LA ‘LECTIO DIVINA’ COMO UNA RED DE OASIS (I) · 2014-02-07 · pero que se interesan por sus...

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PLIEGO JOAN ESCALES BARBAL Cura rural de la Diócesis de Urgell Licenciado en Teología y psicólogo LA ‘LECTIO DIVINA’ COMO UNA RED DE OASIS (I) 2.881. 8-14 de febrero de 2014

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PLIEGO

Joan EscalEs BarBalcura rural de la Diócesis de Urgelllicenciado en Teología y psicólogo

LA ‘LECTIO DIVINA’COMO UNA RED DE OASIS (I)

2.881. 8-14 de febrero de 2014

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Hijos de la Palabra

pequeños grupos de oasis, iniciándonos así en lo que hoy ha venido en llamarse lecturas dialogadas entre padres e hijos?

Me hizo pensar la conversación con una joven que me decía que una amiga suya, no creyente, cada día hacía una hora de meditación. Y también que un amigo, una vez al mes, hacía 300 kilómetros para asistir a un retiro budista. Pero le recordaba que ella no lo necesitaba, porque decía que los cristianos tenemos buenos maestros de meditación. Y yo pensaba: ¿será posible que los no creyentes vengan a evangelizarnos, a decirnos la riqueza que tenemos los cristianos? sí, Jesús nos lo dejó poéticamente muy bien descrito en tantas imágenes, como la que nos habla de un tesoro escondido en el campo y el payés que, para

hacerse con él, vende todo lo que tiene y lo compra.

abramos las puertas, acojamos a aquellos que ignoran nuestro referente, pero que se interesan por sus valores, aunque no lleven el sello de Jesús. o dicho de otra manera: conociendo o desconociendo la Fuente, todos bebemos de las mismas aguas. solamente les falta descubrir en la bondad de sus obras la mirada de Jesús.

la lectura de la lectio divina, apta para todos los públicos, nos debería acompañar siempre en la travesía de la vida; y aunque es cristiano quien lo suscribe, y ponga la lectio divina como referente de Jesús, esto no quita fuerza a lo humano. Todo lo contrario, pues su postura es radical en lo referente a valores humanos. así, al afán de dinero, el deseo de prestigio y la sed de poder, Jesús propone esta alternativa: en vez de acaparar, compartir lo que se tiene; en vez de distinciones, igualdad; en vez de dominio, solidaridad y servicio voluntario.

Pero todo esto, tal vez, suena a una idea bonita, a una utopía. Y no obstante, Jesús no propone ideologías; por eso predicaba en parábolas, para despertar inquietud y hacer reflexionar. lo que Él se propone es formar un grupo donde ese ideal se viva. Mientras no existan comunidades así, no hay salvación: su doctrina y ejemplo se convierte

PRESENTACIÓN

– ¿No hay ninguna otra manera de ser cristiano que la misa? Eso de la misa, parece que se está acabando.

– ¿Por qué?– Por falta de sacerdotes.– Yo diría que por falta de clientes.

Mirad nuestras iglesias.¿no tendríamos que valorar también

otra manera de ser cristiano?reproduzco esta breve conversación

porque me encuentro con tantas personas, excelentes personas, que no ponen los pies en la iglesia y, sin embargo, viven o son tan inquietas y despiertas que, como decía mi madre, “esos ya tienen el Espíritu santo dentro”.

¿no es una pena que el imaginario colectivo haya asociado la vida cristiana con la asistencia a misa? si pregunto si son creyentes, la respuesta de muchos es esta: “sí, soy creyente, pero no voy a misa”.

