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La Maja Desnuda Por Vicente Blasco Ibáñez

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LaMajaDesnuda

Por

VicenteBlascoIbáñez

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PRIMERAPARTE

I

EranlasoncedelamañanacuandoMarianoRenovalesllegóalMuseodelPrado.Algunosañosibantranscurridossinqueelfamosopintorentraseenél.No le atraían losmuertos:muy interesantes,muydignos de respeto, bajo lagloriosamortajadelossiglos,peroelartemarchabapornuevoscaminosynoera allí donde él podía estudiar, a la falsa luz de las claraboyas, viendo larealidad a través de otros temperamentos.Un pedazo demar, una ladera demonte,ungrupodegentedesarrapada,unacabezaexpresiva, le atraíanmásque aquel palacio de amplias escalinatas, blancas columnas y estatuas debronceyalabastro,solemnepanteóndelarte,dondetitubeabanlosneófitos,enlamásestérildelasconfusiones,sinsaberquécaminoseguir.

El maestro Renovales detúvose unos instantes al pie de la escalinata.Contemplaba con cierta emoción—como se contempla después de largaausencia los lugaresde la juventud—lahondonadaquedaaccesoalpalacio,consusdeclivesdecéspedfresco,adornadosatrechospordébilesarbolillos.En loaltodeestosdesmontes, laantigua iglesiade los Jerónimos,degóticamampostería,marcabasobreelespacioazulsustorresgemelasysusarcadasruinosas.El invernal ramajedelRetiro servíade fondoa lablancamasadelCasón.RenovalespensóenlosfrescosdeGiordanoqueadornabansustechosinteriores.Despuésse fijóenunedificiodemurosrojosyportadadepiedraque cerraba el espacio pretenciosamente, en primer término, al borde de lapendiente verdosa. ¡Puá! ¡LaAcademia!Y el gesto despreciativo del artistaencerró en una misma repugnancia la Academia de la Lengua y las demásAcademias;lapintura,laliteratura,todaslasmanifestacionesdelpensamiento,amojamadasyagarrotadas, conuna inmortalidaddemomia, en losvendajesdelatradición,lasreglasyelrespetoalosprecedentes.

Una ráfaga de viento helado agitó las haldas de su gabán, sus barbasluengas y algo canosas y el ancho fieltro, bajo cuyos bordes asomaban losmechones de una melena, escandalosa en su juventud, que había idodisminuyéndose con prudentes recortes, conforme ascendía el maestro,adquiriendofamaydinero.

Renovalessintiófríoenlahondonadahúmeda.EraundíaclaroyglacialdelosquetantoabundanenelinviernodeMadrid.Lucíaelsol;elcieloestabaazul; pero de la sierra, cubierta de nieve, llegaba un viento helado queendurecíalatierra,dándolaunafragilidaddecristal.Enlosrincones,adondenollegabaelfuegosolar,brillabatodavíalaescarchadelamanecercomouna

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capade'azúcar.'Enlasalfombrasdemusgo,losgorriones,enflaquecidosporlasprivacionesinvernales,ibanyveníanconuntrotecitoinfantil,agitandosumustioplumaje.

La escalinata delMuseo recordaba almaestro su adolescencia.Aquellospeldaños los había subido muchas veces a los diez y seis años, con elestómagodesfallecidopor la ruin comidade la casadehuéspedes. ¡Cuántasmañanaspasadasenaquelcaserón,copiandoaVelázquez!Estoslugarestraíana sumemoria las esperanzasmuertas, un cúmulo de ilusiones que ahora lehacían sonreír: recuerdos de hambre y de humillantes regateos al ganar suprimerdinerocon laventadecopias.Su fazadustadegigante, suentrecejoque intimidaba a discípulos y admiradores, se aclararon con una sonrisaalegre. Recordaba sus entradas en el Museo con paso tardo, su miedo asepararsedelcaballeteparaquenoreparasenenlassuelasdespegadasdesusbotas,quesedoblaban,dejandoaldescubiertolospies.

Pasó el vestíbulo y abrió la primera cancela de cristales. Cesaroninstantáneamentelosruidosdelmundoexterior:elrodardeloscarruajesporelPrado,elcampaneodelostranvías,elsordoarrastredelascarretas,lachilleríadelosgruposinfantilesquecorreteabanporlosdesmontes.Abriólasegundacancela,y sucara, entumecidapor el frío, sintió la cariciadeunaatmósferatibia, cargada del inexplicable zumbido del silencio. Los pasos de losvisitantes adquirían esa sonoridad de los grandes edificios inhabitados. Elgolpedelacancelaalcerrarse,retumbabacomouncañonazo,pasandodesalaensalaaltravésdelosrecioscortinajes.Lasbocasdecalefacciónhumeabansuinvisiblehálitotamizadoporlasrejillas.Lasgentes,alentrar,hablabanentonobajoinstintivamente,cualsiestuvieranenunacatedral:poníanungestocompungido de recogimiento, como si les intimidasen los miles de lienzosalineados en las paredes, los bustos enormes que adornaban el círculo de larotondayelpromediodelsalóncentral.

Al ver a Renovales los dos porteros de largo levitón, hicieron unmovimiento para ponerse de pie.No sabían quién era; pero ciertamente eraalguien. Aquella cara la habían visto muchas veces, tal vez en los papelespúblicos,talvezenlascajasdecerillas;seasociabaensumentealasgloriasdelapopularidad,alosaltoshonoresreservadosalospersonajes.Deprontolereconocieron. ¡Hacía tantos años que no le veían por allí! Y los dosempleados,conlagorradegalóndeoroenlamanoyunasonrisaobsequiosa,avanzaronhaciaelgranartista.«Buenosdías,donMariano.»¿DeseabaalgodeelloselseñordeRenovales?¿Queríaquellamasenalseñordirector?...Eraunaobsequiosidadpegajosa,unazoramientodecortesanosquevenentrardeprontoensupalacioaunsoberanoextranjero,reconociéndoloaltravésdesuincógnito.

Renovalesselibródeelloscongestobruscoypaseóunarápidamiradapor

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loslienzosgrandesydecorativosdelarotonda,querecordabanlasguerrasdelsigloXVII;generalesdeerizadosbigotesychambergoplumeadodirigiendolabatalla con un bastón corto, como si dirigiesen una orquesta; tropas dearcabucerosdesapareciendocuestaabajoconbanderasalfrentedeaspasrojasoazules;bosquesdepicassurgiendodelhumo;verdespraderasdeFlandesenel fondo; combates sonoros e infructuosos que fueron como las últimasboqueadasdeunaEspañadeinfluenciaeuropea.Levantóunpesadocortinajey entró en el enorme salón central, viendo, a la luz mate y discreta de lasclaraboyas, las personas que estaban en último término como diminutasfigurillas.

El artista siguióadelante en línea recta.Apenas se fijabaen los cuadros,antiguos conocidos que nada nuevo podían decirle. Sus ojos buscaban a laspersonas, sin encontrar tampoco en ellas mayor novedad. Parecía queformaban parte de la casa y no se habían movido de allí en muchos años:padres bondadosos con un grupo de niños ante las rodillas explicándoles elargumento de los cuadros; una profesora con varias alumnas modositas ysilenciosasque,obedeciendoaunaordensuperior,pasabansindetenerseantelossantosligerosderopa;unseñorqueacompañabaadoscurasyhablabaagritos para demostrar que era inteligente y se hallaba allí como en su casa;varias extranjeras con el velo recogido sobre el sombrero de paja y elgabancitoalbrazo,consultandoelcatálogo, todasconciertoairede familia,con idénticos gestos de admiración y curiosidad, hasta el punto de hacerpensaraRenovalessi serían lasmismasquehabíavistoantes, laúltimavezqueestuvoenelMuseo.

Al pasar, saludaba mentalmente a los grandes maestros. A un lado, lasfiguras santas delGreco, de un espiritualismoverdosoo azulado, esbeltas yondulantes;más allá las cabezas rugosas y negruzcas deRibera, con gestosferoces de tortura y dolor: portentosos artistas que admiraba Renovales,proponiéndoseno imitarlosennada.Después,entre labarandillaqueguardalos cuadros y la fila de vitrinas, bustos y mesas de mármol sostenidas porleonesdorados,tropezóconloscaballetesdevarioscopistas.Eranmuchachosde la Escuela de Bellas Artes o señoritas de pobre aspecto, con taconesgastados y sombreros de reblandecido contorno, que copiaban cuadros deMurillo. Iban marcándose sobre el lienzo el azul del manto virginal o lascarnes con mantecosos bullones de los niños rizados que juguetean con elDivinoCordero. Eran encargos de personas piadosas; género de fácil salidapara conventos y oratorios. El humo de los cirios, la pátina de los años, ladiscretapenumbradeladevoción,apagaríanloscolores,yalgúndíalosojosllorosos por la súplica, verían moverse con vida misteriosa las celestialesfigurassobresufondonegruzco,implorandodeellasprodigiossobrenaturales.

ElmaestrosedirigióalasaladeVelázquez.AllítrabajabasuamigoTekli.

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SuvisitaalMuseonoteníaotroobjetoqueverlacopiaqueelpintorhúngaroestabahaciendodelcuadrodelasMeninas.

El día anterior, al anunciarle en su lujoso estudio la visita de esteextranjero,quedóporlargoratoindeciso,contemplandoelnombreimpresoenla tarjeta. ¡Tekli!... Y de pronto recordó a un amigo de veinte años antes,cuandoélvivíaenRoma;unhúngarobonachónqueleadmirabasinceramentey suplía su falta de genio con una tenacidad taciturna para el trabajo,semejantealadelabestiadelabor.

Renovalesviocongustosusojillosazules,hundidosbajounascejasralasysedosas;sumandíbulasalienteenformadepala,queledabagransemejanzacon los monarcas austriacos; su alto cuerpo, encorvado a impulsos de laemoción,extendiendounosbrazoshuesosos,largoscomotentáculos,almismotiempoquelesaludabaenitaliano.

—¡Oh,maestro!¡Caromaestro!

Se había refugiado en el profesorado, como todos los pintores faltos defuerzasparaseguircuestaarriba,quesetiendenenelsurco.Renovalesvioalartistaoficialensutrajeobscuroycorrecto,sinunamota;enlamiradadignaquefijabadevezencuandoensusbotasbrillantes,queparecíanreflejartodoelestudio.Hastalucíaenunasolapaelbotónmulticolordeunacondecoraciónmisteriosa.Elfieltroqueteníaenlamano,deunablancurademerengue,eraloúnicoquedesentonabaenesteaspectodefuncionariopúblico.Renovaleslecogió las manos con sincero entusiasmo. ¡El famoso Tekli! ¡Cuánto sealegraba de verle! ¡Qué tiempos los de Roma!... Y con una sonrisa debondadosa superioridad escuchaba el relato de sus triunfos. Era profesor deBuda-Pest; hacía ahorros todos los años para ir a estudiar a algún museocélebre de Europa. Por fin, había podido venir a España, cumpliendo susdeseosdemuchosaños.

—¡Oh,Velasqués!¡Quelmaestrone,caroMariano!...

Yechandoatráslacabeza,poníalosojosenblanco,agitabaconexpresiónvoluptuosasumandíbulasalientecubiertadepelos rubios,comosiestuvierapaladeandounvasodeldulceTokaydesupaís.

Hacía unmes que estaba enMadrid trabajando todas lasmañanas en elMuseo.CasiteníaterminadasucopiadelasMeninas.NohablaidoantesaverasucaroMarianoporquedeseabaenseñarleestetrabajo.¿VendríaaverleunamañanaenelPrado?¿Ledaría estapruebadeamistad?...Renovales intentóresistirse. ¿Qué le importaba a él una copia? Pero había tal expresión dehumilde súplicaen losojillosdelhúngaro, le envolvía en tantos elogiosporsusgrandes triunfos,detallandoelgranéxitoquehabíaalcanzadosucuadro¡Hombre al agua! en la última Exposición de Buda-Pest, que el maestro

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prometióiralMuseo.

Yalospocosdías,unamañanaenqueexcusósuasistenciaunseñoralqueestabapintandoelretrato,RenovalesseacordódelapromesaaTekliyfuealMuseo del Prado, sintiendo al entrar la misma impresión deempequeñecimiento y nostalgia que sufre un personaje al volver a laUniversidaddondepasósujuventud.

AlverseenlasaladeVelázquez,sintióseasaltadoporunrespetoreligioso.Allíestabaunpintor:elpintorporantonomasia.Todassusteoríasirreverentesdeodioalosmuertossequedaronmásalládelapuerta.Elencantodeestoslienzos,quenohabíavistoenalgunosaños,surgíadenuevo,fresco,poderoso,irresistible; le avasallaba despertando sus remordimientos. Permaneció largoratoinmóvil,pasandosusojosdeunladoaotro,queriendoabarcardegolpetoda la obra del inmortal, mientras en torno de él comenzaba a sonar unzumbidodecuriosidad.

—¡Renovales!...¡EstáaquíRenovales!

La noticia había partido de la puerta, extendiéndose por todo elMuseo,llegandoa lasaladeVelázquez,detrásdesuspasos.Losgruposdecuriososdejaban de contemplar los cuadros para mirar a aquel hombretónensimismado,quenoparecíadarsecuentadelacuriosidadquelerodeaba.Lasseñoras, yendo de un lienzo a otro, seguían con el rabillo del ojo al artistacélebre,cuyoretratohabíanvisto tantasveces.Leencontrabanmásfeo,másordinarioqueenlosgrabadosdelosperiódicos.Parecía imposiblequeaquelmozo de cordel tuviese talento y pintase tan bien a las mujeres. Algunosjovencillos aproximábanse para mirarle de cerca, fingiendo contemplar losmismoscuadrosque elmaestro.Ledetallabancon lavista, fijándose en susparticularidades exteriores, con ese deseo de imitación entusiasta de losaprendices. Uno se proponía copiar su lazo de corbata y sus greñasalborotadas, con la quimérica esperanza de que esto les diese nuevainteligenciaparalapintura.Otrosseplañíanmentalmentedeserimberbes,pornopoderostentarlasbarbascanasyensortijadasdelfamosomaestro.

Éste,consusensibilidadparapercibirelelogio,notardóendarsecuentadel ambiente de curiosidad que le rodeaba. Los jóvenes copistas parecíanpegarsemásasuscaballetes,frunciendolosojos,dilatandolanariz,moviendoel pincel con lentitud y titubeos, sabiendo que él estaba a sus espaldas,estremeciéndoseacadapasoquesonabasobreelentarimado,coneltemoryeldeseo de que se dignase pasar su mirada por encima de sus hombros.Adivinabaconciertoorgulloloquemurmurabantodaslasbocasalcuchichear,lo que se decían los ojos, al fijarse distraídos en los lienzos, para despuésmirarleaél.

—EsRenovales...ElpintorRenovales.

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El maestro miró un buen rato al más antiguo de los copistas: un viejodecrépito y casi ciego, con anteojos gruesos y cóncavos, que le daban elaspectodeunmonstruomarino,ytemblándolelasmanosconestremecimientosenil.Renovalesleconocía.Veinticincoañosantes,cuandoélestudiabaenelMuseo, le había visto en el mismo sitio, copiando siempre Los borrachos.Aunque cegase por completo, aunque el cuadro se perdiese, podría élrehacerloatientas.Enaquellostiempossehabíanhabladomuchasveces,peroni remotamentepodía imaginarse el pobrehombreque aquelRenovales, delquetantosedecía,eraelmismomuchachueloqueenmásdeunaocasiónlehabíapedidoprestadounpincel,ycuyorecuerdoapenassiseconservabaensu pensamiento,momificado por la eterna imitación.Renovales pensó en labondad del rollizo Baco y la turba de rufianes de su corte, personajes quedurantemediosigloestabanalimentandolacasadelcopista,ycreyóveralaviejacompañera,aloshijoscasados,losnietos,todaunafamiliasostenidaporlamanotrémuladelanciano.

Alguiendeslizóen suoído lanoticiaqueagitabaelMuseo,y el copista,levantandoloshombrosconciertodesprecio,separólamoribundavistadesutrabajo.

¡Conque estaba allí Renovales, el famoso Renovales! ¡Iba por fin aconoceralprodigio!...

Elmaestroviofijosenélsusojosgrotescosdepescadomonstruoso,conun fulgor irónico tras los gruesos cristales. ¡Farsantuelo! Ya había oído élhablardeaquelestudioconhonoresdepalacioqueteníadetrásdelRetiro.LoqueaRenovaleslesobrabalohabíaquitadoamuchoscomoélque,faltosdeprotección, se habían quedado en el camino. Se hacía pagar por un lienzomilesdeduros,yVelázqueztrabajabaportrespesetasaldía,yGoyapintabasusretratosporunpardeonzas.Todomentira;modernismos,audaciasdeunajuventud falta de escrúpulos, ignorancia de los bobos que creen a losperiódicos.Loúnicobuenoestabaallí.Ylevantandootravezloshombroscondesprecio, se apagó en sumirada la irónica protesta y volvió a sumilésimacopiadeLosborrachos.

Renovales, viendo amortiguarse la curiosidad en torno de él, entró en lapequeñasalaqueguardaelcuadrodelasMeninas.AllíestabaTekli,juntoallienzo famoso, que ocupa todo el fondo de la habitación, sentado ante sucaballete, con el sombrerito blanco echado atrás para dejar en libertad loslatidosdesufrente,contraídaporeltenazempeñodelaexactitud.

AlveraRenovalesselevantóconapresuramiento,dejandosupaletasobreel pedazo de hule que defendía el entarimado de las manchas de pintura.¡Amablemaestro!¡Cómoagradecíaestavisita!Ylemostrabasucopia,deunaminuciosaexactitud,sinelprodigiosoambiente,sinlamilagrosarealidaddel

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original.Renovalesasentíaconlacabeza;admirabalapacientelabordeaquelbueymanso del arte, que abría sus surcos siempre iguales, con una rigidezgeométrica,sinelmáslevedescuido,sinelmenorintentodeoriginalidad.

—¿Ti piace?—preguntaba ansioso,mirándole a los ojos para adivinar supensamiento.—¿Evero?¿Evero?—repetíaconlaincertidumbredelniñoquepresienteunengaño.

YsúbitamentetranquilizadoporlasmuestrasdeaprobacióndeRenovales,cadavezmás extremadas para disfrazar su indiferencia, el húngaro le cogióambasmanos,llevándoselasalpecho.

—Sonocontento,maestro...Sonocontento.

No quería soltar a Renovales. Ya que había tenido la magnanimidad devenir a conocer suobra, nopodíadejarlemarchar.Almorzarían juntos en elhoteldondeélvivía.DestaparíanunfrascodeChianttipararecordarsuvidade Roma; hablarían de la alegre bohemia de la juventud, de aquelloscompañerosdediversasnacionalidadesque se reuníanenel cafédelGreco;unos muertos ya, los demás esparcidos por Europa y América; los menosllegados a la celebridad, la mayoría vegetando en las escuelas de su país,soñando con un cuadro definitivo y triunfador, antes del cual llegaría lamuerte.

Renovalessintiósevencidoporlainsistenciadelhúngaro,elcuallecogíalasmanos con expresión dramática, como si fuese amorir por su negativa.¡VayaporelChiantti!Almorzaríanjuntos,ymientrasTeklidabaunosretoquesasuobra,élleaguardaríapaseandoporelMuseo,renovandosusrecuerdos.

Al volver a la sala de Velázquez había disminuido la concurrencia,quedando solos los copistas, inclinados ante sus lienzos. El pintor sintió denuevolainfluenciadelgranmaestro.Admirósuprodigiosoarte,sintiendoalmismotiempolaintensatristezahistóricaqueparecíaemanardetodasuobra.¡Infeliz donDiego!Había nacido en el períodomásmelancólico de nuestrahistoria.Su sano realismoeraparahaber inmortalizado la formahumanaentodasubelladesnudez,yeldestinoledeparóunperíodoenelquelasmujeresparecían tortugas asomando el busto entre la doble concha de su huecafaldamenta,yloshombresteníanunarigidezsacerdotal,irguiendolasmorenasymallavadascabezassobretétricasropillas.Habíapintadoloquehabíavisto:elmiedoy lahipocresíareflejábanseen losojosdeaquelmundo.Laalegríaforzada de una nación moribunda, que necesitaba para distraerse de lomonstruoso y disparatado, revelábase en los bufones, los locos y loscontrahechos, inmortalizados por el pincel de don Diego. El humorhipocondríacodeunamonarquíaenfermadecuerpoyconelalmaagarrotadapor el terror del infierno, vivía en todas aquellas obras maestras, queinspiraban admiración y tristeza al mismo tiempo. ¡Lástima de tesoros

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artísticosderrochadoseninmortalizarunperíodoque,sinVelázquez,hubieracaídoenelolvidomásprofundo!

Renovales pensaba también en el hombre, comparando con ciertoremordimientolavidadeaquelgranpintorconlaexistenciaprincipescadelosmaestros modernos. ¡Oh, la munificencia de los reyes, su protección a losartistas,delaquehablabanalgunosconentusiasmovolviendolavistaatrás!...PensabaenelcachazudodonDiegoysusueldode trespesetascomopintordel rey, que sólo cobraba muy de tarde en tarde; en su nombre glorioso,figurandoentrelosdebufonesybarberosenlalistadelpersonalcortesano;ensucalidaddedomésticoregio,queleobligabaaaceptarelcargodeperitodematerialesdealbañileríaparamejorarun tantosusituación;en lasbajezasyhumillacionesdesusúltimosañosparaalcanzarlacruzdeSantiago,negandocomo un delito ante el tribunal de las Ordenes que cobrase dinero por suscuadros,afirmandoconorgulloservilsucalidaddecriadodelrey,comosiesetítulo fuese superior a la gloriadel artista... ¡Dichosos tiemposdel presente;bendita revolución de la vida moderna, que dignifica al artista colocándolobajo la protección del público, soberano impersonal que deja en libertad alcreadordebellezayacabaporseguirleensusnuevoscaminos!...

Renovalessalióalagaleríacentralbuscandootradesusadmiraciones.Lasobras de Goya llenaban un gran espacio de ambos muros. A un lado losretratos de los reyes de la decadencia borbónica; cabezas demonarcas o depríncipes, abrumadas por la blanca peluca; ojos punzantes demujer, rostrosexangües, con los cabellos peinados en forma de torre. Los dos grandespintoreshabíancoincididoensuexistenciaconlaruinamoraldedosdinastías.En el salón del gran don Diego, los reyes delgados, huesosos, rubios, deelegancia monacal y blancura linfática, con la mandíbula saliente y unaexpresiónenlosojosdedudaytemorporlasalvacióndesusalmas.Aquílosmonarcasobesos,entorpecidosporlagrasa;lanarizenormeypesada,conunfatal estiramiento, como si tirase del cerebro por misteriosa relación,paralizandosusfunciones;ellabioinferiorgruesoycaídoconinerciasensual;los ojos, de una calma bovina, reflejando en su tranquila luz la indiferenciaparatodoloquenotocasedirectamenteasuegoísmo.LosAustrias,nerviosos,inquietos por una fiebre de locura, sin saber adónde ir, cabalgando sobreteatrales corceles, en obscuros paisajes, cerrados por las nevadas crestas delGuadarrama,tristes,fríasycristalizadascomoelalmanacional:losBorbones,reposados, adiposos, descansando ahítos sobre sus enormes pantorrillas, sinotro pensamiento que la cacería del día siguiente o la intriga doméstica quetraerevueltaalafamilia,ciegosparalastormentasquetruenanmásalládelosPirineos. Los unos rodeados de unmundo de imbéciles con cara brutal, deleguleyossombríos,deinfantasderostroaniñadoyfaldashuecasdevirgendealtar: los otros llevando, como comparsería alegre y desenfadada, unpopulacho vestido de alegres colores, envuelto en la capa de grana o la

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mantilladeblonda,coronadoporlapeinetaolamasculinaredecilla,razaqueenlasmeriendasdelCanaloengrotescasdiversionesincubaba,sinsaberlo,suheroísmo. El latigazo de la invasión la sacaba de su infancia de siglos. Elmismo gran artista que había retratado durante muchos años la inocenteinconscienciadeestepueblodemajosymajas,vistosoyalegrecomouncorode opereta, lo pintaba después atacando navaja en mano, con simiescaagilidad,alosmamelucos;haciendocaerbajosustajosaestoscentaurosdelEgipto,ahumadosencienbatallas,omuriendoconteatralfierezaalaluzdeunfanal,enlastétricassoledadesdelaMoncloa,fusiladoporlosinvasores.

Renovalesadmirabaelambiente trágicodeeste lienzoque teníaantesusojos. Los verdugos ocultaban sus rostros, apoyándolos en los fusiles; eranciegosejecutoresdeldestino,unafuerzaanónima;yfrenteaelloselevábaseelmontóndecarnepalpitanteysangrienta;losmuertos,conlosjironesdecarnearrancadosporlasbalas,mostrandorojizosagujeros;losvivos,conlosbrazosen cruz, retando a los matadores en una lengua que no podían entender, ocubriéndose el rostro con las manos, como si este movimiento instintivopudierapreservarlesdelplomo.Eratodounpuebloquemoríapararenacer.Yjuntoaestecuadrodehorroryheroísmoveíasecabalgar,enotrocercano,alLeónidasdeZaragoza,aPalafox,consuspatillaselegantesyunaarroganciade chisperodentrodel uniformede capitángeneral, teniendo en su aposturaciertoaspectodecaudillodelaplebe,sosteniendoenunamanoenguantadadeanteelcorvosableyenlaotralasriendasdesucaballejocortoypanzudo.

Renovalespensóqueelarteescomolaluz,quetomaelcoloryelbrillodelos objetos que toca.Goya había pasado por un período tempestuoso, habíaasistido a la resurrección del alma popular, y su pintura encerraba la vidatumultuosa, la furia heroica que envano se buscaba en los lienzos de aquelotro genio amarrado a la monotonía de una existencia palaciega, sin otrosincidentes que las noticias de guerras lejanas, faltas de entusiasmo, y cuyasvictorias,tardíaseinútiles,teníanlafrialdaddeladuda.

Volvióelpintor laespaldaa lasdamasgoyescas,deboca recogidacomoun capullo de rosa, vestidas de blanca batista y con la cabellera peinada enforma de turbante, para concentrar su atención en una figura desnuda queparecíadejarenlasombraloslienzoscercanos,conelesplendorluminosodesus carnes. La contempló de cerca largo rato, inclinado sobre la barandilla,tocando casi el lienzo con el ala de su sombrero. Después fue alejándoselentamente, sindejardemirarla,hastaque,al fin,acabóporsentarseenunabanqueta,siemprefrentealcuadro,conlosojosfijosenél.

—¡LamajadeGoya!...¡Lamajadesnuda!...

Hablabaenvozalta,sinpercatarsedeello,comosisuspalabrasfuesenunaexplosión inevitable de los pensamientos que se agolpaban en su frente y

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parecíanpasaryrepasartraselcristaldesusojos.Susexpresionesadmirativaseranendiversostonos,marcandounaescaladescendentederecuerdos.

Elpintorcontemplócondelectaciónaquelcuerpodesnudo,graciosamentefrágil, luminoso, como si en su interior ardiese la llama de la vida,transparentada por las carnes de nácar. Los pechos firmes, audazmenteabiertos en ángulo, puntiagudos comomagnolias de amor,marcaban en susvérticesloscerradosbotonesdeunrosapálido.Unamusgosasombraapenasperceptibleentenebrecíaelmisteriosexual:laluztrazabaunamanchabrillanteenlasrodillasdepulidaredondez,ydenuevovolvíaaextenderseeldiscretosombreadohastalospiesdiminutos,definosdedos,sonrosadoseinfantiles.

Eralamujerpequeña,graciosaypicante;laVenusespañola,sinmáscarnequelaprecisaparacubrirdesuavesredondecessuarmazónágilyesbelto.Losojosambarinosdemaliciosofuegodesconcertabanconsufijomirar; labocateníaensusgraciosasalillaselrevuelodeunasonrisaeterna:enlasmejillas,los codos y los pies, el tono de rosa mostraba la transparencia y el fulgorhúmedodeesasconchasqueabrenloscoloresdesusentrañasenelprofundomisteriodelmar.

—¡LamajadeGoya!...¡Lamajadesnuda!...

Yanodecíaestaspalabrasenvozalta,perolasrepetíansupensamientoysumirada:susonrisaeracomounecodeellas.

Renovalesnoestabasolo.Devezencuandoseinterponíanentresusojosyelcuadrogruposdecuriososquepasabanyrepasabanhablandoagritos.Untrotedepesadospiesconmovíaelpavimentodemadera.Eramediodía,ylosalbañiles de las obras cercanas aprovechaban la hora del descanso paraexplorar aquellos salones, como si fuesen un mundo nuevo, aspirandosatisfechoseltibioairedelacalefacción.Dejabanalandarhuellasdeyesoenelentarimado;se llamabanunosaotrosparaparticiparsesuadmiraciónanteun cuadro; mostraban impaciencia por abarcarlo todo de un golpe; seextasiabancontemplandolosguerrerosdeluminosaarmaduraolosuniformescomplicadosdeotrasépocas.Losmáslistosservíandeguíaasuscompañeros,arreándoloscon impaciencia.Yahabíanestadoallí eldía anterior. ¡Adentro!¡Aún lesquedabamuchoquever!Ycorríanhacia las salas interiorescon laanhelante curiosidad del que pisa tierra nueva y aguarda que lo asombrososurjaantesuspasos.

Entre este galope de la admiración sencilla pasaban también algunosgrupos de señoras españolas. Todas hacían lomismo ante la obra deGoya,como si estuvieran aleccionadas previamente. Iban de un cuadro a otro,comentandolasmodasde los tiempospasados,sintiendociertanostalgiaporlas faldas demadroños y las amplias mantillas con alta peineta. De prontoponíanseserias,apretabanloslabiosyemprendíanunpasovivohaciaelfondo

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delagalería.Lasavisabaelinstinto.Susinquietosojossentíanseheridosenelrabillo por la lejana desnudez: parecían husmear a la famosamaja antes deverlayseguíanadelanteerguidas,conelgestosevero, lomismoquecuandolas molestaba en la calle un requiebro audaz, pasando frente al cuadro sinvolverlacara,sinquererverloslienzosinmediatos,nodeteniéndosehastalavecinasaladeMurillo.

Eraelodioaldesnudo,lacristianaysecularabominacióndelaNaturalezay la verdad, que se ponía en pie instintivamente, protestando de que setolerasen tales horrores en un edificio público, poblado de santos, reyes yascetas.

Renovalesadorabaaquellienzoconentusiasmodevoto,colocándoloapartedelasdemásobras.Eralaprimeramanifestacióndelartelibredeescrúpulos,limpio de preocupaciones, que existía en nuestra historia. ¡Tres siglos depintura; varias generaciones de nombres gloriosos, sucediéndose conportentosa fecundidad,yhastaGoyanohabíaosadoelpincel español trazarlas formasdelcuerpofemenil, ladivinadesnudezque,en todos lospueblos,habíasidolaprimerainspiracióndelartenaciente!Renovalesrecordabaotrodesnudo, laVenus, deVelázquez, guardada en extrañas tierras. Pero aquellaobra no había sido espontánea: era un encargo del monarca que, al mismotiempoquepagabaespléndidamentealosextranjerossuscuadrosdedesnudo,quisotenerunlienzosemejantedesupintordecámara.

Lapresiónreligiosahabíaentenebrecidoelartedurantesiglos.Lahumanabellezaasustabaalosgrandesartistas,quepintabanconlacruzenelpechoyel rosario en la espada.Los cuerpos ocultábanse bajo el sayal de pesados yrígidos pliegues o el grotesco miriñaque palaciego, sin que el pintor osaraadivinar lo que existía debajo de ellos, mirando al modelo como el devotocontemplaelmantohuecode laVirgen,nosabiendosiencierrauncuerpootres barrotes, sostenes de la cabeza. La alegría de la vida era un pecado; ladesnudez, obra de Dios, una abominación. En vano brillaba sobre la tierraespañolaunsolmáshermosoqueeldeVenecia;inútilmentesequebrabalaluzsobrelatierraconmayorbrilloqueenFlandes;elarteespañoleraobscuro,eraseco, era sobrio, aun después de haber conocido las obras del Ticiano. ElRenacimiento, que en el resto delmundo adoraba el desnudo como la obradefinitiva de la Naturaleza, cubríase aquí con la capucha del fraile o losharaposdelmendigo.Lospaisajesluminososeranobscurosytétricosalpasarallienzo;elpaísdelsolaparecíabajoelpincelconuncielogrisylatierradeunverdefúnebre;lascabezaserandeunagravedadmonacal.Elartistaponíaensuscuadros,noloquelerodeaba,sinoloquellevabadentro,unpedazodesu alma; y su alma estaba agarrotadapor elmiedo a los peligros de la vidapresenteylostormentosdelafutura;eranegra,conlanegruradelatristeza,comosisehubiesetiznadoenelhollíndelashoguerasdelaFe.

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Aquellamujer desnuda, con la cabeza rizosa sobre sus brazos cruzados,mostrando en tranquilo abandono la leve vegetación de sus axilas, era eldespertar de un arte que había vivido aislado. El cuerpo ligero, que apenasdescansaba sobre el verde diván y las almohadas de finos encajes, parecíapróximoaelevarseenelaire,conelpotenteimpulsodelaresurrección.

Renovales pensaba en los dos maestros, igualmente grandes, y sinembargo,tandistintos.Elunoteníalaimponentemajestaddelosmonumentosfamosos; reposado,correcto, frío, llenandoelhorizontede lahistoriaconsumolecolosal,envejeciendogloriosamentesinquelossiglosabriesenlamenorgrieta en sus muros de mármol. Por todos lados la misma fachada noble,ordenada,tranquila,sinfantasíasdecapricho.Eralarazón,sólida,equilibrada,ajenaalosentusiasmosylosdesmayos,sinapresuramientosnifiebres.Elotroera grande como una montaña, con el desorden bizarro de la Naturaleza,cubierto de tortuosas desigualdades. Por un lado el peñascal bravío y árido;más allá la cañada cubierta de matorrales floridos; abajo el jardín conperfumes y pájaros; en la cumbre la corona de nubarrones que truenan yrelampaguean.Eralaimaginaciónencarreradesenfrenada,conaltosjadeantesynuevosescapes,lafrenteenloinfinitoylospiessinsepararsedelatierra.

LavidadedonDiegocabíaendoslíneas.«Habíapintado.»Estaeratodasubiografía.JamásensusviajesporEspañaeItaliasintióotracuriosidadquela de ver nuevos cuadros. En la corte del rey poeta había vegetado entregalanteosymascaradas,tranquilocomounmonjedelapintura,siempredepieante el lienzo y el modelo, hoy un bufón, mañana una infantita, sin otrasaspiraciones que las de ascender de categoría entre los domésticos reales ycoserse una cruz de paño rojo en el negro justillo. Era un alma excelsaencerradaenuncuerpoflemáticoquejamásleatormentócondeseosnerviososnialterólacalmadesutrabajoconpasionalesvehemencias.Almorirél,moríatambién, a la semana siguiente, la buenadoña Juana, su esposa, buscándoselos dos, como si no pudiesen permanecer separados después de su luengaperegrinaciónporelmundo,plácidaysinincidentes.

Goya «había vivido». Su existencia era la del artista gran señor: unaagitada novela llena demisterios amorosos.Los discípulos, al entreabrir lascortinasdesuestudio,veíanlasedadeunasfaldasregiassobrelasrodillasdelmaestro.Las lindasduquesasde laépocaacudíanaque laspintarrajease lasmejillas aquel aragonés fuerte, de áspera y varonil galantería, riendo comolocasdeestosretoquesíntimos.Alcontemplarsobrerevueltacamaunadivinadesnudez, trasladaba al lienzo sus formas, por impulso irresistible, porimperiosanecesidaddereproducirlabelleza,ylaleyendaqueflotabaentornodel pintor español iba colgando un nombre ilustre a todas las beldades queinmortalizabasupincel.

Pintar sinmiedoy sin preocupaciones, extasiarse reproduciendo sobre el

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lienzo la jugosa desnudez, el húmedo ámbar de la carne femenil con suspálidosrosasdecaracolamarina,eraeldeseoylaenvidiadeRenovales:vivircomo el famoso don Francisco, cual pájaro libre, de plumaje inquieto yluminoso,enmediodelamonotoníadelhumanocorral;ser,porlaspasiones,poreldesenfadoypor losgustos,distintode lamayoríade loshombres,yaquesediferenciabadeellosporsumododeapreciarlavida.

Pero¡ay!suexistenciaeraigualaladedonDiego:llana,monótona,tiradaacordel.Pintaba,peronovivía;lealababansusobrasporlaexactitudconquecautivaba el natural, por el brillo de la luz, el color indefinibledel aire y elexteriordelascosas;peroalgolefaltaba,algoqueserevolvíaensuinterioryenvanopugnabaporsaltarlasbardasvulgaresdelaexistenciadiaria.

ElrecuerdodelanovelescavidadeGoyalehacíapensarensupropiavida.Le llamaban maestro; comprábanle a buen precio todo lo que pintaba,especialmentesieraconarregloalgustoajenoycontrasuvoluntaddeartista;gozaba una existencia tranquila, llena de comodidades; tenía allá, en suestudio, con honores de palacio, cuya fachada reproducían los periódicosilustrados,unaesposaquecreíaensugenioyunahijaquecasieraunamujer,yhacíatartamudeardeemociónalatropadediscípulosíntimos.Desupasadabohemia, sólo restaban en él los fieltros abollados, las barbas luengas, laalborotada cabellera y cierto descuido en el vestir; pero cuando lo exigía suposicióndeglorianacional,sacabadelroperounfracconlasolapacubiertadecondecoraciones,yhacíasufiguraenlasfiestasoficiales.Teníamilesdedurosen el Banco. En el estudio, paleta en mano, conferenciaba con su agente,discutiendolaclasedepapelquedebíaadquirirconsusgananciasdelaño.Sunombrenodespertabaextrañezanirepulsiónenlaaltasociedad,dondeerademodaquelasseñorasfuesenretratadasporél.

HabíaprovocadoenotrotiempoescándalosyprotestasporsusaudaciasdecolorysumodorevolucionariodeverlaNaturaleza,peronollevabasobresunombre el menor atentado a las conveniencias que hay que guardar con elpúblico.Susmujereseranhembrasdelpueblo,pintorescasyrepugnantes;nohabíamostradoen sus lienzosotrascarnesque la sudorosadel labriegoo lamantecosa del niño. Era el maestro honrado que cultiva su prodigiosahabilidadconlamismacalmaconqueotroscuidansusnegocios.

¿Qué faltaba en su existencia?... ¡Ay!... Renovales sonreía irónicamente.Acudía degolpe a sumemoria toda suvida en tumultuoso agolpamientoderecuerdos. Fijaba una vez más su mirada en aquella mujer de luminosablancura,semejanteaunánforadenácar,conlosbrazosentornodelacabeza,los pechos enhiestos y triunfadores, los ojos puestos en él, como si leconocieramuchosaños,yrepetíamentalmente,conexpresióndeamarguraydesaliento:

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—¡LamajadeGoya!...¡Lamajadesnuda!...

II

Al recordar Mariano Renovales los primeros años de su vida, susensibilidad, siempre exquisita para las impresiones exteriores, evocaba unincesante choque demartillos.Desde que asomaba el sol hasta que la tierracomenzabaaentenebrecerseconlapenumbradelcrepúsculo,cantabaelhierroogemíaenelsupliciodelyunque,haciendotemblarlasparedesdelacasayelpisodelaltocuartuchodondeMarianojugueteaba,tendidoenelsuelo,juntoalospiesdeunamujerpálida, enfermiza,deojosgravesyprofundos, la cualdejaba con frecuencia su costura para besar al pequeño con repentinavehemencia,comositemiesenoverlemás.

Aquellosmartillos incansables,quehabíanacompañadoelnacimientodeMariano,lehacíansaltardelacamaapenasapuntabaeldíaybajaralafraguaparacalentarsejuntoalincandescentefogón.Supadre,uncíclopebondadoso,velludo, tiznado de negro, iba de un lado a otro revolviendo hierros,manejandolimas,dandoórdenesasusayudantesconfuertesgritos,paraquepudiesen oírle en el estrépito del martilleo. Dos mocetones despechugadosbraceaban jadeantes sobre el yunque, y el hierro, unas veces rojo y otrasdorado, saltaba en chorros luminosos, se esparcía en ramilletes crepitantes,poblabaelnegroambientede la fraguadeunenjambredemoscasde fuegoqueibanamorir,apagadasynegras,enelhollíndelosrincones.

—Cuidado,pequeño—decíaelpadreabarcandosucabezatiernadepelosfinosyensortijadosconunadesusmanazas.

El chiquitín sentíase atraído por los colores del hierro ardiente, hasta elpunto de que, con la inconsciencia de la niñez, intentaba algunas vecesapoderarse de aquellos fragmentos que brillaban en el suelo como estrellascaídas.

Supadreloempujabafueradelafragua,ymásalládelapuertanegradehollín veíaMariano extenderse, cuesta abajo, en el torrente de luz solar, loscamposdetierraroja,cortadosenfigurasgeométricasporlindesyribazosdepiedra;enelfondo,elvalle,congruposdeálamosorlandoeltortuosocristalde un río, y enfrente las montañas cubiertas hasta sus cimas de obscurospinares.Lafraguaestabaenlasafuerasdeunpueblo,ydeésteydelasaldeasdelvallellegabanlosencargosquemanteníanlaherrería:ejesnuevosdecarro,rejasdearado,hoces,palasyhorquillasnecesitadasdecompostura.

El incesante golpear de los martillos parecía conmover al pequeño,

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infundiéndoleunafiebredeactividad,arrancándolodesusjuegosinfantiles.Alosochoañosagarrábasealacuerdadelfuelleytirabadeella,extasiándoseenlacontemplacióndelcharrodechispasquearrancabalacorrientedeairealosencendidos carbones. El buen cíclopemostrábase satisfecho del vigor de suhijo, robusto y fuerte como todos los de su familia, con unos puños queimponían respeto a los chicuelos del lugar. Era de su sangre. De la pobremadre, débil y enferma, sólo tenía su predisposición al silencio y alaislamiento, permaneciendo horas enteras, cuando se amortiguaba en él lafiebredeactividad,enmudacontemplacióndeloscampos,delcieloodelosarroyos que bajaban saltando sobre guijas para confundirse con el río en lomáshondodelvalle.

Elpequeñoaborrecíalaescuela,mostrandounsantohorroralasletras.Susmanosfuertestemblabanindecisasalintentarescribirunapalabra.Encambiosupadreylasdemásgentesdelafraguaadmirábansedelafacilidadconquesabía reproducir los objetos pormediodeundibujo sencillo, ingenuo, en elqueno se escapabadetalle algunodel natural.Llevaba siempre losbolsillosllenosdecarbonesynoveíaunaparedounapiedradeciertablancura,sinquealmomentodejasede trazar enellaunacopiade losobjetosqueherían susojos por alguna particularidad saliente. Los muros exteriores de la herreríaestabanennegrecidosporlosdibujosdeMarianillo.Trotabanalolargodelasparedes,conelhocicocontraídoylacolaenroscada,loscerdosdeSanAntón,quevagabanporelpueblomantenidosporlacaridadpúblicaparaserrifadosenlafiestadelsanto,yenmediodeestaprocesiónpanzudadestacábanselosperfilesdelherreroydetodoslosobrerosdelafragua,conunainscripciónalpieparaquenosurgiesendudassobresuidentidad.

—Ven,mujer—gritabaelherreroasuenfermizacónyuge,aldescubrirunnuevo dibujo.—Ven a ver lo que ha hecho nuestro hijo. ¡Demonio demuchacho!...

Y a impulsos de este entusiasmo, no se lamentaba ya de queMarianilloabandonaselaescuelayhuyeradelfuelledelafragua,dedicandotodoeldíaacorretearporelvalleoporelpueblo,conelcarbónenlamano,cubriendodelíneas negras las peñas del monte y las paredes de las casas, con grandesesperacióndelasvecinas.EnlatabernadelaplazaMayorhabíatrazadolascabezas de los más asiduos parroquianos, y el tabernero las enseñaba conorgullo, no permitiendo que tocasen a la pared por miedo a quedesaparecieran.Estaobraeraunmotivodevanidadparaelherrero,cuandoenlosdomingos,despuésdelamisa,entrabaabeberunvasoconlosamigos.Enlaparedde la rectoríahabía trazadounaVirgen,ante lacualdeteníanseconhondossuspiroslasdevotasmásviejasdelpueblo.

El herrero, con un rubor de satisfacción, admitía todos los elogios quetributabanalpequeño,comosilecorrespondiesenaélensumayorparte.¿De

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dóndehabíasalidoaquelprodigio,siendotanbárbarostodoslosdelafamilia?Ymovíalacabezaafirmativamentecuandolosnotablesdelpueblolehablabande hacer algo por el chico. Ciertamente, él no sabía qué hacer, pero teníanrazón;suMarianillonoestabadestinadoagolpearelhierrolomismoquesupadre. Podía ser un personaje tan grande como don Rafael, un señor quepintaba santos y santas en la capital de la provincia y era maestro de lospintores, en un gran caserón lleno de cuadros, allá en la ciudad.Durante elveranoveníaconsufamiliaavivirenunaquintadelvalle.

EstedonRafaeleraunvarónimponenteporsugravedad;unsantocargadode hijos, que llevaba la levita como si fuese un hábito y hablaba conmelifluidaddefraileatravésdelasbarbascanasqueinvadíansurostroenjutoysonrosado.Enlaiglesiadelpuebloguardabanuncuadroportentosopintadoporél:unaPurísima,cuyoscoloresdulces,deunbrilloacaramelado,hacíantemblardeemociónlaspiernasdelosdevotos.Además,losojosdelaimagentenían la milagrosa particularidad de mirar de frente a los que lacontemplaban, siguiéndoles aunque cambiasen de lugar. Un verdaderoprodigio.Parecíaimposiblequeestaobrasobrenaturallahubiesehechoaquelbuenseñor,queduranteelveranosubíatodaslasmañanasaoírsumisaenelpueblo.Uningléshabíaqueridocomprarelcuadroporloquepesasedeoro.Nadiehabíavistoalinglés,perotodossonreíansarcásticamentealcomentarlaproposición. ¡En seguida soltaban ellos el cuadro! ¡Que rabiasen los herejescon todos susmillones! La Purísima seguiría en su capilla para envidia delmundoentero,yespecialmentedelospueblecilloscercanos.

Cuando el párroco fue a visitar a don Rafael para hablarle del hijo delherrero,elgrandehombreestabayaenteradodesushabilidades.Habíavistoenelpueblosusdibujos;elmuchachoteníaciertadisposición,yeralástimanoguiarle por buen camino. Después fueron las visitas del herrero y su hijo,temblorosos los dos al verse en el granero de la quinta, que el gran pintorhabía convertido en estudio; al contemplar de cerca los botes de color, lapaletaaceitosa,lospincelesyaquelloslienzosdeunsuaveazul,sobreelquecomenzaban amarcarse los rosadosmofletes de los querubines y la cara enéxtasisdelaMadredeDios.

Alterminarelverano,elbuenherrerosedecidióaseguirlosconsejosdedonRafael.Yaqueésteeratanbuenoquequeríaayudaralchico,porélnoibaamalograrsesubuenafortuna.Laherreríadabaparavivir.Todoconsistíaentrabajar unos añosmás, en sostenerse, hasta el fin de su existencia, junto alyunque,sinayudanisucesor.Suhijohabíanacidoparapersonaje,yeragravepecadocortarleelcaminodespreciandolaayudadelbuenprotector.

Lloró la madre, cada vez más débil y enfermiza, como si el viaje a lacapitaldelaprovinciafuesealotroextremodelmundo.

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—Adiós,hijo.Yanoteverémás.

Y efectivamente, Mariano vio por última vez aquel rostro exangüe, degrandes ojos sin expresión, casi borrado ahora de su memoria, como unamancha blanquecina, en la cual no lograba, a pesar de todos sus esfuerzos,restablecerelcontornodelasfacciones.

Enlaciudadcambióradicalmentesuvida.Entoncescomprendióquéeraloquebuscabansusmanosalmoverelcarbónsobrelasparedesenjalbegadas.Elarteserevelóporprimeravezasusojosenlastardessilenciosaspasadasenunantiguoconvento,dondeestabaelmuseoprovincial,mientras sumaestrodon Rafael discutía con otros caballeros en la sala de profesores o firmabapapelotesenlasecretaría.

Mariano vivió en casa de su protector, siendo a la vez su criado y sudiscípulo. Llevaba cartas al señor deán y a algunos canónigos amigos delmaestro, que le acompañaban en sus paseos o hacían tertulia en su estudio.Másdeunavezvisitóloslocutoriosdealgunosconventos,dandorecadosdedonRafael,al travésde las tupidas rejas,aciertassombrasblancasynegrasque, atraídaspor su juventud rollizademuchachodel campoyenteradasdeque pretendía ser pintor, le abrumaban con las preguntas de una curiosidadexcitadaporelencierro.Acababanporregalarle,altravésdeltorno,rosquillas,limoncitos confitados o alguna otra muestra de la repostería monjil, y ledespedíanconsanosconsejosdesusvoces tenuesysuaves tamizadasporelhierrodelasrejas.

—¡Queseasbueno,Marianito!Estudia,reza.Sébuencristiano;elSeñorteprotegerá,ytalvezlleguesapintarcomodonRafael,queesdelosprimerosdelmundo.

¡Cómoreíaelartistarecordandoaquellasencillezinfantil,quelehacíaveren su maestro el pintor más asombroso de la tierra!... Por las mañanas, alasistir a las clases de la Escuela de Bellas Artes, se indignaba contra suscompañeros, chiquillería irrespetuosa, educada en la calle, hijos demenestrales, que apenas volvía la espalda el profesor, se bombardeaban conlas migas del pan destinado a borrar los dibujos y execraban a don Rafaelllamándolebeatoyjesuita.

Las tardes las pasaba Mariano en el estudio, al lado del maestro. ¡Quéemoción la primera vez que éste le puso la paleta en lamanoy le permitiócopiar,enunlienzoviejo,unSanJuaninfantequehabíaterminadoparaunacomunidad!... Mientras el muchacho, con el rostro contraído por enérgicamueca,seesforzabaenimitarlaobradelmaestro,oíalosbuenosconsejosquele daba éste, sin apartarse del lienzo sobre el que hacía correr su seráficopincel.

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Lapinturadebíaserreligiosa.Losprimeroscuadrosdelmundohabíansidoinspiradosporlareligión;fueradeella,lavidasóloofrecíavilmaterialismo,repugnantespecados.Lapinturadebíaserideal,hermosa;representarsiempreimágenes bonitas; reproducir las cosas como debían ser y no como eran, ysobretodo,miraraloalto,alcielo,puesallíestálaverdaderavida,noenestatierra, valle de lágrimas. Mariano debía modificar sus instintos, se loaconsejaba él, que era su maestro; debía perder su afición a dibujar cosasgroseras, las gentes tal como las veía, los animales en toda su brutalmaterialidad,lospaisajesenlamismaformaqueloscontemplabansusojos.

Había que tener idealismo. Muchos pintores fueron casi santos; asíúnicamente les era posible reflejar la celeste belleza en los rostros de susmadonas. Y el pobre Mariano esforzábase por ser ideal, por atrapar unpequeño andrajo de aquella serenidad beatífica y dulce que rodeaba a sumaestro.

PocoapocofueconociendolosprocedimientosdequesevalíadonRafaelpararealizaraquellasobrasmaestrasquearrancabangritosdeadmiraciónasutertuliadecanónigosyalasseñorasricasqueleencargabanimágenes.Cuandopensaba comenzar alguna de sus Purísimas, que lentamente invadían lasiglesiasyconventosdelaprovincia,levantábasetempranoyvolvíaalestudiodespuésdeconfesarycomulgar.Sentíaconestounafuerzainterior,unserenoentusiasmo,y si enmitadde laobra llegaba el desaliento, volvía a acudir aestamedicinadesuinspiración.

Elartista,además,debeserpuro.Élhabíahechovotodecastidad,pasadosloscincuentaaños; conalgún retraso, ciertamente,peronoerapornohaberconocidoantesestemediosegurodellegaraunperfectoidealismodepintorcelestial.Suesposa,una señoraenvejecidapor innumerablespartos, agotadapor la fidelidad y la virtud abrumadoras delmaestro, no era yamás que lacompañeraqueledabalarespuestaalrezarporlanocherosariosytrisagios.Tenía varias hijas que pesaban sobre su conciencia como un bochornosorecuerdo de vergonzosos materialismos; pero unas eran monjas profesas yotras iban camino de serlo, agrandándose la idealidad del artista conformedesaparecíandelacasaestostestimoniodesuimpurezaeibanaocultarseenlosconventos,dondesosteníanelprestigioartísticodelpadre.

AlgunasveceselgranpintorvacilabaanteunaPurísima,queerasiemprelamisma,comosilapintasecontrepa.Entonceshablabamisteriosamenteasudiscípulo:

—Marianito:avisamañanaalosseñoresquenovengan.Tenemosmodelo.

Ycerradoelestudioalossacerdotesydemásamigosrespetables,llegabaRodríguez, unguardiamunicipal, pisando fuerte, con la colilla bajo el reciobigotedepúassalientesyunamanoenlaempuñaduradelsable.Expulsadode

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laguardia civil porborrachoy cruel, alverse sinocupación,no se sabeporquéextrañainiciativa,sededicóamodelodepintor.Eldevotoartista,queletenía ciertomiedo, acosadopor sus continuaspeticiones, le había alcanzadoeste empleo de guardia municipal, y Rodríguez aprovechaba todas lasocasiones para manifestar su agradecimiento de mastín, golpeando loshombros delmaestro con susmanazas y echándole a la cara su resuello denicotinayalcohol.

—¡DonRafael!¡Ustedesmipadre!Alqueletoqueausted,lecortoesto,aquelloylodemásallá.

Y el místico artista, satisfecho interiormente de esta protección,ruborizábaseyagitaba lasmanosprotestandode la franquezadeaquelbrutoquellamabaporsusnombresalascosasocultasquedeseabacortar.

Arrojabasukepisenelsuelo,entregabaaMarianoelpesadochafarotey,comohombrequesabesuobligación,sacabadelfondodeunarcaunatúnicade lana blanca y un guiñapo azul en forma de manto, colocando ambasprendassobresucuerpoconlamaestríadelacostumbre.

Marianolemirabaconojosdeasombro,perosinningunatentacióndereír.Eranmisteriosdelarte;sorpresasquesóloestabanreservadasalosque,comoél,teníanlasuertedevivirenlaintimidaddeungranmaestro.

—¿Estamos,Rodríguez?—preguntabaimpacientedonRafael.

Y Rodríguez, erguido dentro de su bata de baño, con el andrajo azulpendiente de los hombros, juntaba las manos y elevaba su mirada feroz altecho,sindejardechupar lacolillaque lechamuscabaelbigote.Elmaestrosólo necesitaba el modelo para los paños de la imagen, para estudiar elplegado del celeste vestido, el cual no debía revelar elmás leve indicio dehumanasredondeces.Jamáshabíapasadoporsuimaginaciónlaposibilidaddecopiaraunamujer.Eracaerenelmaterialismo,glorificarlacarne,llamaralatentación.ConRodríguezbastaba:habíaqueseridealista.

El modelo seguía en su mística actitud, con el cuerpo perdido en losinnumerablesplieguesdesuvestiduraazulyblanca,asomandopordebajodeéstalaspuntasromasdesusbotasdeordenanza,irguiendosucabezagrotescaychata,rematadaporunapelambrerahirsuta,tosiendoycarraspeandoconelhumodesucigarro,sindejardemiraraloaltonisepararsusmanazasjuntasenademándeadoración.

Algunasveces,fatigadodelmutismolaboriosodelmaestroyeldiscípulo,Rodríguez lanzaba algunos mugidos que poco a poco tomaban forma depalabras y acababa por enfrascarse en el relato de las hazañas de su épocaheroica, cuando era guardia civil y «podía darle unmal golpe a cualquierapagandodespuésconunpapel».LaPurísimaseenardecíaconestosrecuerdos.

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Se separaban sus manazas con un temblor de voluptuosidad homicida; sedescomponían los rebuscados pliegues: sus ojos veteados de sangre ya nomirabanaloalto,yhablabaconvozbroncadetremendaspalizas,dehombresagarradosporsupartemássensiblequecaíanalsueloenroscándosededolor,defusilamientosdepresosquedespuéssepresentabancomofugas;yparadarmayorrelieveaestaautobiografíadeclamadaconbestialorgullo,salpicabasuspalabrasdeinterjeccionesquetanprontoaludíanalaspartesmásíntimasdelorganismohumano,comofaltabanatodorespetoalosprimerospersonajesdelacortecelestial.

—¡Rodríguez!¡Rodríguez!—exclamabahorrorizadoelmaestro.

—¡Álaorden,donRafael!

YlaPurísima,despuésdepasarse lacolilladeun ladoaotrode laboca,juntaba otra vez las manos, se estiraba, haciendo asomar por debajo de latúnicalospantalonesconfranjaroja,yperdíasumiradaenloalto,sonriendoconéxtasis,comosicontemplaseeneltechotodassusheroicidades,delasquesesentíaorgulloso.

Marianodesesperábaseantesulienzo.Eraincapazdepintarotracosaqueaquelloqueveía,ysupincel,despuésdereproducirlavestidurablancayazul,deteníase vacilante en la cabeza, llamando en vano el auxilio de laimaginación.Era la carátula grotesca deRodríguez la que surgía del lienzo,despuésdevanosesfuerzos.

Yeldiscípuloadmirabasinceramente lahabilidaddedonRafael,aquellacabezapálidaveladaporlaluzdesunimbo,unrostrobonitoeinexpresivodebellezainfantilquesustituíaenelcuadroalaferoztestadelmunicipal.

Este escamoteo le parecía al joven la muestra más asombrosa del arte.¡Cuándollegaríaélalafácilprestidigitacióndesumaestro!

ConeltiempofuemarcándoseaúnmásestadiferenciaentredonRafaelysu discípulo. En la escuela le rodeaban los compañeros, reconociendo susuperioridad y elogiando sus dibujos. Algunos profesores, enemigos delmaestro, lamentabanque tan buenas disposiciones pudieranperderse al ladodeaquel«pintasantos».DonRafaelmirabaconasombroloquehacíaMarianofueradesuestudio;figurasypaisajesdirectamenteobservadosque,segúnél,respirabanlabrutalidaddelavida.

Su tertulia de graves señores comenzaba a reconocer ciertomérito en eldiscípulo.

—Nollegaránuncaalaalturadeusted,donRafael—decían.—Carecedeunción, no tiene idealismo, no pintará una buena imagen, pero como pintormundanoirálejos.

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El maestro, que amaba al muchacho por su carácter subordinado y supurezadecostumbres, intentabaenvanohacerleseguirelbuencamino.Consólo imitarle tenía la fortunahecha.Élmoriría sinsucesorysuestudioysufamaseríanparaél.Noteníamásquevercomopocoapoco,cualunabuenahormigadelSeñor,había idocreándoseconelpincelunafortunita.Afuerzade idealismo tenía su quinta allá en el pueblo y un sinnúmero de campos,cuyos arrendatarios venían a visitarle en el estudio, entablando ante laspoéticas imágenes interminables discusiones sobre el pago y cuantía de losarrendatarios.La Iglesia erapobrepor culpade la impiedadde la época;nopodía pagar tan generosamente como en otros siglos; pero los encargosmenudeaban,yunaVirgencontodasupurezaeraasuntodetresdías...Maseljoven Renovales torcía el gesto dolorosamente, como si le exigieran unsacrificiodoloroso.

—Nopuedo,maestro. Soy un imbécil; no sé inventar. Sólo pinto lo queveo.

Ycuandocomenzóavercuerposdesnudosenlaclasellamadadelnatural,seentregóconfuriaaesteestudio,comosilacarneleprodujeselamásfuertedelasembriagueces.DonRafaelseaterró,sorprendiendoenlosrinconesdesucasa bocetos que reproducían vergonzosas desnudeces con toda su realidad.Además, producíanle ciertomalestar los adelantos del discípulo; veía en supinturaunvigorqueélnohabía tenidonunca.Hastanotabaciertadefecciónen su tertulia de admiradores. Los buenos canónigos admiraban, comosiempre, sus vírgenes; pero algunos de ellos se hacían retratar porMariano,elogiandoelaciertodesupincel.

Undíaabordóasudiscípuloconresolución.

—Yasabesquetequierocomoaunhijo,Marianito;peroamiladopierdeseltiempo.Nadatepuedoenseñar.Tusitioestáenotraparte.HepensadoquepodíasirteaMadrid.Allíestánlosdetucuerda.

Sumadrehabíamuerto;supadreseguíaenlafragua,yalverlellegarconunos cuantos duros, producto de los retratos que había hecho, apreció estacantidadcomounafortuna.Parecíaleimposiblequehubieraquiendiesedineroa cambiode colorines.Una carta de donRafael le convenció.Yaque aquelseñortansabioaconsejabaquesuhijofueseaMadrid,éldebíaconformarse.

—ÁMadrid,hijo,yprocuraganardineropronto,queelpadreestáviejoynosiemprepodráayudarte.

ÁlosdiezyseisañoscayóRenovalesenMadrid,yviéndosesolo,sinmásguíaquesuvoluntad,seentregóconfuriaal trabajo.PasólasmañanasenelMuseo del Prado, copiando todas las cabezas de los cuadros de Velázquez.Creyóquehastaentonceshabíavividociego.Además,trabajabaenunestudio

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abuhardilladoconotroscompañeros,yporlasnochespintabaacuarelas.Conlaventadeéstasydealgunascopias,ibarellenandolosvacíosquedejabaensusubsistencialacortapensiónenviadaporelpadre.

Recordabaconnostalgiaestosañosdeestrechez,deverdaderamiseria:lasnoches de frío en elmísero camastro; las comidas irritantes, demisteriososingredientes, en una taberna cercana al teatro Real: las discusiones en unrincóndeuncafé,bajolasmiradashostilesdeloscamareros,escandalizadosdequeunadocenademelenudosocupasenvariasmesasparatomarenjuntotrescafésymuchasbotellasdeagua...

Laalegrejuventudsoportabasinesfuerzoestasmiserias,yencambio,¡quéhartazgodeilusiones,québanqueteesplendorosodeesperanzas!Cadadíaunnuevo descubrimiento. Renovales corría como un potro salvaje por losdominios del arte, viendo abrirse ante él nuevos horizontes, y su galopelevantaba un estruendo de escándalo que equivalía a prematura celebridad.Los viejos decían de él que era el únicomuchacho «que se traía algo»; suscompañeros afirmaban que era un «pintorazo», y en su afán iconoclasta,comparaban sus obras inexpertas con las de los maestros consagrados yantiguos,«miserablesburguesesdelarte»,sobrecuyascalvascreíannecesarioescupir su bilis, afirmando de este modo la superioridad de la nuevageneración.

Las oposiciones de Renovales para alcanzar la pensión en Roma,equivalieronaunarevolución.La juventud,quesólo jurabaporély le teníapor glorioso capitán, se agitó amenazante con el temor de que los «viejos»sacrificasenasuídolo.

Cuandoalfinsumanifiestasuperioridadlehizoalcanzarlapensión,hubobanquetesensuhonor,sueltosen losperiódicos,sepublicósuretratoen lasrevistasilustradas,yhastaelviejoherrerohizounviajeaMadridpararespirar,conmovidoylloroso,unapartedelinciensoquetributabanasuhijo.

EnRomaesperabaaRenovalesunacrueldecepción.Suscompatriotas lerecibieron con cierta frialdad. Los jóvenes le miraban como a un rival,aguardando suspróximasobras con la esperanzadeunacaída; los antiguos,que vivían lejos de la patria, le examinaron con malévola curiosidad.«¡Conqueaquelmocetóneraelhijodelherrero,quetantoruidometíaentrelosignorantes de allá!...Madrid no era Roma.Ahora verían ellos lo que aquelgeniosabíahacer.»

Renovales no hizo nada en los primerosmeses de su estancia enRoma.Contestaba encogiéndose de hombros a los que con aviesa intención lepreguntabanporsuscuadros.Élhabíaidoallí,noapintar,sinoaestudiar:paraesto le mantenía el Estado. Y pasó más de medio año dibujando, siempredibujando,enlosmuseosfamosos,dondeestudiaba,carbónenmano,lasobras

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célebres. Las cajas de colores permanecían sin abrir en un rincón de suestudio.

Alpocotiempoabominódelagranciudad,porlavidaqueenellallevabanlosartistas.¿Paraquélaspensiones?Seestudiabaallímenosqueenotraparte.Roma no era una escuela: era un mercado. Los comerciantes de pinturaestablecían allí su negocio, atraídos por la gran aglomeración de artistas.Todos,viejosyprincipiantes,ilustresydesconocidos,sentíanlatentacióndeldinero, sedejaban envolver en las dulzurasde la vida cómoda, produciendoobraspara laventa,pintandocuadrosconarregloa las indicacionesdeunosjudíos alemanes que recorrían los estudiosmarcando los géneros y tamañosqueerandemoda,paraesparcirlosporEuropayAmérica.

Renovales,alvisitarlosestudios,sóloveíacuadrosdegénero;unasvecesseñores de casacón, otrasmoros andrajosos o campesinos deCalabria. Eranpinturasbonitasyacabadísimas,paralascualesempleabancomomodelosunmaniquíolasfamiliasdechocharos,quesealquilabantodaslasmañanasenlaplaza de España, junto a la escalinata de la Trinidad; la eterna aldeana,morena,denegrosojosygrandesarosenlasorejas,confaldaverde,corpiñonegroylatocablancaarrolladasobreelpelocongrandesagujas:elviejodesiempre,conabarcas,pellicodelanasyunsombreroapuntado,conespiraldecintas,sobresunevadacabezadePadreEterno.Losartistasapreciabanentreellossusméritospor losmilesdelirasrecolectadasduranteelaño:hablabancon respeto de los maestros ilustres, que cobraban una fortuna a losmillonariosdeParísodeChicagoporcuadritosdecaballetequenadieveía.Renovalesmostrábase indignado. Este arte era casi igual al de su primitivomaestro,aunquemundano,comohubiesedichodonRafael. ¡Yparaesto losenviabanaRoma!...

Mal mirado por los compatriotas a causa de su carácter brusco, de sulenguaje rudo y de la probidad, que le hacía negarse a todo encargo de losmercaderes de pintura, buscó el trato de los artistas de otros países. En lajuventud cosmopolita de pintores acuartelada en Roma, pronto fue popularRenovales.

Su energía, su exceso de vida, hacían de él un simpático y alegrecompañero,cuandosepresentabaen losestudiosde lavíaBabuinooen laschocolaterías y cafés delCorso, donde se reunían, por afinidades amistosas,losartistasdediversasnacionalidades.

Mariano,alosveinteaños,eraunmocetónatlético,dignoretoñodeaquelhombrequebatíaelhierro,desdeelamanecerhastalanoche,enunrincóndeEspaña.Undíaunjoveninglés,amigosuyo,leyóensuhonorunapáginadeRuskin. «Las artes plásticas son esencialmente atléticas.» Un enfermo, unsemiparalítico, podía ser un gran poeta, un célebre músico; pero para ser

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MiguelÁngeloelTicianosenecesitaba,nosólounalmaprivilegiada,sinouncuerpovigoroso.LeonardodeVincipartíaunaherraduraentresusmanos;losescultoresdelRenacimientolabrabaninmensosbloquesdemármolaimpulsosdesusbrazosdetitán,omordíanconsusburileseldurobronce;losgrandespintoreseranmuchasvecesarquitectos,ycubiertosdepolvohacíanmoverseenormesmasas...Renovalesescuchópensativolaspalabrasdelgranesteticistainglés.Éltambiéneraunalmafuerte,enuncuerpodeatleta.

Losapetitosdesujuventudnoibanmásalládelavaronilembriaguezdelafuerza y el movimiento. Atraído por la abundancia demodelos que ofrecíaRoma,desnudabaensuestudioaunachochara,dibujandocondelectaciónlasformasdesucuerpo.Reía,consucarcajadaruidosadegigante;lahablabaconlamismalibertadquesifueseunadelasmujerzuelasquelesalíanalpasoporlanochealvolversoloa laAcademiadeEspaña,perounavez terminadoeltrabajo y vestida... ¡á la calle! Tenía la castidad de los fuertes. Adoraba lacarne,perosóloparacopiarsuslíneas.Leproducíavergüenzaelroceanimal,elencuentroalazar,sinamor,sinatracción,conlainternareservadedosseresquenoseconocenyseexaminanrecelosos.Loqueéldeseabaeraestudiar,ylasmujeressólosirvendeestorboenlasgrandesempresas.Elsobrantedesuenergíaconsumíaloenejerciciosatléticos.Despuésdeunadesushazañasdeforzudo, que entusiasmaban a los compañeros, mostrábase fresco, sereno,insensible, como si saliera de un baño. Hacía esgrima con los pintoresfranceses de laVillaMédicis; aprendía a boxear con ingleses y americanos;organizabaconlosartistasalemanesciertasexcursionesaunbosquecercanoaRoma,delasquesehablabadurantevariosdíasenloscafésdelCorso.Bebíaun sinnúmerodevasoscon suscompañerosenhonordelKaisser, alquenoconocía, ni maldito lo que le importaba su salud; entonaba con vozarrónestruendosoeltradicionalGaudeamusigitur,yacababaporcogerdeltalledosmodelosdelapartida,yconlosbrazosencruzlaspaseabaporlaselvahastadejarlassobreelcésped,comosifuesenplumas.Despuéssonreíasatisfechodela admiración de aquellos buenos germanos, muchos de ellos enclenques omiopes,que locomparabanconSigfridoydemáshéroesdereciosmúsculosdesumitologíabelicosa.

En Carnaval, al organizar los españoles una cabalgata del Quijote, seencargóderepresentaralcaballeroPentapolín,«eldelarremangadobrazo»,yenelCorsohuboaplausosygritosdeadmiraciónparaelenormeydurobícepsquemostrabaelandantepaladín,erguidosobresucaballo.Alllegarlasnochesdeprimaveramarchabanlosartistasenprocesión,altravésdelaciudad,hastaelbarriodelosjudíos,paracomerlasprimerasalcachofas,elplatopopulardeRoma, en cuya preparación era famosa una vieja israelita. Renovales iba alfrente de la carciofolatta, llevando el estandarte, iniciando los cánticosalternadoscongritosdetodaclasedeanimales,ysuscompañerosmarchabantrasél,audacesyprovocadores,bajolaproteccióndetanfuertecaudillo.Con

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Marianonohabíamiedo.ContabandeélqueenlascallejuelasdelTranstéverehabíadadounapalizademuerteadosmatonesdelbarrio,despuésdequitarlessuspuñales.

De pronto el atleta se encerró en la Academia y no bajó a la ciudad.Durante algunos días se habló de él en las reuniones de artistas. Estabapintando; aproximábase una Exposición que iba a verificarse en Madrid yquería llevar a ella un cuadro que justificase su pensión.Tenía cerrada paratodoslapuertadesuestudio;noadmitíacomentariosniconsejos;ellienzoiríatal como él lo concibiese. Los compañeros le olvidaron pronto yRenovalesacabósuobraenlasoledad,saliendoconellaparasupatria.

Fueuntriunfocompleto;elprimerpasofuerteenelcaminoquehabíadeconducirle a la celebridad. Se acordaba ahora con vergüenza, conremordimiento, del estrépito glorioso que levantó su cuadro La victoria dePavía. La gente se agolpaba ante el lienzo enorme, olvidando el resto de laExposición. Y como en aquellos días el gobierno se mantenía firme, y lasCortesestabancerradas,ynohabíacogidadeimportanciaenningunaplazadetoros, los diarios, a falta de más viva actualidad, lanzáronse en rudacompetencia a reproducir el cuadro, a hablar de él, publicando retratos delautor,lomismodefrentequedeperfil,grandesypequeños,detallandosuvidaen Roma y sus originalidades, recordando con una lágrima de emoción alpobreancianoqueallá,ensualdea,machacabaelhierrosinconocerapenaslagloriadesuhijo.

DeunsaltopasóRenovalesde laobscuridadauna luzdeapoteosis.Losviejos encargados de juzgarle mostrábanse benévolos, con ciertaconmiseración bondadosa. La fierecilla se amansaba. Renovales había vistomundoyvolvíaalasbuenastradiciones,siendounpintorcomolosdemás.Sucuadro tenía trozos que parecían deVelázquez, fragmentos dignos deGoya,rinconesquerecordabanalGreco:detodohabíaenél,menosdeRenovales,yesta amalgama de reminiscencias era su principal mérito, lo que atraía elgeneralaplausoyleconquistóunaprimeramedalla.

Magnificodebut.Unaduquesaviuda,granprotectoradelasartes,quenocompraba jamás un cuadro ni una estatua, pero sentaba a su mesa a lospintoresylosescultoresderenombre,encontrandoenestounplacerbaratoycierta distinción de dama ilustre, quiso conocer aRenovales. Éste venció laadustezdesucarácter,queleteníaalejadodeltratosocial.¿Porquénohabíade conocer el granmundo? Él iba adonde fuese otro hombre. Y se hizo elprimer frac, y tras los banquetes de la duquesa, donde provocaba alegrescarcajadassumododediscutirconlosacadémicos,visitóotrossalonesyfuedurante algunas semanas objeto de la atención de este mundo, un tantoescandalizado por sus salidas de tono, pero satisfecho de la timidez que lesobrecogíadespuésdesusaudacias.Losjóvenesleapreciabanporquetirabaa

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laespadacomounSanJorge.Aunquepintorehijodeunherrero,eratodaunapersona decente. Las damas le atraían con sus más amables sonrisas,esperandoqueelartistademodalasobsequiaseconunretratogratuito,comoyalohabíahechoconladuquesa.

Enestaépocadegranvida,siempredefrac,apartirdelassietedelatarde,y sin hacer otra pintura que la demujeres que deseaban aparecer bonitas ydiscutíanconelartistagravementeel trajequedebíanponerseparaservirdemodelo,fuecuandoRenovalesconocióasuesposaJosefina.

