La Mano de La Hormiga

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A n t o n io F e r n á n d e z L a m a n o d e L o s c u e n to s m á s b re v y d e l a s l it e r a tu r a FUGAZ ediciones universitarias M a d r i d 1 9 9 0 Escaneo y corrección de Kitiara333. 18-03-2003

Transcript of La Mano de La Hormiga

A n to n io F e rn n d e z F e rre r

L a m a n o d e la h o rm ig aL o s c u e n to s m s b re v e s d e l m u n d o y d e la s lite ra tu ra s h isp n ic a s

FUGAZediciones universitarias

M a d rid 1 99 0

Escaneo y correccin de Kitiara333. 18-03-2003

FUGAZ/EDICIONESDIRECTORES DE LA COLECCIN:

SCAR L. AVALA - JESS CAETE

LA REALIZACIN DE ESTE LIBRO HA SIDO POSIBLE GRACIAS A UNA AYUDA DEL PROGRAMA JUVENTUD UNIVERSIDAD PROMOVIDO POR LA SECRETARIA DE ESTADO DE UNIVERSIDADES E INVESTIGACIN (MINISTERIO DE EDUCACIN Y CIENCIA), EL INSTITUTO DE LA JUVENTUD (MINISTERIO DE ASUNTOS SOCIALES) Y LA UNIVERSIDAD DE ALCAL DE HENARES

De la Edicin Fugaz/Ediciones Del Prlogo y Seleccin Antonio Fernndez Ferrer ISBN 84-86981-33-6 Fugaz/Ediciones Servicio de Publicaciones UNAHE Plaza San Diego, s/n 28801 Alcal Depsito Legal: 44.800-1990 Fotografa de portada Grao de Polen en el microscopio electrnico de Ton) Andrade y Antonio Prego / Contraportada. Manuscrito de Augusto Monterroso / Fotocomposicin: Lufercomp / Impresin Gradeas Algoran

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La mano de la hormiga

y que un libro puede reducirse a la mano de una hormiga porque puede amplificarlo la idea y hacerlo el universo. JUAN RAMN JIMNEZ

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Si tenemos en cuenta el origen de la palabra literatura que, como se sabe, tiene que ver con el latn littera ("letra"), el texto literario ms breve fue escrito, en 1957, por Frangois Le Lionnais y se titula "Reduccin de un poema a una sola letra": T. Para que nadie sospeche que este rcord literario es slo una broma, Harry Mathews, amigo y compaero de grupo de Le Lionnais, ha escrito una ingeniosa "Explicacin de texto" que nos descubre sorprendentes significados en tan concisa obra. Por otra parte, el mismo Frangois Le Lionnais compuso, tambin, un poema de una sola palabra: Fenouil. Y a fin de que en nuestra literatura tampoco falte el poema de una sola palabra, escribo a continuacin uno, flor y splica amorosa a la vez: Nomeolvides. Breve, pero no tanto, aunque incomparablemente ms bello, es el poema de Giuseppe Ungaretti titulado "Una colomba" ("Una paloma"): D'altri diluvi una colomba ascolto. (De otros diluvios una paloma oigo). Por mi parte, siempre he pensado que, digan lo que quieran don Honorio Bustos Domecq y su admirado Loomis, un cuento no poda reducirse al escaso espacio de una palabra, sobre todo recordando la afirmacin de Tzvetan Todorov, sesudo terico para quien "todo relato es movimiento entre dos equilibrios semejantes pero no idnticos" Aunque, no hace mucho, Antonio Muoz Molina me cont el relato ms breve que, por el momento, ha llegado a mis odos. Antonio recordaba haberlo ledo en un tebeo granadino, Don Pablito, y deca as. Lluevo. Sin abandonarme la duda de que esta nica palabra de cinco letras pueda bautizarse como relato o como poema, improvis, tentado por la deformacin profesional, posibles comentarios de "Lluevo" sin ir ms lejos, podra ser todo un perfecto concentrado del famoso poema de Verlaine, la tercera de las Anettes oublles, que comienza, "II pleure dans mon coeur/comme il pleut sur la ville" ("Llueve en la ciudad/como llueve en mi corazn")., o, en tiempos precolombinos, una declaracin prepotente del mismsimo Tlloc, el dios azteca de la lluvia. Si recordamos que el Zeus homrico "llueve" (Zeu? W), slo tenemos que poner el verbo en primera persona. En realidad, el relato microscpico ms justamente famoso de las literaturas hispnicas, y posiblemente del mundo, es el que aparece en la obra titulada Obras completas (y oros cuentos] del escritor guatemalteco, afincado en Mxico, Augusto Monterroso. Cuando despen, el dinosaurio todava estaba all. 4

Por cierto que, aun con el nesgo de enturbiar las onricas, prehistricas o terribles evocaciones que suscita tan magistral microrrelato, voy a aprovechar la ocasin para transcribir un fragmento de conversacin con Juan Jos Arrela, en el que el escritor mexicao me cont el origen, concreto y prosaico, del famoso cuento del dinosaurio, ...vivamos all, en aquel departamento tan chico, tres amigos. Ernesto Meja Snchez, Jos Durand y yo; y uno de ellos tena necesidad de comunicacin, siempre tena que contar todo lo que le pasaba en el da Generalmente, en ese momento de su juventud, eran penalidades de carcter amoroso; l batallaba mucho con esto y nos desvelaba, y a veces cuando ya estbamos nosotros dormidos Meja en el cuarto y yo en el hall en su camastro, muy moderno pero camastro al fin, llegaba este hombre, a veces en la madrugada, y entonces haca que se tropezaba y ya despertaba uno: "Ay!, qu te pasa, Jos, qu te pasa?". Y l empezaba, "Ay!, que te tengo que contar. " Y noms se sentaba a la orilla de la cama, uno estaba acostado y Durand se sentaba al lado y empezaba a contar qu le haba pasado y uno se dorma... y no sabemos si se daba cuenta o no, pero l segua all hablando y a veces uno de los dos se despenaba y estaba Jos Durand, que era muy arto casi dos metros y todava estaba a la orilla de la cama. Y un da me dijo Ernesto Meja Snchez: "Sabes que cuando despen todava estaba all este dinosaurio?". Ernesto se qued dormido y el otro no se levant. Y Tito lo saba, porque a l tambin le pasaba. La idea era que uno se quedaba dormido, y Durand, aunque te viera dormido, no se levantaba ni se iba a acostar, se quedaba el amigo all, a la orilla de la cama... Ya ves, el origen del cuento es completamente concreto, porque como Durand era muy alto, se le deca de todas las maneras: "dinosaurio", por ejemplo...1 Y ya que estamos con el entraable y siempre sorprendente Arrela, nada nos impide citar otro fragmento de una conversacin en la que el autor de Confabulario me cont el relato ms breve del mundo; cuento que, en un principio, pens aprovechar como ttulo para la presente antologa: .el cuento ms breve del mundo es una cosa de la vida real. Carlos Illescas, gran humorista, paisao de Tito Monterroso, ms viejo que Tito y que yo, estuvo de muerte y lo operaron, pero ya casi in artculo monis. Estaba en cama en el hospital, y lleg a verlo precisamente Tito, autor del hasta entonces cuento ms breve del mundo el del dinosaurio, Illescs estaba acostado, despertando de la anestesia, de una operacin mortal, ve a Tito y le dice: "Haba una vez...cula". Te das cuenta lo que dijo?: "Haba una vescula"; en realidad, en todo el mundo no se puede hacer un cuento ms breve: el hombre se haba salvado y como ya no tena la vescula, ya era el pasado. Existir tu vescula y la ma, pero la de l ya no. Y, a la vez, es el principio clsico de los cuentos: "Haba una vez.. "2.1

Las palabras de Arrela son fragmentos de conversaciones con el escritor mexicao que mantuvimos en octubre de 1985 Vase al respecto "La fascinacin coloidal de Juan Jos Arrela", El paseante, nms 15-16,1990, pgs 54-66. El propio Augusto Monterroso se ha referido a las mltiples versiones apcrifas acerca del supuesto origen del cuento "El dinosaurio", texto que, en realidad, se tratara ms exactamente de una micronovela Vase, sobre el particular, el libro de Wilfrido H Corral, Lector, sociedad y genero en Moterroso, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1985, pgs 88-89 2 En un primer momento pens titular esta antologa Erase una vezcula, pero, en una sobremesa amistosa, Brbara Jacobs y Augusto Monterroso, comentando el tema, me convencieron de que La mao de la hormiga ttulo que haba pensado nicamente para el prlogo era francamente preferible para bautizar el libro entero, sobre todo teniendo en cuenta otros microrrelatos "chistosos" tales como "Haba un-a-vez-truz", ya muy manidos en Mxico

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En una de sus magistrales reseas la que dedic, en 1842, a los Twice-Told Tales de Hawthorne Edgar Allan Poe comenta las ventajas del cuento y del poema con respecto de la novela, subrayando especialmente que sta "como no puede ser leda de una sola vez, se ve privada de la inmensa fuerza que se deriva de la totalidad". A partir de entonces, la historia de la crtica literaria, de una u otra forma, ha venido reiterando o intentando discutir, no siempre con buen tino, las caractersticas y ventajas fundamentales del relato que Poe seal, brevedad, intensidad, economa, unidad de efecto y desenlace imprevisto. Pero el relato microscpico no slo puede leerse, como quera Poe, "at one sitting" en una sentada, en una sesin, sino que puede gozarse en su totalidad de una mirada, de un vistazo, de un tirn. Por su parte, Horacio Quiroga, autor de su conocidsimo e irnico "Declogo del perfecto cuentista" donde define el cuento diciendo que es como la "novela depurada de ripios", sealaba como longitud media de un relato las tres mil palabras-equivalentes a doce o quince pginas de formato comn . Poe haba recomendado como duracin media para la lectura de un relato entre treinta minutos y dos horas. En su ltima obra, algo as como un testamento inacabado, Italo Calvino subray entre las cualidades esenciales que la literatura debe legar al prximo milenio que se avecina, la rapidez ("Rapidit", "Quickness"). En pginas inolvidables, Calvino nos obsequia con ejemplos y observaciones sobre la agilidad de lo breve que tan perfectamente se identifica con el apresuramiento de la poca que nos ha tocado sufrir. Por ello, sin duda, el cuento breve ha llegado a batir, en los ltimos tiempos, marcas que Poe no sospech. As, por ejemplo, en 1983 la Editorial Bantam publicaba una recopilacin realizada por Irving Howe e Ilana Wiener Howe con el ttulo de Short Shorts. An Anthology of the Shortest Stones. En la introduccin de esta inspirada antologa, Irving Howe nos habla de su concepto de la "short short story", la cual tendra, como mximo, unas dos mil quinientas palabras, mientras que la cantidad correspondiente a un relato consuetudinario tendra, en su opinin, de tres a ocho mil. De hecho, los relatos ms largos de su recopilacin son "Aliosha el puchero", de Len Tolstoi y "Un minero enfermo" de D.H. Lawrence ocho pginas cada uno, mientras que el ms corto es "El eclipse", de Augusto Monterroso dos pginas. En 1986 Robert Shapard y James Thomas recopilaron con el ttulo de Sudden Fiction. American Short-Short Stones, setenta relatos "ultracortos" (Jess Pardo, traductor al castellao, le puso el acertado ttulo de Ficcin Sbita. Relatos ultracortos norteamericaos) de los mejores escritores estadounidenses de las dos ltimas dcadas (aunque, excepcionalmente, tambin se incluyen relatos brevsimos de Hemingway, Langston Hughes, Tennessee Williams o Ray Bradbury). La longitud media de estos cuentos es de tres pginas. Y la antologa contiene una introduccin y eplogos con enjundiosas observaciones sobre el tema. Pero en la recopilacin que el lector tiene ante los ojos en este preciso momento, la extensin es todava ms reducida que en las dos selecciones citadas: en las pginas siguientes pueden encontrarse textos de una sola lnea, la mayora no llega a las diez, y, excepcionalmente, ocupan una pgina entera, He procurado escoger no ya relatos "short-short", sino "short-short-short..." o cuentos microscpicos. Y hasta cierto punto, podemos pensar que la unidad bsica, en marcadora de estos textos mnimos, no es otra que la pgina, la abismal y legendaria "pgina en blanco". La pgina nica como unidad

