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    La libertad de Mijail Bakunin

    LA LIBERTAD*

    Mijail Bakunin

    CARTA DE CARLOS MARXA F. BOLTESOBRE BAKUNIN

    (Londres, 23 de noviembre de 1871).

    ... La Internacional fue fundada para reemplazar las sectas socialistas o semisocialistas por unaorganizacin real de la clase obrera con vistas a la lucha. Los Estatutos iniciales y el ManifiestoInaugural lo muestran a simple vista. Por otra parte, la Internacional no hubiera podido afirmarsesi el espritu de secta no hubiese sido ya aplastado por la marcha de la historia. El desarrollo delsectarismo socialista y el desarrollo del movimiento obrero real se encuentran siempre en

    proporcin inversa. Las sectas estn justificadas (histricamente) mientras la clase obrera anno ha madurado para un movimiento histrico independiente. Pero en cuanto ha alcanzado esamadurez, todas las sectas se hacen esencialmente reaccionarias. Por cierto, en la historia de laInternacional se ha repetido lo que la historia general nos muestra en todas partes. Lo caducotiende a restablecerse y a mantener sus posiciones dentro de las formas recin alcanzadas.

    La historia de la Internacional tambin ha sido una lucha continua del Consejo Generalcontralas sectas y los experimentos de diletantes que tendan a echar races en la Internacional contrael verdadero movimiento de la clase obrera. Esta lucha se ha librado en los Congresos y,mucho ms an, en las reuniones especiales del Consejo General con las distintas secciones.

    Como en Pars los proudhonistas (mutualistas) figuraban entre los fundadores de la Asociacin,

    tuvieron las riendas en sus manos durante los primeros aos. Posteriormente surgieron all,como era lgico, grupos colectivistas, positivistas y otros que se opusieron a ellos.

    En Alemania tuvimos la camarilla de Lassalle. Durante dos aos yo mismo mantuvecorrespondencia con el famoso Schweitzer y le demostr irrefutablemente que la organizacinlassalleana era, simplemente, una organizacin sectaria y, como tal, hostil a la organizacin deun movimiento obrero efectivo, hacia el que tiende la Internacional. Pero l tena sus razonespara no comprenderlo.

    A fines de 1868 ingreso en la Internacional el ruso Bakunin con el fin de crear en el seno de ellay bajo su propia direccin una segunda Internacional titulada Alianza de la DemocraciaSocialista. Bakunin, hombre sin ningn conocimiento terico, exigi que esta organizacinparticular dirigiese la propaganda cientfica de la Internacional, propaganda que quera hacerespecialidad de esta segunda Internacional en el seno de la Internacional.

    Su programa estaba compuesto de retazos superficialmente hilvanados de ideaspequeoburguesas arrebaadas de ac y de all: igualdad de las clases (!), abolicin delderecho de herencia como punto de partida del movimiento social (tontera saintsimonista), elatesmo como dogma obligatorio para los miembros de la Internacional, etc., y en calidad dedogma principal la abstencin (proudhonista) del movimiento poltico.Esta fbula infantil fue acogida con simpata (y hasta cierto punto es apoyada an hoy) en Italiay en Espaa, donde las condiciones reales del movimiento obrero estn an poco* Traduccin: Santiago Soler Amig. Digitalizacin: KCL.

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    desarrolladas; y tambin entre algunos fatuos, ambiciosos y hueros doctrinarios en la SuizaLatina y en Blgica.

    Para el seor Bakunin su doctrina (bazofia de trozos tomados de Proudhon, Saint-Simon yotros) era y es asunto secundario, un simple medio para su encumbramiento personal. Comoterico es un cero a la izquierda, pero las intrigas son su elemento.

    El Consejo General ha tenido que luchar durante aos contra este complot (apoyado hastacierto punto por los proudhonistas franceses, sobre todo en el Medioda de Francia).Finalmente, valindose de las resoluciones, 1, 2 y 3, IX, XVI y XVII de la Conferencia, descargel golpe que tanto tiempo llevaba preparando.

    Como es lgico, el Consejo General no va apoyar en Amrica lo que combate en Europa. Lasresoluciones 1, 2, 4 y IX dan ahora al Comit de Nueva York armas legales para terminar contodo sectarismo y con todos los grupos diletantes, expulsndolos si llega el caso

    ... El movimiento poltico de la clase obrera tiene como ltimo objetivo, claro est, la conquistadel poder poltico para la clase obrera y a este fin es necesario, naturalmente, que laorganizacin previa de la clase obrera, nacida en su propia lucha econmica, haya alcanzado

    cierto grado de desarrollo.

    Pero, por otra parte, todo movimiento en el que la clase obrera acta como clase contra lasclases dominantes y trata de forzarlas presionando desde fuera, es un movimiento poltico.Por ejemplo, la tentativa de obligar mediante huelgas a capitalistas aislados a reducir la jornadade trabajo de determinada fbrica o rama de la industria es un movimiento puramenteeconmico; por lo contrario el movimiento con vistas a obligar a que se decrete la leyde la

    jornada de ocho horas, etc., es movimientopoltico. As, pues, de los movimientos econmicosseparados de los obreros nace en todas partes un movimiento poltico, es decir un movimientode la clase, cuyo objetivo principal es que se d satisfaccin a sus intereses en forma general,es decir, en forma que sea compulsoria para toda la sociedad. Si bien es cierto que estosmovimientos presuponen cierta organizacin previa, no es menos cierto que representan un

    medio para desarrollar esta organizacin.

    All donde la clase obrera no ha desarrollado su organizacin lo bastante para emprender unaofensiva resuelta contra el poder colectivo, es decir, contra el poder poltico de las clasesdominantes, se debe por lo menos, prepararla para ello mediante una agitacin constantecontra ese poder y adoptando una actitud hostil hacia la poltica de las clases dominantes. Encaso contrario, la clase obrera ser un juguete en sus manos, como lo ha demostrado larevolucin de septiembre en Francia y como lo est, hasta cierto punto, demostrando el juegoque an hoy llevan con xito en Inglaterra Gladstone y Ca.

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    CARTA DE F. ENGELSA T. CUNOSOBRE BAKUNIN

    (Londres, 24 de enero de 1872).

    ... Bakunin, que hasta 1868 haba intrigado contra la Internacional, ingres en ella despus delfracaso sufrido en Berna, en el Congreso de la Paz, e inmediatamente se puso a conspirardesde dentro contra el Consejo General. Bakunin tiene una teora original que es unamezcolanza de proudhonismo y comunismo. Por cierto el punto bsico de su proudhonismo esla idea de que el mal ms grave, con el que hay que acabar, no es el capital, no es por tanto, elantagonismo de clase que el desarrollo social crea entre los capitalistas y los obrerosasalariados, sino el Estado. Mientras la gran masa de obreros socialdemcratas compartennuestro punto de vista de que el poder del Estado no es ms que una organizacin adoptadapor las clases dominantes -los terratenientes y los capitalistas- para proteger sus privilegiossociales, Bakunin afirma que el Estado es el creador capital, que el capitalista posee su capitalnicamente por obra y gracia del Estado. Y puesto que el Estado es, por tanto, el mal principal,ha que acabar ante todo con l, y entonces el capital hincar el pico por s solo. Nosotros, en

    cambio, sostenemos lo contrario: acabad con el capital, que es la concentracin de todos losmedios de produccin en manos de unos pocos, y el Estado se derrumbar por s solo. Ladiferencia entre los dos puntos de vista es fundamental: la abolicin del Estado sin unarevolucin social previa es un absurdo; la abolicin del capital es precisamente la revolucinsocial e implica un cambio en todo el modo de produccin. Pero como para Bakunin el Estadorepresenta el mal principal, no se debe hacer nada que pueda mantener la existencia delEstado, tanto s es una repblica, como una monarqua o cualquier otra forma de Estado. Deaqu, la necesidad de abstenerse por completo de toda poltica. Cualquier actividad poltica,sobre todo la participacin en las elecciones, es una traicin a los principios. Hay que hacerpropaganda, desacreditar al Estado, organizarse; y cuando se haya conquistado a todos losobreros, es decir, a la mayora, se liquidan todos los organismos estatales, se suprime el Estadoy se le sustituye por la organizacin de la Internacional. Este gran acto, que marca el comienzo

    del reino milenario, se llama liquidacin social.

    Todo esto suena a algo muy radical, y es tan sencillo que puede ser aprendido de memoria encinco minutos. He aqu la razn de que la teora bakuninista haya encontrado tan pronto unaacogida favorable en Italia y en Espaa entre los jvenes abogados y doctores y otrosdoctrinarios. Pero las masas obreras jams aceptarn la idea de que los asuntos pblicos desus respectivos pases no son a la vez sus propios asuntos; los obreros sonpolticos activos pornaturaleza, y quien les proponga abandonar la poltica se ver, tarde o temprano, abandonadopor ellos. Predicar a los obreros la abstencin poltica en todas las circunstancias equivale aponerlos en manos de los curas o de los republicanos burgueses.

    La Internacional, segn Bakunin, no ha sido creada para la lucha poltica, sino para ocupar el

    lugar de la vieja organizacin del Estado tan pronto como se lleve a cabo la liquidacin social, ypor eso debe parecerse lo ms posible a la sociedad futura, tal como la concibe el idealbakuninista. En esta sociedad, no habr, ante todo, autoridad alguna, pues la autoridad queequivale al Estado, es el mal absoluto. (No se nos dice nada, naturalmente, acerca de cmo selas van a arreglar estos seores para hacer funcionar las fbricas y los ferrocarriles y gobernarlos barcos, sin una voluntad que decida en ltima instancia Y sin una direccin nica.) Cesatambin la autoridad de la mayora sobre la minora. Cada individuo y cada comunidad sonautnomos, pero Bakunin vuelve a guardar silencio acerca de cmo puede existir una sociedad,integrada aunque slo sea por dos individuos, sin que cada uno de ellos no renuncie a parte desu autonoma.

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    Pues bien; tambin la Internacional debe ser estructurada segn este modelo. Cada seccin esautnoma y tambin cada individuo dentro de la seccin. Al diablo las resoluciones de Basilea,que confieren al Consejo General una autoridad perniciosa y para l mismo desmoralizadora!An en el caso de que esta autoridad se confiera voluntariamente, debe ser abolida,precisamenteporque es autoridad!

    Aqu tiene usted en pocas palabras los puntos principales de esta superchera. Pero, quines

    son los autores de las resoluciones de Basilea? El propio seor Bakunin y consortes!