La primera vez que la vio entre tantas damas de arrogante apostura yestrepitosapresencia,sintióseatraídohaciaellaporlafuerzadelcontraste.Leimpresionóelencogimiento,lamodestia,lainsignificanciadelajovencita.Erapequeña,surostronoofrecíaotrahermosuraqueladelajuventud,sucuerpotenía lagraciade lafragilidad.Aquellacriaturaestabaallí, lomismoqueél,porciertacondescendenciadelosdemás:parecíaocuparunsitioprestadoyseencogíaenélcomotemerosadellamarlaatención.SiemprelaveíaRenovalesconelmismotrajedesoirée,algoenvejecido,coneseaspectodecansanciodelasprendasincesantementereformadasparaseguirelcursodelasmodas.Losguantes, las flores, los lazos, tenían cierta tristeza en su frescura, como sidelatasen las economías, los esfuerzos caseros que había exigido suadquisición. Se tuteaba con todas las jóvenes que hacían en los salones unaentrada triunfal, levantando elogios y envidias con sus nuevas toilettes; lamamá,unaseñoramajestuosa,deabultadanarizy lentesdeoro, tratabaconllanezaalasdamasmáslinajudas;peroapesardeestaintimidad,notábaseentornode lamadre y la hija el vacío de un afecto algodesdeñoso, en el queentraba por mucho la conmiseración. Eran pobres. El padre había sido undiplomáticodeciertonombre,quealmorirnodejóasuesposaotrosrecursosque la pensión de su viudedad. Dos hijos estaban en el extranjero, comoagregados de embajada, luchando con la escasez de sus sueldos y lasexigenciasdesuposición.LamadreylahijavivíanenMadrid,aferradasalasociedad en que habían nacido, temblando de abandonarla, como si estoequivaliese a una degradación, permaneciendo de día en un tercer piso,amueblado con los restos de su pasada opulencia, haciendo inauditaseconomíasparapodercodearsepor lanochedignamentecon losquehabíansidosusiguales.

Ciertos parientes de doña Emilia, que era la mamá, contribuían a susostenimiento,nocondinero (esonunca), sinoprestándolael sobrantedesulujo,paraqueellaylahijamantuviesenunapálidaaparienciadebienestar.

UnoslescedíansucocheenciertosdíasparaquediesenunavueltaporlaCastellanayelRetiro,saludandoalasamigasalcruzarseloscarruajes;otroslesenviabansupalcodelReal lasnochesquenoerande turnobrillante.Suconmiseracióntampocoseolvidabadeellasalextender las invitacionespara

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comidasdefiestaonomástica,tésdelatarde,etc.«NohayqueolvidaralasdeTorrealta,¡pobrecitas!...»Yaldíasiguienteloscronistasdesalonesinscribíanen la lista de los asistentes a la fiesta a «la bella señorita de Torrealta y sudistinguidamadre,laviudadelilustrediplomáticodeimperecederorecuerdo»,y doña Emilia, olvidando su situación, creyéndose en los mejores tiempos,entrabaentodaspartes,conuneternotrajenegro,acosandoconsututeoysusconfidenciasa lasgrandesseñoras,cuyasdoncellaseranmás ricasycomíanmejor que ella y su hija. Si algún señor viejo se refugiaba a su lado, ladiplomáticaintentabaanonadarloconlamajestaddesusrecuerdos.«Cuandoestábamosdeembajadores enStockolmo...»«CuandomiamigaEugenia eraemperatriz...»

Lahija,conciertoinstintodemuchachatímida,parecíadarsecuentamejordelasituación.Permanecíasentadaentrelasseñorasmayores,osando,sólodetardeentarde,aproximarsealasotrasjóvenesquehabíansidosuscompañerasdecolegioyahoralatratabanconsuperioridad,viendoenellaalgoasícomounaseñoritadecompañíaelevadahastaellasporlosrecuerdosdelpasado.Lamadreseirritabaporsutimidez.Debíabailarmucho,servivarachayatrevidacomolasotras;decirchistes,aunquefuesencrudos,paraqueloshombreslosrepitiesen haciéndola una fama de ingeniosa. Parecía imposible que con sueducaciónfuesetaninsignificante.¡Lahijadeungrandehombrequeapenasentraba en los primeros salones deEuropa formaban círculo en torno de él!¡Una muchacha educada en el Sagrado Corazón de París, que hablaba elinglés,supoquitodealemánysepasabaeldíaleyendo,cuandonoteníaquelimpiarunosguantesoreformarunvestido!...¿Eraquenodeseabacasarse?...¿Tan bien se encontraba en aquel piso tercero, miserable calabozo de ladignidaddesuapellido?...

Josefinasonreíatristemente.¡Casarse!Jamáslolograríaenestemundoquefrecuentaban.Todosconocíansupobreza.Losjóvenescorríanenlossalonesdetrás de las fortunas al seguir a las mujeres. Si alguno se acercaba a ellaatraído por su pálida belleza, era para deslizarla en el oído vergonzosassugestiones; para proponerle,mientras bailaban, noviazgos sin compromiso,relacionesíntimasconunaprudenciatraducidadelinglés,flirtsquenodejabanrastro,corrupcionesgratasalasvírgenesquequierenseguirsiéndolodespuésdeconocertodaslasaberracionesdelrocecarnal.

RenovalesnosediocuentadecómoseiniciósuamistadconJosefina.Talvez fue el contraste entre él y aquella mujercita que apenas le llegaba alhombroyparecíatenerquinceañoscuandohabíacumplidolosveinte.Suvozdulce, con un ceceo débil, le acariciaba los oídos. Reía pensando en laposibilidaddedarunabrazoaaquelcuerpograciosoyfrágil:laharíaañicosentre susmanosde luchador, como si fueseunamuñecade cera.BuscábalaMarianoenlossalonesquesolíanfrecuentarlamadreylahija,ypasabatodo

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el tiempo sentado junto a ésta, sintiéndose invadido por una fraternalconfianza,undeseodecomunicárselotodo,supasado,sustrabajospresentes,susesperanzas,comosifueseuncompañerodeestudio.Ellaleoía,mirándolecon sus ojos pardos que parecían sonreírle, moviendo la cabeza conasentimiento, sin entenderle muchas veces, sintiéndose acariciada por laexuberanciadeaquelcarácterqueparecíadesbordarseenolasde fuego.Eraunhombredistintodetodoslosqueellahabíaconocido.

Al verles en esta intimidad, no se sabe quién, tal vez alguna amiga deJosefina,porburlarsedeella,lanzólanoticia.ElpintoryladeTorrealtaerannovios. Entonces fue cuando los interesados se dieron cuenta de que seamaban,sinhabérselodicho.PoralgomásqueporamistadpasabaRenovalesciertas mañanas por la calle de Josefina, mirando los altos balcones con laesperanza de ver tras los cristales su fina silueta.Una noche, en casa de laduquesa,alversesolosenuncorredor,Renovales lacogióunamanoyse lallevó a la boca con tanto temor, que apenas tocaron sus labios la piel delguante.Teníamiedoasurudeza,sentíaseavergonzadodesuvigor,creíaqueiba a hacer daño a aquella criatura tan fina, tan débil. Ella podía haberselibradodeestaaudaciaconelmáslevemovimiento;peroabandonósumanoalmismotiempoqueinclinabalacabezayrompíaallorar.

—¡Québuenoesusted,Mariano!...

Sentíaun intensoagradecimientoalverseamadaporprimeravez,amadadeveras,porunhombredeciertacelebridadquehuíade lasmujeres felicesparabuscarlaaella, lahumilde, laolvidada.Todoslostesorosdecariñoquehabían ido amontonándose en el aislamiento de su vida de humillacióndesbordábanse.¡Ay,cómosesentíacapazdeamaralquelaamase,sacándoladeestaexistenciadeparasitismo,elevándolaporsufuerzaysucariñoalniveldelasqueladespreciaban!...

LanobleviudadeTorrealta,alconocerelnoviazgodelpintorconsuhija,tuvo un movimiento de indignación. «¡El hijo del herrero!» «¡El ilustrediplomático de imperecederamemoria!...» Pero como sí esta protesta de suorgulloleabrieselosojos,pensóenlosañosquellevabapaseandosuhijadesalón en salón sin que nadie se aproximase a ella. ¡Buenos estaban loshombres!Pensótambiénenqueunpintorcélebreeraunpersonaje;recordólosartículosquehabíandedicadoaRenovalesporsuúltimocuadro,ysobretodo,lomásconmovedorparaellafueelconocerdeoídaslasgrandesfortunasqueamasaban los artistas en el extranjero; los centenares de miles de francospagadosporunlienzoquepodíallevarsedebajodelbrazo.¿PorquénohabíadeserRenovalesdeestosafortunados?...

Comenzóaimportunarconsusconsultasalosinnumerablesparientes.Laniñano teníapadreyellosdebíanhacer susveces.Unos la contestabancon

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indiferencia. «¡El pintor!... ¡pchs! no está mal», dando a entender con sudesvío,quelomismolespareceríasisecasabaconunguardiadeconsumos.Otroslainsultabaninvoluntariamentealdarsuaprobación.«¿Renovales?Unartistadegranporvenir.¡Quémáspodéisdesear!Debesagradecerquesehayafijadoentuhija.»Peroelconsejoquemásladecidiófueeldesuilustreprimoelmarqués deTarfe, un personaje al que veneraba, como si fuese el primerhombredelpaís,sindudaporsucarácterdejefeeternodeladiplomacia,yaquecadadosañosocupabalacarteradeEstado.

—Meparecemuybien—dijoelpróceratodaprisa,puesleesperabanenelSenado.—Esunabodamodernayhayquevivirconlostiemposmodernos.Yosoy conservador, pero liberal,muy liberal ymuymoderno.Protegeré a esoschicos: me gusta la boda. ¡El arte uniendo su prestigio al de los apellidoshistóricos!¡Lasangrepopularqueasciendeporsusméritosaconfundirseconladelaantiguanobleza!...

YelmarquésdeTarfe,cuyomarquesadonocontabamediosiglodevida,decidió, con estas imágenes de orador senatorial y con las promesas de suprotección, el ánimo de la altiva viuda. Ella fue la que habló a Renovales,excusando una penosa explicación a la timidez que sentía el artista en estemundoquenoeraelsuyo.

—Losétodo,Marianito,ymeparecebien.

Pero ella no gustaba de noviazgos largos. ¿Cuándo pensaba casarse?Renovaleslodeseabaconmásvehemenciaaúnquelamadre.Josefinaeraparaél una mujer distinta de las demás hembras, que apenas si conmovían sudeseo.Sucastidaddefierotrabajadordisolvíaseenunafiebre,enunanhelodehacersuyacuantoantesaquellamuñecaencantadora.Además,sentíahalagadosuorgulloporestaunión.Sunoviaerapobre,no llevabaalmatrimoniomásqueunoscuantostrapos,peropertenecíaaunafamiliadepróceres,ministrosunos, generales otros, linajudos todos. Podían pesarse por toneladas lascoronas y escudos de aquellos parientes innumerables, que no hacían grancasodeJosefinaysumadre,peroibanasersufamiliadentrodepoco.¡QuépensaríaelseñorAntón,machacandoelhierroalláenlasafuerasdesupueblo!¡Qué dirían los envidiosos camaradas de Roma, cuya suerte estribaba enamancebarse con las chocharas que les servían de modelo, para despuéscasarseconellaspormiedoaladagadelvenerablecalabrés,empeñadoendarasunietounpadrelegítimo!

Losdiarioshablaronmuchode laboda, repitiendo,con ligerasvariantes,lasmismasfrasesdelmarquésdeTarfe:«Elarteuniéndosecon lanobleza.»Renovales,apenasseefectuasesucasamiento,deseabapartirconJosefinaparaRoma.Teníahechosallátodoslospreparativosparalanuevavida,invirtiendoenellos losmilesdepesetasque lehabíadadoelEstadoporsucuadroyel

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productodevariosretratosparaelSenado,hechosporencargodelqueibaasersuilustrepariente.

UnamigodeRoma(elfamosoCotoner),lehabíaalquiladounahabitaciónen la víaMargutta, amueblándola con arreglo a sus indicaciones de artista.DoñaEmiliasequedabaenMadridconunodesushijosquepasabaaprestarservicio en el ministerio de Estado. A los novios les estorba todo, hasta lamadre. Y doña Emilia se limpiaba una lágrima invisible con la punta delguante.Además,no legustabavolvera lospaísesdondehabíasidoalguien:preferíaquedarseenMadrid:aquíalmenoslaconocían.

Laboda fueunacontecimiento.Nofaltóningún individuode la inmensafamilia: todos temieron los requerimientospegajososde la ilustreviuda,quellevabalalistadelosparienteshastaelsextogrado.

ElseñorAntónllegódosdíasantes,vestidodenuevo,concalzóncortoyancho sombrero de felpa, mirando azorado a aquellas gentes que lecontemplaban sonriendo, como un tipo original. Cabizbajo y tembloroso enpresencia de las dosmujeres, llamaba a su nuera «señorita», con respeto decampesino.

—No,papá;llámemeustedhija.Háblemedetú.

Pero a pesar de la sencillez de Josefina y del tierno agradecimiento quesentíaél,viéndolamirarasuhijoconamorosaexpresión,noosabapermitirseel tuteo y hacía los mayores esfuerzos para evitar ese peligro, hablándolasiempreentercerapersona.

DoñaEmilia,consuslentesdeoroysumajestuosaaltivez,aunlecausabamayoremoción.Llamábalasiempre«señoramarquesa»,puesensusencillezno podía admitir que aquella señora no fuese marquesa cuando menos. Laviuda, un tanto desarmadapor el homenaje de aquel hombre, reconocía queeraunpalurdodeciertotalentonatural,loquelehacíatolerarlanotaridículadesucalzóncorto.

En la capilla del palacio del marqués de Tarfe, después de mirar conazoramientodesdelapuertatodoaquelseñoríoquesereuníaparalabodadesuhijo,elviejorompióallorar.

—¡Yapuedomorirme,rediez!¡Yapuedomorirme!

Yrepetíasutristedeseo,sinfijarseenlasrisasdeloscriados,comosilafelicidad,despuésdeunavidadetrabajo,fueseenélprecursorainevitabledelamuerte.

Losnoviosemprendieronsuviajeelmismodía.ElseñorAntónbesóenlafrenteporprimeravezasunuera,mojándoladelágrimas,yregresóalpueblo,repitiendo su deseo demorir, como si no le quedase en elmundo nada que

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esperar.

Renovales y su mujer llegaron a Roma después de varios altos en elcamino. Su corta estancia en varias ciudades de la Costa Azul, los díaspasados en Pisa y Florencia, con ser dulces y guardar el recuerdo de lasprimeras intimidades, les parecieronde una insoportable vulgaridad al verseensucasitadeRoma.Allícomenzabasuverdaderalunademiel,enelhogarpropio,aisladosdetodaindiscreción,lejosdelapromiscuidaddeloshoteles.

Josefina,habituadaaunaexistenciadeocultasprivaciones,alamiseriadeaquel tercer piso, en el que vivían como acampadas ella y su madre,guardandotodaslasostentacionesparalacalle,admirólacoquetonagracia,laelegante pequeñez de aquella habitación de la vía Margutta. El amigo deMariano encargado del arreglo de la casa, un tal Pepe Cotoner, pintor queapenas cogía los pinceles y dedicaba todos sus entusiasmos artísticos a laadmiracióndeRenovales,habíahechobienlascosas.

Josefinapalmoteóconalegríainfantilalverelcuartodedormir,admirandosusmueblesvenecianossuntuosos,conmaravillosasincrustacionesdenácaryébano;unlujodepríncipequeelpintoracabaríadepagaraplazos.

¡Ah! ¡La primera noche de su estancia en Roma! ¡Cómo la recordabaMariano!... Josefina, tendida en su cama monumental de Dogaresa,estremecíaseconlavoluptuosidaddeldescanso,estirandosusmiembrosantesde ocultarlos bajo las finas sábanas, mostrándose con el abandono de lahembraqueyano tienesecretosqueguardar.Suspies,menudosycarnosos,movíanlosdedosdecarmíncomosillamasenaRenovales.

Éste,depie junto al lecho, contemplábalagrave, con las cejas fruncidas,dominadoporundeseoquedudabaenformular.Queríaverla,admirarla:aúnno la conocía, después de aquellas noches pasadas en los hoteles, oyendovocesextrañasalotroladodelostabiques.

No era un capricho amoroso, era un deseo de pintor, una exigencia deartista.Susojossentíanhambredesubelleza.

Ellaresistíase,conelrostrocoloreadoderubor,untantoindignadaporestaexigencia,quelaheríaensuspreocupacionesmásíntimas.

—Noseasloco,Marianito.Acuéstate;nodigastonterías.

Pero él, cada vez más aferrado a su deseo, insistía tenazmente. Debíadespreciar sus escrúpulos de burguesa; el arte se reía de tales pudores; labelleza humana era para mostrarse en su radiante majestad, no para viviroculta,despreciadaymaldita.

Él no quería pintarla; no se atrevía a pedir tanto; pero verla sí, verla yadmirarla,sindeseosgroseros,conreligiosaadoración.

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Y sus manazas, contenidas por el miedo a hacerla daño, tirabansuavementedelosdébilesbrazosquesecruzabansobreelpecho,intentandooponerse a estos avances. Ella reía: «Loco extravagante; que me hacescosquillas...quemehacesdaño.»Peropocoapoco,vencidaporlatenacidad,satisfecho su orgullo femenil de esta adoración de su cuerpo, acabó porentregarse,pordejarsemanejarcomounaniña,consuavesquejidos,comosilaimpusieranuntormento,sinoponeryaresistencia.

Elcuerpo, libredevelos,mostrósublancuranacarada.Josefinacerró losojos como si quisiera huir de la vergüenza de su desnudez. Sobre la nítidasábana destacábanse, ligeramente sonrosadas, las armoniosas redondeces,embriagandolosojosdelartista.

LacaradeJosefinanoeragrancosa:¡peroelcuerpo!...¡Siél,venciendosusescrúpulos,pudiesepintarloalgúndía!...

Conlosojossiemprecerrados,comosilafatigaseestamudaexhibición,lamujercita dobló los brazos, colocándolos bajo su cabeza, y arqueó el torso,elevandolasblancasamenidadesquehinchabansupecho.

Renovalessearrodillójuntoalacamaenuntransportedeadmiración,contodalavehemenciadesuentusiasmo,besandoaquellacarnesinquelasuyaseestremeciese.

—Teadoro,Josefina.EreshermosacomoVenus.No:Venus,no.Esfríayreposada como una diosa, y tú eres una mujer. Pareces... ¿qué es lo quepareces?...Sí;teveoigual.EreslamajitadeGoya,consugraciadelicada,consuseductorapequeñez...¡Ereslamajadesnuda!

III

LavidadeRenovalesfueotra.Enamoradodesumujer,temiendoqueéstanotasealgunafaltaensubienestarypensandoconciertainquietudenaquellaviudadeTorrealta,quepodíaquejarsedequelahijadel«ilustrediplomático,deimperecederorecuerdo»,noerafeliz,porhaberdescendidoaunirseconunpintor, trabajabatenazmenteparamantenerconelpincel lascomodidadesdequehabíarodeadoaJosefina.

Él, que tanto había despreciado el arte industrial, la pintura por dinero aqueseentregabansuscamaradas, imitóaéstos,perocon lavehemenciaqueponíaentodassusempresas.Enciertosestudioslevantógritosdeprotestaestecompetidor incansable que abarataba escandalosamente los precios. Habíavendido su pincel, por un año, a uno de aquellos mercaderes judíos queexportabanpinturaalextranjero;a tanto lapieza,yconprohibiciónabsoluta

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depintarparaotrocomerciante.Renovalestrabajabadelamañanaalanoche,cambiandodeasuntoscuandoasí loexigíaaquelquellamabasuempresario.«Bastadechocharos:ahoramoros.»Despuéslosmorosperdíansuvalorenelmercado y entraban en tanda los mosqueteros en gallardo duelo, lospastorcillos sonrosados a lo Wateau o las damas de cabello empolvado,embarcándose en una góndola de oro al son de cítaras. Para refrescar elsurtido, intercalaba una escena de sacristía con gran alarde de casullasbordadaseincensariosdorados,oalgunabacanal,imitandodememoriaysinmodelolasvoluptuosasredondecesylascarnesdeámbardelTiciano.Cuandose acababa el catálogo, los chocharos volvían a estar demoda, y otra vez aempezar.Elpintor,consuextraordinariafacilidaddeejecución,producíadoso tres cuadritos por semana. El empresario, para animarle en su trabajo, levisitabamuchastardes,siguiendolamarchadesupincelconelentusiasmodelquecuentaelartea tantoelpalmoy lahora.Susnoticiaseranpara infundirnuevosánimos.

La última bacanal pintada por Renovales estaba en un bar elegante deNuevaYork.SuprocesióndelosAbruzoslateníanenunodeloscastillosmásnobles de Rusia. Otro cuadro, representando una danza de marquesasdisfrazadas de pastorcillas, sobre una pradera de violetas, lo guardaba enFrancfort un barón judío y banquero... El mercader se frotaba las manos,hablando al artista con aire protector. Su nombre iba creciendogracias a él,que no pararía hasta crearle una reputación universal. Ya le escribían suscorresponsales pidiendo que sólo enviase obras del signoreRenovales, pueseranlasquesemovíanmejorenelmercado.PeroMarianolecontestabaconun estallido brusco de su amargura de artista. Todos aquellos lienzos eranporquerías.Sielartefueraesto,preferiríapicarpiedraenunacarretera.

Perosus rebelionescontraesteenvilecimiento,delpinceldesaparecíanalverasuJosefinaenaquellacasa,cuyoadornomejoraba,convirtiéndolaenunestuchedignodesuamor.Ellasentíasedichosaensuvivienda,concarruajedelujo todas las tardes y completa libertad para vestirse y adornarse. NadafaltabaalaesposadeRenovales:hastateníaasusórdenes,comoconsultoryfielmandadero,albuenCotoner,quepasabalanocheenelcuartuchoqueleservía de estudio en un barrio popular y el resto del día junto al jovenmatrimonio. Ella era la dueña del dinero: nunca había visto tantos billetesjuntos.CuandoRenovalesleentregabaelmazodelirasquelehabíadadosuempresario,elladecíaalegremente:«¡Dinero,dinerito!»,ycorríaaocultarlo,con un mohín gracioso de dueña de casa hacendosa y económica... parasacarloaldíasiguienteydesparramarloconinfantilinconsciencia.¡Quégrancosaeralapintura!Suilustrepadre(apesardecuantodijesemamá)nohabíaganado nunca tanto dinero yendo por el mundo, de cotillón en cotillón,representandoasusreyes.

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MientrasRenovalesestabaenelestudio,ellahabíapaseadoporelPincio,saludandodesdesulandóalasinnumerablesembajadorasresidentesenRoma,aciertasviajerasaristocráticasdepasoen lagranciudad,que lehabíansidopresentadas en algún salón,y a toda lanubede agregadosdiplomáticosquevivíanentornodeunacortedoble:ladelVaticanoyladelQuirinal.

Elpintorveíaseintroducidoporsumujerenunmundoprotocolariodelamás estirada elegancia.La sobrina delmarqués deTarfe, eternoministro deEstado, era recibida con los brazos abiertos por la alta sociedad romana, lamásdiplomáticadeEuropa.NohabíafiestaenlasdosembajadasdeEspañaalaquenoconcurriese«elilustrepintorRenovalesconsueleganteesposa»,yporirradiación,estasinvitacioneshabíanseextendidoalasembajadasdeotrospaíses.Pocaseranlasnochessinfiesta.Alserdoblesloscentrosdiplomáticos,unos acreditados cerca del rey de Italia y otros afectos al Vaticano,menudeabanlasrecepcionesysaraos,enestemundoaparte,queseencontrabatodaslasnoches,bastándoseasípropioparasusolaz.

CuandoRenovalesllegabaasucasaalanochecer,cansadodeltrabajo,yaleesperabaJosefinaamediovestiryelfamosoCotonerleayudabaaponerseeltrajedeceremonia.

—¡La cruz!—exclamaba Josefina al verle con el frac puesto.—Perohombre,¿cómoteolvidasdelacruz?Yasabesqueallítodosllevanalgo.

Cotoner iba en busca de las insignias de una gran cruz que el gobiernoespañol había dado a Renovales por su cuadro, y el artista, con la pecheracortadaporlabandayunredondelbrillanteenelfrac,partíaconsumujerparapasarlanocheentrediplomáticos,ilustresviajerosysobrinosdecardenales.

LosotrospintoresrabiabandeenvidiaalenterarsedelafrecuenciaconquevisitabansuestudiolosembajadoresdeEspaña,elcónsulyciertospersonajesallegadosalVaticano.Negabansutalento,atribuyendoestasdistincionesalaposición de Josefina. Le llamaban cortesano y adulador, suponiendo que sehabíacasadoparahacercarrera.UnodesusvisitantesmásasiduoseraelpadreRecovero, procurador de cierta orden frailuna poderosa en España; unaespecie de embajador con capucha que gozaba de grandes influencias cercadelPapa.CuandonoibaporelestudiodeRenovales,ésteteníalacertezadeque se hallaba en su casa, cumpliendo algún encargo de Josefina, la cualmostrábase orgullosa de su amistad con este fraile influyente, jovial y depretenciosaelegancia,bajosuhábitoburdo.LaesposadeRenovalessiempreteníaasuntosqueencargarle;lasamigasdeMadridnoladejabanpararconsusincesantespeticiones.

LaviudadeTorrealtacontribuíaaesto,hablandoasusconocimientosdelaalta posición que ocupaba su niña en Roma.Marianito, según ella, ganabamillones; Josefina pasaba por gran amiga del Papa; su casa estaba llena de

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cardenales,y sielSumoPontíficeno ibaavisitarla,eraporqueelpobrecitovivíaenelVaticano.YlaesposadelpintorsiempreteníaqueenviaraMadridalgúnrosariopasadopor la tumbadeSanPedro,o reliquiasextraídasde lasCatacumbas. Daba prisa al padre Recovero para que solucionase difícilesdispensasdecasamiento,yseinteresabaporotraspeticionesdeciertasseñorasdevotas, amigas de su madre. Las grandes fiestas de la Iglesia romana laentusiasmabanporsuinterésteatral,yagradecíamuchoalcampechanofrailequeseacordasedeella,reservándoleunabuenalocalidad.Nohabíarecepcióndeperegrinos enSanPedro, conmarcha triunfal delPapa, llevado en andasentreabanicosdeplumas,a laquenoasistieseJosefina.Otrasveceselbuenpadre la anunciaba con misterio que al día siguiente cantaba Pallestri, elfamoso castrado de la capilla papal, y la española madrugaba, dejandoacostado a sumarido, para oír la voz dulcísima del eunuco pontificio, cuyorostroimberbefigurabaenlosescaparatesdelastiendasentrelosretratosdelasbailarinasylostenoresdemoda.

Renovales reía con bondad de las innumerables ocupaciones y fútilesentretenimientos de su esposa. Pobrecilla; debía pasar la vida alegremente:para eso trabajaba él.Bastante sentíanopoder acompañarlamásque en susdiversionesnocturnas.DuranteeldíaconfiábalaasufielCotoner,queibaconella como un rodrigón, llevándola los paquetes cuando salía a compras,llenando las funcionesdeadministradorde lacasayenciertasocasionesdecocinero.

RenovaleslohabíaconocidoalllegaraRoma.Erasumejoramigo.Mayorqueél endiez años,mostrabaCotonerpor el jovenartistauna adoracióndediscípuloyunafectodehermanomayor.TodaRomaleconocía,riendodesuspinturas(cuandopintaba,detardeentarde)yapreciandosucarácterservicial,quedignificabaenciertomodounaexistenciadeparásito.Pequeño,regordete,calvo, con las orejas algo despegadas y una fealdad de fauno alegre ybondadoso, el signore Cotoner, al llegar el verano, encontraba siempre unrefugio en el castillo de algún cardenal, en la campiña romana. Durante elinvierno veíasele en el Corso, como una figura popular, envuelto en sumacferlánverdoso, que agitaba lasmangas con aleteodemurciélago.Habíacomenzadoen supaís comopaisajista, peroquisopintar figuras, igualarse alos maestros, y cayó en Roma acompañando al obispo de su tierra, que leconsiderabaunagloriadecampanario.Yanosemoviódelagranciudad.Susprogresos fueron notables.Conocía los nombres y las historias de todos losartistas;nadiepodíamedirseconélenpuntoasaberelmododevivirenRomacon economía y dónde se encontraban las cosasmás baratas.No pasaba unespañol por la gran ciudad que él no lo visitase. Los hijos de los pintorescélebres lemiraban como una especie de ama seca, pues a todos los habíaadormecido en sus brazos. El gran triunfo de su vida era haber figurado deSanchoPanzaenlacabalgatadelQuijote.Siemprepintabaelmismocuadro,

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retratos del Papa en tres diversos tamaños, amontonándolos en el cuartuchoque le servía de estudio y dormitorio. Los cardenales amigos, a los quevisitaba con frecuencia, compadecíanse del povero signor Cotoner, y lecomprabanporunascuantaslirasunretratodelPontífice,dehorriblefealdad,regalándolo a una iglesia de aldea, donde la obra producía admiración porvenirdeRomaysernadamenosquedeunpintoramigodeSuEminencia.

EstascompraseranunrayodealegríaparaCotoner,quellegabaalestudiodeRenovalesconlafrentealtayunasonrisadefalsamodestia.

—Hehechounaventa,chiquillo.UnPapa...elgrande:eldedosmetros.

Yconsúbitaconfianzaensutalento,hablabadelporvenir.Otrosdeseabanmedallas, triunfos en las exposiciones; él era más modesto. Se daba porcontento con adivinar quién sería Papa cuando muriese el actual, para irpintando retratos suyos, por docenas, con alguna anticipación. ¡Qué triunfolanzarlamercancíaaldíasiguientedelConclave!¡Unaverdaderafortuna!Yconocedor de todos los cardenales, pasaba revista en su memoria al SacroColegio, con una tenacidad de jugador de lotería, dudando entre la mediadocenaqueaspirabanalatiara.

Vivía como un parásito entre los altos personajes de la Iglesia, pero eraindiferenteenreligión,cualsieltratoconaquélloslehubiesenarrebatadotodacreencia.Elancianovestidodeblancoylosotrosseñoresrojos, leinfundíanrespeto porque eran ricos y servían indirectamente a sumísera industria deretratos.TodasuadmiracióneraparaRenovales.Enlosestudiosdelosotrosartistas acogía las bromas mortificantes con su sonrisa plácida de eternoagradador; pero que no hablasen mal de Mariano, que no discutiesen sutalento.Paraél,Renovalessólopodíaproducirobrasmaestras,yensuciegaadmiración, llegaba a extasiarse ingenuamente ante los cuadros de caballetequepintabaparasuempresario.

Algunas veces Josefina presentábase de improviso en el estudio de sumarido, charlandoconélmientraspintaba, alabando los lienzosqueerandeasuntobonito.Preferíaenestasvisitasencontrarlesolo,pintandodefantasía,sin otra ayuda que unas ropas puestas sobre un maniquí. Sentía ciertarepugnanciapor losmodelos,yenvano intentabaRenovalesconvencerladesunecesidad.Élteníatalentoparapintarcosashermosassinapelaralauxiliode aquellos tíos ordinarios, y sobre todo, de lasmujeres, unas hembrasmalpeinadas, de ojos de brasa y dientes de loba, que le parecían temibles en lasoledady el silenciodel estudio.Renovales reía. ¡Quédisparate! ¡Celosilla!¡Comosiél,conlapaletaenlamano,fuesecapazdeotrospensamientosquelosdesuarte!...

UnatardeJosefina,alentrardeprontoenelestudio,viosobrelatarimadelmodelounamujerdesnuda,tendidaenunaspieles,mostrandolasredondeces

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desu torso,deuncoloramarillento.Laesposaapretó los labiosy fingiónoverla,oyendoconairedistraídoaRenovales,queexplicabaesta innovación.Estabapintandounabacanalyleeraimposiblepasaradelantesinmodelo.Erauna necesidad: la carne no podía hacerse dememoria.Lamodelo, tranquilaante el pintor, sintióse avergonzada de su desnudez en presencia de aquelladamaelegante,yluegodearrebujarseenlaspieles,seocultótrasunbiombo,vistiéndoseconapresuramiento.

Renovalesseserenóalvolverasucasa,viendoquesumujerlerecibíaconlaefusióndesiempre,comosihubieraolvidadosudisgustode la tarde.RiooyendoalfamosoCotoner;fuerondespuésdelacomidaaunteatro,yalllegarla hora de dormir, el pintor ya no se acordaba de la sorpresa en el estudio.Comenzaba a dormirse cuando le alarmó un suspiro doloroso, prolongado,comosialguienseasfixiasejuntoaél.

AldarluzvioaJosefinaconlospuñosenlosojos,derramandolágrimas,agitadosupechoporestremecimientosdeangustia,moviendolospiesconunarabietadeniña, que apelotonaba las ropasde la camaechando abajo el ricoedredón.

—¡Noquiero!¡Noquiero!—gemíaconacentodeprotesta.

Elpintorhabíasaltadodelacama,llenodeinquietud,yendodeunladoaotrosinsaberquéhacer,intentandoapartarsusmanosdesusojos,cediendo,apesardesufuerza,alosmovimientosdeJosefinaparadesasirse.

—¿Peroquétienes?¿Quéesloquenoquieres?...¿Quétepasa?

Yellaseguíagimoteando,revolviéndoseenellecho,agitandosuspiesconfurianerviosa.

—¡Déjame!Notequiero...Nometoques...Noloconsiento,noseñor;noloconsiento.Meiré...meiréconmimadre.

Renovales,asustadoporestafuriadelamujercitasiempredulce,nosabíaqué hacer para calmarla. Corría en camisa por el dormitorio y la inmediatapiezadeltocador,mostrandosusmúsculosdeatleta:laofrecíaagua,llegando,ensuaturdimiento,aecharmanodelosfrascosdeesencias,comosipudieranservirledecalmantes,yacabóporarrodillarse,intentandobesarlasmanecitascrispadasquelerechazaban,enredándoseensubarbaysucabellera.

—Déjame...Tedigoquemedejes.Veoquenomequieres.Meiré...

El pintor sintió asombro y miedo por esta nerviosidad de su muñequitaadorada:noseatrevíaatocarlaporeltemorahacerladaño...¡Apenassalieseelsolabandonaríaaquellacasaparasiempre!Sumaridonolaquería;ellanoteníaotrocariñoqueeldemamá.Elpintorlaponíaenridículo...Ytodasestasquejas incoherentes, sin explicar el motivo de su enfado, se prolongaron

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mucho tiempo, hasta que el artista columbró la causa. ¿Era la modelo... lamujerdesnuda?Sí,estoera;ellanoconsentíaenunestudio,queeracomosucasa,quesemostrasenlasmujerzuelasimpúdicamentealosojosdesumarido.Y al protestar contra tales abominaciones, sus dedos crispados rasgaban elpechodelacamisa,enseñandolosocultosencantosquetantoentusiasmabanaRenovales.

Elpintor, fatigadoporestaescena,enervadopor losgritosy llorosdesuesposa,nopudoresistirsurisaalconocerelmotivodeldisgusto.

—¡Ah! ¿Conque todo es por la modelo?... Descansa, hija: no entraráningunamujerenelestudio.

YprometiócuantoquisoJosefina,paraacabarpronto.Alcaerdenuevoenlaobscuridad,todavíasuspiróella;peroahoralohacíaentrelosfuertesbrazosdelmarido,conlacabezaapoyadaensupecho,hablandoconunceceodeniñaafligidaque justifica supasada rabieta.Nada lecostabaaMarianodarlaesegusto. Ella le queríamucho, ¡mucho! y aun le querríamás si respetaba suspreocupaciones. Podía llamarla burguesa, alma vulgar; pero así quería ser,como había sido siempre. Además, ¿qué necesidad tenía de pintar hembrasdesnudas?¿Nosabíahacerotrascosas?Leaconsejabaquepintaseniños,conpellicoyabarcas, tocandolagaita,rizadosymofletudoscomoelniñoJesús;viejas campesinas de rostro arrugado y cobrizo; ancianos calvos, de luengabarba; figuras de carácter; pero nada de mujeres jóvenes, ¿eh?; nada debellezas desnudas. Renovales decía que si a todo, apretando aquel cuerpoadorable, todavía estremecido y vibrante por la pasada furia. Los dos sebuscabanconciertaansiedad,ganososdeolvidarloocurrido,ylanocheacabódulcementeparaRenovales,enlasefusionesdelareconciliación.

AlllegarelveranoalquilaronenCastel-Gandolfounvillino.CotonerhabíamarchadoaTívolialacoladelcortejodeuncardenal,yelmatrimoniovivióenelcampo,sinotracompañíaqueladeunpardedomésticasyuncriadoquecuidabadelostrebejosartísticosdelseñor.

Josefinaviviócontentaenesteaislamiento, lejosdeRoma,hablandoconsumaridoatodashoras,libredeaquellainquietudquelaacometíacuandoéltrabajaba en su estudio. Durante un mes permaneció Renovales en plácidavagancia.Parecíaolvidadodesuarte:lascajasdecolores,loscaballetes,todoel bagaje artístico traído de Roma, estaba empaquetado y olvidado en uncobertizo del jardín. Emprendía por las tardes largos paseos con Josefina,volviendo al cerrar la noche lentamente hacia su casa cogidos del talle,contemplandolafajadeoromortecinodelcrepúsculo,animandoelsilenciodelacampiñaconelcanturreodealgunadelasromanzasapasionadasydulzonasque llegaban de Nápoles. Al verse solos, en la intimidad de una vida sinocupacionesniamistades,renacíaelentusiasmoamorosodelosprimerosdías

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desucasamiento.Peroel«demoniodelapintura»notardóenbatirsobreélsus alas invisibles, de las que parecía desprenderse un irresistibleencantamiento.Seaburríaenlashorasdefuertesol;bostezabaensusilladejunco,fumandopipatraspipa,sinsaberdequéhablar.Josefina,porsuparte,combatía el tedio leyendo alguna de las novelas inglesas, de abrumadoramoralidadycostumbresaristocráticas,alasquehabíatomadogranaficiónensustiemposdecolegiala.

Renovalesvolvióatrabajar.Sucriadosacóaluzlostrastosartísticos,yelpintorcogiólapaletaconunentusiasmodeprincipiante.Pintabaparaélconun fervor religioso, como si pretendiera purificarse de aquel año de vilsumisiónalosencargosdeunmercader.

Estudió directamente laNaturaleza; pintó rincones adorables del paisaje,cabezas tostadas y antipáticas que respiraban la brutalidad egoísta delcampesino.Peroestalaborartísticanoparecíasatisfacerle.Suvidademayorintimidad con Josefina excitaba en él misteriosos anhelos, que apenas seatrevíaaformular.Porlasmañanas,cuandosumujer,frescaysonrosadaporuna ablución general, mostrábase ante él casi desnuda, la contemplaba conojosávidos.

—¡Ay!¡Sitúquisieras!...¡Sinotuviesesesasmanías!...

Y sus exclamaciones la hacían sonreír, halagada su vanidad femenil porestaadoración.Renovalesselamentabadequesutalentodeartistatuvieraqueirenbuscadecosasbellas,cuandolaobrasupremaydefinitivaestabajuntoaél.LahablabadeRubens,elmaestrogranseñor,querodeabaaElenaFromentdeunlujodeprincesa,ydeésta,quenosentíareparoendespojardevelossufrescabellezamitológicaparaservirdemodeloalmarido.Renovaleselogiabaaladamaflamenca.Losartistasformabanunafamiliaaparte; lamoraly losprejuicios vulgares eran para los otros. Ellos vivían acogidos al fuero de laBelleza,teniendopornaturalloquelasgentesmirabancomopecado...

Josefina protestaba con una indignación cómica de los deseos de sumarido,perosedejabaadmirar.Cadavezeranmayoressusabandonos.Porlasmañanas, al levantarse, permanecía más tiempo desnuda, prolongando lasoperacionesdesuaseo,mientraselartistarondabaentornodeellaelogiandolasdiversasbellezasdesucuerpo.«EstoesRubenspuro;estoeselcolordelTiciano...aver,nena,levantalosbrazos...así.¡Ay;ereslamaja,lamajitadeGoya!...»Y ella se prestaba a susmanejos con graciososmohines, como sipaladeaseelgestodeadoraciónycontrariedadqueponíasuesposoalposeerlacomohembraynoposeerlacomomodelo.

Una tarde de viento abrasador que esparcía en su soplo la asfixia de lacampiña romana, Josefina cedió. Estaban en su habitación con las vidrierascerradas, buscando en la clausura y la ligereza de las ropas un remedio al

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terriblesiroco.Noqueríaverasumaridoconaquellacara tristeniescucharsuslamentaciones.Yaqueestabalocoysehabíaaferradoaaquelcapricho,noosaba contrariarle. Podía pintarla, pero sólo un estudio; nada de cuadro.Cuando se cansasede reproducir su carne sobre el lienzo, rompería éste... ycomosinadahubiesehecho.

Elpintordijoatodoquesí,deseandoversecuantoantes,pincelenmano,ante la codiciada desnudez. Tres días trabajó con una fiebre loca, los ojosdesmesuradamenteabiertos,cualsipretendieradevorarconsuretinaaquellasformas armoniosas. Josefina, acostumbrada ya a su desnudez, permanecíatendida, olvidando su situación, con ese impudor femenil que sólo sientevacilacionesaldarelprimerpaso.Agobiadaporelcalor,dormíasemientrassumaridoseguíapintando.

Cuando la obra estuvo terminada, Josefina no pudomenos de admirarla.«¡Qué talento tienes! ¿Pero realmente soy yo así... tan bonita?» Marianomostrábase satisfecho. Era su mejor obra, la definitiva. Tal vez en toda suexistencia no hallaría otro momento como este, de prodigiosa intensidadmental,loquellamabanvulgarmenteinspiración.Ellaseguíaadmirándoseenellienzo,lomismoqueciertasmañanassecontemplabaenelgranespejodesu dormitorio. Ensalzaba con tranquila inmodestia las diversas partes de suhermosura,fijándoseespecialmenteenelvientrerecogido,decurvasuave,enlas audaces y duras puntas de sus pechos, orgullosa de estos blasones de lajuventud.Deslumbradaporlabellezadesucuerpo,nosefijabaenlacara,queparecíasinvalor,perdidaensuavesveladuras.Cuandosusojosseposaronenella,mostróciertadecepción.

—¡Semeparecemuypoco!¡Noesmicara!...

El artista sonreía. No era ella; había procurado desfigurar su rostro; surostronadamás.Eraunamáscara,unaconcesiónalasconvenienciassociales.Así nadie la reconocería, y su obra, su grande obra, podría salir a luzreclamandolaadmiracióndelmundo.

—Porque esto no vamos a romperlo—continuó Renovales con ciertotemblorenlavoz.—Seríauncrimen.Enmividavolveréahacernadaigual.Noloromperemos,¿verdad,nena?

Lanenapermaneciósilenciosaunbuenrato,conlavistafijaenelcuadro.LosávidosojosdeRenovalesvieronpocoapocosubirunanubeporsurostro,comoseremontaunasombraenunmuroblanco.Elpintorcreyóquelefaltabael suelo bajo los pies; se aproximaba la tempestad. Josefina palidecía: doslágrimas resbalaban suavemente junto a su naricita, dilatada por la opresióndel pecho; otras dos ocupaban el lugar de aquéllas, para caer también, ydespuésotrasyotras.

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—¡Noquiero!...¡Noquiero!

Eralamismavozronca,nerviosa,despótica,quelehabíaespeluznadodeinquietud y miedo la noche de su primer disgusto en Roma. La mujercitamirabaconodioaquelcuerpodesnudoqueirradiabasuluzdenácardesdeelfondodel lienzo.Parecíasentirelespantode lasonámbula,quedespiertaderepente enmedio de una plaza rodeada demil ojos curiosos y ávidos de sudesnudez, y en su terror no sabequéhacer ni por dóndehuir. ¿Cómohabíapodidoprestarseellaatalescándalo?

—Noquiero—gritabairacunda.—Rómpelo,Mariano;rómpelo.

PeroMarianotambiénparecíapróximoallorar.¡Romperlo!¿Quiénpodíaexigirle tal disparate?Aquella figura no era ella; nadie la reconocería. ¿Porqué privarle de un triunfo estruendoso?... Pero su mujer no le escuchó. Serevolcabaenelsueloconlasmismascontorsionesygemidosdeaquellanochetormentosa;crispabasusmanoshastacontraerlasenformadegancho;agitabasus pies con el temblor de una oveja moribunda, y su boca, torcida pordolorosomohín,seguíagritandoentreronquidos:

—Noquiero...noquiero.Rómpelo.

Se quejaba de su suerte con una furia que hería aRenovales. ¡Ella, unaseñorita, sometida a este envilecimiento, como si fuese una mujerzuelanocturna! ¡Si lo hubiese sabido!... ¡Cómo iba a figurarse que su esposo lapropondríacosastanabominables!...

Renovales, ofendido por estos insultos, por los latigazos que descargabaaquella voz aguda y silbante sobre su talento de artista, abandonaba a sumujer,ladejabarodarporelsueloyconlospuñoscerradosibadeunextremoaotrode lahabitación,mirandoal techo,mascullando todos los juramentos,tantoespañolescomoitalianos,queerandeusocorrienteensuestudio.

Deprontoquedóinmóvil,clavadoenelsueloporelespantoylasorpresa.Josefina,desnudaaún,habíasaltadosobreelcuadroconunaagilidaddegatarabiosa. Del primer golpe de sus uñas rayó de arriba a abajo el lienzo,mezclando los colores todavía tiernos, arrancando la cascarilla de las partessecas. Después cogió el cuchillete de la caja de colores y raaás... el lienzoexhalóunlarguísimoquejido,separtióbajoelimpulsodeaquelbrazoblanco,queparecíaazulearconelespeluznamientodelacólera.

Él no semovió. Tuvo unmomento de indignación, quiso avanzar sobreella, pero cayó en infantil anonadamiento, deseando llorar, refugiarse en unrincón, esconder su cabeza débil y quejumbrosa. Ella, ciega por la cólera,seguíaensañándoseenelcuadro,enredandolospiesenlamaderadelbastidor,arrancando tiras del lienzo, yendodeun lado a otro con supresa comounabestiafuriosa.Elartistahabíaapoyadolafrenteenlapared,agitadosupecho

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atléticoporcobardesgemidos.Aldolorpaternalporlaobraperdida,uníaselaamargurade ladecepción.Porprimeravez adivinaba loque iba a serde suexistencia.¡Quéerrorelsuyoalcasarseconaquellaseñoritaqueadmirabasuartecomounacarrera,comounmediodeganardinero,ypretendíamoldearleaél en laspreocupacionesyescrúpulosdelmundoenquehabíanacido!Laamabaapesardeesto,yestabasegurodequeellano lequeríamenos;pero¡ay!talvezhubierasidomejorpermanecersolo,libreparasuarte,yenelcasodeserlenecesariaunacompañera,buscarunaMaritorneshermosa,contodoelesplendor y la humildad intelectual de la bella bestia, que admirase yobedecieseciegamentealmaestro.

Transcurrieron tresdías, sinqueelpintorysumujersehablasenapenas.Mirábanse a hurtadillas, anonadados y vencidos por la tormenta doméstica.Pero la soledad en que vivían, la necesidad de permanecer juntos, les hizobuscarse. Ella fue la primera que habló, como si la infundiesen miedo latristezayeldesalientodeaquelgigantónqueibaporlosrinconesenfurruñadocomounenfermo.Leenvolvióensusbrazos,besósufrente,hizomilgestosgraciososparaarrancarleunadébilsonrisa.¿Quiénlequeríaaél?SuJosefina.Sumaja... desnuda. Pero lo de desnuda había acabado para siempre. Jamásdebía acordarse de estas proposiciones repugnantes. Un pintor decente nopiensa en tales cosas. ¿Qué dirían sus numerosos amigos? En el mundoexistíanmuchascosasbonitasquepintar.Avivirlosdosqueriéndosemucho,sinqueél ladiesedisgustosconsusmanías inconvenientes.Lodeldesnudoeraunaaficiónvergonzosadesustiemposdebohemio.

Y Renovales, vencido por los mimos de su mujer, hizo las paces, seesforzóporolvidarsuobraysonrióconlaresignacióndelesclavoqueamalacadenaporqueleaseguralapazylavida.

AlllegarelotoñovolvieronaRoma.Renovalesreanudólostrabajosparasucontratista,peroéste,alospocosmeses,parecíadescontento.Noeraqueelsignor Mariano decayese, eso no; pero sus corresponsales se quejaban deciertamonotonía en los sujetosde susobras.Elmercader le aconsejabaqueviajase; podía vivir una temporada en la Umbría, pintando campesinos enpaisajes ascéticos y viejas iglesias. Podía, y esto era lomejor, trasladarse aVenecia. ¡Quégrandescosasharíael signorMarianoenaquelloscanales!YasínacióenelartistaelpropósitodeabandonarRoma.

Josefinanoopusoresistencia.Aquellavidaderecepcionesadiario,enlasinnumerablesembajadasylegaciones,comenzabaaaburrirla.Desvanecidoelencanto de la primera impresión, Josefina notó que las grandes señoras latratabanconunacondescendenciapenosa,comosihubiesedescendidodesurangoalunirseconunartista.Además, lagente jovende lasembajadas, losagregados de diversas razas, rubios unos, morenos otros, que buscabanconsuelo a su celibato sin salir delmundode la diplomacia, tenían con ella

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atrevimientoslamentablesaldarlasvueltasdeunvalsoseguirlafiguradeuncotillón,comosilaconsiderasenconquistafácilviéndolacasadaconunartistaquenopodía luciren lossalonesunmaluniforme.Lahacíanen inglésoenalemán cínicas declaraciones, y ella tenía que contenerse, sonriendo ymordiéndose los labios, a cortadistanciadeRenovales,quenoentendíaunapalabraysemostrabasatisfechodelasatencionesdequeeraobjetosumujerporpartedeunajuventudelegante,cuyasmanerasélintentabacopiar.

Elviajequedóresuelto.¡ÁVenecia!ElamigoCotonersedespidiódeellos:sentía abandonarles, pero su puesto estaba en Roma. Justamente el Papaandabamaluchoenaquellosdías, y el pintor, con la esperanzade lamuertepontifical, preparaba lienzos de todos tamaños, esforzándose por adivinarquiénseríaelsucesor.

Al remontarse en sus recuerdos, Renovales pensaba siempre con dulcenostalgia en su vida veneciana. Fue el periodo mejor de su existencia. Laciudadencantadoradelaslagunas,envueltaenunaluzdeoro,temblonaconelcabrilleo de las aguas, le subyugó desde el primer momento, haciéndoleolvidar su amor apasionado a la forma humana. Se calmó durante algúntiempo suentusiasmopor eldesnudo.Adoró losviejospalacios, los canalessolitarios, la laguna de aguas verdes e inmóviles, el alma de un pasadomajestuoso,queparecíarespirarenlasolemnevetustezdelaciudadmuertayeternamentesonriente.

VivieronenelpalacioFoscarini,uncaseróndeparedesrojasyventanalesdeblancapiedra,quedabaaunacallejuelaacuáticainmediataalGranCanal.Erauna antiguamansióndemercaderes, navegantesy conquistadoresde lasislasdeOriente,queenciertasépocashabíanostentadoensucabezaelcuernodorado de los Dogas. El espíritu moderno, utilitario e irreverente, habíaconvertidoelpalacioencasadevecindad,partiendolosdoradossalonesconfeos tabiques; estableciendo cocinas en las arcadas afiligranadas del patioseñorial; llenando de ropas puestas a secar las galerías de mármol, al quedaban los siglos la transparencia ambarina del viejomarfil y reemplazandoconbaldosineslosdesgarronesdelricomosaico.

Renovales y su mujer ocupaban la habitación más inmediata al GranCanal.Porlasmañanas,Josefinaveíadesdeunmiradorlarápidaysilenciosallegadadelagóndoladesumarido.Elgondolero,habituadoalserviciodelosartistas, llamabaagritosalsignorpittore,yRenovalesbajabaconsucajadeacuarela, partiendo inmediatamente la embarcación por los tortuosos yestrechos canales,moviendo a un lado y otro el peine plateado de su proa,como sí husmease el camino. ¡Las mañanas de plácido silencio, en lasdormidasaguasdeunacallejuela,entredosaltospalaciosdeaudacesaleros,que conservaban la superficie del canalillo en perpetua sombra!... Elgondolero dormitaba tendido en uno de los encorvados extremos de su

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embarcación, y Renovales, sentado junto a la negra litera, pintaba susacuarelasvenecianas,unnuevogéneroquesuempresariodeRomaacogíacongrandesextremosdeentusiasmo.Suligerezadepincellehacíaproducirestasobras con lamisma facilidad que si fuesen copiasmecánicas. En el dédaloacuáticodeVeneciateníaunapartadocanal,alquellamaba«sufinca»,poreldinero que le producía. Había pintado un sinnúmero de veces sus aguasmuertasysilenciosas,queentodoeldíanosufríanotroroceondulatorioqueel de su góndola; dos viejos palacios con las persianas rotas, las puertascubiertas de la costra de los años, las escalinatas roídas por el verdor de lahumedadyenel fondounpequeñoarcode luz,unpuentedemármolypordebajodeéllavida,elmovimiento,elsoldeuncanalanchoytransitado.LaignoradacallejuelaresucitabatodaslassemanasbajoelpinceldeRenovales;podía pintarla con los ojos cerrados, y la iniciativa mercantil del judío deRomalaesparcíaportodoelmundo.

La tarde la pasaba Mariano con su mujer. Unas veces iban en góndolahastalospaseosdelLido,ysentadosenlaplayadefinaarena,contemplabanel oleaje colérico del Adriático libre, que extendía hasta el horizonte sussaltadoras espumas, como un rebaño de níveos vellones avanzando en elímpetudelpánico.

OtrastardespaseabanporlaplazadeSanMarcos,bajolasarcadasdesustreshilerasdepalacios,viendobrillarenelfondo,alosúltimosrayosdelsol,el oro pálido de la basílica, en cuyas paredes y cúpulas parecían habersecristalizadotodaslasriquezasdelaantiguaRepública.

Renovales,cogidodelbrazodesumujer,marchabaconciertacalma,comosi lomajestuoso del lugar le impusiera un estiramiento señorial. El augustosilencionoseturbabaconesabataholaqueensordecealasgrandescapitales.Nielrodardeuncoche,nieltrotedeuncaballo,nigritosdevendedores.Laplaza,consupavimentodemármolblanco,eraun inmensosalónpordondecirculaban los transeúntes como en una visita. Los músicos de Veneciaagrupábanseenelcentro,consusbicorniosrematadospornegrosyondulantesplumeros.Losrugidosdelwagnerianometal,galopandoenlalocacabalgadadelasWalkyrias,hacíanestremecerlascolumnatasdemármolyparecíandarvida a los cuatro caballos dorados que en la cornisa de San Marcos seencabritabansobreelvacíoconmudorelincho.

Las palomas venecianas, de obscuro plumaje, esparcíanse en juguetonasespirales,levementeasustadasporlamúsica,paraposarsulluviadealassobrelasmesasdeuncafé.Remontábanseluegohastaennegrecerlosalerosdelospalaciosycaíanacontinuacióncomounmantodemetálicosreflejossobrelasbandasde inglesas,develosverdesy redondossombreros,que las llamabanofreciéndolastrigo.

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Josefina, con anhelos de niña, separábase de sumarido para comprar uncucurucho de grano, y derramándolo sobre sus enguantadas manecitas, sedejaba rodear por los pupilos de San Marcos. Posábanse aleteantes, comocimerasfantásticas,sobre lasfloresdesusombrero;saltabanasushombros,alineándose en los tendidos brazos; agarrábanse desesperados a sus brevescaderas,intentandoseguirelcontornodeltalle,yotrosmásaudaces,comosiestuvieran poseídos de humanamalicia, arañaban su pecho, tendían el pico,pugnando por acariciar, al través del velo, su fresca boca entreabierta. Ellareía,estremecidaporelcosquilleodelaanimadanubequerozabasucuerpo.El marido la contemplaba riendo también, y con la seguridad de no serentendidomásqueporella,legritabaenespañol:

—¡Pero qué hermosa estás!... ¡Te pintaría! ¡Si no fuese por la gente, tedabaunbeso!...

Venecia fue el escenario de sus mejores tiempos. Ella vivía tranquilamientrassuesposotrabajaba,tomandopormodeloslosrinconesdelaciudad.Le veía ausentarse sin que ningún pensamiento penoso turbara su plácidacalma. Esto era pintura, y no los encierros de Roma con mujeresdesvergonzadasquenotemíanquedarseencueros.Queríaleconnuevapasión,lemecía en una perpetua caricia. Entonces fue cuando nació su hija, únicofrutodesumatrimonio.

LamajestuosadoñaEmilia,alenterarsedequeibaaserabuela,nopudopermanecer en Madrid. ¡Su pobre Josefina, en país extranjero, sin otroscuidados que los de sumarido, un buenmuchacho que, según decían, teníatalento,sindejarporestodeparecerlealgoordinario!...aexpensasdelyernohizo su viaje a Venecia, y allí permaneció algunos meses echando pestescontra esta ciudad, a la que no había llegado nunca en sus correríasdiplomáticas. La ilustre señora sólo consideraba habitables las capitales quetenían corte. ¡Pchs... Venecia! ¡Una población cursi que sólo gustaba a losfabricantesderomanzasylosilustradoresdeabanicos,ydondenohabíamásque cónsules! a ella le placía Roma con el Papa y sus reyes. Además, lemareabairengóndolaysequejabadeincesantereuma,echandolaculpaalahumedaddelaslagunas.

Renovales, que temblaba por la vida de Josefina, creyendo que sunaturalezaendebleydelicadanopodríaresistirelaccidentedelamaternidad,prorrumpió en una alegría ruidosa al recibir en sus brazos a la pequeña ycontemplaralamadre,quereclinabacomomuertasucabezaenlaalmohada.Lablancuradeéstaseconfundíacon ladesu rostro.Suprimeramirada fueparaella,paralasfaccionespálidasydesencajadasporlarecientecrisis,queiban serenándose con el descanso. ¡Pobrecita! ¡Cómohabía sufrido! Pero alsalir de puntillas del dormitorio para no turbar el sueño abrumador que seapoderaba de la enferma después de dos días crueles, entregóse a la

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admiración del pedazo de carne que, envuelto en finos lienzos, descansabasobre los enormes y flácidosmuslos de la abuela. ¡Ah, el adorable boceto!Contempló sucarita amoratada, suabultadacabezapobredepelo,buscandoalgosuyoenesteoleajedecarne,todavíaremovidaysinformasdeterminadas.Élnoentendíadeesto;eralaprimeracriaturaqueveíanacer.«Mamá,¿aquiénseparece?»

DoñaEmiliaseasombrabadesuceguera.¿Aquiénhabíadeparecerse?aél, sólo a él. Era grande, enorme; pocas criaturas había visto como aquella.Parecía imposible que viviese su pobre hija después de echar al mundoaquello. Por falta de salud no había que quejarse; tenía los colores de unalugareña.

—EsunaRenovales;estuya,ybientuya,Mariano.Nosotrossomosdeotraclase.

YRenovales,sinfijarseenlaspalabrasdemamá,sólovioquesuhijaerasemejanteaél, extasiándoseen lacontemplaciónde su robustez, alabandoagritosaquellasaluddelaquehablabalaabuelaconunacentodedecepción.

EnvanoélydoñaEmiliaquisierondisuadiraJosefinadesupropósitodedar el pecho a la pequeña. La mujercita, a pesar de su debilidad, que lamanteníainmóvilenlacama,lloróygritócasilomismoqueenlascrisisquetantohabíanasustadoaRenovales.

—No quiero—dijo con aquella tenacidad que tan terrible la hacía.—Noquieroparamihijalecheextranjera.Lacriaréyo...sumadre.

Y hubo que entregársela, dejar que la pequeña se agarrase con unavoracidad de ogro a aquellos pechos, hinchados ahora por lamaternidad, ytantasvecesadmiradosporelpintorensuvirginalrecogimiento.

Cuando Josefina pareció repuesta, su madre, dando por terminada sumisión, regresó aMadrid.Se aburría en aquella ciudad silenciosa: de nochecreíaestarmuertaalnoescuchardesdesucamaruidoalguno.Ladabamiedoesta calma de cementerio, rasgada de tarde en tarde por el grito de losgondoleros.No tenía amigas, nobrillaba; no eranadie en aquella charca, ninadie la conocía. Recordaba a todas horas a sus ilustres amigas deMadrid,donde ella se creía un personaje insustituible. Tenía clavada en el alma lamodestiadelbautismodesunieta,apesardequeaéstalapusieronsunombre.Uncortejopobrequecabíaendosgóndolas:ella,queeralamadrina,conelpadrino,unviejopintorvenecianoamigodeRenovales,yademás,ésteydosartistas,unofrancésyotroespañol.NohabíaasistidoalbautizoelpatriarcadeVenecia, ni siquiera un obispo. (¡Ella que conocía tantos en su país!) Unsimplecura,conrapidezlamentable,habíabastadoparacristianizaralanietadel famoso diplomático en una iglesia pequeña, a la caída de la tarde. Se

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marchó, repitiendouna vezmás que su Josefina se estabamatando, que eraunalocura,consusaluddelicada,darelpechoalaniña,lamentándosedequenolaimitaseaella,quehabíaconfiadosiempresushijosalactanciasextrañas.

Josefina lloró mucho al separarse de mamá, mientras Renovales ladespedíaconmaldisimuladogozo.¡Buenviaje!aduraspenaspodíaaguantaraaquellaseñora,quesecreíaenperpetuapostergaciónviendocómotrabajabasuyernopor sostener el bienestarde suhija.Únicamente estabade acuerdoconellaalregañardulcementeaJosefinaporsutenacidadendarelpechoalapequeña.¡Pobremajadesnuda!Lagentilezadesucuerpodecapulloborrábasecon el amplio florecimiento de la maternidad. Sus piernas, dilatadas por lahinchazóndelembarazo,habíanperdidosusantiguaslíneas;suspechos,másfuertesyabultadosahora,yanoteníansuesbeltezdemagnoliacerrada.

Parecía más robusta, pero la amplitud de su cuerpo iba acompañada deenémicaflacidez.Elmarido,viendocómoperdíasugentileza, laamabamáscon tierna compasión. ¡Pobrecita! ¡Cuán buena era! ¡Se estaba sacrificandoporsuhija!...

Cuandoésta teníaunaño,ocurrió lagrancrisisde lavidadeRenovales.Ganosodedarse«unbañodearte»,desaber loqueocurríafueradeaquellamazmorraenqueestabaencerradopintandoatantolapieza,dejóaJosefinaenVeneciaehizouncortoviajeaParísparaversufamosoSalón.Volviódeallátransfigurado,connuevafiebredetrabajoyunaresolucióndetransformarsuexistencia, que causó en su mujer asombro y miedo. Iba a romper con suempresario;noseenvileceríamásenaquellapinturafalsa,aunquetuviesequepedirlimosna.Enelmundosehacíangrandescosas,yélsentíaseconánimosparaseruninnovador,siguiendoelcaminodeaquellospintoresmodernosquetanprofundamenteleimpresionaban.

Aborrecía ahora la vieja Italia, adonde iban a estudiar los artistas,protegidosporgobiernosignorantes.

En realidad, lo que encontraban en ella era un mercado de seductorasdemandas,acostumbrándosealencargo,alavidamuelleysininiciativasdelagananciafácil.QueríatrasladarseaParís.PeroJosefina,queacogíaensilenciolasilusionesdeRenovales,incomprensiblesengranparteparaella,modificócon sus consejos esta resolución. Ella también quería salir de Venecia. Laciudadleparecíatristeduranteelinvierno,consusinterminableslluvias,quedejaban resbaladizos los puentes e intransitables las callejuelas de mármol.Decididos ya a levantar el campo, ¿por qué no regresar a Madrid? Mamáestaba enferma, se lamentaba en todas las cartas de vivir lejos de su hija.Josefinadeseabaverla,presintiendosumuerte.Renovalesreflexionó;tambiénél deseaba volver a España. Sentía la nostalgia del país; pensó en el granalborotoque levantaríaallá, ensayandosusnuevosprocedimientosenmedio

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delageneralrutina.Letentabaeldeseodeescandalizaralagenteacadémicaquelehabíaaceptadoporsusanterioresabdicaciones.

ElmatrimoniovolvióaMadridconsupequeñaMilita,alaquellamabanasífamiliarmente,abreviandoeldiminutivodeEmilia.Renovalesllevabaportodocapitalunoscuantosmilesdeliras,ahorrosdeJosefinayproductodelaventa de una parte de losmuebles que adornaban las salas destartaladas delpalacioFoscarini.

Losprincipios fuerondifíciles.A lospocosmesesde supermanencia enMadridmurió doña Emilia. Su entierro no correspondió a las ilusiones quesiempresehabíaforjadolailustreviuda.Apenassiasistieronaéldosdocenasde sus innumerables y famosos parientes. ¡Pobre señora, si hubiesepresenciado esta póstuma decepción!... Renovales casi se alegró del suceso.Con él rompíase el único lazo que les unía al gran mundo. Él y JosefinavivieronenunpisocuartodelacalledeAlcalá,cercanoalaPlazadeToros,con una gran terraza que el artista convirtió en estudio. Su existencia fuemodesta,recogida,humilde:niamigosnifiestas.Ellapasabalosdíascuidandodesuhijaydelacasa,sinotraayudaqueladeunatorpedomésticadeexiguaretribución.Muchasveces,cuandomásactivasemostraba,caíaenprofundodesaliento,quejándosedeextrañasyvariablesenfermedades.

Marianoapenastrabajabaensucasa:pintabaalairelibre,aborrecíalaluzconvencionaldelestudio,laestrechezdesuambiente.RecorríalosalrededoresdeMadrid y las provincias cercanas, buscando los tipos toscos e ingenuos,cuyascarasparecíantranspirarlaantiguaalmaespañola.SubíaalGuadarramaenplenoinvierno,permaneciendocomounexploradorúnicoenloscamposdenieve,paratrasladarallienzolospinosseculares,retorcidosynegrosbajosusgorrosdeheladasvedijas.

Al verificarse la Exposición estalló el nombre de Renovales como uncañonazo,esparciendosusecosporlascumbresdelentusiasmoylassombríasoquedades de la opinión. No presentó un cuadro enorme y con argumentocomoensuprimertriunfo.Eranlienzospequeños,estudiosconfiadosalazarde un buen encuentro, pedazos de Naturaleza, hombres y paisajesreproducidosconunaverdadasombrosaybrutalqueescandalizabaalpúblico.

Los padres graves de la pintura retorcíanse, como si recibiesen unabofetada, ante estos hierros que parecían llamear entre los otros cuadrosapagados y plomizos. Reconocían que Renovales era un pintor, pero sinimaginación,sininventiva,sinotroméritoqueeldetrasladarallienzoaquelloque contemplaban sus ojos. Los jóvenes se agrupaban en torno del nuevomaestro: hubo disputas interminables, apasionadas discusiones, odios demuerte,aleteandosobreestabatallaelnombredeRenovales,fijocasiadiarioenlascolumnasdelosperiódicos,hastaelpuntodequelefaltabapocopara

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sertancélebrecomounmatadordetorosounoradordelCongreso.

Seis años duró esta lucha, levantándose una tormenta de insultos y deaplausoscadavezqueRenovaleslanzabaalpúblicounaobrasuya;ymientrastanto, el maestro, tan llevado y traído, vivía en la estrechez, teniendo quepintar a escondidas acuarelas del antiguo estilo, para enviarlas con gransecreto a sumercader deRoma.Pero todos los combates tienen término.Elpúblico acabópor aceptar como indiscutibleunnombreque adiario saltabaante susojos; los enemigos,quebrantadospor el refuerzo inconscientede laopinión,mostráronsecansados,yelmaestro,comotodoslosinnovadores,unavez pasado el primer éxito del escándalo, comenzó a limitar su audacia,recortandoydulcificandosuprimitivabrutalidad.Eltemidopintorpúsosedemoda.Eléxitofácileinstantáneoconseguidoalprincipiodesucarrera,volvióa reproducirse, pero ahora más sólido y definitivo, como una conquistarealizadaporcaminosásperosydifíciles,riñendouncombateacadapaso.

El dinero, paje veleidoso, volvió a él, sosteniendo elmanto de la gloria.VendiócuadrosapreciosnuncaconocidosenEspaña,ylascifrassehincharonfabulosamente al ser repetidas por sus admiradores. Ciertos millonarios deAmérica, con el asombro de que un pintor español fuesemencionado en elextranjero y reprodujesen sus obras las primeras revistas de Europa,compraronloslienzosdeRenovalescomoobjetosdegranlujo.

Elmaestro,amargadoporlasestrechecesdesuperíododelucha,sintiódepronto un ansia de dinero, una codicia dominadora que nunca le habíanconocidosusamigos.Sumujerparecíacadavezmásenferma;suhijacrecíayél deseaba para suMilita la educación y el lujo de una princesa. Las teníaahoraenunhoteldemedianoaspecto,perodeseabaparaellasalgomejor.Elinstinto práctico, que todos le reconocían cuando no le cegaba unapreocupación artística, se esforzó por hacer del pincel un instrumento degrandesganancias.

El cuadro estaba condenado a desaparecer, según decía el maestro. Lashabitaciones modernas, pequeñas y de sobrio decorado, no permiten losgrandes lienzosde los salonesdeotrasépocas, cuyosmurosdesnudoshabíaqueadornar.Además,losgabinetesdeahora,semejantesapiezasdemuñecas,sólo podían resistir cuadros bonitos, de amanerada hermosura. Las escenasarrancadas a la verdad se despegaban de este fondo. Sólo quedaba, pues, elretratoparaganardinero, yRenovalesolvidó susgloriasde innovador, paraconquistar por todos los medios un renombre de retratista entre la genteelevada.Pintóalosindividuosdesangreregiaentodasuertedeactitudes,sinperdonar ninguna de sus ocupaciones importantes: a pie y a caballo, conplumasdegeneralomantapardadecazador;matandopichonesocorriendoenautomóvil. Trasladó al lienzo las más linajudas bellezas, modificandoinsensiblemente,conhábilmalicia,lasajadurasdeltiempo;endureciendocon

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el pincel las flácidas carnes; sosteniendo la pesadez de párpados ymejillas,desplomadosporelcansancioyelenvenenamientodelosafeites.Despuésdeestoséxitoscortesanos, los ricosconsideraronunretratodeRenovalescomoimprescindible adorno de su salón. Iban en busca de él porque su firmacostabamilesdeduros:poseerunlienzosuyoerauntestimoniodeopulencia,tanprecisocualunautomóvildelamejormarca.

Renovales fue rico, como puede llegar a serlo un pintor. Entoncesconstruyóloquelosenvidiososllamaban«supanteón»:unhotelsoberbio,traslasverjasdelRetiro.

Sintióeldeseovehementedefabricarseunnidoasugustoeimagen,comoesosmoluscosqueconeljugodesucuerposefabricanelcaparazónquelessirve de vivienda y defensa. Despertó en él esa ansia de ostentación, deoriginalidadaparatosa,fanfarronaycómicaqueduermeenelpensamientodetodo artista. Primero soñó con una reproducción del palacio de Rubens, enAmberes:logiasabiertasqueservíandeestudios,frondososjardinescubiertosde flores en todo tiempo, y circulando por sus avenidas gacelas, jirafas,pájaros de plumaje luminoso cual voladores ramilletes, y otros animalesexóticos que servían de modelos al gran pintor en su afán de copiar laNaturalezacontodasumagnificencia.

Peroelmadrileñosolardeunoscuantosmilesdepies,yermo,blancuzco,limitado por unamísera valla y con la sequedad propia de Castilla, le hizoabandonar este ensueño. Ya que no era posible el alarde rubensesco, serefugiaría en el clasicismo, y levantó en el fondo de un pequeño jardín unaespeciedetemplogriegoquehabíadeservirdeviviendayestudio.Sobreelfrontóntriangularalzábansetrestrípodesamododeflameros,quedabanalaviviendaunaspectodetumbamonumental.Peroelmaestro,paraevitar todaequivocaciónalosquesedeteníanalotroladodelaverja,hizoesculpirenlapiedra de la fachada guirnaldas de laurel, paletas rodeadas de coronas, y enmediodeesteaparatodeingenuamodestia,unabreveinscripción,enletrasdeoro,deregulartamaño:«Renovales.»Nimásnimenosqueunatienda.Dentro,endosestudiosdondenadiepintaba,yqueprecedíanalverdaderoestudiodetrabajo,exhibíanseloscuadrosterminadossobrecaballetescubiertoscontelasantiguas,ylosvisitantesadmirabanunateatralbalumbadearmaduras,tapices,viejos estandartes pendientes del techo, vitrinas cargadas de venerablesbagatelas,profundosdivanesconsombrajesdetelasorientalessostenidasporlanzas,cofrescentenariosybargueñosabiertosbrillandoconeloropálidodesucajonería.

Equivalíanestosestudios,dondenadieestudiaba, a los salonesdeesperalujososyenfiladeldoctorquehacepagarcienpesetasporlaconsulta;alasantesalas de cuero sombrío y venerables cuadros del jurisconsulto ilustre yproboquenoabrelabocasinllevarseunpedazodelafortunadelcliente.Los

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queaguardabanenestosdosestudios,grandescomonavesdeiglesia,conesamajestad silenciosa que se desprende de la pátina de los siglos, sufrían lapreparación necesaria para admitir los enormes precios que les pedía elmaestro.

Renovales había llegado y podía descansar tranquilamente, según decíansusadmiradores.Ysinembargo,elmaestroestabatriste:sucarácter,agriadoporocultomalestar,estallabaenruidosascóleras.