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respiratoria del manuscrito literario; la lectura instantnea, de "un tirn", abarcadura de todo un relmpago narrativo que se percibe en su mnima expresin posible, pero con la mxima intensidad. Un precioso texto juanramoniao nos sirve de divisa para nuestra antologa: CUENTOS LARGOS Cuentos largos/! tan largos! De una pgina! Ay, el da en que los hombres sepamos todos agrandar una chispa hasta el sol que un hombre les d concentrado en una chispa; el da en que nos demos cuenta de que nada tiene tamao, y que, por lo tanto, basta lo suficiente; el da en que comprendamos que nada vale por sus dimensiones y as acaba el ridculo que vio Micromega y que yo veo cada da; y que un libro puede reducirse a la mao de una hormiga porque puede amplificarlo la idea y hacerlo el universo!3. La observacin de Juan Ramn Jimnez me parece absolutamente decisiva para el tema que nos ocupa: "basta lo suficiente". Desde Poe, los crticos y escritores han elucubrado acerca de la extensin conveniente del relato cannico, de sus diferencias exactas de tamao con respecto de la novela. Pero ya el mismo Poe nos da la clave: "La brevedad indebida es aqu tan recusable como en la novela, pero an ms debe evitarse la excesiva longitud". En realidad, el relato microscpico tambin tiene que ser, como todo texto literario, autosuficiente, sin que en los ejemplos ms perfectos falte ni sobre una sola letra. No se trata de ganar ningn campeonato, y no olvidemos que Borges nos previno tambin contra la "charlatanera de la brevedad" Si los textos hablasen, el cuento brevsimo, con sus palabras justas, absolutamente trabado, podra decir lo mismo que aquel diminuto perrillo faldero de la fbula que nos cuenta Ambrose Bierce el "gringo viejo", ya saben, gozquecillo, que, al ser increpado por un orgulloso len que se burlaba de su escaso tamao, le contest "S, pero soy todo perro" De manera anloga, el texto breve, el "textculo" por utilizar la expresin de Raymond Queneau que despus recogi Alejandra Pizarnik, cuando logra sus mejores calidades, es todo literatura, concentracin cristalina de la capacidad de seduccin que caracteriza al mejor de los artificios literarios. Pensemos, por otra parte, que en la teora literaria, en la crtica y en el sentir general, el cuento "habitual" digmoslo as, para entendernos slo adquiri carta de prestigio cuando ya haca dcadas que se haban publicado algunos de sus mejores exponentes de la literatura contempornea, y todava en la actualidad no falta quien est firmemente convencido de que el relato ocupa en el sistema de valores de la literatura un lugar ancilar, secundario, con respecto de la novela. Es ley, al parecer, de los prejuicios culturales A la novela le ocurri tres cuartos de lo mismo en relacin con los gneros consagrados por la Retrica clsica, durante siglos, como ms sublimes. En este sentido, creo que no sera vao advertir de un nesgo de apreciacin la idea de que el tipo de relatos que a continuacin se recogen constituyen resmenes de cuentos, algo as como relatos enaos o embriones de textos ms perfeccionados Por el contrario, estoy convencido de que el texto ultrabrevsimo es una modalidad literaria autnoma, de talante especfico y singular. Desde tiempos inmemoriales podemos encontrar en las diversas culturas gneros emparentados con el relato microscpico el cuento popular brevsimo, el chiste, los "tantanes" ("Era tan tan"), la ancdota, la fbula, la parbola, el3

Juan Ramn Jimnez, Historias y cuentos, seleccin de Arturo del Villar, Barcelona, Bruguera, 1979,pg 137

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kon zen, los relatos sufes, las tradiciones hasdicas aunque en los dos ltimos siglos es cuando el texto brevsimo encuentra sus modalidades ms estimables y frecuentadas, de ah, que reduzca su seleccin a este perodo4 Mximos vindicadores del texto brevsimonarrativo o no son, ante todo, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, primero en la seccin, firmada con seudnimos, que se titulaba "Museo" y que apareca, all por 1946, en la revista portea Los anales de Buenos Aires, dirigida por el autor de El Aleph. Muchos de estos textos pasaron, ms tarde, a la magistral antologa Cuentos breves y extraordinarios (1951). Digamos tambin que la literatura hispaoamericana contempornea ha sido particularmente generosa en escritores consagrados, con singular maestra, a los relatos brevsimos, hasta el punto de hacernos pensar si acaso no se trata de una particularidad diferenciados. Tan slo una nmina apresurada nos bastar para corroborarlo. Enrique Anderson Imbert (Crdoba, Argentina, 1910}, Juan Jos Arrela (Zapotln, Mxico, 1918), Rene Aviles Fabila (Ciudad de Mxico, 1950), Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires, 1914), Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1985), Julio Cortzar (Bruselas, 1916-Pars, 1984), Marco Denevi (Buenos Aires, 1922), Elseo Diego (La Habana, 1920), Eduardo Galeao (Montevideo, 1940), lvaro Menn Desleal (El Salvador, 1931), Augusto Monterroso (Guatemala, 1921), Julio Torn (Mxico, 18981970), entre tantos otros. Sin embargo para encontrar un cultivador espaol asiduo de tan singular modalidad narrativa, nos hemos de reducir, en esta como en tantas otras de sus innumerables aportaciones literarias, a Ramn Gmez de la Serna y a casos excepcionales como el de mi tocayo Antonio Fernndez Molina (Alczar de San Juan, 1927) y a la obra indita de Luis Mateo Diez (Villablino, Len, 1942). Confieso que, llegado a este punto, tengo serias tentaciones de ordenar mis apuntes sobre la materia y tratar por extenso acerca de las caractersticas unas evidentes, otras no tanto del relato reducido a su mnima expresin. Pero no tema el sufrido lector de este prlogo, lo dejo para una prxima ocasin, pues tan slo me referir, para concluir, a la particular belleza que encierran las formas breves. En literatura bastara decir una sola palabra japonesa "haiku". Pero pensemos en la msica la cancin de Schubert sobre el poema "Wanderers Nachtlied" de Goethe, los preludios o el vals del minuto chopmiao, la "Syrinx" de Debussy, microcanciones de Franck Zappa y aqu pongo punto final a esta introduccin "Dios te libre, lector, de prlogos largos", advierte atinadamente Quevedo en su prefacio a El mundo por de dentro y, desde luego, en ningn caso sera menos justificable la excesiva morosidad que en el presente. AFF Madrid, Alcal de Henares, 1990

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Para una microbibliografa de estudios sobre el microrrelato hispaoamericao, vase Dolores Koch. El micro-relato en Mxico Torn Arrela Monterroso y Aviles Fabila Hispamerica, num 30, 1981 pgs 123-130, de la misma autora. El micro-relato en la Argentina Borges Cortzar y Denevi, Enlace nums 5/6, diciembre 1985 pgs 913 y el reciente trabajo de Edmundo Valades Ronda por el cuento brevsimo, Puro Cuento num 21, marzo abril, 1990, pgs 28 30

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La mao de la hormiga

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EL ENVIADO Corri hacia la boca del pozo como un desesperado. De las profundas aguas de su interior, a ms de un centenar de pies de la superficie, los quejidos se hacan ms prolongados y estremecedores. Moiss se inclin sobre el brocal de piedras y asom la sudorosa cabeza por el oscuro crculo. Abajo, alguien se ahogaba. Con slo echar una soga el infeliz podra salvarse. Moiss tena en sus maos la vida de aquel hombre. Afirmndose con cuidado en las piedras, Moiss grit con decisin: "Hermao, no te angusties ms, que tu agona ha terminado!". Al escuchar este mensaje redentor el desdichado inmerso columbr un luminoso rayo de esperanza. Y con la voz ronca y entrecortada solloz con inmensa gratitud: "Gracias, Dios mo, por or mis plegarias!". Entonces Moiss, instrumento del Altsimo, cumpli la promesa que haba hecho y tomando entre sus recios brazos una pesada rueda de hierro que haba cerca, la dej caer dentro del pozo. Como no volviera a escuchar ningn otro lamento, Moiss se retir discretamente para continuar sus labores. Jess Abascal, en Cuentos cubaos de lo fantstico y extraordinario.

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EL VENGADOR El cacique Huantepeque asesin a su hermao en la selva, lo quem y guard sus cenizas calientes en una vasija. Los dioses mayas le presagiaron que su hermao saldra de la tumba a vengarse, y el fratricida, temeroso, abri dos aos despus el recipiente para asegurarse que los restos estaban all. Un fuerte viento levant las cenizas, cegndolo para siempre. Osear Acosta, El Arca (cuentos breves).

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EL REGRESIVO Dios concedi a aquel ser una infinita gracia: permiti que el tiempo retrocediera en su cuerpo, en sus pensamientos y en sus acciones. A los setenta aos, la edad en que deba morir, naci. Despus de tener un carcter insoportable, pas a una edad de sosiego que anteceda a aquella. El Creador lo decidira as, me imagino, para demostrar que la vida no slo puede realizarse en forma progresiva, sino alterndola, naciendo en la muerte y pereciendo en lo que nosotros llamamos origen sin dejar de ser en suma la misma existencia. A los cuarenta aos el gozo de aquel ser no tuvo lmites y se sinti en poder de todas sus facultades fsicas y mentales. Las canas volvironsele oscuras y sus pasos se hicieron ms seguros. Despus de esta edad, la sonrisa de aquel afortunado fue aclarndose a pesar de que se acercaba ms a su inevitable desaparicin, proceso que l pareca ignorar. Lleg a tener treinta aos y se sinti apasionado, seguro de s mismo y lleno de astucia. Luego veinte y se convirti en un muchacho feroz e irresponsable. Transcurrieron otros cinco aos, y las lecturas y los juegos ocuparon sus horas, mientras las golosinas lo tentaban desde los escaparates. Durante ese lapso lo llegaba a ruborizar ms la inocente sonrisa de una colegiala, que la cada aparatosa en un parque pblico, un da domingo. De los diez a los cinco, la vida se le hizo cada vez ms rpida y ya era un nio a quien venca el sueo. Aunque ese ser hubiera pensado escribir esta historia, no hubiera podido: letras y smbolos se le fueron borrando de la mente. Si hubiera querido contarla, para que el mundo se enterara de tan extraa disposicin de Nuestro Seor, las palabras hubieran acudido entonces a sus labios en la forma de un balbuceo. Osear Acosta, El Arca (cuentos breves).

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AUTGRAFO UN TANTO FALAZ Un galn la va desnudando con la mirada y sus maos descubren las cicatrices que la vida dej en el cuerpo de la hermosa mujer. Debajo de los levantados senos se puede leer claramente esta leyenda tipo 24 cursivo Modern Italic: "Ningn matarife te ha amado tanto como yo. Firmado, El Toto". Alfonso Alcalde, Epifana cruda.

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MI ABUELA A mi abuela, en el pueblo, todos la llamaban loca cuando se pona a decir: Yo vieron subir la luna y nos me duele el fondo de los ojos. Ahora lo dicen mis hijos, y les dan cinco en literatura. Imeldo lvarez, La garganta del diablo.

