La leyenda de los duendes descabezados

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La leyenda de los duendes descabezados ____________________________ Lafcadio Hearn

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La leyenda de los duendes descabezados

____________________________ Lafcadio Hearn

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Hará unos quinientos años vivió un samuráique se llamaba Isogai HeidazaemonTaketsura, y servía al daimio Kikuji, deKyushu. Isogai, descendiente de belicososguerreros, tenía una innata habilidad paralasartesde laguerrayposeíaungranvigorfísico. Ya en su infancia superaba a susmaestros en el manejo de la espada. Comoarquero y lancero también eramuy diestro,y demostraba poseer todas las condicionespropias de un soldado valiente y decidido.Tiempo después, cuando la guerra de losEykio,tuvounaactuacióntanesforzada,quefue colmado de honores. Pero cuando lacasa de Kikuji se arruinó, Isogai quedó sindaimio a quien servir. Le hubiese sido fácilentrar al servicio de cualquier otro daimio,pero como nunca había ambicionadohonores para él solo, sino para su señor, ycomo su corazón permanecía fiel a suantiguo daimio, prefirió abandonar la vidamundana. Se cortó los cabellos y se hizosacerdote viajero, tomando el nombrebudistadeKwairyo.

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Empero, bajo la koromo (hábito sacerdotal)deKwairyo latía siempreel valor indomabledel samurái Isogai Taketsura. En otrostiempossehabíareídodelpeligro,ydespuéscontinuó despreciándolo. Continuamente ycon cualquier tiempo viajaba, predicando labuena Ley en sitios y parajes donde ningúnotro sacerdote se atrevió a ir antes que él,pues en aquella remota edad de las sendasapartadas no existía seguridad para elviajero,aunqueestefuesesacerdote.

En su primer y largo viaje tuvo ocasión devisitar la provincia de Kai. Cierto atardecer,cruzandolasmontañasdeestaprovincia,fuesorprendidoporlaoscuridadnocturnaenundistrito muy solitario y bastante alejado detoda población. Resignado, se dispuso apasar la noche al raso. Halló un lugaradecuado cerca del camino, en el que lahierba estaba bastante crecida. Se acostó yse preparó a dormir. Siempre se habíahallado bien en la mayor incomodidad, yhasta sobre las desnudas piedras, apoyadasu cabeza sobre la raíz de un sauce, leparecíaencontrarseenuncómodolecho.Su

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cuerpo era de hierro, y la nieve, el rocío, lalluvia o la escarcha no tenían importanciapara él. Apenas se hubo acostado vioaparecer, marchando lentamente por elcamino, a un hombre que traía un hacha yunhazdeleña.

ElleñadorsedetuvoalobservaraKwairyo,yluegodeobservarlo silenciosamente, le dijoconacentosorprendido:

—Buen señor: ¿quién sois, para atreveros adormir solo en un lugar como este?… Poraquíabundanlosespíritusrondadores…¿NoteméisalasFacesVelludas?…

—Amigo —contestó amablementeKwairyo—, no soy más que un sacerdotevagabundo, un «huésped del agua y de lasnubes», o, como dice la gente, «Un-sui-no-ryokaku».YonotemoalasFacesVelludas,siosreferísa laszorrasduendes,a lostrasgostepizcuintes o cualquier animal de esaespecie.Encuantoaloslugaressolitarios,hede deciros que me encantan, porque sonapropiados para la meditación y elrecogimiento. Casi siempre duermo al aire

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libre, y jamás me preocupé por laconservacióndemivida.

—Pues debéis ser un hombre muy valientepara atreveros a dormir aquí, honorablesacerdote —repitió el campesino—. Estoslugares tienen muy mala fama, una justa yverdadera mala fama. Y, como dice elproverbio: «Kunshi ayayuki ni chikayorazu».(El hombre superior no debe exponerseinútilmente al peligro). Y no cesaré derepetiros que es peligrosísimo dormir eneste sitio.Poreso, yaunquemi casaesunapobre y desmantelada choza, os ruegovengáis conmigo y pasaréis allí la noche.Alimentos no puedo ofreceros ninguno;pero, a lomenos, tendréis un techo que oscobijará.