¿no creéis que tendríamos que valorar más la vida interior, tener más espacios para la contemplación, la lectura, la oración, y el silencio, para acoger la belleza de la soledad por Él habitada, en cuyos surcos germina la semilla del Evangelio? ¿no dice Jesús que el reino de Dios está dentro de nosotros? ¿Y no sería precioso acostumbrarnos a hacer cada día la lectura de la Palabra y encontrarnos periódicamente en

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El autor se imagina la lectio divina como una semilla enterrada en el desierto del mundo que ha dejado de crecer por falta de agua. ¿No sería precioso contemplar el desierto, cosido de pequeños oasis regados por Jesús cada día con nuestras manos en la oración y en la lectura de su Palabra?, se pregunta él, al tiempo que interpela a cada lector: ¿no te gustaría formar parte de esa red donde Jesús pudiese descansar a la sombra y al frescor de tu oasis? Esta reflexión –dividida en dos entregas– nos invita a descubrir en la lectio divina nuestro alimento básico de cada día.

en una ideología más, que es donde hemos llegado.

Por supuesto, para fundar estas comunidades, esos oasis, no se puede forzar, porque si ser persona libre es esencial para el grupo, la adhesión tiene que darse por convicción propia. Por eso Jesús no fuerza, solo invita, y empieza su proclama así: “Dichosos los que eligen ser pobres”. Pero no basta ser pobre, hay que renunciar a la ambición de ser rico y abrazar la solidaridad.

INVITACIÓN

¿Quieres ser un oasis en el desierto del mundo? apúntate a la red. Entra en tu cámara interior y coge el libro La Palabra de Jesús, donde figura el Evangelio de cada día. será como el gota a gota que convierte el desierto en un jardín. La Palabra de Jesús es como una estancia con tres ventanales: lectura, silencio y resonancias. los tres sincronizados forman lo que llamamos, siguiendo la gran tradición de la Iglesia, la lectio divina. Es como abrir las ventanas para que entre el sol, la amistad, Dios. Y la manera de llevarla a término nos la da la abeja. Ella se pone sobre la flor y se lleva el néctar para elaborar la miel en su casita. Esta abeja somos nosotros cuando nos ponemos sobre la flor del Evangelio y hacemos:

◼ Una lectura reposada de la Palabra.◼ Una escucha silenciosa de la voz

interior que ni los ojos pueden ver ni la mente puede procesar.

◼ Y una acogida de las resonancias que, como aguas profundas, afloran en forma de alabanza, de petición o de acción de gracias.

MARÍA, EL PRIMER OASIS

¿os imagináis un desierto? ¿Una montaña de arena lanzada por los vientos entre nubes de polvo, y nosotros, los nómadas del desierto, andando sobre la arena ardiente, acompañados por un sol brillante que quema durante el día y de una luna llena que brilla en un cielo azul en las noches claras y frías?

la travesía es larga y penosa. no hay señales marcadas en la arena. ni tampoco se ve segura la salida. Y eso, días y noches…

Pero, de repente, se rompe aquel horizonte infinito y monótono que lo invade todo y aparece un signo de vida. nuestra mirada se concentra en aquel punto que lo cambia todo.

“¡Un oasis! ¡Es un oasis!”, estallamos con grito alegre. Es este anhelo que llevamos dentro el que nos define como nómadas y nos hace suspirar por la sombra y el frescor de un oasis. somos peregrinos de la Patria guiados por un

sueño: crear en el desierto del mundo una red de oasis.

¿cómo hacerlo? Bien sencillo. Es suficiente con ponernos en camino. Encontraremos pisadas en la arena que nos guían y que nos llevan al oasis.

Para empezar, decimos que lo ponemos todo en manos de María. Ella va delante. María es la flor, la flor del adviento, el primer oasis. La Hidalga del Valle, en expresión del poeta. la fiesta de la Inmaculada, plantada en el corazón del adviento, nos lo dice. El oasis no es el final de la travesía, forma parte de ella. El final es Jesús: navidad.