Bastabaparaenfurecerleelmásleveataquedeunenemigoinsignificante.Los discípulos creían que era esto efecto de los años. Las luchas le habíanenvejecidohastaelpuntodequeconsusgrandesbarbasysuespaldaunpocoarqueada,parecíadiezañosmásviejo.

Enestetemploblanco,sobrecuyofrontónflameabasunombreconorodegloria, era menos feliz que en las modestas viviendas de Italia o en elbuhardillóncercanoalaPlazadeToros.DeaquellaJosefinadesusprimerostiemposdematrimoniosóloquedabaunalejanasombra.LamajadesnudadelasdulcesnochesdeRomayVenecia,noeramásqueunrecuerdo.AlvolveraEspañasehabíaevaporadolafalsarobustezdesumaternidad.

Adelgazabacomosi laconsumieseun fuegooculto:derretíaseen internacombustión el grasoso almohadillado que rellenaba su cuerpo con graciosasondulaciones.Comenzabaamarcarelesqueletosusagudasaristasyobscurasoquedades bajo la piel pálida y flácida. ¡Pobremaja desnuda! Elmarido lacompadecía, atribuyendo su decadencia a las luchas y preocupaciones quehabíansufridoalestablecerseenMadrid.

Por ella deseaba vencer y hacerse rico, proporcionándola el soñadobienestar. Su enfermedad tenía un origen moral: era neurastenia, hondatristeza. La pobre sufría, indudablemente, al verse en aquel Madrid, dondehabía vivido con relativa brillantez, condenada a una existencia de pobre,habitandounacasamísera,luchandoconlaescasezdedineroyteniendoqueocuparse en las más vulgares faenas. Se quejaba de extraños dolores; suspiernas perdían toda fuerza; se desplomaba sobre una silla, permaneciendoinmóvilhorasymáshoras, llorandosin saberporqué.Digeríamal;durantesemanasenterasrepelíasuestómagotodoalimento.Porlasnochesagitábaseen la cama sin poder dormir, y apenas apuntaba el día ya estaba de pie,corriendolacasaconunaactividaddeduende,revolviéndolotodo,buscandoquerellaalacriada,almarido,aellamisma,hastaque,depronto,caíaenelanonadamientodesdeloaltodesuexcitación,einiciabaelprimerllanto.

Estascrisisdomésticasquebrantabanelánimodelpintor,pero lasacogíacon paciencia. A su antiguo amor uníase ahora una dulce conmiseraciónviéndolatandébil,sinotrosrestosdesuantiguabellezaquelosojos,hundidosen sus azuladas órbitas, brillantes con el misterioso fuego de la fiebre.

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¡Pobrecilla!Lamiserialahabíapuestoasí.Sumaridoconsiderabasudebilidadconciertoremordimiento.Susuerteeraladelsoldadoquesesacrificaporlagloriadesugeneral.Renovaleshabíavencido,perodejandoasusespaldasalamujeramada,caídaenlaluchaporsermásdébil.

Admiraba,además,suabnegaciónmaternal.Elvigorqueaella lefaltabaloteníaMilita,aquellacriaturaquellamabalaatenciónporsurobustezysuscolores.Lavoracidaddeesteorganismofuerteyavasalladorhabíaabsorbidotodalavidadelamadre.

Cuandoelartistafuericoeinstalósufamiliaenelnuevohotel,creyóqueJosefinaibaaresucitar.Losmédicosconfiabanenunrápidocambio.Elprimerdía que pasearon los dos por los salones y estudios de la nueva casa,inventariandoconmiradasatisfechalosmueblesylosricosobjetosantiguosymodernos,Renovalescogiódel tallea ladébilmuñeca, inclinando lacabezasobreella,acariciandosufrenteconlasreciasbarbas.

Todo era suyo, el hotel y sus lujosas decoraciones; de ella también eldinero que aún le quedaba y el que seguiría ganando. Ella era la señora, ladueñaabsoluta;podíagastarcuantoquisiera,allíestabaélparahacerfrenteatodo.Podíadistinguirseporsulujo,tenercarruajes,darenvidiaasusantiguasamigas,enorgullecersedeser lamujerdeunpintor famoso,muchomásqueotras que habían pescado con el matrimonio una corona condal... ¿Estabacontenta?

Elladecíaquesí,moviendolacabezadébilmente,yhastaseempinósobrelaspuntasdelospiesparabesaragradecidaaquellabocaqueparecíaarrullarlaa través de las nubes de pelos; pero su gesto era triste y sus desmayadosmovimientos de flor marchita, como si no existiese alegría mundanal quepudierasacarladeestedesaliento.

Á los pocos días, pasada la primera impresión del cambio de vida,volvieron a repetirse en el lujoso hotel las mismas crisis que tantas veceshabíanconmovidoanterioresviviendas.

Renovales la encontraba en el comedor con la cabeza entre las manos,llorando, sin querer explicarle la causa de sus lágrimas. Cuando intentabacogerla entre sus brazos, acariciándola como a una niña, la mujercita seencrespabalomismoquesirecibieseunainjuria.

—Déjame—gritaba, fijando en él unos ojos hostiles.—No me toques...Vete.

Otras veces la buscaba por la casa, preguntando en vano aMilita, que,habituada a las crisis de sumadrey sostenidapor su egoísmodemuchachafuerte, no hacía gran caso de ella y seguía jugando con sus innumerablesmuñecas.

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—Nosé,papaíto;debeestarllorandoarriba—contestabaconnaturalidad.

Yenalgúnrincóndelpisoalto,eneldormitorio,juntoalacama,oentrelasropasdelcuartodevestir, laencontrabaelmaridosentadaenelsuelo, lamandíbula apoyada en las manos, los ojos fijos en la pared, como sicontemplase algo invisible y misterioso que sólo ella podía ver. Ahora nolloraba;susojosestabansecos,agrandadosporunaexpresióndeespanto,yeraenvanoqueelesposointentaseatraerla.Permanecíainmóvil,fría,insensibleasus caricias, como si fuese un extraño, como si entre los dos existiera unaindiferenciainabordable.

—Quieromorir—decíaconvozgraveyconcentrada.—Nohagofaltaenelmundo:quierodescansar.

Esta resignación fúnebre convertíase poco después en furiosaacometividad. Renovales nunca se daba cuenta de cómo se iniciaba elconflicto.Lamásinsignificantedesuspalabras,ungesto,sumismosilencio,bastaban para atraer la tormenta. Josefina comenzaba a hablar con acentoagresivo,dandoasuspalabraslacortantefrialdaddeunanavaja.Censurabaalpintor por lo que hacía y lo que no hacía, por sus costumbres másinsignificantes, por lo que pintaba, y de pronto, extendiendo el radio de susinjurias,queriendoabarcarenellasalmundoentero,prorrumpíaendenuestoscontra las distinguidas personas que formaban la clientela del marido,proporcionándoleenormesganancias.Podíaestarsatisfechodelosretratosdeaquellas gentes: ellos, unos señores despreciables, malas personas, ladronescasi todos. Su madre, que estaba bien enterada de este mundo, le habíacontadomuchas historias. A ellas aun las conocía mejor; casi todas habíansidosuscompañerasdecolegioosusamigas.Sehabíancasadoparaponerenridículoasusmaridos;todasteníanhistoria;eranperdidaspeoresquelasquemontabanlaguardiadenocheenlasaceras.Aquellacasa,contodasufachadadelaurelesysusletrasdeoro,eraunburdel.Elmejordíaseplantabaellaenelestudioylasechabaalacalleparaquelasretratasenenotraparte.

—¡Por Dios, Josefina!—murmuraba angustiado Renovales.—No digasesascosas;nopiensesesasbarbaridades.Pareceimposiblequehablesasí.Laniñanosoye.

Josefina, agotada ya su ira nerviosa, prorrumpía en llanto y Renovalestenía que abandonar la mesa para acompañarla a la cama, donde se tendíagritandoporcentésimavezsudeseodemorir.

Estavida leeraaúnmás intolerablepor su fidelidadconyugal,poraquelamormezcladodecostumbreyrutinaquelemanteníasólidamenteadheridoasuesposa.

Porlastardes,aúltimahora,sereuníanensuestudiovariosamigos,entre

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los cuales figuraba el famosoCotoner, que había trasladado su residencia aMadrid.Cuandoenvueltosenlaluzdelcrepúsculoqueibapenetrandoporlaenormevidriera,sentíanseinclinadosalasconfidenciasamistosas,Renovaleshacíasiemprelamismadeclaración:

—Demuchachomehedivertidocomocualquiera;perodesdequemecasénoconozcootramujerquelapropia.Lodigoconorgullo.

Y el hombretón erguía su alto cuerpo y se acariciaba hacia arriba lasbarbas, satisfecho de su fidelidad conyugal, como otros lo estaban de susbuenasfortunasenamor.

Cuandosehablabaensupresenciademujereshermosasoseexaminabanretratos de las grandes beldades extranjeras, el maestro no ocultaba suaprobación:

—¡Muyhermosa!¡Muybonita...parapintarla!

Susentusiasmosporlabellezanoibanmásalládeloslímitesdelarte.Sóloexistíaunamujerenelmundo,lasuya;lasdemáseranmodelos.

Él, que llevaba en su pensamiento una orgía de carne y adoraba ladesnudezconunciónreligiosa,guardabatodossushomenajesdehombreparalamujerlegítima,cadavezmásenferma,mástriste,esperandoconpacienciade enamorado un momento de calma, un rayo de sol entre las incesantestormentas.

Losmédicos, confesándose inhábiles para curar este desarreglo nerviosoqueconsumíaelorganismodelaesposa,confiabanenuncambioinesperadoyrecomendabanalmaridounaextremadadulzura.Estoservíaparaaumentarsupaciente mansedumbre. Atribuían el trastorno de sus nervios al parto y lalactancia, que habían quebrantado su débil salud; sospechaban además laexistencia de alguna causa desconocida, que mantenía a la enferma eninterminableexcitación.

Renovales, que estudiaba a su mujer con el anhelo de recobrar la pazdoméstica,adivinódeprontolaverdaderacausadesuenfermedad.

Milita iba creciendo: ya era una mujer. Tenía catorce años y vestía delargo,atrayendolasmiradasdeloshombresconsubellezasanayfuerte.

—Cualquierdíasenoslallevan—decíariendoelmaestro.

Y sumujer, al oírle hablar dematrimonio, haciendo conjeturas sobre sufuturoyerno,cerrabalosojos,paradecirconvozreconcentrada,reveladoradeinvencibletenacidad:

—Secasaráconquienquiera...menosconunpintor.Antesprefieroverlamuerta.

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Renovales adivinó entonces la verdadera enfermedad de su mujer. Erancelos, unos celos inmensos,mortales, anonadadores; era la tristeza de verseenferma. Estaba segura de su esposo; conocía sus afirmaciones de fidelidadconyugal.Peroelpintor,alhablardesusentusiasmosartísticosenpresenciade ella, no ocultaba su adoración a la belleza, su culto religioso a la forma.Aunquecallase, ellapenetrabaen supensamiento; leía enél este fervorquedatabadelajuventudyhabíaidoaumentándoseconlosaños.Alcontemplarlasestatuasdesoberanadesnudezqueadornabanlosestudios,alpasarsusojospor los álbums y cartones, donde la luz de la carne brillaba con resplandordivinoentrelassombrasdelgrabado,ellalascomparabamentalmenteconsucuerpoenflaquecidoporlaenfermedad.

Los ojos de Renovales, que parecían beber con adoración los brazos dearmoniosaslíneas,lospechostorneadosyfirmescomocopasdealabastro,lascaderas de voluptuosa caída, las gargantas de aterciopelada redondez, laspiernasdeesbeltamajestad,eranlosmismosquecontemplabanporlanochesutroncodébil,surcadoporlasalienteescalinatadelascostillas;losblasonesfemeniles,antesfirmesavoluptuosos,colgantescomoharapos:susbrazos,enlosqueladebilidadmoteabalapielconmanchasamarillas;suspiernas,cuyadelgadezesqueléticasóloestabainterrumpidaporelabultamientosalientedelasrótulas.¡Míseradeella!...Aquelhombrenopodíaamarla.Sufidelidaderacompasión, tal vez rutina, virtud inconsciente.Nunca se creería amada.Conotrohombreauneraposibleestailusión,peroéleraunartista;adorabadedíalabelleza,para tropezarpor lanochecon la fealdaddelagotamiento,con lamiseriafísica.

La atormentaban incesantemente los celos, amargando su pensamiento,devorando su vida; unos celos inconsolables, por lo mismo que noencontrabannadarealenqueapoyarse.

Sentíaunatristezainmensaalreconocersufealdad,unaenvidiainsaciablecontratodos,undeseodemorir,peromatandoantesalmundoparaarrastrarloensucaída.

Las ingenuas caricias de su esposo la irritaban como un insulto. Tal vezcreía amarla; tal vez se aproximaba a ella de buena fe; pero leía en supensamiento y encontraba en él a la irresistible enemiga, a la rival que laanonadabaconsubelleza.Yestonoteníaremedio.Estabaunidaaunhombrequeseríafiel,mientrasviviese,alareligióndelohermoso,sinapostatarjamásdeella.¡Ay!¡Cómoseacordabadeaquellosdíasenquedefendíadelmaridosu cuerpo primaveral que intentaba pintar! Si ahora volviesen a ella lajuventud y la belleza, arrojaría impúdicamente todas las envolturas, seplantaríaenmediodelestudioconlaarroganciadeunabacante,gritando:

—Pinta;hártatedemicarne,ysiemprequepiensesentueternaquerida,en

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esa que llamas la Belleza, procura verla conmi misma cara; que tengamimismocuerpo.

Eraunainmensadesgraciavivirunidaaunartista.Jamáscasaríaasuhijaconunpintor:antesverlamuerta.Losque llevabandentroeldemoniode laforma,sólopodíanvivir tranquilosyfelicesconunacompañeraeternamentejoven,eternamentebella.

La fidelidad de su marido, la desesperaba. Aquel artista casto, estabarumiando siempre en su pensamiento el recuerdo de bellas desnudeces,imaginaba cuadros que no se atrevía a pintar por miedo a ella. Con supenetraciónde enfermaparecía leer estos anhelos en la frentede su esposo.Mejorhubiesepreferidounainfidelidadcierta:verleenamoradodeotramujer,enloquecido por una pasión sexual. De este viaje, fuera de los límites delmatrimonio, podría volver, fatigado y humilde, pidiéndola perdón; pero delotro,novolveríanunca.

Renovales, al adivinar esa tristeza, emprendió con ternura la curaciónmoral de su mujer. Evitó hablar en presencia de ella de sus adoracionesartísticas; encontró terribles defectos a las damas hermosas que le buscabancomo retratista; ensalzaba la belleza espiritual de Josefina; la pintaba,trasladando al lienzo sus mismas facciones, pero hermoseadas con sutilhabilidad.

Ella sonreía, con esa eterna condescendencia que tiene lamujer para lasmásestupendasyescandalosasmentiras,siemprequelahalaguen.

—Erestú—decíaRenovales:—tumismacara,tugracia,tudistinción.Auncreoquetehehechomenoshermosa.

Seguía sonriendo, pero de pronto su mirada endurecíase, apretaba loslabiosylasombraseremontabapocoapocoporsurostro.

Clavabasusojosenlosdelpintorcomosiregistrasesupensamiento.

Todo mentira. Su marido la halagaba, creía amarla, pero sólo su carnepermanecía fiel. La enemiga invencible, la eterna amante, era señora de supensamiento.

Atenazada por esta infidelidadmental y por la rabia que la producía suimpotencia, iba formándose en su sistema nervioso una de aquellastempestades que estallaban en lluvias de lágrimas y truenos de insultos yrecriminaciones.

LavidadelmaestroRenovaleserauninfierno,cuandoposeíayalagloriaylariqueza,conlasquehabíasoñadotantosaños,cifrandoenellassufelicidad.

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IV

Eranlas tresde la tardecuandoel ilustrepintorvolvióasucasadespuésdelalmuerzoconelhúngaro.

Al entrar en el comedor, antes de dirigirse al estudio, vio a dosmujeresque,conelsombreropuestoyelvelilloanteel rostro,parecíandisponerseasalir.Unadeellas,tanaltacomoelpintor,searrojóasucuelloconlosbrazosabiertos.

—Papá,papaíto,tehemosesperadohastacercadelasdos.¿Hasalmorzadobien?...

Yleacariciabaconruidososbesos,rozandosusfrescasmejillasderosaenlasbarbascanasdelmaestro.

Renovales sonreía bondadosamente bajo este chaparrón de caricias. ¡Ah,suMilita!Eralaúnicaalegríadeaquellaviviendatristeyostentosacomounpanteón. Ella era la que dulcificaba el ambiente de tedio agresivo que laenferma parecía esparcir en torno de él.Contempló a su hija, adoptando uncómicoairedegalán.

—Muybonita,sí,señor;estáustedmuybonitahoy.EsustedunverdaderoRubens,señorita;unRubensenmoreno.¿Yadóndevamosalucirelgarbo?...

Paseaba su mirada satisfecha de creador por este cuerpo fuerte ysonrosado, en el cual delatábase la crisis de la juventud con cierta delgadezpasajera,productodeunrápidocrecimiento,yuncírculoprofundoentornodelosojos.Sumiradahúmedaymisteriosaera ladeunamujerqueempiezaaenterarsedesusignificaciónenlavida.Vestíaconciertaeleganciaexótica:sutrajeteníaunairevaronil;sucorbataysucuellohombrunos,armonizabanconlavivezarígidadesusmovimientos,consusbotinasinglesasdeanchotacón,conlasolturaviolentadesuspiernas,quealmarcharabríanlasfaldascomoun compás,más atentas a la rapidez y al taconeo fuerte que a la gracia delpaso.Elmaestro admiraba subelleza saludable. ¡Quémagnífico ejemplar!...Con ella no se extinguiría la raza. Era él, toda él: de haber nacido hembra,seríasemejanteasuMilita.

Éstaseguíahablando,sinsepararlosbrazosdeloshombrosdelpadre,fijosenelmaestrosusojos,queteníanuntemblordeorolíquido.

IbaasupaseodiarioconMiss;unamarchadedoshorasporlaCastellana,porelRetiro,sinsentarse,sindetenerseuninstante,dandodepasounalecciónperipatéticadeinglés.SóloentoncesvolvióRenovaleslavistaparasaludaraMiss,unamujerobesa,conlacararojayarrugada,mostrandoalsonreírunadentadura que tenía el brillo amarillento de las fichas de un dominó. En el

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estudio,RenovalesysusamigosreíanmuchasvecesdelaspectodeMissydesusmanías;desupeluca rojapuesta sobreelcráneoconelmismodescuidoqueunsombrero;desudentadurapostizayescandalosa;desuscapotasquefabricabaellamismautilizandoloscintajosyharaposquecaíanensusmanos;de su inapetencia crónica, que la hacía nutrirse con cerveza, teniéndola enperpetuaturbación,quesemanifestabaenexageradasreverencias.

Su gordura fofa de bebedora,mostrábase alarmada por la proximidad deestepaseo,queerasutormentodiario,esforzándosedolorosamenteporseguirlaszancadasdelaseñorita.Alverqueelpintorlamiraba,púsoseaúnmásrojaehizotresgrandesreverencias.

—¡Oh,místerRenovales!¡Oh,sir!...

Y no le llamó lord, porque el maestro, después de saludarla con unmovimientodecabeza,seolvidódeella,volviendoahablarconsuhija.

MilitaseinteresabaporelalmuerzodesupadreconTekli.¿ConquehabíabebidoChiantti?¡Ah,egoísta!¡Contantoquelegustabaaella!...Habíahechomalenavisartantarde.AfortunadamenteestabaCotonerencasa,ymamálehabía obligado a quedarse para no almorzar solas. El viejo amigo se habíametido en la cocina, preparando uno de aquellos platos cuyo guiso habíaaprendido en sus tiempos de paisajista. Milita observaba que todos lospaisajistas eran algo cocineros. Su vida al aire libre, las necesidades de suexistenciaerranteporventasycabañas,desafiandolaescasez,lesaficionabaninsensiblementeaestahabilidad.

Habíanalmorzadomuybien.MamáhabíareídoconlasgraciasdeCotoner,que siempre estaba alegre; pero a los postres, cuando llegó Soldevilla, eldiscípulopredilectodeRenovales,sehabíasentidomal,desapareciendoparaocultarsusojosllenosdelágrimas,supechoangustiadoporlossollozos.

—Estaráarriba—dijolajovenconciertaindiferencia,habituadayaaestascrisis.—Adiós,papaíto;unbeso.EnelestudiotienesaCotoneryaSoldevilla.Otrobeso...Dejaquetemuerda.

Y después de clavar con suavidad sus dientecitos en una mejilla delmaestro,lajovensalióseguidadeMiss,quebufabaprematuramentepensandoenelfatigosopaseo.

Renovales quedó inmóvil, como si no quisiera sacudir este ambiente decariño en que le envolvía su hija. Milita era suya, toda suya. Amaba a sumadre,perosuafectoresultabafríocomparadoconlapasiónvehementequesentía por él, esa predilecciónvaga e instintiva que las hijas sientenpor lospadres,yqueescomounesbozodelaadoraciónquehadeinspirarlesdespuéselhombreamado.

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Pensó unmomento en buscar a Josefina para consolarla, pero tras cortareflexióndesistiódeestepropósito.Noseríanada;suhijaestabatranquila;unarrechucho,comolosdecostumbre.Subiendoseexponíaaunaescenaterribleque le amargase la tarde, quitándole los deseos de trabajar, desvaneciendoaquella alegría juvenil que llevaba en el alma después de su almuerzo conTekli.

Se dirigió al último estudio, el único quemerecía este nombre, pues eradonde él trabajaba, y vio aCotoner sentado en un sillón conventual, con elasientocombadoporelpesodesuabultadapersona,loscodosapoyadosenlosbrazos de roble, el chaleco desabotonado para dejar en libertad el repletoabdomen,lacabezahundidaenloshombros,lacararojaysudorosa,losojosentornados por la suave embriaguez de su digestión en aquel ambientecaldeadoporunaenormeestufa.

Cotonerestabaviejo;teníaelbigoteblancoylacabezacalva,perosucarasonrosada y lustrosa era de una frescura infantil. Respiraba la placidez delcélibecastoquesóloamalabuenamesayaprecialasomnolenciadigestivadelaboacomolamayordelasfelicidades.

Sehabía cansadodevivir enRoma.Escaseaban los encargos.Lospapasvivíanmásañosquelospatriarcasbíblicos;losretratosalcromodelPontíficele hacían una competencia ruinosa. Además, estaba viejo y los pintoresjóvenes que llegaban a Roma no le conocían; eran gentes tristes que lemirabancomoaunbufón,ysóloabandonabansuseriedadparaburlarsedeél.Su tiempo había pasado. El eco de los triunfos deMariano allá en la tierrahabíatiradodeél,decidiéndoleatrasladarseaMadrid.Lomismosevivíaentodas partes. También enMadrid tenía amigos. Y había continuado aquí suvidadeRoma,sinningúnesfuerzo,sintiendociertosanhelosdegloriaensuexigua personalidad de jornalero del arte, como si sus relaciones conRenovalesle impusieraneldeberdebuscarenlapinturaunlugarcercanoalsuyo.

Había vuelto a los paisajes, sin obtener triunfosmayores que la ingenuaadmiracióndelaslavanderasylosladrillerosqueenlascercaníasdeMadridformaban semicírculo ante su caballete, diciéndose que aquel señor, quellevaba en la solapa el botón multicolor de sus diversas condecoracionespontificales,debíaserunpájarogordo,algunodelosgrandespintoresdequehablaban los periódicos. Renovales le había alcanzado dos mencioneshonoríficas en la Exposición, y tras esta victoria, compartida con todos losmuchachosqueempezaban,Cotonerse tendióenelsurco,descansandoparasiempre,dandoporcumplidalamisióndesuexistencia.

LavidaenMadridnoselepresentabamásdifícilqueenRoma.Dormíaencasadeunsacerdote,alquehabíaconocidoenItalia,acompañándoloensus

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correríaspor lasoficinaspontificales.Estecapellán,queestabaempleadoenlosescritoriosdelaRota,teníaagranhonorelhospedaralartista,recordandosusrelacionesamistosascon loscardenalesycreyéndoleencorrespondenciaconelmismoPapa.

Habían convenido una cantidad por el hospedaje, pero el clérigo nomostrabaprisaencobrarla:yaleencargaríaalgúncuadroparaunasmonjasdelasqueeraconfesor.

La comidaofrecía aúnmenosdificultadesparaCotoner.Tenía repartidoslosdíasdelasemanaentrevariasfamiliasricas,defervientereligiosidad,alasquehabía conocidoenRomadurante lasgrandesperegrinacionesespañolas.EranminerosopulentosdeBilbao;propietariosagrícolasdeAndalucía;viejasmarquesas que pensabanmucho enDios, siguiendo sus costumbres de vidaopulenta,alasquedabanuntonoseveroconlapátinadeladevoción.

Elpintorsentíasebienagarradoaestepequeñomundo,grave,religiosoyque comía bien. Era para todos el «buen Cotoner». Las señoras sonreíanagradecidas cuando las obsequiaba con algún rosario u otro objeto dedevocióntraídodeRoma.SimostrabandeseosdeobteneralgunadispensadelVaticano,lasofrecíaescribira«suamigoelcardenal».Losmaridos,contentosde tener un artista en casa a tan poca costa, le consultaban el plano de unacapillanueva,eldiseñodeunaltar,yensusfiestasonomásticasrecibíancongestoprotectoralgúnregalodeCotoner;unamanchita,unpaisajesobretabla,queexigíamuchasvecesexplicacionespreviasparaconocersusignificación.En las comidas era la alegríade estagentede sanosprincipiosymesuradaspalabras, relatando originalidades de los «monseñores» y «eminencias» quehabía conocido enRoma.Estos chistes los aceptaban con cierta unción, porescabrososquefuesen,viniendodetanrespetablespersonajes.

Cuandopor enfermedado viaje se rompía el orden de las invitaciones yCotoner carecía de convite, se quedaba a comer en casa de Renovales, sinprevia invitación.Elmaestroquiso instalarlo en suhotel, pero él no aceptó.Amabamuchoatodalafamilia:Militajugabaconélcomosifueseunperroviejo;Josefinaleteníaciertoafecto,porquelerecordabaconsupresencialosbuenos tiempos de Roma. Pero Cotoner, a pesar de esto, mostraba ciertomiedo,adivinandolastormentasqueennegrecíanlavidadelmaestro.Preferíasuexistencialibre,alaqueseadaptabaconunaductilidaddeparásito.Alfinaldelascomidasescuchaba,conmovimientosdeaprobación,lasgravespláticasde sobremesa entre doctos sacerdotes y graves devotas, y una hora despuésbromeaba impíamenteencualquiercaféconpintores, cómicosyperiodistas.Conocía a todo el mundo: le bastaba hablar dos veces con un artista, paratutearleyjurarquelequeríayadmirabacontodasualma.AlentrarRenovalesenelestudio,sacudiósutorpezadigestivayestirólascortaspiernasparatocarelsueloysalirdelsillón.

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—¿Te han contado, Mariano?... ¡Un plato magnifico! Les he hecho ungazpachodepastor...¡Sehanchupadolosdedos!

Hablabaconentusiasmodesuobraculinaria,comosiconcentraseenestahabilidad todos sus méritos. Después, mientras Renovales entregaba elsombreroyelgabánalcriadoque leseguía,Cotoner,conunacuriosidaddeamigo íntimo, deseoso de conocer todos los detalles de la existencia de suídolo,lehizopreguntassobresualmuerzoconelextranjero.

Renovales se tendió en un diván, profundo como un nicho, entre dosbibliotecas, y flanqueado por montones de cojines. Al hablar de Tekli,recordaron a sus amigos deRoma, pintores de diversas nacionalidades, queveinteañosantesmarchabanconlafrentealta,siguiendocomohipnotizadoslaestrella de la esperanza. Renovales, en su orgullo de luchador, incapaz dehipócritasmodestias,declarabaqueéleraelúnicoquehabíallegado.ElpobreTeklieraunprofesor:sucopiadeVelázquezresultabauntrabajopacientedebestiaartística.

—¿Tú lo crees?—preguntó Cotoner con gesto de duda.—¿Tan mal lohace?...

Procuraba por egoísmo no hablar contra nadie; dudaba del mal; creíaciegamente enel elogio, conservandodeestemodo su reputacióndebueno,queledabaaccesoentodaspartes,facilitandosuvida.Laimagendelhúngaroestabafijaensumemoria,haciéndolepensarenunaseriedealmuerzos,antesdequeaquélabandonaseMadrid.

—Buenastardes,maestro.

EraSoldevilla,queconlasmanoscruzadasbajoelfaldóndelaamericana,abombando el pecho para lucirmejor el chaleco de terciopelo granate, y lacabeza en alto, atormentada por la desmesurada altura del cuello rígido ynítido, salíadedetrásdeunbiombo.Sudelgadezy loexiguode suestaturaestabancompensadasporlalongituddesusbigotesrubios,queseempinabanen torno de la naricilla sonrosada, como si quisieran confundirse con losbandósdesupeinado,laciosydesmayadossobrelafrente.EsteSoldevillaerael discípulo favorito de Renovales, «su debilidad», según decía Cotoner. Elmaestro había reñido grandes batallas por alcanzarle la pensión en Roma;despuéslehabíapremiadoenvariasexposiciones.

Lemirabacomosi fuesesuhijo,atraído talvezporelcontrasteentresurudezayladebilidaddeaqueldandydelapintura,siemprecorrecto,siempreamable, que consultaba para todo a su maestro, aunque después no hiciesegrancasodesusconsejos.Cuandohablabamaldeloscompañerosdearte,lohacíaconunasuavidadvenenosa,conunafinuramujeril.Renovalesreíadesuaspecto y de sus costumbres, y Cotoner le hacía coro. Era una porcelana,

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siempre brillante; no se encontraba en él lamás levemota de polvo; debíadormir en una rinconera. ¡Ah, los pintores del día! Los dos artistas viejosrecordabaneldesarreglodesujuventud;subohemiadescuidada,congrandesbarbas y enormes sombreros; todas sus bizarras extravagancias paradistinguirse de los demás mortales, formando un mundo aparte. Sentíansemalhumorados,comoenpresenciadeunaabdicación,ante lospintoresdelaúltima hornada, correctos, prudentes, incapaces de locuras, copiando laselegancias de los ociosos, con un aire de funcionarios del Estado, deoficinistasquemanejabanelpincel.

Soldevilla, a continuación de su saludo, aturdió al maestro con undesmesuradoelogio.EstabaadmirandoelretratodelacondesadeAlberca.

—Unamaravilla,maestro.Lomejorquehapintadousted...yesoqueestáamediohacer.

EsteelogioconmovióaRenovales.Selevantóparaapartardeunempujónelbiombo,yarrastróuncaballetequesosteníaungranlienzo,hastacolocarlofrentealaluzquepenetrabaporelventanaldecristales.

Sobreunfondogriserguíase,conlamajestaddelabellezahabituadaalaadmiración, una dama vestida de blanco. El esprit de plumas y brillantesparecía temblar sobre sus rizos, de un rubio leonado; el pecho marcaba elarranquedelasredondecesdesusmontículosentrelasblondasdelescote;lasmanos,enguantadashastamásarribadelcodo,sosteníanunaelricoabanicoyotraunacapaobscura,forradaderasocolordefuego,quesedeslizabadesushombrosdesnudos,próximaacaer.Lapartebajadelafiguraestabaindicadasolamentepor trazosdecarbónsobre lablancuradel lienzo.Lacabeza,casiterminada,parecíamiraralostreshombresconsusojosorgullosos,algofríos,pero de una falsa frialdad, delatando, detrás de su pupila, apasionamientosocultos,unvolcánmuertoqueresucitabaasushoras.

Eraunamujeralta,esbelta,deadorablesyjustascarnosidades,queparecíasostenerse en el esplendor de una segunda juventud con la higiene y lascomodidades de su elevada posición. Los extremos de sus ojos estabanachicadosporunplieguedefatiga.

Cotonerlacontemplabadesdesuasientoconunacalmadehombrecasto,comentando su belleza tranquilamente, sintiéndose a cubierto de todatentación.

—Esella,lahasclavado,Mariano.Ellamisma...¡Hasidounagranmujer!

Renovalesparecióofendidoporestecomentario.

—Loes—dijoconciertahostilidad.—Loestodavía.

Cotonernoeracapazdediscutirconsuídoloyseapresuróarectificarse:

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—Es una buena moza; muy guapa, sí, señor, y muy elegante. Dicentambiénquetienetalentoyqueesincapazdedejarsufriralosquelaadoran.¡Poquitosehabrádivertidoestaseñora!...

Renovalesvolvióaencresparsecomosilehiriesenestaspalabras.

—¡Bah!mentiras,calumnias—dijoconvozfosca:—invencionesdeciertosseñoritosquealversedespreciadoslacuelganesasinfamias.

Cotonervolvióadeshacerseenexplicaciones.Élnosabíanada: lohabíaoídodecir.Lasseñorasencuyacasacomía,hablabanmaldeladeAlberca...pero tal vez fuesen murmuraciones de mujeres. Se hizo el silencio, yRenovales,comosideseasetorcerelcursodelaconversación,seencaróconSoldevilla.

—¿Ytú,nopintas?Siempreteveoporaquíalahoradetrabajar.

Sonreía con cierta malicia al decir esto, mientras el joven se excusabaruborizándose.Trabajabamucho,perotodoslosdíassentíalanecesidaddedarunavueltaporelestudiodelmaestroantesdedirigirsealsuyo.

Era una costumbre de sus tiempos de principiante, de aquella época, lamejordesuvida,enqueaprendíajuntoalgranpintor,enotroestudiomenoslujosoqueéste.

—¿YMilita?¿lahasvisto?—prosiguióRenovalesconsonrisabonachona,enlaquehabíaunapuntademalicia.—¿Notehatomadohoyelpeloporesanuevacorbataquequitalavista?

Soldevillatambiénsonrió.HabíaestadoenelcomedorcondoñaJosefinayMilita,yésta sehabíaburladodeél comosiempre.Peroera sinmalicia:yasabíaelmaestroqueMilitayélsetratabancomohermanos.

Másdeunavez,cuandoellaerapequeñayélunchicuelo,lahabíaservidode caballo, trotando por el viejo estudio, llevando a la espalda aquel grandiabloqueletirabadelpeloyleabofeteabaconsusmanecitas.

—Esmuymona—interrumpióCotoner.—Es lamuchachamásgraciosaymásbuenaqueconozco.

—¿YelsimparLópezdeSosa?—preguntóelmaestrootravezcontonodemalicia.—¿No ha venido hoy ese chauffeur que nos vuelve locos con susautomóviles?

DesapareciólasonrisadeSoldevilla.Púsosepálidoybrillaronsusojosconverdosofulgor.No;nohabíavistoaesecaballero.Segúndecíanlasseñoras,andabamuyocupadoenlareparacióndeunautomóvilqueselehabíarotoenelcaminodelPardo.Ycomosielrecuerdodeesteamigodelafamiliafuesepenosoparaeljovenpintorydesearaevitarnuevasalusiones,sedespidiódel

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maestro.Ibaatrabajar;aunpodíanaprovecharsedoshorasdesol.Peroantesdesalirdedicónuevoselogiosalretratodelacondesa.

Quedaronsoloslosdosamigosenunlargosilencio.Renovales,sumidoenla penumbra de aquel nicho de telas persas en que se empotraba su diván,contemplabaelretrato.

—¿Hadevenirhoy?—preguntóCotonerseñalandoallienzo.

Renovaleshizoungestodedisgusto.Hoyuotrodía; conestamujer eraimposibleuntrabajoserio.

La esperaba aquella tarde, pero no le causaría extrañeza que faltase a lasesión. Llevaban cerca de unmes sin poder pintar dos días seguidos. Teníamuchasocupaciones:presidíasociedadesparalaenseñanzaylaemancipaciónde la mujer; proyectaba festivales y tómbolas; una actividad de señoraaburrida, un aturdimiento de pájaro loco que la hacía querer estar en todaspartesaunmismotiempo,sinvoluntadparamarcharse,unavezlanzadaenlacorrientedelfemenilchismorreo.Depronto,elpintor,conlosojosfijosenelretrato,tuvounimpulsodeentusiasmo.

—¡Quémujer,Pepe!—exclamó.—¡Quémujerparapintarla!...

Susojosparecíandesnudaralabeldadqueseerguíaenellienzocontodasu prosopopeya aristocrática. Intentaban penetrar el misterio de aquellaenvoltura de encajes y sedas; ver el color y las líneas de unas formas queapenas se marcaban con suave bulto al través del vestido. A estareconstrucciónmental ayudaban los hombros desnudos y el arranque de losamorososglobosqueparecíantemblarcondurezaelásticaenelfilodelescote,separadosporunalíneadesuavepenumbra.

—Esomismolehedichoatumujer—afirmóelbohemioconsencillez.—Sitúpintasseñorashermosascomolacondesa,esporpintarlas,sinqueseteocurraverenellasmásqueunamodelo.

—¡Ah!¡Conquemimujertehahabladodeesto!...

Cotoner se apresuró a tranquilizarle, temiendo ver turbada su digestión.Nada;nerviosidadesdelapobreJosefina,que,ensuenfermedad,todoloveíanegro.

HabíaaludidoduranteelalmuerzoaladeAlbercaysuretrato.Noparecíaquererla,apesardesersucompañeradecolegio.Leocurríaloquealasotrasmujeres:lacondesaeraunenemigoquelasinspirabamiedo.Peroéllahabíatranquilizado,acabandoporarrancarlaunarisadébil.Nohabíaquehablarmásdeesto.

PeroRenovales no participaba del optimismode su amigo.Adivinaba elestadodeánimodesumujer;comprendíaahoraelmotivoquelahabíahecho

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huir de la mesa, refugiándose arriba para llorar y desearse la muerte.AbominabadeConchacomodetodaslasmujeresqueentrabanensuestudio...Peroestaimpresióntristenofuemuyduraderaenelpintor;estabahabituadoalas susceptibilidades de su esposa. Además, se tranquilizó pensando en sufidelidadconyugal.Tenía limpia laconciencia,yJosefinapodíacreer loquequisiera.Seríaunainjusticiamás,yélestabaresignadoasufrirsuesclavitudsinquejarse.

Paradistraersecomenzóahablardepintura.LeanimabaelrecuerdodesuconversaciónconTekli,elcualveníadecorrerEuropa,yestabaenteradodeloquepensabanypintabanlosmásfamososmaestros.

—Yomehagoviejo,Cotoner.¿Creesquenoloconozco?No,noprotestes;ya sé que no soy viejo: cuarenta y tres años. Quiero decir que me heencarrilado y no salgo de mi paso. Hace tiempo que no hago nada nuevo;siempre doy la misma nota. Ya sabes que ciertos sapos, envidiosos de mifama,meechanencaraesedefecto,comounsalivazovenenoso.

Yelpintor, conel egoísmode losgrandesartistas,que siempre secreenolvidadosyqueelmundolesregatealagloria,lamentábasedelaservidumbrequeleimponíasubuenasuerte.¡Ganardinero!¡Quéterriblecosaparaelarte!Si el mundo fuese gobernado por el sentido común, los artistas de talentoestaríanmantenidosporelEstado,elcualproveeríagenerosamenteatodassusnecesidadesycaprichos.Nohabríaquepreocuparsedelavida.«Pinteustedloque quiera y como le dé la gana.» Entonces se harían grandes cosas yadelantaría el arte conpasosdegigante,no teniendoqueenvilecerse enunaadulacióna lavulgaridadpúblicay a la ignoranciade los ricos.Pero ahora,paraserpintorcélebre,habíaqueganarmuchodinero,yéstesóloseconseguíacon los retratos, abriendo tienda, pintando al primero que se presenta, sinderecho a escoger. ¡Maldita pintura! En el escritor era mérito la pobreza;representabavirtudeintegridad.Peroelpintorhabíadeserrico:sutalentosejuzgabaporlasganancias.Elrenombredesuscuadrosibaunidoalaideademilesdeduros.Alhablardesutrabajosedecíasiempre«ganatanto»,yparasostenerestariqueza,compañeraindispensabledelagloria,habíaquepintaradestajo,halagandoalavulgaridadquepaga.

Renovalessemovíaconnerviosaexcitaciónentornodelretrato.Algunasveces, este trabajo de jornalero glorioso aun era tolerable al pintar mujereshermosasyhombrescuyafrenteestabaanimadaporelinternoresplandordelainteligencia.¿Peroylospolíticosvulgares;losricosconaspectodemozosdecordel;lasseñorashinchadasydecaramuertaquehabíatenidoqueretratar?Cuando se dejaba vencer por su amor a la verdad y copiaba el modelo talcomo loveía,proporcionábaseunenemigomás,quepagaba refunfuñandoeibaportodaspartesdiciendoqueRenovalesnoeratangrandecomolecreían.Para evitar esto pintaba mintiendo, valiéndose de los procedimientos

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empleados por otros artistas mediocres, y esta bajeza atormentaba suconciencia como un despojo que hacía sufrir a sus inferiores, dignos derespeto por lomismoque estabanmenos dotados que él para la producciónartística.

—Además, esto no es la pintura, toda la pintura. Nos creemos artistasporque sabemos reproducir una cara, y la cara no esmás que una parte delcuerpo.Temblamosanteeldesnudo;lohemosolvidado.Hablamosdeélconrespetoytemor,comodeunacosareligiosa,dignadeadoración,peroquenovemosdecerca.Unagranpartedenuestrotalentoestalentodehortera.Telas,muchas telas; trajes.Hayqueenvolverbienelcuerpo,delquehuimoscomodeunpeligro...

Cesóensuspaseosagitados,deteniéndoseanteelretrato,fijandoenélsumirada.

—Figúrate,Pepe—dijoenvozbaja,mirandoantesinstintivamentehacialapuerta,conaqueleternomiedoaseroídoporsuesposaenestosentusiasmosartísticos.—Figúrate... si esta mujer se desnudase; si yo pudiera pintarla talcomoesseguramente...

Cotonerrompióareírconunaexpresióndefrailemalicioso.

—Una gran cosa,Mariano, una obra maestra. Pero no querrá. Tengo lacertezadequesenegaríaadesnudarse,yesoquedebehaberlohechodelantedemásdeuno.

Renovalesagitósusbrazosylevantólosojosconexpresióndeprotesta.

—¿Yporquénoquieren?...¡Quérutina!¡Quévulgaridad!

Ensuegoísmodeartista,imaginábasecreadoelmundosinotroobjetoqueeldemanteneralospintoresyalrestodelahumanidadquedebíaservirledemodelo, y se escandalizaba de este pudor incomprensible. ¡Ay! ¿Dóndeencontrar ahora lasbeldadesgriegas, plácidasmodelosde los escultores; lasdamasvenecianas,depalidezambarina,pintadasporelTiciano;lasflamencasgraciosas de Rubens y las bellezas picantes y diminutas de Goya? Lahermosurasehabíaeclipsadoparasiempretraslosvelosdelahipocresíaydelfalso pudor. Se dejaban contemplar hoy por un amante, mañana por otro;entregaban a los innumerables galanes algo más que la exhibición de susformas,ysinembargo,enrojecíanrecordandoalashembrasdeotrostiempos,menosimpuras,quenovacilabanensometeralapúblicaadmiraciónlaobraperfectadeDios,lacastidaddeldesnudo.

Renovales volvió a tenderse en el diván, y desde su penumbra hablóconfidencialmenteaCotoner, convoz tenue,mirandoalgunasveceshacia lapuertacomositemieseseroído.

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Hacía tiempoque soñabaconunaobramaestra.La teníacompletaen suimaginación,hastaensusmenoresdetalles.Veíala,cerrandolosojos,talcomohabía de ser, si es que llegaba a pintarla. Era Friné, la famosa beldad deAtenas, mostrándose desnuda a los peregrinos aglomerados en la playa deDelfos.TodalahumanidaddolientedeGreciamarchabaporlaorilladelmarhaciaelfamosotemplo,buscandolaintervencióndivinaparaelaliviodesusmales:paralíticosdemiembrosretorcidos,leprososderepugnantehinchazón,hidrópicos grotescos; pálidas mujeres con las entrañas roídas por lasenfermedades del sexo; ancianos trémulos; jóvenes desfigurados por lasanomalías de un nacimientomonstruoso; cabezas enormes, caras contraídaspormuecashorripilantes;brazosconsumidos,comohuesosescuetos;piernasinformesdeelefante;todoslosesbozosdelaNaturalezadespistada,losgestosllorososydesesperadosdelhumanodolor.AlverenlaorillaaFriné,gloriadelaGrecia,cuyabellezaeraunorgullonacional,losperegrinossedetienenylacontemplanvolviendolaespaldaaltemplo,que,sobreelfondodelastostadasmontañas, destaca sus columnatas demármol; y la hermosa, conmovidaporesta procesión del dolor, quiere alegrar su tristeza, lanzar en sus míserossurcos un puñado de salud y belleza, y se arranca los velos, haciéndoles laregia limosna de su desnudez. El cuerpo blanco, luminoso, destaca laarmoniosacurvadelvientreylapuntaagudadesusfirmessenossobreelazulobscuro delmar. El viento arremolina sus cabellos, como serpientes de orosobre loshombrosdemarfil; lasondas,almorircercadesuspies, laenvíanestrellasdeespumaque,consucaricia,estremecensupieldesde lanucadeámbar a los talones sonrosados.La arenamojada, tersa y brillante comounespejo, reproduce invertida y confusa la soberana desnudez, en líneasserpenteadasque adquieren al perderse el temblordel iris.Y losperegrinos,caídosderodillas,eneléxtasisde laadmiración, tiendenlosbrazoshacia ladiosamortal,creyendoquelaBellezaylaeternaSaludsalenasuencuentro.

Renovales se incorporaba cogiendo un brazo a Cotoner al describir sufuturocuadro,yelamigoasentíagravemente,impresionadoporelrelato.

—¡Muyhermoso!..¡Sublime,Marianito!

Pero elmaestro volvía a caer en el desaliento después de esta ráfaga deentusiasmo.

Aquella obra eramuy difícil. Tendría que ir a instalarse en la orilla delMediterráneo, en una playa solitaria de Valencia o Cataluña; tendría quelevantarunbarracónenelmismolímitedondeelaguamuereenlaarenaconbrillanteespejismo,yallíllevarmujerestrasmujeres,ciensierapreciso,paraestudiar su blanca desnudez sobre el azul del mar y del cielo, hasta queencontraseelcuerpodivinodelasoñadaFriné.

—Muydifícil—murmurabaRenovales.—Tedigoqueesmuydifícil.¡Hay

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tantosinconvenientesconqueluchar!...

Cotonerinclinósucabezaconexpresiónconfidencial.

—Yademás,estálamaestra—dijoenvozqueda,mirandoalapuertaconcierto miedo.—Me parece que Josefina no aceptará con mucho gusto esecuadroysugranbarajademodelos.

Elmaestrobajólacabeza.

—¡Sisupieras,Pepe!¡Siviesesmividadiaria!...

—Losétodo—seapresuróadecirCotoner.—Mejordicho,loadivino.Nomecuentesnada.

Y en su apresuramiento por repeler las tristes confidencias del amigo,había mucho de egoísmo, el deseo de no perturbar su plácida calma condoloresajenosquesóloleinspirabanunlejanointerés.

Renovales habló tras un largo silencio. Pensaba frecuentemente en si elartista debía ser soltero o casado. Otros, débiles y de indeciso carácter,necesitabanelapoyodelacompañera,elambientedelafamilia.

Recordabaconfruiciónlosprimerosmesesdesumatrimonio;peroéstelehabía pesado después como una cadena. No renegaba del amor; necesitabapara vivir de la dulce compañía de lamujer, pero con intermitencias, sin lacárcel interminablede lavidacomún.Losartistascomoéldebíanser libres;estabasegurodeello.

—¡Ay,Pepe!Siyomehubieseconservadocomotú,dueñodemitiempoydemis obras, sin tener que preocuparme de lo que dirámi gente al vermepintarestooaquello,¡quégrandescosasllevaríahechas!

ElviejofracasadoibaadeciralgocuandoseabriólapuertadelestudioyentróelcriadodeRenovales,unhombrecillodegrandesmejillasrubicundasyvoz atiplada que, según decía Cotoner, tenía el aire de un mandadero demonjas.

—Laseñoracondesa.

Cotonerabandonódeunsaltosusillón.Estosmodelosnogustabandevergenteenelestudio.¿Pordóndeescapaba?...Renovales leayudóabuscarsusombrero,suabrigo,subastón,quehabíadejadoconsuhabitualabandonoendiversosrinconesdelestudio.

Elmaestroleempujóporunapuertaquedabaaljardín.Después,alquedarsolo, corrió a colocarse ante un viejo espejo veneciano, contemplándose uninstanteensu lunaazuladayprofunda,alisándosecon losdedos lacrespayencanecidacabellera.

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V

Entrócongranestrépitodeblondasysedas,acompañadosumenudopasopor el fru-fru de las ropas interiores, esparciendo un perfume de variadasesencias,semejantealarespiracióndeexóticojardín.

—Buenastardes,monchermaître.

Mirándoleconsus impertinentesdeconcha,pendientesdeunacadenadeoro, adquiría el ámbar gris de sus ojos, al través de los vidrios, una fijezainsolente,ungestoextraño,conalgodecariciayburlaalmismotiempo.

Debíaperdonarlesutardanza.Ellalamentabaestasfaltasdeatención,peroeralamujermásocupadadeMadrid.¡Lascosasquehabíahechodespuésdelalmuerzo!... Firma y examen de papeles con la secretaria de la «LigaFeminista»; conferencia con el carpintero y el maestro de obras (unos tíosordinariosqueselacomíanconlosojos),encargadosdelevantarlastribunaspara el gran festival a beneficio de las obreras abandonadas; visita alpresidente del Consejo de ministros, un señor algo verde, a pesar de sugravedad,quelarecibíaconairesdegalánrococó,besándolelamanocomoenunminueto.

—Hemos perdido la tarde, ¿verdad, maître? Apenas queda sol paratrabajar.Además,nohetraídoladoncellaparaquemeayude.

Señalaba con sus impertinentes la puerta de un gabinete que servía detocadoryvestuarioalasmodelos,ydondeellaguardabaeltrajedesoiréeyelmantodecolordefuegoconquelaretrataba.

Renovales,despuésdemirarfurtivamentealaentradadelestudio,tomóunaire de arrogancia, de galantería fanfarrona, como en los tiempos de sujuventudromana,libreyruidosa.

—Por eso que no quede, Concha. Si usted lo permite, yo le serviré dedoncella.

La condesa prorrumpió en una risa ruidosa, echando el busto atrás,mostrando su blanca garganta que ondulaba con los estremecimientos dealegría.

—¡Ay, qué gracia! ¡Y qué atrevido se nos hace el maestro!... Usted noentiendedeesascosas,Renovales.Ustedsólosabepintar:notienepráctica...

Yensuacentofinamenteirónico,habíaalgodecompasiónparaelartista,alejadodelascosasmundanalesycuyavirtudconyugaltodosconocían.Estoparecióofenderle,yhablóalacondesacongranbrusquedad,mientrascogíala

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paletaypreparabaloscolores.Noeraprecisoquecambiasedetraje;emplearíalapocaluzquequedabatrabajandoensucabeza.

Conchasequitóelsombrero,ydespués,anteelmismoespejovenecianoenquesehabíamiradoelpintor,comenzóaretocarseelpeinado.Susbrazosarqueábanseentornodelacabellerarubia,mientrasRenovalescontemplabalagentilezadesudorso,viendoalmismotiempodefrentesucaraysupechoenelfondodelvidrio.Canturreabaarreglándoseelpelo,conlosojosfijosenlareproducción de sus ojos, sin que nada la distrajese de esta operaciónimportante.

Aquelrubioluminosoyaudazdebíaserteñido.Elpintorestabasegurodeello, pero no por esto le parecía menos hermoso. También iban teñidas derubiolasbeldadesdeVeneciadelospintoresantiguos.

La condesa se sentó enun sillón a cortadistanciadel caballete.Sentíasefatigada, y ya que sólo había de pintar su rostro, no tendría la crueldad dehacerla permanecer de pie como en los días de gran sesión. Renovalescontestaba con monosílabos y encogimientos de hombros. Bien estaba así:¡para lo que iban a hacer!...Una tarde perdida. Se limitaría a trabajar en elpeloylafrente;podíadescansarmirandoadondequisiera.

Elmaestro,porsuparte,tampocosentíadeseosdetrabajar.Leperturbabaunacólera sorda; estaba irritadopor el acento irónicode la condesa, la cualveía en él un hombre aparte, un ser raro, incapaz de hacer lo que aquellosseñoritos imbécilesqueformabansucorte,ymuchosde loscuales,según lapúblicamurmuración, eran sus amantes. ¡Extrañamujer, provocativa y fría!Sentíadeseosdecaersobreella,ensufuriademachoofendido,degolpearla,de tratarlaconelmismodesprecioquesi fueseunamujerzuela,parahacerlasentirsuvaronilsuperioridad.

De todas las señorasque llevaba retratadas,ningunahabía turbadocomoéstasucalmadeartista.Sentíaseatraídoporsugracialoca,porsuligerezacasiinfantil,yalmismotiempoleinspirabaodioporeltonocompasivoconqueletrataba.Eraparaellaunbuenhombre,vulgarísimo,queporrarocaprichodelaNaturalezaposeíaeldondepintarbien.

Renovalesladevolvíaestedesprecioinsultándolaensupensamiento.EracualquiercosalatalcondesadeAlberca.Conrazónhablabandeella.Talvez,al presentarse en el estudio, siempre de prisa y sofocada, venía de unaentrevista a solas con alguno de aquellos jovenzuelos que rondabanesperanzadosentornodesunacienteyprovocativamadurez.

PerobastabaqueConcha lehablasecondulceabandono, comunicándolelas tristezas que decía sentir y permitiéndose ciertas confianzas, como si launieseaélunaamistadantigua,paraqueal instanteelmaestrocambiasede

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pensamientos. Era una mujer superior, ideal, condenada a vivir en el vanoambiente aristocrático. Todas las murmuraciones sobre ella eran calumnias,mentirasdeenvidiosos.Debíaserlacompañeradeunhombresuperior,deunartista.

Renovalesconocíasuhistoria;seenvanecíadelasconfidenciasamistosasquehabíatenidoconél.Erahijaúnicadeungranseñor,jurisconsultosolemneymoderadorabioso,ministroenlosgabinetesmásretrógradosdelreinadodeIsabelII.SehabíaeducadoenelmismocolegioqueJosefina,yapesardesercuatro años mayor, guardaba un vivo recuerdo de su bulliciosa compañera.«Paramalaytraviesa,ConchitaSalazar;eraundemonio.»AsíoyósunombreRenovales por primera vez. Luego, al trasladarse de Venecia a Madrid elartistay sumujer, seenterarondequehabíacambiadosuapellidoporeldecondesadeAlberca,casándoseconunseñorquepodíasersupadre.

Era un antiguo cortesano que cumplía con gran escrupulosidad lasobligaciones de grande de España, celoso de su servidumbre cerca de losreyes.SuambiciónerallegaraposeertodaslascondecoracionesdeEuropa,yapenasleagraciabanconalguna,sehacíaretratarcubiertodebandasycruces,vistiendoeluniformedeunadelastradicionalesÓrdenesmilitares.Suesposareíaalverlepequeño,calvoysolemne,conaltasbotas,sablerastreroypechocubierto de baratijas, apoyando en su corto muslo un casco de blancosplumajes.

DurantelavidadeaislamientoyprivacionesquearrostraronRenovalesysumujer,losperiódicosllevabanhastalamíseracasadelartistalosecosdelostriunfos de la «bella condesa de Alberca». No había relato de fiestaaristocrática en que no figurase su nombre en primera línea. Además, lallamaban «ilustrada», haciéndose lenguas de su cultura literaria, de laeducación clásica que debía a su «ilustre padre», ya difunto. Y con estasnoticias públicas, llegaban hasta el artista, en las alas susurrantes de lamadrileña murmuración, otras que suponían a la condesa de Albercaconsolándosealegrementedelerrorcometidoalcasarseconunviejo.

En Palacio la habían puesto en entredicho por esta fama. El maridofiguraba en las solemnidades regias, pues no todos los días se presentabaocasióndelucirsucargamentodehonorablebisutería;peroellasequedabaencasa, abominando de estas ceremonias. Renovales la había oído afirmarmuchas veces, vestida lujosamente y con valiosas alhajas en las orejas y elpecho, que ella se reía de su mundo, que estaba en el secreto... ¡que eraanarquista!Yoyéndolareía,comoreíantodosloshombresdeloquellamabanlascosasdeladeAlberca.

Cuando triunfó Renovales, volviendo como maestro ilustre a aquellossalones,porlosquehabía,pasadoensuprimerajuventud,sintiólaatracción

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delacondesaque,ensucalidaddegrandama«intelectual»,teníaempeñoenrodearse de hombres célebres. Josefina no le acompañó en esta vuelta almundo.Sentíaseenferma; lafatigabael rocecon lasmismasgentesyen losmismos sitios; carecía de fuerzas hasta para emprender los viajes que lerecomendabanlosmédicos.

La condesa amarró al pintor a su séquito,mostrándose ofendida cuandodejabadepresentarseensucasalastardesenquerecibíaasusamigos.¡Quéingratitud con una admiradora tan ferviente! ¡Tanto que la placía a ellaexhibirlo ante sus amigas, como si fuese una joya nueva! «El pintorRenovales:elfamosomaestro.»

En una de estas tardes de recepción, el conde abordó al pintor, con sugravedaddepersonajeabrumadoporloshonoresdelmundo.

—Concha desea un retrato hecho por usted, y yo quiero darla gusto entodo. Usted dirá cuándo puede comenzar. Ella teme proponérselo y me hadadoelencargo.Yaséloqueustedllevaaotrosporsutrabajo.Píntelaustedbien...quequedecontenta...

YalnotarciertomovimientodeRenovales,ofendidoporesta llanezadelgranseñor,añadió,comosilehicieseunanuevamerced:

—Si queda usted bien en lo de Concha, me pintará después a mí. SóloaguardoelGranCrisantemodelJapón.EnEstadomedicenque llegarán lostítulosundíadeestos.

Renovales comenzó el retrato de la condesa. Se prolongaba la obra porculpa de aquella aturdida, que siempre llegaba tarde con pretexto de susocupaciones.Muchosdíasel artistanodabauna solapincelada:pasaban lashorascharlando.Otrasveceselmaestroescuchabaensilencio,mientrasella,en su incesante verbosidad, burlábase de las amigas y relataba sus defectossecretos, sus costumbres más íntimas, sus amoríos misteriosos, con ciertafruición,comositodaslasmujeresfuesensusenemigos.Enmitaddeunadeestas confidencias deteníase para decir con gesto pudoroso y entonaciónirónica:

—¡Peroestaréescandalizandoausted,Mariano!... ¡Ustedqueesunbuenmarido,unpadredefamilia,unvarónvirtuoso!...

Renovales sentía entonces tentaciones de ahogarla. Se burlaba de él; loconsideraba un hombre distinto de los demás, una especie de fraile de lapintura. Deseoso de herirla, de devolverla el golpe, la atajó una vezbrutalmente,enmitaddesusdespiadadasmurmuraciones:

—Pues de usted también hablan, Concha. También dicen... cosas pocogratasparaelconde.

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Esperabaunestallidode indignación,unaprotesta,y loque resonóenelsilenciodel estudio fueuna risa alegre,desenfrenada,que seprolongó largorato, cortándose varias veces para volver a comenzar. Después se mostrómelancólica, con esa tristeza dulce de las mujeres «no comprendidas». Eramuydesgraciada,Mariano.Aélselopodíarevelartodo,porqueeraunbuenamigo. Se había casado siendo una niña: una terrible equivocación. En elmundoexistíaalgomásqueeldeslumbramientodelafortuna,elesplendordellujoyaquellacoronadecondequehabíaperturbadosucerebrodecolegiala.

—Tenemos derecho a un poco de amor; y si no es amor, a un poco dealegría.¿Nolocreeusted,Mariano?

¡Vayasilocreía!...Ydetalmodoloafirmaba,mirandoaConchaconojosalarmantes,queéstaacabóporreírdesu ingenuidad,amenazándoleconunamano.

—Cuidado,maestro;queJosefinaesmiamiga,ysiustedseresbala,selocuentotodo.

Renovales irritábasecontraestepensamientodepájaro,siempre inquieto,saltadory caprichoso,que tanpronto seposaba juntoa él comunicándole elcalordelaintimidad,comovolabalejosazorándoleconsusaleteosburlones.

Algunas veces presentábase agresiva, molestando al artista desde susprimeraspalabras,comoacababadeocurrirenestatarde.

Permanecieron largo rato silenciosos; pintando él con aire distraído,contemplando ella la marcha del pincel, hundida en un sillón, en la dulcecalmadelainmovilidad.

PeroladeAlbercaeraincapazdepermanecermuchotiempocallada.Pocoapocoseenfrascóensucharlahabitual,sinhacercasodelmutismodelpintor,hablandoporlanecesidaddeanimarconsuspalabrasysusrisaselconventualsilenciodelestudio.

El pintor le oyó el relato de sus trabajos como presidenta de la «LigaFeminista»,delasgrandescosasqueseproponíahacerenlasantaempresadelaemancipacióndesusexo.Ydepaso,arrastradaporsuafánderidiculizaratodas lasmujeres,burlábasedonosamentedesuscolaboradorasen lagrandeobra: literatas desconocidas,maestras amargadas por su fealdad, pintoras defloresypalomas;unaturbadepobresmujeresconsombrerosextravagantesyfaldas que parecían colgadas de una percha; bohemia femenil, rebelde yrabiosacontrasusuerte,queseenorgullecíadetenerlapordirectorayacadadospalabraslasoltabantodasellasuntratamientosonorode«condesa»parahalagarseasímismasconelhonordeestaamistad.AladeAlbercaladivertíamuchosuséquitodeadmiradoras;reíadesusintransigenciasypropósitos.

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—Sí;yaséloqueeseso—dijoRenovalesrompiendosulargomutismo.—Quierenustedesanularnos;reinarsobreelhombre,alqueodian.

La condesa recordaba entre risas el feminismo feroz de algunas de susacólitas. Como las más de ellas eran feas, abominaban de la hermosurafemenil como un signo de debilidad. Querían la mujer del porvenir sincaderas,sinpechos,lisa,huesuda,musculosa,aptaparatodoslostrabajosdefuerza,libredelaesclavituddelamorydelareproducción.¡Guerraalagrasafemenil!...

—¡Qué horror! ¿No le parece a usted,Mariano?—continuaba ella.—¡Lamujer,lisayescuetapordelanteypordetrás,conelpelocortadoylasmanosduras, en competencia con el hombre para toda clase de luchas! ¡Y a estollamanemancipación!...Buenossonustedes:alospocosdíasdevernosenesafacha,nosdirigiríanabofetadas.

No;ellanoeradeéstas.Deseabaeltriunfodelamujer,peroaumentandoaún más sus encantos y seducciones. Si las quitaban la hermosura, ¿quéquedaríadeellas?Laqueríaigualalhombreeninteligencia,perosuperioraélporlamagiadesubelleza.

—Yonoaborrezcoalhombre,Mariano.Yosoymuymujer,ymegusta...¿porquéhedenegarlo?

—Losé,Concha;losé—dijoelpintorconaviesaintención.

—¿Quéhadesaberusted?Mentiras,murmuracionesqueseensañanenmí,porquenosoyhipócritanitengoatodashorasungestograve.

Yarrastradaporesedeseodesercompadecidasquesientenlasmujeresdefamaproblemática,hablóunavezmásdesu triste situación.Alcondeya loconocía Renovales: un buen señor algomaniático, que sólo pensaba en susbaratijashonoríficas.Larodeabadeatenciones,velabaporsubienestar,peronoeranadaparaella.Faltábalelomásimportante:elcorazón...elamor.

Hablabaelevandolosojos,conunanhelodeidealidadquehubiesehechosonreíraotroquenofueseRenovales.

—En esta situación—decía con voz lenta y la mirada perdida,—no esextraño que unamujer busque la felicidad donde la encuentre. Pero yo soymuydesgraciada,Mariano;yonoséloqueesamor;yonoheamadonunca.

¡Ay! Ella hubiese sido dichosa uniéndose a un hombre superior. Ser lacompañera de un gran artista, de un sabio, habría hecho su felicidad. Loshombresquelarodeabanenlossaloneseranmásjóvenes,másfuertesqueelpobre conde, pero mentalmente aún valían menos que él. No era ningunavirtud, lo reconocía; con un amigo como el pintor no osaba mentir. Habíatenidosusdistracciones,suscaprichos,comomuchasquepasabanporvirtudes

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inexpugnables; pero de estas faltas salía siempre con una impresión dedesencantoydisgusto.Sabíaqueelamoreraunarealidadparaotras,peroellanolograbaencontrarlo.

Renovaleshabíacesadodepintar.Yanoentrabaporelventanallaluzdelsol.Losvidriosteníanunaopacidaddetonovioláceo.Elcrepúsculoinvadíaelestudio, y en su penumbra brillaban tenuemente, como chispas mortecinas,aquíunapuntademarco,másalláeloroviejodeunestandartebordado;enlosrinconeselpomodeunaespada,elnácardeunavitrina.

Sentóseelpintorcercadelacondesa,sumiéndoseenaquellaatmósferadeperfumesquelarodeabacomounnimbodeacrevoluptuosidad.

Éltambiéneradesgraciado.Lodeclarabasinceramente,creyendodebuenafe en lamelancólica desesperación de la dama. Faltaba algo en su vida; sehallabasoloenelmundo.Ycomovieseenel rostrodeConchaungestodeasombro,segolpeóelpechoenérgicamente.

Sí, solo.Adivinaba loqueella ibaadecirle.Teníaa sumujer, teníaa suhija... De Milita no quería hablar: la adoraba; era su alegría. Al sentirsecansadodeltrabajo,experimentabaunasensacióndedulcereposopasandosusbrazosentornodesucuello.Peroélaunerajovenparacontentarseconestasalegrías del amor paternal. Deseaba algomás, y no podía encontrarlo en lacompañera de su vida, siempre enferma, con los nervios en perpetua crisis.Además, no le comprendía; no le comprendería nunca: era una carga queabrumabasutalento.

Su unión sólo estaba basada en la amistad, en la gratitud por laspenalidadesquehabíansoportadojuntos.Tambiénélhabíasufridounengañotomando por amor lo que sólo era un impulso de la afinidad juvenil. Élnecesitabaunaverdaderapasión;vivirencontactoconunalmagemeladelasuya; amar a una mujer superior que le comprendiese y le animase en susaudacias,quesupierasacrificarsuspreocupacionesburguesasalasexigenciasdelarte.

Hablabaconvehemencia,fijossusojosenlosdeConcha,quebrillabanalrecibirdefrentelaluzdelventanal.

PeroRenovalesseviocortadoporunarisairónica,cruel,almismotiempoquelacondesaechabaatrássusillóncomohuyendodelartista,quelentamenteseinclinabahaciaella.

—¡Queseresbalausted,Mariano!¡Queleveovenir!Unpocomás,ymesuelta usted su declaración... ¡Señor, qué hombres! Es imposible hablar conelloscomounabuenaamiga,concederlesciertaconfianzasinquealmomentohablen de amor. Si le dejo a usted, antes de unminutome dice que soy suideal...quemeadora.

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Renovales,quesehabíaapartadodeellarecobrandosuseveridad,sintióseheridoporestarisaburlona,ydijoconvozqueda:

—¿Ysifuesecierto?...¿Ysiyolaamase?...

Volvióasonar larisade lacondesa,peroforzada,falsa,conuntonoqueparecíaarañarelpechodelartista.

—¡Loqueyoesperaba!¡Laconsabidadeclaración!Conestavalaterceraquemehacenhoy.¿Peroesquenosepuedehablarconunhombremásquedeamor?...

Puestayadepie,buscabaconlavistaelsombrero,norecordandoellugardondelohabíadejado.

—Mevoy, chermaître. Es peligroso quedarse aquí. Procuraré venirmásprontoyquenonossorprendaelcrepúsculo.Eslahoratraidora:elmomentodelasgrandestonterías.

El pintor se opuso a su marcha. Aun no había llegado su coche; podíaesperarunosinstantesmás.Laprometiópermanecertranquilo;nohablarla,yaqueestoladisgustaba.

Lacondesasequedó,peronoquisosentarseenelsillón.Dioalgunospasospor el estudioy acabópor abrir la tapadeun armóniumcolocadocercadelventanal.

—Vamos a hacer un poco de música; esto nos tranquilizará. Usted,Mariano,quietecitoensusillaysinacercarse.Aversiesustedbuenchico...

Posáronse sus dedos en el teclado, movieron sus pies los pedales y elLargoreligioso,deHaendel,grave,místico,soñador,seextendiódulcementeporelestudio.Lamelodíaesparcíaseporlanave,envueltayaenlapenumbra;filtrábase entre los tapices, prolongando su alado susurro por los otros dosestudios,comosifueseelcantodeunórganotocadoporinvisiblesmanos,enunacatedraldesierta,alahoramisteriosadelanochecer.

Concha sentíase conmovida, con femenil sentimentalismo, con lasuperficial y caprichosa sensibilidad que le hacía ser considerada, por susamigos,comounagranartista.Lamúsicalaenternecía;hacíaesfuerzosparaquenosaltasenlágrimassusojos,sinsaberporqué.

Deprontocesódetocaryvolviólacabezaconinquietud.Elpintorestabadetrás de ella; creyó sentir en su nuca el soplo de su respiración. Quisoprotestar,colocarleadistanciaconunadesusrisascrueles,peronopudo.

—Mariano—murmuró,—a su asiento: a ser buenmuchacho y obediente.¡Mireustedquemeenfado!

Pero permaneció inmóvil, después de haber dado media vuelta en su

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taburete,quedandodefrentealventanal,apoyandouncodoenelteclado.

Estuvieron mucho tiempo silenciosos; ella en esta posición; él de pie,contemplando su rostro, que no era ya más que una mancha blanca en lacrecientepenumbra.

La vidriera destacábase ahora con una opacidad azulada. Las ramas deljardín cortábanla como tortuosos ymovibles trazos de tinta. En la profundacalmadelestudiosonaban loscrujidosde losmuebles;esa respiraciónde lamadera,delpolvoylosobjetosenelsilencioylasombra.

Losdosparecíancautivadosporelmisteriodelahora,comosilamuertedeldíaanestesiasesupensamiento.Sentíansemecidosenunensueñovagoydulce.

Ellatuvounestremecimientodevoluptuosidad.

—Mariano,aléjeseusted—dijoconvoz lenta,comosi lecostaseungranesfuerzo.—Esto esmuy bonito... parece queme encuentro en un baño... ungran baño que me penetra hasta el alma. Pero esto no está bien. Enciendausted,maestro.¡Luz,luz!Estonoescorrecto.

Mariano no la escuchaba. Se había inclinado sobre ella, cogiéndola unamano, fría, insensible, como si no se diese cuenta de la presión de la suya.Después,enunarranquesúbitolabesó,yfaltópocoparaquelamordiese.

Lacondesapareciódespertaryseirguióaltiva,ofendida.

—Esunaniñería,Mariano.Esunabuso.

Pero en seguida rio, con su risa cruel, como si sintiera lástima ante laconfusiónquemostrabaRenovalesviendosuenfado.

—Quedaustedabsuelto,maestro.Unbesoen lamanonosignificanada.Esungestoprotocolario...Sonmuchoslosquemelabesan.

Yesta indiferenciafueunamargocastigoparaelartista,queconsiderabasubesocomounatomadeposesión.

La condesa siguió buscando en la obscuridad, repitiendo con vocecillairritada:

—¡Luz,hagaustedluz!¿Perodóndeestálallave?

Sehizo la luzsinqueMarianosemoviese,sinqueellaencontraseel tanbuscado resorte. Brillaron en lo alto del estudio tres focos eléctricos y suscoronas de agujas blancas sacaron de la sombra los marcos dorados, losbrillantes tapices, lasarmasrelucientes, losmueblesvistosos, laspinturasdevivoscolores.

Losdosparpadearon,cegadosporelrepentinoresplandor.

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—Buenasnoches—dijodelladodelapuertaunavozmelosa.

—¡Josefina!...

La condesa corrió hacia ella, abrazándola con gran efusión, besando susmejillasrojizasydescarnadas.

—¡Qué a obscuras estabais!—prosiguió Josefina con una sonrisa queconocíabienRenovales.

Conchalaaturdióconelchaparróndesupalabrería.Elilustremaestrosehabíanegadoaencender; legustabael crepúsculo; ¡cosasdeartista!HabíanhabladomuchodesuqueridaJosefina,mientrasellaaguardabalallegadadelcoche. Y decía esto besando a la mujercita, separándose un poco paracontemplarlamásasugusto,repitiendoconvehemencia:

—¡Peroquéguapaestáshoy!Teencuentromejorquehacetresdías.

Josefina no cesaba de sonreír. Muchas gracias... El coche esperaba a lapuerta.Selohabíadichoelcriadocuandoellabajabaatraídaporelecolejanodelarmónium.

La condesamostró prisa por irse.Recordabade pronto un sinnúmerodecosasquedebíahacer;enumerabalaspersonasquelaaguardabanensucasa.Josefinalaayudóacolocarseelsombreroyelvelo,ytodavía,atravésdeéste,ladiolacondesavariosbesosdedespedida.

—Adiós,machere.Adiós,mignone.¿Teacuerdasdelcolegio?¡Ay,cuánfeliceséramosallí!...Adiós,maître.

TodavíasedetuvoenlapuertaparabesarunavezmásaJosefina.

Ycomo final, antesdedesaparecer, exclamóenun tonoquejumbrosodevíctimaquedeseasercompadecida:

—Teenvidio, cherie.Tú, almenos, eres feliz: has encontradounmaridoqueteadora...Maestro,cuídelaustedmucho:mímelaparaquesepongabuenayguapa...Cuídelausted,oreñiremos.

VI

Renovalesacabódeleerenlacama,segúnsucostumbrelosperiódicosdelanoche,yantesdeapagarlaluzmiróasumujer.