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EL CIGARRILLO El nuevo cigarrero del zagun flaco, astuto lo mir burlonamente al venderle el atado. Juan entr en su cuarto, se tendi en la cama para descansar en la oscuridad y encendi en la boca un cigarrillo. Se sinti furiosamente chupado. No pudo resistir. El cigarro lo fue fumando con violencia; y lanzaba espantosas bocanadas de pedazos de hombre convertidos en humo. Encima de la cama el cuerpo se le fue desmoronando en ceniza, desde los pies, mientras la habitacin se llenaba de nubes violceas. Enrique Anderson Imbert, El gnmono.

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Algrate. Tu deseo ha sido otorgado. Escribirs los mejores cuentos del mundo. Eso s: nadie los leer. Enrique Anderson Imbert, El gato de Cheshire.

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Algunos de los marineros que regresaban de sus largos viajes solan visitar a Simbad, el paraltico. Simbad cerraba los ojos y les contaba las aventuras de sus propios viajes interiores. Para hacerlas ms verosmiles a veces se las adjudicaba a Odiseo. "Apuesto", pensaba Simbad cuando se quedaba solo, "a que tampoco l sali nunca de su casa". Enrique Anderson Imbert, El gato de Cheshire.

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Atlas estaba parado, con las piernas bien abiertas, cargando el mundo sobre sus hombros. Hiperin le pregunt: Supongo, Atlas, que te pesar ms cada vez que cae un aerolito y se clava en la tierra. Exactamente contest Atlas. Y, por el contrario, a veces me siento aliviado cuando un pjaro levanta vuelo. Enrique Anderson Imbert, El gato de Cheshire.

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TEOLOGAS Y DEMONOLOGAS Samuel Taylor Coleridge so que recorra el Paraso y que un ngel le daba una flor como prueba de que haba estado all. Cuando Coleridge despert y se encontr con esa flor en la mao, comprendi que la flor era del infierno y que se la dieron nada ms que para enloquecerlo. Enrique Anderson Imbert, El gato de Cheshire.

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LA MONTAA El nio empez a treparse por el corpachn de su padre, que estaba amodorrado en su butaca, en medio de la gran siesta, en medio del gran patio. Al sentirlo, el padre, sin abrir los ojos y sotorrindose, se puso todo duro para ofrecer al juego del hijo una solidez de montaa. Y el nio lo fue escalando: se apoyaba en las estribaciones de las piernas, en el talud del pecho, en los brazos, en los hombros, inmviles como rocas. Cuando lleg a la cima nevada de la cabeza, el nio no vio a nadie. Pap, pap! llam a punto de llorar. Un viento fro soplaba all en lo alto, y el nio, hundido en la nieve, quera caminar y no poda. Pap, pap! El nio se ech a llorar, solo sobre el desolado pico de la montaa. Enrique Anderson Imbert, El gato de Cheshire.

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MI SOMBRA No nos decimos ni una palabra pero s que mi sombra se alegra tanto como yo cuando, por casualidad, nos encontramos en el parque. En esas tardes la veo siempre delante de m, vestida de negro. Si camino, camina; si me detengo, se detiene. Yo tambin la imito. Si me parece que ha entrelazado las maos por la espalda, hago lo mismo. Supongo que a veces ladea la cabeza, me mira por encima del hombro y se sonre con ternura al verme tan excesivo en dimensiones, tan coloreado y pictrico. Mientras paseamos por el parque la voy mimando, cuidando. Cuando calculo que ha de estar cansada doy unos pasos muy medidos ms all, ms ac, segn hasta que consigo llevarla adonde le conviene. Entonces me contorsiono en medio de la luz y busco una postura incmoda para que mi sombra, cmodamente, pueda sentarse en un banco. Enrique Anderson Imbert, Cuentos en miniatura.

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LA CUEVA DE MONTESINOS So Don Quijote que llegaba a un transparente alczar y Montesinos en persona blancas barbas, majestuoso continente le abra las puertas. Slo que cuando Montesinos fue a hablar Don Quijote despert. Tres noches seguidas so lo mismo, y siempre despertaba antes de que Montesinos tuviera tiempo de dirigirle la palabra. Poco despus, al descender Don Quijote por una cueva el corazn le dio un vuelco de alegra: ah estaba nada menos que el alczar con el que haba soado. Abri las puertas un venerable anciao al que reconoci inmediatamente: era Montesinos. Me dejars pasar? pregunt Don Quijote. Yo s, de mil amores contest Montesinos con aire dudoso pero como tienes el hbito de desvanecerte cada vez que voy a invitarte... Enrique Anderson Imbert, Cuentos en miniatura.

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MICROSCOPA Cremos que eso que colgaba de la pared era algo as como un colmillo de hipoptamo pero nuestro minsculo anfitrin explic que no, que era nada menos que su primer diente de leche. Pareca increble, pero evidentemente nuestro anfitrin debi de haber sido un gigante y estaba encogindose, ao tras ao. Ahora, cincuentn, tena el tamao de un gorgojo. Conservaba, sin embargo, su gallarda figura humana. Nos acompa hasta la calle recin llovida y antes de despedirnos lo vimos nadar vigorosamente en el aguazal. Nos grit, mientras braceaba, que la prxima vez que volviramos a visitarlo trajramos el microscopio. Enrique Anderson Imbert, Cuentos en miniatura.

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CORTESA DE DIOS Hoy yo estaba descansando, en mi rincn oscuro, cuando o pasos que se acercaban. Otro, que descubra mi escondite y vena a adorarme! En qu tendra que metamorfosearme esta vez? Mir hacia el corredor y vi a la pobre criatura. Era peludo, caminaba en dos pies, en sus ojos hundidos haba miedo, esperanza, amor, y su hocico pareca sonrer. Entonces, por cortesa, me levant, adopt la forma de un gran chimpanc y fui a su encuentro. Enrique Anderson Imbert, Cuentos en miniatura.

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LUNA Jacobo, el nio tonto, sola subirse a la azotea y espiar la vida de los vecinos. Esa noche de verao el farmacutico y su seora estaban en el patio, bebiendo un refresco y comiendo una torta, cuando oyeron que el nio andaba por la azotea. Chist! cuchiche el farmacutico a su mujer. Ah est otra vez el tonto. No mires. Debe de estar espindonos. Le voy a dar una leccin. Sgueme la conversacin, como si nada... Entonces, alzando la voz, dijo: Esta torta est sabrossima. Tendrs que guardarla cuando entremos: no sea que alguien se la robe. Cmo la van a robar! La puerta de la calle est cerrada con llave. Las ventanas, con las persianas apestilladas. Y... alguien podra bajar desde la azotea. Imposible. No hay escaleras; las paredes del patio son lisas... Bueno: te dir un secreto. En noches como sta bastara que una persona dijera tres veces "taras" para que, arrojndose de cabeza, se deslizase por la luz y llegase sao y salvo aqu, agarrase la torta y escalando los rayos de la luna se fuese tan contento. Pero vmonos, que ya es tarde y hay que dormir. Se entraron dejando la torta sobre la mesa y se asomaron por una persiana del dormitorio para ver qu haca el tonto. Lo que vieron fue que el tonto, despus de repetir tres veces "taras", se arroj de cabeza al patio, se desliz como por un suave tobogn de oro, agarr la torta y con la alegra de un salmn remont aire arriba y desapareci entre las chimeneas de la azotea. Enrique Anderson Imbert, El milagro y otros cuentos.

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Una seora francesa, leyendo una novela romntica, no pudo acabar la lectura de un captulo en que dos enamorados se decan ternezas. Y arroj el libro diciendo: "Tanto hablar estando solos...! Qu diablo esperan?" Annimo, Los titanes del ingenio.

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El mismo Sarmiento refera que se haba hecho tan general la creencia en su locura que visitando el Manicomio de Buenos Aires y llegando a un patio donde se hallaban los locos, se produjo un movimiento extraordinario entre ellos, idas, venidas, concilibulos, hasta que uno se apart del grupo, visiblemente delegado por los dems, y acercndose al Presidente con los brazos abiertos, exclam: Al fin, seor Sarmiento, entre nosotros...! Annimo, Los titanes del ingenio.

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Pelissn, preso de Estado en la Bastilla, no tena ms diversin que una araa domesticada por l. Lo supo el gobernador de aquella fortaleza y le mat la araa. Accin cruel, que fue reprobada hasta por Luis XIV, cuando tuvo conocimiento de ella. Annimo, Los titanes del ingenio.

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En Venezuela un ermitao quiso hipnotizar a un tigre para demostrar sus poderes sobrenaturales y fue devorado. Annimo, La Razn (Buenos Aires, 2, marzo, 1974).

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RARO EJEMPLO DE UN SONMBULO En Nueva York so una persona que estaba cogiendo pjaros. Por la maana al levantarse hall en su cama un nido de golondrinas. Las haba cogido la noche pasada en las vigas de su casa donde subi por una escala muy alta. Annimo, Papel Peridico de la Havana.

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LA CASA ENCANTADA Una joven so una noche que caminaba por un extrao sendero campesino, que ascenda por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardn. Incapaz de ocultar su placer, llam a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciao, con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despert. Todos los detalles de este sueo permanecieron tan grabados en su memoria, que por espacio de varios das no pudo pensar en otra cosa. Despus volvi a tener el mismo sueo en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a empezar su conversacin con el anciao. Pocas semanas ms tarde la joven se diriga en automvil a Litchfield, donde se realizaba una fiesta de fin de semana. De pronto tirone la manga del conductor y le pidi que detuviera el automvil. All, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueo. Espreme un momento suplic, y ech a andar por el sendero, con el corazn latindole alocadamente. Ya no se sinti sorprendida cuando el caminito subi enroscndose hasta la cima de la boscosa colina y la dej ante la casa cuyos detalles recordaba ahora con tanta precisin. El mismo anciao del sueo respondi a su impaciente llamado. Dgame dijo ella, se vende esta casa? S respondi el hombre, pero no le aconsejo que la compre. Esta casa, hija ma, est frecuentada por un fantasma! Un fantasma repiti la muchacha. Santo Dios, y quin es? Usted, dijo el anciao y cerr suavemente la puerta. Annimo recogido por Edmundo Valads en El libro de la imaginacin.

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EL PRESENTIMIENTO La familia rodeaba al moribundo. El moribundo habl con lentitud: Siempre cre que yo no vivira mucho. Los nios clavaban en l sus conmovidos ojos. El moribundo continu tras un suspiro: Siempre tuve el presentimiento de que me iba a morir muy pronto. El reloj del comedor toc la media y el moribundo trag saliva. Luego, a medida que he ido viviendo, llegu a creer que mi presentimiento era falso. El moribundo concluy juntando las maos: Ahora, ya veis: con 86 aos bien cumplidos comprendo que ese presentimiento ha sido la mayor verdad de mi vida. Juan Pedro Aparicio, Cuentos del origen del mono.

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LA MONJA Y EL RO Nunca pude escribir la historia de esa monjita de Pereira que me cont el doctor Uribe. Era sobre una niita que haba quedado hurfana a los dos aos, y desde entonces viva enclaustrada en el convento, sin ver el mundo. Ahora tiene veinte, y estaba enferma, y quiz iba a morir. Al convento slo poda entrar un hombre, y eso en casos desesperados. Ese hombre era mi amigo el mdico, una especie de patriarca, el nico mortal con licencia para penetrar en aquellos muros inexpugnables. Cuando examin a la monjita en su lecho ella tena el rostro oculto tras un veto negro como usan las mujeres en Oriente. A travs del velo se poda adivinar una belleza lnguida que lentamente se extingua en la fiebre. El mdico que slo haca preguntas profesionales, se atrevi a preguntar a la monjita algo que lindaba en los terrenos de la poesa, y que poda quedar como la expresin de su ltima voluntad. Era esto: Monjita, qu es lo que ms te gustara conocer del mundo de afuera? Y ella contest dulcemente: "Un ro". Gonzalo Arango, Obra Negra.

