la autora conoce:Sociologa, Historia (de las ideas,de la ciencia, de las culturas, y de

    las religiones), Medicina, Literaturay Psicologa, entre otras. Las horasde lectura y reflexin que haydetrs de esta magnfica obra avalana su autora como una de las mejo-res ensayistas de nuestro siglo.Y adems como una ensayista com-prometida, que no duda en escribirsobre los problemas sociales msimportantes del momento. Y es queel SIDA no es ninguna metfora,sino un problema real sobre el quelos cientficos/as sociales tienenmucho que decir.

    Santi MACI

    R O M N R E Y E SFilosofa de las ciencias sociales(Madrid, Ediciones Libertarias, 1988)Una vez analizada la obra, Filoso-fa de las ciencias sociales, soy de laopinin de que para iniciar estarecensin, probablemente no exista

    nada mejor que acudir al autorcuando afirma y en cierto modocondensa, precisa y concluyentc-mente, el contenido de su discur-so que: La voluntad de fragmen-to es ahora voluntad de ruptura: mepermito, en consecuencia, ser des-honesto al reproducir fragmentosdescontextuados: a uno no le quedams remedio que forzar la proposi-cin, que remodelar la palabra culta,que burlar la lgica de la expresinnoble, el juego de palabras malditode la reproduccin institucional queun incmodo y odioso orden de loreal exige.

    Mis fragmentos han sido y sonsimplemente eso: una vulgar socio-loga un intento de aproximarse alo que los eruditos llaman discursosociolgico acerca de la vidacotidiana.Ni discursivo ni sociolgico por-que los adjetivos terminan por sus-tantivar lo real, mis fragmentosapuntan hacia una meta posible: elreencuentro reiteradamente al al-ba de la palabra con lo que origi-nariamente nombrara (p. 10).Sin embargo, de esta declaracinconviene, al menos, precisar dospuntos que se refieren, el primero,a que no existe tal descontextualiza-cin, puesto que los fragmentos serelacionan y vinculan dialcticamen-te con la realidad existencial y for-

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    mal-institucional que nos rodea. Deaqu que no se me alcance el com-prender dicha deshonestidad decla-rada; pienso que no existe en tr-minos relativos descontextualiza-cin desde el momento en que vivi-mos un proceso ya iniciado y cuyastendencias son, en cierta forma,probablemente previsibles.Es sta una obra que demuestraque se pueden hacer bien las cosassin apartarse de los criterios de lametodologa y epistemologa, de lasciencias sociales ms relevantesactualmente sin necesidad de serun bufn de lo establecido y para loestablecido.El segundo relata que en cuanto alo de vulgar nada, porque si algonecesita la sociologa es ese contactodirecto y transparente con toda larealidad y no slo con la que leinteresa al poder. El proceso dedemocratizacin debe incluir, tam-bin, la construccin democrticade la sociologa. Adems: no es lacalle una autntica escuela de socio-loga?; no es la realidad callejerauno de los mejores medios de quedisponemos para establecer compa-raciones objetivas entre las teorasque versan sobre ella?Ya sabemos, aunque no siempretodos somos conscientes de ello,que podemos acercarnos a la reali-dad por medio de variados procedi-mientos. Estamos ya en el tiempode admitir el pluralismo sobre larealidad y, consecuentemente, en lahora de abandonar los monolticosdogmatismos que conducen a lasinrazn racionalizada de la razn.El conocimiento nos informa ydocumenta sobre la realidad. Sin

    embargo, no podemos olvidar queel conocimiento nos advierte ypreviene de forma constante de suslmites, resultado de su propia dina-micidad: los dogmatismos y losdogmticos obstaculizan el desarro-llo y la amplitud del conocimiento.Realizando acercamientos, de es-te tipo, a la realidad se muestrade manera difana la distancia entrelo real existencial y lo formal-real-funcional existente. Construyendouna vulgar sociologa se contribu-ye a la des vulgarizacin de las posi-bles vulgarizaciones sociolgicas merefiero a las ya en exceso obsoletasy, al mismo tiempo, se insiste en elhecho de que la sociologa tiendea vulgarizar los conocimientos so-bre la realidad y que, ella misma,es conocimiento, sistematizacin -control de lo vulgar.Tambin se puede sostener quevulgar, evidente y comn, en el sen-tido que aqu le atribuyo, es la reali-dad concluyente y no concluidadefinitivamente. O, lo que viene aser lo mismo: lo que es, lo estableci-do y nosotros formamos parte deesa realidad se nos niegan otrasposibles como edulcorados pro-ductos, como elementos integradosy adaptados.Como deca Tierno Galvan: Larealidad es un resultado. Resultadoy realidad son equivalentes. La reali-dad es en la medida en que re-sulta(E . Tierno Galvn, Escritos, Tecnos,Madrid, 1971, p . 544).Una considerable parte de la pro-duccin sociolgica actual tienecomo funcin propia y exclusiva,derivada de su posicin, la produc-cin y reproduccin de lo evidente

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    y comn de forma eminentementeinstrumental.Se producen conocimientos cien-tficos sobre la realidad cotidia-na y comn, que nos invade a to-dos, de manera patente y de laque se suele decir lo contrario a loque posteriormente realizamos. Esya algo evidente, para todos, queuna cosa es hablar y otra actuar: eldesdoblamiento de la personalidades un hecho. Irresistible progresinunilateral y limitada de la llamadasociologa cientfica que ofrece susproductos acompaados por la eti-queta de hecho cientficamente o,lo que es lo mismo en los tiemposactuales, realizado legtima y legal-mente. Sin embargo, bajo estehecho de aparente y firme neutrali-dad objetiva, subyace la inconfesa-ble pretensin (realidad en general),referida a desacreditar a todos aque-llos discursos que desacatan de for-ma ostensible los principios rectoresde la administracin y administra-dores de la ciencia: frente a lasdiversas realidades que emergen dela realidad, el monopolio de losmedios de administracin de la rea-lidad intenta configurar y definir asta como nica y vlida para todos.Por lo tanto, todas aquellas aproxi-maciones a la realidad que no coin-cidan o no se adecen a los cno-nes establecidos, sern calificadas aacercamientos precientficos o pseu-dociencia.Cuando la teologa y la metafsicahan sido superadas lo cual noquiere decir abandonadas por losprodigiosos y eficaces logros de laciencia; cuando se ha institucionali-zado su forma de proceder, a partir

    de su administracin, como el nicoque reporta un verdadero conoci-miento sobre y de la realidad, ycuando un determinado discursocientfico insiste en que es sta lasingular realidad factible, incluida lasocial, eliminando de manera tajantetoda posible trascendencia o trans-formacin; no cabe duda algunaque, inevitablemente, ante semejan-te reduccin de la realidad y delhombre slo puede quedar co-momxima aspiracin y deseo le-gal elconsumo de lo institucionaly socializado. Habida cuenta de quela ideologa del consumo y del bie-nestar (que muy pocos alcanzan) eshoy lo comn, vulgar y evidente, laque de mejor manera satisface lasdemandas del sistema imperante, dela dominacin y, al mismo tiempo,la que provoca la anulacin de lasposibilidades humanas que tiene elhombre. Es necesario, ante tal esta-do de la cuestin humana y social,prestar mayor atencin a los discur-sos, como el que estamos recensio-nando, que insisten cientficamenteen que an existen posibilidadespara el hombre y la sociedad.El proceso de la ciencia nos ense-a e impide que se pueda dogmati-zar sobre las cuestiones sociales. Noobstante, la utilizacin de la cienciay sus productos como factores quesirven para legitimar la dominacines una realidad. Es evidente, comny vulgar que en lo relativo a lascuestiones humanas y sociales, laadministracin de la ciencia tiende acomportarse de forma ideolgica-dogmtica porque, entre otras cues-tiones, suele tachar de no cientficasa todas aquellas tendencias discursi-