Este desierto con pequeños oasis viene de lejos. a lo largo de la historia han ido apareciendo en los desiertos del antiguo Testamento. los profetas fueron los primeros creadores de oasis, que iban preparando y señalando el término de esta travesía. Después de la venida de Jesús, apareció la Iglesia de los mártires con una gran floración: santa Lucía, Cecilia, Sebastián… Y la marcha continúa. Van apareciendo aquí y allá, en nuestros días, pequeños oasis: Teresa de Calcuta, Gandhi, Óscar Romero… Venimos de una red gloriosa.

¿Y a ti, no te gustaría formar parte de esa red donde Jesús pudiese descansar a la sombra y al frescor de tu oasis? ¿Y no sería precioso contemplar el desierto, cosido de pequeños oasis regados por Jesús cada día con nuestras manos en

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alimento básico. así también la lectura que hacemos por la mañana o durante el día, no la hemos de dejar olvidada, sino que durante el día hemos de ir cortándola; la hemos de ir recordando. Es nuestro alimento básico.

En todo el proceso de elaboración del pan, veo el símbolo de cómo puedo ser yo un oasis en el desierto del mundo. El agua y la harina los pongo yo con mi trabajo. Y Jesús es la levadura que lo hace subir con mi silencio y plegaria personal. Masa sin levadura no vale para nada; y levadura sin masa, tampoco.

Estos son los pasos –creo yo– que hemos de seguir en la lectura de la Palabra de Jesús. El aspecto más delicado que, si no lo observamos, podemos estropear todo el proceso es la prisa. Hemos de dejar reposar la Palabra, cubriéndola con la manta del silencio, y darle tiempo para que la Palabra nos toque. De ninguna manera podemos saltarnos la meditación sin haber dado tiempo a que suba por el calor interior; ni leer el comentario a pie de página sin que hayamos meditado o escrito antes lo que hemos aprendido y experimentado interiormente. sería querer tener el pan sin que la masa hubiera hecho, por ella misma, su trabajo. sería un pan duro. Hemos de saber esperar, como hacía mi madre.

¡Qué símbolo más precioso! contemplar aquel horno lleno de panes tan juntos, los unos al lado de los otros. Me recuerda la escena de los primeros

el pan en el horno del pueblo. Era un proceso largo y laborioso. En primer lugar, ponía el agua, la harina y la levadura en la artesa. lo amasaba todo un buen rato, y cuando a ella le parecía, paraba, lo cubría con una manta y lo dejaba reposar.

Y a esperar. ¿Esperar qué? Que la masa subiera. Pero, de cuando en cuando, la observaba. algunas veces le había oído comentar: “Esta masa está como dormida. Quizás le falta calor…”. Después cortaba la masa y le daba la forma de panes redondos. Hacía un corte con la navaja para que “greñara” (el pan pudiera explotar o respirar), y lo ponía con la pala en el horno, de uno en uno. aquel horno que habíamos encendido al principio y que iba quemando hasta que el techo y las paredes, fabricadas de piedra calcárea, tomaban un color rojo. Entonces cerraba la puertecilla y a esperar también. Y cuando a ella le parecía, abría para ver si ya estaba cocido el pan. ¡Qué impresión daba ver aquel campo dorado! ¡aquel campo de espigas rubias, convertidas ahora en pan! cuando los iba sacando de uno en uno con la pala y los dejaba con delicadeza sobre la mesa, como si de seres vivos se tratara, desprendían un olor que todavía percibo en el recuerdo.

El proceso no acababa con la elaboración del pan. no lo llevábamos a casa para guardarlo, sino que cada día mi padre lo ponía en la mesa, lo cortaba en rebanadas y nos lo daba. Era nuestro

la oración y en la lectura de su Palabra? Y si así fuese, no tardaríamos en ver el desierto convertido en jardín, con sus frutos sabrosos de solidaridad, perdón, amabilidad, ternura, comprensión, acogida…

si preparamos así la navidad, Jesús tendrá una casa, como la que hemos tenido tú y yo. no una cueva. Estoy pensando en el Jesús que llama a nuestras puertas… Porque Jesús no viene solamente por navidad. Jesús viene, viene, y siempre viene desfigurado en el pobre y en el emigrante. Una navidad que llega sin ser esperada, y centrada exclusivamente en un recuerdo del pasado, comienza y acaba siempre de la misma manera. ¿Por qué no decir y hacer que Otra Navidad es posible?