El rústico hablaba de unmodo persuasivo yagradable. Y Kwairyo se sintió convencidopor la bondad del campesino y aceptó suofrecimiento. El humilde leñador lo condujoalolargodeunestrechocamino,quepartíade la carretera general, a través de unbosquemontañoso. Era una vereda abruptay peligrosa. De vez en cuando se veían

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sinuosos precipicios. Otras veces, los piesresbalaban en un suelo de raíces secas ydesnudas, o tenían que sortear con grancuidado los vericuetos de las puntiagudas yafiladasrocas.Alfinsalieronaunespacioenla cima de una colina, profusamentealumbrado por la rutilante claridad de unalunablanquísimay cegadora.Kwairyodivisódelante de él la sombra de la pequeñachoza, con una gran iluminación interior. Elguía lo condujo auna corrienteque, poruncanalito hecho de bambúes, atravesaba laparte trasera de la cabaña, y ambos selavaron en ella los pies. Más allá delriachuelo había un jardín y un espesoarbolado de cedros y bambúes, y detrás delos árboles se veía el luciente rielar de unacascada, que se despeñaba desdeelevadísima altura, haciendo formidableruido. Sus aguas, al caer, ondulaban ybrillaban a la luz de la luna con losmovimientos de un enorme vestido blancoquefueraagitadoporlasledasbrisasdeunanocheoriental.

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Cuando Kwairyo penetró en la choza,acompañado del leñador, vio cuatropersonas, hombres y mujeres, quecalentaban sus ateridas manos en el fuegoque ardía encima del ro de la habitaciónprincipal. Al llegar el sacerdote selevantaron, saludándole respetuosamentecon una inclinación. Kwairyo se sorprendiódequepersonas tanpobres yque vivíanenchoza tan miserable supieran las reglas deurbanidadydeetiquetadelossaludos.

«Esta es buena gente —pensó— y debenhaber sido enseñados por personas queestuvieran muy al corriente de asuntos deeducaciónycivilidad».

Volviéndosehaciasuhuésped,haciaelaruji,comolellamabanlosdemás,exclamó:

—Por el agrado de vuestra conversación yporlosfinossaludosquemehandirigidoenvuestra casa, imagino que no siemprefuisteis un leñador… ¿Quizá habréispertenecidoalasmáselevadasclases?…

Elcampesino,sonriendo,contestó:

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—Señor, no estáis equivocado. Aunque yoahora vivo comome veis, en otros tiemposfui un personaje de alta categoría. Mihistoria es la historia de una vida arruinadapormispropiasculpas.Estuveal serviciodeun daimio, y mi rango en la casa de aquelpríncipenoeradespreciable.Peroyoamabaalasmujeresyalvino,ybajolainfluenciadeesas pasiones, cometí actos malditos. Miconducta trajo la ruina de nuestra casa yademás ocasionó varias muertes. El castigovino después y durante años permanecífugitivo e ignorado, vagando por entre losbosquessolitarios.Actualmenteruegotodoslos días para que me sea dado hacer unareparación a tanto mal como causé y elrestaurarlacasademismayores.Perotemoque jamás llegaré a conseguirlo. Sinembargo, pruebo a vencer el karma de miserrores por medio de un sinceroarrepentimiento y ayudando en lo quepuedoalosquesondesgraciados.

Kwairyo se complaciómucho en los buenospropósitosdelhuéspedylerespondió:

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—Mi buen amigo: he tenido ocasión deobservar que los hombres, por muypropensos que hayan sido en su juventud acometer errores, cuando llegan a la edadque vos tenéis, fácilmente puedenacostumbrarse a llevar una vidametódica yseria. En los suras divinos se halla escrito:«Aquellosqueseanmáspoderososenhacerel mal pueden convertirse en los máspoderosos para hacer el bien». Yo no dudode que tenéis corazón bueno y caritativo, yespero que llegarán días más venturosospara los presentes. Esta noche recitarévarios «sutras» en vuestro favor y rogaréparaquepodáisvencerelkarmadevuestrospasadoserrores.