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EL PENSADOR Hubo de ser poderosa la pregunta, intrincada y definitiva. Desgraciadamente, la he olvidado. Me consuela que, tal vez, la respuesta es el olvido. El nico que podra ayudarme, Rodin, hace tiempo que me dej solo, y as (parece) habr de seguir. Benito Arias Garca, Fidelidad.

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ANTE LA ALHAMBRA Subieron al mirador cruzando una maraa de calles sinuosas; desde all admiraron el palacio rojo, la arboleda verde, el tornasolado cielo del crepsculo. Una perfecta soledad los guareca. Y qu sentiste entre mis brazos? Era como una lluvia de ptalos blancos. Has pensado en algo? Nada. En ti. En nada. Y en nada ms? En ti, y en que pronto acabar nuestro sueo. Efectivamente, los dos fantasmas se disiparon igual que la tarde. Benito Arias Garca, Fidelidad.

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Ella me dio un ramo de flores, me puso una chaqueta roja y me subi sobre sus hombros. A la gente le deca: "como es un enao tengo que llevarle as, tiene complejo de inferioridad". Y la gente se rea. Como iba muy deprisa tena que agarrarme bien a su frente para no caerme. Alrededor, formando una especie de calle haba muchos nios; a pesar de que yo iba sobre ella apenas le llegaba a las rodillas. Y todos se rean. Y ella explic que no deban rerse, porque yo soy muy susceptible. Todos rean a carcajadas. Ella corra cada vez ms, yo vea sus pechos al aire y su camisa que flotaba al viento. La gente cada vez rea ms, las risas parecan cacareos. Por fin me dej en el suelo, y desapareci. Un grupo de gallinas verdes se acercaron a m. Yo no era mayor que sus picos que se aproximaban a picotearme. Fernando Arrabal, Dos relatos pnicos.

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INFERNO V En las altas horas de la noche, despert de pronto a la orilla de un abismo aormal. Al borde de mi cama, una falla geolgica cortada en piedra sombra se desplom en semicrculos, desdibujada por un tenue vapor nauseabundo y un revuelo de aves oscuras. De pie sobre su cornisa de escorias, casi suspendido en el vrtigo, un personaje irrisorio y coronado de laurel me tendi la mao invitndome a bajar. Yo rehus amablemente, invadido por el terror nocturno, diciendo que todas las expediciones hombre adentro acaban siempre en superficial y vana palabrera. Prefer encender la luz y me dej caer otra vez en la profunda monotona de los tercetos, all donde una voz que habla y llora al mismo tiempo, me repite que no hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria. Juan Jos Arrela, "Prosodia".

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ACHTUNG! LEBENDE TIERE! Haba una vez una nia chiquita, que daba mucha lata en el zoolgico. Se meta en la jaula de las bestias dormidas y les tiraba la cola. El brusco despertar de los feroces era precisamente la salvacin de la criatura que se escapaba corriendo. Pero un da la nia fue a dar con un len flaco, desprestigiado y solitario que no se dio por aludido. La nia abandon los tirones de cola y pas a mayores. Se puso a hacerle cosquillas al dormido y le revolvi una por una todas las ideas de la melena. Ante aquella total ausencia de reflejos, se proclam en voz alta domadora de leones. La fiera volvi entonces dulcemente la cabeza y se trag a la nia de un solo bocado. Las autoridades del zoolgico pasaron un mal rato porque la noticia sali en todos los peridicos. Los comentaristas pusieron el grito en el cielo y criticaron las leyes del universo, que consienten la existencia de leones hambrientos junto a incompatibles nias maleducadas. Juan Jos Arrela, "Cantos de mal dolor".

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DE UN VIAJERO En el vientre de la ballena, Jons encuentra a un desconocido y le pregunta: Perdone usted, por dnde est la salida? Eso depende... A dnde va usted? Jons volvi a dudar entre las dos ciudades y no supo qu responder. Mucho me temo que ha tomado usted la ballena equivocada... Y sonriendo con dulzura, el desconocido se disip blandamente hacia el abismo intestinal. Vomitado poco despus como un proyectil desde la costa, Jons fue a estrellarse directamente contra los muros de Nnive. Pudo ser identificado porque entre sus papeles profetices llevaba un pasaporte en regla para dirigirse a Tartessos. Juan Jos Arrela, "Variaciones sintcticas".

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DUERMEVELA Un cuerpo claro se desplaza limpiamente en el cielo. Usted enciende sus motores y despega vertical. Ya en plena aceleracin, corrige su trayectoria y se acopla con ella en el perigeo. Hizo un clculo perfecto. Se trata de un cuerpo de mujer que sigue como casi todas una rbita elptica. En el momento preciso en que los dos van a llegar a su apogeo, suena el despertador con retraso. Qu hacer? Desayunar a toda velocidad y olvidarla para siempre en la oficina? O quedarse en la cama con riesgo de perder el empleo para intentar un segundo lanzamiento y cumplir su misin en el espacio? Conteste con toda sinceridad. Si acierta le enviamos a vuelta de correo y sin costo alguno, la reproduccin del cuadro que Marc Chagall ha pintado especialmente a todo color para los lectores interesados en el tema. Juan Jos Arrela, "Variaciones sintcticas".

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CUENTO DE HORROR La mujer que am se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones. Juan Jos Arrela, "Doxografas" (Palndroma).

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HOMERO SANTOS Los habitantes de Ficticia somos realistas. Aceptamos en principio que la liebre es un gato. Juan Jos Arrela, "Doxografas" (Palndroma).

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EL DIAMANTE Haba una vez un diamante en la molleja de una gallina de plumaje miserable. Cumpla su misin de rueda de molino con resignada humildad. Le acompaaban piedras de hormiguero y dos o tres cuentas de vidrio. Pronto se gan una mala reputacin a causa de su dureza. La piedra y el vidrio esquivaban cuidadosamente su roce. La gallina disfrutaba de admirables digestiones porque las facetas del diamante molan a la perfeccin sus alimentos. Cada vez ms limpio y pulido, el solitario rodaba dentro de aquella cpsula espasmdica. Un da le torcieron el cuello a la gallina de msero plumaje. Lleno de esperanza, el diamante sali a la luz y se puso a brillar con todo el fuego de sus entraas. Pero la fregona que destazaba la gallina lo dej correr con todos sus reflejos al agua del sumidero, revuelto en frgiles inmundicias. Juan Jos Arrela, "Prosodia".

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BBLICA Levanto el sitio y abandono el campo... La cita es para hoy en la noche. Ven lavada y perfumada. Unge tus cabellos, cie tus ms preciosas vestiduras, derrama en tu cuerpo la mirra y el incienso. Plant mi tienda de campaa en las afueras de Betulia. All te espero guarnecido de prpura y de vino, con la mesa de manjares dispuesta, el lecho abierto y la cabeza prematuramente cortada. Juan Jos Arrela, "Doxografas".

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La ltima vez que nos encontramos Jorge Luis Borges y yo, estbamos muertos. Para distraernos, nos pusimos a hablar de la eternidad. Juan Jos Arrela.

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"Nos veremos en el infierno" me dijo ella en broma antes de apretar el gatillo y aqu estoy todava esperando. Juan Jos Arrela.

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EL MONTE Cuando Juan sali al campo, aquella maana tranquila, la montaa ya no estaba. La llanura se abra nueva, magnfica, enorme, bajo el sol naciente, dorada. All, de memoria de hombre, siempre hubo un monte, cnico, peludo, sucio, terroso, grande, intil, feo. Ahora, al amanecer, haba desaparecido. Le pareci bien a Juan. Por fin haba sucedido algo que vala la pena, de acuerdo con sus ideas. Ya te deca yo le dijo a su mujer Pues es verdad. As podremos ir ms de prisa a casa de mi hermana. Max Aub, "Algunas prosas y otras"

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Lo mat porque era de Vinaroz. Max Aub, Crmenes ejemplares.

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Lo mat en sueos y luego no pude hacer nada hasta que lo despach de verdad. Sin remedio. Max Aub, Crmenes ejemplares.

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ERRATA Donde dice: La mat porque era ma. Debe decir: La mat porque no era ma. Max Aub, Crmenes ejemplares.

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Lo mat por no darle un disgusto. Max Aub, Crmenes ejemplares.

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Lo mat porque estaba seguro de que nadie me vea. Max Aub, Crmenes ejemplares.

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La hend de abajo a arriba, como si fuese una res, porque miraba indiferente al techo mientras haca el amor, Max Aub, Crmenes ejemplares.

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LA GRAN SERPIENTE Vol la torcaz, dispar. Cay como una piedra negra, mi perro fue a recogerla, entre breales. Reapareci cuando, arrastrndose, gruendo; tiraba de algo largo, oscuro, que principiaba. El animal retroceda con esfuerzo, ganado poco terreno. Fui hacia l. La tarde era hermosa y se estaba cayendo. Los verdes y los amarillos formaban todas las combinaciones del otoo; la tierra, friable y barrosa, con reflejos bermejones, se abra en surcos, rodeada de boscajes. Suaves colinas, alguna nube en lontananza. El perro se cansaba. De pronto, le relevaron grandes cilindros, enormes tornos de madera alquitranada que giraban lentamente enroscando la serpiente alrededor de su ancho centro. Era la gran serpiente del mundo; la gran solitaria. La iban sacando poco a poco, ya no ofreca resistencia, se dejaba enrollar alrededor de aquel cabestrante de madera que giraba a una velocidad idntica y suave. Cuando el enorme carrete negro no pudo admitir ms serpiente, pusieron otro y continuaron. Se bastaban dos obreros, con las maos negras. El perro, tumbado a mis pies, miraba con asombro, las orejas levantadas la mirada fija: Era la gran anguila de la tierra, le haba cogido la cola por casualidad. Me sent a mirar cmo caa infinitamente la tarde, morados los lejaos encinares, oscura la tierra, siempre crepsculo. Segua sosteniendo la escopeta con una mao, descansando la culata en la muelle tierra. Cuando se llenaron muchos carretes, la tierra empez a hundirse por partes, se suma lentamente, resquebrajndose sin estrpito; combas suaves, concavidades que, de pronto, se hacan aparentes; metase a lo hondo donde antes apareca llana, nuevos valles. La edad pens, los amigos. Pero no caba duda de que, si seguan extrayendo la gran serpiente, la tierra se quedara vaca, cscara arrugada. Apunt con cuidado a los dos obreros, dispar. El ltimo torno empez a desovillarse con gran lentitud, cay la noche. La tierra empez de nuevo a respirar. Max Aub.

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LA UA El cementerio est cerca. La ua del meique derecho de Pedro Prez, enterrado ayer, empez a crecer tan pronto como colocaron la losa. Como el fretro era de mala calidad (pidieron el atad ms barato) la garfa no tuvo dificultad para despuntar deslizndose hacia la pared de la casa. All serpente hasta la ventana del dormitorio, se meti entre el montante y la peana, resbal por el suelo escondindose tras la cmoda hasta el recodo de la pared para seguir tras la mesilla de noche y subir por la orilla del cabecero de la cama. Casi de un salto atraves la garganta de Luca, que ni ay! dijo, para tirarse hacia la de Miguel, traspasndola. Fue lo menos que pudo hacer el difunto: tambin es cuerno la ua. Max Aub, La ua y otras narraciones.

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SUGERENCIA PARA PRINCIPIAR UN LIBRO Vivi en tiempos muy malos: cuando los hombres estaban divididos por fronteras, idiomas, religiones, por colores. Ren Avils Fabila, La desaparicin de Hollywood (y otras sugerencias para principiar un libro).