    Cuando estos caballeros vieron en el Congreso de Basilea que no lograran su propsito detrasladar el Consejo General a Ginebra, es decir, apoderarse de l, cambiaron de tctica.Fundaron laAlliance de la Dmocratie Sociale -una asociacin internacional dentro de la granInternacional-, con el pretexto, que volver a encontrar usted ahora en la prensa bakuninistaitaliana (Proletario, Gazzettino Rosa), de que para los pueblos fogosos de raza latina serequiere un programa ms llamativo que para los pueblos nrdicos, fros y lentos. Este plan demedio pelo fracas por la oposicin del Consejo General, que no poda, naturalmente, tolerar laexistencia de una organizacin internacionalaparte dentro de la Internacional. Desde entonceseste plan ha vuelto a ser presentado bajo las formas ms diversas, pues Bakunin y sussecuaces no cejan en sus intentos de suplantar el programa de la Internacional por el programa

    Bakunin. Por otra parte, la reaccin, desde Julio Favre y Bismarck hasta Mazzini, siempre queha querido atacar la Internacional ha escogido como blanco las frases vacuas y jactanciosas delos bakuninistas, de aqu la necesidad de mi declaracin contra Mazzini y Bakunin, hechapblica el 5 de diciembre e insertada tambin en el Gazzettino Rosa.

    El ncleo de los bakuninistas lo forman unas docenas de jurasianos1que apenas arrastran entotal a unos 200 obreros; la vanguardia est constituida por abogados, doctores y periodistas

    jvenes de Italia, que ahora se presentan en todas partes como portavoces de los obrerositalianos. En Barcelona y en Madrid puede hallarse gente, muy poca, de la misma calaa, yalgunos individuos aislados -entre los que apenas figuran obreros- en Lyon y en Bruselas. Elnico ejemplar que tenemos por aqu es Robin.

    La Conferencia convocada ante la imposibilidad de reunir al Congreso, fue el pretexto; y alcontar con la mayora de los franceses emigrados en Suiza, que se pasaron a su lado (pues,adems de los motivos personales, tenan, como prondhonistas, muchos puntos de contacto),los bakuninistas iniciaron la campaa. Claro est que en todas partes puede encontrarse dentrode la Internacional minoras descontentas y genios no reconocidos. Con ellos contaban, y no sinrazn.

    Sus fuerzas de combate estn integradas actualmente por:

    1. Bakunin en persona, el Napolen de esta campaa.

    2. Los 200 jurasianos y 40 50 miembros de las secciones francesas (emigrados en

    Ginebra).

    3. En Bruselas, Hins, director de Libert, quien, sin embargo, no se manifiestaabiertamente en favor de ellos.

    4. Aqu, los restos de La Seccin Francesa de 1871, jams reconocida por nosotros, yque ya se ha escindido en tres grupos que se atacan unos a otros; adems, unos 20lassalleanos del tipo de Herr von Schweitzer, expulsados de la seccin alemana (por suproposicin de abandonaren masa las filas de la Internacional), y que como partidarios de

    1 Habitantes de la regin montaosa del Jura (Suiza).8

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    una centralizacin extrema y de una organizacin rgida vienen al pelo para una alianza conlos anarquistas y los autonomistas.

    5. En Espaa unos cuantos amigos personales y secuaces de Bakunin, que, sobre todo,desde el punto de vista terico, han ejercido una gran influencia entre los obreros,particularmente en Barcelona. Pero como, por otra parte, los espaoles son muy celosos dela organizacin, pronto advierten en los dems los efectos de su falta. Slo el Congreso que

    habrn de celebrar los espaoles en abril permitir ver si Bakunin puede contar aqu conprobabilidades de xito. Sin embargo, no tengo motivos para estar intranquilo, pues en elCongreso predominarn los obreros.

    6. Por ltimo, en Italia, las secciones de Turn, Bolonia y Girgenti se pronunciaron, segntengo entendido, en favor de que se anticipase la convocatoria del Congreso. La prensabakuninista afirma que 20 secciones italianas se han adherido a ellos. No conozco talessecciones. En tono caso, los puestos de direccin se hallan en casi tonas partes en manosde amigos y partidarios de Bakunin, que arman un gran alboroto. Pero si se examina msde cerca la cuestin, se ver tal vez que la gente que les sigue no es tan numerosa, ya que,en fin de cuentas, la gran masa de los obreros italianos est integrada por mazzinistas, quelo seguirn siendo mientras ah sigan identificando a la Internacional con la abstencin

    poltica.

    Sea lo que fuere, en Italia los amos de la situacin en la Internacional son, por ahora, losbakuninistas. El Consejo General no tiene siquiera la intencin de quejarse de ello. Los italianosson muy dueos de hacer todas las tonteras que les parezca, y el Consejo General slo seopondr a ellos mediante una controversia pacfica. Tambin pueden manifestarse en pro de laconvocatoria del Congreso, a tono con los jurasianos, aunque, ciertamente, resulta muy extraoque unas secciones que acaban de ingresar en la Internacional y no han tenido tiempo deenterarse de las cosas, de buenas a primeras tomen partido en una cuestin como sta, sobretodo sin haber escuchado antes a las dos partes! Ya he expuesto francamente mi opinin sobreel particular a la seccin de Turn, y tambin se la expondr a todas las que han hechoanlogas declaraciones. Pues cada una de estas manifestaciones de adhesin es una

    aprobacin indirecta de las falsas acusaciones y de las calumnias lanzadas por la circularcontra el Consejo General. Por cierto que ste se dispone a girar en breve una circular relativa aesta cuestin. Si puede usted impedir, antes de la aparicin de la circular, que los milaneseshagan una declaracin semejante, habr satisfecho usted nuestros deseos.

    Lo ms cmico de todo ello es que esa misma gente de Turn, que se ha pronunciado a favorde los jurasianos y que, por consiguiente, nos tacha a los de aqu de autoritarios, exija de prontoque el Consejo General intervenga autoritariamente contra sus rivales, la Federazione Operaiade Turn, en una forma como nunca hasta ahora lo ha hecho: excomulgando a Beghelli, delFiccanaso, que ni siquiera pertenece a la Internacional, etc. Y todo esto antes incluso de haberescuchado la opinin que sobre el particular puede tener la Federazione Operaia.

    Este lunes le he enviado la Rvolution Sociale con la circular de los jurasianos, un ejemplar dela Egalit de Ginebra (por desgracia no me quedan ejemplares del nmero con la respuesta delComit Federal de Ginebra, que representa a veinte veces ms obreros que los jurasianos) y unejemplar del Volksstaat, por el que ver usted lo que piensan de todo esto en Alemania. LaAsamblea regional de Sajonia -120 delegados de 60 localidades- se han pronunciadounnimemente a favor del Consejo General.

    El Congreso celebrado por los belgas el 25 y 26 de diciembre ha exigido la revisin de losEstatutos en el Congreso ordinario que habr de celebrarse en septiembre. De Franciarecibimos a diario manifestaciones aprobatorias. Aqu en Inglaterra, todas estas intrigas noencuentran, como es lgico, terreno favorable. El Consejo General no piensa, naturalmente,

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    convocar un Congreso extraordinario con el nico fin de dar gusto a un puado de intrigantes yengredos. Mientras estos seores no se salgan del terreno legal, el Consejo les dejar actuar.Esta coalicin de elementos tan heterogneos no tardar en descomponerse por s sola. Peroen cuanto hagan algo que contradiga a los Estatutos o a las decisiones de los congresos, elConsejo General cumplir con su deber.

    Si pensamos en que estos individuos han organizado su conspiracin en el preciso momento en

    que la Internacional es objeto en todas partes de las ms feroces persecuciones, no podremosrenunciar a la idea de que en todo este asunto andan mezclados los seores de la policainternacional. Y as es, en efecto. Los bakuninistas ginebrinos tienen de corresponsal enBziers al comisario de polica. Dos prominentes bakuninistas que han estado aqu, AlbertRichard, de Lyon, y Leblanc, se han dirigido a un obrero de Lyon llamado Scholl y le han dichoque la restauracin de Bonaparte en el trono es la nica forma de derribar a Thiers, y que poreso ellos andan viajandopor cuenta de Bonaparte, para hacer propaganda entre los emigrados,en pro de una restauracin bonapartista! He aqu lo que estos caballeros llaman abstencinpoltica! El Neuer Social-Demokrat de Berln, subsidiado por Bismarck, entona la mismacancin. Por el momento dejo abierta la cuestin de saber hasta qu punto se halla mezcladaen todo esto la polica rusa, pero Bakunin ha estado metido hasta el cuello en el asunto deNechiev (l, claro est, lo niega, pero aqu tenemos originales en ruso de los informes, y como

    Marx y yo entendemos el ruso, Bakunin no podr hacernos comulgar con ruedas de molino). SiNechiev no era un agente provocador ruso, actuaba por lo menos como tal. Adems, entre losamigos rusos de Bakunin figuran tipos sospechosos de toda clase.

    Lamento mucho que haya perdido usted su puesto. En mis cartas ya le haba indicadoexpresamente que evitase usted todo lo que pudiera implicar tales consecuencias, y que supresencia en Miln tena mucha ms importancia para la Internacional que el pequeo efectoque se logra con intervenciones pblicas, que tambin se pueden hacer muchas cosas obrandocalladamente, etc. Si puedo ayudarle proporcionndole traducciones, lo har con sumo gusto.Dgame nicamente de qu idiomas y a qu idiomas puede traducir usted y en qu puedo serletil.

    Por lo visto, esos perros sarnosos de la polica han interceptado tambin mi fotografa. Le envootra y le ruego que me mande dos suyas; una de ellas me ha de servir para convencer a missMarx de que me entregue para usted una de su padre (ella es la nica que an tiene buenasfotografas de l).

    Le ruego una vez ms que tenga cuidado con todas las personas relacionadas con Bakunin. Lasolidaridad interna y la intriga son rasgos caractersticos de todas las sectas. Puede estar ustedseguro de que cualquier informacin que usted les proporcione ser transmitida inmediatamentea Bakunin.

    Uno de los principios fundamentales de ste afirma que la fidelidad a la palabra dada y otrascosas por el estilo no son ms que prejuicios burgueses, que todo revolucionario autntico debe

    despreciar en inters de la causa. En Rusia lo predica abiertamente; en la Europa Occidental esuna doctrina que slo se comunica a los iniciados.

    Contsteme cuanto antes. Sera una gran cosa si pudiramos conseguir que la seccin deMiln no participase en el coro general de las dems secciones italianas

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    CAPTULO I

    A LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD

    *... Todo lo que vive tiende a realizarse en la plenitud de su ser. El hombre, ser vivo y pensanteal mismo tiempo, para realizarse debe ante todo conocerse.