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    vas, que formulan sus planteamien-tos a partir de unos supuestos quedifieran radicalmente de los suyosque son los de la dominacinestablecida: slo es ciencia lo quese atiene a lo que es, es decir, a loque es evidente, comn y vulgar.Dada la compleja problemticapor la que atraviesan las denomina-das ciencias sociales, se hace inevita-ble el recurrir a aquellos discursosque son producto de los conoci-mientos adquiridos y que sin aban-donar los presupuestos cientficos,juega, por as decirlo, con otro tipode variables o valores.Siendo su olvido una realidadmuy frecuente conviene recordarque: En algunos casos existen,pues, dificultades graves para lograrla neutralidad objetiva al nivel pti-mo, que debe caracterizar la inves-tigacin cientfica. Se puede sos-tener, y se ha sostenido, que esaneutralidad objetiva ptima esabsolutamente imposible de alcan-zar (E. Tierno Galvan, Conocimientoy Ciencias Sociales, Tecnos, Madr id ,1966, p. 19) aunque la mecnicadel mtodo y la implicacin delobservador a esa mecnica impide,o al menos debe impedir en las lla-madas ciencias sociales, la arbi-trariedad que en el orden de lacreacin caracteriza a la actividadesttica (E. T ierno Gal van, op. cit.,p. 20), no obstante, debemos teneren cuenta que en las ciencias socia-les es necesidad inexcusable noomitir que estamos tratando conla epistemologa de las sistemti-cas arbitrarias (E. Tierno Galvn,op. cit., p. 22) y que por mucho quegeneralicemos nuestras disciplinas

    tendrn siempre carcter ocasionaly casustico (E. Tierno Galvn,op. cit., p. 46). En suma, el tericode las ciencias sociales reflexionasobre los fenmenos sociales desdeuna determinada situacin social,que condiciona sus puntos de vista,sus supuestos y conclusiones. Comonadie puede escaparse de estar enuna determinada situacin social, ydesde ella se reflexiona sobre lallamada tradicionalmente realidadsocial, resulta que no existe, pro-piamente hablando, objetividadsociolgica. Esta antinomia paraalgunos contradiccin constituti-va de la sociologa est presentea todos los socilogos, pero a vecescontribuye ms a condicionar que aneutralizar. Desde el punto de vistade la sociologa, este hecho seadmite como un dato ms. Que laobservacin est condicionada ple-namente no quiere decir que se in-valide la observacin, sino que seacepta la observacin de las condi-ciones del condicionamiento (Tier-no Galvn, op. cit., p. 109).

    Por razones de carcter analtico,de espacio y lugar, me limito ahoraa la realizacin de una breve expo-sicin-informacin de cada una delas partes y, para ello, nada mejorque resaltar algunas de las fraccio-nes de esos lcidos fragmentos queconsidero ms relevantes y signifi-cativos.A la presentacin, anteceden unasreflexiones del autor que, dada suimportancia, es obligatorio citar,puesto que contribuyen de formaeficaz a contextualizar lo producidoo reproducido y son, adems, unalegato en defensa de lo escrito.

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    Dice Romn Reyes que su pre-tensin no supone ningn intentode organizacin del pensamiento,antes al contrario una aproximacina lo que pudiera considerarse reor-ganizacin de la vida en funcin deese conjunto de fragmentos a la quefielmente pretenden remitirnos(p. 9) y arguye que uno escribefragmentos porque vive fragmenta-riamente. A golpes. Y ese uno ter-mina por sistematizar el propiopensamiento fragmentario, porqueno de otra manera podra justificarun compromiso mnimamente ciu-dadano (p. 9).Partiendo de su posicin y reco-nocida experiencia como docente,investigador y publicista aclara laposible ambigedad en que se en-cuentran, o pueden encontrar, losque estn situados dentro de en-cadenados a la organizacin ins-titucional de la produccin y trans-misin de conocimientos, cualquie-ra puede sentirse vctima de supropia contradiccin: decir lo mis-mo y hacer continuamente lo otro,pensar lo mismo cuando sabemosque est sucediendo lo otro, repetirlo mismo y hacerlo comprensi-ble cada vez que asumimos dcil-mente nuestro papel de actores quesimulan lo otro. Vender hacervaliosa una imagen distorsionadade la realidad, cuando tenemosargumentos esos que el silencioanuncia para denunciar la farsa(p. 9). En fin, el autor refleja consu autocrtica acto de humildadintelectual muy loable y, sin dudaalguna, poco frecuente una situa-cin que es de dominio pblicoreal no formal y que ya forma

    parte del argot popular, basado enuna intensa y larga experiencia acu-mulada en el trascurso de los tiem-pos y registrada en la memoriacolectiva de los pueblos. Dichasituacin o circunstancia se traduceen una serie de dichos o axiomasque denuncian las evidencias de loformal no declaradas aunque s desobra conocidas.Estas propuestas nos sirven,oportunamente, porque nos acercande forma efectiva al discurso aqupresentado y valga la redundan-cia, pues en ellas se transparentano slo el contenido e intencionali-dad de lo escrito, sino tambin latransformacin o reconversin deaquella disposicin de fragmentopor un nimo de ruptura. Sin dudaalguna, son ejercicios de meditacinsobre los conocimientos adquiridosy que, acompaados de las puntua-les observaciones sobre el mediosocial, en el que cotidianamentedesempeamos el producto denuestro ser social conducen inevi-tablemente a la necesidad imperiosade plantear y cuestionar todo aque-llo que constituye una remora parael conocimiento y el equilibrio delindividuo hoy escindido en tantasparcelas que nos impiden su plenoreconocimiento. El individuo hasido obligado a relacionarse con elmercado y venderse, y ha vendido(incesantemente) tanto de s mismoque ahora slo le queda aparentarde lo que no tiene con lo que tieney que constantemente le recuerdalo que ya no tiene. La mercantiliza-cin de su ser conduce al no ser,por lo tanto a la lucha entre las dostendencias encontradas.