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SUS LTIMAS LECTURAS Solo y aterrado, en una noche lluviosa, falleci de un ataque cardiaco mientras lea. Alrededor del silln de lectura estaban desparramadas las obras completas de Edgar Allan Poe, de H.P. Lovecraft, de Bram Stoker. Durante el entierro, con muy escasa concurrencia, el orador fnebre hizo notar que el muerto fue sin duda el ms sensible crtico literario que jams haya existido, un espritu fino. Los crujidos del atad cuando era devorado por la tierra parecieron confirmar las palabras. Ren Avils Fabila, La desaparicin de Hollywood (y otras sugerencias para principiar un libro).

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LOS FANTASMAS Y YO Siempre estuve acosado por el temor a los fantasmas, hasta que distradamente pas de una habitacin a otra sin utilizar los medios comunes. Ren Avils Fabila, La desaparicin de Hollywood (y otras sugerencias para principiar un libro).

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SOBRE TIRAOS El tirao subi las escalerillas del avin; una orquesta militar interpretaba el himno nacional: generales, ministros y banqueros, con lgrimas en los ojos y enseas patrias en las maos, lo cantaban. El tirao se detuvo a contemplar el patritico espectculo. Tambin l lloraba. A lo lejos se escuchaban disparos y exclamaciones libertarias. Cuando la msica hubo concluido, el tirao quiso dirigirse por ltima vez a los suyos y con voz de Jpiter tonante y acentos oratorios de plazuela, en pose heroica, dijo: Slvese el que pueda! antes de abordar apresuradamente el avin. Ren Avils Fabila, Pueblo en sombras.

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LOS DOLIENTES Otro ser humao destruido por el cncer; su agona fue lenta, dolorosa. El velorio, aunque muy concurrido, careci de brillo fnebre. En domingo inhumaron a la mujer vctima de la enfermedad. Regresando del cementerio, hubo reunin de los parientes ms allegados a la que fuera centro familiar (hijos exclusivamente); tenan los ojos hmedos, los rostros compungidos. Subieron casi sin ruido a la habitacin de la difunta: slo se escuchaba el roce producido por varios pares de zapatos. De sbito, la habitacin fue invadida por figuras luctuosas. Ocasionalmente se oan murmullos, apenas perceptibles, que intentaban ser rezos, pero nada ms. Por fin, el hijo mayor, despus de visibles esfuerzos para tranquilizarse, habl con voz hueca: respetemos la memoria de nuestra madre que en paz descanse. No debemos llorarla. Recuerden que ella, en su bondad, nunca quiso que sufriramos. Los hermaos asintieron. Despus, tambin siguiendo las indicaciones del mayor, todos comenzaron a hurgar en cajones de roperos y cmodas, entre los libros, debajo de los muebles, en el colchn y en las cobijas. Nadie lloraba. Ren Avils Fabila, Hacia el fin del mundo.

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FRANZ KAFKA Al despertar Franz Kafka una maana, tras un sueo intranquilo, se dirigi hacia el espejo y horrorizado pudo comprobar que a, segua siendo Kafka b, no estaba convertido en un monstruoso insecto c, su figura era todava humana. Seleccione el final que ms le agrade marcndolo con una equis. Ren Avils Fabila, Cuentos y descuentos.

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CORRECCIN CINEMATOGRFICA Cuando el aterrado pblico esperaba ver al inmenso King-Kong tomar entre sus manazas a la hermosa Fray Wray, el gorila con paso firme sali de la pantalla, y pisoteando gente que no atinaba a ponerse a salvo, busc por las calles neoyorquinas hasta que por fin dio con una pelcula de Tarzn. Sin titubeos y sin comprar boleto, con toda fiereza, destrozando butacas y matando espectadores, se introdujo en el film y una vez dentro, ansiosamente busc su verdadero amor: Chita. Ren Avils Fabila, Cuentos y descuentos.

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EL FLAUTISTA ELECTRNICO DE HAMELIN Como no quisieron pagarle sus servicios, el flautista, furioso, decidi vengarse raptando a los nios de aquel ingrato pueblo. Los conducira por espesos bosques y altas montaas para finalmente despearlos en un precipicio. Sus padres jams volveran a verlos. Para ello no era suficiente su flauta mgica, sino algo ms poderoso. Opt, entonces, por prender el aparato televisor: los nios encantados lo siguieron hacia su perdicin. Ren Avils Fabila, Cuentos y descuentos.

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EL CRIMEN PERFECTO El crimen perfecto dijo a la concurrencia el escritor de novelas policacas es aquel donde no hay a quien perseguir, donde el culpable queda sin castigo; es, desde luego, el suicidio. Ren Avils Fabila, Los oficios perdidos.

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Tuvo que esperar la muerte despus de setenta aos de inquietud para comprobar que no era inmortal. Ren Avils Fabila, Los oficios perdidos.

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LO REAL Y LO IMAGINARIO (las trampas mito-lgicas) Un padre y una madre centauros contemplan a su hijo, que juguetea en una playa mediterrnea. El padre se vuelve hacia la madre y le pregunta: debemos decirle que solamente es un mito? Kostas Axelos, Cuentos filo-sficos.

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LA MUERTE (y el amor a la vida) Un mandarn chino propuso una vez al gobernador de una provincia esta medida que no tard en adoptarse. En el momento en que la vctima deba colocar la cabeza sobre el tajo para que el verdugo pudiese cortarla, un caballero enjaezado llegaba a todo galope y gritaba: Alto! El Seor ha indultado al condenado a muerte! Y en ese instante de euforia suprema, el verdugo cortaba la cabeza al feliz mortal. Kostas Axelos, Cuentos filo-sficos.

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LAS VOCES DEL SILENCIO (el fin tecno-lgico y escalo-lgico y la vuelta a empezar) La energa atmica encadenada se ha desencadenado finalmente y ha destruido toda vida humana en el planeta. Solamente un habitante de un rascacielos de Chicago se ha salvado. Despus de haber comido y bebido lo que haba en su nevera, visto y odo su biblioteca ideal, su museo imaginario y su discoteca real, desesperado de no verse morir, decide suprimirse y se arroja al vaco desde lo alto del piso cuarenta. En el momento en que pasa por delante del primer piso oye sonar el telfono. Kostas Axelos, Cuentos filo-sficos.

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EL AMOR (la sique, la negatividad y la muerte) Un estudiante alemn va una noche a un baile. En l descubre a una joven, muy bella, de cabellos muy oscuros, de tez muy plida. En torno a su largo cuello, una delgada cinta negra, con un nudito. El estudiante baila toda la noche con ella. Al amanecer, la lleva a su buhardilla. Cuando comienza a desnudarla, la joven le dice, implorndole, que no le quite la cinta que lleva en torno al cuello. La tiene completamente desnuda en sus brazos con su cintila puesta. Se aman; y despus se duermen. Cuando el estudiante se despierta el primero, mira, colocado sobre el almohadn blanco, el rostro dormido de la joven que sigue llevando su cinta negra en torno al cuello. Con gesto preciso deshace el nudo. Y la cabeza de la joven rueda por la tierra. Kostas Axelos, Cuentos filo-sdicos.

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LA NINFA RUBIA En el siglo VI antes de Jesucristo, un constructor de Efeso se acopl las alas de un guila y se adormeci en una colina. So que volaba hacia la regin de Zeus, donde el gran dios lascivo le entregaba una ninfa rubia y un tizn y luego lo precipitaba en una zona oscura. Cuando despert, su cuerpo estaba llagado. Acaso el sol... O algn otro elemento. Juan-Jacobo Bajarla, Historias de monstruos.

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EL ALACRN Y EL BAILE Akek, el alacrn, viva en una cuerda floja. El cielo sostenido por los hermaos Sapa y Sapo empez a descender porque ellos se cansaron. Los hombros se les ampollaron y ya eran postillas negras y hombros chatos. El alacrn se cans del cielo y baj por la cuerda. Lleg a la Tierra contento, pero a los pocos das se empez a aburrir. Pens en qu pensara y termin sin pensar. Le dio, entonces, por picar. Pic al primer hombre que le cruz por su camino. Y el hombre salt. Luego esper a que pasara una pareja de un hombre y de una mujer. Cuando la pareja pas, la pic, y el alacrn dej de aburrirse porque la pareja bail del dolor toda la noche. Entonces le avis a todos los alacranes que cogieran la cuerda y bajaran. Ellos bajaron y picaron a diestra y siniestra. Y ah naci el baile. De la picada de Akek. Miguel Barnet, Los perros mudos. Fbulas cubanas.

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En las primeras pginas de una de las novelas de Pynchon, Gravity Rainbow, el protagonista, Tyrone Slothrop, un estudiante de la Universidad de Harvard, se emborracha en 1938 en un famoso saln de baile de Nueva York con unos compaeros de universidad (entre los que se encuentra el joven Jack Kennedy). En un momento dado, se encuentra mal y decide ir al retrete a vomitar (el limpiabotas de ese retrete es el joven Malcom X, el futuro lder de los Black Muslims). Mientras est devolviendo, pierde uno de los objetos que ms aprecia, una armnica; se le cae del bolsillo de la camisa y se pierde en el retrete. Eso ocurre en la pgina 63 de la primera edicin norteamericana de la novela. Pues bien, 600 pginas ms adelante y al cabo de bastantes aos, paseando entre las ruinas de la Alemania de finales de la Segunda Guerra Mundial, Tyrone Slothrop ve algo que reluce en el suelo, en medio de un bosque. Es una armnica. La lava en el riachuelo de la montaa y se la mete en el bolsillo. Pero aunque Tyrone no lo sabe, es exactamente la misma armnica que perdi en el retrete del Roseland Ballrom en 1938, que ha aparecido en Alemania del mismo modo misterioso en que el Arthur Gordon Pym de Edgar A. Poe aparece en Nueva York despus de desaparecer por el abismo del Polo Sur. John Barth, "La conexin espaola".

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Un mandarn estaba enamorado de una cortesana. "Ser tuya, dijo ella, cuando hayas pasado cien noches esperndome sentado sobre un banco, en mi jardn, bajo mi ventana". Pero, en la nonagesimonovena noche, el mandarn se levanta, toma su banco bajo el brazo y se va. Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso.

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El marqus invisible El retrato fatal El amor parricida El unicornio La amante del idiota La Negra de ojos azules Las enseanzas de un monstruo El amante virgen El amigo del rojo El mundo submarino Una ciudad dentro de una ciudad Charles Baudelaire, "Planes y proyectos de novelas y relatos.'

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EL RELOJ Los Chinos ven la hora en el ojo de los gatos. Cierto da, un misionero, pasendose por los alrededores de Nankn, se dio cuenta de que haba olvidado su reloj, y pregunt a un nio qu hora era. El chiquillo del Celeste Imperio dud al principio; luego, cambiando de actitud, contest: "Voy a decrosla". Escasos momentos despus reapareci con un fuerte y grueso gato entre sus brazos y, mirando, como suele decirse, en el blanco de los ojos, afirm sin dudar: "An no es medioda". Lo que era cierto. Charles Baudelaire, Pequeos Poemas en Prosa.

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NOSOTROS Nosotros marchamos de excursin a un pueblo prximo. Al regreso y ya con la noche hundida en la carretera nos vimos obligados a detenernos en la cuneta. Las ruedas del vehculo no queran seguir rodando. Entonces l se fue en busca de un mecnico al pueblo ms cercao. Y como no lo encontr se qued a dormir en la fonda. Al da siguiente volvi al lugar donde haba dejado el automvil y all estaba su mujer abrazada a un hombre completamente desnudo. Antonio Beneyto, "Mamferos, himenpteros y ofidios".