EN BUSCA DEL MAESTRO INTERIOR

El objetivo de este ensayo es encontrarme con el maestro interior. En principio me serviré de parábolas y ejemplos vividos. Y he escogido el tema del desierto como telón de fondo, porque el desierto va más allá de la geografía; tiene unas connotaciones muy ricas y profundas. El desierto es un lugar inhóspito donde se experimenta la soledad, la tentación, la austeridad, el miedo. Y para nosotros, los cristianos, es el lugar de la lucha del corazón, donde Jesús oraba y fue tentado. Donde se entra en la experiencia de la propia creaturidad y de la presencia amorosa de Dios, del deseo de encontrarme con Él y, sobre todo, como dice Saint-Exupéry, la significación última del desierto “es crear la sed.”

¿no necesitamos acaso el desierto para superar la anemia que padece el mundo de hoy? ¿Un desierto que ha acabado con todo lo que no sea un proyecto desde dentro que vaya más allá de las emociones?

PARÁBOLA DEL PAN

la manera práctica de cómo llevar a término la lectura de la lectio divina me remite a una escena muy familiar de mi infancia: ver cómo mi madre hacía

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cristianos, reunidos en amistoso Agape, cuando aún no existía propiamente la Eucaristía, que se encontraban para celebrar el recuerdo de Jesús, comentando algún hecho que habían oído decir o algún fragmento, cuando aún no se habían escrito los evangelios.

¿Por qué quedarnos en lamentaciones si no podemos tener la Eucaristía por falta de sacerdotes? ¿Por qué no buscar alternativas como esta? si no podemos celebrar la Eucaristía, celebremos el Agape. Encontrémonos para comentar la Palabra de Jesús en unión fraternal, compartiendo el pan material con el pan de la Palabra. así empezaron los primeros cristianos. El Agape fue la manera de poner en marcha la cena de Jesús, como el diseño de la Eucaristía. ¿Y no podría ser hoy esta práctica el nuevo diseño para las nuevas generaciones, haciendo que en la Eucaristía resuene más la Palabra?

TENER UN RINCONCITO

He aquí la evocación del diálogo de una madre con su hija. se trata de la propietaria de un hotel de montaña. la madre ya está en el cielo. la hija sigue llevando la casa. las dos, muy trabajadoras, preparaban su “rinconcito,” pero cada una lo entendía a su manera.

a muchos de vosotros la expresión “tener un rinconcito” no os dirá nada. Era una frase muy corriente antes de que existiera la seguridad social. Pero todavía se la oye decir a muchas personas mayores: “tener un rinconcito” era ahorrar para la vejez.

Un día hablaba con la hija:– ¿Por qué trabajas tanto?– He de tirar la casa adelante.

Tengo una familia, unos hijos que he de subir.

– Pero si no tienes ni tiempo para hablar con ellos, ni con tu esposo.

– Pero he de conservar el patrimonio recibido de los padres. No están los tiempos para dormirse.

– Es verdad. “no están los tiempos para dormirse”, pero ¿qué pasaría si no tuviésemos unos momentos para comer, para descansar, para dormir?

– Que no tiraríamos tampoco.– ¿Ves? Descansar, dormir, comer…

ninguno lo puede hacer por nosotros. Pero necesitamos otros momentos para que no se nos engulla el desorden, el torbellino de la vida.

– ¿Por ejemplo?– saber estar sola contigo misma.– Estar sola, hoy día, es muy difícil…

La televisión, Internet, la gente, el bar…– Precisamente porque estamos

envueltos en un ambiente de ruidos, necesitamos más momentos de silencio.

Espacios para entrar en nuestra cámara interior.