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    El conocimiento del hombre y delo social tiene que servir para algoms que: jerarquizar, dominar, con-trolar y reducir; sta es la denuncia,siempre presente en este texto:habida cuenta de que somos resul-tados sociales, elaborados unos porlos otros y los otros por aqullos yas sucesivamente, se procede ademostrar y esclarecer que los indi-viduos antes que nada son estudian-tes de la particular leccin de losocial. Obligado ritual de iniciacinen lo que es y que implica de modoirreversible dejar de ser.Todos hemos sido y somos alum-nos que hemos aprendido la leccinde lo establecido; sta y no otra esla primera leccin que figura entodo sistema de socializacin: hu-manos despojados de su humanidadprogresivamente. Individuos so-cializados de una vez estigma-tizados y resocializados constan-temente. Tendemos mecnica ydialcticamente a producir a partirdel prefijo RE.Adorno y Horkheimer argumen-taron que: Este mrito de la socio-loga hay que recordarlo hoy, cuan-do la sociedad ha llegado a ejercersobre el individuo poderossimapresin, y las reacciones individua-les son contenidas dentro de lmitesmuy reducidos; pero la considera-cin psicolgica es la que ms amenudo se adelanta a la sociolgica:cuanto menos individuo tenemos,tanto ms individualismo (T. W.Adorno y M. Horkheimer, La socie-dad, Proteo, Buenos Aires, 1969,pp. 55-56). Solidarios cada vezms con lo que es insolidario porsu propia naturaleza. De dnde

    sino viene su efectividad? InsistenAdorno y Horkheimer en que lacreencia en la independencia radicaldel ser individual respecto del todoes, a su vez, slo apariencia. La for-ma misma del individuo es formade una sociedad que se mantieneviva gracias a la mediacin del mer-cado libre, en el cual se encuentransujetos econmicos libres e inde-pendientes. Cuanto ms se refuerzael individuo, tanto ms crece lafuerza de la sociedad, en virtud dela relacin de cambio en que se for-ma el individuo (T. W. Adorno yM. Horkheimer, op. cit., p. 54).Objetos dinmicos estabilizados ocon tendencia a la estabilizacin.O tambin dinamismo insolidario yestatismo retgrado. El proceso desocializacin del hombre produce,de esta manera, que para el indivi-duo totalmente interiorizado, larealidad se convierte en apariencia yla apariencia en realidad (T. W.Adorno y M. Horkheimer, op. cit.,p. 58).

    De nuevo, los autores anterior-mente citados hacen hincapi enque: La comprensin de la accinrecproca que individuo y sociedadejercen uno sobre otro tiene unaconsecuencia fundamental evitadaprecisamente por la sociologa posi-tivista en la idea de que el hom-bre como individuo alcanza su exis-tencia propia slo en una sociedadjusta y humana (T. W. Adorno yM. Horkheimer, op. c it., pp. 56-57),y en defensa de ello se podrainclusive sostener que cada hombreviene al mundo como individuo,como ente biolgico individual, yque frente a este hecho fundamen-

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    tal su naturaleza social es secunda-ria, o slo derivada. Este hechobiolgico no es olvidado; unasociologa verdaderamente crticadebe rehacerse de acuerdo con l, yno como ltimo trmino, para evi-tar el idolatrar la comunidad social(T. W. Adorno y M. Horkheimer,op. cit., p. 52).En este sentido bienvenidos seanpues an nos queda el conoci-miento y la memoria todos losdiscursos de este tipo (como el deRomn Reyes), carcter, sentido eintencionalidad que nos recuerdannuestra condicin de ficciones alnivel sociolgico, posiciones encuanto a lo social y de meros ele-mentos de una u otra abstraccintanto en el plano de la sociedad engeneral como del pueblo colectiva-mente. Adems de nuestra condi-cin actual se remembran en estelibro las posibilidades que tenemoslos individuos-sociales de transfor-mar, construir y modelar real, di-recta y democrticamente la reali-dad de la que formamos parte y,por lo tanto, consecuentemente anosotros mismos.De forma responsable con co-nocimiento y por el conocimien-to al servicio exclusivo del hombrey la humanidad se oferta un plan-teamiento que implica, de formainexorable, un digno pronuncia-miento contra todo tipo de dogma(sea del signo que sea) que defina,unilateralmente, lo que es y tieneque ser la realidad social y humanasin apenas contar con ellos y a par-tir del estatuto de infalibilidad queposeen los conocimientos estableci-dos: es un alzamiento contra el

    monopolio del conocimiento quemantiene subyugado al hombre.Dados los conocimientos actuales,es necesario cuestionar que existenicamente un slo tipo de conoci-miento verdadero. La administra-cin monopolstica del conocimien-to slo produce desconocimiento yoscurantismo porque raras vecesest en funcin del hombre.Se trata, por decirlo de algnmodo, de forzarnos a ser lo queposiblemente podramos haber sidoy que, si embargo, no somos. Sehace necesaria la ruptura con esedefinidor del acontecer social queintegra al hombre seccionndolo.Distingue, con slidos funda-mentos, que mientras que la cienciatiene por objeto lo real y se atiene,dado su carcter, a lo que es, lafilosofa a partir de su condicin deno convertirse en otra cosa le espermitido ir ms all de lo esta-blecido en mi opinin es stasu funcin principal. Estamosinmersos en una actualidad esper-pntica fraccionada, pro ducto delas elucubraciones instrumentalesde los expertos (objetivo priorita-rio de la racionalidad instrumentaly de sus administradores).El nuevo filsofo est llamado adesarrollar una importante funciny sta no es otra que denunciar, atoda voz, las arbitrariedades queexisten, tanto a nivel de la metodo-loga como de la epistemologa enlas ciencias sociales particularmente.Romn Reyes, en esta obra, con-junta de forma idnea la filosofa yla sociologa. De este fecundo mari-daje, emerge un tipo de discurso alcual no estamos acostumbrados, ya

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    que es una reflexin realizada conel rigor de la ciencia y la lucidezimaginativa que reporta la filosofa.Es un libro muy recomendablepara todos, porque su contenidoabre perspectivas y pone en eviden-cia al individuo (aqu radica sufuerza) sobre todo al docente quese sabe producto hecho a imagen ysemejanza de la sociedad en quehabita. Al mismo tiempo, nosrecuerda que somos nosotros, apartir del conocimiento y la razn,quienes tenemos que dar cuenta ymostrar a los dems que lo estable-cido no slo reduce, sino que tam-bin aniquila las cualidades huma-nas, pues exige tanto la pasividadcomo la esquizofrenia. La conclu-sin no puede ser otra: atenerse a

    la miseria dada, slo puede condu-cir a la miserabilizacin de la es-pecie.Creyndonos amos y seoresdefendemos, seria y puntualmente,una situacin que obstaculiza eldesarrollo razonable y racional delas ciencias sociales.A partir de su condicin dehombre perteneciente a una espe-cie, de ciudadano y a tenor de lasituacin formula una vindicacin:con los conocimientos que posee-mos, los que an estn a nuestroalcance, y la posible disponibilidadde los medios, podemos y debemosocuparnos algo ms de la cuestinhumana y social.Contando con la relativa autono-ma de lo superestructural (recor-demos que estamos inmersos en unproceso de deslegitimacin crecien-te y cambiante a causa de lasdemandas econmicas y de los

    avances de la ciencia y de sus aplica-ciones prcticas) y asumiendo losconocimientos adquiridos, es facti-ble el desempear una funcin mscompleta que la que estamos reali-zando. Sin embargo, esto implicaalgo que es fundamental: entenderla enseanza como medio nuncacomo fin que es lo que suele suce-der al servicio de la formacinintegral y especializada de los indi-viduos. Como emancipacin de lososcurantismos y de las parcialidadesde la socializacin domesticadora,que es el nico modo (hasta elmomento conocido) de evitar lascontinuas recadas de los hombresen la idolatra. Enseanza de, para ycon el hombre. Formar y dotar alos sujetos de ios conocimientossuficientes y necesarios que lespermitan valerse por s mismos. Elconocimiento para provecho yrealizacin del nombre. El conoci-miento sin lmites para todos. Elconocimiento tiene que dejar deestar subordinado a intereses ajenosa su propia esencia y funcin.Romn Reyes, recogiendo algu-nos resultados que ofrece la socio-loga escrutadora de la realidadlos fundir con las prerrogativasque facilita la filosofa permite eldistanciamiento coherente de larealidad sociolgica, producien-do, de esta manera, un enriqueci-miento de las dos disciplinas.