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EL INVISIBLE No s cmo se las arreglaba para entrar en todos lados sin que se le viese. Cuando alguien le descubra en su rincn y le preguntaba sorprendindose: "Ah! pero estabas ah?", contestaba invariablemente: "hace dos horas". Estaba siempre, en todas partes, dos horas antes de que nadie se diese cuenta. Vea a los dems sin ser visto nunca y daba detalles y pormenores de nuestra estancia en cualquier sitio, en donde menos pudimos sospecharle. Pero, fuera de estas verificaciones a posteriori de su presencia, no hablaba casi nunca y se contentaba con mirarnos. Yo no s qu secretos rincones tendra en su alma, los ms silenciosos, los ms escondidos del mundo. Pero cuando nuestra extraeza se hizo mayor fue el da que supimos que haba desaparecido definitivamente. Ya no podramos descubrirle ms y estara para siempre con nosotros sin que pudiramos volver a verle nunca. Jos Bergantn, Caracteres.

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LA ISLA INFINITA Pregunt Coln a los indios de aquel lugar si era tierra firme o isla, y le respondieron que era tierra infinita de que nadie haba visto el cabo aunque era isla... Andrs Bernaldes, Historia de los Reyes Catlicos

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EL ENAO "T, a caballo! Y por qu no? Tantas veces galop montado en el lebrel del dueo de Linlithgow!" (Balada escocesa) Estando yo sentado, captur en la sombra de mis cortinas a la furtiva mariposa nacida de un rayo de luna o de una gota de roco. Falena palpitante que, para liberar sus cautivas alas de mis dedos, me pagaba un rescate de perfumes! Y de repente, el insecto vagabundo se ech a volar, dejando en mi regazo que horror! una larva monstruosa y deforme, con cabeza humana. "Dnde est tu alma, para que yo cabalgue en ella? Mi alma, hacanea coja por el cansancio del da, reposa ahora en el lecho dorado de los sueos". Y mi alma se escapaba espantada, a travs de la plida tela de araa del crepsculo, por encima de negros horizontes dentados por negros campanarios gticos. Pero el enao, colgado de su huida cuajada de relinchos, se envolva como un huso en el copo de sus blancas crines. Aloysius Bertrand, Gaspard de la Nuit.

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MI BISABUELO Todo en aquella habitacin segua en el mismo estado, excepto los tapices, que estaban hechos trizas; y las araas, que tejan sus telas entre el polvo. Walter Scott (Woodstock) Los venerables personajes de la tapicera gtica, movida por el viento, se saludaron uno a otro y mi bisabuelo entr en la habitacin. Mi bisabuelo muerto pronto har ochenta aos! Ah, fue ah, en ese reclinatorio, donde se arrodill mi bisabuelo el Consejero, besando con su barba ese amarillo misal, abierto por donde seala esa cinta. Mascull unas oraciones mientras dur la noche, sin descruzar ni un momento los brazos de su muceta morada, sin desviar la mirada hacia m, que soy su posteridad y que me hallaba acostado en su lecho, en su polvorienta cama con dosel. Y repar con espanto en que sus ojos estaban vacos aun cuando pareciese que estaban leyendo; en que sus labios permanecan inmviles, aunque yo lo oyera rezar; en que sus dedos eran slo huesos, pese a estar cubiertos de piedras preciosas. Y yo me preguntaba si estara despierto o dormido, si aquello era efecto de la palidez de la luna, o de Lucifer, y si era mediaoche o el despuntar del da... Aloysius Bertrand, Gaspard de la Nuit.

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EL LEN Y LA SERPIENTE DE CASCABEL Un Hombre que se encontr un Len en su camino, se dispona a domarlo mediante el poder del ojo humao. Por all cerca se encontraba tambin una Serpiente de Cascabel ocupada en fascinar a un pajarito. Qu tal te va, hermao? le grit el Hombre al otro reptil sin desviar sus ojos del Len. De maravilla contest la serpiente. Tengo el xito asegurado; mi vctima se me acerca ms y ms a pesar de sus esfuerzos. Y la ma dijo el Hombre se me acerca ms y ms a pesar de los mos. T crees que es normal? Si t crees que no respondi el reptil como mejor pudo, con la boca llena de pjaro, ser mejor que lo dejes. Media hora ms tarde, el Len, hurgndose los dientes con las garras, le dijo extraado a la Serpiente de Cascabel que en toda su variada experiencia en el arte de ser domado, no haba visto nunca a un domador que desistiera tan concienzudamente. Pero aadi con una amplia, expresiva sonrisa yo lo miraba a la cara. Ambrose Bierce, Fbulas fantsticas.

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UN AGENTE Y UN ASESINO Un Jefe de Polica al ver a un Agente que golpeaba a un Asesino se indign mucho y le dijo que no lo hiciese nunca ms bajo pena de expulsin. "No sea tan duro conmigo dijo el Agente sonriendo le estaba pegando con una porra de trapo". "Sin embargo, insisti el Jefe de Polica, ha sido una libertad que debi de ser muy desagradable, aunque no lo lastimase. Haga el favor de no repetirlo". "Pero, dijo no obstante el Agente sonriendo, era un Asesino de trapo". Al tratar de expresar su satisfaccin, el Jefe de Polica estir su diestra con tal violencia que se le rompi la piel del sobaco y un chorro de serrn sali de la herida. Era un Jefe de Polica de trapo. Ambrose Bierce, Fbulas fantsticas.

82

LA SOMBRA DEL LDER Un Lder Poltico iba paseando un da de sol, cuando vio que su Sombra le abandonaba y se iba corriendo. Vuelve aqu, sinvergenza, le grit. Si fuese sinvergenza respondi la Sombra, aumentando la velocidad no te habra abandonado. Ambrose Bierce, Fbulas fantsticas.

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UN ANTDOTO Un Avestruz Joven se acerc a su Madre, gimiendo de dolor y con las alas cruzadas sobre el estmago. Qu has comido? pregunt preocupada la Madre. No... nada. Un cuete de clavos fue la respuesta. Cmo? exclam la madre. Un cuete de clavos, a tu edad! Te quieres morir? Corre, hijo mo, y trgate un martillo de orejas. Ambrose Bierce, Fbulas fantsticas.

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LA ZORRA Y LAS UVAS Una Zorra, al ver unas uvas agrias que colgaban a dos centmetros de su nariz e incapaz de admitir que pudiera haber algo que ella no se comiese, declar solemnemente que estaban fuera de su alcance. Ambrose Bierce, Esopo enmendado.

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EL HOMBRE Y SU OCA Veamos esos valiosos huevos de oro dijo un Hombre que posea una Oca . Sin duda una Oca que pone tales huevos debe llevar una mina de oro dentro. As pues mat la Oca y la descuartiz, pero encontr que era igual que cualquier otra Oca. Adems, al examinar los huevos que haba puesto, encontr que eran iguales que todos los dems huevos. Ambrose Bierce, Esopo enmendado.

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LA REPBLICA DE LOS MONOS Cuando me enter de que haba llegado a Buenos Aires el doctor Crescenzo, reputado constitucionalista de Tres Arroyos, fui a visitarlo. Me encontr con un viejo flaco, muy tembloroso, tostado por el sol. Vena del corazn del frica, donde pas una larga temporada junio a monos de esa raza tan comentada ltimamente, en algunas publicaciones, porque habra desarrollado aptitudes poco menos que humanas. Como amigo de los animales y viejo lector de la obra de Benjamin Rabier, me interesaba lo que el doctor Crescenzo tuviera que decir acerca del intelecto de los monos. Desde luego corrobor cuanto yo haba ledo al respecto. Estaban informados por diarios, radios y televisin, de las nuevas corrientes de la opinin mundial y haban montado una Repblica provista de los tres poderes. En conversaciones privadas, como en declaraciones pblicas, se mostraban abiertos al cambio de ideas, contrarios al autoritarismo y, por regla general, a la violencia. Pregunt a Crescenzo qu lo haba impulsado a emprender una excursin ms propia de un etnlogo o de un etlogo que de un constitucionalista. Quiz deb pensar en lo que usted ahora me dice contest, pero fue por mi condicin de constitucionalista que me invitaron. Una iniciativa que honra a los monos puntualic. Prefiero pensar que me honra y que honra a Tres Arroyos. Me llamaron para que diera un diagnstico. Estaban empezando a averiguar por qu al amparo de instituciones tan sabiamente planeadas (son un calco de las nuestras), cayeron en la decadencia y en la miseria. La situacin, por lo inslito, me pareci estimulante. Me aboqu a su estudio. Despus de ao y medio de trabajo dilucid el enigma y tuve que huir, en plena noche, para que no me mataran. En qu quedamos? pregunt. No eran enemigos de la violencia? Contest: Por regla general; pero sin mala intencin los ofend profundamente cuando trat de explicarles que haban fracasado porque son monos. Adolfo Bioy Casares, "Diario y fantasa", 1989. 94

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TEMA DEL FIN DEL MUNDO Quiz el fin del mundo no es fcil de imaginar. Ramrez., que atiende el vestuario del club, me dijo que su hija oy por radio, en el programa de algn aceite comestible, a un boliviao que pronostic para el domingo 23 el fin del mundo. Mi consocio Johnny asegur que todo eso eran macanas. Ramrez convino en que no debamos creer una palabra del tal pronstico y agreg que, por si acaso, el sbado a la noche no se privara de nada, porque l estaba dispuesto, eso s, a darse una comilona. Hombre del momento, pas a declarar que esos anuncios deban estar terminantemente prohibidos "por causa de las criaturas". Record el caso de alguien que predijo, para no s qu fecha, el fin del mundo y cuando dieron las doce de la noche "se aboc al revlver y se mat. Mientras tuvo fuerzas apret el gatillo. No era para menos". Johnny le pregunt: Qu hara usted si supiera con seguridad que un da determinado acaba el mundo? No dira nada, por causa de las criaturas respondi Ramrez, pero dejara aotado en un papelito que en el da de la fecha era el fin del mundo, para que vieran que yo lo saba. Adolfo Bioy Casares, Guirnalda con amores.

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EL PAS Y EL PROGRESO Aoche cuando volva a casa, me pareci que haba desembocado en la calle Tucumn del siglo pasado, an ms pueblerina y ms pobre que la actual. En este pas, que hasta ayer progresaba, la situacin se repite de vez en cuando, y uno se encuentra en lugares cuya desolada modestia corresponde a un lbum de fotografas viejas. (Mar del Plata, 1957) Adolfo Bioy Casares, Guirnalda con amores.

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GRAN FINAL El viejo literato dijo a la muchacha que en el momento de morir l quera tener un ltimo recuerdo de lujuria. Adolfo Bioy Casares, Guirnalda con amores,

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CONTIGUOS Estaban tan acostumbrados a vivir juntos, a mirarse de cerca, que si se vean en la calle se turbaban. Adolfo Bioy Casares, Guirnalda con amores.

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UNA VIDA La cocinera dijo que no se cas porque no tuvo tiempo. Cuando era joven trabajaba con una familia que le permita salir dos horas cada quince das. Esas dos horas las empleaba en ir en el tranva 38, hasta la casa de unos parientes, a ver si haban llegado cartas de Espaa, y volver en el tranva 38. Adolfo Bioy Casares, Guirnalda con amores.