– No es fácil, no es fácil.– Es verdad; no es nada fácil. Pero

si sigues así, al final no tendrás más que dinero. Un día esto se lo dije a una amiga como tú y se enfadó.

– ¿Y qué puedo hacer?– no lo sé, pero tu madre desaparecía

cada día unos momentos.¿Dónde iba?– Sí; ella tenía su rinconcito.– Tú, este rinconcito no lo tienes

porque te duele. Piensas que es un tiempo que pierdes para aumentar tu rinconcito. ¿a tu madre le dolía?

– A mi madre no le dolía aquella media hora que pasaba recluida cada día, en “el rinconcito” de su habitación, leyendo o rezando.

– Ella también me decía que nunca había pensado que aquel tiempo de silencio pudiese quitarle clientela. al contrario, era como “repostar” para continuar el camino de la vida de cada día con más fuerza e ilusión.

– Yo eso lo admiro de ella. Lo querría hacer, pero no puedo.

– Piensa que este rinconcito que te dedicas a ti misma redundará en tu propio bien, en tu familia, en tus clientes y en tu bolsillo.

– Supongo.– Puedes estar segura. lo que los

clientes admiraban más de tu madre era su cordialidad, su paz y su amabilidad de trato.

– La madre era muy atenta con ellos. Los trataba como de la familia.

– Yo me había preguntado varias veces: ¿de dónde sacará su alegría y elegancia de trato? Y se lo pregunté. ¿sabes cuál fue la respuesta?

– “Del rinconcito”.

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LA SIEMBRA

con la llegada del otoño, es tiempo de sembrar. ¡Qué símbolo más bello, la siembra! Dejar los campos lisos como una pista, sin piedras y limpios los márgenes de zarzas. Y después de cerrar la entrada del campo, ver a mi padre contemplarlo satisfecho por última vez, y oírle proclamar esta oración: “ahora, que Dios haga más que nosotros.”

– Pero, ¿qué es sembrar?– Sembrar es echar la semilla

al campo.– ¿Y nada más?– ¿…?¡Qué rica me parece esta expresión:

la siembra! sembrar incluye también preparar la tierra. Esto muchos no lo saben. El agricultor sí lo sabe. Después echa la semilla. si no preparamos la tierra, la mayor parte de la semilla se pierde. Y si no tiramos la semilla, lo perdemos todo.

Yo he tomado esta expresión de la siembra como símbolo de mi relación con la gente, que –como he dicho– incluye dos cosas: preparar la tierra y echar la semilla.

– ¿Pero qué quiere decir preparar la tierra en sentido figurado?

– Preparar la tierra quiere decir hacerme amigo, crear relación, amistad. sin esta preparación previa, la semilla se pierde.

del sepulcro, para tapar la oscuridad de la tumba vacía

Pienso que, detrás de esta práctica religiosa de muchos de los que frecuentan nuestras iglesias, se esconde y se encubre un fuerte agnosticismo. ¿no será porque les falta ese calor interior que se obtiene cultivando el trato cotidiano con esta Voz que despierta nuestra vida como el fuego y pone en movimiento a las personas y las caldea por dentro?

Es una cosa que siempre me ha llamado la atención: vamos a misa y decimos que es un encuentro con Jesús; y después nadie habla de Él. ¿no será porque no ha entrado en nosotros? ¿Dónde están los momentos de silencio para escuchar esta Voz? Hoy en día, hablar de nuestra relación con Dios o con la persona de Jesús es tabú.

Yo creo que el proceso de la fe es el mismo que el de las relaciones humanas: el tú a tú de la amistad. Y, por tanto, ¿por qué no apoyar con firmeza el conocimiento de la persona de Jesús, como dice el concilio Provincial Tarraconense y nos lo recuerdan los obispos en la carta Al alba del nuevo milenio? “leed la Biblia, meditadla, rezad con ella”.