    ... Las ideas y las representaciones humanas, no habiendo sido al principio nada ms que losproductos de los hechos reales, tanto naturales como sociales, en ese sentido de que han sidosu reflexin o repercusin en el cerebro humano y su reproduccin ideal por as decirlo, y ms omenos juiciosa, adquieren ms tarde, una vez que estn ya bien establecidas en la concienciacolectiva de cualquier sociedad, el poder de convertirse a su vez en causas productoras denuevos hechos, no propiamente naturales sino sociales. Acaban por modificar y transformar,muy lentamente en verdad, la existencia, los hbitos y las instituciones humanas, en unapalabra, todas las relaciones de los hombres en la sociedad, y a travs de su encarnacin enlas cosas ms cotidianas de la vida de cada uno, pasan a ser sensibles, palpables para todos,incluso para los nios.

    De manera que cada nueva generacin se empapa de ello desde su ms tierna infancia, ycuando llega a la edad viril, donde empieza propiamente el trabajo de su propio pensamiento,necesariamente acompaado de una crtica nueva, halla en s mismo, as como en la sociedadque le rodea, todo un mundo de pensamientos o de representaciones establecidas, que lesirven de punto de partida y le dan en cierta manera la materia prima o la trama para su propiotrabajo intelectual y moral.

    ... Todas esas ideas que, al nacer, halla encarnadas en las cosas y en los hombres y que seimprimen en su propio espritu mediante la educacin y mediante la instruccin que recibe,incluso antes de que haya llegado al conocimiento de s mismo, las encuentra de nuevo mstarde consagradas, explicadas, comentadas por las teoras que expresan la concienciauniversal o el prejuicio colectivo y mediante todas las instituciones religiosas, polticas yeconmicas de la sociedad de la que forma parte. Y est l mismo tan impregnado por ellas,que est o no personalmente interesado en defenderlas, es involuntariamente su cmplice, portodos sus hbitos materiales, intelectuales y morales.

    De lo que debe uno extraarse, no es, pues, de la accin todopoderosa que esas ideas, queexpresan la conciencia colectiva de la sociedad, ejercen sobre la masa de los hombres; sinomuy por lo contrario, que se encuentre en esta masa individuos que tienen el pensamiento, lavoluntad y la valenta de combatirlas. Pues la presin de la sociedad sobre el individuo esinmensa.

    ... Armado con su formidable poder de abstraccin el hombre no reconoce ni reconocer jams

    lmite alguno para su curiosidad imperiosa, apasionada, vida de saberlo todo y abarcarlo todo.Basta con decirle: No irs ms all, para que, con todo el poder de esa curiosidad irritada porel obstculo, tienda a lanzarse ms all. Bajo ese prisma, el Buen Dios de la Biblia se hamostrado mucho ms lcido que el Sr. Augusto Comte y sus discpulos los positivistas;queriendo sin duda que el hombre comiera la fruta prohibida, le prohibi comerla. Esainmoderacin, esa desobediencia, esa rebelda del espritu humano contra todo lmite impuestotanto si es en nombre del Buen Dios como en nombre de la ciencia, constituyen su honor, elsecreto de su poder y de su libertad. Es buscando lo imposible como el hombre ha realizado

    * Los extractos son de las Obras completas y de la Correspondencia de Bakunin. Se seala el comienzo de algunos

    prrafos con puntos suspensivos para indicar que es el comienzo de un prrafo nuevo.11

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    siempre lo posible, y quienes se han limitado sabiamente a lo que les pareca lo posible jamsavanzaron un solo paso.

    La voluntad, como la inteligencia, no es un destello mstico, inmortal y divino, cadomilagrosamente del cielo a la tierra para animar a fragmentos de carne, a cadveres. Es elproducto de la carne organizada y viva, el producto del organismo animal.

    El hombre slo se hace realmente hombre, slo conquista la posibilidad de su emancipacininterior, en tanto que consigue romper las cadenas de esclavo que la naturaleza exterior hacepesar sobre todos los seres vivos.

    Por restringido que sea en comparacin con el Universo, nuestro globo es an un mundoinfinito. Bajo ese prisma, puede decirse que nuestro mundo, en el sentido ms restringido de lapalabra, nuestra tierra, es asimismo inaccesible, o sea inagotable. La ciencia nunca llegar alltimo trmino, ni dir su ltima palabra. Nos ha de desesperar ello? Por lo contrario, si latarea fuese limitada enfriara pronto el espritu del hombre, el cual, una vez por todas, por msque se diga y que se haga, nunca se siente tan feliz como cuando puede romper y franquear unlmite.

    La presin de la sociedad sobre el individuo es inmensa, y no existe en absoluto un carcterlo bastante fuerte ni una inteligencia lo bastante potente que puedan considerarse al abrigo delos embates de esa influencia tan desptica como irresistible.

    Nada prueba tanto el carcter social del hombre como esa influencia. Se dira que la concienciacolectiva de cualquier sociedad, encarnada tanto en las grandes instituciones pblicas como entodos los detalles de su vida privada y sirviendo de base a todas sus teoras, forma una especiede medio ambiente, una especie de atmsfera intelectual y moral, perjudicial peroabsolutamente necesaria para la existencia de todos sus miembros. Les domina y les sostieneal mismo tiempo, vinculndoles entre ellos mediante relaciones acostumbradas ynecesariamente determinadas por ella misma; inspirando a cada uno la seguridad, la certeza, yconstituyendo para todos la condicin suprema de la existencia del gran nmero, la banalidad,

    el tpico, la rutina.

    La mayora de los hombres, no solamente en las masas populares sino en las clasesprivilegiadas e ilustradas igualmente e incluso con ms frecuencia que en las masas, slo sesienten tranquilos y en paz consigo mismos cuando en sus pensamientos y en todos los actosde su vida siguen fielmente, ciegamente, la tradicin y la rutina.

    La inmensa mayora de los individuos humanos slo quieren y piensan lo que todo el mundoa su alrededor quiere y piensa; sin duda creen querer y pensar por s mismos, pero slo hacenreaparecer servilmente, rutinariamente, con modificaciones completamente imperceptibles ynulas, los pensamientos y voluntades ajenas. Esa servilidad, esa rutina, fuentes inagotables deltpico, esa ausencia de rebelda en la voluntad y esa ausencia de iniciativa en el pensamiento

    de los individuos son las causas principales de la lentitud desoladora del desarrollo histrico dela humanidad. Para nosotros, materialistas o realistas, que no creemos ni en la inmortalidad delalma ni en el libre albedro, esa lentitud, por ms que nos aflija, aparece como un hecho natural.Partido del estado de gorila, el hombre slo llega muy difcilmente a la conciencia de suhumanidad y a la realizacin de su libertad. Al principio, no puede tener ni esta conciencia niesta libertad; nace bestia feroz y esclava, y slo se humaniza y se emancipa progresivamenteen el seno de la sociedad que es necesariamente anterior al nacimiento de su pensamiento, desu palabra y de su voluntad; slo puede hacerlo mediante los esfuerzos colectivos de todos losmiembros pasados y presentes de esta sociedad, la cual es en consecuencia la base y el puntode partida de su existencia humana. Resulta de ello que el hombre slo realiza su libertadindividual o bien su personalidad al completarse con todos los individuos que le rodean, y

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    nicamente gracias al trabajo y al poder colectivo de la sociedad. La sociedad lejos de disminuiry limitar, crea por lo contrario la libertad de los individuos humanos.

    ... La rebelda contra esta influencia natural de la sociedad es mucho ms difcil para elindividuo que la rebelda contra la sociedad oficialmente organizada, contra el Estado, aunque amenudo sea tan inevitable como esta ltima. La tirana social, a menudo aplastante y funesta,no presenta ese carcter de violencia imperativa, de despotismo legalizado y formal que

    distingue a la autoridad del Estado. No se impone como una ley a la que todo individuo estforzado a someterse bajo pena de incurrir en una sancin jurdica. Su accin es ms dulce, msinsinuante, ms imperceptible, pero tanto ms poderosa. Para rebelarse contra esta influenciaque la sociedad ejerce naturalmente sobre l, el hombre ha de rebelarse, por lo menos enparte, contra s mismo, pues con todas sus tendencias y aspiraciones materiales, intelectuales ymorales l mismo no es otra cosa que el producto de la sociedad.

    ... Se puede preguntar tan poco si la sociedad es un bien o un mal, como es imposiblepreguntar si la naturaleza, el ser universal, material, real, nico, supremo, absoluto, es un bien oun mal; es ms que todo eso; es un inmenso hecho positivo y primitivo, anterior a todaconciencia, a toda apreciacin intelectual y moral, es la base misma, es el mundo en el quefatalmente y con posterioridad se desarrolla para nosotros lo que llamamos el bien y el mal.

    No sucede igual con el Estado; y no vacilo en decir que el Estado es el mal, pero un malhistricamente necesario, tan necesario en el pasado como lo ser tarde o temprano suextincin completa, tan necesario como lo han sido la bestialidad primitiva y las divagacionesteolgicas de los hombres. El Estado no es en modo alguno la sociedad, es slo una formahistrica tan brutal como abstracta de la misma. Naci histricamente en todos los pases delmaridaje de la violencia, de la rapia, del pillaje, en una palabra, de la guerra y de la conquista,con los dioses creados sucesivamente por la fantasa teolgica de las naciones.

    El Estado es una institucin histrica transitoria, una forma pasajera de la sociedad.

    La rebelda es mucho ms fcil contra el Estado, puesto que en la naturaleza misma del

    Estado hay algo que provoca a la rebelda. El Estado es la autoridad, es la fuerza, es laostentacin y la infatuacin de la fuerza. No se insina no trata de convertir: y siempre que lointenta, lo hace con muy mala pata; pues su naturaleza no consiste en persuadir, sino enimponerse, en forzar. Se esfuerza un poco en enmascarar su naturaleza de violador legal de lavoluntad de los hombres, de negacin permanente de su libertad. Incluso cuando ordena elbien, lo perjudica y echa a perder, precisamente porque lo ordena, y que toda orden provoca ysuscita las rebeldas legtimas de la libertad; y porque el bien, desde el momento que esordenado, desde el punto de vista de la autntica moral, de la moral humana (no divina porsupuesto), desde el punto de vista del respeto humano y de la libertad, pasa a ser el mal. Lalibertad, la moralidad y la dignidad humana del hombre consisten precisamente en eso, en quehace el bien, no porque se le ordena sino porque lo concibe, lo quiere y lo ama.

    La sociedad no se impone, formal, oficial, autoritariamente, se impone naturalmente, y esdebido a ello precisamente que su accin sobre el individuo es incomparablemente mspoderosa que la del Estado. Crea y forma a todos los individuos que nacen y que se desarrollanen su seno. Hace pasar en ellos, lentamente, desde el primer da de su nacimiento hasta el desu muerte, toda su propia naturaleza material, intelectual y moral; Se individualiza en cada unopor as decirlo

    La ley de la solidaridad social es la primera ley humana; la libertad es la segunda ley. Esasdos leyes se interpretan y, al ser inseparables, constituyen la esencia de la humanidad. As lalibertad no es la negacin de la solidaridad por lo contrario, es su desarrollo y, por as decirlo, lahumanizacin.