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POSTRIMERAS Cuando entr en el edificio, busc las escaleras, para subir. Encontrarlas era difcil. Preguntaba por ellas, y algunos, le contestaban: "No hay". Otros le daban la espalda. Acababa siempre por encontrarlas y por subir otro piso. La circunstancia de que muchas veces las escaleras fueran endebles, arduas y estrechas, aumentaba su fe. En un piso haba una ciudad, con plazas y calles bien trazadas. Nevaba, caa la noche. Algunas casas eran todas de tamao reducido estaban iluminadas vivamente. Por las ventanas vea a hombres y mujeres de dos pies de estatura. No poda quedarse entre esos enaos. Descubri una amplia escalinata de piedra, que lo llev a otro piso. ste era un antecomedor, donde mozos, con chaqueta blanca y modales psimos, limpiaban juegos de t. Sin volverse, le dijeron que haba ms pisos y que poda subir. Lleg a una terraza con vastos parques crepusculares, hermosos, pero un poco tristes. Una mujer, con vestido de terciopelo rojo, lo mir espantada y huy por el enorme paisaje, mecindose la cabellera, gimiendo. l entendi que cuantos vivan ah estaban locos. Pudo subir otro piso. En una arquitectura propia del interior de un buque, en la que abundaban maderas y hierros pintados de blanco hall una escalera de caracol. Subi por ella a un altillo donde estaban los peroles que daban el agua caliente a los pisos de abajo. Dijo: "Sobre el fuego est el cielo" y, seguro de su destino, se agarr a un cao, para subir ms. El cao se dobl: hubo un escape de vapor, que le roz el brazo. Esto lo disuadi de seguir subiendo. Pens: "En el cielo me quemar". Se pregunt a cul de los horribles pisos inferiores debera descender. En todos l se haba sentido fuera de lugar. Esto no probaba que no fuesen la morada que le corresponda, porque justamente el infierno es un sitio donde uno se cree fuera de lugar. Adolfo Bioy Casares, Guirnalda con amores. 100

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CMO ELIMINAR A LOS POBRES San Francisco encuentra a un pobre leproso y le da una limosna, luego se va. Reflexiona, sin embargo, vuelve y lo besa en las llagas dicindole: "Hermao!" El pobre se lo agradeci con una sonrisa luminosa. El caballero volvi a montar en su caballo y reinici su marcha con el corazn aliviado. Poco despus se volvi para saludar con la mao al leproso; ste ya no estaba. En su lugar haba florecido una rosa. Mara Bonazzi & Umberto Eco, I pampini bugiardi.

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DILOGO SOBRE UN DILOGO A. Distrados en razonar la inmortalidad, habamos dejado que aocheciera sin encender la lmpara. No nos veamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura ms convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernndez repeta que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho ms nulo que puede sucederle a un hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio; la abra y la cerraba. Una acorden vecino despachaba infinitamente la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja... Yo le propuse a Macedonio que nos suicidramos, para discutir sin estorbo. Z (burln). Pero sospecho que al final no se resolvieron. A (ya en plena mstica). Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos. Jorge Luis Borges, El Hacedor.

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LA TRAMA Para que su horror sea perfecto, Csar, acosado al pie de la estatua por los impacientes puales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: T tambin, hijo mo! Shakespeare y Quevedo recogen el pattico grito, Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetras; diecinueve siglos despus, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvencin y lenta sorpresa (estas palabras hay que orlas, no leerlas): Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena. Jorge Luis Borges, El Hacedor.

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NOTA PARA UN CUENTO FANTSTICO En Wisconsin o en Texas o en Alabama los chicos juegan a la guerra y los dos bandos son ti Norte y el Sur. Yo s (todos lo saben) que la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece, pero tambin s imaginar que ese juego, que abarca ms de un siglo y un continente, descubrir algn da el arte divino de destejer el tiempo o, como dijo Pietro Damiao, de modificar el pasado. Si ello acontece, si en el decurso de los largos juegos el Sur humilla al Norte, el hoy gravitar sobre el ayer y los hombres de Lee sern vencedores en Gettysburg en los primeros das de julio de 1863 y la mao de Donne podr dar fin a su poema sobre las transmigraciones de un alma y el viejo hidalgo Alonso Quijao conocer el amor de Dulcinea y los ocho mil sajones de Hastings derrotarn a los normandos, como antes derrotaron a los noruegos, y Pitgoras no reconocer en un prtico de Argos el escudo que us cuando era Euforbo. Jorge Luis Borges, La cifra.

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EL ACTO DEL LIBRO Entre los libros de la biblioteca haba uno, escrito en lengua arbiga, que un soldado adquiri por unas monedas en el Alcana de Toledo y que los orientales ignoran, salvo en la versin castellana. Ese libro era mgico y registraba de manera proftica los hechos y palabras de un hombre desde la edad de cincuenta aos hasta el da de su muerte, que ocurra en 1614. Nadie dar con aquel libro, que pereci en la famosa conflagracin que ordenaron un cura y un barbero, amigo personal del soldado, como se lee en el sexto captulo. El hombre tuvo un libro en las maos y no lo ley nunca, pero cumpli minuciosamente el destino que haba soado el rabe y seguir cumpliendo siempre, porque su aventura ya es parte de la larga memoria de los pueblos. Acaso es ms extraa esta fantasa que la predestinacin del Islam que postula un Dios, o que el libre albedro, que nos da la terrible potestad de elegir el infierno? Jorge Luis Borges, La cifra.

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UNA PESADILLA Cerr la puerta de mi departamento y me dirig al ascensor. Iba a llamarlo cuando un personaje rarsimo ocup toda mi atencin. Era tan alto que yo deb haber comprendido que lo soaba. Aumentaba su estatura un bonete cnico. Su rostro (que no vi nunca de perfil) tena algo de trtaro o de lo que yo imagino que es trtaro y terminaba en una barba negra, que tambin era cnica. Los ojos me miraban burlonamente. Usaba un largo sobretodo negro y lustroso, lleno de grandes discos blancos. Casi tocaba el suelo. Acaso sospechando que soaba, me atrev a preguntarle no s en qu idioma por qu vesta de esa manera. Me sonri con sorna y se desabroch el sobretodo. Vi que debajo haba un largo traje enterizo del mismo material y con los mismos discos blancos, y supe (como se saben las cosas en los sueos) que debajo haba otro. En aquel preciso momento sent el inconfundible sabor de la pesadilla y me despert. Jorge Luis Borges, Atlas.

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1983 Es un restaurante del centro, Hayde Lange y yo conversbamos. La mesa estaba puesta y quedaban trozos de pan y quiz dos copas; es verosmil suponer que habamos comido juntos. Discutamos, creo, un film de King Vidor. En las copas quedara un poco de vino. Sent, con un principio de tedio, que yo repeta cosas ya dichas y que ella lo saba y me contestaba de manera mecnica. De pronto record que Hayde Lange haba muerto hace mucho tiempo. Era un fantasma y no lo saba. No sent miedo; sent que era imposible y quiz descorts revelarle que era un fantasma, un hermoso fantasma. El sueo se ramific en otro sueo antes que yo me despertara. Jorge Luis Borges, Atlas.

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Noches pasadas so con un seor alto, rubio, muy paquete, a la manera del siglo XIX. Y yo saba que l era ingls como uno sabe las cosas en los sueos. Ese seor tena melena y una cara que era casi la de un len. Un semicrculo de personas que tenan un poco cara de leones, aunque menos que l, lo rodeaban. (...) Y l vacilaba. Todo eso estaba fotografiado en un gran cuadro y abajo deca: "Leones". Y haba otro seor, de espaldas a m, que gesticulaba y daba testimonio de todo lo que pasaba en el cuadro. l era judo y yo lo saba, como uno sabe las cosas en los sueos, sin que se las digan. Ese seor estaba en el medio, as, enamorado. (...) S, y alrededor de l ese semicrculo de personas todas vestidas como l, con melenas y barbas. Algunos, yo me di cuenta, casi no tenan cara de leones. Simplemente buscaban ese puesto y se haban caracterizado. Eso contado, no tiene nada de particular (...) ... pero me despert temblando. Jorge Luis Borges, en Gilio, M.E., Personas y personajes.

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Los veinticuatro captulos que componen La letra escarlata abundan en pasajes memorables, redactados en buena y sensible prosa, pero ninguno de ellos me ha conmovido como la singular historia de Wakefield que est en los Twice-Told Tales. Hawthorne haba ledo en un diario, o simul por fines literarios haber ledo en un diario, el caso de un seor ingls que dej a su mujer sin motivo alguno, se aloj a la vuelta de su casa, y ah, sin que nadie lo sospechara, pas oculto veinte aos. Durante ese largo perodo, pas todos los das frente a su casa o la mir desde la esquina, y muchas veces divis a su mujer. Cuando lo haban dado por muerto, cuando haca mucho tiempo que su mujer se haba resignado a ser viuda, el hombre, un da, abri la puerta de su casa y entr. Sencillamente, como si hubiera faltado una horas. (Fue hasta el da de su muerte un esposo ejemplar). Hawthorne ley con inquietud el curioso caso y trat de entenderlo, de imaginarlo. Cavil sobre el tema; el cuento es la historia conjetural de ese desterrado. Jorge Luis Borges, Nathamel Hawthorne.

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Borges refiere: "Los otros das lleg a la Biblioteca una carta de un seor de Las Palmas, que parece el principio de un cuento fantstico. Vena con un libro y nos peda cortsmente que lo hiciramos llegar al escritor argentino Ricardo Giraldes, cuya direccin el remitente deca ignorar. Cundo muri Giraldes? Creo que en el 27. El seor de Las Palmas tambin est muerto? O est en un mundo en que Giraldes vive? Y qu nos pasa a nosotros?". Jorge Luis Borges, en Adolfo Bioy Casares, Diario y fantasa.

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Un caballero de costumbres noctmbulas se siente cansado cierto da y decide no salir de casa e irse temprao a dormir, con la consiguiente alegra de su mujer, tan abandonada como abnegada. Muy entrada la noche, la esposa, que comparte en aquel instante su misma habitacin, se despierta sobresaltada al escuchar un ruido en la escalera. Mi marido! exclama. El marido, al orla, se arroj por el balcn. Carlos Bousoo, Teora de la expresin potica.

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EL ESCLAVO DE SUS FINES Todas las maanas mi vecino pone msica en un gramfono. Por qu pone msica? Dicen que para hacer gimnasia. Por qu hace gimnasia? Porque, segn dice, necesita fortalecer sus msculos. Para qu necesita fortalecer sus msculos? Porque, como l mismo asegura, ha de vencer a los enemigos que tiene en la ciudad. Por qu necesita vencer a su enemigos? Porque, segn he odo decir, no quiere quedarse sin comer. Tras enterarse de que su vecino pona msica para hacer gimnasia, haca gimnasia para fortalecer sus msculos, fortaleca sus msculos para vencer a sus enemigos y venca a sus enemigos para comer, el seor K. Pregunt: Y por qu come? Bertolt Brecht, "Historias del seor Keuner".

105

EL REENCUENTRO Un hombre que haca mucho tiempo que no vea al seor K. le salud con estas palabras: No ha cambiado usted nada. Oh! exclam el seor K., empalideciendo. Bertolt Brecht, "Historias del seor Keuner".

106

Cuentan una deliciosa historieta de horror sobre un labriego que se adentr en un bosque encantado; segn la gente, lo habitaban demonios que se llevaban consigo a cualquier mortal que osara entrar en l. Pero, mientras caminaba por el mismo con paso lento, el labriego pensaba: Soy un buen hombre que nada malo he hecho. Si los demonios pueden hacerme algn dao es que no existe ninguna clase de justicia. Y en ese momento se oy una voz que deca tras l: No existe. Frederic Brown, Una voz tras l.

107

EL CORTS Una tarde, Kafka me visit, y atraves impensadamente una pieza donde estaba recostado mi padre. ste se despert, y Kafka murmur al pasar: Le ruego, considreme un sueo. Max Brod, Frank Kafka (Prag, 1937).