Por eso hago mía esta breve oración, breve como un suspiro, de Etty Hillesum, joven judía, muerta en el Holocausto: ¡Dios mío, ayúdame a no apagarte en mí!

ENCENDER EL FUEGO

¡Encender el fuego! Es un detalle muy bonito que guardo en el bazar de mis recuerdos desde el comienzo de mi infancia y que se ha convertido en una imagen rica de contenido.

lo primero que veía hacer a mis padres cada día por la mañana, nada más levantarse, durante todo el año, era encender el fuego. El padre, el primero siempre, iba a buscar a la era un par de troncos y un fajo de leña y dejaba el fuego a punto. así, cuando se levantaba mi madre, lo encendía y ya no se apagaba en todo el día. Por aquel fuego pasaba todo. Era nuestra vida. El alimento del cuerpo y el calor del corazón. caldeaba todo el ambiente y llenaba de buenos olores todas las estancias de la casa.

Yo he conservado este recuerdo como símbolo del inicio del día. lo primero que hago cada mañana es encender el fuego: unos momentos de silencio y oración. Y me doy cuenta de que estos momentos caldean mi interior y llenan de calor todas las estancias y rincones.

así lo comentaba con un amigo después de comer en mi casa. Hablábamos del silencio y del silencio sonoro. no solo del silencio como una manera de ahogar los ruidos de fuera, sino del silencio para escuchar la Voz que pone en movimiento la voz interior. El silencio es la escucha de esta voz. Hacer un ratito de silencio, cada día, por la mañana, para escuchar esta voz, es como la señal de la vida de una casa habitada que ha despertado.

Esta imagen me hace pensar también que, así como el calor del fuego caldea la casa, rompe la oscuridad de la noche y ambienta nuestro recinto interior, tendría que transparentar a aquel que nos habita por dentro. si no es así, este estilo de cristianismo convencional no creo que atraiga a las futuras generaciones. así lo proclama su generalizada ausencia de nuestras iglesias. sin esta referencia existencial y gozosa a la Voz que es Jesús resucitado, en primer término, la Iglesia siempre tendrá ese aspecto de tumba vacía. ¡Qué bien lo supo captar el autor de la capilla sixtina de roma! Miguel Ángel pinta la figura de Jesús resucitado, en pie, delante

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– ¿Y echar la semilla?– Quiere decir sembrar alguna

cosa que despierte, que nos ponga en movimiento.

– ¡Ah!a veces, yo he sembrado sin preparar

la tierra (sin cuidar la amistad) y, al final, nada. las malas hierbas se han comido la semilla. otras veces he preparado la tierra y no he echado la semilla (no he entrado en relación profunda por miedo), y las malas hierbas se han apoderado también del campo.

Esto que me pasa a mí, he visto que les ocurre también a muchas personas. como el otro día lo constataba en unos amigos que se habían reunido un fin de semana. le pregunté a uno de ellos por teléfono:

– ¿cómo ha ido el fin de semana? ¿Qué habéis hecho?

– Nada… Yo quería sacar un tema, pero no me atreví, pensando que no sería de su gusto.

Yo le hablé de lo que acabo de explicar, de la siembra, y le decía: ¿hasta cuándo ha de durar la preparación de la tierra? Hace años que sois amigos. Pienso que ya es hora de que echéis la semilla; de que busquéis tema y habléis, de que os tracéis un programa de formación y lo sigáis. si solamente preparáis la tierra y no echáis la semilla, se os llenará de malas

hierbas el campo de vuestra amistad. lo que da consistencia y hace que el jardín de la amistad florezca, dé fruto y tenga continuidad es la semilla.

Me encanta el símbolo de la siembra, y querría conservarlo como el legado más preciado que he recibido de mi padre, que fue un gran agricultor.