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    A cualquiera que pretenda que la accin natural sobre las masas es an un atentado a lalibertad de las masas, una tentativa de crear un nuevo poder autoritario, responderemos que esslo un sofista o un tonto. Tanto peor para quienes ignoran la ley natural y social de lasolidaridad humana, hasta el punto de imaginarse que la independencia mutua absoluta de losindividuos y de las masas es una cosa posible, o incluso deseable. Desearla es querer laaniquilacin misma de la sociedad, pues toda la vida social no es ms que esa dependencia

    mutua incesante de los individuos y de las masas. Todos los individuos, incluso los msinteligentes, los ms fuertes -y especialmente los inteligentes y fuertes-, son a cada instante desu vida al mismo tiempo los productores y los productos de las voluntades y de la accin de lasmasas. La libertad misma de cada individuo es la resultante, siempre nuevamente reproducida,de esa cantidad de influencias materiales, intelectuales y morales que todos los individuos quele rodean (que la sociedad en la que nace, se desarrolla y muere) ejercen sobre l. Quererescapar a esta influencia en nombre de una libertad trascendente, divina, absolutamenteegosta y autosuficiente, es condenarse al no ser; querer renunciar a ejercerla sobre los dems,es renunciar a toda accin social, a la expresin misma de su pensamiento y de sussentimientos, es an desembocar en el no-ser.

    En la naturaleza como en la sociedad humana, que no es an otra cosa que esa misma

    naturaleza, todo lo que vive, vive slo con esa condicin suprema de intervenir de la manerams positiva, y tan poderosamente como lo comporte su naturaleza, en la vida ajena. Laabolicin de esta influencia mutua sera, pues, la muerte. Y cuando reivindicamos la libertad delas masas no pretendemos en absoluto abolir ninguna de las influencias naturales de ningnindividuo ni de ningn grupo de individuos que ejercen su accin sobre ellas. Lo que queremoses la abolicin de las influencias artificiales, privilegiadas, legales, oficiales. Si la Iglesia y elEstado pudieran ser instituciones privadas, nosotros seramos indudablemente sus adversarios,pero no protestaramos contra su derecho de existir. Pero protestamos contra ellos porquesiendo indudablemente instituciones privadas en el sentido de que slo existen en efecto para elinters particular de las clases privilegiadas, no por ello se sirven menos de la fuerza colectivade las masas organizadas con objeto de imponerse autoritaria, oficial y violentamente a lasmasa.

    Es una verdad universal que no admite ninguna excepcin. El hombre slo tiene realmenteen su interior lo que manifiesta de una manera u otra en su exterior. Esos sedicentes geniosdesconocidos, esos espritus vanos y enamorados de s mismos, que se lamentan eternamentede que jams logran poner a plena luz los tesoros que dicen llevar en s mismos, son siempreen efecto los individuos ms miserables con respecto a su ser ntimo: no llevan en ellosmismos nada en absoluto.

    La nica grande y todopoderosa autoridad natural y racional a la vez, la nica que podamosrespetar, ser la del espritu colectivo y pblico de una sociedad basada en la igualdad y en lasolidaridad, as como en la libertad y en el respeto humano y mutuo de todos sus miembros. S,he aqu una autoridad sin nada de divino absolutamente humana, pero ante la cual nos

    inclinaremos con gusto, seguros de que lejos de sojuzgarles, emancipar a los hombres. Sermil veces ms poderosa, estad seguros, que todas vuestras autoridades divinas, teolgicas,metafsicas, polticas y jurdicas instituidas por la Iglesia y el Estado, ms poderosa quevuestros criminales cdigos, vuestros carceleros y vuestros verdugos.

    El poder del sentimiento colectivo o .del espritu pblico es ya muy serio hoy. Los hombres mscapaces de cometer crmenes osan raramente desafiarla, afrontarla abiertamente. Tratarn deburlarla, pero se guardarn mucho de atropellarla, a menos que se sientan apoyados por unaminora cualquiera como mnimo. Ningn hombre, por poderoso que se crea, tendr nunca lafuerza de soportar el desprecio unnime de la sociedad, ninguno sabra vivir sin sentirsesostenido por el asentimiento y la estima de una parte cualquiera de esa sociedad como

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    mnimo. Es preciso que un hombre est impulsado por una inmensa y muy sincera conviccin,para que tenga la valenta de opinar y de caminar contra todos, y nunca el hombre egosta,depravado y vil tendr esa valenta.

    Nada prueba mejor la solidaridad natural y fatal, esta ley de sociabilidad que religa a todos loshombres, como este hecho que cada uno de nosotros puede comprobar cada da, tanto sobres mismo como sobre todos los hombres que conozca. Pero si este poder social existe, por

    qu no ha bastado hasta el momento actual para moralizar, para humanizar a los hombres? Larespuesta a esta pregunta es muy simple: porque, hasta el momento presente, no ha sidohumanizado en absoluto; y no ha sido humanizado hasta ahora porque la vida social de la quees siempre la fiel expresin se basa, como es sabido, sobre el culto divino y no sobre el respetohumano; sobre la autoridad y no sobre la libertad; sobre el privilegio y no sobre la igualdad;sobre la explotacin y no sobre la fraternidad entre los hombres; sobre la iniquidad y la mentira,y no sobre la justicia y la verdad. En consecuencia, su accin real, siempre en contradiccin conlas teoras humanitarias que profesa, ha ejercido constantemente una influencia funesta ydepravadora, no moral. No reduce los vicios y los crmenes sino que los crea. Su autoridad esen consecuencia una autoridad divina, antihumana; su influencia daina y funesta. Querisconvertirlas en beneficiosas y humanas? Haced la revolucin social. Haced que todas lasnecesidades pasen a ser realmente solidarias, que los intereses materiales y sociales de cada

    cual pasen a estar de acuerdo con los deberes humanos de cada cual. Y para eso slo hay unmedio: destruid todas las instituciones de la desigualdad; fundad la igualdad econmica y socialde todos, y sobre esta base se alzar la libertad, la moralidad, la humanidad solidaria de todo elmundo.

    La ley de la solidaridad social es inexorable, de manera que para moralizar a los individuosno es preciso tanto el ocuparse de su conciencia como de la naturaleza de su existencia social.

    Es preciso moralizar ante todo a la sociedad misma.

    Me importa mucho lo que son todos los dems hombres, porque por independiente que yome imagine o que parezca por mi posicin social, aunque yo fuera papa, zar o emperador o

    incluso ministro, soy incesantemente el producto de lo que son los ltimos entre ellos; si ellosson ignorantes, miserables, esclavos, mi existencia est determinada por su ignorancia, sumiseria y su esclavitud. Yo, hombre ilustrado o inteligente, por ejemplo -si es el caso-, soyestpido de su estupidez; yo valiente, soy esclavo de su esclavitud; yo rico, tiemblo ante sumiseria; yo privilegiado, palidezco ante su justicia. Yo en fin, queriendo ser libre, no puedo serlo,porque alrededor mo todos los hombres no quieren an ser libres, y al no quererlo pasan a serinstrumentos de opresin contra m.

    No es una imaginacin, es una realidad de la que todo el mundo hace hoy la triste experiencia.Por qu, despus de tantos esfuerzos sobrehumanos, despus de tantas revolucionesinicialmente siempre victoriosas, despus de tantos sacrificios dolorosos y de tantos combatespor la libertad, Europa sigue an esclava? Porque en todos los pases de Europa hay an una

    masa inmvil, por lo menos en apariencia, y que ha quedado inaccesible hasta ahora a lapropaganda de las ideas de emancipacin, de humanidad y de justicia, la masa de loscampesinos. Es ella la que constituye hoy el poder, el ltimo apoyo y el ltimo refugio de todoslos dspotas, una autntica cachiporra en sus manos para aplastarnos, y mientras no hayamoshecho penetrar en ella nuestras aspiraciones, nuestras pasiones, nuestras ideas, no cesaremosde ser esclavos. Hemos de emanciparlos para emanciparnos.

    En casi todos los pases las mujeres son esclavas; mientras que no sean completamenteemancipadas, nuestra propia libertad ser imposible. Ningn pueblo sabra ser completa y solidariamente libre en el sentido humano de la palabra,si la humanidad entera no lo es.

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    Slo soy verdaderamente libre cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres ymujeres, son igualmente libres, de manera que cuanto ms numerosos son los hombres libresque me rodean y ms profunda y ms amplia es su libertad, ms extensa, ms profunda y msamplia viene a ser mi libertad. Slo puedo decirme autnticamente libre cuando mi libertad o, loque significa lo mismo, mi dignidad de hombre, mi derecho humano, reflejados por la concienciaigualmente libre de todos, vuelven a m confirmados por el asentimiento de todos. Mi libertad

    personal as confirmada por la libertad de todos se extiende hasta el infinito.

    La libertad de los individuos no es en absoluto un hecho individual, es un hecho, un productocolectivo. Ningn hombre sabra ser libre fuera y sin el concurso de toda la sociedad humana.Los individualistas, o los compaeros de viaje que hemos combatido en todos los congresos detrabajadores, pretendan, con los moralistas y los economistas burgueses, que el hombre podaser libre, que poda ser hombre, fuera de la sociedad, diciendo que la sociedad haba sidofundada por un contrato libre de hombres anteriormente libres. Esa teora, proclamada por J. J.Rousseau, el escritor ms perjudicial del pasado siglo, el sofista que ha inspirado a todos losrevolucionarios burgueses, esa teora denota una ignorancia completa tanto de la naturalezacomo de la historia.

    El hombre slo se emancipa de la presin tirnica que ejerce sobre cada cual la naturalezaexterior mediante el trabajo colectivo; pues el trabajo individual, impotente y estril, nuncalograra vencer a la naturaleza.

    Todo lo que es humano en el hombre, y ms que nada la libertad, es el producto de untrabajo social, colectivo, Ser libre en el aislamiento absoluto es un absurdo inventado por lostelogos y los metafsicos.

    El hombre slo se convierte realmente en tal cuando respeta y ama a la humanidad y lalibertad de todos, y cuando su humanidad y libertad son respetadas, amadas, suscitadas ycreadas por todos.

    CAPTULO II

    EL GOBIERNO DE LOS HOMBRES INTELIGENTES Y VIRTUOSOS

    Quin podra ser en efecto el guardin y el ejecutante de las leyes, el defensor de la justiciay del orden pblico contra las malas pasiones de cada cual, si cada cual se declara incapaz develar por s mismo y de amordazar, tanto como sea necesario para la salud comn, su propia

    libertad, que tiende naturalmente hacia el mal? En una palabra, quin cumplir las funcionesdel Estado?