Estaba despierta. Sobre los embozos de la cama vio sus ojosdesmesuradamenteabiertos,fijosenélconunatenacidadhostil,ylosrabitosdesupobrecabellera,queseescapabanlaciosytristesporentrelasblondasde

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lagorradenoche.

—¿No duermes?—preguntó el pintor con una entonación cariñosa, en laquehabíaalgodeinquietud.

—No.

Y tras este monosílabo duro, dio una vuelta en la cama, volviéndole laespalda.

QuedóRenovalesenlaobscuridad,conlosojosabiertos,algoinquietoporeltemorqueleinspirabaaquelcuerpo,ocultobajolamismasábana,tendidoacorta distancia de él y que evitaba todo roce, achicándose con manifiestarepulsión.

¡Pobrecilla! El bueno deRenovales sentíase atenaceado por un dolorosoremordimiento. Su conciencia era una bestia feroz que se había despertadoiracunda e implacable, destrozándolo con las dentelladas del desprecio. Nosignificabangrancosalossucesosdeaquellatarde:unmomentodeabandono,unadebilidad.Seguramentequelacondesayanoseacordabadeello,yél,porsuparte,teníaelpropósitodenoreincidir.

¡Bonita situaciónparaunpadrede familia,paraunhombrequehabíayapasado su juventud, comprometerse en empresas amorosas, ponersemelancólicoalahoradelcrepúsculo,besandounamanoblanca,conposturasde trovador apasionado! ¡ViveDios! ¡Cómosehubieran reído los amigos alverle en esta actitud!... Había que limpiarse de este romanticismo que ledominaba en ciertos momentos. Cada hombre debía seguir su destino,aceptandolavidatalcomosepresentaba.Élhabíanacidoparavirtuoso;debíaconformarse con la relativa paz de su vida doméstica; aceptar sus escasasdulzurascomounacompensacióndelostormentosmoralesquelehacíasufrirla enfermedad de su compañera. Se contentaría con las fiestas de supensamiento; con aquellos atracones ilusorios de belleza que se daba en losbanquetesservidosporsuimaginación.Mantendríasucarneenunafidelidadmatrimonial que equivalía a perpetua privación. ¡Pobre Josefina! Suremordimiento, por un instante de debilidad que él consideraba como uncrimen, impulsábaleaaproximarseasucompañerade lecho,cualsibuscaseensucalorysucontactounmudoperdón.

El cuerpo, ardoroso por una lenta fiebre, se alejó al sentir su roce; seapelotonó,comoesosmoluscostímidosqueseachicanyocultanalmáslevetocamiento...Estabadespierta.Noseoíasurespiración;parecíamuertaenlaprofunda obscuridad, pero el marido adivinaba sus ojos abiertos, su ceñocontraído,ysentíaelpavordelquepresienteunpeligroenelmisteriode lasombra.

Renovalestambiénpermanecióinmóvil,evitandounnuevoencuentrocon

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este cuerpo que le repelíamudamente. La firmeza de su arrepentimiento leproporcionabaciertoconsuelo.Jamásvolveríaaolvidarsedesumujer,desuhija,desurespetabilidaddehombregrave.

Desecharía para siempre estos anhelos de juventud, esta audacia, estahambre de gozar todas las dulzuras de la vida. Su suerte estaba echada;seguiríasiendoeldesiempre.Pintaríaretratosytodoloqueleencomendasen;daría gusto al público, ganaríamás dinero; procuraría amoldar su arte a lasexigenciascelosasdesumujerparaqueviviese tranquila; seburlaríadeesefantasmade la ambiciónhumanaque llamangloria. ¡Lagloria! ¡Una loteríasinmásprobabilidadesdesuertequelosgustosdelasgentesqueaunestabanpor nacer! ¿Quién conocía las aficiones artísticas del porvenir? Tal vezapreciasecomobueno loqueélproducíaahoraadisgusto; talvezreiríacondespreciodeloqueéldeseabapintar.Loúnicoimportanteeravivirtranquilo,losmás añosquepudiese, rodeadodedulcepaz.Suhija se casaría.Tal vezfuesesumaridoelamadodiscípulo,aquelSoldevilla,tanmodosito,tancortés,queandabalocotraslarevoltosaMilita.Ysinoeraéste,seríaLópezdeSosa,unmentecatoenamoradodesusautomóviles,quegustabamásaJosefinaqueeldiscípulo,pornohaberincurridoenelpecadodemostrartalentoydedicarsealapintura.Tendríanietos,leblanquearíalabarba,ofreceríalamajestaddeunPadreEterno,yJosefina,cuidadaporél,reanimadaporunambientedecariño,llegaría también a la vejez, libre de sus nervios, equilibrada por lainsensibilidaddelosaños,queanulalosdesarreglosdelsexo.

Elpintorsentíasehalagadoporestecuadrodefelicidadpatriarcal.Seiríadelmundosinhabermordidolosmejoresfrutosqueofrecelavida,peroconlapazdeunalmaquetampococonocelasgrandesvehemenciaspasionales.

Mecidoporestasilusiones,elartistafuesumiéndoseenelsueño.Veíaenla sombra la imagen de su tranquila ancianidad, con arrugas sonrosadas ycabelleradeplata:asuladounaviejecitavivaracha,sanaygraciosa,peinadaconbandósdebrillantenieve,yentornodeellosuncorrodeniños,muchosniños,unosurgándoselasnarices,otrosrevolcándoseenelsuelo,conlapanzaal aire, como gatitos revoltosos; los mayores, lápiz en mano, haciendo lacaricatura de la valetudinaria pareja, y todos gritando a coro con unllamamientodeternura:«¡Abuelitosricos!¡Abuelitosmonos!...»

Ensuimaginaciónadormecidaseesfumabayborrabaestecuadro.Yanoveía lasfiguras,peroelgritocariñososeguíasonandoensusoídoscadavezmáslejano.

Despuésvolvíaacreceryseaproximaba lentamente,peroeraunaqueja,un lamento tembloroso, un alarido como el de la bestia que siente en lagargantaelcuchillodelsacrificador.

El artista, aterrado por este gemido, creyó que un animal obscuro, un

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monstruo de la noche, se agitaba junto a él, rozándolo con sus antenas,empujándoleconlashuesosaspuntasdesusarticulaciones.

Despertóse,y turbioaúnsucerebropor lasnieblasdel sueño, loprimeroquesintió fueunestremecimientodemiedoysorpresa,extendiéndosedesunucaasuspies.Elmonstruoinvisibleestabajuntoaél,moribundo,pataleante,hiriéndole con las angulosidades de su cuerpo. El alarido rasgaba laobscuridadconestertoragónico.

Renovales, a impulsos delmiedo, despertó por completo.Aquel lamentoeradeJosefina.Sumujerrodabaenlacama,rugiendoalbeberpenosamenteelaire.

Crujió la llave de la luz y el resplandor blanco y crudo de la lámparamostró a la mujercita, en el desorden de su crisis nerviosa: los flacosmiembros contraídos dolorosamente; los ojos desmesuradamente abiertos,mates y con un estrabismo de agonía; la boca llorosa, goteando por suscomisurasunaespumilladerabia.

El marido, aturdido por este despertar, intentó cogerla en sus brazos,oprimirladulcemente,comosisucalorpudiesedevolverlalacalma.

—Déja...me—rugióellaconvozentrecortada.—Suelta...Teaborrezco...

Y era ella la que, pidiendo que la soltase, se aferraba a él, clavando losdedosensucuello,comosiquisieraextrangularle.Renovales,insensibleaesteapretón,quenohacíagranmellaensucuelloatlético,murmurabacon tristebondad:

—¡Aprieta!...Notemashacermedaño.¡Desahógate!

Sus manos, cansadas de oprimir inútilmente aquella carne musculosa,abandonaronsupresaconciertodesaliento.Aunduróunbuenrato lacrisis,pero sobrevino el llanto, quedando la mujer anonadada, inerte, sin otrasmanifestacionesdevidaqueelestertordesupechoyel incesantegoteardeldoblehilolacrimoso.

Renovales había saltado de la cama, yendo por la habitación, en sugrotescoatavíodedormir,buscandoportodoslados,sinsaberloquebuscaba,murmurandopalabrascariñosasparatranquilizarasuesposa.

Éstainterrumpíasusgemidos,pugnandoporintroducircadasílabaatravésdelestertor.Hablabaconlacabezaocultaentrelosbrazos.Elpintorsedetuvoaoírla,asombradodelaspalabrassoecesquesedeslizabandeloslabiosdesuJosefina,comosielpesar,al removersualma, sacasea flote lasgroseríaseimpurezasoídasenlacalleydepositadasenelfondodesumemoria.

—¡Latía...tal!(Yaquísoltabalapalabraclásica,connaturalidad,comositodasuvidahubiesehabladoasí.)¡Lasinvergüenza!La...

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Y seguía lanzando un rosario de interjecciones que escandalizaban almarido,porsalirdeaquellaboca.

—¿Perodequiénhablas?¿Quépersonaesesa?

Ella, como si sólo aguardase estas preguntas, se incorporó en la cama,púsose de rodillas, mostrando su triste osamenta, mirándole fijamente,moviendosobreelfrágilcuellosucabeza,entornodelacualsearremolinabanloscortosylaciosmechonesdelacabellera.

—¿Dequiénhadeser?DeladeAlberca... ¡Deesegrandísimoplumero!¡Haztedenuevas!¡Túnosabesnada!¡Pobrecito!

Renovales esperaba esto, pero al oírlo, tomó una actitud arrogante,fortalecido por sus propósitos de enmienda y por la certeza de que decíaverdad. Se llevó la mano al corazón en actitud teatral, echando atrás sumelena,sinrepararenlogrotescodesufigura,quesereflejabaenlosespejosdeldormitorio.

—Josefina, te juropor lomásqueamoenelmundo,quenoescierto loquesupones.NadatengoqueverconConcha.¡Pornuestrahijatelojuro!

Lamujercitaseirritóaúnmás.

—No jures, nomientas... no nombres ami hija. ¡Embustero! ¡Hipócrita!Todossoisiguales.

¿Lacreíaunatonta?Estabaenteradadecuantoocurríaentornodeella.Élera un libertino, un mal esposo: lo había conocido a los pocos meses dematrimonio;unbohemiosinotraeducaciónquelasperversastertuliasdelosde suclase.Y laotraeracualquier cosa; lopeorcitodeMadrid:poralgo sereían en todas partes del conde... Mariano y Concha se entendían; tal paracual;seburlabandeellaensupropiacasa,aobscurasenelestudio.

—Es tu querida—decía con fría cólera.—Vamos, hombre, confiésalo;repitetodasesasdesvergüenzasdelderechoalamoryelderechoalaalegríade que hablas con tus amigotes en el estudio; esas infamias hipócritas parajustificareldesprecioalafamilia,almatrimonio...atodo.Tenelvalordetusactos.

PeroRenovales,aturdidoporestapalabreríaferoz,quecaíasobreélcomounalluviadelatigazos,sólosabíarepetir,conlamanoenelcorazónyelgestonoblementeresignadodelquesufreunainjusticia:

—Soyinocente.Telojuro.Nohaynadadeloquesupones.

Y pasando al otro lado de la cama, intentaba coger de nuevo entre susbrazos a Josefina, creyendo calmarla, ahora que parecíamenos furiosa y elllantocortabasusairadaspalabras.

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Trabajo inútil. El frágil cuerpo escurríase entre susmanos, repeliéndolasconunasensacióndehorroryrepugnancia.

—Déjame;nometoques.Medasasco.

Se engañaba su marido si creía que ella era enemiga de Concha. ¡Bah!Conocía bien a las mujeres. Hasta aceptaba (ya que tan tenaz era en susjuramentosdeinocencia)quenoexistíanadaentrelosdos.Peroseríaporella,queestabahartadeadoradores,yaimpulsosdeunaantiguaamistadnoqueríaamargarlaexistenciadeJosefina.EraConchalaquehabíaresistidoynoél.

—Teconozco.Yasabesqueadivinotuspensamientos,queleoentufrente.Eres fiel por cobardía, por falta de ocasión. Pero el pensamiento lo llevascargadodeobscenidades;tuinteriormedaasco.

Yantesdequepudieseprotestar,sumujerleatacabanuevamente,soltandode una vez todas las observaciones que había hecho, pesando sus actos ypalabrasconlasutilezadeunaimaginaciónenferma.

Echábaleencara laexpresióndearrobamientodesusojoscuandoveíaalasdamashermosascolocarseantesucaballeteparaserretratadas;loselogiosa lagargantadeuna,a loshombrosdeotra: launcióncasireligiosaconqueexaminaba las fotografías y los grabados representando beldades desnudas,pintadas por otros artistas, a los que él pretendía seguir en sus impulsos delibertinaje.

—¡Siyotedejase!¡Siyodesapareciese!...Tuestudioseríaunburdel;nopodría entrar en él una persona decente; siempre tendrías al fresco algunamujer,copiandosusvergüenzas.

Yeneltemblordesuvozirritadarevelábaselaira,laamargadecepcióndepresenciar a todas horas este culto de la belleza, este elogio continuo a lahermosura,sinfijarseenqueellaestabapresente,envejecidaantesdetiempo,enferma, con la fealdad de la miseria física, y que cada uno de estosentusiasmos la hería como un reproche,marcando un abismo entre su tristecondiciónyelidealquellenabalamentedesuesposo.

—¿Crees que no sé lo que piensas?...Me río de tu fidelidad. ¡Mentira!¡Hipocresía!Asícomotehacesviejo,tedominaundeseorabioso.Sipudieses,si tuvieras valor, correrías tras esas bestias de hermosas carnes que tantoelogias...Eresunordinario.Nohayentimásquegroseríaymaterialidad.¡Laforma!¡Lacarne!¿Yaestollamanartista?...Mejorhubierasidocasarmeconunzapatero,conunodeesoshombresbuenosysimplesquelosdomingosvanconsupobremujercitaacomerenlosmerenderosylaadorannoconociendoaotra.

Renovales comenzaba a sentirse irritado por este ataque, que ya no se

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basaba en sus actos, sino en supensamiento.Aquello erapeorque elSantoOficio.Lehabíaespiadoatodashoras;siempreatentayobservadora,recogíasusmenorespalabrasygestos;penetrabaensupensamiento,haciendomateriadecelossuspreocupacionesysusentusiasmos.

—Calla,Josefina...Esoes indigno.Nopodrépensar,nopodréproducir...Meespíasypersigueshastaenmiarte.

Ellalevantabaloshombroscondesprecio.¡Suarte!Seburlabadeél.

Yvolvíaainsultaralapintura,arrepintiéndosedehaberunidosusuertealadeunartista.Loshombrescomoélnodebíancasarseconmujeresdecentes,conlasquesellamanmujeresdesucasa.Sudestinoerapermanecersolos,oagregarse a hembras sin escrúpulo, enamoradas de su cuerpo, capaces deexhibirloenmediodelacalle,conelorgullodesudesnudez.

—Yotehequerido,¿sabes?—decíafríamente.—Tehequerido,peroyanotequiero.¿Paraqué?Séqueaunquemelo juresderodillas,nuncameserásfiel. Estarás cosido a mis faldas y tu pensamiento irá lejos, muy lejos,acariciandoesasvergüenzasqueadoras.Tienesunserralloenlacabeza.Creovivirsolacontigo,yalmirarte,lacasasepueblademujeres,quemerodean,que lo llenan todo y se burlan de mí; todas hermosas, como bestias deldemonio; todas desnudas, como tentaciones... Déjame, Mariano; no teacerques.Noquieroverte.Apagalaluz.

Yviendoqueelartistanoobedecíasumandato,ellamismadiovueltaalallave,oyéndoseenlaobscuridadelchasquidodesushuesosalarrebujarseenlasropasdellecho.

Renovalesquedóendensasombra,yatientasbuscólacama,acostándosetambién.Yanosuplicaba;permanecíamudo,irritado.Habíasedesvanecidolatiernacompasiónquelehacíasoportarlasagresivasnerviosidadesdesumujer.¿Quémásquería de él?... ¿Hasta dónde iba a llegar?...Llevabaunavida deasceta, conteniendo sus apasionamientos de hombre sano, guardando porcostumbreyporrespetounacastafidelidad,buscandounalivioenlosfogososextravíosdesuimaginación...¡yaunestoerauncrimen!Conlaagudezadesupensamientodeenferma,penetrabaellaenél,adivinandosusideas,siguiendosucurso,rasgandoelvelodemisteriotraselcualocultabaaquellosbanquetesde ilusiones, en losqueentretenía sushorasde soledad. ¡Hastaa sucerebrollegabaestapersecución!Nopodíansufrirseconpaciencialoscelosdeaquellamujer,amargadaporlapérdidadesufrescurajuvenil.

Ella reanudaba su llanto en la obscuridad. Gemía convulsivamente,agitandolasropasconelestertordesupecho.

Lacólerahacíainsensibleyduroalmarido.

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—¡Gime, pobrecita!—pensaba con cierta fruición.—Llora hastadeshacerte;noseréyoquientedigaunapalabra.

Josefina,cansadadesumutismo, intercalabapalabrasentre los lamentos.¡Se burlaban de ella! ¡Vivía en perpetuo ridículo!... Los amigos queescuchaban al ilustre maestro, las señoras que visitaban su estudio, ¡cómoreirían al oírle sus arrebatados elogios a la belleza ante sumujer enferma yarruinada!¿Quéeraellaenaquellacasa,panteónespantoso,nidodetristezas?Unapobreamadellavesquecuidabadelbienestardelartista.Yelseñorcreíacumplirtodoslosdeberesnomanteniendounaquerida,saliendopocodecasa,pero maltratándola con sus palabras, que la hacían objeto de ludibrio. ¡Siviviesesumadre!...¡Sisushermanosnofuesenunosegoístas,querodabanporel mundo, de embajada en embajada, contentos de la vida, dejando sincontestación sus cartas llenas de quejas y teniéndola por loca, al ver que selamentabadeposeerunesposoilustreydeserrica!

Renovales,enlaobscuridad,sellevabalasmanosalafrentecongestodedesesperación,enfurecidoporelsonsonetedetantainjusticia.

—¡Sumadre!—pensaba.—Bien está la insufrible señora para siempre ensuagujero. ¡Sushermanos!Unossinvergüenzasquesiemprequepuedenmepidenalgo... ¡Señor!¡Pacienciaparasufriraestamujer;resignaciónycalmaparaconservarmifrialdad,paraquenoolvidequesoyunhombre!

La despreciaba en su pensamiento para mantener de este modo suimpasibilidad.¡Bah!¡Unamujer...unaenferma!Todosenelmundoarrastransucruz,ylasuyaeraJosefina.

Peroésta,comosiadivinaselospensamientosdesucompañerodelecho,cesódellorarylehablóconvozlenta,enlaquetemblabaunaironíacruel:

—De la de Alberca no esperes nada—dijo de pronto con femenilincoherencia.—Teadviertoque tiene losadoradorespordocenas: juventudyelegancia,queparalasmujeresesalgomásqueeltalento.

—¿Y a mi qué?—rugió en la obscuridad la voz de Renovales, con unaexplosióndecólera.

—Telodigoparaquenoteforjesilusiones...Maestro,vaustedasufrirunfracaso.Estásmuyviejo,buenhombre; losañospasan...Tanviejoy tanfeoque,sitehubieseconocidoasí,noseríatumujerapesardetodatugloria.

Después de este golpe, satisfecha y tranquila, cesó de llorar y pareciódormirse.

El maestro permaneció inmóvil, tendido de espaldas, con la cabezaapoyadaenlosbrazosylosojosmuyabiertos,viendopoblarselaobscuridaddepuntos rojos,queseensanchabanen incesante rotación, formandoanillos

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inflamadosyflotantes.Lacólerahabíasacudidosusnervios;lapuñaladafinalnoledejabadormir.Sentíaseinquieto,desveladoporestecrueldesgarrónensu amorpropio.Creía tener en su cama, a corta distanciade él, a sumayorenemigo. Odiaba este cuerpecillo ruin que casi podía tocar con un ligeromovimiento, como si encerrase la bilis de todos los adversarios con los quehabíachocadoensuvida.

¡Viejo!¡Despreciable!¡InferioraaquellosseñoritosquepululabanentornodeladeAlberca;él,unhombreconocidoportodaEuropayencuyapresenciapalidecíanemocionadas,mirándoleconojosdeadoración,todaslasseñoritasquepintanabanicosyacuarelasdepájarosyflores!...

—Ya te lo diré más adelante, pobre mujer—pensaba, mientras una risaferozdeslizábaseinvisibleenlasombra.—Yaverássilagloriaesalgoysimeencuentrantanviejocomotúcrees.

Conunaalegríadeadolescenterecordabalaescenadelcrepúsculo,elbesoenlamanodelacondesa,sudulceabandono,aquellamezcladeresistenciayde agrado que le abría el camino para ir más adelante. Saboreaba estosrecuerdosconlafruicióndelavenganza.

Después, su cuerpo, almoverse, tropezó con el de Josefina, que parecíadormir,yexperimentóciertarepulsión,comosirozaseunanimalhostil.

Era su enemigo: había torcido y desorientado su vida de artista yentristecía su vida de hombre. Creíase ahora capaz de haber producido lasobrasmásasombrosas,denoconoceraaquellamujercitaquegravitabasobreélconaplastantepesadumbre.Sucensuramuda, la fiscalizacióndesusojos,aquellamoralidadestrechaymezquinadeseñoritabieneducada,cerrábanleelpaso, haciéndole salir de su camino. Sus cóleras, sus crisis nerviosas ledesorientaban, achicándolo, robándole fuerzas para el trabajo. ¿Y siemprehabríadevivirasí?...Pensóconhorroren los largosañosqueaunquedabandelantedeél;enelcaminoqueleofrecíalavida,monótono,polvoriento,deagria cuesta, sin una sombra, sin un descanso, marchando trabajosamente,faltodeentusiasmosybríos,tirandodelacadenadeldeber,acuyoextremosearrastraba el enemigo, siempre quejumbroso, siempre injusto, con la egoístacrueldaddelenfermo,espiándoloconojosinquisitorialesalashorasenqueserepliega el pensamiento, a las horas en que surge el sueño, violando sudescuido, forzando su inmovilidad, robándole sus ideas más íntimas paradespuéspasárselas ante losojos con insolenciade ladrón triunfante. ¡Yestohabíadesertodasuvida!...¡Cristo!No;mejoreramorir.

Entonces surgióen lasnegrurasde sucerebro, comounachispaazul, delúgubre fulgor, un pensamiento, un deseo, que hizo correr por su cuerpo elescalofríodelaestupefacciónylasorpresa:

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—¡Sisemuriese!...

¿Por qué no?... Siempre enferma, siempre triste, parecía obscurecer supensamientoconlasalasdesualma,unasalasdecuervo,detétricaagitación.Él teníaderechoa la libertad, a romper la cadena,porqueera elmás fuerte.Había pasado la vida deseando la gloria, y la gloria era un engaño si noproporcionabamásqueelfríorespetodelasgentes,sinopodíacambiarseporalgomáspositivo.Aun lequedabanmuchosañosde existencia intensa; aunpodía regodearse con un atracón colosal de placeres; aun podía vivir comociertosartistasqueéladmiraba,ebriosdedulzurasmundanales,trabajandoenlocalibertad.

—¡Ay!¡Sisemuriese!...

Recordaba ciertos libros que había leído, en los cuales otros personajesimaginarios deseaban también la muerte ajena para satisfacer con másamplitudsusapetitosypasiones.

De pronto creyó despertar, salir de unmal sueño, arrancarse con hondaemoción de una pesadilla aterradora. ¡Pobre Josefina!... Le horrorizaba supensamiento: sentía el fúnebre deseo abrasar su conciencia, como un hierroardientequelevantachirridosconsucontacto.Noeraternuraloquelehacíavolverhacia sucompañera, esono; laguardaba rencor.Peropensabaen susañosdesacrificio;enlasprivacionesquehabíasufridoalseguirleensuluchaconlamiseria,sinunaqueja,sinunaprotesta,enlosdoloresdesumaternidad,en el sustento que había dado a su hija, aquella Milita que parecía haberrobadotodoelvigordesucuerpoytalvezeracausadesudecadencia.¡Quéhorror,desearsumuerte!... ¡Queviviera!Él losufriría todocon lapacienciadeldeber.¿Morirella?Nunca;antesdeseabamorirél.

Peroenvanopugnóelartistaporolvidarsupensamiento.Eldeseoatroz,monstruoso, una vez despertado, se resistía, negándose a retroceder, aocultarse,amorirenlastortuosidadescerebralesdedondehabíasurgido.Envano se arrepentía de esta perversidad y se avergonzaba de su idea feroz,queriendoaplastarlaparasiempre.Parecíaquedentrodeélhabíasurgidounasegundapersona,rebeldeasusmandatos,ajenaasuconciencia, insensibleydura a los escrúpulos compasivos, y esta personalidad, este dominio, seguíacantando en su oreja con acento alegre, como si le prometiese todas lasvoluptuosidadesdelavida:

—¡Sisemuriese!...¿eh,maestro?...¡Sisemuriese!...

****

SEGUNDAPARTE

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I

Al llegar laprimavera,LópezdeSosa,el«intrépidosportman», según lellamabaCotoner,presentábasetodaslastardesenelhoteldeRenovales.

Fuera de la verja quedaba el automóvil de cuarenta caballos, su últimaadquisición,delaquehablabaconorgullo;unvehículoenorme,charoladodeverde, que avanzaba y retrocedía bajo la mano del chauffeur, mientras eldueñocruzabaeljardíndelacasadelpintor.

Renovales leveíaentrarensuestudio,vestidodeazul,conunagorradeviserabrillantesobrelosojos,afectandoelaireresueltodeunmarinoodeunexplorador.

—Buenastardes,donMariano.Vengoporlasseñoras.

Y bajaba Milita envuelta hasta los pies en un gabán gris, cubriendo sucabelleraconunagorrablanca,en tornode lacualsearrollabael largoveloazul. Tras ella aparecía la madre, vestida del mismo modo, pequeña einsignificantealladodeaquellamuchachaqueparecíaabrumarlaconsusaludysugallardía.

Renovaleselogiabamuchoestospaseos.Josefinasequejabadelaspiernas;una repentina debilidad la hacía algunas veces permanecer en un sillóndíasenteros. Refractaria a todo movimiento, le gustaba correr inmóvil en aquelcarruajequedevorabalasdistancias,llegandoapuntoslejanosdeMadridsinesfuerzoalguno,comosinosehubieramovidodesucasa.

—Divertirse mucho—decía el pintor con cierta alegría al quedar solo,completamente solo, sin la inquietud de percibir cerca de él la hostilidadconyugal.—Áustedselasconfío,Rafaelito;nadadelocuras,¿eh?

Y Rafaelito esbozaba un gesto de protesta, como escandalizado de quealguienpudiesedudardesupericia.Conélnohabíacuidado.

—¿Yustednoviene,donMariano?Dejeustedlospinceles.NovamosmásquealPardo.

Elpintor se excusaba; teníamuchoquehacer.Estabaenteradode loqueeraaquelloynoleplacíair tanaprisa.Ledisgustabatragarseelespacioconlosojoscasicerrados,noviendoapenaslacampiñaesfumadaporlavelocidad,entre nubes de polvo y piedra machacada. Prefería contemplar el paisajetranquilamente,sinprisa,conlacalmareflexivadelqueestudia.Ademáserarefractarioa loquenofuesedesu tiempo; ibaparaviejo,yestasnovedadesestupendasnoleiban.

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—Adiós,papá.

Milita, levantándose el velo, avanzaba sus labios rojos y sensuales,mostrandoalsonreírsudentaduranítida.Despuésdeestebesoveníaelotro,ceremonioso, frío, cambiado con la indiferencia de la costumbre, sin másnovedadqueladehuirsubocaJosefinacomosiquisieraevitartodocontactoíntimo.

Salían los tres, apoyándose lamadre en el brazodeRafaelito, con ciertapereza, como si apenas pudiese arrastrar su flaco cuerpo, y con una palidezquenoanimabaelmáslevearreboldelacirculacióndelasangre.

Al quedar solo en su estudio, experimentabaRenovales la alegría de unmuchacho en asueto. Trabajaba con mayor ligereza, cantaba a gritos,complaciéndose en escuchar los ecos que despertaba su voz en las sonorasnaves.Muchasveces,alentrarCotoner,lesorprendíaentonandoconimpúdicaserenidadalgunadelascancioneslicenciosasquehabíaaprendidoenRoma,yelpintordelosPapas,sonrientecomounfauno,lehacíacoro,aplaudiendoalfinalestaspicardíasdeestudio.

Tekli,elhúngaro,quealgunastardeslesacompañaba,habíapartidoparasupaísconsucopiadeLasMeninas,despuésdellevarselasmanosdeRenovalesvarias veces al corazón, con grandes extremos afectuosos, llamándolemaestrone. El retrato de la condesa de Alberca ya no estaba en el estudio.Rodeado de unmarco coruscante, exhibíase en el salón de la ilustre dama,recibiendolaadoracióndesutertuliadeadmiradores.

Algunas tardes, después que las señoras abandonaban el estudio y sealejaba el sordo rodar del automóvil con grandes mugidos de bocina, elmaestro y su amigo hablaban de López de Sosa. Un buen muchacho, algotonto, pero excelente persona. Este era el juicio de Renovales y su viejoamigo.Estaba orgulloso de sus bigotes, que le daban cierto parecido con elemperador alemán, y al sentarse tenía buen cuidado de exhibir sus manos,poniéndolas en evidencia sobre las rodillas, para que apreciasen todos suvigorosaenormidad,sussalientesvenasysusdedosfuertes,conunaingenuasatisfaccióndecavador.Suconversacióngirabasiempreentornodeempresasvigorosas,yantelosdosartistaspavoneábasecomosipertenecieseaotraraza,hablandodesushazañasdeesgrimidor,desus triunfosen losasaltos,de loskilosquelevantabasinelmásleveesfuerzo,delassillasquepodíasaltarsinrozarlas siquiera. Muchas veces interrumpía a los dos pintores cuandoelogiabanalosgrandesmaestrosdelarte,paracomunicarleselúltimotriunfodecualquierautomovilistacélebreenlaconquistadeladisputadacopa.Sabíade memoria los nombres de todos los campeones europeos que habíanalcanzadoellaureldelainmortalidad,corriendo,saltando,matandopichones,dándosepatadasomanejandohierros.

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Renovales le había visto entrar en su estudio una tarde, trémulo deemoción,conlosojosbrillantes,mostrándoleuntelegrama.

—DonMariano,yatengounMercedes.Meavisansuenvío.

Elpintorhizoungestodeignorancia.¿Quiéneraaquelsujetoquellevabaunnombrefemenil?YeleleganteRafaelitosonrióconlástima.

—La mejor marca; Mercedes, superior a Panard; eso todo el mundo losabe.Fabricaciónalemana;unossesentamilfrancos.NohabráotroenMadrid.

—Puesqueseaenhorabuena.

Yelartista,despuésdeencogersedehombros,siguiópintando.

LópezdeSosa era rico.Supadre, un antiguo fabricantede conservas, lehabía dejado una fortuna que administraba prudentemente, no jugando (esojamás),nomanteniendoqueridas(lefaltabatiempoparatalessuperfluidades),sinotroplacerquelossports,quefortalecenelcuerpo.Teníaunacocheraparaélsolo,dondealbergabaloscarruajesdetiroylosautomóviles,mostrándolosa los amigos con una satisfacción de artista.Era sumuseo.Además, poseíavarios troncosde caballos, pues las aficionesmodernasno le hacíanolvidarsusantiguosgustos,ytomabatanapechossusméritosdeautomovilistacomosuspasadasgloriasdecochero.Detardeentarde,enlosdíasdegrancorridade toros, o cuando se celebraban en el Hipódromo carreras sensacionales,alcanzaba un triunfo de pescante, guiando seis jacas llenas de borlas ycascabeles, que parecían pregonar con su estrepitosa marcha la gloria y lariquezadesudueño.

Enorgullecíase de su vida virtuosa, sin una calaverada, sin un amorcillo,dedicadaporenteroalsporty laostentación.Susrentaseraninferioresa losgastos.Elnumerosopersonalde lacuadra-garaje, loscaballos, lagasolinaylosadornosdesupersona,devorabanunapartedesucapital.PeroLópezdeSosa manteníase impávido en este principio de ruina, que no pasabainadvertidoparaél,muchachojuiciosoyexcelenteadministradorenmediodesudespilfarro.Eralacalaveradadesujuventud;yalimitaríasusgastoscuandose casase. Dedicado por las noches a la lectura, no pudiendo dormirtranquilamentesinohojeabaantessusclásicos(periódicosdesport,catálogosde automóviles, etc.), todos los meses hacía nuevas adquisiciones en elextranjero,girandomilesymilesdefrancosylamentándosecomounhombreseriodelaalzadeloscambios,delosexorbitantesderechosdeaduanas,delatorpezadeestosmalosgobiernos,queponentrabasaladelantodelpaís.Cadaautomóvil aumentaba considerablemente su precio al pasar la frontera. ¡Ydespuésdeestoaunpedíanlospolíticosprogresoyregeneración!...

Había sidoeducadopor lospadresde laCompañía en laUniversidaddeDeustoyteníasutítulodeabogado.Masnoporestoeradevoto.Éleraliberal;

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amabalomoderno.Nadadefanatismosnihipocresías.Habíadichoadiósparasiemprealosbuenospadres,asíquemurióelsuyo,queeraentusiastadeellos;perolesconservabaciertorespetoporhabersidosusmaestrosyreconocíaenellos unos grandes sabios. Pero la vida moderna era otra cosa; él leía conentera libertad; leía mucho, tenía en su casa una biblioteca, compuesta lomenosdeuncentenardenovelasfrancesas.AdquiríatodoslosvolúmenesquellegabandeParís,conunahembrapuestaal frescoen lacubierta,yencuyointerior,sopretextoderelatarlascostumbresgriegas,romanasoegipcias,seencontrabanunsinnúmerodebuenasmozasenpelotaoefebosalnatural,sinotrosadornosdecivilizaciónquelascintasygorrosquecubríansuscabezas.

Pedíalibertad,muchalibertad;peroloshombresestabandivididosparaélendos castas: laspersonasdecentesy lasqueno lo son.Entre losprimerosfigurabanenmasatodoslosmuchachosdelaGranPeña,losviejosdelCasino,con algunos de los personajes cuyos nombres figuraban en los periódicos,signo indiscutible de su valer. El resto era la canalla que lo llenaba todo;despreciableycursien lascallesde lasciudades; repugnanteyantipáticaenloscaminos;laqueinsultabacontodalagroseríadesumalacrianzaylanzabaamenazasdemuertecuandounchicueloveníaacolocarsebajolasruedasdelautomóvil con la maligna intención de dejarse aplastar, metiendo en unconflictoaunapersonadecente,ocuandoalgunablusablanca,haciéndoselasorda a los llamamientos de la bocina, no quería apartarse y se sentíaalcanzada... comosiunhombrequeganadospesetasquisiera ser superioralasmáquinasquecuestanmuchosmilesdefrancos.¡Quéhacerdeunpueblotanignoranteyordinario!¡Yaunhablabanalgunosmiserablesdederechosyrevoluciones!...

Cotoner, que cuidaba su trajecillo con inauditas fatigas, manteniéndolopresentable para sus visitas y comilonas, preguntaba a López de Sosa conciertoasombrosobrelosprogresosdesuvestuario.

—¿Cuántascorbatastieneustedahora,Rafael?

Unas setecientas: las había contado recientemente.Y avergonzado de noposeer todavía el ansiadomillar, hablaba de surtirse en su próximo viaje aLondres,cuandosedisputaranlacopalosprimerosautomovilistasbritánicos.Sus botas las recibía de París, pero las fabricaba un zapatero de Suecia, elmismo que calzaba a Eduardo de Inglaterra; los pantalones los contaba pordocenasynuncaseponíaunomásalládeochoodiezveces; la ropablancapasabaapoderdesuayudadecámaraapenasusada;sussombreroserantodoslondinenses.Sehacíaporañoocholevitas,queenvejecíanmuchasvecessinllegaralestreno:lasteníadevarioscolores,conarregloalascircunstanciasyalashorasenquedebíausarlas.Unaespecial,delargosfaldonesyunnegromate, sombrío y austero, copiada de las ilustraciones extranjeras querepresentaban desafíos, era su uniforme de los momentos solemnes, la que

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vestía cuando algún amigo le buscaba en la Peña para que le asistiese yrepresentase,consupericiadehombreescrupulosoenasuntosdehonor.

Susastreadmirabasutalento,sumagistralgolpedevistaparaescogerlastelas y decidir el corte entre los innumerables figurines. Total, que invertíaunos cincomil duros por año en sus trajes, y decía con sencillez a los dosartistas:

—¡Quémenospuedegastarunapersonadecenteparaestarpresentable!...

López de Sosa visitaba la casa de Renovales como amigo después dehaberlepintadoéstesuretrato.Apesardesusautomóviles,desustrajesydeescoger sus relaciones entre las gentes que ostentaban títulos nobiliarios, noconseguía echar raíces en lo que él llamaba gran mundo. Sabía que a susespaldas ledesignabanconel apodode«Bonito enescabeche», aludiendoalas fabricaciones paternas, y que las señoritas que le tenían por amigorebelábanseante la ideadecasarseconel«Chicode lasconservas»,queeraotrodesusfalsosnombres.LaamistaddeRenovalesfueparaélunmotivodeorgullo.

Había solicitado que hiciese su retrato, pagándolo sin regateo, para quefiguraseenlaExposición;unamaneradedistinguirsecomocualquieraotra,deintroducirsu insignificanciaentre loshombresdealgunacelebridadpintadosporelartista.Despuésintimóconelmaestro,hablandoentodaspartesdesu«amigo Renovales» con cierta llaneza, como si fuese un camarada que nopodía vivir sin él. Esto le realzabamucho ante sus conocimientos.Además,sentía una admiración ingenua por el maestro desde una tarde en que algofatigadopor el relato de sus azañasde esgrimidor, abandonó los pinceles, ydescolgando unas espadas viejas, tiró con él varios asaltos. ¡Vaya con donMariano!¡YcómosetraíasuscositasaprendidasalláenRoma!...

Frecuentando el hotel del artista, acabó por sentirse impulsado haciaMilita: vio en ella la mujer deseada para su matrimonio. A falta de mássonoros títulos, ser yerno de Renovales era algo. Además, el pintor gozabafama de rico; se hablaba de sus enormes ganancias y aun le quedaban pordelantemuchosañosdetrabajoparaacrecentarestafortuna,quehabíadeserparasuhija.

LópezdeSosacomenzóahacer lacorteaMilitaapelandoasusgrandesmedios;presentándosecadadíacondistintotraje,llegandotodaslastardes,yaen un carruaje de vistoso tiro, ya en uno de sus automóviles. El elegantemuchachoconquistólatoleranciadelamadre,loquenoerapoco.Unmaridoasí convenía a su hija. ¡Nada de pintores! Y el pobre Soldevilla en vanoarborabalasmásvistosascorbatasyexhibíaescandalososchalecos;surivalleaplastaba, y lo que era peor, la señora delmaestro, que le tenía antes ciertoafectomaternalyletuteabaporhaberleconocidocasiunniño,acogíaleahora

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fríamente,comosideseaseintimidarleensuspretensionessobreMilita.

Ésta fluctuaba sonriente y burlona entre ambos adoradores. Lo mismoparecía importarle uno que otro.Desesperaba al pintor, al compañero de suinfancia, maltratándole unas veces con sus bromas, atrayéndolo otras conefusivasintimidades,comoenlaépocaquejugabanjuntos,yalmismotiempoelogiabalaeleganciadeLópezdeSosa,reíaconélyhastarecelabaSoldevillaqueseescribíancartascomosiyafuesennovios.

Renovales celebraba la gracia con que su hija llevaba anhelantes eindecisos en torno de ella a los dosmuchachos. Era temible; un chico confaldas,másvaronilquesusdosadoradores.

—La conozco, Pepe—decía a Cotoner.—Hay que dejarla hacer suvoluntad. El día que se decida por uno o por otro, habrá que casarla enseguida.Noesdelasqueesperan.Sinolacasamosprontoyagusto,escapazdeescaparseconelnovio.

El padre justificaba esta impaciencia deMilita. ¡Pobrecilla! ¡Para lo queveía en su casa!Lamadre siempre enferma, azorándola con sus llantos, susgritos y sus crisis nerviosas: el padre trabajando en el estudio, y por todacompañíalaantipáticaMiss.HabíaquedargraciasaLópezdeSosaporquelassacaba de casa, volviendo Josefina un tanto calmada de estas carrerasvertiginosas.

PreferíaRenovales a su discípulo.Era casi su hijo, había reñidograndesbatallas por darle pensiones y premios. Un tanto disgustadillo le tenía porciertasmenudas infidelidades,puesalverseconciertonombre,alardeabadeindependencia, elogiando a espaldas del maestro todo lo que éste creíavituperable.Pero aunasí, le agradaba la ideadequepudiese casarse con suhija.Elyernopintor;losnietospintores;lasangredeRenovalesperpetuándoseenunadinastíadeartistasquellenaselahistoriaconresplandoresgloriosos.

—Pero¡ay,Pepe!Metemoquelaniñaseiráconelotro.¡Alfin,mujer!Lashembrassóloaprecianloqueseve;lagallardía,lajuventud.

Ylaspalabrasdelmaestrodenotabanciertaamargura,comosipensaseenalgomuydistintodeloquedecía.

DespuésexaminabalosméritosdeLópezdeSosa,comosiyasehubieseintroducidoenlafamilia.

—Un buen muchacho, ¿verdad, Pepe?... Algo imbécil para nosotros;incapazdehablardiezminutossinquebostecemos;excelentepersona...peronoesdenuestrapromoción.

Renovaleshablabaconciertodespreciodelajuventudvigorosa,sanayconelcerebrovirgendetodocultivo,queacababadeasaltarlavida,invadiéndolo

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todo. ¡Qué gente! Mucha gimnasia, mucha esgrima, patadas a una pelotaenorme,mazazos a caballo, carreras locas en automóvil: desde los reyes alúltimo retoño de burgués, todos se lanzaban a esta vida de goces infantiles,como si la misión del hombre sólo consistiera en endurecer los músculos,sudareinteresarseenlasperipeciasdeunjuego.Laactividadhuíadelcerebro,paralocalizarseenlostentáculosdelcuerpo.Eranfuertes,perolainteligenciapermanecía en barbecho; envuelta en una bruma de credulidad infantil. Losnuevoshombresparecíanplantarseparasiempreenloscatorceaños;noibanmás allá, satisfechos con las voluptuosidades del movimiento y la fuerza.Muchosdeaquellosmocetoneseranvírgenesocasivírgenes,alaedadenqueen otros tiempos se estaba de vuelta, con el hastío del amor. Ocupados encorrer, sin dirección ni objeto, no tenían tiempo ni calma para pensar en lahembra. El amor iba a declararse en huelga, no pudiendo resistir lacompetencia de los sports. Los jóvenes vivían aparte, ellos entre ellos,encontrandoenelesfuerzoatléticounasatisfacciónquelesdejabaahítosysincuriosidadpara losdemásplaceresde lavida.Eranniñosgrandes,depuñosfuertes:podíanlucharconuntoroyveíancontimidezlaaproximacióndeunamujer. Toda la savia de su vida se escapaba en los ejercicios violentos. Lainteligencia parecía haberse aglomerado en sus manos, dejando vacío elcráneo.¿Adóndeibalagentenueva?...Talvezaformarotrahumanidadmássana,másfuerte,sinamor,sinapasionamientos,sinotrasaproximacionesqueelciego impulsode la reproducción.Talvezestecultoa la fuerza,estavidacontinuadehombresentrehombres,desnudándoseenlapromiscuidaddelosejercicios, admirando el músculo hinchado y la vigorosidad saliente, sedesviaraenrepugnanteaberración,ytodoelloparaseenresucitarlostiemposclásicosconsusatletasque,habituadosaldespreciodelamujer,seenvilecíanimitandosuspasividades.

—Nosotroséramosdeotromodo,¿eh,Pepe?—decíaRenovalesguiñandoun ojo con expresión maliciosa.—De muchachos cuidábamos menos elcuerpo, pero le dábamosmayores satisfacciones.No éramos tan puros, peronospreocupabaalgomásaltoqueelautomóvilolacopadehonor:teníamosideales.

Volvíadespuésahablardeaquelseñoritoquepretendíaintroducirseensufamilia,yseburlabadesumentalidad.

—SiMilita sedecideporél,yonomeopongo.Loque importaenestoscasos es entenderse. Él es un buen chico; casi podría ir al matrimonio conflores de azahar. Pero no sé si pasada la impresiónde la novedadvolverá aentregarseasusaficionesylapobreMilitasentirácelosdeesosartefactosquelecomenunapartedelafortuna.

Algunastardes,antesdequeacabaselaluz,Renovalesdespedíaalmodelo,siesquelo tenía,yabandonabalospinceles,saliendodelestudio.Alvolver

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presentábaseconsombreroygabán.

—Pepe,vamosadarunavuelta.

Cotonersabíahastadóndellegabaestavuelta.

Seguían la verja del Retiro, bajaban la calle de Alcalá, caminandolentamenteentrelosgruposdepaseantes,algunosdeloscualesvolvíanseasusespaldasparaseñalaralmaestro.«EsemásaltoesRenovales,elpintor.»alospocosminutosacelerabaelpasoMarianoconnerviosaimpaciencia,dejabadehablar,yCotonerleseguíacongestomalhumorado,cantandoentredientes.AlllegaralaCibelesyasabíaelviejopintorqueseaproximabanaltérminodelpaseo.

—Hastamañana,Pepe;mevoyporaquí.Tengoqueveralacondesa.

Undíanoselimitóaestaconcisadespedida.Despuésdealejarsealgunospasosvolvióhaciasucompañero,parahablarleconciertavacilación:

—Oye:siJosefinatepreguntaadóndevoy,nodigasnada...Yaséqueeresdiscreto,peroellaesdecuidado.Tedigoestoparaevitarmeexplicaciones.Lasdosnosellevanbien...¡Cosasdemujeres!

II

Al principio de la primavera, cuando Madrid creía de buena fe haberentrado en la buena estación y los impacientes sacaban a luz sus sombrerosveraniegos, volvió inesperadamente el invierno con un retroceso traidor,entenebreciendo el cielo, cubriendo con una sábana de nieve la tierraresquebrajadaporelcalorsolar,losjardinesenlosqueapuntabanlashojasdelavegetaciónprimaveralyseesparcíanlasprimerasflores.

LachimeneavolvióaencenderseenelsalóndeladeAlberca,buscandosucalor todos los señores que formaban su tertulia los días en que la «ilustrecondesa»sequedabaencasa,noteniendoreuniónquepresidirnivisitasquehacer.

Renovales, al llegar una tarde, habló con entusiasmo del aspecto queofrecíalaMoncloacubiertadenieve.Veníadeallá;unhermosoespectáculo;elbosque,sumidoenelsilencio invernal, sorprendidoporelblancosudario,cuandocomenzabaacrujirconelprimerhervordelasavia.¡Lástimaquelamaníafotográficapoblaseelbosquedetantosbuenosseñores,queibandeunaparteaotraconsusmaquinillas,ensuciandolapurezadelanieve!

Lacondesamostróunacuriosidad infantil.Queríaveraquello: iríaaldía

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siguiente. En vano sus amigos la disuadieron hablando del próximo cambiodeltiempo.Alotrodíasaldríaelsol,sederretiríanlasnieves;esastormentasinesperadasteníanlainestabilidadcaprichosadelclimadeMadrid.

—No importa—dijo Concha con tenacidad.—Se me ha metido en lacabeza ir a la Moncloa. Hace años que no la veo. ¡Con esta vida tanocupada!...

Iríaavereldeshieloporlamañana...Porlamañanano.Selevantabatarde,y había de recibir a todas aquellas señoras del feminismo que venían aconsultarla.Por la tarde: iríadespuésdel almuerzo. ¡LástimaqueelmaestroRenovalestrabajaseaesahoraynopudieraacompañarla!¡Élquesabíaverelpaisajetanadmirablemente,consusojosdeartista,ylahabíahabladomuchasveces de la puesta del sol vista desde el palacete de la Moncloa; unespectáculocasiigualalquesecontemplaenRomadesdeelPincioalacaídade la tarde!...Elpintorsonriógalantemente.ProcuraríaestaraldíasiguienteenlaMoncloa;yaseencontrarían.

La condesa pareció alarmarse de pronto por esta promesa y lanzó unamiradaaldoctorMonteverde.Perosufrióunadecepción,ensudeseodeversetachadadeligeraeinfiel,alnotarqueaquélpermanecíaindiferente.

¡Dichoso doctor! ¡Y cómo le odiaba el maestro Renovales! Era unjovenzuelohermosoyfrágilcomounafigulinadeporcelana;unconjuntodebellezas extremadas hasta el punto de dar a su rostro una exageracióncaricaturesca.Elpelo,partidoendosbandóssobrelapálidafrente,negro,muynegro y brillante, con reflejos azulados; los ojos, de una suavidadaterciopelada,mostrandoensudilatadocortelamanchacarmesídellacrimalsobre el nítidomarfil de las córneas; unos verdaderos ojos de odalisca: loslabios rojos, enseñando su color de sangre por entre la celosía del erizadobigote;latezdeunapalidezdecamelia,yladentaduraconunbrillotemblónsemejante al del nácar.Concha lemiraba con arrobamiento devoto; hablabacon los ojos puestos en él, consultándole con la mirada, lamentandointernamente su faltadedespotismo,deseando ser su sierva,versecorregidaporélentodosloscaprichosdesucarácterveleidoso.

Renovales lo despreciaba, dudando de su virilidad, haciendo los másatrocescomentariosconsurudezadelenguaje.

EradoctorenCienciasyesperabaquesedeclarasevacanteunacátedradeMadridparahaceroposicionesaella.LacondesadeAlbercaleteníabajosualtaprotección,hablandoconentusiasmadeMonteverdea todos losseñoresgravesqueejercíaninfluenciaenlavidauniversitaria.ProrrumpíaenlosmásdesaforadoselogiosdeldoctorenpresenciadeRenovales.Eraun sabio,yaellalaentusiasmabaquetodasusabiduríanoleprivasedevestirconrefinadaeleganciayserhermosocomounángel.

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—Para dentadura bonita la de Monteverde—decía mirándolo en plenatertuliaaltravésdesusimpertinentes.

Otrasveces,siguiendoelcursodesusideas,interrumpíalaconversación,sinfijarseenlaincoherenciadesuspalabras:

—¿Perohanreparadoustedesenlasmanosdeldoctor?¡Másfinasquelasmías!Parecenmanosdedama.

Elpintorse indignabaanteestasdemostracionesdeConcha,quemuchasveceseranenpresenciadesumarido.

Le asombraba la calma del hombre de las condecoraciones. ¿Pero aquelseñor estaba ciego?Y el conde, con una bondad paternal, decía siempre lomismo:

—¡Esta Concha! ¡qué franquezas tiene! No haga usted caso, amigoMonteverde.Soncosasdemimujer,niñadas.

El doctor sonreía, halagado por este ambiente de adoración de que lerodeabalacondesa.

Habíaescritounlibrosobreelorigennaturaldelosorganismosanimales,delquehablabaconentusiasmolahermosaseñora.Elpintorcontemplabaconasombroyenvidiaelcambiodesusgustos.Nadademúsica,nideversos,nideartesplásticas,queanteseranlapreocupacióndesuinteligenciadepájaro,atraídapor todo loquebrillaysuena.Ahoramiraba lasartescomo lindoseinsignificantesjuguetesquesólopodíandivertir lainfanciadelahumanidad.Lostiemposcambiaban;habíaqueserserios.Ciencia,muchaciencia;ellaerala protectora, la buena amiga, la consejera de un sabio. Y Renovalesencontrabasobremesasysilloneslibrosfamosos,conlamitaddelashojassincortar, manejados febrilmente, abandonados por el tedio y la falta decomprensión,despuésdeunaprimeraacometividaddecuriosidad.

Sus tertulianos,casi todosseñoresviejos,atraídospor lahermosurade lacondesay enamoradosde ella sin esperanza, sonreíanoyéndolahablarde laciencia con tanta gravedad. Los que tenían un nombre en la política seadmiraban ingenuamente. ¡Cuántas cosas sabía aquella mujer! Muchas lasignorabanellos.Losotros señores,médicosde fama, catedráticos,gentesdeestudio, que hacía tiempo no estudiaban, aprobaban también con ciertacomplacencia.Paraunamujernoestabadel todomal.Yella, llevándose loslentes a los ojos de vez en cuando para paladear la belleza de su doctor,hablabaconunalentitudpedantescadelprotoplasma,delareproduccióndelascélulas,delcanibalismodelosfagocitos,delosmonoscatarinos,antropoidesy pitecoides, de los mamíferos discoplacentarios y del Pithecanthropus,tratando los misterios de la vida con amistosa confianza, repitiendo susextraños nombres científicos, como si fueran los de personas de la buena

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sociedadquehubiesencomidoconellalanocheanterior.

EllindoMonteverdeestaba,segúnella,porencimadetodoslossabiosdefamauniversal.

Loslibrosdeéstos,conadmirarlostantoeldoctor,ladabanjaquecaaella,que inútilmente quería apoderarse delmisterio de sus renglones.En cambiohabíaleídounsinnúmerodevecesellibrodeMonteverde,mágicaobracuyaadquisiciónrecomendabaatodassusamigas,lascuales,enmateriadelectura,noibanmásalládelasnovelasdelosperiódicosdemodas.

—Esunsabio—dijolacondesaunatardealhablarasolasconRenovales.—Empieza ahora, pero yo le empujaré y llegará a ser un genio. Tiene untalentoinmenso.¡Siustedhubieseleídosulibro!...¿ConoceustedaDarwin?¿Verdadqueno?PuesesmásqueDarwin;muchomás.

—Locreo—dijoelpintor.—EseMonteverdeeshermosocomounbebéyDarwinerauntíofeo.

Lacondesadudóentreponerseseriaoreír,yacabóporamenazarleconsusimpertinentes.

—Calleusted,malapersona. ¡Al fin,pintor!Ustednopuedecomprenderlasamistadestiernas,lasrelacionespuras,lafraternidadbasadaenelestudio.

¡Conquédolorreíaelmaestrodetantapurezayfraternidad!Élveíaclaro,y Concha por su parte no era un modelo de prudencia para ocultar sussentimientos.Monteverdeerasuamante,comoanteslohabíasidounmúsico,duranteciertaépocaenquelacondesanohablabamásquedeBeethovenydeWagner,comosifuesenvisitasdesucasa;ymuchoantesunduquesito,guapomozo, que daba becerradas por invitación, matando los inocentes bueyesdespuésdesaludarconojosamorososa ladeAlberca,queechaba fueradelpalco su busto envuelto en la mantilla blanca y adornado de claveles. Susamores con el doctor eran casi públicos. No había más que ver elencarnizamientoconqueledespedazabanlosseñoresdelatertulia,afirmandoqueeraunnecioysulibrountrajedeArlequín,unaseriederetazosajenos,malhilvanados, con la audaciadel ignorante.También a éstos lesmordía laenvidia, estremecidos en sus amores seniles y silenciosos por el triunfo deaquel jovenzuelo que les arrebataba el ídolo, adorado con una devocióncontemplativaquereanimabasusenectud.

Renovales indignábase contra sí mismo. En vano quería vencer a lacostumbrequeguiabasuspasostodaslastardeshacialacasadelacondesa.

—Yanovuelvomás—sedecíaconrabiaalverseensuestudio.—¡Bonitopapelhaces,Mariano!Sirvesdecorocontodosesosviejosimbécilesaundúodeamor...¡Valientepuntolatalcondesa!

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Pero al día siguiente volvía, pensando con cierta esperanza en lapretenciosasuperioridaddeMonteverde,enelairedesdeñosoconquerecibíalas adoraciones de su amante. Ya se cansaría Concha de esta muñeca conbigotes,volviendolosojosaél,queeraunhombre.

El pintor se daba cuenta de la transformación de su carácter. Era otro yhacía esfuerzos para que no se percatasen en su casa de este cambio.Reconocíamentalmentequeestabaenamorado,conlasatisfaccióndelhombremaduroqueveenestounsignodejuventud,elretoñamientodeunasegundavida.SehabíasentidoimpulsadohaciaConchaporeldeseoderompereltediode su existencia, de imitar a los otros, de gustar la acidez de la infidelidad,haciendounaligeraescapadafueradelasmurallasseveraseimponentesquecerrabanelyermodelmatrimonio,cadavezmáscubiertodezarzasymalezas.La resistencia de ella le exasperaba, aumentando su deseo. No sabíaciertamentequéeraloquesentía;talvezunaatracciónmaterialyconellaelenconamientodelamorpropio, laamarguradeverse rechazadoaldescenderdelasalturasdelavirtudenlasquesehabíamantenidoconorgullosalvaje,creyendoque todos losgocesde la tierra leesperaban,deslumbradospor sugloria,yquesólotendríaqueextenderlosbrazosparaquecorrieranaél.

Sentíase humillado por el fracaso; le agitaba sorda rabia al comparar sucabello cano y sus ojos circundados de nacientes arrugas, con aquel niñobonitodelacienciaqueparecíaenloqueceralacondesa.¡Aylasmujeres!¡Susentusiasmosintelectuales,susaspavientosdeadmiraciónantelacelebridad!...¡Todo mentira! Sólo adoran el talento bien presentado, en una envolturajuvenilyhermosa...

Áimpulsosdesucaráctertenaz,Renovalestomóaempeñoelvencerestaresistencia. Se acordaba sin remordimiento de la escena con sumujer en laobscuridaddeldormitorio;de suspalabrasdesdeñosas, que le anunciabanelfracasocercade lacondesa.Eldespreciode Josefinaeraunnuevoespolazoquelehacíaseguirenestecamino.

Conchalealejabayleatraíaalmismotiempo.Eraindudablequeelamordel maestro halagaba su vanidad. Reíase de sus declaraciones apasionadas,tomándolasabroma,contestándolassiempreenelmismotono.«¡Formalidad,maestro!Esono le estábienausted.Ustedesungrandehombre:ungenio.Dejeeseairedeestudianteenamoradoparalosmuchachos.»Perocuandoél,enfurruñado por la fina burla, se jurabamentalmente no volver, ella parecíaadivinarlo y se mostraba cariñosa, atrayéndolo con un interés que hacíapresagiaralpintorlaproximidaddesutriunfo.

Siélcallabaofendido,ellaeralaquehablabadeamor,depasioneseternasentreseresdegranintelectualidad,basadasenlaarmoníadelospensamientos;y no cesaba en esta peligrosa plática, hasta que el maestro, con súbita

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confianza, avanzaba de nuevo, ofreciendo su amor, para verse acogido poraquella sonrisabondadosae irónicaa lavez,queparecía tratarle comoaunniñograndefaltodejuicio.

Yasívivíaelmaestro,fluctuandoentrelaesperanzayladesesperación,tanprontoacogidocomorechazado,perosiempreincapazdedesasirsedeaquellamujer,comosi leoprimieraunmaleficio.Buscaba,conastuciasdecolegial,ocasionesparaverseasolasconella;inventabapretextosparairasucasaenhoras extraordinarias, cuando no estaban los de la tertulia, y palidecía decorajealtropezarseconellindodoctor,ynotarentornodeélesasensacióndevacíoymalestarqueenvuelvealimportunoensupresentacióninesperada.

LavagaesperanzadeencontraralacondesaenlaMoncloa,depasearconella toda una tarde, libre de aquel círculo de señores insufribles que larodeabanconsubabosaadoración,letuvoinquietotodalanocheylamañanasiguiente,comosi realmente leaguardaseunacitadeamor.¿Iría?¿Noseríaaquella promesa más que un capricho prontamente olvidado?... Envió unacarta a un ex-ministro, al que estaba retratando, para que aquella tarde noviniese al estudio, y después del almuerzo montó en un coche de alquiler,exigiendoal cocheroquearreaseal caballo,que le llevaravolando, comositemiesellegartarde.

Sabíaqueaunfaltabanhorasparaqueellaacudiese,siesqueacudía;perounaimpaciencialocaysinfundamentoagitabaalartista.Creía,sinsaberporqué,quellegandoconanticipaciónacelerabalapresenciadelacondesa.

Echópieatierraenlaplazoleta,frentealpequeñopalaciodelaMoncloa.ElcarruajesealejóhaciaMadrid,cuestaarriba,porunaavenidaqueocultabasutérminotrasunabóvedalejanaderamajeseco.

Renovalespaseósoloporlaplazoleta.Brillabaelsolenunpedazodecieloazul,limitadoporoleajesdenubes.Enloslugaresadondenoalcanzabansusrayos, sentíase frío. Corría el agua al pie de los árboles, después de goteardesdesusramasyescurrirseenhilosporlostroncos,conlaabundantefluidezdel deshielo. El bosque parecía llorar de gozo bajo la caricia del sol, quedeshacíalosúltimosrestosdesublancamortaja.

El majestuoso silencio de la Naturaleza abandonada a su propio poder,rodeabaalartista.Lospinossemovíanenlargasráfagas,poblandoelespaciodeestremecimientosdearpa.Laplazoletapermanecíaenlasombraglacialdelosárboles.Arriba,sobreelfrontóndelpalacete,buscandoelsolporencimade las copas de los pinos, revoloteaban en espiral unas cuantas palomas entornodelaviejaastadebanderaydelosbustosclásicosennegrecidosporlaintemperie. Después, cansadas de volar, se abatían sobre los balcones deherrajeoxidado,añadiendounadornoblancoypalpitante,unfestóndeplumasysusurrosalviejoedificio.Enmediodelaplazoleta,uncisnedemármol,con

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elcuelloviolentamentetendidohaciaelcielo,lanzabaenelespaciounchorro,cuyomurmulloparecíaaumentarlaimpresióndefríoglacialquesesentíaenlasombra.

Renovalescomenzóapasear,aplastandoenlossitiossombríoslaescarchaheladaquecrujíabajosuspies.Seasomóalbalaustrecirculardehierroquecierraunapartedelaplazoleta.Porentrelacelosíadelnegroramaje,enelquecomenzaban a apuntar los primeros brotes, vio la cordillera que limita elhorizonte: los montes del Guadarrama, fantasmas de la nieve, que seconfundíanconlasmasasdenubes.Másacá,losmontesdelPardomarcabansusobscurascúspides,negrasdepinos,yalaizquierdaextendíanlaslomasdela Casa de Campo sus laderas, en las que comenzaba a verdear, con tonosamarillentos,lavegetaciónprimaveral.

A sus pies esparcíanse los campos de la Moncloa, los jardincillos dearcaicaconstrucción, laarboledadelosViverosorlandoelcursodelrío.Porloscaminosdeabajopasabancochesdelujo,reflejandoelsolensucharoladasuperficie comounaborla de fuego.Laspraderas, el follaje de los bosques,todoparecíalavadoybrillantedespuésdelarecientemojadura.Laeternanotaverdede infinitasvariaciones,desdeelnegroalamarillo,sonreíaalsentirelcontactodelsoltraselrefrescodelanieve.Alolejos,rasgandoelespacioconla enorme sonoridadde las tardes tranquilas, retumbaban continuosdisparosde escopeta. Cazaban en la Casa de Campo. Entre las columnatas de lostroncosylasverdessábanasdelaspraderas,brillabaelaguaheridaporelsol;trozos de estanque, fragmentos de canal, charcas formadas por el deshielo,como filos temblones y luminosos de espadas gigantescas perdidas en lahierba.

Renovales apenas miró el paisaje; no le decía nada aquella tarde. Otraseransuspreocupaciones.Viodescenderporlaavenidaunaberlinaeleganteyabandonó el mirador para salir a su encuentro. ¡Ella que llegaba!... Pero laberlina pasó junto a él sin detenerse, con lento ymajestuoso rodar, y vio altravés de sus vidrios una señora vieja, envuelta en pieles, con los ojoshundidosy laboca torcida,moviendo sucabeza, temblorosade senectud, alcompásdelamarcha.Sealejóelcarruajehacialapequeñaiglesiainmediataalpalacioyelpintorvolvióaquedarsolo.

¡Ay!Novendría.Comenzabaadecirleelcorazónquesuesperaerainútil.

Unas niñas, con los zapatos rotos y flotantes sobre el cuello sus laciasmelenillasdadasdeaceite,comenzaronacorrerporlaplazoleta.Renovalesnoviodedóndehabíansalido.Talvezeranlashijasdelguardiándelpalacete.

Porlaavenidaavanzabaunguardaconlaescopetapendientedelhombroylabocinaalcostado.Másalláseaproximabaunhombrevestidodenegroconaspecto de doméstico, escoltado por dos perros enormes, dos daneses

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majestuosos,deungrisazulado,quemarchabanconciertadignidad,prudentesymesurados,peroorgullososdesuestampa,quemetíamiedo.Carruajenoseveíaninguno.¡ViveDios!...

Sentado el maestro en uno de los bancos de piedra, acabó por sacar elpequeñoálbumquellevabasiempreconél.Dibujabalasfigurasdelasniñasensuscorreteosalrededordelafuente.Eraunmedioparaquelaesperafuesemenos larga.Una trasotradibujó todas lasniñas;después las sorprendióenvariosgrupos,peroacabaronpordesaparecerdetrásdelpalacio,descendiendohaciaelCañoGordo.Renovales,faltodedistracción,abandonósubancoydiovariospaseos,golpeandoelsueloruidosamente.Teníalospieshelados;elfríoy la espera le poníandeunhumor terrible.Después fue a colocarse enotrobanco,cercadelcriadovestidodenegro,queteníaalosdosperrosjuntoasusrodillas. Estaban inmóviles sobre sus patas traseras, descansando con ladignidad de personas mayores, mirando con sus ojos grises, de inteligenteparpadeo,aaquelseñorqueloscontemplabaatentamenteydespuésmovíasulápizsobreelcuadernoapoyadoenunarodilla.Elpintordibujólosdosperrosendiversasposturas,entregándoseaestetrabajocontalentusiasmo,quellegóa olvidar el motivo que le había llevado allí. ¡Ah, las adorables bestias!Renovalesamabalosanimalesen losque lahermosuravaunidaa la fuerza.Devivirsolo,entregadoasusgustos,hubieraconvertidosuhotelenunacasadefieras.

Se fueelcriadoconsusperrosyvolvióelartistaaquedar solo.Pasaronvarias parejas con lento paso, en alarmante intimidad, perdiéndose tras elpalacio, hacia los jardincillos de abajo. Después un grupo de seminaristas,dejandodetrásdeellos,conelrevoloteodelassotanas,esehedorespecialdecarnesana,castaysucia,queeselperfumedeloscuartelesylosconventos...¡Ylacondesasinllegar!

El pintor fue de nuevo a acodarse en el balaustre del mirador. Sóloesperaríamediahoramás.Declinabalatarde;elsolaunsemanteníaalto,perode vez en cuando se entenebrecía el paisaje. Las nubes, contenidas en losredilesdelhorizonte,habíanquedadoenlibertadyrodabanporelcampodelcielo tomando fantásticas formas, trotando ávidas en tumultuosa dispersión,como si quisieran tragarse la bola de fuego que resbalaba lenta sobre unpedazoderasoazul.

DeprontoRenovalessintióensuespaldaalgoasícomounchoque,enelsitio del corazón. Nadie le había tocado; era un aviso de sus nervios, queparecían más excitados, más fieros, desde hacía algún tiempo. Ella estabacerca, llegaba, tenía la certeza. Y al volverse la vio, muy lejos aún,descendiendopor laavenida,vestidadenegro,conunachaquetadepiel, lasmanosenunpequeñomanguitoyelvelillosobrelosojos.Sualtayelegantesiluetamarcábasesobrelatierraamarillenta,alpasardeuntroncoaotro.Un

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carruaje,elsuyo,volvíasecuestaarribaparaesperarlatalvezenloalto,juntoalaescueladeAgricultura.

Al encontrarse en mitad de la plazoleta, ella le tendió su manecitaenguantada, tibia por el encierro del manguito, y los dos se dirigieronconversandohaciaelmirador.

—Vengo furiosa... un disgusto de muerte. No pensaba venir; no meacordaba de usted; palabra. Pero al salir de casa del presidente pensé en elmaestro.Tenía la seguridadde encontrarle aquíyhevenidoparaque semequiteelmalhumor.

Al través del velo vio Renovales sus ojos, que brillaban con ciertahostilidad,sulindabocacontraídaenlascomisurasporunplieguerabioso.

Hablaba con rapidez, deseosa de echar fuera la cólera que hinchaba supecho,sinfijarseenloquelarodeaba,comosisehallaseensusalón,dondetodoleerafamiliar.

Había ido a ver al presidente para recomendarle su asunto; un deseo delconde,decuyarealizaciónpendíasufelicidad.ElpobrePaco(erasumarido)soñaba con el Toisón de Oro. Sólo esto le faltaba para coronar la torre decruces, llaves y bandas que iba elevando en torno de su persona, desde labarrigaalcuello,nodejandounmilímetrodesutroncosinesterevestimientoglorioso.¡ElToisóndeOroyluegomorir!...¿PorquénohabíandedargustoaPaco, un hombre tan bueno, incapaz de hacer daño a unamosca? ¿Qué lescostabaconcederleestejuguete,haciéndolefeliz?...

—Ya no hay amigos, Mariano—decía la condesa con amargura.—Esepresidente es un tonto que olvida a sus antiguas amistades al verse jefe delgobierno. ¡Yo,que leheconocidosuspirandocercademícomoun tenordezarzuela,haciéndomeelamor(sí,austedse lodigo)yqueriendomatarsealver que le despreciaba por cursi y por tonto!... Esta tarde, lo de siempre;mucho cogerme la mano, mucho de poner los ojos en blanco, «queridaConcha», «hermosa Concha» y otras frases de merengue: lo mismo quecuandocantaenelCongresocomouncanarioviejo.Total,quenopuedeserlodelToisón;queéllosientemucho,peroenPalacionoquieren.

Ylacondesa,comosivieseporvezprimeraellugarenqueestaba,dirigiósusojosiracundosalasobscuraslomasdelaCasadeCampo,dondeseguíansonandodisparos.

—¡Despuésdicensiunapiensadeestemodoodelotro!Yosoyanarquista,¿meoyeusted,Mariano?Cadavezme sientomás revolucionaria.No se ríausted,quenoescosadebroma.ElpobrePaco,queesuncorderodeDios,seasustaaloírme.«Mujer,piensaen loquesomos.Debemosestarbiencon lacasa grande.» Pero yo me sublevo; conozco el personal: un atajo de

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indecentes. ¿Por qué no ha de tener mi Paco el Toisón, si el pobrecito lonecesita? Crea usted, maestro, queme da rabia este país tan cobarde y tanmansurrón.Debíarepetirseaquíel93deFrancia.Siyofuesesola,sin todasesaszarandajasdelnombreylaposición,haríahoyalgosonado.Echaríaunabomba...Unabomba,no;cogeríaunrevólvery...

—¡Fuego!—dijoelpintorconvozenérgicaalmismotiempoquerompíaareír.

Conchasehizoatrásconungestodeenfado.

—Nadadebromas,maestro.¡Mireustedquemevoy!¡Mireustedquelepego!...Estoesmásseriodeloqueustedcree.¡Parabromitasestálatarde!

Perodesmintiendoconsucaráctervariablelagravedadquepretendíadarasus palabras, la condesa sonrió levemente, como si le acariciase un buenrecuerdo.

—No todohan sido fracasos—dijo trasuna largapausa.—Yonomevoyconlasmanosvacías.Elpresidente,quenomequieretenerporenemiga,mehaofrecidounacompensación,yaquelodelborregoesimposible.Unactadediputadoenlaprimeraelecciónparcialqueseanuncie.

LosojosdeRenovalesabriéronseconasombro.

—¿Yparaquéquiereustedeso,criatura?¿Aquiénvaadársela?

—¡A quién!—remedó Concha con grotesca expresión de asombro.—¡Aquién! ¡A quién ha de ser, grandísimo tonto!...No va a ser a usted, que noentiendedeestonidenada,apartedesuspinceles...EsparaMonteverde,paraeldoctor,queharágrandescosas.

Lacarcajadasonoradelartistaretumbóenelsilenciodelaplazoleta.

—¡Darwindiputadodelamayoría!¡Darwindiciendosíyno!...

Ytrasestasexclamacionescontinuósusrisotadasdecómicoasombro.

—Ríase usted, feo; abra más esa bocaza; mueva sus barbas de apóstol.¡Quégraciosoestáusted!¿Yquétieneesodeparticular?...Peronoseríaustedmás.¡Mireustedquemeponenerviosa!¡Mireustedquemevoysicontinúaasí!...

Quedaron silenciosos largo rato. La condesa no tardó en olvidar suspreocupacionesconlamovilidadylaligerezaqueobteníatodaimpresiónensu cerebro de pájaro.Miró en torno de ella con ojos desdeñosos, deseandomortificar al pintor. ¿Y era aquello lo que tanto entusiasmaba aRenovales?¿Nohabíamás?...

Lentamente comenzaron su paseo, descendiendo a los viejos jardines

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escalonadosdetrásdelpalacio.Bajaronentrependientescubiertasdemusgo,porsuavesdeclivesrayadosdelnegropedernaldelospeldaños.

El silencio era profundo. Susurraba el agua del deshielo al caer de lostroncos, formando arroyuelos que serpenteaban cuesta abajo, casi invisiblesbajo la hierba. En algunas umbrías aun quedaban, como vedijas de blancalana, montones de nieve, resistiéndose a la general licuefacción. Sonaba elchillido estridente de los pájaros, como el arañazo de un diamante sobre elcristal. En el borde de las escalinatas, los basamentos de piedra roída ynegruzca recordaban las invisibles estatuas y los jarrones que habíansostenido.Lospequeñosjardines,recortadosenformasgeométricas,extendíanen cadameseta las grecas obscuras de su tapiz de follaje. En las plazoletascantaba el agua, chorreando en estanques de oxidadas barandillas, odesplomándoseeneltripleplatodealtasfuentesqueanimabanlasoledadconsu interminable lamento. El agua por todas partes: en el aire, en el suelo,susurrante,glacial,aumentandolafríaimpresióndeaquelpaisaje,enelqueelsolparecíaunapinceladarojasincalor.