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PALACIO DE HIELO Los charcos formaban un domin decapitado de edificios de los que uno es el torren que me contaron en la infancia de una sola ventana tan alta como los ojos de madre cuando se inclinan sobre la cuna. Cerca de la puerta pende un ahorcado que se balancea sobre el abismo cercado de eternidad, aullando de espacio. Soy Yo. Es mi esqueleto del que ya no quedan sino los ojos. Tan pronto me sonren, tan pronto me bizquean, tan pronto SE ME VAN A COMER UNA MIGA DE PAN EN EL INTERIOR DEL CEREBRO. La ventana se abre y aparece una dama que se da polisoir en las uas. Cuando las considera suficientemente afiladas me saca los ojos y los arroja a la calle. Quedan mis rbitas solas sin mirada, sin deseos, sin mar, sin polluelos, sin nada. Una enfermera viene a sentarse a mi lado en la mesa del caf. Despliega un peridico de 1856 y lee con voz emocionada: "Cuando los soldados de Napolen entraron en Zaragoza en la VIL ZARAGOZA, no encontraron ms que viento por las desiertas calles. Solo en un charco croaban los ojos de Luis Buuel. Los soldados de Napolen los remataron a bayonetazos". Luis Buuel, Un perro andaluz.

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A veces, por simple afn de distraccin, pienso en nuestro viejo infierno. Se sabe que las llamas y los tridentes han desaparecido y que, para los telogos modernos, no es ms que la simple privacin de la luz divina. Me veo flotando en una oscuridad eterna, con mi cuerpo, con todas mis fibras, que me sern necesarias para la resurreccin final. De pronto, otro cuerpo choca conmigo en los espacios infernales. Se trata de un siams muerto hace dos mil aos al caer de un cocotero. Se aleja en las tinieblas. Transcurren millones de aos, y, luego, siento otro golpe en la espalda. Es una cantinera de Napolen. Y as sucesivamente. Me dejo llevar durante unos momentos por las angustiosas tinieblas de este nuevo infierno y, luego, vuelvo a la Tierra, donde estoy todava. Luis Buuel, Mi ltimo suspiro.

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DOLORES ZEUGMTICOS Sali por la puerta y de mi vida, llevndose con ella mi amor y su larga cabellera negra. Guillermo Cabrera Infante, Exorcismos de est(l)o.

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CUENTO CUBAO Una mujer. Encinta. En un pueblo de campo. Grave enfermedad: tifus, influenza, tambin llamada trancazo. Al borde de la tumba. Ruegos a Dios, a Jess y a todos los santos. No hay cura. Promesa a una virgen propicia: si salvo, Santana, pondr tu nombre Ana a la criatura que llevo en mis entraas. Cura inmediata. Pero siete meses ms tarde, en vez de nia nace un nio. Dilema. La madre decide cumplir su promesa, a toda costa. Sin embargo, para atenuar el golpe y evitar chacotas deciden todos tcitamente llamar al nio Anito. Guillermo Cabrera Infante, Exorcismos de est(l)o.

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Al llegar a una aldea grande, los conquistadores encontraron reunidos en la plaza central a unos dos mil indios, que les esperaban con regalos, mucho pescado y casabe, sentados todos en cuclillas y algunos fumando. Empezaron los indios a repartir la comida cuando un soldado sac su espada y se lanz sobre uno de ellos cercenndole la cabeza de un solo tajo. Otros soldados imitaron la accin del primero y sin ninguna provocacin empezaron a tirar sablazos a diestra y siniestra. La carnicera se hizo mayor cuando varios soldados entraron en un batey, que era una casa muy grande en la que haba reunidos ms de quinientos indios, "de los cuales muy pocos tuvieron oportunidad de huir". Cuenta el padre Las Casas: "Iba el arroyo de sangre como si hubieran muerto muchas vacas". Cuando se orden una investigacin sobre el sangriento incidente, se supo que al ser recibidos los conquistadores con tal amistosidad "pensaron que tanta cortesa era por les matar seguro". Guillermo Cabrera Infante, Vista del amanecer en el trpico.

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El general pregunt la hora y un edecn se acerc rpido a musitar: "La que usted quiera, seor Presidente". Guillermo Cabrera Infante, Vista del amanecer en el trpico.

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BALANCE Justamente cuando estaba a punto de alcanzar el cubo, le fall una pierna y se cay al pozo. Mientras caa, le pas aquello tan conocido de contemplar de un vistazo toda su vida. Y la encontr lisa, igual y montona (dicho sea entre nosotros), de manera que pas el trago de ahogarse con una ejemplar resignacin. Pere Calders, Invasi subtil i altres contes.

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EL EXPRESO Nadie quera decirle a qu hora pasara el tren. Lo vean tan cargardo de maletas, que les daba pena explicarle que all no haba habido nunca ni vas ni estacin. Pere Calders, Invasi subtil i altres contes.

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COPYRIGHT Alguien me ha hecho a m y he sido vendido. Nunca he podido saber quin ha cobrado los derechos ni si ha sido un buen o un mal negocio. Pere Calders, Invasi subtil i altres contes.

117

DE CUANDO LOS ANIMALES HABLABAN "Hay una tendencia excesiva a halagar a las hembras. Se ha hablado mucho de la gallina y nada de m, que soy el gallo de los huevos de oro". Pere Calders, Invasi subtil i altres contes.

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EL ESPEJO DEL ALMA No nos habamos visto nunca, en ningn sitio, en ninguna ocasin, pero se pareca tanto a un vecino mo que me salud cordialmente: l tambin se haba confundido. Pere Calders, Invasi subtil i altres contes.

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CARTA AL JUEZ Distinguido seor: Llevo hasta las ltimas consecuencias el precepto de amar al prjimo como a m mismo y ahora, cuando he decidido suicidarme debido a malas transacciones y a desengaos amorosos, acabo de matar a un vecino del mismo rellao, segundo piso tercera puerta, con perdigonada de escopeta de dos caones disparados a la vez. Gracias a esta fidelsima interpretacin de mi afecto a nuestros semejantes, nadie me podr echar en cara que ya me pueden decir misas... Pere Calders, Invasi subtil i altres contes.

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El emperador Carlomagno en avanzada edad se enamor de una joven alemana. Los nobles de la corte estaban muy preocupados al ver que el soberao, posedo completamente por su deseo amoroso, y olvidado de su dignidad real, descuidaba los asuntos del Imperio. Cuando, de improviso, se muri la joven, los dignatarios dieron un respiro, pero por poco tiempo: porque el amor de Carlomagno no muri con l. El emperador, habiendo hecho llevar el cadver embalsamado a su habitacin, no quera separarse de l. El arzobispo Turpn, aterrado por esta macabra pasin, malici un hechizo y quiso examinar el cadver. Escondido debajo de la lengua muerta, encontr un anillo con una piedra preciosa. Desde el instante en que el anillo estuvo en maos de Turpn, Carlomagno se apresur a hacer sepultar el cadver, y volc su amor en la persona del arzobispo. Turpn, para escapar de aquella embarazosa situacin lanz el anillo al lago de Constanza. Carlomagno se enamor del lago y nunca ms quiso alejarse de sus orillas. Italo Calvino, Lezioni americane.

121

Entre las muchas virtudes de Chuang-Tzu estaba la habilidad en el dibujo. El rey le pidi que dibujase un cangrejo. Chuang-Tzu dijo que necesitaba cinco aos de tiempo y un palacio de doce sirvientes. A los cinco aos an no haba empezado el dibujo. "Necesito otros cinco aos", dijo Chuang-Tzu. El rey se los concedi. Transcurridos diez aos, Chuang-Tzu cogi el pincel y en un momento, de un solo gesto, pint un cangrejo, el cangrejo ms perfecto jams visto. Italo Calvino, Lezioni americane.

122

HISTORIA DEL JOVEN CELOSO Haba una vez un hombre joven que estaba muy celoso de una joven muchacha bastante voluble. Un da le dijo: "Tus ojos miran a todo el mundo". Entonces, le arranc los ojos. Despus dijo: "Con tus maos puedes hacer gestos de invitacin". Y le cort las maos. "Todava puede hablar con otros", pens. Y le extirp la lengua. Luego, para impedirle sonrer a los eventuales admiradores, le arranc todos los dientes. Por ltimo, le cort las pierias, "De este modo se dijo estar ms tranquilo". Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. "Ella es fea pensaba, pero al menos, ser ma hasta la muerte". Un da volvi a la casa y no encontr a la joven muchacha: ella haba desaparecido, raptada por un exhibidor de fenmenos. Henri Fierre Cami, Comique.

123

l me rob la oreja izquierda. Yo le quit el ojo derecho. El me escondi catorce dientes. Yo le cos los labios. El me coci el culo. Yo le cog el corazn y se lo puse boca abajo. l se comi mi hgado. Yo me beb su sangre. Guerra. Elias Canetti, La provincia del hombre.

124

El hombre que jams ha recibido una carta. Elias Caeta, La provincia del hombre.

125

Sera lindo a partir de una cierta edad, ao por ao, ir de nuevo empequeeciendo y recorriendo hacia atrs aquellos mismos peldaos que una vez se escalaron con orgullo. La dignidad y la honra de la mayor edad seguiran, no obstante, siendo las mismas que son hoy; de modo que la gente absolutamente menuda, los muchachos de seis u ocho aos, seran los ms sabios y los ms experimentados. Los ms viejos monarcas seran los ms pequeos; en general, habra slo muy diminutos Papas; los obispos miraran desde mayor altura a los cardenales y los cardenales al Papa. Ningn nio podra desear ya ser algo grande. La historia perdera en importancia en razn de su edad; se tendra la sensacin de que los sucesos de hace trescientos aos habran acontecido entre criaturas semejantes a insectos, y el pasado tendra, finalmente, la dicha de no ser advertido. Elias Caeta, Apuntes.

126

EL NIO JORGE A Jorge le gustaba comer la pared de su cuarto. No lo hagas! le dijo su pap. Pero el nio Jorge sigui comiendo pared. Su pap fue entonces a la farmacia y le compr un frasco de pastillas de pared. Jorge las comi todas y le creci una casa en la cabeza. Era feliz jugando con la casa. El pap se puso muy triste porque le decan: Qu nio tan raro tiene usted, seor! Leonora Carrington.

127

EL MUERTO Y LA LUNA Un anciao ve un muerto sobre el que caa la claridad de la luna. Rene gran nmero de animales y les dice: Cul de vosotros, valientes, quiere encargarse de pasar el muerto o a la luna a la otra orilla del ro? Dos tortugas se presentan: la primera, que tiene las patas largas, carga con la luna y llega sana y salva con ella a la orilla opuesta; la otra, que tiene las patas cortas, carga con el muerto y se ahoga. Por eso la luna muerta reaparece todos los das, y el hombre que muere no vuelve nunca. Blaise Cendrars, Antologa negra.

128

Tena el pecho abierto por una enorme herida y en la carne desgarrada crecan las piedras preciosas. Yo estaba extendido en una mesa como de despacho, cubierta por un mantel blanco. En la habitacin no haba ningn otro mueble y las paredes desconchadas y sucias me producan ms tristeza que mi propia herida. Juan Eduardo Cirlot, 80 sueos.

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Al llegar a la ciudad de hielo, edificada en medio de las cumbres, me senta plenamente dichoso; una gran serenidad se adueaba de m, y me iba tornando inconsciente. Vea como mis maos se convertan en trozos de agua cristalina, Juan Eduardo Cirlot, 80 sueos.

130

A veces soy un cristiao arrojado a las fieras; otras un espectador que, desde la gradera del circo, contempla el espectculo. Juan Eduardo Cirlot, 80 sueos.

131

Me veo a m mismo, de la mao de mi madre, paseando por una blanqusima avenida, bordeada de jardines donde hay flores de diversos colores, formas y tamaos, pero especialmente grandes lirios rojos, los cuales se van abriendo a medida que pasamos por delante de ellos. Juan Eduardo Cirlot, 80 sueos.

132

Al llegar a aquella playa despus de atravesar un mar obscu