    Los mejores ciudadanos, se dir, los ms inteligentes y los ms virtuosos, los cualescomprendern mejor que los dems los intereses comunes de la sociedad y la necesidad paracada cual, el deber de cada cual, de subordinarles todos sus intereses particulares. Es preciso,en efecto, que esos hombres sean tan inteligentes como virtuosos, pues si fueran slointeligentes sin virtud, podran muy bien utilizar la cosa pblica para su inters privado, y si slofueran virtuosos sin inteligencia, la llevaran a la ruina a pesar de toda su buena fe. Es preciso,

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    pues, para que una repblica no perezca, que posea en todas las pocas un nmero bastanteconsiderable de tales hombres.

    He aqu una condicin que no se realiza ni fcilmente ni con frecuencia. Ordinariamente, en lasregiones del poder lo que domina es la insignificancia, lo gris, y a menudo, como hemos visto enla historia, es el negro y el rojo, es decir, todos los vicios y la violencia sanguinaria quienestriunfan.

    Supongo que en una sociedad ideal, en cada poca, se halla un nmero suficiente dehombres igualmente inteligentes y virtuosos para llenar dignamente las funciones principales delEstado. Quin les buscar, les hallar, les distinguir y pondr en sus manos las riendas delEstado? Las cogern ellos mismos, conscientes de su inteligencia y de su virtud como lohicieron dos sabios de Grecia, Klebulo y Perindrias, a quienes, pese a su gran supuestasabidura, los griegos no dejaron de calificar con el odioso nombre de tiranos? De qu maneratomarn el poder? Ser mediante la persuasin o mediante la fuerza? Si es mediante laprimera, observaremos que slo se persuade bien de aquello de que uno mismo estpersuadido y que los mejores hombres son precisamente quienes menos persuadidos estn desu propio mrito; incluso cuando son conscientes de ello, ordinariamente les repugna imponerloa los dems, mientras que los hombres malos y mediocres satisfechos de ellos mismos, no

    experimentan repugnancia alguna en glorificarse. Pero supongamos incluso que habiendohecho callar esta excesiva modestia en los hombres de un mrito real su deseo de servir a lapatria, stos se presentan ellos mismos al sufragio de sus conciudadanos: sern siempreaceptados y preferidos por el pueblo a intrigantes ambiciosos, elocuentes y hbiles? Si por locontrario quieren imponerse mediante la fuerza, es preciso ante todo que tengan a sudisposicin una fuerza suficiente para vencer la resistencia de todo un partido. Llegarn alpoder mediante la guerra civil, al acabar la cual habr un partido no reconciliado sino vencido ypermanente hostil. Para contenerle, debern seguir usando la fuerza. No ser, pues, unasociedad libre, sino un Estado desptico, basado en la violencia, y acaso en l encontris cosasque os parecern admirables; pero en ningn caso la libertad.

    Para seguir en la ficcin del Estado libre surgido de un contrato social, no es preciso, pues,

    suponer que la mayora de los ciudadanos habr siempre tenido la prudencia, el discernimientoy la justicia necesarios para elegir y para situar en cabeza del gobierno a los hombres msdignos y ms capaces. Pero, para que un pueblo haya mostrado, no una sola vez ni nicamentepor azar, sino siempre, en todas las elecciones que habr tenido que hacer, a lo largo de toda laduracin de su existencia, ese discernimiento, esa justicia, esa prudencia, no es preciso que lmismo, tomado globalmente, haya alcanzado un grado tan alto de moralidad y de cultura queno necesite ya ni gobierno ni Estado? Tal pueblo nicamente puede necesitar el vivir, dejandoun libre curso a todos sus instintos: la justicia y el orden pblico surgirn por s mismos ynaturalmente de su vida, y el Estado, al dejar de ser la providencia, el tutor, el educador, elregulador de la sociedad, al renunciar a todo poder represivo y al caer en el papel subalternoque le asigna Proudhon, no ser ms que una simple oficina de negocios, una especie defactora central al servicio de la sociedad.

    Sin duda, tal organizacin poltica, o mejor tal reduccin de la accin poltica en favor de lalibertad de la vida social, sera un gran beneficio para la sociedad, pero en cambio nocontentara en absoluto a los partidarios del Estado. Les es absolutamente preciso un Estado-providencia, un Estado-director de la vida social, que promulgue la justicia y regule el ordenpblico. Es decir, tanto si lo confiesan como si no, incluso si se llaman republicanos,demcratas o incluso socialistas, les es preciso siempre un pueblo ms o menos ignorante,menor, incapaz o, para llamar las cosas por su nombre, un pueblo ms o menos canalla quegobernar; con objeto sin duda de que, violentando el propio desinters y modestia, puedan ellosmismos conservar los primeros puestos, con objeto de tener siempre ocasin de entregarse a lacosa pblica y que, orgullosos de su virtuosa entrega y de su inteligencia exclusiva, guardianes

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    privilegiados del rebao humano, al impulsarle para su bien y al conducirle a la salvacin,puedan tambin esquilarle un poco.

    Suponed una academia de sabios, compuesta por los representantes ms ilustres de laciencia; suponed que esa academia est encargada de la legislacin, de la organizacin de lasociedad, y que, inspirndose slo en el ms puro amor por la verdad, slo le dicte leyesabsolutamente conformes con los ms recientes descubrimientos de la ciencia. Pues bien, yo

    pretendo que esa legislacin y esa organizacin seran una monstruosidad, y ello por variosmotivos. El primero es que la ciencia humana es siempre necesariamente imperfecta y que, alcomparar lo que ha descubierto con lo que le queda por descubrir, se puede decir que est anen paales. De manera que si se quisiera forzar la vida prctica tanto colectiva como individualde los hombres a adecuarse estricta y exclusivamente, a los ltimos datos de la ciencia, secondenara a la sociedad y asimismo a los individuos, a sufrir el martirio del lecho de Procusto,que acabara dislocndoles y ahogndoles pronto, ya que la vida sigue siendo infinitamentems amplia que la ciencia.

    La segunda razn es sta: una sociedad que obedeciera a una legislacin emanada de unaacademia cientfica, pero sin que hubiera comprendido por s misma el carcter racional -encuyo caso la existencia de la academia resultara intil- nicamente porque esta legislacin

    emanando de esta academia se impondra en nombre de una ciencia que se venerara sincomprenderla, tal sociedad no sera una sociedad de hombres sino de brutos. Sera unasegunda edicin de esa pobre repblica del Paraguay que se dej gobernar durante tantotiempo por la Compaa de Jess. Tal sociedad no dejara de caer muy pronto al ms bajogrado del idiotismo.

    La ciencia no puede salir de la esfera de las abstracciones. Bajo ese prisma, es infinitamenteinferior al arte, el cual, asimismo, slo tiene propiamente acceso a tipos generales y asituaciones generales pero que, mediante un artificio que le es propio, sabe encarnarlos enformas que, no por no estar vivas en el sentido de la vida real, provocan menos en nuestraimaginacin el sentimiento o el recuerdo de esta vida; individualiza en cierta forma los tipos ylas situaciones que concibe y, mediante esas individualidades sin carne ni hueso y como tales

    permanentes o inmortales, tiene el poder de crear, nos recuerda las individualidades vivas,reales, que aparecen y que desaparecen a nuestros ojos. El arte es, pues, en cierta manera elretorno de la abstraccin a la vida. La ciencia es por lo contrario la inmolacin perpetua de lavieja fugitiva, transitoria, pero real, sobre el altar de las abstracciones eternas.

    La ciencia es tan poco capaz de captar la individualidad de un hombre como la de un conejo. Esdecir, que es tan indiferente hacia el uno como hacia el otro. No es que ignore el principio de laindividualidad. La concibe perfectamente como principio, pero no como hecho. Sabe de sobraque todas las especies animales, incluida la especie humana, slo tienen existencia real en unnmero indefinido de individuos que nacen y que mueren, haciendo sitio a nuevos individuosigualmente transitorios. Sabe que a medida que nos elevamos de las especies animales a lasespecies superiores el principio de la individualidad determina ms, los individuos aparecen

    ms completos y ms libres. Cuando no est absolutamente viciada por el doctrinarismo tantoteolgico como metafsico, como poltico y jurdico, como incluso por un orgullo estrictamentecientfico, y cuando no es en absoluto sorda a los instintos y a las aspiraciones espontneas dela vida, sabe, y es su ltima palabra, que el respeto del hombre es la ley suprema de lahumanidad.

    La ciencia sabe todo eso, pero no va ni puede ir ms all. Al constituir la abstraccin su propianaturaleza, puede muy bien concebir el principio de la individualidad real y viva, pero no puedetener acceso a los individuos reales y vivos. Se ocupa de los individuos en general, pero no dePedro y Jaime, no de tal y tal otro individuo, que no existen, que para ella no pueden existir. Susindividuos slo son, tambin en ese caso, abstracciones.

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    La ciencia comprende el pensamiento de la realidad, no la realidad misma; el pensamientode la vida, no la vida.

    La ciencia es inamovible, impersonal, general, abstracta, insensible. La vida es muy fugaz ytransitoria, pero tambin muy palpitante de realidad y de individualidad, de sensibilidad, desufrimientos, de alegras, de aspiraciones, de necesidades y de pasiones. Es ella sola la que

    espontneamente crea las cosas y todos los seres reales. La ciencia no crea nada, tan slocomprueba y reconoce las creaciones de la vida. Y siempre que los hombres de ciencia, al salirde su mundo abstracto, se empapan de creacin viva en el mundo real, todo cuanto proponen ocrean es pobre, ridculamente abstracto, falto de sangre y de vida, muerto al nacer, semejanteal homunculus creado por Wagner, el pedante discpulo del inmortal doctor Fausto. De ello sederiva que la ciencia tiene por nica misin el aclarar la vida, no el gobernarla

    Sabemos que la sociologa es una ciencia recin nacida, que est an a la bsqueda desus elementos.

    Qu sera de una sociedad que no nos presentara ms que la traduccin en la prctica o laaplicacin de una ciencia, aunque esa ciencia fuera la ms perfecta y la ms completa del

    mundo? Una miseria. Imaginad un universo que no contuviera ms que lo que el esprituhumano ha percibido, reconocido y comprendido hasta ahora: no sera una miserable bagatelaal lado del universo existente?

    Estamos llenos de respeto hacia la ciencia y la consideramos como uno de los ms preciosostesoros, como una de las glorias ms puras de la humanidad. Mediante ella el hombre sedistingue del animal, hoy su hermano menor, ayer su antepasado, y se hace capaz de libertad.Sin embargo, es necesario reconocer tambin los lmites de la ciencia y recordarle que no lo estodo, que es solamente una parte del todo y que el todo es la vida.