El sacerdote dio las buenas noches al aruji,quien lemostróunapequeñahabitación,enlaquehabíanpreparadosucama.

Ytodossefueronadormir,exceptoKwairyo,quien empezó a leer sutras a la luz de unfarolillo de papel. Estuvo leyendo hastacerca de la madrugada. Al terminar susoraciones abrió la ventana de su reducidodepartamentoydirigióunaúltimamiradaal

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bello paisaje que rodeaba la casa. La nocheerahermosaytranquila.Enelcielonohabíaunasolanube.Laclaridad lunardibujabaenel suelo las negras y agudas siluetas de losárboles y hacía relampaguear las gotas delescarchado rocío que brillaban sobre lasflores del jardín. El viento era de unaapacibilidad dulcísima. Los chirridos de losinsectos formabanuntumultuosoconcierto.De la cascada vecina nacían monorrítmicosecosqueparecíanmás sonoros yprofundosal retumbar en el granmisterio de la nocheazul…

Kwairyo, al escuchar los alborotadosrumoresdelasaguasdespeñadas,sintióunased apremiante. Y recordando el acueductode bambúes que estaba en la parte traserade la casa, imaginóquepodía ir abeber sindespertar a sus huéspedes. Con gran sigilodescorrió los biombos que separaban suhabitación del departamento principal, y,súbitamente, a la luz de la linterna, ¡viotendidos en el suelo cinco cuerpos sincabeza!

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Durante unos momentos permanecióaterrado, imaginando un crimen. Pero enseguida observó que no había la menorhuelladesangreyque los troncoshumanosno tenían la apariencia de haber sidocortados.Entoncespensó:

—Estodebeser,ounailusiónpreparadaporlosduendes,oquemehanintroducidoenlavivienda de un Rokuro-kubi. En el libroSoshinski está escrito que si se halla elcuerpo de un Rokuro-kubi sin cabeza y secambia el cuerpo en otro lugar, la cabezajamás podrá volver a unirse con el cuerpo.Dicetambiénquecuando lacabezavuelveyencuentra en otro sitio a su cuerpo, segolpea tres veces contra el suelo, botandocomo una pelota, y, desesperada, muereinstantáneamente. Ahora bien: si estos sonRokuro-kubi,nadabuenosepreparan;porlotanto,deboseguirlasinstruccionesdellibro.

Tomóporlospieselcuerpodelaruji,lollevóa la ventana y lo arrojó por ella. Luego fuehacia la puerta trasera y encontrándolacerrada con barras, supuso que las cabezashabían huido por el tubo de la chimenea,

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que estaba abierto. Cuidadosamentedesatrancó la puerta y se dirigió al jardín,avanzando conprecauciónhasta la alamedaquehabíamásallá.Comollegaraasusoídosun confuso rumor de voces que partía deentre los árboles, encaminóse en esadirección, escondiendo el cuerpo en lassombras de los cedros, y se ocultó en unlugar de donde podía ver sin ser visto.Entonces vio a las cinco cabezasrevoloteando y gritando sin cesar. Estabancomiendo gusanos e insectos que cogíandelosárboleso levantabandel suelo.Enaquelmismomomentolacabezadelaruji,cesandodecomer,exclamó:

—¡Oh! ¡Qué cuerpo tanmantecoso tiene elsacerdote que llegó anoche a la cabaña!Cuando nos lo hayamos comido, nuestrosvientresquedarán repletos…Fuiun tontoalhablarle como lo hice, porque solo sirvióparaquesepusieraarecitarsutrasenfavorde mi alma… ¡Ja, ja! Como no tenemospoder para tocarlo durante el tiempo quepermanezcaenoración,esmenesteresperarque duerma. Pero como ya se acerca la