    En otro orden de cosas, peromantenindonos en la misma cues-tin, lo que nos ocupa es lo queCarlos Moya plantea: La constitu-cin de la mayor objetividad socio-lgica que exige la "vocacinactual" de nuestra disciplina, a la

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    vez que supera muchos de los enfo-ques acadmicamente establecidos,supera decisivamente su crticapuramente negativa desde posicio-nes como las de Marcuse. La liber-tad no se recupera retrocediendodesde la razn cientfica positiva ala utpica metafsica: sino avanzan-do hasta una nueva forma de larazn cientfica que ha asumidoconscientemente, en su propiafundamentacin y codificacin me-todolgico-terica, su compromi-so con la libertad y la razn den-tro del desarrollo social de la histo-ria humana (C. Moya, Socilogos ySociologa, Siglo XXI, Mxico, 1975,2.a ed., p. 120.Partiendo del anlisis cientfico-social de lo establecido, una socio-loga a disposicin de la libertad yla razn, probablemente tendr queconvertirse en instancia crtica, da-das las insuficiencias de la realidadfctica en cuanto a la realizacin delser humano.Qu se puede esperar o pensarde unas ciencias sociales existenotras formas de hacer ciencia socialaunque stas no administran lo quees ciencia social que bajo el arro-pamiento de cientficas permane-cen subordinadas a lo establecidode forma pasiva y se acicalan decontinuo a s mismas? Las cienciassociales, muy a menudo, dejan deser medios de emancipacin paraconvertirse en fines, en ideologafina y costosa. De ah que comosiempre la produccin y reproduc-cin histrica de las estructurassociales es, siempre, produccin yreproduccin de relaciones dedominacin (C. Moya, Argumen-

    tos para otra ciencia social, enTeora Sociolgica Contempornea, d i -reccin y prlogo J. J. Blanco yC. Moya, Tecnos, Madrid, 1978,p. 511).En palabras de Tierno Gal van,se podra decir que la sociologa hasido una ideologa con concienciade su inexorable destino cientfico(E. Tierno Galvn, Conocimiento yCiencias Sociales, Tecnos, Madrid,reimp . 1973, p . 33 ). Sin embargo, lasociologa al igual que otras cien-cias sociales an no ha logradoplenamente su objetivo. Nos en-contramos en los umbrales de laautntica ciencia sociolgica. Esta-mos inmersos en una compleja tran-sicin interesada donde determina-dos grupos de inters obstaculizancon sus pretensiones el desarrollode las ciencias sociales: son lasremoras que hacen de la sociedad yde sus elementos una organizacinal servicio de la dominacin.En la obra que estamos tratandose lleva a cabo y esboza esa necesa-ria y vinculante relacin entre elsocilogo y el filsofo. O, lo que eslo mismo, en el autor de Filosofade las ciencias sociales se producela filosofa como oportuno com-plemento ante las insuficienciasde la sociologa imperante, todavacontaminada por la ideologa de ladominacin.La aportacin de R. Reyes supo-ne un tratamiento de la realidadsocial necesariamente crtico, por-que en su anlisis de la realidadincluye como objetivo prioritario eldesenmascaramiento de la real reali-dad de la dominacin a partir desus fundamentos. Se interpeta la

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    realidad partiendo del materialismo.Es una interpretacin que arrancade las aportaciones de la cienciasocial, para demostrar la necesidadde transformar los supuestos de lasciencias sociales. El conocimientosociolgico facilita la oportunadocumentacin sobre la tangibili-dad de la dominacin del hombrepor el hombre, y la filosofa setraduce en un quehacer que noaboga por la justificacin lgico-abstracta de la necesidad de ladominacin, sino que por el contra-rio, se convierte en la oportuna yeficaz a la luz de los datos ins-tancia que revela a todos los hom-bres sus carencias y desdichas actua-les, que vienen a ser la fuente de ladominacin. La cuestin tareaardua es cambiar los papeles yfunciones que han tenido y tienenhasta hoy las ciencias sociales: deser legitimadoras pasan a ser cr-ticas.

    Ante lo que estamos exponiendono deben existir muchas dudas,pues todo esto ya ha sido reflejadopor diversos y destacados autores.As, por ejemplo, el ya citadoC. Moya finaliza su artculo Argu-mentos para otra ciencia socialdiciendo que aqu no se pretendaotra cosa sino empezar a encaminarel discurso de la Teora Sociolgicacontempornea hacia la situacinlmite de su propia ruptura episte-molgica, abriendo as la posibili-dad a la creacin de nuevos para-digmas tericos. Ajenos ya a to-da gloriosamente implcita legiti-macin teolgica del Estado(C. Moya, Argumentos para otraciencia social, en Teora sociolgica

    contempornea, direccin y prlogoJ. J. Blanco y C. Moya, Tecnos,Madrid, 1978, p. 545). NormanBirnbaum apostilla que: El proble-ma al que se enfrenta el discursosociolgico es trascender las objeti-vaciones de las diferentes formas deobjetivaciones-limitaciones ideol-gicas que deben ser tratadas en suspropios trminos como sistemas dediscurso. Adems, no todas las li-mitaciones de visin y pensamien-to de la sociologa son ideolgicas.Muchas se derivan de deficienciasdel saber, rigor e imagiacin. Di-cho brevemente, el correctivo paraun discurso sociolgico deficientees un discurso ms convincente(N. Birnbaum, El final de lasociologa?, en La miseria de lasociologa,T. Bottomore, Tecnos,Madrid, 1982, p. 114). Franco Fer-rarotti ha sealado que la institu-cionalizacin constituye tanto unaproteccin como una barrera. Tien-de a alejar al socilogo de su socie-dad concreta y de las necesidadespeculiares de su entorno socialinmediato (F. Ferrarotti, Comen-tarios introductorios sobre el te-ma: Est en crisis la sociologa?,op. cit., p. 18) y adems parece quevivimos en una era en que la expe-riencia vivida es ms rica que losmarcos conceptuales (F. Ferrarotti,Comentarios introductorios sobreel tema: Est en crisis la sociolo-ga?, op. cit., p. 22). Ivan Kuvacicescribi que la sociologa del Esteest convergiendo con la sociologade Occidente en la medida en quehoy las dos desempean la funcinde integracin social (I. Kuvacic,Sociologa e integracin social,

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    op. cit., p. 49) y soslay que la in-vestigacin sociolgica emprica noes una empresa noble para el biencomn de la humanidad, como pue-de que le parezca a algn entusiastainvestigador joven, sino que es, engran medida, un elemento del fun-cionamiento eficiente de las orga-nizaciones econmicas y polticas(I . Kuvacic, op. cit., p. 51). IgorS. Kon aludi significativamente aque un ingeniero social que dedi-que todo su tiempo a los problemastcnicos puede aceptar fcilmentelas relaciones sociales existentescomo las nicas posibles y, por tan-to , convertirse en su apologista.Este peligro no debe olvidarse nun-ca (I. S. Kon, La crisis de la socio-loga occidental y el "segundo des-cubrimiento" del marxismo, op. cit.,p . 43) y, en fin, A. K. Sarn comen-ta la problemtica diciendo que: Laredencin de la sociologa del hom-bre "moderno" no se encuentra enla sociologa reflexiva, crtica o dia-lctica, ni en las sociologas negra,china o india. Es necesaria unarevolucin intelectual para que elmodo de pensamiento evolutivodeje paso al pensamiento cosmol-gico, para que la perspectiva auto-lgica ocupe el lugar de la antropo-lgica. Esto exige una metanoia(A. K. Sarn, Algunas reflexionessobre la crisis de la sociologa,op. cit., p. 75).