    La vida, tomada en ese sentido universal no es en verdad la aplicacin de cualquier teorahumana o divina, es una creacin, habramos dicho con gusto si no temiramos el dar lugar a

    un malentendido por esa palabra; y comparando los pueblos creadores de su propia historia aunos artistas, habramos preguntado si los grandes poetas han esperado nunca que la cienciadescubriera las leyes de la creacin potica para crear sus obras maestras. No hicieronEsquilo y Sfocles sus magnficas tragedias mucho antes que Aristteles hubiera calculadosobre sus mismas obras la primera esttica? Se dej nunca Shakespeare inspirar por ningunateora, y no ampli Beethoven, las bases del contrapunto mediante la creacin de sussinfonas? Y qu sera una obra de arte producida segn los preceptos de la ms bellaesttica del mundo? Una vez ms, algo miserable. Pero los pueblos que crean su historia noson probablemente ni menos ricos en instinto, ni menos poderosos creadores, ni msdependientes de los seores sabios que los artistas!

    La verdadera ciencia de la historia, por ejemplo, no existe an y apenas se empiezan a

    entrever hoy las condiciones inmensamente complicadas de esa ciencia. Pero supongmoslafinalmente realizada: qu podra darnos? Reproducira el cuadro razonado y fiel del desarrollonatural de las condiciones generales, tanto materiales como ideales, tanto econmicas comopolticas y sociales, religiosas, filosficas, estticas y cientficas, de las sociedades que hantenido una historia. Pero ese cuadro universal de la civilizacin humana, por detallado que sea,nunca podr contener ms que apreciaciones generales y en consecuencia abstractas; en elsentido de los miles de millones de individuos humanos obscuros, pero sin los cuales ningunode esos grandes resultados abstractos de la historia hubiera sido obtenido y que, notadlo bien,nunca se han aprovechado de ninguno de esos resultados ni encontrarn tan slo el menor sitioen la historia. Vivieron, fueron inmolados, aplastados para el bien de la humanidad abstracta,eso es todo.

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    Habr que reprochrselo a la ciencia de la historia? Sera ridculo e injusto. Los individuos soninaprehensibles al pensamiento, a la reflexin, incluso a la palabra humana, capaz slo deexpresar abstracciones, inaprehensibles tanto en el presente como en el pasado. As pues, laciencia social misma, la ciencia del futuro, continuar forzosamente ignorndoles. Mis all desus lmites la accin de la ciencia social slo podra ser impotente y funesta.

    Pues ms all de tales lmites empiezan las pretensiones doctrinarias y gubernamentales desus representantes patentados, de sus sacerdotes.

    Una vez ms, la nica misin de la ciencia es aclarar la ruta. Pero slo la vida, liberada de todaslas trabas gubernamentales y doctrinarias, y vuelta a la plenitud de su accin espontnea,puede crear.

    La vida natural y social precede siempre al pensamiento, que es slo una de sus funciones,nunca su resultado; se desarrolla a partir de las inagotables profundidades que le son propias,por medio de una sucesin de hechos diversos, no por medio de reflejos abstractos.

    La abstraccin cientfica, he dicho, es una abstraccin racional, autntica en su esencia,

    necesaria a la vida cuya representacin terica es la conciencia. Puede y debe ser absorbida ydigerida por la vida.

    Hay an un tercer motivo que hace imposible un gobierno semejante. Es que una academiacientfica revestida de esa soberana absoluta por as decirlo, aunque estuviera compuesta porlos ms ilustres hombres, acabara infaliblemente y pronto por corromperse ella misma tantomoral como intelectualmente. Es ya hoy, con los escasos privilegios que se les cede, la historiade todas las academias. El mayor genio cientfico, desde el momento en que pasa a ser unacadmico, un sabio oficial, patentado, baja inevitablemente y se duerme. Pierde suespontaneidad, su audacia revolucionaria, y esa energa incmoda y salvaje que caracteriza lanaturaleza de los mayores genios, llamados siempre a destruir los mundos caducos y a echarlos cimientos de los nuevos mundos. Gana indudablemente en cortesa, en sabidura utilitaria y

    prctica, lo que pierde en poder de pensamiento. En una palabra, se corrompe.

    Es lo propio del privilegio y de toda posicin privilegiada el matar el espritu y el corazn de loshombres. El hombre privilegiado ya polticamente, ya econmicamente, es un hombreintelectual y moralmente depravado. He ah una ley social que no admite excepcin alguna yque se aplica tanto a naciones enteras como a las clases, a las compaas y a los individuos.Es la ley de la igualdad, condicin suprema de la libertad y de la humanidad, El objeto principalde ese libro es desarrollarla y demostrar su verdad en todas las manifestaciones de la vidahumana.

    Un cuerpo cientfico al que se hubiera confiado el gobierno de la sociedad acabara pronto noocupndose ya en absoluto de la ciencia, sino de un asunto muy distinto; y ese asunto, el de

    todos los poderes establecidos, sera el de eternizarse volviendo cada vez ms estpida a lasociedad confiada a sus cuidados, y en consecuencia ms necesitada de su gobierno y de sudireccin.

    Pero lo que es cierto para las academias cientficas, lo es asimismo para todas las asambleasconstituyentes y legislativas, incluso cuando han surgido del sufragio universal. Este ltimopuede renovar su composicin, ciertamente, lo que no impide que en unos aos se forme uncuerpo de polticos, privilegiados de hecho, no de derecho, quienes, al dedicarseexclusivamente a la direccin de los asuntos pblicos de un pas, acaban por formar unaespecie de aristocracia o de oligarqua poltica .

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    Entre el reducido nmero de sabios que estn realmente desligados de todas laspreocupaciones y de todas las vanidades temporales hay pocos, muy pocos, que no estnmancillados por un gran vicio, capaz de contrarrestar todas las dems cualidades: ese vicio esel orgullo de la inteligencia y el desprecio profundo, disimulado o abierto, hacia quienes no seantan sabios como ellos. Una sociedad que fuera gobernada por sabios tendra, pues, el gobiernodel desprecio, o sea el ms aplastante despotismo y la ms humillante esclavitud que puedasufrir una sociedad humana. Sera tambin necesariamente el gobierno de la necedad, pues

    nada es tan estpido como la inteligencia orgullosa de s misma.

    Ser esclava de pedantes, qu destino para la humanidad!

    Segn nosotros, de todas las aristocracias que han oprimido, cada una a su vez y enocasiones todas al mismo tiempo a la sociedad humana, la que se autodenomina aristocraciade la inteligencia es la ms odiosa, la ms despreciadora, la ms impertinente y la msopresiva. El aristcrata nobiliario os dice: Es usted un hombre muy gentil pero no es ustednoble! Es una injuria que an puede soportarse. El aristcrata del capital os reconoce todaclase de mritos, pero aade, no tiene usted ni un real! Es asimismo soportable. Pero elaristcrata de la inteligencia nos dice: No sabe usted nada, no comprende nada, es usted unasno, y yo, hombre inteligente, he de ponerle la albarda y conducirle a usted. Eso es lo

    intolerable.

    La aristocracia de la inteligencia, ese nio mimado del doctrinarismo moderno, ese ltimorefugio del espritu de dominacin que ha afligido al mundo desde el inicio de la historia y queha constituido y sancionado a todos los Estados, ese culto pretencioso y ridculo de lainteligencia patentada, slo ha podido nacer en el seno de la burguesa. La aristocracianobiliaria no necesit la ciencia para probar su derecho. Apoyaba su poder sobre dosargumentos irresistibles dndole por base la violencia, la fuerza de su brazo, y por sancin lagracia de Dios. Ella violaba y la Iglesia bendeca: tal era la naturaleza de su derecho. Esa uninntima de la brutalidad triunfante con la Sancin divina le daba un gran prestigio, y produca enella una especie de virtud caballeresca que conquistaba todos los corazones.

    La burguesa, desprovista de todas esas virtudes y de todas esas gracias, slo ha podidofundar su derecho en un nico argumento: el poder muy real pero prosaico del dinero. Es lanegacin cnica de todas las virtudes: si tienes dinero, por canalla o estpido que seas, poseestodos los derechos; si no tienes ni un real, cualesquiera que sean tus mritos personales, novales nada. He ah, en su ruda franqueza, el principio fundamental de la burguesa. Se concibeque tal argumento, por potente que sea, no poda bastar para el establecimiento yespecialmente la consolidacin del poder burgus. La sociedad humana est hecha de tal modoque las cosas ms malas slo pueden establecerse gracias a una apariencia respetable. De ahnaci el proverbio que dice que la hipocresa es un homenaje que el vicio rinde a la virtud. Lasbrutalidades ms poderosas necesitan una sancin.

    Hemos visto que la nobleza puso todas las suyas bajo la proteccin de la gracia divina. La

    burguesa, no pudiendo recurrir a esta proteccin, la encontr en la inteligencia patentada. Sabemuy bien que la base principal, y podra decirse que nica, de su poder poltico actual es suriqueza; pero, no queriendo ni pudiendo confesarlo, trata de explicar por la superioridad de suinteligencia, no natural sino cientfica; para gobernar a los hombres, pretende, es preciso sabermucho, y slo hay ella que sepa hoy en da .

    El gobierno de la ciencia y de los hombres de ciencia, aunque se llamaran positivistas,discpulos de Augusto Comte, o incluso discpulos de la escuela doctrinaria del comunismoalemn, slo puede ser impotente, ridculo, inhumano, cruel, opresivo, explotador, daino. Sepuede decir de los hombres de ciencia como tales lo que dije de los telogos y de los

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    metafsicos: no tienen ni sentidos ni corazn hacia los seres individuales y vivos. No puede nireprochrseles, pues es la consecuencia natural de su oficio.

    No son exclusivamente hombres de ciencia, son tambin ms o menos hombres de vida. Sinembargo, es preciso no fiarse demasiado y, si se puede estar casi seguro de que ningn sabioosar tratar hoya un hombre como trata a un conejo, hay que temer siempre que el cuerpo desabios, solamente con dejarle hacer, no someta a los hombres vivos a experiencias cientficas

    indudablemente menos crueles, pero que no seran menos desastrosas para sus vctimashumanas. Si los sabios no pueden hacer experiencias sobre el cuerpo de los hombresindividuales, no por ello dejarn de pedir su realizacin sobre el cuerpo social, y es eso lo quehay que impedir de modo absoluto.

    Cuando la ciencia no se humaniza, se deprava. Refina el crimen y hace ms envilecedora labajeza. Un esclavo sabio es un enfermo incurable. Un opresor, un verdugo, un dspota sabiossiguen acorazados por siempre contra todo lo que se llama humanidad y piedad. Nada lesdisuade, nada les asusta ni les alcanza, excepto sus propios sufrimientos o su propio peligro. Eldespotismo sabio es mil veces ms desmoralizador, ms peligroso para sus vctimas que eldespotismo que tan slo es brutal. Este afecta slo al cuerpo, la vida exterior, la riqueza, lasrelaciones, los actos. No puede penetrar en el fuero interno, porque no tiene su llave. Le falta

    espritu para pagar el espritu. El despotismo inteligente y sabio por el contrario penetra en elalma de los hombres y corrompe sus pensamientos en la fuente misma.