I. LA ‘LECTIO DIVINA’

Introducción

como ya hemos dicho, el objetivo de estas páginas es encontrarnos con el maestro interior. Y ahora, en este apartado, queremos hacer ver que el medio es la lectio divina.

la lectio divina no es una práctica nueva, empalma con una gran tradición. sus raíces se encuentran en el pueblo de Israel, que oraba con la Palabra y escuchaba la palabra en la oración. (nehemías 8). Práctica que encontramos también en los orígenes del cristianismo. Es la plumita de agua (el gota a gota) con que se han regado los desiertos de la Tebaida (asia Menor) de anacoretas y monasterios. Hombres que vivían a la sombra de la Palabra, que habían hecho de ella su oasis. Y después generaciones de cristianos han continuado orando así, sin ceder a una piedad que no fuese bíblica. Todos

los padres de oriente y occidente han practicado este método de la lectio divina, invitando a los fieles a hacer lo mismo en su casa, y dejándonos sus espléndidos comentarios de la Escritura.

Este método había alimentado la fe de generaciones enteras, pero después de la Baja Edad Media se ha ido dejando. son siglos de eclipse de esta oración, que abrirá el camino a la devotio moderna, más sentimental.

Hasta que aparecerá otra vez, de nuevo, en el concilio Vaticano II, en la constitución Dei Verbum, n. 25: “Es necesario que todos mantengan un contacto ininterrumpido con las Escrituras, mediante la lectio divina (…), mediante una meditación esmerada, y que recuerden que la lectura ha de ir acompañada de la oración”.

Es verdad que la Eucaristía es la cumbre de la vida cristiana, el regalo más preciado de Jesús. Tanto que, antes de marchar de este mundo, ha reunido a los amigos en una cena de despedida y les ha dicho: esto guardadlo, no lo perdáis. Id repitiéndolo entre vosotros en memoria mía. Es lo mejor que os dejo. Que es como decir: este regalo es mi vida; soy yo, vuestro amigo que ha pasado por el sufrimiento, pero que ahora vive, resucitado, entre vosotros.

¡Pero qué lejos está nuestra Iglesia de aquel deseo, de aquella Iglesia de Jesús! ¡Qué lejos estamos del cenáculo, de

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Pero dejemos de momento la celebración de la Palabra como alternativa de la Eucaristía allí donde no hay sacerdote, y adentrémonos en este bosque de la lectio divina, haciendo de ella nuestro alimento básico de cada día. nos ayudará a ello el libro de la lectio divina de Enzo Bianchi, aunque eso queda ya para una segunda y última entrega de este Pliego.

lugar de la mejor manera la asamblea semanal de los cristianos y permanezca en pie la tradición cristiana de los domingos.

¡Qué duro es constatar que allí donde no llega el sacerdote no se hace ya nada!

Parece que nos hemos olvidado de que los cristianos somos hijos de la Palabra. ¿Dónde pararía el cristianismo sin el Evangelio?

aquella mesa presidida por Jesús! Tan lejos que muchos no saben relacionar la misa con la mesa, y mucho menos descubrir en ese encuentro fraterno la presencia de Jesús. ¡Es todo tan artificial…!

¿Y esto por qué? ¿no será porque nos hemos olvidado de la Palabra?

Me duele profundamente ver como si pareciera que se va a la “caza de vocaciones”. ¿Vocaciones para qué? Una vez le pregunté a mi madre: “¿Para qué los sacerdotes?”. Y me contestó resuelta: “Para nada”. Ella sabía que cuando somos como funcionarios para decir misas… Ella veía que la misión del sacerdote es crear comunidades, y aquel calor fraterno que él procuraba infundir, a su vez transformaría a la persona del sacerdote. Yo entiendo esta visión como una proyección de su propia experiencia de madre de nueve hijos.

Y en términos parecidos se expresaba un agricultor de un pueblecito:

– Decir la misa no cuesta mucho; hacer de cura, eso ya es más difícil.

– Y aquí estamos encallados.– ¿Qué quiere decir hacer de cura?– Es la misma pregunta que os podéis

hacer vosotros. ¿Qué quiere decir hacer de padres?