    Aunque estas ltimas citas serefieren exclusivamente a la socio-loga, de forma eventual, se podradecir lo mismo del resto de lasciencias sociales.

    Prosiguiendo con el programa,del libro en cuestin, de la presen-

    tacin y del resto de los captuloshe recogido las siguientes proposi-ciones:

    0. Presentacin: La Universidades una deliciosa mentira de y en laque vivimos, entre otros, sus profe-sores, aunque no ms mentira queesa principal fuente del equilibrio,el lenguaje cotidiano, que a diarioconsumimos y a diario mantenemoscaprichosamente vigente (p. 12).Estos son fragmentos que reflejanun pensamiento no menos fragmen-tario. En tanto que sistema sistem-ticamente asistemtico (p. 12).No justifico nada y creo que nadiepueda hacerlo de una vez por todas,a no ser que sea un dios o unhroe (p. 13). Slo a base demartillar con el "no" mejor conun "tal vez no", es como puedellegarse a un "s" vlido "por aho-ra" (p. 13).

    1. Sobre la Universidad:Y pues-tos a construir una Universidaddiferente, construyamos, pues, antesuna filosofa diferente. Cuestione-mos, en consecuencia, todos los dis-cursos filosficos sistemas oescuelas que hasta ahora se hanpronunciado (p. 21). Y no se tra-ta de desplazar al poder del escena-rio de la transmisin y produccinde conocimientos, ni de pensar enla posibilidad de un poder ms allde la institucin y sin efecto algunosobre la misma, porque, en su caso,esta ruptura jams sera efectiva-mente realizable (p. 22).

    2. Sobre el poder:El saber totales decir, no excluyente, abierto einacabado, no absoluto debe ser

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    la meta de cualquier Estado quese autodefina como democrtico(p . 44). El proceso de socializacinno es, pues, otra cosa que un proce-so de paciente domesticacin por lapalabra: domesticacin acadmicade la escuela a la Universidad,domesticacin doctrinal de laiglesia al partido, domesticacinsocial de la familia a los massmedia. Al fondo... la palabra,siempre la "sagrada" palabra, la queslo pueden pronunciar quienesestn en posesin del carisma preci-so y en una situacin precisa deemisin. Y la verdad que esta pala-bra dice representar y defendernunca nos har libres oh, irni-co espejismo!, sino amaestradosesclavos de la monotona y del len-guaje que la perpeta (p. 58).

    3. Sobre la objetividad: Cual -quier imagen de lo real ha de sernecesariamente imperfecta, si esque no desea anular las posibilida-des de correccin que toda imagenconlleva (p. 79). Pero una raznque slo justifica puede ser cual-quier cosa menos "razn cientfi-ca" (p. 90). La ciencia ha de serprogresista, de lo contrario sercualquier otra cosa menos ciencia(p . 104). Es el enfrentamiento deposturas ideolgicas lo que real-mente impide un desarrollo normalde las ciencias sociales (p. 115).

    4. Para una filosofa de las cien-cias sociales: Que nadie piense quedudo de la eficacia de la instituciny la de aquellos que estamos a suservicio (p. 129). Y los diosespor ser la negacin del hombreno son soporte de racionalidad

    alguna (p. 131). Es necesario nue-vamente subrayar que tanto a lahora de interpretar, como a la depredecir resultados juega un papelimportante la ideologa (p. 136).Y si hablo de dioses algo que serepite machaconamente en misescritos es precisamente porqueme importa el hombre, los hombresde aqu y de ahora (p. 132). Siguean teniendo sentido una filosofade lo social, una reflexin sobretodo el hombre (p. 145).

    5. Para una filosofa de las cien-cias sociales: La cuestionabilidad noes agotable (p. 183). El dogmatis-mo, junto al profetismo y esto esya de dominio pblico es la ten-tacin que ms acecha a los cientfi-cos de nuestros das. Y cuntossucumben todava a ambas tenta-ciones! (p. 211). El conocimientocientfico es conocimiento aproxi-mado (p. 229).

    6. Apuntes intempestivos: Llama-mos ahora pluralismo a lo que an-tes registrbamos como objetividad.La objetividad era un compromiso,el pluralismo es un programa(p . 247). Es necesario, pues, con-trolar previamente el oportunosupuesto cultural para poder estaren situacin de mostrar la vida-que-se-vive (p. 251). Y como "elsistema es la voz del jefe", el orde-namiento de la totalidad de lo realsigue siendo un privilegio del queejerce el poder poltico-econmico(p. 255).

    Los cuatro ltimos captulos,para no agotar al penitente lector,los refiero brevemente:

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    7. Los fragmentos de (tla Princesi-ta" o un canto a la ambigedad".

    8. Filosofa y metodologa de lasciencias sociales: Programa general. E nel que afirma que lejos de presen-tarlo como definitivo, mi plan detrabajo slo pretende ofrecer unaaproximacin crtica al estado de lacuestin (pp. 291-292). Finaliza laobra con los captulos 9 y 10 dondese alude a una Bibliografa Genera lA y a otra Bibliografa Genera l B.La primera de las bibliografasremite a las obras escritas en espa-ol y la segunda a los libros en elresto de los idiomas.

    Antes de finalizar, es preciso des-tacar por su relevancia las siguien-tes cuestiones en torno a la refle-xin que Romn Reyes nos ofrece: N o cabe duda alguna que,Filosofa de las ciencias sociales,constituye un magnfico libro por-que, entre otros menesteres, procu-ra desde el principio hasta el finalque los dems piensen y no repi-tan por s mismos, y se formen atravs de su afirmacin como hom-bres. Es una meditacin que se ela-bora a partir de la informacincientfico-social y de la experienciaobservacional sobre la representa-cin social que desempeamosinhumanamente los humanos en lossistemas sociales en que vivimos. Los autores, que le acompa-an en su lcido viaje, son entreotros: Habermas, Bachelard, Le-court, Nietzsche, Marx, Cioran,Weber y Foucault. Aunque, enhonor a la verdad, la obra lleva elsello de su autor.

    Constituye un ejemplar id-neo y un til instrumento tantopara la iniciacin de los profanoscomo para los especialistas. Aportaalgo que, hoy en da, es fundamen-tal para formarse-hacindose y nodeshacindose como suele ocurrir, ydicha aportacin no es otra cosaque la potencializacin y motiva-cin de la curiosidad cientficaintegral. Aqu se deja notar la expe-riencia docente del autor y su sensi-bilidad para recoger de la realidad atravs de su mirada, todo aquelloque los alumnos no domesticadospresentan como resultado de suestar y vivir la realidad social.