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aurora, es posibleque sehayaentregadoaldescanso.Unodevosotrosdebeacercarsealachozayverloquehace…

Otra cabeza, la de una mujer joven, selevantó inmediatamente y, rauda como unmurciélago, voló hacia la casucha. A lospocos segundos regresó, chillando con vozroncayentonodedesesperadaalarma:

—¡El sacerdote vagabundo no está en lacasa!¡Sehaesfumado!¡Perolomásterribleesquehacogidoelcuerpodenuestroarujiylohaescondidoquiénsabedónde!

Al oír esas palabras, la cabeza del aruji,perfectamente visible a la luz de la luna,cobróun aspecto espantoso; abriéronse susojos monstruosamente, erizándose suscabellos,ysusdientesrechinaronconfuror.De sus labios se escapó un chillido rabioso,salvaje,feroz.Después, llorandolágrimasderabiagritó:

—¡Si mi cuerpo ha sido cambiado de lugarjamás podré reunirme con él! ¡Tengo quemorir! ¡Tengo que morir! ¡Y todo por obrade ese sacerdote del demonio! ¡Mas antes

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de que yo muera quiero encontrarlo paradestrozarlo a bocados y devorarlo! ¡Y allíestá!… ¡Detrás de aquel árbol! ¡Escondidodetrás del árbol!… ¡Miradlo al cobardemantecoso!

Simultáneamente la cabeza del aruji y lasotras cuatro arrojáronse contra Kwairyo.Mas el valiente bonzo habíase preparadopara ladefensa,arrancandoel troncodeunarbolillo que utilizó como una maza paragolpear las cabezas que lo atacaban. Lascastigaba demodo tan atroz que cuatro deellas huyeron despavoridas. Solo la cabezadel aruji, aunque aporreada una y otra vezcon gran furia, continuó saltandodesesperadamente para morder a Kwairyo,hastaqueconsiguióaferrarsecon tenacidada la manga izquierda de su hábito. No searredró por ello el antiguo samurai.Levantándola de los pelos sacudiólarepetidasveces;pero ladiabólicacabezanosoltó su presa. Golpeada rudamente denuevo, momentos después dejó escapar unlargogemidoycesódeluchar:habíamuerto.Susdientes,empero,continuaronapretando

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la manga y a pesar de su enorme fuerzaKwairyonoconsiguióabrirle lasmandíbulas.Con la cabeza colgando de una mangaregresóa lacabaña.Allíestaban juntosyencuclillas los otros cuatro Rokuro-kubi,habiéndose ya unido a sus cuerpos suscuatro ensangrentadas y magulladascabezas. Tan pronto como lo vieronaparecer, huyeron por la puerta opuestagritando:

—¡Elreligioso!…¡Elreligioso!

HaciaelOrienteel cielose ibaaclarando;eldía apuntaba ya. Por esto, Kwairyocomprendió que el poder de los duendeshabíadesaparecidocon laoscuridad.Miróala cabeza, sucia de tierra, sangre y espuma,y,sonriendoconalegría,sedijo:

—¡Vayaunmiyagé!

Reunió su hatillo y descendiendopausadamentelamontañacontinuósuviaje.AsíllegóaSuwa,distritodeShinano,yentrópor la calle principal andando con granmajestad, con la cabezadelduendecolgadade su manga. Al verla, los chicos

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prorrumpían en gritos y echaban a correr ylas mujeres caían desvanecidas. Hubograndes tumultos y clamoreos hasta que untorité (policía) lo apresó y lo condujo a lacárcel. Suponían que la cabeza era la dealgún pobre hombre a quien habríaasesinadoyquealmorirclavaría losdientesconrabiaensumanga.Cuandointerrogarona Kwairyo, este se limitó a sonreír y nodijonada. Pasó la noche en el calabozo y al díasiguiente lo llevaron a la presencia de losmagistrados del distrito. Estos le ordenaronque explicara por qué siendo un sacerdotese le había encontrado con la cabeza de unhombre aferrada de aquel modo a una desus mangas, y por qué, además, habíapaseado su crimen de un modo tandesvergonzado ante los ojos del pueblo.Kwairyo echóse a reír ruidosamente yrespondió:

—Señores: yo no sujeté la cabeza a mimanga,sinoquefueellalaquesesujetóporsupropiavoluntadymuyapesarmío.Nohecometidocrimenalgunoporqueestanoeslacabeza de un hombre sino la cabeza de un

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duende.Y si causé lamuertedelduendenolo hice por derramar sangre sino por salvarmipropiavida.

Explicó después los incidentes de laaventura, riendo desaforadamente cuandoexplicó el encuentro con las cinco cabezas.Pero los magistrados permanecieron muygraves porque creyeron que tenían anteellos un astuto criminal y juzgaban que lahistoria era una burla a su inteligencia ysabiduría. En consecuencia, y sin mayoresexplicaciones, todos, excepto el másanciano,determinaronordenar la inmediataejecucióndeKwairyo.Elmagistradoancianono había hecho pregunta alguna durante eljuicio;perodespuésqueoyólasentenciadesuscolegasselevantóydijo:

—Permítaseme,antesdefallar,queexaminecuidadosamente la cabeza delmuerto, puescreoquenosehallenadoestaformalidad.Siel sacerdote no nos ha engañado, la cabezaserá testigo de ello. ¡Tráigase aquí lacabeza!…

Y la cabeza, que aún sostenía entre losdientes lamanga izquierda del koromo que

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había usado el predicador budista, fuellevadaantelosjueces.Mirólayremirólaportodos lados el anciano y en la nucadescubrió infinidad de caracteres rojizos deformas muy extrañas. Llamó la atención asus compañeros de tribunal sobre estedetalle, haciéndoles observar al mismotiempo que el cuello no presentaba señalesdehaber sidocortadoporningúnarma.Porelcontrario,lalíneadeseparaciónerasuavey lisacomolaquedejaneneltallo lashojasquesecaenalmarchitarse.

Entonces,elviejohablódenuevo:

—Tengo la certeza más absoluta de que elsacerdote ha dicho la verdad. Esta es lacabeza de un Rokuro-kubi. En el libro deNanho-i-butsu-shi está escrito que en elcuello de un Rokuro-kubi verdadero seencuentran indefectiblemente ciertoscaracteres rojos. Ved aquí esos signos ycompruébese si han sido pintados; veréisque son naturales. Además, se sabe quetales duendes vivían desde tiempos muyremotosenlasmontañasdeKai…

YvolviéndoseaKwairyo,exclamó:

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—¿Qué clase de sacerdote sois? No esposiblequeunreligiosohayadadomuestrasdetantovalor.Tenéiselaire,másquedeunpredicador, de soldado. ¿Habéispertenecido,talvez,alasclasessamuráis?…

—Suponéis bien, señor magistrado —respondió Kwairyo—. Antes de hacermesacerdote seguí durante muchos años lacarrerade lasarmas,yentoncesnuncatemíni a los hombres ni al demonio.Mi nombreera IsogaiTaketsura,deKyushu.Acasohayaalguienaquíquelorecuerde…

Al oír aquel nombre se esparció por toda lasala un murmullo de admiración, pues allíhabía varias personas que lo recordaban. YKwairyo se vio rodeado, no de jueces, sinode amigos deseosos de probarle su granestimación y su fraternal cariño. Lehicieronaltos honores y lo escoltaron hasta la casadeldaimio,quien lo recibiócongranalegríay dio un banquete para celebrar su llegada.Cuando el valeroso Kwairyo se despidió desus amigos de Suwa era tan feliz comopuede serlo un sacerdote en la transitoriavida de este mundo. Llevóse con él la

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célebre cabeza, insistiendo de un modojocosoenquelaguardabacomounmiyagé.

FIN

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