– Motivar, dar confianza y libertad para que, criados en un ambiente familiar de buen humor, maduren en afecto y aprendan a decidir por ellos mismos.

Este es mi sueño, la siembra que me agradaría dejar. Porque en este proyecto veo el futuro de la vida cristiana. Hemos de ser originales, que quiere decir volver a los orígenes, que es volver a la Palabra, tal como recomienda el Decreto del culto divino que anima a los fieles a que se reúnan para orar, ya sea en familia, ya sea en pequeños grupos, aunque privados de la presencia del sacerdote, con tal de que pueda tener

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OMaría, con ternura de

madre y mirada alegre, nos ofrece a Jesús y nos in-vita a tomarlo. ¿Has pensa-do que tú tienes la misma vocación de María, que es dar a luz LA LUZ, engendrar a Jesús y llevarlo al mundo?¡Es tan fácil encasillar a Ma-ría como madre de Dios y quedarnos solo en la creen-cia de una verdad dogmáti-ca! ¿Por qué no recordar lo que dicen los Padres de la Iglesia, que María antes de concebir a Jesús en su seno ya le había concebido en su corazón? ¿Por qué no creer que lo que se verificó en ella misteriosamente se realiza en nosotros místicamente?¿Cómo se hará esto?, pode-mos preguntarnos también como María. ¿No decimos que Él es la Palabra hecha carne? Vamos, pues, a la fuente a beber de las aguas del Evangelio en compañía de María. Alguien ha dicho que la Iglesia del futuro se hará con María o no se hará. Y el Padre, ¿no se sirvió de ella para ponerlo en mar-cha? Si separamos a María de Jesús y de nosotros, nos exponemos a ver a María como una estrella de pri-mera magnitud, pero una estrella errante y sola como lo es aún para algunos. ¡Qué

bien lo hizo el Concilio Va-ticano II al poner a María en el tratado de Iglesia! ¿Dónde podía estar mejor sino a nuestro lado? Siempre he querido que fue-ra también el pueblo, gente de la base, la que hiciera el comentario de las lecturas, lanzando al laico a su vo-cación de bautizado, para irse así desprendiendo de la tutela clerical. Un comen-tario vivido y breve, fácil de recordar. Los buenos comu-nicadores dicen que, si en una exposición hay más de dos ideas, sobra una. En el pasado, el comentario lo hacía yo solo. El último año, me reservé la tarea de coordinador. Y para el nuevo año tengo un sueño: dejarlo en manos de los jóvenes, mejor no creyen-tes o no practicantes. Y he pensado en ellos por tres motivos:◼ Primero, para llevar a la práctica la metáfora que ahora se utiliza: el Atrio de los Gentiles, para expresar el diálogo entre creyentes y no creyentes.◼ El segundo motivo, porque puede que muchos nunca hayan leído el Evangelio. Y digo esto porque me sor-prendió la respuesta que me dio una chica joven que el año pasado colaboró en los

comentarios. Cuando dijo que le gustaba mucho hacer la lectura de cada día y yo le pregunté que si era por el texto evangélico o por el comentario, ella me contes-tó que “por el texto”. ¡Qué bien! ¡Si pudiéramos leer el Evangelio como si fuera la primera vez!◼ El tercer motivo es por-que, cuando hagan el co-mentario, se aparten de la interpretación puramente religiosa y se centren en lo humano del Evangelio. La espiritualidad cristiana no es un proyecto de divini-zación, sino de hominiza-ción. No es por la manera en que una persona habla de Dios, sino por la mane-ra de hablar de las cosas terrenas. No una vida que separa el mundo, sino una calidad de presencia y de transparencia que lleve a descubrir el mundo como diafanía de Dios. Y, ¿no es esta la novedad del papa Francisco?

¿HAS PENSADO QUE TÚ TIENES LA MISMA VOCACIÓN DE MARÍA?

Una ‘lectio divina’ diferente