    Este libro contribuye a disi-par una serie de dudas y, al mismotiempo, permite comenzar la nece-saria huida del vaco en que nosencontramos. Es una produccinabierta y concreta donde las abs-tracciones son tan slo el vehcu-lo utilizado para dominar lo concre-to y mostrarlo tal como es. A pesarde la problemtica y complejidaddel tema que se trata es un volu-men que resulta claro, preciso,riguroso, ameno y eminentementepedaggico.

    Concretamente, la filosofa yla sociologa deben abandonar sufuncin compatibilizadora en rela-cin a la realidad establecida. Porotra parte creo que es acertado yconveniente relacionar las proposi-ciones tericas con la realidad totalque se describe y no desconexionar-las como estamos haciendo desdetiempos inmemoriales.

    A partir del conocimiento dela situacin, se nos muestra cul es282

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    la circunstancia y condicin de laciencia social y el papel que en estacoyuntura tiene que desempear yjugar la filosofa; es decir, seracicate y revulsivo del pensamientocientfico-social frente a las hordasneoconservadoras que nos invadene intentan asfixiar intelectualmente. A muchos posedos anel recurso de la objetividad lesparece un medio suficiente y ade-cuado que garantiza eficazmente laimparcialidad de sus escritos ytransmisiones. Ante esta actitudque facilita la cada en el dogmatis-mo e intransigencia; ante este ries-go, Filosofa de las ciencias socia-les es un recomendable antdoto ycorrectivo, pues disidente de formaalevosa de las visiones, concepcio-nes y doctrinas que intentan impo-ner un nico, unilateral, exclusivo yabsoluto criterio sobre la realidadsocial. Es evidente que la pretensinde mantener como vlidas posicio-nes dogmticas y definitivas enciencias sociales es un productopatolgico derivado del intento ins-titucional y acadmico por mono-polizar, a partir de su administra-cin, el control de lo que es objeti-vo y verdadero en los anlisis quese realizan sobre las cuestionessociales. Las facultades de la objetivi-dad en ciencias sociales son limita-das, de ah que sea un anacronismoacudir a la susodicha objetividadcomo recurso que de por s garanti-za de manera suficiente la imparcia-lidad. La realidad por suerte!es compleja, problemtica y, ade-

    ms, cambiante: se resiste, por supropia naturaleza humana, a serencasillada y definida definitiva-mente. Las formulaciones o defini-ciones sobre lo social y humanonecesariamente tienen que partirdel supuesto de su reduccin, par-cialidad y en consecuencia de surelativa fragilidad. Por eso, a partirde la obra que hemos analizado,muchas producciones sociolgicas yfilosficas dejan de ser relevantespor su eximiedad, en la mayora delas ocasiones, le haba/ha sido adju-dicada a partir de su reverencia a ladominacin establecida. Es curioso que ya, tambin,para los profanos existan dudas encuanto al sentido y funcin de lasciencias sociales: si el conocimientoque reportan las ciencias socialessirve para conocer y descubrir porqu slo se suele utilizar aquelconocimiento que es el que fun-ciona encubridor? Esta, y nootra, es la tesitura en que seencuentran nuestras ciencias:

    1. El potencial liberador quesuponen muchos de los conoci-mientos logrados permanecen inac-tivos, silenciados u ocultos.2. Las ciencias sociales tan slomanifiestan, prcticamente, sus posi-bilidades para dominar y controlar.Sin embargo, no seamos inge-nuos, la cuestin est en que lasciencias sociales son, por el momen-to, ciencias administradas, cienciasideolgicas, ciencias comprometi-das.De todo esto se deduce que lafuncin emancipadora (latente) de-

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    CRITICA DE LIBROSbe o tiene que ser liberada so penade permanecer en la estructural cri-sis y conservadurismo galopanteque recorre de una a otra todas lasciencias sociales.Es esta una obra viva y valgala expresin que produce entu-siasmo y el consecuente optimismofrente al pesimismo interesado quetanto abunda. No slo est henchi-do de esperanza en una posiblereconversin sino que resulta ins-lito y novedoso ante la uniformidady disidencia obsoleta.

    Adems, y esto es de destacar, esun texto atrevido porque sin cesar

    golpea contra las formas que defor-man. No hay concesiones a la ret-rica o a cualquier configuracin deocultamiento.En Filosofa de las cienciassociales no aparece ni un solo atis-bo de dogmatismo, hecha la excep-cin del referido a la necesidad deconseguir unas ciencias socialesacordes con los actuales conoci-mientos y de esta manera facilitar eldesarrollo y plenitud del hombre o,en su defecto, dificultar la omni-presente dominacin.Manuel Jos RODRGUEZ CAAMAO

    Varios autores(bajo la direccin de NONNA MAYER y PASCAL PERRINEAU)Le front national a decouvert(Pars, Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, 1989)

    Las ltimas parciales de Dreux yMarsella donde por primera veztuvieron que unirse en segundavuelta desde gaullistas a comunistas,para intentar evitar la eleccin delcandidato frentista no hacen sinopatentizar que una sbita emergen-cia, se ha convertido en rpida pro-gresin. Vaya por delante que elvolumen de la PNFSP, donde hancolaborado politlogos, socilogosy psiclogos, es de un rigor y crea-tividad, que resultan casi inditoshasta ahora en la hojarasca de tpi-cos histricos, clichs y estereotiposa los que se recurra usualmente,sin haberse acercado en lo msmnimo a un estudio, ni siquieraaproximado, de la compleja proble-

    mtica que encierra el crescendoneofascista.El prlogo de R. Remondes casitambin una conclusin. Comienzaavisando sobre el peligro de preci-pitadas predicciones de observado-res e investigadores, que despus deun eclipse de una veintena de aos,haban pronosticado la desaparicindefinitiva de esta tendencia, y adeducir de esta situacin que losfranceses estaban curados de todatentacin extremista. De la obra seintentan extraer dos lecciones. Laprimera que aunque en polticanada es inintiligible, no necesaria-mente su explicacin es puramenteracional. En poltica los comporta-mientos no estaran regidos por un

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    clculo de maximalizacin de bene-ficios; por el contrario puedenintervenir tambin desde los re-cuerdos, a lo largo de toda unatrama psicolgica, hasta lo onrico...La segunda leccin es que no hayun nico principio de explicacin;el xito de un fenmeno es elresultado de una pluralidad de fac-tores convergentes. Esto lo com-probamos en el caso del FN, desdela primera aproximacin en tornoal electorado que aglutina varioscomponentes diferentes: desde layuxtaposicin de un ncleo politi-zado con fuerte contenido ideolgi-co, hasta una masa que ordinaria-mente no se interesa por la poltica,y cuya adhesin tiene el significadode un voto de protesta global, puesel FN habra tomado el relevo delPCF en el ejercicio de la funcintribunicia.La comparacin con la experien-cia de otros pases sugiere otrareflexin importante: las condicio-nes para el xito del FN se encon-traban reunidas en otros pases, ysin embargo stos no han conocidofenmeno anlogo. Y viceversa,condiciones distintas han conlleva-do fenmenos de parecida caracte-riologa antisistema. Signo de que enpoltica no hay causalidad mecnica,y presuncin de que los hechospolticos expresaran la singularidadde la historia y cultura nacionales.Dentro de las tradiciones polticasfrancesas, el FN asocia un compor-tamiento de protesta global y unapreferencia nacionalista. Es la posteri-dad de la derecha que Sternhell ha-br bautizado como revolucionaria.Encontraremos en los temas del FN