Pasaron bajo arcos de verdura, entre árboles enormes y moribundos,cubiertos hasta el tope por los serpenteantes anillos de hiedra, rozando lostroncosseculares,chapadosporlahumedadconcostrasverdosasyamarillas.Los senderos estaban limitados a un lado por las cuestas, en cuya cumbresonabaun invisiblecencerreo,viéndoseaparecerdevezencuando, sobreelfondoazuldelespacio,lamacizasiluetadeunavacadelentoandar.Alladoopuesto, una barandilla rústica de troncos pintados de blanco cerraba elsendero, y tras ella, en lo hondo, extendíanse los obscuros parterres con sumelancólicasoledadysuschorrosquellorabandíaynocheenunambientedevejezyabandono.Laszarzasdeapretadotejido,esparcíansedeárbolenárbolporlasladeras.Losesbeltoscipreses,lospinosrectosygallardos,definísimotronco,formabanunaespesacolumnata,unenrejadoquefiltrabalaluzdelsol,unaluzdeapoteosis,falsa,teatral,rayandoelsuelodefajasdeoroybarrasdesombra.

Elpintorelogiabaconentusiasmoestos lugares.Eraelúnicorincónparaartistas que podía hallarse en Madrid. Allí había trabajado el gran donFrancisco. Parecía que, tras una revuelta del sendero, iban a tropezarse conGoya,sentadojuntoalcaballete,frunciendoelceñomalhumoradoantealgunaduquesagentilqueleservíademodelo.

Los trajes modernos parecían desentonar en este fondo. Renovalesdeclaraba de rigor, para tal paisaje, una casaca brillante, peluca empolvada,medias de seda ymarchar junto a una falda escurrida, con el talle bajo lospechos.

Lacondesasonrióescuchandoalpintor.Mirabaentornodeellacongran

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curiosidad:noestabamal aquelpaseo: creíaverloporprimeravezél. ¡Muybonito!peroellanoeramujerdecampo.

Elmejorpaisajepara sugusto eran las sedasdeun salón,y en cuanto aárboles, le gustaban más los de las decoraciones del teatro Real conacompañamientodemúsica.

—Mefastidiaelcampo,maestro.Meponetriste.LaNaturaleza,siladejansolayentregadaasímisma,esmuyordinaria.

Entraron en una plazoleta ocupada por un estanque a ras de tierra, conpilastras que revelaban la antigua existencia de una barandilla. El agua,engrosada por la filtración de las nieves, desbordábase fuera del marco depiedra,extendiéndoseendelgadasábana,pararodarcuestaabajo.Lacondesasedetuvo,temiendomojarselospies.Elpintorabriólamarcha,apoyandosusplantasenlossitiosmenoshúmedos,tomándolaunamanoparaguiarla,yellalesiguió,riendodeesteobstáculoyrecogiéndoselasfaldas.

Al continuar su camino por otro sendero, Renovales conservó agarradaaquellamanecitasuave,percibiendosudulcecaloraltravésdelguante.Ellalaabandonaba,comosinosediesecuentadeestecontacto,peroconunalejanaexpresióndemaliciaensuslabiosysusojos.Elmaestroparecíaindeciso,conciertoembarazo,comosinosupiesecómoempezar.

—¿Siempre igual?—preguntó con voz débil.—¿No hay un poco decaridad?

Lacondesaprorrumpióenunacarcajadasonora.

—Yasalió;meloesperaba;poresomeresistíaavenir.Enelcarruajemehe dicho varias veces: «Hija mía, haces mal en ir a la Moncloa; te vas aaburrir;teesperaladeclaraciónnúmeromil.»

Luegoadoptóuntonodecómicaindignación.

—Peromaestro,¿esquenopuedehablarseconusteddeotracosa?¿Esquelasmujeresestamoscondenadasanopodertrataraunhombresinquesecreaobligadoalanzarnosunadeclaración?

Renovalesprotestó.Podíadecirestoacualquierotro,aélno,puesestabaenamorado.Lojuraba;selodiríaderodillasparaquelocreyese;¡enamoradocomounloco!Peroella leremedabagrotescamente, llevándoseunamanoalpechoyriendodeunmodocruel.

—Sí;conozcolacanción;esinútilquelarepita;melasédememoria.«Unvolcánenelpecho...imposiblevivir...Sinomeamasmemato...»Lomismodicentodos;nohevistounafaltamayordeoriginalidad...Maestro,¡porDios!nosepongaustedcursi.¡Unhombrecomousteddiciendoesascosas!...

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Renovalesquedóaturdidoporesteremedoburlón.PeroConcha,comosiseapiadaradeél,seapresuróaañadirentonocariñoso:

—¿Quénecesidad tieneustedde enamorarme? ¿Se imaginaustedque leapreciaré menos si prescinde de esa obligación que creen tener todos loshombres que me rodean?... Yo le quiero a usted, maestro; necesito verle;sentiríamuchoqueriñésemos.Lequierocomoaunamigo;elmejordetodos,el primero. Le quiero porque es usted bueno; un niño grandote; un bebébarbudo que no sabe ni pizca así del mundo, pero tiene mucho talento,¡mucho!...Teníaganasdequenosviésemosasolasunbuenratoparahablarlecontodalibertad,paradecirleesto.Lequierocomonoquieroanadie.Sientoal ladodeustedunaconfianzacomoningunome la inspira.Buenosamigos;hermanos,siustedquiere...¡Peronopongaustedesacarátulatriste!¡Alégreseunpoco!¡Suelteesacarcajadaquemealegraelalma,ilustremaestro!

Peroelmaestropermanecíahosco,mirandoalsuelo,enredandoconciertafurialosdedosdesudiestraenlamarañadesusbarbas.

—Todo eso son mentiras, Concha—dijo rudamente.—La verdad es queustedestáenamorada;quelatienelocaesetrastodeMonteverde.

Lacondesasonriócomosilahalagaselabrusquedaddeestaspalabras.

—Pues bien; sí, Mariano. Nos queremos; yo creo amarle como no heamadoaningúnhombre.Anadieselohedicho:ustedeselprimeroquelooyedemí,porqueesustedmiamigo,porqueconustednoséloquemepasa,quese lodigo todo.Nosqueremos;mejordicho, soyyo laque lequieremuchomás que él amí.Hay enmi amor algo de agradecimiento.Yo nome forjoilusiones,Mariano.¡Treintayseisaños!Sóloaustedmeatrevoaconfesarlaedad. Todavía estoy presentable; me defiendo bien; pero él es mucho másjoven.Unosañosmás,ycasipodríasersumadre...

Calló un momento, como asustada por esta diferencia de edad entre suamanteyella,peroluegoañadióconrepentinaconfianza:

—Él también me quiere, lo reconozco. Soy para él la consejera, lainspiradora;dicequeconmigosesienteconnuevasfuerzasparaeltrabajo;queseráungrandehombre,graciasamí.Peroyolequieromás,muchomás;hayunadesigualdadennuestrocariñocasitangrandecomoennuestrasedades.

—¿Yporquénomeamaustedamí?—dijoelmaestroconvozlacrimosa.—Yo la adoro; se trocarían los papeles. Sería yo quien la rodease de unaidolatríaeterna,yustedsedejaríaadorar,sedejaríaacariciarcomounídolo,viéndomeconlafrentejuntoasuspies.

Concha rio denuevo, remedandogrotescamente la voz sorda, el ademánapasionadoylosojosvehementesdelartista.

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—«¿Y por qué nome ama usted?...» ¡Maestro, no sea usted niño! Esascosas no se preguntan; en el amor no se manda. No le quiero como usteddesea, porque no puede ser. Conténtese con ser el primero de mis amigos.Sepa que me permito con usted confianzas que tal vez no tengo conMonteverde.Sí;ledigoaustedcosasquenuncalediréaél...

—¡Pero lo otro!—exclamó el pintor con rabia.—Lo que yo necesito; sucuerpo,delquesientohambre;suhermosura;elverdaderoamor...

—Maestro, conténgase—dijo ella con afectada pudibundez.—¡Que leconozco! ¡Que va usted a soltar esas indecencias que se le ocurren siemprequedesnudaconlosojosaunamujer!...¡Quemevoypornooírle!...

Luego añadió con una gravedad maternal, como si quisiera corregir alvehementemaestro:

—Yo soy menos loca de lo que creen. Pienso prudentemente en lasconsecuenciasdemisactos...Mariano,míreseustedbien, fíjeseen loque lerodea.Unamujer;unahijaqueelmejordíaselecasa;laperspectivapróximadeserabuelo.¡Yaunpiensaustedenlocuras!Yonopodríaaccederaloqueustedme propone, aunque le amase... ¡Qué horror! ¡Engañar a Josefina,miamigadelcolegio!Lapobrecita,tandulce,tanbuena...siempreenferma.No,Mariano;nunca.Sólosepuedenarrostraresoscompromisoscuandoelhombreeslibre.Yonomesentiríaconfuerzasparaamarleausted.Amigos,nadamásqueamigos...

—Pues no lo seremos—exclamó Renovales con impetuosidad.—Mealejaréparasiempredesucasa;nolaveréaustedmás;haréloimposibleporolvidarla.Esunsuplicioinsufrible.Vivirémástranquilonoviéndola.

—Noseiráusted—dijoConchadulcemente,conlaseguridaddesufuerza.—Sequedará ami lado como siempre, si es quemequiere, y yo tendré enustedelmejordelosamigos...Noseaustedcriatura,maestro;veráustedcomonuestraamistadesalgodulcequenocomprendeahora.Tendréparausted loquenoconocenlosdemás:intimidad,confianza.

Y al decir esto ponía en el brazo del pintor una de sus manecitas, seapoyabaconciertoabandono,fijandoensusojosunaspupilasenlasquelucíaalgoenigmáticoymisterioso.

Elsonidodeunabocinallegóhastaellos:unrumordevelocidadrasgabaelaireconsordovoltearderuedas.Pasóporabajounautomóvilatodamarcha,siguiendo la carretera. Renovales intentó reconocer a los muñequillos quemontabanestevehículo,empequeñecidocomounjugueteporladistancia.Talvez fuese López de Sosa el que guiaba y su mujer y su hija aquellas dosfigurillas,envueltasenvelos,queocupabanlosasientos.

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LaposibilidaddequeJosefinapasaseporelfondodelpaisajesinverle,sinadvertir que él estaba allí, olvidado de todo, enamorado y suplicante, leparalizó,conlaemocióndelremordimiento.

Permanecieronmuchoratoinmóviles,silenciosos,apoyadosenlabarandadetroncos,mirandoaltravésdelacolumnatadeárboleselsolbrillante,deunrojo de cereza, que descendía inflamando el horizonte con resplandores deincendio. Las nubes plomizas, viéndolo próximo a morir, le acometían contraidoravoracidad.

Concha contemplaba la puesta del sol con el interés que ofrece unespectáculovistomuydetardeentarde.

—Mire usted, maestro, aquella nube enorme. ¡Qué negra! Parece undragón... No; es un hipopótamo; fíjese en sus patas redondas como torres.¡Cómotrota!Sevaacomerelsol.¡Queselocome!...¡Yaselotragó!

Seensombrecíaelpaisaje.Elsolhabíadesaparecidoenelinteriordeaquelmonstruo que llenaba el horizonte. Su lomo ondulado erizábase de plata, ycomo si no pudiera contener el ardoroso astro, estallaba su vientre, dejandocaer una lluvia de pálidos rayos. Después, abrasado por esta digestión,desvanecíaseenhumo,rasgábaseennegrasvedijas,yotravezaparecíaelrojodisco,bañandodeorocielosytierra,poblandodeinquietospecesdefuegoelaguadelosestanques.

Renovales, apoyado en la baranda, con un codo junto a la condesa,aspirabaelperfumedeésta,sintiendoelcálidocontactoylasdurezassalientesdeunladodesucuerpo.

—Volvamos, maestro—dijo ella con cierta inquietud.—Siento frío...Además,conunacompañantecomousted,esimposiblepermanecertranquila.

Y apresuraba el paso, adivinando con su experiencia de los hombres elpeligrodepermanecer en la soledad al ladodeRenovales.Presagiaba en surostro pálido y emocionado una próxima audacia, el avance brutal eimpetuoso.

EnlaplazoletadelCañoGordosecruzaronconunaparejaquedescendíalentamente, muy pegados los dos, no atreviéndose a enlazar sus brazostodavía, pero dispuestos a cogerse del talle apenas desaparecieran en elpróximosendero.Eljovenllevabalacapabajoelbrazo,conlaarroganciadeungalándecomediaantigua;ella,pequeñitaypálida,sinotrabellezaquelade la juventud, se arrebujaba en un pobremantón y caminaba con los ojoscándidospuestosenlosdesucompañero.

—Algún estudiante con su modista—dijo Renovales al dejarlos a suespalda.—Éstos son más felices que nosotros, Concha: su paseo será más

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dulce.

—Nos hacemos viejos, maestro—dijo ella con una entonación de falsatristeza,excluyéndosedelavejez,cargandotodoelpesodelaedadsobresuacompañante.

Renovalesserevolvióconlosúltimosardoresdesuprotesta.

—¿Yporquénohedeseryotanfelizcomoesechico?¿Notengoderechoa ello?... Concha, usted no sabe quién soy; usted lo olvida, acostumbradacomoestáa tratarmecomounchiquillo.SoyRenovaleselpintor, el célebremaestro:meconocenentodoelmundo.

Yhablabadesugloriaconbrutalinmodestia,irritadocadavezmásporlafrialdaddeaquellamujer;exhibiendosurenombrecomounmantodeluz,quedebíacegaralashembrashaciéndolascaerasuspies.¿Yunhombrecomoélteníaqueversepospuestoporaqueldoctorcilloridículo?...

Lacondesasonreíaconexpresióndelástima.Susojosmostrabantambiéncierta conmiseración. ¡Tonto! ¡Niño! ¡Qué simplezas tenían los hombres detalento!

—Sí;ustedesgrande,maestro.Poresomeenorgullezcoconsuamistad.Hasta reconozcoquemeda cierta importancia...Le quiero; siento por ustedadmiración.

—Admiraciónno,Concha:¡amor!...¡Serunodeotro!...Amorcompleto...

Ellaseguíariendo.

—¡Ay,hijo!¡Amor!...

Susojosparecíanhablarleirónicamente.Noconocíaalasmujeres.Elamornodistinguedetalentos;esunignoranteyporesosevanagloriadesuceguera.Sólopercibeelaromadelajuventud,delavidaenflor.

—Seremos amigos, Mariano: amigos nada más. Usted se acostumbraráencontrando dulce nuestro afecto... No sea ustedmaterial; parece imposiblequeseaustedunartista.Idealismo,maestro;muchoidealismo.

Y siguió hablándole desde lo alto de su conmiseración, hasta que sesepararoncercadelsitiodondelaesperabaelcoche.

—Amigos,Mariano.Nadamásqueamigos...perodeveras.

Al alejarse Concha, anduvo Renovales en la penumbra del crepúsculo,hasta salir de laMoncloa, gesticulandoy cerrando lospuños.Viéndose solovolvíaarenacersucóleraeinsultabamentalmentealacondesa,libreyadelasupeditación amorosa que sufría en su presencia. ¡Cómo se divertía con él!¡Cómo reirían sus enemigos al verle sometido y sin voluntad, enmanos de

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aquellamujerquehabíasidodetantos!Elorgullolehacíainsistirensudeseode conquistarla, fuese como fuese, aun a costa de humillaciones ybrutalidades.Eraunempeñodehonorhacerlasuya,aunquesólofueseporunavez, y luego vengarse repeliéndola, arrojándola a sus plantas, diciendo congestodesoberano:«Estohagoyoconlosquesemeresisten.»

Peroluegosediocuentadesudebilidad.Siempreseríavencidoporaquellahembra que le miraba fríamente, que era incapaz de perder su calma y leconsiderabacomounserinferior.Eldesalientolehizopensarensucasa,enlaenferma,enlosdeberesqueleligabanaella,ysintiólaamargavoluptuosidaddelquesesacrifica,cargandoconsucruz.

Estabadecidido.Huiríadeaquellamujer.Nolaveríamás.

III

Ynolavio;no lavioendosdías.Peroal tercero llegóasusmanosunacartitaazul,desobreprolongado,saturadadeunfuerteperfumeque tenía lavirtuddeestremecerle.

Lacondesasequejabadesuausenciaconcariñososlamentos.Necesitabaverle, tenía que decirlemuchas cosas. Una verdadera carta de amor, que elartistaseapresuróaocultar,temiendoquesulecturahicierasuponerloquenoeraciertoaún.

Renovalessemostróindignado.

—Iré a verla—se dijo, paseando por el estudio;—pero será para decirlacuatro frescas, para acabar de una vez. Si cree que va a jugar conmigo, seequivoca;nosabequeyo,cuandoquiero,soydepiedra.

¡Pobremaestro!Mientrasenunextremodesupensamientoformulabasusfierospropósitosdehombredepiedra,enelotro,unavozdulcecantabaconelarrullodelailusión:

—Vepronto;aprovechaeltiempo.Talvezsehaarrepentido.Teespera:vaasertuya.

Y el artista corrió ansioso a casa de la condesa. Nada. Se quejó de suausencia con una tristeza mimosa. ¡Ella que le quería tanto!... Necesitabaverle;nopodíapermanecertranquilacreyendoqueleguardabaenojoporlodela otra tarde. Y pasaron cerca de dos horas en el gabinete que la servía dedespacho,hastaquealcaerlatardecomenzaronallegarlosgravesamigosdela condesa, su tertulia de mudos adoradores, presentándose el últimoMonteverde,conlacalmadelquenotemepeligroalguno.

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Elpintorsaliódeaquellacasasinotranovedadquedosbesosenunamanodelacondesa.Lacariciaprotocolaria,ynadamás.Cadavezqueintentabairmásallá,remontándosealolargodelbrazo,lahermosaseñoraleconteníaconungestoimperioso.

—¡Quemeenfado,maestro,ynolerecibomásasolas!...¡Quefaltaustedaloconvenido!

Renovales protestaba. Nada habían convenido, pero Concha lograbacalmarle instantáneamente preguntando por Milita, haciendo elogios de suhermosura, pidiendo noticias de la pobre Josefina, tan buena, tan simpática,interesándose por su salud y anunciando una próxima visita. Y el maestroquedaba cohibido, atormentado por el remordimiento, no atreviéndose anuevosavances,hastaquesedesvanecíalapenosaimpresión.

VolvióRenovalesacasadelacondesa,comosiempre.Sentíalanecesidadde verla; se había acostumbrado a los vehementes elogios que aquella bocahacíadesusméritosdeartista.

Algunasvecesdespertabasucarácterimpetuosodeotrostiempos,ysentíael deseo de desprenderse de esta cadena vergonzosa.Aquellamujer le teníacomoembrujado: llamábaleparanada;parecíagozarseconhacerle sufrir; lenecesitabacomounjuguete.ConuncinismotranquilohablabadeMonteverdeydesusamores,lomismoquesieldoctorfuesesuesposo.Necesitabaconfiara alguien los incidentes de su vida oculta, con esa franqueza imperiosa quearrastralosdelincuentesalaconfesión.Pocoapocoiniciabaalmaestroensussecretospasionales,relatandosinruborlosincidentesmásíntimosdeaquellosencuentros,quemuchasveceseranenlapropiacasa.Abusabandelacegueradelconde,elcualparecíacomoatontadoporsufracasodelToisón:gozabanundeleitemalsanoconlazozobradesersorprendidos.

—Áustedselodigotodo,Mariano.Noséloquemeocurreconusted.Lequierocomoaunhermano.Unhermano,no...másbien,unaamiga;unaamigadeconfianza.

AlversesoloRenovalesabominabadelafranquezadeConcha.Eraloquelagentecreía;muysimpática,muybonita,perosinningúnescrúpulomoral.Encuantoaél,insultábaseenelbizarrolenguajedesustiemposdebohemio,comparándosecontodoslosanimalescornudosquepodíarecordar.

—No vuelvo más. Es una vergüenza. ¡Bonito papel estás haciendo,maestro!

Peroapenassemanteníaausentedosdías,presentábaseMary,ladoncellafrancesadeladeAlberca,conlacartitaperfumada,ollegabaéstaporelcorreointerior, destacándose subversiva, escandalosa, entre los otros sobres de lacorrespondenciadelmaestro.

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—¡Esamujer!—exclamabaRenovalesapresurándoseaocultarelllamativobillete.—¡Quéfaltadeprudencia!...ElmejordíavaafijarseJosefinaenestascartitas.

Cotoner, en su ciega admiración al ídolo que consideraba irresistible,imaginábasealadeAlbercalocadeamortraselmaestro,ymovíalacabezatristemente.

—Estoacabarámal,Mariano.Debes romperconesa señora. ¡Lapazdelhogar!Teesperanmuchosdisgustos.

Las cartas siempre eran iguales. Interminables lamentaciones por suscortasausencias.«Chermaître,nohepodidodormirestanochepensandoenusted...»y acababa firmando«suadmiradoraybuenaamigaCoquillerosse»,un nombre de guerra que había adoptado para su correspondencia con elartista.

Leescribíadesordenadamente,ahorasextrañas,siguiendolosimpulsosdesuimaginaciónysusnerviosenperpetuaanormalidad.Unasvecesfechabasuscartasa las tresde lamadrugada:nopodíadormir, saltabadel lecho,yparaentretenersuinsomniollenabacuatropliegosdesumenudaletra,dirigidosalbuenamigo,conunafacilidaddeplumadesesperante,hablándoledelconde,de loquedecíansusamigas,comunicándole lasúltimasmurmuracionesquecirculabancontralosde«lacasagrande»,lamentándosedelasfrialdadesdesudoctor. En otras ocasiones eran cuatro líneas lacónicas, desesperadas; unllamamiento angustioso. «Venga usted en seguida, querido Mariano. Unasuntourgentísimo.»

Yelmaestro,abandonandosustrabajos,corríaaprimerahoraacasadelacondesa,recibiéndoleéstaenlacama,ensudormitoriocargadodeperfumes,dondenohabíaentradoenmuchosañoselhombredelascondecoraciones.

Llegaba ansioso el pintor, inquieto por la posibilidad de terriblesacontecimientos, y Concha, agitándose entre las bordadas sábanas,recogiéndose los dorados mechones que se escapaban de las blondas de sugorra,hablabayhablabaconlaincoherenciadeuncantodepájaro,comosielsilencionocturnoprodujeseenellauna indigestióndepalabras.Se lehabíanocurrido grandes ideas: había pensado durante el sueño una teoría científicacompletamenteoriginal,queharía lasdeliciasdeMonteverde.Ygravementeselaexplicabaalmaestro,elcualmovíasucabezasinentenderunapalabra,pensandoqueeraundolorverunabocatanhermosaempleadaensoltartantasnecedades.

Otras veces le hablaba del discurso que estaba preparando para ciertofestival de la Asociación Feminista, la obra magna de su presidencia: ysacando de entre las sábanas sus brazos ebúrneos, con una tranquilidad que

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trastornabaaRenovales,cogíade lavecinamesaunospliegosgarrapateadosconlápiz,pidiendoalbuenamigoqueledijesequiéneraelpintormásgrandedelmundo,pueshabíadejadounclaroparallenarloconestenombre.

Despuésdeunahoradecharlaincesante,mientraselartistaladevorabaensilencio con los ojos, llegaba por fin al asunto urgente, al llamamientodesesperadoquehabíahechoabandonarsustrabajosalmaestro.Eransiempremotivosdevidaomuerte;compromisos,enlosqueibasuhonor.UnasvecesquepintasecualquiercositaenelabanicodeunaseñoraextranjeradeseosadellevarsedeEspañaalgodelgranmaestro.Selohabíapedidolainteresadaenunasoiréediplomáticalanocheantes,porconocersuamistadconRenovales.Enotrasocasioneslellamabaparapedirleunamanchita,unapunte,cualquiercosa de las que rodaban por los rincones de su estudio, para una tómbolabenéfica de la Asociación a beneficio de las pobres que habían perdido suvirtud,yalascualeslacondesaysusamigasmostrabanempeñoenredimir.

—No ponga usted esa cara, maestro; no sea usted tacaño. Son losinconvenientesde laamistad.Todoscreenqueyo tengogranpoder sobreelilustreartista,ymepiden,ymeponenenciencompromisos...Noleconocen;nosabenloperverso,lorebeldequeesusted,¡malapersona!

Ysedejababesar lamano sonriendoconcierta lástima.Peroal sentir elcálidocontactodesubocayelcosquilleodesubarbaenlablancacarnosidaddelbrazo,seagitaba,defendiéndoseentrerisasyestremecimientos.

—Déjemeusted,Mariano.¡Quegrito!¡QuellamoaMary!Yanolerecibomásenmidormitorio.Esustedindignodeconfianza...¡Quietecito,maestro,oselocuentotodoaJosefina!

Algunas veces, al acudir Renovales alarmado por sus llamamientos, laencontraba pálida, con círculos amoratados en los ojos, como si hubiesepasadolanochellorando.Alveralmaestrovolvíanasaltarsuslágrimas.Erandisgustos de amor, honda pena por la frialdad deMonteverde. Pasaba díasenterossinverla;rehuíalosencuentrosconella.¡Ay,lossabios!Hastahabíallegadoadecirlaque lasmujeressonunestorbopara losestudiosserios. ¡Yella loca por él, sumisa como una sierva, aguantando las genialidades delseñor,adorándoleconeseapasionamientofogosodelamujerqueesmásviejaquesuamanteysedacuentadesuinferioridad!

—¡Ay, Renovales! No se enamore usted nunca; es un infierno. No sabeustedlafelicidadquegozanoconociendoestascosas.

Pero el maestro, insensible a sus lágrimas, enfurecido por estasconfidencias,paseabagesticulando,lomismoquesiestuvieraensuestudio,yhablabaalacondesaconbrutalconfianza,comoaunahembraquehareveladotodossussecretosydebilidades.¡Tapones!¿Yquéleimportabaaéltodoeso?

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¿Para oír tales cosas le había llamado?... Ella se lamentaba con suspirosinfantiles desde el fondo de su lecho. Estaba sola en el mundo; era muydesgraciada.Noteníamásamigoqueelmaestro;erasupadre,suhermano;¿aquién si no a él iba a relatar sus penas? Y animándose con el silencio delpintor,elcualacababaporconmoverseantesus lágrimas,cobrabaaudaciayformulaba sus deseos. Debía ver a Monteverde, soltarle un buen sermón,hablarle al almapara que fuesebuenoyno la hiciese sufrir.Él le respetabamucho;eraunodesusmásgrandesadmiradores: teníaellalacertezadequebastarían cuatro palabras del maestro para que volviese como un cordero.Debíahacerleverquenoestabasola;queteníaquienladefendiese;quenadiepodíaburlarsedeellaimpunemente.

Pero antes de que terminase sus ruegos, andaba el pintor en torno dellecho,losbrazosenalto,echandoternosconlavehemenciadesuexaltación.

—¡Tapones!¡Estomefaltaba!Elmejordíamepediráustedquelecepillelasbotas. ¿Peroestáusted loca, criatura?¿Qué seha figuradousted?Para...sufridosyatieneustedbastanteconelconde.Déjemetranquilo.

Peroellasearrebujabaenlacamallorandoconruidosodesconsuelo.¡Yano quedaban amigos! El maestro era como los otros: en no plegarse a susdeseosseacababalaamistad.Todopalabras,juramentos,ydespués,nielmáspequeñosacrificio.

Se incorporaba de pronto, mostrando entre las blondas misteriosasblancuras, ceñuda, irritada, con una frialdad de reina ofendida. Ya le habíaconocido;sehabíaengañadocontandoconél.YcomoRenovales,confusoporesteenfado,intentaseexcusarse,ellaleatajabaconarrogancia.

—¿Quiereustedonoquiero?alauna...alasdos...

Sí;haríaloqueellaquisiera;veíasetanbajo,queyanoleimportabarodarun poco más. Sermonearía al doctor, echándole en cara su torpeza aldespreciartantafelicidad.(Estolodecíaélcontodasualma,poniendoensuvoztembloresdeenvidia.)¿Quémásdeseabasuhermosadéspota?Podíapedirsinmiedo.Sieranecesario,retaríaalcondeasingularcombatecontodassuscondecoraciones y lomataría para que ella quedase libre y pudiera juntarseconeldoctorcillo.

—¡Guasón!—exclamaba Concha, sonriente por su triunfo.—Es ustedsimpáticocomonadie,peromuymalo.Acérqueseusted,malapersona.

Ylevantandoconlamanecitaunmechóndesucabelleradesauce,lebesóenlafrente,riendodelestremecimientoquesucariciadespertabaenelpintor.Éste sintió que le temblaban las piernas; después, sus brazos intentaronestrecharaquelcuerpotibio,perfumado,queparecíaescurrirsedentrodesusfinasenvolturas.

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—¡Quehasidoenlafrente!—gritóConchaensondeprotesta.—¡Cariciadehermanos,Mariano!¡Quieto!...¡Quemehacedaño!...¡Quellamo!

Y llamó, reconociendo de pronto su debilidad, viéndose próxima a caervencidabajoelapretón locoydominador.Sonóelestremecimientoeléctricoen las profundidades tortuosas de pasillos y gabinetes y se abrió la puerta,entrandoMaryvestidadenegro, con alto delantal y rizadogorro, discreta ysilenciosa. Su carita pálida y sonriente estaba acostumbrada a verlo todo, aadivinarlotodo,sinquesereflejaseenellalamásleveimpresión.

LacondesatendiósumanoaRenovalesconafectuosatranquilidad,comosi la entrada de la doncella interrumpiese su despedida. Lamentaba que semarchasetanpronto:alanocheleveríaenelReal.

Cuandoelpintoraspiróelvientodelacalleysecodeóconlagente,creyódespertardeunapesadilla.Tenía ascode símismo.«Te luces,maestro.»Sudebilidad, que le hacía plegarse a todas las exigencias de la condesa, su vilaceptación a servir de intermediario entre ella y el amante, le daban ahoranáuseas. Pero aun sentía en la frente el roce del beso; aun percibía aquelambiente del dormitorio cargado de la nocturna transpiración de carneperfumada.Eloptimismoseapoderódesupensamiento.Nomarchabamalelasunto;aquelcamino,aunquedesagradable, le llevaríaa la realizacióndesudeseo.

MuchasnochesRenovalesibaalteatroReal,porobedeceraConcha,quedeseabaverle,ypasabaactosenterosenelfondodesupalco,conversandoconella.Militareíadeestecambioenlascostumbresdesupadre,queseacostabatemprano en otros tiempos, para trabajar de buenamañana. Era ella la que,encargadadelascosasdelacasa,porlaeternaenfermedaddemamá,ayudabaalmaestroaponerseel frac,yademás lepeinaba,arreglándoleel lazode lacorbataentremimosyrisas.

—Papaíto, te desconozco: estás hecho un calaverón. ¿Cuándome llevascontigo?...

Élseexcusabagravemente.Erandeberesdelaprofesión;alosartistaslesconvienehacervidade sociedad.Encuanto a llevarla conél... otrodía.Porahoranecesitabairsolo;teníaquehablarconmuchagenteenelteatro.

Otra modificación se verificó en él, provocando los regocijadoscomentariosdeMilita.Papáserejuvenecía.

Cada semana sus cabellos perdían en longitud, bajo irreverentestijeretazos:subarbadisminuía,hastaelpuntodenoquedarmásqueunaligeravegetación de aquel bosque enmarañado que le daba un aspecto feroz. Noqueríaconfundirseporsuaspectoconlosdemás;debíaconservarunpocodesuexteriordeartista,paraquelagentenopasasejuntoalgranRenovalessin

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conocerle;peroprocuraba,dentrodeestedeseo,aproximarseymezclarseconlajuventudbienvestidayelegantequerodeabaalacondesa.

Estatransformacióntampocopasóinadvertidaparaotros.LosalumnosdeBellas Artes se lo mostraban con el dedo desde el paraíso del Real, o sedetenían en las aceras al verle por la noche, con el brillante tubo de sedacoronando la tonsuradamelenayexhibiendoentreel abiertogabánelnítidopeto de su uniforme de fiesta. La cándida admiración de losmuchachos seimaginabaalgranmaestrotronandoanteuncaballete,salvaje,feroz,intratablecomoMiguelÁngel en el encierrode su estudio.Por esto, al verlebajo tandistinto aspecto, le seguían sus ojos con expresión de envidia. «¡Cómo sedivierte el maestro!» Y se imaginaban a las grandes damas disputándoselo,creyendodebuenafequeningunapodíaresistiraunhombrequepintabatanbien.

Los enemigos, los artistas consagrados quemarchaban tras él, rugían ensus conversaciones. «¡Farsante, egoísta!No estaba satisfecho de ganar tantodinero,yahorahacíaelgomosoentrelaaristocracia,paracogermásretratos,parasacarasufirmatodoloquepudiese.»

Cotoner,quesequedabaalgunasnochesenelhotelparahacercompañíaalas señoras, le veía partir con triste sonrisa, moviendo la cabeza. «Mal: suMariano se había casado demasiado pronto. Lo que no había hecho en sujuventud, por la fiebre del trabajo y la gloria, lo hacía ahora, próximo a lavejez.» En muchas partes reían ya de él, adivinando su pasión por la deAlberca,aquelamorsinresultadosprácticos,quelehacíanconvivirconellayMonteverde, tomando aires de mediador bondadoso, de padre tolerante ybueno. El ilustre maestro, al despojarse de su carátula feroz, era un pobrehombre,delquesehablabaconlástima:lecomparabanconHércules,vestidodemujerehilandoalospiesdelabellaseductora.

Había contraído con Monteverde una estrecha amistad, en fuerza detropezarlocercadelacondesa.Yanoleparecíatontoyantipático.Encontrabaenélalgodesuamante,yleeragrataporestosucompañía.Experimentabaesaatracciónplácidaysincelosqueinspiraaciertoshombreselmaridodesuamante.Sentábansejuntosenlosteatros,paseabanenamigableconversación,yeldoctor ibamuchas tardesalestudiodelartista.Desconcertabanconestaintimidadalasgentes,queyanosabíanconcertezaquiéneraelamodeladeAlberca y quién el aspirante, llegando a creer que por unmutuo acuerdo yturnopacífico,vivíanlostresenelmejordelosmundos.

Monteverdeadmirabaalmaestro,yéste,porsusañosylasuperioridaddesu renombre, tomaba sobre él una autoridad paternal. Le reñía cuando lacondesasemostrabaquejosadeél.

—¡Lasmujeres!—decíaeldoctorcongestodecansancio.—Ustednosabe

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loqueson,maestro; sólosirvendeestorbo,paraobstruirleaunosucarrera.Usted ha triunfado porque no se dejó dominar por ellas, porque nadie leconociónuncaunaquerida,porqueesustedunhombreadmirable,unvarónfuerte.

YelpobrevarónfuertecontemplabafijamenteaMonteverde,dudandosiseburlaba.Sentíatentacionesdeaporrearlo,viéndoledespreciarlomismoqueansiabaélconvehementedeseo.

Concha tenía con el maestro mayores intimidades. Le confesaba lo quenuncasehabíaatrevidoadeciraldoctor.

—Áustedselodigotodo,Marianito.Nopuedovivirsinverle.¿Sabeustedloquepienso?Queeldoctoresalgoasícomomimaridoyustedeselamantedecorazón...Nosealtereusted...nosemueva,ollamo.Hedichodecorazón.Lequieroausteddemasiadoparapensarenesasgroseríasqueusteddesea.

Algunas vecesRenovales la encontraba excitada, nerviosa, hablando convozronca,moviendolosfinosdedoscomosiquisieraarañaralaire.Eranlosdíasterriblesquealterabantodalacasa.Marycorría,consupasosilencioso,de salón en salón, perseguida por el repiqueteo de los timbres; el conde seescurríahacialacallecomouncolegialmedroso.Conchaseaburría,sentíasecansada de todo, abominaba de su existencia. Al presentarse el pintor, lefaltabapocoparaarrojarseensusbrazos:

—Sáquemeusteddeaquí,Marianito;meaburro,memuero.Estavidaesparamatarse.¡Mimarido!...esenosecuenta.¡Misamigas!...unasneciasquemedespellejanapenaslasdejo.¡Eldoctor!...uninsubstancial,unaveletaloca.Todosesosseñoresdemitertulia,unosimbéciles.¡Maestro,téngamelástima!Llévemelejosdeaquí.Usteddebeconocerotromundo; losartistas losabentodo...

¡Ay,siellanoestuvieratanvistayalmaestronoloconociesetodoMadrid!Ensunerviosaexcitaciónformulabalosmáslocosproyectos.DeseabasalirdenochedelbrazodeRenovales,ellaconmantónypañueloalacabeza,élconcapaysombrerogacho.Seríasuchulo;ellaimitaríaelgarboyeltaconeodelasmujeresdelacalle,ymarcharíanjuntitos,comodospalomosdelanoche,alossitiosmásmalos;ybeberían,armaríancamorra,élladefenderíacomounvaliente,eiríanapasarlanocheenlaprevención.

Elpintormostrábaseescandalizado.¡Quélocura!Peroella insistíaensusdeseos.

—Ríaseusted,maestro;abraesabocaza...feísimo.¿Quétienedeparticularlo que digo? Usted, con todos sus pelos y chambergos de artista, es unburgués,unalmatranquilaincapazdenadaoriginalparadistraerse.

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AlacordarsedeaquellaparejaquehabíanvistounatardeenlaMoncloa,mostrábase melancólica y sentimental. También le parecía bonito «hacer lagriseta»; pasear del brazo del maestro, como si fuesen una modistilla y unempleadillo;acabarlaexcursiónenunmerendero;yéllameceríaenelverdecolumpio,mientrasellagritabadeplacer,subiendoybajando,con las faldasarremolinadas en torno de sus pies... Esto no era ningún disparate,maestro.¡Placermássencillo...másbucólico!...

¡Lástimaquelosdosfuesentanconocidos!Peroloquesíharían,cuandomenos, era disfrazarse una mañana y correr los barrios bajos; ir al Rastro,comouna pareja recién unida que desea poner casa: el socio y la socia. EnaquellapartedeMadridnolosconoceríanadie.¿Conformes,maestro?...

Yelmaestroloaprobabatodo.PeroaldíasiguienteConchalerecibíaconcierta turbación, mordiéndose los labios, hasta que por fin prorrumpía encarcajadas,recordandolosdisparatesquelehabíapropuesto.

—¡Cómosereiríausteddemí!...Haydíasenqueestoyloca.

Renovales no ocultaba su asentimiento. Sí; estaba algo loca. Pero estalocura,que lehacía sufriralternativasdeesperanzaydesesperación,atraíalemás,consusalegresdisparatesysuspasajerosenfados,queaquellaotraqueleperseguía en su casa, lenta, implacable, silenciosa, apartándose de él coninvencible repugnancia,pero siguiéndolea todos lados,conojosdemalsanaluz siempre lagrimeantes, que tomaban la agudeza hostil del acero apenasiniciaba,porcompasiónoremordimiento,lamásleveintimidad.

¡Oh,lapesadaeinsufriblecomedia!Antesuhijaylosamigosteníanquehablarse,yél,apartandolamiradaparanotropezarconsusojos,colmábaladeatenciones,lareñíadulcementeporsurebeldíaalosconsejosdelosmédicos.Al principio hablaban éstos de neurastenia: ahora era la diabetes la queaumentaba la debilidad de la enferma. Elmaestro lamentábase de la pasivaresistencia que oponía a todos los métodos curativos. Los seguía durantealgunos días, para despreciarlos después con impasible obstinación. Ellaestabamejorquecreían.Loqueellateníanolocurabanlosmédicos.

Porlanoche,alpenetrareneldormitorio,unsilenciodemuertecaíasobreellos;unamuralladeplomoparecíaelevarseentresuscuerpos.Yanoteníanquementir;semirabanfrenteafrente,conmudahostilidad.Suvidanocturnaeraun tormento;peroningunode losdososabamodificarsuexistencia.Suscuerposnopodíanabandonarlacamacomún;encontrabanenellaelmoldedelos años. La rutina de su voluntad les sujetaba a esta habitación y a sumobiliario,conelrecuerdodelostiemposfelicesdelajuventud.

Renovales caía en el profundo sueño del hombre sano, fatigado por eltrabajo. Sus últimos pensamientos eran para la condesa. La veía en esa

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penumbra brumosa que cubre la entrada de lo inconsciente; dormíasepensando en lo que podría decirla al otro día, soñaba conforme a su deseo,viéndola de pie sobre un pedestal, con toda la majestad de su desnudez,venciendoalmármoldelasestatuasmásfamosasconlavidadesucarne.Aldespertar de pronto y extender sus brazos, tropezaba con el cuerpo de lacompañera,pequeño,rígido,ardienteporelfuegodelacalenturaoglacialconunfríodemuerte.Adivinabasuinsomnio.Pasabalanochesincerrarlosojos,pero no se movía, como si todo su vigor se concentrase en algo quecontemplabaconfijezahipnóticaenlaobscuridad.Parecíauncadáver.Eraelobstáculo, el lastre de plomo, el fantasma que aterraba a la otra cuando enciertos instantes de vacilación se inclinaba hacia él, próxima a caer... Y elterrible deseo, el pensamiento monstruoso, asomaba otra vez su horrorosafealdad, anunciando que no habíamuerto, que sólo se había ocultado en lamadrigueracerebralparasurgirmáscruel,másinsolente.

—¿Por qué no?—argüía el despiadado demonio, esparciendo en suimaginaciónelpolvillodeorodelasilusiones.

Amor,gloria,alegría,unaexistencianuevadeartista;elrejuvenecimientodeldoctorFausto;todopodíaesperarlosilamuertepiadosaveníaaayudarle,cortandolacadenaqueleemparejabaconlatristezaylaenfermedad.

Peroinmediatamentesurgíalaprotestadelhorror.Aunquevivíacomounincrédulo,conservabaunalmareligiosa,queenlosmomentosdifícilesdesuexistencia le impulsaba a aclamarse a todos los poderes sobrehumanos ymaravillosos, como si éstos tuvieran el deber ineludible de acudir en suauxilio.«Señor,quitadmeestehorriblepensamiento.Alejadlamalatentación.Quenomuera;queviva,aunqueyoperezca.»

Y al día siguiente, con la agitación del remordimiento, iba en busca deciertos médicos, amigos suyos, para consultarles minuciosamente. Ponía enmovimiento la casa, organizando la curación con arreglo a un vasto plan,distribuyendo las medicinas por horas. Después, tranquilo ya, volvía a sutrabajo, a sus preocupaciones de artista, a sus anhelos de hombre, sinacordarse de sus propósitos, creyendo salvada definitivamente la vida de sumujer.

Éstasepresentóensuestudiounatardedespuésdelalmuerzo,yelpintor,alverla,sintióciertainquietud.HacíamuchotiempoqueJosefinanoentrabaallíalashorasenqueéltrabajaba.

No quiso sentarse; se detuvo junto al caballete, hablando, sinmirar a sumarido,convozlentayhumilde.ARenovalesledabamiedoestasencillez.

—Mariano,vengoahablartedelaniña.

Queríacasarla.Algúndíahabíadeser,ycuantoantesmejor.Ellamoriría

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pronto y deseaba salir del mundo con la tranquilidad de ver a su hija biencolocada.

Renovalescreyódelcasoprotestarruidosamente,contodalavehemenciadelquenoestámuysegurode loquedice. ¡Tapones! ¡Morirse! ¿Yporquéhabíademorir?¡Ahoraqueestabamejorquenunca!Loúnicoquelefaltabaeraatenderlasindicacionesdelosmédicos.

—Morirépronto—repitiófríamente.—Moriréytúquedarástranquilo.Bienlosabes.

Elpintorquisoprotestarconmayoresaspavientosdeindignación,perosusojos se encontraron con la mirada fría de su mujer. Entonces se limitó alevantar los hombros con ademán resignado. No quería discutir; necesitabaconservarsetranquilo.Teníaquepintar;habíadesalir,comotodaslastardes,paraasuntosimportantísimos.

—Estábien;continúa.Militasecasa,¿yconquién?...

Poreldeseodemantenersuautoridad,demostrarciertainiciativayporsuantiguo afecto al discípulo, se apresuró a hablar de éste. ¿Era Soldevilla elcandidato?Unbuenmuchachoydeporvenir.AdorabaaMilita;habíaqueverlatristezadelpobrecillocuandoéstaletratabamal.Haríaunexcelentemarido.

Josefinacortóestacharladelesposoconvozfríaytajante:

—Noquieropintoresparamihija;bienlosabes.Bastantehayconlodesumadre.

Milita se casaría con López de Sosa. Era cosa aceptada por ella. Elmuchacholahabíahablado,ysegurodesuaprobación,dirigiríasudemandaalpadre.

—¿Pero ella le quiere? ¿Tú crees, Josefina, que estas cosas puedenarreglarseatugusto?

—Si le quiere; está conforme y desea casarse. Además, es hija tuya; lomismoaceptaríaalotro.Loqueelladeseaeslibertad,verselejosdesumadre,novivirenlatristezademisenfermedades...Ellanolodice,nosabesiquieraquelopiensa,peroyoloadivino.

Ycomosi alhablarde suhijanopudieramantener la frialdadque teníacon el marido, se llevó una mano a los ojos, recogiendo las silenciosaslágrimas.

Renovales apeló a la brusquedad para salir del paso. Todo eran locuras,invencionesdesucabezaenferma.Debíapensarencurarseynoenotracosa.¡Á qué estas lágrimas! ¿Quería casar a su hija con aquel señorito de losautomóviles?Puesaello.¿Noquería?Puesquelachicasequedaseencasa.

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Ellamandaba;nadielaponíaobstáculos.¡Quesecelebraralabodacuantoantes! Él era un cero y no había por qué consultarle. Pero tranquilidad,¡tapones!... Tenía que trabajar; tenía que salir. Y cuando vio que Josefinaabandonaba el estudio para llorar libremente en otro sitio, dio un bufido desatisfacción,contentodesalirtanbienlibradodeestaescenadifícil.

Le parecía bien López de Sosa. ¡Excelente muchacho!... Y lo mismocualquier otro. Él no disponía de tiempo para fijarse en tales cosas. Suspreocupacioneserandistintas.

Aceptóalfuturoyerno,ymuchasnochessequedóencasaparadarciertoairepatriarcalalasveladasdefamilia.Militaysuprometidohablabanenunextremo del salón. Cotoner, en plena beatitud digestiva, se esforzaba porarrancar con sus palabras una pálida sonrisa a la señora del maestro, quepermanecíaenunrincón,trémuladefrío.Renovales,entrajedecasa,leíalosperiódicos,acariciadoporeseambientedulcedehogartranquilo.¡Silevieselacondesa!...

UnanochesonóenelsalónelnombredeladeAlberca.RepasabaMilitade memoria, con avidez juvenil, la lista de las amigas de la casa, grandesseñorasquenodejaríanpasarsupróximomatrimoniosinunregalomagnifico.

—Conchanoviene—dijolajoven.—Hacemuchotiempoquenolavemosporaquí.

Hubo un silencio penoso, como si el nombre de la condesa enfriase laatmósfera. Cotoner canturreó entre dientes, fingiéndose distraído: López deSosabuscóuncuadernodemúsicasobreelpiano,hablandodeélparadesviarlaconversación.Tambiénésteparecíaenterado.

—No viene porque no debe venir—dijo Josefina desde su rincón.—Yaprocuratupadreverlatodoslosdíasparaquenonosolvide.

Renovales levantó la cabeza con expresión de protesta, como si ledespertasendeunplácidosueño.LosojosdeJosefinaestabanfijosenél,perosincólera,burlonesycrueles.Reflejabanelmismodesprecioconquelehabíaheridoenaquellanochetriste.Yanodijomás,peroelmaestroleíaenaquellosojos:

«Es inútil, buen hombre.Estás loco por ella, la sigues, pero ella es paraotros.Laconozcobien...Todolosé.¡Ay!¡Cómoríenlasgentesdeti!¡Cómomeríoyo!...¡Cómotedesprecio!»

IV

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AprincipiosdelveranoseverificólabodadelahijadeRenovalesconeleleganteLópezdeSosa.Losperiódicospublicaroncolumnasenterashablandodeesteacontecimiento,porelcual,segúnlaexpresióndeciertoscronistas,«seunía la gloria y el esplendor del arte con el prestigio de la aristocracia y lafortuna».NadieseacordabayadelapododeBonitoenescabeche.

Elmaestro Renovales hizo bien las cosas. No teníamás que una hija ydeseabacasarlaconregioaparato;queMadridyEspañaenteraseenterasendeeste suceso, cayendo sobre Milita un rayo de la gloria conquistada por supadre.

La lista de los regalos fue grande. Todas las amistades del maestro,elegantes damas, próceres de la política, artistas famosos y hasta personasreales, figuraron en ella con su correspondiente obsequio.Había para llenaruna tienda. Los dos estudios de honor quedaron convertidos en galerías debazar,coninterminablesmesascargadasdeobjetos;unaexposicióndetelasydijes,visitadaportodaslasamigasdeMilita,aunlasmáslejanasyolvidadas,queveníanafelicitarlaconpalidezdeenvidia.

LacondesadeAlbercaenviótambiénunregalo,enorme,estrepitoso,comosi no quisiera pasar inadvertida entre los amigos de la casa. El doctorMonteverdeestaba representadoporunobjetomodesto, aunque jamáshabíavistoalosnoviosnileligabaalafamiliaotrarelaciónquesuamistadconelmaestro.

Labodasecelebróenelhotel,habilitandoparacapillaunodesusestudios.Cotoner corrió con todo lo referente a la ceremonia, muy satisfecho dedemostrarsuinfluenciacercadelospersonajesdelaIglesia.

Renovalessepreocupódelaliñodelaltar,queriendoquesenotase,hastaen losmenores detalles, lamano de un artista. Sobre un fondo de antiguostapicescolocóunviejotríptico,unacruzmedioeval,todoslosobjetosdecultoque llenaban su estudio como adornos decorativos, y limpios de polvo ytelarañasibanarecobrarporunosinstantessuimportanciareligiosa.

Lasfloresinvadieronconsuolamulticolorelhoteldelilustremaestro.LasqueríaRenovalesentodaspartes;lashabíapedidoaValenciayaMurcia,sinrepararenlacantidad;seextendíanporlosmarcosdelaspuertasylaslíneasdelascornisas:seamontonabanformandogigantescosramosenlasmesasylos rincones. Hasta se balanceaban en paganas guirnaldas de una a otracolumnadelafachada,excitandolacuriosidaddelostranseúntesaglomeradosalotroladodelaverja;mujeresdemantón,muchachoscongrandescestasalacabeza,quepermanecíanembobadosporlanovedad,esperandoqueocurrieseenaquellacasaalgoextraordinario,siguiendolasidasyvenidasdeloscriadosque entraban atriles de música y un par de contrabajos ocultos en fundascharoladas.

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De buenamañana andaba Renovales de un lado a otro, con dos bandassobre la pechera y una constelación de astros dorados y centelleantes,cubriendo todo un lado de su frac. Cotoner también se había puesto lasinsignias de sus varias órdenes pontificias. El maestro se contemplaba concierta satisfacción en todos los espejos, admirando igualmente a su amigo.Habíaqueponerseguapos;una fiesta comoestayano laveríanmás.Hacíapreguntas incesantemente a su compañero, para convencerse de que nadafaltaba en los preparativos. El maestro Pedraza, gran amigo de Renovales,dirigía laorquesta.Sehabían reunido todos losmúsicosmejoresdeMadrid,profesores del Real en su mayoría. El coro era bueno, pero como vocesnotablessólohabíapodidoecharmanodelosartistasqueresidíanfijamenteenlacapital.Laépocanoeralamejor;losteatrosestabancerrados...

Cotoner seguía exponiendo sus trabajos. A las diez en punto llegaría elNuncio,monseñorOrlandi,granamigodeél;unbarbián,todavíajoven,alquehabía conocido enRomade prelado doméstico.Bastaron cuatro palabras deCotoner para que se dignase concederle el honor de casar a los chicos.Losamigossonparalasocasiones.Yelpintordelospapas,satisfechodesalirdesu insignificancia, iba de salón en salón, disponiéndolo todo, seguido delmaestro,queaprobabasusórdenes.

Enunestudiolosmúsicosylasmesasparaellunch.Lasotrasnavesparalosinvitados.¿Faltabaalgo?...Losdosartistascontemplabanelaltar,consustapicesdeapagadoscoloresysuscandelabros,crucesyrelicarios,deunoromate y viejo que parecía tragarse la luz sin devolverla. Nada faltaba. Telasantiguasyguirnaldasdeflorescubríanlasparedes,ocultandolosestudiosdecolor delmaestro, ciertos cuadros sin acabar, obras profanas que no podíantolerarse en el ambiente discreto y entonado de aquella nave convertida encapilla. El suelo estaba cubierto en parte por alfombras vistosas, persas ymorunas. Frente al altar dos reclinatorios, y tras ellos, para los invitados demás importancia, todos los asientos lujosos del estudio: sillones blancos delsigloXVIII,conescenaspastorilesbordadas, tijerasgriegas,sitialesderobletallado, asientos venecianos, sillas sombrías de interminable respaldo; unabizarraconfusióndealmacéndeantigüedades.

De pronto Cotoner dio un paso atrás, como escandalizado. ¡Quédistracción! ¡Buena la habrían hecho de no fijarse él!... En el fondo delestudio,frentealaltarquecortabaunagranpartedelavidriera,yrecibiendodirectamente la luzdeésta,destacábaseunamujerenorme,blanca,desnuda,conunamanovelandosusexoylaotracruzadaanteelsalientepecho.EralaVenusdeMédicis,unapiezasoberbiademármolqueRenovaleshabíatraídode Italia. La pagana belleza parecía desafiar, con su blancura luminosa, elamarillo mortecino de los sacros objetos alineados en el extremo opuesto.Habituadosaverlalosdosartistas,habíanpasadovariasvecesjuntoaella,sin

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repararensudesnudez,queparecíamásinsolenteytriunfadoraalconvertirseelestudioenoratorio.

Cotonerrompióareír.

—¡Quéescándalosinolavemos!... ¡Quéhubiesendicholasseñoras!MiamigoOrlandi creería que lo habías hecho tú, con cierta intención, pues tetieneporalgoverde...Anda,hijo;busquemosalgoconquetaparaestadama.

Encontraron,despuésdemuchobuscareneldesordendelosestudios,unatelaindiadealgodón,pintarrajeadadeelefantesyfloresdeloto;laextendieronsobre lacabezade ladiosa, cubriéndolahasta lospies,yallíquedócomosifueseunmisterio,unasorpresaparalosinvitados.

Ibanllegandoéstos.Fueradelhotel,juntoalaverja,sonabaelpiafardeloscaballos y el estrépito de las portezuelas al cerrarse. Lejos rodaban otroscarruajes,conrumorcadavezmáspróximo.Enelvestíbulosonabaelrocedelasedaarrastrandoporelsueloyloscriadosibandeunladoaotrorecogiendolosabrigosyponiéndolesnúmeroscomoenlosteatros,paraalmacenarlosenungabinete, convertido enguardarropa.Cotonerdirigía a la servidumbredecararasuradaoluengaspatillas,vestidaconfracsdescoloridos.Renovales,entanto, sonreía, encorvándose con graciosas inclinaciones, saludando a lasseñorasquellegabanconmantillasblancasonegras,estrechandolasmanosdeloshombres,algunosdeloscualesostentabanvistososuniformes.

El maestro sentíase conmovido por este desfile que cruzaba con ciertaceremonia sus salonesyestudios.Sonábanleen losoídos, comounamúsicaacariciadora,elarrastredelasfaldas,elrumordelosabanicosalagitarse,lossaludosdelasgentes,loselogiosqueledirigíanporsubuengusto.Llegabantodosconlamismasatisfaccióndeveryservistosquelesacompañabaalosestrenosteatralesyalasfuncionesdegrangala.Músicabuena,asistenciadelNuncio,preparativosdelgranlunchqueparecíanolfatear,yademáslacertezadeversunombreimpresoaldíasiguiente,deencontrarsetalvezretratadoenalgún periódico de monos. La boda de Emilia Renovales era unacontecimiento.

Entre la ola de gente elegante que se deslizaba sin cesar, invadiéndolotodo, veíanse algunos jóvenes llevando en alto, con apresuramiento, susmáquinas fotográficas. ¡Tendrían instantáneas! Los que guardaban ciertoresquemorcontrael artista, acordándosede locaroque leshabíacostadosuretrato, leperdonabanahoragenerosamente, excusandosu rapacidad.Eraunmaestroquevivíacomoungranseñor...YRenovales ibadeun ladoaotro,estrechandomanos,haciendocortesías,hablandoconcierta incoherencia,nosabiendoadóndeacudir.Duranteunmomentoquepermanecióenelvestíbulo,viountrozodejardínllenodesol,cubiertodeflores,yalotroladodelaverjaunamasanegra:lamultitudadmiradayrisueña.Aspiróelperfumedelasrosas

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ydelasesenciasfemeniles,sintiendodescenderporsupecholavoluptuosidaddeloptimismo.Lavidaeraunagrancosa.Lapobremuchedumbre,agolpadafuera, lehizorecordarconciertoorgulloalhijodelherrero. ¡Dios!¡Ycómohabía subido!... Sentía agradecimiento hacia aquella gente rica y ociosa quesustentaba su bienestar: esforzábase por que nada la faltase y abrumaba aCotoner con sus recomendaciones.Éste se revolvía contra elmaestro con laarrogancia del que ejerce autoridad. Su puesto estaba dentro, cerca de losinvitados. Debía dejarle a él, que sabía sus obligaciones. Y volviendo laespaldaaMariano,dabaórdenesaloscriadosyenseñabaelcaminoalosquellegaban,bastándoleunamiradaparareconocersuclase.«Poraquí,señores.»

Eraungrupodemúsicos,yloencaminabaporunpasillodelaservidumbreparaquellegaseasusatrilessinmezclarseconlosinvitados.Despuésreñíaaunatropademarmitones,quetraíanconretrasolasúltimasremesasdellunch,yavanzabanentrelaconcurrencialevantandosobrelascabezasdelasseñoraslosgrandescestosdemimbres.

Cotonerabandonósupuestoalversurgirdelaescalinataunsombrerodefelpa,conborlasdeoro,sobreunacarapálida:despuésunasotanadesedaconbotonesyfajínmorados,flanqueadadeotrasdos,negrasymodestas.

—¡Oh,monsignore!¡MonsignoreOrlandi!¿Vabene?¿Vabene?

Le besó la mano, arqueándose con una gran reverencia, y después deenterarsede su saludconansioso interés, comosino lehubiesevistoeldíaanterior,rompiólamarcha,abriéndolepasoenlossalonesllenosdegente.

—¡ElNuncio!¡ElNunciodeSuSantidad!

Loshombres,conunrecogimientodepersonasdecentesquesabenrespetarlas potestades, cesaban de reír, de hablar con las señoras, y se inclinabangravemente,recogiendoalpasoaquellamanofinaypálida,unamanodedamaantigua, para besar la enorme piedra de su anillo. Ellas contemplaban unmomento,conojoshúmedos,amonseñorOrlandi,unpreladodistinguidísimo,undiplomáticodelaIglesia,unnobledelaviejanoblezaromana,alto,enjuto,con fina palidez de hostia, el pelo negro, los ojos imperiosos, y en ellos unbrillointensodellama.

Tenía en sus movimientos una gentileza arrogante que recordaba laaposturade los toreros.Lasbocas femeninasseposabanávidasensumano,mientras él contemplaba con ojos enigmáticos la fila de nucas adorablesinclinadasasupaso.Cotonerseguíaavanzando,abriéndolepaso,orgullosodesupapel,conmovidoporel respetoque infundíasu ilustreamigoelbarbián.¡Quégrancosalareligión!...

Loacompañóhasta la sacristía,queeraelcuartodondesedesnudabanyvestían las modelos. Quedó a la parte de fuera, discretamente; pero a cada

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instantesalíaensubuscaunouotrodelosfamiliares,jovenzuelosvivarachos,demovilidadfemenilylejanoperfume,queconsiderabanconciertorespetoalartista,creyéndoleunpersonaje.LlamabanalsignoreCotoner,pidiéndolequelesayudaseabuscarciertascosasquemonseñorhabíaenviadoeldíaantes,yelbohemio,paraevitarsenuevasreclamaciones,acabóporentrarenelcuartodelasmodelos,colaborandoenelsacrotocadodesuilustreamigo.

Enlossalonessearremolinólaconcurrencia;cesaronlasconversacionesyuna avalancha de gente, después de agolparse ante una puerta, se abriódejandopaso.

Avanzó lanovia, apoyadaen elbrazodeun imponente señor, que era elpadrino,todablanca;blancodemarfileltraje,blancodenieveelvelo,blancodenácarlasflores.Nohabíaenellaotrocolorvivoqueelrosasaludabledesusmejillas y el rojo tostado de sus labios. Sonreía a un lado y a otro, sincortedad,sin timidez,satisfechadelafiestaydeserellasuprincipalobjeto.Después pasaba el novio, dando el brazo a su nueva madre, la esposa delpintor,máspequeñaquenunca,encogidaensuvestidodeceremonia,queleveníagrande,aturdidaporestesucesoruidosoquerasgabaladolorosacalmadesuexistencia.

¿Y el padre?... Renovales faltó a la ceremoniosa entrada: estabaocupadísimoatendiendoalosinvitados;lereteníaenunextremodelsalónunarisa graciosa, medio oculta tras un abanico. Se había sentido tocado en unhombro,yalvolversevioalsolemnecondedeAlbercallevandodelbrazoasuesposa.Elcondelehabíafelicitadoporelaspectodesusestudios:todomuyartístico.Lacondesalefelicitabatambién,entonozumbón,porlaimportanciaqueaquelsucesoteníaensuvida.Llegabaelmomentoderetirarse,dedeciradiósalajuventud.

—Learrinconanausted,queridomaestro.Prontolevanallamarabuelo.

Reíagozándoseen la turbaciónyel ruborque lecausabanestaspalabrascompasivas. Pero antes de que Mariano pudiera contestar a la condesa, sesintióarrastradoporCotoner.¿Quéhacíaallí?Losnoviosestabanenelaltar;Monseñor comenzaba sus oficios; el asiento del padre permanecía vacío.YRenovales pasó media hora de tedio, siguiendo con mirada distraída lasceremonias del prelado. Lejos, en el último estudio, rompieron losinstrumentos de cuerda en ruidoso acorde, y se desarrolló una melodía demundano misticismo, extendiendo sus ondas sonoras, de habitación enhabitación,enunambientecargadodeperfumederosasajadas.

Luego, una vozdulce, coreadapor otrasmás roncas, comenzó a entonaruna plegaria que tenía el voluptuoso ritmo de las serenatas italianas. Unaemoción de pasajero sentimentalismo, pareció conmover a los invitados.Cotoner, que vigilaba cerca del altar para que nada faltase a Monseñor,

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sentíase enternecido por lamúsica, por el aspecto de aquellamuchedumbredistinguida,porlagravedadteatralconqueelprócerromanosabíaejecutarlasceremoniasdesuprofesión.MirandoaMilitatanhermosa,arrodilladayconlos ojos bajos en la envoltura de su velo de nieve, el pobre bohemioparpadeabaparacontenersuslágrimas.Sentíalamismaemociónquesiselecasaseunahija;¡él,quenohabíatenidoninguna!

Renovalesseincorporaba,buscandolosojosdelacondesaporencimadelas mantillas blancas y negras. Unas veces los encontraba fijos en él, conexpresión burlona; otras los veía buscando a Monteverde en la masa deseñoresquellenabalapuerta.

Hubo unmomento en que el pintor atendió a la ceremonia. ¡Cuán largaera!... La música había cesado; Monseñor, de espaldas al altar, avanzabaalgunospasoshacialosreciéncasados,extendiendolasmanos,comosifueseahablarles.Sehizounprofundosilencioylavozdelitalianocomenzóasonaren este recogimiento, con una pastosidad cantante, vacilando ante algunaspalabras, supliéndolas con otras de su idioma. Expuso sus deberes a loscónyugesyseextendió,conciertaanimaciónoratoria,alelogiarsuorigen.Deéldijopoco:eraunrepresentantedelasclaseselevadas,dedondesurgenlosconductoresdehombres;yaconocíasusdeberes.Ellaera ladescendientedeungranpintordefamauniversal:deunartista.

Yalnombraralarte,elpreladoromanoenardecíase,comosielogiasesupropia estirpe, con el profundo y firme entusiasmo de una vida transcurridaentre las espléndidas decoraciones semipaganas del Vaticano. «Después deDios,nohaynadacomoelarte...»Ytrasestaafirmación,conlaquecreabaala novia una nobleza superior a la de muchas de aquellas gentes que lacontemplaban,elogiólasvirtudesdesuspadres.Tuvoacentosadmirablesparael amor puro y la fidelidad cristiana, lazos con los que llegaban unidos,Renovales y su mujer, a las puertas de la vejez, y que seguramente lesacompañaríanhastalamuerte.Elpintorbajólacabeza,temiendoencontrarlasmiradasburlonasdeConcha.SonaronloslamentosahogadosdeJosefina,conlacaraocultaenlablondadesumantilla.Cotonercreyódelcasoapoyarcondiscretasafirmacionesdecabezaloselogiosdelprelado.

Después la orquesta tocó ruidosamente la Marcha nupcial, deMendelssohn; crujieron las sillas al ser echadas atrás, abalanzáronse lasseñoras hacia la novia, y un zumbido de felicitaciones, formuladas a gritos,porencimade lascabezas,ydeestrujonesporquién llegaríaantes,apagóelvibrar de las cuerdas y el sordo rugido del metal. Monseñor, perdida suimportanciaalterminarlaceremonia,sedirigióconsusfamiliaresalcuartodelasmodelos,pasandoinadvertidoentrelosgrupos.Lanoviasonreíaresignada,entreelcírculodebrazosfemeninosquelaestrujabanydebocasamigasquecaíansobreellaconinterminablebesuqueo.Mostrabaasombroporlasencillez

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delacto.¿Yanoquedabamás?¿Realmenteestabacasada?...

Cotoner vio a Josefina abriéndose paso,mirando con cierta impacienciaentreloshombrosdelasgentes,conlacaraanimadaporunaoleadadesangre.Suinstintodearregladorleavisólaproximidaddeunpeligro.

—Cójase de mi brazo, Josefina. Vamos fuera a respirar. Esto estáimposible.

Tomósubrazo,peroenvezdeseguirlelearrastróentrelasgentesqueseagolpabanentornodesuhija,hastaquesedetuvoviendo,porfin,alacondesadeAlberca. El prudente amigo se estremeció. Lo que él creía; buscaba a laotra.

—¡Josefina...Josefina!....¡QueestamosenlabodadeMilita!...

Perosurecomendaciónfueinútil.Concha,alverasuantiguaamiga,corrióa ella. «¡Querida! ¡Tanto tiempo sin verte! Un beso... otro.» Y la besóruidosamente,congrandes transportesdeefusión.Lamujercita sólo tuvounintento de resistencia; pero se entregó, desalentada, sonriendo con tristeza,vencidaporlacostumbreylaeducación.Devolvióaquellosbesosfríamente,congestodeindiferencia.NoodiabaaConcha.Sisumaridonoibaaella,iríaaotra;laenemigatemible,laverdadera,estabadentrodeél.

Losnovios,cogidosdelbrazo,risueñosyalgofatigadosporlavehemenciade las felicitaciones, atravesaron los grupos, desapareciendo seguidos de losacordesdelamarchatriunfal.

Calló la música, y la gente asaltó aquellas mesas cubiertas de botellas,fiambres y dulces, tras las cuales corrían azorados los criados, no sabiendocómo atender a tantamanga negra, a tanto brazo blanco, que agarraban losplatosdefiletedoradoyloscuchilletesdenácarcruzadossobrelosmanjares.Era unmotín sonriente y bien educado, pero que se empujaba, pisando lascolas de los vestidos, haciendo jugar los codos, como si al terminar laceremoniatodossesintiesenatenaceadosporelhambre.

Conelplatoenlamano,sofocadosyjadeantestraselasalto,seesparcíanpor los estudios, comiendo hasta en el mismo altar. No había criados paratanto llamamiento: los jóvenes,arrebatando lasbotellasdeChampagne, ibande un lado a otro sirviendo copas a las señoras. Con discreta alegría sesaqueaban lasmesas. Cubríanlas los domésticos apresuradamente, y con nomenos rapidez venían abajo las pirámides de emparedados, de frutas, dedulces,ydesaparecían lasbotellas.Los taponazossonabandobleso triplesauntiempo,conincesantetiroteo.

Renovalescorríacomouncriado,cargadodeplatosycopas,yendodesdelasmesas rodeadas de gente, a los rincones donde estaban sentadas algunas

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damasamigas.LadeAlberca tomabaairesdedueña; lehacía iryvenirconincesantespeticiones.

Enunodeestosviajes tropezóconSoldevilla,elamadodiscípulo.No lehabíavisto enmucho tiempo.Parecía triste, pero se consolabamirándose elchaleco;unanovedadquehabíadadogolpeentrelagentejoven;deterciopelonegro,labradoaflores,yconbotonesdeoro.

Elmaestrocreyóquedebíaconsolarle:¡pobremuchacho!Porprimeravezledioaentenderque«estabaenelsecreto».

—Yo quería otra cosa para mi hija, pero no ha podido ser. ¡A trabajar,Soldevillita!¡Ánimo!Nosotrosnodebemostenerotraqueridaquelapintura.

Ysatisfechodeesteconsuelobondadoso,volvióalladodelacondesa.

Á mediodía terminó la fiesta. López de Sosa y su mujer volvieron apresentarse en traje de viaje: él con un abrigo de piel de zorro, a pesar delcalor,gorradecueroyaltaspolainas;ellaconunlargoimpermeablehastalospies y la cabeza oculta en un turbante de velos espesos, como una odaliscafugitiva.

Á la puerta les esperaba la última adquisición del novio: un vehículo deochentacaballosquehabíacompradoparasuviajedeboda.Pasaríanlanochea algunos centenares de kilómetros, en el riñón deCastilla laVieja, en unafincaheredadadesuspadres,quenuncahabíavisitado.

Boda modernista, como decía Cotoner; la intimidad amorosa en plenacarretera, sin otro testigo que las discretas espaldas del chauffeur. Al díasiguientepensabansaliracorrerEuropa.LlegaríanhastaBerlín;talvezfuesenmáslejos.

LópezdeSosarepartióvigorososapretonesdemanos,conlaarroganciadeunexplorador,ysaliópararevisarsuautomóvilantesdepartir.Militasedejóabrazar,llevándoseensuenvolturadeveloslaslágrimasdelamadre.

—¡Adiós!¡Adiós,hijamía!...

Yseacabólaboda.

Quedaron solos Renovales y su mujer. La ausencia de la hija, parecióagrandar su soledad, ensanchando la distancia entre ellos. Se miraban conextrañeza,hurañosy tristes,sinunavozque,surgiendoentresusilencio, lessirvieradepuenteparacambiaralgunaspalabras.Ibaasersuexistenciacomola de los presidiarios que se odian y marchan juntos, unidos por la mismacadena, en penosa promiscuidad, teniendo que confundir los más bajosmenesteresdelavida.

Los dos pensaron, como remedio a este aislamiento que les infundía

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miedo, en llevar a vivir con ellos a los recién casados. El hotel era grande,tenía espacio para todos. Pero Milita se opuso, con dulce tenacidad, y suesposo le hizo coro. Necesitaba vivir cerca de sus cocheras, de su garaje.Además, ¿dónde establecería él, sin escándalo del suegro, las preciosidadesquecoleccionaba,sugranmuseodecabezasdetorosytrajesensangrentadosdematadorescélebres,queeralaadmiracióndesusamigosyobjetodegrancuriosidadparamuchosextranjeros?...

Al quedar solos el pintor y sumujer, les pareció que en unmes habíanenvejecidomuchosaños:encontraronsuhotelmásenorme,másdesierto,conlasonoridadyelsilenciode losmonumentosabandonados.RenovalesquisoqueCotonersetrasladasealhotel;peroelbohemioseexcusóconciertotemor.Comeríaconellos;pasaríagranpartedeldíaensucasa;eransuúnicafamilia;pero él deseaba conservar su libertad; no podía prescindir del trato con susnumerosasamistades.

Bienentradoelverano,elmaestro indujoasumujera realizarelmismoviajedeotrosaños.Iríanaunaplayaandaluzapococonocida;unpueblecillode pescadores en el que el artista había pintadomuchos de sus cuadros. SeaburríaenMadrid.LacondesadeAlbercaestabaenBiarritzconsumarido.EldoctorMonteverdesehabíamarchadotambién,arrastradoporella.

Hicieronelviaje,peroéstenodurómásdeunmes.Apenassielmaestropudollenardoslienzos.Josefinasintióseenferma.Alllegaralaplaya,suvidasufrió una saludable reacción. Se mostraba más alegre; permanecía horasenteras sentada en la arena, tostándose al sol, con una impasibilidad deenferma hambrienta de calor, contemplando el mar con ojos inexpresivos,cerca de su marido que pintaba rodeado de un semicírculo de gentesmiserables. Parecía más alegre, cantaba, sonreía algunas veces al maestro,comosiloperdonasetodoyquisieraolvidar;perodeprontohabíacaídosobreella una sombra de tristeza; su cuerpo se sintió paralizado otra vez por ladebilidad.Cobróaversióna laplayaalegre,a ladulcevidaalaire libre,conesarepugnanciadeciertosenfermosalaluzyelruido,queleshaceocultarseen las profundidades del lecho. Suspiró por su triste casa de Madrid. Allíestabamejor;sentíasemásfuerte, rodeadaderecuerdos;secreíamásseguradelnegropeligroquerondabaentornodeella.Además,ansiabaverasuhija.Renovalesdebíatelegrafiarasuyerno.YahabíancorridobastanteporEuropa;quevolviesen;ellanecesitabaveraMilita.