    Se desprende de ello que rechazo toda autoridad? Lejos de m ese pensamiento. Cuandose trata de botas, me atengo a la autoridad del zapatero; si se trata de una casa, de un canal ode un ferrocarril, consulto la del arquitecto o del ingeniero. Para tal ciencia especial, me dirijo atalo cual sabio. Pero no me dejo imponer ni el zapatero ni el arquitecto ni el sabio. Los escucholibremente y con todo el respeto que su inteligencia, su carcter, su saber merecen,reservndome, sin embargo, mi derecho indiscutible de crtica y de control. No me contento conconsultar a una sola autoridad especializada, consulto a varias; comparo sus opiniones y elijo laque me parece ms justa. Pero en modo alguno reconozco una autoridad infalible, incluso enlas cuestiones totalmente especializadas; en consecuencia, por respeto que pueda tener hacia

    la honestidad y la sinceridad de talo cual individuo, no tengo fe absoluta en nadie. Tal fe serafatal para mi razn, mi libertad e incluso para el xito de mis empresas; me transformarainmediatamente en un esclavo estpido y en un instrumento de la voluntad y de los interesesajenos.

    Si me inclino ante la autoridad de los especialistas y si me declaro presto, en cierta medida ydurante todo el tiempo que crea conveniente, a seguir sus indicaciones e incluso su direccin,es porque esa autoridad no me es impuesta por nadie, ni por los hombres ni por Dios. De locontrario los rechazara con horror y mandara al diablo sus consejos, su direccin y su ciencia,seguro de que me haran pagar por la prdida de mi libertad y de mi dignidad las migajas deverdad humana, envueltas con muchos embustes, que podran darme.

    Me inclino ante la autoridad de los hombres especialistas por que me es impuesto por mi propiarazn. Soy consciente de poder abarcar en todos sus detalles y sus desarrollos positivosnicamente una parte muy pequea de la ciencia humana. La mayor inteligencia no bastarapara abarcarlo todo. De ello se deriva, para la ciencia como para la industria, la necesidad de ladivisin y de la asociacin del trabajo. Recibo y doy, tal es la vida humana. Cada cual esautoridad dirigente y cada cual es dirigido a su vez. No hay, pues, autoridad fija y constante deninguna clase, sino un intercambio continuo de autoridad y de subordinacin mutuas,transitorias y sobre todo voluntarias.

    Esa misma razn me prohbe, pues, reconocer una autoridad fija, constante y universal, porqueno hay en modo alguno hombre universal, hombre que sea capaz de abarcar, entre esa riqueza

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    de detalles sin la que la aplicacin de las ciencias a la vida no es ya posible, todas las ciencias,todas las ramas de la vida social. Y si tal universalidad pudiera nunca encontrarse realizarla enun nico hombre y quisiera prevalerse de ella para imponernos su autoridad, habra queexpulsar a este hombre de la sociedad porque su autoridad reducira inevitablemente a todoslos dems a la esclavitud y a la imbecilidad. No creo que la sociedad deba maltratar a loshombres geniales como lo han hecho hasta el momento. Pero tampoco creo que deba cebarlosen exceso, ni sobre todo concederles privilegios o derechos exclusivos cualesquiera.

    El espritu del mayor genio de la tierra, es jams algo ms que el producto del trabajocolectivo, intelectual, as como industrial, de todas las generaciones pasadas y presentes? Paraconvencerse de ello imaginemos a ese mismo genio transportado desde su ms tierna infanciaa una isla desierta; suponiendo que no muera de hambre, en qu se convertir? En unabestia, un bruto que ni siquiera sabr pronunciar una palabra y que en consecuencia nuncatendr pensamiento; transportadle a esa isla a la edad de diez aos, qu ser de l unos aosdespus? Tambin un bruto que habr perdido el hbito de la palabra y que slo habrconservado de su pasada humanidad un vago instinto. En fin, transportadlo a la edad de veinteo treinta aos: a los diez, quince, veinte aos de distancia, se volver estpido. Acaso inventealguna nueva religin!

    Qu prueba esto? Esto prueba que el hombre mejor dotado por la naturaleza slo recibe deella facultades, pero que esas facultades quedan muertas si no son fertilizadas por la accinbienhechora y poderosa de la colectividad. Diremos ms: cuanto ms aventajado por lanaturaleza es el hombre, ms toma a la colectividad; de donde resulta que le debe rendir ms,con toda justicia.

    Sin embargo, reconocemos con gusto que aunque una gran parte de los trabajos intelectualesse puedan hacer mejor y ms de prisa colectiva que individualmente, hay otros que exigen eltrabajo aislado. Qu se pretende concluir de ello? Que los trabajos aislados del genio o deltalento, por ser ms escasos, ms preciosos y ms tiles que los de los trabajadores ordinarios,han de estar mejor retribuidos que esos ltimos? Por favor, sobre qu base? Son mspenosos esos trabajos que los trabajos manuales? Por lo contrario, esos ltimos son

    incomparablemente ms penosos. El trabajo intelectual es un trabajo atractivo, que lleva en smismo su recompensa y que no precisa de ninguna retribucin ms. Halla an otra en la estimay en el bien que les hace.

    Ustedes que cultivan tan poderosamente el ideal, seores socialistas burgueses, noencuentran que esta recompensa merece otra, o bien prefieren a ella una remuneracin msslida en dinero contante y sonante? Por otra parte, estaran ustedes apurados si tuvieran queestablecer la tasa de los productos intelectuales geniales. Son valores inconmensurables, comomuy bien observ Proudhon: no cuestan nada o cuestan millones.

    Esperemos, sin embargo, que la sociedad venidera hallar en la organizacin realmenteprctica y popular de su fuerza colectiva el medio de hacer a esos grandes genios menos

    necesarios, menos aplastantes y ms autnticamente bienhechores para todos. Pues nuncahay que olvidar la profunda frase de Voltaire: Hay alguien con ms espritu que los mayoresgenios, es todo el mundo. Slo se trata, pues, ya de organizar ese tout le monde mediante lamayor libertad basada en la ms completa igualdad, econmica, poltica y socia.

    Cuando el hombre de ciencia trabajar y el hombre de trabajo pensar, el trabajo inteligentey libre ser considerado como el ms bello ttulo de gloria para la humanidad, como la base desu dignidad, de su derecho, como la manifestacin de su poder humano sobre la tierra -y lahumanidad ser constituida. Tanto en inters del trabajo como tambin en el de la ciencia, es preciso que no haya ya niobreros ni sabios sino slo hombres. El resultado de ello ser que los hombres que, por su

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    superior inteligencia, son hoy arrastrados al mundo exclusivo de la ciencia y que, yaestablecidos en ese mundo, cediendo a la necesidad de una posicin completamente burguesa,hacen girar todas sus invenciones en inters exclusivo de la clase privilegiada de la que ellosmismos forman parte que esos hombres, una vez pasen a ser realmente solidarios de todo elmundo, solidarios no slo en imaginacin ni en palabras, sino de hecho, por el trabajo, harngirar asimismo necesariamente los descubrimientos y las aplicaciones de la ciencia en intersde todo el mundo, y ante todo para aligerar y ennoblecer el trabajo, esta base, la nica legtima

    y la nica real, de la sociedad humana.

    Ello no impedir sin duda que hombres geniales, mejor organizados para las especulacionescientficas que la inmensa mayora de sus contemporneos, se entreguen ms exclusivamenteque los dems al cultivo de las ciencias, y no rindan grandes servicios a la humanidad.

    La ciencia, al pasar a ser el patrimonio de todo el mundo, se casar en cierto modo con la vidainmediata y real de cada uno. Ganar en utilidad y en gracia lo que perder en ambicin y enpedantera doctrinarias. Tomar en la vida el sitio que el contrapunto debe ocupar, segnBeethoven, en las composiciones musicales. A alguien que le haba preguntado si eranecesario saber el contrapunto para componer buena msica, le respondi: Sin duda, esabsolutamente necesario conocer el contrapunto; pero es asimismo necesario olvidarlo una vez

    aprendido, si se quiere componer algo bueno. El contrapunto forma en cierto modo elesqueleto regular, pero perfectamente desprovisto de gracia e inanimado, de la composicinmusical, y como tal ha de desaparecer bajo la gracia espontnea y viviente de la creacinartstica. Como el contrapunto, la ciencia no es en modo alguno el objetivo, es Slo uno de losmedios ms necesarios y ms magnficos de esa otra creacin, mil veces ms sublime an quetodas las composiciones artsticas, de la vida y la accin inmediatas y espontneas de losindividuos humanos en la sociedad.

    La potencia de pensar y la potencia de querer no implican siempre y necesariamente la unala verdad y la otra el bien. La historia nos muestra el ejemplo de muchos pensadores muypotentes que han dicho desatinos. Siempre que un pensador, por potente que sea, razonasobre bases falsas llegar necesariamente a conclusiones falsas y esas conclusiones sern

    tanto ms monstruosas dado que habr empleado su potencia en desarrollarlas.

    Resumo. Reconocemos la autoridad absoluta de la ciencia pero rechazamos la infalibilidad yla universalidad de los representantes de la ciencia. En nuestra Iglesia propia -same permitidoservirme por un momento de esa expresin que detesto; la Iglesia y el Estado son mis dosobjetos de odio-, en nuestra Iglesia, como en la Iglesia protestante, tenemos un jefe, un Cristoinvisible, la ciencia; y como los protestantes, ms consecuentes incluso que los protestantes, noqueremos soportar en ella ni papa, ni concilios, ni cnclaves de cardenales infalibles, ni obispos,ni incluso sacerdotes. Nuestro Cristo se distingue del Cristo protestante y cristiano en eso, queese ltimo es un ser personal y que el nuestro es impersonal; el Cristo cristiano, ya realizado enun pasado eterno, se presenta como un ser perfecto, mientras que la realizacin y la perfeccinde nuestro Cristo, la ciencia, est siempre en el futuro: lo que equivale a decir que nunca se va

    a realizar. Al reconocer slo la autoridad absoluta de la ciencia absoluta no comprometemos,pues, nuestra libertad.

    Nuestro Cristo quedar, pues, eternamente inacabado, lo que va a abatir mucho el orgullo desus representantes patentados entre nosotros. Contra ese Dios Hijo en nombre del cualpretenderan imponernos su autoridad insolente y pedante, apelaremos a Dios Padre, que es elmundo real, la vida real, de la que l slo es la expresin excesivamente imperfecta y de la quenosotros -los seres reales, que viven, trabajan, combaten, aman, aspiran, gozan y sufren-somos sus representantes inmediatos.Pero al rechazar la autoridad absoluta, universal e infalible de los hombres de ciencia, no porello aspiramos menos a ver a hombres dotados de una gran sabidura, de una gran experiencia,

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    de un gran espritu y sobre todo de un gran corazn, ejerciendo sobre nosotros una influencianatural y legtima, libremente aceptada y no impuesta en nombre de cualquier autoridad oficial,celestial o terrestre. Aceptamos todas las autoridades naturales y todas las influencias dehecho, pero ninguna de derecho.