    las dos caras del nacionalismo: unaadhesin sincera a la identidadnacional, el culto de su pasado, unajusta apreciacin de su originalidad,pero tambin el revs de estos sen-timientos, un miedo por todo loque pueda alterar su pureza, lainquietud por el futuro, un nacio-nalismo de exclusin.El xito del FN podr encontrarotra explicacin en la mutacin queha modificado el rostro de Franciaen los ltimos veinte aos. Expresaun rechazo de este cambio y unareaccin contra sus consecuencias.Canaliza la inquietud, el desencantode todos los que no reconocen ya lasociedad en la que haban crecido ylos valores con los que estn identi-ficados. El libro muestra que el FNes una consecuencia de una urbani-zacin precipitada y contradictoriosefectos caticos que no han sidoprevistos ni corregidos. A este res-pecto el xito del FN est prximoal pujadismo, que era tambin unaprotesta contra ciertas formas demodernizacin; incluso puede re-presentar ciertas analogas con el mo-vimiento de protesta de Mayo-68.Fenmeno que traduce en cualquiercaso las incidencias de la mutacinsocial, de una general proyeccin dedesencanto colectivo y de rplica ala actual situacin/frustracin delEstado del bienestar.

    Origen y formacin del FN:1972-1981 (J. Y. Cam us)Fundado oficialmente en Pars el5 de octubre de 1972. Actualmentees la ms antigua formacin de

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    extrema derecha activa, bajo unadenominacin que no ha cambiado.Durante este perodo, el FN es unmovimiento dbilmente implantadoy estructurado, no pudiendo encar-nar la totalidad de una derechanacionalista fragmentada en variastendencias. Delimitaremos a conti-nuacin las diferentes etapas de suevolucin ideolgica y organizativapara poner de relieve las rupturasestratgicas y los conflictos decorrientes internas que la han agita-do hasta convertirse en un partidopoltico inserto en el juego parla-mentario.La creacin del FN es una inicia-tiva de los dirigentes de OrdreNouveau, movimiento nacionalistafundado en 1969 despus de ladisolucin de Occident, rompiendocon la prctica nicamente activistade este. ON quera convertirse en elfederador de la derecha nacionalis-ta, crnicamente dividida y privadade aparato poltico desde la disolu-cin de los Comits Tixier-Vignan-court en enero de 1966. Se queraimitar el xito electoral del MSIque haba alcanzado en 1972 su scoremximo. Retrospectivamente el FN,de 1988 aparece como una sntesisde tres corrientes de la extremaderecha: el activismo Jeune Nation,Occident, Ordre Nouveau, Parti ForcesNouvelles (PFN), el antigaullismo dederecha (OAS , Alliance rpublicainepour les libertes et le progrs), y la ten-dencia solidarista-integrista (Mouve-ment jeune revolution / Groupe actionajeunesse / Chrtiente-solidante)].El primer programa frontista,salido de un compromiso entre losN R (Nacional revolucionarios) y las

    facciones ms conservadoras apare-ce en el nmero de noviembre de1972 en Le National. Afirmndosecmo la derecha social, popular,nacional, se plantea como una alter-nativa al gaullismo y al comunismo,abogando por una tercera va entrelucha de clases y monopolios.Denuncia los escndalos poltico-financieros y la decadencia delpoder. Su programa econmico noretoma las ideas intervencionistasde ON, sino que reclama la reduc-cin al mnimo estricto del sectorpblico y nacionalizado, as comoel confinamiento del Estado a supapel de arbitro en los conflictoscategoriales. F. Duprat le asignaraal FN el papel de ser receptculode todos los descontentos. Ladefensa del pequeo comercio y ladifusin de la propiedad por elmutualismo sern las ideas-fuerzadesde su creacin. El FN de 1972se opone a la inmigracin salvaje enla medida en que pone en peligrola salud de los franceses, y desarrai-ga a los inmigrados. Califica a losresidentes extranjeros de minorasinasimilables, sin establecer unarelacin automtica entre inmigra-cin y paro. En el dominio de lapoltica exterior y de las institucio-nes, proponen la instauracin de unrgimen presidencialista y del es-crutinio proporcional. En las legis-lativas de 1973, ON redactara unmanifiesto titulado Defender a losfranceses, cuya idea fuerza sera lamovilizacin de los sectores sanosdel pas frente a la decadenciamoral, de las instituciones y delprestigio nacional. Se tratara deuna copia de la toera de los cuerpos

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    sanos del MSI en Italia: bsqueda deapoyo en el ejrcito, la polica, elclero antiprogresista, los antiguoscombatientes, la juventud. El 4 demarzo los candidatos del FN, en sumayor parte miembros de ON, noobtienen ms que un 1,32 por 100de los sufragios.El perodo de 1974-78 es el desa-rrollo de un verdadero partido dela derecha nacional dotado de es-tructuras regionales, de una pren-sa regular y de rganos dirigentes.Para acrecentar su audiencia deberutilizar la reserva militante, que sonlos grupsculos NR. De esta formase constituirn en su seno tenden-cias como en el MSI. 1974 es unao clave marcado por la llegada deDuprat. Este articula la estrategiadel FN en torno a tres polos: elantiparlamentarismo y la oposicinintegral al sistema democrtico, laautorizacin para todo afiliado alFN de pertenecer simultneamentea cualquier otra formacin nacio-nalista, la aceptacin de negociacio-nes puntuales con cualquiera quese preste en escrutinios locales ynacionales, de hacerse complemen-tario de las pequeas formacionesde extrema derecha implantadaslocalmente. Aunque el FN se bene-ficia del apoyo de los grupos NR,el FN bajo la presin de una partedel aparato, llev a cabo un virajeideolgico de tipo populista (1978).El Frente denuncia la arbitrariedadfiscal, la influencia destructora delos sindicatos polticos en la empre-sa y el estatalismo. El liberalismoeconmico que defiende tiende adar espacio a la iniciativa personal,a favorecer las pequeas y medianas

    empresas, a limitar los gastos deproteccin social y el impuestosobre la renta. Busca un electoradode comerciantes y artesanos, depequeos empresarios y empleados,que reprochan a Giscard sus relacio-nes con el mundo financiero, y a losneogaullistas su timidez en la polticasocial.A finales de 1981 puede hacerseun balance; electoralmente el FNrepresenta menos de un 1 por 100de los votantes; sin embargo, haconseguido en menos de diez aoshacer cohabitar hombres venidos dehorizontes polticos heterogneos,dotarse de un lder que no disponeen el seno del partido ni en el con-junto de la extrema derecha de nin-gn adversario, y de un embrin deaparato. Su tctica ser la oposicinresuelta y sin matices tanto al socia-lismo como al liberalismo, dejandode ser una fuerza de apoyo paraconvertirse en el epicentro de unaderecha en plena recomposicin.La proliferacin de clubs de reflexinle permitir aumentar su presenciaen los medios socioprofesionales yla desaparicin progresiva del PFN,har de l el nico componenteestructurado del neonacionalismo.