RegresaronaMadridafinesdeSeptiembre,ypocodespuésseunieronaelloslosreciéncasados,satisfechosdesuexcursión,ymássatisfechosaúndeverseentierraconocida.LópezdeSosahabíasufridoconociendogentesmáspoderosas que él, que le humillaban con el lujo de sus trenes. Su mujerdeseabavivirentrepersonasamigasparaqueadmirasensubienestar.Dolíasedelafaltadecuriosidaddeaquellospaísesdondenadiesepreocupabadeella.

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Josefinaparecióanimarseconlapresenciadesuhija.Éstallegabamuchastardes, ostentando su lujo, que aunparecíamás estrepitoso en aquelMadridveraniego, abandonado por la gente elegante, y se llevaba a su madre,paseándola en automóvil por las inmediaciones de la capital, corriendo loscaminos llenosdepolvo.Otrasvecesera Josefina laque, enunarranquedevoluntad, vencía la torpeza de su cuerpo, yendo a casa de su hija (un pisoprincipaldelacalledeOlózaga)yadmirandoelconfortmodernodequevivíarodeada.

Elmaestroparecíaaburrido.Noteníaretratosquepintar;leeraimposiblehacer nada en Madrid, saturado aún de la luz esplendente y los intensoscoloresdelaplayamediterránea.Además,lefaltabalacompañíadeCotoner,pueséstesehabíaidoaunapequeñaciudadcastellana,dehistóricaranciedad,donderecibíaconcómicaaltivezloshonoresdebidosalgenio,viviendoenelpalaciodelpreladoyasesinandoconunarestauración infamevarioscuadrosdelacatedral.

LasoledadaguzabaenRenovaleselrecuerdodeladeAlberca.Ésta,porsuparte, con gran abundancia epistolar, hacíase presente todos los días en lamemoria del pintor. Le había escrito al pueblecillo de la costa y le escribíaahoraaMadrid,queriendosabercuálera suvida, interesándosepor losmásinsignificantes detalles, relatándole la suya conuna exuberancia que llenabapliegosypliegos,encerrandobajocadasobreunaverdaderahistoria.

El pintor seguía la existencia deConchaminuto porminuto, como si laestuviesepresenciando.LehablabadeDarwin,ocultandobajoestenombreaMonteverde; se quejaba de su frialdad, de su indiferencia, de aquel aire deconmiseración con que acogía su apasionamiento. «¡Ay, maestro, soy muydesgraciada!»Otrosdíaslacartaeratriunfal,optimista:lacondesamostrábaseradiante,yelpintorleíaentrelíneassusatisfacción,adivinabasuembriagueztrasaquellasentrevistasaudaces,enlapropiacasa,desafiandolacegueradelmarido.Yellaselocontabatodo,conunaconfianzaimpúdicaydesesperante,como si fuese de su mismo sexo, como si no pudiera sentir la más leveemociónanteestasconfidencias.

EnlasúltimascartasmostrábaseConcha locadealegría.ElcondeestabaenSanSebastián para despedirse de sus reyes: una altamisión diplomática.Aunquenoeradelacarrera,lehabíanescogidocomorepresentantedelamássolemnenoblezaespañola,parallevarelToisónaunprincipillodeunodelosmásdiminutosestadosalemanes.Elpobreseñor,yaquenoalcanzabalaáureadistinción, consolábase llevándola a otros con gran pompa. Renovalespresentíaentodoestolamanodelacondesa.Suscartasirradiabanlaalegría.Iba a quedarse sola conDarwin, pues el noble señor estaría ausentemuchotiempo.¡Lavidamaritalconeldoctor,sinriesgosniinquietudes!...

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Renovalessóloleíaestascartasporcuriosidad;yanodespertabanenélunaemoción intensa y duradera. Se había acostumbrado a su situación deconfidente: se enfriaba su deseo con la franqueza de aquella mujer que selibrabaaél,comunicándoletodossussecretos.Sucuerpoeraloúnicoquelequedabaporconocer;suvidainternalaposeíacomoningunodesusamantes,ycomenzabaasentirsefatigadodeestaposesión.Ladistanciaylaausencialeinfundían una fría serenidad. Al acabar la lectura de estas cartas pensabasiemprelomismo.«Estáloca;¿quémeimportaránamísussecretos?...»

Transcurrió una semana sin que recibiese noticias de Biarritz. Losperiódicoshablabandel viajedel respetable condedeAlberca.Ya estaba enAlemania,contodosucortejo,preparándoseacolocarelnoblecorderosobrelosprincipescoshombros.Renovalessonreíamaliciosamente,sinemoción,sinenvidia,alpensarenelsilenciodelacondesa.Susoledadlahabíatraído,sinduda,grandesocupaciones...

Depronto,unatardetuvonoticiasdeelladelmodomásinesperado.SalíaRenovalesdesuhotel,alapuestadelsol,paradarunpaseoporlosaltosdelHipódromo, a lo largo del Canalillo, contemplando Madrid desde estaeminencia, cuando en la puerta de la verja, unmuchachillo de rojodolmán,mandadero de una agencia, le tendió una carta. El pintor hizo un gesto desorpresa al reconocer la letra de Concha. Cuatro renglones apresurados,nerviosos. Acababa de llegar aquella tarde en el exprés de Francia, con sudoncellaMary.Estabasolaencasa.«Vengausted...Corra...Noticiasgraves;voyamorir.»Yelmaestrocorrió,aunqueno le impresionasegrancosaesteanuncio de muerte. Ya sería algo menos. Estaba acostumbrado a lasexageracionesdelacondesa.

La casa señorial de los Alberca tenía la sonoridad, la penumbra y elambiente polvoroso de los edificios abandonados. No quedaba en ella otraservidumbrequeelportero.Juntoalaescalerajugueteabansushijos,comosiaun no estuviesen enterados de la llegada de la señora.Arriba, losmueblesestabanenfundadosdegris;laslámparasconenvoltoriosdetela;losbroncesylaslunasdelosespejos,matesycomomuertosbajounacapadepolvo.Maryle abrió la puerta, guiándole al través de los salones obscuros, de fétidaatmósfera,conlosbalconescerrados,faltosdecortinajesysinotraluzquelaqueentrabaporlasrendijas.

En un gabinete tropezó con varias maletas, todavía llenas, caídas yolvidadasenlaprecipitacióndeunallegadaanormal.

Altérminodeestaperegrinación,casiatientasporlacasaabandonada,viounamanchadeluz,lapuertadeldormitoriodelacondesa,laúnicahabitaciónconvida, iluminadaporel lejanoresplandordelsolponiente.Conchaestabaallí, juntoalaventana,hundidaenunsillón,conelceñofruncido,lamirada

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perdida,coloreadadeuntonoanaranjadoporlaluzmoribunda.

Alveralpintor,púsosedepieconunmovimientoderesorte,extendiólosbrazosycorrióaél,comosilapersiguiesen.

—¡Mariano!¡Maestro!¡Sefue!...¡Meabandonaparasiempre!...

Suvozeraunalarido:seabrazabaaél,hundiendosucabezaenunodesushombros,mojándolelabarbaconlaslágrimasquecomenzabanasurgirdesusojoscayendogotaagota.

Renovales, a impulsos de la sorpresa, la repelió dulcemente, y la hizovolveralsillón.

—¿Peroquiénsehaido?¿Quiénesese?...¿Darwin?

Sí; él. Todo había acabado. La condesa apenas podía hablar; un hipodoloroso cortaba sus palabras. La rabia de verse abandonada y su orgullopisoteado, revolvíanse haciendo temblar su cuerpo. Había huido en plenadicha, cuandoella creía tenerlemás seguro, cuandogozabandeuna libertadque nunca habían conocido. El señor estaba cansado; la amaba aún—segúndecíaenunacarta,—perodeseabaverselibreparacontinuarsusestudios.Huíaagradecidoasusbondades,ahítodetantoamor,paraocultarseenelextranjeroyserungrandehombre,nopensandomásenmujeres.Asídecíaenlosbrevesrenglones que la había enviado al desaparecer. ¡Mentira, todomentira! Ellaadivinabaotrascosas.Elmiserablesehabíaescapadoconunacocotte,traslacualseleibanlosojosenlaplayadeBiarritz.Unafea,degraciacanallesca,que debía enloquecer a los hombres conmisteriosas variedades del pecado.¡Las personas decentes cansaban a aquel señorito! Debía también sentirseofendido porque no le alcanzaba la cátedra, porque no le habían hechodiputado. ¡Señor! ¿Qué culpa tenía ella de estos fracasos? ¿No había hechotodoloposible?...

—¡Ay, Mariano! Yo creo que voy a morir. Esto no es amor; ya no lequiero:¡ledetesto!Esrabia,indignación,deseosdecogeraesemequetrefe...ansiasdeahogarle.¡Contantaslocurasquehehechoporél!...Señor,¡dóndeteníayolosojos!

Alverseabandonadanohabíasentadomásqueundeseo:correrenbuscadelbuenamigo,delconsejero,delhermano;iraMadridparaveraRenovalesycontárselotodo,¡todo!,impulsadaporsunecesidaddeconfesarseconél,decomunicarlehastaciertossecretoscuyorecuerdolahacíaenrojecer.

No tenía en el mundo nadie que la amase desinteresadamente, nadie aexcepción del maestro: y con la misma precipitación que si se vieraabandonada en medio del desierto y de la noche, había corrido hacia él,pidiendocaloryamparo.

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Esteanhelodeserprotegida,recrudecíaseenpresenciadelpintor.Volvíaair a él, con los brazos abiertos, colgándose de su cuello, gimiendo con unterrordehistérica,comosisecreyerarodeadadepeligros.

—Maestro: sólo le tengo a usted. ¡Mariano, usted es mi vida! ¿No meabandonaránunca?¿Serásiempremihermano?...

Renovales,aturdidoporlaprecipitacióndeestaescena,porelimpulsodeaquellamujerquesiemprelehabíarepelido,yahoradeprontosepegabaaél,nopudiendosostenersemásquecogidaasucuello,intentabadesligarsedelosbrazosqueleoprimían.

Después de la primera sorpresa persistía en él cierta frialdad. Sentíasemolestadoporestadesesperaciónorgullosa,queeraobradelotro.

Ladeseada,lahembradelensueño,veníaaél,parecíaabrirseconhistéricobostezo, ansiosa de devorarle, sin darse cuenta tal vez de lo que hacía,empujadaporlainconscienciadesuestadoanormal;peroélseechabaatrás,con repentino miedo, indeciso y cobarde ante la acción, dolido de que larealidaddesusanhelossepresentara,novoluntariamente,sinoaimpulsosdeldesengañoyelabandono.

Conchaseapretabacontraél,ansiosadesentirlaproteccióndesucuerpovigoroso.

—¡Maestro!¡amigo!¡Ustednomeabandonará!¡Ustedesbueno!...

Y cerrando los ojos, que ya no lloraban, besábale el musculoso cuello,elevaba la mirada húmeda, buscando su rostro en la penumbra. Apenas seveían: la habitación estaba en misterioso crepúsculo, con todos los objetossumidosenlaindecisióndeunensueño:lahorapeligrosaqueleshabíaatraídoporvezprimeraenlasoledaddelestudio.

De pronto, ella se separó con repentino terror, huyendo del maestro,refugiándoseenlassombrasmásdensas,perseguidaporunasmanosávidas.

—¡No;esono!¡Nostraerádesgracias!Amigos...¡amigosnadamás,yporsiempre!

Suvoz,aldeciresto,erasincera,perodébil,desfallecida;vozdevíctimaqueseresisteeintentadefendersesinfuerzas.Elpintor,perdidoenlasombra,sintiólabestialsatisfaccióndelguerreroprimitivo,quetraslaslargashambresen el desierto, hartábase de las abundancias de la ciudad asaltada, entrerugidossalvajes.

Cuandodespertóeradenoche.Laluzdelosreverberosdelacalleentrabaporlasventanasconresplandorrojizoylejano.

Elartista seestremecióconuna impresiónde frío,comosiemergiesede

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una onda, olorosa y susurrante, que le había envuelto, no recordaba cuántotiempo.Sentíasedébil,anonadado,con la inquietuddelniñodespuésdeunamalaacción.

Concha se lamentaba junto a él. ¡Qué locura!Todo había sido contra suvoluntad: presentía grandes desgracias. Su miedo turbaba el placenteroabandono, que la hacía permanecer inmóvil en las últimas dulzuras delsacrificio.

Ella fue la primera en recobrar la serenidad.Su silueta se elevó sobre elfondo luminoso de una ventana. Llamaba al pintor, que permanecíaavergonzadoenlasombra.

—Alfin...habíadeser—dijoconfirmeza.—Eraunjuegopeligroso,ynopodíaterminardeotromodo.Ahoracomprendoquetequería;queerastúelúnicoaquienyopuedoquerer.

Renovalesestabajuntoaella.Susdosfigurasmarcaronunasiluetaúnicasobre el fondo luminoso de la ventana, con un estrujón supremo, como siquisieranconfundirse,refugiarseunaenotra.

Lasmanos de ella separaron suavemente losmechones que ocultaban lafrente del artista... Le contempló con arrobamiento. Después le besódulcementeenlaboca,concariciainterminable,susurrandolevespalabras.

—Marianito,maestrodelalma...Teamo,teadmiro.Serétuesclava...Nomedejesnunca...Tebuscaríaderodillas...Túnosabescómovoyaquererte...Notemeescaparás:túlohasquerido...pintordemisentrañas...feoadorable...gigantón...ídolomío.

V

Unatarde,afinesdeOctubre,RenovalesnotóensuamigoCotonerciertainquietud.

Elmaestrobromeabaconél,haciéndolerelatarsustrabajosderestauradorenelantiguo templo.Habíavueltomásgrueso,másalegre,concierto lustregrasosoysacerdotal.Sehabíatraído,segúndecíaRenovales,todalasaluddelos canónigos. Lamesa del obispo, con sus abundancias suculentas, era undulcerecuerdoparaCotoner.Laensalzabayladescribía,elogiandoaaquellosbuenos señores que, como él, vivían exentos de pasiones, sin otravoluptuosidadqueladeunarefinadanutrición.Elmaestroreíaseimaginandolasencillezde los sacerdotesquepor las tardes,despuésdelcoro, formabangrupoanteelandamiodeCotoner,siguiendoconadmiración la labordesus

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manos;elrespetodelosfamiliaresydemásgentepalaciega,pendientedeloslabiosdedonJosé,asombradosdetantasencillezenunartistaqueeraamigodeloscardenalesyhabíahechosusestudiosnadamenosqueenRoma.

Alverleelmaestroaquellatarde,graveysilenciosodespuésdelalmuerzo,quiso saber cuál era su preocupación. ¿Se habían quejado de susrestauraciones?¿Yanolequedabadinero?...Cotonermoviósucabeza.Noeraasuntosuyo.LepreocupabaelestadodeJosefina.¿Nosefijabaenella?...

Renovales levantó los hombros. Era lo de siempre: la neurastenia, ladiabetes,todasaquellasdolenciasyacrónicasydelasquenoqueríacurarse,desobedeciendo a los médicos. Estaba más enflaquecida, pero sus nerviosparecíancalmados; llorabamenos:manteníaseenunmutismotriste,sinotrodeseo que verse sola y permanecer en un rincón,mirando ante ella, sin vernada.

Cotoner volvió a mover la cabeza. No era extraño el optimismo deRenovales.

—Llevasunavidamuyrara,Mariano.Desdequeregresédemiviaje,eresotro;noteconozco.Antesnopodíasvivirsinpintar,yahorapasansemanasenteras sin coger un pincel. Fumas, cantas, te paseas por el estudio, y derepenteechasacorrer,salesdecasayvas...adóndevas;adondeséyo,y talvez lo sospecha tu mujer... Parece que nos divertimos, maestro... ¡Y a losdemásquelospartaunrayo!Pero,hombre,bajadelasnubes;fíjateenloqueterodea;tenunpocodecaridad.

YelbuenCotonerlamentábaseconvehemenciadelavidaquellevabaelmaestro;vidaagitadaporrepentinasimpacienciasybruscassalidas,delasqueregresaba distraído, con una débil sonrisa en los labios y unamirada vaga,comosisaboreaseeninternacontemplaciónlafiestaderecuerdosquetraíaensumemoria.

ElviejopintormostrábasealarmadoporladelgadezcrecientedeJosefina:una consunción feroz, que aun encontraba materias que destruir en suorganismo,roídoporvariosañosdeenfermedad.Lapobremujercita tosía,yestatos,quenoeraseca,sinoprolongadaenvariostonosybruscassacudidas,alarmabaaCotoner.

—Debíanverlalosmédicosotravez.

—¡Los médicos!—exclamaba Renovales.—¿Y para qué? Toda unafacultadhapasadoporaquí,ycomosinada.Noobedece;seniegaatodo,talvez por desesperarme, por llevarme la contraria. No hay peligro: tú no laconoces.Ahí,dondelavestandébil,tanpoquitacosa,vivirámásquetú,másqueyo.

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En suvozhabía tembloresde cólera, como si le enfureciese el ambienteurañodeaquellacasa,enlaquenoencontrabaotradistracciónquelosgratosrecuerdosquetraíadefuera.

LainsistenciadeCotoneracabóporobligarleallamaraunmédicoamigosuyo.

Josefinase irritó,adivinando loscuidadosque inspirabasusalud.Ellasesentía fuerte.No eramás que un catarro; el invierno que llegaba.Y en susmiradasalartistahabíareprocheeinsulto,porestaatención,queconsiderabaunahipocresía.

Cuando después de examinar a la enferma se trasladaron al estudio,quedandofrenteafrenteelpintoryelmédico,éstesemostróindeciso,comosi temiese formular sus ideas. Nada podía decir con certeza; era fácilengañarse en aquel organismo pobre que sólo se mantenía por una reservavitalextraordinaria...Despuésapelóalprocedimientoevasivodesuprofesión.ConvendríasacarladeMadrid...otrosaires...otravida.

Renovales protestó. ¡Adónde ir, comenzado ya el invierno, cuando enpleno verano había querido ella volver a su casa! El médico levantó loshombrosyredactóunareceta,notándoseensugestoeldeseodeescribiralgo,denomarcharsesindejarunpapelcomorastrodesupaso.Explicóalmaridovariossíntomas,paraquelosobservaseenlaenferma,ysefue,repitiendosuencogimientodehombros,querevelabaindecisiónydesaliento.

—¡Pchs! ¡Quién sabe!... ¡Tal vez! El organismo tiene reaccionesinesperadas:reservasmaravillosasparadefenderse...

EstosconsuelosenigmáticosalarmaronaRenovales.Espiabacondisimuloa su mujer, estudiando su tos, examinándola atentamente cuando ella no leveía.Yanopasabanjuntoslanoche.DesdeelcasamientodeMilita,elpadreocupabalahabitacióndeésta.Habíanrotolaesclavituddellechocomúnqueatormentaba sudescanso.Renovales remediabaestealejamientoentrandoeneldormitoriodeJosefinaporlasmañanas.

—¿Haspasadolanochebien?¿Quieresalgo?

Losojosdelamujerleacogíanconunamiradadeextrañeza,dehostilidad.

—Nada.

Yacompañabaestelaconismo,revolviéndoseenellecho,paradejarleasuespaldacongestodespectivo.

Elpintoracogíasusmuestrasdehostilidadconmansaresignación.Erasudeber: ¡tal vez podía morirse! Pero esta posibilidad de la muerte no leconmovía, ledejabafrío,yseirritabacontrasímismo,comosidentrodesupensamiento existiesen dos personalidades distintas... Se echaba en cara su

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crueldad,aquellaglacialindiferenciaantelaenferma,quesóloleproducíaunpasajeroremordimiento.

Unatarde,encasadeladeAlberca,despuésdelosaudacesabandonosconlos que parecían desafiar la santa calma del prócer, vuelto ya del viaje, elpintorhablótímidamentedesumujer.

—Vendrémenos;noloextrañes.Josefinaestámuyenferma.

—¿Mucho?—preguntóConcha.

Yenlachispaquepasóporsumirada,creyóverRenovalesalgoconocido;unresplandorazulquehabíadanzadoanteélenlaobscuridaddesusnoches,conbrilloinfernal,turbandosuconciencia.

—No:talveznoseanada.Yocreoquenoesdepeligro.

Sentía la necesidad de mentir. Se consolaba quitando importancia a laenfermedad. Creía descargarse, con este engaño voluntario, de la inquietudque le aguijoneaba. Era lamentira del que se sincera, fingiendo ignorar, laimportanciadeldañocausado.

—No es nada—decía a su hija, que, alarmada por el aspecto demamá,veníaapasarconellatodaslasnoches.—Unconstipado;ronqueradeinvierno.Esodesapareceráasíquellegueelbuentiempo.

Hacía encender todas las chimeneas de la casa: una atmósfera de hornoesparcíaseporlashabitaciones.Afirmabaagritos,sinemociónalguna,quesumujer sólo sufría un resfriado, y al hablar con esta certeza, unavoz extrañaparecía gritarle dentro del cráneo: «Mentira; se muere. Se muere y tú losabes.»

Lossíntomasdeque lehabíahabladoelmédico, ibanpresentándoseunotrasotro, con fatídica regularidad, enunengranajemortal.Alprincipio sólonotóenellaunafiebrevivaycontinua,queparecíaaumentarsealacaídadelatarde, con profundos estremecimientos. Después observó sudores, de unaabundanciaaterradora;sudoresnocturnosquedejabanimpresaenlassábanasla huella de su cuerpo. Y a este cuerpo mísero, cada vez más frágil, másesquelético,comosielfuegodelafiebredevorasehastalaúltimapartículadesugrasaysusmúsculos,no lequedabaotraenvolturaydefensaque lapiel,que también parecía liquidarse en eterna humedad. La tos era frecuente;rasgaba a todas horas con su escala de ronquidos fatigosos el silencio delhotel,yladébilmujercitaseincorporababuscandodóndeocultarlosresiduosde la erupción dolorosa que conmovía sus pulmones. Se quejaba de uncontinuodolorenlabasedelpecho.Suhijalahacíacomer,acostaderuegosycaricias,llevándolalacucharaalabocacomosifueseunaniña;perolatosylanáuseacortabanlanutrición,expeliendoelalimento.Sulenguaestabaseca.

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Sequejabadeunasedinfernalqueparecíadevorarlelasentrañas.

Así transcurrióunmes.Renovales, en suafánoptimista, esforzábaseporcreerquelaenfermedadnoiríamáslejos.

—Nosemuere,Pepe—decíacontonoenérgico,comodispuestoapelearseconelqueseopusieraaestaafirmación.—Nosemuere,doctor.¿Nolocreeustedasí?

Eldoctor contestabacon sueternoencogimientodehombros.«Talvez...Es posible.» Y como la enferma se negase con tenacidad a todo exameninterior, iba enterándose de los síntomas por las revelaciones de la hija y elmarido.

Apesardesuesqueléticadelgadez,aumentabandevolumenalgunaspartesdesucuerpo.Elvientreeramayor:laspiernasofrecíanextrañaparticularidad:una, delgadísima, enjuta, marcando bajo la piel las estrecheces yamplificacionesdeloshuesos,sinelmáslevealmohadilladodegrasa;laotra,enorme,deunagorduraque jamáshabía tenido,con lapiel tiranteyblanca,marcandoenellalasvenassusserpenteadosdeintensoazul.

Renovaleshacíapreguntasaldoctorcongraningenuidad.¿Quéopinabadeestossíntomas?Yelmédicobajabalacabeza.Nosabía;habíaqueesperar:laNaturaleza tiene sus sorpresas. Pero después, como animado por repentinadecisión, pretextó el deseode escribir una receta, para hablar a solas con elmaridoensuestudiodetrabajo.

—La verdad, Renovales... Me pesa esta comedia misericordiosa, buenaparaotros;peroustedesunhombre...Esunatisisgalopante;talvezasuntodedías, tal vez asunto de pocos meses; pero se muere y yo no conozco elremedio.Siustedquiere,busqueaotros.

¡Semuere!...Renovalesquedóanonadadoporlasorpresa,comosinuncahubiese creído en la posibilidadde este final. ¡Semuere!...Ydespués de lasalida delmédico, que se alejó con pasómás firme, como el que acaba delibrarsedeungravepeso,elpintorrepitiómentalmenteestaspalabras,sinqueleprodujesenotroefectoquedejarloabsorto,enestúpida insensibilidad. ¡Semuere!¿Peroeraquerealmentepodíamoriraquellamujercita,quetantohabíapesadosobresuvidaycuyadebilidadleinspirabamiedo?...

Deprontoseviopaseandoporelestudio,repitiendoenaltavoz:

—¡Semuere!¡Semuere!

Se lodecíaa símismoparaconmoverse,paraprorrumpirengemidosdedolor:perosusensibilidadpermanecíamuda.

Josefina iba a morir; ¡y él estaba sereno! Sintió deseos de llorar: quisollorar,conlavoluntadimperiosadelquenecesitacumplirundeber.Parpadeó,

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hinchando supecho, conteniendoel aliento, esforzándoseporabarcar con laimaginaciónestadesgracia;perosusojospermanecieronsecos;suspulmonesaspiraron el aire con delicia; su pensamiento, duro y refractario, no seestremeció con ninguna imagen dolorosa. Era un pesar exterior, superficial,quenoencontrabamásquepalabras,gestosydesordenadospaseos:elinteriorseguía insensible, como si la certidumbre de aquella muerte lo hubiesecongeladoenplácidaindiferencia.

Le atormentó la vergüenza de sumonstruosidad. Elmismo impulso queobligaba a los ascetas a imponersemortales castigos por los pecados de suimaginación,learrastróaél,conlafuerzadelremordimiento,alahabitaciónde la enferma. No saldría de allí, arrostraría su desprecio silencioso, laacompañaríahastaelúltimomomento,olvidandoelsueñoyelhambre.Sentíalanecesidaddepurificarse,conalgonobleygeneroso,deestacegueradesualmaqueledabamiedo.

Militayanopasó lasnochesal cuidadode sumadreypudovolvera sucasa, con escasa satisfacción del marido, que sentía cierto placer con esteretornoinesperadoasuexistenciadesoltero.

Renovales no dormía. Después de medianoche, cuando se marchabaCotoner, paseaba en silencio por las habitaciones profusamente iluminadas;rondaba cerca del dormitorio; entraba en él para ver a Josefina en su lecho,sudorosa,agitadadevezencuandoporcruelestoses,sumidaenunsopordemuerte y tan enflaquecida, tan pequeña, que apenas si las ropas de la camamarcaban su insignificante bulto, como el cuerpo de un niño. Después elmaestropasabaelrestodelanocheenunsillón,fumando,conlosojosmuyabiertos,perosumidoelcerebroenlatorpezadelasomnolencia.

Su pensamiento volaba lejos. Era en vano que se avergonzase de sucrueldad: parecía hechizado por un poder misterioso, superior a susremordimientos.Olvidabaalaenferma;sepreguntabaloqueharíaConchaaaquellashoras;laveíaconlaimaginación,desnudayenimpúdicoabandono;recordaba laspalabras, losestremecimientos, losgritosde susentrevistas.Ycuando con gran esfuerzo se arrancaba a estos ensueños, iba como porexpiación hasta la puerta de la enferma y escuchaba su aliento angustioso,poniendoelrostrocompungido,perosinpoderllorar,sinaquellatristezaqueenvanodeseabasentir.

Álosdosmesesdeenfermedad,Josefinanopudopermanecerenellecho.Suhijalasacabadeélsinningúnesfuerzo,conlamismaligerezaquesifueseuna pluma, y permanecía en un sillón, pequeñísima, insignificante,desconocida, conun rostrodescarnadoquenopresentabade frentemásquelos grandes redondeles de los ojos y la nariz afilada como la hoja de uncuchillo.

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Cotonerteníaquereprimirsuslágrimasalverla.

—¡Noquedanadadeella!—decíaalalejarse.—¡Nadielaconocería!

Su tos dolorosa sembraba en torno de ella el veneno de lamuerte.A subocaasomabaunaespumillablancaqueparecíasolidificarseenlascomisurasde los labios. Sus ojos se agrandaban, adquirían una luz extraña, como siviesen más allá de las personas y las cosas. ¡Ay, estos ojos! ¡QuéestremecimientodepavordespertabanenRenovales!...

Una tarde se fijaron en él, con lamirada intensa y tenaz que siempre lehabía aterrado. Eran ojos que le agujereaban la frente, que revolvían suspensamientos.

Estaban solos; Milita se había ido a su casa; Cotoner dormitaba en unsillón del estudio. La enferma parecía más animada, con deseos de hablar,contemplando con cierta lástima al marido, sentado junto a ella, casi a suspies.

Iba amorir; tenía la certeza de sumuerte.Yuna postrera rebelión de lavidaqueseresisteaextinguirse,elhorrordelanada,hizosubirlaslágrimasasusojos.

Renovalesprotestóconvehemencia,queriendodisfrazar sumentiraentregritos. ¿Morir?... ¡No había que pensar en eso!... Viviría; aun le quedabanmuchosañosdeexistenciafeliz.

Ellasonriócomosilecompadeciese.Noadmitíaelengaño:susojosibanmásalláque losde él; adivinaba lo impalpable, lo invisibleque rondabaentornodeella.Hablódébilmente,peroconesa inexplicable solemnidadde lavoz que emite sus últimos sonidos, del alma que se exterioriza por vezpostrera.

—Moriré,Mariano,másprontode loquecrees...más tardede loqueyodeseo.Moriré,ytúquedarástranquilo.

¡Él! ¡Él desearla lamuerte!... Su sorpresa y su remordimiento le hacíanponersedepie,bracearconfierosademanesdeprotesta,agitarseconlamismaviolenciaquesiunasmanosinvisiblesacabarandedesnudarleconrudotirón.

—Josefina,nodelires.Cálmate;¡porDios,nodigasesosdisparates!

Ellasonreíaconunamuecadolorosa,horrible;peroluegosumíserorostrose hermoseaba con la serenidad del que se va, sin pesadillas ni delirios, enplenanormalidadcerebral.Lehablabacon la inmensaconmiseración,con lapiedadsobrehumanadelquecontemplaelmíseroríodelavida,saliéndosedesucorriente,tocandoyaconelpielasriberasdeeternasombra,deeternapaz.

—Noqueríairmesindecírtelo:muerosabiéndolotodo.Notemuevas...no

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protestes.Bienconoceselpoderquetengosobreti.Másdeunaveztehevistomirarmeaterrado,por lafacilidadconqueleotuspensamientos...Haceañosmeconvencídeque todohabíaacabadoentrenosotros.HemosvividocomobuenosanimalitosdeDios,comiendojuntos,durmiendojuntos,ayudándonospornecesidad;peroyomeasomabaatuinterior,mirabatucorazón...¡nada!niunrecuerdo,niunachispadeamor.Hesido tuhembra, labuenacompañeraquecuida lacasayevitaalhombre laspreocupacionespequeñasde lavida.Has trabajado mucho para envolverme en el bienestar, para que callasesatisfechay tedejara tranquilo.¿Peroamor?...Nunca...Muchosvivencomonosotros...muchos;casitodos.Yonohepodido;creíaquelavidaeraotracosayno siento irme...No te enfurezcas, no grites.Túno tienes la culpa, pobreMariano...Fueunerrorelcasarnos.

Seexcusabadulcemente,conunabondadquenoparecíadeestemundo,pasandogenerosasobre lascrueldadesy losegoísmosdeunavidaque ibaadejar. Hombres como él eran excepcionales; debían vivir solos, en unaexistencia aparte, como los árboles grandes que absorben todo el jugo delsueloynodejancrecerunasolaplantaenloqueabarcansusraíces.Ellanoteníalafuerzadelaislamiento:eradébil;necesitabaparavivirlasombradelaternura, la certeza de ser amada. Debía haberse unido a un hombre comotodos; un ser simple lomismo que ella, sin otros anhelos que losmodestosapetitos de la vulgaridad. El pintor la había arrastrado en su rutaextraordinaria,fueradeloscaminosfácilesycomunesquesiguenlosdemás,yellacaíaenmitaddelamarcha,viejaenplenajuventud,vencidaporhaberleacompañadoenestajornadasuperiorasusfuerzas.

Renovalesagitábaseentornodeellaconincesanteprotesta.

—¡Peroquétonteríasdices!¡Deliras!Yotehequeridosiempre,Josefina;tequiero...

Losojosdeella tomaronunaextrañadureza.El fulgorde lacólerapasóporsuspupilas.

—Calla,nomientas.Conozcounmontóndecartasquetienesenelestudio,ocultas tras los volúmenes de tu librería. Las he leído una por una; he idosiguiendo su llegada; conocí tu escondrijo cuando sólo guardabas tres. Yasabesqueadivinotodolotuyo;quetengosobreticiertopoder;quenopuedesocultarmenada.Conozcotusamores...

Renovalessintióquelezumbabanlassienes,queelsueloseescapababajosuspies.¡Quéasombrosabrujería!...Hastalascartas,cuidadosamenteocultas,lashabíadescubiertoaquellamujerconsuinstintoadivinatorio.

—¡Mentira!—gritó enérgicamente para ocultar su turbación.—¡Nada deamor! Si las has leído, tú sabes lo que es tan bien como yo: pura amistad;

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cartasdeunaamigaqueestáalgoloca.

La enferma sonrió con tristeza.Alprincipio era amistad,menos aúnqueesto,malignoentretenimientodehembracaprichosaquegozaba jugueteandocon un hombre célebre, infundiéndole los entusiasmos de un adolescente.Conocíaalacompañeradesuinfancia; teníalacertezadequenopasaríadeahí; por eso se apiadaba del pobre grande hombre, en plena imbecilidadamorosa.Perodespuéshabía ocurrido seguramente algo extraordinario, algoquenoseexplicabayquehabíatrastornadosusprevisiones.AhorasumaridoyConchaeranamantes.

—Noloniegues,es inútil.Estacertezaes laquememata.Loadivinéalver que te quedabas abstraído, con una sonrisa de felicidad, como sisaboreasestuspensamientos.Loadivinéenlaalegríaconquecantabasporlasmañanasaldespertar,enelperfumedequeveníasimpregnado,yqueteseguíapor todas partes. No necesitaba encontrar más cartas. Me bastaba olerte,percibir ese perfume de infidelidad, de carne de pecado, que te acompañasiempre.Tú, pobre hombre, entrabas en casa creyendo que todo se quedabamásalládelapuerta,yelolordeellatesigue,tedenuncia...Aunparecequelopercibo.

Ydilatabasunariz,aspirandoelairecongestodedolor,cerrandolosojos,como si quisiera huir de las imágenes que este perfume evocaba en ella.Elmarido persistió en sus protestas al convencerse de que no poseía otraspruebasdesuinfidelidad.¡Todomentiras!¡Tododelirios!...

—No,Mariano—murmurólaenferma.—Ellaestádentrode ti; te llena lacabeza:desdeaquílaveo.Antesocupabansusitiomilfantasíasdisparatadas,ilusiones de tu gusto, mujeres desnudas, liviandades que eran tu devoción.Ahoraesella laque lo llena todo;es tudeseohechocarne...Quedaosysedfelices.Yomevoy...faltasitioenelmundoparamí.

Calló un momento y a sus ojos subieron las lágrimas otra vez, con elrecuerdodelosprimerosañosdevidacomún.

—Nadietehaqueridocomoyo,Mariano—dijoconnostálgicadulzura.—Te miro ahora como si fueses un extraño, sin cariño y sin odio. ¡Y sinembargo, no ha habido en elmundo unamujer que amase a sumarido conmayorapasionamiento!

—Yoteadoro,Josefina.Teamolomismoquecuandonosconocimos.¿Teacuerdas?

Pero en su voz, a pesar de la emoción que pretendía darla, sonaba lafalsedad.

—No te esfuerces, Mariano, es inútil; todo acabó. Ni tú me quieres, ni

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quedaenmínadadeloquefue...

Ensurostrohabíaungestodeextrañeza,deasombro;parecíaespantadadesumisma serenidad que le hacía perdonar, de esta indiferencia final para elhombre que tanto la había hecho sufrir. En su imaginación, veía un jardíninmenso; flores que parecían inmortales, y se secaban y caían al llegar elinvierno.Despuéssupensamientoseguíamásallá,porencimadelosfríosdemuerte. Las nieves se liquidaban, brillaba otra vez el sol; llegaba la nuevaprimavera, con su cortejode amores, y las ramas secas reverdecían conunasegundavegetación.

—¡Quién sabe!—murmuró la enferma con los ojos cerrados.—Tal vez,despuésqueyomuera, teacordarásdemi...Talvezmequierasalgo...ymerecuerdes... y sientas agradecimiento hacia la que tanto te amó. Lo que sepierdeesloquesedesea...

Calló laenferma,anonadadapor tantoesfuerzo;sesumióenaquelsoporfatigoso, que para ella equivalía al descanso. Renovales, después de estaconversación,sevioenunestadodevil inferioridadantesumujer.Losabíatodo y le perdonaba.Había seguido el curso de sus amores, carta por carta,gesto por gesto, adivinando en sus sonrisas los recuerdos de la infidelidad,oliendoatodashoraselcuerpodelaotraenelperfumequeimpregnabasusropas; husmeando tal vez, durante noches enteras de cruel desvelo, aquellaesenciadepecado, inadvertidapara losdemás,peroqueellapercibía con laagudezadesussentidos.¡Ycallaba!¡Ymoríasinprotesta!¡Yélnocaíaasuspies, pidiéndola perdón! ¡Y permanecía insensible, sin una lágrima, sin unsuspiro!

Tuvomiedodeverseasolasconella.Militavolvióaquedarseenlacasaparacuidarasumadre.Elmaestroserefugiabaensuestudio;queríaolvidar,trabajando,aaquelcuerpomoribundoqueseextinguíabajoelmismotecho.

Pero en vano arrojaba colores en la paleta, y cogía los pinceles, ypreparaba lienzos. No hacía más que embadurnar; le era imposible seguiradelante, como si de pronto hubiese olvidado su arte. Volvía la cabeza coninquietud,creyendoqueJosefinaibaaentrardepronto,continuándoseaquellaentrevista en la que había puesto al descubierto su grandeza de alma y laruindad de él. Necesitaba volver a sus habitaciones, ir de puntillas hasta lapuerta del dormitorio, para convencerse de que estaba allí, cada vez másexigua,escuchandoasuhijaconunasonrisadecalaveraqueajustabalapielalasobscurasoquedadesdesushuesos.

Su demacración era espantosa: no encontraba límites. Cuando parecíahaber llegado al último extremo, todavía sorprendía con nuevosencogimientos, como si tras la desaparición total de la carne fueseliquidándoseelmíseroesqueleto.

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Algunasvecesatormentábalaeldelirio,ysuhija,conteniendolaslágrimas,acogíaconpalabrasdeaprobaciónlosdisparatadosviajesqueproyectaba,suspropósitos de irse muy lejos, para vivir conMilita en un jardín, donde noencontrasenhombres,dondenoexistiesenpintores...¡nadadepintores!

Aun vivió unos quince días. Renovales, con cruel egoísmo, ansiabadescansar, lamentándose de esta existencia anormal. Si había demorir, ¡porqué no acababa cuanto antes, devolviendo la tranquilidad a todos los de lacasa!...

Ocurrió el suceso una tarde, a la hora en que elmaestro, tendido en undivándesuestudio,releíalasdulcesquejasdeunacartitaperfumada.¡Tantosdíassinverle!¿Cómoseguíalaenferma?Reconocíaquesudeberestabaallí:lagentemurmuraríasilavisitaba.Pero¡ay!¡Eratanpenosaestaseparación!...

Nopudoacabardeleer.EntróMilitaenelestudio,conexpresiónazorada,llevando en los ojos ese terror, ese asombro que infunde la presencia de lamuerte,elrocedesupaso,aunqueseaguardesullegada.

Su voz tenía bruscas sacudidas. Mamá... estaba hablando con ella, lahalagabaconlaesperanzadeunpróximoviaje...ydeprontounronquido...lacabezainclinándoseantesdecaersobreelhombro...unmomento...nada...¡lomismoqueunpajarito!

Renovales corrió al dormitorio, tropezándose con su amigoCotoner, quesalía del comedor, corriendo también. La vieron en un sillón, encogida,plegada, con esa flacidezmortal que convierte el cuerpo en blando pingajo.Todohabíaacabado.

Milita tuvo que coger a su padre; sostenerlo con su vigor demuchachafuerte;serellalaqueguardaselaserenidadylaenergíaenelcríticomomento.Renovalessedejabamanejarporsuhija;apoyabaelrostroenunhombrodeella, con dolor sublime, teatral, una hermosa desesperación de artista,conservandoaúnensumano,distraídamente,lacartadelacondesa.

—Valor,Mariano—decíaelpobreCotonerconvozcargadadelágrimas.—Hayqueserhombres...Milita,llevaatupadrealestudio...Quenolavea...

Elmaestrosedejóconducirporsuhija,suspirandoconfuertesresoplidos,queriendollorar,coninútilesesfuerzos.Laslágrimasnollegaban.Suatenciónno podía concentrarse: la distraía una voz interior, la voz de las grandestentaciones.

Había muerto y quedaba libre. Seguiría su camino, ligero, dueño de símismo,sinfatigosaimpedimenta.¡Áéllavidacontodossusgoces;elamorsinmiedosniescrúpulos;lagloriaconsusdulcesréditos!...

Ibaacomenzarunasegundaexistencia.

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TERCERAPARTE

I

Hastaprincipiosdelinviernosiguiente,novolvióRenovalesaMadrid.Lamuertedesumujerledejóestupefacto,comosidudasedesurealidad,comosisintiera extrañeza al contemplarse solo y dueño de sus acciones. Cotoner,viéndole sin deseos de trabajar, tendido en los divanes del estudio, con ungestovago,cualsisoñasedespierto,interpretabasuestadocomouninmensodolorsordoysilencioso.Además,lemolestabaquelacondesa,apenasmuertaJosefina, frecuentase el hotel para visitar al ilustre maestro y a su queridaMilita.

—Debesirte—aconsejabaelviejoartista.—Ereslibre;lomismovivirásencualquierpartequeaquí.Teconvieneunviajelargo:esotedistraerá.

YRenovalesemprendiósuviajeconlaalegríadeunestudiante,libreporvezprimeradelavigilanciadelafamilia.Solo,ricoydueñodesusactos,secreyóelsermásfelizdelatierra.Suhijateníaasumarido,formabafamiliaaparte; él se veía en grato aislamiento, sin preocupaciones, sin deberes, sinotroslazosquelosdulcísimosdeaquellascartasinterminablesdeConcha,quelesalíanalencuentroensuviaje.¡Oh,libertadfeliz!...

VivióenHolanda,estudiandosusmuseos,quenoconocía;después,enuncapricho de pájaro errante, descendió a Italia, saboreando algunosmeses devidafácil,sintrabajo,visitandoestudios,recibiendoloshonoresdebidosaunmaestro célebre, en los mismos sitios donde había luchado pobre ydesconocido.LuegosetrasladóaParís,acabandoporatraerlelacondesa,queestabaenBiarritzveraneandoconsuesposo.

El estilo epistolar deConcha se hacíamás apremiante;mostraba nuevasexigencias al prolongarse el periodo de separación. Debía volver; ya habíaviajadobastante.Ellaseaburríanoviéndole;leamaba,nopodíavivirsinél.Además,comosupremorecurso,lehablabadesumarido,delconde,que,ensueternaceguera,uníasussúplicasalasdesuesposa,rogándolaqueinvitasealartistaapasarunatemporadaensuhoteldeBiarritz.Elpobremaestrodebíasentirse muy triste en su viudez, y el prócer bondadoso tenía empeño enconsolarsusoledad.Ensucasaledistraerían;seríanparaélunanuevafamilia.

Elpintorviviógranpartedelveranoytodoelotoñoenelambientegrato

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de aquel hogar, que parecía creado para él. La servidumbre le respetaba,adivinandoenRenovalesalverdaderoamo.Laseñora,delirantepor la largaausencia, mostrábase tan audaz en sus arrebatos, que el artista tenía quecontenerla,recomendandoprudencia.ElnoblecondedeAlbercalerodeabadeuna simpática conmiseración. ¡Pobre e ilustre amigo! ¡Verse privado de sucompañera!Yelhombredelascondecoracionesdemostraba,connoblegesto,elhorrorqueleinfundíalaposibilidaddeverseviudo,sinaquellaesposaquetandichosolehacía.

Al comenzar el invierno volvió Renovales a su hotel. Ni la más leveemociónexperimentóalverseenlostresgrandesestudios,alrecorreraquellashabitacionesqueparecíanmásheladas,másgrandes,mássonoras,ahoraqueno se conmovían con otros pasos que los suyos. Creyó que no habíatranscurridounaño.Todoestabalomismo,comosisuausenciasólofuesedeunos cuantos días. El amigo Cotoner había cuidado bien la casa, haciendotrabajar al matrimonio que ocupaba la portería y al antiguo domésticoencargado de la limpieza de los estudios, única servidumbre queRenovalesconservaba.Nipolvosobrelosobjetos,niatmósferasdensasdelargaclausuraen las habitaciones. Todo aparecía brillante, limpio, como si la vida no sehubiera interrumpido en aquella casa. El sol y el aire habían penetrado araudales por las ventanas, disolviendo aquella atmósfera de enfermedad queRenovaleshabíadejadoalirse,yenlaquecreíapercibirelrocedelinvisibleropajedelaMuerte.

Eraunacasanueva,semejanteensuformaalaquehabíaconocidoantes,peroconlafrescuraylasonoridaddelosedificiosreciénconstruidos.

Fueradesuestudio,nadalerecordabaalaesposamuerta.Evitóentrarensu dormitorio; no preguntó siquiera quién guardaba la llave. Durmió en elcuartoquehabíasidodesuhija,ensucamitadesoltera,conlasatisfaccióndellevarunavidamodestaysobriaenaquelhoteldeseñorialaspecto.

Tomabasualmuerzoenelcomedor,enunextremodelamesa,sobreunaservilleta, cohibidopor lasdimensionesyel lujodeestapieza,queahora leparecía enorme e inútil. Miraba distraído un sillón, cercano a la chimenea,dondemuchas veces se había sentado lamuerta. El asiento, con los brazosabiertos,parecíaesperaraquelcuerpecilloestremecidoporencogimientosdepájaro. Pero el pintor no sentía emoción alguna. Ni siquiera podía recordarfielmente en su imaginación la cara de Josefina. ¡Había sufrido tantastransformaciones!...Laúltima,aquellamáscaraesquelética,eralaqueevocabamejor;perolerepelía,ensuegoísmodehombrefelizyfuerte,quenoquiereentristecerseconpenososrecuerdos.

Noveíasuimagenenningunapartedelacasa.Parecíahaberseevaporadoparasiempre,sindejarelmenorrocedesucuerpoen lasparedesque tantas

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veceshabíanservidodeapoyoasuandarvacilante,enlospisosqueapenassisentíanelpesodesusdébilespies.Nada:estababienolvidada.EnelinteriordeRenovalesnoquedabanotrosvestigiosdeloslargosañosdeunión,queunsentimientopenoso,unrecuerdomolesto,quelehacíagustarconmayorplacersunuevaexistencia.

Susprimerosdías, en la soledadde la casa, fueronde intensosynuevosgoces.Despuésdelalmuerzosetendíaenundivándelestudio,contemplandolasespiralesazulesdesucigarro.¡Libertadcompleta!¡Soloenelmundo!Lavidaenteraparaél,sinpreocupaciónalguna,sinmiedos.Podíairyvenirsinque unos ojos espiasen sus acciones, sin que una boca amarga turbase conreprochessuplácidacalma.Aquellapuertecilladelestudio,queantesmirabacon zozobra, no se abriría más para dar paso al enemigo. Podía cerrarlaaislándosedelmundo;podíaabrirlahaciendoentrarporella,enruidosochorrodeescándalo,todocuantoseleantojase;batallonesdebellezasdesnudas,parapintarlas en revuelta bacanal; extrañas bayaderas de ojos negros y vientredescubiertoquedanzasenconmórbidoabandonosobrelostapicesdelestudio:todas las ilusiones desordenadas de su deseo, las monstruosas fiestas deimaginaciónconquehabíasoñadoensustiemposdeservidumbre.Élnosabíaciertamentedóndeencontrartodoesto,niteníagranempeñoenbuscarlo;perolebastabalacertezadepoderlorealizarsinobstáculoalguno.

Estaconcienciadesulibertadabsoluta,envezdeimpulsarlealaacción,lemantenía en dulce quietud, satisfecho de poder hacerlo todo, sin que suvoluntadosaseintentarnada.Enotrostiemposagitábasefurioso,lamentandosus cadenas. ¡Las cosas que pintaría él, de ser libre! ¡Los escándalos queprovocaría con sus audacias! ¡Ay, si no estuviese unido a una mezquinaburguesa que intentaba reglamentar su arte con la misma corrección ydignidadqueteníaparalasvisitasoparalosgastosdelacasa!...

Y ahora que la burguesa no existía, el artista quedaba en gratasomnolencia, contemplando los lienzos empezados un año antes, mirandocomounenamoradotímidoasupaletaabandonada,diciéndoseconunafalsaenergía:«Demañananopasa;mañanaempiezo.»

Y al día siguiente llegabamediodía, y con él el almuerzo, antes de queRenovales hubiese llegado a coger el pincel. Leía periódicos extranjeros,revistasdearte,enterándoseconcuriosidadprofesionaldeloqueexponíanytrabajaban los pintores famosos de Europa. Recibía la visita de ciertoscompañeros humildes, y ante ellos se lamentaba de la insolencia de lajuventud,desusavancesirrespetuosos,conunasequedaddeartistailustrequeempiezaaenvejecer,ycreequeconélseextingueel talentoynadievendrádetrásdesuspasos.Luegoleembargabalamodorradeladigestión,lomismoqueaCotoner,ysentíadulcesdesfallecimientos,lafelicidaddenohacernada.Para vivir bien, tenía riquezas de sobra. Su hija, que era su única familia,

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encontraríaasumuertemásdeloqueesperaba.Habíatrabajadobastante.Lapintura, lo mismo que todas las artes, era una mentira bonita, por cuyosprogresosseagitabanloshombrescomolocos,hastaodiarseconimpulsosdemuerte. ¡Quénecedad!Eramejorpermanecerendulcecalma,saboreando laalegríadelapropiaexistencia,embriagándoseenlossencillosgocesanimales,sintiéndose vivir. ¿Qué importaban unos cuantos cuadros más en aquellosenormes palacios llenos de lienzos, desfigurados por los siglos, que noconservaban talvezuna solapinceladacomo ladieron susautores?¿Qué leimportaba a la humanidad, que cambia de sitio cada docena de siglos, y havisto caer las grandes soberbias de los hombres fabricadas conmármoles ygranitos, que un tal Renovales produjera unos hermosos juguetes de tela ycolores,quepodíadestruirunacolilladecigarro,oroerenunoscuantosañosunsoplodeviento,unagotadeaguafiltrándoseporlapared?...

Pero este pesimismo desvanecíase cuando alguien le llamaba «ilustremaestro», o así que veía su nombre en un periódico y un discípulo o unadmiradormostrabacuriosidadporsutrabajo.

Ahora descansaba. Aun no estaba repuesto de la emoción sufrida. ¡LapobreJosefina!...Peroibaatrabajarmucho;sesentíaconnuevasfuerzasparaobrasmásgrandesquelasyaconocidas.Ydespuésdeestasexclamaciones,leacometíaundeseolocodetrabajoyenumerabaloscuadrosquellevabaensupensamiento,insistiendoensuoriginalidad.Eranproblemasaudacesdecolor,nuevosprocedimientos técnicosque se le ocurrían.Pero estos propósitos norebasabanellímitedelapalabra;nollegabanjamásalpincel.Parecíanrotosoenmohecidos los resortes de su voluntad, antes vibrantes y vigorosos. Nosufría, no deseaba. La muerta se había llevado su fiebre de trabajo, suinquietuddeartista,dejándoloenestelimbodebienestarytranquilidad.

Por las tardes, cuando lograba arrancarse a la dulce torpeza, a la ligerapuntadeembriaguezquelereteníainmóvil,ibaaverasuhija,siesqueestabaen Madrid, pues con gran frecuencia acompañaba a su marido en susexcursiones de automovilista. Después acababa la tarde en casa de la deAlberca,dondepermanecíamuchasveceshastamedianoche.

Comíaallícasitodoslosdías.LaservidumbremirabaadonMarianoconrespeto, adivinando el lugar que ocupaba cerca de la señora. El conde,acostumbrado al trato del artista, mostraba tanto empeño en verle como suesposa.Hablaba conentusiasmodel retratoquehabíadehacerleRenovales,para que formase pareja con el de Concha. Sería más adelante, cuandoconquistaseciertascondecoracionesextranjerasquefaltabanensucatálogodeglorias.Yelartistasentíaciertoremordimientoalescucharlassimplezasdelbuen señor,mientras su esposa, con una audacia loca, le acariciaba con losojos, se inclinaba hacia él, como si fuese a desplomarse en sus brazos, ybuscabasucontactopordebajodelamesa.

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Luego,apenasseausentabaelmarido,seibasobreMarianoconlosbrazosabiertos,hambrienta,desafiandolacuriosidaddeloscriados.Leparecíamásdulceelamoramenazadodepeligros.Yelartistasedejabaadorarconciertoorgullo.Él,quealprincipiodeesosamoreseraelquesuplicabayperseguía,encerrábase ahora en una pasividad superior, aceptando los homenajes deConcha,anhelanteyvencida.

FaltoRenovalesdeentusiasmoparael trabajo,serefugiabaparasostenersu renombre en los honores oficiales que se conceden a los maestrosrespetados. Dejaba para el día siguiente la obra nueva, la magna obra quedebíalevantarnuevosvoceríosdeadmiraciónentornodesunombre.PintaríasufamosocuadrodeFrinéenunaplaya,cuando llegaseelveranoypudierahuiralacostasolitaria,llevandoconélalabellezaperfectaqueleserviríademodelo.Talvezconvenciesea lacondesa. ¡Quiénsabe!...Sonreíaconciertasatisfacción, cada vez que escuchaba de sus labios el elogio de sus bellasdesnudeces.Peroentretantoexigíaelmaestroquelagenteseacordasedesunombre por sus trabajos anteriores, que le admirara por las obras que habíaproducido.

Irritábase contra los periódicos, que ensalzando a la gente joven, sólo seacordaban de él para citarle de paso, comouna gloria consagrada, comounseñor que hubiese muerto y tuviera sus lienzos en el museo del Prado. Leagitabaesacólerasordadelcómico,queagonizadeenvidia,viendolaescenaocupadaporotros.

Queríatrabajar;ibaatrabajarinmediatamente.Peroasícomotranscurríaeltiempo, sentía una creciente pereza cerebral que le imposibilitaba para laacción;unentorpecimientodemanos,queocultabahastaa susmás íntimos,avergonzadoalrecordarsuligerezayfacilidaddeotrostiempos.

—Estopasará—sedecíaconlaconfianzadelquenodudaensutalento.

En uno de sus caprichos imaginativos, se comparaba con los perrosinquietos,fierosyacometedorescuandolosatormentaelhambre,yblandosypacíficos si los rodea el bienestar. Él necesitaba sus tiempos de avidez einquietud,cuandolodeseabatodo,cuandonodisponíadelapazdeltrabajo,ytras los disgustos conyugales acometía al lienzo como si fuese un enemigo,lanzándoleelcolorfuriosamente,enbofetadasdeluz.Aundespuésdeserricoycélebre,habíatenidoalgoquepedir.«¡Siyotuviesetranquilidad!¡Sifuesedueñodemi tiempo! ¡Siviviese solo, sin familia, sinpreocupaciones, comodebevivirelverdaderoartista!»Ybien;secumplíansusanhelos;nada teníaque esperar, pero sentía una pereza semejante al agotamiento, con estaausencia de todo deseo, como si la cólera y la inquietud fuesen para él unespolonazointernodelainspiración.

Leatormentabaelhambredecelebridad;creíahabermuertoobscuramente

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al transcurrir losdíassinquelenombrasen.Seimaginabaquelajuventudlevolvía la espalda para mirar en distinta dirección, almacenándole entre losconsagrados,admirandoaotrosmaestros.Suorgullodeartistalehizobuscarocasionesdenotoriedad,conlainocenciadeunprincipiante.Él,quetantosehabíaburladodelméritooficialydelosredilesdelasAcademias,seacordóde pronto que hacía varios años le habían elegidomiembro de la deBellasArtesdespuésdeunodesustriunfos.

Cotonermostróasombroalver la importanciaquedabadeprontoaestadistinciónnosolicitada,delaquesehabíareídosiempre.

—Eran bromas de joven—dijo el maestro con gravedad.—La vida nopuedetomarsesiemprearisa.Hayqueserserios,Pepe;vamosparaviejos,ynosiemprehayqueburlarsedecosasqueenelfondosonrespetables.

Además, se acusaba de grosería. Aquellos dignos personajes, a los quehabía comparadomuchas veces con toda clase de animales, extrañarían quetranscurriesenlosañossinqueélsepreocuparadeocuparsusitio.Habíaqueiralarecepciónacadémica.YCotoner,porencargósuyo,corriócontodoslospreparativos; desde llevar la noticia a aquellos señores, para que fijasen lafecha de la artística solemnidad, hasta ocuparse del discurso del nuevoacadémico.PorqueRenovalesseenteróconciertotemordequehabíadeleerundiscurso...¡Él,queacostumbradoalmanejodelpincelyporladescuidadaeducacióndesuniñez,cogíalaplumaconciertatorpezayhastaensuscartasaladeAlbercapreferíarepresentarcongraciosasfigurassusfrasesdepasión,aencerrarlasenletras!...

El viejo bohemio le sacó del apuro. Conocía bien a su Madrid. Losbastidoresdeesavidaqueseexteriorizaenlascolumnasdelosperiódicosnoteníanmisteriosparaél.Renovalesleeríaundiscursotanmagníficocomolosdeotros.

Yuna tarde le llevó al estudio a un tal IsidroMaltrana, joven pequeñín,feo, con enorme cabeza y un aire de aplomo y audacia que disgustó en elprimermomentoaRenovales.Ibabientrajeado,peroconlassolapassuciasdecenizayelcuellodelgabánmoteadodecaspa.Elpintornotóqueolíaavino.Al principio le tributó pomposamente el título demaestro, pero a las pocaspalabras ya le llamaba por su apellido, con una llaneza desconcertante. Semovía en el estudio como si fuese suyo, como si toda su vida la hubiesepasadoenél,sinadmirarsusbellezasdecorativas.

No tenía inconveniente en encargarse del discurso. Era su especialidad.Las recepciones académicas y los trabajos para los señores del Congresoconstituíansumejor finca.Comprendíaqueelmaestronecesitasedeél. ¡Unpintor!...

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YRenovales, a quien comenzaba a hacerse simpático el talMaltrana, apesardesuosadía,seirguióconlamajestaddesurenombre.Sisetratasedehaceruncuadroparaaquelacto,allíestabaél.¡Peroundiscurso!...

—Convenidos: tendrá usted el discurso—dijo Maltrana.—Es tarea fácil,conozco la receta. Hablaremos de las sanas tradiciones; abominaremos deciertasaudaciasynovedadesdelajuventudinexperta,queestabanmuyensulugar hace veinte años, cuando usted comenzaba, pero que ahora sonextemporáneas...¿Lepareceaustedbienunpalitoalmodernismo?

Renovalessonrió,encantadodelallanezaconquehablabaestejovendesupróxima obra ymovió unamano con significativo balanceo. ¡Hombre!Así,así...Unjustomedioestaríabien.

—Comprendido,Renovales:halagaralosviejosynoreñirconlosjóvenes.Esustedunmaestrodeveras.Quedaráustedcontento.

Con una serenidad de tendero, antes de que el pintor hablase de laretribución,abordóélesteasunto.Erandosmilreales;yaselohabíadichoaCotoner. La tarifa pequeña; la que había fijado para las personas queapreciaba.

—Hayquevivir,Renovales...Tengounhijo.

Ysuvozsetornógravealdeciresto;surostro,feoycínico,seennoblecióuninstante,reflejandolasinquietudesdelamorpaternal.

—Unhijo,queridomaestro,porelquehagotodoloquesepresenta.Siesprecisorobaré.Esloúnicoquetengoenelmundo.Lamadremuriódemiseriaen el hospital. Yo soñaba con ser algo, pero un rorro no deja pensar entonterías.Entrelaesperanzadesercélebreylacertezadecomer...loprimeroescomer.

Pero esta ternura del hombrecillo duró poco. Volvió a recobrar su gestoaudaz de mercenario, que atravesaba la vida acorazado en su cinismo,desengañado por la desgracia, poniendo precio a todos sus actos.Quedabanconvenidosenlacantidad:larecibiríacuandoentregaseeldiscurso.

—Ysiustedloimprime,comoespero—dijoalirse,—yomeocuparédelaspruebas sin pedir suplemento. Eso porque se trata de usted; porque soy suadmirador.

Renovales pasó varias semanas preocupado por su recepción, como sifuese el suceso más importante de su vida. La condesa se interesabaigualmenteenlospreparativos.Ellaharíaquefueseunasolemnidadelegante;algo parecido a las recepciones de la Academia Francesa, descritas enperiódicos y novelas. Asistirían todas sus amigas. El gran pintor leería sudiscurso, contemplado por cien miradas interesantes, entre el aleteo de los

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abanicosyelrumordelasconversaciones.Unéxitoinmensoqueharíarabiaramuchosartistas,ansiososdecrearserelacionesenelgranmundo.

Pocos días antes de la solemnidad, le entregó Cotoner un paquete depapeles.Eraunacopiadeldiscurso,enmagnífica letra;yaestabapagado.YRenovales, con instintodecómico,deseosodehacerbuena figura,pasóunatardedandozancadasdeestudioenestudio, conelcuadernoenunamanoyacompañando con enérgicos ademanes de la otra los párrafos leídos en altavoz.¡TeníatalentoaquelMaltranitadescarado!Eraunaobraqueentusiasmabasu simpleza de artista, ajeno a todo lo que no fuese pintar; una serie detrompetazos gloriosos en los que se mezclaban nombres, muchos nombres;admiraciones en retórico trémolo; síntesis históricas tan redondas, tancompletas, que no parecía sino que la humanidad había vivido desde elprincipio del mundo pensando en el discurso de Renovales ymidiendo susactos,paraqueéstelesdieseunadeterminadainterpretación.

Sentía el artista escalofríos de sublimidad, repitiendo en elocuentecarretillalosnombresgriegos,muchosdeloscualeslesonaban,nosabiendociertamente si eran de grandes escultores o de poetas trágicos. Despuésadquiría cierto aplomo al encontrarse conDante y Shakespeare.A éstos losconocíamejor;sabíaquenohabíanpintado,peroquedebíanfigurarentododiscursodignoderespeto.Yalllegaralospárrafossobreelartemoderno,leparecía tocar tierra firme sonriendo con cierta superioridad. Maltranita noentendía gran cosa de esta materia; apreciaciones superficiales de profano;pero escribía bien, muy bien; él no lo hubiese hecho mejor... Y estudió sudiscurso, hasta el punto de repetir muchos párrafos de memoria,preocupándose además de la pronunciación de los nombres enrevesados,tomandoleccionesdelosamigosqueconsiderabademayorcultura.

—Esporelbuenparecer—decíaconsencillez.—Esporque,aunqueyonoseamásqueunpintor,noconsientoquemetomenelpelo.

Eldíadelarecepciónalmorzómuchoantesdemediodía.Apenastocólosplatos;lecausabaciertainquietudestaceremonia,quenohabíavistonunca.Asu zozobra se unía la molestia que experimentaba cada vez que había deatenderalcuidadodesupersona.

Los largos años de existencia matrimonial le habían habituado a nopreocuparsedelasnecesidadesmenudasyordinariasdelavida.Siteníaquepresentarseconuntrajequenoeraelordinario,lasmanosdelamadreodelahija arreglaban hábiles y ligeras el adorno de su persona. Aun en losmomentos de mayor hostilidad, cuando él y Josefina apenas se hablaban,notabaentornoelescrupulosoordendeaquellaexcelentedirectoradelacasa,queleallanabalosobstáculos,evitándolevulgaresinquietudes.

Cotoner estaba ausente; el criado había ido a casa de la condesa para

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entregarla unas invitaciones reclamadas a última hora para ciertas amigas.Renovalessedecidióavestirsesolo.Suyernoysuhijavendríanporél,alasdos.LópezdeSosateníaempeñoenllevarlehastalaAcademiaenautomóvil,buscando, sin duda con esto, un pequeño rayo de los esplendores de gloriaoficialqueibanaderramarsesobresusuegro.

Renovalessevistió,despuésdebregarconlaspequeñasdificultadesdelafaltadecostumbre.Mostrabalatorpezadeunniño,faltodelosauxiliosdelamadre.Cuandoalfinsecontemplóconciertasatisfacciónenunespejo,conelfracpuestoylacorbataregularmenteanudada,lanzóunsuspirodedescanso.¡Por fin!...Ahora las placas, la banda. ¿Dónde encontraría estos honoríficosjuguetes?...DesdelabodadeMilitanoseloshabíapuesto:lapobremuertaloshabría guardado. ¿Dónde encontrarlos? Y con precipitación, temiendo quetranscurriese el tiempo y le sorprendiesen sus hijos sin haber terminado eladorno de su persona, comenzó a buscar, de habitación en habitación,sofocado, jurandode impaciencia, con el atolondramiento de andar a ciegassin recordar nada preciso. Entró en el cuarto que servía de vestuario a suesposa. Tal vez tuviese guardadas en él las condecoraciones. Abrió connervioso tirón las puertas de los grandes armarios que cubrían las paredes...Ropasymásropas.

Alolorbalsámicodelasmaderas,quehacíapensarenlasilenciosacalmade los bosques, uníase un perfume sutil y misterioso, perfume de años, debellezasmuertas,derecuerdosextinguidos;algosemejantealasensaciónquedan al olfato las flores secas. Desprendíase este olor de las masas de telascolgadas; vestidos blancos, negros, rosa, azules, con los colores apagados ydiscretos,losencajesmustiosyamarillentos,guardandoensusplieguesalgodeperfumevitaldelcuerpoquehabíancubierto.Todoelpasadodelamuertaestabaallí.Conciertapreocupaciónsupersticiosa,habíaalmacenadolostrajesde las diversas épocas de su existencia, como si temiese el desprenderse deellos,arrojarunapartedesuvida,unfragmentodesupiel.

El pintor miraba algunos de estos trajes con la misma emoción que sifuesen viejos y olvidados amigos, que se presentaban de pronto, con lasorpresadeloinesperado.Unafaldarosa,lerecordabalosbuenostiemposdeRoma;untrajecompletoazul,lehacíaverconlaimaginaciónlaplazadeSanMarcosycreíasentirelaleteodelospalomosyoírcomounzumbidolejanolaruidosa cabalgata de lasWalkyrias. Los trajes sombríos y pobres, del cruelperíodo de lucha, colgaban en el fondo de un armario, como hábitos demortificación y sacrificio.Un sombrero de paja, alegre como un susurro debosque estival, cargado de flores rojas, de pámpanos, de cerezas, parecíasonreírledesdeloaltodeunestante.¡Ay,tambiénloconocía!Muchasvecessehabíaclavadoenlafrentesufilodentadodepaja,cuandoalapuestadelsol,enloscaminosdelacampiñaromana,seagachabaél,teniendoenunbrazoel

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talle de su mujercita, buscando su boca que se estremecía con dulcecosquilleo,mientrasa lo lejos, en labrumaazulada, sonaban lasesquilasdelosrebañosyloslamentosmusicalesdelosguardadoresdebúfalos.

También le hablaba del pasado, evocando las muertas alegrías, aquelperfume juvenil, envejecido en su encierro, que salía a oleadas de losarmarios,con la impetuosidaddeunvinovenerableescapandoaborbotonesde la botella empolvada. Sus sentidos se estremecían; una embriaguez sutilpenetraba en su olfato. Creía haber caído en un lago de perfumes que leabofeteabaconsusondas,jugueteandoconél,comosifueseuncuerpoinerte.Eraelolordelajuventudquevolvía;el inciensodelostiemposfelices,másdébil,más sutil, con lanostalgiade losañosmuertos.Eraelperfumede lasmagnoliascarnales:de lasedosay levevegetaciónpuestaaldescubiertoporlos brazos cruzados bajo la cabeza; de aquel vientre recogido y blanco, conesplendornacaradodeluna,queunanoche,enRoma,lehabíahechosuspirarconadmiración:

—Teadoro,Josefina.EreshermosacomolamajitadeGoya...Ereslamajadesnuda.

Conteniendosu respiracióncomounnadador,buceabaen laprofundidaddelosarmarios,tendiendosusmanosávidas,coneldeseodesalirdeallí,devolvercuantoantesalasuperficie,alairepuro.Tropezabaconcajasdecartón,paquetesdecintasyviejosencajes,sinencontrarloquebuscaba;ycadavezque sus brazos trémulos agitaban las viejas ropas, el oleaje de las faldasparecía, abofetearle con una bocanada de este perfume muerto, indefinible,queaspirabamásconsuimaginaciónqueconsuolfato.

Quiso salir de allí cuanto antes. Las condecoraciones no estaban en elvestuario;talvezlasencontraseeneldormitorio.Yporprimeravez,luegodemuerta su esposa, se atrevió a rodar la llave de la puerta. El perfume delpasadoparecía ir con él; se filtraba por todos los poros de su cuerpo.Creíasentirelapretóndeunosbrazoslejanoseinmensosqueveníandelinfinito.Yanoteníamiedoapenetrareneldormitorio.

Entró a tientas, buscando una de las ventanas. Cuando crujieron lasmaderas y penetró de golpe la luz del sol, los ojos del pintor, después deviolentoparpadeo,vieroncomounasonrisasuaveydiscreta,elbrillode losmueblesvenecianos.

¡Hermosodormitoriodeartista!Despuésdeunañodeausencia,elpintoradmiraba el gran armario, con sus tres lunas azules y profundas, como sólosaben fabricarlas los espejeros deMurano, y el ébano de los muebles, conmenudas incrustaciones de nácar y luminosas piedrecitas; una muestra delgenioartísticodelaantiguaVeneciaencontactoconlospueblosdeOriente.Estemueblajehabía sidoparaRenovalesunade lasgrandesempresasdesu

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juventud;uncaprichodeenamorado,ansiosodetributarhonoresprincipescosa su compañera, que le había impuesto penosas economías durante variosaños.

Ellujosodormitorioleshabíaseguidoatodaspartes,sinabandonarlos,niaun en la época de miseria. En los días malos, cuando él pintaba en subuhardillónyJosefinacocinaba,faltábanlessillas,comíanenelmismoplato,Militajugabaconmuñecasdeandrajos;peroenlamíseraalcoba,pintadadecal, amontonábanse intactos, con respeto sagrado, aquellos muebles deDogaresa rubia, como una esperanza en el porvenir, como una promesa detiemposmejores.Ella,lainfeliz,consufedemujersencilla,loslimpiaba,losadoraba,esperandolahoradelasmágicastransformaciones,paratrasladarlosaunpalacio.

El pintor paseó su mirada por el dormitorio con cierta tranquilidad. Noencontró en él nada extraordinario; nada que le conmoviese. El prudenteCotonerhabíaocultadoelsillóndondemurióJosefina.

Lacamaseñorial,consusdosfachadasmonumentalesdeébanotalladoymosaicos brillantes, ofrecía un aspecto vulgar, teniendo en su seno loscolchonesplegadosenmontón.Renovalesriodeltemorquelehabíadetenidotantasvecesantelapuertacerrada.Lamuertenohabíadejadorastroalguno.Nada recordaba allí a Josefina. En el ambiente flotaba ese olor pesado, esesaborapolvoyhumedaddetodaslaspiezaslargamentecerradas.

Transcurríaeltiempo,habíaquebuscarlascondecoraciones,yRenovales,familiarizadoyaconlahabitación,abrióelarmarioesperandoencontrarlasenél.

También allí la cerrada madera pareció esparcir, al abrirse, un perfumesemejantealdelaotrapieza.Eramástenue,másvagoroso,máslejano.

Renovales creyó que era una ilusión de sus sentidos. Pero no; de lasprofundidades del armario se desprendía como un humillo invisible,envolviéndole en su espiral acariciadora. Allí no había ropas. Sus ojosreconocieroninmediatamenteenelfondodeunatablalosestuchesquetantobuscaba;peronotendióhaciaelloslasmanos;permanecióinmóvil,abstraídoenlacontemplacióndemilobjetosmenudosquelerecordabanaJosefina.

Ellatambiénestabaallí;salíaasuencuentromáspersonal,másviva,queentrelabalumbadesusviejasropas.Susguantesparecíanconservarelcaloryel relieve de aquellas manos que en otros tiempos se habían hundidoacariciadoras en la cabellera del artista; sus cuellos le recordaban aquellacolumnilla de tibio marfil, en la cual tenía él lugares preferidos, sensiblesrinconesdondedepositabasusbesos.

Susmanosloremovierontodocondolorosacuriosidad.Unabanicoviejo,

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guardadocuidadosamente,parecióemocionarle,apesardesupobreaspecto.Entre las roturas de sus pliegues marcábanse viejos colores; una cabezapintadaporél,cuandosumujernoeramásqueunaamiga;unobsequioalaseñoritadeTorrealta,quedeseabateneralgodeljovenartista.Enelfondodeun estuche brillaron con fulgor misterioso dos enormes perlas rodeadas debrillantes.UnregalodeMilán; laprimera joyadeverdaderovalorquehabíacomprado a sumujer, al pasar por la plazadelDuomo; todauna remesadedinero de su empresario de Roma, invertida en este rico juguete que hacíaruborizar de placer a la mujercita, mientras sus ojos se fijaban en él conintensoagradecimiento.