    CAPTULO III

    ESTADO Y LIBERTAD

    Qu es el Estado? Es la cosa pblica, nos responden los metafsicos y los doctores enderecho; los intereses, el bien colectivo y el derecho de todos, opuestos a la accin disolventede los intereses y de las pasiones egostas de cada cual. Es la justicia y la realizacin de lamoral y de la virtud sobre la tierra. En consecuencia, no hay acto ms sublime ni mayor deberpara los individuos que el entregarse, el sacrificarse y morir si es preciso, por el triunfo, por lapotencia del Estado.

    He ah en pocas palabras toda la teologa del Estado. Veamos ahora si esa teologa poltica,igual que la teologa religiosa, no esconde bajo apariencias muy bellas y muy poticas unasrealidades muy comunes y muy sucias.

    Fue un gran error por parte de J. J. Rousseau el haber pensado que la sociedad primitivahaya sido establecida por un contrato libre, formado por salvajes. Pero J. J. Rousseau no es elnico en afirmarlo. La mayora de los juristas y de los publicistas modernos (tanto de la escuelade Kant como de cualquier otra escuela individualista y liberal y que no admiten ni la sociedadbasada en el derecho divino de los telogos, ni la sociedad determinada de la escuelahegeliana, como la realizacin ms o menos mstica de la Moral objetiva, ni la sociedadprimitivamente animal de los naturalistas) toman nolens volens y a falta de otro fundamento elcontrato tcito como punto de partida. Un contrato tcito! Es decir, un contrato sin palabras yen consecuencia sin pensamiento y sin voluntad, un indignante contrasentido! Una absurdaficcin y adems una mala ficcin! Una indigna superchera! Pues supone que, cuando yo noestaba ni en estado de querer ni de pensar ni de hablar, porque me dej esquilar sin protestar,pude consentir para m y para toda mi descendencia una eterna esclavitud!

    Todo lo que entonces fue reconocido, como constituyendo el inters comn, fue proclamadoel bien, y todo lo que le fuera contrario, el mal. Los miembros contratantes, al pasar a serciudadanos, al haberse vinculado mediante un compromiso ms o menos solemne, asumieroncon ello mismo un deber: el subordinar sus intereses privados a la salud comn, al intersinseparable de todos, y sus derechos separados al derecho pblico, cuyo representante nico,

    el Estado, qued con ello investido del poder de reprimir todas las rebeliones del egosmoindividual.

    ... Segn este sistema, pues, la sociedad humana slo comienza con la conclusin del contrato.Pero qu es entonces esa sociedad? Es la pura y lgica realizacin del contrato con todas susdisposiciones y consecuencias legislativas y prcticas, es el Estado.

    Examinmoslo desde ms cerca. Qu representa? La suma de las negaciones de laslibertades individuales de todos sus miembros; o bien la de los sacrificios que todos sus

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    miembros hacen, al renunciar a una porcin de su libertad en provecho del bien comn. Aspues, donde comienza el Estado cesa la libertad individual y viceversa.

    Se puede responder que el Estado, representante de la salud pblica o del inters comn detodos, slo suprime una parte de la libertad de cada cual para asegurarle el resto. Pero eseresto es la seguridad, si queris, no es en absoluto la libertad. La libertad es indivisible: nopuede suprimirse una parte de la misma sin matarla toda. Esa pequea parte que suprims es la

    esencia misma de mi libertad, lo es todo. Por un movimiento natural, necesario e irresistible,toda mi libertad se concentra precisamente en la parte que suprims, por pequea que sea. Esla historia de la mujer de de Barba Azul que tuvo todo un palacio a su disposicin con la libertadplena y entera de penetrar en todas partes, de verlo y tocarlo todo, salvo un cuartucho que lavoluntad soberana de su terrible marido le haba prohibido abrir bajo pena de muerte. Puesbien, dejando de lado todas las magnificencias de su palacio, su alma se concentr porcompleto en ese cuartucho: lo abri y tuvo razn al abrirlo, pues fue un acto necesario de sulibertad mientras que la prohibicin de entrar en l era una flagrante violacin de esa mismalibertad. Es tambin la historia del pecado de Adn y Eva: la prohibicin de probar la fruta delrbol de la ciencia sin otro motivo que tal era la voluntad del Seor, era por parte del BuenDios un acto de horroroso despotismo; y si nuestros primeros padres hubieran obedecido, todala raza humana estara sumergida en la ms humillante esclavitud. Por lo contrario, su

    desobediencia nos emancip y salv. Fue, mticamente hablando, el primer acto de la libertadhumana.

    Pero el Estado, dirn, el Estado democrtico basado en el libre sufragio de todos losciudadanos, podra ser la negacin de su libertad? Y por qu no? Ello dependeraabsolutamente de la misin y del poder que los ciudadanos abandonaran al Estado. Un Estadorepublicano basado en el sufragio universal podra ser muy desptico, incluso ms despticoque el Estado monrquico, cuando, bajo pretexto de que representa la voluntad de todos, pesesobre la voluntad y sobre el libre movimiento de cada uno de sus miembros con todo el peso desu poder colectivo.

    Es en nombre de esa ficcin que tan pronto se llama el inters colectivo como el derecho

    colectivo o la voluntad y la libertad colectivas, que los absolutistas jacobinos, los revolucionariosde la escuela de J. J. Rousseau y de Robespierre, proclaman la teora amenazadora einhumana del derecho absoluto del Estado.

    La doctrina sentimentalmente terrorista (o sea religiosa) de J. J. Rousseau, que reson comouna nota discordante en la bella armona humanitaria del siglo XVIII, se encontr por otra partesostenida por el desmo inconsecuente, frvolo y burgus de Voltaire, quien pens que lareligin era absolutamente necesaria para la canalla. Esa doctrina leg a la revolucin el cultode una divinidad abstracta con el culto abstracto del Estado. Esos dos cultos, personificados enla sombra figura de Robespierre -ese Calvino de la revolucin- mataron la revolucin.

    J. J. Rousseau representa el autntico tipo de la estrechez y de la mezquindad sombra, de

    la exaltacin sin ms objeto que su propia persona, del entusiasmo en fro y de la hipocresasentimental e implacable a la vez, del embuste forzoso del idealismo moderno. Se le puedeconsiderar como el autntico creador de la moderna reaccin. Siendo el escritor en aparienciams democrtico del siglo XVIII, subsiste en l el implacable despotismo del hombre de Estado.Fue el profeta del Estado doctrinario, as como Robespierre, su digno y fiel discpulo, trat deconvertirse en su sumo sacerdote.

    Pero el Estado, dirn an, slo restringe la libertad de sus miembros en la medidanicamente en que es llevada hacia la injusticia, hacia el mal. Les impide matarse entre s,saquear se y ofenderse mutuamente, y en general hacer el mal, dejndoles por lo contrario

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    plena y entera libertad para el bien. Es siempre la misma historia de Barba Azulo del frutoprohibido: qu es el mal, qu es el bien?

    Toda teora consecuente y sincera del Estado se basa fundamentalmente en el principio dela autoridad, es decir en esa idea eminentemente teolgica, metafsica, poltica, de que lasmasas incapaces siempre de gobernarse habrn de sufrir en todo tiempo el yugo bienhechor deuna sabidura y una justicia que les sern impuestas desde arriba de una u otra manera.

    El Estado es el gobierno de arriba a abajo por cualquier minora de una inmensa cantidad dehombres muy diversos desde el punto de vista del grado de su cultura, de la naturaleza de lospases o de las localidades que habitan, de su posicin, de sus ocupaciones, de sus intereses Yde sus aspiraciones, aunque esa minora fuera elegida mediante sufragio universal y controladaen sus actos a travs de instituciones populares, a menos que estuviera dotada de laomnisciencia, de la omnipresencia y de la omnipotencia que los telogos atribuyen a su Dios, esimposible que pueda conocer, prever las necesidades ni satisfacer con igual justicia losintereses ms legtimos y apremiantes de todos.

    La vida colectiva no est en la multitud popular; esa multitud, segn Mazzini, por ser slo unagregado completamente mecnico de individuos, hace que la colectividad exista slo en la

    autoridad y slo pueda ser representada por ella. Nos encontramos de nuevo con esa malditafuncin del Estado que absorbe y concentra, al destruirla, la colectividad natural del pueblo yque, probablemente debido precisamente a ello, se considera que la representa al modo comoSaturno representaba a sus hijos a medida que los devoraba.

    El Estado es la autoridad, la dominacin y el poder organizados de las clases poseedoras yque se autodenominan ilustradas, sobre las masas.

    Garantiza siempre lo que encuentra: a los unos, su riqueza, a los otros, su pobreza; a losunos, la libertad basada en la propiedad, a los otros, la esclavitud, fatal consecuencia de sumiseria.

    El Estado siempre ha sido el patrimonio de cualquier clase privilegiada: clase sacerdotal,clase nobiliaria, clase burguesa; y finalmente clase burocrtica, cuando habindose agotadotodas las dems clases el Estado cae, o se eleva segn se mire, a la condicin de mquina.

    Todos los Estados, desde que existen sobre la tierra, estn condenados a una luchaperpetua: lucha contra sus propias poblaciones que oprimen y arruinan, lucha contra losEstados extranjeros, cada uno de los cuales es slo poderoso a condicin de que el otro seadbil; y como slo pueden mantenerse en esta lucha aumentando cada da su poder, tanto enel interior contra sus propios sujetos, como en el exterior contra las potencias vecinas, de ello sederiva que la ley suprema del Estado es el aumento de su poder en detrimento de la libertadinterior y de la justicia exterior.

    En fin, por perfecta que sea desde el punto de vista del mantenimiento del Estado laorganizacin de la educacin y de la instruccin populares, de la censura y de la polica, elEstado no puede estar seguro de su existencia mientras no tenga una fuerza armada paradefenderse contra los enemigos del interior, contra el descontento de las poblaciones.

    La educacin de esos hombres, desde la del soldado raso hasta los ms altos grados de lajerarqua militar, es tal que han de convertirse necesariamente en los enemigos de la sociedadcivil y del pueblo. Incluso el uniforme que llevan, y que recuerda tanto la librea, todos esosadornos distintivos y ridculas frusleras que distinguen los regimientos y los grados, todas esasnecedades infantiles que ocupan una parte considerable de su existencia y que les haranparecer bufones tan a menudo si no estuvieran siempre amenazantes, todo ello les separa ms

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    profundamente de lo qu