    Etapas de su implantacin electoral1972-1988 (R Perrineau)La revuelta de mayo del 68 y la

    explotacin del miedo al desordenno beneficiaran a la extrema dere-cha, que recoge penosamente el 0,1por 100 de los votos de las legisla-tivas de 1968. El empuje regular dela izquierda en los aos setenta no287

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    favorecer a una corriente polticaque en indiferencia general se hadotado de un nuevo partido en1972. Cuando se crea el FN suobjetivo prioritario ser federar va-rios grupsculos de extrema dere-cha, a fin de ir pesando electoral-mente. En las elecciones de 1973obtiene el 0,52 por 100 de losvotos. Incluso a este bajo nivelelectoral vamos a ir encontrandouna estructura geogrfica carac-terstica: el litoral mediterrneo, elSuroeste, el valle del Loira Medio yla regin parisina. En las eleccioneseuropeas de 1979 la lista de laEuroderecha consigue un resultadomodesto, 1,3 por 100. En las legis-lativas de 1981 la extrema derechano atrae ms que el 0,4 por 100 delos votos. Importante resear quela llegada de la izquierda al po-der no desencadena inmediatamenteningn avance de la extrema dere-cha en el cuerpo electoral. En lasmunicipales de marzo de 1983 laextrema derecha recoge un 0,1 por100. Estos mediocres resultados nodeben ocultar algunos buenos resul-tados en Marsella y en el sector 20de Pars.Septiembre de 1983: el hito enDreux un terreno trabajado porlos esposos Stirbois.La lista delFN obtiene 16,7 por 100 de losvotos. La lista RPR-UDF opta porfusionarse con la lista del FN parabatir a la lista de izquierdas. Habrsido la rampa de lanzamiento. Enlas elecciones europeas de 1984alcanza un 11,2 por 100 y ms dedos millones de electores. Ahora elelectorado de extrema derecha tie-ne una estructura de implantacin

    geogrfica diferente del pujadismo yde las tierras del voto Argeliafrancesa en 1984 aun guardando elbastin de la costa mediterrnea,la extrema derecha se implanta enla Francia urbana del SE, del E ydel N. El voto de extrema derechano traduce los esquemas de unaFrancia pasada, sino la insatisfaccinde una Francia urbana y modernatocada por la crisis. La geografade implantacin cubre a la vez tie-rras de derecha (E y Alpes del N)y tierras de izquierdas (Languedoc,Provence). La lgica de implanta-cin es ms social que poltica. Va ahaber poca relacin entre la evolu-cin de la derecha clsica de 1981-84 y el nivel del Frente en 1984.Tampoco entre la evolucin de laizquierda y el nivel del FN. S quehay fuertes conexiones entre ciertascaractersticas sociales (urbanizaciny tasa de poblacin inmigrada) eimplantacin del voto FN. Laszonas de fuerza del FN pertenecena la Francia de las grandes metr-polis urbanas y con importantesconcentraciones de poblacin inmi-grada. El terreno de eleccin delFN es el de las grandes aglo-meraciones cosmopolitas: Roubaix-Tourcoing, Pars y la regin parisi-na, Nancy-Metz, Lyon-Saint Etien-ne, Montpellier, Marsella, Niza.En las elecciones cantonales demarzo de 1985 obtiene el 8,8 por100 de los sufragios emitidos. Enestas elecciones cantonales el FNmuestra que hay que contar con l,pues su poder permite impedir ofavorecer la eleccin de los candi-datos de la derecha tradicional msque permitir la eleccin de los

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    suyos propios. En vsperas de laselecciones de 1986 se puede consta-tar que la extrema derecha registradesde hace dos aos buenos resulta-dos, pero nicamente en eleccionesintermedias sin importancia nacio-nal decisiva. A pesar de que seproduce un voto til a favor de laderecha, y Le Pen pierde un terciode sus electores que se unen a laderecha clsica, el FN atrae el 9,6por 100 de los votos emitidos yentra en 21 de los 22 consejosregionales, con ms de 130 conseje-ros regionales, y asegura la victoriade la derecha clsica en la presiden-cia regional de seis regiones. Aunsiendo la eleccin presidencial pocopropicia para la expresin electoralde candidatos extremistas, el 24 deabril de 1988 con 4.367.269 votosun 14,4 por 100 de los sufragiosemitidos Le Pen establecer elrcord histrico de implantacinelectoral de la extrema derecha.El FN sacara su sustancia electo-ral de todas las corrientes polticas.Contrariamente al pujadismo de1956, encerrado en su bastin depequeos trabajadores independien-.tes, o del tiexerismo de 1965 refleja-do en un electorado de pieds noirsy de algunos nostlgicos de la Fran-cia colonial, el lepenismo de 1988hunde sus races en todos losmedios sociales, realizando la snte-sis entre el pujadismo de antao yla protesta obrera. La inmigracin,la inseguridad, la nomia, el desarrai-go y la degradacin de las formasde vida inquietudes urbanasexplican el alto nivel alcanzado enalgunos departamentos. En aquellosdonde las capas medias son todava

    numerosas la temtica antifiscal yantiestatal del FN ha seducido a unelectorado pujadista. La recupera-cin de una herencia nacionalista seha dado ms fcilmente conformeel movimiento gaullista ha evolu-cionado al liberalismo y al euro-pesmo. En las legislativas del 5 dejunio de 1988 rene 9,8 por 100 delos votos; este reflujo se ha debidoa una oferta poltica de apuestamuy partidista, a la fuerza de lalgica de los notables en el marcode un escrutinio mayoritario a dosvueltas y a la estrategia de candida-tura nica adoptada por la URC.Una parte del electorado de Le Penprotestario en las pasadas eleccio-nes, venido de la abstencin, leretira el voto. El rencor frente a laclase poltica tomar dos formas: elvoto Le Pen en las presidenciales yla abstencin en las legislativas.Contrariamente a las legislativas de1986 donde haba atrado a notablesde la derecha tradicional, en 1988sera sorprendido por la precipi-tacin de la convocatoria gene-ral, elaborando rpidamente una lis-ta de candidatos muy militantes.A finales del ao 88 numerosasvariables van a favorecer la erosindel FN: la sucesin de elecciones deescrutinio mayoritario, la nuevaactitud de firmeza del RPR-UDFque intentan aislar al FN, la debili-dad y las divisiones internas delaparato del FN (sindole difcilpresentar candidatos teniendo unacierta notabilidad) y, finalmente lacrispacin del partido sobre temas yactitudes de polmicas internas/eternas en la extrema derecha. Sinembargo, la lgica social, la crisis

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  • 7/29/2019 La Maquina Burocratica Electivas Entre Weber y Kafka

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    econmica y su cortejo de efectossociales que subyace en la implan-tacin electoral del FN, junto conla crisis de representacin polticaque evidencia la incapacidad de inte-gracin de los electores por losgrandes partidos, van a permitirsegn Perrineau que el fenme-no FN, pueda mantener su vigen-cia. Dreux y Marsella han demos-trado el acierto de su anlisis.

    Un nuevo actor poltico (P Ignazi)A mitad de los aos ochentala estabilidad del sistema polticofrancs es cuestionada por la apari-cin sorprendente del FN. El Fren-te no es un nuevo partido, sus

    dbiles resultados electorales y unapresencia poltica insignificante lehan relegado durante mucho tiem-po a los grupsculos de extremaderecha. El FN se presentara en laselecciones de 1972 con el ambicioso