Sus dedos ávidos, revolviendo estuches, cintas, pañuelos y guantes,tropezaban con recuerdos a los que iba unida siempre su persona. Aquellainfelizhabíavividoparaél,sóloparaél,comosisuexistencianofuesenada,como si únicamente tuviese significación unida a la suya. Encontrabaguardadas con religioso cuidado, entre cintas y cartones, fotografías de loslugaresenquehabíatranscurridosujuventud;losmonumentosdeRoma,lasmontañasdelaantiguatierrapontificia, loscanalesvenecianos;vestigiosdelpasadoqueeransindudadegranvalorparaella,porqueevocabanlaimagendelmarido.Yentreestospapelesviofloressecas,aplastadasyfrágiles;rosassoberbias o modestas florecillas del campo; áridos hierbajos, recuerdosanónimos,faltosdesignificación,perocuyaimportanciapresentíaRenovales,sospechando que recordaban algúnmomento feliz, completamente olvidadoporél.

Losretratosdelartista,enlasdiversasedadesdesuvida,surgíandetodoslosrincones,enredadosencintas,sepultadosbajolaspilasdefinospañuelos.Luego aparecieron varios paquetes de cartas, con la tinta enrojecida por eltiempo,escritasenunaletraqueprodujociertainquietudalartista.Laconocía;se asociaba vagamente a sus recuerdos, como la cara de una persona cuyonombrese resistea lamemoria. ¡Ah, imbécil!...Erasu letra, la letra torpeypesadade su juventud,quesólo tenía ligerezaparaelpincel.Allí estaba, enpliegosamarillentos,todalanoveladesuvida,susesfuerzosintelectualespordecir«cosasbonitas»,lomismoqueloshombresqueescriben.Nadafaltaba:las cartas de los primeros tiempos de noviazgo, cuando después de verse yhablarse, aun sentían lanecesidaddeponer sobre el papel loquenoosabandecirse los labios: otras con sello italiano, exuberantes de fanfarronesjuramentos de amor, ligeros billetes que la enviaba cuando iba con otrosartistasapasarunosdíasenNapólesoavisitaralgunaciudadmuertade lasMarcas Pontificias. Luego las cartas de París llegadas al viejo palacioveneciano, preguntando con inquietud por la pequeña, queriendo saber elcurso de la lactancia, estremeciéndose de pavor ante la posibilidad de lasinevitablesenfermedadesdelaniñez.

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Nofaltabaniuna;todasestabanallí,guardadascomofetiches,perfumadasde amor, aprisionadas en cintas, como bálsamos y vendajes de una vidamomificada.Lasdeellahabíantenidodistintasuerte:suamorescritosehabíadispersado,perdiéndoseenlanada:habíanquedadoolvidadasentrajesviejos,sehabíanconsumidoenelfuegodechimeneasdehotel,habíancaídotalvezenmanosextrañas,provocandocrueles risasconsu tierna ingenuidad.Elnoguardabamás que unas cartas, las de la otra; y al pensar en esto, sintió elremordimiento,lainmensavergüenzadeunamalaacción.

Leíalasprimeraslíneasdealgunosdeestospliegos,conciertaextrañeza,como si fuesen de otro, admirando ingenuamente su acento apasionado. ¡Yaquellolohabíaescritoél!...¡CómoamabaentoncesasuJosefina!...Parecíaleimposiblequeestecariñohubieseterminadotanfríamente.Seextrañabadelaindiferencia de los últimos años; no recordaba ya los disgustos que habíanagitadosuvidacomún;veíaahoraasumujertalcomofueensujuventud,conrostrosereno,gravesonrisa,ylaadmiraciónenlamirada.

Siguió leyendo, pasando de una carta a otra con la vehemencia de unalectura interesante. Admiraba su propia juventud, virtuosa en medio de losarrebatosdepasióncarnal;lacastidaddesuadhesiónalamujer,alaúnica,ala indiscutible. Sentía ese gozo, impregnado de melancolía, de la vejezdecrépitaquecontemplasuretratoprimaveral.¡Yélhabíasidoasí!Delfondode su alma parecía surgir una voz grave, con tono de reproche: «Sí, así;cuandoerasbueno;cuandoerashonrado.»

Sesumióenestalecturasindarsecuentadelcursodeltiempo.Deprontosintiópasosenelcercanocorredor,ruidodefaldas,lavozdesuhija.Fueradelhotel bramaba una bocina; su arrogante yerno que le avisaba para que seapresurase. Trémulo demiedo por ser sorprendido, sacó de los estuches lasplacasylasbandasycerróprecipitadamenteelarmario.

LasolemnidadacadémicafuecasiunfracasoparaRenovales.Lacondesaleencontrómuyinteresante,ensupalidezdeemoción,consteladoelpechodeastros de pedrería, cortada la blanca pechera por varias líneas de colorines.Peroapenasselevantóenmediodelageneralcuriosidad,conelcuadernoenla mano, y comenzó a leer los primeros párrafos, se fue agrandando unmurmullo, que acabó casi por sofocar su voz. Leía sordamente, con laprecipitacióndeunescolarquedeseaacabarpronto,sindarsecuentadeloquedecía, en un rezo monótono y fatigante. ¡Adiós los sonoros ensayos en elestudio, la preparación minuciosa de ademanes teatrales! Su pensamientoparecíaestarenotraparte,lejos,muylejosdeestasolemnidad;susojossóloveíanlasletras.Laeleganteconcurrenciasaliósatisfechadehabersereunido,viéndoseunavezmás.Deldiscursoreíanmuchasbocas tras losabanicosdegasa, con la satisfacción de arañar indirectamente a su buena amiga la deAlberca.

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—¡Unhorror,hijamía!¡Unalatainsufrible!

II

Apenas despertó al día siguiente, el maestro Renovales sintió un deseoimperioso de aire libre, de luz, de espacios ilimitados, y salió del hotel, noparandoensupaseo,Castellanaarriba,hastallegaralosdesmontesvecinosalpalaciodelaExposición.

LanocheanteriorhabíacomidoencasadeladeAlberca;unbanquetecaside ceremonia, en celebración de su ingreso académico, con asistencia demuchosdelosgravesseñoresqueformabanlatertuliadelacondesa.Éstasehabíamostradoradiantedealegría,comosifestejaseuntriunfosuyo.Elcondetratabaconmayoresrespetosalilustremaestro,cualsiacabasededarelpasomásgrandeensufamaartística.Surespetoportodaslasgloriasdecorativaslebacíaadmiraraquellamedalladeacadémico,únicadistinciónqueélnopodíaunirasucargadecondecoraciones.

Renovales pasó unamala noche. ElChampagne de la condesa fue tristeparaél.Habíavueltoasucasaconcierto temor,comosienella leesperasealgo anormal que su inquietud no podía definir. Se despojó del traje deceremonia que le había atormentado varias horas, y se metió en la cama,extrañándosedelvagotemorqueleacompañóhastalosumbralesdesucasa.Nadaveíadeextraordinarioentornodeél;sucuartoofrecíaelmismoaspectode todas las noches. Se durmió, vencido por el cansancio, por la torpezadigestiva de aquel banquete extraordinario, y no despertó en toda la noche;pero su sueño fue cruel, interminable, cortado por visiones que tal vez lehabíanhechogemir.

Aldespertarle,bienentradalamañana,lospasosdesucriadoqueandabaporelvecinocuartodeaseo,adivinóenelrevoltijodesusropas,enelsudorfrío de su frente, en el cansancio de su cuerpo, la noche inquieta que habíapasado,entrenerviosossobresaltos.

Su cerebro, entorpecido aún por el sueño, no podía desembrollar losrecuerdosdelanoche.Sóloteníalacertezadequehabíasoñadocosastristes,penosas: tal vezhabía llorado.Loúnicoque recordaba era un rostro pálido,asomando entre los negros velos de lo inconsciente, como una imagen,alrededordelacualgirabantodossusensueños.NoeraJosefina;sucarateníaunaexpresióndecriaturadeotromundo.

Peroasícomosefuedisipandosutorpezaintelectual,mientrasselavabaelpintor y se vestía, y el criado le ayudaba a meterse en el gabán, pensó, al

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reunirsusrecuerdosconunesfuerzo,quebienpudieraserella...Sí;ellaera.Ahora recordaba que había percibido en su ensueño aquel perfume que leseguíadesdeeldíaanterior,queleacompañóalaAcademia,perturbandosulectura,yquehabíaidoconélalbanquete,corriendoentresusojosylosdeConchaunabruma,altravésdelacuallamirabasinverla.

El fresco de la mañana despejó su inteligencia. La vista del dilatadoespacio que se abarca desde las alturas de la Exposición, pareció borrarmomentáneamentesusrecuerdosdelanoche.

Soplaba un viento de la sierra en la meseta vecina al Hipódromo.Renovales,almarcharcontraelviento,sentíaensusorejasunzumbidodemarlejano. En el fondo, sobre las lomas con casitas rojas y álamos invernales,escuetoscomoescobas,marcabaelGuadarramasulimpiezaluminosasobreelespacioazul,sunevadacrestería,susenormescimasqueparecíandesal.Alladoopuesto,aparecíahundidoenunagrietaprofundadelterrenoelcaparazóndeMadrid; los tejadosnegros, las torrecillaspuntiagudas, todoesfumadoenuna neblina que daba a los edificios de último término el vago azul de lasmontañas.

La meseta, cubierta de un verde ralo y miserable, con surcos duros ypetrificados,brillaba a trechosbajo la luzdel sol.Los trozosde azulejo, lasvasijasrotas, losbotesdeconservas, lanzabanrayosde luz, lomismoquesifuesenmateriaspreciosas,entrerosariosdenegroshuevecillos,caídosdelosrebaños,comorastrodesupaso.

RenovalescontemplólargoratoelpalaciodelaExposiciónporsupartedeatrás; los muros amarillos, con adornos de ladrillos rojos, que apenas siasomabansobreelbordedelosdesmontes;lastechumbresplanasdezinc,conun brillo de lagosmuertos; la cúpula central, enorme, hinchada, cortando elcieloconsupanzanegra,comounaerostatopróximoaelevarse.Deunaladelgranpalaciopartíanlossonesdevariosclarines,prolongandosusnotasenesabélica melopea que acompaña el trote de los caballos, entre temblores delsueloynubesdepolvo.Juntoaunapuertatemblabaelrayodelossables,ysereflejabaelsolsobrecharoladostricornios.

Elpintorsonreía.Habíanlevantadoparaellosaquelpalacio,yloocupabalaGuardiacivil.UnavezcadadosañosentrabaallíelArte,disputandoelsitioa los caballos guardadores del orden.Las estatuas se aposentaban en piezasque olían a cebada y a recios zapatos. Pero esta anomalía duraba poco; elintrusoeraexpulsadoasíquerealizabasusimulacrodeunaculturaeuropea,yquedaba en el palacio de la Exposición lo verdadero, lo nacional; el tercioprivilegiado, los rocines de la santa autoridad que bajaban al galope a lascallesdeMadrid,cuandoseturbaba,detardeentarde,susantapazdecloaca.

Mirando después el maestro la negra cúpula, recordaba los días de

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exposición; veía la juventud melenuda e inquieta, unas veces dulce yaduladora,otrasirritadaeiconoclasta,venidadetodaslasciudadesdeEspaña,con el cuadro por delante y las mayores ambiciones en el pensamiento.Sonreíapensandoenlosgrandesdisgustosysinsaboresquehabíasufridobajoaquellos techos, cuando la revoltosa plebe del arte le rodeaba, le acosabaadmirándole,másqueporsusobras,porsucondicióndejuradoinfluyente.Éleraquiendabalospremios,enopinióndeaquellajuventudqueleseguíaconojosdemiedoydeesperanza.LatardedelfallocorríanlosgruposalanoticiadelallegadadeRenovales:salíanasuencuentroenlasgalerías;lesaludabancon exageradas muestras de respeto, poniendo los ojos tiernos pararecomendarse mudamente. Algunos marchaban delante de él fingiendo noverle, hablando a gritos: «¡Quién! ¿Renovales?El primer pintor delmundo.DespuésdeVelázquez,él...»Yalacaídadelatarde,cuandosecolocabanenlascolumnasdelarotondalosdospapelotes,conlalistadelospremiados,elmaestro se escurría prudentemente, huyendo de la explosión final. El almainfantilquetodoartistallevadentro,estallabaingenuamenteanteelfallo.Seacababan los fingimientos;mostrábase cada cual según su carácter.Unos seocultaban entre dos estatuas, encogidos, avergonzados, con los puños en losojos, y lloraban pensando en la vuelta al lejano hogar, en la larga miseriasufrida,sinotraesperanzaqueaquellaqueacababadedesvanecerse.Otrosseerguían como gallos, rojas las orejas, pálidos los labios, mirando con ojosllameanteshacialaentradadelpalacio,comosiquisieranverdesdeallíciertohotel pretencioso, de fachada griega y rótulo de oro. «Granuja... Era unavergüenzaquelasuertedelajuventud,quellevaalgodentro,seconfiaseauntío agotado, a un farsante que no dejaría nada». ¡Ay! De estos momentoshabíannacidotodaslascontrariedades,todaslasmolestiasdelavidaartísticadelmaestro.Cadavezquellegabaasuconocimientounacensurainjusta,unanegativabrutaldesusfacultades,unacargaaldegüelloysinpiedadalolargode las columnasde algúnperiódicoobscuro, acordábasede la rotondade laExposición,deaquelbramartempestuosodelpopulachopictórico,entornodelos dos papeles que contenían sus sentencias. Pensaba con extrañeza yconmiseraciónenlacegueradeaquellosjóvenesquemaldecíandelavidaporunfracaso,yerancapacesdedarsusalud,sualegríavigorosa,acambiodelatriste gloria de un cuadro, menos duradera aún que el frágil lienzo. Cadamedalla era un grado en el escalafón: medían la importancia de lasrecompensas,dándolasunsignificadosemejantealdelosgalonesmilitares...¡Yéltambiénhabíasidojoven!¡Tambiénhabíaamargadolosmejoresañosdesuvida,enestoscombatesdeinfusoriosquesepeleandentrodeunagotadeagua, creyendo conquistar un mundo inmenso!... ¡Qué le importarían a laeternabellezalasambicionesderegimiento,lasfiebresdeescalafóndelosqueintentabansersusintérpretes!

Regresó el maestro a su casa. El paseo le había hecho olvidar sus

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inquietudes de la noche. Su cuerpo, debilitado por la vida muelle, parecíaagradecer este ejercicio con una violenta reacción. Sentía en sus piernas undulce hormigueo: la sangre zumbaba en sus sienes; parecía derramarse portodo su cuerpo una oleada de calor. Estaba satisfecho de su fuerza vital, ypaladeaba el goce de todo organismo que se siente funcionar con armónicaregularidad.

Alatravesarsujardín,cantabaRenovalesentredientes.Sonrióalaporteraque le había abierto la verja y al perrillo feo y vigilante que avanzaba conmugido cariñoso hasta lamer sus pantalones. Abrió la cancela de cristales,pasando del ruido exterior a un silencio profundo, conventual. Sus pies sehundieron en las mullidas alfombras: no sonaban otros ruidos que losmisteriososestremecimientosde loscuadrosquecubrían lasparedeshastaeltecho,elcrujirdeinvisiblescarcomasenlosmarcos,ellevealeteodeunsoplodeaireen las telas.Todocuantohabíapintadoelmaestro,porestudioyporcapricho,completoosinterminar,estabacolocadoenelpisobajo,juntoconcuadros o dibujos de ciertos compañeros ilustres y de los discípulospredilectos.Militahabíaseentretenidomuchotiempo,cuandosoltera,enestedecorado,queseextendíahastalospasillosdeescasaluz.

Aldejarenelpercherosufieltroysubastón,losojosdelmaestrofijáronseenunaacuarelacercana, comosi ésta leatrajese, conciertaextrañeza, entrelosdemáscuadrosquelarodeaban.Lepareciórarofijarseenelladerepente,después de pasar tantas veces sin verla. No estabamal, pero tenía timidez,revelabainexperiencia.¿Dequiénseríaaquello?TalvezdeSoldevillita.Peroalaproximarseparaverlamejor,sonrió...¡Sierasuya!¡Yahabíallovidodesdeentonces!... Se esforzó por recordar cuándo y dónde había pintado aquello.Paraayudarasumemoria,mirabafijamenteestacabezademujer,graciosa,deojosvagosysoñadores,preguntándosequiénpudoserlamodelo.

De pronto se entenebreció su gesto. El artista parecía confuso,avergonzado. ¡Qué disparate! ¡Si era su mujer, la Josefina de los primerostiempos,cuandoéllacontemplabaconadmiración,gozandoenreproducirsurostro!

EchósobreMilitalaculpadesutorpezaysepropusoordenarquequitasendeallíesteestudio.Unretratodesumujernodebíaestarenlaantesala,juntoalperchero.

Después de almorzar dio orden al criado para que descolgase el cuadro,trasladándoloaunodelossalones.Elservidorhizoungestodeextrañeza.

—¡Haytantosretratosdelaseñora!...¡Elseñorlahapintadotantasveces!Lacasaestállena...

Renovales remedó el gesto del criado. ¡Tantos! ¡tantos! ¡Si sabría él

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cuántasveces lahabíapintado!...Consúbitacuriosidad,antesdedirigirsealestudio,entróenunsalóndondeJosefinarecibíasusvisitas.Allí,enelsitiodehonor, conocía él un gran retrato de su esposa, pintado enRoma: una lindamujerconmantilladeblonda,faldanegradetriplevolanteyenlabrevemanoelabanicodeconcha:unverdaderoGoya.Contemplóuninstantelagraciosacara, sombreada por el negro de las blondas, y cuya palidez aristocráticarasgaban unos ojos de expresión oriental. ¡Qué hermosa era Josefina enaquellostiempos!...

Abrió la ventana para ver mejor el retrato, y la luz se esparció por lasparedesdeunrojoobscuro,haciendobrillarlosmarcosdeotroscuadrosmáspequeños.

Entonces vio el pintor que el retrato goyesco no era el único. OtrasJosefinasleacompañabanenestasoledad.Contemplóconasombrolacaradesuesposa,queparecíasurgirdetodoslosladosdelsalón.PequeñosestudiosdemujeresdelpuebloodeseñorasdelsigloXVIII;acuarelasdemoras;damasgriegas,conlarígidaseveridaddelasfigurasarcaicasdeAlma-Tadema;todolo que estaba en el salón, todo lo que había pintado, era Josefina, tenía surostrooconservabasusrasgos,conlavaguedaddeunrecuerdo.

Pasóaotrosalónqueestabaenfrenteytambiénallílesalióalencuentrolacaradesumujer,pintadaporél,entreotroscuadrosdeamigossuyos.

¿Pero cuándo había hecho él todo aquello?... No se acordaba; sentíaextrañeza ante la enorme cantidad de trabajo realizada inconscientemente.CreíahaberpasadolaexistenciaenterapintandoaJosefina...

Después, en los pasillos de la casa, en todos los cuartos adornados conpinturas,lesalióalencuentrosumujer,bajolosaspectosmásdiversos,ceñudaosonriente,hermosaoconlaexpresióntristedelaenfermedad.Eranbocetos,simplesdibujosalcarbón,esbozosdesucabezaenelángulodeunlienzosinacabar; pero siempre aquella mirada que parecía seguirle, unas veces conmelancólicadulzura,otrasconintensaexpresióndereproche.¿Dóndeteníalosojos?Habíavividoenmediodetodoestosinverlo;habíapasadodiariamentefrenteaJosefinasinfijarseenella.Sumujerresucitaba;enadelantesentaríasealamesa,entraríaensulecho,pasearíaporsucasa,siemprebajolamiradadeunaspupilasqueenotrostiemposleescudriñabanhastaelalma.

Lamuertanohabíamuerto;rodeábale,resucitadaporsumano.Nopodíadarunpasosinquesurostrosurgiesedetodoslados:lesaludabaenloaltodelaspuertas,parecíallamarledesdeelfondodelashabitaciones.

Ensustresestudiosaunfuemayorlasorpresa.Todasupinturaíntima,laque hacía por estudiar, por impulso irresistible, sin ningún deseo de venta,almacenábaseallí,ytodaellaeraunrecuerdodelamuerta.Loscuadrosque

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deslumbrabanalosvisitantes,estabanabajo,alniveldelavista,encaballetes,o colgados de la pared, entre los muebles suntuosos: arriba, hasta llegar altecho, alineábanse los estudios, los recuerdos, los lienzos sin marco, comoobrasviejasyabandonadas,yenestaamalgamadeproducción,Renovales,alaprimeraojeada,viosurgirelenigmáticorostro.

Había vivido sin levantar los ojos, familiarizado con todo lo que lerodeaba,deslizándosesuvistasinver,sinfijarseenaquellasmujeres,distintasde aspecto, pero iguales en expresión, que le vigilaban desde lo alto. ¡Y lacondesa había estado allí varias tardes, buscando la solitaria intimidad delestudio! ¡Y la telapersa, sostenidapor lanzasanteelprofundodiván,no leshabríaocultadodeaquellosojostristesyfijosqueparecíanmultiplicarseenlapartealtadelasparedes!...

Para olvidar su remordimiento, se entretuvo en contar las telas quereproducían la grácil figurilla de su mujer. Eran muchas; toda una vida deartista. Se esforzaba por recordar cuándo y dónde las había pintado. En losprimeros tiempos de apasionamiento, sentía la necesidad de pintarla, por unimpulso irresistible de trasladar al lienzo todo lo que veía con delectación,todo loqueamaba.Despuéshabía sidoundeseodeadularla,demecerla enunamentiracariñosa,deinfundirlelacertezadequeerasuúnicaadoracióndeartista, copiándola con vaga semejanza, extendiendo sobre sus rasgos, algoajadosporlaenfermedad,unasuaveveladuradeidealismo.Élnopodíavivirsin trabajar, y comomuchos pintores, hacía servir demodelos a los que lerodeaban.Suhijasehabíallevadoasunuevacasauncargamentodepintura;todosloscuadros,apuntes,acuarelasytablitasquelarepresentaban,desdelostiemposenquejugabaconelgato,cubriéndolodetraposenformadepañales,hastaquefuelaarrogantejoven,cortejadaporSoldevillayelqueahoraerasumarido.

Lamadresehabíaquedadoallí,surgiendodespuésdemuerta,entornodelartista, con una profusión abrumadora. Todos los pequeños incidentes de lavida habían servido a Renovales para hacer nuevos cuadros. Recordaba susentusiasmosdeartistacadavezquelaveíaconunnuevovestido.Loscoloreslacambiaban;eraunamujernueva:asíloafirmabaélconunavehemenciaquelaesposatomabaporadmiraciónynoeramásqueansiademodelo.

LaexistenciaenteradeJosefinahabíasidofijadaporlamanodesuesposo.Enun lienzoaparecíavestidadeblanco,marchandoporunapradera, con lavaguedadpoéticadeunaOfelia:enotro,congransombreroempenachadoycubiertadejoyas,mostrabaelaplomodeunaburguesa,seguradesubienestar.Uncortinajenegroservíadefondoasubustodescotado,quemostrabasobrela base de encajes el ligero perfil de las clavículas y el arranque de unospechos reducidosy firmescomomanzanasdeamor:enotro lienzo tenía losdébilesbrazosaldescubierto,bajolasmangasrecogidas;undelantalblancola

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cubríadelospechosalospies:ensuentrecejohabíaunapequeñaarrugadepreocupación,decansancio,yentodaellaelabandonodelosquenodisponendetiempoparaatenderaladornodesupersona.Esteúltimoeraelretratodelos días penosos, la imagen del ama de casa, animosa, sin servidores,trabajando con sus manos delicadas en el buhardillón de las tristezas,esforzándoseporquenadafaltasealartista,porquenovinieranlaspequeñascontrariedades de la vida a distraerle de sus esfuerzos supremos por abrirsepaso.

Este retrato conmovió al artista con la melancolía que inspiran los díasaciagos recordados en pleno bienestar. La gratitud a la animosa compañeratrajoconsigootravezelremordimiento.

—¡Ay,Josefina!...¡Josefina!

Cuando llegó Cotoner, encontró al maestro tendido en un diván, bocaabajo, con la cabeza entre las manos, como si durmiese. Quiso reanimarlehablándole de la solemnidad del día antes. Un gran éxito: los periódicoshablaban de él y de su discurso, reconociendo que era un gran escritor,afirmandoquepodíaalcanzarenlaliteraturatantostriunfoscomoensuarte.¿Noloshabíaleído?...

Renovalescontestóconungestodecansancio.Loshabíaencontradoporlamañana, al salir, sobre una mesa del recibidor. Había entrevisto su retrato,rodeadodelascompactascolumnasdeldiscurso,perodejabalalecturadeloselogiosparamás tarde.Le inspirabanpoco interés;pensabaenotrascosas...estabatriste.

Y a las preguntas ansiosas de Cotoner, que creía en una enfermedad,contestóconvozqueda:

—Estoy bien. Es melancolía, aburrimiento de no hacer nada. Quierotrabajarynotengofuerzas.

Deprontocortó lapalabraasuviejoamigo,mostrándoleconunademántodos los retratos de Josefina, como si fuesen obras nuevas que acababa deproducir.

Cotonerseextrañó...Losconocíatodos:hacíaañosqueestabanallí.¿Quénovedaderaaquella?...

Elmaestrolecomunicósurecientesorpresa.Habíavividojuntoaellossinverlos:acababadedescubrirlosdoshorasantes.YCotonerreía.

—Túestásalgotocado,Mariano.Vivessindartecuentadeloqueterodea.PoresonotehasenteradoaúndelcasamientodeSoldevillaconunamuchachamuyrica.Elpobrechicoestátristeporquesumaestronohaasistidoalaboda.

Renovalesencogióloshombros.¿Quéleimportabanaélesastonterías?...

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Hubouna larga pausa, y elmaestro, pensativo y triste, levantó de pronto lacabezaconungestoderesolución.

—¿Qué te parecen esos retratos, Pepe?—preguntó con ansiedad.—¿Esella?¿Nomeequivocaría alhacerlos?¿No laveríadeotromodoquecomofue?...

Cotoner rompió a reír. Realmente, elmaestro estaba tocado. ¡Vaya unaspreguntas! Aquellos retratos eran unasmaravillas, como todo lo suyo. PeroRenovales insistió, con la impaciencia de la duda. ¡El parecido!... ¡QueríasabersiaquellasJosefinaseranigualesalamuerta!

—Exactísimo—dijoelbohemio.—¡Perohombre,siloquemásasombraentusretratoseslafidelidadconquesorprendeslavida!

Afirmábaloconenergía,perounadudaescarabajeabaensuinterior.Sí;eraJosefina, pero con algo extraordinario, ideal. Sus facciones parecían lasmismas,perollevabanunaluzinternaquelasembellecía.Eraeldefectoquehabíaencontradosiempreaestosretratos;perosecalló.

—Yella—insistióelmaestro,—¿era realmentehermosa?¿Qué teparecíacomo mujer? Dímelo, Pepe... sin reparos. Es extraño; yo no recuerdo biencómoera.

Cotoner quedó desconcertado por estas preguntas y respondió con ciertoembarazo. ¡Vaya una ocurrencia! Josefina era muy buena, un ángel; él larecordaría siempre con agradecimiento. La había llorado como si fuese unamadre, y eso que podía ser casi hija suya. Tenía grandes delicadezas ycuidadosparaelpobrebohemio.

—Noeseso—interrumpióelmaestro.—Yopreguntositeparecíahermosa;siloerarealmente.

—Hombre, sí—dijo Cotoner con resolución.—Era hermosa... más biendicho, simpática.Al finalparecíaunpoquilloestropeada. ¡Laenfermedad!...Enfin,unángel.

Y el maestro, tranquilizado por estas palabras, quedó en largacontemplaciónantesuspropiasobras.

—Sí;eramuyhermosa—dijolentamente,sinapartarlavistadeloslienzos.—Ahora lo reconozco; ahora la veomejor... Es extraño, Pepe; parece comoqueencuentrohoyaJosefina,despuésdeunlargoviaje.Lahabíaolvidado;yanosabíaciertamentecómoerasucara.

Hubootralargapausa,ydenuevoacometióelmaestroasuamigoconunapreguntaansiosa.

—¿Yquererme?...¿Crees túquemequeríadeveras?¿Queeraporamor

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porloquesemostraba,algunasveces...tanrara?

AhorasíquenovacilóCotoner,comoenlaspreguntasanteriores:

—¡Quererte!... ¡Con delirio, Mariano! ¡Como ningún hombre ha sidoqueridoenelmundo!Todoloquehubieraentrevosotros,erancelillos,excesodeafecto.Losémejorquenadie;alosbuenosamigosquecomoyoentranysalenenunacasa,lomismoqueperrosviejos,selestrataconconfianza,selesdicencosasquenosabeelmarido...Créeme,Mariano;nadiemástequerráasí.Losberrincheserannubesdelasquepasan.Tengolacertezadequeyanoteacuerdas de ellas. Lo que no pasaba era lo otro; el amor que te tenía. Meconsta: lo sé de cierto; ya sabes que ellame lo contaba todo, que era yo laúnicapersonaaquienpodíatolerarensusúltimostiempos.

Renovalesparecióagradecerconunamiradadealegríaestaspalabrasdesuamigo.

Salieron a pasear a la caída de la tarde, marchando lentamente hacia elcentrodeMadrid.Renovaleshablabadesujuventud,desustiemposdeRoma.ReíarecordandoaCotonersufamososurtidodepapas,acudíanasumemorialas graciosas farsas de los estudios, las fiestas ruidosas, y después, a suregreso, cuando ya era casado, las noches de amistosa intimidad en aquelcomedorpequeñoybonitodelavíaMargutta;lallegadadelbohemioyotroscompañerosde arte, para tomaruna tazade té con el jovenmatrimonio; lasdiscusionesagritossobrepintura,quehacíanprotestaralosvecinos,mientrasella, su Josefina, todavíaconelasombrodeversedueñadeunacasa, sin sumadre y rodeada de hombres, sonreía a todos con timidez, encontrandograciosos e interesantes a aquellos camaradas terroríficos, melenudos comobandoleros,inocentesyquisquillososcomoniños.

—¡Losbuenostiempos,Pepe!...Lajuventud,quesóloapreciamoscuandodesaparece.

Andandosiempreenlínearecta,sinsaberadóndeiban,enfrascadosensuconversaciónysusrecuerdos,sevieronenlaPuertadelSol.Habíacerradolanoche;brillabanlosfocoseléctricos;losescaparatesarrojabansobrelasacerassusmanchasdeluz.

CotonermirólahoraenelrelojdelMinisterio.

¿NoibaaquellanocheelmaestroacasadeladeAlberca?...

Renovalespareciódespertar.Sí;teníaqueir,leesperaban...Peronoiba.Suamigo le miró escandalizado, como si considerase, en su conciencia deparásito,unafaltagravísimaeldespreciarunacomida.

ElpintormostrábasefaltodefuerzasparapasarlanocheentreConchaysumarido. Pensaba en ella con cierta aversión; sentíase capaz de rechazar

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brutalmente los contactos audaces con que le perseguía a todas horas; decontárselotodoalmaridoenunarrebatodefranqueza.Eraunavergüenza,unatraición,aquellavidaatresquelagrandamaaceptabacomoelmásdichosodelosestados.

—Esinsufrible—dijoparadesvanecerlaextrañezadesucompañero.—Noselapuedeaguantar;unalapaquenomesueltauninstante.

NuncahabíahabladoaCotonerdesusamoresconladeAlberca,peroéstenonecesitabaquelecontasenlascosas;tácitamentesedabaporenterado.

—Pero es guapa, Mariano—dijo.—¡Una gran mujer! Ya sabes que laadmiro.Esatepodíaservirparaelcuadrogriego.

Elmaestrotuvounamiradadeconmiseraciónparasuignorancia.Sentíaeldeseodevejarla,deherirla,justificandoasísuindiferencia.

—Fachadanadamás...carayestatura.

É inclinándosehacia suamigo, ledijo envozbaja,gravemente, comosirevelaseelsecretodeuninmensocrimen:

—Tienelasrodillasenpunta...Unaverdaderaestafa.

Cotonerdilatólabocaconunarisadesátiroyseagitaronsusorejas.Eralaalegría del hombre casto; la satisfacción de conocer los ocultos defectos deunabellezacolocadafueradesualcance.

Elmaestro no quiso separarse de su amigo.Le necesitaba;mirábale contiernasimpatía,viendoenélalgodelamuerta.Nadielahabíaconocidocomoaquelcompañero.Enlosmomentosde tristeza,élerasuconfidente.Cuandosus nervios la ponían como loca, las palabras de este hombre sencilloterminabansuscrisisenunmardelágrimas.¿Conquiénpodíahablarmejordeella?...

—Comeremos juntos, Pepe: iremos a los italianos; un banquete romano,raviolis, picatta, todo lo que quieras, y un frasco de Chianti o dos; cuantospuedas beber; y al final Asti espumoso, mejor que el Champagne. ¿Teconviene,anciano?

Seagarrarondelbrazo,marcharonalta la frente, la sonrisaen los labios,comodospintorcillosjóvenes,ansiososdecelebrarunaventarecienteconunacomilonaaliviodesumiseria.

Renovales sumíase en sus recuerdos para sacarlos a luz con palabraatropellada. Hacía memoria a Cotoner de cierta trattoria en una callejuelaromana,másalládelaestatuadePasquino,antesdellegaralGovernoVechio;un figón de quietud eclesiástica, dirigido por el antiguo cocinero de uncardenal. Las perchas del establecimiento estaban siempre ocupadas por

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sombreros de teja. Su alegría de artistas, escandalizaba un tanto la graveparsimonia de los parroquianos: sacerdotes de las oficinas pontificales o depasoenRomaparaintrigarascensos;rábulasdemugrientalevita,quellegabancargadosdepapelotesdelvecinoPalaciodeJusticia.

—¡Quémacarrones!¿Teacuerdas,Pepe?¡YcómolegustabanalapobreJosefina!

Llegabandenochealatrattoriaenalegrebanda;ellacogidaasubrazo,yen torno los buenos amigos que agrupaba la admiración junto a su nacientefama de pintor. Josefina adoraba los misterios culinarios, los secretostradicionales de la solemnemesa de los príncipes de la Iglesia, que habíandescendidoalacalle,refugiándoseenaquellasalitaconarcadasdebodegón.SobreelblancomanteltemblabalamanchadeámbardelvinodeOrvieto,enventrudas botellas de fino cuello; un líquido dorado, espeso, de dulzuraclerical;unabebidadepontíficesancianosquedescendíacomofuegohastaelestómago, ymás de una vez sé había remontado a cabezas cubiertas por latiara.

En las noches de luna salían de allí, con dirección al Coloseo paracontemplar la ruina colosal y monstruosa bajo un torrente de luz azulada.Josefina, trémula de inquietud, se sumía en los túneles negros, avanzaba atientas entre las piedras caídas, hasta verse en pleno graderío, frente alsilencioso redondel, queparecía encerrar el cadáverde todounpueblo.Ellapensabaen las fierashorrendasquehabíanpisadoaquellaarena,mirandoentornoconinquietud.Depronto,unespantosorugido,yunabestianegrasalíadando saltos de los profundos vomitorios. Josefina se agarraba a su esposo,conchillidodeespanto,ytodosreían.EraSimpson,unpintornorteamericanoque doblaba su larga osamenta, marchando a cuatro patas para atacar confierosalaridosaloscompañeros.

—¿Teacuerdas,Pepe?—decíaacadainstanteRenovales.—¡Quétiempos!¡Qué alegría! ¡Qué excelente compañera la pobrecita, antes de que laentristecieselaenfermedad!...

Comieron,hablandodesujuventud,mezclandoensusrecuerdoslaimagendelamuerta.Despuéspasearonpor lascallesbastamedianoche, insistiendoRenovales en aquellos tiempos, recordando a su Josefina, como si toda suexistencia la hubiese pasado adorándola. Cotoner sentíase fatigado de estaconversaciónysedespidiódelmaestro.¡Quénuevamaníaeraaquella!...MuyinteresantelapobreJosefina;perotodalanochelahabíanpasadosinhablardeotracosa,comosienelmundosóloexistieseelrecuerdodelamuerta.

Renovalesmarchóasucasaconciertaimpaciencia;tomóuncarruajeparallegar antes. Sentía la misma impresión de inquietud que si le aguardaraalguien:leparecíaaquelhotelpresuntuoso,antesfríoysolitario,animadopor

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un espíritu que no podía definir, un alma amada que lo llenaba todo,esparciéndosecomounperfume.

Al entrar, precedido por el doméstico soñoliento, su primeramirada fuepara la acuarela. Sonrió; quiso dar las buenas noches a aquella cabeza quefijabasusojosenél.

Igualsonrisayelmismosaludomental tuvopara todas lasJosefinasquesalíanasuencuentro,surgiendodelasombradelasparedesalencenderselasbombillaseléctricasensalasycorredores.Yanoleinspirabaninquietudestosrostros contempladospor lamañanacon sorpresaymiedo.Ella leveía; ellaadivinaba su pensamiento; ella le perdonaba, seguramente. ¡Había sidosiempretanbuena!...

Dudóuninstanteensucamino,queriendoiralosestudios,yencendersusgrandes focos eléctricos. La vería de cuerpo entero, en toda su gentileza;hablaríaconella;lapediríaperdón,enelprofundosilenciodeaquellasnaves...Pero el maestro se contuvo. ¿Qué locuras se le ocurrían? ¿Iba a perder eljuicio?... Se pasó la mano por la frente, como si quisiera borrar de supensamiento estos propósitos. Era sin duda el Asti quien le inspiraba talesextravagancias.¡Adormir!...

Alquedaraobscuras,tendidoenlacamitadesuhija,sesintiómolesto.Nopodríadormir;estabamalallí...Sintióundeseovehementedesalirdelcuarto,de refugiarse en el dormitorio abandonado, como si sólo en él pudieraencontrar descanso y sueño. ¡Oh, la cama veneciana, la cama de Dogaresarubia,aquelmueble señorialqueguardaba todasuhistoria;dondeellahabíagemido de amor; donde se habían dormido tantas veces comunicándose amediavozsusdeseosdegloriayderiqueza;dondehabíanacidosuhija!....

Con lavehemenciaqueponíaen todossuscaprichos,elmaestro recobrósus ropas, y quedamente, como si temiera ser oído por su criado, quedescansabacerca,encaminósealdormitorio.

Rodólallaveconprecaucionesderateroyavanzódepuntillas,bajolaluzsuave y discreta de color rosa, que derramaba un farolón antiguo, desde elcentro del techo. Tendió los colchones cuidadosamente sobre la camaabandonada. Faltaban sábanas, almohadas, toda la ropa de dormir. Lahabitación,desiertatantotiempo,estabafría...¡Quénochetanagradableibaapasar!¡Québiendormiríaallí!Losalmohadonesdeunsofá,bordadosdeorocondurorelieve,lesirvierondecabecera.Seenvolvióenungabányseacostóvestido,apagandolaluz,coneldeseodenoverlarealidad,desoñar,poblandolasombraconlasdulcesmentirasdesuimaginación.

SobreaquelloscolchoneshabíadormidoJosefina;susblandurasconocíanelsuavepesodesucuerpo.Nolaveíacomoenlosúltimostiempos,enferma,

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demacrada,roídapor lamiseriafísica.Esta imagendolorosa larechazabasupensamiento,abriéndosea las ilusionesbellas.LaJosefinaquecontemplaba,laquellevabadentro,eralaotra,ladelosprimerostiempos;ynocomohabíasidoenrealidad,sinocomoéllahabíavisto,comolahabíapintado.

Su memoria pasaba sobre una gran laguna de tiempo, obscura ytormentosa; saltaba desde la actual nostalgia a los tiempos felices de lajuventud.Tampocoseacordabade losañosdepenosocautiverio, cuandosedebatíanlosdos,hurañosyagresivos,incapacesdecontinuarjuntoslamismasenda... Eran insignificantes contratiempos de la vida. Sólo pensaba en labondadsonriente,lagenerosidadylasumisióndelostiemposdeamor.¡Conquéternurahabíanvividojuntos,unapartedesuexistencia,abrazadossobreaquellechoqueahorasóloconocíaelaislamientodesucuerpo!...

El artista se estremeció de frío en la insuficiencia de sus envolturas. Enestasituaciónanormal, lassensacionesexterioresevocabansusrecuerdos;seasociabanafragmentosdelpasado,tirandodeellos,hastasacarlosafloteenlamemoria.ElfríolehizopensarenlasnocheslluviosasdeVenecia,cuandoelchaparróncaíahorasyhorassobreestrechascallejuelasydesiertoscanales,enel profundo silencio de la noche, en la mudez solemne de una ciudad sincaballos,sinruedas,sinotroruidodevidaqueelchapoteodelaguasolitariaen los escalones demármol. Ellos estaban en aquella misma cama, bajo elcalienteedredón,rodeadosdelosmueblesqueadivinabaahoraenlasombra.

Por entre las maderas del calado ventanal penetraba el resplandor delreverberoqueiluminabaelvecinocanalillo.Marcábaseeneltechounafajadeluz y en ella temblaba el reflejo de las aguas muertas, con un incesantecruzamientodehilosdesombra.Ellos,estrechamenteabrazados,conlosojosenalto,contemplabaneste juegode la luzyelagua.Adivinabanel fríoy lahumedad en la calle líquida; saboreaban el mutuo calor de sus cuerpos, elapretado contacto de su carne, el egoísmo de estar juntos, en la dulcevoluptuosidaddelbienestar físico,sumidosenelsilencio,comosielmundohubieseacabado,comosisudormitoriofueseuncálidooasisenmediodelfríoylasombra.

Algunasvecessonabaungritolúgubrerasgandoelsilencio.¡Aooo!Eraungondoleroqueavisabaantesdedoblar laesquina.Por lamanchade luzquecabrilleaba en el techo, deslizábase una gondolíta negra, liliputiense, unjuguetedesombra,encuyapopasedoblaba,dándolealremo,unmonigotedeltamañodeunamosca.Ylosdos,pensandoenlosquepasabanbajolalluvia,perseguidosporlasráfagasglaciales,paladeabanunanuevavoluptuosidad,ysuscuerposseapretabanconmásfuerza,bajolasuavecariciadeledredón,ysusbocasseencontraban,conmoviendolacalmadesunidoconlainsolenciaruidosadelajuventudyelamor...

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Renovales ya no sentía frío. Revolvíase inquieto sobre los colchones;clavábanse en su rostro los bordados metálicos del almohadón; tendía susbrazosenlaobscuridad,yunaquejacortabaelsilencio,tenaz,desesperada,unlamentodeniñoqueexigeloimposible,quepidelaluna.

—¡Josefina!¡Josefina!

III

Una mañana el maestro llamó con gran urgencia a Cotoner, y éste sepresentó,mostrándosealarmadoporlostérminosdelaviso.

—Noesnadagrave—dijoRenovales.—NecesitoquemedigasdóndefueenterradaJosefina.Quieroverla.

Eraundeseoquesehabíaformadolentamenteensupensamientodurantevarias noches; un capricho de las interminables horas de insomnio quearrastrabaenlaobscuridad.

Hacíamás de una semana que se había trasladado al dormitorio grande,escogiendo entre la ropa de cama, con unaminuciosidad que asombró a laservidumbre,lassábanasmásusadas, lasqueevocabanconsusbordadoslosantiguos recuerdos. No encontró en estos lienzos aquel perfume de losarmariosquetantoleperturbaba;peroalgohabíaenellos,lailusión,lacertezadequesutejidohabíarozadomuchasveceslacarnequerida.

Renovales, después de exponer su deseo a Cotoner, sobriamente y congesto duro, creyó necesario excusarse. Era vergonzoso que él no supiesedónde estaba Josefina; que no hubiera ido aún a visitarla. El dolor de sumuertelehabíadejadosinvoluntad...después,¡ellargoviaje!...

—Túcorriste con todo,Pepe; tú arreglaste el entierro.Dimedónde está;llévameaverla.

No se había preocupado hasta entonces de los restos de la muerta.Recordabaeldíadelentierro,sudolorteatral,quelehabíahechopermaneceren un rincón del estudio, con la cara oculta entre las manos. Los amigosíntimos, losescogidos,que llegabanhasta su retiro,vestidosdenegroycontristeza fúnebre, le cogían una mano apretándola con efusión. «¡Valor,Mariano!¡Ánimo,maestro!»Yfueradelhotelunpatearincesantedecaballos;la verja negra de apretada muchedumbre; los carruajes en doble fila hastaperderse de vista; los reporters yendo de un grupo a otro, inscribiendonombres.

TodoMadrid estaba allí... Y se la habían llevado al lento paso de unos

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caballos de penachos ondeantes, entre lacayos de la muerte, con blancaspelucasydoradascachiporras;yélnosehabíaacordadomásdeella,nohabíasentido la curiosidad de conocer el rincón fúnebre, donde se ocultaba parasiempre, bajo los ardores del sol que resquebrajan la tierra, bajo lasinterminables lluvias de la noche que chorrearían sobre sus pobres huesos.¡Ah,malvado!¡Ah,miserable,porelmásafrentosodelosolvidos!...

—Dimedóndeestá,Pepe...Llévame;quieroverla.

Suplicabaconlavehemenciadelremordimiento:queríaverlaenseguida,cuantoantes,comounpecadorquetememorirypideagritoslaabsolución.

Cotoner accedió a este viaje inmediato. Estaba en el cementerio de laAlmudena,uncamposantocerradodesdemuchotiempo.Sóloibanaéllosquetenían tradicionales derechos sobre un pedazo de su suelo. Cotoner habíaquerido enterrar a la pobre Josefina cercade sumadre, en elmismo recintodonde se oxidaba el oro de la losa que ocultaba al «malogrado genio de ladiplomacia».Quisoquedescansaseentrelossuyos.

En el camino, Renovales sintió cierta angustia. Veía pasar con ojos desonámbulo, al través de los vidrios del carruaje, las calles de la población:despuésbajabanunarápidacuesta;jardinesmalcuidados,enloscuales,juntoalosárboles,dormitabanvagabundososepeinabanmujeresconlacabezaalsol;unpuente;suburbiosmíserosconcasuchasde lugarejo; luegoelcampo,caminosencuestayalfinalunbosquedecipresessobreunatapiayrematesdeedificiosmarmóreos,ángelesextendiendolasalasconunatrompetaenloslabios,grandescruces,flamerosmontadossobretrípodes,yuncielolímpido,deintensoazul,queparecíareírconindiferenciasobrehumanadelaemocióndeaquellahormigaqueseapellidabaRenovales.

Iba a verla; a poner sus plantas en lamisma tierra, última sábana de sucuerpo;aaspirarunaireenelquesubsistíatalvezalgodeaquelcalor,queeracomolarespiracióndelalmadelamuerta.¿Quéladiría?...

Alentrarenelcamposantomiróalguardián,unhombrefeo,lúgubre,conuna palidez amarillenta y grasosa de blandón. ¡Aquel hombre vivía a todashoras cerca de Josefina!... Sintió un impulso de generosidad, deagradecimiento: tuvo que contenerse, pensando en su acompañante, para noentregarletodoeldineroquellevabaencima.

Sus pasos resonaron en el profundo silencio. Sintiéronse rodeados de larumorosacalmadeunjardínabandonado,enelqueeranmásloskioscosylasestatuasquelosárboles.Anduvieronbajoruinosascolumnatasquerepercutíansus pasos con extraño eco; sobre losas que devolvían la sonoridad de sushuellas, con ese estruendo sordo de los lugares huecos y obscuros. La nadaestremecidaensudesiertoporunligerorozamientodevida.

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Los muertos que dormían allí estaban bien muertos, sin la leveresurrección del recuerdo, en completo abandono, consumiéndose en lapodredumbreuniversal,anónimos,separadosporsiemprede lavida,sinquede la inmediata colmena de gentes viniese nadie a reanimar con llantos yofrendaslaefímerapersonalidadquetuvieron,elnombrequelesrotulóporuninstante.

Lascoronaspendíandelascruces,negras,deshilachadas,conunherviderode insectos en sus briznas. La vegetación exuberante ymonótona, libre delmartiriodelospasos,seextendíaportodaspartes,desuniendoconsusraíceslas piedras de las tumbas, haciendo saltar los peldaños de las sonorasescalinatas. Las lluvias, con su lenta filtración, producían desplomes delterreno.Algunas losas se cuarteaban, dejando entreabiertos profundoshoyosqueexhalabanunhedordetierramojadayestiércolcocido.

Habíaqueandarconciertaprecaución, temiendoqueel terrenosonoroyhueco se abriese de pronto: había que evitar repentinas depresiones, en lascuales, junto a una lápida hundida de canto, con letras de pálido oro ynobiliarios escudos, asomaba un cráneo pequeño, de débil osamenta; elarmazóndeunacabezademujer,entrandoysaliendoporelnegroportaldesusórbitasunrosariodehormigas.

Elpintorcaminabaestremecido,conlatristezadeunadecepcióninmensa,dudandodesusmásgrandesentusiasmos.¡Yestoeralavida!...¡Yasíacababalahumanabelleza!¡Paraestoserviríaelreceptáculodehermosassensacionesquellevabasobresushombros,yallíiríaapararcontodasusoberbia!...

—Aquíes—dijoCotoner.

Sehabíanmetidoentreunasfilasde tumbasapretadas, rozando,alpasar,losadornosenvejecidosquesedesmenuzabanycaíanasucontacto.

Eraunasepulturasencilla,unaespeciedeféretrodeblancomármol,queseelevabaunosdospalmossobreelsuelo,llevandoensupartesuperiorunaltoremate,semejantealacabeceradeunacama,yterminadoporunacruz.

Renovales permaneció frío. ¡Allí estaba Josefina!... Leyó varias veces lainscripción,comosinopudieraconvencerse.Eraella;lasletrasreproducíansunombre, con una breve lamentación del marido inconsolable, que a él lepareciófaltadesentido,artificial,vergonzosa.

Habíavenidopensando,conestremecimientosde inquietud,enel terriblemomentodedescubrirelúltimolechodesuJosefina.¡Sentirsecercadeella,pisar el suelo que guardaba la esencia de su cuerpo!No podría resistir estetrance; lloraría comounniño, caería de rodillas, sollozando con angustia demuerte...

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Y bien; ya estaba allí: tenía la tumba ante sus ojos, y sin embargo,permanecíansecos,mirabanentorno,fríamente,conextrañeza.

¡Allí estaba!... Lo creía por la afirmación de su amigo, por aquel rótulodeclamatorio puesto sobre la tumba; pero nada le avisaba la presencia de lamuerta. Permanecía insensible, mirando con curiosidad a las inmediatassepulturas,sintiéndoseensuinteriorunmonstruosodeseodeburla,noviendoenlamuertemásquesumuecasardónicadebufóndelaúltimahora.

Aun lado,un señorquedescansababajoel interminablecatálogode sustítulos y condecoraciones; una especie de conde de Alberca, que se habíadormidoenlasolemnidaddesugrandeza,esperandoeltrompetazodelángelparacompareceranteelSeñorcontodossuspergaminosycruces.Alotro,ungeneralquesepudríabajounmármolgrabadodecañones,fusilesybanderas,comosiquisierainfundirespantoalamuerte.¡EnquéburlescapromiscuidadhabíavenidoaacostarseJosefina,paradormirsuúltimosueño!Altravésdelatierra mezclábanse los jugos de todos aquellos cuerpos, se unían yamalgamaban,coneldefinitivobesodelanada,sinhaberseconocidodurantelavida.Elloseran losúltimosdueñosdesucuerpo, loseternosydefinitivosamantes; se laarrebatabanensupresenciayparasiempre, indiferentesa laspreocupaciones efímeras de los vivos. ¡Ay la muerte! ¡Que burlona atroz!¡Quécinismofríoeldelatierra!...

Sentía disgusto, tristeza, asco, de la insignificancia humana... pero nolloraba. Sólo tenía ojos para lo externo y lo material; para la forma,preocupación constante de su pensamiento. Al verse ante la tumba, aprecióúnicamentesuvulgarhumildad,conciertavergüenza.Erasumujer:laesposadeungranartista.

Pensó en los escultores más célebres, todos amigos suyos: hablaría conellos;labraríanunasepulturaimponente,conestatuaslacrimosasyoriginalessímbolos de la fidelidad, de la dulzura y del amor: un sepulcro digno de lacompañeradeRenovales...Ynadamás; supensamientono ibamás allá; suimaginaciónnopodíatraspasarladurezadelmármol,penetrandoenelocultomisterio. La tumba estabamuda y vacía: en el ambiente no había nada quehablasealalmadelpintor.

Permanecióinsensible,sinqueleturbaseemociónalguna,sindejardeverunsoloinstantelarealidad.Elcementerioeraunlugarfeo,triste,repugnante,con su atmósfera de pudridero. Renovales creía percibir un lejano hedor decarnefritaesparcidoenelviento,queinclinabaelpuntiagudoplumerodeloscipreses,quemovíalasviejascoronasyelramajedelosrosales.

MiróconciertahostilidadalsilenciosoCotoner.Ésteteníalaculpadesufrialdad.Supresencialecohibía,impidiendotodaefusión.Aunqueamigo,eraun extraño; un obstáculo entre él y la muerta. Se interponía entre los dos,

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impidiendoaqueldiálogomudodeamoryperdónconelqueveníasoñando.Volvería sin su acompañante. Tal vez el cementerio fuese distinto en lasoledad.

Y volvió: volvió al día siguiente. El guardián le hizo un saludo amable,adivinandounparroquianodelosqueproporcionanganancias.

Elcementeriolepareciómásgrande,másimponente,enelsilenciodeunamañana tranquila y luminosa. No tenía con quién hablar, no oía otro ruidohumano que el de sus propios pasos. Subía escalinatas, atravesaba galerías,dejando tras él su indiferencia, pensando, con inquietud, que cada vez seseparabamásdelosvivos,quelapuerta,consuempleadosórdido,estabayalejos,yqueéleraelúnicoviviente,elúnicoquepensabaypodíasentirmiedo,enaquellaciudadlúgubredemilesymilesdeseres,envueltosenunmisterioque leshacía imponentes,entre los ruidossordosyextrañosdeesemásalláqueespantaconsunegruradeabismosinfondo.

AlllegarantelatumbadeJosefina,sequitóelsombrero.

Nadie. Los árboles y los rosales se estremecían bajo el viento, hastaperderse de vista en las encrucijadas de los panteones.Unos pájaros piabansobresucabeza,enunaacacia,yesterumordevida,rasgandoelsusurrodelasolitaria vegetación, esparcía cierta tranquilidad en el espíritu del pintor,borrabaelmiedo infantilquehabía sentidoantesde llegarallí, cruzando lascolumnatasdepavimentosonoro.

Permaneció mucho tiempo inmóvil, abstraído en la contemplación deaquellacajademármol,partidaoblicuamenteporlaluzdelsol;unapartedecolordeoroyotraconlablancasuperficieazuladaporlasombra.Deprontose estremeció, coma si despertase oyendo una voz... La suya.Hablaba alto,conunimpulsoirresistibledeexteriorizaragritossupensamiento,deanimarconalgoquesignificasevidaestesilenciomortal.

—Josefina,soyyo...¿Meperdonas?...

Eraunaansiainfantildeoírlavozdelmásallá,derramandosobresualmaun bálsamo de perdón y olvido; un deseo de arrastrarse, de llorar, deempequeñecerse,dequeellaleescuchase,dequesonrieradesdeelfondodelanada, viendo la gran revoluciónque se había operado en su espíritu.Queríadecirla—y se lo decía mudamente, con el lenguaje de la emoción—que laamaba, que había resucitado en su pensamiento, ahora que la había perdidopara siempre, con un amor que no tuvo nunca pura ella en su existenciaterrenal. Sentíase avergonzado de verse ante su tumba; avergonzado de ladesigualdaddesusuerte.

Lepedíaperdóndevivir,desentirsevigorosoyjoventodavía,deamarlasin realidad, con loca esperanza, cuando la había dejado partir indiferente y

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frío, con el pensamiento en otra mujer, esperando su muerte con el máscriminaldelosanhelos.¡Miserable!¡Yélestabaenpie!¡Yella,labuena,ladulce, oculta para siempre; perdida y deshecha en las entrañas de la eternainsaciable!...

Lloraba:lloraba,porfin,conesaslágrimascálidasysincerasqueatraenelperdón.Era el llanto por tanto tiempodeseado.Ahora sentía que los dos seaproximaban, que estaban casi juntos, que sólo les separaba una lámina demármolyalgunatierra.Veíaconlaimaginaciónsuspobresrestos,loshuesostal vez cubiertos por la podredumbre epílogo de una vida, y los amaba, losadorabaconunapasiónserena,porencimadelasmiseriasterrenales.NadadeloquehabíasidoJosefinapodíacausarlerepugnancianihorror.¡Siélpudieraabriraquellacajablanca!¡Sipudierabesarlosúltimosescombrosdelcuerpoadorado, llevárselos con él, para que le acompañasen en su peregrinación,comolasdivinidadesdomésticasdelosantiguos!...Yanoveíaelcementerio;no oía los pájaros ni el susurro de las ramas; creía vivir en una nube, sincontemplar otra cosa en la densa niebla que aquella tumba blanca, lamarmóreacaja,últimolechodeladoradocuerpecillo...

Ella le perdonaba: su cuerpo surgía ante él, tal como había sido en sujuventud,comohabíaquedadoenloslienzospintadaporsumano.Sumiradaprofundasefijabaenlasuya;sumiradadelostiemposdeamor.Leparecíaoírsu voz, la voz de entonaciones infantiles, la que reía, admirando pequeñasinsignificancias, en la época feliz. Era una resurrección; la imagen de lamuertaestabaanteél, formada, sinduda,pormoléculas invisiblesdesuser,queflotabansobrelatumba,poralgodesuesenciavitalqueaúnaleteabaentornodelosrestosmateriales,conciertoretardodedolorosadespedida,antesdeemprenderlacarreraalasprofundidadesdeloinfinito.

Sullantoincesanteseguíaderramándoseenelsilencio,conunaprofusiónde dulce desahogo: su voz, entrecortada por los suspiros, hacía callar a lospájarosinfundiéndolesmomentáneopavor.«¡Josefina!¡Josefina!»Yelecodeestoslugaressonoroscontestabaconrugidossordosyburlones,desdelaslisasparedesdelosmausoleos,desdeeltérminoinvisibledelascolumnatas.

El artista, con impulso irresistible, pasó una pierna sobre las cadenasenmohecidasque rodeaban la tumba. ¡Sentirlamás cerca! ¡Suprimir la cortadistancia que los separaba! ¡Burlar a la muerte con un beso de amorresucitado,deintensoagradecimientoporelperdón!...

El cuerpo enorme delmaestro cubrió la blanca caja, abarcándola en susbrazosextendidos,comosiquisieradesprenderladelsueloyllevárselaconél.Suslabiosbuscaronansiososlapartemásaltadelalosa.

Quisoadivinarelsitioquecubríaelrostrodelamuerta,yentrerugidosdefiera herida, comenzó a besarlo, moviendo su cabeza, como si quisiera

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estrellarlacontraelmármol.

Una sensación en los labios de piedra caldeada por el sol; un sabor depolvo,insípidoyrepulsivo,seextendióporsuboca.Renovalesseincorporó,sepusodepie,comosidespertase,comosiresurgiesedeprontoelcementerio,hastaentonces invisible.El lejanohedordecarnechamuscadavolvióaherirsuolfato.

Ahoraveíalatumba,comolahabíavistoeldíaanterior.Yanolloraba.Lainmensa decepción secó sus lágrimas, mientras en su interior sentíaacrecentarseelansiadelllanto.¡Horribledespertar!...Josefinanoestabaallí;entornodeélsóloexistíalanada.Erainútilbuscarelpasadoenelcampodelamuerte.Losrecuerdosnopodíanprenderenestatierrafría,conmovidaensus entrañas por el pulular del gusano, por el hervor de la materia enputrefacción. ¡Ay, dónde venía a buscar sus ilusiones! ¡De qué estercolerohediondoqueríahacerresurgirlasrosasdesusrecuerdos!...

Veíaconlaimaginación,trasaquelmármolantipático,elpequeñocráneoconsumuecaburlona,loshuesosfrágilesenvueltosensusúltimosandrajosdepiel,yestavisión ledejabafrío, indiferente.¿Quéteníaélqueverconestasmiserias?No;Josefinanoestabaallí.Habíamuertodeveras,ysialgunavezllegabaaverlanoseríacercadesutumba.

Lloraba otra vez, pero sin lágrimas exteriores, con un llanto que sederramaba hacia adentro: lloraba la amargura de su soledad, el no podercambiarconellaunpensamiento.¡Tantascosasqueteníaquedecirlayquelequemaban el alma!... ¡Cómo la hablaría, si una fuerza misteriosa se ladevolviese por un instante!... Imploraría, su perdón; se arrojaría a sus pies,lamentando el error de su vida, el doloroso engaño de haber permanecidojuntoaella, indiferente,acariciandofalsasilusionesqueencerrabanelvacío,pararugirahoraeneltormentodeloirreparable,conlaseddeunamorlocoqueadorabaalamuertadespuésdedespreciaralaviva.Lajuraríamilveceslaverdad de esa adoración póstuma, de este deseo excitado por la muerte. Yluego, la acostaríaotravezen su lechoeternoy sealejaría tranquilo, con laconcienciaenpaz,despuésdeladeliranteconfesión.

Pero era imposible. El silencio entre ellos sería para siempre.Habría dequedarportodaunaeternidadconestaconfesiónenelpensamiento,sinpodercomunicársela, sintiendo su pesadez abrumadora. Ella se había ido con elrencoryeldesprecioenelalma,olvidandolosprimeros tiemposdeamor,yeternamenteignoraríaqueéstoshabíantenidounreverdecimientodespuésdesumuerte.

No podía echar una mirada atrás; ella no existía; ya no existiría nunca.Todocuantoélhicieseycuantopensase, lasnochesde insomnio llamándolacon súplica cariñosa, las largas contemplaciones ante sus imágenes, todo lo

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ignoraría. Y cuando él muriese a su vez, el silencio y el aislamiento entreambos aun se haría más grande. Las cosas que no había podido decirla seextinguiríanconél,ylosdossedesmenuzaríanenlatierra,extrañoselunoalotro,prolongandoenlaeternidadsuerrorlamentable,sinpoderaproximarse,sinpoderverse,sinunapalabrasalvadora,condenadosalanada,pavorosaysinlímites,sobrecuyadurezainfinitaresbalabanimperceptibleslosdeseosylosdoloresdelascriaturas.

El artista infeliz se revolvió con la rabia de su impotencia. ¿De quécrueldadvivíanrodeados?¿Québurlasombría,feroz,implacable,eraaquellaquelosempujaba,unoshaciaotros,paradespuéssepararlosporsiempre,¡porsiempre! sin que pudieran cambiar una mirada de perdón, una palabra querectificase sus errores y les permitiera reanudar su eterno sueño, con nuevapaz?...

Lamentira;siempreelengañoen tornodelhombre,comounaatmósferaprotectoraquelepreservaensumarcha,altravésdelvacíodelavida.Mentiraaquella tumbacon sus inscripciones: allínoestabaella; sóloencerrabaunosdespojos, igualesa todos,quenadiepodríareconocer,niélmismoque tantoloshabíaamado.

Su desesperación le hizo levantar los ojos al espació, de luminosalimpidez.¡Ah,elcielo!¡Mentiratambién!Aquelazulcelestial,consusrayosdoradosysusjuegoscaprichososdenubes,eraunaimperceptiblepelícula,unailusión de los ojos.Más allá de la telaraña engañosa que envolvía la tierra,estaba el verdadero cielo, el espacio sin fin, y era negro, de una lobreguezfatídica, con un chisporroteo de lágrimas ardientes, de infinitos mundos,lamparillasdelaeternidadencuyallamavivíanotrosenjambresdeinvisiblesátomos:yelalmaglacial,ciegaycrueldelatenebrosainmensidad,reíadesuspasiones y sus anhelos, de lasmentiras que fabricaban incesantemente paraacorazar su efímera existencia, queriendo prolongarla con la ilusión de unalmainmortal.

Todomentirasque lamuerte seencargabadedesenmascarar, cortando lamarchaaloshombresensudulcecaminoescalonadodeilusiones,echándolesfueradeél,conlamismaindiferenciaquesuspieshabíanaplastadoypuestoenfuga los rosariosdehormigasqueavanzabanentre lahierbasembradadehuesos.

Renovalessintiólanecesidaddehuir.¿Quéhacíaallí?¿Quéleimportabaeldesoladovacíodeaquelrincóndelatierra?Antesdealejarseconlafirmeresolucióndenovolvermás,buscóentornodelatumbaunaflor,unasbriznasdehierba,algoqueleacompañasecomorecuerdo.No;Josefinanoestabaallí,bien lo sabía él; pero sintió el anhelo de los enamorados, ese apasionadorespetoporlascosasquetocóalgunavezlamujeramada.

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Despreció unamata de flores silvestres que crecía abundosa en la parteinferiordelatumba.Lasqueríadecercadelacabeza,ycogióunospequeñosbotonesblancos,inmediatosalacruz,pensandoquesusraíceshabríantocadotalvezelrostrodelamuerta,queconservaríanenlospétalosalgodesusojos,algodesuboca.

Volvió a casa desalentado, triste, con el vacío en el pensamiento y lamuerteenelalma.

Pero en la atmósfera cálida de su vivienda, la amada muerta salió a suencuentro; la vio junto a él, sonriéndole desde el fondo de los marcos,irguiéndose en los grandes lienzos.Renovales sintió en torno de su cara unalientocálido,comosiaquellasimágenesrespirasenalavez,llenandolacasaconlaesenciaderecuerdosqueparecíaflotarenelambiente.Todolehablabadeella;todolollenabaesteindefinibleperfumedelpasado.Alláarriba,enlafúnebre loma, había quedado lamísera envoltura, la corteza perecedera.Novolveríamás.¿Paraqué?Lasentíaasualrededor:loquedeellarestabaenelmundo,conservábaseencerradoenlacasa,comoquedalafuerteesenciaenelpomorotoyabandonado...Enlacasa,no.Lamuertaestabaenél, lallevabadentro,lapercibíaensuinterior,comoesasalmaserrantesdelasleyendasqueserefugianenuncuerpoajeno,pugnandoporcompartirlamoradaconelalmaseñora de la envoltura.No en vano habían vivido tantos años de existenciacomún, unidos primero por el amor, luego por la costumbre. Sus cuerposhabíandormidoeníntimocontactodurantemediavida,tocándosedelafrentea los pies, abandonándose a la inconsciencia del sueño, mezclando sussudores,cambiandoporlosabiertosporosesecalordelashorasintimasqueescomolarespiracióndelalma.Lamuertasehabíallevadounapartedelavidadelartista.Ensusrestos,quesedesmenuzabanenlasoledaddelcementerio,habíaunapartedelmarido,yéste,asuvez,sentíaalgoextrañoymisteriosoque le encadenaba al recuerdo, que le hacía experimentar a todas horas eldeseodeaquelcuerpo,complementodelsuyo,quesehabíadesvanecidoyaenlanada.

Renovales se encerró en su hotel, con aire taciturno y gesto hosco, queinfundieronmiedoalcriado.SisepresentabaelseñorCotoner,debíadecirleque había salido. Si llegaban cartas de la condesa, podía dejarlas en uncacharroantiguodelaantesala,dondeseamontonabanlastarjetasinútiles.Sieraella laquesepresentaba,debíacerrarle lapuerta.Noqueríaveranadie:deseabapintarsinningúngénerodedistracción.Lacomidaselaserviríaenelmismoestudio.

Y trabajó solo, sin modelo, con una tenacidad que le hacía permanecerderechoanteellienzo,hastaquesedesvanecíalaluz.Algunasvecessucriado,alentraralanochecerenelestudio,encontrabaintactoelalmuerzosobreunamesa.Por lanoche,en lasoledaddelcomedor,eran losatraconesmudos,el

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devorar silenciosoy taciturno, por la imperiosanecesidad animal, sinver loquecomía,conlosojosperdidosenunacontemplaciónlejana.

Cotoner,algopicadoporestaordenextraordinariaqueleimpedíaelaccesoalestudio,presentábaseporlanocheyenvanointentabaanimarleconnoticiasdel mundo exterior. Notaba en los ojos del maestro una luz anormal, unestrabismodelocura.

—¿Cómovaesaobra?...

Renovalescontestabaconungestovago.Yalavería...másadelante.

Sugestode indiferencia repetíase al oír que lehablabade la condesadeAlberca. Cotoner describía la alarma de aquella señora, su asombro por laconductadelmaestro.LehabíallamadoparatenernoticiasdeMariano,paralamentarse,conlosojoshúmedos,deestaausencia.Habíaestadodosvecesenlapuertadelhotel, sinpoderentrar; sequejabadelcriadoydeaquellaobramisteriosa.Almenosqueleescribiera,quecontestaseasuscartas,repletasdelamentos y ternuras, que ella no sospechaba cerradas aún y en profundoolvido,entreunanubedeamarillentascartulinas.Elartistaescuchabaestoconunencogimientodehombros,comosilehablasendelosdoloresdeunplanetalejano.

—VamosaveraMilita—decía.—Estanochenotieneteatro.

Ensuaislamiento,loúnicoqueleligabaalmundoexterior,eraelansiadeverasuhija,dehablarla,comosilaamaseconnuevocariño.EracarnedesuJosefina;habíavividoensusentrañas.Teníalasaludyelvigordeél,nadaensu exterior recordaba a la otra; pero su sexo ligábala estrechamente a laimagenadoradadelamadre.

Oía a su Milita en un éxtasis sonriente, agradeciendo el interés quemostrabaporsusalud.

—¿Estásenfermo,papaíto?Teencuentrodesmejorado.Tienesunamiradaquenomegusta...Trabajasmucho.

Peroél la tranquilizabamoviendosusfuertesbrazos,hinchandosupechovigoroso.Nuncasehabíasentidomejor.Yseenteraba,conunaminuciosidaddeabuelobondadoso,de lospequeñosdisgustosdesuexistencia.Sumaridopasaba el día con los amigos; ella se aburría en casa, y sólo encontrabaentretenimiento en las visitas o en las compras.Y a continuación surgía unlamento, siempre el mismo, que el padre adivinaba desde las primeraspalabras. López de Sosa era un egoísta, un tacaño para ella. Su vida dedespilfarro,sóloalcanzabaasusplaceresyasupersona,pretendiendohacereconomíassobrelosgastosdesumujer.Laquería,apesardeesto.Militanoosaba negarlo: ni amantes ni ligeras infidelidades; ¡buena era ella para

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tolerarlas! Pero sólo encontraba dinero para sus caballos, para susautomóviles; hasta sospechaba que iba gustándole el juego, y su pobrecitamujerqueviviesedesnuda,quelloraseconinterminablesúplicacadavezquelapresentabanunacuenta,algunainsignificanciademilodosmilpesetas.

El padre tenía para ella generosidades de amante. Sentíase capaz dederramarasuspiestodoloquehabíaamontonadoenlargosañosdetrabajo.¡Que viviese feliz, ya que amaba a su marido! Las inquietudes de ella lehacíansonreírcondesprecio.¡Eldinero!¡LahijadeJosefina, tristeportalesnecesidades, teniendo él en su casa tantos papeles sucios, mugrientos,insignificantes, por cuya adquisición había penado, y que ahoramiraba conindiferencia!...Deestasentrevistassalíasiempreentrevehementesabrazosybajo una lluvia de besos ruidosos de aquella grandullona, que expresaba sualegríamanoseándoloirrespetuosamente,comosifueseunniño.

—Papaíto,¡québuenoeres!...¡Cuántotequiero!

Unanoche,Renovales,alsalirdecasadesuhijaacompañadodeCotoner,dijoaésteconciertomisterio:

—Venporlamañana.Teenseñaréaquello.Aunestáatrasado,peroquieroqueloveas...Sólotú.Nadiepodrájuzgarmejor.

Despuésañadióconunasatisfaccióndeartista:

—Antes sólo podía pintar lo que veía... Ahora soy otro.Me ha costadomucho,¡mucho!...perotújuzgarás.

Yhabíaensuvozlaalegríadelasdificultadesvencidas,lacertidumbredeunagrandeobra.

Cotoneracudióaldíasiguiente,conelapresuramientodelacuriosidad,yentróenelestudiocerradoparatodos.

—¡Mira!—dijoelmaestroconademánsoberbio.

Elamigomiró.Frentea la luzhabíaun lienzoenuncaballete;un lienzogrisensumayorparte,sinotrocolorqueeldelpreparado,ysobreéste,rayasconfusas y entrelazadas, delatando cierta indecisión ante los diversoscontornosdeunmismocuerpo.Aunladounamanchadecolores,queeraloqueelmaestroseñalabaconsumano:unacabezademujer,quesedestacabavigorosasobreelcrudofondodelatela.

Cotoner quedó absorto. ¿Aquello lo había pintado realmente el granartista?Noveíalamanodelmaestro.Aunqueélfueseunpintorinsignificante,teníabuenojoyadivinabalaindecisión,elmiedo,latorpeza,laluchaconalgoirrealqueseescapa,negándoseaentrarenelmoldedelaforma.Saltabaalavista la inverosimilitud de los rasgos, la rebuscada exageración; los ojosenormes,monstruososensugrandeza;labocadiminutacomounpunto;lapiel

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de una palidez luminosa, sobrenatural. Solamente en sus pupilas había algonotable:unamiradaqueveníademuylejos,unaluzextraordinariaqueparecíatraspasarellienzo.

—Me ha costadomucho. Ninguna obrame hizo sufrir tanto. Esto es lacabeza nada más. ¡Lo más fácil! Después vendrá el cuerpo; una desnudezdivina,comonuncasehayavisto.Ytúsololaverás;¡sólotú!

Elbohemioyanomirabaelcuadro.Contemplabaconextrañezaalpintor,asombradodeaquellaobra,desconcertadoporsumisterio.

—Yaves, ¡sinmodelo! ¡Sin la realidaddelante!—continuóelmaestro.—Nohetenidomásguíaqueesos:peroeselmejor,eldefinitivo.

Esos eran todos los retratos de la muerta, descolgados de las paredes,colocadosencaballetesoensillas,formandounapretadocírculoentornodellienzoempezado.

El amigo no pudo contener su asombro, no pudo fingir más tiempo,vencidoporlasorpresa:

—¡Ah!¡Peroes!...¡Pero...hasqueridopintaraJosefina!

Renovalesseechóatrásconviolentasorpresa.Josefina,sí;¿quiénhabíadeser?¿Dóndeteníalosojos?YsumiradairacundatrastornóaCotoner.

Éste volvió a contemplar la cabeza. Sí; era ella, con una belleza queparecíadeotromundo;extremada,espiritualizada,comosipertenecieseaunahumanidad nueva, libre de groseras necesidades, en la que se hubiesenextinguido los últimos restos de la animalidad ancestral. Contemplaba losnumerososretratosdeotrostiempos,yreconocíasusrasgosenlanuevaobra;pero animados por una luz que venía de dentro y cambiaba el valor de loscolores,dandoalrostrounanovedadextraña.

—¡La reconoces por fin!—dijo el maestro, que seguía ansiosamente laimpresión de su obra en los ojos del amigo.—¿Es ella? Di, ¿no te pareceigual?

Cotonermintióconciertaconmiseración.Sí,eraella;porfinlaveíabien.Ella,peromáshermosaqueenvida...Josefinanuncahabíasidoasí.

AhoraeraRenovaleselquemiróconextrañezaylástima.¡PobreCotoner!¡Infelizfracasado,pariadelarte,quenohabíapodidosalirdelamuchedumbreanónimaycarecíadeotrasensibilidadqueladelestómago!...¡Quésabíaéldeaquellascosas!¡Porquéconsultarle!...

Nohabía reconocido a Josefina, y sin embargo, este lienzo era sumejorretrato;elmásexacto.

Renovaleslallevabaensuinterior;lacontemplabasóloconrecogerseen

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su pensamiento. Nadie podía conocerla mejor que él. Los demás la teníanolvidada.Asílaveía...yasíhabíasido.

IV

La condesa de Alberca logró introducirse una tarde en el estudio delmaestro.

Laviollegarelcriado,comootrasveces,enuncochedealquiler,atravesarel jardín,subir lasescalerasdelvestíbuloyentrarenelrecibimiento,conunpaso agitado de mujer resuelta que marcha ante ella rectamente y sinvacilación. Intentó cerrarle el paso con respeto, yendo de un lado a otro,saliéndola al encuentro cada vez que avanzaba ladeándose para burlar esteobstáculo. ¡Elseñor trabajaba! ¡Elseñornorecibía! ¡Eraunaordenseveraysin excepción!... Pero ella siguió adelante, con el ceñoduro, una luzde fríacólera en los ojos, una resolución manifiesta de abofetear al criado si erapreciso,depasarporencimadesucuerpo.

—Vamos,buenhombre,apárteseusted.

Y su entonación de gran señora, altiva e irritada, hizo temblar al pobresirviente,quenosabíayacómooponerseaestainvasióndefaldasrumorosasyfuertesperfumes.Enunadesusevoluciones,labellaseñoratropezóconunamesademosaicoitaliano,encuyocentroestabaelantiguojarrón.Sumiradadescendióinstintivamente,hastaelfondodelavasija.

Fue un instante nada más, pero bastó a su curiosidad femenil parareconocer los sobrecillos azules, de blanca orla, que asomaban las puntascerradasomostrabanloslomosintactos,entreelmontóndecartulinas.¡Estomás!... Supalidez se hizo intensa, tomóun tinte verdoso, y con tal impulsosiguióadelanteladama,queelcriadonopudodetenerlayquedóasuespaldadesalentado,confuso,temiendolacóleradelseñor.

Renovales,alarmadoporelfuertetaconeoenlamaderadelpavimentoyelrocedeunasfaldasrumorosas,sedirigióhacialapuerta,enelmismoinstantequelacondesahaciasuentradaconexpresiónteatral.

—Soyyo.

—¿Usted?...¿Tú?...

Laturbación,lasorpresa,elmiedoaestaentrevista,hicieronbalbucearalmaestro.

—Siéntate—dijoconfrialdad.

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Sesentóenundiványelartistapermaneciódepieanteella.

Miráronse con cierta extrañeza, como si no se reconociesen después deestaausenciadesemanasquepesabaensumemoriacomosifuesedeaños.

Renovales la miraba fríamente, sin que su cuerpo se estremeciera aimpulsos del deseo, como si fuese una visita vulgar de la que necesitabalibrarsecuantoantes.Leextrañabansupalidezverdosa,labocaapretadaporun mohín de disgusto, la mirada dura, de brillo amarillento, la nariz queparecíaencorvarsebuscandoellabiosuperior.Estabairritada,peroalfijarlosojosenél,perdieronéstossudureza.

Su instinto de mujer se tranquilizó al contemplarle. También él parecíaotro, en el abandono de su aislamiento; el pelo alborotado, la barbaenmarañada, revelando el descuido de la preocupación, la idea fija yabsorbente,quehaceolvidarelaseodelapersona.

Se desvanecieron instantáneamente sus celos, la cruel sospecha desorprenderle, apasionado de otra mujer, con una veleidad de artista. Ellaconocía los signos exteriores del enamoramiento; la necesidad que siente elhombre de embellecerse, de hacerse grato, extremando los cuidados de suadorno.

Con ojos de satisfacción revisaba su abandono, fijándose en las ropassucias,en lasmanosdescuidadas,en lasuñas largasmanchadasdecolor,entodos los detalles que revelaban falta de aseo, olvido de la persona.Indudablemente era una locura pasajera de artista, un capricho tenaz delaborioso.Sumiradabrillabaconuna luzde fiebre,perono revelaba loqueellahabíasospechado.

Apesardeestacertidumbretranquilizadora,comoConchaibadispuestaallorarytraíasuslágrimaspreparadas,aguardandoimpacientesenelbordedelospárpados,se llevó lasmanosasusojos,encogiéndoseenunextremodeldiván, con gesto trágico. Eramuy desgraciada; sufríamucho.Había pasadounas semanas horribles. ¿Qué era aquello? ¿Por qué desaparecería sin unaexplicación, sin una palabra, cuando ella le amaba más que nunca, cuandosentíaimpulsosdeabandonarlotodo,dedarunescándaloenorme,viniendoavivir con él para ser su compañera, su esclava?... Y sus cartas, sus pobrescartas, abandonadas, sin abrir, como si fuesen molestas peticiones de unalimosna. ¡Ella, que había pasado las noches en vela, poniendo sobre lospliegostodasualma!...Yhabíaensuacentounestremecimientodedespecholiterario; laamarguradequehubieranquedadoenelmisteriotodaslascosasbonitas que alineaba con sonrisa de satisfacción, después de largasreflexiones... ¡Los hombres! ¡Su egoísmo y su crueldad! ¡Qué torpezaadorarles!

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Seguía en su llanto, yRenovales lamirabacomo si fueseotramujer.Leparecíaridículaenestedolorquetrastornabasurostro,queloafeaba,borrandosusonrienteimpasibilidaddehermosamuñeca.

Intentó excusarse, pero sin calor, sin deseos de convencer, para nomostrarse cruel en su silencio.Trabajabamucho, erayahoradevolver a suantigua existencia de fecunda labor. Ella olvidaba que era un artista, unmaestrodeciertonombre,queteníasusdeberesconelpúblico.Noeracomoaquellosseñoritosquepodíandedicarlaeldíaenteroypasarlaexistenciaasuspies,cualunpajeenamorado.

—Hayque ser serios,Concha—añadióconuna frialdadpedantesca.—Lavidanoesunjuego.Yodebotrabajarytrabajo.Hacenosécuántosdíasquenosalgodeaquí.

Ella se irguió irritada, apartó las manos de sus ojos, le miró,recriminándole. Mentía; había salido de su encierro, sin ocurrírsele nuncallegarporunmomentoasucasa.

—Buenosdíasnadamás...Queyotevieseuninstante,Mariano;eltiemponecesario para convencerme de que eres el mismo, de que siguesqueriéndome.Perohassalidomuchasveces;tehanvisto.Yotengomipolicía,quemelocuentatodo.Eresdemasiadoconocidoparaquelagentenosefijeenti...HasestadoporlasmañanasenelMuseodelPrado.TehanvistohorasenterascontemplandocomounbobouncuadrodeGoya;unamujerdesnuda.¡Tumanía que vuelve otra vez,Mariano!... Y no se te ha ocurrido venir averme;nohascontestadoamiscartas.Elseñorsesienteorgulloso,satisfechodequeleamen,ysedejaadorarcomounídolo,segurodequemáslequerráncuantomásgroserosea...¡Ay,loshombres!¡Losartistas!...

Gemía,perosuvozyanoconservabaeltonodeirritacióndelosprimerosmomentos.Lacertidumbredequenohabíadelucharconlainfluenciadeotramujer, amansaba suorgullo,nodejandoenellamásqueunaquejadulcedevíctimaquedeseasacrificarsedenuevo.

—Perosiéntate—exclamóenmediodesussollozos,indicándoleunlugareneldiván,juntoaella.—Noestésdepie;parecequedeseasquemevaya...

El pintor se sentó, pero con cierta timidez, huyendo el contacto de sucuerpo,evitandoelencuentrodeaquellasmanosque, instintivamente, ibanaélyansiabanunpretextoparaasirle.Adivinabasudeseodellorarsobreunodesushombros,olvidándolotodo,desvaneciendoconunasonrisasusúltimaslágrimas.Asíhabíaocurridoenotrasocasiones,peroRenovales,conociendoel juego, se echaba atrás con cierta rudeza.Aquellonodebía comenzar otravez;nopodía repetirse,aunqueélquisiera.Habíaquedecir laverdada todacosta;acabarparasiempre;echarsedeloshombroselpesadofardo.

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Habló con voz fosca, titubeando, la mirada en el suelo, sin atreverse alevantarlosojospormiedoalosdeConcha,queadivinabafijosenél.

Hacía muchos días que pensaba escribirla…¡El miedo a no consignarclaramentesuspensamientos!...¡Ciertopavorquelehacíadejarlacartaparael día siguiente!... Ahora se alegraba de que hubiese venido; celebraba ladebilidaddesucriadoaldejarlafrancalapuerta.

Debían hablar comobuenos camaradas que examinan juntos el porvenir.Era hora de dar fin a las locuras. Sería lo que Concha deseaba en otrostiempos:amigos,buenosamigos.Ellaerahermosa,teníaaúnlafrescuradelajuventud, pero el tiempo no transcurre en vano y él se sentía viejo:contemplabalavidadesdeciertaaltura,comosecontemplanlasaguasdeunrío,sinmojarseenellas.

Concha le escuchaba con asombro, resistiéndose a comprender suspalabras. ¿Qué escrúpulos eran éstos?...Después de ciertas divagaciones, elpintorhablóconuntonoderemordimientodesuamigoelcondedeAlberca,unhombrerespetableporsumismasimplicidad.Suconcienciasesublevabaantelasencillaadmiracióndelgraveseñor.Eraunainfamiaesteengañoaudazen sumisma casa, bajo elmismo techo. Él no tenía fuerzas para continuar:debían purificarse del pasado con una buena amistad; decirse adiós comoamantes, sin rencor y sin antipatía, agradecidos mutuamente por la dichapasada,llevándose,comomuertosqueridos,losagradablesrecuerdos...

La risa de Concha, nerviosa, sardónica, insolente, cortó la palabra delartista.Sucruel jocosidadexcitábasealpensarqueerasumaridoelpretextodeestaruptura.¡Sumarido!...Yvolvíaareírconcarcajadasquedelatabanlainsignificanciadelconde,lafaltaabsolutaderespetoqueinspirabaasumujer,la costumbre de ajustar su vida a sus caprichos, sin pensar nunca en lo queaquelhombrepudieradeciropensar.Sumaridonoexistíaparaella;jamáslehabía temido; nunca había pensado que pudiera servirle de obstáculo, y ¡elamante le hablaba de él, presentándolo como una justificación de sualejamiento!...

—¡Mi marido!—repetía entre los estremecimientos de su risa cruel.—¡Pobrecillo! Déjale quieto: él nada tiene que hacer entre nosotros... Nomientas,noseascobarde.Habla;otrascosasllevasenelpensamiento.Yonosélasqueson,perolaspresiento,lasveodesdeaquí.¡Siquisierasaotra!...¡Siquisierasaotra!

Pero se interrumpía en esta exclamación sorda de amenaza. Le bastabamirarleparaconvencersedequeeraimposible.Sucuerponoolíaaamor;todoenélrevelabalapazdeunacarneenreposo,sin impulsosnideseos.Era talvezuncaprichodesuimaginación,unaanormalidaddedesequilibrado,loqueleimpulsabaarepelerla.Yanimadaporestacreencia,seabandonó,olvidando

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suenfado,hablándoleentonocariñoso,acariciándoleconunardorenelquehabíaalavezalgodemadreydeamante.

Renovales la vio pronto junto a él, enlazando los brazos a su cuello,hundiendolasmanoscondelectaciónenelrevoltijodesucabellera.

No era orgullosa: los hombres la adoraban, pero su corazón, su cuerpo,todaella,eraparasupintor,paraaquelingratoquetanmalcorrespondíaasucariño,quelaibaaenvejecercontantosdisgustos...Súbitamenteenternecida,lebesabalafrente,conunaexpresióngenerosaypura.¡Pobrecito!¡Trabajabamucho! Todo lo que tenía era cansancio, trastorno, exceso de producción.Habíaquedejarquietos lospinceles,vivir,quererlamucho,serfelices, teneren reposo aquella frente, siempre contraída por móviles arrugas, como uncortinaje tras el cual pasaba y repasaba, en perpetua revolución, unmundoinvisible.

—Dejaque tebeseotravezesafrentebonita,paraquecallenyduermanlosduendesquetienesdentro.

Ybesabadenuevolafrentebonita,deleitándoseenacariciarconsuslabioslos surcos y prominencias de esta extensión irregular, atormentada como unterrenovolcánico.

Pormuchotiemposuvozmimosa,deexageradoceceoinfantil,resonóenel silencio del estudio. Sentía celos de la pintura, señora cruel, exigente yantipática, que parecía enloquecer a su pobre nene. El mejor día, ilustremaestro, prendía fuego al estudio con todos sus cuadros. Se esforzaba poratraerleaella,porsentarloensusrodillas,meciéndolocomosifueseunniño.

—Aver,donMarianito:hagausteduna risaa suConchita. ¡Ríaseusted,granuja!...¡Ríeteotepego!

Élreía,peroconsonrisaforzada,intentandoresistirsealcariñosomanoseo,fatigado de estas infantiles simplezas que en otros tiempos eran su placer.Permanecía insensible a aquellas manos, a aquella boca, al calor de aquelcuerpo que rozaba el suyo, sin despertar la más leve emoción. ¡Y él habíaamado a aquella mujer! ¡Y por ella había cometido el crimen feroz eirreparable,queleharíaarrastrareternamentelacadenadelremordimiento!...¡Quésorpresaslasdelavida!...

La frialdad del pintor acabó por comunicarse a la de Alberca. Pareciódespertar del ensueño en que ella misma se mecía. Se apartó del amante,examinándolofijamente,conojosimperiosos,enlosquecomenzabaabrillardenuevounachispadeorgullo.

—¡Diquemequieres!¡Diloenseguida!¡lonecesito!

Pero en vano extremaba su ademán autoritario; en vano aproximaba sus

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ojos a los de él, como si quisiera asomarse a su interior. El artista sonreíadébilmente, murmuraba palabras evasivas, negábase a seguirla en estasexigencias.

—Dilo a gritos; que yo lo oiga...Di queme quieres.LlámameFriné, lomismoquecuandomeadorabasderodillas,besandomicuerpo.

Elnadadijo.Parecíaavergonzadoporel recuerdo;bajaba lacabezaparanoverla.

Lacondesaselevantóconnerviosoimpulso.Lacóleralahizoplantarseenmediodelestudio,conlasmanoscrispadas,ellabioinferiortemblón,losojosconunbrilloverdoso.Sentíadeseosdedestrozaralgo,decaerenelsueloconviolentas contorsiones. Dudaba entre romper una ánfora árabe, próxima, oabalanzarse sobre aquella cabeza inclinada, clavando en ella sus uñas.¡Miserable! ¡Tanto que le había amado; tanto que le quería aún, sintiéndoseligadaaélporlavanidadylacostumbre!...

—¡Disimequieres!—gritó.—¡Dilodeunavez!...¿síono?...

Tampocoobtuvorespuesta.Elsilencioerapenoso.Creyódenuevoenotroamor, en unamujer que había venido a ocupar su puesto. ¿Pero quién era?¿Dóndeencontrarla?Suinstintofemenillehizovolverlacabeza,extenderlamiradaporlapróximapuerta,viendoelestudioinmediato,ytrasél,elúltimo,el verdadero taller donde trabajaba el maestro. Avisada por misteriosaintuición,echóacorrerhaciaaquellanave.¡Allí!...¡Talvezallí!Lospasosdelpintor sonaron tras ella. Había salido de su desaliento al verla huir; laperseguíaconunapresuramientodeterror.Conchapresintióqueibaasaberlaverdad;unaverdad cruel, con toda la crudezadeundescubrimiento aplenaluz.Quedóinmóvil,conlascejasfruncidasporungranesfuerzomental,anteaquelretratoqueparecíareinarenelestudio,ocupandoelmejorcaballete,enlugarpreferente,apesardeldesiertogrisdesulienzo.

El maestro vio en la cara de Concha la misma expresión de duda yextrañezadesuamigoCotoner.¿Quiéneraaquélla?...Pero lavacilación fuemásbreve:suorgullodemujeraguzabasussentidos.Viomásalládeaquellacabezadesconocidaelcorodeantiguosretratosqueparecíaguardarla.

¡Ay! ¡Sus ojos de inmensa extrañeza! ¡La mirada de frío asombro queclavóenelpintor,examinándoledecabezaapies!...

—¿EsJosefina?...

Él inclinó la frente,conmuda respuesta.Pero leparecióunacobardía susilencio;sintiólanecesidaddegritar,enpresenciadeaquelloslienzos,loqueafueranohabíaosadodecir.Eraundeseodehalagaralamuerta,deimplorarsuperdón,confesandosuamorsinesperanza.

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—Sí;esJosefina.

Y lo dijo avanzandounpaso, gallardamente,mirando aConcha como sifuese un enemigo, con cierta hostilidad en los ojos que no pasó inadvertidaparaella.

Nosedijeronmás.Lacondesanopodíahablar.Susorpresarebasaba loslímitesdeloverosímil,deloconocido.

¡Enamorado de su mujer... y después de muerta! ¡Encerrado como unasceta, para pintarla con una hermosura que nunca había tenido!... La vidaofrecíagrandessorpresas,peroesto,seguramente,nosehabíavistonunca.

Creyóquecaíaycaía,empujadaporelasombro,yaltérminodeestacaídaseencontróotra,sinunaqueja,sinunestremecimientodedolor,pareciéndoleextrañotodocuantolarodeaba;lahabitación,elhombre,loscuadros.Aquelloiba más allá de sus sentimientos. Una hembra sorprendida allí, le hubiesehecho llorar, rugir de dolor, revolcarse en el pavimento, amar aún más almaestro,conelatizamientodeloscelos.¡Peroencontrarseconlarivalidaddeuna muerta! ¡Y además de muerta... su mujer!... El caso le pareció de unaridiculezsobrehumana:sentíadeseoslocosdereír.Peronorio.Recordabalamirada anormal que había sorprendido en el artista al entrar en el estudio;creíaverahoraensusojosunachispadeaquelmismofulgor.

Deprontosintiómiedo;miedoalasoledadsonoradeaquellanave;miedoalhombrequelacontemplabaensilencio,comosinolaconociese,yhaciaelcualexperimentabaConchalamismaextrañeza.

Auntuvoparaélunamiradadeconmiseración,deesa ternuraquesientetodamujeranteladesgracia,aunqueaflijaaundesconocido.¡PobreMariano!Todohabíaacabadoentreellos.Evitóeltuteo;letendiólosdedosdesudiestraenguantada,conunademándegranseñorainabordable.Habíanpasadomuchotiempoenestasituación,enlaquesólohablabansusojos.

—Adiós,maestro;¡cuidarse!...Nosemolesteacompañándome;conozcoelcamino.Sigasutrabajo:pintemucho...

Taconearon sus pies nerviosamente al alejarse sobre el pavimentoencerado,queyanohabíandepisarnunca.Elrevoloteodesufaldaesparcióporúltimavezenelestudiosuesteladeperfumes.

Renovalesrespiróconmáslibertadalversesolo.Terminabaparasiempreel error de su vida. De esta entrevista no le quedaba otro escozor que laindecisión de la condesa ante el retrato. La había reconocido antes queCotoner,perotambiénhabíavacilado.Nadieseacordabadelamuerta;sóloélguardabasuimagen.

Aquella misma tarde, antes de que llegase su viejo amigo, recibió el

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maestrootravisita.Suhijasepresentóenelestudio,adivinándolaRenovalesantes de que entrase, por el estrépito de alegría y de vida exuberante queparecíamarcharantesuspasos.

Veníaaverle;lehabíaprometidounavisitadesdemuchosmesesantes.Yel padre sonrió con indulgencia, recordando ciertas quejas de la últimaentrevista.¿Nadamásveníaporverle?...

Militasehizoladistraída,examinandoelestudioquenohabíavisitadoenmuchotiempo.

—¡Calla!—exclamó.—¡Siesmamá!

Mirabaelretratoconciertoasombro,peroelartistasemostrósatisfechodela prontitud con que la había reconocido. ¡Al fin, su hija! ¡El instinto de lasangre!... El pobre maestro no vio la ojeada a los otros retratos que habíaguiadoalajovenensuinducción.

—¿Tegusta?¿Esella?—preguntóansiosocomounprincipiante.

Militarespondíaconciertavaguedad.Sí,estababien;talvezunpocomáshermosaquehabíasido.Ellanolaconociónuncaasí.

—Esverdad—dijoelmaestro.—Túnolavisteensusbuenostiempos.Peroasíeraantesdequetúnacieses.Tupobremadreeramuyhermosa.

Perolahijanomostrógranemociónanteestaimagen.Leparecíaextraña.¿Por qué estaba la cabeza en un extremo del lienzo? ¿Qué pensaba añadir?¿Qué significaban aquellos trazos?... Elmaestro se excusó con cierto rubor,temiendocomunicarsupensamientoalahija,súbitamentedominadoporunapudibundez paternal. Ignoraba aún lo que haría; tenía que decidirse por unvestidoqueencajasebien.Yenunaccesodesúbitaternura,sehumedecieronsusojosybesóasuhija.

—¿Teacuerdasmuchodeella,Milita?...¿Verdadqueeramuybuena?

Lahijasintiósecontagiadaporlatristezadelpadre,perofueunmomentonada más. Su vigor, su salud, su alegría de vivir, repelían pronto lasimpresiones tristes. Sí,muybuena; se acordabade ella con frecuencia...Talvez decía verdad: pero estos recuerdos no eran profundos ni dolorosos: lamuerteleparecíaunacosasinsentido,unincidenteremotoypocotemiblequenoturbabalaserenacalmadesuequilibriofísico.

—¡Pobremamá!—añadióaguisadeoración.—Paraellafueunconsueloelmarcharse. ¡Siempre enferma, siempre triste! ¡Con una vida así, más valemorir!...

Había en sus palabras cierta amargura; el recuerdo de una juventudcompartidaconaquellaeternaenferma,dehumordesigual,yenunambiente

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entristecidoporlasequedadhostilconquesetratabanlospadres.Además,sugesto era glacial. Todos hemos demorir: que los débiles se vayan antes, ydejen el sitio a los fuertes.Era el egoísmo inconsciente y cruel de la salud.Renovalesveíadeprontoelalmadesuhija,porestedesgarróninesperadodesu franqueza.Lamuerta los conocía bien a los dos.Era suya, toda suya.Éltambiénposeíaesteegoísmodelfuertequelehabíahechoaplastarladebilidadyladelicadeza,puestasasuamparo.AlapobreJosefinasólolequedabaél,arrepentido y en eterna adoración. Para los demás, no había pasado por elmundo:niensuhijaperdurabaeldolordesumuerte.

Militavolviólaespaldaalretrato.Seolvidabadesumadreydelaobradepapá.¡Chifladurasdeartista!Ellahabíavenidoaotracosa.

Se sentó junto a él, casi lomismoque horas antes se había sentadootramujer.Acariciábaleconsuvozcálida,quetomabaciertaentonacióndearrullofelino. Papá, papaíto... era muy desgraciada... Venía a verle, a contarle suspesares.

—Sí;dinero—dijoelmaestroalgomolestoporlafaltadeemociónconquehablabadesumadre.

—Dinero,papaíto,yalosabes;yatelodijeelotrodía.Peronoesesosólo.¡Rafael...mimarido!¡estoesunavidaimposible!

Y relataba las insignificantes contrariedades de su existencia. Para nocreerse en prematura viudez, tenía que acompañar a su marido en elautomóvil,interesarseensusexcursionesqueantesleparecíanunadiversiónyahoraleresultabanintolerables.

—Una vida de peón caminero, papá; siempre tragando polvo, contandokilómetros. ¡Amíquemegusta tantoMadrid! ¡Quenopuedovivir fueradeél!...

Sehabíasentadoenlasrodillasdesupadre,lehablabaconlosojospuestosenlossuyos,acariciándolelacabellera,tirándoledelosbigotes,contravesurasdeniña...casilomismoquelaotra.

—Además, es roñoso; por él iría como una cursi; todo le parecedemasiado... Papaíto, sácame de este apuro; son dosmil pesetas nadamás.Con esto me arreglo, y no te molestaré con nuevos empréstitos... Anda,papaíto dulce.Miraque las necesito en seguida, quepor no incomodarte heaguardadohastaelúltimomomento.

Renovalesseagitabamolestadoporelpesodesuhija;unasoberbiamozaque caía sobre él con abandonos de niña. Irritábale su confianza filial. Superfume de mujer le hacía recordar aquel otro que turbaba sus noches,esparciéndose por la soledad de las habitaciones. Parecía haber heredado la

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carnedelamuerta.

Larechazóconciertarudeza,yellatomóestarepulsiónporunanegativaasussúplicas.Seentristeciósucara,pusiéronsellorosossusojos,yelpadresearrepintió de su brusquedad. Le extrañaban sus incesantes peticiones dedinero. ¿Para qué lo quería?... Recordaba los grandes regalos de su boda,aquellaabundanciaprincipescade ropasyalhajasque sehabíaexhibidoallímismo,enlosestudios.¿Quélefaltabaaella?...PeroMilitamirabaasupadreconasombro.Habíatranscurridomásdeunañodesdeentonces.Bienseveíaque papá era un ignorante en estos asuntos. ¿Iba ella a usar los mismosvestidos, losmismos sombreros, iguales adornos, en un periodo larguísimo,interminable... de más de doce meses? ¡Qué horror! ¡Qué cursilería! Yaterradaportantamonstruosidad,comenzaronaasomarsustiernaslagrimitas,congraninquietuddelmaestro...

Calma,Milita;nohabíaporqué llorar. ¿Quédeseaba?¿Dinero?...Aldíasiguientelaenviaríatodoelquenecesitase.Guardabapocoencasa;teníaquepedirlo al Banco... operaciones que ella no comprendería. Pero Milita,alentadaporsuvictoria,insistióenlapeticiónconunatenacidaddesesperante.Laengañaba;noseacordaríadeellaaldíasiguiente;conocíabienasupadre.Además, necesitaba el dinero en seguida; compromisos de honor (y loafirmabacongravedad),miedoalasamigasporsiseenterabandesusdeudas.

—Ahoramismo,papaíto.Noseasmalo;notediviertasenhacermerabiar.Debes tenerdinero:muchodinero.Talvez lo llevas encima... a ver, papaítomalo,déjamequeteregistre,déjameverlacartera...Nodigasqueno;síquelallevas...¡síquelallevas!

Hundíasusmanosenelpechodesupadre,desabrochandosuchaquetóndetrabajo, cosquilleándoleaudazmentepor llegaralbolsillo interior.Renovalesse defendía con cierta flojedad. Tonta; perdía el tiempo; ¿dónde estaría lacartera?...Élnolallevabanuncaenesetraje.

—¡Si está aquí,mentirosín!—gritó conalegría lahija, persistiendoen suregistro.—¡Latoco!...¡Yalatengo!...Mírala.

Eracierto.Elpintornoseacordabadequelahabíacogidoporlamañanaparapagarunacuenta,guardándolaluegodistraídamenteensuchaquetóndepana.

Milita la abrió con una avidez que hizo daño a su padre. ¡Ay, aquellasmanosdemujer,temblonasalbuscareldinero!Setranquilizópensandoenlafortunaquehabíareunido,enlospapelesdediversoscoloresqueguardabaenunmueble.Todoelloseríaparasuhija,yestotalvezlasalvasedelpeligroaque la arrastraba su ansia de vivir entre las vanidades y oropeles de lafemeninaesclavitud.

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Enuninstantesusmanosseapoderarondeunbuennúmerodebilletesdediversostamaños,formandounrolloqueoprimiófuertementeentresusdedos.

Renovalesprotestaba.

—Suelta,Milita,noseasniña.Medejassindinero.Mañanateloenviaré;dejaesoahora...Esunsaqueo.

Ellaleevitaba;sehabíapuestodepie;manteníaseadistancia,elevandosumanoporencimadelsombreroparaponerasalvosubotín.Reíacongrandescarcajadas de su travesura... ¡Ni uno pensaba devolverle! No sabía cuántoseran; los contaría en su casa; saldría del paso por el momento, y al díasiguientelepediríaloquefaltase.

El maestro acabó por reír, sintiéndose contagiado por su regocijo.PerseguíaaMilitaconeldeseodenoalcanzarla; laamenazabacongrotescaseveridad;lallamabaladrona,lanzandovocesdesocorro,yasícorretearondeunoaotroestudio.Antesdedesaparecer,sedetuvoMilitaenlaúltimapuerta,levantandoconautoridadundedoenguantadodeblanco.

—Mañana,elresto;nohayqueolvidarlo...Mira,papaíto,queestoesmuyserio.Adiós;teesperomañana.

Ydesapareció, dejandoen supadre algode la alegría conque sehabíanperseguido.

Elcrepúsculofuetriste.Renovalespermaneciósentadoantelasimágenesdesumujer,contemplandoaquellacabezadisparatadamentehermosa,queaélle parecía elmás fiel de los retratos.Supensamiento fuehundiéndose en lasombraquesurgíadelosrincones,envolviendoloslienzos.Sólotemblabaenlosvidriosunaluzpálida,brumosa,cortadaporlaslíneasnegrasdelasramasexteriores.

Solo... solo para siempre. Tenía el cariño de aquella muchachota queacababa de irse, alegre, insensible a todo lo que no halagase su vanidadjuvenil,suhermosurasaludable.TeníalaadhesióndeperroviejodesuamigoCotoner, que no podía vivir sin verle, pero era incapaz de dedicarle suexistencia por entero, y la compartía entre él y otras amistades, celoso deconservarsulibertaddebohemio.

Yestoeratodo...Bienpocacosa.

Próximoalavejez,contemplabaunaluzcrudayrojizaqueparecíairritarsusojos,elcaminodedesolación,yermoymonótonoqueleaguardaba...yasufinal,lamuerte.¡Lamuerte!Nadielaignoraba;eralaúnicacerteza;ysinembargo, transcurría lamayor parte de la vida sin pensar nunca en ella, sinverla.

Era como una de esas epidemias, en países lejanos, que devoran las

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existencias a millones. Se habla de ella como de un hecho cierto, pero sinestremecimiento de horror, sin temblores de miedo. «Está demasiado lejos;tardarámuchoenllegar.»

Habíanombradomuchasvecesalamuerte,peroconloslabios,sinquesupensamientoabarcaselasignificacióndelapalabra,sintiéndoseviviralmismotiempo,aferradoalaexistenciaporlasilusionesylosdeseos.

Lamuerteestabaalfinaldelaruta:nadiepodíaevitarsuencuentro,perotodos tardaban en verla.Las ambiciones, los deseos, los amores, las cruelesnecesidadesanimales,distraíanalhombreensumarchahaciaella;erancomolos bosques, los valles, el cielo azul y los ríos de tortuoso espejo, queentreteníanalcaminante,ocultándoleeltérminodelpaisaje,ellímitefatal,lanegragargantasinfondoalaqueconducíantodosloscaminos.

Él estaba en las últimas jornadas. El sendero de su existencia se hacíadesolado y triste; la vegetación se empequeñecía; las grandes arboledastrocábanseenlíquenesboreales,ralosymiserables.Llegabahastaélunhálitoglacialdellóbregodesfiladero;leveíaenelfondo;marchabairremisiblementehaciasugarganta.Loscamposdeilusión,consusalturasluminosas,queantescerraban el horizonte, quedábanse atrás y era imposible retroceder. En estecaminonadievolvíasobresuspasos.

Había gastado media vida luchando por la riqueza y por la gloria,esperando cobrar alguna vez los réditos de ésta con los placeres del amor...¡Morir! ¿Quién pensaba en esto? Era entonces una amenaza remota y sinsentido.Secreíaprovistodeunamisiónprovidencial:lamuertenoseatreveríacon él, no llegaría hasta que su trabajo estuviese terminado. Le quedabanmuchas cosas que hacer...Y bien; todo estaba hecho ya, no existían para éldeseos humanos. Todo lo tenía... Ya no se levantaban ante sus pasos torresquiméricas que asaltar. En el horizonte, limpio de obstáculos, sólo sepresentabalagranolvidada...lamuerte.

No quería verla; aun le quedaba una gran jornada en este camino quepuedecrecer,prolongarse,segúnlasfuerzasdelcaminante,ysuspiernaseranvigorosas.

Pero ¡ay! marchar, marchar años y años, con la vista fija en la lóbregagarganta, contemplándola siempre al término del horizonte, sin poderarrancarse un instante a la certeza de que estaba allí, era un martiriosobrehumano,queleobligaríaaacelerarelpaso,acorrerparaacabarcuantoantes.

¡Nubes engañosas que encapotasen el horizonte, ocultando esta realidadqueamargaelpan,queentenebreceelánimoyhacemaldecirlainutilidaddehabernacido!... ¡Mentirososygratosespejismosquehacensurgirunparaíso

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delossombríosyermosdelaúltimajornada!¡Ilusión,amí!...

Yeltristemaestroagrandabaconelpensamientoelúltimofantasmadesudeseo; colgaba de la imagen amada de la muerta todos los delirios de suimaginación,deseandoinfundirlanuevavidaconunapartedelasuya.Cogíaapuñadoselbarrodelpasado, lamasadel recuerdo,parahacerlamásgrande,¡muygrande!queocupara todoelcamino,quecerraseelhorizontecomouncerro inmenso, que ocultase hasta el último instante el lóbrego desfiladerotérminodelajornada.

V

La conducta delmaestroRenovales fuemotivo de extrañeza, y hasta deescándalo,paratodossusamigos.

LacondesadeAlbercamostrabaespecialcuidadoenhacersabera todosquenolauníanconelpintorotrasrelacionesquelasdeunaamistadcadavezmásglacialyceremoniosa.

—Estáloco—decía.—Esunhombreacabado.Noquedadeélmásqueunrecuerdodeloquefue.

Cotoner, en su amistad inquebrantable, indignábase al oír ciertoscomentariossobreelilustremaestro.

—Nobebe.Todoloquedicenporahí,sonmentiras:laeternaleyendadeloshombrescélebres...

Él tenía su opinión sobre Mariano: conocía su deseo de una existenciaagitada, de imitar en plena madurez las costumbres de la juventud, con unhambrede todos losmisteriosquecreíaocultosenestamalavida,de laquehabíaoídohablar,sinatreversehastaentoncesamezclarseenella.

Cotoner acogía con indulgencia las nuevas costumbres del maestro.¡Infeliz!

—Estásponiendoenacciónlasaleluyasde«Elhombremalo»—decíaasuamigo.—Tieneslavoracidaddelhombrevirtuosocuandodejadeserlo,cercayadelavejez.Teponesenridículo,Mariano.

Pero a impulsosde su fidelidad, sedejaba arrastrar por elmaestro en sunueva existencia. Por fin había accedido a vivir con él. Ocupaba, con suspobres trastos, ungabinetedelhotely cuidabadeRenovales, rodeándolodeuna solicitud paternal.El bohemiomostraba por él cierta compasión.Era lahistoria de siempre: «el que no la hace a la entrada, la hace a la salida», y

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Renovales,despuésdeunaexistenciadeseriedadytrabajo,lanzábasealavidadesordenada, con aturdimiento de adolescente, admirando los placeresvulgares,revistiéndolosdelasseduccionesmásilusorias.

Muchas veces, Cotoner le acosaba con sus quejas. ¿Para qué le habíallevado a vivir con él?... Le abandonaba días enteros; quería salir solo; ledejaba en el hotel como un mayordomo de confianza. El viejo bohemioenterábaseminuciosamentedesuvida.Muchasveces,losalumnosdeBellasArtes,agrupadosalanochecerjuntoalportalóndelaAcademia,leveíanpasarpor la acera de la calle de Alcalá, embozado en su capa, con un afectadomisterioqueatraíalaatención.

—AhívaRenovales.Esees;eldelacapa.

Yleseguían,conlacuriosidadqueinspiraunnombrecélebre,ensusidasyvenidasporlaanchurosacalle,conrevuelosdepalomosilencioso,comosiesperasealgo.Algunasveces,cansadosindudadeestasevoluciones,semetíaenuncafé,ylacuriosaadmiraciónleseguía,pegandolosojosaloscristalesde los huecos. Le veían caído en la banqueta, con aire de desaliento,contemplando sus vagos ojos la copa que tenía delante; siempre lomismo:cognac. De pronto la bebía de golpe, pagaba y salía rápidamente, con laprecipitacióndelqueha tragadounmedicamento.Yotravezcontinuabasuspaseosdeexploración,conlosojosávidos,mirandoporencimadelembozoatodas las mujeres que pasaban solas, volviéndose para seguir la marcha deunos tacones torcidos, el aleteo de unas enaguas morenas, conmanchas debarro.Alfinsealejabaconrepentinaresolución;desaparecíacasipegadoalacoladealgunahembra,siempredelmismoaspecto.Losmuchachosconocíanlaspreferenciasdelgranartista:mujercitaspequeñas,débiles,enfermizas,deunagraciadeflormustia,conojosgrandes,matesydolorosos.

Una leyenda de extraña aberración se iba formando en torno de él. Susenemigoslarepetíanenlosestudios:lagranmasa,quenopuedeimaginarsealos hombres célebres con la misma vida que los demás, y los quierecaprichosos, atormentados por hábitos de extraordinaria monstruosidad,comenzabaahablarcondelectacióndelasmaníasdelpintorRenovales.

En todas las tiendas de carne humana, desde los pisos discretos deapariencia burguesa esparcidos en las vías más respetables, a los antroshúmedos y malolientes que arrojan por la noche sus géneros a la calle dePeligros, circulaba la historia de cierto señor, provocando grandes risas.Llegaba embozado,misterioso, siguiendo con apresuramiento el almidonadoestrépitodeunasfaldaspobresquemarchabananteél.Atravesabaellóbregoportalconciertomiedo,subíalatortuosaescaleraqueparecíaoleraresiduosdevida,apresurabalaaparicióndelasdesnudecesconmanoávida,comosilefaltaseeltiempo,comosicreyeramorirantesderealizarsudeseo,ydepronto

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laspobreshembrasquesoportabanconciertainquietudsusilenciofebrilyelhambredefieraquelucíaensusojos,sentíantentacionesdereír,viéndolecaerdesalentado en una silla, en contemplativo silencio, sin oír las palabrasbrutalesquelanzabanellasasombradasdelasituación;sinhacercasodesusgestos e invitaciones, saliendo únicamente de este estupor cuando fría y untanto ofendida, intentaba la hembra recobrar sus ropas. «Más, un momentomás.» Casi siempre terminaba esta escena por un gesto de disgusto: unaamarguradedecepción.Otrasveceslosmaniquíescarnalescreíanverensusojos una expresión dolorosa, como si fuese a llorar. Huía despuésapresuradamente, oculto en su capa, con repentina vergüenza, con el firmepropósitodenovolver,deresistirseaaqueldemoniodehambrientacuriosidadquellevabadentroynopodíaverenlacalleuncuerpofemenilsinsentirundeseovehementededesnudarlo.

A oídos de Cotoner llegaban vagamente estas noticias. ¡Mariano!¡Mariano! Él no osaba echarle en cara las vergüenzas de su vida nocturna:temíaunaexplosióndelviolento,carácterdelmaestro;habíaquedirigirleconprudencia. Pero lo que más provocaba las censuras del viejo amigo, era lagentedequeserodeabaelartista.

El falso reverdecimiento de su vida le hacía buscar la compañía de losjóvenes, yCotoner se daba a todos los demonios, cuando a la salida de losteatrosleencontrabaenuncafé,rodeadodesusnuevoscamaradas,todosloscualespodíansersushijos.Eranensumayoríapintores,gentequeempezaba;unos con cierto talento, otros sin más mérito que su mala lengua: todossatisfechosdelaamistadconelhombrecélebre,gozándose,conunorgullodeenanos, en tratarle como si fuese un camarada, bromeando sobre susdebilidades.¡IradeDios!...Algunosmásaudaces,hastaledevolvíansututeode maestro, tratándole como a una ruina gloriosa, permitiéndosecomparaciones entre su pintura y la que ellos harían cuando pudiesen.«Mariano,elartevaahoraporotroscaminos.»

—¡Peronotedavergüenza!—exclamabaCotoner.—Parecesunmaestrodeescuela rodeado de pequeños. Hay para pegarte. ¡Un hombre como tú,aguantandolasinsolenciasdeesagentecilla!

Renovalesmostraba una bondad inconmovible. Eranmuy simpáticos; ledivertían; encontraba en ellos la alegría de la juventud. Iban juntos a losteatros, a los music-halls: conocían mujeres, sabían dónde se ocultaban losbuenosmodelos:conellospodíaentrarenmuchossitiosadondenoseatrevíaa ir solo. Sus años, su fealdad grave, pasaban inadvertidos entre esta alegrejuventud.

—Me sirven—decía con un guiño de inocente malicia el pobre grandehombre.—Mediviertoymehacenconocermuchascosas...Además,estono

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esRoma:nohay apenasmodelos: cuestamucho encontrarlasy estos chicossonmisguías.

Y hablaba a continuación de sus grandes proyectos artísticos; de aquelcuadro de Friné, con su desnudo inmortal, que había vuelto a surgir en supensamiento;deaquelretratoamadoqueseguíaenelmismositiosinqueelpincelpasasedelacabeza.

No trabajaba. Su antigua actividad, que hacía de la pintura un elementoprecisodesuexistencia,desbordábaseahoraenpalabras,endeseosdeverlotodo,paraconocer«nuevosaspectosdelavida».

Soldevilla, el discípulo predilecto, veíase acosado por las preguntas delmaestro,cuandodetardeentardepresentábaseensuestudio.

—Tú debes conocer buenasmujeres, Soldevillita: tú has corridomucho,conesacaradequerubín...Mehasdellevarcontigo:mehasdepresentar.

—¡Maestro!—exclamabaasombradoeljoven.—¡Siaunnohacemedioañoqueme he casado! ¡Si no salgo de casa por la noche!... ¡Qué bromas tieneusted!

Renovales le respondía con unamirada de desprecio. ¡Un vividor el talSoldevilla!Nijuventud...nialegría.Todoloechabaenchalecosmulticoloresycuellosaltos.¡Yquéhormiguita!Sehabíacasadoconunamujerrica,yaqueno pudo atrapar a la hija delmaestro.Además, un desagradecido.Ahora sejuntabaconsusenemigos,convencidodequeyanopodíasacarmásdeél.Ledespreciaba;¡lástimadeprotecciónquelehabíaacarreadotantosdisgustos!...Noeraunartista.

Yelmaestrovolvíaseconnuevocariñohaciasuscompañerosnocturnos,aquella juventud alegre, maldiciente y falta de respeto. A todos ellos lesreconocíatalento.

Lafamadeestavidaextraordinariallegabahastasuhijaconlasonoridadenormequeadquieretodoloqueperjudicaaunhombrefamoso.

Milita fruncía el ceño, haciendo esfuerzos por contener la risa que lecausabaloextrañodeestecambio.¡Supadremetidoacalavera!

—¡Papá!...¡papá!—exclamabaconunaentonacióncómicadereproche.

Y papá excusábase, como un muchachuelo travieso e hipócrita,aumentandoconsuturbaciónlasganasdereírdesuhija.

LópezdeSosamostrábaseindulgenteconsuilustresuegro.¡Pobreseñor!¡Todalavidatrabajandoyconunamujerenferma,muybuena,muysimpática,peroqueamargabasuvida!Bienhabíahechoenmorirse,ynohacíamenosbienelartistaenindemnizarseunpocodeltiempoperdido.

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Con esa masonería instintiva de los que llevan una existencia fácil yplacentera, el sportman defendía a su suegro, lo apoyaba, le parecía mássimpático,másallegadoaél,porsusnuevascostumbres.Nosiemprehabíadeestarencerradoensuestudio,conaire irritadodeprofeta,hablandodecosasquepocosentendían.

Seencontraban losdoshombrespor lanocheen las funcionesdeúltimahora de los teatros, en la postrera sección de los music-halls, cuando lascanciones y los temblores de las piernas en alto eran acompañados por elpúblicoconunatempestaddeberridosypatadas.Sesaludaban:preguntabaelpadreporMilita,sonreíanseconlasimpatíadebuenoscompadres,ycadaunose reunía a su grupo: el yerno con sus compañeros de círculo, en un palco,vistiendotodavíaelfracdelasreunionesrespetablesdequevenían;elpintorenlasbutacas,conunoscuantosdelosjóvenesmelenudosqueeransuescolta.

Renovales veía con cierta satisfacción a López de Sosa saludar a lascocottes más elegantes y de mayor precio, sonreír a las divettes, con laconfianzadeunbuenamigo.

Aquelchicoestabaadmirablementerelacionado,yélacogíaestocomounhonorindirectoparasupersonalidaddepadre.

Cotonerseveíaarrastradomuchasvecesporelmaestrofueradesuórbitade graves y substanciosas comidas y tertulias entonadas, que seguíafrecuentandoparanoperderunasamistadesqueeransuúnicocapital.

—Esta noche vienes conmigo—le decía el maestro misteriosamente.—Comeremosdondequierasydespuésteenseñaréunacosa...unacosa...

Y le llevaba a oír una pieza en un teatro, permaneciendo inquieto,impaciente,hastaquesedesplegabalafiladecoristasenlaescena.EntoncesdabaconelcodoaCotoner,sumidoensuasiento,conlosojosmuyabiertos,perodormidointeriormente,enladulcesomnolenciadeunabuenadigestión.

—Mira... fíjate; la tercera de la derecha, la pequeñita... la que lleva elmantónamarillo.

—La veo, ¿y qué?—decía el amigo con voz agria por este rudollamamiento.

—Fíjatebien;¿aquiénseparece?¿Aquiénterecuerda?

Cotonerrespondíaconunbufidodeindiferencia.Asumadreseparecería.¿Qué le importaban a él tales semejanzas? Pero el asombro le sacaba de suquietismo,aloírqueRenovaleslaencontrabaunraroparecidoconsumujer,indignándosecontraélporquenoloreconocía.

—Pero, Mariano... ¿dónde tienes los ojos?—exclamaba con no menosacritud.—¿Qué tiene esa larguirucha, con cara de hambre, de la pobre

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difunta?...Túenverunespárragotristeleplantasunnombre:Josefina...ynohaymásquehablar.

AunqueRenovalesseirritaseenelprimermomento,antelacegueradesuamigo,acababaalfinporconvencerse.Sehabíaengañado,yaqueCotonernoencontrabalasemejanza.Debíaacordarsedelamuertamejorqueél;lapasiónnoturbabasurecuerdo.

Pero a los pocos días asediaba otra vez a Cotoner con aire misterioso:«Una cosa... tengo que enseñarte una cosa.» Y dejando la compañía deaquellos efebos alegres que irritaban a su viejo amigo, llevaba a éste a unmusic-hall y le enseñaba otra hembra escandalosa, que levantaba la secapierna o movía el vientre, delatando bajo la máscara de colorete lademacracióndelaanemia.

—¿Yésta?—implorabaelmaestroconciertotemor,comosidudasedesusojos.—¿Noteparecequetienealgo?¿Notelarecuerda?

Elamigoestallabaenindignación.

—Túestásloco.¿Enquésepareceaquellapobrecita,tanbuena,tandulce,tandistinguida,aese...perrosinvergüenza?

Renovales,despuésdevariosfracasos,quelehacíandudardelafidelidaddesusrecuerdos,noosabayaconsultarasuamigo.Apenasintentaballevarleaunnuevoespectáculo,Cotonerseechabaatrás...

—¿Otro descubrimiento?... Vamos, Mariano; quítate esas ideas de lacabeza.Silagenteseenterase,tecreeríatrastornado.

Perodesafiandosucólera,elmaestroinsistióunanochecongrantenacidadparaqueleacompañaseaverala«BellaFregolina»,unamuchachaespañola,quecantabaenunteatrillodelosbarriosbajos,ycuyonombredeguerra,enletrasdeametro,ostentábaseenlasesquinasdeMadrid.Llevabamásdedossemanasdecontemplarlatodaslasnoches.

—Necesitoquelaveas,Pepe.Unmomentonadamás.Telosuplico...Creoqueahoranodirásquemeequivoco.

Cotoner cedió, vencido por el tono suplicante de su amigo. Aguardaronmucho tiempo la presentación de la «Bella Fregolina», viendo bailes,escuchandocancionesconacompañamientodemugidosdelpúblico.Aquellamaravillasereservabaparaloúltimo.Porfin,conciertasolemnidad,entreunmurmullodeexpectación,preludiólaorquestaunamúsicaconocidadetodoslos entusiastas de la divette, un rayo de luz sonrosada cruzó el pequeñoescenario,ysalióla«Bella».

Era una muchacha pequeña, esbelta, de una delgadez rayana en lademacración. Su cara, de cierta belleza dulce y melancólica, era lo más

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notabledesucuerpo.Pordebajodelvestidonegroconhilosdeplata,queseabría en ancha campana, mostrábanse sus piernas de frágil esbeltez, con lacarnepuramentenecesariaparacubrirelhueso.Sobrelasgasasdelescote,lapielpintadadeblancoelevábasecon ligerísimaprotuberanciaen lospechos,marcandoluegolastirantesaristasdelasclavículas.Loprimeroqueseveíadeella eran los ojos, unos ojos límpidos, grandes, virginales, pero de virgenperversa,pordondepasabanlasexpresioneslividinosas,sinalterarsucándidasuperficie.Semovíacomounanovicia,losbrazospegadosaltalle,loscodossalientes, encogida y ruborosa, y en esta posición, iba cantando con voz defalsete enormes obscenidades que contrastaban con su aparente timidez. Enesto estribaba su mérito, y el público acogía sus palabras monstruosas conrugidosdejúbilo,dándoseporsatisfechoconesto,sinexigirlaquelevantaselospiesomovieseelvientre,respetandosurigidezhierática.

Elpintoralverlaaparecerdioconuncodoa suamigo.Noosabahablaresperandosuopiniónansiosamente.Conel rabillodeunojo leseguíaensuexamen.

Elamigosemostróclemente:

—Sí... tiene algo. Los ojos... la figura... el gesto: la recuerda; es muyparecida...¡Peroesamuecademonaquehaceahora!¡Esaspalabrotas!...No;contodoesopierdelasemejanza.

Y como si le irritase que aquella chicuela, sin voz y sin decoro, seasemejase a la dulce muerta, subrayaba con admiración irónica todas lascínicasexpresionesenqueterminabansuscouplets.

—¡Muybonito!...¡Muydistinguido!...

PeroRenovales,sordoaestasironías,ensimismadoenlacontemplacióndela«Fregolina»,seguíaempujándoleymurmurando:

—Esella,¿verdad?...Igual;elmismocuerpo...Yademás,Pepe;esachicatieneciertotalento...tienegracia.

Cotonermovía lacabeza irónicamente.Sí,mucha.YaloírqueMariano,una vez terminado el espectáculo, mostraba deseos de quedarse a la otrasecciónynosemovíadesubutaca,pensóenabandonarle.Porfinsequedó,arrellanándose en el asiento, con el propósito de dormitar arrullado por lamúsicaylosberridosdelpúblico.

Unamanoimpacientedelmaestrolesacódesudulceabstracción.«Pepe...Pepe.»Moviólacabezayabriólosojosmalhumorado.«¿Quéleocurría?»EnlacaradeRenovalesviounasonrisamelosa, traidora;algúndisparatequelequeríaproponerconlamayordulzura.

—Se me ocurre que podríamos entrar un momento en el escenario: la

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veríamosdecerca...

El amigo le contestó con indignación.Mariano se creía un pollo, no sedabacuentadesuaspecto.Aquellaciudadanasereiríadeellos;tomaríaelairedelacastaSusana,asediadaporlosdosviejos...

Calló Renovales, pero al poco rato volvió a sacar al amigo de su vagasomnolencia.

—Podíasentrartúsolo,Pepe.Túentiendesmásqueyodeestascosas;eresmásatrevido.Podíasdecirlaquedeseopintarsuretrato.¡Yaves,unretratoconmifirma!...

Cotonerrompióareír,admirandolasimplezadebuenpríncipeconqueelmaestroledabaesteencargo.

—Gracias, señor; muy honrado por tanta confianza, pero no voy...¡Grandísimotonto!¿PerotúcreesqueesachicuelasabequiénesRenovales,nilohaoídonombrarensuvida?...

Elmaestroseasombróconunasimplicidadinfantil.

—Hombre,yocreoqueelapellidoRenovales...que loquehandicho losperiódicos...quemisretratos...Enfin,diquenoquieres.

Ysecalló,ofendidode lanegativadesucompañeroydequedudasedeque su gloria había llegado hasta aquel rincón. La amistad abusa, coninesperadosdesdenes,congrandesinjusticias.

Alterminarelespectáculo,elmaestrosintiólanecesidaddehaceralgo,deno irse sin enviar a la «Bella Fregolina» un testimonio de su presencia.Compróaunavendedorade floresuncestomuyadornado,quese llevabaacasa con la tristeza del mal negocio. Debía entregarlo inmediatamente a laseñorita...«Fregolina».

—Sí,alaPepita—dijolamujerconairedeinteligencia,comosilaunieseaellaciertaintimidad.

—YlediceustedqueesdelseñorRenovales...deRenovaleselpintor.

Lamujermovió la cabeza repitiendoelnombre.Estababien:Renovales.Lo mismo que si le hubiese dicho otro nombre cualquiera. Y sin ningunaemocióntomóloscincodurosqueledabaelpintor.

—¡Cincotiros!...¡Imbécil!—murmuróelamigoperdiendotodorespetoalmaestro.

No se dejó arrastrar más el buen Cotoner. En vano le hablaba conentusiasmo Renovales, todas las noches, de aquella muchacha, sintiéndoseimpresionadoporsustransformaciones.Ahorasepresentabaconunvestidode

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rosa pálido, casi semejante a ciertas ropas guardadas en los armarios de suhotel.Aparecíaconunsombrerodefloresycerezas,muchomásgrande,peroalgo parecido a cierto sombrerillo de paja que podía él encontrar entre laconfusiónde losviejosadornosde lamuerta. ¡Ay! ¡Cómoseacordabade lapobre Josefina! Era un atizamiento de recuerdos que se renovaba todas lasnoches.

Falto del auxilio de Cotoner, iba a ver a la «Bella» con algunos de losjóvenesdesuirrespetuosacorte.Estosmuchachoshablabandeladivetteconundesprecio respetuoso, como la zorrade la fábula contemplaba las lejanasuvas,consolándoseconsuacidez.Alababansubelleza,vistadelejos;eralilialsegúnellos;teníalasantahermosuradelpecado.Estabafueradesualcance;ostentabavaliosas joyas,ysegúnsusnoticias, teníapoderososamigos, todosaquellosseñoritosqueocupabanlospalcosaúltimahora,vestidosdefrac,ylaaguardabanalasalidaparallevarlaacenar.

Renovales consumíase de impaciencia, no encontrando el medio deacercarseaella.Todaslasnochesrepetíasuenvíodecanastillasdeflores,degrandes ramos. La divette debía estar enterada de la procedencia de talesobsequios,puesconsusojosbuscabaentreelpúblicoaaquelseñorfeoyuntantoviejo,dignándosededicarleunasonrisa.

ElmaestroviounanocheaLópezdeSosasaludaralacupletista.Suyernopodía ponerle en relaciones con ella. Y audazmente, con un impudor deapasionado,leesperóalasalidaparaimplorarsuauxilio.

Queríapintarla;eraunamodelomagníficaparaciertaobraquellevabaenelpensamiento.Lodijoconciertorubor,tartamudeando,peroelyernoriodesutimidez,mostrándosedispuestoaprotegerle.

—¡Ah,laPepita!Unagranmujer,yesoqueahoraestáendecadencia.Conesa cara de colegiala, ¡si usted la viese en una juerga! Bebe como unmosquito...¡Unafiera!

Peroluego,conexpresióngrave,expusolosinconvenientes.Estabaconunamigosuyo;unmuchachodeprovincias,ganosodenotoriedad,queperdíaunaparte de su fortuna en el juego del Casino, dejando tranquilamente quedevoraselaotraaquellachicuela,queledabaciertorenombre.Éllahablaría;eranantiguosamigos;nadamalo,¿eh,papá?...Noseríadifícilconvencerla.Latal Pepita tenía predilección por todo lo raro; era algo... romántica. Él leexplicaría quién era el gran artista, encareciendo el honor de servirle demodelo.

—Pordineronolodejes—murmuróelmaestroconangustia.—Todoloqueellaquiera.Notemasmostrartegeneroso.

Una mañana Renovales llamó a Cotoner para hablarle con grandes

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extremosdealegría.

—¡Vaavenir!...¡Vaavenirestamismatarde!

Elviejopaisajistahizounmohíndeextrañeza.«¿Quién?»

—La«BellaFregolina»...Pepita.Meavisamiyernoquelahaconvencido;vendráestatardealastres.Élmismolaacompañará.

Luego tuvo una mirada de desolación para su taller de trabajo. Estabaabandonado desde hacía algún tiempo; había que arreglarlo.Y el domésticoporunladoylosdosartistasporotro,comenzaronapresuradamenteelaseodelagrannave.

Los retratos de Josefina y el lienzo con sólo su cabeza, fueronamontonadosenunrincón,caraalapared,porlasfebrilesmanosdelmaestro.¿Para qué aquellos fantasmas si iba a presentarse la realidad?...En su lugarcolocóungranlienzoblanco,contemplandosuvirgensuperficieconojosdeesperanza.¡Lascosasqueibaahaceraquellatarde!¡Quéfuerzasentíaparaeltrabajo!...

Al quedar solos los dos artistas, Renovales se mostró inquieto,incontentable,pareciéndolesiemprequefaltabaalgoparaestavisita,enlaquepensaba con escalofríos de inquietud. Flores; había que traer flores; llenartodoslosvasosantiguosdelestudio,crearunambientedesuaveperfume.

YCotonerrecorrióeljardínconelcriado,pusoasacolaserreyvolvióaentrarconunabrazadadeflores,obedienteysumisocomounamigofiel,peroconunreprocheirónicoenlosojos.¡Todoaquelloporla«BellaFregolina»!Elmaestroestaba trastornado;habíavueltodegolpea la infancia. ¡Con talqueestavisitalequitasesuobsesión,queeracasiunalocura!...

Después pidiómás.Había que preparar en unamesa del estudio dulces,Champagne, todo lomejor que encontrase Cotoner. Éste habló de enviar alcriado, quejándose de los trabajos que le acarreaba la visita de aquellamuchacha, de la sonrisa cándida y las obscenidades enormes, con los codospegadosaltalle.

—No,Pepe—suplicóelmaestro.—Vetú;noquieroqueelcriadoseentere.Despuéshabla...mihijaleacosaconpreguntas.

Cotonersefuecongestoderesignación,yalvolverunahoradespués,vioaRenovalesenelcuartodelosmodelosponiendoenordenvariasropas.

Elviejoamigoalineósobrelamesasuspaquetes.Pusolosdulcesenplatosantiguosysacólasbotellasdesusenvolturas.

—Elseñorestáservido—dijoconunrespeto irónico.—¿Quierealgomáselseñor?...Todalafamiliaestáenrevoluciónporesaaltadama:tuyernotela

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trae;yotesirvodecriado...sólofaltaquellamesatuhijaparaquelaayudeadesnudarse.

—Gracias, Pepe; muchas gracias—exclamó el maestro con ingenuaefusión,sinsentirsemolestadoporsusburlas.

Alahoradelalmuerzo,Cotonerlevioentrarenelcomedor,muypeinado,muyacicalado,elbigoterizadoatenacilla,vistiendosumejortrajeyconunarosa en la solapa. El bohemio rio con grandes carcajadas. ¡Aquello más!...Estabaloco;seibanaburlardeél.

Apenas tocó los platos. Después paseó sólo por el estudio. ¡Con quélentitudtranscurríaeltiempo!...Mirabaacadaunadesusvueltasporlostressalones las manecillas de un antiguo reloj de porcelana de Sajonia, puestosobre una mesa de mármol de colores, reflejando su parte trasera en unprofundoespejoveneciano.

Yaeranlastres...Elmaestrosepreguntóconinquietudsinovendría.Lastres y cuarto... las tres y media. No, no vendría; había pasado la hora.¡Aquellas mujeres, que vivían rodeadas de compromisos y exigencias, sintenerporsuyouninstantedesuvida!...

DeprontooyópasosyentróCotoner.

—Yaestáahí;ahílatienes...Salud,maestro...¡Divertirse!Meparecequehasabusadobastantedemíyquenoexigirásquemequede.

Se fue haciendo con las manos irónicos signos de despedida, y pocodespuésRenovalesoyólavozdeLópezdeSosa,aproximándoselentamente,explicando a su acompañante aquellos cuadros, aquellos muebles quecautivabansuatención.

Entraron. La «Bella Fregolina» mostraba asombro en sus ojos; parecíaintimidadaporelsilenciomajestuosodelestudio.¡Aquelhoteltangrande,tanseñorial,tandistintodetodoslosqueellahabíavisto!...¡Aquellujoantiguo,sólido, histórico, con sus muebles raros que la infundían pavor!... Miró aRenovalesconrespeto.Leparecíamásdistinguido,másaseñoradoqueaquelotrohombreentrevistovagamenteenlasbutacasdesuteatrillo.Leinspirabamiedo,comosifueseungranpersonaje,distintoacuantoshombreshabíaellatratado. A esta inquietud se unía cierta admiración. ¡El dinero que tendríaaquelprójimo,viviendocontalaparato!...

Renovalestambiénlamirabaemocionado,altenerlatancerca.

Enelprimerinstantesintióciertaduda.¿Realmenteseparecíaalaotra?...Ledesconcertabalapinturadesurostro;lacapadecoloreteblanco,conlíneasnegrasen losojos,quesedelatabaal travésdelvelo.Laotranosepintaba.Pero al fijarse en sus ojos, surgió de nuevo la conmovedora semejanza, y

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partiendo de éstos, fue reconstituyendo el rostro adorado, bajo la capa degrasasdecolor.

Ladivetteexaminabaloslienzosquecubríanlasparedes.¡Québonito!¿Ytodoaquellolohacíaesteseñor?...Elladeseabaverseasí,arroganteyhermosaen el fondo de un cuadro. ¿De veras deseaba pintarla? Y se erguía convanidad, satisfecha de que la creyesen hermosa, de gozar la emoción, hastaentoncesnodeseada,deverreproducidasuimagenporungranartista.

LópezdeSosaexcusábaseconsusuegro.Habíantardadoporculpadeella.Conmujerescomoéstanuncahabíaprisa.Seacostabaalamanecer: lahabíaencontradoenlacama...

Luego se despidió, comprendiendo lo embarazosa que resultaba supresencia. Pepita era una buena muchacha; estaba deslumbrada por suspalabrasyporelaspectodelacasa.Podíahacerdeellaloquequisiese.

—Vaya,chica,ahítequedas.Elseñoresmipapá;yatelohedicho.Aversieresbuenaniña.

Y se fue, seguido de la risa forzada de los dos, que celebraron con unaalegríaembarazosaestarecomendaciónpaternal.

Quedaron en un silencio largo y penoso. Elmaestro no sabía qué decir.Sobresuvoluntadpesabanlatimidezylaemoción.Ellanosemostrabamenosconmovida. Aquella nave tan grande, tan silenciosa, tan imponente, con sulujomacizoysoberbio,distintodetodoloqueellahabíavisto,laintimidaba.Sentíaelvago temorqueprecedeaunaoperacióndesconocida.La turbabanademáslosojosardientesdeaquelhombre,fijosenella,conuntemblorenlasmejillasyunmovimientodeloslabios,comosiéstossintieranlostormentosdelased...

Pronto se repuso de su timidez. Estaba habituada a estos momentos devergonzosomutismoqueprecedenalencuentroenlasoledaddedospersonasextrañas. Conocía estas entrevistas, que empiezan con cierta vacilación yacabanenruidosasintimidades.

Miró en torno de ella con una sonrisa de profesional, deseando terminarcuantoanteslamolestasituación.

—Cuandoustedquiera.¿Dóndemedesnudo?

Renovalesseestremecióaloírsuvoz,comosihubieseolvidadoquepodíahablar aquella imagen. Le extrañó también la llaneza con que ahorrabaexplicaciones.

Suyernohacíabienlascosas:lahabíatraídoaleccionada,insensibleatodasorpresa.

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El maestro la condujo a la habitación de los modelos y quedó fuera,prudentemente, volviendo la cabeza sin saber por qué, para no ver por lapuertaentreabierta.Transcurrióunlargosilencio,cortadoporelsuavefru-frudelasropascaídas,porelclicmetálicodebotonesycorchetes.Deprontolavozdeellallegóhastaelmaestro,ahogada,lejana,conciertatimidez.

—¿Lasmedias,también?...¿Esprecisoquemelasquite?

Renovalesconocíaestaresistenciadetodaslasmodelosaldesnudarseporvezprimera.LópezdeSosa,extremandosubuendeseodecomplacerapapá,lahabíahabladodeprestarsucuerpoporentero,yellasedesnudaba,sinpedirmásexplicaciones,conlacalmadeldeberaceptado,creyendoqueeraabsurdasupresenciaallíparaotracosaquenofueseesto.

El pintor salió de su mutismo; gritó con inquietud. No debía quedarsedesnuda.Enelcuartoteníalonecesarioparavestirse.Ysinvolverlacabeza,introduciendounbrazoporlapuertaentreabierta,lemostrabaaciegasloqueélhabíadejado.Allíteníaunvestidorosa,unsombrero,zapatos,medias,unacamisa...

Pepitaprotestóalreconocerestasprendas,mostrandoaversiónacubrirsuscarnesconropasintimas,queparecíanusadasyviejas.

—¿Lacamisatambién?¿Tambiénlasmedias?...No;conelvestidobasta.

Pero el maestro suplicaba impaciente. Era necesario todo: lo exigía supintura.El largosilenciodelamuchacha,delatólaconformidadconqueibaendosándoseestasprendasantiguas,dominandosurepugnancia.

Cuandosaliódelcuarto,sonreíaconciertalástima,comosiseburlasedeella misma. Renovales se hizo atrás, conmovido por su propia obra,deslumbrado, sintiendoque le zumbaban las sienes, creyendoque cuadrosymueblesseagitaban,queriendorodarentornodeél.

¡Pobre«Fregolina»!¡Adorablemamarracho!Sentíagrandesganasdereír,pensando en la tempestad de berridos que estallaría en su teatro al verlaaparecer en escena vestida de estemodo, en las burlas de los amigos si sepresentase,enunadesuscenas,adornadaconestasropasdeveinteañosantes.Ellanohabíaconocidoestasmodasyleparecíandeunaantigüedadremota.Elmaestroseapoyóemocionadoenelrespaldodeunsillón.

—¡Josefina!¡Josefina!

Eraella, talcomo laguardabaensumemoria; ladeldulceveranode lasmontañasromanas,consutrajedecolorrosayaquelsombrerocampestrequeladabaelairegraciosodeunaaldeanadeopereta.Aquellasmodas,delasquesereíaahoralajuventud,eranparaéllasmáshermosas,lasmásartísticasquehabía producido el gusto femenil, las que le recordaban la primavera de su

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vida.

—¡Josefina!¡Josefina!

Permaneció mudo, pues estas exclamaciones nacían y morían en supensamiento.No osabamoverse ni hablar, como si temiera ver desvanecidaesta aparición de ensueño. Ella, sonriente, gozábase en el efecto que suaparición causaba en el pintor, y al verse reflejada por un lejano espejo,reconocíaqueenesteraroadornodesupersonanoestabadeltodomal.

—¿Dóndemepongo?¿Sentada?¿Derecha?...

El maestro apenas lograba hablar: su voz era ronca, trabajosa. Podíacolocarsecomoquisiera...Yellasesentóenunsillón,adoptandounaposturaque consideraba elegantísima; lamejilla en unamano, las piernasmontadasuna sobre otra, lomismoque en el reservado de su teatrillo,mostrando pordebajo de la falda una media de color rosa, de finos calados; la mismaenvolturadesedaquerecordabaalpintorotrapiernaadorada.

¡Eraella!Lateníaantesusojos,corpórea,consuperfumedecarneamada.

Porinstinto,porcostumbre,habíacogidosupaletayunpincelmanchadoen negro, intentando trazar los contornos de aquella figura. ¡Ah, mano deviejo; mano torpe y temblorosa!... ¿Adónde habían volado su felicidad deotros tiempos, sudibujo, sus cualidadesque asombraban? ¿Realmentehabíapintado alguna vez? ¿Era ciertamente el pintor Renovales?... Todo lo habíaolvidado de pronto. Su cráneo parecía vacío, su mano paralítica, el lienzoblancoleinspirabaelterrordelodesconocido...Élnosabíapintar:élnopodíapintar.Eraninútilessusesfuerzos.Supensamientosehabíaapagado.Talvez...otro día.Ahora le zumbaban los oídos, su rostro estaba pálido y sus orejasrojas,violáceas,comosifuesenamanarsangre.Sentíaensubocaeltormentodeunasedmortal.

La «Bella Fregolina» le vio arrojar la paleta y venir sobre ella, con ungestodefieraloca.

Pero no sintió miedo: conocía estos rostros trastornados. La bruscaacometidaentrabasindudaenelprograma;estabaprevistaalirallí,despuésde su conversación amistosa con el yerno... Aquel señor tan grave, tanimponente,eraigualatodosloshombresqueellaconocía;leagitabalamismabrutalidad.

Leviollegaraellaconlosbrazosabiertos,estrecharlafuertemente,caerasus pies con unmugido ardoroso, sordo, como si se ahogase; y ella, buenamuchacha, misericordiosa, le animó, inclinando la cabeza, ofreciendo loslabios,conciertomohínamorosoyautomático,queeralaherramientadesuprofesión.

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Estebesoacabódetrastornaralmaestro.

—¡Josefina!¡Josefina!...

Elperfumede los tiempos felices surgíade las ropas, envolviendoaquelcuerpoadorable.¡Erasuvestido;erasucarne!Ibaamorirasuspies,conlaasfixiadel inmensodeseoquedilatabasucuerpoangustiosamente,deseandoestallar.Era ella: susmismos ojos... ¡Sus ojos!Y al levantar lamirada parasumirseensusdulcespupilas,paracontemplarseensutemblorosoespejo,viounosojosfríos,queleexaminabanentornados,conunacuriosidadprofesional,paladeando irónicamente desde su altura serena esta borrachera de la carne,estalocuraquesearrastrabagimoteandodedeseo.

Renovales quedó aturdido por la sorpresa, sintió que algo helado bajabaporsuespalda,paralizándole:sevelaronsusojosconunanubededecepciónydesconsuelo.

¿ErarealmenteJosefinalaqueteníaentresusbrazos?...Erasucuerpo,superfume,susropas,supálidabellezadeflormoribunda...Perono;noeraella.¡Aquellosojos!...Envanolemirabandeotromodo,alarmadosporestasúbitareacción;envanosedulcificabantomandounaluzdeternura,conlahabilidadde la costumbre. El engaño era inútil; él veíamás allá, penetraba por estasventanasluminosashastalomáshondo,encontrandosóloelvacío.Elalmadelaotranoestabaallí.Aquelperfumeenloquecedoryano leemocionaba;eraunafalsaesencia.Sóloteníaanteélunareproduccióndelvasoadorado;peroelincienso,elalma,perdidosparasiempre.

Renovales,puestodepie, caminabahaciaatrás,mirandoaaquellamujerconojosdeespanto,yacabóporarrojarseenundiván,con lacaraentre lasmanos.

Lamuchacha,oyéndolegemir,tuvomiedo,ycorrióhacíaelcuartodelosmodelos para quitarse aquellos adornos, para huir. Aquel señor debía estarloco.

Elmaestrolloraba.¡Adiós,juventud!¡Adiós,deseo!¡Adiós,ilusión,sirenaencantadora de la existencia que huyes para siempre! Inútil buscar; inútildebatirseenlasoledaddesuvida.Lamuerteleteníabienagarrado;erasuyoysólo con ella podría resucitar su juventud. Eran vanos estos simulacros.Noencontraría otra que evocase el recuerdo de la muerta, como esta mujeralquiladaquehabíanenvueltosusbrazos...ysinembargo,¡noeraella!

En el instante supremo, al tocar la realidad, desvanecíase aquel algoindefiniblequehabíaencerradoelcuerpodesuJosefina,desumajadesnuda,adoradaenlasnochesdejuventud.

Ladecepcióninmensa,irreparable,extendíaporsucuerpolacalmaglacial

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delavejez.

¡Venid abajo, torreones de la ilusión! ¡Derrumbaos, alcázares engañosos,construidosporelansiadeembellecerlajornada,deocultarelhorizonte!...Larutaquedabalimpia,árida,desierta.Envanosesentaríaalbordedelcamino,retardando lahorade reanudar lamarcha;envanobajaría lacabezaparanover.Cuantomayorfuesesudescanso,máslargoseríaeltormentodelmiedo.Ibaacontemplaratodashoras,sinnubesysinobstáculos,eltemidofinaldelaúltima jornada; la posada de donde no se vuelve; la garganta de voracesnegruras...lamuerte.

FIN

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